traumatismos de guerra: memoria y olvido · aparato psíquico, que rompe la estabilidad del...

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R E V I S T A D E P S I C O A N Á L I S I S 84 G LORIA E LENA G ÓMEZ B OTERO ¿ De qué falla o desviación de la memoria se trata cuando ciertos sucesos se resisten al olvido, aunque el sujeto quisiera deshacerse de ellos? ¿Cómo se expli ca ese exceso de memoria? ¿Cómo dar cuenta del hecho de que una vivencia, que produce tanto sufrimiento, no pueda ser olvidada, y por el contrario deje huellas tan duraderas? El sujeto traumatizado que no puede olvidar, ni borrar de su mente las imágenes del espanto, y si lo logra durante el estado de vigilia, esas imágenes reaparecen en sus sueños, nos brinda una importante enseñanza sobre la memoria como imposible olvido. En los casos de traumatismos, el proceso psíquico de la memoria y el olvido aparecen desvirtuados en su función. La memoria no cumple su labor de vaciar el pensamiento, de enviar al olvido determinados elementos para ser situados en el entra- mado de la existencia del sujeto, para luego ser nuevamente traídos a la memoria, vía el recuerdo. Si no nos fuera dado olvidar, el pensamiento estaría atiborrado de tal cantidad de material, que resultaría imposible seleccionar lo necesario para operar en la existencia. De la memoria ideal se espera que el sujeto olvide lo que tiene poca importancia y recuerde aquello que en efecto la tiene; mas la clínica de la memoria muestra lo contrario: olvidos donde no debería haberlos y recuerdos que mortifican. Sabemos, a partir de Freud, que la memoria y el olvido no son reductibles a la función cognitiva; la determinación inconsciente participa de tales procesos. Cuando se olvida algo que debería recordarse, o un hecho permanece para siempre sin posibilidad de olvido, tales hechos no se explican, por entero, con el argumento de que se trata de una falla en la función cognitiva. Lo olvidado o siempre recordado está atravesado por los sutiles, pero efectivos, mecanismos del inconsciente 1 . La problemática del mecanismo psíquico de la memoria atraviesa la obra freudiana: aparece en el Proyecto de una psicología para neurólogos (1895), sigue en Traumatismos de guerra: memoria y olvido 1 Para la psicología, la memoria es el proceso de almacenamiento y recuperación de la información en el cerebro, básico en el aprendi- zaje y el pensamiento; memoria de orden biológico. La memoria y el olvido de los que se ocupa el psicoanálisis, son de otro orden de los que estudia la psicología. La memoria psíquica de- fine la función de registro, retención y reproducción de los hechos y acontecimientos, propios y ajenos, y en cuyo contexto se ubica la me- moria inconsciente.

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G L O R I A E L E N A G Ó M E Z B O T E R O

¿De qué falla o desviación de la memoria se trata cuando ciertos sucesos seresisten al olvido, aunque el sujeto quisiera deshacerse de ellos? ¿Cómo se explica ese exceso de memoria? ¿Cómo dar cuenta del hecho de que una vivencia,que produce tanto sufrimiento, no pueda ser olvidada, y por el contrario deje

huellas tan duraderas? El sujeto traumatizado que no puede olvidar, ni borrar de sumente las imágenes del espanto, y si lo logra durante el estado de vigilia, esas imágenesreaparecen en sus sueños, nos brinda una importante enseñanza sobre la memoriacomo imposible olvido.

En los casos de traumatismos, el proceso psíquico de la memoria y el olvidoaparecen desvirtuados en su función. La memoria no cumple su labor de vaciar elpensamiento, de enviar al olvido determinados elementos para ser situados en el entra-mado de la existencia del sujeto, para luego ser nuevamente traídos a la memoria, víael recuerdo. Si no nos fuera dado olvidar, el pensamiento estaría atiborrado de talcantidad de material, que resultaría imposible seleccionar lo necesario para operar en laexistencia. De la memoria ideal se espera que el sujeto olvide lo que tiene pocaimportancia y recuerde aquello que en efecto la tiene; mas la clínica de la memoriamuestra lo contrario: olvidos donde no debería haberlos y recuerdos que mortifican.

Sabemos, a partir de Freud, que la memoria y el olvido no son reductibles a lafunción cognitiva; la determinación inconsciente participa de tales procesos. Cuando seolvida algo que debería recordarse, o un hecho permanece para siempre sin posibilidadde olvido, tales hechos no se explican, por entero, con el argumento de que se trata deuna falla en la función cognitiva. Lo olvidado o siempre recordado está atravesado porlos sutiles, pero efectivos, mecanismos del inconsciente1.

La problemática del mecanismo psíquico de la memoria atraviesa la obrafreudiana: aparece en el Proyecto de una psicología para neurólogos (1895), sigue en

Traumatismos de guerra: memoria y olvido

1 Para la psicología, la memoria es el proceso de almacenamiento yrecuperación de la información en el cerebro, básico en el aprendi-zaje y el pensamiento; memoria de orden biológico.La memoria y el olvido de los que se ocupa el psicoanálisis, son deotro orden de los que estudia la psicología. La memoria psíquica de-fine la función de registro, retención y reproducción de los hechos yacontecimientos, propios y ajenos, y en cuyo contexto se ubica la me-moria inconsciente.

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Psicopatología de la vida cotidiana (1905) –donde Freud se ocupa de los olvidos y losrecuerdos encubridores–, en Recuerdo, repetición y elaboración (1914), El block mara-villoso (1924) y culmina en Esquema del psicoanálisis (1938).

En un primer momento, Freud define el inconsciente como una memoria. Lacanprecisa, memoria del olvido: el inconsciente no es la pérdida de la memoria, sino, nopoder recordar lo que se sabe. Memoria en la que el sujeto no se reconoce. Saber queno representa al sujeto y que se le impone en las repeticiones y los síntomas. Memoriade la satisfacción pulsional que se repite y retorna vía el síntoma2. El inconsciente, asíconcebido, constituye un lugar hecho de olvidos que dominan parte de la subjetividad.

La teoría freudiana del origen traumático de las neurosis, hace del inconscienteuna marca del pasado: memoria de las experiencias traumáticas y fuente de los modosde goce venideros, que los moldean y fijan su forma. El sujeto no recibe y acoge nadade lo real más que a través del tamiz del discurso inconsciente, que reinscribe en loimaginario y lo simbólico los accidentes de un reencuentro, en sí mismo, imposible einasimilable3. Las palabras se inscriben en la memoria inconsciente y permanecen allípara siempre: “El inconsciente son los efectos de la palabra sobre el sujeto, es ladimensión donde el sujeto se determina en el desarrollo de los efectos de la palabra,en consecuencia de lo cual el inconsciente está estructurado como un lenguaje”4.

La clínica psicoanalítica muestra que ciertos elementos escapan al inconscientecomo memoria simbólica; algunos se resisten al olvido, hallándose contabilizados en lamemoria de la pulsión de muerte freudiana, goce mortífero. Si el olvido es el reversode la memoria, lo imposible de olvidar es lo traumático. Esta imposibilidad de olvidorepresenta un impasse para la memoria regulada por la rememoración como cadenasignificante, dentro de cuya lógica recordar es, para el sujeto, reconocerse en vivenciasposibles de ser evocadas o desechadas.

