sentido reivindicador de una dimensiÓn vinculante en …

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31 ANÁLISIS. VOL. XVI, NÚM. 1 (2015-2016) SENTIDO REIVINDICADOR DE UNA DIMENSIÓN VINCULANTE EN LA FORMACIÓN EN TRABAJO SOCIAL Eduardo J. Zavala-Mendoza 1 Resumen Este artículo señala lo necesario y pertinente que se convierte el repensar e interpelar hacia una noción de “desarrollo” -como elemento vinculante- a partir de una teorización crítica e integradora originada desde la formación del Trabajo Social. Con ello, se comprende que apelar a su significación e implicancia para la profesión, supone aludir a un proceso más amplio que referirse al mero crecimiento económico como determinante o plataforma contenedora. Así, esta mirada parece encontrar oportunidad de realización en la esfera política, vista como aquella ocupación que es desarrollada con la conciencia del “nosotros/as” en interés de una determinada integración. Esto, generalmente ocurre mediante la política social. Entonces, hay política porque ningún orden social está basado en la naturaleza; así, la ausencia de orden social es lo que la hace posible, pues es el litigio por la visibilidad de la parte que no tiene parte dentro del todo comunitario. Esto representa un reto para la profesión de trabajo social. No obstante, se requiere la construcción de políticas académicas que insten a un giro epistémico y ontológico crítico hacia la complejidad y la problematización. Se deben crear nuevas cartografías de pensamiento y expandir la reflexión hacia otras interrogantes desde la vita contemplativa y vita activa. De igual forma, se insta a formar profesionales intelectuales a través de la politización de la formación, en el fomento del liderazgo, generación de la capacidad de asombro en el descentramiento del sujeto 2 y en consideración de las múltiples manifestaciones que se derivan de las auténticas experiencias del yo pensante. [Palabras clave: trabajo social, desarrollo, formación política e intelectual, política social, sociedad-Estado-mercado, com-plejidad, trans-inter-poli]. Abstract This article points out the need and relevance of rethinking and questioning the notion of “development” – as a binding element- from a critical and integrationist theorizing, that come from the Social Work education. It aims to appeal to its meaning and implications for the profession; it alludes to a broader process than referring to a mere economic growth as the determiner or ground basis. This view tries to find an opportunity for realization in the political sphere, seen as the occupation that is developed with the consciousness of “the collective” in the interest of a certain integration. This usually occurs through social policy. Thus, the policy exists because no social order is based on nature; hence, the absence of social order is what makes it possible, because it is the dispute over visibility of the part that has no part within the whole community. This represents an enormous challenge for the Social Work profession. However, the construction of academic policies that bring an epistemic and ontological critical turn on complexity and problematization, require to create new thinking maps and expand the reflection toward other conundrums from the vita contemplative and vita activa. Similarly, it urges to educate intellectual professionals through the politicization of the education, encouragement of leadership and recapture of the capacity to be astonished in decentration of the subject, and consideration of the multiple manifestations derived from the authentic experiences of thinking ego´s. [Keywords: social work, development, intellectual and political education/formation, social policy, society-state-market, complexity, trans-inter-poli]. 1 Estudiante del Programa Doctoral de la Escuela Graduada de Trabajo Social, Recinto de Río Piedras, Universidad de Puerto Rico. 2 Comte, Marx, Nietzsche y Freud descentraron el sujeto kantiano e iniciaron el pluralismo contemporáneo: el sujeto está envuelto por la sociedad (Comte), por la infraestructura económica (Marx), por la voluntad de poder (Nietzsche: “El yo se ha vuelto fábula, ficción, juego de palabras” según El ocaso de los ídolos), por la catexis libidinal (Freud); más tarde por las estructuras lingüísticas (Lévi Strauss), por las nueva tecnologías (Baudrillard); la relación ética cara-a-cara (Levinas)… brought to you by CORE View metadata, citation and similar papers at core.ac.uk provided by Portal de Revistas Académicas Universidad de Puerto Rico

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31ANÁLISIS. VOL. XVI, NÚM. 1 (2015-2016)

SENTIDO REIVINDICADOR DE UNA DIMENSIÓN VINCULANTE EN LA FORMACIÓN EN TRABAJO SOCIAL

Eduardo J. Zavala-Mendoza1

ResumenEste artículo señala lo necesario y pertinente que se convierte el repensar e interpelar hacia una noción de “desarrollo” -como elemento vinculante- a partir de una teorización crítica e integradora originada desde la formación del Trabajo Social. Con ello, se comprende que apelar a su significación e implicancia para la profesión, supone aludir a un proceso más amplio que referirse al mero crecimiento económico como determinante o plataforma contenedora. Así, esta mirada parece encontrar oportunidad de realización en la esfera política, vista como aquella ocupación que es desarrollada con la conciencia del “nosotros/as” en interés de una determinada integración. Esto, generalmente ocurre mediante la política social. Entonces, hay política porque ningún orden social está basado en la naturaleza; así, la ausencia de orden social es lo que la hace posible, pues es el litigio por la visibilidad de la parte que no tiene parte dentro del todo comunitario. Esto representa un reto para la profesión de trabajo social. No obstante, se requiere la construcción de políticas académicas que insten a un giro epistémico y ontológico crítico hacia la complejidad y la problematización. Se deben crear nuevas cartografías de pensamiento y expandir la reflexión hacia otras interrogantes desde la vita contemplativa y vita activa. De igual forma, se insta a formar profesionales intelectuales a través de la politización de la formación, en el fomento del liderazgo, generación de la capacidad de asombro en el descentramiento del sujeto2 y en consideración de las múltiples manifestaciones que se derivan de las auténticas experiencias del yo pensante. [Palabras clave: trabajo social, desarrollo, formación política e intelectual, política social, sociedad-Estado-mercado, com-plejidad, trans-inter-poli].AbstractThis article points out the need and relevance of rethinking and questioning the notion of “development” – as a binding element- from a critical and integrationist theorizing, that come from the Social Work education. It aims to appeal to its meaning and implications for the profession; it alludes to a broader process than referring to a mere economic growth as the determiner or ground basis. This view tries to find an opportunity for realization in the political sphere, seen as the occupation that is developed with the consciousness of “the collective” in the interest of a certain integration. This usually occurs through social policy. Thus, the policy exists because no social order is based on nature; hence, the absence of social order is what makes it possible, because it is the dispute over visibility of the part that has no part within the whole community. This represents an enormous challenge for the Social Work profession. However, the construction of academic policies that bring an epistemic and ontological critical turn on complexity and problematization, require to create new thinking maps and expand the reflection toward other conundrums from the vita contemplative and vita activa. Similarly, it urges to educate intellectual professionals through the politicization of the education, encouragement of leadership and recapture of the capacity to be astonished in decentration of the subject, and consideration of the multiple manifestations derived from the authentic experiences of thinking ego´s. [Keywords: social work, development, intellectual and political education/formation, social policy, society-state-market, complexity, trans-inter-poli].

