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Tirant, 16 (2013), pp. 469-530 ISSN: 1579-7422 TABLANTE DE RICAMONTE Y JOFRÉ Transcripción de Andrea Gea (Máster de Estudios Hispánicos Avanzados de la Universitat de València)

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Tirant, 16 (2013), pp. 469-530

ISSN

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TABLANTE DE RICAMONTE Y JOFRÉ

Transcripción de Andrea Gea(Máster de Estudios Hispánicos Avanzados de la Universitat de València)

Tirant 16 (2013) 471Tablante de Ricamonte y de Jofré

CRÓNICA DE LOS MUY NOTABLES CAVALLEROS TABLANTE DE RICAMONTE Y DE JOFRÉ

HIJO DEL CONDE DONASÓN

CAPÍTULO I. –Cómo Tablante de Ricamonte vino a la corte del rey Artur y se combatió con el conde don Milián, y lo venció, y lo llevó preso al castillo de

Ricamonte, y lo mandava açotar dos vezes en el año por deshonra del rey.

De todos es sabido cómo el rey Artur fue emperador entre los reyes de su tiempo, el cual, por especial gracia de Dios, alcançó que en su tiempo y en su reino se començasse la demanda del San-to Grial, según más largamente lo hallaréis en el Baladro que dizen de Merlín. Y en esta demanda entraron muchos cavalleros y el rey Artur fue uno dellos, y Lançarote del Lago, y Tristán, y Palo-medes, y el Cavallero sin Pavor, y el Cavallero de las Dos Espadas, y Sagramor y Bramor, y otros muchos que, si leéis sus historias, sabréis las aventuras y cavallerías que en sus tiempos hizieron. Y era la costumbre que, en armando algún cavallero, escrivían el día, y quién era, y en cúya demanda iva; y ponían en el libro de las hazañas todas las aventuras que le acontescían; y, cuando morían, dexavan allá su escudo y lança, y al muerto leíanse sus cavallerías.

Y esto dexado, vamos a que estando el rey Artur un día de Pascua de Pentecostés, y el rey, y la reina, y todas las dueñas y donzellas que acabavan de comer, estando todas a unas ventanas del palacio del rey Artur, hablando en que havía muchos días que no havía venido ninguna aventura de los de la Tabla Redonda que estavan allí. Y en esto vieron venir a un cavallero a costumbre de cavalleros andantes, su yelmo puesto y su escudo embraçado, y su lança. Y como llegó, sin saludar al rey ni a la reina, ni a nadie, dixo a los que allí estavan:

—Dezid al rey que está aquí un cavallero andante, que desque partió de su casa no ha hallado ninguna aventura y que desea hallar cavallero que se combatiesse con él, y cree que no lo ha ha-llado porque nadie se osava a combatir con él. Y dezilde que me tengo por el mejor cavallero de cuantos él tiene en su reino. E si en su corte hay alguno que esto entienda o negar o demandar, que él estava allí para lo defender.

Y que esperaba hasta la noche a ver si alguno saliere; y si no, que nueve días vendrá aquí cada un día a esperar si havrá alguno que con él se combata.

Y luego fueron los que allí estavan a dezillo al rey y el rey le embió a dezir que le rogava que le embiasse a dezir su nombre, por saber quién era aquel cavallero que con tanta sobervia hablava. Y él le embió a dezir que por entonces su nombre no lo diría. Y el rey le embió a dezir que se mara-villava dél, que tan mal tratava los cavalleros de la Tabla Redonda; porque en su corte havía tantos y tan buenos cavalleros, que si allí alguno estuviera, que le respondiera. Y al rey parescía muy mal y a todos cuantos lo oyeron; y el rey mandó saber si por caso havía venido algún cavallero de los de la Tabla Redonda a su corte, para que se combatiesse con él. Y hallaron que a la sazón no havía ninguno sino el conde don Milián, que era un gran señor y buen cavallero, sino que estava flaco, que havía estado malo, y pocos días havía que se levantava. Y el rey, cuando supo que no havía nadie, porque aquel cavallero no fuesse diziendo que en la corte del rey no havía hallado cavallero

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que con él combatiesse, demandó sus armas y quisiérase armar; y la reina y los que allí estavan no se lo consintieron, diziéndole:

—Señor, no es de vuestro estado salir a semejantes cosas, porque si caso fuesse que aquel cava-llero venciesse, sería deshonra de vuestra corona real; y si vos, señor, lo vencéis, él gana mucho y vos, señor, nada. Y devéis, señor, ver qué ventaja hay de vos, que sois rey, a aquel, que es cavallero, y que no es cosa justa poner el rey su persona a peligro de muerte como acontesce.

Y tantas cosas le dixeron, que el rey huvo por bien de quedar y no salir allá. Y el cavallero es-tuvo allí hasta bien tarde; y cerca de puesto el sol, el cavallero se fue a una abadía de monjes que estava media legua de la ciudad de Camalot, que se dezía Santa María del Real. Y los frailes, como de aquello eran acostumbrados, recebiéronle muy bien, y curaron mucho dél y de su cavallo; y diéronle buena cama que para aquello tenían. Y otro día de mañana, dixo al abad del monesterio que a él convenía estar allí ocho días, que le rogava que le diessen algo con que viviesse, y que iría a una aventura que tenía començada, y que cada noche havía de venir a ser su huésped. Y el abad le respondió, que un día, y dos, y diez, y cuantos él viniesse, sería bien recebido. Y mandole llevar al refitorio y diéronle muy bien de comer, y ensilló su cavallo y armose, y fuesse a la puerta del palacio, y estuvo allí hasta la noche, que no salió nadie a él.

Y el rey ni la reina no salían de su cámara de enojados, y allí les dezían missa, y en la corte no hablavan de otra cosa sino de cómo a la sazón no venía ningún cavallero de los de la Tabla Re-donda. Y el rey no sabía qué remedio tener, de manera que se cumplieron los ocho días que nadie salió; y cada tarde salía, y cada mañana venía. Pues, como havía oído que allí no havía nadie sino el conde don Milián, que estava muy flaco. Y el conde acordó de dezir al rey que porque aquel no fuesse con tanta gloria, diziendo que no fuesse a dezir que havía estado en la corte nueve días que no havía osado salir a él ningún cavallero, que sería bien hazer armas con él, y que plazería a Dios que le ayudaría contra él. Y el rey de una parte veía cuán deshonrada quedava la corte, y por otra parte temía la flaqueza del conde, y mostró que lo quería estorvar, pero al fin al noveno día acor-daron que sería bien que se provase.

Y el conde oyó missa, y comió, y armose, y cavalgó en su cavallo, y paresciole que podría sufrir la batalla. Y embió a dezir al cavallero que se detuviesse un poco, y que le dixessen que a él iría un cavallero que le haría saber que en la corte del rey su señor havía un cavallero que le contradiría lo que él havía dixo. Y Tablante, cuando lo oyó, fue dello muy alegre, y pensó que algunos cavalleros havían venido de nuevo, que bien sabía que el conde estava aí, pero que estava flaco, y no creía que podría ser el conde. Y en esto llegó el conde adonde estava Tablante a la puerta del palacio, que havía allí una gran plaça donde torneavan y corrían. Y allí estava el rey y la reina, y dueñas y donzellas, y mucha gente, para ver cómo se combatían. Y Tablante embió a dezir al conde que le pedía por merced que le embiasse a dezir su nombre, para saber con quién se combatía. Y el conde le embió a dezir que le plazía, y que supiesse que a él dezían el conde don Milián. Pues, cuando Tablante supo que era el conde y no era cavallero rezién venido, y que por salir allí le hazía per-der tanta honra, huvo dél mucho enojo en su coraçón; y prometió que si con él se combatía y lo vencía, que él tomaría del emienda, y embiole a dezir que pues él sabía su nombre, que era razón embialle a dezir el suyo, que le hazía saber que si él era conde don Milián, que él era Tablante, se-ñor de Ricamonte; y que le hazía saber que él hazía armas con él de muy buena gana, porque, con el ayuda de Dios, él entendía tomar del la emienda de la honra que le hazía perder por salir allí; y que le rogava que no quisiesse combatirse con él, y que si lo dexava, que él y su tierra lo hallarían y conoscerían en honra y provecho; y que si todavía porfiava, que él y su tierra lo sentirían; y desto no se airó el conde, y embiole a dezir que se apercibiesse.

Tirant 16 (2013) 473Tablante de Ricamonte y de Jofré

Y entonces ambos a dos se apartaron el uno del otro y pusieron las lanças de encuentro, y dexáronse venir el uno contra el otro cuanto los cavallos pudieron llevar; y diéronse tan grandes encuentros, que el conde metió la lança a Tablante por medio del escudo, e hízolo pedaços. Y paró en la lóriga el hierro de la lança y hiriolo un poco; y Tablante le dio al conde en el escudo y topó en la malla, e hízolo bolver de lado; y con la mucha fuerça sacolo de la silla, y dio un muy gran golpe en el suelo, de que no se pudo levantar. Y Tablante saltó de su cavallo, y sacó el espada para lo matar, sino que le pidió por merced que no le matasse, y que él haría todo lo que le mandasse; y él pensó que sería mejor darle la vida para vengarse dél, y díxole que no lo mataría si le otorgase lo que le pediría. Y era que le dixo que luego se fuesse a su tierra, y que dende en diez días tomasse una azémila y una tienda, y un moço que lo acompañasse, y que con solo esto se fuesse a Rica-monte, que allí harían dél lo que hazían de otros. Y que se otorgase por su cavallero hasta tanto que algún otro lo deliberasse, o le diesse licencia que se fuesse. Y él, viendo que le convenía morir o otorgar aquello, otorgole todo cuanto le demandó.

Y luego Tablante, sin despedirse del rey ni de nadie, cavalgó en su cavallo y fuesse al abadía, y estuvo allí aquella noche; y otro día de mañana despidiosse del abad y de aquellos monjes. Y fues-se a su tierra, el cual en muy pocos días llegó allá, porque no se curó de buscar ningunas aventuras, sino andar su camino. Y llegado que fue en su castillo, estuvo allí seis días y dixo a los suyos que porque a él le convenía ir a hablar algunas cosas de su honra, que él se quería partir. Y díxoles que allí vendría preso un cavallero de la corte del rey Artur, que es el conde don Milián, del cual tenía mucho enojo. Que luego pusiessen su tienda cerca del castillo, y que lo tomassen, y que, encima de su azémila, alderredor del castillo le diessen cincuenta açotes, y alderredor de las tiendas le diessen ciento; y luego que esto se hiziese, se fuessen los suyos con su azémila y cavallo. Y descien-dan del castillo dos mugeres y curen dél; y en acabando de sanar, si él se tardase, que le diessen otros tantos; y esto será hasta que muera.

Y havéis de saber que allí havía cerca de trezientos cavalleros en trezientas tiendas que Ta-blante havía preso combatiéndosse con ellos como con el conde, y todos estavan a su costa dellos mismos. Y él los huviera soltado y embiado a sus tierras, sino que quisiera que algún cavallero los huviera liberado, que no los tenía por otra cosa, que él nunca estava allí.

Dexemos pues, agora a Tablante que, desque lo mandó a los suyos, luego se fue. Bolvamos al conde, que, cuando huvo hecho su pleito omenaje a Tablante, él se fue a su posada, y otro día vido al rey, y como era muy gran señor, y era noble de condición, de su despedimiento huvieron todos gran pesar y manzilla, y no se pudo otra cosa hazer. Y él, cuando se despidió, fuesse a su condado, y habló con su mujer y vassallos y cavalleros de su casa, y él les dixo lo que le havía acontescido, para ver qué acuerdo tomavan. Y después de haver havido muchas palabras, acordaron que por vía de cavallería no havía otra cosa sino cumplir lo que havía prometido. Y luego que huvieron havído su acuerdo, se despidió de su muger y de todos, y tomó una azémila y una tienda, y un cavallero y dos moços, y partiosse para Ricamonte; y anduvieron de tal manera, que en diez y seis días llega-ron allá. Y cuando llegó, pensando que no havía otra cosa sino estar preso, preguntó si estava allí Tablante de Ricamonte. Y los suyos dixeron que no estava allí, y preguntáronle que quién era y su nombre. Y él dixo que era el conde don Milián. Luego tomaron su tienda y asentáronla como Tablante les havía mandado; y luego a la hora lo desnudaron, y cavalgáronle en su propia azémi-la, y diéronle los ciento y cincuenta açotes como Tablante lo havía mandado, y fueron tales, que lo dexaron por muerto; y mandaron a los suyos que se fuessen con aquellas nuevas a su tierra, y dixessen que, en sanando, le habían de dar otros tantos. Y así se partieron los suyos con mucho

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dolor y quedó el conde muy açotado; y curaron dél las mugeres del castillo, una donzella y una muger anciana, las cuales, de manzilla, le hazían los más regalos que ellas podían.

Quede pues aquí el conde, y bolvamos a los suyos, que se fueron a la condessa, muger del con-de don Milián, la cual, cuando supo de los açotes, hizo muy doloroso llanto, y mostró gran senti-miento. Llamó a los cavalleros de su casa, y acordaron de embiarle muy secretamente un hombre que no supiessen cuyo era, para que se informasse de la verdad. El cual fue, y halló que era assí que lo havían açotado, y que estava mandado que mientra viviesse, en sanando le havían de bolver a açotar. Y la condessa acordó de llamar a todos sus parientes cavalleros, y aún de sus vassallos los más honrados, para ver qué consejo devía dar en aquello; y entre ellos vino una sobrina del conde, que se llamava Bruniesén, señora del castillo de la Floresta, y por eso la llamavan Bruniesén de la Floresta. Esta era la más hermosa y gentil donzella que havía en todo el reino, y tenía un castillo y muchos vassallos; y al pie del castillo una hermosa huerta, que havía en ella más de dos leguas de arboledas y monte; y allí havía puercos, y ossos, y venados, y otras muchas animalías de gran tiempo, lo cual era todo de un hermano del conde, y fallesció, y dexolo a su hija Bruniesén – que no tenía otra.

Y ellos allí juntos, la condessa les dixo todas las cosas que le havían acontescido al conde su se-ñor, y que se lo hazía saber, porque su parescer era que devían juntarse todos sus parientes y ami-gos, y criados y vassallos, que podrían ser tantos, y que ella iría con ellos, que sin trabajo podrían sacar al conde de la prisión. Y con esta razón juntosse su sobrina Bruniesén, y dixo que era bien que así se hiziesse, y que para esto ella daría cavalleros y peones cuantos le pidiessen, y que ella iría en persona a ello, y allí dixo cada uno su parescer. Y dize el cuento, que como allí havía hom-bres muy principales parientes, así vassallos del conde, como hombres que sabían de la orden de cavallerías, vinieron a dezir su parescer. Y dixeron que aquello que la condessa dezía no se devía ni podía ser; porque esta ley de cavallería era de la Tabla Redonda; y que ella era en la corte del rey Artur, que era emperador de los reyes de aquel tiempo. Y que en la corte havía passado como passava otras muchas cosas, y que aquello no se devía no podía librar sino por orden de cavallería, y que devían buscar algún cavallero para que fuesse a librallo, y aún pedir al rey que le diesse tal cavallero que al conde librasse de la prisión. Y que, en tanto que el conde se librasse, que por el daño que él recebía era mucha razón mostrar gran sentimiento en todo el condado, y aún en todas las partes donde viviessen sus parientes y vassallos, por memoria de tan gran mal. Y en esto acor-daron todos, que ninguno discrepó en ello, sino que fuesse así. Y acordaron que hiziessen gran llanto dos vezes, una en la noche, y otra antes del alva, y que no se curassen de dar cuenta a nadie porqué se hazía, aunque les fuesse preguntado; mas antes, porque nadie lo supiesse, que si acaso algún estranjero lo preguntasse, que dexassen el llanto y que diessen tras él con palos y piedras, y con lo que más a la mano se hallassen; y que, si fuesse muerto o herido, que fuesse a su causa, y ellos sin pena. Y esto así ordenado, pusieron luto y acordaron de embiar al rey a pedirle ayuda; y desto tomó el cargo la condessa, y fuesse cada uno a su casa; Bruniesén se fue a su castillo. Y queda agora que en toda la tierra del condado y de sus parientes hazen llanto en aquellas dos horas como allí fue ordenado; y bolvamos a la corte.

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CAPÍTULO II. –Cómo Jofré demandó licencia al rey para se ir de la corte, por-que el rey no lo quería armar cavallero para ir en busca de Tablante por vengar

al conde, y cómo a la postre la reina lo hixo hazer, y lo fue a buscar; y de las aventuras que le acontescieron en el camino.

Dize la historia que desque la nueva del daño del conde don Milian llegó al rey y a la reina y a la corte, mostraron gran sentimiento, y un día después de comer, el rey dixo a la reina:

—Mirad qué dicha fue la del conde, que nunca en el tiempo que Tablante estuvo aquí vino cavallero ninguno; y si después alguno ha venido, aunque han sabido de su prisión, nunca nadie ha dicho que quería ir a librallo.

Y en esto hablaron mucho, y la reina dixo que creía que lo causava que Tablante era gran ca-vallero, y era hombre cruel, y desta causa no havía gana nadie de ir a buscallo; y que también que nunca estava en su casa, sino buscando aventuras. Y estando ellos en esta habla, un donzel del rey, moço de edad de diez y ocho años, el cual era hijo del conde Donasón, que havía sido uno de los buenos cavalleros de la Tabla Redonda en su tiempo; era muy anciano y estava en su condado, que no curava de ir a la corte; y llamávase el donzel don Jofré, el cual havía muy bien visto todas las cosas acontescidas. Y oyó y sintió y vido lo que el rey y la reina dezían, y el sentimiento que tenían por la prisión del conde; y así porque deseava mucho servir al rey y a la reina, como porque era mancebo, y tenía pensamiento de mostrar cuyo hijo era, como porque el conde tenía deudo con su padre, aunque era lexos, acordó un día de hablar al rey, y buscó tiempo aparejado; y un día que el rey y la reina comieron juntos, desque las mesas fueron alçadas, Jofré hincó las rodillas ante el rey, y suplicole que le hiziese una merced. Y el rey y la reina, que querían bien a Jofré, así por-que era hijo del conde, que havía sido un muy buen cavallero, como porque era muy noble y muy cortés, el rey dixo:

—Jofré, di lo que quisieres.Y Jofré dixo:—Otórguemelo vuestra alteza.Y la reina, que havía gana de ayudalle, dixo:—Jofré, demanda lo que quisieres, que lo que su merced viere que deva, otorgártelo ha.Pues, viendo Jofré que no podía ál hazer, dixo:—Señor, la merced que pido es que vuestra merced sea de me armar cavallero, y darme armas

y cavallo, y licencia para que yo pueda ir en demanda y busca de Tablante de Ricamonte, por ver si pudiesse yo tomar emienda dél y de la deshonra que a vuestra persona real y a los cavalleros de la Tabla Redonda hizo en prender al conde don Milián y açotalle como a ladrón.

Y el rey, cuando vido su intención de Jofré tan buena, holgose mucho, y mucho más la reina, que tenía con él un poco de deudo; y la reina lo havía criado dende niño; y esperó que el rey le respondiesse. Y el rey le dixo:

—Jofré, yo no dudo sino que juzgando tu intención por obra, buen fin se esperaría; pero la obra ha de ser en cosa de armas, las cuales tú nunca has exercitado, ni sabes en ello más de la plá-tica, y lo que te paresce agora liviano, parescerte ya grave si en ello estuviesses; y por eso, y porque este Tablante es así buen cavallero y diestro en las armas, que tiene más de trezientos cavalleros presos, yo no devo darte la tal licencia. Porque yo devo pensar que, hasta que yo te viesse en las armas experimentado, yo no devo dar esta licencia, aunque te armase cavallero; porque yo no de-vo darte cavallería hasta que edad y uso te acompañe, porque yo ni mi corona real no recibamos

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deshonra; ni devo consentir que tú con tus buenas entrañas vayas a morir o recebir mengua, que me dolería mucho, que eres mi criado. Yo he plazer de saber tu deseo, porque, desque yo vea que eres de edad, yo lo haré de muy buena gana; por eso déxate agora deso, y ruega a Dios por saber, que tiempo tienes.

Y la reina, antes que Jofré respondiesse, porque no errasse y no se enojase el rey, dixo:—Señor, la intención de Jofré es muy buena, ya vuestra merced le ha dixo lo que le cumple; yo,

señor, hablaré con Jofré, por eso tú, Jofré, agora no te tengas por respondido.Esto dixo la reina, porque una noche Jofré y otros donzeles hablavan en que quería pedir aque-

llo, y que, si el rey se lo negasse, que él se iría a su casa y no viviría más con el rey. Y como la reina lo quería bien por lo ya dicho, de esta causa se lo habló a Jofré; y él entendió bien la voluntad de la reina, y no dixo más de dezir al rey:

—Señor, yo he suplicado por esta merced, y he visto lo que vuestra merced me ha respondi-do, y como dize la reina que no la he por respuesta, que vuestra merced mirará en ello, y todo se hará lo que fuere su servicio; porque es cierto que yo no tengo de dexar esta demanda, o tengo de morir en ella.

Y besó al rey en las manos, y levantose, y fue a su casa muy descontento, y en la noche no vino a servir la copa que servía; y la reina miró en ello, y calló, que no dixo nada al rey. Y pensó que, pues tanta gana lo havía, que podía ser por bien; y otro día, antes que le dixessen la missa mandó llamar a Jofré, y venido que fue, hincó las rodillas ante ella, y la reina le dixo:

—Jofré, ayer pediste al rey mi señor por merced que él te armase cavallero, que querías ir en busca de Tablante de Ricamonte, y bien viste su respuesta, y, cierto, que deves contentarte con ella. Cata, Jofré, que el deseo te engaña, que tú piensas que serás agora para tanto, que eres de diez y ocho años, como uno de treinta, en especial que, como el rey mi señor ya te dixo, que esto destas armas quieren exercicio y uso mucho. Y así como tú tienes deseo y linage, tuviesses la edad, cierto es que lo que tú ruegas te havía de rogar a ti; que me paresce que lo que el rey mi señor te dixo, lo deves tú haver por bueno, y conformarte con su voluntad, que queda aparejada para en viendo tiempo para la obra, y no deves hazer otra cosa.

A la cual Jofré respondió y dixo:—Señora, yo he visto y oído todo lo que el rey mi señor dixo; y así mismo lo que vuestra mer-

ced dize agora; y debe mirar vuestra merced que, si los cavalleros de ante de mí miraran todos los inconvenientes, así edades, como començar de nuevo, como pensar de topar con cavalleros fuertes, y estas tales cosas les pusieran temor, nunca huviera cavalleros andantes; pero está claro que han de haver comienço las cosas. Unos de pequeña edad, otros de mediana, otros de mayor; cada uno según tiene el deseo y le viene la voluntad; y, como mejor vuestra merced sabe, esto de las armas está en Dios, y en razón, y en fuerça y esfuerço. En lo de Dios yo me encomiendo a él, que soy su cristiano, y siempre lo llamaré, pues es muy justa razón, mayormente en ir a buscar a quien ofende a mi rey y mi señor; pues de fuerça, lo que yo agora no hiziere, no lo haré en mi vi-da. Pues, señora, acordándome cúyo hijo soy y de qué linage vengo, no haré cosas en que recebir pueda vergüença. Y esto deve bastar al rey mi señor, que voy con pensamiento de darle cuenta de criado e hijo de criado, como lo soy, y fue mi padre y mis abuelos; y Dios, viendo mi buena inten-ción, me ayudará. Porque yo certifico a vuestra merced, que si esto que pido al rey mi señor no me lo otorga, que, dende, agora que a vuestra merced beso la mano, me despido y me parto para mi casa. Porque, pues yo no soy señor de mí, ni de hazer lo que quiero, que siendo libre yo lo pueda dende allá hazer; que no lo havía, salvo por llevar la honra de cavallería, y ser de la Tabla Redonda;

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pero, pues el rey mi señor no quiere, yo, como cavallero aventurero, lo entiendo buscar, e irme he quexando del rey mi señor por donde quier que fuere.

Y la reina, viendo la voluntad de Jofré, le dixo así:—Yo quisiera mucho, Jofré, que tú siguieras la voluntad del rey mi señor, mas pues tú no quie-

res y esa es tu voluntad, hazlo así; y después que el rey haya comido, tórnaselo a suplicar, y a causa tuya yo comeré con él; y cuanto tú vieres que quedamos solos, buelve a suplicárselo, y entonces yo tomaré el cargo de responder, y allí verás lo que hago por ti.

Y Jofré sirvió a la mesa. Y después que el rey y la reina huvieron comido, y las mesas fueron le-vantadas, luego que Jofré vido tiempo, hincó las rodillas ante el rey y besole la mano, y díxole:

—Señor, ya vuestra merced sabe lo que el otro día le supliqué, y lo que me dixo; y como yo, señor, no me tuve por respondido, porque creí bolver donde estoy agora, porque le suplico y pido que aquella mesma merced y licencia que entonces pedía me sea otorgada agora.

Y el rey mostró que se enojava; y entonces, sintiéndolo la reina, dixo al rey:—Señor, no neguemos agora a Jofré, que su buen deseo es tal, que deve ser agradescido y re-

munerado: porque, señor, yo he hablado con él, y dize bien. Que a los cavalleros que fueron antes dél, no pusieron ningún inconveniente para haver de dexar de tomar hábito de cavallería. Y pues que Jofré tiene buena dispusición y razonable edad, y es hijo dalgo, según, señor, bien sabéis, estas prendas bastan para no hazer vergüença a vuestra corona real; si vuestra merced le arma cavallero, y le da armas y cavallo, y que todas las aventuras que le acontescieren sean por mí.

Y cuando el rey vido la voluntad de la reina y que ella lo quería, dixo:—Señora, pues vos queréis que Jofré sea vuestro cavallero, yo digo que desde agora que a mí

me plaze.Y cuando Jofré lo oyó, fue tan alegre como si el rey le diera una villa por suya; y besó las manos

al rey y a la reina, y muy gozoso se salió de donde ellos estavan, y quedaron hablando dél, y dixo entonces la reina al rey:

—Plazerá a Dios que Jofré, pues va por mí cavallero, hará tales cosas de que vuestra merced sea gozoso y vuestra corona real ensalçada; e yo doy por muy bien empleado lo que en este caso haya trabajado.

