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Philosophica Enciclopedia filosófica on line VERSIÓN DE ARCHIVO 2008 Teoría del Diseño Inteligente (Intelligent Design) Autor: Santiago Collado La teoría del “Intelligent Design” ha sido presentada por los científicos que la defienden como una alternativa válida al Neodarwinismo. En este escrito, además de presentar a grandes rasgos los puntos centrales de la teoría del Diseño Inteligente, se explican los antecedentes históricos del debate que ha surgido alrededor de ella, y se exponen algunas de las críticas científicas y filosóficas más importantes que le han sido formuladas. Índice 1. Antecedentes e historia 1.1. Creacionismo versus Darwinismo 1.2. Nacimiento y desarrollo del Diseño Inteligente 2. Ideas centrales del Diseño Inteligente 2.1. Complejidad irreductible de Michael Behe 2.2. Inferencia de diseño de William Dembski 2.2.1. Nociones implicadas en la inferencia de Diseño 2.2.2. El filtro de diseño 3. Críticas al Diseño Inteligente 3.1. Crítica científica Philosophica: Enciclopedia filosófica on line — Voz Teoría del Diseño In... http://www.philosophica.info/archivo/2008/voces/diseno_inteligente/Dis... 1 de 23 12/03/2014 06:54 p.m.

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PhilosophicaEnciclopedia filosófica on line

VERSIÓN DE ARCHIVO 2008

Teoría del Diseño Inteligente (Intelligent Design)

Autor: Santiago Collado

La teoría del “Intelligent Design” ha sido presentada por los científicos que la defienden comouna alternativa válida al Neodarwinismo. En este escrito, además de presentar a grandes rasgos lospuntos centrales de la teoría del Diseño Inteligente, se explican los antecedentes históricos deldebate que ha surgido alrededor de ella, y se exponen algunas de las críticas científicas yfilosóficas más importantes que le han sido formuladas.

Índice

1. Antecedentes e historia

1.1. Creacionismo versus Darwinismo

1.2. Nacimiento y desarrollo del Diseño Inteligente

2. Ideas centrales del Diseño Inteligente

2.1. Complejidad irreductible de Michael Behe

2.2. Inferencia de diseño de William Dembski

2.2.1. Nociones implicadas en la inferencia de Diseño

2.2.2. El filtro de diseño

3. Críticas al Diseño Inteligente

3.1. Crítica científica

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3.2. Crítica filosófica

3.2.1. Crítica epistemológica

3.2.2. Crítica teológico-metafísica

4. Conclusión

5. Bibliografía

6. Recursos online

1. Antecedentes e historia

La compresión del Diseño Inteligente (Intelligent Design, ID) exige situarse en el contexto enel que aparece. Dicho contexto es de pugna entre dos visiones de la ciencia que se presentan comoexcluyentes. De una parte estaría una ciencia a la que sus oponentes llaman naturalista. El motivode la oposición a este tipo de ciencia está en que ven su naturalismo como equivalente amaterialismo. Los que denuncian la existencia del naturalismo científico sostienen que quieneshacen este tipo de ciencia no sustentan su actividad sobre principios que son estrictamentecientíficos, sino que se orientan por principios de carácter filosófico, ideológico o antirreligioso.La alternativa propuesta sería una ciencia respaldada solamente por “evidencias empíricas”, locual implicaría liberarla de la carga ideológica que imponen los primeros y abrirla a la posibilidadde admitir fenómenos que no se pueden explicar desde las simples leyes naturales pero de los quesí tenemos evidencias. Esta última perspectiva es la que dicen defender los principales promotoresdel “Intelligent Design” [Dembski 2001: 25-41].

Sin embargo, los científicos, cuando realizan su trabajo, no se debaten normalmente en estaalternativa. Lo que ordinariamente hacen es aplicar los métodos y técnicas propias de su disciplinapara llegar a unos resultados más o menos buscados. Por otra parte, es cierto que hay un grupo decientíficos que, al divulgar su ciencia, defienden unas posiciones netamente materialistas yclaramente beligerantes frente a la religión. Artigas y Giberson ilustran suficientemente laexistencia de este grupo de científicos [Artigas 2007: 25-41]. Un científico que constituye unejemplo paradigmático de esta actitud es el inglés Richard Dawkins. El nacimiento del ID y eltrabajo de científicos divulgadores como Dawkins han avivado en los últimos años un debate quees muy antiguo, incluso anterior a la publicación del “Origen de las especies”. Lo que consiguióese libro de Darwin fue animar y desplazar el debate sobre el materialismo en la ciencia al ámbitoespecífico de la biología. Desde entonces, con distintos altibajos, el enfrentamiento se hamantenido vivo y, en este momento en Estados Unidos, con un marcado protagonismo del ID.

Cuando nos referimos al Intelligent Design conviene distinguir entre el ID como movimiento y,por otra parte, la aportación intelectual y supuestamente científica que sus integrantes defienden.El movimiento tiene una historia, unos antecedentes y unos objetivos que son identificables.También son susceptibles de análisis científico y filosófico sus ideas. En lo que sigue, se tratará dedelinear los diversos aspectos que configuran la compleja realidad del Diseño Inteligente.

1.1. Creacionismo versus Darwinismo

El marco que sirve para encuadrar históricamente el Intelligent Design es el que ofrece la pugnaque han mantenido el Darwinismo y el Creacionismo desde la misma aparición de la teoría deDarwin. El Origen de las Especies mediante la selección natural de Charles Darwin contribuyó a

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poner en tela de juicio dos pilares que los sectores más conservadores de la sociedadnorteamericana tenían como inamovibles: por una parte la autoridad bíblica, y por otra, un modode concebir la creación del mundo y la aparición de las diversas especies estrechamente vinculadoa la literalidad de la narración del Génesis. El enfrentamiento entre la cosmovisión fundada sobrelos pilares aludidos, y la que se iba abriendo paso a través de la naciente ciencia biológica, tuvo enEstados Unidos su propio itinerario. La grieta cultural abierta en la sociedad por dichoenfrentamiento permanece abierta y sigue dividendo hoy a la sociedad norteamericana [Giberson2002: 1-12].

A lo largo del siglo XX aparecieron diversos grupos y movimientos que trataron de salvar loque el Darwinismo parecía estar demoliendo. Entre 1910 y 1915 el empresario californianoLyman Stewart financió una obra escrita con la que quería hacer frente a la nueva amenaza. Losdoce volúmenes que la formaban llevaron el título “The Fundamentals”. Ninguno de sus autoresvio entonces la necesidad de emprender una lucha abierta para erradicar la enseñanza de laevolución de los centros docentes.

El momento clave en el que midieron sus fuerzas los recién nacidos “fundamentalistas” y losdefensores del Darwinismo fue un juicio celebrado contra el profesor John Scopes, ampliamenteconocido como el Juicio del mono (Scopes Monkey Trial). Se acusaba a Scopes de enseñar laTeoría de la Evolución contra una ley del estado de Tennesse. El resultado fue una victoria legaldel Fundamentalismo y una victoria real del Darwinismo: el profesor fue condenado a una multasimbólica y la ley se mantuvo sin posibilidad de ser recurrida a un tribunal federal.

En los años siguientes la biología experimentó notables avances. Destacan, entre otros, lostrabajos del genetista de origen ruso Theodosius Dobzhansky, que en los años 30 publicó su libromás importante: Genetics and the Origin of Species. Este biólogo contribuyó de una maneradecisiva a poner las bases para la unión de la genética y la biología tradicional. La orientación desus trabajos se continuó en los años sucesivos y dio lugar a una síntesis entre genética y biologíaque ahora se conoce como la Teoría Sintética o neo-Darwinismo.

Un momento de gran importancia para la consolidación del neo-Darwinismo como teoríadominante en el ámbito científico fue el descubrimiento de la estructura del ADN, en 1953, porCrick y Watson. En ese momento se puede decir que la totalidad de la comunidad científicarespaldaba ya la teoría sintética. La evolución darwiniana (el Neodarwinismo) se impusosólidamente durante la segunda mitad del siglo XX. En la medida en que el Darwinismo eraaceptado, y rechazadas las tesis de los Fundamentalistas, también iba creciendo el malestar,incluso entre algunos científicos, que veían cómo se imponía, junto con el Darwinismo, una visiónde la naturaleza predominantemente materialista y amparada por esa misma ciencia.

