teoria tema 2

GRADO EN CRIMINOLOGÍA Y SEGURIDAD. INTRODUCCIÓN A LA CRIMINOLOGÍA.TEMA 2.

1.- EVOLUCIÓN HISTÓRICA DEL PENSAMIENTO

CRIMINOLÓGICO

1.1. Introducción

La criminología, como cualquier otra ciencia precisa del estudio de su

desarrollo histórico y sus precedentes. La Criminología surge como

ciencia a partir del positivismo criminológico en la primera mitad del

siglo XIX. Antes de esa fecha, pues, lo que existían eran diversas

disciplina que de algún u otro modo se ocupaban del crimen, pero no

se puede hablar de Criminología como tal hasta su nacimiento como

ciencia. Ahora bien, no puede negarse que el positivismo

criminológico tiene, en sus diversas orientaciones, unos antecedentes

inmediatos que pueden agruparse en dos grandes corrientes: por un

lado el positivismo criminológico de orientación sociológica encuentra

sus precedentes en importantes aportaciones realizadas por autores

ilustrados pertenecientes a la posteriormente denominada escuela

clásica; y, por otro, el positivismo criminológico de corte

antropológico hunda sus raíces en una ciencia tan antigua como la

fisognómica y su posterior desarrollo en otra más moderna, la

Frenología. A ello hay que añadir una tercera influencia,

especialmente relevante en el avanza del método experimental, la

realizada por la denominada estadística moral o escuela cartográfica

que tendrá una gran importancia en las primeras corrientes de corte

sociológico.

1.2. La Escuela Clásica

Una cuestión debatida es si la escuela clásica puede

considerarse una escuela criminológica. Si se concibe a las teorías

criminológicas como aquellas que estudian las causas del

comportamiento delictivo, entonces la escuela clásica quizá no deba

figurar entre ellas, puesto que sus autores se concentraron

fundamentalmente en el estudio de cómo debía ser el Derecho penal.


No obstante, aun cuando implícitamente, la escuela clásica sí

suministra una explicación del comportamiento delictivo y, además,

las teorías criminológicas no solo estudian el comportamiento de la

persona que infringe una norma sino los medios con los que se

reacciona a esta infracción.

Para entender los postulados de la escuela clásica es preciso

situarse en el contexto histórico que vivieron sus autores. La Europa

del S. XVIII con una situación económica y política revolucionaria.

Importantes cambios demográficos, con un traslado del campo a la

ciudad con la consiguiente creación de las grandes urbes, las cuales

con su densidad y heterogeneidad favorecen el anonimato y

deterioran los controles informales existentes en las comunidades

locales; el paso a un sistema económico e industrial capitalista en el

que las relaciones laborales se basan en el intercambio de trabajo por

salario, lo cual contribuye a la creación de la persona como un

individuo aislado, autónomo y socialmente móvil; el proceso de

formación del Estado-nación favorece la concentración de poder en

una autoridad centralizada que absorbe el poder disperso en las

comunidades locales; por último, la reforma protestante dio lugar a

que la religión dejara de ser la medida de toda conducta (PFHOL,

1994).

Estos cambios conllevan una nueva sociedad y un nuevo

derecho. La elaboración de los nuevos Códigos penales debía reflejar,

agrandes trazos, un Derecho penal secular (sólo el daño social y no el

pecado constituía delito), eficaz en la protección del nuevo orden y

humano (frágil en sus penas y no excesivo).

1.2.1. Postulados teóricos

Las ideas de la Ilustración sobre la igualdad y libertad de todos

los hombres, el contrato social y una Justicia basada en las leyes, fue

expresada desde una perspectiva criminológica fundamentalmente

por Beccaria y Bentham, máximos representantes de la denominada

Escuela clásica, que representa la etapa precientífica de la


Criminología. La aportación de estos autores para el derecho penal es

visible en las discusiones acerca de la legitimación del derecho de

castigar, los fines de la pena y los principios que debían regir el

Derecho penal. Pero también significó una importante aportación para

la Criminología.

Los clásicos parten de la imagen del hombre como ser racional,

igual y libre; la teoría del pacto social como fundamento de la

sociedad civil y el poder; y una concepción utilitarista del castigo.

Los clásicos prescinden del análisis del hombre delincuente y de

la propia realidad social o entorno del individuo. La afirmación del

libre albedrío representa un nuevo arquetipo de ser humano, capaz

de autodeterminarse, de optar y decidir, no mero juguete de fuerzas

divinas o demoniales.

