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TROPELES JUVENILES

Culturas e identidades (trans)fronterizas

'

José Manuel Valenzuela Arce (coordinador)

El Colegio de la Frontera Norte

UANL

Tropeles juveniles : culturas e identidades (trans)fronterizas /José

Manuel Valenzuela Arce, coordinador. - Tijuana : El Colegio de la

Frontera Norte ; Monterrey, Nuevo León : Universidad Autónoma de Nuevo León, 2014.

457 pp.; 21.5 x 14 cm.

ISBN (El ColeO: 978-607-4 79-121-1

1. juventud- Aspectos sociales - Región fronteriza mexicoesta­

dounidense. 2. Música colombiana- Aspectos sociales - México.

3. Violencia- Región fronteriza mexicoestadounidense. l. Valenzuela

Arce, ]osé Manuel. 11. Colegio de la Frontera Norte (Tijuana, Baja

California). III. Universidad Autónoma de Nuevo León.

HQ 799 .M62 T7 2013

Primera edición, 20 14

D. R. © 2014, El Colegio de la Frontera Norte, A. C. Carretera escénica Tijuana-Ensenada km 18.5 San Antonio del Mar, 22560, Tijuana, B. C., México www.colef.mx

ISBN: 978-607-479-121-1

D. R.© 2014, Universidad Autónoma de Nuevo León Padre Mier núm. 909 poniente, esquina con Vallarta Centro, 64000, Monterrey, Nuevo León, México www.uanl.mx

Coordinación editorial: Óscar M. Tienda Reyes Corrección y formación: Irene Sanz Diseño de portada: Irene Sanz y Miriam Rodríguez Seoane

Impreso en México/ Printed in Mexico

La vejez es, en efecto, un estado de reposo y de libertad en lo

que atañe a los sentidos. Cuando la violencia de las pasiones

ha cedido y se ha amortiguado su fuego, el hombre se ve, como

Sócrates decía, liberado de un tropel de tiranos furiosos.

Platón (1998:436-437)

"

Prólogo

Introducción Side lo side: Identidades juveniles (trans)fronterizas

JÓVENES EN CONTEXTOS VIOLENTOS

El reto de ser joven en la frontera norte de México:

Violencia, cuerpos y masculinidades

María Eugenia de la O Martínez

Maras y pandillas: Barrios juveniles,

más allá de las fronteras culturales

Alfredo Nateras Domínguez

RAPER@S, ALTERADOS, COLOMBIANOS

Guerreh beats: Hip hop chicana en Los Ángeles

Diana Carolina Peláez Rodríguez

13

15

41

85

121

El rap y la música colombiana.

Descripción de dos culturas musicales urbanas

de Monterrey y elementos de interacción

]osé ]uan Olvera Gudíño 1 Benito Torres Escalan te 1 Raúl Eduardo López Estrada

El Movimiento Alterado: Perpetuando

las relaciones hegemónicas de género

por la comercialización de una moda juvenil

]enníe Galvín

IDENTIDADES JUVENILES EN ESPACIOS APROPIADOS Y SIGNIFICADOS

Los bikers y el raite en la frontera.

Baícas, colores y representaciones de la ignominia

]uan Antonio del Monte Madrigal

El skateboarding en Tijuana. La lealtad,

las reglas y los significados en la construcción

de las identidades de los deportistas

Héctor Arón Almada Flores

Taggers, bombarderos y grafitistas:

Los productores proscritos del paisaje urbano

]orge Francisco Sánchez Uofras)

155

197

235

269

307

GÉNERO, TRANSGÉNERO Y NUEVAS MASCULINIDADES JUVENILES

Gays, machuquis, osos y vaqueros.

Identidades juveniles transgresoras

en Ciudad ]uárez

Salvador Cruz Sierra

Transiciones: Cuerpo e identidad

de mujeres transexuales en Tijuana

Matilde Margarita Domínguez Cornejo

Capitalismo gore: juventud, subjetividad

capitalística y precariedad económica

Sayak Valencia

Sobre las/os autoras/es

"

349

383

417

449

'Ct

Maras y pandillas: Barrios juveniles, más allá de las fronteras culturales

Alfredo Nateras Domínguez

Sujetos imaginados

U no de los personajes socioculturales que por su teatralidad ha

cobrado cierta visibilidad iconográfica, en relación con su represen­

tación y a su puesta en escena en los códigos y en los registros de la

literatura de los libros de periodistas que trabajan violencias socia­

les, política y seguridad nacional, de películas acerca de migrantes,

de videos que retratan a agrupamientos "mafiosos" e incluso. de

exposiciones fotográficas con sujetos encarcelados es, sin duda,

el integrante de las m aras 1 y de las pandillas2 centroamericanas

más conocidas como la pandilla del Barrio 18 (B-18) y la Mara

Salva trucha (MS-13), aunque están también la Mara Mao-Mao,

'En la región del Triángulo del Norte Centroamericano (TNc), compuesta por los paí­ses de El Salvador, Honduras y Guatemala, la palabra "mara", tiene varias acepciones. En el primero de ellos: pueblo; chusma; grupo -de muchachos-. Alude también a "pandilla organizada" de comportamientos dudosos. A su vez, es una contracción de "marabun­ta", que significa gente/jóvenes desordenados. Para mayor profundidad de la terminología se sugiere consultar a Matías Romero (2003). Por otra parte, "marabunta" hace alusión a las hormigas gigantes que agrupadas destruyen todo a su paso y desde una lectura libre/ plástica y, metafórica, seria algo así como imaginar que la "mara"/la "pandilla" -a través de los flujos migratorios- va haciendo destrozos, causando desmanes y alboroto. Hay un filme, The Naked Jungle (Haskin, 1954), traducido al español bajo el título: Cuando ruge la marabunta; ubicada en Sudamérica, es la historia de una colonia de hormigas gigan­tes que van arruinando todo lo que encuentran a su paso y están a punto de acabar con una finca y plaptación de cacao (lEcuador?). Ahora, si descomponemos la palabra de Salvatrucha, tenemos que Salva se refiere a El Salvador (Identidad Nacional: "los verda­deros salvadoreños", "lOO o/o salvadoreños") y, "trucha", ponerse listo, es decir, alude a un salvadoreño listo.

' Como hemos señalado en trabajos anteriores -véase Nateras (20 10: 13)-, el concepto de "pandilla", tiene una larga trayectoria académica y una carga negativa muy fuerte; ya que sitúa a los integrantes o afiliados, invariablemente, en prácticas ilegales y en códigos de delincuencia. Por otra parte, la "pandilla" del Barrio 18 (B-18) agrupa a salvadoreños, hondureños y guatemaltecos, donde los jóvenes "cholos" mexicanos son los que les otor­gan su rostro identitario (Valenzuela, 2003).

[ 87]

le-

ALFREDO NATERAS llOMÍNGl'EZ

o la Mara Máquina, quienes rifan -se la juegan, se implican y (se

empoderan?.

Para el escritor Carlos Monsiváis ( 1938-201 O): "En última ins­

tancia, lo que en verdad más se conoce de las maras, lo primordial

de su incorporación al imaginario delincuencia!, es su aspecto. Como

los ven los adivinan, como los adivinan los amedrentan" (Monsiváis,

2007:325). Cuánta razón tenía, ya que precisamente esas narrativas

escritas, los discursos cinematográficos y las imágenes fijas (fotogra­

fías) que se fueron construyendo a lo largo del tiempo, abonaron el

contenido de esos imaginarios3 colectivos dominantes y delincuencia­

les, cuya centralidad se ancló en los cuerpos, en las corporalidades4 y

estratégicamente diría, en los rostros y en sí se insertan en la configu­

ración de las estéticas como inconfundibles miembros de la MS-13 o

del B-18.

La novela de Rafael Ramírez Heredia ( 1942-2006) La Mara

(2004) inicia con una descripción espectacular y electrizante acerca

de una clica -un micro grupo de la Mara Salvatrucha (MS-13)- que

acecha para asaltar a migrantes que tratan de abordar el tren en el

pueblo de Ciudad Hidalgo, Chiapas, en su camino hacia Estados

Unidos. Lo interesante del relato son las atmósferas, el paisaje y lo

visual de la MS-13, en cuanto a sus acciones y a las estéticas cor­

porales que se van describiendo a lo largo del libro, teniendo como

escenarios las inmediaciones del río Suchiate que divide la frontera

entre Guatemala y México, algo así como el río Bravo entre Estados

Unidos y México.

La narrativa apunta a resaltar las actividades violentas y de muerte

que lleva a cabo la clica5 de la MS-13: asesinatos, violaciones, asaltos.

"Resallamos sus componentes de plasticidad, de fantasías, de imágenes, de simbolis­mos y de ensoñaciones, cfr. De Alba (2007).