En los años 70 y 80 ven la luz asociaciones y publicaciones que se hacen eco de este malestarpero, a diferencia de lo que ocurre con las típicamente creacionistas, el enfoque adoptado por unbuen número de ellas pretende ser realmente científico y no dependiente de la Biblia. Estaspublicaciones y grupos trataban de poner de manifiesto, desde la misma ciencia, las lagunas einsuficiencias que esconden algunos argumentos defendidos por no pocos evolucionistas[Giberson 2002: 198 y ss.]. Dos de los libros que contribuyeron con más eficacia a suscitar receloscientíficamente fundados frente al Darwinismo fueron: El misterio del origen de la vida escritopor Thaxton (químico), Bradley (ingeniero) y Olson (geoquímico) [Thaxton 1984], y Evolución:una teoría en crisis, escrito muy poco después del anterior por Michael Denton, agnóstico yespecialista en genética molecular [Denton 1986].

Uno de los grupos formado entonces y que compartía el interés por el estudio de las ideas

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contenidas en los libros mencionados, es el que, durante los últimos años de la década de los 80 yprincipios de los años 90, da lugar al Intelligent Design. Como es patente, el ambiente en el quenace es de enfrentamiento entre posiciones teístas y ateas de carácter materialista. Pero también enun clima en el que empiezan a esgrimirse argumentos científicos contra el paradigma dominanteen biología: el Neodarwinismo.

1.2. Nacimiento y desarrollo del Diseño Inteligente

Desde el nacimiento del ID podríamos decir, de modo muy esquemático, que la todavía brevepero densa historia del ID recorre tres fases. Cada una de ellas la podemos asociar a un personajeque asume en ese momento el protagonismo dentro del movimiento.

La primera es la de formación del movimiento: Phillip E. Johnson es su protagonista. Johnson,abogado de prestigio en la década de los 80, ve en las explicaciones darwinistas que se hacen enlas publicaciones de entonces –“El relojero ciego” de Dawkins, especialmente–, argumentos máspropios de estrategias jurídicas que del ámbito científico. Johnson decide escribir un libro en elque se propone hacer justicia a los argumentos darwinistas: su título es “Juicio a Darwin” (Darwinon Trial). El libro se publica en 1991 y alcanza un gran éxito editorial. Durante esta primera ybreve fase de formación, que se inicia el año en que Johnson conoce en Londres al resto de losprincipales miembros del grupo –1990–, se formulan los objetivos y las estrategias principales delIntelligent Design y se organiza formalmente el movimiento. Los componentes asumen el papelde ser la “cuña” que debería romper la hegemonía de la cultura materialista en la cienciacontemporánea.

El inicio del segundo periodo puede situarse en el año 1996, el momento de la publicación dellibro Darwin’s Black Box [Behe 1996], escrito por el profesor de bioquímica en la Universidad deLehigh, Michael Behe. El éxito del libro impulsó la difusión del movimiento y sus ideas enamplios sectores de la sociedad norteamericana. La supuesta cientificidad de los argumentosesgrimidos por Behe y el modo cuidado y persuasivo de presentarlos en su libro es, sin duda,clave del éxito y de la amplia difusión que el movimiento experimenta a partir de ese año.

Podría decirse que la tercera fase del historia del ID comienza con el final de siglo, ycaracterizarse como “la búsqueda de la identidad científica del Intelligent Design”. En este intentoestá desarrollando también un papel muy activo, desde el punto de vista de la epistemología,Stephen C. Meyer. En sus escritos ha intentado determinar el estatuto científico del ID y ponerloen relación con el del Evolucionismo [Behe 1999: 151-211]. En esta fase del movimiento, losprimeros años del siglo XXI, en los Estados Unidos se ha producido una verdadera explosión depublicaciones a favor y en contra del ID. También esta etapa tiene un nombre: William Dembski.La intensa actividad desarrollada por el omnipresente Dembski le ha permitido salir al paso deprácticamente todas las objeciones que en estos años se han puesto al Intelligent Design. Esta faseha visto resurgir la guerra legal por la enseñanza de la evolución y sus supuestas alternativas:ahora la principal alternativa la constituye el ID. Sin embargo, hasta el momento esta batalla hadado como resultado la derrota del Intelligent Design en el juicio sobre la legitimidad de laenseñanza del ID en distrito escolar de Dover (Pennsylvania) en diciembre de 2005. También esjusto decir que la incidencia en el mundo científico de las ideas propugnadas por los defensoresdel movimiento está quedando muy por debajo de las expectativas que habían creado suspromotores en los años precedentes. En un libro del 2004 Dembski afirmaba: «Día a día sefortalece mi convicción de que el diseño inteligente está llamado a revolucionar la ciencia ynuestra concepción del mundo» [Dembski 2006: 15]. El horizonte de Dembski es realmenteambicioso. Pero los resultados obtenidos hasta el momento no parecen acompañar la convicción

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del principal defensor del movimiento en la actualidad.

El juicio de Dover ha supuesto un duro revés para los objetivos del ID como movimiento. Encualquier caso, sus principales miembros parece que mantienen intacta su agenda y continúan enla guerra por alcanzar sus metas. Podríamos decir que sus previsiones incluyen tres importantespasos:

1. Mostrar la insuficiencia del Darwinismo como teoría científica.

2. Afirmación del ID como única alternativa posible.

3. Encontrar el modo de confirmar científicamente el punto 2.

Alcanzar la aceptación del ID como alternativa científica al Darwinismo es, obviamente, el granreto que tienen planteado. Dembski detalla todo un plan para conseguirlo [Dembski 2006: 364 yss.]: establecer un catálogo de hechos fundamentales que confirmaran las tesis del ID, conseguiruna red de investigadores y medios para sacar adelante proyectos específicos, disponer de medidasobjetivas de progreso del ID como programa de investigación científica, elaboración de uncurrículum académico del Diseño para poder ofrecer cursos consistentes con las ideas del ID.Conseguir esto último sería para Dembski restaurar un mercado libre en el mundo de las ideascientíficas. Considera que actualmente el Darwinismo constituye un monopolio que asfixia ladeseada libertad en la ciencia.

Dembski es consciente de que el objetivo de fondo del movimiento, un cambio de paradigmacientífico, está lejos de ser alcanzado pero, por otra parte, parece realmente sincero suconvencimiento de que esta meta se alcanzará si se sigue el camino que él mismo ha delineado. Lapretensión de provocar un cambio de paradigma científico –en el sentido que Kuhn diera a estapalabra–, debería estar sustentada sobre sólidos pilares: “La presente obra puede ser consideradapor tanto como un manual capaz de reemplazar un paradigma científico anticuado (elDarwinismo) por otro nuevo paradigma (el Diseño Inteligente) perfectamente preparado parapoder respirar, crecer y prosperar” [Dembski 2006: 17-18]. En lo que sigue vamos a exponer,también de manera breve, las ideas fundamentales que constituyen, según sus promotores, la basesobre la cual construir el edificio de un nuevo paradigma científico.

2. Ideas centrales del Diseño Inteligente

Las dos ideas centrales sobre las que se apoya la pretensión del ID de convertirse en un nuevoparadigma científico son: la noción de complejidad irreductible, expuesta por Behe con amplituden La caja negra de Darwin, y la de complejidad especificada, expuesta por Dembski en multitudde escritos. El primero y más importante, que recoge el trabajo desarrollado en su tesis doctoral, ydonde se contienen las ideas fundamentales que sustentan estas nociones es: The Design Inference[Dembski 1998]. A continuación se expondrán de una manera descriptiva y breve dichas ideas.

2.1. Complejidad irreductible de Michael Behe

«La teoría de la evolución se ocupa de tres materias diferentes. La primera es el hecho de laevolución; esto es, que las especies vivientes cambian a través del tiempo y están emparentadasentre sí debido a que descienden de antepasados comunes. La segunda materia es la historia de laevolución; esto es, las relaciones particulares de parentesco entre unos organismos y otros (porejemplo, entre el chimpancé, el hombre y el orangután) y cuándo se separaron unos de otros los

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linajes que llevan a las especies vivientes. La tercera materia se refiere a las causas de la evoluciónde los organismos» [Ayala 1994: 17].

Hoy en día el Darwinismo, con todos sus perfiles actuales, es la teoría que domina en el ámbitocientífico y que el mundo académico ha adoptado como explicación más ajustada a los datosdisponibles. Darwin es considerado por la práctica totalidad de la comunidad científica como elpadre de la evolución en general. La mayoría de las teorías evolucionistas, al menos es así para losdefensores del ID, de una manera u otra, tienen en común y remiten a las ideas básicas de Darwin.Hablar de evolución, aunque no sea exactamente así, se puede decir que es hablar de Darwinismo.Los ataques que se lanzan contra la evolución, en la mayor parte de las ocasiones, son ataqueslanzados contra la forma de ver la evolución inaugurada por Darwin.