Su teoría criminológica puede sintetizarse en los siguientes

aspectos:

1) Normalidad del delincuente. El delincuente es un ser normal

e igual al ciudadano respetuoso de la ley. Los hombres son iguales

cualitativamente.

2) Todas las personas gozan de libre albedrío para elegir entre

la conducta legal o el delito. Se genera por tanto una responsabilidad

personal y jurídica por la violación del derecho.

3) El delito es un ente jurídico, cuya violación atenta contra el

orden social al que el hombre se adherido libremente. El delito es la

contradicción a la ley. Desde esta perspectiva, el crimen aparece

como una conducta irracional, incomprensible, propia de quien en el

uso de su libertad no ha sabido escoger lo que realmente le interesa.

4) Explicación situacional del hecho delictivo: dado que no

existen diferencias cualitativas entre delincuente y no delincuente

porque todos los seres humanos son iguales y libres, el crimen es

consecuencia de un mal uso de la libertad por razones


circunstanciales. Cualquier hombre puede llegar a actuar

criminalmente porque es libre.

4) El fin de la pena es proteger el orden social evitando la

comisión de infracciones. Lo que funda el derecho de castigar del

soberano es la necesidad de prevenir los delitos, y la pena es eficaz

para evitar la comisión de delitos porque el placer y el dolor son

motores de la acción humana. La pena tiene como principal objetivo

el de impedir que el reo vuelva a cometer otro delito y retraer a los

demás de cometer otros iguales. La importancia de esta última

afirmación comportó la carga de demostrar el principio de efectividad

de las penas, esto es, la necesidad de probar el efecto disuasorio de

la pena (tema 8.)

Desde el punto de vista específico de la disuasión las ideas de

la Escuela Clásica pueden resumirse en las siguientes propuestas

(Jeremy Bentham “Introducción a los principio de la moral y la

legislación”):

1) Las acciones humanas -también las delictivas-, tienden en

esencia al logro del placer y a la evitación del dolor; en ello radica el

principio de utilidad del comportamiento, que aprueba o desaprueba

las acciones según que tiendan al logro de la felicidad o a la

prevención de la infelicidad.

2) Todos los seres humanos tienen por principio las capacidades

suficientes para decidir sobre sus actos, incluidos los delictivos.

3) Cuando alguien realiza un delito es debido a los beneficios

placenteros que espera obtener de su acción.

4) La finalidad principal de la justicia penal es compensar o

contrarrestar mediante un castigo los beneficios que el delincuente

espera obtener del delito. Por tanto, la pena debe implicar un

perjuicio de mayor entidad que el beneficio del delito.

5) Asociando al delito males mayores que los bienes que

produce cabría esperar que los ciudadanos no delincan y que aquellos


que ya han delinquido no repitan su acción. En otras palabras, lo que

la doctrina penal denomina respectivamente prevención general y

prevención especial.

Si bien estas reflexiones tienen una relevancia extrema para el

Derecho penal y la penología, también son importantes desde un

punto de vista criminológico. Precisamente si la criminología consigue

demostrar, mediante sus investigaciones empíricas, que la punición

de determinado comportamiento no es eficaz, esto es, no consigue

prevenir el delito mostrando, por ejemplo, la existencia de otros

medios menos eficaces o menos lesivos para prevenirlo, entonces, el

castigo de este comportamiento, de acuerdo con Bentham, carece de

justificación.

1.2.2. Consecuencias de política criminal

La escuela clásica tuvo una enorme influencia en la elaboración

de los códigos penales europeos de finales del S. XVIII e inicios del s.

XIX, incidiendo especialmente en la separación entre delito y moral,

en la necesidad de que el delito y la pena estén determinadas en una

ley, como expresión de la voluntad popular, y en fijar una penas

proporcionadas al daño del delito. Este énfasis en la reforma penal no

implica que los autores clásicos desconociesen la importancia de

otros medios en la prevención de delitos. Así, Beccaría afirmó en

1764 que “el más seguro, pero más difícil medio de evitar los delitos

es perfeccionar la educación, objeto muy vasto, y que excede los

límites que me he señalado”.

Sin embargo, es cierto, que las medidas preventivas propuestas

eran muy embrionarias, y por ello se ha resaltado fundamentalmente

el impacto de la escuela clásica en la reforma del sistema de penas.