Y acordaron que, pues se havía de hazer para el primer domingo que viniesse, que Jofré velase las armas, y otro día lo armase el rey cavallero; y en la tarde dixo la reina:

—Jofré, ya tú has visto lo que por ti he hecho; por tanto conviene que en todo des tal cuenta de ti, que yo no reciba vergüença alguna. Para el domingo que viene combida a tus amigos, y vela tus armas como es costumbre.

Y el rey mandole dar para ayuda a comprar lo que le paresció; y él hízolo así como la reina le havía mandado. Y otro día lunes el rey le armó cavallero, y mandó a su camarero que le diesse un cavallo bueno de los suyos, y un escudo y una lança, y su lóriga como es la costumbre de cavalle-ros; y él combidó a comer a todos los donzeles del rey, y a los cavalleros y amigos, a su posada. Y cuando Jofré veló las armas, siempre estuvo de rodillas rogando a Dios que le ayudasse a todo lo que començasse. Esto hecho, embió a las dueñas y donzellas de la reina gran colación y muchos guantes, y otras cosas que él vido que era uso entonces de dar. Y cavalgó en su cavallo, y armose, y delante de la puerta del palacio passó muchas carreras; y todos loavan la forma de su cavallería, y a todos parescía bien, y todos dezían que havía de ser buen cavallero. A la noche se fue a palacio, y despidiose del rey y de la reina y de las dueñas y donzellas, y al despedir le bolvió la reina a dezir:

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—Mira, Jofré, que a mi causa el rey te armó cavallero, e yo, por te hazer merced, dixe que havía por bien que fuesses por mi cavallero, y que así te llamasses; mira por esto, y mira por la orden de cavallería, y que la recebiste de mano del rey mi señor y tuyo.

Y díxole muchos exemplos de la honra que los buenos ganavan, y la deshonra en que los covar-des vivían, y al fin díxole:

—Jofré, ve a la buena ventura.Y otro día de mañana buscó un clérigo que le dixesse missa, y con mucha devoción la oyó; y

comió, e hizo ensillar su cavallo y tomó sus armas que el rey le havía dado; y cavalgó, y fue su ca-mino a la buena ventura.

CAPÍTULO III. –Cómo yendo Jofré en busca de Tablante, estando reposando, lo huviera muerto otro cavallero pensando que era su enemigo, porque traía así

las armas; y Jofré se libró, y se combatió con él, y lo venció, y lo embió preso a la corte.

Dize la historia que cuando Jofré se partió de la corte, que a la segunda jornada dexó el camino y metiosse por un monte, y en unas breñas muy grandes, con deseo de topar con alguna ventura, que como era novel, pensó que luego las havía de hallar, y enojávase de no fallarlas luego. Y salido de aquellos montes, entró por una floresta, y anduvo por ella tres días sin comer pan ni bever vino, sino agua, y aún no todas vezes; y perdió el camino y metiosse por una gran espesura, y desque se vido perdido, quisiera bolverse atrás, sino que no supo y anduvo perdido y era cerca de medio día, e iva pensando qué havía de ser dél, que nunca en tal se havía visto, y acordose de lo que el rey y la le havían dicho; y en su coraçón alguna vez deseava que nada de aquello hubiesse passado por él. Y él yendo en aquella priessa, acordó de reposar un poco, porque estava allí un prado y una fuente; y tiró el freno a su cavallo, y diole y dexole pazer, y tirose el yelmo, y púsolo so su cabeça, y durmiose. Y en esto su cavallo sintió venir otro cavallo y relinchó, y luego despertó Jofré y miró hazia donde su cavallo mirava, y bien lexos vido venir un cavallero apriessa armado. Y como él ha-vía oído dezir destas cosas tales, apercibiose, y tomó el freno y enfrenó su cavallo, y puso el yelmo en su cabeça y cavalgó. Y en esto el otro cavallero se llegó más. Y era un cavallero muy bueno, el cual venía en rastro de Jofré, pensando que era Diedes de Escocia el cruel, que le havía muerto un hermano a traición. Porque Jofré traía un cavallo de la color del otro que le seguía, y venía de pro-pósito, que si lo hallara dormiendo, así lo matara. Y desque llegó cerca, sin dezille «apercibíos» ni nada, arremetió con Jofré, y antes que se apercibiesse le havía dado un encuentro, que dio con Jofré del cavallo abaxo. Jofré, cuando se vido derribado, congoxosse mucho, porque era la primera justa que en su vida havía havido. Y levantose luego en pie que no perdió la lança, y puso el cuento della so el pie y abaxola, y puso mano a la espada y esperó al cavallero, que dio la buelta sobre Jofré, y furtole el cuerpo; y el cavallo del otro metiosse por la lança, que venía desapoderado. Y luego el cavallero cayó en el suelo y Jofré, como moço, estava enojado, saltó sobre el cavallero y con el espada diole un tan gran golpe encima del yelmo, que se lo abolló y metió hasta que le tocó en el casco; y otro mal no le hizo mas de que lo atordesció, que no supo dónde estava. Y Jofré le tiró el yelmo para lo matar. Y entrando en su acuerdo, rogole que huviesse merced dél, y no le matasse; y entonces dixo Jofré:

—La que tú querías haver de mí sin haverte ofendido, que me querías matar.

Tirant 16 (2013) 479Tablante de Ricamonte y de Jofré

Y entonces el cavallero dixo a Jofré:—¿Cómo, no sois vos Diedes el cruel, de Escocia natural, que me matastes a mi hermano sin

causa a traición?Y Jofré dixo:—Por cierto no, que esta es la primera aventura que yo he hecho por mí.Y bolviole a rogar que por Dios le perdonasse. Y Jofré, como le oyó dezir que pensava que era el

que le havía muerto su hermano, pensó que el cavallero tenía razón de hazer lo que hizo, según lo dixo. Y dixo que le perdonava con condición que le dixesse a qué parte era el castillo de Ricamon-te, y que luego se partiesse a la corte del rey Artur, sin ir primero a ninguna parte; y se presentasse a la reina Ginebra su señora y le dixesse que su cavallero lo embiava preso allá a presentarse. Él dixo que no sabía el castillo, más que él le pondría en una abadía de monjes que estava a dos leguas de allí; y que como allí siempre van cavalleros, que podría ser que allí le diesen razón de lo que él quería saber. Y en lo de ir a Camalot a presentarse a la reina, que él lo haría de buen grado. Y luego con estas condiciones le perdonó.

Y luego cavalgó Jofré en su cavallo y el otro a pie; y llevolo, que sabía la tierra, por una senda, y sacolo de aquella espesura, y llevolo al abadía de monjes, y era ya puesto el sol; y los monjes, que los vieron, creyeron que alguna aventura les havía acontescido, y diéronles bien de cenar, y a Jofré hazía bien menester. Y luego que cenaron, el cavallero no quiso quedar allí aquella noche, y díxole que le cumplía ir a Camalot y bolver a su casa, y tomar otro cavallo y buscar a su enemigo. Partiose, y quedó Jofré, y diéronle buena cama, y pensáronle bien su cavallo, que ambos lo havían menester, que havía ocho días que él ni el cavallo no comían.

CAPÍTULO IV. –Cómo el cavallero que Jofré venció se presentó a la reina Ginebra.

Pues, ido el cavallero, Jofré quedó allí cuatro días. Dexémoslo allí, y vamos al cavallero que se partió para ir a Camalot, que anduvo tanto a pie con su lança y su escudo y puesto su yelmo, que llegó a la corte y preguntó por la reina. Y dixéronle qué la quería, y dixo:

—Soy mensajero de un cavallero cuyo nombre no sé, porque no me lo dixo.Y luego en dezir de un su cavallero, vieron que era Jofré; y fueron a la reina y dixéronselo cómo

estava allí un cavallero a pie con su yelmo y lança y escudo; y dezía que era de un cavallero suyo, y la reina dixo:

—De Jofré es el mensajero.Y juntose la corte por ver y oír lo que dezía el cavallero, el cual contó a la reina cuántos días lo

siguió, y lo que con él le acontesció, y dixo:—Señora, yo os hago saber que del espada hasta hoy no nasció tal cavallero ni de tan gentil

tiento, que según yo lo salté no fuera nada matalo, y él hizo tan poca cuenta de mí cual veis. Y agora, señora, que yo me he presentado ante vuestra merced, soy libre para me poder ir, si vuestra merced mandare, porque voy en busca de aquel traidor que me mató a mi hermano.

Y la reina le dio licencia. Y el rey y ella y los de la corte huvieron mucho placer por saber que la primera aventura que havía havido, la huvo buena; y luego el rey mandó escrevirla.

Dexemos al cavallero que a buscar va a su enemigo y bolvamos a Jofré, que quedó en el abadía.

480 Tirant, 16 (2013) Andrea Gea

CAPÍTULO V. –Cómo yendo Jofré a buscar a Tablante topó con un Enano, que era hijo del diablo, y guardava una lança, que se dezía LA LANÇA PELIGRO-SA, por un cavallero que era su señor. Y Jofré se combatió con el cavallero y lo mató, y soltó al Enano y a veinte cavalleros que estavan allí presos en un mo-

nesterio, y los embió a la reina Ginebra a Camalot.

Después que Jofré se halló rezio para caminar y su cavallo estava ya descansado, despi-diose del abad y de los monjes y fuesse su camino, y anduvo más de ocho días que ninguna cosa le acontesció.

Antes se perdió y no sabía hazia qué cabo iva y halló una floresta grande, y atravesola, y salió a un campo llano, que a su parescer no tenía cabo, tan largo era sin parescer montes ni otra cosa, y anduvo por él tres días y tres noches, que nunca halló lugar donde reposar ni comer, ni bever. Y la sed lo fatigava a él y a su cavallo y començó a pensar en la cavallería, y cuán trabajosa era, y que creía que por aquello vivían poco los cavalleros sosteniendo tanta hambre y sed, y caídas, y encuentros y malas camas; y membrávasele de todas las cosas pasadas. Y era más de medio día, y como siempre iva mirando a toda parte, sobre su mano izquierda vido assomar un pino y dixo que pues allí havía pino, que cosa fresca havía allí. Y dexó la vía que llevaba y fuesse hazia allá, desean-do hallar lugar donde pudiesse reposar. Y mientra más andava, más se descubría el pino y otros pinos, y era ya hora de vísperas y hazía gran sol, que era en verano. Y yendo así, sobre la mano derecha vido unas casas y no supo juzgar qué fuessen y era un monesterio de monjes, y como iva muerto de hambre y de sed, y cansado, començó a andar hazia las casas.

Y emparejando con los pinos bolvió la cabeça a mirarlos, y como el sol era un poco baxo, vido arrimado al pino relumbrar una cosa que parescía espejo y tuvo la rienda al cavallo y pensó de ir allá. Y miró que si era cosa de aventura que no estaba para ello, y estava flaco; y también pensó que era cobardía. Y viendo que nadie lo veía, no curó sino de ir su camino a do vido las casas.

E yendo en esto, dixo entre sí que hazía mal y que él havía de dar cuenta principalmente, así que no era cosa de cavallero lo que hazía. Y bolvió la rienda al cavallo, y adereçó a donde estavan los pinos, y allí havía una muy linda fuente y un prado. Y arrimado al pino estava una lança muy hermosa y muy luzida y como la vido, codiciola, y llegó, y puso su lança allí, y tomó la que allí esta-va. Y en la hora que la tomó, salió un Enano que estava detrás del pino, la cosa más espantable del mundo, que dizén que tenía la cabeça tamaña como un haernero y en los ojos havía en cada uno un palmo, y las narizes grandes y cortas, y las ventanas grandes, que por cada una cabía una gran mançana, y los ojos como grandes espejos, y la cabeça hendida hasta las orejas; y el cuerpo tan pequeño, que a mala ves medirían de la cinta a las rodillas un palmo, y su andar era tan poco, que un día no andaría un cuarto de legua; y la voz tenía tan grande, que sonava una gran legua. Y como vido que Jofré tomava la lança, salió detrás del pino como lo solía hazer y díxole:

–Cavallero, yo no sé quién vos hizo osado de llegar a la lança.Y Jofré, cuando lo vido, espantose y parose a mirar su mala catadura, y dixo:–Confunda Dios a padre que tal hijo engendró, que yo creo que tu eres hijo del diablo, ¿cuidás-

melo tú demandar a correr?Y el Enano dixo:–No, mas agora vendrá quien vos lo demandará.Y luego començó a dar tan grandes vozes que el valle todo hazía tronar y Jofré, espantado de ver

tal prisión, miró hazia do el Enano mirara, que era hazia el abadía y vido venir un cavallero armado,

Tirant 16 (2013) 481Tablante de Ricamonte y de Jofré

y no muy de espacio; el cual venía por las vozes que el Enano dava, que así lo tenía por uso. Porque el uso desta aventura era que aquel cavallero havía veinte años que tenía allí aquel Enano y aquella lança, y si algún cavallero passava y la tomava, hazía aquello mismo. Y teníala tan limpia, que de tres a tres días la acicalava, y luego salía aquel cavallero como entonces, y como llegó, dixo:

–Cavallero ¿quién vos hizo osado de llegar a esa lança sin primero saber la costumbre desta aventura?

Y Jofré dixo a la pregunta:–No vos, a lo menos. Pero quiero saber el uso desta aventura.Y el cavallero dixo:–Yo os lo diré pues. Este es el uso, que si alguno la toma que sea cavallero armado ha de hazer

una destas cosas: combatirse comigo, o ir preso allí aquella abadía. Y si se combate comigo, yo lo ahorco de aquellos árboles, y si va preso de su voluntad, en aquel monesterio hay muchos. Allí el monesterio les da de comer y les bezan a texer y coser, y hazer çapatos, por donde ganan lo que han de comer, y si vos esto queréis, allí lo hallaréis.

Y Jofré tomó de aquesto mucho enojo y miró, y vido muchas sogas de hombres que allí havían sido ahorcados, y con enojo le dixo:

–Yo no sé, cavallero, quién sois vos, y no sé cómo vos llaman. Pues que a los cavalleros hazéis texedores y çapateros, y sastres; y de ir allí a los árboles, está en la mano de Dios. Por eso aperce-bíos, que, cierto, he vergüença de oíros.

Y luego se apartaron el uno contra el otro y dexáronse venir cuan reziamente pudieron el uno contra el otro, y diéronse tan grandes encuentros, que la lança del cavallero se hizo pedaços, y la de Jofré, que era la que el Enano guardava, se dobló un poco, pero al fin tan grande fue el encuentro que Jofré dio al otro, que lo botó de la silla y lo hirió malamente, y en tal manera, que dio con él en el suelo. Y como Jofré lo vido en el suelo, apeose del cavallo y tirole el yelmo y tomolo por los cabellos, y llevávalo arrastrando hazia los árboles. Y él vido que su muerte era cerca y rogávale que huviesse piedad dél, y Jofré dixo:

–La que tú has havido de los cavalleros que aquí has ahorcado y huvieras de mí si pudieras.Y cortó una soga de los árboles y ahorcolo, y luego se fue para el Enano, y él, de que vido que

su señor estava en el paso de morir, començó a ir poco a poco, y como no andava nada, alcançolo luego, y por asombrallo hizo que le quería herir, y él, de temor, dexose caer en el suelo a los pies de Jofré, diziendo:

–Señor, no me matéis, que no era más en mi mano, que aquel cavallero anda en veinte años que me tenía aquí por fuerça, y aquella lança yo la guardava y acicalava dos veces cada semana porque relumbrasse.

Y Jofré dixo:–Si tú me prometieres de hazer lo que yo te mandare, yo te otorgo la vida.Y el Enano dixo:–Señor, yo vos lo prometo.Entonces tomó Jofré el Enano y púsolo en el cavallo del cavallero, y diole la lança que él solía

guardar y el escudo. Y Jofré cavalgó en su cavallo y fuéronse al abadía, y los monjes sabían que cuando el Enano dava vozes, que era aventura que passava por allí. Salieron todos con el abad del monesterio a ver qué era y en esto conoscieron que el Enano venía en el cavallo de su señor, y vie-ron que otro cavallero venía allí; y conosciendo la lança peligrosa, entendieron la verdad y en sus coraçones huvieron plazer porque era muerto el cavallero y salieron a recebir a Jofré. Y el Enano les contó todo lo que allí havía passado, y ellos dixeron a Jofré que en hora buena fuesse allí venido,

482 Tirant, 16 (2013) Andrea Gea

que veinte años havía que estava allí aquel cavallero y que allí havía muerto más de diez cavalleros, y que allí estavan presos más de otros veinte. Los cuales luego a la hora salieron allí, las barbas muy luengas y los cabellos crescidos, y fuéronle a besar la mano y él no se la dio, mas dixo:

–Dad loores a Dios, que os ha librado desta prisión.Y entonces el abad mandó curar bien dél y de su cavallo, que lo havían bien menester. Y otro

día de mañana Jofré se levantó y oyó missa, y después hizo llamar al abad del monesterio y a los cavalleros, y delante del abad les dixo:

–Señores, ya veis cuánto bien Dios vos ha hecho en esta deliberación, la cual él hizo por mi ma-no. Ruégoos que seáis conoscidos a él en darle gracias y loores que lo hizo. Y a mí en poner en obra una pequeña cosa que vos quiero encomendar y rogar de parte de cavallería, y es que vais desde aquí, así como estáis, a la corte del rey Artur, y os presentéis con este Enano y esta lança y este es-cudo de mi parte a la reina Ginebra, y le digáis: Señora, vuestro cavallero Jofré os besa las manos y os haze saber que es vivo, y nos mandó que de su parte nos presentássemos a vuestra merced, con todo lo susodicho y el Enano le cuente todo lo que ha passado.

Y ellos se lo prometieron así y otro día se partieron con mucha alegría, y se despidieron del abad y de los monjes, y de todos los del monesterio, y de Jofré, y se fueron a Camalot, y él quedó allí.

CAPÍTULO VI. –Cómo el Enano y los veinte cavalleros se presentaron en la corte a la reina Ginebra.

Luego, los cavalleros, así como estavan con sus barbas luengas y cabellos, se partieron con su

Enano; el cual iva en el cavallo del cavallero que havía sido su amo, y con su lança y su escudo. Y anduvieron tanto, que llegaron a Camalot e hizieron saber a la reina cómo estavan allí y que ve-nían de parte de Jofré su cavallero, la cual luego los mandó subir y entrando, le besaron las manos, y dixéronle:

–Señora, lo primero vos hazemos saber que Jofré vuestro cavallero, el cual es hoy día el mejor cavallero del mundo, es vivo y se encomienda a vuestra merced. Y nos mandó que nos presentás-semos ante vuestra merced para que de nosotros haga lo que mandare. Y que este Enano le diga a vuestra merced lo que en esta aventura le ha acontescido.

Y como vieron cosa tan monstrua, llegose toda la corte; y era tanta la gente que era maravilla, el cual, con una voz gruessa que todos lo oyeron, dixo a la reina todas las cosas que desta aven-tura havéis oído; y la reina holgó mucho, y todos. Y mandó la reina que el Enano y los cavalleros fuessen ante el rey y que le dixessen qué le parescía de su Jofré, que la primera buena havía sido, pero que esta era mejor. Y el rey los recebió y holgó mucho de verlos y más al Enano, y estuvieron allí ocho días, que el rey mandó dar todo lo que les cumplía y vistiolos, y dioles para el camino, y fuéronse, y el Enano quedó en la merced de la reina, y mandaron poner esta aventura en escrito; y dexemos esto así y vamos a Jofré.

Tirant 16 (2013) 483Tablante de Ricamonte y de Jofré

CAPÍTULO VII. –Cómo salió Jofré desta aventura y yendo a buscar a Tablante, topó con Montesino el fuerte, combatiendo una torre por fuerça

una donzella y lo venció.

Dize la crónica que Jofré, a ruego de los cavalleros que le rogaron cuando partían, hizo descolgar al cavallero y enterráronlo muy honradamente. Y él se quisiera partir y a ruego de los monjes quedó, que havían plazer de estar él allí porque Jofré era moço y gentil hombre, y bien cria-do. Y aún porque les havía tirado de allí aquel carnicero que los tenía fatigados y estuvo allí ocho días, y después despidiose del abad y monges, y se fue su camino en busca de Tablante. Y anduvo un mes que nunca cosa que de contar fuesse halló, y havía perdido el camino, y no havía hallado poblado ni persona ninguna tres días havía, sino por campos y por montes. Y él andando en es-ta priessa una mañana, poco más de salido el sol, vido lexos una torre bien alta y cuando la vido holgose en verla, creyendo que allí hallaría algo de comer, porque era entonces la cosa que él más deseava y anduvo cuanto pudo. Y, desque llegó cerca, vido cabe torre una lança hincada en el suelo y un cavallero arrendado a la lança, y un escudo colgado del arzón de la silla. Y como lo vido, dixo:

–Yo creía hallar de comer y creo que he topado puñadas.Y no dexó de andar. Y, desque llegó más cerca, vido un cavallero que trabajava por quebrar la

puerta de la torre, el cual, con lo que hazía y cómo tenía su yelmo puesto, no sentía nada. Y en lle-gando, salió una donzella a unas ventanas y como vido a Jofré, con muchas lágrimas y con mucha fatiga dixo:

–Señor cavallero, por amor de Dios y honra de cavallería os ruego que, si os atrevéis, trabajéis de librarme de las manos deste cavallero que me quiere quebrar essa puerta, como, señor, veis diziendo que me ha de deshonrar. Porque él, señor, me pidió casamiento y mi padre no quiso. Porque él ha seido casado muchas vezes y casasse con las donzellas, y cuando las ha burlado, déxalas. Así por eso mi padre me manda escondiendo porque es muy mal hombre y es muy rico y emparentado, y es muy hombre por la persona, y no osa nadie demandárselo. Y agora ha ocho días que estoy aquí escondida, que no lo sabía, salvo esta mi ama, y él, sobre sospecha, vino aquí y yo pensando que a tal hora me vido, y hame requerido que le abra, y yo no quería; y ha jurado de quebrantar las puertas y deshonrarme. Porque os ruego que me libréis dél, que yo no esperava sino que él entrasse por esa puerta para echarme yo por esta ventana y morir honrada y no vivir deshonrada.

Pues viendo Jofré las lágrimas della y su congoxa y fatiga, y viendo que parescía verdad lo que la donzella decía, díxole:

–¿Vos hacéisme cierto lo que dezis, que no hay en ello otra cosa?Y ella dixo que sí, y que no havía más ni menos. Y entonces Jofré se llegó más hazia el

castillo y díxole:–Señor cavallero, bien havéis visto, por las razones desta donzella, que mi venida no fue aquí

para buscaros. Porque es cierto que mi camino era a otra parte y por otra necessidad que yo tenía, y holgueme mucho cuando yo vi la torre. Pero después que os vi, por cierto me pesó, y agora que yo he oído de aquella donzella lo que me ha dicho, no quisiera haver venido aquí por una villa; y pues Dios y su buena ventura me truxo y ella se me ha encomendado, no creáis que lo tengo de consentir o me ha de costar la vida.

Y el cavallero, cuando esto oyó, así lo que la donzella dixo, como lo que Jofré dixo a ella, eno-jose mucho y dixo:

484 Tirant, 16 (2013) Andrea Gea

–Cavallero, parescerme ya a mí que vos curássedes de ir vuestro camino y no entendiéssedes de pleito ageno, sino hazer el vuestro.

Y Jofré le dixo:–Señor cavallero, esto es uso de cavallería y devéislo vos haver por bien, y no por fuerça querer

entrar, que sabed que vos lo tengo de defender.Y entonces dixo el cavallero a Jofré:–Si vos me dexáis cavalgar en mi cavallo yo os mostraré si me havéis vos de defender la entrada

de la torre.Y Jofré le dixo:–Cavalgad, que esso es lo que a mí conviene.Y luego cavalgó en su cavallo y embraçó su escudo, y tomó la lança, y desviáronse el uno del

otro, y dexáronse venir el uno para el otro. Y diéronse tan grandes encuentros, que ambos junta-mente cayeron en el suelo y la donzella, que estava hincada de rodillas, esperando de ser librada, cuando los vido ambos juntamente caídos, recebió mucha pena creyendo que era por mal de su cavallero. Y luego que ambos cayeron, fueron en pie y pusieron mano a las espadas, y fuéronse el uno contra el otro, y començáronse a dar tan grandes golpes que era maravilla, y cayósele a Jofré el puño de la espada, y sintiolo, y porque no le faltasse al mejor tiempo, dio un salto y abraçose con el cavallero, y, como hombre de gran esfuerço, dio Jofré con el cavallero en el suelo, y queríalo degollar. Y él, como se vido perdido, rogole que huviesse merced dél, y dixo que le otorgaría la vida con dos condiciones:

–La una, que aquella donzella y su padre y parientes, serían dél muy honrados, y no la ofende-ría más. La otra, que se fuesse a presentar de su parte a la corte del rey Artur a la reina Ginebra, su señora, y le dixesse que Jofré, su cavallero, le embiava para su merced, que hiziesse dél lo que quisiesse, y le contasse el aventura, porque la pusiessen en escrito.

Al cual dixo el cavallero que le plazía de lo cumplir todo, y desta manera lo dexó. Y esto hecho, la donzella les abrió la puerta del castillo y los desarmó, y curó dellos, que tenían algunas heridas aunque eran pequeñas, y guisoles bien de comer ella y una su ama que allí estava, y estuvieron has-ta la tarde. Y Jofré dixo al cavallero que sería bien, por la honra de la donzella, que aquella noche no quedassen allí; y que se devían partir cada uno a su aventura. Y así se hizo, que el cavallero se partió a la corte a Camalot y Jofré se despidió de la donzella y de su ama, las cuales le dieron mu-chas gracias por la buena obra que le havían recebido y le dixeron que si allí quería quedar tanto como fuesse su voluntad, que él sería dellas bien servido. Y él se lo agradesció mucho y se despi-dió, y se fue su camino.

Queda agora aquí que Jofré va a buscar sus aventuras, y bolvamos a aquel cavallero que se fue a la corte.

CAPÍTULO VIII. –Cómo Montesinos se presentó en la corte a la reina Ginebra.

