thunupa y el mit deo l nacimiento de hérol e

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Thunupa y el mito del nacimiento del héroe Por Jorge Alurralde Palma T aumaturgo, caudillo o per- sonaje legendario, Thunu- pa marca el nacimiento del héroe en la mitología andina. Reúne en su me- teárica existencia aquellas virtu- des extraordinarias propias de los semidioses y el halo que ro- dea su nombre lo perfila nítida- mente a través de los tiempos. Vinculado a los dioses tutela- res del Kollao, se alza a la par de Ticci-wiracocha, el creador, • se confunde en un extraño pa- recido con el hermano de éste, Kan el destructor, que también •urge de las aguas para retor- tar a la kochamama después de deslumhrar con prodigiosos milagros. Luego, este "fantas- ma Kholla" al decir de Garcila- so —inquieta ya no sólo a los naturales de la hoya lacustre si- no también a los crédulos cro- nistas españoles, para quienes es él mismo San Bartolomé que anduvo con anterioridad a la conquista por tierras america- nas predicando el Evangelio. El enigmático Titicaca, en cu- yas aguas no se posaban las aves, escenario grandioso de los poderes sobrenaturales del hé- roe andino, agítanse dóciles y el río Desaguadero reconócele su origen cuando las tierras ribe- reñas se separan respetuosas para dar paso al callapo en el que viajan los despojos del már- tir asesinado, hacia el sumide- ro insaciable del ávido Poopó. Este mito, quizá el más anti- guo de que se tenga noticia, re- laciona a Thunupa con la fun- ción de Thiawanaco y data in- discutiblemente de aquel período mítico anterior a la conquista quechua, cuando la tierra se vio sacudida por violentos te- rremotos, o el lago Titicaca, a causa de lluvias torrenciales u otros agentes físicos, desbordó vaciándose parcialmente. Esta suposición no debe descartarse por lo mismo que en la "cosmo- gonía de los indios peruanos (y altoperuanos) no se encuentra mención alguna de los autores o cronistas acerca de los terre- motos, ni de los volcanes, (ya sean de la lava o fuego), pero si se los menciona en las leyendas de varios otros pueblos indios americanos como los araucanos y yurakares en el sur, y los mayas y mexicanos en el nor- te" (1), por esto "hay que ex- trañarse mucho de que en ¡os mitos religiosos de los perua- nos no se haga mención de las erupciones de fuego subterrá- neo ni de los terremotos siendo así que estos fenómenos natura- les, se producen en Los Andes con tanta frecuencia como vio- lencia" (2). La descripción que sobre Thunupa nos da el Yam- ki, don Juan de Santa Cruz Pa- chacuti, según Tschudi, no es más que una variación de la le- yenda de Ticci-wiraccocha, "Re- fiere que llegó al Tawantinsuyo un hombre barbudo, de talla mediana, luenga cabellera, de edad madura y pelo canoso; era delgado de contestara y neva- ba un bastón de peregrino en la mano; instruyó a los hom- bres con mucho cariño, llamán- dolos sus hijos; al recorrer el país verificó varios milagros, sanando a los enfermos, con sólo tocarlos y hablaba todos los idiomas. Se dio el nombre de Tonapa y también de Torapaka wirankonsapatsayatsixkatsan, o- tros lo llamaban pah' tsakan, o finalmente kumakuykamayox, el siervo y el predicador. En seguida refiere una larga historia de este Tonopa o Tora- paka, de la que resulta que es- tando donde un kuraka llamado Apo Tampu, maldijo a la ciu- dad de Yamquisupa, capital de la provincia de Kollasuyo, pro- fetizando que sería destruida por el agua a causa de que allí se hizo burla de él y se le insultó. Después se irritó al ver que en tsamarkaka hasta el mar, don- de desapareció (3). En esta relación como en otras Thunupa muéstrase como perso- naje exótico, y algunos cronis- tas inclusive, precisaron deta- lles sobre su indumentaria, co- mo Betanzos que aseguraba "llevaba una vestidura blanca que le daba hasta los pies y que esta vestidura traía ceñi- da; y que traía el cabello corto y una corona hecha en la ca- beza a manera de sacerdote, y que andaba destocado, y que traía en las manos ciertas co- sos que a ellos les parecía el día de hoy como estos brevia- rios que los sacerdotes traían en las manos"; Han sido precisamente estos detalles los que han colaborado para que escritores poco escru- pulosos hayan metamorfoseado la figura del taapac —hijo del creador— "agregando cosas que no constaban en la leyenda pri- mitiva; por ejemplo aquello de llevar un libro en la mano; en una palabra no se puede negar que hubo marcado empeño en acreditar la leyenda de Santo Tomás, que surgió en diversas formas en todo Sud