Acostumbra a ser mérito de esta escuela su alegato contra las penas

desproporcionadas, contra la pena de muerte y las penas corporales y

contra el uso de la tortura. Respecto de la pena de prisión, hay que

tener en cuenta que para una importante parte de los autores que se

integran en la escuela clásica las penas tenían que estar íntimamente


vinculadas con el delito realizado, pues sólo de ese modo se podía

calcular la severidad del castigo en función de cada delito, y

demostrar además que la pena eliminaba el beneficio del delito1. En

contra de la utilización uniforme de la pena de prisión se esgrimió “De

manera que si he traicionado a mi país se me encierra; si he matado

a mi padre, se me encierra; todos los delitos imaginables se castigan

de la manera más uniforme. Me parece estar viendo un médico que

para todos los males tiene un único remedio”.

La discusión al respecto no puede considerarse cerrada. Es

indudable que la pena de prisión poseía unas características que

casan bien con las que en opinión de los autores clásicos debían

poseer las penas, pero, por otro lado, numerosos estudios han

destacado que el triunfo de la pena de prisión como pena principal en

todos los códigos penal promulgados bajo la influencia de la Escuela

clásica no puede entenderse sin la consideración de otros factores

económicos, sociales, políticos y religiosos.

Una vez el encierro se constituyó en pena, Bentham se convirtió

en su arquitecto. En su opinión, el modelo de prisión celular, basado

en el aislamiento y la regla del silencio total, existente en

Philadelphia, no funcionaría en Europa, por lo que diseña los planos

de una prisión en la cual existiría una torre central circular y todas las

celdas serán dispuestas de forma circulara a su alrededor y serán

visibles desde la torre central (Panóptico)2.

1.2.3. Valoración

Las críticas a la escuela clásica en la criminología acostumbran

a enfatizar los siguientes aspectos:

1 En este sentido Beccaria sugiere las penas corporales para los delitos violentos, las penas pecuniarias para los hurtos sin violencia, la infamia para los delitos contra el honor, o el destierro y las confiscaciones, y sólo se refiere a la pena de prisión como sitio en espera de juicio. 2 “Esta casa de penitencia podría llamarse panóptico para expresar con una sola palabra su utilidad esencial, que es la facultad de ver con una mirada todo cuanto se hace en ella”.


1) En primer lugar se cuestiona su idea principal de que la pena

sea efectiva a efectos de prevención de delitos, pues, hasta el

momento no se ha podido demostrar de forma concluyente que las

penas sean preventivas. Esta discusión, sin embargo, debe ser objeto

de matices, pues en efecto debiera cuando menos especificarse qué

tipo de pena concreta se está discutiendo, de cuanta prevención

adicional de la pena se está presumiendo respecto de otro tipo de

sanciones, y de si las variables preventivas defendidas son la certeza

de la reacción del sistema penal o la severidad de la pena.

2) La segunda crítica dirigida a la escuela clásica es que asume

de forma implícita que lo que motiva el comportamiento delictivo es

fundamentalmente la amenaza de pena. Ello es cuestionado, por una

parte, por los resultados de las investigaciones que advierten sobre la

importancia del resto de factores que inciden en el comportamiento

como pueden ser por ejemplo la propia conciencia, así como la

existencia de factores positivos que facilitan la comisión de delitos.

Por otro lado, la imagen de hombre racional y hedonista que se

mueve fundamentalmente por el temor y el placer ha sido

tradicionalmente acusada de presentar un ser amoral que está por

encima de las consideraciones normativas.

3) Finalmente acostumbra a creerse que el declive de la escuela

clásica obedeció probablemente al hecho de que, a pesar de haberse

dictado un Derecho penal acorde a los postulados de la escuela

clásica, la delincuencia no estaba disminuyendo.

La escuela positivista prometió más eficacia en la reducción del

delito, al defender la especialidad de la persona delincuente, frente a

la normalidad del resto de ciudadanos convencionales, la necesidad

de alejarse de abstracciones teóricas, no comprobadas

empíricamente, y la conveniencia de que le trato con los delincuentes

no fuera obra exclusiva de los juristas.


Estas consideraciones críticas, sin embargo, no deben hacernos

olvidar el influyente legado de la escuela clásica que prosigue hasta

la actualidad.

