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¡Venga tu Reino! Elenco de pláticas de catequesis para adultos Programa Adopta un pueblo ©COPY RIGHT Todos los derechos reservados Centro de Promoción Integral, A.C. www.demisiones.com

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Page 1: ¡Venga tu Reino! · II. Plática 2: La Cuaresma 4 III. Plática 3: La Santísima Virgen María 6 IV. Plática 4: La Eucaristía 8 V. Plática 5: El Espíritu Santo 10 VI. Plática

¡Venga tu Reino!

Elenco de pláticas de catequesis para adultos Programa Adopta un pueblo

©COPY RIGHT

Todos los derechos reservados Centro de Promoción Integral, A.C.

www.demisiones.com

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ÍNDICE I. Plática 1: Epifanía 2 II. Plática 2: La Cuaresma 4 III. Plática 3: La Santísima Virgen María 6 IV. Plática 4: La Eucaristía 8 V. Plática 5: El Espíritu Santo 10 VI. Plática 6: La vida de gracia 12 VII. Plática 7: El Adviento 14 VIII. Plática 8: La Navidad 16

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Plática 1: La Epifanía 1. Origen de la fiesta El 6 de enero se celebraba desde tiempos inmemoriales en Oriente, pero con un sentido pagano: En Egipto y Arabia, durante la noche del 5 al 6 de enero se recordaba el nacimiento del dios Aion. Creían que él se manifestaba especialmente al renacer el sol, en el solsticio de invierno que coincidía hacia el 6 de Enero. En esta misma fecha, se celebraban los prodigios del dios Dionisio en favor de sus devotos. La fiesta de la Epifanía sustituyó a los cultos paganos de Oriente relacionados con el solsticio de invierno, celebrando ese día la manifestación de Jesús como Hijo de Dios a los sabios que vinieron de Oriente a adorarlo. La tradición pasó a Occidente a mediados del siglo IV, a través de lo que hoy es Francia. 2. Los reyes magos le llevaron a Jesús Niño Oro: que se les da a los reyes, ya que Jesús ha venido de parte de Dios, como rey del mundo, para traer la justicia y la paz a todos los pueblos; incienso: que se le da a Dios, ya que Jesús es el Hijo de Dios hecho Hombre; mirra: que se untaba a los hombres escogidos, ya que adoraron a Jesús como Hombre entre los hombres. 3. Los regalos de los reyes magos Nos ayudan a reflexionar en los regalos que nosotros le ofrecemos a Dios y a reconocer que lo importante no es el regalo en sí, sino el saber darse a los demás. En la vida debemos buscar a Dios sin cansarnos y ofrecerle con alegría todo lo que tenemos. Los Reyes Magos sintieron una gran alegría al ver al Niño Jesús. Supieron valorar el gran amor de Dios por el hombre. Debemos ser estrella que conduzca a los demás hacia Dios. 4. Significado de la fiesta • Antes de la llegada del Señor, los hombres vivían en tinieblas, sin esperanza. Pero el Señor ha venido, y es

como si una gran luz hubiera amanecido sobre todos y la alegría y la paz, la felicidad y el amor hubieran iluminado todos los corazones. Jesús es la luz que ha venido a iluminar y transformar a todos los hombres.

• Con la venida de Cristo se cumplieron las promesas hechas a Israel. En la Epifanía celebramos que Jesús vino a salvar no sólo a Israel sino a todos los pueblos.

• Epifanía quiere decir "manifestación", iluminación. Celebramos la manifestación de Dios a todos los hombres

del mundo, a todas las regiones de la tierra. Jesús ha venido para revelar el amor de Dios a todos los pueblos y ser luz de todas las naciones.

• En la Epifanía celebramos el amor de Dios que se revela a todos los hombres. Dios quiere la felicidad del

mundo entero. Él ama a cada uno de los hombres, y ha venido a salvar a todos los hombres, sin importar su nacionalidad, su color o su raza. Es un día de alegría y agradecimiento porque al ver la luz del Evangelio, salimos al encuentro de Jesús, lo encontramos y le rendimos nuestra adoración como los magos.

5. Lección que nos dejan los Reyes Magos: El seguimiento de Cristo significa dejar algo y buscar algo Como en todo movimiento, el seguimiento de Cristo implica un punto de partida y un punto de llegada. Para hacerlo hay que dejar algo y tender hacia algo. Es responder en la fe al llamado de Dios. La fe nos lleva a dejar algo atrás para buscar el ideal. Los Magos estudiaban las estrellas. Seguramente fueron admirados y vivían una vida acomodada y holgada. Y aún así, dejaron todo para seguir una estrella incierta, una señal vaga, un signo borroso. En el firmamento, había muchas estrellas. Sin embargo, los Magos se fijaron en una solamente. Así es la fe: es una preferencia por la Palabra de Dios entre muchas otras palabras que uno podría aceptar.

