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UNIVERSIDAD PANAMERICANA
FACULTAD DE FILOSOFÍA
“LOS DOS MUNDOS DE UN INDIO TEXCOCANO:
DE LA RELIGIOSIDAD NÁHUATL A LA
SANTIDAD CRISTIANA.”
T E S I S
Q U E P R E S E N T A
GILDARDO DE LA CRUZ LÓPEZ
P A R A O B T E N E R E L G R A D O D E :
MAESTRO(A) EN HISTORIA DEL PENSAMIENTO
DIRECTOR DE LA TESIS: DRA. SANDRA ANCHONDO PAVÓN
MÉXICO, D.F. 2016
Agradecimientos:
Doy gracias a Dios por el don de la vida.
A mi esposa Norma por su entrega y por el gran amor que me
tiene.
A mi hija Ximena por ser el regalo más grande que Dios me
ha dado.
A mis padres Ovidio y Olga.
A mis compañeros y amigos de la UP que me han acompañado en
este camino de vida y de labor profesional.
Y a la Dra. Sandra Anchondo por su paciencia en la
realización de este trabajo.
1
INDICE
Introducción ---------------------------------------------3
Cap.1 Visión religiosa del mundo náhuatl -----------------9
1.1 Concepto de un sólo Dios ----------------------------14
1.2 La vida religiosa (vínculos entre religión, política,
familia, oficios) ---------------------------------------18
1.3 Que son los huehuehtlahtolli ------------------------25
1.4 Rostro y corazón ------------------------------------30
1.5 Cultura y educación ---------------------------------35
Cap. 2 Evangelización, la nueva fe ----------------------41
2.1 Ruptura y Barbarie ----------------------------------45
2.2 Vicios y Virtudes -----------------------------------49
2.3 Evangelización de los Franciscanos ------------------54
Cap. 3 Juan Diego y su formación ------------------------61
3.1 Vida de Juan Diego ----------------------------------64
3.2 Juan Diego y su formación religiosa -----------------67
3.3 Flor y Canto ----------------------------------------72
Cap. 4 La Santidad de un indígena -----------------------75
4.1 Semillas del Verbo ----------------------------------78
2
Cap. 5 El Nican Mopohua ---------------------------------83
5.1 Primer encuentro con la Virgen ----------------------86
5.2 Segundo encuentro con la Virgen ---------------------90
5.3 Tercer encuentro con la Virgen ----------------------95
5.4 Juan Diego un ejemplo para el mundo de hoy ---------101
Conclusiones.-------------------------------------------105
Bibliografía.-------------------------------------------108
3
Introducción
En esta tesis pretendo demostrar que las bases
culturales del mundo náhuatl del que provenía Juan
Diego contribuyeron decisivamente para que pudiera
recibir y transmitir el mensaje de la Virgen María.
Asimismo, explicaré que la vida ejemplar de este
personaje sirvió como un puente vivo entre la
cultura náhuatl y el cristianismo.
Como punto de partida, retomaré algunos aspectos
del mundo náhuatl que podían sin mayor
contradicción ser recogidos por el cristianismo,
como la educación con base en la humildad y la
obediencia, el respeto a la divinidad (esto puede
verse en los huehuehtlahtolli, en los que
encontramos consejos de los padres hacia los hijos
cuando se les instruye a respetar todo lo creado,
todo lo que existe) o la explicación de los
sucesos y las manifestaciones de la naturaleza por
medio de intervenciones divinas (como podían ser
las del dios del fuego, del agua, del viento,
etcétera). Quiero aclarar que, a pesar de que la
mayor parte de la sociedad náhuatl era politeísta,
en los ambientes cultos se hablaba siempre de un
dios o principio supremo llamado Ometeotl, dios de
la dualidad, de dos caras, femenino y masculino;
4
dios de la cercanía y del junto, que en todas
partes está y ejerce su poder1.
Tal como indica el Códice Vaticano A 3738 y tal
como expresan también los Cantares Mexicanos:
“En el cielo tú vives;
la montaña tú sostienes,
el Anáhuac en tu mano está,
por todas partes, siempre eres esperado,
eres invocado, eres suplicado,
se busca tu gloria, tu fama.
En el cielo tú vives:
el Anáhuac en tu mano está”2
Otros aspectos relevantes de la religiosidad del
mundo náhuatl estaban en la importancia del
ejemplo de los padres y las madres para con sus
hijos y las virtudes en las que éste consistía. La
buena madre, tal como la concebían ellos, era una
mujer vigilante, solicita, muy dispuesta al
servicio, atenta a todas las necesidades y
entregada al servicio de su familia; se preocupaba
1 Cfr. Estudios de Historia de la Filosofía en México; Publicaciones de la Coordinación de Humanidades, UNAM, México, 1963, pp.29 2 Ms. Cantares Mexicanos, fol. 21, v.; AP I, 32
5
por lo que cada uno necesitaba y no desperdiciaba
lo que tenía, pues era muy laboriosa. El buen
padre, aparte de ser el que gobernaba la casa y el
que proveía de sustento a la misma, educaba a sus
hijos dándoles buenos consejos y se preocupaba por
darles buen ejemplo, porque él era primera raíz y
cepa del parentesco. Los buenos hijos tenían que
ser obedientes, animosos, humildes, agradecidos y
tenían que tratar a sus mayores con reverencia y
mucho respeto; a las hijas se les exhortaba ser
dignas de tales padres y lo hijos tenían que imitar
sus costumbres y su comportamiento3.
Podemos suponer que éstas que acabamos de
mencionar fueron las bases de moralidad de Juan
Diego, hombre de buena educación y ejemplo de vida
para sus amigos y vecinos, pues tal como lo
mencionan las Informaciones Jurídicas de 1666: “era
un indio que vivía honesta y recogidamente y
cristiano temeroso de Dios, y de su conciencia, y
de muy buenas costumbres, y modo de proceder…”4. En
este punto cabe afirmar que la educación
característica del mundo náhuatl no sólo comprendía
el conocimiento de las ciencias y las artes, sino
3 Cfr. Fray Berbardino de Sahagún, Historia General de las Cosas de la Nueva España, Editorial Porrúa, “Sepan Cuatos”, Num. 300, México, 2006, P. 527 4
Chávez, Sánchez Eduardo, La virgen de Guadalupe y Juan Diego en las Informaciones
Jurídicas de 1666, con facsímil del original; 2da. Edición, México 2002. p. 166.
6
que iba acompañada de una profunda religiosidad,
porque todas las acciones de los hombres iban
encaminadas a hacer las cosas para el buen
propósito según su concepto de Dios, de los seres
naturales y de las personas que les rodeaban. Es
por esto que ponían tanto énfasis en el respeto con
que debían dirigirse a las personas, obedecer a los
mayores, respetar el entorno, etcétera, pues
únicamente de este modo se puede lograr una vida
buena, y, como ellos afirmaban, “así, estar de pie”.5
La visión religiosa del mundo náhuatl abarcaba
todos los aspectos de la vida humana, por lo que
la educación, la cultura y hasta la economía
giraban alrededor de la religión, y en específico,
de un solo dios que “da origen” a varios dioses6,
los cuales a su vez explicaban los acontecimientos
particulares de la naturaleza.
Juan Diego era un indio macehual que entendía muy
bien su cultura, lo que para los nahuas
significaba Flor y Canto. Un indígena que no en
vano, que llevó el nombre de “El que habla como
5 Cfr. Miguel León-Portilla y Librado Silva Galeana, Huehuehtlahtolli, p. 55. 6 Según los expertos podrían ser considerados advocaciones o desdoblamientos de un
sólo Dios supremo llamado Ometéotl, dios de la dualidad. La idea de la suprema dualidad divina fue registrada en el Centro de México por Juan de Torquemada : “Entre los dioses que estos ciegos mexicanos fingieron tener y ser mayores que otros, fueron dos; uno llamado Ometecuhtli, que quiere decir dos hidalgos o caballeros; y l otro llamaron Omecíhuatl, que quiere decir dos mujeres (…)”. citado por López Austin, Aldredo: Dioses del Norte, Dioses del Sur, editorial Era, pp. 38
7
águila7” y que, insisto, puede ser entendido como
puente entre la cultura náhuatl y el cristianismo.
La tesis que aquí presento es que su conversión al
cristianismo tuvo que ver con su anterior
formación religiosa, típica de indio náhuatl, y
específicamente con el conocimiento de la
existencia de un solo Dios, de quien proviene todo
y que mueve a todos los que pudieran ser
considerados “semidioses” del mundo náhuatl.
Lo que a continuación haré será describir las
carácterísticas principales de la cultura náhuatl
y su religiosidad, para posteriormente probar que
Juan Diego, antes de su conversión radical al
cristianismo, poseía ya las bases que pudo
compartir con cualquier miembro de su cultura y
que lo llevarían hasta su proclamación como santo.
Voy a apoyarme en dos textos clave para mis
propósitos: el Nican Mopohua recogido por Antonio
Valeriano, discípulo de Fray Bernardino de Sahagún
y los huehuehtlahtolli, textos en que se recoge la
filosofía moral de los pueblos nahuas, según el
propio Sahagún y Fray Andrés de Olmos. Además de
estas dos fuentes directas, también usaré, por
supuesto, bibliografía secundaria de expertos en
el tema.
7
Chávez, Sánchez Eduardo, Juan Diego: Una vida de santidad que marcó la historia,
Editorial Porrúa, pp. 30
8
Pretendo cubrir dos objetivos: 1) exponer algunos
aspectos relevantes de la cultura náhuatl propia
de Juan Diego y 2) explicar la manera en que esto
lo llevó a adoptar una nueva visión
evangelizadora, llegando así a ser el portador del
mensaje de la Virgen María de Guadalupe.
Queda claro que mi tesis asume que la antigua
formación propia de la cultura náhuatl como el
principio de la santidad de San Juan Diego.
9
1.- Visión religiosa del mundo náhuatl.
Comprender la visión religiosa de los antiguos
mexicanos encierra varias dificultades, sin
embargo, en términos generales podemos decir que
existen semejanzas entre su cosmovisión y la
concepción religiosa de los antiguos griegos,
aunque en el mundo griego no se vislumbrara bien
la parte relativa a la moral de los dioses;
contrario a lo que se da en los pueblos nahuas.
En el mundo náhuatl existe también un impulso
guiado por el sentimiento religioso de querer
comprender los misterios de la naturaleza, y se da
una búsqueda para poder entender la existencia del
todo. Aunado a esto, sabían bien que no podía
existir efecto sin causa, creatura sin creador, y
siendo muchas las cosas creadas, juzgaban que el
número de dioses debía estar en relación con el
número de realidades en el mundo8. Así se justifica
la existencia de varios dioses y el hecho que a
los dioses de los nahuas se les considere
sangrientos, ya que eran vistos con cierta
reverencia pues estaban sujetos a un verdadero
dios que ellos llamaban Ometeotl. Con esto se
entiende que los dioses nahuas estaban exentos de
8
Cfr. Zamacois, Niceto De, Historia de México desde sus tiempos más remotos hasta
nuestros días, Ed. J.F Parrés y Compañía, Barcelona-Madrid, T 1, Cap. XV, p.458
10
impurezas; muy contrario a los dioses de los
griegos y los romanos que se caracterizaban por
ciertos rasgos y conductas humanas. Por ello en el
mundo náhuatl se les complace con la sangre de
víctimas humana ofrecidas en sus altares:
“Las hecatombes de seres racionales era una
exigencia de aquellas divinidades, que
manchaban el poético y florido suelo del
Anáhuac; la negra nube importuna, en medio de
un cielo diáfano y encantador, la repugnante
huella del genio desolador, impresa en el
delicioso jardín de América; el sombrío
semblante de la tristeza, en medio de los
transparentes lagos, del ambiente perfumado de
las floríferas colinas, de los bosques, de las
aves, de las delicias en fin, de un país
encantador, donde la naturaleza entera sonríe
dulcemente al hombre”9.
Aquí podemos apreciar cómo en la cultura Náhuatl se
muestra una necesidad natural por relacionarse con
la divinidad, buscando en esto el bienestar y la
salvación. Desde el inicio de las civilizaciones,
los hombres de todas las culturas han creído que la
unión con lo divino puede lograrse mediante la
9
Ibid. p. 459
11
práctica de rituales y elementos que en ocasiones
son justos y verdaderos pero que en otros momentos
se mezclan con elementos falsos y perversos. En el
mundo náhuatl se aprecia la idea de lo bello, de
lo digno y de lo grato, que va unida a la de lo
funesto y lo espantoso; examinando estos
contrastes de aroma y de sangre ofrecidos a sus
trece dioses tutelares, se podría entender que los
nahuas obedecían a dos influencias opuestas: noble
y magnánima la una, inspirada por la naturaleza,
dura y terrible la otra, sugerida por la
preocupación de desagradar a sus dioses10. No
pretendo con esto justificar los sacrificios
humanos que se llevaban a cabo en tiempos del
imperio azteca11, así como tampoco se justifican las
numerosas muertes en tiempos de la Inquisición y
supuesta guerras necesarias para lograr la paz.
Así pues, en el mundo náhuatl existía una convicción
de que por medio de los rituales religiosos se
estaba participando del sostén universal. Por esto
es que todos los fieles debían estar atentos para
poder restaurar los daños cósmicos, compensar los
males causados en general y ayudar así al
mantenimiento de las bondades que obtenían del
10
Cfr. Ibid. p. 460
11
Aquí me refiero al imperio Azteca, pues ellos tenián el domino de la región, centro y
sus alrededores.
12
Tlalticpac. El mundo de lo divino, pues, no se
entendía separado de esta tierra, se trataba de una
existencia compartida y continua. De ahí que ellos
entendieran que los seres humanos estaban llenos
de complejidades internas causadas por la
convivencia de varias esencias en cada persona.
Ellos creían que los dioses muertos durante el
primer amanecer habían producido el nacimiento de
todos los seres del mundo, incluyendo al hombre, y
que con su muerte se habían convertido en el
fundamento anímico de todos y cada uno de los seres
creados.
De esta forma los dioses muertos por el Sol en su
primer día o expulsados de Tamoanchan, conectaban
el ámbito divino y el mundano, en el cual podían
existir permanentemente, aunque de diferente modo,
en el interior de las creaturas. Todo lo que
existía en el mundo, todos los seres, tenían un
origen divino.
Gracias a la acción de los dioses, las personas
tenían en sí mismas la esencia de universalidad,
pero al mismo tiempo se distinguían como
individuos. Existía la creencia en una entidad que
hacía al individuo un ser humano, una especie que
llamaban dios patrono, y que en razón de su ser
coesencial, era lo que los distinguía de sus
semejantes y desde antes del parto les daba una
13
impronta personal en forma de destino. El dios
patrono proporcionaba el alma que hacía que el ser
humano perteneciera a su comunidad, mientras que
otros dioses les otorgaban sus peculiaridades
individuales12. Estas distintas “divinidades”, sin
embargo, no eran más que desdoblamientos de un
sólo Dios, tal y como lo entendieron los
tlamatinime, sabios prehispánicos. Con esto como
antecedente analizaremos en el siguiente punto la
concepción de un solo dios.
