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Tocopilla Norte: imágenes y memoria Las Tres Marías & Pacífico Norte

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Poblaciones Las Tres Marías & Pacífico Norte

Damir Galaz-Mandakovic Fernández

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© Damir Galaz-Mandakovic Fernández, 2013. Email: [email protected] Blog: www.tocopillaysuhistoria.cl Web: http://damirgalaz.bubok.es Facebook: www.facebook.com/tocopillaysuhistoria.cl © Ediciones Retruécanos Diagramación, composición y diseño interior. 1º edición, Tocopilla. Email: [email protected] Editores: Mauro Gatica Salamanca (La Liga Ediciones, Arica. www.laligaediciones.com) Eduardo Owen Palma (Sydney, Australia). Registro de Propiedad Intelectual: 236.357 ISBN: 978-956-353-574-7 Diseño de portada: Noemy Arias Valenzuela Email: [email protected] Fotografías: Aldo Beroíza Araya & Damir Galaz-Mandakovic Confección de Mapas: José Luis Aguirre Hidalgo Financiamiento: Ministerio de Vivienda y Urbanismo de Chile & Municipalidad de Tocopilla, a través del Programa Quiero mi Barrio. La investigación fue realizada entre los meses de agosto y noviembre del año 2013.

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ÍNDICE PÁGINA

PRESENTACIÓN 13

x x CAPÍTULO 1

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LA CIUDAD EN LOS 60’ El Escenario tocopillano 19 Puerto Salitrero 21 Brazo Mecánico 23 La vida cultural 26 Reconstrucción 28 Vialidades 30 CAPÍTULO 2

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ORIGENES BARRIALES Las Tres Marías: entre corrales y balnearios 39 CAPÍTULO 3

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LA CULTURA DEL CACHUREO Recolectores de residuos 60 Estigmatizaciones 77

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CAPÍTULO 4 80 ERRADICACIÓN Relocalización de la población 81 CAPÍTULO 5

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HITOS Villas y discursos 94 Allegados 101 Terremoto 109 CAPÍTULO 6

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LOS NUEVOS VECINOS Población Pacífico Norte 117 El nuevo habitar 127 Autoconstrucción 137 Fronteras y confluencias barriales 141 Puntos de confluencia 146 Organizaciones territoriales 151 Cotidianidades 156 Aislamiento 167 Barrios y exclusión 185 CAPÍTULO 7

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IDENTIDADES BARRIALES Labores en el barrio 191 Cartoneros 192

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Agricultores 197 Crianza y funcionalidades 201 CAPÍTULO 8

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ENTORNO Y DRAMA Problemáticas ambientales 212 Vertedero Municipal 214 Cenizales 216 Pesqueras y depósitos industriales 220 Aves 219 Basurales ilegales 220 Incendios 222 Traslado de basural 227 Vulnerabilidad aluvional 230 La protesta 238 CAPÍTULO 9

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EL BARRIO Y EL FUTURO El Barrio y sus variables 245 Mirada al futuro Programa Quiero mi Barrio

251 255

FUENTES

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La población se llama Las Tres Marías, porque había tres Marías, tres señoras:

la María Vega, María Órdenes y la María Barraza. Eran vecinas, estaban frente a frente en el barrio

y formaban una especie de triangulo. Hugo López

A veces, a los de Las Tres Marías, nos miran como carne de cogote,

me he fijado yo. Romualdo Gutiérrez

Yo comía del basural, no me da vergüenza decirlo,

es más feo que me digan que soy fumona. Y todo lo que tengo es gracias al basural, tengo ropa de cama, frazadas, sabanas, no necesito comprar nada en una tienda.

Alicia Rojas

Con los antiguos vecinos de Las Tres Marías, los colectiveros ganaron mucha plata.

Yerko Gutiérrez

La “mentalidad de Remanso” hace que los vecinos no participen mucho en los proyectos.

María Espinoza

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Antes este sector de Remanso era el motel de Tocopilla María Villanueva Cuando hay paro de municipio, el basural está limpiecito, no llegan los camiones y no hay lucas Ana S. Muchos llegamos aquí, sin muchas esperanzas de cambio, sólo pensando en que algún día las cosas mejorarían y podríamos salir de esto, emigrar a otros lados o buscar otros horizontes, pero después de años te acostumbras te gusta tu casa y sólo piensas en mejorarla Brígida Castillo

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PRESENTACIÓN

presente investigación, inscrita desde una antropología histórica, describe, caracteriza e interpreta las diversas

dinámicas urbanas y barriales de Tocopilla, en la comprensión de los procesos sociales, vista la expansión física de la ciudad hacia el norte. Nuestro énfasis está puesto en la historia, en la memoria, en los relatos, imágenes y significados sociales construidos desde la lógica barrial de dos poblaciones emplazadas en el límite boreal de la ciudad: Las Tres Marías y la Pacífico Norte. Como se evidenciará, la investigación tendrá un énfasis en la voz de sus habitantes, en las familias residentes, rescatando sus subjetividades, memorias, discursos, percepciones, proyecciones en cuanto habitantes en la línea que colinda con el margen urbano. Y ver cómo, desde ese núcleo periférico, se inscriben en el contexto local, sin soslayar la inscripción del resto de la ciudad en la dinámica del barrio a estudiar.

Este proyecto, enmarcado en el programa Quiero mi Barrio, desde la historiografía indagará en sus orígenes y desarrollo como núcleo habitacional, analizando los procesos sociales y materiales. Desde un punto de vista antropológico, nos centraremos en la habitabilidad, conceptualización que se refiere a las condiciones en el cómo una familia ocupa una vivienda y un barrio, considerando que las condiciones están moldeadas por las características físicas del habitáculo, materialidad y distribución de los espacios, como así también por el emplazamiento del conglomerado de casas en una geografía definida y como parte de un tramado urbano. Agréguese las características psicosociales de las familias, que se expresan en hábitos, conductas o maneras de ser, como procesos mentales archivados en el transcurso del tiempo que también moldean las formas del habitáculo.

La

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Al hablar de estas poblaciones, estamos refiriéndonos sobre un grupo humano particular totalmente localizado, aquellos que le dan sentido a esta habitabilidad, tanto como vecinos, amigos o no amigos pero convivientes y compartidores de un espacio en común. Sin los pobladores, el objetivo de la edificación de una población no estaría realizado. Se entrelaza el espacio construido por el Estado chileno como proyector de un estilo de vida, que luego es re-definido por los vecinos en base a memorias, por sus presentes y proyecciones individuales y grupales. Todo lo anterior define y diseña una vida en común entre vecinos, derivando de ellos características distintivas en relación al resto de la ciudad, generadoras de una cierta identidad de barrio. De todas maneras, podemos definir la identidad como una construcción social, entrelazada por la historia, la memoria colectiva y personal, igualmente por el presente y por su alcance en el futuro. Debemos comprender que la identidad no es algo estático e imperturbable, sino a la inversa, es un hacer y se re-construye continuamente, tomando fuerza en la medida que es capaz de proyectarse hacia un futuro, otorgándose un dinamismo infinito.

Hablamos de un sector, de un espacio físico determinado e inmediato de las familias y su relación con la calidad de vida renovada, y también perjudicada, por ciertos hechos puntuales. Es indiscutible que estas viviendas, en su formato, fruto de una época en esta ciudad, ha sido más que una vivienda social, es más que un techo y por tanto se ha constituido como un hogar que ofreció solución en busca de una calidad vital al diverso abanico de carencias que experimentaban las familias de allegados pre-terremoto. La habitabilidad en estas dos poblaciones involucra una variedad de ámbitos: es vivienda y es barrio. Se aborda considerando perspectivas económicas, sociales, ambientales; se mira desde la salud, el diseño, la construcción, en cómo los vecinos han ido construyendo una filiación del sector en base a la edificación y lo que ella posibilita. Por tales motivos, la comunidad, la ciudad, los barrios en los que se vive, constituyen un elemento que es mucho más que el espacio donde se desarrolla la vida cotidiana: tienen una identidad que sus usuarios, en cuanto habitantes y sujetos activos, contribuyen a crear desde la acción y desde sus peculiares miradas.

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El barrio, en este caso, el conjunto de casas y pabellones y su entorno, se configuran como espacio de relación e interacción, dotando a su gente de una historia común. En la caracterización de vivencias y procesos, fundamental ha sido la oralidad y la memoria de quienes viven en estos lugares, es un instrumento indispensable para concebir estos procesos desde una óptica antropológica. Atestiguamos la participación activa de las personas como agentes en la expansión urbana a través de la construcción de una arquitectura barrial, buscamos adicionar sus ópticas emotivas de identificación con la población y con Tocopilla. La configuración de habitantes en base a una solución del Estado, lo que da pie a una singularidad y particularidad local sin símil, conformado su arraigo cultural en base a la territorialidad configurada: la que siempre está presente de algún modo en el discurso, en la historia oral, en el anecdotario y en el imaginario simbólico de los vecinos y sus descendencias. Vital es, entonces, contextualizar el desarrollo urbano local en base a procesos urbanos,

sociohistóricos, económicos y catástrofes naturales. Contextualizar además los antecedentes que dan origen a las poblaciones Las Tres Marías y Pacífico Norte de Tocopilla. Del mismo modo, la caracterización de la significación social que integra y proyecta en la memoria colectiva, en la identidad local la vinculación entre la población y la comunidad en una temporalidad definida. Caracterizar el discurso y memoria de los habitantes en la relación establecida entre barrio, familia, grupo social y ciudad. Proyectar y valorar la habitabilidad y discurso de los pobladores como entes participantes del tramado social de Tocopilla. Construimos nuestra investigación entendiendo el barrio como una realidad tangible, pero simultáneamente como materialidad, territorio y sociabilidad que derivan en ciertos imaginarios, como práctica y como representación: el barrio es un valor cultural que redunda en identidad colectiva, es una especificidad territorial, es un polo de disyunción ideológica y espacio social de variadas relaciones y dinámicas. Es un componente de la reproducción material de la ciudad. El barrio es identidad social adscrita por los actores sociales y es también símbolo y un

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conjunto de valores que se van compartiendo socialmente. La ciudad crece por medio de sus barrios, estableciendo a la vez marcas y diferenciaciones. Por tal razón, la noción de barrio se enmarca en un sentido de divergencia espacial y social, cuyo resultado denota segregación. El barrio y sus significados nos hace mención al carácter arquitectónico, urbano, a la dimensión del espacio dentro de la ciudad. Oponiendo a ello el centro, territorio generalmente vinculado a las zonas de administración y comercio. Sobre la base del barrio, se construyen o se imaginan límites, sobre el barrio se desarrolla la vida pública y se articulan las relaciones. El barrio, como constructo que implica un límite, tiene un nombre y un espacio que vendrá a dotar de cierto distintivo dentro de la ciudad. Los barrios son la grafía de imágenes y también imaginaciones desde el territorio en el cual se emplazan. Muchas veces el barrio vendría a establecer el símbolo residencial de la base social, de la gente, de la ciudadanía, territorios que el político profesional dice representar: en tiempos

de campaña electoral los políticos “caminan el barrio”, “van a la pobla”, o también “bajan a los barrios” expresando la verticalidad del poder hallado en lo “alto”, quizás barrio, población, “pobla”, “bajar”, “caminar”, “cerca de la gente”, simbolizan la cercanía con el barrio, confluyendo semánticas y referencias sociales que de pronto estigmatizan o también desprecian. Ocurre aún que ciertos vecinos se identifican con esas mismas categorías, a que son gente de barrio, que pertenecen a ese “barrio de abajo”, lo que equivaldría a ser humilde, siendo ésta “bajeza” un elemento que legitima y valida moralmente sustentándose en una supuesta autenticidad y carácter popular de su habitar. El centro de la ciudad comúnmente es asociado al consumo, mientras más lejos se vive, menos se consume, al menos en el escenario de precariedad que nos evidencia Tocopilla. Surgen los relatos centrados en temáticas de la calidad de vida. Si bien el proyecto de barrio en la ciudad ejecutados por el Estado, siempre tuvo como finalidad un mejoramiento de las condiciones de vida de variados sectores, hoy la ciudad, Tocopilla contemporánea, es entendida como foco de

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conflicto, con problemas que se ahondan constantemente, todo en un macro escenario de neoliberalismo desatado. Por lo general cuando se habla de barrios marginados, además de criterios discursivos o de memoria, éstos son fundados de ese modo por su limitante al consumo, situación que no iría aparejada con el sistema económico que promueve el consumo de todo tipo de productos, insumos y servicios. La ciudad y sus centros comerciales, “el centro” como lo “opuesto” al barrio, a lo residencial, proporciona los consumos, pero cuando el barrio se ve limitado, surge el relato de la precariedad de la calidad de vida y la sensación de marginalidad. Igualmente los barrios nos remiten a procesos de deshistorización, que puede ser entendido como el relato que hace mención a un pasado, a un pasado que fue mejor que el presente, no obstante, estos relatos no pueden precisarse históricamente. ¿Dónde hallamos ese pasado? ¿En qué proceso? ¿En qué fecha? ¿En qué periodo? Quizás en “ese pasado” también existía la noción de que todo tiempo pasado fue mejor. Sin embargo, siempre se alude a cierta naturaleza de la vida sana, distinta a

estos presentes “negativos”. Entonces podemos entender que se hace referencia a un cierto tipo de valores más que a un tiempo definido, preciso y medible en el tiempo. Se expresa de este modo una ideología. En síntesis, desarrollamos un estudio histórico con base antropológica del barrio norte de Tocopilla como espacio, símbolo, identidad, ideología y también cultura, en el marco de la realidad urbana actual de Tocopilla, con vista a comprender los procesos históricos dentro de las tramas de reproducción urbana y transformación social. Tocando temas relativos al poblamiento, a la crianza de animales, a la vinculación de los antiguos habitantes con el vertedero, a la configuración de una nueva población llamada Pacífico Norte, fruto de la relocalización de centenares de allegado post-terremoto, a los procesos de exclusión, a la cotidianidad, a las problemáticas ambientales, a las protestas, a las actividades que han dado identidad al barrio.

Damir Galaz-Mandakovic

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CAPÍTULO 1

La ciudad en los 60’

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EL ESCENARIO TOCOPILLANO El proceso de poblamiento del sector conocido como las chancherías, estaría inscrito en el contexto local desde la segunda mitad de la década del cincuenta, consolidándose en los años sesenta. De una u otra forma, las autoridades locales asumieron, atestiguaron, facilitaron y también negaron y rechazaron este proceso de poblamiento espontaneo. Los primeros alcaldes que debieron asumir el proceso de extensión de la ciudad hacia el norte fueron Julio Fernández Jiménez, asumido el 4 de marzo de 1955 al 19 de mayo de 1956, sucedido por Alfredo Castillo Ramírez, gobernante comunal desde el 20 de mayo de 1956 al 10 de agosto 1956. Observando qué ocurría en la ciudad desde el punto de vista administrativo, advertimos que, el 12 de mayo de 1960 dejaba el cargo de alcalde Óscar Varela Hidalgo, quien había asumido el 15 de agosto de 1956. El sucesor sería el Radical Julio Fernández Jiménez, que gobernó desde el 15 de mayo de 1960 hasta el 20 de mayo de 1963. Luego llegaría un profesor, poeta y comunista al mando

municipal: Alberto Carrizo Olivares, quien estuvo desde el 21 de mayo de 1963 hasta el 20 de mayo de 1967. Luego, volvería Julio Fernández Jiménez, desde el 21 de mayo de 1967 hasta el 15 de mayo de 1971. Con la llegada de la Unidad Popular, asume como líder comunal el 16 de mayo de 1971, el comunista Marco de la Vega Rivera; víctima de la violencia del Estado, quién es asesinado por los militares junto a cuatro regidores además del Gobernador Mario Arqueros. Acéfalo el municipio, los militares designan a Julio Fernández quien asume el 15 de octubre de 1973, manteniéndose en el cargo hasta el 19 de marzo de 1977. Después de Fernández, el mando es asignado a Casimiro Busanich Budinich, desde el 20 de marzo de 1977 hasta el año 1983. Fue sucedido por el geógrafo Carlos Cantero entre 1984 y 1987; luego, Hans Schmauck entre 1987- 1992. Una vez recuperada la democracia, es elegido alcalde el profesor y dirigente gremial Aleksander Kurtovic Ruíz, 1992-2004. Luis Moyano sucede a Kurtovic y gobierna en dos periodos, abarcando el periodo 2004-2012.

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PUERTO SALITRERO

Hasta el inicio de la década del sesenta, la ciudad saboreaba el prosperidad dada por la explotación de cobre a nivel micro-minero. No obstante, la economía tocopillana se estructuraba precariamente en base al embarque del salitre, generándose así una sucesiva cadena dependiente del ferrocarril, de los vaivenes de la economía internacional y las políticas de la compañía salitrera. Superada la crisis económica de casi toda la década del 30, el gran aluvión del año 40, la presencia de militares en Tocopilla durante toda la II Guerra Mundial, desde los años 50 el puerto tocopillano se colmaba de navíos ansiosos por el salitre: el embarque era artesanal, en modo manual. Los hombres a bordo del lanchón maulino, llenaban las tolvas con salitre. Las agujas del barco salitrero elevaban las tolvas, y los hombres, al lado de las bodegas, asomados a la cubierta y en los propios lanchones, esperaban la descarga del nitrato.

Muchos estibadores, los “pollos” y los “medios pollos1

1 Los “pollos” y “medio pollos” fueron parte de una práctica laboral de los portuarios salitreros, quienes vistas las altas ganancias en sus sueldos, traspasaban sus trabajos a terceros,

obtenían en el puerto su sustento económico, y ellos, en cuadrillas, con el torso desnudo, descalzos, esperaban que bajara la tolva. Cientos y cientos de tocopillanos dependían laboralmente de las actividades portuarias, era el trabajo masivo que existía en Tocopilla. Eran labores duras y precarias desde el punto de vista de la seguridad.

La vida del puerto bullía, lo único que había eran vapores y barcos, muchos barcos. Durante el día los estibadores y paleros se esforzaban duramente en esas micro-montañas de salitre que luego eran ensacadas. Una vez caída la tarde, el sol dejaba de alumbrar los mástiles con banderas extranjeras y las chimeneas. Los marinos forasteros: noruegos, filipinos, hindúes, yanquis, españoles, griegos, bajaban a los prostíbulos, casi todos ubicados en calle Freire y Washington; cercaban la bahía con los botes de los fleteros.

llevándose la mitad o un cuarto, según lo acordado por el titular del cargo.

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BRAZO MECÁNICO

No obstante, lo proyectado por la compañía salitrera para la década del 60 tenía relación con una innovación y una revolución tecnológica que dislocaría el devenir del puerto: la instalación del llamado Brazo Mecánico que en términos formales vendría siendo la Planta Mecánica de Almacenamiento y Embarque de Salitre a Granel, dando el finiquito al embarque manual del salitre, lento y costoso para la compañía, pero vital para los tocopillanos.

El antiguo sistema manual vino a ser muy oneroso para la compañía debido a las grandes pérdidas de material caído al mar, al alto número de operarios, se adicionaban los problemas de seguridad y, en cierta manera, a la lentitud del embarque. La construcción de toda esta planta de embarque mecánico tuvo un valor aproximado de $5.706.557 iniciándose en el año 1959 a través de la empresa Salfa Snares. Su inauguración se realizó el 21 de agosto de 1961.2

2 Se excavaron 32.400 yardas cúbicas de terreno y se utilizaron 8.300 yardas cúbicas de concreto. Al mismo tiempo, hubo que rellenar espacios cubiertos por el mar, con un total de 24 mil toneladas de rocas, más otras 20 mil que se

Desde aquel momento, la descarga del salitre desde los carros del ferrocarril se realizaba a través de un sistema que volcaba los mismos carros con una velocidad de 28 a 30 carros por hora. Desde allí, a través de correas transportadoras, el salitre era conducido a seis grandes silos de almacenamiento. Dicha galería de silos, poseía la capacidad de almacenar 9 mil toneladas de salitre o de sus derivados.

usaron en obras de protección y mitigación de oleaje. En los silos, fue necesario utilizar 1.500 toneladas de hierro, más otras 700 toneladas de hierro estructural, sumando extensas correas transportadoras y tres mil yardas cúbicas de excavaciones submarinas.

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24 La mecanización del embarque del salitre, revolución tecnológica que dislocó la economía tocopillana.

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La galería de silos está cimentada por un túnel por el cual circula una correa transportadora que permitía descargar el salitre y sus derivados por el fondo de cada silo a través de buzones. Dicha correa poseía una capacidad de traslado de hasta 1.400 toneladas por horas. Posteriormente, el producto granulado alcanzaba a llegar frente a otro sistema de correas que lo conducen por el Brazo Mecánico que, gracias a la gravedad, descarga todo el material al fondo de las bodegas de los barcos.

Desde ese hito tecnológico, Tocopilla sucumbiría. La instauración de este moderno sistema tuvo en sus orígenes el apoyo de muchos tocopillanos, “llegaría el progreso, la modernidad y la tecnología” eran las frases más recurrentes, transformándose en un discurso hegemónico que nublaba y disfrazaba el real impacto de esta implementación. En la práctica este sistema tecnológico reemplazaría al hombre: en este nuevo contexto se concebía prescindible la mano de obra.

Los barcos ya no vendrían por varios días, todo era más rápido. Los barcos, con este nuevo sistema, solamente estarían algunas horas surtos en el puerto, el Brazo Mecánico todo lo hacía rápido, el

estibador, el fletero, el palero, quedaban cesantes. Los marinos ya no bajarían a divertirse, ya no alcanzaba el tiempo. Las niñas de cabaret y casas de remoliendas ya no recibirían más a sus foráneos y exóticos clientes. El golpe de gracia lo tuvo el comercio establecido: se quedaron sin clientela. Los comerciantes, casi todos inmigrantes europeos, se desilusionarían de Tocopilla. ¿A quién venderle? Los hoteles, moteles, hostales y residenciales: vacías; los restaurantes con su sobreproducción de almuerzos, las calles dejaron de tener ese carácter multinacional, y el tono de las voces urbanas se alejó de lo políglota. Comenzó la emigración estructural de los cesantes que no dependían directamente del puerto, como los trabajadores de los servicios comerciales. Se hizo patente la dependencia económica que generaba la vida portuaria. Los portuarios si no reconvertían sus labores, también se tendrían que ir. Los trabajadores eran sustituidos, generándose así una serie de negativos efectos colaterales y junto a los navíos maulinos que desde entonces comenzaron a desaparecer. Se consolidaría, o se desnudaba, una crisis económica estructural.

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LA VIDA CULTURAL Disminuidas las posibilidades laborales, disminuían a su vez los espacios y las manifestaciones culturales. Al mismo tiempo en que se inauguraba el Brazo Mecánico, un grupo de amigos estaba dando un innovador paso tomando la decisión de no dar más esperas al actuar de las autoridades, el arte debía provenir desde los mismos vecinos, tal manifestación de una soberanía artística y popular. Surgen de este modo, variados grupos artísticos, entre ellos un grupo atrayente que marcó la pauta cultural del puerto, el Círculo Artístico Alejandro Flores. No hubo tocopillano ni tocopillana que no asistiera a las memorables veladas preparadas por este grupo. “Nosotros llevábamos la cultura a los barrios, nos presentábamos en todas las poblaciones y Juntas de Vecinos. Nuestras veladas eran con una asistencia masiva…”. Nos contaba uno de sus fundadores: Pedro Villegas.

Luego surgió otro grupo distinguido: Círculo Artístico Pedro Sienna. Los grupos comenzaban a ser reconocidos en su sector de origen, la Población Prat. Desde dicha población comenzarían los extensos itinerarios por los distintos barrios tocopillanos, plazas, teatros y los clubes deportivos. Alejandro Flores y Pedro Sienna eran la sensación en la década del 60. Los eventos mayores eran presentados en el Estadio O`Higgins, que se repletaba, y lo más importante era el “público satisfecho frente a lo proporcionado por el grupo de artistas que auto gestionaban sus recursos y materiales” agrega Villegas. En algunos momentos se hizo necesario presentar los eventos en el Estadio Municipal debido a la demanda del público. Los espectáculos que duraban alrededor de dos horas, publicitados por La Prensa de Tocopilla, generaban expectativas masivas. A modo de ejemplo, en un espectáculo realizado en abril de 1966, el esquema era el siguiente. “El Conjunto Artístico Alejandro Flores, se presentará en la población Diego Portales, los números artísticos serán”:

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María Angélica: La Estrellita de la Canción Moderna. Carmen Bustamante: El Perú hecho canción Magdalena Martínez: La Simpática Damita del Twist. Sketch: “El Cogotero”. Danito y sus Guitarras Mágicas: Zorba en Griego. La revelación del 66: Sarita Díaz, Danny, Jorge, Guido y Julio: “Los Vikingos”. El juvenil conjunto colérico de la Nueva Ola: Impacto del 66 Los cómicos: “Chicharras”, “Chichito” y “Chiricuto”. Las guitarras de: Descovic, Mercado y Reinoso. Parodia: La pareja feliz a cargo de Leonardo “chicharra” Perucci y Alicia

Vergara Quiroga. Entre otras obras presentadas, estaban “Golondrina”, “Allá en el Campo”, “Castigo de una Madre”, “Chuquicamata”, “Madrecita Santa”. En este conjunto artístico dieron sus primeros balbuceos musicales el que luego sería el famoso grupo nacional Los Golpes, ahí se iniciarían los hermanos Bustamante y Aracena. Igualmente, destacaría el joven trovador Manuel Antonio López y una pléyade de músicos y cantantes. Se forjaron presentaciones en la oficina Coya Sur, María Elena, Quillagua y Pedro de Valdivia. Viajes auspiciados por las compañías salitreras y asistidos con el transporte de Turisnorte. Según La Prensa

de Tocopilla, “…en la presentación del connotado grupo tocopillano en María Elena hubo una concurrencia de 1500 personas”. 3 Las presentaciones de los humoristas, magos, cantantes, bailarines, no cesaba, la concurrencia disfrutaba de estos espectáculos preparados con verdadero ahínco.4

3 La Prensa de Tocopilla, 13 diciembre de 1967. 4 Llegó el fatídico año 1973, Golpe de Estado y los espectáculos nocturnos y artísticos comenzarían a ser censurados. Se imponía “el toque de queda”, la censura oficial cercenaba al arte. Por este motivo, Tocopilla comenzaba a tener los primeros impactos por los aciagos momentos políticos del país.

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RECONSTRUCCIÓN

Efectos del terremoto nocturno del 20 de diciembre de 1967.

El 20 de diciembre de 1967, un fuerte terremoto nocturno afecta al puerto. Ante dicho fenómeno, las decenas de casas colapsadas dieron pie a un extenso proceso de demolición, seguido por el proceso de reposición y restauración de casas particulares y edificaciones públicas.

Se instauraría un proceso que a la postre significaría un devenir de expansión y acrecentamiento urbano. Dentro del mencionado proceso, se construyen obras que por sus dimensiones eran inéditas, tal es

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el caso de los edificios de la Avenida Prat entre Manuel Rodríguez y Washington, en un rango cronológico que abarca 1969 y 1971. Asimismo el grupo de edificios de cuatro pisos construidos en el mismo formato en Calle Esmeralda con Washington. Prontamente se iniciaba la reconstrucción de la Iglesia Sagrado Corazón de Jesús; el Banco del Estado entregaría diez casas para sus empleados en calle Matta pasado Bolívar. Paralelamente se entregaban ochenta viviendas en el sector sur de la ciudad, sumándose las casas de la Villa Covadonga y en el sector de Caleta Boy, en el llamado Plan Anaconda. Además de la nueva población denominada Bellavista. Se incorporaban también nuevos barrios en la Población Santiago Amengual, ubicada en calle Matta entre las calles Freire y Washington. Entre las reparaciones simbólicamente importantes, estaba la restauración completa de la fachada del Teatro Nacional perteneciente a la compañía Bidwell y la refacción del Liceo Mixto, el cual había sido inaugurado el año 1961. Dicha restauración duró 10 meses.

Sin duda que el crecimiento más significativo fue hacia el sector noreste del puerto, con la llamada Operación Sitio, que implicó poblar todo el yermo sector que colinda con el Cementerio Nº 3. Allí, se instalaron mediaguas y barrios de emergencia para poder paliar la crisis post sísmica. En dicho lugar se constató la división en más de 600 predios y la instalación de viviendas autoconstruidas, agregando la construcción de pozos sépticos para estas viviendas de extraña modalidad en cuanto a lo provisorio, pero a la vez definitivas, en estos barrios organizados con calles bien definidas. Posteriormente esta población se denominó Eduardo Frei Montalva, en homenaje al Presidente de la República que visitó el puerto en plena emergencia.

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VIALIDADES En 1964 se anunciaba el término de la construcción y pavimentación del tramo Gatico-Cobija a través de la Dirección de Vialidad. La ruta Tocopilla-Antofagasta se encontraba parcialmente pavimentada, restando sólo algunos sectores, entre éstos, los de Gatico a Cobija y un tramo ubicado a 30 kilómetros antes de llegar a Tocopilla. En 1963 se pavimentaron sólo 4 kilómetros, asimismo se construyeron 3,5 kilómetros de vía y se mejoraron dos tramos en la misma ruta. Del mismo modo se pavimentaron 12,5 kilómetros en el camino de Tocopilla a Chuquicamata y se mejoró un tramo de 9 kilómetros. En los finales de la década del 70, Tocopilla enfrentaba dificultades en la conexión vial del litoral. Eran casi inaccesibles algunas caletas, era demasiado riesgoso llegar a ellas. A otras simplemente se accedía por el mar. Además, el anhelo de conectarse vialmente con el puerto de Iquique hizo que en el año 1968 se conformara el Comando Costero de Tocopilla.

Pedro Galleguillos, uno de sus artífices, afirmaba que el Comando Costero había “…iniciado una campaña pro-ensanche de esta importante vía carretera, por estar conscientes que esta obra será un cauce por donde llegarán los remedios que tonificarán enormemente a nuestra alicaída región, y la base de nuestro pensamiento la reforzamos con las futuras perspectivas de trabajo”.5 El comando proyectaba un cúmulo de oportunidades con la implementación del camino costero, entre ellas: la reducción del kilometraje para llegar a Iquique (evitando la extensa ruta que iba por la Depresión Intermedia), aumento en la extracción de mariscos y pescados, facilitación de proyectos mineros, fomento de la agricultura en la desembocadura del rio Loa, fomento del turismo, etc. Todas estas proyecciones se realizaban en una ciudad con altos índices de cesantía por efecto de la mecanización del embarque del salitre. En ese ímpetu tocopillano, surgieron cuadrillas que con chuzos, carretillas, palas, picotas y mucha

5 La Prensa de Tocopilla, octubre 1969.

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ilusión pensaban intervenir en la escabrosa geografía costeña.

Cuadrillas Comando Costero Alejandro Flores Investigaciones El Esfuerzo Shell Compañía Minera Evangélicos El Tigre Patricio Linch Carabineros Industria Sergio Alarcón SOQUIMICH Club de Leones Matadero Pescadores Población Frei Población La Patria Los Reservistas Colegio de Técnicos

Entre todas estas cuadrillas de voluntarios se agrupaba un promedio de 200 personas. Visto el entusiasmo emprendedor de estos tocopillanos a las autoridades sólo les restó sumarse y colaborar. Alfredo Castillo, Gobernador de la época, señaló que en comunicaciones con La Moneda se le dio a conocer al Presidente Eduardo Frei la labor comunitaria que se estaba realizando,

lo cual llevó a que Frei Montalva visitara la ciudad de modo sorpresivo. Lo más importante de su visita fue gestionar la maquinaria pesada tan necesaria para esta misión, maquinaria que dispuso la empresa Longhi. La tarea era dura, Punta Paquica representó un serio desafío, como así también, el propósito de lograr avanzar en el sector llamado Urco Chico.

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Organizadores del Comando Costero. Stoyan Vucina Nello Barnao Vicente Lara Rubén Aracena Juan Sepúlveda Carlos Araya Carlos Medina Alfredo Castillo Santiago Gajardo Armando Muñoz Pablo Allende Carlos Rivera Carlos Begliomini Jacobo Jackson Carlos Pérez Antonio Segura Pedro Villegas Francisco Montero Jaime Larraín

El mentado Comando Costero fundado en el año 1968.

Con el correr de los meses y años, el camino se estaba configurando, iba tomando forma aún dentro de su peligrosidad. En ese contexto, en Iquique también se había conformado algunas cuadrillas. Produciéndose el encuentro entre los

dos conglomerados de voluntarios. Este proceso culminaría, preliminarmente, el 14 de junio de 1971, cuando algunos integrantes partieron desde Tocopilla en tres vehículos: un taxi, una citroneta y una camioneta Ford. Luego, “¡Al fin Río Loa!...”. La

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hazaña se cumplía al atravesarlo. Venían los abrazos sumergidos en el río, la emoción los dominaba empapados. El primero en atravesar el caudal del rio Loa fue la citroneta de Armando Muñoz. Nos cuentan que todos gritaban de emoción, la alegría era indescriptible. Después pasó el taxi, luego la camioneta, finalmente el bus. Se iniciaba el viaje a Iquique, la emoción y las banderas de Chile colmaban los vehículos.

Fotografía siguiente: el Comando Costero cruzando en el río Loa, 14 de junio de 1971.

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Comercio 1960-70 Librería Boza Casa Karlina Librería Cervantes El Chilenito Sastrería Mendoza Casa María Luisa Casa Hafón Casa América Silvio Schiappacasse Casa Ukrania Estrella de Chile Casa Del Lago Bazar de Liquidaciones Fuente de Soda María Elena Casa Rusín Textil Sarita Casa Gutiérrez Perfumería Thelma Farmacia Moderna Casa Real Alfredo Gin Casa Bombardiere Casa Paredes La Económica La Coyina Casa La Victoria El Porvenir Casa Hafón Casa Guerra La Venus La Sin Rival La Ideal Librería Cervantes Almacén Sepúlveda Casa América Radio Landia Feria del Libro Estrella de Chile Casa Rivadeneira Casa Patricia Casa Poblete RCA Víctor Adolfo Chau Almacén Rosales Almacén Bolívar Casa Aldevar Farmacia Inglesa Casa Paterakis, Olda de Dreyer Pastelería Shanghái La Mundial Casa Anthony Casa El Molino Rojo Andacollo Tienda La Perla

Por otra parte, en el año 1960 se había iniciado la ampliación del acueducto del agua potable. Era considerada una obra relevante para la ciudad porque permitió obtener un aumento del 50% en el caudal de agua potable. La ciudad, hasta un poco antes de ese proyecto, sólo recibía 2.400 metros cúbicos. Para ello hubo que instalar una

tubería que trasladase el agua desde Ayquina hasta los estanques de Colupo. Dos años más tarde, en 1962, la Cámara de Comercio de Tocopilla se convierte en una institución promotora de la extensión de la Zona Franca Industrial de Iquique hasta la Provincia de Antofagasta. Para ello, enviaron cartas con la

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solicitud al intendente de la Provincia de Tarapacá, del mismo modo en sus solicitudes estaba la idea de poder gestionar la visita a dicha provincia en conjunto con el llamado Centro del Progreso de Tocopilla. De todas maneras, la oposición de la Cámara de Comercio de Iquique frenó los deseos de Tocopilla. En el mismo año, la ampliación de la pista de Barriles fue una expectativa comunal fruto de las ideas de “progreso”. Por ella, ante el aumento de la demanda, la pista de aterrizaje de Barriles requería ciertos arreglos, los cuales pasaban netamente por ampliar su longitud de 1.200 metros a 1600, siendo preciso un ancho de 30 metros. El Alcalde Julio Fernández, quien había tomado la idea de su antecesor Óscar Varela Hidalgo, mencionaba en La Prensa de Tocopilla -15 de enero 1962- que: “la prolongación debe consistir en 414 metros precisos, pavimentados, además de un ancho de 60 metros por ambos lados en la misma prolongación, pero sin pavimento, quedando en un total de 1614 metros cubiertos con asfalto”.6

6 El Acta Municipal del 16 enero de 1962, indicaba que la inspección estaría a cargo del Ministerio de Obras Públicas y que los costos no superarían los E° 84.000. La empresa

En 1966, Tocopilla manifestaba algunos problemas viales, es especial en la calle Sucre, una arteria con infinidades de problemas, especialmente surgidos por su carácter de doble vía. Aún así, estaba permitido estacionar en ambos costados, tanto de ida como de venida, ocasionando problemas a cada momento en el tránsito de camiones, autos y micros. Los reclamos iban en la dirección de sancionar el doble estacionamiento y las solicitudes para que fuese de una sola vía. Situación que se estableció en los años siguientes. En 1968, la planta pesquera San Pedro reinicia sus labores pero esta vez a través de Pesqueras Unidas. La planta vino a reabrir subsanando el problema del desempleo. Pero también influiría en el poblamiento que se estaba consolidando en los márgenes urbanos al norte de Tocopilla.

contratista de Nicolás Acle, contrataría a medio centenar de trabajadores.

