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Mapa interactivo Actividades en todo el mundo Escrito autógrafo Tres amores en un oficio Formularios Misa de acción de gracias Señaló y transitó un camino que conduce a Dios 16 de octubre: Canonización del beato Manuel González García

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Señaló y transitó un camino que conduce a Dios

16 de octubre:Canonización del beatoManuel González García

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Editorial: Para mayor gloria de Dios

Jubileo de los catequistas

Homilía del papa en el jubileo de los catequistas

Mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones

Resonancias en nuestra Iglesia de hoy

Mi experiencia de Jesús Eucaristía

Peregrinación UNER de Zaragoza y Tarragona

Pliego: Formularios para la Misa de acción de gracias

La formación cristiana: una urgencia catequética (I)

Participa en los festejos de todo el mundo

Orar con el obispo del Sagrario abandonado

Cordialmente, una carta para ti

Con mirada eucarística

Lectura sugerida

Cartelera recomendada

Conoce y vive

Familia Eucarística Reparadora

Desde la fe

Sum

ario

26Adoración eucarística«He aquí que vengo

para hacer tu voluntad»6 Año Santo

Homilía del jubileo de los catequistas

14 TestimonioMi experiencia de

Jesús EucaristíaRevista y Editorial

fundadas por el BeatoManuel González García

en 1907

Edita:Misioneras Eucarísticas de NazaretTutor, 15-17, 28008 - MADRIDTfno.: 915 420 887E-mail: [email protected]

Imprime:Azul IbéricaISSN: 2340-1214Depósito Legal: M-12242-2016

En portada: Detalle de la imagen del tapiz de D. Manuel González que colgará en uno de los balcones de la Basílica de San Pedro el 16 de octubre.

HacemosEl Granito de Arena

Dirección:Mónica Mª Yuan cordiviola

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sergio pérez baena

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EDITORIAL

Para mayor gloriade Dios

Q uedan ya pocos días, para escuchar de boca del papa Francisco: «Ad honorem Sanctae et Individuae Trinitatis, ad exal-

tationem fidei catholicae et vitae christianae in-crementum, auctoritate Domini nostri Iesu Chris-ti, beatorum Apostolorum Petri et Pauli, ac Nos-tra, matura deligeratione praehabita et divina ope saepius implorata, ac de plurimorum Fra-trum Nostrorum consilio, Beatum Emmanuel González García Sanctum esse decernimus et definimus, ac Sanctorum Catalogo adscribimus: statuentes eum in universa Ecclesia inter Sanc-tos pia devotione recoli debere. In nomine Patris et Filii et Spiritus Sancti».

Más allá de la extensión y fuerza de los aplau-sos que brotarán en ese momento de los miles de personas congregadas en la Plaza de San Pe-dro, nada podrá acallar la fuerza del «Amén» con que el pueblo de Dios responderá, gozosa-mente, a la invocación del santo padre.

El 16 de octubre siete beatos serán incluidos, tal como reza la fórmula de canonización, en el catálogo de los santos. Entre ellos, el tercero mencionado será Don Manuel González García, obispo y fundador de la Familia Eucarística Re-paradora, verdadero apóstol de la Eucaristía.

La oración de canonización comienza expli-cando el porqué de esta ceremonia, es decir, pa-ra honrar a la Santísima Trinidad o, en frase ig-naciana, «a mayor gloria de Dios». La ceremo-nia a que asistiremos tiene por fin dar gloria a Dios. Pero, ¿es posible acrecentar la gloria divi-na? ¿Qué consecuencias conlleva en nuestras vidas de pequeñas y frágiles criaturas que se vea acrecentada la gloria de Dios?

Dice el Catecismo de la Iglesia Católica que la gloria de Dios consiste en que llegue a los hombres la bondad con la que el Creador ha he-cho todas las cosas (cf. n. 294). San Ireneo lo ex-

presa de forma similar al afirmar que « la glo-ria de Dios es que el hombre viva, y la vida del hombre es la visión de Dios: si ya la revelación de Dios por la creación procuró la vida a todos los seres que viven en la tierra, cuánto más la manifestación del Padre por el Verbo procura-rá la vida a los que ven a Dios» (Adversus hae-reses, 4,20,7).

El decreto Ad gentes, del Concilio Vaticano II, ha sido aún más explícito al indicar que es-tán íntimamente unidas «su gloria y nuestra fe-licidad» (n. 2). Así es que procurar la gloria de Dios, realizarlo todo en nuestra vida «a mayor gloria de Dios» es el camino más seguro (¡y el único!) que nos conducirá a la verdadera felici-dad. La felicidad que muchos experimentare-mos el tercer domingo de octubre, por tanto, no solo es lícita sino que demuestra que pro-viene de Dios ya que es Él quien nos hace llegar su gloria, su luz, su alegría, su plenitud.

La canonización de Don Manuel, además, se enmarca dentro del Jubileo de la Misericordia, un año que el papa ha instituido en el deseo de que los fieles puedan experimentar una «genui-na experiencia de la misericordia de Dios, la cual va al encuentro de todos con el rostro del Padre que acoge y perdona, olvidando comple-tamente el pecado cometido» (1/5/15).

Las catedrales de todo el mundo han abier-to sus puertas («Puerta Santa») para que quien lo desee y necesite pueda gozar de este don. Quienes, además, podamos acercarnos a Roma, a la tumba del apóstol Pedro, vivamos este tiem-po con gozo y gratitud. Dios no cesa de colmar-nos de su gracia y bendición. Es Él quien nos guía, quien nos acompaña y quien da sentido a nuestra existencia. Es Él, el Padre bueno, quien nunca nos abandona y que camina mano a ma-no en nuestro andar peregrino. «

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P ara los que tuvimos la suerte de poder acudir a esta llamada del Santo Padre ha sido una gracia

inmensa en la que hemos renovado nuestra respuesta al Señor que nos llama a seguirle con una vocación muy específica: ser acompañantes, testi-gos transmisores de la fe.

Cada grupo de catequistas o cada diócesis organizaba su estancia en Ro-ma de manera diversa, pero todos es-tábamos convocados a varios momen-tos que sumándolos daban a nuestros respectivos viajes sentido de peregri-nación en un año tan especial.

Reflexionar con CaravaggioPara los catequistas de lengua espa-ñola la preparación para ganar el ju-bileo comenzó en la Iglesia de Sant’Andrea della Valle regida por los Padres Teatinos en pleno corazón de la gran urbe. Allí, los que normalmen-te preparan a otros para el encuentro con el Señor en los sacramentos, fui-mos los destinatarios de una cateque-sis que se nos dirigió. El sacerdote compostelano Miguel López, delega-do de catequesis de la diócesis del Apóstol Santiago nos ayudó a centrar nuestro ser catequista dirigiéndonos una meditación en torno al cuadro de Caravaggio La vocación de San Mateo. A través de sus palabras y contem-

plando el cuadro en un folleto muy bellamente editado, pudimos ir revi-sando nuestro ser transmisores de la fe, identificándonos con los distintos personajes que aparecen en el cuadro. Se nos invitó a dar gracias por nues-tra vocación y por la mediación de la Iglesia a la vez que se nos pedía res-ponder con prontitud a los nuevos re-tos en el anuncio de la Palabra.

El segundo momento central de la peregrinación era atravesar la Puer-ta Santa. Para este fin, y durante todo el año jubilar, está habilitado un pa-sillo por la Via della Conciliazione que desde el Castell di Sant’Angelo hasta San Pedro te invita a rezar y a llegar hasta la Puerta Santa con un es-píritu de recogimiento y conversión. Además, para este jubileo de los ca-tequistas se habían habilitado unos grandes carteles que nos recordaban a distintos mártires y santos que en su vida sirvieron al Señor siendo ca-tequistas.

El último gran momento fueron las vísperas compartidas con todos los catequistas del mundo en la Basí-lica de San Pablo Extramuros. ¡Im-presionaba verla tan llena! Allí el Pre-sidente del Pontificio Consejo para la Nueva Evangelización, Rino Fisi-chella, nos dirigió unas palabras de gratitud y de ánimo, reconociendo la

importancia de los catequistas en la evangelización. Antes del rezo de vís-peras pudimos escuchar varios testi-monios de catequistas de diversas par-tes del mundo, algunos de ellos con serias dificultades para vivir su fe.

El jubileo de los catequistas aca-bó con el encuentro con el sucesor de Pedro en la Eucaristía dominical. El papa nos confirmó en la fe, nos recor-dó la importancia del primer anun-cio y nos animó a ser catequistas pro-poniendo el contenido más sólido y actual, que el Señor ha resucitado.

Reconciliados con DiosOtro elemento muy importante del jubileo fue la celebración del sacra-mento de la reconciliación. Muchos grupos de catequistas acudieron a de-terminadas iglesias que estaban seña-ladas por idiomas y en las que había confesores. Numerosos grupos apro-vechaban otros momentos para reci-bir el sacramento de la misericordia.

La CEE ha dado la cifra de 430 ca-tequistas españoles, pero yo creo que había muchísimos más. En total, la organización vaticana, que es muy precisa, estimaba que unos 15.000 ca-tequistas iban a participar de la Euca-ristía con el papa Francisco.

Siempre el encuentro con el papa nos resitúa en nuestra misión evan-gelizadora porque nos recuerda que hemos heredado una fe que a su vez estamos llamados a transmitir. Los catequistas, como pilar fundamental de nuestras comunidades, han vuel-to de Roma con el deseo de seguir siendo testigos del Señor.

Sergio Pérez Baena, Pbro.

Jubileo de los catequistas

Con motivo del Año de la misericordia, el papa Francisco, a través del Pontifico Consejo para la Nueva Evangelización, convocó a todos los catequistas del mundo a ganar el jubileo el pasado mes de septiembre. Concretamente los días 23 al 25 la ciudad eterna se inundó de grupos de catequistas que con sus respectivos distintivos hacían de Roma una ciudad alegre, joven y colorida.

Un anuncio que nos llena de gozo

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S an Pablo, en efecto, no recomien-da una gran cantidad de puntos y aspectos, sino que subraya el

centro de la fe. Este centro, alrededor del cual gira todo, este corazón que late y da vida a todo es el anuncio pas-cual, el primer anuncio: el Señor Je-sús ha resucitado, el Señor Jesús te ama, ha dado su vida por ti; resucita-do y vivo, está a tu lado y te espera to-dos los días. Nunca debemos olvidar-lo. En este jubileo de los catequistas, se nos pide que no dejemos de poner por encima de todo el anuncio prin-cipal de la fe: el Señor ha resucitado. No hay un contenido más importan-te, nada es más sólido y actual. Cada aspecto de la fe es hermoso si perma-nece unido a este centro, si está per-meado por el anuncio pascual. En cambio, si se le aísla, pierde sentido y fuerza. Estamos llamados a vivir y a anunciar la novedad del amor del Señor: «Jesús te ama de verdad, tal y como eres. Déjale entrar: a pesar de

las decepciones y heridas de la vida, dale la posibilidad de amarte. No te defraudará».

A Dios se le anuncia amandoEl mandamiento del que habla san Pablo nos lleva a pensar también en el mandamiento nuevo de Jesús: «Que os améis unos a otros como yo os he amado» (Jn 15,12). A Dios–Amor se le anuncia amando: no a fuerza de convencer, nunca imponiendo la ver-dad, ni mucho menos aferrándose con rigidez a alguna obligación reli-giosa o moral. A Dios se le anuncia encontrando a las personas, tenien-do en cuenta su historia y su camino. El Señor no es una idea, sino una per-sona viva: su mensaje llega a través del testimonio sencillo y veraz, con la escucha y la acogida, con la alegría que se difunde. No se anuncia bien a Jesús cuando se está triste; tampoco se transmite la belleza de Dios hacien-do solo bonitos sermones. Al Dios de

la esperanza se le anuncia viviendo hoy el Evangelio de la caridad, sin mie-do a dar testimonio de él incluso con nuevas formas de anuncio.

El Evangelio de este domingo nos ayuda a entender qué significa amar, sobre todo a evitar algunos peligros. En la parábola se habla de un hombre rico que no se fija en Lázaro, un po-bre que «estaba echado a su puerta» (Lc 16,20). El rico, en verdad, no ha-ce daño a nadie, no se dice que sea malo. Sin embargo, tiene una enfer-medad peor que la de Lázaro, que es-taba «cubierto de llagas» (ibíd.): es-te rico sufre una fuerte ceguera, por-que no es capaz de ver más allá de su mundo, hecho de banquetes y ricos vestidos. No ve más allá de la puerta de su casa, donde yace Lázaro, por-que no le importa lo que sucede fue-ra. No ve con los ojos porque no sien-te con el corazón. En su corazón ha entrado la mundanidad que adorme-ce el alma. La mundanidad es como un agujero negro que engulle el bien, que apaga el amor, porque lo devora todo en el propio yo. Entonces se ve solo la apariencia y no se fija en los demás, porque se vuelve indiferente a todo. Quien sufre esta grave cegue-ra adopta con frecuencia un compor-

tamiento estrábico: mira con deferen-cia a las personas famosas, de alto ni-vel, admiradas por el mundo, y apar-ta la vista de tantos Lázaros de aho-ra, de los pobres y los que sufren, que son los predilectos del Señor.