Desque el cavallero se despidió de Jofré, anduvo tanto que en quinze días llegó a Camalot. Y entró en el palacio del rey, y hizo saber a la reina que estava allí un cavallero prisionero de Jofré, el cual venía a decirle nuevas dél. Y el rey y la reina holgaron de lo saber y mandáronlo entrar, y

Tirant 16 (2013) 485Tablante de Ricamonte y de Jofré

apeose; y así como venía armado, subió arriba. Y hincó las rodillas ante el rey, y besole la mano así como a la reina, y dixo:

–Señora, vuestro cavallero Jofré os besa las manos y se encomienda en vuestra merced, y le ha-ze saber que es vivo y va deseoso de hallar cosas de aventuras que os sirva, y que agora va de mejor gana en la demanda que iva.

Y cuando el rey y la reina vieron que era cavallero, preguntáronle si era cavallero de sus reinos y dixo que no, sino que era cavallero andante, y natural de un lugar que era cerca de una torre donde Jofré lo halló. Y allí le contó todo como havía passado y cómo era muy grande cavallero Jofré, y aún dixo que de la lança lo halló muy bueno, pero que mejor era de la espada porque tenía mucha fuerça en los braços. Y porque él tenía mucho que hazer, pidió licencia a la reina, y la reina se la dio, y se fuesse.

Y el rey y la reina quedaron mucho hablando en las cosas de Jofré, y mandaron que esta aven-tura fuesse puesta en escrito, de manera que alabassen a Jofré y a sus cavalleros.

CAPÍTULO IX. –Cómo Jofré topó un cavallero que le dixo todas las aventuras que havía en toda la tierra.

Dize la historia que desque Jofré se partió de la torre, que aquel día anduvo hasta la noche, que no sabía por dónde iva ni en qué lugar estava, y hazía bien escuro y nublado. Y de rato en rato parávase a escuchar, por ver si oiría algo por do aquella noche se remediasse; y oyó cantar gallos, y hazia do los oyó bolvió el cavallo, y començó de caminar hazia allá. Y cuando llegó vido que era un monesterio, y como era noche, estavan todos acostados dormiendo, y aunque llamó, no le respondieron. Y detrás del monesterio havía un pradillo y tirose el yelmo y púsolo a la cabecera, y dormiose. Y acaso cerca del día llegó allí un cavallero andante y venía a reposar allí, que lo solía así hazer, y como llegó, huvo conoscimiento de cómo era cavallero andante. Y Jofré despertó, y como lo vido, levantose y saludolo Jofré muy cortésmente y él le respondió muy bien, y Jofré le preguntó que para dó bueno iva camino, y él dixo que para allí, para aquel monesterio. Jofré le preguntó si era cavallero armado y él dixo que no, sino aventurero. Y Jofré le rogó que le dixesse qué aventuras havía en aquella tierra. Y él dixo que muchas havía de passo o por caso, y otras que eran más peli-grosas. Y Jofré le rogó que le dixesse cuáles eran las peligrosas. Y él dixo:

–En tal parte, y entre la Floresta peligrosa y los montes que dizen del Aventura, está una casa encantada y en ella un malato, que dizen que es hijo del diablo; y nunca cavallero hasta hoy ha osado ir allí porque danse muchos que han visto allí muchos a cavallo y jugar, y justar, y correr, y son diablos.

Y Jofré le preguntó que por dó ivan allá. Y él dixo:–No hay camino para allá, pero cuatro leguas de allí hay poblados donde vos informaréis. Y Jofré dixo:–¿Hay más?Dixo:–Sí, que entre Camalot y un lugar que se dize la Rancha está una muy desastrada aventura, que

está un monesterio y en él un cavallero que tiene un Enano, que es hijo del diablo según dizen. El cual es hermano del malato de la casa encantada y no hay cavallero que por allí passe que de muerto o preso escape.

486 Tirant, 16 (2013) Andrea Gea

Y Jofré dixo:–Este cavallero, según lo que yo he oído, muerto es.Y él le preguntó de los cavalleros que tenía presos, qué se dezía dellos, y Jofré dixo:–Quien a mí me dixo dél, me dixo dellos.Y él dixo:–¿Qué, señor, supistes?Y él dixo que los vieron ir a la corte del rey Artur. Y él dixo:–Señor, ¿quién suspistes que venció esta aventura?Y díxole Jofré que un cavallero de la reina Ginebra que ha poco que lo armaron cavallero. Y dixo:–¿Cómo le llaman?Respondió:–¿Por qué lo dezis?Y él dixo:–Porque querría saber quién es, porque allí libró un hermano mío y aún tiró de trabajo, según

yo he oído, que una nuestra hermana fue a la corte a pedir al rey un cavallero que nos librasse.Y Jofré dixo:–Y vos ¿por qué no lo librastes?Y él dixo:–Señor, este cavallero que lo tenía preso es así buen cavallero, que nunca jamás con él se com-

batió ninguno que no fuesse vencido.Entonces dixo Jofré:–Yo no sabría dezíroslo, mas dezid, ¿qué aventuras hay?Y dixo:–En el castillo de Ricamonte hay un cavallero que es assaz peligroso porque no solo los que por

allí passan se combaten con él, mas él sale por todas las tierras a buscar aventuras y cavalleros con quien se combata; y tiene cerca de trezientos cavalleros presos.

Jofré dixo:–¿Hay más?Y él dixo:–Sí, que en el camino está una fuente donde está una visión de una muger del diablo, y anda

allí un su hijo que dizen que es hermano de otros dos que os he dicho. Pero esta, pocos la topan sino por yerro.

Y dixo Jofré:–¿Hay más?Y dixo el cavallero:–¿Y no tenéis hartas si todas las buscáis? Y Jofré dixo:–Si las hallasse yo todas.Y él dixo:–Si más que hallar algo que hazer, yo vos llevaré adonde vos hinchan las manos, porque el rey

de Escocia bastesce agora un torneo adonde havéis de saber que irán todos los cavalleros de toda la tierra. Y vos y quien quiera que tenga gana de hallar cavalleros, crea que los hallará allí, porque soy cierto que de Irlanda siempre vienen allí. Y algunas vezes el rey viene allí secretamente, por-que el rey de los cient cavalleros jamás dexa torneo ninguno de estos, porque es el mejor y más valiente cavallero del mundo. Pues de los cavalleros de la Tabla Redonda muchas vezes solían

Tirant 16 (2013) 487Tablante de Ricamonte y de Jofré

venir allí. Así que si allá is, no os faltará qué hazer, y aunque digáis que no podéis a todo, sino porque parescía que preguntávades por las aventuras de la tierra, yo no os diera más de aquellas. Pero si a este torneo vos queréis ir, dende aquí vos hago saber que no os podéis ir sino por tierra de Normandía. Y toda la tierra atraviessa un río tan grande y en todo él no hay sino una barca, que está cabe un castillo que se dize el castillo Normando, y no hay otra passada para aquella tierra sino por allí. Y allí en aquella barca hay unas malas condiciones, que los hombres llanos y de otra suerte pagan cierta cantidad de dineros y los cavalleros tienen otra condición, y es que como la barca está cabe el castillo, si va uno o dos y demandan passaje, no se lo dan hasta que se junten diez cavalleros, y desque están juntos diez salen del castillo otros diez, de veinte que allí están siempre. Y passan acá a nuestra parte y los que van de acá hanse de combatir con los del reino y en manera que uno por uno se combaten. Y si los del reino de Normandía vencen al uno de los de acá, hanse de combatir con los cinco, y si todos los cinco vencen, no les han de dar posada a los cinco ni a los otros cinco; y si el cavallero que va de los diez vence, hace de combatir con todos los otros y hasta que todos diez los vença, no passará. Y si por caso llegan cinco y piden passaje, havéis de saber que son obligados a dezille si saben la usança de la tierra, y agora digan sí o no, se le han de dezir, y es esta: que passan diez cavalleros de los del castillo y los cinco se han de combatir uno por uno con ellos en esta manera: que si el uno dellos, el primero de los diez vence al primero de los cinco, no hay allí más que hazer, sino luego se vuelven que no han de passar los cinco; y si el primero de los cinco vence al primero del reino, ha de hazer armas con todos diez. Y si al medio tiempo el del reino venciere, ha de entrar otro de los cinco, de manera que, para passar, con todos diez se ha de combatir. Pues los del reino de Normandía tienen allí siempre veinte cavalleros especiales, de manera que a esta causa no passa por allí cavallero ninguno o muy pocos.

Y Jofré dixo:–Este torneo, ¿comiénçase presto?Y dixo el cavallero:–De hoy en diez días.Pues como Jofré era moço y no havía salido sino entonces, no sabía de aquellas cosas nada,

aunque havía oído dezir y codició hallarse allí y dixo en su coraçón que veinte días más o menos no hazían al caso, y que quería ir allí, y dixo:

–Veamos, señor, ¿no dexan passar menos de cinco?Dixo el cavallero:–No.–Pues veamos, señor, ¿creéis que vendrán por aquí algunos cavalleros?Y él dixo:–Yo, señor, lo querría.Y dixo entonces Jofré:–Según eso, vos, señor, ¿allá vais?Y él dixo:–Cierto, señor, si compañía hallo, si iré.Y Jofré dixo:–Vamos vos y yo.Y el cavallero bolvió a dezir:–No curéis de pensar en esto, que no aprovecha nada porque a lo menos hemos de ser cinco, y

aun señor, a la verdad, yo querría que fuéssemos diez.Y el cavallero dixo a Jofré:

488 Tirant, 16 (2013) Andrea Gea

–Si vos, señor, queréis esperar, yo esperar tengo por fuerça por estas cosas que os diré: lo uno porque soy cierto que a este torneo ha de venir un cavallero que se dize Balián el Brun, que es uno de los buenos cavalleros del mundo. Y en otro torneo que el rey de Escocia basteció otra vez me hizo una afrenta grande porque él vino allí con cinco compañeros y yo me hallé con diez, que pas-samos esta misma barca con las condiciones dichas. Y porque uno de los compañeros que comigo ivan era su pariente, juntose con nosotros, y començado el torneo, él los apartó algunos dellos y se junto con la parte contraria nuestra, y nos desbarataron. E yo, señor, voy agora determinado de serle contrario, y también voy a ver si por caso va allí algún hermano o hermana mía, como se acostumbra a hazer en estos torneos.

Y Jofré, viendo la gana deste y por provar qué cosa era torneo, y por ver lo de la barca, díxole:–Pues, cavallero, si vos is dese propósito, así por la compañía deste poco tiempo, como por

enojo que tengo y de la descortesía que os hizo ese cavallero que dezís ha de venir, yo deseo ir allá. Y si me lo mostráis, podría ser que vos fuéssedes bien satisfecho, y si hay aparejo para que la barca passemos.

Y de allí tomaron mucha amistad y acordaron de esperar a que se juntassen diez, como era uso y costumbre, y dixeron:

–No es razón que estemos en este monesterio si hay adonde.Y dixo el cavallero:–Señor, yo sé no lexos de aquí una casa de un florestero, donde no recibe sino cavalleros todos.Entonces se fueron de allí, despidiéndose de los frailes donde estavan allí. Y ellos allí en la casa

fueron muy bien recebidos y comieron, y después que huvieron comido, vieron venir un cavalle-ro con sus armas, según uso de cavalleros. Y antes que llegasse conosciole el cavallero compa-ñero de Jofré, y dixo:

–Yo conoçco a este cavallero que aquí viene, que es un muy buen cavallero y se llama Diome-des, en las armas y el cavallo.

Y como llegó habloles bien y ellos a él, antes que se apease dixo el compañero de Jofré:–Señor Diomedes, los torneos vuestros y para vos son.Y él dixo:–Cierto, me holgué mucho con ellos.Y apeose y dio el cavallo al florestero, y él púsolo con los otros de Jofré y de su compañero, y

llegosse a ellos, y preguntáronle a dónde iva, y él dixo:–Ya, señor, vos dixistes. Voy, señores, a este torneo de Escocia, si acaso no lo estorva la barca

o una de dos maneras, o que no nos juntemos diez cavalleros o que sea nuestra desdicha de que-darnos acá.

Y él dixo:–Para juntarnos buen comienço hay, que somos ya tres: vos, y este señor e yo.Y entonces Diomedes apartolo y preguntole quién era, y él dixo que no sabía más de cuanto en

el monesterio del campo se havían juntado, y le parescía cavallero de buenos desseos aunque era moço, y contole todo dende la hora que se juntaron hasta entonces. Y él dixo:

–Plázeme agora de hallarvos aquí a ambos: plazerá a Dios que vendrán más.Y luego diéronle de comer y comió, y esperaron a ver si venían más. Y otro día, sobre tarde,

vieron venir dos cavalleros, los cuales venían con aquel mismo temor de no hallar compañía para passar, y que no llegarían a comienço del torneo. Y como llegaron hablaron muy bien y Jofré y sus compañeros los recebieron muy bien, y ellos dixeron:

–Señores cavalleros, ¿havrá donde nos alverguemos?

Tirant 16 (2013) 489Tablante de Ricamonte y de Jofré

Y ellos les dixeron:–Sí, señores: porque no hay más de nosotros tres y la casa es harto grande.Y ellos se aperaon y llamaron al florestero, y tomó los cavallos. Y en esto hízose hora de cena y

cenaron, y desque huvieron cenado saliéronse al campo. Y como Jofré cada día se le hazía un año por ver el fin deste negocio y por se ir en la su demanda, apartolos a todos y díxoles a los cavalleros que vinieron a la postre:

–Señores, estos cavalleros y yo con ellos, estamos aquí por ir a ver el torneo de Escocia y fué-ramos ya partidos si no fuera por un vellaco uso que me dizen que hay en el camino una barca, de cuya causa esperamos compañía. Y si vosotros, señores, vais para este torneo y queréis nuestra compañía para allá, nosotros queremos la vuestra para allá y para la barca.

Y ellos respondieron que lo havían a buena ventura la compañía nuestra, mas que era grande cosa la passada de cinco y que devían esperar hasta que fuessen diez. Mas que, si todavía acorda-ban de passar los cinco, que ellos lo havían por bien, de manera que se concertaron. Y otro día de mañana se partieron de allí todos cinco y fueron su camino, y en seis días llegaron a la passada del río, y era bien de mañana; y los del castillo viéronlos venir, y dixeron:

–Ciertamente tenemos batalla, que cinco cavalleros vienen.Y dixo uno:–Quiçá que los querrán esperar que se junten diez.Y en llegando, apeáronse en unas casas que allí estavan, donde se alvergavan todos los que allí

ivan y comieron, y luego cavalgaron y fuéronse al río, y dixeron que querían passaje. Y aquel que tenía la barca les preguntó si sabían el uso de la barca y dixo el compañero de Jofré:

–Yo lo sé ya por mis pecados, que dos vezes he passado y dos vezes he quedado por muy ruín.Y Jofré le dixo:–Pues agora por bueno passaréis, si plaze a Dios.Y oyolo el de la barca y dixo así:–¿Tal os sentís? Pues tomadvos la mano, que bien hay aquí qué hazer y aún que sobre para

otro y otros.Y Jofré calló. Y así como los del castillo que los vieron armáronse diez dellos y luego vi-

nieron a la barca, y passaron a donde estava Jofré con todos sus compañeros. Y como quier que Jofré tenía pensamiento de ser él el que solo huviesse de combatir, dixo:

–Señores cavalleros, aquí han dicho la usança de la barca y en esto no hay que hablar, mas el que se diere por vencido quiero saber si lo ha de matar el que venciere o cómo ha de ser.

Y ellos dixeron:–Pues si vos no lo sabéis y lo saben essos otros, dexaldos a ellos, pues ellos lo saben.Y él dixo:–A todos va, el que quedare por parejo, vamos al que se ha de combatir y sabrá qué le

conviene hazer.Y ellos dixeron:–La condición es esta: que si derriba uno a otro, es vencer; y si muere, es sin pena el vencedor;

y en el lugar del muerto ha de entrar otro, si se otorga por vencido, cavalgando o a pie es vencido. Y si de heridas muere, no hay pena; y si pierde la lança sin quebralla, es vencido; y si la quiebra, a de dar otra; y lo demás de la usança ya sabéis.

Y entonces, cada uno de los cinco pidió la justa primera y no se concertavan, y Jofré callava. Y desque los vido así, como era hombre de buena criança y muy cortés, con dulces palabras los enamoró y pidió la justa. Pues ellos, viendo que no se podían concertar, otorgáronsela, y Jofré

490 Tirant, 16 (2013) Andrea Gea

dixo a los cavalleros que se apercibiesse el que se havía de combatir con él. Y entonces uno dellos apartosse como era uso y costumbre, y fuéronse el uno para el otro cuanto los cavalleros pudieron llevar, y diéronse sendos encuentros. Y Jofré sacó al cavallero de la silla y dio con él un muy gran golpe en el suelo, y Jofré dixo:

–Yo vos digo que creo que tengo hazienda començada y para algún rato harto que hazer.Y oyolo uno de los nueve cavalleros que quedavan y dixo:–¿Cómo, cavallero, pensáis que con todos havéis de combatir así? No lo creáis, que acá

hay cavalleros.Y con mucho enojo dixo:–Pues apercebíos.Y vino a él de manera que Jofré no se pudo aprovechar de su lança y diole un encuentro fuera

del escudo que le passó las armas y no le hirió. Y Jofré, viendo la reindad con que le acometió, desviose dél y ambos se bolvieron a encontrar y quebraron ambos las lanças y pusieron mano a las espadas. Y començáronse a dar muy grandes cuchilladas, y como Jofré era mejor cavallero del espada que no de la lança, començó a darle tan grande priessa que el otro no lo pudo sufrir y echó a huir dándose por vencido. Y Jofré bolvió a los otros y vinieron uno a uno los dos dellos, y a ambos los echó a bolar de los cavallos abaxo; de manera que no quedavan sino seis y huvieron su consejo, y dixeron:

–Este no es hombre, sino diablo, mas, aunque más lo sea, él está cansado y con los otros bien nos avendremos. Vamos todos juntos a él y encontrémoslo y derriballo hemos, y los otros huirán.

Y luego lo pusieron en obra. Y juntáronse luego todos seis, unos por acá y otros por allá dieron en él; y él tuvo tan buen tiento que no le derribaron. Y sus compañeros, que estavan espantados de las cosas que Jofré hazía, cuando lo vieron así maltratar, fueron a ayudalle, y Jofré dio a uno una lançada que le passó de parte a parte que cayó luego muerto; y Diomedes lo hizo tan bien que derribó dos cavalleros. Y como Jofré vido que se ivan recogiendo a la barca por passarse de la otra parte [y] dexallos allí, corrió y puso las piernas al cavallo, y saltó dentro, y puso mano a la espada, y apeose, y al primer golpe dio con uno dellos en el agua, y fue tras de otro. Y en esto recogiéronse sus compañeros a la barca y botáronlos a todos. Y los del castillo cuando vieron el desbarato co-mençáronse a armar todos diez y vinieron al río por defender la salida, y Jofré y sus compañeros guiaron la barca el río abaxo, y diéronse tal priessa que, cuando ellos llegaron, ya ellos estavan fuera; y como no venían juntos, arremetieron con ellos y de tal manera los acometieron que los desbarataron y derribaron dos dellos, y fueron heridos unos tres dellos. Y Jofré y sus compañeros andavan allí y aquel Diomedes como un león, pues a Jofré no le vagavan las manos, y llegaron con ellos hasta el castillo, y los del adarve con saetas y piedras lo defendieron, y Jofré dixo:

–Señores, a mí me paresce que harta honra havéis ganado hoy; porque no devemos estar aquí, no se recrezca gente y nos venga algún daño.

Y ellos dixeron que era bien. Y bolviéronse y tomaron camino de un monesterio que Diomedes sabía, que estava a unas seis leguas de allí, y anduvieron toda la noche. Y otro día bien temprano llegaron al monesterio y los frailes los recebieron bien y los aposentaron, y les dieron todo lo que huvieron menester. Y estuvieron allí ese día y otro, y allí se concertaron para ir al torneo, y dixo Diomedes:

–Para el día del torneo que se ha de començar nos quedan seis días. Pues razón es que nosotros lleguemos dos días antes, así porque reposen los cavallos, como por saber quién viene al torneo y cómo lo conciertan, como por dar nuestro concierto.

Tirant 16 (2013) 491Tablante de Ricamonte y de Jofré

Y ellos dixeron que era bien. Y otro día de mañana pertiéronse para ir a Escocia, donde se havía de hazer el torneo; y ellos allá buscaron adonde estuviessen a su plazer ellos y los cavallos, y allí esperaron el torneo.

Y el primero día cavalgaron en sus cavallos y fuéronse allá, y miraron el lugar donde se hazía. Y vieron cómo todo alderredor estava lleno de cadahalsos de madera para donde mirassen las due-ñas y donzellas y cavalleros. Y más abaxo havía otros donde mirassen los pueblos, y vieron que havía otro donde havía de estar el rey y la reina, y los juezes que havían de juzgar el torneo. Y aquel día primero no huvo muchos cavalleros, sino pocos, y con todo anduvo bien el torneo y paresció bien porque no havía parcialidad, sino unos con otros torneavan. El segundo día bolvieron allá también a mirar el torneo y vino el rey de los cient cavalleros, y él en persona entró en el torneo, e hízolo tan bien que, con diez cavalleros, cinco suyos y cinco que se le juntaron de los del día antes, venció el torneo. Y Jofré y sus compañeros cada día venían allí a ver el torneo, y a Jofré le parescía tan bien que no veía la hora que hallarse en él.

El segundo día llegó un cavallero y traía consigo seis cavalleros, y con él se juntaron algunos cavalleros; y a la otra parte entró el rey de los cient cavalleros con los cinco suyos y otros diez que con él se juntaron, y començose el torneo muy grande. Pero al fin el cavallero, cuyo nombre en-tonces no se sabía, venció al rey de los cient cavalleros y desbarató el torneo, y con esto se fueron. Y otro día de mañana salieron todos cinco como solían y preguntaron que quién era el cavallero que el día antes havía desbaratado el torneo, y dixeron que era Balian el Brun; y Jofré, cuando lo oyó, dixo:

–¿Es este vuestro amigo el que me dixistes que os havía hecho el afrenta?–Sí.Dixo él, y dixo:–Pues hagamos así: dexémoslos entrar en la mayor priessa y entremos y desbaratémoslo.Y Diomedes dixo:–Señor, a mañana hay tiempo.Y en esto anduvo el torneo y el dicho Balián llevó lo mejor, y fuéronse. Y otro día dixo Jofré a

sus compañeros:–Hoy es razón que entremos en el torneo, pero, porque yo no lo he usado, hemos de hazer así:

entrar cada uno por sí y dar nuestras bueltas y no acostarnos a ninguna parte.Y así se hizo. Aquel día no huvo vencimiento a una parte ni a otro. Y otro día llegaron cinco

cavalleros del rey de Irlanda y aún creía que el rey en persona iva allí, pero no porque de cierto se supiesse, y pusiéronse a un canto del torneo. Y luego el rey de los cient cavalleros, con seis ca-valleros, púsose a otro; y luego Balian el Brun con seis cavalleros, y púsose a otro; y Jofré y sus compañeros entraron a la postre. Y aquel cavallero que era su compañero, que tenía el omezillo con Balián, dixo a Jofré:

–Aquel de aquellas viseras pardillas es Balián, de aquel hemos de curar.Y luego se començó el torneo, tan bravo que era maravilla. Y aquel día no se pudieron vencer

unos a otros y el torneo se despartió, y todos se fueron a sus posadas. Otro día juntáronse el rey de los cient cavalleros y Balián a una parte y con ellos muchos otros cavalleros, y vinieron de maña-na y entraron en su palenque, y luego vinieron los cinco cavalleros de Ibernia, y pusiéronse a otra parte; y luego vino Jofré y sus compañeros y vieron que Balián buscava favores y llamava a los del reino de Irlanda, y dixeron:

–Allí hay más de veinte cavalleros y según paresce que todos son contra nosotros, y nosotros conviene hoy que todos diez hagamos más que ellos.

492 Tirant, 16 (2013) Andrea Gea

Cada uno dellos dixo que lo que le cupiesse en parte, que él lo trabajaría. Y entraron en su torneo y Jofré adereçó luego a Balián, y Diomedes adereçó al rey de los cient cavalleros. Y Jofré, a pocos golpes, dio con él en el suelo y començó a dar por los otros. De manera que todos diez des-barataron el torneo y se salieron, y los de Balián tuvieron harto que hazer para ponerle en cobro, que iva muy atordido de la cabeça de los golpes que Jofré le dio. Y así se desbarató el torneo y Jofré y sus compañeros se fueron a su aposentamiento, y el rey y todos quedaron maravillados de Jofré, que tal anduvo en aquella lid; y el rey y la reina y los cavalleros dixeron que era razón saber quién era aquel cavallero, y pensó el rey que otro día, si allí bolviesse, embiaría tras dél para saber dónde era su aposentamiento.

Y otro día Balián habló con los del rey de Irlanda y rogoles que se juntassen con él para encon-trar aquel cavallero, y ellos lo hizieron. De manera que cuando fueron en el campo se juntó Balián el Brun, que estava ya bueno, con sus cavalleros, y vino el rey de los cient cavalleros y juntosse con él, y vinieron luego los de Irlanda y juntáronse con él. Y cuando Jofré y sus compañeros vinieron y los vieron juntos, dixeron:

–Esta es maldad formada contra nosotros, porque ayer lo heximos bien y agora conviene que lo hagamos mejor, esperemos a ver si se llegarán algunos, sino nosotros conviene entrar en el campo.

Y en esto juntáronse otros cuatro o cinco con ellos y dixo Jofré:–Razón es que salgamos.Y salieron al campo. Y como el rey vido y sintió lo que ellos hazían, y cómo se juntavan contra

aquel cavallero que lo havía hecho tan bien, mandó a ciertos cavalleros que lo tomassen y le ayu-dassen. El torneo començado, hiziéronlo Jofré y sus compañeros tan bien que, cuando los del rey llegaron, ya no havía hombre que osasse esperar a Jofré; y el torneo desbaratado, ellos se fueron. Y el rey embió a saber cómo se dezía aquel cavallero y no quiso dezir su nombre.