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La fe siempre es una opción y ésta a veces cuesta, pues hay que dejar a un lado nuestro racionalismo y nuestra sed de seguridades humanas. En la vida espiritual la única agarradera es la veracidad y fidelidad de Dios. La fe se templa con las dificultades: Para templar una espada hay que meterla en el fuego. La fe también se forja en las dificultades. A los Magos, seguramente les vino a la mente la posibilidad de desistir. Tal vez en sus noches fueron visitados por sueños que les acosaban como fantasmas. El recuerdo de las burlas de sus compatriotas, el escepticismo de sus compañeros de estudios les perseguía. Hubo momentos de titubeos, de incertidumbre, de duda... Sin embargo, siempre venció su fe. En nuestros momentos de dificultad, también tiene que prevalecer la luz de la fe. La fe nos exige ver a Dios en las cosas sencillas: Después de viajar muchos kilómetros, los Magos encontraron al Rey de los Judíos, el Salvador del mundo, el Rey de reyes, envuelto en pañales y acostado en un pesebre, en una cueva de una aldea de mala muerte, fuera de la ciudad de Jerusalén. Vieron a Dios en un bebé que lloraba. Cuando nosotros lleguemos al Cielo, ciertamente no vamos a entrar con unos lingotes de oro, una caja de incienso y un bote de mirra. Lo que vamos a llevar va a ser, como dijo San Pablo, nuestra fe, esperanza y caridad. 6. Origen de la Rosca de Reyes: Después de que los Reyes adoraron a Jesús, un ángel les avisó que no regresaran donde Herodes y ellos regresaron por otro camino. Herodes al enterarse que había nacido el Rey, tuvo miedo de perder su puesto y ordenó matar a todos los niños menores de dos años entre los cuales se encontraría dicho Rey. La Sagrada Familia huyó a Egipto y el niño Dios se salvó, otras familias escondieron a los bebés en tinajas de harina y así no fueron vistos y salvaron sus vidas. Desde entonces, los judíos comían pan ázimo el 6 de enero en el que escondían un muñeco de barro recordando este acontecimiento. Los primeros cristianos tomaron un poco de esta tradición y la mezclaron con la historia de la visita de los Reyes Magos para la celebración de la Epifanía: cambiaron el pan ázimo por pan de harina blanca y levadura, cocida en forma de Rosca, endulzándolo con miel y adornándolo con frutos del desierto, como higos, dátiles y algunas nueces. La forma circular de la rosca simboliza el amor eterno de Dios, los confites son las distracciones del mundo que nos impiden encontrar a Jesús, el muñequito dentro de la rosca, simboliza al Niño Jesús que los reyes no encontraban porque la estrella desaparecía. Esta costumbre de los cristianos de Palestina llegó a Europa y posteriormente a América.

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Plática 2: La Cuaresma • La Cuaresma es el tiempo litúrgico de conversión, que marca la Iglesia para prepararnos a la gran fiesta de la

Pascua. •

Dura 40 días, comienza el Miércoles de Ceniza (la imposición de las cenizas nos recuerda que nuestra vida en la tierra es pasajera y que nuestra vida definitiva se encuentra en el Cielo) y termina el Jueves Santo, con la misa vespertina.

• A lo largo de este tiempo, hacemos un esfuerzo por recuperar el ritmo y estilo de verdaderos creyentes: que

debemos vivir como hijos de Dios, como un camino hacia Jesucristo: escuchando la Palabra de Dios, orando, compartiendo con el prójimo y haciendo buenas obras. La Iglesia nos invita a vivir una serie de actitudes cristianas que nos ayudan a parecernos más a Jesucristo.

• La Cuaresma es el tiempo del perdón y de la reconciliación fraterna. Durante toda nuestra vida como

católicos, hemos de arrojar de nuestros corazones el odio, el rencor, la envidia, los celos que se oponen a nuestro amor a Dios y a los hermanos.

• Quienes frecuentan poco los sacramentos: de la Penitencia y de la Eucaristía saben, por una larga tradición

eclesial, que el tiempo de Cuaresma-Pascua está en relación con el precepto de la Iglesia de confesar lo propios pecados graves, al menos una vez al año, preferentemente en el tiempo pascual.

• Cuaresma, un camino hacia la Pascua, (pasión, muerte y resurrección de Cristo), que es la fiesta más importante de la Iglesia por ser la resurrección de Cristo, el fundamento y verdad culminante de nuestra fe. Es la buena noticia que tenemos obligación de difundir.

• En Cuaresma, aprendemos a conocer y apreciar la Cruz de Jesús, y a ejemplo suyo, buscamos tomar nuestra

cruz con alegría para alcanzar la gloria de la resurrección.

Es un tiempo de oración, penitencia y ayuno. • ¿Cuál es el espíritu que se debe vivir en Cuaresma? Debe ser como un retiro de cuarenta días, durante los

cuales la Iglesia, proponiendo a sus fieles el ejemplo de Cristo en su retiro al desierto, se prepara para la celebración de las solemnidades pascuales (en Semana Santa), con la purificación del corazón, una práctica perfecta de la vida cristiana y una actitud penitencial.

• ¿Qué es la penitencia? La penitencia, traducción latina de la palabra griega metanoia que en la Biblia significa la conversión (literalmente el cambio de espíritu) del pecador que vuelve a Dios, designa todo un conjunto de actos interiores y exteriores dirigidos a la reparación del pecado cometido.

• ¿Qué manifestaciones tiene la penitencia? “La penitencia interior del cristiano puede tener expresiones muy

variadas. La Escritura y los Padres insisten sobre todo en tres formas”: el ayuno, la oración, la limosna, que expresan la conversión con relación a sí mismo, con relación a Dios y con relación a los demás. Junto al espíritu de sacrificio, citan, como medio de obtener el perdón de los pecados, los esfuerzos realizados para reconciliarse con el prójimo, el arrepentimiento de los propios pecados, la preocupación por la salvación del prójimo, la intercesión de los santos y la práctica de la caridad que «cubre multitud de pecados» (1 Pedro, 4,8.). (Catecismo Iglesia Católica, n. 1434).

• ¿Estamos obligados a hacer penitencia? “Todos los fieles, cada uno a su modo, están obligados por la ley

divina a hacer penitencia; sin embargo, para que todos se unan en alguna práctica común de penitencia, se han fijado unos días penitenciales en los que se dediquen los fieles de manera especial a la oración, realicen obras de piedad y de caridad y se nieguen a sí mismos, cumpliendo con mayor fidelidad sus propias obligaciones y, sobre todo, observando el ayuno y la abstinencia.” (Código de Derecho Canónico, cánon 1249).

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• ¿Cuándo se bendice e impone la ceniza? La bendición e imposición de la ceniza tiene lugar dentro de la Misa, después de la homilía; aunque en circunstancias especiales, se puede hacer dentro de una celebración de la Palabra. Las fórmulas de imposición de la ceniza se inspiran en la Escritura: Génesis, 3, 19 y Mc 1, 15.

• ¿De dónde proviene la ceniza? La ceniza procede de los ramos bendecidos el Domingo de la Pasión del Señor

Domingo de Ramos), del año anterior, siguiendo una costumbre que se remonta al siglo XII. La fórmula de bendición hace relación a la condición pecadora de quienes la recibirán.

