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CAPITULO I ANTECEDENTES Y NATURALEZA DEL ESTUDIO. 1.1 Introducción El presente trabajo (TFI) es el resultado del curso sobre Metodología de la Investigación, dictado el 2009 en la Universidad Adventista de Chile, por el profesor Dr. José Nelson Barría Navarro. En este curso, se estableció como prioridad investigativa, el análisis crítico del personaje novelesco desde el punto de vista del estereotipo social, estableciendo los nexos entre personaje real y personaje literario en la medida en que la literatura de ficción narrativa, se nutre de las características reales de los seres humanos, estableciendo una interesante clasificación de tipos literarios que se despliegan por la realidad ficcional de los textos. Se ha elegido un tipo de personaje de la literatura chilena, que se ha destacado desde los albores del siglo XX hasta comienzos de la presente centuria. Nos referimos al comúnmente denominado “siútico”, que se inicia con la caracterización del “roto chileno”, desplegándose por las distintas capas socioculturales, existiendo y subsistiendo como un estereotipo que se mezcla con las ideas de: “pituco”, “agrandado”, “fruncido” en los tiempos pasados, y “dandy”, “futre”, y decadentemente, el “pelolice”, “flaite” u (o) pulento en la jerga popular actual, incluyendo al insólito y actual “Freak”.

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CAPITULO I

ANTECEDENTES Y NATURALEZA DEL ESTUDIO.

1.1 Introducción

El presente trabajo (TFI) es el resultado del curso sobre Metodología de la Investigación, dictado el 2009 en la Universidad Adventista de Chile, por el profesor Dr. José Nelson Barría Navarro.

En este curso, se estableció como prioridad investigativa, el análisis crítico del personaje novelesco desde el punto de vista del estereotipo social, estableciendo los nexos entre personaje real y personaje literario en la medida en que la literatura de ficción narrativa, se nutre de las características reales de los seres humanos, estableciendo una interesante clasificación de tipos literarios que se despliegan por la realidad ficcional de los textos.

Se ha elegido un tipo de personaje de la literatura chilena, que se ha destacado desde los albores del siglo XX hasta comienzos de la presente centuria. Nos referimos al comúnmente denominado “siútico”, que se inicia con la caracterización del “roto chileno”, desplegándose por las distintas capas socioculturales, existiendo y subsistiendo como un estereotipo que se mezcla con las ideas de: “pituco”, “agrandado”, “fruncido” en los tiempos pasados, y “dandy”, “futre”, y decadentemente, el “pelolice”, “flaite” u (o) pulento en la jerga popular actual, incluyendo al insólito y actual “Freak”.

A través del análisis crítico del siútico, nos hemos dado cuenta que el estereotipo en la actualidad, nos transversaliza las llamadas clases sociales o estratos socioeconómicos para invadir a todo tipo de representaciones sociales contemporáneas.

Se es siútico siendo rico o pobre, joven o viejo, intelectual o no. Solo tiene como barómetro sociométrico la movilidad social fluctuante (menos ricos o menos pobres) y la lacra del arribismo o abajismo que etiqueta a la sociedad postmoderna, especialmente latinoamericana.

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En el ámbito de la educación –como veremos- nos permite analizar la sociedad actual, su dimensión sociolingüística, socioeconómica y el espíritu de la época.

1.2 Planteamiento y declaración del problema

El presente trabajo de análisis e investigación, parte de una preocupación más bien sociológica, o de la psicológica social. Es preocupante, el tratamiento de un problema que constituye un fenómeno característico de todos los tiempos, pero más difundido en la sociedad contemporánea, en lo que se llama “el estilo de masas” como ya lo definió Ortega y Gasset en su libro homónimo (1937).

La psicología social, define la estereotipia como “una actividad comparativa de atribución categorial”. En otras palabras, se refiere a la comparación de los tipos sociales con otros que se definen como “normales” según el canon de la sociedad actual.

Se le atribuye, por lo mismo, una categoría socioeconómica y cultural, que se desarrolla en lo clásica de las categorías sociales que atraviesan la “clase proletaria”, la “clase media” y la “clase alta”, según la nomenclatura social política actual.

Un siútico, puede pertenecer a cualquiera de estas clases sociales. Solamente basta, una suerte de “atildamiento” o “pituquería”, según los registros de habla popular cotidiana. Actualmente, se habla de “cuico”, “aprendiz de cuico” o “pseudocuico”.

En síntesis, el problema central de este TFI, podría resumirse de la siguiente manera:

- ¿Porqué el “siútico” es un tipo social y literario que atraviesa todo el espectro de las clases socioeconómicas?

- ¿Cómo ha enfrentado, la literatura chilena (siglos XX y XXI) el análisis del tipo literario llamado “siútico”?

- ¿Qué está pasando en el escenario social con el estereotipo de los jóvenes chilenos, derivados del clásico “siútico” del siglo pasado?, ¿Cómo se refleja en la narrativa contemporánea?

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1.3 Importancia y justificación del problema

Abundando sobre lo anterior, se considera que el tema tiene gran importancia en la actividad docente del profesor de Lengua Castellana, en la medida en que se establece un nexo entre la realidad social del país, y la tipología de los personajes literarios, ayudando a comprendernos como chilenos, a construir nuestra idiosincrasia social, y a tener específicamente autoconciencia de nuestro perfil individual y grupal, nuestro lenguaje cotidiano y nuestra variedad social cultural.

Con ello, reconocemos la heterogeneralidad de nuestros futuros alumnos y el escenario social en que nos desarrollaremos.

Teóricamente, podemos justificar el problema a investigar, con la necesidad de revisar la diversidad cultural, blanco del esfuerzo por enseñar y ser comprendidos en nuestra complejidad relacional.

Desde el punto de vista lingüístico, nos interesa el estudio diastrático del uso del español hablado en Chile.

Ante la pregunta general, ¿Cómo hablamos los chilenos? En términos vulgares, no académicos, podríamos decir que “hablamos pésimo”. Se dice que nos falta estilo y convicción en lo que decimos. Tenemos una pobreza de léxico, donde abundan las muletillas, usamos un lenguaje melindroso, y la articulación de los sonidos (fonemas) es laxa, monocorde y con una elevación en la voz, al final de las palabras.

Esto -nos dicen- es así hasta el día de hoy, y, ha sido en muchos casos – motivos de burla. Sin embargo, en el plano literario, he sido motivo de caracterización “realista” de los personajes chilenos. Así lo probaron los escritores criollistas de principio del siglo XX, los costumbristas de la talla de Mariano Latorre, y, actualmente, el uso abundante de la jerga juvenil en autores como Alberto Fuguet y otros.

1.4 Marco teórico

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La palabra “siútico”, de origen europeo, se ha ido modificando en su significado, dentro de los países latinoamericanos. Se ha creado una versatilidad semántica que atraviesa todos los estratos sociales.

Desde la perspectiva comunicativa-pragmática, el desarrollo de las sociedades se produce a través de los intercambios de información. Por algo estamos en la era de las comunicaciones, donde se utilizan distintos registros de habla, desde el ultraformal, el formal, el informal o cotidiano, y el vulgar, soez, coprolálico o “pornolingüistico” como lo denomina el mediático profesor chileno Carlos Campusano.

Junto a esto, agregamos la llamada “forma de ser” del chileno, que se autodefine como franco, un poco deslenguado, visceral o “choro” en la lengua del “coa delictual”.

Este autoimagen que se otorga el chileno, apoyado por la visión de muchos extranjeros tienen también, se conforma aquello que la psicología social a denominado “estereotipo”.

Según Ashmore y Del Boca (1981) teóricamente existe dos teorías frente al concepto de estereotipo una psicoanalítica y otra sociocultural.

Para el psicoanálisis, los estereotipos surgen de los instintos (o pulsiones) del individuo. En este sentido puede haber estereotipos no verbales (gestos, tics, movimientos de mano y cuerpo, el pelo, entre otros) y verbales (como ya señalamos con las muletillas, los tiempos verbales, cadencias, entre otros).

Desde el punto de vista sociocultural, lo conforman la vestimenta, la moda, el modo de caminar, las “poses” por nombrar algunas.

En términos cotidianos y escolares, en muchas escuelas y liceos, los compañeros de aula se ponen etiquetas unos a otros. El “perro”, la “taquillera”, el “flojo”, el “flaite” y muchos otros, son ejemplos de lo anterior.

Esto, que sucede en la realidad inmediata del alumno, también sucede a niveles más amplios, como en el cine, la televisión, las revistas o los comics.

Siguiendo a Mario Cremades podemos agregar, el estereotipo “es una especie de idea que se repite y se reproduce sin variación. Es una

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imagen uniforme común a los miembros de un grupo que no recoge las características individuales”.

Según esta misma autora, la publicidad, el marketing y, en general, los medios audiovisuales son los principales creadores de personajes estereotípicos.

Las principales características y aspectos negativos de los estereotipos son los siguientes:

- Se vinculan a prejuicios sociales y a acciones discriminatorias.

- Suponen una generalización o visión simplista del mundo. Es típica la frase “así es la vida…”

- No consideran las diferencias entre personas.

- Pueden apoyarse o no a hechos reales. Por ejemplo los “pokemones”, los “hemos” entre varios.

- Han servido de pretexto para denigrar u ofender a personas, como el caso de la llamadas “tribus urbanas”.

Clases de estereotipos:

a) Sociales: son aquellos que pasan sobre distintos tipos sociales; ricos, pobres, grupos que han experimentado movilidad social, entre otros.

b) Étnicos: son los estereotipos que tienen ver con las diferencias étnicas a las que pertenecen las personas. Por ejemplo; gitanos, mapuches, gringos, judíos, etcétera.

c) Sexistas: es el que tiene que ver con los prejuicios de género. Por lo general, se minusvalía a las mujeres, se sobrevaloran a los valores, etcétera.

El trabajo presente se limitará a considerar un solo caso de estereotipo social; el siútico, considerando al mismo tiempo el género (sexo), nivel económico y nivel sociopolítico.

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La elección del “siútico” como estereotipo transversal, se analizará desde las novelas de Alberto Blest Gana, Joaquín Edward Bello y algunos cuentos chilenos actuales, especialmente del autor Alberto Fuguet.

Como texto de referencia, se utilizará el ensayo de Oscar Contardo, periodista chileno, que público en 2008 “EL Siútico; arribismo y abajismo en la vida social de Chile” (Ed. Vergara, Santiago).

1.5 Objetivos del trabajo

- Describir al “siútico” como tipo social (real) y tipo literario.

- Analizar al siútico como personaje histórico que evoluciona a través del tiempo.

- Reflexionar sobre la estereotipia actual en las tribus urbanas y en la literatura chilena contemporánea.

- Establecer relaciones didácticas de la estereotipia del siútico en los medios de comunicación de masa y en programas multimodales.

1.6 Metodología del trabajo

De acuerdo con la naturaleza de nuestro tema consideramos delimitar el marco metodológico en que se sustentará el TFI.

Como ya se ha señalado, se interesará delimitar el marco propio del personaje literario categorizado como “siútico”. En este sentido, se concernirá enfrentar el problema desde el punto de vista psicosocial, lo que implica establecer el parentesco con la Psicología Social.

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El enfoque psicosocial, ha sido utilizado por especialistas en la literatura como también por psicólogos sociales. En el primer caso, resulta interesante considerar el estudio de Morroe Berger, titulado “Literatura y Ciencias Sociales”, Editorial F.C.E. México, 1986, donde establece los nexos teóricos entre éstas disciplinas, especialmente con la sociología y las ciencias del comportamiento, donde la literatura aparece como disciplina auxiliar.

Desde la psicología, podemos considerar desde los estudios freudianos (recuérdese el análisis de la Caperucita Roja), los de Jacques Lacan y su teoría de los espejos, hasta los análisis de la psicología chilena con Elizabeth Lira, sobre la literatura de la migración y del exilio.

