susurro

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Susurro Hay en este lugar un dulce sabor añejo que jamás hallé en otro sitio. La inmensidad de los campos de esmeralda me carmena y devana el espíritu de lana, sin importar cuánto me haya volteado el destino. El mundo aún no ha querido que me acalde y hay mil cosas que están mal si me detengo a pensar, pero aquí jujeo de alegría. De mi vida las paredes pandean peligrosamente, y siempre hay más nieve en mi camino de la que puedo espalar, mas ¿qué importa todo eso aquí, frente a tanta de maravilla? Soy cantero que no carea, carpintero que no azuela, albarca sin tajelar, mas nunca me dejé uncir y, libre como soy, he elegido tresnar mi alma y ser mi propio pan. Y sólo aquí puedo hacerlo. Por entre las hayas, el viento tañe su canción de gloria y consigue hespir toda tristeza de esta tierra. Me siento a cubierto, maneada por el trigo y los montes y la piedra horadada. Sé que fallé la primera tirada, pero ahora es momento de birlar, y esta vez ganaré. Las sinuosas llanuras me han dicho que todo lo puedo, y ellas no mienten jamás. Sonrío mientras mi corazón arde de nuevo, recién atizado. No hay mucho que yo sepa sobre nada, pero hay algo que tengo claro: siempre volveré. Regresaré eternamente a mi refugio, a mi cielo, a mi Campoo. Errante del páramo

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Este es un pequeño microrelato con el que participe en el concurso de microrrelatos "Campoo Devanado" de Cantabria, y quedé en tercer puesto. Espero que os guste.

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Page 1: Susurro

Susurro

Hay en este lugar un dulce sabor añejo que jamás hallé en otro sitio. La inmensidad de

los campos de esmeralda me carmena y devana el espíritu de lana, sin importar cuánto

me haya volteado el destino. El mundo aún no ha querido que me acalde y hay mil

cosas que están mal si me detengo a pensar, pero aquí jujeo de alegría. De mi vida las

paredes pandean peligrosamente, y siempre hay más nieve en mi camino de la que

puedo espalar, mas ¿qué importa todo eso aquí, frente a tanta de maravilla? Soy cantero

que no carea, carpintero que no azuela, albarca sin tajelar, mas nunca me dejé uncir y,

libre como soy, he elegido tresnar mi alma y ser mi propio pan. Y sólo aquí puedo

hacerlo. Por entre las hayas, el viento tañe su canción de gloria y consigue hespir toda

tristeza de esta tierra. Me siento a cubierto, maneada por el trigo y los montes y la

piedra horadada. Sé que fallé la primera tirada, pero ahora es momento de birlar, y esta

vez ganaré. Las sinuosas llanuras me han dicho que todo lo puedo, y ellas no mienten

jamás. Sonrío mientras mi corazón arde de nuevo, recién atizado. No hay mucho que yo

sepa sobre nada, pero hay algo que tengo claro: siempre volveré. Regresaré eternamente

a mi refugio, a mi cielo, a mi Campoo.

Errante del páramo