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Trabajo Práctico 4 A- Primera parte Un largo e inestable camino hacia la URSS Dado el límite de extensión de esta investigación, realizaré un punteo de los principales eventos ocurridos con anterioridad a la instauración del PRN el 24 de marzo de 1976. Uno de los grandes hitos de la historia de las relaciones entre Argentina y la URSS, sin duda fue la entrevista que sostuvieron el embajador argentino en Moscú, Leopoldo Bravo, y Stalin, en febrero de 1953, primera vez que el líder soviético concedía una entrevista a un representante de una nación latinoamericana. Como resultado, se firmó el primer convenio comercial entre la Unión Soviética y un país proveniente de América Latina. Sin embargo, este acercamiento fue desalentado por el régimen militar que derrocó a Perón. Durante el gobierno de Frondizi, a fines de 1958, una misión económica con destino a Moscú encabezada por el diputado Leceaga, dio lugar al otorgamiento de un crédito de 100 millones de dólares para la compra de equipos petroleros, lo cual significaba el primero de ese tipo que recibía una nación latinoamericana (Rapoport, 1988). La actitud en política internacional alentada por Frondizi pronto sería dejada de lado, al llegar Guido al gobierno, quien públicamente asumió una postura anticomunista y antisoviética, disminuyendo el comercio con la URSS significativamente. Bajo la presidencia de Illia, los vínculos comerciales con los países del este fueron reactivados. Entre los años 1963 y 1966, los intercambios pasaron de 19 a 112 millones de dólares. Sin embargo, nuevamente, la inestabilidad política ocasionó la interrupción del gobierno radical, al instaurarse un nuevo régimen militar bajo el mando del General Onganía, quien anunció un cambio respecto de las “ambiguas” posturas diplomáticas anteriores, reemplazándolas por un alineamiento más firme con los Estados Unidos, al tiempo que prometía una activa militancia anticomunista (Paradiso, 1993). 0

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Page 1: Texto Del Trabajo Práctico 4

Trabajo Práctico 4 A- Primera parte  

Un largo e inestable camino hacia la URSS  

Dado el límite de extensión de esta investigación, realizaré un punteo de los principales eventos ocurridos con anterioridad a la instauración del PRN el 24 de marzo de 1976.

Uno de los grandes hitos de la historia de las relaciones entre Argentina y la URSS, sin duda fue la entrevista que sostuvieron el embajador argentino en Moscú, Leopoldo Bravo, y Stalin, en febrero de 1953, primera vez que el líder soviético concedía una entrevista a un representante de una nación latinoamericana. Como resultado, se firmó el primer convenio comercial entre la Unión Soviética y un país proveniente de América Latina. Sin embargo, este acercamiento fue desalentado por el régimen militar que derrocó a Perón. Durante el gobierno de Frondizi, a fines de 1958, una misión económica con destino a Moscú encabezada por el diputado Leceaga, dio lugar al otorgamiento de un crédito de 100 millones de dólares para la compra de equipos petroleros, lo cual significaba el primero de ese tipo que recibía una nación latinoamericana (Rapoport, 1988). La actitud en política internacional alentada por Frondizi pronto sería dejada de lado, al llegar Guido al gobierno, quien públicamente asumió una postura anticomunista y antisoviética, disminuyendo el comercio con la URSS significativamente. Bajo la presidencia de Illia, los vínculos comerciales con los países del este fueron reactivados. Entre los años 1963 y 1966, los intercambios pasaron de 19 a 112 millones de dólares. Sin embargo, nuevamente, la inestabilidad política ocasionó la interrupción del gobierno radical, al instaurarse un nuevo régimen militar bajo el mando del General Onganía, quien anunció un cambio respecto de las “ambiguas” posturas diplomáticas anteriores, reemplazándolas por un alineamiento más firme con los Estados Unidos, al tiempo que prometía una activa militancia anticomunista (Paradiso, 1993).