América" (4). Vestigios de la predicación de San Bartolomé en las Indias Has humanas a modo de pies con sandalias, impresas en la mis- ma peña. La del pie izquierdo antecede como de persona que hacía fuerza. La tradición de los naturales es, que desde aque- lla piedra predicaba el Sto. Apóstol Tomás, a quien se atri- buyen estas huellas y que al oírle se enchían de gente los campos. & la provincia de Santa Cruz de la Sierra que confina con las del Paraguay escribe Zeballos (7) que se vie- ron en una piedra más huellas como una cruz y que esta piedra por cierta ocasión que refieren la trajeron los españoles a la ciudad y la pusieron en la Igle- sia Mayor con mucha venera- ción, dando a entender cosa sa- grada" (8). No faltaron sin embargo, otros cronistas que rectificando tales apreciaciones volvieron a tratar la misma leyenda; es el caso de Fray Antonio de la Calan- cha quien "se refería a una tradición con relación a un dis- cípulo de Tonopa, llamado Taa- pac, diciendo que los indios de las orillas del lago lo habían muerto, colocado su cuerpo so- bre una balsa, y que se habían botado ese embarcación en la gran laguna citada; y luego, empujada por las olas y los vientos... navegó con gran ve- locidad, causando la admira- ción de los mismos que le ha- bían muerto, habiendo aumen- tado su terror por el hecho de que el lago, que ahora tiene muy poca corriente, no tuviera entonces ninguna... Cuando la balsa con su tesoro alcanzó la playa de Cachamar- ca, donde está ahora el Desa- guadero (esta tradición está bien establecida entre los in- dios), esta misma balsa, atra- vesando lá tierra abrió un ca- nal, que antes no existía, pero que desde entonces no ha dejado de correr. Sobre sus aguas fue el cuerpo sagrado hasta el pue- blo de Aullagas" (9). Resulta valioso observar en todas las citas que hemos con- trapuesto más arriba, que el héroe aparece a una edad ma- dura y ka. pocos datns que de- lineado, señalando en él este no- table camino. Después en el li- bro que sacó, a luz (6) expli- có mejor esta tradición. Las huellas impresas dice que están en una gran peña al fin de la playa, frontero de la Barra de S. Vicente, menos de un cuar- to del pueblo. El camino afirma que le vio, y, que es de ocho palmos de ancho, cubierto de yerba muy menuda, siendo la de los lados de más de media vara. En la ciudad de Asump- ción como escribe el mismo p. Antonio Ruíz está una peña en cuya planicie se ven dos hue- serían la Cruz de Carabuco y unas huellas de pies humanos que señalarían el itinerario del apóstol, noticia que recogemos del erudito Antonio de León Pi- nelo. Dice así: "El p. Manuel Nobrega afirma haber visto en el Brasil impresas en una pie- dra unas huellas de me huma- no, como lo refieren Thomás Bo- nio Eugubino, Fr. Tomás de Ma- huenda, Fr. Juan de la Puen- te, el p. Pedro de Ribadeneyra, y Fr. Gregorio García. Estas huellas es tradición haber de- jado estampadas el apóstol Sto. Tomás, y que están en aquella provincia, donde hasta hoy es conocida un camino que va des- de el pueblo de San Vicente en 24 g. Australes de la costa hasta la ciuda dde Asumpción cabeza del Paraguay, que serán por línea recta las de esta tra- vesía 200 leguas. Luego dicen que pasa desde allí a la lagu- na de Paitití. que serán otras tantas, la cual se llama así co- rrompida la voz de Pay Tome, en que quedó el nombre del Apóstol santo. Prosigúese aquel camino por otras 200 leguas has- ta llegar al pueblo de Carabuco en el Perú, donde se venera una milagrosa Cruz que algu- nos afirman ser del tiempo de S. Tomás, y que la dejó allí. Este camino es opinan que nun- ca se ha cubierto de hierba, y que así está muy patente, como lo escribe el p. Eusebio (5), con la noticia que' ahí en la provincia de Toyaobe de haber pasado por ella un varón santo que atravesó el Perú y volvió al Paraguay, de cuyo origen quedó señalado aquel camino. El p. Antonio Ruíz de Montoya religioso de la Compañía de Jesús que con claridad y espí- ritu asistió muchos años a la con- versión de las infinitas naciones que confinan con el Paraguay, vivendo en esta corte truxo un mapa de todas ellas bien de- el alto dé kátsapucara, se sacri- ficaba ante el ídolo de mujer y destruyó el sitio por el fuego; luego llegó adonde los kinama- res, en ocasión que celebraban con grandes fiestas un matri- monio, v como por esta causa no acudieron a oír sus seremo- n°s, transformó a los hombres rv~Hroc. one h'"o lo mismo Tiawanaco. que habrían he?ho exactamente lo mismo; y que después de estas y otras co- sas dio término a sus corre- rías llevando