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TRANSMISIÓN DE LA VIDA, 1 TRANSMISIÓN DE LA VIDA, 1 La verdad plena del amor conyugal lleva consigo exigencias morales muy precisas, que la Iglesia no deja de recordar con fortaleza, a pesar de las actitudes de rechazo que se le han opuesto. “La gente no escucha, por desgracia, más que los ‘no’ de la Iglesia, pero la respuesta de Dios al amor humano es un ’entusiasta. Él es su fuente y su meta verdadera. Dios bendice al amor humano auténtico. El Creador lo ha querido. Cristo Salvador lo transfigura, hasta el punto de hacer de él el reflejo y el sacramento de su Alianza indisoluble. Los ‘no’ que la Iglesia pronuncia con claridad son MFa 51 de 107

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MFa 51 de 107. TRANSMISIÓN DE LA VIDA, 1. La verdad plena del amor conyugal lleva consigo exigencias morales muy precisas, que la Iglesia no deja de recordar con fortaleza , a pesar de las actitudes de rechazo que se le han opuesto. - PowerPoint PPT Presentation

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TRANSMISIÓN DE LA VIDA, 1TRANSMISIÓN DE LA VIDA, 1

La verdad plena del amor conyugal lleva consigo exigencias morales muy precisas, que la Iglesia no deja de recordar con fortaleza, a pesar de las actitudes de rechazo que se le han opuesto.

“La gente no escucha, por desgracia, más que los ‘no’ de la Iglesia, pero la respuesta de Dios al amor humano es un ‘sí’entusiasta. Él es su fuente y su meta verdadera. Dios bendice al amor humano auténtico. El Creador lo ha querido. Cristo Salvador lo transfigura, hasta el punto de hacer de él el reflejo y el sacramento de su Alianza indisoluble. Los ‘no’ que la Iglesia pronuncia con claridad son simplemente la contrapartida de ese ‘sí’ entusiasta, el rechazo de las falsificacionesdel amor” (Juan Pablo II, Alocución 6.02.1987).

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La exigencias morales del amor conyugal no son limitaciones omandatos impuestos desde fuera: proceden de dentro, brotandel mismo modo de ser de ese amor; y defienden su autenticidady su grandeza frente a la debilidad humana.

Actuar en contra de ellas no es malo porque esté prohibido: estáprohibido precisamente porque es malo para las personas, porquefalsea y desvirtúa el verdadero bien del amor conyugal.

La recta razón puede descubrir la coherencia del orden moral del a-mor conyugal con la verdad de la persona humana. Por eso la Iglesiapropone su magisterio moral sobre la sexualidad no como un ejerciciode autoridad que reclame una sumisión ciega, sino “urgiendo a loshombres a la observancia de los preceptos de la ley natural, que ellainterpreta mediante su constante doctrina” (Humanae vitae 11).

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El orden recto del amor puede vivirse: no setrata de un ideal hermoso pero poco realista,inalcanzable a causa de las dificultades quecada persona experimenta en sí misma y a sualrededor.

Considerando las cosas con realismo cristiano,vivir el amor conyugal conforme a su verdadíntegra –de acuerdo con el plan de Dios-, nosupera las capacidades humanas, si bien la na-turaleza caída necesita el auxilio de la graciapara ser capaz de aceptar y vivir esa verdadcon todas sus consecuencias.

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La visión cristiana del amor humano aprecia y celebra la intimidadcorporal de los esposos, como realidad querida por el Creador-por tanto, buena en sí misma-, que perfecciona y manifiesta aquel“ser los dos una sola carne” que, en el matrimonio cristiano, es re-presentación real de la unión indivisible de Cristo con su Iglesia yforma parte del camino de la santidad conyugal.

Conforme a la constitución natural de la persona humana, la uniónsexual de varón y mujer –propiamente “acto conyugal” porque suverdad plena se da exclusivamente en la unión entre marido y mu-jer- posee de suyo un doble significado: unitivo (expresión huma-na del amor, placer y gozo corporal y espiritual, intimidad corpo-ral que “viene a ser un signo y una garantía de comunión espiritual”(CCE 2360)), y procreador (se ordena por su misma naturaleza ala transmisión de la vida humana).