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Expansión urbana de Tocopilla en los distintos periodos de su historia. Elaboración de José Aguirre Hidalgo.

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CAPÍTULO 2 Orígenes barriales

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LAS TRES MARÍAS Entre Corrales y Balnearios Hasta la década del cincuenta, toda la basura recolectada en la ciudad era lanzada directamente hacia el mar. Cerca del molo en el cual se vertía la basura y escombros, existía un pequeño caserío con corralones destinados a la crianza de cerdos. El buen olfato de los animales, los periodos en celos, además de la precariedad de los corrales, influían a que los cerdos rompiesen las tablas y se fugaran hacia el sector en donde era arrojada la basura. El sector comenzó a ser llamado como la Playa de los Chanchos. “Los criaderos de cerdos estaban en el terreno en donde se instaló después la Pesquera Coloso. Había una playa que le decían la Playa de los Chanchos. El primer criadero estaba ahí. En ese antiguo sector estuvo un señor al que le

decían Nene, su apellido era Acuña. Era ex funcionario del Comando de Defensa de Costa. Él comenzó criando chanchos, posteriormente llegó el señor Vega, quien murió después en un accidente cerca de las pesqueras. Y después llegó mi abuelo, Nicolás Bacho”. Nos cuenta Antonio López Bacho, antiguo residente del sector y ex criador de cerdos.

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Antiguo molo usado para verter la basura tocopillana hacia el mar, un poco más al norte se hallaban los pequeños corrales con cerdos.

López Bacho, sobre su abuelo, agrega: “Él era de la zona central y llegó a Antofagasta trabajando en el hipódromo, era jinete y criador de caballos. Estuvo sólo un par de años pero, le gustaba Tocopilla; se hizo de un capital corriendo caballos y remató una yegua y con ese capital se vino en caballo desde Antofagasta a Tocopilla, eso fue en los finales del treinta”. Bacho, el jinete, dedicado al flete de carbón en carreta, decidió ir

a vivir en el pequeño caserío, cercano a la Playa de los Chanchos. “Empezó a trabajar como fletero con una carreta junto al curco Frías, trabajaban en el puerto y llevaban las cosas a los almacenes y negocios de Tocopilla, principalmente llevaban carbón a varias partes de Tocopilla. Con la plata que juntó se compró animales y se vino al sector de la Playa de los Chanchos”.

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Sector al norte del molo conocido como Playa de los Chanchos, lugar de los primeros corrales que a la postre darían vida a la población

Las Tres Marías. Gran parte del antiguo sector ha sido invadido por los rellenos.

Fue en el año 1955 el momento en que comienza el traslado paulatino del vertedero tocopillano, ya no era posible derramar todos los desperdicios hacia el mar, acción que se realizaba en las cercanías del Matadero Municipal en la Costanera. Influía en ello temas sanitarios y la expansión

urbana que se estaba llevando a cabo en la mitad del siglo XX. Por tales motivos el vertedero es erradicado hacia el norte siguiendo la línea de la costa, distando un par de kilómetros del vertedero original.

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Al transcurrir de los años fue surgiendo un pequeño poblamiento en las periferias del vertedero. Los recolectores y los nuevos vecinos con vocación de crianza de animales fueron dando paso al pequeño villorrio. Influyó además la erradicación del sector de la Playa de los Chanchos por la instalación de la industria pesquera. Sin duda que este proceso de poblamiento no escapaba a lo que venía sucediendo en la región a contar de la década del sesenta. Periodo en que se vivía un empoderamiento popular frente a los terrenos eriazos. Era el desarrollo de un movimiento poblacional entendido como una movilización de reivindicación urbana. El poblamiento del sector aledaño al vertedero impulsa a otros procesos de ocupación espacial por parte de vecinos sin casa, por ejemplo la conformación de la población La Patria. En ambos sectores comienza la instalación de algunas viviendas informales en base a cartones, calaminas, cholguanes y latones, desechos, trozos y maderas que servían para alcanzar el sueño de la casa propia. La Población La Patria consolida su poblamiento en 1967.

La toma de terrenos en Tocopilla no es aislada porque surge en un contexto en donde el problema de la vivienda era el centro de la problemática social de ese entonces, en la medida que se saturaba el “conventillo” o los cites y se reproducían las ocupaciones espontáneas de tierras en desuso, lo que se conoció con el nombre de Poblaciones Callampas. La toma de terrenos en Tocopilla puede ser vista como acción colectiva organizada pero también como iniciativa individual, significó en la práctica una fractura radical con las lógicas institucionales y con el principio fundamental de las democracias liberales: la propiedad. De hecho, la acción directa que caracteriza a la toma, es portadora de una legitimidad basada en la necesidad y en la noción de derecho a la vivienda o un espacio para el trabajo, situándolo como un acto basado en la justicia social. Cabe indicar que, en una toma de terreno, es el valor de uso del territorio el que prevalece por sobre el valor de cambio que posee la propiedad de la tierra.

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La toma en La Patria7 y el sector de las chancherías y luego en Caleta Vieja y Remanso que colindaban con el vertedero y que luego derivó en Las Tres Marías, permitió visualizar a un actor social que hasta ese momento ni siquiera era considerado como existente en el espacio público local y regional, por lo que también estaba fuera del radio de acción de los partidos políticos de izquierda, que orientaban su praxis esencialmente al sector obrero. Con la toma, los pobladores irrumpen como sujetos sociales capaces de remecer y desbordar la institucionalidad vigente, demostrando que no sólo estaban preparados para enfrentar directamente al Estado, sino que sobre todo podían tomarse las soluciones y construir sus propias alternativas. Aprovechando de extender el radio espacial de lo tocopillano. Una vez que son erradicados los vecinos desde la Playa de los Chanchos, se ubican en las cercanías de Caleta Vieja y playa Remanso.

7 En el caso de la población La Patria, la ocupación de este espacio fue previo al terremoto de 1967. Sin embargo, como efecto de este terremoto, comenzó a crecer esta trama urbana con la llegada de nuevos pobladores, lo que impulsó a que en el año 1968, se estableciera la primera Junta de Vecinos.

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En la búsqueda de los primeros habitantes del nuevo sector que sería conocido como Las Tres Marías, según lo indicado en las actas de reuniones de la Junta de Vecinos, desde los finales de la década sesenta hallamos los nombres de Juan Crisólogo Peralta, en 1970; Jesús Campillay, en 1972; Fernando Gallegos Álvarez, Inés Contreras Cortes, Liria Gallegos Contreras, Orlando del Rosario Pizarro, Juana Peña Esquivel, Sofía del Rosario Pizarro Peña, Ernesto Guerra Izarrauldez, Verónica Guerra Muñoz, Juan Villalobos, Guillermo Mondaca, Oscar Varas y Mario Covarrubias. Todos ellos avocados a la crianza de animales de corral. En el acta de reuniones de la Junta de Vecinos de la población, con fecha del 24 de noviembre de 1997, se deja constancia de la intervención del señor Abel Vásquez, uno de los socios más antiguos. En la ocasión recordó el esfuerzo desplegado a la hora de constituir el nuevo barrio. El vecino expuso: “Agradezco la valiosa cooperación del alcalde de la época Sr. Marco De la

Vega, 8 solicitando máquinas pesadas y camiones para abrir camino, posteriormente todos los vecinos se ayudaban entre ellos a levantar sus mejoras y corrales, para posteriormente trasladar los animales al sitio en donde se encuentran hoy cada uno de los socios”. El rol de Marco de la Vega tiene que ver con cierta legitimación que adquiere el poblamiento, muchas veces discriminado y negado por el resto de los alcaldes que antecedieron a De la Vega. Gracias a esta autoridad la vialidad es mejorada, facilitando una mejora en los accesos al sector. Los antiguos vecinos recuerdan la generosidad y la atención desplegada por este alcalde comunista. Los criaderos poseían cerdos, burros, chivos, cabras, ovejas y algunos caballos. Éstos, fueron configurando un grupo de corrales y un caserío. Los cerdos, sin duda, eran los que predominaban en la crianza y en la venta de sus carnes.

8 Alcalde de Tocopilla entre el 16 de mayo de 1971 y el 14 de octubre de 1973, alcalde que fue asesinado por los militares en pleno ejercicio de su cargo.

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Poco a poco las labores de crianza fueron ampliando la población animal y también la población humana. Los tocopillanos “del centro”, los urbanos, ya mencionaban o se referían al sector como El Corral de los Chanchos, Chanchilandia, Las chancherías, el Sector de los Corrales o simplemente lo llamaban El Basural. Los vecinos, los residentes del nuevo barrio, le llamaban Las Tres Marías. Comenzaba la diversificación de las labores de habitantes: destinados a la crianza y otro grupo destinado a labores de recolección de latas, cartones, vidrios, fierros, etc. En fin, todo tipo de materiales que pudiesen ser comercializados o reciclados. No era difícil llegar, no obstante ser considerado un barrio conformado por pocilgas y barracas, entre corrales y un basural, se fue conformando y consolidando un barrio no agradable para los sentidos visuales ni olfativos. Era considerado el peor lugar de Tocopilla. La cotidianidad era descrita por las moscas, por caminos de tierras polvorientos, olores fuertes, jotes, gaviotas, perros bravos agrupados, una estética deprimente, una pobreza explícita y extrema. De personas quemadas por el sol bravo. De rostros

con surcos expandidos que expresaban el esfuerzo y la dureza de las labores. No se contaba con alcantarillado ni con electricidad. Redundaban condiciones higiénicas poco saludables. El municipio era el encargado de proporcionar agua potable cada dos o tres veces por semana. El sector descrito, al norte de las pesqueras, era un lugar apartado, mal mirado por los tocopillanos. Un distrito considerado insalubre y pestilente. En donde la dependencia con la basura comenzaba a tomar terreno. Un lugar que era prácticamente invisible para el resto de la ciudadanía: nunca visitado por autoridades ni menos por los ciudadanos. Ocasionalmente, al momento en que había que botar algo de modo urgente, los tocopillanos, los urbanos, realizaban “un esfuerzo” para llegar al sector atiborrado por casuchas de latas, cartones, cholguanes disparejos, calaminas oxidadas y puertas pequeñas. Autos abandonados y una gran cantidad de carrocerías que repletaban el estrecho pasaje.

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El Corral de los Chanchos era un lugar conocido a lo lejos, distante en lo geográfico y relatado desde la percepción de discriminación practicada por los tocopillanos. No obstante, la venta de carne de cerdos era un buen negocio para algunos emprendedores, en ese sentido no se practicaba la discriminación con el origen de los cerdos a la hora de venderlos en la ciudad. Día a día, mañana a mañana, desde los principios de la década del setenta, se veía por las calles tocopillanas a un hombre montado sobre una carreta tirada por burros, era El Espía: el recolector de desperdicios alimentarios de restaurantes, almacenes y casas locales. La recolección se iniciaba por la Costanera, luego por calle Sucre hasta San Martín, inmediatamente por calle Prat, subiendo en algunas ocasiones a la calle 21 de Mayo. Lo recolectado era para alimentar a los chanchos y cabríos. El popular personaje se llamó Orlando del Rosario Pizarro, llegó desde el sur cuando era muy joven, ingresó a trabajar como matarife al Matadero Municipal, ubicado en la actual avenida Teniente Merino, sector de la Costanera. Una vez

cerrado el conspicuo matadero, lugar al que llegaban los toros y vacas que bajaban por la Huella Tres Puntas, El Espía tuvo que reconvertir su vida laboral y decidió retomar el oficio de criador de animales. Se dirigió al sector de Las Tres Marías.

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Orlando del Rosario Pizarro, “El Espía”, en uno de sus constantes recolecciones mañaneras de alimentos desechados en los

restaurantes y hogares tocopillanos.

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El caso de Pedro Lorca, dueño del restaurant “El Zepelín” ubicado en calle Sucre esquina Dolores, representa la historia de los criadores y comerciantes que, con labores simultaneas, dieron el impulso a este sector. “Mi tío Pedro, criaba chanchos muy cerca de Caleta Vieja. Cuando traía los chanchos y los mataba con un cuchillo al cuello, se preparaban arrollados, perniles, queso de cabeza…había un ayudante en el restaurant el Moncho, era el ayudante para matar los chanchos, mi tía, por mientras picaba la cebolla, comino y ajo y con las tripas hacían prietas. Separaban la grasa, los pedazos de carne de cerdo, y con zanahorias, cebollas y luego lo cocinaban en fondos grandes (…) También vendía los costillares, pocas veces vendía chanchos vivos. Para las fiestas mataba 5 o 6 chanchos. Cocinaban tantos fondos grandes para la mucha gente que iba al restaurant.” Nos relata Ana Pérez Merello, sobrina del comerciante y criador Pedro Lorca. Lorca fue otro de los precursores en la crianza de cerdos en los inicios de la década del sesenta. “Él partió criando en Caleta Vieja, después en una mina y finalmente en un sector cerca de La Piedra del Elefante” nos indica la Sra. Pérez. Los relatos sobre el restaurant nos revelan el éxito del negocio: “iba

mucha gente, y para el 18’ se hacía una ramada grande, la ramada El Zepelín, todos iban a comer chanchos…” nos testifica Myriam Fernández, vecina del restaurant. La especialización en venta de cerdos, hizo que el negocio se ampliara. “Había una cantina, un comedor y un salón grande para las ramadas”, señala Ana. Al igual que Pizarro (El Espía) Pedro Lorca también era un recolector de desperdicios para alimentar a los marranos: “Mi tío conseguía la comida en algunos almacenes cercanos, como en La Laurita, (ubicado frente al restaurant) en el almacén Barraza en la avenida Diagonal, además compraba en sacos el afrecho (…) llenaban un tambor y metían todo ahí, afrecho y restos de comidas, luego con su cacharro se iban al corral, siempre después de almuerzo y con una pala se distribuía adentro. Él tenía más de 50 chanchos y el corral era bien grande. A su ayudante le faltaba una pierna y cuidaba los chanchos, él le avisaba cuándo iban a parir las chanchas, a veces una chancha paría 10, 13, hasta 15 chanchos!”, testimonia la sobrina Ana, quien además dice que Pedro Lorca era conocido en Tocopilla como el “caballero de los chanchos”;; paulatinamente en los finales de las década del setenta, la crianza incorporó a gallinas,

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cuyes y conejos. Según el relato de los familiares, las labores de Lorca, fueron aprendidas en su tierra de origen, en el sector de La Rinconada, en Calle Larga, cerca de la ciudad de Los Andes. “Yo nací en Taltal y de ahí me vine a Tocopilla, a las chancherías, llegué en el año 1965, en ese tiempo tiraban la basura de Tocopilla al sur de Caleta Vieja.” Nos cuenta Mario Covarrubias, el vecino más antiguo de la población. En su decir nos indica que el sector era habitado por varios pescadores y también mariscadores, además de las personas dedicadas a la crianza de chanchos. “Había harta tranquilidad y harto espacio, teníamos terrenos grandes, casi de 50 metros de largo por 20 metros de ancho (…) Comenzamos a criar chanchos y llegué a tener hasta 60, mi casa parecía un zoológico porque tenía hartos animales: pichones, burros, gallinas, patos, perros, chanchos, cabritas. Vendíamos harto para las fiestas, como para el 18 de septiembre, para el 21 de mayo, para los Año Nuevo, para el día del minero el 10 de agosto. La gente sabía que vendíamos, pero vendíamos a la mala, porque nos decían que el único autorizado para vender chanchos y otros animales era el Matadero, siempre nos amenazaban con las multas, pero nunca me multaron.”

A la hora de recolectar comida, Mario Covarrubias usaba un vehículo y como forma de agradecimiento, siempre a sus colaboradores les regalaba un chancho para las Fiestas Patrias. El balneario Caleta Vieja era visitado con una gran afluencia en las década del sesenta. Había un restaurant en donde también se jugaba póker y se realizaban algunas fiestas. “En Caleta Vieja, había un restaurant y cantaba la Irene Farfán, todos los domingos iba mucha gente a almorzar allá, y después se iban a la playa y algunos se iban a mirar los chanchos. El local era rústico pero, la playa era bonita. Endesa celebraba la navidad allá para los hijos de los empleados, allá se entregaban los regalos, entonces tan malo no era (…) Para los 18 de septiembre, mi papi también nos llevaba (…) Cuando uno comía chancho, teníamos miedo de tomar agua” indica Ana Pérez.

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Animitas en Caleta Vieja.

“El restaurant tenía una pista de baile, medía cerca de 50 metros de largo por 30 metros de ancho aproximadamente. Tenía, además de la cocinería, alojamiento y unos corrales de caballos y burros. Funcionó hasta 1975. Cuando llegaron las pesqueras, al menos con la Guanaye, se mató el restaurant y también la playa. Usted sabe que aquí manda el billete.” Indica Sidney Covarrubias.

Fotografía siguiente: parroquianos del restaurant de Caleta Vieja jugando póker en los principios de la década del 70.

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Para las Fiestas Patrias, Año Nuevo, cumpleaños, o todo tipo de fiestas en empresas locales, la concurrencia al corral era una habitualidad. “A veces los chanchos salían muy grasientos, uno le daba un corte, y se notaba que la capa de grasa era tres o cuatro veces más gruesa que la carne (…) a veces se rifaban chanchos en las ramadas del 18, con lotas o con otros juegos y la gente jugaba para ganarse un chanchito…” indica Myriam Fernández. Por otra parte, Romualdo Gutiérrez Mardones, nos cuenta: “yo llegué a Tocopilla en los años 70, venía desde Villa Alegre. Cuando llegamos fuimos armando una casita, una ruca, después nos pasaron una mediagua. Comenzamos a traer tablitas del vertedero y armamos algunas piezas. Tirábamos pompa con la mediagua, porque la pusimos adelante. Llegamos a tener 45 chanchos y sábado por medio comíamos chancho asado. Los chanchos los vendíamos por pedido. Uno de los principales compradores era don Pedro de la carnicería La Hacienda en calle 21 de Mayo frente al Supermercado Colón. Ahí los vendíamos. A veces me daba dos kilos de huesos con carne por la gentileza de venderle los chanchos. (…) Comprábamos unos tambores con agua a 500 pesos. Un vecino nos pasaba luz por debajo tierra y a él le pagábamos una parte. Hicimos una franja. Cuando llegamos en el sector vivía la viuda de un Carabinero, el

Rosamel, el Hugo, el “Chancho Seis”, el Covarrubias, la Córchola, el Rojas, el López, en la esquina estaba el dueño de una lavandería. La gente de Tocopilla miraban mal, pero a la hora de comprar chanchos venían sin ningún problema, le vendía a mucha gente, tenía mi clientela. Uno se salvaba para el Año Nuevo y el 18 de septiembre, nos iba re’ bien con las ventas”. Hugo López, criador y matarife nos describe su caso: “Llegué a los doce años, (1972) me fueron a buscar a Coquimbo, Clemente Álvarez era mi abuelo, Él me fue a buscar. Trajimos monturas, espuelas, lazos, pencas, ramales, chicotes, vinimos a criar animales. Mi abuelita iba desde Tocopilla a vender ropa, la cambiaba por gallinas, quesos, charqui, la gente era muy pobre en Coquimbo y en el sector de Pichasca, y se iba en tren. Ella hacía trueque, por nueces, higos. Mi tío trabajaba en el matadero, mi tío era El Espía”. Hugo vivía en calle Esmeralda, a varios kilómetros del corral. Pero su vida transcurría entre el corral, el vertedero y el Matadero. “Íbamos al matadero a buscar la sangre y los mondongos y hacíamos prieta y las vendíamos en María Elena, llegábamos hasta Vergara. Los criaderos de chanchos los teníamos acá, cerca de las pesqueras, cerca del puente, en

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la conocida como Playa de los Chanchos, pero vivíamos en otro lado. También era conocido como Caleta Vieja. Ahí se amarraban los caballos de los Carabineros, estaba el curco Frías, Huachicay, el cojo Robinson, y todos esos tenían carretas, y nosotros teníamos burros e íbamos a buscar en carretas las cervezas a la CCU para el restaurant. Todos los domingos íbamos en grupo a la playa. Llegaban hartas niñas lindas, íbamos a lagartear, llegaban los de billete, hacían bailes. Era un salón grande y lindo. Llegaban los pacos en caballo, los viejos que venían de la pampa y Chuquicamata. También me acuerdo que cantaba la Irene Farfán con orquesta. Los domingos, mi abuelo y tíos se iban para allá. Cuando cerró el local como que murió Caleta Vieja, la señora que era cantante se iba a cantar a los cerros. Parece que no estaba bien.” Sobre la cotidianidad de Las Tres Marías, Hugo señala: “el barrio era tranquilo, no pasaba nada. En la población estaba la familia de los ‘Cocolas’, había otra familia que vendían tragos, y cuando se iban a tomar nos robaban los chanchos, mi tío, El Espía, andaba siempre con un revolver y estuvo a punto de dispararle a uno. Pero lo dejó ir no más con los chanchos(…) Poco a poco se fueron cambiando las familias, (…) recuerdo al Guatón Birrín, la señora Manuela, el señor Acuña, al Marrot, a los Soto, quienes tenían moledora de huiro y metían harta

bulla. Al frente vivía Josefina y más allá la María Vega, también la María Órdenes, la María Barraza con don Sabino, el chato Luís Vásquez, que era boliviano; abajo el papá de Rosa Castillo, el Marcelino, don Jesús, el pajarito Covarrubias. Era un sólo pasaje y había una bajada para Remanso y todos íbamos para allá y éramos todos unidos. Hacíamos asados y prendíamos neumáticos y comíamos en montoneras en las rocas de la playa. Después se sumó la Magaly y el caballero, el Carvajal, un viejito re’ choro que andaba con cuchillo en la cintura, lo usaban pa’ trabajar, un cuchillo que era de un buen acero, era bueno pa’ los matarifes”. Hugo López en su locuaz relato exterioriza a cada momento que siendo niño le tocaba trabajar arduamente para colaborar con la familia. A cambio recibía zapatos plásticos, no veía el dinero. Las labores se mezclaban entre el vertedero y la crianza. “Mi tío El Espía se levantaba a las cinco de la mañana y llegó a tener hasta 300 chanchos por eso se iba temprano al pueblo con los burros, para recolectar más comida, cuando llegaba jugaba rayuelas todas las noches con los vecinos, porque no había nada más qué hacer, y cuando llegaban los camiones –al vertedero- se hacían asados, se instalaba un catre y rico el asado y al día siguiente todos a trabajar. A veces nos íbamos a sacar mariscos entre niños y adultos”.

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“El barrio era tranquilo y nos ayudábamos entre todos. Cuando llegaba alguien, lo acomodábamos y le dábamos algún espacio y montábamos las casas. Todo era por amistad. Cuando la ventas estaban malas, el mar

salvaba, porque nos íbamos a sacar maricos y hartos pescados. Había harto marisco y pescado, no como ahora.” Comenta Mario Covarrubias.

La crianza de cerdos iba forjando una identidad barrial en el pequeño caserío al norte de la ciudad.

Otros datos referidos a la cotidianidad de antaño son indicados por Sidney Covarrubias, nacido en 1957 y criado en el sector, nos remite a la importancia de la efemérides en cuanto a la

influencia en la venta de cerdos: “Las fiestas eran buenas porque se mataba y se vendía hartos chanchos. Todos los chanchos que pesaban más de 15 kilos, los vendíamos.” Del mismo modo recuerda: “veíamos

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hartas cosas por acá, por ejemplo todos los días venían muchos niños a cachurear, venían desde el pueblo -Tocopilla- y como pasaban todo el día acá, mi papá los llamaba y les daba comida a todos, siempre había en la mesa entre 10 a 20 cabros (niños). O también con los cabros de la población cuando fue el golpe (1973), escuchábamos siempre hartos balazos en la noche. Los pacos venían con los presos y le decían que arrancaran y justo cuando comenzaban a correr, los pacos les disparaban en la espalda. Nadie se metía.” A la hora de preguntar por la toponimia, Hugo López nos dice: “La población se llama Las Tres Marías, porque había tres Marías, tres señoras: la María Vega, María Órdenes y María Barraza. Eran vecinas, estaban frente a frente en el barrio y formaban una especie de triangulo.” Este dato lo corrobora Covarrubias, quien llegó en 1965 al sector de las chancherías. Antonio López Bacho llegó en el año 1978, indica que era un campamento de extrema pobreza, y que las casas eran construidas con material reciclado, generalmente extraído del vertedero, “esta gente era muy mal mirada”. Luego agrega: “traje a mi padre que quería seguir la tradición de mi abuelo, mi padre fue bueno para los caballos, y

siempre quiso tener un terreno en Las Tres Marías, trabajó en la Anglo Lautaro. Le compró un terreno a la María Pérez, hija del dueño del bar El Radical, le compró los animales también (…) Decir que esto era una población era para no tratar mal a la gente, porque era en realidad un campamento, no teníamos agua potable, se le pedía al municipio, se demoraban, a veces no llegaba, teníamos poca luz, Marco de la Vega hizo un camino, pero una entrada no más, mandó una máquina pero eso no más. Y cuando llegué ya había 70 personas, lo digo porque fui dirigente vecinal, entonces tenía todos los datos.”

Sobre algunos personajes, muchos recuerdan al famoso Roto de la Mula, quien ha quedado inmortalizado en la memoria colectiva de los antiguos vecinos. Se llamaba Manuel Vergara Gaete, de contextura gruesa y de baja estatura, conocido por haber pertenecido al equipo de box de la Armada, espacio que le brindó pintoresca fama local. Fue allí en donde adquirió el apodo, tanto por sus raíces campesinas como para diferenciarlo de los otros púgiles, cuyo origen también era rural. Recuerdan que “pegaba como una mula”, por lo que se consolidó en la memoria tocopillana como El Roto de la Mula.

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La fama de este personaje vistoso surgió el 25 de julio de 1940, momento en que vino el gran aluvión: el gigante lodazal arrasó con todo, sin diferencia entre objetos y vidas humanas. Muchos cuerpos fueron depositados después de un largo arrastre en el mar. Este valiente hombre habría rescatado los cuerpos desde el turbio mar, sacando alrededor de 13 muertos de la playa, luchando contra la oscuridad y con la bravura marítima. Se configuró así una leyenda y un heroísmo sin antecedentes en Tocopilla, siendo este boxeador el protagonista, y su repetida frase: “Yo soy el Rotito de la Mula, campeón de Chile y de Caleta de Vieja”, se hizo cada día más famosa.

Era un personaje ermitaño, “el Roto de la Mula se hizo un ruco -pequeña casa-. El viejito se las machucaba para vivir, se las rebuscaba, pero le gustaba estar solo, era tranquilo”, comenta Mario Covarrubias. Su hijo, Sidney agrega: “Al Roto de la Mula yo también lo conocí, era un viejo chico que usaba un canasto de palta en la espalda cubierto con un saco de arpilleras. Había sido boxeador. El vivía entre Caleta Vieja y Remanso”.

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CAPÍTULO 3 La cultura del cachureo

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RECOLECTORES DE RESIDUOS El recibimiento de pobladores que destinaron sus energías a la recolección de basura, fue paulatinamente caracterizando al nuevo núcleo habitacional. El trabajo de los moradores se dividía entre los tipos de materiales por recolectar en el basural. Eran los que en terreno esperaban que llegase el camión municipal para verter lo recolectado por las calles tocopillanas, depositarias de los desperdicios domésticos. Una vez que ellos y ellas escarbaron en la basura, el turno era traspasado a los perros, luego llegaban los jotes y finalmente las gaviotas. Una secuencia de trabajo y relación ambiental repartida entre hombres, mujeres, animales y aves. Los cartoneros recibían pingues ganancias por la recolección, lo mismo podían decir los recolectores de latas y plásticos. Los objetos encontrados que ostentaban algún valor, eran vendidos en algunas casas de la población tocopillana. Usualmente, los compradores desconocían el origen de los objetos.

La población de Las Tres Marías estaba compuesta por una decena de casas que constantemente acumulaban en sus afueras, en sus fachadas, todo tipo de materiales y objetos: neumáticos, latones, carrocerías, sillones, restos de muebles, etc., sentían que eran parte de un grupo que tenía una labor importante para la ciudad en cuanto a la recepción de los desperdicios que la misma localidad producía. Ciertas narraciones indican que, para algunos, no era problema comer lo que llegaba. “A veces llegaban productos frescos que quizás por equivocación los habían botado. También había cosas del Supermercado Colón que habían botado, pero estaban vencidos hace pocos días…algunos se los llevaban y los consumían” nos relata un vecino. “A veces los perros nos quitaban los alimentos que llegaban buenos…estaban todos muy gorditos”. “En el basural, como usted puede imaginar, llega de todo, y siempre nos encontrábamos hartas cosas valiosas. Oro, hartas joyas, ‘teles’ que estaban buenas, ropa ma’ o meno’, hasta plata, pero también perros muertos dentro de

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bolsas. Sabíamos al tiro cuando venía un perro muerto porque apenas llegaba el camión y tiraba las basuras, los jotes se tiraban directo a la bolsa y había que esperar que se lo mandaran al buche.” Sin duda que toda la recolección vinculada con la comida, al presentar un buen aspecto, era destinada a la alimentación de los chanchos. Una vez que se veían gordos, un golpe de palo en la cabeza los aturdía y alojaban ferozmente el cuchillo cerca del cuello. Este procedimiento era usual para evitar los estridentes gritos de chancho. La señora Alicia Rojas, tocopillana nacida en 1942, nos relata su historia de vida relacionada por muchos años al vertedero. “Me dedicaba al basural desde muchos años, antes de los años ochenta, sacábamos cosas y vendíamos los diarios, el cartón, la ropa (…) Yo vivía en calle San Martín y mi hijo vendía la ropa, pal pueblo, él también vendía la chatarra. Pero el año 94 decidí venirme a vivir cerca del vertedero, y era buena la pega ahí. Le dije a mi viejo que nos viniésemos para acá, trajimos todas las cosas desde la calle San Martin, llegué con mi hija y mis hijos Juan Esteban, Eduardo y Yerko. Me vine y después la casa se quemó. Mis niños me ayudaban con los cartones y junto a mi

esposo comenzamos a criar chanchos y empezó a juntar plata para poner luz, antes usábamos sólo chonchones. Yo comía del basural, no me da vergüenza decirlo, es más feo que me digan que soy fumona. Y todo lo que tengo es gracias al basural, tengo ropa de cama, frazadas, sabanas, no necesito comprar nada en una tienda. Los pollos congelados venían re’ buenos. Llegaba un camión de la Chilex (CODELCO) y yo como estaba ágil y más alentada, nos subíamos al camión no más. Las ricachonas botaban todo. Los pollos venían buenos, los fiambres, los quesos, nos regodeábamos con los fiambres junto a mi compañeras, la Lucha y la Inés… éramos una cuadrilla y traíamos las cositas. Llenábamos sacos y nadie decía nada, ni por nuestras ropas, ni de cómo veníamos. Yo iba con la niña los sábados y domingos, porque los otros días iba a la escuela. No comprábamos ni té y bastaba sólo una vuelta y teníamos la olla parada, era bonita la vida de antes. Yo iba todos los días, desde la mañana temprano hasta las dos de la tarde. Mi esposo me hizo una ducha, un espacio cubierto con sabanas viejas. Lo complicado era esperar a los camiones y estar bajo el sol. El ‘Chico de las Pecas’, quien vivía en el vertedero nos daba té mientras esperábamos a los camiones y nos decía como chiste ‘disculpe por las moscas’. Llegábamos con un carretón lleno de latas de cervezas, después la aplastábamos y llenábamos los sacos. Era, junto al cobre,

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lo que más monedas nos daba. Ahora no pasa nada. Era bonita la vida del basural, nadie era atrevido. Nadie nos impedía trabajar. Ahora es otra cosa, cambió totalmente, han llegado personas nuevas, pero todos en el vicio de la droga”.

Fotografía siguiente: pequeña aldea en el basural, datada desde los orígenes del vertedero.

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El conmovedor relato de Alicia nos remite a un lugar que manifiesta cierta tranquilidad para trabajar. La melancolía de un pasado mejor es clara y del mismo modo la naturalización o normalización que adquieren ciertas prácticas están expuestas en sus dichos: comer desde la basura, temas relativos al olor, a la cantidad de moscas, etc. El cambio de generación de los recicladores conlleva según el relato de Alicia y de otros vecinos, un cambio de comportamiento interpretado como negativo. Se cruza la droga y la violencia que trae aparejada. “Acá todos trabajan pa` comprarse sus cositas pa’ fumar, son todos voladitos”, nos revela un funcionario municipal en el vertedero”. Reitera Alicia. El vertedero era visto como un lugar en donde la suerte era el evento que, marcado por el hallazgo de materiales valiosos, determinaba ciertas cualidades personales en los trabajadores y determinaba lo que podría venir durante el día. Hallar joyas era signo de buena suerte en un ritualidad del cachureo, que entre otros sucesos era la expresión de una paciencia en la búsqueda. “Uno encontraba muchas cosas, me encontré, con mucha suerte, una pulsera de oro y me saqué hasta una foto. Me

encontré un anillo, por partes y luego lo armé. Había cosas buenas: muebles, utensilios, me encontraba retratos, adornos, cuadritos. Cuando mi hijo encontraba comidas buenas se las traía, si estaba mala se la dábamos a los chanchos. La ropa la vendíamos en el topless El Trece, frente al cementerio. A mi hijo, al que le decían Pelao’ Truiki, le iba re bien con las ventas, tenía harta suerte para vender”. Indica Alicia Rojas. La ansiedad constante de encontrar elementos, artefactos o joyas en buen estado, marcaba la cotidianidad en el basurero comunal. El indagar, el rebuscar, el hurgar dentro de montañas de desperdicios daba pie a ciertas experticias a la hora de querer hallar determinados materiales. Sidney Covarrubias, remontándose a los finales de los años setenta, evoca: “Había gente que cachureaba de noche, me acuerdo de ‘El Mala’, quien empezaba a trabajar en el vertedero a las 2 am, sólo se alumbraba con la fogata, con el fuego que quemaba la basura. El Chong a veces hacía lo mismo. Trabajaban toda la noche. Cuando yo quería ganar más plata, también me levantaba en la madrugada y me ponía a cachurear. Aunque los camiones llegaban entre las 11 de la mañana y las 2 de la tarde. Además el basural estaba cerca, no estaba más allá de 50 metros del último corral”

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nos comenta Sidney Covarrubias, quien agrega: “A mi me servía cachurear porque así me armé una bicicleta y podía ir a la escuela, antes me iba en la carreta con mi madre”. Por otra parte, toda esta dinámica del basural y la población surgida, nos permite comprender la segregación socioespacial surgida en tanto lógica de distribución de los bienes y personas en el espacio social y urbano, como es en el caso tocopillano. En ese sentido, se instalan lógicas de valorización propias del capital y del sistema neoliberal. Midiéndose la “producción” en base a cuerpos “disponibles” para ese tipo de trabajo. Pero, ese carácter de “disponible” no es más que la disposición impuesta por el sistema educativo y económico, que según ciertas biografías, se han separado de esos sistemas. Se cruza una especie de agencia de grupos marginados ante un determinante estructural. Grupos que ven en lo que se vota, una posibilidad de ganancia, de lucro, de vida. En este tipo de trabajo, la recolección de residuos, se expresa por la dejación de la necesidad del aire puro, respirar bien deja de ser una necesidad. Es un trabajo por el cual se paga a

través de la salud, es una renta corporal y mental trabajar sobre la basura. Se hipoteca la vida y su exposición a todo tipo de dramas biológicos y sociales. En estos trabajadores que siguen existiendo, surge una paradoja: la basura, lo desechado, lo muerto llega a ser un elemento vital, un espacio de desenvolvimiento, de trabajar para vivir. Un escenario hostil, caótico, que representa lo otro o lo imposible de hacer. La vida útil de los objetos, se acaba, pero surge la vitalidad de los elementos una vez que son recuperados del basurero. Germina un nuevo significado, otro punto de partida desde lo semántico: ¿Qué es la basura? ¿Cuándo pasa a ser residuo? La basura se define como “lo que ya no sirve”, frente al residuo que es aquello que tiene posible uso posterior. Los residuos se integran por desechos que pueden volver a utilizarse, re-ciclarse, y por tanto, la basura es aquello que no se reutiliza. Evidentemente, esa definición de lo que es basura y residuo, depende de las condiciones técnicas y sociales que predominen en la sociedad en ciertos momentos determinados.

