un villancico de navidad borinqueño: la evacuación de hungnam, diciembre 1950

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Luis Asencio Camacho SERIE CRUZ DE MALTA PERSPECTIVAS DEL REGIMIENTO 65 DE INFANTERÍA I UN VILLANCICO DE NAVIDAD BORINQUEÑO La evacuación de Hungnam, diciembre 1950 Copyright © 2004, 2013, Luis Asencio Camacho

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La retirada del X cuerpo del Ejército de los EE.UU. de Corea del Norte la Navidad de 1950 es una de las estampas más emblemáticas de la guerra de Corea. El éxito de la operación depende grandemente de cuán eficaz pueda ser un regimiento de tropas puertorriqueñas asignado a salvaguardar la operación.

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Luis Asencio Camacho

SERIE CRUZ DE MALTA PERSPECTIVAS DEL REGIMIENTO 65 DE INFANTERÍA

I

UN VILLANCICO DE NAVIDAD BORINQUEÑO La evacuación de Hungnam, diciembre 1950

Copyright © 2004, 2013, Luis Asencio Camacho

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M

INTRODUCCIÓN

La pequeña ciudad de Fürth, prácticamente una extensión de Nürnberg (Nuremberg), en el centro sur de Alemania, se antoja quizá como el más improbable lugar donde descubrir al regimiento puertorriqueño 65 de infantería; pero la historia es cierta. En enero de 1995, para mí, un jibari-to caborrojeño de veinticinco años de edad, el concepto de 65 de infan-tería no significaba más que el nombre de una avenida asfaltada en algún lugar del Área Metropolitana, así como el de varios parques y edificios a lo largo de la isla. Irónico, tal vez, que conociese más de otras partes del mundo que de mi propia isla.

Trabajaba en la investigación que llevaría a la producción de la no-vela que eventualmente se convertiría en mi ensayo Itinerario de muerte, cuando, entre la pequeña colección de libros tematizados en Puerto Rico que tenía la biblioteca local, encontré uno que en particular llamó mi atención. De tapa dura y con camisa blanca matizada con la bandera puertorriqueña, aquel título de Puerto Rico’s Fighting 65th U.S. Infantry me intrigó sobremanera. Tenía (y tengo) la costumbre de traducir men-talmente a español cualquier cosa que lea en otra lengua. Aquel título atribuido a un tal brigadier general (jubilado) W. W. Harris me tradujo como El combatiente 65 de infantería de los EE.UU. de Puerto Rico. Recuer-do preguntarme por qué alguien le pondría el nombre de una avenida a un libro de guerra. (¡No les miento!) Lo hojeé rápidamente y no dudé un segundo en firmarlo.

Así nació mi pasión por el 65. En diez noches, a razón de producir veinte páginas en dos horas cada

noche, produje el primer borrador de una novela tematizada en el regi-miento, en inglés, lengua en la cual me sentía más cómodo y confiado escribiendo. Conocía bastante bien la gramática española (entiéndase castellano), pero me sentía inseguro de emplearla por escrito ante otros con mayor conocimiento; ni mencionaré que la respetaba lo bastante para no masacrarla. Fue por eso que Toy Soldier siempre se mantuvo es-crita en inglés.

En algún momento entre 1999 y 2000 descubrí la página web que el amigo Danny Nieves dedicaba al 65 y fui un mudo seguidor de la misma hasta algún momento de 2004, cuando, venciendo mi característica ti-midez, le presenté a Danny, como aportación, el borrador de lo que se llamaría «A Borinqueneer Christmas Carol», un modesto ensayo sobre el regimiento, dándole permiso para revisarlo y usarlo en su página, siem-

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pre cuando me acreditara la autoría. Danny aceptó y, en cuestión de se-manas, me informó que aquel escrito se había vuelto uno de los más leí-dos en su página, lo cual me animó a aportarle otros dos. En un san-tiamén, mi buzón de correo electrónico empezó a llenarse de mensajes de veteranos de Corea, particularmente estadounidenses, con relatos de cuán bien habían conocido al 65 y cuántos amigos habían hecho allí. Dos de esos veteranos fueron Bob Wells, un sargento de policía militar oriundo de Oregón que custodió los muelles de Hungnam previo a la épi-ca retirada del X cuerpo de aquel puerto; y John (Zitz) Zitzelberger, un coronel jubilado que sirvió en Corea como médico y fue protagonista accidental de uno de los más jocosos paradigmas de justicia divina, como verán más adelante.

Sería injusto no reconocer que para estos años otros dos muy esti-mados amigos trabajaban en sus sendos proyectos relacionados con el 65: Noemí Figueroa, una actriz teatral en Nueva York que hacía de tripas corazones para producir su hoy aclamadísimo y deleitable documental The Borinqueneers (2007); y Gilberto Villahermosa, entonces un teniente coronel del Ejército que ocupaba su tiempo libre en escribir lo que sería la historia oficial del regimiento. (Tras una serie de vicisitudes, Gil pudo publicar su Honor and Fidelity en 2009, guardando material para un pro-yecto futuro.) Teníamos los tres en su momento una competencia amis-tosa para ver quién publicaba primero.

Para ese tiempo me tomé un descanso del 65, para dedicarme a la publicación de Corsario y a la producción de otros proyectos, llegando a acumular más de una treintena de títulos en varias etapas de comple-ción. Como tengo la costumbre de volver al comienzo de todo, diez de los proyectos nuevos competían al 65, pero ahora como parte de una serie que bauticé Cruz de Malta, dedicada a editar y traducir los primeros tres ensayos y añadirle otros siete para formar una introducción com-prensible a mi novela sobre el 65, traducida finalmente al español y en etapa de revisión al presente, mientras espera su momento.

Es, por tanto, mis estimados lectores, que les presento este primer número de la serie, intitulado «Un villancico de Navidad borinqueño», traducción editada, revisada y aumentada del artículo «A Borinqueneer Christmas Carol» que publicase en la página de Danny en 2004. Como advirtiese en el artículo original, en tanto que las historias aquí relatadas provienen de algunas fuentes reconocidas como autoritarias, ellas no representan la versión oficial del Departamento de Defensa o del Ejérci-to. El contenido de este trabajo y de las historias que recrea es solamente mi opinión y, por consiguiente, asumo toda responsabilidad por errores y/o desaciertos incurridos.

L.A.C.

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UN VILLANCICO DE NAVIDAD BORINQUEÑO La evacuación de Hungnam, diciembre 1950

Borinqueños a bordo de la barcaza anfibia Q0134 cuentan los minutos para

salir de Corea del Norte el 24 de diciembre de 1950. Un capricho del desti-

no eliminaría de esta foto al sargento Robert Wells, quien celebraba la

partida desde el muelle a la derecha. (Foto: U.S. ARMY)

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Durante los pasados diecisiete meses que he dirigido es-

te regimiento he reiterado repetidamente mi completa e

inmutable confianza en la habilidad de lucha de los

hombres del 65… Esa marca habla por sí sola… Con

humilde sinceridad felicito y agradezco a todos ustedes.

A cada uno le extiendo mis mejores deseos de una feliz

Navidad y un próspero Año Nuevo.

—WILLIAM W. HARRIS, coronel

en memorándum a miembros de su regimiento a bordo del USS General H. B. Freeman, puerto de Hungnam

24 diciembre 1950

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Introito Se le ha llamado tanto eufemística como burlonamente un «ataque en otra dirección» y la «Gran escapada», y cándidamente descrito como un «milagro», «un ejercicio de improvisación» o «la primera y única opera-ción anfibia al revés en la historia militar estadounidense»; pero la in-contestable realidad es que la evacuación de Hungnam destaca como una de las más espléndidas y épicas campañas de la guerra de Corea. En el lapso de dos semanas, el legendario y controvertible X cuerpo habría de abrirse paso hasta el mar a lo largo de una aterradora ruta entre las montañas del este de Corea del Norte, destruyendo dos ejércitos chinos en el camino, antes de alcanzar el resguardo de la cabeza de playa de Hungnam, donde integraría la fuerza de 105,000 tropas estadounidenses, de las Naciones Unidas y surcoreanas, que, con sus 17,500 vehículos, 350,000 toneladas de carga y 91,000 refugiados, serían evacuados en lo que sería el mayor movimiento naval desde la II Guerra Mundial.

