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Teología II Unidad 7: El Purgatorio y el fin de los tiempos

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Teología II. Unidad 7: El Purgatorio y el fin de los tiempos. La escatología intermedia. Entre la muerte y el Juicio Final, las almas de los justos gozan ya de Dios, las de los condenados sufren ya el infierno, y otras se purifican en el Purgatorio. El Purgatorio. Existencia del Purgatorio - PowerPoint PPT Presentation

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Teología II

Unidad 7: El Purgatorio y el fin de los tiempos

La escatología intermedia

Entre la muerte y el Juicio Final, las almas de los justos gozan ya de Dios, las de los condenados sufren ya el infierno, y otras se purifican en el Purgatorio.

El Purgatorio

Existencia del Purgatorio

“Los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados, aunque están seguros de su eterna salvación, sufren después de su muerte una purificación, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo” (Cat 1030).

El Purgatorio

La Iglesia llama Purgatorio a la purificación final de los elegidos que es completamente distinta del castigo de los condenados.

La Iglesia ha formulado la doctrina de la fe relativa al Purgatorio sobre todo en los Concilios de Florencia y de Trento.

La Tradición de la Iglesia, haciendo referencia a ciertos textos de la Escritura habla de un fuego purificador.

El Purgatorio

“Respecto a ciertas faltas ligeras, es necesario creer que, antes del juicio, existe un fuego purificador, según lo que afirma Aquél que es la Verdad, al decir que si alguno ha pronunciado una blasfemia contra el Espíritu Santo, esto no le será perdonado ni en este siglo, ni en el futuro (Mt 12, 31). En esta frase podemos entender que algunas faltas pueden ser perdonadas en este siglo, pero otras en el siglo futuro” (San Gregorio Magno, Dial. 4, 39).

El Purgatorio

Esta enseñanza se apoya también en la práctica de la oración por los difuntos, de la que ya habla la Escritura: “Por eso mandó [Judas Macabeo] hacer este sacrificio

expiatorio en favor de los muertos, para que quedaran liberados del pecado” (2 M 12, 46).

Desde los primeros tiempos, la Iglesia ha honrado la memoria de los difuntos y ha ofrecido sufragios en su favor, en particular el sacrificio eucarístico, para que, una vez purificados, puedan llegar a la visión beatífica de Dios. La Iglesia también recomienda las limosnas, las indulgencias y las obras de penitencia en favor de los difuntos

Razón del ser del Purgatorio

La vida en gracia y amistad con Dios puede coincidir con: pecados veniales; Una cierta inclinación al pecado y a las

disposiciones desordenadas causadas por los pecados precedentes;

la permanencia de un reato de pena temporal (pena que aún se debe satisfacer por pecados ya perdonados en cuanto a la culpa).

Razón de ser del Purgatorio

Como enseña el Apocalipsis (21, 27), en el cielo “no puede entrar nada sucio”.

La pena temporal y las reliquias del pecado, si no se purifican durante la vida terrestre, deberán purificarse después de la muerte antes de entrar en el cielo.

El Purgatorio proporciona al alma la limpieza absoluta que requiere la visión beatífica.

Situación del alma en el Purgatorio EEl alma sufre “penas purgatorias”. Los

teólogos, por analogía con el infierno, hablan de pena de daño (retraso de la visión de Dios) y de sentido.

Se piensa que estas penas son más dolorosas que las que pueden sufrirse en esta vida de esta vida.

Sin embargo, el Purgatorio es radicalmente distinto del infierno: hay en él alegría y gozo.

Situación del alma en el Purgatorio Hay alegría y gozo porque el alma que llega

al Purgatorio está segura de su salvación. Sabe que su sufrimiento acabará y que llegará a la visión de Dios.

Las almas de Purgatorio ya no pueden pecar, pero tampoco están en condición de merecer: reciben el consuelo de los sufragios y las oraciones de los fieles, y de la intercesión de la Virgen, los ángeles y los santos.

Consecuencias prácticas de la existencia del Purgatorio La actitud cristiana ante el dolor y el sufrimiento es

positiva, en la medida en que sirven para purificarnos y preparan la unión con Dios.

Los sufragios que se ofrecen por los difuntos no son un simple recuerdo afectivo, sino ayuda real ya que las almas del Purgatorio no pueden merecer para sí mismos.

Valor de las indulgencias (aplicables a nosotros mismos y a los difuntos).

Valor de la Unción de Enfermos: fortalece el alma en el momento de la muerte y la limpia de las reliquias del pecado.

