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SEA BOYS. (HIJOS DEL MAR)

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SEA BOYS. (HIJOS DEL MAR)

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David González

SEA BOYS. (HIJOS DEL MAR)

editamás

Page 3: SEA BOYS. (HIJOS DEL MAR)

Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna y por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación, en Internet o fotocopia, sin permiso previo del editor o del autor. Todos los derechos reservados. Editamás, editorial no tiene por qué estar de acuerdo con las opiniones del autor o con el texto de la publicación, recordando siempre que la obra que tiene en sus manos puede ser una novela o un ensayo en el que el autor haga valoraciones personales y subjetivas.

Primera edición: febrero 2015 © Derechos de edición reservados.

Editamás, editorial de contenidos digitales Colección Novela © David González

EDITA: Editamas, editorial de contenidos digitales

DEPÓSITO LEGAL: BA-000xxx-2015

ISBN: 978-8494317835

MAQUETACION, IMPRESIÓN Y DISTRIBUCIÓN: www.editamas.es

924 18 07 91 Disponible también en ebook

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•9•

1. EL HIJO DE POSEIDÓN

El mar estaba en calma. Una suave brisa soplaba sobre la superficie del agua salada. El cielo nocturno y la luz de la luna se reflejaban en el océano como un cristal nítido.

Cerca de la orilla, una joven pareja se daba el lote apasionadamente. Él era un año más grande que ella y ambos estaban muy pegados, abrazados con los pies firmemente apoyados en la arena. Ninguno de los dos lo veía, pero una aleta de tiburón asomó a varios metros de distancia y los observaba fijamente.

La pareja no se daba cuenta, enzarzados en una maratón empalagosa de besos, pero la aleta se fue aproximando cada vez más hasta ellos, despacio y sin apenas hacer ruido. Lo extraño era que fuese lo que fuese no parecía tener intenciones de atacar, sino más bien de curiosear.

Cuando estuvo muy cerca de ellos, frenó la marcha y los escudriñó de cerca, en la oscuridad marina.

Estudió sus movimientos. Sus piernas rozándose bajo el agua, los brazos acariciándose sobre la superficie, el sonido de las risas transportadas hacia el interior del mar y el latir de esos corazones más rápido de lo habitual. La criatura se dio cuenta de que el macho estaba claramente excitado por la hembra.

—¿Vamos a la toalla un rato?— le dijo ella a él en tono sensual. El chico se limitó a asentir y ambos salieron del agua bajo la atenta mirada de la

criatura, divertida con la situación. El ser marino retomó el nado y se alejó hacia el extremo opuesto, de nuevo a la orilla,

pero en una zona en la que no había humanos cerca. El mar comenzó a crear ondas expansivas en la superficie del agua, cerca de la orilla y

algo comenzó a emerger del agua. Era un adolescente. No, más bien una criatura con cuerpo adolescente. Tampoco. Era un guerrero del mar de aspecto juvenil. Las tres cosas eran correctas.

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•10• De aspecto veinteañero, intensamente moreno de piel y cabello, con un cuerpo tonificado y con la

cara más bella que jamás alguien podría imaginar, el hijo de Poseidón tomó aire y salió al exterior. De cintura para arriba era como cualquier mortal varón; brazos, cuello, unos brazos fuertes y totalmente lisos, un pecho marcado cuyos músculos pectorales destacaban de seguida y que mostraba un abdomen semejante a una chocolatina, y unos ojos extremadamente intensos, del color del mar. Y esos ojos tenían un extraño brillo, capaz de camelar o hipnotizar a quien esa criatura quisiese.

Su cabello era corto, cubierto de algas oscuras que le daba un aspecto entre majestuoso y mágico.

Pero de cintura para abajo ni había piernas ni pies, sólo escamas doradas y fuertes como las de un dragón y una cola de pez que aplastaría una mesa de hierro si se la golpeara con fuerza.

Además, sus brazos parecían estar protegidos hasta los hombros con armaduras doradas que le proporcionaban poder y fuerza. La armadura fácilmente podría ser confundida con la de un antiguo guerrero de Troya, pero en realidad de nuevo eran escamas doradas imposibles de atravesar.

Atrás de la criatura se creó un remolino repentino de agua que susurraba en la superficie y creó fuertes ondas expansivas por toda la orilla.

Cualquiera lo habría visto. Menos mal que no había nadie cerca, y el único visitante que había cerca se encontraba en bañador, durmiendo profundamente tumbado sobre su toalla y sin enterarse de nada.

Del remolino de agua también emanó otro ser, esta vez más grande y varonil. Doble de estatura, cuerpo peludo y musculoso y una corona de algas doradas y brillantes en la sien.

—¡Hijo! ¿Dónde crees que vas?— le preguntó ese ser a la criatura más joven. —Me marcho, padre. Ya estoy harto. Quiero probar experiencias nuevas y conocer un poco de

mundo— respondió la criatura joven, con la voz más dulce y embelesadora que jamás se pudiese escuchar, capaz de enamorar a cualquiera sólo con oírlo unos segundos.

—¿Probar experiencias nuevas? ¿Con los humanos? Debes estar bromeando. Sólo se dedican a destruirse entre ellos, no valoran nada ni aprecian sus materiales ni sus elementos—

—Eso ya lo sé, padre. Me lo has dicho infinidad de veces. Pero como tú siempre has dicho, quiero juzgar por mí mismo— res•11•

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pondió el joven, coleteando en el agua con su parte inferior para mantenerse a flote sin dejar de mirarle.

—Vamos, vuelve a casa y déjate de absurdeces. Ya conoces las normas del mar, hijo— —Pues por eso mismo me quiero ir, padre. Estoy harto de vivir con tantas normas, con leyes

absurdas a las que no encuentro sentido, de acatar las órdenes de la Reina sin entender por qué, de no poder ser yo mismo, y de repetir siempre las mismas rutinas. Me siente asfixiado, padre. Sólo te pido unos días. Airearme.

—¿Y vas a pasar esos días de respiro con la humanidad? ¡Te volverán loco! —Sobreviviré. Me mezclaré con ellos y aprenderé sus costumbres. Vamos, padre, ¿qué

puede pasar?— —Ya está bien. He escuchado suficientes tonterías. Vuelve a casa de inmediato. —No, padre. Esta vez no. Me decisión es firme e inamovible. Pasaré unos días en la

tierra y cuando me sienta de nuevo relajado y renovado, regresaré al mar. —¿Me estás desobedeciendo? —exclamó su padre, dando tal grito que el cielo tronó y el

mar se revolvió levemente, pareciendo que se iba a formar de repente olas. —No, padre. Simplemente te digo que regresaré en unos días. Desobedecerte sería

decirte que no volveré jamás al mar. —Soy Poseidón, dios del mar y el padre de Los Hijos del Mar. ¡Y te exijo que regresas a

casa de inmediato! —exclamó alzando ambas manos, y tras un fuerte destello un tridente fantasmal y brillante como el oro apareció en su mano izquierda, amenazante.

—Padre, puedes crear tormentas, maremotos, huracanes, tornados o un tsunami. Pero no regresaré hasta dentro de unos días. Se acabó el obedecer ciegamente las órdenes. Quiero unas vacaciones y las voy a coger.

—¡Siempre has sido un tozudo, hijo del mar! ¿Qué pensarán tus hermanos? ¿Qué le diré a la Reina?—

—No lo sé. Pero seguro que se te ocurre algo genial para ganar unos días. Adiós, padre. Te veré pronto. No te enfades mucho — respondió la criatura.

La criatura joven y bella emergió del agua bajo la atenta e impotente mirada del padre, quien a pesar de su dureza, jamás haría daño a su propio hijo. Y de repente, su cuerpo se volvió transparente, como si fuese agua en forma de criatura del mar y se moviese sola.

Salió del mar tomando tierra firme y avanzó despacio hasta pisar arena seca de la playa. La masa acuática volvió a tomar forma •12•

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humana y esta vez tanto su cola de pez como su cuerpo de escamas desaparecieron dejando lugar a unos pies fuertes y humanos, aunque algún resquicio de escama aún asomaba si te fijabas bien.

A pesar de que se podía decir que estaba desnudo, la zona de los mulos hasta la cintura eran escamas doradas, como si fuera un bañador dorado en forma de pez.

—¡Eres terco, Hijo del mar! —bramó Poseidón mirándole, y sin querer seguir ahí ni un segundo más, hizo destellar su tridente y un remolino de aire envolvió su cuerpo de cintura para arriba, lo convirtió en masa acuática y se deshizo cayendo al agua. Pareció que ese fuerte remolino de agua fuese absorbido por debajo por una fuerza sobrenatural, y desapareció.

El mar volvió poco a poco a la calma y el cielo regresó a su estado anterior, tranquilo. El hijo del mar se aproximó despacio a ese chico dormido sobre su toalla y vio una

camiseta y unos pantalones cortos que le serían de gran ayuda. Extendió la palma de su mano apuntando hacia esas prendas y de su palma emanó un chorro

de agua que avanzó como una cuerda hacia esas prendas, se extendió sobre ellas y copió mágica-mente su textura, su forma y su composición. El chorro acuático se materializó en dos clones de esas prendas y la criatura las cogió y se las puso, vistiéndose.

La criatura del mar estudió las vistas que se postraban ante él; edificios altísimos, carreteras, coches, luces y humanos paseando.

—Por fin voy a conocer de cerca la tierra. Veamos cómo son estos humanos —declaró para sí mismo, deseoso de emprender esa aventura.•13•

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2. KEVIN Y SU FAMÍLIA

El despertador sonaba a las siete de la mañana como un fuerte martillo en la cabeza de Kevin. Abrió los ojos con pocas ganas, echó un rápido vistazo al aparato y tanteó a ciegas para apagarlo. En el trayecto, lo acabó tirando al suelo. Pero no por eso dejó de sonar.

Kevin apartó las sábanas de un manotazo, se agachó apoyándose en el borde de la cama lo suficiente para alcanzar el despertador sin tener que levantarse y lo paró.

El chico respiró aliviado al fin. Se estiró y desperezó. Las sábanas le tapaban desde la cintura hasta los pies. La ventana estaba abierta y los rayos de sol mañaneros entraban a su antojo proporcionándole una sensación de calidez y de bienestar muy agradable.

El chico se levantó echando a un lado las sábanas y tocó suelo con los pies. A sus diecinueve años, Kevin no podía fardar de absolutamente nada. Era normal de cara, ni

guapo ni feo. Aunque tenía una mirada intensa y penetrante. Su cabello rubio era quizás lo mejor que tenía, ya que se lo cuidaba mucho y además le gustaba. Su forma de vestir era bastante anticuada y no tenía gusto alguno ni sabía combinar las prendas.

Tanto su familia, como sus compañeros de clase solían decirle el mal gusto que tenía para vestir y, en parte, él también lo reconocía. Pero tampoco lo remediaba.

Su cuerpo era delgado. No tenía ni un ápice de grasa, pero tampoco de fibra muscular. No era canijo, pero tampoco destacaba.

No solía hacer deporte y tampoco sentí a pasión por hacer ejercicio o realizar otras actividades. Le encantaba la natación y sabía que valía para ello, pero tenía que olvidarse de eso. Sus padres no lo aprobarían. Decían que eso no tenía futuro alguno. No, sus padres querían que fuese algo importante en la vida, no un simple •14•

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nadador. Si al menos le gustase el futbol o el baloncesto.otro gallo cantaría. Pero ese era el único deporte que le gustaba. Vestido con pantalón corto blanco, Kevin se puso

la camiseta y se calzó las zapatillas. Se lavó perezosamente la cara en el lavabo que tenía en una puerta de su propio cuarto y alcanzó a oír a su madre desde la cocina:

—¡Kevin! ¡Cielo, el desayuno!— —Ya voy, mamá— respondió Kevin con voz cansina y sin ninguna gana de correr. Kevin se sentó a la mesa a desayunar, vestido con un pantalón corto, zapatillas

deportivas y una camiseta de tirantes. Su madre, vestida tan elegante como siempre, servía el desayuno con mucho entusiasmo. —Cariño, recuerda que hoy cuando llegues estará tu padre esperándote para explicarte

cómo funcionan las cuentas y te presentará a su socio, que está interesado en ficharte en un futuro muy cercano— le dijo su madre.

El tono podía parecer de opcional, pero Kevin sabía que su presencia y atención eran obligatorias.

—Mamá, recuerda que tengo las pruebas de natación hoy mismo. Es posible que llegue tarde— respondió el hijo, excusándose.

—Me parece muy bien que te guste la natación y que hagas actividades extraescolares, pero ya sabes que no debes hacerte ilusiones con la natación. Hay que ser realmente bueno y además no te proporcionará mucho dinero ni un nombre.

—Hay muchos nadadores muy buenos que viven de ello y son famosos. —¡Kevin, no quiero volver a discutir sobre eso! Ya sabes lo que tu padre y yo pensamos

al respecto. Queremos que triunfes en la vida y puedas mantener a una familia… Kevin sopló. Estaba muy harto de esas conversaciones y de que sus padres, pero sobre

todo su madre, se empeñaran en controlar su vida al máximo. ¿También le dirían cuántas veces tenía que besar a su mujer, si es que algún día la tenía?

—Por cierto— continuó explicando su madre, sin dejarle ni siquiera responderla— hablando del tema, ¿cuándo vas a invitar a Sara a cenar en casa?

—Mamá, ya te he dicho en incontables veces que Sara y yo no hablamos. Pertenecemos a mundos diferentes. Ni siquiera sabe que existo.•15•

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—¡Tonterías!— exclamó su madre, sonriendo amablemente— A ella le gustas, se le nota en la mirada. Sólo está esperando que te atrevas de dirigirle la palabra. Y esa chica es perfecta para ti. Y estoy segura que acabaréis juntos. Invítala a cenar, Kevin.

—Pero mamá.—la interrumpió su hijo, nada dispuesto a que le eligiera también con qué chica debía estar.

—¡Hazlo, Kevin! Ya me darás las gracias. Vamos, termina de desayunar. —Buenos días, cariño— saludó su padre a su madre, trajeado y corbateado entrando por

la puerta de la cocina con una cara radiante de felicidad— Kevin.¿Listo para esta tarde? ¡Es tu gran día!—

—Sí, vamos, tengo una ilusión.—respondió él, sarcásticamente. —Lo sé, hijo, lo sé. Yo también estoy feliz por ti— aseguró el padre, ignorando por

completo el tono y las caras de su hijo. ¿Realmente le conocían? Porque no lo parecía para nada. Eran sus padres, si, pero no

sabían nada de él, de sus aficiones, ni de sus ilusiones y sueños. Sus padres le obligaron a cortar su intensa amistad con un chico que era de mente

abierta y que tendía a decir lo que pensaba de todo porque consideraban que era una mala influencia. Kevin no estaba de acuerdo y estuvo semanas enfadado, intentando mantener el contacto con él. Hasta que llegó el punto que sus padres controlaban sus movimientos y sus llamadas. Kevin pasó a ser asociable, estar horas encerrado en su habitación viendo películas y leyendo, soñando con salir de ahí y deseando encontrar un trabajo que le permitiese independizarse.

Pero cuando sus padres descubrieron que estaba buscando un trabajo, le cerraron todas las oportunidades negándole a ir a las entrevistas, le dieron 20 dólares semanales para sus gastos personales y le inscribieron a cursos de Empresariales y Contabilidad. En cuanto terminase la universidad, estudiaría con los mejores y sería un abogado de éxito.

La idea a Kevin no le hacía ni la menor gracia, pero parecía ser que su opinión no tenía voz ni voto.

Para colmo, querían que se hiciese amigo de Trevor, hijo de uno reputado abogado y una jueza de la ciudad que sólo pensaba en el dinero, tener las mejores marcas y destacar por encima de los demás. Tenía una novia que estaba con él sólo por darse a conocer y por el dinero, nada más.•16•

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Era tonta del culo y no tenía mucho futuro, pero aseguraba que se comería el mundo. ¿Esa clase de amigos quería sus padres para él?

No. Él no quería esa vida, ni esos amigos, ni ese trabajo ni ese estilo de vida. Kevin no era feliz, pero sus padres se empeñaban en demostrar que eran la familia perfecta. Kevin se preguntaba cuándo sería el dueño de su propia vida, si es que lo llegaba a ser.

Se acabó el desayuno sin mucho apetito, recogió sus cosas, cogió la mochila y se marchó despidiéndose de sus padres.

A Kevin le encantaba caminar, muchísimo. Todos los días. Al volver de las clases sí que podía venir andando, porque sus padres no se enteraban. Pero para ir, siempre le llevaba su padre en coche. Y además, le daba la chapa por el camino sobre su futuro y todos los planes que tenían para él. Kevin se dedicaba a asentir todo el trayecto, pero escuchaba la mitad de lo que le decía.

Sentía la desesperada necesidad de gritar y escapar del mundo, escapar de esa ciudad, perderse en un lugar donde nadie le conociera y vivir a su manera, con sus sueños y a su manera. No era feliz, y era consciente de ello. Pero al parecer, no podía hacer nada al respeto.

Su padre le dejó en la entrada de la universidad y se despidió de él. Kevin tenía tal aspecto de inseguridad en sí mismo, era tan callado y tan serio, que

algunos compañeros lo conocían como el insípido o como el amargado. Y ese mote parecía estar destinado a él, marcado como a fuego lento, de por vida. •17•

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3. KEVIN EN LA UNIVERSIDAD

Entró por la puerta y caminó por los anchos pasillos de ese centro donde acudía a que le diesen clases, pero donde prestaba realmente poca atención. Las miradas se dirigían hacia él a casa paso que daba y sentía murmullos a su alrededor. ¿O era paranoias suyas?

Kevin llegó hasta su taquilla y dejó su mochila, cogió sus libros y libreta de apuntes y cerró la puerta. Frente a él estaba Sara, supuestamente la chica de sus sueños. Kevin la consideraba guapa y agradable, pero realmente no sabía si le gustaba y si eso bastaba para una relación. ¿Además, y si la hubiese, ella dejaría de lado a sus amigos? Lo dudaba mucho. Y Kevin tenía muy claro que no quería mezclarse con gente como ellos.

El chico reunió valor y se acercó a ella. Sara estaba con el guaperas de Trevor y su chica, quien tenía voz de pito y estaba empeñada en hacer creer que era inteligente y guay, superior a los demás.

Trevor tenía una pinta de chulito que no podía con ella. Era de complexión atlética, ojos marrones, cabello corto, espalda ancha y vestía cazadora del equipo de natación y fútbol (había una doble) y vaqueros.

Su chica sólo llevaba un top ceñido y una falda tan corta que podría pasar por bragas largas. El cabello le llegaba a los hombros y era castaño claro.

Trevor la estaba besando a su novia como si fuera a violarla ahí mismo de un momento a otro, fogosamente y apoyándola contra las taquillas.

Los tres eran más o menos de la misma edad de Kevin. —Hola Sara— le saludó un Kevin nervioso. —Hola, Kevin— le respondió ella, asombrada de que le dirigiera la palabra y lanzándole

una mirada intrigante. Kevin veía a Sara guapa, pero tampoco era nada del otro mundo. Eso sí, tenía la sonrisa

más bonita que había visto nunca.•18•

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Trevor paró de seguida de besar a su chica y reparó atentamente en el chico, sin perder detalle.

—Mis padres quieren invitarte a cenar a casa— Sara recibió atenta esa invitación y sonrió, halagada. —Gracias. Es todo un detalle. —¿Qué pasa, tío? ¿Te mola Sara? ¿Quieres que te la chupe, Kevin? —¡Trevor! No seas grosero— le pidió Sara, intentando exculparle. —¿Es eso Kevin? ¿Quieres que te hagan una buena mamadita?— repitió la chica de

Trevor, haciendo un gesto con la mano simulando una felación y soltando una risotada de cerda tan bien imitada que parecía ser una.

Kevin no sabía si reírse o callarse, pero sintió vergüenza ajena. —¿Qué día te iría bien?—volvió a centrar su atención en Sara. —¡Ha ignorado mi pregunta!— se ofendió la chica de la risa de cerdo. —Oye, chavalín. Mi preciosa novia te ha hecho una pregunta. Respóndela o te meto. —¿Era una pregunta? Creí que me hablaba en su idioma cerdícola— respondió Kevin,

aunque en seguida se arrepintió. La novia de Trevor le miró muy ofendida y a punto de llorar. —¿Cómo la has llamado?— Trevor agarró de la camiseta a Kevin y le pegó un fuerte puñetazo al chico en el

estómago, quitándole la respiración y dejándole caer al suelo. —¡Trevor! ¡No te pases con él! ¡Pobre!— exclamó Sara. —¿Te da pena, Sara? ¿Al final se la querrás comer?— dijo éste en tono burlón. —Hazlo, Sara. Si eso te hace sentir mejor— repitió su chica, de nuevo con su risa de

animal fétido. —Vamos, chicos, no os paséis con él. No ha hecho nada— espetó ella, que fue hacia

Kevin para levantarlo. Pero Trevor se adelantó y se la llevó casi obligada, le colocó el brazo por el hombro y se la

llevó como cual colega hace una broma y se disculpa. —Venga, vamos a clase. Ese chaval no merece tu atención. Pero tranquila, prometo no

volver a pegarle. ¿De acuerdo?— le dijo e hizo pucheritos. Sara se rió y olvidó el tema. Tampoco había sido para tanto al fin y al cabo. •19•

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Kevin recuperó la respiración despacio y vio cómo todos pasaban por su lado sin dignarse a prestarle ayuda o al menos preguntarle si estaba bien.

Kevin entró en los vestuarios tarde. Le había llevado casi veinte minutos que se le pasase ese dolor, fue al lavabo a estar solo y calmarse y después se sacó un café en la máquina. Una vez recuperado, se dio cuenta que llegaba tarde a la siguiente clase, natación.

Se cambió lo más rápido que pudo y entró directo a la piscina cubierta en bañador. Ya todos esperaban en fila, preparados.

—¡Kevin! ¡Llegas tarde!— le reprendió el entrenador mirándose la hora. —Lo siento, entrenador. No me encontraba muy bien— respondió él. El entrenador, un hombre maduro y con semblante serio pero en el fondo con buen

corazón, asintió y le indicó con un gesto que fuera a su puesto. Vestía pantalón corto y camiseta corta, un silbato colgado del cuello con una cadena y

unas zapatillas. Sus compañeros de clase, unos ocho chicos y seis chicas, le observaron caminar despacio

y descalzo hacia la plataforma de salto. —¿Dolor de barriguita, Kevin?— se burló Trevor, con su bañador sexy y su gorro de

piscina, lo suficiente bajo para que no lo oyera su entrenador pero sí el chico. Varios compañeros se rieron, Sara hizo un amago de sonreír pero en seguida se quedó

seria. Tenía que mantener las apariencias con Trevor. Kevin lo ignoró y se preparó. El entrenador tocó el silbato y todos se lanzaron al agua.

Nadaron tan rápido como podían y el sonido de los chapoteos y el olor a cloro invadió el lugar.

Kevin era buena nadando y lo sabía, pero el saber que sus padres no le dejarían dedicarse a ello por muchos logros que consiguiera le desmotivaba y no se esforzaba mucho.

Sin embargo, de seguida llegó a la pared del otro extremo, y en cuando dio la voltereta en el agua para cambiar de dirección, justamente Trevor que estaba una calle a su izquierda, estiró el pie para alcanzarle y darle otro fuerte golpe y le provocó un tirón.

Parecía que Kevin se hundiera en el agua y nadie parecía darse cuenta. La clase nadaba a ganar y Trevor, como siempre, iba a la cabeza. A pesar de tener novia,

varias de las chicas le tenían ganas. Era todo lo que cualquier chica de papá querría: guapo, buen •20•

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cuerpo, gracioso, ambicioso y gamberrete. Daba sensación de seguridad. Empezó a entrar agua en los pulmones de Kevin y su pierna le pesaba tanto que no

podía levantarla ni hacer fuerza con ella para subir. El entrenador al fin se dio cuenta, cuando todos llegaron a su meta menos uno. Corrió en

su búsqueda. Kevin escupió agua. No sabía si había perdido el conocimiento o no. Sólo que todo parecía

muy brillante y movedizo. El entrenador le preguntaba si estaba bien. Se encontraba tumbado boca arriba en el suelo, cerca del borde de la piscina, y sus compañeros le escudriñaban alrededor, en círculo. Algunos reían, incluido Trevor, pero la mayoría parecían preocupados.

—¿Estás bien, chico?— —¿Qué ha pasado?— —Te has ahogado. ¿Qué demonios te ha pasado?— Kevin miró a Trevor y prefirió no buscarse problemas con él. —Me dio un tirón al dar la vuelta y creo que me golpeé en la pared. Perdí el sentido—

respondió el chico. —¿Quieres ir a la enfermería?— le preguntó el entrenador. —No, estoy bien. Se me pasará en seguida— —Será mejor que vayas para allá. Te acompañaré, así me quedo más tranquilo— Kevin suspiró. Genial. Ser el centro de atención y parecer una víctima, una vez más.

Justo lo que necesitaba. Veinte minutos después, aún en bañador, le tomaban la temperatura corporal, el pulso y

la tensión en la enfermería. La enfermera, encantadora a más no poder y con su bata blanca, le tranquilizó y dio una

pastilla. —Estás bien, Kevin. Puede que te dé pinchazos la pierna a ratos y tengas dolores de

cabezas unos días, pero nada importante— le dijo. —Gracias, doctora— respondió el chico, relajado y deseando regresar a casa. La puerta de la enfermería se abrió de repente y apareció un chico. Kevin y la enfermera lo miraron. Lo que sintió Kevin en aquel momento en su vientre

fue algo extraño. Ese chico era excepcionalmente guapo, moreno de cabello corto, con unos ojos que parecían hipnotizarle y era alto y de cuerpo bien formado. Su cara no le sonaba de nada y se sorprendió bastante.•21•

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—¿Querías algo, hijo?— le preguntó la doctora, dulcemente. —Lo siento, busco la oficina del director. Soy nuevo y no sé dónde está— respondió el

chico, con la voz más melosa y sensual que había escuchado Kevin en su vida. Jamás había tenido una sensación así. Pareció como si de repente el mundo se parara y sólo

existiese ese chico. Sus miedos no eran importantes, sus inquietudes eran insignificantes y sus compañeros de clase eran un simple obstáculo. Se sintió amenazado más que nunca, pero por ese muchacho de mirada intensa y extraña.

Pero lo más curioso era que no sentía miedo de él, sino un profundo respeto y una intensa y extraña sensación de tranquilidad.

—Tienes la oficina al final del pasillo a la derecha, haciendo esquina— respondió la mujer.

—Muchas gracias— respondió el guapo chico. Todo pasó en un momento. El chico desvió la mirada hacia Kevin y ambos sintieron como un

pinchazo, algo extraño y eléctrico. Pero que sólo ellos parecían notar. El novato finalmente salió por la puerta dejándolos solos y Kevin tardó varios segundos en reaccionar. ¿Quién era ese chico? ¿Cómo se llamaba? Y más importante aún, ¿a qué curso iría?

