tampoco: dos maneras de fracasar

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Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. R ESEÑAS que ten ga por Jo menos un Picasso" (pág. 59). Per so naj es qu e dicen cosas como és tas fueron los qu e en realidad ter- minaron por apoderarse del libro de Ma nrique, impidié nd ole cap ta r la fuerza elusiva y cont und ente de lo qu e pre tendía de nun ciar con tan es- téril e mpecinami ento y ta n i racund o cand or. Lást ima, ya que las tre int a y cinco páginas inicial es so n de pri- mer orden: las esc ri bió con o dio . No , c omo las otras, con falsos af an es de de nun cia y redención. J. G. Coso BoRDA Casi y tampoco: dos maneras de fracasar La buhardilla del tiempo David Pineda S. Bibliot eca Púb lica Piloto, Mede llín, 1985, 69 págs. Ese impetu demoledor de las esquinas Jaime L eón Castaño Ediciones La Tecla, 1985, 79 págs. R ese ño estos dos libros en el mi smo lugar po rqu e se pr esta n p ara un con- tra punt o que me par ece muy esclare- ce dor: tan to en sus diferencias como en sus semejanzas, cr eo que encie- rr an las pocas vi rtud es y casi t odos l os defectos de nues t ros p oetas. Lo primero qu e los un e es su po brísima calidad. Ninguno de los dos alcanza ese límite indefinible, pero ro tund o, do nde comienza cualquier poesía de verd adero valor. Pe ro es to es, tam- bién, lo pr imero que los se para. Mie ntr as en el libro de D avid Pine da ha y "algo", en el de Ja ime L. Cas- ta ño no hay nada. Casta ño no tiene la intuición del ri tm o, ni la menor idea del juego ver ba J que sostiene un po ema. Pined a, en ca mbi o, entien- d e, por lo men os, que los versos so n algo más que frases cort adas en una sie rr a sin fi n. (Para afi rmar esto, lo acla ro a nt es de continu ar, me baso so bre todo en las sig ui entes palabras de Ez ra Po und : "La p oes ía es un a c omposición de pal ab ras ordena da s musicalmen te. Las o tr as definiciones so n, en su mayor ía , insoste ni bles o m eta físicas. La propo rción o ca li dad de Ja sica pu ede vari ar, y as í lo hace; pero la poesía se aja y se mar- chita cuan do se aleja de masiado de la sica, o, por lo men os, de la música imaginaria ( ... ) No qui ero significar con e ll o que las pa lab ras han de e mbaru ll ars ·e y to rnarse con- fusas e irr eco nocibles en una suerte de emplas to onomatopéyico ( ... ) Los poetas que no se inter esa n por la sica son o se convierten en malos po etas". Casto pe rt enece a una escuela sin no mb re qu e se ha pu es to muy en boga entre nosotros. Co n la excusa de Los temas " pr osaicos", se hace una ve rsificación alocada, sin el míni mo rigor, do n de se mezclan por igual el come nt ario y los retazos de las anéc- dotas. Se sigue, en to nces, una direc- ción exactamen te opu esta a la que debe buscar la poesía. No hay gracia ni misterio. No hay clímax. Y lo que es más desas tr oso: ta mpoco apa re- cen Jos en ca ntos de la p rosa, no lo porque la partición en versos, que se mues tr a tan gratuit a, la hace aburri- sima de lee r, sin o, sobre todo, por- qu e se d es nu da el verdadero tras- fondo del as unt o, que no es otro qu e el no tener nada concreto para dec ir . Como de mos tració n tengo alg un os eje mpl os, el egidos casi al azar en tre, pr ácticam e nt e, todos los poe mas: al docto r ramirez y carlos álvarez los mató la em oción de la cirrosis poetas sin poemas en la talabartería {. .. J la retórica de los p arlantes en el centro clvico no cívico ni centro; amores subastados en dedicatorias [. .. J vino decep cionado p or el enr edo del idioma después se regaló para el cuartel para tener la libreta y conseguir un puesto [. .. } quedamos lelos cuando dijeron que al general al jefe supremo lo llevarían a la cárecel POESÍA Co n esto, para mí, es s que sufi- ciente. ¿Son versos o frases? ¿ Hay alguna música, o no es s que el ruido de la cháchara? ¿ Por q ué , diga- mos, la paJabra "emoción" cae en ot ra lín ea? ¿Es , en verdad, una ne ce- sidad tmica? ¿De qué ritmo? En fi n, así es t odo el Libro : Eran los años del jefe supremo daniel santos la son ora mol i endo su salsa imbatib le y a fa lta de juegos apropiados descu brimos ese trance amargado de enfrentar los dias en la esquina de la cuadra esperando Las últimas consignas [ ... ] el niño no quemaba su energía con el fútbol un mal jugador de frecuente ridf c ulo atento más bien al diflcil empeño de coronar sus pasiones sus tímidos deseos de atleta fatigado y en las vacaciones su fuerza en el empleo disfrazado [. .. 1 Los demás tocaron fondo en las camelias. po r las inclinaciones de su dueño por los niños n ingún negocio en este local progresaba {. .. ] De L a buhardilla del tiempo ya he dicho que hay "algo". Pineda quiere , por Jo menos, hacer poesía. Quiere h acer versos y combinarlos. Incluso busca la melodía: Una somb ra sin nomb re mi ra por encima del hombro Sin embargo se queda corto . Todos los p oe m as cojean. AJgunos se van convirt ien do en alusiones enecdóti- cas sin ningun a fue r za sugestiva. O tros fracasan en el tan gastado juego tip og ráfico (como la imitación de un ch orro de agua en A la hora de la clase de pintura). También hay, en ese d eseo de versificar, muchas falt as de tino, que Jo ll evan a creer 91 brought to you by CORE View metadata, citation and similar papers at core.ac.uk provided by Banco de la República

