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“Los fantasmas de Sarrià visten de chán- dal”, es el título de la novela de Wilmar Cabrera. El estadio se ha convertido en un tabú en Barcelona desde su demolición el 20 de septiembre de 1997. Pero en su césped se jugó un partido que el paso del tiempo no ha conseguido olvidar. Por JESÚS HERNÁNDEZ @jhdleon Fotos de ARCHIVO EDITORIAL Wilmar Cabrera es un periodista co- lombiano afincado en Barcelona des- de 2008. Llegó junto a su mujer para es- tudiar un máster de creación literaria. Ya instalados en la ciudad condal, comenzó a preguntar por el estadio desaparecido de Sarrià: “Quería conocer el lugar en el que se había jugado el mejor partido en la historia de los mundiales. Caminando por allí, entre la avenida General Mitre, la ca- lle doctor Fleming, y la Avenida de Sarriá, descubrí el nombre de un bar en uno de los tantos paseos en busca de los imagi- narios Sócrates, Zico, Paolo Rossi o Dino Zoff. Descubrí el bar Sarriá 82 y así surgió la idea de la novela en mi cabeza”. ¿Qué plano define mejor aquel encuentro entre Brasil e Italia de 1982? Está al final del segundo tiempo (mi- nuto 88). Marcador 2-3, a favor de Italia. Es un plano cerrado que resume ese par- tido. La cámara está ubicada detrás de la portería italiana y toma la acción dentro del área. En la esquina superior izquierda se puede ver, superpuesta a la imagen, la letra R, que entonces indicaba la repeti- ción en cámara lenta de la jugada. En la parte inferior del plano se puede ver la primera fila de la tribuna norte de Sarrià. Allí, una persona, la segunda de izquier- da a derecha, de un grupo de pie, tiene levantados los brazos en señal del casi gol. Lo mismo hace Sócrates, dentro del área. Él es uno de los seis brasileños en esa jugada de ataque contra ocho italia- nos, incluido Zoff, que defienden. El por- tero está acostado en el piso, se acaba de lanzar a la base del palo, de su mano izquierda, para atajar un cabezazo de Os- car, a centro de Éder. La pelota medio se le escapa de sus manos y roza la línea de gol. El portero está debajo del arco y la red de la portería lo divide en cuadros. Ese hubiera sido el empate de Brasil, 3-3, y así hubiera clasificado, pero Zoff, un portero de 40 años se lo impidió en ese momento. Nada más dramático y de- finitivo en el partido que esa jugada. En su libro hay una reivindica- ción de aquella Italia del 82 como un equipo que jugaba muy bien al fútbol en contra de la opinión ge- neralizada, ¿cómo lo explica? Hay una creencia sostenida de que al fútbol sólo se juega bien cuando se ataca. Yo estoy en desacuerdo con esa premisa. MEDIAPUNTA_Jornada 26 El 11-S de Brasil en el Mundial de España MEDIAPUNTA_Jornada 27 Un partido para una novela

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Page 1: Un partido para una novela El 11-S de Brasil€¦ · que se había jugado el mejor partido en la historia de los mundiales. Caminando por allí, entre la avenida General Mitre, la

“Los fantasmas de Sarrià visten de chán-dal”, es el título de la novela de Wilmar Cabrera. El estadio se ha convertido en un tabú en Barcelona desde su demolición el 20 de septiembre de 1997. Pero en su césped se jugó un partido que el paso del tiempo no ha conseguido olvidar.

Por JESÚS HERNÁNDEZ @jhdleon Fotos de ARCHIVO EDITORIAL

Wilmar Cabrera es un periodista co-lombiano afincado en Barcelona des-

de 2008. Llegó junto a su mujer para es-tudiar un máster de creación literaria. Ya instalados en la ciudad condal, comenzó a preguntar por el estadio desaparecido de Sarrià: “Quería conocer el lugar en el que se había jugado el mejor partido en la historia de los mundiales. Caminando por allí, entre la avenida General Mitre, la ca-lle doctor Fleming, y la Avenida de Sarriá, descubrí el nombre de un bar en uno de los tantos paseos en busca de los imagi-narios Sócrates, Zico, Paolo Rossi o Dino Zoff. Descubrí el bar Sarriá 82 y así surgió la idea de la novela en mi cabeza”.

¿Qué plano define mejor aquel encuentro entre Brasil e Italia de 1982?

Está al final del segundo tiempo (mi-nuto 88). Marcador 2-3, a favor de Italia. Es un plano cerrado que resume ese par-tido. La cámara está ubicada detrás de la portería italiana y toma la acción dentro del área. En la esquina superior izquierda se puede ver, superpuesta a la imagen, la letra R, que entonces indicaba la repeti-ción en cámara lenta de la jugada. En la parte inferior del plano se puede ver la primera fila de la tribuna norte de Sarrià. Allí, una persona, la segunda de izquier-da a derecha, de un grupo de pie, tiene levantados los brazos en señal del casi gol. Lo mismo hace Sócrates, dentro del área. Él es uno de los seis brasileños en esa jugada de ataque contra ocho italia-nos, incluido Zoff, que defienden. El por-tero está acostado en el piso, se acaba

de lanzar a la base del palo, de su mano izquierda, para atajar un cabezazo de Os-car, a centro de Éder. La pelota medio se le escapa de sus manos y roza la línea de gol. El portero está debajo del arco y la red de la portería lo divide en cuadros. Ese hubiera sido el empate de Brasil, 3-3, y así hubiera clasificado, pero Zoff, un portero de 40 años se lo impidió en ese momento. Nada más dramático y de-finitivo en el partido que esa jugada.

