tributo al brigadier diego de alvear (12(10/12) - el conciso - 12 octubre 2012

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El número 8 de El Conciso viene más ilustrado que nunca. La época moderna que marcó el triunfo teóri- co de la luz sobre la oscuridad dio también en Cádiz el luminoso fruto de la Constitución, la primera demo- crática de este país y que lo fue también de los países americanos que entonces empezaban a reclamar su derecho a decidir y que de hecho casi ignoraron la Carta Magna gaditana. Pero El Conciso tiene sus pro- pios ilustradores, con el genial Andrés Vázque de Sola a la cabeza, que en el extra de este número dan su par- ticular visión crítica y distanciada de aquel hecho his- tórico, que este año se conmemora y que los dibujan- tes, los humoristas gráficos, han visto con rasgos de chistes bicentenarios. EL C ONCISO . OCTUBRE DE 2012. Tercera época. Número 8 PUBLICACIÓN DEL BICENTENARIO l CÁDIZ 1812-2012 Humoristas gráficos reinterpretan el espíritu de la Constitución del Doce, nacida precisamente de la brillante época de la Ilustración en Cádiz La Constitución ilustrada del Doce La ruta de las batería defensivas entre Cádiz y La Isla La celebración del Centenario de la Constitución de Cádiz trajo una sin- gular polémica sobre el servicio de los hoteles de la ciudad y los altos precios de carruajes y banquetes, lo que causó indignación en el sector. En Madrid se puso en entredicho la profesionalidad de los hoteles y los hoteles se quejaron de la tacañería de los ilustres visitantes. Los hoteles de hace 100 años en el Cádiz del Centenario PÁGS. 4-5 PÁG. 3 Aún quedan numerosos restos de la disposición estratégica que repelió el asedio de los franceses PÁG. 6. Vargas Ponce y los ante- cedentes y precedentes educativos de la Consti- tución de 1812 por Cándido Gutiérrez Nieto PÁG. 6. Tributo al Brigadier de la Armada Diego de Al- vear y Ponce de León por José María Moncasi de Alvear PÁG.7. Un esperado silencio pe- riodístico en las Provin- cias Unidas: la Constitu- ción de Cádiz de 1812 por Carlos L. Díaz PÁG. 7. La sucesión a la Corona de las mujeres en la Constitución de 1812 por Juan Torrejón Chaves Colaboraciones

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Mi tribuna en relación a los Actos en Memoria del Brigadier Diego de Alvear y Ponce de León en "El Conciso" (Grupo Joly). 12 de Octubre de 2012

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Page 1: Tributo al Brigadier Diego de Alvear (12(10/12) - El Conciso - 12 octubre 2012

El número 8 de El Conciso viene más ilustrado que nunca. La época moderna que marcó el triunfo teóri-co de la luz sobre la oscuridad dio también en Cádiz el luminoso fruto de la Constitución, la primera demo-crática de este país y que lo fue también de los países americanos que entonces empezaban a reclamar su derecho a decidir y que de hecho casi ignoraron la

Carta Magna gaditana. Pero El Conciso tiene sus pro-pios ilustradores, con el genial Andrés Vázque de Sola a la cabeza, que en el extra de este número dan su par-ticular visión crítica y distanciada de aquel hecho his-tórico, que este año se conmemora y que los dibujan-tes, los humoristas gráficos, han visto con rasgos de chistes bicentenarios.

EL CONCISO.OCTUBRE DE 2012. Tercera época. Número 8

PUBLICACIÓN DEL BICENTENARIO l CÁDIZ 1812-2012

Humoristas gráficos reinterpretan el espíritu de la Constitución del Doce, nacida precisamente de la brillante época de la Ilustración en Cádiz

La Constitución ilustrada del Doce

La ruta de las batería defensivas entre Cádiz y La Isla

La celebración del Centenario de la Constitución de Cádiz trajo una sin-gular polémica sobre el servicio de los hoteles de la ciudad y los altos precios de carruajes y banquetes, lo que causó indignación en el sector. En Madrid se puso en entredicho la profesionalidad de los hoteles y los hoteles se quejaron de la tacañería de los ilustres visitantes.

Los hoteles de hace 100 años en el Cádiz del Centenario

PÁGS. 4-5

PÁG. 3

Aún quedan numerosos restos de la disposición estratégica que repelió el asedio de los franceses

PÁG. 6.

Vargas Ponce y los ante-cedentes y precedentes educativos de la Consti-tución de 1812 por Cándido Gutiérrez Nieto

PÁG. 6.

Tributo al Brigadier de la Armada Diego de Al-vear y Ponce de León por José María Moncasi de Alvear

PÁG.7.

Un esperado silencio pe-riodístico en las Provin-cias Unidas: la Constitu-ción de Cádiz de 1812 por Carlos L. Díaz

PÁG. 7.

La sucesión a la Corona de las mujeres en la Constitución de 1812 por Juan Torrejón Chaves

Colaboraciones

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EL CONCISO. Octubre 2012. Pág. 2

La anterior Regencia, llevada sin duda

por un laudable espiritu de economía,

suprimió interinamente las delegacio-

nes de Sicilia y Portugal, dexando en

ellas encargados de negocios, y reformó

la del Brasil dexandola con menos suel-

do.

La actual Regencia, queriendo o viéndo-

se precisada a mudar los ministros de

Guerra y Estado, dio al primero una ca-

pitanía general nominal y al 2º la lega-

ción de Sicilia, siguiendo el método anti-

guo de no separar un empleado de su

destino sino para darle otro tan. bueno o

mejor, a fin de que salga con decoro.

Cierto es que la nación tiene derecho de

saber si el separar de su empleo a tales

sugetos fue por ineptitud, por negligen-

cia o por maldad o soló por política, in-

triga &c. particularmente quando salen

o caen, como suele decirse, en colchones

de pluma.

El mismo que fue nombrado para Sici-

lia, sin duda, nohalló conveniente aquel

destino; pero todo se remedia pronto: se

le dio el de Portugal y se compuso la cosa,

quedando ya como por tierra las econó-

micas disposiciones de la anterior Re-

gencia. Este mismo ministro es nombra-

do para ir á Rusia, y al punto parece que

se halla otro que le reemplace en Portu-

gal; pues el asunto es, según se ve, em-

plear y mas emplear sean ó no necesa-

rios los empleos.

El ministro nombrado para el Brasil se

está mas de un año sin ir á su destino,

que seguramente puede tenerse por mas

necesario que el de Lisboa: parece que su

partida está demorada por falta de re-

cursos: sin embargo se hallan estos al

punto para que vaya á Londres un em-

baxador y a Lisboa un nuevo ministro.

Por esto se dixo: quando Dios quiere con

todos los ayres llueve.

Ya parecía regular que para Sicilia se

nombrase un ministro; pero vemos que

se ha procedido en el caso con el mayor

tino y economía. Suecia parecía exigir

otro ministro, a lomenos era tan necesa-

rio como era Portugal y por eso le hay. El

Brasil lo está pidiendo. de jnsticía: Rusia

casi por necesidad: Constantinopla tie-

ne uno asi como á medias,-lo mismo po-

co mas o menos, que los Estados-Unidos.

Todos estos son objetos que merecen la

atención del’ gobierno; pero qui-

siei’amos que en ellos se procediese no.

por la rutina antigua (si es mala) sino

por la rutina que exige el buen orden de

la justicia y la economía.

El mismo lugar en el que hace dos-cientos años se reunieron los diputa-dos para debatir y aprobar la primera Carta Magna de España, que influyó en otros textos constitucionales de to-do el mundo, sirvió de escenario el 27 de septiembre para el primer encuen-tro ciudadano ‘Qué Europa quere-mos’, organizado por la Comisión Eu-

ropea. La vicepresidenta de este órga-no, Viviane Reding, abrió este ciclo, que se repetirá en otros países euro-peos, con un debate ante un centenar de ciudadanos para hablar del futuro de Europa y de los problemas que aquejan al continente y sus solucio-nes. Al igual que hace doscientos años, fue un momento para acercar a

los ciudadanos y a sus representan-tes, así como a sus instituciones. Dos siglos después, en la ciudadanía euro-pea vuelve a cundir la idea de un ale-jamiento entre ellas y en la Comisión lo saben. Por eso, Reding comenzó haciendo autocrítica y asumiendo que los políticos tienen que cambiar la forma en la que se relacionan con

sus ciudadanos. En el debate celebra-do en el Oratorio se habló de todo ello y de los problemas que más preocu-pan hoy a los europeos, como el de-sempleo y la crisis económica. Fue un encuentro cargado de autocrí-tica por parte de la dirigente europea, que se refirió a asuntos tan espinosos como la financiación y los bancos. “La Unión Europea ha ayudado a los ban-cos porque necesitamos que den cré-ditos a las familias y a las empresas. Los bancos han estado actuando co-mo casinos con los ahorros de los ciu-dadanos”, dijo Reding. Hubo momentos emotivos, como cuando la vicepresidenta de la Comi-sión escuchó, sentada a su lado, a una joven que desde una silla de ruedas le mostró su preocupación por que los recortes acaben afectando a las ayu-das a la dependencia. Y todo ello, re-transmitido en directo para todos los europeos. Desde el Oratorio.

EL año del Bicentenario va acercándose a su recta final pe-ro todavía es mucho lo que queda por ver. Y, además, esta conmemoración –ya lo hemos dicho otras veces– no debe verse como un fin, sino como un punto de arranque. Recu-perar todo su patrimonio y lo que significa ha sido, es, uno de los motivos fundamentales que en su día acordaron su celebración. En este nuevo número de El Conciso propone-mos hacer una ruta por las baterías defensivas que detuvie-ron el avance francés, lo que podríamos denominar los ‘cas-tillos del Doce’ que son auténticas joyas arquitectónicas cargadas de Historia. No ha sido posible recuperarlas to-das, pero las que sí han podido ser rehabilitadas muestran un paisaje que hoy día sigue siendo desconocido para mu-chos gaditanos y que suponen un viaje, una experiencia, enriquecedora para cualquier ciudadano. El castillo de Sancti Petri, tras su recuperación, es un buen ejemplo de ello. Se ha convertido en muy poco tiempo en un punto de

atracción turística con una posibilidades in-mensas para las activi-dades culturales. Re-correr las baterías exis-tentes entre Cádiz, Puerto Real, San Fer-nando y Chiclana su-pone para el visitante un viaje fascinante a la historia en 1812, cuan-do sirvieron para fre-nar el avance del ejér-cito napoleónico. El cuidado de las que han sido rehabilitadas, la recuperación de las

que han quedado pendientes y la puesta en valor a través de visitas, la difusión de sus atractivos y su inclusión en los programas educativos, debe ser una prioridad en estos mo-mentos si queremos que estas huellas del Doce permanez-can y no se borren con el paso de la efeméride. Junto a este asunto, también presentamos un acercamien-to al humor gráfico a través de los trabajos de destacados dibujantes gaditanos, que en este número dan su peculiar visión del Bicentenario. Es una forma de rendir un sencillo homenaje al humor gráfico, que tanta importancia ha teni-do en la evolución de la Prensa en España. El Conciso está considerado como el precursor del periodismo moderno en este país y el humor gráfico, la sátira y la crítica a través del dibujo, es una forma de comunicación que perdura por en-cima de los nuevos soportes como el digital. Este Conciso también tiene su espacio, como de costumbre, para varios artículos de destacados especialistas sobre la fi-gura de Vargas Ponce, sobre la sucesió a la Corona de las mujeres en la Constitución de 1812, sobre el brigadier Die-go de Alvear –a quien se le ha tributado un homenaje en Cá-diz– y sobre la repercusión periodística que tuvo en el Río de la Plata la promulgación de la Constitución de Cádiz.

