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Módulo: Taller de Escritura. Clase 1: La escritura como práctica cultural. Presentación ¡Hola a todas/os! ¡Bienvenidas/os! Empezamos a transitar juntas/os el recorrido del Taller de escrituras que se propone como un espacio de trabajo colaborativo en el que escribiremos diversidad de textos como así también en el que compartiremos lecturas y puntos de vista sobre los textos. En este espacio formativo nos interesa detenernos en las relaciones que cada una/o tiene con la práctica de escritura a partir de la oportunidad de escribir y recuperar las experiencias previas como así también experimentar y reflexionar en torno a la escritura como práctica, además de acercarnos, también, a la escritura académica. En esta primera clase abordaremos la escritura en tanto práctica sociocultural, los modos en que los sujetos se vinculan con ella, la relaciones entre oralidad y escritura y de qué modo la escritura ha ido configurando una historia en el ámbito escolar que todas/os hemos atravesado en nuestras trayectorias escolares. La escritura como práctica sociocultural Un primer punto para empezar a analizar las prácticas de escritura desde una perspectiva sociocultural es considerarlas como prácticas culturales que se dan en un contexto sociohistórico determinado, de manera tal que circunscriben la escritura a una época o a un momento específico de la historia de una comunidad. Por ejemplo, en el período de las grandes migraciones como lo fue el siglo XIX y principios del XX, las personas que se trasladaban a otras tierras en busca de mejores condiciones de vida y de trabajo se comunicaban con sus familiares o parientes que habían quedado abandonados del otro lado del océano a través de cartas donde narraban las experiencias de vida, los peligros de los viajes, la llegada a un nuevo mundo y las vicisitudes que implicaba instalarse en otro país. En algunas situaciones esos textos estaban escritos por las mismas personas que enviaban las cartas; en otras, estos campesinos o mujeres de familia se acercaban a algún/a vecino que supiera escribir para que elaborara el texto que querían enviar. Así, todavía en algunos arcones de nuestros abuelos o bisabuelos podemos encontrar esas cartas que se enviaron de un lado al otro lado del océano. En algunos casos, la escritura de esos textos servía como forma de comunicación para informar sobre nacimientos, fallecimientos, casamientos; en otros casos, para contar las experiencias de la migración que luego iban configurando una memoria colectiva de los procesos migratorios. La escritura de las cartas, entonces, era una práctica habitual en esa época histórica, involucraba a diversos sujetos y tenía diferentes propósitos. Como señala el historiador Antonio Gibelli, el estudio de las

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Módulo: Taller de Escritura.

Clase 1: La escritura como práctica cultural.

Presentación

¡Hola a todas/os! ¡Bienvenidas/os!

Empezamos a transitar juntas/os el recorrido del Taller de escrituras que se propone como un espacio de trabajo colaborativo en el que escribiremos diversidad de textos como así también en el que compartiremos lecturas y puntos de vista sobre los textos. En este espacio formativo nos interesa detenernos en las relaciones que cada una/o tiene con la práctica de escritura a partir de la oportunidad de escribir y recuperar las experiencias previas como así también experimentar y reflexionar en torno a la escritura como práctica, además de acercarnos, también, a la escritura académica.

En esta primera clase abordaremos la escritura en tanto práctica sociocultural, los modos en que los sujetos se vinculan con ella, la relaciones entre oralidad y escritura y de qué modo la escritura ha ido configurando una historia en el ámbito escolar que todas/os hemos atravesado en nuestras trayectorias escolares.

La escritura como práctica sociocultural

Un primer punto para empezar a analizar las prácticas de escritura desde una perspectiva sociocultural es considerarlas como prácticas culturales que se dan en un contexto sociohistórico determinado, de manera tal que circunscriben la escritura a una época o a un momento específico de la historia de una comunidad. Por ejemplo, en el período de las grandes migraciones como lo fue el siglo XIX y principios del XX, las personas que se trasladaban a otras tierras en busca de mejores condiciones de vida y de trabajo se comunicaban con sus familiares o parientes que habían quedado abandonados del otro lado del océano a través de cartas donde narraban las experiencias de vida, los peligros de los viajes, la llegada a un nuevo mundo y las vicisitudes que implicaba instalarse en otro país. En algunas situaciones esos textos estaban escritos por las mismas personas que enviaban las cartas; en otras, estos campesinos o mujeres de familia se acercaban a algún/a vecino que supiera escribir para que elaborara el texto que querían enviar. Así, todavía en algunos arcones de nuestros abuelos o bisabuelos podemos encontrar esas cartas que se enviaron de un lado al otro lado del océano. En algunos casos, la escritura de esos textos servía como forma de comunicación para informar sobre nacimientos, fallecimientos, casamientos; en otros casos, para contar las experiencias de la migración que luego iban configurando una memoria colectiva de los procesos migratorios. La escritura de las cartas, entonces, era una práctica habitual en esa época histórica, involucraba a diversos sujetos y tenía diferentes propósitos. Como señala el historiador Antonio Gibelli, el estudio de las