12 Cfr. Alfredo López Austin, Tamoanchan y Tlalocan, FCE, pp. 38-40.
14
1.1.- Concepto de un sólo Dios13
En el mundo Náhuatl, los nobles eran quienes tenían
acceso al estudio de las cosas divinas, por lo que
ellos poseían una idea clara de un solo Dios,
único y todopoderoso, causa incausada, motor
inmóvil, principio y sustento de todo lo que
existe, el cual recibía el nombre de Ometéotl, que
significa Señor del Dos o señor de la dualidad:
“Este mundo de gente idolatra, tenía una idea,
bien que imperfecta, de la existencia de un
ser Supremo, Creador de todo lo que ostentan
los cielos y la tierra. Le juzgaban invisible
y por lo mismo no le representaban ninguna
forma ni figura. Le distinguían con el nombre
genérico de Teotl, y en las plegarias que le
dirigían, le llamaban el dios por quien
vivimos, el que todo lo tiene en sí mismo, sin
el cual es nada el hombre, que está presente a
cuanto se hace, que lee todos los pensamientos
y ve todas las obras, dispensador de las
gracias y de los bienes; perfecto y puro, bajo
13
El monoteísmo en el mundo Náhuatl es una puerta abierta para la nueva
evangelización, pues aunque el cristianismo tengamos la visión de un Dios Trino y Único, siempre va a ser un solo Dios.
15
cuya paternal protección encontramos dulce
reposo y seguro amparo”14.
La dualidad de Ometéotl comprobaba la
complementariedad de los opuestos, la unidad en lo
múltiple. Estas aparentes contradicciones llevaron
a los antiguos mexicanos a pensar en que hay un
solo Dios que une todo; una dualidad-unidad de
este mundo que era capaz de explicar la
experiencia de reconocer tantos elementos que
siendo dos son siempre uno, por ejemplo, luz-
tiniebla, vida-muerte, masculino-femenino15. A
pesar de esta concepción de la divinidad, la
cultura náhuatl no se podía explicar la marcha
uniforme y perfecta del todo, sino por medio de
agentes “inferiores”, encargados de la ejecución de
las obras individuales que estaban subordinados a
la voluntad del Ser supremo.
Con esto pasamos a explicar al Señor de la
dualidad, Ometéotl, donde ome, significa el
numeral dos y Téotl, Dios; no se entiende como dos
dioses, si fuera así se diría Ome Teteo. De manera
14
Cfr. Zamacois, Niceto De, Historia de México desde sus tiempos más remotos hasta
nuestros días, Ed. J.F Parrés y Compañía, Barcelona-Madrid, T 1, Cap. XV pp. 460 - 461 15
Cfr. Guerrero Rosado, José Luis, Los dos mundos de un indio santo, Cuestionario
preliminar de la Beatificación de Juan Diego, Editorial Realidad Teoría y Práctica, S.A. de C.V., Cuautitlán, Edo. De México, México 2001, pp. 25-35
16
que Ometéotl se entiende como el Dios del dos, el
Señor de la dualidad, el que señorea y unifica en
sí lo dual, el que es perfección y unidad. Por esto
cuando la Virgen María se dirige a Juan Diego dice:
“sábelo, ten por cierto, hijo mío el más
pequeño, que Yo Soy la perfecta virgen santa
María, madre del verdaderísimo Dios por quien
se vive, el creador de las personas, el dueño
de la cercanía y de la inmediación, el dueño
del cielo, el dueño de la tierra…”16.
Esto encaja muy bien con la forma en que los
antiguos nahuas concebían a Dios como el dueño de
todo, aquel que está junto a todo y junto al cual
está todo, aquel por quien se vive, el que
pensando se da el ser a sí mismo y a todo lo demás;
esto pues, encierra un gran significado para la
cultura de esos tiempos. Y trasladando un poco
estos elementos a los textos bíblicos podemos
encontrar por lo menos una semejanza cuando Dios
dijo a Moisés “YO SOY EL QUE SOY”17, que viene a
ser el Dios de todos por quien se vive. Esto en el
16
Guerrero Rosado, José Luis, Nican Mopohua: Aquí se cuenta… el gran
acontecimiento, Editorial: Realidad, Teoría y Práctica, S. A. de C.V., Cuautitlán, Edo. De México, México, 2003. P. 34. 17
Ver, Éxodo, 4, 14.
17
pensamiento náhuatl, lo conciben como: único
verdadero aquí en la tierra, con flores y cantos,
se concibe al creador de todo cuanto existe,
nuestra madre, nuestro padre, dador de la vida, en
quien está el ser de todas las cosas18.
18
Cfr. León-Portilla, Miguel, Filosofía Nahuatl, PP. 176-177
18
1.2.- La vida religiosa (vínculos entre religión,
política, familia, oficios)
Como ya he mencionado, antes de la llegada de los
primeros misioneros, los indígenas ya tenían una
educación religiosa que es concordante con varias
exigencias evangélicas. Además de esto, su
vivencia social era muy compleja y rica, pues se
encontraban los Calpulli, barrios donde vivían, y
que no eran sólo organizaciones de vivienda, sino
más bien una institución social de hondas raíces.
Todos los habitantes del Calpulli creían descender
de un antepasado común identificado con el dios
patrono; se decía que ese ancestro era el inventor
de la profesión de sus abuelos y por ello se
instruía a los hijos para que continuaran con dicho
oficio.
Resultaba sumamente importante que los jóvenes
aprendieran a rendirles respeto, honra, y tuvieran
temor y reverencia a los grandes señores, tal como
si éstos fueran dioses o reyes. Para esto, se
estableció que en todos los barrios hubiera
escuelas y recogimientos de mancebos para que se
ejercitasen en religión y buena crianza, con
penitencias y aspereza, en buenas costumbres, en
ejercicios de guerra, en trabajos corporales, en
19
ayunos y disciplinas, en sacrificarse, en velar de
noche. Asimismo, resultaba importante que hubiese
maestros y hombres ancianos que los castigaran,
mandaran y se ocuparan de que no estuvieran
ociosos, que no perdieran el tiempo y que todos
ellos guardaran castidad, con gran rigor, sobre de
sus vidas19. Con esto podemos ver que hay una
semejanza con la educación en los monasterios del
cristianismo de esas épocas.
Los aspectos importantes de la vida familiar de
los nahuas fueron recogidos por los frailes en los
huehuehtlahtolli. En estos pasajes, los padres
daban a sus hijos consejos que eran claros y
duros. Estos discursos, también contienen valores
morales que pueden asemejarse a los de la religión
cristiana. Un ejemplo de esto lo encontramos en el
tema de la preservación de la vida, y en el
consejo que da el abuelo a su nieta, exhortándola
a valorar su embarazo, pues si ella ya estaba
preñada era porque Dios le quería dar ese fruto y
esto no lo había ganado ella por sus propios
méritos. Esto lo decían con las siguientes
palabras: “mirad que guardéis mucho la criatura de
Dios que está dentro de vos”, y continúan, “seáis,
hija, muy bien aventurada y prospera, y vivas con
19
Cfr. López Austin, Alfredo, La Educación de los Antiguos Nahuas I, SEP, México,
1985. Pp. 59
20
mucha salud y contento, y viva con santidad y con
salud lo que tenéis en vuestro vientre”20.
Puede verse que los huehuehtlahtolli, también
conocidos como testimonios de la antigua palabra y
los libros de consejos, contienen normas y
consejos para toda ocasión; palabras para
instruir, educar y exhortar a los hijos, de cómo
los hijos responden a los padres, palabras de
saludos entre personas, conversaciones de los
gobernantes y muchas otras cosas21.
Con lo dicho hasta ahora, ya puede verse que la
cultura y la educación religiosa del mundo náhuatl
constituían antecedentes apropiados para que un
indio se encontrara en ánimo y disposición para
comprender y compartir el mensaje cristiano. Queda
claro que:
“al mexica que creía en Ometéotl (Dios de la
dualidad), que es Ipalnemohuani (Aquel por
quien se vive), in tloque nahuaque (Aquél
que está junto a todo y junto al cual está
todo) a ese mexica, pedirle que creyera en
Yahvéh (Él es), Dios único, omnipresente,
20
Fray Bernardino de Sahagún, Historia General, pp. 369-370
21
Cfr. Miguel Leon-Portilla y Librado Silva Galeana, Huehuetlatolli. Pp.11-13
21
dador de la vida no era sino confirmarle su
más básica creencia”22.
Pues desde antes de la llegada del cristianismo,
estos indios ya creían en un Dios único por el que
debían entregar su vida.
Como ya dije, el centro de la cultura náhuatl era
la religión, y de ésta se desprendían la educación
y toda la cultura en general. Los gobernantes
buscaron fortalecer el aspecto espiritual de la
vida de los pobladores, y para ello quisieron que
el pueblo estuviera unido con la divinidad. Esta
unidad tenía una base cósmica pues todos eran
responsables de la conformación y sostenimiento
del universo. Con esto se entiende mejor la
leyenda del Quinto Sol, pues para evitar la muerte
del Sol, lo identificaron con el dios
Huitzilopochtli, y le dijeron al pueblo que éste
tenía que ser fortalecido con la energía vital que,
encerrada en el líquido precioso de la sangre,
mantiene vivos a los hombres. Así fue como se
dieron los numerosos sacrificios que fueron
ofrecidos al Sol-Huitzilopochtli, pues la sangre y
el corazón de los hombres ayudaban a que el Sol
tuviera la fuerza necesaria para triunfar en la
22
Perea, Francisco J. “El mundo de Juan Diego”, Editorial: DIANA, México, 1988, p. 90
22
lucha que sostenía contra los poderes tenebrosos
durante la noche23. A partir de esta creencia surge
la misión de buscar prisioneros de guerra para
sacrificarlos y seguir alimentando al Sol, pues en
verdad creían que de ello dependía que el universo
siguiera existiendo. La educación contribuía a que
los mitos religiosos tuvieran tanta fuerza, pues
su función era crear una conciencia histórica
sobre papel del pueblo mexica en la continuidad
del mundo, lo que los llevó a considerarse los
máximos representantes de Dios en la tierra.
La educación del pueblo era muy clara en cuanto al
papel que cada individuo jugaba en su comunidad;
cada uno tenía un oficio que se determinaba por el
linaje y la herencia que hubieran recibido de sus
padres. En sus tradiciones, se decía que la persona
generosa y bien acondicionada era amorosa,
piadosa, compasiva, liberal, imprimía reverencia en
los que la ven. Pero la persona generosa mal
acondicionada era insufrible, temerosa, quería ser
temida y reverenciada, imprimía temor y espanto,
era alborotadora de los suyos24. Los mismos
parámetros se usaban para calificar a aquellos que
eran buenos en su oficio, y se distinguían de los 23
Cfr. León Portilla, Miguel, Los antiguos mexicanos a través de sus crónicas y cantares,
México, Fondo de Cultura Económica, 1987, p.94. 24
Cfr. Fray Bernardino de Sahagún, Historia General de las Cosas de Nueva España,
Porrúa, 2006, pp.533
23
que eran malos para desempeñarlos, como puede
verse en este ejemplo del herrero:
“El buen herrero es vivo, hábil, de buen
juicio y sentido en sus obras, y suele hender
con la tajadera, majar o martillar, y usar de
fragua y de fuelles, y de carbones, y cortar
el hierro de presto, como si fuese alguna
cera.
El mal herrero es mentiroso o burlador,
perezoso, descuidado, de pocas fuerzas y hace
mal hechas las obras por hacerlas de prisa, y
hace la obra falsa, allende de ser prolijo”25.
En esto vemos los cuidados y exigencias que ellos
tenían para con los oficios que habían heredado de
sus familias, pues los padres tenían la obligación
de enseñar a sus hijos a hacer bien las cosas. Lo
mismo aplicaba para las enseñanzas morales, en las
cuales eran muy estrictos, pues ellos entendían que
la templanza ayuda mucho a la naturaleza humana,
que es ociosa y viciosa. Por esta experiencia
ellos entendieron que para vivir moralmente, era
necesario el rigor y la austeridad, y estar
siempre ocupados en cosas provechosas para la
25
Ibid. Pp. 536
24
república26. Para conseguir el ideal educativo de
estos pueblos, los huehuehtlahtolli fueron los
principales vehículos.
26
Cfr. Ibid. Pp. 562
25
1.3.- Que son los huehuehtlahtolli
Los Huehuehtlahtolli, o “Testimonios de la antigua
palabra”, son textos que tienen peso doctrinal y
provienen de un legado y una tradición dentro de
la cultura náhuatl. Estos textos enseñan una forma
de vida y un sentido de moralidad. Así nos
encontramos con la portada de uno de los textos
del año 1600(el cual fue reconstruido, enmendado
y acrecentado por el Padre Fray Juan Bautista
Viceo de la orden del Seraphico Padre San
Francisco), en la que se definen los
huehuehtlahtolli como: “Que contiene las pláticas
que los padres y madres hicieron a sus hijos, y
los señores a sus vasallos, todas llenas de
doctrina moral y política”27.
El origen de estos textos se remonta a los códices
que el Tlamatini resguardaba en su profesión de
maestro. Estos archivos contenían pinturas,
registros fonéticos y caracteres ideográficos; en
ellos se conservaban los registros del saber sobre
la divinidad, el calendario, los destinos humanos,
las crónicas históricas, libros de los cantares y
poemas, etcétera. Entre estos muchos textos se
27 Miguel León-Portilla y Librado Silva Galeana, Huehuehtlahtolli pp.24-25
26
encontraban los testimonios que conocemos hoy como
los huehuehtlahtolli28, y que se definen como los
testimonios de la antigua palabra precisamente
porque contenían todos los consejos que los padres
daban a sus hijos e hijas, donde les exhortaban al
buen comportamiento y de cómo los hijos respondían
a sus padres aceptando dichos consejos.
Durante la Conquista española se perdió mucho de
este pensamiento, pues además de alterar las
formas de vida de los antiguos mexicanos, se buscó
eliminar la manera en que estos naturales eran
educados. Sin embargo, los primeros
evangelizadores rescataron parte de estos textos
por medio de la transmisión oral que fue
complementada con los pictogramas encontrados.
Fueron los frailes franciscanos quienes iniciaron
con el rescate de esta cultura: Fray Andrés de
Olmos, Fray Bernardino de Sahagún, el domínico Fray
Bartolomé de las Casas, don Vasco de Quiroga y don
Alonso de Zurita, estos hombres humanistas
iniciaron la misión de rescatar las tradiciones,
cultura y educación de los antiguos nahuas29.