"Los cuerpos como territorios y espacios son factibles de intervenir a través de una serie de prácticas y de acciones vía diversas tecnologías como lo pueden ser los tatuajes, las perforaciones, la vestimenta, el maquillaje y los peinados. En relación con las prácticas corporales ( las corporalidades) los últimos textos de Elsa Muñiz (20 1 O y 2011) son muy recomendables y con respecto a las tecnologías o "técnicas artísticas del cuerpo humano", habría que revisar el libro de José Fernández (1988), en especial el apartado 11; a su vez, el arlínilo, "Lo nuevo primitivo: el tatuaje cosmético", de María Gómez Castelazo y Claudia !'altares Santiltán (2009).

·Decíamos que son una especie de sectores o de células en las que se divide o se

HH

MARA S Y PANDILLAS: BARHIOS Jl 1VE~ILES. MAS ALI.A IJI lAS 1'1{01\ ll.IV\S < 1 11 .11 11<,\1 J'S

Así mismo, se refiere a ellos como "los tatuados"; las lágrimas en el

rostro según las muertes que se lleven, los tres puntos aludiendo a la

vida loca, las telarañas cayendo en algunos de los hombros y el consumo

de drogas: marihuana, cocaína y "pastillas". La portada del texto llama

la atención, ya que es un rostro, al parecer de una mujer, maquillada

de blanco y sobrepuestas palabras en rojo y en café claro que dicen:

"Lágrimas muertas", "Salvatrucha", "Florecen como rosas negras".

El libro de los periodistas connotados, Jorge Fernández Menéndez

y Víctor Ronquillo,6 De los Maras a los Zetas. Los secretos del narco­tráfico, de Colombia a Chícago (2006), es una especie de recolección

de testimonios, reportajes e información selecta que proviene de los

cuerpos de seguridad del Estado (Policía Federal, Inteligencia Militar,

testigos protegidos -se infiere- e, incluso, de infiltrados), así como de

agencias de Estados U nidos ( (FBI?, (DEA?, (CIA?). Es muy revelador

que se den nombres de líderes, de personajes implicados, de lugares

y de fechas, del funcionamiento puntual del tráfico de drogas, del se­

cuestro de migrantes y de las redes de prostitución, y que al respecto

no suceda absolutamente nada.

Hay aseveraciones muy fuertes de cómo se dibuja a la Mara

Salvatrucha (MS-13), de las cuales no se tienen las pruebas, ni

las evidencias como para asegurarlo pero que abonan al imaginario

colectivo (De Alba, 2007), del miedo y del terror de que tales agru­

pamientos -clicas- llevan a cabo ritos satánicos y sacrificios humanos,

están vinculados con Al Qaeda y son un problema de seguridad na­

cional, terroristas y sanguinarios. Muy diferente a reconocer que una

parte de ellos está implicada en el narcomenudeo, hace ciertos "tra­

bajitos" para el crimen organizado, asaltan a los migrantes, "rentea"

-derecho de piso- y ofrece protección. Aunque sin minimizar, no son

los responsables de casi 85 por ciento de la violencia y de la insegu­

ridad, sino que los actores centrales son el crimen organizado desde

sus diferentes rostros y tesituras (sicariato, secuestros, extorsión, robo

de autos de lujo y de identidades, tráfico de personas, de armas, de

desagrega la pandilla y la mara. 6La portada es de dos integrantes de la MS-13 que están tatuados en sus rostros.

Es una fotografía retomada del cineasta Christian Poveda quien filmó La vida loca (2008).

89

lo

•\1/'J<EJ><J NArEIV\S ll0\1l'i<;l EZ

órganos y de residuos industriales, prostitución infantil y comercio

informal, como los más redituables).

En relación con el texto del también periodista Marco Lara Klahr,

Hoy te toca la muerte. El imperio de las Maras visto desde dentro

(2006)/ nos encontramos frente a lo que se conoce como investigación

de reportaje, bajo el formato del New, New journalism (Nuevo, nuevo

periodismo) que consiste, a grandes rasgos, en apuntar a la experiencia

"ordinaria" -diríamos de la vida cotidiana- de los sujetos y de los ac­

tores del reportaje, desde el lugar del reportero, en este caso del Barrio

18 (B-18) y de la Mara Salva trucha (MS-13).

En este sentido, se describe y se reconstruye una serie de testimo­

nios de los sujetos y de los actores implicados (en México, El Salvador,

Honduras, Guatemala y en Estados Unidos), los miembros del B-18,

de la MS-13, académicos, víctimas de las violencias, activistas sociales,

servidores públicos, y de igual manera, se recurre a trabajos presenta­

dos en congresos, coloquios,8 mesas redondas, películas y documentos

de los cuerpos de seguridad del Estado.

En tanto que su centralidad se ubica en lo descriptivo, falta

la parte hermenéutica/comprensiva de esa narrativa, por lo que se

reproducen los lugares comunes, como por ejemplo que se están con­

solidando como crimen organizado, o que se parecen demasiado a los

partidos políticos o a las instancias hegemónicas por su capacidad de

"toma de poder real".9 A su vez, se retoman las reflexiones literarias

del poeta Üctavio Paz en relación con los "pachucos" 10 y se usan en

'También llama poderosamente la atención la portada del texto ; ya que es una fotografía de un integrante del B-18, tatuado totalmente de la cara (de Orlando Sierra/AFP). Para ver cier­tas reflexiones acerca de los tatuajes en el rostro, consultar a Cerbino (2012) y a Nateras (2010).

8Como el que llevamos a cabo en la Universidad Autónoma Metropolitana lztapalapa, en la Ciudad de México, entre el 5 y 7 de julio de 2005 titulado: "Las maras. Identidades juveniles al límite", del cual se editó un libro con el mismo nombre, véase Valenzuela, Nateras y Reguillo (2007).

9A diferencia de nuestro amigo y colega Marco Lara, creemos que se trata de inter­pelar al poder más que de tomarlo, en tanto que estos agrupamientos y adscripciones identitarias infanta-juveniles, están justamente en el lugar invertido: en situaciones y en relaciones asimétricas de poder, es decir, son colectivos de resistencia donde una parte de ellos y de ellas ejercen las violencias y en sus imaginarios funcionan como mecanismos para restarle a las inequidades sociales en las que claramente se encuentran.

10Los pensamientos de Octavio Paz, en relación con los "pachucos", los publica en el año de 1950, por lo que siendo justos, hay que situar su escritura ya que a todas luces actualmente su postura es insostenible, en tanto que ahora tenemos suficiente evidencia

90

MAJ{¡\S Y PANDILLAS: BA~RIOS .JUVENILES, MÁS ALLÁ DE LAS FHONTJ-:1{/\S C\11.11 II(AI ¡·~

l'xlcnsión en los casos de la MS-13 y del B-18, o referirse al concep­

to de Michel Maffesoli (1990), "las tribus urbanas", 11 sin ningún

ejercicio crítico o de deconstrucción de este andamiaje terminológico

y conceptual.

En relación con las narrativas y con los discursos iconográficos

más significativos, en formato de películas y de videos que también

edifican sentidos y construyen significados con respecto a los inte­

grantes de la Mara Salva trucha (MS-13) y del Barrio 18 (B-18),

tenemos un filme de los más fuertes, crudos, conmovedores y, sin con­

cesiones, que dan cuenta de la guerra entre el ejército y la guerrilla

en El Salvador: Voces inocentes (2004) del cineasta Luis Mandoki.

La película cuenta la historia de Chava, un niño de 11 años, y de sus

vivencias en plena guerra ante la constante amenaza de ser recluta­

do o por los militares o por los guerrilleros, es decir, muerte segura.

También las escenas de niños y de adolescentes que, a su vez, matan

a sus pares, son muy dramáticas. Varios de ellos después se convierten

en MS-13 y Barrio 18.

Hay un video documental de National Geographic titulado:

Mara Salvatrucha: la nueva mafia (2006), hipótesis que sostiene el

FBI -la cual no compartimos-. Se trata de un documental de 52 mi­

nutos de duración, basado en entrevistas a miembros de la MS-13 y

de la pandilla del B-18, así como a agentes encubiertos. En el relato

se construye la imagen de que los integrantes de tales agrupamien­

tos, son los más peligrosos dentro del circuito de las denominadas

"pandillas trasnacionales", 12 tanto que se les cataloga como una "su­

perpotencia llena de violencia".

Por otra parte, se puede ver la película: Sin nombre (2008), del

director Cary Fukunaga, en la que básicamente se narra la historia

de dos jóver\es; Sayra, una hondureña que emprende un viaje en tren

empírica desde las ciencias sociales. Véase Paz (1 959), en particular el apartado 1, "El pa­chuco y otros extremos".

11 Para una crítica de la metáfora de las "tribus urbanas", consultar a Alfredo N ate ras (2009).

"Con respecto al término de lo transnacional, retomo la propuesta de Michael Kearney (1 995), en tanto refiere entenderlo a partir de los vínculos que se establecen entre varias naciones desde el imaginario de los Estados-nación y cuyas dimensiones de análisis más importantes están en las coordenadas de lo cultural y de lo político.

