trastornos y enfermedades crónicas - josé luis ybarra sagarduy

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23 Capítulo 2 Modelos experimentales en el estudio de los trastornos alimentarios: el caso de la anorexia basada en actividad INTRODUCCIÓN Recientemente, en un periódico de la capital mexicana se publicó una nota en la que un vocero del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) declaró que los trastornos alimentarios se habían quintuplicado en la última década en Méxi- co, registrándose hasta 20 mil casos anuales; recomendó prestar más atención al problema de la anorexia en las primeras etapas, especialmente en las mujeres, toda vez que en ese sector los casos atenidos ascendían a 90% (El Universal, 28/01/2008). Mancilla, Pérez, Álvarez, Vázquez, Franco, López et al. (2006), en un informe sobre trastornos de la conducta alimentaria (TCA) en México, documentaron un incremento importante en su prevalencia, principalmente en la población juvenil femenina; encontraron que en el año 1995 en una muestra de 543 mujeres (de 19 años de edad promedio) la prevalencia de bulimia y de trastornos de la conducta alimentaria no especificados ascendió a 0.14 y 0.30%, de manera respectiva, mientras que para el año 2001 con otra muestra de las mismas características (n = 881), ese indicador se ubicó en 0.24 y 0.91%, respectivamente. Como bien se sabe, la aparición de los TCA no ha sido exclusiva de México. Hoy día en otros tantos países alrededor del orbe se ha registrado un incremento considerable en el número de personas que padece alguno de esos trastornos, lo que ha traído consigo una demanda de tratamientos dirigidos a solucionar la problemática; en tal sentido, en muy poco tiempo los TCA se han convertido en un problema social. La obesidad, anorexia y bulimia son tres de los trastornos alimentarios que con mayor frecuencia aparecen entre los casos diagnosticados y que demandan tratamiento. Héctor Martínez Sánchez Iris Carolina Gómez Sánchez

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Capítulo 2Modelos experimentales

en el estudio de los trastornos alimentarios: el caso de la anorexia

basada en actividad

INTRODUCCIÓN

Recientemente, en un periódico de la capital mexicana se publicó una nota en la que un vocero del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) declaró que los trastornos alimentarios se habían quintuplicado en la última década en Méxi-co, registrándose hasta 20 mil casos anuales; recomendó prestar más atención al problema de la anorexia en las primeras etapas, especialmente en las mujeres, toda vez que en ese sector los casos atenidos ascendían a 90% (El Universal, 28/01/2008).

Mancilla, Pérez, Álvarez, Vázquez, Franco, López et al. (2006), en un informe sobre trastornos de la conducta alimentaria (TCA) en México, documentaron un incremento importante en su prevalencia, principalmente en la población juvenil femenina; encontraron que en el año 1995 en una muestra de 543 mujeres (de 19 años de edad promedio) la prevalencia de bulimia y de trastornos de la conducta alimentaria no especifi cados ascendió a 0.14 y 0.30%, de manera respectiva, mientras que para el año 2001 con otra muestra de las mismas características (n = 881), ese indicador se ubicó en 0.24 y 0.91%, respectivamente.

Como bien se sabe, la aparición de los TCA no ha sido exclusiva de México. Hoy día en otros tantos países alrededor del orbe se ha registrado un incremento considerable en el número de personas que padece alguno de esos trastornos, lo que ha traído consigo una demanda de tratamientos dirigidos a solucionar la problemática; en tal sentido, en muy poco tiempo los TCA se han convertido en un problema social. La obesidad, anorexia y bulimia son tres de los trastornos alimentarios que con mayor frecuencia aparecen entre los casos diagnosticados y que demandan tratamiento.

Héctor Martínez Sánchez Iris Carolina Gómez Sánchez

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A pesar de que en laboratorios de distintos países se han conducido inves-tigaciones sobre trastornos en los patrones alimentarios en humanos y especies no humanas, todavía es tiempo en el que no se cuenta con los tratamientos ade-cuados que respondan a la creciente demanda que se ha generado. Como una posible consecuencia de la falta de técnicas estandarizadas de tratamiento, se ha propiciado el desarrollado y expansión de técnicas y métodos quirúrgicos que se han aplicado sin tener una validez confi able que garantice su efi cacia.

