suplemento cultural contenido 25-10-14

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9 SÁBADO 25 DE OCTUBRE DE 2014 CONTENIDO Crónicas del Olvido DICCIONARIO HISTÓRICO DEL ESPAÑOL DE VENEZUELA ALBERTO HERNÁNDEZ 1.- D e la A a la Z, desde la primera aventura vocal hasta la última que luce consonante, las palabras se hacen amasar, son arcillosas, multiplican sus significados y pasan por el tiempo como pasa el tiempo, con la gente, con el chasquido de las bocas, con la masticación de sus sonidos. Las palabras se almacenan, como los granos viven en silos peque- ños y grandes. Unas envejecen de tanto permanecer calladas, se desintegran. Otras germinan, brotan abonadas por su tanta actividad, crecen y le dan con- textura arbórea a la costumbre de pronunciarlas bajo la sombra de su riqueza léxica: es decir, se prolongan con el instante del habla, se hacen permanencia en un idioma. Los diccionarios no contie- nen poesía ni anécdotas. Los diccionarios conservan, ma- duran y revisan, porque oyen la voz de quienes hacen a dia- rio la lengua. No obstante, de ellos podemos extraer la savia para la poesía y la narrativa. Un diccionario es literatura en la medida en que nos asombra por su altura académica. De allí que sean edificios sonoros. Las palabras hablan desde ellas: unas procuran significados para hilar coherencia cotidia- na. Otras son de espíritus múl- tiples y pasan de boca en boca y se constituyen en una polise- mia con pedigrí. Cada palabra tiene varios destinos, no usan visa para viajar en la concien- cia de quien la usa, aunque haya mostrado pasaporte una sola vez. Una voz pasa por el tamiz de tantas aventuras y, entonces, la lexicología, ese muy serio estudio, se encarga de darles palmaditas de bien- venida a los hablantes. Se trata de una vieja historia. Las palabras tienen su génesis y su apocalipsis, pero quedan re- gistradas. No mueren del todo. Han sido personajes protagóni- cos en Babel, pero no han sufri- do incendios ni caídas. Se mul- tiplican. Se deshacen en medio de las trifulcas y son como el Ave Fénix. Tanto que fundan países, naciones, culturas, ma- pas geográficos y de intencio- nes. No mueren, agonizan, pero siguen allí, metidas en las pági- nas o en el silabeo de algunas bocas. Entre dientes inventan travesías. Y si van en libros, más viajeras son. 2.- Todo lo anterior le ha permi- tido a este escribidor seguir el sueño con las palabras, con las voces que han pasado por tan- tos devaneos, ensayos, momen- tos históricos, semblanzas, reca- dos, asonadas, golpes de pecho y de estado: son también parte de un relato, de una narrativa. Tienen su historia y la reparten entre autores y títulos que han quedado registrados en volú- menes gruesos y pesados, como es el caso del Diccionario Histó- rico del Español de Venezuela Vol. 1, 2ª. Edición, publicado por bid & co. editor. Arduo traba- jo del académico de la lengua Francisco Javier Pérez, quien con el tino de su dedicación ha registrado, de la A de Agua has- ta la Z de Zamuro, las voces que se pasean orondas por nuestra sobresaltada historia y que hoy repasamos y hacemos nuestro desde las palpitaciones de las palabras que aún viven en el ánima criolla, así como otras que se alejan cada día más para per- derse en el silencio de unas pá- ginas, pero que en un momento dado emergen y se sacuden el polvo del silencio. 3.- ¿Para qué sirve un dicciona- rio como éste que Francisco Ja- vier Pérez no ha legado? ¿Qué hacemos con tantas palabras trilladas por autores y tantos li- bros que las han pasado y repa- sado por los ojos lectores? Imagine usted, amigo lector, la palabra “butaca”. Una voz cu- managota que ha viajado entre tantas líneas que hasta france- sa se ha hecho. Pues bien, con este diccionario el autor nos de- muestra por dónde ha pasado la palabra, por cuántos laberintos se ha colado. Cuántas aventuras ha vivido. Quiénes la han soba- do con agrada o con desdén. Y, por supuesto, de dónde vienen y hacia dónde van. Para eso sir- ve este diccionario, para cono- cer el viaje épico, la biografía heroica de las palabras. Y digo heroica en el mejor sentido de la palabra, porque son realmen- te maravillosas y valientes. Va- lientes porque se hacen usar, se dejan usar, se saben dejar usar por quienes han hecho de ellas parte de sus vidas, parte de sus sueños y acciones. Este diccio- nario sirve para adentrarnos en las obras de otros autores que han laborado con las palabras que ha seleccionado Francisco Javier Pérez para regalarnos este tomo que, imaginamos, es el anuncio de otro que vie- ne en camino, pleno de nuevas voces, de nuevos relámpagos verbales. Un verdadero acierto el ha- ber publicado este monumento venezolano. Un acierto tanto de Pérez como del editor Bernardo Infante Daboín. Un acierto que abre la posibilidad de convertir- nos en las palabras que por aquí han pasado y seguirán pasan- do. Somos lengua para calmar la sed de su silencio. Debemos soñarlas para darle existencia a nuestra existencia. De la A a la Z, un modelo le- xicográfico que nos coloca al lado de la música que hemos ol- vidado para hablar y hablarnos, y que hoy recogemos con este glosario de revelaciones.