En el mundo natural, el que nos presenta nuestro conocimiento ordinario de la naturaleza,encontramos una extraordinaria complejidad. Dicha complejidad convierte en un desafío laexplicación causal del “hecho” de la evolución en toda su amplitud desde la perspectivameramente darwinista, entendiendo por tal, la teoría que explica como únicas causas de laevolución las modificaciones al azar –sin ningún propósito especial– y la selección natural. Perodesde nuestro conocimiento ordinario de la naturaleza, también es cierto que es difícil negar quelos complicados sistemas biológicos puedan haber llegado a su estado actual como fruto de losmecanismos darwinianos ayudados por el transcurso de grandes cantidades de tiempo. En laactualidad la ciencia nos permite afirmar, con suficientes garantías, que estos mecanismos tienenvalor explicativo –han servido incluso para hacer predicciones– en la llamada microevolución. Noparece que haya, sin embargo, tanto acuerdo ni evidencia empírica suficiente para afirmar lomismo con la macroevolución. Este es uno de los hechos más explotados por losantievolucionistas.

Michael Behe sostiene que si no se conoce la constitución de los seres vivos en sus partes máselementales no estamos en condiciones de poder afirmar o negar en ellos la evolución darwiniana.La biología ha trabajado hasta prácticamente nuestros días, según Behe, con “cajas negras” de lasque se sabe lo que hacen, pero no cómo lo hacen, cómo se han formado y cómo están constituidaso estructuradas internamente. Esta es la situación en la que trabajaron y sacaron sus conclusionesDarwin, y también sus opositores. Según Behe, la Bioquímica está permitiendo desvelar elcontenido de dichas cajas y, por tanto, ha puesto a la ciencia en condiciones de dar respuestas a losproblemas que hace pocos años estaban fuera de nuestro alcance. Por tanto, para Behe, es labioquímica, la disciplina que él cultiva, la que nos pone en condiciones de abordar el enigma de laevolución.

Hay dos momentos inseparables en la tesis que extrae Behe de su investigación a nivelbioquímico. En primer lugar parece descubrir que el Darwinismo es incapaz de explicar un ciertotipo de complejidad que podemos apreciar en los seres vivos. En segundo lugar afirma de maneraneta que sólo el diseño ofrece una explicación satisfactoria para dicha complejidad. Aun más,según Behe podemos llegar a afirmar científicamente la existencia de diseño en algunos sistemasbiológicos que encontramos en la naturaleza formando parte de los seres vivos. La cuestión ahoraes ¿qué tipo de complejidad es la que nos permite afirmar el diseño y a qué tipo de diseño serefiere Behe?

La clave con la que da unidad a los dos momentos señalados y la que supuestamente le va apermitir la demostración científica de diseño es la noción de Complejidad irreductible (CI). Behela caracteriza en su primer libro de la siguiente manera: «Con la expresión sistemairreductiblemente complejo me refiero a un solo sistema compuesto por varias piezas armónicas einteractuantes que contribuyen a la función básica, en el cual la eliminación de cualquiera de estas

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piezas impide al sistema funcionar» [Behe 1996: 60]. En publicaciones posteriores se han hechoalgunos refinamientos de esta definición. Dembski, por ejemplo, discute esta caracterización ypropone algunos ajustes que buscan hacer posible la determinación de la complejidad irreductiblesin ambigüedades [Dembski 2002: 279-289]. Para los objetivos de este trabajo es suficiente tenerpresente la definición original.

El ejemplo preferido por Behe cuando explica esta noción es el de la trampa de ratón. En ellaencontramos un conjunto de piezas que interactúan de acuerdo con un diseño bien específico paraalcanzar un fin que es también muy preciso. Nadie que vea cómo funciona la trampa de ratón poneen duda que aquel instrumento ha sido pensado y construido para cazar ratones. Queda fuera detoda duda, como ocurre con cualquier otro artefacto, que la disposición en el sistema de las piezasque lo componen no ha sido fruto del azar. Se descarta también, por su probabilidad prácticamentenula, que el sistema se haya formado gradualmente y como consecuencia de una serie de pasosintermedios que han ido mejorando el sistema por un mecanismo de tipo darwiniano: o están todasy cada una de las piezas dispuestas en el orden previsto o el sistema no funciona. No hay mejoragradual posible respecto a un supuesto antecesor porque, sencillamente, la trampa no cazaríaratones de ninguna manera.

La trampa de ratón constituye para Behe un ejemplo diáfano de complejidad irreductible. Loque resulta más importante destacar en esta caracterización, y en el ejemplo que la acompaña, esque la determinación de irreductibilidad deriva de que se asume que cada una de las piezas delsistema tiene un carácter elemental, es decir, no está compuesta a su vez por otros elementos, o silo estuviera, deberíamos poder a su vez determinar su complejidad irreductible de esa piezacomponente. Es decir, cabría admitir una jerarquía de niveles de sistemas y subsistemas, pero laclave de la aplicabilidad de la caracterización radica en tener la capacidad de poder llegar en elanálisis a las “piezas elementales” o átomos del sistema.

La pregunta que se hace el autor de La caja negra es, precisamente, si existe algún sistemabiológico del que se pueda afirmar con certeza científica que posee complejidad irreductible, esdecir, que no se ha podido alcanzar de una manera gradual: cambios pequeños que suponganventajas competitivas y selección natural. Es una pregunta que de tener respuesta afirmativa iríadirectamente contra el núcleo de la teoría darwiniana. La posibilidad de responder a esta cuestióndepende de si podemos aplicar la caracterización de complejidad irreductible, y esto será posiblesi somos capaces de «enumerar todas las partes del sistema y conocer una función» [Behe 1996:70]. Conviene insistir en la importancia que tiene la condición de que las partes enumeradas sean“elementales”, de la misma manera que las piezas de la trampa del ratón lo son para el conjunto dela trampa.

Uno de los sistemas en los cuales, según Behe, es posible determinar la existencia decomplejidad irreductible es el flagelo bacteriano. En la bacteria que lo posee, el flagelo funcionade una manera parecida a un pequeño motor incorporado en su organismo que le permitepropulsarse en diversas direcciones. Su estructura, que contiene unas treinta proteínas distintas,recuerda la de un auténtico motor de los que poseen las embarcaciones. Si una sola de esasproteínas es desactivada por una mutación genética el motor ya no servirá para impulsar a labacteria.

El grado de análisis al que podemos llegar en ejemplos como el anterior, llevan a Behe a pensarque la bioquímica moderna nos está permitiendo llegar hasta los “ladrillos” con los que estánformados todos los seres vivos. La ciencia nos permite, por tanto, llegar a descubrir qué hay en elinterior de la “caja negra”, poder desvelar los “mecanismos” mediante los cuales dichas “piezas”se relacionan entre sí. Con palabras del mismo Behe: «Por extraño que parezca, la bioquímica

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moderna ha demostrado que la célula es operada por máquinas: literalmente, máquinasmoleculares. Como sus equivalentes artificiales (ratoneras, bicicletas y naves espaciales), lasmáquinas moleculares van desde lo simple hasta lo sumamente complejo: máquinas mecánicasque generan energía, como en los músculos; máquinas electrónicas, como en los nervios; ymáquinas de energía solar, como en la fotosíntesis. Desde luego, las máquinas moleculares estánhechas de proteínas, no de metal y plástico» [Behe 1996: 75]. Behe asume que las piezas de lasmáquinas moleculares son sólo piezas, y su comportamiento está perfectamente determinado. Eltornillo es sólo tornillo y se comporta como tornillo que es: une de la manera prevista las piezasque le corresponden dentro del sistema. Según Behe, y este parece que es el punto clave de supropuesta, la bioquímica nos permite hoy en día equiparar un sistema biológico y una complicadamaquinaria humana de la que conocemos sus entresijos. En su propuesta, lo que hemos llegado aconocer son los tornillos que componen la compleja “mecánica” molecular.

En un nuevo libro escrito unos diez años después de “La caja negra”, Behe mantiene la validezde su noción de complejidad irreductible y aprovecha el avance experimentado por la bioquímicay la genética en los años que lo separan del primero para reafirmar las tesis principales de suprimer libro. En el último, a través de la exposición de distintos sistemas biológicos, trata deestablecer los criterios que permiten determinar cuándo los sistemas biológicos pueden tener unaexplicación darwinista y cuándo hay que admitir que dichos sistemas son producto de diseñointeligente. Esto último para Behe equivale a determinar cuándo el Darwinismo llega al límite desu poder explicativo [Behe 2007].