91

ALFHEUO 'JAJ'EJ{AS DOMÍNC.I 'EZ

con su tío y su padre a México a fin de intentar pasar la frontera y

llegar a Estados Unidos (Nueva jersey) y Willy, también llamado El

Casper, integrante de la Mara Salvatrucha (MS- 13) , quien después

de haber asesinado al líder de su clica -"al palabrero"- acaba en el

mismo tren que Sayra, estableciendo una particular relación con ella.

El contexto del filme da cuenta del proceso de migración y de sus

implicaciones socio-afectivas; la descripción dada de la estructura de la

pandilla muestra una asociación piramidal de aproximadamente unos

15 elementos (hombres y mujeres) , las edades oscilan entre 12 y 25

años aproximadamente, y se distinguen por el uso de claves o señas

con las manos, los tatuajes en el cuerpo y en la ca ra y la forma de vestir

con pantalones cholos; portan armas blancas y de fuego, hacen uso de

teléfonos celulares y son altamente territori ales.

El documental El porvenir (2008) del director Óscar Estrada es

de los más estrujanles, ya que reconstruye el asesinato, en abril del

2003, de 69 personas (pandilleros) , en la Granja Penal del Porvenir,

en la ciudad de L a Ceiba, en H onduras. Lo que se describe, con

imágenes de los acontecimientos, es que hubo un traslado de los pri­

sioneros, los cuales eran pandilleros, de una cárcel en Tegucigalpa a

El Porvenir que no estaba autorizado por ningún juez. Hubo hosti­

gamiento por parte de los reos comunes y autoridades del penal, ya

que éstos tenían el control de las drogas. Los pandilleros fueron tor­

turados por los líderes - reos comunes- que llevaron a cabo rondines

en el penal y fueron designados por las autoridades. Se les confinó a

celdas de casti go por 15 días aunque fueron liberados dos horas antes

de que estallara el motín. Hubo disparos ejercidos por parte de los

presos comunes a los pandilleros. La policía no mitigó la hostilidad,

al contrario, se sumó a la agresión y declaró que contaban con armas

y representaban un peligro para ellos. Según relatos de los internos,

fue la policía quien inició los disparos y curiosamente se obstaculizó la

labor de los bomberos para erradicar el fuego dentro del penal, por lo

que se ha mantenido la hipótesis de que la masacre de El Porvenir fue

un plan preconcebido para matar a los pandilleros; evidentemente las

autoridades negaron participación alguna.

92

1

MARAS Y PAND ILLAS: BARRIOS JUVEN ILES. MAS ALLÁ DE LAS FRONTERAS CULTURALES

El excorresponsal de guerra en El Salvador, Christian Poveda, IJ

filma La vida loca (2008). A partir de la inmersión que logra, con

cámara al hombro, reconstruye la cotidianidad de miembros de una de

las principales agrupaciones pandilleras de El Salvador: El Barrio 18,

en la colonia La Campanera, en Soyapango. El cineasta recupera los

lenguajes propios, los marcajes identitarios (a través de los tatuajes),

los códigos y las reglas. Algunos de estos jóvenes fueron asesinados en

el transcurso de la grabación, tal y como muestra el documental. A su

vez, Poveda se adentra en el funcionamiento de una organización de la

sociedad civil, los Homies Unidos de El Salvador y da cuenta del pro­

ceso de reinserción de los pandilleros en la gestión de una panadería.

A lgunos se encuentran desactivados, pero no se alejan por completo de

su clica; la pandilla es su sentido de vida y de pertenencia, cohesionada

por un fuerte vínculo, por lo que se convierte en su familia ("Por mi

madre vivo y por mi barrio muero").

Luis Mandoki, el director mexicano de Voces Inocentes, filmó tam­

bién el largometraje llamado La vida precoz y breve de Sabina Rivas

(20 12) , que a su vez está basada en la novela de Rafael Ramírez

H eredia, La Mara (2004). Las penurias y las tragedias que sufre la

condición migrante (especialmente las/os centroamericanas/os) en la

frontera sur de México en su intento de llegar a la tierra prometida,

Estados Unidos, y así alcanzar el sueño americano ([he American

Way of Lije) es el tema central. El personaje es una niña/adolescente,

Sabina, y la trama en su viacrucis migratorio: el recorrido en las bal­

sas, el paso por los retenes, las condiciones desfavorables del medio

'"El asesinato de Christian Poveda, fotoperiodista y cineasta franco-español, el 11 1iércoles 2 de septiembre de 2009, en el municipio de Tonacatepeque, al norte de San Sa lvador, además de ser muy triste y doloroso, es terriblemente elocuente. Este suceso hay que situarlo a partir de las tradicionales y actuales dinámicas internas que se están dando '' " las pandillas .centroamericanas, en varios ejes de análisis; uno, la relación que uno es­Iablece como f~ógrafo, investigador o etnógrafo con estas clicas y sus afiliados; dos, las parti cu lares vicisitudes de tales adscripciones identitarias, por ejemplo, los relevos en los liderazgos y los vertiginosos cambios en las normas y en las reglas; tres, la emergencia de oiros actores en el mercado de las violencias y de las muertes, en lo concreto, el crimen '"~an izado ; cuatro, el lugar de la comunidad y del barrio en tanto escenario de las tramas 'ocioculturales de esas atmósferas de las violencias. Además, no deja de ser muy extraña '" muerte de Poveda, máxime por el clima de cuestionamiento a que estaba siendo so­lllt' lido el gobierno de Mauricio Funes, en tanto se le había acusado, por las fuerzas más m 11servadoras, de "debilidad", con respecto al tratamiento de la inseguridad ciudadana y ''" parti cular con lo relacionado a la MS-1 3 y el B-18.

93

·\IJHUJ(J i\MUlAS IJ(JMINt;J:EZ

ambiente como el calor o los animales (las garrapatas, los alacranes) y

la amenaza constante de la Mara Salva trucha (MS-13).

Actores situados

Una de las críticas más fuertes que se ha hecho a gran parte de los

relatos y de las narrativas (tanto escritas como visuales), acerca de la

MS-13 y del B-18, es la descontextualización que se hace de tales

sujetos y actores sociales. Por lo que es un imperativo ubicarlos en

las coordenadas de lo social, de lo político, de lo económico y de lo

cultural, en tanto que ahí se encuentran las pistas hermenéuticas para

su mejor comprensión.

En estas lógicas, es claro que tales configuraciones infanto-juveniles

circunscritas al TNC -El Salvador, Guatemala y Honduras- estuvieron

marcadas por climas de una guerra civil devastadora (El Salvador),

genocidio contra las comunidades indígenas (Guatemala) y de protes­

tas campesinas/estudiantiles (Honduras), por lo que fueron forzados a

incorporarse a los flujos migratorios como recursos de estrategia familiar

para proteger la integridad física de los niños, los adolescentes y los

jóvenes de esa época. En este sentido, el surgimiento de lo que ahora de­

nominamos como las "pandillas trasnacionales" - la Mara Salvatrucha

(MS-13) y el Barrio 18 (8-18)- se da en el país de llegada, que por

excelencia fue/es Estados Unidos (finales de la década de los setenta

y principios de los ochenta); aunque en las afirmaciones del periodista

Marco Lara (2006), al B-18 lo refi ere en los años cuarenta, ligado a

los barrios chicanos.

Los casos singulares de México, El Salvador, Honduras y

Guatemala, por citar tan solo a estos países, están marcados por la

desigualdad social que define, en parte, la historia de América Latina.

Desde los territorios de la antropología social y, como bien dice Luis

Reygadas (2007), si en la década de los setenta el paradigma al que

se recurrió para analizar la desigualdad social fue el marxismo, en los

ochenta no interesaban los aspectos culturales de esa desigualdad, e

94

\JARAS Y PA'JDILLAS: BARRIOS Jt 'VENILES, MAS ALLA DE LAS FRONTERAS CULTURALES

Jncluso en los noventa los temas de la explotación desaparecieron de

las preocupaciones públicas, académicas y -agregaríamos- también,

lucron perdiendo fuerza las estrategias de intervención para incidir en

<'sas desigualdades sociales.

Es en la década de los noventa, y lo que va del siglo XXI, cuando

se da al interior del pensar y del hacer de la antropología social, lo

que se conoce como el giro cultural y la efervescencia de lo multicultu­

ral, enfocado a marcar las diferencias de ciertos sujetos sociales, como

por ejemplo el de las culturas indígenas y las culturas juveniles. 14 Tal

situación llevó a una parte de la etnografía a encerrarse en sí misma,

es decir, ciertas descripciones densas (lo simbólico/lo subjetivo) muy

bien elaboradas y construidas, carecían de articulación con los aspectos

económicos, políticos y sociales de la época e incluso de lo regional o

dicho de otra forma, no aparecían los contextos que le daban sustento

a la acción de los actores y sujetos sociales.