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9Sábado 25 de octubre de 2014 CONTENIDO

Crónicas del OlvidoDICCIONARIO HISTÓRICO DEL ESPAÑOL DE VENEZUELA

ALBERTO HERNÁNDEZ

1.-

De la A a la Z, desde la primera aventura vocal hasta la última que luce

consonante, las palabras se hacen amasar, son arcillosas, multiplican sus signi� cados y pasan por el tiempo como pasa el tiempo, con la gente, con el chasquido de las bocas, con la masticación de sus sonidos. Las palabras se almacenan, como los granos viven en silos peque-ños y grandes. Unas envejecen de tanto permanecer calladas, se desintegran. Otras germinan, brotan abonadas por su tanta actividad, crecen y le dan con-textura arbórea a la costumbre de pronunciarlas bajo la sombra de su riqueza léxica: es decir, se prolongan con el instante del habla, se hacen permanencia en un idioma.

Los diccionarios no contie-nen poesía ni anécdotas. Los diccionarios conservan, ma-duran y revisan, porque oyen la voz de quienes hacen a dia-rio la lengua. No obstante, de ellos podemos extraer la savia para la poesía y la narrativa. Un diccionario es literatura en la medida en que nos asombra por su altura académica. De allí que sean edi� cios sonoros. Las palabras hablan desde ellas: unas procuran signi� cados para hilar coherencia cotidia-na. Otras son de espíritus múl-tiples y pasan de boca en boca y se constituyen en una polise-mia con pedigrí. Cada palabra tiene varios destinos, no usan visa para viajar en la concien-cia de quien la usa, aunque haya mostrado pasaporte una sola vez. Una voz pasa por el tamiz de tantas aventuras y, entonces, la lexicología, ese

muy serio estudio, se encarga de darles palmaditas de bien-venida a los hablantes.

Se trata de una vieja historia. Las palabras tienen su génesis y su apocalipsis, pero quedan re-gistradas. No mueren del todo. Han sido personajes protagóni-cos en Babel, pero no han sufri-do incendios ni caídas. Se mul-tiplican. Se deshacen en medio de las trifulcas y son como el Ave Fénix. Tanto que fundan países, naciones, culturas, ma-pas geográ� cos y de intencio-nes. No mueren, agonizan, pero siguen allí, metidas en las pági-nas o en el silabeo de algunas bocas. Entre dientes inventan travesías. Y si van en libros, más viajeras son.

2.-Todo lo anterior le ha permi-

tido a este escribidor seguir el sueño con las palabras, con las voces que han pasado por tan-tos devaneos, ensayos, momen-tos históricos, semblanzas, reca-dos, asonadas, golpes de pecho y de estado: son también parte de un relato, de una narrativa. Tienen su historia y la reparten entre autores y títulos que han quedado registrados en volú-menes gruesos y pesados, como es el caso del Diccionario Histó-rico del Español de Venezuela Vol. 1, 2ª. Edición, publicado por bid & co. editor. Arduo traba-jo del académico de la lengua Francisco Javier Pérez, quien con el tino de su dedicación ha

registrado, de la A de Agua has-ta la Z de Zamuro, las voces que se pasean orondas por nuestra sobresaltada historia y que hoy repasamos y hacemos nuestro desde las palpitaciones de las palabras que aún viven en el ánima criolla, así como otras que se alejan cada día más para per-derse en el silencio de unas pá-ginas, pero que en un momento dado emergen y se sacuden el polvo del silencio.