Ahora bien, al aplicar el “modelo psicosocial” interesa destacar que se hará bajo la perspectiva intelectual, básicamente comparando algunos personajes, tópicos y temas vinculados con la estereotipia del siútico.

1.7 Desglose y tematización del trabajo

A continuación se desglosará cada uno de los capítulos del presente TFI:

- Capítulo I: Antecedentes y naturaleza del estudio.

- Capítulo II: el concepto del “Homosiútico”

- Capítulo III: El “arribismo” y el “abajismo” en las obras de Joaquín Edward Bello.

- Capítulo IV: La transición del “roto chileno” al siútico. Un análisis psico-sociocrítico

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- Capítulo V: El chileno “afrancesado” en “Martín Rivas” y “Los Trasplantados” de Alberto Blest Gana.

- Capítulo VI: “El nuevo siútico” en la obra de Alberto Fuguet.

- Capítulo VII: Tipología de los jóvenes actuales y las tribus urbanas

- Capítulo VIII: Conclusión.

CAPÍTULO II

EL CONCEPTO DE “HOMOSIÚTICO”

Chile no es una estatua sino un ser vivo: camina, tropieza, se levanta, avanza tres pasos y retrocede uno y medio y medio, uno, medio; acelera el tranco y agarra velocidad, y en ese proceso nos deja a veces con mareo de altura. Una de las cosas que más marea a quienes nos hacemos preguntas tontas, preguntas de niño leso, preguntas no siempre retóricas, es la realidad de la discriminación de clase en esta esquina del mundo; ese persistente desdén invisible, esa idea torcida de que algunas serían mejores que otros por asuntos ridículos de importancia aparentemente suprema, asuntos que no tienen que ver con el mérito propio, los principios, la inteligencia, el esfuerzo, la generosidad o el encanto personal. Como por ejemplo una expresión ridícula que se emplea en conversaciones elitistas; la de ser “bien nacido”, o la distinción asociada a atributos externos, cosas de preferencia heredadas.

En este primer capitulo se definirá al homosiútico desde el punto de vista de Oscar Contardo, un escritor y periodista el cual se puede resumir en las siguientes palabras; “Oscar Contardo tiene un oído clínico, es un tipo peligroso, peligroso como los son los observadores excepcionales, aquellos que saben volverse invisibles para registrar todo lo que la gente no quiere mostrar –la hilacha-, y lo que quiere mostrar pero no sabe cómo”.

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La fractura tectónica que explica el surgimiento del siútico es la transformación del medio pelo inofensivo en algo llamado clase media, un fenómeno urbano, extraño a ojos de la antigua jerarquía. “Hacía fines de la década de 1940 la clase media era del orden del 15 o 20 porciento. El 70 porciento del país era mano de obra. Eso quiere decir que ese sector, aquel 15 a 20 porciento de la población, no tenía voz. Era un grupo muy pequeño y no tenía votos”. Por entonces la fantasía del país de clase media era solo eso, un sueño. El medio pelaje moderno era una minoría sin demasiada consistencia.

Es importante resaltar que este capitulo trata de buscarle un sentido a la diferencia de decir “anteojos” o decir “lentes” o entre un “adiós” y un “chaíto” en base al libro de Oscar Contardo.

Mediante la televisión y otros medios de comunicación masiva, de vez en cuando, escuchamos diversos términos que no logramos entender su significado o importancia para nuestro lenguaje, una de esas palabras es el “estereotipo”. Muy en contacto están con este término estudiantes y profesores de Lenguaje y Comunicación, pero también otros profesionales, como son los actores, historiadores, entre otros.

Para comenzar a desarrollar este informe y más específicamente este primer capitulo debemos dejar en claro qué se entiende por estereotipo literario.

“Un estereotipo es una imagen muy trillada, y con pocos detalles acerca de un grupo de gente que comparte ciertas cualidades, características y habilidades. Imagen o idea aceptada comúnmente por un grupo o sociedad con carácter inmutable. El término se usa a menudo en un sentido negativo, considerándose que los estereotipos son creencias ilógicas que limitan la creatividad y que sólo se pueden cambiar mediante la educación”.

Según esta descripción, al parecer en Chile, al siútico ya se le ha aceptado como un estereotipo, podemos sentenciar a alguien con esta clasificación, tal como lo dice el autor de Siútico; “existen palabras que son como balas o como cuchillos”.

Lo significativo del análisis del siútico es que además de ser un importante estereotipo literario, también es un fuerte y cada vez más presente “persona de carne y hueso”. Además cabe destacar que es una

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introspección al ciudadano chileno, al roto y/o al cuico, o mejor decir, “al que le calce el zapato”.

Chile es un país completamente heterogéneo, desde todo punto de vista, gozamos de un paisaje rico en geografía y un clima que cambia constantemente durante todo el año. Nuestra historia está llena de sucesos y, también un marcado arribismo silvestre.

Poetas, sociólogos, historiadores, literatos en general han destacado al personaje que resalta en nuestros libros y en nuestra sociedad. Desde el comienzo de nuestras vidas se ha tenido en una posibilidad tener al homo-siútico, como probable amigo, enemigo o, cualquiera que sea el caso.

Es importante destacar que Joaquín Edward Bello fue el escritor chileno que desde sus inicios comentó la vida social nacional, con obras como El Roto (1920), El Chileno en Madrid (1928), Criollos en parís (1933), Don Eliodoro Yañez (1934) y La Chica del Crillón (1935). El roto, el cuico y el flaite son algunos de los estereotipos que se conocen en la sociedad chilena por medio de la pluma de Edward Bello, sin embargo, dependiendo por la vida económica que cada persona tiene, no reconocen algunas de las dichas anteriormente, en cambio, cuando se alude al siútico, gran gamma de perfiles despiertan en la mente humana, mentes chilenas especialmente. “Es el tipo de lo que todos conocen con el nombre de siútico y para aditamento le regalaron en la pila el de Amador. Lleva bigote y la perilla correspondientes a su empleo y dice “vida-mida” cuando canta en guitarra”.

En este capítulo se hablará de un Homo-siútico, puesto que además de existir personajes, seres humanos, personas que son siúticas, también hay cosas, elementos, animales, costumbres, que pertenecen a la clasificación de siutiquería.

Desde tiempos remotos que se ha utilizado la clasificación siútico para aludir a una persona o grupo determinado y, también se utiliza en gran cantidad la palabra roto para señalar a un grupo o persona. ¿Cuál es la diferencia?, ¿qué es mejor al fin y al cabo?

“El roto nunca discrepa, disiente o critica; a los ojos del patrón el roto se alza, se subleva, se insolenta o resiente, lo que supone un peligro por que no hay diálogo, no hay negociación posible, porque muy en el fondo no se trata de una criatura racional ni razonable, sino de un

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ser temperamental que hay que mantener a raya porque es de difícil extinción e improbable evolución. Ser un roto es una condición hereditaria que acompaña hasta la muerte, como la diabetes o el daltonismo”

Aunque el tema principal no sea “El roto”, es muy importante darle una pequeña tribuna en este trabajo, puesto que esta encadenado en la vida del siútico, es un factor muy importante en el análisis del sujeto en cuestión, sin embargo, sabemos los objetivos y el tema central de este capítulo, es por esto que daremos un último dato para poder seguir con el análisis correspondiente. Lo cual no quitará que más adelante se aluda a este estereotipo.

El sentido de roto se ha igualado al de “maleducado” o “grosero”. Se abre así un universo más alejado de la definición original, dando un paso rumbo a la modernidad: ya no se es roto, si no que se comenten roterías, faltas a las buenas maneras, abusos triviales que reflejan mala educación y no un origen social (aunque, en rigor, origen y calidad de la educación están muy relacionados). El roto, ahora, no nace sino que se hace, por voluntad propia y desidia.

Al igual que el roto, ¿el siútico nacerá o se hará?, es importante llegar a una conclusión con esta pregunta, llevando el desarrollo en conjunto con la vida social que tiene cada persona determinada.

Es importante dar a conocer al roto, puesto que el siútico elabora todo tipo de artimañas para no pertenecer a esta clasificación. Por ejemplo, el uso del “rotometro”, muy conocido y utilizado en la década de los noventa, el cual consistía en completar un test de comportamientos que se supone retratan al roto contemporáneo, un roto más cercano al ingreso medio, al C3 o al mediopelo histórico. El rotómetro de los años noventa es una de esas pruebas de pureza que suelen ser elaboradas al calor del ocio de una redacción con más pretensiones que ideas, y que terminan por delatar, no al roto que se supone pone a prueba, sino al personaje que las inventa.

Cuando se juntan un grupo de personas siúticas emplean un ejercicio que está en relación con los rotos, ya que, al emplearlo los baja a la altura de estos, sin embargo, lo aplican para distanciarse de los demás. El Roteo, suele ser un arma entre aquellos que se sienten amenazados, bajo sospecha; aquellos que, estando en medio –el medio pelo-, buscan elevar su condición, al menos discursivamente. Quienes

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rotean saben que hay un algo que los sitúa demasiado cercanos al umbral en donde el respeto se pierde. Así que, antes de ser confundido con uno, mejor señalar a otros. Pero todo ese esfuerzo se pierde cuando se enfrenta a una máxima acuñada por el grupo al que quisiera pertenecer, y que sentencia que “rotear es de rotos”

Una respuesta al roteo fue la palabra “futre” –actualmente en retirada-, que alude desdeñosamente al tipo refinado, al elegante, pero más derechamente al patrón o al que podría llegar a serlo. Hay quienes aventuran que el origen estaría en una expresión francesa, foutre, que en el habla del pueblo llano chileno se transformó en jutre o futre. La palabra es la defensa del roto, un arma de contraataque, la reacción desde la inferioridad.

Lo que nunca podría aceptar el siútico es que un aristócrata lo apuntara con el dedo señalándolo como un roto y, es por esto que trata de trazar una línea bien notoria entre su clase con la más baja, para que todos puedan ver la diferencia, pero, al crear esta barrera, su siutiquería queda a la luz.

Es verdad cuando las personas dicen que siúticos no sólo existe en Chile, sino que en todo el mundo, al levantar una piedra o charlar con alguien en el autobús. Sin embargo en Chile existen las condiciones para el nacimiento y desarrollo del siútico. “Eso sí, para que la palabra, de oscuro origen, llegara a existir y difundirse en Chile hacían falta por lo menos tres elementos: la vida urbana, una riqueza nueva gracias a las minas del norte, y los burócratas y profesionales. Todo esto desemboca en la aspiración de un tipo humano nuevo que intenta entrar en los salones herederos de la Colonia, donde ya todos se conocían”.

El siútico se debe a su tierra: un país nuevo, de geografía estrecha, más pobre que próspero, ubicado en el lugar menos afortunado del mapa, mirando a una extensa masa de agua, que es lo más parecido a mirar hacia la nada misma. Un país forjado con más empeño que fondos, cuya importancia para la metrópoli colonial radicaba en su condición de pasadizo entre dos océanos, lo mismo que un atajo o la sala de pasajeros en tránsito del aeropuerto.

Identificar al siútico no ha sido gran problema para las personas y menos para grandes observadores como Oscar Contardo. Principalmente se reconoce a este estereotipo por su lenguaje, cómo utiliza el habla, que palabras emplea en determinados casos. “La idea de, muy común

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en sectores medios, suena demasiado cursi frente al más directo o algo (beber, jamás). La clase alta chilena nunca cena, solo come en la noche, utilizándose el genérico para después de las ocho de la tarde y restringiendo la expresión para el medio día. Costumbres de clase media como son consideradas una rareza (se, en vez) y por lo general la guía telefónica es para ellos de teléfonos”.

Luego se suma la pretensión en el lenguaje. El “recién llegado” que piensa que es fino modular será tan siútico como aquel que enrostra su riqueza de última hora.

