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Un libro digital es un libro inmortalD.L

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Índice

TRES NO SON MULTITUDSINOPSIS17.1517.18, Grrrrrr

Grrrrrr10.50FIN1

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Elva MarmedTRES NO SON MULTITUD

Porque no siempre “Tres son Multitud”.

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TRES NO SON MULTITUD

Elva Marmed

SINOPSIS

Amanda nunca pudo imaginar que el regreso a su ciudad natal, Valencia, le traería tantoscambios en su vida. Atrás dejaba Madrid y en ella a Alejandro, su mejor amigo, el chico quele había robado el corazón. Alejandro y Amanda tenían una relación especial, “amigos conderecho a roce”, pero a veces el que juega con fuego se quema. Amanda no sólo se quemósino que ardió en las brasas encendidas por ella misma. Huyendo de las llamas llega aValencia y allí descubre que no lo hace sola. Está embarazada. Nuevo trabajo. Nuevo rol enla vida. Madre soltera. Consigue conciliar su vida laboral y familiar gracias a su familia si noimposible triunfar en su profesión siendo madre y criándolo sola.

Cinco años han pasado desde el comienzo de su nueva vida junto al mediterráneo. Cincoaños de silencio. Cinco años de búsquedas y comparaciones. Cinco años en los que su hijo hacrecido y ya comienza a reclamar esa figura que nunca ha conocido. Ahora, el destino osimplemente la fusión de sus dos empresas Alejandro y Amanda vuelven a encontrarse. Lallama no apagada vuelve a encenderse pero Amanda sabe que entre ella y Alejandro hay unaasignatura pendiente. Una asignatura llamada Diego.

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CAPÍTULO 1

—¿Bailamos? —Escuchó Amanda desde la puerta de su habitación. Un sonriente Diego lebrindaba su mano mientras la casa era invadida por los acordes del Dream a Little Dream of Me en lavoz de Michael Bublé. Imposible resistirse a los encantadores y sonrientes ojos de Diego y menos conun tema tan pegadizo. Amanda terminó de subirse a sus tacones para bailar al ritmo de la sensual vozdel canadiense.

—Mamá, estás muy guapa. — Dijo Diego mientras bailaban. Estaba claro que aquel pequeñajo deapenas cuatro años iba a ser un peligro para las féminas.

—Gracias, cariño.—Mamá, ¿me puedo llevar unos juguetes a casa de los abuelos?—Bueno, pero unos pocos. —Contestó Amanda sin dejar de bailar.Amanda y Diego bailaban al compás de la música por la habitación. Diego daba saltitos de vez en

cuando para intentar alcanzar a su madre, la cual había crecido casi diez centímetros al ponerse lostacones. Amanda no podía dejar de sonreír mientras veía los risueños ojos negros de su hijo. Eraincreíble lo mucho que había crecido ya. El tiempo había pasado tan rápido, los últimos cuatro añoshabían pasado sin darse cuenta.

—Say nighty-night and kiss me, just hold me tight and say you’ll miss me while I’m alone… —canturreaba Amanda mientras un divertido Diego intentaba imitarla.

—Drina litol drin of miiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii —gritaba Diego mientras Amanda no podía evitarla risa.

—Hala, termina de guardar tus juguetes que ahora mismo nos tenemos que ir a casa de los abuelos.Diego obedeció a su madre y se dirigió a su habitación mientras ella terminaba de arreglarse frente

al espejo. Hacía meses que no salía. En los últimos años se había olvidado de cines, amigos, salidas…para dedicarse íntegramente a estar con aquel pequeño, que le robaba todo el tiempo. Si la maternidades complicada, más aún lo es cuando eres madre soltera. Pero, lo estaba logrando. Había conseguidocompaginar su vida profesional y personal. Bueno, personal, a lo que hacía referencia a su papel demadre. Su rol de mujer se había quedado guardado en algún cajón esperando que en algún momento sedecidiera a volver a usarlo y, aquella noche parecía que volvía a salir a la superficie.

Se contempló frente al espejo. Definitivamente, había hecho una buena elección al comprar aquelvestido verde. Le quedaba perfecto y, en principio, el verde no era un color que le gustara perodejándose aconsejar por Esther se lo había probado dándose cuenta de lo bien que le quedaba. Lostacones y el corto del vestido le hacían unas piernas interminables. Diego tenía razón, estabarealmente guapa, hacía tiempo que no se sentía así. En los últimos años o iba con sus faldas ychaquetas para ir a trabajar o de vaqueros para hacer de mamá, hacía tiempo que no se ponía un

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vestido tan bonito.—Mamá, ya tengo mi mochila. —Gritó Diego desde su habitación.—Voy, Diego, ya cojo el bolso y nos vamos a casa de los abuelos.

Amanda guardó todo lo que necesitaba en su minibolso y, tras comprobar que Diego tenía todo en

la mochila, salieron de casa rumbo al coche para ir a casa de sus padres. Afortunadamente, contabacon ellos y los días que Diego estaba malo o no había cole podía quedarse en su casa, si no fuera así lohubiese tenido complicado para arreglárselas ella sola.

Diego se sentó en su silla. Tras comprobar que el cinturón estaba bien abrochado, Amanda se sentóen su asiento.

—Mamá, ¿me pones una peli?—Diego, en cinco minutos estamos en casa de los abuelos.—Vale, pues, pon esa canción que me gusta mucho.—¿Qué canción?— Le preguntó Amanda intentando ocultar una sonrisa porque sabía que canción

era pero le hacía mucha gracia oírsela decir.—Pues, la que estábamos bailando en casa.—Pero, ¿cómo se llama? —Insistió.—Drina litol drinof miiiii.Por arte de magia, para Diego, su canción comenzó a sonar en el coche para su disfrute ya que acto

seguido comenzó a cantar junto a Amanda la canción. Pocas canciones más sonaron antes de llegar acasa de los padres de Amanda. Fernando esperaba a su nieto en la puerta de su casa porque a aquellahora era imposible encontrar aparcamiento por aquella zona. Le dio un beso a su hija y sacó a su nietodel coche mientras Amanda le daba la mochila.

—Nos vemos mañana, no vuelvas muy locos a los abuelos.—Mami, pásalo muy bien—dijo Diego siguiendo las indicaciones de su abuelo.—Y tú, cariño, hasta mañana, papá, cualquier cosa me llamáis al móvil.

Tras recoger a Esther se dirigieron al salón que había reservado su empresa para celebrar aquella

cena. No le gustaba ir a las fiestas de la oficina porque siempre tenías que andar con cuidado a la horade actuar. Sí, estabas de fiesta pero con tus compañeros de trabajo, con tus jefes. Claro que tambiénera verdad que tras tantos años en la empresa y los casi cinco que llevaba en su sede tenía buenosamigos entre sus compañeros de trabajo. Entre ellos a Esther, la cual en los últimos años se habíaconvertido en una de sus amigas y en su casamentera oficial, porque había tratado de emparejarla eninfinidad de ocasiones infructuosamente.

—Uau, ¿y vosotras porque no venís así vestidas al trabajo?— Bromeó Juan nada más verlas entrar.—Mira que eres tonto, Juanito— contestó Amanda.—¿Ha llegado mucha gente?— Preguntó Esther.

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—Casi todos, incluyendo a los madrileños que vienen de la revista con la que nos fusionamos.Más de cincuenta personas estaban invitadas a aquella cena. La revista no sólo estaba logrando

sobrevivir a la crisis sino que además estaba expandiéndose y acababa de fusionarse a otra publicacióninternacional, por lo cual, se abrirían paso fuera de España. Amanda se sentía afortunada trabajandoallí, se dedicaba justo a lo que le gustaba y cobraba por ello, lo cual en la caótica situación económicaque les estaba tocando vivir era toda una lotería.

—¡Qué bueno está el vino!—¡Demasiado bueno! —Contestó Amanda a Juan —Puede llegar a ser peligroso por lo fácil que

entra.—¡Y tanto! —Exclamó Esther.La cena transcurrió entre risas. Reinaba un buen ambiente. Se notaba que las cosas iban bien

profesionalmente hablando y que se acercaba el buen tiempo con la llegada del verano. Tras los caféspocos se quedaron sentados en las mesas, la mayoría se trasladó a la pista de baile y a por sus copas ala barra libre.

Amanda bailaba en medio de la pista junto a Esther y un par de compañeras más, las cuatropertenecían al mismo equipo de trabajo y habían logrado ser algo más que compañeras,probablemente, la cercanía de edad las hacía más afines y hacer piña dentro del equipo. Amanda nopudo evitar reírse cuando de pronto empezó a sonar el Dream a Little Dream of Me. Definitivamente,aquella canción la perseguía. No sabía por qué le gustaba tanto a su hijo. Bueno, sí, porque MichaelBublé era uno de los habituales en la banda sonora de su vida y, de alguna manera le había influido aese pequeño, que le tenía robado el corazón.

—…Stars fading but I linger on dear still crabbing your kiss… —cantaba mientras se movía alcompás de la música y hacía fuerzas para no llamar por teléfono a su hijo— …but in your dreamswhatever they be… —siguió cantando sin poder evitar sonreír cuando lo vio apoyado en la barraobservándola. Se quedó paralizada. No podía creérselo. Volvió a mirar por si estaba viendo visionespero no, estaba viendo bien, allí estaba Alejandro que no le quitaba ojo.

—¿Qué te ha pasado? —Preguntó Esther.—Esther, ves al que está junto a Ricardo.—Sí, ¿lo conoces? ¡Está muy bueno!—Es Alejandro.—Alejan… ¿el padre de Diego?—Calla, no digas nada.—Ahora entiendo lo guapo que es Diego, sin hacerte de menos.—Pero, ¿qué demonios hace aquí?—¿Qué hace aquí quién?— Preguntó Juan.—Calla, Juan.—Dijo Esther —.Tendrás que hablar con él.

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Amanda respiró profundamente y se dirigió hacia la barra acercándose a Alejandro.—Hola, Amanda, ¿ya conoces a Alejandro?— Preguntó Ricardo.Alejandro acercó sus labios a sus mejillas y le dejó dos besos. Dos besos bien dados, nada de besos

dados al aire. Él posó sus labios sobre sus mejillas mientras le sujetaba el brazo derecho con su manoizquierda.

—Ricardo, ¿puedes venir un momento?—Chicos, discúlpenme un momento. Alejandro te dejo en buenas manos.— Dijo alejándose de la

barra.—Sigue siendo un placer verte bailar.—¿Qué estás haciendo aquí?—Mi revista se fusiona con la vuestra.—¿Qué?¿Te vienes para aquí?—No, yo no, yo regreso a Madrid en un par de días. No sabía que trabajabas aquí.—Ni yo.—¿No sabías que trabajabas aquí?— Bromeó Alejandro.—No, no, no es eso. ¡ No me confundas! Me refiero que no sabía que tú formabas parte del equipo.

No sabía que habías cambiado de trabajo.—Normal, no he sabido nada de ti en casi cinco años. Te fuiste.—Me fui porque me tenía que ir. Bueno, un placer hablar contigo.—Espera, me gustaría hablar contigo. Tomarnos algo juntos.—No creo que sea una buena idea.—Amanda, ¿no crees que me merezco al menos cinco minutos?—Los estás teniendo. Te queda uno, aprovéchalo.—Dijo arrepintiéndose del verbo usado.—Amanda, me gustaría que nos viésemos en estos días. No esperaba verte. Ni siquiera estaba

seguro que estuvieras en Valencia, por favor.—Alejandro, disculpa, sé que estás en buenas manos pero quiero presentarte a alguien. —Dijo

Ricardo llevándose a Alejandro con él.

Pronto sintió la presencia de Esther a su lado. Notó la mano de su amiga apoyada sobre su hombromientras ella seguía con la mirada a Alejandro alejándose con Ricardo. Sabía que era algo que podíaocurrir, España no es tan grande como para no encontrarse, ni siquiera lo es el mundo. El mundo es unpañuelo y en cualquier momento te puedes encontrar con alguien de quien huyes. Huir de Alejandro,no. No era, exactamente, huir lo que hacía Amanda pero sí evitarlo. Sin embargo, estaba claro que eldestino, metafísicamente hablando, o la fusión de sus empresas les había puesto frente a frente.

—¿Estás bien?—Sí, sorprendida. No esperaba encontrarme con Alejandro. Ni siquiera sabía que estaba

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trabajando en la revista.—¿Qué te ha dicho?—Poco. Él tampoco sabía de mi presencia en el grupo y Ricardo se lo ha llevado.—¿Es de los que se van a quedar aquí?—No. Vuelve a Madrid en un par de días.—¿Vas a decirle algo?—No, ¡no me mires así! Ya lo sé, he actuado muy mal pero no había alternativa y ahora no puedo

Esther. Me duele por Diego y por él, nunca pensé que yo fuera a actuar de esta manera.—Pues sí, Amanda pero es lo que tiene el vino que se sube a la cabeza. —Dijo Esther ante los

incomprensivos ojos de Amanda.—¿Qué?—A Amanda siempre se le ha subido rápido el vino pero se pone muy graciosa. Hola, soy

Alejandro.— Dijo Alejandro que acababa de acercarse por detrás de Amanda.—Encantada, yo soy Esther.—¿Puedo hablar contigo un momento?— Preguntó Alejandro a Amanda.—Los dejo, encantada de conocerte.—No hace falta que te vayas, Esther. —Dijo Amanda con ojos suplicantes. —¿Qué quieres

Alejandro?—¿Nos podemos ver mañana y comer juntos?—Mañana no puedo.—¿Y el domingo?—Tampoco puedo el domingo.—¿Y cenar, un café?—Tengo el fin de semana ocupado.— Contestó de manera tajante Amanda —Hemos estados muy

liados en las últimas semanas y tengo cosas que hacer.—Vale, muy bien. Pues, cenamos el lunes.—Alejandro, no es una buena idea. Déjalo.—Pero, ¿por qué?¡No te entiendo Mandy!Un escalofrío le recorrió el cuerpo. Hacía mucho que no la llamaban así. En realidad, sólo

Alejandro había tomado esa costumbre. Su cabeza intentaba pensar en excusas, que darle a Alejandro,pero no se le ocurría ninguna más que la verdad, que no podía decirle. Esther la miró y se marchódejándolos a solas. A solas en un salón abarrotado de gente que reía, cantaba, bailaba a su alrededor.

—Muy bien, un café. Mañana, pero sólo porque sé que no vas a parar y, al fin y al cabo, tampocohay ningún motivo para no tomarnos un café juntos.

—Ninguno, es más todos los del mundo para hacerlo.—¿Por qué dices eso?

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—Hubo una época en la que fuimos buenos amigos, ¿no?—Sí, buenos amigos, supongo.—Bueno, algo más que amigos. Me dejas tu número, sé que no tienes el mismo, alguna vez te he

llamado y no eras tú quién contestaba.—No, no es el mismo. Anota.

Una vez más Amanda fue salvada por Ricardo que no paraba de presentarle gente a Alejandro y

ella aprovechó para escabullirse junto a Esther, que no había dejado de observarlos desde el otro ladode la pista.

—¿Y bien?—Hemos quedado en vernos mañana. ¿Te quedarías en casa con Diego? No quiero abusar de mis

padres, pero si no puedes no. Se lo digo y punto o me busco una excusa para no ir y ya está.—Amanda, calla. Sí que puedo, sabes que me quedo encantada con Diego. Mañana no iba a hacer

nada. Me quedo en tu casa y así si la cosa se alarga.—No, olvídate de eso.—Guapa, no me extraña que te enamoraras perdidamente de él, por cierto, no lleva anillo.—¿Y?—Nada. Sólo digo que no tiene anillo. Sólo es un comentario.—Algo que no significa nada. Bien ha recalcado hace un momento que fuimos “buenos amigos”.

Para él, sólo fuimos eso, buenos amigos, amigos con ciertos derechos y privilegios cuando ambosandábamos desparejados.

—Cariñet, quien juega con fuego se quema, y tú te quemaste. Los amigos con derecho a roce sonun peligro, siempre hay uno que termina jodido y te tocó ese papel pero ya lo tenemos superado, ¿no?

—Sí —dijo una dubitativa Amanda—, pero está Diego. Y ya comienza a hacer preguntas y nopuedo decirle la verdad pero tampoco puedo mentirle. ¿Te he contado cuál fue su deseo de año nuevoy su deseo de cumpleaños? ¡Éste era su deseo la aparición de su padre! —comentó Amandarecordando los deseos de Diego— ¡La he jodido, Esther! Me he metido en un lío del que no sé cómovoy a salir. Entre más tiempo pase menos va a entenderlo Diego y Alejandro, uffff, no sé. Supongoque en algún momento tendrá que saber que es padre y no sé cómo se lo va a tomar.

—Bueno, guapa, ya pensaremos en algo. Ahora vamos a tomarnos una copa que nos la hemosganado.

—Bebe tú, que yo te recuerdo he de conducir. —Dijo Amanda recuperando la sonrisa.

Tres horas después estaba de regreso a su silenciosa casa. Era raro volver a una casa vacía. Hacíamucho que no pasaba una noche sola. Se quitó los tacones, no era cuestión de despertar a los vecinosde abajo con el taconeo de sus zapatos a las cinco de la mañana. Entró en la cocina para servirse un

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vaso de leche fría antes de irse a la cama. Un beep beep resonó en su bolso.—¿Quién me manda un whatsapp a estas horas?Dulces sueños, Mandy, no pude despedirme de ti. Tu jefe es un poco acaparador pero habla

maravillas de ti. Claro, imposible hacer lo contrario. Nos vemos mañana. Buenas noches.:) Estabaalucinando. No se esperaba para nada ese mensaje de Alejandro, que actuara como si nada, como si nohubiese pasado cinco años desde la última vez que se habían visto, que habían hablado. Y sin darsecuenta le contestó con un simple buenas noches a su mensaje. Se llevó el vaso de leche a su habitacióny tras limpiarse la cara y quitarse la ropa se metió en la cama sin sueño, estaba totalmente desvelada.Tras casi cinco años sin salir lo hacía y menuda salida había tenido. Inolvidable.

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CAPÍTULO 2

Amanda dormía plácidamente. Le había costado conciliar el sueño. Demasiadas emocionescontenidas para una primera salida de mujer y no de mamá. ¿Quién le iba a decir a ella que entre todaslas revistas con las que podían haberse fusionado había sido esa la elegida? ¿Quién le iba a decir a ellaque Alejandro era una de los responsables de la fusión editorial? ¿Quién le iba a decir a ella que setropezaría con el padre de Diego? Nunca pensó que se encontraría tan pronto en esta situación. Sabíaque, más tarde o más temprano, tendría que enfrentarse a ese encuentro. Sabía que en algún momentotendría que buscar a Alejandro y decirle que había un Diego, que había un niño, un niño de los dos. Unniño que tenía derecho a conocer a su padre. Y un padre que tenía derecho a conocer a su hijo. Pero,nunca pensó que ese momento llegara tan pronto y sin ella haberlo buscado. Nunca le pasó por lamente encontrarse con Alejandro de aquella manera pero está claro que a veces no se puede lucharcontra el destino. Ella había elegido ser madre soltera. Ella había elegido no contar con él. No decirlenada para no provocar una obligada relación pero también sabía a lo que se enfrentaba. Sabía que sudecisión no iba a ser entendida por el que otrora fuera su amigo con derecho a roce. Bien, se lo habíadicho Esther, quien con fuego juega con fuego se quema, y ella se había quemado y ardido en lahoguera.

Los rayos de sol comenzaron a filtrarse por la persiana. Había olvidado bajarla del todo antes de

acostarse. Demasiado cansada para tener en cuenta esos detalles. Amanda notaba los rayos sobre sucara. Abrió los ojos y sacó el brazo de debajo de la sábana para buscar el móvil y ver la hora.

—Las diez.Volvió a dejar el smartphone en la mesita de noche. Apenas había dormido cuatro horas pero

tampoco se sentía excesivamente cansada. Se levantó de la cama y entró en el baño. Una ducha levendría bien para terminar de despertarse. Eso y un buen café es lo que necesitaba para espabilarse.

—Uhmm,¡ qué delicia! —Dijo al sentir el agua correr desde su cabeza a sus pies. Hacía mucho queno se daba una ducha sin tener a un niño entrando y saliendo del baño con cualquier excusa. Laintimidad era una de las pérdidas mayores, al menos para ella, cuando te conviertes en madre. Depronto tu vida deja de ser tuya, para ser tuya y de esa personita , que te ha robado el corazón. Desde elmismo momento que nace dejas de tener momentos para ti sola. Sin embargo, no se arrepentía, Diegoera lo mejor que le había pasado en la vida. No lo cambiaba por nada.

—Debo ser un caso perdido. No está en casa y lo echo de menos. —Dijo al darse cuenta que nohacía más que pensar en su pequeño pirata.

Diez largos minutos estuvo en la ducha. El vapor había invadido el baño y olía a la esencia demandarina, que Diego le había regalado por el día de las madres. Se secó bien, se puso la cremacorporal y tras peinarse y ponerse la hidratante en la cara se fue directa a la cocina a prepararse un

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buen café. Encendió la tele mientras la cafetera se ponía en marcha, ¡cómo no!, saltaron los dibujosnada más encenderla. Quitó a Doramon y buscó por la tele a ver si veía algo con lo que distraerse.Nada. Mejor leía mientras desayunaba. Regresó a su habitación sobre la mesita tenía Las CincuentaSombras de Grey, todo el mundo hablaba de él, para bien o para mal. No había escuchado ningunacrítica intermedia y ahora quería comprobar por ella misma que tenía el dichoso Grey.

Tostadas con mermelada de manzana, café con leche, zumo de naranja y lectura. Hacía mucho queno tenía un desayuno así. Se sentó en la mesa a disfrutar del relajado desayuno del sábado, quedándoseenganchada de la lectura, hasta que una hora más tarde el sonido del móvil la hacía abandonar aAnastasia y Christian para volver a la realidad. Cogió el móvil para descubrir que el whatsapp era deAlejandro.

Hola, Mandy, ¿te apetece tomarte algo conmigo?No puedo, voy a comer a casa de mis padres.¿Nos vemos a las 6?Mejor a las 7¿Te recojo?No, no hace falta Cerró el libro y lo dejó sobre la mesa. Otro beep beep volvió a sonar.¿Dónde nos vemos?Dime dónde te estás quedando y paso a por ti Volvió a dejar el móvil sobre la mesa y se dispuso a

recoger. Ya era hora de ponerse las pilas. Escuchó que un nuevo mensaje llegaba pero no miró, sería ladirección del hotel de Alejandro. Luego lo vería. No quería estar en una conversación eterna por elwhatssapp. Bastante tenía con pensar en qué le diría esta tarde como para ahora mantener unaconversación por mensajitos. Pasaba de las doce cuando salía de su casa y se dirigía al coche cuandola llamó Alejandro.

—Hola, no, no he visto tus últimos mensajes. No te estoy evitando, sólo es que tengo cosas quehacer hoy. No, no estoy enfadada contigo pero. No, de verdad, Alejandro no puedo. Hoy no puedo. Nosvemos a la tarde. Te recojo a las siete en tu hotel. Estás en el centro y nos moveremos por ahí.Alejandro te dejo que tengo prisa luego hablamos, hasta luego.

Amanda abrió la puerta del coche y soltó el bolso y el móvil en el asiento del copiloto. Mientraspensaba lo extraño que era volver a hablar con Alejandro. La pérdida de naturalidad y de confianza ensus conversaciones. La de horas de charlas que habían tenido durante tanto tiempo y cómo todo lohabían echado a perder. Su relación de amistad se había fastidiado por cada uno querer cosas distintas.Él se encontraba bien como estaba, amigos especiales y sólo eso, ella se había enamorado porcompleto de su amigo. No había podido evitarlo y al confesárselo su relación se rompió. Y entoncesella tuvo claro que su decisión era la adecuada. Marcharse de Madrid era lo que tocaba. Volver a casa .Y regresó a Valencia. No es que se hubiese alejado demasiado pero sí lo suficiente para no tener queencontrarse.

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Nada más llegar a Valencia lo descubrió. Descubrió que estaba embarazada y calló. Sabía que sí selo contaba él querría estar con ella pero eso no es lo que buscaba. No quería una relación surgida porun niño. No. Si él decidía estar con ella tenía que ser por ella no por un embarazo. Estuvo a punto dellamarlo en más de una ocasión. No lo hizo esperando la llamada de él pero ambos, demasiadoorgullosos y cabezotas, esperaron la llamada del otro. Y un buen día, unos seis meses después de lamarcha de Amanda, él decide llamarla. La echaba demasiado en falta. Necesitaba volver a hablar conella. Volver a estar con ella pero su llamada no tuvo respuesta. Amanda había cambiado de númeroporque no quería ser localizada.

Debía de ser su día de suerte. Encontrar aparcamiento justo ante la casa de sus padres era algo queocurría una vez en la vida y hoy era ese día. Cogió sus cosas y salió del coche escuchando los gritos deDiego que la llamaba desde la valla. Estaba en el jardín comunitario con su padre, ambos ataviadoscon espadas y gorros piratas. Amanda se rio. Diego adoraba a sus abuelos y uno de los motivos eraese, las horas que podían pasarse jugando con él sin ningún problema.

—¿Piratas de agua dulce me abrís la puerta?—¡Es mamá!Fernando se acercó a la puerta para dejar entrar a su hija.—¡Mamá!—Grito Diego abrazando a su madre como si hiciera quince días que no se vieran. —

¿Quieres jugar conmigo y el abuelo?—Eeeeeh, en otro momento, cariño, voy a ayudar a la abuela. ¿Has dado mucha guerra?—

Preguntó Amanda tras besar a su hijo.—No, ¿me puedo quedar esta noche?—¿Esta noche?—Sí, porfa mami. El primo Javi se va a quedar así podemos jugar los tres a los piratas.—Bueno, ya hablamos luego. Papi voy a casa. —Dijo Amanda con una sonrisa de oreja a oreja.—¿De qué te ríes? ¿Te ríes de tu padre?—Preguntó Fernando sin poder evitar una amplia sonrisa.—Me estaba imaginando la cara de tus alumnos si te vieran con esa pinta.

Amanda dejó a los piratas en plena batalla y se dirigió a la casa de sus padres, su dúplex estaba

justo frente a la piscina. Afortunadamente, desde dentro de la casa no se escuchaba las voces de losniños cuando se apoderaban de la piscina en las largas jornadas estivales.

—¿Ya estás aquí? Pensaba que dormirías hasta más tarde aprovechando que Diego estaba connosotros.— Dijo Luz tras besar a su hija.

—No, me he despertado a las diez.—¿Qué tal la salida?—Bien.—Uhm. No lo dices muy convencida, ¿ha pasado algo?—Preguntó Luz a su hija.

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—¡Hola, familia!— Se escuchó desde el salón.—Vaya habéis llegado las dos casi en el mismo momento —Hola, mami, hermanita. —Saludó

Cris tras el reparto de besos.—.¿Qué tal esa salida de soltera?—Bien.—Parece que no me gusta ese bien— dijo Cris coincidiendo con su madre.—Eso mismo le estaba diciendo yo ahora mismo. —Respondió Luz.—La noche estuvo bien pero me encontré con alguien.—¿Con quién?— Preguntaron al unísono su madre y hermana.—Alejandro.—¿Quién es Alejandro?— Preguntó su hermana abriendo los ojos acto seguido—¿ Alejandro,

Alejandro?—El mismo, resulta que trabaja en la revista con la que nos hemos fusionado, parece ser que es

uno de los responsables de la fusión.—¡No jodas!—¡Nena esa boca!— Replicó su madre mientras mostraba su asombro por la noticia —Pero, ¿has

hablado con él?—Sí, bueno. Sí y no. Nos hemos saludado y hablado un momento.—¿Y nada más?, ¿No ha querido hablar contigo ni nada de nada?— Preguntó su hermana. —

Bueno, espera. Te conozco. Le habrás parado los pies. Seguro, ¿me equivoco?—Quería verme hoy. Intenté darle largas, al final he quedado con él a tomar café. No he podido

evitarlo.—Pero, Amanda. ¿Va a quedarse a vivir en Valencia?—Preguntó su madre.—No. Vuelve a Madrid en un par de días.—¿Le vas a decir algo?— Preguntó Cris.—No, ¿estás loca? ¿Cómo lo voy a ver después de cinco años y decirle “ah, éste es Diego, tu

hijo”?—Pero, hija mía. Sabes que, más tarde o más temprano, se lo vas a tener que decir.—Lo sé, mami, pero hoy no es el día.—¿Quieres que Diego se quede en casa?—Esther se iba a quedar con él en casa pero ya me estaba diciendo, nada más llegar, que se quería

quedar para jugar con Javi y papá a los piratas— dijo recuperando la sonrisa.—Hale pues, en casa se queda y así tú puedes salir tranquila. Amanda.—¿Qué mamá?—Estaba pensando yo que, al final, la estrella de tu hijo, la de los deseos, va a funcionar y todo —

comentó Luz con una sonrisa.Diego y Javi entraron en la casa corriendo con sus espadas en alto seguidos por Fernando y

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Vicente, el marido de Cristina. Desapareciendo el silencio de la casa y llenándose de las risas de losprimos porque su abuelo había tropezado y casi se había caído.

—Mamá, ¿puedo quedarme esta noche con el primo, porfa?— Insistió una vez más Diego sinsaber que se iba a quedar.

—¿No quieres quedarte conmigo?—Sí, claro, pero es que ¿puedo quedarme con el primo?— Repitió —El abuelo me dijo que te lo

preguntara.—Vale, está bien pero quiero dos besos, piratilla— Respondió Amanda al tiempo que se agachaba

a la espera de los besos. Diego se colgó del cuello de Amanda y le dejó dos sonoros besos en lasmejillas. —.Hala, vamos a poner la mesa.

Pasaba de las seis de la tarde cuando Amanda dejó la amena charla con sus padres, hermana ycuñado para peinarse y maquillarse.

—¿Vas a ir así?_ Preguntó Cris entrando en el baño.—¿Voy mal?—No. Informal, pero bien, los tejanos siempre son un buen recurso y sobre todo con esa camisa

blanca. No te la había visto.—No me la había puesto, me la compré la semana pasada.—¡Eh! ¡Tampoco te había visto esos tacones! Creo que voy a tener que pasar por tu casa.—

Bromeó Cris.—¡Cuándo quieras!— Contestó Amanda terminándose de maquillar los ojos — Estoy nerviosa,

Cris, no sé si voy a poder actuar con naturalidad. ¿Qué le voy a contar de lo que ha pasado en mi vidaen los últimos años cuando lo más importante es Diego?

—Háblale del trabajo—Bromeó Cris —.No lo sé, lo tienes complicado, hermanita, la verdad esque no quisiera estar en tu pellejo.

—¿Lo he hecho mal, verdad?—Amanda, ahora no hay vuelta atrás, hiciste lo que creías más apropiado, fuera o no lo mejor. No

pienses más en eso, ya verás cómo sales de ésta. Venga, si has logrado sobrevivir siendo madre solteray triunfando en el terreno laboral sales de ésta triunfante.

—Ojalá, fuera yo igual de optimista.—Bueno, ahora cuéntame, ¿qué has sentido al verlo?—Ufffff, no lo sé. Ha sido todo demasiado raro. Sabes lo curioso, ¿Sabes cuándo lo vi?—¿Cuándo?—No lo vi al llegar, ni siquiera lo vi durante la cena. Estaba bailando cuando de pronto ponen la

canción de Diego, como dice él, drina litol drinof mi, cuando lo vi en la barra.—Vaya. Caprichoso destino.—Bueno, mejor será que me dé prisa si no quiero llegar tarde.

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—Mañana quiero informes.— Comentó entre risas Cris dejando sola a su hermana frente al espejo.

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CAPÍTULO 3

No se había percatado hasta ahora. Nada más abrir el coche se dio cuenta, que había demasiadasseñales. Demasiados indicativos de la presencia de un niño. Tenía que deshacerse de la silla de Diegoy de los cuentos que había dejado en el asiento trasero. Metió todo en el maletero y revisó bien paracomprobar que no quedaba nada más. En principio no había rastro de niño a primera vista. A no serque a Alejandro le diera por encender la tele para encontrarse de lleno con Monstruos S.A. Se sentó ytras respirar profundamente le envió un mensaje para que supiera que ya estaba en camino. Volvió atomar aire y se puso en marcha.

Estaba nerviosa. Le daba tanta rabia haber perdido el contacto con Alejandro. Alejandro y ella sehabían conocido en la universidad y desde entonces habían sido muy buenos amigos. Inseparables.Todos pensaban que terminarían juntos y de alguna manera así había sido. Tenían más en común de loque Alejandro podía imaginar.

Amanda intentaba concentrarse en la carretera y no pensar. Aquel encuentro tenía más importanciaque el reencuentro de dos amigos, que no se veían desde hacía casi cinco años. Era el reencuentro dedos amigos unidos y separados por un pequeño, el cual desconocía que su futuro podría cambiar en unabrir y cerrar de ojos. Un pequeño que comenzaba a hacerse preguntas y hacérselas a su madre. Unpequeño que empezaba a preguntar por esa figura a la que nunca había conocido. Un pequeño que aveces no entendía que todos sus amigos tuvieran un papá y una mamá. Bueno, su amiga Laura teníados mamás. Pero siempre había dos figuras paternas y él sólo tenía una mamá.

Iba a estar complicado aparcar en la avenida. Había coches sobre los coches. Definitivamente,aquel era su día de suerte, un aparcamiento al lado del hotel. Dos de dos en un mismo día. Estabacomenzando a creer en su suerte, al menos, en la que hablaba de aparcar coches. Aparcó. Se miró en elespejo y se dio ánimo así misma. Nada más salir del coche lo vio. Estaba justo delante de la puerta delhotel mandando un mensaje.

—¿A quién le envías mensajitos, Alejandro?— Se preguntó en baja voz al tiempo que un beepbeep sonaba en su bolso.

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Te espero en la puertaRespondida había quedado su pregunta con aquel sencillo mensaje. A ella se lo enviaba. Iba a

guardar el móvil pero lo pensó mejor.Lo sé. Te estoy viendo.Alejandro levantó la vista y la vio enfrente. Sonrió al ver a su amiga. Había echado tanto en falta

sus charlas, sus risas. ¿Por qué había dejado que Amanda se fuera? ¿Por qué no evitó su huida? ¿Porqué no se dio cuenta antes de sus propios sentimientos?

—Como siempre puntual y guapísima.— Dijo al tenerla frente a él —.Veo que hay cosas que nohan cambiado.

—A estas alturas es muy difícil cambiar, ¿no crees?— Dijo tras dejarle dos besos y percibir el olorde la colonia de su amigo —Por ejemplo, tu olor, sigues usando la misma colonia.

—Sí, es que hace años alguien muy especial me dijo que olía muy bien. Igual la conoces. Ella síque le ha sido infiel a su perfume.

—Ya sabes que me gusta variar.—Como de ciudades.—Si es para mejor sí.—¿Y lo ha sido?—Preguntó Alejandro mirándola fijamente a los ojos.—Sí. No puedo quejarme de cómo me ha ido.— Respondió Amanda. —.Me va muy bien

profesionalmente.— Y antes de que la conversación siguiera por ese camino cambió el tema —¿Entonces café?

—Sí, café— dijo sin poder evitar una sonrisa Alejandro.—Pues, vamos por aquí, hay un pequeño café que está muy bien cerca de aquí.—Tú mandas.Caminaron durante cinco largos minutos uno junto al otro sin decirse nada. Amanda no sabía qué

decir, qué hacer. No sabía de qué hablar con su amigo sin tocar el tema en cuestión. Diego era lo másimportante que le había pasado en estos últimos años e igual a él también, aunque no lo supiera.

—Es aquí.Nada más sentarse se les acercó la camarera a tomar nota.—Yo quiero un cappuccino, gracias.—Un café solo, gracias.— Dijo Alejandro. —.¿Y bien, qué ha sido de tu vida en estos años?—Pues, normal, aquí en Valencia. Ya sabes en donde trabajo. Por cierto, sorpresa la mía. No sabía

que habías cambiado de trabajo.—¿Cómo ibas a saberlo? Has estado desaparecida en combate los últimos cinco años.—

Respondió Alejandro con cierta acritud. —.Traté de ponerme en contacto contigo pero cambiaste denúmero.

—Seis meses más tarde cambié de número. Seis meses tuviste para llamarme y localizarme.

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—¿Por qué te fuiste sin intentar aclarar la situación?—Porque ya nos lo habíamos dicho todo. Y era lo mejor, para ti y para mí.—Habla por ti.— Contestó muy serio Alejandro callándose con la llegada de la camarera. —.Yo

no creo que fuera lo mejor.—Ale, reconoce que nuestra relación se había enfriado. No queríamos lo mismo y ya nada era

igual. Quizás, tenía que haberme despedido de otra manera pero en ese momento no me apetecía.—Y ahora, ¿podremos ser amigos?—Pues, no lo sé. Supongo que el tiempo lo dirá. Cuéntame de ti.—Todo igual que siempre, los mismos amigos. Bueno, me he cambiado de piso. He dejado el de

alquiler y me he comprado un piso. Cambié de trabajo hace menos de un año y no me puedo quejar decómo me ha ido. Nunca imaginé que el cambio de trabajo me traería hasta ti. Ahora tendré que veniral menos una vez al mes a Valencia así que nos veremos más a menudo.

—Je, lógico. En cinco años no nos hemos visto. Ya nos vemos más a menudo.—Veo que no te ha cambiado el sentido del humor, así me gusta, por cierto, Gustavo te manda

recuerdos.—¿Y cómo sabía Gustavo que me ibas a ver si se supone que tú no lo sabías?—Porque le envié un whatsapp en el mismo momento en el que te vi anoche, él me había dicho

que igual te encontraba y yo me burlé de él.—El mundo es un pañuelo.—Sí.—¿Y qué tal está, Gustavo, sigue con Helena?—Casado y con dos niños, ¿te lo puedes creer? Carlos también se ha casado y están embarazados y

Jose igual. ¿No es increíble?—Bueno, no tanto que ya tenemos treinta y pico. La gente se casa o se va a vivir en pareja. Tiene

niños. — Dijo Amanda tragando saliva. —¿Y tú, no te has casado?—No, sabes que no soy de bodas, y ¿tú?—Sabes que nunca he soñado con pasar por la iglesia.—¿Y chico, seguro que sí tienes?—No.—No me puedo creer que estés sin pareja. ¿Están ciegos los hombres por aquí?— Igual que alguno de otra ciudad podrían decir.—Tocado y hundido. Echaba de menos tu humor.—Mi humor se siente halagado.—Lo que decía, tu humor es único e increíblemente tuyo. Te he echado mucho de menos.—¿Por qué no me llamaste nada más irme?—Porque me enfadé contigo. Me dolió que te hubieras marchado de esa manera, creía que lo

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nuestro era importante.—Y lo era. Pero no queríamos lo mismo.—Mandy, el tiempo podía haberlo cambiado todo.—¿El tiempo? ¿Qué dices? Alejandro o te enamoras o no, el tiempo no pinta nada en este tema _Si

no hubieras cambiado de número.—¿Qué?—Todo hubiese sido diferente.—¿Crees que te seguía esperando? Ale, esto no tiene sentido. Ya no vale la pena pensar en lo que

hubiese pasado o no. — De pronto le vino la imagen de su hermana a la mente diciéndole lo mismo.—.Han pasado casi cinco años y todo ha cambiado para bien o para mal. Que te he echado de menos,claro, decir lo contrario sería mentirte a ti y a mí misma. Pero hice lo que creía era lo mejor. Igual notenía que haberme venido. Igual. Seguro que tenía que haber hablado contigo, ante todo eras mi mejoramigo pero no lo hice y ya.

—Pero ahora estamos aquí. Juntos otra vez. Podemos volver a empezar.—¿Empezar el qué?—Nuestra amistad. Espera.

Alejandro se levantó y salió del local ante los extrañados ojos de Amanda. No entendía qué estaba

haciendo Alejandro. Igual se había acordado que tenía que llamar a alguien y no podía o , no quería,hacerlo delante de ella. Y de la misma manera que lo vio salir lo vio entrar pedir algo y sentarse enotra mesa. Ahora sí que no entendía nada. Entonces lo vio coger su copa y acercarse a ella.

—Hola, me llamo, Alejandro. ¿Puedo sentarme aquí?— Dijo con una sonrisa en los labios yarrancándole una a ella. Justo así se habían conocido años atrás.

—Sí, claro, la silla no es mía. Está libre.—¿Y tú, cómo te llamas?—Amanda.—Amanda, bonito nombre, nunca había conocido a ninguna Amanda. Sólo a la de la canción.Amanda no pudo evitar comenzar a reírse. Estaba repitiendo con pelos y señales la manera en la

que se habían conocido. Alejandro sonrió, había logrado que su amiga se relajara. Notaba que la estabaperdiendo una vez más y no estaba dispuesto a perderla sin haberla recuperado.

—Anda, cuéntame. ¿Has roto muchos corazones?— Preguntó Alejandro.—Mi humor no habrá cambiado pero tú sigues siendo el mismo cotilla de siempre.—¡Por supuesto! Anda cuéntame.—Bueno, ha habido de todo, pero nada serio.—Sabes que ya te hacía casada o viviendo con alguien.—Pues no. —Dijo Amanda al tiempo que pensaba que Diego no contaba como “vivir con alguien”.

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—Eso quiere decir que no le has de dar cuentas a nadie y te puedo invitar a cenar. No, no me vayasa poner excusas. Es lo mínimo que me debes. Nos tenemos que poner al día.