La tradición de los huehuehtlahtolli nos presenta
las maneras en las que se hablaba a los hijos de
28
Ibid. pp.10-11
29
Cfr. Ibid. P. 12
27
una familia, los cuales respondían con humildad y
agradecimiento. Encontramos cómo los esposos se
hablaban entre sí, de cómo él le dice a ella y ella
le responde; y así también hay textos de cómo se dan
las relaciones humanas respetuosas, de cómo se
exhorta a un gobernante al servicio y de cómo éste
responde, el trato que cada persona debe dar a
otra, etcétera, tal como lo vemos en el siguiente
fragmento:
“Palabras de Salutación: con las que alguna
señora así saluda, le habla a otra que también
lo es: Niña mía, señora mía, yérguete, quizás
aquí poco tiempo, un día, te esfuerzas, trabajas
al lado, junto al Señor Nuestro, de Aquél por
quien se vive, Dios. Le barres, le haces la
limpieza. Por poco tiempo, en un día, te
levantas con premura del sueño, te enteras por
los sueños gracias a Él, el dueño del hogar,
el dueño de la casa, Aquel que protege, que
ampara. Tal vez allá va tu llanto, tus
lágrimas, tus suspiros, tu aflicción porque
suspiras, porque te afliges delante del Señor
Nuestro, el Dueño de la cercanía y la
proximidad. …., Sientes el peso (de tus
obligaciones), señora mía; dale fuerzas a tu
corazón, a tu cuerpo, en lo que concierne al
28
único Dios, Aquél por quien se vive. No
desfallezcas, sírvelo con todas tus fuerzas,
fortalece a tu corazón, tú que eres pobrecita.
…., Así junto a ti, a tu lado, vendrán a
meterse tus hijos, a los que así educas, para
que alivies, para que des remedio a su
corazón, a su cuerpo. No a uno, no a dos los
abandones con desdén, no los dejes atrás
porque es grande tu apoyo, tu ayuda, porque
grande es tu carga, tu responsabilidad; porque
eres alivio, eres remedio, porque de tu mano
sale lo dulce, lo agradable”30.
Podemos ver la riqueza moral y espiritual que
contiene este fragmento, pues en él se invita al
sumo respeto a Dios, pero aparte de eso se dice
que se debe poner empeño en todo porque así también
se debe tratar y educar a los hijos. Esta
tradición estaba muy arraigada en los pueblos
nahuas, pues eran conductas y normas que regían
tanto el seno familiar como el ámbito social. La
moral cristiana incluye en sus normas estas
conductas que ya estaban dadas desde antes de la
llegada de los evangelizadores a estas tierras;
podemos adelantar que las semillas del verbo se
30
Cfr. Ibid. Pp. 15-16
29
vislumbran claramente en los modos que tenían para
hablarse, en cómo se respetaban y convidaban al
buen comportamiento de las personas.
30
1.4.- Rostro y corazón
La educación de los antiguos nahuas buscaba que
las personas sirvieran al pueblo y fueran seres
centrados, por ello la formación se inculcaba
desde la casa por medio de diálogos y también
castigos. Lo que se pretendía era que los hombres y
mujeres fueran gratos a los ojos de sus dioses,
quienes les daban ánimo en la lucha y en sus
labores31.
Las culturas prehispánicas tenían una noción
peculiar del alma, pues entendían este concepto
como: “elementos de sustancia imperceptible capaz
de proveer a la materia perceptible e inerte, las
peculiaridades y facultades necesarias para la
existencia de las criaturas”.32 Esto no sólo
explicaba la pertenencia del sujeto a un
subconjunto de la creación universal o a una clase
determinada, sino también su pertenencia a una
comunidad, las funciones específicas que podía
realizar y las virtudes que cada ser puede o podía
tener para servir.
31
Cfr. Chavez Sanchez Eduardo, Juan Diego “una vida de santidad que marcó la
historia” Pp.116-117 32
Cfr. Alfredo López Austin, Dioses del norte, dioses del Sur. Ediciones ERA, 2008, 101
31
Las diversas entidades anímicas que componían al
individuo tenían varias características y cumplían
diferentes funciones:
“En su conjunto, y según las criaturas a las
que pertenezcan, proporcionan tanto
características de clase como individuales,
las que pueden incluir, entre otras virtudes,
las de vitalidad, sensación, movimiento,
intelecto, sentimiento y pertenencia a un
grupo. Todas las criaturas (...) tienen como
alma principal la de clase, o sea la de su
dios patrono que, en el amanecer del mundo, se
convirtió en su propia creación. En esta
forma, cada venado lleva dentro de sí una
fracción del dios-venado, y ésta es
precisamente lo que lo hace venado. Condición
semejante tendrán vegetales, meteoros,
elementos, astros, minerales, seres humanos y
animales porque sus clases son el producto del
gran acontecer liminal. El hombre
mesoamericano se imaginó como un ser muy
complejo y atribuyó a cada una de sus almas
funciones específicas”33.
El momento clave en que el ser humano se “llenaba”
de las esencias divinas que habían de
33
Ibid. Pp. 101
32
caracterizarlo a lo largo de su vida, era el
nacimiento. En este acontecimiento, la persona
adquiría su calidad individual en términos
generales. Luego, por medio de la educación,
adquirían conocimiento y se iban perfeccionando
como personas para ser siempre gratos a sus dioses
o a su dios principal y servir a su pueblo. Ellos
entendieron que para llegar a ser un hombre o
mujer pleno había que mantenerse en un esfuerzo
constante de integración de las diversas fuerzas y
entidades anímicas en su interior, mediante un
seguimiento puntual de una serie de rituales, con
la ayuda de magos y educadores, todo ello en
relación con el orden religioso, social y político
de sus pueblos34.
Con esto vemos que en el mundo náhuatl iban
adquiriendo, a través de la educación, un rostro y
un corazón35. Este concepto debe ser entendido
metafóricamente como aquellos elementos más
característicos de la persona, eso que lo hace
irreductible como ser humano. El Rostro es, pues,
para los tlamatinime:
34 Cfr. Sandra Anchondo Pavón “autoconocimiento y conciencia de sí en los antiguos
mexicanos: un acercamiento al pensamiento de los pueblos originarios del centro de México”. En José Manuel Roqueñi Rello , Afectividad y confianza en el conocimiento personal. Desenmascarar el autoengaño, Panorama, 2016, p. 93-114.
35
Cfr. León Portilla, La Filosofía náhuatl estudiada en sus fuentes, UNAM, 2006, p. 190
33
“la manifestación de un yo que se ha ido
adquiriendo y desarrollando por la educación.
El difrasismo in ixtli, in yóllotl (rostro-
corazón) alude a este camino de conformación
esforzada del individuo a través de algunos
métodos educativos específicos y de la palabra
antigua dicha con oportunidad”36.
Enseñar a “tomar un rostro y forjar un corazón”37
era una de las principales metas de la educación
náhuatl. El ser humano, siempre en proceso de
integración y en proceso de formación, buscaba
conseguir un rostro sabio y un corazón firme. Para
lograrlo implementaban métodos educativos
específicos que incluían el autosacrificio, el
autodominio, la práctica de la humildad y la
compasión.
Ser persona es un modo de vivir con conciencia en
el mundo; es poseer un rostro y corazón propio,
formado como roca; “corazón firme como la piedra,
corazón resistente como el tronco de un árbol;
rostro sabio, dueño de un rostro y corazón, hábil
y compresivo”.38 Formar un rostro y un corazón para
36 Sandra Anchondo Pavón, “Eduación de la afectividad y la formación en las virtudes
morales en los antiguos mexicanos”, en Roqueñi Rello, José Manuel(compilador), La Educación de la afectividad en México, Orígenes y perspectivas, pp. 100
37
Al parecer el rostro podría indicar la individualidad de la persona y el corazón representaría su aspecto dinámico. La educación entre los nahuas pretendía perfeccionar el rostro y el corazón guiando a la persona hacia la sabiduría y la rectitud. 38
Miguel León-Portilla, Toltecayotl: aspectos de la cultura náhuatl, FCE, 2003, pp.193
34
ser personas era la parte medular de la educación
náhuatl, éste era el trabajo de los padres y de
las escuelas como el Calmecac y el Tepochcalli. En
ninguno de estos templos-escuelas se descuidaba la
formación de un rostro y un corazón, pues como en
toda civilización, buscaban también la perfección
humana.
35
1.5.- Cultura y educación
Como ya he dicho, la educación era vital entre los
nahuas, pues había que fijar en la memoria y el
espíritu las doctrinas, normas y tradiciones
propias de su cultura. Por ello, los padres
recomendaban a sus hijos ser trabajadores y
humildes, y las madres recomendaban a sus hijas
ser limpias, no maquillarse demasiado y apoyar a
sus maridos sin importar si eran pobres o
humildes. Podemos pensar que esas tradiciones son
parte del pasado y que se conservan sólo como
acervo histórico, pero en muchos pueblos indígenas
del México actual sobreviven algunos de estos
consejos que se han heredado de generación en
generación y, aunque en muchos casos se dicen en
español, guardan la esencia de la antigua palabra.
Los padres así decían a sus hijos acerca del
respeto necesario hacia otras personas:
“háblale bien a la gente, ruégale mucho a las
personas, respétalas, témelas, obedécelas,
ámalas, porque así vivirás, así estarás de pie.
No sigas el camino de aquel que anda
embriagándose, que se queda con algo en su
cuello, que se queda con algo en su mano, que
grita como si hubiera comido las hierbas
36
estupefacientes, el hongo, como si hubiera
bebido el pulque. Les remeda, le levanta los
hombros a su madre, a su padre; ya no los
respeta, sólo contra ellos se vuelve, se da la
vuelta, ya no les teme, ya no los tiene en
algo. Él ya no sigue el camino, los
principios. Ya no escucha con atención la
buena palabra, aquella que eleva, la que
explica. Sólo sin reflexión camina, huye
constantemente, cae de repente. Sólo
desgreñado, sólo revolcándose en la inmundicia
vive; ya no con tranquilidad, ya no con
alegría se levanta”39.
También sabemos cómo aleccionaban a las hijas
respecto al cuidado que éstas debería de tener en
un futuro; por un lado les recuerdan que hay
lugares peligrosos, espantosos en los que es
difícil vivir, y por ello se les dice que no se
abandonen, que no sea desperdiciadas, no se queden
atrás, las exhortan a que sean atentas, acomedidas
en el servicio. El texto continua aconsejando que
no se dañe tu rostro, tu corazón, y aquí piden que
se cuide como persona, que no se pierda su estima:
“Y también ponte junto al agua, el metate, y bien
coge, toma el molcajete, el canasto; ante las
39
Miguel León-Portilla y Librado Silva Galeana, Huehuehtlahtolli, pp. 55-57
37
personas, junto a ellas, acomódalos, sepáralos”40.
Es claro cómo invitan a ser honrados y
transparentes, aparte de ser acomedidos y
serviciales.
La educación en la obediencia era muy estricta,
como podemos ver en el siguiente pasaje:
“y si eres llamada, no dos veces, no tres, no
muchas veces te hablen, sólo una vez; luego te
pondrás de pie con premura para que no
provoques enojo, para que no seas
atribulada por tu desobediencia. Si alguna
cosa te es dicha, te es comunicada, te es
ordenada, bien la pondrás en tu corazón para
que no la olvides, y la realizaras bien”41.
Queda claro cómo eran educados hombres y mujeres;
muchas de estas tradiciones se siguen conservando
hoy en día en las etnias indígenas de nuestro país,
en las que se mantiene un gran respeto por los
mayores, y en general en la manera de dirigirse a
los demás.
Los consejos que se les daban a los hijos
mostraban el ideal de hombre y la mujer nahua,
40
Ibid. Pag. 91
41
Ibid. Pag. 93
38
aquel que era dueño de un rostro y de un corazón,
pues sólo así se se conformaba el espíritu de la
comunidad en una fisonomía moral con un principio
dinámico42.
Como mencioné antes, no solamente en la casa se
buscaba este ideal educativo, el Tepochcalli y el
Calmécac eran los lugares donde los jóvenes
recibían la educación. El Tepochcalli era el lugar
donde educaban a los jóvenes plebeyos, también
conocidos como los macehualtzin. A este lugar
asistían desde los 15 años y eran educados para
servir a la comunidad y a la guerra. En el
Calmécac, se educaban a los hijos de los nobles,
donde se les entrenaba para ser sacerdotes,
guerreros, maestros o gobernantes; para ello los
educaban en historia, astronomía y otras ciencias,
como la medición del tiempo, la música y filosofía,
religión, hábitos de limpieza, cuestiones de
economía y gobierno, y lo más importante, la
disciplina y los valores morales. También tenían
maestros especiales que les enseñaban la
tradición, para que leyeran y aprendieran de
memoria la historia de los códices43.
42
Cfr. El mundo indígena desde la perspectiva actual, revistas DESTIEMPOS; México,
D.F; enero-febrero 2009; año 3; número 18, pp. 130-142 43
Cfr. Leon-Portilla, Miguel; TOLTECAYOTL, Aspectos de la cultura náhuatl, Fondo de
Cultura Económica, México, 2003. Pp.197-204
39
La educación que se daba en el Calmécac se
centraba en la concepción de la persona como
rostro y corazón; esta educación iniciaba desde el
hogar, donde se exhortaba a los hijos al respeto a
las personas y sobre todo al dador de la vida,
como vimos en los huehuehtlahtolli. Lo que daba la
escuela era una educación formal que formaba
hombres maduros, y les daba un corazón firme como
la piedra, resistente como el tronco de un árbol;
de rostro sabio, dueño de un corazón hábil y
comprensivo44. Además de la casa y la escuela, la
educación también se daba desde el calpulli, pues
como dije antes, era no sólo un barrio, sino una
institución social en donde se iniciaba la
formación en el oficio familiar y se transmitía el
conocimiento sobre las formas de producción.
También los huehuehtlahtolli, nos dan testimonio
de esto, pues se transmitían en los acontecimientos
solemnes como eran el nacimiento, la llegada del
niño a la edad de la razón, el ingreso al templo
escuela o la salida de él, el matrimonio, el
44
Cfr. El mundo indígena desde la perspectiva actual revistas DESTIEMPOS; México,
D.F; enero-febrero 2009; año 3; número 18, pp. 130-142 .
40
conocimiento de la preñez, el parto o la
defunción45.
45
Cfr. López Austin, Alfredo, La educación de los antiguos nahuas 1, Ediciones El
Caballito, México, Primera Edición; 1985, pp.28-30.
41
2.- Evangelización, la nueva fe
En este trabajo lo que nos ocupa es la visión y
vida espiritual del pueblo náhuatl como un campo
propicio para la recepción del mensaje cristiano.
