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Pieza del Mes. Marzo

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RAQUEL SIGÜENZA MARTÍN

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PIEZA DEL MESMARZO 2011

UN MICROMOSAICOINÉDITO DE BARBERI ENEL PALACIO CERRALBO

Días 5, 12, 19 y 26 de Marzo a las 12:30por Raquel Sigüenza Martín

Ventura Rodríguez, 1728008 Madrid

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Objetos de vitrina

Muy acorde con el exquisito gusto de don Enrique de Aguilera y Gamboa, y excelente muestra de la diversidad de sus colecciones, el Museo despliega en sus salas algunas vitrinas en las que se exponen pequeños objetos de artes decorativas. Podemos mencionar desde las delicadas porcelanas de las vitrinas de las Galerías del Piso Principal, hasta los relojes, joyas o camafeos de la denominada Vitrina de Joyas, localizada en la Galería I, conocida también como Galería de Antepasados por reunir toda una serie de retratos familiares. La Vitrina de Joyas custodia una magnífica caja tabaquera de oro francesa, de principios del XIX, decorada con un micromosaico romano del taller de Barberi. Esta pieza ingresó en la colección del Museo formando parte del

Texto: Raquel Sigüenza MartínCoordinación: Cecilia Casas DesantesMaquetación: Gráficas Pedraza © Museo Cerralbo, 2011N.I.P.O. 551-11-001-7

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importancia los artistas musivarios venecianos, que eran requeridos por toda Europa.

Fue así como, en 1578, Gregorio XIII, que ocupaba el solio pontificio desde hacía seis años, hizo llamar a Roma a varios maestros venecianos para que se hicieran cargo de la supervisión de los trabajos en mosaico que se estaban realizando para la basílica de San Pedro del Vaticano. Con esta técnica, más duradera que la pintura, pretendía el pontífice decorar el templo iniciado en 1506 por Julio II. Sin embargo, los procedimientos venecianos daban resultados demasiados brillantes, alejados de los buscados acabados pictóricos, por lo que se irían probando diferentes innovaciones técnicas para lograr el objetivo propuesto. Lo más importante es que se iniciaba así un taller que se asentaría poco a poco y en el que los artistas romanos irían reemplazando a los venecianos, hasta dar lugar al Estudio del Mosaico del Vaticano, organizado como institución permanente en 1727, con Benedicto XIII. Un interesante proyecto que se emprendió en el Estudio fue el que pretendía hacer copias en mosaico de todas las pinturas de San Pedro para poder trasladar éstas a otro lugar y salvarlas así de la humedad, que podía acabar destruyéndolas. Hacia 1770 la mayoría de los retablos de la basílica mostraban ya sus réplicas en mosaico.

Todas estas novedades y, especialmente, el nacimiento del micromosaico, término acuñado por sir Arthur Gilbert, famoso coleccionista de estas piezas, ya en el siglo XX, pudieron darse, en parte, gracias al químico Alessio Mattioli, que en 1731 logró fabricar una pasta vítrea más opaca, el smalti filati, mezclando polvo de travertino, o estuco, con aceite de linaza y los necesarios pigmentos de color, fundidos a una temperatura de 800º aproximadamente. La masa incandescente se trabajaba girándola, de modo que se obtenían

legado testamentario del Marqués, fechado a 17 de agosto de 1922, y ha permanecido inédita hasta ahora.

Mosaicos y micromosaicos

El arte del mosaico se conoce desde la antigüedad, aunque ignoramos la fecha y lugar precisos de su nacimiento. Muchos historiadores apuntan a la zona del Mediterráneo Oriental, con ejemplos como los pavimentos de guijarros hallados en Mira (Mesopotamia), fechados en el 2.000 a. C.; los del siglo IX a. C. que decoraban varios palacios asirios, o aquellos otros de Gordión (Anatolia), del siglo VIII a. C., desde donde pasarían a Occidente a través de Grecia. Otros expertos, en cambio, aseguran que los numerosos pavimentos de cantos rodados, localizados en diversas zonas de Grecia, desde época prehistórica, son pruebas suficientes para ubicar allí su origen (1).

