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Violencia en la escuela: Estudio de las percepciones que tienen estudiantes agresores
de la violencia que ejercen en el espacio educativo.
Esta investigación fue realizada entre Noviembre de 2009 y Mayo 2010, se centró en
reflexionar la violencia escolar a partir de cinco estudiantes que ejercen violencia en el
contexto educativo. El propósito fue describir las percepciones de estudiantes que
ejercen violencia escolar a sus compañeros, las circunstancias en que suelen
manifestarse los actos de acoso y las manifestaciones de violencia y agresividad que se
desarrollan en el contexto educativo.
El enfoque metodológico es básicamente uno de interpretación cualitativa, en la
medida que el instrumento central para el levantamiento de información corresponde
al uso de una micro etnografía, esto es, entrevistas en profundidad con preguntas
abiertas. Esta modalidad de investigación es, por lo pronto, un instrumento cualitativo
apropiado, cuando se trata de rescatar información, construir conocimiento y teorizar
a partir de la descripción de problemas de la realidad social.
Pregunta de investigación: ¿Cuál es la percepción que tienen cinco estudiantes
agresores de la violencia que ejercen sobre compañeros de la Escuela Padre Hurtado
de la Fundación Educacional Súmate, área de educación del Hogar de Cristo? Supuesto
investigativo: Los estudiantes que ejercen violencia escolar sobre compañeros,
reproducen en la escuela la agresividad física, psicológica y verbal vivenciada en la
familia y espacio local, de esta forma encuentran en la violencia una cultura que
resuelve conflictos, entretiene, los visibiliza y reafirma la imagen dañada.
Justificación de la investigación: Investigar las violencias escolares a partir de cinco
estudiantes agresores, tiene como motivación profundizar en cuatro enfoques teóricos
que abordan el problema de investigación, a partir de los cuales se espera avanzar en
el conocimiento disponible sobre las violencias en contextos educativos. A saber, el
enfoque basado en competencias y pensamiento complejo; el enfoque terapéutico
educativo de proceso de Fischer-Hoffman, el que plantea que la complejidad presente
en niños y jóvenes maltratados por padres y/o adultos responsables puede ser
revertido consiguiendo la integración del padre, la madre y el hijo dentro de un sujeto;
el enfoque de derechos que postula la entrega de poder, participación y
responsabilidades a los estudiantes, haciéndolos partícipes y constructores del espacio
escuela y, el enfoque de la resiliencia, el cual señala que las escuelas son espacios
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claves para que los sujetos desarrollen la capacidad de sobreponerse a la adversidad,
se adapten a las presiones y problemas que enfrentan y adquieran las competencias
sociales, académicas y vocacionales, necesarias para salir adelante.
De igual manera, esta investigación tuvo también como motivación, una justificación
práctica, en el sentido, de aportar al clima de la organización educativa, en la medida
que entrega pistas y sugerencias para reducir situaciones de violencia en el contexto
escolar. Diseño de la investigación: el diseño de la investigación se basó en el
paradigma1 y/o enfoque interpretativo y cualitativo, a través de una micro etnografía,
como método de investigación cualitativo, ya que, se presentó como una forma
específica de conocimiento y comprensión de grupos humanos y como medio eficiente
para la obtención de conocimientos nuevos con relación a una práctica social y cultura
organizacional determinada (Bengoa, 1999). Conclusiones: en general la mirada que
tienen o, su percepción, es que lo que realizan no es violencia, sino “bromas”, para
divertirse un rato y que, en ocasiones se aprovechan de los demás. En este sentido,
biografías complejas tienden a no visualizar las situaciones de acoso como agresiones,
sino sólo como diversión, porque no implican “golpes de verdad”, es decir, si la pelea
es de verdad, o sea, a combos, se está en presencia de violencia escolar, cuando
alguien queda gravemente herido físicamente o, se pelea con armas blancas y/o de
fuego, al respecto señalan dos informantes: “cuando sacan cuchillas en la escuela, pero
aquí no, violenta, violenta no, casi violenta no má’ po’, como cuando se enojan”, “es
que tanta violencia así cuática no hay”, “pegarse es un juego, no es un mal trato, no es
como pelea, es un juego no má’, ahh, tirarlo a la basura, hacerles la camotera al otro”.
