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IES Vistazul. 2º Bach. Historia de España.

TEMA 7. La Restauración Borbónica: implantación y afianzamiento de un nuevo sistema político (1874-1902)

0. Introducción 1. El reinado de Alfonso XII. Bases de la Restauración 1.1 El sistema canovista 1.2 La constitución de 1876 1.3 Los mecanismos del poder 2. La oposición política 2.1 Regionalismo y nacionalismo 2.2 El movimiento obrero 3. La Edad de Oro de la Restauración 3.1 El reinado de Alfonso XII 3.2 La regencia de María Cristina de Habsburgo 4. La crisis colonial de 1898 4.1 Las reacciones a la derrota 4.2 El regeneracionismo

0. Introducción

El período isabelino significó la hegemonía del partido moderado, que defendía el nuevo régimen liberal surgido tras la crisis del Antiguo Régimen. Este régimen, que significaba el predominio político de los propietarios agrarios beneficiados por la desamortización y las clases conservadoras, bloqueaba el acceso al poder de los partidos de oposición, para quienes no quedaba otro recurso que el pronunciamiento o la revolución. Esta situación se quebró en 1868, dando paso a una agitada etapa que se prolongó durante seis años y que conoció varios regímenes políticos: regencia, monarquía democrática de Amadeo de Saboya, república federal y república conservadora, en los que fueron poniéndose en práctica los diferentes proyectos de la coalición que hizo posible la Revolución. La profundización de los principios liberales en sentido democrático, la defensa de las libertades y el peso político que adquirieron pequeña burguesía y clases populares no eran fácilmente admisibles para quienes habían controlado el poder en las décadas anteriores. La agitación y los conflictos bélicos (guerra carlista, guerra de Cuba, conflicto cantonal) impulsaron a las clases conservadoras a apostar por la Restauración de la monarquía. Sin embargo, el acuerdo no fue fácil entre los restauracionistas. Pese a las dificultades encontradas, el político malagueño Antonio Cánovas del Castillo, a quien se encargaron los trabajos restauradores, se decidió por la persona del príncipe Alfonso, hijo de Isabel II, y por un sistema político más abierto, donde se reconocieron progresivamente los derechos individuales del Sexenio

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IES Vistazul. 2º Bach. Historia de España. y en el que la oposición pudiera acceder al poder por vías pacíficas. El proceso de aglutinación de las fuerzas defensoras de la Restauración Borbónica, tuvo como hito la publicación en 1874, por parte del príncipe Alfonso de su programa como rey. Ese documento es conocido como el Manifiesto de Sandhurst, cuyo nombre viene de la Academia militar inglesa donde se encontraba realizando sus estudios. Finalmente, aunque Cánovas era partidario de una transición pacífica, el príncipe fue proclamado como nuevo rey tras el pronunciamiento de Sagunto, protagonizado por el general Martínez Campos. 1. El reinado de Alfonso XII. Bases de la Restauración Tras el golpe de Pavía y la disolución de las Cortes republicanas, en enero de 1874 se estableció un régimen militar bajo la presidencia del general Serrano, sin un programa concreto. Durante el Sexenio Democrático se habían ido reorganizando las clases conservadoras en torno a la figura de Alfonso, el hijo de la destronada Isabel II. El líder de este grupo, Antonio Cánovas del Castillo, logró un consenso entre conservadores y progresistas para restaurar la monarquía borbónica de forma pacífica. Primero convenció a Isabel II para que abdicara a favor de su hijo Alfonso (1870) y luego se preocupó por la formación del que habría de ser el futuro rey, inscribiéndole en diversas escuelas militares británicas. El 1 de enero de 1874, el futuro Alfonso XII firmaba el Manifiesto de Sandhurst (redactado por Cánovas) en el que prometía una monarquía abierta, constitucional y democrática. Sin embargo, el 29 de diciembre de ese mismo año, los generales Martínez Campo y Jovellar se pronuncian en Sagunto (Detrás del pronunciamiento estuvieron los intereses cubanos, tanto los militares como los económicos que se habían visto perjudicados durante el sexenio por la concesión de autonomía a la isla y por la difusión de las ideas antiesclavistas), echando por tierra los planes de Cánovas de devolver la corona a los Borbones de manera pacífica. 1.1 El sistema canovista Consumados los hechos, Cánovas forma un gobierno provisional y comunica a Alfonso su proclamación como rey de España. Da comienzo así un periodo denominado Restauración (1875-1931) caracterizado por la vuelta del liberalismo doctrinario con la burguesía conservadora y latifundista en el poder, la estabilidad y el orden político al desaparecer los graves problemas existentes (se pone fin a la guerra carlista en 1876 por la paz de Somorrostro, y a la guerra cubana en 1878 por la Paz de Zanjón) y todo ello bajo el amparo de una Constitución como la de 1876 y un sistema político, como el canovista, que sancionaba el principio del turno pacífico de partidos en el gobierno. Para ello era necesario, según Cánovas, que la monarquía recuperase el prestigio perdido, haciéndola desempeñar un mayor protagonismo en la vida pública; la vuelta del ejército a los cuarteles (fue importante la educación militar de Alfonso XII para terminar con la intromisión de los militares en la vida política), el consenso político de los partidos progresista y moderado tradicionales (bipartidismo) y la aceptación por estos del turnismo pacífico, inspirado en el modelo británico. Se basaba en dos partidos que, partiendo de la aceptación de la Constitución de 1876, deberían turnarse pacíficamente en el poder mediante elecciones, lo que acabaría con los endémicos pronunciamientos.