Sea como fuere, los mosaicos están realizados con pequeñas piezas llamadas teselas, fabricadas en materiales duros cuya resistencia se ha convertido, precisamente, en la clave de su éxito a través de los siglos.

Pasada esa primera etapa de génesis del mosaico de la que aún queda mucho por descubrir, Roma logró encumbrar la utilización del mosaico en pavimentos y revestimientos murales, y su legado se transmitió al arte cristiano en su etapa más temprana, para desarrollarse después con gran esplendor en las iglesias bizantinas a partir del siglo VI, aunque en este caso como recubrimiento parietal. Más adelante, la Italia medieval y renacentista mantuvo su utilización en los revestimientos interiores y exteriores de catedrales, adquiriendo una gran

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Estos artistas musivarios trabajaron tanto para clientes particulares de destacado poder económico, como para plateros y joyeros de otros países, que les encargaban pequeñas placas con las que decorar cajitas, tabaqueras, bomboneras, snuff bottles o joyas, mientras que, en su papel al servicio del papado, llevaban a cabo obras como regalo diplomático para monarcas y personalidades importantes, costumbre que ha permanecido viva hasta el día de hoy, como la mesa que el papa Pío IX ofrecería entre 1850 y 1860 a los reyes de Hannover, Jorge V y María, decorada con varios atributos papales en el vástago central y con un micromosaico de flores en la tapa, y que acabaría siendo vendida por Sotheby’s en octubre de 2005. Varios fueron los factores que contribuyeron al éxito inicial del micromosaico en el sector privado, entre los que destacan la cultura neoclásica y el fenómeno del Grand Tour, que dispararon el interés hacia los objetos inspirados en la Antigüedad clásica, o la ocupación napoleónica de Roma (1809-1814), que estimuló el comercio artístico e introdujo innovaciones en el Estudio del Mosaico del Vaticano.

Asuntos y evolución técnica del micromosaico

En cuanto al soporte, los ejemplares más antiguos utilizaban placas de cobre con un borde levantado alrededor de todo su perímetro, pero después también se verán placas redondas, ovales o rectangulares de vidrio opaco (o de color, en el caso de las joyas), o paneles de piedras como el mármol negro de Bélgica, ahuecadas en su centro. Dicho soporte se cubría con un adhesivo de secado lento con una capa de yeso sobre él, en la que se dibujaba con carboncillo el diseño a realizar. Después, se iban reemplazando pequeños trozos de yeso por las teselas de color, siguiendo el dibujo previo, para, una vez que el adhesivo había secado, aplicar pequeños toques

largas varillas filiformes a partir de las cuales se cortaban unas teselas mucho más pequeñas (llegando incluso a tener un ancho inferior al milímetro, frente al centímetro cuadrado de las teselas habituales), con colores mates y una gradación de tonalidades casi infinita. Parece, no obstante, que se trató más del perfeccionamiento de una técnica ya existente que de un verdadero descubrimiento, puesto que los colores opacos se usaban en San Pedro hacia 1600 (2).

Con estas nuevas teselas de diminuto tamaño se podían realizar mosaicos para la venta al público, adornando piezas de mobiliario o joyería, algo que empezó a hacerse a partir del último cuarto del siglo XVIII, cuando el trabajo oficial en el Estudio del Vaticano comenzó a escasear y los maestros necesitaron diversificar sus actividades para ganarse la vida. Se ha venido considerando que Giacomo Raffaelli (1753-1836) fue el artífice del desarrollo de este arte, siendo el primero en celebrar una exposición de micromosaicos en su taller de Roma, en 1775, si bien parece bastante claro que su nacimiento debió producirse algunos años antes, dado que ya existían los materiales y técnicas necesarios.