3.-¿Para qué sirve un dicciona-

rio como éste que Francisco Ja-vier Pérez no ha legado? ¿Qué hacemos con tantas palabras trilladas por autores y tantos li-bros que las han pasado y repa-

sado por los ojos lectores? Imagine usted, amigo lector,

la palabra “butaca”. Una voz cu-managota que ha viajado entre tantas líneas que hasta france-sa se ha hecho. Pues bien, con este diccionario el autor nos de-muestra por dónde ha pasado la palabra, por cuántos laberintos se ha colado. Cuántas aventuras ha vivido. Quiénes la han soba-do con agrada o con desdén. Y, por supuesto, de dónde vienen y hacia dónde van. Para eso sir-ve este diccionario, para cono-cer el viaje épico, la biografía heroica de las palabras. Y digo heroica en el mejor sentido de la palabra, porque son realmen-te maravillosas y valientes. Va-lientes porque se hacen usar, se dejan usar, se saben dejar usar por quienes han hecho de ellas parte de sus vidas, parte de sus sueños y acciones. Este diccio-nario sirve para adentrarnos en las obras de otros autores que han laborado con las palabras que ha seleccionado Francisco Javier Pérez para regalarnos este tomo que, imaginamos, es el anuncio de otro que vie-ne en camino, pleno de nuevas voces, de nuevos relámpagos verbales.

Un verdadero acierto el ha-ber publicado este monumento venezolano. Un acierto tanto de Pérez como del editor Bernardo Infante Daboín. Un acierto que abre la posibilidad de convertir-nos en las palabras que por aquí han pasado y seguirán pasan-do. Somos lengua para calmar la sed de su silencio. Debemos soñarlas para darle existencia a nuestra existencia.

De la A a la Z, un modelo le-xicográ� co que nos coloca al lado de la música que hemos ol-vidado para hablar y hablarnos, y que hoy recogemos con este glosario de revelaciones.

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10 sábado 25 de octubre de 2014CONTENIDO

Virgilio Piñera y el pensamiento cautivo

RAFAEL ROJAS

L uego de décadas de silencia-miento o relegación, el escritor cubano Virgilio Piñera (1912-

1979) ocupa un sitio referencial en la literatura cubana contemporánea. Los avatares del canon nacional de las letras se cumplen, como en po-cos autores latinoamericanos del siglo XX, en este poeta, dramaturgo y narrador, nacido hace 100 años en Cárdenas, Matanzas. Los atributos de Piñera que molestaban al Esta-do cubano, hace apenas 20 años, son los mismos que le han ganado una presencia tutelar, cada vez más discernible entre las últimas gene-raciones de escritores de la isla y la diáspora.

La vuelta a Piñera es otra eviden-cia de que las tradiciones se reinven-tan, por obra de las comunidades intelectuales, no de los gobiernos y sus burocracias que siempre llegan tarde al reconocimiento del gran arte. A Piñera lo han favorecido, además, el desplazamiento de las poéticas latinoamericanas hacia los márgenes o la resaca del boom y el ocaso del nacionalismo. En Argen-tina, por ejemplo, Ricardo Piglia ha releído a Piñera y a su amigo Witold Gombrowicz como representantes de una literatura “menor”, no tanto porque a� rmaran la lengua de una minoría, como el Kafka de Deleuze y Guattari, sino porque descreían del ceremonial moderno de la literatura.

Homosexual, ateo, crítico de las ideologías nacionales de mediados del siglo XX —la liberal, la católica, la marxista…—, Piñera fue la per-soni� cación de la inconformidad intelectual en Cuba. Esa ubicación áspera en una comunidad literaria sometida a fuertes moralizaciones y autorizaciones religiosas e ideoló-gicas, hizo que la crítica de Piñera al orden cultural de Cuba, previo a la Revolución, lo sumara diáfanamente a ésta a partir de 1959. Cuando a me-diados de los 60, el gobierno de Fidel Castro hizo evidente su adscripción a un marxismo-leninismo ortodoxo, practicante de la homofobia y el dogmatismo, Virgilio Piñera comen-zó a sentir los rigores de la exclusión.