La tradicional máxima de «los primeros en llegar, los últimos en sa-lir» jamás ha sido mejor personificada que por un pequeño grupo de hombres de la 3a división de infantería de los Estados Unidos. El regi-miento vanguardia de la división en Corea sería también la retaguardia del cuerpo de ejército durante la evacuación del mismo.

Particular en su clase, se le conoció por el apodo de «Los borinque-ños».

La campaña «En casa para las navidades» Un rotundo éxito en su improbabilidad, el desembarco de Inch’on del 15 de septiembre de 1950 sentó mucho más que nuevas pautas en la guerra que asolaba a Corea por cerca de tres meses: presagió su fin. Kim Il-song (Kim Il Sung), el ambicioso presidente norcoreano, no pudo más que ob-servar con amarga decepción cómo su Ejército Popular,1 hasta entonces ocupando prácticamente toda la península, huía en desbandada hacia el norte ante el empuje del Mando de las Naciones Unidas (ONU), capita-neado por el legendario Douglas MacArthur. En un mes, la ONU aniquiló varias divisiones norcoreanas, capturó la capital de P’yongyang y seguía persiguiendo y cazando implacablemente a los comunistas. ¿Qué de las

1. Ejército Popular de Corea del Norte (Chosen inmingun, 조선 인민군).

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probabilidades de intervención de parte de China Roja? Los prospectos encabezaban la lista de preocupaciones del presidente Truman en Was-hington, D.C. «Mínimas», le aseguraría el general de cinco estrellas du-rante la breve reunión de ambos en Wake Island a mediados de octubre. Los chinos comunistas no atacarían; los aliados habían ganado la guerra.El Presidente podría sacar una división de Corea y enviarla a Europa tan temprano como enero de 1951. La «inminencia» del éxito, razonable-mente, inspiró al elocuente Comandante Supremo de los Poderes Alia-dos y del Mando del Lejano Oriente a enunciar su escandalosa promesa de tener a «los muchachos de vuelta a casa para las navidades».2

Por instrucciones de MacArthur, el teniente general Walton H. (Johnnie) Walker, jefe del Octavo ejército de los Estados Unidos en Core-a, y el mayor general Edward M. (Ned) Almond, jefe del X cuerpo, apre-suraron sus respectivos «ejércitos» en una carrera hacia el río Yalu. Cru-zar y llevar la guerra hasta Manchuria restaba por decidirse. Ninguno de los dos previó —o tal vez prefirieron obviar— la posibilidad de que dife-rencias entre dos fuerzas separadas tanto geográfica como personalmen-te podrían comprometer seriamente su eficacia colectiva. Primero que, desde su llegada a Corea, el X cuerpo estuvo operando como un ejército independiente en vez de asumir su puesto de subordinación ante el Oc-tavo ejército; y segundo, la mutua antipatía de los jefes empeoraba un ya incómodo acuerdo.3 Partiendo de la premisa de que los comunistas esta-ban derrotados y que los muchachos estarían yendo a casa para las navi-dades, los ejércitos continuaron sus respectivos avances en un total de cuatro columnas paralelas pero dispersas, dejando la parte central de Corea abierta a cualquier cosa.

2. La «promesa» se originó accidental y oportunamente cuando, durante una conversación fortuita de MacArthur con sus generales sobre los prospectos de la guerra, uno aseguró que podía llevar la misma hasta las riberas del Ya-lu, río que separa a Corea de China. De manera jocosa, pero ciertamente op-timista por lo que oía, MacArthur respondió que en ese caso podría tener a los muchachos en casa para las navidades, jamás imaginando que los co-rresponsales de guerra que los acompañaban tergiversarían sus palabras. La revista Time, por ejemplo, en su edición del 4 de diciembre (56.23: 24), cita al cinco-estrellas diciéndole a uno de sus generales: «Ya les he prometido a las esposas y madres que los muchachos de la 24a división estarán de vuelta para Navidad. No me hagas quedar como un mentiroso».

3. Almond era un macarthuriano, devoto hasta el extremo de obviar los defec-tos de su ídolo, en tanto que Walker, otrora protégé de Patton, era más re-alista, conocía sus límites y no titubeaba en expresar sus reservaciones. Agravaba la situación el hecho de que MacArthur le permitiera a Almond re-tener su título de Jefe de Estado mientras fungía como jefe del recién activa-do cuerpo en una descarada demostración de favoritismo que pareció armar al engreído y arrogante Almond de cada vez menos inhibiciones alrededor de oficiales de mayor rango.

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La carrera hacia el Yalu llegó a un abrupto frenazo la noche del 25 de noviembre, cuando 200,000 tropas de las fuerzas comunistas chinas (FCC)4 atacaron las líneas del Octavo ejército.

La furia del dragón: Douglas MacArthur paga por su error

Rumores de una creciente intervención china en la guerra se habían es-parcido como fuego por toda Corea —sus llamas lamiendo los escalones de los cuarteles generales de MacArthur en Tokio y el humo empezando a acumularse en la oficina de Truman en Washington, D.C. MacArthur decidió acallar los rumores, prefiriendo salvar su imagen y honrar su aserción en Wake Island. Si todo se iba al diablo, podría siempre culpar al G-2, su oficial de inteligencia, el primero que descartara la posibilidad de una intervención china.

Habiendo desembarcado en Corea del Norte a finales de octubre, el regimiento 17 de infantería de la 7a división, «Bayonetas», fue la primera unidad del X cuerpo en alcanzar el Yalu sin contrariedades.5 Al sur del 17, su hermano, el equipo de combate de regimiento (ECR) 32, había es-tablecido su puesto de mando de avanzada al este de la enorme represa de Changjin.6 Al sur del 32, la 1ª división de la Infantería de Marina se apostaba a horcajadas sobre la reserva artificial mientras que sus cuarte-les generales se levantaban en Hagaru-ri. El ECR 31 y el I cuerpo del Ejército de la República de Corea se extendían en un arco que anclaba la parte nororiental de la península.

Durante una inesperada visita al 32 el día después del ataque comu-nista al Octavo ejército, Ned Almond aceptó los rumores, pero enfatizó que no había dos divisiones en toda Corea del Norte. Los chinos de los que tanto se hablaba no eran más que «remanentes de las divisiones chi-nas que huían hacia el norte». Su X cuerpo seguía atacando e iría hasta el mismo Yalu. Almond culminó espoleando a sus comandantes a conti-

4. También conocidas como el Ejército Popular Voluntario chino (Wade-Giles: Chung-kuo jen min chih yüan chün [pinyin: Zhongguo Renmin Zhiyuanjun], 中國人民志願軍), las FCC eran auxiliares del Ejército Popular de Liberación (Wade-Giles: Chung-kuo jen min chieh fang chün [pinyin: Zhongguo Renmin

Jiefangjun], 中國人民解放軍). 5. Activado específicamente para el desembarco de Inch’on, el X cuerpo se

componía de dos divisiones estadounidenses —la 7ª del Ejército y la 1a de la Infantería de Marina— y un cuerpo de ejército surcoreano (el I). La adscrip-ción de la 7ª división al cuerpo dejó a Japón desprotegido, por lo que la asig-nación de Japón recayó en la recién incorporada 3ª división, la cual no arri-baría hasta mediados de noviembre. La 7ª estaba en un crítico estado a la sazón al verse despojada de cuando menos mil sargentos y cabos para relle-nar otras unidades en Corea. Cerca de 8,000 tropas surcoreanas crudas hab-ían sido integradas a las filas de la división.