—Vale, está bien. Los planes que tenía para hoy ya no los tengo así que puedo.—¡Genial! Tu jefe, ese que no para de hablar maravillas de ti me habló de un restaurante que

parece ser que es muy bueno.—¿Cómo se llama? ¿Dónde está?—Je je je, no te rías de mí. No me acuerdo. Espera que lo llamo.—No, no hace falta. Ya elijo yo el sitio, ¿qué te apetece?—Bueno, como apetecerme._ Dijo con una pícara sonrisa_ .No sé. Hala, arroz por aquello de estar

en la tierra del arroz.—¡Qué original! Vale, arroz pues el señorito tendrá arroz. Vamos.¡ Ah! y al café te invito yo pero

la cena la pagas tú, guapito.—¡Ésta es mi Amanda!—No, no te equivoques. No soy tu Amanda.—Bueno, señorita susceptible, ya me entiendes.

Tras pagar salieron del local rumbo al coche de Amanda. Iban poniéndose al día. En realidad,

Alejandro la iba poniendo al día de los cambios de sus amigos. Ella no podía ponerlo al día, al menos,esta noche no podía contárselo. No podía soltarle un eres padre, tienes un hijo, se llama Diego ymenos después que él mismo considerada como locura que sus amigos tuvieran hijos. No, no era unabuena idea contárselo. Nada más poner el coche en marcha saltó el Dream a Little Dream of you .Parecía que la canción la estuviera persiguiendo.

—Vaya. Ayer cuando te vi sonaba esta canción.—¿Ah sí?— Dijo ella como si no se hubiese dado cuenta.—Lo curioso es que cada vez que la oigo me acuerdo de ti.—Y eso, ¿por qué?—No lo sé. Me recuerda a ti y no te puedo decir el motivo porque no lo sé. Y ahora va y suena

nada más subirme a tu coche, curioso, el destino diría Gustavo.—Gustavo está tontito.—Ja ja ja. Se lo diré. Mira este whatssapp es suyo. Quiere saber qué tal contigo.—Para que luego digan que las mujeres somos las cotillas.La noche transcurrió tranquila. Se terminaron de poner al día. Amanda le contó todo lo que podía

contarle. Poco a poco se fue relajando durante la cena y volviendo a reír con las bromas de su amigo,como siempre había ocurrido. Era como si el tiempo hubiese dado marcha atrás. Salvo que no lo habíahecho y había más cambios de los contados.

—¿Vamos a tomarnos algo?— Preguntó Alejandro.

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—No. Estoy rota. Anoche apenas dormí. Y, necesito descansar o el lunes llegaré muerta y creo quetengo una reunión con los madrileños a primera hora.

—Estoy muy a gusto contigo.—Ya pero estoy muerta y he de conducir. — Dijo mirándole a los ojos —.Sí. Yo también estoy a

gusto pero, debe de ser la edad, estoy cansada.—Vale. Está bien, ¿nos vamos, entonces?—Venga, te llevo a tu hotel.Se subieron al coche y en media hora estaban en la puerta del hotel aparcados en doble fila. Tocaba

despedirse.—Me ha encantado recuperarte. Te he echado mucho de menos, Amanda.—Y yo a ti.—¿De verdad, no te apetece tomar algo?—No. No hay que jugar con fuego. Nos vemos el lunes. Descansa.—¿No nos podemos ver mañana?—Mañana no puedo, Ale, lo siento.—Nada, me iré a dormir entonces. Solo y abandonado.—No seas melodramático.¡ Hala, a dormir!—Dijo dejándole dos besos en las mejillas —Te veo el

lunes.Amanda espero a verlo entrar en el hotel. Alejandro la saludó desde la puerta antes de entrar y de

ella arrancar el coche. Su corazón latía con fuerza. Un fin de semana con demasiadas emociones paralas que no estaba preparada. Un fin de semana de reencuentros. Un fin de semana de volver a ver alpadre de su hijo. De ver al hombre del que siempre había estado enamorada.

—No ha ido tan mal la cita. Sin contar que no está preparado para ser padre. Ay, Alejandro sisupieras que fuiste el primero de tus amigos en ser papá. —Dijo poniendo en marcha el coche.

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CAPÍTULO 4

No se lo podía creer. Una segunda mañana relajada en casa. Su madre la había llamado para que setomara el día con tranquilidad, ella y su padre se iban a pasar el día fuera con Javi y Diego. A la tardesus padres le llevarían al niño a casa, así que tenía todo el día para ella sola. ¿Cuánto tiempo hacía queno tenía un día único y exclusivamente para ella? Ya no lo recordaba. Terminó de desayunar y trasrecoger su cama, poner una lavadora y recoger la loza del desayuno se sentó en la terraza a leer bajolos cálidos rayos de sol del mes de mayo.

—¡Esto debe ser la felicidad!— Exclamó en voz alta recostándose en la tumbona mientras pensabaque adoraba a su hijo pero que hacía tiempo que venía necesitando un descanso maternal. Abrió ellibro por donde lo había dejado el día anterior para conocer un poco más del misterioso Grey. Antes depasar al siguiente capítulo el teléfono comenzó a dar señales de vida. Era Esther pidiendo informessobre la salida con Alejandro.

—No, claro que no le hablé de Diego. No le dije que yo tengo un hijo. No hay que ser muyinteligente para atar cabos. No, no está muy entusiasmado con la idea de la paternidad porqueconsidera que los amigos que ya son padres o van camino de serlo están locos. Pues, no sé. Bien. Deresto todo fue bien. Según fue pasando la noche nos parecíamos más a nosotros hace cinco años. No.No lo voy a ver hoy. Además se suponía que hoy estaba con Diego pero sigue con mis padres, así queestoy aprovechando la mañana de sol en la terracita leyendo. Ja ja ja. No, quita, quita. Además, estoyleyendo al de las cincuenta sombras. Entretenido. No es un nobel de literatura pero tampoco es paraponer a la pobre escritora a parir. Hay que sentarse a escribir y saber enganchar a la gente. ¡Ojalá,fuera yo capaz de eso! No. Ja ja ja . No hablo de lo de Grey. Ja ja ja. No me veo ni de dominante ymucho menos de sumisa. Ja ja ja. Hablaba de escribir y conseguir el favor del público. No, me quedoen casa. Además he puesto una lavadora. Mañana nos vemos. Ciao.

Nada más dejar el teléfono sobre la tumbona y prepararse para la lectura sonó una vez más elteléfono. Esta vez era su hermana.

—Buenos días, ¿cómo fue esa boda? Bien, al final, pasaré el informe por escrito. No porque acabade llamarme Esther para preguntarme lo mismo.

Media hora después colgaba el teléfono y volvía a intentar leer pero un par de beeps la hicieronvolver coger el móvil.

Buenos días, lo pasé muy bien ayer.Buenas, yo también.¿De verdad no podemos vernos hoy?No, no puedo.¿Ni un ratito?

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No, no seas pesado. No puedo.¿Una copa?Alejandro, no insistas. Hoy no puedo en todo el día. Tengo cosas que hacer en casa.¿Y si voy a tu casa?No, en otra ocasión. Hoy no puedo.¿Qué tienes que ocultar?¿Tienes un amante que no quieres presentarme?Uno no. Dos.Creíble, ¿nos vemos? Si puedes con dos puedes con tres :) No, no insistas.Te echaba de menos. Esto del whatsapp engancha.Alejandro no me mandes más mensajitos. Tengo cosas que hacer Amanda no pudo evitar reírse.

Dejó el libro y el móvil sobre la mesa. Estaba claro que no la iban a dejar leer ni un rato tranquila asíque mejor hacía algo productivo y tendía la ropa. Mientras sacaba la ropa de la lavadora escuchaba losconstantes beeps de su móvil. Era tentador volver a salir con Alejandro pero sabía que era un error. Élestaba allí de paso y ella le escondía un secreto y no sabía durante cuánto tiempo podía estar a su ladosiendo capaz de no decírselo.

La tarde pasó tranquila como una tarde cualquiera de domingo. Después de comer su ensalada de

fruta y yogurt se tumbó en el sofá a ver un rato la tele. Ver algo que no fuera dibujos animados era unlujo pero nada encontró que le gustara. Terminó por apagar la tele, poner música y coger el libro. Lashoras se le pasaron sin darse cuenta. Casi había acabado el libro cuando el timbre de la puerta la hizoregresar a la realidad. Miró la hora.

—¡Las seis! ¡Cómo pasa el tiempo cuando no se está trabajando!—¡Mamá!— Gritó Diego saltando a sus brazos nada más abrir la puerta.—Cariñet, te dejo que tu padre está en doble fila y aún hemos de llevar a Javi a casa de tu

hermana.— Dijo Luz —¿Qué tal ayer?—Bien, normal. Poniéndonos al día de nuestras vidas. —Contestó Amanda a su madre.—¿De todo?—No, mamá, he de buscar el momento y la manera de decírselo. No es fácil.—Lo sé, cariño. ¡Hala, nos vemos! Si me necesitas ya sabes. ¿Cuándo se vuelve a Madrid?—No lo sé pero no voy a salir con él. Lo veré en el trabajo y ya.—Bueno, ya sabes.— Dijo su madre tras dejarle un par de besos —Hasta luego, Diego.—Hasta luego, abuela. —Gritó desde el salón donde ya sonaba los dibujos.Amanda cerró la puerta y se dirigió al salón. Desde la puerta observó a su hijo ensimismado

viendo a Doramon y por primera vez se percató de lo mucho que se parecía a su padre. Sus ojos, elpelo, la sonrisa y por descontado la altura porque dudaba que en la genética influyeran los diezcentímetros, que ella crecía cuando se subía a sus tacones. Por primera vez pensó en todo lo que se

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estaba perdiendo Alejandro. Sin contar sus padres, los abuelos paternos de Diego.—Ufff, todo lo que te estás perdiendo por mi culpa.—¿Hablas conmigo, mami?—No, cariño, mamá habla sola. ¿Has merendado?—Sí, los abuelos nos han llevado a merendar horchata y fartons.—Uhm, ¡qué rico! ¿Te has divertido?—Sí, mami. ¡Este finde ha sido genial! Hemos jugado a los piratas el abuelo, Javi y yo. Ha sido

muy guay y ayer cenamos pizza y helado. Esta mañana el abuelo compró churros y la abuela hizochocolate. Estaba riquísimo pero mami el tuyo también está muy bueno.

—Ah, gracias.— Contestó sin poder evitar una sonrisa.—Mami, ¿tú lo has pasado bien?—Sí, pero te he echado mucho de menos.—Dijo sentándose a su lado y haciéndole cosquillas.—¿Y qué has hecho?—Hoy he estado en casa leyendo.—¿Y ayer?—Pues, fui a tomar café con un amigo.—¿Un amigo de esos que dan besos?—Preguntó Diego con una sonrisa burlona que hacía sus ojos

pequeñitos.—Pero, ¿qué sabes tú de esos amigos que dan besos?— Preguntó Amanda sin poder evitar las

risas.—Porque mi amigo Jordi tiene una amiga de besos, dice que es su novia, siempre están juntos en

el patio.—¿Y tú, tienes amigas de besos?—No, puaf, ¡qué asco!La cara de su hijo era pura comedia. Amanda no podía parar de reírse de sus cosas y sus gestos

cuando Diego la sorprendió con una pregunta.—¿Mamá, mi papá y tú os dabais besos?La cara de Amanda era un auténtico poema. Su sonrisa desapareció de golpe. Alguna vez Diego

había mencionado algo relacionado con su padre pero nunca de manera tan directa.—Mamá, ¿dónde está mi papá?—Tu papá está trabajando lejos. — Fue lo único que se le ocurrió decir a Amanda.—Pero, mi papá, ¿me quiere?—Diego, ¿cómo no te va a querer tu papá?— Amanda temía ese momento y de pronto había

llegado aunque no sabía muy bien cómo había salido el tema.—Entonces, ¿vendrá a casa y estaremos juntos? ¿Podremos jugar a los piratas y al fútbol?—Pues, sí, cariño, pero también puedes jugar conmigo.

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—Sí, claro, mami, pero…—¿Qué?—Que tú eres una chica. —Contestó riéndose Diego.—¡Diego!— Exclamó entre risas volviendo a hacerle cosquillas.

Amanda dejó de hacerle cosquillas porque escuchó el beep beep de su móvil. Imaginaba quien le

mandaba mensajitos. Él mismo que no había parado de hacerlo en todo el día. Si él supiera por qué nohe quedado con él pensó Amanda.

¿Te apetece una copa?Alejandro, no insistas no puedo. Estoy ocupada.¿Y en un par de horas?No puedo, de verdad, no insistas. Hoy no puedo.Pero, ¿por qué?Estoy con mi sobrino, mi hermana y cuñado necesitaban un día de relax y estoy haciendo de

niñera.Podemos salir los tres. Tres no siempre son multitud.Déjalo, otro día, la próxima vez que vengas. Además pensaba que no te gustaban los niños.Te tomo la palabra. En mi próximo viaje salimos. Y yo no he dicho que no me gusten los niños.

Sólo que me estoy quedando sin amigos con los que salir. Todos casados y con niños o casi. Te veomañana en la ofi.

Vale. Hasta mañanaA las nueve Diego se metía en su cama con un cuento. Estaba derrotado de las aventuras corridas

en el fin de semana en casa de sus abuelos. Amanda aprovechó para acurrucarse en el sofá delante dela tele para ver una película. Miró que daban. No había nada que le gustara especialmente, así quecotilleó entre sus dvds y eligió una de sus favoritas, Arsénico por compasión. Apagó la luz del salón yse metió de lleno en la película. El gran Cary Grant estaba genial en ella, imposible no reírse con lascaras que ponía. De pronto, se acordó de Alejandro, muchas tardes de domingo las habían pasadojuntos viendo cine clásico y ésta era también una de sus favoritas, ¿de quién no? Como por arte demagia no hizo más que venirle al pensamiento y sonar el teléfono.

—Hola, porque mi sobrino está en casa y se ha quedado dormido. No mañana lo llevaré yo al cole.Si el favor completo. Me has interrumpido. Ja ja ja. No. Te he dicho que está mi sobrino. Estabaviendo Arsénico por Compasión. Eso es lo que me has interrumpido. Mira que eres mal pensado. Yasolo y aburrido todo el día. Pues, guapo, tampoco pensabas encontrarte conmigo así que has hechojusto lo que habías pensado. ¿Para qué voy a cambiar si así soy divina? Je je je je. Vale. Está bien. Quesí, la próxima vez que vengas, que sí pesado. Venga, te dejo para terminar de ver la peli e irme a lacama que mañana tengo una reunión a primera hora con los pesados de los madrileños. ¿Qué?¿Qué?

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No, no tengo ni idea. Ricardo no ha comentado nada. Pues, espero que no me ponga a mí. No, no esque no quiera ir a Madrid pero siempre me tocan los marrones. No ir a Madrid no es un marrón y losabes pero es más trabajo. Bueno, no lo sé. Joder, no lo había pensado. Bueno, ya nos enteramosmañana. Oye, ¿tú sabes algo? Vale, vale. Hasta mañana. Buenas noches, que descanses.

Amanda colgó el teléfono y volvió a darle al play para seguir viendo la película mientras pensaba

en lo que le había comentado Alejandro. No sabía quién se iba a encargar de ir a las reuniones aMadrid y esperaba que no le tocara a ella. ¿De verdad era ese su deseo?

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CAPÍTULO 5

Amanda sacó los brazos de debajo de la almohada. Estiró la mano izquierda y palpó sobre lamesita de noche hasta encontrar el Iphone. Miró la hora. Las seis y media. En breve sonaría eldespertador. Quitó la alarma y se levantó de la cama. Comenzaba una nueva semana tras un fin desemana lleno de sorpresas, ya se imaginaba que igual la semana empezaba con otra. No se le habíapasado por la cabeza la idea pero, al comentarle Alejandro lo del enlace con Madrid, supo que le iba atocar a ella. Algo le decía en su interior que, aunque Ricardo no le hubiese dicho nada, le iba a tocar aella. A no ser que Ricardo se fuera a encargar personalmente de asistir a las reuniones en Madrid.

Tras lavarse la cara se miró en el espejo detenidamente. No sabía que buscaba, quizás alguna señalque le indicara qué hacer, qué camino tomar a partir de ahora, porque tenía claro que su vida habíallegado a una etapa diferente con la aparición de Alejandro. Sin olvidar la conversación de la nocheanterior con Diego. Esa había sido otra de las sorpresas de este fin de semana y, probablemente, mayorque el regreso a su vida de Alejandro.

Había llegado el momento. Ahora sí que debía plantearse qué hacer y, sobre todo, cómo hacerlo.Necesitaba pensar en cómo decirle a Alejandro que tenía un hijo y cómo presentarle a Diego a supadre.

—Uff, Amanda, todo esto te lo buscaste tú solita. Ahora te toca apechugar.— Dijo a su imagen delotro lado del espejo.

Tras darse una ducha encendió la cafetera. Abrió su ventana para que entrara el aire de la mañana yfue a la habitación de Diego para ir despertándolo. Amanda observó a su hijo dormir. Se había hechotan grande en tan poco tiempo. El tiempo pasa demasiado rápido y en los niños la evolución esincreíble. Tenía la impresión que ayer mismo lo acunaba en brazos y, ya hacía un par de meses quehabía cumplido cuatro años. Ya era un niño hecho y derecho. Un niño que se preguntaba por su padre ypor qué no estaba con ellos.

Amanda le acarició la cara con su mano derecha. Diego se despertó con el simple y cálido contactode la mano de su madre en su cara. Una sonrisa se dibujó en sus labios. Buen despertar, eso le venía deambos progenitores, tanto ella como Alejandro tenían buen despertar.

—Buenos días, mami.—Buenos días, cariño. Ve despertándote para desayunar, ¿has descansado?—Sí, mami.Amanda entró en su habitación para terminar de vestirse. Un pantalón y chaqueta gris combinado

con una camisa azul de manga corta y tacones azules. Estaban en esa época del año en el que adeterminadas horas del día la manga larga es necesaria y a otras te sobra, así que manga corta bajo lachaqueta. De todos modos, una vez dentro de la oficina se imponía el microclima de los aires

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acondicionados. Tras recogerse el pelo en un moño bajo se dirigió a la cocina para desayunar con suhijo. Le sirvió el colacao mientras las tostadas saltaban en la tostadora. Para ella con mermelada demanzana, para Diego de melocotón. Ambos disfrutaban de ese momento del día porque no volverían averse hasta las siete de la tarde que Amanda lo recogía en casa de sus padres.

A las cinco y media salía del cole. Su abuela lo recogía cada tarde. Los martes y jueves lo llevabaa entrenar al fútbol y el resto de los días iban directos a casa o al parque, dependiendo de cómoestuviera la tarde. Amanda le estaría eternamente agradecida a sus padres. Sin ellos no hubiese podidocriar a Diego. La conciliación familiar es difícil pero para una madre soltera es casi un imposible. Ano ser que ella hubiese renunciado a prosperar en su carrera profesional pero le gustaba demasiado sutrabajo como para hacerlo y pensaba que la mejor de las armas para luchar por la conciliación no erael abandono de tu profesión, sino el lograr compaginar ambas cosas. Luchando por los cambios dehorarios y un sinfín de cosas más.

A las ocho menos cuarto, como cada mañana, salían de casa rumbo al coche. La mañana estabasoleada pero aún el sol no calentaba lo suficiente. Amanda abrió el coche acordándose que no estabacolocada la silla de Diego.

—¿Y mi silla?—Enseguida la coloco. Súbete y siéntate al otro lado mientras la coloco.— Amanda dejó su bolso

y su chaqueta en el asiento del copiloto. Era incapaz de conducir con la chaqueta puesta. Abrió elmaletero para coger la silla y la colocó en un momento mientras pensaba en el motivo de por qué noestaba la silla en su sitio. Acordándose acto seguido que en breve volvería a verlo.

A las ocho Diego estaba en casa de sus tíos. Vicente dejaba cada mañana a su hijo y sobrino en elcolegio, él trabajaba allí y se hacía cargo de llevar a los niños cada mañana. Sí, había sido muyafortunada con la familia que le había tocado y la ayuda que recibía de ellos cada día. Le dio dos besosa su hijo y se dirigió al trabajo. Era las nueve menos cuarto cuando Amanda, aún sentada en el coche,se ponía la chaqueta. Se miró en el espejo para comprobar cómo estaba, dándose cuenta que si estabacomprobando el estado de su maquillaje y de su pelo era porque iba a ver a Alejandro. Un beep beepsonó en su bolso.

¿Te tomas un café conmigo antes de entrar? Por cierto, estás muy guapa.Amanda miró a ambos lados de la calle hasta que vio a Alejandro haciéndole señas desde la acera

de enfrente. Guardó el móvil y tras cerrar el coche cruzó la calle.—Buenos días, ¿qué tal se te da elpapel de madre?

—¿Qué?—¿No se supone que tenías a tu sobrino hasta hace un rato?—Ah, sí, acabo de dejarlo en el cole. Buenos días.—Entonces, ¿un café?—Venga. Vale pero porque ayer te dije que no, porque acabo de desayunar.

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—Y yo pero necesito otro café antes de entrar en la reunión.

Entraron en un bar junto a la revista. Se quedaron de pie en la barra. Tenían tiempo para un caférapidito y nada más. Ninguno de los dos se caracterizaba por llegar tarde.

—Me dejaste solo ayer.—No seas peliculero. Conmigo no contabas al venirte y te recuerdo que junto contigo se vinieron

un par de compañeros, así que lo que se dice solo no estabas. —Contestó sin poder contener unaamplia sonrisa.

—Eres lista, muy lista, y no se te escapa una.—Eso ya lo sabías. Tómate el café que he de dejar un par de indicaciones antes de entrar yo en la

reunión.—¡A sus órdenes!

Nada más entrar en el edificio de la revista, Amanda se dirigió a su departamento, tenía que

comprobar un par de correos y dar algunas instrucciones antes de meterse en la reunión. Alejandro sequedó hablando con Ricardo, el cual lo llevó hasta la sala de reuniones, en donde estaba todopreparado para la reunión que empezaría de un momento a otro.

—¿Hay algo que no sepa?_ Preguntó Esther.—¿Sobre qué?—Sobre ti y Alejandro.—Nada, nada nuevo.—Entonces es pura casualidad vuestra llegada juntos.—Sí, nos hemos encontrado abajo y nos hemos tomado un café. No hay nada más.—Vale, anda vete tranquila a la reunión que yo lo tengo todo controlado.—Ok, deséame suerte.—¿Suerte? ¿Con qué?—Me estoy temiendo algo que no se me había pasado por la mente.—¿El qué?—¿Quién irá a las reuniones a Madrid?—¡Ostras! Seguro que tú, ¿no quieres?

Amanda hizo un gesto con los hombros, recogió su Ipad de la mesa y encaminó sus pasos hacia la

sala de reuniones. Al llegar se encontró con Ricardo hablando muy amigablemente con Alejandro, elcual escuchaba atentamente las historias del primero.

—Hola, Amanda, bueno, ya os conocéis. Amanda es de lo mejorcito que tenemos en la revista.—Hola, buenos días, gracias por los cumplidos.En un par de minutos todos estaban sentados en la mesa de la sala de reuniones. Ricardo comenzó

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con su discurso y presentó oficialmente a Alejandro, todos lo habían conocido la noche del viernestras la cena. Tras su discurso le tocó el turno a Alejandro. Para Amanda, aquella era una novedad,nunca había coincidido profesionalmente con Alejandro, descubriendo una nueva faceta igual decautivadora. Sabía llevar a la gente a su terreno de manera sutil e inteligente. Tras él y su discursosobre la nueva etapa que se abría ante sus ojos volvió a hablar Ricardo. Y en ese momento de lareunión, casi una hora después de haber entrado en la misma, Amanda descubrió que sus sospechaseran reales y ella iba a ser el enlace entre Valencia y Madrid, lo que significaría ir a la capital almenos una vez al mes.

No sabía si aquello le gustaba o le disgustaba. Estaba claro que profesionalmente hablando erabueno pero su situación personal no reunía las mejores condiciones para estar yendo y viniendo aMadrid. Este avance profesional significaba tener que depender un poco más de su familia. Sabía quesus padres estarían encantados con tener a Diego en casa alguna noche al mes. Diego ya no era unbebé, que necesitara constantes cuidados. Es más, era un niño bastante independiente y maduro para suedad.

Luego estaba el tema de Alejando. Tener que lidiar con él. Uff , no sabía qué iba a ocurrir con eseacercamiento porque estaba claro que se estaban acortando las distancias. No sólo se habían vuelto aver después de cinco años sino que había notado la presencia de esa química, siempre existente entreellos. Ahora mismo, en aquella sala la notaba. Él no le había quitado ojo y menos ahora que le habíatocado hablar a ella, tras recibir su nombramiento.

—Está claro que esto me ha llegado de sorpresa. Sinceramente, me doy cuenta de mi propiaingenuidad a veces porque he estado trabajando codo con codo en este proyecto con Ricardo y enningún momento se me pasó por la mente los viajes a Madrid. — Comentó Amanda con una ampliasonrisa en los labios mientras sus compañeros se reían con su comentario. —.Bueno, no voy a negarque es un honor para mí el ser la elegida porque ese es un claro indicio de la plena confianza quedesde la dirección de la revista se tiene en mí. Ahora sólo espero no defraudar. Ah, pero ya pediré yomis compensaciones por estos desplazamientos. —Dijo sin perder la sonrisa de su cara.

—Por supuesto, Amanda— Dijo su jefe.—Para mí será un placer trabajar directamente contigo, Amanda.— Dijo Alejandro clavándole la

mirada.

Diez minutos después Amanda estaba de vuelta en su departamento donde todo transcurría con lanormalidad de cada día. A Esther no le hizo falta preguntarle a Amanda. Nada más verla supo que ellasería la responsable de las comunicaciones con Madrid.

—Igual es una señal del destino.—¿Una señal?— Preguntó Amanda.—Bueno, más que una señal creo que es un letrero luminoso de esos que tienen los bares de

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carretera. Éste tiene hasta una flecha indicativa en continuo movimiento sin dejar de señalarte. —Bromeó Esther.

—¡No te burles!—No lo hago. Sólo que igual ya ha llegado el momento de dar la cara, de enfrentarte a algo que

sabías llegaría. Claro que ha llegado a lo grande.El teléfono sonó en su mesa.—Amanda González, buenos días._ Contestó.—Amanda. No hagas planes para la comida. Comes conmigo y Alejandro para ir poniendo temas

en común. Él estará aquí hasta mañana así que vamos a aprovechar y a asentar mejor todo.—De acuerdo, Ricardo. Sí, a las dos, de acuerdo. ¿Reunirme con él? Sí, claro, pero mejor a la

tarde. Ahora he de arreglar algunas cositas. Vale, hasta luego.

Amanda respiró profundamente tras colgar el teléfono y se concentró lo mejor que pudo en sutrabajo. Estaba claro que no pensaba con claridad porque si su nombramiento estaba cantado, esareunión era obvia, necesaria e imprescindible. Desde este momento se reuniría con Alejandro, por lomenos, una vez al mes. Se vería con el padre de su hijo todos los meses y eso la hacía sentirse egoístapor no haber compartido a Diego con él, por no haberle dejado a Diego disfrutar de su padre.

Sin darse cuenta las horas de la mañana pasaron rápidamente. Finalmente, había podido meterse de

lleno en su trabajo, incluso, le había dado tiempo de preparar un par de ideas para la reunión conAlejandro. Ante todo ella era una profesional y sus problemas personales tenían que esperarse en lapuerta de la oficina a que ella lograra aclararse y solucionarlos.

—¿Sigues ocupada?—Preguntó Alejandro que había entrado en su pequeño despacho sin que ellase diera cuenta.

—¿Ya es la hora?—Sí.—Envío este email y ya está. —Dijo Amanda mientras veía la foto del salvapantallas de su

ordenador. Diego vestido de pirata presidia su ordenador. Apagó la pantalla deprisa para queAlejandro no tuviera tiempo de verlo.

—Me alegro que seas tú la encargada de ir a Madrid. Ahora que nos hemos vuelto a encontrar novoy a dejar que te escapes como hace cinco años. —Dijo Alejandro justo antes de la llegada deRicardo.

—Chicos, ¿vamos?

Amanda miró la hora. Pasaban de las seis de la tarde. Aún seguía reunida con Alejandro. La tardehabía sido muy productiva. Pese a todos sus miedos iniciales ambos habían sido capaces de olvidarsede su extraña relación y concentrarse únicamente en el trabajo. Alejandro la vio mirar el reloj.

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—Mejor seguimos mañana.—Sí. —Asintió Amanda.—¿Cenamos juntos?— Preguntó Alejandro, esa era la pregunta que ella había temido todo el día.

Sabía que él se la iba a hacer.—No puedo.—Te has convertido en una chica misteriosa y ocupada. Sábado ocupada, domingo igual y hoy.—¡Eh!, el sábado cené contigo.—Oh, ¡alabado sea dios!— Bromeó Alejandro. —Amanda que si hay alguien lo entiendo. No pasa

nada.—No, no es eso. Es el cumpleaños de mi padre y voy a cenar con mis padres.—Bueno, pues, entonces nos vemos mañana.—Hasta mañana.— Contestó viéndolo salir de su despacho. Amanda recogió sus cosas sintiéndose

culpable por aquella mentira piadosa. Alejandro regresó al despacho despertándola de suspensamientos.

— Pero para una copa rápida tienes tiempo, ¿no?— Dijo en tono suplicante —no me apetecemeterme ya en el hotel.

— Está bien, pero sólo una y rapidito.

Media hora más tarde de lo habitual recogía a su hijo con una sonrisa tonta en su cara. Sonrisa quehizo sonreír a su madre nada más verla. Hacía tiempo que no veía sonreír a su hija de aquella manera.

—Me alegra verte tan contenta.—¿Qué?—No lo niegues, cariño, esa sonrisa te delata.— Dijo tras darle dos besos su madre— ¿Qué tal

todo?—Mami, no sé qué decirte. Bien y mal. Bien porque he visto la confianza que tienen en mí en la

empresa, mal porque desde ahora me tocará viajar a Madrid al menos una vez al mes. Así que tecargaré con Diego.

—Cariño, sabes que Diego no es ninguna carga y, bueno, igual esto es el comienzo del caminopara que padre e hijo se conozcan.

Las palabras de su madre retumbaban en su cabeza mientras veía la tele en el silencio que se había

hecho en la casa tras acostarse Diego. Hoy apenas habían estado juntos. Eso era lo peor de ser madre yprofesional, poco tiempo de disfrute con su hijo. Muchas cosas tenían que cambiar en el país en eltema de la conciliación. El beep beep del móvil interrumpió sus pensamientos.

¿Aún de celebración?Amanda miró la hora. Pasaban de las diez.

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Acabo de llegar a casa.¿Qué haces?Ver una peli. Desconectar del trabajo que hoy tuve una larga reunión con un pesado madrileño.Eso me han dicho, je je je… me ha encantado trabajar contigo. Una manera nueva de conocerte.

Eres perfecta hasta en el trabajo.Gracias por el cumplido. Mañana más.Sí, mañana más.¿A qué hora te vas mañana?Tras la comida, ¿comes conmigo?Vale.Buenas noches Buenas noches

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CAPÍTULO 6

Nada más aparcar vio a Esther haciéndole señas desde la puerta del bar. Miró la hora. Sí, teníantiempo para tomarse un café tranquilamente y charlar un rato antes de entrar en la oficina. Necesitabahablar con su compañera y amiga. Ella era la única persona del trabajo que conocía su gran secreto, laúnica que sabía que Alejandro era el padre de su hijo.

—Buenos días, jefa.—¡Qué graciosa estás!Sí, era verdad que Amanda era su jefa pero no se trataban como tal porque había muy buen

ambiente en el departamento y cada uno sabía cuál era su sitio. La amistad no había supuesto ningunadificultad entre ambas porque sabían diferenciar entre lo profesional y la amistad. Algo que no todo elmundo lograba alcanzar porque no es nada fácil trazar esa fina línea, línea que puede llegar aconvertirse en una grieta. En una amistad fracturada.

—¡Muy guapa se nos ha puesto hoy!— Bromeó Esther.—¡No digas tonterías!—Bueno, cuenta. —Dijo Esther mientras dejaba el café de ambas en una mesa.—Ufff, Esther, estoy hecha un lío.—Normal, eso entra dentro de la lógica.—¿Cómo salgo de ésta?—A ver, si has logrado criar a un hijo tú sola y salir adelante en tu profesión. De ésta también

sales.—No es lo mismo. Con Diego he tenido ayuda, ¡hasta tuya! Pero, ¿cómo voy a lograr salir de ésta

y no meterme en un fregado?—Cariño, en el fregado ya estás metida de lleno desde hace casi cinco años. Ahora has de lograr

salir. Intentar hacerlo con la victoria en tu mano, sin que se enfade Alejandro por el secretito.—Y ese es otro.—¿Qué quieres decir?—Alejandro, ahora no para de mandarme mensajitos. Mensajes que pueden llevar a la confusión.—¿Confusión?—Sí, demasiado atento. No sé a qué juega, sobre todo porque sabe que nos pasó años atrás.—¿Te sigue gustando?—No.—Ja, eso no te lo crees ni tú. Claro que ¿cómo no te va a gustar? El colega está como le da la gana

y su manera de mirarte no es precisamente de serle indiferente.—No te confundas tú ahora. Eso me decía todo el mundo hace años y mira. Bueno, ya va siendo

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hora de entrar a trabajar.—¿Te reúnes con él ahora?—Sí y como con él, hoy se vuelve a Madrid, ¿por qué esa risita?—Porque estoy viendo que en una de éstas te nos quedas en Madrid.—No, eso sí que no.—Sí, sí.— Dijo Esther dirigiéndose a la puerta.—Anda. Vámonos a trabajar.—¡Qué bien cambiamos de tema!— Bromeó Esther—¡Uy, mira quien está llegando!

Amanda y Esther saludaron a Alejandro, el cual se unió a ellas de camino a la revista. Esther le

lanzó un guiño a Amanda al ver como Alejandro la había mirado y sonreído nada más verla.—Jefa, antes de que te reúnas con Alejandro pásame los artículos que había que corregir.—Eh, vale, te los paso ahora por email.— Contestó Amanda entrando en su despacho seguida por

Alejandro.Amanda dejó su bolso y su chaqueta en el perchero bajo la atenta mirada de Alejandro que se había

quitado su chaqueta dejándola en el espaldar de su silla.—¿Te apetece un café?—La verdad es que me vendría bien.—¿Sabes dónde está el office? Bueno, espera le envío una cosita a Esther y te acompaño.Media hora después ambos estaban sentados en el despacho de Amanda terminando de trazar la

nueva línea editorial a seguir en la que sería la nueva revista surgida de la fusión. Junto a las nuevastendencias literarias, las novedades en el sector, entrevistas a autores se sumaba ahora el mundo de lablogosfera. Las blogs-novelas estaban entrando de manera muy fuerte en el mundo de la literatura y seabría un nuevo espacio en la revista. Se daría a conocer a nuevos autores, conocidos por los seguidoresdel mundo de la blogosfera, se les daría recursos, trucos para adentrarse en el mundo editorial. Ambosllevarían conjuntamente esta nueva sección. Él desde Madrid y ella desde Valencia, ambos tendríanque investigar dentro de la blogosfera, conocer a los nuevos escritores y darlos a conocer.

Verlos trabajar juntos daba clara respuesta de porqué ellos habían sido los elegidos. Tenían unentusiasmo contagioso. Eran brillantes, rápidos a la hora de buscar ideas y de plasmarlas. Formabanun muy buen equipo de trabajo, imposible encontrar a dos personas más compenetradasprofesionalmente hablando. Sin duda, con ellos a la cabeza, aquella nueva sección, la nueva imagen dela revista, saldría adelante.

—En dos semanas tendríamos que tenerlo.—Sí, totalmente de acuerdo contigo, ¿te vendrás a Madrid?—A Madrid. Sí, claro.—En Madrid, todo el mundo quiere conocerte. Han oído hablar de ti muy bien y están deseosos de

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que vayas.—Sabes lo curioso de todo esto, que yo sabía que un Alejandro Rodríguez venía, y nunca creí que

fueras tú. No sé por qué pero ni me lo planteé.—Ni yo que tú eras la Amanda de la que me hablaba mi jefe y Ricardo. La verdad es que sí es

curioso. Como curioso es lo rápido que pasan las horas a tu lado, ¿vamos a comer? Ya pasan de lasdos.

—Sí, vamos, ¿a qué hora te vas?—¿Tantas ganas tienes de perderme de vista?—No, sabes que no es eso, ¡señor susceptible!—Pues, después de comer, tras reunirnos con Ricardo me voy. Te voy a echar de menos. Me gusta

trabajar contigo.—Y a mí, quiero decir que me gusta trabajar contigo. Conmigo lo hago siempre, je je je.

Salieron entre risas del edificio y fueron a un bar cercano. No había tiempo de irse más lejos. Un

pequeño restaurante italiano al que Amanda iba de vez en cuando con Esther cuando querían salir de lamonotonía de los menús, de las ensaladas y la comida a la plancha. Nada más entrar empezó a sonar elDream a Little Dream y Amanda comenzó a pensar que aquella canción los perseguía.

—Eh, tu canción.—Dijo Alejandro.—No es mi canción.—Sí, por algún motivo me recuerda a ti. Creo que ya te lo había comentado.—Sí, bueno, por lo menos es bonita.— Amanda esbozó una sonrisa pero porque le venía el drina

litol de su hijo, si Alejandro supiera el simbolismo de aquella canción.

Las dos horas de la comida se fueron rápidamente. Y es que el tiempo pasa muy rápido cuando unoestá a gusto y muchas eran las historias que les habían pasado en los últimos cinco años. Nadie que losviera se imaginaría la distancia existente entre ellos en los últimos años, pues, hablabananimadamente y las risas aparecían constantemente entre anécdota y anécdota.

—Gustavo, Carlos y Jose quieren verte cuando vengas a Madrid.—Bueno, no sé si habrá tiempo para verlos.—Podríamos hacer coincidir nuestra reunión con un fin de semana y así te quedas más días.—Bueno, se verá, lo estudiaré.—¿Qué tienes que estudiar?—Preguntó Alejandro —Pensaba que te apetecía verlos.—Y me apetece. —Contestó Amanda mientras en su cabeza le venía la imagen de Diego y que las

idas y venidas no eran tan sencillas para ella.— .Bueno, será mejor que nos vayamos o se te hará tarde.— No tengo prisa. No me está esperando nadie en casa, ya te lo he dicho.—Ya.

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Nada más volver a la revista fueron al despacho de Ricardo para ponerlo al corriente de susavances y marcar la línea para las siguientes reuniones. Cada quince días les tocaría reunirse,turnándose en los viajes para que no siempre viajara el mismo de los dos. Amanda sabía que ,en unode esos viajes, tendría que contarle aquello que los unía y, eso la ponía nerviosa.

—Amanda, ¿estás aquí?—Preguntó Ricardo.—Sí, sí, estoy de acuerdo con lo dicho.—¡Genial! Entonces nos vemos el viernes veinticuatro.—Sí, el viernes veinticuatro. Bueno, los voy a dejar que he de seguir trabajando. Con tanta reunión

no he podido reunirme con mi equipo y ver si todo va bien.—Seguro que sí. Tienes el mejor equipo de toda la revista.— Contestó Ricardo.—Sí, la verdad es que no me puedo quejar del equipo que dirijo. Alejandro te veo antes de irte.—Sí, ahora me paso por tu despacho.

Amanda necesitaba respirar. Le ponía nerviosa la simple idea de pensar en todo lo que se le

avecinaba. No sabía qué hacer, ¿cómo se le decía a alguien que era padre? ¿Cómo decirle a Alejandroque tenía un hijo de cuatro años? ¿Se lo tomaría bien? ¿Se enfadaría con ella por habérselo ocultadodurante estos años?

—Mandy, me voy. — Dijo Alejandro desde la puerta. Amanda dio un salto en su silla porque no lohabía escuchado acercarse.— .No era mi intención asustarte. —Dijo un sonriente Alejandro.

—Imagino, bueno, nos vemos en dos semanas. — Contestó levantándose de su silla y acercándosea la puerta.

—Me ha encantado esta sorpresa del destino, que fueras tú mi nueva compañera. Recuperarte es lomejor que me ha pasado en cinco años. Bueno, sin contar las Eurocopas ganadas por la selección y elmundial. —Bromeó Alejandro.

—Sí, ríete, pero sé que lo dices en serio. — Rio Amanda sintiendo el abrazo de su amigo ypercibiendo ese aroma que tanto le gustaba. —.Conduce con cuidado.

—Te llamo cuando llegue.—Vale.

Nada más marcharse Alejandro y volver a su mesa vio que tenía varios emails nuevos. Entre ellos

uno de Esther.

De : Esther Pérez A: Amanda González Martes 07 de mayo, 2013

17.15

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Querida Jefa,Negar las obviedades es una soberana tontería.Esther

De : Amanda González A: Esther PérezMartes 07 de mayo, 2013

17.18

Grrrrrr

Amanda

—Mamá, tu móvil está sonando, ¿contesto?—No. — Gritó Amanda desde el baño .— .Déjalo sonar, ahora veo yo quien llama. Ve a la cama

que ahora te doy tu besito desde que salga de la ducha.

