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20/10/2015 Teoría de la historia | Instituto Superior del Profesorado "Dr. Joaquín V. González". Departamento de Historia ● Universidad Nacional de General Sarm… https://introduccionalahistoriajvg.wordpress.com/ 1/13 Teoría de la historia Instituto Superior del Profesorado ʺDr. Joaquín V. Gonzálezʺ. Departamento de Historia ● Universidad Nacional de General Sarmiento. Instituto de Ciencias BUENOS AIRES ARGENTINA Estado | 20 de octubre de 2015 Conceptos políticos, tiempo e historia. Nuevos enfoques en historia conceptual [2013] (h ttps://introduccionalahistoriajvg.files.wordpress.com/2015/10/9788481026108.jpg) El estudio histórico de los lenguajes y conceptos políticos despierta un interés creciente entre sectores académicos cada vez más amplios. Junto a muchos historiadores, no pocos estudiosos en ciencias sociales, filosofía y humanidades han encontrado en la obra de Reinhart Koselleck una fuente de inspiración y un estímulo para sus trabajos. Los ensayos reunidos en este volumen, escritos por reconocidos especialistas de muy diversa formación y procedencia, ofrecen un panorama de los principales enfoques y desafíos metodológicos que afronta hoy en día la historia conceptual, así como algunos trabajos específicos sobre ciertos conceptos fundamentales de la Modernidad. Este libro, ‑editado por Ediciones Universidad de Cantabria y McGraw‑Hill Interamericana de España‑, combina reflexiones teóricas y orientaciones generales sobre la investigación en la historia de conceptos con una serie de textos referidos al caso de España y al mundo iberoamericano. Los ensayos se agrupan en tres divisiones: “Historia conceptual y disciplinas afines”, “En torno a la semántica histórica de los tiempos modernos”, y “Sobre temporalidad y nacionalidad de los conceptos: lenguajes y experiencias en el espacio y en el tiempo”. [J. C. R. “Una nueva forma de mirar la historia a través de las palabras”, in El Diario Montañés (Santander), 25 de marzo de 2014] Deja un comentario Estado | 19 de octubre de 2015 Tradición e innovación en la historia intelectual. Métodos historiográficos [2013]

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TEORÍA DE LA HISTORIA

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20/10/2015 Teoría de la historia | Instituto Superior del Profesorado "Dr. Joaquín V. González". Departamento de Historia ● Universidad Nacional de General Sarm…

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Teoría de la historia

Instituto Superior del Profesorado ʺDr. Joaquín V. Gonzálezʺ. Departamento de Historia ● UniversidadNacional de General Sarmiento. Instituto de Ciencias BUENOS AIRES ❖ ARGENTINA

Estado  |  20 de octubre de 2015

✍ Conceptos políticos, tiempo e historia. Nuevos enfoques enhistoria conceptual [2013]

(https://introduccionalahistoriajvg.files.wordpress.com/2015/10/9788481026108.jpg)Elestudio  histórico  de  los  lenguajes  y  conceptos  políticos  despierta  un  interés  crecienteentre sectores académicos cada vez más amplios. Junto a muchos historiadores, no pocosestudiosos  en  ciencias  sociales,  filosofía  y  humanidades  han  encontrado  en  la  obra  deReinhart  Koselleck  una  fuente  de  inspiración  y  un  estímulo  para  sus  trabajos.  Losensayos reunidos en este volumen, escritos por reconocidos especialistas de muy diversaformación  y  procedencia,  ofrecen  un  panorama  de  los  principales  enfoques  y  desafíosmetodológicos que afronta hoy en día  la historia  conceptual,  así  como algunos  trabajos

específicos  sobre  ciertos  conceptos  fundamentales  de  la  Modernidad.  Este  libro,  ‑editado  por  EdicionesUniversidad  de  Cantabria  y  McGraw‑Hill  Interamericana  de  España‑,  combina  reflexiones  teóricas  yorientaciones generales sobre la investigación en la historia de conceptos con una serie de textos referidos alcaso de España y al mundo iberoamericano. Los ensayos se agrupan en tres divisiones: “Historia conceptualy disciplinas afines”, “En torno a la semántica histórica de los tiempos modernos”, y “Sobre temporalidad ynacionalidad de los conceptos: lenguajes y experiencias en el espacio y en el tiempo”.

[J.  C.  R.  “Una  nueva  forma  de  mirar  la  historia  a  través  de  las  palabras”,  in  El  Diario  Montañés(Santander), 25 de marzo de 2014]

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Estado  |  19 de octubre de 2015

✍ Tradición e innovación en la historia intelectual. Métodoshistoriográficos [2013]

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20/10/2015 Teoría de la historia | Instituto Superior del Profesorado "Dr. Joaquín V. González". Departamento de Historia ● Universidad Nacional de General Sarm…

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(https://introduccionalahistoriajvg.files.wordpress.com/2015/10/9788499407357.jpg)Ladicotomía  que preside  este  polifónico  volumen  está  lejos  de  constituir un  terreno  firmedesde el que examinar el recorrido de la historia intelectual, pese a la alegre presunciónque  toma  la  continuidad  y  la  ruptura  por  ambientes  estancos,  sometidos  a  lógicasdivergentes.  Una  de  las  primeras  contribuciones  que  lo  forman,  «Ex  innovatiotraditio/Ex traditio innovatio. Continuidad y ruptura en la historia intelectual» (pp. 51‑74), firmada por Javier Fernández Sebastián, se encarga de hacer explícito lo que será unrumor  que  recorrerá  el  conjunto  de  la  obra,  a  saber,  el  recelo  hacia  el  excesivo

esquematismo  de  la  polarización  tradición/innovación  y  todas  sus  variantes  (nuevo/  viejo,cambio/permanencia,  continuidad/ruptura  e  incluso  sociedad  moderna/sociedad  tradicional).  No  sólo  setratará de  evidenciar  su  inoperancia por  la  estrechez a  la que pretende  someter una  entidad  tan complejacomo  la  historia  intelectual,  sino  también  de  poner  de  relieve  los  problemas metodológicos  aparejados  alestablecimiento  según  criterios  en  absoluto  desinteresados  de  aquello  que  deba  contar  como  una  genuinafractura. La hermenéutica gadameriana,  los trabajos de  la Escuela de Cambridge y, muy especialmente,  lasemántica de Reinhard Koselleck, constituirán propuestas cuya capacidad para ofrecer una alternativa a lamentada dicotomía será discutida no sólo en este, sino en el grosso de los escritos que forman el volumen quenos ocupa. Así pues, Tradición e innovación en la historia intelectual está compuesta por 15 textos, ademásde la introducción del editor, «Historia Conceptual: ¿Algo más que un método? » (pp. 11‑38) –que amén deservir de fundamento y argamasa teórica es una suerte de memoria del grupo de investigación que dirige.Dichos  textos  provienen  de  las  intervenciones  que  tuvieron  lugar  en  un  congreso  con  el mismo  nombrecelebrado en la Facultad de Filosofía y Ciencias de la Educación de la Universidad de Valencia entre los días7 y 9 de noviembre de 2012. Este trabajo colectivo pone en práctica el cultivo de la interdisciplinaridad y latransversalidad,  pero  no  lo  hace  desde  la  nada,  sino  como  consecuencia  de  su  objeto  preeminente  deinvestigación: la Historia Conceptual (Begriffsgesischte), que es abordada desde diferentes ángulos como loatestiguan  los  trabajos  de Faustino Oncina, Ernst Müller, Falko Schmieder, Gaetano Rametta  y  Juan deDios Bares,  que vamos  a presentar  a  continuación. Gracias  a  la  contribución de Ernst Müller,  «HistoriaConceptual  interdisciplinar»  (pp.  39‑49),  tenemos  noticias  de  las  tendencias  actuales  (agrupadas  en  seispuntos) de investigación en torno a la Historia Conceptual en Alemania así como un desarrollo exhaustivode una Historia Conceptual interdisciplinar que está cultivando el prestigioso Zentrum für Literatur‑ undKulturforschung Berlin –y que sirve, como afirma Faustino Oncina en la introducción, de ideal regulativode  ésta  y  otras  obras  editadas  por  él  mismo,  entre  las  que  se  anuncia  Conceptos  nómadas:  Auto‑determinación,  que  verá  la  luz  en  los  próximos  meses.  Su  objeto  de  investigación  son  los  denominadosconceptos  interdisciplinares,  en  la medida en que no prioriza  los conceptos como resultado de procesos deuniversalización, sino como efecto de transferencias en las fronteras entre las disciplinas,  las culturas y ellenguaje cotidiano. Si el capítulo de Müller está dedicado a mostrar las innovaciones dentro de la HistoriaConceptual,  «Formas  de  pensar  la  temporalización  y  su  transformación  histórica.  Una  discusión  conReinhart Koselleck» (pp. 81‑94) de Falko Schmieder se adentra en la tradición de la misma a través de unode los conceptos metodológicos capitales tanto de la teoría como de la práctica de la Historia Conceptual deKoselleck:  el  concepto  de  temporalización,  que  es  seguido  en  sus  distintas  dimensiones  históricas  para,  acontinuación, discutir su significado sistemático en la metodología y la teoría de la obra de Koselleck. Porotro lado, en el diálogo de la Historia Conceptual con otras metodologías o perspectivas afines que constituyeTradición e innovación en la historia intelectual cabe destacar el capítulo que Gaetano Rametta dedica a la«Teoría del discurso y arqueología: una  lectura de Foucault  en clave histórico‑conceptual»  (pp. 141‑149).En dicho trabajo se emprende la interesante tarea de entrecruzar de forma fructífera la Historia Conceptual