Kevin no tardó mucho en levantarse de la camilla, vestirse y volver a casa.•22• •23•

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4. LAS PRUEBAS DE NATACIÓN

Kevin no pudo dormir mucho aquella noche. Por mucho que lo intentó, no dejó de dar vueltas en la cama y de soñar con agua, con chapoteos y peces. Cuando despertó por la mañana tenía un extraño sabor en el paladar, como a algas. Su torso desnudo estaba frío y húmedo, como si se estuviera terminando de secar tras una ducha o un chapuzón.

Kevin apagó el despertador antes de que sonara, se dio un baño rápido, se vistió y bajó a desayunar.

No se fijó en el reloj y esta vez llegó diez minutos antes a la piscina, ya que ese día, natación era la primera clase y además era el día de las pruebas para la competición.

Decidió ir calentando y se subió a la plataforma y se preparó. Se lanzó de cabeza y nadó totalmente centrado. La piscina estaba para él sólo, las calles eran todas suyas y él podía hacerlas perfectamente.

De hecho, Kevin estaba muy a gusto en el agua, le encantaba nadar. Alcanzó con facilidad la pared de final de la calle, dio la voltereta sin ningún

impedimento y prosiguió la marcha. Impulsándose con las piernas y moviendo los brazos con fuerza, el agua era suya y él era el amo de la piscina. Antes de darse cuenta tocó la pared y descansó.

Se agarró a la manilla metálica de la pared y respiró hondo. Oyó palmadas a su espalda. —Has hecho las dos calles en sólo veintidós segundos, tu mayor récord. Y además, has

superado a Trevor. Nunca te había visto nadar así— le dijo el entrenador desde el otro extremo, pues le acababa de ver hacer toda la carrera y salía de detrás la barandilla de las gradas.•24•

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—Entrenador… es que estaba vacía y he pensado en ir adelantando y calentando— respondió Kevin, nervioso y sintiéndose culpable.

—Has hecho bien, Kevin. Y francamente, me has sorprendido. Acabas de hacer la mejor puntuación de toda la clase. Si nadases siempre así, podrías competir y

ganar. —Mis padres no me dejarían— aseguró Kevin, agachando la cabeza. —¿Quieres que hable con ellos?— —¡No! Por favor, no les diga nada. Ellos piensan que esto no me llevará a ningún sitio. —Puedo explicarles tu potencial yo mismo. Eres muy bueno, Kevin. Pareces un pez en el

agua y si logras la beca del campeonato podrías hacer lo que quisieras. —Lo sé, y suena tentador. Y de verdad que se lo agradezco, entrenador, pero es mejor

que no meta a mis padres en esto. Suficientes problemas tengo ya. —¿Problemas? Kevin, estamos hablando de tu futuro— le reprendió el entrenador. —Por eso mismo, entrenador. Mis padres jamás lo aprobarían. Y da igual lo que les diga.

Pero muchas gracias. —Como quieras. Pero al menos deberías participar en el campeonato. Si ganas, ya

decidirás qué hacer— Kevin se lo pensó intensamente. Eso sí que podría hacerlo. Participar a espaldas de sus

padres y según el resultado, decidir qué hacer. Kevin salió de la piscina, pisó suelo y se colocó las chanclas. Por la puerta entraron todos sus compañeros, con Trevor a la cabeza comiéndose la boca

sin descanso con su chica, y Sara tras ellos, de aguanta velas. Miraron a Kevin y al entrenador. Trevor se fijó en Kevin recién salido del agua. —¿Ya han empezado las pruebas?—preguntó el chulito. —Sí, y me temo que Kevin acaba de superaros a todos. Puede competir si quiere y tiene

todo mi apoyo— aseguró el entrenador. Kevin sonrió, contento y satisfecho de sí mismo por la noticia. Pero la cara de Trevor cambió radicalmente y se volvió seria, enojada. —¡Ya estoy en casa! Mamá, papá, tengo grandes noticias— declaró Kevin, muy contento

y por primera vez entrando en su casa con una sonrisa.•25•

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Era última hora de la tarde y tras un largo paseo meditando lo sucedido en la piscina y la charla del entrenador, había decidido contárselo a sus padres.

Pero cuando entró al comedor, frenó en seco y se quedó paralizado. —Cariño, hola, luego nos lo cuentas. Mira quién está con nosotros esta noche— anunció

su madre, muy arreglada y con su falsa sonrisa de oreja a oreja que pretendía ser más amable aún.

Kevin no podía creer lo que estaba viendo. Sentada a la mesa, sonrojada pero sonriente, se hallaba Sara, lista para cenar en familia.

Kevin se quedó estupefacto, le costó reaccionar y sentarse a la mesa. —Sara.que sorpresa.— tartamudeó el muchacho. —Ya que tú no te decides a invitarla, pues he decidido echarte una mano— declaró la

madre, alegremente y orgullosa de sí misma. Sara sonrió y le dedicó una mirada dulce. Kevin no podía creer aún que su madre le

organizase una cita, por así decirlo. —Llevo tiempo diciéndoselo y no hay manera, supongo que es demasiado vergonzoso.

Siempre está hablando de ti y seguro que le afecta el ser demasiado tímido. ¿Qué? ¿Cómo? ¿De dónde había sacado su madre eso? Fue a interrumpirla pero ella le

ignoró y siguió hablando. —Y dime Sara, ¿a qué te quieres dedicar en un futuro?—le preguntó su madre, sin

perder la sonrisa y sirviéndole un plato con salchichas y patatas asadas. —Pues es algo que mis padres y yo hemos hablado varias veces y tenemos muy claro.

Seré abogada o médico— aseguró Sara, feliz con esa decisión. —¡Oh! Es fantástico, cariño. Estoy seguro de que lo conseguirás y que tendrás mucho

éxito— exclamó encantada la madre de Kevin. —Gracias, señora Anderson. La verdad es que tengo suerte. Es una profesión con

futuro— —Desde luego que sí. Yo le digo lo mismo a Kevin, pero él no valora el esfuerzo que

hacemos su padre y yo por él. Sólo piensa en tonterías y en natación. —Precisamente hoy el entrenador le ha dicho que era muy bueno nadando.— empezó a

decir Sara, pero la señora Anderson cambió radicalmente de tema.•26•

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—Lo que tiene que hacer Kevin es espabilar de una vez y centrarse en temas serios de verdad. Como tú. Eres todo un ejemplo a seguir. Y todo un partido. ¿Te gustaría quedarte a dormir?—

—Gracias, pero será mejor que no. Y no quiero molestar.— —No digas bobadas, querida. – —Mamá, es cierto. El entrenador dice que soy muy bueno nadando y me gustaría mucho

participar en el campeonato.— se hizo notar el hijo, ofendido y harto de que nunca se le tomara en cuenta, aún más cuando él estaba presente.

—Hijo, tu madre está hablando. No seas mal educado interrumpiéndola. Tenemos invitados.—añadió el padre, también forzando una sonrisa.

—De verdad que sí, Kevin tiene talento para la.—seguía Sara. —¿Seguro que no quieres quedarte a dormir, Sara? Puedo prepararte la habitación en un

momento— insistió la madre. Kevin se empezaba a dar por vencido. Realmente ni caso le hacían. Decidió al menos

divertirse un rato. —Pues lo dicho, me tiré al entrenador para conseguir una beca, luego me pilló fumando

crack en los vestuarios y le hice olvidar el asunto regalándole coca de la buena.—declaró muy serio Kevin.

—¿Así que estudiarás cuatro años seguidos, Sara?— seguía con el interrogatorio la madre, ignorando al parecer que tenía un hijo en la mesa.

Sara se dio cuenta y rió divertida, a pesar de la incomodidad, pero no dijo nada. Kevin resopló y se puso en modo off. No les hizo caso ni escuchó más la conversación. Se limitó a asentir cada vez que alguien decía su nombre y a seguir

comiendo. La situación era incómoda y desagradable. Pero visto lo visto, Kevin decidió pasar. Sara insistió en irse y tras la cena y los postres, se despidió de todos. Kevin estaba

deseando que se marchara y se fue directo a su habitación. Oía murmullos de sus padres, pero no sabía qué decían. Daba igual. Se encerró en su habitación, se quedó en pantalón corto de pijama y se metió en la cama.

Odiaba su vida y no había nada que le motivase o diese energías para hacer suya su vida y sus decisiones.

Sumido en sus pensamientos y soñando con salir de esa casa y de esa ciudad, se quedó dormido. De nuevo, soñó con el mar y con extrañas criaturas con escamas doradas y dones acuáticos.•27•

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Al día siguiente, cuando llegó a la piscina, ya estaban todos preparados y esperando. Curiosamente, Trevor, tan chulo y gracioso como siempre, hizo chistes de él, pero no le atacó ni nada por el estilo. De hecho, le dejó hacer la prueba tranquilamente y Kevin anotó un tanto. Su entrenador volvió a felicitarlo por el resultado y Trevor le miraba con verdadera rabia.

Pero no tomó represalias y Kevin ya empezaba realmente a estudiar la posibilidad de mentir a sus padres y competir en el agua. Eso le haría feliz.

Cuando el entrenador hubo dicho los nombres de los que competirían en nombre del colegio, entre ellos Sara, Trevor, otro chico y él mismo, y se retiró a su despacho, todo se transformó.

Kevin notó de repente cuchicheos, risas y burlas. Supo de seguida que Trevor tramaba algo y no pensaba seguir mucho tiempo ahí para averiguar el qué.

Lo más rápido que pudo, avanzó hacia sus zapatillas y se las puso. Notó pisadas tras él y movimientos rápidos. Algo preparaban y decidió salir. Pero en cuanto se dio la vuelta dirección a los vestuarios, desde las gradas, justo dos asientos arriba de donde él se encontraba, Trevor y otro chico le lanzaron un cubo de agua helada con cubitos de hielo que dio de lleno en su cabeza y recorrió su cuerpo en menos de un segundo.

No pudo evitarlo. Su cuerpo reaccionó de seguida. Sus músculos se tensaron, pero su vejiga se relajó en un desesperado intento de adaptarse a esa repentina frialdad que recorría cada centímetro de la piel del chico.

Y se orinó encima, manchando la parte del bañador y goteando claramente en el suelo de la piscina.

Kevin soltó un pequeño grito de susto y sorpresa y se quedó quieto, cubriéndose con los brazos el pecho, tiritando de frío.

Las risas empezaron a crearse como un murmullo que va cogiendo fuerza y acabó convirtiéndose en una estruendosa risa de casi toda la clase, que lo señalaban y reían. Sara no rió, pero sí sonreía, haciendo ver a Trevor que le hacía gracia, aunque en realidad no era así.

No era un comportamiento adulto para nada, pero Kevin sabía que incluso los adolescentes más maduros podían llegar a convertirse en verdaderos niñatos imbéciles. Y Trevor no se escapaba de ese campo.

Kevin miró a los presentes avergonzado y helado, salió corriendo de puntillas de la piscina sin mirar atrás. Cogió su toalla y entró en los vestuarios. Se puso la camiseta sin siquiera cambiarse •28•

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el bañador y salió disparado al pasillo. Caminó tan rápido como pudo hacia la salida, al exterior, pero algún que otro alumno se fijó en la mancha que cubría la zona de su pelvis y señaló riéndose.

Kevin hizo caso omiso y se marchó a toda prisa del centro, chocándose sin querer en la misma puerta de salida con aquel chico moreno tan guapo que vio en la enfermería. Hubo chispas de nuevo y una sensación extraña. Se miraron y el chico notó también esa mancha y entendió entonces el motivo de las burlas de los demás. Sintió pena y quiso ayudarle, pero Kevin desapareció sin más en menos de un minuto de la vista de todos.

El moreno se lo quedó mirando, observándole alejarse. De alguna manera sentía que ese chico necesitaba ayuda, tal vez la suya misma.

Notaba en su corazón su tristeza y apatía por la vida. Sentía humillación y vergüenza en su alma. Pero ante todo, soledad e incomprensión.

El chico supo que debía actuar y hablar con él, quizás le ayudaría o incluso entablarían amistad. De una manera u otra, su corazón le decía que debía seguir a ese chico. Y lo hizo.•29•

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5. RESCATE ACUÁTICO

Kevin avanzaba como si le persiguiera la mafia desde un coche, a paso muy rápido. En vez de coger el camino de la izquierda, al salir de la universidad, que le llevaba a casa, cogió el de la derecha, que ascendía hacia el pico de una montaña que acababa en peñasco.

Sólo pensaba en alejarse, pero no hacia su casa, sino de todo aquello. Estaba harto. Harto de su familia, de sus compañeros, de que Sara fingiera ser algo que

no era sin poner remedio, de no ser feliz, de no estar a gusto con su vida, de no encontrar su lugar en el mundo y de no hacer lo que realmente le gustaba.

El sol irradiaba el lugar y sofocaba. Kevin no se dio cuenta del rato que llevaba subiendo y escalando hasta que se encontró

en lo más alto del peñasco. Se sentó y se puso a llorar, casi sin aliento. Se sentía vacío, sin esperanzas ni expectativas en la vida. ¿Alguna vez saldría algo bien en su

triste existencia? ¿Iba a estar siempre como un títere de sus padres y como juguete de sus com-pañeros? Y lo peor de todo, ¿por qué no era capaz de plantar cara y decir: aquí estoy yo?

Kevin gritó con rabia desde lo más hondo de sus pulmones y el eco duplicó el sonido y lo extendió por el lugar.

Bajo el peñasco se extendía el mar. Si Kevin se asomaba lo veía perfectamente. La brisa fresca acariciaba su frente y revolvía sus cabellos rubios al aire. El chico oía el susurro de las olas al morir en las rocas o besar la orilla, y sentía belleza. ¿Cómo podía ser el mar tan bello?

¿Cómo podía haber lugares y situaciones que desprendían hermosura y ternura y él estar en un mundo de amargura?

El día que Kevin muriese le gustaría ser incinerado y sus cenizas esparcidas por el mar. Sería algo hermoso para él.•30•

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Entonces se puso a pensar. No tenía aspiraciones ni sueños. Ni tampoco retos en su vida. ¿Por qué no poner fin a esa desdichada existencia?

¿Quién lo iba a echar de menos? Kevin se levantó de la roca y avanzó lentamente hasta el abismo del peñasco y se asomó.

Las lágrimas resbalaban por sus mejillas. Decidió que era el momento idóneo. Suspiró, se despidió mentalmente del mundo, cerró los

ojos y abrió los brazos, extendiéndolos y entregándose al mar. Se dejó caer y su cuerpo descendió abruptamente como una piedra que cae al agua desde una montaña.

Sintió una extraña sensación en el estómago, no podía respirar y sus ojos no se abrían. Antes de impactar en el agua con fuerte estrépito, sus pulmones ya se quejaban de falta de oxígeno.

Su cuerpo se hundía en el agua. Kevin no hacía esfuerzos para salir a la superficie, ni por nadar. Sintió un fuerte mareo y el agua le entró por la nariz y la boca y perdió la conciencia.

Algo grande y pesado se aproximaba a él bajo el agua. Nadaba a velocidad de vértigo. Tenía cuerpo humano y de pez al mismo tiempo.

Su cola aleteaba de una manera impresionante. Era la criatura más bella que había en el mar y lanzaba destellos dorados. Sobre la superficie nadie lo vería, pero bajo el agua destacaría en cualquier ojo.

Aquel ser agarró de una mano a Kevin por el cuello de la camiseta y tiró de él hacia arriba. Lo sujetó con firmeza y lo llevó a nado hacia la orilla, con rapidez pero con cuidado.

Kevin no era consciente de nada, estaba a unos minutos de abandonar ese mundo. La criatura apresuró la marcha hasta alcanzar la orilla. En unos segundos, la cabeza de

Kevin tomaba tierra apoyada en la orilla, con el cuerpo boca arriba, y la criatura se colocaba sobre él. Por suerte, nadie estaba cerca. La mayoría de la gente iba a la playa de esa zona de Long Island, que estaba a varias calles más adelante, no esa zona más alejada y más llena de rocas.

Era un milagro que Kevin no se hubiese tropezado con ninguna o las consecuencias habrían sido desastrosas, o directamente mortales.

Kevin ya no absorbía el agua, pero tampoco llevaba aire a sus pulmones.•31•

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La criatura abrió la boca de Kevin y juntó sus labios con los suyos y envió aire a sus pulmones. Sentía los latidos de Kevin débiles, no había mucho tiempo.

Kevin sintió de repente unos labios calientes y húmedos besar los suyos y esa sensación estremeció todo su cuerpo. El aire que se estaba enviando a sus pulmones estaba haciéndolos mejorar pero no expulsaba el agua que había en ellos.

La criatura marina le hizo un masaje cardíaco para reanimarlo, pero el chico no reaccionaba. Volvió a realizarle el boca a boca, esta vez con más intensidad.

El ser acuático y dorado no estaba dispuesto a dejarlo ir, y presa del miedo le golpeó en la cara con fuerza y eso pareció hacer efecto.

Kevin abrió los ojos, escupió agua e intentó incorporarse, luchando por respirar sofocadamente.

La criatura le paró y no le dejó levantarse hasta más de la cintura. Le sujetó para apoyarlo y que pudiese vomitar toda el agua fuera de su cuerpo, para

recuperar así la respiración normal. Kevin veía borroso. Distinguía una cara bella y unos ojos de mirada hipnótica

devolviéndole la mirada, preocupados. Sentía calidez en aquella cara, seguridad y confianza. Aquella persona le sujetó con firmeza y ayudó a calmarse. Cuando Kevin hubo expulsado toda el agua de su cuerpo y se calmó lo suficiente para

poder respirar bien y hablar, la criatura le preguntó. —¿Estás bien?— —Sí. Estoy bien— respondió el chico, más tranquilo. —Estupendo— le respondió con mal tono. El chico le soltó una bofetada en la cara y Kevin se sobresaltó. —¿A qué coño ha venido eso?— preguntó Kevin, enojado. —A que has saltado desde una altura mortal. Si no llego a estar cerca de ti y te veo caer,

te podrías haber muerto. —Quizás habría sido lo mejor— aseguró Kevin, con voz triste. La criatura le abofeteó de nuevo. —¡No digas eso! ¿Tan penosa es tu vida para querer quitarte la vida?— —¡Pues sí! ¡Lo es! Mi vida es una mierda. ¿Quién te crees que eres tú para juzgarme?—

se enfadó Kevin, mirándole con fiereza. —Alguien que acaba de salvarte la vida y opina que no tienes motivos para

desperdiciarla. •32•

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—Claro, es fácil hablar. Seguro que tú tienes una vida perfecta. A mí nadie me quiere y mis padres sólo se preocupan por controlar mi vida. No soy nadie—

La criatura le miró. El agua caía de su cabello rubio y sus mejillas, goteando en la camiseta, que le trasparentaba el pecho.

—Mi vida no es perfecta para nada. Pero a diferencia de ti, lucho contra todo lo que está mi contra y creo en mí mismo. ¿Crees que porque tus padres quieren controlarte y tus compañeros te acosan eres desgraciado?

Kevin le miró y su cuerpo tembló. Estaba a punto de llorar. —Eres un cobarde— —Lo sé— reconoció Kevin y se puso a llorar. La criatura se compadeció y le abrazó. Kevin tuvo una extraña sensación al ser abrazado. Su corazón se aceleró, el cuerpo le tembló,

sintió la calidez del pecho desnudo de ese chico abrazándole y de una manera que no podía explicar pero que le encantaba, se sentía seguro. Era como si estando con aquel muchacho tan bello y de mirada profunda y penetrante fuera intocable y nadie le pudiera afectar.

La criatura sintió debilidad por aquel chico y se sintió identificado. Quería ayudarle, hacerle ver que su vida era así porque él lo consentía y porque no se quería a sí mismo.

Kevin se calmó tras unos minutos llorando. El chico le miró. —¿Cómo te llamas?— —Kevin. ¿Y tú?— La criatura pensó rápido. Su verdadero nombre traería sospechas, y quería evitarlo. Así

que meditó un nombre que le gustase y pasase desapercibido. —Matt. —Gracias por sacarme del agua, Matt. —No hay de qué. Aunque sigo sin entender por qué lo has hecho. ¿Tanto te afecta lo que

digan de ti unos gilipollas sin cerebro que van de graciosos? Kevin le miró. Realmente no sabía qué responder. —Supongo que sí— respondió tristemente Kevin. —Vales más que todos ellos juntos— aseguró Matt. —Eso lo dudo— insistió Kevin. —¿Sabes qué? Tienes razón. Tendría que haberte dejado en el agua. Eres un imbécil— le

reprendió Matt y le soltó, dejándolo caer sobre la arena. —¡Tampoco te pases, eh!— le recriminó Kevin, incorporándose con esfuerzo para decirle

tres cosas bien dichas.•33•

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Pero cuando ya se había sentado en la arena y mirado al frente, Matt ya no estaba a su vista, había escuchado un chapoteo cerca suyo y en la orilla se veía espuma sobre la superficie, como si alguien acabara de zambullirse dentro.

Kevin se quedó estupefacto. No entendía nada. ¿Se había metido en el agua? ¿Por qué tardaba tanto en salir? ¿Y si se lo había imaginado todo y su mente le estaba haciendo una mala jugada? O lo más probable, Matt se habría marchado enfadado con él y cualquier pez o el simple mar habría chocado en la orilla creando esa espuma.

No sabía qué teoría era la adecuada ni cuál era más absurda. Se limitó a respirar hondo, levantarse y emprender el camino despacio de vuelta a casa, sin

dejar de repetirse mentalmente lo sucedido y sobre todo, las palabras de Matt, que se le habían clavado en el cerebro como una taladradora. Le estaban haciendo reflexionar. ¿Realmente podía él cambiar su vida?

No podía olvidar el efecto que le hacía sentir Matt cuando estaba cerca suyo. Era extraño pero al mismo tiempo agradable. Y eso le carcomía.•34• •35•

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6. EL SECRETO DE MATT

Matt durmió de nuevo mal. Su aventura acuática y las palabras de Matt se repetían una y otra vez en sus sueños. ¿Por qué se sentía así?

¿Qué tenía ese chico que le hacía perder el control pero al mismo tiempo le aportaba seguridad de esa manera?

Kevin despertó sudoroso y tuvo que ducharse con agua fría. Desayunó con prisas y salió en el coche con su padre a clase. La primera clase la pasó sin prestar ninguna atención hasta que de repente, esta fue

interrumpida por el director, quien pidió al profesor que se acercara a la puerta y le explicó algo en susurros.

El profesor asintió y entró de nuevo en la clase acompañado de un chico. Cuando Kevin fijó la vista en él para ver quién era, dio un respingo y le prestó toda su

atención. El chico en cuestión era Matt, el chico que le salvó la vida el día anterior. Vestía

pantalón corto y camiseta negra y era muy guapo. Su mirada tenía ese habitual brillo hipnótico que tanto le llamaba la atención.

Le siguió atentamente clavándole la vista. —Chicos, este es Matt. Es un alumno nuevo recién llegado de Louisiana y se incorpora

hoy a nuestras clases— explicó el profesor. Matt saludó a la clase con la mano y siguiendo las indicaciones del maestro, se sentó,

cerca de Sara, quien lo miraba atentamente mordiendo la punta de su bolígrafo. Pero Kevin se dio cuenta de que no era la única que le escudriñaba así. Media clase dirigió su atención hacia el chico nuevo. Las chicas embelesadas con él, los

chicos claramente celosos. Kevin también lo estudiaba, y de alguna manera, quería saber más de él.•36•

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También la novia de Trevor se fijó en él, disimuladamente para que su chico no se diera cuenta. Pero eso era difícil. La novia de Trevor no era inteligente ni discreta, y Trevor se dio cuenta en seguida de que lo devoraba con la mirada. El chico lanzó una mirada asesina al nuevo, y Kevin se quedó tenso, rezando porque Trevor no la tomase con Matt.

A última hora del día tocaba natación de nuevo y el entrenador ya los esperaba en la piscina.

—Chicos, hoy tenemos un alumno nuevo, aunque no participará en los entrenamientos hasta dentro de unas semanas por estar de baja médica— les pidió el profesor.

—¿Tiene la regla y no puede bañarse?— bromeó Trevor. Matt estaba sentado en las gradas y veía la piscina de cerca. Kevin le miraba con disimulo constantemente, y Sara le sonreía a ratos, coqueta. Todos hicieron una carrera en cuanto sonó el silbato del entrenador y Kevin volvió a

quedar primero, superando a Trevor, quien no lo vio con buenos ojos. —Entrenador, tiene una llamada importante. Acuda a recepción, por favor— sonó una

voz femenina por los altavoces de la universidad. El entrenador se disculpó de la clase y salió por la puerta de la piscina, dejándolos solos. —Vaya, vaya, Kevin. ¿Quién iba a decirlo, eh? Que acabarías siendo el más rápido

nadando— dijo Trevor, aproximándose al chico e intimidándolo. Kevin se puso nervioso, se echó a un lado e intentó evitarlo, pero Trevor lo arrinconó de

tal manera que unos pasos más y lo tiraba al agua. Matt se dio cuenta y de repente se levantó, pero lo hizo tan rápido que nadie se percató

de ello. —Kevincito, el calladito, resulta que es bueno en algo. Destaca en alguna cosa en su

miserable existencia. ¿No pretenderás robarme el título, verdad? Porque jamás dejaría que eso pasase.

—No quiero quitarte nada. Sólo lo haré lo mejor que pueda, y si los jueces deciden que merezco el título, pues genial. Nada más. Que sean ellos quienes decidan. —¿Qué sean ellos quienes decidan? —repitió Trevor, y rió— ¿Y si no llegas a la prueba

del campeonato? Podrías sufrir un accidente sin querer, que te dejase varias semanas fuera de combate…•37•

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—O podrías sufrirlo tú— advirtió una voz tras él, con todo serio. Antes de que Trevor pudiese darse la vuelta una mano fuerte lo empujó y cayó al agua. La clase entera se quedó a cuadros y susurraron. Miraron a Matt con verdadera

sorpresa. —¿Por qué has hecho eso? Ahora la tomará contigo— respondió Kevin, preocupado. —Que lo haga. Estoy deseando bajarle los humos a ese imbécil— aseguró Matt, con el

rostro desafiante. Trevor salió del agua, envuelto de rabia y se acercó hasta Matt e intentó darle un

puñetazo, pero éste lo esquivó con mucha facilidad. Todos miraban expectantes y se apartaron para evitar ser alcanzados. Trevor intentó de nuevo otras dos veces golpearle, pero el adversario lo esquivó de nuevo.

Pero éste sí logró alcanzarlo de un empujón y lo derrumbó al suelo, resbalando en el agua deslizándose dos metros hacia atrás, quedando tendido boca arriba.

Trevor estaba fuera de sí. Se levantó y bramó. —¡Cogedle!— Dos chavales fueron hacia Matt decididos a agarrarle. —¿Sois sus monos de feria? Los chicos se pararon en seco, heridos y miraron a Trevor. —¿Tan ofendido te sientes que necesitas a dos chicos para hacer tu trabajo sucio? Claro,

como no soy Kevin que se deja hacer de todo….— le dijo a Trevor. Este volvió a alcanzar a Matt a paso rápido y de nuevo intentó golpearle, esta vez con

más furia. Aunque de nada sirvió, parecía que los movimientos de Trevor eran tan lentos que el chico los ignoraba con facilidad.

