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83 Celebraciones y eventos Cuentos participantes en la Fiesta de la Patrona - ¡Se acabó el sueño! ¡Se acabó el sueño! -repetía una y otra vez, ahogando en llanto sus palabras. El final del sueño de Sahima era que tenía que volver a su país porque no tenía los papeles en regla. - ¡Un papel es más importante que yo! ¡Y todo porque me falta un papel! -clamaba desconsola- damente-. ¡Tanto ahorrar para venir y ahora esto! De nada sirvió que le explicaran que el tal papel era indispensable, que tenía que haberlo con- seguido, que le habían dado suficiente tiempo, ... Había llegado hacía dos años y desde entonces trabajó sin descanso, limpiando casas, fregando escaleras y, ahora, atendiendo las mesas de un restaurante. Se vino para soñar, eso decía. Y su sueño era Walid, su hijo de cinco años, que se quedó en su país, con sus padres. Quería, soñaba, que viniese a vivir con ella. A compartir sus días, sus noches, sus alegrías. Quería, soñaba, que los días pasaran muy deprisa, que el tiempo corriera, que su meta estuviese cerca. Imaginaba cómo sería la vida con su hijo, lo que harían. Iría a la escuela, le acompañaría hasta la puerta, le diría adiós - ¡Pórtate bien!- Se quedaría mirándole, tan limpio, tan repeinado, con su mochila nueva, sus deportivas azules,... Hablaría con la maestra -¿se porta bien? ¿aprende?- La maestra cerraría la puerta y a Walid se le escaparía una últin1a mirada para su madre. Ya en la clase, los compañeros se la acercarían -¿Cómo te llamas?- Y él repetiría varias veces su nombre, porque no lo pronunciaban bien. Un día iría toda la clase de excursión, solían ir a un parque acuático. Sahima lo sabía porque se lo habían contado otras madres y ya pensaba cómo tenía que vestirle, las sandalias, el bañador, la gorra, la mochila con un bocata y algunos euros que le daría a la maestra, para que le comprase una botella de agua. Y ella se volvería al trabajo. Otra vez a lo mismo de todos los días. Al cansancio que era su esperanza. Con ella trabajaba Amina, su cuñada, vino tres años antes. Sahima vivía con ella y con su ma- rido, su hermano, que trabajaba en un supermercado. Se llevaban bien, pero en cuanto pudiera se iría a una casa para ella sola. El fin de semana que tenía libre se reunía con sus paisanos, charlaban, aprovechaban para comprar en algún hiper de la capital y luego preparaban la cena entre todos y así se prolonga- ba la charla y la compañía. Horas y horas trabajando y pensando que dentro de tres años, cuatro como mucho, volvería a su país. Ya tendría para comprar una casita con algo de terreno para plantar flores y cultivar un peque- ño huerto. Y entre sueños e ilusiones, las impertinencias y los gritos de los clientes harían que volviera a la realidad, que se despertara y dejara de imaginar. Sueño del Cometa Dr. Francisco Valle

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Celebraciones y eventos

Cuentos participantes en la Fiesta de la Patrona

- ¡Se acabó el sueño! ¡Se acabó el sueño! -repetía una y otra vez, ahogando en llanto sus palabras.El fi nal del sueño de Sahima era que tenía que volver a su país porque no tenía los papeles en regla.- ¡Un papel es más importante que yo! ¡Y todo porque me falta un papel! -clamaba desconsola-damente-. ¡Tanto ahorrar para venir y ahora esto!De nada sirvió que le explicaran que el tal papel era indispensable, que tenía que haberlo con-seguido, que le habían dado sufi ciente tiempo, ...