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Page 1: tampoco: dos maneras de fracasar

Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.

R ESEÑAS

que tenga por Jo menos un Picasso" (pág. 59).

Personajes que dicen cosas como éstas fueron los que en realidad ter­minaron por apoderarse del libro de Manrique, impidiéndole captar la fuerza elusiva y contundente de lo que pretendía denunciar con tan es­téril empecinamiento y tan iracundo candor. Lástima , ya que las treinta y cinco páginas iniciales son de pri­mer o rden: las escribió con odio. No , como las o tras, con falsos afanes de denuncia y redención.

J . G. Coso BoRDA

Casi y tampoco: dos maneras de fracasar

La buhardilla del tiempo David Pineda S. Biblioteca Pública Piloto, Medellín , 1985, 69 págs. Ese impetu demoledor de las esquinas Jaime León Castaño Ediciones La Tecla, 1985, 79 págs.

R eseño estos dos libros en el mismo lugar porque se prestan para un con­trapunto que me parece muy esclare­cedor: tanto en sus diferencias como en sus semejanzas, creo que encie­rran las pocas virtudes y casi todos los defectos de nuestros poetas. Lo primero que los une es su pobrísima calidad . Ninguno de los dos alcanza ese límite indefinible, pero rotundo, donde comienza cualquier poesía de verdadero valor. Pero esto es, tam­bién, lo primero que los separa. Mientras en el libro de D avid Pineda hay "algo", en el de Jaime L. Cas­taño no hay nada. Castaño no tiene la intuición del ritmo, ni la menor idea del juego verbaJ que sostiene un poema. Pineda, en cambio, entien­de, por lo menos, que los versos son algo más que fr ases cortadas en una sierra sin fin. (Para afirmar esto, lo aclaro antes de continuar, me baso sobre todo en las siguientes palabras de Ezra Pound: "La poesía es una composición de palabras ordenadas musicalmente. Las otras definiciones

son, en su mayoría, insostenibles o metafísicas. La proporción o calidad de Ja música puede variar , y así lo hace; pero la poesía se aja y se mar­chita cuando se aleja demasiado de la música, o, po r lo menos, de la música imaginaria ( ... ) No quiero significar con ello que las palabras han de embarullars·e y tornarse con­fusas e irreconocibles en una suerte de emplasto onomatopéyico ( ... ) Los poetas que no se interesan por la música son o se convierten en malos poetas".