Al final se aburrió y lo cogió con dos brazos y lo lanzó de nuevo al agua de cabeza. No se dio contra el suelo de milagro, porque lo hizo con fuerza.

Kevin no daba crédito a lo que veía. Trevor asomó a la superficie y gritó. —Tiradlo al agua. Lo quiero en el agua, a ver si es tan chulito aquí. ¡Venga! Matt les advirtió a sus monos de feria, con tono y cara muy tranquilos. —Os lo aviso. Si me tocáis, acabaréis en el agua también, pero daréis de lleno contra el

suelo— •38•

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Los chicos se miraron indecisos, pero Trevor les dio prisa desde el agua y prefirieron no aguantar después al chulito de la clase.

Quien avisa no es traidor, y Matt, con mucha soltura, los cogió por cada brazo y con fuerza y elasticidad, los hizo dar una vuelta en el aire girándolos sobre sus propios cuerpos como un karateca y acabaron en la piscina, pero con velocidad e intensidad. Ambos se dieron un golpe en la cabeza en el suelo de la piscina. En pocos minutos tendrían un chichón.

—¡Matt! ¿Qué demonios haces? ¡Al despacho del director!— le recriminó el entrenador entrando de repente por la puerta y viendo cómo los había lanzando al agua.

—¡No ha sido culpa suya!— le defendió Kevin. —¡Silencio!— ordenó el entrenador. —Esto no quedará así, novato— amenazó Trevor desde el agua. —Cuando quieras lo continuamos— Matt no sentía miedo alguno por ese tipejo y hasta le guiñó un ojo, que lo enfureció aún

más y le lanzó agua desde la piscina con el brazo. El agua chapoteó y alcanzó en las piernas a Matt, quien alarmado, salió corriendo fuera

de la piscina ante la atenta mirada de los presentes. Kevin, intrigado, no tardó mucho en seguirlo. No le costó mucho seguirle la pista. Matt iba apresurado, pero Kevin se las apañó. Lo

raro fue perseguirle por varios pasillos en bañador y mojado, y más aún con lo tímido y retraído que era él.

Matt se encerró en el lavabo. Por suerte estaba solo. Puso el pestillo y se acercó al grifo. Lo abrió y dejó que el agua cayera.

Se apartó un solo paso y se quitó la camiseta, dejando al aire un torso fuerte, depilado y moreno.

Separó las manos del cuerpo y cerró los ojos. Se concentró. Las piernas estaban mojadas y no tardarían en transformarse, y de ninguna manera dejaría que eso sucediese fuera del mar, y aún menos, en presencia de humanos.

De repente, algo sobrenatural sucedió. El agua del grifo se elevó y avanzó como si estuviera en una manguera invisible hacia el

cuerpo de Matt. Tocó su cabeza y se expandió creando un casco que lo cubrió hacia abajo, como un capullo acuático. En menos de diez segundos, el cuerpo entero de Matt, de cabellos a pies, estaba cubierto por una cúpula de agua que le daba energía y le refrescaba. Sus pies se volvieron dorados y aparecieron escamas. Sus pies se alargaron y adoptaron forma •39•

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de cola de pez. Sus brazos se volvieron más fuertes y las escamas a modo de armadura brillaron como si estuviese en el mar.

Su cuerpo entero se había transformado. Un golpe en la puerta lo sacó de su concentración. Alguien intentaba entrar, sin mucho

éxito. Insistió, pero la puerta no cedía. Matt se asustó y rezó porque se marchase, fuese quien

fuese. Pero no fue así. Al final el pestillo salto (la puerta estaba hecha un asco) y Kevin entró.

Se paró en seco al ver la escena. Matt perdió la concentración y todo el agua que lo envolvía descendió y chocó en el suelo,

dejándolo indefenso y con su secreto al descubierto. —Cierra la puerta. ¡Rápido, por favor!— le pidió el chico pez. Kevin no podía reaccionar, estaba estupefacto. Matt alzó la mano y con un rápido

movimiento mágico hizo que un chorro de agua se alzase del suelo y se lanzase como una mano acuática y cerrase la puerta de un tirón.

Kevin vio a un chico bello, con ojos excepcionales, tendido en el suelo inundado del lavabo, y preocupado por su situación. De cintura para arriba era humano y atractivo. De cintura para arriba era un pez, un tritón, y la cola era grande de narices.

No entendía nada y no supo qué decir. Pero en su interior una voz le decía que no tuviese miedo, que no le haría daño. Así que se limitó a decirle:

—¡Dios mío! ¿Qué eres? —Por favor, Kevin. Ayúdame a salir de esta y te lo explicaré todo. Llévame afuera. La mirada de Matt era suplicante. Y realmente no hizo falta que se lo volviera a pedir.

Él le había salvado la vida el día anterior. Era la hora de devolverle el favor. Y le ayudó.•40• •41•

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7. LA REINA DEL MAR

El mar estaba en calma. Pero no por mucho. Unas burbujas asomaron en la superficie y de repente un cuerpo femenino salió del mar y ondeó como deslizándose hacia la superficie.

De cintura para arriba era una mujer, atractiva, cabello largo y negro y alisado. De cintura para abajo parecía un calamar gigante, sus piernas eran tentáculos pegajosos y viscosos pero fuertes y mortales.

El ser alcanzó de seguida la orilla y se tensó. El cuerpo se volvió transparente, como una forma acuática, y adoptó tono totalmente humano. El agua se materializó y se hizo de carne y hueso.

Aquella mujer de cuerpo de modelo y aspecto bello, totalmente desnuda, atrajo varias miradas. La de un grupo de jóvenes que había cerca.

Y no parecía importarle mucho. Era la reina del mar, la criatura más poderosa que se hallaba en todos los océanos, pero a diferencia de Poseidón, sus poderes eran más bien negros y mal-vados. Era fría y calculadora, tenía dos máscaras que Poseidón no conocía bien.

Aparentemente era buena aunque estricta. Pero eso era lo que ella quería mostrar al mundo marino.

Caminó descalza hasta la arena y avanzó despacio, observando alrededor tanto los edificios como la gente.

Cerca de ella había un grupo de adolescentes que la miraron estupefactos. La habían visto salir del agua, pero con cuerpo de mujer, no la transformación. Pero

igualmente estaba desnuda, lo cual no era muy habitual de ver por ahí. —¡Ey, tía! ¿Te has equivocado de playa? Esta no es nudista— le dijo uno de los

adolescentes. La mujer giró la mirada hacia él y pareció un robot en movimiento.•42•

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Se acercó con el semblante tan serio que podría pasar por un zombie femenino bello sin marcas ni sangre.

Se agachó y agarró sin pedir permiso la ropa de una de las chicas y se la colocó sin más. Un pareo en las piernas y un top ajustado.

La chica la recriminó por ello y se levantó para enfrentarla. Pero la mujer/criatura le lanzó una mirada asesina, advirtiéndole que lo dejara estar. La

chica la empujó muy enfadada y empezó a intimidarla. Desde luego se había equivocado de chica a la que robar. La reina del mar no lo pensó mucho. Estiró su mano derecha y esta se transformó en un largo tentáculo que la agarró del cuello y

apretó fuerte a más no poder. La chica intentaba respirar pero no podía. En pocos segundos, perdía la vida y caía al suelo, al soltarla la mujer. El cuelo quedó aplastado y con signos de mordeduras.

Los compañeros se levantaron asustados y retrocedieron los pasos. Pero la reina del mar ya estaba enojada y no iba a dejarlo estar. Alzó al aire ambas manos como invocando algo mágico al cielo y el mar volvió a

revolverse frente a ellos. En menos de cinco segundos, de la mitad de la tercera boya salió a velocidad de rayo

despedido algo que aterrizó en la playa, sobre el pecho de uno de los chicos. Era una medusa grande y oscura que le picó repetidamente provocando serias heridas en

su cuerpo. Otras dos criaturas aparecieron en la arena desde las profundidades. Un calamar que tragó la mitad del cuerpo de otro de los chicos de un solo bocado y unas

babosas del tamaño de zapatillas deportivas que absorbían la sangre a los demás. Los gritos de los chicos sonaban alto y algunos turistas se marcharon corriendo de la

playa. Otros que lo oían más lejos, pensaron que eran extranjeros bebidos y bromeando y pasaron de largo.

La reina traspasó la playa con calma y llegó a la carretera. Vio varios coches y motos aparcadas cerca. Un chico muy guapo que se hallaba cerca, de

unos veinte años, vestido en manga corta y gafas de sol, la miró y sonrió. La reina lo meditó, era perfecto. Se acercó hasta él y sin más le besó. El chico se dejó llevar y disfrutó su lengua y su fogosidad.•43•

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Lo que él no esperaba era que al momento la boca de la mujer desprendió unos bichos negros pequeños que se introdujeron en la boca del chico, subieron a los ojos y cerebro y controlaron sus funciones motrices y nervios.

El chico parecía un zombie de repente. Miró fijamente a su ama y se inclinó. —Mi reina, estoy a vuestro servicio— —Lo sé— respondió la reina, sonriendo perversamente con ojos negros. Aquel chico ya estaba a su merced y sería su siervo, para cualquier tarea. •44• •45•

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8. EL MUNDO MARINO CON MATT

A Kevin le costó lo suyo sacar a Matt del lavabo sin levantar sospechas. Lo secó como pudo entre papel higiénico y el secador del baño, asegurándose de que

nadie intentaba entrar por la puerta. Tras mucho esfuerzo, se las apañó para sacarlo del instituto medio escondido y suerte

que casi todos estaban en clase y no había mucho turista en los pasillos. Caminando llegaron hasta la playa y se aproximaron a la orilla. Había un resplandor dorado asomando en la cintura de Matt, pero Kevin no prestaba

atención, se centró en el agua. Aunque sí cegó a un par de personas por el camino, que se giraron buscando el foco del brillo pero sin darle más importancia y volvieron a lo suyo.

Se quedaron en la orilla y Matt le miró. —Entra en el agua conmigo, por favor. Kevin se metió en el agua con él y Matt se quitó la camiseta. El agua los cubrió de seguida hasta la cintura. Y algo mágico sucedió entonces. Las piernas de Matt, totalmente sumergidas en la orilla del mar, se volvieron

transparentes. Empezaron a aparecer sarpullidos dorados que se extendieron por los miembros como un manto cubriéndole la pierna.

Sus pies se estiraron y ensancharon hasta adoptar la forma de una cola de pez y en sus brazos volvieron a destacar las escamas semejantes a escudos de guerrero.

Kevin se quedó estupefacto, no podía creer lo que veía. Miró a su nuevo amigo y el chico pez le leyó la mente sin necesidad alguna.

—¿Te doy miedo? —le preguntó. Kevin negó con la cabeza. —¿Te asusta lo que ves?•46•

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—No. Matt sonrió. Le hizo un gesto con la cabeza para que le siguiera y se zambulló en el

agua. Kevin intentó seguir su ritmo, pero le fue difícil. Kevin era rápido en el agua. Él lo sabía y además se lo había dicho mucha gente, pero

Matt era un pez real, y cuando Kevin había dado un paso, su compañero llevaba tres. Por lo que en unos segundos lo perdió de vista bajo el agua y miró en derredor, pero no lo

veía. El agua estaba algo borrosa y le costaba distinguir. De repente, una sombra se acercó a él a lo lejos y de seguida vio la silueta acuática de

Matt, quien le estiraba la mano y le invitaba a cogerla. La tomó y sintió de nuevo ese hormigueo en el estómago, una chispa entre ambas manos

y una extraña sensación. En un abrir y cerrar de ojos la velocidad tomó protagonismo y Kevin notó el agua abriéndole paso en el mar a medida que avanzaba.

La cola de Matt ziz—zagueaba ante los ojos del chico rubio y lanzaba continuos destellos dorados ante sus ojos.

Fue divertido y bonito ver tanta cantidad de peces, el suelo de tierra ir descendiendo a rápida velocidad hasta volverse profundo y verse en mitad del mar. El agua se tornó helada pero Kevin no parecía estar incómodo.

Era fuerte y resistente, y la mano de Matt le mantenía a temperatura. Empezaba a quedarse sin aire e intentó avisarle. Miró arriba y vio que no llegaría a

tiempo. No había pensado en eso. ¿Qué haría? De nuevo, Matt le leyó la mente y se aproximó a él. Por un momento el corazón le dio un

vuelco porque parecía que el moreno fuese a besarlo, y fue algo semejante. El sireno juntó sus labios con los del humano y le traspasó mágicamente una carga de aire directa a sus pulmones más que suficiente como para aguantar varios minutos bajo el agua.

La sensación le encantó y deseó seguir escudriñando y disfrutando del paseo marítimo con Matt, que cada vez le llamaba más la atención.

Necesitaba saber más de él, conocerlo bien, pasar tiempo con él, charlar, etz. Se sentía protegido y seguro con él, aunque no sabía explicar el por qué. Pero tenía intenciones de averiguarlo.

Estaban en la mitad de las profundidades del mar y Kevin no podía estar más a gusto. Matt señaló arriba y ambos emprendie•47•

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ron la marcha hacia la superficie, pero estaba demasiado lejos, Kevin no llegaría a tiempo.

Matt pareció leerlo otra vez la mente porque le agarró el brazo y tiró de él hacia el cielo a rápida velocidad.

Rompieron la base del agua y cogieron aire, sobretodo Kevin, que tenía el rostro algo rojo.

—¿Estás bien, Kevin?— le preguntó Matt, algo preocupado, ondeando su dorada, pesada y ancha cola de pez bajo el agua fría y cristalina.

—Sí, es sólo que creí que me ahogaba— —Lo siento. Se me pasó darte más aire. Haremos una cosa, te tendré cogido para ir

iguales y te iré dando aire, ¿de acuerdo?— —Sí, gracias— sonrió. —¿Te apetece dar un paseo por el mundo marino?— le incitó el guapísimo y joven sireno. Kevin se limitó a sonreír. Eran dos chicos hablando en mitad del océano, como si fuera lo

más normal del mundo y hubiesen ido a la playa, pero con la diferencia de que tardarían horas en regresar nadando a la orilla.

—Claro— sonrió Kevin, aceptando. Matt le tendió de nuevo la mano y éste la cogió sin dudarlo. Kevin cogió aire y se

zambulló junto a su amigo y ambos profundizaron en las aguas frías y oceánicas. El agua se abría paso constantemente ante ellos como un muro que fueran derribando. A

ratos Matt le pasaba aire juntando los labios y Kevin tenía que hacer esfuerzos por controlarse, pues sentía hormigueo y chispas y juraría que su miembro viril cobraba palpitaciones extrañas.

Kevin a la izquierda, valiéndose como podía del brazo izquierdo y las piernas para impulsarse. Y Matt a la derecha, moviendo la cola con facilidad para avanzar y deslizarse con soltura mientras con el brazo derecho producía ondas en el agua que iban tomando formas graciosas y acuáticas como animales marinos. El brazo derecho de Kevin y el izquierdo de Matt se daban la mano para ir iguales en posición.

Era el momento más bonito, tranquilo y feliz de la vida de Kevin, que miraba a todos los lados, maravillado de la naturaleza del mar.

Llegaron a unas rocas enormes repletas de algas doradas y brillantes que parecían saludarles. Peces de todos los tamaños y colores nadaban alrededor de ellos, mirando con curiosidad y acercándose a ellos. Pero parecían más interesados en Kevin, pues ver •48•

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a un humano en esas circunstancias no era nada habitual, y aún menos con un chico del mar.

Una medusa del tamaño de una cama se plantó delante de Kevin y se asustó tanto que retrocedió de un bote, pero la medusa pareció acariciarle, totalmente anonadada de verlo ahí y curiosa.

Matt le miró y de alguna manera sintió sus pensamientos bajo el agua. —No tengas miedo, no te hará nada— Kevin asintió y se dejó acariciar por la medusa, quien le acabó haciendo cosquillas. Antes de darse cuenta, peces y criaturas marinas de todos los tamaños y colores estaban

rodeándolos, preguntándose qué sucedía en mitad del mar y que hacía un humano tan joven en compañía de un sireno.

Y además que parecían estar juntos adrede y a gusto, algo totalmente contrario a las normas y leyes marinas. ¿Qué diría la Reina del Mar?

Una aleta le rozó la espalda al chico rubio, quien se volvió y se encontró una cabeza de delfín y el morro apoyándose en su cara, como intentando darle un beso. Kevin sonrió y le acarició la carita y el morro.

El delfín hizo ruidos divertidos y comenzó a jugar alrededor de él. Matt se rió también y miró a Kevin, tenía algo especial. No era como el resto de los

humanos. Era bueno y podía ser un buen amigo. Otro en su situación se habría asustado en seguida y le habría dado tal ataque de

corazón o de miedo que la palmaría en medio del mar. Pero Kevin no. No sólo lo estaba pasando genial, sino que parecía no querer marcharse. Y eso le encantó al chico tritón.

El delfín dio con el morro a Kevin en el pecho, pero éste no sabía qué quería decirle. Fue Matt quien le lanzó un pensamiento mágicamente a su mente.

—Te está diciendo si quieres nadar con él. Agárrate a su aleta y te llevará. Tranquilo, os seguiré de cerca. No te preocupes—

Matt volvió a darle una buena bocanada de aire y entonces dejó a Kevin, algo nervioso pero excitado por la simple idea de nadar con un delfín, prepararse para subirse al cuerpo delgado y hermoso del simpático animal marino. Aquel momento no tenía precio, todo era pura belleza.

Kevin se agarró fuerte a la aleta dorsal del delfín y se incorporó sobre el resbaladizo cuerpo como pudo. El precioso animal •49•

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volvió la cabeza asegurándose de que estaba colocada y listo y entonces emprendió la marcha.

Realmente la sensación era indescriptible, increíble. El delfín lo condujo a la otra punta de la ciudad en un rato. Lo sumergía para que pudiese admirar las maravillas submarinas y después lo subía para chapotear sobre el agua y observar el cielo y el paisaje. La gente era motas borrosas, los edificios se desvanecían unos sobre otros, y las luces de edificios, bares o locales parecían borrachas. Cualquier otro ser humano habría devuelto en esa misma situación, pero Kevin lo soportó y disfrutó al máximo.

Matt lo seguía muy de cerca y estaba encantado con el espectáculo y con la cara de emoción de su amigo.

Se les unieron otros dos delfines, que les siguieron el ritmo. Uno de ellos agarró al sireno y le insistió hasta que se subió sobre su lomo y ambos chicos nadaron sobre los animales acuáticos, uno al lado del otro, sonriéndose y divertidos a más no poder.

El rumor de que un chico del mar, hijo del poderoso Poseidón estaba nadando con un mortal se extendió en seguida en el océano y más criaturas se acercaron a curiosear, aunque algunas en la distancia, a escondidas, por precaución.

El sol se empezaba a despedir y se escabullía descendiendo del cielo, pero los chicos no parecían darse cuenta.

Los delfines empezaron a saltar, locos de contentos por ese momento. Y Matt no iba a ser menos. Con una sonrisa de oreja a oreja, tomó un fuerte impulso y saltó

rompiendo la superficie del agua y ascendió varios metros hacia el cielo, dio una vuelta en el aire, cual acróbata, y se lanzó en picado de nuevo contra el agua a mayor velocidad, aterrizando con un fuerte chapoteo y salpicando agua como si de un impacto de meteorito se tratase.

El chico rubio no se dio cuenta de lo tarde que era hasta que vio poca luz en el cielo y el agua oscura, casi negra. No sintió miedo, pero sí algo de respeto. El mar de noche sí que le daba algo de reparo, así que sólo bastó una simple mirada para transmitirle a su amigo acuático que volvieran a la orilla. Éste asintió y lanzó un mensaje mental a los delfines.

Los acercaron encantados hasta cerca de la orilla, Kevin se despidió de ellos con un beso en el morro y dándoles las gracias con un gesto. De algún modo supo que ellos le habían entendido.

Todos los animales marinos que les habían escudriñado con atención ya se habían marchado y ahora ambos muchachos se encontraban solo en las oscuras aguas.•50•

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Matt cogió al chico de la mano y lo condujo hasta la orilla. Se sentaron en ella y mientras Matt se limitaba a estar estirado con el cuerpo metido en el agua y jugueteando con su cola de pez con los peces que se acercaban, el humano se dirigió al sireno.

—Matt, muchas gracias por esta tarde y por esta experiencia. Ha sido inolvidable— aseguró Kevin agradecido y más feliz que en toda su vida.

—Para mí también lo ha sido, Kevin. Nunca había nadado con un mortal, y menos uno que no tuviese miedo a las profundidades marinas.

—Sí, y los animales geniales. Hoy he visto especies que jamás había visto— —Eso no es nada. Si vieras las criaturas que yo he visto te asustarías. Y las que son

agresivas, que además son grandes, esas te darían algo de miedo. Kevin abrió mucho los ojos, entre intrigado y asustado. ¿Le harían daño? —Claro que no dejaría que te hiciesen daño, por supuesto— se apresuró a añadir el chico

del mar, aparentemente leyendo sus pensamientos. Kevin le miró y sonrió. Se sentía extrañamente a salvo con ese chico y se dio cuenta de

que le gustaba hablar con él y aún más su presencia. —Creo que haberte conocido ha sido de las mejores cosas que me han podido suceder.

Eres una genial compañía. —Lo mismo digo. Estoy seguro de que tú y yo seremos buenos amigos— Kevin asintió y suspiró. Miró el cielo y vio las estrellas. Se miró los dedos y vio la piel

muy arrugada. —¡Dios mío! Hemos debido estar horas en el agua. ¡Mira mis dedos! Será mejor que me

vaya urgentemente a casa, mi madre estará histérica. —Creo que será lo mejor— aseguró divertido el chico moreno. —¿Tú te quedas aquí?— —Sí, me quedaré un rato más y luego decidiré si paso la noche en el mar o me doy una

vuelta por la ciudad, que tengo mucho que ver. —Si quieres, puedo enseñártela yo— —Eso sería estupendo, Kevin— —Genial. Pues lo hablamos mañana, ¿de acuerdo? —De acuerdo. Se miraron, hubo chispas y otro hormigueo. Se chocaron la mano y Kevin se levantó.•51•

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—Buenas noches, chico del mar— se despidió alegre y con énfasis Kevin. —Buenas noches, chico humano— le imitó el hermoso sireno. Kevin caminó atravesando la playa de vuelta a casa, recordando la noche como una película

en su cabeza y con una energía en su cuerpo que no reconocía. Aquella experiencia iba a cambiar su vida para siempre y ese chico más todavía, pues cambiaría todo su ser. Pero aún no lo sabía.

No notó el leve fresco que envolvió su cuerpo, ni la interminable caminata descalzo y en bañador hasta su casa, ni las preguntas histéricas de preocupación de su madre cuando llegó a casa, ni tampoco la bronca que le echó su padre por parecer ignorarlos.

Él sólo podía pensar en aquella tarde, aquella experiencia y aquel chico de mirada hipnotizante que le causaba unas sensaciones que jamás había sentido y que no lograba entender. Volvió a soñar con el mar, y con Matt.•52• •53•

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9. TREVOR LIGA CON LA REINA DEL MAR

Trevor estaba en la piscina, entrenando duramente a solas para evitar a toda costa que Kevin le superase en la competición. Y el chico se empleó a fondo para ello, claro que le gustase o no, por mucho que entrenase, Kevin siempre sería más rápido que él, al menos en el agua.

La Reina del mar llegó seguida de su joven compinche a las puertas de la universidad, que se encontraba prácticamente desierta.

Miró en torno y como si pudiese ver a través de rayos X, fijó la vista en un punto y una sonrisa se dibujó en la comisura de sus labios.

Trevor estaba en los vestuarios, a punto de meterse en la ducha. Estaba decepcionado consigo mismo. No podía creer que ese freaky de Kevin le hubiese superado en natación. ¿Cómo era posible? ¡Si era un palillo y un tontaina! De una manera u otra debía lograr superarlo. ¿Y si le ganaba delante de toda la clase? ¿Cómo podría tolerar esa humillación?

Trevor se metió bajo el grifo de la ducha y pulsó la negra manilla redonda que activaba el chorro del agua caliente. Dejó que la cascada le aterrizase en la espalda y relajase su cuerpo. Un suspiro escapó de su boca y disfrutó el momento.

Escuchó un ruido de puerta cerrándose a lo lejos, fuera de los vestuarios. Paró el grifo y se volvió. Esperó a oír algún sonido de pasos que le indicase que fuera quien fuera se dirigía a los vestuarios o se marchaba de ellos.

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Era raro porque ni era una hora habitual de haber gente ni tampoco había visto a nadie merodeando por los alrededores cuando él entrenaba.

El agua le goteaba del flequillo a la frente y algunas gotas se le escapaban hasta el pecho. Fuera quien fuera, se había marchado.

El chico volvió al grifo para seguir disfrutando de su ducha y esta vez se apoyó en la mojada pared, extendiendo ambos brazos.

El agua caliente era un regalo en ese momento. Estaba solo y relajado a más no poder. Una mano femenina con uñas extrañamente afiladas y pintadas le acarició la espalda,

aunque más bien parecía estar reclamando su atención. Trevor dio un respingo que le hizo resbalar y casi cae al suelo. La miró de frente y vio

una cara hermosa e insípida, sin expresión alguna en ella, devolviéndole la mirada. Vestía muy sexy y por un momento le puso tontito.

—Hola preciosa, me has asustado— le dijo el chico con tono caliente y juguetón, derritiéndola con la mirada.

—¿Dónde está el chico del mar?— preguntó la seria mujer con voz áspera y seca. —¿El chico del mar?— repitió sin comprender Trevor— Pues no sé quién es. Pero si

quieres, estoy yo. Soy el chico de las duchas. La Reina del Mar alzó una ceja y escudriñó sus ojos, sus facciones y su cuerpo desnudo y

mojado. —No estás mal, humano. Podría jugar un rato contigo— declaró ella. —Claro que sí. Juguemos un rato. Será divertido, humana— respondió él con énfasis en

la última palabra como siguiéndole el juego. ¿Será una especie de juego sexual o una fantasía a realizar? Sea como sea, no pensaba

cortarle el rollo ni dejar pasar esa oportunidad. La Reina se aproximó más a él y le besó con ansia, como si fuese el fin del mundo. En el

camino ella cedió bajo el grifo y se mojó. Eso activó su magia interior. Trevor le metió la lengua hasta la faringe y ella se divirtió.

Trevor no quiso cortarse para nada y le echó morro poniéndole ambas manos en el culo. La Reina no dijo nada, sólo pensó que si realmente tenía tantas ganas de jugar, pues ella no sería menos que él.

Unas sombras parecidas a bichos largos y estrechos entraron en la boca de Trevor y se instalaron en su lengua, dientes y garganta.•55•

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El chico se estaba ahogando. Abrió los ojos alarmado e intentó zafarse de ella. Le costó dos impulsos, pero la acabó apartando de un empujón.

La mujer le miró con ojos negros y la boca ligeramente más ancha. Trevor se agachó intentando respirar, muerto de susto y sintiéndose mareado. Notaba

como algo se introducía en su barriga y removía el interior, haciendo que se revolviera todo. La sensación era como tener ganas de devolver.