• ¿Cuál es el simbolismo de la ceniza? El simbolismo de la ceniza es el siguiente:

- Condición débil y caduca del hombre, que camina hacia la muerte; - Situación pecadora del hombre; - Oración y súplica ardiente para que el Señor acuda en su ayuda; - Resurrección, ya que el hombre está destinado a participar en el triunfo de Cristo.

• Algunas costumbres durante la Cuaresma: Hay que cumplir con el precepto del AYUNO y la

ABSTINENCIA, así como con el de la CONFESIÓN y COMUNIÓN anual. • ¿En qué consiste el ayuno? El AYUNO consiste en hacer una sola comida al día, aunque se puede comer algo

menos de lo acostumbrado por la mañana y la noche. No se debe comer nada entre los alimentos principales, salvo caso de enfermedad. El ayuno debe hacerse el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo.

• ¿A quién obliga el ayuno? Obliga vivir la ley del ayuno, a todos los mayores de edad, hasta que tengan

cumplidos los cincuenta y nueve años. (cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, c. 1252). • ¿Qué es la abstinencia? Se llama abstinencia a privarse de comer carne (roja o blanca y sus derivados). La

abstinencia debe hacerse todos los viernes de Cuaresma y el Viernes Santo. • ¿A quién obliga la abstinencia? La ley de la abstinencia obliga a los que han cumplido catorce años.(cfr. CIC,

c. 1252).

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Plática 3: La Santísima Virgen María 1. Introducción Hace dos mil años, dijo María: «Desde ahora me felicitarán todas las generaciones». Y así ha sido. Desde entonces, hasta el fin de los tiempos, todos los católicos la hemos alabado. 2. Es verdad que María es Madre de Dios: ¿Por qué? Porque Dios se encarna en las entrañas de María. Jesús es Dios hecho Hombre. María es Madre de Jesús, y si Jesús es Dios, María es Madre de este Hombre que es Dios. Si lo que nace de María es Dios, María es Madre de Dios. Al ser María Madre de Jesús, y ser Jesús-Dios, a María la podemos llamar Madre de Dios, porque es Madre de un Hombre que al mismo tiempo es Dios. Pongamos un ejemplo: Si a un hombre lo hacen alcalde, su madre es madre del alcalde. La madre no le da la alcaldía; pero como es madre de este hombre, y a este hombre lo hacen alcalde, su madre, es madre del alcalde; aunque ella no le dé la alcaldía. Lo mismo. María es Madre de este Hombre que es Dios. Aunque ella no le dé la Divinidad. Pero es Madre de Jesús, que es Hombre y Dios al mismo tiempo. El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice en el no. 490: Que para ser Madre de Dios, María fue “dotada con dones a la medida de su misión”. Ella tenía que ser una criatura muy especial. 3. Dios la preparó: Si Dios tomó carne en María, María es una mujer creada para ser la Madre de Dios. Dios la ha

preparado para ser su Madre. Por eso María es la cumbre de la Humanidad. La joya de la Creación. Jamás ha habido una creatura que tenga una dignidad superior a la de María, porque María es la mujer proyectada y realizada por Dios para ser su Madre. Nosotros le tenemos un gran amor a nuestra madre. Nuestra madre es maravillosa, aunque reconocemos que nuestra madre tiene sus limitaciones, tiene sus defectos, como todas las personas. Si nosotros hubiéramos podido hacer a nuestra madre a nuestro gusto, ¿cómo hubiéramos dotado a nuestra madre? Para nuestra madre, lo mejor del mundo. Pues Dios ha proyectado y realizado a su Madre a su gusto. Y es Omnipotente. ¿Cómo será esa Madre que Dios ha hecho a su gusto para sí? No es posible pensar en una creatura mejor dotada que María.

El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice en el no. 492: El Padre la “ ha bendecido con toda clase de bendiciones espirituales, en los cielos, en Cristo” (Ef. 1, 3). Él la ha “elegido en Él, antes de la creación del mundo por ser santa e inmaculada en su presencia, en el amor” (Ef.1, 4). Podemos afirmar que María fue objeto de la predilección divina. Desde antes de nacer, Dios encontró en Ella un encanto o simpatía muy especial.

4. Misión de María hacia nosotros: a. Colaboradora de Dios. Dios Padre creó un depósito de todas las aguas y lo llamó mar. Creó un depósito de todas las gracias y lo llamó María. El Dios omnipotente posee un tesoro o almacén riquísimo en el que ha encerrado lo más hermoso: a su propio Hijo. Este inmenso tesoro es María, de quien se enriquecen los hombres. Dios Hijo comunicó a su Madre cuanto adquirió mediante su vida y muerte, sus méritos infinitos y virtudes admirables, y la constituyó tesorera de todo cuanto el Padre le dio. Por medio de Ella aplica sus méritos a sus hijos, les comunica virtudes y les distribuye sus gracias. María constituye su canal misterioso, su acueducto, por el cual hace pasar suave y abundantemente sus misericordias. b. Influjo maternal de María. El Señor es todavía en el cielo Hijo de María como lo fue en la tierra y, por consiguiente, conserva para con Ella la sumisión y obediencia del mejor de todos los hijos para con la mejor de todas las madres. No vemos, sin embargo, en esta dependencia ninguna imperfección en Jesucristo. María es infinitamente inferior a su Hijo, que es Dios. Y por ello, no le manda como haría una madre a su hijo de aquí abajo, que es inferior a ella. María, toda trasformada en Dios por la gracia y la gloria, no le pide, quiere, ni hace nada que sea contrario a la eterna voluntad de Dios.