La Parusía

Parusía significa en Griego presencia o venida.

Con este término se suele aludir en teología al retorno glorioso de Cristo al final de los tiempos, a la segunda venida del Señor.

La Parusía

En el Antiguo Testamento Dios vuelve repetidas veces a su pueblo.

Va naciendo así la esperanza de un retorno futuro de Dios, del “día de Yahvé”.

El profeta Daniel habla de la venida de un Hijo del Hombre sobre las nubes del cielo a quien el “Anciano de días” le hace rey universal.

La Parusía

En el Nuevo Testamento, la predicación de Jesús se centra en la llegada del Reino de Dios eterno y universal.

Jesús promete también a los suyos una segunda venida: “cuando me fuere, y os haya preparado un lugar, volveré otra vez...” (Jn 14, 3).

Y la anuncia ante la suprema autoridad religiosa de Israel haciendo referencia a la profecía de Daniel (Mc 14, 62).

Será una manifestación gloriosa de Cristo.

La Parusía

La espera del Señor no supone una huida o desprecio de las realidades nobles de esta vida (familia, trabajo, relaciones sociales...) sino un estímulo poderoso para enfrentarse a esas tareas con amor, conscientes de que a su vuelta, Cristo nos examinará sobre el amor, la seriedad y competencia con los que habremos empleado los talentos recibidos.

“Si alguno no quiere trabajar, que tampoco coma”. (2 Ts 3, 10)

La Parusía

La segunda venida de Cristo será una entrada en este mundo en el esplendor de su gloria, acompañado de todo su séquito celestial.

No sabemos ni el día ni la hora en que llegará el fin del mundo. “Carísimos, no se os oculte una cosa: un día ante

Dios es como mil años, y mil años como un día”. (2 Pt 3, 8)

La Parusía

Sabemos que no consistirá en una aniquilación sino en una transformación.

“Pasarán con estrépito los cielos, y los elementos, abrasados, se disolverán, y asimismo la tierra con las obras que hay en ella... Pero nosotros esperamos otros cielos nuevos y otra tierra nueva, en que tiene su morada la justicia, según la promesa del Señor” (2 Pt 3, 10-13).

Señales de la Parusía

La predicación del Evangelio en todo el mundo. La gran apostasía o venida del Anticristo.

Se trataría de la impostura religiosa suprema, “de un seudo-mesianismo en que el hombre se glorifica a sí mismo colocándose en el lugar de Dios y de su Mesías venido en la carne” (Cat 675).

Las penalidades de la Iglesia. El Apocalipsis habla de la lucha del dragón con la mujer

del cielo. El caos de la creación, representado por la visión de

los cuatro jinetes del Apocalipsis La conversión de los judíos (Rom 11, 29).

La Resurrección de la carne

La resurrección de los muertos fue revelada progresivamente por Dios a su Pueblo.

La esperanza en la resurrección corporal de los muertos se impuso como una consecuencia intrínseca de la fe en un Dios creador del hombre todo entero, alma y cuerpo.

En sus pruebas, los mártires Macabeos confiesan: “El Rey del mundo a nosotros que morimos por sus leyes,

nos resucitará a una vida eterna” (2 Mc 7, 9). “Es preferible morir a manos de los hombres con la

esperanza que Dios otorga de ser resucitados de nuevo por él” (2 Mc 7, 14).

La Resurrección de la carne

En el Nuevo Testamento la Resurrección de Cristo es el punto central de la fe y el fundamento de nuestra futura resurrección. “Llegará la hora en que todos los que están en los

sepulcros oirán su voz, y saldrán; los que obraron el bien resucitarán para la vida, y los que hicieron el mal resucitarán para la condenación” (Jn 5, 29).

“El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y Yo lo resucitaré en el último día” (Jn 6, 54).

La Resurrección de la carne

La fe en la Resurrección del Señor se consolidó en una atmósfera de incredulidad: no sólo de los paganos sino también de los discípulos.

Sin embargo, se trata de un acontecimiento histórico demostrable por la señal del sepulcro vacío y por la realidad de los encuentros de los Apóstoles con Cristo resucitado.

No por ello la Resurrección pertenece menos al centro del Misterio, pues es un hecho que trasciende y sobrepasa a la historia. Su resurrección no es como la de Lázaro sino gloriosa: una vez resucitado, Cristo ya no muere más.

La Resurrección de la carne

Al mismo tiempo, Cristo resucitado es principio y fuente de nuestra resurrección futura: “Cristo resucitó de entre los muertos como

primicias de los que durmieron... del mismo modo que en Adán mueren todos, así también todos revivirán en Cristo” (1 Cor 15, 20-22).