Mesa con tapa de micromosaico y decoración de emblemas papales, regalo de Pío IX a los reyes de Hannover (Sotheby’s, subasta en el castillo Marienburg, 2005).

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Giacomo Raffaelli firmaba y fechaba en 1801 esta versión de Las palomas de Plinio, en la que se pueden ver claramente las teselas millefiori.

Buscando un mayor naturalismo, con el tiempo las teselas se irán disponiendo en distintos ángulos, no estando siempre alineadas, y plasmando una visión de las figuras en tres cuartos, no sólo frontal o de perfil, para alcanzar el gran logro del modelado escultórico con los mosaicos en grisalla. El máximo ejemplo de esta tendencia es la cabeza de Júpiter de Otricoli firmado y fechado en 1803 por Clemente Ciuli (activo en la primera mitad del siglo XIX) en una cajita para rapé que sería elegida por Antonio Canova como el regalo que Pío VII ofrecería en la coronación de Napoleón Bonaparte en 1804.

En cuanto a la forma de las teselas, éstas evolucionan entre 1790 y 1830 desde las rectangulares o cuadradas hasta aquellas otras irregulares dispuestas en ángulo en vez de en líneas paralelas, y que darían lugar a la aparición de inevitables espacios huecos que se rellenarían con cera del color apropiado, pasando también de las teselas monocromas a las multicolores.

de cera en aquellas partes que hubieran quedado huecas. Finalmente, la superficie se pulía dando un acabado suave y liso a la vista y al tacto (3).

Aunque estos maestros combinaron la plasmación de motivos religiosos y seculares, los micromosaicos más antiguos, de época neoclásica, se caracterizaban por una técnica muy específica (4), que presenta teselas cuadradas u oblongas de un único color cada una de ellas, normalmente dispuestas unas junto a otras en líneas rectas y, a menudo, delimitadas por teselas redondas o de millefiori a modo de borde decorativo. Tienden a tratar asuntos mitológicos, imágenes tomadas de los frescos pompeyanos, así como motivos silueteados contra un fondo en contraste, a lo que se sumó el habitual motivo de las Palomas de Plinio, el mosaico más famoso jamás descubierto. Hoy en los Museos Capitolinos, apareció en 1737 en la villa de Adriano en Tívoli, y copiaba otro anterior descrito por Plinio el Viejo como obra de Sosos de Pérgamo, en el que aparecían varias palomas bebiendo en un recipiente. Se convertiría en uno de los motivos decorativos más repetidos y, al mismo tiempo, por el diminuto tamaño de sus teselas, impulsó el desarrollo del micromosaico.

El mosaico conocido como Las palomas de Plinio sirvió de ejemplo e impulso para el desarrollo del arte del micromosaico.

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como Guido Reni, Claudio de Lorena o Nicolas Poussin, así como aquellos otros que se mantuvieron siempre entre los más buscados, y que plasmaban los monumentos de la antigua Roma, tales como el Coliseo o el Panteón y, en especial, las vistas de San Pedro del Vaticano, basándose muchas veces en grabados como las Vedute di Roma, de Piranesi, y que se utilizaban tanto para placas decorativas como para adornar piezas de joyería.

Por otro lado, desde principios del XIX se hicieron extremadamente populares las imágenes de personajes con trajes tradicionales basadas en la pintura de género, mientras que los retratos, copiados con frecuencia de los ejemplares pictóricos, fueron un privilegio casi exclusivo de los altos dignatarios de la Iglesia y los monarcas. También en este siglo fueron especialmente buscadas las piezas adornadas con escenas de animales, como osos, zorros, aves o perros,

Placa vaticana con cuatro micromosaicos y medalla de Pío IX, regaladapor éste al duque de Osuna y fechada en 1862, (Segre, 2009).

Este micromosaico, firmado por Gioacchino Rossini, presenta un paisajetípico inspirado en Claudio de Lorena, (Christie’s Nueva York, 2006).