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Durante la breve presidencia de Levingston, se produjeron algunas transformaciones en la política hacia la URSS; se enviaron nuevas misiones a Moscú que dejaron asentado el camino para importantes acuerdos que se darían bajo el próximo gobierno. Con la llegada de Lanusse a la presidencia, se confirmó el reemplazo de las “barreras ideológicas” del primer presidente de la Revolución Argentina, por el “pluralismo ideológico”. Se envió una nueva misión a Rusia que culminó con la firma de un nuevo convenio comercial en 1971, y en 1972 se creó la Cámara de Comercio Argentino-Soviética. Con los presidentes Cámpora y Perón, la apertura hacia el este se profundizó aún más. Esta estrategia de profundización fue impulsada por el Ministro de Economía de ambos gobiernos, José Ber Gelbard. En mayo de 1974 encabezó una numerosa comitiva hacia Moscú, en donde fueron recibidos con honores por Brezhnev y por altos mandatarios del Kremlin (Escudé, 2000). Como resultado de esta misión, se firmaron varios convenios, entre ellos uno de cooperación científico-técnica y un convenio de suministro de maquinaria. En este mismo año se creó la Comisión mixta Argentino-Soviética para verificar el desarrollo del intercambio. No obstante, el rumbo tomado por Cámpora y Perón fue cambiado cuando asumió la presidencia Estela Martínez, ya que la nueva presidenta no sólo obligó a Gelbard a renunciar, sino que también se negó a ratificar los convenios firmados con la URSS.

Instauración de la dictadura militar. Apoyo soviético y del PCA El 24 de marzo de 1976 las Fuerzas Armadas realizaron un golpe de estado y declararon al General Videla como presidente. Se prohibió la actividad pública de los partidos políticos, pero, a diferencia del resto, el PCA pudo expresarse libremente, a pesar del anticomunismo proclamado por la cúpula militar. Al día siguiente del golpe, los dirigentes del PCA tomaron una posición abiertamente favorable al régimen. Julio Laborde, editor responsable de la revista Tribuna Popular, en el número que salió a la venta el día 8 de abril, afirmaba respecto al nuevo presidente: “(...) En cuanto a sus formulaciones más precisas (...) afirmamos enfáticamente que constituyen la base de un programa liberador que compartimos (...). El presidente afirma que no se darán soluciones fáciles, milagrosas o espectaculares. Tenga la seguridad

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que nadie las espera (...). El General Videla no pide adhesión, sino comprensión, la tiene”. El nuevo presidente ratificó a Leopoldo Bravo como embajador en Moscú, lo cual resultó ser otra forma de ganar mayor apoyo tanto del PCA como de la URSS, ya que el embajador era de conocida tendencia pro soviética. A su vez, el PCA presentaba a la dupla Videla-Viola como el ala de la “democracia renovada”, frente a un ala “pinochetista”, sector no predominante dentro de las FFAA, canalizada a través de Emilio Massera y Luciano Menéndez. Más allá de las declaraciones de Videla referidas a una “solución” basada en “una montaña de cadáveres”, para el PCA el presidente era un general democrático y moderado (Echagüe, 1984). Pero... ¿a qué se debe tanto apoyo por parte de este partido al gobierno de facto? Claramente, el PCA respondía a la política de estado implementada por la URSS. De acuerdo al escritor Modesto Emilio Guerrero, el PCA terminaría, para su desgracia, negociando “trigo por muertos”; lo importante en esta etapa era garantizar el envío de trigo a Rusia. Esta razón de Estado los convirtió en cómplices de los genocidas, que perseguían, entre otros, a las bases del Partido Comunista, ausentes de estas decisiones de la dirección. A su vez, esta ecuación garantizaba de que siguiera llegando a la Argentina el “oro” ruso, es decir el presupuesto de financiamiento que era derivado a los partidos comunistas en América latina; “La relación de la dictadura con la URSS fue la garantía de la supervivencia del PCA, a pesar de los muertos que sufrió, sobre todo la garantía para su dirección, acomodada en privilegios materiales, confort y seguridad, como cualquier burgués”. Ni el PCA ni la Unión Soviética utilizaban la palabra dictadura para calificar al régimen de Videla. La prensa soviética, por ejemplo Radio Moscú, destinaba parte de sus emisiones a denunciar los crímenes cometidos por la dictadura chilena, mientras que elogiaba o simpatizaba con los generales Videla y Viola. Por otro lado, Sovestskoya Rossia decía “a pesar de todas las esperanzas de la reacción el golpe de estado de marzo en la Argentina no fue semejante al chileno”. Para ir cerrando esta etapa del trabajo, podría decirse que la dirigencia del PCA claramente actuaba en función de los intereses y objetivos de Moscú, y no de los trabajadores y del pueblo argentino, lo cual se manifiesta concretamente en las declaraciones oficiales realizadas por la cúpula del partido.