En la repetición traumática, huella de lo real, lo inasimilable a la realidad psíqui-ca no logra adquirir sentido para el sujeto. Resto excluido del inconsciente como len-guaje, que se impone repetir siempre. La inscripción del recuerdo en el psiquismoinconsciente genera problemas al sujeto del traumatismo, que revive lo acontecido conla viveza y agudeza de un hecho actual, aun trascurrido un tiempo, muchas veces largo,desde que tuvo lugar el suceso funesto. Bajo esta óptica, el sujeto traumatizado norecuerda, sino que repite, vive nuevamente lo sucedido: es invadido por imágenes,ruidos, sensaciones, sueños de la desgracia5. La memoria del inconsciente se ubicaentre el trauma inolvidable y fijo en la mente –fantasma– y la contingencia traumáticaprecoz, a la cual el sujeto se vio inexorablemente obligado a responder6.

Estos apuntes teóricos, como otros aportados por el discurso psicoanalítico, danluces para comprender las razones por las cuales la historia de la humanidad ha institui-

2 Cf. Jacques Lacan, “La equivocación del sujeto supuesto saber”, enMomentos cruciales de la experiencia psicoanalítica, Buenos Aires,Manantial, 1986.

3 La causalidad traumática de la neurosis domina de principio a finla obra freudiana: desde su correspondencia con Fliess –dondeFreud cree descubrir el traumatismo mas, sin saberlo, atisba el fan-tasma–, hasta ensayos como Inhibición, síntoma y angustia (1925),Nuevas lecciones introductorias al psicoanálisis (1932) y Moisés yla religión monoteísta (1934-38), en las cuales reafirma el caráctertraumático de las neurosis: los traumatismos que sostienen los sín-tomas son experiencias somáticas o percepciones sensoriales –ensu mayoría visuales y auditivas–, vivencias o impresiones que tuvie-ron lugar en la más temprana infancia. Cf. Colette Soler, “Los discur-sos-pantalla”, en Trauma y discurso, revista de estudiospsicoanalíticos, núm. 4, Málaga, Eolia /Miguel Gómez Editores, 1998.

4 Jacques Lacan, El seminario, libro 11, Barcelona, Barral Editores,1977, pág. 85.

5 Cf. Colette Soler, op. cit.6 Cf. Carmen Gallano, “Presentación: ‘trauma y discurso’”, en Trauma

y discurso, ed. cit.

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do el deber de memoria en los casos de atrocidades. En una colectividad, ciertosolvidos pueden llegar a tener la connotación de complicidad con el horror, de falta deética; se impone la necesidad de inscribir en la memoria ciertos sucesos, con el fin deatemperar su efecto traumático. Con el deber de memoria se apunta a hacer entraralgo inasimilable en la trama del discurso en el cual un grupo social se reconoce7.

LAS NEUROSIS TRAUMÁTICAS Y LA GUERRALa enseñanza extraída de los afectados por la guerra, muestra cómo sus trastornospsíquicos abarcan manifestaciones de aparición inmediata y diferida. Las primeras sepresentan, casi siempre, de forma aguda, siendo su rasgo común la angustia; susintomatología se extiende desde las crisis de angustia aguda hasta los fenómenosconversivos e incluso psicosomáticos8. La angustia puede vincularse a reacciones de-presivas que llegan a tomar la forma de estados melancólicos, e incluso de estados deconfusión. Las segundas son manifestaciones de aparición diferida, correspondiendo ala neurosis traumática propiamente dicha –encuentro con un real inasimilable por elaparato psíquico, que rompe la estabilidad del sujeto–, definidas bajo el diagnóstico desíndrome de repetición traumática, que irrumpe después de un tiempo de latencia. Esmás tarde, con la aparición de dicho síndrome, que viene a saberse que hubo trauma-tismo; que ese breve momento de terror, algunas veces en apariencia olvidado, no hasido por tanto olvidado. Al contrario de lo que parece, entre uno y otro momento, setrata de un tiempo de acomodación y de un intento de reparar el daño sufrido.

El elemento más relevante del síndrome de repetición lo constituye el sueñotraumático, que repite de manera casi idéntica la escena traumática, llegando a com-plementarse con pensamientos sobre lo sucedido, con reacciones de sobresalto, deter-minados por los fenómenos que delimitan la estructura clínica dentro de la cual elsíndrome aparece9.

Las neurosis traumáticas son neurosis en el sentido freudiano de las psiconeurosis.No tienen un estatuto independiente, si bien el uso de dicha denominación las hagaparecer una entidad específica. En el marco de las neurosis, las neurosis traumáticasreúnen el conjunto de síntomas conocido como síndrome de repetición traumática,

7 Cf. Colette Soler, op. cit. Cf. Yosef H. Yerushalmi y otros, Usos delolvido, Buenos Aires, Ediciones Nueva Visión, 1998.El problema de la memoria, el olvido y el perdón en los colectivos,lo ilustra la conversación sostenida por los filósofos Pablo de Greiff yGuillermo Hoyos (del Instituto Pensar de la Pontificia UniversidadJaveriana) –con ocasión del Diálogo Mayor, organizado por la Uni-versidad del Rosario (2001)–, publicada en la revista de El Espec-tador nº 60 (9-9-01). Este diálogo permite entrever los impassesque plantea al discurso filosófico, el abordaje del asunto. ¿Con quéidea de memoria, perdón y olvido, se puede lograr orientar la re-flexión? ¿Es posible implementar el recuerdo y el olvido colectivos?¿Qué mecanismos adicionales son precisos para el olvido grupal?He aquí algunos apartes de su conversación:P. de G: “La noción de que se debe recordar para asegurar un futuromejor, instrumentaliza la memoria de las víctimas. La tesis que diceque debemos recordar porque tenemos una deuda con el pasado yla única forma de resarcirla es recordando, desde mi punto de vistatiene dos problemas, uno más grave que otro: el primer problema,afirma una obligación con respecto a los muertos. Y los muertos noson sujetos claros de obligaciones”.G. H: “A la hora de la verdad, esta […] tesis tiene mucho que vercon el perdón filosófico, entonces sin negarla, podríamos no consi-derarla útil para los propósitos de reconciliación y reconstrucciónpolítica de la democracia. Pero no les podemos decir a los Benjaminy Horkheimer, a toda esa tradición judía de la memoria, que no ha-gan el monumento al Holocausto que van a hacer en el centro de Ber-lín. Dejémosla tranquila, digamos simplemente, no necesitamosdiscutirla. Hay una posibilidad intermedia entre aferrarse a juicio,castigo a todos; y otra, borrón y cuenta nueva, porque en mitad detodo está un futuro con algunos elementos de democracia que tene-mos que reconstruir, tanto los victimarios como las víctimas”.P. de G: “No es qué se hace con la memoria, sino lo que se expresaen el acto de traer a la memoria. Hacerlo importa porque siemprehay la opción de reprimirla. En el acto de darle reconocimiento pú-blico a la memoria, lo que se está haciendo es mostrando su dispo-sición de poner bajo examen sus convicciones, sus disposiciones.[…] Tenemos la obligación de recordar todo aquello que no pode-mos razonablemente esperar que nuestros conciudadanos olviden”.G. H.: “[…] el sentido de la memoria, no sería un sentido sólo derespeto a las víctimas. Es reconstruir el escenario en el cual hubo víc-

timas y victimarios y reconstruirlo de una manera, en el mejorsentido de la palabra, teatral, de suerte que pudiera de ciertamanera representarse en la situación concreta del presente”.

8 Fueron las manifestaciones corporales de los combatientes–en su mayoría de índole motora: parálisis y temblores–, losque durante La gran guerra, dieron lugar al gran debate so-

bre las especificidades de patologías como la histeria (his-teria de guerra e histeria masculina), neurosis traumática, neu-rosis de guerra.

