un agradecimiento a las mujeres alteñas

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Un agradecimiento a las mujeres alteñas... Buenas tardes, hermanas, kamisaki. Este mensaje llega hasta ustedes escrito como una carta porque me ha sido imposible presentarme en este evento, los trabajos y los días para este periodista y compañero suyo se han mudado a otra ciudad rebelde de este país. De todos modos, no quise dejar pasar la oportunidad que le brindan a mis palabras, al libro que escribí como un homenaje al heroismo alteño, aymara y boliviano en general. Así, quiero hablarles un poco de El Alto de pie, una insurrección aymara en Bolivia, pero también, y sobre todo, darles las más profundas gracias: su lucha, su valor y su fuerza, durante las duras jornadas de octubre pasado, constituyeron sin duda la columna vertebral de la resistencia; sin ustedes, como me confesó orgulloso un dirigente del Distrito 5 hace unos meses, “no se hubiera podido sostener nada en ninguna parte”. Y este libro, que me ha tocado el deber de firmar, no es otra cosa que el fruto de sus muchos afanes y sufrimientos en esos difíciles días, en que unidas a sus maridos, a sus hijos y a sus hermanos cambiaron el destino que los dueños del dinero habían dictado para ustedes, y derrotaron a un presidente vende patria y asesino. Yo las he visto en septiembre, las he visto en octubre: marchando y gritando con decisión sus consignas, lanzando piedras a los represores, llorando de rabia junto a los caídos... las he visto y admirado, porque en medio de tanta fatiga, de tanta muerte y de tanto horror en las calles de El Alto han vuelto a salir a pelear. Por eso, El Alto de pie (nunca de rodillas) es también el retrato de todas y cada una de ustedes —madres, hijas, esposas y combatientes—, en el momento exacto en que grabaron su lucha en mi corazón y en mis ojos...

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Page 1: Un agradecimiento a las mujeres alteñas

Un agradecimiento a las mujeres alteñas...

Buenas tardes, hermanas, kamisaki. Este mensaje llega hasta ustedes escrito como una carta

porque me ha sido imposible presentarme en este evento, los trabajos y los días para este

periodista y compañero suyo se han mudado a otra ciudad rebelde de este país. De todos

modos, no quise dejar pasar la oportunidad que le brindan a mis palabras, al libro que escribí

como un homenaje al heroismo alteño, aymara y boliviano en general. Así, quiero hablarles un

poco de El Alto de pie, una insurrección aymara en Bolivia, pero también, y sobre todo, darles las

más profundas gracias: su lucha, su valor y su fuerza, durante las duras jornadas de octubre

pasado, constituyeron sin duda la columna vertebral de la resistencia; sin ustedes, como me

confesó orgulloso un dirigente del Distrito 5 hace unos meses, “no se hubiera podido sostener

nada en ninguna parte”.

Y este libro, que me ha tocado el deber de firmar, no es otra cosa que el fruto de sus muchos

afanes y sufrimientos en esos difíciles días, en que unidas a sus maridos, a sus hijos y a sus

hermanos cambiaron el destino que los dueños del dinero habían dictado para ustedes, y

derrotaron a un presidente vende patria y asesino. Yo las he visto en septiembre, las he visto en

octubre: marchando y gritando con decisión sus consignas, lanzando piedras a los represores,

llorando de rabia junto a los caídos... las he visto y admirado, porque en medio de tanta fatiga,

de tanta muerte y de tanto horror en las calles de El Alto han vuelto a salir a pelear. Por eso, El

Alto de pie (nunca de rodillas) es también el retrato de todas y cada una de ustedes —madres,

hijas, esposas y combatientes—, en el momento exacto en que grabaron su lucha en mi

corazón y en mis ojos...

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Alguna vez, durante la intensa (a veces dolorosa) investigación que realicé para este libro, un

dirigente se preguntaba por qué yo, un periodista mexicano, tenía que venir a realizar esta labor

de registrar la gesta alteña de 2003. Y aunque otros le dieron por mí la respuesta (lo hice

porque me identifico con ustedes, con sus aspiraciones y sus demandas), ahora recuerdo que

por entonces le dije al señor: “Mire, jefe, vine de lejos, pero no de afuera: lo que ustedes viven

y han vivido en octubre es la vida de mi pueblo, allá en donde nací y acá en donde vivo”...

conocer El Alto, rebelde y digno, fue para mí como regresar a mi patria, al amado lugar donde

está la gente que uno siente más cerca, debajo de la piel y entre los huesos. En este sentido,

reconozco en las mujeres alteñas a mis hermanas, a mis compañeras de lucha, a mis madres y,

tal vez, a mis hijas... sus enseñanzas amorosas y sus gritos aguerridos son también para mí, los

hago míos... y he tratado de registrarlos en el libro como un rico tesoro para las generaciones

por venir, para los hijas y los nietas, a quienes dejaremos ahora testimonio de los dolores y de

los enojos, pero también de la valentía y de la victoria... y así, es mi esperanza, habrá siempre

orgullosas mujeres alteñas que defiendan a su gente de esos que creen ser los dueños de

nuestro patrimonio común.

También, quiero decirles que El Alto de pie es un libro que no interpreta nada ni pretende

contarlo todo... lo dejo en sus manos porque quisiera que se convierta apenas en un

recordatorio para que tengan siempre presente otra cosa muy importante: vencimos porque no

estábamos solos. Todos conseguimos esta victoria sobre el asesino (y en realidad sobre una

manera de vivir que no deja más opción a los pobres que una muerte lenta)... y que ustedes lo

lean y lo guarden, espero, debería servir como servía en mi infancia el viejo cuaderno en el que

mi abuela anotó las recetas y los remedios que aprendió de su abuela: como guía para la

memoria... no podemos olvidar que la unidad de gente pobre y honesta es nuestro mayor

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riqueza para seguir resistiendo, para un día poder pasar así a la ofensiva final que haga de

nuestro mundo un lugar feliz y sin amenazas para la vida.

En este camino que han iniciado, construyendo una ciudad donde antes sólo páramo había (su

primera gran victoria), tienen todavía un largo trecho por recorrer. Y como dicen los

campesinos de Portugal: tras los tiempos, tiempos vienen... y los tiempos que vienen estarán

sin duda sembrados de dolores y de esfuerzos, pero yo espero que ustedes nos sigan dando

nuevas cosechas de felicidad y de esperanza. Los días de octubre del año pasado, en que se han

defendido con piedras y palos de los tanques y las balas, son apenas una de las etapas que

deberán vivir, y será un honor que me permitan caminar con ustedes... y un orgullo pelearlas a

su lado.

La Pachamama ha sido generosa con esta tierra, le ha regalado mujeres valientes y amorosas.

También a la Pachamama entonces mil gracias. Y a ustedes, un abrazo enorme y un beso de

cariño.

Jallalla El Alto, Jallalla sus mujeres, Jallalla Bolivia.

Luis A. Gómez

Cochabamba, julio de 2004.