Como ya lo hemos mencionado, esto va de la mano
con la cultura y la educación, pues todo ello
junto fue lo que permitió la aceptación más o menos
fácil de la fe cristiana. No pretendo asegurar que
la evangelización fue una tarea fácil, pues en
efecto se sabe que a los indígenas les fue difícil
abandonar su antigua religión, dejar de adorar a
sus antiguos dioses y entender los nuevos
preceptos monoteístas. Como lo informa Fray Toribio
de Motolinia, en su Historia de los Indios de la
Nueva España:
“Declaraban los frailes a quien era el
verdadero y universal Señor, creador del cielo
y la tierra, y de todas las criaturas, y cómo
este Dios con su infinita sabiduría lo regía y
gobernaba y daba todo el ser que tenía, y como
por su gran bondad quieren que todos se
salven. Asimismo los desengañaban y decían,
quién era aquél a quien servían, y el oficio
que tenía, que era llevar a perpetua
42
condenación de penas terribles a todos los que
en él creían y se confiaban. Y con esto les
decían cada uno de los frailes lo más y mejor
que entendía que convenía para la salvación de
los indios; pero a ellos les era gran fastidio
oír la palabra de Dios, no querían entender
otra cosa sino darse a vicios y pecados,
dándose a sacrificios y fiestas, comiendo y
bebiendo y embeodándose en ellas y dando de
comer a los ídolos de su propia sangre, la
cual sacaban de sus propias orejas, lenguas y
brazos, y de otras partes del cuerpo”46.
La vida espiritual del mundo náhuatl se vio
fracturada por la forma de evangelizar de los
primeros frailes franciscanos, quienes poco a poco
y con mucha constancia fueron transmitiendo el
mensaje cristiano. Se sabe que la tarea de los
frailes no fue fácil y costó mucho trabajo
modificar las tradiciones e ideología de un pueblo.
Por ello es que los misioneros se valieron de los
huehuehtlahtolli para conocer más a fondo la
cultura náhuatl e insertar en ella la doctrina
cristiana. Los frailes retomaron las formas
46
Fray Toribio de Motolinia, Historia de los Indios de la Nueva España, Editorial Porrúa,
Octava Edición, México, 2007. PP 23 y 24
43
retóricas de los antiguos y también algunos
contenidos de estos discursos en los que se
exhorta a los individuos a que crean plenamente en
el señor y guarden como cosa maravillosa, sus
mandamientos47.
,Desde su llegada, los frailes se valieron de los
niños abandonados o huérfanos que encontraron,
para criarlos y educarlos en la doctrina cristiana
y a su vez se valieron de ellos como traductores y
maestros de otros niños. También les fueron útiles
para ir descubriendo a los que seguían practicando
sus ritos e idolatrías.
Además de los niños, los misioneros también
reclutaron a aquellos individuos respetados por
sus virtudes morales como los sabios retóricos,
los cuales eran considerados virtuosos y
esforzados. Ellos eran elegidos para ser señores,
principales y capitanes. De ellos, Fray Bernardino
de Sahagún dice que:
“Éstos regían las repúblicas y guiaban los
ejércitos y presidían en los templos. Fueron,
cierto, en estas cosas extremados, devotísimos
para con sus dioses, celosísimos de sus
repúblicas, entre sí muy urbanos, para con sus
47
Cfr, Miguel León-Portilla y Librado Silva Galeana, Huehuehtlahtolli pp. 209
44
enemigos muy crueles, para con los suyos
humanos y severos. Y pienso que por estas
virtudes alcanzaron el imperio, aunque los
duró poco; y ahora todo lo han perdido”48.
48
Fray Bernardino de Sahagún, Historia General de las Cosas de la Nueva España,
Editorial Porrua, pp. 285
45
2.1.- Ruptura y Barbarie
Con la llegada de los españoles a tierras mexicas,
la visión de los nativos se vio fracturada; aunque
ellos tenían la esperanza de que Quetzalcóatl
regresaría como lo había prometido, las cosas no
fueron así; incluso de esta historia se valió Hernán
Cortés para poder avanzar en su conquista49. Se
cuenta que en los encuentros que se tuvieron en
Tabasco, el estruendo de las armas hizo que los
nativos se rindieran y se firmara un tratado de
paz; Hernán Cortés les pidió a los indios que
volvieran a sus casas, que dejaran de adorar sus
ídolos y rendirles sacrificios, y éstos estuvieron
de acuerdo en hacerlo. Después de esto se
construyó un altar donde los nativos muy atentos
vieron como los españoles adoraban una cruz de
madera y hacían procesión. También observaron cómo
se arrodillaban ante una imagen de la Virgen María.
A todo esto se les explicó que aquella imagen se
reverenciaba porque estaba en el cielo y ella era
Madre de aquel a quien llamaban Nuestro Señor
Dios.
49
Cfr. Ibid. Pp. 704-706.
46
Así fue avanzando Cortés con sus soldados y los
nativos que le seguían, él les hablaba de Dios y de
la Virgen María, claro está a su modo y lo mejor que
podía. A Moctezuma le llegaban todas estas noticias
y por eso ya le temía, pensando que era el gran
Quetzalcóatl. Los pueblos que Hernán Cortés iba
recorriendo se quejaban del trato que les daba el
emperador náhuatl, de los tributos que les exigía;
Cortés los escuchaba y ellos se sentían protegidos.
De este modo consigue juntar casi 6,000
tlaxcaltecas y unos más de los pueblos vecinos a
Tlaxcala que eran oprimidos por el imperio mexica.
Viendo todo esto, Moctezuma invita a Hernán Cortes
a la ciudad de México-Tenochtitlan, ya en ella se
dan cuenta de muchas cosas que ahí se guardaban y
se vivían. Con esto se sucede la toma de la
ciudad, se produce una gran matanza iniciada por
los españoles y que después terminaron indios
contra indios, ya que entre ellos había pugnas por
la ya mencionada opresión del imperio azteca.
La derrota produjo un trauma profundo en el pueblo
náhuatl, pues al ver a sus dioses destruidos y
vencidos, perdieron toda esperanza, vieron su
gloria y su civilización acabada. Los españoles
tuvieron el control sobre un numeroso conjunto de
pueblos localizados tanto en el Altiplano como en
47
otras regiones fuera de él. Los primeros meses
después de la conquista fueron dedicados a la
reconstrucción de la ciudad mientras sus capitanes
incorporaban nuevos territorios.
Durante y después de las batallas, los españoles
escudriñaban las casas en busca de oro, y esto fue
precisamente lo que desató las matanzas en la
ciudad de la gran Tenochtitlan, pues los españoles
les arrebataron las joyas de materiales preciosos
que portaban los nativos que se disponían a
rendirle culto a sus dioses; éstos mostraron
resistencia y se ocasionó una rebelión que
terminó con la división de los indígenas.
La ambición de los conquistadores los llevó a pedir
como tributo que los indígenas entregaran todas las
joyas que poseían, recolectar todo el oro y
entregarlo a los regidores, quienes se valieron de
diversos castigos para someter a los indios y
cumplir con el cometido de la Conquista.
Los tributos y servicios que los indios pagaban a
los españoles eran grandes, pues habían acumulado
mucho oro y riquezas en sus templos y las
sepulturas de sus gobernantes. Sin embargo, pronto
se acabaron los bienes y las tierras que los
nativos pudieron ofrecer, hasta llegar al punto de
vender a sus hijos cuando ya no tenían para pagar
48
los tributos. Cuando dejaban de serles útiles a
los españoles, los indígenas eran tratados
bestialmente, pues los españoles los tenían en
menor estima que a sus bestias50.
Además del maltrato físico que recibieron de los
conquistadores, los indígenas sufrieron el
menosprecio de su cultura y de sus costumbres,
pues muy pronto en la Colonia se adoptaron todas
las maneras de vivir propias de España, tanto en
las cosas divinas como en las humanas. A los
indígenas se les acusó de idólatras y bárbaros, y
con esto perdieron todo el orden social que habían
construido.
Ante la derrota y la opresión por parte del
ejército español, no quedó otra opción que adoptar
la nueva religión traída por los franciscanos. Lo
que más ayudó a los nativos a adoptar las nuevas
costumbres, además ellos ya estaban acostumbrados
a vivir moralmente y de acuerdo con las virtudes.
Habían vivido siempre según el rigor, la
austeridad y la ocupación, y consideraban que a la
vida se venía a sufrir y servir, por lo que
aceptaron los maltratos por parte de sus
conquistadores sin demasiada resistencia.
50
Cfr. Guerrero, José Luis, Flor y Canto del nacimiento de México, Edit. Realidad,
Teoría y Práctica, S. A. de C. V, Sexta edición, 1998. P. 285
49
2.2.- Vicios y Virtudes
En el mundo náhuatl, la noción de vicio y virtud
estaba referida al comportamiento continuo que las
personas mostraban en sociedad. Así, en la Historia
General de las cosas de la Nueva España, de Fray
Bernardino de Sahagún, se define al buen padre
como un hombre virtuoso, el texto dice:
“El buen padre cría y mantiene a sus hijos, y
dales buena crianza y doctrina, y riñelos, y
dales buenos consejos y buenos ejemplos, y
hace tesoro para ellos y guarda; tiene
cuenta con el gasto de su casa y regla a
sus hijos en el gasto, y provee las cosas de
adelante”51.
De la virtud de la buena madre dice:
“La madre virtuosa es vigilante, ligera,
veladora, solicita, congojosa; cría a sus
hijos, tiene continuo cuidado de ellos;
tiene vigilancia en que no les falte nada,
regalalos, es como esclava de todos los de
su casa, congojase por la necesidad de
cada uno; de ninguna cosa necesaria de la
51
Fray Bernardino de Sahagún, Historia General de las cosas de la Nueva España,
pp.527
50
casa se descuida; es guardadora, es
laboriosa, es trabajadora”52.
A partir de lo anterior se entiende que todo lo
que nos conduce a actuar en bien propio y de los
demás es propiamente la virtud, es decir, lo que
se debe hacer en tanto personas de buena voluntad.
Esto lo tenía bien claro la cultura náhuatl, pues
en los pasajes anteriores podemos ver que la
virtud está en hacer el bien, no sólo a la familia
más próxima, sino también en el cuidado de las
cosas, el resguardo de la economía familiar, la
administración de los bienes, etcétera.
Se sabe que muchos indígenas, a pesar de las
predicaciones de los frailes, no se convirtieron
realmente a la fe cristiana, y en secreto
siguieron rindiendo culto a sus dioses. Sin
embargo, hubo otros que, una vez convertidos y
bautizados, sí seguían fielmente la fe católica;
incluso estaban tan acostumbrados a rendir culto
religioso, que sin empacho obedecían a lo que se
les pedía con genuino fervor. Tal como lo narra
Fray Toribio Motolinia,los indios tenían tal
disposición, que si se les pedía que se
arrodillaran lo hacían, si les decían que se
52
Ibidem.
51
pararan se paraban. “No estaban obsesionados con
las riquezas, eran pacientes y sufridos, mansos
como ovejas, dispuestos a servir y trabajar”53.
Entre todos los indios había unos que callaban,
pero aun así protestaron renegando de su amargura;
externaron de manera respetuosa su desacuerdo y
pidieron que se les hablara de sus antiguos
sabios54. Pero fueron obligados a aborrecer y
despreciar todas sus creencias, los españoles y
los frailes, les pedían un cambio radical. Esto fue
un trauma muy grande para todos los que tenían muy
arraigada su cultura; incluso en náhuatl, la
palabra para decir “verdad” es nemiliztli, que
también significa arraigamiento, lo que tiene raíz.
Así, lo verdadero era aquello que estaba arraigado
en su propia cultura, mientras que lo nuevo
representaba algo sin raíz y por lo tanto, falso.
Para esta cultura, vivir rectamente significaba
preservar las costumbres de los viejos, pero los
frailes interpretaban estas conductas como
adoración al demonio. Incluso se cuenta que los
indios preferían morir antes que abandonar sus
costumbres, pues ellos recitaban:
53
Cfr.Fray Toribio Motolinia, Historia de los indios de la Nueva España, Porrúa, Sepan
Cuantos, México. Pp-81. 54
Cfr. José Luis Guerrero. Flor y Canto, pp. 336
52
“No podemos estar tranquilos y ciertamente no
creemos aún. (Refiriéndose a la nueva
religión) No lo tomamos por verdad, (aún
cuando) os ofendemos(…) Es ya bastante que
hayamos pedido que se nos haya quitado que se
nos haya impedido nuestro gobierno”55.
“Haced con nosotros lo que queráis[…]
Dejadnos, pues, ya morir. Dejadnos ya perecer
que nuestros dioses han muerto…”56.
Este tipo de testimonios, recogidos en los
Colloquios de los doce primeros frailes, deja más
que claro el momento que vivían, pues estaban
conscientes de que los antiguos lazos de familia,
de la comunidad y, en general sus tradiciones,
habían acabado. Al impedirles vivir según su
cultura, les exigían negar todo en lo que antes
creían y aceptarlo como falso, algo de lo que
debían avergonzarse y arrepentirse, ya que por ello
todos sus antepasados estaban pagando con eternos
tormentos57.
Habíendolo perdido todo, muchos de estos indios se
entregaron a los vicios y algunos incluso copiaron
55
José Luis Guerero, Flor y Canto. Pp 338
56
Ibidem.
57
Cfr. Guerrero, José Luis, Flor y Canto, pp.331-340
53
vicios nuevos de los españoles. No teniendo ya el
antiguo regimiento, llegó la barbarie para muchos
de ellos, aun así había muchos otros que entendían
los acontecimientos y se adaptaban convirtiéndose
a la nueva religión; puesto que había quienes no
tenían empacho o impedimento en ser bautizados y
frecuentar los sacramentos de la nueva Fe
públicamente y continuar con sus antiguos ritos en
secreto, otros más, en cambio, se convirtieron
radicalmente.
54
2.3.- Evangelización de los Franciscanos.
El primer grupo de misioneros que llegó a Nueva
España fue el famoso grupo de los doce
franciscanos, quienes fueron seguidos por frailes
dominicos y agustinos. La labor de ellos era
enseñar a los indígenas la nueva religión.
En sus primeros intentos por enseñar y difundir el
cristianismo, las ceremonias se acompañaban de
música, danzas, cantos, flores, velas, incienso e
incluso se hacían pequeñas obras teatrales para su
mejor comprensión. Los indígenas se asombraron al
ver la pobreza de estos misioneros, tanto que se
les parecían a los tlamacazqui58, pues eran
abnegados, penitentes, honestos y desinteresados.
Los veían alegres en todo lo que hacían, pues ponían
su esfuerzo en ayudar y aprender de los indígenas,
ya que trabajaban en bien de los nativos.
Algunos indígenas adoptaron de manera muy natural
la nueva disciplina religiosa, pues estaban
acostumbrados a la modestia y la compostura.
Obedecían en todo a tal grado, que de ellos se
decía que:
58
La palabra define a los sacerdotes del templo, pues viene del verbo tla-maca: dar
alguna cosa, “servir”, “servidor.
55
“Estos indios cuasi no tienen estorbo que les
impida ganar el cielo, porque su vida se
contenta con tan poco por alcanzar estados de
dignidades. Son pacientes, sufridos sobre
manera, mansos como ovejas; humildes a todo
obedientes, ya de necesidad, ya de voluntad,
no saben sino servir y trabajar”59.
