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Julio Segura Entrevistado por Samuel Bentolila

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"Testigos. 25 años de economía española" Julio Segura entrevistado por Samuel Bentolila.

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JulioSegura

Entrevistado por Samuel Bentolila

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Julio Segura nació en 1943 en Madrid. Es Doctor con Pre-mio Extraordinario en Ciencias Económicas por la Uni-versidad Complutense, Estadístico Facultativo del Esta-do, Catedrático de Teoría Económica de la Universidad Complutense, Premio Rey Juan Carlos I de Economía, Académico de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas y Doctor Honoris Causa por las Universidades de Oviedo e Internacional Menéndez y Pelayo.

Comenzó su andadura profesional en 1966 como Director de la Oficina Técnica de Rentas del Instituto Nacional de Estadística, de donde pasó a ser Subdirector de Estudios y Análisis Económicos. Ocupó también el cargo de Presi-dente de la Comisión Ministerial sobre modalidades de contratación y de la Comisión Consultiva sobre exhaus-tividad del PIB. En 1974 fue nombrado Director del Pro-grama de Investigaciones Económicas de la Fundación INI, posteriormente Director de la Fundación Empresa Pública y Profesor y miembro del Patronato del Centro de Estudios Monetarios y Financieros donde ha estado ejerciendo hasta el año 2006.

Ha sido durante los años 1998 a 2003 Director de la Escuela de Economía de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo. En 1990 se le designó Consejero del Banco de España donde estuvo hasta 2006 cuando fue nombrado Consejero de la Comisión Nacional del Mer-cado de Valores.

Actualmente y desde el año 2007 es Presidente de la Co-misión Nacional del Mercado de Valores.

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Samuel Bentolila. Me reuní con Julio Segura en la ac-tual sede de la Comisión Nacional del Mercado de Valo-res (CNMV). Durante la entrevista disfrutamos de la es-pléndida vista de Madrid que se divisa desde ese céntrico edificio. El perfil del entrevistado encaja muy bien en la idea de “memoria viva” de la economía española, pues ha prestado sus servicios en varias de las principales institu-ciones económicas de nuestro país: la Universidad Com-plutense, el Instituto Nacional de Estadística, la Funda-ción Empresa Pública, el Banco de España y, finalmente, la propia CNMV. Combina además las facetas de docente, investigador, director de equipos de investigadores, ase-sor económico y responsable de la política económica. Es una persona que ha dedicado toda su vida profesional al servicio público, mejorando con su esfuerzo e inteligen-cia todas las instituciones en las que ha trabajado. Apro-vechar la entrevista para que Julio Segura contase cómo ve la evolución de la economía y la profesión de econo-mista durante los últimos 25 años era un auténtico reto para mí. Sin embargo, su gran afabilidad conmigo, su ex-traordinaria capacidad para emitir juicios certeros y su sinceridad a la hora de dar sus opiniones, a veces morda-ces, me ayudaron mucho en la labor y la convirtieron en un auténtico placer.

Muchas gracias por haber aceptado participar en esta labor de contribución a la memoria colectiva de la eco-nomía española promovida por Fedea. Con una carrera profesional tan dilatada y variada, y una lista de publi-caciones, ya sean libros, capítulos de libros o artículos en revistas científicas y de divulgación, que se cuentan por centenares, es imposible abarcar en un poco tiempo todas las interesantes áreas que podríamos tratar. Por tanto, sugiero que nos centremos en cuatro de ellas: la docencia, la economía industrial, la política monetaria y la supervisión financiera.

La docencia

S.B. ¿Por qué razones decidiste estudiar economía? ¿Te-nías “vocación de economista”?

Julio Segura. No la tenía. Es más, puedo explicar por qué estudié economía, para que se vea que empecé con información completamente sesgada y errónea. Yo quería

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estudiar química, porque me gustaban más las ciencias puras y porque aspiraba a encontrar un procedimiento para fabricar aluminio sin electrolisis y hacerme rico. Un amigo íntimo de mi hermano, que estaba estudian-do cuarto curso de económicas, vino un día a casa y me explicó lo que era esa carrera. Teniendo en cuenta que su padre era el dueño de una cadena de tiendas de zapatos y que él luego se dedicó a vender zapatos, la información que me transmitió no tenía nada que ver con lo que luego yo hice. No obstante, decidí estudiar económicas, aunque carecía totalmente de información y desde luego de cual-quier tipo de vocación. Creo que es imposible tener voca-ción por la economía, se tiene vocación por la medicina o la arquitectura y nada más. Además por aquel entonces en bachillerato no se daba nada de economía, así que era imposible tener alguna información sobre el tema.

S.B. ¿Cómo eran los estudios de la Licenciatura de “Cien-cias Políticas, Económicas y Comerciales” en la Universi-dad Complutense en la primera mitad de los años sesen-ta?

J.S. Había una separación entre la titulación en ciencias económicas y comerciales y la titulación en Ciencias Po-líticas, que luego se amplió con Sociología. Mi título, no obstante, dice Ciencias Económicas, Políticas y Comer-ciales.

¿Cómo eran los estudios? Prefiero no dar adjetivos ca-lificativos. En cinco años, yo cursé seis asignaturas por año (más las “marías”), es decir, treinta asignaturas, y me sobran dedos de la mano para recordar profesores que me enseñaran algo. Si me ciño a profesores que me en-señaron algo sobre el núcleo de la economía, podría ser casi manco.

Por orden de asignaturas de la carrera, recuerdo en pri-mer lugar a José Castañeda. Yo la empecé en los años 60 y entonces su libro de microeconomía era excelente y re-quería tener ciertos conocimientos matemáticos sólidos. Tenía el problema esencial, común a los libros de la épo-ca, de que no había ninguna referencia al mundo real. Por tanto, se salía con la idea de que la microeconomía era una especie de ajedrez. Pero disciplinaba la mente, expli-caba lo que era un mercado, enseñaba que había mono-polios, que la suma de excedentes era menor con un mo-

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nopolio que bajo competencia y enseñaba lo que era un óptimo paretiano. En fin, para la época, para lo que eran las facultades de económicas (las tres que existían en ese momento), y dados los libros de entonces, creo que era un texto excelente. En esa época Castañeda no daba clase, sino que sacaba a los alumnos a que contaran la clase y les ponía nota, cosa que me ocurrió un par de veces.

Recuerdo con mucho cariño a Rodrigo Uría, de derecho mercantil. En su curso tuve que hacer un trabajo sobre el contrato de navegación, que tenía poco que ver con la economía, pero fue un profesor excelente. Después re-cuerdo a Luis Ángel Rojo, pues tuve la suerte de cursar macroeconomía el primer año que dio clase en la facultad y por tanto el primer año en que se daba la macroeco-nomía estándar que se impartía en los países civilizados. Así que tuve la suerte de que tanto la micro como la ma-croeconomía que me explicaron eran parecidas a las que se daban en el mundo anglosajón. Recuerdo a Enrique Fuentes Quintana, porque no solo explicaba la teoría de la hacienda tradicional, sino también mucha historia del pensamiento económico. Y recuerdo a José Luis Sampe-dro, básicamente por el tipo de enseñanza que daba; era un profesor que abría puertas a problemas como la des-igualdad o la pobreza relativa, aunque luego yo no me he dedicado a esas áreas.

He de decir que salí de la facultad sin saber realmente lo que era el equilibrio general competitivo o lo que era el sistema de incentivos de un mecanismo de asignación de recursos; esto no existía en la época. Recuerdo, en fin, que la carrera era muy deficiente y si no me hubiese tocado estudiar en Madrid y no hubiera tenido a Rojo, Castañeda y Fuentes, seguramente habría aprendido to-davía menos. No habría aprendido ni siquiera el modelo IS-LM, que entonces estaba de moda en macroeconomía.

S.B. ¿Qué papel desempeñaron en tu formación los pro-fesores Gonzalo Arnáiz y Luis Ángel Rojo?

J.S. Son las dos personas más importantes en mi carre-ra, por distintos motivos. Claramente, primero está Rojo, luego Arnáiz, después hay un grupo de personas a quie-nes de verdad debo cosas y habrá alguno que se me olvi-dará, seguro.

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De Ángel Rojo he comentado solamente su aspecto do-cente en el tercer curso de la carrera. Pero adicionalmen-te, cuando yo estaba en cuarto curso, él empezó a dar un seminario, que es el origen de su libro “Keynes y el Pen-samiento Macroeconómico Actual”, en el que fui ponente sobre la función de consumo. Luego nos dio un curso de doctorado, que solamente duró dos años porque al ter-cero ya no había suficientes alumnos interesados. En él, teníamos que leer los artículos originales, cuando no ha-bía leído prácticamente ninguno en los cinco años de la carrera y no sabía ni que existieran. Posteriormente me ofreció ser profesor ayudante en su departamento, des-pués hacerme cargo de uno de los grupos de macroeco-nomía y, aunque no fue formalmente mi director de tesis, fue quien realmente me la dirigió. Por tanto, ha sido la persona fundamental en mi vida académica. Si Ángel no hubiera existido, yo no estaría donde estoy, no solo en la CNMV sino tampoco en la universidad.

Por otra parte, Gonzalo Arnáiz debería estar también en la contestación a la pregunta anterior. Pero Arnáiz es muy importante para mí por otro tipo de razones. Era un pro-fesor muy estricto y muy bueno explicando estadística…

S.B. Me consta, porque yo también lo tuve como profe-sor.

J.S. Ah, le tuviste. Era un señor muy conservador, pero muy honesto y muy directo, y a mí este tipo de gente me gusta. Puedo contar de él la anécdota de cómo conseguí mi primer empleo en el Instituto Nacional de Estadística. Era una época en la que no te preocupabas del empleo, acababas la carrera y sabías que, como éramos 36 en la Universidad Complutense, alguien te contrataría. Mi pro-ceso de contratación fue tan racional como que, recién acabada la carrera, estaba paseando por la calle Goya y estuvo a punto de atropellarme un coche, del cual salió una cabeza que dijo “¡Tenía que ser usted!”. Era Gonzalo Arnáiz, que luego dijo “Eh, ¿trabaja usted?”. Yo respondí “Pues no”. Y entonces me dijo: “Pues mañana a las 8 de la mañana en el Instituto Nacional de Estadística” y arrancó y se marchó. Yo no sabía ni dónde estaba el INE. A la ma-ñana siguiente estaba puntualmente allí y Arnáiz me dijo “Ese despacho”, sin yo saber ni en qué tenía que trabajar. Afortunadamente, me asignaron a temas de Contabilidad Nacional, que entonces estaba iniciándose, y ese fue mi primer empleo. Luego desarrollamos una amistad perso-

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nal grande, pese a pertenecer a universos muy distintos. Era una persona que con respecto a la universidad pen-saba básicamente lo mismo que Ángel Rojo y que yo, así que estas son las dos personas que más han influido en mi vida profesional.

Debo citar a un par de personas más. Castañeda estuvo en mi Tribunal de Oposiciones a Cátedra y me ayudó desde el principio. Pero la diferencia de edades era tan abismal -y el carácter de Castañeda no era precisamen-te el más amable del mundo- que tuve buenas relaciones con él, pero más distantes. La otra persona fue Enrique Fuentes, porque me ofreció algunos trabajos de investi-gación. Seguro que estuvo detrás, por ejemplo, de que en un momento de mi vida empezara a trabajar en temas relacionados con el sistema de pensiones, pues el encargo vino a través de FUNCAS.

S.B. Tras acabar la licenciatura, trabajaste durante siete años en el Instituto Nacional de Estadística, llegando a ser Subdirector de Estudios y Análisis Económico de esa institución. ¿Qué características tenía el INE en esos años y cómo ha cambiado?