Sin embargo, las acciones que realizan estudiantes agresores son manifestaciones de
violencia, porque lo que ejercen grupalmente, independiente que lo verbalizan como
juego, implica agredir, anular e invisibilizar al otro, no respetándose sus derechos o
como plantea Maturana (1997), la violencia escolar es un fenómeno cultural que se
constituye en la anulación, subyugación y derrota del otro. En efecto, si un estudiante
no se acepta y respeta así mismo, no puede aceptar y respetar al otro. Temerá,
envidiará o despreciará a otros seres humanos, aspecto que está a la base de toda
agresión o acción violenta. De igual manera, “bromas” o “juegos” como el pasillo
1 Siguiendo a Kuhn, se entenderá por paradigma a una concepción general del objeto de estudio de una ciencia, de los
problemas que deben estudiarse, del método que debe emplearse en la investigación y de las formas de explicar,
interpretar o comprender, según el caso, los resultados obtenidos por la investigación.
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oscuro que consiste en taparle la cabeza a los compañeros para golpearlos y que el
afectado no se de cuenta de quién lo agredió, las “luchas libres”, “dárselas de malos” y
reírse un rato, “el perdido” o quitarle cosas u objetos a compañeros como gorros,
celulares y pasárselo a otros amigos del informante, haciéndole creer al afectado o
víctima que el objeto se ha perdido, porque mientras se lo pide a uno, él ya se lo está
pasando o se lo pasó a otro estudiante del grupo acosador. Estas acciones de acoso
dan cuenta del daño y complejidad psicosocial que presentan los estudiantes
agresores y donde realizan las acciones por considerarse “un sujeto malo”. En este
sentido, a los informantes sólo le queda para poder sentirse sujetos o afirmarse a algo,
el presentar una postura o actitud de “malos”, aspecto que lo han internalizado en su
estructura psíquica y es lo que lleva a movilizarlos y sobrevivir, aspecto relacionado
con la ausencia de asertividad, desesperanza aprendida, ausencia de futuro y de
proyecto vital: “no sé tengo una mente mala, no sé”, “se me viene así a la mente y no
la pienso, llego de malo no má’, la mente me lleva pa’ allá’”. Al respecto De La Plaza
(2008) señala que la violencia de estudiantes tiene su raíz en la falta de asertividad, lo
que provoca sensaciones de angustia, impotencia, rabia, depresión, inseguridad y
agresividad consigo mismo y hacia los demás. Las profecías auto-cumplidas en tanto
pensamientos o ideas irracionales acompañan a los sujetos carentes de asertividad. Se
caracterizan por asumir y decir frases como “nunca podré cambiar”, “así soy no hay
vuelta que darle”, “yo soy malo”, “nadie me quiere”. Son efecto ideas tremendamente
castigadoras y dañinas para las personas porque generan desesperanza.
En este contexto es clave a partir del relato de los informantes, que la escuela gestione
instancias educativas de auto conocimiento y de “darse cuenta” de sus acciones, como
también, espacios y procesos de aprendizaje que promueven el buen trato, la auto
estima y autonomía en la organización educativa para potenciar estudiantes asertivos.