2.2. Inferencia de diseño de William Dembski

Dembski afirma que la noción de complejidad irreductible es un caso particular de una nociónmás general que él llama complejidad especificada [Dembski 2002: 251-252]. Sobre el tipo deinformación que contiene un sistema que ostenta dicha complejidad descansa la inferencia dediseño que propone Dembski. Para él toda la causalidad que encontramos en cualquier sistema,natural o no, podemos clasificarla en tres categorías: necesidad, contingencia, y diseño. Dichoesquema podría contrastarse y ofrece un cierto paralelismo con el esquema causal aristotélico.Para Dembski, el diseño como causa se correspondería, en el modo en que se infiere a través delsencillo algoritmo propuesto por él, con la actualización de la noción de causa final aristotélico-tomista [Dembski 2001: 173-174]. Esta última ha sido siempre la base de uno de los argumentosempleados por la filosofía clásica para demostrar la existencia de Dios: el de la finalidad. Elcambio de causa final por diseño y el deseo de mantenerse dentro del más estricto ámbitocientífico lleva a Dembski a hablar, en lugar de un Dios ordenador del universo, de un genéricodiseñador del que poco más se puede decir salvo que posee una inteligencia planificadora.

Dembski piensa que la causa final fue arrojada del ámbito científico con la aparición de lateoría darwinista, y que la inferencia de diseño a la que llega partiendo de la noción decomplejidad especificada no hace sino recuperar, actualizada, dicha causa perdida. El problemaque él se plantea por tanto es la posibilidad de afirmar la existencia de diseño en un sistema de unamanera empírica. La respuesta que ofrece es que el diseño se puede inferir científicamente y elmodo de hacerlo es mediante el filtro de diseño.

2.2.1. Nociones implicadas en la inferencia de Diseño

Las tres nociones claves para poder inferir el diseño son: contingencia, complejidad yespecificación.

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La contingencia es expresión de la existencia de una posibilidad real de ser o no ser en elmundo físico. Tiene que ver, por tanto, con la noción clásica de potencia y, consiguientemente,con la noción de causa material. Esto último no lo explicita Dembski que ilustra la existencia decontingencia de diversas maneras. Dice, por ejemplo, que la disposición sobre el tablero de unasfichas de ajedrez no se puede reducir o deducir de sus formas, del mismo modo, la imagen de latinta en el papel no se puede reducir a las propiedades químicas de la tinta. Estos ejemplos sonbastante ilustrativos de lo que Dembski quiere decir con contingencia.

La noción de complejidad está directamente relacionada, al menos en una primeraaproximación, con la probabilidad. Se trata, por tanto, de la caracterización de complejidad mássencilla: un sistema cualquiera es complejo si son muchas las posibles configuraciones que puedeadoptar su estructura, es decir, si éstas ocurren en un espacio de probabilidad grande. Será tantomás complejo cuanto mayor es el espacio de probabilidad. Un ordenador sería un sistemacomplejo ya que tiene muchos elementos y pueden estar unidos de maneras muy diversas (aunquesolamente una, o unas pocas, funcionen).

La tercera noción que Dembski implica en la inferencia de diseño es la de especificación. Laespecificación tampoco es una noción original de Dembski. Como él mismo menciona, la nociónde complejidad especificada fue empleada por primera vez en 1973, por Leslie Orgel, en su libroThe Origins of Life. También, en el “libro de 1999 The Fifth Miracle, Paul Davies identificó lacomplejidad especificada con la clave para resolver el problema de la vida” [Dembski 2006]. Noobstante, Dembski desarrolla con abundantes matices esta noción con el fin de conseguir laformalidad que requiere una inferencia de diseño rigurosa y científica. Este autor considera quedicha noción es «crucial» [Dembski 2006: 87] dentro del esquema de la inferencia de diseño. Ensus libros ofrece una explicación analítica de las cinco condiciones que son necesarias paraafirmar la complejidad especificada en un sistema [Dembski 2006: 88 y ss.]: Complejidadprobabilista; patrones condicionalmente independientes; recursos probabilistas presentados bajodos formas: de replicación y de especificación; una versión especificacional de complejidadaplicable a patrones; un límite a la probabilidad universal. El enunciado de estas condiciones,aunque no se expliquen aquí, sirve para mostrar el grado de matización que da Dembski a lanoción.

Lo importante para hacerse una idea de su propuesta se podría resumir sumariamente diciendo:un sistema posee complejidad especificada cuando podemos determinar, en la ocurrencia de unsuceso dentro del conjunto de todos los eventos posibles del sistema que estemos estudiando, unpatrón que se pueda describir “a priori” respecto a dicha ocurrencia. Es clave entender lo que sequiere decir con la expresión “a priori”, porque precisar su significado es lo que persiguen todoslos matices introducidos por Dembski. Es importante para los objetivos de Dembski entender queel “a priori” no lo es en sentido temporal. En este punto es donde el autor del esquema queestamos explicando se juega su validez y oportunidad, pero analizarlo en detalle alargaríaexcesivamente este discurso. Uno de los ejemplos expuestos por Dembski puede servir muy bienpara ilustrar esta noción.

Si vemos que un conjunto de flechas han caído muy cerca de un grupo de blancos, podemospensar que esas flechas no se han clavado allí de una manera casual, sino que han sido dirigidaspor la puntería del arquero. Hay un patrón “a priori” para poder inferir lo atinado del arquero. Estepatrón, determinado por la proximidad de las flechas a los blancos, restringe los lugares en los quepueden caer las flechas a unas áreas concretas. Es obvio que ver las flechas cerca de los blancosno me serviría para determinar nada si el arquero primero dispara las flechas y después marca losblancos. A esta última posibilidad Dembski la llama fabricación. El “a priori” quiere dar cuenta

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de que dicho patrón debe ser describible independientemente de la ocurrencia de los eventos enestudio. Se trata de poder decir lo que debe ocurrir sin necesidad de saber lo que ha ocurrido. Esentonces cuando podemos decir que disponemos de una especificación o, en su caso, un sistemade complejidad especificada en el sentido en que habla de ella Dembski.

2.2.2. El filtro de diseño

De las tres nociones anteriores, la que suscita más interrogantes en relación a la pretensión deDembski de la determinación de diseño, es la tercera. No obstante, si aceptamos la validez de lastres nociones precedentes podemos dar el siguiente paso y establecer el modo de determinar laexistencia de diseño tal como lo concibe Dembski. El filtro de diseño es un sencillo algoritmo que,supuesta la posibilidad de determinar si un sistema cumple con lo que las tres nociones anterioresexpresan, permite concluir si el sistema ha sido diseñado o no. Esquemáticamente puedeexplicarse con el diagrama que reproducimos aquí.

El esquema es suficientemente ilustrativo de cómo se aplica el algoritmo propuesto como filtrode diseño. En conclusión, según Dembski, podemos afirmar que un sistema cualquiera ha sidodiseñado cuando somos capaces de determinar que dicho sistema es simultáneamente:contingente, complejo y especificado.

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3. Críticas al Diseño Inteligente

3.1. Crítica científica

El ID contiene elementos analizables y discutibles desde el punto de vista científico, filosóficoy teológico. Para la crítica de carácter científico son pertinentes los comentarios de Francis S.Collins, científico de reconocido prestigio y director del proyecto Genoma. Sus análisis sonadecuados y no resulta sospechoso de ser un enemigo ideológico del ID. Por el contrario, Collinsafirma que no juzga la sinceridad y seriedad de las posiciones mantenidas por los defensores delID, afirma textualmente: «Desde mi perspectiva como genetista, como biólogo, y como creyenteen Dios, este movimiento merece una seria consideración» [Collins 2006: 183]. Collins hace unacrítica del ID desde el punto de vista científico y, más brevemente pero también de formaexplícita, desde la perspectiva de la teología (él es cristiano evangélico). Incluye además en suscomentarios breves observaciones de carácter epistemológico que están encuadradas en su críticacientífica.

La posición científica de Collins frente al ID es compatible con la que hacen otros muchoscientíficos como Francisco J. Ayala [Ayala 2007] o Kenneth R. Miller [Miller 2007], que fuellamado como testigo por la parte demandante contra el ID en el juicio de Dover, y que se hadeclarado públicamente católico. También, en cuanto crítica puramente científica, es compatiblecon la que hacen otros personajes como Richard Dawkins o Peter Atkins, ambos antirreligiososmilitantes. Estos últimos van más allá de una crítica meramente científica porque muchos de susargumentos están cargados de ideología materialista y explícitamente antirreligiosa. Losargumentos de Collins, por el contrario, se pueden considerar representativos de las críticashechas al ID desde diversas instancias estrictamente científicas.

