teologia dogmatica - 2 4 b escatologia

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  • 7/29/2019 Teologia Dogmatica - 2 4 b Escatologia

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    Teologa Dogmtica 2.4. El Misterio de la Iglesia 2.4.b. Escatologa

    Tesis 11

    La muerte pone fin al camino histrico del hombre para que se consume en su encuentrocon Dios, pero los justos que mueren imperfectamente purificados sufren una purificacindespus de su muerte y antes de acceder a la visin beatfica. Dios, que hace feliz alhombre, es fin y plenitud de la vida cristiana. La purificacin post mortem y su presupuestoen la supervivencia de una dimensin espiritual del hombre en un estado intermedio. (Flp1,21-26; BENEDICTO XII Benedictus Deus D (H) 1000-1002; GS 14, 15,18; Recentiores Episcoporum Synodi (1979); CCE1005-1032; CAE; ST I, 89-90; I-II, 1-5) [Moral Fundamental 2, Gracia 11Moral especial 2.2 Hombre 7]

    ESQUEMADEEXPOSICIN:

    I. LAMUERTE: POSIBILIDADDELENCUENTRO

    1. DIMENSINANTROPOLGICA:HOMO VIATOR2. DIMENSINDOGMTICA: VISINBEATFICA, ENCUENTROCON DIOSa. BULABENEDICTUSDEUS.B. CONTEXTOHISTRICOC. DEFINICIND. ENSEANZACENTRAL3. DIMENSINESCATOLGICA: LAPURIFICACINDESPUSDELAMUERTE [PURGATORIO]

    II. DIOSANTEELHOMBRE1. FELICIDAD: COMOFINYPLENITUD

    III. ELHOMBREANTE DIOS1. PURIFICACINPOST-MORTEM: ESCATOLOGAINTERMEDIA2. PURIFICACINENELFUEGODELAMOR

    I. LAMUERTE: POSIBILIDADDELENCUENTRO1. DIMENSINANTROPOLGICA:HOMO VIATOR

    La muerte es el fenmeno ms universal. Todo el mundo encuentra natural y da por sobreentendido que hay que morir. Y, sinembargo, en todo hombre vive una secreta protesta contra la muerte y un inextinguible horror ante ella.1

    En continuidad con el testimonio revelado, la fe de la Iglesia afirm al mismo tiempo el carcterdefinitivo de la muerte, que cierra para siempre la condicin de peregrino (Homo viator) de laexistencia nica y singular de la persona, amada por Dios desde siempre y para siempre comot irrepetible del pacto, y la entrada inmediatamente despus de la muerte en una condicin

    eterna de salvacin o de perdicin, y por lo tanto de bienaventuranza o condenacin.

    Segn Cndido Pozo el hecho de que la muerte concluye el estado de peregrinacin y nopermite modificar lo caminado, est fuera de toda discusin. Y agrega que: Santo Tomspiensa que se puede ulteriormente sealar que ese hecho se debe a una ley psicolgica naturaldel espritu humano, el cual, una vez separado del cuerpo, adquirir psicologa anglica y no

    1 Rahner, Karl, Sentido teolgico de la muerte, Barcelona, Herder, 1969, 60.

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    Teologa Dogmtica 2.4. El Misterio de la Iglesia 2.4.b. Escatologapodra, por ello, cambiar las decisiones tomadas aqu en la tierra (no se olvide que segn SantoToms los ngeles son libres, pero no pueden cambiar sus decisiones una vez que las hantomado libremente cf. I q. 64 a. 2-). El intento de atribuir a una ley psicolgica la razn por laque el alma separada no puede cambiar las decisiones anteriores que tom en su estado deunin con el cuerpo tiene ms inters para las situaciones de condenacin (infierno) o de

    purificacin posmortal(purgatorio) que para la situacin de bienaventuranza celeste. En efecto,aun prescindiendo de la teora indicada, al darse en la visin beatfica, conocimiento claro eintuitivo de Dios como Bien Sumo, no hay posibilidad psicolgica de cambiar ese Bien Infinito,pecando, por ningn otro bien creado y consecuentemente, finito y limitado. 2

    2. DIMENSINDOGMTICA: VISINBEATFICA, ENCUENTROCON DIOSa. BULABENEDICTUSDEUS

    . En particular, en el marco del inters antropolgico tpico del segundo milenio, la Buladogmtica Benedictus Deus del 29 de enero de 1336 de Benedicto XII quiso precisar que lasalmas de los difuntos que no necesitan purificacin estn en el cielo incluso antes de haberseunido al cuerpo y antes del juicio universal, de manera que ya ven la esencia divina en visin

    directa y cara a cara sin mediacin de ninguna criatura, mientras que las de los muertos enestado de pecado mortal descienden ya despus de la muerte al infierno; pero, a pesar de ello,todos los hombres comparecern ante el tribunal de Cristo el da del juicio. Este texto quepona fin a las polmicas suscitadas por algunas homilas del predecesor de Benedicto XII, JuanXXII, intentaba remachar la tradicin comn de la fe contra los que, bajo la influencia de laconcepcin aristotlica de la falta de plenitud del alma separada de cuerpo, no admitan que lapersona humana pudiera ser objeto de juicio y de retribucin plena inmediatamente despusde la muerte. Con un lenguaje ms pblico, estas mismas ideas han sido afirmadas por elVaticano II en LG 48-49 [la cita final del nmero 49 pertenece al concilio de Florencia, Decretum

    pro Graecis: DS 1305].

    b. CONTEXTOHISTRICO3

    En pleno siglo XVI surgi un problema sobre la retribucin de los muertos ya desde el primerinstante de la muerte. Ya para entonces Santo Toms haba demostrado filosficamente lainmortalidad del alma pero no era ese el problema en este momento, sino el de la retribucinplena. El problema comenz con Juan XII, el cual hasta el ao 1331 no haba afirmado nuncaque la retribucin plena del hombre se diera slo en la venida ltima del Seor y no desde elmomento de la muerte. A partir de dicha fecha, comienza a hablar en una serie de homilas deque los muertos no entran inmediatamente en una situacin de retribucin plena. Muri el 4 dediciembre de 1334 despus de leer una retractacin de su ltima tesis que quiso publicar enforma de bula. Esta fue la bula que public su sucesor Benedicto XII, en la que define que lasalmas de los muertos entran inmediatamente despus de la muerte en la retribucin completa.

    C. DEFINICINBENEDICTO XIIBenedictus Deus D (H) 1000-1002

    2 Pozo, Cndido, La venida del Seor en la Gloria, Valencia, Edicep, 1993, 126.3 Este y los siguientes puntos acerca de la Bula Benedictus Deus estn inspirados en: Says, J. A., Ms all de lamuerte, Madrid, San Pablo, 1996, 103-106.

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    Teologa Dogmtica 2.4. El Misterio de la Iglesia 2.4.b. EscatologaPor la presente constitucin, que ha de estar siempre en vigor definimos con la autoridad apostlica: que, segn la disposicingeneral de Dios, las almas de todos (los hombres) que han muerto antes de la pasin de Nuestro Seor Jesucristo, as como lasde los Santos Apstoles, mrtires, confesores y vrgenes y los dems fieles muertos antes de recibir el bautismo de Cristo en losque no haba nada que purificar cuando murieron; o de los que mueran en adelante sin tener nada que purificar; o en caso de quetuvieran o tengan algo que purificar, una vez que estn purificadas despus de la muerte; y que las almas de los nios renacidos

    por el mismo bautismo de Cristo, o de los que han de ser bautizados, una vez que lo sean si vienen a morir antes del uso derazn: (todas esas almas) inmediatamente despus de la muerte y de la purificacin de la que hemos hablado antes para los quetienen necesidad de ella, aun antes de la reasuncin de sus cuerpos y del juicio final despus de la Ascensin al cielo del

    Salvador, Jesucristo nuestro Seor, estuvieron, estn y estarn en el cielo, en el reino de los cielos y paraso celestial con Cristo,admitidos en la compaa de los santos ngeles. Y despus de la muerte y pasin de Nuestro Seor Jesucristo vieron y ven ladivina esencia con una visin intuitiva y cara a cara, sin mediacin de ninguna creatura como objeto que haya de servisto. La divina esencia se les manifiesta de un modo inmediato, sin velos, clara y abiertamente; y por esta visin gozande la divina esencia, adems, por esta visin y este gozo, son verdaderamente bienaventuradas las almas de los que salieron deeste mundo y tienen vida y descanso eterno. Y las almas de los que mueran despus, tambin vern la esencia divina y gozarnde ella antes del juicio universal. [DS (H) 1000]

    D. ENSEANZACENTRAL

    El objeto primario de la Bula es establecer que, inmediatamente despus de la muerte, lasalmas entran en un estado de plena retribucin. Ahora bien para aclarar esto, el texto hace una

    doble afirmacin: a) las almas son plenamente retribuidas inmediatamente despus de lamuerte; b) aun antes de la resurreccin de los muertos y del juicio final.

    Para el objetivo de la Bula bastaba, en realidad con la primera afirmacin; pero, sin embargo,con el fin de esclarecer ese mismo objetivo, se afirma que aun antes de la resurreccin corporalobtienen las almas esta plena retribucin. Esta segunda afirmacin responde, pues, al objetivoprimario de la bula. En resumen, la bula, siendo consciente de que las almas no poseen aun suscuerpos, dice de ellas que gozan de plena retribucin. Dicho de otra forma, define la retribucinplena de las almas a pesar de que aun no han llegado a la resurreccin de los cuerpos, y lohace de forma consciente y explcita.

    La comprensin de estos datos de la fe tiene que buscarse a la luz de la clave trinitaria pascualofrecida por el Nuevo Testamento: la vida ms all de la muerte se presentar entonces antetodo como un encuentro con el Dios vivo, y precisamente con Cristo, mediante el cual seestablece toda relacin con el Padre, en el Espritu de la unidad y de la distincin personal. Estaidea se expresa en el testimonio de la revelacin a travs de la imagen del juicio y de la figuradel Cristo juez.

    3. DIMENSINESCATOLGICA: LAPURIFICACINDESPUSDELAMUERTE [PURGATORIO]El Catecismo ensea lo siguiente: Los que mueren en la gracia y la amistad de Dios, pero imperfectamentepurificados, aunque estn seguros de su eterna salvacin, sufren despus de su muerte una purificacin, a fin deobtener la santidad necesaria para entrar en la alegra del cielo (CEC 1030).La Iglesia llama purgatorio a esta purificacin final de los elegidos que es completamente distinta del castigo delos condenados. La Iglesia ha formulado la doctrina de la fe relativa al Purgatorio sobre todo en los concilios deFlorencia (Cf DS 1304) y de Trento (Cf DS 1820; 1580) (CEC 1031).

    Pues bien, es claro que el que muere con pecados veniales, necesita completar su conversinhacindola plena y ferviente; pero queda tambin la pena temporal del pecado que nuncahemos de entender como castigo de Dios. Es otro el sentido de la pena temporal.

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    Teologa Dogmtica 2.4. El Misterio de la Iglesia 2.4.b. EscatologaTodo pecado aunque estemos arrepentidos de l, deja en el alma una huella, un desequilibriointerior, un apego a las cosas de este mundo que es preciso restaar. Esto es, justamente, elpurgatorio: la oportunidad de reconvertir toda nuestra persona antes del encuentro con Dios. Nopodemos entender el purgatorio como infierno en pequeo o como un castigo de Dios; es lanecesidad misma de purificacin de aquellas heridas que el pecado deja en nosotros, a no serque hayamos muerto ya santos y purificados. Aun arrepentidos de nuestros pecados,necesitamos esta purificacin e intercedemos con Cristo por nuestros difuntos.