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Entonces, cada uno de estos trabajadores define, en base a la apropiación de los objetos “botados”, lo que se puede hacer o no, en tanto ser que reflexiona. Podríamos preguntarnos, qué es la basura y para quién lo es. Se privatiza la basura y surge lo conocido como residuo. Lo que llega al basural puede tener distintos valores, pero también distintos significados. La basura, según lo que contenga, adiciona a ese significante de riesgo sanitario para la salud pública y el ambiente, un carácter múltiple, sea algo estético, como vector de contagio, como fuente de ingreso, como pasatiempo, la posibilidad de hallar algo que brinde una oportunidad económica, o bien como espacio de residencia, posibilidades que se cruzan en la cultura del “cachureo”. Los basurales por su naturaleza generan un entorno de degradación en esencia, el cual afecta evidentemente a las condiciones de vida de la población que cotidianamente interactúa en estos espacios. Sin duda que la residencia y trabajo en un basural expone a los vecinos a un sinfín de infecciones, porque un basural es un gran foco de propagación de vectores epidemiológicos

cuyo nivel de peligrosidad está coligado al tipo y cantidad de residuos dispuestos, a la capacidad de biodegradación de los recursos ecológicos del ambiente tales como el agua, aire y suelo, lo que aumenta el grado de vulnerabilidad social de la población, dada la precariedad habitacional, por la manipulación de residuos en condiciones insalubres, etc. Cuando hablamos de los principales problemas acarreados en este sector tocopillano, todos los relatos nos apuntan a las plagas de moscas, de cucarachas, de ratones, guarenes, etc. Todos ellos vectores o transmisores de fiebre tifoidea, de disentería, de diarrea infantil, de gastroenteritis, de infecciones intestinales, de lepra. La pobreza visada como cruda y chocante era lo que identificaba al sitio desde la ciudad. Desde lo lejos, siempre se avizoraba una humareda negra, una nube eterna de humo sobre esta zona, el trayecto que unía Tocopilla con Iquique tenía como limite urbano estos tugurios. José Peña Meza, Diputado en el año 1992, comentaba en la Cámara Baja la situación de

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marginalidad en la población Las Tres Marías9 indicando lo siguiente: “Señor Presidente, por razones que no es del caso señalar, el pasado fin de semana visité la comuna de Tocopilla. Aparte de lo grato que puede significar conocer más nuestro país, sobre todo la zona desértica, tan distinta de aquella donde nací, la Novena Región, me vine dramáticamente impresionado por la situación de pobreza y marginalidad en que vive un importante sector urbano de la comuna de Tocopilla, la población denominada Las Tres Marías, donde no existe ningún tipo de saneamiento y hasta falta el agua potable. Pido que se oficie a su Excelencia el Presidente de la República, para que instruya al Ministro de la Vivienda y Urbanismo, a fin de que estudie la posibilidad de adquirir terrenos con el objeto de construir viviendas básicas o de emergencia para radicar a esas familias, ya que viven en paupérrimas condiciones”.

Otra situación evidenciada en los relatos, tiene que ver con que en el basural, dada las condiciones de lejanía, siempre existía una predominación de situaciones de clandestinidad.

9 Archivo Cámara de Diputados, legislatura ordinaria 324a, Sesión 10º, miércoles 17 de junio de 1992.

Es decir, se fue creando un espacio sub-urbano que fue favorable para el desarrollo de actividades ilegales: robos, tráficos de contrabando, transacciones ilegales, etc. En casi todas las ciudades los basurales representan la imagen de un sitio donde la violación de la norma parte de la propia administración pública por acción u omisión. Es una especie de “zona liberada” expresada en el descontrol de lo que ocurre allí. Contribuye en ello, la propia lejanía o distanciamiento que se construye desde la ciudad sobre el lugar. Era y es muy común que en las crónicas de los diarios locales se retraten situaciones ilegales: hallazgos de cadáveres, de autos robados, conflictos entre vecinos, asesinatos, intoxicaciones, transacciones ilegales. El siete de mayo del año 2011, una grave denuncia realizó un concejal de Tocopilla ante la PDI y ante el Concejo Municipal del puerto salitrero, por el traslado ilegal de restos humanos y ataúdes al vertedero. El edil señaló al Mercurio de Antofagasta que recibió información de anónimos, llegando donde testigos oculares del hecho macabro.

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Años anteriores, nos hablan de continuos incendios en el sector por efecto de actividades ilícitas. “Justo antes del mediodía comenzó el incendio en la calle número Tres del sitio 5, Manzana A de la población Las Tres Marías. El hecho se debió a la quema indiscriminada de cables de cobre por parte de desconocidos, según indicaron los habitantes del sector, afectó gravemente el terreno de Guillermo Mondaca Jofré y a su señora Margarita Pérez Milla, que era ocupado como aparcadero de chatarra.” Indicaba La Prensa de Tocopilla el 5 de marzo del año 2007. Según el relato de vecinos del sector, continuamente se veían afectados por la delincuencia, porque era muy común que, debido al robo de cables y cañerías de cobre, los delincuentes se dirigían al lugar y aprovechaban la amplitud y falta de vigilancia para reducir el material, quemándolo para luego venderlo en bolones, situación que favorecida el desarrollo de incendios. Angélica Martínez, nos indica un dato interesante, que nos remite a cierta cultura del reciclaje como práctica que ha sido adquirida por los nuevos residentes de la población Pacífico

Norte: “Nos quejamos del basural pero mucha gente va a buscar cosas que a veces faltan en las casas, una tablita, una puerta, una plancha…etc., mucha gente va a buscar cosas, uno encuentra zapatillas impeques, al final, uno igual cachurea, porque hay cosas buenas, y nos quejamos de algo, y al final mucha gente se beneficia. Te apuesto que gran parte de la población ha ido más de alguna vez al basural, le decimos ‘Easy Hogar y Construcción’, porque hay de todo… La gente que trabaja allá, hace paquetitos o amarras con materiales, o bien tú le encargas y te lo tienen a la semana siguiente y te lo venden a bajo precio. Como están tan lejos las ferreterías y barracas, es mejor ir para allá… y te ahorras mucho. Si alguien necesita algo, uno va al basural y lo encuentra, es como mágico.”

Fotografía siguiente: detalle de la pequeña villa existente en el vertedero.

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En la observación actual de las actividades diarias en el vertedero, lo primero que llama la atención es la difusa demarcación de los sectores considerados para verter la basura. En ese aspecto, los límites y los bordes de lo considerado como basural, varían día a día. En ese sentido, surge también la confusión y la improvisación de áreas de trabajo. Cercioramos la descarga de basuras en sectores perimetrales al vertedero. Esta irregularidad se debe en parte a la presencia de recolectores que salen a recibir a los camiones o camionetas, siendo usual que muchos de ellos se suban a los vehículos generando conflictos con los choferes, quienes, finalmente, deciden arrojar la basura decenas de metros antes del lugar considerado como autorizado para volcar desechos. En otros casos, esta práctica de captar vehículos para acceder a la ansiada mercancía, se ejecuta con la autorización del chofer, quien incluso ofrece dinero para descargar rápidamente el vehículo. Cuando el camión llega a la zona central de vertedero, los recolectores corren ansiosos a esperar la descarga que, una vez iniciada, se

arrojan sobre los materiales más preciados, como el cobre, el aluminio, la madera. En ese instante se producen ciertas tensiones en cuanto a la propiedad de lo arrojado por el camión, dando paso a empujones, a quitadas de material, a prácticas de matonajes y discusiones. Esto ocurre en momentos en que la descarga no termina, implicando el riesgo de que los materiales caigan sobre las personas. La técnica de reconocimiento y recogida se realiza con rapidez, siendo toda una experticia la ejecución de la actividad.

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Momento en que los recolectores intersectan un camión para recoger competitivamente los desechos. Abajo: pequeña toldería en el vertedero, utilizada para sombrear la separación de residuos y para transar lo recolectado por otros.

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En algunas ocasiones opera maquinaria pesada por mandato municipal, que tiene como propósito diseminar los montículos de desperdicios, para luego nivelar, distribuir e intentar compactar la basura. Este hecho provoca una mayor presión en cuanto a la velocidad con la cual deben operar los recolectores. En los márgenes del vertedero surgió un pequeño caserío, en donde se acumulan constantemente una gran cantidad de materiales. Sus residentes manifiestan una dependencia que no tiene horarios: están mañana, tarde y noche pendientes de la llegada de cualquier camión. Aunque el trabajo de los recolectores suele ser temático y especifico, en el sentido que algunos se especializan en plásticos, otros en cartones, aluminios, cobres; o bien existen algunos que recolectan todo lo que es posible de comercializar, el riesgo de permanecer y laborar en lugar como el vertedero, los torna completamente vulnerables a una serie de desperdicios, que llegan y que no poseen limites o filtros en cuanto a origen o componentes

químicos que poseen o las dimensiones físicas de cada uno de ellos. Llega de todo, literalmente. En esa confusión de cerros de basuras, muchos materiales son invisibles, pero su peligrosidad puede ser excelsa. Desechos hospitalarios (artefactos, insumos, jeringas), residuos orgánicos que facilitan la proliferación de guarenes, etc. Desde allí, la propagación de infecciones y enfermedades por cucarachas y bacterias. Compuestos químicos, tóxicos radioactivos, inflamables. Surgen desprendimientos de plomo en la combustión de desechos. En algunos casos evidenciamos consumo de agua por parte de los recolectores que muchas veces vienen contaminadas por lixiviados, ácidos y varias toxicidades. Han muerto recolectores por esta práctica. En los vertederos existe desprendimiento de gas metano y riesgo de explosión por la emisión de gases, riesgo de incendios, combustión de residuos orgánicos. La presencia de materiales diversos, da pie a una serie de rasguños, cortes, cercenamiento de extremidades, golpes y traumatismo.

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Una vez caída la tarde, algunos recolectores prefieren comercializar sus productos dentro del mismo vertedero con quienes llegan directamente a comprar cuando finaliza la jornada. Sin duda que la decisión de vender depende de los precios y de la cantidad recolectada de materiales. Cuando el valor de la

transacción es bajo, muchos optan seguir acumulando hasta que lo precios se tornen atractivos. Este tipo de negocios se realiza en el mismo basural, bajo improvisados toldos o sobrillas, instalando además las romanas para pesar cada uno de los productos.

Una vez caída la tarde, algunos recolectores prefieren comercializar sus productos dentro del mismo vertedero con quienes llegan directamente a comprar una vez finalizada la jornada. En la fotografía, la actividad cotidiana entre jotes y perros.

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ESTIGMATIZACIONES

Recolectores en la cotidianidad del vertedero, entre infinitas rumas de basuras y animales moribundos.

Trabajar en el vertedero, sin duda que desemboca, además del deterioro físico, en un deterioro moral de los trabajadores recolectores y recicladores. Existe una producción de estigmatización desde afuera, desde los que no trabajan en el basural, o sea, en los que provocan que el basural exista: toda la ciudad. Se estigmatiza al que trabaja allí y se condena la presencia del vertedero, pero justamente, el vertedero existe porque existimos nosotros.

Esta estigmatización genera ciertos atributos, identidades, rasgos y formas de ser que redundan en una negatividad hacia el oficio del recolector. Como investigador noté y viví la tensión que genera la presencia de personas foráneas al basural y la actitud de quienes trabajan allí. Se cruza la tensión, la pena, la mirada cabizbaja y la percepción de baja estima en los recolectores, matizada con cierta vergüenza. Sin duda que todo lo anterior es el resultado de la producción

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de estigma y de un discurso foráneo que nos remite a cierto debilitamiento de la “dignidad humana”.

Desde esas actitudes, por parte de estos recolectores surge cierta moralidad acompañada con una actitud defensiva, en cuanto a que se asume el tipo de labor –despreciable para quienes no la viven- pero desde allí se justifica con conceptos morales como el “yo no fumo”, “no mato”, “no robo”, “no tomo”. La estigmatización compromete generalmente un miedo visible a la interacción con los otros. Operan, a veces, autoexclusiones con la sociedad, con la ciudad y con la población cercana, definiéndose de este modo, un estilo de vida.

Llama la atención las reacciones de estos trabajadores, que se auto discriminan y auto marginan, pero no es más que el fruto directo de la sociedad que los margina y que los rechaza. En la medida que se auto denigran, se torna evidente que no encuentran una opción alterna para

protegerse estructuralmente de su estigmatización.

De hecho, mientras más se niegue a sí mismo, el trabajador de los vertederos, más adopta los símbolos y las aspiraciones de la sociedad que rechaza. La consecuencia de esta identificación psicológica es el sufrimiento, la rabia, la impotencia, la baja autoestima, la autonegación.

Fotografía siguiente: recolector esperando camiones. Una vez que intervino en la búsqueda de residuos, le siguen en la busca de alimentos los perros, los jotes y finalmente algunas gaviotas.

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CAPÍTULO 4 La erradicación

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RELOCALIZACIÓN DE LA POBLACIÓN

La nueva y antigua población Las Tres Marías en el año 2007, mirada desde los roqueríos de Caleta Vieja. También se aprecia la cárcel y

la verticalidad de la Cordillera de la Costa.

Como indicábamos, los orígenes de este poblamiento se remonta a la década del 60, a partir de un asentamiento irregular que sostuvo un grupo de familias vinculadas con actividades de crianza de animales para sus propios negocios y otros grupos de escasos recursos y de alta vulnerabilidad socio-económica, quienes, vista la

cercanía del basural, se instalaron al costado sur-poniente del actual perímetro barrial, a un costado de la pesqueras. Los terrenos nunca dejaron de pertenecer a Bienes Nacionales. No obstante, en el año 1980, mediante una gestión municipal, en un hecho recordado por los antiguos pobladores, se instaló el alumbrado

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público y por ende el acceso al circuito eléctrico de forma particular. Pero no todos accedieron a la electricidad. El villorrio mantuvo la tónica de una urbanización precaria y una estética considerada decadente. Según datos municipales, en el inicio de la década del 2000, aún se contaban con “…Pozos negros individuales. El agua potable era traída en camión aljibe desde la comuna de Tocopilla y distribuida en cada domicilio mediante tambores”.10 Hugo López indica: “no teníamos baños, así que nos íbamos a la playa o donde nos pillaba no más. Porque después del aluvión del 91 nos quedamos sin pozo negro”. En cuanto a vivienda, el predominio de material ligero era total. La pobreza era medida según el ingreso familiar: “…Promedio ingreso familiar: $65.000”. 11 Sobre el Perfil de vulnerabilidad social, en cuanto a salud: “…0% de menores sin control de salud al día. 8% de mujeres mayores de 35 años sin control de PAP” y en educación: 0% de niños que

10 Ficha Información Las Tres Marías. Programa Chile Barrio 2004. 11 Ibídem

no asisten al sistema escolar, 11.4% de mayores de 18 años que desean nivelar estudios, 38% de personas entre 18 y 45 años que solicitan capacitación laboral”.12 Todos estos datos nos hablan de un estancamiento en cuanto al desarrollo o al mejoramiento de infraestructura. Era un pobreza consolidada que no manifestaba ningún tipo de alteración. En el cambio de siglo, Tocopilla enfrentaba un problema de peligrosidad, básicamente por tener la cárcel en pleno centro: frente al único supermercado y en la avenida principal del centro cívico y comercial, exponiendo a la población durante varias décadas a los motines y disturbios de los presos. No faltando la ocasión en que los gendarmes tuvieron que disparar a reos en violentos intentos de fuga, hiriendo a los vecinos con lamentables consecuencias físicas y mentales. Entonces fue inexorable trasladar la cárcel hacia un sector que no expusiera a los ciudadanos al peligro, se decidió instalarla en las cercanías de la población Las Tres Marías.

12 Ibídem

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El problema ahora lo vivirían los vecinos del precario barrio. Sin embargo, este tramo se vería potencializado desde el punto de vista urbano, porque se mejoraron los accesos, se implementó iluminaria pública en un tramo mayor: en la práctica se articuló medianamente ésta población con la ciudad.

la cárcel se encuentra en el borde de la población Pacífico Norte y Las Tres Marías. La instalación de ella reafirmó, en muchos vecinos, la sensación de marginalidad y de discriminación, varios sintieron que los exponían a una serie de riegos.

Vecinas y dirigentes de Las Tres Marías en sus actividades de crianza y asociatividad.

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Comienza a visibilizarse el villorrio, pero quizás no su integración total de su sociabilidad con Tocopilla. Seguían siendo renegados de la oferta pública de soluciones. Comienzan a esbozarse proyectos y acciones que tuvieron como objetivo conseguir una solución a la necesidad de suministrar al poblado de los servicios básicos de urbanización, vivienda y obtención de terrenos productivos para, posteriormente, regularizar la propiedad. A lo anterior se suma la gestión realizada en el año 2003 por parte de Ministerio de Bienes Nacionales, que consistió en la elaboración de un nuevo loteo que beneficiaría a las familias del sector de tomas de Las Tres Marías, el cual estaría ubicado a 100mt hacia el norte del eje urbanizado que contempló el proyecto de la cárcel. Como parte de la intervención del Programa Chile Barrio, la Secretaría Regional Ministerial de Planificación (SERPLAC) recomienda técnicamente el proyecto de construcción de casetas sanitarias y red de agua potable dentro del nuevo lote que beneficiaría a los vecinos del sector. En el segundo semestre del año 2003, comienza a ejecutarse dicha iniciativa. Otro

hecho significativo que fortaleció la zona barrial en el marco del proceso de urbanización y consolidación urbana dentro del sector, fue la expropiación y relocalización de un terreno de servicio minero e industrial que colindaba con el nuevo loteo, a modo de acondicionar los terrenos del entorno inmediato dentro del proceso que se llevaría a efecto. En consecuencia, esta etapa marca un hito histórico para los pobladores del sector, puesto que se inicia la erradicación y relocalización de las familias en torno a un nuevo loteo acondicionado a sus requerimientos de desarrollo productivo, como también a la obtención de servicios básicos que permiten mejorar la calidad de vida. Conjuntamente se forjaron instancias para lograr la asociatividad de la población de Las Tres Marías mediante el trabajo con la Junta de Vecinos que reunía a la totalidad de las familias intervenidas. De todos modos, debemos indicar que el tema de la relocalización de la población ya era tratado desde 1997. Así queda constatado en las actas de reuniones de la Junta de Vecinos. Un pasaje importante nos habla del sentimiento de

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menosprecio que vivían los residentes de este barrio, al menos quedó registrado cuando un gobernador, en 1997, indicaba sus ideas: “el Gobernador Pedro Valdés se refirió a lo que él haría si tuviese una máquina pesada respecto a Las Tres Marías, ‘yo le pasaría la maquinaria a todo esto y la echaría al mar’ palabras que cayeron muy mal en todos los presentes” (24 de noviembre 1997). El 9 junio del año 2000, un acta de reunión indica lo siguiente: “Con la presencia del Intendente de la 2º Región y el Seremi de Bienes Nacionales, se da comienzo a la reunión extraordinaria (…) Luego del planteamiento de los pobladores de Las Tres Marías a las autoridades presentes más el Alcalde Aleksander Kurtovic, lamentablemente recibimos la mala noticia de que seremos erradicados del sector donde nos encontramos, porque será urbanizado este sector según el nuevo Plano Regulador”. Antonio López señala que el proceso previo a la erradicación de la población, fue demasiado extenso y confuso: “Como nos querían erradicar, comenzamos a buscar terrenos, estaba el sector denominado como El Chileno (ubicado una docena de kilómetros al norte de la ciudad), Tamaya y Barriles, pero el transporte de los animales ¿cómo lo

haríamos? ¿Cómo llevaríamos a los animales? ¿Qué pasa con la gente que anda con la carreta? Era difícil. Así que elegimos estos terrenos, en donde estamos ahora, porque era más digno y así podíamos continuar con nuestras labores. Además nos querían erradicar porque el plano urbano se iba a ampliar, y dejábamos de ser rural, por ello no podríamos criar animales. Y con eso mataban a la población. Después nos querían entregar sólo una vivienda y un terreno chico, yo tenía 101 chanchos, ¿dónde los iba a meter?. Había gente que tenían hasta 200 chanchos. Entonces estaban matando la pega. Entonces no nos estaban ayudando con estas soluciones habitacionales”. Una vez tomada la decisión se da paso a una iniciativa que contemplaba, a través del Ministerio de Bienes Nacionales, la otorgación de un total de 27 Títulos de Dominio gratuito a las familias beneficiarias del programa, en un proyecto de erradicación. Se lleva a cabo la construcción de 27 Casetas Sanitarias, la instalación de una red de agua potable y alcantarillado. Los beneficiados fueron finalmente 24 familias, que recibieron como solución viviendas de material ligero y sólido de 20 MT2 aproximadamente. El beneficio fue otorgado a

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través de los Subsidios habitacionales Progresivos y Privados SERVIU II región. El total de este proyecto tuvo un costo de $66.300.000, siendo financiado por el SERVIU. El costo unitario de casa solución habitacional fue de $2.762.500. No obstante los vecinos aluden a ciertos cambios en el proyecto: “negociamos un terreno más grande, nos prometieron 1000 MT2 con opción de otros 1000 MT2 cuadrados con opción de compra. Firmamos y a mitad de camino, nos dejaron con la opción de compra nula. Entonces, igual, hay que ser agradecido. La Junta de Vecinos rescató a gente que vivía en el vertedero, así que los incorporó al proyecto de la nueva población.” En el área social, la intervención se orientó hacia optimizar las condiciones ambientales del asentamiento, con algunos proyectos de mejoramiento sanitario que permitieron generar capacidades a los beneficiarios en prevención, con el propósito de limpiar y preservar el medioambiente. Además de centrarse en lo sanitario, el proyecto buscó mejorar el tejido social de las relaciones entre los vecinos. Un componente importante en la intervención del programa se orientó a capacitar a los vecinos y

tratar de empoderarlos a través de la reactivación de la Junta de Vecinos. Este fortalecimiento de la organización comunitaria permitió que se transformara en un interlocutor válido frente al municipio. Además de estas instancias propias del programa Chile Barrio, la comunidad también se vio favorecida con la ejecución del programa Un Barrio para mi Familia desarrollando líneas de acción de fortalecimiento de líderes y organización social. A esto se suman las instancias de involucramiento de los padres en el comedor infantil que se ubicaba en la propia sede social. El 31 de agosto del año 2005, a través de los medios de comunicación local, se anunciaba la ampliación de la población Las Tres Marías. La noticia la daba a conocer el municipio, quienes en coordinación con el programa Chile Barrio, programaron la relocalización. “Una importante reunión sostuvo ayer el alcalde de la comuna, Luis Moyano, junto con los profesionales del Programa Chile Barrio, con el objetivo de definir el ansiado traslado de los vecinos que sueñan con una vivienda digna en la población Las Tres Marías de Tocopilla.” indicaba La Prensa de Tocopilla.

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El proyecto consistía en la entrega de 24 viviendas y 27 soluciones sanitarias a los pobladores de este sector, contando con una inversión cercana a los 490 millones de pesos, dineros aportados por el Fondo Nacional de Desarrollo Regional, FNDR, la Municipalidad de Tocopilla, el Ministerio de Vivienda y Urbanismo, la Subsecretaría de Desarrollo Regional y el Programa Chile Barrios. Se comprometía por aquellas fechas un operativo total de limpieza del sitio, donde se erradicaría las calaminas y los desechos para dejar impecable este lugar para el traslado del campamento. Situación que demoró bastantes meses. La Prensa testificaba: “Moyano puntualizó que en diciembre todo quedaría listo y dispuesto para trasladar a los vecinos a sus nuevas viviendas, donde se efectuaría un nuevo operativo que contaría con la ayuda de personal del Batallón Logístico de Tocopilla, los organismos policiales, voluntariados, personal del municipio y todos aquellos que deseen apoyar este sueño de la vivienda propia. Al respecto, el edil mencionó que para mejorar la calidad de vida de los vecinos del lugar tiene contemplado erradicar el Vertedero Municipal para el próximo año, trasladándolo

hasta el sector de Barriles.” 13 No obstante, el mismo alcalde, al año siguiente seguía anunciando por el mismo diario la erradicación del basural. “Erradicarán basural del sector norte de Tocopilla debido a las deficiencias sanitarias y para mejorar la calidad de vida de los vecinos del sector” indicaba (Lunes 31 de julio de 2006). “Una importante noticia entregó el Alcalde Luis Moyano, en relación al mejoramiento de la calidad del ambiente en la ciudad. Ya comenzaron las gestiones a nivel de la administración municipal y el gobierno regional para trasladar el vertedero municipal, fuera de la ciudad, específicamente al sector de Tamaya, en la ruta B-24 camino a María Elena.” 14 Repetidamente en los diarios se indicaba que el sector de Las Tres Marías ya era atractivo para la construcción de un conglomerado de viviendas sociales. Al menos esa era la visión de la Seremía de Vivienda y Urbanismo, liderado en ese entonces por Roberto Rivera. El Seremi indicaba en La Prensa que, “…este basural no cuenta con las condiciones necesarias para seguir funcionando y alteraría

13 La Prensa de Tocopilla, 31 de agosto 2005. 14 La Prensa de Tocopilla, 31 de julio 2006.

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la calidad de vida de los futuros residentes, lo cual entraría en contradicción con la nueva política habitacional, de privilegiar la integración de las nuevas soluciones habitacionales a los centros urbanos, las cuales además deberán contar con un entorno barrial adecuado para el desarrollo de estas comunidades”.15 Las intenciones, de pronto, quedaban sólo en eso: en intenciones. Porque a nivel de gestión el resultado era nulo. “De acuerdo a lo indicado por el edil –Moyano- que dice que se ha reunido en dos oportunidades con la directora de la COREMA, Patricia Latorre, quien conoce la realidad sanitaria de este lugar y le requirió que la solicitud a Bienes Nacionales de los terrenos del sector de Tamaya, a 13 kilómetros del puerto, se extiendan por un plazo mínimo de 25 años, pues su administración había efectuado una petición por diez años”. La publicidad de supuestas gestiones contrastaba rotundamente con los resultados concretos. El proyecto era diseñado en base al financiamiento que podría otorgar el Fondo Nacional de Desarrollo Regional para la construcción de un Vertedero Municipal que

15 La Prensa de Tocopilla, 31 de julio 2006.

incorporara toda la normativa ambiental. El alcalde Moyano decía: “por tratarse de un tema sanitario se incorporará en el presupuesto del próximo año. Con lo cual el puerto eliminaría el foco infeccioso del basural, que replica otros micro basurales en sus cercanías y afecta la calidad de vida de quienes habitan en esa zona. En el lugar del antiguo se procedería a efectuar un relleno sanitario, donde se proyecta incluso la instalación de áreas verdes.” 16 Pero no todo sería una panacea. La marginación seguía operando en la memoria, en el discurso y en las medidas sanitarias. Por ejemplo, en febrero del año 2006 se denunciaba la presencia de un verdadero río de aguas servidas proveniente desde la cárcel. El canal pasaba por el centro de la población, siguiendo su pestilente curso hasta el cercano mar. Eran 300 metros de hediondez, con una vegetación achaparrada que crecía en sus bordes, adicionando el mosquerío y zancudos que perturbaban la cotidianidad de los habitantes día y noche. El gasto en insecticidas aumentaba día a día.

16 La Prensa de Tocopilla 1 de agosto 2006.

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“A partir de la construcción de la nueva cárcel en ese sector los vecinos tienen que soportar los malos olores y las plagas de mosquitos. Los niños parecen estar condenados, o los pica un zancudo o se intoxican con el insecticida. Los perros beben aguas servidas y después juegan con los menores”. Denunciaba un vecino a través del periódico El Polémico. “Es indigna la forma en que vivimos, los malos olores insoportables, ¿Cómo es posible que haya tanta modernidad y acá esté corriendo la caca por el camino?”, reclamaba una vecina a través del alternativo semanario tocopillano El Polémico. Los reclamos hacia Gendarmería eran diarios. La calidad de la convivencia iba disminuyendo con el paso de las semanas, meses y años. Eran cinco años que llevaba este riachuelo corriendo que era producto de un sistema de fosas sépticas por decantación, las que se saturaban y rebasaban, motivando la evacuación por este arroyo. Las denuncias provocaron que Gendarmería fuese multada en varias ocasiones. Además de los pozos sépticos, y sus habituales olores, se sumaba este río de aguas servidas. No obstante, la sensación de estar rodeados por fuentes contaminantes era peor. Al sur las pesqueras pestíferas, acopios de cenizas de

termoeléctricas. Al norte más acopio de cenizales y el gran Vertedero Municipal, con sus humaredas perpetuas. Al estar dentro de una pequeña planicie costera, los vientos son fuertes y cambiantes, cuando viene del sur traía el olor de las pesqueras, que en algunos casos llegaba a provocar vómitos y jaquecas. El viento levantaba polvo y trasladaba las partículas de las cenizas. Cuando el viento venía del norte, además de arrastrar más escorias, traía el humo del basural. Por otra parte, la entrega de las casas se venía retrasando por varios meses en el 2005. En febrero del 2006 estaban listas las casas, pero por temas burocráticos aún no se conferían a los pobladores. Los vecinos en su ansiedad de acceder a la nueva casa, comenzaron a visitarlas. Pero para su sorpresa, comenzaron a evidenciar la baja calidad de las mismas. Grietas multiplicadas por muros y cierres. El exceso de arena por sobre el cemento era evidente. El resultado eran muros rotos e inestables. “Las casas fueron construidas en terrenos que tenían escombros y hartos desechos y se encuentran frente a los acopios de cenizas”. Comenta una vecina. En la denuncia realizada por semanario El

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Polémico, se expresaba: “Cómo es posible apreciar, las casas están mal terminadas, tienen agujeros, se deshacen las paredes con sólo tocarlas, algunas están casi en el aire y se les rellenó la base con cemento de muy baja calidad’, denunciaba un dirigente. “Es realmente vergonzoso ver cómo las autoridades han jugado con la necesidad de la gente. ¿Es esto dignidad? ¿Esta es la calidad de vida que nos prometieron?”, se preguntaba un habitante. Aquí parece repetirse la historia de la población Padre Hurtado en donde las viviendas se derrumban ante la impotencia de los pobladores. En este caso, aun cuando no estaban habitadas ya presentan deterioros. La plata alcanzó sólo para pavimentar algunas calles de esta nueva población y algunas veredas ya están agrietadas”. 17 En ese escenario, los pobladores tuvieron que enfrentar otro problema a la hora de la relocalización. Si bien ellos venían desarrollando labores de micro agricultura y crianza de animales en espacios generosos, fruto de una toma de terrenos, una vez reubicados, se enfrentaron a terrenos reducidos, estrechos y en terrenos disparejos, dificultando de este modo el hacer y la labor desarrollada por décadas. Estaba la paradoja: había una mejor habitabilidad dada

17 El Polémico, 4 de febrero 2006

por el diseño, el confort, la salubridad y la materialidad (aunque con problemas) pero no podían trabajar. Los nuevos terrenos limitaron la infraestructura edificada para las actividades productivas que la gran mayoría de sus propietarios desarrollaba, debido al destino habitacional que éstos rigen como prioridad en cuanto a la ocupación de suelo. Todo lo anterior redundó en labores minimizadas dedicándose sólo al cultivo y criaderos a nivel doméstico. Por su parte, la actividad del reciclaje también tuvo que disminuir sus escalas y sus tiempos de acopio. Las características de las primeras casetas sanitarias planteadas en el loteo del sector contempló una pequeña vivienda de dimensiones mínimas cuyo programa consta de un sala utilizada como comedor y habitación, un baño y un área destinada a la cocina.

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Población Las Tres Marías en los momentos previos a su erradicación: la materialidad precaria fue el sello de este poblado con la

reutilización de materiales recogidos en el vertedero.

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CAPÍTULO 5 Hitos

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VILLAS Y DISCURSOS

El déficit habitacional en los finales del siglo XX, conllevó la proyección de dos grandes poblaciones por parte del Estado: Villa Los Andes (sector noroeste de Tocopilla) y Población Padre Hurtado (sector sur). No obstante la precarización de las viviendas otorgadas atravesó desde las materialidades hasta los discursos que intentaban caracterizarlas. La población Villa Los Andes fue emplazada sobre un relleno que ganó terrenos a la costa, situación que sería lamentada en el año 2007 al momento del terremoto del 14 de noviembre. La Villa Los Andes sería una de las poblaciones mayormente damnificadas por el evento telúrico. El colapso fue prácticamente total, las grietas invadieron cada una de las casas y los daños de los equipamientos púbicos y privados fueron colosales. El sector de La Costanera fue elegido por los pobladores para pernoctar durante un extendido lapso. Carpas y sacos de dormir configurando la nueva población frente al temor de que sus viviendas finalmente colapsaran. Hubo que reemplazar en totalidad las casas

durante el proceso de reconstrucción iniciado en el año 2008. Reemplazando los bloques y cemento por un conglomerado de casas de material ligero y con diseños de pre-construcción. La implementación de la Villa Padre Hurtado, inaugurada en 1996, constituyó toda una innovación a nivel local, en el sentido de emplazar soluciones habitaciones estatales en un sector consuetudinariamente vinculado con la central termoeléctrica, con el sector de las Villas, al sur de la comuna. Esto trajo aparejado una polémica de manos de antiguos vecinos del sector sur que manifestaron su reticencia, en la segunda mitad de la década del noventa, a que se implementara una población con personas que “tradicionalmente” no estaban vinculadas con el sector, ni muchos menos vinculadas con la termoeléctrica. 18

18 Con la llegada de The Chile Exploration Company, se evidenció una expansión de la ciudad hacia el sector sur, siguiendo la línea marcada por la estrecha planicie costera. Se inicia, en el primer lustro de la década del veinte, la

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Patéticas fueron las protestas y polémicas y por sobre todo los comentarios cotidianos frente al arribo de nuevos vecinos, de vecinos del sector

implementación de village workers o los campamentos para obreros y empleados en lo que conoceremos como la Villa Covadonga y la Villa Americana. Estos campamentos eran verdaderas ciudades tanto por su extensión como por su aspecto, una estética y un diseño uniforme. Sus calles espaciosas en terrenos llanos y homogéneos, con una Casa de Refrigeración –conocida como Pulpería- un pequeño hospital, iglesia, sedes de club, estadios, canchas de futbol, beisbol y tenis, con un extenso y bien distribuido sistema de electrificación. Muchas de estas casas eran de hormigón armado, las piezas estaban entabladas con un sistema de aislamiento contra el calor y el frio, con patios cercados. Existían las casas llamadas Tipo C, que eran para empleados y capataces, cuyas construcciones eran más fastuosas, amplias, con baño propio y no común como el resto del campamento. Por su parte, los hijos de los norteamericanos, acudían a una escuela particular y excluyente La Escuela Americana. Esta diferenciación urbana, que pasaba también por lo socioeconómico, y la gran diferencia a su vez en la calidad de vida, hizo que la ciudad tuviera una fragmentación social en los tocopillanos, siendo el puente del Ferrocarril el catalizador de esa división. Al norte del puente estaba el llamado Pueblo y al sur del mismo, la Villa. Al norte los no vinculado con la termoeléctrica y al sur del puente, los trabajadores de la planta.

llamado El Pueblo, quienes llegarían, supuestamente, a “modificar” -perjudicar- las cotidianidades del sector sur, de la villa, criminalizando de ante mano la presencia de los nuevos habitantes. Era claro que la narrativa que subyacía en estos reclamos tenía que ver con cierto estatus auto-conferido por los residentes del sector de las villas, quienes, despectivamente, miraban hacia el resto de la ciudad, hacia el llamado Pueblo. Pueblo como lo contrario a la Villa, lugar en donde se llevaba una “vida distinta”, “con gente de bien”, “gente de Codelco”, “gente de plata”, “gente aparte”, tal como señalaban los múltiples comentarios y reclamos por la llegada de los nuevos habitantes. Pero en términos simples, era una disputa unilateral de pobres contra pobres, de asalariados contra otros asalariados. Entre vecinos del norte y vecinos del sur. Las materialidades habitacionales del sector de la Villa eran el resultado de la compañía norteamericana The Chile Exploration, compañía que construyó barrios en el Sector Covadonga destinados a los obreros y empleados a contar de

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la década del veinte. Objetivamente, estas materialidades habitacionales, uniformes por lo demás, no eran ni fastuosas ni de una arquitectura monumental. No discrepaban en costos materiales, ni en plusvalía, ni siquiera sus estéticas eran disimiles a lo que pasaba en el denostado Pueblo. Sin embargo, la configuración de un relato de representación de sus habitantes, de sus usuarios, tenían que ver con marcar lo distinto, lo distinguido, lo “aparte”, o lo “cuico”. Ahí vivía, supuestamente, la “clase alta tocopillana”. Auto-representación mítica que contrastaba con la vulnerabilidad laboral de los autodefinidos como “clase alta”, con su carácter de asalariado, residentes en casas no propias, una supuesta clase alta que poseía bajos niveles de escolaridad, con servicios prestados a la compañía definidos como no-profesionales, sino técnicos o con labores que califican como oficios. Era allí la contradicción de un relato discriminador entre tocopillanos.