Tuvo una arcada, dos, tres.y finalmente vomitó. Sangre sobre todo, pero también casi toda el agua que pudiera haber en su cuerpo, sus propios dientes se transformaron en leche y salieron al exterior mezclado con los líquidos y sintió la cabeza dándole vueltas.

Cayó de lado y respiró nerviosamente mientras oía risas que no parecían humanas y que parecían provenir de la mandíbula de aquella mujer.

¿Qué estaba sucediendo? ¿Esa mujer era humana? ¿Sería una bruja o algo semejante? Tenía que salir de allí como fuese y pedir ayuda.

Trevor se levantó como pudo, con mucho esfuerzo y salió tambaleándose de los vestuarios.

La Reina del Mar le dejó algo de ventaja y extendió la mandíbula al máximo y de ella salieron una plaga de sombras negras con forma de bichos que explotaron en las taquillas del vestuario y se fueron extendiendo como lombrices marinas hacia el techo.

En menos de un minuto todo el techo del vestuario y parte del suelo parecían estar cubiertos de bichos y criaturas pequeñas acuáticas, pues era chorros de agua en diferentes formas, deslizándose hacia Trevor.

La Reina rió y salió de la estancia. Trevor llegó a la piscina y se resbaló con el agua y se golpeó en la rodilla con el suelo. El

mareo fue más insistente, le costaba respirar y sentía náuseas extrañas. El agua delante de él, en la piscina, parecía susurrarle. Burbujeaba. Aquello debía ser

producto de su imaginación. No podía ser real. De repente, un chorro de agua de la piscina se alzó en el aire cobrando la forma de un

tentáculo, después se desprendió otro del mismo y fueron dos. Uno de ellos lo agarró por el cuello y lo elevó el en aire.

Trevor forcejeó con él, pero sólo acabó mojándose la mano como si fuese una pared de agua que podía traspasar pero no destruir.•56•

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No entendía nada. Definitivamente aquello era sobrenatural. El tentáculo le soltó el cuello y fue a su brazo, al igual que el otro. En un segundo, estaba

con los brazos extendidos como Cristo en la cruz, amarrado por las muñecas con los tentáculos acuáticos.

La Reina llegó hasta la piscina y la escena vaciló ante ella. Trevor estaba aterrado y sin poder respirar. Los tentáculos le dieron la vuelta para

ponerlo cara a la Reina. —¿Querías jugar, humano? Bien. Te daré ventaja. Aunque yo juego mejor en el agua. Dicho esto, miró a los tentáculos y como si estos leyeran su mente, se desenrollaron de él

y Trevor cayó como un torbellino aterrizando y chapoteando en el agua. No tocó el fondo por los pelos y sus pulmones estaban sin aire, horrorizados y luchando.

Trevor logró a duras penas llegar a la superficie y coger una buena bocanada de aire. Alzó la vista y no vio ni rastro de los tentáculos, pero la mujer seguía de pie ahí. —Como te he dicho, te daré ventaja, humano. Nada— le dijo ella. Trevor no lo pensó. Cogió aire y se sumergió en el agua, buceando como podía hasta el

otro extremo de la piscina. Fue rápido. Pero la Reina, obviamente lo fue más. Su cuerpo se materializó en agua y cayó como un

enorme chorro a la piscina y se mezcló en ella. Trevor nadaba tan rápido como podía y en pocos segundos alcanzaría la escalera de la

piscina. Claro que la Reina del Mar se deslizaba en el mismo agua, por lo que era imposible no alcanzarle fácilmente.

El chico logró agarrarse a un escalón y notó una rozadura en el pie. No quiso darse la vuelta, prefirió evitarlo. Se amarró ahora con las dos manos y tomó

impulso para tomar las escaleras. Dentro de la piscina, el chorro de agua se materializó en dos tentáculos que amarraron

los pies del chico y tiraron de él con fuerza. Trevor se cogió a la escalera a la desesperada. El tentáculo estiró tanto de él que quedó

suspendido en el agua, a la fuerza, en tensión y sólo cogido a la barandilla de la escalera. Le estaba costando respirar ya que su cabeza acababa sumergida a momentos.

El tentáculo apretó más y los pies parecían chafarse, pero no aplastándose, sino volviéndose de color transparente, como si cuerpo entero se volviera líquido.•57•

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Trevor gritó con fuerza y esa magia le fue avanzando hasta la cintura, la espalda, los brazos y alcanzó su cabeza. Sus ojos blancos se tornaron agua blanca y en menos de un segundo, lo que quedaba de Trevor era un chorro enorme de agua, como un barril, que se mezcló en el agua y fue engullido por los tentáculos.

La piscina se quedó en calma. Todo parecía estar tranquilo, y no había rastro del chico chulito.

Una buena porción del agua de la piscina se elevó sobre la superficie y saltó hacia el suelo, tomó forma de calamar gigante y seguidamente de mujer, la Reina del Mar. El agua se volvió color carne y la mujer tomó forma humana. Estaba seca y con las pilas cargadas.

Trevor había llenado bien su estómago y ahora era hora de volver al trabajo, tenía que buscar al guapo hijo de Poseidón y obligarle a volver al mar, según las reglas marítimas establecidas.

Con calma y haciendo parpadear las luces de la estancia, salió de la piscina. •58• •59•

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10. MATT Y KEVIN COMEN JUNTOS

Kevin llegó al día siguiente a la universidad buscando a Matt sin perder el tiempo en nada más.

Cuando lo encontró estaba en la cola de la comida y se puso a su lado, sin hacer caso de las quejas del chico que había antes, pues se había colado. Y Kevin se sorprendió a sí mismo, pues jamás en su vida habría hecho algo así.

Matt vestía camiseta corta negra y tejanos cortos, e iba muy bien peinado. A Kevin le pareció que iba guapo, pero no reparó en el pensamiento. —Matt, tengo que hablar contigo— le pidió en susurros Kevin al chico. —¿Sobre qué?— —He soñado con el mar y contigo. —¿En serio? Yo cada día sueño con el mar, pero hasta ahora no contigo. —¿Significa algo?—preguntó Kevin, intrigado sin quitarle ojo de encima mientras se

servía albóndigas y patatas fritas. —No necesariamente, pero puede tener algo que ver. —¿Algo que ver con qué?— —Vosotros los humanos habláis mucho del destino y vidas que se cruzan por el camino.

Para los hijos del Mar también existe el destino, aunque nunca antes había involucrado a un humano. Supongo que eso es bueno.

—¿Por qué?— inquirió Kevin, siguiéndole hasta una mesa cercana donde se sentaron a comer.

—Pues porque es como avanzar un escalón hacia la evolución. Todo siempre se ha regido por las reglas y lo ya establecido. Esto sería un cambio, nuevas reglas, algo nuevo a descubrir. Y creo que sería algo muy bien recibido, al menos por mí.•60•

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—Lo cierto es que pienso igual que tú. A mí también me gustaría e iría bien un cambio en mi vida. Además, me lo pasé genial ayer, fue una gran experiencia para

mí. —También lo fue para mí, Kevin. Eso te lo aseguro. Fue algo novedoso y no sabía cómo

reaccionarías, pero no te asustaste ni nada. Ya viste la cara de mis compañeros acuáticos, no daban crédito a lo que veían.

—¿Tus compañeros acuáticos?—preguntó Kevin sin entender. —Sí, las medusas, los peces, los delfines..—respondió Matt probando las albóndigas y

poniendo cara de placer total. —Me gustaría repetir— —Y a mí. Si quieres, la próxima vez puedo llevarte más por mi zona y conoces más por

donde me muevo. —Eso sería genial. —Aunque te advierto que verás cosas que quizás te asusten— —Si estás conmigo, nada podrá asustarme— Kevin dijo esto casi sin pensarlo y sin darse

cuenta, le salió del corazón, no de la mente. Matt le sonrió y por un momento pareció haber de nuevo un chispazo entre ellos. Kevin fue a decirle algo más, pero entonces apareció de la nada Sara con una sonrisa de

oreja a oreja y su bandeja de comida. —Hola chicos, ¿puedo sentarme con vosotros?— preguntó. —No— respondió Kevin. —Sí— respondió al mismo tiempo Matt. Ambos se miraron sorprendidos y Sara miró a Kevin, quien de seguida se retractó y le

acercó la silla que tenía libre para que se sentara, pero ella añadió: —Mejor me pongo cerca de tu nuevo amigo. Matt la dejó sentarse a su lado y le sonrió engullendo las patatas fritas. Kevin sintió una extraña sensación de ira y no entendía por qué puñetas tenía ella que

sentarse al lado de un chico que hacía nada que conocía. —¿Nos presentas?— preguntó Sara a Kevin, con una clara indirecta. Kevin estuvo a punto de contestarle mal, pero se contuvo. —Sara, Matt. Matt, Sara. —Encantado/a— se dijeron mutuamente. —¿Eres de por aquí, Matt?— preguntó ella, coqueteando claramente.•61•

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—Es de Louisiana, sólo lleva unos días aquí. Es un gran chico, va para modelo y es mi nuevo mejor amigo— zanjó bruscamente Kevin sin darse cuenta, sin pensar lo que decía.

Sara se quedó boquiabierta y Matt se lo quedó mirando, cesando de comer. —Y dime Matt, chico modelo, ¿tienes.? —Tiene novia. Está fichadísimo Sara. ¡Cuánto lo siento!— dijo sarcástico total. Sara no entendía por qué se comportaba así y Matt estaba a cuadros, aunque empezaba

a divertirle la escena. —Vaya, sí que lo conoces— añadió Sara sin saber cómo salir de esa. Era una situación incómoda. Kevin tenía muchas ganas de quitársela de encima. ¿Nunca

le había hecho caso y ahora se sentaba con ellos sólo por interés de conocer a ese chico? ¡Venga ya, hombre!

—Matt, dime una cosa, ¿te apetecería dar una vuelta o tomar un café un día de estos? —Claro, encantado. Cuándo tú me digas. —¿Esta noche? Kevin no dejó ni contestar a su nuevo amigo. —Esta noche imposible. Tenemos planes— dijo. —¿Ah, sí?— inquirió el sireno, que no recordaba esa quedada. —Sí, ¿recuerdas? Te dije de ver aquello que me ibas a enseñar para conocer más de ti y

que nadie podía ver. Matt le miró directamente con expresión de ´´vale, ya, para´´. Hasta Sara se dio cuenta de que Kevin estaba celoso de narices y que Matt sólo le seguía

el rollo. El sireno parecía molesto por su comportamiento, pero vio ese brillo extraño y especial en sus ojos y pareció leerle el pensamiento. Y entonces.

—Es cierto, Sara. Se me había pasado por completo. No recordaba que esta noche estoy completo y le prometí a Kevin ser todo suyo. Tenemos que hacer cosas de chicos, jeje. Otro día, ¿sí?

—Claro. No hay problema. Mejor os dejo solos— dijo ella tras unos segundos de silencio y sin poder digerir lo sucedido. Nunca nadie la había rechazado, y aún menos por Kevin. No entendía nada, pero desde luego era mejor dejarlo estar. No sacaría nada de aquello.

—Lo siento— se disculpó Kevin. Sara sonrió a Matt pero echó una mirada rabiosa al rubio adolescente y se marchó con su

bandeja. —¿A qué ha venido eso, Kevin? No voy a apartarte de mi lado por quedar con otras

personas.•62•

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—No es por eso, Matt. Te lo aseguro. Es que ella sólo quiere quedar contigo por interés. Créeme.

Y lo cierto es que en aquella ocasión Kevin tenía razón. No habría sentido celos de otras personas, especialmente de ese centro, pero Sara no era apropiada para él, de eso estaba seguro. Y Matt pareció entenderle.

Finalmente cayó en su estómago hambriento. —¿Tú no comes?— le preguntó el sireno. —Sí, tengo hambre. Ahora vengo— se levantó Kevin. El chico se levantó, fue a buscar una bandeja y la llenó de comida. Volvió, se sentó de

nuevo frente a él y disfrutó de la comida con charla más agradable y deliciosa de su vida. Ninguno se dio cuenta, pero medio comedor les miraba. Algunos sentían curiosidad del nuevo

compañero de Kevin, otros, pura envidia. Y es que Matt era terriblemente guapo, carismático, con carácter y había plantado cara a Trevor, quien casi todos temían. Aquello era totalmente nuevo.

Kevin y Matt disfrutaron de aquel momento sin saber que a ambos les traerían serias consecuencias.

Mientras tanto, en la orilla del mar volvió a haber movimiento. Surgieron esta vez cuatro cabezas de golpe, que cogieron aire tranquilamente y quedaron envueltos en agua transparente hasta tomar forma humana.

Tres chicos bien parecidos, jóvenes y fuertes con las escamas en los brazos y una chica bella y de cabello verde con toques azules y con escamas cubriendo sus hermosos pechos, tomaron tierra y miraron alrededor.

Al ser de noche, nadie reparó en ellos, pues parecían sombras oscuras meciéndose en la tranquila y susurrante orilla.

Buscaron a tientas a alguien a quien copiar la ropa, pero no repararon en la parte de abajo, de manera que la parte de arriba tanto de ellos como de ella quedó al descubierto. Suerte que no hacía frío, aunque realmente tampoco lo habrían notado.

Tenían un firme propósito y era encontrar al que se hacía llamar Matt, darle un mensaje importante y hacerle entrar en razón para volver a su hogar. Era realmente importante para los de su especie. Una vez medio vestidos, activaron su mágico radar y escudriñaron la zona.

Intentaron localizar a su hermano, el hijo de Poseidón, y este apareció mentalmente en la búsqueda, aunque un poco lejos de su posición.•63•

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—¿Dónde vas a pasar la noche, Matt?— le preguntó Kevin, sin ninguna gana de que se fuera de nuevo al agua.

—Pues al mar, claro. —¿Te gustaría venirte a mi casa a dormir?—le dijo con el rostro iluminado de ilusión. —Hombre, no quiero ser molestia.—empezó a decir el sireno. —¡Tonterías!— exclamó Kevin, y tiró del brazo del chico en su dirección.•64• •65•

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11. MATT PASA LA NOCHE EN CASA DE KEVIN

—¡Mamá, ya estoy en casa!— advirtió Kevin al entrar en casa acompañado de su gran amigo.

—Cielito, ¿sabes qué te he preparado para cenar?— inquirió su madre con tono emocionado al otro extremo de la casa.

—Mamá, vengo acompañado.— — ¿De Sara?— preguntó sorprendida, y se emocionó— ¡Ya era hora! ¡Hacéis tan buena

pareja! Pero cuando la señora Anderson llegó a la puerta para saludar entusiasmada a Sara y

vio a Matt se paró en seco y lo interrogó de arriba abajo con la mirada. Intentó disimular su sorpresa sonriendo tontamente, pero no lo logró mucho.

—¿Quién es tu amigo, cariño?— —Es Matt, es nuevo en el pueblo y en clase. Es genial nadando, ha hecho las pruebas

conmigo y es campeón olímpico— mintió Kevin, creyéndoselo y haciendo flipar a Matt— Le he invitado a cenar a casa.

—Kevin, cielo, ¿no crees que deberías haberme avisado?— dijo ella echándose el flequillo por encima de la oreja.

—Mamá, tú no me avisaste de que venía Sara, ¿recuerdas?— se limitó a responder el hijo, con el mismo tono de intentar disimular su molestia, y empujó literalmente al sireno hasta la cocina.

Veinte minutos después, los señores Anderson y los chicos cenaban a la mesa en un incómodo silencio.

La señora Anderson, vestida muy arreglada, con un delantal y maquillada (con la excusa de ir al servicio se apresuró a regañadientes a arreglarse para la inesperada visita) no dejaba de echar discretas miradas al amigo de su hijo, como interrogándole. Reconocía su belleza y misterio, y sus ojos le hacían sentirse extrañamente hipnotizada y no entendía el por qué. Pero eran muy •66•

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bonitos. El señor Anderson por el contrario parecía encantado de que su hijo hubiese hecho amistades, aunque estaba impresionado porque jamás había traído a nadie a casa. Sin embargo, su actitud era sonriente y de curiosidad por el muchacho.

—Y dime, Matt, ¿de dónde eres?— preguntó la señora Anderson con una falsa sonrisa de simpatía.

—De Louisiana— respondió el chico comiendo finamente esta vez. No quería causar mala impresión ni dejar mal a Kevin, pues nunca nadie le había invitado a nada, ni siquiera en su mundo.

—¿Y tus padres a qué se dedican?— Kevin y Matt se miraron. ¿Qué le diría Matt? Pero Matt, a diferencia del rubio muchacho,

nunca se dejaba intimidar por nadie y siempre sabía salirse de todas las situaciones, y de alguna manera intuía que tras esa máscara de simpatía y sonrisa forzada, la madre de Kevin sólo trataba de chafardear y sacar cosas privadas de él. Cuánta más información mejor.

Pues si así iba a ser, al menos sería divertido el momento. —Verá, señora Anderson. Digamos que mis padres trabajan en el mar. —¿Son pescadores?— preguntó ella. —Algo parecido. Y se les da muy bien, sólo que también se preocupan por el medio

ambiente. —¿Y eso da mucho dinero?— interrogó la madre, intrigada. —Bueno, la verdad es que no mucho. Pero nos da para vivir y hacer lo que nos gusta. Y

eso es algo muy lindo— respondió Matt con entereza. El padre de Kevin asintió, satisfecho por la respuesta del chico y sonriéndole

amablemente, pero su señora no parecía opinar igual. —Bueno, es una forma de verlo. Aunque a las largas siempre trae consecuencias.

Imagino que tú no seguirás sus pasos, ¿verdad, cielo? Kevin dirigió una madre a su madre totalmente alucinado. ¿En serio había dicho eso? —En realidad mi padre está empeñado en que siga sus pasos pero no me termina de

convencer y por eso tomo mis propias decisiones— —Que tomes tus decisiones está bien, pero siempre hay que escuchar a los padres, pues

sólo quieren lo mejor para nosotros— dijo la señora Anderson, con cierto sarcasmo. —Sí, es cierto, señora Anderson. Pero hay casos y casos. Porque por ejemplo, hay padres

que sólo dan consejos y dejan escoger a sus hijos, y otros que supuestamente hacen lo mismo pero en •67•

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realidad lo empujan a tomar esa decisión que ellos han tomado inicialmente. Están empeñados en que hagan lo que ellos dicen al dedo y creen que es lo mejor, que serán

más felices. Pero no se dan cuenta de que en realidad a veces lo único que están haciendo es as-fixiar al máximo al hijo y empujarle a tomar un camino diferente al que realmente quiere, y eso jamás la hará feliz a él, sino más bien a los padres.

Por eso siempre escucho, pero yo decido finalmente. Imagínese tener un padre que siempre le está diciendo qué hacer, con quién, cómo y cuándo, sólo por mero convencimiento de que es lo mejor para sus progenitores.

Lo peor de todo, es que muchas veces es por puro aburrimiento, una insaciable sed de control y una vida algo vacía. ¿Un poco triste, no?

La señora Anderson había dejado el tenedor a media declaración del bello muchacho y escuchaba apenada, claramente afectada, dada por aludida.

Se le acababa de pasar el hambre. Su marido estaba encantado y fascinado con aquel chico. Kevin no cabía en sí de felicidad. Miraba a Matt con pura admiración, sus ojos destellaban brillo y su sonrisa destacaba de oreja a oreja.

—Bien dicho, Matt. Eres un chico listo. Estoy seguro que conseguirás lo que te propongas en la vida, hijo. Kevin tiene suerte de tener un amigo con las ideas tan claras.

—Gracias, señor Anderson. Y le aseguro que la suerte ha sido mía— añadió sonriente, mirando a su amigo.

Saltaron de nuevo las chispas y parecieron titilar las luces de la cocina. —Cariño, ¿qué hay de postre?— preguntó amablemente el señor Anderson. A su señora le costó unos segundos salir de su ensimismamiento, reaccionar y responder. Matt no le gustaba nada. ¿Quién se creía que era aquel chico? ¿Qué tenía las cosas

claras? ¡Por favor! Nunca había visto un chaval tan equivocado y perdido. Era mala influencia para su querido Kevin.

—Se me ha pasado el apetito, pero os lo traeré a vosotros— declaró la esposa, levantándose con delicadeza del asiento y yendo a la cocina, llevándose consigo varios platos de golpe.

Pasaron el resto de la velada con los postres y el café. Y esta vez fue más bien el padre de Kevin quien siguió preguntando al chico nuevo.•68•

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Pero a diferencia de su señora, el hombre y Matt parecieron congeniar perfectamente y opinar igual en muchísimas cosas. Tanto fue, que en seguida deseó que aquella amistad durase mucho.

Kevin no tenía palabras, era la mejor cena que había tenido en su vida y no dejaba de escuchar ni un segundo a ese chico que tanta atención le llamaba.

Tan rápida pasó la cena, que a la hora de terminar, Matt pensó que era mejor que se fuera porque estaba seguro de que a su madre no le agradaría mucho. Aunque lo dijo muy sutilmente y con delicadeza, sin ofender a nadie. Y para sorpresa de todos, fue el padre de Kevin quien dijo:

—Matt, hijo, nunca habíamos tenido una visita tan interesante y emocionante. Y menos de manos de Kevin. Así que te quedas a dormir y no se hable más. Si necesitas cualquier cosa, puedas bajar a la cocina o se lo pides a Kevin. Estás en tu casa, muchacho.

Su esposa no parecía compartirlo, pero viendo la actitud de su marido y la cara de ilusión de su hijo, decidió no meterse.

Kevin sonrió feliz por completo y subió corriendo a su cuarto con Matt siguiéndole los pasos.

—Qué chico tan encantador, ¿verdad, cariño?— opinó el señor Anderson cuando oyó la puerta de la habitación de su hijo cerrarse.

—Sí, muy majo— respondió su señora, con poco convencimiento. —¿Vamos a dormir juntos en tu cama?— preguntó Matt al ver la cama, que parecía de

matrimonio para dormir una sola persona. —Sí. No hay más. ¿Te molesta?— preguntó Kevin, preocupado. —No, a mí para nada. ¿Pero a ti?— —En absoluto. Ponte cómodo, Matt. Como ha dicho mi padre, estás en tu casa. —Gracias— respondió el sireno, cada vez más animado y sorprendido del efecto que

causaba en aquel mortal, que estaba emocionado a más no poder. Casi parecía un niño pequeño compartiendo con un amigo íntimo sus primeras colonias. Lo

raro fue, que a pesar de estar acostumbrado a la soledad y a ir a su bola, aquella situación y aquel cambio en su vida también estaba gustándole a él. No podía fingir ni mentir. Estaba con aquel chico más a gusto de lo que él mismo podía reconocer.

El sireno echó un vistazo a la habitación de su amigo.•69•

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Estaba cuidadosamente ordenada, todo bien colocado y su escritorio con pc totalmente recogido. Había varios pósters de nadadores profesionales, entre ellos Oliver Phelps, colgados en la pared.

Kevin acomodó la cama para los dos y le miró nervioso, pues no tenía muy claro qué lado de la cama coger, y nunca había dormido acompañado.

Era toda una nueva experiencia para el muchacho. —Es chula tu habitación. No se nota para nada que te gusta la natación— declaró Matt. —No, ¿verdad? ¿Quién lo notaría en esta habitación, eh? Je,je,je,je. Kevin se sentó en la cama, en el lado derecho, pegado a la ventana y se acomodó contra

el respaldo de la misma. —¿Sabes? Estas últimas veinticuatro horas, desde que apareciste, han sido las mejores

de mi vida. Has dado sentido y vida a mi existencia. En serio. Matt se sintió muy halagado y se ruborizó. —Gracias, Kevin. Sinceramente, para mí también han sido muy especiales. Y aunque no

te conozco mucho, creo que estás sacando una faceta desconocida para todo el mundo— respondió el sireno.

—Eso es gracias a ti. Puede sonar cursi, pero…de alguna manera me haces sentir especial, me transmites seguridad.

—Pues si eso te ayuda para tener más fuerza interior y creer más en ti, yo encantado— aseguró el sireno, recostándose por completo en la cama.

—Espero que tardes mucho en volver al mar, porque me gustaría tenerte más por aquí. Te podrías convertir en mi mejor amigo—

—¿No lo soy ya?— preguntó fingiendo molestia. Kevin rió. Apagó la luz de la lámpara y añadió: —Buenas noches, Matt. —Buenas noches, Kevin— Matt miró al techo y suspiró. Escuchaba el tic—toc de un reloj que no era capaz de

localizar. Veía la calle oscura a través de la ventana. Era algo novedoso también para él, pues nunca había pasado una noche en el mundo exterior, en tierra, durmiendo.

No estaba nervioso ni asustado, pero sí se sentía diferente, algo cohibido. Sentía calor, le molestaba la camiseta, así que se incorporó, se la quitó y la depositó a un

lado, sobre la cómoda. Volvió a tumbarse. Respiró hondo.•70•

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Kevin sabía lo que acababa de hacer y también quería quitarse la suya, pero algo se lo impedía. ¿Incomodidad? ¿Transmitir un mensaje diferente? Aunque fueran buenos amigos durmiendo juntos en pleno verano y por lo tanto medio desnudos — cosa muy lógica— sentía una sensación de suciedad, incomodidad, pudor.

Así que no se movió. Hizo un esfuerzo por dormirse, cerrando los ojos y dejando la mente en blanco, pero pasada una hora seguía igual.

Kevin hizo lo imposible por no despertar al chico, moviéndose el mínimo y evitando los crujidos de la cama al hacerlo, pero fue en vano.

Porque la respiración de Matt era anormal y sus constantes suspiros le hicieron darse cuenta de que tampoco podía dormir.

—¿Matt?— —¿Sí?— —¿No puedes dormir?— —No. ¿Y tú?— —Tampoco— —Yo es que me muero de calor. Y no estoy en mi hábitat— —¿Abro la ventana?— preguntó el rubio. —No es eso. Es que necesito estar en contacto con el agua un rato. —¿Quieres darte una ducha fría?— le ofreció dándose la vuelta en la cama hasta quedar

cara a cara. —Mejor un baño. ¿Puede ser?— —Por supuesto— respondió dando un salto de la cama. Corrió descalzo de puntillas para no hacer ruido hacia la puerta de enfrente y entró al

servicio. Encendió la luz. La bañera era grande y cabía perfectamente un adulto tumbado. Kevin la llenó de agua fría y puso el tapón para el desagüe.

Matt también se levantó y de cuclillas le siguió. Cerraron la puerta con pestillo. Matt probó el agua con un dedo y dijo mirando a su amigo: —Más fría, por favor. —Claro— rectificó el grifo en seguida el rubio. Cuando toda la bañera estuvo llena hasta más de la mitad, el humano cerró el grifo y

cayeron unas últimas gotas que explotaron en la base. Matt se quitó el pantalón corto y aunque Kevin esperaba verle unos calzoncillos o incluso

desnudo, se sorprendió viendo escamas doradas cubriendo esa zona. Era extrañamente bello.•71•

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Matt se metió despacio en la bañera. Para cualquier ser humano, aquello sería demasiado frío y no aguantaría más que segundos, pero para el sireno era la temperatura perfecta, como cubitos de hielo.

Se tumbó en la bañera dejando que el agua cubriese y acariciase su perfecta y hermosa piel. El agua meció la bañera que se llenó de repente hasta los topes con el cuerpo de Matt. Y el chico se transformó.