Basándonos en elementos de la vida cotidiana el siútico no siente respeto por el hombre que lucha de cualquier forma por los suyos, aunque deba ser con un trabajo esforzado y discriminado por la sociedad. Interpreta su ascenso de forma equivocada y la ejercita a costa del que está más abajo, es decir, no tiene esa experiencia de trato que emplean en la aspirada clase alta. “El siútico que trata de a la empleada y no le paga las imposiciones piensa que la explotación es en sí un símbolo de estatus. Se empeña en exhibir su ascenso a costa de la inferioridad social de otros, maltratando a los mozos, despreciando a los porteros, burlándose de la empleada enfrente de ella en otro idioma”.

Otra forma de reconocimiento social del siútico es por la forma en que trata de demostrar su ascenso social en el ámbito del consumismo. Con anterioridad el comprar en los centro comerciales (mall) era sólo terreno del ABC1, sin embargo, cada vez más el siútico, con el afán de mezclarse en esa manada tan apreciada por él, ingreso a estos recintos. Actualmente sólo lo habita el mediopelo, pero, como deben identificarse cada uno, tratando de resaltar ante el otro, el derroche de dinero y la deuda más abultada ha sido la forma de determinar el más acomodado.

La técnica más mencionada es la del maltrato al socialmente inferior. Pero sin duda el más extendido (e inofensivo) es la ostentación de amistades importantes, comentar la cercanía relativa con personajes que encarnan símbolos de estatus. “Hay mucha gente que habla de Eleodoro, por Eleodoro Matte; de Pedro, por Pedro Ibáñez, y de Andrónico por Luksic, y en realidad han visto pasar a esas personas a kilómetros de distancia. Al usar el nombre quieren lograr familiaridad. Algo te quieren decir con eso, aunque si alguno de los nombrados se les acercara se transformarían en arveja”.

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La oficina local del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, realizó en 2005 un estudio que consistía en enviar a un grupo de parlamentarios dos correos electrónicos de parte de dos ciudadanos ficticios: un correo estaba firmado por Pedro González; el otro, por José Errázuriz. A Pedro González le respondieron veintiún diputados; a José Errázuriz, treinta y uno. Las respuestas a González tenían un tono formal, en cambio Errázuriz recibió los números de celular de algunos parlamentarios, y hasta una invitación a tomar café.

“Conocer a alguien, o decir que se le conoce comentándolo al pasar, sin necesidad ninguna, cuando nadie ha preguntado, es el primer paso. Una estrategia mundial que en inglés se le conoce como, y que alude a la fascinación de arribar dejando un reguero de apellidos en la conversación, como las migas de Hansel y Gretel, que le indican al interlocutor la senda que lo llevará al éxito”.

Existen distintas formas de identificar a un siútico, sin embargo, la peor considerada es cuando el mismo aludido se autodefine de la clase alta, inmediatamente se forma un pozo debajo de él, un vacío interminable de críticas e ideas de arribismo. Como en el caso de una chilena residente en Europa, de apellidos ilustres, algunos de ellos presentes en calles de Santiago y en libros de historia, cuenta el caso de una mujer de su entorno familiar que fue a visitarla a Berlín: “Llegó al aeropuerto, bajó del avión, me saludó, y con un suspiro de alivio declaró; ”.

Nótese que en estos casos él es muy claro y apunta al grupo de .

Sin una definición precisa, independiente de la enumeración de características arbitrarias, particulares o simples síntomas, que dan al menos dos elementos claros encerrados en la expresión. “El primero es la raíz común del arribismo. El segundo es que el sujeto indicado para señalar quien merece esa clasificación siempre se ubica socialmente por encima de él. Apuntar al siútico es un atributo de jerarquía, y por eso el tema de la siutiquería ha sido materia casi privativa de sujetos criados en ese mundo (Edwards Bello, Benjamín Subercaseaux, Mario Rivas) o que se habían aferrado a él con dientes y uñas (Hernán Díaz Arrieta, Alone)”.

El estatus de la elite, aristocracia, oligarquía o clase alta chilena no tiene exactamente que ver con millones, industrias y logros económicos individuales, sino más bien con hectáreas de tierra, apellidos y un fuerte

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sentido de pertenecía a un grupo vinculado por el parentesco, al que se le atribuyen ciertos valores como la sobriedad, el recato y el sentido de comunidad.

Teresa Matte afirma que; “El siútico es aquel que ha alcanzado la riqueza económica, pero poco reconocimiento social, y que en un momento dado muestra la hilacha”

El mediopelo (o clase media conocida en Chile) es entonces un hibrido criollo que se escapa del orden heredado de la Colonia, que no alcanza a dibujar sus propios límites ni asimilarse a la burguesía europea, y se aferra al ejercicio de arribar a través de la imitación.

Victor Hugo habla de una “clase social bastarda” ubicada entre la burguesía y el pueblo.

En otro rasgo que está inmersa la siutiquería es rechazar el origen étnico y esto más que en ningún país ocurre con total constancia en nuestro país. En efecto, la proporción de genes europeos en la población chilena está curiosamente relacionada con la distribución del ingreso. En la medida que la pirámide se empina, la blancura eleva posiciones. En otras palabras, una guagua rubia inesperada en la sala de partos es siempre mejor recibida en los familiares internos que una más pigmentada.

La piel, el pelo, la cara y el cuerpo dan pistas de origen. Una distinguida señora santiaguina aseguraba que a un Presidente concertacionista “se le notaba lo roto porque no tenía canas”. El indio tiende a encanecer menos. El pelo blanco es una característica europea, como la calvicie masculina. Por eso en algunos círculos las canas se consideran elegantes. En el fondo, agobiada por el destino y apabullada por su mala fortuna, está la mujer morena con el pelo chuzo o crespo y grueso, ojos rasgados, muslos generosos y menos de un metro cincuenta de estatura. Ella, es una clasificación de riesgo-destino, tendría una alerta roja. Su futuro será un desafío repleto de obstáculos, si tiene la mala suerte de ser ambiciosa. Todo lo que signifique ir más allá de la enseñanza media es un mérito titánico. Una carrera profesional merece una condecoración de la República. Es por esto que cuando los curriculum vitae comenzaron a exigir una fotografía los siúticos y siúticas comenzaron a entrar a los quirófanos, a “echarse una manito de gato”.

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Quienes se reconocen como miembros de una etnia originaria son una minoría. Sobre la gran mayoría opera una suerte de clasificación informal, con atributos que surge, de la superposición de prejuicios. Todo es cosa de combinaciones que parten por lo físico pero a la que se le van añadiendo elementos. Tener “pinta de lanza” es más que ser moreno. Es una noción compleja que es equivalente a “tener pinta de cuico”, que a su vez no necesariamente significa ser rubio o tener ojos azules. Hay sujetos que tienen “pinta de paco” y muchachas que para algunos tendrán “pinta de empleada”

En relación con lo anteriormente señalado, en los medios de comunicación masiva existen variadas actitudes similares, como por ejemplo cuando en una conferencia de prensa en el pináculo de su éxito, el tenista y ex “top one” Marcelo Ríos fue inquirido por un periodista francés sobre sus supuestos ancestros indígenas. El francés, seguramente educado en aquel universo lejano y ajeno donde una pregunta de ese tipo puede responderse con información más que con una grosería, fue increpado duramente por el chileno. Lo que a un europeo le parecería obvio (atar cabos a partir de la forma del rostro y los ojos de Ríos, de aspecto evidentemente indígena), a nuestra ex primera raqueta nacional le parecía un insulto. Parecer indio es una desgracia. Serlo, una fatalidad.

En general los medios de comunicación masiva nos inspiran y engrandecen nuestro espíritu siútico, es decir, sabemos de ante mano que teniendo un aspecto indígena no podríamos nunca entrar a programas juveniles como Yingo (programa juvenil emitido por Chilevisión) o Calle siete (programa juvenil emitido por TVN) los cuales promocionan valores como la marginación a compañeros con mayor pigmentación u otra características físicas.

Otra figura televisiva que enaltece las características del siútico es el famoso “Alejandro Foxley el Dandy chileno”, el cual estudio en una de las mejores universidades de Chile, viajó al extranjero para perfeccionarse en abogacía y lo único que logró fueron unas cuantas fotos con famosillos de Hollywood, el cuál para él era mucho más importante que sus progresos educacionales y, lo comprendió así por desarrollo personal dentro de un mundo y un país que inspira y exige tener distinguidas acciones, amistades, elementos, entre otras tantas.

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La voluntad de arribar en Chile está atravesada por el aspecto racial la dotación de apellidos en un sistema que funciona desde la cima hasta el sótano.

Es difícil definir cuál de los dos sexos es más siútico que el otro, sin embargo, en ciertas cosas uno sobrepasa al otro. Por ejemplo dentro de la casa la mujer le gana por mayoría al hombre en términos de siutiquería, ya bien, por que encuentran que lo “top” y refinado es que la mujer le haga los arreglos a la casa, es decir, si el hombre se encargara de eso sería ultimo de ordinario.

No todas las mujeres dueñas de casa pertenecen a la clasificación de siúticas, es por esto que las identificaremos según los siguientes rasgos: poseer elefantes de loza es un primer indicio de que estamos frente a un hogar siútico, que trata de demostrar su bonanza, exhibir a destajo obras de arte, aunque no sean originales, es también una gran muestra de fina siutiquería, los recuerdos de viajes dentro del país como (mejor aún) fuera del país son necesario que una familia única los demuestre, entre tantas otras.

“La familia Catalán gustaba de exhibir las pruebas de su conexión con el mundo más allá de la cordillera, y lo hacía del mismo modo que se exhibe una pieza de arte. No importaba si era una miniatura fosforescente del Obelisco o la Estatua de la Libertad. La idea de decoración de la madre de los Catalán tenía la misma lógica de la vitrina de trofeos de un club deportivo, había de jactarse de tener parientes que hubieran cruzado la frontera y vuelto con una prueba de la gesta. Que un suvenir desentonara con el de al lado carecía de importancia. El valor lo daba el conjunto, el potencial informativo que brindaba al visitante, la manera en que lograba provocar su tención y atiborrar la vista con estímulos de todos los tamaños y colores”.

Los hombres siúticos son más intrusos que las mujeres, más habladores, y como tienen más plata son más poderosos. No se entiende por que tienen que comunicar tanto. Publican todo. El matrimonio, el casamiento de los hijos. “Por ejemplo el siútico se casa sí o sí y, con la mujer que le dijeron que tenía que casarse”

En Chile, más que la antigüedad del dinero, la gran fuente de estatus hasta el siglo XX era la antigüedad de la tenencia de tierras en manos de una familia. La tierra significaba poder electoral y acceso al crédito.

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“En Chile no había plata antigua, lo que había era propiedad, que sirve de aval y abría las puertas para el crédito”

El siútico se arrima a una entidad ajena, pensando que si se pule tal vez convenza al auditorio. Se ejercita en aquellos rasgos que él juzga clave. La cortesía se transforma en lisonja, la elegancia en cursilería, la distinción en maltrato, el refinamiento en fruncimiento. En la mente del siútico, hasta la respiración debe tener un estilo para ser digna de respeto. Se esfuerza, se prohíbe, se inhibe, se amaestra y se adorna. Pero por sobre todo se exhibe.

Matta llama al siútico un “acaballerado”, por la relación de los mozos del Crillón, los cuales trepan de rodillas, siempre dispuestos. El acaballerado rotea hacia abajo y sonríe hacia arriba; imita, vigila y acusa.

“El acaballeramiento es una sobredosis de arribismo, y en cierto modo una malformación de la idea de ascenso. Es de una ambición parasitaria que depende casi físicamente de la jerarquía para existir. La jerarquía como un fin en sí mismo. Como esas aves que viven a costa de los elefantes o esos pequeños peces que se refugian en las aletas de los tiburones. La diferencia es que el acaballerado puede llegar a pensar que es el elefante o tiburón”.

El siútico suele delatarse por el aspecto general, por la manera de vestirse y de peinarse, de marchar y de saludar, hasta por el modo de mover los ojos con estudiada languidez.