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cartas de los emigrantes es una fuente muy rica para el análisis de aquellas prácticas de escritura que dan cuenta de la necesidad de escribir, es decir, una necesidad que veía a la escritura como “medio y código de comunicación en el mundo circunstante, y necesidades coyunturales, derivadas de situaciones específicas, acontecimientos y procesos” (Gibelli, 2002: 194). Actualmente, las personas que emigran a otros países ya prácticamente no utilizan el género epistolar sino más bien los medios de comunicación digitales que permiten una mayor inmediatez en la transmisión de información y la utilización de otros soportes donde el papel ya no es protagonista. De allí que cuando nos referimos a la escritura como práctica cultural, como señala Elsie Rockwell (2000), tenemos que pensarla situada en un contexto sociohistórico, inmersa en situaciones sociales determinadas donde distintos sujetos se vinculan con ella con propósitos e intenciones diversas.

¿Qué otros ejemplos se les ocurren de prácticas de escritura vinculadas con contextos sociohistóricos determinados ?

Asimismo, a lo largo de la historia se han ido modificando los instrumentos, los soportes y las técnicas que las distintas comunidades han utilizado en su camino hacia la escritura. Considerar la escritura en estos términos implica pensarla como herramienta cultural, es decir, se trata de “prestar atención ante todo a los soportes y los instrumentos materiales que se utilizan al escribir, y concebir a la escritura como instrumento cultural, más que como representación de la lengua o como código simbólico” (Rockwell, 2000: 8). Esta mirada sobre la escritura solo considera los cambios en las condiciones materiales de la escritura y no da cuenta de los modos en que los sujetos se vincularon con la escritura, cuáles fueron los caminos que recorrieron en cada contexto sociohistórico para acceder a la escritura en tanto práctica. Por ello, para analizar la escritura como práctica cultural hay que tener en cuenta cómo los hombres y las mujeres han escrito a lo largo del tiempo, cómo han pensado la escritura, se han vinculado con ella y cuáles han sido los propósitos que hicieron de ella una práctica de la comunidad.

Modos de apropiación y circulación de la escritura

Ubicar las prácticas de escritura como prácticas culturales implica pensarlas como diversas, variadas, diferentes en tanto contextos sociohistóricos, sujetos y usos se pongan en juego. Es decir, la escritura como práctica cultural da cuenta de cómo cada sociedad o comunidad desarrolla su propia economía escrituraria (De Certeau, 2001), es decir, cómo los usos sociales de la escritura están vinculados con las situaciones sociales en que la escritura está inmersa y, por ende, dialoga con la diversidad cultural de una comunidad. En otras palabras, los modos en que circula la escritura en una sociedad o comunidad se vincula con la distribución desigual de los bienes simbólicos, con las relaciones de poder o los lugares o roles sociales legitimados que establecen quién puede escribir y quién no, qué se lee y escribe,

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quién establece las convenciones normativas de la lengua escrita, cuáles son las prácticas legitimadas y cuáles no. Por ejemplo, hasta fines del siglo XIX el lugar de las mujeres en la educación masiva era acotado a los sectores burgueses mientras que los populares quedaban excluidos de esta posibilidad. Así, las prácticas de escritura estaban ligadas a lo legal, al poder, al dinero, a lo oficial y público representado por los varones mientras que las mujeres estaban asignadas al espacio doméstico, al cuidado de los hijos y al ámbito familiar. La escritura para mujeres pertenecientes a clases acomodadas constituía el espacio de lo íntimo, de una escritura propia que se configuraba, por ejemplo, en el género del diario íntimo como práctica social habilitada. O bien, las mujeres ocupaban el lugar de secretarias que copiaban al dictado de los varones en la casa o en el espacio laboral.

