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TRABAJO DE INTEGRACIÓN TEÓRICA SOBRE CASO Taller Clínico Infanto Juvenil Profesora: María Olga Herreros Prof. Colaboradora: Viviana Alfaro Alumna: Karen Carriel Medina 08 de Julio, 2015 1

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TRABAJO DE INTEGRACIÓN TEÓRICA SOBRE CASO

Taller Clínico Infanto Juvenil

Profesora: María Olga Herreros Prof. Colaboradora: Viviana Alfaro

Alumna: Karen Carriel Medina

08 de Julio, 2015

Introducción

La clínica psicoanalítica, ya sea de adultos o de niños, se sustenta en fundamentos teóricos

elaborados principalmente por Freud y Lacan, en los que ambos autores proporcionan una

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amplia cantidad de conceptos que dan forma a la teoría psicoanalítica, tal como la

conocemos hoy. En este sentido, un concepto fundamental para la cura y el trabajo clínico es

la transferencia, concepto que ha sido revisado en muchas ocasiones a lo largo de la historia

del psicoanálisis y que comúnmente se lo ha relacionado con el vínculo que se establece

entre el analista y el analizante.

El presente trabajo tiene como objetivo analizar el tema de la transferencia en el caso de la

paciente A, a partir de la revisión y recopilación de bibliografía especializada en dicha

temática.

En concordancia con este objetivo, se hará un breve recorrido teórico del concepto. Se

comenzará con la teoría de Freud, quien en primera instancia consideró a la transferencia

como un fenómeno de la vida intrapsíquica, y luego se seguirá con la teoría de Lacan que,

desde sus tres registros, propone considerar los conceptos de “sujeto supuesto saber” y

“deseo del analista” –entre otros- para explicar la transferencia. En el caso de este autor,

será fundamental lo expuesto por él en el Seminario 11 “Los cuatro conceptos fundamentales

del psicoanálisis”, pues la transferencia es uno de estos cuatro conceptos, junto al

inconsciente, la repetición y la pulsión. Ahora bien, de forma transversal a dicho recorrido

histórico, se recurrirá a bibliografía de otros autores más contemporáneos, como es el caso

de Pablo Peusner, psicoanalista argentino dedicado principalmente a la clínica psicoanalítica

con niños, quien parte de la enseñanza de Jacques Lacan para iniciar su análisis de la

noción de transferencia. Del mismo modo, el lector podrá ver las interpretaciones que

Graciela Brodsky, psicoanalista argentina miembro de la Escuela de Orientación Lacaniana

(EOL), también hace del concepto.

A partir del corpus teórico se hará un análisis del caso de una paciente de 7 años, intentando

realizar una integración teórico-clínica del caso, que se fundamentará con algunas viñetas

clínicas pertinentes

Corpus teórico

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Según La Real Academia Española (RAE), la palabra “transferencia” viene del latín

transferens y en primera instancia refiere a la acción y efecto de transferir, es decir, trasladar

o enviar algo de un lugar a otro, como valores, derechos o entidades, más que un objeto

material. En concordancia con lo anterior, Freud menciona en su texto “La interpretación de

los sueños” (1900) que una representación inconsciente puede transferir su intensidad o

carga a otra representación, y llama transferencia a ese fenómeno que se da en la vida

intrapsíquica.

Posteriormente, en el contexto del paradigmático “caso Dora” Freud relaciona la resistencia

de la paciente a un concepto llamado transferencia, que explica como: “(…) toda una serie de

sucesos psíquicos anteriores [que] cobran de nuevo vida, pero no ya como pasado, sino

como relación actual con la persona del médico” (Freud, 1905), es decir, la transferencia se

daría en relación a la persona del analista, y se la concibe aun como un fenómeno

intrapsíquico o interno del sujeto. A partir de este análisis se plantea que, aunque la

transferencia está destinada a ser un gran obstáculo en el trabajo analítico, es también la

más poderosa herramienta cuando el analista consigue adivinarla e interpretarla al paciente

(Freud, 1905). De esta manera, lo transferencial emerge como necesario e imprescindible.