Lo que ayudó mucho a la evangelización fue la
pobreza en que los frailes vivían, se aplicó aquel
dicho que dice “la letra mata pero los ejemplos
arrastran”. Los misioneros eran vistos con
admiración, pues andaban descalzos, con un viejo
sayal, dormían sobre un petate, comían como ellos
tortilla de maíz y chile, vivían en casas bajas y
pobres. Veían en ellos, también su honestidad, su
laboriosidad infatigable, el trato a un tiempo
firme y amoroso que tenían con ellos, los trabajos
que se tomaban por enseñarles, y también por
defenderles de aquellos españoles que les oprimían
con los duros trabajos que les pedían hacer. Tanto
así que los indios los veían como sus hermanos y sus
defensores60.
59
Cfr. Fray Toribio Motolinia, Historia de los indios de la Nueva España, Porrúa, Sepan
Cuantos, México. Pp-81-83. 60
Cfr. Ibid, pp.191-193
56
El primer paso para los frailes fue aprender a
comunicarse, y para esto se ayudaron de los niños,
con quienes jugaban para ir aprendiendo palabras
poco a poco. Al final del día, los frailes se
reunían y se intercambiaban las palabras de tal
manera que fueron formando un vocabulario, lo que
les fue ayudando a comunicarse, en ocasiones bien
y en otras mal, pero les ayudo a ir corrigiendo y
enriqueciendo sus conocimientos sobre estos
naturales. Conforme aprendían las lenguas
indígenas, con tanta rapidez como ejecutaban el
trabajo, se iba potenciando la acción
evangelizadora. Así lo comenta Fray Toribio de
Benavente, Motolinia:
“Después que los frailes vinieron a esta
tierra dentro de medio año comenzaron a
predicar, a las veces por intérprete y otras
por escrito. Pero después que comenzaron a
hablar la lengua predicaban muy a menudo los
domingos y fiestas, y muchas veces entre
semana, y en un día iban y andaban muchas
parroquias y pueblos. Buscaron mil modos y
maneras para traer a los indios en
conocimiento de un solo Dios verdadero, y para
apartarlos del error de los ídolos diéronles
muchas maneras de doctrina. Al principio, para
les dar sabor, enseñáronles el Per signum
57
Crucis, el Pater noster, Ave Maria, Credo,
Salve, todo cantado de un canto muy llano y
gracioso. Sacáronles en su propia lengua de
Anáhuac los mandamientos en metro y los
artículos de la fe, y los sacramentos también
cantados. En algunos monasterios se ayuntan
dos y tres lenguas diversas, y fraile hay que
predica en tres lenguas todas diferentes”61.
Estos misioneros procuraron conservar la lengua de
los nativos, y por ello los Catecismos en lenguas
indígenas de México comenzaron a ser redactados.
Algunos frailes utilizaron la pintura como un
medio muy provechoso para la predicación y la
catequesis; hacían pintar lienzos con los preceptos
de la fe, los diez mandamientos, los siete
sacramentos, etcétera.
Respecto a los sacramentos, el bautismo fue el
primero en ser adoptado por los nativos. Dice
Motolinía, refiriéndose a los fraile que iban de
pueblo en pueblo enseñando:
“veníanlos a buscar de los otros pueblos, y
rogabanles con instancia que fuesen a sus
pueblos, y antes que llegaran los salían a
61
Ibid, pp. 186-187
58
recibir, porque esta es su costumbre, y
hallaban que estaba ya toda la gente ayuntada;
y luego por escrito y con intérprete los
predicaban y bautizaban algunos niños, rogando
siempre a Nuestro Señor que su santa palabra
hiciese fruto en las ánimas de aquellos
infieles, y los alumbrase y convirtiese a su
santa fe”62.
La penitencia fue otro de los sacramentos que fue
instaurando poco a poco y con grandes esfuerzos,
ya que se cuenta que se hacían enormes filas para
todos los que querían confesarse y tenían el
corazón dispuesto para la penitencia. Respecto a
la comunión, se empezó a administrar a unos cuantos
y fue creciendo el número de manera paulatina, ya
que primero tenían que entender el catecismo. El
matrimonio trajo varios problemas debido a la
poligamia que se daba más entre los señores
principales, que a veces tenían, según se dice,
hasta doscientas mujeres:
“Y queriendo los religiosos españoles poner
remedio a esto, no hallaban manera para lo
poder hacer, porque como los señores tenían
62
Ibid. P. 110
59
las más mujeres, no las querían dejar, ni ellos
se las podían quitar, ni bastaba ruegos, ni
amenazas, ni sermones, ni otra cosa que con
ellos se hiciese, para que dejadas todas, se
casasen con una sola en faz de la Iglesia; y
respondían que también los españoles tenían
muchas mujeres, y si les decíamos que las
tenían para su servicio, decían que ellos
también las tenían para lo mismo”63.
Por ello aquellos que buscaban el matrimonio por
la iglesia, tenían que presentarse con todos sus
parientes y acompañado de todas las mujeres, para
que dieran testimonio de que tomaba sólo a una por
legítima. Y con las otras ya sólo les daban los
medios para que se mantuvieran ellas y sus hijos.
A continuación pasaremos a la revisión de la vida
de Juan Diego. Retomaré mucho de lo que he revisado
hasta aquí, pues nos servirá para entender lo duro,
pero a la vez lo maravillosa que fue la conquista
a razón de la nueva Fe. Como ya he dicho y repito,
las bases educativas del mundo náhuatl sirvieron
para que el cristianismo pudiera ser adoptado por
muchos indígenas. A pesar de que existieron muchos
problemas en la evangelización, no debe quedar de
63
Ibid. P. 140
60
lado la sencillez y la forma de vida moral que los
indígenas ya practicaban antes de la venida de los
españoles.
61
3.- Juan Diego y su formación
La base de la educación religiosa de Juan Diego la
encontramos en sus raíces y tradiciones nahuas,
pues recibió la formación indígena como todo hombre
de su tiempo. Juan Diego fue educado primero en el
seno familiar, en el que se le enseñó cómo
comportarse con sus padres, sus mayores, el
respeto a la tierra, la disposición necesaria para
ir a la guerra, etcétera. Al centro de todas estas
enseñanzas estaba el aspecto religioso, el cual
regía todo el mundo náhuatl.
Juan Diego fue testigo de numerosos ejemplos de
conversión, pues conforme los frailes iban
recorriendo los territorios, muchos indígenas se
convertían y pedían el bautismo para ellos y para
la comunidad, al mismo tiempo que se comprometían a
llevar más neófitos al bautismo. Uno de los indios
que se convirtió y recibió el bautismo Don
Francisco, de quien se cuenta lo siguiente:
“otro día de mañana ayuntada la gente después
de misa y sermón, y bautizados muchos niños,
de los cuales los más eran hijos y sobrinos,
y parientes, de este buen hombre que digo; y
62
acabados de bautizar, rogó mucho aquel indio a
fray Martín que le bautizase”64.
Juan Diego vio llegar la nueva religión al pueblo
de Cuautitlan, y comprueba que sus propios dioses
no hacen nada para salvarlos y que sus profecías no
se cumplen, sino al contrario. Con esto se
convence de que la antigua religión era una
idolatría, y encuentra consuelo en la nueva visión
religiosa.
Existieron muchas tensiones entre los dos mundos,
pues por un lado los frailes querían que los
indígenas abandonaran sus prácticas religiosas,
pero no concebían cómo podían controlar esto, ya
que ellos seguían por una parte adorando a sus
dioses y por otro lado aprendían la doctrina
únicamente por obligación de sus encomenderos.
Esto significaba para los indígenas una ruptura con
su sentir y su plano afectivo. Por ello, los
frailes buscaron formas de acercarse a ellos desde
sus propias tradiciones y a través de su propia
educación. Como hemos visto, se valieron de los
huehuehtlahtolli para comprender cómo ellos fueron
tradicionalmente educados.
64
Ibid, p. 111
63
Los frailes se dieron cuenta de la importancia que
tenían para ellos las flores y los cantos de las
aves, la hermosura que para ellos representaban,
así que fue de esta manera como explicaron la
belleza del cristianismo. Y fue precisamente todo
esto lo que sirvió de puente para entender la
nueva religión, viéndose reforzado con el
acontecimiento guadalupano del que hablaremos en
el siguiente capítulo.
64
3.1.- Vida de Juan Diego
El nacimiento de Juan Diego se da en torno al año
1474, más o menos 18 años antes de la llegada de
los españoles al nuevo continente. Juan Diego
nació en el Calpulli de Talyacac, del señorío de
Cuauhtitlan, tributario del dominio mexica. Su
muerte tuvo lugar en 1548. Su nombre de nacimiento
fue Cuauhtlatoatzin, que podría ser traducido como
"el que habla como águila" o "águila que habla".
El Nican Mopohua describe a Juan Diego como un
"macehualli", o "pobre indio", es decir que no
pertenecía a ninguna de las categorías sociales del
Imperio, como funcionarios, sacerdotes, guerreros,
mercaderes, etc.,sino que pertenecía a la más
numerosa y baja clase de la sociedad náhuatl, pero
sin llegar a ser un esclavo. Él trabajaba
duramente la tierra y fabricaba mantas que luego
vendía. Era dueño de su pedazo de tierra y tenía
una pequeña vivienda en ella. Estaba casado pero
no tenía hijos.
Tenemos poco que decir de los años de su infancia
y primeros años, pues poco sabemos de él hasta las
apariciones de la Virgen de Guadalupe. Pero
sabemos que sí recibió la educación que se daba en
65
el Tepochcalli; esto aunado a la educación oral y
física que daban los padres a sus hijos antes de
que fueran educados en el Tepochcalli. Se cree que
en los años de 1524 y 1525 se produce su
conversión al cristianismo. Fue por entonces
bautizado con el nombre de Juan Diego; también se
bautizó su esposa quien tomo por nombre María
Lucia.
De acuerdo con la primera investigación formal
realizada por la Iglesia sobre los sucesos, las
Informaciones Guadalupanas de 1666, Juan Diego
parece haber sido un hombre muy devoto y
religioso, aún antes de su conversión. Era un
indio muy reservado y de un carácter místico,
personaje que gustaba de largos silencios y
frecuentes penitencias; después de su conversión
solía caminar desde su poblado hasta Tenochtitlan,
para recibir instrucción religiosa. Su esposa
María Lucía enferma y luego fallece en 1529,
entonces Juan Diego se traslada a vivir con su tío
Juan Bernardino en Tolpetlac, que le quedaba más
cerca de la iglesia en Tlatilolco. Caminaba a la
iglesia todos los sábados y domingos, partiendo a
la mañana, antes que amaneciera, para llegar a
66
tiempo a la Santa Misa y a las clases de
instrucción religiosa65.
65
Chávez, Eduardo, La Verdad de Guadalupe, Editorial del Instituto Superior de Estudios
Guadalupanos, Tercera Edición, 2012, pp. 424-425
67
3.2.- Juan Diego y su formación religiosa
La formación religiosa que recibió Juan Diego vino
trasmitida de manera oral por sus padres, quienes
le aconsejaron que viviera con respeto
encomendándose al Dios que lo crió y pidiendo
siempre su ayuda. Le fue inculcada la amistad para
con Dios, la sinceridad y la entrega de todo a Él,
porque está en todas partes.
Desde un principio, las crónicas nos presentan a
Juan Diego como un buen indio, dando a entender
que contaba con una base adecuada para ser un buen
cristiano, pues desde niños todos los nahuas eran
educados en la convicción de que Dios les amaba y
había que corresponder a ese amor. Así hablaba el
padre a sus hijos:
"Vive, hijo, con tiento, y encomiéndate al
Dios que te crió, que te ayude, pues es tu
padre que te ama más que yo..." ( ). "(Os
exhorto) que tengáis gran cuidado de haceros
amigos de Dios, que está en todas partes y es
invisible e impalpable, y a él conviene darle
todo el corazón y el cuerpo, y mirad que no os
desviéis de este camino." ( ). También la
humildad, constancia, fortaleza y fe que
68
despliega, tenían raíces en su educación
ancestral: "... mirad que no presumáis, que no
os altivezcáis en vuestro corazón, ni tampoco
os desesperéis, ni os acobardéis en vuestro
corazón, sino que seáis humildes en vuestro
corazón y tengáis esperanza en Dios”66.
En el texto se ve claramente el primer mandamiento
de la ley de Dios: el amor a Dios, y de cómo son
aconsejados para que en todo le tengan respeto. En
el Catecismo de la Iglesia Católica67 encontramos
que se nos dice en lo referente al primer
mandamiento:
“El primero que los abarca la fe, la esperanza
y la caridad. En efecto, quien dice Dios, dice
ser un ser constante, inmutable, siempre el
mismo, fiel, perfectamente justo. De ahí se
sigue que nosotros debemos necesariamente
aceptar sus Palabras y tener en Él una fe y
una confianza completas. Él es todopoderoso,
clemente, infinitamente inclinado a hacer el
bien”68.
66
Fray Bernardino de Sahagún, Historia General de las cosas de la Nueva España, PP.
343 67
Catecismo de la Iglesia Católica (CIC), Coeditores Católicos de Méxcio, Nueva edición
conforme al texto latino oficial, Agosto 2011. 68
CIC, p. 565
69
En los dos textos citados vemos la palabra
esperanza, pero también encontramos la confianza y
fe que se deben tener para con Dios, la bondad que
es atribuible a Dios.
Los primeros evangelizadores dieron a conocer a
los indios un Dios lleno de amor y bondad, un Dios
salvador y protector, que todo lo invade y todo lo
hace por amor a sus hijos. En numerosos documentos
de la iglesia encontramos este dogma, pero aquí nos
apoyaremos en el Catecismo de la Iglesia
Católica. En sus páginas encontramos lo que se
pide a todo católico: el amor a Dios sobre todas
las cosas, vivir con respeto y sinceridad pues
Dios todo lo ve y sabe todo lo que hacemos; creer
en la filiación de Cristo con el padre, obrar
rectamente, practicar el bien, alcanzar la
perfección en la caridad, la santidad, etcétera.69
También encontramos lo que se dice sobre la
justicia, la virtud moral que consiste, según la
tradición, en la constante y firme voluntad de dar
a Dios y al prójimo lo que les es debido. La
justicia para con Dios es llamada “la virtud de la
religión”. Para con los hombres, la justicia
dispone a respetar los derechos de cada uno y a
establecer en las relaciones humanas la armonía que
69
CIC p.443
70
promueve la equidad respecto a las personas y al
bien común. El hombre justo, evocado con
frecuencia en las Sagradas Escrituras, se
distingue por la rectitud habitual de sus
pensamientos y de su conducta con el prójimo70.
“Siendo juez no hagas injusticia, ni por favor del
pobre, ni por respeto al grande: con justicia
juzgarás a tu prójimo”71; “Amos, dad a vuestros
esclavos lo que es justo y equitativo, teniendo
presente que también vosotros tenéis un Amo en el
cielo”72.