y  la  arqueología  foucaultiana  con  el  objetivo  de  mostrar  si  y  cómo  esta  última  puede  proporcionar

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20/10/2015 Teoría de la historia | Instituto Superior del Profesorado "Dr. Joaquín V. González". Departamento de Historia ● Universidad Nacional de General Sarm…

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y  la  arqueología  foucaultiana  con  el  objetivo  de  mostrar  si  y  cómo  esta  última  puede  proporcionarinstrumentos  útiles  para  una  reconstrucción  en  clave  histórico‑conceptual  de  los  acontecimientosintelectuales que caracterizan  la  formación de  la Europa moderna. Para ello, se confrontan y comparan eldiscurso  ofrecido  por  Koselleck  con  ocasión  del  85  cumpleaños  de  Gadamer  (titulado  “Histórica  yHermenéutica” y recogido en R. Koselleck y H.‑G. Gadamer, Historia y hermenéutica) y la Arqueología delsaber  señalando  ciertas  afinidades  y  puntos  de  encuentro  para  concluir,  no  obstante,  que  el  proyectoarqueológico  foucaultiano  es más  radical  en  la medida  en  que  cortocircuita  la  deriva  trascendental  de  laHistórica  de Koselleck,  pero  celebrando  las  fecundas  aplicaciones  de  la Begriffsgeschichte. En  la  senda  deprofundizar en las posibles aplicaciones de ésta se encamina el trabajo de Juan de Dios Bares titulado «LaHistoria Conceptual de Koselleck y la Historia Antigua» (pp. 200‑213). Tras denunciar que la centralidadatribuida por el autor de Futuro Pasado a la Modernidad lastra hasta cierto punto sus observaciones sobre elMundo  Antiguo,  el  capítulo  pretende  examinar  su  utilidad  para  la  comprensión  de  la  evolución  de  losconceptos  en  la  Antigüedad  a  través  de  los  trabajos  de  Christian Meier,  quien  emplea  las  herramientasproporcionadas  por  la  Historia  Conceptual  en  un  estudio  de  la  evolución  de  los  conceptos  en  el  mundogriego  que  va más  allá  de  desvelar  su  papel  propedéutico  respecto  a  los  conceptos  de  la Modernidad.  Lacuestión de la recepción de la Antigüedad es retomada por Salvador Mas en el capítulo «El poeta GottfriedBenn  visita  el  mundo  dórico  (pero  se  marcha  pronto)»  (pp.  215‑228),  trabajo  en  el  que  se  exploran  lascomplejas y tensas relaciones del poeta alemán con el Mundo Antiguo, entremezclándose cuestiones éticas,estéticas y políticas. Si en sus primeras obras Benn defendía y poetizaba un anti‑clasicismo y un vitalismoórfico‑dionisíaco,  entendiendo  los  problemas  del  yo  moderno  como  destino  de  la  cultura  occidental,  másadelante  se  identificará  con  las  tesis nacionalsocialistas,  aproximación que  culmina  en  el  ensayo «Mundodórico», seguida sin embargo de un rápido desencanto respecto de estas tesis: aparece entonces una nuevaconcepción de la Antigüedad, caracterizada por un explícito rechazo de todo lo político. Con los trabajos deJuan de Dios Bares y Salvador Mas se tiende un puente con el mundo antiguo, aunque el volumen tampocose  olvida del Barroco y  el  cultivo que  en  ese período  se hizo de  la historiografía. De  ello da  cuenta ElenaCantarino en «Genio de  la historia para entenderla y escribirla. Naturaleza y método de  la Historia en elBarroco español» (pp. 229‑237), contribución con la que se cierra  la obra y en la que se destacan algunosaspectos  importantes  de  la  concepción  y  el  método  de  la  historia  que  desarrollaron  diversos  tratadistasespañoles durante el  reinado de  los Austria. Además de este primer bloque de  textos en  los que se abordaalgún  aspecto  de  la  Historia  Conceptual,  encontramos  un  segundo  bloque  de  trabajos  que  tratanmetodologías  historiográficas  afines.  Entre  ellos  destacamos,  en  primer  lugar,  el  ensayo  que Ángel  Priordedica a las relaciones entre «Historia, conceptos y experiencia en Hannah Arendt» (pp. 105‑122). En él sereplantea  la  relación  de  Arendt  con  la  historia  de  las  ideas  revisando  la  conexión  entre  conceptos  yexperiencias en su reflexión sobre la historia. La ruptura de la tradición que supone el totalitarismo aparececomo premisa de su refutación de las filosofías de la historia, a la que Arendt opone una noción de historiabasada  en  la  conexión  con  la  acción,  en  la  ruptura  de  la  continuidad y  específicamente  en  el  análisis  deltotalitarismo  en  términos  de  cristalización  y  que  tiene  en  su  base  un  tipo  de  experiencia  tipificada  comoalienación del mundo, fundamento de su diagnóstico de la Modernidad. En segundo lugar, Antonio Lastraexamina la pertinencia de la micrología tal y como la entendía Leo Strauss, pero sin olvidar el uso que de ellase ha hecho tanto en la filosofía antigua como contemporánea, no sólo para leer sino también para escribir lahistoria de la filosofía, especialmente, la historia de la filosofía política, en un trabajo titulado «Micrología.Leo Strauss y la historia de la filosofía» (pp. 131‑140). En tercer lugar, Enrique Bocardo, en «El Dogma delas Intenciones Ilocutivas» (pp. 151‑172), lanza una dura invectiva contra la metodología seguida por unode los paladines de la historia de las ideas de origen anglosajón: Quentin Skinner. Movilizando al comienzola concepción wittgensteiniana de «mitología», Bocardo reconstruye el núcleo de  la metodología elaboradapor Skinner. Una vez delineada,  señala que en ella  intervienen elementos  incompatibles como es defenderuna  concepción  ilocutiva  del  acto  de  comunicación  y,  a  la  vez,  incorporar  la  noción  de  «paradigma»

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20/10/2015 Teoría de la historia | Instituto Superior del Profesorado "Dr. Joaquín V. González". Departamento de Historia ● Universidad Nacional de General Sarm…