“El siútico habla con afectada pulcritud. Dice por la casa donde habita, , , por las sencillas voces de cumpleaños, entierro. El siútico se desvive por las palabras extranjeras: budoir, chaise loungue, comme il faut. Llama Mary a su novia, una María tan negra como él (nótese la observación racial). Bautizará a su hija como Isolé. Cuando firma versos, naturalmente modernistas, firma con todas sus letras: Jocelyn de Champfleury. Es una oportuna adaptación francesa para su verdadero nombre de Atalívar Ponce Lagos”.

Los siúticos nunca “conocen” gente. Solo “reconoce”. Pueden ver a una persona por primera vez, pero en seguida activa las redes ancestrales que potencialmente llegan a vincularlos de algún modo.

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“Además, el encogimiento del apellido es una de las maneras más brutales de menosprecio en Chile: una suerte de trampa, de burla endulzada”.

Desde la llegada del pentecostalismo a Chile en la década de 1930, los pobres se transformaron en un segmento de población religiosamente diverso.

El canuto era un tipo humano nuevo, cuya expresividad exuberante rompía con la habitual timidez escénica del hombre de pueblo.

“Es la época de los nichos de mercado, en la que los arribistas se diversifican y abrazan distintas fórmulas. Dos de las más distintivas serían la fe en un consumo perpetuo y la adhesión a una religiosidad conservadora, que se asociaría a la distinción siempre que reaccionara con fuerza ante las nuevas costumbres de la sociedad chilena”.

“La particular demografía de la fe en el país ha tenido como consecuencia que, en Chile, ser evangélico es casi sinónimo de pertenecía a los segmentos de menos ingresos y peor educados”.

La misa dominical, en Chile una costumbre de clase alta, resurgió con fuerza entre los chilenos de mejores ingresos.

“Si yo quisiera entrar en el mundo de Zapallar tendría que ir a misa. El gran club social es la misa, la gente se encuentra en misa, conversa a la salida de la misa, comenta lo que vieron en misa. Y un tipo que no va a misa es muy mal visto, es una especie de lobo solitario, y posiblemente mala persona”.

Vestir o estar cerca de un uniforme cobra un prestigio insólito en la historia del siglo XX chileno. Todo lo que tenga que ver con militares repentinamente se transforma en símbolo de un curioso estatus.

Al militar le cuesta reconocerse de clase media, porque con el uniforme, los galones, la charretera, adquiere un diploma de aristocracia, aunque no lo sea. Tienes toda esa prosopopeya aristocratizante que da la marcha, la caballería. Siendo de clase medio por origen de sangre, no se siente parte de ella.

En este tipo de cosas la fuerza de la tradición está dada por la costumbre y la oralidad. Eugenio Cox lo resume en una pregunta: “¿Conoces a algún teniente de apellido Irarrázaval? Seguro que no.

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“Primero están los navales, que tienen más prestigio y una tradición inglesa; después vienen los del Ejército y los de la Fuerza Aérea, en un nivel parecido, y al último los carabineros”.

“No sé quién conocía a militares antes de la llegada de Pinochet. Yo, al menos, nunca había visto a uno de cuerpo entero en mi vida”.

“Si cuando joven me hubiera ido a ver un cadete a la casa, lo habrían echado. En mi casa se consideraba que el tonto de la familia se metía al Ejército”.

Cabe destacar al siútico cultural, aquél que sin preguntarle menciona los textos que últimamente ha leído, los viajes educativos que ha gozado con su familia y los logros que cada uno de sus integrantes familiares ha obtenido.

Los dormitorios dentro de su hogar son mayoritariamente adornados con diplomas y cédulas de acreditación, en donde demás tiene un gran estante lleno de “best sellers” y que menos de la cuarta parte ha leído, un sillón de cuero y una pipa de tabaco que utiliza cuando llegan amistades de su misma clase, es decir, “homosiúticos”.

Ha continuación se expone una entrevista aplicada al ex Senador de la República Alberto Espina en referencia al homosiútico (por interés del propio informe se han editado algunas preguntas):

¿Cómo afectó la prosperidad económica la forma en que se expresa la siutiquería?

“Yo creo que la forma en que afectó la masificación de la plata pasa por la proximidad. Gente que perteneció a otras clases empezó a transitar. Por ejemplo, un Mercedes Benz en 1970 era claramente signo de pertenencia a la elite. Durante la Unidad Popular los Mercedes se hacía guiños con las luces. Bueno, cuando la gente que no pertenecía a la elite empezó a tenerlo, eso hace que hoy tener Mercedes sea casi siútico. Yo diría que tener un Mercedes 500 es un poquito un grito de ”.

Describa a ese tipo de gente. ¿Qué cargos ocupan? ¿De dónde vienen?

Yo creo que tienen un rango amplio de origen. Es un gallo que gana entre 800 lucas y 5 millones de pesos, con todo lo que ello significa.

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Tiende a ser extremadamente obediente, muy pinochetista, adicto al orden, obsecuente. Es típicamente un gallo de la UDI.

“Fuera de Chile se liberó de las pesadas cadenas de lo chilenamente elegante: el exilio revolucionó gustos, miradas, guardarropas, sacudió los prejuicios doctrinarios sobre el buen vivir burgués, despercudió los rigores morales católicos y marxistas, le mostró a un grupo de destacados chilenos que había vida más allá del Paso los Libertadores, que había arte más allá de Sommerscale, que el Ictus estaba lejos de ser la última frontera de la escena teatral y que Raúl Ruiz, chilote y todo, sí era admirado en París después de todo”.

Muy en el fondo, en el corazón mismo del siútico está la muy humana necesidad de ser respetado, la intensa necesidad de ser admirado, de ser aceptado en el mundo de los privilegiados.

CAPÍTULO III

EL “ARRIBISMO” Y EL “ABAJISMO” EN LAS OBRAS DE

JOAQUÍN EDWARD BELLO

Para conocer un poco al personaje SIÚTICO de acuerdo a Joaquín Edwards Bello, lo primero que se debe hacer es conocer un poco a este personaje. De acuerdo a lo que dice escritores.cl, es Nacido en Valparaíso, Chile, en 1887. Su infancia transcurre en las ciudades de Valparaíso, Quillota y Quilpué. Estudia en el Colegio McKay y en el Liceo Eduardo de la Barra. Contrajo matrimonio con doña Ángeles Dupuy, quien fallece y posteriormente con doña Marta Albornoz. Viaja a Europa y Brasil. A Europa lo hace una vez con rango diplomático. Trabaja como periodista desde 1919 en el diario La Nación de Santiago. También colabora en diversas revistas. Es designado Hijo Ilustre de Valparaíso en 1958.Desde 1960 a 1968 permanece postrado en cama víctima de una hemiplejía, todo lo cual lo sume en una angustia sin vuelta que lo hace suicidarse. Fallece el 19 de febrero de 1968.

Se puede observar que es un personaje de la aristocracia chilena del siglo XX, pero que a su vez tuvo algunos problemas con los de su clase,

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como lo comenta Antonio Skármeta en el “Show de los Libros” el dice; “un chileno que fue capaz de decir las verdades cara a cara…denuncio las tonterías y la hipocresía nacional, su sinceridad sin límites y su aversión a la vida social, lo transformaron en un ser excéntrico, sin amigos y muchísimos enemigos, decidió retratar en una novela los vicios de la sociedad aristocrática y los emergentes siúticos que intentaban trepar… Gabriela mistral dijo de su autor “hijo mas reprendedor de su patria no le ha nacido a nuestro Chile”… ese es Joaquín un deslenguado de nuestra sociedad”.

Tuvo una vida de rico que derrocho en Europa, le gustaba ir a los casinos y durante un largo periodo de su vida se la pasó despilfarrando sus riquezas, luego de este periodo vuelve a Chile y en uno de sus arranques escribe el libro que se analizara a continuación “La chica del Crillón”.

De acuerdo al programa antes mencionado Chile estaba pasando por unos malos momentos, se habían cerrado las salitreras y la crisis económica atacaba el país más fuertemente que a otros. Es en este contexto que escribe y describe como se reunía la sociedad aristócrata del país en el hotel llamado Crillón. Darío Oses menciona como una parodia a la sociedad un poco lo que escribe Edwards, “la crisis económica, la miseria, la calle en donde vive Teresa Iturrigorriaga es una calle pobre en donde tiene como vecina a una cartonera, y tiene un acceso privilegiado tanto al mundo de los pobres como al mundo de los ricos, similar situación acontecía con el escritor, sin necesariamente estar en ninguna de las dos partes.”

La historia se reprodujo en películas, una la realizo Chile films y más tarde lo hizo Alberto Daimer, la primera se perdió con el incendio de el recinto donde se encontraba chile films con esta y otras películas.

De este libro trataremos de responder la pregunta: ¿Por qué el “siútico” es un tipo social y literario que atraviesa todo el espectro de las clases socioeconómicas?, puesto que está muy vinculado con lo propuesto con el autor y con la época que se estaba viviendo.

La protagonista Teresita era de clase alta pero venida a menos como lo dice en las primeras páginas del libro “me llamo Teresa Iturrigorriaga y será la única mentira de mi narración. Uso un apellido vinoso y sin vino, es decir; soy aristócrata y sin plata… antes éramos ricos y habitábamos un palacete de la calle dieciocho… nos rodean los cites y

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conventillos” y este es la sociedad que comienza a describir en el libro, donde nos cuenta como la gente rica dejo de serlo y la gente pobre fue subiendo en la escala social, es en este momento donde entra el “Siútico” mencionando, por decir algunos, a las Cepeda, una familia descrita de la cual hablaremos más tarde, pero concentrándose en lo que anteriormente se estaba hablando, ¿por que atraviesa todas las clases socioeconómicas? Es por esta situación que teresita dice “peleo para vivir en el gran mundo, sin ensiuticarme, por que la siutiquería es una enfermedad de humillación y dura tres generaciones…” es así como da a entender que los Siúticos pueden estar en todas las clases sociales, siendo una aristócrata, se puede convertir en una Siútica, debido a la falta de dinero y al medio que día a día la rodea, de esta manera la clase alta venida a menos, comienza a luchar por esta enfermedad para ellos llamados Siúticos. La Real academia Española define a un Siútico como “Dicho de una persona: Que presume de fina y elegante, o que procura imitar en sus costumbres o modales a las clases más elevadas de la sociedad.” Y esto es lo que es Teresa en el libro, una mujer que presume de fina y elegante, pero que ya no le queda nada de esta sociedad a la cual perteneció, puesto que trata de imitar a la sociedad, pero se topa con la realidad que la rodea y le da un golpe a tierra “mis padres, mis abuelos, mis tatarabuelos fueron ricos, por eso se hacerme la oligarca, aunque vivo día a día, con todos los inconvenientes y ninguna de las ventajas de las ricas. No hay plata pero me las arreglo y le digo al papá que trabajo a contrata en un departamento social”… durante la mayor parte del libro se ve esta característica de la protagonista, tratando de ser lo que no es y de pertenecer donde no debe “sería feliz si no fuera por el constante sobresalto de la pobreza y la necesidad de conservar el misterio de este pobre domicilio”. Un contraste tremendo se ve marcado en Teresita que atraviesa hoja por hoja la lectura, por un lado la pobreza de su vida real “hoy fui al almacén como de costumbre… cuando asomó su cara enojada la esposa del comerciante. Delante de las demás parroquianas y con una voz de sargento exclamó:

- Bueno. ¿va a pagar hoy?

En plena turbación, sintiendo las mejillas ardientes, comencé a dar una excusa, pero

ella me atajo…” ese era su verdadera subsistencia, sin un peso en los bolsillos, endeudada en un boliche de mala muerte y sintiendo la humillación que esto representaba, pero Teresita no se daba por vencida

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ella decía que “cuando se pierde el trato del gran mundo, no se recupera jamás. Para no perder eso lucho como fiera”.

Y por otro lado el roce con la sociedad, con la clase alta “en el Crillón se habla de Europa, de amor, de piojos. La música jazz es como el tambor de Santerre…” “fui al Lado, y me invitaron a la mesa donde estaba un diplomático chiriguano, la viuda B y la señora Rubilar.” Que contraste entre uno y el otro mundo, en uno se llenaba de deudas por subsistir y en otro se movía de hotel Crillón (el más renombrado de la época por la gente de la clase alta) a restaurantes a comer manjares rodeada de gente de alcurnia.