    El fuego de purificacin del que generalmente se habla debe entenderse desde la perspectivadel amor, como el dolor que nace de la consciencia del retraso de la plena comunin con Dios.En el purgatorio hay que pensar en una purificacin desde el amor.

    Excursus: Otra interpretacin del purgatorio

    Ruiz de la Pea interpreta el purgatorio no como un estado o un proceso de purificacin sino como un instantepurificador debido al encuentro con Dios. La purificacin, ms que extensiva es intensiva y podra ser bienentendida como una purificacin intensiva o instantnea desde la experiencia revolucionaria del encuentro conDios. Pero esta perspectiva tiene grandes inconvenientes: 1) el purgatorio no es an el lugar de encuentro de visin

    con Cristo, el cual podra ciertamente acelerar el proceso de conversin; 2) no encaja con la conviccin que tiene laIglesia, en su intercesin con los difuntos, de que stos estn necesitados de nuestras oraciones no solamente en elmomento de la muerte (no se reduce la oracin a una oracin de moribundos) sino en todo un proceso que dura; 3)la idea de purificacin ultraterrena ha de ser anloga al proceso de justificacin que se da en la vida terrena. Si estase concibe como un proceso de justificacin que se da en la vida terrestre. Si esta se concibe como un proceso, nomenos la consolidacin y perfeccionamiento de la misma tendr que ser un proceso.4

    Acerca de la purificacin inmediatamente despus de la muerte se extender en la parte que trata acerca de lapurificacin post-mortem [ver ms abajo]

    II. DIOSANTEELHOMBRE1. FELICIDAD: COMOFINYPLENITUD

    La muerte es inseparable de la totalidad de la vida de la persona y de su relacin con el misterioabsoluto. El morir conduce a la persona al umbral de la separacin ms profunda del Origen dela vida y por lo tanto del desgarramiento mayor. Todos morimos solos: la soledad es y siguesiendo el precio indefectible de la hora suprema: Siento una tristeza mortal; quedos aqu yvelad conmigo... Con que no habis podido estar en vela conmigo ni siquiera una hora?... Diosmo, Dios mo, por qu me has abandonado? (Mt 26,38.40; 27,46)

    La muerte es el momento terminal por excelencia de la existencia personal del hombre, en elcual ella se define de una vez para siempre en virtud de la confluencia, en el trnsito de estamisma muerte como momento de sntesis, de toda la orientacin fundamental de su pasado de

    libertad. Esto da a la muerte el valor de personalizacin suprema del hombre y consiente quese puede hablar entonces de una dimensin suya planamente antropolgica, o bien, de unadimensin suya plenamente humana. Partiendo de este carcter marcadamente personal de lamuerte, algunos han querido ver en ella el lugar de la opcin final, el acto de la decisin ltimay definitiva del hombre y, por ello el lugar de mayor conciencia, de mayor libertad del encuentrocon Dios y de la decisin sobre el destino eterno. De este modo la muerte se convierte en el

    4 Interesante nota al pie 16 en: Says, J. A., Ms all de la muerte, Madrid, San Pablo, 1996, 148.

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    Teologa Dogmtica 2.4. El Misterio de la Iglesia 2.4.b. Escatologaverdadero dies natalis, en el da del supremo nacimiento del hombre a s mismo delante deDios. Si bien es necesario aceptar el carcter personal del acontecimiento de la muerte, hay quedejar indeterminado el modo de la decisin final, que, si bien puede ser tematizado en la hora dela muerte ms claramente para algunos y menos claramente para otros, remitir para todos a laglobalidad de la existencia personal, en el conjunto de las obras y los das que lo han idoentretejiendo, de las posibilidades que se le han ofrecido y de las respuestas conscientes ylibres que ha dado la persona y que solamente Dios conoce hasta el fondo.

    El acto de la muerte debe ser ledo a la luz del acontecimiento pascual, que introduce una visinque va ms all de la muerte personal: lo mismo que Cristo pas de la muerte a la vida, as lamuerte, que l hizo suya, se revela como paso a una nueva condicin de existencia, caminopascual hacia el futuro abierto por el Resucitado.

    III. ELHOMBREANTE DIOS1. PURIFICACINPOST-MORTEM: ESCATOLOGAINTERMEDIA5

    La Iglesia confiesa que cualquier mancha es impedimento para el encuentro ntimo con Dios y

    con Cristo. Ello ha de entenderse no slo de las manchas que rompen y destruyen la amistadcon Dios, y que por tanto, s permanecen en la muerte, hacen el encuentro con Diosdefinitivamente imposible (pecado mortales), sino tambin de las que oscurecen esta amistad ytienen que ser previamente purificadas para que ese encuentro sea posible. El concepto depecado que no rompe la amistad con Dios, se fue estructurando al distinguir entre los pecadoscotidianos o veniales, y los pecados mortales.

    Pero tambin se consider que eran manchas de pecado de las que hay que purificarse, lasreliquias de los pecados mortales, las cuales pueden tambin permanecer en el hombre

    justificado an despus del perdn en virtud del cual se excluye ya la pena eterna; la Iglesiapiensa que, recibida la gracia de la justificacin, puede permanecer lo que ella llama un reato

    de pena temporal, del que hay que liberarse por actos de penitencia en esta vida o purificarseen una situacin posterior a la muerte [cf. Concilio de Trento, Sesin 6 , Decreto sobre la

    justificacin, canon 30; DS 1580]. La existencia de estas reliquias del pecado, aun despus deque el pecado mismo ha sido perdonado, explica toda la praxis penitencial personal osatisfaccin en el sacramento del perdn. El sacramento de la uncin limpia las culpas, sialguna queda an para expiar, y las reliquias del pecado antes de la muerte. En este sentido,se ordena a buscar una ltima purificacin terrena del hombre que lo recibe. Slo si noshacemos conformes a Cristo podremos entres en comunin con Dios (Rom 8,29) y talconformidad no es plena mientras existe en nosotros manchas o reliquias de pecado. Paraaquellos que no hayan purificado en su vida terrena las manchas del pecado, la Iglesia cree queexiste un estado posmortal de purificacin [especialmente en: Concilio de Trento DS 1580 y

    Concilio de Florencia DS 1304], o sea, una purificacin previa a la visin de Dios6 ; este estadode purificacin se conoce con el nombre de purgatorio. Como esta purificacin tiene lugardespus de la muerte y antes de la resurreccin final, el purgatorio pertenece al conjunto derealidades que llamamos escatologa intermedia; ms an la existencia de este estado de

    5 Se sigue en modo literal con modificaciones pedaggicas a: Pozo, Cndido, La venida del Seor en la Gloria,Valencia, Edicep, 1993, 147-164.6 Expresin extrada de: Congregacin para la Doctrina de la Fe, Carta Recentiores episcoporum Synodi, 7; AAS 71(1979) 942.

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    Teologa Dogmtica 2.4. El Misterio de la Iglesia 2.4.b. Escatologapurificacin posmortal, pero previa a la resurreccin, muestra la existencia de una escatologaintermedia.

    2. PURIFICACINENELFUEGODELAMOR

    El estado de condenacin ha sido interpretado por el Magisterio de la Iglesia con la frmula

    evanglica ir al fuego eterno (Mt 25, 41). No es momento de discutir qu significa aqu lapalabra fuego aunque s nos interesa evidenciar la interpretacin del fuego transitoriopurificador que pas a la teologa occidental.

    La impresin que produce es que la teologa posterior olvid el sentido metafrico que tena laexpresin de fuego en el texto neotestamentario que le dio origen a la introduccin de estetema en la teologa del purgatorio (1Co 3,10-15). Por otra parte al darle al fuego transitoriopurificador un sentido realista, surgi la tendencia a interpretar los dos fuegos, el eterno delinfierno y el transitorio del purgatorio, de un modo muy semejante. Este sugerir un paralelismoentre los dos fuegos fue de por s bastante negativo en la fe del pueblo.

    Es teolgicamente equivocado entender el estado de purificacin de modo paralelo al estado decondenacin. No se puede hacer un planteamiento teolgico de ambas situaciones como si lanica diferencia existente entre ellas consistiera solamente en que la condenacin sera eterna yla purificacin temporal. La Congregacin para la Doctrina de la Fe ha insistido en que lapurificacin posmortal es del todo diversa del castigo a los condenados. El justificado que tieneque purificarse despus de la muerte, es una persona que ama a Cristo que ha intentadoconstruir su vida sobre el fundamento que es Cristo.

    De esta falta de distincin entre el fuego de condenacin y el fuego de purificacin sedesprenden las disputas que tuvieron lugar en el siglo XIII latinos y orientales. En los aos

    1231-1232, en un coloquio entre un franciscano y un obispo oriental, desagrad mucho a ste laidea de fuego de purgatorio, ya que sonaba muy semejante a la doctrina origenista de uninfierno temporal. Este coloquio fue el origen de una disputa que se prolonga hasta el concilio deFlorencia. Esta polmica medieval con los orientales sobre el purgatorio hizo que en el conciliode Florencia la purificacin posmortal se expusiera con ms sobriedad.

    La mencin del fuego del purgatorio dentro del Magisterio reciente aparece en el Credo dePablo VI: Creemos que las almas de todos aquellos que mueren en la gracia de Cristo tantolas que todava deben ser purificadas con el fuego del purgatorio, como las que son recibidaspor Jess en el paraso enseguida que se separan del cuerpo, como el Buen Ladrn-constituyen el Pueblo de Dios despus de la muerte.

    Flp 1,21-2621 pues para m la vida es Cristo, y la muerte, una ganancia.22 Pero si el vivir en la carne significa para m trabajo fecundo, no s quescoger...23 Me siento apremiado por las dos partes: por una parte, deseo partir y estar con Cristo, lo cual, ciertamente, es con mucho lomejor;24 mas, por otra parte, quedarme en la carne es ms necesario para vosotros.25 Y, persuadido de esto, s que me quedar y

    permanecer con todos vosotros para progreso y gozo de vuestra fe, 26 a fin de que tengis por mi causa un nuevo motivo de orgullo enCristo Jess cuando yo vuelva a estar entre vosotros.La muerte es como la vida, un modo de estar con Cristo. Pablo no explica cmo concibe esta ganancia (v21), esta entrada quees con mucho la mejor, (v 23), en una existencia con Cristo que sucede directamente la muerte, sin esperar a la resurreccin

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    Teologa Dogmtica 2.4. El Misterio de la Iglesia 2.4.b. Escatologauniversal, cf 2Co 5,8.

    GS 14, 15,18

    14. Siendo uno por el cuerpo y por el alma, el hombre, aun por su misma condicin corporal es una sntesisde todos los elementos del mundo material, de tal modo que los elementos todos de ste por medio deaqul alcanzan su cima y alzan su voz para alabar libremente al Creador.

    Luego no es lcito al hombre el despreciar la vida corporal, sino que, por lo contrario, viene obligado a considerar asu propio cuerpo como bueno y digno de honor, precisamente porque ha sido creado por Dios, que lo ha deresucitar en el ltimo da. Mas, herido por el pecado, el hombre experimenta las rebeldas de su cuerpo. Por ello, lamisma dignidad del hombre le exige que glorifique en su cuerpo a Dios, y no lo deje hacerse esclavo de lasperversas inclinaciones de su corazn.