Y otro día vinieron y dixo el rey que era razón partir el campo por medio, y Balián escogiesse los que quisiesse y los otros diessen al otro cavallero, y Jofré dixo que no quería, sino que cada uno con su aventura. Y luego salieron al torneo y Balián y el rey de los cient cavalleros se juntaron, y con ellos otros muchos. Y los del reino de Irlanda, viendo la bondad de los cinco cavalleros de Jofré y de los suyos, se juntaron con él y començose el torneo. Ellos eran diez y juntáronse con ellos dos criados del rey de Escocia, y todos lo hizieron tan bien, que antes de medio día ellos des-barataron el torneo de tal manera que no hallavan Jofré y sus amigos cavalleros que les esperassen. Y entonces ellos se fueron y el rey mandó a un criado suyo que los siguiesse para saber su posada, y desque los dexó aposentados, bolvió, y díxolo al rey. Y el rey, acabando de comer, demandó un cavallo, y él solo y aquel moço con él fueron allá, y en llegando conosciéronlo los cavalleros, y Jofré no los conosció. Y ellos levantáronse y fuéronle a besar la mano y el rey no se la quiso dar y metiose en razones con ellos, y díxoles que les agradescía mucho querer venir a su torneo, y más haverlo hecho como lo havían hecho; y que les rogava que les pluguiesse mostrar las armas para ver los golpes que tenían, también que le mostrasse cada uno su cavallo. Y desque Jofré sintió que era el rey, pesole dello por no ser descubierto, porque el rey Artur su señor no supiera que él ha-vía dicho que iva en busca de Tablante, que dexava la demanda e iva a buscar torneos, e hizo que no conoscía al rey, antes se estuvo en pie y los otros mostraron al rey sus armas y sus cavallos; y a cada uno preguntó por sus nombres, y todos se lo dixeron, y de qué tierra eran. Y no se contentó porque no vido las armas y el cavallo de Jofré, porque aquel havía vencido los torneos todos, que el rey lo mirava muy bien; y vido el rey su cavallo y conosciolo, y dixo:

–Amigos, ¿cúyo es este cavallo?Y ellos dixeron:

Tirant 16 (2013) 493Tablante de Ricamonte y de Jofré

–Señor, es deste cavallero.Y entonces Jofré hincó la rodilla y fuele a tomar la mano, el rey dixo:–Primero que os la dé, me havéis de mostrar vuestras armas.Y entonces uno de sus compañeros las traxo y cuando las vido conosciolas, y dixo:–¿Estas son vuestras armas, cavallero?Y Jofré dixo:–A servicio de vuestra merced, y yo con ellas.Y el rey le dixo:–Darvos he yo la mano agora, cavallero, si me la queréis besar por mío, que, cierto, yo holgaría

que fuéssedes mío y que estuviéssedes en mi corte; porque vos ruego que me digáis vuestro nom-bre y de qué tierra sois, y si vos plaze lo que dixe.

Y Jofré dixo:–Señor, vuestra merced tendrá en su corte tantos y tan buenos cavalleros, que de mí havrá poca

necessidad; pero, por honrarme vuestra merced, me plaze de serlo, y así lo tomo yo. Yo soy ageno y no soy mío para determinar de mí lo que quiero hazer, dezir mi tierra y mi nombre será desta manera: mañana es el postrero día del torneo, si plaze a Dios nosotros iremos allá por honrarlo; mandad pregonar que todos entren en él sin compañía y mire vuestra merced al que mejor lo hi-ziere y dele las gracias, y si yo lo hiziere tan bien, que yo sin vergüença pueda dezir mi nombre y tierra, yo lo diré. Y por agora suplico a vuestra merced que se quede.

Y el rey lo huvo por bien y le prometió de mandar hazer el pregón essa tarde y otro día, y así se hizo, y él se bolvió y ellos quedaron. Y otro día acordaron de llevar tales señales que se pudiessen conoscer unos a otros porque se salvassen.

Y entraron en el campo los del rey de los cient cavalleros y departiéronse todos los de Irlanda, y los de Escocia, y los de Balián el Brun también. Y Jofré y sus compañeros entraron cada uno por sí, todos con condición que se ayudassen unos a otros, y començose el más honrado torneo que havía sido en todos los días pasados. Y duró dende hora de las nueve hasta más de medio día, que de cansados se havían ido uno a uno la metad de ellos. Jofré traía enojo con Balián el Brun y bus-colo, y en hallándolo, començó a darle tan grandes golpes que era maravilla, tanto se desatentó, que no sabiendo lo que hazía, salió por la puerta del campo por do lo huvo perdido; y los suyos desmayaron. Así que el rey de los cient cavalleros no lo pudo tirar a Jofré y todos se salían, que no quedó en el campo sino Jofré y Diomedes, y un cavallero del rey de los cient cavalleros; que unos atormentados y otros de cansados, y otros de sed, así que todos se ivan. Y desque Jofré vido que el torneo era acabado y nadie no salía, él se llegó al cadahalso donde estava el rey, e hizo su mesura, y dixo que por quién quedava en el camp. Y el rey dixo que por él y que él havía vencido aquel torneo. Y luego dixo a todos que se saliessen del campo y él dio ciertas vueltas al galope por el campo do el torneo se hazía, y desque vido que no salía ninguno a él, fuesse, y sus compañeros con él, y el rey dixo:

–Aquel cavallero irse ha sin decirme su nombre ni que en esta tierra sepan quién es.Luego el rey cavalgó en un cavallo a gran priessa y fuesse allá, y ellos que se acabavan de apear

y el rey que llegaba. Y ellos, cuando lo vieron, fuéronle a besar la mano y el rey no se quiso apear, antes rogó a Jofré que le dixesse su nombre y de qué reino era. Y él dixo:

–Si vuestra merced me promete dos cosas que le pediré, yo lo haré.El rey pensó que eran algunas grandes mercedes y le dixo que se las prometía.–La una es que mi nombre de aquí a tres días no lo digáis, y la otra es que vos, señor, embiéis

un escudero por mensajero a un rey cúyo soy.

494 Tirant, 16 (2013) Andrea Gea

Y él dixo que lo haría y que otra merced mayor quisiera que le pidiera; y entonces apartó al rey y dixo:

–Señor, a mí me dizen Jofré, hijo del conde Donasón, cavallero de mi señora la reina Ginebra y criado del rey Artur mi señor; y lo que el mensajero ha de dezir es, señor, lo que este cavallero le contará de lo que nos ha acontescido dende el día que en un monesterio nos juntamos. Y por-que yo, señor, no he de hazer sino comer y partirme, este señor irá luego a vuestra merced y se lo contará.

Y el rey holgó mucho de saber que era de la corte del rey Artur y diole muchas gracias por ha-ver venido a su torneo, y el rey se fue a comer, y ellos quedaron. Y el cavallero le prometió de ir a palacio para dar orden en que el rey hiziesse mensajero a Camalot, y así se hizo. Y cuando el rey Artur y la reina supieron la aventura de la barca y del torneo, holgaron mucho dello, como solían hazer de sus cosas y maravillávanse estar tan luenga tierra de donde iva.

Dexemos esto y vamos, que el torneo acabado, essa noche dixo Jofré a sus compañeros:–Señores, yo, por ver este torneo que nunca havía visto, dexé de ir en una demanda en que iva,

que me va en ello mucho. Porque yo, señores, luego de mañana me quiero partir y yo querría ir muy derecho a un lugar que se dize Ricamonte, y no sé el camino.

Y Diomedes le dixo:–Bien lexos es de aquí, en especial que no queréis bolver por la barca y no podréis ir sino por

Celestín, que es un castillo muy fuerte y bien poblado. Y allí el señor del castillo es un hombre de plazeres y fue y aún es muy buen cavallero de la lança, y que no passa por allí nadie sin com-batirse con él, en esta manera: el camino passa cerca del lugar y está una campana en un árbol y un moço con ella, y en passando un cavallero, dízele: señor, tocad essa camapana. Y unos adrede por ver a qué fin lo dize, otros pensando que es uso y costumbre, otros por no mirar, tócanla. Y en tocándola, luego salen del castillo cinco o seis esforçados cavalleros y llévanlo allá, y dize que se quiere combatir con él. Y él toma una gruessa lança y al primer encuentro caen todos, y riense dello, y házelos aposentar, y danles lo que han menester, y que se vayan cuando quisieren. Y como es hombre muy honrado y metido en edad, nadie lo ha por mal y yo certifico que son pocos los que no derriba.

Y Jofré deprendió bien el negocio y despidiose de sus compañeros y fuesse andando por sus jornadas, y llegó a una abadía dos leguas de Celestín, donde estava el cavallero anciano que le dixeron, con quien se havía de combatir. Y llegado al monesterio, apeose y aposentáronle bien; y él preguntó si havía allí carpintero y los frailes dixeron que sí, porque este monesterio se edeficava agora. Y él calló por entonces. Estuvo allí aquel día y otro día llamó al carpintero y buscó un pa-lo luengo y derecho, de la holgura de su lança, y un palmo más, hílozo asserrar de manera que se pudiesse bien dolar y acepillar, y hízole hazer una muy buena lança y más gruessa dos vezes que la suya, y púsole su hierro. Y desque huvo hecho su lança, despidiose de los frailes y fuesse su ca-mino, y en llegando a donde el moço y la campana estava, dixo el moço:

–Señor, por cortesía, tomad esta soga y tañedme esta campana.Y Jofré le dixo:–Hermano, ¿qué viste en mí, por qué me juzgaste por sacristán que tañe campanas? Mas es tu

oficio que no mío.Y passose Jofré y el moço tornole a dezir otra vez que tocasse la campana. Y él, porque su

pensamiento era buscar a Tablante de Ricamonte, no havía gana de entender en otras cosas. Y el moço, desque vido que él no la quería tañer, tañola él; y luego salieron seis cavalleros armados,

Tirant 16 (2013) 495Tablante de Ricamonte y de Jofré

y como lo vieron ir ya desviado, pensaron que havía tañido y que se havía ido haciendo burla; y alcanzáronlo, y dixéronle:

–Cavallero, ¿por qué havéis hecho burla de nos?Y él les dixo:–¿En qué hize yo burla?Y ellos dixeron:–En que tocastes la campana y vos is riendo.Y él les dixo:–Antes me paresce que esse moço que allí tenéis es el que hizo la burla de vosotros, que os hizo

venir a su son.Y ellos dixeron:–Agora sea él, agora seais vos, andad acá ante mi señor.Y él, porque no le llevassen por fuerça, fue con ellos, y cuando llegó estava ya el cavallero ar-

mado que quería cavalgar. Y como vido a Jofré y le vido la lança que era tan gruessa como la suya, maravillose y pensó qué cosa era aquella, que no pensó lo que Jofré pensó, y dixo:

–Cavallero, más ha de un mes que por aquí no passó ningún cavallero con quien passássemos tiempo y riéssemos, y holgássemos, sino vos, si vos mandáis limpiamente que nos demos sendos encuentros.

Y Jofré dixo:–Cierto, señor, yo llevava otro mayor cuidado, de cuya causa yo no quisiera detenerme, y qui-

siera huir el comienço de ese encuentro limpio que dezís. Pero, pues acá estoy, eso me da que sea uno que diez, que sin orden de cavallería me guardáis, yo vos digo que uno y diez, y tan limpios que, si no es de sangre, de otra cosa no los hayan de limpiar.

Y el cavallero dixo:–Nos vos enojéis, señor, sino riamos y hayamos plazer.Y Jofré apartose y el cavallero también, y diéronse sendos encuentros muy buenos; y como las

lanças eran gruessas no se pudieron quebrar, pues derribar menos. Y tornaron otra vez asi mismo como primero se encontraron, y Jofré, de enojado, dixo:

–Señor, no os riáis, quiçá que con las lanças no os viene la gracia de reír; si queréis, hayámoslo a las espadas y quiçá reiréis de verdad.

Entonces el cavallero dixo a Jofré que le plazía y dexaron las lanças y pusieron mano a las es-padas, y començáronse a acuchillar; y dávanse tan grandes cuchilladas que era maravilla, y los suyos dezían: hallado ha nuestro señor quien le da qué hazer. Y juzgaban a Jofré por tan buen cavallero como a su señor, y Jofré ívase ensañando y començó a dar tal priessa al cava-llero que lo sintió bien y dixo:

–Cavallero, yo estó aquí en este castillo; lo que hago, no es sino por passar tiempo con los que por aquí vienen, que no tengo otro pasatiempos. Y si vos queréis llevar esta batalla al cabo, yo ha-zerlo he, pero no porque yo lo he gana ni menos lo dexo por falta de fuerça y esfuerço, mas yo no estoy en edad de más de passar tiempo, que tiempo fue que aunque vos lo quisiérades dexar no quisiera yo, y si vos os contentáis que yo os dexe por tan bueno como yo, agradecérvoslo he.

Y entonces Jofré, viendo que de allí ni se esperava perder ni ganar, dixo que como él mandasse; pero que le hazía saber que aquella lança havía hecho en el camino para él y que pues no era para más que la mandasse tomar y darle otra. Y el cavallero le rogó que se quedasse allí algún día, por-que quería conocerle para más adelante, y él dixo que no lo podía hazer porque le iva mucho en su

496 Tirant, 16 (2013) Andrea Gea

partida. Y viendo aquello mandole sacar las lanças que tenía de gran tiempo, que escogiesse una entre ellas; y él así lo hizo, que escogió una muy buena. Y el cavallero le dixo:

–Llevadla y plázeme, que a mi ver se emplea bien en vos; porque yo hize en este mundo mu-chas cosas buenas con ellas.

Y Jofré se despidió dél y fuesse su camino. Y dende a seis días, yendo un día pensando en sus aventuras que le havían recrescido buscando a Tablante y como ya no quisiera hallar tantas, por miedo de perder la principal que era buscar a Tablante, perdiesse.

CAPÍTULO X. –Cómo yendo Jofré en busca de Tablante de Ricamonte halló una donzella y un cavallero, y por librar la donzella se combatió

con el cavallero y lo venció.

Dize el libro, que yendo Jofré sin cuidado de hallar ninguna aventura y bien cansado y muerto de hambre y de sed, y su cavallo también, sino con pensamiento de ir a buscar a Tablante al cas-tillo de Ricamonte, y yendo su camino, su cavallo bolvía de rato a rato a mirar el camino a mano derecha. Y tantas vezes se lo vido hazer, que bolvió la cabeça a mirar qué era; y vido venir por una senda que venía a dar al camino una donzella encima de un palafrén a uso del tiempo; la cual ve-nía en busca de Jofré. La cual era hermana del cavallero que os diximos que havía dicho a Jofré las aventuras que havía en aquella tierra y hermana de uno de los cavalleros que Jofré havía librado en el abadía que os contamos del Enano. Y cuando ellos llegaron a la corte, havía tres días que esta donzella estava allí suplicando al rey que le hiziesse justicia de aquel cavallero, que havía diez años que le tenía allí aquel su hermano preso con los otros; y porque no havía cavallero en la corte, estava detenida. Y en este tiempo llegó el Enano y los cavalleros y ella conosció a su hermano y hablole, y contole lo que le havía acontescido a Jofré y al otro cavallero; pues como todos supieron que Jofré los libró, la reina dióselo, y díxole:

–Quitada sois, donzella, de trabajo, que mi cavallero Jofré os quitó.Y la donzella dixo a la reina que porque Jofré era cavallero y porque le havía librado a su her-

mano, y porque él andava en aquellas aventuras, y porque ella sabía curar de aquellas heridas, que ella quería ir a buscarle y andarse con él; y la reina holgó mucho dello y diole las señas dél. Y Jofré, cuando la vido, como era cosa nueva para él, detuvo la rienda al cavallo y esperola; y ella, cuando llegó, humillósele delante y hablole muy cortésmente, y él le tornó las saludes así mismo. Y como iva muy bien informada de las señas de las armas y del cavallo, dixo:

–Señor cavallero, ¿de dónde os podemos dezir?Y él le dixo:–De la corte del rey Artur.Y dixo ella:–Señor, ¿sois vos Jofré, hijo del conde Donasón?Y él dixo:–Donzella, ¿por qué lo preguntáis? ¿Conocéisle?La donzella dixo:–No, mas querría conoscerle por le servir, que le devo mucho de una buena obra que me hizo.Y Jofré dixo:–¿Cuál fue?

Tirant 16 (2013) 497Tablante de Ricamonte y de Jofré

Y dixo:–Señor, un hermano mío que me soltó de una prisión, que havía diez años que estava preso en

un monesterio de monjes.Y Jofré le dixo:–¿Por dónde sabéis vos, donzella, que ese Jofré lo hizo, quiçá lo hizo otro?La donzella dixo:–Señor, el rey y la reina, y toda la corte lo dixeron; porque yo estándoles suplicando que me

diessen un cavallero que lo librasse, llegó él y otros. Y en el cavallo y armas cierto sois vos.Y entonces Jofré le dixo:–Señora no lo creáis, que yo conozco bien ese cavallero que dezís y no ha mucho que él y yo

estuvimos en uno. Y es cierto que el cavallo suyo y mío, y las armas, y el escudo todo se paresce; y no os maravilléis, que esto cada día acontesce parescer un cavallo a otro, y a las vezes un hombre a otro. Pero ese cavallero que vos dezís, él está bien cerca de Ricamonte porque no lleva otro cui-dado sino acabar aquella demanda que començó.

La donzella dixo:–Señor, porque yo quite esta duda y determine de hazer lo que mejor me esté, os suplico y pido

por merced que os plega tiraros el yelmo.Y Jofré por disimular dixo:–Donzella, yo haría de grado lo que me mandáis, pero es cierto que yo hize juramento no tira-

llo, si no fuere donde reposaré en la posada para comer o cenar o dormir; porque en este camino me hubieran muerto si Dios no me socorriera. Y si es vuestro camino para donde yo voy, en la noche lo podéis ver.

Y Jofré dezíalo porque, si con ella fuesse, por la noche se pudiesse mejor encubrir. Y en esto co-mençaron a andar su camino y la donzella iva delante, y como llevava la cara descubierta, dixo:

–Señor, paresce que assoma un cavallero por este camino.Y Jofré miró muy bien y dixo:–Así me paresce. Y en esto llegó un cavallero armado a uso de cavalleros, y como llego, detuviéronse y habláron-

se muy bien. Y el cavallero començó a mirar a la donzella y dixo a Jofré:–Dezid, cavallero, ¿es vuestra esa donzella?Y Jofré le dixo:–Cavallero, ¿por qué me lo preguntáis?Y él dixo:–Porque ha cuatro meses que salí de mi casa que no he hallado aventura, y si ella anduviera en

mi compañía, por amor della hallárala ya.Y Jofré le dixo:–Cavallero, sabed que la donzella es suya, que no tiene señor, y la hora que veis nos hallamos.

Ella me dize que va en busca de un buen cavallero, el cual es muy grande amigo mío. Y si ella quie-re ir con vos, ella lo puede bien hazer, y si no quiere, por amor de aquel cavallero que ella dize que busca, yo vos la defenderé.

Y el cavallero le rogó mucho que se fuesse con él a uso de cavallería, que él jurava de mirar por su honra como por la suya. Y ella dixo que en tal caso no le hablasse, porque ella havía salido de la corte del rey Artur con propósito de ir a buscar a Jofré, hijo del conde Donasón y que havía mu-chos tiempos que lo buscava, y que no lo havía de dexar de buscar. Y entonces el cavallero calló y

498 Tirant, 16 (2013) Andrea Gea

tomó la rienda del palafrén de la donzella, y començó a aguijar su camino. Y Jofré, cuando lo vido, huvo enojo y puso mano a la espada, y, sin sacalla, dixo:

–Cavallero, no me hagáis hazer villanía y dexad la donzella, y si la havéis de llevar, havéisla de llevar como cavallero.

Y entonces el cavallero dexó la donzella y dixo a Jofré:–Según esto, ¿por la lança la pensáis defender?Y Jofré dixo:–Sí haré.Y dixo el cavallero:–¿Qué pensáis ganar en combatiros comigo?Y dixo Jofré:–Yo os diré lo que ganaré y perderéis vos.Entonces dixo él a Jofré:–Pues que vos, cavallero, os queréis combatir comigo, sea así: que la donzella juzgue de nos

cuál es mejor cavallero, tomándole juramento. Y desque ella lo haya juzgado, que quede libre para que haga de sí todo que quisiere.

Y Jofré dixo que le plazía y que ambos huviessen por buena cualquier sentencia que ella diesse; y que ella estuviesse a verlos combatir. Y la donzella así como estava cavalgando, púsose en medio y los cavalleros se arredraron el uno del otro cuanto los cavallos los pudieron traer, y diéronse dos muy grandes encuentros, y traían buenas lanças y no las pudieron quebrar. Y dieron buelta otra vez y diéronse otros sendos encuentros que ambos quebraron las lanças, y aún Jofré huviera caído de espaldas, porque el otro era un muy gran cavallero y su lança era muy gruessa; y como vieron las lanças quebradas, dixo Jofré:

–Cavallero, pues esta batalla se ha de llegar al cabo, ¿acordáis que la hagamos a pie o cavalgando?Y el cavallero dixo:–Señor cavallero, esto sea como vos mandáredes.Y entonces el cavallero apeose y luego Jofré saltó del cavallo, y pusieron mano a las espadas, y

començaron a dar muy grandes cuchilladas que saltaban rajas de los escudos, y aún se cortavan las armas y en la carne. A los primeros golpes el cavallero andava tan bueno como Jofré, pero mientra más andava, enflaquescían los de Jofré. Y en esto dio Jofré al cavallero un golpe que le entró en el cuerpo, en lugar do iva mucha sangre, aunque no era peligroso. Y viendo la donzella que el cava-llero enflaquescía y se desangrava, huvo manzilla, en especial que era en su mano della, y metiose en medio de ambos. Y ellos, por cortesía, arredráronse el uno del otro, y ella dixo entonces:

–Cavallero, ya sabéis el juramento que me tomastes y cómo vosotros, como cavalleros, prome-tistes de estar por lo que yo de vosotros sentenciasse, y que luego sería libre.

Y ellos dixeron:–Aquello mismo dezimos agora.Dixo ella:–Pues, señores, yo os juzgo agora por buenos en esta manera: al uno por mejor de la lança y al

otro por mejor del espada. Y si no fuera porque este cavallero venía comigo, dixo por Jofré, y por-que paresciera ser aficionada, algo de ventaja le diera, porque, cierto, yo conoscí que si la batalla durara, que lo mejor llevara él della. Pero, por el bien y vida de un cavallero, me quise atrever al otro y ruégovos que passe así mi sentencia consentida.

Tirant 16 (2013) 499Tablante de Ricamonte y de Jofré

Lo cual ellos lo huvieron por bien y cessó la batalla. La donzella se apeó, la cual venía aperce-bida para ello, y los desarmó, y curó primero del otro que de Jofré, porque iva dél mucha sangre, y después curó de Jofré, porque ella sabía bien de guarescer cavalleros, y díxole:

–Las heridas no son peligrosas, pero conviene que se contine la cura diez o doze días, y si me mandáis ir a algún lugar, allí curaré de vosotros.

Y pues Jofré no veía la hora de partir a su aventura de Tablante, dixo:–Señora, cada uno de nosotros va por su camino a su aventura e ya no nos conviene que vais

con nosotros porque no es cosa de hazer; porque yo os digo que ese cavallero que dezís que vais a buscar, que no lo hallaréis porque él anda de aventura en aventura y perderíades tiempo, ni a vos ni a él aprovecha. Pero a mí haréis merced en una cosa y es esta: que vos volváis a la corte y beséis las manos a la reina Ginebra, y le contéis cómo fuiste librada a mi causa de un cavallero; y le digáis todo lo que ha acontescido; y le digáis que os libró el cavallero que libró a la donzella de la torre.

Y entonces la donzella, viendo que el cavallero quería que le llevasse las nuevas y porque le ha-vía librado del otro, y porque le certificó que no lo hallaría, acordó de hazerlo. Y despidiose dél y del otro cavallero, y fuesse su camino, y dexolos allí, la cual anduvo tanto que llego en quinze días a Camalot. Y cuando la reina la vido, conosciosla y díxole:

–¿Sois vos la que fuiste a buscar a Jofré mi cavallero?Y ella besole la mano y dixo:–Sí.Dixo:–Pues ¿hallástelo?Dixo:–Señora, no.Y díxole:–Pues ¿cómo os bolvistes?Entonces la donzella le contó todo como havía passado; y cómo havía hallado un cavallero y

que llegó otro que la quería llevar, y cómo la defendió, y todo como passó. Y la reina le dixo:–¿No supiestes quién era ese cavallero?Dixo:–No supe más sino que me dixo que el cavallero que libró la donzella de la torre me libró.Y la reina le preguntó qué armas traía y ella se lo dixo, y la reina le dixo:–Pues, donzella, hagoos saber que este cavallero que os libró era Jofré, el que ívades a buscar. Y

pues él se quiso encubrir, bien hizistes de veniros.Y entonces la donzella se sintió por engañada de Jofré; y la reina hizo saber al rey que tenía

nuevas de Jofré. Y el rey vino allí y la donzella besó las manos al rey, y contole todo lo que havía contado a la reina, los cuales huvieron gran plazer y mandaron poner esta aventura en escrito.

Dexemos a la corte y bolvamos a Jofré y al otro cavallero, que ambos estuvieron hasta que la donzella traspuso, y ellos se despidieron el uno del otro. Y el cavallero fue a buscar quién le curasse y Jofré se fue su camino, porque eran pocas sus llagas y la donzella le dexó con qué él se pudiesse curar; y anduvo tanto que llegó a una abadía de monjes y recebiéronlo y curaron dél. Y desque se vido bueno, preguntó hazia dónde era el castillo de Ricamonte, y los monjes le dixeron hazia dónde oían dezir que era. Y él, despidido dellos, se fue su camino y anduvo tres días y tres noches que no halló cosa de comer ni bever, y ya que era cerca de vísperas, halló un cabo de una floresta donde andava una senda muy pequeña y puso el cavallo para que él guiasse por do quisiesse, y por

500 Tirant, 16 (2013) Andrea Gea

do el cavallo quisiesse guiar dexolo ir. Y anduvo hasta que anochesció y, a dos horas de la noche, oyó perros muy lexos, y gozose mucho diziendo:

–Donde estos perros están, gentes deve haver.Y anduvo todavía por su senda y bien pequeña, y yendo más adelante, oyó cantar gallos, y dixo:–Cierto, debe ser lugar este.Y siguiendo su camino, el cual iva a dar a una grande altura y encima estava el castillo que os

diximos de Bruniesén, la sobrina del conde, el cual castillo se dize de la Floresta, la cual comença-va de allí en una huerta que allí estava. Y como llegó, vido que era muy noche y huvo conoscimien-to que aquella era huerta; y así porque el cavallo beviesse, como porque él no sabía por dónde subir al castillo, acordó de quedar aquella noche allí, y halló la puerta cerrada con una cerradura de palo, y apeose, y diole dos o tres cozes, y dio con la puerta en el suelo. Derribada que fue la puerta, entró y vido una fuente, y tiró el freno a su cavallo, y diole agua y echole a pacer. Y él bevió del agua y lavose el rostro, y comió de unos berros muy lindos que tenía la fuente, y puso el freno par de sí, y el yelmo por cabecera, y echose sobre su escudo, y junto consigo su lança y dormiosse.

