sobre ganar y perder

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Sobre ganar y perder: Encontremos satisfacción en el fracaso Muchas veces me preguntaron cómo prefería vivir. Mi respuesta, seguramente poco original y ajena, ya inventada por alguien fue: “Prefiero morir de pie que vivir de rodillas”. Miles de interpretaciones tiene esta respuesta, millones… En principio nada tiene que ver mi respuesta con el título, absolutamente nada y al mismo tiempo todo. Morir vamos a morir todos, como fracasar, fracasamos todos en algún momento de la vida y en distintos aspectos de esta. Muchas veces, fracasar es como morir un rato. La idea sería algo absurda, algo así como “si fracasar es como morir, entonces intentemos elegir la forma en la cual pretendemos morir” y ya que no hay escapatoria a esta decisión del destino, podríamos encontrar en esa muerte, la satisfacción de hacerlo en las condiciones preestablecidas. La clave es encontrar en la satisfacción la intensidad necesaria para despojar el fracaso y convertirlo en un disgusto, que en mi interpretación son dos cosas diferentes. Por si necesita aclaración, lo primero puede ser permanente, puede estar dentro de nosotros toda una vida e impedirnos avanzar, nos lleva a tener miedo, a descreer de nosotros mismos. Lo segundo, es solo un instante, tiene fecha de vencimiento y por más que su magnitud sea inexplicable, se termina diluyendo porque aún pasándolo creemos que no podrá ocurrir otra vez. Esto último sería como caer y aún con dolor levantarse y seguir. Claro que un día ya no podremos caer, porque la vida es así, es imposible por lo menos en ciertos puntos, hacer lo mismo, con la misma intensidad y de la misma manera. Por esto, un día no sabremos repetir ese mecanismo que nos impulsa hacia arriba cuando todo esta boca abajo.

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Sobre ganar y perder:

Encontremos satisfacción en el fracaso

Muchas veces me preguntaron cómo prefería vivir. Mi respuesta, seguramente poco original y ajena, ya inventada por alguien fue: “Prefiero morir de pie que vivir de rodillas”. Miles de interpretaciones tiene esta respuesta, millones…

En principio nada tiene que ver mi respuesta con el título, absolutamente nada y al mismo tiempo todo. Morir vamos a morir todos, como fracasar, fracasamos todos en algún momento de la vida y en distintos aspectos de esta. Muchas veces, fracasar es como morir un rato.

La idea sería algo absurda, algo así como “si fracasar es como morir, entonces intentemos elegir la forma en la cual pretendemos morir” y  ya que no hay escapatoria a esta decisión del destino, podríamos encontrar en esa muerte, la satisfacción de hacerlo en las condiciones preestablecidas.

La clave es encontrar en la satisfacción la intensidad necesaria para despojar el fracaso y convertirlo en un disgusto, que en mi interpretación son dos cosas diferentes. Por si necesita aclaración, lo primero puede ser permanente, puede estar dentro de nosotros toda una vida e impedirnos avanzar, nos lleva a tener miedo, a descreer de nosotros mismos. Lo segundo, es solo un instante, tiene fecha de vencimiento y por más que su magnitud sea inexplicable, se termina diluyendo porque aún pasándolo creemos que no podrá ocurrir otra vez. Esto último sería como caer y aún con dolor levantarse y seguir. Claro que un día ya no podremos caer, porque la vida es así, es imposible por lo menos en ciertos puntos, hacer lo mismo, con la misma intensidad y de la misma manera. Por esto, un día no sabremos repetir ese mecanismo que nos impulsa hacia arriba cuando todo esta boca abajo.

Es aquí cuando encontramos satisfacción en el fracaso de ya no poder, según mi percepción, si solo las veces que pudimos lo hicimos con la mayor intensidad y dedicación posible, solo si dimos todo lo que teníamos hasta quedarnos vacios, si  disfrutamos el camino, si le dedicamos el tiempo que merecía, si aún “fracasando”  lo convertimos en “disgusto” para poder seguir hasta que la naturaleza de la  vida se encargue de ponernos una traba definitiva, solo así, estaremos plenos, satisfechos, “muertos” de felicidad.

Esta muerte será tranquila pero festejada, será digna. Obtendrá como el título dicta, satisfacción en el fracaso.  ¿Cómo puede ser?  ¿Cómo se puede ser feliz fracasando?

Hoy vivimos todos inmersos en una realidad que todos ven, pero algunos aceptan y otros no. Hoy se eleva a la máxima expresión del éxito al ganador y se destruye hasta límites insospechados al perdedor. Generalmente al que fue victorioso, no queda lindo ni políticamente correcto criticarlo, eso queda al que perdió sea merecedor de estas maliciosas palabras o no.  No se analiza profundamente, no se toma el tiempo necesario para evaluar el

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recorrido ni el contexto ni los recursos ni los valores morales de un equipo. Claro, hoy vivimos a cien kilómetros por hora, donde todo tiene que ser “ahora” y lo que se diga mañana ya es tarde y no tiene relevancia sobre el resultado de ayer.

Es aquí donde debemos separarnos de los momentáneamente exitosos de las fotos, de la tapa de los diarios y de los aduladores sorpresivos que deambulan solo por el lado bueno de la vida. Es aquí donde debemos mirar hacia adentro y ver cuál fue nuestro recorrido, cuales fueron nuestras armas, cuáles fueron  las vivencias que obtuvimos como grupo humano, desde donde partimos, hasta donde llegamos, que proyección no alcanzamos y cuanto nos falta, si aún creemos en nosotros, si dimos absolutamente todo lo que teníamos para dar, si nos sacrificamos lo suficiente como para anhelar los resultados esperados, y tantas otras cosas más que son tan relevantes como un resultado.

Si una vez examinado todos estos puntos aún obtenemos una sonrisa, estaremos satisfechos aún en el fracaso. Debemos ser perfectamente consientes de nuestras posibilidades y siempre aspirar a superarlas.  Estaremos “disgustados” por un rato si no logramos el puntaje que pretendíamos, pero sabremos también que luchamos con el cien por ciento de nuestros potenciales, con recursos válidos, transparentes, dignos, leales y esto nos devolverá a la realidad, nos convertirá en ganadores por habernos vencido a  nosotros mismos, por haber combatido contra nuestras limitaciones, versus nuestros prejuicios, por haberle librado batalla a nuestro cansancio, a nuestro lado pesimista, por desafiar al destino cara a cara.

Pero también hay una diferencia entre este regocijo pleno aún en el debe resultadista y el regocijo complaciente, cómodo. En el primero sabemos perfectamente que jamás nos mentimos a nosotros mismos, en cambio en el segundo, nos ocultamos la verdad, nos empujamos e intentamos sentir, lo que los primeros sienten naturalmente.

Por último, antes del inicio de una nueva etapa, debemos preguntarnos dos cosas, la primera es ¿Puedo? Y la segunda ¿Estoy dispuesto a intentar un mayor esfuerzo que el realizado anteriormente?...  Sin la respuesta afirmativa de la primera, no hay segunda consulta. Si en cambio el primer interrogante nos satisface pero no encontramos solución positiva al veredicto siguiente, no nos encaminemos a ninguna acción.  Disfrutemos pacientemente que dimos lo último que teníamos para dar, nuestro propio campeonato. 

 

Diego A. Menino