Si estos aspectos son materializados en la escuela, la violencia escolar podría ser
disminuida. En la medida que el estudiante siente que se cree en él y que se está
preocupado por su proceso educativo y de vida, él comenzará a creer en sí mismo y sus
capacidades. Otra circunstancia y expresión de violencia en la escuela es que éstas
sean producto de “cahuines” y son en general las que generan acciones de violencia
donde se ven involucrados estudiantes, como lo plantea uno de los informantes:
“traen cahuines y yo le converso algo y después que ellas se los llevan a otros cabros,
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otros cahuines más, que eran puras mentiras no má’, puros cahuines que querían que
me hicieran pelear”. Este aspecto es interesante en el sentido que el estudiante
agresivo tiende a ser “utilizado” por otros compañeros para verlos pelear y agredirse
con otros. En la medida que el informante tiene baja auto estima y ausencia de
asertividad, tiende a considerar de sobremanera lo que le dicen los otros, no conversa
situaciones poco claras y se trenza a golpes. Este punto podría ser profundizado en una
futura investigación sobre el “cahuín” y su incidencia en la violencia escolar. De igual
manera, cuando estudiantes victimarios agreden a compañeros de escuela más
grandes o de mayor edad, no lo consideran negativo o grave, al contrario es una
práctica válida. Esto de alguna manera, sería una especie de transferencia o “forma de
justicia reparatoria” por lo que vivenciaron estudiantes agresores cuando eran más
pequeños y fueron agredidos por compañeros más grandes, así lo plantean: “mejor
pegarle a los más grandes, los chicos me dan lata, porque cuando chico me pegaban
los grandes, por eso no má’”, “es fome, porque no sé, se siente fome, cuando te
molestan te dan ganas de llorar y decir cualquier día voy a ser grande y le voy a pegar,
devolviendo la mano no má’”. Todo lo que se hace actualmente, como acciones de
violencia escolar, se basan en la historia aprendida, pero más aún en la historia y
experiencias vividas (Halbwachs, 2004). De igual manera, serán incapaces de aceptar
sus emociones, aceptarse a sí mismos y a los demás, buscarán en otros a los
responsables de su sus sufrimientos, descargando su violencia y agresividad (Abarca,
2004). Vinculado con la descripción de las circunstancias en que suelen manifestarse
los actos de acoso o violencia escolar y su forma de expresión o manifestación. Los
informantes señalaron también, que éstas se presentan y desarrollan cuando están
aburridos en la sala y se manifiesta cuando comienzan a molestar a compañeros,
como refiere el informante 1: “ir a molestar a los compañeros, cuando los profes hacen
muchas tareas y a veces hago un poco y después me aburro, cuando hay que escribir y
ahí me paro. Pa’ que expliquen, que hablen, porque el profe todo el día escribe,
escribe”. O como lo señala el informante 4: “Tirar papeles, me meto en la volá, pa’
reírme no má’, por reírme”. También, dentro de este contexto existen “bromas” que
realizan sujetos de investigación a docentes como “lesear al tío ahí me pongo a lesear
un rato”. Este planteamiento o “especie” de queja por parte de informantes y
justificación de molestar a compañeros y docentes, tendría su raíz en la ausencia de
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metodologías activo-participativas, descontextualización y poca pertinencia de los
contenidos a la realidad social y cultural de los estudiantes. Claudio Naranjo (2007)
señala que la indisciplina escolar es un fenómeno reactivo o especie de huelga contra
la inutilidad que visualizan en la educación y sus contenidos, por ser poco pertinentes,
significativos y que, no les permite enfrentar sus problemas reales.
En consecuencia, no se percibe el abusar o maltratar como algo violento, sino como
un juego y diversión. Amerita reflexionar este punto. Si un sujeto ha sido agredido
desde pequeño en su entorno familiar como lo señala uno de los informantes “mi tío
Carlos, ése la lleva, él pone el orden, siempre pone orden. Ese es maldito, maldito con
la volá’, mucho golpe, si es maldito, todavía sigue siendo así, pega con un palo, brígido
tiene que ser (…)”. Por lo tanto, un sujeto que ha sido maltratado en la infancia por
compañeros de escuela mayores y, ha presenciado de manera recurrente violencia en
su contexto barrial, claramente lo que desarrolla en tanto interacciones
intersubjetivas con compañeros de escuela no las considerará violentas, pero sí las
visualizará o percibe como un juego en que sólo en ocasiones se les “pasa la mano”.