En “Recuerdo, repetición y elaboración” (1914) Freud plantea que la transferencia es la

repetición del pasado infantil en el contexto del análisis. Las vivencias infantiles traumáticas o

dolorosas, darán pie a repeticiones que no se viven como tal pues no existe recuerdo a

causa de la represión. A esta altura, para Freud, la transferencia se relaciona directamente

con la compulsión a la repetición y la pulsión de muerte, estableciéndose el término

“transferencia” para designar a la particular relación entre analista y analizante en la dirección

a la cura. Respecto a esto, Brodsky señala que: "(...) el analista mismo podía ser el que

recibía el depósito de una carga libidinal, un monto que no tenía nada que ver con él y que

un paciente podía de alguna manera investir a su analista" (Brodsky, 2000, p.14). De aquí

que se conciba a la transferencia no solo como un fenómeno intrapsíquico, sino como la

relación que se establece con el analista por medio del investimiento de cargas libidinales,

afectos y/o representaciones. En otras palabras, el analista interviene, de algún modo, en la

economía psíquica del paciente. Esto tiene como consecuencia que haya un testimonio del

inconsciente, sin embargo, también es la aparición de la “resistencia”, entendida como la

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ausencia de asociaciones libres del paciente, es decir, la falta de ocurrencias debido a que el

analista toma la posición de síntoma; es el cierre del inconsciente.

Ahora bien, al igual que Freud, Lacan también aborda el tema en cuestión. Por una parte, en

la clase 10 del Seminario 11 dice que: “la transferencia, en opinión común, es representada

como un afecto. Se la califica, vagamente, de positiva, o de negativa.” (Lacan, 1987), sin

embargo, el hecho de que comúnmente se relacione la transferencia con el afecto –amor u

odio- para él implica el problema de identificar si se trata de un afecto positivo o negativo,

cuestión que tiene que ver esencialmente con la posición del analista: “El analista no debe

estar ubicado en el análisis en la posición del amado, sino en la de amante” (Peusner, 2011,

p.167). De aquí que intente “separar” el afecto de la transferencia, puesto que corresponde al

registro de lo imaginario, lo cual se relaciona con las resistencias que planteaba Freud y que

se erigen como obstáculo en la cura psicoanalítica, pues impiden que lo inconsciente se

haga consciente.

No obstante, Lacan concibe otra variante de la transferencia que está ligada a lo simbólico.

En la clase 11 del Seminario 11 dice: “(…) la transferencia es la puesta en acto de la realidad

del inconsciente” (Lacan, 1987). Ese inconsciente alude a la red de cadenas significantes y al

componente sexual que, por supuesto, la circunda. Así, la transferencia hace posible la

actualización o develamiento de los significantes de la historia del sujeto contribuyendo al

proceso de la cura. Pero, esa red de cadenas significantes cruza las barreras de lo individual

al tratarse de un espacio “transindividual”, es decir, trasciende al individuo al originarse en el

discurso del Otro - significante de la otredad en general y no otro personal.

En relación a lo anterior, Peusner (2011) plantea que la transferencia es la introducción del

Otro, puesto que siguiendo a Lacan, sólo se puede acceder directamente al síntoma por esta

vía. En otras palabras, gracias a la transferencia, que se constituye en la presencia de ese

Otro y del sujeto, podemos interpretar el lenguaje que el sujeto trae al análisis. En el caso de

análisis con niños, ese lenguaje puede interpretarse a través de dibujos, palabras, juegos,

etc.

En 1964 Lacan incluye el concepto de “Sujeto supuesto saber” a la temática de la

transferencia, planteando que: “desde que en alguna parte hay el sujeto supuesto saber (…)

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S.s.S. -hay transferencia.” (Lacan, 1987). Pero ¿a qué se refiere con este concepto?, se

refiere a la atribución de saber que se le da al Otro en la transferencia, es decir, cuando se

supone que el Otro, en tanto sujeto, sabe. El analista está en este lugar de Otro, aunque

dicho saber no sea poseído por él.