J.S. Para comprender cómo ha cambiado el INE daré simplemente un dato: cabíamos todos en la sede de Fe-rraz, que tenía cuatro plantas de una casa de pisos, y ahora tienen una torre de catorce pisos junto a la Plaza de Castilla. Estaba lleno de buena gente, buenos técni-cos estadísticos y matemáticos. Eran muy buenos en el muestreo, el diseño de estadísticas y la red de campo. Naturalmente no había casi economistas en el INE y las estadísticas económicas eran inicialmente muy escasas: el Índice de Precios al Consumo, las cuentas nacionales, no trimestrales naturalmente sino anuales, la Estadística de Producción Industrial y algunos otros índices. El grue-so consistía, por una parte, de las estadísticas adminis-trativas, recogiendo de los ministerios la información y agregándola y, por otra parte, de las grandes operaciones censales, que tenían que ver con la población, la Encuesta de Salarios y, a partir de 1963, la Encuesta de Población Activa. Pero el área económica era muy floja y se empezó a reforzar justamente con mi promoción. Yo ingresé en 1966 en el INE y luego empezaron a llegar otros econo-mistas, porque empezó a cristalizar una especialización en economía dentro de las propias oposiciones.

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Entonces el INE era, curiosamente, un organismo bas-tante independiente del Gobierno, lo cual en aquella época era infrecuente. Aunque mi vivencia personal no va en esta dirección. Fui Subdirector de Estudios y Aná-lisis Económico y creo que ahí tuve un acierto enorme, que fue nombrar Director de Contabilidad Nacional a Enrique Lozano y a su segundo, un joven barbilampiño que era Rafael Álvarez Blanco. Luego no acerté tanto en la primera previsión de crecimiento de la economía es-pañola de 1970, porque el INE dio un dato y cuando se aprobó en el Consejo de Ministros tenía tres décimas más y ahí se acabó mi actuación como Subdirector. He de de-cir que cuando cursé la correspondiente protesta, los tres Secretarios Generales Técnicos, de Industria, Economía y de Hacienda –que eran José Ramón Álvarez Rendueles, Manuel Azpilicueta y un tercero que ahora no recuerdo– dijeron que la estimación estaba bien hecha. Pese a ello, como el Plan de Desarrollo decía que había que crecer al 5%, la cifra que salió fue el 5,1%, frente al 4,8% que habíamos dado nosotros. Entonces dimití, aunque estuve en el Instituto a disposición del Director General durante unos meses, y luego decidí pasarme a tiempo completo a la universidad.

En el INE actual siguen siendo excelentes la red de cam-po, el diseño y el muestreo. De hecho, ahora en la CNMV los titulados que llevan las estadísticas vienen todos del INE. Son personas autónomas, que han conseguido hacer una base de datos de toda la institución, en vez de que cada Dirección y cada Subdirección tuvieran su propia base de datos, y lo han hecho con una competencia ex-traordinaria. El INE está lleno de buenos técnicos, entre otras cosas porque las oposiciones son muy duras. Cu-riosamente han seguido dando un peso muy grande a la teoría estadística, aunque en estos momentos estoy segu-ro de que al menos el 75% de los funcionarios del INE no tiene nada que ver con la teoría estadística y la contras-tación de hipótesis, el teorema de Neyman-Pearson o el muestreo estratificado aleatorio.

Yo creo que el INE ha ganado claramente en independen-cia, pero eso se ha debido en gran medida al cambio po-lítico y a la obligada homogeneización con los institutos de estadística europeos. Creo que tiene un nivel medio holgadamente comparable con los mejores institutos de estadística europeos, a lo que han ayudado algunos de los directores que ha tenido desde los años 70. Por tan-

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to, sucede lo mismo que con la universidad, es decir, que el INE de entonces no tiene nada que ver con el INE de ahora.

S.B. Mientras trabajabas en el INE, elaboraste una tesis doctoral y, a los dos años de terminarla, en 1970, ya eras Catedrático de Teoría Económica en la Universidad Com-plutense. Desde entonces, y hasta hace pocos años, te has dedicado a la docencia, compaginándola con tus activida-des profesionales. ¿Qué es lo que te hace disfrutar tanto de la docencia? ¿Qué características crees que tienen tus libros “Análisis microeconómico superior” (1981) y “Aná-lisis microeconómico” (1986) para que se convirtieran en los manuales de referencia, con los que aprendieron la microeconomía varias generaciones de economistas es-pañoles?

J.S. ¿Por qué doy clases? Porque me gusta mucho. En esto difiero mucho de la postura, bastante generalizada y solo en parte comprensible, de bastantes investigadores punteros jóvenes, a los que no les gusta dar clase, entre otras cosas porque las clases compiten con la labor de investigación, que requiere mucho tiempo. La verdad es que hacer investigación decente a nivel español e incluso a nivel europeo medio era bastante más fácil en mi época y consumía menos tiempo que ahora.

¿Por qué me gusta dar clases? En parte porque he ido a un colegio en el cual nos enseñaban a expresarnos oral-mente y a participar en debates y siempre me ha gusta-do en general enseñar. Esto sospecho que tiene muchos componentes. Debe de tener un componente de supere-go, de lo importante que te encuentras dando clase y lo bien que te sientes si los alumnos piensan que la das bien. Pero creo, además, que el poder más grande que he teni-do en mi vida ha sido influir sobre mis alumnos. Salvo contadísimas ocasiones, he dado siempre clase en la es-pecialidad o en posgrado, donde he podido influir sobre cómo veían la economía mis alumnos y luego sobre parte de su vida profesional. Soy un profesor que se ha ocupado no solamente de dar clase lo mejor posible sino, además, de tratar de orientar a los alumnos buenos que acababan la carrera sobre lo que podían hacer. Por ejemplo, a mis mejores alumnos de los últimos 20 años siempre les he orientado, y tratado de facilitar, para que fueran al CEM-FI o a seguir estudios de posgrado en el extranjero.

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Una de las mayores satisfacciones que uno tiene en la vida es estar desayunando en la barra de un bar y, como me ha ocurrido media docena de veces, encontrarme a una persona que me dice “¿Usted es Julio Segura? Usted me dio clase hace 25 años y me he dedicado a cosas que no tienen nada que ver con lo que me enseñó, pero le re-cuerdo con mucho cariño porque era usted un profesor excelente”. Mayor satisfacción aún proviene de personas que han tenido una carrera académica importante y que tienen un buen recuerdo de mí o piensan que en alguna medida les ayudé. Un ejemplo reciente es el de las cariño-sas palabras que me dedicó Rafael Repullo en su laudatio en el acto en que recibí el doctorado Honoris Causa de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo.

En lo que se refiere a los libros, los dos están escritos tras llevar cuatro o cinco años dando un curso con el conte-nido del libro. Así que detrás tienen cuatro años de es-quemas de clase, que en los primeros años se modifican significativamente. Posiblemente sea una pedantería de-cirlo, pero soy un profesor muy claro. No existe ningún “Teorema de Segura”, pero los teoremas de los demás los explico estupendamente. Por tanto, son libros que tie-nen la ventaja de que, pese a su grado de formalización matemática, explican los pasos y el planteamiento de los problemas, explican para qué sirve el instrumental ma-temático e interpretan económicamente los resultados finales. Por ejemplo la expresión (p-c)/p=(1/ε) hay que saber demostrarla, pero sobre todo interpretarla econó-micamente.

Posiblemente lo más curioso del libro de microeconomía sea que se sigue utilizando en la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) y yo creo que es un libro muy duro para usar en educación a distancia. Pero debe de tener una estructura y unas explicaciones razonable-mente didácticas, porque lo siguen utilizando y no me consta que hayan muerto los alumnos de la UNED por ello.

¿Por qué he escrito los libros? Como es obvio, la tenta-ción de tipo crematístico sería escribir un libro de intro-ducción a la economía, pero es algo que me ha parecido siempre demasiado difícil. Es mucho más fácil escribir un libro de microeconomía superior, las barreras de entrada son mucho más altas pero, si las superas, su contenido

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está totalmente estandarizado, mientras que es mucho más dudoso qué es la introducción a la economía.

S.B. ¿Qué cambios has observado en los alumnos a lo largo de tu largo periodo docente?

J.S. Hay una diferencia radical entre los economistas que tienen menos de 50 o 55 años y los que somos ma-yores. Esto responde en primer lugar a diferencias en los planes de estudio. En mi primer curso de carrera cursé, por ejemplo, Filosofía, Sociología, Derecho Civil, Matemáticas, Teoría Económica e Historia Económica. Es decir, que había dos asignaturas del núcleo de la eco-nomía (Matemáticas y Teoría Económica) mientras que las otras asignaturas en estos momentos no existen en la mayor parte de los currícula de universidades civilizadas. Además, los que tienen menos de 50 o 55 años y se han dedicado a la actividad académica, en su inmensa mayo-ría han estudiado fuera de España, no solamente el Más-ter sino también el doctorado, y bastantes incluso tienen experiencia docente e investigadora en universidades ex-tranjeras.

Ahora los buenos investigadores menores de 55 años tie-nen en su currículum algunos artículos en las 10 mejores revistas científicas internacionales y tienen no menos de 10 artículos en revistas científicas de área, field journals, de primera fila. En nuestra época teníamos como mucho tres o cuatro publicaciones en revistas internacionales “corrientitas”. Por tanto, el nivel medio del mundo aca-démico español en economía pertenece a otra galaxia en comparación con lo que era el nuestro.

No obstante, hay una dispersión enorme. Cuando yo dejé la universidad había 57 facultades de económicas y ahora habrá unas 63. Es un disparate que en cada barrio cada alcalde quiera tener su universidad, pues la restricción para crear una universidad buena no es la disponibilidad de locales y de solares, algo que puede favorecer el mu-nicipio, sino el profesorado y los medios humanos, y este país no tiene los suficientes para tener 63 buenas facul-tades de económicas. Por tanto, cuando hablo de las fa-cultades de económicas, y no quiero dar nombres y ape-llidos, me refiero a la media docena de ellas que aparecen en los rankings internacionales en alguna ocasión.

“Este país no tiene los suficientes

profesores y medios humanos

para tener 63 facultades económicas”

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S.B. En tu opinión, ¿forman buenos economistas las fa-cultades de economía españolas? De no ser así, ¿cuáles son las principales limitaciones en la formación de los economistas y de dónde proceden?

J.S. Todavía los planes de estudios de muchas univer-sidades españolas siguen teniendo un contenido absolu-tamente disparatado. Cuesta mucho trabajo cambiarlos, posiblemente porque es una carrera muy joven. En este país los estudios de economía en la universidad empeza-ron en 1943 y las cátedras aún arrastran la denominación in ilo tempore, así que eliminar asignaturas que ya no existen en otros países es casi imposible. En los planes de estudios, el peso relativo del núcleo analítico instrumen-tal de la carrera, es decir, Teoría Económica, Econome-tría, Métodos Cuantitativos y Matemáticas, es mayor que en mi época pero no lo suficiente y, con frecuencia, en la aplicación de Bolonia, ha tendido a disminuir. También sigue habiendo mucha rémora de asignaturas en que el trabajo propio del alumno es muy escaso, entre otras co-sas porque con frecuencia los grupos están formados por 80 alumnos y con ese número el profesor no puede man-dar hojas de problemas todas las semanas y corregirlas, lo que sí se puede hacer en la especialidad de análisis, la menos numerosa por más exigente.

Por tanto, creo que este tipo de defectos sigue existiendo, pero con un nivel que, insisto, es de otra galaxia. En tér-minos relativos, si uno comparaba lo que se enseñaba en 1960 en la Facultad de Económicas de Madrid con lo que se daba en la London School of Economics parecía que no eran la misma carrera. En estos momentos, compa-rando los currícula sobra un 30% de lo que se da en Ma-drid, pero el núcleo básico es perfectamente equiparable y también ha habido un acercamiento importante en el nivel de calidad de los profesores e investigadores.