6. Tal vez mejor conocida por su nombre japonés imperial Chosin.

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nuar y no dejar que un «grupo de lavanderos chinos» los detuviera.7 El plan había sido que una vez Corea del Norte fuera librada de comunistas, el Ejército de la República de Corea8 tomaría el control y el Mando de la ONU saldría de Corea. Su «incomprensible» estrategia ahora tenía al X cuerpo fragmentado a lo largo de un enorme frente.

Al oeste de la desatendida guardarraya del Octavo ejército y el X cuerpo, Walker no estaba capacitado para repeler el asalto chino. Un bo-quiabierto Douglas MacArthur solamente pudo observar cómo las deci-madas tropas de Walker hacían un viraje de 180 grados de vuelta al para-lelo 38. Al este de la guardarraya, los rumores se tornaron en pesadilla de la noche a la mañana: No había dos divisiones chinas en Corea del Norte, como Almond había dicho. Había dos ejércitos.

De igual manera, Almond, por órdenes expresas de MacArthur, deli-neó una retirada inmediata de las fuerzas de la 7ª división, ya en el Yalu, hasta Hamhung, una ciudad industrial al noreste de Wonsan y sede de los cuarteles generales del X cuerpo. Una vez allí, las tropas de retaguar-dia de la división protegerían los flancos norteños y nororientales del cuerpo, estableciendo un fuerte puesto a 20 millas (32 km) al norte de Hamhung a fin de bloquear las carreteras que llevaban al sur del área. A la sazón, el I cuerpo del Ejército de la República de Corea del Sur prote-gería el flanco occidental y aseguraría la carretera de la costa oriental mientras que las fuerzas completaban sus movimientos al sur.

La punta de la lanza El regimiento 65 de infantería del misuriano William W. Harris se había unido a la guerra como añadidura de último minuto a la 3ª división, «Ro-ca del Marne», poco antes de zarpar de Puerto Rico en agosto.9 El único regimiento de dicha división en Corea, había sido indiscriminada y tem-poralmente adscrito a las divisiones estadounidenses 2ª y 25ª de infan-tería durante las operaciones de remate del IX cuerpo del Octavo ejército a lo largo del bulto del Naktong durante la parte final de septiembre y la mayor parte de octubre. La gloria que le fuera negada al perderse el des-embarco de Inch’on vino llamándole cuando el X cuerpo, críticamente

7. En tanto que el estilo de liderato agresivo de Almond hablaba por sí mismo de su valor personal, las acciones poco ortodoxas y a menudo imprudentes del general sentó peligrosos precedentes con consecuencias desastrosas. Es-to quedará demostrado durante la retirada del X cuerpo al igual que durante el «Tiroteo de Wonju» en febrero de 1951.

8. Entiéndase el de Corea del Sur, propiamente llamado Taehan Minguk Yuk-

gun, 대한 민국 육군. 9. Esto, como resultado de la asignación del regimiento de «papel» 30 de infan-

tería como unidad de adiestramiento y de remplazo. La 3ª división estuvo familiarizada con el 65 desde el desempeño de este último en las maniobras PORTREX en Vieques en febrero y marzo de 1950. El desaparecido brigadier general William Harris provee una excelente perspectiva de comandante to-cante al desempeño del regimiento durante PORTREX en su Puerto Rico’s Fighting 65th U.S. Infantry (1980).

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falto de personal, convocó apoyo adicional para la invasión de Corea del Norte.10

Nunca imaginaron los orgullosos borinqueños que su desembarco en las playas de Wonsan en la primera semana de noviembre, pisándole los talones a la 1a división de la Infantería de Marina, marcaría el comienzo de un nuevo tipo de guerra con un nuevo «enemigo»: el controvertible Ned Almond. No solo se ganarían injustamente el prejuicio y discrimen de su nuevo jefe de cuerpo, sino que estarían a su merced y caprichos, pues no habiendo bien desembarcado la avanzada del 65, Almond lo fragmentó, poniéndolo bajo el control operacional del X cuerpo sin noti-ficarle a Harris. Al enviar precipitadamente el 2º batallón (2/65) del te-niente coronel Herman W. Dammer a las montañas del cercano Yong-hong, poco equipado y carente de municiones adecuadas para repeler la supuesta fuerza enemiga escondida allí, Almond prácticamente le entre-gaba la unidad al enemigo en bandeja de plata. Un oportuno avión de observación aliado salvaría la situación al alertar la presencia de los bo-rinqueños y coordinar una entrega de equipo por vía aérea que permitir-ía a los puertorriqueños repeler al enemigo y regresar a Wonsan.

Cuando el resto del regimiento desembarcó en Wonsan, Almond in-mediatamente lo esparció por todo el lugar: una parte para cuidar de sus cuarteles generales; otra para servirle de guardaespaldas a los elementos de la 1a división de la Infantería de Marina allí; y la otra para una incur-sión hacia el oeste con el fin de contactar y ayudar al decimado Octavo ejército en Tokch’on, cerca de la infame guardarraya. Para Harris, las palabras de su compañero de la Clase de 1930 de West Point y amigo, Aubrey Smith, unas noches antes («Yo no iría adónde vas a menos que el

jefe del cuerpo me diera órdenes por escrito… y cuando menos cuatro divi-

siones de infantería»),11 proyectaron una sombra siniestra en su futuro cercano. El jefe del cuerpo tendría verdaderamente que reforzar la uni-dad de Harris con una fuerza del tamaño de, precisamente, un cuerpo. La 3ª división, a punto de completar su adiestramiento en Japón, no arri-baría hasta noviembre. (La necesidad de refuerzos en Corea hacía peren-toria la inclusión de la 3ª división.)

* * *

10. Si bien una vez estuvo previsto a participar en el desembarco de Inch’on, el 65 se perdió el Día D por toda una semana (gracias al tifón Kezia), arribando a Japón el 22 de septiembre, para ser redirigido a Corea la siguiente mañana. La pérdida del 5º regimiento de la Infantería de Marina para su empleo en el desembarco de Inch’on amenazó la estabilidad del disminuyente perímetro de Pusan, razón por la cual MacArthur «compensó» a Johnnie Walker con la imprevista adscripción del «inexperto», por tanto, no confiable, regimiento puertorriqueño al Octavo ejército. Walker vio este quid pro quo con prejui-cios, pero, no obstante, empleó el regimiento en minúsculas operaciones de remate que, a la larga, beneficiaron la salida de Pusan.

11. Harris, 87.

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Historia de dos destacamentos Desde el momento que el resto de la 3ª división del mayor general Ro-bert H. Soule12 llegó a Corea del Norte, iría a bloquear la carretera que venía del este de Sach’ang-ni y a proteger la franja costera de Wonsan–Hungnam.13 Su misión principal se centraría en rematar el área luego de que tropas norcoreanas y guerrillas se hubieran infiltrado o rezagado cuando sus unidades se retiraron del puerto marítimo. Para hacer esto, el general paracaidista creó cuatro equipos de combate a partir de sus tres regimientos (7º, 15 y 65) y el recién adscrito regimiento surcoreano 26. El 26 había sido la primera unidad del X cuerpo en encarar —y ser casi aniquilada por— las FCC en octubre.