Las huellas del Doce

Europa se cita en el Oratorio San Felipe

El Conciso, contra los derrochesHACE 200 AÑOS.

EDITORIAL.

Las fortificaciones

son un legado que

hay que cuidar y

recuperar para

continuar con la

difusión de todo lo

relacionado con

el Bicentenario

La vicepresidenta de la Comisión abre en Cádiz el ciclo de encuentros con los ciudadanos ‘Qué Europa queremos’

Edita: Federico Joly y Cía. Coedita: Consorcio del Bicentenario

Depósito legal: CA-583-2010

Esta publicación puede descargarse en PDF en www.diariodecadiz.com y en www.cervantes.es

EXTRAIDO DE EL CONCISO DEL 12 DE OCTUBRE DE 1812.

Los tres galardonados, junto al secretario general iberoamericano y la alcaldesa de Cádiz. JOSÉ BRAZA

Aspecto que ofrecía el primer encuentro ciudadano celebrado en el Oratorio de San Felipe, organizado por la Comisión Europea. JOSÉ BRAZA

La bailaora gaditana Sara Baras, el bailarín argentino Julio Bocca y la es-critora brasileña Nélida Piñón han si-do designados Embajadores Ibero-americanos de la Cultura, una distin-ción que recibieron en un acto cele-brado en la Casa de Iberoamérica de Cádiz. La Secretaría General Ibero-americana (SEGIB) ha designado a estos tres artistas en el año en el que se conmemora el Bicentenario de la Constitución de 1812 y en el que Cádiz es la Capital Iberoamericana de la Cultura. La escritora Nélida Piñón fue la encargada de leer el discurso de agradecimiento en presencia de Enri-que Iglesias y de Teófila Martínez.

Baras, Piñón y Bocca, nombrados Embajadores de la Cultura

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Diego Joly

Con motivo de los tendenciosos comenta-rios sobre los regateos que personalidades y, sobre todo, los huéspedes de Madrid hacían a los dueños de los hoteles de la ciudad du-rante la celebración del Centenario de la Constitución, y que tanto molestaron a los gaditanos, Diario de Cádiz visitó los hoteles que había en la ciudad en 1912.

FRANCIA Y PARÍS, LA SUCURSAL Y HOTEL DE CÁDIZ Hablando con José Paredes, primera visita, propietario del Hotel de Francia. A la pre-gunta del Diario, Paredes contestó que el al-calde Ramón Rivas le pidió hospedaje du-rante las fiestas del Centenario a las perso-nas invitadas, y cuyo gasto seria abonado por el Gobierno. “Hice los cálculos conve-nientes y redacté una nota, donde expresa-ba que podía atender a ciento siete perso-nas, en mis tres casas: Hotel de Francia y Pa-rís, la sucursal sita en la plaza Loreto y el Ho-tel de Cádiz, fincas que reunían las condicio-nes exigibles, y de cuyo mobiliario y servicio no he de hablar, pues es conocidísimo”, dijo Paredes al Diario. El hospedaje de esas ciento siete personali-dades fue por ocho días, o sean los compren-didos desde el primero de octubre al octavo inclusive. Hay que tener en cuenta, dijo Pa-redes, que “las tres casas tendría que tener-las vacías, sin un solo huésped, diez días lo menos, antes del primero de octubre. Ade-más, esos últimos días de septiembre tuve que dedicarlos al "recorrido" general de las habitaciones, completar su mobiliario, aco-plándolo a las exigencias de los personajes de cada invitado, y verificar en los tres edifi-cios los trabajos de limpieza, indispensable para recibir como es debido, a huéspedes de gran importancia social”. Por todo esto, José Paredes cobró 30.000 pesetas por el servicio hotelero de los 187 huéspedes que se comprometió a atender; en cuya cantidad iba incluido el valor de to-das las comidas todas. En todos los hoteles que poseía el servicio era siempre completo, y con mayor motivo en casos de la importancia del que se trata-ba. Agregó Paredes que no había en él interés ninguno por entregar al Gobierno sus tres ho-teles a su completa disposición.

Añadió el dueño de los hoteles que “exce-lentes vajillas, mantelería, cubiertos, etc., pues no he de olvidar que las personalidades que se hospedaron están habituadas a fre-cuentar los grandes y magníficos hoteles con que cuenta Europa y América. Por el buen nombre de Cádiz y por el mío propio, procuro cumplir de modo, que satisfaga todas las exi-gencias”.

HOTEL ROMA Continuando con la información, Diario de

Cádiz acudió al Hotel Roma, cuya propietaria era Araceli Zalabardo, y gerente, Benito Sán-chez. Por indicaciones del alcalde, de acuerdo con el gobernador civil, visitó a la propietaria de dicho hotel, el mayordomo de ciudad, Francisco Leal, y se convino en dedicar al alo-jamiento de 60 invitados oficiales en la her-mosa finca que ocupaba el hotel Roma, en la calle Buenos Aires, y que reunía las debidas condiciones de capacidad. El salón más extenso de la casa, en la planta baja, se destinó a comedor, el cual estaba adornado con espejos, sillería y aparadores de gran lujo. En las habitaciones se hicieron importantes reformas. Todos los muebles se pusieron nuevos y de última moda. Predomi-naba en las sillerías el raso y terciopelo. Según recogía este Diario, las camas y lavabos eran de gran gusto y muy cómodos. Como el edificio era uno de los mejores de Cádiz, y además fue reformado, con arreglo al plano de distribución de huéspedes, resultaba “el Hotel muy agradable y digno de toda clase de visitantes”. Al tratar de los precios fijados, para los días que se celebraron las fiestas del Centenario, y que había de satisfacer el Gobierno, comentó la dueña del hotel que “hemos accedido a faci-litar nuestras casas, por servir a Cádiz y, por complacer a sus autoridades. Ni a nosotros, ni a ningún fondista, le conviene arrendar su ho-tel al Gobierno, dejando sin hospedaje a la clientela constante, y comprometiéndose en una empresa, que ha de dejar poca utilidad, a cambio de muchos disgustos. Además, para

que nada pueda decirse que perjudique a Cá-diz, ni dañe tampoco la fama de sus hoteles, hemos procurado los propietarios de ellos, hacernos de cuanto sea preciso, para un servi-cio inmejorable, que pueda compararse a los que hay en las grandes ciudades de Europa y América”. Al llegar a esta parte de sus explica-ciones, la dueña enseñó al periodista del Dia-rio cuanto había adquirido para su negocio con motivo de las fiestas centenarias. Mostró un servicio completo de plata para fuentes, platos, etc., cuyo valor era considerable. Asimismo se nos presentó una vajilla preciosa y la cristalería complementaria marcada con las iniciales del hotel. “Nuestra petición, que se hizo por complacer a las 60 autoridades, fue de 20.000 pesetas, cantidad en la que iban incluidos todos los gastos de cada estancia, y por los días que durase. Hay que advertir que cinco o seis días antes de que llegasen los pri-meros huéspedes oficiales, tuvimos que desa-lojar la casa. A esta casa, y a todas las de su cla-se, en la ciudad, creo que les perjudicial el arrendarla al Gobierno para los días en que se celebraron las fiestas del Centenario”, decla-ró en Diario de Cádiz. “Así pues, los mejor para mis intereses sería que me hubiesen dejado li-bre el hotel, y yo, más tranquila”. Con esta fra-se terminó la entrevista Araceli.

HOTEL ESPAÑA Su propietaria Ana Espina, interrogada por este periódico, comunicó lo que sigue: “hace algún tiempo, me visitó el Mayordomo del Ayuntamiento, señor Leal para conocer el nu-mero de habitaciones, de que podía disponer-

te en este hotel durante los festejos del Cente-nario. Como mi clientela es segura, y no que-ría dar ningún disgusto a nadie, fijé un míni-mo de veinte personas, señalándoles como precio de hospedaje, veinte pesetas, pues no entraba en mis cálculos, ni extender la esfera de mi negocio, ni verme obligada a negar ha-bitaciones a las personas que todo el año fre-cuentan el Hotel”. La habitaciones estaban decoradas con mucho lujo, y en cuanto a co-midas, fueron de primer orden, dejando satis-fecho a los más exigentes. Las veinte persona-lidades que fueron asignadas a esta casa, ade-más de sus excelentes condiciones, tenían la comodidad de encontrarse en un sitio céntri-co como la calle Ancha.

HOTEL CONTINENTAL El periodista del Diario fue recibido por el dueño del hotel Casimiro Seillé, que apuntó que del Ayuntamiento solicitaron conocer con cuántos alojamientos podían disponer en los días de la celebración del Centenario. Se dijo, que no era posible contestar a la pregunta de modo concreto, “ya que lo principal era aten-der a la clientela particular, a la que todo año concurre a la casa, y que se molestaría al verse desatendida”. Aún así, Seillé aseguró que has-ta ocho personalidades se hospedaron en el Hotel Continental, a 50 pesetas por cada huésped.

HOTEL VICTORIA Andrés Ballester era su propietario, que aco-gió favorablemente a las preguntas del Diario. Cuando se le pidió que dijera el número de

personas que podía alojar, comentó que redu-cida, “pues quería dejar la mayor parte del ho-tel destinada mi clientela habitual”. Respecto a los precios no fueron inferiores a veinte pe-setas por día, por persona. Para la ocasión, el propietario del Hotel Victoria adquirió para todas las habitaciones nuevo mobiliario, len-cería y servicio de mesas. “Creo que sufre un quebranto todo hotel que pierda su indepen-dencia, por cederlo completamente a los invi-tados oficiales”, destacó en Andrés Ballester.