Pienso además que nuestra profesión ha mejorado signi-ficativamente, mucho más que otras, porque es una pro-fesión que ha empezado más tarde. Medicina, Matemáti-cas o Química siempre han sido disciplinas estables, pero la economía ha pasado de ser supuestamente una ciencia popperiana a ser un conocimiento útil. Así que desde este punto de vista soy optimista. Por ejemplo, en mi época, y también 15 años después, no había ningún centro de in-vestigación de posgrado en este país. El posgrado que ha-bía en la facultad era un doctorado, en el que en el mejor

“Si uno comparaba lo que se enseñaba

en 1960 en la facultad de

económicas de Madrid y en la

London School of Economics parecía

que no eran la misma carrera”

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de los casos te volvían a repetir (eso sí, los mejores pro-fesores y con un nivel un poco superior) lo que te habían enseñado en la carrera y luego hacías una tesis doctoral. Pero las tesis eran muy distintas de las de ahora. No me refiero a la idea de que una tesis consiste de tres ensayos, que esto es bastante reciente, sino a que era un mamo-treto básicamente descriptivo. Recuerdo que un comen-tario que me hicieron en la defensa de mi tesis doctoral fue que me podría haber esforzado en hacerla más larga, para “mejorar su calidad” (sic). Ahora estamos en la onda en que pueden estar, no voy a decir Estados Unidos o In-glaterra, pero sí las buenas universidades europeas con-tinentales, y algunas españolas incluso son mejores que muchas de estas últimas.

¿Problemas o cuellos de botella? Principalmente el pre-supuesto de las universidades públicas, que es lo que co-nozco. Si no ha cambiado mucho la situación, un profesor con dedicación a tiempo completo tiene que impartir 210 horas lectivas al año. Esto implica repetir la misma asig-natura tres o cuatro veces, lo que es insufrible, o impartir tres asignaturas distintas, lo que exige muchísimo tiem-po. Es verdad que hay un complemento por cada sexenio de investigación, en caso de que se consiga. Pero quiero recordar que el sexenio de investigación supone el 5% del sueldo base, así que es más bien una medalla, aunque ha ganado algo en importancia, porque sin sexenios no se puede participar en tribunales de oposición o de la Agen-cia Nacional de Evaluación. Pero hay muchos profesores universitarios que llevan 30 años dando clase y no tienen ni un sexenio de investigación y no pasa nada. En suma, yo creo que hay muy pocos incentivos para la investiga-ción, salvo el del prestigio profesional.

Por otra parte, los quinquenios de docencia son pura re-muneración por antigüedad, sobre lo que puedo contar una anécdota. Estuve 16 años fuera de la universidad en servicios especiales, debido a la primera Ley de Incompa-tibilidades. Cuando regresé tuve problemas para pedir los sexenios de investigación de los años en que había estado fuera. Recurrí y alguien comprensivo dijo que podía pe-dirlos ya que había estado en un centro de investigación y se podían evaluar mis publicaciones. Pero lo más curioso es que solamente pedí los quinquenios de docencia del periodo en que había dado clases y tuvieron la amabili-dad de llamarme del rectorado de la universidad para de-cirme que tenía derecho a pedir tres más. Respondí que

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durante esos años no había dado clase, pero me dijeron que no importaba y luego me los concedieron, así que cla-ramente son de antigüedad. No conozco a nadie a quien le hayan denegado un quinquenio de docencia, haya dado clases o no las haya dado, no digo ya si las ha dado bien o mal, por supuesto.

S.B. Al margen de la universidad, has sido profesor du-rante casi 20 años de varias asignaturas del Máster en Economía y Finanzas del Centro de Estudios Monetarios y Financieros (CEMFI), has dirigido numerosas tesis de Máster, has participado en los comités de selección, has examinado varias tesis doctorales y has sido miembro del Patronato prácticamente desde su constitución. ¿Qué as-pectos destacarías de esta experiencia?

J.S. Hay dos temas distintos. Como experiencia perso-nal, he de decir que en el CEMFI se hace un proceso de selección muy estricto y, por tanto, los alumnos están muy motivados, saben a lo que van y tienen unos nive-les iniciales de conocimiento muy superiores a la media. El CEMFI siempre ha captado a la mitad de los mejores alumnos de economía de cada promoción del país. Es un privilegio dar clase en esas condiciones, porque el alum-nado es extremadamente receptivo y eso hace que tú mis-mo termines haciéndolo mejor porque tienes un alumna-do mucho más exigente, que además luego te evalúa por escrito.

En cuanto a las tesinas, si mal no recuerdo son doce los alumnos cuyas tesinas dirigí y a algunos de ellos los sigo tratando. Hay un grupo de chicas con las que quedo a ce-nar unas tres veces al año y un grupo de antiguos alum-nos con los que me reúno regularmente. Así que fue una experiencia, tanto académica como personal, fantástica.

Además di clases en el CEMFI durante un periodo lar-go en el que era incompatible con la universidad pública; incluso si quería dar clases gratis no podía. No obstante, se consideraba que el CEMFI era una institución priva-da, interpretación que me encantaba, aunque sospecho que cabía una distinta. Además, en aquellos años, yo era Consejero Ejecutivo del Banco de España, así que puestos a buscar una incompatibilidad era facilísimo encontrar-la. Afortunadamente no la encontraron. Al cabo de cinco

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años de estar fuera de la universidad sentía mono de dar clases y cuando me lo ofreció el CEMFI en 1989 vi el cielo abierto. Satisfacer el mono durante 45 horas al año con un grupo de alumnos absolutamente seleccionados era muchísimo mejor que lo que había hecho antes y de lo que volví a hacer después en la universidad.

El otro aspecto a destacar es el CEMFI como institución y lo que ha supuesto el CEMFI para la economía en este país. El CEMFI es, sin lugar a dudas, en las áreas de que se ocupa, el centro de investigación de posgrado más prestigioso de este país. No hay más que ver dónde están y qué niveles tienen, tanto en el mundo académico como en el estrictamente profesional, los más de 400 alumnos que han debido pasar por el CEMFI. Es obvio que ha ayu-dado a mejorar el nivel medio de conocimientos y com-petencia técnica de los economistas punteros de este país al cabo de los años.

Por otra parte, es un centro que ha conseguido, con un conjunto de profesores muy pequeño, no solamente ge-nerar muchísima investigación sino además formar de manera muy exigente a promoción tras promoción, du-rante 22 años. Pienso que los economistas de este país tienen una deuda con el CEMFI (bastantes antiguos alumnos incluso monetaria) por lo que ha supuesto como centro de formación de posgrado exigente y absoluta-mente comparable con cualquier centro internacional si descontamos Harvard, el MIT y otros pocos. Es compara-ble, por ejemplo, a igualdad de tamaño, con el Instituto Universitario Europeo de Florencia, y algo semejante no existe en otros sitios en este país. Hay, como es obvio, un esfuerzo económico inicial muy importante del Banco de España pero, a partir de ahí, el resultado es el fruto del trabajo de tres personas (y lo digo aunque tú seas uno de ellos) sin las cuáles no existiría el CEMFI, es decir, Rafael Repullo, Manuel Arellano y tú.

Entre otras cosas, habéis conseguido mantener alto el nivel de producción académica e investigación, en unas condiciones en que recuerdo que teníais, salvo fregar el CEMFI, que hacer prácticamente de todo. Yo creo que, en el área de la economía, el CEMFI es el experimento de docencia e investigación más importante que se ha hecho en este país desde mediados de los años 80.

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La economía industrial

S.B. En 1974 te incorporaste a la Fundación del Insti-tuto Nacional de Industria (luego Fundación Empresa Pública), como Director del Programa de Investigaciones Económicas (PIE). ¿Por qué decidiste crear un grupo de investigación en una fundación pública, al margen de la universidad? ¿Qué clase de estudios se realizaba inicial-mente en el PIE?

J.S. La contestación es muy sencilla: en aquella época era prácticamente imposible crear un grupo de investi-gación financiado en la universidad. No existían los ins-titutos universitarios, que aparecieron mucho después y que habría que evaluar lo que han hecho. Creo que en el área de la economía han hecho divulgación pero, en la mayoría de los casos, muy poca investigación. Entonces, cuando me ofrecieron crear un grupo de investigación, no tuve que pensarlo dos veces.

Era la época en que en el Servicio de Estudios del INI es-taban Miguel Boyer y Carlos Solchaga y la Fundación de-cidió dedicar algunos recursos a la investigación en eco-nomía. Yo en aquellos momentos era un catedrático con la luz verde de los taxis libres, porque había estado un par de años fuera de la universidad por mi desacuerdo con el control policial presencial y continuo de sus locales y au-las y en esa situación personal me hicieron la oferta. Las condiciones ahora parecen ridículas, pero a mí me pare-cieron fantásticas y lo eran. Podía contratar a cinco per-sonas, a las que se les pagaba modestamente pero era un complemento a su actividad universitaria, que en la uni-versidad no podían conseguir, y medios instrumentales razonables, o sea, los ordenadores de la época. También me ofrecieron una cierta estabilidad porque, aunque lue-go me pasé 24 años en la Fundación, inicialmente firmé un contrato por seis años, al igual que mis colaboradores.

Algo así no era frecuente en la época. No se trataba de que me encargaran una investigación puntual y la finan-ciaran, sino que me pedían diseñar un proyecto en el que iban a investigar media docena de personas durante seis años. Entonces elegí la economía industrial, no porque se tratara del INI, sino porque en 1974 esta había empe-zado ya a tener un desarrollo relativamente importante en Estados Unidos y en algunas universidades europeas,

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Julio Segura 309

y era claro que antes o después iba a desarrollarse tam-bién aquí. Pensé que era mejor adelantarse a los aconte-cimientos. Además, he creído desde hace tiempo que las áreas más interesantes son las de intersección entre dis-tintas materias. Me parece muy bien que la gente inves-tigue en economía matemática pura, pero áreas como la economía pública desde el punto de vista analítico, como la economía industrial, la economía del trabajo o la eco-nomía de la salud son las que se han desarrollado más. Ahí sí tuve la habilidad de darme cuenta de que, como en este país iba con retraso con respecto a los demás, la economía industrial era un tema que se iba a desarrollar y que tenía un potencial de investigación enorme.

Empezamos básicamente replicando para la economía española los conocidos trabajos sobre estructura pro-ductiva de Anne Carter y Wassily Leontieff en Estados Unidos. Luego el programa se fue expandiendo y entró en la evaluación de proyectos, algo que tampoco se hacía entonces. Y después en temas que ahora están de moda, como I+D+i, instituciones e incentivos a la innovación tecnológica. Creo que el PIE jugó un papel importante desde ese punto de vista y, sobre todo, porque, a lo lar-go de los años en que fui director y cuando luego lo fue Jordi Jaumandreu, han pasado tres o cuatro docenas de economistas, que se han formado allí, en el área de inves-tigación.

S.B. ¿Cuáles eran los principales rasgos de la industria española a mediados de los años 70?

J.S. El primer rasgo fundamental es una concentración muy fuerte en sectores de poco valor añadido. A mediados de los años 70 había un bloque de industrias tradiciona-les, que iban desde el calzado y el cuero hasta la cerámica, el textil y cierta industria alimentaria. El sector textil, por ejemplo, es muy significativo, pues lo que hacía era la tela pero no el diseño ni la comercialización, que se hacían en Italia. Luego había un bloque de industria pesada, en particular los astilleros, que eran poco cualificados –es decir, no de doble casco ni sofisticados, sino básicamente cargueros grandes monocasco y fragatas cautivas para la Armada– y la siderurgia integral. Hubo una expansión de la industria del automóvil, pero de montaje, no un desa-rrollo tecnológico.

“El Plan de Estabilización

de 1959 es el primer proceso de apertura. El

verdadero proceso de modernización

de la economía española cristaliza

en el acuerdo preferencial con la

CE en 1970; es el primer gran salto adelante y el otro es el de 1986 y el

siguiente el del euro”

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Testigos. 25 años de economía en España310

La industria se caracterizaba por utilizar mano de obra muy poco cualificada, de donde se derivan problemas im-portantes que hemos vivido después, y con muy escaso peso de industrias de fuerte contenido tecnológico, sal-vo empresas singulares. Era una industria que generaba muy poco empleo, con unos ciclos de empleo y actividad mucho más acusados que los de los países europeos oc-cidentales. En cuanto a la estructura de la propiedad y los canales de financiación, también la industria española estaba muy atrasada con respecto, no ya de Estados Uni-dos o de Australia, sino de Europa. Las empresas tenían una propiedad muy concentrada, porque en su origen, prácticamente todas, eran familiares, y una financiación muy dependiente de la banca y con una estructura des-equilibrada, financiando inversiones de largo plazo con endeudamiento a corto plazo. Los mercados de capitales apenas estaban desarrollados y la posibilidad de finan-ciarse en los mercados internacionales de capital era muy limitada.

