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L a fotografía como testigo de lo que se fue y de lo que aún se conserva. El “eso ha sido” 1 bien podría ser una de las sugerencias que Luis Ramírez propone a los lectores con relación a cómo mirar la obra fotográ- fica de Martiniano Mendoza. Estas páginas son, a su vez, pretexto, o me- jor dicho, invitación a conocer otras miles de imágenes más que se encuen- tran en cajas de zapatos dentro de la casa del fotógrafo en Villa Jiménez, Michoacán. Sin embargo, debemos aclarar de antemano que el “eso ha sido” abordado por el autor no es el “esto quiere decir” 2 del propio Marti- niano o de las personas retratadas en las fotografías. Luis Ramírez presenta un pueblo a través de imágenes enmarcadas en el periodo histórico que va de 1940 a 1960. Estas imágenes atestiguan lo que Martiniano captó como personaje de su tiempo. Con su lente, por oficio y por gusto, guardó testimonios de la cotidianidad al retratar diferentes as- pectos del lugar donde le tocó vivir 3 . Un pueblo michoacano visto desde la fotografía Arturo Vaca Munguía y Yaminel Bernal Astorga LUIS RAMÍREZ SEVILLA, 2002 Villa Jiménez en la lente de Martiniano Mendoza. Fotografía y microhistoria de un pueblo michoacano El Colegio de Michoacán, Zamora, Michoacán, México. A Village in Michoacán Seen Through Photography ARTURO V ACA MUNGUÍA Y Y AMINEL BERNAL ASTORGA: El Colegio de Michoacán, Zamora, Michoacán, México. <[email protected]> <[email protected]> Las fotografías que se presentan en este artículo fueron tomadas del libro aquí reseñado. Desacatos, núm. 26, enero-abril 2008, pp. 169-173. 1 Cfr. Roland Barthes, La cámara lúcida. Nota so- bre la fotografía, Paidós, Barcelona, 1999, p. 207. 2 Cfr. Phillipe Dubois, El acto fotográfico de la representación a la recepción, Paidós, Barcelona, 1994, p. 191. 3 Una de las características distintivas de estos pp. 167 y 168: Fotografías tomadas del libro de Luis Ramírez Sevilla.

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L a fotografía como testigo de loque se fue y de lo que aún se

conserva. El “eso ha sido”1 bien podríaser una de las sugerencias que LuisRamírez propone a los lectores conrelación a cómo mirar la obra fotográ-fica de Martiniano Mendoza. Estaspáginas son, a su vez, pretexto, o me-

jor dicho, invitación a conocer otrasmiles de imágenes más que se encuen-tran en cajas de zapatos dentro de lacasa del fotógrafo en Villa Jiménez,Michoacán. Sin embargo, debemosaclarar de antemano que el “eso hasido” abordado por el autor no es el“esto quiere decir”2 del propio Marti-

niano o de las personas retratadas enlas fotografías.

Luis Ramírez presenta un pueblo através de imágenes enmarcadas en elperiodo histórico que va de 1940 a1960. Estas imágenes atestiguan lo queMartiniano captó como personaje desu tiempo. Con su lente, por oficio ypor gusto, guardó testimonios de lacotidianidad al retratar diferentes as-pectos del lugar donde le tocó vivir3.

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Un pueblo michoacano visto desde la fotografía

Arturo Vaca Munguía y Yaminel Bernal Astorga

LUIS RAMÍREZ SEVILLA, 2002

Villa Jiménez en la lente de MartinianoMendoza. Fotografía y microhistoria de un pueblo michoacanoEl Colegio de Michoacán, Zamora, Michoacán, México.

A Village in Michoacán Seen Through Photography

ARTURO VACA MUNGUÍA Y YAMINEL BERNAL ASTORGA: El Colegio de Michoacán,Zamora, Michoacán, México.<[email protected]> <[email protected]>

Las fotografías que se presentan en este artículo fueron tomadas del libro aquí reseñado.

Desacatos, núm. 26, enero-abril 2008, pp. 169-173.

1 Cfr. Roland Barthes, La cámara lúcida. Nota so-bre la fotografía, Paidós, Barcelona, 1999, p. 207. 2 Cfr. Phillipe Dubois, El acto fotográfico de la

representación a la recepción, Paidós, Barcelona,1994, p. 191.3 Una de las características distintivas de estos pp

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Cuando se muestra una serie de fo-tos es necesaria una explicación de lascircunstancias propias de cada una de las imágenes. Ramírez cumple conesa función y nos ofrece estas efigiespara despertar el deseo de conocer lasotras, y como invitación a rescatar elarchivo completo4.