La Política Exterior de Videla y Viola hacia la URSS. Las RR Comerciales

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De acuerdo a Roberto Russell, desde el comienzo de la dictadura se perfilaron dos diplomacias que dificultaron la ordenación racional y operativa de los elementos que componen la política exterior: la militar y la económica. Ambas partieron de marcos distintos; la diplomacia militar estaba basada en las relaciones de nación a nación, con fuerte contenido expansivo, y la diplomacia económica, que tenía como base la interrelación entre países, es decir, se caracterizaba por el multilateralismo (Russell, 1988). Como veremos, si bien estas diplomacias entraban en contradicción en ciertos aspectos, en distintos períodos ambas mantuvieron relaciones con la URSS. El apoyo más firme e importante que tuvo la dictadura a nivel internacional provino de la Unión Soviética y de sus países satélites. Como se explicó en el apartado anterior, este apoyo fue representado a nivel interno por la posición adoptada por la cúpula del PCA. El multilateralismo enunciado por la diplomacia económica justificó el creciente intercambio comercial con la URSS. Así, los acuerdos firmados por Gelbard en 1974, fueron aprobados y entraron en vigencia bajo el régimen militar. La dependencia económica de nuestro país para con la URSS influyó poderosamente en las decisiones de política exterior. Como afirma Carlos Echagüe, ante todo, las relaciones económicas ruso-argentinas tienen una significación política (Echagüe, 1984). El 12 de agosto de 1977 entró en vigencia el “Convenio de Suministro de Maquinaria y equipos de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas a la Argentina”, firmado el 13 de febrero de 1974 por el Ministro de Relaciones Exteriores y Culto Alberto Juan Vignes, por el Ministro de Economía José Ber Gelbard, y por el lado del gobierno soviético, por Alexei N. Manzhulo, Viceministro de Comercio Exterior[4]. Mediante este convenio, la Argentina se comprometía a comprar a la URSS maquinaria y equipos en condiciones de pago diferido. A su vez, también preveía prestaciones de servicios soviéticos para la elaboración de proyectos, estudios, y trabajos de montaje. Por otro lado, el 19 de diciembre de 1978 entró en vigencia el “Convenio de Cooperación Científico-tecnológica entre el Gobierno de la República Argentina y el Gobierno de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas”, firmado también el 13 de febrero de 1974 por las mismas personas que firmaron el convenio anteriormente mencionado, a través del cual se impulsó el intercambio de científicos y técnicos, la concesión de becas de estudio y perfeccionamiento, el intercambio de información científica y tecnológica, la organización de reuniones y conferencias científicas y tecnológicas sobre temas de interés mutuo y la elaboración conjunta de