LOS BANQUETES Como en algún diario de Madrid se decía que el precio de cada cubierto en los banquetes, que ofreció el Gobierno en el Centenario era de 80 pesetas y esta cantidad parecía excesi-va, Diario de Cádiz realizó algunas averigua-ciones. Ese precio de 80 pesetas dependía del número de platos y de los vinos que se sirvie-ron.

De preparar un menú, donde figuraban pro-ductos escogidos que había que traer de po-blaciones distintas de España o del extranje-ro, a servir una comida buena, pero "corrien-te", de las que eran diarias en los hoteles afa-mados había una diferencia notable, que se reflejaba, luego, en el valor total del banque-te. Los vinos influían, por su calidad, en el pre-cio de cada cubierto; pues de presentarse en una comida los caldos nacionales de clase usual, a servir Sauternes, Rhin, Johannis-berg, Champafia, Borgoña y Champagnes de las grandes marcas, había una gran diferen-cia. Por otra parte, los gastos de personal eran excesivos en estos casos de fiestas oficiales.

Señalaba este periódico en 1912 que “no hay que asustarse de ese precio de 80 pesetas, pues a el respondía la calidad del banquete. En que estos sean buenos, magníficos, dignos de S. M. el Rey, de las representaciones de las naciones que concurrieron; del Gobierno es-pañol, del Parlamento, de Cádiz, en una pala-bra”.

EL SERVICIO DE CARRUAJES Diarios madrileños publicaron que por 100 coches, por los cuatro días de fiesta, se pidie-ron 150.000 pesetas, es decir, a razón de 1.150 pesetas vehículo.

Este periódico constató que en Cádiz abso-lutamente nadie pidió precios por el servicio de carruajes, durante las fiestas del Centena-rio. He aquí lo ocurrido: el gobernador civil Sanmartin, celebro varias reuniones con Die-go Mateo, propietario de la antigua empresa "Constantino Paredes", la cuál era la más im-portante de la ciudad. Mateo se negó a facili-tar carruajes a la entera disposición del Go-bierno y a sus representantes, pues los que disponía dicha empresa tenían que estar al servicio del Ayuntamiento, Diputación y de-más corporaciones, centros oficiales y autori-dades, que en toda ocasión y tiempo se ser-vían de tan acreditada empresa, “cuya forma-lidad no permite dejar abandonada su clien-tela tan importante”, recogía el Diario. Por la negativa del empresario Diego Mateo, el go-bernador civil se dirigió directamente a em-presas de Sevilla, que fueron las que pidieron esos desorbitados precios que publicaron los diarios de Madrid.

El fundador del hotel, el gaditano y emprendedor José Paredes Pereda, en su despacho, junto a su

hijo José Paredes Monje. El hotel Francia y París fue inaugurado en diciembre de 1902.

Imponente portada del hotel España, situado

en la calle Ancha, labrada en mármol.

Nota de precios de licores y vinos extranjeros

publicada en Diario de Cádiz, en 1912.La elegante fachada señorial del hotel Francia y París poco después de su estreno.

Originales etiquetas publicitarias del antiguo Hotel Roma, un establecimiento con solera y encanto

que hoy está reconvertido en oficinas de la Diputación.

Los hoteles en el Centenario

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P.I. UN nudo de carreteras invade el entramado defensivo que hizo inexpugnable el último reducto de la Península para las tropas napo-leónicas, si bien ese lugar apenas era penin-sular. Precisamente fue la insularidad lo que hizo posible detener a los hasta entonces in-vencibles franceses. Entre la Isla de León y Cádiz se levantaban baterías que cruzaban los fuegos sobre marismas. Los cañonazos franceses llegaban por decenas a ambas po-blaciones, desde Sancti Petri, desde Mata-gorda, pero sus muros no podían ser atrave-sados. Quedan algunos restos de aquellas lí-neas defensivas. Recorremos lo que fue el in-fierno de plomo de los franceses saliendo de Cortadura, al final de Cádiz, para llegar has-ta San Fernando, darle la vuelta y regresar hasta Puntales, que protegía el Trocadero, el frente de Puerto Real desde donde los france-ses torturaban con sus bombas a los gadita-nos.

Atravesamos el fuerte de Cortadura por su mitad. “Seguid gaditanos, seguid levantan-do esa fortaleza que es una nueva columna de la Patria. Concluidla y las edades venide-ras dirán: esta obra se hizo a presencia de las huestes enemigas, esta obra se concluyó en los mayores conflictos: ella es un eterno mo-numento del patriotismo de Cádiz”. Así se manifestaba la junta superior de gobierno en 1810 porque la fortaleza que se levanta sobre la salvaje playa donde los últimos bañistas se zambullen en el veranillo que se introduce en el otoño no se terminó nunca. O, al menos, no se terminó nunca tal y como la pensó el inge-niero militar Antonio Hurtado. Estaban los cañones napoleónicos lanzando bombas y los gaditanos todavía estaban poniendo pie-dra sobre piedra en Cortadura, levantando baluarte tras baluarte que ahora es atravesa-do por la carretera que une Cádiz con San Fernando. A un lado el instituto de secunda-ria y al otro la residencia militar. En sus mu-ros se inspiran los grafiteros y se tuestan los turistas. El lienzo de su muralla es atravesado por el asfalto. En realidad, los franceses nun-ca conocieron lo que era el apresurado inge-nio defensivo de la ciudad sitiada.

La carretera discurre hasta encontrarnos con el cuartel de Torregorda, donde en un cartel se nos avisa del peligro de pasar. “Van a ponerse a pegar tiros”, nos avisa el vigía de la garita. En esta zona que da entrada a San Fer-nando ya se ofrece la seña de identidad mili-tar de la localidad a la que se rebautizó con el nombre del rey felón al que se esperaba como salvador y resultó traidor. Doscientos años después, Torregorda sigue siendo bastión militar y en su interior se encuentra la base, lo que queda de una defensa que fue autodes-truida en 1898 y que se reconstruyó en 1932.

Al otro lado de la carretera, en lo que fue un paraíso de salinas y esteros y que hoy es una ruta de recreo jalonada de ruinas, se en-cuentra lo que queda de los baluartes defen-

sivos que miraban al saco de la Bahía. En el mapa figura que aquí se encontraba el Re-ducto del Angulo del Camino y el Molino de Santibañez. Este último todavía se encuen-tra en pie, muy cerquita de una hermandad de pescadores. Uno de los pescadores nos re-cibe junto a su perro y nos explica que las rui-nas que tenemos a nuestras espaldas no son demasiado antiguas. “Aquí iban los animales al antiguo matadero”, dice señalando una edificación hueca a la que, a duras penas, le quedan los muros. Sin embargo, las ruinas que tenemos al lado sí que lo son y también la edificación que se adivina entre las chumbe-ras, vallada con una empalizada de somie-res. Dentro, perros ladran y fuera los mos-quitos se ceban con toda presencia que se aventure en los alrededores de lo que debió ser el Molino de Santibañez. Si los mosquitos en 1812 eran tan fieros como los que nos ata-can no es de extrañar la huida de las tropas napoleónicas.

El siguiente paso nos conduce en dirección a la playa de la Casería de Ossío, camino que realizamos bordeando el moderno centro co-mercial de Bahía Sur y topándonos con lo que fue el arsenal de Punta Cantera, conocido en la época del asedio como Reducto Inglés nº 22. En una mañana de marea baja, entre Pun-ta Cantera y la playa de la Casería, donde el célebre Bartolo, anclado como un palafito en la arena, oferta su pescado, el skyline indus-trial de Cádiz se dibuja en todo lo que fue su grandeza, hoy reducida a las cenizas de la protesta laboral. Decenas de barquitas están varadas sobre el limo del mar retirado. Una alambrada fácilmente franqueable impide el paso hacia los polvorines abandonados bajo los que surcan túneles de subterráneos hoy sin armamento. En los muros de Punta Can-tera todavía se puede leer la inscripción de uno de los cien mil hijos de San Luis, el ejérci-

to que en 1823 sí que atravesó, sin disparar un tiro, las fortalezas que sus antecesores no pudieron quebrantar. Junto a ellos, dos cons-trucciones bicentenarias con tejado a dos aguas son una muestra congelada del tiempo que añaden belleza a uno de los parajes más hermosos de la Bahía, pese a la intimidante presencia de las tres torres de pisos construi-das en los años de la burbuja.

Para llegar a la siguiente etapa hay que atravesar el puente azul que conduce a los te-rrenos de La Carraca, los nuevos arsenales. En este lugar se instalaron un total de nueve baterías que bordeaban esta punta de tierra con sus nombres de santos. Preguntamos a los centinelas del acuartelamiento si saben qué es lo que queda de aquellas baterías y nos contestan, muy profesionales, que eso es in-formación reservada. En realidad, no es in-formación tan reservada. Sabemos que no queda ni rastro de cinco de ellas, que una, San Carlos, es ahora el aparcamiento en el que nos encontramos. Las supervivientes siempre han estado bajo protección militar y eso las ha salvado de la demolición. Se pensó que para el Diez podía llevarse a cabo una rehabilitación integral, pero aquello, como tantas cosas que se ha llevado la devastación económica, quedó a medio camino. La más interesante es la de Santa Lucía, llamada también de las Cuatro Torres y que servía co-mo penal. De hecho, allí murió enfermo y ol-vidado Francisco de Miranda, el libertador americano cuyo título fue eclipsado por el del más joven Simón Bolívar. Francisco de Miranda, amante nada menos que de Catali-na la Grande, dio con sus huesos detrás de es-tas garitas, por lo que no es posible que pase-mos a rendirle homenaje.

Salimos de La Carraca para introducirnos en el polígono de Tres Caminos. En lo que hoy es un polígono comercial se encontraban dos baterías que llevaban los nombres de los hé-roes del Dos de Mayo, Velarde y Daoiz. Si lle-gamos al final del polígono, junto a una em-presa dedicada a la fabricación de piscinas y una pequeña construcción con antena para-bólica, se puede pasear por los restos de la ba-tería de Daoíz, agujereada como un gruyere. Fantaseando desde los vestigios de sus mu-ros, nos parapetamos para recrear cómo se-ría la visión de los defensores del caño de la Cruz. A un lado La Carraca, a nuestras espal-das el Puente Zuazo. Volaban aquí las bom-bas atronando el silencio de la marisma. Cre-cen hierbas de sus piedras, pero se conservan los miradores tras los que se protegían los sol-dados. Aquí hubo seis cañones y dos obuses y se cruzaban sus líneas de defensa con las de Velarde y Portazgo, que son ahora -si es que existieran- grandes superficies de marcas multinacionales que venden electrodomésti-cos y mobiliario de jardines. El ruido que se escucha es el de una carretera de alta ocupa-ción, el ruido que no cesa.

