Veamos lo que nos dice el evangelio que, como en gran parte del ciclo B, es del evangelista san Marcos. Es un milagro que sólo lo narra este evangelista.

Mc 7, 31-37 Dice así:

Palabra del Señor

Esta es una curación rara. Para otras curaciones manda al paciente que alargue la mano enferma o simplemente que se ponga de pie, delante de la gente.

Hoy aparta al sordo a un lado de la gente. Algunos dicen que era para hacerlo de modo sencillo sin ostentación. Otros dicen que para seguir una especie de norma de curanderos, por si les salía mal.

Seguramente eran acciones externas de Jesús para que el sordo entendiera que le iba a hacer algo especial.

Y para que el sordo entendiera algo por las acciones, Jesús le metió los dedos en el oído y le tocó la lengua con la saliva. Esta acción parece ir contra la higiene; pero en la cultura de entonces, la saliva era un signo de poder y de salud.

El sordo podía entender que Jesús le transmitía su salud y su poder.

Lo importante es que Jesús lo hace con mucho amor. Y, como si fuese un sacramento, “mirando al cielo, suspiró y le dijo: "Effetá", esto es "Ábrete". Y aquel, que había sido sordomudo, comenzó a hablar.

Se supone que al principio de forma sencilla, no echando discursos, pues debía aprender.

Entre nosotros hay muchos sordomudos en lo espiritual. Abrir el oído significa un cambio en el pensar. Para que luego puedan hablar rectamente de Dios, hablando con Él, necesitan escuchar la palabra de Jesús:

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La historia de sordos, de mudos, de ciegos, aquí y allá

Aquí y allá.

Alegrías y tristezas,

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“Pasó haciendo el bien” decía la gente. Jesús buscaba la sanación total del ser humano, en el alma y en el cuerpo. Principalmente buscaba la salud del alma; pero, como era bueno, sanaba en el cuerpo a muchos.

Aun así ¿Qué representan los que fueron sanados por Jesús con los miles y millones de enfermos en el mundo en su época, antes y después?

Es una labor que deja a la Iglesia, la labor hospitalaria. Y en verdad, si conocemos la historia de los hospitales, es una historia de amor por parte de los discípulos de Jesús.

Durante muchos siglos los gobiernos no tenían hospitales, y los que había solían ser inhumanos. La

labor de la Iglesia fue humanizar esos hospitales. Muchos santos se han distinguido en ello.

Podemos fijarnos en san Camilo y san Juan de Dios.

Estos santos fueron primero enfermos. Y estando allí vieron la realidad inhumana.

Cuando sanaron se esforzaron por humanizar lo que había y construir nuevos hospitales dignos

de las personas marginadas.

Otros santos, como san Vicente de Paul, con su carisma de caridad, nos fueron enseñando que Jesús sigue sanando a través de aquellos que le ofrecen sus manos y su persona al Amor.

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si tienes fe, pues Él te ama.

Con sus manos poderosas y con infinito amor

Jesús te sana… tanto del cuerpo como del alma.

si tienes fe, pues El te ama.

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Si queremos seguir las huellas de Jesús, debemos hacer el bien sin tener acepción de personas, ni siquiera por la religión, menos por ser rico o pobre. Así nos lo dice hoy el apóstol Santiago en la 2ª lectura:

Santiago 2. 1-5

Hermanos míos: No juntéis la fe en nuestro Señor Jesucristo glorioso con el favoritismo. Por ejemplo: llegan dos hombres a la reunión litúrgica. Uno va

bien vestido y hasta con anillos en los dedos; el otro es un pobre andrajoso. Veis al bien vestido y le decís: "Por favor, siéntate aquí en el puesto reservado." Al pobre, en cambio: "Estáte ahí de pie o siéntate en el

suelo." Si hacéis eso, ¿no sois inconsecuentes y juzgáis con criterios malos? Queridos hermanos,

escuchad: ¿Acaso no ha elegido Dios a los pobres del mundo para hacerlos ricos en la fe y herederos del

reino, que prometió a los que lo aman?

Hoy no suele haber estas diferencias en el culto o la liturgia. Otra cosa es una persona que tenga una

dignidad, por lo que representa. No suele haber por el hecho de ser rico o pobre.

El apóstol nos invita a una preferencia por los pobres porque “de ellos, y de los que se hacen como ellos, es el reino de los cielos.

El hecho de que Dios sana y salva ya nos lo dice el profeta Isaías. Por eso hoy, unido al

evangelio, en la 1ª lectura el profeta nos presenta un canto de alabanza y optimismo,

porque Dios viene a salvarnos.

Isaías 35, 4-7a

Decid a los cobardes de corazón: "Sed fuertes, no temáis. Mirad a vuestro Dios que trae el desquite, viene en persona,

resarcirá y os salvará." Se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se

abrirán, saltará como un ciervo el cojo, la lengua del mudo cantará. Porque han

brotado aguas en el desierto, torrentes en la estepa; el páramo será un estanque, lo

reseco un manantial.

Es un mensaje también para nosotros. En esta vida tendremos muchas dificultades y enfermedades. Pero no son castigo de Dios. Dios las permite porque esta

vida no es la definitiva.

A veces las enfermedades vienen por culpa propia, por el abuso de la salud. Otras veces vienen por maldad

ajena. A veces por descuidos, hasta de los médicos. De todo podemos sacar provecho para el bien.

Pero lo cierto es que Dios viene a salvarnos como nos ha dicho el profeta Isaías:

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Traerá la paz, traerá la bendi-ción,

Fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes.

Decid a los cobardes de corazón:

Recobrará la vista el ciego

y romperá a cantar el silenciado.

Mirad a vuestro Dios que viene

traerá para todo el pueblo la salvación.

Traerá la paz, traerá la bendición.

Que María nos acompañe para llegar a recibir la paz y bendición de Jesús.

AMÉN