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procedimientos tecnológicos para la industria, la agricultura y otras actividades productivas. Además, por medio del artículo 4, se acordó la creación de una Comisión Mixta a los efectos de examinar las cuestiones relativas a la aplicación del presente convenio. Siguiendo esta línea política, entre 1976 y 1979 se realizaron obras de infraestructura con participación soviética, y como explica Rapoport, sobre todo en el campo hidroeléctrico, como Salto Grande. También se ratificaron otras obras pendientes, o se contrataron nuevas, como la construcción de una represa en el Paraná Medio, o la provisión de turbinas para centrales hidroeléctricas. Ya en la reunión de gabinete del 25 de marzo de 1977, el ministro Martínez de Hoz defendía la necesidad de profundizar las relaciones comerciales con la URSS, manifestando que no se debía confundir ideología con economía. El ministro contó con el apoyo del canciller Montes, quien advirtió que la no ratificación de los acuerdos de 1974 podrían deteriorar la relación económica con la URSS (Escudé, 2000). Como afirma Pedro Brieger, “a pesar de su furibundo discurso anticomunista, Martínez de Hoz defendió el comercio con la Unión Soviética, porque no había que confundir negocios con ideología. Bunge y Born, Cargill, Dreyfus y Nidera hacían excelentes negocios y el circo de Moscú paseaba sus artistas por Buenos Aires”. En 1978 el gobierno argentino estableció un acuerdo con Moscú por el cual ambas cancillerías debían reunirse para consultarse anualmente, previo a las sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas. La URSS vetó en los foros internacionales toda condena a los crímenes cometidos por la dictadura, al mismo tiempo que en esos mismos foros promovía o apoyaba las resoluciones contra el régimen militar chileno. De acuerdo a Isidoro Gilbert, “la diplomacia soviética pasó de la pasividad a la política activa para evitar que la Argentina fuera condenada en Ginebra”[7]. De esta manera, frente a las condenas por parte de los gobiernos de Europa Occidental y Estados Unidos, la URSS adoptó una actitud de defensa de la dictadura argentina, lo cual provocó, entre otras cuestiones, fuertes tensiones entre la diplomacia militar y el gobierno de Carter. Un año atrás del acuerdo entre ambas cancillerías, en 1977, la Unión Soviética votó tres veces en contra de incluir a la Argentina en la agenda de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU como país a ser investigado, y cuando finalmente la resolución fue aprobada en 1981, los tres gobiernos que votaron en contra fueron Rumania, la URSS y Argentina. Pero los principales promotores de las violaciones a los derechos humanos en la Argentina tenían otros defensores: los dirigentes del PCA, quienes en reiteradas oportunidades viajaron al exterior para defender a la dictadura, testimoniar como “partido de izquierda” que las denuncias acerca de las violaciones a los derechos humanos en Argentina eran maniobra del

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imperialismo norteamericano y se debían a una confusa información internacional (Echagüe, 1984). El 24 de marzo de 1979 tropas soviéticas invadieron Afganistán, lo que llevó al presidente de EE.UU. a decretar un embargo cerealero a la URSS, e invitó a los países de su bloque a unirse a la imposición de esta medida. Argentina no se sumó a este pedido: “cuando el presidente Carter decretó el embargo de los cereales destinados a la Unión Soviética como castigo por la invasión a Afganistán e invitó a los aliados de EE.UU. a adoptar el mismo temperamento, el gobierno argentino se negó a seguirlo en este camino y vendió, a precios apetitosos, a la Unión Soviética, todas las cantidades de trigo y de granos que quiso adquirir, operación que ha ido repitiéndose ulteriormente. El rechazo se fundaba en la voluntad de independencia de la política exterior argentina, en su renuencia a tomar sanciones contra una nación cuya conducta no la afectaba directa o indirectamente”. Esta decisión de no adherirse al embargo propuesto por EE.UU., representó un alto consenso interno, ya que contó con el apoyo de las compañías exportadoras de cereales, de ambas diplomacias (la económica y la militar), como así también de los partidos políticos (Escudé, 2000). Por supuesto que el no haberse sumado a esta propuesta contra la URSS tuvo un enorme significado político que los soviéticos resaltaron abiertamente. Fokin, secretario general de la cancillería rusa, destacó a mediados de 1980 que “su país apreció muchísimo la actitud asumida por el gobierno del presidente Jorge Videla sobre el embargo cerealero”. Retomando la cuestión de los acuerdos, el 10 de julio de 1980 se firmó un acuerdo entre el gobierno de la República Argentina y el gobierno de la URSS sobre suministros de cereales y soja. Se estableció que la Argentina se comprometería a venderle a la Unión Soviética un mínimo de 4 millones de toneladas de maíz y sorgo en el transcurso de los años 1980-1985, y 500.000 toneladas de soja todos los años. Por otro lado, el acuerdo estipulaba que si Argentina debiera adoptar medidas que restrinjan sus exportaciones de granos, en ellas no se involucrarían los volúmenes acordados con la URSS. Además, este compromiso no tenía contrapartida soviética, ya que no se fijaron precios, sino que éstos se acordaban en relación a cómo se regían en cada momento en el mercado internacional. De esta manera, la URSS se aseguraba que sus tropas en Afganistán estuvieran correctamente abastecidas. A partir de 1980, la Unión Soviética pasó a ocupar el principal destino de las exportaciones argentinas por países, con un saldo de 1.615 millones de dólares en ese año, situación que continuó profundizándose durante la presidencia de Viola[11]. Es así que este destino se convirtió en el principal