Eran las condiciones de una economía que había em-pezado a abrirse ligeramente en 1959. Pero la apertura del Plan de Estabilización supone como hito fundamen-tal que el dólar deja de cotizarse, por decreto, a un tipo de cambio ficticio porque en abril de 1959 no podíamos pagar el petróleo que necesitábamos importar, y lo que de ello se deriva. El Plan de Estabilización es el primer proceso de apertura de la economía española desde 1939, pero es un proceso muy modesto porque áreas esenciales de la economía seguían absolutamente intervenidas. En particular, el sistema financiero, pero también el sector energético, la minería, el mercado de trabajo…

El verdadero proceso de modernización de la economía española empieza a producirse más bien avanzada la dé-cada de los años 60 y cristaliza en el acuerdo preferencial con la Comunidad Económica Europea en 1970. Este es el primer gran salto hacia adelante, otro es el de 1986 y el siguiente el del euro. Era una industria, por tanto, típica de un país con un peso del sector primario todavía gran-de, pues estaba 15 puntos porcentuales por encima del actual, y con un importante desarrollo de servicios poco cualificados (bares, peluquerías, pero no servicios a em-presas) con una red de transporte y un sector de distri-bución muy malos y un sector energético ineficiente. Una economía, en fin, situada a la cola de Europa.

“Este país reacciona y hace

las reformas cuando no hay más remedio”

“En 1976 se hace la reforma fiscal;

no existía el impuesto sobre la renta ni el IVA. La

reforma fiscal de mediados del siglo

XIX con algunas mejoras era, si no me enseñó

mal Fuentes Quintana, la que

seguía rigiendo los ingresos públicos”

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Julio Segura 311

S.B. Hay hitos que señalan cambios en la estructura pro-ductiva de la industria española, como las crisis del pe-tróleo, analizados en el libro que dirigiste, titulado “La industria española en la crisis: 1978-1984” (1989), o la entrada en la Comunidad Europea en 1986. ¿Cuáles son los principales cambios estructurales que se han produ-cido durante el último cuarto del siglo XX? ¿Cuál ha sido el papel del cambio técnico? ¿Qué papel desempeñó la política industrial?

J.S. Con la crisis del petróleo sucedió lo que tantas ve-ces en España. ¿Cuándo reacciona este país? ¿Cuándo se introducen grandes reformas? Cuando no hay más reme-dio. Acabo de comentar el plan de estabilización en 1959, ya que el acuerdo preferencial de 1970 fue programado más sensatamente. Cuando aparece la crisis del petróleo, la primera reacción del gobierno español fue tratar de subvencionarlo todo, para que todo siguiera igual, pen-sando que así se ganaba tiempo y que las cosas volverían a su ser. Pero antes de la crisis del petróleo el barril costa-ba dos dólares, luego bruscamente se quintuplicó y luego se multiplicó por 20, así que las cosas no podían volver al mismo sitio. Sobre todo en un país como este, en que el grado de dependencia con respecto a las importaciones energéticas, directo e inducido, era el más alto, no sé si de la Europa de los 27, pero desde luego de la Europa de los nueve sin lugar a dudas.

Esa primera reacción coincide con el cambio político y en consecuencia es solo en 1976 cuando se empiezan a asu-mir tímidamente los costes efectivos de la crisis, y dejar que se trasladen a los precios, los salarios y el empleo. Este es otro gran momento de liberalización a la fuerza de la economía española. Empieza en 1976 una racha adicio-nal de liberalización de sistema financiero y, sobre todo, se hace la reforma fiscal. Cabe recordar que antes de 1976 no existía el impuesto sobre la renta y no existía el IVA, solo había impuestos de producto. La reforma fiscal de mediados del siglo XIX con algunas mejoras del primer tercio del XX era, si a mí no me enseñó mal Fuentes, la que seguía rigiendo los ingresos públicos a la altura de 1976.

Se llegó así a los famosos acuerdos de la Moncloa, cuyo valor fundamental fue darnos un marco de convivencia y permitir dotarnos de una Constitución democrática. Desde el punto de vista económico supuso también va-

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Testigos. 25 años de economía en España312

rias cosas importantes. Por ejemplo, se consiguió que la negociación salarial no fuera sobre tasas de inflación experimentadas sino sobre tasas previstas, aunque pos-teriormente, como había cláusulas de indiciación, todos sabemos lo que ha ocurrido. También se intentó libera-lizar el sector energético con poco éxito, porque el lobby energético logró impedirlo. Recuerdo que el plan energé-tico de 1982, hacía la hipótesis de que en España la de-manda de energía eléctrica iba a crecer por encima del 4% anual. Algunos economistas decíamos que no podía ser. ¿De dónde salía el 4%? Pues ocurría que solo la hipó-tesis de más del 4% permitía que se construyeran tantas nuevas centrales como empresas había, porque el nego-cio era construir la central, no su posterior explotación. Una central de tamaño estándar costaba 80.000 millo-nes de pesetas de la época por lo que la obra civil en sí era un negocio excelente. Entonces no se liberalizó el sector eléctrico y no está totalmente liberalizado todavía. De todas formas, a finales de los años 70 empezó el gran impulso a la liberalización, que se refuerza con la integra-ción en la Comunidad Europea en 1986 y se completa con el mercado único europeo en 1993.

¿Qué papel ha jugado en esto la política industrial? Yo creo que escaso y no estoy seguro de que fuera positivo, porque depende de lo que se llame política industrial. La política industrial ha tenido en este país una tradición y una práctica: el Ministerio de Industria, o el Gobierno, o los sabios, decidían cuáles eran los sectores estratégicos en que el país se debía desarrollar. Si la iniciativa privada no estaba de acuerdo, entonces la única forma de desa-rrollar el sector era con subvenciones públicas. Y todos sabemos lo que ocurre con las subvenciones públicas. Por una parte, se gastaba mucho en industrias en declive, en las que seguramente por razones políticas era imposible no invertir, como puedan ser la minería, la construcción naval o la siderurgia integral. Aún con el gran hito del cierre de Sagunto a principios de los años 80, se siguió gastando mucho dinero público en mantener sectores sin futuro. Y las apuestas por sectores con futuro fueron muy dispersas, no estaban basadas en análisis coste-beneficio y, sobre todo, no consideraban generar incentivos para que entrara el capital privado.

¿Qué papel ha jugado el cambio técnico? Si se compara la estructura productiva de mediados de los años 60 con la de mediados de los años 80, es obvio que el peso relativo

“La economía española en

estos 20 años ha aumentado

sus niveles tecnológicos

y el contenido tecnológico de

sus empleos de forma apreciable,

pero creo que si no hubiera habido política industrial

se habría hecho exactamente igual e incluso sospecho

que mejor”

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Julio Segura 313

de industrias y, sobre todo, de empresas que utilizan in-tensivamente la tecnología es hoy muy superior, es decir, el 4% en vez del 1% del PIB, por tanto todo es relativo.

En España se ha hablado mucho de la importancia de la I+D, la I+D+i y la I+D+i+…, pero yo recuerdo pocas iniciativas sensatas hasta fechas bastante recientes. El planteamiento era esencialmente, como he comentado, que el Ministerio de Industria decidía que el sector tex-til era prioritario y, además, dentro del textil elegía no copiar a los italianos, no el upgrading, sino mantener el empleo. En consecuencia, mantener posiciones defensi-vas en los tramos que generan poco valor añadido. Por tanto, creo que la economía española en esos 20 años ha aumentado sus niveles tecnológicos y el contenido tecno-lógico de sus empleos de forma apreciable, pero creo que si no hubiera habido política industrial se habría hecho exactamente igual e incluso sospecho que mejor. El cam-bio no sé muy bien cuándo se produce, porque ahora el CDTI tiene un planteamiento estándar, que consiste en no tener una política vertical, la política de subvención a proyectos de innovación y de inversión predeterminados, sino una política horizontal, basada en la excelencia, en la calidad de los proyectos en que invierte y en los planes de negocio. Es una subvención muy profesionalizada, que afortunadamente tiene que pasar además el filtro de Bru-selas. Esta es otra mejora significativa que ha sucedido en este país.

S.B. En 1990, lanzaste junto con el equipo del PIE, ya como Director de la Fundación Empresa Pública, una nueva encuesta a las empresas industriales españolas, la Encuesta sobre Estrategias Empresariales (ESEE). ¿Por qué crear una nueva encuesta, cuando ya existía la En-cuesta Industrial elaborada por el INE y depurada por el PIE, que era la principal fuente en la que se basaba el análisis del libro antes citado? ¿Es muy costoso hacer una buena encuesta económica? ¿Hacen las autoridades eco-nómicas españolas suficiente uso del análisis empírico disponible sobre las fuentes estadísticas españolas?

J.S. La Encuesta Industrial, que era la única fuente exis-tente, es un panel de sectores y por tanto no sirve para contrastar las hipótesis básicas de la economía industrial moderna, para lo que se necesita un panel de empresas. Creo que fue muy importante poner en marcha la ESEE, que era un panel nuevo, que no existía en España en esa

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Testigos. 25 años de economía en España314

área, y que ha tenido una vida de novela de misterio, pues ha estado a punto de desaparecer varias veces, ha desapa-recido dos años y luego se ha conseguido recuperar. En este país, conseguir que exista una encuesta de panel he-cha por una fundación extraña, de la SEPI, y que siempre se haya logrado encontrar la financiación necesaria, me parece casi milagroso. La ESEE ha sido la fuente de infor-mación estadística básica para muchos de los desarrollos investigadores de cierto tipo de economía de la empresa y de economía industrial en el último cuarto de siglo.

Con respecto a su coste, debo decir que la ESEE es bara-tísima. No recuerdo con precisión cuánto costaba en su momento, pero imputando todo tipo de costes creo que estaba en nueve millones de pesetas al año. Requería mucho esfuerzo de diseño y de depuración por parte del equipo de la Fundación, pero el coste en sí, incluyendo horas de trabajo cualificado, era muy modesto.

Con respecto a si las autoridades hacen uso suficiente y adecuado del análisis económico, la contestación básica-mente es no. Las autoridades económicas en este país, y esto es una constante desde que tengo uso de razón en la profesión, en general han utilizado los resultados empí-ricos, cuando estos lo permitían, para adornar las medi-das tomadas. Es decir, para encontrar justificación de las que ya tenían previamente decididas a priori, fuera cual fuera el resultado del trabajo empírico. Si los resultados empíricos estaban de acuerdo en algunas cosas se aporta-ban y si decían lo contrario simplemente se ignoraban. Y, desde luego, lo que nunca ha hecho la Administración es una apuesta decidida por hacer investigación, investiga-ción aplicada y práctica, como tampoco la ha hecho, hasta fechas muy recientes, por hacer simplemente el cálculo coste-beneficio de las medidas y evaluar los proyectos.

Esta práctica yo creo que proviene, en parte, de la sepa-ración sistemática entre la investigación y el mundo real. Los políticos suelen decir cuando no están de acuerdo con los economistas: “esto es política”. Sin lugar a dudas lo es, pero es mejor que sea política informada y que, por lo menos, se sepa lo que cuesta hacerla frente a tomar otras decisiones. Aunque solo fuera por eso, habría sido sensa-to que los gobiernos dedicaran algunos recursos a finan-ciar investigación orientada, del estilo: “quiero que haga usted una investigación sobre este tema, porque quiero diseñar una política determinada y quiero saber qué efec-

“No defiendo la primacía de la

economía sobre la política; defiendo

que resultaría beneficioso

para todos los ciudadanos que

los políticos conocieran los

costes y efectos de sus decisiones”

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Julio Segura 315

tos positivos y qué efectos negativos podrían tener deter-minadas medidas”. Esto no recuerdo que lo haya hecho nunca ningún Gobierno. Y recuerdo que, hace poco tiem-po, en un acto que se celebraba en el Banco de España, hablé sobre lo importante que era la investigación para tomar decisiones económicas. Me acuerdo que Vicente Salas me dijo “lo que has dicho está muy bien pero no creo que sea necesario contarlo en el Banco de España” y José Luis Malo de Molina y Fernando Restoy dijeron casi a coro: “sí, sí, eso hay que contarlo también aquí”.