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Si se pone en relación los significados propios del acto conyugalcon los fines del matrimonio, se advierte que ambos son insepara-bles. Cualquier ruptura voluntaria del significado pleno del actoconyugal lo falsearía intrínsecamente como expresión verdadera-mente humana del amor conyugal.

Todo “acto matrimonial, en sí mismo, debe quedarabierto a la transmisión de la vida” (Humanae vitae11). “Esta doctrina, muchas veces expuesta por elmagisterio, está fundada sobre la inseparable cone-xión que Dios ha querido y que el hombre no pue-de romper por propia iniciativa, entre los dos signi-ficados del acto conyugal: el significado unitivo yel significado procreador” (Humanae vitae 12).

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“En el deber de transmitir la vida humana yeducarla, que han de considerar como su mi-sión propia, los cónyuges saben que son coo-peradores del amor de Dios Creador y encierta manera sus intérpretes. Por ello, cum-plirán su tarea con responsabilidad humanay cristiana” (Gaudium et spes 50).

Esta exhortación del Concilio a la “paternidad responsable” se re-fiere ante todo a la responsabilidad de los esposos de colaborar conDios ejerciendo la facultad conyugal de transmitir la vida.

Los esposos deben decidir en conciencia –procurando tener unaconciencia bien formada (estudio, consejo, oración)- cómo han decooperar en sus circunstancias particulares con el amor de Dios.

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“Por razones justificadas, los esposos pueden que-rer espaciar los nacimientos de sus hijos. En estecaso, deben cerciorarse de que su deseo no nacedel egoísmo, sino que es conforme a la justa gene-rosidad de una paternidad responsable”(CCE 2368).

La naturaleza misma del amor conyugal exige la recta intención delos esposos y la valoración en conciencia de la seriedad de losmotivos. Los esposos deben respetar siempre la naturaleza del actoconyugal, es decir, no privarlo nunca voluntariamente de su plenasignificación, ya que sólo “salvaguardando ambos aspectos esen-ciales, unitivo y procreador, el acto conyugal conserva íntegro elsentido de amor mutuo y verdadero y su ordenación a la altísimavocación del hombre a la paternidad” (Humanae vitae 12).

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Por eso, los llamados “métodos naturales”, es decir, “la continen-cia periódica, los métodos de regulación de nacimientos fundadosen la autoobservación y el recurso a los períodos infecundos sonconformes a los criterios objetivos de la moralidad” (CCE 2370).

Por el contrario es intrínsecamente mala (desordenada en sí misma)“toda acción que, o en previsión del acto conyugal, o en su realiza-ción, o en el desarrollo de sus consecuencias naturales, se propon-ga, como fin o como medio, hacer imposible la procreación” (Hu-manae vitae 14).

Tales medios son ilícitos porque corrompen la verdad del acto con-yugal: lo privan de la apertura a la vida (aspecto procreador) y dela autenticidad de la entrega entre los esposos (aspecto unitivo), queno puede ser plena en ese acto cerrado artificialmente a la vida.

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La razón de la profunda diferencia entre los métodos naturales y lacontracepción no es una cuestión de métodos, sino antropológicay, en consecuencia, moral: implica “dos concepciones de la perso-na y de la sexualidad humana irreconciliables entre sí” (Familiarisconsortio 32). La línea divisoria está marcada por el respeto a laverdad y a la dignidad de la persona y del amor conyugal, quequedan manipulados y envilecidos siempre que se separan volun-tariamente los dos significados del acto conyugal.

La anticoncepción implica no darse al otro total-mente: se produce no solo el rechazo de la apertu-ra a la vida, sino también una falsificación de laverdad del amor. Hasta tal punto es así, que losmétodos naturales, usados con actitud e intenciónanticonceptiva, son también moralmente ilícitos.

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