En el origen y mantenimiento de los TCA se ha analizado la infl uencia de las presiones sociales para que ciertas personas alcancen modelos corporales acor-des con determinados criterios o estándares. Las personas se esfuerzan (mediante dietas acompañadas de ejercicio físico) por ajustarse a dichos estándares, que incluyen a la esbeltez de la fi gura como uno de los principales indicadores de be-lleza. Al mismo tiempo y en el plano individual se han desarrollado patrones de autoestima y autopercepción asociados con la forma física corporal. Por ejem-plo, en un estudio reciente Goñi y Rodríguez (2004) encontraron que adoles-centes que realizaban actividades deportivas de forma eventual tenían un mejor autoconcepto de sus atributos físicos, en comparación con jóvenes que al no estar conformes con su apariencia física realizaban ejercicio de manera continua. Las personas se juzgan a sí mismas con base en los criterios impuestos socialmente, afectando sus hábitos alimentarios, restringiendo o exagerando algunas de sus actividades.

En esta misma línea, Guerro, Barjau y Chinchilla (2001) afi rman que es imposible negar el incremento de la incidencia y prevalencia de los trastornos alimentarios en la población general, determinados por cambios sociales (de actitud, alimen-tarios y dietas, entre otros), culturales (culto al cuerpo, el cuerpo como distinción social, la búsqueda del éxito a través del cuerpo y otros), así como por la innegable infl uencia de los medios de comunicación.

Además de los aspectos socioculturales y psicológicos, se han encontrado ele-mentos que explican los mecanismos que regulan la ingestión de alimento desde el punto de vista biológico y algunos factores del mismo tipo que intervienen en el desarrollo de los TCA, en los que por su elevada ocurrencia se incluyen, se insiste, a la obesidad, anorexia y bulimia.

Antecedentes y definición

Como se sabe, el cuerpo humano no funciona de manera autónoma, pues re-quiere de recursos energéticos necesarios para conservar y mantener el equilibrio de su economía interna (Martínez, 2007), mismos que se obtienen mediante la actividad alimentaria. Día con día cada organismo debe procurarse la cantidad de insumos sufi cientes para asegurar su supervivencia. Por consiguiente, la actividad alimentaria es primordial para el mantenimiento y desarrollo de un organismo; cuando hay carencias o restricciones alimentarias se pone en riesgo la vida de un

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organismo. Sin embargo, aun cuando es evidente la importancia de la actividad alimentaria, ésta se encuentra lejos de ser un fenómeno simple. En el caso de los humanos y a diferencia de otros organismos vivos, a la motivación biológica se agregan factores propios de la vida contemporánea que incluyen a la cultura, situación geográfi ca, clima y diversidad de alimentos, entre otros, que hacen que la conducta alimentaria sea un fenómeno complejo.

En la actualidad, la conducta alimentaria humana ha sido defi nida como el conjunto de acciones que lleva a cabo una persona en respuesta a una motiva-ción en diferentes niveles (biológico, psicológico y sociocultural), vinculadas con la ingestión de alimentos; cuando tiene lugar la alteración de estos patrones de alimentación, es que se puede hablar de un trastorno de la conducta alimentaria (Lora y Saucedo, 2006). Si bien la obesidad y la bulimia nerviosa son relevantes para su estudio, en el presente trabajo se propone analizar el caso de la anorexia, y en particular el modelo de anorexia basada en actividad.

Según el Manual Diagnóstico Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM, por sus siglas en inglés; DSM-IV-TR, 2000), las personas con anorexia nerviosa mani-fi estan ciertas características esenciales que comprenden: a) un peso corporal por debajo del normal; b) una distorsión perceptiva de las dimensiones corporales; c) practicar diferentes conductas dirigidas a la pérdida de peso, mediante el rechazo voluntario de la ingestión de alimentos o el uso de laxantes o diuréticos, y d) la ejecución de alguna actividad física en forma excesiva.