Pero el Señor mira a los que el mundo abandona y descarta. Lázaro es el único personaje de las parábolas de Jesús al que se le llama por su nom-bre. Su nombre significa «Dios ayu-da». Dios no lo olvida, lo acogerá en el banquete de su Reino, junto con Abraham, en una profunda comunión de afectos. El hombre rico, en cam-bio, no tiene siquiera un nombre en la parábola; su vida cae en el olvido, porque el que vive para sí no constru-ye la historia. Y un cristiano debe cons-truir la historia. Debe salir de sí mis-mo para construir la historia. Quien vive para sí no construye la historia. La insensibilidad de hoy abre abis-mos infranqueables para siempre. Y nosotros hemos caído, en este mun-

do, en este momento, en la enferme-dad de la indiferencia, del egoísmo, de la mundanidad.

Una pobreza que dignificaEn la parábola vemos otro aspecto, un contraste. La vida de este hombre sin nombre se describe como opulenta y presuntuosa: es una continua reivin-dicación de necesidades y derechos. Incluso después de la muerte insiste para que lo ayuden y pretende su inte-rés. La pobreza de Lázaro, sin embar-go, se manifiesta con gran dignidad: de su boca no salen lamentos, protes-tas o palabras despectivas. Es una va-liosa lección: como servidores de la palabra de Jesús, estamos llamados a no hacer alarde de apariencia y a no buscar la gloria; ni tampoco podemos estar tristes y disgustados. No somos profetas de desgracias que se compla-cen en denunciar peligros o extravíos; no somos personas que se atrincheran en su ambiente, lanzando juicios amar-gos contra la sociedad, la Iglesia, con-tra todo y todos, contaminando el mun-do de negatividad. El escepticismo quejoso no es propio de quien tiene familiaridad con la Palabra de Dios.

El que proclama la esperanza de Jesús es portador de alegría y sabe ver

más lejos, tiene horizontes, no tiene un muro que lo encierra; ve más le-jos porque sabe mirar más allá del mal y de los problemas. Al mismo tiem-po, ve bien de cerca, pues está atento al prójimo y a sus necesidades. El Se-ñor nos lo pide hoy: ante los muchos Lázaros que vemos, estamos llama-dos a inquietarnos, a buscar caminos para encontrar y ayudar, sin delegar siempre en otros o decir: «Te ayuda-ré mañana, hoy no tengo tiempo, te ayudaré mañana». Y esto es un peca-do. El tiempo para ayudar es tiempo regalado a Jesús, es amor que perma-nece: es nuestro tesoro en el cielo, que nos ganamos aquí en la tierra.

En conclusión, queridos catequis-tas y queridos hermanos y hermanas, que el Señor nos conceda la gracia de vernos renovados cada día por la ale-gría del primer anuncio: Jesús ha muer-to y resucitado, Jesús nos ama perso-nalmente. Que nos dé la fuerza para vivir y anunciar el mandamiento del amor, superando la ceguera de la apa-riencia y las tristezas del mundo. Que nos vuelva sensibles a los pobres, que no son un apéndice del Evangelio, si-no una página central, siempre abier-ta a todos.

Papa Francisco

Homilía del papa en el jubileo de los catequistas

El Apóstol Pablo, en la segunda lectura, dirige a Timoteo, y también a nosotros, algunas recomendaciones muy importantes para él. Entre otras, pide que se guarde «el mandamiento sin mancha ni reproche» (1 Tm 6,14). Habla sencillamente de un mandamiento. Parece que quiere que tengamos nuestros ojos fijos en lo que es esencial para la fe.

Los pobres no son un epílogo del Evangelio

sino su página central, siempre abierta a todos

A Dios se le anuncia amando

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les o en el más grande de la vida so-cial y cultural; y de modo especial en la atención a los pobres.

Paciencia para ver los frutosEn muchos lugares, la evangelización comienza con la actividad educativa, a la que el trabajo misionero le dedi-ca esfuerzo y tiempo, como el viña-dor misericordioso del Evangelio (cf. Lc 13.7-9; Jn 15,1), con la paciencia de esperar el fruto después de años de lenta formación; se forman así per-sonas capaces de evangelizar y de lle-var el Evangelio a los lugares más in-sospechados. La Iglesia puede ser de-finida madre, también por los que lle-garán un día a la fe en Cristo. Espero, pues, que el pueblo santo de Dios rea-lice el servicio materno de la miseri-cordia, que tanto ayuda a que los pue-blos que todavía no conocen al Señor lo encuentren y lo amen. En efecto, la fe es un don de Dios y no fruto del proselitismo; crece gracias a la fe y a la caridad de los evangelizadores que son testigos de Cristo. A los discípu-los de Jesús, cuando van por los ca-minos del mundo, se les pide ese amor que no mide, sino que tiende más bien a tratar a todos con la misma medida del Señor; anunciamos el don más hermoso y más grande que él nos ha dado: su vida y su amor.

Todos los pueblos y culturas tie-nen el derecho a recibir el mensaje de salvación, que es don de Dios para to-dos. Esto es más necesario todavía si tenemos en cuenta la cantidad de in-justicias, guerras, crisis humanitarias que esperan una solución. Los misio-neros saben por experiencia que el Evangelio del perdón y de la miseri-cordia puede traer alegría y reconci-

liación, justicia y paz. El mandato del Evangelio: «Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu San-to; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado» (Mt 28,19-20) no está agotado, es más, nos compromete a todos, en los es-cenarios y desafíos actuales, a sen-tirnos llamados a una nueva sali-da misionera, como he señalado también en la Exhortación apos-tólica Evangelii gaudium: «Cada cristiano y cada comunidad dis-cernirá cuál es el camino que el Señor le pide, pero todos somos invitados a aceptar este llamado: salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las pe-riferias que necesitan la luz del Evangelio» (n. 20).

90º aniversarioEn este Año jubilar se cumple precisamente el 90 aniversario de la Jornada Mundial de las Misiones, promovida por la Obra Pontificia de la Propagación de la Fe y aprobada por el papa Pío XI en 1926. Por lo tanto, considero oportuno vol-ver a recordar la sabias indicaciones de mis predecesores, los cuales esta-blecieron que fueran destinadas a es-ta Obra todas las ofrendas que las diócesis, parroquias, comunidades religiosas, asociaciones y movimien-tos eclesiales de todo el mundo pu-dieran recibir para auxiliar a las co-munidades cristianas necesitadas y para fortalecer el anuncio del Evan-gelio hasta los confines de la tierra. No dejemos de realizar también hoy este gesto de comunión eclesial mi-

sionera. No permitamos que nues-tras preocupaciones particulares en-cojan nuestro corazón, sino que lo ensanchemos para que abarque a to-da la humanidad.

Que Santa María, icono sublime de la humanidad redimida, modelo misionero para la Iglesia, enseñe a to-dos, hombres, mujeres y familias, a generar y custodiar la presencia viva y misteriosa del Señor Resucitado, que renueva y colma de gozosa mise-ricordia las relaciones entre las per-sonas, las culturas y los pueblos.

Vaticano, 15 de mayo de 2016, So-lemnidad de Pentecostés

Papa Francisco

E n efecto, en esta Jornada Mun-dial de las Misiones, todos esta-mos invitados a salir, como dis-

cípulos misioneros, ofreciendo cada uno sus propios talentos, su creativi-dad, su sabiduría y experiencia en lle-var el mensaje de la ternura y de la compasión de Dios a toda la familia humana. En virtud del mandato mi-sionero, la Iglesia se interesa por los que no conocen el Evangelio, porque quiere que todos se salven y experi-menten el amor del Señor. Ella «tie-ne la misión de anunciar la misericor-dia de Dios, corazón palpitante del Evangelio» (Bula Misericordiae vul-tus, 12), y de proclamarla por todo el mundo, hasta que llegue a toda mu-jer, hombre, anciano, joven y niño.

La misericordia hace que el cora-zón del Padre sienta una profunda ale-gría cada vez que encuentra a una cria-tura humana; desde el principio, él se dirige también con amor a las más frá-giles, porque su grandeza y su poder se ponen de manifiesto precisamen-te en su capacidad de identificarse con los pequeños, los descartados, los oprimidos (cf. Dt 4,31; Sal 86,15; 103,8; 111,4). Él es el Dios bondado-so, atento, fiel; se acerca a quien pasa necesidad para estar cerca de todos, especialmente de los pobres; se im-plica con ternura en la realidad huma-na del mismo modo que lo haría un padre y una madre con sus hijos (cf. Jr 31,20). El término usado por la Bi-

blia para referirse a la misericordia re-mite al seno materno: es decir, al amor de una madre a sus hijos, esos hijos que siempre amará, en cualquier cir-cunstancia y pase lo que pase, porque son el fruto de su vientre. Este es tam-bién un aspecto esencial del amor que Dios tiene a todos sus hijos, especial-mente a los miembros del pueblo que ha engendrado y que quiere criar y educar: en sus entrañas, se conmue-ve y se estremece de compasión ante su fragilidad e infidelidad (cf. Os 11,8). Y, sin embargo, él es misericordioso con todos, ama a todos los pueblos y es cariñoso con todas las criaturas (cf. Sal 144.8-9).

Para ser misericordiososLa manifestación más alta y consu-mada de la misericordia se encuentra en el Verbo encarnado. Él revela el rostro del Padre rico en misericordia, «no sólo habla de ella y la explica usando semejanzas y parábolas, sino que además, y ante todo, él mismo la encarna y personifica» ( Juan Pablo II, Enc. Dives in misericordia, 2). Con la acción del Espíritu Santo, aceptan-do y siguiendo a Jesús por medio del Evangelio y de los sacramentos, po-demos llegar a ser misericordiosos como nuestro Padre celestial, apren-diendo a amar como él nos ama y ha-ciendo que nuestra vida sea una ofren-da gratuita, un signo de su bondad (cf. Bula Misericordiae vultus, 3). La

Iglesia es, en medio de la humanidad, la primera comunidad que vive de la misericordia de Cristo: siempre se siente mirada y elegida por él con amor misericordioso, y se inspira en este amor para el estilo de su manda-to, vive de él y lo da a conocer a la gen-te en un diálogo respetuoso con to-das las culturas y convicciones reli-giosas.

Muchos hombres y mujeres de to-da edad y condición son testigos de este amor de misericordia, como al comienzo de la experiencia eclesial. La considerable y creciente presen-cia de la mujer en el mundo misione-ro, junto a la masculina, es un signo elocuente del amor materno de Dios. Las mujeres, laicas o religiosas, y en la actualidad también muchas fami-lias, viven su vocación misionera de diversas maneras: desde el anuncio directo del Evangelio al servicio de caridad. Junto a la labor evangeliza-dora y sacramental de los misioneros, las mujeres y las familias comprenden mejor a menudo los problemas de la gente y saben afrontarlos de una ma-nera adecuada y a veces inédita: en el cuidado de la vida, poniendo más in-terés en las personas que en las es-tructuras y empleando todos los re-cursos humanos y espirituales para favorecer la armonía, las relaciones, la paz, la solidaridad, el diálogo, la co-laboración y la fraternidad, ya sea en el ámbito de las relaciones persona-

Mensaje del papa para la Jornada Mundial de las Misiones

Queridos hermanos y hermanas: El Jubileo extraordinario de la misericordia, que la Iglesia está celebrando, ilumina también de modo especial la Jornada Mundial de las Misiones 2016: nos invita a ver la misión ad gentes como una grande e inmensa obra de misericordia tanto espiritual como material.