Ante enfrentamientos armados en población, quitadas de drogas y violencia entre
pandillas, claramente una agresión verbal o física en la escuela no será percibida como
violenta. Al respecto uno de los informantes señala en relación con la violencia en el
contexto barrial: “a pelea no má’, al toque puñalá’, balazo, muere uno o muere el otro,
es la del finao’ no má’, se gana o pierde”. En este sentido, los sujetos violentos son
personas a quiénes no se les entregó afecto, contención y acompañamiento,
parafraseando a Holzapfel (1999), los abandonó el amor o, siguiendo las reflexiones
de Blumer (2000), la violencia es un producto social que surge de la interacción, es
decir, la violencia como tal es aprendida de otras personas, es por tanto, una forma de
ver la vida y el “mundo”. También, dentro de lo narrado por los estudiantes agresores,
señalan que, cuando un estudiante acosado les dice que no está “jugando” con ellos lo
dejan de molestar, pero que el estudiante que se queda callado y no dice nada es al
que continúan “bromeando” o acosando de manera recurrente: “hay algunos
porsupuesto que los van a molestarlos y les dicen oye no me molestí, porque no estoy
jugando contigo y ya, ya a ese no lo molestamos más, pero al otro que lo vamos a
molestar y no dice ná’, se quedan callados, después todos van a molestarlo”. Este
aspecto resulta relevante, ya que el estudiante agresor en la medida que su víctima no
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denuncia, se genera la impunidad en su accionar violento. Por lo tanto, en la escuela
se debe promover la denuncia para intervenir en casos de acoso y ayudar al
estudiante víctima y victimario, esto al alero de los subsectores de aprendizaje, más el
acompañamiento del docente como tutor se pueden generar e instalar espacios de
reflexión y acción para que estudiantes comprendan que los acosos, agresiones, la
“travesura” y “juegos” son una forma de maltrato hacia otros.
Otra dimensión recurrente en el relato de los informantes dice relación con los juegos
que realizan en la escuela. Les agradan los juegos violentos como el 25, pasillo
escondido u oscuro. El 25 que se caracteriza por una serie de etapas y pases que
tienen como objetivo llegar al 25, porque si se logra hacer el número señalado hay que
pegarle violentamente patadas al que pierde, en cualquier parte del cuerpo, llegar a
este “estadio” sería el clímax del juego y por ende su sentido , como lo plantea uno de
los informantes: “se juega tanto porque si se hace el 25 hay que pegarle patás’ al que
pierde y pegarle lo más fuerte al que perdió y donde sea”. Es un juego grupal que de
alguna manera los autorregula pese a su grado de violencia. Vale decir, este “juego”
evita grados o niveles de violencia más graves en la escuela, en la medida que el juego
los hace botar energía acumulada y se reconocen dentro del juego, interactuando
estudiantes agresivos con jóvenes menos violentos. Si el enfoque de reducción de
daños plantea que un comportamiento o conducta negativa puede ir disminuyéndose,
a partir de la regulación de este juego se pueden ir reduciendo los niveles de agresión
y violencia en la escuela. En la medida que este “juego” es una derivación del baby
fútbol, desde su autorregulación por parte de un adulto como especie de árbitro,
demanda por parte de uno de los informantes “que se siga jugando, pero que
advirtieran antes que si se va a jugar no anden pegando fuerte”; debiese volver a
encauzarse como un partido de baby fútbol con sus reglas y límites. Existe también el
“juego” conocido como el pasillo escondido: se trata de que pasa alguien y los demás
compañeros se le tiran encima para golpearlo o le colocan un polerón en la cabeza
para agredirlo. En consecuencia, hasta en las formas de diversión se encuentra
presente la violencia como forma de interacción intersubjetiva. En los informantes
existe unanimidad en visualizar que el rayado de las murallas tiene relación con un
afán de adquirir cierta fama o connotación y darse a conocer como grupo y sujetos
parte de un grupo juvenil, es decir, que los demás les reconozcan, valoren y respeten:
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“es que como mostrarse más, a los otros que tu piño está más conocío’”. Es en efecto,
dejar sus señales y huellas a otros a modo de “trascender” o permanecer en el tiempo,
transformarse en los que más importancia tendrían en el colegio a través de su graffiti
o rayado. Es decir, claman por ser escuchados, reconocidos y valorados. De igual
manera, existiría un cierto fin territorial, en el sentido de plantear que en ese lugar “la
llevan” o tienen incidencia él y su grupo. Resulta interesante la opinión de uno de los
informantes con relación a la responsabilidad que debiesen asumir los estudiantes que