    Mas el hombre no se equivoca al afirmar su superioridad sobre el universo material y al considerarse no ya comouna partcula del universo o como un elemento annimo de la ciudad humana. De hecho por su interioridadtrasciende a la universalidad de las cosas; y se vuelve hacia verdades tan profundas, cuando se torna a su corazndonde le espera Dios, que escudria los corazones, y donde l, personalmente y ante Dios, decide su propiodestino. De modo que, al reconocer la espiritualidad y la inmortalidad de su alma, no se deja engaar por falacesficciones derivadas tan slo de condiciones fsicas o sociales, sino que penetra, por lo contrario, en lo ms profundo

    de la realidad de las cosas.

    15. Por participar de la luz de la mente divina, el hombre juzga rectamente que por su inteligencia es superior a todoel universo material. Con la incesante actividad de su inteligencia, a travs de los siglos, el hombre ha logradociertamente grandes progresos en las ciencias experimentales, tcnicas y liberales. En nuestra poca, adems, haconseguido extraordinarios xitos en la investigacin y en el dominio del mundo material. Pero siempre ha buscadoy hallado una verdad mucho ms profunda. Porque la inteligencia no puede limitarse tan slo a los fenmenos, sinoque puede con certeza llegar a las realidades inteligibles, aunque, por consecuencia del pecado, en parte se hallaoscurecida y debilitada.

    Finalmente, la naturaleza intelectual de la persona humana se perfecciona y se debe perfeccionar por la sabidura,que atrae suavemente al espritu a buscar y amar la verdad y el bien; y, cuando est influido por ella, el hombre, pormedio de las cosas visibles, es conducido hacia la invisibles.

    Nuestra poca necesita esta sabidura mucho ms que los siglos pasados, a fin de que se humanicen ms todossus descubrimientos. Gran peligro corre el futuro destino del mundo, si no surgen hombres dotados de dichasabidura. Y conviene, adems, sealar que muchas naciones, aun siendo econmicamente inferiores, al ser msricas en sabidura, pueden ofrecer a las dems una extraordinaria aportacin.

    Con el don del Espritu Santo, el hombre llega mediante la fe a contemplar y saborear el misterio del plan divino.

    18. Ante la muerte, el enigma de la condicin humana resulta mximo. El hombre no slo sufre por el dolor y laprogresiva disolucin de su cuerpo, sino tambin, y an ms, por el temor de una extincin perpetua. Movidoinstintivamente por su corazn, juzga rectamente cuando se resiste a aceptar la ruina total y la aniquilacin

    definitiva de su persona. La semilla de eternidad que lleva en s mismo, por ser irreductible tan slo a la materia, serebela contra la muerte. Todas las tentativas de la tcnica, por muy tiles que sean, no logran calmar la ansiedaddel hombre; pues la prolongacin de la longevidad biolgica no puede satisfacer el deseo de una vida ms all, quesurge ineludible dentro de su corazn.

    Si toda imaginacin nada resuelve ante la muerte, la Iglesia, aleccionada por la divina Revelacin, afirma que elhombre ha sido creado por Dios para un destino feliz, ms all de los lmites de las miserias de esta vida. Ademsde que la muerte corporal, de la que se habra liberado el hombre si no hubiera pecado, segn la fe cristiana servencida, cuando la omnipotente misericordia del divino Salvador restituya al hombre a la salvacin perdida por el

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    Teologa Dogmtica 2.4. El Misterio de la Iglesia 2.4.b. Escatologapecado. Porque Dios llam y llama al hombre para que se una a l con toda su naturaleza en una perpetuacomunin con la incorruptible vida divina. Victoria sta, que Cristo ha conquistado, por su resurreccin, para elhombre, luego de haberle liberado de la muerte con su propia muerte[23]. Y as, a todo hombre queverdaderamente quiera reflexionar, la fe corroborada por slidos argumentos da plena respuesta en el angustiosointerrogante sobre su futuro destino; y al mismo tiempo le da la posibilidad de comunicar, en Cristo, con susamados hermanos ya arrebatados por la muerte, al darle la esperanza de que ellos habrn alcanzado la verdaderavida junto a Dios.

    CCE 1005-10327

    RESUMEN1051 Al morir cada hombre recibe en su alma inmortal su retribucin eterna en un juicio particular por Cristo, juez de vivos y demuertos.1052 "Creemos que las almas de todos aquellos que mueren en la gracia de Cristo... constituyen el Pueblo de Dios despus de lamuerte, la cual ser destruida totalmente el da de la Resurreccin, en el que estas almas se unirn con sus cuerpos" (SPF 28).1053 "Creemos que la multitud de aquellas almas que con Jess y Mara se congregan en el paraso, forma la Iglesia celestial,donde ellas, gozando de la bienaventuranza eterna, ven a Dios como El es, y participan tambin, ciertamente en grado y mododiverso, juntamente con los santos ngeles, en el gobierno divino de las cosas, que ejerce Cristo glorificado, como quiera queinterceden por nosotros y con su fraterna solicitud ayudan grandemente a nuestra flaqueza" (SPF 29).1054 Los que mueren en la gracia y la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados, aunque estn seguros de su salvacineterna, sufren una purificacin despus de su muerte, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en el gozo de Dios.1055 En virtud de la "comunin de los santos", la Iglesia encomienda los difuntos a la misericordia de Dios y ofrece sufragiosen su favor, en particular el santo sacrificio eucarstico.1056 Siguiendo las enseanzas de Cristo, la Iglesia advierte a los fieles de la "triste y lamentable realidad de la muerte eterna"(DCG 69), llamada tambin "infierno".1057 La pena principal del infierno consiste en la separacin eterna de Dios en quien solamente puede tener el hombre la vida yla felicidad para las cuales ha sido creado y a las cuales aspira.1058 La Iglesia ruega para que nadie se pierda: "Jams permitas, Seor, que me separe de ti" (Oratio ante communionem, 132:Missale Romanum). Si bien es verdad que nadie puede salvarse a s mismo, tambin es cierto que "Dios quiere que todos loshombres se salven" (1 Tm 2, 4) y que para El "todo es posible" (Mt 19, 26).1059 "La misma santa Iglesia romana cree y firmemente confiesa que todos los hombres comparecern con sus cuerpos en el dadel juicio ante el tribunal de Cristo para dar cuenta de sus propias acciones (DS 859; Cf. DS 1549).1060 Al fin de los tiempos, el Reino de Dios llegar a su plenitud. Entonces, los justos reinarn con Cristo para siempre,glorificados en cuerpo y alma, y el mismo universo material ser transformado. Dios ser entonces "todo en todos" (1 Co 15,28), en la vida eterna.

    ST I, 89-90; I-II, 1-5Ubicacin de las cuestiones 89-908en el plan de la Suma TeolgicaEl estudio del hombre que comienza en la cuestin 75, parece cortado exactamente por el mismo patrn que el de los ngeles yen l encontramos reagrupadas la materia que estaba dispersa en diversas partes de las otras obras. Despus del Hexmeron, quesita al hombre en el marco de su creacin histrica, tenemos un estudio detallado de la naturaleza y psicologa del hombre (q75-89) y luego unDe Hominisopificio (q 90-103). Los principio de interpretacin adaptados para el estudio de los ngeles valenaqu plenamente; el anlisis de la naturaleza y la psicologa del hombre responde a la necesidad de conocimiento teolgicoformal y corresponde a la ejemplaridad divina tal cual Toms la define en la q 44.9

    Ubicacin de las cuestiones 1-5 de la I-II dentro del plan de la suma TeolgicaLa cuestin 1 tiene por objeto la bsqueda de la bienaventuranza en la lnea del finis quo (fin ltimo bajo el aspecto subjetivo).Las cuestiones 2-4 deben ser consideradas conjuntamente porque precisan el carcter concreto de la bienaventuranza (finiscuius), a fin de destacar que slo Dios puede ser principio de nuestra bienaventuranza; una dilectica negativa, cuya principal

    fuente de inspiracin parece ser Boecio, elimina del campo de la Bienaventuranza todos los bienes creados, para concluir al findel anlisis: slo en Dios consiste la felicidad del hombre. La q 3 central en el conjunto del estudio- determina la naturaleza dela bienaventuranza (finis quo): el que es beatificado. En ella Santo Toms deja bien sentado que la bienaventuranza es laoperacin ms perfecta del hombre, el culmen de su actividad espiritual ms pura. La q 4 tratar del gozo de la bienaventuranzaque consiste en ltimo trmino en el reposo de la voluntad en el objeto amado cuando este es plenamente posedo por la

    7 Por una razn de espacio optamos por exponer el resumen ofrecido por el CCE en estos nmeros.8 La q 89 trata acerca del conocimiento del alma separada y la q 90 abordara la cuestin del Alma en estado deseparada.9 Lafont, G., Estructutra y mtodo en la Suma Teolgica de Santo Toms de Aquino ,Madrid, Rialp, 1964, 169-170

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    Teologa Dogmtica 2.4. El Misterio de la Iglesia 2.4.b. Escatologainteligencia. Luego (q 5-8) no habla de los dos grandes factores que, sin pertenecer a la esencia de la Bienaventuranza o a susecuela necesaria, son, sin embargo, el remate de su perfeccin completa: la bienaventuranza corporal, que culmina en la

    perfeccin de la persona humana, y la compaa de los santos que son la perfeccin en la caridad.10

    Recentiores Episcoporum Synodi (1979)

    [Moral Fundamental 2]El hombre est llamado a ser hijo del Padre, a ser perfecto como l por Cristo en el Espritu. Estavocacin se realiza plenamente en la visin beatfica del Padre, participacin plena de la visin eterna delHijo, por la cual seremos semejantes a l porque le veremos tal cual es. Las bienaventuranzasevanglicas, en cuanto anticipacin real de la bienaventuranza eterna, son el fin histrico-concreto de lavida del hombre

    Evangelium Vitae 2

    Valor incomparable de la persona humana

    2. El hombre est llamado a una plenitud de vida que va ms all de las dimensiones de su existencia terrena, yaque consiste en la participacin de la vida misma de Dios. Lo sublime de esta vocacin sobrenatural manifiesta lagrandeza y elvalorde la vida humana incluso en su fase temporal. En efecto, la vida en el tiempo es condicin

    bsica, momento inicial y parte integrante de todo el proceso unitario de la vida humana. Un proceso que,inesperada e inmerecidamente, es iluminado por la promesa y renovado por el don de la vida divina, que alcanzarsu plena realizacin en la eternidad (cf. 1 Jn 3, 1-2). Al mismo tiempo, esta llamada sobrenatural subrayaprecisamente el carcter relativo de la vida terrena del hombre y de la mujer. En verdad, esa no es realidad ltima, sino penltima ; es realidad sagrada, que se nos confa para que la custodiemos con sentido deresponsabilidad y la llevemos a perfeccin en el amor y en el don de nosotros mismos a Dios y a los hermanos.

    La Iglesia sabe que este Evangelio de la vida, recibido de su Seor, tiene un eco profundo y persuasivo en elcorazn de cada persona, creyente e incluso no creyente, porque, superando infinitamente sus expectativas, seajusta a ella de modo sorprendente. Todo hombre abierto sinceramente a la verdad y al bien, aun entre dificultadese incertidumbres, con la luz de la razn y no sin el influjo secreto de la gracia, puede llegar a descubrir en la leynatural escrita en su corazn (cf. Rom 2, 14-15) el valor sagrado de la vida humana desde su inicio hasta sutrmino, y afirmar el derecho de cada ser humano a ver respetado totalmente este bien primario suyo. En el

    reconocimiento de este derecho se fundamenta la convivencia humana y la misma comunidad poltica.

