una mesa en laverónica. capítulo 1

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Page 1: Una Mesa en Laverónica. Capítulo 1
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Comensales: Carlos Aires & Guillermo MoraNarrador: Juan Jesús Torres

Una Mesa en LaVerónica es un proyecto de Diego Díez y Juan Jesus Torres sobre arte contemporáneo en colaboración con LaVerónica (C/Moratin 38, Madrid) y Neutra (neutra.es)

Puedes contactar con nosotros en:[email protected]

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La cita es a las 21.00. Nosotros llegamos media hora an-tes, queremos estar preparados. Nos espera Tati, una de las gerentes del Restaurante Laverónica (Calle Moratín 38, Madrid), un lugar que no pasa desapercibido. Ya famoso por su cocina, por su histórica relación con el arte, la li-teratura, una cultura que se respira también en el barrio, tras su reciente cambio de imagen se ha convertido en un referente de arquitectura interior. Decidimos la mesa, una redonda, cerca de la puerta. Entre comentarios alcanza-mos las nueve de la noche y con una puntualidad rigurosa llegan nuestros invitados, Carlos Aires (Ronda, 1974) y Guillermo Mora (Alcalá de Henares, 1980), dos artistas que desde su estudio compartido se han convertido en referen-tes en el arte nacional después de ser precursores de una generación formada en otros países. Empieza aquí Una Mesa en Laverónica.

Guillermo conocía el lugar y le sorprende la nueva deco-ración. Les hablo de Alonso Gil, autor de algunas de las obras que cuelgan de las paredes del restaurante. No es difícil romper el hielo con ellos, se prestan a las bromas, a la sonrisa. Tras dos minutos con nosotros ya hablamos el mismo idioma. Le contamos el proyecto, nuestra idea.

Pedimos una cerveza para comenzar, aunque ya hemos comen-zado. Diego comenta que el próximo curso estudiará fuera, pero mientras tanto su mejor aprendizaje puede ser este.

Guillermo Mora: En las escuelas te puedes encontrar profesores muy buenos, pero por lo general se parte desde la teoría y poco desde la práctica. No son gente que estén en activo.

Carlos Aires: La realidad actual de España demuestra que nuestro sistema educa-cional es un fracaso. En España hay carreras, sobre todo técnicas, de donde salen profesionales muy bien preparados pero no es el caso de las Bellas Artes… que ya podría renovar el nombre: Bellas Artes. Hice los cursos para el doctorado, pero me cansé muy pronto, no me lo creía y abandoné.

Hablo de mi experiencia en Granada, al igual que ellos también estudié Bellas Artes. Carlos recuerda algunos pro-fesores de la facultad, no siempre con buena experiencia, aun que si se acuerda con mucho cariño de Soledad Sevilla y Theótima Amo.

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Mi experiencia italiana se alargó casi dos años, un perio-do que me cambió la vida.

Diego insiste en la educación y en la necesidad de formar-se fuera. Carlos cuenta que realizó Erasmus en Holanda, el último año de facultad. Luego estudió en Estados Unidos y siguió su formación durante años en Bélgica.

Guillermo estuvo el último año de facultad en el Art Ins-titute de Chicago. Volvió a Madrid para hacer el máster y luego marchó de nuevo, a Roma, a la Real Academia de Espa-ña. Como Carlos, lo que tenía que ser una estancia corta, se convirtieron en dos años de permanencia en la capital italiana.

Pedimos dos platos al centro, Escabeche de pollo en una cama de ensalada y hojas de roble, le unimos también la Berenjena en Escabeche. Decidimos también los segundos. Guillermo, que conoce el restaurante, no lo duda y pide Mollejas a la plancha: “Están deliciosos, es el único lu-gar donde los como”. Carlos se decide por las Albóndigas de Pollo de Corral en Salsa en Pepitoria que comparte con Diego. Yo prefiero las Albóndigas de Ternera.

Hablo de Italia, de mi tiempo allí. Hablamos del idioma. Les cuento una anécdota sobre el dialecto que aprendí y la sorpresa que me llevé cuando escuché italiano en tele-visión.

Carlos: Lo que iba a ser un año se convirtieron en catorce, pero todo ocurrió casi sin planearlo. El azar fue y es un factor importante en mis decisiones.

Guillermo: Me fui con respaldo. Y la verdad es que muy agradecido, tenía un estudio, una estructura montada; vivía en un palacio en el centro de la ciudad, pero no deja de ser una burbuja, un tanto irreal. Vivir en aquella torre, aquel espacio, decías…¿qué coño es esto? Está genial porque sabes que es un tiempo limitado, pero no se contempla como modelo de vida.

Guillermo: Claro, fue la televisión la que unificó el italiano, un idioma muy frag-mentado. En realidad es un país fragmentado, nunca en ningún sitio he visto tanta diferencia entre norte y sur.

Carlos: Me encanta Italia. Mira que me gusta la cocina española, pero aún me gusta mas la italiana.

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Diego y Carlos hablan sobre Holanda, el próximo destino en el que Diego ha pensado. Guillermo recuerda que Diego estuvo en Café Dossier. Carlos, mientras, reflexiona sobre Holanda. No ha olvidado la conversación anterior y sigue dándole vueltas al sistema educativo. Conoce bien el Ben-elux y le asalta la comparación con nuestro modo de enten-der la formación académica.

Carlos: Yo creo que todo el mundo debería irse al menos unos años fuera de su país. Diego, ¿tú te has ido?

Diego Díez: Bueno estuve un mes y medio en Dinamarca más o menos.

Guillermo: Te tienes que ir más. Si no, nos levantamos ahora mismo de la mesa.

Carlos: Es que hablamos de Holanda, Bélgica…Conozco muchos artistas que dan clases en Facultades o cursos de postgraduado. Un artista puede impartir clases durante un año, dejarlo durante los dos siguientes, luego volver…Las posibilida-des dependen de tu carrera como artista, no como coleccionista de títulos, notas y diplomas. En España parece que esto no es importante y la experiencia real como artista no es un valor a tener en cuenta. Es absurdo y explica esa obsesión por coleccionar títulos, publicaciones, conferencias… Estoy convencido de que si no fuese obligatorio investigar para conseguir un diploma de doctorado y a la vez, ser doctor para asegurarte una plaza en una facultad, solamente investigarían los que realmente estuviesen interesados en ello.

A Carlos le llama la atención uno de los aperitivos a base de zanahoria. “Esto lo ponen mucho en Cádiz. Es un sabor totalmente árabe”. Guillermo es becario FPU, aunque esa beca acabe en una semana, “el día 11”, recuerda entre ri-sas.

Guillermo: Centrándome en lo que significa las siglas F.P.U., sinceramente no concibo un profesor universitario de Bellas Artes como un topo, un ratón de biblio-teca. No puedo entender cómo se puede discutir mi capacidad para dar clase, como si no estuviese preparado. Yo he conseguido cierto bagaje a través de mi trabajo y no creo que esté en inferioridad ante una persona que ha publicado los cuatro artículos de turno , pero que se encuentra muy lejano a la realidad del arte contem-poráneo.

Carlos: Porque el sistema es erróneo de partida. La gran renovación que necesita este país es precisamente esa, un nuevo sistema educativo…y político, claro.

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Guillermo estudió un año en el Art Institute de Chicago. Recuerda su experiencia a través de su sorpresa inicial.