Teresita en toda la novela muestra esta dicotomía de la realidad, pero que en si la convierte en el personaje más siútico de esta, y que a su vez nos sirve de manera clave para responder a la pregunta, puesto que nos muestra las dos realidades y los posibles personajes existentes en las dos caras de la sociedad.

Por otra por otra parte muy ligado al arribismo, definido por la Real academia española “Persona que progresa en la vida por medios rápidos y sin escrúpulos.” Encontramos a los siúticos que vienen de la pobreza o que un buen negocio, la bolsa o una herencia entre otras los lleva a colindar con la clase alta y en un afán por pertenecer comienza a realizar cosas a veces increíbles pero a su vez ridículas para la sociedad como lo describe “… a los nuevos ricos y a los nuevos diplomáticos la sensación de creerse expertos y sibaritas, aunque confundan un tapiz de petit point con una lata de petits pois (arvejas: guisantes)”, también está la familia de las Cepeda anteriormente mencionada, especialmente la madre de estas muchachas conocida de manera especial como “repisiutica” (término existente en el libro La chica del Crillón) puesto que es extrañamente apodada así por sus comportamientos “el señor Cepeda y su pedante esposa han sido aceptados en nuestra sociedad a última hora, y saben mantenerse, aunque hace pocos años la gente se burlaba de ellos… En cuanto a la señora Cepeda, puedo decir que la conozco de vista y no ignoro lo que de ella se murmura; le cuelgan anécdotas tan absurdas como decir que al whisky and soda lo llamó wáter-closet con seltz y al ray grass lo llamó foie gras. Lee mucho y siempre está incubando terminachos rarísimos que da risa oír; es de las que tienen enfermedades modernas. Comenzó a leer libros raros antes de pasar por Calleja, Molinaire y Liborio Brieba. Apenas distinguen a Chile en su mapa y ya hablan de sicoanalítico y de Spengle…” es así

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como Edwards empieza a describir la siutiquería de los dos puntos de vista, del arribismo a través de las Cepeda y por otro lado la decadencia y la consecuencia de la pobreza de Teresita Iturrigorriaga.

De alguna forma se responde a la pregunta propuesta al principio, puesto que Teresa representa en este libro a la clase alta venida a menos que es capaz de ser siútica en este estado y los diplomáticos junto a las Cepeda, a las siúticas que vienen de una clase más proletaria. Edwards Bello en una especie de sarcasmo a la sociedad representa el movimiento social y este mismo es el que genera la actitud en los seres humanos, que se ven obligados a adecuarse a un sector y en el afán de hacerlo bien, tienden a exagerar y se nos presenta lo que conocemos como “siúticos”.

Dentro de la historia existe otro personaje, llamado Pipo, que también es representativo de esta situación debido a que este proviene de la clase alta pero se compromete con una de las hijas Cepeda por interés y también por arribismo, “esas hijas de corredores afortunados, o de industriales opulentos, recién ingresadas en la sociedad, como las Cepeda, valen más que Pipo, tipo clásico de mequetrefe santiaguino, a caza de negocios fáciles. Es de estos tontos que se pasean con un figurón, cambian de paso y distribuyen saludos protectores; hace bromas por teléfono…. Es preciso cuidarse de sus tretas…” este es el otro tipo de siútico que por naturaleza es arribista, interesado, trepador y que no le interesa nada contar de subir un escalón en la vida social, aparte es un tipo cobarde que evade lo que no le conviene contar de quedar bien “así por ejemplo, cuando quiere poner un sobrenombre o decir mal de alguien, no tiene el valor de afrontar las consecuencias, y atribuye estos chismes a terceras personas.” Este personaje es distinto, porque vive en la clase alta, es de la clase alta y a su vez esta ensiuticado por el interés de poseer más, se compromete con la chica sabiendo que no eran aceptados en la sociedad, pero el padre de estas tenía mucho dinero ganado a través de la bolsa de comercio, sin importarle nada más que el dinero, este tipo finge y llega a comprometerse con una de las hijas para sacarle provecho.

Es de esta manera como la vida de la protagonista se convierte en una crítica social y aguda del Chile al que pertenece y como se ha visto en otros capítulos y se verá más adelante los problemas permanecen en la sociedad actual.

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Para pasar a otro tema se hablará ahora del arribismo y el abajismo mencionado en esta obra, pero para entender de que se está hablando, lo primero que se debe hacer es definir los términos antes mencionados, primero se mencionará el arribismo y sus representantes en la novela, definido por la Real academia Española se dice de “una persona que progresa en la vida por medios rápidos y sin escrúpulos”. En base a esta definición se hablara de tres personajes dentro de la novela; el primero antes mencionado es Pipo y como ya lo habíamos dicho es un joven de bien, pero que le gusta la vida fácil y surgir sin mucho esfuerzo en la sociedad “…Pipo, tipo clásico de mequetrefe santiaguino, a caza de negocios fáciles. Es de estos tontos que se pasean con un figurón, cambian de paso y distribuyen saludos protectores; hace bromas por teléfono…. Es preciso cuidarse de sus tretas…” es un personaje claramente enmarcado como un arribista, como se había mencionado anteriormente, se enlazo en una relación de interés con una de las Cepeda, por el dinero que estas poseían, tal vez es el típico arribista, en donde se nota claramente sus malas intenciones, pero existe un segundo personaje, que tal vez pase un poco desapercibido, es el conocido como Goyita, es un pintor que por la poca fama de sus cuadros no es conocido “Es pintor de oficio; antiguamente hacía marinas o paisajes con mucho gusto, pero ni los críticos ni los "palos gruesos" supieron apreciar ese arte sincero.” Más bien es por la imitación de los cuadros de Goya, “Su historia es algo curiosa: Cierto día copió un cuadro de Goya; con este maestro siente remotas afinidades. Un cursi que llegó al estudio le ofreció doscientos pesos por la copia. Entonces nuestro pintor encontró su camino. Se dedicó a falsificar; según expresión propia: "explota la inagotable mina de la ignorancia y la vanidad humanas". Desde entonces pinta maestros antiguos; siempre tiene un stock de Goyas, Grecos, Morales, Watteaus, Corots. Su fuerte es copiar a Goya; por eso, los íntimos lo llaman Goyita. Él se pone furioso si se lo dicen en su cara; a ese sobrenombre aéreo y evocador, prefiere su terrestre nombre de pila: Terrado. Se hizo un especialista. Desde las verdes frondas de Providencia hasta las líneas clásicas de las avenidas del Club Hípico, no hay palacete de figurón ni hay gabinete de diplomático que no tenga su Terrado, digo, su Goya auténtico, o por lo menos, atribuido. Con esto satisface él la terrible y antigua costumbre de comer dos veces al día y de dormir en buen colchón y al mismo tiempo da a los nuevos ricos y a los nuevos diplomáticos la sensación de creerse expertos y sibaritas…”, pero que en su trayecto, de piratería podríamos decir, se ve descubierto ante la sociedad por su falsedad y

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esto lo lleva a la decadencia de su arte y a buscar a nuevos personajes, inocentes o siúticos a quien estafar “-¡Ay! La mina se ha broceado -exclamó.

Me pareció que estaba oyendo a mi propio padre; no he oído decir otra cosa en toda mi vida que esas cinco palabras cabalísticas del desastre: La mina se ha broceado.

-¡Ah, sí! -siguió diciendo Goyita-. Todo hubiera ido de perillas si no fuera por los inescrupulosos y los tontos que estiraron demasiado la cuerda. Hace pocos días, fui a visitar al diplomático Carpintero, uno de nuestros compradores más acreditados. Lo encontré envuelto en un terrible olor a trementina, sucio y con las manos metidas en algodones; parecía un genio infernal. Estaba limpiando un Divino Morales, y debajo, en la tela, había aparecido un paisaje de Peñaflor, firmado: Lidia Pérez. ¿Comprende la cosa? Yo iba a venderle un Goya y un Greco. Me puso hecho un trapo, me dijo que este era un país de brigantes…”. marcado está claramente en la expresión de este ultimo la gran estafa que producía el famoso Goyita a causa de sus falsificaciones.

Otro representante del arribismo en la obra de Edwards, es uno de los más conocidos, Gastón, un personaje maduro, diplomático, con buena fama, “¿No podré casarme yo con Gastón? Es un hombre maduro, representante de país sudamericano. Me habla en un tono que ningún compatriota sabe emplear, dándome siempre la impresión de que valgo un poco más de lo que aquí creen. Es grande, saludable, y en sus ojos se reflejan panoramas y personas múltiples. ¡Lo que ha debido viajar y conocer!”. Este es capaz de enamorar a Teresa y a otras jóvenes, “¿Por qué me enamoré de este hombre?

-Está usted divina -dijo, tomándome la mano.

-¿Por qué me dice eso? ¡Suélteme! -exclamé, sin poderme contener-. Yo sé que usted se va pronto. Se retiró de mi lado, intimidado y correcto. Miró la calle también. Se escuchaba el ruido rutinario y mortal de la vida: los autos, los tranvías, la gente. Sus ojos se hicieron tímidos y fríos; es de esos hombres que prefieren un paraguas bonito, una cómoda colonial o un caballo de carreras antes que una mujer.

-¡Teresita! Yo la recordaré siempre.

-No es verdad -le dije-. No es cierto lo que usted dice. No podrá quererme nunca; no me ha querido nunca.”(11) vive una vida de

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políticos, se codea con la alta sociedad y en ningún momento se sospecha de quien es verdaderamente el personaje, este asiste al Crillón junto a los demás, disfruta de esta vida, pero en el final de esta historia se desvela frente a lo que todos creían y se muestra al verdadero hombre, al verdadero arribista que lleva en la sangre y que por falta de hombría no es capaz de reconocer

“-Cuénteme cuanto sepa de él; apostaría a que su vida encierra un secreto apasionante.

-Lo conocí en Venecia hace diez años. Había perdido su patrimonio, y sabemos que en nuestras repúblicas la ruina de un hombre bien educado se gratifica con la diplomacia; era primer secretario. En el carnaval se disfrazaba invariablemente de Don Diego de Mañara, todo de seda y de encaje, con su tizona toledana y su puñal, cuyo pomo ornado de piedras preciosas valía una fortuna. Ya entonces coleccionaba amores de muñecas inexpertas, como quien junta sellos. ¿No te enojas? -Siga.

-Su espíritu está estragado, no solamente por una cultura exquisita y mortífera, sino por las costumbres perversas de las ciudades que habitó, donde un extranjero tiene cabida solamente en la hez. Desde su adolescencia se prodigó, derrochando la riqueza fisiológica y sentimental, además de las buenas tierras de cacao y de caucho que heredó de sus padres. En cuanto a lo que es ahora, no tienes más que mirarlo: el fantasma tembleque de Don Diego de Mañara. Esos ojos como ostras, esas canillas secas, esa nariz muerta.

-Los ojos son muy hermosos.

-Fueron. Ahora se sumergen en bolsillos de grasa. Con afeites y masajes consigue darse una lozanía efímera, incapaz de resistir la luz solar. Su hora es la del murciélago. Amar a un ser así es impropio de una niña normal.

-¿Acaso no es un hombre? -pregunté, ávida de saber más, y sin rencor.

-Hombre es, pero pervertido. El acto de desearlo se explicaría en una viciosa que amara las tumbas, los libros rusos, los faisanes podridos y el Gorgonzola que anda. No tomes a mal que te hable con tanta severidad…-Eso es Gastón. Aproximarlo es agonizar. ¡Si vieras a su pobre querida, qué aire de estrujada tiene! El epílogo de los amores de

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Don Juan es siempre una cocinera gorda, cuya paciencia remienda los estragos pasados.”