Iglesia misionera, testigo de misericordia

Todos los pueblos y culturas tienen derecho a recibir el mensaje de la salvación

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E l 21 de septiembre de 1905, D. Manuel González García escri-bía, en papel timbrado del Arci-

prestazgo de Huelva, una carta–ofi-cio al Secretario de Cámara del Arzo-bispado de Sevilla, diócesis a la que entonces pertenecía Huelva. Este do-cumento, que se encuentra en el Ar-chivo diocesano de Huelva, en su sen-cillez y parquedad de palabras, con-tiene, sin embargo, como condensa-do en el lenguaje oficial y burocráti-co, el reflejo de las tres grandes ocu-paciones de la vida de D. Manuel, sus tres grandes amores. En verdad, cuan-do se lee dicho documento, se llega a la conclusión de que, ciertamente, de lo que abunda el corazón habla la bo-ca. Y el oficio de referencia, que, en principio, podría ser un documento sin sustancia y sin alma, deja traslu-cir toda una espiritualidad que llena una vida, quizá porque se dirige a un antiguo conocido, al que llama «que-rido Maestro», D. Manuel Jiménez Castro, Secretario de Cámara y canó-nigo hispalense. En el mismo se tra-tan tres temas: el arreglo que necesi-taba la capilla del Santísimo de la pa-rroquia de San Pedro (detalla las li-mosnas con que cuenta, los fondos de la fábrica parroquial que hay en ese momento, la necesidad de reparar los

tejados de la parroquia. Incluso le da cuenta de que ha asegurado la iglesia contra accidentes de trabajo, «pues con 59 pesetas anuales me aseguran la parroquia contra todos los acciden-tes que puedan ocurrir»); los cultos celebrados en honor de la patrona de Huelva, la Virgen de la Cinta, en di-cha parroquia, y la comida que iban a recibir los niños del catecismo.

1. El Sagrario abandonadoEl recién llegado a Huelva, D. Manuel, que había recalado a la ciudad del Tin-to y el Odiel en marzo de aquel año de 1905, se había encontrado, en sus primeros meses, con la cruda reali-dad de su parroquia. Había luchado ya con el desánimo, pero hay que te-ner en cuenta que el santo arcipreste había traído a Huelva con su persona una forma nueva de mirar las cosas. El castillo de sus sueños se había de-rrumbado previamente en los prime-ros contactos con la realidad pastoral de su vida sacerdotal, en sus predica-ciones, misiones y en su capellanía del Asilo de Sevilla. Desde aquella jornada que marcó de forma profun-da y definitiva su sacerdocio en Palo-mares del Río, el novel arcipreste de Huelva era consciente de una nueva vocación, que habría de traspasar su

vida como sacerdote y como obispo posteriormente, como él mismo de-jó escrito, y que le quemaba su cora-zón: el abandono del Sagrario.

En el oficio de referencia, que sir-ve de base al presente artículo, dice el arcipreste que: «El Sagrario de mi parroquia está de lo peor: las paredes revestidas de papel de color, roto e indecoroso, la bóveda agrieteada y el tejado con las vigas podridas y pesan-do sobre la bóveda». Le dolía el al-ma al contemplar aquello, igual que le dolió en Palomares del Río, por-que él, desde el don o carisma espe-cial que el Señor suscitó en su cora-zón, veía y sentía, sufría: «mi fe veía a un Jesús tan callado, tan paciente, tan bueno, que me miraba... que me decía mucho y me pedía más, una mi-rada en la que se reflejaba todo lo tris-te del Evangelio... La mirada de Jesu-cristo en esos Sagrarios es una mira-da que se clava en el alma y no se ol-vida nunca. Vino a ser para mí como punto de partida para ver, entender y sentir todo mi ministerio sacerdo-tal». Está empezando en Huelva, e intuye que del Sagrario ha de partir toda la renovación de la parroquia. Todo esto lo había estado interiori-zando, pensando y rezando desde el confesionario que había puesto fren-te a dicha capilla (Desde aquel lugar se había preguntado ante el Señor: «¿Por dónde empiezo, Corazón de mi Jesús?». Campos Giles, J. El obis-po del Sagrario abandonado, 6ª ed. p. 59). Desde el mismo había visto có-mo del zócalo salía, de vez en cuan-do, algún ratoncillo, y el abandono material le dolía porque era sintomá-

tico de un abandono mayor, el de los corazones.

Pasado el tiempo, en menos de cin-co años, aquella capilla remozada iba a ser testigo de la fundación de las Ma-rías de los Sagrarios–Calvarios, iba a ser como el portal de Belén de su obra eucaristizadora, que, como las naves descubridoras que partieran del cer-cano Puerto de Palos, iba a traspasar incluso el océano Atlántico. La fe de D. Manuel González, a la vista de un Sagrario abandonado, se enardecía en el amor del Corazón Eucarístico de Jesús, ponía en marcha su esperanza y avivaba su caridad. ¡Cuántas cosas iban a nacer de aquel Sagrario de San Pedro! Qué verdad se hicieron aque-llas palabras de Jesús a Natanael: «Has de ver cosas mayores»(Jn 1,50).

En un Sagrario abandonado había intuido su misión: «Ser cura de un pueblo que no quisiera a Jesucristo, para quererlo yo por todo el pueblo, emplear mi sacerdocio en cuidar a Jesucristo en las necesidades que su vida de Sagrario le ha creado, alimen-tarlo con mi amor, calentarlo con mi presencia, entretenerlo con mi con-versación, defenderlo contra el aban-dono y la ingratitud, proporcionar desahogos a su Corazón con mis san-tos sacrificios» (OO.CC. I, n. 18).

2. María InmaculadaEs otro de los grandes amores de D. Manuel González. Varias devocio-nes e imágenes fueron jalonando la devoción mariana de nuestro Santo: la Virgen de los Reyes, patrona de Se-villa, la Virgen de la Alegría, de San Bartolomé, su parroquia de Bautis-

mo. Posteriormente, la Virgen de la Victoria de Málaga, la Virgen de la Calle de Palencia y la Virgen del Pi-lar. Él llamaba a María la Madre In-maculada, lo que por otra parte se ex-

plica en la tradicional devoción con-cepcionista de Sevilla y, por exten-sión, en toda la archidiócesis hispa-lense y en el cabildo catedralicio y los Seises de la Seo sevillana, de los que

Resonancias en nuestra Iglesia de hoy

Queridísimo D. Manuel: Los miembros de la Familia Eucarística Reparadora estamos de fiesta. La Iglesia pronto reconocerá tu santidad y pasarás a formar parte del canon de los santos. D. Juan Bautista Quintero Cartes, vicecanciller de la diócesis de Huelva, ha encontrado en sus archivos un oficio que dirigiste a tu archidiócesis de Sevilla en el que pones la impronta de los tres amores que llenaron tu vida, y es que tu coherencia de vida hacía que en todo lo comunicabas: de la abundancia del corazón habla la boca.

Tres amores en un oficioRasgos de la espiritualidad de D. Manuel González en un documento de 1905

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había formado parte Don Manuel en su infancia.

Ahora, en el documento que se es-tá comentando, el nombre de la Ma-dre Inmaculada se hace concreto en la devoción mariana por antonoma-sia de Huelva: Nuestra Señora de la Cinta, su patrona y «singular Aboga-da de los marineros», como rezan las leyendas de los antiguos grabados del icono mural del siglo XV que se ve-nera en la ermita del Conquero. El santuario de la Virgen de la Cinta, has-ta bastante después de la creación de la diócesis de Huelva en 1953, perte-necía a la jurisdicción parroquial de San Pedro, y, al menos desde finales del siglo XIX, era habitual traer la ima-gen procesional –denominada la Vir-gen Chiquita, que no es otra cosa que la reproducción en escultura, atribui-da a Benito Hita del Castillo (finales del siglo XVIII), de la imagen pinta-da en el icono mural– a la antigua Igle-sia Mayor de la ciudad. Además, en el oficio, el arcipreste deja traslucir sus impresiones sobre su primer en-cuentro con los cultos en honor de la patrona onubense, ya que era el pri-mer septiembre que vivía en Huelva: «hemos tenido una novena en honor de la Patrona hermosísima, con la Igle-sia llena todas las noches, con una Co-munión general de 300 personas y con una última procesión con S. D. M. la última noche por la plaza de San Pedro en la que iban más de 100 hom-bres con luces».

Por una parte, le llamó poderosa-mente la atención la asistencia al no-venario. Hay que tener en cuenta que el nuevo párroco estaba previamen-te impresionado, en este caso negati-vamente, de la poca asistencia a la igle-sia en una ciudad, entonces, de 20.000 habitantes. En este sentido, veamos lo que decía D. Manuel en sus prime-ras impresiones sobre la vida religio-sa de Huelva: «Se toca a Misa, y no sé si pasarían de tres mujeres las que oían las dos que salieron a la par. ¿Co-muniones? Cero… –Aquí –me decía

muy tranquilo el sacristán– se acos-tumbra poco eso. ¡Dios mío! ¡Una pa-rroquia de veinte mil almas sin una Comunión diaria!» (Campos Giles, J. El obispo del Sagrario abandonado, 6ª ed. p. 59). Las Comuniones, el he-cho de que la Comunión general lle-gara al número de 300, también le provoca contento, sobre todo tenien-do en cuenta lo que estaba viviendo cotidianamente (Un repaso de los pri-meros números de El Granito de Are-na nos aporta el número de comunio-nes de la ciudad de Huelva, que era como un termómetro de la vida espi-ritual de los fieles, sobre todo en una época en que se estaban llevando a la práctica en toda la Iglesia las directri-ces marcadas por San Pío X sobre la comunión frecuente. Precisamente, poco después del documento de re-ferencia de este artículo, en diciem-bre de 1905 se hizo público un decre-to para fomentar la comunión inclu-so diaria: Sacra Tridentina Synodus - De quotidiana Ss. Eucharistiaesump-tione). No hacía mucho tiempo, an-tes de venir a Huelva, le había decep-cionado la falta de comuniones en al-gunos cultos patronales en los que ha-bía predicado. Y, por último, le asom-bró la asistencia devota a la procesión con el Santísimo Sacramento por la plaza de San Pedro con que se daba fin al novenario, por el número de hombres que portaban cirios alum-brando al Santísimo. Esto sería por la realidad de los respetos humanos con que se encontraban los hombres pa-ra hacer pública su fe en un contexto muy secularizado o, al menos, muy desacralizado, como era el de la Huel-va de aquellos años.

La procesión eucarística, con la que se concluía hasta hace bien poco el novenario, ya se hacía en 1905, era la expresión más clara de cómo Ma-ría lleva a Jesús. Este final de triunfo de Cristo le lleva a expresar, en la car-ta o documento de referencia en el que se basa este artículo, su agradeci-miento: «¡Gracias al Señor!».

La devoción del pueblo onuben-se por su patrona le llamó positiva-mente la atención, cómo con motivo de su novenario la gente se acercaba a Jesús Eucaristía. Con respecto a las comuniones, porque él estaba con-vencido de que «El Jesús que entra por mi boca viene vestido de la car-ne y la sangre purísimas que le dio mi misma Madre, y en su boca, ¡ha de-positado Ella tantos besos…!» (OO.CC. I, n. 1.333).

D. Manuel González, cual si fue-ra un nuevo san Bernardo, pero cam-biando su numquam satis, tenía claro lo que María significa para un pue-blo, cuando decía sobre la patrona de los onubenses: «Que Tú fuiste la Ma-dre de sus padres y de sus abuelos y que quieran que sigas siéndolo de ellos y de sus hijos siempre, siempre; que con tu mirada ellos viven con-tentos, con tu protección son fuertes, con tu recuerdo son felices, con tu bendición se alientan, con tu ejem-plo se hacen buenos, y, en una pala-bra, con su Virgen de la Cinta y el Ni-ñito que tiene en sus brazos tienen bastante» (El Granito de Arena. Huel-va, 5 de septiembre de 1911, año V, n. XC, pp. 1-2).

3. Los pobresY el citado oficio concluye diciendo que «el Domingo tendremos gran fiesta; se trasladará la Patrona a su santuario y se tienen preparadas 500 raciones de comida para los chiqui-llos del catecismo allí mismo». No podía pedir más el arcipreste. A la piedad eucarística y mariana se unía en este caso el ejercicio de la caridad, como la mejor expresión del amor de Cristo. Más tarde, cuando ya hu-bo organizado los Ángeles de la Pa-rroquia, con mujeres y jóvenes que le ayudaban en el apostolado parro-quial, los primeros frutos se notaron en la asistencia a la celebración de los cultos parroquiales, entre ellos a la novena de la patrona. Aquí, los niños son los primeros pobres con los que

se encuentra en Huelva. ¿Hay algo más débil que la infancia? ¿No eran los preferidos de Jesús? Eran los que lo apedreaban al llegar a la ciudad. Y, como él decía, para atraerlos «no hay más que un secreto, ¡amarlos!» (Cam-pos Giles, J. El obispo del Sagrario abandonado, 6ª ed. p. 71). De aque-lla relación con los niños nacieron los catecismos de San Pedro. Con esos niños del catecismo, necesita-dos del pan evangélico, pero también del pan material, D. Manuel se hizo niño con los niños, con ellos reía, llo-raba, rezaba y jugaba. A ellos consa-gró su misión en Huelva, para ellos fundó el Colegio del Sagrado Cora-zón de Jesús.