Diego hizo caso a su madre y siguió rumbo a la cama haciendo caso omiso del teléfono. Amandaimaginaba quien la llamaba y no era cuestión de tener que empezar con explicaciones. Terminó deducharse y tras secarse, hidratarse y ponerse el pijama fue a darle un beso de buenas noches a su hijoque estaba ya en su cama.

—Buenas noches, cariño— dijo Amanda dejándole un par de besos a Diego —,¿te apago la luz?—Sí, mami. — Contestó Diego a Amanda que ya estaba en la puerta de la habitación.— Mami.—Dime.—Te quiero muchooooo.—Y yo a ti.— Dijo Amanda volviendo a su lado y dejándolo otro par de besos.

Nada más salir de la habitación de Diego fue a buscar su móvil. Tal y como se había imaginado la

llamada era de Alejandro. Notó un cosquilleo en la barriga nada más ver su nombre. Encendió la tele aver que daban y relajarse un rato. Aún daban las noticias, deportes, fútbol y aprovechó para mandarleun whatssapp, no se veía con ánimos de comenzar una conversación.

Perdona estaba en la ducha. Supongo que ya estás en casita Sí, sólo quería decirte que habíallegado sano y salvo. ¿Qué haces?

Nada. Ver la tele un rato.¿Alguna peli digna de ver?Por el momento, las noticias, deportes. Bueno, fútbol que es lo que dan en las noticias de este país.Cuando vengas te quedas en mi casa.

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La revista me paga hotel.Pero yo tengo habitación disponible. No seas tonta ¿Y perderme el desayuno de hotel?¡Te prepararé un superdesayuno que ni el Ritz!Bueno, ya veremos, buenas noches ¿Buenas noches? Je je je, así que no quieres seguir hablando

conmigo, sutil manera de decirlo, sí señor.No, no es eso, ¡señor susceptible!Entonces, ¿hablamos?¿De qué quieres hablar?No sé, cualquier cosa me vale.Alejandro, ¿a qué estás jugando?¿Jugando?Sí, jugando.No se lo podía creer. El teléfono volvía a sonar pero esta vez no era un mensaje sino una llamada

de Alejandro. Respiró profundamente y contestó.—¿Te has aburrido de escribir?¿Qué? No, no, no es eso. Ale acabamos de volver a vernos después

de casi cinco años. Si dejamos de estar en contacto fue porque, porque jugamos con fuego y nosquemamos. Bueno, mejor decir que me quemé, así que esto de los mensajitos me crea inseguridad. Sí,inseguridad de volver a tropezar en la misma piedra. — Amanda tragó aire mientras escuchaba aAlejandro —.Sabes perfectamente que me ha encantado encontrarme contigo y trabajar contigo perodame tiempo. Ja ja ja ja, no. Otros cinco años no pero deja que las cosas fluyan y ya. Y ahora te dejoque me lo he pensado mejor y me voy a poner a leer. Las cincuenta sombras de Grey. Ja ja ja, ya tecontaré que estoy a punto de terminar la segunda parte. Besos.Ja ja ja. Sí estoy aprendiendo muchascosas. Ja ja ja, genio y figura hasta la sepultura. Buenas noches, muaaack.

No podía evitar la sonrisa tonta que afloraba en sus labios. Era evidente volvía a entrar en arenas

movedizas pero estaba segura de poder controlar el peligro y no hundirse en ellas. Apagó la tele pusomúsica de fondo y se relajó en el sillón con la lectura.

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CAPÍTULO 7

La claridad comenzaba a entrar por los pequeños huecos de la persiana. Amanda abrió los ojos yremoloneó en su cama. Había sido una semana demasiado intensa. Un pasado fin de semana desorpresa tras sorpresa y una semana con mucho trabajo. El nuevo proyecto le ocupaba gran parte de sutiempo y un sinfín de correos electrónicos entre ella y Alejandro se habían apoderado de su ordenadora lo largo de la semana. Correos de trabajo sí y whatsapps personales cada día al despertar, antes dedormir. Alejandro había vuelto con fuerza a su vida y parecía no estar dispuesto a no dejar huella.Estaba claro que su intención era quedarse en su vida, quería volver a tener un hueco importante en elespacio vital de Amanda. Pero, ¿cómo quería volver? ¿Qué quería ella? Ni ella misma sabía lo quequería.

Ahí llegaba el primer mensaje de la mañana. Un beep beep comenzaba a sonar sobre su mesita denoche y estaba segura que era de él, ¿quién si no le iba a enviar mensajes un sábado a las nueve de lamañana? Estiró su brazo por fuera de la sábana y palpó hasta encontrar el teléfono. Exacto, no habíaerror a dudas. El nombre de Alejandro aparecía en la pantalla de su Smartphone.

Buenos días, ¿aún en la cama, dormilona?Acabo de despertarme, no me has despertado tú por los pelos. Buenos días, ¿qué haces ya en pie y

con el teléfono en la mano?Acabo de llegar de correr. Algunos necesitamos mantenernos en forma. Otras siempre están

divinas.

Amanda no sabía cómo demonios lo hacía pero lograba sacarle los colores hasta por escrito.Si es un cumplido gracias.No es un cumplido es una realidad. ¿Qué haces hoy?Pues, aún no lo sé. Por el momento, levantarme tranquilamente, ¿y tú?Puaff, esta noche tengo cena de parejitas. Te podrías venir y acompañarme.Sí, claro, no pensaba yo en otra cosa que en ir a Madrid para acompañarte a una cena. Va a ser

que no.Había que intentarlo.Amanda se levantó con una sonrisa dibujada en la cara. No podía negar que le encantaba

despertarse con aquellos mensajes. Pero, por otro lado, le daba terror el juego en el que estabanentrando. Sin olvidar que aún no había pensado cómo hablarle de Diego.

—Buenos días, mami, ¿puedo poner los dibus?—Preguntó Diego desde la puerta de su habitacióncuando ella estaba lavándose la cara en el baño.

—¿Desde cuándo me preguntas?— Preguntó Amanda sin poder evitar reírse y devolviéndole elabrazo a su hijo.

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—¿Puedo?—Sí, hala ve a ver dibujos mientras preparo el desayuno.

Tras encender la cafetera preparó el colacao de Diego. Iba a preparar las tostadas cuando recordó

que su madre le había enviado unas deliciosas galletas caseras. Abrió al armarito de las “cosasprohibidas” y sacó la lata de galletas. Colocó todo en la mesa y llamó a Diego, que a regañadientesvino a desayunar con su madre. Prefería los dibujos al desayuno pero sabía cuáles eran las normas yentre ellas estaba la de “prohibido comer en el salón”. Poco tiempo libre le quedaba a Amanda comopara tener que usarlo en limpiar miguitas de los sillones.

—Mami, ¿vamos a ir a casa de los abuelos?—Pues, no lo había pensado. Igual este fin de semana les apetece salir solos, que la semana pasada

te tuvieron a ti y Javi todo el fin de semana. E igual el próximo fin de semana te tienes que quedar conellos porque seguramente me he de ir a Madrid.

—¿Te vas a Madrid?—Sí, pero aún no sé si me quedo un par de días o no.—¿Y yo no puedo ir?—Cariño, voy a trabajar y tú tienes cole. En otra ocasión.—Vale, además, me encanta quedarme en casa de los abuelos y ellos tienen piscina.—Ya— contestó tras darle un sorbo a su café con leche.—Mami, sabes que mi amigo Jorge tiene un cachorrito. —Dijo Diego como el que no quiere la

cosa. —.Es muy bonito.—Sí, los cachorritos son muy bonitos pero no podemos tener un perro, cariño .—¿Por qué?—Piensa, ¿no te daría pena saber que estaría solito en casa todo el día desde que nos marchamos

temprano hasta que regresamos por la noche?—Bueno, un poquito, pero son tan bonitos._ Insistió.—Diego, a mí me encantan los perros pero no vamos a tener uno. Ahora mismo no podemos, lo

siento, cariño, pero no te voy a complacer en eso.— Contestó Amanda viendo la cara de pena de suhijo. —.Cariño, igual dentro de un tiempo cuando mamá tenga menos trabajo y tú seas un poquitomayor.

—Y papá esté en casa.—Dijo Diego ante los atónitos ojos de Amanda —.Entonces seremos trespara cuidar del perrito.

—Diego, ¿de dónde has sacado que papá va a venir a casa?—De un sueño— contestó —,papá se venía a nuestra casa pero no era esta casa era otra. ¡Ojalá, se

haga realidad mi sueño, mami! ¿A que sería muy guay?Amanda miraba atónita a su hijo sin saber qué contestarle. El teléfono la salvó de tener que darle

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una respuesta.—Hola, mami, no, nada. Aquí desayunando con tu nieto y escuchando sus historias. No, no he

pensado qué hacer pero, ¿no estás cansada de nosotras y de niños? Vale, vale. Sí, esta mañana he delimpiar algo, poner una lavadora pero a la hora de comer o un poco antes estamos ahí. Ya te contaré.Besitos, mami.

—¿Vamos a comer a casa de los abuelos?—Sí, así que me voy a poner las pilas y a recoger para no ir muy tarde y así te da tiempo de darte

un baño en la piscina.—¿Van a ir los tíos y el primo?—Sí, allí tendrás a tu primo para que volváis loco a tu abuelo con las batallas de piratas.—

Bromeó Amanda.Terminaron de desayunar. Diego regresó al salón a ver dibujos mientras Amanda se puso a hacer

todas las tareas de la casa que durante la semana le eran casi imposible de realizar. Mientras recogía lahabitación de su hijo recordó el sueño de Diego. Le parecía alucinante que a su hijo le hubiese dadojusto en estos días por estar hablando de su padre. Sabía que era normal porque el niño cada día eramás grande, obvio, y además era muy listo y despierto para su edad. Pero, también era casualidad quejusto ahora que Alejandro había aparecido, él estuviera hablando de su padre.

—Al final me volveré loca entre unos y otros.— Dijo Amanda en voz alta mientras escuchaba unbeep beep de su Smartphone.

¿Entonces no me vas a acompañar esta noche a la cena?¡Mira que eres pesado!Más bien insistente y ya sabes que el que la sigue la consigue.Va a ser que hoy no.Bueno, pero igual sí la próxima semana.Ja ja ja, yo no he dicho que me vaya a quedar.Pero sé que lo harás Eso está por ver y te dejo que estoy limpiando.No te canses. BesosAmanda dejó el móvil en el escritorio que tenía en su habitación y siguió limpiando. No podía

quitarse de la cabeza a Diego y Alejandro. Ahora se daba cuenta de lo injusta que había sido conambos. Alejandro tenía que haber podido elegir si quería o no tener ese hijo y Diego tenía todo elderecho del mundo a tener un padre. A disfrutar de su padre. Sí, igual había actuado mal pero ahora yaestaba hecho y lo que debía pensar era qué hacer ahora, cómo presentarlos. Igual sí debía quedarse elfin de semana en Madrid y hablarle a Alejandro de Diego.

Alrededor de la una y media Amanda y Diego entraban en la urbanización de sus abuelos. Hoy no

había aparcado en la puerta pero no le había costado nada encontrar un sitio. Debía de estar en racha

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últimamente para encontrar aparcamiento. Su padre y Javi ya estaban metidos en la piscina cuandoentraron en el jardín. Diego miró a su madre con ojos suplicantes.

—Entra a darle un beso a la abuela y a quitarte la ropa, ¿no?— Dijo sin poder evitar reírseacercándose al borde de la piscina para saludar a su padre, dándose cuenta que también estaba Vicenteen la piscina. —¡Vaya, todo el género masculino de remojo!

—Hola, cariño, ¿te vas a dar un bañito?—Venga tía, sí, ¡qué es muy divertido!— Insistió Javi.—Igual luego, anda os dejo para ver qué hace Diego.

Amanda entró en casa de sus padres. Diego se quitaba la ropa a toda prisa mientras su abuela iba

recogiendo la ropa.—¡Qué guapo es mi niño!—Decía la abuela mientras lo besaba.—¡Tú más abuela!— contestó Diego dándole un abrazo muy fuerte. —Pero ahora me tengo que ir

a la piscina.—¿Te tienes que ir?— rio Amanda —¿Es una obligación?— preguntó entre risas acercándose a la

puerta para ver a su hijo ir hacia la piscina donde su primo lo saludaba efusivamente, como si hicierameses que no se vieran.

Amanda saludó a su madre y hermana tras dejar su bolso sobre el sillón y tirarse al lado de suhermana.

—¿Qué tal todo hermanita?— Preguntó Cris.—Uff, ¿por dónde empiezo? ¿Con la petición de un perro de mi hijo?¿ Con que Alejandro ha

vuelto con fuerzas y no deja de enviarme mensajes?¿ Con que ahora cada quince días he de verlo?¿Con que quiere que me quede en su casa?¿ Con que he pensar cómo contarle que tiene un hijo? O lomejor ¿que ahora tu sobrino sueña con que su padre vuelve a casa y vivimos los tres juntos?

—Uau, Tres no son multitud.— Bromeó. —. Es un buen número, nosotros somos tres en casa, almenos, de momento.

—¿Qué?—Gritó Amanda —¿Voy a volver a ser tía?—Sí, eso parece.—¿De cuánto estás?— Ocho semanas. Apenas ayer me hice la eco.—¿Y no me habías dicho nada? ¡Serás ca… !—¡Amanda esa boca!— Rio su madre.—¡Qué bien! Me encanta la idea de volver a ser tía.—Y a mí.— Dijo Cris.—Pues, lo llevas claro, guapa,¡ cómo no se lo digas a una de tus cuñadas!— Contestó Amanda.—Volviendo a lo tuyo, ¿qué es eso del sueño?

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—Hoy cuando desayunábamos primero me ha soltado que quería un cachorrito, que no sé quéamigo tenía uno. Cuando le he dicho que no podíamos, que no estábamos en casa y estaría solo todo eltiempo. Que igual más adelante cuando yo tuviera menos trabajo y, él fuera más grande, va y mesuelta, como el que no quiere la cosa, “cuando papá esté en casa con nosotros”. Juro que me quedéfría. Me quedé de piedra. Y entonces me dijo que lo había soñado.

—Igual mi sobri tiene premoniciones.—¡No digas tonterías!— Replicó Amanda.—No va mal desencaminado, Alejandro y tú habláis todos los días, y los mensajitos no son por el

trabajo.—Contestó Luz.—No, mamá, pero ¿qué pasará cuando le cuente todo?—Que se va a enfadar y con razón, por eso, vas a tener que explicarle todo muy bien y darle

buenos motivos. — Contestó su madre —.Y lo del próximo fin de semana no te lo pienses, quédate enMadrid vuelve a ver a los amigos, pasa tiempo con él y ve tanteando el terreno pero no se lo digas aún.Espera a que estéis totalmente a gusto el uno con el otro.

—¿Eso no es hacer trampas, mamá?—No, eso es llevar un as bajo la manga.— Bromeó su madre—. Cariño, hacía mucho tiempo que

no veía tus ojos brillar de esa manera y sé que es por él. Igual estáis destinados a estar juntos y de ahíesto, de ahí este encuentro. Quizás la separación le haya hecho darse cuenta de sus verdaderossentimientos. Si no fuera así no creo que estuviera con tanto mensajito.

—¿Tú crees, mami?— Preguntó Amanda.—¿Te gustaría?— Preguntó su madre.—Mamá, esa pregunta es tonta, mira la carita que tiene. Por mucho que ella diga que no. Siempre

ha estado esperándolo. Le ha dado calabazas a todo el mundo.—Eso no es cierto, también están los que han huido al enterarse que era madre.—Una panda de gilipollas.—¡Cristina González López!— Exclamó su madre.—Perdona mamá pero es que no hay otro calificativo mejor.— Bromeó Cris.Amanda escuchó el beep beep de su móvil sonar dentro de su bolso. Rebuscó , entre todos los

trastos que llevaba en él, hasta encontrarlo y ver que era un mensaje de Alejandro.¿Qué haces?No pudo evitar una sonrisa mientras lo leía y contestaba mientras su hermana le dirigía una mirada

a su madre diciéndole lo que era obvio.En casa de mis padres que mi hermana me acaba de contar que voy a volver a ser tía.¿A todo el mundo le ha dado por ser padre? Igual un día de estos nos tenemos que poner a ello o

estaremos desfasados.¡Qué gracioso!

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¿Tendrías un hijo conmigo? En realidad dentro de cinco años tenemos una cita, ¿lo recuerdas?Amanda notó que le subían los colores solo de pensarlo.¡No digas tonterías!¿Eso es que no? ¿Qué ya no hay pacto? ¿Ya no tendremos un hijo tras un concierto de Michael

Bublé?No, no es eso.¿Entonces?Alejandro, te tengo que dejar que vamos a comer.Huyes, je je je, bueno, vale, ya hablamos, en realidad, prefiero tenerte para mí solo y no

compartirte. Besitos.

Amanda le dejó el móvil a su hermana para que viera los mensajes.

—Ufff, igual podías haberle dicho, cariño, ya tenemos uno, ¿imaginas?— bromeó Cris tras leer loswhatsapps. —Ahora te digo, no quiere sólo amistad, eso te lo digo yo. Quédate el fin de semana enMadrid, Alejandro se puede quedar en casa con Javi.

—O aquí.— Contestó su madre.—Bueno, me lo pienso.—¡No has de pensar nada, Amanda! ¡Actúa!—Dijo su madre dejando sorprendidas a sus dos hijas.

—No siempre se tiene la suerte de tener una segunda oportunidad, no dejes que pase por tu puerta sinmás, la vida es algo más que el trabajo y cuidar a un niño. Así que lo dicho el fin de semana estás enMadrid.

La comida pasó de lo más divertida. Diego se puso muy contento con la idea de tener un primo

nuevo, Javi era su único primo y le hacía ilusión tener un nuevo miembro en la familia. Tras lacomida, volvió a tocar piscina y tras la merienda cena Amanda y Diego volvieron a casa.

—Mami, ¿vemos una peli?— Preguntó Diego acurrucándose en el sofá.—Vale, ¿Qué quieres ver?—No sé, una.—Mira a ver si hay alguna en la tele si no ponemos un dvd. Me doy una ducha rápida y vengo al

sofá contigo, ¿vale?

Diez minutos tardó en la ducha Amanda pero al regresar al salón se encontró a Diego plácidamentedormido. Lo cogió en brazos como pudo y lo llevó a su cama, tanta piscina lo había cansado. Salía dela habitación de Diego cuando comenzó a escuchar el móvil en el salón, algún mensaje le acababa dellegar.

Me voy a la cena. ¿No vienes de camino, no?

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Va a ser que no ¿Sales?No, estoy cansada y me quedo en casa. Pásalo bien.Te envío un mensaje cuando llegue a casa.Vale Besos Besos¿Qué significaba tanto mensaje? ¿Qué estaba ocurriendo entre ellos? Amanda no dejaba de darle

vueltas al asunto y le daba miedo. Le daba miedo volver a quemarse.

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CAPÍTULO 8

—¡Mamá, te voy a ganar!— Gritaba Diego sin dejar de pedalear.—¿Esto era una carrera? pensaba que estábamos paseando tranquilamente.— Dijo entre risas

Amanda, la cual ,claramente, se dejaba ganar por su hijo. No siempre lo hacía pero de vez en cuandole dejaba saborear la victoria. Al fin y al cabo, sólo tenía cuatro años.

—El que llegue primero a la fuente grande gana.— Gritó Diego poniendo toda su alma en darle alos pedales.

Amanda pedaleaba tranquila por el carril bici detrás de su hijo. Tranquila pero sin parecer que loestuviera dejando ganar. Sólo le permitía una ligera ventaja para que estuviese contento y al mismotiempo poder tenerlo controlado delante de ella. Nada más llegar a la fuente del Palau de la MúsicaDiego se bajó de su bici para celebrar la victoria dando vueltas alrededor de ella mientras su madre seacercaba y buscaba a su hermana, Vicente y Javi. Había quedado con ellos justo allí para que losprimos pudieran ir a pasar un rato al parque del Gulliver. Luego se acomodarían en la hierba a lasombra de los árboles a hacer un picnic. Le encantaba pasar las mañanas de domingo en el río. A vecesiba sola con Diego y mientras él corría de un lado a otro ella podía sentarse a la sombra a leer. Hoy nohabría lectura pero sí buena compañía.

Los gritos de Javi llamando a su primo se escucharon desde el otro lado. Amanda y Diegovolvieron a subirse a las bicicletas y se unieron a ellos para seguir su camino. Los dos primosenseguida comenzaron con sus locas carreras. Era una suerte que se llevaran tan poco tiempo, inclusoiban a la misma clase en el cole. Se estaban criando juntos y se querían como hermanos. Una vez en elGulliver, Vicente entró con los niños a los toboganes mientras Amanda y Cris se quedaron con lasbicicletas ya en la zona donde se quedarían a comer.

—Pobre Vicente, le ha tocado el marrón de cuidar a los niños.— Dijo Amanda.—Ja, ¿acaso crees que no se va a tirar por los toboganes él también? Hay que inocente eres

hermanita.— Rio Cris. —.¿Qué, más mensajes de tu enamorado?—No es mi enamorado.—Porque tú lo digas.— Replicó Cris —.¿Y bien?—Pues, claro que me ha enviado más mensajes. Es un no parar. Ayer al poco de llegar a casa

estuvimos un rato hablando.—¿Te llamó?— No, conversación por whatsapp. Luego volvió a enviarme mensaje cuando regresó a su casa tras

la cena y esta mañana.—Ya, para que luego vengas tú y me digas que no es tu enamorado. ¡Un simple amigo no te manda

mensajitos al llegar a casa para darte las buenas noches!

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—Es Alejandro que siempre vive en los límites.—No, eso te lo estás diciendo tú a ti misma para convencerte de lo que quieres creer. Conozco a

Alejandro muy poco pero dudo mucho que esto lo haga por simple amistad. Tú misma me dijiste queal final cuando habías cambiado de número él estaba tratando de encontrarte y hablar contigo.

—Sí, pero porque no quería perder mi amistad.—¿Estás segura de eso? ¿Él te lo dijo con esas palabras?—No pero…—No me vale ese pero._ Interrumpió Cris_ .Además, después de lo que pasó entre vosotros sería

muy tonto por su parte caer en el mismo juego sabiendo lo que pasó.—No lo sé, Cris, todo esto me está volviendo loca.—¿Qué sientes tú?—Terror— dijo sin dudarlo Amanda —,claro que tampoco puedo negar la ilusión que me hace

recibir sus mensajes.—Creo que el fin de semana que viene deberíais aclarar algunas cositas entre vosotros porque os

acabáis de reencontrar pero veo que estáis empezando muy fuerte. Entre vosotros hay mucho más queamistad o una posible relación, tenéis un hijo.

—Pero eso él no lo sabe.—Y no creo que el próximo fin de semana sea el momento oportuno. Creo que deberíais asentaros

vosotros primero.—Pero él puede pensar que he jugado con él. No lo sé, Cris, a veces pienso que he decírselo cuanto

antes, y luego si tiene que surgir algo entre nosotros, que surja, pero me importa más que Diego tengaun padre y él disfrute de su hijo.

—Mi hermana siempre pensando en los demás.— Contestó Cris. —.Pero no dejas de tener razón,la verdad es que no me gustaría estar en tu piel.

—No me extraña, me metí yo solita en este lío y ahora he de salir de él, ¿a ver cómo lo hago?—¿Es tu móvil o el mío el que suena?— Preguntó Cris. — Ja, vaya pregunta tonta, los mensajitos

son para ti, ¡seguro!Amanda sacó su móvil de la mochila. Raro sería que su hermana se equivocara en quién le

mandaba mensajes. Nunca su móvil había estado tan saturado de mensajes como en la última semana.Si los de la mensajería whatsapp hicieran estudios de la utilización de sus servicios deberían estarencantados por el incremento de mensajes entre los móviles de Alejandro y ella.

¿Ya te has pensado lo del próximo fin de semana?Sí, llegaré el jueves por la noche y regresaré el domingo.¡Genial! ¿Vienes en coche?No, iré en el AVE.Prepararé tu habitación. ;) Eso no lo tengo claro. No sé si es una buena idea.

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Es una tontería que te quedes en un hotel.Me lo pienso.Cris no pudo evitar una sonrisa en la que se podía entrever un “te lo dije” cuando Amanda le leyó

los mensajes de Alejandro. Sin embargo, no le dijo nada a su hermana sabía que estaba bastanteagobiada con la situación, la cual era bastante complicada.

—Mira por ahí vienen nuestros chicos.— Comentó Cris al ver a Diego y Javi correr seguidos porVicente.

—¡Lo hemos pasado genial!— Dijo Diego.—Lo mejor ha sido cuando papá se ha tirado y se ha dado un culazo.— Comentó entre risas Javi,

uniéndosele Diego a las risas.—¿Te has hecho daño?—Preguntó Cris a su marido sin poder evitar una sonrisa socarrona.—No, no ha sido nada. Me levanté demasiado rápido y terminé enredándome con mis propios pies

y caí de culo.— Dijo entre risas. —.Y claro estos dos montaron la fiesta, creo que todo el mundo seenteró de lo que había pasado más por ellos que por haberme visto.

Un par de beeps volvieron a sonar en el móvil de Amanda. Esta vez eran de Esther que le proponíatomar café juntas a la tarde. Amanda le contestó enseguida que si quería pasase por su casa pasadas lasseis. Mientras le hacía un gesto a su hermana para que supiera que no era Alejandro, como yasospechaba. Diego y Javi no pararon de correr, saltar y de reírse mientras se revolcaban por la hierba.La suya era una clara imagen de la diversión, verdaderamente, estaban disfrutando de aquella jornadade domingo. Daba gusto verlos pasarlo tan bien implicando a Vicente, Cris y Amanda en sus juegos.

—¿Mamá, me puedo dar un baño de espuma con mis piratas?— Preguntó Diego nada más entrar

en casa.—Vale. Ahora te lo preparo.— Contestó mientras leía un mensaje de su amiga avisándola que en

diez minutos estaba en su casa.Diego acababa de entrar en la bañera y empezaba a formar su batalla de piratas entre la espuma

cuando llegó Esther. Amanda encendió la cafetera y dejó los pasteles, que había traído Esther, sobre lamesa de la cocina mientras su amiga controlaba a Diego. Amanda aún no se fiaba de dejarlo solo en labañera. Su hijo era tranquilo. Nunca le había dado por levantarse o salir de la bañera él solo peroprefería prevenir las tentaciones, que con los pequeños nunca se sabe. Media hora más tarde Diegoveía dibujos en el salón mientras su madre y Esther se tomaban el café tranquilamente en la terraza.

—¿Diego, quieres un pastel?—No, mami, no me apetece. Mi barriga está llena.—No me extraña, no has parado de comer en todo el día, claro que también has descargado energía

a raudales.—¿Y bien?—Preguntó sin más Esther.

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—Pues, estaré todo el fin de semana en Madrid. Me iré el jueves por la tarde noche. Diego sequedará con mi hermana, y así lo llevará Vicente como cada mañana al cole, probablemente, si llegomuy tarde el domingo lo llevará también el lunes. ¿Por qué me miras así?

—¿Cómo te miro?—Pues como lo estás haciendo con esa miradita burlona.—No es que me ha hecho gracia toda la explicación, que me has dado sobre lo que iba a ocurrir

con Diego, cuando de ante mano sé que el niño no tiene problema y tiene mil sitios donde quedarse.Me interesa más saber que vas a hacer tú.

—Ir a Madrid y quedarme el fin de semana. Alejandro quiere que me quede en su casa pero no lotengo claro y aún no sé si le diré algo de Diego. Esther tengo un cacao mental que no te puedesimaginar.

—Ya supongo. Sin contar con la ilusión que sientes porque no lo puedes negar. Desde que teconozco nunca había visto ese brillo en tu mirada.

—Estoy aterrada, Esther, me da miedo volver a caer en lo mismo, por eso, no quería quedarme elfin de semana.

—Hay cosas que no se pueden evitar y si está escrito, está escrito.—No creo en destinos escritos. Creo que uno se lo labra con sus decisiones, el camino se va

haciendo a lo largo de los años.—Pues mira el vuestro los ha vuelto a juntar y tenéis una pegatinilla por medio.—¿Quién tiene una pegatina?— Preguntó Diego que se sentaba encima de su madre.—Cosas de la tía Esther.— Mami, estoy cansadito.— Dijo Diego en tono mimoso abrazándose a su madre.Amanda miró la hora en su móvil. Aún no era las ocho pero no le extrañaba que su hijo estuviese

cansado, no había parado en todo el día.—Cariño, ¿quieres cenar?—No tengo hambre.—¿Quieres un vaso de leche?—Vale pero fresquita y con azúcar.—Vale.Amanda entró a prepararle la leche a su hijo mientras Esther disfrutaba del fresquito primaveral en

la terraza. Mientras Diego se tomaba la leche Amanda le preparó su cama, en la cual Diego se metíanada más acabarse la leche y pasar por el baño con los rituales de antes de acostarse, lavarse losdientes y pis.

—Buenas noches, mamá.—Buenas noches, cariño, que descanses y tengas dulces sueños.—Sí, con papá, contigo, con nuestro perro y conmigo.— Contestó Diego tras darle dos besos a su

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madre.—Con lo que tú quieras, cielo.— Sólo acertó a decirle Amanda.

Tras dejar acostado a Diego, Amanda regresó a la terraza donde Esther seguía sentada tomando el

fresco de las últimas horas de la tarde.—¿Te he comentado que Diego ha soñado con su padre?—¿Qué?— Eso, hija, esa ha sido la última de Diego que ahora dice que sueña con su padre viviendo con

nosotros, es más ahora me ha dicho que esperaba soñar con nosotros, su padre y su perro.—¿Qué perro?—El que quiere.—Debe tener un sexto sentido e imaginar acontecimientos.—De verdad, de ésta si no acabo en el psiquiátrico ya no me volveré loca nunca.—Amanda si has sabido llegar hasta aquí tú sola sabrás salir de ésta victoriosa, de eso, estoy

totalmente segura.—Uff, la verdad es que necesitaría creer en esa seguridad que tenéis en mí, mi hermana, tú y mi

madre.— Dijo —.¡Ojalá, yo estuviera tan segura de todo!

Un par de horas después, Amanda remoloneaba en el sofá viendo una película cuando el móvilcomenzó a dar señales de vida. No pudiendo evitar un intenso cosquilleo al saber que era Alejandro.

Nunca había estado tan contento de que llegara el lunes.¿Y eso?Porque faltará menos para tenerte por aquí.Amanda se quedó paralizada sin saber qué contestar. Veía que todo pasaba demasiado deprisa. Ella

sentía la necesidad de tener el control y esta situación no podía controlarla. Alejandro volvió a mandarun mensaje al ver que no contestaba.

¿Estás ahí?Sí Mi madre quiere que el sábado vayamos a comer a su casa.¿A casa de tus padres?Sí, dice que hace mucho que no te ven y les apetece volver a verte.Bueno, vale, tus padres siempre me cayeron muy bien.Bien, el viernes cenamos con éstos, el sábado comida con mis padres, luego tarde y noche para

nosotros. El domingo eliges tú.Oh, gracias, un detalle por tu parte. Dejarme elegir.Je je je, la amabilidad es lo mío. ¿Qué haces?Veo una peli. Bueno, veía hasta que alguien comenzó con los mensajitos.¿Quién ha osado molestarte?

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No sé.¿Qué peli?La de la primera.La misma que yo.Ale, ¿te puedo hacer una pregunta?Claro ¿A dónde lleva todo esto?A donde tú quieras.Esto me da miedo. Acabamos mal hace cinco años.De los errores se aprende.Eso dicen Mandy, si te da tranquilidad. Yo también estoy aco jonado con esto pero me gusta cómo

me siento y tengo muchas ganas de que llegue el jueves.Amanda volvió a sentirse paralizada con tanta confesión. Los malditos whatsapps soltaban

demasiado la lengua o los dedos. Estaba por aprovechar el momento y decirle “querido, eres papá,tienes un hijo de cuatro años” pero sentía la necesidad de ser egoísta y tener a Alejandro solo para ellaporque pese a todo, ella también tenía ganas de verlo.

Te has vuelto a quedar callada. Mandy, prometo no fastidiarla.No prometas nada. Además llevas cinco años sin saber de mí, igual ya no soy exactamente la

misma.No, eres una Mandy mejorada, que ya te he visto y estado contigo.Si tú lo dices.Sí, lo digo.Ale, creo que me voy a la cama, que ya es hora.Uhm, buenas noches, dulces sueños.Buenas noches Un besazo MuaaaackAmanda apagó la tele. Al fin y al cabo, no se había enterado de la película. Pasó por la habitación

de Diego. Dormía a pierna suelta en su cama. Entró le dejó un besito en la cabeza y lo tapó. Salió concuidado de la habitación y entró en la suya. No sabía si podría dejar de pensar en los últimos mensajespero tendría que intentar conciliar el sueño.

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CAPÍTULO 9

Los días de la semana estaban pasando demasiado rápido. Ya era jueves, en menos de diez horascogería el AVE rumbo a Madrid. Ahora no era momento de preocuparse de qué sucedería o dejaría deocurrir. Ni siquiera en pensar en la maleta que aún no había terminado de hacer, volvería a casa mástemprano para terminar su maleta e ir a la estación del AVE. Tampoco era el momento de pensar en lomucho que iba a echar de menos a Diego estos días. Le había costado despedirse de él sin soltar unalagrimita, sin embargo, él estaba la mar de emocionado con la idea de pasar tantos días en casa de suprimo. Él y Javi tenían organizados cada día con sumo detalle, a qué jugarían, que dibujos verían,cuando irían a casa de los abuelos. Tanta era la emoción que el lunes nada más llegar a casa habíaquerido comenzar a preparar su mochila, sin embargo, ella aún no sabía si tenía todo lo necesario en lasuya.

Se concentró en lo que estaba haciendo. Dejó atrás sus pensamientos para concentrarse en sutrabajo. Acababa de encontrar un blog que no conocía, El Diario de una Pija, por lo que había podidoentender comenzó con la incertidumbre si era un diario real o de un personaje ficticio. Pronto se vioatrapada en la historia de Lucia, hasta que descubrió que ya no seguí en marcha, que ahora sepublicaba en la revista WOMEN. Estuvo enfrascada en la lectura durante un rato, hasta descubrirquién era la escritora.

De : Amanda González A : Alejandro Rodríguez Asunto : Laura Baliño. El Diario de una Pija.Miércoles 22 de mayo 10.47

Buenos días, Alejandro Acabo de descubrir este blog, El diario de una pija. En realidad, tardío,

descubrimiento porque ya no se publica como tal sino en la revista WOMEN, parece ser que el blogtuvo un crecimiento increíble y los de WOMEN cazaron a la escritora. Ha salido en novela. Creo quesería interesante hacerle entrevista a la escritora, como un claro ejemplo de joven promesa literariaque salta a la fama a través de una blog-novela ¿Sabes que las lectoras pensaban que era un diarioreal?

SaludosAmanda González

De : Alejandro Rodríguez A: Amanda González Asunto: Laura Baliño. El Diario de una Pija.Miércoles 22 de Mayo.

10.50

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Buenos días, AmandaAhora mismo leo el blog y comentamos. Me parece buena idea. Además, pertenecemos al mismo

grupo editorial que WOMEN, así que no nos costará conseguir a la autora.SaludosAlejandro RodríguezDe : Amanda González A : Alejandro Rodríguez Asunto : Laura Baliño. El Diario de una Pija.Miércoles 22 de mayo 10.55

Quedo a la espera de saber qué te parece.SaludosAmanda González

A lo largo de la mañana los emails entre Alejandro y ella fueron entrando y saliendo de sus

respectivas bandejas de entrada. En las últimas semanas se había convertido en algo cotidiano. Sucontacto era continuo a lo largo del día, llamadas y correos en el trabajo, mensajes personales dewhatsApp durante todo el día, con ellos se despertaba y con ellos se acostaba.

De : Alejandro Rodríguez A: Amanda González Asunto: Laura Baliño. El Diario de una Pija.Miércoles 22 de Mayo 11.15

Me parece muy buena idea lo de Laura Baliño. Mañana podríamos hablar con Claudia, si mal no

recuerdo es el nombre de la directora de WOMEN, estamos en el mismo edificio. Intentaré concertaruna entrevista con ella para después de la reunión que tenemos aquí. ¿Te parece bien? No se me ocurremejor medio para conocer a Laura Baliño. Ya me cuentas.

SaludosAlejandro RodríguezAmanda estaba reunida con su equipo cuando vio la llegada del correo de Alejandro. Le echó un

vistazo en un momento y le contestó que le parecía genial mientras escuchaba los comentarios de suequipo. En realidad, sólo iba a estar un día fuera pero quería dejar todo atado antes de irse ycomentarles todas las ideas que iba a proponer en Madrid. Todos sin excepción estaban entusiasmadoscon este nuevo proyecto. Consideraban que era una idea genial promocionar las blogs novelas queestaban surgiendo en los últimos tiempos.

—Yo la he leído— comentó Begoña—,conocí el blog por casualidad al poco tiempo de crearse y,de hecho, era las que pensaba que todo era real, que Lucía era la que escribía.—Comentó —.Llegué aenviar más de un comentario al blog. Me alegro que Lucía, digo Laura, haya tenido éxito porque laverdad es que te enganchas con su manera de escribir y de contar las cosas. Es muy cercana.

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—Eso me pareció cuando conocí su blog esta mañana.— Dijo Amanda.—Ya me pica la curiosidad.— Dijo Esther.—¡Y a mí!— Dijo también Helena.—Les he enviado el link del blog al correo para que lo tengan y le echen un vistazo, junto con

otros que me gustaría que mirasen y me dieran opinión. Alejandro acaba de enviarme correo que igualmañana nos reunimos con Claudia, la directora de WOMEN, y así lograr el contacto para conocer aLaura y entrevistarla para la revista.

Otro correo de Alejandro llegó a su bandeja de entrada.De : Alejandro Rodríguez A: Amanda González Asunto: Laura Baliño. El Diario de una Pija.Miércoles 22 de Mayo 12.45Hecho mañana comemos con Andrea, que no sé de dónde saqué que se llamaba Claudia.SaludosAlejandro Rodríguez—Sí, mañana conoceré a la directora de WOMEN, comemos con ella para hablar sobre Laura.

Estoy pensando que igual la entrevista deberíamos hacérsela a ella también, al fin y al cabo, según heentendido es ella la que la ha respaldado en esta andadura.—Comentó a las chicas tras leer el correode Alejandro bajo los escrutiñadores ojos de Esther, que veía como se iluminaba el rostro de su jefa yamiga cada vez que leía un correo.

A la una dieron por acabada la reunión. Helena y Begoña regresaron a sus mesas mientras Esther

se quedó un momento en el despacho de Amanda.—¿Nerviosa?—Ufff. Sí, ¿para qué te voy a mentir a ti y a mí misma?—¿Si te digo una cosa no te enfadas?—No, ¿por qué iba a enfadarme?—No, por nada, no voy a decir nada que no sea verdad.— Comentó Esther — .Estás coladita por

Alejandro, los ojos te brillan cada vez que lees sus mensajes.—No digas tonterías.— Contestó sin poder mirar a los ojos a su amiga. —.Bueno, vale, no puedo

negar que me hace mucha ilusión volver a estar con él y las atenciones que tiene conmigo, susmensajes, pero eso no significa nada.

—Hija, será para ti, porque ese chico está mandando señales luminosas.— Dijo entre risas —.Si tetiene el móvil fundido con tanto mensajito y por mucho que digas que no significa nada no me lo creo,ya me contarás el lunes.

—El lunes.— Murmuró Amanda. —.A ver cómo supero yo este fin de semana, si saco el valorsuficiente para hablarle de Diego.

—¿Se lo vas a contar ya?

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—No lo sé. Estoy hecha un lío, hasta que no me vea en situación no lo sabré.— Dijo Amanda —¿Cómo se le dice a alguien “tienes un hijo de cuatro años”?

—Amiga, lo tienes jodido.—Gracias por los ánimos.—No, pero de resto lo tienes hecho. Ya verás que todo sale bien.—¿Qué es el resto?— Preguntó Amanda —¿El trabajo? Porque es lo único que no me preocupa.—Eso y que lo tienes comiendo de tu mano.—¿A quién tienes comiendo de tu mano?— Preguntó Juan que entraba en el despacho de Amanda

a dejarle una documentación de su departamento que tenía que llevar a Madrid.—¡Cosas de mujeres! No te metas en medio si no quieres salir mal parado.— Bromeó Esther.

Noventa minutos tenía por delante. Amanda se enchufó las auriculares dispuesta a escuchar

música mientras terminaba de leerse la tercera parte de Las Cincuenta Sombras de Grey. No hizo másque acomodarse en su asiento cuando comenzaron los mensajes.

¿Ya han salido?Apenas me estoy sentando en mi asiento. Te aviso nada más salir el tren.¿Qué te apetece cenar?No lo sé. La verdad es que hoy apenas he comido así que cualquier cosa estará buena.¿Te apetece cenar en casa o fuera?¿Vas a cocinar tú? Uau, ¿desde cuándo cocinas?Desde que si no cocino no como, je je je je.No sé yo si algo hecho por ti estará bueno, je je je Hablaba de pedir unas pizzas, algo a un chino.Ah, je je je, como quieras me da igual. Estamos saliendo.Pues tienes 90 minutos para pensarlo.Ok.Amanda volvió a coger el libro. Volvió a acomodarse en su butaca y se adentró en la lectura

mientras la música sonaba en sus auriculares. Media hora fue lo que tardo Alejandro en volver aenviarle un mensaje.