9 Cf. Dominique Vallet, “Traumatisme et urgence subjetive”, enLa lettre mensuelle, nº 147, París, 1996.

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siendo sus fenómenos clínicos más destacados, el sueño traumático, la repetición enestado de vigilia y la reacción de sobresalto.

1. El sueño traumáticoLa repetición traumática irrumpe principalmente en los sueños que, de forma casiinvariable, reproducen el acontecimiento traumático con la intensidad del momen-to en que tuvo lugar, desplegándolo justo hasta ese momento de confrontación conlo real, para interrumpirlo en el punto donde eso no ha acontecido, antes de queaparezca la falta de reacción que dominó aquel momento. Antes de... el hechoviolento, en el cual, para los casos de neurosis de guerra, el sujeto ha visto su vidaen peligro, un compañero ha sido asesinado ante sus ojos, o el propio sujeto ha dadomuerte a otro10.

Viñeta clínica: Durante la Segunda Guerra Mundial, el señor N* participó enoperaciones aéreas, como en acciones de resistencia en Francia. Fue hecho prisione-ro y deportado, en tren, hacia un campo de concentración en España. En este trensufrió, en compañía de otro resistente, un interrogatorio en medio del cual la violen-cia de los golpes provocaron la muerte, bajo sus ojos, de su camarada. Dice el señorN*: “Cuando él continuó conmigo, yo vi la muerte, no sé cómo me escapé, fuehorrible”. Esta escena guarda para el señor N* una intensidad y una actualidad paté-ticas, retornando tiempo después bajo la forma del siguiente sueño traumático: “Es-toy estirado en el piso, mi compañero acaba de morir, está a mi lado; quien hace elinterrogatorio dice: ‘ahora es tu turno’. Veo su matraca que va a golpear, así como sumirada”. En este instante el sueño se interrumpe, pero, después de casi cuarentaaños, no ha dejado se repetirse. El señor N* desarrollará un insomnio que recubrirábajo la forma de una hiperactividad nocturna11.

La muerte difícilmente resulta representable. No es representable más quebajo la forma del riesgo. En la expresión peligro de muerte, la muerte no está represen-tada: “el hecho de que el lenguaje hable de la muerte, no prueba que tenga de ellaningún conocimiento”12.

En 1920, terminada La gran guerra, Freud introduce la noción de pulsión demuerte, a partir de fenómenos como la enigmática presencia de los sueños de repe-tición en la neurosis traumática. Tal modificación de su teoría y práctica concomitantees heredera de las enseñanzas dejadas por las neurosis de guerra: “[…] la vida oníricade la neurosis traumática muestra el carácter de reintegrar de continuo al enfermo ala situación del accidente sufrido, haciéndole despertar con un nuevo sobresalto […]Este carácter posee mayor importancia de la que se le concede generalmente, supo-niéndolo tan solo una prueba de la violencia de la impresión producida por el suceso

10 Cf. Guy Briole, “Rêve et névrose traumatique de guerre”, en Ornicar,nº 43, París, 1988, pág. 38. Cf. Guy Briole, “El acontecimientotraumático”, en Trauma y discurso, revista de estudios psicoanalíticos,ed. cit.Entre los sueños de repetición de conocidos hombres de la historia,se destacan los del filósofo Blas Pascal (1623–1662), quien por pococae a las aguas del río Sena cuando los caballos del coche en queviajaba se desbocaron en el momento de atravesar un puente. Pascalsufrió, durante los siguientes ocho años que le restaban de vida, deeso que hoy se llama Trastorno de estrés postraumático. El psiquia-tra francés Pinel, que reporta el suceso de oídas, indica cómo Pascal,que no sufrió ninguna herida en el cuerpo, pero quedó tan aterroriza-do, que durante las noches tenía una especie de visión – que guar-daba no sólo en su recuerdo sino escrita en un trozo de papel quellevaba siempre consigo. En medio de sus insomnios, Pascal creíaver un abismo a su lado izquierdo, y para tranquilizarse, hacía colo-car allí una silla. Cf. L. Crocq, “Perspective historique sur le trauma”,en Michel De Clerc y François Le Bigot, Les traumatismes psychiques,París, Masson, 2001.

11 Guy Briole, op. cit., pág. 18.12 Jacques Lacan, “Improvisation, desir de mort, rêve et réveil”, en op.

cit., pág. 3

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traumático, la cual perseguirá al enfermo hasta sus mismos sueños. El enfermo, hállase,pues, por decirlo así, psíquicamente fijado al trauma”13.

Para Freud, tomar como natural el hecho de que el sueño nocturno retorne alsujeto a la situación traumática, supone desconocer la función y la naturaleza del sue-ño, según la cual, el sueño de los sujetos traumatizados debería, por el contrario,presentarles imágenes de la anhelada recuperación o de la época en que gozaban debienestar. Los sueños de tres combatientes así lo demuestran14:

1. “[…] ¿Qué sucede para que en la noche no me pueda dormir? Pesadillas desangre, muertos y guerra. Todo el tiempo es eso, no me deja dormir”.

2. “[…] He tenido unos sueños ásperos, siempre de la emboscada. Me soñé queestaba vestido con mi camuflado y mi fusil, y estaba con mis compañeros,entonces veía una granada, la cogía y me daba cuenta de que estaba sin seguro.Se la mostraba a mi primero y de pronto esa granada explotaba y yo veía cómotodos se morían alrededor mío, pero […] yo era el único sobreviviente, todosmorían alrededor menos yo”.

3. “[…] Todos los días me sueño en batallas. Pero veo puros muertos y sangre y veoa mis compañeros muertos. Esta mañana me soñaba que estaba con mi fusil y nome funcionaba, yo iba a disparar y a matar [...] y no me funcionaba. Me sueñosiempre que estoy en el campo de batalla y tengo que matar y no puedo, nuncapuedo y me despierto y no pude hacer nada”.Para Freud, frente a los sueños de angustia, se impone hacer una excepción a la

regla que enuncia que todo sueño es un cumplimiento de deseo, ya que ellos obede-cen, por el contrario, al empuje de la repetición. El sueño repetitivo que sigue altraumatismo, testimonia de un real inasimilable: “Si los sueños de los enfermos deneurosis traumática no nos han de hacer negar la tendencia realizadora de deseo de lavida onírica, debemos acogernos a la hipótesis de que como tantas otras funciones,también la de los sueños ha sido conmocionada por el trauma y apartada de sus funcio-nes”15. En efecto, los sueños traumáticos no se dejan interpretar, enteramente, comoformaciones del inconsciente estructurado como un lenguaje: articulación de pensa-mientos, articulación significante. En ellos, el sujeto se cuenta, como Uno, en esarelación repetida al goce del Otro. No es la dimensión del deseo sino la del goce la queda razón a estas imágenes que despiertan, que no dejan conciliar el sueño. “[…] En elcampo del sueño, lo que caracteriza las imágenes, es que ‘ello’ muestra”. Evocación deun real invisible e indecible. Es más allá del sueño, como formación del inconsciente yordenado por lo simbólico, que hay que buscar lo real16.

13 Sigmund Freud, “Más allá del principio del placer”, en Obras com-pletas, t. III, pág. 2510.

14 Los fragmentos clínicos incluidos en este ensayo, provienen de lasentrevistas realizadas a soldados del Ejército Nacional recluidos enla clínica La inmaculada de Bogotá, a consecuencia de lasintomatología aparecida luego de combates. El total de los proto-colos de dichas entrevistas, constituyen el material clínico de la in-vestigación “Las secuelas psíquicas del campo de batalla: una visiónpsicoanalítica de los fenómenos desencadenados por acontecimien-tos traumáticos en el campo de batalla”, realizada por las estudian-tes Sandra Paola Martínez y Laura Natalia Pérez –que cuenta con midirección–, con miras a obtener el título en Psicología en la PontificiaUniversidad Javeriana.