En la medida en que el analista es ubicado en posición de Sujeto supuesto saber, el sujeto

se encontrará dentro del eje simbólico y el inconsciente tenderá a la apertura que posibilitará

el devenir del sujeto en la dirección a la cura analítica. Es decir, el inicio de la transferencia

produce la constitución del síntoma que puede ser analizable y la constitución del

inconsciente como interpretable.

Sin embargo, es importante mencionar que el deseo en la transferencia juega un papel

primordial para Lacan. En el Seminario 11, este autor dice que “En tanto que al analista se le

supone saber, también se le supone salir al encuentro del deseo inconsciente. (…) El eje (…)

es el deseo del analista, que aquí designo como una función esencial.” (Lacan, 1987). Esto

se fundamenta en que para Lacan el deseo es el deseo del Otro y, por ende, se produce una

estrecha ligazón entre el deseo del analizante y el deseo del analista.

La función del deseo del analista en la transferencia, sería presentarse como un lugar vacío

que se le ofrece al deseo del analizante para que ocupe ese lugar. En dicho seminario,

Lacan plantea que el deseo del analista es una “x”, es decir, es una incógnita, un vacío que

posibilita que aparezca la subjetividad del sujeto, es decir, el analizante:

“Por cuanto el deseo del analista, que sigue siendo una x, tiene en el sentido

exactamente contrario a la identificación, es posible el franqueamiento del plano de la

identificación, por medio de la separación del sujeto en la experiencia. De ese

modo, la experiencia del sujeto es llevada al plano donde puede presentificarse, la

pulsión, de la realidad de inconsciente.” (Lacan, 1987)

De este modo, se puede decir que aunque el analista sea ubicado en la posición de sujeto

supuesto saber, en primera instancia, debe rechazar esa posición y desplazar ese saber al

inconsciente del sujeto. Para esto hace surgir la falta en el lugar de Otro posicionándose

como una incógnita para el analizante, pues lo que se busca es “(…) ofrecer al diálogo un

personaje tan despojado como sea posible de características individuales; nos borramos,

salimos del campo donde podría percibirse este interés, esta simpatía, esta reacción que

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busca el que habla en el rostro del interlocutor” (Lacan, 2003), para abrir interrogantes en el

sujeto, más que dar sentidos y llenar huecos.

Análisis: integración teórico-clínica del caso

El caso a analizar se trata de una evaluación psicológica que se realizó en la clínica

psicológica de la Escuela de Psicología de la Universidad, a una niña de 7 años. La paciente,

a quien se llamará Antonia asistió a entrevistas clínicas y no estuvo propiamente en análisis.

La paciente:

Antonia tiene 7 años y es la segunda de tres hermanas. Su madre trabaja como asistente de

párvulos en un jardín y hace tres años le diagnosticaron cáncer de tiroides, cuestión que le

ha afectado mucho emocionalmente a pesar de su buen pronóstico. Su padre, que se dedica

al rubro de las ventas, se encuentra cesante por lo que se encarga de las labores domésticas

y de las hijas, no obstante, también realiza trabajos esporádicos.

En la actualidad cursa segundo básico en un emblemático colegio de la ciudad, y es

considerada una buena alumna debido a su buen rendimiento académico y buen

comportamiento.

Motivo de consulta:

Los padres de Antonia deciden consultar debido a que están preocupados porque su hija se

come las uñas reiteradamente y algunas veces “se hace daño”. Comentan que el inicio de

este comportamiento coincide con el diagnóstico de la madre, pero también reconocen que

Antonia y la hija menor no están en conocimiento de esta situación. Por esta razón, hace

algún tiempo llevaron a Antonia a un Centro de terapia del comportamiento para que fuera

evaluada por un psicólogo.

Comentan que la paciente es muy “sensible” y “absorbe todo”, y que cuando se enoja o

molesta se pone “rígida”. Ambos padres concuerdan en que es “manipuladora”, pero esto se

da más con el padre ya que él es menos estricto que la madre. Además el padre menciona

que es “bipolar”, ya que es “sumisa” como él, pero también es “llevada a sus ideas” como la

mamá. Quieren saber qué le está pasando a Antonia y por qué se come las uñas.

Concuerdan en que Antonia necesita apoyo.