Los informes clínicos con frecuencia refi eren el exceso de actividad como un síntoma de la anorexia nerviosa. Por ejemplo, Keys, Brozek, Henschel, Mickelsen y Taylor (1950) realizaron un estudio con 32 hombres, a quienes a través de una combinación entre restricción de alimento y ejercicio se les llevaba a una reduc-ción de 25% de su peso corporal. Aparte de la aparición de notables perturbaciones emocionales, los autores informaron la presencia de exceso de actividad en al-gunos de los participantes. Fue justamente Laségue (1964; citado en Le Grange y Eisler, 1993) uno de los primeros investigadores que incluyó a la sobreactividad como un rasgo central en la descripción de la anorexia nerviosa.

En otros estudios, el exceso de actividad también ha sido informado como un síntoma de la anorexia nerviosa; tal es el caso de la presencia de mayor actividad en un grupo de pacientes con anorexia nerviosa bajo tratamiento, en compa-ración con un grupo control de mujeres que tenía un peso corporal normal y sin la manifestación de algún trastorno alimentario (Blinder, Freeman y Stunkard, 1970). Asimismo, en otro más se informó la existencia de una relación entre la intensidad y duración de la actividad física con la supresión del hambre durante y después de su ejecución en personas sin trastorno alimentario. Los resultados mostraron un decremento del hambre mientras se realizaba ejercicio físico, así como el aplazamiento para empezar a comer en las personas que realizaban una actividad de alta intensidad; de igual manera se hizo evidente una disminución del hambre en personas expuestas a actividades de corta y larga duración (King, Burley y Blundell, 1994).

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Ante la difi cultad de conducir estudios con humanos, entre otras razones por las implicaciones éticas resultantes, los investigadores se han centrado en el desa-rrollo de modelos experimentales para el estudio de la conducta alimentaria y de los trastornos alimentarios, empleando animales como sujetos experimentales.

Uno de estos modelos está centrado en el estudio del fenómeno de la anorexia por actividad en ratas y representa un intento genuino por entender la anorexia humana, poniendo énfasis, por ejemplo, en los efectos de la relación entre la res-tricción de alimento y la actividad física. Las ventajas de este tipo de modelos es que no sólo permiten aislar los efectos de las variables sociales y psicológicas en el desarrollo y mantenimiento de la anorexia, sino también permiten: a) identifi -car los procesos básicos que dan lugar al fenómeno conductual conocido como anorexia nerviosa; b) desarrollar métodos para reducir su incidencia, y c) evaluar procedimientos de recuperación en organismos que sufren dicho trastorno.

Estudios de anorexia en animales

La anorexia basada en actividad se caracteriza porque los sujetos muestran una rápida pérdida de peso corporal, acompañado de un aumento de actividad y una disminución en el consumo de alimento cuando se encuentran bajo alguna res-tricción de acceso al alimento y con una rueda de actividad disponible. Al inicio, el hallazgo de este fenómeno no fue de gran interés, puesto que sólo se informa-ron los resultados de los animales sobrevivientes (Bolles y de Lorge, 1962); en ese primer estudio, varios animales murieron durante el experimento debido a la falta de consumo de alimento.

Fueron Routtenberg y Kuznesof (1967) quienes introdujeron el término de autoinanición (traducción del término en inglés self-starvation), cuando observa-ron que un grupo de ratas a las que se les permitía el acceso libre a una rueda de actividad, teniendo acceso a la comida sólo por una hora, aumentaron en poco tiempo el número de vueltas y consumieron una menor cantidad de comida (en comparación con un grupo control que fue expuesto al mismo esquema de priva-ción de alimento, pero sin acceso a la rueda de actividad), aunado al decremento signifi cativo de su peso corporal; después de un corto periodo bajo este proce-dimiento los animales murieron. Los autores interpretaron este hecho en función de que las calorías consumidas por los animales no compensaron la energía re-querida para la actividad en la rueda. Años más tarde este procedimiento sería conocido como “preparación para el estrés”, ya que los animales desarrollaron úlceras gástricas cuando alcanzaban 70% de su peso inicial (Paré, 1975).