1 Estudiante del Programa Doctoral de la Escuela Graduada de Trabajo Social, Recinto de Río Piedras, Universidad de Puerto Rico. 2 Comte, Marx, Nietzsche y Freud descentraron el sujeto kantiano e iniciaron el pluralismo contemporáneo: el sujeto está envuelto por la sociedad (Comte), por la infraestructura económica (Marx), por la voluntad de poder (Nietzsche: “El yo se ha vuelto fábula, ficción, juego de palabras” según El ocaso de los ídolos), por la catexis libidinal (Freud); más tarde por las estructuras lingüísticas (Lévi Strauss), por las nueva tecnologías (Baudrillard); la relación ética cara-a-cara (Levinas)…

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Exposición e indicación preliminar de la propuesta teórica-metodológica. La ubicación teórico-metodológica que aquí se esboza, es a partir de dos ejes conceptuales, principalmente. Este dueto posibilita la articulación y un encuentro de pluralidad analítica de lo que acá se propone, los que en cierta medida se refuerzan entre sí. Dicha mirada emprende un esfuerzo que aspira a proponer elementos que contribuyan a superar las limitaciones de las que Barraza (2003) postuló como perspectivas metateóricas imperantes. Esto cobra mayor sentido cuanto se retoma la invitación reflexiva sobre cuán importante se torna generar formas adicionales de acercamientos teóricos y metodológicos. Ya que las usadas con frecuencia son insuficientes e inconsistentes para nombrar las contradicciones y tensiones que se evidencian en el ámbito de acción y reflexión en el campo académico y profesional (Matus, 2001).

El primer eje teórico se constituye a través de las teorías críticas. Desde esta perspectiva, la expansión y quiebre de un constructo acotado de “desarrollo” se posibilita mediante la visión dialéctica e histórica. De igual forma, permite generar una teorización crítica y propositiva con miras de un giro epistémico y ontológico, puesto que la tarea de estudio y reflexión no se debe resumir exclusivamente a un conjunto de contenidos determinados que se reproducen dogmáticamente (Kozlarek, 1997). En otras palabras, se debe entender mucho más como una “actitud de hacer teoría” (Dubiel, 1993, p. 62). Así, el análisis relacional entre la Sociedad-Estado-Mercado requiere de una problematización crítica desde sus propias tensiones y encuentros que se producen en la denominada “cuestión social3” (Iamamoto, 1992). Entonces, el marco analítico a utilizar debe propiciar una teorización renovada y contenedora de elementos que las variantes o enfoques clásicos no han contemplado. Oportunamente se favorecerá la reflexividad del pensamiento y una dimensión crítica desde su conjunción –congruente– nutrida por la sociología, economía, psicoanálisis, filosofía y antropología, principalmente (Boulesis, 2015). Es así, que en la diversa ubicación-temporalidad, la observación desde lo contemplativo y activo surge. Finalmente, es a partir de las teorías críticas que se abre paso a la utilización adicional en este artículo de ciertos elementos postestructuralistas e emancipatorios.

El segundo eje que se considera es lo vertido desde la teoría de la complejidad. La tarea que atañe a la creación de nuevas cartografías de pensamiento y de naturaleza trans-inter-poli disciplinaria y/o profesional confluye hacia lo complejo.

Nutre la oportunidad de un acercamiento de lo constitutivo y articulado en los discursos, en el “pensar el hacer”, en los procesos de construcción de observaciones y en las diversas metodologías de acción cotidiana (Yáñez, 2013). A su vez, enuncia no solo una visión integral de la realidad contextualizada, sino que también, requiere la propia revisión de la participación e involucramiento del profesional en las decisiones sociales, económicas y políticas que competen en las condiciones ciudadanas, geográficas, culturales, éticas, políticas y gremiales (Arias & Peralta, 2011). O sea, posibilita la potenciación de las capacidades intelectuales y ciudadanas del profesional del trabajo social frente a los desafíos de lo global, transversal y multidisciplinario.

En este sentido, Morín (1994) estableció que complejidad es “un tejido de constituyentes heterogéneos inseparablemente asociados: presenta la paradoja de lo uno y lo múltiple. Es tejido de eventos, acciones, interacciones, retroacciones, determinaciones, azares que constituyen nuestro mundo. Presenta los rasgos de la ambigüedad, la incertidumbre” (p.32). Con ello se permite la integración de las “realidades negadas” por enfoques ortodoxos. De forma complementaría, De Almeida (2008) argumentó que:

Se trata de un método capaz de absorber, convivir y dialogar con la incertidumbre; de tratar sobre la recursividad y la dialógica que mueven los sistemas complejos [...] de introducir al sujeto en el conocimiento, al observador en la realidad; de reconectar, sin fundir, ciencia, arte, filosofía y espiritualidad, así como vida e ideas, ética y estética, ciencia y política, saber y hacer. (p. 21)En resumen, la visión crítica que acá se expone debe ser desde un pensamiento complejo,

3 Iamamoto, definió la “cuestión social” como:No es otra cosa que expresiones del proceso de desarrollo de la clase obrera y de su ingreso en el escenario político de la socie-dad, exigiendo su reconocimiento como clase por parte del empresariado y del Estado. Es la manifestación en el cotidiano de la vida social, de la contradicción entre el proletariado y la burguesía, la cual pasa a exigir otros tipos de intervención, más allá de la caridad y la represión (1992, pp.91-92).

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al punto de que la complejidad misma, como proyecto de ampliación de las capacidades intelectuales del humano, permita facilitar procesos y transformar nuestro entorno desde la mirada pluridimensional, transcultural y emancipada. Los ejes anteriormente establecidos conjugan un punto de intersección que encarna, sitúa y

concretiza: una mediación entre lo ético y político respecto a la formación propia del trabajo social y de las ciencias sociales en general. O sea, hay una tarea hologramática propia del pensamiento crítico y complejo innovador y aportador a una situación agravada de las personas excluidas, marginadas y oprimidas. Esto se expande tanto en el contexto de América Latina y el Caribe, como en el globo entero; así también, en lo producido a partir de la ideología hegemónica y de un sistema mundo capitalista-moderno/colonial.