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por Skinner. Una vez delineada,  señala que en ella  intervienen elementos  incompatibles como es defenderuna  concepción  ilocutiva  del  acto  de  comunicación  y,  a  la  vez,  incorporar  la  noción  de  «paradigma»elaborada  por  Ernst  Gombrich.  También  queda  reservado  un  espacio  para  albergar  y  dar  noticia  de  losdenominados «giros» que, cada cierto tiempo, irrumpen en el ámbito de las humanidades. Sobre los peligrosepistemológicos  que  pueden  entrañar  parece  prevenirnos  el  texto  de  Tomás  Gil  que  trata  los  «Efectosnegativos de  innovaciones conceptuales»  (pp. 75‑80). Como decíamos, dos son  las  intervenciones que dannoticia  de  ese  tipo  de  transformaciones  o  innovaciones  metodológicas  que,  consideramos,  tienen  especialproyección.  Por  un  lado,  en  «Biographical  Turn?  Sobre  el  retorno  de  la  biografía  como  métodohistoriográfico»  (pp.  188‑199)  Giovanna  Pinna  plantea  la  cuestión  de  la  biografía  filosófica  comoinstrumento de investigación historiográfica a la vez que reconstruye el aumento exponencial de las mismasen  las  dos  últimas  décadas  examinando  su  base  metodológica  como  reacción  al  antisubjetivismoestructuralista  y  posmoderno.  Por  otro  lado,  en  «El  giro  pictórico,  icónico  o  visual  en  la  historia  delpensamiento: el caso de Aby Warburg» (pp. 173‑188), Karina P. Trilles disuelve, en parte, las pretensionesde absoluta novedad del denominado, dependiendo de la tradición, giro icónico o pictorial, defendiendo comoprecursor  (olvidado)  al  historiador  del  arte  alemán  Aby  Warburg  al  tiempo  que  realiza  una  magníficapanorámica  de  su  obra mostrando  qué  paradigma  de  pensamiento  pretendió  derribar  y  las  herramientasmetodológicas  de  las  que  se  sirvió  para  la  comprensión  viviente  del  arte:  las  nociones  de  «Nachleben  derAntike» y «Pathosformel». Para  finalizar,  tenemos que referirnos a  los  textos de  Johannes Rohbeck e  IvesRadrizziani  que  llevan  a  cabo  sendas  reflexiones  sobre  la  historia  en  general  y  su  interpretación. Así,  en«Acción e historia» (pp. 95‑104) Rohbeck plantea que la tarea del historiador y del filósofo no es describir lahistoria como un hecho de  la realidad objetiva, sino darle un sentido a  la historia, por  lo que es necesarioinvestigar ese sentido. Frente a la narratología, que pone todo el acento en el sentido de la interpretación, elautor  se  propone  prestar  especial  atención  al  sentido  de  acción  y  hacerlo  mediar  con  el  sentido  de  lainterpretación, destacando la interdependencia entre ambos. Por último, en «Reflexiones sobre el estatuto dela  historia  de  la  filosofía»  (pp.  123‑130),  Radrizzani  trata  de  establecer  una  vía  intermedia  entre  elhistoricismo y la filosofía analítica, al considerar que ambos amenazan la posibilidad misma de una historiade la filosofía. El artículo intenta establecer un difícil equilibro al mantener, por un lado, una irreductibletranshistoricidad de la filosofía ligada a su estatuto de metaciencia al tiempo que, por otro lado, denuncia launilateralidad  de  un  acercamiento  que  afirme  el  primado  de  lo  teórico,  pues  conduciría  a  ocultar  la  raízpráctica y la necesaria historicidad de todos los conceptos. Tradición e innovación en la historia intelectual.Métodos  historiográficos  sigue  la  estela  de  otras  obras  editadas  por  Faustino  Oncina  como  Teorías  yPrácticas de la Historia Conceptual (2009), Palabras, conceptos, ideas (2010), Estética de la memoria (2011)y Giros  narrativos  e  historias  del  saber  (2013), mostrando  la  vitalidad  del  grupo  de  investigación  que  laanima.

[Nerea  Miravet  SALVADOR  y  Héctor  VIZCAÍNO  REBERTOS.  “Faustino  Oncina  Coves  (editor),Tradición e innovación en la historia intelectual. Métodos historiográficos, Madrid, Biblioteca Nueva, 2013,237 pp.” (reseña), in Revista de Libros de la Torre del Virrey (Valencia), nº 3, 2014]

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Estado  |  18 de octubre de 2015

✍ La Escuela de Fráncfort [1986]

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20/10/2015 Teoría de la historia | Instituto Superior del Profesorado "Dr. Joaquín V. González". Departamento de Historia ● Universidad Nacional de General Sarm…

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(https://introduccionalahistoriajvg.files.wordpress.com/2015/10/francfort1.jpg)Inútilbuscar  una  definición  sintética  de  la  Escuela  de  Fráncfort.  Existieron  diferencias  (nosiempre  las mismas ni en el mismo momento) entre sus  integrantes más  ilustres comoTheodor W. Adorno, Max Horkheimer y Herbert Marcuse. Cada uno de ellos exploró asu manera  y  con  distintos  acentos  la  dialéctica,  el marxismo  y  el  freudismo. Algunoshicieron  sus  contribuciones  más  profundas  en  la  estética  y  otros,  en  lo  social.Finalmente, un nombre icónico, como el de Walter Benjamin, no perteneció realmente alInstituto  que  fue  la  base  administrativa  de  la  Escuela;  y  la  teoría  de  la  acción

comunicativa de Jürgen Habermas no es una consecuencia  inevitable del pensamiento de sus mentores dejuventud.  Sin  embargo,  casi  todos  creemos  saber  de  qué  se  habla  cuando  se  menciona  a  la  Escuela  deFráncfort  y  la  Teoría Crítica. Versiones  difundidas  en  el  sentido  común  culto  fusionan  las  posiciones  deAdorno sobre estética y su intervención decisiva en el campo de la música moderna, la mirada detallista einnovadora de Benjamin sobre la cultura urbana y material, la gran suma filosófico‑histórica de Horkheimery Adorno  sobre  la  razón  ilustrada,  las  exploraciones  de Marcuse  sobre  la  subjetividad  en  el  capitalismo.Ellos,  los  francfortianos,  discutieron  largamente  mientras  mantenían  una  identidad  que,  pese  a  losconflictos,  es  rara  en  otros grupos. Son un mosaico,  pero  los unía una  tarea  común que hoy ya podemosdefinir  (sin  olvidar,  por  supuesto,  el  proyecto  de Sartre)  como  el  último gran  capítulo  de  la  dialéctica,  elúltimo capítulo posible del marxismo filosófico. La Escuela de Fráncfort, de Rolf Wiggershaus, publicado enalemán en 1986 y ahora editado en castellano, es una historia de este grupo excepcional. En 1940, murió,después de años de parálisis física e inhabilidad mental, el primer director del Instituto para la InvestigaciónSocial que se  fundó en 1924 con dinero aportado por Felix Weil, hijo de un exportador de cereales que sehabía enriquecido en la Argentina. Los tres años y medio que lo dirigió Carl Grünberg son un comienzo. Lasautoridades  universitarias  alemanas  miraban  con  desconfianza  a  ese  Instituto  financiado  por  un  jovenmecenas  marxista,  que  promovía  un  programa  marxista  de  investigaciones  y  repartía  sus  becas  entreestudiantes  también marxistas, muchos  de  ellos militantes  del  Partido Comunista.  Providencialmente,  laenfermedad de Grünberg hizo posible un nuevo comienzo. Cuando, en 1930, dejó la dirección del Instituto,el nombramiento de un casi desconocido Max Horkheimer fue una decisión administrativa que contenía ensu centro el futuro institucional de la Teoría Crítica. Los anales del Instituto pasaron a llamarse Zeitschriftfür Sozialforschung, nombre que se volvió clásico. En su conferencia inaugural, Horkheimer establecía undelicado equilibrio entre el programa francamente marxista de su antecesor (suscripto por el mecenas Weil)y una  fórmula  que  pudiera  sonar  aceptable  en  el medio universitario  alemán  que,  aunque  singularmenteavanzado en Fráncfort, de todos modos no habría tolerado por mucho tiempo un programa de investigaciónexclusivamente  centrado  sobre  el marxismo. Así, Horkheimer  se  refiere a  la  filosofía  clásica alemana, a  laidea de totalidad en Hegel y extrae de allí la fundación metodológica y teórica de un proyecto que investigaralas relaciones de economía, sociedad y cultura. Como queda ampliamente probado por Rolf Wiggershaus, lallegada  de  Horkheimer  fue  inesperada,  estratégicamente  astuta  y  finalmente  providencial.  Con  tododetallismo, Wiggershaus cita las cartas, las instrucciones y las observaciones ministeriales que armaron eltinglado en el cual pareció prudente aprovechar  la enfermedad de Grünberg para  imprimir un giro. En laextensa lista de nombres que protagonizan o son figuras secundarias de este primer capítulo, Wiggershausofrece pruebas de una recurrencia: son muchos los judíos (conservadores o liberales, pero siempre ilustradosy  de  sentimientos  profundamente  alemanes,  es  decir,  judíos  integrados),  burgueses  urbanos,  grandescomerciantes o industriales con inclinaciones a la acción pública prestigiosa y el mecenazgo de las artes y lasciencias. Aunque Wiggershaus no lo subraya especialmente, es significativa esta tipología porque, frente aella, las persecuciones del nazismo, que sucederían muy pocos años después, no se vuelven incomprensibles