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socio comercial de la Argentina, y en 1981 llegaron a la URSS el 41,8% de las exportaciones totales argentinas. Al poco tiempo, el 22 de abril de 1981, se firmó otro acuerdo entre ambos gobiernos sobre suministro de carne, mediante el cual la Argentina se comprometía a suministrar anualmente a la URSS entre 60.000 y 100.000 toneladas de carne vacuna[12]. Al igual que lo establecido en el acuerdo anterior, los precios se regirían por el mercado internacional, y, pase lo que pase en nuestro país, los envíos de carne establecidos en el presente acuerdo debían ser respetados. Como consecuencia de estos acuerdos, los lazos económicos entre ambos gobiernos se ampliaron a otros aspectos: previo al último acuerdo mencionado, el 30 de diciembre de 1980 se firmó el Protocolo sobre Colaboración Pesquera, ratificado en junio de 1981, en este mismo mes comenzó a realizarse el intercambio de técnicos para iniciar la ejecución de programas marítimos y de fletes, y también se firmó un acuerdo pesquero con Polonia. En este sentido, el canciller Camilión manifestó que la aproximación comercial de la Argentina con la Unión Soviética tenía características “estructurales”, consecuencia directa de la pérdida de clientes en Europa capitalista y de la necesidad de los países socialistas de los productos agropecuarios argentinos (Escudé, 2000). Políticamente, los lazos bilaterales continuaron afianzándose con la llegada del General Viola al poder el día 29 de marzo de 1981, cuyo canciller, Oscar Camilión, apoyaba la idea de continuar las “relaciones carnales” con la URSS, como se vio manifestado en sus declaraciones, en el párrafo anterior. Viola, supuesto hombre de ideas moderadas y democráticas al igual que Videla, también fue apoyado por el PCA y por la Unión Soviética, al profundizar las relaciones comerciales con los países del este, mediante la firma de nuevos acuerdos.

El último tramo del Régimen Militar. La Polex de Galtieri y Bignone con la URSS

El 22 de diciembre de 1981 asumió la presidencia de la nación el General Galtieri. Al poco tiempo de asumir, Galtieri buscó un acercamiento con los Estados Unidos y se comprometió a colaborar en Centroamérica y en el Medio Oriente, en defensa de los principios occidentales. La URSS pronto advirtió esta situación y por primera vez realizó una crítica abierta a la Junta Militar, a través de la agencia TASS, informando que el presidente