En definitiva, cuando D. Manuel González recibe su vocación especí-fica, el Abandonado del Sagrario lo

está llevando a los abandonados del mundo: las familias con hambre, los niños sin pan y sin cultura, y, lo más doloroso, sin Dios. Con razón él ha-bía sentido junto al Sagrario que de-bía servir al Señor «de pies para lle-varlo a donde lo deseen, de manos para dar limosna en su nombre, aun a los que no lo quieren, de boca para hablar de Él y consolar por Él y gritar a favor de Él cuando se empeñen en no oírlo… hasta que lo oigan y lo si-gan…» (OO.CC. I, n. 18).

ConclusiónQueda, pues, dibujado en este oficio que ha dado pie a este artículo un bos-quejo de lo más profundo de la espi-ritualidad de D. Manuel González. Es sorprendente cómo en el lenguaje ad-ministrativo o burocrático de un do-

cumento –que se envía, eso sí, a un antiguo profesor con el que tiene con-fianza– se deja traslucir su piedad cris-tocéntrica, que se concreta en la Eu-caristía; su piedad mariana, que es usuaria de la piedad popular y que no contrapone, sino que completa su for-mación teológica, y el resultado o co-rolario de una espiritualidad preña-da de la caridad, sin la cual su piedad hubiera sido «un metal que resuena o un címbalo que aturde» (1Cor 13,1). La caridad que hace concreto su amor a los abandonados a partir de su en-cuentro con el Abandonado. Los ni-ños iban a ser los primeros recepto-res de su anuncio del Reino, porque tenía presente lo que Jesús dijo: que este es de los que son como ellos (cf. Mt 19,14).

Juan Bautista Quintero Cartes

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U na María, nos dice D. Manuel en Florecillas de Sagrario, «es la lámpara que nunca deja a

oscuras el Sagrario de su Jesús» (OO.CC. I, n. 636). Surge en mi corazón la primera oración tras mi leal pro-mesa, elevada a Dios nuestro Señor, para que haga brotar permanente-mente en mi ánimo la rectitud de mis obras y esta fluya con la alegría que solo el amor regala, la paciencia y constancia en mi espíritu, y la valen-

tía y coraje en las manifestaciones de mi misión. ¡Cuántos años asistiendo a la celebración del 4 de Marzo! ¡Cuán-tas vivencias en esta Familia Eucarís-tica Reparadora, contagiada de gozo e ilusión!

Mi anhelo, colmadoY ahora, ya veis, los caminos del Se-ñor son inescrutables, y su designio viene a colmar mi anhelo que mero-deaba en mi cabeza deseosa de mi ca-

pilla de Nazaret, de un Sagrario que cuidar como apóstol de amor y espe-ranza, hacendosa como buena ama que limpiara sus penas. Dios me tien-de la mano invitándome a atenderle presente entre nosotros, en la Euca-ristía, esperando mi respuesta en un día de tanto significado, sabedor de que no habría de defraudarle.

Él ya conocía que esa alegría y fe-licidad desbordante que afloraba ca-da 4 de marzo sería acicate de mi de-claración de amor a Jesús Eucaristía en este Año de la Misericordia. Una vez más –¡ah, son ya tantas y tantas veces!– en mi búsqueda, Él sale a mi camino, como impecable guía de sen-dero para la paz, y así, regalándose-nos en la Eucaristía me siento pre-miada, como respuesta al gozoso re-

Mi respuesta por amor a Jesús EucaristíaMi experiencia de Jesús Eucaristía

Ha sido el pasado 4 de marzo, día en que se promulga el decreto papal sobre la santidad de d. Manuel González, coincidiendo con la celebración del 106º aniversario de la fundación de la Unión Eucarística Reparadora en 1910 –también un primer viernes de mes–, cuando me atrevo a dar un paso al frente, disponible y dispuesta, desde mi libertad y con humildad, respondiendo a la llamada al compromiso, acólita de la Obra alumbrada por el amor para el Amor.

galo de nuestra fe, sabedores de nues-tro Credo.

Una confidenciaOs haré una confidencia de aquel día. Tras mi promesa, en el recogimiento de la acción de gracias, ciertamente me encontraba alborozada, jubilosa, por mi nueva responsabilidad cuan-do, también una vez más, me susurró que el mejor sentido de un premio es la posibilidad de compartirlo, pues de poco sirve la contemplación ufa-

na del galardón. Es exigencia de amor. Y es que cuanto más firme se nos mues-tre el compromiso, y lo abrazamos, más grande es el premio y la felicidad que hace resplandecer nuestro cora-zón. Y le respondí: claro que lo hice. «También a ti te llegará, Dios mío, la brisa cálida de mis oraciones supli-cantes para que mi corazón nunca de-je de ser el sagrario que te albergue y para siempre poder tener el gozo de comulgarte», le dije.

En la lectura de Oseas de ese 4 de marzo se invita al discernimiento, pues desde el mismo se manifiestan los ca-minos de Dios. Fue para mí un día emotivo e intenso cuyas inquietudes y entusiasmo trajeron a mis labios, al final de la jornada, mi ruego a Dios y mi decisión personal para poner mi

esfuerzo en procurar ese discerni-miento que me guíe con acierto y rec-titud para mostrarme apóstol desde la humildad y la sencillez, siendo siem-pre beligerante contra las muestras del desamor. Estoy segura que para el Creador no existen límites a la ca-pacidad de amar; de ello doy fe.

«No existe mayor felicidad que tu cercanía porque percibo que no hay Padre más bueno, más cariñoso y más real que Tú. Gracias por invi-tarme a reparar tu soledad y abando-no en la Eucaristía desde una fe viva y un ardiente corazón», dije rezán-dole antes de cerrar los ojos, y sentí que, como siempre, una vez más de nuevo, arropaba mi alma y velaba mi descanso.

Nara Calatayud (UNER Jaén)

Doy fe de que para el Creador

no existen límites a la capacidad de amar

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Formularios sugeridos para la Misa de acción de gracias

por la canonización de D. Manuel González García,

fundador de la Familia Eucarística Reparadora

A l día siguiente salimos en direc-ción a Soria. Allí nos esperaban las hermanas en su casa de Na-

zaret para celebrar la Santa Misa. Ca-be destacar la alegría con la que nos esperaban y la sorpresa de encontrar-nos allí con la reliquia del beato Ma-nuel González, que la hermana nos dio a besar. Después de saludarnos tu-vimos un tiempo libre que aprovecha-mos para visitar el convento de San-to Domingo de las clarisas, donde tu-vimos unos minutos de adoración con el Santísimo expuesto, y, después, con un tiempo espléndido, seguimos ha-cia el centro de Soria, donde descu-brimos un parque en medio de unas calles y plazas muy bonitas. Después, continuamos el viaje a Palencia.

Describir la casa de espiritualidad Santa María de Nazaret es difícil, la gran acogida de las hermanas con esa alegría que las caracteriza, el testimo-nio de su carisma en todo lo que ha-cen… Dejamos el equipaje en las ha-bitaciones y bajamos a comer, encon-trando todo preparado con esa pince-lada que caracteriza a las hermanas, la comida exquisita, todo hecho con mu-chísimo mimo. Los jardines estaban llenos de rosas de mil colores, los cam-pos de amapolas… Era imposible no contemplar a Dios en la naturaleza que nos rodeaba. El oratorio tenía un reta-blo precioso de Jesús, María y Juan. Allí pasamos un tiempo de oración y descanso para, después, seguir en el autocar a Nazaret centro, en el conven-to de Santo Domingo, donde tuvimos

vísperas y un acto EucarístIco precio-so, muy bien preparado. Ahí fuimos invitadas a coger cada una un cartón con el nombre de un país, que salían de la custodia en cascada con cintas en colores, y nos comprometimos a rezar por cada país, por las misioneras y Ma-rías que trabajan allí todo el año. Tam-bién nos invitaron a hacer peticiones, las cuales no desaprovechamos. Des-pués disfrutamos de un tiempo libre por Palencia, visitamos a los domini-cos, la Calle Mayor y sus edificios, tien-das, y descubrimos su belleza. Mien-tras volvíamos para cenar, rezamos el rosario paseando por los jardines y vi-sitamos la gruta de la Virgen.

Día especial y emocionanteEl día 2, yo diría que fue todavía más especial. La visita a la exposición del beato Manuel González, guiada por la hermana Ana María Palacios, vice-postuladora de la causa, fue muy emo-tiva. Nos transmitió el legado de su obra en cada documento, en cada ob-jeto, en cada cuadro, en cada fotogra-fía, fue emocionante escucharla y com-probar la fuerza de su espíritu, tan arrolladora y vital que hizo brotar al-guna lágrima a más de una.

Nos dirigimos a la Catedral para la celebración de la Eucaristía a las 12. Descubrir por fin la Capilla del San-tísimo de la Catedral, en donde des-cansan los restos del beato bajo el Sa-grario, como él quería, rezar arrodi-lladas ante su tumba, fue una gracia grande, todo un regalo que nadie des-

aprovechó. Descubrimos «la bella desconocida», tal como es conocida la Catedral de Palencia, un templo impresionante, repleto de arte que nos muestra nuestras raíces cristia-nas, la fe de nuestros antepasados. Era verdaderamente una joya. Cabe des-tacar el sacerdote que celebró la Eu-caristía, reparador desde pequeño con el carisma muy arraigado, que supo llegar al corazón a través de sus pala-bras, llenas de sabiduría, compagi-nando la Misericordia de Dios que este año celebramos como centro del Corazón de Jesús, y contando inclu-so alguna anécdota vivida con las her-manas de pequeño, pues vivía al lado del convento. Nos impulsó a ser fie-les al carisma, trabajando por la Eu-caristía, y mostró la alegría, que tam-bién nos acompañó a nosotras duran-te todo el recorrido, por la próxima canonización del beato en Roma, la cual da un estímulo muy especial a las palabras del carisma y de su lega-do: «¡Ahí está Jesús! ¡No dejadlo abandonado!».

Damos nuestro más sincero agra-decimiento a la hermana Mª Elisa-beth por ayudar, animar, y estar pen-diente de todos los detalles del viaje, por sus palabras y su cariño. ¡Gracias!

Mª Gloria (UNER Tarragona)

Peregrinación de la UNER de Zaragoza y Tarragona

No resulta fácil describir las vivencias tan entrañables como la que hemos vivido en este viaje de fin de curso a Palencia. El día 31 de mayo llegamos a Zaragoza, ciudad donde nos reunimos las que veníamos de Tarragona y Barcelona. Fuimos a Misa en el Pilar esa misma tarde y visitamos a la Virgen para ganar el jubileo.

Destino: ¡Palencia!

Monición de entradaQueridos hermanos: Nos reunimos hoy para dar gracias al Señor por la canonización de Don Manuel González, após-tol de la Eucaristía, pastor, catequista, escritor, fundador de la Familia Eucarística Reparadora. La Iglesia, al canoni-zarlo, lo reconoce y presenta al mundo como amigo de Dios, como modelo de fe eucarística, como existencia repa-radora y como intercesor para los abandonados de nuestra historia.

El papa Francisco nos recuerda que: «La Eucaristía es el origen de toda forma de santidad» (SaCa 94) y en san Manuel la santidad ha tenido su centro en el sacramento de la Eucaristía.

El Señor viene a nuestro encuentro, se hace comida y nos enseña la verdad de la unidad y del amor. Este es el mensaje que nos ofrece la Palabra de Dios que escucharemos. Necesitamos este pan para afrontar la fatiga y el can-sancio del camino. Jesús es el verdadero cordero pascual que se ha ofrecido espontáneamente a sí mismo en sacrifi-cio por nosotros, realizando así la nueva y eterna alianza.

San Manuel alimentó la fidelidad a su vocación en las fuentes de la Eucaristía. Vivió su ministerio sacerdotal en la Iglesia desde la pura gratuidad del don, aceptó la invitación de Jesús de hacerse memoria de Él en el sacramen-to y en la vida. Confió toda su existencia a la Virgen María: «¡Madre Inmaculada… que no nos cansemos!»