Así, la construcción de lineamientos desde este enfoque vislumbra una distancia cada vez más reducida entre las diversas ubicaciones del pensum y practicum respecto a los elementos propios de la formación académica y profesional en lo ético, político y liderazgo. Para efectos posteriores, se comprende la formación profesional como:

Un proceso continuo y constituyente de los elementos configuradores del hecho real del Trabajo Social. Incluye tanto lo que capacita y califica a los estudiantes en cuanto a las diversas formas del ejercicio profesional, a la presencia compleja de los usuarios de esta profesión, la actuación de los niveles profesionales propios de este campo, las influencias sociales contextuales y específicamente lo político y económico, la investigación y los mecanismos organizadores de la producción de conocimientos científicos; en fin, la dinámica de interacción entre todos ellos que da coherencia y unidad al proceso de la formación profesional4. (Tobón, 1983, p.2).De igual forma, la noción de formación ha recibido influencias por las rupturas teóricas iniciadas

desde el movimiento de reconceptualización latinoamericano, añadiendo aspectos relacionados a “la comprensión de las `problemáticas sociales´ hacia las manifestaciones de `la cuestión social´; la relación política social con los derechos humanos y la ciudadanía; y el debate teórico-metodológico-ético político” (Alayón & Molina, 2007, p. 37). A esto se agregan argumentaciones de Scannone (2009), quien insta a generar una contribución académica y política desde la perspectiva de las víctimas de la injusticia, violencia y exclusión a través de lo interdisciplinar, relacionador y crítico.

IntroducciónEl pensamiento lineal, aislado y ahistórico que da corporalidad y guía a la formación académica

y profesional del Trabajo Social, originado desde el vertex secular y a partir de una plataforma científica, parece evidenciar algún tipo de resistencia en diversos temas. El presente escrito, sostiene que no es posible suponer automáticamente que es desde el racionalismo moderno que se logrará un momentum situado y consciente sobre la significancia del “desarrollo”, de sus tensiones, de la funcionalidad de la política social y de sus implicancias en el pensum y practicum del Trabajo Social, no sin antes someterse a un proceso de teorización crítica y reflexiva desde lo cotidiano.

Es así, que se pretende dilucidar y exponer asuntos, los que vinculados al tema de desarrollo, invitan inherentemente a buscar un acercamiento alterno. Se insta a emplazarse frente a las implicancias que lo anterior conllevaría en la formación del profesional del Trabajo Social5. Esto resulta en una invitación tácita que exhorta a trascender y no sucumbir ante las aparentes “delicias teóricas” o “encantos de lógicas” que reproducen los esquemas de dominación. Tal y como Nietzsche afirmara que “las verdades son ilusiones que hemos olvidado son ilusiones [pues] la verdad es el tipo de error sin el cual un tipo de ser no podría vivir” (1968 ed., p. 493; 1979 ed., p. 84). O sea, ni el mejor producto de la racionalidad,

4 Esta definición se presentó y discutió en el seminario: “Trabajo Social en América Latina: balance y perspectivas”. En dicho evento se debatió sobre la elaboración teórica del trabajo social. Esto originó una nutrida discusión sobre la “matriz mod-ernista” sustentada en el funcionalismo, la teoría de sistemas y la “matriz crítica” que según Molina (2010), desnuda el carácter ideológico y las consecuencias políticas del ejercicio profesional. 5Específicamente en el campo epistemológico o episteme. En este sentido, Michel Foucault se refiere a episteme “como el conjunto de condiciones dados en un periodo determinado que validan el conocimiento de los sistemas formalizados” (2010, pp. 322-323). Refiere a diversas formas de referir a una época histórica no caracterizadas por la coherencia, más bien por las rupturas, grietas y discontinuidades.

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debe verse como satisfactorio sin antes someterse a un amplio proceso de interpelación crítico. En este sentido, Richard Peet y Elaine Hartwick (2009) señalaron que es necesario moverse hacia un cambio de las actitudes de lo que puede implicar el desarrollo. A su vez, confirman que lo que previamente se había supuesto a ser progresivo, beneficioso y humano, se ve ahora tan poderoso, controlador, y en muchas ocasiones, perjudicial. Es aquí que surgen las interrogantes ante las nociones desde el Trabajo Social sobre qué es “progreso” o “beneficioso”, en todo caso, ¿Beneficioso para quién(es)? ¿Quién(es) determina(n) lo que es beneficioso?

En relación a lo anterior, el filósofo Iván Illich, menciona que “se ha incorporado la visión del mundo en nuestras instituciones, de las cuales, ahora somos prisioneros. Son fábricas, medios de comunicación, gobiernos, hospitales y escuelas que producen bienes y servicios para mantener y contener esa visión mundo” (Illich, 1997, p. 95), una perspectiva, a la que él sugiere, se dirige hacia un horizonte que algunas naciones ricas han denominado como “desarrollo”. Desde esta misma línea, son diversos los autores que puntualizan que la idea del término “desarrollo” es una invención, una construcción social y un concepto que tiene un historia discursiva o cultural (y no natural). Lo anterior, supone interpretar que los agentes económicos actúan como identidades producidas culturalmente.