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Por ello, los ruegos de la humilde María, la digna Madre de Dios, son más poderosos delante del Señor, que las súplicas e intercesiones de todos los ángeles y santos del cielo y de la tierra. c. Señal de fe auténtica. Como en la generación natural y corporal concurren el padre y la madre, también en la generación sobrenatural y espiritual hay un Padre, que es Dios, y una Madre, que es María. Todos los verdaderos hijos de Dios y predestinados tienen a Dios por Padre y a María por Madre. Y quien no tenga a María por Madre, tampoco tiene a Dios por Padre. d. María, Madre de la Iglesia. Como si Ella dijera: Dios, mi Padre, me ha dado en herencia todas las naciones de la tierra, todos los hombres buenos y malos. "Uno por todos han nacido en Ella", dice el Espíritu Santo. Según la explicación de algunos Padres, un primer hombre nacido de María es el Hombre-Dios, Jesucristo, el segundo es un hombre-hombre, hijo de Dios y de María por adopción. Ahora bien, si Jesucristo, Cabeza de la humanidad, ha nacido de Ella, los hombres, que son los miembros de esta Cabeza, deben también, por consecuencia necesaria, nacer de Ella. San Agustín, excediéndose a sí mismo y a cuanto acabamos de decir, afirma que todos los predestinados para conformarse a la imagen del Hijo de Dios están ocultos, mientras viven en este mundo, en el seno de la Santísima Virgen, donde esta Madre bondadosa los protege, alimenta, mantiene y hace crecer hasta que los da a luz para la gloria después de la muerte, que es, a decir verdad, el día de su nacimiento, como llama la iglesia a la muerte de los justos.

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Plática 4: La Eucaristía 1. ¿Qué es la Eucaristía? «El Señor Jesús, la noche en que fue entregado», (1 Co 11, 23), instituyó el Sacrificio

eucarístico de su Cuerpo y de su Sangre. Las palabras del apóstol Pablo nos llevan a las circunstancias dramáticas en que nació la Eucaristía. En ella está inscrito de forma indeleble el acontecimiento de la pasión y muerte del Señor. No sólo lo evoca sino que lo hace sacramentalmente presente. Es el sacrificio de la Cruz que se perpetúa por los siglos.

2. ¿Recibimos este sacramento de manos de Cristo? La Iglesia ha recibido la Eucaristía de Cristo, su Señor, no

sólo como un don entre otros muchos, sino como el don por excelencia, porque es don de Sí mismo, de su Persona en su santa humanidad y, además, de su obra de salvación. Verdaderamente, en la Eucaristía nos muestra un amor que llega «hasta el extremo», (Jn 13, 1), un amor que no conoce medida.

3. ¿Por qué es importante la Eucaristía? El Concilio Vaticano II proclamó que el Sacrificio eucarístico es «fuente y cima de toda la vida cristiana». «La sagrada Eucaristía, en efecto, contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir, a Cristo mismo, nuestra Pascua y Pan de Vida, que da la vida a los hombres por medio del Espíritu Santo». 4. ¿Qué relación tiene con la Iglesia? Del misterio pascual nace la Iglesia. Precisamente por eso la Eucaristía, que es el sacramento por excelencia del misterio pascual, está en el centro de la vida eclesial. Se puede observar esto ya desde las primeras imágenes de la Iglesia que nos ofrecen los Hechos de los Apóstoles: «Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan y a las oraciones» (2, 42). La «fracción del pan» evoca la Eucaristía. 5. ¿Cómo llega hasta nuestros días? El acontecimiento pascual (es decir, la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo) y la Eucaristía que lo actualiza a lo largo de los siglos, tienen una «capacidad» verdaderamente enorme, en la que entra toda la historia como destinataria de la gracia de la redención. Este asombro ha de inundar siempre a la Iglesia, reunida en la celebración eucarística. La Misa es, a la vez e inseparablemente, el memorial sacrificial en que se perpetúa el sacrificio de la cruz, y el banquete sagrado de la comunión en el Cuerpo y la Sangre del Señor. 6. ¿Está realmente Cristo presente en este sacramento? La doctrina siempre válida del Concilio de Trento nos dice: «Por la consagración del pan y del vino se realiza la conversión de toda la sustancia del pan en la sustancia del cuerpo de Cristo Señor nuestro, y de toda la sustancia del vino en la sustancia de su sangre. Esta conversión, propia y convenientemente, fue llamada transubstanciación por la Iglesia Católica». «No veas —exhorta san Cirilo de Jerusalén— en el pan y en el vino meros y naturales elementos, porque el Señor ha dicho expresamente que son su cuerpo y su sangre: la fe te lo asegura, aunque los sentidos te sugieran otra cosa». 7. ¿Cómo descubrimos a Cristo en la Eucaristía? La Eucaristía es misterio de fe y, al mismo tiempo, «misterio de luz». Cada vez que la Iglesia la celebra, los fieles pueden revivir de algún modo la experiencia de los dos discípulos de Emaús: «Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron», (Lc 24, 31). 8. ¿Y qué pasa cuando comulgamos? Le recibimos a Él mismo, que se ha ofrecido por nosotros; su Cuerpo, que Él ha entregado por nosotros en la Cruz; su Sangre, «derramada por muchos para perdón de los pecados», (Mt 26, 28). La Eucaristía es verdadero banquete, en el cual Cristo se ofrece como alimento. 9. ¿Cómo debemos recibir la comunión? El Catecismo de la Iglesia Católica establece: «Quien tiene conciencia de estar en pecado grave debe recibir el sacramento de la Reconciliación antes de acercarse a comulgar». 10. La Eucaristía, centro del cristianismo Desde el principio del cristianismo, la Eucaristía es la fuente, el centro y el culmen de toda la vida de la Iglesia. Como memorial de la pasión y de la resurrección de Cristo Salvador, como cena que anticipa y prepara el banquete del cielo, como Pan de vida eterna y Cáliz de salvación, la celebración de la Eucaristía es el centro indudable del cristianismo. La devoción antigua a la Eucaristía lleva en algunos momentos y lugares a celebrarla en un solo día varias veces. San León III (+816) celebra con frecuencia siete y aún nueve en un mismo día. Varios concilios moderan y prohíben