De acuerdo con Boakes y Dweyer (1997), las ratas pueden llegar a correr más de 1 km/día y consumir menos de 1 g de comida en el mismo periodo. En la actualidad este fenómeno se conoce como anorexia basada en actividad (ABA), término propuesto por Epling, Pierce y Stefan (1983), quienes establecieron de esta manera un vínculo entre la anorexia en animales y humanos, argumentando

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que las contingencias de reforzamiento establecidas por la sociedad son las que promueven y facilitan que las personas se sometan a dietas y realicen ejercicio, combinación que propicia que en algunas personas se desarrolle la anorexia por actividad.

Teorías o modelos de la anorexia por actividad

Existen varias teorías o modelos que intentan explicar la anorexia basada en acti-vidad. Por ejemplo, Routtenberg (1968) propuso que el estrés es ante la privación y la novedad un determinante para que se presente el fenómeno de autoinani-ción. Por su parte, Boakes y Dwyer (1997) sugirieron que la anorexia basada en actividad se produce a partir de una falla en la adaptación de la restricción de acceso al alimento, al observar que cuando un grupo experimental era expuesto a una fase de adaptación al esquema de alimento antes de permitir el acceso a la rueda, los sujetos no desarrollaban la anorexia. Otros autores que apoyan esta posición (es decir, Cano, Gutiérrez y Pellón, 2006) han concluido que la anorexia por actividad se genera a partir de la interferencia en la adaptación a un nuevo esquema de disponibilidad de alimento, debido al desarrollo de una conducta anticipatoria.

No obstante, es importante apuntar que Lett, Grant, Smith y Koh (2001) ha-bían informado antes que la preadaptación a un programa de alimentación no interrumpe el desarrollo de la anorexia por actividad, al observar que los sujetos que tuvieron acceso a la rueda, una vez alcanzado el criterio de adaptación, mos-traron una disminución en el consumo de alimento, en comparación con el grupo que no fue expuesto a la rueda de actividad; asimismo, en el grupo experimental se hizo evidente un decremento de su peso corporal, no así en el grupo control, cuyos sujetos mantuvieron el peso que habían alcanzado durante la fase de pre-adaptación. De acuerdo con lo que predice el desarrollo del modelo ABA, el au-mento en la cantidad de vueltas a la rueda de actividad fue más notoria conforme las sesiones avanzaban, de forma tal, que a pesar de la adaptación a un esquema de comida, se puede desarrollar anorexia por actividad.

En otra teoría o modelo se ha propuesto que la actividad es inducida por la restricción de alimento, por lo que el ejercicio adquiere un valor reforzante; para darle soporte, Pierce y Epling (1986) llevaron a cabo dos experimentos. En el primero se utilizaron dos grupos, donde el primero mantenía 75% de su peso corporal mediante un esquema de comida y el segundo 100% de su peso con ac-ceso libre al alimento; una vez que se realizaba la tarea establecida en un periodo determinado, se invertían las condiciones de los grupos; la tarea consistía en pre-sionar una palanca que activaba la rueda de actividad. Los resultados mostraron un aumento en las respuestas emitidas en los periodos de privación, por lo que se incrementó el tiempo que los sujetos permanecían en la rueda. En el segundo ex-perimento los sujetos debían presionar una palanca para obtener el alimento; los

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resultados demostraron que cuando se impedía el paso a la rueda de actividad, las respuestas aumentaban, mientras que disminuían cuando se permitía el acceso a la rueda. Estos datos parecen tener una gran importancia, ya que la comida es sustituida por el ejercicio, sugiriendo que la actividad excesiva es inducida por el programa. Se trata de un fenómeno comparable al de la polidipsia, que consiste en la ingestión excesiva de agua como resultado de un programa de presentación de comida intermitente (Falk, 1961).