en una mano una vara y en la otra un libro (sic) y siguiendo el curso del río nemos de su geneaología nos Inclinan a pensar que si no es el mismo Kon-ticci-wiracocha, es hermano de éste, lo que ayuda- ría a esclarecer el enigma de su origen. Las dificultades que tiene que sobrellevar, asimis- mo, no aparecen durante la ni- ñez o la infancia del héroe, ca- racterística que es universal en los mitos heroicos como lo ha observado Otto RanK; por otra parte, los peligros que corre y finalmente le llevan a la muer- te, su viaje sobre las aguas del Titicaca maniatado a una embarcación o tronco de árbol, son aventuras propias de la ni- ñez de los héroes; faltaría por consiguiente el rescate o la re- surrección del mismo, la ven- ganza sobre los causantes de su infortunio o, el reconocimiento de sus méritos y el goce del ran- go y honores que le correspon- den. Por lo mismo, necesaria- mente tenemos que preguntar- nos cuáles pudieron ser las cau- sas que coadyuvaron para la formación de este mito. Una ca- racterística que resalta parece ser su disconformidad con el sistema social o familiar de entonces. Thunupa sería, en el meior de los casos, un típico "héroe nacional", vinculado con la evolución del otrora vasto imperio Kolla o, un héroe de la resistencia aymara contra la hegemonía del Incario, o mejor todavía, la lucha en el terreno social del hombre-masa con el hombre de la aristocracia", pa- gado de su misión divina y es- píritu de previsión, activo y calcu^dor" (10). En otro sentido, como porta- dor de una vara y luego de una cruz, mostraría al vivo, los con- flictos de índole ético-social, en atención a los esfuerzos des- plegados por el héroe para im- plantar entre los nativos, nor- mas morales de orden frente al caos y a la rebeldía del espí- ritu del mal, encarnado en Ma- kuri: igualmente, mostraría con- flictos de índole familiar y las rivalidades subsistentes entre padres e hijos por la excesiva autoridad de los primeros o la evidente pasividad de los segun- dos, dentro de los límites cerra- dos de la comunidad primitiva, sin descontar los problemas de carácter religioso debido a la introducción- de un nuevo culto de tino agrario, como sostiene el estudioso argentino Samuel A. Lafone. Esto último podemos sinteti- zar diciendo que, el héroe tie- ne que vencer la creciente hos- tilidad social, que en el mito se simboliza por el abandono en el agua, como la resistencia a que el héroe nazca. El abandono al agua según Otto Rank, no es ni más ni menos, que la expresión simbólica del nacimiento. Los hi- jos nacen del "agua". La ces- ta, arquilla o receptáculo (en este caso la embarcación), sig- nifican, simplemente, el vientre, de modo que el abandono repre- senta directamente el proceso del nacimiento, si bien está re- presentado por su opuesto". Ten- gamos en cuenta que en los mi- tos complementarios de Kon o de Wiracocha, la relación em- pieza con inundaciones y en es- tos se hace alusión constante a las aguas, sean estas marinas, pluviales o lacustres. El mito del diluvio, asimis- mo, está incorporado a estas le- yendas y a otras de origen su- damericano. El símbolo del agua, "esas oscuras aguas de la muerte", son en Thunupa "a- guas de la vida" (11); y de esas aguas surgen los más importan- tes dioses de la mitología pre- colombina. Aquí cobra signifi- cado otro símbolo, el de la "madre", el mar o "cochama- ma", que le abrirá sus brazos en postrer homenaje. La em- barcación mortuoria rudimenta- ria o callapo, hecha de troncos de árboles o de tallos de toto- ra, tiene igualmente significa- ción femenina, puesto que es un "símbolo del cuerpo mater- no" (12) de esta manera, Thunu- pa encuentra cierto paralelis- mo con otros héroes solares uni- versales como Ogiges, Osiris, Jonás, etc., que realizan tam- bién viajes nocturnos por mar siguiendo el clásico derrotero es- tudiado por Frobenius, aunque nos inclinamos a considerarlo más bien un genuino héroe lu- nar, puesto que está asociado con símbolos como el agua y el ' aire, pero esto será tratado en" próximo artículo. NOTAS (1) Dr. J.J. Tschudi "Historia del Perú antiguo' Pág. 156 (2) Id. Pág. 157. (3) Ibid Pág. 163 (4) Ibid Pág. 164. (5) A. De León Pinelo "El pa- raíso en el Nuevo Mundo" Pág. 218. (6) Id. Pág. 218. (7) Ibid Pág. 218. (8) Ibid Pág. 218. (9) Fray Antonio de la Calan- cha "Crónica moralizada". (10) Louis Bfudin "La vida cuo- tidiana en el tiempo de los últimos Incas" Pág. 78. (11) C. G. Jung "Transformacio- nes y símbolos de la libi- do". (12) Otto Rank "El Mito del na- cimiento del héroe". i \