para quienes las desataron, pero sí, en gran medida, para quienes las padecieron en esta franja que no estaba

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para quienes las desataron, pero sí, en gran medida, para quienes las padecieron en esta franja que no estabahabituada ni  a  la  segregación ni  al desprecio. Después del “relato de  comienzos”,  se pasa a  las biografíastempranas  de  los  principales  integrantes  del  grupo:  desde  las  novelas  escritas  por  Horkheimer  en  sujuventud a  la  formación  judaica y psicoanalítica de Erich Fromm, que se plantea el  cruce  teórico entre  lateoría de los instintos y la teoría de clases, y termina fijando en el Instituto la primera sede universitaria delpsicoanálisis  en  Alemania.  Estas  detalladas  e  interesantes  “vidas  francfortianas”,  de  todos  modos,interrumpen el  curso de una historia. Arman un  friso biográfico, donde no es posible detenerse en  lo quequizás hubieran sido algunos paralelos significativos (Horkheimer como una especie de Engels joven y judío,por ejemplo, poniendo de manifiesto, por si hiciera falta una vez más, la pertenencia de los judíos al suelo dela  cultura  alemana,  y  también  las  insospechadas  supervivencias  de  romanticismo  social  en  sus  obrasjuveniles).  Quizás,  el  intercalado  de  las  vidas  en  curso  de  formación  intelectual  no  haya  sido  la  mejorestrategia  expositiva,  aunque  cada  vida  tomada  en  sí  misma  es  interesante  como  una  miniatura.  Otraestrategia de exposición habría partido de los grandes teóricos leídos por casi todos, como Lukacs o Korsch oWeber,  para  delinear  un  trayecto  común  a  la  época.  Sin  embargo,  aunque  las  biografías  juvenilesinterrumpan la historia de los primeros años del Instituto, abren una perspectiva desde la que se compruebaque  allí  se  reunieron  tendencias  que  estaban  un  poco  por  todas  partes  en  la  izquierda marxista  alemanaintelectual y juvenil, que se consolidaron porque el Instituto les dio una adscripción académica y el dineroque la universidad de Fráncfort no habría invertido. El capítulo donde transcurren estos primeros años llevael nombre significativo pero intrigante de “El ocaso” (Dämmerung, que la edición en inglés traduce, menosherméticamente,  por  “Amanecer”,  tal  como  lo  permite  la  palabra  alemana). El  título  es  el  de un  libro  deHorkheimer, publicado en 1934, donde Wiggershaus encuentra la prueba de que tenía ya el programa de unafilosofía futura y de una “teoría científica de la sociedad”. Ese programa atravesó más de tres décadas, comoconvicción,  como  promesa,  como  horizonte  discutido  por  la  propia  Teoría  Crítica.  José  Sazbón,  granespecialista  argentino  desparecido  hace  dos  años,  sintetizó  el  conflicto  finalmente  generado  por  la  idea  detotalidad que los lineamientos de Horkheimer compartían con Lukacs. Sazbón concluye que el hegelianismototalizante del programa de Horkheimer se “dislocará” en las vías recorridas por muchos francfortianos: elpsicoanálisis, la antropología, la crítica nietzscheana. Las historias intelectuales que incluye Wiggershaus eneste  primer  capítulo  son  una  demostración  de  que,  desde  el  comienzo,  la  teoría  crítica  era mucho más  ymucho menos de lo que prometía. Lo muestra el itinerario, en los años veinte, de Theodor Adorno, que haceun  pasaje  breve  y  frustrante  por  el  Instituto,  se  va  a  Berlín  donde  tiene  una  relación  fundamental  conBenjamin  y  regresa  para  trabajar  con  Paul  Tillich  y  establecerse  en  ese  marco  institucional,  aunquedesconfiando  o  recusando  la  idea  de  una  totalidad  inalcanzable  en  la  filosofía  contemporánea.  Pero  unverdadero ocaso, no simplemente el de la idea hegeliana de totalidad, amenazaba a los jóvenes de Fráncfort.El mismo día en que Hitler fue nombrado canciller del Reich, las SA (tropas de choque de camisas pardas) seapoderaron de  la  casa de Horkheimer. Comenzó  el  exilio  que  llevó  a  los  francfortianos  a Estados Unidos.Adorno, siempre siguiendo un camino diferido o diferente, intentó una carrera en Oxford, donde se lo ubicó,para  su  humillación,  en  el  lugar  del  estudiante  de  doctorado.  Wiggershaus  cita  largamente  lacorrespondencia  de  1934  entre Adorno  y Horkheimer:  “Usted  (le  escribe Horkheimer)  si  no  ha  cambiadomucho, es una de las pocas personas de las cuales el Instituto y la especial tarea teórica que busca cumplirtienen algo que esperar en el plano intelectual”. Aunque la afirmación fuera, en ese momento, injusta conErich  Fromm,  todo  acontece  en  el  relato  de Wiggershaus  como  si  Horkheimer  conociera  el  borrador  delfuturo  o  como  si  algunos  rasgos  personales  de  Adorno  alcanzaran  para  explicarlo.  “Fijaciones”  o  celos,desconfianza  hacia  otros  intelectuales  como  Kracauer,  disidencias  pequeñas  pero  significativas  queterminaron en separaciones, como con Erich Fromm. Ambos, Adorno y Horkheimer, sentían en cambio unarara atracción por Benjamin, precisamente el que no llegó nunca al exilio. Wiggershaus deja dos cosas enclaro. La primera, más  indiscutible por menos  teleológica,  es que  tanto Horkheimer como Adorno estabanfascinados con Benjamin, y se lo comunicaban mutuamente en varias cartas de 1936, aunque quizá nunca