60 minutos para decidirte o elijo yo.Dios, te pareces a los profes de la universidad, los que iban dejando anotado en la pizarra el

tiempo que faltaba.58Je je je, me da igual, elije tú.Luego no te quejes.Prometo no quejarme.Tú lo has querido, elijo yo.

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Que sí, pesado.54¿Me vas a dejar leer?¿Acaso te estoy molestando?No, bueno, un ¡poco!Vale, te dejo leer.Amanda siguió leyendo pero apenas diez minutos más tarde volvió a sonar el beep beep en su

móvil.40¿Cuántos segundos?Je je je, ¿qué estás leyendo?Las 50 sombras de Grey Oh.¿Qué significa ese oh?Nada.Cinco minutos más tarde volvió a sonar el móvil. Amanda no pudo evitar una sonrisa.33. Voy a ir saliendo de casa. Tengo ganas de verte. Se me está haciendo eterna la espera.Yo también tengo ganas de verte.Por cierto, una pregunta.Dime.¿Tus besos siguen siendo de fresa?

Se había quedado paralizada con aquella pregunta. ¿Qué significaba aquello? ¿Por qué le

preguntaba por sus besos? No contestó el mensaje. Guardó el libro. No podía concentrarse en lalectura. Miró el reloj pasaba de las nueve. Llamó a casa de su hermana para darle las buenas noches aDiego. Tras hablar un rato con Cris se puso Diego al teléfono. Estaba muy excitado y no paró dehablar y hablar y de mandarle besos mientras le contaba todo lo que había hecho esa tarde con suprimo y su tío.

—Un beso, cariño, y no te duermas muy tarde. Cuida a la tía que sabes que tiene un bebé en labarriguita.

—Sí, mami, no te preocupes. Pásatelo bien en Madrid. Muchos besitos.—Muchos besitos, cariño.El beep beep sonaba mientras terminaba de hablar con su hijo.Ya estoy en la estación.

De pronto Amanda se dio cuenta que pocos minutos la separaban de ver a Alejandro. El

nerviosismo se apoderó de ella y un sinfín de mariposas comenzó a revolotear en su estómago. Guardó

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el móvil en su bolso y sacó un espejito. Se miró y comprobó que su pelo y maquillaje estaba bien.Guardó el espejo y se estiró el vestido. Verdaderamente estaba nerviosa.

El tren se había parado. Tomó aire. Se levantó de su asiento y cogió su pequeño trolley rojo. Se

colgó el bolso y volvió a estirarse el vestido. Se dio cuenta que una señora mayor de la fila de al ladola estaba observando con una sonrisa en los labios.

—Suerte—dijo al pasar a su lado.—Gracias. No imagina cuánto la necesito.— Comentó una sorprendida Amanda por el comentario

de la señora y por su propia respuesta.

Bajó del tren y recorrió el camino que la acercaba a Alejandro. Nada más salir a la zona donde sepodía esperar lo vio. Aún en traje y chaqueta, sonriente y con un claro nerviosismo que intentabadisimular infructuosamente.

—Ya estás aquí.—Perdón no te mandé un whatsapp informándote.— Bromeó Amanda.—¡Qué tonta eres!—Dijo mientras la cogía por sorpresa y le daba un cálido beso en los labios.

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CAPÍTULO 10

La había pillado totalmente desprevenida. Amanda no se esperaba ese recibimiento. Allí estaba enmedio de la estación de Atocha fundida en un abrazo con el padre de su hijo. Ya no sentía mariposasrevoloteando en su estómago, ahora se sentía dentro de una montaña rusa subiendo y subiendo por lasvías, temiendo la inevitable bajada en picado.

—Tenía muchas ganas de verte. Y sí, aún saben a fresa.—Ya, ya lo veo.— Dijo como pudo Amanda —.¿A qué ha venido esto? ¿Recibes así a todas tus

compañeras de trabajo?—¿Ahora eres una compañera de trabajo?— Preguntó Alejandro mientras la agarraba de la mano

comenzando a caminar.—Bueno, vale, no somos sólo compañeros de trabajos pero ¿a qué viene este recibimiento?—Dime que no te ha gustado.— Dijo parándose frente a ella.—Ale, yo no voy a volver al punto en el que nos encontrábamos hace cinco años. Nos hicimos

daño y fastidiamos nuestra amistad.—Yo no busco lo de hace cinco años.— Comentó seriamente Alejandro —.Creía que te habías

dado cuenta de todo, ¿crees que los mensajitos diarios se los hago a todo el mundo? ¿Crees que esanecesidad de saber lo que haces es sólo curiosidad o aburrimiento?

—Vale, digamos que todo ha cambiado, ¿no debería ser cosa de dos? ¿No debería yo dar miopinión? ¿No deberías contar con mis sentimientos?

—Insisto, dime que no sientes lo mismo. Dime que no tenías ganas de que llegara el día de hoy,que no tenías ganas de verme y entonces sólo será trabajo y ya.

—Sabes que no. A mí me encanta recibir tus mensajes a todas horas. Y sí, tenía muchas ganas deverte pero yo no puedo lanzarme al abismo, yo no puedo comenzar algo que no sé adónde me llevay…

—Vale.—Interrumpió Alejandro —.Vayamos despacio, paso a paso. Nada de besos.—Bueno, tampoco hay que ser radical.— Dijo con una sonrisa en los labios Amanda.—Quien la entienda que la compre, señorita.— Dijo entre risas Alejandro antes de volver a besarla

sin poder negar su alegría. —.Vayamos a cenar que yo ya tengo hambre.—¿A dónde vamos?—Ah, atente a las consecuencias, como no te decidías toca pizza en casa.—Yo pensaba que me iba a regalar una cena hecha por ti.—No tientes tu suerte.

Tres cuarto de hora más tarde y con las pizzas en el coche estaban aparcando el coche en la plaza

de garaje que tenía en alquiler Alejandro. Imposible aparcar de otro modo por las inmediaciones de su

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casa. Había conseguido un chollo cerca del centro. Un cuarto piso sin ascensor pero muy bien situado,así que la situación compensaba el subir las escaleras. Ya en el cuarto piso Amanda resopló, no estabaacostumbrada a tanta subida de escaleras. Estaba en forma pero no tenía por costumbre subir andandoy mucho menos cargada porque su orgullo le había impedido dejarle su trolley a Alejandro por muchoque le insistió.

—Uff, cuatro pisos., ésta debe ser la versión madrileña de Descalzos por el Parque, espero que elpiso sea más grande.— Bromeó Amanda.

—¡Qué simpática, la señorita!— Respondió entre risas mientras abría la puerta— Hala, ya puedesentrar, estás en tu casa.

—Muchas gracias.— Contestó Amanda poniéndose en marcha y entrando— .Bonito salón, ¡cuántoorden!— Dijo Amanda observando detenidamente el amplio salón, comedor y la cocina al fondo juntoa una cristalera que parecía dar a una terraza.

—Eso no debería ser ninguna sorpresa para ti, siempre lo he sido.—Cierto.— Dijo Amanda mientras le venía a la mente lo ordenado que era Diego con sus juguetes,

tenía a quien salir, ambos progenitores lo eran. —.¿Lo has decorado tú?—La duda ofende. Ven que te enseño tu habitación aunque siempre estás a tiempo de cambiar de

opinión.—¿De ir a un hotel?—Mira que eres tonta, sabes que no hablo de hoteles, pero bueno, no he dicho nada que las cosas

de palacio van despacio. —Dijo al tiempo que cogía el trolley y la conducía por el pasillo.

El pasillo era pequeño pintado en color crema. Sólo tres puertas en él, dos en el lateral izquierdo yuna al fondo. Nada más llegar a la primera puerta Alejandro encendió la luz, Amanda observó condetalle la amplia habitación pintada en el mismo tono crema del pasillo. La habitación estabapresidida por un amplio ventanal con un estor color verde musgo y delante de él una mesa dedespacho, color cerezo, donde descansaba un portátil, un cubilete con bolis y lápices y un focoplateado. A la derecha de la cuadrada habitación un amplio sofá en el mismo tono verde del estorsalpicado de cojines en tonos naranjas y marrones. En el suelo una alfombra en los mismos tres tonosy frente al sofá la pared estaba cubierta por una estantería de pared a pared llena de libros y de un parde portarretratos. Amanda se sorprendió al verse en un par de fotos. Una de la universidad, donde sehabían conocido, otra de un par de años más tarde en una fiesta de fin de año. Sonrió al ver las fotos.Ella no tenía ninguna foto de él en casa, había querido olvidarlo y además había intentado evitar quesu hijo lo relacionara con su padre. Todas las fotos que tenía con Alejandro estaban guardadas en unacaja oculta en el armario de su habitación.

De pronto se quedó mirando la estantería. Alejandro tenía enmarcada una servilleta que ella lehabía escrito y firmado Vale por un cappuccino en la Piazza Navona Amanda González López 05 / 02 /

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2008—¿Aún tienes esto?— Preguntó una sorprendida Amanda.—Por supuesto, aún no he cobrado la deuda. Aquí lo tengo a la espera de ser canjeado.—Dijo

acercándose a ella y rodeándola con sus brazos por la cintura —.Igual este verano podríamos tomarnosese cappuccino, ¿no te apetece?

—Pues, yo creo que ese vale está ya caducado.— Contestó entre risas.—No, guapita. Bien que me he asegurado de conservarlo en buenas condiciones.—Bueno, ya veremos, pero yo sólo te invito al cappuccino no al viaje recuerda.—Recuerdo.— Dijo antes de besarla.—Bueno, supongo que ésta es mi cama.—El sofá se convierte en una amplia y cómoda cama, al menos eso dicen yo no la he probado.—Me fiaré de tus invitados.—Invitado, Gustavo, una noche que salimos y tenía un par de copas de más y se quedó en mi casa

para no conducir.—No has de darme explicaciones.—No te las doy. Es por si no es cómoda se lo digas mañana cuando lo veas.— Comentó entre risas.

—. Y ahora vamos a cenar o la pizza estará helada. Vamos, luego te enseñó el resto de la casa.—¿Puedo ir al baño primero si no es molestia?—Estás en tu casa. Es la puerta del fondo, la anterior es mi habitación.—Ok.

Alejandro se fue al salón cocina-comedor mientras Amanda iba al baño. Definitivamente,

Alejandro era muy ordenado. La superaba. El baño estaba impoluto, cada cosa en su sitio. A pesar detener las paredes en gresite negro y gris era luminoso gracias a la ventana que daba a la calle. No teníabañera sino un amplio plato de ducha con una mampara de cristal que dejaba ver el ordenado estantecon las botellas de champú y gel de baño. Las toallas negras perfectamente colocadas. Sí, era evidentea quién salía su hijo. Nadie entendía cómo podía tener la casa siempre ordenada con un niño de cuatroaños aquí estaba el motivo, los genes habían jugado en su favor.

Al salir del baño le llegó el sonido de la música. Anita Baker y su Sweet Love sonando en el salón.A Alejandro siempre le había gustado el jazz, el soul, así que no era nada raro su elección musical. Lacena estaba sobre la amplia barra que hacía de mesa. Alejandro estaba abriendo una botella de vino.

—Bonito y masculino baño. No recordaba lo meticuloso y ordenado que eras.—Tú no te quedas atrás.—Me superas. Me da hasta miedo desordenarte las cosas.— Bromeó.—No digas tonterías. Sabes que soy ordenado pero no un maniático y si está todo en orden es

porque no estoy en casa. Me paso todo el día en el trabajo. En casa rara vez como, sólo los fines de

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semana y no siempre. Casi siempre como en casa de mis padres o si salimos por ahí los del grupo.Bueno, ahora eso menos con tanto niño y embarazada.

—¿Qué tienes contra los niños?_ preguntó como quien no quiere la cosa.—Nada, sólo que cambia la vida de uno.—Todo nos cambia la vida—respondió Amanda— ,no somos los mismos que sólo debíamos

preocuparnos por estudiar y aprobar.—Lo sé, lo sé.— Contestó Alejandro — .Eh, que no tengo nada contra los niños, de hecho, a mí me

gustaría tener hijos algún día.—¿ Sí?—Si, claro, ¿y a ti?—¿A mí, qué?—¿Qué si te gustaría tener hijos?—Sí, claro.— Dijo pensando en Diego.—Podríamos tener uno, nos saldría muy ordenadito.— Bromeó Alejandro.—No lo sabes tú bien.— Contestó Amanda sin pensarlo dos veces.—¿Por?—No, por nada, imposible que no lo fuera con estos genes y mejor será que cenemos.—Esto es cambiar de tema. Veo que no te estaba gustando por donde se encaminaba la

conversación.—No, es que tengo hambre.— Dijo Amanda —.Eh, es Marmitón, vino valenciano, buena elección.—Me lo recomendó tu jefe y como el sábado por la mañana me dejaste solo paseando encontré una

tienda de esas de delicatesen. Entré, lo vi y compré un par de botellas. Aún no lo he probado.—Estoy segura que te gustará. Está muy bueno.— Dijo al tiempo que cogía la copa que le pasaba

Alejandro y brindaba con él.—Por nosotros.—Por nosotros.— Respondió Amanda.—Sí, sí que está bueno.— Dijo al tiempo que saboreaba el vino.— .Me temo que el vino va a estar

mejor que la pizza.— Dijo entre risas. —.Claro que no mejor que la compañía.—Entonces mañana comemos con la directora de WOMEN.—Sí, le he comentado un poco nuestro proyecto y le ha gustado. Iba a hablar con Laura y

comentarle lo de la posibilidad de la entrevista, no creía que se negara. Al fin y al cabo se está dando aconocer en este mundillo y le interesa.

—Imagino. Sería tonta si se negara. Al fin y al cabo nos dedicamos a las novedades literarias no alos cotilleos.

—Sí, pero dejemos el trabajo para mañana.—Vale— contestó Amanda tras comerse el trozo de pizza que tenía en la boca— ,entonces mañana

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tenemos cena.—Sí, éstos tienen muchas ganas de volver a verte. Por cierto, Gustavo está un tanto enfadado

contigo por irte y no despedirte.—¿Hablas en serio?— Preguntó preocupada.—Sí, claro, te fuiste a la italiana. Hiciste mutis por el foro. No te despediste de nadie. Vale que

estuvieras enfadada conmigo pero el resto no debía culpa de nada.—Lo sé, pero pensé que era mejor así.— Contestó dejando su copa sobre la barra —.Pero creí que

si los veía tratarían de impedírmelo y necesitaba alejarme de ti, es lo que tiene colarse de tu mejoramigo y que él sólo sea eso.

—Sí, fuimos un poco tontos al pensar que no pasaría nada.—¿Me lo dices o me lo cuentas?—Claro que tonto lo que se dice tonto fui yo por permitirme el lujo de perderte. Nada más irte me

di cuenta que la había jodido pero pensé que necesitabas tiempo, que volverías y luego, bueno, ya fuetarde.

—Ya— contestó y volvió a tomarse un sorbo de Marmitón.—No hay que desaprovechar esta segunda oportunidad que nos ha brindado el destino.— Dijo

mirándola fijamente a los ojos.—¿Y el sábado comemos entonces en casa de tus padres?— Preguntó Amanda tratando de

escabullirse de aquella situación. No quería sucumbir a los encantos de Alejandro y entre la música, elvino y, él mismo, le estaba siendo muy difícil.

Alejandro sonrió. Tenía claro lo que estaba haciendo Amanda. Eran obvios sus giros en laconversación cuando no le interesaba seguir con el tema. La entendía. Él era el responsable que ella sesintiera así pero estaba dispuesto a mostrarle sus verdaderos sentimientos y ganársela poco a poco. Noestaba dispuesto a perderla nuevamente.

—Sí, mi madre ha insistido. Le había dicho que no comería con ellos este fin de semana porquevenías y saldríamos por ahí pero ya sabes lo mucho que siempre te ha apreciado. No te puedes niimaginar la bronca que me montó cuando se enteró que te habías ido y porqué. En vez de entender mipostura se puso de tu lado.

—Siempre me cayó bien tu madre, bueno tus padres, ambos son encantadores. No me importacomer con ellos. Al fin y al cabo será como retroceder en el tiempo. Muchos sábados comía en tu casa.Creo que durante la carrera siempre comía en tu casa los fines de semana.

—Sí, mi madre te veía como nuera, como la madre de sus nietos.Amanda se atraganto con el vino al escuchar el comentario.—¿Estás bien?—Sí, sí, el vino se me ha ido por el otro camino.— Respondió—. ¿Tenemos más planes?—El sábado por la noche eliges tú lo que quieras hacer y el domingo lo mismo.

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—El domingo regreso a casa.—Pero por la noche, ¿no?—Sí.—Entonces podremos hacer algo. A no ser que prefieras quedarte en casa.— Contestó con una

pícara sonrisa.—Bueno, ya veremos.—Uau, ¿eso es que dejas la puerta abierta?—¿La puerta abierta?— Preguntó con una sonrisa en los labios Amanda— No, eso es que no tengo

claro qué hacer el domingo. Bueno siempre podríamos hacer una visita al Prado, la última vez queestuve fue hace tres años.

—¿Tres años? Eso quiere decir que has estado en Madrid y no te pusiste en contacto conmigo.—Sí, vine por trabajo.—Vaya.—Ale, no sabía nada de tu vida. La verdad es que te imaginaba emparejado.—Pues ya ves que no.—Ahora no pero ¿hace tres años?—Bueno, vale no llevo cinco años solo pero nada funcionó. Ninguna eras tú. Creo que hay por ahí

un grupo de mujeres que te odia.— Dijo entre risas —¿Qué?—Es que siempre estaba Amanda esto, Amanda lo otro.—Para matarte. Y yo granjeándome enemigas sin ninguna necesidad.—¿Y tú, cuántos hombres ha habido en tu vida?—Bueno, un par y ninguno. Nada serio. Nada funcionó. Igual yo también comparaba pero no tenía

tu nombre en la boca.— Contestó burlona—. No te he creado enemigos.—¡Qué amable!—Siempre.

Cuando se dieron cuenta era la una de la mañana. Alejandro recogió todo mientras Amanda se

daba una ducha y se ponía el pijama. Al salir del baño Alejandro esperaba en la puerta para entrar.—Hasta mañana. —Dijo.—Buenas noches, que descanses, ya he abierto tu cama y te la he dejado preparada.—¡Qué detallista!—Ya ves, sí no es cómoda mi cama sí lo es.—Me fio de Gustavo.—Bien, buenas noches.—Volvió a decir dejándole un cálido y largo beso.—Buenas noches.— Contestó entrando en su habitación y cerrando la puerta al entrar.

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CAPÍTULO 11

A pesar de Gustavo estar en lo cierto le costaba conciliar el sueño. La simple idea de tener aAlejandro al otro lado de la pared le martilleaba la cabeza. Necesitaba dormir si no mañana no iba apoder aguantar el ritmo de las reuniones programadas a lo largo del día. Se levantó de la cama enbusca de su bolso cogió los auriculares y los enchufó en el Iphone para escuchar música e intentar caeren brazos de Morfeo. Nada más ponérselos un beep beep interrumpió la música.

¿Duermes?No pudo evitar una sonrisa al ver el mensaje de Alejandro.Lo intento pero alguien me manda mensajitos.¿Quién ha sido el osado?No, sé igual lo conoces.¿Sí? Dame una pista.Ale, tenemos que dormir. Mañana nos vamos a dormir en medio de las reuniones.Dice el gran Sabina “nunca nadie murió por ir sin dormir una noche al currelo”.Je, grande, sí señor pero yo necesito dormir. Buenas noches.Buenas noches.La música volvió a sonar en los auriculares. Amanda se acurrucó en la cama cerrando los ojos para

invitarlos a dormir cuando un nuevo beep beep hizo que los abriera.Gustavo, ¿estaba en lo cierto?Sí, muy cómoda la cama. No ponía en duda la palabra de Gustavo.¿Y la mía?¿La tuya?Sí, la mía.No, en principio no.Puedo asegurarte que mi cama es mucho más cómoda.Ja ja ja ¿No me crees?No lo pongo en duda.¿Y por qué no vienes? Parecemos dos tontos con tanto mensajito.Nos podríamos hacer un teléfono con dos vasos de yogur.¡Muy aguda! ¿Te vienes?¿A dormir?A dormir.Amanda apagó la música. Dejó el móvil sobre la cama y salió despacio de la habitación. Abrió la

puerta con cuidado de no hacer ruido. Al salir al pasillo vio la puerta de Alejandro abierta y vislumbró

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su silueta mientras mandaba un nuevo mensaje.—¿Puedo pasar? Me han dicho que esta cama es aún más cómoda y que tengo un hueco.—Pase, pase. — Dijo dejando el móvil sobre la mesa de noche.Amanda se tumbó en la cama junto a Alejandro.—Todo sea porque no te pases la noche enviándome whatsapps y pueda dormir.—Yo pensando que habías caído bajo mis encantos y huyes de mis mensajes.— Contestó entre

risas.—Ya ves. Sabes que soy un hueso duro de roer.—Torres más altas han caído.—¿Ah sí?—La de Pisa está inclinada.— Bromeó Alejandro.—Visto así— contestó Amanda mirándolo a los ojos. —,ahora a dormir.—Por lo menos te podré dar un beso de buenas noches, digo yo.—Vale.—Buenas noches—dijo tras dejarle un largo y cálido beso en los labios.—Buenas noches.Amanda le dio la espalda y cerró los ojos sin poder evitar tener una tonta sonrisa en los labios.

Alejandro se acurrucó a su lado y tras pasarle el brazo derecho sobre ella cerró los ojos. Pronto amboscayeron en un profundo sueño. Hacía tiempo que no dormían tan bien. Sólo el sonido del despertadorlos despertó a ambos cuando el sol aún no se había despertado.

—Buenos días—dijo Alejandro mientras olía el aroma de su pelo.—Buenos días—contestó al tiempo que se giraba para encontrarse frente a frente —,tenías razón

esta cama es mucho más cómoda.—No digo mentiras.—Bueno, eso está por ver.—¿Y si nos fugamos y no vamos a trabajar?—No creo que estuviera muy bien.— Dijo Amanda antes de besarlo — Hala, es viernes, estamos a

las puertas del fin de semana.—¿A dónde vas con tanta prisa?— Preguntó Alejandro al verla salir corriendo de la habitación.—¡A robarte el baño!— Dijo entre risas mientras se metía en el baño.Alejandro remoloneó en su cama. No pudo evitar oler aquella almohada , olía al perfume de

Amanda. Era sencillamente delicioso. Se levantó y tras abrir la ventana para que se airease lahabitación fue a la cocina para poner en marcha la Nespresso. Diez minutos más tarde Amanda salíadel baño con los pelos mojados cayéndole sobre los hombros y el albornoz de Alejandro como ropa.

—Perdona que haya cogido tu albornoz pero con las prisas olvidé mi ropa.—Eso te pasa por ir robando turnos. Me ducho y desayunamos luego.

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—Vale, así me da tiempo de vestirme y recoger el sofá.— Dijo mientras comprobaba que susupuesta cama ya estaba recogida — .Definitivamente, te contrato para que me recojas la casa.

—Cuando quieras, a mí el pago en especie.— Dijo de camino al baño.—Se estudiará.Amanda abrió su maleta para sacar la ropa interior y las medias. El vestido gris, tipo pichi, y la

camisa blanca de manga corta los había dejado anoche sobre una silla para que no estuvieranarrugados. Se puso la ropa interior negra, las medias cristal para terminar abotonándose la camisa yluego el vestido gris. Buscó un espejo. No había en aquella habitación y no recordaba haber visto unoen la habitación de Alejandro. Se subió sobre los tacones, de un gris más oscuro que el vestido, y salióde la habitación en busca de un espejo. Alejandro salía del baño cuando ella salía de su supuestahabitación.

—Impresionante, ¡cómo siempre!—Dijo desde la puerta.—¿En esta casa una chica no tiene un espejo donde contemplarse?—En mi habitación.—¿Dónde?—En el ropero pero ya te digo yo que estás muy guapa.— Dijo dejándole un beso —.Voy a

preparar el desayuno, ¿café con leche y tostadas?—Vale.Tras abrir dos de las cuatro puertas del armario de Alejandro, Amanda encontró el espejo. Se estiró

bien el vestido. Se colocó mejor el cuello de la camisa y fue a por su estuche de maquillaje paraterminar de arreglarse antes de desayunar. Dejando únicamente pendiente los labios para después dedesayunar. El pelo se lo peinó bien y pesé venirle a la mente la imagen de su madre regañándola porrecogérselo aún mojado se hizo un coleta que remató en moño.

—Conseguirás que me distraiga en la reunión.—No digas tonterías.— Contestó Amanda risueña —.No llevo nada fuera de lo normal, es ropa de

trabajo.—Sí, pero te queda de fábula.—Genio y figura hasta la sepultura, como siempre tan halagador.—¿Azúcar?—Sí, por favor.—Sólo tengo mermelada de melocotón, ¿era la que te gustaba, no?—Sí, entre otras, gracias.Estaban sentados desayunando cuando Amanda escuchó su móvil. Dejó a Alejandro desayunando y

fue a contestar la llamada. Imaginaba de quién podía ser. Vio el número de su hermana en el teléfono.—Sí, hola, cariño. — Dijo en voz baja —.¿Cómo has dormido? Yo muy bien, echándote de menos.

Sí, vale, claro que puedes ir con el primo y los abuelos al Bioparc mañana. Cariño, te tengo que dejar

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que ahora mismo me he de ir al trabajo. Vale. Besitos.

Amanda colgó la llamada y entonces se percató que tenía un whatsapp sin leer. Recordó quecuando entraba en la habitación de Alejandro anoche él estaba con el móvil.

¿Vienes o voy?Guardó el teléfono en el bolso y regresó junto a Alejandro.—Mi hermana que si no me importaba que pasara por mi casa a coger un vestido de fiesta para no

sé qué esta noche.—Dijo improvisando antes de ser preguntada por la llamada —.Por cierto, así que tehubieses colado en mi cama.

—Si hubiese sido necesario sí pero hubiéramos desaprovechado mi cómoda cama aunque no esque la hayamos aprovechado.

—Yo he dormido en la gloria.— Contestó burlona— .No, no te rías, he dormido muy bien, miraque mi cama es cómoda pero hacía mucho que no dormía tan bien.— Siguió— .Igual porque de untiempo a esta parte tengo a una personita que no hace más que enviarme mensajes.

—Bien que se los respondes.— Dijo recogiendo las tazas y platos del desayuno.—No lo puedo evitar, es un círculo vicioso. Imposible de parar.— Contestó — .¿Te ayudo?—No, eres la invitada de la casa.—Pues voy a terminar de arreglarme.—¿Qué te vas a arreglar?— Bromeó Alejandro.—Yo me entiendo.— Dijo saliendo del salón.

El reloj marcaba las ocho cuando entraban en el amplio hall de entrada del edificio donde estaba la

revista. Entraron en el ascensor y pulsaron el siete. El ascensor iba lleno y Amanda podía sentir lamano de Alejandro en su cintura. Nada más salir del ascensor, Alejandro apartó la mano de ella. Noera muy profesional dar muestras de ser algo más que dos colegas trabajando juntos. Tanto enValencia como en Madrid sabían que ellos eran amigos, que se conocían de antes y, que tras años deestar alejados, se habían encontrado pero sólo era eso lo que sabían y, así querían ellos que siguiera.Su vida personal no era de interés público. Alejandro le puso una mano en el hombro para indicarledonde estaba su despacho. Antes de entrar Alejandro hizo una seña a varias personas que entraronjunto con ellos.

—Chicos, ésta es Amanda, nuestra compañera de Valencia.—Encantada.— Contestó Amanda.—Hola, Amanda, soy Malena, he escuchado hablar mucho de ti.—Espero que bueno.— Dijo con una amplia sonrisa Amanda.—Alejandro, habla maravillas de ti. Soy Jose.—Al final me ruborizaré.—Hola, Amanda, soy Almudena.

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—Encantada de conocerlos a todos, al fin y al cabo ahora somos un gran equipo separado por unoskilómetros. Conozco vuestro trabajo y es realmente bueno, así que un placer colaborar con vosotros.

—Alejandro, hace un momento te llamó la secretaria de Andrea González para confirmar quecomíais juntos. Tienes las señas del restaurante en un email. A las dos y media estará allí Andrea, queno os retraséis porque por la tarde se marcha a Barcelona.

—Bien.La mañana transcurrió rápida. De reunión en reunión. Afortunadamente, amenas y fructíferas.

Todos encantados con todos por la colaboración y con las expectativas creadas con el nuevo espaciodedicado a la blogosfera y la literatura. A las dos Amanda cogía su bolso y su chaqueta del despachode Alejandro para ir al restaurante donde comerían con Andrea. El restaurante estaba cerca de laoficina. No hacía falta coger el coche para llegar a él y el tiempo acompañaba para ir paseando. Nadamás alejarse del edificio Amanda vio a Alejandro mirar a un lado y a otro, como si buscara a alguien.

—¿A quién buscas?—A nadie en particular. Sólo comprobaba que estaba todo despajado.—¿Despejado?—Sí, es que llevo todo el día con ganas de darte un beso.—Dijo al tiempo que la abrazaba y besaba

— .Señorita González debería dedicarse a dar clases se explica usted de maravilla y hace que lassoporíferas reuniones sean amenas.

—Seguimos con los cumplidos.— Bromeó Amanda_ .Ale…—Dime.—¿Crees que será un problema si nosotros estamos juntos?—No, nada lo impide. No hay ninguna norma en la empresa que diga que no se pueda tener una

relación personal con los compañeros, sólo que no quiero cotilleos en la oficina. Ya se enterarán másadelante cuando tú decidas y no tengas ninguna duda.— Dijo—. Y, ni te plantees quedarte en la camade invitados.

Amanda no lo pudo evitar y lo cogió la mano. Así llegaron hasta la puerta del restaurante donde selas soltaron para entrar y preguntar por la mesa reservada por Andrea. Andrea estaba sentada ya.Hablaba por teléfono cuando ellos se acercaron. A Amanda le gustó nada más verla. Era de esaspersonas que irradian una energía especial dándote pie para confiar totalmente en ellas.

—Alejandro. Amanda. Encantada de conoceros.—Lo mismo digo.— Dijo Amanda que no se sorprendió al ver que se levantaba para darles un par

de besos a cada uno.—He pedido una botella de vino, espero que os guste el vino.—Por supuesto, estupendo.— Contestó Alejandro.—Sí— Dijo Amanda.—¿Cómo se lleva lo de la relación a distancia?— Preguntó Andrea.

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—¿Qué?— Preguntó una sorprendida Amanda.—¿Tienes una bola o dotes adivinatorios?_ Preguntó Alejandro.—No, venía paseando y vi a una pareja abrazados en mitad de la calle mientras se daban un beso.—Y tú querías ser discreto.— Dijo sin poder evitar reírse Amanda.—¿No lo sabe nadie?—A ver todos saben que nos conocemos desde hace mucho tiempo pero nada más, de hecho, poco

hay que contar.—Pues no lo parece.— Bromeó Andrea —.Bueno, da igual, siempre se alegra uno viendo a la

gente enamorada.— Dijo mientras el camarero servía el vino y les dejaba las cartas.

La charla durante la comida fue distendida. Andrea era una gran conversadora. La comidadeliciosa. Amanda había comido una trucha a la espalda acompañada de setas a la plancha. Alejandroy Andrea habían optado por la carne y disfrutaron de unos hermosos entrecots con verduras.

—¿Postre?— preguntó el camarero mientras recogía los platos.—Yo no, gracias.— Dijo Amanda.—A mí no me cabe nada más.— Contestó Andrea.—Ni a mí.—¿Cafés?— Volvió a preguntar el camarero.Tras anotar los cafés se marchó con los platos mientras ellos retomaban la conversación.—Bueno, pues, os adelanto que el libro de Laura está a punto de salir. Ya está maquetado, de

hecho, creo que hoy recibía ella la copia para dar el visto bueno. La verdad es que ha tenido un éxitoincreíble su blog y ella es un encanto, ya lo veréis cuando la conozcáis. ¿Cuándo os apeteceentrevistarla? Ella no tiene ningún problema en venirse, es más esto le viene estupendo para publicitarla novela.

—Estaría bien la semana que viene.— Comentó Alejandro.—Sí, así podríamos preparar todo para el próximo número de la revista y que coincida la salida al

mercado de la novela con la entrevista.— Dijo Amanda.—Genial. Se lo diré por si tiene algo previsto para la próxima semana y ya concretamos el día, así

vosotros tenéis una excusa para volveros a ver.— Comentó con una sonrisa.Alejandro y Amanda no pudieron evitar mirarse y sonreírse. Amanda dejó su mano sobre la de

Alejandro, que llevaba un buen rato sobre su pierna derecha. El camarero trajo los cafés y Alejandroinsistió en pagar la comida. No pagaba él sino la revista, al fin y al cabo, el dinero salía del mismogrupo editorial para el que trabajaban los tres.

—Chicos, ha sido un placer comer con vosotros pero me tengo que ir. Hoy me voy a Barcelona auna entrega de premios y aún he de pasar por casa a por mi maleta. Estamos en contacto y nos vemosla próxima semana.

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—¡Qué tengas buen viaje!— Dijo Amanda tras devolverle los dos besos.—¿Hasta cuando estás aquí o ahora te quedas para la entrevista?—No, me voy el domingo y volveré para la entrevista o la dejaré en manos de Alejandro. He de

ver cómo lo hago.—La verdad es que te podrías quedar aquí. Siempre puedes trabajar desde mi oficina.— Dijo

Alejandro sorprendiendo a Amanda.—No me he traído ropa para tantos días.— Contestó Amanda mientras pensaba en Diego.—Chica, vete de compras.— Dijo Andrea— .Aprovecha, nuestro trabajo se puede hacer desde

cualquier ordenador y así estás con tu chico, no seas tonta.— Siguió Andrea —.Ahora llamo a Laura eintento que se venga el lunes y así la podéis entrevistar el lunes o martes y no son tantos días pero tecunde el fin de semana, ¿te parece?_ Dijo a Amanda guiñándole un ojo.

—Eh, bueno, vale. Supongo que me podría quedar un par de días más aquí.— Contestó viendo lasonriente cara de Alejandro.

Amanda y Alejandro vieron alejarse a Andrea desde la puerta del restaurante. Alejandro seguía con

la sonrisa dibujada en la cara. Imposible negar que le encantaba la idea de tenerla en Madrid un par dedías más, así faltarían menos días hasta que él volviera a ir a Valencia. La tomó de la mano yempezaron a caminar en silencio rumbo al coche. Los viernes por la tarde, salvo excepciones ningunode los dos volvía al trabajo por la tarde así que ya podían comenzar a saborear el fin de semana.

—Me cae bien esta Andrea.— Dijo Alejandro.—Sí, es muy agradable.—Y ha conseguido que te quedes un par de días más.—Eso aún está por ver.—Creía que ya estaba decidido.—A ver si es verdad, que está aquí el lunes, es una tontería que me vaya pero si no la podemos

entrevistar antes del miércoles me voy y vuelvo.—Bueno, vale aunque puedes hacer tu trabajo desde aquí. Siempre te puedes conectar vía Skype

con Valencia.—Ya. Bueno, veremos que nos dice Andrea. Eso sí, como me quede ya sabes cuál es el plan de

mañana tras la comida.—¿Cuál?—Ir de compras. Si me quedo he de comprarme un par de cosas y luego si quieres por ser

torturado con las compras te preparo la cena en casa, en tu casa.—Me encanta el plan.— Dijo abriendo la puerta del coche.Nada más acomodarse ambos en sus respectivos asientos el teléfono de Alejandro comenzó a

sonar. Alejandro cogió el teléfono no conocía el número.

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—Sí. Ah, hola, Andrea. Sí, sí, vale, perfecto. Nos vemos el martes por la mañana entonces,cualquier cosa que necesites antes sabes que estamos en el mismo edificio. Buen viaje. Hasta elmartes. — Alejandro colgó el teléfono y se lo dejó a Amanda. No podía borrar la sonrisa que se lehabía quedado en la cara al confirmar que Amanda se quedaría hasta el martes.— .¿Qué vas a prepararmañana para cenar tras las compras?

—¿Qué te ha dicho Andrea?—Entrevistamos a Laura el martes por la mañana.—Bien, supongo que sí, que lo mejor es quedarme. Llamaré a Ricardo para avisarlo y a mis

padres.— Comentó mientras no se quitaba la imagen de Diego de la cabeza.

Amanda aprovechó el momento en el que Alejandro se había metido en la ducha para llamar a suhermana y contarle lo que había pasado, que se quedaba hasta el martes en Madrid. Cris parecía máscontenta que ella por la noticia. Cris le recomendó no decirle nada todavía a Alejandro, que disfrutarade estos días pero si optaba por contárselo que esperara hasta el último momento. Amanda habló conDiego, el cual no podía negar lo bien que se lo estaba pasando, lo mucho que le gustaba pasar unosdías en casa de su primo aunque también la echaba mucho de menos.

—Tu turno, ¿ya has avisado en casa?— Dijo Alejandro que acababa de salir de la ducha.—Sí, justo acabo de colgarle a mi hermana. Me voy a la ducha, ¿la cena es formal?—No, para nada.Amanda se dio su segunda ducha del día con cuidado de no mojarse el pelo. A pesar de habérselo

recogido aún mojado se le había quedado bien. Tras la ducha se hidrató bien y dejó todos sus botesbien colocados en el estante de la ducha. Se puso un nuevo conjunto de lencería y se enfundó sus levisy una camiseta de algodón negra de manga corta. Se soltó la melena, se sacudió bien el pelo ydejándolo caer sobre los hombros. Sólo le faltaban sus tacones y maquillarse un poco pero eso lo haríafuera del baño. Se perfumó y salió del cuarto de baño invadiendo con su aroma toda la casa. Entró enla habitación que servía de cuarto de invitados, que no era más que el despacho de Alejandro y sesubió sobre los tacones negros que había traído puestos el jueves. Sacó su neceser de maquillaje delbolso y volvió al baño a maquillarse. Escuchaba a Alejandro en el salón canturreando una canción deSade, que hacía mucho tiempo que no escuchaba.

En cinco minutos se había terminado de arreglar y sus tacones repiqueteaban por el pasillo rumbo

al salón. Al entrar no pudo evitar una carcajada al ver a Alejandro, el cual al verla comenzó también areírse. Iban vestidos iguales, salvo que Alejandro no llevaba tacones.

—¿Somos el nuevo Dúo Dinámico?— Bromeó Amanda.—¡Qué bueno! ¿Te molesta que vayamos repetidos? ¿Quieres que me cambie?—No, no pasa nada.

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—¿Vamos?—Cuando quieras.— Dijo Amanda antes de que Alejandro la besara.—Vamos.— Volvió a decir apagando la música y tomándola de la mano.

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CAPÍTULO 12

Carlos y Pilar ya habían llegado a casa de Gustavo cuando Amanda y Alejandro llegaron. Pilarmostraba una orgullosa barriga de treinta y seis semanas de embarazo y llevaba en brazos a Lena, lahija pequeña de Gustavo y Helena. Tras saludar a su amigo Gustavo le dio un fuerte y cálido abrazo aAmanda.

—¿Te parecerá bonito?— Preguntó Gustavo en tono recriminatorio.—¿El qué?—Preguntó Amanda a sabiendas de lo que le iba a decir.—¿El qué? El haber estado desaparecida durante casi cinco años, el haberte ido sin decir nada.

Vale que te enfadaras con este capullo.— Dijo señalando a su amigo —.Pero los demás no debíamosculpa de nada.

—Lo sé, perdona— contestó —,pero no quería que ninguno intentara frenarme y luego, no sé, paraque voy a buscar disculpas para lo que no hay ni tiene solución. ¿Cómo estás? ¿Dónde están esos dospeques que sé que tienes?

—Eso es escapar de la conversación. Eres mejor aún que… ¿vais vestidos iguales?— Gustavocomenzó a reírse al darse cuenta de la coincidencia de ropa.

—Eh, no lo hemos hecho a propósito y tampoco es una ropa tan rara incluso podíamos habercoincidido todos.— Contestó Alejandro mientras agarraba a Amanda por la cintura.

—¡Hola, guapa!— Dijo Carlos interrumpiendo la conversación acaparada por el anfitrión— ¡Estásigual que hace cinco años!— Continuó fijándose en donde tenía las manos Alejandro. —Aquí estáocurriendo algo que se me escapa.

—¿Qué se te escapa?— Preguntó un sonriente Alejandro.—¿Qué ocurre con esas manitas?— Preguntó Carlos haciendo que todos dirigieran sus miradas a

las manos de Alejandro.Amanda notó que una ráfaga de calor le recorría el cuerpo. Nunca le había gustado ser el centro de

atención y sabía que todo estaba desencadenado demasiado rápido y ni siquiera había sido del todosincera con Alejandro pero, se sentía tan bien con él, que tenía terror de hablarle de Diego y perderlopor haberle ocultado la verdad durante todo este tiempo.

—Si esto se veía venir. Lo raro es que no ocurriese en su día.— Comentó Helena entrando en laconversación— .Un beso, guapa, que éstos te han acaparado y no han dejado que te salude.

Tras saludar a Helena. Amanda se acercó a Pilar, apenas la conocía ya que cuando ella se marchóde Madrid acababa de empezar a salir con Carlos.

—Helena, es igualita a ti. Es preciosa.— Dijo al ver a Lena mientras la cogía en brazos bajo laatenta mirada de Alejandro que no podía dejar de observarla. —.¿Y este nene tan guapo? ¿Cómo tellamas?