Desde la consideración de una lógica cultural, el desarrollo puede verse en dos vertientes: por un lado, desde un conjunto de ideas, formas de comportamiento y prácticas sociales que operan directamente en el mundo económico. Por otro lado, desde un discurso en representación de estas prácticas reales, pero que se originan en el mundo académico, en el Estado y otras instituciones. Entonces, desde la tradición Foucaultiana, se insta a depositar énfasis en los discursos del desarrollo formados a partir del contexto cultural y enmarcado dentro de las relaciones de poder. De esta manera, desde el Trabajo Social brota una significativa pertinencia en estudiar las ideas y conceptos, de los discursos, como también, de otros factores que son pertinentes en el asunto del desarrollo. Con ello, se enfoca a determinar cómo las ideas acerca del desarrollo eran determinadas, cómo eran diseñadas y a quién servían. El teórico Gilbert Rist (1997) explicó que desde el inicio de la civilización occidental, se concibió que el mundo era determinado por la sucesión de “eras”, cada una abriendo en cierto modo el curso de un nuevo ciclo. Sin embargo, a partir de instauración de la teología cristiana, estos ciclos fueron reducidos a uno. Así, el catedrático y sueco Rist, postuló que es desde este momento en el que se establece una visión linear de la historia y de “la noción” del desarrollo en el imaginario occidental. Lo anterior, contribuyó a consolidar la noción y el arraigo cultural del desarrollo, como también, su fijación en el imaginario geopolítico, social, desplegándose consecuentemente, el desarrollo como poder (Dubois, 1991, p.19; Escobar, 1992, 1995). En la motivación e interés del origen de la idea de desarrollo, Arturo Escobar (1992) y Wolfgang Sachs (1992), concluyeron de manera similar que esta idea en la época contemporánea puede ser descrita como un aparato que une las formas de conocimiento sobre el “tercer mundo”, lo cual ejerce un despliegue de las formas de poder y de la intervención, resultando en la identificación y producción de esas sociedades. Asimismo, establecen que por medio del discurso los individuos, los gobiernos y las comunidades se ven como “subdesarrollados” (o colocados bajo condiciones en las que tienden a verse a sí mismos como tales), siendo tratados en consecuencia. En este punto es necesario hacer realizar un ejercicio reflexivo: en lo relacionado al desarrollo ¿se incursiona a esto sin cuestionamiento? O ¿es acaso que su entendimiento parece automático y de lo cual se supone que la formación y práctica del Trabajo Social esté entonada a lo que en palabras de Serge Latouche (1993) se denominaría como la grande société6? Lo anterior, connota la necesidad de abordar la naturaleza, expresión de poder y posibles tensiones que la significancia de “desarrollo” puede implicar en la triada que comporta los principales actores: sociedad-Estado-mercado. De igual forma, se convierte fundamental comprender cómo esta interacción se codifica, naturaliza e institucionaliza. Así, lo vertido en este artículo, constituye una pesquisa que invita a considerar el tema que acá se expone desde una perspectiva alternativa, es decir, como objeto del Trabajo Social. Se insta a exponer una trama conceptual, analítica e interpretativa de la

6 Latouceh (1993), en su escrito In the wake of the affluen society: an exploration of Postdevelopment, argumentó que el sueño occidental de la grande société, consistía en la gran sociedad, la sociedad abierta, la sociedad de la abundancia. En aquella que promete prosperidad, igualdad y libertad para todas y todos.

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lógica teórica que permita entrever las conexiones entre ambos temas: un Trabajo Social que visto desde la teoría social aborda lo argumentado.

En referencia a la sociedad, Estado y mercadoEn los párrafos anteriores, se señala lo preciso que se convierte para el Trabajo Social, el

repensar e interpelar hacia una noción de desarrollo que parta de la teorización crítica, histórica e integradora. Con ello, se viabiliza comprender que apelar al significado e implicancia del desarrollo en la época contemporánea, supone aludir a un proceso más amplio que el mero crecimiento económico en el que usualmente se integra. También, resulta importante contemplar las particularidades que giran en torno a la naturaleza y función del Estado, tanto en su representación para con la sociedad y el mercado, como también su relación e influencia.

Las diversas argumentaciones que a continuación se exponen, pretenden estar impregnadas de una perspectiva que logre aprehender, construir y trascender el mero hecho económico. Se insta a desarrollar una lectura desde las (diversas) teorías sociales.

En este sentido, son diversos autores los que exponen que el Estado contemporáneo, lleva a suponer una imbricación orgánica con un modelo económico, prácticamente exclusivo. Con ello, se evidencia un Estado capturado por la lógica capitalista que resulta en las funciones económicas y políticas estatales, lo que en palabras del sudamericano José Paulo Netto (1992), sería la ocurrencia de una integración orgánica entre los aparatos privados de los monopolios y las instituciones estatales.

Desde esta misma lógica es que se bosqueja que la refuncionalización y el redimensionamiento actual del Estado obedece principalmente por la necesidad del capitalismo monopólico de instituir mecanismos de intervención extraeconómicos que le permitan efectuarse con probable éxito, lo que a su vez garantizaría los superlucros de los monopolios (Netto, 1992). Para ello, busca legitimarse políticamente incorporando y ampliando una base de sustento sociopolítico, habilitándose para establecer la generalización e institucionalización de derechos y garantías civiles y sociales. Organiza un aparente “consenso” que asegura su ejercicio.

Es decir, el capitalismo, por su dinámica y negaciones, crea condiciones tales que el Estado por él capturado, al buscar legitimarse políticamente a través del juego democrático, es permeable a las demandas de las clases subalternas, que puedan hacer incidir en él sus intereses y sus reivindicaciones inmediatas. Así, la denominada “cuestión social” pasa a ser una intervención intencionada del Estado. Ocurre cuando se produce la concretización de las posibilidades económico-sociales y políticas segregadas en el orden monopolista que la “cuestión social” se expresa como políticas sociales” (Netto, 1992, p. 19).

Lo anterior puede ocasionar un tipo de dislocación en ciertos sectores sociales (incluidos aquellos con los que el trabajo social labora), pues el hecho de que las exigencias son atendidas debido a movilizaciones y presiones ocurridas al exterior del aparato estatal, permite que aquellos que conquistan alguna demanda se reconozcan como representados en el. En otras palabras, el Estado secuestrado frente a la “cuestión social” genera un redimensionamiento dinámico, con lo que paralelamente escinde y recupera el ideario liberal. Lo corta, interviniendo a través de políticas sociales; lo recupera debitando la continuidad de sus secuelas a los individuos por ellas afectados. En síntesis, la ilusión se torna estratégica e instrumental para la hegemonía capitalista.

Esto ayuda a comprender lo que Netto (1992) señala de que la cuestión social se realiza bajo características de fragmentación y parcialización. Pues establece que si se aborda lo anterior bajo un enfoque totalizador, es remitirla concretamente a la relación capital/trabajo, colocando en jaque al orden burgués.

No obstante, diversos autores señalan que el uso intensivo y/o exclusivo de la relación trabajo/capital dejaría en segundo plano el cómo funcionan y se articulan las relaciones sociales desde otros modos de producción y relaciones asociadas que nutren el capitalismo. También, este ejercicio debe visibilizar la necesidad del capitalismo en incorporar aspectos de coerción ideológica, como también, lo relacionado a la naturaleza cognitiva, pues esto le permite asimilarse como el sistema único para lograr desarrollo, lo cual en definitiva es de beneficio para el Trabajo Social.