Castaño pertenece a una escuela sin nombre que se ha puesto muy en boga e ntre nosotros. Con la excusa de Los temas "prosaicos", se hace una versificación alocada, sin el mínimo rigor , donde se mezclan por igual el comentario y los retazos de las anéc­dotas. Se sigue, entonces, una direc­ción exactamente opuesta a la que debe buscar la poesía. No hay gracia ni misterio. No hay clímax. Y lo que es más desastroso: tampoco apare­cen Jos encantos de la prosa, no sólo porque la partición en versos, que se muestra tan gratuita, la hace aburri­dísima de leer , sino, sobre todo, por­que se desnuda el verdadero tras­fondo del asunto, que no es o tro que el no tener nada concreto para decir. Como demostración tengo algunos ejemplos, elegidos casi al azar entre, prácticamente, todos los poemas:

al doctor ramirez y carlos álvarez los mató la em oción

de la cirrosis p oetas sin poemas en la

talabartería {. .. J la retórica de los parlantes en

el centro clvico no cívico ni centro; amores

subastados en dedicatorias [. .. J vino decepcionado p or el enredo

del idioma después se regaló para el cuartel para tener la libreta y conseguir

un puesto [. .. } quedamos lelos cuando dijeron

que al general al jefe suprem o lo llevarían a la cárecel

POESÍA

Con esto , para mí, es más que sufi­ciente. ¿Son versos o frases? ¿Hay alguna música , o no es más que el ruido de la cháchara? ¿Por qué , diga­mos , la paJabra "emoción" cae en otra línea? ¿Es, en verdad , una nece­sidad rítmica? ¿De qué ritmo? En fi n, así es todo el Libro :

Eran los años del jefe supremo daniel santos

la sonora moliendo su salsa imbatible

y a fa lta de juegos apropiados descubrimos ese trance

amargado de enfrentar los dias en la esquina de la cuadra esperando Las últimas consignas [ ... ] el niño no quemaba su energía

con el fútbol un mal jugador de frecuente

ridfculo atento más bien al diflcil empeño

de coronar sus pasiones sus tímidos deseos de atleta

fatigado y en las vacaciones su fuerza

en el empleo disfrazado [. .. 1 L os demás tocaron fondo

en las camelias. por las inclinaciones de su

dueño por los niños ningún negocio en este local

progresaba {. .. ]

De L a buhardilla del tiempo ya he dicho que hay "algo" . Pineda quiere, por Jo menos, hacer poesía. Quiere hacer versos y combinarlos. Incluso busca la melodía:

Una sombra sin nombre mira por encima del hombro

Sin embargo se queda corto . Todos los poemas cojean. AJgunos se van convirtiendo en alusiones enecdóti­cas sin ninguna fue rza sugestiva. Otros fracasan en el tan gastado juego tipográfico (como la imitación de un chorro de agua en A la hora de la clase de pintura). También hay, en ese deseo de versificar, muchas faltas de tino, que Jo llevan a creer

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Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.

- POE SfA

que cualquier palabra ya es un verso:

A veces escupía fusilitos avioncitos

o que puede tratar cualquier asunto en el mismo estilo:

El proletario Ellas dice:

-La miseria siembra banderas.

En resumen, creo que ni Castaño ni Pineda tenían con qué hacer un li­bro, pero ya que lo hicieron, quiero recalcar que Pineda tiene poemas publicables: LAS COSAS D E L A M U J E R

La corteza de la mano toca los surcos y la arena

, . en una epoca germmaron

lagrimas y almendras. La mujer tiene agua en el

recuerdo y gotea noche a noche. A veces la luna abre algún

cammo,. a veces es sólo el abrir de las

pupilas. Las cosas de la mujer estan

guardadas bajo el ocio de los huesos.

Castaño, en cambio, no, y quiero anotar , aunque parezca anodino, que también en la edición se delatan cier­tas diferencias: mientras el übro de Pineda es sobrio, modesto , el de Cas­taño es mucho más pretensioso , y en esto , también, fracasa. La tinta azul no ayuda para nada. Los dibujos que van intercalados son malos, como es maJo, y fuera de tono, el retrato del autor en la contraportada.