Todos estos preceptos cristianos pudieron
relacionarse fácilmente con la educación que Juan
Diego había recibido como instrucción religiosa
previa. Esto, aunado a la formación que recibió de
sus abuelos y padres, le pudo haber llevado a una
conversión más transparente y sincera para adoptar
el cristianismo.
Como podemos ver, las bases morales de los nahuas
no provenían de una simple motivación personal,
sino que sus fundamentos éticos eran sólidos, y su
disciplina, muy severa.
70 CIC p. 461 71
Lv 19, 15
72
(Col 4, 1).-CIC p.461
71
Ya he dicho antes que las instituciones educativas
en el mundo náhuatl eran el Tepochcalli o
Calmecac; y que en el primero ingresaban los
plebeyos, y los de la nobleza en el segundo. Se
dice sin embargo que algunos plebeyos podían
ingresar al Calmecac; los que tenían esta suerte
eran pocos, pues dependía de su origen. Podemos
pensar que Juan Diego recibió su educación en el
Calmecac, a pesar de su condición de indio
macehual, pues su origen era humilde pero
privilegiado y además de que poseía profundos
conocimientos de las cosas divinas. Juan Diego
también prestó servicio en el templo de
Tezcatlipoca como lo hacían todos los jóvenes entre
18 y 20 años; esto les ayudaba a formarse para el
servicio a la república73.
73
Cfr. López Austin, Alfredo, La educación de los antiguos nahuas 1, pp. 70-75
72
3.3.- Flor y Canto
Dentro de la cultura náhuatl existía un concepto
que maravillaba y explicaba el sentido de la vida:
la flor y canto. Esta noción podemos relacionarla
con la poesía, pues cuando ellos recitaban sus
textos literarios, expresaban el sentido y origen
del universo y del ser humano. En estos rituales
se manifestaban el amor, la belleza y el heroísmo
con que reflexionaban sobre el quehacer en este
mundo, esto es, haber nacido para servir a sus
dioses. Como explicamos desde el inicio de este
trabajo, los nahuas tenían la concepción de un solo
Dios que era el dador de la vida, y sus dioses
intermediarios eran las vías o formas para rendir
culto a ese Dios único, por quien se vive. Por
todo esto, desde su radical inferioridad humana
buscaron una forma bellísima y dignificante de
conocer a Dios y al mundo, y esto fue por medio de
la flor y el canto74:
“Y es que persuadidos como estaban los
pensadores nahuas de la fugacidad de todo
cuanto viene a existir sobre la tierra y
considerando a esta vida como un sueño, su
posición ante el problema de ¿qué es lo
74
Cfr. Guerrero, José Luis; Flor y Canto: del nacimiento de México, pp. 359-360.
73
verdadero?, no pudo ser, en modo alguno, la
aristotélica de una adecuación de la mente de
quien conoce con lo que existe. Este tipo de
saber era para los tlamatinime casi del todo
imposible: puede ser que nadie diga la verdad
sobre la tierra. Más su respuesta: lo único
verdadero en la tierra es la poesía: flor y
canto, no lleva tampoco lo que llamaríamos un
escepticismo universal y absoluto. Porque, en
cualquier forma, la verdadera poesía implica
un peculiar modo de conocimiento, fruto de una
autentica experiencia interior, o, si se
prefiere, resultado de una intuición. La poesía
viene a ser entonces la expresión oculta y
velada, que, con las alas del símbolo y la
metáfora, lleva al hombre a balbucir y sacar
de sí mismo lo que en una forma, misteriosa y
súbita, ha alcanzado a percibir”75.
Vemos entonces que Flor y Canto es para el mundo
náhuatl algo grande y bello; en la belleza de las
flores veían la grandeza de Dios, del único Dios
como ellos le decían “Nelli Teótl”. Para sentir y
entender lo bello se requiere de un discernimiento
75
León Portilla, Miguel, La Filosofía Nauhatl, cap. 4, pp 143-144, Flor y Canto PP361-
362.
74
que involucra los sentimientos y la razón: rostro
y corazón.
Entender la belleza de esta naturaleza que ellos
tanto respetaban, no se lograba sino en la
búsqueda de una plena identidad entre el corazón y
los sentimientos humanos.
Para el Tlamatini, la verdad se captaba de manera
incluyente e integral, pues ni la sola razón, ni
la pasión, ni la corporeidad por separado eran
capaces de alcanzar la sabiduría, ésta sólo se daba
con la unión de todos estos elementos (para ellos
saber, era sentir y conocer) Así pues, la verdad
estaba dada en la flor y canto, en esta integración
que une tanto la belleza como el conocimiento de
Dios (era la verdad-belleza)76.
Juan Diego recibió todos estos conocimientos acerca
de la interpretación de la naturaleza, y por esto,
podemos inferir que sus aspiraciones no tenían que
ver con las grandezas terrenales, sino con las
espirituales. Es por ello que cuando se presenta
el acontecimiento Guadalupano, él se encontraba en
proceso de adquirir la fe cristiana, la cual pudo
comprender de manera más fácil, gracias al
conocimiento de su propia cultura.
76
Cfr. Sandra Anchondo “La educación de la afectividad y la formación de virtudes
morales en los antiguos mexicanos” en Roqueñi Rello, José Manuel (comp.), La educación de la afectividad en México, pp. 95-99
75
4.- La Santidad de un indígena
En el credo de la religión Católica ser santo
significa participar de la santidad de Dios77. Se
predica en él que Dios nos ha llamado y nos
capacita a todos a ser santos: "Sean santos...
porque Yo, el Señor, soy santo"78. Cristo vino al
mundo para hacer posible nuestra santidad. Es por
eso que en el Nuevo Testamento se le llama
"santos" a los cristianos79. Son santos sólo si
viven su fe80. Los santos que dentro del credo
católico han muerto, los recordamos como seres
llenos de la gracia de Dios aquí en la tierra como
en su presencia en el cielo. Porque los ejemplos
que hemos recibido de ellos nos dan testimonio de
que su santidad comenzó en la tierra.
De acuerdo con la fe cristiana, el mundo terrenal
es el lugar donde el hombre se construye y se
constituye, pero también es el lugar donde Dios se
hace presente a todas las personas para que,
usando su libre voluntad, se conviertan en hombres
77
La santidad de Dios es el hogar inaccesible de su ministerio eterno. Lo que se
manifiesta de Él en la creación y en la historia, la Escritura lo llama Gloria, la irradiación de su Majestad. CIC. 2809. 78
Lev 19,2; Mt 5, 48
79
1Cor 1, 12; Rm 1, 5; 1Pe 1, 15-16
80
Me refiero al modo de vida que se tenía en el mundo Nauhatl, con respeto y dignidad a
su dios y a los hombres, tal cual como lo menciona la Biblia en Santiago 2, 18, no hay fe sin obras.
76
de bien. Así, en lugares donde no se ha predicado
el Evangelio de Jesucristo, se pueden encontrar
diversas manifestaciones de Dios, esto es,
semillas del Verbo. Esto mismo sucedió en el caso
de las tierras del altiplano central de este
territorio, en donde existieron, y aún existen,
diversas manifestaciones rituales que buscan
agradar al Dios supremo.
La doctrina cristiana enseña que el deseo de Dios
está inscrito en el corazón de cada hombre; buscar
la felicidad es un don sobrenatural, porque el
hombre ha sido creado por Dios y para Dios; y Dios
no cesa de atraer hacia sí al hombre, y sólo en
Dios encontrará el hombre la verdad y la dicha que
no cesa de buscar. Por ello Dios da al hombre la
libertad, que viene a ser la fuerza de crecimiento
y maduración en la verdad y la bondad; conceptos
que encontramos en el mundo náhuatl. Porque la
libertad alcanza su perfección cuando se ordena a
Dios; así también lo buscaban los antiguos en su
actuar diario81.
“La razón más alta de la dignidad humana
consiste en la vocación del hombre a la
comunión con Dios. El hombre es invitado al
diálogo con Dios desde su nacimiento; pues no
81
Cfr. CIC p. 447
77
existe sino porque, creado por Dios por amor,
es conservado siempre por amor; y no vive
plenamente según la verdad si no reconoce
libremente aquel amor y se entrega a su
Creador”82.
En este sentido Juan Diego se convierte en el
puente entre la religiosidad náhuatl, llena de
simbolismo y tradición como ya hemos visto, y la
nueva religión. Las bases, vuelvo a repetir, de la
educación que Juan Diego recibió, son la fuente de
inspiración y madurez que llevaron a que este
indio fuera elegido de entre todos para ser el
mensajero de la Virgen, pues era capaz de entender
y aceptar su mensaje, convirtiéndose así en ejemplo
a seguir para sus hermanos, vecinos y para todo
creyente.
Como veremos a continuación en los diálogos que se
dan entre la Virgen y Juan Diego, puede
vislumbrarse, la sencillez y humildad que en Juan
Diego representan estas mismas características en
el ideal de todo el pueblo nahua. En Juan Diego es
dignificada toda esta cultura llena de grandeza
espiritual, mal interpretada por unos cuantos,
pero revalorada por otros.
82
GS 19,1.(Constitución Pastoral, Gaudium et Spes)
78
4.1.- Semillas del Verbo
Ya antes dije que los españoles, a su llegada al
nuevo continente, se encontraron con un pueblo que
practicaba una vida espiritual profunda y rica.
Existía en Tenochtitlan un fuerte sentido
religioso, además de unas tradiciones arraigadas
que buscaban perpetuar el sentir común del pueblo.
Desde una perspectiva cristiana, podemos decir que
ningún pueblo ha florecido a espaldas de Dios,
pues como dice la Biblia:
“Él creó, de un solo principio, todo el linaje
humano, para que habitase sobre toda la faz de
la tierra y determinó con exactitud el tiempo y
los límites del lugar donde habían de habitar,
con el fin de que buscasen a Dios, para ver si
a tientas le buscaban y le hallaban; por más
que no se encuentra lejos de cada uno de
nosotros; pues en él vivimos, nos movemos y
existimos”83.
“Amas a todos los seres y nada de lo que
hiciste aborreces, pues, si algo odiases, no
lo hubieras creado. Y ¿cómo podría subsistir
cosa que no hubieses querido? ¿Cómo se
83
Hch 17,26-28
79
conservaría si no la hubieses llamado? Más tú
todo lo perdonas porque todo es tuyo, señor
que amas la vida”.84
Con estas dos citas podemos notar cómo Dios está
presente en toda la creación; no hay rincón de la
tierra que Él no gobierne, porque en todo ha
puesto su bondad y perfección. Por todo esto,
podemos afirmar que las semillas del verbo estaban
ya presentes en la cultura náhuatl y desde luego
en la vida de Juan Diego, como lo atestiguan
quienes lo conocieron. Y por esto sabemos que,
según la iglesia católica, Juan Diego es santo,
pues dice el Papa Benedicto XVI:
"Santo es aquel que está tan fascinado por la
belleza de Dios y por su perfecta verdad que
éstas lo irán progresivamente transformando.
Por esta belleza y verdad está dispuesto a
renunciar a todo, también a sí mismo. Le es
suficiente el amor de Dios, que experimenta
y transmite en el servicio humilde y
desinteresado del prójimo"85.
84
Sb 11, 24-26
85
www.pildorasdefe.net/aprender/fe/Que-es-ser-Santo-Como-serlo-Una-hermosa-
explicacion-de-Benedicto-XVI
80
Como he venido explicando, los huehuehtlahtolli
son textos morales que también dan cuenta de las
semillas del Verbo en la cultura náhuatl; la
exhortación que se hace en ellos para respetar
toda la creación, desde hombres y animales, está
dicha en las siguientes palabras:
“Contigo tienes a punto tus sandalias, bordón
y azada, con lo demás que pertenece a tu
oficio, pues eres labrador, para ir a tu
trabajo y labranza en que los dioses te
pusieron, y tu dicha y ventura fue tal; y que
sirvas a otro en pisar barro y hacer adobes.
En ello ayudas a todo el pueblo y al señor; y
con estas obras tendrás lo necesario para ti,
y tu mujer y tus hijos. Toma lo que pertenece
a tu oficio. Trabaja, siembra y coge, y come
lo que trabajares. Mira no desmayes ni tengas
pereza, porque si eres perezoso y negligente,
¿cómo vivirás y podrás caber con otro? ¿qué será
de tu mujer y de tus hijos? El buen servicio,
hijo, recrea y sana el cuerpo, y alegra el
corazón”86.
En este texto podemos rescatar nociones de bondad,
de amor al próximo y al mismo Dios, y así como éste,
86
López Austin, Alfredo, la educación de los antiguos nahuas I, pp 42-43
81
encontramos otros que nos ayudan a conocer la
moral que existía desde antes de la conquista.
Un ejemplo más de la noción de bondad que tenían
los nahuas, la encontramos en las exhortaciones
que hacían a sus gobernantes:
“Habéis llegado al señorío, os habéis acercado
a la nobleza; tenedles temor, que no os
embriaguen, que no os hagan orgullosos; con
mansedumbre responded porque es lugar de
vecinos, lugar del pueblo; ciertamente, con
tranquilidad haréis vuestro cometido,
pacíficamente lo estableceréis. Con
mansedumbre, con alegría responded al señor, al
de linaje; con la palabra de la gente del
pueblo, de tal manera, así bien tomaréis la
tierra, el monte, es como bien haréis el
señorío, la nobleza. En ninguna parte
ocasionéis disputa entre los señores, entre
los de linaje; no arruinéis la estera, el
sitial. Y apaciblemente dialogad acerca del
que se levanta, del que se arrastra, y de
águila, del ocelote”87
87
Miguel León Portilla y Librado Silva Galeana, Huehuetlatolli, p. 181
82
Volvemos pues a comprobar la noción de bondad que
fundamentaba el modo en el que estos naturales
vivían, pues vemos que las palabras del Evangelio
estaban ya presentes en la vida cotidiana de esta
cultura.
83
5.- El Nican Mopohua.
El Nican Mopohua, es el texto en el que se relatan
las apariciones de la Virgen María de Guadalupe al
indio Juan Diego. Fue escrito en Náhuatl
aproximadamente entre 1540 a 1545 por el indio
noble y sabio Don Antonio Valeriano (1520-1605),
alumno de Bernardino de Sahagún, quien fuera el
principal recopilador de los huehuehtlahtolli y
profesor del colegio intercultural de la Santa
Cruz (donde Valeriano estudió). A la muerte de su
autor, el manuscrito original pasó a manos de Don
Fernando de Alva Ixtlilxóchitl, quien realizó la
primera traducción del Náhuatl al castellano, de
la que se tiene noticia en el año de 1688, y que
fue publicada por el sacerdote Jesuita Francisco
de Florencia, en su Estrella del Norte88.