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tenía fama de pronorteamericano evidenciada, entre otras cuestiones, por la posición adoptada respecto a la crisis centroamericana. No obstante, más allá de que Galtieri buscó mejorar las relaciones con EE.UU., no cambió los patrones del comercio argentino ni se modificaron las relaciones con la URSS (Rapoport, 1997). Y, por otro lado, el régimen militar rechazó de inmediato una nueva propuesta de Washington con el fin de que la Argentina se sumara a un nuevo embargo contra la Unión Soviética. En esos momentos, nuestro país estaba atravesando una crisis no sólo económica, sino también política. Cada vez era mayor la pérdida de legitimidad del Régimen ante la sociedad. La solución que encontró el presidente para resolver este problema sorprendió a muchos, ya que incluyó a un nuevo protagonista: Gran Bretaña. El gobierno había decidido recuperar las Islas Malvinas mediante la ocupación directa. Cuando se discutió el tema Malvinas en el Consejo de Seguridad de la ONU, los soviéticos se abstuvieron, al no utilizar el derecho a veto, argumentando que la recuperación de las Islas se estaba llevando a cabo “por la fuerza” y alertando que se había ejecutado concertadamente con Estados Unidos para darle a éste bases en el Atlántico Sur. Antes de la resolución de Naciones Unidas, Costa Méndez, el canciller argentino, le pidió el veto al embajador soviético. Al día siguiente, nuestro canciller entrevistó al jefe de la misión soviética; Troianovski, quien, a pesar de haber criticado duramente a Gran Bretaña y haber dado un fuerte apoyo a la Argentina en el debate del Consejo de Seguridad de la ONU, se abstuvo perjudicando la posición argentina en el ámbito multilateral (Rapoport, 1997). El único apoyo que la dictadura recibió por parte de la URSS fue verbal, de palabra. El 1· de abril Rusia suspendió la compra de cereales hasta el día siguiente de la derrota argentina, y “quedó así demostrado de manera clara su propaganda que pretende presentarse como aliada natural del Tercer Mundo y amiga de los pueblos”[13], y que a la hora de actuar, no sólo no brindaba apoyo concreto sino que en varias ocasiones atacaba a estos pueblos ella misma. Por su lado, el PCA tampoco apoyó a la cúpula militar en su intento de recuperación de las Islas, argumentando que si el país hubiera estado bajo un gobierno “democrático”, se hubiesen logrado los mismos objetivos con métodos distintos a los utilizados por Galtieri (Rapoport, 1997). Obviamente, si la URSS hubiera apoyado a la Argentina en el conflicto con Gran Bretaña, también lo habrían hecho los dirigentes del PCA. La derrota de Malvinas dio como resultado (por supuesto entre otras cosas más importantes como la pérdida de vidas humanas) la renuncia del presidente, y su reemplazo por el General Bignone, quien asumió su puesto el 1· de julio de 1982.

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Durante la última etapa de la dictadura, la Argentina y la Unión Soviética volvieron a estrechar sus vínculos. Se reanudaron las compras de granos a la Argentina y el comercio tomó un nuevo impulso, al mismo tiempo que crecía el intercambio de delegaciones técnicas y económicas. En el transcurso de este período, se firmó un acuerdo a través del cual Polonia pudo pescar en la zona delimitada por el paralelo 46 al sur y el meridiano 60 al este, se otorgaron facilidades de apoyo logístico y se autorizó a trasbordar la pesca desde los barcos de factoría a los buques frigoríficos (Echagüe, 1984). A efectos de darle un marco legal a esta situación, el presidente presentó un proyecto de “ley” nacional de pesca, que mediante el artículo 38 autorizaba a terceros países a pescar en nuestro mar, lo que demuestra que de nacional no tenía mucho, dado que la defensa de la soberanía no sólo significa defensa del territorio, sino también defensa de nuestras aguas y sus recursos. Cuando falleció Brezhnev, la cúpula militar al frente del gobierno hizo colocar la bandera nacional a media asta en todas las instituciones militares y civiles, por un lapso muy superior al usual. El embajador argentino en Naciones Unidas, Carlos Muñiz, afirmó que Brezhnev fue un significativo actor en la tarea de “desarrollar relaciones internacionales más justas, democráticas y beneficiosas, en particular en países en vías de desarrollo”. A medida que avanzaba el año 1983, la situación política y económica del país se volvía insostenible, y aumentaba a pasos agigantados la pérdida de legitimidad del Régimen. Finalmente, el día 30 de octubre de 1983, asumió la presidencia de manera democrática Raúl Alfonsín, dando por terminada la etapa del Proceso de Reorganización Nacional.