DANIEL WINOGR A D A.

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La virtud de lo trágico

Los días navegados Hojas de tarja Gustavo /barra Merlano Libros Can y Antorcha , s. l.i , 1983 Libros Can y Antorcha , s .l.i , 1984

Da Ja sensación de que Ja poesía de Gustavo !barra Merlano siempre es­tuvo ahí. Lo digo porque, como toda obra que ha ido madurando a través de un largo proceso personal, ésta aparece despojada de aquellos tro­piezos, caídas, emocionalismos típi­cos de la poesía de adolescencia, ju­ventud, etc. " Virtudes" que aparen­temente ilustran un momento para desaparecer luego en el desván de los lugares comunes. Ir madurando entraña entonces un proceso de des­pojos, de renuncias silenciosas donde la hueJla biográfica -la eterna tentación de los jóvenes- desaparece para fundirse en las preguntas esen­ciales, y alcanzar así aquel necesario , "viático de conciencia". Es por eso que , en obras de madurez, prosa y actitud poética se confunden en el suelo común de las preguntas y afir­maciones renovadas.

Es ya el espacio anunciado de Jos mitos vislumbrados para dar dimen­sión a lo universal en la sílaba que se balbuce buscando señales del reino perdido . Para esto, para alcan­zar la claridad y la lucidez, se ha ne­cesitado de un largo exilio interior, de ese estar aparte de lo contempo­ráneo, como pedía Samuel Jonhson . La palabra así brota no intemporal sino purificada por el silencio , por la claridad que sólo concede la soledad . Este proceso es claro en Ibarra Mer­lano desde el itinerario que señala su primer libro , Los di as navegados, hasta Jo que llega ya a ser explícito en Hojas de tarja: el espacio que se abre hacia un mediodía luminoso. como Jo es e l territorio de la certeza alcanzada.

Pero lo propio de una indagación que se abre es que no responde a cronologías. A sí hay poemas del pri­mer libro que podrían estar en el se-

RESEÑAS

gundo y poemas de éste que podrían estar en el primero, con lo cual se dem\:lestra que el verdadero poeta asienta sus versos en un espacio úni­co, y que por lo tanto de un libro a otro no puede hablarse de "progre­so" o de ''retroceso" . Así el hombre está en la ciudad, escenario inevita­ble de lo contemporáneo, fatalidad que algunos diluyen en el manido re­curso del costumbrismo "urbano". Trampas que lbarra Merlano rehúye aceptando aquello que sí comporta como vivencia ese escenario: ¿dónde el amor? ¿Dónde el afecto? La ciu­dad de Ibarra Merlano es fría y dis­tante y nunca brinda posibilidad de identificación , o porque su espacio · carece de simbología o porque la nostalgia del reino perdido ~s más vigorosa y exige cautela.

La ciudad es, pues, el exilio con sus carnicerías, sus mustios edificios de oficinas, sus lamosos callejones, sus parques sombríos donde el ex­traño debe entonces poner en juego toda su astucia para lograr sobrevivir a esos "estatutos despiadados". Como dice Rilke: "Madurar como el árbol que no da prisa a su savia" . La poesía recobra así su papel de oposi­tora a la deshumanización de las ideologías. Éstas fundamentan su ta­rea en vaciar el pasado negando toda tradición y haciendo del futuro un proyecto vacío donde tanto la reso­nancia del ser como de la vida misma se anulan. Así entonces lo anacró­nico surge como un supuesto pecado capital frente a lo "progresista". Pero si el modernismo opuso lo pa­gano a una noción ideológica de lo religioso , así ahora este paganismo se opone a una noción ideológica de "futuro político u . Anacrónico es en­tonces lo trágico como medida del hombre , como reclamo suyo a la irra­cional fuerza de un falso destino.

Poesía como la de Gil-Albert res­tablece en nuestro tiempo estas vir­tudes de lo trágico , la vocación de lo imposible , que es donde el hombre vuelve a estar más cerca de lo sagra­do . Lo trágico es silencio y equilibrio como deslumbramiento inicial que nos comprueba que la verdad está después : en el vacío que refunde alba y crepúsculo , canto e instante: "En-