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estas prácticas excesivas. Alejandro II (+1073) prescribe una Misa diaria: «muy feliz ha de considerarse el que pueda celebrar dignamente una sola Misa» cada día. Hoy día se pueden celebrar hasta 3 ó 4 Misas con el permiso del Obispo. 11. Reserva de la Eucaristía En los siglos primeros, a causa de las persecuciones y al no haber templos, la conservación de las especies eucarísticas se hace normalmente en forma privada, y tiene por fin la comunión de los enfermos, presos y ausentes. Esta reserva de la Eucaristía, al cesar las persecuciones, va tomando formas externas cada vez más solemnes, es en el año 400 D.C., cuando se dispone el guardar la Eucaristía en un Sagrario. Estos signos expresan la veneración cristiana antigua al cuerpo eucarístico del Salvador y su fe en la presencia real del Señor en la Eucaristía. Todavía, sin embargo, la reserva eucarística tiene como fin exclusivo la comunión de enfermos y ausentes; pero no el culto a la Presencia real. 12. La adoración eucarística dentro de la Misa Ha de advertirse, sin embargo, que ya por esos siglos el cuerpo de Cristo recibe de los fieles, dentro de la misma celebración eucarística, signos claros de adoración, que aparecen prescritos en las antiguas liturgias. «San Agustín decía: "nadie coma de este cuerpo, si primero no lo adora", añadiendo que no sólo no pecamos adorándolo, sino que pecamos no adorándolo» (Pío XII, Mediator Dei 162). Por otra parte, la elevación de la hostia, y más tarde del cáliz, después de la consagración, suscita también la adoración interior y exterior de los fieles. Hacia el 1210 la prescribe el obispo de París, antes de esa fecha es practicada entre los cistercienses, y a fines del siglo XIII es común en todo el Occidente. En nuestro siglo, en 1906, San Pío X, «el papa de la Eucaristía», concede indulgencias a quien mire piadosamente la hostia elevada, diciendo «Señor mío y Dios mío» (Jungmann II,277-291).

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Plática 5: El Espíritu Santo 1. Cristo nos anuncia que os enviará al Espíritu Santo Cristo repite su anuncio, y promete a los Apóstoles la venida del Espíritu Santo como nuevo Consolador (Paráclito). Les dice así: «yo rogaré al Padre y os dará otro Abogado que estará con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, que el mundo no puede recibir, porque no le ve ni le conoce; vosotros le conocéis, porque permanece con vosotros y está en vosotros» (Jn 14, 16-17). «El Abogado, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, ese os lo enseñará todo y os traerá a la memoria todo lo que yo os he dicho» (Jn 14, 26). Y más adelante: «Cuando venga el Abogado, que yo os enviaré de parte del Padre, el Espíritu de verdad, que procede del Padre, Él dará testimonio de mí...» (Jn 15, 26). Jesús concluye así: «Si no me fuere, el Abogado no vendrá a vosotros: pero, si me fuere, os lo enviaré. Y al venir éste, amonestará al mundo sobre el pecado, la justicia y el juicio...» (Jn 16, 7-8). Jesús, hablando a los Apóstoles en la última cena, une su partida, ya cercana, con la venida del Espíritu Santo. Él debe irse a través de la cruz y de la resurrección, para que el Espíritu de verdad pueda descender sobre los Apóstoles y sobre la Iglesia entera como el Abogado. Entonces el Padre mandará el Espíritu “en nombre del Hijo”. Por ello, es justo afirmar, como hace Jesús, que también el mismo Hijo lo mandará: «el Abogado que yo os enviaré de parte del Padre» (Jn 15, 26). 2. Jesús nos manda al Espíritu Santo el día de su resurrección Esta promesa hecha a los Apóstoles en la vigilia de su pasión y muerte, Jesús la ha realizado el mismo día de su resurrección. Jesús, presentándose a los discípulos que estaban aún refugiados en el cenáculo, los saludó y mientras ellos estaban asombrados por este acontecimiento extraordinario, «sopló y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo; a quien perdonareis los pecados, les serán perdonados; a quien se los retuviereis, les serán retenido”s» (Jn 20, 22 - 23). Los Apóstoles reciben junto con el Espíritu Santo la capacidad y el poder de perdonar los pecados. Jesús sin embargo, continúa preparando a los Apóstoles para el gran momento, cuando, en virtud de su partida el Espíritu Santo descenderá sobre ellos de una forma definitiva, de modo que su venida se hará manifiesta al mundo. 3. El momento del nacimiento de la Iglesia:

Este será también el momento del nacimiento de la Iglesia: «recibiréis el poder del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta el extremo de la tierra» (Act 1, 8). Esta promesa, que tiene relación directa con la venida del Paráclito, se ha cumplido el día de Pentecostés. 4. Los siete dones del Espíritu Santo son: • Don de Ciencia, es el don del Espíritu Santo que nos permite acceder al conocimiento. Es la luz invocada por el

cristiano para sostener la fe del bautismo. • Don de Consejo, saber decidir con acierto, aconsejar a los otros fácilmente y en el momento necesario conforme

a la voluntad de Dios. • Don de Fortaleza, es el don que el Espíritu Santo concede al fiel, ayuda en la perseverancia, es una fuerza

sobrenatural. • Don de Inteligencia, es el del Espíritu Santo que nos lleva al camino de la contemplación, camino para

acercarse a Dios. • Don de Piedad, el corazón del cristiano no debe ser ni frío ni indiferente. El calor en la fe y el cumplimiento del

bien es el don de la piedad, que el Espíritu Santo derrama en las almas. • Don de Sabiduría, es concedido por el Espíritu Santo que nos permite apreciar lo que vemos, lo que

presentimos de la obra divina.

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• Don de Temor, es el don que nos salva del orgullo, sabiendo que lo debemos todo a la misericordia divina. 5. Los frutos del Espíritu Santo son perfecciones que forma en nosotros el Espíritu Santo como anticipación de la gloria eterna. La tradición de la Iglesia enumera doce: • Caridad. • Gozo. • Paz. • Paciencia. • Longanimidad. • Bondad. • Benignidad. • Mansedumbre. • Fe. • Modestia. • Continencia. • Castidad. 6. Faltas contra el Espíritu Santo: • Desesperar de la misericordia de Dios. • Presunción de salvarse sin ningún mérito. • La impugnación de la verdad conocida. • La envidia de los bienes espirituales del prójimo. • La obstinación en el pecado. • La impenitencia final.

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Plática 6: La vida de gracia 1. La vida que nos da la gracia: “El Hombre Nuevo” • En el Bautismo Cristo nos hace hombres nuevos: el hombre hasta ahora averiado con el pecado, queda

restaurado, sin pecado original gracias al bautismo. No sólo le borra la falta, sino que le añade algo nuevo, le da su Espíritu, una vida nueva, Su vida. Así, se convierte en un hombre nuevo.