1.3. La Frenología

La frenología defiende la “teoría de la localización”, basada en

la idea de que todas las facultades anímicas tienen un

sustrato orgánico en el cerebro. Tratan de localizar las

distintas facultades humanas, rasgos del carácter,…

dibujando mapas frenológicos.

Estos autores son precursores de la neurofisiología y

neuropsiquiatría, además anticipan la idea de asociar el

comportamiento criminal con la patología mental.

Franz Gall (1758-1828), médico. Es considerado el fundador de la

Frenología. Su teoría se basa en que la conducta criminal proviene de

determinadas disfunciones psíquicas del delincuente.

Desarrolla un método craneoscópico de localización de facultades

mentales. En su obra “Craneoscopia” desarrolla un mapa frenológico

en el que divide el cráneo en 38 regiones, conteniendo cada una de

ellas diferentes funciones (instintivas, agresividad, creatividad,…).

Gall introduce la idea de graduar la responsabilidad del criminal, al

entender que debe distinguirse entre el delincuente que padece una

anomalía y el que no. Si esa malformación condiciona el

comportamiento, no debe exigirse responsabilidad penal.

Mariano Cubi y Soler (1801-1875). Introdujo en España el estudio de

la Frenología. Desarrolló otro mapa frenológico y desarrolla varios

tipos criminales que establece en una tipología criminal.

Aparece el concepto de “criminal nato”, que posteriormente

desarrollaría Lombroso, y también hace referencia a la existencia de

otros delincuentes ocasionales.


Cubi y Soler, anticipa también la idea de que el delincuente es un

enfermo el que se debe dar tratamiento médico, y no aplicarle una

pena.

1.4. La Escuela Cartográfica o Estadística Moral

Lambert Adolphe Jacques Quetelet (1796-1874). Astrónomo

belga precursor de las matemáticas aplicadas a las ciencias sociales.

Quetelet parte de un planteamiento sociológico, entendiendo el delito

como un fenómeno colectivo, como un hecho social, interesándole el

delito como dato estadístico. Para los defensores de esta Escuela ya

no interese como fenómeno individual, sino como de masas, que se

reparte de forma constante en la humanidad.

El delito es entendido como una magnitud y, por tanto, sus

variables pueden ser medidas. Partiendo de esta idea tratan de

desentrañar qué leyes rigen este fenómeno, para lo que ponen

especial énfasis en encontrar los factores que influyen en la comisión

de delitos. Observan cifras de tasas de delincuencia. Se anticipan a

los planteamientos de la sociología criminal al estudiar el delito como

una magnitud cuantificable, basada en cifras estadísticas e incidiendo

en la influencia de los factores socioeconómicos. Quetelet trata de

buscar las leyes que regulan el crimen como fenómeno social,

descubriéndolas es posible predecir el número y clase de delitos que

se cometerán. En sus estudios resalta la regularidad con que, año tras

año, se repiten los delitos. Según este autor los factores que inciden

en el crimen son:

-Factor clima: “leyes térmicas”, relaciona los cambios climáticos con

los delitos cometidos (en verano más delitos contra las personas, en

primavera delitos sexuales y en invierno delitos contra el patrimonio).

-Factor sexo: estable una relación de 6 a 1 según el sexo, con claro

predominio masculino.

-Factor edad: determinados delitos se cometen en función de la edad:


Quetelet y sus seguidores ponen de manifiesto la importancia de los

factores socioeconómicos, entienden que una forma de prevenir el

delito es incidir cobre ellos, por lo que las mejoras en las condiciones

de vida conllevan un descenso en las tasas de criminalidad.

1.5. El positivismo criminológico

1.5.1. Antecedentes

La escuela positiva, con la que se inaugura la criminología ciencia, se

encuadra en el movimiento cultural del positivismo filosófico y por

ello trata de aplicar los métodos propios de las ciencias naturales

para explicar la delincuencia. Pero, seguramente, la originalidad de

esta escuela no consiste tanto en aplicar métodos experimentales

para conocer el fenómeno delictivo, sino más bien en su

revolucionaria idea de que la delincuencia está determinada

biológicamente. Los autores de esta escuela no sostienen que la

criminalidad se deba únicamente a factores biológicos –son además

relevantes factores de carácter ambienta-, pero sí postulan que en

caso de que la persona carezca de predisposición biológica en ningún

caso delinquirá. Es por ello que una idea clave de la escuela positiva

es la anormalidad biológica del delincuente.