A ojos de muchos, esta relativamente fácil tarea de alguna manera refinaría destrezas embotadas durante los años de la posguerra en mo-mentos que la 3ª división se hallaba en un alarmante estado de prepara-ción —sin mencionar, «¡Un desastre!», como lo creyó en su momento el sargento de Estado de policía militar Robert P. Wells, de Oregón, adscri-to a la 3ª compañía de tales de la misma división. «El 7º —comenta— fue efectivo desde el desembarco, pero el 15 no fue una ventaja y a veces una responsabilidad».14 En la primera noche en tierra, un líder de pelotón del 15 de infantería murió accidentalmente cuando uno de los suyos le dis-paró mientras el oficial verificaba el nivel de alerta de los hombres. «En cuanto al 65 —continúa—, estos estaban muy bien adiestrados, bien em-pleados y podían encargarse de sus propios asuntos».15 El referido inci-

12. Conocido entre sus amigos como «Shorty» por cuenta de su comparativa-mente baja estatura de 5’6” (1.65 m).

13. El área de responsabilidad de la división comprendía cuatro sectores. Yendo en sentido horario: al oeste del «enclave» de Hamhung–Hungnam, a la par aludido como «Ciudad Libertad» (bajo la responsabilidad de la 1a división de la Infantería de Marina), el regimiento surcoreano 26, con sus cuarteles ge-nerales en Kogae-gol, se extendía hacia el oeste hasta la guardarraya del Oc-tavo ejército y el X cuerpo. Al sur del 26, el 65, acuartelado en Yonghong, seguía el meridiano a lo largo de la guardarraya. Al sur del 65, con sus cuar-teles en Togwon, el 15 de infantería cuidaba de Wonsan, donde la 3ª divi-sión también tenía sus cuarteles generales. Finalmente, al norte del 15, con sus cuarteles generales en Kowon, el 7º se extendía a lo largo de la costa, cercando las afueras de «Ciudad Libertad».

14. En carta al autor, 7 dic. 2004. 15. Parte de este problema de falta de preparación puede deberse a la estandari-

zada (tal vez obligatoria) integración de tropas surcoreanas en unidades del Ejército estadounidense. El programa KATUSA (siglas en inglés para Aumento

coreano para el Ejército de los Estados Unidos) creó un serio problema de len-guajes tanto en la proficua como en la terminología, dado que la lengua co-reana en esencia carecía virtualmente de todo término «tecnológico» exis-tente en el inglés. Para cuando su regimiento desembarcó en Corea del Nor-te, Harris ya había solucionado el problema de una manera particular: asig-nando solamente un KATUSA por escuadra y «despachando» el sobrante (so-bre 1,000) de vuelta a unidades surcoreanas. Para entonces, la preparación para el combate en el 65 era la de una unidad altamente funcional, a dife-rencia de sus hermanos regimientos 7º y 15, con sendos 50%.

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dente con el regimiento 15 motivó a Wells a preguntarle casualmente a Soule un día cómo esperaba pelear en una guerra con tantas unidades tan pobremente adiestradas; la respuesta del general fue enfática y re-signada: «En el ejército uno guía lo que tiene y espera lo mejor».

A los ojos de Harris, un área de responsabilidad que abarcaba aproximadamente 900 millas cuadradas (1,449 km2) era demasiado gran-de para ser patrullado —sin mencionar defendido— efectivamente. So-braron los fuertes encuentros a lo largo de la franja; no obstante, todos los ataques enemigos fueron derrotados.

El 4 de diciembre finalmente presentó algo de «organización» y «di-rección» para el 65, el cual, por los primeros tres días del mes, había es-tado yendo y viniendo sin objetivo dentro de su área de responsabilidad, simplemente reaccionando a los cambios de órdenes que el X cuerpo producía a velocidad de ametralladora.16 La primera orden operacional emitida por la 3ª división exigía que los puertorriqueños relevaran a la 1a división de la Infantería de Marina en retirada, cubriendo la carretera hacia la represa de Changjin, desde Sudong hasta el sur de Hamhung, y protegiéndolas de fuerzas norcoreanas en retirada que venían lanzando ataques diversivos para retirar las fuerzas de la ONU de las tropas en marcha. Reunido en Hungnam por primera vez desde su llegada a Corea del Norte, el 65 recibió las siguientes misiones:

1. Preparar puestos de defensa en la línea CHARLIE, cerca de Oro-ri, a

ocho millas (12.8 km) al noroeste de Hamhung, desde la guardarraya de la 7ª división (a la derecha) hasta la línea GEORGE en el río Tongsongch’on (a la izquierda) (1/65);

2. Oponer una gran fuerza enemiga proveniente del norte; 3. Asegurar la villa de Majon-dong, a once millas (17.7 km) al norte de

la línea CHARLIE (2/65); 4. Librar de fuerzas enemigas el trecho de siete millas (11 km) de la

ruta principal de suministros desde Majon-dong hasta Sudong (3/65); y 5. Proteger la retirada de los cuarteles generales de la 1ª división de la

Infantería de Marina de Hagaru-ri.

Ned Almond ideaba que la 3ª división enviara una fuerte avanzada a

cubrir Chinhung-ni, el punto medio de la carretera de 40 millas (64.4 km) entre Hagaru-ri y Hungnam; aguardar allí por los infantes de marina que vendrían de las montañas; y frenar las fuerzas chinas mientras que los infantes se retiraban hasta Sudong. Allí, las tropas del 2/65 y el 3/65 se reunirían con las fuerzas en retirada y se asegurarían de que éstas abor-daran los camiones y trenes provistos para su transporte final hasta el puerto de Hungnam, para su posterior evacuación hasta Pusan. Las tro-pas en el perímetro alrededor de «Ciudad Libertad» serían retiradas en-

16. Este statu quo que Harris alude como «Operación Media Vuelta» en sus me-morias obedece a la decisión de Douglas MacArthur de tomar control de la 3ª división para un posible empleo en el frente del Octavo ejército. Si bien Almond inicialmente aceptó, más tarde apeló y obtuvo una rescisión a dicha acción, recuperando la división y cancelando la misión de reconocimiento previamente asignada al 65.

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tonces de la línea Charlie mediante una serie de acciones de retraso su-cesivas hasta evacuar la 7ª división bajo el fuego de cobertura de la reta-guardia de la 3ª división.

Para ayudar al 65 a lograr su misión, Shorty Soule organizó una po-derosa fuerza dirigida por su irascible auxiliar, el brigadier general Ar-mistead Mead: la fuerza de operaciones especiales Dog. Dog incorporaba elementos del 3er batallón del ECR 7, del batallón 92 de artillería de cam-paña, de los batallones 10 y 73 de ingeniería de combate y de las com-pañías 3ª de reconocimiento y 52 de transportación, en lo que podría compararse con una empresa de «resolver lo irresoluto» o de «caballería al rescate».

Si por alguna oscura razón el papel de la fuerza Dog ha sido relati-vamente poco celebrado y opacado por el glamor del heroico papel de los infantes de marina durante la retirada, su homóloga Childs ha pasado a la historia virtualmente inexistente. El hecho es que ambas fuerzas esta-ban tan intrínsecamente entrelazadas que muchos miembros de la Childs aun creen que operaron bajo Dog en todo momento. Nombrada en honor a su comandante táctico, el teniente coronel George W. Childs, jefe auxi-liar del 65, esta fuerza de 1,850 hombres consistió del grueso de 2/65 y 3/65, fuertemente apoyado por unidades de artillería de campaña, inge-niería, de tanques y de química. Así que mientras que la misión de la fuerza Dog consistía en ayudar a los infantes de marina a abrirse paso hasta la ruta de retirada, la de Childs era defender las alturas al frente y, eventualmente, al oeste de la ruta principal de suministros.

Otra característica que acentúa la singularidad de estas fuerzas es su composición racial y étnica: una tercera parte puertorriqueña y dos ter-ceras partes negra.17 Si bien no hay consenso entre los puntos de vista en cuanto al carácter de Almond, casi todos concuerdan al reconocer la ac-titud subjetiva del general para con soldados «de color», resultado del decepcionante desempeño de su división negra (la 92) durante la II Gue-rra Mundial.18 Si el racismo jugó un factor determinante en la constitu-ción de las fuerzas Dog y Childs, la indiscutible realidad es que, excep-tuando al 65, las tropas de la 3ª división eran verdes.

Soule habría de concentrar el resto de su división entre Chigyong y el aeródromo C-47 en Yonp’o, algunas cuatro millas (6 km) al suroeste de «Ciudad Libertad».