Dexémoslo dormiendo y vamos al castillo, y digamos lo que allí acontesció.

CAPÍTULO XI. –Cómo Jofré llegó a la puerta del castillo de la Floresta, donde fue preso y huyo de la prisión.

Pues como Burniesén era la donzella que diximos, sobrina del conde don Milián, hazía llanto dos vezes cada noche, como era uso y costumbre en toda la tierra, y acabado el llanto no te-nía otro refrigerio sino hazer abrir una gran ventana que en su sala tenía, que salía sobre la huerta. Y como la huerta era grande, havía en ellas muchas aves y, si no las espantavan, siempre las unas o las otras cantavan, de cuya causa no osava nadie de noche entrar allí. Y como Jofré entró allí, al ruído de los golpes que dio y del cavallo, no cantavan ninguna. Y como ella aquella noche acabó el llanto, luego hizo abrir la ventana y parose allí, y como vido que no sonava ave ninguna, huvo eno-jo y embió saber qué podía ser aquello. Y mandó a un moço de espuelas que allí estava que fuesse y el corrió cuanto pudo, y halló la puerta abierta, y vido al cavallero y al cavallo; y vido cómo el cavallero dormía y calló, y bolviose a su señora y díxole lo que halló. Y ella huvo grande enojo dél y començó a dezir palabras injuriosas, y con enojo dixo:

–Vaya un cavallero allá y si lo pudiere traer por bien, si no, tráigalo por mal.Y estava allí un criado suyo, hombre muy honrado y buen cavallero, el cual a la sazón havía ve-

nido allí a ver a su señora, y por servirla dixo:–Señora, ¿mandáis que yo vaya allá y lo traiga?Y ella dixo:–Sí, id y traedlo aunque no quiera.Y él hizo ensillar su cavallo y armose, y tomó su lança y su escudo y fuesse a la huerta. Y cuando

él llegó, Jofré dormía, y con el cuento de la lança despertolo; y como estaba soñoliento, no podía entrar en acuerdo y a las vozes que él dava diziendo:

–¿Dormís, cavallero?Recordó y asentose sobre su escudo, y vídolo a cavallo y armado, y díxole:–Señor cavallero, ¿qué mandáis? ¿Qué pecado huvistes de me despertar que me ha de tres no-

ches que no duermo?

Tirant 16 (2013) 501Tablante de Ricamonte y de Jofré

Y el cavallero le dixo:–Cavallero, su dueña de esta huerta manda que vais allá.Y él dixo:–Señor, por cortesía os ruego que me desculpéis y le digáis que estoy cansado y muerto de

sueño; y que le pido por merced me dexe dormir, que yo le doy la fe como cavallero, si me dexa dormir, de no me partir sin ir a ver qué manda. Y si algún desaguisado he hecho en entrar en ella sin su licencia, de se lo satisfacer que no se quexe de mí.

Y entonces dixo el cavallero a Jofré:–Pues sabed, cavallero, que no de ir sin vos; por esso cavalgad y tomad vuestra lança, y andad acá.Y Jofré, cuando le oyó dezir que no havía de ir sin él, huvo enojo y díxole:–Señor cavallero, ¿havéisme de llevar por fuerça?Dixo:–No, si vos queréis ir de grado.Dixo Jofré:–¿Tengo de ir cavalgando?Dixo el cavallero:–No espero otra cosa.Pues Jofré dixo en su coraçón:–Si este me dexa cavalgar en mi cavallo, ¡yo le mostraré cómo se llevan los cavalleros por fuerça!Y tomó su freno y púsolo a su cavallo. Y puso su yelmo y tomó su escudo, y saltó en su cavallo,

y desque se vido en su cavallo, dixo:–Cavallero, ¿agora honra me haréis?Y entonces dixo Jofré al cavallero:–¿Sabéis cómo me havéis de llevar? Por cavallería, por eso apartaos allá.Y él, cuando aquello vido, embraçó su escudo y apartose dél, y diéronse sendos encuentros, y

dio Jofré con el otro piernas arriba un tan gran golpe en el suelo que pensó que lo havía muerto. Y Jofré hizo muestra de quererlo matar, y él dixo que le rogava que mal no le hiziesse porque él era mandado de una señora cuyo era aquel castillo y huerta, y que no le convenía al hazer. Y él lo dexó por aquello y porque él le prometió de no bolver más a él y dexarlo dormir.

Y entonces dexolo, y él cavalgó en su cavallo y fuesse para su señora, y díxole:–Señora, yo hallé en la huerta un cavallero y tal de su lança, que sabe bien defender su capa.Y ella huvo enojo y dixo:–Pues aquel que no fue para traello, id todos allá y traedlo.Y entonces dixo su mayordomo:–No sea así señora, que para un cavallero, bien creo que vuestra merced tiene en su casa

quien lo traiga.Y él hizo ensillar su cavallo y cavalgó y fue allá, y con gran furia le dixo:–Cavallero, levantaos de aí, que havéis de ir preso ante mi señora.Y él calló y con mucho enojo puso su yelmo y tomó su lança, y enfrenó su cavallo, y cavalgó, y

embraçó su escudo, y dixo al cavallero:–Agora vamos.Y apartose Jofré un poco y puso las piernas al cavallo y fuesse al cavallero, y diole un encuentro

que dio con él en el suelo, y díxole:–Así se llevan los cavalleros presos.Y fuesse para él y queríalo matar y él le pidió por merced que no le matasse. Y él dixo:

502 Tirant, 16 (2013) Andrea Gea

–¿Tú no me prometiste de no bolver acá?Dixo él:–Señor, no era yo.Entonces Jofré dixo:–Con tal condición vos dexo, que no bolváis más acá.Y él se lo prometió y así lo dexó y fuesse a su señora, y Jofré bolviose a dormir, que le hazía bien

menester. Y desque el otro llegó a su señora, ella miró, y vídolo que venía solo y dixo:–¿Cómo no traes preso aquel cavallero?Y él dixo:–Señora, hagoos saber que es así buen cavallero, que no se dexa prender de nadie.Pues ella pensó que podía ser algún cavallero de la corte del rey Artur, o que podía ser Tablante

su enemigo y quisiéralo prender, y començó a dezir que era la más desdichada criatura del mundo, pues que dava de comer a tantos cavalleros y que no eran para prender uno. Y en esto su maestre-sala, que era hombre de gran presunción, dixo:

–Señora, suplico a vuestra merced no diga tal cosa que, aunque essos dos cavalleros no lo ha-yan traído, mientra él allí está, si no se va, bien havrá quien lo traiga.

Y llamó a su moço, y mandole traer el cavallo, y él armose, y tomó la lança y escudo, y cavalgó. Y el mayordomo, cuando lo vido, haziendo burla, díxole:

–Señor maestresala, traelde bien, que es cavallero que lo meresce.Y él dixo:–Señor mayordomo, no espero de venir sin él, lo cual no será ni plazerá a Dios.Salido del castillo, fuesse adonde Jofré estava y como no le dexavan dormir, tenía el cavallo en-

frenado presto, y antes que él entrasse, salió Jofré, y dixo:–¿A dó, buen cavallero?Y él dixo:–A buscaros.Y Jofré le dixo:–¿Qué mandáis?Dixo él:–Que vais, señor, preso ante mi señora.Dixo Jofré:–Esso será si yo quisiere.Y el otro dixo:–Aunque no queráis.Y Jofré dixo:–Luego lo podéis ver, apartaos allá para provarlo. Y apartáronse el uno del otro, y aunque el cavallo del maestresala y él venían holgados, fueron

los encuentros tales que dio Jofré con él y con su cavallo en el suelo, y lastimolo mucho en una pierna. Y luego puso mano a la espada para lo matar, y hallolo debaxo del cavallo que no se podía mover, y cuando lo vido dixo:

–Por veros tal os dexo, con condición que acá no bolváis más.Así lo dexó. Y ayudole a cavalgar y se fue ante su señora, y ella estava callando, pensando que

lo traería o que por defenderse lo mataría. Y como lo vido venir solo, preguntole que qué era del cavallero. Y él dixo que lo dexava donde lo dexaron los que fueron antes dél, y que lo dexarían todos cuantos allí fuessen, si uno a uno fuessen, si él no se iva. Entonces ella pensó que según era

Tirant 16 (2013) 503Tablante de Ricamonte y de Jofré

aquel cavallero, que sería Tablante de Ricamonte. Y así començó a dezir que jurava que, si no se lo traían preso, que hombre de cuantos con ella vivían no viviría más, que no sabía porqué diesse ella de comer a tantos y que entre ellos no huviesse uno que prendiesse a otro. Entonces todos así como estavan le dixeron:

–Señora, una cosa havéis de saber, que aunque todos cuantos hay en este castillo, que vayan uno a uno, no lo traerán. Y si vuestra merced ha gana de prenderle, embie diez o doze hombres a pie y esperen que esté dormiendo, que él está sobre su escudo; álcenlo en los hombros sin dezille nada y así lo traerán.

Y así se acordó, y llamaron unos onze hombres y fueron allá. Y así como el acuerdo de buscar los hombres se tardaron, él estava cansado y acostose en su escudo y dormiose. Y en esto llegaron los hombres a pie y como vieron que dormía, tomáronle en peso así como estava en su pavés y pusiéronlo en los hombros, y sin dezille nada lleváronlo a él y a su cavallo y lança. Y él, como se vi-do así llevar, temió, creyendo que aquellos y los otros eran diablos que en toda la noche lo havían seguido, y començó a dezir:

–¡ Jesús, Jesús!Y signávase y santiguávase; y ellos callar y andar, hasta que lo pusieron delante de la señora.

Y él conjurávalos que le dixessen qué era aquello, y ellos andavan hasta que llegaron a donde ella estava, y dixeron:

–Señora, catad aquí el que vos ha enojado: sea vuestra merced qué manda que se haga dél. Diziendo esto lo pusieron en el suelo y ella tenía dos hachas encendidas. Y como él sintió que

era dueña y que devía ser señora de aquella tierra, huvo gran vergüença de se ver así maltratado, y encendiósele la color, y levantose e hízole una muy gran reverencia. Y ella, desque lo vido tan moço, conosció que no era Tablante y que devía de ser algún cavallero bueno andante, y levantose a él, y mandole dar una silla y preguntole por su nombre, y de dónde era, y qué ventura lo havía traído por allí. Y él muy cortésmente dixo que su nombre le pedía por merced que entonces no se lo pidiesse, que cuando se fuesse lo diría, y que él era cavallero andante, y que era de la corte del rey Artur; y que buscando aventuras havía allí llegado aquella noche con necessidad de agua y re-poso, y no con gana de enojarla. Y que según lo que havía conoscido, que ella havía havido enojo, por lo cual le rogava que le perdonasse y no mirasse a su yerro, sino a su intención. Y ella dixo que cierto ella havía recebido mucho enojo dél, pero que viendo que su intención no era de quererla enojar, que ella le perdonava. Y en la hora se enamoró él della y ella dél; y luego huvo nuevo cui-dado entre ellos y Bruniesén llamó al maestresala y dixo:

–Este cavallero esté a buen recaudo y hazelde dar bien de cenar y buena cama, y curen bien de su cavallo, y guarden no se vaya, que hasta aquí pensé que era el traidor de Tablante mi enemigo, pero no lo es.

Y tomaron una hacha delante della y la otra quedó allí, y ella se fue a dormir, y dexolos todos con él. Y ellos diéronle bien de cenar y él quiso ver pensar su cavallo, y vido dónde ponían su lança, y él tomó su escudo y el yelmo, y lleváronlo a una cámara donde havía una muy buena cama, y pusiéronle una vela, y dexáronlo y fuéronse a dormir. Jofré se desarmó y començó a pensar en las faiciones de Bruniesén, y en su habla y gracia, y en el trato de la casa, y dixo entre sí:

–¡Oxalá le tocase a esta señora lo de Tablante, que ella vería lo que hazía por su servicio!Y en esto estuvo gran rato y costose. Pues ya havéis oído que se hazía allí el llanto, porque Bru-

niesén era sobrina del conde y era ya hecho una vez, y llegó la hora de la otra y ellos començaron su llanto como solían, y ella dormía. Y como Jofré oyó la grita, pensó que le entravan en el castillo algunos sus enemigos, y holgose diziendo:

504 Tirant, 16 (2013) Andrea Gea

–Agora mostraré yo a esta señora que me truxo Dios a buen tiempo, para que ella vea lo que yo hago por su servicio.

Y saltó de la cama presto, y vistiose y armose, y embraçó su escudo y sacó su espada, y salió diziendo:

–¿Qué es esto, señores, qué llanto es este?Pues como la usança era lo que havéis oído, que ninguno havía de preguntar porqué se hazía

aquel llanto y si lo preguntava, dávanle con lo que tenían en las manos o con lo que hallavan más a mano. Y en començando Jofré aquello, luego començaron a dar en él cada uno con lo que pudo y uno dellos halló la mesma lança de Jofré y echósela y diole con ella, y pensó que no estava armado y que lo havía muerto, y calló. Y Jofré lo mejor que pudo escondiose, diziendo:

–Yo no puedo creer sino que esta es alguna boca de infierno que a mí se me ha descubierto; que ni estos hombres, ni su trato es de hombres, sino que son diablos.

Y porque por otra parte se le membrava de Bruniesén y en que no sabía su nombre, no sabía qué se juzgar, ni qué consejo otro tomar sino callar. Y acabado que fue su llanto, fuéronse a acostar y el que le tiró la lança pensó que le havía muerto, y calló, que no dixo nada. Y él, desque los vido a todos dormiendo, miró por su cavallo y muy quedo ensillolo; y tomó su lança y sus armas, y sacó el cavallo por la rienda, y fuesse a la puerta del castillo, la cual, con su prendimiento, havía quedado abierta, y cavalgó, y salió fuera del lugar. Y halló un camino y siguiolo, e iva mirando atrás pensan-do que ivan tras él; y desque se halló en el campo no se trocara por nadie, que allí era señor de sí.

Y dexémoslo ir su camino pensando en todo lo que le havía acontescido y más en la señora del castillo, que le dava mucha pena la partida tan presto, sin más haver tiempo de poder hablar con ella, ni saber su nombre, ni dezille algo de lo que él en su coraçón sentía. Pero, por las cosas acon-tescidas, le convino partirse.

Dexemos, pues, agora a Jofré y bolvamos a ella y lo que le acontesció.

CAPÍTULO XII. –De las cosas que Bruniesén, señora del castillo, hizo cuando supo que Jofré era suelto de la prisión.

Dize la historia que Bruniessén dexó a Jofré encomendado a su maestresala y mayordomo para que le tuviessen a buen recaudo y le diessen lo que él y su cavallo huviessen menester. Y cuando se fue a dormir, la mayor parte de la noche gastó pensando quién podría ser tan buen cavallero, y tan moço, y tan gentil hombre, y de tan buena razón, y tal cavallero que a todos los suyos havía derribado. Y pensava manera cómo con justa razón lo pudiesse tener algún día para saber dél cúyo hijo era; porque si fuesse cavallero, según le havía parescido bien, ella daría orden de casarse con él. Y en esto y en muchas cosas estuvo gran parte de la noche y a vezes bolvía reprehendiéndose a sí misma porque así se havía cativado luego de un cavallero andante que no havía conoscido ni visto, y aún podría ser no lo ver más en su vida. Y con esto dormiose, que no oyó el llanto postre-ro como acostumbrava. Y en despertando, aunque no era bien de día, no pudo más dormir, antes embió a llamar al mayordomo y al maestresala; y mientras los llamava, vistiose, y ellos venidos, riéndose, dixo:

–¿Pues cómo os iva anoche en la huerta?Y ellos dixeron:–Bien.

Tirant 16 (2013) 505Tablante de Ricamonte y de Jofré

Y ella dixo:–¿Qué es del cavallero?Y ellos dixeron que no sabían dél, mas que antes creía que era muerto porque al segundo llanto

havía salido de la cámara donde estava con una espada en mano, preguntando qué era aquello, y que havían echado piedras y palos; y aún que no sabían quién fue que le echó una lança, y según él tenía armas que creían que era muerto. Y desto huvo mucho enojo y pesar, así porque ya le hazía guerra, como porque podría ser algún hombre principal de la corte del rey Artur, y que por su cau-sa le podía venir algún daño. Y mandó que luego fuessen a saber qué cosa era y ella quedó tan triste que era maravilla, que no quisiera que lo huvieran muerto por cosa del mundo, pensando en cuán-ta desdicha se havía visto aquel cavallero diziendo de sí. Así que no se conformava la obra dellos con el deseo della, porque le havía parescido bien y dávale cuidado, tanto, que ella ya no quisiera. Y cuando fueron a buscallo, hallaron que él no estava allí, él ni su cavallo ni sus armas, y que se era ido, y bolvieron a la señora a dezírselo. Y ella cuando lo supo, por una parte le plugo por ser vivo, y por otra le pesó por ser ido, así porque creía que él iría descontento, como porque quisiera saber dél más largamente qué era de su vida y hablar con él, y començó a reñir con ellos, diziendo:

–¡O malos criados! ¿Qué cuenta me dais de un cavallero que os encomendé? Pues conviene que vais tras él y lo traigáis.

Y luego todos començaron a ensillar y armarse, y cavalgar y salir tras él, e iva tan lexos que tu-vieron que hazer en alcanzarlo. Y en tanto ella quedó muy enojada, mostrando que ella quisiera saber quién era y hacerle alguna honra por el ultraje que le havía hecho desque a su castillo llegó, y porque no fuesse quexoso. Y ella por otra parte pensava y dezía:

–¿Qué te aprovecha, Bruniesén, tomar tal pensamiento de un hombre que nunca viste sino agora, y podrá ser nunca verle más?

Y maravillávase cómo las mugeres algunas vezes se cativavan siendo libres y parescíale mal su cuidado, y queríalo desechar, y no podía, y dissimulava diziendo que quisiera saber nuevas de la corte, y que no quisiera que aquel cavallero fuera descontento de su casa.

Dexémosla en esto y vamos a Jofré. Dize el cuento, que cuando él se vido libre del castillo, hol-gó mucho y más holgara si saliera libre del pensamiento de la donzella. Y por otra parte sospecha-va que todos eran encantados, o que aquella era boca de infieno, y bolvió a pensar en Bruniesén, y parescíale que la veía sentada con la gracia que lo recebió, y por otra parte reíase de sí mismo diziendo:

–Cata, Jofré, que a buen tiempo te enamoraste de persona que nunca viste en tu vida y po-dría ser no verla más. Dexa de pensar en ella y piensa bien en Tablante, que esperas verte con él en priessa, en que podrá ser que antes que lo halles te acontezcan otras aventuras, y en eso deves pensar.

Y yendo pensando en esto, saliole el sol y de rato en rato iva volviendo la cabeça atrás, por ver si iva libre de los diablos del castillo. Y él yendo así, vido venir uno a uno los cavalleros que salieron del castillo, y pesole y dixo así:

–Aún el diablo no duerme, que estos deven ser los diablos de aquel castillo o boca de infierno, que no devo creer otra cosa.

Y dixo:–Si uno a uno viniessen, con el ayuda de Dios yo pensaría defenderme dellos, pero ellos lo ha-

rán mejor, que se juntarán todos y aquí me tornarán a llevar a do purgue mis pecados.Y començó a trotar y aguijar, a fin que ellos hiziessen hilo, y así fue; que desque vieron que él

aguijava, començaron a aguijar, y uno dellos, que traía mejor cavallo, anduvo más que ninguno y

506 Tirant, 16 (2013) Andrea Gea

adelantose, y llegó primero. Jofré, desque lo vido, bolvió a él la lança de encuentro, y el otro, cuan-do lo vido, echó la lança, mostrando que no quería pelear, y Jofré alçó su lança y no le encontró, y preguntole qué querían él y los otros. Y el dixo hablar con él, y Jofré le dixo:

–Yo no me tengo de fiar de vosotros porque yo creo que no sois hombres, sino diablos, que anoche, después de preso, sin porqué me quesistes matar si no fuera armado. Y si comigo queréis hablar, hazed que todos aquellos que allí vienen se detengan, y vosotros sin lanças venid, que yo os esperaré y responderé, y de mí sabréis lo que quisiéredes saber.

Y ello se hizo así. Que aquel cavallero fue y habló con ellos y mandaron a uno que fuesse a de-tener a los otros que venían. Y dos dellos sin lanças fueron adonde Jofré estava y allí le hablaron cómo su señora Bruniesén, la señora de aquel castillo, el cual se dezía de la Floresta, se le enco-mendava y le embiava a rogar que bolviesse allá para darle descargo de lo que con él havía hecho la noche passada; porque no havía sido por su mandado «y para saber de vos quién sois y cómo os llamáis, y dónde vais»; y él dixo:

–¿Queréis más dezir? Dixeron ellos:–No.–Pues a lo primero que dezís que esa señora quiere saber de mí y que buelva allá para decirme

que no fue en su mano lo que se me hizo, dezilde que yo bien lo creo y que bolver yo no bolveré allá si no fuere muerto. Y pues quiere saber quién soy, dezilde que un cavallero andante y mi nom-bre es Jofré, hijo del conde Donasón, y voy en una demanda de un caso que días ha acontesció en la corte del rey Artur, mi señor. Y a lo que quiere saber cúyo soy, dezilde que bien y con verdad puedo yo dezir que anoche, aunque entré por fuerça en su castillo, era mío desque salí, aunque salí libre, libreme de los suyos pero no della, que más suyo soy agora que mío, pero que si Dios me dexa acabar esta demanda en que voy, que yo entiendo venir a servirla. Y esto le podéis dezir.

Y dixeron a la señora todo lo que él dezía, lo cual su mayordomo fue a dezírselo, y los otros se quedaron allí; el cual lo dixo todo como Jofré se lo havía dicho. Y como ella oyó dezir que dezía que era suyo, holgose mucho y dixo así:

–¿Por qué no lo hizistes bolver acá?Y él dixo, que porque uno a uno no pudieran, pues todos juntos no los esperó y por no espan-

tarlo, que quiçá se fuera sin hablar con ella, acordaron asegurarle. Y ella les dixo que era muy bien hecho y que bolviessen y le dixessen que pues él iva en aquella demanda y que no quería bolver allá, que le rogava mucho que después que la acabasse, que se viniesse por allí, que ella quería hablar con él cosas de su honra y provecho. Y ellos bolvieron con la respuesta y en tanto él supo de los cavalleros quién era ella, y el deudo que con el conde don Milián tenía, y ellos ansí, llegó el mayordomo con la habla della y dixo:

–Dezid a la señora que más por su merescimiento y por su recebimiento, que por ella tener deudo con el conde don Milián, en cuya deliberación yo voy, de más de la voluntad que yo llevava, que por causa suya, o yo lo libraré, o moriré en la demanda. Y que, si Dios me la dexa acabar, que de mí no determinaré cosa ninguna sin primero venir a ver qué demanda.

Y así se partió Jofré y se fue, y ellos bolvieron a su señora y le dixeron todo lo que Jofré les dixo que le dixessen. Y le dixeron cómo iva en demanda de Tablante por librar al conde don Milián, de lo cual ella huvo plazer cuando lo supo.

Pues dexemos a Bruniesén y bolvamos al que va su camino buscando aventuras con el mismo cuidado que ella quedó.

Tirant 16 (2013) 507Tablante de Ricamonte y de Jofré

CAPÍTULO XIII. –Cómo Jofré llegó a un monesterio y allí llegaron dos cavalleros que dixeron mal del rey su señor, y se combatió con ellos y los

venció.

El libro dize que Jofré se partió de los cavalleros de Bruniesén y que anduvo todo el día, y que no halló cosa ninguna ni halló persona que le dixesse hazia dónde era aquel castillo de Ricamonte. Y anduvo todo aquel día por un llano desierto, y ya que se quería poner el sol, vido al cabo relucir un chapitel de una torre que reluzía mucho porque el sol iva baxo y dávale bien de claro en claro, y havía una legua hasta allá, y dexó el camino y fue allá, y llegó bien escurescido. Y era un mones-terio que entonces se hazía allí de monjes. Y porque era de noche, estava cerrado el monesterio; y él, con la sed y porque el cavallo traía fatigado, no curó sino llamar, a tanto que el abad le oyó y mandó que fuessen a ver qué era. Y el portero fue allá. Y preguntó qué era aquello quién llamava y bolvió, y dixo al padre que él havía visto un cavallero.

Y él mandole que fuesse y que le abriesse, diziendo:–Siempre estos cavalleros andantes vienen con necessidad.Y fue el portero y abriole, y él pensó su cavallo y diéronle de cenar. Y él estando cenando, lla-

maron a la puerta del monesterio y el portero hízolo saber al abad, y él dixo:–Pues ve y sabed quién es.Y él fue y halló que eran dos cavalleros andantes, y díxolo al abad. Y él mandó que les abriesse

y los aposentasse; y ellos entraron y pensaron sus cavallos. Y el portero llevolos allí donde Jofré estava, que acabava de cenar; y ellos, sin saludarle, entraron a cenar y él estúvose quedo. Y desque ellos huvieron cenado, en que lo vieron muy moço, dixo el uno al otro:

–Cavallero novel deve ser este.Dixo el otro:–Que no sabe bolar de la silla abaxo.Y él oyolo y callava. Y el uno dellos dixo:–Dezid, cavallero, ¿de qué tierra sois?Pues él no lo negava, dixo:–De Camalot.Y díxole:–¿Ha días que sois cavallero?Dixo:–No.Y dixeron:–Bien paresce en vuestra edad y aún cuando los reyes de aquel reino armavan cavalleros hom-

bres de edad, no estava la corona real tan amenguada. Que sabe el rey Artur que Tablante de Ri-camonte tiene preso al conde don Milián y se lo açota cada año, y no tiene quien lo pida; y esto cáusalo no tener cavalleros como solía, porque ya son muertos todos los buenos que fueron en el tiempo del rey Artur, padre deste. Y aún en tiempo deste alcançaron a ser algunos, pero pocos; porque desto sé yo, que viví un tiempo con la reina Ginebra, mujer del otro; que esto es así, que los reyes de Camalot han de llevar apellido Artur, que es propio nombre; y a esta llaman Ginebra acaso como llaramon a la otra. Y como no hay cavalleros, viven deshonrados.