Reygadas (2007) establece una crítica al giro culturalista en an­

tropología y sitúa la temática de la desigualdad social como uno de

los problemas más significativos y persistentes en nuestras sociedades

latinoamericanas que inevitablemente remite a situaciones asimétricas

de poder. En palabras del autor: "Hoy estamos en mejores condiciones

para entender que la desigualdad no sólo es resultado de la distribu­

ción dispareja [ ... ] sino que también es producto de una construcción

política y cultural cotidiana, mediante la cual las diferencias se tras­

forman en jerarquías y en acceso asimétrico a todo tipo de recursos"

(Reygadas, 2007:34 7). Queda claro que Reygadas apunta a una re­

lación entre la diferencia cultural y el derecho a la equidad social, es

decir, una igualdad que garantice similares oportunidades (de salud,

laborales, educativas, recreativas, económicas), aunado a las condicio­

nes tanto de bienestar real como simbólicas para todas/os.

Ligado ~on lo anterior, es claro que los procesos migratorios, como

se ha referido en el análisis tanto de las narrativas escritas como visuales,

"El antropólogo catalán Caries Feixa define claramente a las culturas juveniles desde dos rutas: una, de forma amplia como la manera en que las experiencias sociales de los jóvenes se manifiestan grupal o colectivamente y la otra, en un sentido más acotado que alude a la emergencia de las "micro sociedades juveniles" (Feixa, 1998).

95

ALFI<EDO NATERAS DOMÍNGUEZ

es uno de los fenómenos sociales y culturales que están recorriendo el

mundo (y que marcan una cualidad epoca! para una parte de la condición

juvenil contemporánea). Los otros son el racismo, el crimen organizado,

las violencias sociales y la precariedad en formatos de pobreza.

A partir de los flujos migratorios se pueden entender a profun­

didad los procesos de transculturalización en los que están inscritas

varias adscripciones identitarias juveniles, como el caso de los cholos (Valenzuela, 1988 y 2002), en tanto que son ya considerados una cul­

tura juvenil transfronteriza junto con los homies 15 del Barrio 18 (B-18)

y de la Mara Salvatrucha (MS-13), quienes mantienen vínculos con los

agrupamientos o las clicas correspondientes de sus países de origen (El

Salvador, Honduras y Guatemala). Estos jóvenes transnacionales no

pierden su conexión y su relación afectiva con su tierra natal, es decir, la

MS-13 y el B-18, asentados en el país de llegada, Estados Unidos, ya

que siguen enraizados a sus patrias de origen, insertos en flujos de co­

municación por lo regular vía Internet, cámara web y telefonía celular. 16

Estas adscripciones identitarias Guveniles) de las pandillas transna­

cionales son las que mejor hacen visible el desdibujamiento del Estado 17

y expresan crudamente y sin concesiones el fracaso del modelo civili­

zatorio, así como los rostros del descontento y de la molestia social, a

través de sus diversas prácticas y de sus múltiples expresiones culturales;

en tanto que desnudan las tensiones y las contradicciones, no sólo en las

que ellos viven sino en las que vivimos la mayoría de nosotros. Al mismo

tiempo dan cuenta de los procesos desiguales de globalización, en los

que son excluidos de las supuestas bondades del desarrollo económico

y social de la modernidad y como uno de sus recursos imaginarios/ima­

ginados, utilizan el ejercicio de las violencias sociales a fin de alcanzar

la equidad o llevar a cabo cierta nivelación social, como ya se decía en

páginas anteriores.

15Connota a un amigo, "carnal", "cuate" e incluso alude a hermano, dada la fraternidad.

"Tales procesos también los podemos ver en el agrupamiento de los Latín Kíngs (los Reyes Latinos y las Queens Latín (Las Reinas Latinas), en sus trayectorias trasnacionales, de Estados Unidos (Nueva York) hacia Ecuador y de ahí a Barcelona, España. Al respecto véase Mauro Cerbino y Luis Barrios (2008).

17Para el imaginario del poder (el Estado, los gobiernos y las instituciones) estos agru­pamientos (MS-13, B-18, cholillos, y demás) son los que los hacen fracasar; por lo tanto, son sujetos desechables (Martín-Barbero, 1998), es decir, se pueden eliminar.

96

M ARAS Y PANDILLAS: BARRIOS JliVENILES, MÁS ALLÁ lJE LAS FllONTERAS ( '111:11 I{AI.I'.S

Lo sustancial de estos grupos son sus prácticas sociales y mani­

festaciones culturales: en el diseño de sus estéticas corporales (tatuajes

y perforaciones), en sus formas de participación en lo político, 18 en

los riesgos que se corren (consciente e inconscientemente) frente a la

violencia y la muerte y en la apropiación de los espacios públicos y

scmipúblicos. 19 Es importante señalar que más allá de su identidad

de pertenencia, tendrían que mirarse como ciudadanos con derechos

humanos y responsabilidades colectivas, es decir, a estos jóvenes se les

tiene que situar como sujetos plenos de derechos, lo cual implica que

se los apropien, haciéndolos valer y además posicionarse como benefi­

ciarios de las políticas públicas que supuestamente van dirigidas hacia

este sector ( (empoderarse?).

Los sujetos imaginados y los actores situados de la MS-13 y del B-18

Una de las vías para entender lo que se podría nombrar como las

nuevas configuraciones, a partir de las cuales se expresan los rostros

de las adscripciones de la MS-13 y del B-18, es analizar los impactos

que tuvieron en las dinámicas internas de estos agrupamientos. Las

políticas represivas de cero tolerancia que se implementaron (Lara,

2006), aunado al rechazo y al hostigamiento que se dio por una parte

significativa de la sociedad, así como de la lanzada mediática en la

construcción de una narrativa de un enemigo y responsable único de

los problemas de inseguridad ciudadana, seguridad pública y violencia

y de las muertes que influyeron en los estados de ánimo colectivos

con respecto al miedo y al temor social extralimitados, ya que no

18Una pru.ba de lo anterior es que a partir del año de 2010, la pandilla del B-18 y la MS-13 están intentando detener las violencias y como actos de buena voluntad han esta­blecido varias treguas entre ellos (Monzón, 201 O).

19EI espacio -incluido el cuerpo- es uno de los elementos articuladores de estos agrupamientos juveniles. Sin el espacio apropiado y usado, no se pueden entender las ads­cripciones identitarias juveniles. El espacio (la calle, el barrio, el antro, los sitios alternos, la propia casa, la vecindad, la cancha de juego, la ciudad, la cárcel) facilita la construcción de las identidades. El valor es simbólico, en tanto el encuentro y el reencuentro con el otro pa­recido y diferente a mí, conlleva a un nosotros: somos cholos diferentes a los híp-hoperos, somos del B-18, distintos a los de la MS-13.

97

ALFREDO NATERAS DOMiNGllEZ

correspondían ni con la realidad, ni con los acontecimientos y los prin­

cipales actores implicados.

Aunado a lo anterior, la persecución feroz, el encarcelamiento

masivo, la represión brutal que padecieron y el asesinato de un núme­

ro considerable de sus integrantes llevado a cabo por escuadrones de

la muerte y de limpieza social (incluyendo los espacios del encierro)

-como en el filme El porvenir, de Estrada (2008)-, orilló a ambas

adscripciones a redefinirse con respecto al Estado y a los cuerpos de

seguridad (los policías, "los juras") como sus principales enemigos

(políticos), de los cuales habría que cuidarse y defenderse.

Las nuevas modalidades de la MS-13 y del B-18 están atravesa­

das por una serie de ajustes, reacomodos y cambios que los ubican en

climas de incertidumbre y de confusión con respecto a los derroteros y a

las redefiniciones identitarias como mara o pandilla. Por tales motivos,

es muy difícil y complicado conocer a ciencia cierta lo que realmente

está sucediendo de manera fehaciente en sus avatares intragrupales,

por lo que sólo nos queda hacer algunas descripciones y arriesgar cier­

tas hipótesis (teóricas), con base en la poca información que se tiene,

vía las últimas investigaciones o intervenciones con estas clicas, ya sea

en los espacios comunitarios o en los del encierro.

Aunque estamos presenciando una serie de modificaciones verti­

ginosas y simultáneas en estas adscripciones de grupo y, a partir de

un análisis de contrastes, vamos a señalar aquellos aspectos -quizás

algo borroso- que aún perduran o se mantienen en su núcleo y en su

matriz de significación como grupalidad. Aunque se está mutando y

probablemente expresándose de otra manera, la centralidad la sigue

ocupando el requerimiento identitario de pertenecer a la MS-13, o ser

parte de la pandilla del B-18 ante la imposibilidad real del Estado,

de los gobiernos y de sus instituciones (la familia y la escuela) de

ofrecer modelos identificatorios alternos y horizontes de presente que

contribuyan a mejorar las condiciones materiales y simbólicas de la

existencia diaria de estos adolescentes jóvenes e incluso niños, "los

bichos". En este sentido, están cobrando una presencia importante y

emergente todas aquellas identidades juveniles articuladas en "bandas

98

MAI<AS Y PANDILLAS· BARRIOS .H IVENII.FS. \lAS Al.! A !lE LAS FRONTFiü\S < ·¡ 1 TI H,\1.1~'>

culturales" (Sánchez y Reynolds, 2003a, 2003b y 2003c) y "palo­

millas", cuyas apuestas se anclan y se sitúan en el orden de lo cultural

y lo político, me refiero, por ejemplo, a las barras bravas de futbol en

llonduras y en El Salvador, principalmente.