La concepción positivista de la ciencia como estudio de las causas ha

apadrinado a la criminología (Baratta, 1991). Frente al iluminismo, en

el que el problema social y criminológico es ante todo una cuestión de

poder, para el positivismo hay un grupo social y un Estado a

consolidar. Los problemas sociales y criminológicos son

consecuentemente sólo datos dentro de este contexto y se trata de

acomodarlos a él, buscando la eliminación de los factores que lo

causan en cada caso.

La escuela positiva fue dominada por la finalidad causal del delito; la

finalidad que perseguía era su erradicación y, en tal sentido,

prescindió de la explicación filosófica, ética o política. La desviación,


el delito y la criminalidad son fenómenos considerados como

condicionados por factores científicamente investigables.

El carácter científico fue aportado esencialmente por las ciencias de

la naturaleza, y en especial, por la biología. Confluyen también otras

disciplinas científicas tales como la sociología, la antropología, la

psicología y la psiquiatría. Es en este contexto donde la criminología

adquiere autonomía y carácter científico, convirtiéndose enana rama

del saber destinada a la averiguación de las causas de la

criminalidad.

Pese a que el programa político-criminal de la escuela positiva admite

diversas lecturas, la versión más progresista –combatir las causas

sociales del delito y reeducar al delincuente- resulta, en los escritos

de estos autores mucho menos relevante que la versión más punitiva,

la cual, sobre la premisa de la anormalidad biológica fomenta, entre

otras medidas, la incapacitación del delincuente considerado

incorregible.

Abandonadas las tesis del criminal nato propuestas por Lombroso, la

importancia de la escuela positiva radica en originar una corriente

criminológica que postula la predisposición delictiva del delincuente.

Este planteamiento sigue siendo defendido en al actualidad por

autores que consideran que la delincuencia puede, al menos

parcialmente, explicarse atendiendo a factores considerados

hereditarios, como entre otros el cociente de inteligencia o la

impulsividad. Estas teorías biológicas actuales tienden en el plano

político-criminal, en concordancia a su énfasis en las causas

hereditarias de la delincuencia, a ser bastante escépticas hacia la

efectividad de las propuestas basadas en combatir los factores

ambientales de la delincuencia.

En cuanto a su teoría de la criminalidad, se concibió el delito como un

fenómeno natural, que no se agota con la violación de la norma

jurídica que aquél implica (el delito es un hecho real, natural,


empírico, histórico, concreto). En cuanto al estudio del delincuente

por la Escuela positiva es fundamentalmente tipológico: da lugar a

una rica gama de tipos criminológicos y clasificaciones, que

convierten a los delincuentes en una variedad o subespecies del

género humano. Mientras que los autores clásicos mantuvieron el

principio de la igualdad del género humano, y por tanto la igualdad

también del delincuente, los positivistas propugnan la tesis de la

diversidad del criminal (el delincuente como persona distinta del

ciudadano honesto).

1.5.2. Postulados teóricos

1) La predisposición biológica a la criminalidad. La presunción

determinista.

Una de las aportaciones de la escuela clásica a la criminología

consiste en su creencia en al racionalidad del acto delictivo. Aunque

son muchos los factores que conducen a la delincuencia es la persona

quien, en última instancia y en una manifestación de libertad

humana, decide si delinquir o no delinquir. A esta concepción que se

conoce bajo el nombre de libre albedrío, se opone de forma radical al

esuela positiva.

La escuela positiva pretende explicar el acto delictivo de una persona

de la misma manera que, por ejemplo, los físicos pueden predecir que

cuando dejamos caer un libro que tenemos en las manos éste va a

caer hacia el suelo. Así, al igual que los físicos disponen de una ley

que explica el caso individual, los criminólogos deben disponer de una

ley semejante que explique el acto delictivo de una persona en

concreto. Es esta pretensión de igualar la criminología a las ciencias

naturales (las cuales implican el determinismo) lo que explica el

rechazo de los autores de la escuela positiva a la idea clásica del

libre albedrío. Pues, si la persona ha tenido la posibilidad de decidir

entre dos opciones –delinquir o no delinquir-, entonces no puede

afirmarse que su acción esté absolutamente determinada.


El hecho de acoger un modelo de determinismo tan férreo como el de

las ciencias naturales, sirve, a su vez, para entender que los autores

de la escuela positiva defiendan la anormalidad del delincuente,

basada en la predisposición biológica determinada del individuo; de

ahí que la naturaleza determinada del actuar humano, el

comportamiento humano, no sea más que el resultado de causa-

efecto entre los individuos y algunos aspectos de su ambiente.