Con el corazón rebosante de gozo y gratitud por el don que hemos recibido con la canonización de D. Manuel participemos en esta celebración recordando su gran deseo y anhelo: «Para mis pasos yo no quiero más que un ca-mino, el que lleva al sagrario, y yo sé que andando por ese camino encontraré hambrientos de muchas clases y los har-taré de todo pan. Descubriré niños pobres y pobres niños y me sobrará el dinero y los auxilios para levantarles escue-las y refugios para remediarles su pobreza, tropezaré con tristes sin consuelo, con ciegos, con tullidos y hasta con muertos del alma o del cuerpo y haré descender sobre ellos la alegría de la vida y de la salud».

Oración colecta

Oh, Dios, tú que concediste a san Manuel González García, obispo,anunciar la muerte y resurrección de tu Hijopor medio de los sacramentos,concede a tu pueblo que, siguiendo su ejemplo,sea en el mundo fermento de santificaciónpor la participación en el memorial de Cristo

Lecturas

Primera Lectura

Lectura del primer libro de los Reyes (19, 4-8)En aquellos días, Elías continuó por el desierto una jornada de camino y, al final, se sentó bajo una reta-ma y se deseó la muerte.

«¡Basta, Señor!» ¡Quítame la vida, que yo no valgo más que mis padres!».Se echó bajo la retama y se durmió. De pronto un ángel lo tocó y le dijo:

El Granito de Arena / Formulario para la Misa de acción de gracias16

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«¡Levántate, come!».Miró Elías y vio a su cabecera un pan cocido sobre piedras y un jarro de agua. Comió, bebió y se

volvió a echar. Pero el ángel del Señor le volvió a tocar y le dijo:«¡Levántate, come!, que el camino es superior a tus fuerzas».Elías se levantó, comió y bebió, y con la fuerza de aquel alimento caminó cuarenta días y cuaren-

ta noches hasta el Horeb, el monte de Dios.

Salmo Responsorial (Sal 115, 12-13. 15-16. 17-18)

R/. El cáliz de la bendiciónes comunión de la sangre de Cristo

¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Alzaré la copa de la salvación, invocando el nombre del Señor. R/.

Mucho le cuesta al Señor la muerte de sus fieles. Señor, yo soy tu siervo, hijo de tu esclava; rompiste mis cadenas. R/.

Te ofreceré un sacrificio de alabanza, invocando el nombre del Señor. Cumpliré al Señor mis votos en presencia de todo el pueblo. R/.

Segunda Lectura: 1Cor 10,16-17

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los CorintiosHermanos: El Cáliz de nuestra Acción de gracias: ¿no nos une a todos en la Sangre de Cristo? Y el pan que partimos: ¿no nos une a todos en el Cuerpo de Cristo?

El pan es uno, y así nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo, porque come-mos todos del mismo pan.

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Juan (1,35-42)

En aquel tiempo, estaba Juan con dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dice: «Éste es el Cordero de Dios».

Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús. Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les pregunta: «¿Qué buscáis?».

Ellos le contestaron: «Rabí −que significa Maestro−, ¿dónde vives?».Él les dijo: «Venid y lo veréis».Entonces fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día; serían las cuatro de la tarde. Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús; en-

cuentra primero a su hermano Simón y le dice: «Hemos encontrado al Mesías −que significa Cristo−». Y lo llevó a Jesús.

Jesús se le quedó mirando y le dijo: «Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas −que se traduce Pedro−».

Oración de los fieles

Respondemos: Escúchanos Padre

• Por la Iglesia, para que sea instrumento y presencia viva de la misericordia de Dios en medio del mundo. Oremos.

• Por el Papa Francisco, los obispos y sacerdotes, para que Jesús Buen Pastor les conceda ser sacerdotes según su Corazón, que guíen al pueblo por caminos de santidad. Oremos.

• Por todos los que sufren el abandono, la exclusión, la persecución, para que sientan el consue-lo y la fortaleza del Señor en las adversidades, y encuentren ayuda y comprensión en quienes les rodean. Oremos.

• Por la Familia Eucarística Reparadora, fundada por san Manuel González, para que viva con valentía, generosidad y fidelidad su misión de eucaristizar el mundo. Oremos.

• Por los difuntos, especialmente pedimos en esta celebración por quienes han seguido el cami-no abierto por san Manuel González viviendo el carisma eucarístico-reparador, para que par-ticipen de la bienaventuranza eterna. Oremos.

Oración sobre las ofrendas

Acepta, Señor, nuestras súplicas;y como el pan hecho de granos molidosy el vino pisado en el lagar,encierran el misterio de la Pasiónasí este sacrificio haga de nosotrosuna oblación agradable a ti. PJNS.

Prefacio

En verdad es justo alabar tu nombre, Padre,y darte gracias cantando las grandezas del Señor Jesús, Maestro y Sacerdote.

Él es el Salvador que por tu misericordia y fidelidad a la alianza,en la Eucaristía se hace comida y bebida espiritualy presencia permanente de amor.

Esa fue la misión del obispo san Manuel.quien nos enseñó que el camino de Jesúspasa por el silencio de Nazaret,el apostolado como discípulosy la vivencia de estos santos misterios.

Por eso, unidos a los ángeles,ministros de tu gloria,proclamamos el cántico nuevo de alabanza: Santo…

El Granito de Arena / Formulario para la Misa de acción de graciasPliego / Octubre 2016

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Oración después de la Comunión

Llenos de gozo en la fiesta de san Manuely alimentados en la mesa de la Sabiduría,te pedimos, Dios todopoderoso, que tu gracia nos ayude a vivir la compañía eucarísticacomo prenda de vida eterna. PJNS.

Bendición solemne

Dios Padre todopoderoso,que hizo de san Manuel un sembradorsegún el Corazón eucarístico de Cristoos confirme en vuestra vocación. Amén.

El que manifestó su bondad y su amor al mundo,mediante el Obispo del sagrario abandonadoos conforme también a vosotroscon la imagen de su Hijo. Amén.

El que le colmó de misericordiahacia los pecadores y los pobresos llene del Espíritu Santopara reparar el abandono y anunciar el Evangelio de la paz. Amén.

Y que la bendición…

Nueva novena

A partir del 16 de octubre podrá comenzar a utilizarse de forma pública la nueva novena para alcanzar gracias por intercesión de D. ManuelGonzález García.

Pliego / Octubre 2016

L a educación es una de las mejo-res opciones de caridad que pue-de elegir una persona . Y si bien

es verdad que se puede educar desde diferentes situaciones –educan pa-dres, maestros, hermanos, compañe-ros…–, hablar de educadores supo-ne referirse, sobre todo y en primer lugar, a los maestros y, por extensión, también a todos aquellos que de un modo u otro educan.

Ser educador pertenece a la esen-

cia de la persona. No es una tarea, no se ejerce de educador, se es educador. Por tanto, lo que se piensa, lo que se dice, lo que se lleva a la práctica cada día, lo que se vive, lo que se transmi-te, tiene que ver íntegramente con to-da la persona, porque la persona es una unidad.

Las reflexiones siguientes quiero hacerlas sabiendo que nos aproxima-mos a una tarea sagrada. ¿Quién nos prepara a los hombres para ser huma-nos? ¿Cómo y dónde se nos abren las fuentes de la humanidad para vivir gozosamente enhiestos en el mundo, sin sucumbir a la animalidad, la bar-barie o la desesperanza? Ya Sócrates se admiraba de que hubiera escuelas que preparaban a los jinetes, a los ma-

rineros, a los herreros y a los solda-dos para el ejercicio de su profesión futura y, en cambio, no había escue-las que preparasen para ser hombres.

1. Una mirada al maestro Manuel1.1. Un enamoradoLa fuente de su vida cristiana y con-sagrada estaba en el amor. Amado, elegido antes de la creación, recibió el mandato de permanecer en el amor. Es imposible llevar a cabo el ministe-rio que realizó cabalmente, tal como se le había encomendado, sin la expe-riencia del discípulo amado. Compa-ñero de fatigas, en medio de la oscu-ridad de tantas noches personales y cósmicas. Gritar en el amanecer, rom-piendo el silencio de la oscuridad: ¡Es el Señor!

Así, de este modo, el cansancio, en don Manuel, se convierte en alien-to, el miedo en coraje, la desesperan-za en ánimo vivo, el fracaso en co-mienzo de victoria, porque como el

En el I Congreso Internacional Beato Manuel González, D. Daniel Padilla Piñero, asesor nacional de la UNER de España, ofreció su reflexión sobre la formación cristiana, tema que el apóstol de la Eucaristía consideraba una urgencia catequética. Ofrecemos la primera parte en la que fijaremos la mirada en D. Manuel González como maestro.

Ponencia de D. Daniel Padilla Piñero

una urgenciacatequética (I)

La formación cristiana:

Ser educador no es una tarea sino

que pertenece a la esencia de la persona

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Padre le amó, así nos ama él. Las cir-cunstancias en las que vivió hicieron especialmente necesaria esta expe-riencia íntima de Dios; mística, para llevar con coherencia su condición de cristiano–sacerdote.

En el corro de Huelva y, después Málaga y Palencia, un puñado de vi-das fueron conscientes de ser de los suyos, de ser del Amo. Asombrados de ser llamados hijos, se sobreasom-braban al ser elegidos antes de la crea-ción del mundo, y a don Manuel, le descolocaba el exceso de amor al ser llamado a la vida ministerial. Y, por eso, su corazón cantaba agradecido proclamando las grandezas de Dios al escuchar: A ustedes los llamo ami-

gos, vengan conmigo. Fue y es ama-da la tierra. Fue y es amada la multi-tud de mujeres y de hombres de to-dos los tiempos. Desmedidamente amados, gratuitamente amados, de-finitivamente amados.

Con la conciencia clara de que era pequeño, pero el Maestro era gran-de. Que el camino parecía imposible, pero el Corazón Eucarístico de Jesús, el crucificado exaltado como Señor de la gloria, estaba con él, más aún, iba delante de él. En medio del mun-do, su vida ministerial era el amor del Corazón de Jesús. Él, Jesucristo, era su identidad, la fuente de su alegría, la certeza de su vida. Él, Jesucristo, era la verdad del Verdadero, el amor del Amante. Él le ha seducido. Se ha fiado de él. Le hizo por su Espíritu capaz, y le confió la vocación para el servicio.

«¡Ser apóstol! Aspiración de al-mas grandes, generosas, heroicas. ¡Ser apóstol! Es llenarse hasta rebosar, de

Jesucristo, de su doctrina, de su amor, de su virtud, de su vida y mojar hasta empapar a todo el que nos toque o se nos acerque del agua que nos rebosa, es hartarse hasta embriagarse del vi-no del conocimiento y amor inmen-sos de Jesucristo y salir por las calles y plazas ebrios… es hacerse loco de un solo tema que sea: Jesús crucificado y sacramentado está y no debe estar abandonado» (OO.CC. III, n. 4914).

El abandonado cambió sus crite-rios y le propuso un proyecto nuevo y sugerente, pareciendo, desde enton-ces, todo basura comparado con el conocimiento del Señor (cf. Flp 3,8). Él lo hizo su compañero y colabora-dor. ¡Asombro de amor! Y, por ello, sus entrañas, una y otra vez, exclaman: ¿Cómo pagaré, Señor, todo el bien que me has hecho? «Alzaré la copa de la salvación invocando su nom-bre» (Sal 115,4).

Cada día cuando celebraba la Eu-caristía se sentía examinado en el

amor. En la autenticidad, en la cohe-rencia con su vida, de lo que decían sus labios y su pluma siguiendo al Maestro: «Tomad, esto es mi cuer-po; esta es mi sangre derramada por vosotros y la humanidad entera». Pan partido, copa ofrecida. Se siente co-gido, ungido, roto, repartido. Y, así, puede dar voz al secreto de su cora-zón cuando es alzado Jesús, entre el cielo y la tierra y aclamar en medio de los hermanos: Por Cristo, con Él y en Él, a Ti, Dios Padre, en la unidad del Espíritu Santo, ¡todo honor y gloria eterna!

«La conversión gradual y cons-tante de nuestro ser en hostia por ac-ción de las Hostias de nuestras Co-muniones, esa es la verdadera vida in-terior o espiritual, porque es el Espí-ritu Santo, el gran Agente de esa mis-teriosa asimilación de la Hostia, el que con el jugo de la caridad divina, que cada Comunión infiltra en nues-tro ser, y con el ejercicio de nuestra libre cooperación, va elaborando al hombre nuevo, al hombre–hostia» (OO.CC. I, n. 1163).

1.2. Un exploradorEnamorado, calentando su corazón, el Amo le dio lo que luego le pide: vi-vir desviviéndose por amor a los her-manos. Por ello vivía entregándose a todos, fundamentalmente, buscando las huellas de Dios, explorando cami-nos, equivocándose y acertando, ca-yéndose y levantándose.