En este sentido, recuperar la dimensión social de los usos de la escritura implica, también, comprender que existen diversidad de situaciones de vida, culturales, sociales, históricas que dan cuenta de múltiples historias de apropiación de lo escrito que no siempre involucran a la escuela como institución privativa de acceso a ella. Es decir, pensar en la escritura como práctica sociocultural hace necesario tener en cuenta cómo cada sujeto se vincula con la escritura, cómo las trayectorias personales de los sujetos dan cuenta de relaciones con lo escrito diversas y múltiples en tanto prácticas ancladas en contextos sociohistóricos varios que muestran, en muchos casos, vías alternativas de acceso a la escritura por fuera de las instituciones legitimadas socialmente. Por ejemplo, en la novelaEl lector, del escritor alemán Bernard Schlink, llevada al cine por Stephen Daldry en 2008, observamos como Hanna, una guardiacárcel de un campo de

concentración nazi analfabeta, aprende a leer y escribir en la cárcel a partir de la copia de textos literarios grabados que le envía Michael, su ex amante. A partir de la escucha, Hanna copia palabra por palabra, usa el diccionario y así va aprendiendo a leer y escribir. El caso de Hanna es un ejemplo de cómo los sujetos pueden entrelazar sus trayectorias personales con la escritura, cómo ciertas situaciones de la vida hacen que una persona pueda aprender a leer y escribir de manera autodidacta, en este caso, sin la mediación de la escuela y cómo, a partir de su escritura, pueda encontrar el modo de comunicarse con los otros y consigo misma.

Tapa del libro El Lector, de Bernhard Schilink.

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De allí que recuperamos, también, el concepto de apropiación de la escritura (Rockwell, 2000) que refiere a los modos en que los sujetos se vinculan con ella, toman lo dado para transformarlo y hacerlo propio y, en este sentido, además, cómo la escritura tiene una dimensión biográfica que da cuenta de cómo cada sujeto se vincula personalmente con lo escrito, construye una relación singular con la escritura. En otras palabras, con apropiación de la escritura nos referimos a cómo las prácticas de escritura se transforman de acuerdo a los usos que las comunidades y los sujetos hacen de ellas como así también a cómo las prácticas cotidianas, las significaciones, las representaciones, los usos sociales, culturales y las condiciones materiales influyen en la escritura en tanto constructo sociocultural.

Por ello consideramos necesario para analizar las prácticas de escritura como prácticas culturales tener en cuenta dos dimensiones fundamentales que conceptualiza Judith Kalman (2004): disponibilidad y modos de acceso de la cultura escrita.

“Disponibilidad denota la presencia física de los materiales impresos y la infraestructura para su distribución (biblioteca, puntos de venta de libros, revistas, diarios, servicios de correo, etcétera), mientras que acceso se refiere a las oportunidades para participar en eventos de lengua escrita, situaciones en las cuales el sujeto se posiciona vis-á-vis con otros lectores y escritores, así como las oportunidades y las modalidades para aprender a leer y escribir. Acceso es una categoría analítica que permite identificar cómo en la interacción entre participantes, en los eventos comunicativos, se despliegan conocimientos, prácticas lectoras y escritoras, conceptualizaciones y usos; abarca dos aspectos fundamentales, las vías de acceso (las relaciones con otros lectores y escritores, con los textos, con el conocimiento de la cultura escrita y los propósitos y consecuencias de su uso) y las modalidades de apropiación (los aspectos específicos de las prácticas de lengua escrita, sus contenidos, formas, convenciones; sus procesos de significación y procedimientos de uso)” (Kalman, 2004: 26).

Estos dos términos dan cuenta de las condiciones materiales y sociales para las prácticas de lectura y escritura; por un lado, la diseminación de los materiales escritos y, por otro, los procesos sociales vinculados con la distribución, circulación y uso de la lengua escrita.