2) La teoría del delincuente nato (LOMBROSO)

Una de las principales ideas de la escuela positiva consiste en al

defensa de que una parte de los delincuentes tienen una

predisposición delictiva tan fuerte que la sociedad nada o muy poco

puede hacer para evitar que lleguen a delinquir, de ahí que los

denominen delincuentes natos. Esta concepción fue elaborada por

Lombroso, al que cabe considerar fundador de la criminología.

Cesare Lombroso (1835-1909), profesor de medicina legal en la

Universidad de Turín, es considerado el padre de la criminología

moderna. Gracias a su experiencia profesional como médico militar

realiza importantes estudios antropométricos comparando los datos

obtenidos del análisis de 3.000 soldados y habitantes de las diversas

regiones italianas. Particular interés concedió al frecuente uso del

tatuaje obsceno por los soldados delincuentes. En 1858 obtiene

permiso para estudiar clínicamente a los enfermos del Hospital de

Santa Eufemia, en Pavía, fundando una sección de pacientes

mentales en el mismo. En 1884 fue nombrado médico de las cárceles

de Turín, lo que le permitió un contacto diario y directo con los

reclusos.

Su principal aportación a la criminología fue su propuesta de aplicar el

mismo método científico -o positivo- de las ciencias naturales al

estudio de la criminalidad. Para Lombroso la observación y la

medición debían constituir las estrategias habituales del conocimiento


criminológico, más allá de la racionalización y de la especulación del

mundo jurídico.

Para Lombroso, los hechos eran los delincuentes, a los que

consideraba como el documento vivo que debía servir de tema y

punto de partida de todas las experiencias, considerando, además,

que únicamente por el análisis de sus anomalías físicas y morales

pueden establecerse los hechos cruciales de la llamada nueva ciencia

penal. Fuertemente influido por la teoría de la evolución de las

especies que había desarrollado Darwin, cuya hipótesis teórica

consiste en que el criminal es un ser que no ha seguido la evolución

normal de la especie humana, intenta confirmar esta hipótesis

mediante la realización de una primera investigación sobre 101

cráneos de delincuentes italianos, analizando existen semejanzas

antropométricas con el hombre primitivo, descendiente del mono. Sus

resultados, que confirma en otro estudio sobre 1247 delincuentes

encarcelados en las prisiones italianas, destacan que los delincuentes

analizados muestran, con mayor propensión que en la población

normal, rasgos que los acercan al hombre primitivo o salvaje (como

son, entre otros, la frente salida, el excesivo desarrollo de las

mandíbulas, la escasa capacidad craneal o el tamaño y forma de las

orejas).

Será precisamente en la autopsia del famoso criminal Vilella que

Lombroso descubrirá en el cráneo de se individuo una tercera foseta

occipital media, en lugar de la cresta occipital, lo que pudo verificarse

en roedores y en ciertos mamíferos menores. Entonces concluye en la

degeneración o detención del proceso evolutivo como causa de la

criminalidad. Al realizar posteriormente el peritaje de Versen, un

estrangulador que bebía y mordía la carne de sus víctimas creyó

confirmar su tesis atávica. Pero, según el propio Lombroso, su opinión

hallaría una verificación definitiva al estudiar otro caso, el del joven

soldado Misdea, que había asesinado a ocho personas por motivos

triviales y padecía epilepsia hereditaria. Precisamente este fondo


epiléptico explicaría una serie de características criminales no

atribuibles necesariamente al atavismo.

A partir de estos datos, el autor formula la teoría de que una parte de

los delincuentes deben ser considerados delincuentes natos. Han

nacido delincuentes porque la herencia que han recibido no es la

común de la especie humana, sino que es propia de un grupo que se

ha quedado en un estadio anterior de la evolución humana: se trata

de personas que sufren de atavismo.