Nuestros cuerpos resucitarán de modo similar al Cuerpo de Cristo resucitado.

Cómo resucitan los muertos

“En ningún punto la fe cristiana encuentra más contradicción que en la resurrección de la carne” (San Agustín, Psal. 88, 2, 5).

¿Qué es resucitar? En la muerte, separación del alma y el cuerpo, el cuerpo del hombre cae en la corrupción, mientras que su alma va al encuentro con Dios, en espera de reunirse con su cuerpo glorificado. Dios en su omnipotencia dará definitivamente a nuestros cuerpos la vida incorruptible uniéndolos a nuestras almas, por la virtud de la Resurrección de Jesús.

¿Quién resucitará? Todos los hombres que han muerto.

Cómo resucitan los muertos

¿Cómo? Cristo resucitó con su propio cuerpo pero no volvió a una vida terrenal. Del mismo modo, todos resucitarán con su propio cuerpo, que tienen ahora, pero este cuerpo será “transfigurado en cuerpo de gloria” (Flp 3, 21), en “cuerpo espiritual” (1 Cor 15, 44):

¿Cuándo? En el “último día”, al fin del mundo. La resurrección de los muertos está íntimamente asociada a la Parusía de Cristo.

Por último, resurrección no significa reencarnación: “está establecido que los hombres mueran una sola vez, y luego el juicio” (Heb 9, 27).

El Juicio Final

Se trata de una verdad de fe claramente expuesta en la Sagrada Escritura y la Tradición. “Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre,

acompañado de todos sus ángeles, entonces se sentará en el trono de su gloria. Serán congregadas ante él todas las gentes, y separará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos”. (Mt 25, 31-32)

El Juicio Final

Frente a Cristo, que es la Verdad, será puesta al desnudo definitivamente la verdad de la relación de cada hombre con Dios.

El Juicio final revelará hasta sus últimas consecuencias lo que cada uno haya hecho de bien o haya dejado de hacer durante su vida terrena.

El Juicio Final

Todo el mal que hacen los malos se registra -y ellos no lo saben. El día en que “Dios no se callará” (Sal 50, 3) ... Se volverá hacia los malos: “Yo había colocado sobre la tierra, dirá El, a mis pobrecitos para vosotros. Yo, su cabeza, gobernaba en el cielo a la derecha de mi Padre -pero en la tierra mis miembros tenían hambre. Si hubierais dado a mis miembros algo, eso habría subido hasta la cabeza. Cuando coloqué a mis pequeñuelos en la tierra, los constituí comisionados vuestros para llevar vuestras buenas obras a mi tesoro: como no habéis depositado nada en sus manos, no poseéis nada en Mí” (San Agustín, Serm. 18, 4, 4).

El Juicio Final

El Juicio final sucederá cuando vuelva Cristo glorioso. Sólo el Padre conoce el día y la hora en que tendrá lugar; sólo El decidirá su advenimiento. Entonces, El pronunciará por medio de su Hijo Jesucristo, su palabra definitiva sobre toda la historia.

En ese momento conoceremos el sentido último de toda la obra de la creación y de toda la economía de la salvación, y comprenderemos los caminos admirables por los que Su Providencia habrá conducido todas las cosas a su fin último.

El juicio final revelará que la justicia de Dios triunfa de todas las injusticias cometidas por sus criaturas y que su amor es más fuerte que la muerte.

Los cielos nuevos y la tierra nueva Al fin de los tiempos el Reino de Dios llegará

a su plenitud.

Después del juicio final, los justos reinarán para siempre con Cristo, glorificados en cuerpo y alma, y el mismo universo será renovado.

Los cielos nuevos y la tierra nueva “Ignoramos el momento de la consumación de la

tierra y de la humanidad, y no sabemos cómo se transformará el universo. Ciertamente, la figura de este mundo, deformada por el pecado, pasa, pero se nos enseña que Dios ha preparado una nueva morada y una nueva tierra en la que habita la justicia y cuya bienaventuranza llenará y superará todos los deseos de paz que se levantan en los corazones de los hombres”(GS 39, 1).

Los cielos nuevos y la tierra nueva “Todos estos frutos buenos de nuestra

naturaleza y de nuestra diligencia, tras haberlos propagado por la tierra en el Espíritu del Señor y según su mandato, los encontramos después de nuevo, limpios de toda mancha, iluminados y transfigurados cuando Cristo entregue al Padre el reino eterno y universal” (GS 39, 3).