En su libro hay una reivindica-ción de aquella Italia del 82 como un equipo que jugaba muy bien al fútbol en contra de la opinión ge-neralizada, ¿cómo lo explica?

Hay una creencia sostenida de que al fútbol sólo se juega bien cuando se ataca. Yo estoy en desacuerdo con esa premisa.

MEDIAPUNTA_Jornada 26

El 11-S de Brasil en el Mundial de España

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Un partido para una novela

Page 2: Un partido para una novela El 11-S de Brasil€¦ · que se había jugado el mejor partido en la historia de los mundiales. Caminando por allí, entre la avenida General Mitre, la

juego, me interesaba intentar contarlo literariamente, pero al principio no sabía cómo. Así que después de darle vueltas al asunto durante mucho tiempo, a medida que investigaba sobre este partido, decidí que la mejor forma de narrarlo era dentro de una historia de ficción: ahí es cuando nacen Wolframio, el periodista deportivo que sobrevive escribiendo crónicas fre-elance de la tercera categoría del fútbol en Cataluña; Valentí, el jardinero que cui-daba el césped de Sarriá, pero que tras la demolición del estadio, renuncia y se refugia en un geriátrico; y el portero ar-gentino que viene a buscar suerte al fútbol europeo, pero se da cuenta de que no es tan fácil llegar a lo más alto y se dedica a buscarse la vida. Con ellos tres construyó una base de ficción para abordar el hecho real: el partido de fútbol.

¿Por qué nadie quiere hablar de Sarrià en Barcelona?

Pienso que la demolición del estadio de Sarrià dejó un gran vacío para el fútbol en la ciudad. Y el vacío es tan grande que muchos dentro de la misma Barcelona no lo ven. De otro lado, está el hincha o se-guidor del Espanyol que aún no ha supera-do ese episodio. Creo que esa herida no está cerrada del todo y aún no ha sanado. No se han dado las explicaciones necesa-

19 EL MEJOR PARTIDO DE LOS MUNDIALES

El fútbol también se juega bien defendien-do. Porque esto también forma parte del juego. Atacar y defender son dos concep-tos en contraposición en un campo de fútbol, pero ninguno es más válido que el otro. Los dos son y tienen el mismo nivel de importancia. Pero los románticos sólo hablan de jugar bien, “bonito”, teniendo como referencia al equipo que ataca, que hace combinaciones acertadas de pelota, y busca el partido en el otro campo. Dar espectáculo parece un concepto limitado a esto y a quienes lo predican sobre el césped. Acaso la palabra bonito solo la pueden explotar los Pelé, los Maradona, los Zico, los Zidane, los Messi, los Ronal-do. No. La palabra bonito también corres-ponde a la concentración con la que los italianos saltaron a jugar contra Brasil en

Sarrià. El concepto “jugaban bien” tam-bién corresponde a los Conti, a los Rossi, a los Scirea, a las atajadas de Zoff y, en especial, al bloque defensivo de esa se-lección con Tardelli, Oriali, Collovati, Ber-gomi, Cabrini. Por no hablar de la garra y enjundia de Gentile al marcar a Zico. Arte puro.

¿Cambió más la victoria a Ita-lia o la derrota a Brasil?

La victoria cambió a Italia, pero fue de cara a ese Mundial, le dio confianza a su fútbol. Tanto es así que un equipo por el que nadie daba nada, al termi-nar la primera ronda de ese campeo-nato, salió campeón. El cambió de Brasil fue mayúsculo. Guardando las proporciones, pienso y especulo, sin querer ofender a nadie, que con esa derrota Brasil experimentó un sen-timiento cercano al que tuvo EE.UU cuando los aviones de Al Qaeda de-rribaron las Torres Gemelas. Es una barbaridad, pero esta analogía es el mejor ejemplo, puesto que al igual que EE.UU ya no sería el mismo des-pués de este hecho, Brasil no apostó más por el jogo bonito, se preocupó más por defender. Su fútbol se “europeizó”, dando mayor prelación a lo físico que a lo técni-co. En un país donde todos nacen delan-teros, tras esa derrota con Italia, ahora se preocupan más por defender que por jugar. Ese partido cambió la idea de que el fútbol no sólo es cuestión de tener los mejores atacantes. Ese partido los hizo crecer, dejaron de ser los niños grandes que se divertían jugando a la pelota para pasar a ser los adultos que saltan a la cancha pensando en el fútbol como un trabajo.

¿Qué hay de ficción en la novela y qué de realidad documentada?