El beato asistió a una gran acele-ración histórica, algunos, incluso pro-clamaron el fin de Dios en la incipien-te sociedad minera. El beato entien-de que hay que trabajar más y hacer-lo mejor. Tenía como certeza que él era, como Juan el Bautista, enviado

para indicar caminos por donde an-da Dios. En la noche amaneciente que le tocó vivir, abrió con sudor y junto a otros, caminos nuevos. Roturar te-rrenos, en la serena certeza de que siempre es posible abrir caminos nue-vos al Evangelio. Sembrando sin me-dida, loca y apasionadamente.

«Si todos los católicos lo fueran de obras, palabras y cooperación, ¡ya nos podríamos reír de todos los lai-cismos nacidos y por nacer!» (OO.CC. III, n. 4725).

Los consagrados, es decir, todos, solo existen para amar a Dios y ayu-dar a otros a amarlo. Un amor tradu-cido, necesariamente, en servicio y entrega a los más humildes, a los me-nos favorecidos, a los excluidos. A los nuevos ciegos, cojos y oprimidos, co-mo dos caras de una misma moneda, dos orillas de un mismo río, dos lati-dos de un mismo corazón. Para que así, quienes se acercaren al beato vean realizado lo imposible, que les que-remos y que nos amamos, que no ti-ramos barro a la cara de nadie, sino ternura y esperanza, porque estando con Dios, nos volcamos con nuestros hermanos.

«Dadme cristianos llenos y rebo-santes del conocimiento, de la imita-ción y del amor a Jesucristo y yo os daré muchedumbres, de verdad, cris-tianas» (OO.CC. III, n. 4.597).

1.3. Un profetaExplorador enamorado, en medio del pueblo es profeta. Hablaba, actuaba y escribía en nombre de Dios y lo ha-cía con valentía y pasión. Era el ros-tro de quien le enviaba; la voz de su corazón; pregón pascual renovado en medio del mundo; icono del Dios vi-vo y verdadero. El beato era una pá-gina del Evangelio que muchos leye-ron y leemos.

Caminando a cielo abierto, sus ojos tenían el brillo de la esperanza, sus rodillas fortalecidas, el corazón permanentemente reanimado, pues, a pesar de las dificultades, y eran mu-

chas, trabajaba incansablemente. Pa-ra conseguir la victoria de la ternura de Dios, convencido que Él prepara una sonrisa nueva para esta humani-dad, desde la inmensidad de la noche.

Herido de amor, vivía en la certe-za de que en todo sobrevencería por Aquel que le amó y le llamó. El Hijo bendito era su bendición. Y porque sabía que nada ni nadie le apartaría del amor de Cristo, expulsaba de sí todo temor, se sobreponía a las difi-cultades y fracasos y tomaba parte en los duros trabajos del Evangelio y en el combate de la vida, buscando siem-pre cómo poder entregar mejor a su Jesús a cada ser humano con el que se tropezaba. Cuanto mayores eran las dificultades, más le urgía, más le apremiaba el amor de Cristo, porque ¡ay de nosotros si no anunciamos el Evangelio! (cf. 1 Cor 9,16).

«No conozco resorte pedagógi-co, ni ascético, ni social para hacer la vida de los niños y de los hombres y de los pueblos buena, agradable, ra-diante de felicidad y santa como la fe viva, el gusto y el sentido de la Pre-sencia real. ¡Eucaristizar! Perdonad la novedad de la palabra, pero no co-nozco otra que mejor exprese lo que hay que hacer con los niños para lle-varlos al conocimiento, amor e imi-tación del Corazón de Jesús y os lo diré, hasta la santa chifladura por Él» (OO.CC. I, n. 264).

Él tenía a gala servir y ayudar a to-dos. Porque el Maestro era la razón de su vida, la deuda que tenía con ca-da ser humano que viene a este mun-do. El último deseo del beato es que la Salvación llegara a todos y que el nombre de Jesús resonara hasta los confines de la tierra.

Daniel Padilla Piñero, Pbro.

A D. Manuel le asombraba el exceso

de amor al ser llamado a la vida ministerial

Su mayor deseo era que el nombre de

Jesús resonara hasta los confines de la tierra

Se dedicó a roturar terrenos en la certeza de que siempre es posible abrir caminos

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Participa en los festejos de todo el mundo

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Misas de acción de gracias

Otras actividades

Conciertos

Exposiciones

Mesas redondas

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Vigilias

Momentos orantes

Peñas eucarísticas

Gestos de misericordia

Roma: Actos centralesActo de acogida a los peregrinos: Sábado 15 de octubre. 18:00. Basilica Sant’Andrea della Valle (Corso Vittorio Emmanuelle)Misa de canonización: Domingo 16 de octubre. 10:15. Plaza de San PedroMisa de acción de gracias: Lunes 17 de octubre. 8:00. Basílica Santa María la Mayor

Alcuéscar. 16 de octubre. 13:00. Parroquia Nuestra Señora de la Asunción

Almoharín. 16 de octubre. 12:30. Parroquia del Salvador

Arroyomolinos. 16 de octubre. 13:00 Parroquia de la Consolación

Barquisimeto (Venezuela). 16 de octubreCáceres. 16 de octubre. 12:30. Iglesia del Buen

Pastor. 30 de octubre. 13:00. Catedral.Cárdenas (Cuba). 23 de octubreGuayaquil. 16 de octubre. 8:00. Parroquia San Pedro

AlcántaraGuayaquil. 29 de octubre. 10:00. Parroquia Santo

DomingoHuelva. 27 de octubre. 19:30. CatedralJaén. 5 de noviembre. 12:00. Catedral

La Guaira (Venezuela). 16 de octubre. Madrid. 24 de octubre. 19:00. CatedralMálaga. 29 de octubre. CatedralMatanzas. 23 de octubreMéxico D.F. 13 de noviembre. 10:00. Iglesia Ntra.

Sra. del PilarSevilla. 30 de octubre. CatedralPalencia. 5 de noviembre. 12:00. CatedralRosario. 22 de octubre. 17:00. Parroquia N.S. de

Fátima. 30 de octubre. 19:30. CatedralSoria. 28 de octubre. 19:00. ConcatedralSanta Fe. 23 de octubre. CatedralSanto Tomé. 22 de octubre. 19:30. Parroquia

Sagrada FamiliaZaragoza. 6 de noviembre. Basílica del Pilar

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Orar con el obispo del Sagrario abandonado

E sta insistencia de D. Manuel en que fijemos la mirada en Jesús, el Hijo, en su deseo de vivir siem-

pre y solo la voluntad del Padre, es ca-mino de plenitud, senda de verdad, acierto en lo esencial. D. Manuel lo escribe con tanta abundancia porque así fue la vida de nuestro Salvador: una unión total con el Padre («Yo y el Padre somos uno», Jn 10,30).

Esta fue también la vida del obis-po del Sagrario abandonado: buscar, encontrar y cumplir la voluntad del Padre. En el ejemplo de Jesucristo se fijaba e intentaba imitarle: «¡Dios mío, cómo te agradezco que entre to-das las impresiones de mi vida de sacerdote y de párroco, la dominan-te, la casi exclusiva, hayas querido que sea la producida por el abando-no del Sagrario! ¡Cómo tengo que agradecerte, Corazón de mi Jesús, el que me hayas llamado a ver, a sentir y predicar el Sagrario abandonado!» (OO.CC. I, n. 29).

IntroducciónEste ha de ser el mayor deseo, bús-queda, anhelo, de todo hijo de Dios, de todo discípulo de Jesús, de todo cristiano que viva la espiritualidad eu-carístico reparadora que el Espíritu Santo ha dejado en herencia a la Igle-sia a través de la vida y la obra de nues-tro querido D. Manuel.

Hoy, delante de Jesús Eucaristía, en largo tiempo de silencio interior y de adoración profunda, exclamando

lo que decía el campesino al santo cu-ra de Ars («Yo le miro, y Él me mi-ra»), pidamos al Espíritu de Amor que también nosotros busquemos y cumplamos en todo la voluntad del Padre.

Contemplar a JesúsD. Manuel, mirando cómo Jesús está siempre pendiente de llevar adelante la misión que el Padre le ha encarga-do, nos sigue animando a mirar una y otra vez a Jesús. Mirándole en cla-ve contemplativa, aprendemos de Él y con Él a vivir solo de la voluntad del Padre: «Ni más madre, ni más her-manos que los que cumplen la volun-tad de su Padre. Ni más punto de par-tida que la misión de su Padre. Ni más término de llegada que volverse al Pa-dre. Ni más fin que darle y buscarle gloria. Entrando en el mundo, se ha-bía profetizado de Él, dijo: «No has querido hostias ni oblaciones... aquí vengo» (OO.CC. I, n. 315).

En el Evangelio según san Lucas, tanto la primera palabra de Jesús, con doce años en el templo, como la últi-ma, cuando está en la Cruz, son pala-bras en las que hace referencia al Pa-dre como principio y fin de toda su misión en la tierra: «¿No sabíais que yo debía estar en las cosas de mi Pa-dre?» (Lc 2,49); «Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu» (Lc 23,46).

D. Manuel meditaba a diario el Evangelio, lo hacía suyo, lo aplicaba a su vida y ministerio, lo predicaba con

el testimonio de su propia entrega y lo propagaba en sus homilías y escri-tos. Hoy sigue empujándonos a ser asiduos escuchadores de la Palabra divina, entregándonos a ella como la Virgen María en la Anunciación: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38).

Este hágase de María, como Ma-dre y Maestra de la escucha de la Pa-labra de Dios, es el mejor camino pa-ra entrar en la voluntad del Padre co-mo Ella y como Jesús, su Hijo. Este hágase, interiorizado en lo más pro-fundo de nuestro ser, nos hace estar totalmente disponibles a lo que el Se-ñor quiera obrar en cada uno de no-sotros, para ser enviados a la misión que en cada momento nos pida la Iglesia.

«Y ese “aquí vengo” lo repite ha-ciendo de toda su vida un andar y su-

«He aquí que vengo para hacer tu voluntad»Hbr 10,9

bir constantes hacia el Calvario. ¿Qué más? La primera palabra que sale de sus labios que registran los Evange-lio, testimonio de esa devoción y con-sagración de Jesús al Padre, son: “¿No sabíais -dice a sus padres en la tierra- que en las cosas de mi Padre es nece-sario que Yo esté?”. La última palabra que de sus labios cárdenos y resecos de moribundo en la Cruz de su Sacri-ficio recogen los Evangelio, para su Padre es: «Padre, en tus manos en-comiendo mi espíritu”» (OO.CC. I, n. 315).

Mirado a Jesús y dejándonos mi-rar por Él, desde su presencia euca-rística en la custodia, recibimos la luz que nos lanza a buscar y encontrar hasta en lo más pequeño la voluntad del Padre. Porque siendo fieles en lo pequeño seremos fieles en lo decisi-vo, siendo de fiar en lo menudo sere-

mos de fiar en lo definitivo: la consa-gración total a Dios.

OremosOh Padre de misericordia y Dios de todo consuelo, que conoces nuestra fragilidad y miseria, derrama sobre nosotros los dones y frutos del Espí-ritu Santo para que, al igual que tu Hi-jo, Jesús, deseemos cumplir siempre tu voluntad y nos entreguemos a la misión encomendada con total des-prendimiento de nosotros mismos, desde el servicio humilde y callado a la Iglesia. PNSJ.

Escuchamos la PalabraHbr 5,7-10.

Puntos de oraciónJesucristo, en cuanto hombre, nació pobre en un pesebre, vivió pobre con sencillez y vida oculta en Nazaret, llo-ró ante la muerte de su amigo Láza-ro, pasó hambre, no tenía ni dónde reclinar la cabeza, sufrió la agonía en Getsemaní, cargó con la cruz en el ca-mino hacia el Calvario y padeció el terrible suplicio de ser crucificado. Sí, verdaderamente se hizo en todo igual a nosotros, menos en el pecado (cf Hbr 4,15). Su íntima y total comu-nión con el Padre le llevaba a confiar en Él: «Cristo, en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas», ora-ba, suplicaba, le brotaba el dolor des-de lo más profundo de su alma. El evangelista san Lucas, en el episodio del Huerto de los Olivos nos dice: «En medio de su angustia, oraba con más intensidad. Y le entró un sudor que caía hasta el suelo como si fueran gotas de espesa sangre» (Lc 22,44).

Confiaba en el Padre, oraba no-che y día, estaba siempre pendiente

de Aquel que le había enviado. Por eso, «presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte». Nadie quiere morir. Dios ha puesto en todo hombre el instinto de super-vivencia, el amor a la vida, el miedo a la muerte. También Jesús, en cuan-to hombre, en el Huerto de los Oli-vos, «empezó a sentir espanto y an-gustia». Él mismo decía a sus discí-pulos: «Mi alma está triste hasta la muerte» (Mc 14, 33-34).

