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Una parte de mí Loredana Vancea

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Una parte de mí… Quizá para muchos de vosotros será irreal lo que vais a leer a continuación, ¡pero os aseguro que es la dura verdad! Todo esto ocurrió en una pequeña ciudad de Rumanía.... No voy a utilizar palabras muy sofisticadas, primero porque no tengo ninguna preparación para hacer esto y segundo, porque es todo un reto escribir en un idioma que aprendí hace tan sólo cinco años. Sólo quiero escribir, tengo que escribir.....

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Una parte de míLoredana Vancea

Una parte de míVancea Loredana

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Una parte de mí…

Quizá para muchos de vosotros será irreal lo que vais a leer a continuación,

¡pero os aseguro que es la dura verdad!

Todo esto ocurrió en una pequeña ciudad de Rumanía....

No voy a utilizar palabras muy sofisticadas, primero porque no tengo ninguna preparación para hacer

esto y segundo, porque es todo un reto escribir en un idioma que aprendí hace tan sólo cinco años.

Sólo quiero escribir, tengo que escribir.....

© Loredana Claudia Vancea

Edita:

I.S.B.N.: 978-84-15649-98-4

Impreso en España

Reservados todos los derechos. Ninguna parte de esta publicación ni de su contenido puede ser reproducida, almacenada o transmitida en modo alguno sin permiso previo y por escrito del autor.

Índice

Pan y puños ........................................................................ 7

Ocurrencias que te marcan .............................................. 13

El poder de la mente ......................................................... 19

Encontrando dinero .......................................................... 23

A punto de morir ............................................................... 29

Cuidando a mi abuela ...................................................... 35

La muerte de mi padre ..................................................... 43

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Pan y puños

¡¡¡A veces hay que mirar atrás para poder seguir adelante!!!

Todo esto ocurrió en una pequeña ciudad de Rumanía, en una casa humilde con tres habitaciones y un pasillo; la habitación del medio tenía tres puertas, así que podías pasar de una habitación a otra (como en un tren) y esa habitación del medio era de mis padres. ¡Ahí ocurrieron tantas cosas!

Mi familia estaba formada por mis padres, mis tres hermanos y yo.

¡¡¡Yo era la tercera llegada en ese caos !!!!

¿Se puede escribir un libro sin nombres?

Yo creo que sí. Ya veré luego cómo me voy a dirigir a cada uno de ellos.

Cuatro niños, una madre que se casó con sólo quince años… un padre muy guapo, fuerte, con malos hábitos, malas influencias y mucho mal genio.

Era muy cabezón, a los dieciséis años se fue de su pueblo para aprender a ser chófer, pues quiso demostrar a sus padres de lo que era capaz. Mi padre era muy inteligente, hacía cosas de ingeniería sin tener estudios, cosas que funcionaban muy bien. Pero también bebía mucho alcohol y cuando se emborrachaba se transformaba en una fiera, pegaba muy fuerte a quien le caía en las manos, y cuando estaba así no le importaba quien fuera: su madre o alguno

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de sus hijos, aunque la mayoría de las veces, toda su furia la descargaba con mi madre.

Mi madre, hija única, tuvo una infancia bastante humilde, pero tranquila. Tranquilidad que se acabó para ella el día que se casó con mi padre.

Los padres antiguamente, obligaban a los hijos a casarse, aunque no tuvieran nada de experiencia. Para mí esto es como tirar un crío en una jungla sin conocer la jungla de nada.

Hoy en día, desgraciadamente algunos padres siguen igual. Es muy malo tener esa mentalidad, te crees que eres dueño de la vida de tus hijos. Déjalo que encuentre solo su camino, que haga lo que le apasione y tendrás un niño estupendo Si le estás diciendo todo el día que tiene que casarse, le estás empujando a cometer errores.

Mi madre ha sido muy bella de joven, muy buena persona y sé que su alma ha conocido muy poca felicidad, mucho miedo, tristeza y de vez en cuando un poco de alegría, que duraba poco. Su belleza con el paso de los años, le ha traído muchas problemas. Mi padre era muy celoso.