Collins aborda directamente el argumento principal del ID contra el Darwinismo, lacomplejidad irreductible, desde la autoridad que le da ser un especialista de prestigio en el ámbitoen el que dicho argumento se mueve: la química de la vida. Las objeciones del director delproyecto Genoma frente al ID podríamos resumirlas en los dos puntos siguientes:

1. El ID sigue siendo marginal dentro de la comunidad científica [Collins 2006: 187]. Hasta elmomento no ha tenido el impacto que sus defensores pronosticaban. El peso de esta objeción esenorme. Una posible caracterización trivial –sólo en apariencia– de ciencia sería la de constituir laactividad desarrollada por los científicos. Se trata, ciertamente, de una caracterización circular:son científicos porque hacen ciencia, es ciencia porque la hacen los científicos. Pero esacircularidad es completamente insalvable. El ID tiene ciertamente simpatizantes pero, como elmismo Dembski reconoce, no han conseguido incidir en la comunidad científica en el modo dehacer la ciencia: no han conseguido moverla aunque sí hayan provocado multitud de debates decarácter filosófico o religioso. Así lo expresa Dembski: «Aunque los proponentes del diseñointeligente han realizado una labor realmente buena con su creación de un movimiento cultural, nopodemos anotar demasiados éxitos del diseño inteligente en el haber de los logros científicos»[Dembski 2006: 364]. Esta afirmación, por otra parte, no parece restar un ápice de optimismo a suautor, que considera que conseguirlos es una cuestión de tiempo. Collins piensa que no esverosímil que el motivo por los que existe rechazo al ID en la comunidad científica sea,sencillamente, que constituye un desafío a Darwin, es decir, al paradigma dominante.

2. Con el paso del tiempo los científicos van descubriendo caminos a través de los cualespodrían haberse formado los sistemas que los defensores del ID consideran como

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irreductiblemente complejos. Collins examina brevemente tres ejemplos de los que Behe presentaen su libro “La caja negra de Darwin”: el sistema de coagulación de la sangre, el ojo y el flagelobacteriano. Hay que decir en defensa de Behe que el caso del ojo es presentado en su primer librocomo ejemplo de sistema muy complejo, pero no de ser irreductiblemente complejo. Esto noparece tenerlo en cuenta Collins en su exposición en la que equipara este ejemplo con los otrosdos. Behe indica en su libro que el mismo Darwin aludió a la posibilidad de explicar la formacióndel órgano de la vista mediante pequeños cambios y selección natural. Esa sugerencia parece hoybastante verosímil. Para los otros dos casos, Collins describe brevemente un mecanismo genéticoque abre las puertas a una explicación evolutiva de ambos sistemas: la duplicación genética. Estemecanismo, según Collins, está bien establecido y admitido científicamente.

Con el mecanismo de la duplicación genética se podría explicar la formación de sistemas queostentan una presunta complejidad irreductible. Pero esa explicación, en la actualidad, distamucho de ser una descripción –aunque sea poco detallada– de cómo ocurrieron las cosas, sino másbien se trata de una conjetura verosímil de cómo en el ser vivo pueden aparecer funciones antesinexistentes, con aumento de complejidad, y donde siguen teniendo un papel principal losmecanismos darwinianos. En cualquier caso, Collins tampoco parece muy convencido de quealgún día se encuentren exactamente los pasos que han llevado a la formación de dichos sistemas.Pero el que no se sepan o no se lleguen a saber nunca esos pasos no significa que no se hayanrecorrido. Sencillamente podría significar que no hemos encontrado ningún rastro o pista paradeterminarlos y, consiguientemente y con más motivo, que no los hemos podido reproducir en ellaboratorio. En definitiva, podríamos resumir esta objeción diciendo que cada vez parece máscercana la posibilidad de explicar, de una manera “verosímil”, la formación gradual de sistemasque reciben la consideración de irreductibles por parte de los defensores del ID. En algunos deesos sistemas, algunos de los pasos se han encontrado. Si esta “explicación verosímil” llega a sercientífica o no, dependerá de lo que exijamos a una explicación para considerarla científica y dehasta donde alcancemos a explicar. Esto nos lleva a la objeción que Collins plantea al ID decarácter epistemológico y a otras críticas hechas contra el ID de carácter filosófico.

3.2. Crítica filosófica

3.2.1. Crítica epistemológica

Collins afirma que «todas las teorías científicas representan un marco que permite dar sentido aun conjunto de observaciones experimentales. Pero la utilidad principal de una teoría no es la demirar hacía atrás sino la de poder predecir» [Collins 2006: 187]. Es aquí donde este autor ve unode los principales problemas del ID para poder ser considerado como disciplina científica. Estaapreciación estaría incluida en un examen de la cientificidad del ID llevado a cabo en un contextomás amplio, el que se podría hacer si se contrastara el ID con las reflexiones que Mariano Artigasha hecho sobre la actividad científica en muchas de sus publicaciones. Para Artigas la ciencia esuna actividad difícilmente encuadrable en un conjunto reducido de reglas o en una simpledefinición. Lo que sí se puede afirmar cuando se hace ciencia en el sentido actual de la palabra,según Artigas, es la existencia de una cierta unidad de método. Así lo afirma él mismo: «Unacuestión que se plantea frecuentemente en la epistemología es la siguiente: ¿existe un métodocientífico general, común a las diversas ciencias experimentales y a cada una de sus disciplinas?Ciertamente, hay alguna unidad de método. Como hemos visto, todas las ramas de la cienciaexperimental tienen un objetivo común, con un doble aspecto, teórico y práctico. Y esto se traduceen una exigencia metodológica: en concreto, siempre se busca establecer relaciones entre losenunciados teóricos y la experimentación, de modo que esos enunciados puedan someterse acontrol experimental» [Artigas 1999: 147].

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El control experimental se corresponde precisamente con la capacidad de “predecir” lo que va aocurrir con un sistema cuando se le somete a unas condiciones suficientemente determinadas. Lapredicción avalada por la contrastación experimental es una característica que los epistemólogosmás importantes consideran esencial al método científico. Es precisamente en este punto dondeinciden las críticas al ID de científicos como Collins.

Si para explicar la formación de un ser vivo o una nueva estructura de un ser vivo nos vemosobligados a recurrir a la intervención de causas ajenas a las leyes naturales, es decir, si hubiera querecurrir a causas intencionales o inteligentes para explicar cierto tipo de complejidades naturales,se podría decir que la posibilidad de predecir, es decir, la predicción basada en la determinación deregularidades quedaría en suspenso. Volveremos más adelante sobre esta objeción desde otrocontexto.

Estas dificultades tan serias, y otras que discurren paralelas a estas que también poseen carácterepistemológico, no han sido pasadas por alto, como es lógico, por los defensores del ID. Unarespuesta amplia a estas objeciones es formulada, por ejemplo, por Stephen Meyer [Behe 1999:151-212]. No tenemos aquí espacio para analizarla en detalle. Meyer entra de lleno en el clásicoproblema de la demarcación de la ciencia y trata de equiparar metódicamente el ID con elDarwinismo. Para conseguirlo, sus argumentos intentan diluir y quitar fuerza a los diversoscriterios de demarcación que se han formulado a lo largo del tiempo. Equiparando ID conDarwinismo desde el punto de vista metódico, si se considera ciencia a uno habría que hacer lomismo con el otro. Esta estrategia, en realidad, busca conseguir para el ID el anheladoreconocimiento de científico que tanto se le resiste, pero alimentando la confusión.

La confusión metódica parece estar instalada en distintos niveles del discurso en los defensoresdel ID y también en algunos de sus oponentes. En lo que respecta al Intelligent Design, de estepunto se lamentan Giberson y Artigas en la introducción al libro sobre los Oráculos de la Ciencia.Son muy contundentes en sus afirmaciones: «Los proponentes del ID defienden que este conflicto–Darwinismo vs. ID– es entre teorías científicas rivales y que, por mor de tener la mente abierta yde jugar limpio, ambas explicaciones deberían ser enseñadas. Este planteamiento parece generosoy apela a la honestidad del americano. Pero es una pretensión falsa. No hay teoría científica delIntelligent Design» [Artigas 2007: 14]. En este caso el motivo aducido por Giberson y Artigas esprecisamente la confusión metódica que introducen en su discurso los defensores del DiseñoInteligente. Citan la afirmación de Dembski en la que dice que el ID es tres cosas: un programa deinvestigación científica que investiga los efectos de causas inteligentes, un movimiento intelectualque desafía al Darwinismo y una vía para entender la acción divina. A esto, los autores de Oraclesof Science responden que es imposible abordar con éxito las tres tareas a la vez, es decir, con elmismo método. Dembski defiende que el ID es la intersección de ciencia y teología, y a estoresponden Giberson y Artigas: “entonces el ID no es ciencia” ¿Por qué? «Las modernas cienciasempíricas –física, química, astronomía, biología– no tienen intersección con la teología» [Artigas2007: 14-15]. En este punto esta posición se encuentra plenamente de acuerdo con la defendida,por ejemplo, por el biólogo darwinista Francisco Ayala: «propiamente entendidas, la ciencia y lafe religiosa no están en contradicción, ni pueden estarlo, puesto que tratan de asuntos diferentesque no se superponen» [Ayala 2007: 15].