El deseo de Jesús, en todo momen-to, era cumplir la voluntad del Padre. Ora de manera única e irrepetible, co-mo solo Él, el Unigénito, el Hijo Ama-do, podía hacerlo. El Padre escucha su oración: «Siendo escuchado por su piedad filial» (Hbr 5,7). Pero ex-perimenta ese miedo y angustia ante la muerte, como ya había sufrido en su vida pública el rechazo, la hostili-dad y las trampas de sus enemigos. En medio del sufrimiento, permane-ció fiel a la voluntad del Padre: «Y, aun siendo Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer» (Hbr 5,8).

Amor que transformaAmor eterno e infinito del Padre al Hijo, que lo entrega a la muerte co-mo víctima propiciatoria por nues-tros pecados. Amor eterno e infinito del Hijo al Padre, que se ofrece como Cordero de Dios para rescatarnos (¡amándonos!) del poder del pecado y de la muerte.

Escuchemos cómo nos lo descri-be nuestro nuevo santo Manuel Gon-zález: «¡Grandioso plan, digno de un Dios! El Hijo, por su naturaleza, de Dios, se hace hombre, para hacer por la Gracia, que nos gana con su Pasión y Muerte, a los hombres hijos de Dios, que vean y conozcan a su Padre Dios

«Esto era aquel mirar antes que a nadie a su Padre. Aquel hablar de su Padre y de su voluntad, de la gloria de la vida de su Padre antes y más que de nadie. Aquel ponerse a sí mismo, su voluntad y su gloria y su poder debajo de su Padre. Este confesar una y muchas veces que en la tierra no tenía más ocupación, ni más alimento, ni más camino que hacer la voluntad de su Padre» (OO.CC. I, n. 315).

«La oración en el Huerto». Colart de Laon (1405-1408). Museo del Prado. Madrid.

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Cordialmente, una carta para ti

29

Pues bien, estimado lector, invo-cando este don y siguiendo la trayec-toria de sus antecesores, el papa Fran-cisco realizó un viaje a Armenia a fi-nales del pasado mes de junio. El ob-jetivo de aquel viaje fue, entre otras cosas, firmar una Declaración conjun-ta con Karekin II, Catholicós de to-dos los armenios. Dicha Declaración comienza con una acción de gracias a Dios «por la continua y creciente cer-canía en la fe y el amor entre la Iglesia apostólica Armenia y la Iglesia católi-ca, en su testimonio común del men-saje del Evangelio de la salvación, en un mundo desgarrado por la guerra y deseoso de consuelo y esperanza».

Ecumenismo de la sangreRecordando la horrible situación que se está viviendo en Oriente Medio y también en otras partes del mundo, se hace constar en esta Declaración conjunta que «somos testigos de una inmensa tragedia que se desarrolla an-te nuestros ojos, en la que un núme-ro incalculable de personas inocen-

tes están siendo asesinadas, desplaza-das o forzadas a un exilio doloroso e incierto, a causa de los continuos con-flictos por motivos étnicos, económi-cos, políticos y religiosos». Por otra parte, se destaca un aspecto muy im-portante. Se dice que los mártires oca-sionados por esta tragedia pertene-cen a todas las Iglesias y que su sufri-miento es un verdadero «ecumenis-mo de la sangre» que trasciende las divisiones entre los cristianos, por lo que nos llama a promover la unión de todos los seguidores de Cristo.

Dios es autor de la pazHaciendo referencia a los horribles crímenes que vienen cometiendo los yihadistas del autodenominado Esta-do Islámico (EI), se dice en la Decla-ración: «Por desgracia, asistimos a una presentación de la religión y de los valores religiosos en modo funda-mentalista, que se utiliza para justifi-car la propagación del odio, la discri-minación y la violencia. La justifica-ción de este tipo de crímenes sirvién-dose de motivaciones religiosas es in-aceptable, porque “Dios no es autor de confusión, sino de paz” (1 Co 14,33)». Y a continuación se desta-ca que el respeto a las diferencias re-ligiosas es condición necesaria para que pueda existir una convivencia pa-

cífica entre las distintas comunidades étnicas y religiosas. En este sentido, se deja constancia de que «porque somos cristianos, estamos llamados a buscar y promover caminos hacia la reconciliación y la paz».

Un camino siempre abiertoPor último, se hace constar en esta Declaración un punto decisivo y alen-tador: «Con alegría confirmamos que, a pesar de las continuas divisio-nes entre los cristianos, reconocemos con más claridad que lo que nos une es mucho más que lo que nos divi-de... Instamos a nuestros fieles a tra-bajar en armonía por la promoción de los valores cristianos en la socie-dad, que contribuyen eficazmente a la construcción de una civilización de la justicia, la paz y la solidaridad humana. El camino de la reconcilia-ción y de la fraternidad sigue abier-to ante nosotros».

Amigo lector, si el camino de la re-conciliación y de la fraternidad está abierto ante nosotros, los cristianos tenemos la responsabilidad histórica de comenzar a recorrerlo, avanzando juntos y teniendo siempre presente que es mucho más fuerte lo que nos une que aquello que nos separa.

Cordialmente,Manuel Ángel Puga

Apreciado lector: Como habrás comprobado, desde hace tiempo existe en el seno de la Iglesia católica el propósito de buscar la unidad de todos los cristianos, pese a sus distintos credos y confesiones. Así, recordarás que san Juan Pablo II visitó Armenia en el año 2001, con motivo del 1700 aniversario de la proclamación del cristianismo como religión oficial del país. También recordarás que Benedicto XVI realizó un viaje a Reino Unido, tratando de tender puentes de unión con la iglesia anglicana. No cabe duda de que estos dos últimos papas han querido dar testimonio de fraternidad entre los cristianos.

L a Iglesia católica está poniendo especial interés en dialogar y bus-car la reconciliación entre quie-

nes profesamos la fe en Cristo. Bue-na prueba de ello es que, además de los mencionados viajes de los dos pa-pas, ha establecido la Semana de Ora-ción para que los cristianos de todas las iglesias y comunidades eclesiales busquen la unión, invocando el don por el que Cristo oró durante la Últi-ma Cena. En aquel momento pronun-ció estas palabras: «Para que todos sean uno, como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, para que también ellos sean uno en nosotros y para que el mun-do crea que tú me has enviado. Yo les he dado la gloria que tú me diste, a fin de que sean uno, como nosotros somos uno» (Jn 17, 21-22).

Llamados a buscar la reconciliación

Los cristianos tenemos la responsabilidad

histórica de recorrer el camino de reconciliación

El papa Francisco y Bartolomé I, patriarca de Constantinopla, en la basílica del Santo Sepulcro. Foto: Nir Hason.

con luz de su Hijo y amen a su Pa-dre con el Corazón de su Hijo y le hablen con la boca y la palabra de su Hijo» (OO.CC. I, n. 317).

De ese grandioso plan de salva-ción hemos sido hechos partícipes: por el Bautismo, constituidos hijos adoptivos en el Hijo amado; por la Eucaristía, alimentados con el Pan de Vida; con la Penitencia, purifi-cados de nuestros pecados y baña-dos en misericordia; con la oración, amigos de Cristo para escuchar al Padre, cumplir su voluntad y servir-le en la vocación a la que cada uno ha sido llamado.

Escuchemos a D. ManuelAsí nos expresa lo que acontece en cada hijo de Dios nuestro querido D. Manuel: «En el Bautismo mue-re con Cristo y queda sepultado el hijo de ira, el hijo del pecado y re-sucita hijo de Dios, hermano de Je-sús, heredero con Él del Reino del Padre: en la Misa el hijo adoptivo del Padre Dios ofrece, como sacer-dote, y se ofrece, como hostia, con Jesús Sacerdote–Hostia. Del Bau-tisterio salimos hijos de Dios, del altar salimos hijos sacrificados, hos-tias ofrecidas al Padre Dios» (OO.CC. I, n. 317).

Jesús, en todo momento, se fió del amor del Padre, de la íntima co-munión con Él, de la fuerza del Es-píritu que le sostenía, anunciando su victoria sobre el pecado y la muer-

te: «Cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí» (Jn 12,32). Lo anunciado por Él nos lo confirma la experiencia de los apóstoles después de Pentecos-tés: «A este Jesús lo resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos. Exaltado, pues, a la diestra de Dios y habiendo recibido del Pa-dre la promesa del Espíritu Santo, lo ha derramado» (Hch 2,32-33).

Vuelvo al PadreEl autor de la carta a los Hebreos nos conduce a esa cumbre de la victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte por haber vivido siem-pre en obediencia al Padre: «Y, lle-vado a la consumación, se convir-tió, para todos los que lo obede-cen, en autor de salvación eterna, proclamado por Dios sumo sacer-dote según el rito de Melquisedec» (Hbr 5,10).

D. Manuel imagina cómo vivió Jesús esta experiencia de ser el Re-sucitado, cómo vivió ese tiempo entre la resurrección y la ascensión a los cielos: «Y después de resuci-tado, en los días que median entre su resurrección y ascensión a los cielos, ¡con qué dulzura paladea la próxima, la inminente reunión con su Padre en aquel suavísimo: “Voy a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios”! (Jn 20,17)» (OO.CC. I, n. 315).

Miguel Ángel Arribas, Pbro.

Oración finaldel beato Carlos de Foucauld

Padre, me pongo en tus manos. Haz de mí lo que quieras.Sea lo que sea, te doy las gracias;estoy dispuesto a todo, lo acepto todo,con tal que tu voluntad se cumpla en mí y en todas tus criaturas.Te confío mi alma, te la doy con todo el amor de que soy capaz.Porque te amo y necesito darme a ti,ponerme en tus manos, sin limitación, sin medida,con confianza infinita porque tú eres mi Padre»

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Con mirada eucarística

R oma tiene olor a piedra y sabor a agua. Es una ciudad que se sien-te más que se ve. Hace muchos

años, cuando éramos jóvenes, la re-corrimos a pie deteniéndonos en sus placetas, sus rincones, sus fuentes, además de admirar sus monumentos. Hicimos el camino que va desde El Vaticano hasta el Foro Romano sin cansarnos, intentando demorar el tiempo ya caído sobre sus solares mi-lenarios. Únicamente tomamos el transporte para visitar las catacumbas.

De la piedra y el aguaRoma está llena de fuentes. Y no so-lo en la mítica Plaza de España o en la Fontana di Trevi, en cuyas aguas arrojamos monedas simbólicas que den cobertura a nuestros deseos, si-no en el sitio menos esperado, allí surge un surtidor que eleva hasta don-de puede un frescor nuevo deshecho en gotas.

Roma está llena de piedras, de pie-dras que hablan. Algunas, como la Piedad de la Basílica de San Pedro o el Moisés de San Pietro in Vincoli, más próximas en el tiempo, nos susurran sus avatares en la historia, su amor,

también sus frustraciones. Las ruinas romanas, de las que seguramente el Coliseo eleva la voz más alta, nos se-ñalan cimientos que no han sido ven-cidos todavía. Más modestos, los can-tos oscuros de las catacumbas rezu-man una fe pura y viva que continúa por los siglos. Cuánta sangre fecun-da derramada por las piedras. En es-tas piedras aún pueden escucharse muy cercanos los pasos de Pedro y Pablo, su palabra enardecida, su mar-tirio bendecido.

La Plaza de San Pedro abre sus dos brazos eucarísticos, de piedra ensan-grentada y agua, para darnos con paz la bienvenida.

El recuerdo del futuroRoma es siempre así, aunque no siem-pre fuimos juntos. Hace unos cuan-tos años –qué deprisa pasa el tiem-po- tuvo lugar la beatificación de Ma-nuel González, era por abril de 2001 y la primavera inundaba de olores a la ciudad recién levantada. Recuer-do perfectamente el viaje, a mi en-trañable compañera de Aguilar de Campoo, Marisol, la recepción en el aula Pablo VI, la ceremonia en la Pla-za de San Pedro, la imagen elocuen-te de don Manuel, las emociones con sus lagrimillas, los saludos entraña-bles, los abrazos aún más entraña-bles, el regreso esperanzado en una pronta ceremonia de canonización. Mi marido, Lucrecio, esta vez no es-

taba conmigo en Roma. Lucrecio es-taba en sus quehaceres, en sus traba-jos. Mi marido siempre está hacien-do algo, incluso después de jubila-do. Eso sí, siempre ha respetado mis creencias, incluso me las ha alenta-do. Mi mayor libertad es haberme casado con Lucrecio (por cierto, él no quiere que ponga estas cosas, pe-ro ahora escribo yo y así lo digo). Mi marido era desconocedor de la Obra de Manuel González. Sería en Má-laga, en 2007, cuando fue eucaristi-zado por D. Manuel.