15 Sigmund Freud, op. cit., pág. 2511.16 Jacques Lacan, El seminario, libro 11, ed. cit., pág. 85.

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Si bien en esta actividad onírica la metáfora y metonimia no dominan la organi-zación, las imágenes del sueño, éstas, no escapan a tales mecanismos que dan vida alsueño. En algunos sueños traumáticos, puede ubicarse su acción así como la de otroscontenidos presentes en los sueños clásicos17.

Las pesadillas son experiencias en las cuales cobra presencia, de manera cruda,el peso aplastante del goce del Otro: injuria, persecución, agresión, violencia, muer-te... En la guerra domina la dimensión de la obscura voluntad de goce del Otro. Elsujeto se cuenta Uno: cadáver entre los cadáveres, apilonado con los muertos, únicosobreviviente. Los sueños de angustia despiertan, y la muerte está dentro de aquelloque despierta, mientras que los deseos entretienen los sueños, nos hacen dormir18.

2. Repetición y estado de vigiliaLas imágenes y recuerdos recurrentes e involuntarios (flashbacks) llegan a dominar lavida cotidiana del sujeto traumatizado. Surge el temor de que las situaciones traumáticaslo invadan de nuevo, lo dominen y no sepa cómo protegerse de ellas, se ponga apensar, a recordar la desgracia, y ello a su pesar. Tal es su queja: “[…] sólo se me vieneeso a la cabeza […] cuando hablo de eso es como si volviera a sentirlo”.

Queja que, por tanto, enmascara la tendencia opuesta a no poder evitar pen-sarlo. La atracción experimentada por algunos sujetos hacia ocupaciones mórbidas:lecturas, espectáculos, ceremonias, situaciones de riesgo y comportamientos que po-nen en acción el acontecimiento traumático, dan cuenta de este doble movimiento:intento de dominar las secuelas del traumatismo e imposibilidad de desprenderse delmismo. Cuatro combatientes manifiestan al respecto19:

1. “[…] Hablar de eso, me hace recordar cosas que no quiero”.

2. “[…] Creen que se lo puede olvidar, pero no, esas cosas que están en la memoriade uno. Estar yo con mis compañeros muertos y yo ahí, en el medio, vivo, tratandode sobrevivir; uno de ellos con los sesos afuera”.

3. “[…] Todavía siento esta persecución, siento que me persiguen, por ejemploahora, siento como si detrás de mí estuviera la guerrilla, como si me estuvieransiguiendo y estuvieran muy cerca de mí. Veo cosas, doctora; pienso todo el tiem-po en la emboscada y en la emboscada, no puedo pensar en nada más, es todo eltiempo. […] Yo estoy así [con los ojos cerrados] y de pronto comienzo a ver comouna mancha roja, como sangre, y entonces después veo a mis compañeros muer-tos, así como los vi en la emboscada, todos llenos de sangre en la cabeza”.

17 Cf. Guy Briole, “El acontecimiento traumático”, ed. cit.18 Cf. Jacques Lacan, “Improvisation. Désir de mort, rêve et reveil”,

en ed. cit.19 Cf. Guy Briole, op. cit.

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4. “[…] Anoche no pude dormir. Escuché muchas voces, me despertaban y nopodía dormir […] Escuché a un compañero mío que me decía que me tenía queir de aquí, que tenía que vengar su muerte, y me decía otras cosas pero noalcancé a escuchar”.El sujeto se esfuerza por inscribir el hecho traumático en su historia, encontrarle

una lógica, simbolizarlo, hecho que puede tomar la forma de culpabilidad o reivindica-ción, pero el espanto no se deja olvidar. Doble movimiento determinado por una dobledimensión: sujeto representado que intenta hacer entrar en su contabilidad un goceque, sin embargo, posee otra consistencia: la del trauma, la repetición, la pulsión20.

Las imágenes traumáticas que reaparecen en el sueño y la vigilia, son imáge-nes indelebles, indicios de la peculiar relación del sujeto con la pulsión, que encie-rran el goce del sujeto, son su memoria y se caracterizan por su fijeza. Lo indeleblede las imágenes traumáticas, se explica en la fisura operada en el sujeto, por un realno del todo simbolizado. La apuesta de la experiencia analítica es que las imágenesindelebles pueden devenir delebles en lo simbólico. El lugar del lenguaje ocupa elprimer plano en el tratamiento del trauma: en la palabra, el sujeto puede lograrreabsorber lo real movilizado por el trauma; sobrepasar la detención del pensamientoy reapropiarse de su experiencia a través de la singularidad de un decir que pueda serescuchado y tratado.

3. Reacción de sobresaltoElla tiene lugar dentro de un estado de alerta permanente, como si la situación deltraumatismo pudiera retornar en cualquier momento, todo puede ser susceptible deconvertirse en signo de tal posibilidad, y en particular, cuando algo interrumpe la rutinadiaria. Lo que ocurre alrededor del sujeto traumatizado, se convierte en una amenazadifícilmente predecible, y frente a la cual el sujeto toma una actitud defensiva; con lavigilancia se busca evitar la sorpresa, impedir sus efectos21. Respuesta de alarma exage-rada que se revierte en irritabilidad, desconfianza, dificultad para concentrarse y conci-liar el sueño. Dicen dos combatientes:

1. “[…] Comencé a sentir que todos eran guerrilleros, cualquier persona que yoveía, hombre, mujer, yo le iba diciendo que era guerrillero, que lo iba a matar […]Yo me la pasaba todo el día así, pendiente, mirando para todo lado […] no mepodía sentar, era todo el día de pie, mirando para todo lado”.

2. “[…] Me atormentaba oír el canto de los pájaros, porque me acuerda de mi lanza.Todo me acuerda de eso. Yo siento un dolor muy intenso”.

20 Ibid.21 Ibid.

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EL SUJETO DEL TRAUMATISMOEl traumatismo en tanto manifestación sorpresiva de lo real, inunda la actualidad deldiscurso. La medicina, la psiquiatría, el derecho, las compañías aseguradoras, los go-biernos y la sociedad en general, deben ocuparse hoy de los efectos de los traumatismosque irrumpen en cualquier persona, como efecto del malestar de la época, marcadapor la amenaza y el riesgo, y en especial por el terrorismo.

Este traumatismo constituye el sufrimiento que viene de afuera, y frente alcual, en principio, resulta difícil imputar una parte de responsabilidad al sujeto, queaparece por el contrario, padeciendo sus efectos. En consecuencia, ¿cómo sostener laimplicación del sujeto en los traumatismos que provienen del real: de la guerra, elterrorismo, las catástrofes, el secuestro, las violaciones, el abuso sexual, las agresiones,el maltrato, etc.?22. Entre tanto, la participación del Otro en muchos de estos hechosno dificulta mayormente la comprensión; éstos dejan al descubierto la voluntad degoce del Otro, mientras que en catástrofes como inundaciones, terremotos, huraca-nes..., ese Otro no parece tomar parte23.