Quiero que quede claro que no estoy defendiendo la pri-macía de la economía sobre la política, ni la sustitución de la toma de decisiones de los políticos por “sabios” eco-nómicos. Estoy defendiendo que resultaría beneficioso para todos los ciudadanos que los políticos conocieran los costes y efectos previsibles de sus decisiones, es decir, que tomaran sus decisiones con la mejor información po-sible. Y eso es economía, no política.

S.B. Otras dos iniciativas tuyas fueron la creación de las Jornadas de Economía Industrial (que van por su 25ª edi-ción) y el Programa de Historia Económica. Pero destaca especialmente la creación de la revista académica Inves-tigaciones Económicas, que dirigiste entre 1976 y 1992. ¿Podrías explicar brevemente cómo era la investigación en economía en España cuando se creó la revista y cómo contribuyó esta a mejorar la investigación nacional?

J.S. La situación de la investigación estaba muy relacio-nada con cómo se hacían las tesis doctorales. Como he contado antes, las tesis doctorales eran esencialmente descriptivas y mamotretos; se entendía que cuantas más notas a pie de página y más citas textuales tuvieran y cuanto más gruesas fueran, mayor calidad tenían. Ya he contado la anécdota de mi tribunal de tesis. Por tanto, si la medimos con los criterios actuales o los criterios de hace 20 años, no había investigación económica en Espa-ña. La había, por ejemplo, en Historia Económica, pero en el núcleo analítico en economía no. Había muchos análisis descriptivos, pero que utilizaran técnicas analíti-cas casi no había ninguno. Esto también sucedía porque era bastante difícil investigar, no ya por la dificultad de lograr financiación, sino porque, por ejemplo, en 1968 no existían ordenadores personales y había que ir con una caja de fichas perforadas a los ordenadores de Astilleros Españoles o del Centro de Cálculo de la Universidad.

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Testigos. 25 años de economía en España316

S.B. En 1983 seguían sin existir y en la facultad yo tam-bién usaba fichas perforadas de cartulina.

J.S. Que cuando se te caían al suelo era un drama, por-que si se desordenaban lo suficiente podías haber perdi-do el trabajo de bastantes días.

El Programa de Historia Económica surgió de la apari-ción de la historia empresarial, no de la historia econó-mica tradicional. Aprovechando que había un par de pro-fesores en este país, Pablo Martínez Aceña y Paco Comín, que empezaban a trabajar en este campo, pensamos que tenía sentido financiar el reparto de fondos entre investi-gadores que estuvieran trabajando en este tema, más que hacer investigación ellos mismos. El programa duró unos seis años y dio lugar a trabajos que se publicaron en revis-tas especializadas o como capítulos de libros colectivos.

El tema más sustantivo es el de Investigaciones Econó-micas. En aquellos momentos, si mal no recuerdo, existía la Revista de Economía Política, que traducía artículos muy buenos, pero con aproximadamente 20 años de re-traso, así que cualquiera que trabajara en economía o se los había leído ya o no se los leía porque estuvieran en español. Había alguna otra revista de un corte que no era la investigación económica, aunque ocupaba un papel importante, como Información Comercial Española, en la que técnicos comerciales del Estado publicaban artícu-los de opinión y descriptivos. Pero en esas revistas no se publicaban resultados de una investigación empírica que, por otra parte, prácticamente no existía. A la altura de 1976, un grupo de profesores de universidad pensamos que ya empezaba a haber algunas tesis doctorales con algún capítulo analítico salvable, algunos investigado-res que estaban haciendo trabajo empírico en el sentido estricto de la palabra y algunos licenciados que estaban ampliando estudios en el extranjero. Entonces decidimos crear una revista cuatrimestral, pensando que cuatro nú-meros al año sería inviable si queríamos ser selectivos.

En los primeros seis o siete años lo esencial fue el pro-ceso de búsqueda y captura del autor, es decir, que los miembros del Consejo de Redacción captaran a personas que estuvieran haciendo trabajos interesantes. Existía el inconveniente añadido de que entonces no se podían pu-blicar resultados de una tesis sin antes defenderla, pues en ese caso se consideraba que no era trabajo original,

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Julio Segura 317

argumento que nunca he conseguido entender. La otra parte del proceso era enseñar a los investigadores cómo escribir un artículo, por ejemplo, que debía tener una in-troducción definiendo el problema que se iba a analizar y situándolo en la literatura económica, o que tenía que tener unas conclusiones inteligibles que solo podían de-rivarse de lo que se había demostrado o contrastado en el artículo, no de las preconcepciones del autor. En esos primeros años la revista tenía un nivel técnicamente muy bueno en términos españoles, porque era la única y por tanto la mejor… y la peor simultáneamente.

A partir de ese momento, aprovechando que en los años 80 empezaban a volver a España personas que habían in-vestigado en el extranjero, que daban clase y generaban alumnos que a su vez investigaban, pasamos a implan-tar un sistema de evaluación para la gran mayoría de los artículos. La revista funcionó así hasta 1986. Ese año se formalizaron dos aspectos: la sustitución de casi todo el Consejo de Redacción inicial y el sistema de evaluación anónima para todos los originales. En ese momento apa-recen en el Comité Editorial de la revista personas como Rafael Repullo y se crea el Consejo Asesor, cuyos miem-bros y sus discípulos eran los principales generadores de artículos para la revista.

A la altura de 1992 decidí que la tercera etapa debía con-sistir en internacionalizar la revista y que yo, en caso de que hubiera sido la persona adecuada en las etapas ante-riores, para esta desde luego no lo era. Entonces conseguí engañar a Rafael Repullo para que asumiera la dirección. Entre las pocas cosas de las que me siento orgulloso está no solamente haber logrado engañar a Rafael sino tam-bién de haber dejado en ese momento de tener relación con la revista –salvo como autor, publicando tres artícu-los con evaluación anónima desde 1986– pese a dirigir la institución que la financiaba, porque creo que cuan-do uno se va de los sitios se debe ir del todo. La historia posterior es bien conocida. Investigaciones Económicas fue la primera revista española de análisis económico reconocida por el Journal of Economic Literature y ha sido la revista más prestigiosa en España hasta que, hace pocos meses, se ha fusionado con la Spanish Economic Review. La fusión ha dado lugar a SERIEs, vinculada a la Asociación Española de Economía, que es lo normal en este tipo de revistas, que cumple todos los estánda-res internacionales y que tiene una calidad muy aprecia-

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Testigos. 25 años de economía en España318

ble. Es algo de lo que me siento orgulloso, no tanto de haber creado la revista sino de cómo ha evolucionado, pasando de una revista decidida arbitrariamente por los cincomiembros del Consejo de Redacción, con nuestras preferencias y conocimientos personales, a una segunda etapa con evaluación y con un filtro significativo a partir de 1992. En esa fecha la revista ya cumplía los estándares internacionales, algo que curiosamente nos reconocieron antes, siendo yo todavía director, aunque no estoy seguro de que nos lo mereciéramos del todo.

S.B. Tu vida profesional en la Fundación Empresa Públi-ca (hoy Fundación SEPI) terminó en 1998, cuando fuiste destituido algún tiempo después de un cambio de Go-bierno. A partir de ese momento el Programa de Inves-tigaciones Económicas de la Fundación fue recortándose progresivamente y al final desapareció. ¿Son vulnerables las instituciones dedicadas a la investigación económica en España? En tal caso, ¿qué clase de estructura institu-cional favorecería que tuvieran mayor solidez?

J.S. Lo primero que quiero decir es que me cesaron igual que me habían nombrado y espero no caer en el error de pensar que a uno le nombran a dedo porque se lo merece y cuando le cesan a dedo hay una conspiración univer-sal contra uno. Por otra parte, yo llevaba a esas alturas 23 años en la Fundación, los últimos doce como director, por lo que seguramente había agotado cualquier plazo razonable para seguir estando allí. Lo malo no fue que me cesaran, sino que no se me sustituyó por una persona que tuviera el mismo perfil y enfoque, que era lo que po-dría haber dado continuidad a la institución. Mi sustituto fue una persona que pertenecía al mundo de la empresa pública, sin ningún tipo de relación con el mundo aca-démico y de la investigación. Entonces el INI consideró que no era rentable financiar el Programa de Investiga-ciones Económicas y este desapareció. Posteriormente la Fundación tuvo un director que pertenecía al mundo académico pero que, por las razones que sean, conside-ró que no tenía sentido reactivar ese programa sino que era mejor usar los recursos de la Fundación en convertir en habitaciones individuales las dobles y cuádruples del colegio mayor que tenía la Fundación en el campus de la Ciudad Universitaria. E incluso desapareció durante dos años la Encuesta sobre Estrategias Empresariales que, afortunadamente, por una parte a través del Ministerio de Industria y por otra porque se produjo en 2000 un

“En este país el respeto por las

instituciones es escaso, cosa que

he tenido ocasión de confirmar como

presidente de la CNMV”

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Julio Segura 319

cambio de Gobierno, se consiguió que la SEPI volviera a asumir los costes de la Encuesta.

Mi experiencia es por ello clara acerca de que este tipo de instituciones están muy sometidas a los avatares po-líticos. Yo entré en 1973, luego los gobiernos iniciales de la etapa democrática son de UCD, luego hay gobiernos del PSOE y cuando llega el primer Gobierno del PP me cesan. Insisto en que no es que me cesen, es que desapa-rece la Fundación como tal. Teniendo en cuenta que la Fundación llevaba un cuarto de siglo funcionando con los resultados que estoy comentando, que en términos de este país eran bastante apreciables, me parece que hacer eso implica una desinversión irracional. Por otra parte, debo decir que ni siquiera consideré al principio que la decisión tuviera que ver con cuestiones ideológi-cas o políticas, sino más bien con la colocación de amigos en determinados puestos. Aunque me obligó a cambiar de opinión el hecho de que cuando le preguntaron en el Parlamento al Ministro de Industria, Josep Piqué, que por qué me había cesado, dijo que fue porque yo no com-partía los planteamientos sobre política económica del Gobierno. En efecto, y tampoco los he compartido mu-chas veces cuando el Gobierno era de la UCD o del PSOE. Estando en la Fundación recuerdo que escribí en Papeles de Economía Española en 1982 un artículo muy crítico sobre el Plan Energético Nacional y no me pasó nada. Y con el PSOE he diferido en ocasiones en artículos críticos en la prensa diaria o he firmado “manifiestos de los 100” y tampoco me ha ocurrido nada.

Así que, por una parte, es una desgracia que esto pueda tener que ver con cuestiones ideológicas y, sobre todo, a mí me habría parecido sensatísimo que me hubieran sustituido por una persona más afín ideológicamente al nuevo Gobierno, pero del mundo académico y que enten-diera lo que estaba haciendo la Fundación. Este creo yo que fue el error y lo que demuestra es que en este país el respeto por las instituciones es más bien escaso, cosa que he tenido ocasión de confirmar como Presidente de la CNMV. También aprendí que ni siquiera una estructura de Fundación está acorazada frente a cambios políticos. Por esto tiene tanta importancia que haya instituciones que duren, como el CEMFI o como la propia Investiga-ciones Económicas, que he de decir que también paso al-gún período difícil con los cambios en la Dirección de la Fundación SEPI.

“La crisis bancaria de principios de

los años 80 se solucionó por el

procedimiento de que el Banco

de España sentó a los presidentes alrededor de una

mesa y les dijo: ‘de este conjunto de activos dañados del sistema a ti te toca esto y a ti esto’, y ellos

dijeron: ‘Amén Jesús”

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Testigos. 25 años de economía en España320

La política monetaria

S.B. En 1990 fuiste nombrado Consejero del Banco de España. En 1994 se aprobó el Estatuto de Autonomía del Banco de España y fuiste nombrado Consejero Ejecutivo de la institución. ¿Cuáles fueron los aspectos principales que cambiaron en nuestra política monetaria a partir de ese momento?