Sus piernas se llenaron de escamas doradas que se enganchaban unas a otras; sus pies se ensancharon y alargaron; sus brazos se fortalecieron aún más y en menos de diez segundos, Matt volvía a ser un sireno de larga y fuerte cola con brillantes escamas de oro.

La pesada cola cayó en el agua salpicando con fuerza y mojando parte de la camiseta de Kevin, quien divertido, se la sacudió como pudo y al final se la quitó. Pero el chaparrón que salpicó sonó lo suficiente para hacer crujir el suelo de la bañera.

Los chicos rieron tapándose la boca como podían. Matt se relajó y disfrutó el baño, mirando a su amigo y la estancia a ratos. Kevin estaba fascinado con el cuerpo excepcional de su compañero. Chispas, un estremecimiento en el estómago, cosquilleo. —¿No te molesta tan fría?— preguntó el muchacho, interesado. —Todo lo contrario. Cuando más fría mejor para mi cuerpo. De hecho, al sumergirnos en

el agua, es el estar tan fría lo que adapta nuestras escamas y conecta nuestra mente con el mar.

—Claro. Eso lo que tiene ser tritón, ¿verdad?— —En realidad no somos tritones ni nos gusta ese término. Somos sirenos, o como nos llaman

los peces y criaturas del océano, somos los Hijos del Mar. Aunque a veces lo resumen en Chicos del mar, pero nunca tritones. Para nosotros es una ofensa, un insulto— aclaró el sireno.

—Lo siento— se disculpó Kevin. —Tranquilo, no lo sabías— Se miraron de nuevo compartiendo pensamientos y estando tan profundamente

interesados en saber más el uno del otro, que aquello sólo sirvió para afianzar más esa amistad. Para nada los molestó.

—¿Cariño? ¿Estáis bien? ¿Qué ha sido ese golpe?— sintió Kevin la voz de su madre al otro extremo de su habitación.•72•

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—¡Todo bien, mamá!— exclamó Kevin, nervioso, y ambos se miraron. —¿Seguro? La señora Anderson no esperó respuesta. Entró sin más y al no ver a nadie en la cama

viró hacia la puerta cerrada del lavabo y fue directa. Intentó abrir pero estaba el cerrojo echado. Picó varias veces y los chicos reaccionaron,

intranquilos. Matt se levantó deprisa de la bañera e hizo el esfuerzo por salirse de ella, pero la insistente cola no le dejaba. Kevin acudió en su ayuda y por el camino tiraron agua al suelo y provocaron más ruido, lo que puso más insistente a su madre.

—¿Qué estáis haciendo ahí con la puerta cerrada? ¿Estáis bien?— preguntó. —Sí, mamá. Estamos bien. Sólo estamos.—Kevin no sabía qué puñetas decir—

charlando un rato. —¿Charlando? ¿En el baño?— repitió incrédula. —Sí. ¿Qué pasa? Vosotras también lo hacéis siempre. Con un ruido seco Matt aterrizó en el suelo chorreando agua y boca abajo. La cola de pez

se posó brillante y poderosa en el suelo, pero difícil de moverse al no estar en el agua. Kevin se puso muy nervioso, su madre estaba enzarzada en una pelea con la puerta para

entrar al cuarto y si los veía así se asustaría y seguramente lo echaría a Matt de casa, además de probablemente llamar a diferentes departamentos de investigación de nuevas especies. E intentar sacar algo de recompensa, por supuesto.

Matt se dio la vuelta quedando cara a cara con su amigo y sus ojos expresaron susto. —¿Qué hacemos?— preguntó desasosegado Kevin. —Hay que secarme como sea. ¡Y rápido!— respondió Matt casi histérico. Kevin recordó que tenía una secadora de pelo, la buscó, la enchufó y se apresuró a secar

la cola de pez del chico lo antes posible. El secador sonó en la silenciosa noche como una taladradora y llamó más la atención de

la pesada señora Anderson. —Kevin, haz el favor de abrir la puerta... Quiero hablar un momento con vosotros— esta

vez lo dijo muy seria y enfadada, amenazante. La cola de pez de Matt parecía deshacerse y las escamas se volvían opacas, luego color

carne y finalmente se escondieron en el cuerpo de Matt devolviéndole el aspecto de humano, aunque la parte íntima del chico seguía siendo de color de escamas.•73•

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La señora Anderson cambió de táctica y empezó a golpear la puerta para entrar. Una vez, dos, tres. No tenía mucha fuerza pero el pestillo empezaba a ceder gracias a los golpes.

Kevin dejó rápidamente el secador encima de la pica del lavabo con cuidado de que no se mojase y corrió a coger una toalla que de inmediato envolvió alrededor de Matt, ayudándolo a levantarse al mismo tiempo.

Otro golpe más.La puerta cedió y la madre de Kevin entró en el baño con los pelos revueltos y una bata fina de estar por casa.

A pesar de haber estado durmiendo, estaba muy presentable y seguía arreglada. Miró a los chicos y por un momento todo quedó en silencio. Parecía la escena cómica de

una película de Hollywood, pues la madre entendió lo que no era, como era de esperar. La señora Anderson encontró a ambos chicos prácticamente abrazados, sin camiseta —y

juraría por el modo en que le había enrollado la toalla alrededor de Matt— que éste se encontraba desnudo.

La bañera recientemente usada y agua en el suelo. No hacía falta ser un genio para unir cabos.

—Esto..hmmm.¿qué estabais haciendo?— titubeó nerviosa y rascándose la cabeza discretamente.

—Nada. Sólo. —Verá, señora Anderson. Tenía mucho calor y quise darme un baño frío sin despertar a

Kevin. Pero al quitarme la ropa tropecé y caí al suelo. Kevin vino a ver si estaba bien y vio que me había dado un golpe en la pierna, así que me ha ayudado a entrar en la bañera y justo ha venido usted. Me daba mucha vergüenza que me viera así, por eso le he dicho que me alcanzase una toalla rápidamente y me ayudase a salir.

Fue muy convincente y la madre vio un color extraño en lo poco del muslo que veía del chico, tapado con la toalla, y supuso que era cierto.

Aunque no dejaba de resultarle muy extraño y curioso ese chico. Suspiró y decidió que ya era suficiente por aquel día.

—¿Estás bien, Matt? ¿Quieres que te mire la pierna?— preguntó ella. —No se preocupe, señora. Ya iré mañana al doctor. Gracias. Disculpe por haberla

despertado y molestado. Kevin le miró. Era un gran actor, un gran caballero y tenía un don al hablar, y esa

mirada remataba aún más la faena. Finalmente la madre de Kevin los dejó a solas, arrepentida de haberse cargado la

puerta, y se marchó a dormir.•74•

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No fue hasta que se quedaron de nuevo a solas y escucharon cerrarse la puerta de su habitación que ambos muchachos se miraron y estallaron en risas, aunque tapándose la boca para no hacer más ruido.

A pesar del susto, había sido un suceso muy gracioso. Y la situación, a pesar de tremendamente comprometida y embarazosa, era totalmente cómica.

Matt ayudó a Kevin, tras terminar de secarse y vestirse, a recoger todo y dejar limpio el lavabo. Volvieron a la cama. Esta vez sí se quedaron ambos dormidos en poco rato.•75•

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12. LA REINA DEL MAR ENCUENTA A MATT

Picaron fuertemente a la puerta. No hubo respuesta, e insistieron. —¿Quién pica a estas horas? ¿Es que hoy no vamos a tener la noche tranquila?—

balbuceó enojada la señora Anderson encendiendo la lámpara de la mesita de noche. —¿Qué pasa ahora, Maggie?— le preguntó somnoliento su marido. —¡Que están llamando a la puerta! ¡Ahora vengo!— Se levantó, se volvió a colocar la bata de estar por casa, se calzó unas zapatillas y bajó a

regañadientes hasta la puerta de casa. La puerta estaba cerrada y como al abrirla daba con una ventana transparente como un

cazamoscas, podía ver al otro lado. Y lo que vio en plena noche fue a dos personas pasmadas como zombies ante la puerta de

su hogar. Una mujer bella y con una vestimenta que para nada le pegaba, con el largo cabello negro y

mirada seria, le miraba fijamente acompañado de un joven apuesto que parecía un zombie. Además, Maggie juraría que ese chico tenía un color de piel diferente, como morado. ¿Era posible?

La señora Anderson no supo muy bien cómo cortar el silencio ni lo que podían querer. Así que decidió ir directa al grano.

—¿Les puedo ayudar en algo?— —El Hijo de Poseidón. ¿Dónde está?— preguntó tajante la Reina del Mar. —¿Quién?— repitió la señora Anderson, confusa. —¡El Hijo de Poseidón, que se ha atrevido a saltarse las reglas del mar!— exclamó esta

vez embravecida la mujer y una de las luces de la calle tras ellos parpadeó. —No sé de quién habla. Aquí sólo estamos mi marido y yo con mi hijo y un amigo suyo—

respondió asustada la madre de Kevin.•76•

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—¿Quién es el amigo de su hijo? ¿Es mortal?—preguntó la Reina. —¿Mortal? ¿Qué quiere decir con eso?— inquirió Maggie, dando un paso atrás alejándose

de esos dos personajes. ¿Qué quería decir con eso? ¿Estarían bebidos? No entendía qué les pasaba a esos dos,

pero su aspecto dejaba mucho que desear. ¿Irían drogados? Fuera como fuera, quería quitárselos de encima de inmediato.

—Me gustaría hablar con su hijo y su amigo. Ahora— declaró la Reina del Mar. —Me temo que eso es imposible. Están durmiendo. —He dicho AHORA— repitió con una mirada aterradora la Reina. La señora Anderson se asustó y dio otro paso atrás. —¿Qué está pasando aquí?— preguntó su marido de repente bajando en pijama y

zapatillas por las escaleras cual cara de sueño. La madre de Kevin lo miró con susto y se volvió hacia esa mujer y su acompañante. —Vuelva mañana, por favor. A una hora decente— les dijo. —Señora, déjeme hablar con ellos o lo haré yo por mi cuenta— amenazó la Reina. —Váyanse de inmediato o llamo a la policía— advirtió cerrando la puerta de golpe,

nerviosa. Su marido no entendía nada. Llegó a su lado y contempló su rostro exasperado. —¿Pero qué sucede?— —Me han preguntado por Kevin y Matt. Me han preguntado si es mortal… Creo que van

drogados— explicó a su marido. —Está bien. A las malas, pues. Procede, siervo— ordenó la Reina, decepcionada por la

reacción de esa señora. El joven sonrió, como un zombie endemoniado de piel morada, y sus ojos se volvieron de

color agua oscura y sucia. —Será un placer, ama— declaró. En menos de treinta segundos, el joven se deshizo en agua negra y sucia y como un

chorro de agua de una manguera invisible se filtró por las rendijas de la puerta hasta atravesar el otro lado.

Dentro de la casa, un señor y una señora Anderson vieron estupefactos cómo una serpiente oscura, sucia y transparente accedía al interior, se alzaba y ensanchaba hasta tomar aspecto humano. El joven estaba ante ellos. La señora Anderson se quedó sin habla, al borde de un ataque de histeria y retrocediendo varios •77•

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pasos, le cogió la mano a su esposo y soltó un grito horripilante y llamativo. El terror se había apoderado de ella.

Los gritos despertaron a Matt y Kevin, quienes deprisa se levantaron y vistieron. El joven abrió la boca y escupió un líquido negro que se movía como lombrices hacia la

cara de ambos padres, quienes entre gritos y tumbos, fueron testigos de cómo esos seres se introducían en su cerebro a través de su nariz y cayeron al suelo, inconscientes.

El siervo abrió la puerta de la casa para que pasara la Reina y ésta alabó su trabajo. —Buen trabajo, siervo. El joven asintió, halagado y agradecido. —Ahora busca y tráeme al Hijo del Mar. El joven accedió y subió cual espíritu poseído por las escaleras en busca del poderoso ser,

el más protegido y bello del mar, el más pequeño de los Hijos de Poseidón, más conocidos como Los Hijos del Mar.

Kevin y Matt salieron de la habitación precavidos y buscaron el foco de los gritos, sin ver nada. Matt avanzó en el pasillo hacia el lado derecho, y Kevin hacia el opuesto, cerca de las escaleras que daban al piso inferior.

No vio la sombra oscura moviéndose en la casa, subiendo sigilosamente las escaleras como un espectro, ni oyó el escalofriante siseo.

Tan sólo notó de repente una mano fuerte y de tejido no humano, viscoso, que le apresó el cuello y tiró de él alzándolo del suelo, amenazante.

No podía respirar y los pies le colgaban en al aire. Intentó llamar a Matt pero no podía pronunciar palabra. Lo intentó mentalmente. Realmente no lo hizo adrede,

tan sólo pensó en él con desesperación suplicando que le escuchase. Y el chico del mar le escuchó perfectamente. De repente, un chorro potente, fuerte y brillante de agua estampó al siervo de la Reina y

lo empotró con fuerza contra la pared. Kevin cayó al suelo y tosió luchando por recuperar el aire.

Matt cesó el chorro de agua asfixiante tras varios segundos y el joven cedió al suelo, aparentemente fuera de combate.

Matt ayudó a Kevin a levantarse y ambos se dieron prisa en acudir a la escalera para salir de la casa.

—¿Vais a alguna parte?— preguntó la Reina sorprendiéndolos de repente justo delante de la escalera.•78•

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Matt se asustó y ni siquiera tuvo tiempo de reaccionar. La Reina empujó sin más a Kevin hacia atrás con tanta fuerza que patinó y se deslizó tumbado hasta aterrizar en la puerta del lavabo.

Matt intentó acudir en su ayuda pero la jefa marítima no se lo permitió. Abrió su boca y escupió de nuevo un líquido sucio y oscuro que esta vez envolvió de pies

para arriba el cuerpo del sireno y pareció paralizarlo, como si lo estuviera convirtiendo en una estatua.

Kevin se incorporó con algo de esfuerzo y pesadez. Le dolía la cabeza y estaba mareado, pero no permitiría que eso dejase que su amigo acabase en las manos de esa mujer, fuera quien fuera.

Corrió en su búsqueda y como vio que era mágica como Matt supuso que su fuerza no haría mucho. Pensó algo rápido y en diez segundos fue a su cuarto, cogió la silla de su escritorio donde tenía su ordenador y se la rompió en la espalda a esa inexpresiva mujer.

Ella se tambaleó como si algo la molestase, pero se recuperó de seguida. Se volvió mirando al chico y rió divertida, con el eco resonando bajo agua en una cueva. —Un humano defendiendo a un Hijo del Mar. ¡Qué conmovedor! Aunque inútil. La Reina sopló con fuerza y Kevin fue lanzado de nuevo hacia atrás, en el aire, como si

un mini tornado le hubiese rozado y lanzado varios metros. El chico quiso de nuevo levantarse y esta vez se encontró con el joven siervo que se echó sobre

él. La situación era insostenible. No había escapatoria posible. Matt tenía poder suficiente para acabar con el siervo, pero la Reina era igual de poderosa o incluso más que Poseidón. Y Matt sólo era uno de sus hijos, el más joven precisamente. Su poder era inmenso comparado con los humanos. Pero si se ponía al lado de Poseidón o la Reina del Mar, era sólo un mero principiante.

Matt estaba a punto de ser estatua fija y oscura de la Reina, un trofeo o una presa. Mientras que Kevin luchaba por librarse de las garras de ese joven y apuesto zombie de cara morada.

De repente algo sucedió. Golpes abajo, pasos, susurros, un grito, silbidos y ruidos de agua.

El joven siervo quedó envuelto de repente en un círculo de agua transparente y brillante que lo separó de Kevin, lo alzó en el aire y finalmente fue expulsado hacia la habitación del humano, traspasó el cristal de la ventana y se perdió en la oscuridad. Se oyó un sonoro choque contra el suelo, un ruido de chapoteo y un gemido no humano.•79•

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Kevin tenía la vista borrosa por culpa de la falta de aire, pero logró vislumbrar cuatro figuras que no distinguía muy bien al pie de la escalera. Una de ellas, delante de las otras tres, tenía su mano derecha alzada y la palma brillaba con un tono del color azul marino.

La mano se dirigió ahora hacia la Reina y esta pareció ser empujada por varias manos invisibles al suelo.

La misma mano rompió mágicamente la sucia agua que cubría a Matt y el oscuro hielo se hizo añicos en un segundo.

El sireno quedó liberado y aunque recuperó el aliento de seguida y echó una ojeada a quienes lo habían salvado, se preocupó más en ir con su amigo, ayudarle a ponerse en pie y asegurarse de que estaba bien.

—Los Hijos del Mar… Estáis quebrantando las normas... ¡Poseidón tendrá noticias de esto!— exclamó furiosa la Reina al incorporarse y ver sus caras.

La chica le devolvió una frase con la misma furia contenida, pues también parecía estar harta de esa mujer. —Tranquila, Reina. Ya está al corriente. —¿Lo está?— preguntó un chico detrás de ella con tono sorprendido. —Cállate— le dijo por lo bajo ella, intentando que le siguiera el rollo. Kevin y Matt ahora en pie y ambos con la respiración normalizada, miraron a la vez la

escena. —¿Estás bien, Kevin?— le preguntó preocupado Matt. —Sí. ¿Y tú?— El hermoso sireno se limitó a asentir. Kevin escudriñó algo asustado a las cuatro figuras.

Ahora que se había recuperado y podía ver bien se fijó en que eran tres chicos fuertes y altos des-nudos de cintura para arriba y una chica imponente de cabellos azules y verdes. Eran varios años más grandes que Matt, aunque tenían las mismas escamas doradas en los brazos y en el caso de la chica, también en los pechos desnudos, que servían de sujetador marino.

—Hermanos, ¿qué hacéis aquí?— preguntó Matt. —Rescatarte, claro. Hay una orden de búsqueda y captura contra ti. Y que sepas que

todo el mundo marino está al tanto de vuestra amistad. Ya hay polémica desatada— respondió la chica, hermosa y fuerte.

—¿En serio?— inquirió Matt, alarmado. —Ahora hablamos. Vamos por pasos— añadió muy seria.•80•

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—Vais a acabar todos acusados, Hijos del Mar. ¡Por traición! Ya conocéis las reglas— amenazó la Reina del Mar poniéndose en pie y dirigiéndoles una dura mirada.

—Estamos hartos de tus reglas, Reina. Y de ti— la desafió la chica. Todos se miraron. Había tensión en el ambiente. —Chicos, a la vez. Rápido— ordenó la chica. Los cuatro alzaron las palmas de las manos y estas brillaron cubiertas de agua. Cuatro

chorros azules y verdes brillantes aparecieron de la nada delante de la Reina y como serpientes se enroscaron en su cuerpo.

—¿Será una broma? Sabéis perfectamente que me libraré de esto en seguida— aseguró ella, sarcástica. —Lo sabemos. Pero al menos esto nos dará algo de tiempo— respondió fríamente la

sirena de cabellos azules y verdes. La Reina ensombreció su rostro, daba miedo. Su cuerpo quedó congelado en hielo puro y

parecía un cubito gigante. —Vámonos de inmediato. No tardará mucho en descongelarse— Ordene y mando, los tres chicos y la líder junto a Matt y Kevin salieron a la carrera por

las escaleras, saliendo de la casa. —Necesitamos un medio de transporte. El mar está un poco lejos para huir a nuestra

velocidad— pidió la sirena. —Podemos usar el coche de mi padre. Aunque no sé dónde guarda las llaves— ofreció

Kevin. —No será necesarias las llaves. Llévanos— respondió ella. Kevin acudió al parquing, en el lateral de la calle y la sirena hizo brillar de nuevo su

mano y las puertas se abrieron solas. Entraron en el coche con prisas y cerraron las puertas. Dos de los hermanos junto a

Kevin y Matt se sentaron en los asientos traseros, algo apretados. La chica de cabellos azules y verdes de piloto y el otro hermano de co—piloto. Volvió a hacer brillar su mano y Kevin vio fascinado desde los asientos traseros cómo de la mano fluía un espectro brillante en forma de río que se deslizaba hacia el volante, lo atravesaba, conectaba la mano de la chica con el motor del coche, la gasolina que había en el depósito y el coche arrancó. Se limitó a conducir el coche mágicamente con gestos de las manos, que controlaba el motor y las marchas. Fue divertido y al mismo tiempo alucinante para Kevin, que miraba emocionado, con ojos como platos. A pesar de los nervios y el susto, estaba siendo una experiencia absolutamente inolvidable para el muchacho.•81•

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La Reina se descongeló sola cuando los Hijos del Mar ya habían dejado atrás la ciudad, haciendo añicos los trozos de hielo que la cubrían. Bajó en busca de su siervo y lo reanimó mágicamente. Estaba furiosa. •82• •83•

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13. LA HISTORIA DE LOS HIJOS DEL MAR

La sirena seguía conduciendo en la oscuridad de la noche gracias a los movimientos mágicos de sus manos. Estaba muy concentrada en la carretera y no decía palabra. Kevin tam-bién estaba en silencio, tranquilo ahora que estaban fuera de peligro, contento de tener a Matt a su lado, pero preocupado por sus padres. Y sobretodo intrigado por esa tal Reina del Mar. ¿Quién era y por qué los atacaba? Tenía demasiadas preguntas para callárselas por mucha tensión que pudiera haber.

—¿Quién era esa mujer y por qué os acusaba de saltaros las reglas?—preguntó finalmente.

—Hermano, o mejor dicho Matt, como te haces llamar aquí, ¿por qué no se lo explicas tú mismo a tu amiguito?— respondió la sirena jefe.

—¿No te llamas Matt en realidad?— inquirió de repente Kevin. —Bueno, no exactamente. Digamos que es una traducción no literal de mi verdadero

nombre sireno. Los nombres marinos son impronunciables en tierra. Por eso prefiero Matt, menos complicaciones— declaró el bello chico acuático.

—Ah. Vale— asintió satisfecho Kevin, quien había pensado por un momento que ya le había engañado en algo— Cuéntame sobre esa Reina del Mar.

Los cuatro sirenos se miraron entre ellos y después al espejo retrovisor, donde la sirena también les echó un ojo de incomodidad y nerviosismo. Pero después de lo sucedido y de haber defendido a un chico del Mar, ese humano merecía saber la historia de la Reina y los Hijos del Mar.

—Verás, Kevin— empezó explicando Matt provocando un silencio absoluto en el vehículo, sólo se escuchaba el viento y el motor del coche en la carretera— hace varios cientos de años, uno de los Hijos del mar se enamoró perdidamente de una chica humana. Nadie en el mundo marino vio aquello con buenos ojos. Pero como tampoco parecía haber peligro ni problemas se dejó estar. Una noche que el sireno se quedó a dormir en casa de la muchacha, el padre le sorprendió en la bañera convertido en pez. No dijo nada, se limitó a seguirlo al día siguiente hasta el mar y le vio reunirse •84•

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con su familia, a la que capturó. Estuvieron a punto de ser descubiertos al mundo y Poseidón tuvo que intervenir. Dos de los hermanos del sireno perdieron la vida intentando salvar la situación, pues varios humanos y prensa se enteraron y hubo polémica.

Empezó una caza de brujas y los sirenos estuvimos a punto de extinguirnos. Desesperados, Poseidón hizo un acuerdo con La Reina del Mar y unieron sus poderes para

borrar la memoria de todos los que los habían descubierto y el suceso en sí de la prensa. Quedó como si no hubiese sucedido nada, salvo claro está, la muerte de los hermanos del sireno.

Al Hijo del Mar se le prohibió todo contacto con aquella chica y cayó en depresión. Se alejó del Mar y de su familia. Con el tiempo se marchitó y se convirtió en agua no mágica. Para nosotros, es como nuestra muerte definitiva. Poco después, la Reina del Mar estableció una norma inquebrantable: los seres mágicos jamás podría tener una relación sentimental con los humanos. El castigo sería ser expulsado del Mar o incluso desaparecer definitivamente del mundo mágico.

Y hasta la fecha de hoy ha seguido así, sólo que con el tiempo, la Reina ha usado ese suceso para tener más autoridad en el mundo marino. Cosa que le encanta y se le da genial, como habrás comprobado. Le encanta estar al tanto de todo, controlarnos y ordenar—

A Kevin le recordó vagamente a su madre. Ahora entendía muchas cosas. El coche avanzó en la noche y llegaron a la playa. Aparcaron mágicamente y se apearon

los seis. Llegaron a la orilla y Kevin no dejó de observar todo, siempre al lado de Matt. —Deberíamos avisar a nuestra familia para que se unan a la causa— declaró Matt. —Primero vamos a ver cómo está el tema. Muchos no querrán tener problemas con la

Reina del Mar— aseguró la sirena. —¡Porque son unos cobardes!— bramó el guapo sireno. Kevin intentó calmarle y le puso una mano en el hombro. Hizo un amago breve de

masajearle. —Puedes verlo así, hermano. Pero piensa que quizás no quieran involucrarse en una lucha

que al fin y al cabo no han iniciado ellos. No todos están hartos de las reglas de la Reina como tú. Algunos son felices así. Y eso hay que respetarlo— explicó la hermana, líder.

—Pues se resignan a vivir bajo sus órdenes toda la vida, qué triste no poder pensar y actuar por sí mismos— insistió Matt.•85•

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—Cada uno es como es— zanjó ella. —Vayamos hasta casa a ver cómo están las cosas— ofreció uno de los tres hermanos, el

más fornido de todos y rubio como el sol, mucho más llamativo que el cabello de Kevin. —Por cierto, ¿cómo os llamáis?— preguntó Kevin. —Para que te sea fácil, te haré una traducción rápida y similar a sus nombres marinos—

le dijo Matt— Ella es Arcea. El rubio es Solero, y mis otros dos hermanos se llaman Meros y Aquarel.

Los hermanos saludaron asintiendo a Kevin y éste los imitó. —Vamos para allá— dijo Arcea al fin. —Voy con vosotros— se apresuró a decir Kevin. —Ni hablar, es nuestro mundo— dijo Arcea. —Ya he estado en él. Y me gusta— añadió Kevin. —¿En serio?— preguntó Aquarel mirando a Matt con ojos acusadores. —Darle una oportunidad. Jamás había visto un mortal así. Realmente le gusta el mar—

pidió Matt. —Está bien. Pero tú te haces responsable de él— zanjó estrictamente Arcea. Kevin se preparó, respiró hondo y se quitó la camiseta. Matt le tendió la mano y le

sonrió, dándole a entender que todo iría bien. Kevin estaba nervioso y algo asustado, pero sabía que al lado de Matt nada sería realmente peligroso ni le quitaría el sueño.

Los amigos se cogieron la mano y como si de una competición se tratase, los seis se lanzaron a la vez al agua. Hubo un pequeño burbujeo en la orilla y un susurro en el mar y los cinco Hijos del Mar dejaron en el mar su apariencia humana y las escamas doradas brillaron en sus largas y pesadas colas de pez.

Nadaron varios metros y Kevin fue el primero en notar algo extraño. Matt se le acercó para pasarle aire a través de los labios y éste le avisó mentalmente. Una figura extraña y oscura se acercaba a gran velocidad en el agua hacia ellos. Alcanzó a distinguir lo que parecía una aleta de tiburón, o eso le pareció ver al menos. Se asustó. Su corazón se disparó. Matt le apretó la mano fuerte y le transmitió mentalmente que no se preocupara, que no dejaría que le sucediese nada.