Hace cien años, el término trauma concernía sólo a los accidentes ferroviarios,laborales y a la guerra; la serie de hechos que hoy traumatiza, se dice, ha crecido:terrorismo, masacres, desplazamiento forzado, abuso sexual, maltrato, catástrofes na-turales, accidentes tecnológicos, de aviación, automovilísticos, naufragios, incrementode la violencia cotidiana, inseguridad…

Con el legado de Lacan se abre el debate sobre el hecho de que, en laactualidad, no es que lo real se manifieste con mayor vehemencia –si bien es ciertoque lo real toma nuevas formas– sino que los discursos que regulan los lazos socialesno alcanzan, como antes, a tramitar ese real. El discurso implementado por los colec-tivos y sus formas de satisfacción permitida, sus ideales, prohibiciones, semblantes,interponía una barrera protectora entre los sujetos y lo real. En nuestra época, el Otrono logra proteger de los sucesos potencialmente traumáticos. El traumatismo no seimpone cuando el discurso puede hacer existir al Otro; puede haber dolor, sufrimien-to, espanto, pero se da sentido a todo esto vía la voluntad del Otro: Dios, el destino,el zar, la maldad de algunos. Cuando sobreviene un real al cual el sujeto no lograasignarle una significación, aparece el traumatismo. Hoy, los discursos intentan pro-poner sentido, mas el sujeto moderno no cree más en los semblantes que hacenfactible significar lo real, esto determina que el sujeto sea más vulnerable a lostraumatismos que antes24.

Las situaciones traumáticas actuales son recogidas y tratadas en el campo de lasalud mental a partir de la noción de estrés: estrés postraumático y estrés agudo. Lasrazones traumáticas de los padecimientos psíquicos, son circunscritas a la causa fisioló-

22 Cf. Colette Soler, “Trauma et fantasme”, en Trauma et fantasme, revuede Psychanalyse - École de la Cause Freudienne - ACF en Belgique.

23 Sin embargo, el discurso que organiza hoy lo social, con sus dispo-sitivos de prevención y responsabilidad, reintroduce ese Otro cuan-do debe resolver los efectos del traumatismo que sobrevienen acausa de accidentes provocados por la naturaleza o la mano del hom-bre. Cada sujeto, cada discurso convoca al Otro para darle sentidoal real que no lo tiene, y así encontrarle uno. No es igual considerarque lo que sucedió no tiene sentido, que fue puro azar, puro accidente,a pensar de que alguien tuvo en ello su parte, su responsabilidad.Cf. Colette Soler, “Los discursos-pantalla”, ed. cit.

24 Ibid.

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gica del estrés: estímulo externo que va desde las palabras hasta el ruido de un disparo,y que el cerebro interpreta como un peligro. Es el cerebro el que responde, no el sujetocon los mecanismos supuestos, que son el soporte de su cuerpo, en la medida en queeste cuerpo sostiene al ser hablante.

“Ansiedad”, título de la portada del Time Magazine25 publicado algunos mesesdespués del 11 de septiembre de 2001, que reporta algunas de las investigaciones enlos Estados Unidos sobre la relación entre la fisiología del cerebro y la ansiedad: “Laspreocupaciones nos enferman. La causa está en el cerebro y en cómo se percibe elmiedo”, indica la publicación.

Un “grupo de investigadores halló que los pacientes con Trastorno de EstrésPostraumático (PTSD, por su sigla en inglés), tenían un hipocampo más pequeño de lonormal. ¿Acaso sus experiencias estresantes de alguna manera habían interferido con lacapacidad del hipocampo para crear nuevas memorias y olvidar las anteriores?

[…] Un tipo de tomografía del cerebro le dice a los científicos que célulascerebrales están utilizando más oxígeno o absorbiendo más nutrientes. Como dice elDr. Scott Rauch del Hospital General de Massachussets, la idea es que si un áreaaparece más activa que de costumbre cuando se atraviesa un estado de ansiedad,entonces probablemente juegue un papel importante en producir este estado. Rauchha pasado los últimos ocho años tomando imágenes de un grupo de veteranos deguerra, algunos con PTSD y otros no, para ver qué áreas del cerebro se enciendencuando escuchan cintas que les recuerdan sus experiencias más traumáticas. Hastaahora, las señales de la amígdala aparecen más activas en quienes sufren de PTSD.Además, las señales hacia un área del cerebro –llamada corteza prefrontal–, de losindividuos con PTSD, parece ser más débil que en los que no sufren esa afección. Talvez esto explique por qué los pacientes se sienten amenazados incluso cuando estánabsolutamente a salvo”26. Conocimiento sobre la biología cerebral, su mecánica, lassecreciones químicas en los momentos de desamparo27 que no cierne, por tanto, lacausa de la ansiedad: “…los doctores han utilizado las tomografías computarizadas ylas imágenes por resonancia magnética para diagnosticar derrames cerebrales, tumo-res en el cerebro y otras condiciones neurológicas. A medida que la tecnología sevolvió más sofisticada, los investigadores la han comenzado a utilizar para indagarsobre algunos cambios sutiles asociados a las enfermedades mentales”28.

Para el psicoanálisis, la cuestión de la dimensión bioquímica del sujeto se plan-tea en estos términos: ¿De qué manera el cuerpo biológico resulta afectado por elinconsciente? ¿Qué del inconsciente prevalece en el afecto? “¿Un afecto, concierne alcuerpo? ¿Una descarga de adrenalina, es del cuerpo o no? Que desordene las funcio-nes, es verdad, ¿pero es que ello viene del alma? Es del pensamiento que descarga […]

25 Artículo referenciado por el periódico El Tiempo, domingo 9 de ju-nio de 2002. Sobre la forma como, al hacer del estrés la causa dela ansiedad, se reduce el cuerpo del sujeto a su organismo, véaseGloria E. Gómez B., “Estrés: cuerpo, traumatismo y urgencia subje-tiva”, en Letrazas, Cuadernos del Foro del Campo Lacaniano de Bo-gotá, núm. 3, Bogotá, 2003.

26 Ibid.27 En la teoría freudiana de la angustia, el desamparo –Hilflosigkeit–

constituye el prototipo de la situación traumática. La angustia es elafecto del encuentro con lo real, al menos en el sentido de lo imposi-ble de soportar en el orden simbólico de la subjetividad, de loinasimilable en la realidad psíquica.

28 Ibid.

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El hombre piensa con –instrumento– su alma, o sea, con los mecanismos supuestosque son el soporte de su cuerpo”29.

El cuerpo es el soporte de la relación del sujeto al significante. El afecto pasapor el cuerpo: la angustia lo hace temblar, palidecer, le suelta el intestino, produceuna sensación de opresión en la región torácica o abdominal, desvela. La pasiónamorosa acelera el corazón, seca la boca, hace temblar las piernas… Si se miden lasneuro-hormonas en momentos como éstos, ellas tienen que encontrarse alteradas.La pregunta es, qué se pretende tratar: la causa o el efecto y por qué vías, las palabraso la química.

Ahora bien, el Manual Diagnóstico de los Trastornos Mentales (DSM-IV) distin-gue para el Estrés postraumático, tres tipos de situaciones estresantes:1- Las que lo pueden originar: los combates en el frente de guerra, ataques persona-

les violentos [agresión sexual y física, atracos, robo de propiedades], secuestro, sertomado como rehén, torturas, encarcelamiento como prisionero de guerra, inter-namiento en campos de concentración, desastres naturales o provocados por elhombre, accidentes automovilísticos graves, diagnóstico de enfermedad potencial-mente mortal.

2- Entre las que lo pueden provocar, se cuentan: la observación de accidentes graveso muerte –no natural– de otras personas a causa de: guerra, accidentes, ataquesviolentos, desastres, o ser testigo inesperado de muerte, amputaciones o fragmen-tación del cuerpo.