Al triunfo de la Revolución, Piñe-ra, que por más de una década ha-bía vivido un exilio intermitente en

Buenos Aires, acumulaba una obra sólida en narrativa, poesía y teatro. Para entonces se habían publicado su poema de aires antillanos, La isla en peso (1943), su novela porteña La carne de René (1952), los relatos de Cuentos fríos (1956) y algunas de sus piezas teatrales, reunidas en el Teatro completo (1960). Piñera había sido incluido, además, en las princi-pales antologías de poesía y narra-tiva compiladas en Cuba, como las de Cintio Vitier y Salvador Bueno, y era la � gura central de la importante revista Ciclón, dirigida por José Ro-dríguez Feo.

No es extraño que Piñera fuera reconocido por las primeras institu-ciones culturales de la Revolución. Los jóvenes escritores que se nuclea-ron en torno a Lunes de Revolución, el suplemento literario dirigido por Guillermo Cabrera Infante, lo vene-raban y el propio Piñera representa-ba el compromiso con un proyecto político de vanguardia, ajeno a las intolerancias comunista y católica. Un proyecto político que, a su juicio,

debía abandonar cualquier preten-sión de “poesía pura”, como la que creía leer en algunos escritores de Orígenes, sin sacri� car la autonomía del arte.

Fue precisamente Piñera quien explicaría a Fidel Castro, durante un célebre encuentro de los escri-tores y artistas con el dictador, el “miedo” al “arte dirigido” que sentía la comunidad intelectual. Al miedo de Piñera, Castro respondió con la máxima “dentro de la Revolución todo, contra la Revolución nada”, que ha regido, por más de medio si-glo, el control ideológico de la cultu-ra cubana. Lunes de Revolución fue clausurado, pero Piñera continuó publicando en revistas como La Ga-ceta de Cuba y Casa de las Américas y varios volúmenes suyos, como las novelas Pequeñas maniobras (1963) y Presiones y diamantes (1967), los Cuentos (1964), la obra de teatro Dos viejos pánicos (1968), premiada por Casa de las Américas, y el poemario La vida entera (1969), aparecieron en aquella década.

El último libro que Piñera publi-có en vida se tituló, irónicamente, La vida entera, pero el escritor vivi-ría unos 10 años más en La Habana, convertido en un fantasma del pasa-do ¿Qué pasado? Ciertamente no el de la dictadura de Batista o el de la República, que describió críticamen-te en sus libros, sino el pasado hete-rodoxo y vanguardista de la propia Revolución, del que ahora renega-ba el gobierno de Fidel Castro. Sólo algunos amigos y discípulos, como José Rodríguez Feo, Antón Arrufat, Abelardo Estorino, Abilio Estévez o Carlos Espinosa Domínguez, se mantuvieron � eles al legado de Pi-ñera. Fueron ellos los que lograron sus primeras reediciones póstumas a mediados de los 80.

Aquellos intentos de rehabili-tación del autor de La isla en peso coincidieron, sin embargo, con la caída del Muro de Berlín, el colapso de la URSS y la búsqueda de nuevas —más bien viejas— fuentes de legi-timación o� cial en el nacionalismo católico. La reivindicación subalter-na de Piñera, impulsada sobre todo por Antón Arrufat, fue opacada por la reivindicación hegemónica de José Lezama Lima y los poetas ca-tólicos de Orígenes, promovida por Cintio Vitier, el Ministerio de Cultura y los aparatos ideológicos del Esta-do. Volvieron a escucharse, enton-ces, las frases con que medio siglo antes Vitier había expulsado a Piñera del parnaso: “In� ujo de visiones que de ningún modo pueden correspon-dernos…, nuestra sangre, nuestra sensibilidad, nuestra historia nos impulsan por caminos diferentes…, testimonio falseado de la isla”.

Una nueva generación de escri-tores se sumó en los 90 a ese extra-ño reclamo de canonización de un hereje, adelantado por Severo Sar-duy desde París. Poetas, narrado-res o críticos, nacidos después de la Revolución, como Víctor Fowler, Rolando Sánchez Mejías, Antonio José Ponte, Damaris Calderón, Je-sús Jambrina, Jorge Ángel Pérez o Norge Espinosa abrieron un � anco de relectura de Piñera que, en bue-na medida, se oponía a la manipu-lación o� cial del legado de Lezama y Orígenes operada por el Estado. Ese forcejeo persistió hasta años recientes, cuando el nacionalismo católico, aunque sólido en el plano ideológico, comenzó a debilitarse

en el campo intelectual. El gobier-no de Raúl Castro, resuelto a incor-porarlo todo, en una suerte de gula simbólica, decidió tolerar la canoni-zación de Piñera.