Por ejemplo, en las bibliotecas de las escuelas secundarias de todo el país en estos últimos años han llegado dotaciones de libros para docentes y estudiantes. Es decir, esa presencia de libros da cuenta de la disponibilidad de materiales impresos para el trabajo en el aula. Ahora bien, cuando un bibliotecario organiza un taller de narración oral a partir de un relato incluido en un texto literario del catálogo de la biblioteca, o la profesora de ciencias naturales lleva a sus estudiantes a la biblioteca para hacer una exploración de enciclopedias científicas o libros que se vinculen con su asignatura, por dar dos posibles ejemplos, esas situaciones muestran cómo los/as estudiantes y docentes participan de un evento comunicativo donde se despliegan saberes, prácticas y usos que dan cuenta de los modos de acceso a los

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materiales escritos presentes en la biblioteca y de las posibles modalidades de apropiación que los sujetos ponen en práctica en esas instancias, por ejemplo, cómo a partir de la exploración realizada pueden, luego, elaborar un blog con un listado de bibliografía de consulta o escribir una página con la experiencia en la biblioteca. Es decir, como señala Kalman, la presencia por sí sola de los libros en la biblioteca no promueve la lectura, es necesario generar las condiciones sociales para que los/as lectores/as accedan a los textos y ver qué hacen con ellos. Ahí sí podemos hablar de acceso a la cultura escrita.

Relaciones entre oralidad y escritura

Interesarnos por las prácticas de escritura es también ocuparnos de la relación entre oralidad y escritura. Si bien en ciertas investigaciones se planteaba la distinción entre culturas orales y culturas escritas, en realidad, como señala Giorgio Cardona (1994), no se puede dudar de la influencia que han tenido diversos modos de oralidad en culturas escritas y cómo las relaciones entre oralidad y escritura han estado presentes de diferentes maneras. En este sentido, también, es necesario señalar que la historia de la escritura no puede separarse de la oralidad ya que ésta última ha sido, en muchos casos, la práctica que favorece la vía de acceso a la cultura escrita, como veíamos en el ejemplo de la novela El lector o, como ha sucedido hasta el siglo XV en Europa, donde la literatura llegaba a sus lectores/as predominantemente a partir de la oralidad en escenas de lectura colectivas.

Volvamos al ejemplo inicial de esta clase en relación con el género epistolar. En la actualidad, como decíamos antes, este género prácticamente ha desaparecido de las prácticas de escritura contemporáneas –excepto en algunos textos literarios en el marco de la ficción– para dar lugar a escrituras de transmisión inmediata a través de las tecnologías de la información y comunicación como mensajes de texto, chat, correos electrónicos o mensajes a través de las redes sociales en soporte digital. Estas escrituras dan cuenta de una práctica cultural vinculada con la inmediatez de la transmisión de la información y cierta informalidad de la comunicación que funciona como vía de acceso a la cultura escrita y que en su propia materialidad da cuenta de un fuerte componente oral. Es decir, la escritura de estos nuevos formatos textuales muestra un continuum entre oralidad y escritura, una mixtura entre lenguaje hablado y escrito, como así también ciertas fronteras difusas entre oralidad y escritura. Si bien se conservan ciertas formas de lo escrito, se incorpora una discursividad y un estilo que soslaya cuestiones de normativa o formalidades de la lengua para dar lugar a un lenguaje elíptico, con grafías alternativas como emoticones, el uso de neologismos, simplificación de la sintaxis y brevedad en los mensajes. ¿Podemos decir que esta escritura es incorrecta? No, más bien podemos dar cuenta a partir de este ejemplo cómo la escritura como práctica cultural se va transformando a lo largo del tiempo, y en algunos contextos sociohistóricos, la escritura establece un diálogo con la oralidad, se configura una trama entre oralidad y escritura a partir de ciertas condiciones materiales y sociales.

Otra dimensión que vale la pena revisar en relación con los vínculos entre oralidad y escritura, y que tiene mucha presencia en la escuela, es la creencia de que “los chicos escriben como hablan”. Desde la lingüística, Blanche-Benveniste (1986) discute esto y plantea que lo que se escribe nunca es una mera transposición de lo que se dice, más bien se escribe una lengua que no es la lengua de todos los días,

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lo que ella llama la “lengua dominguera”, una lengua para ocasiones especiales que reproduce, en algunos casos, ciertos rasgos, fórmulas o vocabulario oral con la intención de producir un texto que el que escribe considera prestigioso o con ciertas marcas de distinción lingüística.

Con todo, podríamos decir que considerar a la escritura como práctica cultural también implica observar o detenerse en las relaciones, influencias o imbricaciones entre la oralidad y la escritura, no para señalar su deficiencia sino para dar cuenta, justamente, de los modos diversos de apropiación de la escritura en distintos contextos sociohistóricos.