Fotografía siguiente: la ciudad nocturna y en su costado izquierdo superior, la

población Pacífico Norte.

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El imaginario de Tocopilla ha sido reproductor de un discurso dicotómico, que cruza una cierta moralidad y clasismo, asociando a que mientras más al sur se viva, mejor es la calidad y estatus de vida. Indicando todo un universo que discrimina y marginaliza al sector norte. Mientras más al norte, supuestamente, más “pobre” y “marginales” serían los habitantes. Debemos indicar que cada sociedad generalmente se rige por una serie de normas y prácticas sociales que son dominantes y que también intentan regular aspectos de la vida cotidiana. En el sector de la villa, el conjunto de estos rasgos socioculturales, definió una especie de “normalidad” y “estatus” que fue, desde 1915, interiorizado y recreado por las generaciones venideras. Esto implicó un imaginario que expresa la coexistencia de “otros”, de grupos que eran ajenos a esas modalidades cotidianas, que redundó en la marginalización y fragmentación de los porteños hacia los foráneos de la compañía termoeléctrica. Desde estos vecinos se transmitía la vida del “buen vecindario” con valores hegemónicos. La negativización de los nuevos vecinos que

poblarían la población Padre Hurtado, remitía a un intento de clausura del territorio. En el tenor que el espacio se cerraba para los del pueblo. Surgía, entonces, una intento de privatizar el territorio local, planteando a los administradores del Estado lo que supuestamente “dificultaría” este buen vecindario. La hegemonía del discurso de los villanos (residentes de la villas, tal como se autodenominan) determinó la imagen a que cada vez que algún tocopillano o tocopillana emprende en sus negocios o proyectos económicos, ir a vivir a la villa, hablaría de cierto “ascenso” social. Entonces venir “desde la pobla”, desde “allá arriba”, desde “el pueblo” y llegar a la villa, era visto como una escala en la sociabilidad local. Una vez que estos llegaban, se sentían integrados pero a la vez desintegrados porque su historia no remitía a la termoeléctrica, sino a otros procesos. Como se nos revela, están integrados en la sociedad aquellos miembros que comparten las expectativas y las pautas de valores generalizadas en el grupo, y están marginados aquellos que, ya sea por su falta de incorporación al sistema productivo, por dificultades de asimilación y/o

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plantear pautas de valores y acciones sociales diferentes a las del grupo mayor, no pueden, no quieren o no se les permite participar en un determinado tipo de actividades del grupo: las actividades integradoras. Lo anterior reflecta en el relato en que, a veces, el alejamiento físico y mental entre los grupos hegemónicos normalizados (villa) y aquellos que portan un estigma que les etiqueta previamente (nuevos vecinos) como problemáticos, marginales, inadaptados, excluidos, hasta el punto de constituir su principal referente identitario. Todos estos relatos han hecho que las proyecciones conceptuales hacia La Tres Marías y Pacífico Norte, adicionando los relatos de criminalización de la Población Padre Hurtado, construyan un estigma local, que según la Escuela de Interaccionismo Simbólico, se construye atendiendo no sólo a factores objetivables sino fundamentalmente mediante la elaboración de constructos mentales e imágenes colectivas que excluyen de las propias fronteras culturales y simbólicas a todos aquellos que son vistos como “extraños”. Es esta imagen social, explícitamente

dicha a través de discursos y confeccionada a lo largo del tiempo, la que a veces asigna el lugar de la sociedad en que situamos a los que viven en un determinado barrio o población. La imagen social negativa confunde y sustituye a la realidad, sobre todo cuando el conocimiento que tenemos de ella no es fruto de nuestra propia experiencia y observación. Las autoridades eran parte activa de estos discursos y prácticas discriminadoras, el detallado relato de ex dirigente vecinal López Bacho lo deja claro: “En los años ochenta comenzamos con los trámites para obtener los Títulos de Dominio, los vecinos antiguos querían sanear los terrenos para obtener beneficios. Pero siempre nos hacían el quite. Sentíamos que había mucha discriminación, entonces yo tenía que cambiar eso. Tuve un papel importante que ayudó en eso, porque entré a trabajar en una radio, era reportero de noticias. Entonces me fui haciendo conocido, y a la vez comencé a ser dirigente y las autoridades ya me conocían, las puertas se empezaron a abrir un poco más. La gente me pedía ayuda porque estábamos bien dejados de la mano de Dios. Tampoco fue fácil pero poco a poco las cosas comenzaron a cambiar un poco. Después, cuando llegó la democracia (1990), algunos

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gobernadores nos querían erradicar de acá porque estaba el proyecto de pasar un gasoducto por el sector, eso fue demorando mucho a que nos entregaron los Títulos de Dominio. Hicimos muchos trámites, pero los documentos se perdían. Habían muchas casualidades en las perdidas de documentos. Estábamos enojados, y al final todos sabíamos lo que pasaba, la mala onda que había hacia nosotros. Siempre hablando del progreso, y decía que esa gente había que echarla y tirar las cosas del mar. Era terrible que pensaran eso. Hubo gobernadores que se olvidaron que eran tocopillanos, no lucharon por los propios tocopillanos. Nos escondían los documentos y no querían dar soluciones habitaciones. La discriminación la viví en carne propia, era terrible, cuando íbamos donde las autoridades, siempre nos esquivaban, nos desplazaban, y si nos recibían las reuniones eran cortas, hacían gestos, se paraban del asiento, prácticamente nos echaban de las oficinas. Eso fue alimentando la desesperanza. Los problemas eran importantes, por ejemplo el agua, además que era muy cara. Una vez que llegó Kurtovic (1992), las cosas fueron cambiando poco a poco, nos fue solucionando el traslado de los niños a la escuela por ejemplo. Los niños se iban caminando a la ciudad se demoraban cerca de una hora y media. Kurtovic fue más atento. Sin duda que igual influía mi trabajo en la radio más importante de Tocopilla, la radio Makarena.”

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ALLEGADOS Posterior a la construcción de la Villa Los Andes y la población Padre Hurtado, en la década de los noventa, en Tocopilla no se construyeron más conjuntos de barrios en la modalidad de soluciones habitacionales otorgadas por el Estado. Se argumentaba la falta de terrenos aptos para la implementación de poblaciones, pero la demanda iba creciendo configurándose un déficit que era imposible soslayar. Los problemas expresados por los allegados eran múltiples y eran muy conocidos, no obstante operaban dispositivos de invisibilización mediática y política sobre estos vecinos. Con el correr de los años, fueron surgiendo organizaciones que clamaban por soluciones hallando sólo oídos sordos en las autoridades. La situación reventaría en octubre del año 2003, momento en que los pobladores se tomaron un terreno fiscal ubicado al norte de la ciudad mencionado como Las Ripieras. La ocupación del lugar eriazo fue de madrugada

y las Fuerzas Especiales de Carabineros no demoraron en llegar. Luego de cuatro días, el gobierno provincial de Tocopilla y las 150 familias de escasos recursos que ejecutaron la ocupación llegaron a un acuerdo para deponer la movilización: se comprometía la construcción de 150 viviendas básicas haciendo hincapié que sería dentro del radio urbano. Entre los puntos acordados estaba aquel referido a que, al momento de acceder a la vivienda, se tendría que cancelar un dividendo mensual. A medida que avanzaba en el acuerdo, rápidamente se fueron desmantelando las tolderías y carpas, además de las divisiones perimetrales organizadamente ejecutadas en el sector. Jorge Peralta, el gobernador en ese entonces, reconocía que el sitio en cual serían levantadas las nuevas viviendas no estaba identificado. Peralta indicaba en los diarios: “Les dimos solución a través subsidios para que cumplan con los ahorros previos y asegurarles un cierto número de casas. Les damos todo el apoyo a través de Asistentes Sociales para que se organicen como pobladores sin casa y (puedan) acceder a todos los medios que tiene el Estado

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y el Gobierno para solucionar estos problemas”. 19 Una de las participantes en este proceso de apropiación del espacio público, nos comenta:

19 El Mercurio de Antofagasta, 1 de noviembre 2003.

“Se hizo una toma en la zona de la quebrada (…) yo tomé la decisión de participar ya que entre todos nos llamábamos por teléfono… y me fui a la toma, llegaron Carabineros, borraron lo que habíamos demarcados en los terrenos. Se habló con el Gobernador Peralta y se firmó un acuerdo consistente en que se iba a proyectar casa para los allegados de Tocopilla. Fue el inicio de una larga batalla para lograr la construcción de viviendas. Todos sabíamos que no se iban a construir más casas, porque ya se habían terminado los proyectos…Eran comités de todos lados de Tocopilla, fueron tantos los inscritos… había 7 comités con 30 ó 40 personas por cada uno de ellos. La agrupación de comités se llamaba Los Palos Parados, pero cada comité tenía un nombre: Tocopilla Unido, Levantemos Tocopilla, Luz y Esperanza, entre otros… el representante era uno solo, pero cada comité tenía una directiva que informaba las gestiones y procesos.” Nos relata Angélica Martínez Timble. Una forma de subsanar el alto déficit habitacional de la ciudad, hizo que se proyectara la población Villa Norte. Sin embargo la cifra era insignificante: fueron solo 40 casas. Angélica recuerda que “en la Villa Norte se entregaron 40 casas, y correspondió 10 cupos por cada agrupación, se hizo un sorteo para ver quiénes se

“Cifra aumentó más de 300 por ciento desde el 2007” La Prensa de Tocopilla, 18 de marzo 2009

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adjudicaba las casas. Pero para participar en el sorteo había que tener un ahorro inmediato y muchos no pudieron tener la plata. En todo caso, para tener la plata se trabaja en grupo: se hacían rifas, platos únicos, pero no alcanzaba porque si se hacía un beneficio, pero como eran tantos, se tenía que dividir entre 40 personas que trabajaron, además se pagaba una cuota y todos los meses había que demostrar que se ahorraba. Algunos comités eran con gente muy pobre así que entre nosotros nos ayudábamos.” El surgimiento de esta población despertó el desanimo en muchos vecinos frente a la desilusión que generó la entrega de una casa pequeña, que reproducía el hacinamiento. Por ello, muchos vecinos se retiraron de los comités. “Una vez que se entregaron las casas en la Villa Norte, muchas personas se salieron, pero por el desanimo, porque se dieron cuenta que las casas eran chicas o porque las entregaban con muy pocos avances: había que invertir mucho para tenerla buena. Pero la gente no pensaba en lo importante que era una casa. Yo les decía que no era

justo rechazar una casa aunque fuese pequeña.” Indica Angélica Martínez. Según lo narrado por los vecinos, los que recibieron casas en la Villa Norte, gracias al sorteo, siguieron perteneciendo al grupo de allegados para ayudar a los demás, “ese era el acuerdo, seguir ayudándonos hasta que nos entregaran casa a todos.” La reciprocidad y la cooperación mutua entre los integrantes de estos comités, tenía que ver también con determinadas normas explicitadas en cada una de sus reuniones. Nuestra informante señala: “Hicimos dos tomas de terrenos, después de la primera toma, se deshizo el grupo por el miedo y se acordó en que todos teníamos que ser unidos, por eso, el que se arrancaba dejaba de pertenecer al grupo, ese fue el acuerdo. Las reuniones eran grandes y en la calle, todos tenían que participar, era mucha gente de Tocopilla, de todas las poblaciones, día a día iba creciendo el comité, pero aquel que llegaba tenía claro las reglas”.

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Las reuniones de los allegados eran periódicas, utilizando todo tipo de recintos: casas, calles, sedes vecinales, etc. Del mismo modo, las

polémicas eran periódicas en cuanto a fraudes, frustraciones, renuncias, o bien, como lo indica el titular del diario fotografiado, el tratamiento de temas que tenían que ver con lo desigual de la distribución de soluciones sociales considerando además las demoras por

parte del Estado en resolver las problemáticas.

Fotografía siguiente: reunión de allegados en campamentos de mediaguas post terremoto.

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Un dato relevante filtrado generó el rechazo de los pobladores en cuanto a la información que indicaba que serían ubicados en el sector de Las Tres Marías; la negación se basaba en la lejanía, por la cercanía con las pesqueras industriales y por la proximidad con el Vertedero Municipal. Entonces, ante la falta de higiene y alejamiento los vecinos preferían quedarse en Las Ripieras a pesar de estar en un sector vulnerable a los aluviones. Los años comenzaron a transcurrir sin mayor noticia sobre las soluciones habitacionales. No obstante, los comités de allegados seguían agrupados, algunos divididos, otros reformulados incluso algunos se habían diluidos por efectos de estafas o robos de dinero por parte de sus propios dirigentes. 20

20 “Son más de 50 las familias afectadas por esta situación. Pero lo grave de este asunto es que este sujeto continúa pidiendo dinero a algunos pobladores que no forman parte de los comités de los “Palos Parados”, con la excusa de conseguirles su casa. Aún cuando ya no forma parte de esta agrupación, ya que fue desaforado con el apoyo de nuestros estatutos, una vez que nos dimos cuenta de esta situación”, expresaron los dirigentes en La Prensa de Tocopilla, 17 de agosto 2005.

El terremoto del año 2007 desnudó nuevamente esta realidad de precariedad, de hacinamiento, de pobreza y carencias. Por ello, al momento de la atención a los diferentes grupos comunitarios afectados por el terremoto, los allegados fueron considerados como un grupo prioritario, con el objetivo de homologar en ellos las soluciones habitaciones entregadas para los damnificados y propietarios de bienes inmuebles. Para ellos se planificaba la construcción de 1300 viviendas, eran considerados en términos formales como “no propietarios” o simplemente como allegados, siendo definidos como aquellos núcleos familiares que permanecían en viviendas de familiares, amigos o figuraban como arrendatarios. María Villanueva cuenta que pertenecía al comité Nuevo Barrio y las reuniones eran en sus propias casas. “Estábamos organizados mucho antes del terremoto, buscábamos terrenos y el alcalde nos daba algunas sugerencias, pero al final a todos le ofrecía el mismo terreno. Después teníamos el terreno listo, porque éramos pocos, 12 familias. Pero siempre andaban con cosas raras”. Indica María.

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Dentro de los 30 comités en Tocopilla, el comité de María Villanueva no participó en ninguna toma de terrenos. Alude a la desconfianza, porque era sabida la existencia de fraudes en cada uno de los grupos. “También pasaba que muchos dirigentes se aseguraban con sus familias. Eso generaba muchas peleas y alianzas entre los dirigentes estafadores. Algunos grupos se disolvían. Después del terremoto pasamos a ser los allegados históricos y se hacían reuniones con SERVIU para ir organizando a la gente. Algunos grupos se llamaban “Mi Casa Propia”, “Mi Sueño Por Un Día”, “La Casa Nueva” agrega. Después del terremoto, comentan las otras integrantes del comité, rápidamente comenzó a hablarse del sector Corpesca no obstante, muchos vecinos preferían el sector sur. “Había muchas peleas en las reuniones, muchas discusiones y desacuerdos. Entonces nosotros, los de mi comité, en vez de pelear, decidimos venirnos al sector norte a Corpesca. Hacíamos visitas a la casas cuando se estaban construyendo. Eso influyó a que eligiéramos las casas y conociéremos el sector. Aunque me dieran la punta del cerro, yo me iba a ir, porque quería mi casa. Y con el comité éramos muy unidos, y quedamos todos juntos, todos cerquita en la nueva población, eso ha sido muy bueno. Al final eran 17 casas, 17 familias, y ahora somos todos

vecinos. Todos los del Pasaje 104, nuestro antiguo barrio cerca de la costanera, estamos juntos, nos conocemos de toda una vida”. Sin duda que las nóminas post-terremotos aumentaron en cantidad. Se adicionaban las personas que nunca se habían organizados en algún comité. Entre los comités que surgieron estaban: Comité Claudio Tognola, Las Torres, Nueva Tocopilla, Jardines del Norte, Villa Prat, entre otros. Comités que se sumaban a los considerados como antiguos: Los Palos Parados, San Lorenzo, El Teniente y Comité Los Chubi. Muchos de ellos tuvieron que ir a vivir en los campamentos. La espera fue larga, más de tres años aguardando el momento de llegar a una casa y abandonar la mediagua. Fueron años soportando el hacinamiento, la humedad y frio en invierno, la alta temperatura veraniega, las incomodidades, la inseguridades, el ruido y la ansiedad. Compartiendo colectivamente baños y duchas que estaban a varios metros de las mediaguas. Se realizaron una gran cantidad de reclamos ante SERVIU a través de los medios de comunicación,

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hubo protestas, marchas y cacerolazos exigiendo que se acortaran los tiempos de espera. A su vez se difundían por los diarios la información de la rebaja de presupuesto para la construcción de casas, situación que habría dilatado los plazos. Llegarían los días claves y recordados por los vecinos. Por ejemplo, el 8 de agosto del año 2008 comienza la construcción de casas en la Villa Covadonga, con un total de 236 residencias destinadas para los allegados históricos. El 3 de septiembre del mismo año, se adjudica la construcción de viviendas SERVIU destinadas para allegados en el sector denominado provisoriamente como Corpesca, era un total de 514 viviendas. 21 Todos estos proyectos se ejecutaban en base a las nóminas de allegados 21 La construcción en paralelo de la población ubicada en la Villa Covadonga, la elección de los vecinos en cuanto a optar por la población Pacífico Norte o Villa Covadonga tuvo que ver con varios factores. “Muchos se fueron a la villa, a la Villa Covadonga, para estar más cómodos; hubo muchos cambios los que eligieron el norte es por comodidad, por la cercanía a los trabajos, algunos tenían parientes en la cárcel, entonces la Asistente Social permitía los cambios. Otros tenían hijos en la villa, o sus hijos estudiaban en la Escuela F-6 y por eso se permitía el cambio de casas y se iban a la villa” Angélica Martínez, habitante de la población Pacífico Norte.

que sumaban 712 beneficiados, los que estaban distribuidos en 35 grupos. Paradojalmente se iniciaba la construcción de la población, pero el estudio de impacto ambiental tendría sus resultados en julio del año 2009, es decir, 10 meses después de iniciada la edificación del barrio. Un cruel detalle estatal, un descuido que sólo el paso del tiempo dirá qué impacto tendrá en la salud de los vecinos. Cruel detalle manipulado por el sueño de la casa propia.

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TERREMOTO El miércoles 14 de noviembre del año 2007, a las 12:40 horas, un fuerte terremoto sacude al poblado de Quillagua. El epicentro en el pequeño poblado hizo que las ondas sísmicas llegasen a María Elena y Tocopilla con una magnitud de 7,7 grados Richter. Las consecuencias: dos fallecidas y un centenar de heridos. Se contabilizó alrededor de 15 mil damnificados. Se constataba la existencia de un 90% de casas con algún tipo de daño parcial, daños severos o casas simplemente derrumbadas.

La arquitectura pública afectada correspondía a edificaciones institucionales como la Municipalidad, la Comisaría de Carabineros, el Hospital Marcos Macuada, la ex escuela La Providencia, etc. Centros comerciales, faenas mineras, y un gran número de recintos privados. El impacto del terremoto en la materialidad alcanzó también a las carreteras urbanas e

interurbanas. Se detenían las actividades productivas y laborales. Se contabilizó, dentro de un total de 6.909 casas consignadas en la comuna, el 41% de las construcciones con daños estructurales mayores, bienes inmuebles que debieron ser demolidos. Mientras que un 42% indicó algún tipo de daño. Todo este catastrófico panorama nos hablaba de un total de 2 mil 800 viviendas destinadas a reconstrucción y 2 mil 900 viviendas destinadas a reparaciones.

Las soluciones habitaciones y sociales proporcionadas por el SERVIU en la década del noventa, fueron las principales afectadas. La precariedad de sus construcciones y calidad de sus materiales quedaba en evidencia. La población Padre Hurtado y la población Villa Los Andes resultaron complemente dañadas, ante tales panoramas se decidió la demolición integral de los conglomerados de viviendas sumando 454 casas afectadas.

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Tipo de daño Cantidad de viviendas Daño menor 1.400 Daño mayor 1.500 Demolición 2.800 Total 5.700

Las faenas mineras evidenciaron voluminosos derrumbes, perdiendo materiales, maquinarias y equipamientos habitaciones que impidieron la continuidad de las labores. Se contabilizó que al menos 50 faenas de microminería fueron destruidas, lo que devino en una baja productiva significativa. Por ejemplo, entre noviembre y diciembre del año 2007 en octubre se producían alrededor de 15 mil toneladas y en diciembre sólo 7.400 toneladas de cobre. A la sazón de noviembre del año 2007, en Tocopilla existía el catastro de 356 empresas: 101 sufrieron daños cuantiosos, registrándose daños en infraestructura en el 76 % del sector, en materias primas en el 73,6% y en maquinarias en el 50,8%. Frente al colapso habitacional se organizaron campamentos en las calles: carpas y muebles

fueron armando improvisadas habitaciones. La visita de la Presidenta Michelle Bachelet para constatar en terreno la desgracia. Entre centenas de réplicas sísmicas, la Presidenta de Chile se paseó por las improvisadas tolderías y decretó a Tocopilla como Zona de Catástrofe. En la ciudad aún existían viviendas colapsadas por el terremoto de 1967, es decir pasaron 40 años y estos inmuebles seguían inmunes ante el paso del tiempo y ante la pretensión de reconstrucción. Palpablemente el sismo del año 2007 fue de mayor intensidad, aunque la magnitud del movimiento de 1967 nunca estuvo clara. En esta ocasión fue mayor el daño porque muchos edificios ya habían soportado el primer terremoto, además en Tocopilla no hubo un proceso “modernizador” en la infraestructura urbana, porque demasiados edificios superaban los 75 años de existencia al momento del

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terremoto del 2007. La ciudad además de ser el epicentro sísmico, hace bastantes años era un epicentro del abandono, atestiguado ante la ausencia de inversión en todas las áreas de la economía tocopillana y en el tema de la re-construcción era donde mayormente se advertía este abandono. Toda esta pobreza se manifestaba en lo precario de las viviendas, fruto de la autoconstrucción surgida en procesos como el de la toma de terrenos, por ejemplo la población La Patria y vastos sectores de la calle Esmeralda. Las poblaciones mayormente dañadas en esta ocasión debieron esa situación a la ligereza constructiva y por la edificación en lugares vulnerables, también a la escasez de un plan mitigador y de acciones para disminuir el riesgo de una zona; partiendo de la premisa de que la vulnerabilidad de los elementos en riesgo puede ser reducida, modificando aspectos relativos a la exposición del lugar al peligro, fundamentándose en el supuesto básico

de que el impacto de un desastre puede ser evitado o reducido mediante un proceso de planificación eficiente y así no se explicaría el acopio de materiales en los techos ni la ubicación de poblaciones como en las laderas de cerros; tuvimos el caso de la Huella Tres Puntas, la población Padre Hurtado. Las casas ubicadas en la avenida 18 de Septiembre debieron esa destrucción por su inestabilidad del terreno. Toda esta avenida es una pendiente, la cual obviamente producto de la gravedad es dinámica; es decir, es un sector que constantemente está en movimiento milimétrico, a lo anterior se suma el componente sedimentario del terreno. No olvidemos que Tocopilla es una quebrada por donde en algún momento hubo flujos hídricos, lo cual estimuló que el terreno no fuera compacto. Del mismo modo muchas casas estaban construidas sobre rellenos. Todos estos procesos contribuyeron a que el terremoto haya sido tan destructivo.

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Como respuesta a la emergencia, el gobierno de Bachelet conformó un equipo para coordinar la reconstrucción de la ciudad, llamado Plan Tocopilla. La primera tarea consistiría en ubicar a los damnificados en barrios de emergencia y proporcionar alimentos. Importante rol le cupo al Ejército y algunos voluntariados nacionales quienes se encargaron de ensamblar y edificar las viviendas provisorias.

Se levantaron 27 barrios de emergencia:

Campamentos 1. Bellavista 2. Caleta Boy Norte 3. Caleta Boy Sur 4. Costanera Norte- Nuevo Horizonte 5. Covadonga 6. Creciendo Juntos 7. Ejercito de Chile 8. El Diamante

9. General Ramírez 10. Guillermo Matta 11. Guillermo Matta 2537 12. La Patria Alta 13. La Patria Baja 14. Las Brisas 15. Los Soldados 16. Magallanes 17. Miraflores 18. Padre Hurtado Norte A

19. Padre Hurtado Norte B 20. Padre Hurtado Sur A 21. Padre Hurtado Sur B 22. Los Pirquineros 23. Por Un Futuro Mejor 24. Séptima Poniente 25. Villa Esperanza 26. Villa Las Estrellas 27. Walter Marín

En marzo del año 2008 se contabilizaba un total de 1714 viviendas entre todos los campamentos provisorios. Cada vivienda, o mediagua, medía 18 mt2, dando paso al hacinamiento.

El terremoto fue el hito que impulsó la solución habitacional para los cientos de allegados históricos dando paso a la población Pacífico Norte.

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Conjunto de mediaguas para albergar a los damnificados por el terremoto del año 2007, barrios provisorios que recibieron a una gran cantidad de allegados.

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CAPÍTULO 6 Los nuevos vecinos

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POBLACIÓN PACÍFICO NORTE El proceso de urbanización y de conformación de la población Pacífico Norte, posee cuatro antecedentes sociohistóricos relevantes. El primero concerniente al poblamiento y configuración de un caserío en el sector de la Playa de los Chanchos. seguidamente vino la erradicación del caserío y la conformación de la población Las Tres Marías, con la consolidación

de actividades de crianza, productivas y recicladoras. Un tercer momento nos remite a la relocalización de las antiguas familias. El cuarto nos habla del terremoto del año 2007 que estimuló la reubicación de los cientos de allegados tocopillanos. Se intentaba superar el déficit habitacional acusado en la ciudad.

Para cumplir el último proceso y la conformación de la unidad barrial, fue necesario la expropiación de un gran lote privado de origen industrial, pertenecientes a la industria pesquera, en especial a Corpesca. Dicho terreno era colindante con el centro penitenciario y contaba

con una superficie de 8.70 hectáreas. La planificación remitía al diseño de una población residencial con 514 viviendas sociales, las cuales estarían completamente ejecutadas al año 2009, denominándose en conjunto Población Pacífico Norte.

Poblamiento Playa de los Chanchos (1960)

Las Tres Marías (1967, circa)

Proceso de erradicación (2005) Pacífico Norte (2009)

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Arriba: el espacio; abajo: el territorio. El antes y el después de la intervención y construcción de soluciones habitacionales para los allegados tocopillanos.

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Los eriazos sitios que luego serían atiborrados con las nuevas viviendas, ampliando el barrio y modificando las dinámicas barriales del sector de Las Tres Marías. Una torta de cenizas termoeléctricas, repleta de metales pesados, serían los límites artificiales y tóxicos del nuevo barrio.

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El modelo de habitación corresponde a las Casas Jomar, implementadas por la empresa

MARTABID, cuenta con las siguientes características:

Superficie casa 45,96m2 ampliable a 58m2. Superficie terreno Aprox. 100m2 Valor solución habitaciones 470 UF Materialidad Estructura de madera, revestimiento interior Vulcanita, exterior

Smartpanel, cubierta cerchas de madera recubiertas con placas de zinc.

Equipamiento comunitario 2 sedes sociales La elección de este tipo de casa recayó en la apelación de una estandarización barrial y por la rapidez de su construcción, vista la presión social de los vecinos que estaban residiendo en campamentos precarios. Contribuía en la urgencia de su construcción los materiales ligeros de rápida ejecución que fueron trasladados desde la zona central del país. Por otra parte, comenzó un estudio de remediación dentro de un área próxima a las poblaciones ya asentadas, con el fin de proyectar el uso de suelo sostenible para proyectar áreas de expansión habitacional a mediano plazo y así permitir un crecimiento expansivo de

densificación urbana en torno al sector del barrio. Para ejecutar este proyecto residencial, en febrero del año 2008 se aprobó la propuesta que modificaría el Plano Regulador, que databa desde el año 2001, en torno al sector Las Tres Marías. Modificación necesaria para la materialización de la expansión urbana: modificar los usos de suelo, los límites comunales y la consideración de normas técnicas de urbanización aplicables al área en donde se encuentra desplegado el nuevo barrio. Las modificaciones han permitido la expansión progresiva de mayores territorios destinados al uso residencial y equipamientos

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públicos contrarrestando grandes sectores destinados al área industriales y residuales. La modificación del Plano Regulador fue perjudicial para los vecinos de Las Tres Marías porque quedaron dentro del radio urbano, quitándoles la denominación de sector rural, dificultando con ello sus actividades productivas y las posibilidades de acceder a fondos públicos. “No podríamos criar animales ni sembrar dentro del radio urbano, siempre nos dicen eso” reclama Antonio López Bacho. La planificación de este proyecto, estimó plantear un loteo en conjunto en donde predominaran los ejes transversales en dirección cerro-mar, estos pueden ser fácilmente identificados y enmarcados, producto de las prolongadas y extensas manzanas que conforman la unidad barrial, planteando un perfil que permite ser los principales soportes del desarrollo de las actividades de la cotidianeidad entre los moradores. Se acusa una relación frontal y con escasa proximidad entre las casas, redundando en una escasa espacialidad de desenvolvimiento.

La ocupación de las 514 viviendas sociales que contempló este proyecto habitacional, trajo consigo la pavimentación de calles y aceras públicas dentro del perímetro barrial. La composición y planificación del loteo consideró el planteamiento de dos tipos de viviendas, una denominada Familiar de dos niveles, y la otra para personas de la tercera edad y/o personas con alguna discapacidad física, tipología de casa que cuenta con un solo nivel.

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Cabe señalar que cada uno de los predios que conforman el loteo posee aproximadamente 100 MT2 aprox. Mientras que el grano construido (vivienda) posee alrededor de 60 MT2 aproximados. La vivienda familiar, la que consta de dos niveles, es en donde el diseño prioriza en el primer nivel la sala de estar, comedor, cocina y un baño. Mientras que en el segundo nivel, se sitúan dos dormitorios. Por su parte, la vivienda diseñada para la tercera edad y los discapacitados, cuenta con un nivel, el cual se desglosa programáticamente desde su acceso con una la sala de estar, a un costado se halla la cocina y baño, mientras que en la parte posterior de la edificación se encuentran los dormitorios. “Las familias del nuevo barrio Corpesca acudieron esta tarde a conocer sus nuevas viviendas, paso previo para su entrega oficial. Los pobladores aguardaban ansiosos en el acceso del nuevo barrio para conocer la ubicación de sus casas y quiénes serán sus vecinos.” Apuntaba en un comunicado el Plan Tocopilla el 2 de diciembre del año 2009.

El comunicado hacía mención a la alegría y satisfacción por las nuevas residencias. Se citaba el caso de la pobladora Susana Álvarez: “Estoy contenta, porque es algo que yo nunca pensé que iba tener, estoy feliz por mi y por mis tres hijas, antes vivía de allegada en el pasaje Ferrocarril y me tuve que ir a vivir a Caleta Boy Norte y ahora voy a estar en mi casa”.

Otro caso citado es el de la pobladora Nancy Carmona, quien, al acudir a su nuevo hogar mencionaba: “estoy contenta, agradecida de todos los que trabajaron por nosotros, a Plan Tocopilla, a mis vecinos del campamento, a la presidenta de éste que se movió harto”.22

María Villanueva indica que su comité Nuevo Barrio, propuso construir panderetas para el cierre y división de patios. Ya que la casa venía sin cierre, eran sólo $155.000. Los otros comités no querían invertir. “No habíamos puesto ningún peso por la casa, entonces, era prácticamente un regalo. Queríamos hacerlo para tener un barrio más lindo, sin cierres feos, además queríamos evitar problemas porque no todos, después, iban a cerrar sus patios. Era cosa de

22 Prensa Plan Tocopilla, 2 de diciembre 2009.

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Vivienda tipo proyectada para la población Pacífico Norte, casas Jomar, implementadas por Martabid.

voluntad no más porque al final siempre se gastan la plata en equipos, televisores, etc. Al final hubo una

votación y todos votaron que sí, porque nos encontraron razón. Además la casa era linda, estaba casi lista, estucada, con tina, cubrepiso, y tantas cosas que hacían que era un verdadero regalo”.

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Casa proyectada para personas de la tercera edad y/o personas con alguna discapacidad física, tipología de casa que cuenta con un solo nivel.

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Detalles del levantamiento de las soluciones habitacionales de un solo piso.

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Entrega de los Títulos de Dominio en noviembre del año 2013, situación no ajena a polémicas debido a la demora de la entrega y al

reclamo de algunos vecinos que vieron la entrega de los documentos a propietarios que no residen en el barrio.

la entregga de . .

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EL NUEVO HABITAR

¿Quieres saber qué es lo positivo de vivir aquí? Es que, es tu hogar, es tu casa, tu rincón, es el lugar donde puedes formar tu propia familia, construir tu vida, al igual que en cualquier rincón del mundo eres tú quién decide cómo formarla,

cómo educar a tus hijos, cómo le muestras lo que está bien o mal. Si tú respetas el espacio del otro y no invades a nadie no tienes que vivir mal, la gente es cordial y amable cuando demuestras respeto por los demás y sus vidas. Muchos llegamos aquí sin muchas esperanzas de cambio, sólo pensando en

que algún día las cosas mejorarían y podríamos salir de esto, emigrar a otros lados o buscar otros horizontes, pero después de años te acostumbras te gusta tu casa y sólo piensas en mejorarla, yo llegué aquí con 1 hijo y sin saber de mi embarazo, ya tengo 3

hijos y a punto de traer otro, las cosas de a poco mejoran”. Brígida Castillo

El barrio estudiado es el resultado de un conjunto o de una aglomeración de variadas familias provenientes de distintos puntos urbanos de Tocopilla, es la acumulación de una variedad integral de memorias, de historias, de experiencias y de universos simbólicos. Memorias heterogéneas que son archivadas y luego son relocalizadas en una materialidad habitacional homogénea. Son redes barriales que se estiran desde los sectores habitados antes del terremoto hasta el nuevo barrio. Es un espacio en el cual se inscriben multitudinarias memorias y relatos de cotidianidades, cada una válida por sí misma, todas conformadas previamente.

Ejemplo de ello, es lo que nos comenta María Villanueva: “Al comienzo, en los otros lados de la población, nadie se hablaba con nadie. Poco a poco nos fuimos conociendo con los vecinos. Nos contábamos nuestras historias y nuestras vidas, porque íbamos sabiendo de dónde veníamos. Comenzamos a organizar fiestas navideñas y eso sirvió mucho para saber quiénes éramos”. La relocalización masiva de vecinos trae consecuencias socioculturales y transformaciones en el territorio, estableciendo un escenario dirigido hacia un proceso de mutación cultural, o de mutación de muchas formas variadas de vida y prácticas familiares e individuales. Quizás, en

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algunos casos, la salida de una familia desde un barrio antiguo con tránsito a uno nuevo, genera deterioros en el tejido social determinados por la ausencia, por el no-estar fruto de la distancia y detrimento de la proximidad familiar o en las redes de amistad establecida en el barrio anterior. En esta nueva población, surge una relación dentro de un sistema urbano y material de habitabilidad, marcando nuevas experiencias cotidianas, derivando en nuevas prácticas culturales en estado de transición, configurando o ensayando algún andamiaje que produce la innovación del universo simbólico de los habitantes, cruzándose una supuesta y relativa “pérdida de identidad”, de “pertenencia”, pero que atestiguan una nueva forma de interacción social, que molden otra forma de pertenencia hacia el nuevo terruño. Podríamos hablar de un proceso de desterritorialización, proceso expresado en tres facetas. La primera faceta correspondiente a la desterritorialización está correspondida a los procesos migratorios dentro de la ciudad, los que

han dando pie a la perdida del lugar significativo y la confrontación a un territorio extraño con códigos ajenos de los cuales el advenedizo, el que llega, tiene, quiéralo o no, que hacerse cargo para sobrevivir en el medio nuevo, casi inhóspito desde el punto de vista de la sociabilidad y también en equipamientos. Una segunda faceta de la desterritorialización está relacionada con la modificación de la memoria social del nuevo sitio. Surge una especie de mestizaje entre vecinos y sus relatos. Gradualmente los individuos pueden experimentar sensaciones culturales nuevas, ajenas y sin referentes socio-espaciales concretos a los cuales ligarse. Sólo surgen los referentes espaciales anteriores, en especial los referidos a los barrios antiguos. Por último, la desterritorialización puede ser vista también como desurbanización, en el sentido que surge la perdida de la ciudad para vivir, para apropiarla y sentirla, Tocopilla se transforma como lugar de paso y de flujo, muchos más para estos vecinos que viven lejos del centro, de las escuelas, de los trabajos. Se suman a un proceso global que tiene que ver con la fragmentación de

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la ciudad y la dispersión de la misma. Proceso que hace que los pobladores y vecinos dejen de cohabitar en la ciudad y se refugien cada vez más en espacios pequeños y conocidos como el barrio, la cuadra o su casa, generando así nuevas formas de habitar y resistir en la ciudad. Tocopilla como ciudad contemporánea en expansión, nos remite a una fragmentación con la creación de estos poblamientos al norte, los que se hallan aislados. Crece la ciudad, pero surge la dispersión y quizás la perdida de vínculos con el territorio físico y social histórico o tradicional. Se deja la ciudad para trasladarse a un nuevo y pequeño entorno, surgiendo el concepto de ciudad como algo ajeno, como algo extraño, como el afuera, como lo otro. Es en esta nueva población en donde surgen estos pequeños entornos: el barrio, la cuadra, el jardín, la playa, el almacén pequeño. Todos estos son espacios en donde los vecinos y pobladoras se desentienden de la ciudad y construyen nuevos espacios sociales y relacionales para satisfacer sus necesidades en armonía con su nivel socioeconómico.