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—Guené—dijo René, el cual tenía tres años y como muchos niños de su edad no pronunciaba la“r”— ¿Eres la novia de Alejando.

—Sí, es mi novia.— Se adelantó a decir Alejandro —.¿A que es muy guapa?—Sí— respondió el niño mientras le agarraba la mano a Amanda— ¿Quieres ver mis juguetes?—Sí, claro— contestó divertida Amanda dejando a la pequeña Lena en brazos de Alejandro.La cara de Alejandro era un verdadero poema. Era la primera vez que cogía a un bebé en brazos, al

menos un bebé tan pequeño. A René no se había atrevido a cogerlo hasta pasados los seis meses deedad porque tenía la impresión que se iba a romper en sus brazos. Por eso, todos se le quedaronmirando al verlo con la pequeña en brazos.

—¿Ocurre algo?— Preguntó Amanda al ver que todos miraban a Alejandro.—No, nada, sólo que es la primera vez que lo vemos con un bebé en brazos. Ale, te queda bien.—

Bromeó Gustavo —.Ya ves que no se rompen así que te puedes animar.—Sí, corriendo, ahora mismo, ¡no te digo!— Contestó Alejandro guiñándole un ojo a Amanda.—¡Vamos novia de Alejando!— Insistió René tirándole de la mano.—Novia de Alejando, muy bueno, René.— Dijo entre risas su padre.Amanda estuvo un buen rato con René viendo sus juguetes en su habitación. El pequeño le

enseñaba cada uno de sus juguetes dándole explicaciones de todos y cada uno de sus juguetes. Amandaconocía a la mayoría de los muñecos, no se distaba tanto en edad de Diego y compartían gustos.Alejandro los observaba desde la puerta de la habitación. Había ido en su rescate pero se habíaquedado embelesado contemplándola jugar con el hijo de su amigo.

—¿Te conoces todos los juguetes? Para mí son todos extraños.—Te recuerdo que tengo un sobrino de cuatro años y he visto mucho dibujo animado.—Ya— le dijo dándole un beso. La veía ahí sentada con el pequeño, jugando, y era como si el

tiempo no hubiese pasado. Como si nada hubiera pasado entre ellos y todo este tiempo hubiesenestado juntos. René parecía haberse prendado de ella porque no la soltaba. Le hablaba y hablaba sobrejuguetes y dibujos y parecía encantado porque Amanda los conocía a todos. Era la única de los amigosde sus padres que conocía a la Doctora Juguetes, a Peppa Pig, la Princesa Holly y demás dibujos queél veía.

—¿Y a ti te gusta saltar en los charcos de barro?— Preguntó Amanda a René bajo los sorprendidosojos de Alejandro, que no entendía la pregunta.

—Sí, pero mamá no me deja porque dice que me ensucio la gopa.— Contestó René —¿Tú saltas?—La verdad es que no, René, los mayores somos muy aburridos pero te prometo que un día que

llueva si hay charcos de barro te llevaré a saltar y saltaremos._Dijo Amanda bajo los atónitos y felicesojos de René — .Le diremos a Alejandro si quiere ir a saltar con nosotros y a mami y a papi.

—Leni no puede. Es muy pequeña.— Contestó rápidamente René, notando Amanda como le teníacierta pelusilla a su hermana pequeña.

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—Es que los bebés son un poco aburridos. No pueden jugar pero ya verás que cuando sea un pocomayor te lo pasarás muy bien con ella y tendrás que enseñarla a saltar en los charcos.—ContestóAmanda.

—¿Chicos, venís al comedor o trasladamos la cena a la habitación de René?— Preguntó Gustavodesde la puerta. —René, ya es hora de dormir.

—Papi, quiero jugar un poquito más con la novia de Alejando.—La novia de Alejando va a cenar con nosotros. Tú tienes que acostarte ya.—Hala, René. Acuéstate a dormir otro día jugamos más.—Dijo Amanda dejándole un beso.

Gustavo se quedó en la habitación acostando a su hijo mientras Amanda y Alejandro se

incorporaban al grupo que ya estaban sentados en la mesa.—¿Y ,Jose, no va a venir?— Preguntó Alejandro.—No, Paloma no se encontraba muy bien y claro es que apenas le faltan unos días para salir de

cuentas.— Contestó Helena.—René es encantador y muy hablador.—Comentó Amanda.—No para de hablar. Está todo el día sin parar de hablar, la verdad es que compadezco a las

monitoras de la guardería porque deben terminar con la cabeza del revés de tanto peque hablando sinparar.— Dijo Helena.

—Así que te vas a llevar a mi hijo a saltar charcos de barro.— Comentó Gustavo incorporándose ala conversación.

—En eso hemos quedado.— Rio Amanda —.Prometo que si lo hago lavaré la ropa o Alejando.—Eh, a mí no me metas en tus líos.— Dijo Alejandro con una amplia sonrisa en los labios.—Has de saber que lo has encandilado. No ha dejado de decirme que eras muy guay y guapa y, que

te gusta saltar en los charcos de barro.— Dijo Gustavo.—Voy a tener que hablar seriamente con tu hijo a ver si está intentando robarme la chica.—Ahí quería yo llegar.— Dijo Carlos— .Entonces, ¿estáis juntos?

Amanda le dedicó una sonrisa a Alejandro mientras sentía los ojos de sus amigos clavados en ellos

dos. Era obvio que eran más que amigos. Sus acciones los delataban. Ella había intentado ser discreta.Su intención cuando se subió al AVE el jueves era de no dar ese paso que parecía haber dado. Ella noquería cruzar la frontera que ya habían cruzado pero a veces las cosas son inevitables y es muy difícilluchar contra tus propios sentimientos, sobre todo si otros te hacen sucumbir.

—Eso intento. Todo depende de esta señorita a la que le gusta saltar charcos de barro.— DijoAlejandro apretándole la mano a Amanda por debajo de la mesa.

—Yo no he dicho que me guste saltar charcos de barro, sólo que lo llevaría.— Comentó Amanda— .Por cierto, ya he visto que le tiene celillos a la peque.— Siguió intentando cambiar el tema de la

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conversación.—Sí, un poco. Ha pasado de ser el centro de atención a tener un poco de competencia pero lo lleva

muy bien. Intentamos pasar más tiempo con él, dentro de lo posible, pero no le termina de gustarquedarse en la guarde mientras su hermana se queda conmigo.

—Se le pasará. Es encantador.— Dijo Amanda.La cena pasó de lo más animada. Amanda tuvo que ponerlos a todos al día sobre su vida,

omitiendo lo más importante que había pasado en ella en los últimos años. Era la primera que habíasido madre y Alejandro, sin saberlo, era el primero de sus amigos en haber llegado a la paternidad.Todos estaban encantados de tenerla de vuelta entre ellos. Gustavo, Carlos y Helena la habíanconocido casi al mismo tiempo que Alejandro. Helena era novia de Gustavo desde el instituto por loque Amanda la conoció desde la primera vez que salió con Alejandro. Todos coincidieron en launiversidad aunque sólo Alejandro y Amanda estaban juntos en la misma carrera. Pasaban de las dosde la mañana cuando Alejandro y Amanda se despedían de Gustavo y Helena, Carlos y Pilar hacía másde una hora que se habían marchado.

—Me alegra tenerte de vuelta. Hacía tiempo que no veía tan feliz a Alejandro.—Comentó altiempo que la abrazaba Gustavo —.Nunca teníais que haberos separado.

—Yo también me alegro de estar de vuelta y de haberos visto._ Contestó Amanda— .Tus hijos songuapísimos, claro que se parecen a la madre.— Dijo en tono burlón guiñándole un ojo a Helena.

—Más razón que un santo.— Dijo Alejandro.—Ya te diré yo lo mismo.— Contestó Gustavo.—No.— Dijo sin darse cuenta Amanda, pensando en lo mucho que se parecía Diego a su padre.

—.Quiero decir que en el supuesto caso de tener Ale un nano y parecerse a él. —Ya no sabía quédecir. Se había metido ella solita en un lío. — .Tendrá unos ojos negros preciosos.— Terminó dándoleun beso en la mejilla a un risueño Alejandro.

—La novia de Alejando sale en su ayuda.— Bromeó Helena.—Muy bueno, Helenita.— Dijo Alejandro. —.Hala, buenas noches, que a este paso volvemos a

liarnos a hablar y no nos vamos.Volvieron a despedirse y se subieron al ascensor que hacía un buen rato había llegado. Nada más

entrar en el ascensor Alejandro la besó apasionadamente.—Llevo toda la noche queriendo besarte.—¿Y qué te lo impedía?—Preguntó Amanda volviendo a besarlo justo cuando se abrían las puertas

del ascensor.Salieron del ascensor abrazados y estuvieron así hasta que llegaron al coche. Amanda se sentía

muy feliz. Hacía mucho que no se sentía así. Ella era feliz, su hijo lo era todo, pero aquello era unafelicidad distinta. Siempre había estado enamorada de Alejandro, había sido su mejor amigo, suconfidente. Había llorado muchas veces en sus brazos cuando le había ido mal con algún chico y ella

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le había escuchado sus batallitas de amores. Ayudándole con alguna que otra chica pero de pronto undía, sin darse cuenta, se había dado cuenta que era más que un amigo. Se había dado cuenta queaquella relación suya de “ahora no tengo a nadie me lío contigo” era una auténtica y soberana tontería.Amanda no podía dejar de mirarlo disimuladamente mientras él conducía. Alejandro se dio cuenta delas miradas robadas y le dedicó una amplia sonrisa. Él se sentía igual, le parecía increíble haberlarecuperado después de tanto tiempo y esta vez no iba a meter la pata.

En el coche sólo se escuchaba el silencio de la noche interrumpido por la voz de Tony Braxton .Una vez aparcado el coche bajaron en silencio y recorrieron el camino hasta la casa cogidos de lamano sin decirse nada. El silencio hablaba más de lo que callaba. Nada más entrar en su pisoAlejandro la abrazo fuertemente.

—No te imaginas lo feliz que soy.— Susurró en su oído.—Y yo_ respondió.—¿Vas a quedarte en el sofá cama?—Preguntó Alejandro sin poder disimular una pícara sonrisa.—Si es lo que quieres.—Sabes que no.— Volviéndola a besar. Siendo éste solo el primero de una largo número de besos

que los mantuvo despiertos durante casi toda la noche.

El sol empezaba a darle en los ojos cuando Amanda los abrió y descubrió que estaba sola en lacama. No pudo evitar una sonrisa al recordar la noche anterior. Remoloneó en la cama acercando sucara a la almohada de Alejandro. Olía a él. Alejandro la observaba desde la puerta de la habitación.Acababa de salir de la ducha.

—Dormilona son las once.— Dijo tumbándose a su lado y besándola en los labios.—¿Las once?— Preguntó incrédula —Hacía mucho que no dormía hasta tan entrada la mañana.—¿Por qué habrá sido?—No lo sé, ¿lo sabes tú?—Dijo volviéndolo a besar —Será mejor que me levanté a no salimos de

aquí.—Espera.—¿Qué?—Nada, sólo quería mirarte. —Dijo —.Es que aún no termino de creerme que te tengo aquí.—¿Aquí?—Sí, aquí en Madrid, aquí en mi casa, aquí en mi cama.—Sabes que eres un poco tonto.—Sí, pero este tonto está loco por ti._ Dijo antes de volver a besarla.—Lo dicho me voy a la ducha o terminará llamándonos tu madre.—Huye, huye. Ya preparo yo el desayuno pero recuerda que esta noche preparas tú la cena.—No lo he olvidado.—Gritó camino de la ducha.

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Era la una cuando entraban en casa de los padres de Alejandro. Almudena abrazó a Amanda nadamás verla entrar por la puerta de su cocina, la habían pillado enredada en ella. Siempre le habíagustado aquella chica, desde que la conoció hacía ya más de quince años. Decir que en quince añosAmanda no había cambiado era una tontería pero seguía siendo la misma. Seguía transmitiéndole lasmismas buenas sensaciones. Seguía estando convencida que era la chica que le convenía a su hijo.

—Déjame verte—dijo— ,pero si aún me parece verte la primera vez que entraste en esta casa condieciocho añito.

—Uff, Almudena, ¡mucho tiempo ha pasado!—No me lo recuerdes, hija, que cada día estoy más vieja.—Yo te veo igual que siempre.—Tú sí que estás igual que siempre.—¿Dónde está papá?— Preguntó Alejandro a su madre tras darle dos besos y acercarse a Amanda

y agarrarla de la mano.—¿Tenéis algo que contarme?— Preguntó una ilusionada Almudena.—¿Sobre qué?— Preguntó Alejandro sin poder evitar una sonrisa.—¡Qué ilusión me hace!¡Ya era hora!— Dijo Almudena volviendo a besar a su hijo y a Amanda.—¿Y papá?— Volvió a preguntar Alejandro.—Ah, sí. Tu padre ha llamado que si lo puedes ir a buscar porque el coche ha tenido que dejarlo en

el taller y de paso compráis algo de postre, que no me ha dado tiempo de preparar algo yo.—Bueno, con las vueltas que dimos para aparcar.—Luego aparcas en la plaza de parking de tu padre.—¿Vienes o te quedas?—Me quedo con tu madre.— Contestó Amanda.

Alejandro besó a Amanda y se fue en busca de su padre. Dejando a su madre con Amanda en la

cocina.—¿Te ayudo en algo?—No, no te preocupes. Está todo bajo control. ¿Quieres tomarte algo fresquito?—No, gracias,— Contestó —bueno, un vaso de agua. ¿Siguen los vasos en donde siempre?—Sí, en el mismo lugar.—Ok— Dijo acercándose a por el vaso.—¿Cómo está mi nieto?—¿Tu nieto?— Preguntó una sorprendida Amanda atragantándose con el agua.—Sí, mi nieto o nieta— contestó. —,porque tengo uno, ¿verdad?— Dijo Almudena seria pero con

una sonrisa en sus ojos. Amanda sólo pudo asentir con un movimiento de cabeza.—¿Cómo lo sabes?

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—Cuatro meses después de irte estuve en Valencia de excursión con el colegio y te vi.— Dijo—.Iba a llamarte cuando me fijé bien y vi tu barriguita. Supe que estabas embarazada. No estaba segurasi era de Alejandro o no pero, tenía claro que no tenías novio en los últimos tiempos, y que por muchoque tú y mi hijo dijeseis que sólo erais amigos sabía que había algo más.

—Lo siento, Almudena.—¿Por qué no se lo has dicho?— Preguntó Almudena. — Entiéndeme no estoy enfadada pero no

puedo negar que me ha dolido mucho no ver crecer a mi ¿nieto?—Sí, Diego.— Dijo mientras rebuscaba en su bolso para coger su Iphone y enseñarle las fotos.Almudena no pudo evitar una sonrisa al tiempo que un par de lágrimas se le escapaban viendo a su

nieto. Su único nieto. El hijo de su adorado hijo.—Es, es igual que su padre a su edad.—Lo sé. Me recuerda a él cada día y es igual de maniático con sus cosas. Imposible ser más

ordenado. Almudena lo siento. No debí callar.—¿Pero, por qué?—Porque cuando me fui no lo sabía. Me enteré al poco de llegar a Valencia.— Explicó.—

.Alejandro no estaba enamorado de mí y no quería que se viera obligado a estar conmigo, por eso, nose lo dije. Esperé y esperé a que me llamara, a que sintiera la necesidad de estar conmigo, a que meechara de menos pero cuando él se decidió yo ya había cambiado de número.— Continuó. — .Sé queesto no me disculpa de nada. Tú y Joaquín teníais derecho a disfrutar de vuestro nieto y Alejandro asaber que es padre.

—¿No se lo has dicho?—No tengo valor, Almudena. Sé que se va a enfadar y no lo culpo por ello. De hecho si antes te

admiraba, ahora más, por no ponerme de patitas en la calle.—¿Por qué iba a hacerlo? Por mucho que me duela entiendo la situación perfectamente.— Dijo

volviendo a ver la foto. —.Diego, mira que es guapo mi nieto, claro que con los padres que le hatocado no es raro. Cuando Joaquín se entere que lo he visto.

—Joaquín, ¿lo sabe?— Preguntó Amanda alucinada. Dándose cuenta que el suyo era un secreto avoces.

—Sí, se lo dije yo. Nada más venir de Valencia se lo comenté, le dije que no comentara nadaporque si Alejandro no nos había dicho nada era porque no lo sabía, que te respetásemos y ya sabesque Joaquín te adora.—Dijo agarrándola de las manos. —.Por si no lo sabes cada vez que el cafre demi hijo traía una novia nueva a casa el padre las fulminaba con la mirada y le decía a Alejandro que nolo entendía.

—¿Estás hablando en serio?—Sí, tú te has ganado nuestros corazones desde el principio. Siempre quisimos que formaras parte

de nuestra familia, porque para nosotros ya lo eras.

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Amanda no pudo evitar abrazarse a Almudena emocionada por sus palabras. Si los padres de

Alejandro la habían entendido y respetado, ¿por qué no la iba a entender Alejandro? Pensaba mientrasla abrazaba. Cuando se repuso de la emoción volvió a buscar en su bolso hasta encontrar su cartera ysacó de ella una foto de Diego y se la dio a Almudena.

—Quédatela hasta que tú le puedas sacar fotos.— Dijo mientras llamaba por teléfono.

—Hola, Cris, bien. Diego, ¿Está contigo? No es que no sabía si estaba con papá y mamá en elBioparc, que habéis ido todos. ¿Se puede poner? Quiero que salude a alguien. Almudena, la madre deAlejandro, ella me vio embarazada. Hola, cariño, ¿cómo estás? Sí, los leones. Sí, cielo, quiero quesaludes a una persona y le cuentes cómo es el Bioparc. No es que está pensando en ir y así sabrá lo quehay.— Amanda le pasó el teléfono a Almudena que no podía ocultar la emoción en su rostro.

—Hola, Diego, soy tu… Almudena. Leones, tigres, jirafas. Sí, sí quiero ir a Valencia a verlo,cuando vaya me puedes acompañar para que me lo enseñes. Vale, cielo. Sí, te paso con mamá. — DijoAlmudena con voz temblorosa.

—Hasta luego, cariño, pásatelo muy bien. Besitos. —Dijo antes de colgar justo cuando escuchabala puerta de la calle.

—¿Dónde está mi valenciana favorita?— Gritó el padre de Alejandro nada más entrar en casa.

Amanda salió de la cocina a su encuentro dándole tiempo a Almudena a reponerse de la emociónde haber hablado con su nieto. Un sonriente Joaquín la esperaba en el salón. Tenía más canas peroseguía igual que cinco años atrás.

—¡Más guapa aún!— Exclamó antes de dejarle un par de besos en las mejillas. —Mira que hatardado el tonto de mi hijo en darse cuenta de lo que se estaba perdiendo.

—¡Qué le vamos a hacer Joaquín si nos ha salido cortito el niño!— Dijo entre risas Amanda.—¡Eh! ¿Qué pasa? ¡Estoy aquí!— Dijo Alejandro.—Hijo, reconoce que has sido un poco lento en darte cuenta de lo que te estabas perdiendo.— Dijo

Almudena incorporándose a la conversación y agarrando a Amanda por la cintura.— .Además ya sabesque para tu padre Amanda está en un pedestal.

—Ya, ya lo sé.— Contestó Alejandro. — .No puedes imaginar el boicot que le ha hecho a todamujer que he traído a esta casa.— Dijo a Amanda.

—Es que tu padre siempre ha tenido buen gusto.— Bromeó Amanda._Eso, si no mira con quien se casó.— Dijo entre risas Almudena._Está claro que diga lo que diga. Hoy tengo todas las de perder.

El ambiente reinante no podía ser mayor. Amanda veía en los ojos de Almudena una alegría

infinita, la misma que vio un rato después en los de Joaquín. Imaginó que había visto la foto de Diego.

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El único que desconocía la existencia de Diego era Alejandro, le sorprendía que sus padres se lohubiesen ocultado. Respetando el silencio de ella y, por eso, les estaría eternamente agradecida. Sóloesperaba que Alejandro lo entendiese igual que sus padres y el conocer la verdad no los separase.

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CAPÍTULO 13

—No sé quién está más enamorado de ti si mis padres o yo.—Dijo Alejandro a Amanda nada mássubirse al coche.

Amanda sintió que el corazón le iba más rápido. Hasta el momento Alejandro le había demostradocon hechos que la quería pero no con palabras y, aunque de manera indirecta, se lo estaba dejandoclaro.

—¿Siempre llevas esta música en el coche o es pura estrategia?— Preguntó Amanda al escuchar elcomienzo del Without You de Mariah Carey.

—Como bien dijera Don Mario “Táctica y estrategia”.—Muy listo, sí señor.—Hace unas horas me llamaste, ¿cómo fue exactamente? Uhmm. Ah, sí. Cortito, pues, este cortito

ha conseguido lo que quería.— Dijo mirándola un momento.—Mira la carretera. No te despistes.—¡No me despistes tú!— Reclamó. — ¿A dónde quieres ir de compras?—Pues, a un centro comercial, te voy a torturar un ratito mirando trapitos.—Sí, pero tendré mi recompensa.—¿Prefieres cena o cine?—¿Te intentas escaquear de preparar la cena?—No, sólo te doy dos opciones.—Cenita, me apetece estar a solas contigo que desde ayer no hemos dejado de vernos con todo el

mundo pero ¿qué prefieres tú?—Estar contigo.—Uff, luego dices que no me distraiga.Casi cuatro horas más tarde se estaban subiendo al coche. Obviamente, había comprado más de lo

que necesitaba para dos días más pero, hacía mucho que no salía de compras para ella sin llevarse aDiego con ella, y se había permitido el lujo de entrar y salir de los probadores una y otra vez.Finalizando con la visita al hipermercado a comprar todo lo que necesita para preparar la cena.

—¿Te has dado cuenta que son las nueve, que llevamos cuatro horas tienda arriba tienda abajo?—¿No querías que me quedara?—Sí, pero esto ha sido una tortura. Me lo vas a tener que pagar con creces.—¡Ya te voy a hacer la cena!—Poco pago es ese.—Bueno, ya veré cómo recompensarte. Ya sé, te dejaré ver el fútbol mientras preparo la cena.—

Dijo sin parar de reírse.

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—¡Qué amable!—¡Ya ves!— Dijo guiñándole un ojo.

Cerca de las diez entraban en casa. Amanda dejó las bolsas con la ropa sobre el sillón del despacho

mientras Alejandro metía el vino blanco en la nevera y, dejaba el resto de la compra sobre la barra dela cocina. Amanda se quedó mirando la habitación y le dio risa pensar que, precisamente, era ella laculpable de aquel desorden. La maleta abierta delante de la estantería, el vestido colocado sobre elrespaldo de la silla y ahora las bolsas sobre el sillón.

—¿Qué haces?—Intentar recoger la habitación. No soporto el desorden y menos convertirte en caótica la casa.—Mandy , lo que vuelve caótica la casa no es tu ropa sino tú.— Dijo antes de besarla. —.Te dejo

un par de perchas y guardas tus vestiditos en el ropero, así los tendrás mejor hasta el martes o hastacuando quieras.

—¿Qué quieres decir con eso?—Nada, que siempre puedes dejar cosas aquí para la próxima vez o…—¿O qué?—Tonterías mías.—Dímelo.—Que te podrías quedar en Madrid.—No digas tonterías.—¿Por qué son tonterías?—Sencillamente porque estamos empezando.—Sí pero no es un comienzo como otro cualquiera. Nosotros ya teníamos una historia.—Ale, no. Precisamente por eso necesito ir despacio.— Comentó separándose de él. —.Ves a esto

tenía miedo yo a meter la pata con tanta rapidez.—No, no. No te agobies. Era sólo un comentario. Respeto tus tiempos.—¿Y que tenga mi vida en Valencia?— Preguntó haciéndose el silencio entre ellos.—Si tengo que pedir el traslado lo hago. No tengo ningún problema por ello, menos ahora, nunca

me había pasado por la cabeza irme de Madrid pero no voy a perderte.— Dijo volviéndola a abrazar.—.Hablo en serio, Mandy.

—Déjame esas perchas que aún he de preparar la cena.— Dijo dejándole un beso en los labios.—Eres un crack cambiando de conversación pero bien, vamos a por las perchas que ya tengo

hambre de tanto andar de tiendas.

Amanda comenzó a picar los espárragos trigueros y las setas mientras Alejandro se encargaba deseleccionar un poco de música. Norah Jones fue la elegida para animar la velada mientras cocinaban.

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Tras abrir una botella de vino blanco y servir dos copas se sentó en la barra para observar a Amandamientras preparaba la cena.

—¿No piensas ayudarme?—¡Creía que la cena era mi recompensa por tanta compra!—Vale, vale. — Dijo risueña sin dejar de picar las setas.—Es broma, dime qué hago, pero ya sabes que soy un auténtico desastre en la cocina.—¿Sabrás pelar las gambas para el revuelto?— Bromeó.—Creo que hasta ahí llego, ¡simpática!—Pues, hala, ya estás tardando que esto en un pispas está.— Contestó.Cerca de las once se sentaban a la mesa a cenar. Alejandro la había dejado preparada mientras

Amanda terminaba el revuelto y los langostinos a la plancha. La botella de vino casi había caído ysacó otra de la nevera.

—Velas, música, más vino, ¡tú quieres algo!— Bromeó Amanda.—¡Si tú lo dices!— Continuó la broma Alejandro.

Ninguno de los dos podía negar lo bien que se sentía junto al otro. Se conocían desde hacía mucho

tiempo y eso les permitía saber lo que pensaba el otro sin necesidad de decirlo con palabras. Alejandrono lo dudaba, tenía claro que lo había conseguido. Amanda confiaba en él y estaba seguro que ella lecorrespondía. Por mucho que insistiera en ir despacio Amanda estaba tan enamorada de él , como él deella. Sin embargo, sabía que había algo que la inquietaba pero no quería agobiarla así que esperaría aque ella decidiera decirle lo que fuera.

—No, ni se te ocurra volver a llenarme la copa.— Dijo Amanda tapando con la mano su copa.—.Ya he bebido más de lo debido, a este paso voy a terminar a cuatro patas.

—No has de ir a ningún sitio.—No, pero puedo hablar más de la cuenta.—¡Aha! ¡Tienes secretos ocultos!—Todos tenemos algún secretillo, imposible no tenerlos— Dijo Amanda.—¿Y no lo puedo saber?— Preguntó un risueño Alejandro.—Pues, a su debido tiempo, al fin y al cabo casi es un secreto a voces.—¡Qué enigmática! Ahora me pica la curiosidad.—La curiosidad mató al gato.— Dijo Amanda.—¿No me lo vas a decir?—Hoy no.—¿Me lo dirás?—Sí.—Bien, ¿no me lo puedes decir ahora?

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—Sí, pero si te lo digo se va a acabar esta magia que hay entre los dos.—No te entiendo y ahora ya sí que la curiosidad me mata.—Muy bien.— Dijo Amanda mientras su rostro se ponía serio.—Me estás asustando. ¿Qué ocurre?— Preguntó Alejandro cuando Amanda se levantó de la mesa

y salió del salón un momento. Regresando en seguida con su móvil.—Mira, aquí tienes mi secreto.— Dijo dándole su Iphone.—Bonito niño, ¿tu sobrino?—No.—Entonces, ¿quién es?—Es Diego.—¿Diego?— Preguntó Alejandro sin entender.—Mi, tu — dudó Amanda— …nuestro hijo— ,dijo casi dejando de respirar y sin apartar la vista

de Alejandro.—¿Estás de broma?Amanda negó con la cabeza mientras veía la sonrisa de Alejandro desaparecer.—No, no es ninguna broma— respondió. — ,cuando me fui de Madrid estaba embarazada. No me

enteré hasta pasado un mes, ya instalada en Valencia. No, por favor, no me interrumpas. Déjameexplicarte. —Dijo al ver que Alejandro tenía intención de intervenir. —.Me fui de aquí porque estabacoladita por ti, eso lo sabes, al igual que sabes que no me correspondías. Éramos amigos, especiales,con derecho a roce, llámalo como quieras. Una mierda de relación porque al final siempre hay uno quepaga los platos rotos, en este caso yo que traspasé los límites, enamorándome de mi mejor amigo. Alenterarme iba a llamarte pero no quería que de pronto te vieras obligado a estar conmigo y esperé aque tú dieras el paso que tanto quería. —Amanda se sirvió más vino, lo necesitaba.—. Esperé que mellamaras o que te plantases en Valencia y me dijeras que me echabas de menos, que te habías dadocuenta lo mucho que me querías. —Tomó un trago. —.Pero no ocurrió y me callé, luego cambié denúmero. Quise borrarlo todo. Tendría una nueva vida con mi hijo y ya. Sabía que tarde o temprano élnecesitaría saber quién era el padre, de hecho ya me pregunta muchas veces, no es tonto y quieresaber. —Volvió a beber bajo la atenta mirada de Alejandro que no salía de su asombro.

—¿Cómo has podido ocultarme algo así?—Ale, no nos hemos visto en años y de pronto apareces en mi vida y, lo siento, sé que lo fastidié

todo. Tenía que habértelo dicho desde el principio, te he privado de verlo crecer y a él de tener unpadre.

—¿Y estas semanas? ¿Cuándo pensabas decírmelo?—Cuando reuniera valor suficiente.Alejandro se levantó de la mesa. Amanda lo observaba en silencio.—¿Qué haces?¿A dónde te vas?— Preguntó al verlo con las llaves de la casa en la mano.

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—A tomar el aire.—Ale.—No, ya has dicho suficiente.—Ale, lo siento.—¿Lo sientes? ¿Cómo crees que me siento en este momento? De pronto soy padre, de pronto

tengo un hijo de, de ¿cuatro años?—Sí.Amanda no pudo evitar que se le escaparan las lágrimas al ver la puerta cerrarse tras Alejandro.

Todo se había acabado. El cuento de estos días había llegado a su fin. No podía decirse que le hubiesecogido de nuevas. Sabía perfectamente lo que iba a ocurrir. Sabía perfectamente que Alejandro seenfadaría, ¿cómo no hacerlo? Se secó las lágrimas y recogió la mesa. Ni siquiera se habían comido elpostre, el helado se había quedado en el congelador. Secó todo lo que había fregado y guardó cadacosa en su sitio mientras volvía a sentir las lágrimas cayendo por sus mejillas. Se había sentido tanbien estos días a su lado y ahora no sabía qué ocurriría. Apagó la música y encendió la tele paraintentar distraerse mientras esperaba por Alejandro.

Miró la hora. El reloj marcaba las dos, ya hacía más de una hora que Alejandro se había ido.Empezaba a preocuparse. Se levantó y miró sobre la mesa, estaban las llaves del coche, eso latranquilizó. Salió a la terraza. Estaban en mayo pero el aire estaba aún bastante fresquito y sintió frío.La calle estaba vacía. Sólo una pareja desafiaba a la noche en la acera de enfrente. Se besaban en laintimidad del portal. Regresó al salón. Volvió a sentarse frente a la tele. Pronto los juegos de azar, losadivinos, las dietas mágicas y productos de lo más variopintos se apoderaron de la gran mayoría de loscanales. Sin darse cuenta el sueño se apoderó de ella.

Abrió los ojos. Era de día. Tenía una manta sobre de ella. La tele estaba apagada. Respiró

tranquila, Alejandro había vuelto. Se destapó y dobló la manta dejándola sobre el sillón. Alejandroentraba en la cocina, tenía los pelos mojados, acababa de salir de la ducha.

—Buenos días.— Dijo al verla despierta.—Buenos días.— Respondió con una leve sonrisa en los labios que borró al ver que no era

correspondida.—¿Desayunamos?—Voy a darme una ducha si no te importa.—No, ¿por qué iba a importarme?

La tensión cortaba el ambiente. Las sonrisas, besos y abrazos de los días previos habían

desaparecido. Amanda cogió ropa y se fue a la ducha. Quince minutos más tarde estaba de vuelta.Alejandro estaba en la terraza, tomándose el café de pie observando la calle. Amanda se sirvió el café

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y salió en silencio. Se quedó a su lado. Callada. No sabía qué decir y tenía tantas cosas que contarle.—¿Por qué, Mandy?— Preguntó Alejandro rompiendo el silencio reinante.—No sabía cómo decírtelo. Sabía que debía hacerlo. Tenías que saber que eras padre, quisieras o

no ejercer de ello pero no sabía cómo. —Volvió a dar un sorbo al café con leche.— .Estos días me hesentido tan bien que tenía terror de romper el hechizo.

—Pues lo has hecho.—Lo sé, iba a decírtelo antes de regresar a Valencia. Necesitaba estos días contigo. Necesitaba mi

propio cuento de hadas. Es la primera vez en cuatro años, que me levantó y acuesto siendo solo yo.Sintiéndome más mujer que madre. No me entiendas mal. Diego es lo mejor que me ha pasado en lavida. Lo adoro con toda mi alma pero de la misma manera que el rol de madre es de los más bonitospapeles que te tocan en la vida, también es de los más duros y difíciles. Ganas muchas cosas y pierdesotras. Sobre todo cuando estás sola. — Respiró. _.No me puedo quejar, yo solita me lo busqué. Mecallé. No te dije nada y decidí tenerlo y seguir adelante. — Volvió a dar un sorbo al café con leche.—.No entendías que no tuviera pareja. Diego es ese motivo. Por mucho que te guste una chica acojonasaber que es madre a tiempo completo.

—Merecía saberlo y decidir sobre él.—Lo sé, ¿crees que no me he sentido culpable todo este tiempo?—¿Qué sabe Diego de mí?—Le conté que vivías fuera de Valencia y, por eso, no estabas con él. Es ahora cuando comienza a

hacerse preguntas, todos sus amigos tienen un padre y una madre. Tiene una compañera de clase condos mamás y algunos con padres separados. Siempre hay dos figuras paternales, por eso, ahora mepregunta por ti.

—¿Sabes que van a decir mis padres cuando se enteren?—Tus padres lo saben.—¿Qué? ¿Se los habías dicho a ellos? Ahora sí que termino de alucinar.—No, ayer me sorprendió tu madre cuando me preguntó por su nieto. Me vio en Valencia. Parece

ser que estuvo de excursión con el colegio cuando yo estaba embarazada y me vio. Intuyó que eras elpadre y ayer me lo dijo.

—Alucino con mis padres. Durante cuatro años piensan que pueden ser abuelos, que puedo tenerun hijo y no me dicen nada.

—Respetaron mi silencio.—Yo soy su hijo. Tenían que habérmelo dicho desde que te vieron. ¡Joder, Amanda!—Lo siento — dijo. —,voy a recoger mis cosas, lo mejor es que me vaya. Organizamos la

entrevista via email y entrevistas tú a Laura Baliño, al fin y al cabo, tampoco hacía falta queestuviésemos los dos.

Alejandro no dijo nada. Se quedó allí de pie observando a la gente que paseaba a sus perros, a los

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que regresaban tras comprar el periódico. Vio a un padre salir con su hijo montado a caballitomientras la madre llevaba un carrito de bebé. Se sentía confuso. Necesita pensar. Escuchó su móvil.Jose le acababa de enviar la primera foto de su hijo.

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CAPÍTULO 14

Necesitaba pensar pero también la necesitaba a ella. Estas semanas había recuperado la ilusión, laalegría, los nervios de volver a ver a la persona con la que quería compartir su vida. Ahora no podíapermitirse el lujo de perderla aunque le hubiese ocultado la existencia de un hijo durante los últimoscuatro años. Sentía que su vida había dado un giro total, de pronto, no sólo había encontrado a la mujerque había idolatrado en los últimos años. La mujer con la que comparaba a todas aquellas otras a lasque conocía. Ahora no sólo tenía pareja sino que tenía un hijo. Un hijo al que no conocía.

La música le llegaba desde el salón. Comenzaba a sonar la melodía de Dream a Little Dream of Mey una tímida sonrisa asomó en su rostro. Por algún motivo aquella canción le recordaba a ella.Siempre que la escuchaba Amanda invadía su pensamiento, especialmente, si era cantada como enaquella ocasión por Michael Bublé porque sabía lo mucho que le gustaba.

Entró en el salón dejó la taza vacía sobre la barra de la cocina y se dirigió por el pasillo aldespacho, que hacía las veces de habitación de invitados. Allí estaba Amanda guardando su ropa en lamaleta. Estuvo un rato quieto apoyado en la puerta contemplándola doblar la ropa sin que ella sepercatara de su presencia.

—No te vayas.—Es lo mejor.— Dijo una sorprendida Amanda, que no lo había oído llegar, mientras seguía

guardando la ropa.—No, no me has entendido.— Dijo acercándose a ella y cogiéndola por la cintura. —.No quiero

que te vayas, creo que tenemos mucho de lo que hablar. Necesito saber muchas cosas de mi hijo, denuestro hijo. Quédate Amanda. No quiero perderte. —Dijo interrumpiéndola a ella con un beso.

—Lo siento, Alejandro. De verdad que lo siento muchísimo. Me siento como una egoísta por haberdisfrutado yo de Diego y habértelo ocultado durante este tiempo.

—Anda saca la ropa de la maleta antes de que se arrugue todo y vámonos a dar un paseo y atomarnos algo.— Dijo antes de volver a besarla. — .Así que lo has llamado Diego.

—Sí, sabía que era el nombre que tú querías. Recordé cuando vimos El Zorro y dijiste que habíaun Alejandro, un Joaquín, que era tu padre, pero en la peli era el hijo, que faltaba Diego, que ese seríatu hijo y sería la saga a la inversa.

—Lo recuerdo, perfectamente, pero no pensé que tú te acordaras de eso. Creí que había sido puracasualidad.

—No, no fue casualidad. Pensé que ya que no lo conocías, que no sabías nada de él merecías elegirel nombre. Claro que porque el nombre me gustaba si hubiese sido Romualdo no se lo hubiera puesto.—Bromeó Amanda sintiendo que todo el peso que sentía dentro de ella iba desapareciendo poco apoco. Notaba que incluso podía respirar mejor. —.Vuelvo a colocar la ropa en tu ropero, dame diez

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minutos y estaré lista.—Sabes que no puedo evitar pensar en ti cuando escucho esta canción. Sé que ya te lo había

comentado pero es que siempre me vienes a la mente, ¿por qué te ríes?—Sí, sí me lo comentaste. Me río porque es la canción favorita de Diego, en su versión particular

dice drina litlo. Cuando me lo dijiste aluciné porque no había nada que uniera esta canción a mí,porque si era por Michael Bublé te podría haber sucedido con cualquiera de sus canciones, y ya mehizo pensar que hay alguna conexión entre nosotros y la canción. Si sigues besándome no voy aterminar de sacar las cosas de la maleta.

—Me sentí muy mal anoche.—Y yo.—Anda termina con esto y si te apetece podemos ir a ver al peque de Jose, que ya Paloma ha dado

a luz.—¿Cuándo? No me habías dicho nada.—Porque recibí el mensaje hace unos minutos. Te espero en el salón.

Amanda volvió a sacar su ropa, la colocó en las perchas que acababa de dejar vacías en el armario

de Alejandro. Se miró en el espejo, estaba perfecta con los vaqueros y la camisa blanca. Se recogió elpelo en una coleta. Cogía su chaqueta y su bolso cuando se dio cuenta que aún iba en zapatillas, sepuso las bailarinas rojas, los únicos zapatos planos que había traído, y tras ponerse unas gotitas de superfume salió en busca de Alejandro, el cual la esperaba leyendo en el salón.

—Como siempre guapísima.—Gracias, como siempre adulador.—Decir la verdad no es adular.— Dijo mientras apagaba la música y cogía las llaves del coche.—¿A dónde vamos?—¿Te apetece ir al Retiro y tomarnos algo por allí? Sé que querías ir al Prado pero se nos ha hecho

un poco tarde.—Me parece estupendo.La mañana estaba perfecta para disfrutar al aire libre. Apenas eran las doce del mediodía cuando

paseaban agarrados de la mano por El Retiro. El Retiro, estaba tal y como lo recordaba, lleno de gentepaseando, mimos, titiriteros, gitanas intentando leerte la buena fortuna y venderte una ramita deromero, ciclistas, corredores, músicos callejeros, niños corriendo, parejas paseando, lectores relajadosen un banco, gente de todas las nacionalidades… Muchas horas había pasado en El Retiro, siempre lehabía gustado el ambiente que allí se respiraba. Se sentaron en una terraza y pidieron un par de cafés.Ambos necesitaban una buena dosis de cafeína porque apenas habían dormido las últimas noches,aunque por motivos bien diferentes.

—Acababa de cumplir cuatro años pocos días antes de volver a vernos. Cumple años el uno de

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mayo, ya ves le dio trabajos al médico el día del trabajador pero tiene la suerte que siempre tendráfiesta el día de su cumple.

—Lo bien que le vendrá cuando sea más mayor. Podrá irse de copas la noche anterior con losamigotes.

—Eh, ya estás emborrachándolo. — Bromeó Amanda.—No, pero es una suerte no tener que trabajar y poder celebrar tu cumple. Anda sigue contándome

cosas.—Es un maniático del orden, ¿a quién saldrá?—Guapa, tú no te quedas atrás.—Le encanta el fútbol, eso sí, es del Valencia, lo siento por ti. Los piratas. Se pasa horas jugando a

los piratas, pintando y baila mejor que el padre, de eso me he encargado yo.—¡Qué graciosa!—Le va muy bien en el cole, su tutora está encantada con él. Va bastante adelantado para su edad,

quizás culpa mía porque nunca lo he tratado como un bebé. Monta en bici muy bien, siempre quepodemos nos vamos los fines de semana al río con las bicis y tiene fútbol de actividad extraescolar.Parece ser que no se le da mal darle patadas al balón. Sueña con jugar contigo.