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El caso en transferencia:

Son los padres los que traen a la consulta a la paciente, pues hay algo que “no anda” en

Antonia. Son ellos los que tienen un motivo para consultar y una demanda respecto a su hija.

De esta manera, en las entrevistas preliminares ellos abren el juego transferencial al suponer

que el analista sabe sobre el “síntoma”, que en este caso es que la niña se come las uñas.

De aquí que el Sujeto Supuesto Saber emerja y ubique a la analista en lugar del gran Otro,

pisando el terreno de la transferencia simbólica. La analista es depositaria de un saber que

se desea, por ende, el lugar de la analista es el lugar del deseo.

Y aunque la analista haga el semblante de poseer dicho saber, rechazará la utilización de

éste para producir respuestas o recetas adaptativas para la paciente.

El analista escucha atentamente el relato de los padres, pero tiene cuidado de no homologar

la imagen que manifiestan de Antonia, con lo que la niña es en sí. Pues, aunque la versión

de los padres es importante, es crucial conocer la versión de Antonia respecto al discurso de

sus padres.

Así, inicialmente se tiene el significante 1 (S1) “se come las uñas”, pero hace falta un

significante 2 (S2) que revele el sentido de lo que le sucede a la paciente. La analista,

sostenida en su deseo de analista, ofrece cubrir ese lugar que implica que pueda decirse

algo que la niña ni sus padres saben.

En la primera entrevista con la paciente, ésta menciona espontáneamente un primer indicio

del juego transferencial:

“Antes, cuando yo estaba con la otra psicóloga, me dio una crema para las uñas con

olor a frutilla. (…) no fui más porque mi papá decía que teníamos que esperar mucho”

Con esta frase espontánea Antonia deja claro que tiene algún conocimiento sobre la labor de

la analista, pues liga ambas experiencias y expresa que se le ayudó de alguna manera con

su síntoma.

Al escuchar esta frase, la analista le pregunta si le gustaba ir con la otra psicóloga, y la

paciente responde:

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“Sí, porque jugábamos con plasticina y la tía tenía los mismos juguetes de la caja”

Lo anterior podría corresponder a una demanda – de amor- inicial por parte de Antonia,

quien busca que la analista le provea de ciertos elementos relacionados con su deseo,

correspondiendo a una idealización perteneciente al registro de lo imaginario.

Siguiendo esta misma línea, en la segunda sesión con Antonia, ésta hace otro comentario

espontáneo que da cuenta de su interés por la persona de la analista:

“Antonia: Usted está escrita en un vidrio allá abajo, salen hartos nombres, usted sale

de las últimas.

Analista: ¿ah sí? No me he fijado

Antonia: sí, mi papá también leyó el nombre y no se acordaba, yo le decía que sí era

usted.

Analista: ¿cómo me llamo yo?

Antonia: María Olga

Analista: ¿Y tu papá te creyó?

Antonia: Sí”

Este tipo de enunciaciones apelan directamente a la analista a aparecer como persona, sin

embargo, ella responde con una pregunta que redirige el diálogo, procurando acallar su

subjetividad.

De esta manera, el juego transferencial que abrieron los padres, habilita a Antonia para que

ella posibilite el trabajo con la analista, lo que se refleja en su buena disposición en las

sesiones. En relación con esto último y frente a la pregunta de la analista sobre su asistencia

a la consulta:

“Analista: ¿te gustaría seguir viniendo para acá?

Antonia: Sí (sonríe)… A esta hora tengo matemáticas

Analista: ¿y cómo lo vas a hacer con la materia?

Antonia: no, es que la profesora me pasa las guías para que yo no me pierda”

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De aquí en adelante la analista intenta, por medio de la palabra, sacar a la luz cuál es la

demanda de la paciente (si es que la hay) y cuál es la relación de esta demanda con su

deseo. La analista, establece cierta empatía (tono de voz, comentarios) y busca crear un

espacio en el que Antonia pueda explayar su subjetividad, para lo cual realiza preguntas:

“Analista: ¿Qué cosas te aprobleman o qué cosas te hacen sufrir?