En su libro más conocido, L’uomo delincuente, Lombroso presentó su

visión del criminal nato y atávico. Según Lombroso criminales y no

criminales se distinguen entre sí en virtud de una rica gama de

anomalías y estigmas de origen degenerativo. El delincuente es un

ser atávico, producto de la regresión a estadios primitivos de la

humanidad, un subhombre o especie distinta e inferior al homo

sapiens. Dicha regresión se hará patente a través de rasgos y

deformaciones físicas propias de especies vivas inferiores que aun

perviven en razas salvajes. En el plano anímico, lógicamente reflejaría

las actitudes y mentalidad del hombre aborigen, incompatibles con

las exigencias de la sociedad actual. El criminal sería un individuo

ancestral y degenerativo que exhibe los estigmas físicos y mentales

del hombre primitivo.

Al igual que el hombre primitivo, el delincuente nato se caracteriza

por su escasa inteligencia, su insensibilidad ante el dolor, su falta de

temor y su ausencia de sentimiento de compasión por las víctimas.

Todo estos factores llevan a que le delito sea para estos delincuentes

un comportamiento derivado necesariamente de su propia

naturaleza.

Pese a que sus teorías sobre la inferioridad biológica del delincuente

fueron pronto desechadas, adquirió un gran prestigio y fama en la

criminología del siglo XIX y principio del XX: tal vez ello fuera debido a

su capacidad para abrir un debate científico en términos específicos,


algo que hasta entonces no había hecho la criminología. Este debate,

conocido como la lucha de escuelas, permitió tanto a sus seguidores

como a sus detractores interesarse en la investigación de hipótesis

concretas, surgiendo de este modo nuevos modelos explicativos a

partir de la investigación de la realidad empírica.

La metodología positivista iniciada por Lombroso permitió muy

pronto, sin embargo, revisar y descartar la mayor parte de sus

postulados biológicos sobre la delincuencia, a la vez que esta misma

metodología dio paso al interés por el estudio científico de los

factores sociales. En cualquier caso el principal logro del positivismo

jurídico iniciado por Lombroso fue la instauración del método

científico en la Criminología, con lo que ésta adquirió rango de

ciencia.

3) La concepción plurifactorial de la delincuencia (FERRI)

Los dos discípulos más conocidos de Lombroso fueron Enrico Ferri y

Raffaele Garófalo. Ferri publicó su sociología criminal, convirtiéndose

en uno de los más destacados defensores de la perspectiva

positivista.

En la medida en que Lombroso encuentra que los criminales natos

son solo un porcentaje de los delincuentes se ve obligado a completar

su teoría con la apelación a otros factores, de carácter ambiental, que

tengan influencia en la delincuencia. Si bien en la obra de Lombroso

ya se encuentra una apelación a estos factores ambientales, la

concepción plurifactorial es desarrollada especialmente por Ferri,

quien, frente a su maestro, Ferri atribuyó más importancia a factores

sociales, económicos y políticos.

Su punto de partida es que en todo delincuente existe una persona

biológicamente anormal. No obstante, mientras que la anormalidad

del delincuente nato es el aspecto más relevante para entender su

criminalidad, en los otros delincuentes la anormalidad biológica es


sólo una predisposición que sólo se realizan cuando concurren

factores de carácter ambiental, que en estos casos son decisivos.

Para llegar a formular su teoría, Ferri complementa los estudios

antropométricos realizados por Lombroso con el recurso a otras

fuentes de conocimiento de la delincuencia, como son las estadísticas

de criminalidad. Las estadísticas criminales le sirven al autor para

plantear que las tasas de delincuencia varían en función de diversos

factores como son, entre otros, el sexo, la edad, la estación, el clima,

el lugar, el nivel de educación, la renta, la producción agrícola, o la

organización jurídica del país.

La teoría multifactorial, que pasa a ser un sello de la escuela positiva,

afirma que el delito es resultado de tres órdenes de factores:

antropológicos, físicos y sociales.

Los factores antropológicos son los que derivan de la herencia

biológica, y entre ellos se señalan la raza, la edad, el sexo. La idea

fundamental es que existen personas (o grupos de personas) que

tienen predisposición biológica a la delincuencia, mientras que otras

personas carecen de tal predisposición.

Los factores físicos más importantes son el clima, la estación del año,

el periodo del día, las condiciones atmosféricas y la producción

agrícola. Así, se destacan entre otros aspectos, que los climas cálidos

van vinculados a mayor criminalidad pasional, que en los periodos de

mayor escasez agrícola se producen mayor número de delitos contra

la propiedad, y que la oscuridad de la noche genera más delincuencia

que la luz del día.