—¿Conmigo? ¿Sabe quién soy?—No. Quiero decir con su padre. Últimamente habla mucho de ti, de cuando estemos juntos, sueña

con eso. No sé por qué, es como si hubiese presentido algo. Es más, ¿sabes cuáles fueron sus deseos deFin de Año y de Cumpleaños? Estar juntos, tú, él y yo. Lo sé de manera extraoficial. Se supone queesto no lo sé y, por supuesto, tú tampoco —comentó Amanda mientras imaginaba la cara de su hijo alver que sus deseos se cumplían._ Es muy alto para su edad, siempre lo ha sido y se parece mucho a ti,tu madre alucinó cuando lo vio ayer. — Dijo mientras sacaba su Smartphone para enseñarle las fotosque llenaban sus archivos fotográficos.

—Esa es otra, es increíble que hayan callado todo este tiempo. Lo sabían y no me dijeron nada. Yales tiraré de las orejas.

Alejandro no pudo evitar una sonrisa cuando empezó a pasar las fotos. Estaba emocionado. Sí,quería ser padre pero no entraba en sus planes inmediatos pero ahora que conocía la existencia deDiego y lo veía quería más. Necesitaba saberlo todo de él. Le daba rabia haberse perdido verlo crecer,verlo aprender a andar o a montar en bici pero ahora no estaba dispuesto a perderse nada más.

—Tiene tu sonrisa pero es cierto se parece mucho a mí a su edad, ¿con quién está? Ahora entiendopor qué no querías quedarte todo el fin de semana, por qué no quisiste quedar conmigo cuando estuveen Valencia, porque no tenías a tu sobrino, ¿me equivoco?

—No, no te equivocas. Es la primera vez que me separo de él tantos días. Nunca habíamosdormido en casas diferentes hasta hace dos semanas. El día de la cena del trabajo era la primera vezque salía después de tenerlo a él.

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—Uff, debe haber sido muy duro.—Sí, pero no me puedo quejar he contado y cuento con mis padres, con mi hermana, con mi

cuñado. Vicente lo lleva cada día al cole, él y Javi están juntos en clase y Vicente es maestro en elcolegio de ambos. Mi madre lo recoge por las tardes, los viernes lo puedo recoger yo porque él sequeda a comedor así que salgo corriendo de la oficina y podemos aprovechar la tarde de los viernes.

—¿Por qué no me lo dijiste?—No quería obligarte a una relación que tú no querías. No quería que me quisieras por él, por eso,

no te lo había dicho todavía. Necesitaba estar segura de tus sentimientos hacia mí y este fin de semanaestaba tan bien contigo que tenía terror de perderlo todo.

—No vas a perder nada. Sabes que te quiero. — Dijo al tiempo que se acercaba a besarla.— .¡Esalucinante!¡Soy padre!

Amanda no pudo evitar reírse al escucharlo. Estaba gratamente asombrada de ver lo bien que se lohabía tomado. Ella aterrorizada por cómo se lo podía tomar y él, tras el breve y entendible enfado,parecía estar la mar de feliz con la noticia. Nunca hubiese pensado, ni en el mejor de sus sueños, queél se comportaría de esa manera. No, por desconfiar de su carácter sino por toda la situación, por sumentira, por la impresión momentánea de la noticia. Pero no, se lo había tomado de la mejor de lasmaneras.

—Estoy pensando en la cara de Gustavo, que cuando nació René, por cierto, ahora entiendo queconocieras todos los dibujos y muñecos, dijo que por fin él era el primero en algo, que me habíaganado en ser padre y ahora resulta que no es así. René es casi un año más pequeño que Diego.— Dijosin poder evitar reírse. —. No lo llamo ahora para decírselo porque se va a caer de culo y quiero verlela cara cuando se lo diga.

—¡Sois la leche!— Dijo Amanda con una hermosa y sincera sonrisa en su rostro.—¡Tengo hambre!— Dijo Alejandro —¿Comemos en casa o te apetece ir a algún sitio?—La verdad es que prefiero ir a casa.—Que bien suena dicho por ti.—¿El qué?—A casa.—Mira que eres tonto. ¿Tienes pasta? ¿Spaguetties, tallarines?—Uhm, no sé. No recuerdo, algo habrá. Sí. Sí que hay un paquete de spaguetties. Ya sabes que soy

un desastre en la cocina y apenas como en casa.—Vale, pues, podemos hacerlos salteados con las setas y champiñones que sobraron de anoche y

ya improvisaré.—Suena bien. Vamos. —Dijo levantándose.

El sueño les había ganado la partida. Tras comer y recoger la cocina se recostaron en el sillón a ver

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una película pero ambos estaban demasiado cansados para enterarse de ninguna película. Durmiéndoseacurrucados bajo la manta en el sofá. Amanda comenzó a escuchar el murmullo de la televisióncuando Alejandro la despertaba dejándole besos por toda la cara.

—¿Te apetece hacer algo?—Pues, no lo sé, la verdad es que estoy muy cómoda ahora mismo. Estaba rota. Necesitaba

dormir.—Y yo.—¿Te apetece conocer al pequeñajo y ver de paso a Jose y Paloma? Yo o voy hoy o entre semana

está más complicado.—Me parece estupendo.—Luego podríamos ir al cine. Hace mucho que no vamos juntos.—Ni más ni menos que cinco años. Me parece estupendo porque lo último que vi en el cine era de

dibujos. Llevé al enano a ver una peli las pasadas navidades.—Dicho, visita de médico y luego al cine.—Un plan perfecto.—Te quiero.— Dijo antes de besarla.—¿Estás seguro de esto, verdad?—¿Por qué dudas?— Preguntó serio Alejandro.—Porque me parece demasiado bonito para ser real.—Pues, es cierto, te quiero, te quiero. ¿Quieres que lo grite para que lo oigan los vecinos?—No, no me hace falta.— Contestó riendo mientras veía acercarse a Alejandro que volvía a

besarla.—Así no vamos a ir a ninguna parte.— Dijo volviéndolo a besar.—Ya iremos otro día.

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CAPÍTULO 15

Ya te echo de menos Je je je, ¡acabamos de despedirnos!Amanda acababa de subir al tren. Ya regresaba a Valencia. Sentimientos divididos. Tenía ganas de

quedarse en Madrid con Alejandro pero se moría por ver a Diego. Nunca había estado tanto tiemposeparada de su hijo y tenía unas ganas locas de abrazarlo y de contarle que pronto vería a su padre. Sesentía extraña, feliz y triste al mismo tiempo, pero la felicidad era mayor que la tristeza. En estos díasse había liberado de un gran secreto, quitándose así un gran peso de encima. Además, habíadescubierto que Alejandro verdaderamente la quería, que no era un sueño. Recibiendo la noticia de supaternidad de la mejor de las maneras imaginables. Estos días habían pasado rápido y, al mismotiempo, se le había hecho larga la separación de su hijo.

Su viaje a Madrid había sido, definitivamente, fructífero en todos los terrenos. En el personal y enel laboral. Finalmente, el martes se habían reunido con Laura Baliño, realizando así la entrevista parala inauguración de la nueva sección. Realmente, Laura era encantadora. Merecía seguir con su rachade suerte y que su primera novela fuera todo un éxito. Cosa de la que estaban todos seguros por la granacogida de su blog y su columna mensual en WOMEN.

¿Qué haces?Ahora mismo escucho a Michael Bublé.¡Cómo no!Iba a sacar el libro pero alguien no deja de enviarme mensajes.¡Ya no te molesto! Además, ya estoy en el coche así que no puedo enviarte más mensajitos hasta

dentro de un rato. Besos.Muaaack Alejandro y ella habían decidido que aprovecharían su próxima reunión en Valencia para

que Diego y él se conocieran. Amanda estaba segura que su hijo iba a saltar de alegría al enterarse queiba a conocer a su padre. Amanda tenía ganas de ver su cara cuando se lo dijera. Ella ya le habíadejado caer por teléfono que lo estaba buscando y su familia ya sabía que Alejandro estaba al corrientede todo. Los padres de Alejandro, los abuelos de Diego, estaban ahora desesperados por conocer a sunieto. Cuatro años habían permanecido en silencio pero ahora ya no aguantaban más.

Amanda se concentró en la lectura y cuando se vino a dar cuenta ya estaban llegando a Valencia.El tiempo, los noventa minutos, se le habían ido entre los dedos.

Ya estoy en casa.Yo llegando a Valencia. ¿Has tardado, no?Atrapado en un atasco. ¿Te van a buscar?Sí, viene mi madre con Diego y así nos deja en casa.Te echo de menos Y yo a ti. Hablamos cuando llegue a casa. Muaaaack

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Los gritos de Diego llamándola la hicieron levantar la cabeza. Allí estaba su pequeño gran hombreagitando los brazos como un loco sin parar de sonreír. Amanda, sabía que sólo era una impresión, perole parecía que su hijo había crecido en los últimos cinco días.

—Mamá, ¡tenía muchas ganas de verte!— Gritó mientras se colgaba del cuello de Amanda.—¡Y yo a ti, cariño!— Contestó cogiéndolo en brazos para besarlo. —Hola, mami. — Dijo

besando a su madre y dejando a Diego de vuelta en el suelo.—¿Qué tal el viaje?— Preguntó su madre.—Muy bien. El AVE es una maravilla y el resto ya sabes que mejor imposible.— Dijo con una

amplia sonrisa.—No sabes lo mucho que me alegro, cariño.— Contestó su madre abrazándola.—Mami, ¿has visto a papi?— Preguntó como el que no quiere la cosa Diego.—Sí. —Dijo Amanda.—¿De verdad?— Preguntó con una felicidad imposible de ocultar en los ojos .—¿Has estado con

papá? ¿Ha venido contigo? ¿Va a vivir con nosotros?—Cariño, no ha venido conmigo porque tiene que trabajar pero vendrá pronto, no te preocupes.—¡Bien! Mañana se lo diré al primo. Va a alucinar, ahora a los dos se nos ha cumplido nuestro

deseo. ¡Él va a tener un hermano y yo a papá! ¿A papá le gusta jugar a los piratas? ¿Y jugar al fútbol?¿Montar en bici?— Preguntaba sin parar de saltar al mismo tiempo.

—Diego, cielo, todo eso se lo preguntarás a él, ¿vale? Pero seguro que sí, que le encantará.—¿Podemos llamarlo?— Preguntó Diego.—Cuando lleguemos a casa. _ Contestó con una amplia sonrisa.

Diego no paró de hablar en todo el camino todas las cosas que haría con su padre cuando fuera a

Valencia. Estaba eufórico. Amanda nunca se imaginó que se pondría tan feliz. Sabía la ilusión que lehacía conocer a su padre pero pensó que , al no haber crecido con él estos cuatro años ,se lo tomaríacon más indiferencia. Se había equivocado. Su hijo adoraba la idea de tener un padre y ahora ya lotenía, cada vez esa figura paterna estaba más cerca de él.

Luz aparcó en doble fila para que su hija y nieto bajaran. Se despidieron con un beso y tras cogerla maleta del maletero subieron a casa. Nada más soltar su bolso sobre el escritorio, que tenía en suhabitación, y dejar la maleta junto a su cama Diego empezó con la cantaleta de llamar a su padre.Estaba realmente entusiasmado con la idea de hablar con él.

—Espera un momento, cariño, le mando un mensaje para ver si puede hablar.Estamos en casa. Diego anda como loco, quiere hablar contigo.¿ Te apetece hablar con él ahora?Para sorpresa de Amanda el móvil sonó pero no con un beep beep, que le indicara la llegada de un

mensaje, sino con un claro tono de llamada. Era Alejandro. Una vez más, se había equivocado. Pensóque igual para Alejandro aún era pronto pero su llamada le quitaba la razón.

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—Hola, no esperaba que me llamaras. No, por nada. El viaje muy bien. Sí está aquí. Está comoloco. Tiene un millón de preguntas para ti. Vale. Y yo a ti. Te lo paso. — Diego seguía la conversacióncon una sonrisa de oreja a oreja. ¡Su madre estaba hablando con su padre! —.Toma, cariño, ya puedeshablar con él. — Dijo Amanda pasándole el teléfono.

—¡Hola, papá! ¿Cuándo vas a venir? ¿Te gusta montar en bici? ¿Te gusta jugar a piratas? ¿Tegusta el fútbol? Yo estoy en un equipo. —Diego se calló un momento, no le había dado tiempo aAlejandro de contestar a ninguna de sus preguntas y escuchaba contento las risas de su padre al otrolado de la línea escuchando el tropel de preguntas. — .¿Entonces podemos jugar a los piratas cuandovengas? Y montaremos en bici, yo siempre lee gano a mami. Bueno, a veces me deja ganar. Ellapiensa que no lo sé. —Dijo entre risas. —.¡ Yo del Valencia! ¿Eres del Madrid? Al abuelo no le gustael Madrid, ¿a mamá? A mami no le gusta mucho el fútbol pero le escuché decirle a la tía queGuardiola está muy bueno. Sí, papi, te quiero. — Dijo pasándole el teléfono a su madre.

—¿Qué?, hablamos luego. — Dijo una sonriente Amanda al comprobar lo emocionado que estabaAlejandro.—.Voy a prepararle la cena y a ducharlo. Cuando se duerma te digo algo. — Amanda nopudo reprimir una sonora carcajada. —.¿Estás celoso? ¡Está como le da la gana! Hablamos luego, unbeso.

Amanda se dio cuenta que su hijo la miraba atentamente. Ni pestañeaba. No le quitaba ojomientras hablaba con Alejandro. Su felicidad era obvia, por fin, tenía dos figuras paternas. Todos susamigos tenían dos referentes paternales, un padre y una madre, dos madres. Los padres de algunosestaban separados pero seguían siendo dos y podían disfrutar de ambos. Ahora él podría hablar de loque hacía con su padre y eso le hacía sonreír. Amanda no pudo evitar abrazar a su hijo, lo veía tancontento que ella misma había duplicado su felicidad.

Apenas pasaban unos minutos de las nueve cuando Diego se acostaba. Amanda, como cada noche,entró en su habitación para arroparlo y darle dos besos de buenas noches.

—Mamá, el papá es del Real Madrid, cuando abuelo se enteré ¿se enfadará?—Cariño, ¿por qué se va a enfadar el abuelo? Cada uno es del equipo que le gusta y ya. No pasa

nada por ser del Madrid, del Barcelona, del Valencia o de cualquier otro equipo. Ahora a dormir.—Papá, me ha dicho que vendrá con nosotros a montar en bici y que quiere jugar a los piratas.

Mamá.—¿Qué?—¿Cuando papá venga dormirá contigo?—¿Por qué?—Porque los papás duermen juntos, los abuelos son tus papás y duermen en la misma cama, los

tíos son los papás del primo y duermen en la misma cama.—Bueno, pues le haré un hueco, ¿te importa?—No, ¡me gusta mucho! Así podré ir a despertarlos a los dos por la mañana, ¡será guay!

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—¡Venga a dormir!—Dijo antes de volver a besarlo.—Mamá— volvió a decir Diego cuando Amanda ya estaba en la puerta de la habitación.—Duérmete, ¿qué quieres ahora?—Soy muy feliz.—Lo sé, cariño, ahora cierra los ojos y a dormir.Amanda apagó la luz y tras ponerse el pijama se recostó en el sofá. Investigó por los canales y dejó

las noticias de la primera cadena. Nada más sentarse se dio cuenta de lo cansada que estaba. Ellatambién había tenido emociones para dar y regalar en los últimos días. No había parado ni un solomomento y los viajes siempre la agotaban. Cogió el móvil y le envió un mensaje a Alejandro.

Te lo has ganado aunque le has creado un trauma por ser del Madrid ¿Ya está dormido?Lo acabo de dejar en la cama. No para de hablar de ti y aún no te conoce.

Alejandro iba a escribir un mensaje cuando pensó que era mejor llamarla. La echaba de menos y,

por lo menos, así podría escuchar su voz.—Así que Guardiola. Sí, claro, ahora voy a creerme yo que te gusta porque se parece a mí. Anda,

anda que nos conocemos desde hace mucho tiempo. Sí cambia de tema. — Bromeó — .¿Qué te hapreguntado?— Alejandro comenzó a reírse al escuchar la pregunta que le había hecho Diego. — ¿Yqué le has dicho? Muy amable por compartirla conmigo y muy agudo mi hijo. Mi hijo, ¡qué raro se mehace! No, no, sorprendentemente me gusta. Tengo muchas ganas de ir para ahí. ¿Qué estás haciendo?Eso ya lo sé, ya sé que estás hablando conmigo, y ¿qué ves? Me había acostumbrado a tenerte aquí. Tequiero.

Amanda volvió a dejar el móvil sobre la mesa. Tenía la sensación que de un tiempo a esta parte surostro lucía una sonrisa tonta que no podía borrarse. Su hijo estaba feliz sí pero ella no era menosfeliz. Ni en sus mejores sueños creyó que ella y Alejandro acabarían juntos. Siempre pensó quecuando volvieran a verse él tendría su propia familia y terminarían peleándose por la custodia delniño. —Amanda, ¡no podías ser más trágica!— Se dijo así misma mientras recordaba suspensamientos. De pronto, le vino a la mente que no le había hablado a Alejandro que ahora no teníados abuelos sino cuatro. Cuatro abuelos inmejorables. El zumbido del móvil la devolvió a la realidad.

Te echo de menos.Y yo.¿Y si voy este viernes?¿Vendrías, luego tendrás que venir a la siguiente semana?Sí, claro que sí. ¿Me harás un hueco entonces en tu cama?Sí, ¡y qué remedio!¡Eh! ¿Qué pasa? Yo no me quejo de tus pataditas.Porque no las doy.

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Eso lo dirás tú.Si, yo. ¿Vas a venir el viernes?Ahí estaré.Aquí estaremos. Prepárate para un batallón de juegos.Preparado, ¿y con la madre habrá juegos?Ya veremos , ya sabes que te pareces a Guardiola Eh. No te pases a ver si ahora vas a estar

conmigo por un polaco.Ufff, mejor no seguimos por ahí. ¿Te has enfadado?No. No sé.—¿Qué pasa?— Preguntó Amanda al ver la llamada de Alejandro. — Claro que sé que estás

bromeando. Además, ¡las ganas tuyas de parecerte a Guardiola!— Bromeó Amanda. — O las mías—Dijo sin parar de reírse—, tú me gustas más, ¡mira que eres tonto! No,no estoy cruzando los dedos. —Comentó risueña.—. Entonces, ¿vas a venirte el fin de semana? Me encanta que vengas. Claro. No. Nole diré nada para que sea una sorpresa. Bueno que empieza la serie. Sí, te mando un mensaje antes dedormirme. Besitos, y yo a ti. —

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CAPÍTULO 16

Diego no podía negar su emoción. Su alegría por tener cada vez más cerca esa figura paterna de laque no paraba de hablar en los últimos días. En clase le había dicho a todos sus compañeros quepronto su papá estaría de vuelta en casa, que iría con él al fútbol, a montar en bici y que ahora tambiénjugaría con él, el abuelo, el primo y el tío a los piratas. Tal era su emoción y su no parar de hablar delmismo tema, que Silvia, su tutora llamó a Amanda porque ya no sabía si el niño vivía en una realidadparalela. Si se estaba inventando toda aquella historia del padre reaparecido o si por el contrario eraverdad todo lo que contaba.

Amanda no pudo evitar reírse al enterarse de la euforia de su hijo. Dio las gracias a Silvia por supreocupación pero le confirmó que era cierto, que como ella sabía Alejandro no había conocido a supadre y que en breve lo conocería. También le advirtió que se preparara para la próxima semanaporque él no lo sabía y, tenía que seguir siendo un secreto, este fin de semana conocería por fin a supadre así que, seguramente, la próxima semana su locura sería aún mayor. No pudo reprimirse así que,nada más colgar la llamada con la tutora de Diego, llamó a Alejandro.

—Buenas. No todo va bien. Sólo quería comentarte que acabo de hablar con Silvia, perdona, es latutora de Diego. No, no le pasa nada. Sólo que anda volviendo loco a todo el colegio por tu culpa.Ríete. Ríete, pero la verdad es esa. Parece ser que no para de hablar de ti y de todo lo que vais a hacerjuntos. ¿Talla?, pues la de cinco o seis años, ¿para qué? Vale, vale. No me lo digas. Bueno, te dejo quehe de seguir trabajando. Besitos. Hasta luego, nos vemos esta noche. Y yo.— Mientras terminaba dehablar Esther entraba en su despacho.

—No lo puedes negar.—¿El qué?—Hija, con quien estabas hablando, los ojos te brillan y bueno sin mencionar esa sonrisa que

tienes colgada de tu boca desde que regresaste de Madrid.—¿Tanto se me nota?—No, ¡ qué va! Hasta el ciego, que vende los cupones, en la esquina se ha dado cuenta de esa

felicidad que irradias.— Bromeó Esther. — .No sabes lo mucho que me alegro que definitivamentehaya salido todo bien.

—Bueno, ahora hay que esperar a ver qué pasa cuando se conozcan.—¿Qué va a pasar? Si ya me has dicho que Diego anda como loco y Alejandro igual.—Sí, pero ahora Alejandro tiene que verse como padre. No es tan fácil aunque él parece estar

encantado con esta situación. No sé y luego…—¿Amanda por qué quieres ver complicaciones donde no las hay?—No, no es eso sino ¿cómo vamos a llevar esta situación? Sí, Madrid está relativamente cerca

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pero no es plan de estar yendo y viniendo cada dos por tres.—Amanda, ¿por qué corres? Hace menos de un mes no esperabas encontrarte con Alejandro, y

todos los que te conocemos teníamos claro que si ninguna relación te funcionaba era porque tú seguíasenganchada de él.

—No era sólo eso, Esther.— La interrumpió Amanda —.No es fácil que acepten una mujer queviene con regalo, la mayoría se asusta.

—Vale. Vale. Pero admite tú también que a todos les ponías defectos. No disimules que sabes quetengo razón. Sea como sea, ahora no sólo te has reencontrado con él sino que ya sabe la verdad. Sabeque tiene un hijo y no se ha asustado ante la situación sino que se viene a pasar el fin de semana con ély contigo, claro está, así que ahora no andes pensando en qué pasará. El camino se hace al andar,chica, así que todo llegará.— Dijo Esther. — .Y ahora centrándome a lo que venía. Te acabo de enviarunos enlaces para que mires las páginas de otros nuevos escritores a tener en cuenta.

—Bien. Yo también he encontrado unos cuantos y ya tengo terminada la entrevista de LauraBaliño. Se la voy a pasar a Alejandro para que le eche un vistazo y así dejar este tema zanjado.

Pasaban unos minutos de las dos cuando Amanda salía de su despacho para ir a recoger a Diego.

Quería ir con él a comprar para el fin de semana. No tenían los planes claros así que igual alguno delos días se quedarían a comer en casa. Como mínimo hoy cenarían en ella y Amanda quería prepararalgo especial para su primera cena en familia. Estaba soltando el bolso en el asiento del copilotocuando escuchó un beep beep.

Hago unos recados y salgo para Valencia ¿Vienes en coche?Sí, así que espero estar ahí antes de las siete, más o menos.No corras.No, no te preocupes. Tengo unas ganas locas de llegar .De ver a Diego y de besarte.Voy a buscar a Diego al cole y nos iremos a hacer unas compritas. Besitos.Besos.

Amanda recogió a Diego en la puerta del cole donde esperaba con su tío y su primo. Ellos volvían

a casa caminando porque les quedaba justo al volver de la calle. Diego se subió al coche tras abrazar asu madre y darle dos besos. Le encantaba que lo recogiera su abuela pero los viernes eran especialesporque era el día que su madre lo recogía y pasaban toda la tarde juntos. Hoy no iban directos a casasino que irían a hacer la compra. A Diego le encantaba ir con su madre al súper, siempre conseguíaque le comprara algo especial, unas galletas, unas pocas golosinas o helado.

—Mami.—Dime.— Dijo Amanda mientras echaba un vistazo en la carnicería.—¿Podríamos comprar palomitas para el fin de semana?—Bien, ¿eso es lo que quieres?

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—¿Y helado?—Vale, helado y palomitas.— Dijo antes de pedir al carnicero.Una hora larga más tarde salían del hipermercado cargados de bolsas en el carro. Amanda había

aprovechado para hacer una buena compra y olvidarse de visitas tardías y con prisas al supermercadoentre semana. Amanda colocó las bolsas en el maletero y tras comprobar que Diego estaba biensentado y seguro se sentó ante el volante. Ya pasaban de las cinco de la tarde así que irían directos acasa. Colocaría la compra y merendarían. Ella estaba sin comer. Le prepararía a Diego el baño yseguro que en poco más Alejandro estaría en casa.

Aparcaron relativamente cerca de casa. A esta hora era casi un imposible aparcar por Ruzafa.Alejandro lo iba a tener complicado para encontrar aparcamiento pero ya se lo había advertido.Amanda cargó con las bolsas de la compra mientras pensaba quién la habría mandado a comprar tanto.

—Mami, ¿mañana iremos al río con las bicis?—Sí, claro. Si te apetece eso haremos.— Alejandro tendría que alquilar una bici de las de

Valenbisi si ese era el plan y conociendo a su hijo iba a querer hacer de todo con su padre. Amanda nopudo evitar sonreír al imaginarse la cara que pondría Diego en un par de horas. —.Cariño, ve llamandoal ascensor.

Media hora más tarde. Amanda tenía todo guardado y organizado. Diego veía dibujos cuando lollamó para merendar. Aprovechando el buen tiempo, el solecito que aún hacía se sentaron en la terrazay estuvieron hablando un buen rato. Diego le contaba lo que había hecho en el cole y los planes quetenía para la semana próxima cuando viniera su padre.

—Me parece genial, cielo, pero piensa que en dos o tres días no vas a poder hacerlo todo. Ahora loverás a menudo así que tendrás mucho tiempo por delante.

—Vale, mami.—Diego— dijo Amanda tras darle un sorbo a su café .— ¿Has pensado que además de a papá

ahora vas a tener dos abuelos más?Diego abrió los ojos de par en par y la boca la había abierto por completo. Tan contento estaba con

el conocer a su padre, que no se le había pasado por la cabeza que no sólo tenía un papá sino un nuevoabuelo y una nueva abuela.

—¿Tengo cuatro abuelos?— Gritó poniéndose en pie. —Eso, eso, eso, ¡es muy guay!— Gritómientras daba vueltas alrededor de la mesa y las sillas mientras Amanda reía sin poder parar de ver lalocura de su hijo.—Mamá, mamá, mamá, ¿y cuándo los voy a conocer?

—Pues, no lo sé, cariño. Ellos tienen muchas ganas de conocerte. Les diremos que vengan ocuando mamá vuelva a Madrid te vienes conmigo.

—¿En tren?—Sí, en tren o en coche, ya veremos. —. Dijo mientras miraba la hora en el móvil. Ya eran las

siete menos cuarto. Alejandro debía estar a punto de llegar si no lo había hecho ya. No le había dado

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tiempo de bañar a Diego. Ya lo haría cuando estuviera aquí Alejandro. Dejaba el móvil en la mesacuando le llegó un mensaje.

Acabo de aparcar. He tenido suerte estoy justo delante de tu puerta. Subo está abierta la puerta deaquí abajo.

A Amanda el corazón le dio un vuelco. Las mariposas volvieron a revolotear en su estómago por

tener a Alejandro tan cerca y por Diego estar a un tris de conocer a su padre. Recogió las cosas de laterraza. Dejaba todo en el fregadero cuando escuchó el timbre. Verdaderamente había aparcado junto ala puerta. Se estiró la falda. No tenía tiempo para nada más.

—Mamá, han tocado, ¿abro?— Preguntó Diego desde el salón.—Vale, cariño.— Respondió corriendo para ponerse junto a su hijo y ver la expresión de padre e

hijo al conocerse.Diego abrió la puerta mientras una sonriente Amanda se colocaba a su lado. Alejandro sonreía al

otro lado, del hombro traía colgada una bolsa de viaje. En la mano un pequeño ramillete de tulipanesamarillos y una bolsa de El Corte Inglés. Sus ojos lo delataban estaba verdaderamente emocionado.Estaba justo frente a su hijo, un niño que no podía negar quien era su padre porque era exactamenteigual que él a su edad, con algunos rasgos de su madre. Amanda se fijó en Diego su cara era un poema.Poco había tardado en atar cabos y darse cuenta que aquel era su padre y sin pensárselo dos veces selanzó a sus brazos mientras Alejandro dejaba todo en el suelo y se agachaba para estar a su altura.

Amanda no pudo reprimir unas lágrimas. Ver a Diego y Alejandro juntos era un sueño. Un sueñohecho realidad. Verlos allí abrazados era lo más emocionante que había vivido, sin contar el parto desu hijo.

—Papá, papá, papá, ¿eres tú?— Gritó Diego mientras agitaba sus manos.—Sí, soy yo, ¡estás muy alto!—Sí, salgo a ti.— Dijo mientras Amanda y Alejandro estallaban en carcajadas.—¿Me dejas saludar a mamá?— Preguntó Alejandro a su hijo mientras le daba los tulipanes a

Amanda.—Sí, claro.—Pues, con tu permiso voy a besar a tu madre.— Dijo Alejandro besando acto seguido a Amanda.—¡Me habíais engañado!— Exclamó Diego mientras su madre se soltaba de la mano de Alejandro

para cerrar la puerta.—Era una sorpresa, cariño, ¿te ha gustado?— Preguntó Amanda.—Sí, mucho.—Ale, ven vamos a dejar tus cosas a la habitación.—Papá.—Dime.

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—Sabes que tienes que quedarte con mamá porque los papás comparten habitación.— Dijo Diegoserio demostrando ahí su inocencia de niño.

—Ah, vale, pues escucharé sus ronquidos.—¡Mamá, no ronca!— Dijo Diego.—Mejor— dijo Alejandro.—Papi, ven te enseñaré primero mi habitación.

Diego le enseñó a su padre su habitación. Explicándole quiénes eran cada uno de sus muñecos. La

mayoría grandes desconocidos para Alejandro, que estaba del todo perdido con los gustos de los niños.Tras darle cada detalle de sus juguetes llevó a su padre hasta la habitación de su madre, enseñándoleprimero el vestidor de su madre, ya que estaba nada más entrar.

—¿Sabes que mamá tiene una habitación para su ropa y zapatos? Ven te la enseño.— Dijoabriendo la puerta del vestidor.

—Uauh. Sí, es verdad, mamá tiene una habitación para su ropa y zapatos. Todo muy bienordenadito. Supongo que me podrá hacer un hueco para mis cosas.

—¿Qué hacéis ahí? ¿Veis algo interesante?— Preguntó Amanda.—Papá dice que si le puedes hacer un hueco para sus cosas.—Bueno, me lo pensaré.— Dijo Amanda haciendo que pensaba. —. Vale, le dejaré un par de

perchas.

Alejandro dejó sus cosas en la habitación y tras ver el resto de la casa guiado por Diego, que noparaba de hablar y de hablar, recordó que había traído un regalo para él.

—Diego, dame un minuto que he traído una cosita para ti y no te la he dado.— Dijo Alejandrosaliendo de la terraza rumbo al dormitorio de Amanda.

—Ale, ¿quieres algo fresco? ¿Un café?—Sí.—Sí, ¿a qué? ¿Fresco o café?—Algo fresco.—¿Cerveza?—¿Tienes cerveza desde cuando te gusta?—No me gusta pero a ti sí.—Vale— dijo dándole un beso bajo los atentos y risueños ojos de Diego, que miraba encantado a

sus padres conversar.Amanda salía a la terraza con la cerveza para Alejandro cuando éste le estaba dando el regalo a

Diego. La cara de Diego era pura emoción. No podía dejar de sonreír. Nunca había sido un niño triste,si se parecía a su madre en algo era en tener siempre una sonrisa en los labios pero hoy era la viva

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personificación de la felicidad. Abrió el paquete con cuidado, tal y como le caracterizaba, parecía quequisiera reutilizar el envoltorio. Dio un salto de alegría al ver la ropa de Iker Casillas, la ropa de laselección.

—Mamá. Mira es el equipaje de Casillas, ¡gracias, papá!—¿Te gusta?—Me gusta más que mucho.— Respondió —.Iker es el mejor portero del mundo.—Vaya pensaba que no eras del Madrid.—Pero papá ésta es la ropa de la Roja.— Dijo en tono aclaratorio.—Claro, claro, no sé en qué estaba pensando yo pero ¿si te gusta Iker te gusta un poquito el

Madrid?—Bueno, papá, no son malos.—¿No son malos?— Preguntó entre risas Alejandro, que no podía negar que aquel pequeño al que

acababa de conocer se estaba ganando su corazón.—Papá.—Dime.—¿Te vas a quedar para siempre con mamá y conmigo?—Bueno, por el momento, no puede ser. Yo he de volver a Madrid, a mi trabajo pero nos veremos

a menudo hasta que podamos estar juntos. — Dijo pasando su mirada de Diego a Amanda.—¿Y cuándo vivamos juntos podremos tener un perro?—Diego, ya sabes lo que pasa con el perro.— Interrumpió Amanda — .Sabes que pasamos muchas

horas fuera de casa y no lo podríamos atender como se merece.—Pero, si nos compramos una casa con jardín, como la de mi amigo Juan, si podemos. Se podría

quedar jugando en el jardín hasta que nosotros llegáramos.—Bueno, Diego, ya veremos.Diego duró despierto más de lo habitual. Estaba demasiado emocionado, agitado, nervioso,

ilusionado y feliz como para irse a la cama. Eran cerca de las once de la noche cuando sus ojos ya nopudieron más. Se quedó dormido acurrucado entre su padre y su madre mientras veían una película dedibujos animados en Disney Channel. Alejandro lo tomó en brazos cuando Amanda le dijo que ya lopodían llevar a su cama. Lo acostó, tapó y le dejó un beso en la frente, tras su beso Amanda hizo lomismo. Salieron de la habitación del niño en silencio cogidos de la mano. Al regresar al salónAlejandro la abrazó.

—Soy muy feliz.— Dijo antes de besarla y abrazarla aún con más fuerza. —Nunca pensé que estopudiera hacerme tan feliz. Diego, Diego es maravilloso.

—Lo sé.— Dijo Amanda volviéndolo a besar.—Pero ya tenía ganas que se durmiera para quedarme a solas con la madre.— Dijo volviéndola a

besar.

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—¿Te apetece una copa?—Vale— dijo Alejandro.—Pues, apaga la tele. Elige un poco de música, algo encontrarás que te guste y espérame en la

terraza. Preparo algo y salgo. —dijo antes de volverlo a besar.

Alejandro rebuscó entre la colección de cds de Amanda, entre ellos encontró la colección entera delos Cantajuegos, alguna vez había oído algo de ellos en casa de Gustavo. Finalmente, se decidió porThe Corrs. Algo relajado y tranquilo para aquella hora de la noche y, sobre todo para que nodespertara al niño que dormía a pierna suelta desde hacía un rato. Se sentía muy a gusto con él pero,también necesitaba estar a solas con Amanda. A penas hacía unas semanas que el destino se la habíadevuelto y necesitaba estar con ella. Se asomó a la terraza. Se estaba muy bien en ella. Olía a losjazmines que Amanda tenía plantados en las jardineras. Por la tarde no había casi percibido su aromapero ahora lo derrochaban generosamente. Un par de minutos más tarde entraba Amanda con un par degin tonics que dejó en la mesa para encender la vela que estaba en el centro de ella.

—¿Creando ambiente?—Sí, también, pero en realidad es una vela antimosquitos.— Dijo Amanda guiñándole un ojo.—Y bien.— Dijo Alejandro—. ¿Cuáles son los planes para mañana?—Pues, ya lo has oído, quiere ir al río en bici. Si quieres podemos preparar algo mañana y hacer

picnic allí.—Ya pero no tengo bici.—Hijo, eso no es problema. En Valencia puedes alquilar bicis por toda la ciudad. Mañana veremos

cómo funciona porque creo que hay algo que indica tiempo o no sé qué.—Te he echado de menos estos días.— Dijo Alejandro cambiando de tema.—Y yo a ti.—¿Cómo lo vamos a hacer?—No lo sé.—La semana que viene vuelvo yo.— Comentó Alejandro.— .Vendré desde el jueves por la tarde.

—La próxima reunión puedes ir con el niño, sabes que en casa hay sitio.—Sí, claro, pero ¿qué hacemos con el niño el viernes? Porque te recuerdo que voy para la reunión

quincenal.—Podría quedarse con mi madre, ya sabes que está prejubilada, estará encantada de tener al nieto.—Sí, claro pero no se conocen.—Pues la semana antes vendré con ellos, que están ansiosos por conocerlo.—¿Vas a venir tres semanas seguidas?—Y todas si es necesario, Amanda quiero pasar todo el tiempo del mundo contigo y el niño. Acabo

de encontraros y no voy a perder ni un minuto más.

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Amanda se levantó de su silla para sentarse sobre Alejandro. Le quitó la copa de la mano y loabrazó con fuerza antes de besarlo.

—Te quiero.— Susurró Alejandro.—Lo sé. —Dijo Amanda. — .Es una pena que yo no te quiera.— Bromeó.—Sí, una auténtica pena, voy a llorar.— Bromeó —.¿ A dónde vas?— preguntó Alejandro al verla

levantarse.—A mi silla, ya tendremos tiempo de acurrucamientos más tarde.

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CAPÍTULO 17

Amanda y Alejandro dormían plácidamente, acurrucados uno junto al otro. El reloj aún nomarcaba las nueve de la mañana. Unos tímidos rayos de sol comenzaban a colarse por las rendijas delas persianas cuando Diego saltó de su cama recordando que su padre estaba en casa y salió corriendorumbo a la habitación donde dormían sus padres.

—¡Buenos días! ¡Ya es de día!— Gritó colándose en la cama mientras Alejandro y Amanda abríanlos ojos sobresaltados. Amanda miró bajo las sábanas. No recordaba si se había puesto el pijama. Sí,llevaba una camiseta. No pudo evitar reírse al ver a Alejandro hacer el mismo gesto bajo la mirada deincomprensión de Diego, que no entendía de qué se reía su madre.

—Hay que levantarse que vamos a ir en bici.—Diego, aún es temprano. No hay prisa.— Dijo Amanda. —.Bienvenido a la paternidad.—

Comentó a Alejandro dejándole un dulce beso en los labios.—Ya veo— dijo Diego despeinando a su hijo que se había tumbado entre los dos.—¡Esto es muy guay!— Dijo Diego.—¿El qué?— Preguntó Amanda.—Estar aquí con vosotros.— Comentó Diego —.¡Tengo a los mejores padres del mundo mundial!

— Dijo saltando sobre de ellos.—Bueno, creo que me voy a levantar a preparar el desayuno.—Mami, ¿puedo ver dibus antes de desayunar?—Sí, anda corre al salón.—Gracias, mami.— Dijo saliendo corriendo rumbo al salón.—Buenos días— Dijo Amanda a Alejandro dejándole un beso mientras él la abrazaba. —¿No te

arrepientes ya de todo esto?—No, para nada, gano más de lo que pierdo.— Dijo volviéndola a besar.—Mejor me levanto que esto comienza a ser peligroso y tenemos a un pequeño que puede entrar

en cualquier momento.— Dijo levantándose.

Antes de salir en busca de la bicicleta para Alejandro. Amanda llamó a su hermana para decirleque estarían en el río por si ellos iban a ir. Cris le dijo que allí se verían, que ellos aún tardarían unpoquito pero que se verían donde siempre y comerían juntos. Cris y Alejandro se conocían, alguna vezse habían visto en Madrid. Habían congeniado desde el principio. Cris siempre pensó que su hermanay él eran tontos por ese lío estúpido que se traían entre manos. Para ella, siempre estuvo claro que sequerían y no entendía esa relación que se habían empeñado en tener. Al final el tiempo le había dadola razón y allí estaban juntos por fin.

Aún no eran las once de la mañana cuando estaban alquilando la bicicleta para Alejandro. Diego

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ataviado con su flamante nuevo equipaje de portero de la selección española hablaba sin parar. Leexplicaba a su padre cada detalle que se encontraban por el camino, el horno donde compraban el pany donde hacían unos deliciosos fartons. El kiosco donde su madre le compraba las chuches y ellacompraba el periódico el domingo. La casa de su amiga Laura.

—Sabes, papi, Laura tiene dos mamás. Son muy guays.—Sí, las mamás de Laura son muy guays.— Dijo Amanda.— .Hala, aquí tenemos las bicis.

Diego era realmente feliz. Por primera vez podía disfrutar de sus dos progenitores. Por primera

vez, podía disfrutar de la mañana de un sábado de su padre. Su cara era el espejo de cómo se sentía.No le hacía falta sonreír para demostrar lo feliz que era porque sus ojos lo delataban. Amanda yAlejandro no se quedaban atrás. Allí estaban los tres pedaleando sin parar cruzando en el puente de lasGárgolas mientras Diego hacía de guía turístico y le explicaba al padre que aquellas Gárgolas, estabanencantadas.

—Mamá me ha contado que un mago las ha hechizado porque se habían enamorado de unaprincesa muy guapa y el mago la quería para él. La princesa está oculta en una guarida bajo la fuente ala que vamos a ir y por la noche las gárgolas se transforman y la visitan.