Page 3: Tema 7.la restauración borbónica.implantación y afianzamiento de un nuevo sistema político

IES Vistazul. 2º Bach. Historia de España. Uno de los partidos derivaba del antiguo Partido Alfonsino, ahora llamado Partido Conservador, con Cánovas como líder incuestionable hasta su asesinato en 1897. Aglutinaba a los antiguos moderados y parte de los unionistas. El otro partido integraba en el nuevo sistema a los monárquicos del sexenio para alcanzar realmente una estabilidad. Esta tarea la cumplió con creces Práxedes Mateo Sagasta, un político experimentado vinculado a los antiguos partidos progresista y constitucional. En 1880 creó el Partido Fusionista, una especie de reunificación de los antiguos progresistas que en 19885 se convirtió en el Partido Liberal. Inmediatamente Cánovas les cedió el turno de gobierno (1881). 1.2 La constitución de 1876 Confirmado por Alfonso XII como jefe de gobierno, Cánovas se dispuso a elaborar una nueva Constitución que terminara con el radicalismo del Sexenio. Se basaba en el principio canovista de que la Corona y las Cortes eran anteriores a la Constitución, siendo el rey la pieza clave del sistema. Sus características fueron las siguientes:

- Las Cortes constan de dos cámaras de similares competencias. Un Senado compuesto por tres tipos de senadores: por derecho propio (grandes de España y altos cargos de la Iglesia y el Ejército), por designación real (la mitad vitalicia, la otra mitad por cinco años) y por elección; y un Congreso de Diputados, de elección popular. El modelo electoral que se aprobó inicialmente fue el censitario, hasta que en 1890 los liberales de Sagasta introdujeron el sufragio universal.

- La Corona se reserva la sanción y la promulgación de las leyes, así como el mando supremo de las fuerzas armadas. Puede vetar las leyes por una legislatura y disolver las Cámaras, pero debe convocar elecciones antes de 3 meses. Nombra al ejecutivo, que debe responder ante las Cortes, pero como el rey no es responsable, en la práctica el gobierno no surgirá de la mayoría parlamentaria sino de la voluntad real.

- El poder judicial es independiente - Se incluye una amplia declaración de derechos individuales, pero se pospone su

desarrollo a Leyes Orgánicas posteriores, que tendieron a su restricción, pero también daban la posibilidad de incluir otros lo que hizo que, en el plano legal, a finales de siglo eran similares a los del resto de Europa.

- Ayuntamientos y Diputaciones quedaban bajo control gubernamental. - Se reconoce la confesionalidad católica del país, el mantenimiento del culto y del clero,

pero se da una libertad de culto si se restringe al ámbito privado. 1.3 Los mecanismos del poder La clave del sistema político creado por Cánovas fueron dos elementos: el bipartidismo y el turnismo de partidos sometidos a la voluntad del rey. Para ello necesitaba controlar el proceso electoral que mantuviera de forma constante a la oligarquía financiera, industrial o agrícola en el poder en todos los ámbitos (local, provincial o estatal) y pudieran imponer sus intereses. Dos fueron los mecanismos utilizados para ello: el caciquismo y la manipulación electoral. Los caciques eran jefes locales de un partido que manipulaba el aparato administrativo del Estado en provecho propio y de su clientela, de forma que dominaba un área electoral determinada. La relación entre el cacique y sus partidarios era de carácter clientelar, mediante un intercambio de bienes y servicios, en el que se incluían favores personales. Las clientelas eran indiferentes a la