Todavía en el XVIII comenzó una moda consistente en encargar mesas con sobres de micromosaico utilizadas como regalos diplomáticos, costumbre que se extendería también en la siguiente centuria. Aunque no se tienen datos muy concretos, parece que entre los ejemplares más tempranos se encuentra una pareja de mesas, hoy en el Museo del Ermitage en San Petersburgo, firmadas por Antonio Mora en 1791, que habrían sido ofrecidas por la condesa Litta a Catalina la Grande. Uno de los grandes especialistas en estas piezas sería Michelangelo Barberi (1787-1867), que ganaría la Gran Medalla del Consejo, único galardón ofrecido por los Estados Pontificios, con El hermoso cielo de Italia, mesa que seguía de cerca, aunque con algunas variaciones, otra diseñada según las especificaciones de Nicolás I. En ella se representan ocho lugares que el zar había visitado junto a la zarina en 1845, con el busto de esta última de perfil en el centro de la tapa (5).

Igualmente, desde el XVIII fueron muy buscados los micromosaicos que reproducían lienzos de grandes maestros

El espacio entre las teselas se rellenaba con cera coloreada, mismo materialque se utiliza para las restauraciones.

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francesa. Este platero marcaba también con el vaso entre los crecientes y únicamente la letra “Q”. Junto a ésta, aparece otra que sabemos que certifica la ley del oro, 18 quilates en este caso, en piezas realizadas en París, y es que, tanto las piezas de oro como las de plata, una vez terminadas, se solían llevar al marcador, quien ensayaba la obra, es decir, comprobaba que contenía la cantidad de material precioso indicada por la legislación vigente. Para ello sacaba una pequeña viruta del metal en un lugar poco visible del objeto, lo que producía una marca característica que se conoce con el nombre de burilada, y que también se puede observar en el lateral izquierdo de la caja del Cerralbo. Una vez se había constatado que la ley era la correcta, se daba fe de ello marcándola. Para un objeto como este resulta natural que no se utilice la pureza máxima del oro, 24 quilates, puesto que las láminas de metal serían tan endebles que no se podría trabajar, y por eso se necesita rebajarla mediante una aleación. Además, en el lateral derecho, en la zona que encaja con la tapa, aparecen tres pequeñas marcas más: una cabeza de gallo, a la izquierda, y dos cabezas de águila mirando a la derecha. La cabeza de gallo a la izquierda, con el pico cerrado, es la marca utilizada entre 1809 y 1819 para los objetos de oro formados por varias piezas. Finalmente, las cabezas de águila a la derecha son garantía de baja ley a partir de 1838 y hasta 1919 en París, año en el que se empezarán a utilizar también en las piezas fabricadas fuera de esta ciudad, en este caso acompañadas de una cifra que indica la ley del metal (7).

Montaje fotográfico en el que podemos observar las diferentes marcasque presenta la tabaquera.

algo que se pudo conseguir aproximadamente desde 1820 gracias al gran virtuosismo de los artífices y a la utilización de unas teselas curvas de múltiples colores, logradas con la misma técnica con la que se obtenía el vidrio millefiori, y que posibilitaban la captación de las diferentes tonalidades de las plumas y el pelaje de los animales. Igual que Clemente Ciuli fue el gran maestro del mosaico monocromo, Antonio Aguatti (muerto en 1846) se convirtió en el principal artífice de figuras de animales, si bien no fue el único.

Caja tabaquera en oro con decoración de micromosaico

Como ya se ha advertido, resultó bastante frecuente que joyeros y plateros encargaran placas de micromosaico romano a los diferentes artistas que trabajaban esta técnica, para decorar con ellos sus propias piezas realizadas en metales preciosos. Tal es el caso de la pequeña caja de oro del Museo Cerralbo, con un micromosaico que representa tres perros en un paisaje.