Es cierto que también se podría acusar al Darwinismo de no tener el respaldo experimental quese exige al ID. Pero dicho respaldo, como argumenta Ayala [Ayala 2000] coherentemente con loque defiende Collins, no implica la obligación de tener el respaldo del laboratorio y delexperimento como ocurre con la Física o la Química, sino sólo poder dar sentido a un conjunto dehechos de experiencia y la posibilidad de hacer predicciones suficientemente concretas, en base a

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la teoría, respecto a lo que nos vamos a encontrar en los sistemas estudiados. No cabe duda que enesto aventaja el Darwinismo al ID, que no parece ofrecer herramientas para hacer este tipo depredicciones.

Parece claro que el contexto en el que nace el ID y el objetivo que lo anima desde el principio–la reacción frente al materialismo defendido por algunos en nombre de la ciencia–, es una causaimportante de que incurra en la mencionada confusión metódica. El núcleo de dicha confusiónpodríamos decir que se centra en la superposición de dos planos de racionalidad que estáníntimamente relacionados pero que, a la vez, deben distinguirse. Esta distinción nos lleva a dar unpaso más en la argumentación filosófica, concretamente nos conduce a la metafísica.

3.2.2. Crítica teológico-metafísica

Si entendemos la teología como una disciplina que trata de profundizar en el conocimiento deDios partiendo de la revelación divina y con la razón iluminada por la fe, podríamos decir que elID no entra en diálogo con ella directamente. El ID repite insistentemente, aunque a veces lodesmiente con afirmaciones como las de Dembski reproducidas anteriormente, que no presuponennada que no venga dado por la experiencia empírica respecto a la inteligencia que diseña lossistemas. Afirman, por tanto, que su punto de partida es la experiencia empírica y se rechaza,además, la adhesión a una fe previa. Entre sus filas militan personas de credo diverso. La mayoríason cristianos protestantes, hay también católicos, y cuenta con algunos no creyentes.

El ID, en cambio, tiene conexión clara con una teología natural, es decir, con la que se ocupadel conocimiento de Dios que podemos desarrollar con la exclusiva ayuda de los principiosracionales y sin la ayuda de la fe. Pero si tiene conexión con la teología natural, también la tienecon la teología basada en la revelación. Los desarrollos que esta última hace son tambiénracionales y asumen todo lo que podemos conocer sobre Dios con las fuerzas de la razón. Nosinteresa en este punto, por tanto, abordar un análisis del ID desde el punto de vista de laMetafísica, sabiendo que esa crítica tiene eco teológico en los dos sentidos anteriormentealudidos.

Amplios sectores de la sociedad norteamericana, y no sólo los de origen fundamentalista, hanacogido con júbilo el nacimiento del Diseño Inteligente. Parece lógico que sea así ya que el IDcombate el materialismo difundido desde la ciencia, supuestamente con las mismas armas que losmaterialistas: la ciencia. Esta tarea la está realizando, además, de una manera más convincente yseria que el antiguo Creacionismo Científico. No es extraño, por tanto, que los defensores del IDse sorprendieran cuando algunos notables representantes de la filosofía tomista no compartieroncon ellos el mismo entusiasmo y, lo que parecía más extraño aún a los miembros del ID, queincluso ofrecieran una visión crítica más bien negativa del ID. Un tomista como Michael W.Tkacz narra la perplejidad que Meyer le manifestó cuando constató que no contaba con el apoyopara su causa de “los tomistas” como él. Tkacz llega a afirmar: «A pesar de sus afinidadesculturales y religiosas, aquellos que hacen filosofía en la tradición tomista y los que se handedicado al movimiento ID, se encuentran en las caras opuestas del tema crucial de la naturalezade la acción divina» [Tkacz 2007]

Un exponente del tomismo que ha trabajado en la relación entre ciencia, filosofía y religión,William Carroll, ha abordado la crítica del ID desde la perspectiva de la filosofía tomista. Lo quesigue constituye un análisis de los problemas que plantea el ID en el nivel filosófico aprovechandolas ideas centrales de la crítica de Carroll [Carroll 2000: 319-347].

Los científicos y/o divulgadores de la ciencia materialistas desafían de una manera abierta, y

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con el supuesto apoyo de la ciencia, las nociones tradicionales de naturaleza, naturaleza humana yDios. Para Carroll dicho desafío es el resultado de un problema fundamental: confundir el ordende explicación biológico y el filosófico. Estos autores no admiten la distinción ampliamentedesarrollada por Tomás de Aquino entre el ámbito de la creación y el de las ciencias naturales. Deesta manera confunden el orden de las transformaciones materiales con el de la creación entendidacomo donación del ser de la nada. Para los materialistas la noción de creación queda al margen delo racional y forma parte de una fe a la que, por supuesto, no dan crédito. En cambio, para Tomásde Aquino, la noción de creación no requiere la fe, aunque sea ésta la que nos ha dado las pistaspara descubrirla y desarrollarla racionalmente. Para el Aquinate la noción de creación pertenece ala metafísica y la fe intervendría en la solución de una cuestión a la que nosotros no llegamos adar una respuesta racional: la creación del Universo en el tiempo. Parece claro que la distinciónentre la noción metafísica de creación y la noción de creación en el tiempo es solidaria de ladistinción entre los dos órdenes señalados. Los autores materialistas se mueven intelectualmenteen el orden de las transformaciones y, consiguientemente, parece lógico que rechacen la noción decreación. Pero esta creación sería entonces la noción de creación en el tiempo sobre la cualtambién S. Tomás pensaba que no era racionalmente demostrable.

Esta confusión en la noción de creación dio origen desde su formulación metafísica anumerosos problemas que todavía no nos han abandonado. El núcleo de todos ellos es laconfusión de órdenes mencionada y ya se planteó de una manera abierta en la Edad Media.Sucintamente se podría expresar así: si Dios es omnipotente y capaz de crear, entonces la cienciade lo real no es posible. La raíz de esta afirmación nace precisamente de lo que se entiende porcrear. Si la noción de crear es la que comparece en la expresión creación en el tiempo, entoncesnos estamos moviendo en el orden de las transformaciones y, en consecuencia, se encuentra uncierto conflicto entre la actividad de Dios que crea y la actividad de los agentes causales naturalesque ejercen su influjo siempre en el ámbito de las transformaciones materiales.

S. Tomás, por el contrario, entendía la noción de creación como un acto radical del ente que,por así decir, le acompaña siempre, que no se distancia en el tiempo porque da el ser. Ladependencia del ente respecto de su Creador es completa y trasciende el tiempo como medida onúmero del movimiento. Cuando la creación se entiende de esta manera no hay conflicto entre laactividad de Dios y la actividad de las criaturas. Tradicionalmente, a la acción causal de Dios se leha denominado causa primera, mientras que al resto de los agentes causales se les ha llamadocausas segundas. Esta distinción quiere dar cuenta de la existencia de dos órdenes de causalidadcompenetrados y de su no incompatibilidad. Cada causa actúa en su orden y sin interferencias.

Es indudable que la noción de creación, junto con las nociones necesarias para su desarrollofilosófico –la de acto de ser y esencia, por ejemplo, o la de causa primera–, han presentadomuchas más dificultades a lo largo de la historia de la filosofía que las derivadas de la simpleconsideración de las transformaciones materiales. La aceptación de que la noción de creación esinteligible y, consiguientemente, perteneciente propiamente al ámbito de la razón, no ha sidosiempre pacífica y ha encontrado resistencias desde el mismo momento en que fue formulada.