El cambio no se puede hacer desde dentro porque la mayoría de los que están dentro, con algunas excepciones, aceptaron esas reglas del juego. Poco a poco te van domesticando y cuando ya te has bajado los pantalones es muy difícil bailar libremente Pero entonces, ¿quién cambia eso?

Guillermo: No interesa, para nada.

Carlos: Soledad Sevilla fue mi profesora en la facultad, y lo agradecí muchísimo, pero no porque fuese Soledad Sevilla, a quien admiro profundamente, sino porque te enseñaba desde su experiencia. En España la carrera universitaria se separa de la artística y es un gran error.

Guillermo: En principio podría parecer igual, pero hay diferencias. Allí el Depar-tamento de Pintura es el que lleva la voz cantante y te da la opción de presentar tu trabajo para optar a uno de los quince estudios que entregaban cada año. Imagina, un estudio en el centro de la ciudad, gratuito, disponible 24 horas, con tu llave personal y ¡vigilado por la guardia de seguridad de la universidad! Claro, más de media escuela optaba a aquella posibilidad, y no sólo gente que trabajaba con pintura, sino de cualquier disciplina. Sabían que si el Departamento veía algo en ti, te elegían sin importar demasiado los materiales que utilizases para tu obra. La lista superaba las 300 personas. El problema lo tuve cuando supe que no se podía entregar un dossier sino obra física.

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Guillermo acababa de llegar a la ciudad y se puso a tra-bajar inmediatamente con las limitaciones de vivir en un pequeñísimo apartamento, casi sin medios.

Tenía que pasar tres entrevistas. En la segunda encontró a una mujer de color, muy seria que mirándole fijamente le preguntó en español: “¿de dónde eres?”

Guillermo: Había gente que se presentaba incluso con camiones, montando una mega exposición en menos de veinte minutos. Y yo allí, con cuatro cositas colga-das de una pared y de repente, alguien del Departamento me pregunta; “¿y eso?”, “eso…eso es lo que he hecho”.

Tuve tiempo de explicar mi situación, pero ni así me entendieron del todo. Ellos esperaban una cronología en mi trabajo, ya sabéis, esta pieza es de este año, aque-lla de otro…

Guillermo: De Madrid, le contesté. Empezó a gritar “¡Ay mi amor, ay mi amor!”. Resultó ser puertorriqueña. Me contó que tenía una gran relación con Madrid y de repente me dijo, “Yo creo en ti, voy a hacer que tú estés aquí”. Me defendió mucho, insistió en que yo merecía uno de sus estudios hasta que me lo dieron. Lo que pensé fue, “ no la voy a defraudar ni de coña”.

Le pregunto si aquella experiencia cambió su manera de en-tender su propio trabajo. Desde aquellas piezas colgadas de la pared hasta sus nuevas obras, que buscan el encuen-tro con el espacio.

Guillermo: Sí, claro que fue un cambio muy fuerte, bueno fue un periodo de cambios. Yo solicité la estancia en Chicago a la vez que en Estocolmo, ésta porque me atraía mucho su idea de universidad y la primera porque está lo suficientemente lejos. Y es que mi estudio se quemó muy poco tiempo antes de solicitar esa beca. Además fue un incendio provocado, no hacia mí, compartía estudio, pero realmen-te fue una putada porque perdí todo lo que había hecho hasta ese momento. Pero por otro lado, pensé: pues a tomar por culo, empiezo de nuevo, parto de cero.

Y es que en cierto modo tener un estudio puede ser un lastre, es decir, tienes que mantenerlo, esté como esté, estés donde estés o como estés, diría que más que una casa porque es el motor que te hace tener luego la casa y no la casa la que te hace tener el estudio; es, de alguna manera, tu empresa. En ese momento no lo veía así, pero con el tiempo comencé a verlo de otro modo.

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Jesús Regueira llega al restaurante, cenará con Tati y algunos amigos más. El trabajo que ha realizado en el res-taurante, en su proceso de modernización es apasionante y admirable.

No supuso un punto de partida, pero sí un punto de inflexión en su carrera, un nuevo impulso.

Llega el momento del vino. Como habíamos acordado con nuestra camarera ella decidiría buena parte de lo que de-gustásemos esa noche. “Tenemos Habla del Silencio”, “ese vino es estupendo”, responde Carlos. Le pregunto si su experiencia holandesa fue parecida a la americana de Gui-llermo.

Ya no tendría que pedir más favores, que me ayudasen en transportes, que cuida-sen de mis cosas…Que le den a todo, se ha quemado y me voy. Me abrí a nuevas expectativas, tenía muchas ganas de probar cosas diferentes en mi trabajo que aquí no podía realizar por el clasicismo del sistema universitario, y me di cuenta que lo que aquí planteaba y me encontraba con un no como respuesta, allí me decían que sí. Arranqué, definitivamente, arranqué.

Guillermo: Eres consciente de que los profesores allí son artistas. Tienen su es-tudio, galería, están exponiendo; están en activo. Te puede gustar más o menos su trabajo, pero es innegable que conocen la escena, las relaciones. De repente podía llegar a la universidad Jeff Koons a dar una conferencia, y me puede parecer un bodrio, o no, pero hostia, el nivel era alto y era una magnífica oportunidad poder escucharle.

Carlos: Allí, a los alumnos de último curso le asignan un estudio. Hay talleres por cada dos alumnos en unos barracones habilitados con acceso 24 horas. Por un lado estaban los profesores y por otro los técnicos de taller.

Por ejemplo, yo alucinaba con el técnico del taller de madera: era un lutier alemán que me hizo entender que las uniones de una simple peana se pueden hacer de mu-chas maneras y cada una de ellas es diferente. En los cursos de postgraduado que hice en Bélgica no había puntuaciones, horarios ni notas, a diferencia del sistema educativo español, centrándose en el desarrollo de la obra de cada uno de los estu-diantes. Cada cierto tiempo un grupo de artistas, críticos, curadores, galeristas,… pasaban individualmente por tu estudio a ver lo que allí ocurría. El nivel de estas visitas era muy alto. Por allí pasaron Jan Hoet, Catherine David, Okwui Enwezor, Nedko Solakov, Wim Delvoye …

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A Carlos le he leído en alguna ocasión una demanda en Espa-ña de visitas al estudio, en algún momento ha considerado que no hay feedback entre el trabajo del artista desde su lugar de origen y los agentes que deben promover el arte.

Carlos: Esas personas que te visitaban eran muy directos y te decían sin tapujos qué les parecía tu trabajo. Yo he visto a compañeros llorar, en serio, porque no estamos acostumbrados a una crítica tan frontal.

Guillermo: En la escuela de Chicago no hay notas en ningún momento, simple-mente te van diciendo si pasas o no pasas. Es de las pocas que no tienen califica-ciones.

Carlos: El diálogo y la crítica -en el buen sentido de la palabra- servían realmente para un crecimiento y desarrollo del trabajo en sí, no para optar a un diploma o un título.

Bromeamos sobre transiciones y brindamos de nuevo, aunque Jesús sea abstemio. Nos emplazamos para el postre y no-sotros recuperamos la conversación por donde la dejamos.

Carlos: El sistema es endogámico, ya sea en referencia a las visitas de taller o a cualquier otra cosa. Hay excepciones claro… Hay que tener cuidado con gene-ralizar. Un panorama artístico tan encorsetado y endogámico cubre todo de una pequeña capa de caspa.