J.S. El periodo 1994-1998 es apasionante porque es el periodo del estreno de la Ley de Autonomía del Banco de España y la política monetaria todavía seguía haciéndola el Banco de España, aunque con referencias creciente-mente importantes al Instituto Monetario Europeo y al diseño de una política monetaria común, hasta que en 1998 el Banco de España pierde la autonomía de la políti-ca monetaria y esta pasa a Frankfurt.

Cuando Ángel Rojo se incorporó en 1973 como Director del Servicio de Estudios del Banco de España la política monetaria era absolutamente arbitrista, para empezar porque se monetizaba la deuda pública. Y la crisis banca-ria de principios de los años 80 se solucionó por el pro-cedimiento de que el Banco de España sentó a los pre-sidentes y los consejeros delegados de las entidades de crédito alrededor de la mesa y les dijo: “De este conjunto de activos dañados del sistema, a ti te toca esto, a ti esto y a ti esto” y ellos dijeron: “Amén Jesús”. Pues bien, entre esto y cómo se han resuelto la crisis actual o las crisis par-ciales previas hay un mundo de diferencia, marcada por la línea de liberalización del sistema financiero español adoptada.

En esos cuatro años tuvimos discusiones semanales apa-sionantes sobre las novedades de la coyuntura y para to-mar decisiones con respecto de la modificación o no del tipo de interés. No creo que en otros bancos centrales hu-biera discusiones con mayor contenido de información e investigación de fondo que las que hubo entre 1994 y 1998 en el Banco de España. Por tanto, esta es una parte de la deuda de este país con Ángel Rojo, que es el respon-sable de pasar del arbitrismo y la intuición a introducir principios de discusión razonables en términos de obje-tivos de inflación, de la marcha de la economía española y de las tendencias de las economías del área, moderni-

“La única diferencia es que

el Bundesbank era mucho más ortodoxo en el sentido en que

el único objetivo era la inflación,

aunque si hubiéramos tenido

la experiencia de hiperinflación de entreguerras que

tuvo Alemania, seguro que el

Banco de España también lo habría

sido”

“A partir de 1996 se inició una

política monetaria mucho más

expansiva que permitió cumplir

todos los criterios de Maastricht al

final de 1998”

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Julio Segura 321

zando a la vez los instrumentos de implementación de la política monetaria.

No creo que hubiera diferencias significativas entre una reunión del Consejo del Bundesbank cuando determina-ba modificaciones del tipo de interés y una reunión de la Comisión Ejecutiva del Banco de España; la única dife-rencia es que el Bundesbank era mucho más ortodoxo en el sentido de que el único objetivo era la inflación, aun-que si hubiéramos tenido la experiencia de la hiperinfla-ción de entreguerras que tuvo Alemania, seguramente el Banco de España habría sido igual de ortodoxo.

S.B. ¿Fue difícil gestionar la política monetaria que nos debía conducir a la integración en la Unión Económica y Monetaria desde su inicio en 1999? ¿Cuáles fueron los principales problemas?

J.S. El problema principal creo que estuvo, por una par-te, en la falta de sincronía del ciclo económico español y el de la Unión Europea, lo cual ha hecho que cuando la política monetaria pasó a determinarse centralmente no fuera la más adecuada para la economía española. El otro problema es que de 1991 a 1994 hubo una importante cri-sis y, como consecuencia de ella, un déficit público muy significativo. A partir de 1994 hubo que decidir hasta qué punto la política monetaria debía ser restrictiva en una etapa en que todavía la economía española no había em-pezado a crecer fuertemente, como forma de compensar una política de gasto público excesivamente laxa. Este fue el difícil equilibrio que hubo que considerar siempre. A medida que el déficit iba reduciéndose, por razones cí-clicas y por la obligación de tratar de llegar al nivel del 3% fijado en el Tratado de Maastricht, pudo irse instru-mentando una política monetaria más laxa y, a partir de 1996, se inició una etapa de política monetaria mucho más equilibrada, que permitió cumplir todos los criterios de Maastricht al final de 1998.

S.B. Entonces, ¿la pertenencia al euro solo tiene ventajas o nos ha causado también problemas?

J.S. Sólo tiene ventajas. Obviamente todos conocemos el argumento de que si no tienes autonomía para diseñar tu política monetaria y no tienes una moneda para poder devaluar, entonces el ajuste a determinadas situaciones de crisis es más complicado y termina recayendo sobre

“La adopción del euro solo

tiene ventajas porque implica una disciplina

económica que este país nunca ha tenido de manera

autónoma”

“Generar una tradición de

estabilidad y cumplir el Pacto

de Estabilidad en condiciones normales solo

ha sido positivo para la economía

española”

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Testigos. 25 años de economía en España322

el empleo y la producción. Además, si te fijan la política monetaria en función de la situación media del área (que no se entiende muy bien lo que quiere decir) y tu econo-mía desde un punto de vista coyuntural está desfasada, esto genera problemas bien conocidos. Pero la cuestión a considerar es: ¿cuál habría sido la alternativa? Pues sería la situación que hemos experimentado durante muchas décadas previas, a saber: cada vez que pierdes compe-titividad devalúas, pero esto ya sabemos que conduce a un proceso de devaluaciones competitivas, en que ganas competitividad nominal durante el tiempo que dure, si-gues manteniendo las diferencias de inflación y la falta de crecimiento de la productividad y por ello tienes que volver a devaluar; y esto al final quiere decir que te em-pobreces.

Por tanto, creo que la adopción del euro solo tiene venta-jas. ¿Por qué? Porque implica una disciplina económica, que este país nunca había tenido de manera autónoma y que cuando la ha asumido ha sido para bien porque no ha tenido más remedio: porque tenía el 27% de inflación y el 14% de desempleo con una crisis política muy pro-funda en el tránsito de la dictadura a la democracia, o porque tenía el problema de la reconversión industrial en 1982-83 y luego la crisis de 1992-1994. Salvo en esas situaciones, nuestra economía nunca ha tenido un grado de disciplina apreciable en la política fiscal, con luces y sombras en la política monetaria.

Por tanto, generar una tradición de estabilidad y cum-plir el Pacto de Estabilidad en condiciones normales solo ha sido positivo para la economía española y cualquier reflexión en el sentido de que fuera del euro estaríamos mejor… ¿con quién se nos compara fuera del euro? Se nos compara con Inglaterra. Pero habría que preguntárselo a los ingleses 10 años después y habría que hacer ejer-cicio de valorar qué les ha costado no estar en el euro. ¿Cómo les habría ido dentro del euro? Como esto es un contrafactual no tengo ni idea, pero es difícil pensar que le hubiera ido peor de lo que les ha ido fuera del euro. Si se habla de Estados Unidos, entonces hay que pedir un poco de seriedad. Es lo mismo que sucede con la reflexión sobre por qué Estados Unidos puede aprobar un presu-puesto con un déficit público del 10% y España no. Pues simplemente porque su economía y su poder son muy distintos a los nuestros.

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Julio Segura 323

Aparte de que pertenezcamos a un área monetaria inte-grada, y que por tanto debamos tener cierta disciplina económica, hay otros aspectos positivos de esta integra-ción. ¿Cómo valoran, incluso ahora, los mercados inter-nacionales a España estando en el euro y cómo la valora-ban cuando no estábamos en el euro? Basta con pensar cómo habría podido financiar su déficit la economía es-pañola en la actual crisis… riámonos de Grecia.

La supervisión financiera

S.B. En 2006, en tu hasta ahora último cambio de área profesional, fuiste nombrado Consejero de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) y en 2007 Pre-sidente de esa institución. ¿Qué cambios has introducido en el funcionamiento de la CNMV?

J.S. Conviene recordar que llevo de Presidente dos pe-riodos muy distintos. Hay un primer periodo, de 17 me-ses, en que acepté ser Presidente de la CNMV ni forzado ni por hacer un servicio a la Patria; si hubiera dicho que no, no hubiera pasado nada. Pero la situación, bien cono-cida, era de dimisión del Presidente, con acusaciones a la institución y personales a varios miembros del Consejo, entre los que no me encontraba yo. Es decir, que la situa-ción interna era muy complicada y la situación mediática consistía en estar todos los días en primera página de la prensa. En esas condiciones, acepté esencialmente por tres motivos. Primero, porque pensé que si yo no acep-taba vendría alguien de fuera y esto suponía una desau-torización absoluta de la forma en que había funcionado la Comisión hasta ese momento. Segundo, porque para la estabilidad interna de la Comisión y el reforzamiento de los servicios técnicos era una buena opción. Y luego hubo algún componente personal también: me lo ofreció Pedro Solbes. Yo soy muy amigo de David Vegara y de Carlos Arenillas y me resultó muy difícil decir que no. Por tanto en los primeros 17 meses mis objetivos principales eran desaparecer de la prensa, es decir, minimizar el riesgo mediático e introducir tranquilidad en la casa. Los ser-vicios técnicos de la Comisión en ningún momento han estado al borde de la crisis, pero sí quería dar ciertas ex-pectativas de tranquilidad durante esos 17 meses.

Podría contar lo que hemos hecho en términos de mejora de la transparencia, por ejemplo el plan anual de activi-

“Cuando se habla de supervisión

de mercados, de lo que se habla

esencialmente es de información

privilegiada y de manipulación de

mercado”

“La CNMV supervisa no solo

los mercados financieros y sus

operaciones, sino todas las empresas

de servicios de inversión,

las sociedades gestoras y las

sociedades cotizadas; tenemos

en torno a 8.000 agentes que supervisar”

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Testigos. 25 años de economía en España324

dades, que ya llevamos haciendo tres años y que entre los supervisores europeos solo hace la Financial Services Authority (FSA) del Reino Unido. Esto significa compro-meterse con unos objetivos, entre 60 y 80, identificados para cada trimestre del año, y hacerlos públicos, de ma-nera que luego hay que dar cuenta de su grado de cum-plimiento. Yo creo que, por una parte, es un ejercicio de transparencia hacia el exterior, que insisto solo hace la FSA. Por otra parte, es un ejercicio que mejora la coor-dinación interna de la casa de manera tremenda. En los tres años que he tenido que dar cuenta del grado de cum-plimiento de los objetivos, estos han sido del orden del 85%; y parte del 15% restante se debe a que otras insti-tuciones tenían que haber hecho algo que no han hecho. Un ejemplo muy obvio es que el Ministerio de Economía no saque una orden ministerial habilitándonos a regular por Circular un tema; entonces tenemos el objetivo de la regulación pero no la habilitación legal para hacerlo, por lo que no podemos hacerlo.

Las mejoras son en su mayor parte internas y por tan-to son difíciles de describir y de valorar. Por ejemplo, la opinión general de los supervisados es que había alguna asimetría en las exigencias, digamos para un folleto de emisión o para una autorización, dependiendo de qué técnico de la Comisión llevase su caso. Es decir, que la ley había que cumplirla pero siempre podía hacerse menos hincapié en un requisito que en otro o podía haber algún requisito adicional sensato pero no generalizado. Pues bien, esto ya no sucede, porque ahora existen manuales de procedimiento internos. Creo que estas mejoras las ha detectado el sector, pero es difícil que la opinión pública sea capaz de valorarlas.

Además, hemos desarrollado una iniciativa ambiciosa contra el abuso de mercado, hemos mejorado la trans-parencia de los folletos de emisión, dictado numerosas instrucciones sobre buenas prácticas comerciales y de gestión de los intermediarios financieros, vigilado con especial cuidado los temas contables y de organización interna de las sociedades supervisadas, catalizado un cambio drástico en los sistemas de compensación y liqui-dación españoles y un largo etcétera.

S.B. A veces se afirma que la CNMV no supervisa sufi-cientemente los mercados. ¿Cómo responderías a esta crítica?