• Consecuencias de vivir como “hombres nuevos”: Este hombre nuevo tiene nuevas fuerzas, puede vivir la ley

de la caridad, puede conocer a Dios por la fe y esperar su ayuda. Estas fuerzas nuevas no le privan de tener que luchar contra el demonio y las tentaciones. En él persiste la inclinación al mal (la concupiscencia) como un residuo del pecado.

• Más sobre la Gracia: La amistad con Dios perdida por el pecado original, sólo se puede recuperar por medio

de la gracia, don sobrenatural que Dios concede para alcanzar la vida eterna, y se recibe, por los sacramentos. Es don sobrenatural porque lo que se está comunicando es la vida misma de Dios. Este regalo de Dios exige la respuesta del hombre. La gracia es una participación gratuita de la vida sobrenatural de Dios (“Nuestra justificación es obra de la gracia de Dios. La gracia es el favor, el auxilio gratuito que Dios nos da para responder a su llamada: llegar a ser hijos de Dios, hijos adoptivos, partícipes de la naturaleza divina, de la vida eterna. La gracia es una participación en la vida de Dios, Catecismo de la Iglesia Católica números 1996 –1997). Inicia con el Bautismo y se pierde cada vez que se comete un pecado grave. Ahora bien, la gracia puede perderse o aumentarse, a pesar de ser gratuita, el hombre puede favorecer su recepción o impedir su fruto.

2. A dónde nos puede llevar la vida de gracia: Por medio de la gracia somos introducidos a la vida Trinitaria: se

participa por el Bautismo de la gracia de Cristo, somos hechos hijos adoptivos de Dios, por lo que se puede llamar “Padre” a Dios, y se recibe la vida del Espíritu que infunde la caridad y que forma la Iglesia. La vocación a la vida eterna proviene de la iniciativa gratuita de Dios, sólo Él es capaz de revelarse y de darse, por lo tanto es sobrenatural porque sobrepasa las capacidades de la inteligencia y la voluntad humana. El cristiano no puede actuar rectamente si no cuenta con la ayuda de Dios.

3. Necesidad de la gracia: La gracia es absolutamente necesaria, sin ella es imposible alcanzar la salvación, la

vida eterna. La justificación implica el perdón de los pecados, la santificación y la renovación. Es la que arranca al hombre del pecado contrario al amor de Dios y purifica su corazón. Es una acogida de la justicia de Dios por la fe en Cristo, merecida por la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo. La justificación (ante Dios), se le concede al hombre por medio de la gracia, en virtud de los méritos de la redención de Cristo. Pero no se le da sin hacer nada por merecerla. El hombre debe disponerse a recibirla mediante el ejercicio de la virtud.

4. Errores con respecto a la gracia: En el siglo V, los seguidores de Pelagio, decían que sin la gracia, el hombre se podría salvar, pues se basta a sí mismo y no necesita de la ayuda de Dios. Esta herejía (llamada pelagianismo), está muy difundida en la actualidad por el New Age.

• Los protestantes, en el siglo XVI decían que el hombre, desde que entró el pecado original, no puede hacer

nada nuevo, pues quedó totalmente corrompido. Exaltaban tanto la gracia que caían en el extremo de anular la libertad del hombre.

5. Clasificación de la gracia: La presencia de Dios en la vida del hombre debe de ser continua, porque en Él

"somos, nos movemos y existimos”. Para ello se cuentan con diferentes tipos de gracias: • Gracia santificante: Es un don sobrenatural infundido por Dios en nuestra alma – merecida por la Pasión de

Cristo – que recibimos por medio del Bautismo, que nos hace, justos, hijos de Dios y herederos del cielo (Catecismo de la Iglesia Católica número 1996 y siguientes). Es una disposición sobrenatural que perfecciona al alma para hacerla capaz de obrar el bien. Sus efectos son: Borra el pecado, hace posible que Dios habite en nuestra alma y nos hace hijos de Dios y herederos del cielo.

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• La gracia actual, es ese don sobrenatural, pasajero, otorgado por Dios, que ilumina la inteligencia y mueve la voluntad para que el hombre sea capaz de realizar acciones sobrenaturales. Es un don de Dios concedido temporalmente en una circunstancia precisa.

• La gracia habitual, es un don sobrenatural que permanece en el alma cuando se vive en amistad con Dios, sin

cometer ningún pecado grave. Es una disposición permanente para vivir y actuar según la voluntad de Dios. • Gracia sacramental, es la gracia propia de cada sacramento. • Gracias especiales, son carismas o dones gratuitos de Dios para el bien común de la Iglesia. • Gracia de estado, es la fuerza necesaria para cumplir con las responsabilidades propias según el estado de vida

de cada quien o su vocación. Son influjos, en la inteligencia o en la voluntad, por los cuales el hombre percibe lo que debe de hacer o dejar de hacer y se siente atraído para conseguirlo, recibiendo las fuerzas para lograrlo.

• Los carismas, son gracias especiales del Espíritu Santo, están ordenados a la gracia santificante y son para el

bien común de la Iglesia. 6. Las virtudes teologales: Dios concede unas ayudas especiales para facilitar el proceso de la relación del hombre y Él. Con estas ayudas, las virtudes teologales, se participa con mayor intensidad de Su vida, se obtiene una mayor docilidad a Él, logrando así una unión más íntima. Las virtudes teologales son fe, esperanza y caridad.

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Plática 7: El Adviento • El tiempo de Adviento abarca: las cuatro semanas que preceden al 25 de diciembre, incluidos los cuatro

domingos de Adviento. • Significado del Adviento: La palabra latina "adventus" significa “venida”. En el lenguaje cristiano se refiere a

la venida de Jesucristo, como una oportunidad para prepararnos en la esperanza y en el arrepentimiento para la llegada del Señor.