—Uauh, ¿y tú las has visto transformadas?—Preguntó Alejandro intentando disimular la risa.—Sí, una noche las vi cómo se transformaban.— Respondió Diego muy serio.—No hay nada como creer.— Dijo Amanda.—¡Voy a ganaros!— Gritó Diego bajando por la rampa para entrar en el río.—La verdad es que es increíble pensar que esto era antes el cauce del río.— Comentó Alejandro.—Sí, la verdad es que sí— dijo Amanda.—Papá, mamá, voy rumbo a la fuente a ver si están los tíos.— Gritó Diego.Alejandro y Amanda lo seguían despacio a una distancia prudencial. Le daban ventaja pero no lo

perdían de vista. Diego se había bajado de la bicicleta y la dejaba apoyada en el muro de la fuente.Alejandro y Amanda lo veían hablar animado con su primo, al que le estaba enseñando su nuevoequipaje. Al final, Cris, Vicente y Javi habían llegado antes que ellos. Amanda buscó entre la gentehasta dar con su hermana y cuñado que estaban sentados al fresco. Se acercaron a ellos pedaleandomás despacio.

—Hola— dijeron al unísono Cristina y Vicente mientras Amanda y Alejandro bajaban de susbicicletas.

—Buenas, al final, habéis llegado antes que nosotros.— Dijo Amanda.—Sí, hija, cuando tu sobrino se enteró que veníais se puso las pilas rápidamente y se acabaron

dibujos y juguetes.— Dijo mientras le dedicaba una sonrisa a Alejandro —.Hola, Alejandro, estás tal ycomo te recordaba.

—Y tú, bueno, aunque creo que un tanto embarazada.— Contestó Alejandro acercándose para

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darle dos besos.—. Supongo que tú serás Vicente, he oído hablar mucho de ti.—Espero que bueno.— Contestó Vicente dándole la mano.— Sobre todo he oído hablar de batallas piratas.— Dijo riendo Alejandro.—Uff… lo de estos dos es pasión por los piratas. Ya te tocará. No vayas a creer que te vas a librar

de la lucha piratil.—Imagino, tendré que apuntarme en esgrima.— Bromeó Alejandro.—¿Qué tal todo? ¿Qué tal ayer Diego?— Preguntó Cris.—Increíble, se abrazó de Alejandro que creí lo dejaría sin respiración. Hablando con él como si lo

conociera de toda la vida. A veces alucino con la naturalidad que tiene, de verdad.— ComentóAmanda —.¿Has hablado con mamá?

—Sí, que nos pasemos por su casa a tomar café— dijo Cris.—Tío, ¿has visto mi ropa? Me la ha regalado mi padre. ¡A que está muy chula!— Dijo Diego

interrumpiendo la conversación.—Sí, sí que lo está.— Contestó Vicente.

Las horas pasaron rápidas. Era una sensación verdaderamente agradable sentirse como una

auténtica familia. Ver a su hijo disfrutar con su padre. Verlo jugar al fútbol con su padre, tío y primomientras ella y su hermana charlaban tranquilamente a la sombra de un árbol era novedoso paraAmanda. Hasta el momento, sólo habían sido ella y su hijo, ahora eran tres. ¿Quién había dicho quetres eran multitud? Ella sentía que era el número perfecto, que desde el principio tenía que haber sidoasí. Sin embargo, no era el momento de lamentaciones y, de pensar en qué hubiese sido, sino dedisfrutar lo que ahora tenían y de todos los momentos que vivirían a partir de ahora.

Tras el picnic y un breve reposo del mismo volvieron a coger las bicicletas para ir a casa de lospadres de Amanda y Cristina. Alejandro sólo los había visto una vez en Madrid. Exactamente, loshabía conocido el día que él y Amanda recogieron su orla. Pocos minutos pasaron juntos así que pocose conocían. Él los conocía de oídas y suponía que ellos a él igual. Al fin y al cabo ellos siemprehabían conocido la verdad.

—Abuelo. Mira mi nuevo equipaje.— Gritó Diego nada más entrar —.¡Me lo ha regalado mipadre!

—¡No me digas que es del Madrid!— Bromeó Fernando.—No, abuelo. Es el equipaje de Iker pero mira el escudo— dijo enseñándoselo— ,es el de la

selección. Me lo voy a poner para ver todos los partidos de la Roja.—Hola, Alejandro. Encantada de tenerte por aquí.— Dijo Luz dándole dos besos al padre de su

nieto.—Lo mismo digo.— Dijo Fernando dándole un abrazo —.Ya has comprobado que aquí el nano no

para.— Dijo acariciándole el pelo a su nieto.

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—Ya, debe usar pilas alcalinas pero es que la madre también es incansable.— Dijo Alejandro.—Sí, siempre lo ha sido pero de pequeña era más tranquila que este terremoto de los mares del

sur.—¡Vaya tenemos un aparcamiento de bicis en el jardín!— Dijo Luz al salir a la terraza para dejar

los cupcakes que había hecho y el café. —Peques, ¿os apetece un vaso de leche con cacao?—¡Sí!— Gritaron al unísono los niños.

Cuando llegaron a casa Diego empezaba a mostrar signos de cansancio. Tanto pedaleo, fútbol,

carreras y demás locuras junto a su primo lo habían dejado agotado. Alejandro hizo de padre,ayudándolo en la ducha mientras Amanda le preparaba la cena al peque. Poco más duraría despiertotras la cena así que luego podrían cenar ellos tranquilamente. y disfrutar un poco de la intimidad quelos padres tienen a ratitos. Así fue. Tras la ducha y la cena, Diego se sentó a ver los dibujos mientrassu madre se duchaba.

—Tu turno— le dijo Amanda a Alejandro entrando en el salón y comprobando que Diego se habíadormido recostado sobre su padre.

—¿Lo llevo a la cama?—Espera que se la preparo.— Dijo Amanda.Alejandro llevó al pequeño a la cama. Lo tapó y le dejó un par de besos.—¡Es increíble!—Dijo a Amanda —Nunca pensé que me fuera a sentir así al tener un hijo, haría

cualquier cosa por verlo tan feliz como hoy.—Ya has hecho todo. Le has dado el padre que no conocía.— Dijo Amanda antes de abrazarlo y

besarlo.—. Bueno, había pensado en preparar la cena pero la verdad es que no me apetece ponerme acocinar ahora mismo— dijo — ,¿te apetece comida china?

—Me parece estupendo.— Respondió Alejandro —.No estará tan bueno como hecho por ti peroestará bien y es lo mejor. Voy a la ducha, una pena que ya hayas ido tú.

—¡No me tientes!—¿Te tiento?—Mira que eres tontito. Anda vete a la ducha en lo que busco el folleto del Chino y decido que

pedir, ¿te apetece algo en especial?—¿Te lo digo?—¡No seas tonto!— Exclamó notando que le salían los colores.—¿Te estás poniendo roja?— Rio Alejandro— ¿A estas alturas aún hago que te pongas roja?—Hala, a la ducha que al final la voy a necesitarla yo.— Dijo mientras entraba en su habitación y

sacaba una agenda de uno de los cajones de su escritorio y de él cogía el folleto del Chino. —.¿Teapetece cenar en la terraza?—Preguntó Amanda desde la puerta del baño.

—Vale, contigo en cualquier sitio. La noche está agradable así que bien.— Dijo desde detrás de la

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cortina.—¿Vino blanco?—PerfectoAl salir de la ducha Alejandro se encontró la mesa puesta en la terraza. Velas encendidas en medio

de la mesa, música chill out de fondo sonando en el salón y a Amanda sirviendo un par de copas devino en la terraza.

—¿Cómo quieres que me vuelva yo mañana a Madrid?—¿En coche?— Bromeó Amanda dándole una copa.—¡Qué graciosa que es mi chica!— Dijo —Lo digo en serio, no me apetece para nada volver.—Uff, eso lo dices hoy.—Amanda, hablo en serio y también sé que me he de ir, no está el horno para ir dejando el trabajo,

igual más adelante se podría estudiar la situación.—Ale, tiempo al tiempo, estamos comenzando aunque haya un niño por medio, precisamente, por

él tenemos que estar muy seguros de todo esto.— Dijo Amanda dejando su copa sobre la mesa —.Y nome interpretes mal, soy la primera que quiere esto. Soy la primer a la que le gusta acostarse ylevantarse contigo a mi lado. Hoy ha sido uno de los mejores días en mucho tiempo, me he sentidocomo una verdadera familia, he visto disfrutar a Diego como nunca lo había visto y, mejor aún, te hevisto a ti disfrutar con todo esto.

—Mucho.— Dijo dejando su copa para abrazarla— .Sois lo mejor que me ha pasado en la vida ysólo me arrepiento de la tardanza, de nuestra tontería de hace años. Bueno más mía que tuya. De eserollo de solo amigos, ¿a quién quería engañar?

—¿A ti mismo?_ Preguntó Amanda entre seria y divertida.—Seguramente.—Creo que ahí está nuestra cena. Espero que te guste lo que he pedido— dijo Amanda al escuchar

el portero automático.

Tras pagar al repartidor Amanda regresó con la comida a la terraza. Alejandro disfrutaba delfresco de la noche sentado a la mesa. Una sonrisa asomaba en su rostro recordando la mañana y losmomentos vividos junto a Diego. Le resultaba increíble que aquel pequeño le hubiese ganado contanta rapidez, suponía que eso era la paternidad. Tenía claro que de haberlo sentido dentro de Amandalo hubiera querido desde el minuto cero, que si hubiese visto su cara nada más nacer hubiera jurado yvuelto a jurar que daría todo por él, porque ahora esa era la realidad.

—La semana que viene es su cumpleaños, señorita.—¿Ya es treinta y uno de mayo la semana que viene?—El viernes si no me equivoco. Llegarás al club de los treinta y cuatro.—Sí, ufff,¡ nos hacemos mayores!

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—¡No digas tonterías! Además, ya quisiera más de una de veinte estar como tú.—Gracias por la parte que me toca.— Respondió Amanda antes de beber un sorbo de vino — .Este

vino es un peligro. Está demasiado bueno.—Sí, sí que está bueno. Por cierto, mañana podríamos acercarnos a comprar el vino que me llevé

la otra vez.— Dijo Alejandro —.¿Cómo se llamaba que no me acuerdo?—Marmitón.—Es verdad.—Claro que es verdad, yo no digo mentiras.—Vale, vale, señorita susceptible.— Dijo burlón — .Regresando al tema cumpleaños, ¿qué quieres

hacer el viernes? Porque te recuerdo que estaré aquí.—Cierto, pues, poco. Te recuerdo que tengo, tenemos un hijo.—Ya. Entonces, ¿cenita los tres con tarta y velitas?—Siempre puedo hablar con mi madre y que pase la noche con ellos y lo recogemos por la

mañana.—Eso estaría bien.—Hablaré con ella y ya vemos, ¿tus padres van a venir?—Igual. Ya sabes que andan como locos por conocer a su nieto pero imagino que se vendrán el

sábado.— Dijo — .Podríamos pasar el día con ellos, ir a algún sitio.—Me parece buena idea.— Dijo Amanda —.Diego estará feliz de conocer nuevos abuelos, hasta

ayer no se había dado cuenta que no sólo ganaba padre sino dos abuelos más.— Comentó —.¿Quéhaces?

—Recoger. Tú has puesto la mesa.—Te ayudo, así será más rápido y nos podremos ir antes a la cama.—¿Tienes sueño?—No— dijo antes de besarlo.

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CAPÍTULO 18

Decir que las manecillas del reloj parecen ir más rápido cuando uno está disfrutando es unaobviedad. Todos, en algún momento, hemos sentido esa sensación de que el tiempo pasa más rápidode lo normal. Justo así se sentían Diego, Amanda y Alejandro. El fin de semana se les estaba haciendodemasiado corto pero es que un fin de semana sólo tiene cuarenta y ocho horas. Cuarenta y ocho horasque habían exprimido al máximo, habían sacado todo su jugo. Diego y Alejandro se habían conocido ydisfrutado mutuamente, saboreando cada hora de juego, cada charla sobre piratas, sobre perros (Diegoinsistía en tener un perro). Habían planeado lo que harían en próximos fines de semana, en lasvacaciones de verano. Diego no había parado de hablar y hablar con su padre en el fin de semana,intentando ganar todo el tiempo que no había disfrutado de él en el pasado.

—Papá.—Dime. —Dijo Alejandro mientras guardaba sus cosas en la bolsa de viaje.—¿El próximo fin de semana vas a venir, verdad?—Sí, claro, además estaré más días.—¿Sí?— Preguntó un ilusionado Diego.—Sí, llegaré el jueves por la noche así que pasaremos más horas juntos. Además, ¿sabes de quién

es el cumple el viernes?—Sí, de mami.—Así que esta vez podremos celebrarlo juntos.—¡Qué bien!— Exclamó —¿Le daremos una sorpresa?— Preguntó Diego aprovechando que su

madre no estaba delante.—Uhm, veremos qué podemos hacer. Tú déjame pensar, ¿vale?—Vale— dijo chocando los cinco con el padre.—Papá.—Dime — Contestó Alejandro riéndose de las constantes preguntas de su hijo.—¿Cuándo podré conocer a los abuelos?—Buena pregunta, a lo mejor vienen la próxima semana, ¿te gustaría?—Sí — contestó un emocionado Diego.—¿Qué misterios se cuecen por aquí?— Preguntó Amanda desde la puerta de la habitación.—Nada, mamá.— Dijo Diego intentando guiñarle un ojo a su padre.—No seas cotilla. Son secretos de chicos. — Contestó un risueño Alejandro.— ¡Ah! ¡Secretos de chicos! Vaya, ya me estáis excluyendo de vuestras cosas.— Dijo fingiendo

estar enfadada Amanda.—Mamá, no te enfades, que sé que lo haces de broma.— Dijo entre risas Diego —.Sabes que papá

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vendrá más días esta semana.—¿Ah, sí?— Dijo Amanda haciendo que no lo sabía.—Sí, vendrá desde el jueves y a lo mejor vienen los abuelos de Madrid.—Los abuelos de Madrid.— Repitió entre risas Amanda.—No es seguro pero seguro que sí, con las enormes ganas que tienen de conocerte seguro que se

vienen.—Bueno, ¿os apetece una horchata fresquita?— Preguntó Amanda —Sí— contestó rápidamente

Diego.—Cuando terminéis con vuestros secretitos os espero en la terraza con la merienda.—Vale, mamá.—Enseguida vamos.— Dijo Alejandro —Amanda.—.Volvió a llamarla Alejandro cuando ya se

marchaba.—Dime— dijo girando sobre sus pies.—Estaba pensando en dejar este par de vaqueros, ¿te importa?—No, ¿por qué iba a importarme?— Preguntó con una sincera sonrisa — Si quieres dejar algo

más, déjalo, en cuatro días estás de vuelta.—No, porque las camisetas hay que lavarlas.—Ale, no seas tonto, ahora tengo que poner una lavadora, que este fin de semana no he puesto

ninguna así que las dejas y no hay más que hablar.—Vale, está bien.— Dijo — .Ah, mis cosas de aseo están en el baño.—¡Esto ya es una invasión!— Bromeó Amanda— Espero que lo hayas dejado todo colocado.—

Dijo mientras Alejandro se acercaba y la abrazaba para alegría de Diego que observaba entusiasmadoa sus padres. —.Hala, a merendar. — Dijo tras el beso de Alejandro.

—¿Diego, me ayudas a llevar las cosas a la terraza?—Voy, mami— respondió el niño levantándose de la cama donde estaba sentado.

Amanda y Diego prepararon la mesa en la terraza. Amanda sacó los vasos y la horchata mientras

Diego llevaba la bandeja de la pastelería con los fartons. Alejandro terminó de preparar su bolso y lodejó junto a la puerta de la calle. Tras merendar se marcharía de vuelta a Madrid, le esperaba un paseode cuatro horas.

— Diego, ¿he de mojar el fartón en la horchata?— Preguntó Alejandro.—Sí, bueno, si quieres. A mí me gusta mojarlo.— Dijo a su padre Diego.—Uhm, sí, sí, que están buenos. Tenías razón con lo de la pastelería.

Durante unos minutos el silencio se adueñó de la casa. Los tres se quedaron callados. Ninguno

quería decir nada. Cada uno de ellos sentía la separación. A Alejandro no le apetecía marcharse devuelta a su casa, Amanda sentía que la casa se quedaría vacía tras irse Alejandro y veía en los ojos de

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su hijo anclada la tristeza por la separación.—Se está muy bien aquí pero he de irme ya. — Dijo Alejandro mirando a su hijo y Amanda

respectivamente.—Jo, papá, ¿no podrías quedarte?—Diego, papá, estará aquí el jueves. Además, piensa que nosotros poco nos vemos entre semana.—El jueves está a la vuelta de la esquina, prometo llamarte todos los días y siempre podemos

vernos por Skype y me cuentas todo lo que has hecho en el cole y el entrenamiento.—Vale, pero no te olvides de llamarme.—No, no me olvido, eso te lo aseguro yo. Mira hacemos una cosa, te llamaré todas las mañanas

cuando te levantes y por las noches antes de acostarte, ¿trato?—Trato.— Dijo Diego con una tímida sonrisa y abrazándose a su padre que ya había cogido su

bolso de viaje.—Además, no olvides que la semana que viene conocerás a los abuelos y nuestro secreto.—¡Qué misteriosos estáis vosotros!— Dijo Amanda.—¡Son cosas de chicos, mami!— Dijo Diego — Cuando tenga una hermana podrás tener secretos

de chicas con ella.— Dijo mientras Alejandro y Amanda se miraban divertidos.—Una hermana y un perro. Diego, estás pidiendo demasiado.— Comentó Amanda.—Tampoco está pidiendo cosas imposibles.— Dijo Alejandro.—¡Bien, papi! Mamá, ganamos por mayoría.—Bueno, ¿tú no te ibas? Se te va a hacer tarde. —Dijo Amanda cambiando de tema.—Vaya, me echas.—No, no te echo. No seas tremendista. No me mires así.—¿Cómo?— Preguntó Alejandro riéndose —Diego, ahora eres pequeño pero ya te darás cuenta

que a las chicas no hay quien las entienda.—No, papi, ya lo sé. — Dijo haciendo reír a Alejandro y Amanda.—Bueno, bueno, eres una caja de sorpresa.— Comentó Alejandro —.Ya me tendrás que contar esa

experiencia con las chicas cuando vuelva.— Dijo abrazando a su hijo y dándole un par de besos—.Cuida de mami, y ya verás que en un abrir y cerrar de ojos estoy aquí.

—Te quiero, papi.—Dijo Diego abrazándose al cuello de su padre —Le dices a los abuelos quetengo muchas ganas de verlos.

—Se lo diré.— Dijo mientras agarraba de la mano a Amanda para despedirse de ella —.¿Me dejasdespedirme de mami?

—Claro.—Te llamo cuando llegue. — Dijo antes de abrazarla y besarla —.Ya te estoy echando de menos.

— Le dijo al oído.—Y yo.—Susurró ella —.Te quiero.

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Diego y Amanda se asomaron a la terraza. Contemplaron en silencio a Alejandro meter su bolsa en

el coche y saludarlos antes de entrar en el coche y poner rumbo a Madrid. Amanda miró a su hijo, viocomo se le escapaban unas lágrimas. Se sentó en una silla y lo colocó sobre sus piernas. Lo estrechóentre sus brazos.

—No estés triste, cariño, papá estará aquí en un par de días y llegará un día que estaremos siemprejuntos, ya lo verás.

—¿De verdad, mami? ¿Me lo prometes?—¿Tú lo soñaste, no?—Sí, es verdad mamá y mi sueños se está haciendo realidad.— Dijo Diego abrazándose a su

madre— .Mami, papá es muy guay.— Sí, cariño, lo sé.—Tú también.—Gracias, mi vida.— Dijo dándole un par de besos.—Sabes, tengo a los mejores papás del mundo.—Uhm, los míos también son muy guays.— Dijo riendo Amanda.—Sí, es verdad, ¡qué suerte hemos tenido mami!—Sí, cariño, mucha.— Respondió Amanda abrazando con fuerza a su hijo. —.Hala, ahora ve a

jugar un rato que he de poner la lavadora y hacer un par de cosas por casa, que este fin de semana lohemos pasado todo el tiempo fuera de casa.

—¡Pero lo hemos pasado genial!— Exclamó Diego— ¡Ha sido el mejor fin de semana de toda mivida!— Gritaba corriendo rumbo a su habitación.

Amanda puso música y empezó a hacer todo aquello, que no había hecho en el fin de semana,

poner la lavadora, planchar un par de camisas, vestidos y faldas suyas, unas camisetas de Diego.Repasó los baños. Siempre dejaba la casa apunto en el fin de semana para tener que hacer lo mínimodurante la semana y dedicar el poco tiempo libre a su hijo. Terminaba de planchar cuando el sol ya sehabía ocultado. Recogió la tabla de planchar, guardó la ropa y dejó la plancha enfriándose sobre laencimera de la cocina.

—Mamá. — Dijo Diego mientras ella abría el tendedero en la terraza para tender la ropa queacababa de sacar de la lavadora.

—Dime.—¿Falta mucho para que llame papi?—Cariño, sólo hace dos horas que salió de casa aún le quedan dos horas de viaje. No creo que

llame antes de que te duermas.—Jo, pero yo quiero hablar con él antes de dormir.

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—Diego, mañana hay cole y nos levantamos temprano, papá, volverá a llamarte mañana por lamañana, él mismo te lo dijo.

—Jo — dijo sentándose a contemplar a la madre tender.—Venga ahora una ducha y cenamos viendo los dibujos si quieres.—Vale, mami.

El silencio reinaba en la casa. Diego dormía desde hacía casi dos horas. Amanda veía una película

recostada plácidamente en el sofá cuando el móvil comenzó a sonar.—Hola, sí en el séptimo cielo. Quería esperar pero se le cerraban los ojos y lo mandé a la cama

que mañana hay cole, ¿qué tal el viaje? Ya imagino que estás cansado, lo estoy yo, así que si le añadeslas cuatro horitas de coche. No, nos quedamos en casa que tenía que poner lavadora, planchar. Yasabes mi parte de Marujilla tenía que trabajar. Dice que ha sido el mejor fin de semana de su vida. Sí,sí, en breve me voy a la cama que mañana toca madrugar. Yo también te voy a echar de menos. Besos,y yo.

Amanda apagó la televisión. No se estaba enterando de nada y estaba verdaderamente cansada. No

habían parado ni un minuto en el fin de semana, eso añadido a lo poco que había descansado elanterior fin de semana se sumaba a que sus ojos comenzaran a pedir clemencia. Antes de acostarse,como cada noche, pasó por la habitación de Diego. Lo tapó porque con tanto movimiento ya estabatotalmente destapado y aún no estaba el tiempo para dormir sin taparse. Le dio un beso en la frentecon cuidado de no despertarlo y siguió con su ritual de limpieza de cara, hidratación, recogerse el peloen un par de trenzas flojitas, pues, era incapaz de dormir con el pelo suelto. Media hora más tardeestaba en la cama con la luz apagada y enviando un mensaje que era interrumpido por la llegada deotro.

Buenas noches, Mandy, ¿ya estás en la cama?Acabas de interrumpir mi mensaje. Sí, acabo de acostarme. Se me hace grande sin ti.Y a mí. Contando las horas que faltan para ir.Dirás días.No, horas. Quedan menos de 96 horas.Uff, no estoy para cálculos mentales. Contado en horas parece menos.Sí. Te llamo por la mañana para hablar con el pirata.Vale. Besitos ¿Vas a dormir?Pues sí, ¿tú no?Sí, claro Besos Besos. Hablamos mañana

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CAPÍTULO 19

—Mamá, sal de la cocina que estoy hablando con papá y son cosas de chicos.— Dijo Diego a sumadre mientras hablaba con su padre por el móvil de Amanda.

—Muy bien, ¡qué misteriosos que estáis!— Dijo Amanda con una amplia sonrisa saliendo de lacocina rumbo al salón.

—Ya se ha ido, papi, está en el salón. — Dijo hablando bajito para que su madre no lo escuchara—.Vale, ¿pero yo no puedo? Vale, ah, sí, sí con los abuelos. Vale, no… no diré nada. Vale, sí, vale.Vale, papi, ¿van a venir los abuelos? ¡Qué guay!, tengo muchas ganas de que sea mañana. Besitos.Mamá, papá quiere hablar contigo.— Diego salió de la cocina buscando a su madre.

—¿Se acabaron los misterios por hoy?— Preguntó Amanda cogiendo el teléfono.—Sí, mami, ¿puedo ver unos pocos dibujos mientras hablas con papá?— Diego cambió el canal al

ver que Amanda asentía con la cabeza.—Hola, misterioso. — Dijo risueña Amanda saliendo a la terraza —.¿Se puede saber que misterios

os traéis? Vale, vale, no puedo saber nada. Al final vienen tus padres, ¿no? Sí, el sábado por lamañana. Bien, ¿dónde se van a quedar? Buen hotel. Sí, queda cerca de casa. Sí, podría preparar algopara el sábado.¿ Qué?, que no haga nada, vale, vale. Tú y tu hijo os tenéis muchos secretitos y osacabáis de conocer. Ufff, ya me ignoráis. —Dijo burlona —.No podré aguantar tanto misteriomisterioso, como dice Diego. No sé qué secreto te tienes con él pero está como loco contigo. Te lo hasganado a lo grande. Sí, yo también tengo ganas de que llegue mañana. Hala, voy a acostar almisterioso. Hablamos luego, un beso.

—Diego, a la cama.— Dijo Amanda entrando en el salón para descubrir que el guardián de lossecretos, que ella intuía guardaban relación con su cumpleaños, se había quedado dormido en el sillónmientras veía los dibujos.

Amanda cogió en brazos a su hijo. Le daba pena despertarlo pero, la verdad, es que ya casi no

podía con él. Sí, en breve, no podría con él, sus largas piernas le colgaban mientras lo llevaba por elpasillo. Lo acostó y tras taparlo y darle un par de besos salió en silencio de la habitación. No sin antesquedarse contemplándolo desde la puerta. Daba gusto verlo dormir tan plácidamente y desde quehabía conocido a su padre parecía tener una eterna sonrisa en los labios, incluso después de dormido.La alegría de tener por fin un padre a su lado junto a tener secretos con él le hacían estar como loco.Llevaba una semana más hablador de lo normal. No paraba de hablar y hablar de su padre.

—Diego, coge el chubasquero que está lloviendo.— Dijo Amanda antes de salir hacia el coche.—Voy, mamá, ¿a qué hora llegara papá hoy? ¿Llegará muy tarde?— Preguntó Diego mientras

salían por la puerta.

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—Pero, ¿no acabas de hablar con él hace un par de minutos? ¿Qué te ha dicho?— Preguntódivertida Amanda cerrando la puerta de la casa.

—Que no sabía, que dependía del trabajo, que igual podía venir después de comer y cenaría connosotros y podríamos ver una película. Va a traer una película para que la vea con él.

—¿Qué película?— Preguntó Amanda una vez dentro del ascensor.—No lo sé.— Contestó encogiéndose de hombres.—Cuanto misterio nos rodea últimamente.— Dijo Amanda.—. Hala, vamos a correr un poco para

no mojarnos.

Corrieron hasta el coche mojándose por el camino. Tras abrocharle el cinturón de seguridad aDiego, Amanda se sentó en su asiento sacudiéndose el pelo que se le había mojado un poco. Dejó subolso en el asiento del copiloto y tras poner en marcha el coche saltó la música.

You give your hand to me then you say hello I can hardly speak My heart is beating so And anyonecan tell You think you know me well But you don’t know me

Como siempre la lluvia ralentizaba el tráfico. Parada en un semáforo avisó a Vicente que llegaríanmás tarde para que no estuviera esperándolos bajo la lluvia. Por fin, quince minutos más tarde de lohabitual llegaron a su destino.

—Tu hermana te llamará luego pero te adelanto que mañana tu hijo y Javi se quedan en casa de tuspadres.—Dijo Vicente mientras Diego salía del coche.

—¿Qué? ¿Y eso?—Mañana tenemos nosotros una cena y como Javi se va a quedar en casa de tus padres nos tenía

mareados para que Diego también lo hiciera.—Bueno, no sé si querrá porque esta noche llega Alejandro.—Mamá. Sí, me quedo con el primo. Sí, sí, sí, porfa.—Vale, bueno, luego hablamos.— Dijo Amanda tras darle un par de besos a su hijo antes de irse.

Amanda siguió rumbo al trabajo. Paciencia. Paciencia. Infinita paciencia hay que tener en los días

de lluvia, sobre todo cuando caen de improviso y con fuerza. La ciudad estaba colapsada por el tráfico.La lluvia hacía que la conducción fuera más lenta así que se llenó de paciencia era obvio que nollegaría puntual al trabajo. La lluvia no los abandonó en toda la mañana. Los azules cielos de lassemanas anteriores, predecesores de la llegada del buen tiempo, parecían haberse marchadocediéndole el paso a las grises nubes de lluvia. En las últimas semanas el sol iluminaba el despacho ycasi no necesitaba luz artificial. Hoy la luz era imprescindible y necesaria.

Como venía siendo habitual en el último mes los correos electrónicos entraban y salían de lasbandejas de entradas de Alejandro y Amanda recíprocamente. Correos, únicamente profesionales,nunca hacían mención a algún tema personal en ellos. Para eso estaban los mensajes y las llamadas de

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teléfono.—¿Vienes a comer?— Preguntó Esther desde la puerta.—¿Qué hora es?— Preguntó Amanda sorprendida por la hora —Uff, no he parado en todo el día y

ni me había dado cuenta de la hora. Termino lo que estoy haciendo y bajo.—Vale, vamos caminando. No tardes, te esperamos para pedir.— Dijo Esther.—Vale, voy enseguida.— Dijo sin levantar los ojos de la pantalla del ordenador.Cinco minutos más tarde llamaba el ascensor y su móvil sonaba en el bolso. Rebuscó en su bolso y

cogió el móvil convencida que era Alejandro pero no, era su hermana.—Hola, Cris. Sí, esperaba tu llamada porque ya me comentó Vicente lo de mañana. No, no iba a

hacer nada especial. Imagino que igual haremos algo el sábado que estarán los padres de Ale aquíporque tu sobrino y él se traen muchos secretitos, ¿tú no sabrás algo? No, vale, prepararé sus cosas ylo llevaré a casa de mami cuando lo recoja. ¿Quieres que lleve a Javi? Me puedes pasar su silla y losllevo. Ah, vale, entonces nada. Vale, vale. Ciao, hermanita.

Nada más salir a la calle volvió a arrepentirse de haber olvidado el paraguas en casa. Tantoadvertirle a Diego por el chubasquero y ella había dejado el paraguas. Nada, tocaba volver a mojarse.Menos mal que el bar quedaba cerca. Aceleró el paso con cuidado de no caerse, lluvia, prisas y taconesno eran buenos compañeros. Un par de minutos más tarde, con la ropa mojada y los pelos pegados a lacara llegó al bar donde la esperaban Esther, Juan y Begoña para comer.

—Creo que te has mojado un poquito.— Bromeó Juan.—No, que va.— dijo Amanda —.Voy al baño a ver si logro secarme un poco con el secador de

manos.—¿Qué quieres comer?— Preguntó Esther —No sé, sorpréndeme pero algo ligero, no te pases.—Hay arroz negro.— Dijo Begoña.—Pues, no me sorprendas, quiero arroz negro.Amanda se secó la falda y la blusa con el secador de manos. El pelo se lo sacudió logrando que los

mechones que llevaba pegados en la cara se le soltaran volviendo a su sitio natural. Algo más seca ypresentable volvió a la mesa con sus compañeros que la esperaban ya con la comida en la mesa.

—Mañana reunión con los madriles.— Dijo Begoña.—Sí— dijo Amanda — ,ya falta menos para la salida de la nueva revista, resultado de la fusión, y

de los nuevos proyectos. Ya tengo ganas de verla en los kioscos.—Volviendo a los madriles, ¿qué tal todo?— Dijo Juan.—Genial, todo en marcha, no va a ver retrasos, la verdad es que es un equipo muy bueno, no sólo

con el que nos coordinamos nosotros sino todo en general.—Amanda, no hablo de trabajo. Ya sé que todo va bien, y teniéndote a ti por medio no me extraña

para nada, eres una maravilla.— Comentó Juan.— Gracias. ¿Entonces, qué quieres saber?— Preguntó Amanda —¡Amanda!— Dijeron al unísono

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Begoña y Esther.—¡Mira que sois cotillas!— Rio Amanda.—Chiqueta, es que no hemos comido juntos en toda la semana y nos tienes en ascuas.— Dijo

Begoña.—La verdad—dijo Amanda con una amplia sonrisa —,mejor imposible. Bueno sí. Mejor sería que

viviésemos juntos.—¿Entonces ya no me tengo que casar contigo?— Bromeó Juan.—No, ya no es necesario.— Dijo Amanda con una sonrisa de oreja a oreja —Bueno, nunca se sabe.—Ves, señora negatividad, como las cosas son más fáciles de lo que parecen. Alejandro no iba a

aparecer así de pronto y que las cosas no pudieran ser posibles.— Comentó Esther.—La verdad es que es muy fuerte toda esta historia. De película, de comedia romántica, de esas de

las que sales con una sonrisa en los labios y tu novio reniega en la butaca, mientras murmura que lapróxima la elige él, pero no deja de reírse con las escenas de humor y sonreír con las dosis románticas.— Dijo Begoña.

—Chica, eso es porque no me tienes a mí de novio.— Bromeó Juan.—Toda la razón.— Siguió la broma Begoña mientras el camarero les traía el café y el teléfono de

Amanda sonaba.—Perdonad es el coprotagonista de la peli.— Dijo Amanda mientras descolgaba la llamada y se

levantaba de la mesa saliendo a la puerta.—Hola. No, pensaba llamarte antes de salir a comer pero hoy he estado liada todo el día y luego

me llamó Cris, que mañana no tenemos niño. Se queda en casa de mis padres con Javi porque mihermana y cuñado tienen una cena. Podríamos aprovechar e ir al cine.

—Déjame planear algo. —Contestó Alejandro con una amplia sonrisa dándose cuenta que Amandano se había dado cuenta de nada, verdaderamente Diego era muy bueno guardando secretos.—.Podríamos salir a cenar. ¿Cine? No sé. Ya se nos ocurrirá algo. Bueno, llamaba para decirte que enun rato salgo para Valencia así que a eso de las ocho estaré en casa. Lloviendo. Bueno, ¿qué le vamosa hacer? Sí, conduciré con cuidado. Anda ve a tomarte el café. Salud, no te resfríes. Ya te daré caloresta noche. Besitos.

Diego estaba completamente lleno de espuma. Hasta hacía un momento estaba sumergido entre la

espuma y la batalla de barcos montada en la bañera.—Ya es hora de salir, debes de tener los dedos arrugados como pasas.— Dijo Amanda.—Mami, un poquito más.—Dos minutos y sales.— Dijo mientras escuchaba el timbre de la puerta.—¿Es papá?—Imagino. Espérate y ahora vengo a sacarte.— Dijo mientras salía del baño rumbo a la puerta.

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—Hola—dijo Alejandro antes de besarla.—Veo que te has mojado un pelín.—Sí, es que no he tenido tanta suerte aparcando hoy.—Anda, pasa y quítate esa ropa.—¿El niño?—Papá — gritó Diego desde la bañera.—En la bañera de remojo. Ya voy a sacarlo.—Hala, papi, te has mojado un poco.—Sí, voy a quitarme esta ropa y ahora vengo.—¿Me vas a sacar tú?— Preguntó Diego esbozando una sonrisa.—Vale, dame un minuto.— Contestó Alejandro.—Mira que bien pues voy yo a empezar a preparar la cena.—Dijo Amanda.

Amanda dejó el pijama de Diego sobre el lavamanos y tras decirle a Alejandro donde tenía

guardada la ropa, que había dejado el fin de semana pasado, e indicarle donde podía colocar lo quehabía traído se fue a la cocina para empezar a preparar la cena. Desde la cocina escuchaba las risas deDiego y Alejandro y sus murmullos. Era imposible no sonreír al escuchar aquella complicidad nacidaen tan poco tiempo.

—Papi, mami no sabe nada. Se ha creído que la tía va de cena.— Dijo Diego sin poder evitar larisa.

—Ssshhh. No queremos que se entere. Todo va perfecto, así que no podemos meter la pata ahora yque se entere de nuestro secreto.

—Sí, no queremos que se entere.— Dijo hablando aún más bajo arrancándole una sonrisa a supadre.

—¿Se puede saber qué líos os traéis?— Preguntó Amanda entrando en la habitación dondeAlejandro guardaba su ropa mientras Diego lo observaba sentado en la cama.

—Cosas de chicos, mamá.—Cosas de chicos, cosas de chicos.— Repitió Amanda sin poder reprimir la risa —La cena estará

preparada en un ratito que aquí Mr Secretitos se ha de ir a la cama en un rato.—Jo, mami, que está papi, ¿no me puedo quedar un ratito más? ¿Papá, has traído la peli que me

dijiste?—Sí, pero la veremos el sábado que mañana hay cole.— Contestó Alejandro.—Jo, vale, ¿pero, qué película es? preguntó Diego.—Una que explica por qué te llamas Diego.— Comentó Alejandro — ¿Te lo ha contado, mami,

alguna vez?—No, ¡mamá!— Dijo Diego —¿Por qué no me habías contado que había una peli con mi nombre?

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—No, no es una peli con tu nombre exactamente, cariño, y porque se me había olvidado contártelo.—Pero ¿qué película es?— Preguntó Diego impaciente.—La Máscara del Zorro.— Dijo Alejandro —.La veremos el sábado, ¿vale?—Vale, papi —¿Necesitas ayuda?_ Preguntó Alejandro a Amanda.—No, todo está controlado podéis seguir con vuestros secretitos.— Contestó Amanda saliendo de

la habitación.

Más tarde de lo habitual se metía Diego en la cama. Cerca de las diez marcaba el reloj cuandoAmanda le dijo que ya tenía que irse a la cama o estaría muerto de sueño al día siguiente. Aregañadientes le dio un beso a su padre, que estaba sentado en el salón, y se fue a la cama pasandopreviamente por el baño.

—Buenas noches, cariño, que tengas dulces sueños.— Dijo Amanda.—Mami, es muy guay tener a papá en casa.—Sí, cariño, lo es. Ahora a dormir.—¿Qué es guay?— Preguntó Alejandro desde la puerta de la habitación. No había podido evitar ir

a darle un beso de buenas noches a su hijo.—¡Has venido!— Exclamó Diego — Esto, esto es guay. Tenerte en casa.— Dijo colgándose de su

cuello mientras Alejandro lo besaba en la frente.—A dormir, campeón.— Dijo saliendo de la habitación tras Amanda.

Alejandro y Amanda se acurrucaron en el sofá. En la calle había parado de llover pero los truenos

resonaban a lo lejos y de vez en cuando se iluminaba la casa con el resplandor de los relámpagos.—Tenía ganas de venir.—Y yo de tenerte aquí.—Contestó Amanda mirándolo a los ojos.—Me resulta increíble lo mucho que ha cambiado todo en tan poco tiempo y como han cambiado

mis prioridades.—¿Y cuáles son? ¿Se pueden saber o son también secreto de chicos?— Dijo burlona Amanda.—¡Estás celosilla, eh!— Dijo divertido —¡Cómo si no lo supieras! Tú y Diego, esas son mis

prioridades, todo lo demás es secundario.—¿Y cómo lo vamos a hacer?—No lo sé pero ya se nos ocurrirá algo.— Dijo Alejandro —.Por el momento, podemos seguir así.—No queda otra.—Seguro que podremos resolverlo, lo importante ahora es que estamos juntos.—Sí, no puedes ni imaginar la semanita que me ha dado Diego preguntándome de ti esto, lo otro.

Papá para arriba, papá para abajo.— Dijo risueña —.Y fíjate que no se me había ocurrido lo de lapelícula, eso sí, ya verás cuando la vea. Nos va a marear con el Zorro, ya me lo imagino cambiando…

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—Te quiero— dijo Alejandro haciéndola callar con un beso.

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CAPÍTULO 20

—Buenos días— dijo Alejandro mientras Amanda apagaba el despertador —,se despierta uno demejor humor contigo al lado.

—Buenos días— contestó antes de que la besara Alejandro.—Feliz día, cumpleañera.—Gracias, comienza estupendamente.— Contestó Amanda volviéndolo a besar —.Mejor será

levantarse que toca currar.— Dijo al tiempo que se levantaba —.No se debería trabajar el día delcumpleaños de uno.

—Y el novio de la cumpleañera tampoco.—Eso ya es mucho pedir.—Por pedir que no sea.— Contestó Alejandro levantándose —.¿A dónde vas con tanta prisa?—A la ducha. Te importa ir encendiendo la cafetera.—Claro,¿ despierto a Diego ?—No espera que terminemos nosotros con la ducha así tiene media horita más de sueño que aún

son las seis y media de la mañana.—OK.

Diez minutos más tarde Amanda le cedía la ducha a Alejandro. Abrió la persiana para comprobar

como estaba el tiempo. Las nubes de tormenta habían emigrado, dando paso a un precioso y limpiocielo azul. El aire estaba fresco, lo normal a esa hora de la mañana. Dejó la ventana un poco abiertapara que se refrescara la habitación y la cama. Se metió en el vestidor para vestirse. Tras echar unvistazo entre la ropa que tenía destinada al trabajo optó por un vestido verde sin mangas y cuelloredondo. Lo conjuntaría con un cinturón camel estrecho y unos tacones a juego. Cuando Alejandroentró a por su ropa ya se había puesto medias y vestido y estaba subiéndose a los tacones.