En algunos casos familiares, se exhibe la dificultad de adaptación y apropiación de nuevas rutinas o prácticas cotidianas, procesos que van condicionando el nuevo tejido social en construcción; se van mutando las tramas de identidad barrial y arraigo, o bien se potencia el deterioro y la in-sustentabilidad social y urbana de la nueva población. En los casos en que se evidencia dificultades de adaptación barrial, el enclaustramiento familiar se torna como un dispositivo de compensación, de escape o de sublimación (en el sentido de ser un proceso consistente en un desvío hacia un nuevo fin). Contribuye en ello el desarrollo de las tecnologías que incorporan comunicación y la difusión de redes sociales digitales (Facebook, MSN, Twitter, Google+, Hi5, etc.). La desconfianza hacia el nuevo vecino, el acusado desconocimiento de su historia, trayectoria, de los antecedentes, costumbres, ha inducido a que algunos infantes no circulen con las libertades practicadas en los barrios residenciales previos a su estadía en Pacífico Norte. Estos procesos de información, uno de carácter global y otro más bien local, próximo e inmediato, traen consecuencias y transformaciones en la vida de

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las personas. El encerramiento ha sido una experiencia, una práctica del ocio enclaustrado, el no salir a compartir con los vecinos y no entablar relaciones sociales. El computador se torna un aparato inmanente, del cual, algunos, no pueden prescindir a la hora de la entretención o a la hora de enfrentar periodos desocupados, produciéndose dependencias severas, produciendo un sedentarismo complejo y denso. Por otra parte, la instauración de este nuevo barrio, que trajo consigo las modificaciones de las nociones de fronteras en la ciudad y transformaciones en el territorio, induce a que surjan huellas físicas y materiales en la ciudad. Esas mismas huellas calan en la memoria personal y colectiva. También una memoria de tipo de relaciones sociales previas con los vecinos. Los nuevos barrios, de pronto, ahondan en las expresiones manifiestas de una sociedad marcada por las diferencias, por las ventajas, desventajas, evidentemente en un escenario de neoliberalidad de la macroeconomía; surge de este modo una ciudad que se transforma en vitrina de la opulencia o en vitrina de la marginalidad, con

territorios intermedios que, de una u otra forma, están operados o asociados al consumo, pero esta ciudad como vitrina es la que hace ver dónde están los unos y dónde están los otros. En la expresión de una cartografía que diferencia entre pobres y no pobres, entre los que están cerca o los que están lejos o fuera. Entre los asistidos por el Estado y los que están constreñidos a un territorio polucionado. Si bien esta decisión del Estado vino a subsanar el déficit habitacional vivido en la ciudad, y desde este modo apuntar a un mejoramiento en la calidad de vida de los vecinos allegados, la consecuencia, al menos en su etapa inicial de poblamiento, fue un proceso que desencadenó paulatinamente un profundo deterioro del hábitat residencial y un desmoronamiento de los ánimos, expresándose una exclusión social discursiva y una comprobación de segregación espacial, fundamentalmente por la localización aislada del nuevo poblado, fortaleciendo esa percepción la inexistencia de equipamientos comunitarios, de infraestructura complementaria, ausencia de condiciones urbano arquitectónicas que alcanzan a disminuir en alguna medida los costes de oportunidad y apoyo proyectada en la

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solución habitacional. El shock del nuevo barrio y todo lo que conlleva aquello se evidenciaba en cada crisis sanitaria y ambiental. En otras ciudades en donde se han realizado proyectos habitacionales que han redundado en relocalizaciones, surgen los llamados efectos socioculturales, los que tienen que ver con la insatisfacción, conflictos vecinales y de convivencia, incremento de toxicomanías, la idea de “estancamiento”, de abandono;; en fin, un escenario rebasado en la complejidad, en la expresión clara de la conformación de una identidad barrial, que tiene que ver derechamente con un primer acercamiento entre vecinos que experimentan una hibridez cultural, vistos los diversos lugares de procedencias. Germina un engranaje vecinal inicial dado por lo multidimensional, elementos que comienzan parcialmente a definir la nueva localización territorial marcada por la fusión forzada. La distancia de la población en referencia a centros laborales y educativos, además de equipamientos y servicios, han provocado una movilidad diaria, a modo de un habitar de experiencias cotidianas en flujo, una movilidad

constante, deambulando en la difusa coexistencia entre los espacios y los flujos, forzando al deterioro de la calidad de vida, generando la pérdida del vínculo identidad, territorio y arraigo/afecto con el barrio. El sistema de la población Pacífico Norte, dinamiza una adaptación a las nuevas condiciones de tamaño y distribución espacial de sus viviendas y de los espacios exteriores disponibles, se destinan nuevas energías para la movilización a las fuentes de trabajo y estudio. Ya hemos mencionado que en el caso de la población Las Tres Marías el cambio de vida laboral asociada al trabajo de la tierra y crianza de animales en razón de la reducción del espacio fue significativo en la disminución de los resultados proyectados para cada actividad. El traslado de los vecinos al nuevo barrio hace que, en cierta medida, muchos de ellos hayan perdidos sus propios espacios comunitarios en el sector de origen, enfrentándose al desafío y necesidad de crear, de conformar espacios nuevos, por la dinámica de la transformación y/o pérdida de los espacios de permanencia y recreación propios de la vida barrial.

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El descontento inicial por esta localización, dejó en claro el discurso que de pronto el Estado construye sobre los allegados. Podemos esgrimir que la lógica operada para seleccionar este terreno es en una lógica de mercado, siendo la valorización del mismo una pregunta recurrente ¿Era un terreno barato?. El emplazamiento seleccionado es una zona carente de infraestructura y servicios, generando un germen de consecuencias económicas y sociales, agudizando los dramas espaciales, la marginación, la inequidad en la calidad de vida de las personas. No obstante, debemos indicar que la percepción de aislamiento, en un contexto de globalidad comunicacional, es relativa cuando se incorpora el carácter de las comunicaciones y conexiones virtuales. El aislamiento es palpable y tangible al momento de la movilidad física en un contexto espacial de la urbanidad tocopillana.

Podemos también indicar que los fenómenos contemporáneos sobre la “identidad”, que antiguamente se referían exclusivamente a un territorio y lo practicado sobre él, ahora se dislocan con esas mismas tecnologías que incorporan comunicación que en algunos casos ha transformado la vida de las personas hacia experiencias y relatos cada vez más desligados del lugar, transitando cotidianamente en una realidad ambivalente entre lo “concreto” y lo “virtual”. Son aislados físicamente, pero conectados globalmente.

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Cotidianidades en el barrio, agosto 2013.

Como lo indicamos más atrás, se conglomeran diversas identidades, memorias y discursos en una nueva población, pero en el devenir de las convivencias, comienzan a operar nuevas motivaciones e intereses que aglutinan a los vecinos. La identidad barrial se dirige hacia los proyectos de vida, compartiendo objetivos generalmente centrados en la mejora de la calidad

de vida, mejorar temas referidos a la seguridad, movilidad y el confort.

En el caso de los habitantes del Barrio Norte, los objetivos o proyectos comunes estarían esencialmente asociados al mejoramiento de las condiciones de sus viviendas, del espacio público deficiente y a la inexistencia de equipamientos y

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de servicios y bienes en el barrio.

El motor de motivaciones que surge desde las nuevas convivencias por tal, nuevas experiencias de los pobladores en esta relocalización, añaden experiencias cotidianas que se han ido adaptando o modificando por las nuevas condiciones del barrio, tanto a nivel arquitectónico, como urbano y aspectos sociales en que se está desarrollando la vida en la Pacífico Norte, establecen un soporte desde donde surgen sus “necesidades de vida”, en lo individual y en lo colectivo. Se delibera lo que se necesita, lo que se debe mejorar y lo que se proyecta. Las ideas de y sobre el futuro huelen a aglomeración vecinal y la conformación de relatos símiles.

El terremoto, además de ser un fenómeno natural destructivo, en la perspectiva barrial e histórica, se transforma en un hito que articula vidas, es un eslabón cultural, un enlace existencial en estos vecinos. Surge un mundo multidimensional sobre el pasado y sobre el presente, pero el “forzamiento” o la coacción del vivir provoca la necesidad de construir una identidad en común; las experiencias sufridas por los vecinos, la experiencia de la relocalización estimula en

algunos vecinos el vínculo social intangible de mayor preeminencia, el cual marca el inicio de la mutua y diversa construcción de sentido.

Desde una mirada sistémica, la construcción de sentido y significación de Las Tres Marías y Pacífico Norte, está marcada por dos fenómenos que se asocian a los procesos de globalización, éstos son la exclusión social y la segregación urbana, que sumado a las prácticas laborales y educativas fuera de la población, y la inexistencia de equipamientos y servicios básicos, generan una gran movilidad cotidiana de la población, que debe trasladarse diariamente al centro de Tocopilla para acceder a sus lugares de trabajo, de estudios y servicios, además para satisfacer necesidades de abastecimiento, recreación y salud. Lo anterior determina una condición particular del habitar en estas poblaciones, marcado por el dinamismo de personas en horas de la mañana y su posterior llegada por la tarde noche, generando una situación de población dormitorio que sobrevive en permanente flujo, con todo el coste de oportunidad que representa para los ámbitos personales y familiares, generador de deterioro social y urbano para sus habitantes.

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El debate sobre la calidad de las viviendas en Chile aflora constantemente, pero aún no se mejoran los tipos de soluciones habitacionales que el Estado proporciona.

Los problemas como la baja calidad de construcción, falta de equipamientos, baja calidad de los servicios, falta de privacidad familiar, inseguridad de los barrios, etc., están siendo debatidos y se intentan revertir para mejorar la calidad de vida de los beneficiarios de la vivienda social.

Siempre se ha considerado a nivel comunicacional el supuesto éxito de las políticas habitacionales, invisibilizando la vida diaria de estas poblaciones SERVIU consideradas como “ciudades de pobres” en Chile. Sabido es que para aumentar el número de soluciones habitaciones, se ha decidido disminuir la calidad de lo entregado. El recurrir a terrenos baratos, periféricos, desinteresantes desde el punto de vista comercial, en suelos precarios, sujetos a inundaciones o a problemas de otro tipo o en zonas urbanas poco atractivas por su cercanía a elementos urbanos molestos (basurales, pozos de áridos, plantas de tratamientos de aguas servidas,

etc.). Evidente han sido las disminuciones de los terrenos y el de las viviendas, reduciendo los procesos de diseños y materiales de construcción. Las escasas o reducidas posibilidades de ampliación declina en hacinamiento. Tal como hemos visto, la existencia de hacinamiento provoca una excesiva ocupación social de las calles, en especial de niños y jóvenes. Surge el menoscabo de la intimidad de las parejas y matrimonios. El espacio reducido impide la presencia de familiares en la modalidad de visitas. Algo también que surge es el tipo de limitaciones de los vecinos para realizar fiestas, bautizos, matrimonio, cumpleaños. O los corrientes carretes de los jóvenes, se ven limitados por temas de ruido y espacio.

La materialidad defectuosa o de cortos plazos en la durabilidad, es algo que con el pasar de los años se va atestiguando visual y prematuramente. La pequeñez de la casa, estimula la vida en la vía pública, la reunión de adultos se da en espacios no preparados para la reunión. Algunos jóvenes de toman un espacio público, como lo es una esquina y lo “privatizan”, entregando un visión de inseguridad en algunos vecinos.

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Como comentario aparte, diremos que estaríamos en presencia de un racismo de Estado, concepto propuesto por el filósofo francés Michel Foucault, haciendo mención a que el Estado moderno, garante de la vida, puede cumplir legítimamente con una función mortífera o represiva sobre la misma población que promete proteger. Estas concepciones las traemos a colación porque gracias a ellas podemos comprender más ampliamente por qué en un mundo colmado de referentes históricos sobre lo que no debe repetirse, continúan ejecutándose de manera justificada acciones que supuestamente están orientadas a “salvar vidas” pero al largo plazo es un exposición de la población a peligros mortíferos. La razón es que, ante el imperativo del respeto a la vida humana, el Estado apela a la división y estratificación de la dignidad, para definir dónde van a vivir los “sin casas”, profundizando la estratificación urbana y la marginación social, pero por sobre todos los riesgos sanitarios.

En términos comunicacionales y políticos, este proceso de construcción de una población, ha sido presentado como exitoso. Pero, si las soluciones habitacionales son para “preservar la vida”, nos calza muy bien una pregunta que planteó el filósofo italiano Roberto Espósito: “¿Por qué una política de la vida amenaza siempre con volverse acción de muerte?” (Bios. Biopolítica y filosofía, 2004: 16) En el decir de filósofo Espósito, surge una “una protección negativa de la vida” porque ella salva, asegura, preserva al organismo, individual o colectivo pero, “sometiéndolo a una condición que a la vez niega, o reduce, su potencia expansiva.” (2004:75) siendo nuestro objeto de estudio, un macabro y lamentable ejemplo.

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AUTOCONSTRUCCIÓN

La visualidad barrial nos indica el fuerte proceso de ampliación de viviendas, adecuando en cada hogar sus proyectos internos en base a las necesidades espaciales familiares. Lo anterior repercute en la transformación informal, de pronto de baja calidad constructiva, de cada una de las casas, siendo el proceso de autoconstrucción ampliamente desarrollado.

Cabe apuntar que por lo general las ampliaciones son ejecutadas en gran cuantía con materiales reciclados, específicamente de materiales plásticos, maderas, cartones y planchas de zinc. Este proceso autoconstructivo, se halla limitado en su expansión, ya que los volúmenes de cada casa son reducidos. Un caso típico de ampliación está referido a transformar los espacios frontales de cada casa en un espacio recreativo para los niños. Esto referido a la carencia de espacios ya descrita. Asimismo como las casas en sus interiores son pequeñas, se hace necesario la implementación de sombreaderos antes del ingreso a cada hogar.

Las fachadas de las casas se transforman en un espacio recreacional y de sociabilidad. En este proceso se recurre a distintos tipos de materiales: madera, placas acrílicas, calaminas, acero, tableros OSB, entre otros. También es usada como sombreadero para vehículos o bien el desarrollo de pequeños comercios. Sin duda que la autoconstrucción en cada una de las casas de las poblaciones que estudiamos, se dejan ver, además de los recursos materiales y económicos invertidos, una serie de recursos personales de los autoconstructores, que cruzan ciertas y determinadas aptitudes. En ello juegan un papel central dos tipos de actores: o el maestro, muchas veces llamado chasquilla, o derechamente el mismo jefe de hogar que interviene, tal como lo ejecuta el Sergio Cholele. “No nos queda otra que meter mano no más, porque la casa era chica y hay que meterle lucas, la pega la hago yo porque los maestros cobran caro, están alzados”.

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El carácter de lo práctico es primordial en este proceso, cruzándose pensamientos lógicos, ciertas inteligencias espaciales, habilidades manuales, información y cálculos mecánicos, componentes estéticos y memorias visuales. Sin duda que todos los casos de autoconstrucción

nos hablan de un acto creativo, con resoluciones de problemas de todo tipo: de espacios, de tamaños, de movimientos, de problemas climáticos, etc. Para ello es necesario la expresión de detalles, acabados y la toma de decisiones.

En varios casos, las ampliaciones fueron ejecutadas de modo urgente ante lo reducido de los espacios habitacionales.

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Ampliaciones y sombreaderos como resultado de procesos de autoconstrucción.

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En la autoconstrucción opera el carácter de lo práctico, cruzándose pensamientos lógicos, ciertas inteligencias espaciales, habilidades manuales, información y cálculos mecánicos, componentes estéticos, memorias visuales y reciclajes.

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FRONTERAS Y CONFLUENCIAS BARRIALES Nuestra área de estudio comprende determinados límites físicos y perímetros de incidencias. A modo descriptivo, podemos señalar que el marco territorial está delimitado por: NORTE El límite boreal comprende en la alta proximidad del asentamiento planificado con el Vertedero Municipal, el cual

ocupa un área aproximada de seis hectáreas que colinda en forma frontal con el último cuadrante edificado de la población Las Tres Marías a una distancia de seiscientos metros aproximados.

SUR La población Pacífico Norte, limita en más de 250 Metros lineales con la fachada norte del actual centro penitenciario de la ciudad. El límite barrial que existe con esta unidad penitenciaria, se caracteriza por el enfrentamiento que plantea la ubicación y el emplazamiento de las viviendas ante un extenso muro ciego, propio del resguardo preventivo que impone esta institución. Otro de los límites urbanos perimetrales del barrio en dirección sur, es la gran envergadura que plantea el uso de suelo pesquero, industrial y artesanal (58 Hectáreas) El cual impide, en términos de planificación urbana, la conexión directa entre el área barrial con el centro de ciudad.

ESTE El plano barrial limita con un alto, enlazado y casi vertical cordón montañoso que bordea el perímetro costero desde la Quebrada Barriles hasta culminar en playa La Paragua. Dentro de los parámetros existentes en torno al límite oriente, se acentúa una elevada pendiente territorial, la cual declina al llegar al borde de la carretera. Cabe indicar que el límite del barrio y el borde cordillerano, se encuentra manifiestamente en una gran cantera desarrollada previa planificación del área que abarca el barrio, la cual actualmente mantiene contenida el emplazamiento del barrio.

OESTE Esta frontera física está determinada por un ensanchado, alto y rocoso farellón costero, el cual permite la contemplación del horizonte oceánico. Dificultando el vínculo fluido de los habitantes con la costa debido a la gran cantidad de erosiones rocosas que asoman del acantilado.

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Representación de las poblaciones y las toponimias de sus calles y pasajes. Elaboración José Aguirre.

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La población Pacífico Norte comprende las siguientes calles: Caleta Duendes, Calle Urco, Calle Punta Arenas y Calle Ramaditas. Cuenta con la Junta de Vecinos Pacífico Norte y la Junta de Vecinos Unión Pacífico Norte en el mismo territorio. Mientras que la población Las Tres Marías comprende el pasaje Duendes, Calle Punta Atala, Calle La Paragua y Calle Ramaditas. Cuenta con la Junta de Vecinos Las Tres Marías. Las relaciones que se establecen entre estos loteos habitacionales, o entre las dos poblaciones, es poco fluida y se encuentra caracterizada por la tendencia a la disgregación que existe entre manzanas, ya que ambas no cuentan con espacios comunes ni áreas destinadas al uso público que permitan generar un vínculo del conjunto planificado. La población Pacífico Norte, se encuentra planificada por medio de 13 manzanas, las cuales se emplazan dentro de un área aproximada de 9.5 hectáreas. El terreno deslinda hacia el norte con un sitio eriazo en 250.00 MT aproximadamente, hacia el sur en 240.00MT aprox. Hacia el oriente en 300.30MT con un talud configurado en el borde del cerro. Por último, hacia el poniente en 342.00MT con calle Ramaditas. Estas

composiciones de las extensas y compactadas manzanas imposibilitan la articulación de la trama urbana. Surgiendo la necesidad de la reconversión de espacios vacuos por espacios que faciliten la articulación y la cohesión, siendo las áreas verdes, por ejemplo, los espacios públicos que fomenten esta conexión barrial en torno a circuitos de integración vecinal. Si bien el proyecto del poblamiento consideró espacios que fomentaran estas integraciones, no se ejecutaron, por ello, se profundizan estas desconexiones interbarriales. Influyen, además, las condiciones geomorfológicas que han sido inmodificables: sitios abruptos, yermos, rocosos, arenales, pendientes irregulares, planos inclinados, etc. La cárcel genera otro nudo que desarticula la trama visual y de circulación. Este equipamiento abarca una dimensión de 4.11 hectáreas, un espacio significativo en proporción a la población. El volumen abarca un muro extenso que, además de desvincular, genera una barrera que facilita una especie de encerramiento, condicionando el tránsito, infaliblemente, cercena las posibilidades de expansión de la

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población hacia el sector sur. La interacción con el medio, en un escenario geográfico accidentado, se orienta hacia áreas de la playa, aun siendo espacios no consolidados, con accesos dificultosos. Entre las playas hallamos Remanso, pequeña playa adaptada y naturalmente conformada entre el farellón costero y roqueríos de la costa. Playa Remanso conglomera a gran parte de los pobladores del barrio, facilitando en ello la escasa distancia (300 metros) generando ahorros económicos y de tiempo en los vecinos en cuanto al traslado en comparación a balnearios consolidados como Caleta Boy o La playa artificial Covadonga. Una vez arribada la nueva población Pacífico Norte, ésta playa vivió una especie de “reutilización”, vista una especie de abandono por varios años; ésta vez, la playa comenzaba nuevamente a ser usada, además de la cercanía con la población, contribuía la seguridad que prestaba la playa para el público infantil. Sin embargo, por extrañas decisiones, la poza de Remanso sufrió una intervención que

perjudicaría a los vecinos, debido al depósito de toneladas de tierra para conformar una especie de relleno y así facilitar el ingreso de camiones que extraen aguas desde el mar. Según el vecino Alejandro Rojas Rivera, ésta decisión “mató” el uso de la playa. “Ahora los niños no tienen dónde ir, era la única playa segura que había, porque al lado, el arenal de Caleta Vieja, es más peligroso, Remanso era una pocita muy linda, segura, cerca, acogedora, pero no sé quién autorizó esto, de hacer un relleno que prácticamente mató la poza, tapó todo el acceso y los que no tienen auto para ir a las otras playa lo sienten mucho. Además era una playa histórica, qué tocopillano no se ha bañando en Remanso?”.

Preciso momento en que un camión extrae agua, acto facilitado por el relleno que prácticamente tapó la poza de Remanso.

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145 Caleta Vieja, otrora balneario popular que ha visto con el nuevo poblamiento una especie de reutilización, a pesar de estar rodeado por

ruinas industriales pertenecientes a las pesqueras y por cientos de toneladas de cenizas de termoeléctrica contenedoras de metales pesados, los cuales son trasladados por los vientos y por la camanchaca.

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PUNTOS DE CONFLUENCIA En la observación en terreno, notamos que la estructura de las calles y pasajes que se emplazan transversalmente en el barrio, incitan a que el tránsito peatonal invariable, que existe al interior de los pasajes del barrio, desahogue peatonalmente en torno a calle Ramaditas. La calle mencionada se transforma en el eje que

conecta con la ciudad, también y es el eje de entrada a la población. Por tales razones, es la calle por donde existe mayor aglomeración de vecinos, forjando una alta interactividad social. Improvisando reuniones informales, espacio de conversación, lugar de citas y encuentros.

Materialidades vinculadas con ocupaciones laborales especificas que están dispuestas en las calles, siendo a su vez puntos de confluencias sociales.

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Otros puntos de convergencia e interacción vecinal es la sede de la Junta de Vecinos, lugar de convocatorias sobre los programas sociales en ejecución, relativos al mejoramiento de barrios por parte del Estado. Los negocios y botillerías también representan puntos de confluencia constante, intercambiando informaciones y datos. Otros puntos son, por ejemplo, los vecinos que se reúnen en Calle Caleta Buena esquina Ramaditas, vecinos que están vinculados a labores de pesca. Sin duda que el Jardín Infantil corresponde al punto de encuentro en donde se evidencian masividades. Algunas casas de dirigentes son usadas como sede de reuniones. A pesar de ser escasos los equipamientos para que los vecinos se reúnan, hasta el año 2012 y parte del 2013, las sedes vecinales se hallaban en franco deterioro, con espacios directamente destruidos. El vandalismo, el descuido, el juego de los niños, destruyó paredes, puertas, ventanas y todo lo hallado en sus interiores. Cabe indicar que hasta el año 2013, la población no contaba

con espacios deportivos adecuados. Por ello, el programa Quiero mi Barrio, financió la instalación de una cancha de pasto sintético, siendo administrada por los propios vecinos. No obstante, sobresale la ausencia de plazas, parques o plazoletas.

Pequeños almacenes como manifestación de micro emprendimientos para subsanar la carencia de comercios.

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De todos modos, surgen espacios improvisados para la recreación, que poco a poco han ido consolidándose. Uno de ellos lo atestiguamos en el sector de calle Caleta Buena, a un costado de la cárcel, originalmente fue proyectado como un terreno destinado a la recreación de los niños del sector. En relación al uso del equipamiento comunitario, este es ocupado mayoritariamente por infantes y jóvenes en horas de la tarde y noche. El deterioro de los juegos no ha obstruido la conglomeración. Sin duda que las denuncias de actividades ilícitas no se dejan esperar, por ello se han detectado focos de venta y consumo de drogas en ciertos pasajes. Actividades que se acrecientan en la noche. La escasa iluminación, y los terrenos baldíos y micro basurales, además de depósitos de chatarras, contribuyen al desarrollo de esta actividad. Algunos sitios eriazos y sitios de religiosidad popular, como las animitas, han sido caracterizados por los vecinos como lugares de consumo de alcohol y drogas. Paralelamente se ha percibido manifestaciones que nos remiten a la apropiación del espacio para

actividades consideradas como negativas, entre ellas el depósito descontrolado de escombros, chatarras en plena calle. Así lo hemos visto en calle Urco con Pasaje Duendes, situación que los vecinos han intentado resolver obteniendo escasos avances, debido a las malas prácticas de ciertos vecinos. El programa Quiero mi Barrio consideró la implementación de una cancha de baby futbol con pasto sintético, inaugurándola el 27 de julio de 2013. La millonaria inversión ha configurado un espacio de confluencia de jóvenes y niños que diariamente ocupan el recinto. La calle ha dejado de ser un improvisado campo deportivo y por ello, se diluye en parte la ocupación social de los pasajes. No obstante, la implementación de este proyecto, ha traído aparejado rencillas entre dirigentes y pobladores en cuanto a la administración del mismo, generándose conflictos e intercambio de opiniones mediatizadas entre los vecinos. “Yo espero que con ésta cancha, los chicos dejen de jugar en la calle, es bueno que de desarrollen estos espacios para los jóvenes y los niños de acá, de la población, están muy olvidados” nos comenta Ricardo Aracena.

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La cárcel de Tocopilla, ubicada a un costado de la población, es un lugar que durante la semana llegan cientos de personas a visitar a sus parientes. Manifiesta a la vez cierto grado de peligrosidad, es un lugar al cual los vecinos miran con cierta reticencia. “Acá uno tiene miedo con la cárcel, porque una vez hubo una fuga y los gendarmes comenzaron a disparar como locos y la gente tuvo que gritar para que dejaran de hacerlo. Además los presos

gritaban. Fue terrible. Una vez unos presos se metieron a un patio de una casa.” Nos cuenta una vecina. El domingo, el día en que más gente confluye al centro penitenciario, “la mitad de la población se va a la cárcel, porque hay muchos presos que tiene parientes en la población. Se llena, el domingo hay harta locomoción, llegan buses desde afuera. Es impresionante.” Nos asevera un vecino de la población.

Depósitos de chatarras y carrocerías en plena calle, práctica que ha generado conflictos entre los vecinos.

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Cancha de Baby Futbol implementada por el programa Quiero mi Barrio, inaugurada en julio de 2013.

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ORGANIZACIONES TERRITORIALES La mayor organización social que han desarrollado los vecinos, está remitida a la conformación de Juntasde Vecinos, la que puede ser definida según la ley como una organización comunitaria de carácter territorial representativa de las personas que residen en una misma unidad vecinal y cuyo objetivo es promover el desarrollo de la comunidad, defender sus intereses y velar por los derechos de los vecinos y colaborar con las autoridades del Estado y de las municipalidades.23 En el territorio que engloba las dos poblaciones existen tres Juntas de Vecinos: La Junta Vecinal Pacífico Norte, Unión Pacífico Norte y La Junta Vecinal Rural de la población Las Tres Marías. En cuanto a sus estructuras y liderazgos, en el año 2013, el panorama era el siguiente: La Junta Vecinal Pacífico Norte, estaba dirigida por las siguientes personas: 23 Ley Junta de Vecinos Nº 19.418.

Gradualmente la Junta de Vecinos Pacífico Norte ha ido sumando socios activos, los cuales participan en reuniones de coordinación que en su mayoría cumplen el objetivo de organizar actividades, muchas de ellas centradas en festividades. Del mismo modo, sus integrantes han demostrado un marcado interés en participar y apoyar en conjunto el programa Quiero mi barrio, facilitando los espacios y las voluntades para cooperar con los proyectos en proceso de ejecución. Inicialmente, la organización estuvo enfocada en la consecución de recursos para las solemnidades de fin de año (Navidad y aniversario de la población) coordinando listados de niños beneficiados con los regalos que entrega la Ilustre Municipalidad de Tocopilla. Se fueron sumando gestiones para implementar operativos de limpieza en conjunto con los vecinos y la

Presidente Juan Cabello Paiva Secretaria Alexandra Vázquez Armijo Tesorera Darinka Santis Zuleta

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municipalidad, los que son necesarios ante el escaso aseo y precariedad del ornato en algunos sectores de la población, en especial en las periferias del conglomerado de viviendas en donde han surgido microbasurales. La dirigencia y algunos vecinos se han mostrado interesados en participar activamente en el apoyo al programa Quiero mi Barrio a través de la realización de actividades que permitan generar los recursos económicos para solventar la instalación de máquinas deportivas en el sector de Caleta Buena y calle Paquica con el propósito de generar espacios de convivencia y práctica deportiva para todas las familias del sector. En la población Las Tres Marías contamos con la Junta Vecinal Rural Nº1. La directiva está conformada por las siguientes personas: Presidenta María Cristina Espinoza Bravo Secretaria Nora Araya Pizarro Tesorera Liria Gallegos Contreras

El sector de Las Tres Marías en el año 2013 estaba constituido por 30 familias, con más de 22 socios activos en la organización territorial. Ante

la escasez de un espacio físico, las reuniones son realizadas en un conteiner. Se han gestionado la consecución de textos de estudios para los niños de enseñanza básica, además de actividades para el fomento de hábitos de estudio. Ante la presencia de una agrupación de microagricultores, se han coordinados pequeñas pasantías a San Pedro de Atacama y Antofagasta, con énfasis en el desarrollo de la hidroponía. En estas dos Juntas de Vecinos, usualmente se acusa la baja participación de los vecinos, “Siempre son los mismos los que participan” indica una líder vecinal. La población Pacífico Norte posee dos Juntas de Vecinos, la segunda es Unión Pacífico Norte, compuesta por la siguiente directiva en el año 2013:

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Presidenta María Villanueva Pizarro Secretaria Milenka Alfaro Véliz Tesorera María Farías Núñez

“Organizamos otra Junta de Vecinos para facilitar las cosas a los pobladores, para agilizar los proyectos y mejorar la gestión sobre las temáticas que tenían que ver con la población, por eso en junio del 2012 organizamos la Junta y nos unimos con la Junta de Vecinos de Las Tres Marías, eso ha sido muy bueno, porque nos hemos dado a conocer.” Señala la presidenta vecinal. Está constituida por 180 socios activos. Han coordinado operativos de pedicura y cortes de pelo. Y por sobre todo han situado a la población a nivel comunicacional en cuanto a una serie de demandas orientadas hacia la mejora de la calidad de vida, la integración y la seguridad pública.

Reuniones habituales de la Junta de Vecinos

Lanzamiento por parte del Gobierno Regional del programa Todo Chile Comunicado.

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En el territorio estudiado, existen otras asociaciones, entre ellas el Comité de Microagricultores Avícolas y Ganaderos liderado por Antonio López Bacho. Su rol principal es asesorar y coordinar con los vecinos las iniciativas de proyectos y programas que vayan en beneficio de su iniciativa de micro-emprendimiento, con el fin de optimizar la producción. En relación a lo anterior se desarrolla la iniciativa de proyecto emprendedor centrado en la hidroponía en el sector con la finalidad de apoyar y fortalecer el micro emprendimiento de los vecinos de la población Las Tres Marías. Además éste comité provee al comercio local de sus productos: huevos, aves y cerdos. En noviembre del año 2010 se inauguró el jardín infantil Estrellita del Pacífico, proyecto que contó con el auspicio de la Fundación Minera Escondida, que tuvo a cargo la construcción y equipamiento del nuevo establecimiento. La empresa formó una alianza con la Municipalidad de Tocopilla, Gobierno Regional de Antofagasta, SERVIU y JUNJI.

Cabe indicar que este proyecto estaba inserto dentro del programa de responsabilidad empresarial de la Fundación Minera Escondida, que ante la precariedad de equipamientos en la nueva población, decidió implementar este proyecto tan necesario.24 En este espacio educativo se creó el Centro de Padres y Apoderados Jardín Infantil Estrellitas del Pacífico, fomentando la preocupación de los vecinos de Pacífico Norte y Las Tres Marías por la educación de sus hijos, sus hábitos de estudio y procesos organizacionales.

24 Arquitectónicamente es una obra que mantiene la escala de la población. Destacan 3 áreas: área administrativa, con 1 oficina de Directora, 1 sala de uso múltiple, 1 sala de amamantamiento, bodega de material didáctico, baño docente y baño discapacitado; área docente con 2 salas cuna, 2 salas de actividades, sala de muda, sala de hábitos higiénicos y sala bañera y un área de servicios que contempla cocina general, bodega de alimentos, vestidor, baño administrativos, bodega de aseo, sala de basura y además incluye un patio cubierto, patio de servicios y patios privados.

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Jardín Infantil

Del mismo modo, se constituyó la Agrupación Social, Cultural y Recreativa Niños Felices, su presidenta es Domitila Vílchez, su función primordial es promover en los niños del sector prácticas que vayan en beneficio de su integración a través de iniciativas culturales, tales como talleres de danza y pintura, talleres deportivos, fomentando con ello la sana convivencia, el respeto, el trabajo en grupo y la participación. Apenas llegados los nuevos vecinos, surgió la Agrupación Social de Mejoramiento de la Vivienda

Pasaje Punta Tames, siendo su gestora la Sra. Narcisa Zepeda Martínez, su función recayó en unir y concientizar a los vecinos del pasaje Punta Tames acerca de la importancia de mejorar la calidad de las viviendas y el entorno en el cual habitan, un ejemplo de ello es la iniciativa de poder mejorar los cierres perimetrales de las viviendas, como también trabajar en un proyecto para intervenir los antejardines en todas las viviendas del pasaje.

Dirigentes vecinales trabajando en terreno en momentos de emergencias climáticas.

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COTIDIANIDADES

Al transitar diurnamente por las calles de las poblaciones, el silencio 25 se deja sentir en expansión; calles vacías, escasos vehículos de locomoción colectiva al paso, escasas personas a la vista. Una gran cantidad de vehículos en deterioro, sin uso y en estado mecánico inerte atiborran las estrechas calles. Entre chatarras y autos nuevos se vislumbran soldaduras en ejecución, trabajos mecánicos realizados en plena calle, ante la ausencia de espacio para desarrollar este tipo de labores en los interiores de las casas. No sólo trasladaron muebles y electrodomésticos a la nueva morada, sino que además los antiguos vehículos en desuso, los que han sido instalados en las afueras de las casas. Verdaderos archivos mecánicos del cual se extraen piezas que son vendidas lentamente al que las requiere. O bien la manifestación de la esperanza de ver nuevamente 25 Sobre el silencio tan característico de la población, Brígida Castillo afirma: “el silencio se siente de lunes a viernes, tu notas al tiro cuando llega el fin de semana porque las calles se llenan de niños jugando, porque sientes el olor a asados y fiestas, o porque la cancha está llena de jugadores”.