De igual forma, como sostuvo Moncrieff (2009), el discurso intelectual del materialismo histórico ortodoxo, somete lo económico siempre a lo material, donde lo social termina por ser un mero epifenómeno

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ideológico de la dinámica económica. Efectivamente, son lenguajes reduccionistas, que en definitiva, disocian en gran medida a todo fenómeno económico de explicaciones de índole social y cultural. Según Martín entrevistado por Rodríguez (1994), es necesario un deslastre del marxismo ortodoxo, aquel que reconoce únicamente en lo “material” el fundamento de la explicación social y que, por el mismo motivo, siempre se dispone operando monocausalmente7. A su vez, Franz Hinkelammert (1984), establece que las dimensiones humanas del sujeto no son meramente biológicas. Es decir, es portador de un proyecto de vida que se orienta a fines específicos.

En esta misma línea, Norma Fóscolo (2001), interpretó que el sujeto actuante y acompañado por la dimensión reflexiva de un sujeto cognoscente, busca realizar fines técnicamente posibles. Es en el nivel de lo técnicamente posible que se ubica el razonamiento económico. Pero, como sujeto práctico, es decir, ético y político, es evidente que no todos los fines técnicamente posibles lo son prácticamente. La economía es por lo tanto una dimensión técnica que “conforma las posibilidades y condiciones materiales de la posibilidad del proyecto del vivir”. Sin embargo, la decisión sobre los fines es una decisión del proyecto de vida de los sujetos y no se agota en una relación formal medio/fin (Hinkelammert, 1984, p. 239). Es decir que la acción económica es sólo el medio, por el cual se realiza un proyecto de vida. O sea, se piensa en términos de “sujetos vivos” (Dussel, 2001, p.136).

Así, la búsqueda de significaciones estructurantes de la realidad necesita de un paradigma de comprensión relacional, pues los signos no significan en sí, sino es en relación (Rodríguez, 1994, p. 165). Por este motivo, hay necesidad de integrar aspectos objetivos y subjetivos de lo social, pues se debe construir teóricamente las dimensiones conscientes e inconscientes mediante sus equivalentes en una estructura que posibilite la lectura de los vasos simbólicos (y, comunicantes) de la actividad humana (Martín, 1995). De igual forma, surge la tensión que se origina desde la necesidad de promover el desarrollo de instrumentos analíticos que traten de recolocar a las personas y sus representaciones en el centro de la investigación sobre el capitalismo. Con ello, se ve forzado a generar perspectivas críticas sobre la visión universalista y monolítica del sistema capitalista moderno/colonial, para en cambio, focalizar análisis en aspectos culturales de la acción económica.

De forma clara, ignorar lo anteriormente mencionado, vislumbra un problema fundamental que cruza el debate en cuestión desde el Trabajo Social, pues se aproximaría a un reconocimiento o la negación del rol que la cultura, como sistemas de símbolos, patrones de conducta o conjunto de trayectorias vitales imaginables, juegan en las elecciones y producción económica.

En este sentido, se han desarrollado debates que evidencian que “en el capitalismo, la organización, la gestión y el uso de los medios materiales de existencia, así como sus representaciones sociales, están estrechamente correlacionados con las categorías culturales y las relaciones sociales” (Papa, 1999, p.14). Se puede interpretar entonces desde esta perspectiva, que en la esfera económica, la dimensión sociocultural no viene anulada por los principios racionalizantes de la modernidad como sugería Weber. Tampoco por los imperativos del capital como lo sugería Marx, se encuentra insertada en las leyes del mercado, en el beneficio, en la acumulación. Por tanto, su entendimiento no es antitético.

De igual forma, Maurice Godelier (1975) centró sus esfuerzos en ampliar los fundamentos de la racionalidad de los sistemas sociales para esquematizar sus lógicas de articulación y relación. Para este autor, el descubrimiento de una “racionalidad económica” no puede encontrarse únicamente en lo material, sino que deberían entenderse y explicarse las diversas instancias y hechos sociales (a simple vista no económicos), que penetran en la dinámica global del sistema económico y lo dotan de una racionalidad subyacente.

Con este perfil analítico, Godelier trata de encontrar las múltiples determinaciones no económicas o materiales que intervienen en las lógicas de producción, distribución y consumo dentro de un sistema económico. Estos principios de método tienen la capacidad de hacer notar la globalidad de un sistema con la finalidad de descubrir la lógica articulada e interdependiente de sus diferentes campos (la política, la economía, la religión, entre otras). La lógica de estos campos es funcional, más no es una función en el sentido funcionalista (marcado por la intencionalidad), sino un “pase histórico” que tensiona con su

7Se reconoce también a exponentes como Claude Lévi-Strauss, Georges Devereux, Louis Dumont y Louis-Vincent Thomas

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acción a la globalidad dentro de los circuitos de articulación. Al autor no sólo le interesa la forma de una institución (Lévi-Strauss, 1995), sea esta sustancialmente de parentesco, religiosa, política, sino también su articulación y relación con respecto al sistema.

En tal sentido, las instituciones, como aquellas que elaboran política social (y de especial interés para el Trabajo Social), pueden componerse de varias funciones y ser plurifuncionales. Ya como Meillassoux (1977), estableciera en años anteriores, que se debe evitar caer en circunstancias empíricamente imposibles de análisis, como cuando se analizan por separado la economía y lo social, las cuales son consideradas a simple vista como instituciones con lógicas distintas.

Entonces, ¿qué significaría estudiar la dimensión socio-cultural, política y el capitalismo desde la perspectiva del Trabajo Social? Tal proyecto teórico parece articularse a partir de una visión de la acción económica desde un contexto de la teoría cultural de la acción social (Yanagisako, 2002, p. 5). La operación capitalista, como cualquier otro ejercicio social, toma sentido en el universo cultural de las personas que la ejecutan, no pudiendo ser explicada de otra manera, sino subrayando los valores culturales que le subyacen. Esto a su vez, invita a abandonar a la mera reducción de la ley de la acumulación y maximización. Se insta a habilitar epistemológicamente lineamientos holísticos desde el Trabajo Social, para impulsar un espectro teórico que permeen en dimensiones que implican más una estética que una racionalización instrumental, que por no ser formalizables y formalizados, escapan analíticamente del pensamiento utilitarista.