Antonia: No, nada”

No obstante, la importancia no radica en las respuestas que la niña pueda dar a estas

preguntas, sino en qué medida estas preguntas resuenan y surgen para ella como una falta

de saber; que es un saber no sabido y que se relaciona estrechamente con su deseo. En la

medida en que se abre este espacio de preguntas, se posibilita la entrada en la transferencia

y comienza la búsqueda de la posición subjetiva de Antonia más allá del discurso de los

padres. Esto, a través de la lectura de situaciones, de juegos, de dibujos, etc.

En relación con esto último, Peusner (2011) explica que la transferencia es “(…) un modo de

relación entre el sujeto y el Otro, un arco que abre la circulación entre la posición del sujeto y

la del Otro. Esto habilita para pensar en un proceso dialéctico (Peusner, 2011, p.172). Por lo

tanto, la transferencia es un proceso que se renueva constantemente en el ir y venir entre

esas dos posiciones. En este sentido es claro que los padres de Antonia le suponen un saber

a la analista y que Antonia también, aunque quizás sea la suposición de un “saber jugar”. Sin

embargo, a medida que avanzan las sesiones la analista da cuenta de que no asume dicho

saber y procura hacer el movimiento de desplazar el saber hacia el Otro lugar, que es el

inconsciente:

“Analista: ¿qué pasó que ya no te portas mal, como cuando eras chica?

Antonia: No sé”

Es decir, se instala, como ya se mencionó, una pregunta frente a la cual Antonia no tiene una

respuesta (“no sé”), pero que podría estar tocando el inconsciente.

De esta manera, la transferencia que se está estableciendo en las entrevistas sostiene o

facilita que haya un espacio vacío en la consulta, que es signo de la falta de significante. Y

en la medida en que la analista no es el semblante de lo que Antonia cree que es, es decir,

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en la medida en que no aparece portando los rasgos que pueden atraer a la paciente, se

posibilita la existencia de este espacio vacío.

A lo largo de las sesiones se observa que Antonia es una niña atraída por el orden y la

perfección. Por esto último, la analista busca agujerear estas dimensiones mostrándose

faltante frente a ella:

“Analista: qué difíciles los nombres de tus muñecas. Esta se llama pinky pei?

Antonia: nooo, se llama pinky pie. Se lo escribo?”

Se trata de conmover, de alguna manera, la estructura rígida de Antonia, y ella responde

tapando esa falta, lo que se relaciona con la posición que ocupa la niña en la estructura

familiar.

Sea como fuere, la transferencia, este proceso en constante renovación, permite que a lo

largo de las sesiones Antonia revele ciertos significantes; como cuando en un lapsus dice

que su mamá la presiona mucho por los estudios y que se siente estresada. Sin embargo, no

se logra identificar algo así como una demanda, entendida como una articulación de la

cadena significante (Tendlarz, 2004, p.37), más allá de la que hacen sus padres:

“Analista: ¿por qué crees que debieras seguir viniendo para acá?

Antonia: porque me divierto acá

Analista: pero también puedes divertirte en otros lados. Este lugar es para hablar

cosas difíciles.

(Silencio)

Antonia: ¿dónde puede ser el colegio? (juego)”

Así, luego de varias sesiones en que Antonia no logra hablar de su sufrimiento o lo que le

pasa, la analista comprende que no hay una demanda de análisis, por lo que no es posible la

caída de ese “resto” del que habla Lacan, es decir, el deseo (Tendlarz, 2004, p. 36). Por

ende, al no haber una demanda de parte de Antonia, no hay punto de partida para comenzar

un futuro análisis con ella.

Lo anterior ubica a la paciente como un sujeto, que tiene una respuesta o una postura frente

al discurso de los padres y además abre la pregunta sobre qué lugar ocupa Antonia en la

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fantasmática de la madre y del padre, que son los que tuvieron el motivo de consulta y una

demanda de apoyo.

Pese a lo anterior, la transferencia sigue su curso atravesada por el registro de lo imaginario

y lo simbólico, lo cual se observa en la siguiente viñeta:

“Analista: parece que ya es hora de irse…

Antonia: ¿puedo hacer otro barco?

Analista: no, la próxima semana”

Antonia: ¿puedo llevarme un papel lustre?