Los seis nadaban al mismo ritmo, uno al lado del otro y Arcea en el centro del grupo marino.

De repente, dos tiburones, varias medusas, un calamar y otros dos Hijos del Mar con aspecto muy fiero, un hombre musculoso y barbudo y una mujer con cabellos dorados y varios collares de perlas en el cuello les cortaron el paso.

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Ninguno abrió la boca, pero Kevin, conectado mágicamente a Matt sin acabar de entender aún cómo era posible, entendió la conversación como si alguien se la dijera al oído por un pinganillo acuático.

—¿Adónde creéis que vais, Hijos de Poseidón?— preguntó el sireno más grande y barbudo, cuya edad humana sería aproximada a los treinta y pocos años.

—Vamos a hablar con vosotros y el resto de criaturas marinas. Tenemos un problema con la Reina del Mar y necesitamos ayuda— empezó a hablar Arcea, siendo lo más amable posible.

—Estamos al tanto de la situación y tenemos órdenes muy específicas de no dejar pasar a nadie que no respete las normas de La Reina. Si venís para volver a casa y rectificar, seréis bien recibidos y perdonados, aunque el humano se marcha. De lo contrario, vuestra presencia es ingrata—

—El humano se llama Kevin, es mi amigo. Y no se marcha. Está de nuestro lado— se enojó Matt.

—¿De nuestro lado o del tuyo, bello príncipe Hijo de Poseidón? — —¡Es lo mismo! — se enfureció aún más el sireno. Kevin le miró, nervioso por la situación. El corazón le iba tan rápido que su aire se

consumía y se empezaba a ahogar. Matt lo notó y le volvió a dar una buena bocanada de aire, aunque sin quitar ojo a sus compañeros.

El guerrero del mar más grande vio la escena y montó en cólera. —Un Hijo del Mar ayudando a un mortal y siendo su amigo. ¡Eres una deshonra para

nuestro mundo, príncipe! Ya hemos visto todo lo necesario. No hay más que hablar. Quedáis desterrados hasta que dejéis de lado al humano y os sometáis a la Reina. ¡Debería daros vergüenza! —

—¡A vosotros sí os debería dar vergüenza, guerreros! Mi padre no tiene valor para enfrentarse a la Reina y vosotros sois iguales. ¡En el fondo la odiáis igual o incluso más que nosotros! ¡Deberíamos desterrarla a ella, no entre nosotros!

—¡Basta! ¡Necio príncipe! Tus palabras queman nuestro oído. ¡No deberías faltar así a nuestra señora! ¡SERÁS CASTIGADO! ¡Y NO VOLVÁIS AL MAR!—

El guerrero extendió sus brazos y un fuerte remolino como un tornado acuático se creó y provocó una fuerte ola en el mar que arrastró a los seis hacia la orilla con violencia, en un mar de giros y vueltas que casi hace devolver a Kevin.•87•

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Acabaron de nuevo a los pies de la orilla, tosiendo afectados. Kevin sin aire y mareado. Matt tuvo que hacerle un masaje cardíaco tumbado en la orilla y se asustó bastante.

El Mar volvió a la calma en un minuto y pareció que no hubiese sucedido nada. —Genial. ¿Y ahora qué hacemos?— preguntó de repente preocupado Aquarel.•88• •89•

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14. VISITA NOCTURNA A LA UNIVERSIDAD

Los seis se miraron sin respuesta. No contaban con aquel imprevisto. El plan era pedir ayuda a las criaturas marinas, enfrentarse a la Reina hasta bajarle los humos y después volver a la normalidad haciendo entrar en razón a Matt y regresando a su hogar.

Pero el Mar parecía haberles dado la espalda y la cosa pintaba realmente mal. No parecía haber solución y entre los cuatro no había poder suficiente para detener a la Reina, sólo contenerla temporalmente.

Y no era mucho. Además, llevaban bastantes horas fuera del agua y sus cuerpos empezaban a notarlo, pues era el agua lo que les daba la fuerza y el poder natural que tenían. Fuera del agua, esa magia se iba debilitando cada vez más, aunque nunca desaparecía.

—Necesitamos un lugar en el que poder hablar y sobre todo reponer fuerzas. Llevamos demasiado tiempo fuera del agua y este breve baño no va a ayudar mucho— advirtió seriamente Arcea.

—Pues a casa de Kevin no podemos volver, al menos de momento. Y yo no conozco mucho este mundo para decir lugares— declaró Matt.

—En realidad a mí sí se me ocurre un sitio— aseguró de repente Kevin. —Aunque no sé si nos dejarán entrar o si habrá alguien a estas horas. Y precisamente se supone que hemos de estar solos, ¿no?

—Sí, es mejor estar solos. Cuantos menos humanos impliquemos mejor— dijo Arcea. —Mejor dicho cuanto menos humanos nos descubran, mejor— saltó algo brusco Solero. —Sí, yo también lo veo así— opinó Meros. —Pero el problema no es los humanos, sino.—empezó a decir Kevin, pero la líder de

cabellos de colores le cortó. —No te preocupes porque esté cerrado ese lugar. Sólo llévanos, nosotros nos encargamos

del resto. Vamos, Kevin. Por favor— Arcea dijo esto con aire cansado, deseando estar a solas y a salvo de los humanos.•90•

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Kevin asintió, buscó su camiseta, se la puso y volvieron al coche. Los condujo hasta la Universidad y aparcaron. De pie ante la puerta, intentaron entrar

pero la puerta no cedió. —Meros, haz algo, anda— le ordenó Arcea como una madre a un hijo que no hace el

huevo y ella lleva toda la iniciativa siempre. Meros asintió, puso su mano sobre el pomo de la puerta y su dedo índice se alargó hasta

convertirse en agua color metal y se introdujo en la cerradura, la giró y la puerta cedió. Ninguno pareció darse cuenta de una luz roja que parpadeó sin ruido alguno cerca de la puerta.

Entraron todos y Kevin los condujo hasta la piscina. Cuando vieron la inmensa estancia que tenían para ellos solos y en total tranquilidad, se relajaron bastante.

—Bien pensado, Kevin. He estado en esta piscina dos veces y no se me ha ocurrido en ningún momento— le sonrió Matt.

—No pasa nada. Un placer— Otro chispazo entre ellos y las luces tintinearon. Ninguno de los hermanos pareció darse

cuenta o darle una mínima importancia, pero Arcea sí se fijó y los escudriñó a ambos sin entender esa extraña conexión que tenían.

—Kevin, ¿por qué no te metes con nosotros y charlamos juntos tranquilamente?— le propuso.

—Encantado, Arcea— Los Hijos del Mar se lanzaron al agua y como ya era habitual, en segundos la piscina

brillaba con tonos dorados debido a las cinco colas de pez que en ella nadaban a sus anchas. Kevin volvió a despojarse de la parte de arriba y se lanzó a nadar en compañía de las criaturas acuáticas.

Durante una hora, todos parecieron desconectar del actual problema con la Reina y se divirtieron buceando, ahogándose entre ellos como si fueran niños pequeños y pareció que Meros y Solero también hacían buenas migas con el humano. Arcea sólo observaba atentamente al chico y su afinidad con sus hermanos, sobre todo con el bello y moreno príncipe Matt.

En ningún momento fue brusca o arisca con él, pero se la veía muy precavida. Matt no quitaba ojo al rubito, y parecía encantado también de que se llevaran tan bien con sus hermanos.

Terminaron los seis apoyados en la pared de la piscina, relajados y con las colas ondeando tranquilamente en el agua mientras disfrutaban del silencio y el rumor del agua en la estancia.•91•

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—Tenemos que hallar la forma de poder salir de este embrollo y aclarar las cosas con la Reina. O tendremos serios problemas. Y necesitaremos ayuda.

Las palabras de la líder sonaron como un eco en la sala. —Podéis contar conmigo. Os ayudaré en lo que sea— se ofreció sin pensarlo un segundo

Kevin. —Eso es lo que no entiendo. Te lo agradezco de veras, humano. Pero, ¿por qué quieres

ayudarnos? Tu especie siempre nos ha perseguido y ha querido exponernos como monos de feria.

—No todos actuamos igual, Arcea. Personalmente jamás os haría eso. —¿Por qué? —Porque creo que sois gente maravillosa que sólo han topado con gente ambiciosa que no

pensaba con la cabeza. Desde que conozco a Matt, me ha ayudado mucho y defendido, cosa que ningún humano antes había hecho por mí. Y a pesar de las tensiones y los posibles enfrentamientos, no cambiaría un solo minuto de los pasados con él. Ni de los que he pasado con vosotros, claro.

Tras una mínima pausa de absoluto silencio, Kevin añadió: —Y me llamo Kevin. Yo no os llamo sirenos ni Hijos del Mar. Os llamo por vuestro

nombre. No te equivoques conmigo, si quisiera venderos o traicionaros no os estaría ayudando.

Arcea lo miró ceñuda, sin acabar del todo de fiarse de él, pero al mismo tiempo sabiendo que no mentía. Por si acaso, puso su mano en el pecho del chico y notó su corazón latiendo. Un flash fue a la cabeza de la sirena y entonces lo corroboró. Kevin no tenía ninguna intención mala para con ellos, sólo un absoluto aprecio muy fuerte hacia Matt.

Arcea suspiró y se dio por vencida. Supo que no tenía nada que temer de Kevin. Quizás, después de todo lo pasado con los de su especie, algo había cambiado y realmente habían humanos buenos.

Pero la química existente entre el humano y Matt seguía sin tener explicación. No hacía falta ser un genio para darse cuenta de que no era algo simple, sino más bien algo que podría cambiar la historia de los Hijos del Mar. Una amistad entre un sireno y un humano podría dar un giro a todas las reglas, si conseguían demostrarlo.

—Yo creo que voy a ir saliendo ya. Quiero darme una vuelta por esta zona y curiosear un poco a los humanos— dijo Arcea.

—Sí, creo que yo también— se acopló Solero. —Voy contigo, Arcea— dijo Aquarel.•92•

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Meros, el menos inteligente de todos pero el más fornido para sus veinte años (en el mundo humano) prefería hacer algo diferente.

—Kevin, ¿te importa si voy a tu casa? Me gustaría dormir un rato aunque sea en esas tablas largas con alfombra blanca…

—Dirás la cama— le corrigió Kevin. —Eso. ¿Puedo?— —Claro. Pero.¿Y la Reina?— —Ya no está ahí. Nos buscará un poco y si no da con nosotros volverá al Mar a reclutar a

guerreros que la ayuden— declaró con seguridad la sirena. —De acuerdo. ¡Mis padres!— exclamó de repente Kevin— He de ir pues a ver si están

bien. —Tranquilo, chico. Yo los despierto y me encargo de ellos. Haré tiempo hasta que

vengas. No te preocupes. —Gracias— respondió Kevin. Salieron por la escalera haciendo fuerza y una vez medio cuerpo fuera se materializaron

en cuerpo humano con las partes íntimas cubiertas de escamas doradas y en unos minutos estaban secos, se habían despedido y se marchaban de la piscina hasta la puerta de entrada, para intentar conocer un poco más algo de esa extraño mundo en el que se mataban unos a otros por armas, drogas, sexo y cosas que ellos no entendían.

Kevin y Matt se quedaron a solas en el agua. Matt estaba feliz por la buena química demostrada con sus hermanos, pero aún así se moría de ganas de estar a solas.

—Gracias por ayudarnos, Kevin— le dijo Matt mirándole directamente a los ojos, muy cerca el uno del otro, y notando Kevin esa mirada hipnotizadora.

—Tú me ayudaste a mí, primero. Es lo justo, ¿no?— respondió Kevin. —¿Sólo lo has hecho por eso?— —No, para nada. Lo he hecho porque he querido. Y lo seguiré haciendo hasta que estéis

fuera del peligro de esa mujer— —Ahora mismo me preocupas más tú que nosotros. Somos sirenos y tenemos poderes

acuáticos. Tú no tienes nada. —Te tengo a ti— respondió sin más. Se miraron fijamente. Kevin sentía la respiración de Matt en sus mejillas. Saltaron

chispas de nuevo y sintió un hormigueo en el estómago. Algo le decía que se acercara más a él, su cuerpo parecía reaccionar a un sentimiento que no era capaz de entender. Y entonces.•93•

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Se oyeron unos pasos. Los dos se revolvieron en el agua, nerviosos, mirando hacia la puerta de la piscina. Alguien iba directo hacia ellos.

Reaccionaron deprisa, nadaron hasta salir del agua, Kevin ayudó a Matt y esperó impaciente su transformación a humano. Les dio tiempo exacto y justo a coger las camisetas y correr a es-conderse tras las escaleras de las gradas cuando una figura femenina entró en la piscina y buscó el foco de los ruidos.

Al parecer, la alarma de la Universidad había saltado y ella, que tenía el número directo de seguridad y fue advertida, fue personalmente a ver si algún gracioso se había colado dentro. Pero había recorrido todo el centro sin encontrar a nadie y sólo faltaba la piscina.

Kevin y Matt estaban nerviosos, sobre todo el humano, cuyo corazón latía a golpe de tambor. Más que por la situación por la pose. No podía moverse para no hacer ruido, pero lo cierto es que quería hacerlo desesperadamente. Con las prisas habían acabado muy pegados, cara a cara, agachados y podían verse las miradas mutuamente. Sus narices se rozaban claramente, sus brazos estaban piel con piel, y los labios del sireno estaban a escasos centímetros del humano. Además tenía el torso fornido, bronceado, liso y mojado del chico acuático justo delante y su olor corporal le gustaba de una manera extrañamente agradable.

Unos segundos más y Kevin no habría podido controlar esa sensación, se habría lanzado a sus brazos y le hubiese dado un abrazo fuerte o quizás habría abrazado sus labios fríos en busca de una buena bocanada de aire…

Pero estaban fuera del agua, así que.¿con qué justificación? Finalmente, la directora de la Universidad no vio nada raro y se marchó. Kevin estaba muy excitado y no se atrevía a moverse. Fue Matt quien le tranquilizó con

la mirada y le preguntó en un susurro que lanzó aire frío directo a su boca. —¿Estás bien?— —Sí— respondió Kevin con demasiadas emociones dentro de él y sin poder controlarse.

— ¿Y tú? —Bien— hubo una larga e incómoda pausa con miradas indirectas muy directas— Será

mejor que salgamos de aquí. •94•

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—Estoy de acuerdo— aseguró Kevin. Los dos chicos salieron de la piscina tan sigilosamente como pudieron y mágicamente

volvieron a la calle sin dejar ni rastro. Ninguno se dio cuenta de la cantidad de luces que tintinearon a su paso mientras

caminaban a la salida del centro. La química era absolutamente innegable. Hasta un ciego lo habría visto.•95•

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15. MEROS HIPNOTIZA A LOS SEÑORES ANDERSON

Meros llegó a la casa de los padres de Kevin. La puerta estaba abierta, tal y como la habían dejado. No había ni rastro de la Reina, y tampoco de su siervo. Todo parecía en calma. Los padres de Kevin se hallaban inconscientes en el suelo del recibidor, uno al lado del otro.

Mero les apuntó con la palma de la mano, que brilló y adoptó el color del mar y pareció un espejo de las profundidades del océano, pues se veía el agua ondeando y sombras de peces. En unos segundos estallaron los bichos sucios que mantenían encantados a los padres de Kevin y estos despertaron despacio. Miraron alrededor sin entender dónde se encontraban, qué había sucedido, y se levantaron.

Vieron a Meros, con ese extraño atuendo. Pantalón corto con algo dorado asomando por abajo, descalzo, cabello abultado, torso desnudo y mirada semejante al agua del mar.

—¿Quién eres?— preguntó la señora Anderson arreglándose lo más rápidamente que pudo la ropa y el cabello sin comprender qué hacían en el suelo.

Meros aprovechó entonces la ocasión y usó un don que todos los Hijos del Mar tenían. Sus ojos se volvieron transparentes, como bolsas diminutas llenas de agua y el color del mar inundó las cuencas del joven guerrero. Los padres de Kevin parecieron quedar hipnotizados. Lo miraron y escucharon seriamente, como zombies.

—Verán, señores Anderson. Soy familia de Matt, el mejor amigo de su hijo Kevin, muy majo por cierto. Venimos de muy lejos y como estamos cansados, ustedes nos han invitado a quedarnos aquí a dormir unos días. Matt se ha quedado dando un paseo con mi hermano y mientras, me voy a echar un rato arriba. Han intentado robarles y les han dejado inconsciente, por suerte yo les eché y llamé a la policía, que ya les ha tomado declaración. Y ahora volverá a la cama y no me molestarán en toda la noche.

Segundos después, Meros bajó la mano y esta retrocedió a su estado normal. Los señores Anderson parpadearon y dieron media vuelta dirección a su dormitorio, a dormir.•96•

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Meros suspiró, una cosa menos. Subió a la habitación de Kevin y se encerró. Le encantó lo ordenado que era y los posters

de Michael Phelps. Llegó a la bañera y decidió relajarse un poco. Echó el pestillo, puso el tapón y llenó la

bañera de agua helada. Se despojó de sus pocas ropas y se metió desnudo (del modo sireno) en el llamativo recipiente que parecía desear de su presencia.

Se estiró, apoyó ambos brazos en los lados y cerró los ojos. La puerta de la habitación chirrió, pero Meros no le dio importancia. Susurros, sonidos

de agua y de siseos. Meros era el menos inteligente de los Hijos del Mar, porque cualquier otro, al menos, habría intentando averiguar el foco de los ruidos.

El Guerrero no sintió la extraña brisa siseante que se coló por la ranura de la puerta, que pisaba suelo y ascendía dentro del lavabo. Tampoco notó una extraña presencia maligna esparcirse por la estancia y diluirse en el agua de la bañera.

Sólo notó una extraña corriente en la bañera que le hacía cosquillas en las piernas, acariciaba su barriga y parecía arañarle las escamas doradas.

Hubo un extraño movimiento en el agua y la bañera vibró. Entonces al fin Meros abrió los ojos, extrañado, y se quedó helado.

Sus ojos se salieron de las cuencas, agrandándose como platos. Su cuerpo marino y mojado intentó incorporarse, pero ya era demasiado tarde.

Unos tentáculos con pintas muy amenazantes y alarmantes, formados de agua sucia nacían desde la base del agua de la bañera y ascendían como serpientes suspendidas en el aire. Lo miraron fieramente, con peligro.

Meros quiso gritar, usar sus poderes, alzar la mano para defenderse con su magia, pero era tarde e inútil. Un solo Hijo del Mar no tenía poder suficiente para la devastación de la Reina del Mar, dueña de los siete mares junto a Poseidón, quien le había cedido poder y dominio sobre la mayor parte de ellos como pago por su ayuda en el pasado.

Los cuatro guerreros juntos habrían tenido una segunda oportunidad, pero uno sólo, imposible.

Los tentáculos rodearon como misiles el cuerpo del guerrero y lo levantaron del agua, alzándolo mágicamente en el aire.

El sireno quedó envuelto en un segundo en un capullo de agua, cual presa de un insecto gigante acuático. No podía respirar, la presión era demasiado fuerte y oscura. El mal se apoderó de sus poderes y los bloqueó. Meros sintió miedo y ni siquiera pudo avisar telepáticamente a sus hermanos.•97•

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Los tentáculos desaparecieron en el agua sucia y ésta se deslizó con velocidad hacia la boca, oídos y nariz del guerrero inundando el interior y reventando con furia sus órganos marinos internos.

Rodó sobre sí mismo como un ratón en la rueda de una jaula, suspendido en el aire, rodeado y atacado por agua sucia que mágicamente le estaba devorando por dentro.

No hubo sangre, ni vísceras, ni gritos. Tan sólo sus defensas murieron, sus moléculas se descompusieron y el guerrero quedó reducido a escamas y gran cantidad de agua que fue tragado por el agua sucia.

Meros desapareció de la faz del mundo. El agua sucia se relajó, pareció reír y tomó forma humana, tocando suelo.

Se materializó y la Reina del Mar hizo acto de presencia en el lavabo, de pie justo delante de la bañera. Sus ojos negros y acuáticos refulgían y brillaban de malicia.

Se había cobrado la venganza que ansiaba después de intentar humillarla y reducirla. Cuatro guerreros del Mar contra ella. ¡Menudo chiste!

La Reina estaba satisfecha pero quería culminar su propósito, su ira; vengarse y destruir a esos guerreros que habían osado desobedecerla y desafiarla. Ella era la Reina y sus palabras eran órdenes para todas las criaturas marinas. Quería transmitir un mensaje al mundo oceánico:

Acatar sus normas o ser desterrado. Uno menos. Quedaban cuatro. Y especialmente al menor de ellos, al más rebelde y curiosamente al más bello, el

Príncipe del Mar, le tenían demasiadas ganas. Eso era algo más personal, y dejaría lo mejor para el final. Su mayor disfrute y castigo: Matt.•98• •99•

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16. EL INCENDIO

La directora seguía en la universidad, buscando algo anormal. No había visto nada raro y algo le decía que tenía que insistir. Sabía que estaba pasando algo por alto, pues había claras evidencias de que habían invadido el centro. De repente, sintió un frío helado rodearla, se le erizaron los pelos de la nuca y dio un rodeo sobre sí misma. Notó una presencia extraña que no podía explicar. Frente a ella tenía las escaleras que daban al primer piso y siguió su corazonada. Las subió y acabó en el pasillo superior. Todo estaba a oscuras. No se veía nada. La directora, que a pesar de las horas iba muy bien vestida, pasito a pasito, avanzaba en la búsqueda del foco de la intrusión. Una puerta chirrió y la directora sacó el móvil para poder ver mejor. Alumbró. Una luz se proyectó como una tétrica buhardilla y miró en torno.

Juraría que sentía una respiración nerviosa y agitada. Y ni corta ni perezosa, decidió indagar más. Acabó en una clase con cortinas raídas y algo que no alcanzaba a ver. Tropezó con una silla. Alguien también se dio un batacazo y la silla de al lado de la directora cayó sola al suelo.

La directora se asustó y gritó. Como un acto reflejo se quitó el zapato y empezó a golpear a diestro y siniestro con él a quien fuera que tuviese ahí delante. Oía pasos, susurros, respiración agitada, pero no veía nada.

Estaba confusa, sin comprender. Su corazón se aceleró. Nadie la oiría si sucedía algo. No estaba sola en la universidad, pero desde luego tampoco le serviría de ayuda el infiltrado.

Silencio. Se oían los latidos en la boca de la mujer. Otro paso sonó delante de la mujer. Apuntó con el zapato pero seguía sin ver a nadie.

Entonces algo invisible tropezó contra la pared y un cuadro de una pintura realizada por uno de los alumnos que había sido galardonada cayó al suelo. La directora lanzó con fuerza el zapato acompañando el acto de un grito nervioso y aterrado, y éste dio a parar con una caja abierta de fusibles. Estos petaron, saltó la corriente, hubo chispas y refulgió una luz que iluminó intermitentemente la estancia. Parte del chisporroteo alcanzó las cortinas raídas y estas se prendieron.•100•

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La directora estaba aterrorizada completamente. Escuchó un grito delante de ella, una voz masculina, pero seguía sin ver a nadie. Por acto de magia, la puerta se abrió sola y escuchó pasos nerviosos correr por las escaleras al piso inferior y en un momento acabaron en la calle.

¿Alguien invisible? ¿Era posible? ¿Aquello sería una broma pesada? ¿Se estaría volviendo loca?

De una manera u otra ahora tenía cosas más importantes en las que pensar. Se había originado un incendio en sus narices y no había tiempo que perder.

Buscó algo con lo que apagarlo, pero por desgracia para ella, se había propagado a otra cortina y ahora se extendía por sillas y por los cuadros.

Salió de la clase, llamó a los bomberos y vio impotente cómo toda la estancia era prendida en llamas.

La mujer, llorando nerviosa, bajó al piso inferior y avisó a los bomberos. En pocos minutos, el fuego se extinguió por todo el pasillo y acabó incendiando el piso

superior. Matt y Kevin estaban a la entrada de la universidad, se acababan de poner las camisetas

y ahora reían divertidos del suceso que había tenido lugar. —¿Te apetece dar un paseo?— le preguntó Matt a Kevin. —Claro— sonrió feliz Kevin, que se iría con su amigo al fin del mundo. Comenzaron a caminar por la calle dirección a casa, pero el paseo duró poco. Unos gritos

y sonidos de pie, una caída y alguien corriendo llegaron desde centro de la universidad provocando que ambos se girasen.

Nerviosos miraron en torno. ¿Quién estaría dentro? ¿Estaría la Reina buscándolos y se habría topado con la directora? Era poco probable pero nada imposible. Kevin leyó la mente de Matt y ambos parecieron compartir el pensamiento. Si era así, tendrían que entrar y salvar a la directora, ya que la pobre no tenía culpa alguna de la guerra entre los Hijos del Mar y los humanos.

Pero la duda se les resolvió en seguida, pues la puerta de la entrada se abrió de repente y Solero salió corriendo con el rostro desencajado.

En cuanto los vio… —¡Hermano! ¡Provoqué fuego accidentalmente!— declaró Solero a Matt. —¿Qué? ¿Por qué?— preguntó incrédulo Matt.•101•

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—No ha sido adrede. Casi me pilla una mujer y tuve que volverme transparente, pero creo que notaba mi presencia y me ha seguido hasta el piso superior. Entre una cosa y otra, sabía que estaba yo por ahí, me atacó con un calzado afilado y dio a una caja que escupía chispas. El fuego ha sido creado y está invadiendo todo.

—¿Y tú por qué no has usado tu magia para apagarlo?— interrogó Matt. —¡No lo he pensado! Me he puesto nervioso y sólo pensaba en escapar. Además, es

demasiado fuego. Mi poder no alcanza— aseguró el hermano mediano del príncipe del Mar, hijo predilecto de Poseidón.

—De verdad, decís de mí pero no usáis mucho la cabeza. No me sorprende que Arcea siempre mande— dijo Matt.

Los tres se miraron. Kevin y Solero no comprendían. Matt miró al frente y se concentró. —Dejadme concentración y no habléis— ordenó directamente, sin intentar ser cortés.

Estaba nervioso, pues la directora seguía dentro, probablemente atrapada por las llamas. Kevin, una vez más, observó fascinado lo que sucedía a continuación. Si ya sentía

interés, calidez y admiración por Matt, aquello lo triplicó. Fue como un espectáculo en vivo, algo bello digno de verse en tres dimensiones.

Matt miraba al frente, semblante muy serio y concentrado. El silencio se hizo, sólo se oía el crepitar de las llamas cercanas.

Los ojos del sireno se volvieron azules, como pequeñas bolsas de agua viviente instaladas en sus cuencas. Y a lo lejos se oyó un rumor sordo, como un rugido del mar distante.

El mar, a kilómetros de distancia, susurró y de la base del agua, gotas y gotas fueron ascendiendo como si el cielo las succionara. Parecía llover a cámara lenta pero al revés, del océano al cielo.

El cielo se tornó oscuro, más todavía a pesar de ser de noche, como un cielo tétrico que anuncia la llegada de un huracán o un tornado.