dañan la infraestructura y hacerse cargo del daño al material pedagógico: “a los que
dañan el material deportivo deberían pagarlo”. En general las organizaciones
educativas que intervienen en sectores vulnerables como la Escuela Básica Padre
Hurtado, tienden a una cierta radicalización en lo que a inclusión se refiere vinculado al
enfoque de derechos, transitando desde la justicia al “perdonazo” total, lo que se
acerca de alguna manera a un cierto asistencialismo y no potenciar en la escuela la
justicia educativa reparatoria y restaurativa. Dentro de las manifestaciones de
violencia y sus circunstancias, dos elementos a destacar, primero, que uno de los
informantes se alegre y encuentre divertido ver el sufrimiento de los compañeros que
agrede, por lo tanto, preocupante y peligroso resulta que un joven de 14 años se
alegre y divierta con el sufrimiento y agresiones que ejerce hacia sus compañeros,
como el informante 1: “tirándoles pelotas en las cabezas, pa’ que les duela, porque
quedan en vergüenza, todos se ríen de ellos y es como rico”. Otro aspecto necesario de
destacar, dice relación con la frágil “amistad” entre estudiantes agresores, la
interacción no se basa en el respeto, aceptación y valoración por el otro, al contrario,
manifiestan molestia y una cierta pugna por liderar en tanto estudiantes agresores en
la escuela: “que a veces tratan de ser más que otro, y le echan la añiñá a uno”, “muy
picao’ a choro (a malo o ladrón), quieren encontrar problemas en todos laos’, no má,
así como son el búho es picao’, el chico piloto, el nacho, pero nunca más allá hemos
pelao’”. Recomendaciones o sugerencias: La escuela debe intervenir al alero de los
siguientes enfoques para reducir los niveles de violencias y agresividades. Primero,
implementar en la escuela el pensamiento complejo, reconocer las diferencias y
particularidades. Que las causas y efectos no están claramente delimitados, donde
conviven la continuidad y el cambio. Reconocer la irregularidad en los procesos y
analizarlos cualitativa y cuantitativamente. Reconocimiento del proyecto ético de
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estudiantes y docentes de la escuela. Como también, reconocer la multi-complejidad
de los procesos sociales. Aspectos que deben estar presentes en toda formación
basada en competencias como lo plantea el profesor Sergio Tobón. Segundo, la
escuela debe intervenir utilizando el enfoque de derechos como un camino para
reducir la violencia escolar, en el sentido, que todos los miembros de una comunidad
tienen derechos que permiten convivir y ser respetados, pero que van acompañados
de deberes. Por tanto, en las escuelas se deben conformar consejos de convivencia
escolar, formados por docentes, estudiantes y apoderados, para que elaboren políticas
para reducir la violencia escolar, instalar protocolos disciplinarios y graduar las faltas
para sancionarlas. Tercero, el enfoque terapéutico educativo de Proceso de Fischer-
Hoffman, que plantea que la complejidad que se presenta en niños y jóvenes
maltratados por padres y/o adultos responsables puede ser revertido consiguiendo la
integración del padre, la madre y el hijo dentro de un sujeto. Este enfoque permite
armonizar el cuerpo, las emociones, el intelecto y el espíritu de una persona, por lo
tanto, se sugiere implementarlo en la escuela. Cuarto, el enfoque de construcción de
resiliencia en la escuela, permite crear ambientes de menos agresividad en el contexto
educativo. Donde el docente tiene una actitud constructora de resiliencia, donde
transmiten esperanza y optimismo a los estudiantes con frases como “creo que puedes
lograrlo; están en condiciones más que en riesgo”. Quinto, el docente debiese
transformarse en un investigador experto en infancias y juventudes: conocer y
comprender historias de vida, sus construcciones de identidades, sus formas de
agrupamiento, discursos, intereses y su cultura. Para que su rol de mediador en el
aprendizaje sea algo concreto, pertinente, significativo y con proyección pedagógica,
para reducir cuadros de violencia en la escuela y, a partir de la realidad socio cultural
del estudiante contextualizar contenidos y fomentar una cultura de la paz, de respeto
a los derechos humanos y una política de buenos tratos en la organización educativa.
Lo que se traducirá en aprendizajes de calidad. Finalmente, reducir la violencia escolar,
parafraseando una máxima africana, debe ser una preocupación de toda la aldea. Por
lo tanto, si no se elabora e implementa una política pública y de país al respecto, el
fenómeno de la violencia seguirá complejizando a la organización educativa, al proceso
escolar, a las familias y su entorno, pero en especial a estudiantes. No se debe olvidar
que todo lo que construye la sociedad, para bien o para mal, impacta en los sujetos.