De origen parisino, y fechada a principios del XIX, está realizada en oro con decoración de esmalte azul, y en la parte superior de la tapa se dispone una placa oval de micromosaico firmado “Barberi”, que presenta tres perros en un paisaje boscoso.

La caja presenta tres grupos de dos marcas que se repiten (6). La primera de ellas es la marca personal del platero Étienne-Alexandre Quinet, registrada en 1803, que se reconoce por un vaso entre dos crecientes lunares en la parte superior y sus iniciales “E. A.” en la zona media y “Q” en la inferior, todo ello inscrito en un rombo, característico de la platería

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clásico y un Perro y gato luchando (8), pero se conocen muchas más obras realizadas en su taller, a las que ahora añadimos ésta localizada en los fondos del Museo Cerralbo.

Al igual que la Alemania del XVIII había sentido predilección por los perros pug o carlinos, tan habituales en la porcelana de Meissen, el gusto decimonónimo, en lo que a demanda de micromosaicos se refiere, tiende especialmente a los spaniel y a los perros de aguas o caniches. Y así aparecen en esta pieza un springer spaniel inglés en el centro, flanqueado por un perro de aguas a la derecha y otro ejemplar, también de caza, a la izquierda. Parece que la composición sigue algún modelo bien conocido en la época, puesto que Aguatti firmaba a principios del 1800 una placa en la que aparecía un caniche exactamente igual, a excepción del pelaje color negro, junto a otro spaniel, en este caso el denominado spaniel del rey Carlos, raza de tamaño inferior, tumbado en la misma postura. No es difícil encontrar otros micromosaicos, de calidades muy diversas, con los mismos animales en posiciones idénticas.

Broche francés (oro y micromosaico) con un spaniel del rey Carlos,atribuible a Giacomo Raffaelli (c. 1810).

La firma “Barberi” del micromosaico se puede encontrar también como “G. Barberi”, como aparece en la caja de oro suiza con marcas de “Mouliné, Bautte et Moynier”, realizada en Ginebra hacia 1840, con micromosaico de un perro de caza tumbado junto a la pieza que acaba de cobrar, o “Gioacchino Barberi”, indistintamente, y responde al taller de este artista, uno de los más grandes representantes del arte del micromosaico.

Gioacchino Barberi (1783- 1857), vivió desde su niñez en contacto con la expresión artística pues su padre, Paolo Emilio Barberi, era pintor, y su tío fue el renombrado caballero Michelangelo Barberi, también artífice musivario de primer orden. Su taller estaba localizado en el nº 99 de Piazza de Spagna, y a su muerte, era reconocido por haber inventado el esmalte negro que se usaba en los fondos de las composiciones tomadas de los frescos hallados en Herculano. Entre sus obras, se conoce una imagen del Foro, un Caniche sentado, un Paisaje

Caja de oro marcada “Mouliné, Bautte et Moynier” (Ginebra, c. 1840)con micromosaico firmado “G. Barberi”, (Christie’s Londres, 2005).

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Barberi utiliza en el pelaje de los tres animales las mencionadas teselas curvadas, aunque también se perciben en otras partes del mosaico, y, para aumentar aún más la dificultad de la pequeña pieza, en lugar de optar por un fondo monocromo, se ha dispuesto un elaborado paisaje en tonalidades pastel, en el que se recorta sobre un cielo surcado por algunas nubes de apariencia ligera, una montaña, algunas edificaciones y un lago, además de los árboles y la zona de vegetación que rodea a los tres canes, un auténtico reto que sólo podía realizarse por un artista que trabajase en el taller de uno de los mejores artistas del micromosaico romano, como era el caso de Barberi.

Aunque no sabemos el modo en que el Marqués se hizo

con esta pieza, que tal vez fuera un regalo, encaja perfectamente con el gusto decimonónico en el que se aprecian los objetos de fumador selectos y suntuosos, especialmente aquellos tan refinados como esta caja con micromosaico, sin duda un signo de distinción que retrataba perfectamente a un personaje de alta alcurnia, culto e interesado en el arte.