Existe una gran necesidad de fundamentar la crítica al capitalismo, cuestionando la existencia misma de lo económico como lógica explicativa, como ámbito separado de estudio, como principio de comportamiento y como motor necesario de la evolución social (Molero, 2008). En sus propias palabras, el autor señala que “hacer esto sólo es posible desde fuera mismo del marco del análisis económico, […] aprovechando la fragmentación con el resto de las ciencias sociales para demostrar, apoyándose en sus particulares lógicas de explicación (psicológicas, sociológica, histórica, etc…)”. Se evidencia la necesidad de constituir herramientas que brinden un acercamiento más apropiado para estudiar la dimensión humana de la desigualdad, mucho más que los indicadores sintéticos y los coeficientes interdeciles (Piketty, 2014, pp. 294-295). Concretamente, lo que algunos autores han denominado como humanizar los procesos de estudio, acercamiento e interpretación (Stigliz-Sen-Fitoussi, 2009).

De modo similar, Martín (1983), tomando en cuenta el desarrollo epistemológico en Godelier, trazó lineamientos para evitar la lectura apriorística de la realidad que concibe todo lo social y lo ideológico (lo no material) como reflejo o epifenómeno de la base económica de la sociedad. Con este argumento, establece que las relaciones políticas también podrían funcionar como relaciones de producción. Esto podría sugerir que las consideraciones epistemológicas presentes en las obras de este autor, apuntan y sitúan una mirada interpretativa de carácter no reduccionista, que lo posiciona teóricamente en un espacio analítico que rinde muy bien al objetivar las condiciones en las cuales se produce la historia, la cultura y la economía en la colectividad (Martín, 1990, p. 31).

Igualmente, el enfoque metodológico de Martín concibe a la totalidad social como una organización sistemática cruzada por diversos códigos o lógicas, que mediante la eficacia simbólica sintetizan las diferencias en paridades bidireccionales, que imprimen “validez semántica” a la globalidad social por medio de equivalencias en los niveles de la política, la economía y lo social

La complejidad y criticismo en el Trabajo SocialProblematización desde el pensum y practicum del Trabajo Social. La vía argumentativa

que se ha entretejido, expone una serie de desafíos que en su manera de abordaje, dispone replantear tanto la base lineal, fragmentada y ahistórica, como la emergente que nutre lo relacionado al campo de formación del Trabajo Social. Con ello, se vuelve necesario e inherente al proceso de revisión y la problematización que sea capaz de instar a la argumentación reflexiva y solidificada desde la pluralidad de enfoques. A esto se adiciona argumentos de Britos (2010), quien hace entrever que la complejización de la mirada sobre el bienestar y/o desarrollo ya no debe estar centrada sólo en el Estado, sino en las relaciones entre el Estado, sociedad y mercado, y cómo a partir de éstas se realiza la producción de bienestar.

En este sentido, Víctor Yáñez (2013) insta a la reflexión del pensum del Trabajo Social, lo que se dirigiría a revisitar lo ontoepistemológico de aquello que es referencial a la organización de nuestras

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formas, de las modalidades y métodos que permitan construir y configurar lógicas, racionalidades y lenguajes. Mediante el uso y función de la razón se posibilita producir, reproducir y transformar el conocimiento disciplinar y/o profesional a disposición. Por consiguiente, el pensum pone en mediación a la razón con la interpretación, pues conlleva a hacer razonables y actuosas diversas perspectivas, tendencias y/o cosmovisiones. En otras palabras, otorga aplicabilidad a nuestro corpus conceptual para aludir a la realidad, para orientarnos y desarrollar un saber y un hacer situado, así como para expandir un logos que, también, está vivo.

Así, este autor sugiere formar una trama que urde gráficas con palabras en una densa y expansiva matriz de relaciones hermenéuticas que, a nivel de la conciencia y del lenguaje crítico, arman un tejido gramatical y semántico capaz de concatenar un encadenamiento de vivencias, a través de las cuales se hacen traslucir y se trasparentan nuestras más diversas experiencias, transitando desde “[…]la participación sensible y estética en el mundo en el aquí y el ahora, hasta el saber absoluto” (Hegel, 2004, p. 10). De esta forma, Bacherlad (2000), mencionó que el universo simbólico, material y aquello procedente de códigos, no sólo nace del proceder del congregado de la profesión del Trabajo Social o en el nivel académico, sino que también de lo gremial y de lo institucional. Esto implicaría, desde las palabras de Ricouer (1989), poner en movimiento e intercambio nuestros discursos y acciones, en cuanto compromiso de una voluntad que es eidética, poiética y empírica8.

Lo anterior, insta a rescatar el imperativo de despertar a la comprensión, vista como un espacio de articulación en las dimensiones reflexivas, críticas y deliberativas del pensamiento y la acción de las y los Trabajadores Sociales, encaminándonos hacia la emancipación de la profesión expresada en la vivificación de un principio de autonomía con autenticidad creadora (Yáñez, 2007, pp. 245-324). Como también, resulta inherente el promover la reactualización del Trabajo Social que “estimule interpelaciones […] capaz de hacer fructificar algunos fundamentos posibles de ser aplicados como valiosos insumos a las prácticas profesionales” (Adorno, 2009). En tal sentido, se propone promover: a) Un giro de la base auxiliar teórica/epistemológica y ontológica para no reproducir esquemas de dominancia; b) Interpelar la significancia de la “cuestión social”: o sea, apuntar hacia estrategias que declaren principios antipatriarcales, anticapitalistas y anticolonialistas; c) Propiciar el desmantelamiento del enfoque ahistórico, reduccionista, lineal y simplista.

Claramente, esto plantea la necesidad de una relectura de las propiedades constituyentes y medulares del Trabajo Social. Según Yañez (2013):

En concomitancia, el contenido simbólico de la revolución del pensamiento consigna una estructura de sentido multívoca, cuyo corpus hermenéutico y heurístico permite leer, hablar y asir un rizomático espiral de rupturas, en tanto fenómeno multidimensional que puede y debe enfrentar la complejidad del puente entre la comprensión, lenguaje y acción, que es una muestra del dialéctico y dialógico desarrollo socio-histórico y ético-político albergado en los propios campos del sentido del Trabajo Social, esto es, en su ser, su pensar y su hacer. (p.138)Lo anterior puede derivarse desde el hecho de que el mundo no es una infraestructura estática, sino un producto que nace en la complejidad del pensamiento y conocimiento del observador, que incluido en aquello que observa, permanentemente le permite construir, deconstruir y reconstruir. Tal y como estipula el chileno Víctor Yáñez, que este asunto exige al profesional del Trabajo Social a salir de esas relaciones de observación binarias, que delimitan los procesos de intervención en una posición, arbitrariamente, separada de la investigación.