Guillermo: Es difícil sí. Es muy complejo que recibas un correo un día de alguien al que no conoces mucho y que te diga que quiere visitar tu estudio. Puede pasar una vez al año, quizás.

Carlos: Lo que yo aprendí fuera es una idea del taller como lugar solitario pero también de encuentro, abierto, donde poder tener un “tête à tête” sin prisas con personas que comparten un mismo interés por el arte, aunque se tengan posicio-namientos o gustos diferentes. La cocina siempre me ha parecido el mejor sitio de una casa donde hablar con los amigos. Aquí estas prácticas son un producto de la endogamia del sistema y es aburridísimo. Sinceramente pensaba que la generación mas joven, que ha estudiado fuera, con formación diferente a la que tuvimos noso-tros, iba a cambiar esto, pero no veo que sea así. Ya he dejado de invitar a gente a que pase por el taller porque se convierte a menudo en una situación muy incomo-da, parece como si pidieras algo, un favor, cuando es todo lo contrario.

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Guillermo: Yo ya cumplo los 35…

Carlos: Y sale la rima…

Guillermo: Y lloraré.

Carlos: Yo creo que los 35 son una edad fabulosa porque a partir de ese momento dejas de ser oficialmente joven y todo aquello de lo emergente, del artista joven, las becas y concursos para menores de 35, quedan atrás. Este es un magnífico punto de inflexión porque da vértigo pero es mas cercano a la realidad que poste-riormente te espera.

Guillermo: Parece que antes de esa edad, de ese momento, tienes que estar siem-pre demostrando cosas.

Carlos: Si, cada vez que mandabas un dossier para una beca o una obra a un con-curso de artistas jóvenes o emergentes -muy épico esto de emergente- parecía que tenías que convencer al jurado de lo bueno que eres. Cuando pasó ese momento fue muy liberador.

Cuando supe que regresaría a España después de mi expe-riencia italiana compartí en Facebook una obra de Carlos Aires que decía “Este barco se hunde conmigo dentro”. La entendí definitoria; consciente de las dificultades me pa-recía el mejor momento para estar a bordo. Ni Carlos ni Guillermo se pueden considerar artistas emergentes a pesar de su juventud, son dos figuras asentadas y respetadas en el arte nacional. Les lanzo la cuestión de cómo se ven en esta situación nacional a todas luces compleja.

“After I’m Gone (By Jimmy Scott) es una caja de madera que se va moldeando con el paso del tiempo, de las expo-siciones. Es un ataúd que Carlos Aires hizo justo cuando volvió a España tras 14 años fuera. Es un arraigo, una declaración de intenciones, de pertenencia. Por qué aquí, nos preguntamos.

Guillermo: Si quisiera irme de nuevo lo haría. No tengo ese sentimiento de arrai-go, esa cosa de “mi país”. A ver, que estoy genial aquí, me gusta Madrid, es una ciudad con muchas posibilidades no sólo en nuestro ámbito artístico. Me interesa incluso por su situación geográfica. Pero no tengo ningún miedo en hacer la maleta y largarme otra vez.

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Carlos: Es que ahora la idea de dentro-fuera es absurda.

Guillermo: Por eso mismo.

Carlos: Somos muy paletos en ese sentido. Ahora mismo es muchísimo más fácil salir y entrar, más barato, más rápido. Existe internet. Si te quieres ir, te vas, tengas dinero o no.

Guillermo: Hace unos cuantos años que se podía pensar en la importancia de los centros, pero ahora puedes hacer lo mismo desde la cima de una montaña.

Carlos: Todavía tenemos complejo de que es mejor lo que se hace fuera, y no siempre es así.

Guillermo: Aun sabiendo que lo de fuera ha sido mejor, no puedo decir que lo de fuera sea mejor, ¿no sé si me entendéis? Son simplemente circunstancias vitales, algo personal. A mi me vino genial, pero eso no significa que lo que vi superase a lo que veo aquí. Cada uno tiene que encontrar el lugar donde se encuentre cómodo.

Recuerdo cuando me quedé a vivir en Roma que mucha gente me preguntaba por qué no me iba a vivir a Berlín…¡pues porque no me sale de los huevos irme a Ber-lín! Porque en Roma con un plato de pasta, un helado, un paseo y no congelarme a veinte grados bajo cero pues soy más feliz. Precisamente eso favoreció mi trabajo.

Quizás no quería estar rodeado de treinta artistas que pudiesen entorpecer mi traba-jo. A lo mejor lo que quería es estar solo, no estar en doscientas exposiciones, todo el día borracho y de fiesta, ¡no!, quería estar solo.

Carlos: Se puede estar en Berlín trabajando sin estar rodeado de artistas o todo el día borracho y de fiesta…

Lo importante es hacer lo que uno considera correcto en cada momento, aunque después no lo sea… y dejarse guiar por la intuición.

Guillermo: Pues eso, yo prefiero tomar un buen helado cada tarde. ¿Por qué tengo que pasar por esa ciudad por muy importante que pueda ser? Pasé unos años cojo-nudos en Italia,hice allí la que creo mi mejor exposición, en la galería Extraspazio de Roma. Es que pienso, ¿por qué tengo que estar en tu corriente si en la mía no me van tan mal las cosas? Además ¿qué tiene de bueno estar en la tendencia?

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Carlos: Es inevitable que existe, pero tiene los cimientos bastantes débiles. Me parece que falta una estructura nacional, a todos los niveles y en eso no se puede aislar el arte del resto de lo ocurre en España. Ahora el comodín de la crisis es la respuesta a todo, pero que alguien me explique qué frutos han dado estos años pasados de bonanza. Hace falta un momento de reflexión, hacer autocrítica y acep-tar que el problema de España no es sólo económico. Es un proceso necesario y además sería importante hacerlo sin dramas, sin buscar culpables. Yo siempre digo que somos muy lorquianos, buscamos siempre a quien culpar y cortar la cabeza. El gran ejercicio es analizar por qué ha fallado y sigue fallando e intentar, cambiarlo desde la posición donde se encuentra cada uno. Lo bueno es que está todo por hacer.

Guillermo: Es el histórico y tú más.

Carlos: A menudo los errores se llevan al plano personal y eso es un problema. No entiendo la falta de humildad que nos empuja a buscar a una María Antonieta para cortarle la cabeza. Aquí se critica o aplasta cualquier iniciativa sin proponer otra opción: parece que preferimos quedarnos tal como estamos, “conservar” los que tenemos y esto es una posición totalmente conservadora.

Más allá de la importancia de las estadías extranjeras, la duda asalta. Carlos y Guillermo son dos artistas con-temporáneos españoles, ¿pero existe un arte contemporáneo español?

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Son dos artistas con proyección. Ambos trabajan con ga-lerías extranjeras y su obra se ha podido ver en muchos grandes eventos internacionales. ¿Qué pasa aquí para que ese interés parezca diluirse?

Se percibe algo importante en la obra de Carlos Aires. Su acabado tiene algo de español, se entiende muy bien en un contexto nacional y además funciona muy bien fuera. El lenguaje del arte no entiende de aranceles.

Carlos y Guillermo comparten estudio desde hace más de cinco años. A Diego le asalta la duda sobre cómo es la convivencia en el espacio de trabajo, ¿es duro?