Analista: no, la próxima semana hacemos más barcos

(Antonia se acerca a la caja de juguetes y extrae un juguete)

Antonia: justo una jirafa y su mamá!

Analista: parece que te está costando irte…”

Esto deja entrever que hay un claro interés por parte de Antonia de permanecer en este

espacio que la Analista ha facilitado. Un espacio en el que la paciente puede hacer y decir lo

que quiera, siendo escuchada atentamente, lo que en cierta medida también puede ser leído

como una demanda de atención y de amor. Sin embargo, considerando que no hay una

demanda explícita por parte de Antonia, luego de 5 sesiones, la analista decide despedirse

de la paciente:

“Analista: …yo pienso que tú estás muy bien

(Antonia sigue dibujando y no la mira)

Analista: hay que preocuparse de que la mamá esté bien

Antonia: sí, ella vendrá para acá

(…)

Analista: entonces yo creo que tú no debieras seguir viniendo, qué piensas de esto?

Antonia: mmmm, bueno.

(…)

Analista: acá en la clínica atendemos a niños con problemas, pero tú estás muy bien

(…) pero acá siempre habrá un lugar para ti. Si alguna vez sientes que tienes que

venir a verme, tú le dices a tu mamá y nos vemos

Antonia: bueno”

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Lo anterior también se ve fundamentado en el hecho de que el síntoma del que hablan los

padres ha cesado en lo real del cuerpo, es decir, Antonia ha dejado de lastimarse los dedos.

Ahora bien, si bien la analista ha comenzado su despedida de la paciente, también ha

procurado dejar un puerta abierta para un posterior análisis propiamente tal, cuando Antonia

así lo desee. Como forma de sellar esta promesa, la analista propone que ambas hagan un

dibujo y los intercambien, deciden dibujarse a ellas mismas. De manera espontánea Antonia

dice:

“Antonia: a mí no me gusta hacer los dibujos tan juntos.

Analista: es que quizás necesitas estar más separada, crecer y no estar tan cerca de

tus papás.”

Con esta enunciación la analista alude a la posición de Antonia respecto a la dialéctica

alienación-separación en relación a los padres, que podría estar en estrecha relación con su

deseo.

Las entrevistas preliminares se terminan con Antonia, sin embargo, es crucial la sesión de

devolución con los padres. Aquí la analista les explica a los padres que Antonia está bien, y

que no necesita análisis. Además, plantea que debido a la complicada situación médica de la

madre, Antonia pudo haberse sentido mal, por lo cual es importante que ella reciba apoyo

profesional.

La analista, haciendo hincapié en que ellos lo han hecho bien como padres, les dice que es

importante revisar la forma en que se le pide a la niña que haga sus deberes, sin presionarla.

Esto con el objetivo de liberar a Antonia de ciertos significantes que quizás la representan

demasiado, y que pueda crear o elaborar otros que la representen mejor, lo que también está

en relación con su autonomía.

Por último, se plantea el tema de que ambos están más del lado de la dialéctica parental que

de la dialéctica pareja, por lo cual se abre la interrogante sobre la necesidad de retomar su

vida de pareja, más allá de la crianza de sus hijas.

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Conclusiones

El presente trabajo de integración teórica sobre un caso pretendió revisar el concepto de

transferencia. Como se pudo observar, se trata de un concepto complejo que atraviesa toda

la historia del psicoanálisis, cuya concepción ha cambiado en función de las teorías que

principalmente proponen Freud y Lacan, en este caso.

Más allá de la concepción común que se tiene de transferencia, es decir, los sentimientos

que el analizante tiene en relación al analista, ha quedado claro que este concepto hace

alusión a un proceso dialéctico constituido por dos posiciones: el sujeto y el Otro. En la

medida en que el Otro se introduce en el análisis es posible hablar de transferencia.

En primera instancia, el lugar de Otro lo ocupa el analista ya que el analizante le supone un

saber. En el caso de la clínica de niños el Sujeto Supuesto Saber (SsS) que plantea Lacan,

es de parte de los padres, debido a que son ellos los que traen al niño a consultar. Saber y

amor van de la mano, y según las teorías revisadas esta suposición inaugura la

transferencia.