Había llegado hacía dos años y desde entonces trabajó sin descanso, limpiando casas, fregando escaleras y, ahora, atendiendo las mesas de un restaurante. Se vino para soñar, eso decía. Y su sueño era Walid, su hijo de cinco años, que se quedó en su país, con sus padres. Quería, soñaba, que viniese a vivir con ella. A compartir sus días, sus noches, sus alegrías.Quería, soñaba, que los días pasaran muy deprisa, que el tiempo corriera, que su meta estuviese cerca.Imaginaba cómo sería la vida con su hijo, lo que harían.Iría a la escuela, le acompañaría hasta la puerta, le diría adiós- ¡Pórtate bien!- Se quedaría mirándole, tan limpio, tan repeinado, con su mochila nueva, sus deportivas azules,...Hablaría con la maestra -¿se porta bien? ¿aprende?-La maestra cerraría la puerta y a Walid se le escaparía una últin1a mirada para su madre.Ya en la clase, los compañeros se la acercarían -¿Cómo te llamas?- Y él repetiría varias veces su nombre, porque no lo pronunciaban bien.Un día iría toda la clase de excursión, solían ir a un parque acuático. Sahima lo sabía porque se lo habían contado otras madres y ya pensaba cómo tenía que vestirle, las sandalias, el bañador, la gorra, la mochila con un bocata y algunos euros que le daría a la maestra, para que le comprase una botella de agua.Y ella se volvería al trabajo. Otra vez a lo mismo de todos los días. Al cansancio que era su esperanza.

Con ella trabajaba Amina, su cuñada, vino tres años antes. Sahima vivía con ella y con su ma-rido, su hermano, que trabajaba en un supermercado. Se llevaban bien, pero en cuanto pudiera se iría a una casa para ella sola.El fi n de semana que tenía libre se reunía con sus paisanos, charlaban, aprovechaban para comprar en algún hiper de la capital y luego preparaban la cena entre todos y así se prolonga-ba la charla y la compañía.Horas y horas trabajando y pensando que dentro de tres años, cuatro como mucho, volvería a su país. Ya tendría para comprar una casita con algo de terreno para plantar fl ores y cultivar un peque-ño huerto.Y entre sueños e ilusiones, las impertinencias y los gritos de los clientes harían que volviera a la realidad, que se despertara y dejara de imaginar.

Sueño del Cometa

Dr. Francisco Valle

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Celebraciones y eventos

Se acordaba de su ciudad, de los limoneros de la plaza, de los aguadores del zoco, de los vende-dores de té, de los encantadores de serpientes, de los músicos callejeros, de los paseos que daba con su hermana, de la gente que iba y venía, de las puestas de sol que se derramaban sobre la muralla dejando olores de azahar que llegaban con una suave brisa, y de tantas y tantas cosas.

Y así hasta bien entrada la tarde. Entonces iría a recoger a Walid y volverían a casa, despacio, sin prisas, parándose delante de las tiendas, ella fi jándose en pantalones y camisas, y él, ma-ravillado, abriendo bien los ojos, grandes y negros, en los juguetes de los escaparates, pegándose a las cristaleras, llenas de luz y tentación.-¡Mira mamá, qué cometa más grande! ¿Me la comprarás?- ¡Si, te la compraré !Se la compraría, pero también se lo decía para despegarle de la cristalera.A Sahima le gustaban las cometas. Había visto cómo las hacían volar, las piruetas que hacían y cómo se mantenían en el aire.Ella nunca tuvo una y la hacía ilusión comprársela. Le gustaba una que era como una gran mariposa, con muchos colores.Haría como los padres que acompañaban a sus hijos, corriendo para que levantara el vuelo, sujetando la cuerda, dejando que las elevara el aire, volando majestuosamente un buen rato y luego cayendo y dibujando vertiginosos recorridos.Defi nitivan1ente tenía que comprarle una a su hijo.Y al llegar la noche, oscuridad y silencio, abría la ventana, dejaba que entrara el aroma fresco de los huertos, oía el rumor del río que discurría cerca, se llenaba de nostalgia y se acor-daba de su gente y , sobre todo, de su Walid.La noche era para ella sola, para hacer planes, para dejar que su mente se perdiera entre recuer-dos, para sentirse llevada a un mundo relajado, tenue, tranquilo.Hablaba con las estrellas, sobre todo con una, con la misma que hablaría con Walid. Ya sabían cual era, la tenían localizada: a la izquierda de la Estrella Polar, una que brillaba más que las de su alrededor.Era como si hablaran entre ellos, con todo el fi rmamento de testigo. Se contaban cosas. Se preguntaban cosas.-Mamá ¿cuando vendrás?. Te quiero mucho.Ella le contaría lo que había hecho, dónde había ido, qué había comprado y le preguntaría si comía bien, si se portaba bien y le pedía que obedeciera a los abuelos.Walid le decía que había estrenado una botas, que comía todo lo que le ponían, que se portaba muy bien y que se había pegado con el hijo de Jasmina, la prima de su madre, pero que no se hicieron daño. Sahima acababa llorando y así se que daba dormida. El sueño se apoderaba de sus sueños.