Las instituciones que se encuentran en un resquebrajamiento y

en un mayor cuestionamiento son las del ámbito familiar, junto con el

educativo. Por una parte, la familia sigue envuelta en sus permanentes

crisis y reestructuraciones de sus vínculos, de tal manera que es incapaz

de llevar a cabo el acompañamiento social y afectivo de los procesos de

formación de sus integrantes y de garantizar los mínimos emocionales

para que permanezcan en ella, ya que los climas de violencia intrafa­

miliar, además de estar en aumento, son muy preocupan tes no sólo por

ser cada vez más brutales, sino porque aceleran el descentramiento y

el posterior abandono de la familia (Cuerno, 2000; Morán, Huezo y

Cibbons, 2001; Serrano, 2005).

En lo que respecta a la educación, se sigue vaciando de sentido y de

significado, está muy acotada y dados los requerimientos de superviven­

cia en los que se hayan una parte significativa de estos jóvenes, hombres

como mujeres tarde que temprano se da una deserción, aunado a que la

calificación escolar difícilmente contribuirá como mecanismo para mejo­

rar en el escalamiento social. De tal suerte que de las pocas posibilidades

que se tienen o que se van perfilando son: irse de migrantes -por lo

regular a Estados Unidos- con todos los riesgos sociales y culturales que

esto implica, ingresar al crimen organizado como forma de vida, lo que

remite a una alta probabilidad de morir, o afiliarse a la mara o a la pan­

dilla que a su vez conlleva situaciones de vulnerabilidad de ser reprimido

o incluso asesinado, ya sea por la pandilla rival, los cuerpos policíacos

y en algunas circunstancias por la propia clica a la que se pertenezca

(Salazar, 1998) (en la historia de una de las películas que analizamos,

Sin nombre ~2008), se da tal situación) .

Quizás de las variaciones más significativas que se están viviendo

están todas aquellas que podríamos situar en el registro de las afecti­

vidades, las emociones y los sentimientos. Pareciera ser que los lazos

de amistad y de hermandad junto con los vínculos de solidaridad y

99

ALFREDO NATERAS DOMÍNGIIEZ

de lealtad no tuvieran la misma fuerza y potencia de sentido y de sig­

nificado que antes. Aunque no se han perdido, en todo caso se han

debilitado y desdibujado, por las circunstancias sociales que están vi­

viendo o enfrentando las clicas de las que se trate, ya sean de la MS-13

o del B-18, aunque tiende a recrudecerse en la adscripción identitaria

de la MS-13. Esto tiene explicación, en una parte, ya que los núcleos

base de la mara o de la pandilla están tendiendo a ser cada vez más

heterogéneos, diversos y, complejos entre sí, independientemente de

que se trate de la misma adscripción como MS-13 o 8-18, es decir,

se están manifestando distintas formas de ser clicas, por lo que ahora

claramente hay varias maneras de ser mara o pandillero que están coe­

xistiendo al mismo tiempo, no sin problemas y con serias dificultades.

Otro de los aspectos centrales de redefinición identitaria ha sido el

territorio y el espacio donde habitan y viven. Es cierto que los anclajes

territoriales que abonan en la construcción de las identidades locales y

barriales (de esquina) se están desanclando, a razón de que la defensa

del territorio como marcaje de lugar, de hábitat y de pertenencia ya no

son tan importantes, o al menos están adquiriendo otras cualidades

como las de ser más móviles y plásticas, es decir, tienden a convertirse

en una suerte de identidades nómadas que se están desplazando cons­

tantemente por la ciudad, la región o las comunidades a fin de no ser

ubicados o detectados en los espacios públicos o los sitios definidos.

Estas grupalidades, como se empieza a vislumbrar, se han com­

plejizado por los contextos y las situaciones en las que están siendo

producidas/construidas, lo cual conlleva al surgimiento de mecanismos

internos y externos (emergentes) que marcan tanto las nuevas formas

de supervivencia social (material)/ cultural (simbólica) y las redefinicio­

nes de los diferentes lugares sociales que están jugando y que ocupan

como actores en el heterogéneo mercado de las violencias y de las muer­tes, no sólo como sujetos de (victimarios), sino también -y cada vez

más- desde el sitio de objetos de (víctimas).

En lo que atañe a las cualidades generales de los integrantes de

estas clicas, el núcleo básico se ha mantenido, aunque con algunas suti­

les variaciones; por ejemplo, hay un acentuado predominio del género

100

~!ARAS Y PANDILLAS: BARRIOS JUVENILES, MAS ALLA DE LAS FRONTERAS CliLrl HAIE'i

masculino; están más definidas las trayectorias de ser niños "bichi­

tos", a adolescentes, a la condición de jóvenes y de ahí a la de adultos

jóvenes (cohortes generacionales); se han reducido los niveles de es­

colaridad , se ha disminuido el desempleo con respecto a las cifras del

2006; prevalece el valor simbólico para el ingreso a la clica, es decir,

36.2 por ciento -antes era 46 por ciento-lo sigue haciendo por "el va­

cile" y por los problemas (de violencia) que se tienen en casa (AguiJar

y Carranza, 2008), lo cual no deja de ser paradójico.

Con respecto a la disputa, tanto en la construcción de un lugar so­

cial como por la edificación de un sitio al interior de la configuración de

la identidad del grupo del que se trate, hay varias rutas y trayectorias

que coexisten entre sí. De inicio, están los denominados "colabora­

dores o simpatizantes" que son los que no pasaron por los ritos o las

reglas de iniciación, por lo que automáticamente no están comprome­

tidos en las acciones ilegales del grupo, simplemente se ubican como

una especie de ayudantes o de adherentes. Siguiendo esa ruta, se tiene

el pasaje o el tránsito de estar en el "vacil"/"vacilando con" y el inicio

del proceso de conversión identaria que consiste en dejar de ser civiles y

convertirse en homies y por lo tanto son "activos", es decir, han pasado

por los rituales de iniciación, fueron "brincados" y, en ese tenor como

regla aceptada no podrán salir de la pandilla o de la mara, si lo hacen

serán considerados como desertores y en el imaginario colectivo de la

clica esto se lee o se traduce como traición, lo cual se paga con la vida,

es decir, le dan "luz verde": sentencia de muerte.

Los "calmados o pasivos" son por lo regular pandilleros o de la

mara que ya son batos grandes y que han obtenido la "dispensa" o

"el pase", es decir, siguen reconociéndose como tales y no se salen de

la clica; sin embargo, ya no están obligados ni tampoco implicados

en participar en los actos ilegales o de involucrarse en situaciones de

violencia e l'ncluso renuncian a consumir drogas. En cambio, los ex­

pandilleros no tienen el "pase" y por lo común son desertores, lo que

implica ser perseguido.

En cuanto a lo que se conoce de su particular manera de estruc­

tura y de construirse con respecto a sus lugares intraidentitarios que

101

ALFREDO NMERAS DOMÍNGIIEZ

marcan las dinámicas del grupo, básicamente tampoco han variado; se

han mantenido en el tiempo histórico y en el espacio social, es decir,

los "palabreros", una especie de liderazgos,20 son los que tienen más

influencia o protagonismo y quienes llevan la palabra de todos; son

los portavoces de las decisiones grupales, las cuales se siguen haciendo

en colectivo (democráticamente), a lo que ellos denominan "hacer la

rueda", "la ronda" o "el mitin". Por ejemplo, en relación con el uso

de drogas tanto legales como ilegales, se ha tomado un consenso que

prohíbe usar crack (pasta base), ya que los pone "muy locos", en una

situación vulnerable y en desventaja ante la pandilla o la mara rival

y también con respecto a los cuerpos de seguridad del Estado y de

las fuerzas especiales de la DEA y del FBI, que están operando en el

Triángulo del Norte Centroamericano. Incluso, dependiendo de los

días que sean, son las drogas permitidas, que por lo regular son alcohol

y marihuana -guardando las distancias, las comunidades zapatistas del

sur de México prohíben y regulan el consumo del alcohol, por ejemplo.