Vista frontal de la caja de oro con micromosaicoNº Inv. 02405, cerrada.

Vista en tres cuartos de la caja de oro con micromosaicoNº Inv. 02405, abierta.

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NOTAS

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CARRASCOSA, B. y PASÍES, T.: La conservación y restauración del mosaico, Universidad Politécnica de Valencia, Valencia, 2004, p. 18, n. 3.

FARNETI, M.: Glossario técnico-storico del mosaico, Longo, Ráve-na, 1993, pp. 176 y 177; BRANCHETTI, M. G., Mosaici Minuti Romani, Gangemi, Roma, 2004, p. 9 y RUDOE, J., “Mosaico in Piccolo: Craftsmanship and Virtuosity in Miniature Mosaics”, en GABRIEL, J. H., The Gilbert Collection. Micromosaics, Philip Wil-son, Londres, 2000, p. 28.

MESSURI, E.: “Nascita del micromosaico”, en GRIECO, R., Micromosaici Romani, Gangemi, Roma, 2008, p. 22 y JEANETTE HENISEE, G., op. cit., pp. 11-12.

Para todo lo relativo a la técnica, vid.: RUDOE, J.: op. cit., pp. 27-46.

GABRIEL, J. H.: op. cit, pp. 20 y 22.

Queremos expresar nuestro más sincero agradecimiento a los docto-res Heike Zech y Richard Edgcumbe, del Museo Victoria & Albert de Londres, por la orientación y ayuda prestada, especialmente en lo que respecta a la manufactura de la caja, pero también en lo referido al micromosaico en sí. Igualmente, agradecemos al conservador del Museo Girar-Perregaux, Willy Schweizer, que nos haya atendido y despejado ciertas dudas con tanta amabilidad.

ARMINJON, C., BEAPUIS, J. y BILIMOFF, M.: Dictionnaire des poinçons de fabricants d’ouvrages d’or et d’argent de Paris et de la Seine 1798-1838, Imprimerie Nationale, Paris, 1991, pp. 25-26, 122 y 305; Conseil des musées de Poitou-Charentes, L’évolution des poinçons d’État d’or et d’argent de 1793 à nos jours, [en línea]. http://www.alienor.org/articles/poincons_etat/texte.htm [Consulta: 5 de febrero de 2011].

GABRIEL, J. H.: op. cit., p. 281.

GLOSARIO

Aguatti, Antonio (m. 1846)Artista perteneciente a una dinastía de exitosos maestros musivarios, y gran especialista en animales, su taller creó nuevas formas geométricas y colores para las teselas de los micromosaicos. Entre 1834 y 1846, fue profesor en el Estudio del Mosaico del Vaticano, donde aprendería, entre otros, Michelangelo Barberi.

Barberi, Michelangelo (1787-1867)Probablemente el artista musivario más importante de todo el siglo XIX, utiliza elementos neoclásicos en sus composiciones y sus mesas fueron muy demandadas por los altos estamentos europeos desde 1820.

Ciuli, ClementeActivo en la primera mitad del siglo XIX, fue uno de los maestros musivarios más importantes durante el período de la ocupación napoleónica, sin bien desafortunadamente quedan pocas obras suyas documentadas. Grand TourViaje de formación artística y cultural de moda entre la aristocracia inglesa del siglo XVIII. Con una duración ideal de tres años, los jóvenes, acompañados por sirvientes y un tutor, viajaban hasta Italia a través de Francia, para regresar por Alemania y los Países Bajos. Entre las piezas con las que regresaban a su país como recuerdo se encontraban los micromosaicos, junto con pinturas o grabados.