Un hombre que lo había perdido todo, incluso la belleza de la juventud, que valía mucho más que el dinero y la diplomacia. Es de esta forma, como de manera simple y resumida se encuentra representado el personaje arribista, capaz de hacer cualquier cosa por conseguir lo que quiere, los tres se aprovechan del resto de las personas para satisfacerse de una u otra forma, pero sin dejar de pertenecer al círculo al que estaban acostumbrados a vivir.

Por el contrario tenemos al otro tipo de personaje, el que mira de la otra perspectiva, el que ve hacia abajo, el que no busca la grandeza, sino la belleza de la gente, lo que hoy conocemos como abajismo, y lo que define la periodista del diario La Nación como: “Se avergüenzan del colegio cuico del que salieron, del barrio cordillerano donde viven sus familias y de las camisitas Polo o polleras Zara de sus padres. Podrían comprarse sus pilchas en el Alto Las Condes, pero van a la ropa usada de Bandera. Los abajistas, aquellos con zapatillas rotas, pero criados en suelo de parquet, son cada vez más”. En la obra no se ve mucho este aspecto de la sociedad, pero quizá en el final de ella vemos a una Teresa cambiada, a una Teresa que ya no disfruta tanto de sus viajes al Crillón, que cambia su perspectiva de vida y que es capaz de mirar un poco más allá de las apariencias, “me sentí muy lujosa en el vagón de lujo, pero, al mismo tiempo, terriblemente extranjera… no me sentía confortable…en fin, me vi obligada a seguir hasta Llay-Llay al de dichos estafermos.” con leves cambios en su personalidad, este personaje muestra destellos de abajismo en la novela, como los golpes de su vida le permitieron ver más allá de las apariencias y apreciar lo que está en el corazón, pero lo más representativo podría ser el viaje que realizó con su empleada Rubilinda, donde viajaba en primera clase, pero que por algunos motivos decidió ir hasta donde estaba su sirvienta y compartir con ella el final del viaje “sin embargo me incorporé, pregunté cuánto rato se detenía el tren y me dirigí al carro de segunda para encontrar a mi buena Rubi, a quien di un abrazo tan fuerte que haría pensar a la gente en un encuentro después de años de ausencia.

- Ahora sí que no me moveré de tu lado…”

Siendo aun más representativo aun que Teresa, es don Ramón Ortega Urrutia, un buen hombre, trabajador, educado entre otras, “era un hombre agradable… era un hombre sencillo, franco, de modales

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seguros y desenvuelto… todo en el demostraba al hombre sencillo y de trabajo; grande, bien desarrollado… pensé que ese hombre debiera ser altruista, servicial, preocupado por los allegados más que de sí mismo” o más conocido como el, finalmente, esposo de la protagonista, debido a que este poseyendo gran fortuna, decide viajar, solo porque así lo quiere, en la clase baja de la sociedad “iba en el asiento lateral frente a nosotras” y lleva una conversación muy extendida con la sirvienta de la señorita, muestra cortesía y en ningún momento hace alusiones grandes de sus posesiones. “…soy un campesino; tengo un fundito en el sur”. Es así como este personaje humilde, de buen corazón, representa lo que llamamos como el abajista de la novela, este que en el desenlace de la historia se da a conocer en plenitud, que muestra lo que verdaderamente es “un hombre” que es capaz de hacer mucho más de lo que los otros personajes eran capaces y que rompe la barrera de las clases sociales para vivir la vida tal cual y como es.

En conclusión, se puede premiar a Joaquín Edwards Bello, puesto que este, a pesar de su parentesco con familias banqueras o con el reconocido Andrés Bello, no toma gala de su nombre en su novela y pasa a ser un abajista más, un cuico que es capaz de decir unas cuantas verdades, como lo dice la escritora Marta Blanco “fue autentico, fue valiente y desacredito a las bacas sagradas, y en eso hay que sacarle el sombrero…” fue capaz de luchar un poco contra la ridiculez del Siutiquismo de su época y a su vez romper los mitos preestablecidos por la sociedad chilena de antaño y que nos sirven para comprender a la sociedad chilena contemporánea. Este autor que en estas pocas páginas describe como son los chilenos, como se comportan frente a diversas situaciones y como las castas no son limites para llegar a ser un tipo propio del personaje conocido como Siútico.

Quizá el libro sirva para reconocer la nobleza de la belleza interior de la gente, dejar de mirar un poco lo que el común mira y tratar de entrar en las profundidades del valor humano, reconociendo que este es mucho más que piedras sin valor o papeles que son capaces de comprar la nobleza del hombre, reconocer lo que realmente es el ser humano.

CAPÍTULO IV

LA TRANSICIÓN DEL “ROTO CHILENO” AL SIÚTICO.

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UN ANÁLISIS PSICO-SOCIOCRÍTICO

Como ya hemos hablado de Joaquín Edwards bello en el capitulo anterior, no es de primera necesidad el volver a mencionar sus antecedentes, pero lo importante de este aspecto es el contexto de la obra que se analizará a continuación, la ya muy conocida novela “el roto”.

“Detrás de la Estación Central de Ferrocarriles, llamada también Alameda, por estar a la entrada de esa avenida espaciosa que es orgullo de los santiaguinos, ha surgido un barrio sórdido, sin apoyo municipal. Sus calles se ven polvorientas en verano, cenagosas en invierno; cubiertas constantemente de harapos, desperdicios de comida, chancletas y ratas podridas. Mujeres de vida airada rondan por las esquinas al caer la tarde; temerosas, completamente embozadas en sus mantos de color indeciso, evitando el encuentro con policías”.

“El Roto es la novela del bajo pueblo de Chile: el roto es el minero, el huaso, el soldado, el bandido; lo más interesante y simpático que tiene mi tierra; es el producto del indio y el español fundidos en la epopeya de Arauco; es el pueblo americano, fuerte y fatalista, muy semejante en toda la América española, desde el pelado de Méjico hasta el criollo de las provincias argentinas. En los fuertes cuadros populares, en los más escabrosos pasajes de la novela he querido poner esa esencia, esa cosa fresca y exquisita que conserva la esperanza y da vigor al espíritu: la compasión humana”. Joaquín Edwards Bello, en: “Nota referente al Prólogo”, en El Roto.

“El chico creció al contacto de las faldas, al calor de esa prostitución repugnante, a tres pesos el rato o siete la noche... familiarizándose con ese vicio abyecto y ese lenguaje de basural. A los tres años ya batía las manitas para lanzar palabrotas tremendas. En el prostíbulo, esa triste precocidad tenía éxito de risa. Su madre le daba una palmadita cariñosa en la boca, sonriendo con benignidad; encantada en el fondo de ese futuro peine que había engendrado su vientre”.

“El hacendado típico chileno, personaje híbrido, con palco en la ópera y sillón en la cámara, no puede ver en la agricultura sino un medio para lucrarse y satisfacer sus vanidades en la capital; es una máquina para exprimir y nada más. No es extraño que el campesino permanezca

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en condiciones de ignorancia y miseria. Lo que produce el campo lo traga la ciudad en una forma descorazonarte, sin recibir ninguna recompensa el brazo que suda o la tierra generosa que da ciento por uno”

“-¡Ahí! ¡A ese! ¡Atajen a ese! Gritaban detrás del fugitivo, pero ningún eco tenía sus gritos en la calle aplastada y negra bajo la noche y la lluvia. Corrieron hasta la línea del tren, donde hay una valla, en carrera desesperada. Esmeraldo llevaba la delantera y encima se venía un tren de carga. Ya iban a alcanzarle cuando se volvió de un salto y clavó un afilado puñal en la garganta del que tenían más próximo. Se desplomó sin un grito, de boca, vaciándose la aorta en calientes borbotones”.

En síntesis el roto abarca un contexto desconocido para la sociedad, un mundo del cual no se ocupaba mucho la literatura del siglo XX.

Joaquín Edwards bello describe en la novela “el roto” (Santiago, editorial chilena, 1920) una sociedad en la que hoy podríamos llamar “en riesgo social” en el que el roto, el desarrapado es precisamente el protagonista. Ambientada en lo que hoy es la comuna de estación central, los personajes en su mayoría prostibularios perviven en un modo de vida y en corpus valórico. Que la sociedad “normal” de esos tiempos a comienzos del siglo XX desdeñaba o no se interesaba en conocer. Al decir de Joaquín Edwards en el prologo a las 16 edición de editorial universitaria se trata de la vida del prostíbulo chileno que tuvo un sentido social profundo (…) por el carácter aferradamente nacional de los componentes.

Se trata de la vida de prostíbulo chileno, que tuvo un sentido social profundo, por la constancia con la que influyo en el pueblo y por el carácter aferradamente nacional de sus componentes. En pocas partes de Iberoamérica tuvo en pueblo una manifestación tan personal…ahora que se cerraron esos salones donde las asiladas sonreían ceremoniosamente… el libro adquiere un valor especial de documento. Es una reconstitución apasionada de la vida popular que se extingue. En un valor incalculable distinguimos las páginas escritas por Joaquín para representar esta sociedad un poco carcomida por las debilidades de la pobreza, pero que se mantiene fiel a sus principios como se menciono anteriormente.

Para conocer al roto es necesario conocer a Esmeraldo, un joven que fue nacido y criado en un prostíbulo de la estación central hasta los

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tres años fue mimado por las niñas y se familiarizo con sus costumbres. Lanzaba palabrotas que eran celebradas y su madre sonreía con benignidad, encantada de ese cachorro que prometía ser todo un hombrecito… Esmeraldo pasaba a segundo plano ¡tan huaso! ¡Tan pavo! ¡Si fuera lindo ya le estarían enseñando para tocador!

A los ocho años reinaba en la calle; merodeaba por los terrenos baldíos con pilluelos corridos…Ya daba que hacer a su madre y regresaba tarde, la ropa en jirones, cubierto de polvo, con manos negras astroso, lleno de mugre y fatiga. Tan pequeño era que la banda miserable le había apodado el Chincol… era arisco y salvaje, hablaba poco y comía con atropello perruno; tenia mirada vaga y melancólica. Ese era Esmeraldo, representando a la sociedad corrompida de aquel tiempo, sin mayor preocupación por el futuro de su existencia, se formó de manera delincuencial, llevado al mundo sin porvenir, más que llegar a ser un gran delincuente que le llevaría a un desenlace desafortunado.

Pero Esmeraldo, en un cuerpo menudo posee un alma grande capaz de vencer la enfermedad. “Solito, abandonado, pasó el trance por milagro. “ Y salió de la crisis “apto para trabar la gran batalla que adivinaba tan cruda en el ajetreo de ese rincón mísero, entre el polvo y los montones de estiércol. ¡Ya era un roto chileno! Es decir, era fuerte porque habla vencido las pestes y los vicios de su cuna” (p. 38).

En esto hallamos un primer elemento de definición: para ser roto es menester criarse “peligrosamente” (como decía Nietzsche), y vencer el peligro. La fuerza física obtenida desde la infancia por una victoria en el “combate de la vida”, ve ahí la primera característica del roto, he ahí su cualidad fundamental de donde se derivan las demás.

Es impresionante como Joaquín Edwards Bello plasma a la sociedad del siglo XX, que no era muy conocida, sino que desechada por la clase proletaria, en lugares ajenos a su sociedad se comienza la historia. Recopilo a través de la observación a toda esta sociedad, desconocida para muchos, pero con una extraordinaria descripción logra mostrar de forma clara y absoluta los registros de la plebe, los marginados. Y nuevamente realiza esa crítica profunda a los de su clase, a través de sus palabras rompe el hielo del desconocimiento y lo preestablecido, para mostrar una realidad distinta, una realidad muchas veces ocultada como lo vemos en la descripción de Ofelia “era de Quillota, prototipo de mujerzuela pretenciosa, señorita de familia, venida a menos, agregando eses y des a las palabras. Un sablazo a su propia clase, mostrando la

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fragilidad de la vida y lo vulnerable que se puede llegar a ser. Esto en relación con el Siútico del que hemos estado hablando, tiene una relación impresionante, porque así como esta mujer venida a menos es capaz de mantener sus costumbres y de no corroer su lenguaje frente esta sociedad absolutamente distinta, está representando plenamente a este personaje social, sin dejar de mencionar a Fernando. Veámosle analizar alegremente su vida. “Se vela obrero, allá, en el norte —aventurero más que obrero; holgazán. Una intensa visión del pasado brotaba claramente en su memoria. Sus giras en Bolivia, recordábalas. Rodando tierras como todos los tipos de su raza, con ansias crecientes de ver nuevos horizontes y de lucrar; se encontraba un día ante la incaica grandiosidad de la altiplanicie. Cambiaba brillantes falsos a los indios por pieles de Chinchilla; compraba una pulpería. Quebraba.