Lo interpolitransdisciplinario y/o profesional en el Trabajo Social Lo que se ha expresado en el carácter teórico, implica que se puede asumir en diversos escenarios

del Trabajo Social, tanto en lo que se impugna como en lo que discute y debate. Se debe conjugar un espacio de elevada fertilidad de pluralidad y diversidad, tanto de ideas como de visiones sobre una amplia variedad de asuntos. Con ello, se quiere hacer referencia a lo que implicaría desencadenar un

8 Ricoeur (2008), establece que el sentido es históricamente transferido, ocultado, puesto en latencia y/o puesto en manifiesto, con lo que se va estructurando una arquitectura cuya función es mostrar ocultando, o sea, estimular la interpretación. Es eidética porque trata de hacer una descripción tan directa y fiel como sea posible de la vida práctica, o sea, “tal como se da”. Es poética, quiere decir producción, fabricación del discurso. Es una superación que tiene como paso intermedio la Empírica de la voluntad desarrollada en finitud y culpabilidad (pp. 16-20).

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proceso activo de creación de significados, gestados a un nivel de imbricación disciplinaria y profesional. O sea, volcarse hacia aquello que permita producir y consumir sentido mediante la elucidación de la realidad en la cual la profesión del Trabajo Social se ve inmersa.

Desde lo inter-poli-trans se permite proveer un “sentido a los actos instrumentales, respecto de los cuales se requiere un profundo esfuerzo de interpretación y explicación para que dejen de ser sólo datos disponibles en un momento y lugar determinado” (Yáñez, 2013, p.107). De igual forma, el autor, mediante la interpretación de Hegel, llama a reconocer nuestra complejidad hermenéutica, atributo y talento que la profesión debe desarrollar para acercarse, explicar e interpretar. Puesto que “el comprender no tiene término y no puede, por tanto, producir resultados definitivos” (Arendt, 2010, p.15).

De igual forma, resulta fundamental, realizar un ejercicio autoreflexivo de nuestro quehacer, pues se verá que la gallardía, empeño y espíritu excelso de la profesión deviene del acontecer de la perplejidad, de lo inestable, de lo que oprime y que con odio, se esmera en escribir lo injusto y parcial. Es un “policontexto”, a lo que Morin (2003, pp. 265-267), denominaría como uno de un nuevo tiempo, de una nueva conciencia y nueva sensibilidad que deriva del fenómeno de planetarización, cuyas contradicciones y complejidad trascienden en la “globalización o mundialización”, las que este mismo autor concibe como excluyentes. Muchas veces, estos asuntos excluyentes se evidencian mediante la ambigüedad de la política, en la ambivalencia de las actuales formas de vida, en la polivocalidad del mercado y de la cultura. En este sentido, el principal desafío puede devenir de esa “sentida necesidad de apertura hacia nuevos puntos y niveles de observación del conocimiento disciplinario y profesional, y sobre el cómo sus procesos de investigación e intervención contribuyen a su producción de cruzada transferencia de sentido y contenido, siempre en tensión por la contradicción dialogante con lo que son y proveen otras disciplinas afines o no” (Yáñez, 2013, p.117). Es así, que Morin (1999) estableció que es desde la comunicación interpolitransdisciplinaria y profesional que se genera la retroalimentación de una red recursiva de observaciones y de sus respectivas contratransferencias de sentido y contenido. También de aquello que deviene de un proceso de conocimiento, entendimiento y comprensión que, interdependientemente, conecta la posición de cada disciplina con la de las demás, como a su vez con el área compartida de observación que se configura entre sí.

Lo anterior significa que ocurre una conducción a superar la mera articulación funcional de intercambio y cooperación inter afín, pues allí cada cual afirma sus propios derechos y deberes, sus soberanías y sus distanciamientos, a lo que este mismo autor denominaría como un carácter hipercomplejo. Lo poli afianza una forma de asociación que, en virtud de un proyecto y objeto que les es común a disciplinas o profesiones diversas, lleva a poner en mutua disposición sus especialidades, para abordar alguna cuestión de relevancia e interés reciproco, pero cuya interconexión es altamente estratégica en la configuración de sus propuestas. Y por otro lado, el valor trans auspicia un esfuerzo y voluntad por erigir mapas cognitivos que consigan traspasar los campos disciplinarios y profesionales específicos, dinamizándolos, ensanchándolos y colocándolos en contexto, comprendiendo e incluyendo las condiciones socioculturales del medio en que tiene lugar la formulación de su saber y su hacer. Entonces, el objeto del Trabajo Social no puede ser “percibido como algo autosuficiente” (Vattimo, 1995, p. 47).

Lo expuesto en los párrafos anteriores, expresa que el Trabajo Social podría enfrentar quiebres rizomáticos9 ante sus propias cerraduras de la misma profesión, mediante la introducción de nuevos mapas de pensamiento, expandiendo su reflexión hacia otras preguntas que le permitan engranar y concebir la unidad entre conocimiento formal y conocimiento fáctico, entre los conocimientos normativizados y conocimientos revolucionarios (Yáñez, 2013, p.120).

9Yáñez (2013), hace referencia a rizoma como una estructura antijerárquica donde todos los puntos deben estar de una u otra forma conectados entre sí, influenciándose y creando nuevas variables formando un sistema integrado. Los rasgos funda-mentales de un rizoma es que no tienen principio ni fin, tiene formas heterogéneas y múltiples, no posee una linealidad por lo tanto va cambiando su forma, se puede conectar con cualquier punto ya que no existe relación de elementos comunes.

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La formación de un profesional intelectual, líder y político: más que una utopía, una esfera de acción del Trabajo Social

La época contemporánea, inmersa en un espectro de profundas transformaciones sociales, económicas y políticas, atestigua que la dimensión del Trabajo Social que focaliza atención y abordaje de “la cuestión social” no ha escapado a esta influencia, tal y como ya se ha mencionado. En consecuencia, y como expresó Netto (2009), la tarea y asignatura consiste en desnaturalizar los procesos históricos de la vida social y comprender sus contradicciones.

De igual forma, Fóscolo (2007) enunció que la persona que ejerce la profesión del Trabajo Social es, a la vez, un sujeto moral y un actor social. Así, se le puede ver actuar en diversas esferas: por un lado, la de la comunidad próxima (familia, comunidad). Por otro lado, como profesional, actuando en las instituciones, directamente en la política; o actuando en la esfera socio-política. También la y el profesional, forman parte de un conjunto de sujetos reunidos por la profesión. En fin, es un ciudadano, miembro de una sociedad política, sujeto de derechos y responsabilidades. Surge entonces, “la necesidad de la (re)inscripción de la discusión sobre la política social enmarcado desde lo relacionado a derechos” (Britos, 2010, p. 185), esforzándose en connotar aquellos nexos del Trabajo Social entre la política social, la economía y derecho.