Carlos: Yo siempre he recibido más apoyo fuera sin ser desagradecido por todo lo bueno que ha ocurrido en territorito ibérico. También trabajo con la galería ADN que está Barcelona -que aún es España- y lo está haciendo muy bien.

Guillermo: Tan simple como vivir de tu trabajo.

Carlos: Bélgica es un país que me ha ayudado mucho. De hecho si tuviese que abarcar un proyecto que no pudiese afrontar no dudaría en buscar apoyo en colec-cionistas belgas que apostaron en su momento y siguen ofreciéndose.

Carlos: El trabajo se entiende en cualquier sitio. En cualquier exposición interna-cional, feria o Bienal, el público se enfrenta a la obra de arte sin mirar la etiqueta de procedencia. Esto no significa que no sea importante. No tienes por qué ser español para que te guste el jamón serrano.

Guillermo: ¿Duro? ¡Qué va!, al revés. Somos cuatro en el estudio; Carlos y yo estamos mucho allí y es un lujo.

Carlos: Está muy bien estar cerca de otros artistas y conocer sus procesos de traba-jo, familiarizarte con su obra. Compartimos taller cuatro personas y es una gozada. Sinceramente yo soy muy pro-estudio.

Guillermo: A mi también me gusta mucho.

Carlos: Compartimos, pero mantenemos nuestro espacio independiente. Si no quiero ver a Guillermo, no le veo. Mi idea de estudio es precisamente esa, juntos pero no revueltos… si quiero echar un polvo en el estudio, lo echo.

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Guillermo: Nosotros tenemos una idea muy cercana de cómo debe ser un estudio. Yo no creo en el estudio como una comuna, un espacio donde todos trabajan en el mismo lugar; entiendo que debe existir ese espacio personal. Un día hago mucho ruido cortando madera, otro quiero poner música que necesito, otro quiero echar un polvo o sencillamente estar solo. Esos espacios donde sabes que estás con gente, pero al mismo tiempo no, es estupendo; estoy solo, pero puedo compartir un café en cualquier momento.

Carlos: La escuela de Bélgica me marcó mucho en ese sentido. Cada artista tenía un estudio individual con acceso las 24 horas del día y existía una cafetería como lugar de encuentro. Cada uno trabajaba en su propio espacio pero siempre podías encontrar alguien en la cafetería para tomar algo, charlar o visitar juntos el estudio y darle vueltas a lo que allí se cocinada.

Guillermo: Un estudio solo solo solo…Es duro de cojones.

Carlos: A mi me gusta esa idea de privacidad dentro de una colectividad, y por eso lo que tenemos está genial. Ahora estamos buscando un lugar nuevo, y hemos encontrado algo que nos interesa, un lugar más grande, donde instalar una cocina y espacio común, pero ya sabéis como es Madrid. Es una ciudad cara, que no te fa-cilita mucho las cosas. No es sencillo trabajar en Madrid. Y enlazo con lo anterior: la carencia de una estructura que facilite o gestione espacios para artistas acentúan que todo sea muy precario. Hay una cantidad enorme de espacios vacíos, sin uso, y a la vez mucho artistas trabajan en su apartamento porque no pueden pagar un taller. Pero claro, también están las calles de Madrid llenas de gente durmiendo en las calles.

Guillermo: Incluso a nivel privado, por parte de los coleccionistas, no surgen estas iniciativas, es decir, proporcionar un estudio a un artista a cambio de obra. No sé, sería una posibilidad, pero todavía no se contempla.

Carlos: Un país donde no puedo registrarme legalmente como artista plástico es un reflejo de cómo estamos. Actualmente no soy nadie para el gobierno del mismo modo que ahora no existe el Ministerio de Cultura como tal. La cultura y los que trabajamos en ese sector no tenemos ningún valor para el Gobierno.Guillermo: No sólo este gobierno, da igual el gobierno que sea.

Carlos: Actualmente no hay un estatuto de artista ni te puedes registrar como tal. Debes hacerlo como diseñador gráfico, fotógrafo…

Guillermo: O torero…

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Carlos: O folclórica. Ya no, pero hasta hace poco cuando un artista se registrabas en la Seguridad Social las únicas posibilidades eran ser torero, folclórica y…ni me acuerdo. Pero en Francia, Bélgica y en otros muchos países existe el estatus legal de artista, y nosotros en ese sentido estamos a años luz. Esto es en realidad de lo que estamos hablando, no tenemos derechos porque no existimos legalmente. Hay algunas asociaciones que están peleando por mejorar la situación, pero todavía fal-ta mucho. En Holanda o Bélgica dan facilidades para reconvertir un edificio vacío en estudios económicos para artistas y no entiendo por qué aquí esto no ocurre.

Guillermo: Aquí un edificio vacío solo sirve para que unos cuantos se enriquez-can.

En el perfil de Linkedin de Carlos aparece como un Hustler, la palabra inglesa para decir buscavidas, chapero, uno que se las arregla para salir adelante, a pesar y con pesar de todo.

Carlos: Yo soy defensor de la legitimación del trabajo del artista.

Guillermo: Es que es un trabajo, como el de panadero.

Y además muy importante. El arte no es sólo un trabajo, tiene la virtud de permanecer, de ser un paso previo. En principio, el arte se queda.

Carlos: Fíjate que yo he pensado mucho en esa idea de eternidad, de legado. Este verano estuve por primera vez en Grecia y visité ruinas de grandes edificios reali-zados con los mejores materiales existentes en aquella época y… ahora son ruinas. Posiblemente acabe por desaparecer del todo, y no pasa nada. Siempre estamos buscando una perdurabilidad absurda y quizás no sea necesario dejar nada, sino darle valor a lo que se hace ahora, mientras dure. De las ocho maravillas del mun-do antiguo, apenas queda alguna.

Entiendo la cultura como una creadora de relatos, inacaba-dos en cualquier caso, deseando encontrar una nueva cone-xión, por eso su carácter expansivo. Entiendo en la obra de Guillermo Mora esa intención. Su pintura me resulta un proceso cronológico, como si hubiese un tiempo interior en el espacio pictórico. Ese tiempo crece, se expande.

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Carlos: Pero dime qué obra de arte no se expande. En el momento en que vas a un museo la obra ya se va contigo, ya está expandida. Nunca en la historia del hom-bre, personas de a pie de calle, como los cuatro que estamos aquí, han tenido tantas facilidades para acceder a obras de arte que antes sólo estaban al alcancen de una minoría. Cualquier película, cualquier concierto, cualquier obra de arte. Antes eran para una élite muy reducida y ahora no… eso es algo maravilloso. ¿Qué es lo que te hace que delante de El jardín de las delicias se te ponga el vello de punta? La cultura es como el vino, si no entiendes o te preparas sólo puedes decir si te gusta o no, pero en el momento que sabes algo más puedes distinguir colores, aromas, sabores. Ese es el conocimiento. En la sociedad actual se olvida a menudo esto y esa es la crisis más grave a la que nos enfrentamos.

Carlos: Vivimos en la era del consumo, de la marca. Yo creo que hay que volver a lo que realmente te la ponga dura.

Entiendo que existe la posibilidad de disolución, que en-tre tanta información pueda escaparse la que es esencial.

A mi me resulta romántico.

Carlos: Si el placer no existe, entonces de qué sirve todo esto.

El siglo XX es un periodo de confluencias, me atrevo a decir que el arte contemporáneo estás más cerca de El Bosco que de David Lynch.