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Page 1: Thunupa y el mit deo l nacimiento de hérol e

Thunupa y el mito del

nacimiento del héroe Por Jorge Alurralde Palma

Taumaturgo, caudillo o per-sonaje legendario, Thunu-pa marca el nacimiento del héroe en la mitología andina. Reúne en su me-

teárica existencia aquellas virtu-des extraordinarias propias de los semidioses y el halo que ro-dea su nombre lo perfila nítida-mente a través de los tiempos. Vinculado a los dioses tutela-res del Kollao, se alza a la par de Ticci-wiracocha, el creador, • se confunde en un extraño pa-recido con el hermano de éste, Kan el destructor, que también •urge de las aguas para retor-tar a la kochamama después de deslumhrar con prodigiosos milagros. Luego, este "fantas-ma Kholla" al decir de Garcila-so —inquieta ya no sólo a los naturales de la hoya lacustre si-no también a los crédulos cro-nistas españoles, para quienes es él mismo San Bartolomé que

anduvo con anterioridad a la conquista por tierras america-nas predicando el Evangelio.

El enigmático Titicaca, en cu-yas aguas no se posaban las aves, escenario grandioso de los poderes sobrenaturales del hé-roe andino, agítanse dóciles y el río Desaguadero reconócele su origen cuando las tierras ribe-reñas se separan respetuosas para dar paso al callapo en el que viajan los despojos del már-tir asesinado, hacia el sumide-ro insaciable del ávido Poopó.

Este mito, quizá el más anti-guo de que se tenga noticia, re-laciona a Thunupa con la fun-ción de Thiawanaco y data in-discutiblemente de aquel período mítico anterior a la conquista quechua, cuando la tierra se vio sacudida por violentos te-rremotos, o el lago Titicaca, a causa de lluvias torrenciales u