Don Carlos de Sigüenza y Góngora (1645-1700),
sacerdote Jesuita heredó el manuscrito. A la
muerte de este último, sus manuscritos y demás
documentos heredados de su padre, pasaron al
Colegio de San Pedro y San Pablo y de ahí a la
Biblioteca de la Real Universidad de México. En
1792, un incendio destruyó gran parte de esta
88
Cfr. Valeriano, Don Antonio, Nican Mopohua; Traducción del Náhuatl al Castellano por
el Presbítero Mario Rojas Sánchez, P. Manuel Robledo Gutiérrez, E.D. Tlanepantla, Mex., 13 de junio de 1978. Pp. 3-6
84
Biblioteca, por lo que el entonces Virrey
Revillagigedo ordena que los libros que se
encontraban ahí fueran trasladados a España. Sin
embargo, los documentos de Sigüenza y Góngora sí
permanecieron en México mucho después de la
Independencia. En 1847 cuando México es invadido
por los norteamericanos, entre los saqueos que
éstos hicieron, estaban el grueso de la magnífica
Biblioteca de la Universidad y los manuscritos y
los documentos de Sigüenza y Góngora. Muchos de
estos textos fueron mandados a Estados Unidos. El
Nican Mopohua se conserva hoy en Nueva York.
Retomaré el Nican Mopohua para analizar las
apariciones de la Virgen. No pretendo hacer un
recuento detallado de éstas, pero sí enunciaré sus
aspectos relevantes para resaltar la importancia
de la elección de Juan Diego como mensajero. Como
ya he dicho antes, a pesar de que Juan Diego era
un indio macehual, pertenecía a la nobleza de su
comunidad, por lo que fue bien educado, y conocía
el significado de los cantos y las flores para su
cultura. Además, poseía un corazón humilde y lleno
de gracia, efecto de su educación moral en el
respeto y obediencia a sus mayores. Todos estos
antecedentes le hicieron entender lo que sucedía al
momento que pasaba por la vereda del cerro del
85
Tepeyac; he aquí lo que se cuestiona Juan Diego al
escuchar los cantos muy de madrugada:
“¿Por ventura es mi mérito, mi merecimiento lo
que ahora oigo? ¿Quizá solamente estoy soñando?
¿Acaso estoy dormido y sólo me lo estoy
imaginando? ¿Dónde estoy? ¿Dónde me veo? ¿Acaso
ya en el sitio del que siempre nos hablaron
los ancianos, nuestros antepasados, todos
nuestros abuelos: en su tierra florida, en
su tierra de nuestro sustento, en su
patria celestial?”89
89
Cfr. Ibid. Pp. 14-16
86
5.1.- Primer encuentro con la Virgen90
Durante su primer encuentro, la Virgen llama a
Juan Diego como se llama a un hijo, a un ser que
se ama. Durante la interlocución que se da entre
los dos, se puede apreciar que las palabras de
ambos salen del corazón:
V.M.- Mi Juanito, mi Juan Dieguito.
V.M.- Escucha bien, hijito mío el más pequeño, mi
Juanito: ¿A dónde te diriges?
J.D.- Mi señora, mi reina, mi muchachita, allá
llegaré a tu casita de México Tlatelolco. Voy en
pos de las cosas de Dios que se dignan darnos,
enseñarnos, quienes son imágenes del Señor, nuestro
Dueño, nuestros sacerdotes.
V.M. Ten la bondad de enterarte, por favor pon en
tu corazón, hijito mío el más amado, que yo soy la
perfecta siempre Virgen Santa María, y tengo el
privilegio de ser Madre del verdaderísimo Dios, de
Ipalnemohuani, (Aquel por quien se vive), de
Teyocoyani (del Creador de las personas), de
Tloque Nahuaque (del Dueño del estar junto a todo
y del abarcarlo todo), de Ilhuicahua Tlaltipaque
90
Cfr. Ibidem.
87
(del Señor del Cielo y de la Tierra). Mucho
quiero, ardo en deseos de que aquí tengan la bondad
de construirme mi templecito, para allí mostrárselo
a Ustedes, engrandecerlo, entregárselo a Él, a Él
que es todo mi amor, a Él que es mi mirada
compasiva, a Él que es mi auxilio, a Él que es mi
salvación. Porque en verdad yo me honro en ser
madre compasiva de todos Ustedes, tuya y de todas
las gentes que aquí en esta tierra están en uno, y
de los demás variados linajes de hombres, mis
amadores, los que a mí clamen, los que me busquen,
los que me honren confiando en mi intercesión.
Porque allí estaré siempre dispuesta a escuchar su
llanto, su tristeza, para purificar, para curar
todas sus diferentes miserias, sus penas, sus
dolores. Y para realizar con toda certeza lo que
pretende Él, mi mirada misericordiosa, ojalá
aceptes ir a al palacio del Obispo de México, y le
narres cómo nada menos que yo te envío de embajador
para que le manifiestes cuán grande y ardiente
deseo tengo de que aquí me provea de una casa, de
que me levante en el llano mi templo.
Absolutamente todo, con todos sus detalles, le
contarás: cuanto has visto y admirado, y lo que
has oído. Y quédate seguro de que mucho te lo voy
a agradecer y a pagártelo, pues te enriqueceré, te
glorificaré, y mucho merecerás con esto que yo
88
recompense tu cansancio, tu molestia de ir a
ejecutar la embajada que te confiero. Ya has oído,
Hijo mío el más amado, mi aliento, mi palabra:
¡Ojalá aceptes ir y tengas la bondad de poner todo
tu esfuerzo!
J.D.- Señora mía, mi Niña, por supuesto que ya voy
para poner por obra tu venerable aliento, tu amada
palabra. Por ahora de ti me despido, yo, tu
humilde servidor91.
En este diálogo podemos ver cómo el indio Juan
Diego no tiene miedo de la presencia de la Virgen
María; así desde luego puede notarse un cierto
asombro, pero no es de duda sino de felicidad por
encontrarse ese tesoro tan maravilloso. Juan Diego
reconoce que es la madre del creador incluso antes
de que ella le explicara, y no titubea en
obedecerle. Es de notar que la Virgen se comunica
en su lengua y se presenta como la madre del
verdadero Dios. La doctrina cristiana ya está
arraigada en Juan Diego, pues como se enseñaba en
ella, a la imagen de Dios y a sus cosas ten mucho
respeto y reverencia, y ora delante de El con
mucha devoción, y ve inclinándote a la imagen del
varón digno Jesucristo92
91
Ibid. P. 16
92
Cfr. Miguel León Portilla y Librado Silva Galeana, Huehuetlatolli, pp.167-168
89
La "mirada compasiva” de la que habla la Virgen se
refiere, desde luego, a su Hijo, pero también hace
referencia a la manera como ella mira a Juan Diego
en particular, y a los hombres en general. Es una
mirada que no se da de frente, sino de soslayo,
como tenía que hacerla toda doncella bien educada,
tal como le enseñaba la madre a su hija: ".. no
irás siguiendo con la mirada a la gente, no mirarás
de frente a las personas.." ( ), y tal como se
suponía que miraba Dios mismo: ".. el Señor del
cielo, el amado, el digno de ser rogado, que de
través, de lado nos ha mirado a nosotros...93"
En estas enseñanzas nada más bello y hermoso
podemos encontrar, porque ellos tenían tanta
hambre de Dios, pero no del Dios que trajo la
conquista, sino de un Dios universal, pues ellos
así lo concebían; aunado a esto se presenta la
Virgen María en la advocación de Guadalupe y hace
más fuerte este deseo y de todos los que aquí
habitaban; y un toque excepcional escogiendo a un
indio de humilde linaje y que lo eleva a lo más
alto de los cielos.
93
Miguel León Portilla y Librado Silva Galeana, Huehuetlatolli pp. 92-93
90
5.2.- Segundo encuentro con la Virgen
Este segundo encuentro se da cuando Juan Diego
regresa a casa y pasa a informar a la Virgen que
su encomienda no fue bien recibida pues el Obispo
no tomó en serio su mensaje:
J.D.- Dueña mía, Señora, Reina, Hijita mía la más
amada, mi Virgencita, fui allá donde Tú me enviaste
como mensajero, fui a cumplir tu venerable
aliento, tu amable palabra. Aunque muy
difícilmente, entré al lugar del estrado del Jefe de
los Sacerdotes. Lo vi, en su presencia expuse tu
venerable aliento, tu amada palabra, como tuviste
la bondad de mandármelo. Me recibió amablemente y
me escuchó bondadosamente, pero, por la manera como
me respondió, su corazón no quedó satisfecho, no lo
estima cierto. Me dijo: Otra vez vendrás, aún con
más calma te oiré, muy aun desde el principio
examinaré la razón por la que has venido, tu deseo,
tu voluntad. Me di perfecta cuenta, por la forma
cómo me contestó, que piensa que el templo que Tú
te dignas concedernos el privilegio de edificarte
aquí, quizá es mera invención mía, que tal vez no es
de tus venerados labios. Por lo cual, mucho te
ruego, Señora mía, mi Reina, mi Virgencita, que
ojalá a alguno de los ilustres nobles, que sea
91
conocido, respetado, honrado, a él le concedas que
se haga cargo de tu venerable aliento, de tu
preciosa palabra para que sea creído. Porque yo en
verdad no valgo nada, soy mecapal, soy cacaxtle,
soy cola, soy ala, sometido a hombros y a cargo
ajeno, no es mi paradero ni mi paso allá donde te
dignas enviarme, Virgencita mía, Hijita mía la más
amada, Señora, Reina. Por favor, perdóname:
afligiré tu venerado rostro, tu amado corazón. Iré a
caer en tu justo enojo, en tu digna cólera,
Señora, Dueña mía.
V.M.- Escucha, hijito mío el más pequeño, ten por
seguro que no son pocos mis servidores, mis
embajadores mensajeros a quienes podría confiar que
llevaran mi aliento, mi palabra, que ejecutaran mi
voluntad; mas es indispensable que seas
precisamente tú quien negocie y gestione, que sea
totalmente por tu intervención que se verifique,
que se lleve a cabo mi voluntad, mi deseo. Y
muchísimo te ruego, hijito mi consentido, y con
rigor te mando, que mañana vayas otra vez a ver al
Obispo. Y de mi parte adviértele, hazle oír muy
claro mi voluntad, mi deseo para que realice, para
que haga mi templo que le pido. Y de nuevo
comunícale de que manera nada menos que yo, yo la
92
siempre Virgen María, la Venerable Madre de Dios,
allá te envío de mensajero.
J.D.- Señora mía, Reina, Virgencita mía, ojalá que
no aflija yo tu venerable rostro, tu amado
corazón; con el mayor gusto iré, voy ciertamente a
poner en obra tu venerable aliento, tu amada
palabra; de ninguna manera me permitiré dejar de
hacerlo, ni considero penoso el camino. Iré, pues,
desde luego, a poner en obra tu venerable
voluntad, pero bien puede suceder que no sea
favorablemente oído, o, si fuere oído, quizá no seré
creído; pero mañana, por la tarde, cuando se ponga
el sol, vendré a devolver a tu venerable aliento, a
tu amada palabra lo que me responda el Jefe de los
Sacerdotes. Ya me despido, Hijita mía la más amada,
Virgencita mía, Señora, Reina. Por favor, quédate
tranquila.
V.M.- Así está bien, Hijito mío el más amado, mañana
de nuevo vendrás aquí para que lleves al Gran
Sacerdote la prueba, la señal que te pide. Con eso
en seguida te creerá, y ya, a ese respecto, para
nada desconfiará de ti ni de ti sospechará. Y ten
plena seguridad, Hijito mío predilecto, que yo te
pagaré tu cuidado, tu servicio, tu cansancio que
por amor a mí has prodigado. ¡Animo, mi muchachito!
que mañana aquí con sumo interés habré de esperarte.
93
De este segundo encuentro resaltan tres aspectos:
el regreso de Juan Diego agobiado por no ser
tomado en serio por el Obispo, la promesa de
volver a llevar el mensaje, insistiendo en que se
haga la voluntad de la señora del cielo y el
regreso ya con una esperanza por la señal pedida
por el Obispo.
Respecto a la primera cuestión, resalta la
preocupación de Juan Diego, la inocencia de un
indio que es encargado de llevar un mensaje de la
Señora Cielo. Juan Diego, en su fe, asume que el
Obispo va a creer sus palabras en cuanto él le
diga de quién vienen, pero la actitud incrédula
del Obispo le llena de tristeza. En esto hay que
destacar que la educación que Juan Diego recibió
ha puesto énfasis en la obediencia, servicio y
respeto a los mayores, más arriba de esto se
encontraba el servicio a Dios.
Al ver que no es tomado en serio, Juan Diego pide
a la Señora del Cielo que mande a otro mensajero y
más ella que tiene muchos, pues siente que no le
van a creer si vuelve a ir. Por ello, las
autoridades le piden a Juan Diego una señal, pues
el Obispo cree que la aparición no había sido sino
una alucinación del indio. Así, la señal que le da
la Virgen se convierte en la garantía de que Juan
94
Diego decía la verdad, lo cual llena de dicha al
indio.
Juan Diego es elegido por la Virgen María, por ser
un indio excepcional, que ha adoptado la fe
cristiana, y funge como eslabón perfecto entre la
cultura náhuatl, y la fe católica. En este indio,
la Virgen quiere resaltar la dignidad de la
persona y elevar la cultura de una nación
creciente que siempre ha tenido a Dios como Señor
y dueño de todo.
Juan Diego es un personaje humilde, pero lleno de
santidad, pues posee la capacidad de adaptación e
inculturación que el mensaje de la Virgen
necesitaba para ser escuchado. La delicadísima
afabilidad y ternura de la Virgen María no se
presenta en toda su grandeza, sino haciéndose
humilde para dirigirse a Juan Diego, al Obispo,
y a toda la Iglesia con autoridad de Reina. Por
ello es que dice; "Y de mi parte adviértele, hazle
oír muy claro mi voluntad, mi deseo para que
realice, para que haga mi templo que le pido. Y de
nuevo comunícale de que manera nada menos que yo,
yo la siempre Virgen María, la Venerable Madre de
Dios, allá te envío de mensajero”94
94
Cfr. Chávez Eduardo, La Verdad de Guadalupe, pp. 327-331
95
5.3.- Tercer encuentro con la Virgen
En este encuentro sucede lo que en toda persona
sencilla y humilde, que no quiere preocupar al amo
y lejos de decirle el problema que tiene, prefiere
resolverlo antes de causar molestias. Para este
momento, Juan Diego no quiere causar problemas a
la Señora del Cielo, pues se encuentra preocupado
por la salud de su tío, y está consciente de que
éste puede morir, por lo que va a buscar un
sacerdote. En este momento se muestra la parte más
humana y sencilla de Juan Diego, quien cree que
puede escabullirse de la mirada de una mujer que
lo puede todo, pues Dios está con ella.
Según este relato, la Virgen sabía de las
aflicciones de Juan Diego, pero aún así le pide una
explicación cuando sale a su encuentro. Las tres
preguntas que le hace la Virgen nos dejan en claro
que ella todo lo sabe y todo lo entiende: “¿Qué
hay, Hijo mío el más pequeño? ¿A dónde vas? ¿A dónde
te dirijes?”95. Estas tres interrogantes pueden
resumirse en una sola: ¿Qué te pasa hijo mío? Ante
esto, Juan Diego se hace consciente de que quien
preguntaba era la cura misma para sus
95
Cfr. Ibid. P. 348
96
aflicciones,por lo que lo único que le resta es
justificarse y explicar la verdad.