Una comisión creada con motivo del centenario del autor de Dos vie-jos pánicos, encabezada por Antón Arrufat, albacea de Piñera y � gura clave de su rescate subalterno, ha hecho cosas tan loables como la edi-ción de las obras completas del au-tor y un reciente coloquio en su ho-nor, en el que intervinieron decenas de piñerianos cubanos y extranjeros. Pero un escritor como Piñera merece que, más allá de la difusión que ad-quiera su obra dentro de la isla, se piense críticamente su apropiación por parte del mismo Estado que lo marginó y silenció. El mismo Estado que sostiene de jure y de facto leyes e instituciones que un admirador de El pensamiento cautivo de Czeslaw Milosz no podía aprobar.

En el coloquio “Piñera tal cual”, celebrado hace un par de semanas en el Colegio San Gerónimo de La Habana, se rememoró la margina-ción de Virgilio Piñera en los años 70 y la subvaloración de su obra en las ultimas décadas. Esa crítica, sin embargo, es ilegible en medios o� -ciales como Granma, Juventud Re-belde y Cubadebate, que presentan el interés en Piñera como prueba de una recti� cación que, a juzgar por el sistema político de la isla, sus líderes, sus ideas y sus prácticas represivas, no es tal. La justa vindicación promo-vida por quienes durante años han defendido el legado de este escritor antiautoritario acaba ensordecida en el lenguaje acrítico del poder.

El caso de la apropiación de Vir-gilio Piñera por el Estado cubano debiera replantear el rol de los go-biernos en la administración de las literaturas nacionales. Es bueno que, en una época de tantos abusos cul-turales del mercado, los Estados se ocupen de la literatura y publiquen y honren la obra de los grandes es-critores de un país. Pero cuando los poetas y novelistas del pasado son convertidos en emblemas de la legi-timación de un partido o un gobier-no, que penaliza el ejercicio de cual-quier oposición, la literatura pierde y el despotismo gana. En boca del gobierno cubano, Virgilio Piñera aca-ba siendo lo que no fue: un defensor del pensamiento cautivo.

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23Sábado 25 de octubre de 2014 CONTENIDO

Conversación in� nita

Para una Imagen de Encuentro

ANTONIO SÁEZ DELGADO

ALFONSO SOLANO

Alabardas, alabardas, espingardas, espingar-das (título original) es

un libro y son varios libros. Es, por supuesto, la novela incom-pleta que dejó Saramago a su muerte, en junio de 2010, que le hizo vivir el último tramo de su vida agarrado a la tabla de salvación de la escritura, de la vida en las palabras y en las personas que las pueblan; es, en paralelo, una emocionante aproximación al reverso de esas mismas palabras, que cobran una nueva dimensión en las notas de trabajo del escritor re-unidas en el volumen, algo así como el taller correspondiente al ciclo de escritura del libro, entre agosto de 2009 y febrero de 2010, en que encontramos al hombre sereno que duda de la posibilidad de acabarlo y que reúne fuerzas de � aqueza para re� exionar sobre algunas de sus claves y hallazgos, como si de una brevísima suerte de diario íntimo se tratara; y es también, por último, un diálo-go abierto con dos voces privi-legiadas (la de Gómez Aguilera y la de Saviano), que cumplen el papel que cabe ahora al lec-tor de este libro, encontrar el signi� cado � nal de las últimas páginas escritas por el Nobel

Una fotografía siempre nos evoca una memoria; nos trasladamos en el labe-

rinto del tiempo circular para encontrarnos con una imagen y convocar, a través de ella, un instante de vida. La fotografía siempre es un encuentro, siem-pre es una evocación y allí, en el alga de la memoria, se eterni-za de forma irrevocable. Por eso siempre, desde su invención, ha estado caminando al lado de la historia de la humanidad, desde sus eventos más signi� cativos,

hasta los cambios sufridos y al-terados en los “ismos” de las dé-cadas, producto de su evolución inefable y constante. En el pasa-do, la Fotografía representaba la muestra fehaciente e inequívoca de la huella del tiempo, conge-lada en un instante. Hoy en día, con el paso avasallante de la tec-nología que no cesa su curso, la Fotografía se ha apoderado de la vida de los habitantes en el mun-do de la post-modernidad. No existe nada en nuestro tiempo, en nuestro siglo naciente, que no se muestre a través de la imagen fotográ� ca. La fotografía penetró la cotidianidad de los seres que habitamos en este singular pla-