Ya no está Sahima. Se fue con poco equipaje, dejó recuerdos compartidos, ilusiones negadas e imposibles deseos. Se fue con un sueño quebrado y una esperanza truncada. Se fue tragando su derrota.Ya nada era igual. Me pareció que los muñecos del escaparate estaban tristes, que no había luces de colores, que las estrellas faltaban a la cita, que el río no sonaba, que las cometas no volaban y se precipitaban al suelo.

Me acordé de Sahilla. Y de Walid.

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NOTA PREVIA

LaTeruelita es una variedad de dolomita descubierta y descrita en Teruel, por lo que recibió ese nombre.

Es un cristal con agregados ferrosos que dan colornegro al mineral, aunque le rodean algunas otras terue-

litas más escasas de color sanguina

Desde el fondo del Barranco del Salobral se distinguía a contraluz la silueta fi ja de un jinete sobre su cabalgadura. Tan solo un ligero movimiento de la cabeza del animal descartaba que no se trata-ra de una estatua.La jaca sudorosa y jadeante; el caballero con su cuerpo rígido, vencido y la cabeza levantada enca-rando al horizonte. Pero sus ojos no estaban mirando nada. Estaban desenfocados viendo y revi-viendo lo que pasaba por la pantalla de su mente.Se transportaba de episodio en episodio visualizando en reproducción rápida la película de su vida. En cada recuerdo, una casi imperceptible señal se translucía en su cara y hasta en su cuerpo, mostrando el color grato o doloroso de su evocación.El caballero se irguió con el pecho henchido, diciéndose:“-Diego, Juan Diego de Marcilla, vencedor en cien batallas de la reconquista del Rey mi Señor, cu-bierto de honores y glorias, colmado de riquezas y fortuna que saturan mis mayores perspectivas...¿Para qué?... ¡No merece la pena!.”Una amarga sonrisa fue sustituyendo poco a poco su sentir. “Así me despedí en la casa de Isabel-Deme cinco años y volveré con una hacienda copiosa.... ¡Cinco años!. Miré a ella, Isabel: En cinco años nos permitirán ser felices... ¡Cinco añ.os!. Estate segura que en cinco años vengo... o me traen. ¡Cinco añ.os!.Y así fue.

Hoy se cumplen ... ¡Cinco años!”Unos rítmicos movimientos de cabeza marcaban en su rostro el cambio del lugar al que sus re-fl exiones le habían trasladado.“Tierras valencianas: Un gran número de defensores árabes muestran su presencia asomando sus cuerpos sobre las almenas que rodeaban la plaza. En los cerros adyacentes asomaban los turbantes que cubrían las cabezas de quienes desde allí se prestaban a protegerlos-Nos superan en número. Nos triplican,incluso, diría yo.- Comentaba su Comandante a mi y al res-to de jefes que mandaban cada una de las mesnadas-.-Aguantaremos el cerco y claudicarán.-Opinó el jefe de la hueste de Segorbe-.-Nos llevaría mucho tiempo.- Comenté-. Nos interesa ocupar la plaza por estrategia aunque solo fuera porque al tomar la ciudad dominaremos toda la comarca. Pero además es localidad rica. Nuestros soldados tienen deseos de botín y despojos para complementar la soldada.-Pero tiene riesgo para nuestras tropas. Vamos a continuar el sitio cuidando no ser sorprendidos por alguna partida que intente romper el cerco y dar alivio al asedio.Tenemos unos días hasta que llegue el de su próxima fi esta religiosa. Hemos de pensar con cierta calma, qué urdimos.Mientras tanto descansemos durante esta noche.-Concluyó don Pero, el Comandante de las tropas.Nos retiramos. Yo, pese ese al cansancio, no conciliaba el suefi o buscando una solución, que alfi nal me llegó y pude ver claro.La posibilidad de una productiva victoria, me invitó a un sueño reparador