Page 4: Tema 7.la restauración borbónica.implantación y afianzamiento de un nuevo sistema político

IES Vistazul. 2º Bach. Historia de España. ideología política. Aseguraban el voto al cacique a cambio de favores o recomendaciones: librar a un hijo del servicio militar, evitar pagos de contribución o conseguir un empleo en un organismo público. La manipulación de las elecciones mediante el sistema caciquil se realizaba en un ambiente de desmovilización general del electorado, mayoritariamente rural y analfabeto que desconfiaba de la democracia y confiaba más en los líderes locales de los que esperaba obtener el favor como compensación a su voto. De esta manera el mecanismo electoral no configuraba las Cortes, sino que era el gobierno quien configuraba al electorado. El rey designaba al Presidente del Gobierno, que proponía a los ministros que, a su vez, recibían el decreto de disolución de las Cortes. Desde el gobierno se manipulaban las elecciones formándose las mayorías necesarias mediante métodos como el del encasillado, que dependía de Gobernación. El ministro de turno colocaba a los diputados cuneros o personas no naturales de la circunscripción electoral en la que era elegido. Un 25% eran candidatos naturales, al presentarse por su provincia de origen y elegidos a través de la organización local del partido. De esta manera Cánovas evitaba cualquier participación del pueblo en las decisiones políticas y paralizaba el progreso social. En realidad, el caciquismo puede considerarse una pervivencia del Antiguo Régimen, donde el propio sistema sociopolítico consagraba la influencia de los poderosos. Ahora se mantiene esa misma influencia, pero disfrazándola de representativa y vulnerando la legalidad constitucional, especialmente los principios de igualdad y libertad. La voluntad de la nación nunca se tiene en cuenta. La principal novedad del sistema creado por Cánovas está en que los resultados electorales se manipulan de tal modo que tengan una apariencia representativa, ya que aunque siempre gana el gobierno, los partidos de oposición, incluidos los contrarios al sistema, obtienen una cierta representación parlamentaria.

2. La oposición política Frente al sistema de la Restauración se situaron diversos grupos políticos, la mayor parte de ellos demasiado débiles como para inquietar a los gobiernos hasta comienzos del s. XX. Al margen de grupos preexistentes, como los republicanos, tremendamente disgregados en torno a líderes prestigiosos, como Castelar, Salmerón, Azcárate, Pi i Margall o Ruiz Zorrilla, y por otro lado los carlistas, surgieron dos grupos pujantes: nacionalistas y movimiento obrero. El carlismo, derrotado definitivamente en 1876, quedo reducido a la organización estructurada por Nocedal que, entre 1890 y 1923 participó en las elecciones obteniendo entre 7 y 13 diputados en el Congreso. Muy conservadores, perdieron fuerza en Guipúzcoa y Vizcaya, pero la mantuvieron en Navarra y Álava. Al llegar la crisis de 1898 hubo algunas conspiraciones e insurrecciones infructuosas en Cataluña y Levante. Los republicanos fueron legalizados en 1881 y, a partir de las elecciones por sufragio universal de 1890, pudieron acceder a los Ayuntamientos y formar parte de las Cortes. Su escisión en tres tendencias y su escasa incidencia en las reformas sociales les hicieron tener poca repercusión en las masas trabajadoras, siendo su base electoral las clases medias urbanas de Cataluña, Valencia o Madrid. De las tres tendencias, la de Castelar, llamada histórica o posibilista, aceptó la colaboración con el sistema canovista y acabó integrándose en el Partido Liberal de Sagasta. En una posición central se encontraban Salmerón y Ruiz Zorrilla, defensores a ultranza de la Constitución de 1869. Y en la izquierda, los federalistas de Pi y Margall y Figueras, los más preocupados por los problemas sociales y que tuvieron una gran implantación electoral entre el proletariado catalán.