neta. El mundo global, la “aldea global” del visionario Mc Luhan ya no es una utopía; es una cons-tante en nuestra realidad palpi-tante del día a día. Por esa razón, la fotografía cambio su paradig-ma clásico: La fotografía de hoy es, ante todo, la mirada de quien registra, la visión particular de quien se asoma a través de una lente, desde una cámara o un “Smartphone” y nos muestra su cosmogonía, su visión del mun-do. Por eso, cuesta tanto valorar una imagen, desde el punto de vista artístico. No obstante, to-dos podemos eventualmente, “expresarnos” a través de una imagen fotográ� ca, pues la Foto-

grafía es el único arte en evolu-ción que está al alcance de cual-quier mortal. Y eso es lo bello, lo mágico, lo real, lo vital.

Desde Nuestra academia de formación fotográ� ca del ESTU-DIO DE ILUMINACIÓN Y FOTO-GRAFÍA, nos hemos trazado este objetivo; llevar la enseñanza de la Fotografía a cualquiera que desee penetrar y navegar en este mundo fascinante de la imagen, sin poseer conocimientos previos ni experiencia, y tener la capaci-dad no sólo de transferir cono-cimientos y técnicas a los estu-diantes, sino de crear, como lo dijo Paulo Freire, la posibilidad de

producirlo. Ese es nuestro norte, nuestro objetivo más preciado.

Por esta razón nos sentimos llenos de gozo y júbilo al arribar a nuestra primera promoción de fotógrafos que lleva por nombre “Prof. Aquiles Ortiz” como un sen-tido homenaje a este incansable docente, promotor e impulsor de las artes en nuestro estado Aragua. El camino aún es largo y lleno de retos, pero hoy nos sentimos satisfechos y alegres de alcanzar los objetivos trazados. Esta muestra fotográ� ca de los trabajos � nales de nuestros estu-diantes pertenecientes a esta pri-mera promoción dan fe de ello.

y establecer con ellas una con-versación in� nita.

Saramago escribió y corri-

gió tres capítulos de Alabar-das, que sirven para cerrar su obra literaria con un sentido de coherencia fuera de toda duda. Esa es, probablemente, la principal aportación de es-tas páginas, que nos muestran a un autor en estado de gracia, sabedor de las di� cultades que atravesaba y, probablemente por ello, convencido de la ex-trema necesidad de esta obra. Las páginas que la constituyen representan algo así como un testamento literario y vital, un discurso de � cción en el que destellan sus preocupaciones éticas, morales y sociales ante un mundo en ruinas, con el tema de la guerra y la violencia en el punto de mira. Artur Paz Semedo, cumplidor funciona-rio de la empresa de fabricación de armas Belona, comienza una búsqueda por las “profundida-des del ignoto pasado”, aden-trándose en el archivo histórico de su empresa para conocer los negocios realizados por esta en los años treinta del siglo XX. El motivo es una de las perplejida-des reales de Saramago: el des-cubrimiento, durante la guerra civil española, de una bomba arrojada contra el frente popu-lar que nunca llegó a explotar,

y que contenía en su interior un papel con la frase, escrita en portugués: “Esta bomba nunca reventará”. Este hecho, unido a la certeza de que no se cono-cen huelgas en las fábricas de armas, fueron su� cientes para que Saramago decidiera en-tregarse a esta última misión, escribiendo unas páginas en las que respira su mejor pulso literario, en la senda de Ensa-yo sobre la ceguera y con algo de la atmósfera de Todos los nombres. Un libro que reve-la, por fuerza de la acción del personaje femenino (Felícia, la exmujer de Artur, paci� sta convencida), un con� icto moral sobre la banalidad del mal, que nos conduce a la necesidad de establecer los vínculos más pro-fundos y sagrados del hombre entre historia, memoria y relato. Una narración, por � n, entre la lengua portuguesa y la guerra española, que tiene mucho de ibérica, en la que brilla la iro-nía del autor y su lenguaje más esencial, y que cierra su extraor-dinaria obra literaria de la mejor manera posible: abriéndola al diálogo con los lectores.