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Carlos: Yo creo que Lynch se fijó en El jardín de las delicias.

Estamos en el segundo plato. Guillermo degusta sus molle-jas. Carlos, Diego y yo nos intercambiamos las Albóndigas. La comida es fabulosa.

Carlos: Lo que parece claro es que estamos en un momento de cambio. Pero no sólo del arte, de todo.

Guillermo: ¿Por qué considerar el arte como marginado o especial de cualquier otro sector? Tú compras un trabajo, lo has elegido y lo haces igual que eliges cualquier otra cosa. No eres más especial por hacer ese tipo de cosas. Es curioso que cuando el artista sale de su estudio y se enfrenta a la sociedad, o le idolatran o le flagelan, o eres un genio o eres un mangante. Me parece increíble, que a mis 34 años me sigan hablando del hobby ese que tengo…Y que algunos lo consideren suerte es algo que no soporto. ¡Haber elegido tú tu vida! Yo no he jugado ninguna lotería para que me toque esto, es una decisión mía, con todas las consecuencias. Qué coño, suerte es que te toquen 500.000 euros, pero lo mío es una decisión. Me siento afortunado porque me siento coherente con mis ideas: mi fortuna ha sido ser coherente conmigo mismo.

Puede ser desconocimiento. Algo que acompaña a la creación contemporánea es que no todo el mundo quiere entenderla. Existe la creencia de que es imposible ganarse la vida co-locando en una galería una fotografía de un enano vestido de torero o un bastidor pintado y desecho. Por eso llaman afortunados a ciertos artistas, y es exasperante.

Guillermo: ¡Pero sí entienden enriquecerse tocándose los huevos! Esa es la onda de este país; engaña e hínchate como un cochino.

Probablemente nuestra crisis sea de valores, nuestra de-cadencia de conocimientos. El buscar un por qué no es fá-cil. Yo propongo una discusión, España invierte algo más de 700 millones de euros anuales en cultura. Francia ronda los 14.000 millones. Este año, dos premios Nobel han sido para franceses.

Carlos: No se trata de la cantidad invertida, sino de la calidad. Insisto en ello. Se trata de tener las ideas claras, un programa claro.

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El ejemplo es la cantidad de museos construidos en España en los últimos 15 años que no sirven absolutamente para nada, cantidades astronómicas de dinero en edificios carísimos: todas las ciudades querían tener un Guggenheim. Tanto dinero tirado para absolutamente nada cuando la situación de precariedad de los artistas ha sido bastante similar antes, durante y después de estos años del “pelotazo”.

Guillermo: ¿Pero sabes por qué se permitía pagar ese dinero a esos arquitectos? Porque detrás de ello venían concesiones públicas y había un gran desembolso, en B.

Carlos: Pero incluso siendo en B debería haber servido para algo.

Guillermo: Hacían museos bajo la excusa de que es para todos. Y una mierda, lo hacen para ellos, para ganar un dineral a través de la construcción, hacer casas camufladas de cultura. Sólo les interesa la pasta.

Carlos: Ni siquiera se pueden mantener, son cementerios faraónicos que han costado y cuestan mucho dinero: mira lo que ocurre en Valencia con las fallas de Calatrava o la Ciudad de la Cultura en Galicia. Es bastante triste.

Guillermo: Somos un país con poco apego al propio país. Quizás porque no se recibe lo que tampoco se da. España es un país muy autocrítico.

Carlos: ¿Tú piensas que es autocrítico?

Guillermo: Perdón, es muy criticón. Me he explicado mal, me refería a que es muy metijón, puntilloso.

Carlos: Es muy lorquiano, muy La Casa de Bernarda Alba.

Guillermo: Somos de vomitarlo todo y no de limpiarlo. Lo soltamos, y una vez fuera, nos damos la vuelta y cada uno por su lado.

Carlos: De todas maneras, quiero pensar que la gente empieza a darse cuenta.

Puedo ser un poco romántico, pero es cierto que hay personas que piensan como nosotros e intentan proponer otras modos de hacer. Ahora la desconfianza apremia pero confío en que poco a poco todo mejore.

Nos venimos abajo. La conversación nos hace reflexionar so-bre las posibilidades, sobre el futuro inmediato. La cosa no pinta bien.

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La casa nos sorprende y nos brinda una carne recién he-cha, que empapa la mesa de un olor a ascuas. Un detalle magnífico, el aliciente idóneo para acabar con la botella de vino.

Guillermo: Intuyo algo nuevo, al menos en mi generación y en los que vienen de-trás. Esa idea que relaciona al artista con la fama y el dinero definitivamente se ha perdido. Los artistas de mi entorno, y los que llegan, traen mucho hambre, ambi-ción, pero al mismo tiempo mucha humildad. Lo único que quieren es trabajar.

Carlos: Fíjate que yo pienso lo contrario. Creo que existe un proceso de profe-sionalización en las nuevas generaciones que es un arma de doble filo. Conozco mucha gente que tiene tarjetas de visita y web antes de tener un par de obras.

Guillermo: Quizás estaba yo pensando en algunas personas concretas, aquéllos que me rodean. Y éstos no son así. Aunque, ahora que lo pienso, sí que está lle-gando gente nueva con muchas ganas de triunfo, de éxito rápido. Pero insisto, de corazón, hay gente que pretende trabajar, así de fácil.

Carlos: Eso enlaza con aquello de lo joven, lo emergente. Existe en este país una generación de artistas -aún vivos- muy buenos, que vivieron una explosión del arte después de la dictadura, el ejemplo que decíamos de Soledad Sevilla, Pérez Villalta o Luis Gordillo. Estos son artistas que superan los 60 años, que han vivido su gran momento y son los grandes olvidados. Muchos no tienen galerías ni visibilidad en el extranjero, a veces ni siquiera en España. Es muy fácil pensar que el culpable es el propio artista, pero no es así. ¿Es que no nos damos cuenta de que parece que todos los artistas españoles nos dirigimos a un precipicio? Tenemos muy pocos ejemplos que rompan esta maldición y son artistas que después de una gran trayec-toria no están “bien”.Guillermo: No hombre, Juan Uslé está “bien”, y está vivo. Pero sí, los podemos contar con los dedos de una mano.

Me quedo pensando en el que el ejemplo de Luis Gordillo es muy descriptivo.

Carlos: Es un artistazo, y no tiene la presencia en los circuitos ni museos interna-cionales que debería tener. ¿Por qué? Esa es la pregunta que habría que responder sin señalar antes con el dedo. La obra de estos artistas españoles tiene la calidad suficiente para estar al mismo nivel que la de grandes nombres internacionales.

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Guillermo: En ese libro somos tres españoles; Chechu Álava, Gorka Mohamed y yo. Supongo que a nadie se le ocurrirá hacer un proyecto con ello. Te lo digo ya, lo del libro no creo que suscite el menor interés en España, te lo aseguro. Estoy encantado de aparecer en el libro, ¿pero tener alguna expectativa de que me pro-pongan algo en España por estar ahí?, ninguna.

Carlos: Creo que es más fácil que algo así te genere alguna nueva aventura fuera que aquí. Ahora mismo es muy fácil ver y acceder a lo que se hace fuera, leer publicaciones extranjeras, estar al corriente de lo que ocurre en el mundo pero me seguimos muy ensimismados con nosotros mismos. Esa es otra gran contradicción, porque nos miramos el ombligo pero a la vez ponemos alfombra roja a todo lo que venga de fuera y descuidamos lo que se hace aquí. Bienvenido Mister Marshall!!