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rodar al vehículo o venderlo completamente. Mientras tanto, las calles se van aglomerando y acumulando estas carrocerías que, frente a la agresiva humedad costera, se oxidan velozmente, tornando sus colores deprimentemente. Estos dos barrios, separados por escasos metros, se diferencian por sus arquitecturas, por su carácter habitacional y laboral entre ambas. De hecho, Pacífico Norte es una población eminentemente habitacional, es un conglomerado de casas que dan las evidencias de ser prácticamente un “dormitorio”. En Las Tres Marías el silencio es interrumpido por el relincho de potros y rebuznes, cantos de gallos, ladridos de perros callejeros, gatos recorriendo techos. Se nos presentan otros sonidos y olores, el carácter rural de la población se deja notar. Caballos, burros, palomas, jotes, perros, cabros, se dejan percibir a la lejanía. Asoman pequeños ranchos y corrales. Y por qué no decirlo también, otros rostros, otras fisonomías y pieles faciales que nos remiten a sacrificio, al paso del sol sin misericordia. A una gran cantidad de ancianos melancólicos con sus crías de chanchos.

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Las ampliaciones de algunas casas han mejorado la estética barrial; la lejanía y el silencio son, para algunos, cualidades de la zona que

permiten inversiones cuantiosas para el sector.

Camiones cargados con cartones, fierros, basuras, latas, chatarras generan otra dinámica y otro tipo de flujos. Camiones aljibes o camionetas particulares cargadas que circulan demostrando el nivel de compra y venta de microempresas destinadas al reciclaje de todo tipo de productos, predominando los cartones.

Las expresiones sonoras de los animales trasladan a otra dimensión a quien visita la población, remite a sonidos escasos y de pronto desconocidos en Tocopilla. En la costa desértica absoluta, como lo es Tocopilla, escuchar un relincho o un burro rebuznado puede constituir

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una gran novedad para los niños. Son sonidos exóticos, extraños y quizás atractivos. El escenario se aprisiona entre el mar bravío y el cerro en verticalidad.

Los patios descubiertos son una tónica de la población Pacífico Norte,

una visibilización de la intimidad.

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“Llegué el año 2003 a la población Las Tres Marías, fui sobrina de Pedro Lorca, que también fue criador por estos lados. Llegar acá fue un cambio drástico porque venía de Calama. Vivir acá es rico, acá se valoran mucho más las cosas, afuera no apreciaba nada, la lejanía hace apreciar por ejemplo un pedazo de pan (…) Acá hay colores al amanecer que no están en Tocopilla. Mi esposo es uno de los últimos matarifes que están quedando, porque es una tradición familiar.” Relata María Espinoza, dirigente vecinal de Las Tres Marías. En su interesante relato, acota: “Acá la subsistencia es sana pero a la vez sacrificada, entre los vecinos nos ayudamos mucho, porque comprendemos nuestro trabajo, una papa puede ser transformada en cinco kilos, hay mucha solidaridad entre los vecinos. Mi esposo alimenta a veces a sus amigos, porque a veces las cosas están malas. Me rehabilité de un cáncer, y llegar acá, a Las Tres Marías, mi vida adquirió un nuevo impulso. Quiero hacer una casa de acogida para abuelos, ayudar a los vecinos que están mal. Es mi misión, quiero tener una vejez linda. Mi vida en campamentos me mostró la dura vida de los abuelos, muchos de ellos han muerto, no quiero que eso siga pasando en la población (…) María Espinoza describe de este modo el habitar en Las Tres Marías, quien junto a su esposo poseen una gran

cantidad de animales, los que son faenados y luego vendidos a una gran diversidad de clientes. “En esta cuadra hay muchos criaderos, está el señor Garrido, la señora Karla. Yo tengo chanchos, pichones, burros, gansos, patos, gallinas. Y los vendo todos. Mis clientes son de Calama, mucha gente de Tocopilla, de la villa, de todos lados. Incluso hasta doctores. Ellos los ven, los eligen y dicen en qué día los van a necesitar. Los chanchos comen las comidas que sobran en los restaurantes, se las dan en el Mercado, el Hugo, que es mi esposo, va en la mañana y las retira. Luego, entre los dos separamos los tipos de comidas. Por ejemplo, lo seco pa’ los burros, los huesos y papillas pa’ los chanchos, el pan y tomate pa’ las gallinas y patos. Después de los 20 kilos, el lechón ya se puede vender…”. Según lo que narran nuestros informantes, para matar a los cerdos se les llama, se les acaricia y luego ejecuta un certero golpe en la cabeza y el cuchillo va directo al corazón. Las aguas están hirviendo, se despela, es todo rápido, en menos de 15 minutos queda listo, y se encaja el chancho sin ningún bello. Un kilo cuesta $ 2.500 pesos. “Mi esposo ha estado toda la vida dedicado a esto. Mi esposo y yo somos reconocidos por lo que hacemos, incluso la gente de la película que filmó Jodorowsky le regaló unos burros y la carreta que usa mi esposo apareció en la película. (…) Con el burro

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hacemos charqui, el doctor viene revisa y nos autoriza, porque hay clientes y hay que cuidar la salud de todos ellos. A los ecuatorianos y colombianos le gusta el charqui. Hay tantos pedidos que hay que matar a los burros, eso quiere decir que hay que cerrar una pieza con mallas y tirar los cordeles para colgar los charquis, hay que tener cuidado con todo para que no lleguen las moscas” Narra María. María Espinoza relata que llegó a una población en donde la vida cotidiana estaba reducida al trabajo, con poca sociabilidad, con escasas relaciones de amistad, con poco interés en participar, en integrarse a la comunidad. Con una especie de auto marginación y una baja estima. “Yo reactivé la Junta de Vecinos, partiendo por renovar el timbre, quería darle vida al sector, mejorar la estima, porque era necesario organizarse. Hicimos la reunión y quise decir que quería ser presidenta. Los vecinos poco a poco han ido sumándose a la actividades que hemos organizado, por eso me uní con la Junta de Vecinos de la Pacífico Norte y eso ha dado buenos resultados, porque tenemos hartos problemas y era necesario juntarnos. Por ejemplo los problemas de movilización, se cortaba la electricidad seguidamente, la empresa eléctrica tenía muy malas mantenciones. Como Junta de Vecinos hicimos las gestiones y ahora ha mejorado la situación. La oscuridad

facilitaba los robos, y hubo muchos robos. Por el momento es imposible tener cuartel policial porque dicen que somos poca gente, pero al menos el Plan Cuadrante hizo que bajaran los robos”.

Arriba: Calle Ramaditas. Abajo: un kiosco gracias a una ampliación.

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162 En la descripción de algunos problemas, los

vecinos relatan que uno de los principales tiene que ver con los malos olores y la culpabilización va hacia los criadores de porcinos. “Tenemos empresas que dejan sus productos vencidos o descompuestos, desde los supermercados, y los dejan no en el basural, sino que en un criadero y el comprador o quien recibe no realiza el tratamiento adecuado y eso genera fuertes olores. Las cosas se acumulan y se crean como pantanos de alimentos descompuestos, es una especie de barro. Eso nos trae moscas, zancudos, guarenes que una vez se comieron un gato! Son muy grandes. A veces es una pesadilla. El vertedero, no nos genera últimamente tanto problemas como lo hacen estos depósitos ilegales de desperdicios de alimentos del supermercado. Hay relajo en las autoridades que a veces no supervisa este problema. Uno lava la ropa y se queda impregnado con esa hediondez”, menciona una vecina. No obstante, Brígida Castillo, atribuye a que cada vez que surgen incendios en el vertedero, el humo, los malos olores afecta principalmente al sector norte de la población: “lo negativo de vivir aquí en verano es por olores, (…) sólo la semana pasada el basural prendió unas 3 veces (octubre 2013) creo que por el calor combustionan los gases y el humo invade la parte norte de la población, comienzan a arrancar los

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ratones que dicho sea de paso son grandes, del tamaño de un gato”. María Villanueva recuerda: “Al comienzo había hartos olores, pero ya no es tanto como antes. Le echaban la culpa a un cartonero, pero él no tenía nada que ver con el tema. Había polémica al comienzo, por las moscas. La gente de afuera cree que es por el vertedero, pero no. Hay gente que compra cosas descompuestas y luego las revende.” Por su parte María Espinoza indica que, “La gente me reclama a mí como dirigente vecinal, porque esto afecta a los pobladores de la Pacífico Norte. Y me piden que solucione el problema. A veces se da la rareza que la gente del vertedero cumple más las normas que cierto criadores de cerdos. La gente del vertedero no nos provoca problemas. Le hemos hecho fiestas para ellos e intentado integrarlos.” Otra vecina dice: “aquí la gente hacía lo que quería con los chanchos y nadie reclamaba”. Por otra parte, sobre los temas de integración y participación, María Espinoza nos menciona algo relevante que sintetiza sociológicamente, según su visión, lo acontecido durante todos estos años: “Acá aún tenemos gente con ‘Mentalidad de Remanso”.

En la explicación de dicho concepto, expresa que consiste en que los vecinos se auto discriminan, porque se sienten marginales, como las autoridades nunca vinieron, eso influye mucho en que sean reacios. Muchos no sabían leer y eso complicaba las cosas, al menos cuando tenían que acercarse a alguna autoridad. “El Alcalde Kurtovic fue el primer alcalde que tomó en cuenta el sector, fue uno de los primeros en acercase y tratar de mejorar las cosas. Pero yo lucho contra la Mentalidad de Remanso. Los vecinos recuerdan que cuando tenían una casa con luz se emocionan. Las autoridades a veces hablan, pero nunca han venido, no saben lo que se vivía acá y lo que pasa actualmente. Yo les digo a mis vecinos que ya pasó el tiempo en que vivían en el sector de Remanso, ahora tenemos que ser integrados, tenemos derecho a participar, tenemos derecho a ser escuchados.” Comenta claramente María. Por su parte María Villanueva agrega que, “Muchos de Las Tres Marías no creen en nada, porque dicen que han estado mucho tiempo botados, que vienen con puras promesas, a veces hay mucha gente negativa, pero en realidad, al poco tiempo se han ido integrando. Porque van entendiendo que las cosas son para todo el sector, no sólo para la Pacífico Norte, sino que para

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todos. Todos estamos marginados y hay que luchar contra eso.” El matrimonio compuesto por Romualdo Gutiérrez y Alicia Rojas exteriorizan aspectos de conflicto entre los antiguos vecinos de Las Tres Marías y Pacífico Norte. Romualdo indica que “Cuando comenzaron a embromar que la gente no iba a querer los chanchos cerca de sus casas, la gente nueva de la Pacífico Norte, vendimos todos los chanchos pa’ no tener problemas”. La misma decisión tomó el poblador y criador Antonio López. Alicia Rojas nos dice: “Nos deshicimos de los chanchos porque la gente iba a reclamar, la gente decía que iba a haber moscas, y que la gente iba a ser delicada. Pero al final no es así, hay droga, peleas, hay muchos conflictos entre los vecinos. Hay jóvenes que se juntan en las esquinas. Con la población nueva, muchos dejaron la crianza de chancho. Así que para no tener atao’s, era mejor que los vendiésemos”. “Nos miran como carne de cogote, me he fijado yo” sentencia Romualdo. Añade: “Me arrepiento de haber dejado de criar chanchos. Pero igual ya estoy viejo pa’ trabajar en eso, así que desarmamos los corrales.”

Alicia se refiere a las alteraciones cotidianas por efecto de la llegada de nuevos vecinos: “Yo tenía mi cocina a leña, con chimenea, mis hornos, ahora no se puede hacer nada en estas casas nuevas. No se puede quemar ni basura, mejor no hago nada. Me acuesto mejor. Romualdo agrega: “En el barrio antiguo se compartía y no se molestaba a nadie, ahora es más complicado. Era tranquilo, uno conversaba con todos, ahora ni saludan. Nos miran mal”. Alicia explica su marginación: “No participo en las reuniones, porque nos miran mal la gente de la Pacífico Norte, se ríen de nosotros, nos dicen los chancheros, que somos cochinos, pero uno sube por las calles y siempre está sucio. Ahora está más sucio que antes.” Hugo López acota: “Acá se murieron varios de los criadores cuando nos cambiamos, el drama es recolectar la comida, porque el vertedero, antes, estaba más cerca y nadie miraba el basural, entonces todos llegaba cerca de uno y uno la seleccionaba y luego se quemaba el resto, entonces ahora es muy distinto porque ahora hay muchos ojos. El camión de la Chilex, era bueno, traía de todo. Me traían cartón pero ya no, se me criaban ratones y dije que no trajeran más, porque como yo trabajo en la comida y era mucho trabajo, el cartón es pesado trabajarlo porque pagan poco pero hay que estar doblado trabajando y

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agachado y son 4 o 5 toneladas y uno solo tira las 5 toneladas arriba del camión, y es mucha responsabilidad tener peonetas porque el camión es resbaloso.” Variados relatos pertenecientes a los vecinos de Las Tres Marías, fluctúan entre la molestia por los nuevos vecinos o bien por una acogida positiva. Sin duda que las cotidianidades de la población han sido modificadas por la ampliación del barrio. Eduardo Gutiérrez en repetidas ocasiones apostilla que jamás pensó que llegaría gente del pueblo a vivir cerca del basural. Porque, indica él, era un sector muy mal mirado por los tocopillanos, que era muy lejos y que era maloliente. “Hay cosas buenas –dice Eduardo- ahora llegan los colectivos. Antiguamente los colectiveros ganaron harta plata con nosotros, nos cobraban tres lucas, ahora por quinientos pesos te llevan tranquilamente. Pero en este barrio nuevo también llegó la droga”. Una vecina que no quiso identificarse dice que en este sector las cosas cambian radicalmente en la noche. “Acá hay mucha droga, y eso hace que muchas niñas se lancen a la prostitución, hasta por quinientos pesos están dispuesta a vender sus cuerpos, igual es terrible

que pasen cosas así porque yo tengo hijas y la droga es terrible”. Brígida Castillo agrega: “la droga es bastante visible, a plena luz del día ves muchachos fumando y consumiéndola, haciendo sus transacciones como si fuera un trabajo normal y natural, como cualquier otro, tampoco haces ni dices nada, al final las leyes no tienen resultados, entran y al otro día salen, más arriesgas denunciando.” Alicia Rojas por su parte nos dice: “acá hay mucha corrupción, los Carabineros no vienen, además acá es re’ fácil arrancar, se van pal’ basural no más. Allá nadie pilla a los drogos. En la noches es mejor quedarse en la casa encerrada, mejor veo la tele y así no paso susto”. “Hay mucha droga y antes había hasta cinco robos diarios en las casas. Ahora, gracias al Plan Cuadrante, los robos han disminuido.” Señala la vecina María Villanueva. Ella misma comenta que, como Junta de Vecinos, han ido difundiendo variadas técnicas para disminuir los robos: “Le decimos a los vecinos que deben dejar la luz prendida, que el vecino le riegue la casa a quien no está, los vecinos recogen las cartas de quien vive al lado para que no se acumulen, dejar las radios prendidas. Los fumones recorren el sector

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tanteando si hay gente. Además le decimos a los vecinos que tienen que limpiar las fachadas, y tantas cosas. Hicimos ‘puerta a puerta’ para que aprendieran. Al delincuente hay que asustarlo, insultarlo, incluso pegarle. No nos queda otra. Sin embargo, la gente igual tiene culpa porque algunos compran las cosas robadas, y eso es grave. Hay casos de hijos que han sido echados de la casa y se quedan deambulando por las calles.” Los relatos de los vecinos y vecinas en general manifiestan una discrepancia entre lo acontecido en la noche y en el día. Desde el tema de vicios, violencia, prostitución y hasta de olor.

Angélica Martínez menciona uno de los temas que ha caracterizado al sector en tanto identidad negativa. “Lo que molesta es el olor a burro y a chancho, en la humedad de la noche como que se esparce más el olor. Al final uno se acostumbra, uno se acuerda cuando llega gente de afuera y dice que está hediondo a chancho o guano. Y es incómodo cuando la gente nos dice que no debemos estar acá…al final cada uno de nosotros termina riéndose (…) Se han hecho denuncias pero no pasa na’, se compran ilegalmente comidas vencidas de los supermercados para los chanchos, pero a veces se venden para los kioscos, y es muy sospechoso. Una vez compré una carne muy extraña y se puso verde…”. El esposo de Angélica, Juan Carlos, menciona cierta resignación ante el tema: “nosotros somos los que llegamos, ellos ya tenían la costumbre de criar chanchos”.

Cotidianidad: autos en la calle y arreglo caseros.

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AISLAMIENTO

El conglomerado habitacional de Pacífico Norte y la cárcel.

En el habitar del nuevo barrio es ineludible soslayar las problemáticas vinculadas con la percepción de lejanía y los factores que alimentan dicha apreciación. Tocopilla es una ciudad pequeña en comparación a los tres grandes centros urbanos aledaños: Antofagasta, Iquique y Calama. Ciudades que exhiben extensas avenidas y sus bordes urbanos se extienden cada vez más.

No obstante, la percepción de apartamiento de los pobladores tocopillanos es algo recurrente en los discursos. La ciudad y sus emplazamientos radiales urbanos, no miden más de cinco kilómetros de punta a punta y el llamado Barrio Norte se emplaza a una distancia que no supera los 1.8 Km desde el último punto edificado en el área urbana.

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Son multiasociados los factores que construyen esta percepción de lejanía, de periferia, de vida en un margen urbano. De una población en el borde, al final. El marco geográfico que define la ciudad de Tocopilla y el Barrio Norte, se caracteriza por dos limitantes naturales que enmarcan y angostan de Este a Oeste el territorio disponible para el asentamiento urbano, estas son la Cordillera de la Costa y el Océano Pacífico. Estas imponencias del medio natural, remiten a la configuración de una estrechez territorial y geomorfológica, constriñendo la planicie litoral que sustenta el origen del asentamiento de la ciudad. Al mismo tiempo, estas imponencias dificultan e imposibilitan un crecimiento conectado del tejido urbano a lo largo del territorio, producto de la conformación de expansivas y pronunciadas masas de rocas que impone el borde cordillerano y el abrupto farellón costero que cruza de norte a sur la planicie territorial considerada como zona primaria del asentamiento de ciudad. Por efecto de lo anterior, el emplazamiento del barrio se halla morfológicamente disgregado y a una gran distancia respecto a la planicie central

que sustenta el origen y desarrollo urbano y material de la ciudad. Es decir, la cordillera costeña fractura la llanura del litoral a la altura de las pesqueras industriales. La planificación del barrio, no consideró servicios básicos, tales como una posta, centros educativos, ni la posibilidad de estimular la presencia de centros comerciales; hasta el año 2013 carecían de reten policial y de un cuartel de bomberos. No había farmacias ni almacenes para adquirir víveres que permitieran mantener la despensa mensual. Angélica Martínez nos cuenta: “Yo llegué el 2009 y el cambio era muy brusco, uno se sentía muy sola, no había almacenes porque SERVIU no lo permitía, recién, después de tres años, se autorizó. Aquí no había dónde comprar cosas y si hay es muy caro, el pan y la bebida por ejemplo, en comparación al centro…al final uno termina comprando igual por la necesidad…es complicado por los útiles del colegio, los papeles, los materiales…yendo al centro, se encarece todo. No hay abastecimiento para comer, una siempre se preguntaba: ¿Dónde compramos pan? ¿Una bebida?”.

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Perfil topográfico en el cual se ubican las poblaciones estudiadas. Elaboración: José Aguirre Hidalgo.

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El esposo de Angélica revela que en los primeros días la situación era compleja y reseña aspectos negativos en los comerciantes: “En los primeros días era complicado, uno se arrepentía de vivir acá, la gente era muy usurera, es carera, porque saben que no hay más y se lanzan con los precios… vienen camiones de verdura pero de baja calidad. Y los negocios venden caros. Pero la necesidad nos obliga a comprar, uno recorre toda la población y los vendedores se mal acostumbraron. Se camina mucho para encontrar cosas tan básicas, uno termina estresado y no dan ganas de nada. Al comienzo el desanimo era muy fuerte, por la lejanía”. La percepción de lejanía es también, quizás, fruto de la costumbre local de hallarlo todo cerca. No olvidemos que este barrio está conformado por pobladores proveniente de diversos barrios locales. La pequeñez de la ciudad conformó desde la infancia la percepción de que todo, o casi todo, estaba cerca: el hospital, servicios públicos, Carabineros, supermercado, comercio en general, el centro, etc. Trayectos que desde cualquier calle antigua de Tocopilla no demoraba más de cinco minutos caminando.

Angélica nos detalla: “Cuando vivía en Tocopilla, si no tenías plata, te ibas caminando al centro, pero acá es difícil caminar, la plata, la distancia, para ir al estadio, a la iglesia, desde acá ya no se puede, ni siquiera para ir a la feria… cerca de las empresas pesqueras está lleno de perros, los vehículos pasan a altas velocidades…todos los vecinos estamos cansados y estresados, muchos se fueron porque no aguantaron…todo se iba en la locomoción, no se puede ni ahorrar…acá no llegan ni los Carabineros, ni las ambulancias…hemos tenido incendios y la demoras como podrás imaginar es súper peligrosa porque todas las casas están pegadas, queremos una brigada femenina porque los hombres trabajan, y nosotras estamos acá todo el día en la casa. No tenemos bomberos, y si alguien tiene emergencia los propios vecinos tienen que llevar a los enfermos al hospital, porque sencillamente no llegan. Sin embargo hay cooperación entre los vecinos, al menos cuando hay emergencia y nos llevan en autos, eso es bueno”.

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El crecimiento urbano dejó en evidencia que la distancia y los largos recorridos son parte de una nueva cotidianidad local, no obstante, en otras ciudades los desplazamiento extensos es una normalidad asumida, molesta, pero duramente asumida. La locomoción colectiva de Tocopilla posee distintas líneas como asociación gremial, pero

todas ellas realizan el mismo recorrido. Un recorrido bastante cómodo para quien es taxista, pero que no satisface la demanda de la población. Son vastos los sectores no cubiertos por estos prestadores de servicios, lo que ha significado el cuestionamiento histórico a este rubro. Son recurrente las quejas en los diarios y radios ante el precario servicio de los taxistas partiendo por los tipos de recorridos, los precios sobredimensionados para las exiguas distancias locales y por la atención deficiente. Una vez implementada la nueva población, la negación de los taxistas de cubrir dicho sector fue rotunda y muy sentida en la comunidad. Argumentaban la “excesiva distancia” y la baja calidad de las rutas y las calzadas. El lunes 4 de enero del año 2010 en el diario La Estrella de Tocopilla se indicaba que los vecinos estaban aburridos de que no pasara locomoción colectiva. “Los habitantes del sector de Las Tres Marías de Tocopilla están aburridos que pocos colectivos pasan por su sector y más encima cobran más de la cuenta, en lo que respecta a la tarifa normal”. 26

26 La Estrella de Tocopilla, 4 de enero 2010.

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Los problemas en el acceso a la población, además de la critica al gremio de la locomoción colectiva, llevaron a los vecinos a realizar

periódicas protestas.

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Protesta pacífica efectuada el 10 de enero 2010 exigiendo la pavimentación del acceso a la población, la implementación de iluminación,

erradicación del basural en conjunto con la erradicación de los ceniceros industriales.

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El sábado 20 de marzo del mismo año, la Estrella de Tocopilla titulaba “Apoderados se las sufren toditas”, en el detalle revelaba: “El problema de la locomoción es grave para los alumnos y los trabajadores en el sector de Las Tres Marías, pero quienes cargan con todo este problema son los apoderados. Son varios los casos de mujeres que salen antes de las 7.00 Hrs. a dejar a sus retoños a las escuelas y para ahorrarse algunos pesos y malos ratos con los conductores, deambulan por la ciudad hasta las 13.00 Hrs., para retirar a los pequeños de sus establecimientos. Elsa do Santos es una de ellas, quien señala que al principio iba y volvía, pero que para ahorrarse problemas, se va a la biblioteca para que la mañana pase más rápidamente, ‘qué podría hacer todo ese rato, dejó cocinado en la noche y hasta me ahorro unos pesos’. Otros se las tienen que caminar todas, porque en la mañana son menos los automóviles que van al sector aseguran. La situación no deja de ser preocupante en el caso de una emergencia, donde los segundos para salvar una vida son claves y en este caso un transporte fácilmente se puede demorar media hora en pasar.” 27 Algo similar nos relata Brígida Castillo en cuanto a que la mayoría de las apoderadas de escuela optan por quedarse en casa de familiares

27 La Estrella de Tocopilla, 20 de marzo 2010.

o amigos en la ciudad, mientras sus hijos asisten al colegio, “como a las 19ºº Hrs. retornan a sus hogares aquí, así ahorran locomoción, trabajo y esfuerzo diario, los que volvemos temprano sólo en casa, no nos movemos hasta el otro día.” En abril, los colectiveros denunciaban una serie de robos en sector Las Tres Marías, “Los colectiveros de Tocopilla, han denunciado una serie de robos que se han registrado en la población Las Tres Marías. Según informaron fuentes dentro del gremio, los delincuentes se suben a los taxis colectivos como pasajeros y esperan lugares con poca luz en el sector para asaltar a los trabajadores de la locomoción colectiva.” 28 La denuncia de los colectiveros fue interpretada por parte de los vecinos como excusa, como una falacia, para explicar el porqué de sus negativas respuestas a la hora de tomar un pasajero y conducirlo hasta el barrio nuevo.

28 La Estrella de Tocopilla, 9 de abril de 2010.

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Todo este problema de servicios precarios de la locomoción, trajo severas molestias y problemas en los vecinos, quienes poseían problemas en los trabajos o escuelas por los constantes atrasos. Las escuelas municipales tuvieron que flexibilizar sus horarios, por ejemplo el Liceo Domingo Latrille al menos en los años 2010 y 2011 dejó de exigir que el horario de llegada fuese a las 8 Hrs. de la mañana. Los muchachos y muchachas llegaban todos los días atrasados por la dificultad de hallar locomoción en las mañanas.

Marcos Campos, ex estudiante del Liceo Latrille, nos dice: “me levantaba a las 6:30 am y a las 7:10 ya estaba esperando una micro que cobraba $200, si pasaba la micro llegaba al liceo a las 7:50, de los primeros; y cuando no pasaba la micro los colectivos pasaban cerca de las 8 am de la mañana y era muy molesto porque a veces llegaba pasado las 8:30 al liceo (…) Para devolverme tenía que esperar media hora para que pasaran las micros en la escuela básica Arturo Prat, si no pasaba me iba caminando hasta las últimas casas, cerca de la pesquera para lograr tomar un colectivo; en las tarde era igual: la micro pasaba a las 2:15 llegaba 2:40 y en las tardes me iba a pie porque la micro pasaba a las 4:30 y yo salía 5:30, no alcanzaba, o tomaba un colectivo cerca de las últimas casas”. Lesly Valderrama, otra estudiante del liceo Latrille, nos reseña: “La verdad es que cuesta mucho tomar un auto, la gente se amontona tenemos que caminar hasta la entrada de Las Tres Marías para poder tomar un auto (…) yo me levanto todos los días un poco antes que las 6:30 Hrs., pero aunque me levante temprano apenas pasan colectivos, (…) además los señores de los colectivos para llevarte a Las Tres Marías te cobran 500 pesos como escolar y es injusto ya que tengo otra hermana y después tenemos que volver en la tarde a clases; mi

Micros escasas y repleta de pasajeros.

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madre gasta entre mi hermana y yo casi $4000 pesos diarios solamente en la locomoción para ida y vuelta”. Un colectivo, como servicio escaso, es a la vez motivo de microconflictos entre los vecinos a la hora de “ganar” un auto que los traslade. Insultos, empujones y pequeños conatos verbales han surgido frente a una situación que en las mañanas se cruza con la ansiedad, el estrés de querer llegar a sus trabajos o escuelas y el despotricamiento hacia los taxistas. Eduardo Galaz Da Rocha, también ex estudiante del Liceo Latrille, era el fiel reflejo de un alumno perjudicado por las precariedades de la locomoción tocopillana. “Yo vivía en la cárcel, acogido por Gendarmería, ya que el terremoto derrumbó mi casa (…) en ese entonces no había casas en este sector y el camino era de tierra. Todos los días me levantaba antes de las 6:00 y el paramédico de Gendarmería me iba a dejar, aunque a veces no y eso complicaba las cosas y no quedaba más que dirigirme al liceo a pie, distante a varios kilómetros. En las tardes si o si me tenía que devolver a pie, nadie me quería llevar (…) después de un tiempo poblaron el sector y una micro comenzó a pasar a veces y pude aprovecharla al igual que

las demás personas. La locomoción colectiva era demasiada difícil que llegara hasta allá porque el camino aún era complicado. Recuerdo que hubo una mañana que no pasó ningún auto y toda la gente tuvo que caminar con sus hijos varios kilómetros hasta llegar a la ciudad (…) un poco antes de terminar cuarto medio me fui de la cárcel, me fui a vivir con un amigo por los temas de locomoción”. El caso de este joven tocopillano refleja las incomodidades severas que enfrentaban y enfrentan aún los vecinos, al menos cuando tienen que cumplir un horario en sus trabajos o en los establecimientos. Tal como Eduardo Galaz, quien abandonó el sector, se han constatado otros casos de vecinos que han decidido abandonar las casas recién entregadas para arrendar una casa más cercana a los centros educativos o laborales. “He estado más de una hora en el centro esperando colectivos –denuncia María Villanueva- y no me quieren parar porque me conocen y saben que vivo acá. Si alguien me trae, me tengo que venir escuchando las quejas de los colectiveros, reclaman por todo: por los neumáticos, por el polvo, por la tierra, etc. El pavimento no solucionó el tema, después empezaron a decir que eran asaltados,

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puras excusas. A veces es denigrante, al menos para los estudiantes. Hemos llegado al punto de llamar a Carabineros cuando hay gente enferma que tiene que irse a Antofagasta, entonces, ellos vienen y nos ayudan. En la mañanas parece que hubiese una marcha de ver tanta gente caminado. Es peligroso caminar por la carretera, en la noches, para qué le digo: no se ve nada. Las promesas para iluminar ese sector que está entre la cárcel y Tocopilla han sido muchas y no pasa na’.” Carecer de un vehículo y depender complemente de la locomoción para cualquier tipo de actividad o trámites, además de las eternas esperas, el estrés, de las caminatas hasta el sector de las carreteras, además de ser un desgaste mental y físico, se induce un alto gasto económico en la locomoción, siendo un importe adicional y permanente que perfectamente puede ser usado en otros ítems familiares. Brígida Castillo alude a la desventaja de género en cuanto a la descortesía de los colectiveros que, según ella, están centradas mayormente en las mujeres y sus niños: “para mi, como para varias mujeres es complicado el tema de la locomoción, ya que mientras más niños tienen menos te paran los colectiveros, peor si vas con un coche. Hay varios que te preguntan

¿cuántos pasajes va a pagar?. Las autoridades, Carabineros, radio locutores locales, te dicen: ¡No pregunten, súbanse no más!, ¡si los tienen que llevar! Lamentablemente para mí, no los puedo obligar, tengo tres hijos y una más en camino, si yo los obligo a venir vienen de mala voluntad, quejándose, reclamando y manejando de mala forma, para mi eso es un riesgo. Así también como muchas otras mujeres tomé la opción de aprender a conducir así me evito ese tipo de problemas y es más independencia.” Para Brígida y otras vecinas, el logro de la autonomía se hace tangible a la hora de conducir un vehículo. Es la solución buscada que ha llevado a muchas familias a endeudarse para adquirir un automóvil. Los medios de comunicación comunales, infinitamente han dado a conocer las problemáticas de traslado de los vecinos de Las Tres Marías y Pacífico Norte. Derechamente los taxis se niegan a llevarlos, se acusa la distancia y el repetido argumento “vengo de allá” o “no trabajo para esos sectores”, frases expresadas, incluso, por dirigentes del gremio quienes son los primeros en bloquear las carreteras al momento en que se les exige a los gremios colectiveros mejorar condiciones de seguridad a través de una planta de revisión técnica.

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Cada vecino, cuando está en el centro de la ciudad o cualquier otro punto, al hacer parar un colectivo siempre pregunta: “¿Va a Las Tres Marías?”. Es una pregunta, transformada en ritual, generalmente viene la negación del chofer y el respectivo portazo del rechazado. “Todos en la casa nos levantamos muy temprano y cerca de las siete de la mañana, ya estamos en la esquina esperando, lo mejor es ponerse a caminar hasta que aparezca un colectivo, es algo de todos los días, era y es muy cansador…los atrasos eran terribles en las escuelas…uno se levantaba temprano, los niños decían que era de noche, en la tarde llegaban muertos de cansados, las tareas no se hacían porque se dormían temprano…” expresa Juan Carlos Gómez.

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Escasez de locomoción, altos precios, malos ratos y largas esperas es una tónica que empeora el traslado y la calidad de vida de los

vecinos y vecinas.

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Constantes publicaciones de los diarios locales refiriendo las problemáticas de la población, en especial al tema del aislamiento y la

precariedad de sus accesos.

Angélica Martínez comenta: “Es una rutina caminar cientos de metros para tomar colectivos, y se hizo una rutina levantarse muy temprano a la costumbre que uno traía desde la ciudad…nos hace falta paraderos para evitar esas caminatas largas. (…) Al fin y al cabo, se termina conociendo a los taxistas que van o no van a Las

Tres Marías, una sabe cuándo vienen, uno los reconoce. Si vienes solo, no te paran, te preguntan cuántos van; si es menos de tres no te llevan. Aducían que estaban fuera del límite urbano, lo cual era falso, y cobran más de lo que corresponde, son muy usureros en todos los sentidos de la palabra”

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Las conclusiones referidas sobre el mal servicio de la locomoción colectiva de Tocopilla es evidente, histórico y complemente argumentado y comprobado día a día por cada uno de los tocopillanos, en especial por los vecinos de la Pacífico Norte que deben soportar las negativas de los choferes. La necesidad de un servicio público de locomoción es una urgencia que cada día toma más cuerpo y es recordada cada mañana y cada tarde por los vecinos y estudiantes que necesitan movilizarse. Debemos reconocer que la pavimentación fue tardía, irónicamente se construyó la población y después se pensó en los accesos. La urgencia de la entrega de casas no consideró el pavimento de las vías. Distancia y baches, son las palabras que quedaron para siempre en el discurso de los taxistas. Los vecinos acusan un tema de “mala voluntad”, “de flojera”, “ de mal servicio…”. Sumemos la oscuridad o la “boca de lobo” tantas veces denunciada por el diario La Estrella. Existe un tramo de casi un kilometro completamente lóbrego y carente de seguridad. La planificación de los órganos del Estado también olvidó la postación e iluminación y la implementación de

aceras para los transeúntes totalmente necesarias en una carretera en donde se circula a altas velocidades, con camiones de alto tonelaje y la infinitud de buses que transitan durante las 24 Hrs. entre Iquique y Antofagasta. A esta oscuridad referida, se han atribuido una serie de accidentes vehiculares. Uno de ellos le costó la vida al vecino Jorge Cortés de 67 años. Accidente ocurrido el viernes 13 de septiembre del año 2013 cuando el camión conducido por Cortés se incrustó contra un cargador frontal que se encontraba estacionado. La muerte fue instantánea de este trabajador dedicado a la compra y venta de chatarra. Frente a este tipo de accidentes, Carabineros de Tocopilla, a nombre del Mayor de la Cuarta Comisaria Vicente Urrutia manifestaba la certeza en cuanto a que la causal basal era la oscuridad. El llamado a la solución del problema era recurrente en los medios de comunicación comunal. Esa misma causa basal, ha dado pie a un buen número de atropellos, con fatales consecuencias. Lamentablemente, en ese sector oscuro, de día es posible visualizar una gran cantidad de animitas que recuerdan a las víctimas.

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Superar el aislamiento en base a la implementación de equipamientos, en el año 2011 fue un tema sobre el cual la autoridades realizaban promesas dilatadamente. El Sábado 7 de mayo de 2011, el diario local mencionaba que, “Ya parecen el cuento del tío las obras del acceso a Las Tres Marías, cuyo sector tiene pavimentado gran parte de la vía, a excepción de diez metros en la entrada, pero lo que pena y se suponía que estaba dentro de las obras de mejoramiento del sector, es la falta de alumbrado público, el cual está a la espera de ser colocado, cuando se cumplió un mes desde el plazo de término original fijado por las autoridades para las obras.”.29 Los dirigentes de la población, en especial el señor Juan Cabello, indicaba que se habían dado los plazos “se dio un plazo adicional de 40 días y cuando está por cumplirse, vemos que no hay nada hecho, es como que jugaran con nosotros”. El dirigente venía realizando una serie de gestiones con el objetivo de que se cumplieran las promesas que desde el 2009 se venían manifestando. “El problema ya no es tanto la pavimentación, sino que la falta de luz, muchas

29 La Estrella de Tocopilla, 7 de mayo 2011.

veces los vecinos por falta de dinero o simplemente porque los vehículos de la locomoción colectiva se niegan a venir, deben transitar por este lugar en completa oscuridad, con todos los peligros que ello significa para la integridad”. El tramo que va al sur de la cárcel, que atraviesa la pesquera y llega al sector de la costanera, está complemente vacío de casas, sin edificaciones residenciales, sin servicios, carente de iluminación y de seguridad, elementos que amplifican el aislamiento y una visualidad cruzada por separación del resto de la ciudad. Lo anterior es producto o consecuencia de un barrio reciente, que se expresa con servicios restringidos y deficiente en equipamientos, con áreas verdes aún sin consolidar, siendo necesario revertir estas características ante la desconexión expresada y las dificultades que existe en el desplazamiento para sus habitantes.