El autor resalta también la impor-tancia de este tipo de archivos para lasciencias sociales, y dice: “Este volumenes un intento por conocer y apreciar el cambio social y cultural que vivióun pueblo rural en una etapa impor-tante de su historia, a través de unarchivo fotográfico excepcional que se presta especialmente para este ejer-cicio” (p. 15).

Para esto hace falta algo más quepresentar únicamente una serie de fo-tos; es necesario aportar una perspec-tiva más amplia, lo cual hace Ramírezcon información escrita de manerasencilla; nos introduce en el contexto,lo que permite enmarcar las fotogra-fías5. Sabemos así que fueron tomadasen un lugar específico, perfectamentelocalizado, que se organiza como municipio en 1921. En la actualidadVilla Jiménez se encuentra alejado de los caminos principales, pero en su tiempo estaba comunicado con el antiguo camino real que iba de

México a Guadalajara. Otra caracterís-tica fundadora del pueblo es la migra-ción —ejemplo de ello es el propiodon Martiniano—: Villa Jiménez fueun lugar donde se establecieron perso-nas de múltiples orígenes, que veníancargados de tradiciones, fiestas y hastacon un santo a cuestas. Es así comoaparecen los coloquios, las danzas de San Nicolasito y el fusilamiento deJudas.

Después de relatar el origen del mu-nicipio, Ramírez nos sitúa en la dé-cada de 1940, es decir, en la VillaJiménez que conoció Martiniano. Elautor parte de diversas voces, desde losrecuerdos de algunos villanos, las des-cripciones que dejó en su tesis un mé-dico de la época (Armando Loaiza6),hasta información recopilada en losarchivos municipales.

Lo que sigue es una propuesta declasificación del archivo de Martinia-no, en cuatro categorías: 1) familias yamigos; 2) ceremonias del ciclo vital;3) escenarios abiertos y grupos nofamiliares, y 4) documentos y otros.Ramírez nos advierte que encontrare-mos fotos en las que predominan lasmujeres, distinción de género que co-rrobora de manera visual la importan-cia de la migración, principalmente de los hombres a Estados Unidos7.También es de destacar la serie de

retratos de difuntos, sobre todo de losniños —“la muerte niña”, como larefiere el autor—, costumbre popularque permitía conservar, de algunamanera, el recuerdo del infante falleci-do8. En esa época y en ese lugar enconcreto —como deja constancia LuisRamírez—, la mortalidad infantil pre-sentaba índices elevados, por lo queretratar a los muertos era una de lasactividades laborales de Mendoza.

Cuando creemos haber dejado atrásel texto y nos encontramos entregadosa la contemplación de las fotografíasde Martiniano, volvemos a toparnoscon las explicaciones de Luis Ramírezhacia la página 153 (como quien nosalcanza y nos dice: “Se me olvidabadecirles, faltan estas fotos”). Esteapartado, dedicado al cambio y a lastransiciones del pueblo, pone énfasisen los procesos que lo modificaron: lasfiestas y tradiciones, las escuelas, lossucesos políticos, algunos indicadores,signos precursores del progreso quellega9, además de las fotos de ciertosdocumentos con el fin de atestiguar o de salvaguardarlos en tiempos an-teriores a las fotocopias. Estas refe-rencias puntuales y atinadas se vuel-ven imprescindible para entender las

archivos es la mirada que proporcionan, puesson testimonios directos de su tiempo, sin ex-cluir la intencionalidad del fotógrafo.4 Se dan a conocer aproximadamente cienfotos, en comparación con los más de 20 milnegativos que se conservan.5 El texto guía nuestra mirada, evitando la in-terpretación fácil de alguien que ante una imagen simplemente comienza a elucubrar en busca de razones y explicaciones que dencuenta de lo que mira.

6 Luis Ramírez recoge una serie de citas de la tesis de Loaiza que permite ver el extraña-miento y la manera en que un médico de la época, venido de la capital del país, observa-ba la localidad rural donde le tocó hacer su servicio.7 Un doble testimonio de la migración y el gé-nero es la vestimenta; en particular, los panta-lones de pechera (overoles) con los que se en-cuentran ataviados principalmente los niños

varones, y los vestidos y las trenzas de las niñas.8 Por lo sui generis del tema y su reproducciónen otros lugares del país, el autor ofrece en laspáginas 60-64 una revisión del asunto.9 Cada uno de estos temas constituye un eje deanálisis de los procesos y los caminos que sesiguieron en la construcción, transformación yocaso de una comunidad, en la que parecieracontinuarse el círculo de andanzas de los nó-madas que un día decidieron que Villa Jiménezera un buen lugar para vivir y luego, paulatina-mente, lo abandonaron.