Guillermo: Es más posible que el libro tenga mas repercusión fuera que aquí den-tro, para mí es como tener un dossier en muchos lugares a la vez. El libro está muy bien editado, muy bien cuidado, no lo digo por estar dentro, pero es un librazo.

En cierto momento en la carrera de Gordillo, sobrevoló la posibilidad de situar su nombre entre los mejores del momento. Hubiese supuesto el impulso definitivo, pero nun-ca llegó a concretarse del todo. Sin embargo, Carlos y Guillermo han sobrepasado el complejo. Guillermo ha sido incluido en “100 Painters of Tomorrow”, una edición de la prestigiosa Thames & Hudson, que será además una gran ex-posición en Londres y Nueva York.

Guillermo: Yo no he vivido de ninguna estructura propia de mi país. Vale, nací aquí, pero poco más. Diría más, hoy día ser español te perjudica, va en nuestra contra.

Carlos: Existe una pertenencia, sí. El país donde resides debe que permitirte vivir de lo que haces y darte oportunidades de crecimiento. El sitio donde vives debe proporcionarte una estructura de trabajo y nuestro sistema funciona justamente en el sentido contrario: dificultándolo y frenando todo

Guillermo: Pone zancadillas. El sistema es muy perverso porque no para de poner trabas y cuando a pesar de todo alcanzas ciertos logros, allí aparece para colocarse la medalla. Si realmente lo que quieren es ese galón, pues que faciliten las cosas.

Pero no deja de ser motivo de cierto pundonor, de repente alguien mira lo que pasa aquí y es una buena noticia.

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Carlos: ¿Pero fue alguna vez mejor? Porque yo vuelvo catorce años después y me encuentro un país que es más de lo mismo.

Guillermo: El que escuche esta conversación pensará que Carlos y yo estamos en estado de amargura y, no, al contrario.

Carlos: Nosotros estamos bien, el trabajo va bien….pero no puedo dejar de ser crí-tico. Soy consciente de la fragilidad de mi situación y de los que trabajamos en este sector. Es duro ver la degradación social, política y cultural de la que soy testigo.

Guillermo: Hay que tener cuidado, porque parece que si las cosas nos van bien no tenemos derecho a quejarnos. Y no, me quejo ya no sólo por mií, sino por el que se va y por el que viene. Que mi coyuntura actual sea favorable no significa que yo no vea por donde la situación se encamina. He tenido un año bueno porque me dieron el premio Audemars Piguet, pero es un año coño, no toda la vida.

Carlos: Ya es hora de que si te invitan a una exposición haya unos honorarios de artista sin que tengamos que pelearlo. Aquí, el 90 por ciento de las veces que me invitan a participar en una exposición me dicen que no hay honorarios pero es bueno para mí, para mi promoción, que me están echando un cable. Pero joder, apóyame de verdad, en el plano real. Quizás parte de culpa la tenemos nosotros, por no negarnos y a menudo bajarnos los pantalones.

Guillermo: A ellos les da lo mismo porque lo importante es rellenar huecos. Si tú eres el guerrero que te rebelas y te niegas, ese hueco lo ocupará otro. Muchas veces me planteo, ¿qué es lo que quieren, una exposición mía o una exposición? Porque si lo que pretenden es una exposición mía entenderán también mi situación, pero si esperan rellenar el hueco no creo que me tengan en cuenta. A lo mejor lo que nos interesa a los artistas es no estar con gente que sólo quieren disimular lagunas.

Carlos: Es el momento de ir cambiando todo esto. Tenemos que olvidar aquello de exposiciones sin presupuestos ni honorarios, el “tú te lo guisas y tú te lo comes”. No estoy buscando la palmadita, ni mucho menos, pero necesitamos un mínimo que permita desarrollar los proyectos. De todos modos no quiero que me malenten

Llega el postre y a la mesa se une Jesús Regueira, una persona amable, con una sensibilidad especial y con un cuidado uso del lenguaje.

Jesús: Carlos, ¿crees que existe una traición de contemporaneidad en España?

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Carlos: Pero ni clásica.

Jesús: Bueno, un poco clásica sí que hay, a veces en exceso. Aunque entiendo tu posición y estoy de acuerdo. En definitiva porque las cosas van a peor y parece imparable.

Carlos: Cambiará. Bueno, o lo cambiamos nosotros o no cambiará. Pensamos que va a llegar la Virgen del Rocío y lo va a solucionar todo. Hay que tomar responsa-bilidades y es momento de pensar cual es la de cada uno de nosotros.

Jesús: Yo también trabajo en la cultura y lo vengo sufriendo desde hace muchos años. Creo que el mensaje que se manda desde lo público es que vivimos en una etapa postcrisis y resulta ser una de las épocas más corruptas de nuestra historia. Además una corrupción cutre; me enteré que uno de los imputados por las tarje-tas opacas se gastó más de 30.000 euros en ropa interior de Oysho. No sé, podría haberlo hecho en Dior o La Perla. Es un todo lleno de mediocridad, y ese es el mensaje. Si lo público no paga a un artista por las obras que realiza el mensaje es claro me parece. Incluso existe una idea de que en la cultura el marchante, el gale-rista, el productor de cine o el distribuidor se enriquece, pero el artista regala. Es una relajación de lo público, y esa es la diferencia. A nadie en Noruega se le ocurre montar una exposición y no pagarla, la misma ecuación por la que pagar 30.000 en vez de 3 euros por unas bragas.

Carlos: ¿Pero quién cambia esto?

Jesús: La suma de individualidades. Vosotros sois una generación que está consi-guiendo muchas cosas, pero claro, me asalta la duda, ¿dónde conseguir el dinero para costear el cambio?

Carlos: Estoy muy cansado de escuchar que el dinero es el parapeto de todo. Insis-to, la crisis española no es económica.

Guillermo: Es a todas luces de ideas.

Como bien ha intuido Jesús, Carlos y Guillermo pertenecen a esa parte de la cultura que a través de sus proyectos representan la actividad necesaria para poder hablar con propiedad sobre la situación del arte contemporáneo. Han llegado los postres y aprovecho para preguntar sobre sus nuevos proyectos, mientras degustamos un plato de dulces variados que han preparado especialmente para nosotros. Helados de vainilla, chocolate y pera sobre una base de galleta acompañados de tartas de fresa, y chocolate.

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La tarta de manzana es algo extraordinario, un día antes, Ramón Freixa, cocinero con dos estrellas Michelin comió en el restaurante y quedó impreisionado; pidió la receta y la consiguió.

Carlos: Casi todos los proyectos actualmente cerrados para el 2015 serán fuera de España, aunque ahora mismo presento obras en exposiciones colectivas en Art Santa Monica de Barcelona, el CAC de Málaga o el MUSAC en León. En año que viene participaré en la Bienal de Tesalónica y tengo una exposición individual en la galería Mario Mauroner de Viena…muy contento, la verdad

Guillermo: Yo tengo ahora la exposición que acompaña al libro 100 Painters of Tomorrow. Me invitaron también a la Bienal de Leandre Cristòfol en La Panera para enero y luego pues ya sabes, ferias con las galerías; Art Basel Miami, Arco, Untitled, etc. Y el año que viene expongo con la galería brasileña, Casa Triángulo, así que el año está cubierto.