Los "palabreros" llevan a cabo, entre otras cuestiones, una función

social clave y significativa; son los que tejen el vínculo con la comuni­

dad, con el barrio o con las familias de los integrantes -máxime cuando

algunos de ellos están "privados de la libertad" o han sido asesinados-;

velan por el bienestar y los intereses de la clica; "los soldados", al pa­

recer, son los de menor grado y están a la espera y a la disposición de

llevar a cabo cualquier orden; "los pasteros" o "los halcones" son los

que vigilan el territorio y el barrio, ante la posible presencia o amenaza

de la policía, de algún rival de la pandilla o de la mara contraria.

En una parte sustancial, estas adscripciones han alcanzado una

mayor organización en relación con su composición interna y, al mismo

tiempo, están más cohesionados hacia adentro, esto se traduce en que se

han tenido que juntar y acercarse más como grupo. Al mismo tiempo, las

reglas de conducta, las normas éticas, los códigos de honor, las sanciones

y los castigos están cambiando de una manera vertiginosa y plástica.

Aunque se desconoce la mayoría de las nuevas reglas -ya que

la primera, es no decirlas-, por ejemplo, algunas clicas del B-18 al

'"Ellos mismos no reconocen la idea de tener un líder o un liderazgo, ya que contraviene el espíritu de participación colectiva de todos los miembros de la clica, en la toma de decisiones.

102

MAllAS Y PANDILLAS: BARRIOS JUVENILES, MÁS ALLA DE LAS FRONTERAS Cl ll:lliRAI.ES

parecer tienen y se guían por 18 -aunque no todos los microgrupos

de esa adscripción lo tienen establecido-, se sabe por lo menos que

están tendiendo a ser más rígidas, duras, inflexibles, absurdas e incle­

mentes. Por ejemplo, hay evidencias de que se están llevando a cabo

purgas internas por distintos motivos, lo que lleva al ejercicio de las

violencias dirigidas contra la propia clica, es decir, enfocada a algunos

de sus integrantes que se puede traducir en la realización de actos tipo

ejecuciones internas e incluso (situación que no se había visto antes o

que no era una práctica que caracterizara a la MS- 13 o a los homies

del B-18) llevar a cabo desmembramientos de los cuerpos de algunos

de sus afiliados. El B-18 y la MS-13 comparten matrices de significación, aún así

hay algunas diferencias que son importantes de referir: la pandilla del

B-18 todavía trata de mantener las reglas de honor, al parecer no se

están matando tanto entre ellos, no se relacionan abiertamente con el

crimen organizado, no fuerzan a los niños para reclutarlos, se siguen

tatuando -aunque discretamente- como marca identitaria, prevalece

el espíritu solidario sobre lo monetario, funcionan como una familia y

todavía protegen a los más chicos de la comunidad y su discurso es an­

tisistema. En cambio, la MS-13, anda muy "golpeada", han asesinado

a muchos de ellos, otros están privados de la libertad (encarcelados), se

han vuelto más duros y rígidos hacía adentro, han cambiado las reglas

drásticamente, es muy difícil poder conversar con ellos, son más crue­

les, reclutan a la fuerza a sus "soldados" (en las escuelas) y se están

matando entre ellos. En lo que atañe al espacio público, no se dejan ver tan fácilmente;

están adquiriendo la cualidad, más que de lo clandestino, de lo im­

perceptible, una suerte de actores y de sujetos socialmente "invisibles"

como estrategia y mecanismo de supervivencia cultural/identitaria, a

fin de no s~r detectados, ubicados y por consiguiente, evitar la repre­

sión o el aniquilamiento. En este sentido, tales adscripciones grupales

siguen siendo un emergente social, por lo que no comparto las posturas

que los ubican como un problema de seguridad internacional, ni tam­

poco de seguridad nacional, como lo afirman Fernández y Ronquillo

103

i\l.i'HEDU NATEHAS OOMiNGUEZ

(2006) ni las narrativas hegemónicas del Estado y de los mass media,

en todo caso serían una problemática de seguridad pública.

La resistencia cultural y los umbrales de las violencias

Se ha comentado y afirmado de una manera insistente que estos

agrupamientos están cada vez más involucrados en las lógicas y en

las actividades de lo ilegal, del crimen organizado. Al mismo tiempo,

pareciera ser que se han vuelto más violentos y, por lo tanto, han au­

mentado su capacidad de muerte de una forma considerable, por lo

que una de las sencillas preguntas que podríamos formular sería: (cuá­

les son las razones, los motivos y las circunstancias más significativas para que esto se haya gestado así?

Una de las vertientes que nos aproxima a construir algunas ex­

plicaciones atraviesa por el asunto de la profesionalización de estos

agrupamientos, de la especialización que están adquiriendo con res­

pecto a las violencias y a las muertes, lo cual remite al asunto de las

armas con que cuentan, en otras palabras, hay una trayectoria de des­

plazamiento que va de la tenencia de armas artesanales elaboradas

por ellos mismos ("hechizas"), a adquirir armamento más sofisticado y

por lo consiguiente más letal o letales: armas cortas, de asalto, de alto

poder, de uso exclusivo de las fuerzas especiales y del ejército, como las famosas Ak-4 7 y lanzagranadas.

Las estrategias que se tienen para adquirir tal tipo de armamento

son variadas; una de ellas es la compra en el mercado negro, por lo regu­

lar a exmilitares, expolicías o a simples traficantes. La otra vía son las que

se obtienen del enfrentamiento con la pandilla o la mara rival, incluso

cuando chocan contra los cuerpos de seguridad del Estado, el robo a de­

pósitos/armerías y quizás una de las más frecuentes sea la que les venden

los propios policías y militares y las fuerzas de élite que están en activo.

Es importante decir que ha sido toda una tradición los vínculos

(difíciles y conflictivos) que han tenido las clicas de estos agrupamien­

tos identitarios con los "juras" -los policías- y los militares. Además

104

Mi\ HAS Y PANDILLAS· BAHHIOS Jl'VFNILES. \!Á) ALLÁ DE LAS FRONTERAS ('1 1 TI 'HAI.ES

de que también son los que les venden y les distribuyen las drogas o les

permiten, a cambio de compartir las ganancias, toda una serie de actos

ilegales, como lo puede ser el robo de autos o el tráfico de personas.

A ctualmente la relación está adquiriendo otras modalidades y matices,

ya que por lo regular, ahora la policía es la que los roba, los extorsiona

(incluso a sus familiares, amigos y conocidos) y les está pidiendo una

cuota fija para permitirles llevar a cabo sus actividades en los márgenes

de la paralegalidad, en otras palabras, "los juras los rentean" o mejor

dicho, los están extorsionando.

De la "renta/rentear" a las extorsiones

Una de las actividades tradicionales que la mara y la pandilla han

utilizado, a fin de hacerse de ciertos ingresos para sobrevivir y poder

sufragar algunos de sus gastos como clica, ha sido lo que comúnmente

se conoce como "rentear y talonear" que consiste en pedir voluntaria­

mente dinero a la gente, a los peatones o a cualquier persona que se

encuentre en el camino, a los residentes del barrio o del lugar donde

se vive y se habita. Actualmente, esta modalidad de "rentear" está

sufriendo ciertos cambios, ya que se ha transformando en extorsión, lo

cual es un delito tipificado que implica solicitar una cuota fija y forzosa,

en la modalidad de coerción, lo que conlleva a un acto o ejercicio de

violencia social dirigida contra "los otros".

Este pasaje de "pedir la renta" hacia su mutación de "las extorsio­

nes" tiene que ver, por una parte, con un mecanismo de subsistencia,

debido a las serias dificultades en conseguir empleo o al menos subem­

plearse, más que nada por la exclusión y la discriminación social en la

que se encuentran los integrantes de estos agrupamientos identitarios .. -ya que difícilmente son contratados- y por la otra, en virtud de los

requerimientos que la condición de ser mara o del Barrio 18 les exige.

Además de sostenerse y por extensión a sus familias cuando ya las

tienen, hay que apoyar a los integrantes de su clica que por lo regular

están presos, así como a sus respectivas familias , y también mantenerse

105

Al YHEI )() 'MTLRAS IJOMiNGJ IEZ

como agrupamiento en relación con todos los gastos que se requieren,

máxime si están siendo acosados, se necesitaría comprar armamento.

Por lo común, están extorsionando a las líneas de autobuses, "los

huseros", a las bases de taxistas, a los comerciantes, a los pequeños

empresarios, e incluso a algunos habitantes de la comunidad y del ba­

rrio a cambio de ofrecerles y garantizarles seguridad o que no vayan

a ser molestados por nadie, ni tampoco su familia, tanto en sus bienes

materiales como en el desempeño de su trabajo. Hay que señalar que

la MS-13 y los del B-18 no son los únicos que se dedican a esta moda­

lidad en los territorios de lo ilegal ni los más importantes, sino que hay

otros actores más protagónicos que pasan invisibles o quizás no se les

quiere ver o reconocer del todo en su implicación, como por ejemplo el

crimen organizado, la gente común y corriente, hasta empleados de las

mismas líneas de transporte, por lo que a las clicas de estas adscripcio­

nes identitarias se las vuelve a situar como las únicas responsables de

estos actos ilegales.