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imágenes que siguen y con las que ter-mina el libro.

Los cambios sociales que se dan enel tiempo pueden observarse en lasimágenes10: las variaciones de la moday los hábitos, patentes, por ejemplo, enel peinado de las mujeres (de trenzas abucles) o en la vestimenta de los hom-bres (de overol, sombrero y pistola atraje, casimir y mocasín). Igualmentese aprecian los nuevos implementosagrícolas, las variaciones en las cons-trucciones, la presencia de vehículoscomo testigos de los procesos de

transformación del mundo que losvillanos construyeron a lo largo dedécadas. El cambio también se mani-fiesta en los retratos de grupos fa-miliares: en las fotos más antiguas, lasmujeres y los hombres aparecen sepa-rados, con patentes diferencias entreellos; en las imágenes más recientes, lacomposición de los grupos es másheterogénea11.

Otro aspecto relevante es que el usode la fotografía ha variado con el tiem-po. Por ejemplo, ya no se retrata a losmuertos, quizás como reflejo de

la disminución de las tasas de mortan-dad12. De igual manera, se desistió detomarse fotos con animales en el es-tudio. Además, el uso de cámarasautomáticas como parte de las inno-vaciones técnicas de la época origi-nó la disminución de la actividad delfotógrafo, abriendo la posibilidad de “la democratización de la efigie”13.

Las fotografías se presentan en dosseries generales. La primera (pp. 65-

10 También son visibles las continuidades; porejemplo, el vidrio roto de la escuela del queharemos mención más adelante.

11 Las fotos de familias de Villa Jiménez (pp.82-87) y la convivencia en la casa y el campo(pp. 118-122) son un ejemplo de esto.

12 Aun cuando este hecho no lo destaca el au-tor, esta tendencia se dio en todo el país hacia ladécada de 1960.13 Citado por el autor: Carlos Monsiváis, Fotoestudio Jiménez. Sotero Constantino, fotógrafo deJuchitán, Era, Ayuntamiento Popular deJuchitán, México, 1984.

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152) comprende las colecciones quecorresponden a dos de las categoríasutilizadas en la clasificación del archi-vo: en primer lugar se encuentran lasfamilias y los amigos. Este grupo estáintegrado por las familias de Villa Ji-ménez, las niñas y niños del lugar queposan en el estudio, la gente de Jimé-nez y sus animales y, finalmente, laconvivencia en casas y en el campo.En esos apartados se reúnen diversosretratos que muestran la manera co-mo los villanos deseaban perpetuarseo conservar su recuerdo. Sobresale, enel caso de los hombres, la puesta enescena de accesorios que implicaban lahombría y con los que reforzaban suvirilidad: la pistola, la botella, el ciga-rro, el sombrero de lado, etc. Tambiénse observan mujeres y niños forman-do familias en las que el padre no estápresente, ausencia atribuida por elautor a la migración del jefe de familiahacia Estados Unidos. Esta primeraserie de fotos constituye el testimoniode un pueblo mestizado. Aparecenceremonias del ciclo vital, comunio-nes, bodas, entre otros aspectos de lavida social de los habitantes de VillaJiménez. De igual forma, se exponentambién las situaciones no festivas, esdecir, los decesos (del templo al cam-posanto), imágenes entre las que des-taca la serie llamada “La muerte niña”.

Respecto al estilo fotográfico de donMartiniano en esta primera serie defotografías, es necesario tomar encuenta las condiciones de tiempo-espacio; en particular el difícil acceso a los avances tecnológicos en esta materia tanto por razones de aleja-miento como económicas, además del hecho de que don Martiniano fue

un fotógrafo que aprendió y mejorósu técnica conforme acumulaba expe-riencia en el desempeño de su oficio.Estas situaciones explican por quéalgunas fotos casi no muestranmovimiento o una técnica especializa-da en ángulos, perspectiva o efectos.Sin embargo, todas están dotadas deuna enorme riqueza de contenido, quees lo que les otorga un gran valorsocial e histórico.