Muchas veces le preguntábamos que por qué no dejaba a mi padre y ella nos decía que: por nosotros…

Ahora estoy segura que era por miedo a él, pensaba que si volvía a casa de sus padres, no iba a solucionar nada porque en el fondo de su alma sabía que mi padre la iba a perseguir para siempre y no quería que les hiciera sufrir a sus padres también, pensaba que así sólo sufriría ella.

Creo que ha actuado mal sacrificándose la vida, al lado de un hombre que no sabía quererla, respetarla, cuidarla y protegerla, pero por otro lado también la entiendo, pues

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pensaba que ésa era su cruz y tenía que llevarla sola y aguantar lo inaguantable.

Me alegro tanto de que hoy en día las mujeres ya no toleren ese maltrato, que piden ayuda… Pero en la época de mi madre, las mujeres eran sumisas, callaban muchísimo y les podías leer el sufrimiento que llevaban dentro, en los ojos.

Vuelvo a mis hermanos, los cuatro hemos heredado la bondad de mi madre, pero dos de ellos han heredado también el mal genio y los malos hábitos de mi padre.

No cabe duda, que los cuatro hemos sufrido mucho en esa casa, pero creciendo cada uno hemos cogido otros caminos.

Nos unía el sufrimiento, ¡pero hemos sido tan distintos!

Psicológicamente los niños que crecen en un ambiente malo, tienen dos posibilidades que pueden desarrollar; la primera: odiar el alcohol y la violencia y la segunda: hacer lo mismo que ha vivido él de pequeño. Los cuatro somos muy sensibles pero fuertes, podemos aguantar muchos palos sin rendirnos, aunque nos duela.

Me acuerdo que muchas veces, nos encontrábamos con mi padre por el centro de la ciudad (él en compañía de sus amigos) y hacía como que no nos conocía.

Es muy duro ver que tu padre te ignora y les hace más caso a sus amigos.

Caminaban riendo hacia un bar, se lo pasaban muy bien y cuando llegaba a casa empezaba a gritar: ¡fueraaaaaa todo el mundo!, maldecía e iba a por nosotros a pegarnos.

La primera imagen que se me quedó grabada en el cerebro fue cuando yo tenía cuatro años, llegó muy tarde a casa y empezó el escándalo: ¡Fuera todo el mundo!

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Yo me quedé en la cama, sentada y asistí a una escena horrible. Cogió a mi madre, ella intentaba escapar pero no había manera. Estaba de espaldas encima de ella, pegándole y yo corrí hacia ellos, salté y le agarré del pelo a mi padre, era lo único que se me ocurrió hacer.

Cuando él se puso a maldecir gritando y se dio la vuelta para ver quién le molestaba, yo corría rápido hacia la cama, para que pareciera que yo no había sido. Repetí esa fase tres veces sin conseguir que mi madre se liberase de ahí, pero la cuarta vez, le tiré tan fuerte que mi madre por fin escapó.

Al día siguiente, no le podíamos ver los ojos a mi madre, estaban morados, hinchados; los brazos y la espalda igual; todo el cuerpo lleno de moratones.

Creo que desde esa misma noche, mi mente empezó a buscar soluciones siempre.

De pequeños nos ponía a trabajar duro, hemos tenido muchos animales: caballos, vacas, cerdos, cabras, gallinas, conejos… y también hemos tenido mucha tierra para trabajar. Había hectáreas de maíz y una huerta grande con hortalizas. Así que no había tiempo de ir al parque a jugar como todos los niños, en cuanto llegábamos a casa de la guardería o la escuela, teníamos que sacar los animales, a darles agua, a preparar remolachas y calabacines; había que cortar todo en una caldera grande, hacer fuego y poner todo a hervir para darles de comer a la noche a los animales.

No teníamos agua corriente y teníamos que ir a la fuente de la calle que estaba a cincuenta metros, a traer agua.