Page 5: Tema 7.la restauración borbónica.implantación y afianzamiento de un nuevo sistema político

IES Vistazul. 2º Bach. Historia de España. 2.2 Regionalismo y nacionalismo En Cataluña surgió un movimiento regionalista muy pujante que dará origen en poco tiempo al nacionalismo catalán. Sus artífices son Valentín Almirall desde la vertiente progresista, y Enric Prat de la Riba desde la conservadora. Al margen de su fuerte tradición histórica, sus orígenes hay que buscarlos en un movimiento de tipo cultural, la Renaixença, que desde la década de 1830 había iniciado la recuperación de la identidad cultural catalana. Pero sobre todo hay que destacar la existencia de una burguesía pujante y diferenciada de la del resto de España y distanciada de los gobiernos de Madrid a lo largo del Sexenio a causa de su política librecambista que les perjudicaba. En 1889 la aprobación del Código Civil provoca un movimiento de defensa de la lengua catalana y del derecho propio como expresión de la nacionalidad catalana. Este nacionalismo incipiente tiene su más importante expresión con la formación del grupo Unió Catalanista (1891) y en las Bases de Manresa (1892), un documento redactado por Enric Prat de la Riba en el que se reclama un régimen de autonomía para Cataluña, con un gobierno y parlamento propios, en el marco de una España confederal. En el País Vasco tiene también lugar un movimiento regionalista, cuyo principal exponente es Sabino Arana, un intelectual formado en la tradición carlista y el catolicismo más integrista. Éste funda en 1895 el Partido Nacionalista Vasco, cuyo lema era "Dios y Leyes Viejas". Sus ideas son una reacción tradicionalista y culturalista frente al desarrollo económico y la creciente inmigración, con un fuerte componente racista. La raza y la religión se consideran la base de la nación vasca, idealizando a un pueblo vasco agrario, noble y católico enfrentado al liberalismo y a los "maketos" portadores de todos los males y desgracias. La lengua será otro signo importante de identidad, pero por detrás de la raza. Los Fueros, definitivamente liquidados tras la Segunda Guerra Carlista (1876), se convertirán en el centro de las reivindicaciones nacionalistas. Interpretados por Arana y sus seguidores como un conjunto de derechos históricos y expresión legal de la excepcionalidad social y religiosa vasca, pasan a ser la expresión de la soberanía perdida. En realidad no eran más que un privilegio del Antiguo Régimen que se había mantenido circunstancialmente hasta finales del XIX. Tuvo bastante éxito entre las clases campesinas y las clases medias vascas, sobre todo la pequeña burguesía y los profesionales, pero no gozó de las simpatías de los obreros industriales, en buena parte inmigrantes, más cercanos al socialismo. En Galicia apareció el denominado galleguismo parte del “Rexurdimento” cultural gallego, cuyas figuras principales fueron Rosalía de Castro y Manuel Condal, apoyados por Pardo Bazán. Su conciencia política comienza con la república federal (1873) y continuó con escritores federalistas como Moreno barcia y su proyecto de constitución galaica de 1887. Hacia finales de siglo el galleguismo se consolida entre las clases medias de abogados, médicos y funcionarios. A su vez en Andalucía, el denominado andalucismo tendrá en Blas Infante su principal representante. En 1915 publicó “El ideal andaluz” donde reivindicaba la personalidad única de Andalucía y la creación de la mancomunidad andaluza.