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MillefioriLiteralmente “mil flores”, se trata de una técnica en la que diferentes varillas de vidrio de color se colocaban verticalmente unas junto a otras y se fundían siguiendo un diseño previo. Después, se presionaban para expulsar el aire que pudiera quedar entre ellas, se reducía la varilla resultante al grosor deseado y se cortaba en rodajas para lograr fragmentos uniformes e iguales entre sí, con lo que se podían crear patrones repetitivos de gran perfección.

Raffaelli, Giacomo (1753-1836)Artista considerado el creador del micromosaico, se cree que su familia era proovedora de smalti (esmaltes) para el Taller del Vaticano y que estudió pintura y escultura desde pequeño. Snuff bottlePequeñas botellas utilizadas en China para contener el tabaco en polvo, de igual manera que en Europa se utilizaban las cajas de rapé, y que pasaron a Occidente, convirtiéndose muy pronto en objetos de colección en ambos mundos.

BIBLIOGRAFÍA

ARMINJON, C., BEAPUIS, J. y BILIMOFF, M.: Dictionnaire des poinçons de fabricants d’ouvrages d’or et d’argent de Paris et de la Seine 1798-1838, Imprimerie Nationale, Paris, 1991.

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BRANCHETTI, M. G.: Mosaici minuti romani, Gangemi, Stampa, Roma, 2004.

CARRASCOSA, B. y PASÍES, T.: La conservación y restauración del mosaico, Universidad Politécnica de Valencia, Valencia, 2004.

CHAVARRÍA, J.: El mosaico, Parramón, Barcelona, 2006.

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GABRIEL, J. H.: The Gilbert Collection. Micromosaics, Phillip Wilson, Londres, 2000.

GRIECO, R.: Micromosaici romani. Roman Micromosaic, Gangemi, Roma, 2008.

MALTESE, C.: Las técnicas artísticas, Cátedra, Madrid, 1997.

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PORTADA. Frontal de la tapa de la pieza 02405. Archivo Digital Museo Cerralbo. Fotógrafo: Ángel Martínez Levas.CONTRAPORTADA. Detalle de la firma en el micromosaico de la pieza 02405. Archivo Digital Museo Cerralbo. Fotógrafo: Ángel Martínez Levas.

Mesa con tapa de micromosaico. http://www.sothebys.com/app/live/lot/LotDetail.jsp?lot_id=4H7ZN (13/05/2009).

Palomas de Plinio. Fotografía de Raquel Sigüenza Martín.

Detalle de micromosaico con palomas. Rudoe, J., “Mosaico in Piccolo: Craftsmanship and Virtuosity in Miniature Mosaics”, en Gabriel, J. H., The Gilbert Collection. Micromosaics, Phillip Wil-son, Londres, 2000, p. 33.

Detalle de teselas. http://www.micromosaics.com/restoration.htm (17/04/2009).

Placa vaticana con micromosaicos. Segre. Artes decorativas. 25 de marzo. Catálogo de la subasta, lote 824, p. 91.

Micromosaico con paisaje. Christie’s. Subasta nº 1650, Nueva York, 20 de abril de 2006, lote 3. Fotografía enviada a través del departa-mento de prensa (24/11/2010).

Detalles de la pieza 02405. Archivo Digital Museo Cerralbo. Fotó-grafo: Ángel Martínez Levas.

Caja de oro y micromosaico. Christie’s. Subasta nº 7101, Londres, 6 de diciembre de 2005, lote 26. Fotografía enviada a través del departamento de prensa (24/11/2010). Agradecemos a Cristiano de Lorenzo y Marta Converso su rapidez y profesionalidad en la atención de nuestras peticiones.

Broche de oro y micromosaico. http://www.hamsheregallery.co.uk/upload/upload_images/586.jpg (18/12/2010).

Vista de la pieza Nº Inv. 02405. Archivo Digital Museo Cerralbo. Fotógrafo: Ángel Martínez Levas.

Vista de la pieza Nº Inv. 02405. Archivo Digital Museo Cerralbo. Fotógrafo: Ángel Martínez Levas.

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