A unos pocos metros nos encontraremos con el lugar emblemáticode la defensa de la Isla. Puente Zuazo, cuyos orígenes se remon-

Tras las líneas DEFENSIVASRuta por lo que queda de las baterías que detuvieron el avance francés. Las ruinas se entremezclan con fortalezas resucitadas que sirven de excusa para disfrutar de los parajes de la Bahía

El Castillo de Sancti Petri visto desde la playa de La Barrosa. JULIO GONZÁLEZ

Lienzo de la muralla de la fortaleza de Cortadura. JULIO GONZÁLEZ

El castillo de Puntales, ahora convertido en un estupendo mirador de Cádiz. JULIO GONZÁLEZ

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tan a Roma, y el Real Carenero, que muestra un lozano aspecto tras su rehabilitación y que agradece el lavado de cara. La historia se rei-vindicó aquí cuando en 2009, realizando las obras del tranvía, veinte cañones emergieron de las aguas, veinte cañones que hicieron frente al asedio napoleónico. La crisis, una vez más, ha dejado a la mitad el trabajo de re-cuperación histórica, que se iba a extender al baluarte del Caballero Suazo, en el término municipal de San Fernando y a las dos bate-rías de sus extremos, Santiago y Concepción, en el término de Puerto Real. En esta fronte-ra, el sitio histórico de Puente Zuazo queda como está, a la mitad de su reconstrucción, en la cabecera del estratégico Caño de Sancti Petri.

Porque es la línea del caño el que tenía la la-bor de parachoques de las tropas del general Sault, repeliendo las embestidas de los mor-teros Grant, que acabaron en Londres como souvenir de guerra. Desde Gallineras a la Punta del Boquerón una serie de baterías contestaban a los franceses. La que mejor se conserva es la batería Urrutia, que todavía se

levanta al final de un magnífico sendero que discurre en paralelo a la playa de Camposoto. Un poco más allá, y de más difícil acceso, se encuentra San Genís. Ambas, que aparecen de improviso entre las dunas, cuentan con paneles que narran su papel en la defensa de la Bahía, si bien nunca llegó el dinero para su rehabilitación integral. Por los paneles pode-mos saber que esta batería fue dotada con 9 piezas que enfilaban la boca de los caños del Alcornocal y de Carboneros. Pese a ello, Urrutia es una batería que merece la pena vi-sitar ya que desde su interior se ve la escasa distancia, al otro lado del Caño, en el que po-dían encontrarse los enemigos. Ahora multi-tud de barcas de recreo, pequeños yates y al-gún pescador están en el punto de mira del histórico enclave.

Hay que dar toda la vuelta para situarnos en el lado contrario y poder admirar más de cerca el Castillo de Sancti Petri, la primera lí-nea de defensa que está erigida justo enfren-te de la playa chiclanera de La Barrosa y en un lateral del fin de la playa de Camposoto. Es uno de los lugares del Doce que ha podido

El antiguo polvorín de Punta Cantera visto desde La Casería. JULIO GONZÁLEZ

Lo que queda de la batería de Daoíz, en Tres Caminos. JULIO GONZÁLEZ

La batería Urrutia, al otro lado del Caño de Sancti Petri. JULIO GONZÁLEZ

Murallas junto a lo que fue el Molino de Santibáñez, en las antiguas salinas. JULIO GONZÁLEZ

aprovecharse de la celebración del Bicente-nario. Su uso turístico ha dado para mucho y se realizan recorridos en barco para poder pisar el islote y entrar en un lugar que hun-de sus orígenes en el siglo XV, si bien su con-cepción actual data de las ideas de defensa de la guerra de independencia. Dos navíos de guerra, uno sueco y otro francés, víctima

de Trafalgar,se rinden a sus pies, en las profundidades.

Pero para completar este reco-rrido defensivo hay que desandar el camino y regresar a Cádiz por donde hemos venido y adentrar-nos en el barrio de Puntales, don-de se levanta el castillo de San Lo-renzo del Puntal y que era uno de los vértices de un triángulo que se completaba con Matagorda y San Luis, ya metidos de lleno en los astilleros de Navantia y en la his-toria industrial de la Bahía.

El Trocadero, desde donde se bombardeaba de lo lindo la ca-pital, sólo es accesible en bar-ca. Hay un buen trecho andan-do desde que se atraca hasta que se llega a los restos del fuerte, que es poco más que un muro, sin que apenas se perciba nada detrás de él. También quedan restos de un modesto embarcadero.

El castillo de Matagorda tuvo una importancia es-tratégica fundamental por ocupar dentro de la bahía un lugar donde se controla-ba el tráfico marítimo hacia el interior, enfrentado al cas-tillo de Puntales, e igualmen-te desde él se podía vigilar la entrada de embarcaciones por el caño del Trocadero ha-cia la villa de Puerto Real. Los franceses consideraban que desde este lugar alcanzarían con sus piezas de artillería el centro de la ciudad de Cádiz , consiguiendo así la rendición de sus habitantes. Tardarían en conseguirlo, ya que en un princi-pio les fue arrebatado por los in-gleses. Hoy, de este castillo, que resitió innumerables bombar-deos y que está situado dentro de las instalaciones de Navan-tia, apenas quedan sus cimien-tos. Durante mucho tiempo fue utilizado como depósito de carbón y en la actualidad pue-de contemplarse el lugar donde estaban emplazadas las baterías.

Desafiándole cara a cara está el castillo de Punta-les, que se ha convertido en un magnífico mirador de la ciudad. Puntales, ese barrio tantas veces olvidado, reverdece con los trabajos que se han realizado tanto en la fortale-za como con el nuevo pulmón urbano reciente-mente inaugurado. El punto culminante de estos trabajos de rehabilitación se vivió el pasado mes de agosto, cuando la Asociación Arrabal escenificó con trajes de época una recreación de lo que sucedió aquí hace 200 años. Era el mismo día, el 25 de agosto, que los france-ses abandonaban hace doscientos años sus posiciones y emprendían la huida, dando por finalizado un pe-riodo de dos años y medio de asedio. Desde el Castillo de Puntales grita-ron de júbilo los resistentes. La gue-rra, al menos en Cádiz, había termi-nado y con la III Fiesta de los Cañona-zos se sellaba en Puntales una cele-bración que nos recuerda quiénes éramos hace tanto tiempo y cómo to-davía hoy unas piedras nos pueden recordar qué hizo posible que la histo-ria se pudiera contar -con una peque-ña ayuda de los ingleses- de esta ma-nera. La ruta por ellas es difícil, pero no imposible. En un día el excursionis-ta puede viajar en el tiempo.

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EN el Bicentenario de la Constitución de 1812 el ámbito educativo, por su trascendencia y deter-minación en el cambio de modelo social y políti-co en los albores de la edad contemporánea, concita una especial necesidad de análisis. Ni que decir tiene que la gran diferencia de la épo-ca posterior a 1812, de la que fue anterior, estu-vo en sentar las bases y pretender, por medio de la instrucción pública, la aparición de la figura del ciudadano como exponente de una nueva sociedad frente a la del súbdito de la sociedad estamental defendido por el Antiguo Régimen. La instrucción pública era la puerta, la vía para alcanzar a través del conocimiento y la luz de la ciencia y la razón la nueva categoría social del ciudadano. Sobre esta densa temática se pue-den hacer muchos y diversos planteamientos aunque por diversas razones me ha parecido muy oportuno hacerlo desde el particular pris-ma de la figura del gaditano José Vargas Ponce (1760-1821).

Su biografía conjuga un triple perfil: su profe-sión de marino; su capacidad y erudición ilus-trada que lo distinguió como un personaje de su tiempo; y su destacado papel en lo que podría entenderse el preámbulo y epílogo educativo de la Constitución gaditana. No es exagerado decir que su origen gaditano hizo posible que pudiese desarrollar las grandes cualidades inte-lectuales de las que estaba dotado. Como reco-ge el profesor García de Cortázar, en palabras del escritor Mariano José de Larra, en la segun-da mitad del siglo XVIII Cádiz era junto a Barce-lona las ciudades que albergaban una clase me-dia industrial, fabril o comercial únicas en nues-tro país. Textualmente afirma: “Al viajero ex-tranjero que en el siglo XVIII incluía la ciudad en su itinerario español, la realidad de los negocios le parecía tan sustantiva como el mundo galan-te de la aristocracia en Versalles”. Un botón de muestra fue la creación en 1748 del Real Cole-gio de Cirugía de la Armada, convertido, a par-tir de 1791, en centro pionero de todo el país de formación de estudios de medicina y cirugía. No obstante, aquella realidad próspera de la ciudad gaditana sufriría fuertes reveses en las últimas décadas del siglo XVIII. Sólo la diferen-cia en el censo de población entre los años 1786 (71.499 habitantes) y 1801 (57.837 habitantes) deja a la vista un situación de deterioro resulta-do de diversos factores como fueron algunos conflictos internacionales, entre los que desta-ca el desastre de las armadas francesa y españo-la frente a la inglesa en la batalla de Trafalgar en 1805 (sólo 3 años antes del comienzo de la inva-sión napoleónica), y las sucesivas epidemias, sobre todo de fiebre amarilla, que le azotaron.

A pesar de ello, el brillo de la ciudad y su clase social pujante en la actividad comercial sobrevi-vió y perduró hasta varias décadas después de iniciado el siglo XIX. Durante la infancia y ju-ventud de Vargas Ponce transcurre el mejor de estos periodos y su formación fue síntoma del emergente ascenso de la ideología liberal en la ciudad y la Bahía de Cádiz. Estudió matemáti-cas, humanidades y lenguas y después hizo ca-rrera como marino conformándose en un inte-lectual de perfil enciclopedista muy común en esta época. Dotado de una mente precoz, desta-có sobremanera llegando a ser discípulo y estre-cho colaborador como investigador y cartógra-fo entre otros de Vicente Tofiño, nacido y resi-dente en la ciudad de San Fernando, por aque-llos años ya eminente astrónomo y militar. La amplísima trayectoria profesional de Vargas Ponce como geógrafo, historiador (fue autor de diccionarios geográficos, náuticos, atlas geo-gráficos y una importante historiografía de la marina española), poeta satírico y político de gran nivel es muestra de un personaje singular que, como dice el profesor Durán López, probó casi todos los géneros y disciplinas intelectuales accesibles a un hombre de su época y educa-

ción. Alcalá Galiano dijo de él que era un investi-gador incansable y un hombre de vasta erudi-ción conocido entre sus compañeros de carrera con el sobrenombre de “Vargas el Sabio".