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claro. La primera, más  indiscutible por menos  teleológica,  es que  tanto Horkheimer como Adorno estabanfascinados con Benjamin, y se lo comunicaban mutuamente en varias cartas de 1936, aunque quizá nuncapensaron que pudiera integrarse del todo a la empresa común, por la persistencia en Benjamin en “conceptosteológicos”  insertados  en una  filosofía donde  tampoco  terminaba de  reconocerse  la dialéctica. La  segunda,que  era  casi  inevitable  que  Adorno  y  Horkheimer  terminaran  trabajando  juntos  en  la  Dialéctica  de  laIlustración, como si el nazismo, los desencuentros del año 34, en que uno ya estaba en Nueva York y el otrotodavía  tentado  en  seguir  una  carrera  como(https://introduccionalahistoriajvg.files.wordpress.com/2015/10/remote_nza4nty.jpg)crítico musical  en Alemania,  hubieran  sido  detalles  de  una  historia  empírica  que  nuncallegaron a poner en peligro esa obra esencial. Sin embargo, Wiggershaus también muestraque Horkheimer, siempre tajante en sus intervenciones como organizador, vaciló entre unacolaboración filosófica de gran alcance con Adorno y el camino multidisciplinario inscriptoen  el  programa  fundador  nunca  abandonado,  incluso  cuando  el  Instituto  regresó  a  suprimera  sede  alemana  después  de  la  guerra. Durante  el  período  norteamericano,  esa  víamultidisciplinaria  hizo  posible  la  alianza  con  Paul  Lazarsfeld,  trazando  un  desvío  más  académico  yempirista. Eran, sin embargo, hombres de texturas intelectuales muy diferentes: Lazarsfeld, cuando en 1938Adorno  se  sumó  al  proyecto  de  investigación  sobre  la  radio  y  sus  efectos,  le  estampó  el  estereotipo  del“profesor alemán que, no obstante, dice una cantidad de cosas interesantes”. Por esta misma extrañeza deorigen  y  formación,  Horkheimer  se  ve  obligado  a  explicar  varias  veces  por  qué  la  Zeitschrift  fürSozialforschung siguió siendo publicada en alemán hasta 1939, evitando las traducciones siempre peligrosas(por  su  tendencia  a  las  “simplificaciones  y  popularizaciones”),  y  también  porque  en  ese momento  era  laúnica  revista  independiente  publicada  en  esa  lengua.  Precisamente  en  su  último  número  en  alemán,  sepublicó un artículo de alto  impacto de Horkheimer: “Los  judíos y Europa”. Es característico del relato deWiggershaus recorrer cuántos caminos laterales aparezcan. El proyecto inconcluso de Benjamin sobre París,capital del siglo XIX es abordado en una pequeña monografía intercalada en uno de los capítulos dedicadosal  Instituto  en  Estados  Unidos.  Con  excelentes  fuentes  documentales  sigue  el  tortuoso  itinerario  delintercambio  entre Adorno y Benjamin, y  las objeciones de Horkheimer, que  son menos  significativas. Sinduda,  el  intercambio  entre  Adorno  y  Benjamin  es  un  punto  muy  alto  de  debate  y  colaboración,  dedesacuerdo, reconocimiento y también ceguera, pero surge el legítimo interrogante de si también lo fue en lahistoria  del  Instituto,  donde  Benjamin  no  aparece  nunca  como  una  figura  central,  sino  como  aquelintelectual magnético que atrae a algunos de sus miembros. Otro ejemplo de excelente análisis intercalado esel  de  Filosofía  de  la  nueva  música;  Wiggershaus  rastrea  las  razones  del  extraordinario  impacto  y  la“felicidad intelectual” que el texto de Adorno le produjo a Horkheimer. Esas páginas, como las dedicadas aBenjamin,  son  también  intermezzi  felices  dentro  del  tono  predominante  de  análisis  de  relacionesintelectuales  e  institucionales.  La  tercera  inserción  monográfica  de  estas  características  es  dedicada  a  lagénesis y discusión de Dialéctica de la Ilustración, esa obra magna que se convierte en una clave de bóvedadel proyecto, recoge líneas inconclusas del pensamiento benjaminiano y le da una centralidad a Horkheimery Adorno, desplazando hacia otros espacios, de manera definitiva o por bastantes años, a Fromm, Pollock yMarcuse. El libro de Wiggershaus es una historia de la línea central y de múltiples caminos laterales. Cadauna de  las  ocasiones  en  que Adorno disiente  con Horkheimer  (por  ejemplo  acerca del  ensayo de Marcusesobre el  carácter afirmativo de  la cultura, para mencionar sólo un caso), prueba que el mismo término deEscuela es poco apropiado. Parece mejor, referirse al Instituto, ya que esta denominación administrativa yacadémica  no  establece  los  mismos  compromisos  de  unidad  que  estuvo  siempre  amenazada  por  lasdesavenencias filosóficas de un grupo que se diferencia a medida que pasa el tiempo. Pero las disensiones nofueron solamente teóricas o metodológicas. Sobre todo en los Estados Unidos, en los difíciles años de fines delos treinta y comienzos de los cuarenta, cuando llegan definitivamente todos los emigrados, valen tambiénlos conflictos por la escasez de fondos; los manejos financieros de Horkheimer que, secretamente, se reservauna parte  importante de  los de  la Fundación que había  financiado al  Instituto en Alemania; su tenacidad

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los conflictos por la escasez de fondos; los manejos financieros de Horkheimer que, secretamente, se reservauna parte  importante de  los de  la Fundación que había  financiado al  Instituto en Alemania; su tenacidadpara presentar proyectos que intersectaran aquello que los financiadores académicos americanos y tambiéndel American Jewish Committee podían aceptar y lo que la gente del Instituto podía y se interesaba en hacer.Horkheimer, por otra parte, incitaba a los miembros con quienes simpatizaba menos a buscar sus medios devida  en  otras  agencias,  especialmente  en  las  del Estado norteamericano,  como  en  los  casos  de Marcuse  yPollock. El proyecto sobre antisemitismo fue el último gran proyecto diseñado en los Estados Unidos. En elcomité  consultivo  de  la  investigación  se  alinearon  celebridades  no  sólo  originadas  en  el  Instituto  sinotambién grandes nombres como Margaret Mead o Robert Merton. Wiggershaus, al compilar esos nombres,pone  en  evidencia  que,  originarios  de  Fráncfort,  sólo  quedaban  Adorno  y  Horkheimer,  además  de  LeoLöwenthal. En las infinitas maniobras que exigió la aceptación del proyecto queda de manifiesto no sólo ladestreza  administrativa  de Horkheimer  sino  también  la  inserción  lograda  en  el  exilio.  Llega,  justo  en  esemomento,  el  fin  de  la  guerra.  Quienes,  como  Marcuse,  trabajaban  en  agencias  de  los  Estados  Unidosespecializadas en los problemas del conflicto, se quedaron sin trabajo y Horkheimer les hizo saber que no lesestaban esperando sus antiguos puestos, aunque el futuro de la Zeitschrift ocupara a Marcuse tanto como aél  y  a Adorno.  En  la  nueva  situación,  la  revista  podía  recuperar  un  espacio  público  europeo  que  estuvoclausurado durante el nazismo. Europa, visitada en esos años de posguerra, puede que “esté condenada porla historia”, pero “el hecho de que todavía existe pertenece también a la  imagen histórica y abriga la débilesperanza de  que  algo de  lo humano  sobreviva”  (escribía Adorno  a Horkheimer  en 1949). Muchos de  losexiliados regresaron. En este punto del relato de Wiggershaus podría hacerse un señalamiento. Su historia esincreíblemente detallada en lo que concierne a la génesis de obras y proyectos; los desplazamientos internosdel grupo por afinidades filosóficas y personales; y las infinitas tácticas ensayadas frente a las institucionesnorteamericanas  en  los planos  financiero y académico. Una dimensión  se  extraña  en  toda  esta prodigiosareconstrucción:  la del  campo del  exilio  en su conjunto y  la del  impacto  en estos  europeos pura cepa de  lasociedad americana en la que se insertaron. En este punto, el relato, que sigue todos los desvíos necesarios,no se propone la reconstrucción de una escena más amplia. Digamos que no es suficientemente materialistaen lo que concierne al paisaje urbano, cultural y social en el que los exiliados vivieron y que había provocadoen ellos el famoso reflejo del “espléndido aislamiento”. Esa ausencia de atmósfera no ocurre, en cambio, en elcomienzo del sexto capítulo, el del regreso definitivo a Fráncfort. El choque es violento porque los hombresdel Instituto habían emigrado de una Alemania donde la cultura producida por judíos e influida por ellos eraesencial. La nación dividida a  la  que  regresaban  les presenta  sólo  el  vacío donde  esa  cultura había vividoenérgicamente.  Fráncfort  los  recibió  en  triunfo.  Sin  embargo,  para  refundar  el  Instituto,  era  necesarioconseguir  los  fondos.  Para  convencer  no  a  inexistentes  mecenas  judíos  sino  a  la  burocracia  estatal,Horkheimer argumenta casi con  las mismas palabras de su programa  inicial: unir  la  tradición  filosófica ysocial  alemana  con  las  investigaciones  empíricas,  sólo  que,  en  esta  ocasión  acaecida  veinte  años  después,sumando  los aportes metodológicos de  la sociología norteamericana  (con  la que Adorno ya no  tendrá másnada que ver). En 1951 se reabre el Instituto. Pero sus miembros van y vienen. En 1952, Adorno vuelve aEstados Unidos, en un viaje que le resulta más duro que el exilio. Marcuse, que desea regresar a Fráncfort yestrechar  una  colaboración  con  Horkheimer,  una  vez  más,  fracasa.  Pero  en  1955  él  publica  Eros  ycivilización, el libro que Wiggershaus llama con justicia la Dialéctica de la Ilustración de Marcuse. Fue laconsagración intelectual y pública de los fundadores. Pero también la aparición de nuevos personajes, comoJürgen Habermas, nacido en 1929 cuando se estaba fundando el Instituto, y que elegía escribir en los diariossobre autores por los que Adorno sentía lejanía y hostilidad. Habermas recuerda el  impacto de su primerareunión  con Adorno:  lo  escuchó  como  si  estuvieran  hablándole Marx  o  Freud,  los  grandes  de  la  culturaalemana en el pasado. Prevaleció la continuidad y, en 1965, Habermas obtuvo la cátedra que había sido deHorkheimer.  La  doble  imagen  que  se  le  ocurre  a  Habermas  (la  de  una  envergadura  pretérita  aunquepresente) es también la que ilustra el final del libro de Wiggershaus. Los jóvenes de los sesenta encontraronuna referencia en Fráncfort y, sobre todo, en las fórmulas que sintetizaban su proyecto marxista y dialéctico