    Los creyentes en Cristo deben, de modo particular, defender y promover este derecho, conscientes de lamaravillosa verdad recordada por el Concilio Vaticano II: el Hijo de Dios, con su encarnacin, se ha unido, encierto modo, con todo hombre . En efecto, en este acontecimiento salvfico se revela a la humanidad no slo elamor infinito de Dios que tanto am al mundo que dio a su Hijo nico ( Jn 3, 16), sino tambin el valorincomparable de cada persona humana.

    La Iglesia, escrutando asiduamente el misterio de la Redencin, descubre con renovado asombro este valor y sesiente llamada a anunciar a los hombres de todos los tiempos este Evangelio , fuente de esperanzainquebrantable y de verdadera alegra para cada poca de la historia. El Evangelio del amor de Dios al hombre, elEvangelio de la dignidad de la persona y el Evangelio de la vida son un nico e indivisible Evangelio.

    [ Gracia 11]La gracia santificante, si bien no sana completamente al hombre en esta vida, lo eleva a la amistad con Dios y le otorga unavida nueva, de manera que el justificado es capacitado para poder obrar meritoriamente y crecer hacia la vida eterna. Elvalor de las buenas obras en el Nuevo Testamento, particularmente en Romanos 12. Distinciones y precisiones sobre el mritoy aportes del dilogo con el Luteranismo. La gracia santificante es "inherente" al ser del hombre justo, y, sin eliminar todos loscondicionamientos terrenos, lo eleva a una verdadera participacin de la naturaleza divina.CCE 2000 La gracia santificante es un don habitual, una disposicin estable y sobrenatural que perfecciona al alma para hacerla

    10 Id. 185-186.

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    Teologa Dogmtica 2.4. El Misterio de la Iglesia 2.4.b. Escatologacapaz de vivir con Dios, de obrar por su amor. Se debe distinguir entre la gracia habitual, disposicin permanente para vivir yobrar segn la vocacin divina, y las gracias actuales, que designan las intervenciones divinas que estn en el origen de laconversin o en el curso de la obra de la santificacin.CCE 2016 Los hijos de la Santa Madre Iglesia esperan justamente la gracia de la perseverancia final y de la recompensa deDios, su Padre, por las obras buenas realizadas con su gracia en comunin con Jess (Cf. Cc. de Trento: DS 1576). Siguiendo lamisma norma de vida, los creyentes comparten la "bienaventurada esperanza" de aquellos a los que la misericordia divinacongrega en la "Ciudad Santa, la nueva Jerusaln, que baja del cielo, de junto a Dios, engalanada como una novia ataviada parasu esposo" (Ap 21, 2).

    [Moral especial 2.2]Reflexin bblica: La promesa, la historia y la escatologa. El ya-todava no: perspectivas desde el AT yel NT. Novedad de la esperanza cristianaHuella viva de la presencia del Espritu Santo en la existencia redimida es la virtud teologal de la esperanza. La esperanza naceen el campo de la tensin entre la eternidad y el tiempo, determinada por la gratuita autocomunicacin de Dios y por la aperturadel tiempo a la eternidad que se hace posible entonces. En el Espritu sabemos que la esperanza no engaa, sino que esanticipacin y prenda del amor prometido: una esperanza que no engaa porque, al darnos el Espritu Santo, Dios haderramado su amor sobre nuestros corazones (Rm 5,5). Ciertamente Cristo es en nosotros la esperanza de la gloria (cf Col1,27; 1 Tm 1,1) y el Padre es el Dios de la esperanza (cf Rm 15,13); pero el Espritu es quien hace que el cristiano puedaabundar en la esperanza.Por eso mismo la esperanza teologal no es la simple espera en la que se proyectan los deseos del corazn: no nace delmovimiento de xodo de la autotrascendencia humana. En cuanto suscitada por el advenimiento y continuamente vivificada en

    el ser personal por la accin del Espritu, la esperanza dada desde arriba es ms bien participacin, futuro operante de la historiade Dios en la historia del hombre.

    [ Hombre 7]El hombre es unidad substancial de alma y cuerpo.Para reconciliar el rechazo de una antropologa dualista [griega], segn la cual el alma puede vivir separada delcuerpo, con la fe bblica en la resurreccin y en la vida inmediata con Cristo despus de la muerte, algunos hanpropuesto superar del todo la idea de una escatologa intermedia, relativa al estado de los difuntos entre la muertey el juicio universal, a favor de una escatologa del cumplimiento inmediato, entendido como resurreccin en lamuerte. En pocas palabras proponen lo siguiente: No es una alma sin cuerpo la que transmigra del mundo paraencontrar en Dios su patria ltima, sino que el hombre entero, con todo el patrimonio de sus acciones, es el quepuede esperar su propio cumplimiento. Resurreccin se dice, no en el sentido de que el cuerpo visible sea

    transformado sino que el hombre con su mundo concreto y su historia recibe de Dios un nuevo futuro... Estahiptesis deja alguno problemas en su caminar explicativo: 1) si el cuerpo sigue abandonado a la muerte, no es lapersona la que resucita ntegramente, 2) parece anularse la distincin entre el ya del estar con Cristoinmediatamente despus de la muerte y el todava no del estar con l en la resurreccin universal, 3) parece que lescuesta aceptar una temporalidad que se extienda ms all del tiempo de la vida mortal.Aqu se hace evidente como el rechazo a una teora filosfica lleva inevitablemente a consecuencias escatolgicasnefastas. Al aceptar el dato antropolgico-metafsico del ser humano como compuesto de dos co-principios [alma-cuerpo] y que subsiste en ellos naturalmente, nos posibilita pensar la escatologa intermedia sin problema alguno.

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    Teologa Dogmtica 2.4. El Misterio de la Iglesia 2.4.b. Escatologa

    Tesis 12

    La Iglesia y el cosmos sern consumados en Dios al final de los tiempos. Presentacinbblica general sobre la escatologa colectiva. La Parusa, el juicio colectivo, la resurrecciny el mundo nuevo (LG 48-51; GS 39-45; CCE 988-1004. 1042-1050; CAE) [Creacin 3Cristo 12Iglesia 3]

    ESQUEMADE EXPOSICIN:

    I. LAIGLESIAYELCOSMOSSERNCONSUMADOSEN DIOSALFINALDELOSTIEMPOS1. ESCATOLOGA COLECTIVA

    1.1 PRESENTACINBBLICAGENERAL1.2 PARUSA1.3 JUICIOCOLECTIVO1.4 RESURRECCIN1.5 NUEVOMUNDO

    I. LAIGLESIAYELCOSMOSSERNCONSUMADOSEN DIOSALFINALDELOSTIEMPOS1. ESCATOLOGA COLECTIVA

    Es preciso dar comienzo a este apartado con la siguiente cita que nos proporciona un criterioiluminador para entender las distintas facetas de la escatologa colectiva:

    Dios es la realidad ltima de la creatura. Como alcanzado es cielo; como perdido infierno; como examinante, es juicio; comopurificante, purgatorio. l es aquel donde lo finito muere y por lo que para l, en l resucita.11

    1.1 PRESENTACINBBLICAGENERAL

    La teologa contempornea, al renovarse gracias a su retorno a la Biblia, insiste mucho en lanecesidad de situar el eschaton individual en un contexto csmico. En efecto, la doctrina sobrela sociabilidad del hombre no permite que el pensamiento se detenga en la previsin del trnsitodel individuo de esta vida a la otra; siente tambin la necesidad de preguntarse sobre el porvenirde la humanidad y de todo el cosmos, humanizado por el esfuerzo humano.

    1.2 PARUSAA. DATOBBLICO

    El retorno del Seores la expresin que recoge la esperanza de la iglesia antigua en su forma

    primitiva y aparece ligada desde entonces indisolublemente a la expectativa cristiana del fin y dela consumacin de la historia universal.

    El Nuevo Testamento adopta la tradicin proftica del da de Yahveh y la visin apocalptica delHijo del hombre que llega entre las nubes e identifica ambas cosas con la parusa deJesucristo que llega a juzgar: Lc 12,8s.; 17, 24.30; Mt 16,27; 35,31s. Tambin para salvar a la

    11 Von Balthasar, Hans Urs, Eschatologie, en J. Feiner - J. Trtsch F. Blckle, Fragen der Theologie heute,Einsiedeln 1957, 407

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    Teologa Dogmtica 2.4. El Misterio de la Iglesia 2.4.b. Escatologacomunidad de la ira de Dios: Mc 13, 26s.; 1 Tes 1, 9s.; 4, 13s.; 5, 1s.; e instaurar el reino deDios perfecto: Lc 21, 27s.; Mt 25, 31s.; 1Cor 15, 23s.

    B. TEOLOGAACTUAL

    Karl Rahner ha interpretado muy atinadamente un punto central de la esperanza cristiana en la

    expresin: Jesucristo retorna en la medida en que todos acceden a l. La vida humana es unconstante caminar al encuentro pleno con Jesucristo. Cuando un ser humano muere esperamosque acceda a Cristo, que haya sido elevado a una comunin liberadora y beatificante con l ycon el Padre. Cristo ha retornado ya en forma patente a esa persona. Y una vez que todos losseres humanos hayan sufrido la muerte y accedido a Cristo, l habr retornado a ellos;entonces ser el ltimo da.

    El retorno de Jess no significa, pues, un gran espectculo csmico a escala planetaria quetendr lugar en un futuro remoto. Es un suceso que se produce en medio de nosotros y tienelugar en la muerte humana. No se produce automticamente, ya que el hombre no accede aCristo por el simple hecho de morir.

    1.3 JUICIOCOLECTIVOA. BREVECONSIDERACIN

    Existe una distincin que debemos hacer al tratar el tema del juicio: nuestra fe cree en laexistencia de un juicio particular o individual y de un juicio colectivo. El juicio particular, encuanto concepto, tuvo poco eco en la conciencia de los cristianos primitivos, ya que la atencinversaba sobre la espera del juicio universal: la parusa de Cristo, su segunda venida. Estoexplica el por qu de la falta de alusiones expresas al juicio particular en el NT.

    Por el contrario la teologa medieval y renacentista puso su acento sobre la individualidad deljuicio. Contra sta reaccion ms tarde la teologa moderna, para volver a dar al juicio universal-colectivo su importancia original.

    B. DATOBBLICOEn el AT, en los escritos profticos se expresa claramente el pensamiento de que Yahvh noslo rige, juzga y castiga a su propio pueblo, sino tambin a todos los pueblos de la tierra (Cf lasamenazas de Is 13-27; Jer 46-51; Ez 25-32). En ocasiones, sin embargo, el juicio de Dios sobreJud, Israel o un pueblo extranjero toma tales proporciones, que en l se incluye al mundoentero y a todos los pueblos de la tierra (cf Is 2,6-21; 13,24; 34,1-4; 66,15-17; Sof 1,14-18; Jl4,1-16; Jer 25,30-38; Abd 15; Zac 14,12-21). El tiempo de este juicio de Dios sobre la tierra slo

    est indicado con la frmula proftica indeterminada de da de Yavh (Is 2,12; 13,6.9; Jl 4,14).El estallido de la clera de Yahvh contra los pueblos tiene por causa la culpa moral de stos.Ordinariamente este juicio de Dios sobre todos los pueblos se representa como catstrofe deaniquilamiento y ruina completa, acompaada de fenmenos csmicos, como estremecimientode los cielos y de la tierra y oscurecimiento del sol, la luna y las estrellas.Pero ms frecuentemente se suele hablar de los hombres que han de sufrir este juicio, de lospiadosos que perecern en l y luego participarn de las bendiciones de la era mesinica, ascomo en el juicio de Israel se habla siempre de un resto fiel sobre el que Yahvh realiza sus

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    Teologa Dogmtica 2.4. El Misterio de la Iglesia 2.4.b. Escatologapromesas. Tambin Jl conoce la salvacin de todos los fieles adoradores de Yahvh (4,16; 3,1-5). As al distinguir entre justos y pecadores, el juicio de Dios abre la puerta a la retribucinindividual.En ninguna parte se dice que este juicio colectivo realizado sobre todos los hombres debaabarcar a vivos y a muertos, si bien en Dan 12,2s. relaciona la resurreccin escatolgica con ladistincin de justos y pecadores, por lo menos entre los israelitas.Por ltimo no podemos olvidar de sealar el relato vistoso y sapiencial de Sap 4,20-5,23 endonde se ofrece una representacin viva del juicio final, en la que justos y pecadores aparecendelante de Dios despus de la muerte.En el NT este juicio final se presenta como un proceso en el que todos los hombres sern

    juzgados segn sus obras.1) Los sinpticos lo sealan a travs de parbolas [la cizaa Mt 13, 40-43; la red 13, 49-50],dejan para el fin del mundo la definitiva separacin de justos y pecadores, otras veces para elsegundo advenimiento de Cristo (Mt 24,32). Cristo se atribuye a s mismo el puesto de juez (Mt13,41; 24,31; 25,31.31-46). l es quien da a cada uno lo que corresponde [parbola del siervofiel Mt 24, 45-51; Lc 12,35-48; de las diez vrgenes Mt 25,1-13; de los talentos Mt 25, 14-30; delas minas Lc 19,11-27]. El criterio para pronunciar las sentencias son siempre las obras delhombre.