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Una buena noticia llegaría en junio del año 2013, momento en que se anunciaban dos servicios de transporte escolar gratuito por parte del Ministerio de Transportes, siendo un centenar de niños los beneficiados. El Mercurio de Antofagasta indicaba: “Los alumnos beneficiados tendrán una locomoción más segura y podrán asistir a clases de manera regular, ya que el organismo implementó dos nuevos servicios de transporte escolar gratuito. Estos nuevos recorridos beneficiarán a los estudiantes de las escuelas Arturo Prat Chacón y Carlos Condell, luego que tuviesen que enfrentar largas caminatas por el borde la

carretera para llegar a sus establecimientos, debido a la escasa locomoción colectiva existente en el sector”. En ese escenario, el entonces Seremi de Transporte, Jaime Valdebenito, comentaba al mismo diario que, “estos dos nuevos servicios nos permiten garantizar a los estudiantes de La Tres Marías acceso a sus establecimientos educacionales. En marzo ya habíamos avanzado en este sentido, cuando implementamos un recorrido para 61 alumnos del sector que estudian en la Escuela Bernardo O’Higgins de Tocopilla”. 30 Esta iniciativa era parte de los servicios de conectividad implementados por el Ministerio de Transportes y Telecomunicaciones en Tocopilla, destinándose un total de 128 millones de pesos anuales de la Ley Transantiago.

30 Diario El Mercurio de Antofagasta, 11 de junio 2013.

Vecinas madres de estudiantes que día a día enfrentaban los problemas ligados a la escasez de locomoción.

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BARRIOS Y EXCLUSIÓN Es en los barrios de Tocopilla en donde se vislumbra el escenario microsociológico que manifiesta objetivamente las desigualdades sociales, la pobreza urbana, los procesos de exclusión, como producto del sistema económico imperante y por las políticas deficitarias del Estado, además de los discursos y memorias de los vecinos. El barrio es un concepto que manifiesta complejidad en su significación, asimismo el barrio manifiesta la zona tangible de descontrol por parte del Estado y sus gobernantes hacia el sistema capitalista y sus efectos sociales, materiales, económicos; en los barrios se inscribe lo global a través de distintos dispositivos. Los cambios en el barrio son impredecibles bajo este sistema, del mismo modo son incontrolables las brechas que se producen dentro del mismo barrio o la relación de un barrio con otros sectores urbanos.

El barrio es un espacio dinámico, adaptable a cada proceso, por ello el sistema económico impacta en cada uno de las ciudades del país, transformando sus dinámicas barriales y espaciales, surgiendo, de pronto, nuevos ordenes

espaciales. No obstante, históricamente la ciudad ha sido segmentada a través de distintos procesos y divisiones culturales, de estatus, de funciones, de tránsito, etc. Por ello los barrios tocopillanos manifiestan una combinación de procesos mentales, sociológicos y materiales.

De pronto los sectores manifiestan una nueva modalidad de problemas sociales derivados de una nueva pobreza urbana y lo correlacionado con ella: la exclusión social, tendiente a la polarización social y espacial. Surgiendo, de pronto, espacios barriales estigmatizados y criminalizados.

En gran parte de Chile han surgido nuevas formas de expansión urbana en la modalidad de soluciones habitaciones del SERVIU, no obstante la búsqueda del bienestar han acelerado procesos de modificación urbana, acelerando a su vez la concentración de estratos económicos casi homogéneos, es decir, profundizando las diferencias sociales dentro de las mismas ciudades al concentrar homosocialmente a los pobladores, a los pobres. Estas concentraciones

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según la “clase” social a la cual pertenezcan, da pie a la consolidación y reproducción de la misma clase, surgiendo a sus vez economías informales (por ejemplo actividades vinculadas a la recolección y reciclaje de residuos). La baja calidad de las viviendas generan acelerados procesos de deterioros, transformando visual y estéticamente los paisajes poblacionales. Entonces, se refuerza la segregación social y espacial, estimulando por lo mismo a cierto grado de polarización del espacio residencial.

No es determinante, a la hora de hablar de exclusión, la concentración de un grupo perteneciente a una misma clase social, sino que también la extensión y por sobre todo la eficacia de las políticas públicas o los programas de asistencia social tanto del municipio o de gobierno. Es en el barrio en donde se desenvuelve la vida de los individuos y familias, comprobándose día a día el acceso o no acceso a la educación, a la seguridad, a la participación política, a los equipamientos, a los servicios, a los negocios; en base a la disponibilidad, precio, continuidad, accesibilidad y conocimiento de los elementos que disfruta cualquier tipo de ciudadano en cualquier otra parte de la ciudad o

del país.

La exclusión es una forma especifica de la desigualdad social atestiguada en el norte de Chile, influyendo para ello algunos factores personales (por ejemplo minusvalías) o bien factores sociales (por ejemplo fracaso en la inserción laboral, exclusión de redes sociales relacionales) y factores políticos (como la incapacidad de las políticas sociales para realizar redistribuciones de recursos de modo eficiente).

Podemos inferir además que el barrio como tal, remite a una determinada realidad espacial, algo que va más allá de la dimensión física, en el sentido que es algo que estimula percepciones de los habitantes siendo que muchas veces, lamentablemente, surjan barreras que limitan sus capacidades en el desenvolvimiento de los recursos y equipamientos disponibles en el territorio. Según lo constatado, las distancias o las barreras físicas estimulan la percepción de segregación socioespacial de los pobladores, porque surge una especie de barrera psicológica que, paradojalmente, las acciones institucionales que buscan soluciones sociales, ahondan mucho más esta percepción. Porque siempre está el

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comentario de que, “nos ayudan porque somos pobres, porque estamos lejos, porque no tenemos nada, porque somos el patio de Tocopilla” tal como lo indica un vecino.

Se constata la idea relacional que refleja un discurso ferozmente atroz, relacionado con que el mantenimiento del orden social, depende de la existencia de fronteras sociales entre los grupos sociales de Tocopilla, siendo esto último una pauta de la sociabilidad chilena, por sobre todo en el norte del país, legitimada por la política neoliberal de los últimos 40 años.

Así como lo espacial impacta en lo social, lo social vuelve a impactar en lo espacial, porque el espacio posee símbolos leídos desde la sociabilidad, se codifican en el entorno. Estas barreras socioespaciales pueden sobrellevar que las actividades de la vida diaria de las personas estén restringidas por la percepción de sus expectativas que les mantienen en su “lugar”, social y espacialmente.

Simplemente la dimensión espacial de la exclusión social implica la imposibilidad de acceso a los recursos necesarios para poder

desarrollar la ciudadanía en un territorio dado. O bien es el no acceso o del acceso pero restringido a servicios públicos y a los derechos de ciudadanía, es decir, exclusión como efecto de un proceso por el cual, grupos sociales que habitan un barrio restringen a los demás habitantes o tienen propiamente un acceso restringido, en disponibilidad, continuidad, precio, accesibilidad y conocimiento, a las condiciones de vida, a los equipamientos públicos, servicios y a la participación y gestión local, necesarios socialmente y establecidos como derechos civiles, políticos y sociales de ciudadanía para el desarrollo de una vida integrada en una comunidad y en el área territorial.

Un punto importante es, partiendo desde las percepciones de exclusión, la reciprocidad entre los pobladores, siendo ésta una especie de agencia social que permite a sus hogares y familias obtener recursos a través de las redes de apoyo mutuo, especialmente de la familia extensa y en algunas ocasiones a través de las redes establecidas en los barrios.

La práctica y extensión de la reciprocidad conformaría, por tanto, el capital social que

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puede proporcionar unión o cohesión social en un barrio con el propósito de solucionar problemas determinados.

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El Estado y sus administradores sufren las criticas constantes, quizás estructurales, por parte de los grupos marginados, no obstante el sentimiento de chilenidad se expresa continuamente con la instalación de banderas, señalando con ello la pertenencia

al mismo Estado criticado.

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CAPÍTULO 7 Identidades barriales

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LABORES EN EL BARRIO

Es evidente que desde el radio urbano tradicional, desde los otros sectores de Tocopilla, hablar de Las Tres Marías por antonomasia remite a una serie de actividades, pero actividades que son especificas e identitarias de la población.

Ya hemos indicado la tradicional actividad de crianza de animales y ciertas prácticas que nos exportan conceptualmente a la cultura del cachureo. Debemos agregar el trabajo de cartonajes y micro-actividades agrícolas. No quepa duda que todas estas actividades se enmarcan dentro de los denominados trabajos informales. En el sentido que, como actividad de emprendimiento, al menos en el tema de los recicladores de cartón, no existe un contrato formal de trabajo que sustente y limite legalmente las ideas, los deberes y derechos que tienen entre sí los proveedores dentro de este tipo de relaciones. Salvo en el caso de la agricultura en donde se pueden realizar ciertas ventas que formalicen una relación y un compromiso, no obstante, también sus prácticas, decisiones y plazos, suelen ser de dependientes

de decisiones individuales.

Cartoneros y agricultores se desarrollan en Tocopilla dentro de un contexto económico competitivo. En donde, quizás, no se satisface el mercado laboral o la mano de obra disponible. Por ello, estos emprendimientos convierten al empleo informal en una necesidad o una opción de subsistencia para estas personas que por diversos motivos y factores se hallan fuera del mercado laboral considerado como “formal” o “tradicional”.

En este escenario, la crianza, el reciclaje y actividades agrícolas, son opciones, quizás forzadas, de trabajo que de una u otra forma han sido caracterizadas como precarias y con mínimas protecciones sociales. Estos empleos representan ocupaciones viables para un sector de la población, que muchas veces, los opta en lugar de los empleos formales a los que pueden acceder.

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CARTONEROS

El cartonero es parte de una cadena productiva que finiquita el ciclo en grandes empresas que reciclan el papel, y que obtienen beneficios del trabajo de estas personas, quienes les brindan un servicio a costos sumamente bajos en referencia a las ganancias de las grandes sociedades.

Durante la recolección de cartones, momento en que se generan los ingresos, el cartonero se manifiesta como independiente, en el sentido que no depende de nadie. El material es regalado, cedido o recogido desde la calle en base a un significado de “basura”. Al ser basura deja de tener dueño, por lo tanto su solicitud se disipa. Un rasgo relevante detectado es el grado de autonomía que otorga este tipo de trabajo, al no depender de nadie más que de ellos mismos y del interesado de sus productos. Durante su cotidianidad, tanto en la recolección, acumulación, en enfardar, no tienen que interactuar laboralmente con muchas personas al exterior del grupo, por tales motivos, las ganancias están relacionadas directamente con el material recolectado.

Día a día Eduardo Gutiérrez recibe kilos y kilos de cartones que provienen de distintos puntos de la ciudad. Se los traen desde un supermercado, del mismo modo recibe todo lo que sus proveedores encuentran. Él mismo comenta que ha salido a buscar cajas de cartones y las ha encontrado por decenas. Las lleva en sus manos y comienza a crecer la acumulación en el gran patio que posee en un casa. El camión del Sr. Campillay es cargado sólo con 4 toneladas, porque el volumen y altura que alcanza la cartonada, no permite otra cosa.

El camión irá atiborrado con cartones para vender el material a $ 30 pesos el kilo.

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“Lo más pesado, además de acumular o salir a buscar cartones es estar enfardando. Lo que significa que hay que estar casi todo el día con la espalda doblada” nos cuenta Eduardo, quien ha dedicado toda su vida a la recolección de residuos.

Su hermano Yerko nos indica que cada 15 días llega el camión dispuesto a recibir las 4 toneladas de cartón. Cada peoneta cobra $ 15.000 pesos. El camión se carga durante toda la jornada. No es fácil amarrar y aprisionar cada uno de los fardos. “Igual es complicado estar

separando los tipos de cartones, porque está el cartón Blanco 1, el cartón Blanco 2, el 3. También está el cartón corrugado 2, el clasificado 1 y 2. Están los

diarios, los esquineros, el papel kraft, y tantos más…”

Los días de Eduardo transcurren completamente en la rutina de desarmar cajas, estirar lo desarmado, apilar los pliegues en una especie de molde. Es un trabajo lento, prolijo y rítmico llevado bajo el sol o la humedad costera imperturbable. Es un actor inserto en una trama de reciclaje, de un re-ciclo infinito del cartón hasta que se destruye. Los acopiadores de cartón, o derechamente los cartoneros,

Camión encargado de trasladar la recolección y selección de cartones. Abajo: fardos de cartón.

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revenderán a las empresas, en especial a la empresa SOREPA en Antofagasta.

Luego se volverá a fabricar papel que será nuevamente consumido y otra vez arrojado y recogido por los recicladores de cartón, algún día, de nuevo.

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Yerko luce los fardos que junto a su hermano Eduardo día a día van acumulando en el patio de casa.

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AGRICULTORES

Sandías y melones en la cosecha de la Granja Don René perteneciente a Antonio López Bacho.

Otra actividad económica que ha ido destacando a la población Las Tres Marías, tiene que ver con un innovador proyecto de microagricultura.

Antonio López Bacho, comenta que siempre quiso dedicarse a la agricultora, en ese tenor en el

año 1987 solicitó un terreno a la Seremía de Agricultura cerca de la desembocadura del ro Loa. “Quería aprovechar el agua para criar animales y sembrar. Pero me sentí discriminado, me dijeron que no, que no era posible. Que no tenía plata en el banco, me pedían un estudio de impacto ambiental, cosa que era

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imposible en ese época”.

En el año 2005 emprendió con la compra de arboles frutales, siempre proyectando el desarrollo de la actividad agrícola. Día a día tuvo que ir supervisando el cuidado de los arboles en un contexto de desierto absoluto. “Mi abuelo era del sur, entonces fue él quien me entregó esa tradición. Es como algo del ADN, además me enseñó a ser persistente. Entonces tuve que aprender a ahorrar agua con el sistema de goteo. Llegué con 12 arboles y planté 27, sólo he perdido tres.”

En mayo del año 2008, 18 emprendedores del sector conformaron el Comité de Micro Agricultores Avícola y Ganaderos de Tocopilla, una agrupación que con esfuerzo, dedicación y riesgo económico, convirtieron en vergel un pequeño fragmento de la planicie costera desértica. No sólo eran plantaciones de diversos cultivos, sino que incorporó la crianza de caballos, cerdos, cabras, ovejas, aves de corral, como gallinas, pavos y patos.El creador de esta agrupación, Antonio López, afirma que era una necesidad la organización. “Había que ser más fuerte, para tener proyectos e ir mejorando nuestra condición. Ahora la autoridad local

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nos escucha un poco más. Nuevamente hemos solicitado irnos al río Loa, para dedicarnos allá a la agricultura y criar en mayor número, lo cual ha sido acogido. Nos han invitado a seminarios y congresos agrícolas, hemos aprendido temas vinculado al riego, al tratamiento de suelos, eso ha sido muy importante. Me ha tocado posicionarme a nivel regional como secretario de la Federación Regional de Agropecuarios”.

Otro de los objetivos iniciales era proveer al propio comercio tocopillano de la producción agraria, entre ellas: guayabas, melones, sandías, uva, plátanos, lechugas, papas, choclos, albahaca, cilantro, apio, sandias, membrillos, aceitunas, granadas. Los gestores de la iniciativa fueron Antonio López Bacho, Nelson Carvajal, Francisco Garrido, Karla Araya, Héctor Monzoncillo y Harry Waldo Segovia. López afirma: “la gracia de estos productos es que tienen un valor agregado, es verdura y fruta tocopillana”

Las asesorías del SAG fueron necesarias para el saneamiento de la tierra, control de plagas y cuidados de la tierra. Todo en un contexto de la

encarecida agua potable, la gran cantidad de aves rapaces, en especial jotes que merodean el vertedero y el alto costo del forraje.

Remitiéndonos a los orígenes, López señala que lo más difícil es hacer los hoyos para plantar los arboles: “en un suelo duro, rocoso, hay que sacar las rocas con un tecle”. Por otra parte, las asesorías iniciales otorgadas por Manuel Barra y Patricia Carmina, expertos en temas de hidroponía, fue esencial.

Sin duda que este lugar es muy atractivo para los tocopillanos, en especial para los estudiantes que continuamente lo visitan.

Foto siguiente: el agricultor y dirigente Antonio López Bacho junto a sus cultivos hidropónicos.

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CRIANZA Y FUNCIONALIDADES

En base a lo narrado por los informantes, hemos podido detectar distintas funciones que tuvo y tiene la actividad criadora. La primera está orientada hacia un carácter sociocultural, que

significa el mantenimiento de ciertas estructuras familiares en cuanto a la práctica de ritualidades grupales o tradicionales, sosteniendo de este

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modo el respaldo de la relaciones entre criadores de cerdos. Del mismo modo detectamos la crianza con funciones económicas que sirven de auxilio a los

grupos que realizan la actividad, en cuanto a generar ingresos financieros. Una tercera función que podríamos llamar nutritiva, en cuanto consumo de los cerdos criados, beneficiando directamente a los dueños de los animales.

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Explicaremos cada uno de estos procesos funcionales.

La crianza de animales en Las Tres Marías ha tenido relación con la redes familiares sostenidas a lo largo del tiempo: parentesco, amistades o vecinos han sido cruciales para el desarrollo de la actividad. Esto ha permitido la ayuda mutua al menos en situaciones de emergencia. Se detectan ciertos compromisos en el cuidado de los animales, en cuanto a compartir responsabilidades en la custodia, alimentación, prestamos de sementales. Del mismo modo, el beneficio de criar a los animales entre familiares, dio pie a ciertas reparticiones en ganancias a la hora de venderlos. Para ello fue fundamental el compadrazgo, el compromiso de palabra y la transmisión de conocimiento especifico referido a la crianza.

Al remitir estas funciones socioculturales de la crianza, hacemos eco de una serie de prácticas y costumbres. Por ejemplo, el regalo de animales criados también configuró una práctica frecuente, al menos para los matrimonios recién consumados o derechamente como regalo a algún familiar o amigo. La posesión de animales

es visto como la posesión de un capital del cual se puede disponer a la hora de no tener dinero.

Otro aspecto está referido a las festividades. La crianza de chanchos y su consumo en ocasiones especiales se practicó constantemente en los grupos de producción. Por otra parte, bautizos, casamientos, cumpleaños, Fiestas Patrias, Año Nuevo, era la traducción simbólica de otorgar trabajo y esfuerzo económico cuando la ocasión lo ameritaba, otorgando un valor al regalo que escapaba de lo cotidiano.

Otro elemento interesante a la hora de analizar estas labores, está puntualizada al valor del trabajo. La crianza fue un medio para obtener provecho del tiempo y de la ocupación. Por ello las mujeres, ancianos y también niños, hallaron en estas actividades un beneficio. Situación que adquiría gran valor por las dificultades de encontrar trabajo. Esto último redundó en la conformación de familias autónomas desde el punto de vista laboral, en muchos casos se alude directamente a una estructura familiar de no apatronados.

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Identificando funciones económicas de la actividad, se vincula con lo mencionado en el párrafo anterior. Porque, obviamente, es una actividad precisa para obtener recursos económicos. Los animales son criados claramente para cubrir algunos gastos demandados por la familia, como por ejemplo la alimentación, o para suplir otros gastos mayores como los gastos escolares, mejora de vivienda, salud, vestimenta, etc.

La posesión de animales, se transformó en la posesión de un capital, con proyección, generalmente, a multiplicarlo. La posesión de este capital sirvió en muchos casos, según lo contando por los antiguos vecinos, como amortiguador. Porque a la hora de existir alguna emergencia económica, los animales eran el

medio para solucionarlo. De este modo se daba paso a ciertas formas de pago o de intercambio. Una especie de trueque de chanchos por cualquier material: arreglo de vehículos, puertas, ventanas, calaminas, compra de terrenos, etc.

Por último, las funciones nutricionales fueron estimuladas por la lejanía del sector de Remanso respecto a los centros comerciales de Tocopilla, además por la escasez de transporte y la ausencia total de almacenes y comercio en general en Las Tres Marías.

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Yo salgo todos los días a las 7 am, me voy con los burros, voy donde unos bolivianos y a las 11:30 ya estoy acá. En las tardes me dedico a barrer los corrales y fíjese, huela, no hay ningún olor y siempre me felicitan por eso. En las tarde me dedico al tema de la comida para los animales. La gente viene porque acá

está bueno el corral. Tengo documentos para manejar la carreta, sólo me controlan la vista. Cuando salgo con los burros me voy rápido, y hay que saber dominar a los burros, cuando viene un camión lo miro de reojo, para ver qué hace. Si me orillo me dejan como estampilla, no los dejo pasar, hasta que tenga el espacio en el camino. Nunca he chocado, ningún accidente. Me voy por el medio y mi burro anda puro corriendo; tengo tres de tiro, uno para que aguante y los otros dos para que ayuden en la subida. La carreta es livianita pero con los tambores cambia la cosa. Yo hago todo, los pecheros, las riendas, tengo unas

riendas de bronce y de palanca. Cuando el animal va pa’ otro lado, ahí aplico la huasca. Hugo López (Fotografía: Aldo Beroíza)

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CAPÍTULO 8 Entorno y drama

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PROBLEMÁTICAS AMBIENTALES AMNAMBIENTALES

La mayoría de los vecinos al momento de recibir la noticia que le indicaba su carácter de beneficiario de una vivienda, la alegría borró momentáneamente una pregunta. Pregunta referida a la localización del nuevo barrio, a la localización del nuevo emplazamiento territorial de sus días y cotidianidades.

Objetivamente, el sector elegido era crítico desde el punto de vista ambiental. Sin duda que la elección recayó en aquel lugar del norte de Tocopilla por ser un lugar que daba los espacios necesarios para el emplazamiento de las más de 500 casas que se proyectaban constructivamente. Era un lugar poco interesante desde el punto de vista del mercado, por tal razón, era un espacio barato.

Esto ocurría en un escenario que remita a la ciudad de Tocopilla como Zona Saturada de Contaminación, por material particulado (PM10), debido a las altas emisiones provenientes de las termoeléctricas E-CL y Norgener, el procesamiento de minerales oxidados para

producir cátodos de cobre en la empresa Lipesed, el almacenamiento y embarque de productos agroquímicos de SQM y otras fuentes como el polvo en suspensión causado por el tránsito de vehículos. Este dictamen fue avalado por un estudio realizado por la Dirección de Investigaciones Científicas y Tecnológicas de la Universidad Católica de Chile (DICTUC).La declaratoria estaba vigente desde el año 2007.

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Las poblaciones y su entorno sanitariamente complejo.

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VERTEDERO MUNICIPAL

El vertedero se halla a 600 metros de la población, el cual infringe a la normativa medioambiental vigente. La basura y los residuos no son sometidos a ningún tipo de tratamiento y se encuentra expuesto, en constante estado de combustión, constituyendo un foco de contaminación persistente que afecta directamente a los pobladores del barrio. Por ejemplo, el vertedero no cuenta con impermeabilización de fondo, ni manejo de biogás, carece de un sistema para el manejo de aguas lluvias ni cerco perimetral, lo que lleva aparejado una amenaza constante para la salud pública; por las enfermedades transmisibles, por contacto con residuos, por la transmisión de perros, aves, ratones y moscas.

Este sector comenzó a ser utilizado gradualmente como basural a contar del año 1955, en todo este período ha ido recibiendo residuos domiciliarios (residuos orgánicos biodegradables, materiales recuperables como vidrio, papel, cartón y metal: residuos con contenido de sustancias peligrosas, por ejemplo

pilas, envases de spray, químicos de hogar, etc.).

Del mismo modo ha ido acumulando residuos domiciliarios de tipo comercial y materiales voluminosos (muebles, chatarra, escombros, etc.). Se añaden los residuos municipales (aseo público, consistente en poluciones de calle, desechos vegetales provenientes de áreas verdes públicas como poda de árboles, ramas,); residuos comerciales: restaurantes, tiendas, supermercados, etc.; residuos comerciales tipo domiciliario (papel, cartón, metal, o residuos orgánicos biodegradables). Todo lo anterior origina las pestilencias fuertes que son perceptibles en el sector.

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215 Pequeño caserío existente en los bordes del vertedero, lugar en donde la basura y los residuos no son sometidos a ningún tipo de tratamiento y se encuentra expuesto, en constante estado de combustión, constituyendo un foco de contaminación persistente.

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CENIZALES Metros más al norte del vertedero es posible hallar los depósitos de cenizas, fruto de la combustión de carbón en las compañías termoeléctricas de Tocopilla. Aquellos depósitos son una fuente constante de contaminación por el alto nivel de material particulado que se diseminan por el aire y por el mar por efecto de los constantes vientos marinos. Estos depósitos, popularmente conocidos como tortas, representan un volumen alto de contaminación química y metales pesados. El alto material particulado que emana desde estos cenizales, pueden ser potencialmente los causantes de enfermedades graves. “Según los indicadores de Estado de Salud, la situación de la comuna de Tocopilla es preocupante, pues presenta la tasa de mortalidad más alta por enfermedad cardiovascular y respiratoria, y la segunda más alta en tumores malignos. Esta situación se manifiesta en comparación con las 9 comunas de la II Región. En materia de medición de Material Particulado Respirable MP10 y Material Particulado Sedimentable MPS, en varias estaciones especialmente en la Escuela D Nº 7 y Sector Hospital,

sobrepasan la norma establecidas en la Ley 19.300 del Ministerio de Salud”. 31 La suspensión de partículas contaminantes propagadas en el aire son provenientes de las tortas de cenizas y afectan de forma directa a la calidad de vida del barrio. La entrada costera boreal hacia la ciudad se nos anuncia con la gran voluminosidad gris de cenizas, un cerro artificial en donde se acumula las evidencias de la combustión contaminante del carbón. La cercanía con el mar de estos cenizales tóxicos instala una gran vulnerabilidad, porque el níquel y vanadio, como cualquier otro metal pesado, al entrar en contacto con el agua en cualquiera de sus manifestaciones, ya sea humedad ambiental, agua añadida a los depósitos de cenizas, agua presente en el rocío costero o camanchaca, van a ingresar a la dinámica de los ciclos biogeoquímicos correspondientes, lo que significa que serán transformados, transportados,

31 Oficio Tocopilla Zona Saturada, Servicio de Salud de Antofagasta, 2006.

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redistribuidos y bioacumulados con los consabidos efectos colaterales ecotoxicológicos que afectan desde los microorganismos hasta los humanos.

Desde estos cenizales emana una gran cantidad de tóxico material particulado fruto de los vientos marinos y la topografía, diseminándose infinitamente por las poblaciones colindantes: Las Tres Marías y Pacífico Norte, poblaciones situadas al centro de dos grandes depósitos de

estos residuos de las termoeléctricas E-CL y Norgener.

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PESQUERAS Y DEPÓSITOS INDUSTRIALES Al momento de la inauguración de la población, funcionaba la pesquera Corpesca. La industria pesquera en Tocopilla marcaba presencia desde la década del 50, desde aquel periodo la población tocopillana tuvo que soportar las emanaciones pestíferas que en algunos casos llegaban hasta el sur de la ciudad, hasta el sector de las villas, provocando nauseas, mareos, jaquecas y vómitos. Las poblaciones cercanas vieron deteriorada su calidad de vida, y se limitaban a algunas prácticas cotidianas, como lo era por ejemplo lavar y tender la ropa. En diciembre del año 2012, la compañía decide cerrar sus puertas en Tocopilla, implicando el despido de 160 trabajadores. Se argumentaba una baja considerable en la producción y modificaciones impuestas por la nueva Ley de Pesca. La baja producción era sostenida en cuanto a la elaboración de aceite y harina de pescado durante el año 2012. Esto a raíz a una baja en la captura del jurel. Esta noticia, triste para los trabajadores, era bastante cómoda para los vecinos que tenían que soportar las hediondeces, por efecto de la escasa mantención

de los filtros utilizados en el proceso de elaboración de harina de pescado.

Las pesqueras y los residuos; abajo: restos de azufre a escasos metros de las viviendas.

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AVES La existencia de depósitos para sacos con harina de pescado además del vertedero, provocaban la presencia masiva de aves, tales como jotes, palomas y gaviotas. Una vez cerrada la pesquera, todas la aves se trasladaron al sector del basural, en donde es posible contemplar una gran cantidad de aves, pero su diversidad es escasa,

siendo los más representativos los jotes y las palomas comunes, aves que marcaban presencia en numerosas bandadas. La abundancia de los rapaces jotes y la cantidad de palomas genera riesgos sanitarios severos al cohabitar en algunos techos.

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BASURALES ILEGALES Los vastos sectores yermos o eriazos que colindan con la población Las Tres Marías y Pacífico Norte, ha provocado, en base a las malas prácticas de algunos tocopillanos, que surjan micro-basurales ilegales. Esto se debe a una práctica arraigada por años en cuanto a ir a depositar basuras en el sector. Pero, por la precariedad del acceso al basural, los fuertes olores y la presencia de aves, muchos vecinos sólo llegan hasta el sector inicial de la población,

siendo en horarios nocturnos el momento para verter basuras de todo tipo y escombros. Evidentemente, la acumulación ha ido creciendo, perjudicando la visualidad, la estética del sector y la salud de los pobladores.

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INCENDIOS Una vez instalados los vecinos en la nueva villa, se vieron enfrentados a un tipo de emergencia totalmente desagradable y tóxica, como la que representan los incendios de toneladas de basuras. Si bien la ley prohíbe estrictamente la quema de basura, ello no impide que ocurran este tipo de eventos, en un terreno prácticamente incontrolable por la lejanía y por temas de gestión. Se volvía a recordar constantemente el proyecto de cierre y traslado del vertedero municipal al sector de Barriles, era una promesa previa a la construcción de la población. El jueves 4 de febrero del año 2010, hubo un gran incendio que duró cuatro días. Una gran masa de humo tornó irrespirable el aire en el sector, provocando algunos problemas de salud en los vecinos con la inherente molestia por este caso. En La Prensa de Tocopilla, la vecina Elizabeth López denunciaba que esta no habría sido la primera vez que ocurre este tipo de

hechos. “Tengo que lavar de nuevo, ya que me dejaron toda la ropa hedionda a humo. Además que a mis niños les da por toser cuando el humo es demasiado”, indicó la vecina. Otro vecino, llamado José Gutiérrez advirtió que no sólo se crea un problema de salud con estas quemas, puesto que además está en juego la seguridad de los automovilistas que transitan por la carretera. “Cuando se prenden los escombros un poco más allá de Las Tres Marías, los conductores que van por la Ruta B-1, rumbo a Iquique o de vuelta a Tocopilla, les afecta el humo la visibilidad del camino y eso sí que es peligroso”, señaló al diario local. Otro gran incendio, ocurrido el martes 6 de abril del año 2010, provocó una nube de humo que oscureció y cubrió el nuevo barrio. Algunos vecinos culpaban a los funcionarios municipales, “los incendios son de día, y se veían camiones recolectores, además el municipio nunca mostraba voluntad para investigar el tema…”.

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Incendio en el vertedero municipal, 6 de abril del año 2010, provocando serios problemas en los nuevos vecinos.

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Frente a otra situación de incendio ocurrido en mayo del año 2010, el alcalde Tocopilla, en ese momento Luis Moyano, responsabilizó a los movimientos telúricos por la quema de basura en el vertedero municipal. Estas explicaciones fueron expuestas en el diario local en su edición de este lunes 24 de mayo, el edil afirmó que “las llamas que aparecieron en el lugar se originaron debido al movimiento telúrico”. A los vecinos solo les quedó ridiculizar esos comentarios. Un dirigente social indicaba en su blog que, “Hasta altas horas de la madrugada de este miércoles me llamaban los pobladores, indignados por la situación, tosiendo por el humo que entraba a sus casas. Esto ya superó todos los límites”. El mismo dirigente invitaba a los vecinos a movilizarse para que estos temas no volviesen a ocurrir y se preguntaba: “¿Dónde está el Servicio de Salud? ¿Dónde está el alcalde que tiene que regular lo que ocurre en su vertedero? ¿Dónde está SERVIU y Plan Tocopilla que tienen que velar por el proceso de reconstrucción y que autorizaron entregar casas en medio de un basural? La gente debe asumir con fuerza la defensa de la población”. Los vecinos decidieron organizarse y realizar una protesta, para ello llevaron a cabo algunas

24 de mayo de 2010

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reuniones en donde se reflexionaba sobre el tema. Habían decidido programar una marcha para el 17 de abril del 2010. No obstante, la manifestación fue suspendida ante la intervención de las autoridades de gobierno. El diario local indicaba que, “En reunión realizada este viernes 16 de abril, a las 19:00 Hrs., en la sede vecinal, y luego del compromiso de la Gobernadora Giovanna Rossi y de otras gestiones realizadas a nivel regional, los vecinos dieron un plazo de dos semanas, a la espera del pronunciamiento formal del seremi de salud y otros organismos.” "Nos mantenemos en estado de alerta y no hemos bajado los brazos. Estamos esperando unos días el pronunciamiento de las autoridades. Si no hay respuesta, concretaremos la protesta anunciada y lo haremos con fuerza", dijo un dirigente al diario. 32

32 La Estrella de Tocopilla 17 de abril 2010.

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226 La quema indiscriminada de basura ha sido un problema que por años ha afectado a los vecinos del sector. En la gráfica, la antigua población y la humareda infinita.

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TRASLADO DE BASURAL Finalmente se toma la decisión de trasladar el vertedero como parte de una batería de medidas para mitigar el impacto ambiental de la contaminación y mejorar la calidad de vida de los pobladores. Por ello surgió el Plan de Cierre del Vertedero de la comuna de Tocopilla, consiste en la regularización del vertedero tocopillano, considerado como un pasivo ambiental, el que desde el año 1955 fue utilizado como sitio para la deposito de residuos sólidos domiciliarios, sitio que no contaba con medidas preventivas para evitar riegos hacia el medio ambiente y la población. Los objetivos estaban claros: cierre y saneamiento ambiental del Vertedero Municipal de Tocopilla, asociado a una serie de obras civiles y de mejoramiento urbano, para materializar el cierre final acorde con las consideraciones de protección del medio ambiente y las disposiciones legales vigentes. El 7 de enero del año 2012 se anunciaba por fin la iniciativa después de pesados años soportando los problemas derivados del basural. El

Gobierno Regional de Antofagasta, gracias a la aprobación por parte del Consejo Regional (CORE) daba el visto bueno para la habilitación del relleno sanitario, cuya inversión sería de $3.485 millones y beneficiando a las comunas de Tocopilla y María Elena. El gobierno regional y provincial manifestaba que este proyecto era “…un gran anhelo de toda la gente, específicamente del sector Pacífico Norte, puesto que fue una promesa del Presidente cuando vino y se comprometió realmente dar cumplimento a este proyecto y hemos trabajado fuertemente para salir adelante. Agradecemos a todos lo que hicieron posible esto, ya que por fin podemos darles solución a la salida del vertedero en el sector norte de Tocopilla”. 33 indicaba la gobernadora e intendente de la época: Giovanna Rossi y Álvaro Fernández, respectivamente. La autoridad provincial resaltó que con esta solución, y una vez que salga el actual vertedero, se podrá ver a este sector como futura zona habitacional, la cual se detuvo en su momento 33 El Mercurio de Antofagasta, 7 de enero 2012.