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presente) es también la que ilustra el final del libro de Wiggershaus. Los jóvenes de los sesenta encontraronuna referencia en Fráncfort y, sobre todo, en las fórmulas que sintetizaban su proyecto marxista y dialéctico

original.  Pero  quienes  habían(https://introduccionalahistoriajvg.files.wordpress.com/2015/10/41psi5gifwl‑_uy250_.jpg)escrito y hecho posible ese proyecto estaban cada vez más lejos de ese nuevomundo  insurreccional  y  culturalmente  revulsivo.  Quizá  la  única  excepción  fueraMarcuse,  que  miraba  intensamente  esa  sociedad  capitalista  tardía  mientras  Adorno,alejado, coronaba su obra filosófica y estética. Wiggershaus reconstruye, con testimoniosmuy próximos a los hechos, el año 1967, donde Adorno va de un malentendido a otro enreuniones  y  conferencias  con  los  estudiantes  radicalizados.  El  relato  deja  ver

perfectamente  la  naturaleza  cultural,  ideológica  y  generacional  de  una  comunicación  casi  imposible:  ni  aAdorno le interesa la reforma de la universidad (que fue la bandera con la que comenzaron muchas de lasrevueltas  juveniles  de  esos  años),  ni  los  estudiantes  están  en  condiciones  de  seguirlo  en  el  proyecto másduro, más  difícil,  con  que  el  filósofo  está  terminando  su  vida. Malentendidos  diferentes,  pero  igualmenteinsalvables, separaron a los estudiantes de Marcuse, que fue recibido por ellos como una voz de la revoluciónpara  escuchar  que,  en vez de  darles un  lugar de  primera  fila  en  ese  futuro,  les  dice  que no  son  ellos,  losestudiantes,  los  principales  protagonistas.  Este  final,  melancólico  pero  inevitable  en  esta  gran  biografíaintelectual colectiva, tiene una vibración personal y el lector adivina en Rolf Wiggershaus (nacido en 1944)un  testigo muy próximo de  los avatares con  los que compone su historia de  la génesis y  realización de  laTeoría Crítica, de la revista y el Instituto. Toda ella provocaba a construir un libro al que es difícil llamarsimplemente extenso. Es, al mismo tiempo, agotador e imprescindible. Wiggershaus ha sido implacable en larecopilación de fuentes documentales inéditas y en la revisión de las ya conocidas; se mueve en un terrenoque  le es  familiar desde su doctorado con Habermas, pero no da nada por descontado: revisa  todo y no sepermite  una  elipsis  en  el  relato;  no  da  respiro,  porque  es  un  investigador  que  tampoco  se  lo  permite.  Laescuela  de  Fráncfort  es  un  atlas,  una  guía  exhaustiva,  un  repertorio  bibliográfico  completo  y  unaenciclopedia razonada.

[Beatriz SARLO. “El último capítulo del marxismo filosófico”, in Revista Ñ (Buenos Aires), 27 de marzo de2010]

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Estado  |  18 de octubre de 2015

✍ La imaginación dialéctica. Una historia de la Escuela deFrankfurt y el Instituto de Investigación Social, 1923­1950 [1973]

(https://introduccionalahistoriajvg.files.wordpress.com/2015/10/unknown1.jpeg)Si, empalmando con lo quedecíamos  el  otro  día  sobre  los  esfuerzos  de  reincorporación  de  la  cultura  española  a  la  cultura  europea,recordamos  los  años  universitarios  de  las  gentes  de  mi  edad,  podríamos  lamentarnos  de  que  no  se  noshubiese enseñado nada del Círculo de Viena o del de Cambridge, pero perderíamos la razón si incluyésemosen el conjunto de las informaciones filosóficas que nos fueron por entonces vedadas la referente a la Escuela

de Francfort. ¿Por qué? Porque pese a que su Instituto para la Investigación Social había

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de Francfort. ¿Por qué? Porque pese a que su Instituto para la Investigación Social habíasido  inaugurado  ya  en  1924;  pese  a  que  autores  tan  tempranamente  traducidos  alcastellano como Scheler y Landsberg estaban relacionados con ella, el primero en tanto quecultivador de la «Sociología del Saber», polémicamente próxima a las tareas del Instituto,y  el  segundo  porque  era  «un  filósofo  en  quien  el  Institut  había  puesto  grandesesperanzas»; y porque pese, en fin, a que Karl Mannheim, también muy pronto conocidoaquí  haya  sido,  con  su  sociología  del  conocimiento,  decisivo  para  la  configuración  de  latarea de la Escuela, ésta no cobró verdadera existencia social hasta muchos años después y,