Alabardas. José Sarama-go. Traducción de Pilar del Río. Con textos de Fernando Gómez Aguilera y Roberto Saviano. Ilus-traciones de Günter Grass. Alfa-guara. Madrid, 2014. 153 pági-nas. 17 euros

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24 sábado 25 de octubre de 2014CONTENIDO

LA PALABRA “HERIDA” TIENE UNA CARGA EMOCIONAL

LEONARDO SUÁREZ MONTOYA

Entrevista con Francisco Arévalo

El pasado 16 de octubre, en el módulo II de la Universidad Cató-lica Andrés Bello, el poeta Francis-co Arévalo presentó una de sus obras más recientes: Herida o la claridad del deseo (bid & co. editor, Caracas 2014).

- Me gustaría empezar por el título. Desestructurémoslo: He-rida o la claridad del deseo. ¿La palabra “herida” tiene una car-ga sustantiva o adjetiva?

- Emocional. El que lea el libro verá que hay una constante des-pedida de afectos. Toda despedi-da que se ha hecho fundamenta-da en el amor causa dolor.

- ¿Por qué la ambivalencia con la claridad del deseo?

- Porque el libro, los poemas, son muy literales, ¿me explico?, y la capacidad evocatoria se me fue de las manos. Pero hay mu-cha claridad en torno al objetivo: conmocionar. La sexualidad es un acto de inteligencia. No es un acto de brutalidad. Para mí la se-xualidad signi� ca plenitud y vida. Y por eso la relación con el afecto es fundamental. Yo no concibo ti-rar sin querer.

- ¿Todo acto sexual debe in-cluir un mínimo, una garantía de amor?

- De afecto y respeto, pana… más allá del hecho de la fornica-ción. Porque esa vaina es muy, muy… o sea... La sexualidad como principio místico es poéti-co, pana, es hermoso. Yo intenté, a través de ese libro, que la se-xualidad se vea como sublime y contribuye con sensaciones tan increíbles, que son tabúes, que se mantienen en un túnel oscuro.

- ¿Por qué?- Por prejuicios. Cuando tienes

prejuicios hay mucho de temor allí. Tú haces tu juicio, tu pre-juicio.

- ¿El hombre puede entregar-se al placer, al instinto primitivo del placer y perder la dignidad humana?

- Alguien que se someta a la sexualidad, que tenga el nivel de comunicación su� ciente con la persona, creo que es una persona feliz, con capacidad de hacer mu-chas cosas en la vida.

Yo pienso que a este país lo han gobernado muchos carajos castrados, con problemas sexua-les terribles y por eso hemos te-nidos tantos malos gobernantes. No tiene otra explicación. Son tipos apegados obsesiva y estúpi-damente a la historia.

- ¿Por masoquismo?- Exactamente. Usan la historia

para destruir y eso es peligroso, porque la sociedad no avanza con ese tipo de principios, porque no todo puede colocarse en una ba-lanza de lo malo. Yo creo que to-dos son unos mal polvos de marca mayor. Pero de marca mayor. Son carajos que han usado la sexuali-dad sólo para reproducirse.

(…) -Freud lo dijo: “30 años de

investigación y no logro enten-der a la mujer”.

- Es que las mismas mujeres te lo piden en algún momento.

- Los hombres insistimos en entenderlas…

- No. Yo ya no insisto en esa vaina. Si te quieres tirar tú por el barranco, tírate. Como yo busca-ré tirarme por el mío. Es que son dos maneras de racionalizar la vida: la mujer tiene una manera y el hombre, otra. Acuérdate que la mujer es el envase de la naturale-za, en ella radica la reproducción. En la vida de los animales silves-tres, siempre la más dedicada, quien se encarga de la crianza, de

amamantar, de cuidar al crío es la hembra. No el macho. Ya esa con-dición es superior; el macho lo que hace es frentear, y ni siquiera eso, porque muchas veces pega el carrerón y deja a la hembra sola y la hembra tiene que asumir la defensa sola, ¿comprendes?

(…)Procesos de maduración- Hablaba del ensayo-error.

¿Cuánto ensayo y error hay de Arévalo en el libro?

- Todo. Lo que pasa es que esas mujeres envejecieron.

- ¿Arévalo no envejeció?- Todas envejecieron. Es terri-

ble. El proceso es diferente en el hombre. La mujer es más madura que el hombre. La maternidad la madura. El desprendimiento de la fertilidad la madura, las arrugas la maduran.

- ¿No le da pena confesar tantos ensayos y errores? ¿Des-nudar su ego?

