soria y sus poetas

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SORIA Y SUS POETAS VISIÓN DEL PAISAJE SORIANO A TRAVÉS DE L A POESÍA

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Page 1: Soria Y Sus Poetas

SORIA Y SUS POETAS

VISIÓN DEL PAISAJE SORIANO A TRAVÉS DE L A POESÍA

Page 2: Soria Y Sus Poetas

GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER

Tu Soria pura, Bécquer, contigo en el caminomusical del caballo que te lleva a Veruela.Si la cabeza vuelves, ves la amarilla mueladel castillo -tan lejos- vespertino.Tu fantasma hecho forma -mujer de piedra- vela"en la imponente nave del templo bizantino". Ya el monte de las Ánimas te sepulta su loma.Ya ni el castillo emerge del lindero.

¿Por qué cierras los ojos? ¿Ves mejor así el Duero?Calla. ¿Le oyes? Por huertas de Templarios asoma,la presa airosa salta, tuerce su cauce huidero;con voluntad sonoralimita, impulsa, espeja y ríe y llora.

Poetas andalucesque soñasteis en Soria un sueño dilatado:tú Bécquer, y tú, Antonio, Buen Antonio Machado,que aquí al amor naciste y estrenaste las crucesdel dolor, de la muerte...

Page 3: Soria Y Sus Poetas

ANTONIO MACHADO

Más información en Wikipedia

¡Colinas plateadas, grises alcores, cárdenas roquedas por donde traza el Duero su curva de ballesta en torno a Soria, obscuros encinares, ariscos pedregales, calvas sierras, caminos blancos y álamos del río, tardes de Soria, mística y guerrera, hoy siento por vosotros, en el fondo del corazón, tristeza, tristeza que es amor! ¡Campos de Soria donde parece que las rocas sueñan, conmigo vais! ¡Colinas plateadas, grises alcores, cárdenas roquedas!...

Page 4: Soria Y Sus Poetas

GERARDO DIEGO

Más información en http://amediavoz.com/diego.htm

Río Duero, río Duero, nadie a acompañarte baja; nadie se detiene a oír tu eterna estrofa de agua. Indiferente o cobarde, la ciudad vuelve la espalda. No quiere ver en tu espejo su muralla desdentada. Tú, viejo Duero, sonríes entre tus barbas de plata, moliendo con tus romances las cosechas mal logradas.

Page 5: Soria Y Sus Poetas

ÁNGELA FIGUERA

Información: http://es.wikipedia.org/wiki/%C3%81ngela_Figuera_Aymerich

Yo era poeta labrador.

Mi campo era amarillo y áspero.

Todos los días yo sudaba

y lloraba para ablandarlo.

Tras de los bueyes, lentos, firmes,

iba la reja de arado.

Mis surcos eran largos, hondos.

(Mis versos eran hondos, largos.)

Por el otoño lo sembraba

sin desmayar, año tras año.

Iba un puñado de belleza

por cada puñado de grano.

Y un puñadito de verdad.