curiosamente,  dándose  a  conocer,  sobre  todo,  al  desgajarse,  en  sus  ramas  antes  que  en  el  tronco,  del  quesurgieron. Y  también  en  su  doctrina, mejor  que  en  su  historia. Es  a  esta última  a  la  que Martin  Jay  hadedicado un libro (1) traducido al castellano antes que a ninguna otra lengua y que, como era de esperar, nosllega  desde  América.  En  efecto,  fue  allí  adonde  casi  todos  sus  miembros  se  trasladaron  con  la  guerramundial. El institut funcionó primero en Nueva York, en Los Angeles después, bastante apartado de la vidaacadémica  americana —en  contraste  con  los  inmigrantes  del  Círculo  de  Viena,  con  Lazarsfeld  y  con  elfilósofo‑ teólogo Paul Tillich, tan amigo de ellos—, publicando en alemán, en una «espera» que, hasta ciertopunto  recuerda  la de  los núcleos de  españoles  exiliados poco  tiempo antes,  en 1939. Y sin embargo,  estoshombres,  que  se  resistieron  a  «americanizar»  su  estilo  de  pensar  acabaron  haciéndose  ciudadanosamericanos,  e  incluso  conservando  tal  nacionalidad  al  volver  (los  que  volvieron)  a  Alemania,  y  puededecirse, sin exageración, que deben a América la gran reputación que la Escuela ha adquirido. Durante losprimeros  años  de  funcionamiento,  el  Instituto  no  llevó  una  vida  culturalmente  importante.  En  realidad,hasta  1930  o  comienzos  de  1931,  en  que Max Horkheimer —catedrático  ya  de  «Filosofía  social»,  títuloexpresivo de lo que ha sido la Escuela toda—, asumió su dirección, su proyecto era confuso. Fue él quien violo  que  había  de  hacerse  y,  con  su  capacidad  de  organización,  dotó  de  figura  y  sentido  al  grupo.  Grupoencrucijada,  esencialmente  interdisciplinar,  y  sometido  a  diversas  influencias.  La  inicial  y  ya  aludida  deKarl Mannheim, por muy criticado que fuese, es innegable en su relativismo, en su mayor interés por las no‑verdades que por  la verdad. La del psiconanálisis, no hay que decir. El neohegelianismo de casi  todos susmiembros, notorio. La impronta de Husserl y Heidegger (de este sobre Marcuse), visible. El marxismo conimaginación  —«imaginación  dialéctica»,  buen  lema  de  lo  que  la  escuela  ha  querido  ser,  con  su  gransensibilidad para el arte y la literatura— por nadie ha estado mejor representado que por ellos durante años.Marxismo imaginativo pero, a la vez, crítico y aun negativo. Todos los que pensamos hemos aprendido deellos la lección, y Javier Muguerza, en el número de la Revista de Occidente, sobre «Análisis y Dialéctica» alque me refería el otro día, hablando precisamente de ellos, de quienes, como se sabe, no está demasiado cerca,decía sin embargo, al  final de su excelente artículo, que la  filosofía ya no puede ser más que crítica y máscrítica.  Pero  hay  otro  aspecto  del  Instituto,  y  consiguientemente  de  la  Escuela,  más  discutible:  el  de  susiempre  bien  asegurada  viabilidad  económica.  ¿Es  casualidad  que  todos  sus  miembros  procediesen  deadineradas familias judías, qué fuera la familia judía Weil la que aportó el fondo financiero principal y que,ya en los Estados Unidos, encontraran sin gran dificultad el apoyo de las fundaciones americanas, cuandono colaboraron directamente ellos mismos con el Departamento de Estado, cuya política, de todos modos, enaquellos tiempos en que acababa de terminarse la guerra, fuese todavía muy diferente de lo que había de seren seguida? Bertolt Brecht fue uno de quienes denunciaron esas dependencias y no hay duda de que uno delos rasgos decisivos en la simpatía que hoy suscita Walter Benjamin es su relativa marginación del grupo,su gran aprecio de Brecht,  su desarraigo  económico, y  el precio que por  todo  ello hubo de pagar, penuriaeconómica, semiabandono, soledad y triste muerte. ¿Es en fin casualidad el perfecto ajustamiento académico‑social  de!  Instituto  y  de  sus  miembros  a  la  americanizada  universidad  alemana  de  la  postguerra?  Encualquier caso, la escuela de Francfort es una prueba más de la imposibilidad de la pureza absoluta. Siempre«usamos» o «somos usados» y, con frecuencia, ambas cosas a  la vez. Lo que no puede negarse es que estaescuela  constituyó  el  primer  círculo marxista  independiente,  heterodoxo,  abierto,  lo  que  en  gran  parte  se

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«usamos» o «somos usados» y, con frecuencia, ambas cosas a  la vez. Lo que no puede negarse es que estaescuela  constituyó  el  primer  círculo marxista  independiente,  heterodoxo,  abierto,  lo  que  en  gran  parte  sedebió, sin duda, a que sus miembros se formaron filosóficamente fuera del marxismo, antes de adscribirse aél. El libro de Jay pone de relieve, a lo largo de todo un capítulo, «La génesis de la teoría crítica», las raícesde un pensamiento de grupo que, con indudable simplificación, tiende a atribuirse sin más a Marcuse, que seincorporó  a  aquél  tras  su  alejamiento  de  Heidegger.  Hoy  mismo  seguimos  moviéndonos  en  torno  a  losgrandes problemas planteados por la Escuela. Así, el de la vigilancia frente al neopositivismo y toda suertede empirismos, punto éste muy bien tratado en el trabajo de Muguerza que antes cité. Del mismo modo, encuanto al buscado equilibrio entre la repulsa de una fusión pasiva e irracional con la naturaleza, a lo KnutHamsun —exaltación de lo Volkisch, camino del nazismo— y la negativa a ver en el hombre el «amo» deaquélla, reducida así a una especie de taller gigantesco (peligro, a la vez, del marxismo ortodoxo y del primerHeidegger).  La Dialéctica  de  la  Ilustración  fue,  en  este,sentido,  y  con  toda  su  posible  exageración,  librocapital. Martin Jay tiene mucha razón al considerar injusta la afirmación del discípulo de Althusser, GóranTherborn  (2),  de  que  el  tema  de  la  no‑dominación  de  la  naturaleza  fue  relativamente  secundario  para  laEscuela. Más bien habría que decir lo contrario y, desde este punto de vista, extraña que en libro tan biendocumentado  como  el  que  comentamos no  se  cite  á M. Theunissen,  cuya  crítica de  la  escuela  subraya  suexcesiva dependencia hegeliana de un sentido «natural» de  la historia, y del hombre en ella. De cualquiermodo,  la  conciencia  de  nuevas  alienaciones,  la  de  la  cultura  de masas —en  principio,  para  la  escuela,  la(https://introduccionalahistoriajvg.files.wordpress.com/2015/10/51i89uom0al‑_sx331_bo1204203200_.jpg)  cultura popular que sus miembros vivieron en América—,así como la del consumismo (y tanto, o más, contra el ascetismo puritano), a este grupo sela debemos. Y tantas cosas más, entre las cuales es imprescindible citar, frente a la «razóntecnológica» o reducción de  la razón a «razón  instrumental»,  su voluntad de distinguirentre la técnica y la praxis. Veíamos antes que, frente al marxismo ortodoxo, la escuela deFrancfort  afirmó  enérgicamente  el  carácter  de  praxis  que  posee  toda  auténtica  teoría.Vemos ahora que,  frente a  la tecnocracia, distinguió, con no menor energía,  la auténticarazón práctica de la mera razón tecnológica. Los hombres de este grupo, por reticentes que se mostrasen encuanto  a  la  posibilidad  de  alcanzar  lo  absoluto,  tras  ese  absoluto,  buscándolo,  se  movieron  siempre. Miexperiencia del trato directo con sus textos está envuelta en nostalgia,  lo que de ningún modo les va mal.Jesús Aguirre, recién terminados sus estudios en Alemania, retornó entusiasmado de ellos, mas habían depasar bastantes años hasta que estuviese en condiciones de poder, él mismo, traducirlos y editarlos. Sin dudatuvo que ser él quien me convenció —lo que no fue difícil— de que en el Seminario de Etica comentásemos,en el comienzo de los años 60, Mínima Moralia, de Adorno. El ponente, mucho más que por afinidad con loque el  libro decía, par voluntad de cooperación y por la falta de traducción, que él podía suplir,  fue VíctorSánchez de Zavala. Muy probablemente ha sido la primera vez que se trató en la universidad española de loque pensaban aquellos «vecchi signori —un po’ nichilisti e un po’ démodés— in lite con la storia» (3).