Cuando regresaba de su beatifica-ción, le pedí a nuestro Manuel Gon-zález dos cosas, que en realidad es una: Que me diera años y salud para regresar a Roma para su canoniza-ción, y a ser posible acompañada de mi marido. Si Dios quiere (y creo que el beato Manuel también lo quiere), Teresa y Lucrecio volveremos juntos a Roma.

Dicen los filósofos que sólo exis-te el pasado, que el futuro está por su-ceder. Pues a mí me está sucediendo el futuro, lo cual sin duda es un mila-gro que me ha hecho D. Manuel Gon-zález, aunque este milagro no conste para su canonización.

El imán de san ManuelNos vamos a Roma. Estamos prepa-rando la maleta. En ella estamos me-tiendo nuestras pequeñas ilusiones, incluidas nuestras gracias a Dios por permitirnos soñar juntos en una es-tancia especial tan deseada. También llevamos en ella los deseos de tantas Marías de Albacete que, por causa de la edad, no pueden regresar a esa ciu-dad santa.

Nos vamos a Roma a tocar de nue-vo las raíces de nuestra lengua madre, en la que escribió Horacio y siguió después Fray Luis más tarde, a respi-rar el aire primero y puro del cristia-nismo que envuelve apasionadamen-te, a palpar la Iglesia que irradia al mundo entero caminos que son de esperanza.

Nos vamos a Roma a contemplar la noche estrellada que, siendo la mis-ma, cabalga con una estela singular de eternidades, a secuestrar miradas colgadas en las rejas y balcones sin número y sin tiempo, a escuchar la palabra transportada por la estrella que un día se posó en Belén.

Nos vamos a Roma a ser un nú-mero pequeñito en la plaza que aten-tamente contempla Bernini desde arriba, un número que tiene sin du-da para Dios nuestros nombres y ape-llidos, a meternos en la basílica y go-zar con Miguel Ángel de la luz y del color que no terminan, a abrazar el sepulcro del Apóstol y sentir en él que somos hijos de Dios.

Nos vamos a Roma a comprobar que somos hermanos de tantos y tan-tos seres humanos que no conocemos y que han venido del mundo entero guiados por el mismo pastor, a rezar con las mismas oraciones que nues-tros antepasados nos dieron en he-rencia. Nos vamos, en fin, a Roma con Jesús Eucaristía que tripula la nave ca-pitana y que nos dice que no tenga-mos miedo, que su barca no zozobra, que el viaje con Él siempre es feliz.

Por eso, y por muchas cosas más, nos vamos juntos a Roma atraídos por el imán de D. Manuel.

Teresa y Lucrecio, matrimonio UNER

¡Nos vamos a Roma!Afortunadamente hemos tenido la suerte de visitar la ciudad de Roma varias veces. Y, si Dios quiere, volveremos de nuevo a ella en el mes de octubre con motivo de la canonización de nuestro Manuel González. Nuestra esperanza de estar allí es ya alegría.

La Plaza de San Pedro abre sus brazos

eucarísticos para darnos la bienvenida

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C on un título que evoca no solo la idea de un camino importan-te o decisivo, sino el propio ca-

mino que es la vida, Juan Manuel Co-telo presenta su nueva película: Foot-prints. El camino de tu vida, un docu-mental sobre la experiencia de once jóvenes recorriendo el Camino de Santiago. Una película que hace re-cordar esta experiencia a quienes han hecho la peregrinación, y el deseo de hacerla a quienes no; y aviva a todos el deseo de caminar al encuentro de Aquel que es el Señor de la vida.

Existen ya otras películas y docu-mentales sobre este camino que, du-rante doce siglos, llevan recorriendo generaciones y generaciones de per-sonas, jóvenes y adultos, para llegar a la tumba del Apóstol. ¿Qué trae de nuevo este documental? Que presen-ta el verdadero camino, el recorrido humano y espiritual que hacen los protagonistas; un camino lleno de di-ficultades y luchas internas, donde el silencio juega un papel muy impor-tante, para encontrarse con uno mis-mo, con su propio límite y dificultad, y ahí descubrirse amado, acogido, acompañado…

Todo empieza en Arizona, donde un sacerdote español de 35 años quie-re realizar esta peregrinación con el deseo de descubrir quién es a los ojos de Dios. A través de un anuncio, no demasiado alentador, invita a otros a recorrer juntos ese camino: «Se bus-can personas dispuestas a caminar 900 kilómetros, durante 40 días. No se ofrecen garantías de llegar al des-tino, pero sí se prometen jornadas de

sufrimiento intenso, con frío y calor en proporciones iguales. Las lesiones musculares y las ampollas son más que probables, así como el desalien-to que invitará a abortar el plan. Se dormirá poco, algunas noches sobre el duro suelo o en un saco bajo la llu-via. Si alguien se pierde, deberá cami-nar más distancia de la prevista. Así disfrutará más tiempo de la belleza incomparable de los paisajes del Ca-mino de Santiago. Quienes ya lo han recorrido desde hace siglos, aseguran que ayuda a descubrir el sentido de la propia existencia». Con semejan-te anuncio se apuntaron 11 jóvenes.

Con las resistencias propias de to-do proyecto desconocido y arriesga-do, los jóvenes emprenden el viaje. La primera enseñanza no tarda en lle-gar: desprenderse de lo que no nece-sitan. No pueden hacer la peregrina-ción con 15 kilos a la espalda… ¡Cuán-tas cosas innecesarias pueden distraer y ralentizar el paso!

Cada uno de los protagonistas es diferente al otro, pero cada uno pue-de aportar algo para que la peregrina-ción funcione. La película refleja el proceso que siguen desde que co-

mienzan, caminando por separado, cada uno a su ritmo, mirando solo su propio yo, hasta que orientan su mi-rada al otro. Y ese es el punto de par-tida para el cambio; lo que al princi-pio era competitividad, frustración, cansancio y deseos de abandonar, se convierte luego en solidaridad, ayu-da, ánimo y esperanza.

Una película que invita a contem-plar la belleza de los paisajes que el Creador ha hecho para nosotros y nos enseña a valorar la Eucaristía como el mejor momento de la jornada, en que recibimos el verdadero alimento para el camino.

Nos muestra, en continua compa-ración con la vida misma, que lo más auténtico es aquello que hacemos des-pués de haber sido probados; que se puede caminar aun en medio del do-lor, y que un final feliz también pue-de ser no llegar a «la meta», pues el Señor te puede hacer crecer en humil-dad, al descubrir que tú no lo puedes todo. La clave es recordar continua-mente la razón por la que caminamos. Y que todo lo podemos en Aquel que nos conforta. ¡Buen Camino!

Ana Mª Cayuso, m.e.n.

Encontrar el caminoTodos aprendemos a caminar, lo difícil es aprender a dirigir nuestros pasos. ¿Puede realmente un camino ayudarte a encontrar el Camino? Esta película nos muestra que sí, si vamos con las actitudes adecuadas.

Cartelera recomendada

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E sta obra fue escrita en italiano en 2011 y traducida al español en 2016. En ella la autora narra

a modo de biografía su trayectoria co-mo persona, como artista, como mu-jer entusiasta, alegre y apasionada, a la que nada ni nadie le roban las ga-nas de vivir y hacer vivir a los demás, de ahí que llegue a confesar: «contar mi felicidad es para mí un gran go-zo». Un libro ameno, lleno de chis-pa y de espontaneidad. Una obra que refleja a las claras la gran personali-dad de esta mujer a la que no le im-porta lo que no tiene, sino lo que sí tiene.

A través de las 206 páginas va ha-ciendo entrar al lector en su mundo familiar, en sus experiencias de supe-ración con el gran apoyo de su ma-dre, de su padre, hermana y abuelos. Sus primeros pasos en el mundo de la pintura, las piruetas con los pies que se convirtieron en sus manos, su vida contada por la danza. Ella mis-ma se autorretrata diciendo: «Simo-na la pintora, a la que le encantan los

colores y las formas, y la bailarina a la que le encanta bailar la vida y las emo-ciones que tiene dentro» (p. 157).

Nos plantea frontalmente nuestra verdad, sencilla y serenamente: ¿por qué nos fijamos siempre en lo que nos falta en vez de en lo que tenemos? A menudo, los límites no son reales, los límites se encuentran solo en los ojos de quienes nos miran.

Nos habla de la diversidad como lo único que nos une a todos. Todos somos diferentes, pues de lo contra-rio viviríamos en un mundo de hor-migas. Nos habla del esfuerzo como actitud fundamental que se pone pa-ra intentar alcanzar un objetivo, pero el valor está en el viaje, no en la meta. Nos habla del poder de la sonrisa, ar-ma formidable. Simona tiene la expe-riencia de que la sonrisa «abre las puertas del corazón y permite encon-trar a los otros. Es la mejor tarjeta de visita, es poderosa y contagiosa. La sonrisa puede hablar, puede marcar el comienzo de una vida, puede hacer-te conocer a un amigo y puede acom-pañarte en el último instante, como le ocurrió a mi abuelo que decidió mo-rir sonriendo y yo desde aquel día de-cidí vivir sonriendo» (pp. 149, 153).

Simona Atzori nos cuenta expe-riencias simpáticas y anécdotas de su vivir cotidiano, teniendo los pies co-mo amigos inseparables que ejercen de manos también. «Son los que me permiten experimentar la emoción

de moverme cuando suena una me-lodía, me permiten disfrutar del gus-to de experimentar que mi cuerpo se mueve en el tiempo y en el espacio. Las manos no me hacen falta. Mis pies hacen de manos. ¿Quién ha di-cho que para ser felices tengamos ne-cesariamente que tenerlo todo?»(pp. 140, 144).

Una mujer llena de gratitud a la vida y de agradecimiento al Dios de la vida, al que nombra directamente en varias ocasiones: «danzando en Trinitá dei Monti me sentí cerca del cielo y de la maravilla del mundo, agradecida por el inmenso privilegio de poder dar testimonio de la vida y de la gracia bailando para Dios, bailé dando gracias y lo hice con fuerza, con determinación y valor, le di gra-cias a Dios bailando».

Que la lectura de este apasionado libro nos motive a todos a vivir con entusiasmo y agradecimiento al Au-tor de toda belleza, al Artífice de nues-tra propia vida.

Mª del Valle Camino Gago, m.e.n.

Lectura sugerida

Simona Atzori, nacida en Milán (Italia), en 1974, es una artista en todos los sentidos, bailarina de danza clásica y contemporánea, pintora y escritora. Nació sin brazos, lo cual no ha sido ningún impedimento para desarrollarse plenamente. Con tan solo 4 años empezó a pintar, y a los 6 años a bailar. Es autora de varias obras literarias, entre ellas, la que ofrecemos hoy: ¿Qué te falta para ser feliz?

Ficha técnicaNombre: Footprints. El camino de

tu vidaDuración: 88 minutos Año: 2016País: EspañaDirector: Juan Manuel Cotelo

¿Qué te falta para ser feliz?

Autor: Simona AtzoriAño: 2016 (en italiano: 2011)Editorial: PalabraPáginas: 206Precio: 16,50 €

Lo tengo todo para ser feliz

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“Para mis pasos quiero sólo un camino: el que lleva al Sagrario. Y sé que andando por ese camino

encontraré hambrientos y pobres de muchas clases,y haré descender sobre ellos la alegría de la Vida”

Su vida1877 Nace en Sevilla, el 25 de febrero

1901 Es ordenado sacerdote

1902 Misión en Palomares del Río, el 2 de febrero

1905 Es nombrado arcipreste de Huelva

1907 Funda la revista El Granito de Arena

1908 Inaugura las escuelas del Sagrado Corazón en el barrio del Polvorín

1910 Funda el movimiento Unión Eucarística Reparadora

1916 Es consagrado obispo (Málaga)

1918 Funda los Misioneros Eucarísticos Diocesanos

1920 Inicia la construcción de un seminario en Málaga

1921 Funda la congregación de Misioneras Eucarísticas de Nazaret

1933 Funda las Misioneras Eucarísticas Seglares de Nazaret

1935 Es nombrado obispo de Palencia

1940 Muere en Madrid, el 4 de enero

2001 EnRoma,esbeatificadoporelpapasan Juan Pablo II, el 29 de abril

16 de octubre de 2016: Será canonizado por el papa Francisco

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Don Manuel González

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