La escritura en la escuela: una aproximación histórica

Como todos/as sabemos, un contexto donde la escritura tiene un lugar preponderante es la escuela. Allí muchos de los intercambios que se realizan están atravesados por diversas prácticas de escritura que podríamos definir como “escritura escolar” –se escriben trabajos prácticos, guías de lectura, textos informativos o de ficción, consignas o problemas, explicaciones que se copian del pizarrón, resúmenes– pero también circulan otras escrituras o escrituras cotidianas propias de los/as jóvenes como los graffitis, las escrituras en mochilas y carpetas o textos de circulación privada entre estudiantes, entre otros, que dan cuenta de una presencia privilegiada de la escritura en las aulas. Recién en estos últimos años se ha empezado a tener en cuenta esas otras escrituras que forman parte de las prácticas de apropiación de las/os estudiantes y que ejemplifican los modos en que los/as alumnos/as establecen vínculos con la escritura.

Si hacemos un poco de historia podemos observar cómo las prácticas de escritura en la escuela tienen un largo recorrido y fueron modificándose a través del tiempo, en relación con concepciones y representaciones de lo escrito como así también de lo que significaba escribir en la escuela según las creencias de cada contexto sociohistórico.

Así, en el origen del sistema educativo argentino se pensaba la escritura en relación con la caligrafía y el uso correcto de la ortografía. La escritura estaba vinculada con una dimensión fuertemente normativa y, para esa época, como a lo largo de los primeros casi sesenta años del siglo XX, la escritura se denominaba “composición”, es decir, un texto escrito que se componía de la unión de distintas partes. Este género –inmortalizado con la composición tema “La vaca”– fue durante muchísimos años el género escolar por antonomasia y estaba vinculado con la escritura de cartas, discursos, retratos, solicitudes y, en algunos pocos casos, narración de historias. Asimismo, la escritura se pensaba como una práctica para corregir los “vicios lingüísticos”, es decir, los registros orales de los/as estudiantes inmigrantes que poblaban la escuela argentina.

En la década del 20, con la aparición del movimiento magisterial de la Escuela Nueva, empieza a revisarse el lugar de la composición como práctica privilegiada de escritura escolar que tomaba, en algunos casos, textos literarios como modelos retóricos y estilísticos, y se propone trabajar desde las escrituras de los/as alumnos/as, respetar su libertad creadora y que escriban sobre los temas que conocen, sean de su interés y se vinculen con su vida cotidiana. Asimismo, este

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movimiento propone dejar de usar la tinta roja para corregir los textos y, además, utilizar la lámina como disparadora de la escritura. Así, la descripción y el retrato inician una tradición escolar de fuerte arraigo en el sistema argentino.

Con el transcurso de los años aparecen nuevas formas de pensar la escritura en el aula, como la que propone el maestro Luis Iglesias en su Pedagogía de la libre expresión, que promueve la escritura a partir de experiencias cotidianas de los/as alumnos/as como así también incorporar el uso de la imprenta escolar, para que los textos producidos por los/as estudiantes circulen más allá de los muros de la escuela.

En la década del 70, y con mucha más fuerza en los 80, aparecen experiencias de talleres literarios y de escritura donde se propone el taller como un espacio de producción literaria en la escuela a partir, por ejemplo, de las propuestas de Gloria Pampillo y, luego, del grupo Grafein. Estas propuestas ponen en el centro el lugar de la consigna de escritura, la lectura y comentario de textos y la experimentación literaria. De a poco, lentamente, esta mirada sobre la escritura va ingresando a la escuela, aunque como vemos aún hoy, convive con otras tradiciones escolares de larga data.

En la década del 90, la escritura escolar va a estar fuertemente vinculada con formatos textuales ligados al mercado laboral –CV, solicitud de empleo, carta de presentación– y el discurso periodístico –crónicas, noticias, notas de opinión, carta de lectores–; en tanto la ficción va a tener un lugar más acotado. La escritura en estos años se pensó a partir de formatos textuales estructurados y modélicos que no dejaban lugar al desarrollo de las poéticas de los/as estudiantes escritores/as.

Para los primeros años del siglo XXI, que seguimos transitando, la llegada de los NAP (Núcleos de Aprendizaje Prioritario) traen, otra vez, la propuesta de trabajar fundamentalmente en el aula a partir de la modalidad taller en tanto darle un lugar privilegiado a la escritura de ficción, individual o colectiva, al comentario de textos de manera colaborativa y, si bien tradiciones normativas de la escritura aún perviven en el aula, cada vez más la escritura se vincula con el territorio de la experimentación, la experiencia, lo cotidiano, lo posible.