Carlos: Proyectos salen, algunas veces con más o menos tiempo, mejores y peores, pero continuo trabajando y estoy muy contento de que así sea. Creo que estoy en un momento muy dulce y lo estoy disfrutando. Aquí hay gente lo está haciendo muy bien, por ejemplo el trabajo realizado por La Naval, cuyo trabajo es inmenso con algo muy pequeño. Hay gente que lucha mucho, pero siempre tengo la sensa-ción que ocurre con cuentagotas, y cuando uno se encuentra con estos oasis en el desierto es de agradecer.

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No sólo es el arte. Cuando hablamos de relevo generacio-nal recuerdo la situación de la música y me parece aún más desoladora. Carlos y Guillermo tienen amigos cercanos que son músicos y nos recuerdan que su momento es incluso más dramático. Yo amplío; también la literatura sufre, aunque vislumbro un cierto renacimiento de la poesía, sobre todo en una generación de veinteañeros que escriben en blogs y usan Twitter para su expresión. Reconozco que todavía esos jóvenes poetas no son santo de mi devoción, pero agradezco su irrupción.

Guillermo: No entremos en un valor de juicio de me gusta o no me gusta. ¿Quién soy yo para decidir en base a mi juicio? Eso es mucho de este país, machacar bajo un juicio tan pobre del me gusta o no.

Jesús se despide de nosotros. La comida nos ha dejado un rostro satisfecho, como saboreando todavía, y un estómago aplacado, complacido. Todavía bromean antes de marchar. La sobremesa conlleva sonrisas y relajación. Nos tomamos un respiro para acabar con los últimos dulces del postre.

Estoy recordando la última vez que vi una exposición de alguno de ellos, les pregunto sobre la dificultad en la preparación y la producción de sus últimos proyectos, que son ambiciosos.

Carlos: La producción de la última exposición individual que he realizado la he pagado yo en su totalidad. Es muy complejo. No es llanto, no quiero ser coplero, pero es muy difícil.

Guillermo: No quiero dar una figura de mártir cuando tampoco lo soy, pero es verdad que con este trabajo no se tiene un sueldo todos los meses. Otra cuestión importante es que en realidad tampoco lo quiero. Lo importante es ser buen gestor, afrontar esa inseguridad.

Carlos: Te acostumbras a vivir en la incertidumbre, pero no tiene porque ser malo. Estamos tan obcecados con la idea de un trabajo fijo, la casa, una vida segura,… esa idea ha tenido tanto poder que paraliza cualquier otra perspectiva. Una vez que sales de la Facultad de Bellas Artes tienes un abanico inmenso de posibilida-des pero sin embargo la gran mayoría oposita o busca una opción supuestamente “segura”. Esto no tiene porque ser negativo pero me sorprende.

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Guillermo: Parece la carrera más restringida. Esta tarde me han hecho una entre-vista y me han preguntado por la carrera de Bellas Artes. Cuando inicié me parecía que iba a estudiar la carrera del fracaso, la negación del futuro.

Carlos: ¿Pero tú lo pensaste en ese momento? Sinceramente yo no fui consciente de ello ni pensé en el futuro cuando empecé a estudiar en la facultad.

Guillermo: Yo sí, o al menos tuve la sensación de que me asaltaban con las pre-guntas de para qué sirve, qué futuro tiene. Lo digo por aquella gente que estudiaron otras carreras esperando salvaguardar su futuro y ahora les ves frustrados porque no estudiaron lo que quisieron, porque continúan haciendo aquello que no quieren hacer y porque no tienen un puñetero duro.

Carlos: Yo nunca fui tan consciente. Jamás pensé que era una carrera sin salida pero seguramente porque nunca pensé en ello, no pensaba en el futuro.

Guillermo salió de la facultad con un premio nacional de excelencia. Es evidente que se tomó muy en serio sus es-tudios.

Somos tres licenciados en Bellas Artes en la mesa y cu-riosamente ninguno de nosotros tenemos familia de artis-tas. No hemos visto el arte desde pequeños, provenimos de familias humildes y muy trabajadoras, por eso quizás nos asaltaron las dudas en torno a nuestra carrera universi-taria, pero al mismo tiempo no podemos disimular cierta honra cuando la recordamos.

Guillermo: Yo me lo curré mucho. Vengo de una familia de clase media donde las oportunidades no abundan así que tuve que aprovechar las que vinieron. Mis padres se esforzaron mucho en darnos una carrera universitaria a los tres hermanos que somos.

Guillermo: Fui muy bueno en dibujo, y luché mucho con la clase de escultura. En tercero, un profesor me dijo que tenía visión de escultor, y yo le dije que no, que no quería estar en aquella clase, que no podía con más copias del Discóbolo. Luego fue muy bien porque precisamente en aquella claselos trabajos se montaban y des-montaban constantemente sin conocer nuestras calificaciones. La nota se obtenía a final de curso. Conseguí matrícula de honor. Esa cosa escultórica que él veía al final salió en mi obra posterior. En aquella clase de tercero de escultura fue donde realmente aprendí a dibujar.

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Carlos: Los mejores profesores son aquellos que entienden qué necesitas y te dan ese título de un libro o película, nombre de artista, …. que luego, cuando lo has leído o visto, piensas: “¡cómo no he descubierto esto antes!”.

Guillermo: Para mi son aquéllos que te dicen la frase que no quieres oír pero que en realidad sabes que necesitas oír.

Carlos: A mi los que me han llevado de la mano a espacios desconocidos y que luego se convierten en esenciales para ti me parece que encarnan el ideal de profe-sor en el sentido estricto de la palabra. Son las personas que me abrieron puertas.

Guillermo: Pero eso es difícil, es complejo encontrar a un profesor que se interese por alguien específicamente. Y es que el sistema manda y el profesor decide que es el grupo el que por obligación tiene que adaptarse a sus métodos. Es más fácil idear un baremo para 30 personas que modificarlo dependiendo del alumno, porque requiere que dedique un poco de tiempo en ti.

Carlos: Cuando me refería a esas personas que te descubren cosas nuevas también pienso en amigos, no sólo profesores. Este input tiene un valor incalculable para mi y por eso agradezco mucho las personas cercanas con las comparto mi vida. Esto años en Madrid he conseguido hacerme un grupo de amigos que me dicen mira esto, mira eso, lee aquello otro. Y es que es inabarcable todo lo que ocurre en esta ciudad, así que se agradece muchísimo que te faciliten esta información.

Carlos: Cuando hablábamos de la familia… Todo esto tiene mucho que ver. Soy de los que piensan que las cosas llegan cuando tienen que llegar, pero a veces me digo: ostras, qué pasaría si esto lo hubiese conocido antes, qué hubiese ocurrido.

Lo entiendo perfectamente. Por eso mismo vivo en Madrid.

Entre todas esas referencias es la música la más importan-te. La misma palabra va ligada a la esencia. Les pregunto a qué suena su estudio.

Carlos: Para mi la música es algo importantísimo. Mi padre trabajaba en la radio y, junto a mi madre, aún tienen una empresa de equipos de sonido en Ronda, y la música siempre ha estado muy presente en mi casa. Vengo de una familia nume-rosa de siete hermanos y esto, combinado con el hecho de que mis padres vendían equipos de sonido, era un cocktail molotov musical.