Pues Jofré, viendo en cuán poco tenían al rey su señor y a los cavalleros de la su corte, no pudo tener que no dixesse:

508 Tirant, 16 (2013) Andrea Gea

–Cavallero, cierto, a mí me pesa por haverme hallado aquí esta noche y por oíros lo que havéis dicho. Porque no estamos en lugar que yo vos haya de responder, porque si os respondiesse, ha-vríamos enojo; y no estamos en lugar que se deva de hazer, porque perdería otro algo por noso-tros. Pero yo os diré qué será: yo bien de mañana me iré, aunque no venía con esse propósito, y vosotros seis dos, idvos tras mí y allá fuera yo os haré conoscer que el rey Artur mi señor, y la reina Ginebra mi señora, son los más honrados reyes de toda la tierra, y que tienen muchos buenos ca-valleros en su casa, y que yo soy uno dellos, y que me combatiré con ambos, tanto que el uno lleve la lança y el otro lleve la espada. Esta es mi respuesta para vuestro dicho.

Y entonces Jofré se fue a dormir donde le havían puesto sus armas y los otros también en otra cámara, donde les havían mandado dexar sus armas. Y aquella noche pensó Jofré morir de enojo de aquel cavallero, de ver en cuán poco tenía al rey y a todos, y nunca pudo dormir. Y otro día, en esclaresciendo, levantose y hizo oración, y encomendose a Dios, y llegó a la cámara de los otros, y díxoles:

–Cavalleros, catad que os voy esperando para mostraros lo que anoche os dixe.Y ellos dixeron:–Bien.Y el uno dixo:–Vamos, no haya de dezir aquel cavallero que no osamos.Y dixo el otro:–No os curéis dél, que desque vea que no imos, él se irá su camino.Y acordaron de oir missa y comer, creyendo que él se iría, en que lo vieron moço y de poca

edad. Y pues Jofré, que en toda la noche no havía dormido esperando el día para se vengar, un rato del monesterio donde halló unos árboles púsose a esperar si salían y hazia dónde ivan, y de pro-pósito que si a hora de vísperas no salían, de ir allá y llamarlos. Y estando ya cerca las diez del día, vídoles salir y miraron a todas partes, y estuvieron un poco, y començaron a caminar hazia do él estava, que con los árboles no lo veían, y desque llegaron cerca, salió a ellos y díxoles:

–Cavalleros, bien se os miembra de lo que anoche uno de vosotros dixo y lo que yo respondí, y aquello quiero hazer verdad. Por eso dexe el uno la lança y el otro quede con su espada, y apro-véchese de mí, y el otro, y yo aprovechémonos de las lanças.

Entonces dixo el uno que era razón que hiziesse armas con el uno y que si lo venciesse que no sería menester al otro, que fuesse obligado el otro a esperallo. Y dixo que, por la desmesura suya, que no havía de ser así, sino con ambos. Y desque vido que no querían, con el enojo que dellos tenía, díxoles:

–¡Pues apercebíos ambos!Y vinieron para él, y el uno llegó primero y dio Jofré al otro un encuentro, que le cosía el escudo

por los pechos y se lo quebró y le hirió en el cuerpo y dio con él en el suelo. Pues no era esto bien acabado, cuando llegó el otro con su encuentro y como le tocó la lança baxa, diole un encuentro que le quebró la lança y lo huviera echado de la silla; y Jofré perdió la lança y puso mano a la es-pada. Pues el cavallero, como vido que su compañero estava en el suelo, tuvo miedo y en dando el encuentro a Jofré y quebrada la lança, botó a huir al monesterio, y él fue tras él, y desque lo vi-do encerrado dexolo, y bolviosse al otro, que se havía hecho mortezino mienta Jofré estava allí, y desque vido que iva tras el otro, levantosse y tomó su cavallo, y quería bolverse al monesterio para hacerse curar. Y Jofré llegó e ívale a dar una cuchillada y él dixo:

–Señor, no me matéis, que no ganaréis nada en matarme.Y él dixo:

Tirant 16 (2013) 509Tablante de Ricamonte y de Jofré

–¿Sois vos el que anoche dixo aquellas villanías del rey y de los cavalleros de la corte?Dixo:–Por Dios, señor, que no; antes no me parescieron bien.Entonces dixo Jofré:–Por esto y porque en sanando vais a la corte del rey Artur, y en presencia de toda la corte le

contéis todo lo que a acontescido, y le pidáis perdón, y digáis que tiene cavalleros buenos y tales en su casa, yo os perdonaré.

Y el cavallero dixo:–¿Quién diré que sois vos?Dixo:–Dezid que Jofré, hijo del conde Donasón.Y entonces él se lo prometió y él le perdonó y ayúdole a cavalgar, e hízolo ir al monesterio a

curar. El cual, después de curado y sano, él y su compañero fueron a la corte y contaron al rey y a la reina lo que les havía acontescido, que no quedó cosa. Ellos huvieron mucho plazer desta aventura y la mandaron poner en escrito como era uso y costumbre.

Pues bolvamos a Jofré, que desque lo huvo embiado, tomó su camino y fuesse.

CAPÍTULO XIV. –Cómo yendo Jofré en busca de Tablante oyó dar gritos a una muger, la cual lo llevó a la casa encantada del malato y lo mató, y libró una

donzella y trezientos niños que tenía para degollar, y deshizo la casa.

La crónica dize que, desque se partió Jofré de aquella abadía donde dexó los dos cavalleros, an-duvo más de veinte días sin llegar a poblado sino horas en monesterios, horas en hermitas y otras vezes hallava ganados. Y así passava su vida con deseo de hallar la casa encantada que el cavallero le havía dicho, y anduvo por el camino, siguiéndolo tanto que fue a dar consigo en un monte. Y era ya sobre tarde, y desque anocheció, perdió el camino y dio por caso una fuente; y desque vido que no podía de allí partir, que no sabía dónde ir, apeose del cavallo y tirole el freno, y diole agua y dexole pacer, y él se tiró el yelmo, y lavose la cara, y bevió del agua, y comió de algunas yervas que conoscía que eran de comer, y echosse a dormir. Y antes del alva despertó y començó a pensar en las cosas pasadas y en Bruniesén, y alguna vez se reprehendía por no apartar aquel pensamiento. Y así llegó el día y cavalgó en su cavallo, y començó de andar por el monte donde su ventura lo guiava.

Ya que era cerca de hora de tercia, oyó grandes gritos delante de sí; y como los oyó, púsose el yelmo sobre el arzón de la silla por mejor oírlos y començó a ir hazia la parte que sonavan, y mien-tras más andava, menos sonavan, a tanto que llegó a que parescían gritos salidos de so la tierra y cada vez parescían menos, y mientra más achicava el grito, más priessa se dava por saber qué cosa era. Y dize el cuento que era una muger que le llevavan un hijo para matar y de cansada y ronca no podía gritar, y cayó en tierra. Jofré no dexava de seguir el derecho adonde havía oído el grito, y llegó a un valle muy hondo y cubierto de árboles, y andando por él, llegó a donde la muger estava, la cual, cuando vido a Jofré, conosció que era cavallero andante y gozose mucho, y pensó que Dios lo havía traído por allí para su remedio. Y esforçose y levantose a él, y desque la vido toda rasgada y llorosa preguntole qué havía, y començola a esforçar, y ella dixo:

510 Tirant, 16 (2013) Andrea Gea

–Señor, grande mal, que un sayón criado de un malato, ha llevado más de mil niños deste valle a una casa y ha llevado agora uno mío, para degollarlos todos, y se ha de bañar su amo en la sangre porque luego ha de sanar.

Y él dixo:–Amiga, vos ¿saberme heis mostrar dónde esta ese malato y esos niños?Y ella dixo:–Señor, según lo que yo he oído dezir, havrá una gran legua de aquí allá y creo, señor, que este

valle abaxo va el camino, el cual va a dar a un campo donde dizen que está una casa que dizen la casa encantada, donde está. Y allí tendrá los niños, y yo, señor, iré con vos.

Y ella, por desseo de su hijo, esforçose y començó de andar lo mejor que pudo, guiando; y Jofré detrás della. Y porque ella se esforçase, apeose y anduvieron tanto hasta que llegaron al campo; y era un llano verde que todo era verdura, y en medio estava una casa sola y no osava nadie llegar allí, porque sabían que era encantada y así se mostrava; porque allí veían muchas vezes cavalleros andantes. Porque, como os diximos, este y el Enano, y otro que la historia dirá adelante, todos era hijos del diablo, que lo huvo en una muger, como la historia dirá. Y como Jofré vido la casa, dixo a la muger:

–Señora, yo quiero aguijar adelante, por ver si podré remediar esos niños que dezís; y vos seguidme, que de una cosa os aseguro, que si hallo vivo a vuestro hijo, o yo moriré o yo os lo daré vivo.

Y cavalgó en su cavallo y començó a correr hazia la casa, y en llegando apeose, y arrendó su ca-vallo a su lança, que la hincó en el suelo, y embraçó su escudo y puso mano a la espada y dio una buelta a la casa, y halló una puerta pequeña, y entrose dentro. Y halló una casa redonda armada so-bre un pilar, y al un canto de la casa una cama encortinada, y una banca cabe la cama, y assentado en ella un malao de altor de dos hombres, muy espantable, y todas sus faiciones conseguían con el altor. Y estava tan herido de enfermedad, que en la mayor parte de sus dientes tenía comida la carne y se le parescían; y la nariz tenía casi comida, y los dedos de aquella manera. Y cabe sí tenía una donzella muy bien vestida, toda rasgada y messada, y mordidos los braços, que ella, con gran ravia, se mordía y se hazía toda pedaços. Y él halagávala, que la tenía para burlar della, la cual le ha-vía traído aquel malvado sayón que traía los niños; el cual salía por los lugares solo. Y como solo lo veían, no se guardavan dél, y en tomando el niño o lo que él quería, luego a la hora salían veinte o treinta de cavallo, los cuales eran diablos y con el miedo dexávanle hazer lo que quería, y así truxo aquella donzella; y no esperava sino lavarse en la sangre de los niños para, en sanando, haverla. Y havía dos días que ella estava allí sin comer, que no hazía sino llorar y hazía cosas de gran manzilla, y maldecía su pecado que en tal parte la havía traído. Y cuando ella vido a Jofré, alegrose creyendo que Dios la havía oído. Y el malato, cuando vido a Jofré, maravillose cómo havía podido ni osado llegar allí; porque, demás de no osar allí llegar nadie, la casa era así encantada y si hallava la entra-da, no hallava la salida; y con una voz gruessa ronca, dixo:

–Traidor, ¿quién te hizo osado de entrar aquí?Y Jofré dixo: –No vos, don malvado, hijo del diablo, que aquí fenescerán hoy vuestros males; que los niños

y esa donzella son causa de vuestra mala fin.Y fuesse para el malato el espada sacada; y el malato, desque lo vido, tomó una porra de hierro

que tenía par de sí y alçola. Y Jofré llegó rezio, e ívale a dar una gran cuchillada en la cabeça; y co-mo el malato vido que el espada le iva a dar en la cabeça, desviola y el cuerpo también. Pero como estava sentado y Jofré le siguió el golpe del espada hazia abaxo, alcançole una gran cuchillada en el muslo que casi se lo cortó. Y juntamente también el malato alçó la porra e iva a dar a Jofré una

Tirant 16 (2013) 511Tablante de Ricamonte y de Jofré

porrada, y Jofré hurtó el cuerpo, y el malato metió la porra por el suelo cerca de dos palmos, y hizo tremescer todo aquello con el golpe; y con una voz que dio cuando le dio Jofré la herida. Y mientra el malato tirava la porra del suelo, llegó Jofré con un golpe al braço, y como lo tenía tiesto, tirando, cortóselo cercen. Y el malato, que estava ya en pie, desmayó y cayó; y Jofré no se guardando, el malato con la mano izquierda tomó la porra y tirósela; y Jofré desque vido ir la porra, escudose y diole encima del escudo un golpe, que Jofré, y el escudo, y la porra, todo cayó junto en el suelo. Y la donzella, cuando lo vido, pensó que era muerto y fue a él con muy gran llanto, y el malato arras-trando veníase a Jofré por matallo con la mano izquierda y con los dientes. Y la donzella travó de Jofré por lo desviar, y Jofré entró en sí y ella le començó a esforçar, y dar vozes diziendo:

–¡Señor, esforçad, que es muerto el malato!Y Jofré abrió los ojos y violo que trabajava por llegar a él, y entonces dixo Jofré:–¿Cómo, traidor, no eres muerto?Y alçó el espada y cortole la cabeça. Jofré, de cansado y atormentado del golpe, se sentó en el

suelo y alçó los ojos arriba, loando a Dios que lo havía librado. La donzella se llegó a él y tirole el yelmo, y hallole lleno de sangre que por las narizes le salía del golpe de la porra; y con una manga limpiole el rostro, y él, por miedo de otro peligro, tornóselo a poner; y luego se le membró de los niños y preguntó a la donzella si sabía adónde estavan, y ella dixo:

–Por esa portezica que aí está havéis de entrar.Y él, cuando llegó a la puerta, viola escura y miró, y vido unos escalones y abaxó por ellos, y

halló acullá y abaxó una gran bóveda, que era tamañana a su parescer como la casa de arriba, y una muy pequeña lumbre, que cuasi no veía más, de que a mala ves vido el sayón, el cual se aparejava para degollar los niños. Y el sayón se espantó de ver a Jofré, y Jofré alçó el espada y diole de llano, y él de miedo cayó en el suelo y dixo:

–¡O mezquino de mí, que muerto deve ser mi señor!Y Jofré le dixo:–Muerto es el traidor y vos moriréis también con él.Y el sayón le dixo:–Pues, señor, no me matéis, sino no saldréis desta casa que es encantada.Y Jofré temió de quedar allí y miró y vido a los niños, y dixo en su coraçón:–No creo yo que Dios, que me traxo aquí a sacar a estos niños, lo consienta.Y dixo al sayón:–Pues ¿qué haré para salir?Y él le dixo:–Que volváis a salir allá a la casa arriba y hallarla héis tan escura, que es maravilla; y a tiento en

el pilar buscad y hallaréis una calaverna de hombre, y quebralda en el pilar y apartadvos a fuera, y escudaos bien y mirad por vos, que no ha de quedar piedra en toda la casa que no os dé encima, de manera que si viviéredes, quedaréis tal que tendréis que hazer en bolver en vos.

Y él, cuando lo oyó, pensó que era mentira y el sayón dixo:–Cierto hallaréis lo que digo.Y entonces Jofré atole las manos atrás y echole la boca ayuso, y embraçó su escudo y encomen-

dose a Dios, y subió por la escalera, y cuando fue arriba no veía nada, y llamó; la donzella respon-dió que estava asombrada y él dixo:

–Yo, señora, dexé esto claro y hállolo escuro.Y la donzella dixo:–Todas las finiestras y las puertas por donde entrastes, se han cerrado una a una.

512 Tirant, 16 (2013) Andrea Gea

Y él, muy espantado, fue a tiento y halló el pilar; y halló una ventanilla pequeña, y en ella una calaverna de persona como el sayón le dixo, y dio con ella al pilar e hízose pedaços, y encomen-dose a Dios. Y en la hora vino una piedra y otra, y como estava escuro, no se sabía escudar; y una le dava en las piernas y otras en la cabeça encima del yelmo, y otras en los braços, hasta que por arriba la coronilla de la bóveda se fue deshiziendo a que huvo lumbre. Y luego començose a escu-dar y ya no le dava tanta pena, porque la recebía en el pavés; pero havéis de saber que no quedó piedra en toda la casa que no le diesse. Todo esto veía la donzella que estava hincada de rodillas rogando a Dios que librasse al cavallero de aquella ventura, así que cuando la casa fue acabada de deshazer, él quedó tan molido y el escudo todo hecho pedaços, y él lleno de sangre y polvo, que era manzilla; porque no quedó piedra en toda la bóveda que no fuesse a darle y él quedó hincada una rodilla en el suelo, y el espada en la mano, y encima de la cabeça el escudo.

Y cuando no huvo piedra que le viniesse a dar, miró por la vista del yelmo, el cual todo estava tan abollado que apenas lo pudo sufrir. Y vido que no havía cabe sí sino la donzella y los niños y el sayón, que, como la casa era encantada, la cueva que vos diximos y la bóveda donde estava el malato, todo era uno, aunque parescía otra cosa; y no havía allí más de un prado verde, y él se le-vantó, y la donzella fue a él y le dixo:

–Señor, ¿qué sentistes? Que gran mal havéis recebido.Y él dixo: –Señora, muy grande; pero ¿qué es del malato y su cama?Y ella dixo:–Señor, mientra la casa se deshazía, que no quedó piedra que no os diesse, se levantó una gran-

de escuridad y anduvo por toda la casa, y con ella se desaparesció el malato y la cama, que no huvo más de lo que aí veréis.

Y él se tiró el yelmo y no vido más de la donzella y niños y el sayón atado, y acullá la muger que tenía ya su cavallo por la rienda, por do paresció que aquella mala visión toda era del diablo y que lo llevó todo. Y dio fe la donzella que vido un hombre y allí fue el malato, y su cama y todo.

CAPÍTULO XV. –Cómo un sayón, criado del malato, llevó los niños a sus madres y Jofré llevó la donzella que libró a casa de un cavallero su padre.

Dize la historia que después que Jofré no vido sino la donzella y niños y el sayón, y la muger y su cavallo, que se esforçó y preguntó qué havía sido de todo; y la muger dixo que vido lo que la donzella havía visto, según su dicho de ambas, y Jofré dixo a la muger:

–Yo dixe que si a vuestro hijo hallava vivo, que os lo daría o me costaría la vida.Y cuando la muger vido a su hijo, no se hartava de verlo y besarlo y abraçarlo, y los otros niños

lloraban con deseo de sus madres, y ella vino con su hijo, y echose a los pies de Jofré diziendo:–Señor, unos hierros quiero que me echéis y seré vuestra esclava por el bien que de vos recebí.Y Jofré se rió de lo que ella dezía y vido que el plazer la tenía fuera de sí, y dixo:–Amiga, lo que havéis de hazer es, que yo tomaré juramento a este sayón que vaya con vos, y

llevéis los niños a sus madres; y que vos y ellas, y él con vosotras, vais a Camalot y os presentéis de mi parte a la reina Ginebra.

Y luego se fue para donde estava atado el sayón e hizo sembiante de matallo, y él dixo:

Tirant 16 (2013) 513Tablante de Ricamonte y de Jofré

–Señor, no me matéis que no tenéis razón, porque yo vos he dado la vida. Porque, cierto, si yo no os dixera el secreto de la casa, vos quedárades aquí encantado con estos niños para siempre.

Jofré le dixo, que así por aquello que él dezía, porque era verdad, como porque el jurasse de ir con aquella muger y niños al valle donde havía tomado aquellos niños y que se les diesse a sus madres; y que ella y los niños y él se fuessen juntos a la corte del rey Artur, y que se presentassen de su parte a la reina Ginebra, que lo perdonaría. Y él se fue con la muger y niños al valle donde los havía tomado dos a dos y tres a tres. Ellas, viendo a sus hijos, del plazer que tuvieron otorgaron la ida a Camalot, y adereçaron de partirse a la corte.

Dexemos la ida dellos y vamos a Jofré, que quedó con la donzella en el prado.

CAPÍTULO XVI. –Cómo Jofré llevó la donzella que libró y la llevó a casa de su padre, donde lo huvieran muerto.

Después que Jofré vido acabada aquella aventura, por una parte quedó muy alegre, porque él havía hecho lo que ningún cavallero havía osado començar, y por otra parte quedó tan atormen-tado, que todo el cuerpo le dolía que no sabía de sí parte, y dio loores a Dios por la merced que le havía hecho y dixo a la donzella:

–Señora, yo vos querría poner en salvo en vuestra casa, si supiesse el camino.Y entonces le dixo ella cómo ella andando a caça con un gavilán y yendo con ellos unos criados

suyos, que havían salido de un castillo de su padre que se llamava el castillo del Hierro, y que aquel sayón venía en su cabo y no curaron dél. Y a deshora vinieron veinte de cavallo y que de miedo huyeron los suyos, y que ella quedó, y que no sabía más sino que la truxeron, y Jofré dixo:

–Yo, señora, querría poneros en salvo en vuestra casa, si vos sabéis algún aviso para que yo vos lleve, dezídmelo. Porque es ya más de medio día y ante que la noche venga querría que estuviés-sedes en algún lugar a vuestro plazer.

Y ella dixo:–Señor, lo que yo vos sé dezir es que él me truxo por una gran montaña y un valle abaxo, y havía

de una parte y otra muy grandes montañas. Y cuando salimos de las montañas, la primera cosa con que topamos fue el sol que nos dio de cara, que havía poco que havía salido.

Y él miró en lo que ella dixo y miró en qué derecho salía el sol y al contrario tomó la montaña, y tomola a las ancas del cavallo y passó del todo el prado, y fue al monte. Y en llegando al monte, dixo la donzella:

–Señor, yo creo que este valle es por donde aquel traidor me traxo.Y entraron por el valle, el cual iva muy encubierto de montaña y dixo ella:–Señor, si este es el valle, cerca de una legua de aquí va un camino por donde él me traía y lo

dexó, y apartose por esta fondura por donde agora vamos.Y ellos en esto, dende a un poco hallaron el camino y ella dixo:–Señor, por aquí va donde está el castillo de mi padre y hay mucho de aquí allá, que como, se-

ñor, os dixe, yo salía de caça y aquel traidor me tomó de la manera que os dixe; y luego estava allí un palafrén en que me llevaron, que el mío dexáronlo y en llegando a la casa no lo vi más.

Y en esto llegaron a donde ella dixo y hallaron el camino, y ella conosciolo y dixo:–Ya, señor, no podemos errar el camino ni el castillo, pero convendrá andar mucho porque este

camino se dexa alla adelante y a tino del castillo hemos de ir.

514 Tirant, 16 (2013) Andrea Gea

Así que ellos anduvieron cuanto pudieron, de manera que era bien noche que llegaron al casti-llo, el cual era de un cavallero anciano, criado del conde don Milián y bien pariente suyo. Y como era viejo y estava lastimado de la pérdida de la hija, havía mandado cerrar la puerta y estava muy triste, y la muger llorando; y como llegaron, apeose ella de las ancas del cavallo y Jofré apeose. El castillo estava desviado del lugar por sí, que tenía más de dozientos vecinos, y començó a llamar y todos salieron a ver qué era. Y ella respondió y en el habla la conoscieron, y fueron a pedir albri-cias al padre y a la madre; y todos salieron con mucho gozo y mucha alegría, según devéis creer, y dixo:

–Señor y señora, de mí no curéis, que Dios ha curado de mí que me embió este cavallero que curasse de mí, mas curemos dél que le haze bien menester.

La madre se abraçó con ella y no se hartava de besarla con muchas lágrimas; y el padre fue a abraçar a Jofré, y queríale besar las manos por lo que oyó a la hija, y por lo que creyó según era el caso. Y Jofré defendiose y dixo que él no havía hecho nada, que Dios lo havía hecho; pero que le rogava que le curasse de aquel cavallero que le hazía bien menester. Y entonces el cavallero mandó a los suyos que curassen dél mejor que del suyo, y la donzella dixo:

–Madre, no me preguntéis nada, que no vos lo puedo dezir sino de espacio, y bastaos saber que Dios ha querido guardar mi honra. Y demos de cenar a este cavallero y buena cama, que bien le haze menester, que os digo, señor, que creo que no trae huesso sano, según lo que hoy le vi passar, sino que deve ser de gran coraçón, y como es moço, puédelo bien sufrir.

Así que luego guisaron muy bien de cenar. Y ellos estando en esto, oyeron gritar en la villa y era el llanto que diximos por el conde, y saltó a la puerta a escuchar, y en esto los del castillo comença-ron también el llanto como era costumbre, y él sin sospecha dixo:

–Dezid, señores, ¿qué malas nuevas vos han venido, que tal llanto hazéis?Pues como era el uso, que sabéis, començaron a ir tras dél con piedras y palos; y como él no

estava armado, no pudo tomar armas, ni supo otro remedio que echar a huir por la puerta del cas-tillo. Pues acabado el llanto, salió el cavallero a él con mucha reverencia y dixo:

–Señor, por la passión de Dios que no me culpéis; que es cierto que, si mi hijo fuéredes, no pu-diera hazer más de lo que hize. Que es uso y no havéis más de preguntar ni hablar en ello.

Pues viendo Jofré lo de allí y lo del castillo de la Floresta, calló y dixo:–Pues ya es passado, vamos a cenar.Y la donzella y la madre, que vieron cómo lo havían corrido, hincáronse de rodillas ante él de-

mandándole perdón, y dixo la donzella:–Señor, librástesme de la muerte y en galardón querían vos matar en casa de mi padre.Así que él las levantó del suelo y tomó la madre del braço, y entráronse a cenar, y cenaron, y hi-

ziéronle buena cama, y echose, y reposó. Y esa noche contó ella a su padre y a su madre cuanto le havía acontescido, y cómo la truxo tan a su salvo como si fuera su hermana. Y estuvieron hablando en él y en su dispusición y hermosura y buena criança, y cómo era tan fuerte y las cosas que hizo en el malato. Y acordaron de darle ropa de lienço que refrescase, y pusiéronle a la cabecera, que no despertó de cansado y atormentado. Y así reporason aquella noche.