Se trata de fotos en blanco y negro,y en su mayoría presentan un planogeneral del cuerpo. Las personas re-tratadas en el estudio aparecen conposes un tanto rígidas (algunas vecessugeridas por el propio don Marti-niano)14. Llama la atención que lasmujeres casi siempre aparecen sen-tadas, con vestido o falda, con trenzaso con sus trajes típicos, a diferencia delos hombres, quienes más bien estánde pie, de preferencia con sombrero,pistola, pantalones u overol (muy ca-racterístico de la época). Resalta enesta sección cómo el observador —elfotógrafo— es observado por el foto-grafiado. Tenemos así no sólo unregreso de las miradas, sino tambiénun encuentro simultáneo de éstas.

La segunda serie de fotos (pp. 178-254) conjunta, primero, escenariosabiertos y grupos no familiares, y fi-naliza con documentos y otros tipos

de imágenes. La particularidad de lasfotografías de exteriores radica, pri-mero, en las poses un tanto más natu-rales que las de estudio y en los planospanorámicos; segundo, en que resultamás fácil que surjan situaciones noplaneadas, es decir, son imágenes másespontáneas. Vemos animales que se meten a media foto o niños que seubican en lugares estratégicos paraaparecer en la imagen un tanto “afuerzas”. Por otra parte, los horarios de trabajo “recomendables”, ante lacarencia de luz artificial, obligaban aque el fotógrafo y el retratado se ajus-taran a las condiciones climáticas.La excepción son las fotos del volcánParacutín en los momentos de suerupción, al parecer las únicas imá-genes tomadas de noche15.

14 Hay que tener presente que en ese tiempo laduración de exposición para tomar una foto-grafía era más larga, a diferencia de hoy en día,que es instantánea. Para más detalles sobre estetema, un trabajo sugerente es el de PatriciaMassé, “Subalternidad desentendida: ¿despreo-cupación o disimulo fotográfico?, Cuiculco,nueva época, vol. 5, núm. 13, mayo-agosto,ENAH, 1998, pp. 145-162.

15 El contenido del libro no proporciona ma-yores detalles sobre cuál fue el proceso que rea-lizó don Martiniano para lograr estasfotografías.

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El trabajo realizado por Luis Ra-mírez constituye un claro esfuerzopara apelar al uso de la fotografía en el trabajo de reconstrucción micro-histórica de un lugar, en este caso VillaJiménez, Michoacán. La fotografía,como testigo ocular de los hechos,permite conocer la historia vista y re-gistrada por don Martiniano Mendozaa través de su cámara. Sus fotos expli-can un poco más a los habitantes,creadores y transformadores de VillaJiménez, al dejar un registro de lasconductas humanas, los momentos ylas necesidades de la vida de mujeres y hombres que habitaron ese lugar.

El autor une las piezas del rompe-cabezas, alterna las diversas miradasfotográficas, documentales y orales, ypermite que no sólo nos detengamosen un tiempo pasado, sino que atra-vesemos el umbral para entrar en VillaJiménez. En este sentido, el contenidodel libro está bien logrado, aunque laubicación del texto (prácticamente

todo al inicio) puede llegar a dificultarla vinculación de éste con las foto-grafías por la distancia entre imágenesy comentarios. Por ejemplo, Ramírezseñala en la página 163 el vidrio rotodel ventanal de la escuela en una ima-gen de 1948, y cómo esta misma au-sencia del cristal permanece quinceaños más tarde, en 1963. Estas obser-vaciones se desdibujan al encontrardichas fotos sólo hasta las páginas 211 y 212.

Es de lamentar la falta de los pies de foto o referencias. Estos factoresmeramente organizativos y de estruc-tura pueden provocar, en algúnmomento de la lectura, lagunas otropiezos en la hilación del tema altener que regresar constantemente al texto o, en su caso, dificultar elhecho de que este material pueda serconsultado por cualquier persona y nonecesariamente por un investigadorsocial, lo que es uno de los objetivosdel autor. En algunos momentos, Luis

Ramírez se aleja de su papel de pre-sentador y se vuelve intérprete, sinabundar en los datos suficientes; porejemplo, cuando destaca los símboloscomunistas que aparecen en las fo-tos de Mendoza, de los que es impo-sible saber si fueron captados apropósito o simplemente porque ahí estaban y el fotógrafo no se fijó en ellos al momento de tomar las placas.

Finalmente, es importante mencio-nar que este tipo de trabajos consti-tuye un llamado a la conservación de acervos fotográficos por su estre-cha vinculación con la historia.De ahí que no sólo se trate de lanecesidad de rescatarlos y preservar-los, sino también de la utilización deestos materiales en diversas investiga-ciones, pues permiten, como otrasfuentes, una aproximación a loshechos sociales.

junio de 2006