Un remolino oscuro de agua se formó y se deslizó por el cielo, cual nubes oscuras avanzando amenazantes hacia su destino.•102•

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El cielo tronó y hubo destellos dorados. La nube llegó hasta justo posarse sobre el techo de la universidad de Kevin, y Matt lo descargó todo mágicamente sobre ellos. De repente, el cielo oscuro se revolucionó y se formó un huracán que en vez de arrasar o absorber, escupía agua a raudales. Llovió con fuerza sobre el centro. El fuego, que había alcanzado techo y ventanas, paredes y aulas, se fue apagando poco a poco.

Los tres miraban la escena como a través de una pantalla de cine. La escena vaciló ante ellos de una manera sobrecogedora y bella al mismo tiempo. Cinco minutos después, el fuego se había extinguido y Matt deshizo la lluvia, el cielo

volvió a su cauce paulatinamente y sus ojos volvieron a su estado normal. Entraron a por la directora y la vieron asfixiada en el pasillo central, pero respiraba y

estaba consciente. Kevin llamó a una ambulancia y a los bomberos. Se sintió culpable de lo sucedido pero

Matt le calmó. El sireno hipnotizó a la directora con sus ojos azules, como hizo Meros con los padres de

Kevin, y le hizo creer que había sido un fallo eléctrico, que ella no les había visto y que le había dado tiempo a llamar a los bomberos y la ambulancia antes de comenzar a ahogarse por el humo.

Esperaron escondidos la artillería, en la calle. En cuanto la vieron llegar, se fueron y nadie los descubrió. La directora fue llevada a un hospital y todo salió bien. Pero Matt no quería que algo así volviese a suceder, y aún menos hiriendo a un humano, por lo que habló seriamente con Kevin y le hizo una proposición.•103•

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17. KEVIN Y MATT SE MARCHAN DE LA CIUDAD

—Creo que deberíamos alejarnos unos días de tu ciudad. No quiero que suceda nada más por nuestra culpa— le dijo Matt.

—De acuerdo. Conozco un sitio que hace tiempo quiero visitar. Podemos ir en tren y estar solos— respondió Kevin.

—Perfecto. Será lo mejor, al menos por una temporada— Solero estuvo de acuerdo, y Arcea también, aunque el hecho de que se fueran los dos

solos, sin apoyo, no le convencía mucho. Además, la sirena sabía que algo no marchaba bien, pero no sabía en qué sentido era.

De una manera u otra, decidieron que sería buena idea. Al menos así las cosas se calmarían mínimamente.

Volvieron a casa con el coche de Kevin y actuaron lo mejor posible. Arcea y Solero les esperaron afuera.

La madre de Kevin salió directa a recibirles. Recordaba a Kevin, pero tenía vagos destellos de memoria de los hermanos de Matt.

—Mamá, me marcho unos días con Matt de viaje. Es que.me ha surgido una prueba de natación y creo que es una gran oportunidad— titubeó Kevin, tan nervioso y temblorosa su voz que no se lo creía ni él mismo.

La señora Anderson miró a su guapísimo amigo y de nuevo tuvo esa sensación de inseguridad, de sospecha, de que algo no cuadraba.

A punto estuvo de decirle que no se iba, pero Kevin evitó toda posibilidad de que ella dijese algo, y su padre tampoco preguntó mucho. Les dio dinero por si acaso, e insistió en llevarlos en coche adonde quisieran.

Sin embargo, ellos lo rechazaron. Kevin reunió todos sus ahorros y lo que le dio su padre y se cercioró que tenían para al menos tres días fuera.

Era obvio que sucedía algo, pues ambos estaban nerviosos. Pero Kevin, dentro de su nerviosismo, estaba tranquilo, porque se iba con Matt.•104•

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El señor Anderson se dio cuenta de que la compañía de Matt no sólo era buena para su hijo, sino que era necesaria. Y eso le bastó. En el fondo de su corazón sabía que Matt era de fiar y que jamás le haría daño a su niño.

Kevin subió las escaleras de dos en dos hasta su habitación, cogió su mochila, la llenó con dos mudas, algunas camisetas prestadas para Matt, su dinero y el cargador del móvil.

En menos de quince minutos estaban en la calle, se habían despedido de sus padres y se marchaban a la estación de tren caminando, acompañados de Arcea y Solero.

—Algo me dice que ese chico va a traerle problemas a nuestro Kevin— declaró la señora Anderson a su marido, viéndolos marchar a lo lejos.

—¿Qué dices, cariño? Son paranoias tuyas. Se ve a leguas que es un buen chico— aseguró el marido, que también los observaba irse.

—Eso ya lo veremos. Matt se llama... ¿No dijo su apellido, verdad?— —No que yo recuerde. Sólo que va a la misma clase de Kevin. —Bien. Pues por ahí empezaré— zanjó ella, con una extraña sonrisa en el rostro. Llegaron a la estación de tren y esperaron el que les llevaría a Manhattan. —Tened mucho cuidado, por favor. Nosotros intentaremos hablar con la Reina y hacerla

entrar en razón. Si las cosas se tuercen o sucede algo, avisadnos de seguida— les suplicó Arcea.

—No te preocupes, hermana. Todo irá bien— aseguró Matt. —Yo cuidaré de él, estar tranquilos— añadió Kevin. Solero sonrió y su cara fue de pura satisfacción. —Kevin, eres el primer humano que realmente se gana mi afecto y además ayudo a un

miembro de la familia. Empiezo a pensar que mi hermano acertó contigo. Realmente no todos los humanos sois iguales. Existe bondad en la tierra después de todo. Quizás haya esperanza para ambas especies.—dijo el musculoso guerrero, el más fuerte de los cuatro.

—Gracias, Solero. Yo pienso lo mismo de vosotros. Sois una especie encantadora, sólo que el mundo no ha tenido la oportunidad de conoceros en

profundidad. Pero eso cambiará, ya lo verás. Con una sonrisa y un abrazo se despidieron entre los cuatro y vieron cómo Matt y el

chico humano subían al tren.•105•

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Kevin estaba excitado y asustado al mismo tiempo. Estaba encantado de hacer un viaje con Matt los dos solos fuera de su ciudad, pero por otra parte el motivo por el que lo hacían y el saber que una bruja muy poderosa dueña de los siete mares los perseguía le creaba intranquilidad.

El tren pitó en señal de marcha y finalmente emprendió el viaje. Kevin y Matt se sentaron uno frente al otro, al lado de la ventanilla, suspiraron y se miraron. El tren no estaba muy concurrido, así que iban bastante tranquilos.

—¿Crees que esto acabará bien?— preguntó preocupado Kevin. —Eso espero. En realidad todo depende la esa bruja, que la hagamos entrar en razón. Está

acostumbrada a dictar las normas y controlarnos en todo lo que hacemos, y hay que plantarle cara. Cierto es que nos salvó en un momento de desesperación, pero eso no le da derecho a aprovecharse de la situación. Sólo hay que bajarle los humos.

—¿Y tu padre no podría hablar con ella?— —¿Mi padre?—repitió burlonamente el sireno— Poseidón es el primero que sigue sus

normas a rajatabla. Precisamente con él ya tuve discusión por lo mismo. —Pues vaya suerte tienes. Al menos tus hermanos te apoyan— —Sí, por ahora. Pero si ven que podemos provocar realmente una guerra entre el mar y

la tierra.o vernos expuestos ante los humanos otra vez.no quiero pensarlo.— Kevin lo miró seriamente y vio la preocupación y la culpa en sus ojos. —También me tienes a mí. Todo saldrá bien. Pase lo que pase, yo siempre estaré a tu

lado. Las palabras del chico humano se grabaron como fuego en el cerebro del sireno, y le

arrancó una sonrisa que le hizo relajar su cuerpo. El tren avanzaba a gran velocidad. Matt había cerrado los ojos pero no estaba dormido.

Kevin lo sabía, pero aun así aprovechó. Sacó su móvil y le apuntó con la aplicación de la cámara.

Matt reposaba su cabeza con cabellos negros azabache en la pared del asiento del vagón, rozando la ventanilla que reflejaba con rapidez el paisaje que corría al paso del transporte.

Kevin le enmarcó bien y le hizo una foto. Matt vestía manga corta blanca con pico que le dejaba ver parte del pecho y Kevin no pudo evitar fijarse.•106•

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Su cuerpo era perfecto, sus labios finos y de aspecto sabroso. Los había probado pero no del modo que quizás le habría gustado.

El muchacho le observó detenidamente mientras dormía, o al menos lo intentaba. Estaba embelesado por su belleza. No había visto un chico más guapo en toda su vida. Su corazón le dio un pálpito. ¿Aquello era normal?

—No me hagas fotos, Kevin— le advirtió el sireno, aun con los ojos cerrados. —No te he hecho ninguna foto— se apresuró a guardarse el móvil Kevin. —Claro, claro. Leo tu mente, recuerdas— —Lo siento. Es que estás para hacerte una foto. —Exagerado. No soy guapo ni por asomo— —¿Bromeas? Eres bello como el mar y tu cuerpo es perfecto. No he visto ser más lindo

que tu. —Tú que me ves con buenos ojos— aseguró el sireno, quitándole importancia al asunto. —Puede. Pero aún así lo pienso— Matt abrió los ojos y le miró. Sus ojos se cruzaron y volvió a saltar chispas entre ellos.

Los corazones de ambos sufrieron pinchazos al mismo tiempo. Kevin sintió mariposas en el estómago y las luces del tren parpadearon.

Llegaron al pueblo más próximo, Sítfelle, un pueblo cerca de la costa del mar, precioso y con una gran historia.

Se registraron en un hotel cercano a la estación y allí pudieron arreglarse un poco. Se ducharon, se cambiaron de ropa— Kevin le prestó a Matt y tuvo

que hacer un gran esfuerzo cuando el sireno salió mojado en toalla para no fijarse mucho en él— y pudieron finalmente relajarse. Kevin pagó la habitación con dos camas separadas con el dinero que tenía y aún le quedó suficiente para pasar dos días entre comidas y gastos adicionales.

Durante las horas que quedaban para el crepúsculo, bajaron a comer algo —a pesar de las horas que eran pudieron tener acceso a un comedor con buffet libre siempre disponible– y charlaron sin tener noción del tiempo en la habitación.

Se explicaron mutuamente sus vidas y su infancia y cada vez el sentimiento de empatía, de interés y la química entre los chicos era mayor. Los rayos del sol se colaron por la ventana de la habitación sacándolos de su conversación. Como no tenían sueño y estaban tan a gusto decidieron aprovechar el día y salieron a visitar el pueblo.•107•

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Kevin lo había visitado en un par de ocasiones hacía años con sus padres, pero no se acordaba mucho. En parte porque cada vez que había querido ver una parte en concreto su madre se lo había prohibido y dicho que sólo las zonas que ella tenía previsto, nada más. Y el ánimo de Kevin bajó.

Pero esta vez lo tenía a huevo y como la compañía no podía ser mejor pues no se lo pensó.

Durante todo un día la Reina del Mar y Poseidón desaparecieron y dejaron de existir en las vidas de ambos chicos. Sólo disfrutaron de su mutua compañía y visitaron cada rincón del pueblo.

Se hicieron fotos juntos y por separado en cada tramo de la playa, en los monumentos, esculturas y en el castillo del pueblo. Pasearon por el mercadillo y Matt le compró a Kevin un collar de plata en forma de pez con cuerpo humano que le encantó. El humano no supo cómo lo hizo, pero apareció un billete de cincuenta dólares de su mano, verídico y lo entregó a la dependienta. Kevin se lo agradeció con un abrazo.

Visitaron exposiciones, hicieron palmas a varios bailarines que pedían monedas a cambio en plena calle, bromearon con estatuas vivientes perfectamente caracterizadas y pidieron a una señora que les hiciera una foto junto a una estatua de piedra de una sirena, muy juntos.

Aquella foto se inmortalizó en la memoria de Kevin como el recuerdo más feliz de su vida. El mar susurraba a sus espaldas y parecía alegrarse de su felicidad.

Comieron en un restaurante no muy caro y esta vez de nuevo pagó el chico del mar. Se llenaron los estómagos, disfrutaron de una agradable conversación y cogieron un helado de postre. Kevin no cabía en sí de contento y Matt también empezaba a sentir que los sentimientos hacia su amigo eran cada vez más y más fuertes.

Sucedió algo gracioso durante la comida y fue que una señora que bien podría ser la abuela de los chicos no dejaba de mirar con disimulo a Matt y pareció relamerse como si le tuviera ganas. A Kevin no le extrañó nada, pues en aquel momento eran la envidia de todo el restaurante. Matt era extraordinariamente bello y estaba con Kevin.

Una chica más joven, sentada a una mesa de distancia de la señora, vio la escena y rio divertida. Susurró algo al oído a su novio y éste también observó. La señora estaba a espaldas de Matt pero ella podía verle.

—¿De qué te ríes?— le preguntó Matt a Kevin.•108•

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Kevin no supo cómo decírselo a su amigo sin que la señora se diese cuenta, así que fingió escribir un mensaje y le hizo una foto que se veía cómo ella le estaba comiendo con la mirada.

—Luego te lo digo— se limitó a responder Kevin con una sonrisa picarona. Se la mostró más tarde, una vez afuera, paseando. —Si hasta se ha relamido mirándote.Estás hecho un ligón, eh — se divirtió Kevin con la

foto. Matt negó con la cabeza, pensando lo gracioso que era y se rieron de lo lindo. Pasaron varias horas estirados en la arena de la playa, observando el mar, la gente

pasear y charlando tranquilamente. El océano pareció susurrarles algo, estaba contento por esa relación. Una de las normas más ancestrales en el mundo marino se había roto, pero por primera

vez, para bien. El tiempo pasó como si alguien hubiese encantado los relojes y la noche cayó sobre ellos. Fueron al hotel a cenar, se cambiaron de ropa y decidieron salir a toma algo en algún bar

nocturno. El local estaba concurrido y tenía dos salas, la de arriba y la de abajo. La música sonaba con fuerza y había mucho ambiente, bastante juventud. Kevin tomó por primera vez en su vida alcohol y le gustó mucho. Matt también lo probó y

en pocas horas se estaban riendo de tonterías. Fueron a la pista de baile de la sala inferior y comenzaron a bailar como dos amigos que

lo pasan estupendamente. Matt tropezó sin querer con una chica que llevaba un vestido precioso y cuando se fue a

disculpar los dos chicos se quedaron boquiabiertos. —¡Matt! ¿Cómo tú por aquí?— les saludó Sara. Kevin iba bastante bebido, pero aquello le bajó bastante el nivel. No le hizo gracia alguna esa visita inesperada e intentó quitársela de encima

rápidamente. —Sara, ¿qué tal? ¿Estás con amigas? No queremos molestar.— —¿Pero qué dices, tonto? ¡Si es un placer encontrarme con vosotros! Sara estaba con dos amigas más y las presentó, pero ellas parecían ir bastante a su bola

y acabó acoplándose con los dos ami•109•

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gos y empezó a bailar con ellos, aunque con más fijación en el morenazo. Kevin se puso celoso a más no poder y le dijo a Matt que iba a por más bebida. Sólo

quería ir al lavabo y refrescarse, calmarse. No entendía por qué se ponía así, no había peligro alguno con Matt, pero Sara era insistente

con lo que quería y de bien seguro intentaría algo con el sireno, pues se notaba a leguas que le gustaba y él no estaba dispuesto a que nadie le fastidiara esa noche, que era la culminación del mejor día de su vida.

Fue al baño, se lavó la cara, se miró al espejo, suspiró y salió de nuevo. Pidió otra copa más y volvió a la pista de baile. Aunque iba algo mareado avanzó con paso

firme y decidido. No había llegado hasta ellos cuando lo que vio le quitó la borrachera de golpe. Matt se estaba comiendo la boca con Sara, quién parecía poseída y entregada en devorarle entero.

Todo su mundo se vino abajo, la música dejó de sonar, la gente pareció bailar a cámara lenta, se le cayó la bebida al suelo y no oyó el cristal.

Kevin, decepcionado y dolido, dio media vuelta y se marchó. Subió los escalones de tres en tres con el único deseo de salir de allí en cuanto antes. Lo que Kevin no sabía era que Sara se había lanzado al chico sin previo aviso, que éste

no quería corresponderla y que a los tres segundos la había apartado, justo cuando Kevin se había dado la vuelta.

El rubito respiró el aire de la calle con una buen bocanada, las lágrimas resbalaban por su mejilla y el corazón le bombeaba con fuerza.

¿Qué demonios le sucedía? ¿Por qué estaba tan molesto y enfadado? ¿Por qué sentía tanta rabia de que Sara le besase?

Kevin intentó ordenar sus pensamientos pero no lo hizo. Daría su vida por Matt, haría cualquier cosa por él, mataría por el placer de su compañía, pero el sireno no parecía darse cuenta. Y peor aún, parecía tener gustos diferentes.

Sin poder controlar el llanto cruzó la carretera sin hacer caso a los coches que le pitaban e intentaban esquivarlo, y dio un rodeo completo a la calle.

Pensó en el día tan maravilloso que había pasado con Kevin, en lo a gusto que se sentía a su lado y en la aventura que estaban viviendo juntos.•110•

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Kevin sentía que era lo mejor que le había sucedido en la vida, pero que ahora parecía escapársele de las manos.

Le costó un buen rato calmarse y dejar de llorar. La noche era un poco fresca y cruzó los brazos sobre su pecho para evitar tener frío.

Cuando regresó a la puerta del local cuya música tronaba por todos los rincones inundando la calle nocturna, una mano le agarró por la espalda y le hizo virar sobre sí mismo.

—¡Kevin! ¿Dónde te has metido? Te estaba buscando— le dijo Matt asustado y nervioso. Sara estaba a su espalda, pero él la ignoraba.

Kevin no entendía el tono de su voz, parecía arrepentido y apenado. —No quería molestaros.— se limitó a decir Kevin, intentando disimular su cara de

aguanta velas decepcionado y secándose las lágrimas que aún le quedaban con movimientos rápidos y discretos.

—¿Molestarnos? ¿De qué estás hablando?— le preguntó el Chico del mar. Kevin no añadió nada más, no podía. Sentía ganas de llorar. No pudo articular palabra.

La sola idea de que pudieran volver a besarse delante de él o llegar a algo más le hacía marearse y sus nervios se disparaban de incomodidad.

Matt comprendió de repente. No hizo falta leer su mente, ni que su amigo le dijera nada, sólo bastó con su mirada. A estas alturas lo conocía lo suficiente para saber cuándo le pasaba algo y cuándo mentía. Y tan sólo con sus ojos tristes, la mirada que le lanzó a Sara y el temblor disimulado en sus manos —que para el sireno no pasó para nada inadvertido— lo supo.

—¿Estás celoso? ¿En serio?— le preguntó con una sonrisa que para nada pretendía ser burlona.

—¿Yo? Para nada. ¿Por qué iba a estarlo?— aseguró Kevin tan falsamente que ni él se lo creyó.

Matt volvió a sonreír mirándole y dio un paso al frente para decirle algo cara a cara. Kevin no le dio la oportunidad o no fue consciente, porque se dio la vuelta para entrar al club al tiempo que dijo sin mirarle:

—Volvamos adentro. Pero Matt lo frenó. No estaba dispuesto a que aquello quedase así y aún menos a que

pensara cosas que no eran. No, no podía dejarlo así.•111•

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Le cogió del brazo y tiró de él con fuerza para hacerle retroceder sobre sus pasos y ponerlo cara a cara con él. A Kevin no le dio tiempo a ser consciente de lo que sucedía, ni a aceptar o rechazar su acto, tan sólo se topó con el gesto del sireno que le obligaba firme pero al mismo tiempo delicadamente a mirarle a los ojos. Del mismo impulso quedó muy cerca el rostro de Kevin con el de Matt. El chico humano notó la respiración del Hijo del Mar en sus mejillas y sintió como los labios cálidos del sireno abrazaban los suyos.

Y sucedió. Por primera vez en la vida de Kevin todo tuvo sentido. El tiempo pareció paralizarse. La música y el ruido de la noche desaparecieron, Sara se extinguió y sólo

estaban ellos dos en el mundo. El corazón de Kevin se aceleró, sus brazos temblaron y su respiración se agitó.

Matt paró tan sólo tres segundos de besarle para mirarle a los ojos y susurrarle en un tono más dulce que la miel:

—No tiembles. Todo está bien. Estoy contigo. Y como si sus palabras fueran magia, Kevin se relajó por completo y se dejó llevar. Se

abandonó a los brazos de Matt, puso su mano en la espalda del chico, a la altura de la cintura, y le besó con la pasión, la suavidad y la delicadeza con la que jamás había besado a nadie.

Las luces del local parpadearon y una bombilla estalló, pero nadie le dio importancia. No supieron qué había sucedido, el tiempo que había pasado ni si se había enfadado o no,

pero cuando al fin los dos se separaron, Sara ya no estaba y no volvieron a verla en toda la noche.

Pero ninguno de los dos se sintió mal aunque la buscaron dentro y en la calle, unos minutos. Finalmente, decidieron que ya hablarían con ella y se centraron el uno en el otro.

Bajaron al piso inferior, bailaron juntos mucho rato, hasta que el local cerró. La sala se iba vaciando poco a poco, pero a ellos les daba igual, no se fijaban en la gente o en los camareros recogiendo las mesas, ni tampoco en el jefe que barría y fregaba y los miraba echando ojo al reloj.

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Aquella noche sólo existían ellos dos. Era su momento, su noche, y los besos tan apasionados y dulces que se dieron eran prueba de ello.

Llegaron al hotel charlando animadamente, muertos de cansancio pero con ganas de pisar la cama. Encendieron las luces de la habitación, se descalzaron y Kevin se sentó en la cama. Matt se acercó a él y se postró sobre su regazo. Se miraron a los ojos intensamente. Parecían hablarse telepáticamente. Estaban exactamente dónde y con quién querían estar.

Matt besó los labios de Kevin y éste cerró los ojos sintiendo la pasión y la fogosidad que los inundaba. A Kevin le encantó cómo le besaba el sireno, con delicadeza, con suavidad pero con pasión, como si fuera frágil pero al mismo tiempo necesitara sentirlo suyo.

Kevin le alzó la camiseta y se la quitó. Acarició su piel lisa y morena y Matt sintió un escalofrío que jamás había tenido. La mano de Kevin subió hasta los hombros del chico y acabaron en su cuello. Sus dedos juguetearon en su piel y volvieron a fundirse en un cálido beso.

Matt le hizo tumbarse y tomó el control. Besó su boca, su cuello y su oreja que sabía que era una de sus zonas erógenas y notó un estremecimiento en el cuerpo de Kevin.

Deslizó con suavidad la camiseta de Kevin hasta verle el torso y besó su piel hasta llegar al pezón, que lamió y mordisqueó. Kevin no pudo reprimir un gemido. La camiseta de Kevin acabó fuera de su cuerpo, en el suelo.

Matt no dejaba de buscar la boca del humano y de besarla con todo su amor. Piel con piel, cuerpo con cuerpo, pecho con pecho, Kevin notaba la calidez constante del sireno y le respondía con las mismas caricias y besos apasionados y dulces. Estuvieron besándose hasta perder el control de las horas y quedarse profundamente dormidos, abrazados bajo la luz del alba.

Estaban tan sumidos en el sueño que no notaron que Solero los observaba desde la ventana, a escondidas, suspendido mágicamente en el aire por agua y que sus sospechas se confirmaban. Los Hijos del Mar podían leerse las mentes y conectarse telepáticamente. Arcea y él habían compartido el mismo pensamiento al despedirse de ellos en la estación del tren y ver las miradas que ambos se dedicaban, y éste había decidido seguirle los pasos para intentar evitar lo que veían venir a leguas. Porque tanto la líder como él se habían dado cuenta de que algo no iba bien; no sentían la presencia de Meros y Matt no parecía haberse dado cuenta. Y •113•

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más grave aún, los hermanos sospechaban con mucho temor lo que Solero acababa de confirmar.

Que la relación entre Matt y el humano no era solamente amistad, sino que ambos se habían enamorado perdidamente.

Y aquello estaba terminantemente prohibido en su mundo. Traerían consecuencias devastadoras para su especie, probablemente la declaración de una guerra entre el mar y la tierra. Y había que evitarlo.•114• •115•

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18. LA ADVERTENCIA DE POSEIDÓN

La bruja más poderosa de los siete mares, la Reina del Mar, se acercó pisando la arena fría y terrosa a la orilla del mar. Su joven siervo la guardaba las espaldas.

Aún era de noche, la playa estaba desierta y soplaba una fresca brisa que acariciaba y ondeaba los cabellos de la maligna mujer.

La Reina cerró los ojos, se concentró y se dirigió al mar, sabiendo que el mensaje que tenía que dar llegaría a la persona correcta.

—Poseidón— dijo la Reina en un susurro proyectado mágicamente a su destinatario— será mejor que hagas entrar en razón a tu hijo, el príncipe. Ha roto las reglas de los dos mundos y ya sabemos cuáles son las consecuencias. Te ayudé una vez, pero si por culpa de este acontecimiento se crea una batalla entre el mar y la tierra no tendré más remedio que tomar medida definitivas con tu hijo.

La amistad que ha creado con ese humano es inaceptable, inadmisible, peligrosa e improrrogable. Hay que zanjarla de inmediato.

Sólo te lo diré una vez. O frenas el comportamiento nefasto de tu hijo o yo misma me cobraré el quebrantamiento de normas, y ya sabes cómo las gasto. No permitiré que se repita lo sucedido hace un centenario.

El mar no se inmutó, sólo hubo un pequeño siseo. Pero la Reina supo perfectamente que el Dios del Mar había recibido sus palabras.

—Te doy un día para que le hagas regresar al mar. Un día— Con esta última advertencia, la Reina finalizó su declaración, en la noche. Cuando Matt y Kevin despertaron abrazados y semidesnudos, se miraron, sonrieron y se

besaron dulcemente. El sabor y la calidez de los labios de Matt llenaba a Kevin de una manera que no podía

explicar, pero que lo reconfortaba. Se levantaron, tomaron una ducha— el príncipe del Mar un baño debido a la cola— y

bajaron a desayunar.•116•

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Hicieron las maletas tras pasar la mañana y el mediodía fuera visitando la playa y el paseo marítimo, después se comieron unos perritos calientes y se prepararon para coger el tren de vuelta a casa.

En el trayecto hablaron de todo lo que estaba sucediendo y la preocupación que sentían por la Reina del Mar, además del temor a que los humanos pudiesen descubrir la existencia de los sirenos.

La directora seguía en el hospital, aunque fuera de peligro, y los padres de Kevin seguían hechizados pero, ¿por cuánto tiempo?

Y Sara. Les había visto besarse apasionadamente y se había ido sin decir nada ni dar señales. ¿Le habría sucedido algo? ¿O se habría marchado ofendida por el suceso? Kevin sabía que tarde o temprano tendría que hablar con ella. Sabía dónde vivía Sara y sería el momento perfecto para ir a su casa y estar a solas, y más aún siendo víspera de fin de semana, pues sus padres se marchaban de la ciudad y la dejaban sola en el domicilio.