De acuerdo con Lambert (1993; citado en Cano, Gutiérrez y Pellón, 2006), el aumento en la actividad se debe a un descenso en la temperatura corporal. Debi-do a la difi cultad para adaptarse a la restricción del alimento, aumenta la activi-dad física intensifi cando la actividad del organismo y disminuyendo la necesidad de comer, lo que a su vez da lugar a un incremento en la temperatura corporal. La teoría térmica ha ocupado un lugar destacado en la explicación del modelo ABA y otros trastornos alimentarios, como sería el caso de la obesidad.

Factores que intervienen en el desarrollo de la anorexia

Se han estudiado algunos factores que pueden estar involucrados en el desarrollo de la anorexia por actividad, que incluyen a los de la preadaptación a un pro-grama de restricción de alimento, la exposición previa a la rueda de actividad, la edad inicial, el sexo, el peso inicial y el aislamiento social.

En el caso de la experiencia previa ante un programa de restricción de comi-da, Boakes y Dwyer (1997) condujeron un experimento que pretendía confi rmar la predicción de que ante la adaptación de un programa de restricción de alimento previo a la exposición del procedimiento experimental, los sujetos mostrarían una menor vulnerabilidad a las consecuencias de la rueda de actividad. Cuatro gru-pos experimentales sirvieron para mostrar que las ratas preexpuestas a privación con y sin acceso a la rueda de actividad manifestaron de manera menos severa un decremento de su peso corporal, consumieron mayor cantidad de alimento y alcanzaron el criterio de recuperación más rápido que los dos grupos que no habían sido expuestos a programas de restricción de alimento antes de la fase experimental.

La experiencia previa con la rueda de actividad también ha sido de interés en el desarrollo del modelo ABA. El primero que intentó descubrir el efecto de la adaptación a la rueda de actividad antes de iniciar el método para desarrollar el modelo de actividad fue Routtenberg (1968), quien no observó cambio alguno en el peso corporal de las ratas con exposición previa a la rueda, a pesar de que ingirieron mayor cantidad de comida durante los primeros tres días; además, el grupo que no tuvo acceso a la rueda antes del procedimiento desarrolló mayor actividad que el grupo preexpuesto, fenómeno que hoy en día se conoce como conducta por “estrés de novedad”.

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Posteriormente, con la fi nalidad de determinar la función que desempeña la preexposición a la rueda en el desarrollo de la anorexia por actividad, Boakes y Dwyer (1997) realizaron un experimento en el que compararon un grupo que tenía acceso previo a la rueda de actividad con un grupo control sin acceso a la rueda, antes de la exposición al procedimiento tradicional del modelo ABA. En la fase experimental encontraron que las ratas con experiencia previa a la rueda mostraron mayor actividad, en comparación con aquellas que no habían sido expuestas a la actividad. Estos resultados confi rmaron lo que Butlin (1978; citado en Boakes y Dwyer, 1997) encontró, cuando al exponer a sus sujetos a la rueda de actividad antes de iniciar el procedimiento de anorexia por actividad, desarro-llaron mayor actividad y mostraron la pérdida de peso que se esperaba durante la fase experimental. En la misma dirección, Dixon, Ackert y Eckel (2003) corrobo-raron el efecto de la adaptación a la rueda de actividad para acelerar la aparición de los signos que caracterizan al modelo ABA.

También se han llevado a cabo experimentos para mostrar el efecto del ais-lamiento social. En uno de ellos, Boakes y Dwyer (1997) observaron que ratas privadas socialmente mostraron un mayor decremento en su peso corporal, en comparación con las ratas que se encontraban en situaciones de grupo. El sexo, edad y peso inicial son también características que desempeñan una función im-portante en los resultados del procedimiento para desarrollar la anorexia basada en actividad. Según ambos autores, las ratas jóvenes alcanzan en menos días el criterio para la anorexia que las ratas mayores; es decir, disminuyeron su peso corporal y la ingestión de comida con mayor rapidez.