otros agentes físicos, desbordó vaciándose parcialmente. Esta suposición no debe descartarse por lo mismo que en la "cosmo-gonía de los indios peruanos (y altoperuanos) no se encuentra mención alguna de los autores o cronistas acerca de los terre-motos, ni de los volcanes, (ya sean de la lava o fuego), pero si se los menciona en las leyendas de varios otros pueblos indios americanos como los araucanos y yurakares en el sur, y los mayas y mexicanos en el nor-te" (1), por esto "hay que ex-trañarse mucho de que en ¡os mitos religiosos de los perua-nos no se haga mención de las erupciones de fuego subterrá-neo ni de los terremotos siendo así que estos fenómenos natura-les, se producen en Los Andes con tanta frecuencia como vio-lencia" (2). La descripción que sobre Thunupa nos da el Yam-

ki, don Juan de Santa Cruz Pa-chacuti, según Tschudi, no es más que una variación de la le-yenda de Ticci-wiraccocha, "Re-fiere que llegó al Tawantinsuyo un hombre barbudo, de talla mediana, luenga cabellera, de edad madura y pelo canoso; era delgado de contestara y neva-ba un bastón de peregrino en la mano; instruyó a los hom-bres con mucho cariño, llamán-dolos sus hijos; al recorrer el país verificó varios milagros, sanando a los enfermos, con sólo tocarlos y hablaba todos los idiomas. Se dio el nombre de Tonapa y también de Torapaka wirankonsapatsayatsixkatsan, o-tros lo llamaban pah' tsakan, o finalmente kumakuykamayox, el siervo y el predicador.

En seguida refiere una larga historia de este Tonopa o Tora-paka, de la que resulta que es-

tando donde un kuraka llamado Apo Tampu, maldijo a la ciu-dad de Yamquisupa, capital de la provincia de Kollasuyo, pro-fetizando que sería destruida por el agua a causa de que allí se hizo burla de él y se le insultó. Después se irritó al ver que en tsamarkaka hasta el mar, don-de desapareció (3).

En esta relación como en otras Thunupa muéstrase como perso-naje exótico, y algunos cronis-tas inclusive, precisaron deta-lles sobre su indumentaria, co-mo Betanzos que aseguraba "llevaba una vestidura blanca que le daba hasta los pies y que esta vestidura traía ceñi-da; y que traía el cabello corto y una corona hecha en la ca-beza a manera de sacerdote, y que andaba destocado, y que traía en las manos ciertas co-

sos que a ellos les parecía el día de hoy como estos brevia-rios que los sacerdotes traían en las manos";

Han sido precisamente estos detalles los que han colaborado para que escritores poco escru-pulosos hayan metamorfoseado la figura del taapac —hijo del creador— "agregando cosas que no constaban en la leyenda pri-mitiva; por ejemplo aquello de llevar un libro en la mano; en una palabra no se puede negar que hubo marcado empeño en acreditar la leyenda de Santo Tomás, que surgió en diversas formas en todo Sud América" (4).

Vestigios de la predicación de San Bartolomé en las Indias

Has humanas a modo de pies con sandalias, impresas en la mis-ma peña. La del pie izquierdo antecede como de persona que hacía fuerza. La tradición de los naturales es, que desde aque-lla piedra predicaba el Sto. Apóstol Tomás, a quien se atri-buyen estas huellas y que al oírle se enchían de gente los campos. & la provincia de Santa Cruz de la Sierra que confina con las del Paraguay escribe Zeballos (7) que se vie-ron en una piedra más huellas como una cruz y que esta piedra por cierta ocasión que refieren la trajeron los españoles a la ciudad y la pusieron en la Igle-sia Mayor con mucha venera-ción, dando a entender cosa sa-grada" (8).

No faltaron sin embargo, otros cronistas que rectificando tales apreciaciones volvieron a tratar la misma leyenda; es el caso de Fray Antonio de la Calan-cha quien "se refería a una tradición con relación a un dis-cípulo de Tonopa, llamado Taa-pac, diciendo que los indios de las orillas del lago lo habían muerto, colocado su cuerpo so-bre una balsa, y que se habían botado ese embarcación en la gran laguna citada; y luego, empujada por las olas y los vientos... navegó con gran ve-locidad, causando la admira-ción de los mismos que le ha-bían muerto, habiendo aumen-tado su terror por el hecho de que el lago, que ahora tiene muy poca corriente, no tuviera entonces ninguna...