    2) Juan une la definitiva separacin de buenos y malos con la resurreccin (5, 28) o con elltimo da (12,47-50); norma para el juicio divino sobre el hombre es la fe en Cristo (12,47-50) ylas buenas obras (5,28s)3) En Hechos de los apstoles, Pablo anuncia en el Aerpago que Dios ha de juzgar por mediode Cristo (17,31) y Pedro predica que Dios ha destinado a Cristo para juez de vivos y muertos(10,42, 1P 4,5; 2Tm 4,1).4) Las cartas paulinas muestran cmo Dios juzgar una vez a todos los hombres segn susobras en el da de la ira y de la revelacin del justo juicio de Dios (Rm 2,6); pero es cosa claraque Dios juzgar por medio de Jesucristo (Rm 14, 10.12, al que otras veces le atribuye el juicio(1Co 4,5; 2Co 5,10; 2 Tes 1,5-10). Por otra parte, el juicio final ha de tener lugar al advenimientode Cristo (1Cor 4,5; 2Tes 1,7).

    C. ENQUCONSISTEELJUICIO?

    Says ante esta pregunta responde con una cita de Ratzinger que nosotros tambinaprovecharemos: Por ms que con la muerte se decide la definitiva verdad de este hombre,ser algo nuevo cuando se haya purgado totalmente toda culpa del mundo y cuando, enconsecuencia reciba su puesto en el conjunto de modo definitivo, despus de que se hayanagotado y desarrollado todos los efectos de lo que el hombre hizo. De manera tal, que el hechode que el conjunto llegue a la meta no es algo exterior para el individuo, sino que es unarealidad que le afecta y concierne del modo ms ntimo. As el juicio final tendr la funcin de

    juzgar la historia y mostrar la significacin social y sobrenatural de la vida de cada hombre en

    cuanto que sus acciones influyeron en el curso de la historia.

    El primero en manifestarse ser Cristo, escondido hasta entonces en medio del mundo que sevanagloriaba de haberle vencido. Pero a todo ser le ser quitada la mscara de la mentira, demodo que a todos aparecer Cristo como verdad suprema. Y ante l se revelar la verdad detodos y de todo en su desnuda realidad. Todo ser entonces juzgado por la referncia a lasuprema verdad que es Cristo.

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    1.4 RESURRECCIN12

    En cuanto al cmo de la resurreccin de nuestros cuerpos es preciso recordar que la nicareferencia que tenemos es la resurreccin de Cristo, causa y modelo de la nuestra. Comorecuerda Schnborn, sabemos, que como en el caso de Cristo, hay una clara separacin entreel momento de la muerte y el de la resurreccin. Cristo resucit al tercer da, nosotros con susegunda venida.

    Tambin sabemos que nuestro cuerpo tendr una identidad bsica con el que ahora poseemos;identidad que en el caso de Cristo queda patente dado que resucita el mismo cuerpo que essepultado.

    La tercera evidencia es que nuestro cuerpo ser glorificado. En este mundo est animado por lapsich, pero en el cielo estar totalmente penetrado por el pneuma (el elemento espiritual). Sinos preguntamos cmo es esto posible, la respuesta la tenemos en el primer artculo del credo.Dios creador sabe cmo resucitar nuestros cuerpos. As se tocan el primero y el ltimo artculo

    del credo: porque creemos en el poder de Dios creador, creemos tambin en la resurreccin dela carne.

    1.5 NUEVOMUNDO

    Fue el Concilio Vaticano II el que ms profundamente ha hablado sobre los cielos nuevos y latierra nueva, fruto del triunfo definitivo de Cristo. La cita de GS 39 as lo revela.

    El Catecismo dice por su parte: Al fin de los tiempos el reino de Dios llegar a su plenitud.Despus del juicio final, los justos reinarn para siempre con Cristo, glorificados en cuerpo y

    alma, y el mismo universo ser renovado (CEC 1042).

    Efectivamente la Sagrada Escritura llama cielos nuevos y tierra nueva a esta renovacinmisteriosa que transformar a los hombres y al mundo en la parusa final del Seor. El hombrerecuperar su cuerpo, el mismo que ha tenido aqu, pero en el que no habr huella desufrimiento o de muerte. Y gozar de una felicidad, de una paz y de una comunin perfecta noslo con los dems salvados (tambin los condenados resucitarn al final), sino con el mismocosmos que, tambin l, tiene la esperanza de ser liberado de la servidumbre de la corrupcin yde ser transformado en la gloria de Cristo (Rom 8, 19-23). Este mundo no ser aniquilado sinoque participar de la gloria de Cristo.

    En el cielo encontramos tambin los frutos buenos de nuestra diligencia transformados y limpiosde toda mancha (CEC 1050). El mundo entero no ser suprimido sino que, segn San Pablo,tambin l ser transformado en gloria. Pensamos que ese mismo proceso de continuidad ytransformacin se dar en nuestro trabajo.

    12 Advertimos que por una cuestin de espacio no tratamos la problemtica de la resurreccin inmediata. Remitimosal artculo de: Fernndez, V., Una esperanza para la materia. En dilogo con Ruiz de la Pea, en: Ciencia Tomista(127) 2000.

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    Teologa Dogmtica 2.4. El Misterio de la Iglesia 2.4.b. EscatologaNuestras acciones humanizadoras en la tierra no son superfluas para el nuevo mundo. Entre elobrar humanizador de aqu y el en futuro hay alguna relacin, aunque desconozcamos lamanera de la misma, pues si aqu nuestra accin humanizadora contribuye al reino de Diosaunque no coincida con l, podramos decir lo mismo respecto al cielo.

    Ser la consumacin de la historia, la victoria definitiva sobre el sufrimiento y la muerte, ninguna

    lgrima tendr que ser enjugada, ningn rastro de dolor quedar en el corazn humano. SerDios todo en todos.

    LG 48-51

    48. NDOLE ESCATOLGICA DE NUESTRA VOCACIN EN LA IGLESIA

    La Iglesia, a la que todos somos llamados en Cristo Jess y en la cual, por la gracia de Dios, conseguimos la santidad, no serllevada a su plena perfeccin sino "cuando llegue el tiempo de la restauracin de todas las cosas" (Hech., 3, 21) y cuando, con elgnero humano, tambin el Universo entero, que est ntimamente unido con el hombre y por l alcanza su fin, sea

    perfectamente renovado (cf. Ef., 1, 10; Col., 1, 20; 2 Pe., 3, 10-13).

    Y ciertamente Cristo, levantado en alto sobre la tierra, atrajo hacia S a todos los hombres (cf. Jn., 12, 32 gr.); resucitando deentre los muertos (cf. Rom., 6, 9) envi a su Espritu vivificador sobre sus discpulos y por El constituy a su Cuerpo, que es laIglesia, como Sacramento universal de salvacin; estando sentado a la diestra del Padre, sin cesar acta en el mundo paraconducir a los hombres a su Iglesia y por Ella unirlos a S ms estrechamente, y alimentndolos con su propio Cuerpo y Sangrehacerlos partcipes de su vida gloriosa. As que la restauracin prometida que esperamos, comienza ya en Cristo, es impulsadacon la venida del Espritu Santo y contina en la Iglesia, en la cual por la fe somos instruidos tambin acerca del sentido denuestra vida temporal, en tanto que con la esperanza de los bienes futuros llevamos a cabo la obra que el Padre nos ha confiadoen el mundo y labramos nuestra salvacin (cf. Filp., 2, 12).

    El fin de los tiempos ha llegado, pues, hasta nosotros (cf. 1 Cor., 10, 11) y la renovacin del mundo est irrevocablementedecretada y empieza a realizarse en cierto modo en el siglo presente, ya que la Iglesia aun en la tierra se reviste de unaverdadera, si bien imperfecta santidad. Sin embargo, mientras no haya nuevos cielos y nueva tierra, en los que tenga su moradala santidad (cf. 2 Pe., 3, 13), la Iglesia peregrinante, en sus sacramentos e instituciones, que pertenecen a este tiempo, llevaconsigo la imagen de este mundo que pasa, y Ella misma vive entre las criaturas que gimen entre dolores de parto hasta el

    presente, en espera de la manifestacin de los hijos de Dios (cf. Rom., 8, 22 y 19).

    Unidos, pues, a Cristo en la Iglesia y sellados con el sello del Espritu Santo, "que es prenda de nuestra herencia" (Ef., 1, 14),somos llamados hijos de Dios y lo somos de verdad (cf. 1 Jn., 3, 1); pero todava no hemos aparecido con Cristo en aquellagloria (cf. Col., 3, 4) en la que seremos semejantes a Dios, porque lo veremos tal cual es (cf. 1 Jn., 3, 2). Por tanto, "mientrashabitamos en este cuerpo, vivimos en el desierto, lejos del Seor" (2 Cor., 5, 6), y aunque poseemos las primicias del Espritu,gemimos en nuestro interior (cf. Rom., 8, 23) y ansiamos estar con Cristo (cf. Filp., 1, 23). Ese mismo amor nos apremia a vivirms y ms para Aquel que muri y resucit por nosotros (cf. 2 Cor., 5, 15). Por eso ponemos toda nuestra voluntad en agradar alSeor en todo (cf. 2 Cor., 5, 9), y nos revestimos de la armadura de Dios para permanecer firmes contra las asechanzas deldemonio y poder resistir en el da malo (cf. Ef., 6, 11-13). Y como no sabemos ni el da ni la hora, debemos vigilar

    constantemente, como nos avisa el Seor, para que, terminado el curso nico de nuestra vida terrena (cf. Heb., 9, 27), siqueremos entrar con El a las nupcias, merezcamos ser contados entre los escogidos (cf. Mt., 25, 31-46); no sea que comoaquellos siervos malos y perezosos (cf. Mt., 25, 26) seamos arrojados al fuego eterno (cf. Mt., 25, 41), a las tinieblas exterioresen donde "habr llanto y rechinar de dientes" (Mt., 22, 13 y 25, 30). En efecto, antes de reinar con Cristo glorioso, todosdebemos comparecer "ante el tribunal de Cristo para dar cuenta cada cual segn las obras buenas o malas que hizo en su vidamortal" (2 Cor., 5, 10); y al fin del mundo "saldrn los que obraron el bien para la resurreccin de vida, los que obraron el mal,

    para la resurreccin de condenacin" (Jn., 5, 29; cf. Mt., 25, 46). Teniendo, pues, por cierto, que "los padecimientos de esta vidapresente son nada en comparacin con la gloria futura que se ha de revelar en nosotros" (Rom., 8, 18; cf. 2 Tim., 2, 11-12), confe firme, esperamos el cumplimiento de "la esperanza bienaventurada y la llegada de la gloria del gran Dios y Salvador nuestro

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    Teologa Dogmtica 2.4. El Misterio de la Iglesia 2.4.b. EscatologaJesucristo" (Tit., 2, 13), quien "transfigurar nuestro pobre cuerpo en un cuerpo glorioso semejante al suyo" (Filp., 3, 21) yvendr "para ser glorificado en sus santos y para ser la admiracin de todos los que han tenido fe" (2 Tes., 1, 10).