3- Entre las que lo pueden producir: actos terroristas, accidentes graves, heridas deconsideración vividos por un familiar o un amigo cercano, o la constatación de queun hijo padece una enfermedad muy grave.

La situación potencialmente traumática afecta al sujeto de forma directa oindirecta: ver su vida o la de otro, amenazada o en peligro; ver morir a otro ante susojos; ser el propio sujeto quien da muerte. La clínica psicoanalítica muestra que enlos casos donde se trata de algo acontecido a otro, cobra importancia el hecho de quela víctima sea un próximo, o que un rasgo de aquélla evoque, para el sujeto, a uno desu entorno30.

Reconociendo la gran dificultad implicada en situaciones como éstas, en laperspectiva clínica abierta por el psicoanálisis no resulta suficiente afirmar que: el sujetoha sido testigo, ha vivido, ha sido confrontado con un hecho en el cual otro ha muerto,ha sido gravemente herido, ha sido amenazado de muerte; o donde la propia integri-dad física del sujeto ha resultado o sido amenazada, para dar cuenta de las secuelaspsíquicas en un sujeto, tal como se hace con el apoyo del DSM-IV.

29 Jacques Lacan, “Ou pire”, en Silicet, nº 5, París, Seuil, 1975, pág.9. Cf. Jacques Lacan, El seminario, libro XX, Barcelona, Paidós, 1981,pág. 134. Lacan dice alma, pero subvierte su connotación religio-sa y metafísica de unidad supuesta del cuerpo. Por alma define loque hace la identidad desde el comienzo hasta el fin y concierne alcuerpo en tanto sostiene al ser hablante. Para aproximar el cuerpovivo como requisito de goce, esto es, esa dimensión del ser atra-vesada por lo corporal, no por el significante (cuerpo simbólico)ni por la imagen (cuerpo imaginario), Lacan se apoya en Aristótelesy su idea sobre la naturaleza de lo real, donde el individuo es pen-sado a partir del cuerpo: el ser es la sustancia, aquello capaz desubsistir y de ser definido aparte. Sólo el individuo en su realidadfísica es, afirma.

30 Cf. Guy Briole, “El acontecimiento traumático”, ed. cit.

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Asignar, de entrada, un carácter traumático a ciertas circunstancias, presupo-ne efectos mórbidos para todo aquel que las padece. Sobre esta base se trazan yejecutan en la actualidad, políticas sanitarias de prevención y atención que sistematizanlas acciones de los profesionales de la salud mental para informar, tranquilizar, actuarsobre los sujetos en situaciones de emergencia31. Esta forma de concebir el proble-ma, hace valer el traumatismo como causa de gran número de sufrimientos, y tiendea desdibujar el lugar que corresponde al sujeto en su sufrimiento. No se vislumbra alsujeto como activo, se lo estima víctima de la voluntad de goce de Otro o de lasadversidades de lo real.

Si hay una parte de verdad en fijar el traumatismo en un real imposible de serprevisto, igualmente existe otro tanto de verdad en el hecho de que la manera como elsujeto responde, como hace frente a lo que le sobreviene, sólo depende de él y denadie más. Esta doble verdad está implícita en las formulaciones freudianas sobre eltraumatismo, cuando asigna como causa principal de las neurosis traumáticas al sobre-salto, el susto, el terror experimentado; términos con los cuales Freud apunta a cernir elestado que invade al sujeto cuando llega un peligro, algo inesperado para lo cual no sehaya preparado; la idea de un elemento extraño al sujeto jalona dicho planteamiento.Freud concibe como traumático ese punto límite donde la significación encuentra loreal como imposible: la sexualidad y la muerte.

Y se pregunta, cuál es el nódulo y significación del peligro real de la situaciónamenazante: “[…] la estimulación de nuestra fortaleza en comparación con la magni-tud del peligro y el reconocimiento de nuestro desamparo, de nuestro desamparomaterial en el caso del peligro real y de nuestro desamparo psíquico en el caso delpeligro pulsional. […] Tales situaciones de desamparo real experimentadas son lasque calificamos de situaciones traumáticas, estando por tanto, justificada la diferen-ciación por nosotros establecida entre la situación traumática y la situación peligrosa.[…] La situación peligrosa es la situación de desamparo reconocida, recordada y es-perada. […] La angustia es la reacción primitiva al desamparo en el trauma, reacciónque es luego reproducida, como señal de socorro, en la situación peligrosa. […] Haycasos en los que se nos muestran mezclados los caracteres de la angustia real y los dela angustia neurótica. El peligro es reconocido y real, pero la angustia ante él esexcesivamente grande, mayor de lo que nuestro juicio nos dice que debiera ser. Eneste exceso se delata el elemento neurótico […] en análisis nos muestra que elpeligro real conocido se halla enlazado a un peligro pulsional desconocido”.

“[…] La exigencia pulsional se convierte con frecuencia en peligro (interior),porque su satisfacción traería consigo un peligro exterior, o sea, porque tal peligrointerior representa un peligro exterior.31 Cf. Gloria E. Gómez B., “Estrés: cuerpo, traumatismo y urgencia sub-

jetiva”, en ed. cit.

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Por otro lado, también el peligro exterior (real) puede llegar a ser interiorizadosi ha de llegar a significar algo para el yo. Tiene, en efecto, que ser reconocida surelación con una situación de desamparo ya experimentada, pues el hombre no pare-ce dotado, o sólo en muy escasa medida, de un conocimiento instintivo de los peli-gros que le amenazan desde el exterior […] En la situación traumática contra la cualestamos desamparados, coinciden el peligro exterior y el interior, el peligro real y laexigencia de la pulsión” 32.

El traumatismo es el encuentro con un peligro, frente al cual el sujeto no tienelos recursos para movilizar el principio del placer, y es presa de una excitación insopor-table. Concepción que implica una cantidad de excitación y la capacidad del sujetopara hacerle frente33. El peligro implica, por ende, un exceso de excitación que puedevenir de afuera o de la pulsión. En ambos casos se está ante una excitación insoporta-ble. La teoría freudiana formula que el peligro exterior no es traumático sino por haberpasado a la interiorización. Solamente el sujeto está en condiciones de fijar el carácterexcesivo del hecho, desde sus posibilidades de enfrentarlo con sus recursos simbólicose imaginarios; con su realidad psíquica. La dimensión causal y traumática del suceso,sólo es factible de ser establecida en un segundo momento, en retrospectiva, por elpropio sujeto, y caso por caso.

Con la experiencia de desamparo, Freud traza las coordenadas de las diferen-tes modalidades de angustia: experiencia del nacimiento, fragilidad del niño peque-ño, peligro vital, peligro psíquico, pérdida de objeto, pérdida de partes del propiocuerpo. Se deduce que si el desamparo puede ser inducido por Otro o provenir deafuera, su razón de ser responde a una cantidad de excitación desbordante para elsujeto, que no logra tramitarla con el discurso. El trauma constituye el límite delpoder de la representación y la palabra, lo real es el dominio de lo que subsiste fuerade la simbolización34. Se deduce del planteamiento freudiano que la experiencia dedesamparo tiene lugar fuera del dominio del Otro, sólo pertenece al sujeto35.

Entre las causas y las secuelas del traumatismo se aloja el sujeto. El psicoanálisisinterroga la función y el lugar del traumatismo en el destino de cada uno. Existen,entonces, dos tiempos del trauma: primero, impacto de lo real ajeno al sujeto. Segun-do, a posteriori, efectos sobre el sujeto, tiempo definido por respuesta particular decada sujeto frente a lo acontecido.