La piedra del amorDr Jesús Sanchez Padilla

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Celebraciones y eventos

A la mañana siguiente tenía clara una estratagema que podría dar resultado.La reunión al amanecer para decidir la maniobra estratégica que seguiríamos, fue presidida por nuestro jefe que acudió ojeroso por su casi seguro mal dormir.-¿Tenéis alguna idea sobre lo que debemos hacer?- Espetó a los jefes convocados como salu-do inicial-.Examiné los rostros de los reunidos y ninguno daba señales de presentar programas para la acción, así que tosí para aclarar la garganta y ante la mirada inquisitiva de todos comenté mi plan:-Estoy convencido de que el ataque tiene grandes posibilidades. Oid- Y expuse mi proyecto que fue escuchado en medio de un gran silencio hasta que concluí. Solo hasta ese momen-to, porque entonces, rápidamente, se expresaron los temores de la acción y los peligros, todos al unísono impidiendo el diálogo-.-Don Diego,-interrumpió Don Pero, nuestro Comandante ante esa tumultuosa algarabía-. ¿Cómo podríamos hacerlo sin que nos diezmen y con esperanzas de éxito?-Se hizo un si-lencio expectante y se clavaron en mí sus miradas.-Ya expuse que solo nosotros, los miembros de mis mesnadas. Entraremos en acción y sor-prenderemos al enemigo por la zona norte. -Repuse-.Una parte de los que entremos,- continué- abrirá la puerta central, otra rodeará las dos mezquitas, dado el día, con multitud de personas dentro y desarmados. Es entonces cuando seremos ayudados por todo el ejército cristiano, es decir, por vosotros, según las maniobras que disponga Don Pero, dirigiéndose a los puntos principales de la localidad, dando por hecho que gran parte de la población estarán sorprendidos y sin capacidad de reacción.-Dando por hecho la sorpresa, como dices, y que todo salga según has pensado, sin una mortandad acusada hacia los nuestros, ¿has pensado cuántos de tus hombres pagarán con su vida este ataque.-Me preguntaban-. -Tendrán que valorar sus mercedes la viabilidad de este plan. No quiero seguir opinando para no infl uenciarles. Yo quedo a disposición de la empresa de la reconquista.-dije colo-cándome de pie y solicitando la venia de abandonar la reunión a fi n de no infl uir en su decisión.Juanillo, el hombre de mi confi anza desde la salida de Teruel me esperaba en la tienda. Cuando entré no me dijo una palabra. Se limitó a mullirme el cojín de mi sillón de campa-ña. Eso sí, me seguía mirando insistentemente.-¡Qué te preocupa, Juanillo?-Pregunté-.-Nada mi amo.-Me estas mintiendo.-Afi rmé--¿Por qué os arriesgáis?.- Confesó-.-Pues... creo que sabes... -Deje la frase en suspenso ya que el portalón de la tienda se abrió y antes de entrar la persona, penetró una voz:-¿Por qué te gusta arriesgarte?.-Y entonces se pudo ver al Adalid de la compañía de Hues-ca, Don Alonso, insistiendo curiosamente en la pregunta.-Siéntate Alonso. Juanillo continúa limpiándome los arreos de la jaca y mis armas. Si has de salir, te lo diremos.- Añadí con complicidad, porque iba a contestar a ambos-.-¿Me has oído?.-Insistió Don Alonso-Sí, veras: Yo no me arriesgo de forma irresponsable, Alonso. Todos los que estamos aquí y tu mismo también, estamos arriesgando la salud y la vida por una idea. La victoria. Yo tengo además otra razón que añadida a la tuya, me aguijonea constantemente.Dispongo un corto plazo para conseguir honores y dineros que me hagan digno de acceder a la mano de Isabel de Segura, mi dama.Si transcurre este tiempo sin lograrlo... se me negará y sería el fi n porque no hay futuro para mí sin ella.