Para Ferri, el mero hecho de vivir en sociedad y no el libre albedrío

fundamenta la responsabilidad criminal de quien infringe las leyes

(Defensa social). La pena, en este sentido es también defensa social,

y por tanto debe ser adecuada a cada delincuente. Ferri plantea que

más importante que la pena son los sustitutivos penales: conjunto de

medidas de distinto orden que inciden en la realidad social de modo


preventivo, contrarrestando las influencias criminógenas de la más

diversa índole.

Por su parte, Garófalo, fue profesor de Derecho de la Universidad de

Nápoles, y publicó en 1885 su obra Criminología. Su tesis principal fue

que en el origen de la delincuencia se hallaba una deficiencia física o

moral, de carácter hereditario, que tenía como resultado una falta de

desarrollo de los sentimientos altruistas y una incapacidad para

adaptarse a la vida en sociedad. A partir de esta concepción Garófalo

creía justo que la sociedad se defendiera de la delincuencia aunque

para ello fuera necesario eliminar, con la finalidad de conseguir una

sociedad más sana, a aquellos miembros que le causaban daño y a

aquellos otros sujetos peligrosos que podían reproducirse y extender

aún más su raza criminal.

2. Evolución histórica del pensamiento criminológico en

España

2.1. El Correccionalismo

El Correccionalismo nace en Alemania y concibe la pena como una

medida regeneradora de los reos, cuyo fin es, además de la

prevención social, la corrección del reo. Estas teorías tuvieron una

gran influencia en España y sus autores más representativos fueron

Luis Silvela y Concepción Arenal, y tuvo una enorme influencia en el

pensamiento y la obra de Pedro Dorado Montero.

1.1. Luis Silvela: para este autor, si la pena ha de ser el

restablecimiento del orden jurídico, ha de incluir la corrección de la

voluntad viciada. El fin último de la pena ha de ir encaminado pues a

modificar la voluntad o la conciencia del delincuente.

1.2. Concepción Arenal: en 1863 es nombrada visitadora de cárceles

de mujeres y más tarde inspectora de casas de corrección de

mujeres, y su obra (carta a los delincuentes y el visitador del preso)

son los bases de un sistema penitenciario que tiene en cuenta a la


persona y su corrección. Partiendo de que los criminales son personas

y no cosas, resalta la necesidad de que la ciencia se ocupe no tanto

del delincuente como de la persona y considera que en la génesis del

delito existe un especial protagonismo de las condiciones sociales, sin

que ello suponga proclamar la irresponsabilidad del delincuente por el

delito cometido. Entre sus frases más conocidas hay que destacar

“odia al delito y compadece al delincuente” o “el penado no brota de

una manera espontánea, sin tener antes del delito relaciones con la

sociedad”

2.2. Dorado Montero

Trata de armonizar nuestra tradición correccionalista con los

postulados positivistas, y se le puede calificar más bien como un

positivista crítico cuyo pensamiento sigue fiel al correccionalismo.

Defiende un nuevo derecho penal que ejercería una función tutelar,

dirigida a modificar y corregir la voluntad criminal concreta y de

acuerdo con un conocimiento psicológico profundo de las causas de la

criminalidad. En este sentido, sugiere una Pedagogía correccional,

dirigida por la psicología, en lugar de la tradicional administración

penal, orientada a conseguir no el castigo del delito, sino la

corrección efectiva del delincuente. Para Dorado Montero, el

delincuente es un menor, un ser débil y necesitado de ayuda frente al

que solo se legitimas medidas de tutela y corrección y no penas.

2.3. Salillas

Rafael Salillas era médico de prisiones y su obra es el exponente más

claro del positivismo criminológico en España aunque no utilice el

método experimental, pues pretende ante todo una explicación

etiológica y científica del fenómeno criminal y del propio delincuente.

Para Salillas el delincuente es una criatura del medio en el que vive

cuya naturaleza y desequilibrios son similares a los de la propia

sociedad. Por ello, la raíz mediata del delito se encuentra en el medio

físico y social del individuo. Este medio es, a juicio de Salillas, el que


conforma la psiquis criminal, el que en definitiva hace al hombre

delincuente: el delincuente es un producto del medio.

2.4. Bernaldo de Quirós

Analizó la criminalidad española de su tiempo con métodos empíricos,

especialmente el mundo de los bajos fondos, el bandolerismo andaluz

y la delincuencia de sangre, y puso de relieve la baja incidencia de los

factores antropológicos y sociológicos.

teoria tema 2

Documents