Se unía a una banda de compatriotas, de parias, capitaneados por un tipo patibulario... Más tarde era San Francisco. Llegaba negro de carbón, del fondo de un barco noruego, chapurreando una lengua del Norte. Bebía; jugaba; desertaba. Iba a las prisiones. Volvía a rodar....

Al elemento físico de la definición que buscamos (es decir, a la fuerza, al vigor, a la resistencia), podemos ya añadir un elemento moral: la sed de aventuras, rodar, rodar. Pero, ¿es esto todo? Si ahondamos en el suelo de esta novela descubriremos nuevas peculiaridades del roto tanto en Fernando como en Esmeraldo y hasta en el senador Madroño.

En el primero, ya llegado a cierto grado de educación práctica, adviértase, ante todo, una indiferencia, mejor diríamos, un escepticismo moral completo. Así le vemos aceptar sin el menor escrúpulo, no sólo la dirección de un garito, sino también la jefatura de una pandilla de matones. Ciertamente podría decirse en su descargo que esa aceptación es obra del influjo que sobre Fernando ejerce el senador Madroño, jefe de partido político, hombre rico y poderoso.

Pero en esta excusa descubre una nueva característica del roto, el cual, aunque escéptico en punto de moral, es exigente y hasta crédulo en punto de política e influjos sociales. La prosperidad de Madroño le deslumbra y despierta en su alma la ambición de ascender. ¿Por qué —piensa Fernando—, no habría yo de llegar a las alturas de Madroño?, o siquiera, ¿de compartir, a su lado y bajo sus alas, la prosperidad que disfruta? Para ascender, necesitase dinero y Fernando, siempre inescrupuloso, lo saca de la caja del garito. De allí su ruina. En vano su ‘domesticidad” hacia Madroño y la complicidad de éste son títulos para

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que el poderoso senador, enriquecido por el garito, le preste lo suficiente para salvarse. A última hora Madroño rehúsa todo socorro y Fernando, expulsado de la casa de juego que ha estafado, cae una vez más en el abismo. El roto se halla más roto que nunca. No ha podido adaptarse. El determinismo social lo aprisiona nuevamente y por siempre en sus garras.

En el pobre “chincolito” Esmeraldo, nacido y criado a la sombra de un lenocinio, vemos cumplirse las mismas leyes. Había en él una rica materia prima susceptible de aprovechamiento. Con otra educación, en otro ambiente moral, el “Chincolito” sería un hombre, no una bestia. Pero la misma aventura que ha sido para Fernando fuente perenne de desgracias morales, reina en la pobre alma de aquel niño y el periodista Lux que lo saca de la cárcel y, con cuidados fraternales, intenta educarlo, nada consigue. El roto es inmutable, ineducable. Esmeraldo, al final de esta novela, perseguido por la policía en cuyas filas aparece Lux, degüella a su protector... ¿Y Madroño? ¿Qué diremos de él? Ese “Maivy”, aunque caballero en lo externo, es, a mi ver, más roto de alma que todos los rotos de esta novela.

Su escepticismo moral complicado con hipocresía viene, en línea recta, de la misma fuente de donde manan los vicios característicos de Esmeraldo y Fernando. Hace dos partes con su vida: una, visible, que dedica a la actividad política, y otra, invisible que pasa en confabulaciones con individuos de baja estofa, ladrones, matones y agentes de toda clase de ignominias provechosas. Su vida invisible proporciona alimentos para su vida visible: el garitero mantiene al político y lo corrompe más y más, lo mismo que el lenocinio corrompió a Femando y a Esmeraldo.

De esta forma define Omer Emeth a este tipo de roto representado en tres etapas y en tres personajes que muestran la evolución socio crítica de la sociedad, como esta se va corrompiendo a través de los estímulos recibidos por la casta que rodea y como la economía o el dinero puede corroer a las personas desde los pequeños robos de Esmeraldo, luego las estafas de Fernando y para terminar los fraudes y artimañas de don Madroño, estos a su vez representan a los niveles socioeconómicos del país; Esmeraldo representa los niveles más bajos de la sociedad, luego Fernando un hombre venido a menos que aspira una vida mejor, pero de una manera fácil, este representa la clase media y por ultimo don Madroño muestra la clase alta, ya acomodada

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que obtuvo todo lo que quiso a través de engaños, pero a pesar de esto no duda en volver a engañar y traicionar por obtener más poder.

Pero Fernando cada vez causa más curiosidad un hombre pobre con aspiraciones de rico, eso es exactamente de lo que se ha hablado, un aspirante a vida de ricos, un siútico por naturaleza, este busca a través de muchos medios conseguir su fortuna, pero vemos como el tiempo lo hace cambiar; en un principio se presenta “Arriba era para los pobres. Miró las puntas de sus zapatos nuevos y sonrió. Ya no era pobre, pero le quedaba el tipo de pobre, moreno, con pelo negro, recio. Rasurado, con el viso azulejo que deja la navaja en los hombres de barba fuerte, las narices anchas y sensuales, los pómulos salientes y la mandíbula inferior ancha, tenía un no sé qué de cachazudo y de feroz, mitigado y hermoseado por los ojos grandes, con expresión viril de humorismo, de energía y de confianza. Dos cicatrices largas se veían en su cuello más tostado que la cara, y más áspero. ¿Conque arriba o abajo?, pensó. ¡Ya verían quién era él! Palpó los billetes que había cobrado en el Banco de Chile, y pensó en Clorinda con alegría. La tenía metida entre reja y ceja. Sería suya. Clorinda le había confiado su ideal: arrendar una quinta para salir del barrio de Borja. Tendría gallinero y jardín. Ella conocía el negocio.” Estos eran los sueños de pareja que tenían, pero el tiempo les haría dar un vuelco y los involucraría en acontecimientos no deseados para ellos, Fernando comenzaría a cambiar, por medio de la suerte y los juegos, tendría un poco de fortuna pero así como sus juegos, su vida también sería un azar… los primeros días, es decir, le aprisionó el funesto engranaje del tapete verde que no suelta hasta saciarse. El dinero diabólico se esfumó sin haber servido para nada; ¡ni siquiera supo contentar a su querida!

Para ese imaginativo, enervado por las alzas y bajas del azar, la vida cambiaba de aspecto día a día. Cuando ganaba, la vanidad le nublaba la vista, emborrachándole; además, nuevas ansias turbaban su espíritu; la víbora del nomadismo le mordía las carnes, empujándole a descubrir horizontes más luminosos y más vastos.

La casa de la calle Borja empezaba a asquearle; le parecía haber caído a un hoyo, en una charca de la cual procuraría escapar al primer pretexto, pero al mismo tiempo comprendía que un poder mayor le amarraba a esos tabiques fétidos. Las ganancias le traían violentos quebraderos de cabeza: en esos momentos sentía con fuerza de obsesión el deseo de alejarse, dejar esa calle de hampones y granujas,

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ese barrio de prostitutas. Para no confesarse su impotencia, cifraba esperanzas en lo sobrenatural: un acontecimiento imprevisto que iría a libertarle; un golpe de fortuna ajeno al baccarat; un evento inesperado como ocurre en la vida de los marineros. Con estas visiones se tranquilizaba ese pobre obrero enervado que la decadente ciudad terminaba de corromper. Egoísta y caprichoso, ponía el culto de sí mismo por encima de todo; no sentía escrúpulos e sacrificar a sus más próximos para gozar. Estaba harto de la hembra sensual, de aspirar su aroma lujurioso, de besar sus lunares tentadores, de hincar los dientes ávidos en su doble barbilla. Desde el momento en que fue suya le pareció una ligereza su amontonamiento: no tenía objeto. Toda la vida le pasaba lo mismo: por conseguir una mujer habría dado un mundo en cien ocasiones; la violencia de sus deseos le hacía creer que el amancebamiento podía durar para siempre.

De esta forma este personaje comenzaría el triste camino del siútico mal avenido, del pobretón que busca y busca sin encontrar nada a su paso más que la mala fortuna, buscaría la forma de ascender pero la gravedad la haría volver a caer donde estuvo en un principio, nada dijo de su desastre a Clorinda. Pasó días negros. Se le cerraban las puertas y los semblantes de los hombres. No tenía a amigos…Fernando despertó amodorrado de la larga siesta. La cabeza le daba vueltas. Se lavó jabonándose con fuerza las axilas. El olor a miedo sale por los pelos de las axilas. ¡Esto no puede continuar así! se dijo, al tiempo que se vio su cara amarillosa en el espejo. Era otro. No dormía como antes. Se pasaba la noche revolviéndose en la cama con ideas alocadas. Santiago le había trastornado con ilusiones descabelladas y vicios de caballero.

Este amigo incansable ve su porvenir sin un futuro prospero, más bien ve tristeza y sufrimiento, no le alcanzan los ojos para mirar mas allá y su historia termina con un desenlace fatal, es llevado a prisión por un crimen que no cometió y termina así esta historia por su parte.

Este personaje nos muestra lo más tradicional de un hombre criollo de aquellos años, con aspiraciones, con sueños, anhelos y deseos de ser mejor, pero las circunstancias lo llevan a escoger malos caminos, al igual que en nuestra sociedad, existen muchos Fernandos buscando ganarse la vida de manera fácil, pero el trayecto los invita a recapacitar y a formar un mejor camino, nuestro siútico se quedo solo en siutiquerías, no logro sus fines y tristemente influencia a Clorinda a envidiar esta vida que no era de ellos, la agrega en sus planes y la invita

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a salir del prostíbulo que administraba para llevar otra manera de pasar el tiempo, y quizá lo más representativo de la transformación de Clorinda es la entrega de un premio para una de las mujeres de su burdel, “¡Ya está aquí!

— ¿Qué cosa?

Se oyó el crujir de una puerta que se abría, dejando ver una mano descarnada y las blondas sucias de una manga.

— ¿Qué cosa? ¿Qué hay? —volvió a preguntar la voz curiosa en la puerta.

— ¡Ya está aquí! —volvió a repetir Clorinda, retozona, y cruzó el patio llevando en triunfo un voluminoso sombrero de paja con pluma negra y sendas rosas en sus bordes…

La primera en salir fue Ofelia. Corrió tratando de arrebatar el sombrero de las manos de Clorinda, pero ésta, agarrándolo con más fuerza, se esquivó.

— ¿Que no sabís que van a rifarlo?

Ofelia asombrada, no supo responder. Después fueron apareciendo las otras. Etelvina casi desnuda, con chanclos y los cabellos sueltos; luego Rosalinda y Catita. Julia miró la prenda con los ojos brillantes, asomándose por la puerta a medio abrir. Le pareció que sólo ella podría llevarlo con elegancia. Laura asomó su busto por la ventanilla del cuchitril estante y miró ansiosa para el patio. Luego bajaba la escalera azogadamente, con aire de desafío, dispuesta a luchar hasta el último por la posesión de ese lujo inusitado de que se hablaba con pasión. Pensaba que ese esfuerzo le daría mayor derecho a la vida.

Es exactamente lo que todas querían una mejor vida. En la sociedad de la época se ve plasmada la necesidad de subsistir de ser mejores de ganarles a la historia, de hacer un mejor camino y de llevar su vida a la dignidad tanto deseada, en parte siúticas también todas buscan a través de un sombrero escapar de su realidad, hacer que se nuble un poco el tiempo y sentirse más decentes por solo un instante, todas agrupadas buscan ese momento.