Cuando la balsa con su tesoro alcanzó la playa de Cachamar-ca, donde está ahora el Desa-guadero (esta tradición está bien establecida entre los in-dios), esta misma balsa, atra-vesando lá tierra abrió un ca-nal, que antes no existía, pero que desde entonces no ha dejado de correr. Sobre sus aguas fue el cuerpo sagrado hasta el pue-blo de Aullagas" (9).

Resulta valioso observar en todas las citas que hemos con-trapuesto más arriba, que el héroe aparece a una edad ma-dura y ka. pocos datns que de-lineado, señalando en él este no-table camino. Después en el li-bro que sacó, a luz (6) expli-có mejor esta tradición. Las huellas impresas dice que están en una gran peña al fin de la playa, frontero de la Barra de S. Vicente, menos de un cuar-to del pueblo. El camino afirma que le vio, y, que es de ocho palmos de ancho, cubierto de yerba muy menuda, siendo la de los lados de más de media vara. En la ciudad de Asump-ción como escribe el mismo p. Antonio Ruíz está una peña en cuya planicie se ven dos hue-serían la Cruz de Carabuco y unas huellas de pies humanos que señalarían el itinerario del apóstol, noticia que recogemos del erudito Antonio de León Pi-nelo. Dice así: "El p. Manuel Nobrega afirma haber visto en el Brasil impresas en una pie-dra unas huellas de me huma-no, como lo refieren Thomás Bo-nio Eugubino, Fr. Tomás de Ma-huenda, Fr. Juan de la Puen-te, el p. Pedro de Ribadeneyra, y Fr. Gregorio García. Estas huellas es tradición haber de-jado estampadas el apóstol Sto. Tomás, y que están en aquella provincia, donde hasta hoy es conocida un camino que va des-de el pueblo de San Vicente en 24 g. Australes de la costa hasta la ciuda dde Asumpción cabeza del Paraguay, que serán por línea recta las de esta tra-vesía 200 leguas. Luego dicen que pasa desde allí a la lagu-na de Paitití. que serán otras tantas, la cual se llama así co-rrompida la voz de Pay Tome, en que quedó el nombre del Apóstol santo. Prosigúese aquel camino por otras 200 leguas has-ta llegar al pueblo de Carabuco en el Perú, donde se venera una milagrosa Cruz que algu-nos afirman ser del tiempo de S. Tomás, y que la dejó allí. Este camino es opinan que nun-ca se ha cubierto de hierba, y que así está muy patente, como lo escribe el p. Eusebio (5), con la noticia que' ahí en la provincia de Toyaobe de haber pasado por ella un varón santo que atravesó el Perú y volvió al Paraguay, de cuyo origen quedó señalado aquel camino. El p. Antonio Ruíz de Montoya religioso de la Compañía de Jesús que con claridad y espí-ritu asistió muchos años a la con-versión de las infinitas naciones que confinan con el Paraguay, vivendo en esta corte truxo un mapa de todas ellas bien de-el alto dé kátsapucara, se sacri-ficaba ante el ídolo de mujer y destruyó el sitio por el fuego; luego llegó adonde los kinama-res, en ocasión que celebraban con grandes fiestas un matri-monio, v como por esta causa no acudieron a oír sus seremo-n°s, transformó a los hombres

rv~Hroc. one h'"o lo mismo

Tiawanaco. que habrían he?ho exactamente lo mismo; y que después de estas y otras co-sas dio término a sus corre-rías llevando en una mano una vara y en la otra un libro (sic) y siguiendo el curso del río nemos de su geneaología nos Inclinan a pensar que si no es el