De este conjunto de facetas, su presencia en los acontecimientos educativos del Doce tiene su origen, entre otras, en la estrecha colabora-ción y amistad que se granjea con Melchor Gas-par de Jovellanos a quien conoce tras su ingreso en la Real Academia de la Historia en 1786, de la que éste era miembro destacado. En su incesan-te actividad como académico (sería dos veces presidente de esta institución) entre otros tex-tos escribe el Plan de educación de la nobleza, concitando una suerte de sintonía temática y admiración de Jovellanos que le acompañaría el resto de sus días. Como presidente de esta prestigiosa institución, para engrosar su galería noble, fue retratado en 1805 nada más y nada menos que por el mismo Goya. En 1789, ingresa en la Sociedad Matritense de Amigos del País de la que Jovellanos era presidente aunque no úni-co benefactor ya que entre los asistentes a aquel acto y posteriormente impulsores de su carrera política y social estuvieron, entre otros, el conde de Floridablanca o el de Campomanes. Ese mis-mo año entró de académico de honor en la Aca-demia de Bellas Artes. Tras la Revolución Fran-cesa, el rey Carlos IV, quien había heredado de su padre Carlos III un gusto y predilección espe-cial por mantener próximos a la Corte a intelec-tuales de formación ilustrada, aparta de su in-fluencia a la gran mayoría de estos al empezar a ser identificados como afrancesados. Las conse-cuencias de este desafuero afecta a algunos a pesar de que no lo eran (ni lo serían) como ocu-rrió con Jovellanos y Vargas Ponce. Las circuns-tancias y la política geoestratégica española en Europa se suceden con rapidez y un cambio de rumbo de nuestro país con respecto a Francia, ahora de la mano de Godoy, provoca que Jove-llanos sea nombrado Ministro de Gracia y Justi-cia quien solicita desde la secretaría de Estado la colaboración de Vargas Ponce para que realice, con respecto al entonces existente, un nuevo Plan de estudios para el Seminario de Nobles que se habían de fundar en las provincias (que no llegaría a realizarse ante la caída de Jovella-nos como ministro en agosto de este año). Aún así se trataba de un texto importante ya que, sal-vando las distancias, en la actualidad hablaría-mos del equivalente a una norma general para regular la creación de centros de estudios de ba-chillerato, con el objetivo entonces de facilitar a los jóvenes la formación previa a la universidad ante la presión de las clases burguesas urbanas.

El prestigio e importancia que este gaditano ya poseía le lleva en este tiempo a ser nombrado censor y orientador de las lecturas y lecciones que debería recibir el futuro rey Fernando VII, con el rimbombante título de “Único censor de los tratados elementales para la educación de la Grandeza”. Su aplicación a aquel cargo fue de

tal celo que, muy interesado en que el futuro Rey conociese de primera mano los ideales ilus-trados referidos a la educación, compuso de su puño y letra, para aquellas lecturas, una obrita (comenzada a escribir en 1797 y publicada en 1808) titulada: La instrucción pública, único y

seguro medio de la prosperidad del Estado. En es-ta línea ascendente, volvemos de nuevo a cons-tatar la presencia de Jovellanos en la vida de Vargas Ponce cuando lo nombra miembro de la Junta de Instrucción Pública.

Los acontecimientos que se suceden a partir de 1808, con la invasión de nuestro país por las tropas francesas, precipitan los hechos en con-tra a los que son señalados de forma peyorativa como afrancesados. Muchos de ellos intelec-tuales de primer nivel que compartían su for-mación ilustrada y su admiración por los idea-les transformadores emanados de la Revolu-ción Francesa. Posición de intelectual ilustrado que no fue uniforme ya que, según qué circuns-tancias, se agruparon de forma diferente (po-dría decirse entre la gloria o el infierno) ante el ambiente de desgobierno y disputas en el “ban-do” español de la Regencia o bajo las directrices del reinado de José I de Bonaparte. Los diputa-dos doceañistas, aquellos que elaboran y aprue-ban la Pepa, eran los patriotas (el primer deber que queda establecido en la Constitución gadi-tana fue “el amor a la patria”); aunque podían clasificarse en tres grupos: los absolutistas o serviles, los liberales y los americanos; la mayo-ría también liberales pero con intereses y objeti-vos diferentes. Unos y otros, los calificados libe-rales, eran en muchos casos amigos personales y de ideas similares a los “enemigos” bonapar-tistas que gobernaban en gran parte del territo-rio español con un programa liberal moderado; cuyo contenido en muchos aspectos como el educativo era el objetivo y anhelo de los diputa-dos liberales congregados en Cádiz. Durante el reinado de José I (1808-1813) se estuvo legis-lando de forma simultánea en nuestro país (en zona napoleónica y patriótica) en materia edu-cativa. Como se sabe, Jovellanos fue uno de los intelectuales “tentados” por el bonapartismo, que se negó a formar parte de su gobierno. Ha-ciéndolo sin embargo, para el gobierno provi-sional en representación de Asturias, en la lla-mada Junta Central del Reino. El 2 de junio de 1809 la Junta creó la Comisión de Cortes encar-gada de elaborar un proyecto de Constitución, de la que derivaría un plan de “arreglo de la ins-trucción pública” cuyo estudio sería presidido por Jovellanos e integrada por diez personali-dades más del ámbito educativo entre los que se encontraba Alberto Lista y Aragón, intelectual ilustrado, matemático y humanista de gran prestigio, natural de Sevilla y posteriormente (a partir de la llega del rey José I a Sevilla) afrance-sado militante, cuya actividad profesional lo trajo en 1838 a Cádiz contratado por la alta bur-guesía de la ciudad para fundar y ser el primer

director del Colegio de San Felipe Neri donde elabora y dirige un complejo plan de estudios con materias de economía, comercio y forma-ción moral que dejó importantes huellas en su tiempo y tuvo fama en los territorios de ultra-mar, de donde llegaría alumnado a Cádiz.

Aquella Comisión presidida por Jovellanos elaboró un documento importante sobre la educación titulado Bases para la formación de

un plan general de instrucción pública. En la “otra España” bajo el gobierno de José I, aparte de otras iniciativas, se puso el acento en la ela-boración de una ley de instrucción pública cuyo texto fue encomendado el 28 de enero de 1811 a una Comisión presidida por Meléndez Valdés y formada, entre otros, por Manuel Narganes, Juan Andújar, José Marchena y Vargas Ponce. El gaditano, como conocedor a fondo de los tex-tos de Jovellanos y con una influencia recíproca notable, aceptó participar en la elaboración de aquel Informe que fue publicado el 3 de octubre de 1811 y cuyos patrones, a modo de vasos co-municantes, reflejaba de forma muy pareja las ideas del precedente de Jovellanos.

Aquella colaboración de Vargas Ponce con el gobierno napoleónico fue sólo puntual ya que, como bien es sabido, igual que Jovellanos, rehu-só implicarse en el gobierno bonapartista, tras-ladándose desde Madrid (en noviembre de 1812) para unirse a las cohortes recluidas en Cádiz. En materia educativa en la zona libre de invasión de las tropas napoleónicas (1808-1814) los documentos que fueron sucediéndo-se, considerados históricamente representati-vos del liberalismo gaditano, fueron la Consti-tución de 1812 y su Título IX, el Informe Quinta-na de 1813 y el Dictamen y Proyecto de Ley de 1814. La Constitución de 1812, muy especial-mente por las condiciones de su redacción en una ciudad sitiada, en guerra, y agobiada por un ejército muy superior, fue breve y contiene, en general, sólo normas fundamentales; algo que también ocurre en otras muchas Constitu-ciones del siglo XIX. Entre sus muchas cualida-des tiene una referida a la educación ya que es la única que le dedica un Título específico. Desde el mismo Preámbulo, en el llamado Discurso Preliminar a la Constitución, Agustín de Argüe-lles, secretario de la Junta preparatoria del tex-to constitucional, menciona a la instrucción pú-blica como eje del ideal liberal. Dice textual-mente: “El Estado necesita de ciudadanos que ilustren a la nación y promuevan su felicidad con todo género de luces y conocimientos. Así uno de los primeros cuidados que deben ocupar a los representantes de un pueblo grande y ge-neroso es la educación pública”. Los sucesivos artículos 366 a 370 de la Constitución gaditana, dada su naturaleza y los rasgos ya explicados, incluían enunciados en forma de declaraciones programáticas o de compromisos. Su contenido por su carácter escueto va desgranando con aparente sencillez los principios básicos de lo

que se entendía debía ser la instrucción pública: Defensa de la universalidad de la educación pri-maria para toda la población, sin excepciones, mediante el establecimiento de una escuela de primeras letras en todos los municipios; unifor-midad de los planes de enseñanzas para todo el Estado mediante una enseñanza común y bási-ca (saber leer, escribir y contar) para todos los niños del país, y el reclamo de que las competen-cias en educación debían recaer a partir de en-tonces sobre las Cortes. Una vez superada el di-fícil reto de promulgar y aprobar aquella Consti-tución, la Regencia propone, como una de las primeras medidas, la creación de la Junta de Instrucción Pública “para proponer los medios de proceder al arreglo de los diversos ramos de instrucción pública”.