Los caballos y las vacas, necesitaban mucha agua, también se necesitaba cuando había que limpiar la ropa.

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Mi padre creo que llevó agua en dos o tres ocasiones solamente.

Tal vez por eso ahora tengo fuerza para coger un armario y ponerlo como me da la gana y no necesito ayuda de nadie…

Cada invierno, nos ponía a todos a sacar la nieve del porche, en la calle, delante de la casa y me acuerdo que había una montaña de nieve. Hubo un día en que mi hermano pequeño se dislocó el hombro cayendo de esa montaña de nieve.

En la habitación que daba en la calle, no entrábamos mucho, pues ésa era la habitación nueva, con muebles que compraron cuando se casaron mis padres, sólo entrábamos mi madre y yo para barrer y quitar el polvo.

En una o dos ocasiones al año, dormían los huéspedes. En esa habitación en un cajón al lado del espejo tenía guardado mi padre el dinero con un candado. Ocurrió que un día un niño de trece años, vecino que venía a menudo a nuestra casa, entró y levantó con un tenedor la parte de arriba del cajón y cogió toda la pasta. Mi padre enloquecido, nos pegó con una manguera con hierro (con esa manguera hacía orujo casero) hasta cansarse y seguía preguntándonos dónde estaba el dinero.

Llamó a la policía y nos cogieron las huellas y dijeron que nosotros no habíamos sido. Una vecina vio al chico que había entrado y así descubrieron quien había sido. Lo pillaron en la escuela, había comprado para toda la clase equipamiento de fútbol.

Mi padre ni siquiera nos dijo: «lo siento por haberos pegado tanto».

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En la habitación de mis padres, había una cama, un armario, un horno, y una mesa con cuatro sillas y en nuestra habitación dos camas altas de madera, dos armarios, otra mesa pequeña, un banco con respaldo y una tele vieja con lámparas que se estropeaban a menudo.

Las camas tenían colchones llenos de hojas de maíz secas, de vez en cuando mi madre metía las manos ahí y revolvía las hojas…, las almohadas y el edredón estaban llenos de plumas de gallinas, que se pegaban en el cabello y en la ropa.

Tengo que decir que no se dormía tan mal.

En nuestra habitación las camas estaban unidas y muchas veces a mi madre le dejábamos dormir donde se unía la cama con la pared, para que mi padre no llegara a pegarle. Y así, como las sardinas, hemos dormido muchas noches después que mi padre se cansaba de gritar, pegar y maldecir horas enteras.

Siempre hemos tenido la culpa de todo nosotros y él ninguna.

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Ocurrencias que te marcan

Todavía éramos pequeños cuando un día llegó mi padre a casa, con cuatro amigos. A mí me mandó a comprar otra botella de orujo. Bebían sin prisa, no les importaba nada que sus mujeres les estuvieran esperando.

A mi padre se le ocurrió algo para divertir a sus amigos, se acercó a la granja, cogió paja y la rompió en trozos pequeños delante de la casa, donde había un montón de piedras pequeñas (de vez en cuando traía un carro con los caballos lleno de piedras y las tiraba delante de la casa, para que no se hiciera tanto barro cuando llovía) y nos ordenó que recogiéramos toda la paja de rodillas.

Después de tantos años, aún veo ese dedo, ordenándonos y esa mirada llena de rabia y cuando vio que estábamos todos con las rodillas hinchadas se reía con sus amigos y decía: «¿vuestros hijos os hacen caso así?»

¡Qué remedio! Nos daba tanto miedo, todo el mundo temblaba cuando él estaba nervioso.

Y cuando no estaba borracho, no hablaba nada ni con nadie en casa. Teníamos pánico de preguntarle algo, porque siempre nos contestaba mal, seco o no nos contestaba nada y nosotros, delante de él esperando una respuesta que no llegaba.

Era tanta tensión la que había en esa casa que entre nosotros hablábamos en silencio para que no nos oyera y nos castigara de nuevo.