El suceso traumático envuelve al sujeto; irrumpe en un lugar y un tiempodeterminados de su vida, de su historia. Por tal razón, la práctica psicoanalítica buscasituar la posición del sujeto antes, durante y después de la situación traumática: lascircunstancias que llevaron al sujeto al lugar y al momento donde todo ocurrió, lo queha sido de su vida después de lo sucedido, qué parte del pasado reciente o lejano re-

32 Sigmund Freud, “Inhibición, síntoma y angustia”, en Obras comple-tas, t. III, pág. 2879. La situación de peligro involucra la expectativay la señal de angustia, mientras que la situación traumática implicala condición de anticipación. En este último caso, el sujeto se com-porta como si el peligro ya hubiese llegado, cuando todavía es tiempode extrañarse de él. Entre la expectativa y la anticipación, Freudaproxima la angustia con el concepto de repetición. La angustia es,de un lado, expectativa del trauma, y de otro, una repetición dismi-nuida del mismo.

33 “Lo esencial en […] toda situación de peligro, es que provoca en lavida anímica un estado de gran excitación, que es sentida comodisplacer y que el sujeto no puede dominar con su descarga. Si atal estado, en el que fracasan las fuerzas del principio del placer, ledamos el nombre de ‘instante traumático’, habremos llegado a tra-vés de la serie angustia neurótica, angustia real, situación de peligroa la sencilla conclusión siguiente: lo temido, el objeto de la angustia,es cada vez la aparición de un instante traumático que no puede sertratado según las normas del principio del placer.Sólo la magnitud del montante de excitación hace de una impresiónun instante traumático, paraliza la función del principio del placer yde la situación de peligro su significación”. Sigmund Freud, “Nue-vas lecciones introductorias al psicoanálisis”, en Obras completas,t. III, pág. 3153.

34 Cf. Jacques Lacan, El seminario, libro 11, Barcelona, Paidós, 1983.Cf. Jacques Lacan, El seminario, libro 1, Los escritos técnicos deFreud, Barcelona, Paidós, 1981.

35 Cf. Colette Soler, “Los discursos-pantalla”, en ed. cit.

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apareció con lo acontecido, qué pensamientos se hicieron presentes en el momentoen que todo basculó36.

Encuentro con lo real que se presenta bajo una secuencia que va del traumaal fantasma: el sujeto responde al encuentro traumático con su singularidad. Elbinomio traumatismo y fantasma, no sólo constituye una dimensión clínica, sinoética. Según que el énfasis recaiga sobre el traumatismo o el fantasma, la responsa-bilidad subjetiva es mayor o menor: si se acentúa la dimensión del trauma, comoreal intratable, se justifica al sujeto que aparece como víctima, mientras que si sehace valer su participación fantasmática en lo acontecido, a pesar del infortunio, elsujeto está concernido.

Viñeta clínica: durante la guerra civil en la antigua Yugoslavia, un joven militar dela misión de la ONU –en un momento extremadamente difícil de la misma– debefrecuentar, desde hace algunas semanas, un sector de Sarajevo. La actividad que realizalo expone al riesgo, y si bien no deja de experimentar cierta tensión, la consideranormal, soportable, dado el carácter de su labor.

Una noche, esta rutina se interrumpe. El convoy en que se encuentra esbombardeado y queda bloqueado bajo los tiros sin posibilidad de respuesta, ni salida.El responsable del convoy –del cual el joven militar es el conductor–, resulta víctimade un obús, y el joven militar permanece incomunicado: solo y desamparado enmedio de la noche. No es tanto la percepción del peligro –si bien extremadamentepresente–, sino un profundo sentimiento de abandono el que lo invade: se ha quedadosolo. Este hecho precipitará en él un estado de angustia cercano a la despersonalizacióny a la des-realización. En las horas que siguen, teniendo la ocasión de hablar sobreeste sentimiento de abandono, de manera espontánea lo situará en las coordenadasde su vida: abandono de su padre en el momento de su nacimiento y, en la adoles-cencia, su conmoción ante la revelación de ese secreto por parte de la madre, alsepararse del hombre con quien ella convivía, y al que el sujeto creía su padre. Mástarde, su entrada en el ejército, enmarcada por el anhelo de reencontrar una familia.En las circunstancias trágicas de esa noche, son estos hitos de su historia los quecobran presencia para el sujeto37.

Con la memoria del inconsciente, el sujeto puede aproximar lo que le resultainasimilable. Hacer el trayecto que va desde lo oscuro de la experiencia traumáticasufrida –mal encuentro con lo real– hasta la experiencia subjetiva –que define la impli-cación del sujeto en lo vivenciado–, hace posible al sujeto, al mirar hacia atrás, sabercómo se forjó su destino: “La apuesta del tratamiento psíquico del trauma reside en loque se podría designar como ‘un tercer tiempo’. Es el momento del corte, el cual pasapor una puesta en relación del sentido con un acto del sujeto para salir de la repetición,

36 Hay casos y momentos en los que es posible interrogar al sujetoacerca de su parte en lo acontecido. Pero se dan otros en los que estono resulta prudente, si el sujeto atraviesa una situación de extremadificultad. Cf. Colette Soler, op. cit. Cf. Guy Briole, “El acontecimientotraumático”, en ed. cit.

37 Dominique Valet, op. cit., pág. 15.

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para separarse de la fascinación por el trauma. Este acto moviliza el sentido. He aquí laverdadera apuesta de la intervención clínica en la situación traumática. El destino delsujeto está reducido a la historia del trauma, en un tiempo congelado. La apuesta deltratamiento del trauma consiste en ir contra tal movimiento: que el sujeto puedavolver a ser autor de su porvenir en todos sus componentes, y sobre todo que puedair más allá de lo que está congelado en la repetición a partir de la irrupción traumática.[Aunque], siempre permanece un núcleo de estupefacción aún después del trabajode historización. Igualmente, los restos de un sentido congelado pueden persistir apesar del trabajo terapéutico. Estos restos de estupefacción o de fijación persisten enel núcleo de la experiencia del sujeto, constituyendo por un efecto retroactivo lasvías de la repetición traumática”38.

En suma, doble perspectiva del traumatismo: indecible del encuentro y subjeti-vidad. Ningún acontecimiento, por inesperado, por violento que pueda resultar, hacetrauma sin la participación del sujeto. No es suficiente que algo terrible suceda paraque una huella indeleble se instale para siempre, hace falta el más del sujeto.

El discurso analítico pone el acento en la implicación subjetiva que comporta eltraumatismo, como real, y sitúa en el fantasma la respuesta simbólica e imaginariatejida por el sujeto para paliar lo traumático.

Es por vía del fantasma, que el sujeto se sostiene en los límites del principio delplacer freudiano: regulación de las expectativas –por ejemplo, las vitales–, las convic-ciones, las reacciones del sujeto, mientras que el trauma es una efracción vital o sexualque excede el principio del placer. El goce circunscrito en la trama del fantasma, esregulado por lo simbólico y lo imaginario; de esta manera se opone al traumatismo.

El campo de la salud mental, por su parte, operando con los postulados deldiscurso medico-psiquiátrico, aborda el traumatismo sólo como un acontecimiento ex-traño al sujeto –quien no hace sino padecerlo–, creando el riesgo de reducir al sujeto auna mera víctima.