El color litúrgico de este tiempo es el morado que significa penitencia. El tiempo de Adviento es un período privilegiado para los cristianos ya que nos invita a recordar el pasado (Celebrar y contemplar el nacimiento de Jesús en Belén), nos impulsa a vivir el presente (vivir en el presente de nuestra vida diaria la "presencia de Jesucristo" en nosotros) y a preparar el futuro (vendrá como Señor y como Juez de todas las naciones, y premiará con el Cielo a los que han creído en Él). Es un tiempo en el que podemos revisar cómo ha sido nuestra vida en relación con Dios y convertirnos de nuevo.

• En el tiempo de Adviento es también: Tiempo de espera, de conversión, de esperanza:

Espera: memoria de la primera y humilde venida del Salvador en nuestra carne mortal; espera-súplica de la última y gloriosa venida de Cristo, conversión, a la cual invita la voz de los profetas, sobre todo de Juan Bautista: «Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos» (Mt 3,2); esperanza gozosa de que la salvación ya realizada por Cristo (cfr. Rom 8,24-25 El acontecimiento extraordinario por el que el Dios de la gloria se ha hecho Niño en el seno de una mujer virgen, pobre y humilde. Los fieles son especialmente sensibles a las dificultades que la Virgen María tuvo que afrontar durante su embarazo y se conmueven al pensar que en la posada no hubo un lugar para José ni para María, que estaba a punto de dar a luz al Niño (cfr. Lc 2,7). • La Corona de Adviento: La colocación de cuatro cirios sobre una corona de ramos verdes, que es costumbre

sobre todo en los países germánicos y en América del Norte, se ha convertido en un símbolo del Adviento en los hogares cristianos.

La Corona de Adviento, cuyas cuatro luces se encienden progresivamente, domingo tras domingo hasta la solemnidad de Navidad, es memoria de las diversas etapas de la historia de la salvación antes de Cristo y símbolo de la luz profética que iba iluminando la noche de la espera, hasta el amanecer del Sol de justicia (cfr. Mal 3,20; Lc 1,78).

• La Virgen María en el Adviento: Durante el tiempo de Adviento, la Liturgia celebra con frecuencia y de modo ejemplar a la Virgen María; exalta la actitud de fe y de humildad con que Ella se adhirió, total e inmediatamente, al proyecto salvífico de Dios; subraya su presencia en los acontecimientos de gracia que precedieron el nacimiento del Salvador.

Sin embargo, la valoración del Adviento "como tiempo particularmente apto para el culto de la Madre del Señor" no quiere decir que se deba presentar como un "mes de María".

• La solemnidad de la Inmaculada: (8 de Diciembre). No hay duda de que el contenido de la fiesta de la Concepción purísima y sin mancha de María, en cuanto preparación al nacimiento de Jesús, se armoniza bien con algunos temas principales del Adviento: la espera mesiánica y recuerda profecías y símbolos del Antiguo Testamento, empleados también en la Liturgia del Adviento.

También, acompañada por múltiples manifestaciones populares, en el Continente Americano se celebra, al acercarse la Navidad, la fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe (12 de Diciembre), que acrecienta en buena medida la disposición para recibir al Salvador: María "unida íntimamente al nacimiento de la Iglesia en América, fue la Estrella radiante que iluminó el anunció de Cristo Salvador a los hijos de estos pueblos".

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• La Esperanza: la virtud propia del Adviento: El Adviento está tocado, de una forma muy particular, por la

virtud de la esperanza. La esperanza como virtud que sostiene al alma, que consuela al ser humano. Teniendo en cuenta este sentido esperanzador del Adviento, cada uno de nosotros tendría que reflexionar sobre el tema de lo que es la esperanza en su vida. Cuántos desánimos, cuántas fragilidades, cuántas decepciones, cuántas caídas y cuántos momentos de rendirse a la hora del trabajo espiritual, apostólico y familiar no tienen otra fuente más que la falta de esperanza. La falta de esperanza es fruto de una falta de fortaleza que, al mismo tiempo, es el resultado de la carencia de perspectivas de cara al futuro, que es lo que acaba por hundir al alma en sí misma y le impide mirar hacia el futuro, mirar hacia Dios. Primera faceta de la esperanza, que es una faceta de dinamismo. La esperanza empuja, porque es como quien ve la meta y ya no se preocupa de si está cansado o no, de si las piernas le duelen o no, ni de la distancia a la que viene el otro detrás. Sabe hacia dónde se dirige, tiene una meta presente y corre hacia ella. La esperanza es algo semejante a cuando uno está perdido en el campo, y de pronto ve en la lejanía un punto que reconoce: un árbol, una casa, una parte del camino; entonces, ya no le importa por dónde tiene que ir atravesando, lo único que le interesa es llegar al lugar que reconoce. La esperanza es algo que te sostiene y te permite seguir adelante sin preocuparte de las dificultades que hay en el camino. La segunda faceta de la esperanza es la purificación, que produce un efecto correctivo y transformador en la persona. La esperanza, al mostrarme el objeto al cual tiendo, me muestra también lo que me falta para lograr alcanzarlo. Por eso la esperanza se convierte no en una especie de resignación o de ganas de hacer algo, sino en un fermento, una motivación dentro del alma. Si Cristo es mi esperanza, ¿qué me falta para alcanzarlo? Si la armonía de mi familia es mi esperanza, ¿qué me falta para conseguirla? La esperanza se convierte en aguijón, en resorte dentro del alma para que uno pueda llegar a obtener lo que espera. Es necesario que en nuestras vidas existan estas dos dimensiones de la esperanza: la dimensión dinámica y la dimensión de la purificación. Si nada más te quedas en el sostenerte, nunca te vas a transformar, nunca vas a llegar. Y si nada más te quedas en el transformarte, al ver lo duro, lo difícil y lo áspero de esta transformación, puedes caer en la desesperanza. Aprendamos, entonces, a vivir en este tiempo de Adviento con la mirada dirigida hacia Cristo, que es el objeto de nuestra fe.

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Plática 8: La Navidad • Navidad: es el “nacimiento” del Redentor, que se celebra el 25 de diciembre nos recuerda que Dios vino a este

mundo para salvarnos. Dios se hizo hombre para abrirnos las puertas del Cielo y enseñarnos el camino para la vida eterna.