NOTAS. (1) La imaginación dialéctica. Una historia de la Escuela de Frankfurt, Taurus Ediciones, Madrid1974. (2) Véase La Escuela de Frankfurt, Cuadernos Anagrama, Editorial Anagrama, Barcelona, 1972 (3)Lucio Colietti, final de su artículo «Da Hegel a Marcuse», en De Homine, Centro di ricerca per le ScienzeMorali é Sociali. Istituto di Filosofía della Universitá di Roma, nº 26, Junio de 1968.

[José Luis L. ARANGUREN. “Diario de un lector. Imaginación dialéctica”, in La Vanguardia (Barcelona),6 de noviembre de 1974, p. 17]

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Estado  |  12 de octubre de 2015

✍ Hemisferio izquierda. Un mapa de los nuevos pensamientoscríticos [2010]

(https://introduccionalahistoriajvg.files.wordpress.com/2015/10/arton3400.jpg)Traducidarecientemente al español por Siglo XXI España, Hemisferio Izquierda Un mapa de los nuevos pensamientoscríticos, de Razmig Keucheyan,  sociólogo de  la Universidad de  la Sorbona y militante del Nuevo PartidoAnticapitalista, se propone recrear una cartografía de las principales producciones del pensamiento críticode  las  últimas  décadas.  La  categoría  pensamiento  crítico  en  sí  es  una  categoría  demasiado  amplia  cuyoslímites  son  difíciles  de  definir  y  ello  genera  una  dificultad  a  la  hora  de  reconstruir  una  teoría  y  unaestrategia  que  se  planteen  seriamente  la  tarea  de  revertir  el  orden  social  que  se  cuestiona.  Keucheyanentiende que la dimensión crítica de un pensamiento radica “en la generalidad de su cuestionamiento socialcontemporáneo” (p. 11). Desde este punto de vista, el mapa de los autores que entran en esta categoría esdemasiado  abarcador.  Allí  se  incluye  la  producción  de  autores  como Negri  y Hardt  sobre  el  Imperio,  laMultitud y el capitalismo cognitivo, los debates en torno al nacionalismo de Benedict Anderson y Tom Nair,la solución espacial y la acumulación por desposesión de David Harvey, el estado de excepción permanentede  Agamben.  Recorre  también  la  obra  de  Rancière,  Badiou  y  Zizek,  la  teoría  queer  de  Judith  Butler,  lanoción  sobre  clase  social  de E.P. Thompson,  la  propuesta  de  “capitalismo  andino”  de García  Linera  y  lalectura  sobre  la  posmodernidad de  Jameson,  por nombrar  solo  algunos de  ellos. Keucheyan  retoma buenaparte  de  las  definiciones  de  “Consideraciones  sobre  el  marxismo  occidental”  de  Perry  Anderson  paraconsiderar su caso. Las teorías críticas actuales, señala, son herederas del marxismo occidental, nutridas porotras  tradiciones  teóricas  como  el  estructuralismo  y  post‑estructuralismo  (se  insiste  mucho  en  elentrelazamiento  de  estos  con  las  tradiciones  marxistas).  Si  lo  que  marcó  al  marxismo  occidental  segúnAnderson fue la derrota de la Revolución Alemana de 1923 y de la ola revolucionaria de entre guerras, lateoría que de ella se deriva es una teoría situada y condicionada por la derrota, una reflexión sobre la derrota.Ésta había significado por un lado una producción teórica cada vez más alejada de la práctica política, másrefugiada en los centros académicos, por lo tanto menos centrada en los problemas estratégicos; y por otrolado, más abocadas al desarrollo de problemáticas abstractas. La derrota del ascenso revolucionario de 1968para Keucheyan va a ser el contexto histórico en donde se va a gestar el “nuevo” pensamiento crítico. De elloel autor desprende por  lo menos tres conclusiones significativas. La primera  la producción de  las obras seremontan a problemáticas heredadas de la década del 60´ y del 70´ fundamentalmente los debates en torno al

sujeto  de  la  emancipación  y  a  los  problemas  del  poder  que  se  siguieron  desarrollando  en  las  últimas  dos

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sujeto  de  la  emancipación  y  a  los  problemas  del  poder  que  se  siguieron  desarrollando  en  las  últimas  dosdécadas. De hecho, también se señala, que la trayectoria política de gran parte de los pensadores en cuestiónse  inicia  en  estos  años.  La  segunda  es  que  se  ha  profundizado  la  tendencia  iniciada  por  el  marxismooccidental, en donde los autores tienen poca o nula relación con las organizaciones políticas, tendencia quese profundizó al mismo tiempo por un “deslizamiento geográfico” de  los núcleos de producción teórica deEuropa  a  las  universidades  de  Estados  Unidos,  cuyo  régimen  elitista  y  hermético  acentúa  aún  más  eldivorcio entre teoría y práctica. Si bien también señala que el pensamiento crítico se “internacionalizó” y laproducción  de  teorías  críticas  también  se  puede  encontrar  en  países  de  América  Latina  y  Asia,  EstadosUnidos  sigue  cumpliendo  un  rol  preponderante  en  este  sentido.  La  tercera  es  la  incorporación  de  otrastradiciones  teóricas  y  políticas  al  corpus  del  pensamiento  crítico,  especialmente  del  estructuralismo  y  delpost‑estructuralismo, como los problemas de la lingüística, la producción de Lacan, las conceptualizacionesen torno al poder de Foucault, las referencias a Carl Schmitt, así como también la rehabilitación de conceptoscomo ciudadanía y soberanía. Después de transitar por la producción de los autores en cuestión, Keucheyanreflexiona alrededor de los posibles “destinos del socialismo”. Una vez más la referencia es Perry Anderson ysu artículo “Los fines de la Historia”. Keucheyan plantea que el destino del socialismo se puede dirimir endos  direcciones,  la  primera  enuncia  que  las  experiencias  revolucionarias  del  ciclo  1848‑1989  fueron“acumulativas”,  por  lo  tanto  darán  lugar  a  procesos  de  transformación  en  un  lapso  de  tiempo  breve.  Lasegunda hipótesis sostiene que se necesitarán lapsos más largos para que aparezcan acontecimientos de estanaturaleza. Keucheyan se inclina por esta última opción, señala que la temporalidad política que transitamospara  la  reconstrucción  del(https://introduccionalahistoriajvg.files.wordpress.com/2015/10/unknown.jpeg)  marxismoes  análoga  a  la  que  recorrió  el  liberalismo  desde  la  Revolución  Inglesa  a  la  RevoluciónFrancesa, una temporalidad de largo alcance. En este caso el socialismo sería objeto de unaprofunda reconsideración. Muchos de los enfoques de Keucheyan son certeros, sobre todola  relación  entre  teoría  y  práctica  que  atraviesa  el  pensamiento  crítico  en  las  últimasdécadas.  También  es  un  trabajo  útil  para  un  primer  acercamiento  a  la  abundanteproducción  teórica  de  los  últimos  años.  No  obstante,  épocas  como  la  actual  requierenacortar  al  máximo  la  temporalidad  política  de  largo  alcance  por  la  que  se  inclina  Keucheyan.  El  mismoAnderson  sostiene  que  el  trotskismo  constituyó  una  corriente  que  ligó  la  elaboración  teórica  con  lasnecesidades de  la  lucha revolucionaria durante  todo el  siglo XX. La crisis  económica actual y  la  lucha declases abren entonces la perspectiva para apostar a que la experiencia acumulada del período 1848‑1989 setraduzcan en la elaboración de un marxismo, que no sólo dé respuestas a las preguntas que aborda el nuevopensamiento  crítico,  sino  que  también  se  transforme  en una herramienta para  apostar  por una  estrategiapara que la clase trabajadora y los oprimidos tomen el cielo por asalto, una perspectiva teórica que ligue suproducción a una estrategia por la revolución socialista y la lucha por el comunismo.

[Rodrigo LÓPEZ.  “Hemisferio  Izquierda. Un mapa  de  los  nuevos  pensamientos  críticos”  (reseña),  in  LaIzquierda Diario (Buenos Aires), 8 de octubre de 2014]

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