Ambas fuerzas operacionales iniciaron la marcha en las bajas horas de un helado 6 de diciembre, encabezados por el 2/65 de Herman Dam-mer, el cual alcanzó Majon-dong a las 2:30 p.m. y aseguró sus carreteras y vías férreas hasta la llegada de la fuerza Dog. Relevados in situ, parte del 2/65 se retiró hasta Oro-ri para enlazarse con el 3/65 del teniente coronel Edward Allen, mientras que la compañía G del 2/65 dirigía la

17. En definitiva, los elementos de las dos operaciones se consideraban «ne-gras». Entre Dog y Childs había cuatro batallones «negros» (2/65; 3/65; 3/7; y 3/15), sin mencionar que las unidades auxiliares eran esencialmente negras.

18. A dicha división perteneció el regimiento 442 nisei (japoneses-americanos de segunda generación), uno de los más condecorados de la II Guerra Mun-dial.

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marcha norteña de la fuerza Dog hasta Sudong. Desde sus respectivas posiciones a lo largo de una cresta paralela a la carretera de Hamhung, tres compañías del 3/65 controlaron varias millas de adyacencias.

«¡Retroceder, carajo!»: la Infantería de Marina avanza en otra dirección

La situación al norte se hacía más tétrica con cada minuto que pasaba. El compañero de clase de West Point de William Harris, Allan MacLean, comandante del regimiento 31 de la 7ª división, había sido herido y cap-turado19 por las fuerzas chinas; el teniente coronel Donald C. Faith, co-mandante del 1/32, se había convertido en otra baja;20 y la fuerza de ope-raciones especiales MacLean–Faith aniquilada. El heroísmo de estos hombres, sin embargo, dista un mundo de haber sido en vano. En el sa-crificio se logró la virtual destrucción de toda una división china y la permisión de que 10,000 infantes de marina y soldados atrapados en la represa de Changjin alcanzaran el resguardo de Hagaru-ri.21

Carentes de rutas de suministros y rápidamente agotando sus muni-ciones, infantes de marina y soldados continuaron estando expuestos y sucumbiendo al frío extremo a la vez que divisiones enteras de mejor equipadas y situadas tropas comunistas fanáticas los venían rodeando. A un lado, el formidable terreno le permitía al enemigo aislar efectivamen-te al X cuerpo; al otro, las ventiscas heladas parecían despojar a aquéllos en retirada de cualquier fuerza y espíritu de lucha que una vez pudieron tener con sus primeras victorias en Changjin. Muchos hombres colapsa-ban y preferían no moverse más, siéndoles fundamental a oficiales y sar-gentos mantenerse cerca de ellos y animarles a responder aun bajo ata-que. Los rezagados tenían que ser pateados y empujados en ocasiones. A la sazón que las esperanzas de escapar disminuían, el plan de retirada continuaba según lo acordado.

«Estamos simplemente avanzando en una dirección diferente», fue la cándida respuesta del mayor general de la Infantería de Marina Oliver P. (O. P.) Smith a un corresponsal de guerra cuando le preguntaron sobre la retirada. Primeramente, el término era anatema en la doctrina de la Infantería de Marina; y segundamente, no había retaguardia a la cual retirarse. Una versión recargada de la respuesta de Smith entraría en la historia de la Infantería de Marina como «¡Retroceder, carajo!¡Estamos simplemente atacando en otra dirección!». La corresponsal de guerra del New York Herald-Tribune, Marguerite Higgins, posiblemente la más fa-mosa de su clase en Corea, y el fotógrafo de guerra de la revista Life, Da-vid Douglas Duncan, habían viajado a Hagaru-ri para cubrir la épica reti-rada, pero Higgins había sido forzada a irse por razones de género y las

19. En última instancia muerto. 20. Muerto en combate. 21. Durante el trayecto, la división «Bayoneta» habría de perder cinco jefes de

combate de alta jerarquía.

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horrendas penurias a enfrentar.22 Quedaría de parte del otrora infante de marina Duncan convertir la retirada de los infantes en el más famoso episodio de la guerra de Corea.

Las fuerzas en retirada partieron de Hagaru-ri el 6 de diciembre, pa-rando brevemente en Kot’o-ri, once millas (17.7 km) al sur, para aguar-dar la entrega por vía aérea de materiales para construir un puente sobre el paso de Funchilin. La villa de Chinhung, más al sur, marcaba la prime-ra mitad de la retirada y el punto de encuentro con elementos de la fuer-za Dog.

Durante el invierno de 1950 —uno de los más crudos de la historia escrita de Corea—, ambas facciones guerreras soportarían el efecto de frío extremo no solo sobre sí, sino sobre sus capacidades de combate por igual. Las quemaduras de frío probarían ser tan peligrosas como el mal funcionamiento de las armas. Documentos otrora clasificados y ahora accesibles al público demuestran que en tanto que los comunistas en-contraron maneras para contrapesar el mal funcionamiento de sus ar-mas, las quemaduras de frío continuaron siendo su mayor enemigo por mucho, probando ser más letales que la superioridad en general de las fuerzas de la ONU.

Para la mayoría de los borinqueños, viendo nieve por vez primera en sus vidas y experimentando un frío inexistente en su concepto moldeado en los trópicos, el reto de lidiar y sobrevivir les presentó una oportuni-dad de emplear su ingenio. Vestirse en capas compensaba la falta de equipo invernal apropiado; cargar sus raciones enlatadas bajo las axilas mantenía la comida lo suficientemente caliente y lista para comer; y manteniendo sus cantimploras bajo la ropa mantenía el agua usable. Las armas individuales debían mantenerse relativamente secas; habían aprendido que un exceso de grasa o aceite sobre las armas después de limpiarlas presagiaban trabas o mal funcionamiento. El truco para evitar el encogimiento o resquebrajadura de los tubos de morteros consistía en ponerlos sobre fogones cavados en el suelo y mantenerlos cubiertos con toldos hasta ser usados. En casos extremos, se tenía que orinar sobre las armas a fin de descongelarlas para operación inmediata. Este excepcio-nal desempeño en temperaturas bajo cero impresionó tanto a Harris que el coronel iría por todos lados patrocinando a sus hombres como los me-jores soldados en toda Corea. Alguien no le había estado haciendo justi-cia al ingenio del soldado puertorriqueño.

Para el 10 de diciembre, la columna en retirada había crecido a 15,000 hombres. Ya las hordas de las FCC venían pisándoles los talones cuando cayó bajo la protección de los elementos de infantería y tanque-ros de avanzada de la fuerza Dog en las afueras de Chinhung-ni. Para aquellos hombres —barbudos, hambrientos y entumecidos por el frío—, «claro que fue maravilloso ver tropas aliadas sobre las cimas».23 La vista fue mucho más extática cuando alcanzaron el perímetro de la 3ª divi-

22. A diferencia de la primera vez, cuando Johnnie Walker le vedó la entrada en Pusan y ella apeló a MacArthur, Higgins obedeció sin protestar.

23. George A. Rasula, entonces capitán, auxiliar de operaciones y después co-mandante de Item/31, citado en Blair, 541.

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sión. Allí, tantos como fue posible, llenaron a capacidad los 110 camio-nes provistos para el rescate e iniciaron el viaje de vuelta a Hungnam; muchos tuvieron que seguir caminando. Para esos, muchos de los cuales no habían dormido en días, la ordalía quedaba todavía por acabar.

Para cuando alcanzaron Sudong, las alturas occidentales de la ruta principal de suministros por las siguientes siete millas (11 km) al sur habían sido ya aseguradas por los borinqueños. La ventaja de dos meses en Corea los había armado con la astucia para encarar un enemigo tan dependiente de las particulares del terreno. La táctica usada para asegu-rar la ruta fue la «ratonera», la cual consistía en fingir una retirada a lo largo de las llanadas de un valle a fin de atraer las fuerzas chinas en per-secución, y una vez los chinos estuvieran dentro, otros puertorriqueños bajaban de las colinas en bandada, cercando y aniquilando al enemigo a punta de bayoneta. Haciendo esto habían debilitado la presión china lo suficiente para permitir que infantes de marina y soldados se apoderaran de las colinas y cubrieran el paso de sus tanques y vehículos.