—Veo que la ducha te ha hecho crecer, debe ser el mismo efecto de las flores con la lluvia.—Bromeó.

—Muy graciosito— contestó— ,voy a despertar al peque y a preparar el desayuno. Ayer hicemagdalenas de chocolate, ¿te apetece o prefieres otra cosa?

—Uhhm. Magdalenas de chocolate, por supuesto.

Amanda despertó a Diego y dejó su persiana medio abierta para que empezara a entrar la luz deldía en la habitación. Diego se levantó enseguida y se colgó del cuello de su madre porque recordó queera su cumpleaños. Le dio un par de besos sonoros y salió rumbo al baño a lavarse la cara mientrasAmanda preparaba el desayuno. Diego acaparaba la conversación, no paraba de contarle cosas a supadre.

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—Mandy, las magdalenas te han quedado riquísimas.—Gracias pero eso ya lo sabía.— Bromeó Amanda.—Claro, claro, por supuesto.— Dijo Alejandro.—Es que mamá hace unos pasteles deliciosos ¿tú has comido alguna vez algún pastel hecho por

ella?—Pues, la verdad es que no.— Dijo Alejandro —.Amanda, ¿qué estás esperando para hacerme una

tarta de esas riquísimas?—Ahora mismo. Ale, te toca recoger la cocina que me voy a recoger la habitación.—A sus órdenes.—Diego, a lavarte las manos y los dientes.—Ya voy, mami.— Contestó —.¿Recuerdas que hoy me quedo en casa de los abuelos?—Sí, pero cuando salgas del cole venimos a casa y luego ya iremos más tarde que el primo no

estará hasta tarde.—Vale— dijo un sonriente Diego.

Media hora más tarde salían de casa rumbo al coche de Amanda. Alejandro ayudó a su hijo con el

cinturón y tras dejar la mochila con su portátil en el asiento trasero se sentó en el asiento del copiloto.—Hacía mucho que no iba de copiloto.—No tanto.— Respondió Amanda.—Cuando fuimos a cenar conducía yo.—Cierto— contestó —,¿vive muy lejos tu hermana?— —No, podríamos ir caminando desde casa

pero es más rápido salir ya con el coche y no tener que dar media vuelta luego para coger el coche e ira trabajar.

—Papi, ¿luego irás con mamá a buscarme al cole?—Claro.—¡Qué bien!—Un día tienes que venir al entrenamiento, mamá sólo ha venido una vez.—Prometido pero si no es este curso será el próximo, ¿vale?—Vale.

Cinco minutos más tarde veían a Vicente haciéndoles señas desde la acera. Amanda aparcó en

doble fila y Miguel abrió la puerta trasera para que saliera su sobrino.—Feliz cumple, cuñada.—Muchas gracias, Vicente.—Hola, Alejandro, ¿ya de vuelta por tierras valencianas?—Sí, hasta el domingo. Bueno, igual me voy el lunes por la mañana.

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—¿Nos veremos este fin de semana?— Preguntó Vicente.—Sí, seguro.— Contestó Alejandro.—Hasta luego, papi.— Dijo Diego dándole la mano a su tío.—Oye y ¿qué pasa conmigo?— Preguntó Amanda fingiendo enfado.—Mami, no te enfades es que a ti te veo todos los días y a papá no pero espera te doy un besito.—

Contestó acercándose a la ventanilla —.Mami, te quiero mucho.—Y yo a ti, cielo, hala, ve con el tío que nos tenemos que ir a trabajar.

La mañana pasó rápida. Entre las reuniones quincenales y tener a Alejandro allí Amanda apenas se

dio cuenta como las manecillas del reloj giraban y giraban hasta llegar a las dos de la tarde. Hora decomenzar a guardar archivos, cerrar páginas y despedirse de todos hasta el lunes. Alejandro guardó suportátil en su mochila y ambos salieron del edificio rumbo al coche para ir a recoger a Diego. A Diegola cara siempre se le iluminaba de manera especial los viernes cuando veía a su madre en la puerta delcolegio pero hoy sus ojos brillaban de manera especial. Nada más cruzar las rejas del patio del colegiovio a sus padres apoyados en el coche. Allí estaban los dos, era la primera vez que ambos lo iban arecoger, que su padre lo iba a recoger. No lo pudo evitar se alejó de su tío y primo y corrió hasta dondeestaban sus padre para abrazarse a ellos.

—¡Qué guay!— Gritó abrazándose a Alejandro — Seño, seño — gritó al ver a su maestra en lapuerta — ,éste es mi padre.— Gritó orgulloso. Alejandro saludó desde allí con un gesto a la maestrade su hijo que esbozaba una amplia sonrisa al ver la inmensa alegría del niño.

—Hola, tío.— Dijo Javier nada más acercarse a donde estaban Alejandro y Amanda — .Tía¡felicidades!— Dijo antes de darle un par de besos a Amanda.

—Gracias, Javi.—Diego, luego nos vemos en casa de los abuelos.—Sí, luego nos vemos.— Contestó Diego.—Bueno, nos vamos que no hemos comido y mis tripas comienzan a rugir— Dijo Amanda a

Vicente.

Durante todo el trayecto Diego no paró de hablar. Iba contando todo lo que había hecho en el cole.Hablaba y hablaba sin parar. Afortunadamente el camino era corto y enseguida encontraronaparcamiento a pocos metros de la puerta de la casa. Amanda no podía evitar tener una sonrisa pintadaen su cara de ver lo feliz que era su hijo con su padre. Nunca, ni en sus mejores sueños, se le ocurriópensar que aquello iba a ser posible pero era real y no se le ocurría mejor regalo de cumpleaños queese, la cara de felicidad de su hijo. Nada más entrar en casa se puso las pilas, dejó su bolso sobre elpequeño escritorio que tenía en su habitación, se descalzó y sin cambiarse de ropa se fue a la cocinapara preparar la comida para ella y Alejandro.

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—¿Te ayudo?— Preguntó Alejandro —Lo mío no es cocinar pero si me dices que hacer te ayudo.—Ve poniendo la mesa mientras hago a la plancha los filetes de pollo y unos espárragos. Algo

ligerito ya que me vas a llevar a cenar esta noche.— Dijo Amanda —.¿Ya sabes a dónde vamos?—Sí, claro— contestó Alejandro guiñándole un ojo a Diego que entraba en la cocina.—¿Y dónde es?— Preguntó Amanda dándole la vuelta a las pechugas de pollo.—Tú sólo has de encargarte de ponerte guapa.— Dijo Alejandro — .Sí, es posible estarlo más.—

Contestó acercándose para darle un beso bajo la atenta mirada de Diego.—Bueno, seguimos con los misterios.—Sólo por unas horas más.— Dijo Alejandro.—Bien, habrá que esperar.

Alejandro contemplaba a Amanda mientras se maquillaba. Tras mucho decidir había optado por un

vestido de cocktail gris perla de corte helénico, que dejaba al descubierto su hombro derecho. Unospeep toes negros y una cartera haciendo juego.

—Uau, mamá, ¡estás muy guapa!— Dijo Diego al ver a su madre —Papá, ¿verdad que está muyguapa?

—Sí, sí que lo está.—Gracias, cariño.—¿Es a mí?— Preguntó Alejandro.—No, a Diego.— Dijo burlona Amanda.— .Tú también estás muy guapo.— Dijo Amanda

dejándole un cálido beso en los labios. —.¿Tienes tu mochila preparada?—Sí, mami, me ha ayudado papá a coger las cosas.—Bien, entonces ya nos podemos ir.— Dijo al tiempo que se perfumaba.—¿Vamos en mi coche?— Preguntó Alejandro.—Tendríamos que cambiar la silla de Diego, mejor vamos en el mío y no andamos con líos de

cambios de silla.—Vale.

Media hora más tarde llegaban a casa de los padres de Amanda para dejar a Diego. Imposible

encontrar sitio, así que Amanda se quedó aparcada en doble fila mientras Alejandro bajaba con Diegoy lo acompañaba a casa de sus abuelos.

—¿No sospecha nada?_ Preguntó Fernando nada más verlos.—Nada de nada.— Contestó Alejandro —.Eso o el país se ha perdido una actriz impresionante.—

Continuó.—Bien.— Dijo Fernando.—Diego, tiene la ropa en la mochila. Haré tiempo con ella, ahora le diré de ir a tomarnos una copa

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antes de ir a cenar para que os de tiempo a llegar.—Hemos quedado todos en una hora en el restaurante.—Bien, nos vemos allí entonces, cualquier cosa llevo el móvil. Nos vemos ahora.— Dijo

Alejandro mientras salía a la calle donde lo esperaba una sonriente Amanda de ver a Alejandro y supadre hablando como si se conocieran de toda la vida.

—Tu padre es encantador.— Dijo Alejandro mientras se abrochaba el cinturón de seguridad.—Sí, la verdad es que no me puedo quejar de padres. Tú tampoco, ¡eh! Diego ha tenido mucha

suerte con los abuelos que le ha tocado.—Sí, cierto.—¿A dónde vamos?—Vamos a tomarnos una copa que la reserva en el restaurante la tenemos para dentro de una hora.—Vale.

Alejandro le dio las indicaciones de la dirección a la que iban a cenar para ir a algún bar cercano a

tomarse algo. Sólo esperaba no empezar a encontrarse con la gente por allí y echar por la borda lasorpresa.

—¿Sabes cuánto hacía que no salía a celebrar mi cumpleaños?— Preguntó Amanda mientrasentraban en el bar.

—Imagino que todo el tiempo que llevas en Valencia.—Tú lo has dicho, la última vez que celebré mi cumpleaños lo hice contigo.—Bien, pues éste lo vuelves a celebrar conmigo.—Dijo agarrándola por la cintura.

Alejandro miraba de vez en cuando el móvil por si acaso le enviaban algún mensaje o lo llamaba

alguien.—¿Esperas alguna llamada?_ Preguntó Amanda.—Sí, mis padres me dijeron que me llamarían pero igual lo hacen más tarde.— Dijo inventándose

la primera excusa que se le había ocurrido.—¿A qué hora llegan mañana?—Por la mañana, supongo que saldrán temprano de Madrid para aprovechar todo el día aquí.—Lógico.— Dijo Amanda —.Por cierto, ¿qué es eso que igual te quedas hasta el lunes por la

mañana?—Cierto, ya no me acordaba. Todo dependía a qué hora tenía una reunión el lunes y como la tengo

por la tarde saldré de aquí por la mañana cuando te vayas a trabajar.—¡Qué bien! Así podremos disfrutar de todo el domingo, Diego se va a poner la mar de contento.—Ya lo sabe. Se lo dije cuando tú estabas en la ducha, se me había olvidado decírtelo a ti.—

Contestó Alejandro mientras leía un mensaje de Cris que le decía que todos estaban ya en elrestaurante.—. Bueno, ¿nos vamos?

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—Vale, pero paso primero por el baño.

Alejandro aprovechó para pagar y llamar a Cris y decirle que ya iban para allá. Cuando salióAmanda él la esperaba junto a la puerta. Le pasó un brazo por los hombros y caminaron despaciorumbo al restaurante. Amanda lo conocía pero nunca había estado allí, cierto que en los últimos cuatroaños sus salidas eran con su hijo, así que pocos bares, restaurantes y locales de moda en general habíapisado desde que se había convertido en madre. Nada más entrar en el local Amanda abrió los ojossorprendida al escuchar a voz en grito el cumpleaños feliz. Agarró con fuerzas la mano de Alejandroque la miraba risueño y comenzaba también a entonar la melodía. Amanda no podía salir de suasombro. Allí estaban sus padres, su hermana y cuñado, su hijo y sobrino, Esther, Begoña, Juan, un parde amigas más con sus parejas, los padres de Alejandro.

—Pero, pero, ¡ me habéis engañado! —Dijo mirando a Alejandro y a Diego respectivamente.—¡Felicidades, mamá!— Dijo Diego abrazando a su madre.—Gracias, cariño, ¡qué guapo estás!

Amanda besó a cada uno de los invitados sin poder quitarse del rostro la expresión de emoción y

sorpresa por aquella fiesta inesperada. Era increíble como aquel pequeño sabía todo y no le habíadicho nada. Como habían confabulado todos a sus espaldas y ella no había sospechado nada. Pensabaque mañana tendría alguna fiesta sorpresa en casa de sus padres pero nada más. Nunca se le pasó porla cabeza que le hubiesen organizado una fiesta sorpresa. Tras los besos y abrazos se sentaron todos ala mesa. Diego estaba sentado justo frente a ella entre sus dos abuelas, el niño no paraba de hablar y dedarle explicaciones a Almudena, que estaba encantada con aquel nieto parlanchín y que tanto lerecordaba a su propio hijo de pequeño.

Amanda notó la mano de Alejandro posarse sobre su pierna derecha mientras ella hablaba conJuan, que estaba sentado a su izquierda. Una algarabía de voces salía de la mesa mientras el camarerotomaba nota de las bebidas y dejaba las cartas para que eligieran los platos.

—Realmente me has sorprendido.— Dijo Amanda al oído a Alejandro.—Eso quería.—Susurró él.La cena transcurrió entre risas. Amanda no podía imaginar una mejor manera de celebrar su

cumpleaños. Aquel, probablemente, era uno de los mejores cumpleaños de su vida. Sobre todo porqueya había recibido el regalo semanas atrás al volver a encontrarse con Alejandro y que todo entre ellosfuera sobre ruedas. Al terminar la cena las luces se apagaron y el cumpleaños feliz volvió a sonarmientras un camarero traía la tarta y otro dejaba las copas para el cava en la mesa. Amanda sopló sustreinta y cuatro velas mientras todos le coreaban que pidiera un deseo. Besos y regalos le fueronllegando a su sitio. Verdaderamente ya no podía disimular tanta emoción.

—Aquí tienes mi regalo.— Dijo Alejandro dándole un bonito sobre rosa en las manos—. Bueno,

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mío y de Diego con el que he llegado a un acuerdo.— Dijo mirando a su sonriente hijo guiñándole unojo.

—¿Un acuerdo?— Preguntó sin entender nada Amanda.—Sí, un acuerdo.— Dijo Alejandro —.¿No vas a abrir el sobre?—Voy — dijo Amanda mientras todos se callaban y la miraban atentamente.Abrió el sobre y se encontró con un montón de folios doblados. No entendía nada. ¿Era una broma

de Alejandro? Desdobló los papeles para encontrarse con un viaje a Roma. Amanda ya no sabía quédecir, qué hacer. Aquello era el colofón para un cumpleaños perfecto. Estaba segura que en algúnmomento sonaría el despertador y volvería a la realidad. Igual le pasaba como al protagonista deaquella serie que tras más de un centenar de capítulos va y resulta que estaba soñando. No, no, todoera demasiado real para estar soñando.

—Recuerda que a los cappuccinos invitas tú.— Le dijo Alejandro al oído mientras ella lo abrazabapara besarlo.

—No me olvido.—Susurró —.Te quiero— y volvió a besarlo.—Papá me ha dicho que luego nos iremos los tres de vacaciones.— Dijo Diego a Amanda que no

le soltaba la mano a Alejandro.—¿También sabías lo del viaje?— Preguntó sorprendida Amanda.—Sí— rio Diego.—Claro, los secretos de chicos.— Dijo Amanda dándole un beso a su hijo —.Eres increíble

guardando secretos.

Tras brindar por la cumpleañera y tomar café los padres de Amanda se marcharon con sus nietos,también lo hicieron Cris y Vicente que se llevaban con ellos a los padres de Alejandro, con los que yahabían quedado para el día siguiente los padres de Amanda y así irían los cuatro y los niños alBIOPARK a pasar la mañana. El resto se quedó para tomarse una copa más con Amanda y Alejandro.Todos salían del restaurante pasadas las dos de la mañana cuando ya no quedaba nadie más en el local,los últimos clientes se habían marchado hacía media hora y antes de irse se habían acercado a la mesapara felicitar a Amanda.

—¿Nos vamos a casa?— Preguntó Alejandro cuando se despidieron de Esther y Juan que habíansido los últimos en irse.

—Vámonos— contestó ella abrazándolo y besándolo apasionadamente en medio de la calle.

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CAPÍTULO 21

Imposible comenzar mejor los treinta y cuatro pensó Amanda al abrir los ojos y encontrar aAlejandro durmiendo plácidamente a su lado. Una sonrisa iluminó su rostro recordando la nocheanterior. Las sorpresas encadenadas. Su fiesta sorpresa con sus amigos y familia. Su hijodemostrándole lo bien que sabía guardar un secreto. Su regalo. ¡No te regalan un viaje a Roma todoslos días! Incluso que su hijo estuviera con los abuelos era un regalo. Poder disfrutar de Alejandrodurante unas horas sólo para ella era un regalo, suponía que hecho a consciencia porque, al fin y alcabo, Diego podía haberse venido con ellos. Miró la hora, apenas eran las ocho. Se acurrucó junto aAlejandro cerrando los ojos. Alejandro la abrazó con fuerza.

—Buenos días.—Buenos días— contestó ella girándose para estar frente a frente.—Pues no— dijo.—¿Pues no qué?— Preguntó Amanda sin entender nada.—Que no te ha salido ninguna arruga— bromeó Alejandro —,a pesar de haber cumplido años.—¡Qué gracioso!—Yo siempre, ya lo sabes.—¿Tenemos planes para hoy?— Preguntó Amanda —¿Más secretitos que deba conocer?—No, ya se han acabado los secretos, ¿planes? ¿inmediatos o a largo plazo?— Dijo antes de

besarla.—A largo plazo, que aún es muy temprano.—¿Quieres ir a ver animalitos al Bioparc?—No, ya he estado no sé cuántas veces en los dos últimos años.— Dijo Amanda riéndose —.Creo

que más de un bicho me conoce.—Mejor. Entonces hasta la hora de comer no hay planes.—¿Crees que soy mala madre?— Preguntó una sonriente Amanda.—¿Por?—Por alegrarme de que Diego esté con los abuelos.—No, y a quien se le ocurra llamarte mala madre que me lo diga a la cara.— Dijo Alejandro

exagerando sus gestos—. Y… se puede saber ¿por qué te alegras de que no esté Diego?—Porque te tengo solo para mí.— Dijo antes de besarlo.—¡Egoísta!— Le susurró al oído.—Mucho— dijo antes de volver a besarlo.

Las agujas del reloj seguían avanzando mientras ellos se disfrutaban mutuamente. Se sentían tan a

gusto juntos que no se percataban del pasar de las horas. Un par de zumbidos del móvil de Amanda los

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hizo volver a la realidad. Amanda rebuscó su Smartphone sobre la mesita de noche mientras Alejandrono dejaba de besar su espalda.

Al final no hemos ido al Bioparc. Nos hemos quedado en el río. Reservada paella en la Albufera alas 14.00 ¿Lleváis vosotros a Almudena y Joaquín, con las dos sillas en el coche no cabemos todos.

—Mi madre, al final no han ido al Bioparc, se han quedado en el río. Tenemos que recoger a tuspadres porque como llevan la silla de Javi y Diego en el coche no caben en su coche._ Dijo Amanda aAlejandro.

—Pero, ¿qué hora es?—Las doce— dijo Amanda comprobando la hora en el móvil.—Aún tenemos tiempo.

Mami, nosotros recogemos a los padres de Ale ¿dónde vais a estar?—¿Qué haces?— Preguntó Alejandro.—Enviarle un mensaje a mi madre para que sepa que recogemos a tus padres.—Sí, pero ¿a dónde vas?— Preguntó viendo que se levantaba.—Hace más de una hora que me estoy orinando así que o voy al baño o me lo hago en la cama y no

es cuestión.— Bromeó Amanda.—Pero, ¿vuelves?—¿No crees que es hora de empezar a ponerse las pilas?— Dijo mientras iba para el baño.—¿Y si no vamos a comer?— Gritó Alejandro desde la cama.—Estaría feo y tu hijo se enfadaría.— Contestó Amanda cuando regresó a la habitación y se

dirigía a coger su móvil que volvía a sonar.Nosotros tenemos el coche aparcado cerca del Gulliver, cuando vengáis me avisas y te digo dónde

estamos.Ok. Estaremos a eso de las 13.30.besitos—Bueno, mejor me voy a la ducha para evitar tentaciones.— Dijo Alejandro levantándose y

abrazando a Amanda, que estaba abriendo la persiana—. Siempre podemos ser ecológicos y ducharnosjuntos.

—Tentador pero casi mejor no.— Contestó —.Terminaríamos gastando más agua.—¡Lo intenté!— Dijo Alejandro soltando a Amanda mientras le dejaba un beso en el hombro.—Iré preparando café.

Antes de entrar en el coche quitaron la silla de Diego así irían más cómodos Almudena y Joaquín.

Alejandro había tratado de coger su coche pero Amanda lo convenció de que ella conocía Valencia yél no así que aceptó volver a ir de copiloto. Antes de poner en marcha el coche Amanda llamó a sumadre para decirle que ya salían y ver en dónde quedaban. Vista la hora, que era ya, no daba tiempo de

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tomarse algo antes de la comida. Recogerían a los padres de Alejandro y pondrían rumbo a laAlbufera. Nada más subirse al coche Almudena y Joaquín comenzaron a hablar de su nieto. Estabancompletamente enamorados de aquel pequeño. Nada más conocerlo les había robado el corazón.Hablaban maravillas de él. De lo bien que se comportaba, se expresaba y de lo cariñoso, que habíasido con ellos, los trataba como si los conociera de siempre y acababa de conocerlos.

—Amanda, durante años hemos vivido con la duda y la pena de imaginar un nieto que noconocíamos pero hemos podido llevarlo. Ahora ya imposible estar separados de él, así que no dejéisde ir a visitarnos, por favor.— Dijo Almudena.

—No te preocupes. En un par de semanas estaremos en Madrid. Una vez al mes nos tendrás porallí seguro. — Dijo Amanda.

—Sí y el viernes lo tendrás en casa porque si se vienen desde el jueves, el viernes nosotrostrabajamos. — Comentó Alejandro.

—Pues también lo podéis dejar el jueves por la noche para que el pobre no madrugue, claro si élquiere, si no también puedo estar en tu casa antes de que os marchéis.—Comentó Almudena.

—Bueno, ya lo hablamos con él y decidimos.— Dijo Amanda —.No creo que ponga problema enquedarse en vuestra casa a no ser que lo mate la curiosidad de quedarse en casa del padre.

—Siempre se puede quedar en la habitación del padre.— Dijo Almudena.—Cierto— dijo Alejandro.

Nada más ver a sus padres Diego corrió hacia ellos para abrazarlos parecía que no los veía desde

hacía días y sólo habían pasado unas horas. Enseguida acaparó a su padre y empezó a contarle todo loque había hecho y se reía con él ,porque su madre no había descubierto la sorpresa de la nocheanterior. Almudena y Joaquín miraban maravillados a su nieto y no dejaban de comentar lo mucho quese parecía a Alejandro a su edad. El parecido era increíble, tenía rasgos de Amanda pero reinaban losde Alejandro.

—Mami, ¿me podré quedar en casa de los abuelos en Madrid cuando vayamos ?— PreguntóDiego.

—Sí, claro.—¿Tú has estado?— Preguntó Diego.—Muchas veces— dijo Joaquín —,cuando tu madre vivía en Madrid pasaba más tiempo allí que

en ningún otro sitio.— Continuó guiñándole un ojo a Amanda.—¿Sí? Mami y si vivías en Madrid ¿por qué te viniste?—Pues, porque echaba mucho de menos a los abuelos y a la tía.—Improvisó Amanda. No creía

apropiado decirle a su hijo el motivo de haberse venido de Madrid.—Es una pena que no vivamos todos en el mismo sitio.— Dijo Diego sacándole una sonrisa a

todos.

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—¿Postre?— Preguntó el camarero al ver que todos habían acabado sus platos.—¿Puedo tomar helado?— Preguntó Diego —¡Y yo!— Dijo Javier.

Tras los cafés salieron a dar un paseo por los alrededores. La tarde estaba muy agradable y

llegaron a plantearse la posibilidad de un paseo en barca por La Albufera pero decidieron dejarlo paraotro día. Almudena volvió a instalar la silla de Diego en el coche. A los abuelos no les importaba ir unpoco apretados con tal de disfrutar un rato más con su nieto.

—Mami, vamos a estar en casa. Cenaremos allí, si queréis venir papi y tú, ya sabes.— ComentóAmanda a su madre.

—No, hemos quedado con unos amigos que no vemos desde hace tiempo. Los padres de Alejandroson encantadores. No sabes lo que me alegra ver que sea aquí o en Madrid mi nieto va a estar bien —comentó su madre antes de darle un par de besos —, y mi hija.

—¡Pasáoslo bien!— Dijo Amanda a sus padres antes de subirse al coche.—Tengo mono de conducir, ¿me dejas conducir a mí?_ Preguntó Alejandro.—Anda conduce tú— dijo Amanda cediéndole las llaves y su asiento.

Nada más llegar a casa Diego acaparó a sus abuelos. Les enseñó cada una de las habitaciones,

deteniéndose largo y tendido en su habitación. Les mostró cada juguete, explicándoles quiénes erancada uno de ellos. Almudena y Joaquín disfrutaban de las explicaciones de su nieto, riéndose con susocurrencias y con las caras que ponía.

—Amanda me has hecho muy feliz.—Dijo Almudena abrazándose a Amanda.—Digo yo que yo tengo algún mérito.— Comentó Alejandro.—No me hagas hablar que ya podrías haber despertado antes y hubiésemos disfrutado de Diego

antes.— Dijo su madre medio en serio medio en broma.—Bueno, no pensemos en eso ahora.— Dijo Amanda —.Yo también tengo mi parte de culpa.—

Continuó Amanda abrazando a Almudena.—Prométeme que a mi próximo nieto lo disfrutaré desde que nazca.— Susurró entre risas

Almudena a Amanda.—Te lo prometo.— Contestó Amanda guiñándole un ojo.—¿De qué habláis?— Preguntó un intrigado Alejandro.—Cosas de chicas.— Respondió Amanda —.¡Dónde las dan las toman!— continuó burlona.—Abuela, ven un momento.— Gritó Diego desde la habitación.Amanda y Alejandro se quedaron asomados en la terraza. Desde allí se escuchaban las risas de

nieto y abuelos. Ninguno de los dos podía disimular la felicidad que sentían en aquel momento.—¿Qué le has prometido a mi madre?— Preguntó Alejandro.—Secreto. Te enterarás a su debido tiempo y para eso falta tiempo porque recuerda que soy un

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poco egoísta.— Dijo riendo antes de besarlo.—Uhm, siempre me han gustado estos besos de fresa —dijo antes de volver a besarla.

FIN

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Cuando escribí Tres no son multitud pensé en una única historia. Sin embargo, nada más terminar

de ser publicada varias lectoras me pidieron saber cómo había comenzado la historia de Alejandro yAmanda. Querían saber qué había pasado entre ellos antes de su distanciamiento, antes del nacimientode Diego. De esta manera surgió la idea de una trilogía y nació Nunca Fuimos Dos, la cual a pesar deser posterior en publicación se desarrolla cinco años antes del comienzo de Tres no son multitud.

En breve, tendrán Nunca Fuimos Dos y en unos meses llegará la tercera y última parte de lahistoria bajo el nombre ¿De verdad somos tres?

Nunca Fuimos Dos Primera Parte: “I’ve got you under my skin”Madrid, Mayo 2008

He metido la pata. Esta vez la he metido hasta el fondo. Sólo a mí se me ocurre enamorarme de él.

Amanda, cada día estás más tonta. Parece mentira que a estas alturas de la vida no hayas aprendidola lección. Amanda, ya no eres una niña. La próxima semana cumples veintinueve años. ¿Y qué hasaprendido en estos años de los hombres? ¡Nada! ¡Nada de nada! De verdad, Amanda, mucha carrerauniversitaria, mucho máster pero en cuestión de amores eres una nulidad. ¿Cómo se te ocurre mezclaramor y amistad? ¿Cómo se te ocurre creer que tú podías mantener una amistad, digamos especial, conun amigo sin terminar enamorándote de él? ¿Cuándo te has metido tú en la cama de alguien sin estarenamorada de esa persona? ¿Por qué creías que con Alejandro iba a ser diferente? Peor, aún, ¿cómollegaste a pensar que no terminarías enamorándote de tu mejor amigo, de tu paño de lágrimas? Sí, sí,ahora no tengo pareja me lío contigo. Ahora vivo angustiado porque me ha dejado mi novia me líocontigo. Ahora me han roto el corazón me lío contigo o, simplemente, estoy contento porque haganado el Madrid me lío contigo. Amanda eres tonta. Te lo repito y vuelvo a repetir. Tonta. Tonta conganas. Seguro que en el DRAE junto a la definición de” tonto” aparece tu foto.

—Buenos días, Mandy —dijo Alejandro que acababa de despertarse. —¿Te pasa algo? —preguntóal ver el rostro de su amiga.

—No, nada. Me he despertado con dolor de cabeza. Nada que no pueda quitar una buena ducha. —dijo buscando su camiseta entre las sábanas y levantándose.

—Seguro, ¿qué no pasa nada más? —preguntó Alejandro sentándose y apoyando su cabeza en elcabecero de la cama.

—No, ¿qué me iba a pasar?—No lo sé, es sólo una pregunta. No me gusta ver a mi mejor amiga con esa carita.—Tu mejor amiga —murmuró Amanda saliendo de la habitación rumbo al baño.—¿Qué decías? —preguntó Alejandro.—Nada, nada importante. Tonterías mías.—De verdad, no hay quien os entienda.—dijo Alejandro levantándose de la cama. —.¿Preparo el

café? —preguntó a Amanda al pasar por delante de la puerta cerrada del baño.—Sí, si no te importa. —contestó Amanda mientras se metía en la ducha.—¿Por qué me iba a importar? Mandy, espero que la ducha te ponga de mejor humor, de verdad.—

dijo intentando abrir la puerta y comprobando que Amanda había cerrado por dentro. Extrañado entróen la cocina. Ella nunca cerraba la puerta.

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Amanda se contempló detenidamente en el espejo mientras se peinaba el pelo recién lavado. Ledieron ganas de coger las tijeras y cortárselo. Estaba cabreada. Cabreada con ella misma. —Él no debeculpa, Amanda. Nunca habéis hablado de amor. Sois amigos. Tú te has jodido a ti misma, no él. Élsiempre ha sido sincero contigo. —Terminó de peinarse. Se hidrató la piel de la cara e intentó dibujaruna sonrisa. Se enrolló la toalla y salió del baño. El olor del café empezaba a invadir la casa.Alejandro estaba apoyado en la puerta de la cocina, sólo llevaba sus boxers negros.

—Buenos días —dijo Amanda luciendo una sincera sonrisa. —.Siento mi humor de hace un rato.—¿Estás bien? —preguntó con total sinceridad Alejandro acercándose a ella y dándole un beso en

los labios.—Sí, la ducha me ha despejado la cabeza.—Me alegro. No termino de acostumbrarme a verte seria. Además se suponía que tú me ibas a

animar a mí.—Ya. Bueno, voy a vestirme.—Una pena, esa toalla te queda muy bien. —comentó entrando en el baño. Ya no aguantaba más

las ganas de orinar.—Lo tendré en cuenta la próxima vez que salgamos de fiesta. —dijo entre risas Amanda entrando

en la habitación.—No, no, no. No tengo ganas de ir rompiendo caras porque intenten propasarse con mi mejor

amiga cuando te vean entrar así. Ya bastante te miran vestida como para que salgas medio desnuda. —bromeó Alejandro desde la puerta de la habitación. “Mejor amiga” aquellas dos palabras le resonabanen la cabeza marcándosele a fuego lento en la piel.

Amanda se ruborizó al sentirse observada por Alejandro. No era la primera vez que la veía vestirse

pero todo había cambiado para ella. Le dio la espalda. No sabía si el rubor se notaba en sus mejillas.No quería que él se percatara de ese cambio. Se subió los vaqueros lo más rápido que pudo mientrasmentalmente intentaba alejar a Alejandro de la puerta de la habitación.

—Mandy, me doy una ducha en lo que terminas de vestirte.—Vale —contestó soltando un soplido y estando apunto de pillarse un dedo cerrando el cajón de

las camisetas. Terminó de vestirse enseguida. Abrió la persiana de la habitación para dejar entrar laluz del día. El cielo estaba azul. El sol brillaba, pronto llegaría el verano.

Sí, este año le apetecía la llegada del verano más que nunca. Volver a casa por unas semanas.

Alejarse del trabajo, de Madrid, de Alejandro. Ver a sus amigos de toda la vida. Ir a la playa. El olordel mediterráneo invadía sus pensamientos mientras servía la leche en las tazas para ella y Alejandro.Necesitaba un cambio. Quizás el verano se lo traería. Quizás los veintinueve se lo traerían. Sí, quizásel final de esta década vendría con un cambio en su vida. Lo necesitaba. Necesitaba no hacerse dañoasí misma al haberse enamorado del cabeza loca de su amigo. Sí, era su mejor amigo. Daría la vidapor él pero también sabía que ellos no estaban destinados a estar juntos. Dudaba que Alejandro fueracapaz de sentar la cabeza algún día. Él no creía en ataduras, amores para toda la vida. No, él se definíaasí mismo como un alma libre. Disculpas para ir de unos brazos a otros y no sentirse culpable.

¿Cuántas novias le había conocido en los últimos once años? Uff, imposible recordarlas a todas.

Había habido de todo, novias más serias y simples líos de una noche. A ella siempre le había sido fielcomo amiga, probablemente, fuera la mejor relación con una mujer que jamás hubiese tenido.Precisamente, era así porque sólo eran amigos. No había nada más entre ellos, al menos, para él. Y

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eso, Amanda lo sabía, por eso, le daba más rabia el haberse enamorado de él. ¿Cómo había podidoenamorarse de él? Precisamente, era del tipo de chico del que sabía debía huir pero era irresistible. Legustaba hasta cuando hablaba de fútbol. A veces pensaba que porque le gustaban demasiado lasmujeres porque si no diría que estaba enamorado del siete del Madrid.

—¿Vienes a comer a casa? —preguntó Alejandro devolviéndola a la realidad. —Un euro por tus

pensamientos.—¿Con tus padres?—Sí, claro, con mis padres. Hasta que no encuentre piso sigo viviendo con ellos.—Pero ¿tienes intención de mudarte? —bromeó Amanda poniéndose azúcar.—Pues, claro, ¿lo dudas?—Uhm, no sé.—Bueno, ¿te vas a venir? Mis padres cuentan contigo.—Vale, está bien. Te seguiré aguantando hoy domingo.—Eh pero ¿qué te he hecho yo? —preguntó poniendo cara de pena.—Nada —contestó acariciándole la mano, que tenía sobre la mesa de la cocina. —.Bueno, ¿ya te

encuentras mejor de tus penas de amor?—Sí, gracias a ti.—Vaya, debo ser milagrosa. Igual deberían recetarme contra el mal de amores.—No, de eso nada. Tú eres mía. —dijo mirándola a los ojos fijamente.—No, te recuerdo que no.—contestó Amanda notando un estremecimiento.—Bueno, tú ya me entiendes. —dijo pellizcándole la punta de la nariz.—Sí, te entiendo pero sabes que los medicamentos tienen fecha de caducidad. Igual a nosotros nos

pasa igual.—¿Qué quieres decir con eso? No te entiendo. —dijo Alejandro terminándose el café con leche.—Nada, tonterías mías.—¿Tonterías tuyas? Uhm, no me convences. Hoy estás rarita. —dijo Alejandro. —.¿Te tiene que

bajar la regla?—¡Alejandro Rodríguez! ¿Qué gilipollez es esa? Eso sí que no me lo esperaba de ti.—Lo que sí esperaba yo es que saltaras con mi comentario. —Rió —. Preciosa, que estás muy

rarita esta mañana. ¿He hecho o dicho algo malo?—No, sin contar con esta tontería.—¿Entonces, qué te pasa? Porque te pasa algo o crees que después de once años no te conozco lo

suficiente para saber qué te pasa algo.—Ale, de verdad, no me pasa nada. Déjalo ya.—Vale, muy bien. Si tú dices que no pasa nada yo me creeré que no pasa nada. —dijo guiñándole

un ojo.—Lo siento, perdona. No he dormido bien.—Entonces tengo parte de culpa. —dijo sonriente.—Algo sí. —contestó mientras pensaba “parte no, tienes toda la culpa”.

Alejandro miraba de reojo a Amanda aprovechando que el semáforo estaba en rojo. Amanda iba

callada. Concentrada en sus pensamientos. Miraba por la ventana mientras tarareaba la canción quesonaba en la radio del coche. Era uno de sus cantantes favoritos, Michael Bublé. Siempre que loescuchaba la imagen de Amanda le venía a la mente. Alejandro subió el volumen del Dream a littledream of me en un intento de recuperar la atención de Amanda. Sabía que algo le sucedía a su amiga.Ella no era así. Amanda, rara vez se levantaba de mal humor. Amanda era conocida por su eterna

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sonrisa, siempre de buen humor, sus ojos siempre te recibían con una sonrisa. Sus labios no necesitansonreír, sus ojos siempre se le adelantaban. Sí, le pasaba algo pero no iba a insistir. Más tarde o mástemprano se enteraría qué ocurría. Ellos siempre se lo habían contado todo. No había secretos entreellos. Nunca se le hubiese ocurrido, que tendría una relación así con una chica, pero desde que seconocieron al comenzar en la universidad fue así. Algo especial surgió entre ellos. Ambos seaconsejaban en sus respectivas historias de amor, dándole al otro la visión masculina o femenina deltema. No había un solo recuerdo en el que no apareciera ella desde septiembre de 1997, en el queAmanda desembarcó a Madrid con su frescura del mediterráneo.

Tras dar un par de vueltas Alejandro aparcó el coche relativamente cerca de su casa. Caminaron en

silencio uno junto al otro. Alejandro comenzaba a desesperarse. No sabía qué estaba pasando. ¿Sehabía enamorado su amiga de algún chico y no le había comentado nada? ¿Le pasaba algo en eltrabajo? No, eso lo descartaba, la adoraban en la oficina. Estaba seguro que ascendería con muchafacilidad, Amanda se hacía necesitar, respetar, admirar y querer con mucha facilidad también en elámbito laboral. Alejandro abrió la puerta del ascensor dejándola entrar a ella primero.

—Esto es por un chico, ¿verdad? —preguntó Alejandro nada más cerrarse la puerta del ascensor.—¿Qué?—Esto de hoy, tu silencio. No me digas que no, Mandy, nos conocemos demasiado bien.—No, bueno sí, pero ya está olvidado.—¿Cómo que está olvidado si a mí no me has contado nada?—Ale, no pasa nada. Ya está olvidado. No merece darle más importancia de la que tiene. —

comentó dedicándole una sincera sonrisa.—Sí, si te tiene así. —dijo abrazándola. —.¿Quién es el capullo que te tiene así?—Olvídalo, no vale la pena. Entre él y yo no va a pasar nada.—¿Y eso? ¿Es ciego? —preguntó mientras se abrían las puertas del ascensor y se tropezaban con

el padre de Alejandro, que iba a por el pan._ o ¿gilipollas?—¡Alejandro Rodríguez esa boca, que nos hemos dejado una pasta en tus estudios! —bromeó

Joaquín mientras le daba un par de besos a Amanda.—Papá, me entenderás cuando te diga que por ahí hay un gilipollas que no le hace caso a Mandy.—Buenos días, Joaquín, no le hagas caso a tu hijo que es un exagerado.—Sí, pero es cierto eso que dice, hay que ser muy tonto para no fijarse en ti—dijo acariciándole

las mejillas y mirando a su hijo fijamente. —. Voy a por el pan, ahora subo.

Amanda adoraba a los padres de Alejandro, sabía que era mútuo, ellos la habían acogido como side una hija se tratase desde el primer momento que se conocieron. Ellos sabían que su hijo y ella eranmuy buenos amigos, amigos especiales. Ni Almudena ni Joaquín entendían ese tipo de relación. Sí,eran muy abiertos y modernos, pero no comprendían que estando tan bien juntos no fueran algo másque amigos. Raro era el fin de semana que Amanda no pasaba por su casa, más de una vez habíaamanecido en ella antes de irse a vivir sola. Ellos eran su familia en Madrid. Así se lo habían hechosentir y así los sentía ella.

—Almudena, está todo delicioso. Entiendo que tu hijo no se vaya de casa. —bromeó Amanda

mientras terminaba de comerse la tarta de tres chocolates, que había hecho la madre de Alejandro.—Gracias, cariño. Ya si yo ya me he hecho a la idea que se nos queda en casa.—Joder, cuando me vaya de casa ya llorarás por mí. ¿De verdad que molesto tanto? —dijo

Alejandro dándole un bocado a la tarta. —De todos modos, ¿piensas que dejaré de venir a comer por

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casa cuando me vaya? Lo mío no es la cocina, así que o vendré por aquí o por casa de Mandy a comer.—¿Y cuándo Amanda no esté sola? —preguntó Joaquín. —¿O crees que va a estar esperándote

eternamente?—Yo, yo no estoy esperando a Alejandro. —Se apresuró a decir Amanda.—Ya sabes que mis padres te quieren más a ti que a mí. —bromeó Alejandro.(continuará)

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