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Celebraciones y eventos

-Estás en boca de todos por tu valor y hoy mismo lo estás demostrando. Por esta parte no hay problema-Meditó en voz alta.- ¿Qué tal llevas tus logros económicos?-Tengo compradas unas tierras en las poblaciones del camino que llevamos gracias a los repar-tos de los botines y abandonos que se dan en las ciudades vencidas. Cierto que los Escribanos me han entregado certifi cados que dan fe de esas posesiones, pero no son claramente justifi ca-ble e incluso pueden infravalorarse si yo me presento en Teruel solo con estos papeles. Necesito otra cosa.-Cámbialos por joyas y metales nobles. Eso es algo que se puede palpar.- Pero difi cil de trasportar.-Contesté-. Pesan y ocupan mucho espacio. Tendría que luchar con-tra el infi el y defender el joyero contra los ladrones. Todos se enterarían. No lo veo factible.La batalla se dió y la victoria se produjo conforme yo lo había planeado. Pese a todo en el cen-tro de la población permanecía un gran número de personas a las que habría que expulsar por la fuerza o pasarles por las armas. No se podían dejar enemigos a retaguardia.El Comandante pactó con los árabes que se consideraban derrotados desde el primer momento, que se les daban 24 horas para abandonar la población, durante las cuales gozaban de inmuni-dad total.Con nuestro alivio y mucha prisa salían cargando con aquello que consideraban imprescindi-ble. Yo vivía una paradoja: Si de un lado el éxito de mi estrategia era un honor sonado en lareconquista, permitir que saliera la población resultaba una pérdida en las economías de la tropa y... en la mía propia.Acompañado de Juanillo comencé a pasear por el pueblo que se evacuaba.Me aproximé a un palacete del que solo quedaban como importantes los mayordomos de la casa.-¿Portaréis vosotros los bienes de vuestro amo?-Les pregunté--No, se:ñor. Ellos ya tenían en su poder prácticamente todos sus bienes cuando salieron.Son inmensamente ricos y los muebles, las demás ropas y útiles de casa, los repondrán allá donde se instalen. Se han marchado con dos caballerías para su transporte y una tercera de carga para ropas o recuerdos personales que no se pueden sustituir, además de cuatro escoltas.-Entonces llevarán cofres con monedas o alhajas.-No taL-respondieron- No es ese su sistema.-Sus bienes estarán, por tanto, depositados en una ciudad segura y allí recogerán lo que preci-sen-No mi señor. Llevan muy ustados a sus cuerpos unos saquetes con diamantes.No recuerdo el fi nal de la conversación, pero vislumbré mi solución.Así pocos días después, tras la victoria de otro baluarte moro en nuestro camino hacia el sur, vi salir con prisas de una casa principal a los que parecían el dueño y su esposa, dos cabalgaduras sobrecargadas con fardos y cuatro vasallos.Hice señas a cinco miembros de mi grupo y galopamos en pos de los que huían hacia tierras berberiscas buscando protección-No, Sefi or, no sigáis.-Gritaba Juanillo-.Dejarlos partir, ¿qué nos va que se escapen unos señores principales que ni tan siquiera tienen cargo ni son Jefes militares.Seguíamos corriendo tras ellos. Cada vez más lejos continuaba la voz de Juanillo. -No merece la pena caer herido, dejadlos escapar. Pero no hice caso.Regresamos más tarde y todos nos miraban a la cara extrañados por la amplia sonrisa que lucíamos.Mis compañeros mostraban en las grupas de sus monturas, sin disimular su contento, alguna alforja que antes caminaban hacia tierras musulmanas conteniendo lo mejor de las posesiones de aquellos sefi ores que escapaban. ¡Buen botín!Ante nuestro acoso, habían abandonado las acémilas de carga adivinando el lucro como causa de nuestra persecución y... un pequefi o morral que pendía del cuello del señor que yo tomé y

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que él también ... “ abandonó” sin que hiciera mención de tomar su espada para proteger-le.Le tenía en mi capa.Repasé todas las batallas habidas desde entonces. Al fi nal de cada una, la parte que me correspondía del reparto, la transformaba.Acudía al barrio judío donde me cambiaban las fi ncas, los pesados brazaletes de oro o los documentos por esa piedrecita blanca que tanto valía.El pequeño morral que tomara aquel día, fue creciendo y ya se convirtió en un bolsón, fácil de llevar pero con la riqueza sufi ciente como para superar con creces a los ricos hombres de Teruel. Algunas escrituras importantes de poblaciones grandes que pertene-cieron a grandes señores se sumaban a mis posesiones, las hazañas guerreras me encum-braban y la gente se hacían lenguas de mi.”Se entristeció el caballero.“Podía haber vuelto a los cuatro años y habría sobradamente cumplido con las condicio-nes que me impusieron, pero quería destacar más, deseaba que Isabel fuera con la cabeza alta, casada con unpersonaje importante, que nadie cuando hablara de mi o de ella pronunciara despectiva-mente, o con conmiseración la palabra segundón,-La boda del segundón.