    49. COMUNIN DE LA IGLESIA CELESTIAL CON LA IGLESIA PEREGRINANTE

    As, pues, hasta que el Seor venga revestido de majestad y acompaado de todos sus ngeles (cf. Mt., 25, 31) y, destruida lamuerte, le sean sometidas todas las cosas (cf. 1 Cor., 15, 26-27), algunos entre sus discpulos peregrinan en la tierra, otros, ya

    difuntos, se purifican, mientras otros son glorificados contemplando claramente al mismo Dios, Uno y Trino, tal cual es [147];mas todos, aunque en grado y formas distintas, estamos unidos en fraterna caridad y cantamos un mismo himno de gloria anuestro Dios. Porque todos los que son de Cristo y tienen su Espritu, forman una sola Iglesia y con El estn mutuamente unidos(cf. Ef., 4, 16). As que la unin de los peregrinos con los hermanos que durmieron en la paz de Cristo, de ninguna manera seinterrumpe, antes bien, segn la constante fe de la Iglesia, se fortalece con la comunicacin de los bienes espirituales [148]. Porlo mismo que los bienaventurados estn ms ntimamente unidos a Cristo, consolidan ms eficazmente a toda la Iglesia en lasantidad, ennoblecen el culto que Ella misma ofrece a Dios en la tierra y contribuyen de mltiples maneras a su ms dilatadaedificacin (cf. 1 Cor., 12, 12-27)[149] por nosotros ante el Padre[150], presentando por medio del nico Mediador de Dios yde los hombres, Cristo Jess (1 Tim., 2, 5), los mritos que en la tierra alcanzaron, sirviendo al Seor en todas las cosas ycompletando en su propia carne, en favor del Cuerpo de Cristo que es la Iglesia, lo que falta a las tribulaciones de Cristo (cf.Col., 1, 24)[151]. Su fraterna solicitud ayuda, pues, mucho a nuestra debilidad.

    50. RELACIONES DE LA IGLESIA PEREGRINANTE CON LA IGLESIA CELESTIAL

    La Iglesia de los viadores desde los primeros tiempos del cristianismo tuvo perfecto conocimiento de esta comunin de todo elCuerpo Mstico de Jesucristo y as conserv con gran piedad el recuerdo de los difuntos [152]y ofreci tambin sufragios porellos, "porque santo y saludable es el pensamiento de orar por los difuntos para que queden libres de sus pecados" (2 Mac., 12,46). Siempre crey la Iglesia que los apstoles y mrtires de Cristo, por haber dado un supremo testimonio de fe y de amor conel derramamiento de su sangre, nos estn ms ntimamente unidos: a ellos junto con la Bienaventurada Virgen Mara y lossantos ngeles, los vener con peculiar afecto[153] e implor piadosamente el auxilio de su intercesin. A stos luego seunieron tambin aquellos otros que haban imitado[154]ms de cerca la virginidad y la pobreza de Cristo y en fin otros, cuyo

    preclaro ejercicio de virtudes cristianas[155]y cuyos divinos carismas hacan recomendables a la piadosa devocin e imitacinde los fieles[156].

    En efecto, al mirar la vida de quienes siguieron fielmente a Cristo, nuevos motivos nos impulsan a buscar la Ciudad futura (cf.Heb., 13, 14 y 11, 10) y al mismo tiempo, en medio de las cosas mudables de este mundo, se nos muestra el camino ms seguro,conforme al propio estado y condicin de cada uno por donde podremos llegar a la perfecta unin con Cristo, o sea, a lasantidad[157]. Dios manifiesta a los hombres en forma viva su presencia y su rostro, en la vida de aquellos que, siendo hombrescomo nosotros, con mayor perfeccin se transforman en la imagen de Cristo (cf. 2 Cor., 3, 18). En ellos El mismo es quien noshabla y nos ofrece un signo de ese Reino suyo [158] hacia el cual somos poderosamente atrados, con tan gran nube de testigosen torno (cf. Heb., 12, 1) y con tan gran testimonio de la verdad del Evangelio.

    Pero no slo veneramos la memoria de los santos del cielo por el ejemplo que nos dan, sino an ms para que la unin de laIglesia en el Espritu quede corroborada por el ejercicio de la caridad fraterna (cf. Ef., 4, 1-6). Porque as como la comunincristiana entre los viadores nos conduce ms cerca de Cristo, as el consorcio con los santos nos une con Cristo, de quien dimanacomo de Fuente y Cabeza toda la gracia y la vida del mismo Pueblo de Dios[159]. Conviene, pues, en sumo grado, que amemosa estos amigos y coherederos de Jesucristo, hermanos tambin nuestros y eximios bienhechores; rindamos a Dios las debidas

    gracias por ellos[160], "invoqumoslos humildemente y, para impetrar de Dios beneficios por medio de su Hijo Jesucristo,nico Redentor y Salvador nuestro, acudamos a sus oraciones, ayuda y auxilios" [161]. En verdad, todo genuino testimonio deamor ofrecido por nosotros a los bienaventurados, por su misma naturaleza, se dirige y termina en Cristo, que es la "corona detodos los Santos"[162] y por El a Dios, que es admirable en sus Santos y en ellos es glorificado[163].

    Pero nuestra ms alta forma de unin con la Iglesia celestial se realiza especialmente cuando en la sagrada liturgia, en la cual "lavirtud del Espritu Santo obra sobre nosotros por los signos sacramentales", celebramos juntos con fraterna alegra la alabanzade la Divina Majestad[164], y todos los redimidos por la Sangre de Cristo de toda tribu, lengua, pueblo y nacin (cf. Apoc., 5,9), congregados en una misma Iglesia, ensalzamos con un mismo cntico de alabanza al Dios Uno y Trino. Al celebrar, pues, el

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    Teologa Dogmtica 2.4. El Misterio de la Iglesia 2.4.b. EscatologaSacrificio Eucarstico, es cuando mejor nos unimos al culto de la Iglesia celestial en una misma comunin y veneracin de lamemoria de la gloriosa Virgen Mara, en primer lugar, y del bienaventurado Jos y de los bienaventurados Apstoles, de losMrtires y de todos los Santos[165].

    51. EL CONCILIO ESTABLECE DISPOSICIONES PASTORALES

    Este Sagrado Snodo recibe con gran piedad la venerable fe de nuestros antepasados acerca del consorcio vital con nuestros

    hermanos que estn en la gloria celestial o an estn purificndose despus de la muerte; y de nuevo propone los decretos de lossagrados Concilios Niceno II[166], Florentino[167]y Tridentino[168]. Junto con esto, por su solicitud pastoral, exhorta a todosaquellos a quienes corresponde, a que traten de apartar o corregir cualesquiera abusos, excesos o defectos que acaso en diversossitios se hubieren introducido y restauren todo conforme a la mejor alabanza de Cristo y de Dios. Enseen, pues, a los fieles queel autntico culto a los santos no consiste tanto en la multiplicidad de los actos exteriores, cuanto en la intensidad de un amor

    prctico, por el cual para mayor bien nuestro y de la Iglesia, buscamos en los santos "el ejemplo de su vida, la participacin desu intimidad y la ayuda de su intercesin" [169]. Explquenles por otro lado que nuestro trato con los bienaventurados, si seconsidera en la plena luz de la fe, lejos de atenuar el culto latrutico debido a Dios Padre, por Cristo, en el Espritu Santo, ms

    bien lo enriquece ampliamente[170].

    Porque todos los que somos hijos de Dios y constituimos una familia en Cristo (cf. Heb., 3, 6), al unirnos en una mutua caridady en una misma alabanza de la santsima Trinidad, correspondemos a la ntima vocacin de la Iglesia y participamos con gustoanticipado de la liturgia de la gloria perfecta del cielo[171]. Porque cuando Cristo aparezca y se verifique la resurreccingloriosa de los muertos, la claridad de Dios iluminar la Ciudad celeste y su Lumbrera ser el Cordero (cf. Apoc., 21, 24).Entonces toda la Iglesia de los santos, en la suprema felicidad del amor, adorar a Dios y "al Cordero que fue inmolado" (Apoc.,5, 12), aclamando todos a una voz: "Al que est sentado en el Trono y al Cordero: la alabanza, el honor y la gloria y el imperio

    por los siglos de los siglos" (Apoc., 5, 13-14).

    GS 39-45

    39. Ignoramos tanto el tiempo en que la tierra y la humanidad se consumarn [71], como la forma en que setransformar el universo. Pasa ciertamente la figura de este mundo, deformada por el pecado[72]. Pero sabemospor la revelacin que Dios prepara una nueva morada y una nueva tierra donde habita la justicia [73], y cuyabienaventuranza saciar y superar todos los anhelos de paz que ascienden en el corazn de los hombres [74].Entonces, vencida la muerte, los hijos de Dios sern resucitados en Cristo, y lo que se sembr en debilidad ycorrupcin se revestir de incorrupcin[75]; y, subsistiendo la caridad y sus obras[76], sern liberadas de laesclavitud de la vanidad todas aquellas criaturas[77]que Dios cre precisamente para servir al hombre.

    Y ciertamente se nos advierte que de nada sirve al hombre ganar el mundo entero, si se pierde a s mismo[78]. Masla esperanza de una nueva tierra no debe atenuar, sino ms bien excitar la preocupacin por perfeccionar estatierra, en donde crece aquel Cuerpo de la nueva humanidad que puede ya ofrecer una cierta prefiguracin delmundo nuevo. Por ello, aunque hay que distinguir con sumo cuidado entre el progreso temporal y el crecimiento delReino de Cristo, el primero, en cuanto contribuye a una sociedad mejor ordenada, interesa en gran medida al Reinode Dios[79].

    En efecto; los bienes todos de la dignidad humana, de la fraternidad y de la libertad, es decir, todos los buenosfrutos de la naturaleza y de nuestra actividad, luego de haberlos propagado -en el Espritu de Dios y conforme a sumandato- sobre la tierra, los volveremos a encontrar de nuevo, pero limpios de toda mancha a la vez queiluminados y transfigurados, cuando Cristo devuelva a su Padre el reino eterno y universal: reino de verdad y devida, reino de santidad y de gracia, reino de justicia, de amor y de paz[80]. Aqu, en la tierra, existe ya el Reino,aunque entre misterios; mas, cuando venga el Seor, llegar a su consumada perfeccin.