«¡Dos batallones!» Al norte de allí, cualquier momento de calma se presentaba como el óptimo para descansar. Escenas de hombres dormitando sentados, de espaldas con algún compañero, acurrucándose entre sí o aferrándose a los bonetes de vehículos encendidos en busca de calor se volvieron tan comunes como respirar. David Duncan gozó a expensas de la miseria de los hombres y se desvivió fotografiándolos en su momento. Como antiguo infante de marina y haciendo honor al distintivo eslogan del cuerpo —Semper Fi—, el célebre fotógrafo centró su lente en sus venerados leat-hernecks,24 ignorando casi por completo a los 2,300 «caras de perro»25 en la columna. Vaya la ironía cuando el destino dispuso que en 1985 se es-cogiera una foto de sus «olvidados» soldados para confeccionar un sello conmemorativo de la guerra de Corea. ¡Vaya ejemplo de justicia divina! Claro que en 1950 Duncan ni lo imaginaría. Sus fotos eran a la sazón el corazón de un libro que publicará al año siguiente: This Is War!, entre cuyas páginas figurará la discordante foto de un pelotón de soldados «pertenecientes a una unidad de reserva (me dijeron luego) de Puerto Rico». ¿Cómo iba a saber que estaba siendo mal informado y que aque-llos soldados eran en realidad médicos del 2/31, una unidad trabajando cerca de los muchachos del 65?26 Pero la historia de esta disputa será tema a discutir en otra ocasión.

24. Literalmente, «cuello de cuero»; apodo del infante de marina basado en las bandas de cuero que solía llevarse en el cuello de los antiguos uniformes.

25. Traducción de dog-face, apodo dado al Ejército durante la II Guerra Mundial. 26. La declaración de Duncan ha causado mucha confusión (y desilusiones) tan-

to entre miembros como en admiradores del 65.* Los soldados ciertamente eran médicos del 2º batallón del 31 de infantería, unidad a la cual perteneció el hoy jubilado coronel del Ejército John J. (Zitz) Zitzelberger, uno de los dos hombres —el segundo, mirando al suelo— captados por el lente de Duncan. Zitz libró una lucha de más de dos décadas para que se le hiciera justicia,

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Pese a su formidable desempeño, los puertorriqueños no podían ga-rantizar cada pulgada de terreno. Temprano en la noche, elementos chi-nos cercaron la carretera, deteniendo la columna, infligiendo cerca de veinte bajas entre los infantes de marina y destruyéndoles nueve camio-nes. Dos coroneles del ejército rompieron el bloqueo chino; pero la reti-rada no procedería sin percances a partir de entonces.

Elementos del 3/7 y de George/65 continuarían repeliendo más ata-ques chinos durante la noche. Tan pronto como el último grupo de in-fantes de marina y soldados cruzó los puestos de defensa de George/65, los más norteños, la compañía recibió órdenes de retirarse y servirle de retaguardia al grueso de las tropas en Majon-dong. La orden de cubrir la retirada de la compañía a su vez recayó en el pelotón del sargento pri-mera clase Félix Nieves, con la misma escuadra de Nieves cubriendo la retirada del pelotón. Apenas el pelotón completaba su retirada, un fuerte ataque enemigo les sorprendió. Nieves ordenó el retiro absoluto de sus hombres mientras él defendía el puesto, bajo fuego de ametralladoras y armas livianas, logrando matar al menos dieciocho chinos antes que de la fuerza restante huyera en desbandada y le permitiera a la escuadra de Nieves alcanzar la seguridad de la columna. La intrepidez del sargento salvó la vida de muchos de sus compañeros.

Mientras que esas acciones tomaban lugar, los últimos elementos de las divisiones de la Infantería de Marina y del Ejército, en Majon-dong, abordaban trenes y camiones para empezar el último trayecto de su via-je. Los borinqueños les daban cuanta comida podían dispensar— ma-yormente misceláneas de raciones enlatadas como jalea, galletas, mos-taza, frutas y surtidos. Para más de un alma famélica, una galleta emba-durnada de mostaza se apetecía como el más espléndido de los banque-tes. Las tropas en retirada no pudieron estar más agradecidas por aque-llos gestos de camaradería que sobrepasaban las diferencias de armas de servicio. Se dice que cuando un sorprendido oficial infante de marina preguntó cuántas divisiones habían venido por ellos y la respuesta fue, «Dos batallones del 65; puertorriqueños», su reacción fue un incrédulo, «¡Dos batallones! ¡Pero si pelean tan bien como nosotros mismos!». Cla-ramente, pese a su revés, los infantes conservaban su tradicional orgullo.

Los ataques nocturnos continuaron durante la semana a lo largo de la ruta. A la medianoche del día 11, elementos de Baker/65 enfrentaron una fuerza china de 300 activos al norte de la línea Charlie. Los borin-queños repelieron el ataque fácilmente; pero los chinos atacarían nue-vamente en la noche del 15, forzando a la Baker a retroceder hasta terre-

llegando, como último recurso, a contratar los servicios de la reconocida y galardonada artista forense Lois Gibson, quien finalmente lo identificó en 2007. (Gibson es la artista que identificó también a Glenn McDuffie como el marinero que besa a la joven enfermera en la icónica foto tomada en Times Square en 1945.)

* Véanse, p. ej., entre el último grupo, R. C. O’Connor y su carta sin título publicada en la sección «Letters to the Editor» en The Watch on the Rhine 82.5 (2001): 10.; y George Goldstone, ídem, en The Watch on the Rhine 82.6 (2001): 10.

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no más alto. En el proceso, el comandante de la compañía cayó herido, rezagándose y rehusándose a ser evacuado del territorio a la sazón cer-cado por el enemigo. Sin importarle su propia seguridad, un joven cabo regresó por él; y no habiendo bien el cabo regresado a su oficial a la se-guridad de la compañía, artillería y morteros aliados empezaron a apo-rrear las inminencias de los puestos de la Baker. El cabo una vez más se ofreció de voluntario para cruzar la tierra de nadie a fin de alcanzar un puesto de mando aliado y detener los ataques27, 28

Infantes de marina y soldados continuaron su marcha con rumbo sur bajo la protección de los puertorriqueños, en todo momento esperando defender el sector de «Ciudad Libertad» antes de que la ordalía acabara. A la sazón todos ignoraban que el plan de evacuar el X cuerpo estaba ya en efecto. Aunque los chinos no interfirieron seriamente con la retirada en este punto, el prospecto de amenaza que representaban forzó un vi-goroso bombardeo por fuego naval y aviones de la Infantería de Marina y la Marina de Guerra destacados desde portaaviones. Fuego aéreo adicio-nal también estuvo disponible desde el aeródromo C-47.

La evacuación Con la llegada de los primeros elementos a Hungnam entre los días 10 y 11,29 el X cuerpo empezó su épica evacuación con rumbo a Pusan. Su me-ta era efectuar una salida ordenada de personal, equipo y suministros y ciertos refugiados civiles. Poco equipo habría de dejarse atrás, a diferen-cia de la evacuación de Okinawa en 1945. Parte de los trofeos incluía algunas piezas rusas de 76 mm capturadas previamente del ejército nor-coreano. Hasta vehículos averiados serían levantados y sacados de allí. Un corresponsal de guerra de Time describió el escenario: «Los soldados apenas dejaron algo en el devastado Hungnam excepto un sardónico rótulo: ‘NO QUEREMOS EL MALDITO LUGAR DE TODOS MODOS’».30

En lo personal, la evacuación constituyó una victoria para Ned Al-mond, comparado con el desbarajuste en el Octavo ejército de Johnnie Walker tras la pérdida de la 2ª división y la mayor parte de su equipo pe-

27. El cabo Cristóbal Meléndez Claudio ascenderá al rango de sargento maestre antes de la partida del coronel Harris en 1951 y merecerá una Estrella de Bronce por Valor y una por Servicio Meritorio en los catorce meses que sir-vió en Corea.