Es la historia de un grupo étnico arraigado en los extremos más profundos de la sociedad, contado como una crónica, el naturalismo, el

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realismo representado en la obra nos presenta una sociedad tal y cual es, un grupo que busca subsistir de alguna forma, para llegar a ser como los que aparecen en los diarios.

Más representativo de los socio critico puede ser la visión del escritor en estilo omnisciente el es capaz de mesclar la novela con los hechos ocurridos en el momento y dejar plasmado un poco de historia en el libro, en el capitulo XXV el autor deja fotografiados algunos momentos de historia de chile a través del diario “El mercurio”, ya no puede ser más claro el hecho de mostrar la sociedad en su total y absoluta franqueza, y es así como se conoce a el Roto, como se logra inmiscuir en este mundo, y mirar la realidad de otra perspectiva.

Como diría Omer Emeth El roto seria un individuo físicamente fuerte y moralmente débil. Su fuerza física deberíase a selección casual operada en medio de condiciones higiénicas abominables. Vencidas éstas, el roto seria una especie de superhombre capaz de todos los esfuerzos, un héroe de la fuerza en el que “no entra bala’. Pero ese superhombre sería, al mismo tiempo, un “subniño, en lo moral. Su alma, criada en ambiente amoral cuando no inmoral, se inclinaría con todo su peso y sin resistencia, a la domesticidad y a los vicios “macuquez”, (ce. lestinismo, hurto, etc), que de la domesticidad naturalmente se derivan.

De todo esto nacería cierta inestabilidad e inconstancia que terminan en una evidente incapacidad para adaptarse a condiciones ventajosas y progresar.

¿Qué culpa tienen ellos? En los años en que Esmeraldo (y muchos son los Esmeraldos), nació y se hizo hombre en un prostíbulo, la policía toleraba su presencia en semejante pudridero. Si ahora los Esmeraldos se nos manifiestan incapaces de comprender las bellezas y obligaciones de la vida civilizada, ¿a quién culparemos sino a nosotros mismos?

Que los cuadros pintados por el señor Joaquín Edwards sean de una crudeza brutal, de un realismo más que fotográfico y de una “repulsividad”, si tal puede decirse, desconocida del mismo Zola, no debe ello sorprendernos. El señor Edwards ha querido y conseguido poner a la vista de todos, hasta de los miopes voluntarios, la abominable realidad que pocos sospechan.

Su realismo, que constituye un grande esfuerzo artístico, “chocará” a muchos. Pero, ¿quién podrá con justicia reprocharle al cirujano la

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libertad con que desnuda al enfermo, si lo que busca es sanarlo? Las llagas sociales son muchas: la del “roto” es la peor porque es fruto de la incuria, de la indiferencia y de la injusticia social.

Es, además, fruto de la inconsciencia política. Ese roto, sacado del ambiente abominable en que se cría en las ciudades, posee en su alma y en su cuerpo virtualidades maravillosas. Cada uno de sus defectos podría, con la educación, tornarse virtud.

Esmeraldo, educado lejos del prostíbulo, llegaría, sin gran dificultad, a ser todo un hombre y basta un caballero. Nació con un amor instintivo a la rectitud y a la justicia que revelaba la nobleza de su alma. Pero se perdió en el ambiente. ¡Pobre Chincolito! ...

¿Cuantos no son, los que, como él, se pudren en torno nuestro?

CAPÍTULO V

EL CHILENO “AFRANCESADO” EN LA OBRA DE ALBERTO BLEST GANA.

Como ya es costumbre, no se puede hablar de un libro sin conocer a su autor, ni conocer al autor sin leer sus libros.

Alberto Blest Gana nació el 4 de mayo de 1930 en Santiago en el seno de una familia empobrecida. Su padre, Guillermo Blest era un irlandés que se estableció en Chile a comienzos del siglo XIX y que contribuyó de un modo notable al estudio y la enseñanza de la medicina fundando la Escuela de medicina en el año 1833. Por otro lado su madre, María de la Luz Gana, era chilena y descendía de una familia que había luchado en la guerra de la independencia. Era una familia de numerosos hijos y con muchos antecedentes literarios. Guillermo Blest Gana era poeta y escribió celebradas obras líricas de tono romántico mientras que su hermano Joaquín se dedicaba a la crítica.

Cursó sus primeros estudios en el Instituto Nacional y después de un par de años y con tan solo trece años ingresó a La Escuela Militar donde se recibió de subteniente. Luego de esto parte a Francia con el fin de perfeccionarse en su carrera militar. En el año 1852 regresó a Chile y se le nombró profesor de la Escuela Militar en el ramo de topografía,

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carrera que pronto abandonó para dedicarse a la política en el lado de la diplomacia.

Sin embargo en su visita a Francia (país en el que residió entre los años 1847 y 1851) dedicó gran parte de su tiempo libre a leer y estudiar a uno de los más grandes novelistas de todos los tiempos: Honoré de Balzac. Este genio de la literatura francesa influenciaría en su obra tanto que en Francia comenzó su carrera de escritor escribiendo versos que luego destruiría para dedicarse a la prosa.

De vuelta en Chile se casará con una aristocrática chilena llamada Carmen Bascuñán Valledor en el año 1854, el mismo año en que abandonó la carrera de las armas por no poder acostumbrarse a la férrea disciplina que ésta implicaba, así es que al poco tiempo, en 1853, se dedicó por completo a la carrera literaria. Entre los años 1853 y 1864 escribió diversas obras entre las que destacan; “Un drama en el campo” (1859) y “Martín Rivas” (1962). Luego de esto, en el año 1867 fue delegado en Londres, y en 1869 pasó a Paris hasta su jubilación, donde ejerció una representación diplomática tan absorbente que no le permitió escribir nada más que obras relacionadas con su cargo. Luego de su paso por el servicio diplomático escribió cuatro novelas más, entre las que destaca “El Loco Estero” (1909), que al igual que las otras tres obras fue publicado en París. Su última novela, “Gladys Fairfield” (1912), la escribió ocho años antes de su muerte, la cual tuvo lugar el 9 de noviembre del año 1920 en París, donde fue enterrado en el cementerio de Père Lachaise. "Cincuenta y tres años antes Alberto Blest Gana había salido de tierra natal. Nunca más regresó al recordado y lejano país. Sus restos permanecen en el Paris que tanto amó. Pero en sus memorables novelas, en sus historias de familia, en sus caracteres con virtudes y defectos, en sus intrigas políticas y en sus costumbres e historia patria está la vida nacional chilena". Biografía.

Es de esta forma como un chileno extranjerizado, se puede decir, nos relata un poco de la historia de estos siúticos afrancesados, estos siúticos aristócratas que estando fuera de su tierra caen al estado de arribismo diría Edwards Bello. En un lugar donde el dinero no es el reinante sino que más bien los apellidos, la nobleza, la casta, la descendencia es la adquiere un valor incalculable al momento de reunirse en sociedad y ser presentados ante esta.

De alguna manera se busca responder nuevamente a las siguientes preguntas; ¿Por qué el “siútico” es un tipo social y literario que atraviesa

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todo el espectro de las clases socioeconómicas? ¿Cómo ha enfrentado, la literatura chilena (siglos XX y XXI) el análisis del tipo literario llamado “siútico”? Nuevamente nos encontramos con la clase alta, esa clase casi intocable para nuestra sociedad, tan castigada por la literatura, tan reiteradamente desvelada frente a la sociedad a través de la literatura especialmente la del siglo XX. Y especialmente por los de su clase. En este caso se analizará los libros “Martín Rivas” y “Los Trasplantados” de Blest Gana, de alguna forma se tratará de responder las preguntas realizadas anteriormente, es por eso que sin perder más tiempo iremos a hablar acerca de los libros ya mencionados.

Martin Rivas, es una novela chilena del género realista del siglo XIX. También es posible catalogarla como una novela histórica, dada su forma de enfrentar los acontecimientos de la época en la que se ambienta. Una de las novelas cumbres del novelista y diplomático chileno Alberto Blest Gana, publicada en 1862.

La novela, narrada por el autor en tercera persona, retrata fielmente la sociedad santiaguina de entonces, el encuentro entre dos mundos opuestos y disímiles de la condición social y política de la época.

En resumidas cuentas la novela trata sobre un joven provinciano que llega a Santiago tras la muerte de su padre a concluir sus estudios superiores, este es recibido por Don Dámaso, un personaje de la aristocracia chilena que tras obtener una propiedad por parte del padre de Martín, llegó a juntar su riqueza y obtuvo la posición de la cual disfrutaba actualmente. Martin se hizo cargo de la contabilidad de don Dámaso mientras transcurría su tiempo en Santiago, pero la estadía en aquella ciudad le trajo un sinfín de novedades de todo tipo, ya sea político, social y también en lo sentimental, puesto que se enamora de la hija de Don Dámaso.

Leonor por su parte es una hermosa, inteligente y atractiva joven de 19 años, de atractiva cabellera negra y ojos verdes, muy consciente de su posición social y de su incuestionable belleza, por lo que goza desdeñosamente de los favores de los más preciados y encumbrados pretendientes de la sociedad santiaguina, como si fuere la cosa más natural de la vida.

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Martín sostiene a través de la obra, con humildad el peso de ser provinciano y de medio pelo, como lo menciona el autor, obtiene rechazos de Leonor y burlas de parte de su hermano, pero que toman un vuelco inesperado, para el común de la vida, llegando al final de la obra.

Entra a estudiar leyes al instituto Nacional, donde conoce a su gran amigo Rafael San Luis, con quien tiene una profunda amistad. Esta lo lleva a conocer el aspecto más político de la ciudad y lo hace inmiscuirse en temas nunca antes tratado tan fervorosamente por él.

Es así como entre conflictos transcurre la obra y lleva a Martin a envolverse de esta sociedad tan complicada y conflictiva, termina huyendo a Perú por causas políticas, pero logra lo que siempre quiso desde su llegada a Santiago, casarse con su eterna enamorada.

En el transcurso de la obra vemos las luchas sociales y políticas que existen, como la clase aristócrata pisotea al humilde provinciano, pero en momento de guerra son todos iguales.

Pero el enfoque en este trabajo, no será ni en Martín, ni en su amada, más bien enfocaremos nuestra atención en un personaje singular de la obra, “don Agustín”, hermano de Leonor e hijo de Don Dámaso. Un Dandi y siútico, pintoresco, sofisticado, alegre y a la vez ingenuo varón educado en Francia y que usa y abusa de los muchos modismos franceses para expresarse. Este es el personaje representativo de la investigación que llevamos a cabo, puesto que representa la clase de Siútico que se ha visto reflejada en las obras anteriores. A diferencia de lo anterior, este tipo de siútico no es nacional, no es del medio pelo chileno, sino que viene importado desde París, trata de la gente aristócrata que viaja por estudios u otros asuntos a Francia y tienen una metamorfosis de nacionalidades, en donde rara vez recuerdan sus orígenes tratando de aparentar algo que no son naturalmente, a estos se les llamará “Los Afrancesados”.

Agustín lleva a cabo su viaje de estudio en Francia. En la época que comienza esta historia, la familia Encina acababa de celebrar con un magnífico baile la llegada de Agustín desde Europa, había traído del Viejo Mundo gran acopio de ropa y alhajas, en cambio, los conocimientos no se había cuidado de adquirirlos en su viaje. Su pelo rizado, la gracia de su persona y su perfecta elegancia hacían olvidar lo vacío de su cabeza y los treinta mil pesos invertidos en hacer pasear la persona del joven Agustín por los enlosados de las principales ciudades europeas.

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Con el objetivo de mostrarse de alta sociedad y de alcurnia, distinto a sus pares, cae en la siutiquería de relatar frases en francés memorizadas, con algunos errores de vez en cuando. “Mira, trescientos mil pesos, no te olvides. Podrías irte a París y volver aquí a ser la reina de la moda. Yo te doy