El B-18 y la MS-13: Ccrimen organizado?

Uno de los discursos y de las narrativas hegemónicas que más se han

transmitido y propagado con respecto al imaginario que el Estado, los

gobiernos, sus instituciones y los cuerpos de seguridad nacional e inter­

nacional han construido en relación con el ejercicio de las violencias y

de las muertes, en las que una parte de estos agrupamientos están im­

plicados, ha sido catalogarlos como crimen organizado (Lara, 2006;

Fernández y Ronquillo, 2008), o una versión de una nueva mafia

como lo sostiene el FBI en el video de National Geographic (2006),

el cual se menciona al inicio de este texto. Tales afirmaciones habría

que tomarlas con prudencia, ya que parecieran un relato muy fácil de

contar, de alto impacto para la opinión pública y de una rentabilidad

política y presupuesta! nada despreciable, por lo que quizás le faltaría

sustento y sobre todo evidencia empírica contundente para ser consi­

derada con seriedad.

106

~IAI\IIS Y PANDILLAS: l:lARRIUS .1\IVEN\J .ES. ~IÁS ALLA \JE LAS FRONTE\{i\S 1 ·¡ \TI Ri\1 J.'>

Es claro que tanto la MS-13 como el B-18 son agrupamientos

que es tán estructurados de determinada manera, su núcleo central es

1<~ clica, son una especie de células por lo que en ese sentido su accio­

nar y las actividades que realizan tienen cierto grado de organización

y de planeación mínima y elemental, aunque el micro agrupamiento

como tal no se articula en su constitución de pandilla o de mara, ni su

dinámica, ni su historia (cultural) a las lógicas del crimen organizado.

Actualmente las clicas tienen más autonomía con respecto a las

nacionales de la adscripción a la que pertenezcan, lo que implica que

se tiene una mayor -no vista así antes- decisión micro grupal o, dicho

en otros términos, una especie de descentramiento como miembros e

integrantes de la afiliación y de la pertenencia ampliada, ya sea de la

MS-13 o del B-18. Por lo que la relación que se pudiese establecer,

en todo caso, entre la mara y el Barrio 18, con el crimen organizado,

no se da a nivel orgánico/nacional, ni de estructura a estructura, sino

a título individual: no es a nombre de la adscripción identitaria, por lo

que no está en juego, ni en entredicho, la nomenclatura de la MS-13

o del B-18.

Planteado de esta manera, quedaría claro que cada quien como

integrante de la clica decide el vínculo, en la mayoría de los casos

bajo la lógica del negocio, vehículo para tener otra forma de ingreso

monetario. Por lo consiguiente, la relación es coyuntural, se trata de

llevar a cabo actividades de colaboración y de ayuda, muy específicas y

puntuales que tienen una temporalidad muy definida y acotada, como

por ejemplo ser contratados como sicarios (Salazar, 1998; Martín­

Barbero, 1998; Vallejo, 2002), a fin de asesinar a alguien, para el

robo de autos, el trasiego de armas o el tráfico de migrantes (Fernández

y Ronquillo, 2006).

Dentro de los profesionales de las violencias (Tilly, 2003), en los

mercados d"e la muerte, para el crimen organizado contratar a un in­

tegrante de la mara o del B-18 a fin de llevar a cabo un "trabajito",

les costará más barato y les será más redituable que si por ejemplo,

emplean a un sicario, a un kaibil (coronel), a un policía, a miembros

de fuerzas especiales o de élite o a militares. Esto es muy interesante

107

·\1.1 1~1'1 H ¡ r-.AII.HAS IJ< lMIN<>liEZ

porque da cuenta de la situación general de sobrevivencia en la que se

encuentran estos jóvenes y de la ubicación social al límite (Valenzuela,

Nateras y Reguillo, 2007), o al borde, ya que por cualquier dinero

se emplean y al mismo tiempo -en la imaginación- son considerados

como una especie de "lumpen", de mano de obra a explotar, precisa­

mente por ser integrantes de estas clicas. Es decir, los pertenecientes a

tales adscripciones identitarias, son los que ocupan la escala social más

baja en el circuito de los profesionales de las violencias, en los tianguis

y en los mercados de la muerte.

Si bien es cierto que una parte de la MS-13 y del B-18 está impli­

cada en el tráfico de migrantes, drogas, armas y en el robo de autos -de

lujo--, no son los que controlan a gran escala las redes de lo ilegal o la

paralegalidad de estas actividades, ni mucho menos, son los que lideran

estas rentables ocupaciones que tejen sus vínculos, no sólo a nivel nacio­

nal, sino también internacional. Vamos, no son los jefes ni los patrones

del negocio, ya que no alcanzan a situarse en ese lugar, son simples

empleados y además mal remunerados y quienes sí tienen ese alcance,

capacidad logística, armamento sofisticado, tecnología de comunicación

satelital, recursos económicos, poder de corrupción y una temible letali­

dad, son precisamente los miembros del crimen organizado.

Otro aspecto muy interesante y significativo es el hecho de que la

mara o la pandilla, al ser los que cargan con toda la estela del estigma

social (Goffman, 1993), que además han sido construidos como los

únicos responsables de la inseguridad ciudadana y de los altos niveles

de violencia y muertes que vive el país , remite y los sitúa, en un lugar

social de visibilidad extrema, de sobresaturación mediática. Es decir,

son los que más atraen la atención de la sociedad y de la comuni­

dad, sobre todo de los cuerpos de seguridad nacional e internacional

que están detrás de ellos. Por consiguiente, al crimen organizado no

le conviene de ninguna manera establecer una relación de estructura

a estructura, ni mucho menos penetrar y controlar el núcleo central,

nacional y orgánico de la MS-13 o del B-18, porque sencillamente los

pondrían en riesgo y en evidencia y contravendría uno de sus estilos de

trabajo: pasar lo más desapercibidos posible.

108

~!AHAS Y PANDILLAS: BAHRJOS .IUVEN!LE.\ MAS ALLA UE LAS FJ<ONTIJ{¡\S <"l il.ll I(AII '>

La investigación con sujetos al borde y al límite

H ay una serie de tensiones y de conflictos teórico-metodológicos en

el hacer etnográfico que se considera relevante plantear desde el lugar

re fl exivo de la vivencia de la experiencia en el trabajo de campo y de

la investigación antropológica en este tipo de agrupamientos infanto­

juveniles, como lo pueden ser la MS-13, el B-18, los Latin Kings, los

cholos , los ñetas y demás afiliaciones similares.

Lo primero sería preguntarse: (para qué hacer este tipo de investi­

gaciones antropológicas cuya dificultad es más que evidente?, o dicho

de otro modo, (cuál sería la utilidad social de este quehacer etnográ­

fico en los territorios de las violencias y de la muerte? Algunas de las

respuestas provisorias quizás sean por la importancia en la edificación

de determinados conocimientos y de ciertos saberes, que vayan enca­

minados a visibilizar las contradicciones socioculturales en las cuales se

han producido ciertos sujetos trasnacionales como los integrantes de la

MS-13 y del B-18. Por lo consiguiente, es imprescindible "re politi­

zar" el aspecto político de estas configuraciones, en tanto se sitúan en

las relaciones sociales asimétricas de poder, cuyo núcleo imaginado es

acortar las desigualdades sociales; ser respetados a partir del marcaje

de sus diferencias culturales y ser incluidos en una sociedad que cons­

tantemente los rechaza.

Tal importancia adquiriría visibilidad y sentido, si logramos des­

montar los discursos hegemónicos como las narrativas escritas -por

ejemplo, las de novelistas como Ramírez (2004) o de los periodistas

como Fernández y Ronquillo (2006) o Lara (2006)- y los relatos

visuales -como el video Mara Salvatrucha. La nueva mafia (2006)

de National Geographic- que sitúan estas adscripciones identitarias

Guveniles) eomo las únicas responsables de las violencias sociales, de

las acciones de muerte y de la inseguridad ciudadana y que operan

como coartadas perfectas en el imaginario colectivo (De Alba, 2007),

para la implementación de políticas que han desatado las ejecuciones

extrajudiciales y la actuación de los temibles "escuadrones de limpieza

109

ALFREDO NAl'EAAS DOMÍNCUEZ

social" y "de la muerte", como la de cero tolerancia, mano dura y las

leyes antimaras. 21

Estamos también ante la complejidad en la disputa de nuestra propia

creación de la presencia como antropólogos sociales, que implica entrar

en una lucha real y simbólica por el reconocimiento como etnógrafos,

frente a la construcción de las presencias de "los otros actores diversos",

es decir, a los ministros de culto (sacerdotes), los interventores comuni­

tarios (y las organizaciones de la sociedad civil que les acompañan), los

comunicadores de los mass media (reporteros y camarógrafos que por

cierto son los más desprestigiados) y los agentes de seguridad de los

Estados nacionales e internacionales (el FBI por ejemplo, es de los más

odiados). En esta lógica de pensamiento (cuál sería la cualidad del hacer

y de los saberes antropológicos construidos que nos diferencien frente a

los quehaceres y a los conocimientos edificados por los otros actores?