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IES Vistazul. 2º Bach. Historia de España. 2.2 El movimiento obrero Otra fuerza política opuesta al régimen era el movimiento obrero, prohibido y fuertemente perseguido durante la República Ducal de Serrano y dividido en dos grupos fundamentales: anarquistas y socialistas. Su existencia será clandestina entre 1874 y 1881. El anarquismo es un movimiento apolítico, antiestatal y colectivista. Consideraba a los campesinos como una fuerza revolucionaria en igual medida que a los proletarios. Se oponen tenazmente a la lucha política y se vuelcan en la estrategia de la acción directa por medio de la huelga general. En 1881 fueron legalizados, organizándose la FTRE (Federación de Trabajadores de la Región Española). Se extendieron sobre todo por Cataluña, Valencia y Andalucía, entre los obreros industriales y los jornaleros. Frente al acoso gubernamental y la intransigencia patronal, su actuación se orientó frecuentemente hacia el terrorismo, la "propaganda por el hecho" o la "acción directa" en terminología anarquista. En Barcelona tuvo un fuerte desarrollo en la última década del s. XIX (1892-1897). Sus objetivos eran el Estado (atentados contra Martínez Campos, Cánovas, Alfonso XIII, Canalejas, Maura, Dato, etc...), la Iglesia, y la oligarquía. Un ejemplo controvertido fue el caso de la "Mano Negra" en Andalucía, una oscura trama de delincuencia violenta aprovechada por las autoridades para descabezar el movimiento anarquista en el campo andaluz e ilegalizar a la FTRE. El socialismo se mostró menos pujante. En 1879, Pablo Iglesias funda en Madrid la Agrupación Socialista Madrileña, germen del PDSOE, que en 1888 celebra su primer congreso y se funda la UGT, un sindicato de clase organizado en secciones de oficios. Su mayor implantación la tuvieron en Madrid, el País Vasco y Asturias. Su programa era una mezcla de reivindicaciones políticas y sindicales, junto a las que reclamaban la transformación de la propiedad individual en propiedad social, la abolición de las clases y la posesión del poder político para el pueblo. Esta fuerte propaganda revolucionaria contrastará con una práctica reformista. Sobre todo tras la aprobación del sufragio universal su actividad se orientó hacia el reforzamiento de la organización y hacia la participación política. Estos grupos obreros fueron en principio poco importantes, pero fueron creciendo al ritmo del desarrollo industrial y, al mismo tiempo, replanteando su estructura, objetivos y estrategias para adaptarse a la situación del país e integrar al importante sector de los trabajadores de la tierra. En realidad, los intereses de la masa de obreros y campesinos nunca estuvieron representados en las Cortes; en parte por el carácter abstencionista del movimiento obrero anarquista, pero sobre todo por la práctica caciquil.

3. La Edad de Oro de la Restauración 3.2 El reinado de Alfonso XII De 1875 a 1880 gobernaron los conservadores, teniendo como objetivos prioritarios el poner fin a la Tercera guerra carlista. El propio rey intervino en la campaña militar de cara a conseguir un cierto prestigio popular. Tras de la batalla de Montejurra y la ocupación de Estella, la capital del carlismo, se firmará la Paz de Somorrostro en marzo de 1876. Dicha paz supondrá la abolición de lo que quedaba de los fueros vascos: la exención de armas y la contribución a los gastos del Estado, mediante un “concierto económico”. En cuanto a la Guerra de Cuba (1868-1878) se acabó cuando pudieron enviarse a la isla 70.000 soldados al mando del general Martínez Campos, cuya actitud conciliadora se plasmó en la firma de la Paz de Zanjón por la que se otorgaba a la isla las mismas condiciones políticas, orgánicas y

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IES Vistazul. 2º Bach. Historia de España. administrativas que ya tenía Puerto Rico, tales como autonomía para sus ayuntamientos, derechos políticos y representación en Cortes, así como la abolición de la esclavitud y la revisión de los derechos arancelarios. Pero tales condiciones tardaron en aplicarse, por lo que el problema cubano siguió en estado latente. También promulgaron leyes de carácter represivo y de control de las libertades (imprenta, reunión, asociación), limitación de los derechos (sufragio censitario), Ley Electoral, no libertad de cátedra) y legislación centralizadora (abolición de fueros vascos, ley municipal). De 1881 a 1884 gobernaron los liberales que iniciaron sus programas de reformas como el sufragio universal masculino para elecciones municipales de 1882. 3.2 La regencia de María Cristina de Habsburgo En 1885, cuando muere Alfonso XII gobierna el partido conservador, siguiendo la lógica del turnismo: 1875-1880, partido conservador; 1881-1884, partido liberal. Con la firma del Pacto (no escrito) de El Pardo entre Cánovas y Sagasta se aleja la posible crisis que supone la pérdida del rey al entregar la Regencia a su esposa, María Cristina de Habsburgo, que está esperando un hijo (el futuro Alfonso XIII) y la cesión del gobierno a los liberales para dar confianza a la nación. Comienza así el llamado “gobierno largo” liberal (1885-1890) que introdujo en el sistema canovista importantes reformas: aprobación de los Códigos Civil y de Comercio, Ley de procedimiento administrativo, ampliación de libertades (Ley del Jurado, de Asociaciones, amplia libertad de expresión, de cátedra, libertad de imprenta, amnistía), culminadas con el sufragio universal masculino de 1890. En la última década del siglo, los partidos se alternaron bianualmente, dando muestras de cansancio. Tuvieron que enfrentarse al problema de Cuba, que estalló en 1895, paralizando toda acción de gobierno. Su práctica inactividad impidió realizar reformas en profundidad en Hacienda que incrementasen los recursos del Estado y permitieran su mejor distribución, apenas se preocuparon por la situación de la clase trabajadora o por dar un impulso a la estructura industrial y renovar la agricultura. El elemento común de ambos gobiernos fue la omnipresencia de los intereses de la oligarquía en todas las medidas que se tomaban, y la estrecha relación existente entre el poder político y el económico, para el que Cuba suponía un factor indispensable. Los personajes poderosos se dedicaban a urdir relaciones estables con políticos y militares influyentes, que eran los encargados de conseguir los favores solicitados y a cambio recibían una participación en los beneficios y su entrada en los consejos de administración de las empresas. Al margen de estos poderosos oligarcas existían unas oligarquías locales formadas sobre todo por terratenientes en la mayor parte del país, y por empresarios en las escasas zonas industriales. Se organizaron mediante asociaciones patronales y controlaron los ámbitos de decisión locales, así como la representación en las Cortes, utilizando este poder siempre en beneficio de sus intereses particulares, aunque ellos los consideraban generales y coincidentes con los del territorio bajo su dominio.