Un ejemplo, al que hace referencia Carroll, de los problemas que surgen por una comprensióninsuficiente de la noción de creación o, de manera equivalente, por la confusión de planos queestamos comentando es ya explícito, por ejemplo, en Averroes. Para el autor musulmán del sigloXII habría incompatibilidad entre la omnipotencia de Dios y la existencia de las ciencias de lanaturaleza. Averroes rechazaba la doctrina de la creación de la nada. Si Dios interviene con suomnipotencia en la naturaleza, entonces quedarían en suspenso las regularidades que hacenposible las ciencias naturales. Es claro en este autor el conflicto entre la causalidad de Dios y las

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causalidades que estudian las ciencias de la naturaleza, las que después serían llamadas causassegundas. Es el mismo problema que subyace en la aparición del nominalismo.

La noción de creación de Tomás de Aquino da una clara respuesta a este problema: Dios actúa,es omnipotente porque es causa del ser en cuanto creado de la nada, lo cual no entra en conflictocon el ejercicio de la causalidad propia de las criaturas, que ejercen su influjo causal según sunaturaleza y sin ningún obstáculo o corrección por parte del Creador. Para Tomás de Aquino, laacción divina no sólo no es incompatible con las causas segundas sino que las sustenta respetandosu modo de causar propio. La acción divina es entendida en un nivel de racionalidad distinto alque es propio de los métodos de las ciencias naturales. El esquema desarrollado por Tomás deAquino elimina el conflicto de intereses causales y, además, realza la omnipotencia de Dios que escapaz de dar el ser a entidades que son a su vez causas reales. De modo que podemos decir quetodo efecto procede de Dios como causa primera trascendente, y también, total e inmediatamentede las criaturas como causas segundas.

Las dificultades que surgen hoy en día en la articulación de la ciencia y la religión son unareedición de las que ya aparecen en la Edad Media y nacen, según Carroll, del olvido de lasmencionadas distinciones tan finamente trazadas por Tomás de Aquino. Además, los conflictosexpuestos se agrandan cuando se sitúan en un contexto en el que se defiende la verdad de loscontenidos de la Sagrada Escritura entendiéndolos en un sentido literal. Podríamos decir que estetipo de lectura alimenta la confusión de los dos órdenes causales explicados.

La confusión de los dos órdenes tiene matices propios con relación a la explicación que se hacea veces, desde la Física, del origen del Universo. Carroll señala que en la actualidad hay filósofos–William Lane Craig, por ejemplo– que defienden que el Big-Bang es una confirmación de ladoctrina de la creación de la nada. En realidad dicha teoría es una explicación de una fase,ciertamente singular, de la historia del Universo, pero no deja de ser una explicación científica.Desde la ciencia no se puede afirmar o negar nada que corresponda al nivel de la causa primeracuyo influjo, que no es causal en el sentido en el que lo entiende la ciencia, se extiende a todo loque es, precisamente por el hecho de ser. Habría que dar la razón a Averroes en la afirmación deque las ciencias naturales quedarían en una situación precaria, si se admitieran singularidadesocurridas en la naturaleza –por ejemplo el Big-Bang– sobre las que no se aceptara otra explicaciónque la intervención directa de Dios. Admitir intervenciones extraordinarias o singulares de Diospara iniciar o guiar los procesos naturales, es decir, en el nivel de las causas segundas, sería cerrarpuertas a la ciencia tal como hoy se entiende y practica con tanto éxito.

Carroll afirma sobre el ID, a la luz de la distinciones explicadas, que el diseñador del que hablaBehe no es el Creador de Tomás de Aquino. El discurso desarrollado por el ID se mueve en elnivel de las llamadas causas segundas. En realidad, con esta afirmación Carroll no contradice loque defienden los promotores del ID ya que, como hemos visto, ellos no afirman que sea Dios eldiseñador al que llegan, aunque tampoco lo niegan: la posibilidad, por así decir, queda abierta paraquien así lo quiera pensar por motivos subjetivos. El ID habla de causas o agentes inteligentes,pero no identifican a estas causas necesariamente con Dios. En cualquier caso, después de loexpuesto más arriba, defender positivamente que el diseñador del ID es Dios supondría concebirun Dios muy pobre y, desde luego, como afirma Carroll, no sería en absoluto el Dios del que noshabla Tomás de Aquino, el Dios de la teología. Parece claro que dejar simplemente abierta estaposibilidad es ya una forma de moverse en una cierta confusión de planos u ordenes causales.

Carroll sostiene que una cosa es la “propuesta epistemológica” del ID: afirmar que haysingularidades que no sabemos explicar, y otra distinta la “propuesta ontológica”: admitir que nopoder explicar esas singularidades implica la existencia de un diseñador inteligente que las ha

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producido. En base a esta distinción Carroll defiende, y en esto coincide con otros muchos comoel mismo Collins, que el ID es una versión moderna y sofisticada, basada en fenómenosbiológicos, del argumento para la demostración de la existencia de Dios llamado “Dios de losagujeros”. En este caso se trata de una versión especial, porque en realidad el ID no reclamanecesariamente la intervención de Dios, sino la de un agente del que sólo se afirma que esinteligente y que, como tal, actúa en un nivel distinto al nivel de las leyes naturales.

Hay, además, una importante diferencia entre la noción de “complejidad irreductible” y elclásico argumento del “Dios de los agujeros“, aparte del hecho de que lo que se postula en el IDno es a Dios sino a un agente inteligente. Lo que dice Behe, por ejemplo, no es que no sepamoscómo está hecho tal o cual sistema y entonces llenamos ese hueco de nuestro conocimientopostulando una intervención ajena a las leyes naturales, sino que las leyes naturales nos llevan anegar la posibilidad de llenar el hueco. Lógicamente si esa afirmación fuera correcta, la únicaalternativa posible sería la intervención de un agente ajeno a dichas leyes. La disyuntiva seplantearía de esta manera en un nivel estrictamente científico. Nos topamos entonces en la extrañasituación de que, supuestamente, desde la ciencia se estarían defendiendo tesis opuestas. Parececlaro que, o bien los que defienden ambas alternativas (ID y evolucionismo materialista) estánhaciendo algo más que ciencia, o bien se están apoyando en una ciencia metódicamenteinsuficiente. Esto último sí daría la razón a los que acusan al ID de ser un “tapa agujeros”. Si setrata de tener en cuenta lo que la ciencia puede decir sobre la alternativa planteada, entonces notenemos más remedio que remitirnos a la discusión de la crítica científica de Collins del apartadoanterior. Pero retomaremos este punto más adelante.

La objeción de la distinción entre causas primera y segundas, como es natural, no ha pasadotampoco desapercibida a los defensores del ID. William Dembski la afronta en uno de sus libros,pero de una manera sumaria y superficial. La reduce a una mera estrategia de los teístas parapoder afirmar el diseño dejando abierta la posibilidad a la ciencia de mantenerse en unnaturalismo metodológico. Dembski afirma lo siguiente: «En general, la distinción entre causasprimeras y segundas hace la acción divina invisible para la ciencia. Esta distinción es en últimainstancia lo que se esconde tras las estrategias populares para establecer la paz entre ciencia yreligión, tal como el NOMA (Non-Overlapping Magisteria) de Stephen Jay Gould (…). Todasestas maniobras de los evolucionistas teístas para poner en consonancia la acción divina con laciencia, dejan intacto el contenido de la ciencia, incluida la teoría evolucionista darwiniana. Deeste modo, cuando utilizan estas maniobras para atribuir diseño a ciertas características delmundo, lo hacen a pesar de la ciencia y no por causa de ella» [Dembski 2006: 300].

Aunque, como hemos visto, Tomás de Aquino tenía presente el problema de la compatibilidadde la acción divina con las causas naturales, no parece, incluso por el momento histórico en que seformula por vez primera, que en el Aquinate sea una simple estrategia para resolver dichoproblema. Para empezar, la ciencia entonces no tenía la misma consideración que en la actualidad.Tomás de Aquino trata mas bien de racionalizar la difícil noción de creación. Parece que Dembskino distingue bien lo que implica la existencia de esos dos niveles de causalidad y cómo serelacionan. Y es manifiesto el empeño de Dembski, como ocurre con el resto de los miembros másimportantes del movimiento, de que la discusión permanezca en el ámbito científico, es decir,dentro de lo puramente empírico: no parece servirle ningún diseño que no se pueda afirmar desdela ciencia.