    CAPTULO IVMisin de la Iglesia en el Mundo actual

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    Teologa Dogmtica 2.4. El Misterio de la Iglesia 2.4.b. Escatologa40. Todo lo dicho sobre la dignidad de la persona humana, sobre la comunidad de los hombres, sobre el profundosentido de la actividad humana, constituye el fundamento de la relacin entre la Iglesia y el mundo y tambin labase de su mutuo dilogo[81]. En este captulo, por lo tanto, dando ya por conocido cuanto el Concilio hapromulgado sobre el misterio de la Iglesia, se trata de considerar a la Iglesia misma, en su forma de existiren elmundo y de vivir y actuar junto con l.

    Procediendo del amor del Padre eterno[82], fundada en el tiempo por Cristo Redentor, y reunida en el EsprituSanto[83], la Iglesia tiene una finalidad de salvacin y escatolgica, que tan slo se puede alcanzar plenamente enla vida futura. Pero ella existe ya aqu en la tierra, integrada por hombres, es decir, por miembros de la ciudadterrena, llamados a formar, ya en la historia del gnero humano, la familia de los hijos de Dios, que ir aumentandocontinuamente hasta la llegada del Seor. Unida ciertamente en razn de los bienes celestiales y enriquecida porellos, esta familia as constituida y organizada por Cristo como sociedad en este mundo[84] est dotada de losconvenientes medios para una unin visible y social[85]. Y as, la Iglesia, por ser a la vez sociedad visible ycomunidad espiritual[86], va caminando junto con toda la humanidad, participando con ella de la misma suerteterrenal, siendo como el fermento y casi el alma de la sociedad humana [87], que se ha de renovar en Cristo y se hade transformar en familia de Dios.

    Esta compenetracin de la ciudad terrena y de la celestialtan slo por la fe puede percibirse; ms an, se mantienecomo el misterio de la historia humana, que es perturbada por el pecado hasta que llegue la plena revelacin delesplendor de los hijos de Dios. Y la Iglesia, al perseguir su propio fin de salvacin, no slo le comunica al hombre la

    vida divina, sino que difunde tambin su luz como reflejada, en cierto modo, sobre todo el mundo, sobre todocuando sana y eleva la dignidad de la persona humana, consolida la cohesin de la sociedad humana e introduceen la actividad diaria un sentido y una significacin ms profundos. Cree la Iglesia que de esta suerte, esto es, pormedio de cada uno de sus miembros y por medio de su entera comunidad, puede contribuir en alto grado a hacerms humana la familia e historia de los hombres.

    Por otra parte, la Iglesia catlica tiene en gran estima todo cuanto han colaborado las otras Iglesias cristianas ocomunidades eclesiales para el cumplimiento de la misma finalidad. Y est firmemente convencida de que elmundo, ya individual ya socialmente, con sus dotes y actividad, puede ayudarla mucho y con diversos modos, enpreparar las vas del Evangelio, para promover debidamente ese cambio y auxilio mutuos, en lo que de algn modoes comn a la Iglesia y al mundo, se exponen ahora algunos principios.

    41. El hombre contemporneo camina hacia un mayor desarrollo de su personalidad y hacia un progresivodescubrimiento y afirmacin de sus derechos. Mas, como a la Iglesia se ha confiado manifestar el misterio de Dios,que es el fin ltimo del hombre, ella es la que descubre al hombre el sentido de su propia existencia, es decir, lantima verdad acerca del hombre. Bien sabe la Iglesia que slo Dios, al que ella sirve, responde a los msprofundos deseos del corazn humano, que nunca se sacia plenamente con los bienes terrenales. Sabe tambinque el hombre, estimulado siempre por el Espritu de Dios, nunca permanecer indiferente en el problema religioso,como claramente lo atestiguan la experiencia de los siglos pasados y el mltiple testimonio de nuestros tiempos.Porque el hombre siempre desear conocer, siquiera confusamente, el significado de su vida, de su actividad y desu muerte. La presencia misma de la Iglesia le recuerda al hombre estos problemas. Pero es slo Dios, el que creal hombre a su imagen y le redimi del pecado, el que da respuesta totalmente plena a estas preguntas; y lo hacepor medio de la revelacin en Cristo su Hijo, que se hizo hombre. Todo el que sigue a Cristo, Hombre perfecto, sehace a su vez ms hombre.

    Con esta fe, la Iglesia puede libertar la dignidad humana del fluctuar de todas las opiniones que, por ejemplo, orebajan demasiado el cuerpo o bien lo ensalzan en demasa. Ninguna ley humana puede garantizar la dignidad y lalibertad del hombre tanto como lo hace el Evangelio de Cristo, confiado a la Iglesia. Porque este Evangelio anunciay proclama la libertad de los hijos de Dios, rechaza toda esclavitud derivada, en ltimo trmino, del pecado [88],respeta santamente la dignidad de la conciencia y su libre decisin, avisa sin cesar que todos los talentos humanosdeben multiplicarse en servicio de Dios y en bien de los hombres y, finalmente, encomienda a todos a la caridad detodos[89]. Todo esto corresponde a la ley fundamental de la economa cristiana. Porque, aunque el mismo Dios esel Salvador y el Creador, y tambin es Seor de la historia humana y de la historia de la salvacin, sin embargo, eneste mismo orden divino no slo no se suprime la justa autonoma de la criatura y principalmente la del hombre,sino que ms bien queda restituida a su propia dignidad y se consolida en ella.

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    Teologa Dogmtica 2.4. El Misterio de la Iglesia 2.4.b. EscatologaLa Iglesia, pues, en virtud del Evangelio a ella confiado, proclama los derechos humanos, a la vez que reconoce yestima en mucho el actual dinamismo que por doquier promueve tales derechos. Pero este movimiento ha de serimbuido con el espritu del Evangelio, y ha de ser defendido contra toda apariencia de falsa autonoma. Porquesentimos la tentacin de juzgar que nuestros derechos personales tan slo quedan plenamente a salvo cuando noshacemos independientes de toda norma de la Ley divina. La verdad es que por este camino, la libertad humana, envez de salvarse, queda totalmente anulada.

    42. La unin de la familia humana queda muy reforzada y completada con la unidad, fundada en Cristo, de la familiade los hijos de Dios[90].

    Es cierto que la misin confiada por Cristo a la Iglesia no es de orden poltico, econmico o social. El fin que leasign es de orden religioso[91]. Pero precisamente de esta misma misin religiosa surgen una funcin, una luz yenergas, que pueden servir para constituir y consolidar la comunidad humana segn la Ley divina. Adems de que,cuando sea necesario, cuando lo aconsejen las circunstancias de tiempo y lugar, puede ella, y aun debe, suscitarobras destinadas al servicio de todos, principalmente de los necesitados, como son, por ejemplo, las obras demisericordia y otras semejantes.

    La Iglesia reconoce, adems, todo cuanto de bueno se encuentra en el actual dinamismo social: sobre todo, laevolucin hacia la unidad, el proceso de una sana socializacin y de la solidaridad civil y econmica. Porque lapromocin de la unidad se relaciona con la ntima misin de la Iglesia, puesto que sta es en Cristo casi como unsacramento o seal e instrumento de la ntima unin con Dios y de la unidad de todo el gnero humano[92]. Asensea ella al mundo que la verdadera unin social externa surge de la unin de las mentes y de los corazones,esto es, de aquella fe y caridad que son el fundamento de su unidad indisoluble en el Espritu Santo. Porque lafuerza que la Iglesia puede comunicar a la actual sociedad humana consiste en la fe y caridad llevadas a la vidaprctica, no en un dominio exterior ejercido por medios exclusivamente humanos.

    Y como, adems, en virtud de la naturaleza de su misin no est ligada a ninguna forma particular de civilizacinhumana, ni a ningn sistema poltico, econmico o social, la Iglesia, precisamente por esta su universalidad puedellegar a serel vnculo ms estrecho que unifique entre s a las diferentes comunidades y naciones humanas, con talque stas a su vez tengan confianza en ella y reconozcan de modo efectivo su verdadera libertad para cumplir estasu misin propia. Por eso la Iglesia advierte a sus hijos, pero tambin a todos los hombres, que con este familiarespritu de hijos de Dios, superen todas las discordias nacionales o raciales y den firmeza interior a todas las

    legtimas asociaciones humanas.

    Por consiguiente, todo cuanto de verdadero, bueno y justo se encuentra en las variadsimas instituciones que elhombre ha fundado y no cesa de fundar incesantemente, el Concilio lo mira con el mayor respeto. Declara, adems,que la Iglesia quiere ayudar y promover todas las instituciones de este gnero, en cuanto de ella dependa y puedaconciliarse con su misin. Y nada desea tanto como desarrollarse libremente, en servicio de todos, bajo cualquierrgimen que reconozca los derechos fundamentales de la persona y de la familia y las exigencias del bien comn.

    43. El Concilio exhorta a los cristianos, ciudadanos de las dos ciudades, a que procuren cumplir fielmente susdeberes terrenos, guiados siempre por el espritu del Evangelio. Estn lejos de la verdad quienes, por saber quenosotros no tenemos aqu una ciudad permanente, sino que buscamos la venidera[93], piensan que por ello puedendescuidar sus deberes terrenos, no advirtiendo que precisamente por esa misma fe estn ms obligados acumplirlos, segn la vocacin personal de cada uno[94]. Pero no menos equivocados estn quienes, por locontrario, piensan que pueden dedicarse de tal modo a los asuntos terrenos cual si stos fueran del todo ajenos ala vida religiosa, como si sta se redujera al ejercicio de ciertos actos de culto y al cumplimiento de determinadasobligaciones morales. La ruptura entre la fe que profesan y la vida ordinaria de muchos, debe considerarse comouno de los ms graves errores de nuestro tiempo. Escndalo, que ya anatematizaban con vehemencia los Profetasdel Antiguo Testamento[95] y aun ms el mismo Jesucristo, en el Nuevo Testamento, conminaba con gravespenas[96]. No hay que crear, por consiguiente, oposiciones infundadas entre las actuaciones profesionales ysociales, de una parte, y la vida religiosa de otra. El cristiano, que descuida sus obligaciones temporales, falta a susobligaciones con el prjimo y con Dios mismo, y pone en peligro su salvacin eterna. A ejemplo de Cristo, que llevla vida propia de un artesano, algrense los cristianos al poder ejercitar todas sus actividades terrenales, haciendo

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    Teologa Dogmtica 2.4. El Misterio de la Iglesia 2.4.b. Escatologauna sntesis vital del esfuerzo humano -en lo profesional, cientfico y tcnico- con los bienes religiosos, bajo cuyaaltsima ordenacin todo se coordina para gloria de Dios.

    Las profesiones y las actividades seculares corresponden propiamente a los seglares, aunque no exclusivamente.Cuando actan, individual o colectivamente, como ciudadanos del mundo, no slo han de cumplir las leyes propiasde cada profesin, sino que se esforzarn por adquirir en sus respectivos campos una verdadera competencia.Gustosos colaborarn con otros, que buscan idnticos fines. Conscientes de las exigencias de su fe y robustecidospor la fuerza de sta, no duden, cuando convenga, el emprender nuevas iniciativas y llevarlas a buen trmino.Toca, de ordinario, a su conciencia debidamente formada el lograr que la ley divina quede grabada en la ciudadterrenal. Los seglares esperen de los sacerdotes luz e impulso espiritual. Pero no piensen que sus pastores estnsiempre tan especializados que puedan tener a su alcance una solucin concreta para cada problema que surja,aun grave, o que sta sea su misin. Cumple ms bien a los laicos asumir sus propias responsabilidades, ilustradospor la sabidura cristiana y atentos a guardar las enseanzas del Magisterio[97].