A partir del mes de marzo de 1813 se nombra una Comisión de Instrucción Pública compues-ta de Martín González de Navas, José Vargas Ponce, Eugenio de Tapia, Diego Clemencín, Ramón Gil de la Cuadra y Manuel José Quinta-na, personalidades todas que, como se explica en su preámbulo “ya se habían dado a conocer por su saber y patriotismo” con la encomienda de elaborar lo que hoy podría entenderse como una ley general de educación que interpretara y desarrollara los principios básicos recogidos en la Constitución de 1812. Su resultado, ine-xorablemente unido a ella y a su Título IX, fue elaborado en el breve espacio de tiempo de apenas un año, siendo presentado el 7 de mar-zo de 1814 por dicha Comisión en el texto titu-lado “Dictamen y Proyecto de Decreto”. De este conjunto de personalidades podrían hacerse muchas conjeturas. En sus perfiles profesiona-les encontramos juristas, científicos, literatos (alguno de ellos terminaría siendo miembro de la Real Academia de la Lengua) y todos políti-cos, agrupados ocasionalmente en la ciudad gaditana en la publicación de la Gaceta de la Regencia. De ellos, Vargas Ponce destacó por su madurez, dilatada experiencia, prestigio y categoría de experto educativo. En el llamado Informe Quintana (1814), según mantiene el profesor Alfonso Capitán Díaz se aprecia el es-píritu jovellanista, heredero a su vez del Rapport Condorcet (1792) o proyecto de de-creto o ley educativa emanada, a su vez, de la primera Constitución francesa de la historia (1791). Para Durán López hay razones para pensar que la intervención de Vargas Ponce (quien por esta y otras razones lo considera un genio olvidado) en el Informe Quintana fuera aún más importante que la de Manuel José Quintana; quien al presidir la Comisión, y pa-sado el tiempo por economía nominal al nom-brar este importante documento, se llevó la gloria de identificar su nombre con su autoría. El Informe Quintana constituye un texto deci-sivo de capital importancia por razones, ade-más de las educativas, de carácter políticas ya que fue bandera irrenunciable del liberalismo en el primer tercio del siglo XIX español en sus pulsos con el Antiguo Régimen. Como balance histórico educativo, su valor e importancia también es innegable ya que es considerado uno de los principales cimientos de la educa-ción y sociedad democrática fraguada en esta historia de doscientos años. Finalmente, como ocurre con el texto de la Constitución de 1812, el Informe Quintana tiene además un gran va-lor para nosotros al estar impregnado de claros tintes gaditanos, doblemente marcados, tanto por su elaboración en nuestra ciudad como por la presencia decisiva e inequívoca del insigne José Vargas Ponce quien volcó en él toda su sa-biduría y experiencia. Este Informe forma par-te de las más determinantes leyes de la historia legislativa educativa española, aplicado en el reinado de Fernando VII en el llamado Trienio Liberal (1820-1823) conocido con el nombre de Reglamento de Instrucción Pública de 1821.

Cándido Gutiérrez Nieto

PROFESOR DE TEORÍA E HISTORIA DE LA EDUCACIÓN DE LA UNIVERSIDAD DE CÁDIZ

Vargas Ponce y los antecedentes y precedentes educativos de la Constitución de 1812

“Es de ser bien nacidos el ser agradecidos”. Un dicho que repetían nuestros mayores junto al “nadie es una isla”. Viene a cuento lo de la isla para recordar que los pasados 21 y 22 de sep-tiembre organizamos, en San Fernando y Cá-diz, unos Actos en Memoria del Brigadier Diego de Alvear y Ponce de León, una persona que nos dejó el listón muy alto de servicio a nuestra Pa-tria, a nuestra familia, a la humanidad y a Dios, sin mirar nunca el provecho personal. Ya saben que Don Diego se convirtió, por aclamación po-pular, por voluntad de sus superiores y por mé-ritos propios, en un héroe en la defensa del “Úl-timo Baluarte de la Independencia de España”.

Diego de Alvear, a tenor de los méritos con-traídos, fue nombrado el 6 de marzo de 1810 vocal de la Junta de Gobierno y Defensa de Cádiz a la vez que Gobernador Civil y Militar de La Isla de León, destino creado ex profeso por el Supremo Consejo de Regencia y cuyo real nombramiento le comunicó el General Eguía, Ministro de la Guerra, en oficio del te-nor siguiente: “Al Capitán General de Anda-lucía comunico con esta fecha lo siguiente. Considerando el Rey Nuestro Señor D. Fer-nando VII, y en su Real Nombre el Supremo Consejo de Regencia del Reino, que las actua-les circunstancias precisan a crear un Gobier-no militar y político en esta villa de la isla de León, ha nombrado S.M. para este empleo a don Diego de Alvear, Capitán de Navío de la

sembarazo de las múltiples y perentorias cuestiones que suscitaban el reconocimiento de su autoridad y hacerla prevalecer, conser-var la unidad de la Nación por tan dilatada ex-tensión de dominios allende y aquende los mares, atender a la guerra general con pri-mordial empeño y a los demás asuntos que re-quería la gobernación del Estado, fue induda-blemente de singular alivio el nombramiento de don Diego de Alvear para Gobernador po-lítico-militar de la isla de León, con la agrega-ción del corregimiento y demás mandos que le constituían la única superior Autoridad de aquella localidad, de tan suprema importan-cia en aquellos momentos. Incalculables fue-ron, pues, los servicios que en aquella situa-ción prestara y los méritos que la opinión pú-blica adquiriera; alcanzando tan gran popu-laridad que el General Castaños, Presidente del Consejo de la Regencia, de continuo le de-cía: “Alvear, tiene usted más fama aquí que Pi-zarro en las Indias”.

Alvear sirvió todos sus varios destinos du-rante los años que durara la guerra, sin recibir sueldo ni gratificación alguna, ni aun para los gastos de representación, oficinas y Secreta-rías del Gobierno y Corregimiento, que no de-jaban de ser gravosos, y que satisfizo de su cuenta cumplidamente, así como los jornales y gastos de las obras públicas, adelantando, en su mayoría, sus importes muchas veces pa-

ra que no sufrieran atraso. En definitiva, Al-vear, en ese periodo en el que se conformaron las Cortes y en el que el Consejo Supremo de Regencia dimitió, se convirtió, en un breve lapso de tiempo, en la primera autoridad de la Nación. Fue el responsable de buscar el pri-mer alojamiento a los diputados que desde distintos puntos de España y de Iberoamérica llegaron a la Isla de León para constituir las Cortes Constituyentes y también fue quien, cuando las Cortes se trasladaron a Cádiz de-bido a una epidemia, decidió la elección del Oratorio San Felipe Neri de la capital gadita-na como lugar donde se promulgó la Consti-tución de 1812. Cúpole, pues, a don Diego, Gobernador y superior autoridad de aquella plaza, la honra de ocuparse en todo lo concer-niente a la instalación de aquellas solemnes Cortes que, rodeadas de peligros y haciéndo-se superiores a las fatídicas circunstancias que abrumaban al país, se proponían, legis-lando, sacarlo triunfante de todos sus enemi-gos, corregir los errores de los tiempos ante-riores e inaugurar una nueva era de bienan-danza y libertad que había de subsanar todos su males. Sirva estas líneas para rendir tribu-to a este marino ilustre que tuvo un especial protagonismo no sólo en la defensa de la Isla de León sino en la conformación de las Cortes y la promulgación de la Constitución de Cádiz de 1812.

José María Moncasi de Alvear

Tributo al Brigadier de la Armada, Diego de Alvear y Ponce de León

Real Armada y Comandante de Brigadas. Lo traslado a V.S. de Real Orden para su inteli-gencia y cumplimiento. Dios guarde V.S. mu-chos años. Isla de León, 6 de marzo de 1810”. Y todavía, con fecha 16 del mismo mes y año, se le expidió por la misma Regencia igual-mente, “título de Corregidor, por entender que así conviene mi servicio (del Rey), a la buena administración de justicia, paz y sosie-go de la misma villa, firmado por su Presiden-te, el General Castaños”. Estos destinos impli-caban la presidencia del Ayuntamiento, la de la Junta de defensa, la de abastos, la de aloja-mientos, sanidad y otras, y la de todas las Cor-poraciones civiles y criminales, propias de las jurisdicciones ordinaria y militar; así como también el mando del regimiento de Milicias, como Coronel; el de las compañías de saline-ros, cazadores y de escopeteros. La idea fue reunir bajo una sola y alta Autoridad los va-rios ramos, no solamente militares y de la de-

fensa, sino los políticos, de gobierno y de ad-ministración general que se imponían dificul-tosísimas de desempeñar con motivo de la su-ma importancia que la pequeña villa adquirió por ser el asiento del Gobierno; y, como ya se creía, el áncora de salvamento para la Nación; y ser seguro refugio de multitud de personajes que con los varios Tribunales, los Consejos, los múltiples comisionados de las provincias y de los ejércitos en campaña, le seguían; acre-centando la población desmesuradamente, y acumulando los negocios y quehaceres del abastecimiento de tanta gente, a tal punto, que se competían, si no en importancia defini-tiva con la de la defensa, al menos en dificulta-des materiales y del momento: que requerían soluciones prontas y satisfactorias; y que con tanta repetición y frecuencia se presentaban, que habían de absorber toda la atención del genio más vivo y activo. Para que el Consejo de Regencia pudiera ocuparse con mayor de-

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AL igual que en el año presente, febrero de 1812 fue bisiesto. En el mismo, las Cortes generales y extraordinarias celebraron veinticinco sesiones públicas y veintisiete secretas. Al texto constitu-cional, que se hallaba ya sancionado en casi to-dos sus puntos, le fueron presentadas diversas modificaciones y adicciones. Algunas fueron de tono menor, ya que provenían de la revisión for-mal del mismo, rectificándose la puntuación y demás aspectos para que se presentase en su re-dacción final con toda la corrección posible; pe-ro otras, fueron de importancia. Entre éstas, ha de reseñarse la correspondiente al Capítulo II del Título IV, “De la sucesión a la Corona”, que se caracterizó por ser uno de los más controver-tidos y de los que ocuparon más tiempo al Con-greso, pues su discusión se inició el 19 de octu-bre de 1811 y no se dio por concluida hasta el 28 de febrero de 1812. El problema radicó en la su-cesión de las mujeres, a las que había excluido del trono la ley Sálica, o rigurosa agnación, san-cionada en las Cortes de 1713; lo que modificó la ley sucesoria vigente en las Partidas. Desde entonces, las hembras serían llamadas a suce-der únicamente en el caso de que faltase here-dero varón en línea directa o colateral. En la época de Carlos IV, las Cortes generales de 1789 tomaron el acuerdo de derogar el auto acorda-do en 1713 y restablecer los derechos sucesorios en conformidad con la tradición jurídica de las Partidas; pero la correspondiente pragmática sanción no se publicó, y en la Novísima recopila-ción de 1805 tampoco fue recogida.