Y otro día oyeron missa y comieron, y en la tarde apartolo el cavallero y díxole así:–Señor, no ha havido tiempo para yo haveros de dezir en cuánto cargo vos sois por la buena

obra que yo de vos he recebido, y no sé con qué vos lo pueda yo pagar, sino con deciros que mi persona y casa, y muger e hijos es vuestro; y podéis, señor, hazer de todo como cosa vuestra. Y havéisme, señor, de hazer otra merced: que me digáis quién sois y dónde vais, y cómo os llaman; porque yo soy natural deste reino y fue yo cavallero de la Tabla Redonda en vida de su padre deste

Tirant 16 (2013) 515Tablante de Ricamonte y de Jofré

rey, y por mi edad he dexado la corte. Y algunas vezes vienen por aquí cavalleros andantes y yo los recibo y huelgo mucho con ellos; así por el bien que dellos he recebido, como por yo ser cavallero, huelgo con los cavalleros andantes.

Y Jofré, viendo su ancianidad y que era cavallero de merescimiento, y que lo havía menester para estar allí, porque él no se sentía para ir en busca de Tablante, según su flaqueza, díxole la ver-dad como havía passado desde la primera hora; pero no le dixo de ninguna aventura de las que le havían acontescido. Y cuando el cavallero supo que él iva en busca de Tablante por librar al con-de, holgose; y quisiera él que para ser diestro en el combatir, que le huvieran acontescido algunas aventuras. Pero, por lo que la hija le dixo, pensó que bien podía ser, aunque fuesse tan moço y no usado a las armas, que fuesse buen cavallero, y díxole:

–Señor Jofré, no por una cosa, mas por muchas devo yo holgar de vuestro hospedalgo, y te-neros en mi casa tanto cuanto fuere vuestra voluntad. Así porque me librastes mi hija de mayor peligro que morir y porque ella librada la honrastes mucho, y porque sois de la corte del rey Artur mi señor, y jurado de la Tabla; y porque is en demanda de mi señor el conde don Milián, y porque sois hijo del conde Donasón, que fue el mayor señor y amigo que yo tuve en la corte. Porque am-bos eramos a una sazón cavalleros y ambos salimos y dexamos la corte de acuerdo; porque, señor, yo os ruego que de aquí delante de mí y de mi casa no se haga más que se haría de lo del conde vuestro padre. Y, cierto, los parientes del conde vos son en muy gran cargo, porque este llanto que cada noche veis, por causa del conde se haze.

Y como Jofré estava muy quebrantado, no se osava meter en camino, antes se curava porque no le viniesse algún daño. Y al cabo de quinze días, Jofré dixo al cavallero que él se sentía aliviado y que quería ir en su demanda; y el cavallero le rogó que se estuviesse, y él no quiso sino irse y ver si lo hallaría allí, y si no que se bolvería luego allí a esperallo. Y él le informó de cuántas leguas havía al castillo de Ricamonte y de la manera del camino, y de una aventura que havía de hallar, si por dicha la topasse, que era la muger del diablo, y madre del Enano y del malato, y de otro hijo que allí tenía. Y porque era muy peligrosa, le avisava que a la ida se havía de guardar que no perdiesse el camino que hazia una vereda cabo una fuente adonde ella estava. Y él le dixo que sí no porque deseava acabar la de Tablante, que de otra manera el iría a buscarla, y así se partió en acabando de comer.

Y antes que él se partiesse, la donzella lo apartó y dixo:–Señor Jofré, bien me paresce que yo haya recebido de vos mayor beneficio, pues que es dema-

siado el amor, el cual me ha hecho perder la vergüença, pedirvos yo a vos lo que vos havíades de pedir a mí. Yo, señor, vos hago saber que desque yo vi y conoscí cuántas virtudes en vos moran, yo soy tan vuestra y estoy tan aparejada para vuestro servicio, que no hay en mí más de cuanto vos podéis mandar. Y pues yo, señor, tengo edad y linaje y riquezas, yo, señor, deseo que vos seáis señor de todo ello; lo cual vos, señor, devéis hazer. Porque es cierto, señor, que en más peligro está agora mi vida que cuando estava en poder del malato, que me distes la vida. Esto, señor, yo no os lo dixera agora, sino que vos, señor, os vais a esta aventura y podría ser que no querréis bolver por aquí; y si esto se hiziesse así, es cierto que yo moriría sin vos ser dello sabidor; porque vos pido por merced que, acabada la aventura, vos, señor, os vengáis por aquí y según razón, siendo yo muger, no devería dezir esto, pero no me culpéis, sino pensad en el remedio.

Y Jofré se halló tan afrentado que era maravilla, que no supo qué responder, sino por li-brarse della dixo:

–Señora, yo en esta demanda no sé lo que Dios de mí hará; si la acabo, una cosa os certifico: que yo no dispondré de mí ninguna cosa sin os lo hazer saber y si yo no hallo allí lo que busco, yo bolveré por aquí y havrá lugar de hablar en ello.

516 Tirant, 16 (2013) Andrea Gea

Y así se despidió della y se fue en busca de Tablante, y ella quedó con sus cuidados.

CAPÍTULO XVII. –Cómo yendo Jofré en busca de Tablante perdió el camino y halló la fuente Peligrosa, donde mató el malato del diablo que estava allí y la

madre del malato y del Enano.

El cuento dize que, desque Jofré se partió del castillo del Hierro, anduvo por sus jornadas. Y yendo un día pensando en todas las aventuras y en Bruniesén, y en la donzella donde havía parti-do, olvidó el aventura de la fuente Peligrosa, donde anduvo el diablo.

Y como el cavallo no havía bevido un día y una noche, sintió el agua y guió una vereda; y al dar que le davan las ramas de los árboles en el yelmo, entró en su acuerdo y pensó lo que era, y pesole, y no osó bolver de vergüença de sí mismo. Y no tardó que luego vido una gran enzina y al pie una fuente, y cabe en ella una vieja tan luenga como una lança, en solos los huessos, y el pellejo muy negro, y los cabellos prietos y luengos, y los pellejos de las tetas que le llegavan a la rodilla, y los ojos tan sumidos, que apenas se podían ver, y la boca muy sumida, sin memoria de dientes, y todas las costillas de fuera, y muy disforme criatura. Y él, aunque vido que era aquella el aventura, no curó sino de dar agua a su cavallo y ella salió detrás del enzina, y él y el cavallo se espantaron de la visión. Y ella, con mayores vozes que su hijo el Enano, le dixo que por qué dava agua a su cavallo en aquella fuente Peligrosa; y cierto, Jofré huvo gran miedo, que nunca en aventura tal sintió, que el cabello de la cabeça todo sintió que se levantó hazia arriba. Y a las vozes salió una figura de hom-bre muy espantable y con un ramo de enzina en la mano, y delante dél venía un viento tan rezio, que todos los árboles bolvía.

Y Jofré, cuando lo vido, apeose y sacó su espada y embraçó su escudo, y la fantasma llegó y dio un palo con el ramo sobre Jofré; y plugó a Dios que otro mal no le hizo, sino que como el ramo era grande, quedó Jofré entre las ramas y abaxole. Y él fue diziendo que le havía de dar con el espada, y cuando miró estava ya desviado de una gran lança en luengo. Y al estruendo que traían salió un hermitaño que estava en una hermita junto cabe la fuente, con una cruz y con agua bendita; y lue-go la fantasma huyó y quedó la mala visión de la vieja arrimada a la enzina.

Huvo Jofré della tanto enojo, que se fue a ella, y con el espada hízola toda pedaços; y a la hora vinieron más de mil cuervos, y cada uno llevo su pedaço; y el hermitaño dixo a Jofré:

–Señor cavallero, si así huvieran hecho otros que yo he librado, no huvieran sido muertas más de cient personas de muchas maneras que aquí peligravan. Pero unos morían y otros quedaban tan espantados, que tenían que en ser librados hazían harto, y así se estava esta aventura aquí. Por-que, señor, havéis de saber que esta vieja era madre desta fantasma que salía y madre de un malato, y madre de un enano, que el diablo los huvo todos tres en esta vieja. Y agora, señor, yo soy libre de estar aquí, y los que passaren también, porque la hermita fue hecha a causa della, para librar los que allí morían.

Y cuando Jofré vido la aventura acabada, holgose mucho y fuéronse él y el hermitaño a pie de la hermita, y comieron de lo que tenía, y estuvo allí aquella noche. Y otro día rogó al hermitaño que por amor dél fuesse a Camalot y le contasse aquella aventura a la reina; y el hermitaño se lo prometió, y Jofré se partió a buscar a Tablante.

Tirant 16 (2013) 517Tablante de Ricamonte y de Jofré

CAPÍTULO XVIII. –Cómo llegó Jofré al castillo de Ricamonte y no halló aí a Tablante, y los suyos le mostraron al conde don Milián y trezientos cavalleros

que estavan presos.

Desque Jofré se despidió del hermitaño, fuesse por su camino a Ricamonte y los suyos le pre-guntaron que quién era, y él dixo que era un cavallero su pariente que le quería ver. Él les rogó que le mostrassen el castillo y las tiendas, y los presos, y ellos lo hizieron así; y cuando acabó de ver todas las tiendas, mostráronle la del conde, el cual estava tan flaco y tan debilitado, que no lo conoscía. Y Jofré huvo muy gran duelo dél, y dixo que en su voluntad que, si se combatía con él, que confiava en Dios que se lo pagaría, y a los otros dezíales que era su pariente.

Y desta vía le mostraron todos los presos y dixeron sus nombres y cuánto havía que estavan allí. Y halló cavallero que havía veinte años que estava preso, y halló que sin el conde eran trezientos y cada uno estava a costa de sí mismo, ellos y sus cavallos, y sus mugeres les embiavan dineros. Y desque todo lo vido y se informó que su venida havía de ser cierta a la Pascua florida, acordó de bolver al castillo del Hierro.

CAPÍTULO XIX. –Cómo Jofré, bolviendo al castillo del Hierro a buscar a Ta-blante, se combatió con un cavallero por librar a una donzella y lo mató.

La historia cuenta que Jofré se partió de Ricamonte y acordó de venir al castillo del Hierro, y entró en su camino, y anduvo seis días con sus noches, que nunca por camino ni fuera dél vido cosa de las que havía visto a la venida que vino a Ricamonte. Y era que, como no sabía la tierra, perdió el camino y fue por otro que era lexos de donde él iva. Y el camino metiolo por una flores-ta llena de árboles muy espesos, y ya que era cerca de medio día, vido venir una donzella encima de un palafrén y con ella un cavallero armado de todas armas defensivas, pero no traía lança, ni espada, ni escudo; y la donzella venía haziendo el mayor duelo del mundo. Y como lo vido Jofré, fue espantado, pensando qué podía ser aquello; y llegó a la donzella y saludola, y ella con muchas lágrimas le bolvió la respuesta. Y Jofré le dixo:

–Donzella, por mesura, deteneos, que vos quiero preguntar algo de vuestro provecho.Y ella se detuvo también y Jofré dixo:–Donzella, vos me perdonad por lo que hago; que, como yo no ha mucho que estoy en este

hábito, no daré fe de ver donzella caminar, sino una días ha y otra que yo llevé en mi compañía un día, y cada una de su manera. Y agora veo a vos, y por eso, y por veros hazer tan gran duelo, estoy espantado y querría que me dixéssedes qué havéis, porqué lloráis y qué querríades.

Y ella dixo:–Señor cavallero, de os dezir yo mi pena, luego os la diría, si supiesse yo que érades vos Ta-

blante de Ricamonte, o el cavallero que dizen de la Lança peligrosa. Porque estos dos cavalleros sabemos que son tales que nadie se combatió con ellos que no fuesse vencido. Pero a vos, señor, que no conozco, no querría poner en peligro; en especial, señor, que vos dixistes que havía poco que andávades en este hábito.

Y cuando Jofré le oyó dezir aquello, dixo:–Donzella, yo no dudo sino que esos cavalleros sean buenos y tales. Pero ya sabéis vos que di-

zen que donde hay un bueno hay otro mejor. Si vos recebís agravio, no os lo digo porque yo vos

518 Tirant, 16 (2013) Andrea Gea

he de poner cobro, pero buen consejo es, y no devéis dexar de dezillo a todos, y podría ser hallar así el remedio.

Entonces dixo la donzella:–Señor, mi pena es grande, que este cavallero y yo somos hermanos, y yo siento su pena y la

mía, y veníamos ambos por este camino que dizen de la Puente, el cual se llama así porque hay un río y pássanlo por una puente; y nosotros ívamos a la corte del rey Artur, por algunas cosas que nos cumplen a nuestra hazienda, y mi hermano adolesció en el camino. Está, señor, allí en la puen-te un cavallero, el cual es señor de la torre que dizen del Miradero, y salió a nosotros y dixo a mi hermano que no passaría sin justa. Y como iva doliente dixo que no era para ello, y él porfió tanto con mi hermano que, aunque le requirió con Dios y con el rey y con cavallería que nos dexasse ir, no quisso. Y por esto él fue a mi hermano y tirole el espada y la lança y el escudo, y dixo que lo mataría si luego no jurava de me llevar allí a su torre, que es una heredad suya, para haverme de deshonrar, y mi hermano, por no morir, juró de me llevar.

Pues viendo Jofré tan gran fuerça, huvo duelo de la donzella y dixo a su hermano que la dexas-se, que bien podía jurar que se la tomaron. Y la donzella, por no ser deshonrada del cavallero, bien lo quisiera, pero su hermano dixo:

–Señor, él quedava cavalgando y luego vendrá, y yo soy el que lo pagaré, que a mí me matará. Y por eso, señor, no oso.

Y Jofré dixo:–¿Cómo, no creéis que hay quien vos libre de sus manos?Y en esto miró la donzella y vídolo venir, y dixo a Jofré:–Señor cavallero, idvos, que vedlo aquí do viene. Y pues mi desdicha fue esta, no quiero poner

en aventura a nadie.Y luego la donzella començó a irse. Y Jofré, viendo que no la podía tener para esperar al cavalle-

ro, echó la mano a las riendas del palafrén y por fuerça la detuvo. Y el hermano mostró que quisiera andar y començó a porfiar con Jofré; y en esto llegó el cavallero y dixo:

–Dezid, cavallero, ¿qué tenéis vos que hazer con esa donzella?Y Jofré dixo:–Cierto, más que vos; porque vos la queréis hazer mal y yo querríale hazer bien.Y el cavallero dixo a Jofré:–Esso, ¿cómo lo sabéis vos?Y Jofré dixo:–Porque ellos me han dicho las cosas que han passado. Y porque veáis si es verdad, díganvoslo

ellos.Y ellos dixeron que era verdad que ellos se lo havían dicho, procurando de ser remediados. Y

Jofré dixo al cavallero si era así verdad y él dixo que sí. Y Jofré dixo, que pues aquel cavallero estava malo y no estava para pelear, que no era razón hazer lo que hizo, ni embaraçarle su camino y querer deshonrar una donzella: en especial que iva a la corte del rey Artur su señor; y que a él convenía ayudalles. Y él respondió que él no tenía razón para tomar la demanda por ellos, que ellos eran sus presos y que los dexasse seguir su camino, para que fuessen a cumplir el juramento que havían hecho. Jofré dixo al hermano de la donzella si antes que jurasse si le havía requerido con Dios o con el rey que los dexasse ir su camino, y él dixo que sí; y Jofré tornó a preguntar al cavallero. E entonces dixo Jofré al cavallero:

Tirant 16 (2013) 519Tablante de Ricamonte y de Jofré

–Pues esto es así, a vos, señor cavallero, conviene dexarlos, o vos o yo nos hemos de combatir, porque, en otra manera, yo recebiría muy gran vergüença de ver y consentir que vos, so hábito de cavallero, hagáis fuerça a los que van a la corte del rey mi señor.

Y él dixo, que por cierto él no dexaría los presos por él ni por diez tales como él; y que, aunque fuessen diez, que uno a uno los entendía prender y matar. Y Jofré le dixo:

–Yo no dudo sino que vos seáis buen cavallero, deso me plaze a mí. Pero una cosa os hago sa-ber: que aunque yo no sea diez, sino uno, los presos no se irán con vos.

Y como aquello vido el cavallero, dixo a Jofré:–Pues apartadvos, que yo os mostraré que huviérades menester compañía.Y entonces apartáronse y vínose para Jofré, y Jofré se fue para él, y diéronse sendos encuentros.

Y el cavallero quebró la lança a Jofré, y Jofré diole por medio de los pechos, y passole el escudo y metiole media braça de lança de la otra parte. Y cuando Jofré vido su golpe, dexó la lança en el ca-vallero y luego el cavallero cayó muerto. Entonces Jofré se apeó y sacó su lança y limpiola, y tornó a cavalgar, y dixo burlando:

–Agora vengan los nueve.Y preguntó a la donzella dónde quedavan las armas de su hermano y ella dixo:–Señor, no sé sino que allí a la puente se las tiró.Y entonces todos tres bolvieron a la puente y hallaron unos hombres suyos, y como vieron la

donzella y el cavallero, entendieron que aquel cavallero se havía combatido con su amo, y pregun-táronle por él y Jofré les dixo:

–¿Sois vosotros de un cavallero que prendió a esta donzella y a su hermano?Y ellos dixeron:–Sí.Y él dixo:–Pues id allá, que bien vos haze menester que le ayudéis a ir a la corte.Y ellos vieron que su amo era muerto o herido. Y Jofré vido la lança y el espada y el escudo del

cavallero, y mandóselo tomar; y él tomó sus armas y díxole Jofré: que pues él los havía librado, que en buen hora se fuessen a la corte y la donzella se presentasse a la reina Ginebra y le contasse aquella aventura.

Y ellos lo hizieron así. Y cuando esto oyó la reina, fue muy gozosa y mandola poner en escrito, y maravillávanse mucho de la bondad de Jofré, y deseavan que Jofré se hallasse con Tablante.

CAPÍTULO XX. –Cómo llegó Jofré al castillo del Hierro y esperó allí hasta que supo que Tablante era venido a Ricamonte.

Dize el cuento que después que Jofré libró a la donzella y a su hermano, y los embió a la corte, que anduvo todo aquel día que no halló poblado ninguno, y que ya bien noche, que alcançó un peón, y como Jofré llegó, saludolo y preguntole de dónde era, y él dixo que era criado de unos monjes de un monesterio que estava cerca de allí. Y Jofré holgose de oírlo, por la necessidad que llevava y fuele preguntando por muchas cosas, y de todo le dio razón; y preguntole por el cavallero de la Puente y díxole:

–Allí, señor, está una aventura, de cuya causa passan por allí pocos; que está allí un gran cava-llero y de allí haze muchos agravios.

520 Tirant, 16 (2013) Andrea Gea

Y Jofré le dixo que ya no los haría, que él se havía combatido con él y le havía prometido de no hazer ya mal a nadie. Y preguntole por el castillo del Hierro y riose dello, diziendo que estava muy lexos y por través, pero que de allí del monesterio iva un camino hazia aquella tierra, y que no hallaría quien le dixesse cómo fuesse allá, pero que havía camino de cuatro días y despoblado todo. Y era bien noche que llegaron al monesterio y cuando llegaron estavan las puertas cerradas, y el moço llamó, y abriéronle, y fue a dezir al padre que estava allí un cavallero, y mandole abrir, y diéronle bien de cenar a él y a su cavallo.

Y otro día oyó missa y comió y partiose, y anduvo por sus jornadas hasta que llegó al castillo del Hierro, donde fue recebido y servido. Y como anduvo de malas noches y peores días fatigado, acordó de estar allí arreziando, hasta que viniesse el tiempo de ir a Ricamonte. Y allí contó al ca-vallero cómo a la ida se havía perdido y halló el aventura de la fuente Peligrosa, y cómo mató a la vieja. Y que a la venida se perdió y mató al cavallero de la torre del Miradero, y estuvo allí muchos días. Y desque vido tiempo, despidiose de la donzella con las condiciones dichas y de su padre, y metiose a andar.

CAPÍTULO XXI. –Cómo Jofré fue a Ricamonte y halló allí a Tablante. Y de las razones que entre ellos passaron y cómo se combatió con él y lo venció, y libró

al conde don Milián y a los trezientos cavalleros que tenía presos.

La historia dize que Jofré iva por el camino pensando en aquellas dos donzellas y cómo ambas eran de buen linaje y señoras de vassallos, y ambas gentiles, y aunque hallava que Bruniesén era más hermosa, y en especial que le dava aquella guerra, y esta otra no, y no sabía qué forma se tener. Y en esto fue aquellos días, hasta que llegó a Ricamonte víspera de pascua, y en llegando pregun-tó por Tablante y dixéronle que era venido. Y él dixo que le hiziessen saber que era venido allí un cavallero de los de la Tabla Redonda, el cual, habiendo oído dezir su gran bondad y que era muy buen cavallero, se venía a combatir con él:

–Porque si él me venciere, yo llevaré honra de ser vencido de tan buen cavallero, y si lo vencie-re, seré honrado en vencer un buen cavallero.

Y los suyos fueron a Tablante y dixéronselo todo como él lo dixo, y él fue maravillado, porque él solía buscar a otros y no otros a él, y dixo:

–Yo quiero salir a verlo.Y cuando salió y vídolo gentil cavallero y buen cavallo, y buenas armas, y bien lindas, y buena

dispusición. Y mirole el escudo de los del otro tiempo, que se lo havía dado el cavallero señor del castillo del Hierro, que el suyo se havía quebrado en la casa Encantada; paresciole bien y pensó que era algún cavallero anciano que algunas vezes acostumbraban a salir a provarse con los buenos cavalleros del tiempo. Y desque lo miró díxole:

–Señor, estos míos me han dicho que dezís que venís a combatiros conmigo. Yo lo he por bien; pero hoy es víspera de pascua y mañana es el día, y no es razón entender en cosa de armas. Mas si os plazerá, hoy y mañana sed mi combidado, y el lunes se podrá hazer eso que vos pedís, y de buena gana.

Y Jofré dixo:–Señor: si esto a vos os plaze, a mí también, y sea como vos lo mandáredes.

Tirant 16 (2013) 521Tablante de Ricamonte y de Jofré

Y Tablante le rogó que se apease y él lo hizo luego, y los del castillo tomaron el cavallo y Ta-blante les mandó que lo curassen como a los suyos; y Jofré desarmose y dio sus armas a uno de los del castillo. Y cuando Tablante lo vido, túvose por engañado en lo que vido tan moço y no dixo nada, y pensó que era algún cavallero novel y que alguna liviandad lo havía movido para vernirlo a buscar; y pensó que, si antes aquello supiera, que en llegando tirara aquel cuidado. Pero, porque le havía començado a hazer honra, siguiola todavía y dixo que les diessen de cenar, y cenaron jun-tamente. Y en la noche aposentáronlo muy bien y otro día domingo oyeron missa, y en la tarde cavalgaron, y hablaron mucho en las cosas de la cavallería, y en lo de las armas. Y tanto vido Ta-blante en Jofré así en cortesía, como en crianza, como en razones, que conosció que era hijo de algún cavallero; y que con buen deseo havía salido a buscallo, y que como no sabía qué cosa era bolar de la silla, que pensava que no havía más de lo que pensava. Todo esto passó a Tablante por pensamiento, y llamole y díxole:

–Señor cavallero, cuando aquí llegastes, de vos pensé una cosa y desque os apeastes pensé otra, y después acá esotra. Porque yo querría que mirássedes mi honra y también la vuestra, y vos y yo quedássemos muy amigos; y esto dígolo más por piedad que por otra cosa, y por muchas cosas buenas que de vos he conoscido. Porque os ruego que me digáis qué fue la causa que os movió a me venir a buscar, y de qué tierra sois y vuestro nombre.

Y Jofré le dixo:–Señor, lo que vos pensastes luego y después yo no lo sé; pero hagoos, señor, saber, que yo soy

cavallero armado e hijo de cavallero, y soy de los de la Tabla Redonda; y véngome a combatir con vos por tomar emienda de una deshonra que vos hazéis al rey Artur, mi señor, en prenderle y te-nerle preso al conde don Milián, y deshonrarle açotándole como a ladrón. Y esta es la verdad, pues la quisistes saber. De mi nombre no curéis, señor, dél, porque yo soy cavallero de poco tiempo acá y no lo havéis oído, y si fuere menester decirse ha cuando sea tiempo.

CAP. XXII. –Cómo llegó Tablante de Ricamonte a la corte del rey Artur por prisionero de Jofré y llevó consigo los trezientos cavalleros que Jofré libró.

Dize el libro que Tablante se maravilló de la respuesta y que, aunque el cavallero en el gesto pa-rescía moço, en la respuesta era viejo. Y Tablante, porque desque a su tierra llegó siempre lo honró y siguió aquello en todo, y díxole:

–Señor, yo he conoscido tanta virtud de vos, que por ella no querría venir en rompimiento de armas; porque, señor cavallero, lo que yo agora vos quiero dezir no lo acostumbro dezir a nadie, y es esto: que harto havéis ganado de honra en haver venido a mi casa a buscarme y que yo me escuse de ser combatido con vos, y que con esta honra vos vais. Y esto se haze por vuestro mere-cimiento y porque paresce que hemos vos y yo comido en uno como si fuéramos hermanos; y os veo tan moço y con tan buen deseo, que yo holgaría desto, y por eso os lo digo.

Y Jofré le respondió y dixo:–Señor Tablante, cierto yo agradezco vuestra buena voluntad; pero ya veis qué se diría de mí

en la corte del rey, donde yo publiqué que venía a combatirme con vos, desque supiessen que lo havía dexado. Salvo si fuesse en una manera que yo, señor, vine publicando que venía a perdiros al conde don Milián, no sabiendo que havía más, y después he visto todo lo de vuestra casa, y esto de propósito pediros también todos esos otros cavalleros. Mas, por la mucha honra que yo en vues-

522 Tirant, 16 (2013) Andrea Gea

tra casa he recebido, yo me contentaré con solo el conde y haré cuenta que os doy de gracia esos otros; y havéisme de dar vivo al conde y libre de cualquier omenaje que él vos haya hecho.