    Algunas veces suceder que aun la misma visin cristiana de las cosas les inclinar, en ciertos casos, a unadeterminada solucin. Pero otros fieles, guiados por no menor sinceridad, como sucede frecuente y legtimamente,

    juzgarn en el mismo asunto de otro modo. Si se da el caso de que las soluciones propuestas de una y otra parte,aun fuera de la intencin de stas, muchos las presentan fcilmente como relacionadas con el mensaje evanglico,recuerden que a nadie le es lcito en dichos casos arrogarse exclusivamente la autoridad de la Iglesia a su favor.Procuren siempre, con un sincero dilogo, hacerse luz mutuamente, guardando la mutua caridad y preocupndose,

    antes que nada, del bien comn.

    Los seglares, a su vez, que en toda la vida de la Iglesia desempean una parte activa, estn no slo obligados aimpregnar el mundo con espritu cristiano, sino que tambin estn llamados a ser testigos de Cristo en todo, dentrode la sociedad humana.

    Los Obispos, a quienes se ha confiado el oficio de gobernar la Iglesia de Dios, prediquen de tal manera con suspresbteros el mensaje de Cristo que todas las actividades terrenas de los fieles estn iluminadas con la luz delEvangelio. Recuerden, adems, todos los pastores que con su conducta cotidiana y su solicitud[98], deben mostraral mundo la faz de la Iglesia, que es el indicio por el que los hombres juzgan de la eficacia y de la verdad delmensaje cristiano. Con su vida y su palabra, y en unin con los religiosos y con sus fieles, demuestren cmo laIglesia, por su sola presencia y con todos los bienes que contiene, es un manantial inagotable de todas aquellas

    virtudes de que el mundo de hoy se halla tan necesitado. Con la asiduidad de sus estudios se preparen parasostener de una manera decorosa su deber en el dilogo con el mundo y con hombres de cualquier opinin quesean. Y, ante todo, tengan siempre muy grabadas en su propio corazn estas palabras de este Concilio: Comoquiera que el mundo entero tiende cada da ms a la unidad en su organizacin civil, econmica y social, tantomayor es el deber de que los sacerdotes, uniendo sus esfuerzos y cuidados bajo la gua de los Obispos y del SumoPontfice, eviten todo motivo de dispersin, para que todo el gnero humano se vuelva a la unidad de la familia deDios[99].

    Aunque la Iglesia, por virtud del Espritu Santo, se ha mantenido como fiel esposa del Seor y nunca ha dejado deser una bandera alzada de salvacin en el mundo, no ignora, sin embargo, que entre sus propios miembros [100],clrigos y seglares, a lo largo de tantos siglos, no han faltado quienes fueron infieles al Espritu de Dios. Aun ennuestros das, no se le oculta a la Iglesia que es grande la distancia entre el mensaje que ella predica y la humanadebilidad de aquellos a quienes est confiado el Evangelio. Sea cual fuere el juicio que la historia pronuncie sobre

    estos defectos, debemos tener conciencia de ellos y combatirlos valientemente para que no daen a la difusin delEvangelio. Conoce, asimismo, la Iglesia cunto ella misma deber madurar continuamente, segn la experiencia delos siglos, en realizar sus relaciones con el mundo. Guiada por el Espritu Santo, la Madre Iglesia exhortaincesantemente a todos sus hijos a que se santifiquen y se renueven de modo que la imagen de Cristoresplandezca ms clara sobre la faz de la Iglesia[101].

    44. As como al mundo le interesa reconocer a la Iglesia como una realidad social de la historia y como fermentosuyo, as tambin la Iglesia no desconoce todo cuanto ella ha recibido de la historia y del progreso del gnerohumano.

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    Teologa Dogmtica 2.4. El Misterio de la Iglesia 2.4.b. EscatologaLa experiencia de los siglos pasados, el progreso de las ciencias, los tesoros escondidos en las diversas formas decultura, que permiten conocer mejor la naturaleza del hombre y abren nuevos caminos para la verdad, aprovechantambin a la Iglesia. Porque ella, ya desde el principio de su historia, aprendi a expresar el mensaje de Cristousando los conceptos y lenguas de los diversos pueblos y se esforz por iluminarlo, adems, con la sabidura delos filsofos; todo ello, con la sola finalidad de adaptar el Evangelio as a la inteligencia de todos como a lasexigencias de los sabios, en cuanto era posible. Esta adaptada predicacin de la palabra revelada debepermanecer, pues, como la ley de toda evangelizacin, porque as se hace posible expresar en cada nacin elmensaje de Cristo segn su modo y, al mismo tiempo, se promueve un intercambio vital entre la Iglesia y las

    diversas culturas de los pueblos[102]. Para aumentar este intercambio la Iglesia, y ms en nuestros tiempos, enque tan rpidamente cambian las cosas y tanto varan los modos de pensar, necesita de modo particular la ayudade quienes, por vivir en el mundo, sean o no creyentes, conocen bien las varias instituciones y materias ycomprenden la ntima naturaleza de las mismas. Propio es de todo el Pueblo de Dios, pero especialmente de lospastores y telogos captar, discernir e interpretar, con la ayuda del Espritu Santo, las varias voces de nuestrotiempo y valorarlas bajo la luz de la palabra divina para que la Verdad revelada pueda ser cada vez msprofundamente percibida, mejor entendida y expresada en la forma ms adecuada.

    La Iglesia, al tener una estructura social visible, significado precisamente de su unidad en Cristo, se puedeenriquecer tambin, y se enriquece de hecho, con la evolucin de la vida social humana; no como si algo le faltaraen la constitucin que Cristo le ha dado, sino para conocer con ms profundidad esa misma constitucin, paraexpresarla mejor y para ajustarla en la ms perfecta forma a nuestros tiempos. Ms an, advierte ella misma congratitud que en su comunidad, no menos que en cada uno de sus hijos, est recibiendo variada ayuda por parte de

    hombres de todo grado y condicin. Porque todo el que promueve la comunidad humana en el orden de la familia,de la cultura, de la vida econmica y social, e incluso poltica, nacional o internacional, segn el plan de Dios ayudatambin no poco a la comunidad eclesial, en cuanto sta depende de elementos externos. Y ms an, reconoce laIglesia que con la oposicin misma de cuantos son sus contrarios o la persiguen ella misma se ha beneficiadomucho y an puede beneficiarse[103].

    45. La Iglesia, cuando ella ayuda al mundo o recibe bienes de ste no tiene sino una aspiracin: que venga el Reinode Dios y se realice la salvacin de todo el gnero humano. Todo el bien que el Pueblo de Dios durante superegrinacin terrena puede ofrecer a la familia humana procede de que la Iglesia es universal sacramento desalvacin[104], que proclama y al mismo tiempo realiza el misterio del amor de Dios hacia el hombre.

    Porque el Verbo de Dios, por quien todo fue hecho, se encarn para que, siendo el Hombre perfecto, salvara a

    todos y recapitulara todas las cosas. El Seor es el fin de la historia humana, el punto de convergencia de losdeseos de la historia y de la civilizacin, el centro del gnero humano, el gozo de todos los corazones y la plenitudde todas sus aspiraciones[105]. l es a quien el Padre resucit de entre los muertos, ensalzndolo y colocndolo asu diestra, constituyndole juez de vivos y muertos. Vivificados y congregados en su Espritu, peregrinamos hacia laperfecta consumacin de la historia humana, que coincide plenamente con el designio de su amor: Recapitular todoen Cristo, cuanto existe en los cielos y sobre la tierra (Ef1,10).

    Dice el mismo Seor: He aqu que vengo presto y conmigo est mi recompensa, para pagar a cada uno segn susobras: yo soy elAlfa y la Omega, el primero y el ltimo, el principio y el fin (Ap 22,12-13).

    CCE 988-100413

    Artculo 11 "CREO EN LA RESURRECCION DE LA CARNE"

    988 El Credo cristiano -profesin de nuestra fe en Dios Padre, Hijo y Espritu Santo, y en su accin creadora, salvadora ysantificadora- culmina en la proclamacin de la resurreccin de los muertos al fin de los tiempos, y en la vida eterna.989 Creemos firmemente, y as lo esperamos, que del mismo modo que Cristo ha resucitado verdaderamente de entre losmuertos, y que vive para siempre, igualmente los justos despus de su muerte vivirn para siempre con Cristo resucitado y queEl los resucitar en el ltimo da (Cf. Jn 6, 39-40). Como la suya, nuestra resurreccin ser obra de la Santsima Trinidad.990 La "resurreccin de la carne" significa que, despus de la muerte, no habr solamente vida del alma inmortal, sino quetambin nuestros "cuerpos mortales" .991 Creer en la resurreccin de los muertos ha sido desde sus comienzos un elemento esencial de la fe cristiana.

    13 Hemos elegido los nmeros centrales permitindonos algn resumen propio sobre ellos.

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  • 7/29/2019 Teologia Dogmatica - 2 4 b Escatologia

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    Teologa Dogmtica 2.4. El Misterio de la Iglesia 2.4.b. EscatologaI LA RESURRECCION DE CRISTO Y LA NUESTRARevelacin progresiva de la Resurreccin992 La esperanza en la resurreccin corporal de los muertos se impuso como una consecuencia intrnseca de la fe en un Dioscreador del hombre todo entero, alma y cuerpo. En esta doble perspectiva comienza a expresarse la fe en la resurreccin (cf2Mac 7).994 Pero hay ms: Jess vincula la fe en la resurreccin a la fe en su propia persona: "Yo soy la resurreccin y la vida" (Jn 11,25). Es el mismo Jess el que resucitar en el ltimo da a quienes hayan credo en El (Cf. Jn 5, 24-25; 6, 40) y hayan comido sucuerpo y bebido su sangre (Cf. Jn 6, 54). En su vida pblica ofrece ya un signo y una prenda de la resurreccin devolviendo la

    vida a algunos muertos (Cf. Mc 5, 21-43; Lc 7, 11-17; Jn 11), anunciando as su propia Resurreccin que, no obstante, ser deotro orden. De este acontecimiento nico, El habla como del "signo de Jons" (Cf. Mt 12, 39), del signo del Templo (Cf. Jn 2,19-22): anuncia su Resurreccin al tercer da despus de su muerte (Cf. Mc 10, 34).995 Ser testigo de Cristo es ser "testigo de su Resurreccin" (Hch 1, 22; Cf. Hch 4, 33), la esperanza cristiana en la resurreccinest totalmente marcada por los encuentros con Cristo resucitado. Nosotros resucitaremos como El, con El, por El.Cmo resucitan los muertos997 Qu es resucitar? En la muerte, separacin del alma y el cuerpo, el cuerpo del hombre cae en la corrupcin, mientras quesu alma va al encuentro con Dios, en espera de reunirse con su cuerpo glorificado. Dios en su omnipotencia dar definitivamentea nuestros cuerpos la vida incorruptible unindolos a nuestras almas, por la virtud de la Resurreccin de Jess.998 Quin resucitar? Todos los hombres que han muerto: "los que hayan hecho el bien resucitarn para la vida, y los quehayan hecho el mal, para la condenacin" (Jn 5, 29; Cf. Dn 12, 2).999 Cmo? Cristo resucit con su propio cuerpo: "Mirad mis manos y mis pies; soy yo mismo" (Lc 24, 39); pero El no volvia una vida terrenal. Del mismo modo, en El "todos resucitarn con su propio cuerpo, que tienen ahora" (Cc. de Letrn IV: DS

    801), pero este cuerpo ser "transfigurado en cuerpo de gloria" (Cf. Flp 3, 21), en "cuerpo espiritual" (1 Co 15, 44):Pero dir alguno: cmo resucitan los muertos? Con qu cuerpo vuelven a la vida? Necio! Lo que t siembras no revive si nomuere. Y lo que t siembras no es el c