“Es relativamente sencillo utilizar

información privilegiada pero

no en España sino en todo el

mundo si se tiene el cuidado de no

dejar rastros o de que los rastros no

sean muy directos”

Page 34: Testigos - Entrevista a Julio Segura

Julio Segura 325

J.S. La CNMV supervisa no solo los mercados financie-ros y sus operaciones, sino todas las empresas de servi-cios de inversión, las sociedades gestoras de instituciones de inversión colectiva, todos los emisores, las sociedades cotizadas (en los temas contables y de gobierno corpora-tivo), todos los procesos de comercialización de activos financieros, la valoración de las carteras de los fondos de inversión, la autorización de nuevas empresas y de nue-vas emisiones, entidades de capital riesgo, hedge funds, todas las instituciones financieras que no son compañías de seguros ni entidades de crédito. En suma, tenemos en torno a 8.000 potenciales agentes que supervisar.

Como es obvio, la supervisión de esta casa es muy distinta de la del Banco de España. En entidades de crédito, si son emisoras y/o cotizadas, tenemos competencias sobre los estados financieros consolidados, y solo en ese segmento tenemos ya 900 estados financieros al año que analizar. También todos los fondos de inversión, los problemas de los fondos inmobiliarios o las implicaciones para las instituciones de inversión colectiva del fraude de Madoff o de los productos de la desaparecida Lehman Brothers, etc. En suma, insisto, 8.000 potenciales supervisados y de entre estos solo algunos son mercados.

Y todavía no he hablado de los mercados, que es con lo que más se nos identifica. Cuando se habla de supervisión de mercados, de lo que se habla esencialmente es de dos cuestiones: de información privilegiada y de manipula-ción de mercado.

La información privilegiada es un tema relativamente sencillo, relativamente entre comillas. ¿Por qué? Porque está regulado con mucha precisión, es decir, que en cual-quier operación societaria hay una lista de iniciados y quienes están en esa lista tienen explícitamente prohibi-do operar con los valores a los cuáles afecta la operación desde el momento en que conocen que se está empezando a negociar o a considerar la posibilidad de una OPA, una OPV, una fusión o una absorción. Si hay una utilización de información privilegiada por parte de los que están en la lista, entonces es facilísimo intervenir. Hemos tenido desde que yo soy Presidente dos o tres casos, pero es muy raro que alguien que está en la lista opere directamente.

Si se opera indirectamente, entonces ya empezamos a tener dificultades, porque hay que demostrar que la ope-

“La CNMV tiene un sistema de

alarmas que analiza todas las

operaciones y hacen saltar las alarmas 70.000

operaciones al año. En mi

opinión es demasiado

sensible; al final se terminan

investigando 15.000”

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Testigos. 25 años de economía en España326

ración indirecta es a través de medios interpuestos, no a través de alguien que sea amigo, conocido, el marido o la mujer, pues con eso no es suficiente. Por tanto, es relativamente sencillo utilizar información privilegiada, pero no en España sino en todo el mundo, si se tiene el cuidado de no dejar rastros o de que los rastros no sean muy directos.

Lo importante es ver hasta qué punto los jueces admiten o no las pruebas de información privilegiada, y esto se aplica también a la manipulación de mercado. He vivido dos casos de errores manifiestos, es decir, que en un acta de un comité de inversiones se dice que se va a hacer algo que está expresamente prohibido por la ley, entonces se les pide el acta y se les expedienta. Si la gente no hace esto, y naturalmente no lo hace, entonces todos los pro-cedimientos son indiciarios. ¿Por qué? En buena medida porque tenemos un Título VIII de la Ley del Mercado de Valores que no nos da más instrumentos de supervisión que la entrevista, es decir, hacerle preguntas al potencial encausado, que naturalmente contesta como quiere. Pero ni contestar falsamente es un delito, como sí ocurre con un juez o un fiscal, ni podemos, por ejemplo, incautar los ordenadores de una sociedad que pensamos que ha podi-do incurrir en prácticas inadecuadas. Esto espero que se solucione con la Ley de Economía Sostenible, uno de cu-yos apartados se ocupa de la modificación del título VIII de la Ley del Mercado de Valores. Perseguimos solo tener los mismos medios de inspección que tiene la Comisión de Defensa de la Competencia, no superiores, ni tener hombres de Harrelson ni nada parecido. Pero es que en las condiciones actuales, salvo en los casos del autoincul-pado o del acta del Comité de Inversiones, no podemos sancionar a casi nadie.

Puedo contar un ejemplo, sin dar nombres y apellidos, de un caso potencial de información privilegiada. Los padres octogenarios de un director financiero de una institución, que nunca en su vida han operado en Bolsa, que viven en una provincia costera, que solo han tenido una cuenta co-rriente en la sucursal bancaria donde trabaja su hijo y que nunca han pedido un crédito ni adquirido valores. El hijo está en la lista de iniciados en una operación y, curiosa-mente, un lunes sus padres bajan a la sucursal del banco y piden un crédito millonario y se lo conceden inmediata-mente. Posiblemente hasta aquí todo sea razonable, pues en la sucursal saben que son los padres del director finan-

“La combinación de unos

instrumentos de inspección

poco poderosos junto con un

sistema legal muy garantista hace

que sea muy difícil desarrollar casos que conduzcan a

una sanción”

Page 36: Testigos - Entrevista a Julio Segura

Julio Segura 327

ciero; por tanto piensan que si no devuelven el crédito ya responderá el director financiero. Los padres, por prime-ra vez en su vida, dan órdenes de compra de un valor, que venden a las 48 o 72 horas, ya no lo recuerdo, con pingües beneficios. Pocos días después se conoce que la sociedad donde trabaja su hijo estaba diseñando una OPA sobre ese valor concreto. Parece un caso claro, ¿verdad? Pues bien, la Audiencia Nacional ha estimado el recurso contra el expediente porque la versión dada por los padres era que un fin de semana su hijo había ido a verles y había tenido una conversación telefónica desde su apartamen-to. Entonces a sus padres se les había ocurrido que algo habría en relación con una empresa que les sonaba y se les ocurrió autónomamente bajar y pedir un crédito mi-llonario. Es un recurso que han ganado los recurrentes en la Audiencia Nacional, lo que da idea de qué es lo que se puede hacer actualmente.

La CNMV tiene un sistema de alarmas que analiza todas las operaciones y hacen saltar las alarmas 70.000 opera-ciones al año. He de decir que en mi opinión este sistema es demasiado sensible, porque me parece que son dema-siadas alarmas y en cualquier caso no se analizan todas, sino que se observa si coinciden con algún tipo de movi-miento societario especial o con algún tipo de rumor de mercado. Pero al final se terminan investigando 15.000 operaciones. Adicionalmente se investiga en cualquier operación societaria y en una ventana de tres semanas –desde dos semanas antes hasta una semana después– todo lo que ha ocurrido en Bolsa con ese valor. En caso de que se detecten operaciones anómalas, se piden los datos necesarios para hacer la trazabilidad hacia atrás de las operaciones. ¿Qué sale de toda esta actividad? Pues en algunos casos sale un expediente sobre manipulación de mercado y otros un expediente sobre información privi-legiada, pero son pocos en relación con la magnitud que todos los supervisores pensamos que realmente tienen esas prácticas. Este problema lo tenemos todos los su-pervisores, sobre todo porque la combinación de unos instrumentos de inspección poco poderosos junto con un sistema legal muy garantista, sobre lo que no tengo nada que opinar, hace que sea muy difícil desarrollar casos que conduzcan a una sanción.

La manipulación de mercado es la emisión de falsos ru-mores o de falsos informes, y de nuevo el problema es el mismo. ¿Qué ocurre si un banco de inversión saca un

“Los economistas tenemos derecho

a opinar si nos parece bien o no

una medida y esa es una opinión

política, pero en el caso de

los economistas competentes está

basada en los resultados de la

investigación y el análisis”

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Testigos. 25 años de economía en España328

informe sobre la economía española o sobre la empresa X cotizada en la Bolsa española, diciendo que hay que des-hacerse de sus acciones y cuando después se hacen pú-blicas las operaciones de venta en corto, o short selling, resulta que tiene fuertes posiciones a corto cubiertas? (en España las descubiertas están prohibidas legalmente y están penalizadas en alguna medida). Pues el problema es el mismo. Si esa sociedad demuestra que tiene “mu-rallas chinas” internas, de manera que los que hacen el informe no tienen relación alguna con quienes toman las decisiones de inversión, no es posible demostrar la manipulación de mercado, y tampoco en caso de que los que han hecho ese informe digan una semana después que rectifican, porque no tenían la información adecua-da o por una información nueva que no habían tenido en cuenta y mientras tanto otra parte de la empresa está to-mando posiciones en corto.

S.B. Acabo con una pregunta más genérica. Durante tu etapa universitaria has sido profesor o director de tesis de muchas personas que después han sido muy relevantes en la economía española. Durante décadas has interac-cionado con la mayoría de los principales responsables de la política económica en nuestro país. También has ase-sorado al Parlamento, a sucesivos gobiernos españoles y a la Comisión Europea, sobre temas tan variados como la política laboral, por ejemplo, en el llamado “Informe Segura” sobre la contratación temporal en España (1991), la protección social, la salud, la política de competencia, la prospectiva económica o la elaboración de fuentes es-tadísticas. Tomando como referencia el inicio del periodo democrático, ¿ha aumentado tendencialmente el peso de la racionalidad y el análisis económico riguroso en el di-seño de la política económica? ¿Ha cambiado el papel de los economistas académicos?

J.S. A la pregunta genérica de si ha aumentado el peso de los economistas analíticos y que hacen trabajo empí-rico en este país, sin lugar a dudas la contestación es sí, y por tanto a la pregunta de si en estos momentos la toma de decisiones de política económica tiene más compo-nentes y racionalidad y de mercado de las que tenía hace 35 años, sin lugar a dudas la contestación es sí. Pero a la pregunta sobre su grado de influencia en el diseño de la política económica, mi respuesta es: escasa.

“He tenido siem-pre mucho cuida-

do de no asumir nunca responsa-

bilidades políticas porque creo que no lo haría bien”

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Julio Segura 329

En principio, como ya he dicho antes, sería deseable que esa influencia fuera mayor, sobre todo porque hay algo muy claro que convendría diferenciar. Las decisiones po-líticas las toman los gobiernos, pero las deben tomar con toda la información y cuanta más información tengan disponible, mejor. Por tanto yo no estoy criticando a los gobiernos, sean los que sean, que toman decisiones que yo no tomaría como economista; lo que estoy criticando es que no tengan un conocimiento preciso de los costes que tienen ese tipo de políticas frente a otras alternativas. Así que pienso que la postura de los políticos que dicen que los economistas no saben de qué hablan porque se trata de una decisión política es errónea. Más bien, los economistas sí saben de qué hablan y los políticos toman decisiones políticas, y son dos cosas distintas.

Los economistas tenemos derecho a opinar si nos parece bien o no una medida y esa es una opinión política, pero en el caso de los economistas competentes está basada en resultados de la investigación y el análisis. Con fre-cuencia en el caso de los políticos no sé si hay análisis de investigación detrás de la decisión, pero si lo hay lo omiten, lo cual le hace a uno pensar que más bien no debe de haberlo, porque sería una forma de reforzar su argu-mentación o, lo que sería peor, que lo hay pero desacon-seja la decisión adoptada. Es obvio que las decisiones de congelar o no las pensiones, de ampliar o no el periodo de cotización de las pensiones o de ampliarlo a toda la vida, de posponer o no la edad de jubilación, de modificar la estructura de la negociación colectiva, son decisiones políticas importantísimas y con costes políticos conside-rables. Pero eso no es contradictorio con que para tomar esas decisiones o cualesquiera otras sería deseable que hubiera un estudio cuantitativo preciso de escenarios y medidas alternativas. Y pienso que esto no ocurre con la frecuencia deseable, como mínimo, en la economía espa-ñola.