La mayoría de los estudios realizados con relación a la anorexia basada en actividad han incluido como sujetos experimentales a ratas macho. En algunos se ha tratado de encontrar diferencias sexuales, aunque los resultados no han sido del todo concluyentes. De acuerdo con los resultados de una investigación (véase Paré, Vicent, Isom y Reeves, 1978), las ratas hembra perdieron peso más rápido que los machos, por lo que las vuelve más vulnerables al procedimiento de anorexia basada en actividad; el problema, empero, es que los autores no infor-maron la edad ni el peso inicial, por lo que los resultados no pueden considerarse defi nitivos.

En la misma dirección, Doerries, Stanley y Aravich (1991) efectuaron una com-paración entre ratas hembras y machos, observando que las ratas macho perdían peso con mayor rapidez que las hembras. Si bien es cierto que en este estudio se informaron las características de los animales, el peso inicial de los machos era 10 g más que el de las hembras; esta pequeña diferencia en el peso inicial vuelve a los resultados de esta investigación inconsistentes ante los datos clínicos, que advierten un mayor número de casos de anorexia en mujeres.

Es más probable que las ratas hembra sean más vulnerables al procedimiento de anorexia, porque generalmente corren más que los machos en la rueda de actividad (Lambert y Kimsley, 1993; Tokuyama, Saito y Okuda, 1982). No obs-tante, cuando se da acceso a la actividad sin restricción de comida, el peso de

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los machos disminuye y adicionalmente la ingestión de alimento en las hembras aumenta (Rolls y Rowe, 1979).

Boakes, Mills y Single (1999), con la fi nalidad de encontrar diferencias tanto entre machos y hembras como en la actividad con respecto de la edad inicial de los sujetos, siguiendo el procedimiento tradicional para producir anorexia condujeron un experimento en el que incluyeron tres grupos: uno formado por machos, otro por hembras (ambos grupos eran sujetos jóvenes de 52 días de edad, aproximadamente) y el último compuesto por hembras de 136 días de edad. Con-fi rmaron los resultados de experimentos previos al observar que las ratas jóvenes alcanzaron el criterio para la anorexia basada en actividad antes que las ratas de mayor edad, mostrando un mayor nivel de actividad y siendo evidente la pérdida de peso en los primeros cinco días. Estos datos demuestran la importancia de la edad inicial para el desarrollo del modelo, aunque los autores no informaron discrepancia alguna en la pérdida de peso corporal entre machos y hembras de la misma edad, pero sí en el nivel de actividad, mostrando las hembras un mayor número de vueltas en la rueda. Al fi nal, a pesar de tener la misma edad los grupos de machos y hembras al inicio del experimento, las hembras contaban sólo con 70% del peso corporal, comparado con el que mostraron los machos.

Para Boakes et al. (1999), la relación entre la actividad y la privación es di-ferente para machos y hembras. Los machos muestran una mayor actividad en comparación con las hembras cuando la pérdida de peso es más acentuada (85 a 80%), si bien es cierto que las hembras desarrollan más actividad cuando la pérdida de peso no es tan pronunciada (cerca de 90%).

Ciclo hormonal

En contraste con los hombres, los cambios en la conducta alimentaria son más evidentes en las mujeres, exhibiendo éstas una tendencia a consumir una mayor cantidad de calorías durante la fase lútea (es decir, alrededor de dos semanas an-tes de la aparición de la menstruación), con la fi nalidad de mantener un estado nutricional adecuado para el cumplimiento de las funciones reproductivas.

Esta fase también se caracteriza por un mayor gasto energético, el cual explica el aumento en la cantidad de calorías consumidas. Las funciones reproductivas se ven afectadas por la pérdida de peso y la disminución en el estado nutricional, dando como resultado la ausencia de menstruación, característica en las mujeres anoréxicas y una posible inhibición de la ovulación, hecho que impediría la con-cepción del cigoto (Logue, 2004).

En las ratas también existen cambios en la conducta alimentaria a través de su ciclo. Muestran cambios evidentes en su ciclo estral, relacionados con la recep-tividad sexual, la secreción hormonal, el nivel de actividad y la ingestión de ali-mento, entre otros fenómenos. Se ha identifi cado un patrón de actividad típico de las hembras ante la exposición de la rueda de actividad durante las fases del ciclo