Guillermo: Tú pones mucho de todo.

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Carlos: Sí. Y todo el día. Y ahora con la internet es una pasada, tengo listas compartidas con amigos en Spotify de música flamenca, otra con un amigo belga amante de la música clásica que me descubre cosas increíbles, …. La misma edu-cación de la que hablábamos pero en formato digital. Es una pasada.

Diego: Y Guillermo Mora va al Sónar y qué ve.

Guillermo: Este año ha sido el primer año que he ido al Sónar…

Carlos: Tuviste un periodo italiano.

Guillermo: Música italiana sí, de los cincuenta y los sesenta…Y del Sónar pues me quedo con Woodkid, que ya te digo que el disco es bueno pero el concierto es brutal.

Carlos: En el estudio tenemos ese momento subidón en el alguno sube su equipo de música y de repente estamos todos en la canción.

Guillermo: Cada uno tenemos nuestro equipo en nuestros espacios, pero nos oímos y es genial porque así escucho también la música de los demás y te sales un poco de la tuya. Es lo que decíamos de aprender de los demás. ¡Ah! El mejor del Sónar fue Jon Hopkins, que no podía quedarme sin decirlo. Su sesión fue genial. Es ese tipo de gente que te hace preguntarte, ¿cómo coño es capaz de crear esos ambientes? Hace un sonido nuevo, algo que piensas que no has escuchado.

Les pregunto si esa música es capaz de influir en su pro-pio proceso creativo,. Ambos me lo niegan rápidamente y al unísono. Ayuda en sus procesos de concentración y, so-bre todo, dibuja el ambiente idóneo. Música y Estudio. Me pregunto qué se está cociendo ahora mismo en sus estudios.

Guillermo: He tenido una temporada muy fuerte, desde el verano pasado hasta hace unos meses. Ha sido duro. Hay momentos de sacar mucho y momentos en los que se necesita recoger. No tengo parado el estudio, ni mucho menos, pero ahora me permito más días de relajación; leyendo, viajando.

Carlos: Soledad Sevilla decía que al estudio había que ir siempre, aunque sea para no hacer nada. Yo soy muy fan del estudio, lo reconozco. Y es que es tu espacio, el lugar donde aislarte de todo.

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Nos emplazamos para una visita al estudio. Diego y yo nos comprometemos a visitarlos en su espacio de trabajo, ellos prometen darnos la bienvenida.

El Restaurante Laverónica propone un juego a cada uno de sus comensales cada día. Los manteles, de papel, albergan un dibujo incompleto y guiado por numeritos para formar el logo del restaurante. Diego le pide a Guillermo y a Car-los que intervengan en sus manteles. Sabíamos que no iban a ceñirse por los números y el resultado son dos piezas únicas, que hablan de ellos, de sus inquietudes, sus inte-reses, sus personalidades, también de esta noche. Mientras transforman esos manteles en obras de arte, nos hablan de sus presentes.

Hablamos de su trabajo, de sus piezas que se buscan en el espacio, una cronología pictórica, momentos de lucidez.

Guillermo: Yo siempre digo que me muevo en círculo.

Parto desde un punto sabiendo que en un futuro volveré a pasar por él con una experiencia adquirida. Me muevo por ciclos y me gusta regresar a ellos. El otro día saqué del archivo unas fotos de unos cuadros que hice en Chicago, unos cuadros que ya no existen, y me di cuenta que quiero trabajar en ellos de nuevo, porque la idea ya está. Quiero volver a esas piezas ocho años después, y no sé si el resultado será mejor, el mismo o muy distinto. Me interesa sobrevolar sobre esos trabajos.

Guillermo: Pienso en mis proyectos como una sala de espera, ese lugar donde todos son pacientes, desconocidos, que se miran preguntándose cuál es el motivo para estar allí. Hay un tipo de mirada muy particular en ese tipo de espacios y me interesa que mis piezas adquieran esa mirada. Hay mil maneras diferentes de mirar y las relaciones resultantes me interesan.

¿Y Carlos?

Carlos: Ahora estoy en un momento bastante reflexivo, leyendo mucho, investi-gando y sin materializar muchas piezas. Es bueno permitirse decir de vez en cuan-do “no estoy disponible”, algo que es muy difícil. La cantidad de ferias que hoy en día se organizan demandan una gran cantidad de obra producida y el desgaste es máximo. Por eso de vez en cuando es esencial decir que no, que no estoy disponi-ble.

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Guillermo: Es como aquello que te preguntan si tienes algo nuevo, y joder, ¿no es nuevo lo de hace dos meses?

Carlos: Existe un ritmo que te empuja, como cuando no tienes prisa pero al salir del metro todo el mundo corre y tú comienzas a correr. A veces el ritmo te arrastra y por eso es importante parar de vez en cuando y esto no significa no hacer nada.

Es un ritmo muy exigente, pero a cambio su obra se ve en muchos lugares y a ellos mismos les permite conocer cuál es el estado de su propio trabajo.

Guillermo: Es curioso como hay públicos para mi trabajo, lugares donde funciona mejor. Por ejemplo es muy raro que en Latinoamérica haya interés por mi trabajo como lo hay en otros lugares. Al menos lo percibo así. Trabajo con una galería de Brasil y noto que están en otros espacios artísticos.

Carlos: A mi me da igual donde sea, si en Brasil, México o Gijón, lo importante es que exista un movimiento.

Guillermo: Puedes tener el mejor lugar para tener una exposición y quizás no te encuentras en tu mejor momento, y sin embargo en un lugar no tan importante, en teoría, eres capaz de desarrollar un proyecto que te abra más puertas, incluso nutrirte de ese pequeño proyecto durante años. Es que nunca se sabe y por eso cualquier proyecto debes tomarlo por igual.

Carlos: Pero es verdad Guillermo que a veces una infraestructura que te permite afrontar ciertos costes de producción…

Guillermo: Y está demostrado que mucha gente que ha tenido esa oportunidad lo que ha hecho ha sido desperdiciar el dinero.

Carlos: Es cierto, se puede hacer una foto malísima con la mejor cámara y una foto genial con el teléfono móvil.

Guillermo: Es bueno tener la infraestructura sí, pero lo importante es el proyecto. Pueden darme 100.000 euros para un proyecto y a lo mejor lo resuelvo con 1.000 y hay muchos que piden 200.000 y acaban haciendo una puñetera mierda. A lo que me refiero es que aparte de los costes de producción y demás, un pequeño proyecto puede servir como punto de inflexión, como un paso más.

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Carlos ha modificado el mantel de Laverónica para conver-tirlo en un gran óvulo a punto de ser fecundado por un ejército de espermatozoides rojos. Guillermo, después de mirarlo mucho e incluso trazar alguna línea decide plegar-lo hasta formar una figura doblada y geométrica.

Le pedimos una pregunta para los próximos invitados. Se miran, ríen y la exponen:

¿Cuándo fue tu primera vez?

Veremos qué responden nuestros siguientes protagonistas en Una mesa en Laverónica.

Hemos terminado la cena, algo más de tres horas en torno a una comida deliciosa en un lugar excelente para la char-la, para la relajación. Ha sido mucho más que una cena. Guillermo Mora y Carlos Aires han sido unos comensales so-bresalientes, unos conversadores lúcidos. Son dos artistas excelentes y unas personas maravillosas.

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