4. La crisis colonial de 1898 En la última década del siglo XIX, la reproducción de la insurrección cubana, coincidente con un movimiento similar en Filipinas, y el desarrollo del terrorismo anarquista en la península, que culmina con el asesinato de Cánovas del Castillo en 1897, presagiaban el fin de la "edad de oro" de

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IES Vistazul. 2º Bach. Historia de España. la Restauración. El origen del problema colonial estaba en la dispersión y en la mala administración de las colonias, pero se agravó por la carencia de una política exterior y aliados seguros. El problema cubano, cerrado en falso en 1878, resurge en 1894, cuando José Martí funda el Partido Revolucionario Cubano, de clara vocación independentista. Al año siguiente, muerto Martí, resurge la insurrección dirigida por líderes militares y con el nada disimulado apoyo estadounidense. Éstos tenían un gran interés económico en la isla, muestra de ello es buen exponente el hecho de que el 90% de las exportaciones cubanas tenían como destino los EEUU. Para solucionar el problema se envió nuevamente al general Martínez Campos, que mantuvo su táctica de combinar las acciones militares con las negociaciones e incluso sobornos y conspiraciones. Pero en esta ocasión los independentistas estaban decididos a llegar hasta el final y tomaron la iniciativa. Aunque los españoles controlaban las ciudades, el campo era de los independentistas. El nuevo gobierno de Cánovas, que siempre mantuvo una postura intransigente sobre el conflicto de Cuba, se decidió por las soluciones de fuerza. El general Weyler, nuevo jefe militar en Cuba, aplicó una táctica antiguerrillera implacable que supusieron innecesarios sufrimientos para la población civil. Esta táctica de terror, exagerada por la propaganda norteamericana a través de los periódicos del magnate William Randolph Hearst contribuyó al descrédito internacional de España. En 1898 se produce la crisis definitiva. Las autoridades españolas permiten la entrada del "Maine", un barco de guerra norteamericano, al puerto de La Habana. Días después una explosión lo hunde junto con buena parte de la tripulación. Al mismo tiempo que se culpaba a las autoridades españolas, el gobierno norteamericano ofrecía 300 millones de $ por la isla de Cuba. La negativa española a abandonar o vender Cuba provocará un ultimátum norteamericano que llevará directamente a una guerra rápida y desigual. Las reacciones patrioteras y los intereses de la oligarquía industrial y agraria ataban al gobierno de pies y manos para buscar una salida negociada, conduciendo al país a la derrota. En las batallas de Cavite (Filipinas) y Santiago de Cuba, la anticuada flota española, manifiestamente inferior, fue aniquilada. En junio los norteamericanos ocuparon la isla de Guam sin disparar un solo tiro ante la impotencia de la exigua guarnición española, que ni siquiera se había enterado de que estaban en guerra. En la Paz de París (1898) España se vio obligada a conceder la independencia a Cuba, aunque bajo control norteamericano, y cedió Filipinas, Puerto Rico y Guam a EEUU a cambio de 20 millones de $. 4.1 Las reacciones a la derrota Tras la borrachera de patriotismo vino una dura resaca acentuada por el doloroso contraste de la decadente situación de España respecto a sus emergentes vecinos europeos y ultramarinos, que construían enormes imperios coloniales. Y ello a pesar de que apenas hubo crisis económica. El final de la guerra fue un alivio para las exhaustas arcas estatales, al igual que los ingresos derivados de la liquidación de nuestras lejanas posesiones. La repatriación de capitales de los indianos compensó con creces la pérdida de un negocio colonial que, en cualquier caso, sólo beneficiaba a la oligarquía. Tampoco hubo una crisis política inmediata, a pesar de que estos hechos provocaron fuertes críticas al gobierno y al ejército. Los partidos dinásticos se adaptaron a la nueva situación con el reclamo