Con ello, se estructura una ponencia de elementos que no sólo se entronizan a nivel representativo, sino que también, a un nivel narrativo y accionario (Yáñez, 2007). Así, se perfila un contexto de complejidad de todo aquello que atiende lo social, incluyendo dentro de esta anchura, la interpelación de diversas lógicas que permitan una mayor contemplación e integración. A su vez, esta mirada integradora a nivel social parece realizarse mediante la esfera política, pues ésta, como objetivación, es aquella “ocupación desarrollada con la conciencia del nosotros/as en interés de una determinada integración” (Heller, 1997, p.172). Generalmente, esta integración ocurre en el Estado, mediante la política social. Hay política porque ningún orden social está basado en la naturaleza; la ausencia de orden social es lo que hace posible la política, pues la política es el litigio por la visibilidad de la parte que no tiene parte dentro del todo comunitario (Rancière, 1996). Y de acuerdo con Dussel (2006):

Para entender lo político (como concepto), la política (como actividad), es necesario detenerse en analizar sus momentos esenciales. Es importante meditar sobre el significado de su función y responsabilidad política. Se expone la existencia de diversos momentos de lo político, de niveles, esferas y la cuestión de los principios normativos de la política. De igual forma, se entrevén espacios de carácter abstracto y niveles de concreción, los cuales son conflictivos y críticos. (p. 13)Sin embargo, tal y como Norma Fóscolo (2001) estableció, la cruda práctica política es, en nuestros días, el modo de cómo se gerencia el interés múltiple y contradictorio, lo que a menudo representa el interés de la clase dominante10. Las tensiones que se evidencian en este proceso confirman la necesidad que existe de ser

menos ingenuos y lineales. Así, emerge la necesidad de ampliar el espectro del Trabajo Social en aquellas dimensiones que quizá, hasta finales del siglo pasado se tornaron importantes en considerar. Además, Yáñez (2007) manifestó que se torna necesario considerar lo relacionado al Trabajo Social como una categoría que resulta de la constante ruptura de los campos de sentido en el orden del ser, pensar y hacer, a todo aquello reflejado en el ensamblaje ontológico, epistemológico y metódico lo que forma al trabajo social como una disciplina profesional que se atempera al contexto y en aspectos que muestran vacíos. Esto conlleva a su vez, a generar un adecuado tratamiento teórico-conceptual, desde lo que Melano (2001) designó como una “epistemología convergente”, esto es, desde los insumos provistos por el método de la complejidad. O sea, aquello que queda instalado y que encamina a contemplarnos como elementos conformadores de la identidad: la tradición, el sentido, las prácticas, la historia y principios.

Estas cuestiones jamás serán zanjadas mediante principios abstractos o fórmulas matemáticas únicamente; sólo pueden serlo por medio de la deliberación democrática y la confrontación

10 Como bien se ha señalado anteriormente, este tipo de argumentación conlleva un esfuerzo adicional de análisis y ex-posición con mayor profundidad. Sin embargo, es mi intención continuar explorando estos asuntos con lo que se espera contribuir a la generación de debate y cuestionamiento fundamentado.

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política. Las instituciones y las reglas que organizan esos debates y las decisiones desempeñan pues un papel central, así como las relaciones de fuerza y de persuasión entre los grupos sociales (Piketty, 2014, pp. 530-531).Por otro lado, emerge la necesidad de inclinarse hacia aspectos de incuestionable centralidad en

el Trabajo Social respecto a la formación y la investigación/intervención. De igual forma, Molina (2012), expresó que el tema de la formación profesional puede atenderse desde dos perspectivas: desde la mirada conservadora, donde se aborda el binomio crisis-ajuste social, acusando que en este ámbito de visión lo social es separado de lo económico y en lugar de ver las relaciones sociales estructurales de clase social, interesa el individuo, su familia y la comunidad; y desde la mirada crítica, donde asienta su discusión, poniendo al Trabajo Social en la arena de la transformación de una realidad vista como totalidad social y comprendida desde el narrativa histórica

En tanto, se propone conformar procesos que se dirijan a la a) Politización de la formación en la profesión del Trabajo Social; b) giro11 ontoepistemológico; c) fomento de liderazgo, d) visión desde un contexto de alta complejidad, y f) generación de la capacidad de asombro en el descentramiento del sujeto: específicamente desde la caracterización del “estar-en-el-mundo”. El y la sujeto están envueltos por la sociedad (Comte), por la infraestructura económica (Marx), por la voluntad del poder (Nietzsche), por la catexis (Freud, Deleuze y Guattari), por las estructuras lingüísticas (Lévi-Strauss), por las tecnologías (Baudrillard), etc.12; y en consideración de las múltiples manifestaciones que se derivan de las auténticas experiencias del yo pensante. No obstante, es pertinente traer la advertencia que expresa Eco, en la cual expone que el riesgo de la y el intelectual está cercano al poder:

El intelectual debe ser la conciencia crítica del grupo. Existe para incomodar […] deben aceptar la idea de que el grupo al cual pertenecen o identifican no va a gustar mucho de ellos y ellas. Si por otro lado, se tornaran muy queridos, o mimados, acabarán por transformarse en algo peor que los intelectuales orgánicos. Serán intelectuales de un régimen [esto implica posicionarse críticamente frente a las instituciones] (2003, s/p).Asimismo, los investigadores de las ciencias sociales, como también, todos los intelectuales y

principalmente todos los ciudadanos, deben participar en el debate público. Este compromiso no puede hacerse sólo en nombre de grandes principios abstractos (la justicia, la democracia, la paz en el mundo); debe encarnarse en opciones, en instituciones y políticas precisas, se trate del Estado social, de los impuestos o incluso, de la deuda (Piketty, 2014, pp. 646-647). También, este autor, menciona que no se debe dejar el estudio de los hechos económicos exclusiva y únicamente a los que tradicionalmente lo han hecho y echarse a correr en cuanto se vea un número; tampoco se deben considerar como una impostura, contentándose con decir que cada cifra es una construcción social, lo cual sin duda es siempre cierto, pero insuficiente. En el fondo, estas formas de renuncia resultan en lo mismo, rara vez favorece a los vulnerabilizados en sus derechos.

Referencias

11 Giro “refiere a un cambio drástico y radical de perspectiva, que introduce novedad y reorientación” (Naishtat, 2010, p. 219).

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