Lo que hace trauma no es cualquier encuentro con lo real, sino un auténticoencuentro con ese real, para un sujeto que hasta allí no había tenido sino falsos en-cuentros, y esto gracias al fantasma que lo protegía de un encuentro abrupto. Si losencuentros con lo real no faltan, no todos ellos devienen traumáticos. Sólo la clínica delcaso por caso, permite cernir la particular dimensión del acontecimiento para alguien, ysu anudamiento con los significantes de su historia.

El acontecimiento traumático, siempre teñido de un efecto inesperado, inte-rrumpe la rutina del sujeto, incluso en situaciones semejantes. Esta dimensión incalcu-lable, determina que las circunstancias no sean las mismas para todos los sujetos sometidosa la misma experiencia, incluso para el mismo sujeto en circunstancias similares. Mal

38 François Ansermet y C. Mejía, “Trauma y lenguaje, notas para una me-todología de investigación clínica”. Universitario de psiquiatría paraniños y adolescentes (Supea), traducción personal, inédito, París,1999.

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encuentro o encuentro brutal con la muerte, que el sujeto no logra integrar a su vidapsíquica, como lo hacía habitualmente. Esta veta clínica, la ilustran los casos de cuatrocombatientes que, confrontados con situaciones similares a las descritas como causa desu padecimiento, no desencadenaron para entonces un traumatismo de guerra:

1. “[…] No sé por qué me puse así, si llevaba ya ocho años de estar en el ejército, encampos minados. Ya había tenido que cargar muertos y echármelos al hombro,ver heridos, ver muertos, ver a cualquier persona muerta. Esta vez, sólo vi tresmuertos y quedé así […]. Ya había visto morir a compañeros y no había pasadonada […] no sé por qué me pasó eso. Ya había estado en campos minados, yahabía visto morir a muchas personas. Y esta vez no sé. Los vi morir, y yo seguí a losotros, y di bala y todo pero no pude”.

2. “[…] Ya había estado en cuatro combates, pero a finales del año pasado mehicieron una emboscada y mataron a todos mis compañeros, eso fue áspero, a míno me hicieron nada, ni un golpe. Solamente una esquirla que me cayó en lacabeza, de una bala que cayó en un enlatado, el resto ni un golpe ni nada […] Meescapé y cuando llegué al batallón todo el mundo me preguntaba qué me habíapasado y yo les conté a todos los que me preguntaban lo que había pasado [...] Yocreo que eso fue lo que me puso mal, porque cada vez que yo contaba sentía quelo estaba viviendo, yo no quiero que me pregunten de eso, porque es como sivolviera a pasar [...] No entiendo por qué se me corrió así la cabeza; si yo estuve encuatro combates y nada, todo estaba bien, y en una emboscada, me pasa eso y yotermino en el hospital, cuando yo todavía podría estar patrullando... ahora sientoque si hablo de eso me vuelve a pasar, no quiero hablar de eso porque creo quefue lo que me puso mal”.

3. “[…] No sé por qué me pasó esto, si yo ya había tenido que estar en el campo,matando, viendo muertos y sangre, y justo fue esta vez que quedé así, no sé quéme paso. Esta no es la única vez que yo vi morir a personas. Esa vez tuve que vera mis compañeros muertos, era un campo minado que quedaba muy cerca […]A mí no me tocó ni una esquirla, no me pasó nada. Un compañero que estabaal lado mío murió y yo lo cogí para taparme y por eso fue que me salvé. Yo vicómo todos mis compañeros morían, cómo se explotaban; a uno de ellos se lesalieron los ojos y la lengua, eso se iban como desmoronando. Otro de ellosperdió dos dedos”.

4. “[…] Ya había visto morir a mucha gente, compañeros y no me soñaba con ellosni me pasaba nada. Y esta vez fueron sólo tres... bueno, uno de ellos era muy

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amigo mío, nos la pasábamos jugando cartas y yo me quedaba con él, era muyamigo mío. Comíamos hasta del mismo plato, y apenas fue la emboscada, élquedó todo desmoronado. El otro, apenas explotó la mina me decía que no lodejara morir, pero ya estaba todo reventado por dentro, estaba todo dañado. Y elotro se despedazó todo, se le salieron los ojos y todo lo de adentro y los dedosquedaron botados por todo lado. Yo vi eso y como que no pude reaccionar por unminuto, después ya comencé a disparar [...] nada más tapé el cuerpo de micompañero y después nos lo llevamos. Yo vi eso y ya después no quise mirar más”.No es posible, en todos los casos y en lo inmediato de las circunstancias poten-

cialmente traumáticas, situar lo que está en juego para un sujeto, y sobre todo, eltrayecto por vía del cual podrá deshacerse de ese indecible, de ese goce que se leimpuso con la violenta irrupción de lo real. Frente al desamparo inicial que un sujetosiente en una situación tal, sólo las coordenadas de su subjetividad sostienen y orientanel acto terapéutico. Todo saber preestablecido sobre el sufrimiento del sujeto, todarespuesta a la demanda con lo escueto de un diagnóstico, puede producir otra cosadistinta de lo esperado y deseado39.

Para el psicoanálisis, la pregunta: ¿en qué medida el sujeto protegido con sufantasma, puede recibir nuevas marcas?, está abierta y precisa respuestas caso porcaso40. Entre tanto, en el campo de la salud mental, con la noción de resilencia sepretende dar cuenta de la capacidad que tiene un individuo para hacer frente a lasadversidades de la vida. Según los especialistas, la resilencia, siendo tan antigua comoel ser humano, sólo muy recientemente ha comenzado a ser estudiada. En ingeniería,define la capacidad de un material para recobrar su forma original después de habersido sometido a una situación deformadora. De aquí pasó a las ciencias sociales paraexplicar cómo individuos que viven en condiciones desfavorables o de alto riesgo, sedesarrollan sanos y adaptados socialmente. Ante circunstancias igualmente adversas, laclave de la variedad de respuestas de parte de los sujetos, radica en la puesta enmarcha de la resilencia. En el lugar de aquello que hace traumatismo para cada sujeto,y marca su singularidad, con la resilencia se hace operar la determinación universal queexcluye lo singular. Esta categoría de carácter general contiene una dirección terapéuti-ca específica: su activación en todos los individuos.

Las relaciones entre el discurso psicoanalítico y el discurso médico-psiquiátri-co siempre han estado teñidas de cierta tensión. La polémica entablada, hace un siglo,entre ambos discursos a propósito del estatuto de los traumatismos, sigue hoy vigente.En su época, Freud tuvo que defender su teoría del traumatismo, frente a las tesisimperantes en la medicina de entonces: leves lesiones en el sistema nervioso –sibien imposibles de ser demostradas–, perturbaciones funcionales donde el sistema

39 Cf. Guy Briole, op. cit.40 Cf. Colette Soler, “Los discursos-pantalla”, en ed. cit.

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nervioso permanecía intacto, simulación, cobardía. Hoy, el psicoanálisis sigue aboca-do a defender sus elaboraciones sobre las causas y consecuencias de los traumatismos,frente al orden fisiológico del estrés, al que están siendo reducidos tales fenómenos, apartir del diagnóstico de Estrés postraumático. El psicoanálisis interroga la reducción,operada por la psiquiatría biológica, de los desarreglos mentales en desarreglos delorganismo. Es la causalidad fisiológica, implícita en la noción de estrés y asignada a lostraumatismos, la que sostiene el establecimiento de traumatismos estándares. Frente alpostulado del estrés que domina en el campo de la salud mental, el psicoanálisis sostie-ne que entre la causa y las consecuencias sintomáticas de los traumatismos se hallaalojado el inconsciente.

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