La discusión ética22 es central en tanto que trabajamos con inte­

grantes del Barrio 18, de la Mara Salvatrucha, los cholos y los Latín

Kings, actores circunscritos en las relaciones sociales asimétricas de

poder y en los ámbitos o en los territorios al límite (Valenzuela, Nateras

y Reguillo, 2007) o al borde, es decir, en climas de violencia y de

muerte que los sitúan en escenarios de lo ilegal o de la paralegalidad,

lo cual conlleva a lo delicado en el manejo y en el uso de los relatos

orales -la etnografía- y de las imágenes - las fotografías- que hemos

construido respectivamente, aún y con su consentimiento.

Aspectos que nos remiten a replantear los sentidos académicos

del vínculo que establecemos a partir de nuestro lugar como sujetos

que investigamos, en relación con nuestros sujetos de la investigación

antropológica: (qué tipo de convenios y de acuerdos tendríamos que es­

tablecer a fin de no colocar en una situación de vulnerabilidad a nuestros

"En un acto político a todas luces de criminalización de las adscripciones identitarias infanta-juveniles de la MS-13 y del B-18, ell de septiembre de 2010, la Asamblea Legislativa de El Salvador, aprobó la Ley de proscripción de maras, pandillas, asociaciones y organiza­ciones de naturaleza criminal, que declara ilegal la existencia de estos agrupamientos, su financiamiento y la pertenencia. Sancionará hasta con 1 O años de cárcel a quienes las in­tegren, sin mediar delito alguno (Asamblea Legislativa de El Salvador, 2010). Situación que ha vuelto a desatar las detenciones arbitrarias y las redadas contra tales agrupamientos.

" Mauro Cerbino (2012) plantea el asunto ético con respecto a los investigadores cuando estudian el asunto de las pandillas juveniles.

110

MARAS Y PANDILLAS: BARRIOS JUVENILES, MAS ALLA DE LAS FRONTERAS< I ILII JIV\1 1·:'>

informantes, frente a las estrategias de represión y de exterminio que se

están implementando contra ellos?, (cómo discernir la cualidad de las

narrativas a publicar, de tal manera que no sea una información que por

una parte sature el estigma social (Goffman, 1993) de estas adscripcio­

nes identitarias al límite y por la otra, que a la luz de la lectura de los

propios homies y de la mara, no se considere una especie de "filtrar"

información que favorezca a los cuerpos de seguridad del Estado y por

consiguiente los ponga en riesgo en su integridad física y afectiva?

Es claro que el B-18 y la MS-13, dentro de sus características como

sujetos y objetos de la investigación antropológica, están mutando a partir

de sus desanclajes territoriales y se están convirtiendo en una especie de

sujetos móviles, identidades nómadas y plásticas. Por lo tanto, devienen

en adscripciones identitarias "invisibles" -camuflados socioculturalmen­

te- para pasar desapercibidos y no ser detectados, ni por los cuerpos de

seguridad del Estado, ni por las clicas rivales, en los espacios públicos

(la calle, el barrio y la comunidad). En este sentido, es muy difícil acer­

carse a ellos y en todo caso, son muy reacios para dejarse entrevistar o

tomarles fotografías. Por lo que se propone como dispositivo de aproxi­

mación, hacerlo desde varias vías indirectas y alternadas: la comunidad,

los familiares, los gestores, los académicos e investigadores e incluso, los

pandilleros "pasivos", "no activos" -alejados de las violencias y de los

consumos de drogas-. En cuanto al espacio del encierro -las cárceles- y

en virtud de que los accesos están casi negados para los académicos,

los investigadores y las organizaciones de la sociedad civil, la estrategia

tendría que ser parecida, a través de los gestores comunitarios y en lo

particular, con sus visitas, los familiares, los conocidos y los amigos.

Se considera que uno de los conceptos importantes, a fin de compren­

der en su amplitud lo relacionado con las violencias institucionalizadas

que lleva a cabo el Estado, sus cuerpos de seguridad y sus instituciones,

es el términ~ de "paralegalidad" en función de que es un analizador

sociocultural que permite entender una de las cualidades más significati­

vas de las sociedades contemporáneas: la diversidad de actores que por

sus acciones sociales se sitúan en los umbrales y en las fronteras de lo

"ilegal", es decir, construyen sus propias lógicas de "cierta legalidad": el

111

AI.FI{EDO ~ATERAS llOMINGUEZ

Estado en abstracto y los gobiernos en concreto, el crimen organizado,

el trabajo informal, las clicas del B-18 y de la MS-13 y las comunidades

que se hacen justicia por su propia mano (los "linchamientos", o las

"ejecuciones extrajudiciales", son un buen ejemplo de ello).

Para terminar, no se avalan las posturas del pesimismo académico y

de la investigación, que en una vertiente considera homogéneamente a los

integrantes de estas adscripciones identitarias del B-18 y de la MS-13,

"casos perdidos", "poseídos por el demonio" -demonización-, "máqui­

nas de guerra" o "crimen organizado"; ya que en cada historia y relato

hay un sujeto Goven) construido que también puede tener la capacidad de

enamoramiento, ejercer determinadas funciones desde su lugar de padre

"responsable" o de madre "amorosa", establecer vínculos de amistad y de

solidaridad no sólo con sus familiares, sino con "los otros desconocidos",

ser exitoso en las actividades que emprende como por ejemplo terminar

su secundaria, preparatoria e incluso una carrera técnica o universitaria,

desarrollar su talento en la música, el teatro, la poesía o la literatura; el

manejo de la fotografía, o las cámaras de video,23 tener habilidades para

montar su propio negocio y conseguir un empleo aceptable.

Se cree en la capacidad de estos agrupamientos infanta-juveniles

para llevar a cabo un rediseño social, a fin de edificar un lugar cultural

distinto y diferente, descentrado de las violencias y de las lógicas de la

muerte, así como de su lucidez política24 para intentar frenar las violen­

cias y demandar su condición de ciudadanos jóvenes con derechos y

responsabilidades colectivas, como lo están llevando a cabo ahora.

>3Una de las experiencias interesantes en el trabajo con agrupamientos de los denomina­dos Latin Kings (Los Reyes Latinos y Las Reinas Latinas), a través del arte, la cultura, la música y el diseño, en dispositivos de talleres de capacitación, lo encontramos en Cerbino y Ramos (20 1 O).

"Uno de los personajes centrales y más emblemáticos que han mediado el connicto entre la MS-13, el B-18 y el gobierno salvadoreño y sus instituciones, es el Padre Antonio Rodríguez, mejor conocido como el Padre "Toño", quien desde su lugar de portavoz ha hecho públicas una serie de cartas fechadas en los primeros días de septiembre de 2012, donde propone a la Mesa Técnica que el presidente Mauricio Funes anunció, dirigida por el viceministro de Justicia y Seguridad, varios aspectos interesantes a considerar a fin de dar una respuesta integral a la problemática de las violencias: 1) la creación del Instituto Nacional de Rehabilitación de Maras y Pandillas; 2) la aprobación de la Ley especial de reti­ro de maras y pandillas, contemplada en el artículo 9 de la Ley de proscripción de pandilla; 3) política penitenciaria y terciaria de intervención en donde la base sea la industrialización del sistema penitenciario; 4) creación del impuesto de la seguridad; y S) instalación de la mesa de diálogo nacional para la seguridad y el empleo.

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RAPER@S, ALTERADOS, COLOMBIANOS

Tropeles juveniles. Culturas e identidades (trans)fronterizas se terminó de imprimir en mayo de 20 14, en Serna Impresos,

S. A. de C. V, Ignacio Luis Vallarta 345 sur, Col. Centro,

64000, Monterrey, Nuevo León, México. Se tiraron

1 000 ejemplares. El cuidado de edición estuvo a cargo

de la Coordinación de Publicaciones

de El Colegio de la Frontera Norte.

Tropeles juveniles. Culturas e i enti es (trans)/ronterizas es producto e la comrergenci de proyectos y programas de investiga ón sobre jóvene iden · acles juveniles. Los textos que componen est bra se a en trabajo de campo y sustent empírico reciente que

marcos reiacJJontau~s que incidenen la definición de la condición juvenil así como las diversas expresiones y prácticas que la significan.

Tropeles juveniles es, sin duda, una obra relevante para interesadas/os en culturas y procesos fronterizos, es¡Jec:IaJII~!~ en culturas e identidades juveniles, estudiosas/os tanto de las identidades sociales como de las construcciones, deconstrucciones y recreaciones en las relaciones de género, así como públicos amplios interesados en disponer de códigos interpretativos que les ayuden a comprender los e intensos procesos de cambio social y cultural · en las prácticas significantes, identidades y estilos juvem

El Colegio de la Frontera Norte

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