mismo Kon-ticci-wiracocha, es hermano de éste, lo que ayuda-ría a esclarecer el enigma de su origen. Las dificultades que tiene que sobrellevar, asimis-mo, no aparecen durante la ni-ñez o la infancia del héroe, ca-racterística que es universal en los mitos heroicos como lo ha observado Otto RanK; por otra parte, los peligros que corre y finalmente le llevan a la muer-te, su viaje sobre las aguas del Titicaca maniatado a una embarcación o tronco de árbol, son aventuras propias de la ni-ñez de los héroes; faltaría por consiguiente el rescate o la re-surrección del mismo, la ven-ganza sobre los causantes de su infortunio o, el reconocimiento de sus méritos y el goce del ran-go y honores que le correspon-den. Por lo mismo, necesaria-mente tenemos que preguntar-nos cuáles pudieron ser las cau-sas que coadyuvaron para la formación de este mito. Una ca-racterística que resalta parece ser su disconformidad con el sistema social o familiar de entonces. Thunupa sería, en el meior de los casos, un típico "héroe nacional", vinculado con la evolución del otrora vasto imperio Kolla o, un héroe de la resistencia aymara contra la hegemonía del Incario, o mejor todavía, la lucha en el terreno social del hombre-masa con el hombre de la aristocracia", pa-gado de su misión divina y es-píritu de previsión, activo y calcu^dor" (10).

En otro sentido, como porta-dor de una vara y luego de una cruz, mostraría al vivo, los con-flictos de índole ético-social, en atención a los esfuerzos des-plegados por el héroe para im-plantar entre los nativos, nor-mas morales de orden frente al caos y a la rebeldía del espí-ritu del mal, encarnado en Ma-kuri: igualmente, mostraría con-flictos de índole familiar y las rivalidades subsistentes entre padres e hijos por la excesiva autoridad de los primeros o la evidente pasividad de los segun-dos, dentro de los límites cerra-dos de la comunidad primitiva, sin descontar los problemas de carácter religioso debido a la introducción- de un nuevo culto de tino agrario, como sostiene el estudioso argentino Samuel A. Lafone.

Esto último podemos sinteti-zar diciendo que, el héroe tie-ne que vencer la creciente hos-tilidad social, que en el mito se simboliza por el abandono en el agua, como la resistencia a que el héroe nazca. El abandono al agua según Otto Rank, no es ni más ni menos, que la expresión simbólica del nacimiento. Los hi-jos nacen del "agua". La ces-ta, arquilla o receptáculo (en este caso la embarcación), sig-nifican, simplemente, el vientre, de modo que el abandono repre-senta directamente el proceso del nacimiento, si bien está re-presentado por su opuesto". Ten-gamos en cuenta que en los mi-tos complementarios de Kon o de Wiracocha, la relación em-pieza con inundaciones y en es-tos se hace alusión constante a las aguas, sean estas marinas, pluviales o lacustres.

El mito del diluvio, asimis-mo, está incorporado a estas le-yendas y a otras de origen su-damericano. El símbolo del agua, "esas oscuras aguas de la muerte", son en Thunupa "a-guas de la vida" (11); y de esas aguas surgen los más importan-tes dioses de la mitología pre-colombina. Aquí cobra signifi-cado otro símbolo, el de la "madre", el mar o "cochama-ma", que le abrirá sus brazos en postrer homenaje. La em-barcación mortuoria rudimenta-ria o callapo, hecha de troncos de árboles o de tallos de toto-ra, tiene igualmente significa-ción femenina, puesto que es un "símbolo del cuerpo mater-no" (12) de esta manera, Thunu-pa encuentra cierto paralelis-mo con otros héroes solares uni-versales como Ogiges, Osiris, Jonás, etc., que realizan tam-bién viajes nocturnos por mar siguiendo el clásico derrotero es-tudiado por Frobenius, aunque nos inclinamos a considerarlo más bien un genuino héroe lu-nar, puesto que está asociado con símbolos como el agua y el ' aire, pero esto será tratado en" próximo artículo.

NOTAS

(1) Dr. J.J. Tschudi "Historia del Perú antiguo' Pág. 156

(2) Id. Pág. 157. (3) Ibid Pág. 163 (4) Ibid Pág. 164. (5) A. De León Pinelo "El pa-

raíso en el Nuevo Mundo" Pág. 218.

(6) Id. Pág. 218. (7) Ibid Pág. 218. (8) Ibid Pág. 218.

(9) Fray Antonio de la Calan-cha "Crónica moralizada".

(10) Louis Bfudin "La vida cuo-tidiana en el tiempo de los últimos Incas" Pág. 78.

(11) C. G. Jung "Transformacio-nes y símbolos de la libi-do".

(12) Otto Rank "El Mito del na-cimiento del héroe".

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