Dembski dice: «Según esto [la distinción entre causas primera y segundas], Dios, la causaprimera, emplea causas segundas, como los procesos ordinarios de la física y la química, paraejecutar los propósitos divinos» [Dembski 2006: 299]. Aquí se pone de manifiesto que en realidad

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no distingue dos niveles reales de causalidad, sino más bien una simple diversidad de causas–incluida la causa primera– que actúan en un mismo plano ontológico causal: el de lastransformaciones. Para Dembski, y teniendo en cuenta el modo en que explica aquí estadistinción, Dios cumpliría con sus propósitos o fines en el mundo, según el mismo esquema causalaplicado en el ámbito de las transformaciones materiales, sirviéndose de los procesos físico-químicos y ocultando su mano al hacerlo: Dios emplea –employs es la palabra que utiliza en laversión original [Dembski 2004: 264]– las causas segundas. No queda claro en su breveexplicación cómo es posible hacer esto: emplear y ocultar su mano. No es ésta la argumentacióntomista. Lo que parece claro es que Dembski piensa que Dios, de hecho, no oculta su mano altratar de cumplir sus fines y, por tanto, no habría en realidad posibilidad de establecer esaestratégica distinción en el tipo de causalidad que sería, consecuentemente, artificiosa.

En la defensa contra la objeción de la confusión de órdenes de causalidad, Dembski acusarecibo de que se plantea la objeción, pero en realidad no aborda toda la carga filosófico-metafísicaque la objeción lleva consigo. La argumentación de Dembski frente a ella es coherente con lapretensión del ID de hacer solamente ciencia y, por tanto, de permanecer en el terreno de lastransformaciones materiales. Pero la no consideración del nivel correspondiente a la causa primerahace que las tesis que se sostienen desde esa perspectiva presenten multitud de problemas: se dejaa Dios fuera del discurso pero se introducen agentes inteligentes y necesarios que están, por tanto,en un nivel superior a lo natural; se deja de lado la intervención de Dios, pero se mantiene lanecesidad de ejercer una actividad que podría ser de su competencia si alguien, subjetivamente, loestimase oportuno. En definitiva, se intenta permanecer en un plano, el científico empírico, peroen realidad se recurre también a otro plano superior que es necesario para explicar todo lo que laexperiencia nos muestra en el primero.

Coherentemente con la distinción de dos ámbitos en el ejercicio de la causalidad, Carrollcomparte con autores como Peter Hodgson [Hodgson 2005: 126], Marie George [George 2002] oMariano Artigas, la tesis de que es necesario distinguir sin separar tres ámbitos metódicos:ciencia, filosofía y religión. Esta es una de las tesis principales del libro La mente del Universo, enel que Artigas sostiene que la filosofía desempeña una importante e insustituible función depuente entre la ciencia y la religión: no hay “intersección” entre ciencia y religión sino a través dela filosofía [Artigas 2000: 40 y ss.; 2004: 169]. Parece necesario afirmar con estos autores que,ciertamente, las ciencias son competentes para dar razón de los cambios que ocurren en el mundonatural, lo cual no significa que todo en la naturaleza pueda ser explicado en términos científicos.Explicar lo que es el mundo natural reclama respuestas tanto a las ciencias empíricas como a lafilosofía, y en este caso particular, a la filosofía de la naturaleza. Cuando se trata de explicar lanaturaleza en su globalidad, el intento de permanecer en la ciencia empírica que es defendidotanto por los evolucionistas materialistas, como por sus oponentes los defensores del ID, es lógicoque de lugar a incoherencias e incluso aporías.

Dembski, no obstante, parece encontrar respuestas a todas las objeciones que se le plantean. Defondo, el escudo con el que se protege de todas ellas es que el ID se mueve exclusivamente en unplano científico empírico y que no dicen, como sí hacen sus oponentes, nada que no venga dadopor la experiencia científica. Son los hechos los que les llevan a la conclusión de la existencia desistemas diseñados inteligentemente. Cuando se examinan muchos de los argumentos defendidospor el ID, en particular los de Behe, que son los que se refieren directamente al mundo de los seresvivos, vemos que efectivamente se mueven dentro del ámbito científico. En cambio, es discutiblela cientificidad del salto hasta el diseño a partir de dichos argumentos. Pero, además, la ciencia noes una: no admite un método único. La reducción que las ciencias introducen en el estudio de susobjetos implica que la realidad no se puede estudiar con un solo método. En la exposición de la

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noción de Complejidad Irreductible ha quedado suficientemente manifiesto que la perspectiva queemplea Behe podría recibir la calificación de mecanicista. Ese enfoque, que lleva a explicar todolo que ocurre en base a los elementos componentes del sistema y sus interacciones (perspectivabottom-up) no tiene por qué ser valida para explicar todo o incluso la mayoría de lo que ocurre enel conjunto de la naturaleza y, en particular, en el mundo de la vida.

El empeño por mantenerse en el ámbito de lo empírico que profesan los defensores del ID leslleva, de un modo particular a Behe, a mantenerse dentro de la perspectiva mecanicista.Curiosamente, aunque aquí ya no podamos desarrollar esta afirmación, pero así lo piensa tambiénCarroll [Carroll 2003: 77], por ejemplo, esa perspectiva, la mecanicista, es compartida por susoponentes. Quizá parte del esfuerzo del ID por mantenerse en ese plano sea consecuencia del afánde combatir el materialismo científico con sus mismas armas, de poder demostrar que con sumétodo no se puede ser materialista. Efectivamente, el ID es un ejemplo de cómo partiendo de lospresupuestos asumidos por los materialistas afloran aporías que no tienen solución dentro de dichométodo. Encuentran, por así decir, fisuras al materialismo desde dentro.

Las tesis materialistas no son propiamente científicas sino que son ideología, como señalaacertadamente Ayala: «la ciencia no implica el materialismo metafísico» [Ayala 2007: 178]. A losdefensores del ID no les importa calificarlas de filosofía, aunque sería más exacto calificarlas deideología. El problema es que los defensores del ID tampoco resuelven el problema desde suspretendidos presupuestos, es decir, desde la ciencia empírica: de hecho no pueden hacerlo. Tienenque recurrir a agentes inteligentes, y ese recurso habría que considerarlo, desde los sus supuestos,una confusión de planos. Quizá no sea una confusión entre causa primera y causas segundas, perosí entre diversos niveles de racionalidad. No se trataría ya sólo de una omisión de la metafísica ode la filosofía de la naturaleza, sino incluso de la adopción de un método científico que no seríaadecuado para estudiar un tipo de problemas particulares que exigirían un método científicodiverso: concretamente uno adecuado para describir los problemas que afectan a los fenómenosvitales. El problema se agrava más aún si se introducen en el discurso términos como inteligencia,que el ID maneja con profusión pero sin que al final ofrezca realmente una caracterización de ella.Es claro que desde una perspectiva mecanicista hacerlo sería imposible. Lo que hacen es asumiruna noción de inteligencia que no es sino la vía de escape a la aporía a la que lleva el métodomecanicista empleado. Se podría decir incluso que lo que hacen es ofrecer una caracterizaciónmecanicista de lo que es la inteligencia, con el reduccionismo que esto comporta.

4. Conclusión

En el recorrido que acabamos de hacer hemos pasado más o menos cerca de temas que estánrelacionados con los problemas que suscita el Intelligent Design. El debate suscitado por el ID esinteresante y fructífero porque, aunque sus propuestas estén desenfocadas e induzcan de hecho aconfusión, constituyen un desafío al materialismo y obligan a replantearse cuestiones que ya sehabían dado por supuestas o se pensaban resueltas sin estarlo verdaderamente.

El problema de la demarcación de la ciencia y su alcance en la comprensión de la realidad, lanecesidad de cultivar una filosofía de la naturaleza que no es idéntica ni a la metafísica ni a lasciencias experimentales y el problema del materialismo que se difunde con demasiada frecuenciaen nombre de la ciencia, son algunos de los temas suscitados por las propuestas del IntelligentDesign, que han ido compareciendo a lo largo de este tratado. Las dificultades planteadas por elID reclaman a filósofos y científicos que dirijan su atención una vez más a nociones como las demateria, finalidad, causalidad, espacio y tiempo, movimiento o vida. Nociones que son

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propiamente filosóficas, que tienen relevancia para la religión, y que deben sustentarse en laexperiencia que tenemos del mundo natural. Una experiencia que se ha visto enriquecida en losúltimos siglos de una manera excepcional gracias a la ciencia.

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6. Recursos online

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¿Cómo citar esta voz?

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COLLADO, S., Teoría del Diseño Inteligente (Intelligent Design), en FERNÁNDEZ LABASTIDA, F.– MERCADO, J. A. (editores), Philosophica: Enciclopedia filosófica on line, URL:http://www.philosophica.info/archivo/2007/voces/diseno_inteligente/Diseno_inteligente.html

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