Es una pregunta algo complicada de contestar, pero podríamos hablar de dos partes: ficción y realidad, que se alternan, contraponen y complementan en el impul-so y desarrollo de la historia. Dos mita-des que se suman y se convierten en una unidad llamada “Los fantasmas de Sarrià visten de chándal”. Una novela que tiene como realidad documentada un partido disputado por Italia y Brasil en el estadio de Sarrià, durante el Mundial de España 1982. Esta fue la catapulta que lanzó la idea para comenzar a pensar la historia. Por la connotación que tiene para mí ese

Brasil experimentó un sentimiento cercano al que tuvo EE.UU cuando derribaron las Torres Gemelas

Jornada 27_MEDIAPUNTA

Gentile no se despegó de Zico en el considerado mejor partido de la historia de los mundiales: “Las crónicas de los periódicos destacaban ese hecho. Y eso que sólo había paso un día. Por ejemplo: Alex Martínez-Roig escribió para El Periódico de Catalunya: “El encuentro de ayer pasará a la historia como uno de los grandes, entrará en la jet society de los mundiales, junto al Inglaterra-Alemania de 1966, el Italia-Alemania de 1970 e Italia- Brasil de 1970…”

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“El estadio españolista (aún se escribía con ñ y no con y como ahora) dio suerte a Italia. Un Sarrià donde se ha visto el mejor fútbol de los últimos años. Después de este partido, Sarrià casi debería haberse cerrado para convertirse en monumento histórico del fútbol mundial”.

rias de su venta y posterior demolición. Sí, todos –los interesados: dirigentes, seguidores, socios y un servidor– sabe-mos de la deuda que tenía el equipo en ese momento, pero casi o más ¿no es la misma que la tiene ahora? De ahí que si alguien le pregunta por Sarrià a un forofo del Espanyol, que haya asistido y vivido tardes de fútbol en ese campo, esa pre-gunta se quede sin contestar por el dolor y la tragedia que encierra haber perdido y vendido el estadio.

¿Cree que tendría éxito esa ruta imaginaria por Sarrià?

Claro que sí. El turismo futbolero es algo que siempre ha sido muy atractivo para el forofo que, además de conocer una ciudad, quiere estar, pisar o llevarse cualquier recuerdo de sus héroes futbo-listas. Y si hay un persona que lo haya vivido y lo pueda narrar, mucho mejor. A esto último se le llama tradición oral. Una ruta de este estilo funcionaría sin ninguna duda. ¿Si al museo del FC Barcelona lo visitan en promedio un millón doscientas mil personas por año, por qué un tour de este tipo no tendría demanda?

¿Se ha recuperado ese senti-miento de pertenencia entre los

aficionados del Espanyol con el nuevo Cornellá-El Prat?

En parte sí. Hay un gran sentimiento. Hay una gran pasión y el hincha perico está orgulloso con su estadio y su equipo, pero en el fondo hay una especie de espina en forma de pregunta: antes el Espanyol es-taba en el corazón de Barcelona, cuando Sarrià latía, la ciudad sentía, hoy está a un lado de la ciudad, como si una “mano oscura” se hubiera encargado de sacarlo de su lugar natural. Entonces, la pregunta espina es ¿cómo y por qué pasó eso? La respuesta a eso tiene que venir desde den-tro del club, desde dentro de la gran masa social que tiene y es el Espanyol.

¿Quién le hubiera gustado ser de ese partido entre Italia y Brasil?

Ese día me hubiera gustado saltar al césped de Sarrià vestido de azul con la camisa 6 de Le Coq Sportif. Sí, me hu-biera gustado ser Claudio Gentile. ¿Por qué? Desde niño he jugado como defensa y volante de marca. Siempre me atrae el trabajo de los defensas. Esos jornaleros incansables del césped y sus duelos con las portadas de revistas y balones de oro. Sí, me hubiera gustado ser Gentile, que días atrás había anulado a Maradona, y

que esa tarde en Sarrià, no supo sino mi-nutos antes que su trabajo consistía en marcar y anular a Zico. Me gustaría haber sido Gentile para vivir, como al final del partido, Zico reconocía la derrota y “mi” marcaje fuerte, pero leal, entregándome su camiseta y llevándose la “mía” con todo el sudor que me había hecho transpirar, siguiéndole por todo el campo.

¿Se ha alcanzando la perfec-ción de ese Italia-Brasil?

Ese partido es una obra de arte que resume la esencia máxima del deporte: el esfuerzo del atleta. Y eso se vio en cada uno de los jugadores de los dos equipos. Como tal, debería estar en cualquier mu-seo del mundo. Después del Brasil de 1970, esa ha sido la mejor selección bra-sileña que ha logrado reunir, una congre-gación de monjes que predicaban el fútbol del jogo bonito: “nos hacen cuatro goles pero nosotros hacemos cinco”, dijo Junior en su momento; contra una Italia que ade-más de ordenada, limpia y efectiva, prac-ticaba un fútbol vertical, sin aspavientos. Ojo, fútbol fuerte, de contacto, serio, sin caer en los tremendismos baratos y las chapuzas que vemos hoy en día en cual-quier estadio”.

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