En relación a lo anterior, este autor plantea que la transferencia está atravesada por el

registro de lo imaginario (amor-odio) y por el registro de lo simbólico, una vez que se instala

el Sujeto supuesto saber.

Ahora bien, en la dirección a la cura es menester que el analista no crea poseer este saber

que se le adjudica y lo desplace hacia el inconsciente. De esta manera, sostenido en su

deseo de analista se ofrece al deseo del analizante para que ocupe ese lugar. Para esto el

analista debe desaparecerse, ser una incógnita que otorgue un lugar vacío.

En el caso que se acaba de presentar, se pudo analizar someramente el tema de la

transferencia en el caso de una niña que asistió a entrevistas preliminares.

El caso ejemplifica la transferencia positiva en términos de Freud, y además la posición de la

analista que aparece sosteniendo el semblante del objeto a (como causa de deseo) pero no

de forma manifiesta. De esta manera Antonia logra tomar el lugar de sujeto.

En concordancia con lo anterior, el concepto “deseo del analista” remite a la dimensión ética

en la clínica psicoanalítica, en la medida en que marca una posición respecto al inconsciente.

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Es deseo de la analista que no haya identificación, y que de estas entrevistas previas pueda

surgir la subjetividad de Antonia en todo su esplendor, siendo necesario leer la transferencia

y operar con ella.

En el caso de la clínica de niños la transferencia también incluye a los padres pues, como ya

se mencionó, son ellos los que inician el juego transferencial. Esto implica trabajar con su

demanda y además trabajar con la demanda que el niño hace, lo que sin duda constituye un

insumo de información pero también constituye un obstáculo.

Los padres de Antonia consideran un síntoma el hecho de que “se coma las uñas”, sin

embargo, es un síntoma para ellos. De aquí que la analista acoja su demanda de apoyo pero

también intente alojar la demanda de Antonia, y si no la hubiere, favorecer su

establecimiento. En el caso de Antonia al parecer no había sufrimiento que marcara un

síntoma ni tampoco demanda, por lo que el análisis no tuvo lugar.

Sin embargo, cabe preguntarse hasta qué punto de lo que le pasa a Antonia está articulado

con la dimensión imaginaria y simbólica de sus padres, es decir, descubrir qué posición

ocupa el niño en la estructura familiar. En este contexto y considerando todo lo expuesto, la

transferencia es clave para comenzar a interpretar.

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Referencias Bibliográficas

Brodsky, G. (2000). La transferencia en neurosis y psicosis. Bolivia: Plural Editores.

Freud, S. (1900). “La interpretación de los sueños”. Traducción por Luis López Ballesteros. Disponible en: http://www.elortiba.org/pdf/freud_interpretacion_suenios.pdf

Freud, S. (1905). “Análisis fragmentario de una histeria”. Traducción por Luis López Ballesteros. Disponible en: http://www.elortiba.org/pdf/dora.pdf

Freud, S. (1914). Recuerdo, repetición y elaboración. En: Obras Completas, Vol. XII (pp. 145-158).Traducción por Luis López Ballesteros., Argentina: Amorrortu editores. Disponible en: http://www.elortiba.org/freud30.html. 

Tendlarz, S. (2004). ¿De qué sufren los niños?. La psicosis en la infancia. Argentina: Lugar Editorial. Pp. 35-61

Lacan, J. [1964] (1987). Seminario 11 - Los Cuatro Conceptos Fundamentales Del Psicoanálisis. Argentina: Paidós. Extraído el 02 de Julio del 2015 desde: http://www.bibliopsi.org/index.php?option=com_content&view=article&id=401:textos-lacan-organizado-por-seminario&catid=80:lacan-j&Itemid=25 

Lacan, J. [1948] (2003). Escritos de Lacan: La agresividad en psicoanálisis. Psicopsi. Extraído el 02 de Julio del 2015 desde :http://psicopsi.com/Escritos-Lacan-agresividad-en-psicoanalisis

Peusner, P. (2011). Fundamentos de la clínica psicoanalítica lacaniana con niños: De la interpretación a la transferencia. Buenos Aires, Argentina: Letra Viva.

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