28. Esto fue un simple ejemplo del arrojo puertorriqueño. Estos días oscuros vieron el nacimiento de muchos héroes. Desde la alta jerarquía —como el mismo coronel Childs, cuya conspicua valentía e incansable energía estimu-laron moral y contribuyeron grandemente a la victoria durante los cinco difíciles días que su fuerza operacional estuvo bajo fuego hostil— hasta los escalones más bajos —como el joven soldado Donald Cirino Rivera, quien, exponiéndose a intenso fuego enemigo a fin de verificar campos de fuego y dirigir puestos de fuego, cumplió sus labores de operador de radio y aseguró el rescate de los puestos de su compañía.

29. Las fuerzas Dog y Childs fueron inactivadas para entonces. 30. «The Enemy: Poor Showing», Time 57.2 (1951): 17.

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sado en el paso de Kunu-ri.31 En cuanto a los refugiados, Almond se es-forzó por cumplir su palabra de evacuar tantos como le fuera posible una vez la opción de una evacuación por tierra fuera descartada por razones de seguridad; desafortunadamente, de más de 180,000 esperando a ser evacuados, solamente 91,000 saldrían.

El dos-estrellas decidió que la primera unidad mayor del X cuerpo a embarcar sería la división de la Infantería de Marina, una prioridad que pudo haberla dictado la aterradora tasa de bajas de más de 10,500 desde su llegada a Wonsan en octubre: 40% en combate y 60% por razones no relacionadas. Mientras que la Infantería de Marina se embarcaba, Al-mond desplegaría las divisiones del Ejército a lo largo del sector Ham-hung–Hungnam, con la 3ª tomando el lado izquierdo y la 7ª el derecho. Entre el 11 y el 14 de diciembre, los infantes de marina abordarían 28 naves que, el día 15, zarparían con rumbo a Pusan en medio de una tor-menta de publicidad. Los infantes de marina serían seguidos por el I cuerpo de la República de Corea del Sur, con rumbo a Mukho, justo de-bajo del paralelo 38.

La 7ª división, con 2,100 hombres menos, les siguió bajo el fuego de respaldo de la 3ª y de una formidable fuerza de 600 cazas y bombarderos aporreando los probables puestos enemigos en los contornos del con-traído perímetro. La concentración de fuego estadounidense achicaba cualquier otra acción hasta entonces vista en Corea; en la cabeza de pla-ya, cañones de autopropulsión, obuses, morteros pesados y armatostes pusieron tremendo peso en metal por milla de frente. En la costa, los acorazados de la Séptima flota lanzaban su propia barrera de artillería. Arriba, escuadrillas de aviones de la Fuerza Aérea, Marina de Guerra e Infantería de Marina buscaban y descalabraban al enemigo con napalm, cohetes, bombas y ametralladoras. Infantes de marina veteranos de la II Guerra Mundial compararon el asunto con Iwo Jima; veteranos del Ejér-cito, con un «Anzio al revés».32 En un período de 24 horas, el combinado poderío cobró sobre 2,600 bajas chinas. Desmoralizados, los chinos em-pezaron a enviar tropas norcoreanas reagrupadas a la lucha, y para fina-les de la semana fueron estos los que cargaron con la peor parte. Los pri-sioneros decían que cada vez que los comunistas se formaban para lan-zar ataques en masa eran dispersados por la artillería o el fuego aéreo. A partir de entonces, los esfuerzos del enemigo se redujeron a meros ata-ques de sondeo.

A estas alturas, los comunistas, encaminados a un mal final, desper-diciaron varias excelentes oportunidades de arruinar la operación del X cuerpo. «Sabían todo sobre nosotros», reflexionaría O. P. Smith tras la batalla; «dónde estábamos y qué teníamos. Pero sigo sin entender sus tácticas. En vez de golpearnos con todo en un solo lugar, seguían haciéndolo en diferentes lugares». Fuera por carecer de movilidad, equi-po, juicio táctico o una combinación de estos y otros factores, luego de

31. Irónicamente, no todo por elemento hostil; un malentendido entre las fuer-zas de la 1ª brigada turca y las de la 2ª división estadounidense vería a este último elemento llevando la peor parte.

32. «Battle of Korea: ‘Anzio in Reverse’», Time 57.1 (1951): 17.

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que el perímetro de Hungnam se estableciera, el enemigo pareció inca-paz de explotar su mayor ventaja: el activo personal. «La única ventaja que tienen en esta tierra bendita es números».33 Al final, sufrieron bajas hasta cinco veces mayores que las de las fuerzas estadounidenses.

Si bien la evacuación de Hungnam pareció tomar más de lo espera-do, para Almond, no obstante, fue «tal como se planeó». Cualquiera que fueran las razones para la demora en recoger, la operación estaba te-niendo dos resultados satisfactorios: les estaba enseñando a chinos y norcoreanos cómo lucía, sonaba y se sentía el fuego estadounidense en masa; y estaba acabando con muchos comunistas.

Los ataques enemigos reanudaron en las horas bajas del día 22 mientras los tres regimientos de Soule cubrían en la segunda línea de la fase (también llamada DOG) el embarco de las últimas unidades de arti-llería del X cuerpo y las primeras unidades auxiliares de la 3ª división. El grueso del ataque cayó sobre el 1/65 de Howard St. Clair. A diferencia de previos ataques a nivel de compañía en que tropas comunistas portando cascos y equipo invernal estadounidenses habían sido fácilmente recha-zados, las bizarras fuerzas chinas recurrieron a una táctica que los bo-rinqueños ya conocían bien: la guerra sicológica. Esto es, grandes núme-ros (aproximadamente 2,500), cánticos ruidosos y sonidos de clarín y de tambores. La batalla que siguió culminó con las luces de la mañana hallando cerca de 1,000 tropas chinas esparcidas por el suelo helado, algunas heridas y otras muertas. Pese a las incesantes barridas de ame-tralladoras y lluvias de bombas de parte de la artillería y acorazados es-tadounidenses en las costas, el enemigo mantuvo su presión durante el resto del día. Al anochecer, bombas y bengalas iluminaban la escena, siendo el único modo práctico de contrarrestar la fastidiosa afición del enemigo de atacar de noche.

La evacuación del X cuerpo permitió que el perímetro se encogiera hasta no más de diez millas (16.1 km) en torno al puerto de Hungnam para el día 23, cuando la división de Soule mantenía la última línea-fase en preparación para la retirada final. Solamente una pequeña cantidad de fuego de mortero y artillería enemigo aporreaba a las tropas del perí-metro ahora, mas eso no evitó que la división llevara a cabo sus tareas de demolición alrededor de «Ciudad Libertad», el aeródromo C-47 y adya-centes vías férreas, almacenes, puentes y atracaderos.

Mientras que esto ocurría, el 65 se retiró hasta un perímetro de de-fensa más ceñido alrededor del puerto mismo. Una inesperada pero bien acogida calma en ese sector el día 22 permitió la celebración de una pe-queña ceremonia de presentación de galardones en la que el coronel Childs, así como varios borinqueños, recibieron elogios del comandante de la división. El mismo jefe del X cuerpo, Ned Almond, estaría también allí para presentar sus acostumbrados honores de «impacto».34 El sargen-to Nieves, quien recibió la Estrella de Plata por sus acciones en Sudong, recibió un halago especial de parte de Shorty Soule. Almond reconoció el

33. «Poor Showing», 17. 34. Entiéndase premiaciones, generalmente medallas, sin órdenes oficiales

acompañantes al momento de su presentación.

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esfuerzo del 65 presentándole la Estrella de Plata al coronel Harris, quien la aceptó con ojos lagrimosos y a nombre de sus borinqueños, la-mentando no poder romperla en pedazos y poner un pedazo sobre el pe-cho de cada uno de sus hombres y sobre las tumbas de aquellos que hubieron dado la vida.

La división recibió finalmente sus órdenes de retiro el día 24. El puerto era un barril de pólvora para entonces, con sus perímetros ali-neados de vagones de tren llenos de explosivos. Un movimiento en falso habría volado a toda la división del «Marne» hasta los quintos cielos.