Cuando en el Congreso comenzó a debatir-se el contenido del expresado capítulo pre-sentado por la Comisión constitucional, al tratarse el cuarto artículo, en el que estaba in-dicada la sucesión de las mujeres en los térmi-nos de que “En el mismo grado y línea los va-rones prefieren á las hembras, y siempre el mayor al menor”, a propuesta del diputado Borrull se acordó no continuar con la discu-sión sin que se leyese el expediente formado con ocasión de las notas que había pasado a la Junta Central el Embajador de Portugal, para que la ley Sálica fuese revocada. Esto, y lo que siguió, es una muestra de lo mediatizada que estuvieron las Cortes en determinados asun-tos importantes por parte de los representan-tes diplomáticos de las dos potencias aliadas de la España libre que se hallaron en Cádiz. Así, las fuertes desavenencias que ocurrieron entre la segunda Regencia y el Embajador del Reino Unido, llevaron a que éste efectuara

una inaceptable intromisión en los asuntos in-ternos de los españoles exigiendo su destitu-ción y el nombramiento de otra que la reem-plazara. Su presión llegó al extremo de ame-nazar con marcharse de Cádiz y hacer que sus tropas defensoras de la Isla de León se retira-sen. En las Cortes, los diputados que estaban en muy buena sintonía con Henry Wellesley –“el lobby inglés”– lograron que, el 21 de ene-ro de 1812, fuese nombrada una tercera Re-gencia, formada por cinco miembros, tres eu-ropeos y dos americanos, claramente favora-ble a los intereses británicos y que sólo nueve días después de su constitución propuso ha-cer a lord Wellington Grande de España de primera clase con el título de duque de Ciu-dad-Rodrigo; lo que las Cortes aprobaron por aclamación.

El puesto de embajador del reino de Portu-gal en España era ostentado por Pedro de Sou-sa Holstein, quien dedicó buena parte de su actividad en la defensa de los intereses de la Infanta Carlota Joaquina, la hermana mayor de Fernando VII, hija primogénita de Carlos IV y de su esposa María Luisa de Parma; no só-lo en lo concerniente al reconocimiento de su derecho a la Corona, sino también en lo relati-vo a que ocupase la Regencia de España, o cuanto menos su Presidencia honorífica mientras el Rey se hallara ausente en Francia. Carlota Joaquina, que estaba casada con el príncipe Joao, Regente de Portugal, residía en Brasil donde se había trasladado la corte por-tuguesa para ponerse a salvo de los franceses. Fue una mujer sumamente intrigante –cono-cida como “la arpía de Queluz”–, entre cuyas mayores ambiciones se halló una idea tan difí-cil de ser llevada a la práctica como grandiosa, cual era la de reunir las coronas de España y Portugal; de manera que, en el caso de que se perdiesen los correspondientes territorios eu-ropeos a consecuencia de la invasión napoleó-nica, se fundaría un enorme Imperio america-no con las colonias españolas y brasileñas, unificado y fundamentado en los derechos de una princesa de Borbón y un príncipe de Bra-ganza.

Por fin, después de muchas y prolijas discu-siones, en la sesión secreta del 28 de febrero de 1812, la Comisión constitucional presentó a las Cortes los artículos reformados de la su-cesión a la corona, en los términos que se aprobaron sin discusión y que fueron publica-dos. El Capítulo II del Título IV resultó confor-

mado por once artículos, del 174 al 184. En el n.º 176 se estableció que “En el mismo grado y línea los varones prefieren á las hembras, y siempre el mayor al menor; pero las hembras de mejor línea ó de mejor grado en la misma línea prefieren á los varones de línea o grado posterior”. De tal modo quedó derogada en la primera Constitución española la ley Sálica y restablecida la ley antigua de España que ad-mitía a las mujeres al trono, con la preferencia dada a los hombres del modo ya referido. Pe-ro, hasta el 17 de marzo siguiente, sólo un día antes de la lectura íntegra de la Constitución en el Congreso y de la firma de los dos ejem-plares originales de la misma por todos los di-putados presentes en Cádiz, no fue leído este capítulo en sesión pública.

En la referida abrogación, el Ministro pleni-potenciario de la Corte de Brasil desempeñó un papel de primer orden. Como reconoci-miento a sus servicios distinguidos, Joao VI le recompensó con el título de conde de Palme-la. Por su parte, la Regencia española le con-cedió la gran Cruz de la Real y Distinguida Or-den de Carlos III, en atención a sus actuacio-nes a favor de la causa española y su labor de estrechamiento entre las dos naciones. En el otoño de 1812, Pedro de Sousa Holstein aban-donó Cádiz en dirección a Londres, con el ob-jeto de sustituir a Domingos António de Sousa Coutinho en el cargo de Embajador ante S.M.B., que era el más importante de la diplo-macia portuguesa y antesala del Ministerio de Negocios Extranjeros. Su actividad en la capi-tal de Inglaterra fue tan acertada que, termi-nada la guerra, fue nombrado plenipotencia-rio de Portugal en el Congreso de Viena.

Juan Torrejón Chaves

HISTORIADOR

La sucesión a la Corona de las mujeres en la Constitución de 1812

La Ley Sálica, una ley francesa.

Ley Salica, una ley de Francia, por la

qual excluyen a las hembras de la su-

cesión de aquellos Reynos. Llamose

Salica, porque vale tanto como Fran-

cesa, a causa que los Franceses se

llamaron indistintamente Salios, y

Francos: y porque la ley contiene es-

tas palabras: En la tierra Salica, con-

viene a saber de los francos, no suce-

dan las mugeres.

El llamamiento “a las hembras”.

La Comisión de Constitución ha ce-

lebrado repetidas sesiones en unión

con varios Señores Diputados que

habiendo presentado proposicio-

nes o adiciones dirigidas a aclarar

del modo conveniente algunos pun-

tos relativos al capitulo que trata de

la sucesión a la corona […] En estas

sesiones se ha meditado la materia

con el mayor detenimiento […] Co-

mo uno de los puntos que más se

han controvertido, ha sido el relati-

vo al llamamiento de las hembras,

pretendiendo los que han impugna-

do los artículos de la Comisión que

este establecimiento no se hallaba

en ninguno de ellos con la terminan-

te expresión que se requiere en ma-

teria de esta importancia; y como

por otra parte es constante que la in-

tención de la Comisión ha sido des-

de el principio llamar (a) las hem-

bras como lo demuestra su primer

proyecto, de modo que la sucesión

quedase arreglada conforme al sis-

tema de la ley de Partida […] Al lle-

gar al art.º 3.º (art.º 176 de la Consti-

tución) han reconocido la Comisión

y los Sres. Adjuntos que después de

la base ya sancionada que en él se

establece, era muy oportuno fijar el

derecho de las hembras que sean de

mejor línea, o de mejor grado en la

misma línea, porque de otro modo

pudiera suscitarse dudas o cavila-

ciones que en ninguna materia con-

viene más alejar escrupulosamente

en sentir de la Comisión que en pun-

to de sucesiones, señaladamente a

una corona […].

AL conmemorarse este año el Bicentenario de ‘La Pepa’ acercamos al público ibérico un rasgo que acaso ni imaginen que pueda ha-ber ocurrido doscientos años atrás en la América meridional. Este artículo tiene por objeto verificar la repercusión periodística que tuvo en el Río de la Plata, más precisa-mente en su orilla occidental, la promulga-ción de la Constitución de Cádiz de 1812. En aquel entonces Buenos Aires era gobernada por una Junta independiente de la autoridad española, y Montevideo se encontraba bajo el control de la Corte de Cádiz. La actual ca-pital uruguaya contaba con un medio de co-municación, La Gazeta de Montevideo (1810-1814), encargado de difundir: “Las noticias de España y del Reino, las Reales Órdenes, edictos, proclamas, algunos discursos políti-cos y cuanto pueda interesar a los verdade-ros patriotas”. Vale aclarar que se refería a los españoles –habitantes y autoridades– asentados en esta región. En mi libro Comunicación y Revolución 1759-

1810, pude comprobar que muchas de las noticias producidas tanto en Europa como en el Virreinato del Río de la Plata, no llega-ban a la opinión pública por medio de los pe-riódicos sino que circulaban a través de otros soportes comunicacionales: rumores, pro-clamas, bandos, papeletas, pasquines, etc. Tal es así, que si buscáramos alguna infor-mación de la Revolución del 25 de Mayo de 1810 en el único órgano impreso que existía en Buenos Aires, el Correo de Comercio

(1810-1811) dirigido por Manuel Belgrano, uno de los principales promotores del proce-so revolucionario, nos asombraríamos de no hallar ni una sola referencia.

Con posterioridad se publicaría La Gazeta

de Buenos Aires (1810-1821), encargada de dar a conocer la acción política de la Primera Junta de Gobierno –semanario que durante un tiempo pasaría a llamarse Gazeta Ministe-

rial–. En el transcurso del año 1812 apare-cieron otros tres periódicos de vida más bien efímera: El Censor, Mártir o Libre y El Grito

del Sud. El primero se editó entre el 7 de ene-ro y el 24 de marzo, momento en el que fue sometido a un Juris de imprenta, quedando por tanto fuera de nuestro análisis porque la Constitución de Cádiz se juró el 19 de marzo de 1812. El segundo, Mártir o Libre, editó só-lo 9 números: desde el 29 de marzo hasta el 25 de mayo y, si bien fue contemporáneo de la Constitución, no se examinará aquí dado que las noticias en aquellos tiempos tarda-ban aproximadamente un mes y medio en atravesar el Atlántico. De modo que nos ocu-paremos únicamente de los dos restantes pa-

peles públicos que se imprimieron en esta re-gión.

La Gazeta de Buenos Aires, fundada por la Primera Junta y dirigida a partir de su se-gunda entrega por su Secretario, Mariano Moreno, tuvo como objetivo central infor-mar al pueblo rioplatense acerca de las deci-siones tomadas por el gobierno y, en espe-cial, de la repercusión del proceso revolucio-nario en el mundo. Tras la renuncia de More-no, el semanario fue dirigido por varios hombres influyentes del período y de diver-sa extracción política. Existe un verdadero punto de inflexión en ocasión de conformar-se el Segundo Triunvirato, responsable de los destinos políticos de las Provincias Uni-das y también de la orientación de este pe-riódico que pasó a denominarse Gazeta Mi-

nisterial desde el 3 de abril de 1812 hasta el 1 enero de 1815.

Por su parte, El Grito del Sud, de fugaz exis-tencia, fue una importante hoja impresa que ofició como portavoz de la Sociedad Patrió-tica y Literaria, institución representativa de la consolidación de la modernidad en la re-gión.

El interés por analizar la repercusión de la Constitución española de 1812 en los medios rioplatenses reside en que conformó un cor-pus doctrinario progresista, pues ser liberal pasó a significar, “defender el cambio”, don-de sobresalía la defensa a ultranza de la li-bertad de imprenta ya que era eje, vehículo y garantía de las libertades públicas. Liberta-des que, para algunos hombres de la época, no debían trasponer los límites de la religión ni la de los gobiernos.