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porque las viviendas se construyeron sin la solución ambiental; “será un gran aliciente para todos los tocopillanos, ya que tenemos sectores disponibles para el futuro de Tocopilla”, sostuvo Rossi. El proyectado relleno sanitario provincial será habilitado en el sector de Quebrada Ancha, ubicado en la ruta que une Tocopilla con María Elena. El proyecto contempla las respectivas obras civiles, de infraestructura, maquinarias y equipos así como también la adquisición del terreno. El intendente afirmaba: “actualmente el servicio prestado por el municipio de Tocopilla, si bien se encuentra operativo, no cumple con la normativa actualmente vigente, sumado a que el actual vertedero no posee la infraestructura adecuada y necesaria; y el crecimiento de la población se ha ido desarrollando en dirección a su actual ubicación y está por llegar cerca de éste con los consiguientes problemas sanitarios”.34 Nuevamente los plazos seguían dilatándose. Y recién el 7 de marzo del 2013, una vez asumido un nuevo equipo a cargo del municipio tocopillano, se daba pie a la licitación del nuevo relleno. A saber que las obras estarán terminadas

34 Ibídem

en el plazo de un año, permitiendo cerrar de una vez por todas el vertedero municipal. Con la firma del alcalde de la comuna, Fernando San Román, la Municipalidad de Tocopilla inició el proceso de licitación del nuevo relleno sanitario, y el botadero de cenizas industriales. San Román, además de cumplir un compromiso de campaña, indicaba que se buscaba “devolver la dignidad a los vecinos del sector que llevan tantos años junto a un vertedero donde se quema basura en forma ilegal, con los malos olores y todo lo que significa tener un vertedero a la vuelta de la esquina”.35 El nuevo relleno sanitario de Quebrada Ancha, ubicado fuera del radio urbano, específicamente a 15 kilómetros de Tocopilla, en un camino interior, contará con un moderno sistema de pesaje, acceso y seguridad, cumpliendo de esta forma con la normativa vigente y permitiendo resguardar la salud de los ciudadanos. Un punto importante del proyecto, hace mención a que las empresas termoeléctricas, como E-CL y Norgener, deberán pagar por verter sus cenizas y peligrosos residuos en el nuevo

35 La Estrella de Tocopilla, 7 de marzo 2013.

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recinto. Además como las patentes de estas compañías son pagadas en gran porcentaje en Santiago, dejando irrisorias cifras en Tocopilla, lugar en donde contaminan 36 , las empresas involucradas en la generación de cenizas deberán pagar por hacer uso del relleno sanitario y eliminarlos en ese lugar, esto como una forma de desestimular su uso y generar una nueva fuente de recursos para el municipio.

36 En el año 2013 se dieron a conocer las cifras que pagan las principales industrias por estar emplazadas en Tocopilla: la empresa Norgener, propiedad de AES Gener, paga apenas $19.800 pesos, menos que cualquier comerciante local. SQM, que exporta sus productos pasando por Tocopilla disponiendo para ello de un ferrocarril que transita por la ciudad, paga una patente comercial de $796 mil pesos, mientras que sus utilidades ascienden a US$649,2 millones, mientras que la Compañía Minera de Tocopilla aporta con solo $395 mil pesos por concepto de patentes. E-CL paga 130 millones.

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VULNERABILIDAD ALUVIONAL El conglomerado habitacional está a los pies de una quebrada aluvional que deja al sector emplazado en una pequeña y angosta planicie costera. Por tal razón, existe una alta amenaza de aluvión, de los cuales en Tocopilla se han registrado violentamente en 1912, 1940 y 1991. La Cordillera de la Costa, dentro de este tramo urbano, genera una cuenca montañosa la que bordea esta zona territorial por medio de cerros de gran altura que acentúan la verticalidad del paisaje natural (1500 m.s.n.m. promedio). Se suma un abrupto y estrecho descenso de estos cerros por sobre el territorio, los que cuentan con diversas erosiones rocosas que alteran la regularidad del terreno natural hasta llegar al acantilado que bordea el farellón costero. Por otro lado, la abrupta pendiente que enfrenta la cordillera en este sector, genera sobre la cota de los 200 Mts aprox. varias laderas que son parte de los denominados conos aluviales, que no cuentan con resguardos consolidados ante posibles desprendimientos. Por lo que genera

bastante inseguridad a la población que habita dentro de este sector. La desatención hacia las poblaciones de Tocopilla no es nueva, porque resultaba increíble que en Tocopilla, que tuvo aluviones que le han costado la vida a una treintena de personas, aún no estuviera completamente protegida con vías aluvionales. Se han realizado algunos esfuerzos, pero que no alcanzan a cubrir tramos completamente vulnerables. A su vez, debemos consignar que los aluviones en Tocopilla han elaborado una memoria que bordea en una psicosis colectiva, la que se manifiesta ante cualquier pequeña llovizna, desencadenando el temor. Antofagasta, en junio de 1991 vivió una catástrofe por efecto de un aluvión y prácticamente al año siguiente ya estaban las vías de mitigación proyectadas. Ese mismo fenómeno climático afectó a la población Las Tres Marías, siendo un caso totalmente invisibilizado. Hugo López fue una de las víctimas de aquel alud.

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“Estábamos durmiendo y sonaba harto el cerro y estábamos sorprendidos por el ruido, luego bajó el barro. Habían piedras más grandes que la casa. Sonó como una explosión y bajó el barro y entra a la casa, sacando paredes, y se llevó todo. La cocina, los servicios, todo. Poca gente supo lo que pasó acá. Mi familia se desesperó y todos tratábamos de arrancar, el barro se estaba llevando la casa así que le pegué una patada a una puerta y entró

el barro y las calaminas le hicieron unos tajos a mi señora. El barro botó a mi hijo y sólo le vi los ojos en el barro así que me metí hasta que lo alcancé y lo tomé del cuello y mi señora estaba afirmada en un palo con todas las piernas heridas.”

Calle Miraflores, aluvión a punto de ingresar a las poblaciones. Al fondo el estanque de Essan S.A. Este aluvión impactaría fuertemente en la población Las Tres Marías.

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Testimonios como estos, son totalmente desconocidos. Brumas espesas y desprendimientos en el cerro producto de la humedad y la gravedad, no fueron considerados a la hora de proyectar el barrio nuevo. La planificación reciente de la expansión de la ciudad hacia el norte, no consideró estos aspectos de peligrosidad natural: una gran población a los pies de una quebrada, por la cual, durante miles de años, han ocurrido deslizamientos y avenidas de agua y barro. Se suma a la población Pacífico Norte, el caso de la Huella Tres Puntas y la construcción del Complejo Deportivo Latrille en la Quebrada de Barriles. Lo anterior configura que, una gran parte de la ciudad concentre a un alto número de personas vulnerables por su localización geográfica. La naturaleza nos proporciona el peligro y el hombre construye la vulnerabilidad. Las tragedias, en parte, las provocan las malas decisiones: la naturaleza siempre será la misma. El riesgo natural es un evento concentrado en tiempo y espacio. A los pocos años, ya se han vivido emergencias, que felizmente han tenido buen termino. Una ocurrió en las llovizna del 8 de julio del año 2011,

en donde gran parte de los pobladores fueron evacuados ante el temor de un aluvión. “Las autoridades habían decidido evacuar a los vecinos de la población Pacífico Norte debido a la acumulación de agua en una quebrada cercana al lugar. Sin embargo esto nunca se concretó por el temor de los vecinos a abandonar sus casas y porque las autoridades estuvieron monitoreando de cerca la acumulación de la lluvia en el cerro”.37

Fotografía siguiente: la quebrada en la cordillera y la cercana población Pacífico Norte.

37 La Prensa de Tocopilla 11 de julio 2011.

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Un caso mayormente grave ocurrió el domingo 25 de agosto del año 2013 cuando un alud de barro y agua estuvo a escasos metros de llegar a la población, bloqueando de este modo la carretera que conecta con Iquique. Hubo cuatro puntos en donde el deslizamiento de toneladas de barro desconectaron a Tocopilla. Las lloviznas habían sido relativamente tenues. Los vecinos de la población presenciaron grandes estruendos en los cerros circundantes, al menos en las quebradas denominadas como Reverso, La Higuera y el Limón. “Algunos vecinos comenzamos una vigilia para ver qué pasaba porque el agua y el ruido eran fuertes” indicaba el presidente del Comité de Emergencia a la televisión. Al amanecer se pudieron percatar que existían grandes montículos de tierra y rocas depositadas en la carretera que superaban los dos metros y medio de altura y medio kilometro de largo. Por otra parte, una gran cantidad de toneladas de cenizas fue a dar al mar, con todo el impacto ecológico que subyace frente a este tipo de eventos.

Wilfredo Castro Barrios, tocopillano y dirigente ambientalista, comenta que, al saberse la noticia que se construiría en aquellos terrenos, viajó hacia Antofagasta para plantear el tema frente a las autoridades regionales en cuanto a lo no recomendable de la localización de la futura población. “Conversé con la jefa del MINVU, donde les hice ver de que construir viviendas en ese sector no era aconsejable por los cenizales de las termoeléctricas las que estaban muy cerca de lo que se iba a construir, (…) pero todo ya lo tenían planificado y no se produjo ningún cambio ante las evidencias planteadas (…) yo advertí que podía haber algún deslizamiento de cenizas al mar, éstas llevan mucho de los contenidos de combustibles fósiles quemados en las calderas de las termoeléctricas y es lo mismo que todos sabemos: vanadio, níquel, azufre, plomo, trazas de mercurio, etc.” 38 Fotografía siguiente: la carretera obstruida y las rocas acarreadas por

el aluvión a punto de llegar a la población.

38 Entrevista, 28 de agosto 2013.

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Frente a este tipo de emergencia, la biodiversidad marina, obviamente, se verá muy dañada. Los acopios de cenizas no cuentan con las medidas de seguridad para evitar este tipo de emergencias por dejación y despreocupación de las compañías. La gran mancha negra en el mar daba cuenta de la irresponsabilidad: el no encapsulamiento y la no confinación. Dañando la biota marina, afectando la cadena, el circuito trófico potencialmente dañino para el ser humano. Según el doctor en Biología, Carlos Guerra, académico de la Universidad de Antofagasta, el confinamiento de estos residuos se realiza en gran parte del mundo, menos en Chile.

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LA PROTESTA “Perdieron la paciencia, pobladores bloquean la Ruta B-1”, de este modo el diario local noticiaba la protesta de los vecinos producida en la madrugada del viernes 30 de agosto, la solicitud de vías aluvionales era el motivo de la movilización vecinal. Ante el alud de toneladas de rocas y barro que descendió por las quebradas el día 16 de agosto del año 2013, y que estuvo a punto de llegar a la población, los vecinos decidieron protestar, se organizaron y bloquearon la ruta por 16 horas. La desazón al momento del aluvión puso nuevamente el tema del riesgo aluvional en el tapete. Algunas familias evacuaron y otros se fueron de la población en dirección hacia las casas de familiares residentes en la zona central de la ciudad. En base a lo denunciado por los dirigentes vecinales, Juan Cabello y María Villanueva, el acercamiento con las autoridades fue durante muchos meses infructuosos, no logrando ninguna gestión significativa en cuanto al

hallazgo de soluciones concretas. Ante la indiferencia y el cansancio, los vecinos decidieron radicalizar sus exigencias. “El gobierno no daba ninguna respuesta. Nos fijaban reuniones dos meses después para solucionar los problemas. Esto fue en agosto y la reunión la estaban fijando para octubre! Nos dejaron plantados con varias reuniones. La autoridades que llegaban ni siquiera sabían cuántas personas viven en el sector.” Señala Villanueva. María Espinoza agrega: “La cosa fue complicada, siempre le bajan al perfil a la cosas que pasan acá, pero son pocos los que saben lo que significa vivir aquí. De hecho cuando fue el aluvión yo tuve que gritar a los vecinos para que nos fuésemos a la cancha, y mi esposo comenzó a recordar que una vez salvó a su hijo desde el barro en el año 91, y eso ni se supo en Tocopilla, entonces la situación del aluvión trajo malos recuerdos, esa noche había mucho ruido y los vecinos nos fuimos a la cancha de pasto sintético. De hecho la cosa acá fue más grave porque acá el agua se sentía fuerte. No hubo ni sirena, salvo unos bocinazos, así que a la semana siguiente hicimos una reunión y decidimos hacer una marcha, una protesta, algunos funcionarios municipales nos ayudaron incluso, la

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gente apoyó, y no pensábamos que reuniríamos a tanta gente. La reunión fue temprano y a las 21 hrs. hicimos la marcha y nos tomamos la carretera. Además nos apoyaba gente que no era del sector, porque la diplomacia y la burocracia nunca nos ha servido, entonces es la única forma de actuar, por ello tenemos a estudiantes, gente de afuera que nos apoya, es lo justo no es nada del otro mundo, sólo pedimos un derecho de cuidar la vida, acá tenemos a muchos abuelos postrados, entonces es necesario que los abuelitos estén resguardados” Indica la dirigente vecinal María Espinoza. El bloqueo de la ruta comenzó en la noche del jueves, para ello fueron útiles los contenedores de basura y una gran cantidad de neumáticos. La formación de una gran fila de buses, camiones y autos particulares que se dirigían desde Iquique al sur, se fue extendiendo varios kilómetros. La llegada de Fuerzas Especiales de Carabineros fue expedita. En el terreno de los hechos, se presentó el recientemente asumido intendente Waldo Mora, reuniéndose con los vecinos, la gobernadora y el alcalde. En esta reunión surgió un acuerdo: la construcción, por parte de la Dirección de Obras Públicas, de un canalón de aproximadamente 500

metros de extensión. Se consideró la implementación de una piscina aluvional de 35 mil metros cúbicos. Para la consumación de todas estas obras, se tramitarían los fondos disponibles, en el ítem de emergencia, en el ministerio de Obras Publicas, alcanzando una cotización de mil ochocientos millones de pesos.

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Bloqueo de la carretera que une Tocopilla con Iquique en agosto del 2013.

Este acuerdo permitió la apertura de la ruta y el fin de la protesta, pero quedaba en evidencia el malestar vecinal y la vulnerabilidad a la cual estaban expuestos, situación no prevista en la planificación del poblamiento. La protesta se transformó, a través del bloqueo y quema de neumáticos, en la herramienta de presión, desde una soberanía comunitaria, frente a un problema que los situaba en un riesgo vital.

Analizando este hecho puntual, que es resultado de un proceso mayor vinculado con una forma de expresión desde una localización problemática de un poblamiento definido, no se aleja mucho del fenómeno atestiguado en gran parte de Latinoamérica en cuanto a la interrupción y bloqueos de caminos y rutas como manifestación de la acción colectiva de movimientos sociales y protestas para expresar una demanda social, tal

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como ocurre en Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Paraguay y Perú. Sin duda que, este tipo de movimiento constituyen una forma de acción colectiva, que puede ir desde una petición hasta una manifestación, para representar y visibilizar una demanda con el propósito de influir tanto en las autoridades como en la opinión pública. Es una modalidad que poco a poco ha sido rutinizada, es el ritual para llamar la atención de terceros que puede ser entendido desde una perspectiva de libertad de expresión, en base a la reunión, asociación y el derecho a petición.

Bloqueo de caminos como herramienta de visibilización.

“Exigimos una vía aluvional urgente” indicaba la pancarta.

Dirigentes vecinales en protesta con el apoyo del Alcalde

Fernando San Román.

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Se evidencia una red de relaciones informales entre vecinos y los distintos subgrupos de la población Pacífico Norte y Las Tres Marías que, en sostenida y frecuentemente conflictiva interacción con autoridades políticas, han ido definiendo una “identidad de barrio” desde ahí han ido demandando públicamente cambios, que nos hablan indirectamente de derechos vulnerados o de petición de una distribución igualitaria de protección reclamada hacia el Estado. No obstante, ante el volumen y relevancia de la demanda, se hizo necesario recurrir a estas formas de protestas que buscan visibilizar la problemática para poder resolverla, a saber que no cualquier conflicto desemboca en una acción colectiva que tome la forma de un movimiento social. Los vecinos estaban manifestando una carencia estructural surgiendo una forma deliberada de manifestación debido a la ineficacia de otros canales de representación, políticos o sociales. Entonces, la pregunta es si acaso este tipo de protestas es un fenómeno estructural de la sociedad contemporánea y si acaso podemos

31 de agosto 2013.

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hablar de una comunidad en movimiento constante, superando la mera anécdota histórica. Volviendo al bloqueo de caminos como manifestación de presión en forma de impedir el libre tránsito de vehículos, personas o mercaderías por las vías públicas, podemos hallar dos tipos de características. La primera, como una muestra de importancia simbólica de la ocupación del espacio público, dentro de una dimensión espacial de la acción colectiva, con la capacidad de llamar la atención, y como una acción colectiva atractiva para la visibilización a través de los medios de comunicación. Por otra parte, la interrupción o corte se produce tanto en calles de la población, en el espacio en que se generan las dinámicas de manifestación, acotándolo exclusivamente a la territorialización en donde surge la demanda.

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CAPÍTULO 9 El barrio y el futuro

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EL BARRIO Y SUS VARIABLES En base a lo que hemos descrito y caracterizado, en las poblaciones estudiadas podemos identificar una serie de variables que nos hablan de los distintos tipos de barrios que se manifiestan paralelamente, planteando modos de coexistencia de distintos significados de lo barrial. Si bien el barrio ha sido visto como el resultado racional del ordenamiento de la ciudad, en cuanto a la utilización del espacio y la

arquitectura desplazada en ella con aras de solucionar un problema social, consideramos que el barrio es, además, un espacio vital, un espacio de reconocimiento y de constitución de identidades sociales, la que adquieren sentido dentro de una dinámica social de intercambio comunicativo, de discursos, de memorias y también de representaciones por parte de los pobladores de la población Pacífico Norte, Las Tres Marías, participando además el resto de habitantes tocopillanos.

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El barrio y la espacialidad El barrio está acotado al espacio físico y arquitectónico de una parte o fracción

espacial de Tocopilla. Esta noción se sustenta en los límites y en la consideración del barrio como unidad físico-natural, y su actuación como referente visible de las variables de significación situacional, simbólicas e identitarias.

El barrio como escenario Es lo que se podría llamar como la escenificidad social del barrio, entendido como

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lugar o marco de relaciones sociales, en el que se aglutina la cotidianidad de los vecinos de las dos poblaciones. En el barrio como escenario es el lugar de intercambio de información, de chismes, amoríos, comentarios, conflictos, amistades, deportes, trabajo, entretención, comercio, etc.

El barrio y función Referido a la funcionalidad estructural del barrio, o rol que juega dentro de la estructura socio-urbana. La ciudad tiene un papel en la reproducción social y material, la ciudad es un recurso cuyo valor de uso abarca diferentes funciones, el Barrio Norte forma una “parte” de este proceso. A lo largo de la historia local se han desarrollado barrios donde ciertas características funcionales resaltaban del resto, como la residencial, la localización comercial, industrial, portuaria, administrativa y se articulan otras variables como el poder local, el centralismo, las organizaciones intermedias, las unidades administrativas, educacionales, funcionales, culturales y formas de vida. En nuestro caso, evidentemente, la residencialidad es la funcionalidad más desarrollada.

El barrio como segregación Las variables de espacialidad, escenario y funcionalidad, adquieren sentido dinámico en una dimensión estructural dentro del sistema urbano. Aquí se sitúa el barrio como insumo de la reproducción necesaria de las clases trabajadoras, resultado de la división del trabajo y de la distribución desigual de la urbanización, en oposición a los espacios centrales de las ciudades, apropiados, históricamente, por las clases dominantes o administrativas. Estos barrios del norte tocopillano, son la manifestación de la reproducción y localización social y económica de cierto grupo de la población tocopillana, todos ellos definidos anticipadamente como allegados.

El barrio como intersticio La intersticialidad de lo barrial se manifiesta como un espacio en el que confluye lo público y lo privado y desde donde emerge lo popular. El Barrio Norte se distingue del espacio urbano general destinado a los centros

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vinculados al Estado, centros educativos, comerciales, etc. En ese sentido, lo barrial no está reducido sólo al espacio doméstico, lo barrial abarca también el espacio de la interacción primaria, tanto pública como doméstica.

El barrio inclusivo Este tipo de barrio pone en consideración las diferentes relaciones de lo barrial con escenarios y nociones de totalidad que lo abarcan, como la ciudad y la sociedad “mayor”. El paradigma de la modernidad estimula la ponderación de determinados valores que actúan como ejes de diferenciación entre los lugares centrales (comercio, poder) y los sectores barriales. El barrio inclusivo representa la proximidad, la confianza, el conocimiento mutuo.

El barrio como periferia La idea de centralidad de lo urbano va pareja a la de periferia de lo barrial en la conjugación de una dicotomía. La idea de barrio bajo es el resultado de esta diferenciación: parte de la ciudad que queda por debajo o al margen de lo moderno-urbano, y marcado principalmente por su carácter “caótico”, “marginal”, “aislado”, “lejano”, o por concepciones ligadas a la pobreza. El centro de la ciudad y sus sectores aledaños, hegemonizan y miran al resto de la ciudad desde sí mismos, desde allí se construye la perifericidad.

El barrio como zona a integrar

Desde esos mismos discursos desde el “centro”, se constituye también la necesidad de la integración de las partes “disfuncionales” o alejadas de la ciudad. La inclusión social, los derechos y la justicia dan pie a estos fenómenos. Se establecen, entonces, las posibilidades de cambio o adaptación a los modos de vida centralmente concebidos como urbanos. El barrio mismo es la zona que, con su gente, debe estimular también la fuerza de integración, a modo de exigencia.

El barrio como identidad La identidad social, referenciada en distintos barrios, es lo que definimos cuando los actores y grupos sociales adscriben a identificarse y reconocerse

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como integrantes de un barrio que posee cierta cualidad social, material, simbólica, etc. Usualmente, pertenecer a determinados barrios va cruzado con la sensación de satisfacción, lealtad o apego a la población. La adscripción a un barrio concreto funciona como marca de distinción social y llega a condicionar las conductas colectivas. Sin duda que en lo últimos años, han derivado aspectos negativos, muchos de ellos vinculados a identificar estas poblaciones tocopillanas como lugares contaminados y conflictivos. No obstante, la protesta y las posteriores visibilizaciones del sector, remiten a la intención de transmisión de una imagen que conlleva los siguientes conceptos según lo atestiguado en informantes: “lucha”, “unión”, “rebeldía”, “sacrificio”, “cooperación”, “reciprocidad”, “solidaridad”, “mutualismo”. Además de ruralidad, autonomía laboral (recicladores y criadores) y emprendimiento.

El barrio como segmento Sin duda que al hablar de identidad de barrio, estamos facturando una noción que encierra globalidad y homogeneidad. Sin embargo, la particularidad que poseen los barrios es la de incluir en su interior a sectores de identidades heterogéneas, sin perder la relación de una relativa unidad dentro de la misma identidad barrial. Esa unidad ha estado dada con la serie de problemáticas poblacionales que, desde un foco negativo que la explica, ha llevado el surgimiento de un foco positivo: la unión de los vecinos con el propósito de solucionar ciertas dificultades; es desde allí en donde se explica la visibilización de la población. en barrio es inclusivo de distintos segmentos: temperamentos, situación laboral, tipologías de trabajo, tipos de conductas, costumbres, manías, situación civil, escolaridad, etc.

El barrio y lo típico Es la atribución de categorizaciones genéricas, dicotómicas y estereotipadas sobre determinadas identidades barriales o de los grupos pertenecientes a un barrio. Por ejemplo, el carácter de clase de barrios determinados y sus problemáticas específicas, o el carácter marginal respecto a ciertos consumos

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urbanos, que se esgrimen como estereotipos de la trama urbana. Las actividades de crianza de animales, trabajos vinculados a temas de reciclajes, la cercanía con vertederos y lugares contaminados, ciertos olores o bien las condiciones de allegados que recibieron la ayuda del Estado, son las categorías con la que operan algunos discursos externos a estas poblaciones centrados en estereotipos.

El barrio como imaginario El barrio adquiere la función de ser referente de una representación, de una imagen sostenida por actores. Junto a su carácter físico-espacial pasa a ser un conjunto de rasgos, atributos, signos ubicables en la esfera ideológico y simbólica, ligada a la relación entre esas imágenes y las ocupaciones del espacio barrial concreto. En términos históricos se sitúan las imágenes de los clanes familiares, la amistad y las relaciones de vecinos, cruzadas por relaciones laborales especificas que marcaron una diferencia con el resto de la ciudad (crianza y reciclaje). La imagen del barrio tiene fuerza a la hora de reivindicar el tipo de vida que allí se lleva, surge lo barrial como utopía o aspiración, en contraste con las condiciones de vida del “centro” urbano marcadas por la fugacidad.

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MIRADA AL FUTURO Las exclusiones barriales y los procesos de desintegración urbana en Tocopilla no son nuevos: en el transcurrir del siglo XX fueron varios los sectores que recientemente formados, clamaban la integración, denunciando la marginación física y simbólica, por sobre todo económica y social por parte del resto de la ciudadanía, políticos y del Estado. En la mención de ejemplos de barrios locales segregados en sus orígenes, podemos identificar el antiguo sector de La Manchuria, actual población Diego Portales que a contar de la década del treinta fue expandiendo la ciudad hacia el noreste; asimismo, el simultáneo caso de los antiguos barrios obreros: El Salto, Pampa Este, Ciudad Perdida, Huella Tres Puntas, todos ubicados en laderas de cerros, contantemente marginados y criminalizados desde el punto de vista sanitario, estético, social, incluso hasta del olor. En todos estos barrios predominó originalmente una materialidad precaria, la sensación de lejanía,

de tierrales infinitos, la vulnerabilidad ante fenómenos naturales como desplazamiento de laderas en la Huella Tres Puntas o los violentos aluviones que afectaron a La Manchuria en 1940, sin duda la población más afectada desde el punto de vista material y también por el alto costo en vidas humanas perdidas en esta tragedia aluvional del 25 de julio de 1940. En base a lo anterior podemos afirmar que cada proceso de expansión urbana en Tocopilla ha incluido un dislocamiento en la percepción de territorio local. La expansión y la extensión conlleva nuevos paradigmas, modificaciones de locomoción, nuevas mensuras y una lucha por sortear escarpadas topografías, dando pie al eterno retraso en la habilitación de caminos y equipamientos públicos como proceso de gestión reactiva ante la agencia de vecinos que fueron apropiándose del espacio, en una apropiación no planificada desde el Estado. Aunque tarde, estos barrios han sido integrados al resto de la ciudad, al menos desde el punto de

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vista vial y se incluyen dentro de la oferta pública, dejando de ser estigmatizados o negados por el Estado. En la actualidad, estos barrios se con-funden dentro de la trama urbana y pasaron a ser parte de la tendencia a la homogeneidad material que se observa en la comuna. De esto modo, se naturaliza el nuevo barrio, la nueva población, es decir el arrabal, el suburbio, la barriada, dejan de ser como tal, porque la ciudad ha seguido creciendo, generándose constantemente nuevas fronteras locales. En esa lógica, proyectamos que el barrio Pacífico Norte y Las Tres Marías, en un proceso quizás lento, serán parte de una naturalización y normalización que redundará en una integración. Su presencia zonal un tanto apartada, será tarde o temprano asumida por el resto de la comunidad. Lo mismo ocurrió con la población Eduardo Frei (surgida después del terremoto de diciembre de 1967) y la población Padre Hurtado, en donde la cotidianidad de la segunda parte de la década del noventa se veía afectada por varios temas, muchos de ellos referidos a la sensación y percepción de exclusión y aislamiento; por

ejemplo, con el tema de la locomoción colectiva. Los mismos dramas narrados por los vecinos en cuanto a la impresión de barrio incomunicado, de espacio de clausura, fue evidenciada en la población del sector sur. Hoy por hoy, la población se halla completamente abarcable desde el punto de vista de la locomoción y es parte de las articulaciones viales. Es parte del cuerpo de la ciudad, aquella empalmada con las arterias. En efecto, es probable, pero no deseable, que estos fenómenos de expansión, incluyendo marginación, sigan existiendo. La ciudad es un ente vivo, que crece, cambia, se modifica en función de los acontecimientos históricos, sociales, políticos y culturales. Es allí en donde los administradores y agentes del Estado deben desplegar la proactividad. En base a los resultados de nuestro trabajo, atestiguamos la necesidad de una real y auténtica participación popular, con el propósito de lograr el mejoramiento de las condiciones de vida, superando el estado precario del asentamiento actual. Desde esta población se debe desarrollar una articulación entre propuestas, negociaciones,

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participación, integración y aporte crítico en la discusión de ideas y líneas de acción encaminadas a fortalecer la construcción de la democracia vecinal participativa. Los vecinos y vecinas ya han explicitado sus vindicaciones, por tales motivos el mejoramiento de la calidad de vida, debe ser un proceso de intervención consciente y planificado, a través del cual la población organizada, con la participación del Estado y otras instituciones, realiza de manera permanente una transformación progresiva de su propio hábitat, instalando énfasis en la integralidad del mismo, y asegurando la replicabilidad del proceso. Se deben ir conformando espacios de participación democrática a nivel poblacional y local que puedan servir de entrada para el logro de cambios significativos. Las poblaciones Pacífico Norte y Las Tres Marías requieren de tres ejes fundamentales en este proceso: el primero de ellos debe estar basado en la integridad, es decir en la necesidad de ver la solución de los problemas como un todo, con una mirada estratégica, de globalidad y a largo plazo. En segundo lugar, la mejora de la

calidad de vida se debe plantear de modo continuo, siempre ascendente; es decir, de modo progresivo, atendiendo siempre las particularidades de cada caso. En tercer lugar, con el fomento de la participación, se hace énfasis en el reconocimiento de los pobladores, deben ser vistos como sujetos conscientes y activos en la construcción de un ambiente ciudadano integrador. Los programas de Estado deben visualizar a los pobladores como un aporte en las ejecuciones de los proyectos, en las decisiones y en el desarrollo de la autogestión. Deben proveerse las herramientas necesarias para la identificación de problemas, la búsqueda de la soluciones, el diseño de la propuestas, la negociación y gestión de los recursos, la ejecución y administración de los proyectos, así como la evaluación y control de su desarrollo y la administración. Todos los procesos de inclusión social, traen aparejado el reconocimiento y revalorización de los pobladores a través de la representatividad y consenso del tejido social barrial para el desarrollo de una planificación comunitaria que facilite la identificación y articulación de intereses

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y la interiorización de objetivos y metas comunes a ser logradas. Para ello, el desarrollo de procesos de autogestión comunitaria es fundamental. La participación derivaría en arraigo al barrio, fortaleciendo relatos que aúnen ideas y proyectos, teniendo presente la articulación de tiempos, ritmos, actores, fortaleciendo la diversidad vecinal.

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PROGRAMA QUIERO MI BARRIO

El Ministerio de Vivienda y Urbanismo ha insertado, dentro de la misión institucional y en sus definiciones estratégicas, el mejoramiento del entorno barrial y el fortalecimiento de la participación ciudadana, como elementos fundamentales de las políticas habitacional y urbana, para lo cual crea el programa Quiero mi Barrio, con el fin de implementar una estrategia de intervención que contribuya al mejoramiento y revitalización tanto de los espacios públicos colectivos como de la red social de barrios, enfrentando problemas de deterioro urbano, tales como conectividad del barrio con el resto de la ciudad, déficit de pavimentación, ausencia o mala calidad de equipamiento comunitario, áreas verdes, iluminación, y otras obras, recuperando a su vez la confianza y la participación de los vecinos en el proceso de mejoramiento del entorno.

La selección de barrios se efectúa por el MINVU, aplicando criterios indicadores de deterioro urbano y vulnerabilidad social, los cuales se

elaborarán a partir de la experiencia y aplicación del Programa en su primera etapa.

Dependiendo de la cantidad de viviendas y el nivel de complejidad del barrio, se asigna para cada tipo de barrio un monto de recursos destinado a la ejecución del programa en el barrio y a la ejecución de obras de infraestructura.

El programa tiene como objetivo general contribuir al mejoramiento de la calidad de vida de los habitantes de barrios que presentan problemas de deterioro urbano y vulnerabilidad social, a través de un proceso participativo de recuperación de los espacios públicos y de los entornos urbanos de las familias.

Específicamente, sus objetivos se orientan a recuperar espacios públicos deteriorados, mejorar condiciones del entorno, fortalecer las relaciones sociales y propiciar barrios más integrados socialmente

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El programa posee cinco ejes transversales:

Dentro de los actores centrales del programa está el Consejo Vecinal de Desarrollo (CVD), el cual es la organización comunitaria funcional constituida de acuerdo a la Ley N° 19.418, que actuará en representación del barrio, integrada por representantes de organizaciones sociales, líderes naturales, actores locales relevantes y personeros de entidades públicas y/o privadas

involucradas en el territorio, entre ellas la Municipalidad y la Secretaría Regional Ministerial de Vivienda y Urbanismo, que actuará como secretario técnico.

El CVD contribuye a la planificación el trabajo de control del Contrato de Barrio en lo que se refiere a la ejecución del plan de gestión de obras

Participación ciudadana

Identidad de barrio

Medio ambiente

Seguridad ciudadana

Conectividad digital

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físicas y del plan de gestión social, incluyendo actividades, plazos y definición de responsabilidades. Por otro lado, este plan incluye todas las actividades en las áreas temáticas que el CVD se propone realizar, como

los son medio ambiente, seguridad ciudadana, gestión artístico cultural, gestión y desarrollo de proyectos, trabajo en comisiones, etc.

El programa apunta a dos áreas:

Social

Recuperar confianzas, generar la participación de los vecinos en el proceso de mejoramiento

del entorno, así como en la apropiación y uso de los

espacios recuperados y/o construidos por el Programa,

como también el mejoramiento de la convivencia social al

interior del barrio.

Urbano

Busca enfrentar problemas de deterioro urbano, tales como conectividad del barrio con el resto de la ciudad, déficit de

pavimentación, ausencia o mala calidad de equipamiento

comunitario, áreas verdes, iluminación, y otras obras

complementarias necesarias para la generación, optimización

y/o recuperación de los espacios colectivos y públicos

del barrio.

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Participa como actor territorial el municipio de Tocopilla, siendo un ente orientador en la coherencia entre el Contrato de Barrio y los lineamientos del plan de desarrollo comunal y las inversiones municipales programadas.

Tocopilla, diciembre 2013

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FUENTES

ENTREVISTAS

x Aracena, Ricardo. x Campos, Marcos. x Castillo Godoi, Brígida. x Castro Barrio, Wilfredo. x Cholele, Sergio. x Covarrubias, Mario. x Covarrubias, Sidney. x Espinoza, María. x Fernández Suarez, Myriam x Galaz Da Rocha, Ricardo. x Gómez Paredes, Juan Carlos. x Gutiérrez Mardones, Romualdo. x Gutiérrez Rojas, Eduardo. x Gutiérrez Rojas, Yerko. x López Bacho, Antonio. x López, Hugo. x Martínez Timble, Angélica. x Pérez Morello, Ana. x Rojas Rivera, Alejandro. x Rojas, Edelmira. x Rojas, Laura.

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x Rojas, Susana. x S., Ana. x Valderrama Cepeda, Lesly. x Villanueva, María.

*Entrevistas en profundidad realizadas entre septiembre y

noviembre del año 2013

ARCHIVOS DOCUMENTALES

x Archivo Cámara de Diputados. Legislatura ordinaria 324a, Sesión 10º, miércoles 17 de junio de 1992.

x Archivo Municipalidad de Tocopilla. Ficha Información Las Tres Marías. Programa Chile Barrio 2004.

x Libro de Actas Junta de Vecinos Las Tres Marías 1972-2013.

x Archivo Gobernación Provincial de Tocopilla. Ley Junta de Vecinos Nº 19.418.

x Oficio Tocopilla Zona Saturada, Servicio de Salud de Antofagasta, 2006.

x Archivos Empresa de Proyectos Inmobiliarios MARTABID.

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ARCHIVOS PERIODÍSTICOS

x La Prensa de Tocopilla, ediciones de 1967, 1968, 2005, 2006, 2007, 2008,

x La Estrella de Tocopilla, ediciones de 2009, 2010,

2011, 2012, 2013.

x El Mercurio de Antofagasta, ediciones noviembre 2003, enero 2012, junio 2013,

x Semanario El Polémico de Tocopilla, ediciones

febrero 2006.

BIBLIOGRAFÍA

x D’hers, Victoria. (2013) Asentamientos sobre basurales a cielo abierto. Explotación, segregación y expulsión en el manejo de los residuos. CONICET Instituto de Investigaciones Gino Germani, Universidad Buenos Aires, CIES Centro de Investigaciones y Estudios Sociológicos.

x Galaz-Mandakovic F., Damir. (2011)

Reivindicación del Patrimonio Tangible de Tocopilla. Ediciones Retruécanos, Tocopilla.

x Gravano, Ariel. (2003) Antropología de lo

Barrial. Estudios sobre producción simbólica de

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la vida urbana. Espacio Editorial, Buenos Aires.

x Torres Carrillo, Alfonso. (1999). Barrios populares e identidades colectivas. Serie Ciudad y Hábitat. Barrio Taller. Bogotá, Colombia.

AGRADECIMIENTOS

A las pobladoras y pobladoresentrevistados que abrieron las puertas de sus hogares para relatar sus vidas, penas, alegrías, dramas y sueños. A mis amigos que colaboraron en este trabajo: Aldo Beroíza Araya (fotografías), José Luis Aguirre Hidalgo (diseño de mapas), Néstor Dubo López (movilización), Noemy Arias Valenzuela (diseño) y Mauro Gatica Salamanca y Eduardo Owen (editores). A mi familia, por su apoyo.