J.D.- Si sigo de frente por el camino, no vaya a
ser que me vea la noble Señora, porque como antes
me hará el honor de detenerme para que lleve la
señal al Jefe de los Sacerdotes, conforme a lo que
se dignó mandarme. Que por favor primero nos deje
nuestra aflicción, que pueda yo ir rápido a llamar
respetuosamente el sacerdote religioso. Mi
venerable tío no hace sino estar aguardándolo.
V.M.- ¿Qué hay, Hijo mío el más pequeño? ¿A dónde
vas? ¿A dónde vas a ver?
J.D.- Mi Virgencita, Hija mía la más amada, mi
Reina, ojalá estés contenta; ¿Cómo amaneciste?
¿Estás bien de salud?, Señora mía, mi Niñita
adorada? Causaré pena a tu venerado rostro, a tu
amado corazón: Por favor, toma en cuenta,
Virgencita mía, que está gravísimo un criadito tuyo,
tío mío. Una gran enfermedad en él se ha asentado,
por lo que no tardará en morir. Así que ahora tengo
que ir urgentemente a tu casita de México, a
llamar a alguno de los amados de nuestro Señor, de
nuestros sacerdotes, para que tenga la bondad de
confesarlo, de prepararlo. Puesto que en verdad
para esto hemos nacido: vinimos a esperar el
tributo de nuestra muerte. Pero, aunque voy a
97
ejecutar esto, apenas termine, de inmediato
regresaré aquí para ir a llevar tu venerable
aliento, tu amada palabra, Señora, Virgencita mía.
Por favor, ten la bondad de perdonarme, de tenerme
toda paciencia. De ninguna manera en esto te
engaño, Hija mía la más pequeña, mi adorada
Princesita, porque lo primero que haré mañana será
venir a toda prisa.
V.M.- Por favor presta atención a esto, ojalá que
quede muy grabado en tu corazón, Hijo mío el más
querido: No es nada lo que te espantó, te afligió,
que no se altere tu rostro, tu corazón. Por favor
no temas esta enfermedad, ni en ningún modo a
enfermedad otra alguna o dolor entristecedor.
¿Acaso no estoy yo aquí, yo que tengo el honor de
ser tu madre? ¿Acaso no estás bajo mi sombra, bajo
mi amparo? ¿Acaso no soy yo la fuente de tu
alegría? ¿Qué no estás en mi regazo, en el cruce de
mis brazos? ¿Por ventura aun tienes necesidad de
cosa otra alguna? Por favor, que ya ninguna otra
cosa te angustie, te perturbe, ojalá que no te
angustie la enfermedad de tu honorable tío, de
ninguna manera morirá ahora por ella. Te doy la
plena seguridad de que ya sanó.
V.M.- Sube, Hijito mío queridísimo, arriba del
cerrito, donde me viste y te di órdenes. Allí verás
98
que están sembradas diversas flores: Córtalas,
reúnelas, ponlas juntas. Luego bájalas acá, aquí
ante mí tráemelas.
V.M.- Hijito queridísimo, estas diferentes flores
son la prueba, la señal que le llevarás al Obispo.
De parte mía le dirás que por favor vea en ella mi
deseo, y con eso ejecute mi deseo, mi voluntad. Y
tú... tú eres mi plenipotenciario, puesto que en ti
pongo toda mi confianza. Y con todo rigor te
ordeno que sólo exclusivamente frente al Obispo
despliegues tu tilma y le muestres lo que llevas.
Y le contarás con todo detalle cómo yo te mandé que
subieras al cerrito para cortar las flores, y todo
lo que viste y admiraste. Y con esto le conmoverás
el corazón al Gran Sacerdote para que interceda y
se haga, se erija mi templo que he pedido96.
Para concluir estos tres encuentros podemos
resaltar tres aspectos importantes: primero, vemos
a un indio de Fe madura97; segundo, la Madre de
Dios llena de gloria y majestad presente con
rasgos de la raza “mestiza”; y tercero, la promesa
cumplida de un mensaje que es entregado y de una
madre que honra su promesa.
96
Cfr. Ibid. Pp. 362-363
97
Me refiero a un hombre convencido de su creencia y la incorpora a su vida diaria.
99
1.- Un indio de fe madura: Juan Diego, desde que
es bautizado, escucha que los hombres a los que
más ama la madre de Dios son aquellos que viven en
castidad, por lo que su esposa y él deciden ser
castos desde ese momento. Eso habla de un hombre
que entiende las cosas de Dios. A esto hay que
añadir que era un indio que acudía a la doctrina, y
que a pesar de hacer largas caminatas vivía con
frecuencia la eucaristía y los sacramentos.
2.- La Madre de Dios llena de gloria y majestad
presente con rasgos de la raza mestiza: la
presencia de la Virgen María en el entorno indio
muy significativa. La cultura náhuatl, como lo
hemos visto, estaba inmersa en un profundo
simbolismo religioso. Las apariciones de la Virgen
refuerzan la fe y la esperanza en un pueblo
oprimido y esclavizado por el yugo del
conquistador; con esto ella quiere no sólo
reforzar la fuerza de la fe cristiana sembrada por
los primeros evangelizadores, sino demostrar que
en la misma raza del indio esta la fuerza del Dios
salvador.
3.- La promesa de un mensaje y de una que cumple
su promesa: el mensaje de la Virgen es claro: una
ermita para mostrar su ayate y dar a conocer su
mensaje. La Virgen cumple con la promesa pagarle a
Juan Diego sus servicios y lo llena de gloria y
100
majestad no sólo curando al tío, sino estando cerca
de él para siempre y concediéndole la dicha de
seguir conversando con ella y por su intersección
conceder favores.
101
5.4.- Juan Diego un ejemplo para el mundo de hoy
La vida de Juan Diego constó de dos grandes
momentos cuyo parteaguas fue, sin duda, la
conquista de los Españoles. La primera parte de su
vida, Cuauhtlatoatzin llevaba una existencia
normal, en el campo, cuidando el culto a sus
dioses, la familia y la comunidad. Como dicen los
testigos en las Informaciones Jurídicas de 1666,
Juan Diego era un buen indio; esto nos da a
entender que era bien portado, obediente, educado
y piadoso por todas las enseñanzas de sus
antepasados; no tenía hijos pero se dedicaba a su
mujer y parientes, se comenta que vivía con su tío.
Desde su nombre mismo, Cuauhtlatoatzin, el que
habla como águila, podemos inferir que Juan Diego
era un indio respetado entre sus iguales, y que
conocía y hablaba bien las cosas de su pueblo. El
año que pasó formándose en los templos según la
tradición, le dio todo el conocimiento sobre su
propia cultura, y la disposición para ser un
hombre de bien entre los suyos.
En el segundo momento de su vida, después de su
conversión, ya se puede hablar de Juan Diego como
un indio santo, con plena convicción en el
cristianismo. Pese a los sufrimientos de sus
102
hermanos que él presenciaba, Juan Diego estaba
convencido de la misericordia y la compañía de la
Señora del Cielo. Desde el momento en que se
presenta la virgen, Juan Diego entiende el
mensaje; no sólo la encomienda de ir con el
Obispo, sino el mensaje de salvación. Juan Diego
comprende que Dios no los ha abandonado y que
viene a consolarlos.
La Virgen María se le presenta a Juan Diego
ataviada con vestiduras resplandecientes que
evocan al Sol, cubierta de esmeraldas, turquesa y
jade, que son elementos que para los naturales de
esta tierra eran asociados a la divinidad, Por
esto, Juan Diego la identifica como venida del
cielo, para ese momento ya sabe que es la Madre de
Dios. En Juan Diego se da la fusión entre las
creencias de estos naturales y las cristianas; por
ello sabe que no tiene autoridad, ni prestigio
para presentarse ante el Obispo y lo hace por el
don que la Virgen le da de ser su mensajero, en
esto Juan Diego siente la fuerza y presencia de
Dios en él.
Podemos hacer una comparación entre los tiempos
del hecho Guadalupano y los los días actuales, para
saber qué ha cambiado y qué aprender del ejemplo
de Juan Diego. Al momento de las apariciones, la
“raza” indígena seguía añorando a sus dioses, tanto
103
que no concebían adoptar una nueva religión. Sus
tradiciones estaban tan arraigadas, que incluso
Fray Diego Durán dice que: “no hay gente en el
mundo, ni la ha habido, que con más temor y
reverencia honrasen a sus mayores que ésta, y así a
los que irreverenciaban a los viejos, padres y
madres, les costaba la vida98.”
Si reflexionamos sobre todos estos temas, nos
daremos cuenta que gran parte de esta cultura y
estos valores se han perdido, sobre todo lo que
tiene que ver con la formación de lo que es un
buen hombre, una buena mujer, una buena niña o
niño. Sin duda, el ejemplo de Juan Diego se ha
perdido al día de hoy, pues no se conserva ya la
cultura del respeto y la obediencia que este indio
caracterizaba.
De Juan Diego se puede decir que fue buen hombre,
buen indio, pues como su hombre lo dice,
Cuahutlatoatzin es el que habla como águila, el
que sabe y habla bien, el que lleva el mensaje y
conoce lo que significa. Todo esto fue Juan Diego,
quien entra en el selecto grupo de los mensajeros
de Dios junto con Juan Bautista, mensajero de la
venida de Cristo y Juan evangelista, de quien
también se dice que habla como águila por su
98
Guerrero Rosado José Luis, Flor y Canto, p. 323
104
lenguaje elevado y culto. Así, puedo decir que
Dios ya estaba obrando en Juan Diego desde antes
de la conquista, pues pese a todo, él tenía una
misión que cumplir.
El ejemplo y las enseñanzas que podemos rescatar
de Juan Diego es el de saber que todos las
personas estamos facultadas para algo, que no
somos perfectos, pero Dios nos ha señalado un plan
que debemos descubrir. Juan Diego no dudó en su
encomienda porque tenía conocimiento, comprende e
interpreta el hecho histórico que le tocó
protagonizar. Además de esto, confía y persevera
ante las adversidades. La perseverancia de Juan
Diego nos enseña que la perfección se logra poco a
poco y por medio del esfuerzo.
105
Conclusiones
La recolección de datos claros y precisos sobre la
vida de Juan Diego es una empresa difícil; sin
embargo, los textos consultados para este trabajo,
nos permiten ver y reconstruir lo que fue la vida
y formación de nuestro personaje.
En este trabajo busqué centrarme en la educación y
la formación religiosa de la cultura náhuatl, pues
mi intención es demostrar que las enseñanzas y
prácticas de este pueblo no distaban mucho de las
enseñanzas cristianas; claro que son distintas
pero hay que reconocer que hay similitudes o
semejanza, sobre todo en lo que respecta al ideal
de hombre bueno, y al afán de agradar a Dios en
todo momento. La naturaleza del hombre tiene una
tendencia natural al bien, pues como lo dice santo
Tomás, todos tenemos esa disposición al Bien
supremo. En todos los hombres de todos los tiempos
y culturas se puede notar esa búsqueda por agradar
a Dios, tal como lo hacían los egipcios, los
romanos, los griegos, etcétera.
Los fundamentos éticos de la cultura náhuatl eran
muy sólidos, tal como se puede ver en los
huehuehtlahtolli. En estos textos se cuentan los
106
castigos severísimos que recibía la gente si no
cumplía con las normas morales y sociales, tales
como hincarles en el cuerpo espinas de maguey o
darle de palos, tanto a los varones como a las
muchachas. También eran castigados en la ración de
alimentos. Durante el año que otorgaban de
servicio en el templo, los jóvenes aprendían
conductas piadosas, además de que se dice que
tenían tantas ocupaciones, que no se acordaban de
las cosas sensuales.
Este modo de vida tan rígido es parte de una
filosofía natural que les enseñó a los nahuas que,
para vivir de acuerdo a la virtud, era necesario
el rigor, la austeridad y las ocupaciones
continuas en cosas provechosas.
Esta filosofía moral propia de los nahuas puede
enseñarnos muchas cosas hoy en día; así como
también si nos tomamos en serio la moral
cristiana, como por ejemplo, que se requiere de un
esfuerzo constante para que las cosas buenas
sucedan y tengan el valor que merecen. Creo que es
necesario que rescatemos las raíces, recuperemos la
forma de ser de Juan Diego que nos enseña el
asombro y la tenacidad para entregarnos a los
demás, y darles el respeto que se merecen. Además,
Juan Diego nos enseña una forma de ser humildes
107
ante la divinidad; Juan Diego tiene claro su papel
de mensajero, y por encima de sus miedos, pone la
obediencia a la Virgen, que no le permite negarse
a sus peticiones. La obediencia es otro de los
valores que debemos rescatar, pues él no obedece,
se entrega sin medidas, vive el servicio del
mandato, no titubea y sube al cerro como se la ha
indicado.
108
Bibliografía
Bibliografía básica:
1.- Valeriano, Don Antonio, Nican Mopohua;
Traducción del Náhuatl al Castellano por el
Presbítero Mario Rojas Sánchez, P. Manuel Robledo
Gutiérrez, E.D. Tlanepantla México, 1978.
2.- León-Portilla, Miguel y Silva Galeana,
Librado, Huehuehtlahtolli: Testimonios de la
Antigua Palabra, Editoriales: SEP y FCE, México
1991.
3.- Guerrero Rosado, José Luis, Nican Mopohua: Aquí
se cuenta… el gran acontecimiento, Editorial:
Realidad, Teoría y Práctica, S. A. de C.V.,
Cuautitlán, Edo. De México, México, 2003.
4.- Guerrero Rosado, José Luis, Los dos mundos de
un indio santo, Cuestionario preliminar de la
Beatificación de Juan Diego, Editorial Realidad
Teoría y Práctica, S.A. de C.V., Cuauhtitlán, Edo.
De México, México 2001.
109
Bibliografía complementaria:
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Edición Conforme al texto latino oficial,
Coeditores Católicos de México, México, 2011.
2.- Chávez Sánchez, Eduardo, La Virgen de Guadalupe
y Juan Diego en las Informaciones Jurídicas de
1666, con facsímil del original, Editorial Varios,
Segunda Edición, México, 2002.
3.- Chávez Sánchez, Eduardo, La Verdad de
Guadalupe, Coedición: Insigne y Nacional Basílica
de Guadalupe e Instituto Superior de Estudios
Guadalupanos, Tercera Edición, Mexico, 2012.
4.- Chávez Sánchez, Eduardo, Juan Diego: una vida
de santidad que marcó la historia, Editorial
Porrúa, México, 2002.
5.- Estudios de Historia de la Filosofía en México,
Publicación de la coordinación de humanidades,
UNAM, México, 1963.
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