Cada época muestra cómo la escuela fue configurando una representación de la escritura y cómo se fueron constituyendo tradiciones escolares en torno a ella que dan cuenta de prácticas, discursos, rutinas, consignas, valores, propuestas que apuntan a la conformación de cierta concepción de la escritura escolar. Sin embargo, y esto es interesante en relación con el tema de esta primera clase, los/as estudiantes a lo largo de la historia han establecido distintos modos de vincularse con lo escrito, aun yendo a contrapelo de la normativa escolar o la representación hegemónica de la escritura. De allí que, como decíamos antes, las prácticas de escritura como prácticas culturales implican un rol activo del sujeto que establece un vínculo y hace un uso particular de la escritura en relación a su subjetividad, deseos, necesidades y condiciones sociales en las que está inmerso.

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Algunas conclusiones

A partir del recorrido que hemos realizado en esta primera clase podemos recuperar algunos conceptos clave en relación con la escritura:

• La escritura es una práctica cultural en tanto se desarrolla en un contexto sociohistórico determinado, está inmersa en situaciones sociales e involucra sujetos con determinados propósitos y necesidades.

• La escritura como herramienta cultural solo considera los materiales y soportes de la escritura y no los modos en que los sujetos se vinculan con ella.

• Apropiación de la escritura, en otras palabras, usos sociales de la escritura que hacen los sujetos y que dan cuenta de un rol activo frente a lo dado.

• Distinción y diálogo entre disponibilidad y acceso a la cultura escrita en tanto condiciones materiales y sociales de la escritura.

• Dimensión biográfica del acceso a la escritura, es decir, el vínculo personal que los sujetos establecen con la escritura.

• Diálogo e imbricación entre oralidad y escritura. • Necesidad de historizar los cambios que se fueron produciendo en la

escritura escolar y la configuración de tradiciones escolares que dan cuenta de elementos que perviven y otros que se modifican.

Bibliografía obligatoria

Alvarado, M. y Yeannoteguy, A (2009). “La escritura”, en La escritura y sus formas discursivas, Bs. As., Eudeba, pp. 11-18. Disponible en:

http://www.catedras.fsoc.uba.ar/reale/Cap1.rtf

Bibliografía complementaria

Rockwell, Elsie (2000). “La otra diversidad: historias múltiples de apropiación de la escritura » en DiversCité Langues. En ligne. Vol. V. Disponible en:

http://www.teluq.uquebec.ca/diverscite

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Actividades Actividad obligatoria: Foro de discusión

Narramos la primera aproximación a la escritura

Luego de la lectura de la clase y de la bibliografía obligatoria, los invitamos a que narren oralmente o por escrito, de manera detallada, una escena, situación o experiencia que dé cuenta de cómo recuerdan su primera aproximación a la escritura y que la compartan en el foro en un archivo adjunto. Para ello les proponemos que traten de recordar: ¿Quiénes participaban de la escena? ¿Hubo alguna persona importante en su primera aproximación a la escritura? ¿Dónde tuvo lugar esa primera aproximación? ¿Recuerdan qué sensaciones y emociones les generó ese primer acercamiento? Si no recuerdan una experiencia propia, pueden narrar alguna situación de aula que tenga como protagonista a algún/a alumno/a. Luego, les proponemos que vinculen lo narrado con un concepto presentado en esta clase y justifiquen su elección.

Aquellos que quieran grabar un audio y compartirlo pueden hacerlo con sus teléfonos o aún más simple, ingresando al sitio: vocaroo.com: http://vocaroo.com/. Haciendo clic en el botón rojo ya están grabando. Al finalizar, copien el enlace y compártanlo en el foro. Les dejamos este breve tutorial con el paso a paso. Es muy fácil, ¡anímense!

Tutorial Vocaroo (como usar vocaroo): https://youtu.be/w2Jl3PYUvrg

 

Cómo citar este texto:

Área de Ciencias Sociales, INFD (2016). Taller de Escritura: Clase 01: La enseñanza de las ciencias sociales en tiempos de rupturas. Especialización Docente en Problemáticas de las Ciencias Sociales y se enseñanza. Buenos Aires: Ministerio de Educación y Deportes de la Nación.

 

 

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