Y cuando Tablante esto oyó, enojose y dixo:–Pues aún yo, señor cavallero, más honra os quería hazer; y pues que así es, recebid la voluntad

hoy y mañana recebid mi obra.Y en esto hízose hora de cenar y cenaron, y dormieron. Y otro día de mañana, dixo Jofré que le

llamassen a Tablante; y él abaxó del castillo y Jofré le dixo: –Señor, ya os tengo dicho a lo que soy venido y por la mucha cortesía que en vos he hallado, yo

querría dexar la batalla y llevar conmigo al conde. Y si esto vos queréis, yo juraré de no ser contra vos jamás, salvo en defendimiento de mi persona y bienes o de la corona real.

Y Tablante le dixo:–Señor cavallero, si eso yo quisiera, ya fuera hecho. Y no digo al conde, pero al menor de cuan-

tos aquí hay no os daré sin batalla; y yo, señor, os embiaré vuestro cavallo y armas, y oyamos missa, y demos fin a este negocio.

Y Jofré le dixo que sería bien ordenar condiciones, y Tablante enojose y dixo:–¿Qué condiciones? Sino que, el que cayere, que lo mate el otro.Y Jofré le dixo:–Señor Tablante, pensad bien en ello, que uno es agora y otro será entonces; pero, si vos man-

dáis sea así. Que si vos venciéredes, que yo quede a todo lo que de mí quisiéredes hazer o me ma-tar o me prender. Y que, si yo os venciere a vos, que nos os pueda matar, sino que solamante hayas de ser mi prisionero; y que, aunque os pudiesse matar después de preso, no pueda. Y esto a ley de cavallero y siendo vos preso, que luego sean libres el conde don Milián y todos los otros que aquí tenéis presos. Y esto que lo juremos vos y yo.

Pues oyendo estas cosas, por una parte se enojava y por otra le parescía bien; y teniéndole en poco, reíase de lo que oía, pero al fin otorgolo y jurolo. Y luego le truxeron su cavallo y armas, y mirolas todas por ver si le havían hecho algún engaño, y miró las riendas y la cincha, y vídolo todo muy bueno, y cavalgó en su cavallo, tentolo. Y también Tablante de Ricamonte subió en su castillo y armose, y cavalgó en su cavallo, y vino adonde Jofré estava, y llamaron a todos los trezientos ca-valleros que estavan en las tiendas, y pusiéronlos alderredor como palenque. Y delante de todos le tornó a requerir Jofré que si le plazía darle sin batalla lo que pedía, que él lo haría. Tablante le dixo:

–Cavallero, catad que no estáis ya en tiempo, sino que cada uno trabaje por su honra y ayude Dios al que quiera ayudar.

Y en esto apartose Tablante a un cabo y Jofré a otro, y viniéronse el uno para el otro y diéronse tan grandes encuentros que las lanças hizieron pedaços. Y luego pusieron mano a las espadas y dávanse tan grandes golpes, que era maravilla no hacerse pedaços. Y andándose hiriendo, cortó Jofré una rienda al cavallo de Tablante y no se podía valer; y Jofré dixo que le parescía que a pie podían llevar al fin la batalla, y apeáronse y començáronse otra vez a pie a combatir. Y dava Jofré a Tablante los golpes tan rezios que lo desatentava, y dezía en su coraçón que jamás se havía com-batido con hombre que tales golpes le diesse. Y ambos andavan heridos, que se cortavan las armas y la carne. Y Jofré pensava otro tanto como Tablante, que nunca havía hallado cavallero que tales golpes le diesse; y andando en esto, pensó Jofré que podía ser que el cavallero cobrasse fuerça y que él no recebiría honra. Y acordósele cuyo hijo era y cuyo cavallero era; y embraçó su escudo y tomó el espada com ambas manos; y como era moço, dio un salto muy cerca de Tablante y diole un tan gran golpe encima del yelmo, que se le abolló y metió dentro, tanto que el golpe le hizo

Tirant 16 (2013) 523Tablante de Ricamonte y de Jofré

tocar en los caxcos de la cabeça con el yelmo y atordescióselo. Y Tablante cayó, y Jofré saltó sobre él y tirole el yelmo, y díxole:

–Que buena havía sido la condición, que, si no la huviera, bien pudiera matallo, y que se otor-gasse por su preso.

Y Tablante dixo que se otorgava como lo havía jurado y que él dava por libres y quitos al con-de y a todos los otros trezientos cavalleros que allí estavan. Y entonces Jofré le ayudó a levantar y dixo:

–Señor Tablante, agora podéis vos saber mi nombre: que es Jofré, hijo del conde Donasón, ca-vallero de mi señora la reina Ginebra.

Y luego salió del castillo una donzella con medicinas y en una tienda de un cavallero de los pre-sos desarmaron a Jofré y lo curaron. Y aquella misma donzella curó de Tablante y díxoles que mi-rassen por sí, que estavan mal heridos. Y Jofré llamó a Tablante y dixo que él se quería ir al castillo del Hierro; y que le rogava que mientra él sanava, que curassen mucho del conde, porque estava muy flaco; y que en sanando, él y el conde y los cavalleros se fuessen para el castillo, lo cual se hizo así. Y dixo Jofré a Tablante que él no estava para llevar armas, que le rogava si las dexasse allí, que él se las hiziesse llevar, y Jofré se las dexó, y él dixo que con las suyas irían. Jofré se despidió del conde, que lo fue a ver antes que partiesse, y de los otros cavalleros; y cavalgó en su cavallo e hízo-se curar muy bien y librar las heridas, y fuesse. Y como no iva buscando aventuras, en cinco días llegó al castillo del Hierro. Y como lo vieron venir desarmado y ligado, pensaron que Tablante lo havía vencido y huvieron gran pesar todos; y él se hizo curar, y diéronle una cama buena, y con el camino enconaronse las heridas, y estuvo en gran peligro. Pero al fin de quinze días fue bien sano, y en este tiempo nunca osaron preguntar nada, pensando que venía preso.

Y un día llegó un moço al castillo y por caso halló al cavallero a la puerta, y preguntole por Jo-fré; y el cavallero le dixo que cúyo era. Y él dixo que era un cavallero que se dezía Tablante, señor de Ricamonte; y al cavallero pesole oír mentar su nombre y dixo al moço que dónde estava, y él dixo:

–Aí viene, y con él trezientos cavalleros.Y él entonces pensó que venían a cercar a Jofré. Y entró dentro y cerró la puerta del castillo y

fue a Jofré con muy gran miedo, y díxole:–Señor, poned vos gran cobro en el castillo, que yo voy a poner cobro en la villa, que Tablante

viene con trezientos cavalleros.Y Jofré riose mucho dello y dixo:–Pues vamos a decirlo a la señora y a vuestra hija.Las cuales, cuando oyeron que venía Tablante, fueron tan asombradas que fue maravilla, en-

tonces dixo Jofré:–¿Pues qué os paresce?Dixo el cavallero:–Señor, aquí hemos de estar a vuestro parescer.Dixo entonces Jofré:–Si a mi parescer estáis, es que le abráis las puertas y le deis bien de cenar y buenas camas

donde duerman; porque quiero que sepáis que aquí viene el conde don Milián y viene suelto, y Tablante viene preso.

En esto vieron que Jofré, aunque no les havía dicho nada, que él havía vencido el campo y hol-garon mucho dello, y tanto que no se hallavan de plazer, y luego ellos adereçaron para el conde una cámara y para Tablante otra. Y a los cavalleros lleváronlos aposentar a la villa, que venían todos a

524 Tirant, 16 (2013) Andrea Gea

pie, y en esto llegaron todos. Y el cavallero y la muger y la hija fueron a besar la mano al conde, el cual venía tan flaco que no lo conoscían; y todos estuvieron allí ocho días, pensando que el conde se concertara para que fuera con Tablante, y desque vieron que no podía ser, llamó Jofré a Tablan-te y a los dos cavalleros y díxoles que a él se le hazía cada día un año; porque havía de ir a la corte, que havía días que no havía ido allá; y que les rogava que ellos se fuessen luego con Tablante y que le dixessen de su parte a la reina Ginebra, presentándose ante ella, toda el aventura como passó. Y que le dixessen que él quedava en el castillo del Hierro con el conde, y que el conde y él quedavan flacos; lo cual Tablante y los cavalleros se lo prometieron; y quedó el conde y Jofré en el castillo.

Vamos a Tablante y los trezientos cavalleros que se fueron a la corte.

CAPÍTULO XXIII. –Cómo Tablante partió del castillo del Hierro con los trezientos cavalleros; y cómo fue recebido del rey y de la reina; y esperaron allí

hasta que vino Jofré.

Después que Tablante fue encima de su cavallo y armado y los trezientos cavalleros a pie se partieron, y anduvieron por sus jornadas tanto que en quinze días llegaron a la corte; la cual a la sazón estava toda llena de cavalleros. Y cuando vieron venir tanta gente tras un cavallero, fueron todos espantados y fuéronlo a decir al rey y a la reina; los cuales con todos los cavalleros y dueñas que allí estavan salieron a ver a las vantanas qué cosa era, y la metad de la ciudad también.

Y ellos estando así, el rey embió a dezir al cavallero que le dixesse quién era, y él dixo:–Dezid a su merced que soy un cavallero que otra vez vine a su corte y que me partí della con

más honra que agora vengo. Y dezilde que soy Tablanre, señor de Ricamonte, prisionero de Jofré, el cavallero de la reina.

Y cuando el mensajero subió y dixo lo que Tablante dezía, huvieron mucho plazer el rey y la reina y toda la corte, así por la honra de Jofré como por la deliberación del conde y de los cavalle-ros, como por la prisión de Tablante. Y el rey le mandó subir a él y todos los cavalleros, y él dixo al rey y a la reina toco cuanto con él le havía aconstescido, y cómo pensó que era algún cavallero anciano de los buenos, y cómo desque lo vido moço se halló burlado; y de cómo después no lo te-nía en nada y cómo después no lo podía sufrir en batalla. Y dixo cómo quedavan él y el conde muy flacos; y el rey y la reina y todos dieron gracias a Dios y mandaron que, hasta que Jofré viniesse, no se fuesse ninguna de la corte, y así se hizo.

Pues dexémoslos en la corte y bolvamos a Jofré al castillo del Hierro.

CAPÍTULO XXIV. –Cómo llegó el conde don Milián al castillo de la Floresta, que era de Bruniesén su sobrina.

La crónica dize que después que Tablante y los cavalleros se partieron, que Jofré dixo al conde que porque él estava flaco, que le parescía que él devía estar allí otros seis o siete días y estar en el castillo de la Floresta otros tantos, y así irse su poco a poco a la corte a besar las manos al rey, y en esto acordaron todos. Y Jofré acordó de se partir delante por despacharse de la donzella, y díxole:

Tirant 16 (2013) 525Tablante de Ricamonte y de Jofré

–Señora, ya devéis haver conocido de mí que, por agora, hasta llegar a la corte a besar las ma-nos del rey, no devo ni puedo determinar de mí ninguna cosa, sino partirme luego. Y la palabra que os di, aquella os vuelvo agora a dar: que es que os prometo que hasta os hazer saber qué he de determinar de mí, nada ponga en obra, y desto devéis ser bien cierta.

Y ella le dixo:–Señor, vos determinad de vos lo que mandáredes, que no os tengo de dezir más de lo dicho, y

aún aquello es muy demasiado, siendo muger.Y así se despidieron el uno del otro, y él también se despidió de su padre y de su madre, los cua-

les le ofrescieron casa y hazienda, e hijos; y también se despidió del conde y se partió, y fuesse con propósito de ir a ver a Bruniesén, la señora del castillo de la Floresta; y el conde quedó allí. Y él yendo por su camino, iva pensando en qué manera se pudiesse librar de aquella donzella, y acordó que sería bien concetarse con Bruniesén y no hazer nada hasta que le escriviesse a ella para ser li-bre de la palabra; y anduvo tanto por sus jornadas que llegó al castillo y hizo saber a Bruniesén que estava allí un cavallero andante, que por caso havía llegado allí. Y ella embió a su maestresala para saber si era cavallero y si venía adelante, o qué nuevas traía. Cuando el maestresala llegó, conosció que era Jofré en el cavallo y armas, y en todo, y dixo:

–Señor, esperad un poco.Y entró y dixo a su señora que allí estava Jofré, el cavallero que havía librado al conde, porque

ya la nueva estava por toda la tierra, y havía ya cessado el llanto, que no se hazía. Y ella, cuando lo oyó, fue muy gozosa y mandó adereçar la casa, y que le abriessen; y ella salió a recebirle fuera de su palacio; y él, en llegando, apeose y dio su escudo y lança y yelmo a los del castillo, y riendo dixo:

–¿Somos ya buenos amigos? Sino no dexaré las armas.Y todos huvieron con él mucho plazer. Y así lo llevaron hasta donde ella solía estar assentada

y se assentó, y le hizo assentar cabe ella. Y allí estuvieron un rato hablando hasta hora de comer; y allí le preguntó por las aventuras acontescidas, las cuales calló, que no dixo nada sino lo de Ta-blante, que dixo dello que Dios lo havía hecho. Y luego pusieron las mesas y comieron, y diéronle una cámara muy adereçada donde dormiesse, y así estuvo allí bien ocho días. Y un día antes que se partiesse dixo:

–Señora, ya sabe vuestra merced la palabra que con los vuestros embié a dezir, de cuya causa, aunque en el camino algo se me ofresció, yo no lo acepté; porque no lo pudiera hazer si mentir allá o acá. Vuestro tío queda en el castillo del Hierro y ha de venir aquí, y de aquí ha de ir a la corte donde yo voy, y allá yo hablaré con la reina, que dé orden en que vuestro tío haya por bien que vos, señora, y yo seamos señores: yo vuestro y de vuestra tierra y vos mía y de toda mi tierra.

Y ella holgó mucho dello y Jofré se despidió y se fue a la corte, y ella quedó con mayor cuidado que solía.

Dexémoslos así y bolvamos al castillo del Hierro y al conde.

526 Tirant, 16 (2013) Andrea Gea

CAPÍTULO XXV. –Cómo el conde don Milián estuvo en el castillo del Hierro algunos días y allí le supo cómo Jofré havía librado a su sobrina, y cómo mató al

malato.

Después que todos fueron partidos, quedó allí el conde con sus parientes algunos días. Y allí supo el conde de la sobrina cómo la havía librado de la casa encantada y hablaron mucho dél, y dixo el conde:

–Cierto, yo quisiera tener una hija con quien lo casara y le dar todo cuanto tengo.Y loáronlo mucho; y un día dixo el conde que ya se sentía bueno y que se quería partir, y ade-

reçaron y partiose, y fuesse al castillo de la Floresta. Y cuando Bruniesén supo de su venida, salió más de una legua con todos los suyos a recebirlo, y fueron grandes alegrías que con él se hizieron. Y estuvo allí algunos días como se ha dicho, y partiosse a la corte; y cuando él fue, ya Jofré estava en la corte.

Dexémoslo en el camino y vamos a Jofré.

CAPÍTULO XXVI. –Cómo Jofré llegó a Camalot, a la corte del rey Artur, y del recebimiento que le hizieron, y de todas las cosas que

passaron.

Después que Jofré se partió de Bruniesén, acordó de ir a besar las manos al rey y a la reina, y anduvo sin detenerse en el camino hasta que llegó a la corte. Y un día antes llegaron ciertos vassa-llos de Bruniesén que ivan a la corte, los cuales publicaron todo lo que passava, y la reina embió por uno dellos y quiso saber si estava allí. Y él dixo que otro día, desque él se partió, havía de partir Jofré. Y como él tenía en la corte parientes y amigos, y veían las aventuras que hazía, y sabían que la reina lo quería bien, saliéronlo a recebir muchas personas, así cavalgando como a pie; y con mucha honra lo llevaron a palacio. El rey y la reina lo recebieron bien, y él se apeó en palacio y fue a besar las manos al rey y a la reina; y allí lo tuvieron aquel día preguntándole de las cosas acontescidas; y él, con buen tiento, a todo respondió bien. Y la reina le preguntó por el conde y él dixo adónde lo dexava, y preguntole qué era su voluntad que hiziesse de Tablante y de los cavalleros; y él dixo que allí no tenía él nada, que lo que él havía de hazer ya era hecho, sino que su merced havía de mandar en todo. Y así estuvieron todas cosas por entonces.

Y dize el cuento que, desque el conde començó a caminar hazia Camalot, así porque havía días que era bien curado, como porque venía a su tierra y estava a su plazer, engordó y estava bueno y sano. Y cuando la reina supo que venía, mandó a Tablante que así como entró la primera vez armado y con sus trezientos cavalleros, que así saliesse a recebir al conde, el cual lo hizo así. Y el rey y la reina lo recebieron muy bien, y holgaron mucho de su venida. Y así se estuvo en la corte algunos días.

Pues, como arriba diximos, Jofré no quiso en lo de Tablante más tener que entender, de solo prenderlo y entregarlo a la reina; y ella por aquello habló con el rey y dixo que sería bien soltarlo, y el rey dixo que sería bien. Y un día, estando Tablante en palacio, el rey lo mandó llamar; y él vino, e hincó la rodilla ante el rey y el rey le dixo:

–Tablante, tiempo es que vais a ver vuestra casa.Y él dixo:

Tirant 16 (2013) 527Tablante de Ricamonte y de Jofré

–Señor, esto es en las manos de vuestra merced.Y el rey le dio licencia, con condición que jamás no hiziesse armas contra ninguna persona de

su reino: y él se lo prometió así y besó la mano al rey, y después a la reina, y fuesse a su posada. Y despidiose del conde y demandole perdón; y despidiose de Jofré y de todos, y partiosse y fuesse. Él ido, dixo la reina al rey que también era razón dar licencia a los cavalleros que fuessen, y el rey dixo:

–Eso a vos pertenesce.Y ella habló con ellos y dioles licencia que se fuessen a sus casas y vistiolos de su librea, y em-

biolos; y ellos fueron todos a la posada de Jofré a despedirse dél y darle gracias de la buena obra que les hizo, y después se fueron todos.

Y ya todos idos, pensó Jofré que sería bien hazer un mensajero a la donzella que os diximos, hija del cavallero anciano, para quitar su palabra. Y tomó un criado suyo y embiolo con cartas al padre y a ella, por las cuales hizo saber al padre todo lo passado en la corte, y a la donzella, a buelta de otras cosas que le escrivía, fue, que ya ella sabía que le havía prometido de no disponer de sí sin hazérselo saber. Y por aquella palabra que le havía dado, le embiava aquel mensajero, por do le ha-zía saber que la reina lo quería casar en la corte y que no podría salir de su mandado, que le rogava lo perdonasse, que no era más en su mano. Cuando la donzella leyó la carta, pensó morir y dixo:

–Esto yo me lo tenía muy bien visto, pero, pues mi desdicha así lo quiso. Yo no casaré con per-sona del mundo, sino en mi voluntad yo lo querré, porque la obra que él me hizo ansí lo meresce.

Y con muchas lágrimas llamó a su padre y madre, y les contó lo que havía dicho a Jofré, y lo que Jofré le havía respondido, y les mostró la carta; y les rogó que le hiziessen un monesterio de monjas en el lugar, el cual fue hecho. Y ella metió consigo muchas donzellas que la acompañassen a servir a Dios. La donzella detuvo el mensajero más de un mes, porque viesse lo que ella hazía, y un día lo llamó y le dixo:

–Venid acá, amigo; vos me truxistes una carta de Jofré; la respuesta della es que le digáis dónde me dexáis.

Y así se partió el mensajero de Jofré. Después de la vida del padre, dieron el castillo al mones-terio y el lugar para que se mantuviessen las monjas, el cual hasta hoy dura.

Dexemos a la donzella en el monesterio y vamos al mensajero de Jofré, que no dixo a Jofré que no le traía carta, sino solo dar fe de lo que havía visto. Y Jofré, cuando lo oyó, fue muy triste; y si no fuera porque el amor de Bruniesén lo detenía, que él huvo tanta manzilla della, que la quisiera remediar. Pero al fin, como dize que todas las cosas crescen sino al desear, que es siempre menos un día y otro, fue afloxando, y pensó en entender en lo de Bruniesén; y un día dixo Jofré a la reina Ginebra:

–Señora, ya vuestra merced sabe cuántos servicios vos he hecho y es cosa justa que me sean pagados; porque suplico a vuestra merced me otorgue una merced.

Y la reina Ginebra le dixo:–Jofré, tú has hecho al rey mi señor y a mí tantos servicios y tan buenos, que no sé con qué se te

paguen; por eso mira tú lo que el rey mi señor y yo podemos hazer por ti, que luego se hará.Y él dixo:–La merced que pido, señora, es que vuestra merced me dé en casamiento a Bruniesén, la se-

ñora del castillo de la Floresta, sobrina del conde don Milián.Y la reina, cuando lo oyó, riose y dixo:–Jofré, según tus servicios mayor cosa pensé que querías pedir, porque esso no es nada, y creo

que sí hará. Porque el rey mi señor lo mandará, porque tu no deves nada a nadie en el reino, ni en linaje; pues, en tener, hijo eres del conde Donasón; y porque según la buena obra ella y su linaje

528 Tirant, 16 (2013) Andrea Gea

de ti han recebido, ellos te havían de pedir. Pero, por la honra de las mugeres, bien es y déveslo haver por hecho.

Y luego la reina habló con el rey y le contó todo lo que Jofré le havía dicho. Y el rey Artur se holgó mucho, porque parescía que Jofré se quería casar, porque el rey havía por bien de tenerlo siempre en la corte y dixo a la reina que ella devía tomar cargo de hazerlo. Y que, si el conde no quisiesse, que ella embiasse por la donzella y la diesse a Jofré, que a la postre, pues el conde en su muger no havía hijos, que de Jofré havía de ser todo lo del conde si casasse con ella. Y la reina dixo:

–Yo creo que nada será menester, porque Jofré es buen cavallero y el conde le debe tanto, que lo tendrá por bueno; y no hay aquí otra cosa sino saber la voluntad de Bruniesén.

Y un día llamó la reina al conde y le dixo:–Conde, bien se vos deve acordar que, por servicio al rey mi señor y honra de cavallería, vos

combatistes con Tablante; pues la compañía que él vos hizo, bien la sabéis. Y pues que Jofré, por servicio del rey mi señor y por compassión que de vos huvo, passó tantas fortunas por libraros, cosa justa es que sea galardonado y cada uno pague lo que deve. Y yo, conde, por el rey salgo fiadora. Pues, vos cosa iusta es que descarguéis vuestra consciencia en algo, pues ponía su vida por la vuestra.

Y el conde don Milián dixo:–Señora, yo devo a Jofré, hijo del conde Donasón, tanto, que con darle cuanto tengo no le ha-

ría pago. Por eso mire vuestra merced lo que quiere de mi condado, tómelo y déselo, que bien lo puede hazer, que dello huelgo yo mucho.

Y la reina le dixo:–Conde, vos lo dezís muy bien y como hombre de buen conoscimiento; y lo que havéis de par-

tir con él es que lo casemos, lo cual no se puede hazer sin vos.Y el conde dixo:–Señora, si no está en más de en mí yo lo doy por hecho y vuestra merced me diga quién es.Y la reina dixo que ella havía pensado de casar a Jofré con su sobrina Bruniesén, la señora del

castillo de la Floresta; y él huvo mucho plazer dello y dixo:–Señora, vuestra merced se la dé y la metad de mi condado.Y la reina dixo:–No es menester vuestro condado, que yo acabaré con él, que con solo darle a Bruniesén por

muger se contentará.Y el conde dixo:–Señora, yo no tengo en nada cuanto pueda dar a Jofré, porque él es muy esforçado cavallero y

hijo del conde Donasón; y él es de muy noble condición, que no tiene par.La reina, desque lo tuvo concertado con el conde, llamó a Jofré y díxole:–Jofré, ya te tengo casado.Y él besole la mano y dixo:–Haz así: embía por tu padre el conde, que yo embiaré por Bruniesén.Y la reina mandó al conde que embiasse por la condessa, y luego el conde embió por ella, que

no se havían visto desque él fue preso. La cual vino muy adereçada y con todos sus cavalleros y parientes y amigos; y cuando llegó a la corte, fue muy bien recebida y huvo mucho plazer de ver a su marido, y dixo que le mostrassen a Jofré, y el conde llévolo un día a su casa, y la condessa le dio tantas gracias porque le havía librado a su marido, que fue cosa de maravilla; y en tanto la reina embió por Bruniesén. Y Jofré también embió por el conde su padre, y cuando fue venido, el hijo y

Tirant 16 (2013) 529Tablante de Ricamonte y de Jofré

todos los de la corte lo salieron a recebir y lo llevaron muy honradamente a palacio, y el rey holgó mucho con él, y estuvieron todos allí en la corte un mes entendiendo en cosas de fiestas.

Y un día llamó el rey a palacio a todos los cavalleros y dueños y donzellas de la corte, y en pre-sencia de todos hizo el rey, a uno que lo havía por costumbre, que dixesse todas las hazañas de Jofré: cómo havía librado al conde, y cuando acabó de dezirlas dixo:

–No digáis más sino que el conde, en pago de su trabajo, lo casa con Bruniesén su sobrina.Y el rey mismo le hizo luego tomar las manos y todos fueron maravillados. Y la reina mandó

que luego hiziessen grandes fiestas y mayores que las que hasta allí se havían hecho. Y, las fiestas acabadas, la reina dixo a Jofré que se devían velar luego; y el adereçó todo lo que convenía, e hizo traer del condado de su padre tantos bastimentos que ocho días dio de comer a la corte toda. Y las bodas acabadas, acordaron que sería bien por un mes pedir licencia para se ir, y al conde Donasón diéronle tanta cuanta quisiesse, y al conde don Milián por dos meses, y a Jofré por un mes, porque el rey quería tenerlo siempre en la corte, y fue a su castillo y estuvo allá un mes y vínose a la corte. Y desta manera vivía Jofré, que el rey le dava de cuatro en cuatro meses licencia y veía su casa.

En este tiempo murió el conde don Milián y la condessa, e hizieron heredero del condado a Jofré, y después murió su padre y heredó su condado. De manera que cuando vino Jofré a ser de edad de reposar, tenía dos hijos y dos condados para ellos, y dióselos a los hijos, y casolos muy honradamente, y él y su muger retruxéronse al castillo de la Floresta, que era casa muy alegre y aparejada para vivir, y así gastaron su tiempo.

Y desque fueron viejos, casaron la hija y diéronle en casamiento aquel castillo; y ellos fenescie-ron allí y fueron allí enterrados, y así haze fin esta crónica.