- No. A mí, no. Son pequeñas y grandes derrotas que uno sostie-ne en la vida. El problema es que mi condición es muy diferente: yo escogí un o� cio que requiere de mucha soledad. Yo he tenido una suerte inmensa con las personas que me han acompañado sen-timentalmente; me han ayuda-do, me han sustraído de muchas tragedias. El problema es que se pierde el sentido de la novedad y no hay nada más.

- No hay creatividad, no hay estímulo…

- Sí hay creatividad y sí hay es-tímulo. De repente el del con� icto soy yo, no eran ellas.

- ¿No teme por que haya ce-los entre ellas al verse retrata-das en el libro?

- No. Ni siquiera se conocen… creo. Lo signi� cativo es que el homenaje persiste como con unos aires de venganza amoro-sa, porque en el fondo a mí me hizo mucho bien. Incluso hay en el libro personas que me hicieron sobrevivir.

Sintaxis de los versos- Los poemas además son di-

versos en extensión…- Está hecho adrede. Porque

si les coloco título ubico a los personajes.

- Los poemas 25, 34 y 91 son los más cortos, pero el 104 en la página 126 es uno de los más extensos.

- ¿El más largo? Ve: es uno de los más viejos.

- ¿Como escritor, cómo sabe cuándo empieza y termina una historia?

- El 104 es el del año 96. Lo que pasa es que no les puse las fechas tampoco y está recorregido des-de aquellos tiempos. Son dos dé-cadas y un poco más de ir susten-tando algo que en el tiempo yo pensaba que iba a hacer un libro.

- Lejos de un adiós de� nitivo es recordarles a las protago-nistas que sigue el afecto. La estructura de la mayoría de los poemas es: descripción de un rasgo físico de la mujer, descrip-ción del clímax y la despedida… una melancolía profundísima.

- Claro. Hay gente que entendió que la herida era por otro lado.

- No, porque “por otro lado”, usted se re� ere como “ranura”.

- Cuando tú te zafas de una relación tiene un costo. Tiene un costo doloroso, así no quieras a la persona. El sólo desprenderte de ella, en el caso mío, me causa pena, mucho dolor, no lograr en el tiempo que eso sea una bisagra me hace sentir que no cumplí. Fa-llé. Uno no hace el balance: falla-mos los dos, porque para que tú te desencantes de una persona tú tuviste que haber hecho algo que

causó ese desencanto. Es por eso que esa herida es dolorosa, solo el tiempo es lo que resuelve ese problema del dolor.

Cuando tú ves a esa persona 20, 30 años después, tú ves a esa persona con inocencia, con can-didez, porque lograste salir, saltar de ese corral y emprendiste la libertad. Y también esa persona. Hay algo con lo que uno siempre carga: la mujer no olvida.

- El hombre tampoco.- Yo sí.- El libro demuestra lo contrario.- Recuerda que el libro está he-

cho en diferentes…Tienes razón y no tienes razón.

Si yo hubiese olvidado, no lo pu-blico.

- En la página 16 hay un ver-so: Bajas a mí olorosa a hembra llena, cargada. En el poema 10, escribe: Tus palabras que roza-ban mi erizo/Y te repetía que iba a estallar/Esperabas an-siosa mis trizas en tu boca/Mi sabor de claridad. Otro verso dice: La baba que nos hundía en la ceguera. ¿Qué � ltros apli-có para no rayar en lo vulgar?

- ¿Tú percibes vulgaridad?- No, por eso pregunto:

¿cómo se cuidó para no rayar en lo vulgar?

- … Es lo que te estás imagi-nando.

A veces peco de literalidad, me preocupaba que las historias fuesen malinterpretadas. Hubo 14 correcciones. En mi aparta-mento están las 14 versiones. Em-pecé con un cuaderno Caribe (la marca) y termina después con la computadora y tiene varias ver-siones. Eso (lo grá� co) es un atre-vimiento mío para atraer al lector de un discurso de repente culto, que tiene un ritmo culto y… es como un estremecimiento y está hecho adrede.

- ¿Por qué esa estructura en los poemas: gesto físico de la mujer, su estremecimiento y la despedida?

- El introito, el intermedio y el � nal. Esa es la vida. Vivimos y des-pués fenecemos. Es como la tóni-ca del amanecer, el mediodía y la noche. Las relaciones sentimenta-les se manejan con esos códigos.

(…)