• ¿Por qué existen tantas fiestas estos días? Porque con el Nacimiento de Jesús se cumple la promesa de Dios

al mundo de enviar a un Salvador. Jesucristo es Dios hecho Hombre. • ¿Qué nos enseña la Navidad? Podemos reflexionar las virtudes que encontramos en los diferentes personajes

involucrados y luego, aplicarlas a nuestra vida:

- María nos enseña a ser humildes, a aceptar la voluntad de Dios, a vivir cerca de Dios por medio de la oración, a obedecer a Dios y a creer en Dios.

- José nos enseña a escuchar a Dios y hacer lo que Él nos diga en nuestra vida, aunque no lo entendamos y a

confiar en Dios. - Jesús nos enseña la sencillez. A Dios le gusta que seamos sencillos, que no nos importen tanto las cosas

materiales. Jesús, a pesar de ser el Salvador del mundo, nació en la pobreza. Jesucristo es luz, amor, perdón y alegría para todos los hombres y mujeres de buena voluntad.

- La Sagrada Familia nos da ejemplo de la aceptación de la Voluntad de Dios, viviendo con sencillez,

humildad y alegría el nacimiento de Jesús en el Portal de Belén.

- Los pastores nos enseñan que la verdadera alegría es la que viene de Dios. Ellos tenían un corazón que supo alegrarse con el gran acontecimiento del nacimiento de Cristo.

• El Nacimiento: Como es bien sabido, además de las representaciones del pesebre de Belén, que existían desde

la antigüedad en las iglesias, a partir del siglo XIII se difundió la costumbre de preparar pequeños nacimientos en las habitaciones de la casa, sin duda por influencia del "nacimiento" construido en Greccio, Italia, por San Francisco de Asís, en el año 1223.

• La piedad popular y el espíritu del Adviento: La piedad popular, a causa de su comprensión intuitiva del

misterio cristiano, puede contribuir eficazmente a salvaguardar algunos de los valores del Adviento, amenazados por la costumbre de convertir la preparación a la Navidad en una "operación comercial", llena de propuestas vacías, procedentes de una sociedad consumista. La piedad popular percibe que no se puede celebrar el Nacimiento de Señor si no es en un clima de sobriedad y de sencillez alegre, y con una actitud de solidaridad para con los pobres y marginados; la espera del nacimiento del Salvador la hace sensible al valor de la vida y al deber de respetarla y protegerla desde su concepción; intuye también que no se puede celebrar con coherencia el nacimiento del que «salvará a su pueblo de sus pecados» (Mt 1,21) sin un esfuerzo para eliminar de sí el mal del pecado, viviendo en la vigilante espera del que volverá al final de los tiempos.

• En el tiempo de Navidad: En el tiempo de Navidad, la Iglesia celebra el misterio de la manifestación del Señor: su humilde nacimiento en Belén, anunciado a los pastores, la manifestación a los Magos, «venidos de Oriente» (Mt 2,1), que en Jesús recién nacido reconocen y adoran al Cristo Mesías; el signo realizado en Caná, con el que Jesús «manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en Él» (Jn 2,11).

• Tradiciones populares en tiempo de Navidad:

- Los "nacimientos vivientes", la inauguración del nacimiento doméstico, que puede dar lugar a una ocasión de oración de toda la familia.

- La inauguración del árbol de Navidad: También se presta a un acto de oración familiar semejante al

anterior. El árbol de Navidad es hoy un signo fuertemente evocador, bastante extendido en los ambientes

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cristianos; evoca tanto el árbol de la vida, plantado en el jardín del Edén (cfr. Gn 2,9), como el árbol de la cruz, y adquiere así un significado cristológico: Cristo es el verdadero árbol de la Vida, nacido como Hombre, de la tierra Virgen Santa María, árbol siempre verde, fecundo en frutos. El adorno cristiano del árbol, según los evangelizadores de los países nórdicos, consta de manzanas y dulces que cuelgan de sus ramos. Se pueden añadir otros "dones"; sin embargo, entre los regalos colocados bajo el árbol de Navidad no deberían faltar los regalos para los pobres: ellos forman parte de toda familia cristiana.

- La cena de Navidad: La familia cristiana que todos los días, según la tradición, bendice la mesa y da

gracias al Señor por los alimentos, realizará este gesto con mayor intensidad y atención en la cena de Navidad, en la que se manifiestan con toda su fuerza la firmeza y la alegría de los vínculos familiares.

- La Misa de media noche: que tiene un gran sentido litúrgico y goza del aprecio popular. - La flor de Nochebuena: Esta flor es originaria de México. Su nombre en nahuatl es tlazochitl que significa

flor que se marchita. Para los aztecas simbolizaba la sangre de los sacrificios que los indígenas ofrendaban al sol para renovar sus fuerzas. Los españoles la bautizaron como flor de Nochebuena porque florece en diciembre y la utilizaron como símbolo de las fiestas navideñas.

- La imagen de Santa Claus: Tuvo su origen en la historia de San Nicolás. Nicolás nació en Asia Menor (hoy

Turquía). Fue elegido obispo de esta sede y se hizo famoso por su piedad y bondad ayudando a los pobres. El nombre de Santa Claus viene de la evolución del nombre de San Nicolás.

- Las Posadas: Las Posadas son fiestas que tienen como fin, preparar la Navidad. Comienzan el día 16 y

terminan el día 24 de diciembre. Se llevan a cabo los nueve días previos a la Navidad que simbolizan los nueve meses de espera de La Virgen María; coincidiendo el último día con la festividad de la Natividad. Históricamente, fueron implantadas por los españoles con el fin de evangelizar, tomando como base una celebración azteca.

- La Piñata: La piñata representa al demonio. La piñata clásica tiene siete picos que son los siete pecados

capitales (soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia y pereza). Al romperla y caer el relleno se rompe con el mal y se obtienen los bienes anhelados.

- Los Villancicos: Los alemanes fueron los precursores de los villancicos. Son canciones populares. Eran

inventados por los campesinos, generalmente con carácter religioso. Es una mezcla del espíritu plebeyo y culto. Comenzaron a utilizarse en las ceremonias religiosas de Navidad en el siglo XVI. El más famoso es Noche de paz, traducido a casi 300 idiomas.