Las Provincias Unidas, vale recordar, cons-tituían la región que había conseguido emanciparse de la Metrópoli primeramente

y en consecuencia, soportaría la hostilidad militar de quienes consideraban que dicha iniciativa era inadmisible. Por otro lado, pa-ra la América Española en su conjunto, la Carta Magna vehiculizaba dos sentidos que serían fuertemente combatidos. El primero, a pesar de la igualdad entre españoles y ame-ricanos, tenía que ver con que los mantenía sujetos a la autoridad de la Corte de Cádiz. El segundo, más irritante aún, era la dispari-dad numérica entre los Diputados peninsu-lares y los americanos. Por estas razones, pa-ra los americanos las bondades progresistas de la nueva Constitución eran cuanto menos cuestionables.

DOS PERIÓDICOS, DOS PERFILES Los dos periódicos que examinamos aquí po-seían disímiles formas de considerar la infor-mación pero coincidían sus posiciones res-pecto a la Constitución de 1812.

El Grito del Sud, era el órgano representan-te de la Sociedad Patriótica y Literaria cuyo Secretario, Bernardo de Monteagudo, había ejercido la dirección de La Gazeta de Buenos

Aires hasta el momento del cambio de nom-bre, por haberse distanciado de Bernardino Rivadavia, hombre fuerte del Triunvirato. Esta publicación, de firme tinte independen-tista sería severamente crítica con España. En su segundo número, para seducir e ilus-trar a los lectores utilizaría como recurso la forma pedagógica de una Marcha patriótica (21/7/1812) en la que cada estrofa era acompañada con aclaraciones al pie. En la tercera, manifestaba: “Es una injusticia /se-mejante a aquella/ de que España hasta aho-ra/ tanto se lamenta. / Si el corso es injusto/ no lo es menos ella/ pues ambos usurpan po-sesión ajena.” Entre las aclaraciones a esta

estrofa advertía: “Léase la Constitución de España, y en ella hallaréis que dice: ‘la Espa-ña no es de ninguna familia, sino de los espa-ñoles; pues nosotros decimos lo mismo: la América no es de nadie, sino de los america-nos.” La doctrina política de los americanos en Buenos Aires suponía la igualdad con los hombres peninsulares tal como expresaba la Constitución de Cádiz. Sin embargo, discre-paba con las medidas tomadas por España, que hacían caso omiso a la letra constitucio-nal pues en Montevideo, plaza no emancipa-da, se azuzaba constantemente a Buenos Ai-res de distintos modos y entre ellos, se afir-maba: “En Montevideo o todos han de ser es-pañoles o no existirán más entre nosotros.” Valga otro ejemplo: en el cuarto número de El Grito del Sud, un lector elucidaba: “Acabo de leer un papel impreso del Comercio de Cádiz en que solicita continuar con su anti-guo monopolio impidiendo que las Américas traten inmediatamente y entablen sus rela-ciones mercantiles con los extranjeros sino por el precio conducto de aquella plaza (…) porque dicen que aunque los americanos te-nemos iguales derechos que los peninsula-res, no debemos ser iguales en los goces…”

Como hemos señalado, la relación entre Buenos Aires y la península distaba de ser sencilla y, si bien los postulados de la Consti-tución gaditana sostenían la igualdad entre españoles de “ambos hemisferios”, en la práctica esos principios no se verificaban tal como lo hemos observado en el periódico di-rigido por Monteagudo.

La plaza occidental del Río de la Plata, contaba con otra publicación de orientación oficial, aunque más informativa, la Gazeta

Ministerial, que también daba cuenta de las relaciones con las Cortes de Cádiz, temática

central de los distintos gobiernos que se su-cedieron a partir de 1810 en Buenos Aires. En cierta ocasión, haciendo referencia a las circunstancias en que se apresó y se condujo a territorio sur occidental español a Juan B. Azopardo, comandante del Bergantín de Guerra 25 de Mayo, se afirmaba: “Nos per-suaden fundadísimamente, que los gobier-nos de España prostituidos a sus resenti-mientos particulares atropellan con respec-to a nosotros los derechos más sagrados con-siderando a los soldados de la patria como una gavilla de rebeldes salteadores y asesi-nos. Cualquiera comandante de partida va autorizado para fusilar a los patriotas y pro-porcionar a los gobernadores el placer de publicar en sus gacetas estos asesinatos con impudencia escandalosa (…) se habla de aquellas órdenes que emanaban directa-mente de la Regencia de Cádiz con encargo a sus delegados de transmitirlas”. Concluyen-do la idea con una interpelación inapelable: ¿cómo era posible que Venegas en México, Abascal en Lima, Goyeneche en Potosí, y Elío y Vigodet en Montevideo procediesen con una conformidad tan absoluta de princi-pios?”

El 21 de agosto de 1812, con el objeto de ilustrar al público de las medidas que toma-ban las Cortes respecto a América, se trans-cribía: “Por carta de una persona respetable en Inglaterra se han recibido las noticias que siguen a la letra. Londres abril 2 de 1812. Ayer han publicado los periódicos de Lon-dres (yo lo leí en el Morning Herald que las Cortes de España no han querido ratificar el tratado de Elío con Buenos Aires.” Añadien-do líneas más abajo como si fuese un detalle nimio: “el 19 de marzo se juró la Constitu-ción, y se acabarán las Cortes. (…) El día 29 de febrero el Consulado de Cádiz pidió a la Regencia la continuación de la contribución impuesta para enviar más tropas a América como era necesario.”

Por la complejidad de la situación españo-la, la Constitución liberal tuvo un significa-do más nominal que real. En consecuencia, si para la Metrópoli llevar a la práctica este conjunto de leyes no era del todo viable por-que su situación no se lo permitía al estar in-vadida por Napoleón y acéfalo el poder del rey, mucho menos iba a tener representativi-dad en este momento en Buenos Aires, dado que la emancipación del 25 de mayo de 1810 iba convirtiéndose paulatinamente en una realidad esgrimida no sólo por los hombres del gobierno representantes de estas ideas, sino también por los voceros de la opinión pública.

César L. Díaz

DR. EN COMUNICACIÓN, DIR. DEL CEHICOPEME FP. Y CS. UNLP Y SUBDIRECTOR DE LA BIBLIOTECA DE LA LEGISLATURA DE BUENOS AIRES

Un esperado silencio periodístico en las Provincias Unidas: la Constitución de Cádiz de 1812

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C1OCTUBRE DE 2012

EL CONCISO. EXTRA

Los chistes de la PepaEl Conciso se transforma en esta ocasión en un tebeo, en

el más digno sentido de la palabra, el que hace referencia

al humor gráfico y a la crítica dibujada como una de las ex-

celsas formas de ejercer la libertad de expresión. Andrés

Vázquez de Sola es uno de los mejores exponentes de esa

defensa decidida de la libertad y de del derecho a la crítica,

en algunos caso feroz, al poder. Él dibujante y pintor, naci-

do en San Roque y muchas veces martillo de los poderosos,

comprometido con la defensa de estos derechos hasta te-

ner que exiliarse en Francia en los años 60, es el autor de la

portada de este número especial, que da cabida también a

un número importante de dibujantes de la zona, así como

a estudiantes que participaron en el concurso de la Univer-

sidad de Cádiz ‘Doce viñetas del Doce’. Afortunadamente,

el espíritu de la Constitución, el de la libertad de pensar y

decir lo que se piensa, prevalece en esta muestra crítica,

pesimista a veces y esperanzada siempre, que ofrecemos

en estas páginas.

Simón Bolívar

Pepe Botella

Napoleón

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CARLOS AZAGRAMIGUEL BRIEVA

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JUANJO CUERDA

MIGUEL PARRALOLA SÁNCHEZ

MEL

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EL CONCISO. Octubre 2012. Pág. 4

JUAN KALVELLIDO

FRANCISCO ROCA TORRES

ISAAC CASANOVA

I. CASANOVA

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SERGIO BLEDA

PERE OLIVÉIDÍGORAS Y PACHI

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EL CONCISO. Octubre 2012. Pág. 6

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EL CONCISO. Octubre 2012. Pág. 7

PACO SORDO

RICARDO OLIVERA (FRITZ)

KIKO DA SILVA

JOSÉ LUIS LÓPEZ RUBIÑO

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en un monumento dadoIlustración y guión: FRANCISCO JOSÉ ASENCIO IBÁÑEZ

Hace tres años la Oficina del Bicente-nario de la Diputación Provincial puso en marcha un ambicioso proyecto con el que pretendía trasladar al conjunto de la ciudadanía los acontecimientos que rodearon a la elaboración de la Constitución de 1812 mediante un sis-tema novedoso: una colección de re-vistas en las que, a lo largo de doce nú-meros, la realidad y la ficción se con-fundían a través del cómic. Escritos sobre historias reales de la época y te-beos sobre historias ficticias ambien-tadas en el Cádiz de hace dos siglos. Al frente de la colección puso a Rafael Marín, novelista, guionista y teórico de la historieta, y a Ricardo Olivera ‘Fritz’, como impulsor y director artís-tico de la misma, dos nombres que ga-rantizaban la calidad del producto y al que se fueron uniendo referencia de prestigio en el arte secuncial y en la historia y, también, nombres que dan con fuerza los primeros pasos en el exigente mundo del tebeo. La calidad del producto, con un claro éxito más allá de las fronteras natura-les de Cádiz hasta el punto de obtener el premio a la Difusión del Cómic en Andalucía, le permitió capear el fuer-te temporal de la crisis económica.

Aunque con algún retraso respecto al calendario inicial, la colección encara sus últimos números, que deberán de cerrarse con el final de la conmemora-ción del Bicentenario. Cuando se presentó la colección Fritz comentaba que este proyecto “es el más ambicioso de los que se han pues-to en marcha en la provincia, con his-torias que conmueven porque son his-torias a pie de calle”, reflejando aspec-tos difícilmente representables en li-bros de historia. Cada número se reparte en una intro-ducción a cargo de un especialista en el tema protagonista del ejemplar, una extensa historieta con guión de Rafael Marín (que también se ha en-cargado de una publicación editada por el gobierno valenciano), un estu-dio histórico a cargo de José Joaquín Rodríguez, asesor del proyecto, y una página de tiras cómicas con guiones y dibujos de Mel. Entre los dibujantes que han colabo-rado en la colección se encuentran Sergio Bleda, Lola Garmont, Paco Ná-jera, Juan Luis Rincón, Francisco Asencio, Alberto Foche, Javier Mon-tes y Mateo Guerrero, entre otros. Los dos últimos números que quedan por publicar llevan como títulos ‘Mo-reno’ y ‘El Deseado’, cerrando el orden cronológico entre 1805 y 1814.

‘12 del Doce’, cuando el tebeo te cuenta las historias de 1812

El Conciso.