Los arreglos finales detrás de las últimas dos líneas-fases, DOG y FOX, mostraban al 7º de infantería cubriendo el flanco izquierdo, el 65 el centro y el 15 el derecho. El orden de retirada una vez que los cuarteles generales de la división fueran embarcados con su equipo pesado y mu-niciones dictaba que el 7º se embarcaría a las 12:30 p.m., seguido por el 15 unos minutos más tarde, y finalmente el 65. Retirarse con dos unida-des contiguas le impuso al 65 una tarea difícil, dado que un flanco ex-puesto le presentaba una puerta abierta al enemigo. Por consiguiente, el 1/65 y el 3/65 retrocedieron hasta la Playa Azul, ocupada por el 2/65, cuya retirada se pautaba para minutos después de la partida de la fuerza de respaldo del 15.35

La situación era precaria y las fuerzas chinas aprovecharon para ata-car con renovadas fuerzas y en completa indiferencia ante el alto precio a pagar. Era el enemigo a un lado y el mar al otro; la situación tuvo un atractivo romántico en los acorralados borinqueños, quienes recurrieron a bayonetas, piedras, puños y «jiu-jitsu boricua» cuando los chinos —en casos extremos llevando la lucha a orillas del mar, encima de los arreci-fes— atacaron con espadas, garrotes o nada más que sus propios cuer-pos, escenificando una bizarra escena que habría dejado corto al más imaginativo guionista de Hollywood. Un veterano recuerda: «[De] la úni-ca manera que podíamos salir era por barco. Abrimos el camino para que pudieran salir».36

Fuego naval cercano cubrió la retirada de los borinqueños. Esto pre-sentó otra maniobra difícil, puesto que si los proyectiles caían cortos de sus objetivos —las colinas rodeando el área de los atracaderos— la única unidad hispana del Ejército estadounidense dejaría de existir. Para las 1:30 p.m., bajo el fuego de cobertura del 2/65, todos los elementos hab-

35. El plan operacional que cubría la retirada del 65 originalmente dictó que el 1/65 y el 3/65 retrocedieran de la línea CHARLIE hasta la línea TARE y aguar-daran allí hasta que el 2/65 los rebasara y tomara sus puestos en la línea MI-

KE. El 2/65, a su vez, mantendría ese puesto a fin de proteger los movimien-tos del 1/65 y el 3/65 hasta la línea PETER, desde donde, una vez más, ambos batallones cubrirían el desplazo del 2/65 hasta la línea ABLE, y consecutiva-mente. Conforme la presión enemiga se acrecentaba minuto a minuto, una nueva revisión del plan dictaría que el 1/65 y el 3/65 se mantuvieran en TARE mientras que el 2/65 cruzaba MIKE hasta PETER; entonces el 1/65 y el 3/65 los rebasarían hasta ABLE. Finalmente, todos los elementos del 65 se mover-ían hasta FOX, la línea principal de resistencia.

36. José F. Rodríguez, otrora técnico de comunicaciones, citado en Donaldson, 5.

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ían abordado los lanchones. Un total de cuatro naves sacó al regimiento: dos al personal y dos al equipo. Oleada tras oleada, los lanchones aca-rrearon a los exhaustos pero orgullosos hombres hasta las naves que los esperaban.37 Muchos tuvieron que ser ayudados a escalar las mallas de los navíos. «Aun en el barco que iba a sacarnos de allí —recuerda el hoy jubilado sargento maestre Norberto Cartagena—, teníamos que seguir disparando. Los chinos y los coreanos del norte ya estaban en el mue-lle».38

El grupo de mando de William Harris se embarcó en el último lanchón con elementos del 2/65 a las 2:30 p.m. «Hasta donde sé», escri-birá Harris casi treinta años después, «fuimos los últimos en dejar el área».39

A las 2:37 p.m. la flota giró con rumbo sur. Detrás de ella, el puerto de Hungnam se hundió en el océano en medio de una columna de humo que parecía alcanzar el cielo.

Un villancico de Navidad borinqueño Pasadas la exaltación y anticipación nerviosa, el 65 se preparó para dis-frutar la más memorable Nochebuena que muchos tendrían. Le habían probado a los más reacios escépticos que los borinqueños eran una fuer-za de combate de respeto; habían ganado un lugar de honor en la histo-ria de la Infantería de Marina; habían sobrevivido el invierno coreano en

37. Los USS General H. B. Freeman y Henrico, los SS Hunter Victory y Carleton Victory y la barcaza anfibia Q0134.

38. Citado en Ruiz, 2. 39. Harris, 130. El asunto sobre qué regimiento fue el último en evacuar la cabe-

za de playa ha sido agriamente debatido por veteranos de ambos regimien-tos (15 y 65). El citado sargento Wells, a la sazón a cargo de un destacamen-to de diez policías militares asignado a proteger al 65 durante este período, recuerda:

No puedo atestar el minuto en que cualquier regimiento embarcó sus últimas tropas, pero te diré la verdadera historia del 65. Le tomó mucho tiempo al 65 a cargar los botes porque tenían que ser cuidadosamente canalizados entre los carros de tren que estaban cargados con explosi-vos para hacer volar el muelle de piedra. Cuando las últimas unidades estaban camino del APA Henrico, el coronel Harris y su pequeño grupo bajaron hasta [un] lanchón, y yo fui uno del grupo. Cuando alcanzamos las empinadas escalas del Henrico me fue muy difícil subir con todo mi equipo por las escaleras hasta la cubierta. Un oficial me ayudó a subir por la baranda y luego me llevó y cuanto pudiera cargar hasta una litera abajo. Aquí está la parte significante. Soltamos todo mi equipo y regre-samos a cubierta PORQUE [énfasis en el original] todo el puerto estaba siendo volado en pedazos ante nuestros ojos. Esto fue minutos después de que subimos a bordo. ¡Fue una vista inolvidable, y nos dijo que está-bamos verdaderamente a salvo! Mientras estábamos allí a la baranda, el acorazado Missouri pasó cerca de nuestro lado de babor a la vez se ale-jaba de la bahía. Si alguien del 15 abandonó tierra luego que nosotros, debieron haber tenido una lancha de velocidad para escapar de aquella explosión. Esto es solo una opinión. (Carta al autor, 6 enero 2005)

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su crudeza; y habían salvaguardado la mayor evacuación marina desde la II Guerra Mundial.

La evacuación total conllevó 193 carguíos en 109 naves. Dos ejérci-tos chinos (37,500 hombres) fueron aniquilados por el X cuerpo y/o por el clima. Sobre 3,600 heridos y 200 vehículos fueron sacados mediante movimiento aéreo. Hungnam fue destruida. En la opinión de Harris, la empresa en general constituyó «un milagro logístico y estratégico».40

A bordo del Freeman, los agotados puertorriqueños fueron tratados como huéspedes de honor. Muchos, tras disfrutar sus primeros duchazos y comidas calientes en meses, tuvieron mucho que agradecerle al Señor. El capellán católico del regimiento, el padre (mayor) Lawrence Ryan, ofició una misa y los hombres cantaron «Noche de Paz» en tanto que sus camaradas continentales cantaban «Adeste Fideles». El coronel Harris elogió a sus hombres por tan incomparable desempeño, reiterando su «completa e inmutable confianza en [su] habilidad de lucha». La mañana del día de Navidad convidó a los guerreros a un desayuno sin igual, nada parecido a las raciones enlatadas y frías a las que ya estaban acostum-brados, como preámbulo al paradisíaco banquete de pavo al horno para aquella tarde.

El influjo de tropas en Pusan inicialmente abrumó la capacidad del puerto, pero para el día de Año Nuevo la 3ª división estaba sobre tierra firme nuevamente y lista para asumir nuevas responsabilidades bajo el I cuerpo del Octavo ejército; los airosos borinqueños, para mayores triun-fos en la tierra de la mañana calma.

M

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11, 16.

40. Harris, 132.

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