Una semana antes del plazo pactado, abandone la conquista y comencé el regreso a Teruel acompañado como siempre de Juanillo y diez caballeros de mi mesnada a los que acabé por profesar una gran amistad tras esos cuatro años de lucha , ayudas, favores.Deseaba que fueran unos invitados especiales de mi boda con Isabel.Y mi jaca Quilla a la que no quise cambiar nunca por caballos de altos orígenes y razas escogidas porque nos entendíamos sin tan siquiera mirarnos.La llamaba haciéndola mimos y jugando con su nombre, mi JaquillaSubíamos felices hacia la ciudad sin que el cansancio de la marcha los afectara.Hasta que el día que se cumplía mi pacto, poco antes del mediodía, a media legua de Teruel, oí tocar las campanas a boda.Me dio un vuelco el corazón y comencé a galopar.Cuando iba a entrar por la puerta, las fuerzas de mi jaca Quilla fl aqueaban tras el esfuer-zo.“Anda, Jaquilla, ... que llegamos tarde” Y respondió... pero ya era tarde.”

Un profundo dolor se traslució en su rostro y pasó su mano por los ojos queriendo bo-rrar el recuerdo. Volvió a cerrar los ojos y se vio ante Isabel.“-Soy una mujer casada. Tengo un gran dolor al decirte que no puedo darte el beso que me pides. Siento mi alma triste como la tuya y más ahora viendo que podríamos haber vivido juntos.Que podríamos haber vivido plenamente los dos. Ahora tendremos que hacer por vivir. No sirve de nada que mi corazón se marche contigo y mi pensamiento junto a ti.Me quedé sin sentir nada, no sabía qué me pasaba. Desconozco el tiempo que tomé del ronzal a mi jaca y caminé por las calles.Tuve fuerzas para saltar a lomos de mi cabalgadura y tras espolearla salir a galope, no sé por dónde. Quería huir, desaparecer, alejarme de lo que era mi desgracia.Subiendo este cerro Quilla se agotó.Estoy al borde de un barranco, alejado del camino y solo.

Volveré a la lucha. Se hablará más de mí porque no tendré la precaución que pensando en mi Isabel me detenía. Me tacharán de valiente... por no mostrar miedo. Tampoco ne-

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cesitaré botín ni repartos en las victorias, solo lo preciso para comer. Un valiente desprendido dirán.”Y llegando a este punto del pensamiento, tocó bajo su cinturón el bolsín, los diamantes que habrían convertido su vida en un milagro de amor.Metió la mano y sacó un puñado de esos diamantes. Los miró, apretó con fuerza. La mano le quemaba.-Ya no me servís para nada. Sois piedras vulgares. No os necesito.-Y los lanzó con furia al fondo del barranco-Sudaba profusamente. La cara estaba desencajada. Tomó otro puñado y estrujó las piedras haciéndose daño, sintiendo la quemazón en sus palmas y el dolor en el corazón. Tras unos minutos derememorar su tristeza abrió la mano antes de lanzarlos al fondo de la rambla y le pareció que los transparentes y blancos brillantes, salían negros hacia lo hondo de la rambla.Como carbones le pareció que saltaban de su mano.-Exactamente lo que para mí son sin Isabel. Salid a juntaros con vuestros compañeros. -Y mientras esto decía recogió otro gran puñado de diamantes y después de tenerlos apretados con el calor de su mano que ardía de dolor, hizo el gesto de arrojarlos.Una duda le impidió la acción: Entreabrió el puñ.o y confi rmó que lo que al sacarlos del bolsín eran cristales transparentes que irisaban como corresponde a unos brillantes, habían transformado su color en negros.-No me paré a pensar. ¡Qué más da lo que pase!Rebañó el fondo del saquete y apretó con mucha fuerza los pocos que quedaban. Se despe-día de la riqueza como antes lo hubiera hecho de la felicidad. Los ojos le brillaban y algunas lágrimas pugnaban por salir. La mano a causa de la presión que mantenía le dolía mucho. La abrió y encontró que se habían clavado algunos en su piel y la sangre les daba un tono enro-jecido.Saltaron con un brusco movimiento para hacer compañía a las anteriores.Hizo un movimiento con la rienda, y su jaca respondió dando la vuelta para, al paso, desandar la carrera.