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IES Vistazul. 2º Bach. Historia de España. del revisionismo sin cambiar el fundamento turnista y caciquil del sistema. El ejército, culpabilizado del desastre por buena parte de la opinión pública, derivó las responsabilidades hacia los políticos. Consciente de su fuerza y de la necesidad que tenía el gobierno de sus servicios como fuerza de orden público, empezó a plantear constantes desafíos al poder civil. 4.2 El regeneracionismo El nacimiento del regeneracionismo coincide con la llegada al trono de Alfonso XIII en 1902 (16 años). La crisis de 1898 fue sobre todo ideológica, y por ello el principal síntoma fue el desarrollo de movimientos culturales como el "regeneracionismo", que pretendía provocar un fuerte debate interno para solucionar los problemas del país y transformar el régimen político. Aunque la obra regeneracionista fue en parte anterior al desastre colonial, será a partir de entonces cuando cobra vigencia y se desarrolla. El propio término indica un deseo de superación y renovación, atendiendo especialmente a los aspectos sociales y políticos, cuyo mejor exponente está en la obra de Joaquín Costa, "Oligarquía y Caciquismo", cuyo título resumía los males del país, y frente a los cuales proponía "escuela y despensa". Con mayor o menor acierto en sus planteamientos, intelectuales como Costa, Ángel Ganivet, Valentí Almirall y otros, demostraron una actitud profundamente crítica respecto a la realidad española que provocó que se cuestionase el sistema de la Restauración, reclamando su evolución hacia una verdadera democracia representativa. La obra regeneracionista logró una certera descripción de los problemas sociales y políticos del país, pero fracasó a la hora de ofrecer alternativas políticas capaces de romper la dinámica corrupta del sistema. En la práctica el regeneracionismo sirvió para proporcionar munición política a los grupos opuestos al sistema. Así, se acentuó el nacionalismo conservador catalán con la fundación de la Lliga Regionalista (1901), que bajo la batuta de Francesc Cambó pretenderá más influir y participar en la política española que contribuir a su renovación. Mientras, el nacionalismo vasco, menos radicalizado, pero aún en formación, no tiene un peso político apreciable, y ni siquiera participa en las elecciones generales. También se produjo una reanimación del republicanismo y del movimiento obrero. En este sentido hay que destacar la reactivación de los movimientos anarquistas. En 1902 los anarquistas organizaron en Barcelona una huelga general para reclamar la jornada laboral de ocho horas. Esta huelga fue duramente reprimida y evidenció la división existente en el movimiento obrero, ya que el PSOE le negó su apoyo, lo que le valió incluso la crítica de otros grupos socialistas europeos. Frente a esta situación, en los partidos dinásticos surgió el revisionismo, representado entre los conservadores por Antonio Maura y Francisco Silvela, que llevaban años denunciando el caciquismo y la corrupción del sistema canovista, que había provocado una falta de vínculos reales entre gobernantes y gobernados. Entre los liberales hay que destacar a Santiago Alba o José Canalejas. En la práctica se dedicaron a aprobar reformas sociales, tributarias y anticlericales. A pesar de sus posibles buenas intenciones, simplemente querían revisar, rectificar y modernizar el aparato político para seguir beneficiándose de él, por lo que nunca se alteró su fundamento social oligárquico ni se realizaron reformas en profundidad. De hecho, ante cualquier desorden público o protesta social la respuesta seguía siendo la de siempre: declarar el estado de guerra y censurar la prensa.