No sé cómo funcionará en otros países la toma de deci-siones, pero yo me he encontrado con frecuencia en dis-cusiones con responsables de la política económica de los gobiernos en que llegaba un momento en que yo de-cía: “Perdona, ¿lo que me estás preguntado es cuál es mi opinión política? Porque esa es irrelevante o considero que para ti debería ser irrelevante. Mi conclusión políti-ca está en un 75%, como mínimo, condicionada por los resultados empíricos y por mi valoración de cuáles son

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Testigos. 25 años de economía en España330

los costes alternativos. Y además yo no me presento a las elecciones y por tanto no tengo una responsabilidad polí-tica. Por tanto, si quieres charlamos de ideología o como quieras llamarle, pero lo que yo te puedo decir es que no tomar esta medida tiene estos costes, tomarla tiene estos otros costes y por la experiencia de otros países los resul-tados son estos calcula tú si para obtener estos resultados compensa incurrir estos costes y adoptar este tipo de po-líticas. Si me preguntas mi opinión, pues insisto en que siempre estaré sesgado hacia el lado de la racionalidad económica. Pero sí quiero intentar que entiendas cuáles son los argumentos de la racionalidad económica en este tema y luego la decisión es tuya”.

Yo nunca criticaré a un político más que como ciudadano normal y corriente, ya voto cada cuatro años y ya hablo con los amigos a la hora de cenar y criticamos al Gobier-no y a la oposición. Y he tenido siempre mucho cuidado, siempre, de no asumir nunca responsabilidades políticas, no porque no me parezca bien, que me parece importan-tísimo que se asuman, sino simplemente porque creo que no lo haría bien. De hecho lo he llevado tan a rajatabla que hasta fechas muy recientes siempre he sido un Conseje-ro, porque además como Consejero creo que lo hago muy bien, pero no estoy tan seguro que como primer ejecutivo lo haga igual de bien. Esta fue una de las consideraciones que más me rondaron la cabeza cuando tuve que deci-dir si aceptaba ser Presidente de la CNMV, sobre todo la segunda vez, cuando ya fue voluntario, y acepté porque tenía un proyecto para cuatro años en la CNMV que me parecía bueno para la institución. Quiero decir que cada semana, en fin de semana, pienso un rato y me pregun-to: “esta semana, ¿he conseguido un equilibrio razonable entre el sesgo académico y el práctico?”. Esta casa es más sencilla que un ministerio, porque nuestra función es que se cumpla la ley, aunque como es obvio la ley tiene zonas interpretables, y el sentido común y la consideración de otras variables que no son puramente legales es impor-tante. Por tanto posiblemente en esta casa no haya que calcular nunca efectos políticos de las medidas, pero efec-tos económicos de determinadas interpretaciones frente a otras sí hay que calcularlos.

Epílogo

S.B. A modo de conclusión, estamos preguntando a todos los entrevistados cómo ven ellos los próximos 25 años de

“Los jóvenes de la generación “ni-ni” no plantean

demasiados problemas, pero

cuando tengan 40 o 60 años solo podrán

aspirar a trabajos temporales poco

cualificados y con largos periodos de

desempleo”

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Julio Segura 331

la economía española. ¿Cuáles son nuestros grandes re-tos? ¿Y nuestras grandes prioridades? ¿Qué misión pue-de jugar Fedea en este proceso?

J.S. Tengo la ventaja de que dentro de 25 años no me po-drán pedir responsabilidades sobre la previsión, así que puedo hacerla con libertad. A mí el problema que más me preocupa en estos momentos del futuro de la economía española es el siguiente. Supongamos que se ha superado la crisis financiera, supongamos que los países centrales de la economía mundial empiezan a crecer, digamos Ale-mania y Francia al 2,5%, Estados Unidos al 3%, Japón sigue como viene haciéndolo en las últimas décadas pero China y la India, e incluso Latinoamérica, crecen con fuerza. Entonces la pregunta es: ¿en qué sectores puede crecer la economía española?

Desde luego no creceremos en los mismos sectores en que hemos crecido hasta ahora o al menos no en los que han sido una parte importante del crecimiento hasta ahora.

El sector financiero, genere el valor añadido que genere, tiene que reducir su exceso de capacidad. De la industria de la construcción para qué voy a hablar; incluso la cons-trucción civil, dado que tenemos el sistema de infraes-tructuras viarias mejor de Europa, posiblemente el mejor del mundo, es difícil pensar que pueda crecer mucho más. En el sector del automóvil con mantenernos iremos exce-lentemente y aquí, para entendernos, lo que hacemos es solo el montaje. En cuanto al turismo, nos han surgido muchos competidores en el Mediterráneo, por no hablar de otros países que se benefician de lo mismo que nos be-neficiamos nosotros a principios de los años 60, es decir, de sol y bajos precios; si no somos capaces de competir en calidad y en tipo de servicios poco podremos crecer.

Repito, la pregunta es: ¿en qué sectores vamos a crecer? Por tanto, no es descartable una situación en la cual en los próximos 10 años, por decir algo, nos encontremos creciendo al 1,5%, lo que en esta economía implica esta-bilizar la tasa de desempleo en torno al 15% o 16%. Es decir, un nivel de desempleo muy alto, que irá variando por recomposición de la población activa, pero que ge-nerará dificultades de consolidación presupuestaria y, sobre todo, el problema social y político que implica este nivel de desempleo.

“Lo que hay que estudiar

desde pequeño es cálculo, del

que salen todas las ciencias, y

lengua, de donde salen todas las humanidades”

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Testigos. 25 años de economía en España332

Son efectos que además pueden llegar a ser bastante du-raderos, pues el actual porcentaje de jóvenes de la gene-ración “ni-ni”, no plantea, a corto plazo, grandes proble-mas, porque siempre encuentran a alguien que les dé de comer –es decir, sus padres– y tienen una edad en que pueden irse a vivir cinco juntos en 50 metros cuadrados y repartir pizzas a domicilio. Pero cuando estas personas tengan entre 40 y 60 años, solo podrán aspirar a traba-jos temporales poco cualificados y con largos periodos de desempleo, es decir, un futuro cuando menos dudoso.

Siento parecer así de pesimista, pero creo que no es ser pesimista sino que corremos un riesgo real de que esto sea así. ¿Cuáles son las acciones que permitirían mejorar este panorama?

Son bien conocidas. La primera apuesta es la educación desde los tres hasta los 30 años seguramente, pero des-de el punto de vista más productivista desde los 16 hasta los 30 años. La segunda es una apuesta por diseñar un sistema de incentivos a la innovación sensato y eficaz, manteniendo el esfuerzo presupuestario durante déca-das. Porque estas son inversiones que solamente se ma-terializan en tasas de crecimiento positivas y en tasas de empleo crecientes al cabo de un cierto tiempo. En este país hemos tenido muchos experimentos con todo tipo de gobiernos donde se han hecho apuestas muy serias y costosas por determinadas políticas de formación y de-terminadas políticas de promoción de la excelencia que luego se han cortado y después de hacer el gasto nos han devuelto a situaciones tan malas como las iniciales.

Las opciones de largo plazo son difíciles de tomar en una situación en que la visión de los políticos tiene compo-nentes importantes de corto plazo, básicamente a cuatro años. Esto es inevitable y es natural en un sistema de-mocrático, que es el mejor sistema de organización de la sociedad que conocemos. Pero en este país existe muy poca tradición de mantener las líneas básicas. Tomemos por ejemplo el debate sobre la educación en la escuela secundaria. Mi postura es la siguiente: saquemos los ele-mentos irrelevantes del debate, por ejemplo, si se da una alternativa a la religión o no se da, o si computa más o menos décimas en el expediente académico; este es un tema bastante irrelevante y no pasa nada porque cada Gobierno lo cambie.

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Julio Segura 333

De lo que hay que discutir es de qué tienen que aprender desde los seis hasta los 18 años y lo que tienen que apren-der es muy obvio. Pueden aprender educación para la ciudadanía, si además tocan el saxofón mucho mejor y si dan psicomotricidad débil o psicomotricidad fuerte me-jor aún. Pero lo que tienen que estudiar desde pequeños es cálculo y lengua, que son las formas de comunicarse con el mundo exterior. Del cálculo salen todas las cien-cias y de la lengua salen las humanidades y, como aho-ra se le llama ciencia a todo, las ciencias jurídicas y las ciencias filosóficas. Entonces, el acuerdo que no se debe poder cambiar es que desde que son pequeños los niños necesitan un número dado de horas de su currículum de clases de cálculo (que luego son de matemáticas y luego de física, química y biología) y otro número de horas de clases de lengua (que luego son de geografía, historia y literatura). En los últimos 25 años se han cambiado no menos de cuatro veces las horas dedicadas a estas mate-rias, por no hablar de los contenidos.

Todo esto, por no mencionar lo que los cambios supo-nen de desarticulación del profesorado, al que le cambian los planes de estudio con frecuencia. Y ni siquiera estoy entrando en lo que se debe dar. Me dan tentaciones de decir lo que se da en economía pero voy a evitarlas. En realidad no puedo evitar mencionar una cosa: en estos momentos un estudiante de economía en Bachillerato en un excelente colegio privado sabe calcular el valor teórico del cupón en una ampliación de capital de una sociedad cotizada, pero no entiende bien cuáles son las fuentes de financiación de que dispone una empresa. Por tanto, po-demos discutir sobre el contenido, pero lo que hay que discutir es sobre cuáles son las cosas fundamentales, que son muy pocas y esas no se deben tocar. Me extraña que no se pueda llegar a acuerdos solamente sobre esas cosas. Luego, todo lo demás es temporal y tiene un componente político fundamental que puede cambiar con cada ciclo político.

¿Qué es lo que hay que hacer con el tema I+D+i? Hay que crear un entramado institucional, unos organismos públicos de investigación que funcionen adecuadamen-te y un mínimo de compromiso presupuestario para los próximos 20 años. Luego el presupuesto se puede gestio-nar como se quiera y cambiar a los responsables cuando cambia el Gobierno, como seguramente es natural. Pero necesitamos tener un marco que ofrezca expectativas so-

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Testigos. 25 años de economía en España334

bre las carreras profesionales que tengan algún grado de estabilidad siempre que se cumpla adecuadamente con el trabajo. Y a las inversiones en educación y en I+D+i les ha ocurrido como a las de autovías: si se hace la carretera y luego no se conserva, se tiene un sistema inicialmente estupendo y al cabo de 10 años ya no se puede circular. Siguiendo con el símil, este país ha dedicado en los últi-mos 20 o 25 años muchos esfuerzos a hacer las carreteras y pocos esfuerzos a mantenerlas. Preferiría tener menos carreteras pero mejor mantenidas. Y prefiero no hablar de algunos AVE.

Por último, en cuanto a Fedea. Era inicialmente un cen-tro de investigación aplicada, por su origen bastante cen-trada en temas del ámbito financiero o que preocupaban a sus financiadores. Como tengo la opinión que tengo sobre la investigación seria y bien hecha, me parece que siempre ha sido una institución útil. Y me parece además muy positivo que bancos privados y alguna caja de aho-rros hayan estado dispuestos a mantener establemente y durante 25 años este tipo de actividad.

Y pienso que además ha pasado a jugar un papel que a mí nunca se me habría ocurrido, mucho más relevante y mucho más útil, en el debate de política económica en la crisis. La iniciativa que Fedea ha tenido de promover tan-to el Manifiesto de los 100 en el tema de la reforma del mercado de trabajo y las pensiones, como el blog que tiene en estos momentos, como la labor de popularización del debate sobre pensiones, mercado de trabajo, vivienda… y no ya solo de publicar documentos de trabajo, creo que es impagable. No voy a ser tan optimista como para decir que se haya introducido mayor racionalidad en las decisiones de política económica, pero sí que ha permitido al menos que las voces de quienes hacen análisis empíricos serios sobre los problemas se puedan oír y ha generado un debate sobre estos temas mucho más serio y documentado que en ocasiones anteriores. Simplemente, al cabo de unos meses todo el mundo sabe lo que es el Manifiesto de los 100 y nadie sabe lo que es el Manifiesto de los 700 y creo que este es un resultado bueno, y aunque no fuera firmante del Manifiesto de los 100 me parecería bueno. Por tanto, me ha sorprendido esta actividad nueva como centro de pen-samiento, o think tank, que entra en el debate diario de

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los grandes problemas y creo que además ha terminado teniendo cierta influencia incluso sobre el Gobierno, que es lo más que se puede pedir a una institución de este tipo.

Entrevista realizada en Madrid (última revisión: 14 de abril de 2011)