En el fondo del Barranco quedaban las que para Diego habían sido aquellos diamantes, las piedras del amor, transformadas en otras gemas devaluadas, de color negro con algunas otras distintas, de color sanguina: Las Teruelitas

Teruelitas, ¿las piedras del amor”

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Cursos

CURSOS ORGANIZADOS POR EL COLEGIO

CURSO DE URGENCIAS 4 abril – 30 de mayo Acreditac: 10.2 créditos

CURSOS DE INFORMÁTICA Marzo- Noviembre 2013 Academia LEN

CURSO DE COACHING 10-17-24 junio 2013 Acreditac: 2.1 créditos

Cursos en los que colabora el Colegio

FRACTURA DE CADERA EN EL ANCIANO 30/5/2013 H.OBISPO POLANCO

VIII JORNADAS CIENTÍFICAS 27-28 nov H.OBISPO POLANCO

PREVENCIÓN DEL DISCONFORT EMOCIONAL, TALLER PARA TUTORES DE RESIDENTES Y QUE FORMA PARTE DEL PLAN PREVENTIVO PAIME ARAGÓN 25 JUNIO H.OBISPO POLANCO

MEMORIAL JERÓNIMO SORIANO DE PEDIATRÍA (XIX EDICIÓN) H.OBISPO POLANCO

CONFERENCIAS: COLEGIO DE MÉDICOS DE TERUEL

-Sistema Nacional de Salud y Profesionalismo Médico (24 de octubre)

Ponente: Dr. D. Juan-José Rodriguez Sendín

Presidente de la Organización Médica Colegial de España (O.M.C.)

-Retos de Gobierno y gestión para revitalizar y hacer sostenible el Sistema Nacional de Salud (30 de octubre)

Ponente: Dr. D. José-Ramón Repullo

Profesor de Planifi cación y Economía de la Salud de la Escuela Nacional de Sanidad, Instituto de Salud Carlos III

ORGANIZA: Asociación Laín Entralgo para la Formación de Teruel.

COLABORAN: Colegio Ofi cial de Médicos de Teruel

Colegio Ofi cial de Enfermería de Teruel

-Estudio del TIOSPIR (22/10/2013)

Laboratorio Boehringer

-Sesión sobre tabaquismo y EPOC (17/04/2013)

Organiza: APTA. Asociación para la

prevención del tabaquismo en Aragón

Patrocina Pfi zer

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Concurso Navideño 2013

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Como otros años hemos celebrado un Concurso de Dibujos Navideños, donde han participado niños y niñas de Teruel entre 2 y 15 años. Se establecieron tres categorías: hasta 5 años; hasta 10 años y hasta 15 años, con tres premios en cada uno de ellas. Los ganadores recibieron sus obsequios el día 18 de diciembre de 2013 en nuestra sede.

1er premio: “ME GUSTA LA NAVIDAD”.- Autora: Nerea Martínez Saiz. 2 años

2º Premio: “NAVIDAD EN EL CAMPO”.- Autor: Lean-dro Iglesias Burruel. 5 años

3º Premio: “LA LUZ EN EL PORTAL DE BELEN”.- Autor: Jimena Sanchez Elias. 5 años

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1er premio: “EL TREN DE LA NAVIDAD”.- Autora: María Yagüe Villas. 10 años

2º Premio: “LA NAVIDAD EN TERUEL”.- Autora: Ana Estebanell Muñoz. 10 años

3º Premio: “NACIMIENTO DE JESUS”.- Autora: Lucia Yagüe Villas. 9 años

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1er premio: “NAVIDAD PARA TODOS”.- Autora: María Matamala Malo. 11 años

2º Premio: “BOTIQUIN DE NAVIDAD”.- Autor: Juan Escorihuela Gimeno. 14 años

3º Premio: “EL HOGAR”.- Autora: Marta Jarque Díez. 11 años