También debería charlar con sus padres y explicarles la situación real. A ver cómo se lo tomaban.

Kevin sentía nerviosismo y miedo en su alma, pero en cuanto miró al bello chico que tenía a su lado, cuyos besos eran capaces de quitarles todos sus temores e inseguridades de golpe y cuya pasión en los mismos podían curarles todos sus males o sus temblores, supo que no tenía que temer nada.

Iban tranquilamente charlando sobre lo que harían al llegar a la ciudad; buscar a sus hermanos, contar la verdad a los padres de Kevin, hablar con Sara y pedir ayuda para enfrentar a la Reina del Mar… cuando el tren aminoró su marcha. O mejor dicho la frenó.

Todos los ocupantes se tambalearon del asiento y casi perdieron el equilibrio. ¿Qué demonios habían sucedido?

Matt y Kevin sintieron de repente, conectados por un poder que no comprendían pero que allí estaba, que algo no iba bien.

El tren pasaba por la costa marítima y desde los grandes ventanales se distinguía a la perfección el mar, brillante y tranquilo, inmenso y hermoso bajo los rayos del sol.

Las luces del tren parpadearon, esta vez no por la química de los chicos, sino por un poder mucho mayor. El motor del tren se apagó por completo.

Kevin y Matt se asustaron. Miraron por todas partes buscando el foco del apagón o algo que explicara el suceso. Kevin ahogó un grito cuando levantó la cabeza y escudriñó a través de la ventana.•117•

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Frente a ellos el mar se había agitado de repente, provocando un torbellino en forma de aro que parecía hervir con velocidad de rayo.

Hubo una explosión de agua nada peligrosa pero cuyo sonido sí asustó a los viajeros del tren. Los chicos miraron la escena con el corazón bombeando y Kevin empezó a temblar. Matt lo notó y le cogió de la mano. Los temblores disminuyeron pero no se marcharon.

Un cohete acuático se alzó del agua del mar y se deslizó por el aire dirección al tren. La gente que lo veía gritaba y comenzó a correr intentando salir del transporte.

El sonido de agua inundó el ambiente como el murmullo de una cascada a pocos metros de distancia.

El agua del cohete alcanzó el cristal de la ventana y lo hizo añicos. Los chicos se protegieron mientras observaban exhaustos como el agua tomaba forma humana y se materializaba en un hombre fuerte y viejo, musculoso, con barba blanca, una corona de oro, un tridente majestuoso y brillante, y escamas doradas por los brazos.

Poseidón se encontraba frente a ellos. Y cuando habló lo hizo con un tono angelical, suave, mágico y con murmullo de agua, aunque era evidente su enfado.

—Hijo mío, no sabes lo que estás provocando con esta absurda relación que has adoptado con este mortal. Nos llevarás a la extinción. ¡No podemos confiar en los humanos!

—En él sí podemos confiar, padre— aseguró Matt cogiendo de la mano fuertemente a Kevin, que se encontraba en estado de nerviosismo puro.

—Eso ya lo he oído otras veces— —Esta vez es diferente. Conócelo. Habla con él. Es un buen chico, buen humano, buen

ser. Nos ha ayudado varias veces. Es especial. —¿Especial?— repitió el padre, alertado por el tono de esa palabra. A la velocidad de la luz y envuelto siempre en sonido de agua y cascarón, como si

estuviese en una almeja gigante de agua, alcanzó cara a cara a su hijo y le miró fijamente a los ojos, traspasando y leyendo su alma.

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Sus peores temores se confirmaron. —No me lo puedo creer. Eres un guerrero del Mar, debes dar ejemplo a las criaturas

marinas, no quebrantar las normas. No sólo has mantenido una relación prohibida con este humano, sino que además te has enamorado.

¡La Reina no lo tolerará!— —La Reina me da igual, padre— respondió valeroso Matt, apretando ahora él la mano

de Kevin, pidiéndole valor y apoyo. Kevin se la cogió con ganas— La pregunta es, ¿tú lo aceptas?—

Poseidón miró fieramente a su hijo sin saber qué responderle. —Me estás pidiendo algo imposible. Las leyes son claras, hijo mío. —Eso ya lo sé, padre. Me lo has dicho cientos de veces, pero no es eso lo que te pregunto.

Olvida por un momento las reglas, las normas absurdas y a esa bruja odiosa y egoísta. Mírame a los ojos y dime si aceptas que tu hijo esté con un mortal.

El silencio que se hizo fue sepulcral. La gente del tren que no se habían desmayado, miraba la escena medio escondida y manteniendo la respiración, intentando pasar desapercibos. Los co-razones de Matt y sobre todo Kevin iban a mil por hora. El agua revoloteando alrededor del dios del Mar sonó como si hubiese megáfonos mágicos por todo el tren.

—No puedo responder a eso. Me pides demasiado. Entiéndeme, hijo. La Reina. —Lo que entiendo, padre, es que le tienes más miedo a esa mujer que a lo que realmente

pueda sentir tu hijo. Eres un cobarde. —¡No me hables así!— exclamó y el agua brotó y encharcó el tren. Matt y Kevin fueron salpicados, pero por suerte no se transformó. —Se acabó. Ya te he consentido demasiado. O vuelves al Mar y te olvidas de los

humanos o.ya sabes lo que sucederá. Yo mismo te desterraré si es necesario. Tienes hasta esta noche. ¡Y no hay más que hablar!—

El cuerpo de Poseidón se volvió de nuevo en agua y la ola gigantesca retrocedió sobre sus pasos a través de la ventana, viajó en el aire hasta el mar y se dejó caer en él, mezclándose con la base y volviendo a su estado de calma normal.

Lo extraño fue que cuando Matt y Kevin reaccionaron y volvieron a mirar alrededor, el tren seguía en marcha, la gente estaba sentada, en sus asuntos, y el agua que había empapado el tren tampoco parecía estar.•119•

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Curiosamente, Matt y Kevin sí estaba salpicados aún de agua. Matt vestía camiseta de tirantes mojada y se le transparentaba el torso, hecho que aprovechó Kevin para fijarse bien y sonreír por un momento.

Le encantaba el cuerpo de Matt, tanto en chico como en sireno. Por el resto, era como si nada hubiese sucedido. Ambos muchachos se miraron y

decidieron que realmente ya era hora de tomar cartas en el asunto, pues la situación se había vuelto realmente seria.

—Tenemos que solucionar esto cuanto antes— dijo Kevin. —Sí, hay que hablar con mis hermanos urgentemente— añadió Matt.•120• •121•

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19. ENFRENTAMIENTO FAMILIAR

Cuando al fin llegaron a casa de Kevin no tuvieron el recibimiento que esperaban. Matt había contactado telepáticamente con sus hermanos y habían quedado en la casa de Kevin. Sólo que las personas que llamaron su atención no fueron ellos, sino los padres de Kevin.

—Kevin, cariño tenemos que hablar muy seriamente— le dijo su madre que vestía zapatos, falda, blusa blanca impecable y un collar de falsas perlas blancas.

—¿Qué sucede, mamá?— preguntó Kevin. Ella miró a su amigo y reprimió una mueca de incomodidad. —Lo que sea lo puedes decir delante de Matt. No hay secretos entre nosotros— aseguró

el chico. —Pues de eso se trata. Que confías plenamente en este chico y no sabes nada de él. —Perdona.— se paró en seco Kevin, que estaba anonadado. —¿Qué sabes de este chico?— insistió la señora Anderson, mirando por encima del

hombro al príncipe marino. —Lo sé todo, mamá. Y no tengo nada que temer de él— —¿Ah, sí? ¿Sabes que es un farsante?— —¿Disculpe.?— se quejó esta vez Matt, con ojos como platos. —No hablo contigo, mal educado. Sino con mi hijo, al que tienes engañado. He ido a la

universidad, he estado hablando con la directora y no hay ningún informe de este chico por su nombre ni por ningún otro. Es como si no existiera. De hecho, no saben cómo ha llegado hasta las clases. Sólo lo recuerdan algunos profesores, y vagamente.

Es como si les hubieran drogado. Y además, hace unos días alguien se coló por la noche en la piscina y provocó un incendio. Llamaron a los bomberos y la directora recuerda perfectamente el rostro bello de un adolescente de ojos claros diciéndole algo que no recuerda.

Kevin y Matt estaban atónitos, estupefactos con la noticias. —¡No puedo creerlo, mamá! ¿Has estado investigando? ¿Pero por qué no puedes

centrarte en tu vida de una vez y dejar en paz la de los demás? ¡Puedes buscarle un serio problema a Matt!—•122•

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—¡Hijo! ¿Me estás escuchando? Tu amigo, si es que realmente se llama Matt, ya tiene un problema. ¡Es un embaucador y te está utilizando!

—¿Utilizando? ¿Para qué? No me ha pedido nada, más bien todo lo contrario. Me ha ayudado y apoyado en todo desde que llegó. Y sabe escucharme, algo de lo que tú careces constantemente mamá.

—¡Se acabó! Soy tu madre y yo tomo las decisiones en esta casa. No voy a permitir más tonterías. Este chico ya no es bien recibido en esta casa. Se marcha— aseguró tajante la señora Anderson señalando a la puerta.

—Tampoco saquemos las cosas de quicio, Maggie— le pidió su marido. —Será mejor que te calles y no me dejes en evidencia, Arthur— le reprochó su esposa. Arthur sabía lo testaruda que podía llegar a ser su esposa y que tarde o temprano

siempre se salía con la suya, por mucho que le costase. Discutir con ella no serviría de nada. —Pues si él se va, yo también— añadió de repente Kevin, furioso. —No digas tonterías, Kevin. ¿Dónde vas a ir tú sólo? Eres sólo un crío.— —Ese ha sido siempre tu problema, madre. Siempre me ves como un crío. Y ya no lo soy.

Tu niño ha crecido y tiene voz propia. Voy a hacer la maleta— —No es necesario, seguro que podemos hablarlo, hijo— le pidió su padre, que también

estaba superado por la situación y la repentina declaración de su mujer. —Déjalo, padre. Los dos sabemos que siempre se acaba haciendo lo que ella quiere. Y

esta vez no le voy a dar esa satisfacción. Me voy con Matt. —¿Pero qué demonios te pasa con este chico, Kevin? Tú antes no eras así, no nos

contestabas ni protestabas. ¡Te ha cambiado! ¿Es que no lo ves?— Kevin miró a su madre fríamente y por primera vez en su vida tuvo la seguridad en sí

mismo para decirle lo que jamás había podido. —Madre, estoy muy cansado de que decidas por mí, que quieras controlar mi vida y

sobretodo de no tener voz ni voto en esta casa. Matt me ha hecho ver las cosas como son. Me escucha, me entiende y siempre me apoya. Con él mi vida ha empezado a tener sentido, he estado nadando a tus espaldas y me ha ido genial, he •123•

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estado a solas con él y su compañía me ha satisfecho como jamás nadie lo ha hecho ni lo hará. Y menos aún Sara, una chica caprichosa y egoísta más pendiente de lo que piensen los demás que de hacer lo que ella realmente sienta. –

El silencio por las declaraciones fue espectral. Kevin despotricaba y se iba quedando a gusto con cada palabra que decía y sus padres lo observaban atentos, boquiabiertos; sobre todo su madre, quien parecía a punto de desmayarse por ver a su hijo con tal énfasis en sus declaraciones.

—Y sobre Matt, para que lo sepáis los dos. Todos en la casa miraban a Kevin con intensidad, atención íntegra volcada en él,

incluido Matt. —Estoy perdidamente enamorado de él y me iría al rincón más apartado del mundo si

así estoy a su lado. —¡Hijo mío! ¿Eres gay?— inquirió escandalizada la madre. —Sí, mamá. ¡Sorpresa!— —Ay, ¡dios mío! ¿Qué dirán los vecinos? ¿Mis amigas?— —Ese ha sido tu problema, madre. La gente. Yo te estoy hablando de mí. Y eso debería

ser lo más importante— finalizó Kevin. Todos se miraron. El padre estaba muy sorprendido, pero para nada molesto ni enojado

con su hijo. Matt le cogió la mano a Kevin y la apretó, orgulloso de él. El chico se sintió reconfortado,

relajado y con un peso menos de encima. —¿Hemos venido en mal momento?— preguntó una voz femenina en el umbral de la

puerta. —¿Estáis enamorados? ¿De verdad?— dijo otra voz a su lado. Los cuatros se volvieron. Arcea, Aquarel y Solero se hallaban en la puerta de la entrada

a escasa distancia de ellos. —Por mi parte no hay problema. Os apoyo y os doy mi enhorabuena— aseguró Arcea. Los dos chicos se miraron y asintieron. —Bueno, yo tampoco lo veo mal. Aunque… —La Reina no lo aprobará jamás. Ahora realmente sí tenemos un problema gordo.

Recemos porque esto no llegue a sus oídos. Arcea dijo eso más como una súplica que como un comentario.•124•

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—¡Y esa es otra! ¿Quiénes son ellos?— exclamó de repente la señora Anderson enfadada. —Son los hermanos de Matt, mamá. Y mis cuñados. Son de la familia. Arcea, Aquarel, Solero y Matt sonrieron felices a Kevin, contentos y agradecidos por lo

que acababa de declarar. Pero la felicidad duró poco, porque todo se interrumpió de repente y nadie lo vio venir. —¿Un mortal y un Hijo del Mar juntos? ¡Es vergonzoso! Pero os doy las gracias, chicos.

¡Me acabáis de dar la escusa perfecta para desterraros! Será todo un escándalo entre las criaturas del Mar.

La Reina del Mar y su fiel siervo zombie estaban de pie, tras los hermanos de Matt, en pie de calle, y parecían encantados con la situación.

—¿Y ahora quién narices son esos? ¿Es que todo el mundo se cree que puede venir aquí?— exclamó la madre de Kevin.

Esta vez, los hermanos de Matt, Kevin, el príncipe del Mar, la Reina y hasta su marido dijeron al unísono.

—¡Silencio!— Era la primera vez que tanta gente unida la mandaban callar y se sintió ofendida, pero

se calló. —Por favor, Reina, para esto de una vez. Si sigues con esta lucha y tus malditas reglas,

sabes que al final nos descubrirán. Y eso no es necesario. Podemos hablar las cosas— pidió Matt.

—¿Hablar? —repitió sarcásticamente— Yo no hablo, yo actúo. Y gracias, Príncipe del Mar, por darme lo que quería. Ahora sé tú debilidad y sé exactamente cómo usarla. ¡Tráemelo, siervo!—

La Reina señaló a Kevin y todo se revolucionó de repente. Los Hijos del Mar se pusieron alrededor de Kevin haciendo una barrera para protegerle.

Los padres del chico se unieron a la protección, pero la Reina se rió una vez más con una risa maligna, como si disfrutase del show.

—¡Qué conmovedor! Primero el humano ayuda al Príncipe del Mar. Y ahora los hermanos protegen al chico. ¡Esto es inaudito!

—Las cosas están cambiando, bruja. Y tal vez incluso las normas. Y por supuesto nuestro poder. Notamos cómo crece. Ya te retuvimos una vez y lo volveremos a hacer. No te llevarás a mi chico— advirtió muy seguro de sí mismo Matt.

—¿Tu chico? ¿Vuestro poder?— repitió burlonamente la Reina y rió a plena carcajada— Aquella vez fue diferente, estaba sorprendida por vuestro valor y sólo quería ver de lo que erais capaz. Fue un juego de niños—•125•

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Todos se miraron asustados y nerviosos, pues el tono de la Reina se volvió oscuro, frío, amenazante. Sus ojos vacíos de alma eran negros como la noche.

—Esta vez no me andaré con tonterías. Me llevo al chico, y me lo llevo ahora. ¡Siervo! El siervo dio un paso hacia Kevin y los Hijos del Mar crearon el chorro de agua entre los

cuatro para proteger al chico, ante la inexpresiva e incrédula mirada de los padres, que parecían a punto de desplomarse en el suelo. ¿Qué era todo aquello? ¿Una broma pesada? ¿Aliens en cuerpos humanos? No tenía sentido. ¿Era una cámara oculta?

La Reina no vaciló ni perdió un segundo. Actuó, furiosamente. Abrió la boca vomitando un líquido pegajoso y negro a los chicos del Mar que los tumbó

en el suelo y los dejó atontados, adormilados. Los chorros de agua frenaron en seco y tocaron suelo. Kevin quedó expuesto, al igual que

los padres. El joven zombie escupió de nuevo los bichitos negros a los ojos de los señores Anderson y

cayeron inconscientes. Kevi temblaba de pies a cabeza, estaba aterrado. Y su gran amor parecía fuera de

combate. —¡Matt!— le llamó. —Creo que no podrá ayudarte, humano. Le pesa demasiado el cuerpo, aunque le voy a

echar una manita con eso— se burló la Reina. De su boca vomitó otro chorro enorme, ahora de agua, y los empapó. Sus cuerpos dejaron

lugar a las pesadas y doradas colas de pez. Ahora era imposible poder levantarse y los nervios eran terribles, por lo que volver a su

estado humano sería prácticamente imposible. La Reina lanzó otra vomitona negra a los chicos y definitivamente quedaron fuera de

combate, sumidos en un profundo sueño. Kevin intentó huir, pero no sirvió de nada. El siervo lo alcanzó en seguida, le golpeó en la

cara con el puño y lo dejó inconsciente. Cargó con él como a un niño pequeño al que llevan a la cama, sujetando su cuerpo con ambos brazos, estirado boca arriba en ellos, y volvió con la Reina.

La Reina tocó al siervo y en un momento los tres se transformaron en agua, ascendieron en el aire hacia el cielo, se deslizaron por las nubes hacia el mar y se mezclaron en las frías aguas oceánicas sin dejar rastro.•127•

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20. RESCATE EN ALTA MAR

Pasaron más de dos horas hasta que los Hijos del Mar despertaron. Estaban confusos y con dolor de cabeza. Seguían con el cuerpo de pez. —Hermanos, tenemos que vencer el hechizo de la Reina y poder convertirnos en cuerpos

humanos. Hay que encontrar el modo de tranquilizarnos— anunció Arcea. Matt sólo podía pensar en Kevin, en qué le haría la Reina y si estaría bien. Gracias a

ello, pudo controlar sus emociones y darse motivación para conseguir su propósito, dar órdenes a su cerebro y que éste hiciera lo mismo con su cuerpo.

Le llevó un rato, pero lo logró. Sus piernas humanas dejaron atrás las escamas. Después los otros tres. Se pusieron en pie y advirtieron la presencia de los padres de Kevin, que recién se despertaban.

—¡Dios mío! ¿Qué ha sucedido? ¿Quién era esa mujer? ¿Dónde está Kevin? ¡Fuera de la casa!— preguntó histérica la señora Anderson.

—Señora, somos sirenos, su hijo ha sido secuestrado por la Reina del Mar, la bruja más poderosa de los siete mares y ahora intentamos encontrarlo. No sufra, ya nos vamos— aseguró Arcea, algo cansada de su actitud.

—Debemos salvar a Kevin— pidió nervioso y enamorado Matt. —Lo sé. Iremos. Pero debemos pensarlo bien. Además, estamos solos. Meros ya no está

entre nosotros. Dejé de sentirlo cuando os acompañamos a la estación de tren, creo que la Reina tiene algo que ver.

—¿Por qué no me dijiste nada, Arcea?— —Porque estabas centrado en otras cosas. Tú también lo tendrías que haber sentido. Empiezo

a pensar que tu amor por ese chico humano está nublando parte de tus poderes. Tal vez sea eso lo que quiere decir la Reina sobre las relaciones con los humanos, que nos vuelven débiles.

—Sabes que una vez pierdes los poderes, estos no vuelven— añadió Aquarel. —Lo sé. Pero no creo que tenga nada que ver. Estaba muy preocupado por la seguridad

de Kevin, pero sí es cierto que tras •128•

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la visita de Padre en el tren empecé a unir cabos y os llamé telepáticamente. Pero no sentía a Meros— declaró el bello y joven príncipe.

—Lo que yo no entiendo es la desaparición de Meros. Porque si la Reina tiene algo que ver, y me jugaría el pellejo a que sí, entonces contradice lo que ella misma viene diciendo. Sería más bien una forma de conseguir sus objetivos y aparentar algo que en realidad no es— dijo la líder.

—Debemos hablar con la comunidad marina y explicar la situación. Si logramos demostrar que la Reina está usando su poder para hacer el mal, tendremos la batalla ganada— dijo Aquarel.

—Lo primero es encontrar a Kevin. Necesito ver que está bien y tenerlo a mi lado. ¡No puedo vivir sin él!—

—No te preocupes, hermano. Lo encontraremos— aseguró Solero. —Eso, eso, id a por Kevin y no perdáis más tiempo. Yo llamaré a la policía. ¡Salid de mi

casa!— ordenó la madre. —Ya basta, Maggie. Eres una mal educada y una desagradecida. Yo no me enamoré de

la persona que te estás convirtiendo. Como sigas así, te quedarás sola— le espetó su marido y ahora sí se quedó blanca, lívida.

No dijo nada más. Se limitó a agachar la cabeza. —Tenéis mi apoyo, lo que necesitéis— les aseguró el padre, acercándose a ellos— Si mi

hijo se ha enamorado de ti, será por algo. Tenéis mi bendición, Matt. Se estrecharon las manos. Matt estaba agradecido y halagado. El hombre, orgulloso de

tenerlo por yerno además de estar asombrado del inmenso valor que demostraba y de su determinación por ayudar a su hijo.

—Pongámonos en marcha, hermano. ¡Ya!— zanjó Arcea. El padre de Kevin les dio las llaves de su coche. Matt las cogió y le dio las gracias.

Salieron corriendo de la casa y cogieron el coche dirección a la playa. Sabían que les costaría dar con ellos, pero no le importaba. Se cruzaría medio mundo si

era necesario para dar con él. Y eso fue lo que sucedió. Arcea condujo hasta la playa, se apearon y se desnudaron de cintura para arriba. Se

lanzaron al agua y nadaron como sirenos adentrándose en el océano en busca de Kevin. Por más que rápido e intenso que nadaban y buceaban por las profundidades marinas en

busca de Kevin, no hallaban señal alguna de él. Ni olfato ni pensamiento telepático ni huellas de chapoteos; nada.•129•

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El sireno empezó a ponerse nervioso al salir de aguas Estadounidenses y alcanzar el golfo de México. Incluso sus hermanos le miraban de reojo sin saber qué hacer y Matt tuvo que replantearse seriamente el regresar o el tomar un rumbo diferente.

Le extrañó muchísimo que nadie les frenara el paso como la última vez, que nadie les impidiese continuar y más alarmante aún, no se toparon con ninguna criatura marina. Ni siquiera el ancestral monstruo del lago Ness, a quien Matt conocía bastante bien, pues vivían a poca distancia a pesar de que para nada hacía vida en ese lago como decían las historias.

Todo era tan raro que el corazón se les acongojó y el temor empezó a invadirles los cuerpos y membranas. Fueron con mucha precaución.

Atravesaron hasta cinco mares en busca de su gran amor sin éxito alguno. Y por fin, tras doce horas de nado, en el golfo de México, cerca de aguas de Cuba,

distinguieron un barco en alta mar que hizo disparar chispas en el corazón de Matt. Tuvo una corazonada y supo hacerle caso.

—Hermanos, debemos acudir a ese barco. Tengo el presentimiento de que Kevin está en él— les comunicó Matt con la cabeza por fuera del agua a sus hermanos, respirando el frío aire de la noche veraniega.

—¿Estás seguro?— preguntó Arcea. —Seguro. Hemos de ir— —Tal vez sea una trampa de la Reina. Mejor vayamos por separado— indicó Aquarel. —De acuerdo. Yo subiré primero. Quiero ver que Kevin está bien. Como le haga daño no

respondo— amenazó claramente el bello sireno. Los cuatro volvieron a sumergirse en el agua y aletearon con la cola para darse impulso. Matt perdió el control y el temperamento, estaba tan nervioso y asustado por Kevin que se

limitó a nadar a velocidad de tiburón y cuando estaba a pocos metros del barco, tomó impulso hacia arriba y dio un salto espectacular en el aire, quedó suspendido a varios metros de altura, dio una voltereta sobre sí mismo y a pesar de los nervios, logró controlarse lo suficiente para, descendiendo, controlar su cuerpo y transformar su cola y escamas en piernas humanas justo a tiempo de tomar suelo en el barco.

Empapado en agua, con sus preciosos y marinos ojos destellando nerviosismo, el corazón bombeándole con miedo en el pecho,

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desnudo de cintura para arriba y sólo cubierto por escamas doradas del muslo a la cadera, Matt se apresuró a encontrar a Kevin.

La noche era estrellada y tranquila, hacía calor pero no era sofocante. El mar también estaba tranquilo, pero parecía alerta. No se veían peces nadando cerca

ni se sentían susurros marinos. Parecía que el océano estuviese aterrado por lo que pudiese suceder.

Matt sintió la presencia de la Reina en el barco y también el corazón de Kevin, cuyas chispas entre ellos delataba siempre su presencia. Pero no estaban solos. Su fiel siervo joven y de mirada perdida, inexpresiva, les acompañaba, y ambos parecían furiosos.

Kevin estaba atado con las manos a la espalda en el extremo opuesto del barco, a proa. La Reina se hallaba cerca de él, y disfrutaba totalmente del sufrimiento del chico, que sólo pensaba en su chico, en volver a verlo.

Matt avanzó despacio, con los pies descalzos sobre el suelo del barco, intentando no hacer ruido para no levantar sospechas.

Pero lo que le delató a la Reina no fue en absoluto sus pasos ni su respiración agitada, sino el fuerte y mágico sentimiento de amor por Kevin, la desesperada necesidad de verlo, abrazarlo, besarlo y protegerlo. El bombeo constante de su corazón excitado por la idea de poder perderlo.

—Joven Príncipe, eres bienvenido a mis aposentos de alta mar. ¿Te gusta el barco? Yo misma lo creé para poder vigilar a los humanos desde fuera de las aguas sin levantar sospechas— explicó la Reina con una perversa sonrisa.

Matt escudriñó el barco y no pudo negar la belleza y la magia que lo constituían. Estaba hecho de algas, escamas doradas y materiales marinos y viscosos que era difícil de encontrar en el mar.

Kevin oyó la declaración de la Reina y dirigió su mirada hacia la trayectoria que seguía la mujer y vio a su chico, a su gran amor, a su salvador. Sus miradas se cruzaron, sus corazones se conectaron, las chispas y la química saltaron, la magia y el poder entre ambos, esa especial conexión que nadie podía explicar, se agrandó. Volvió a haber esperanza para ellos. Y la Reina lo detectó.

—¡Oh, qué bonito!— se burló maliciosamente— El amor es el sentimiento y poder más grande que existe. Difícil de superar. Pero no imposible.

—¡Suéltalo, Reina! Esto es entre nosotros. Él no tiene nada que ver— ordenó amenazante el guapo sireno. Pero ella se limitó a soltar una carcajada que resonó como un eco en todo el mar.

—¿Soltarlo? Ja,ja,ja, esto no ha hecho más que empezar, joven príncipe. Pienso divertirme mucho con él, te voy a devolver la hu•131•

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millación a la que me habéis sometido vosotros. Y ni siquiera le voy a hacer daño. Matt no entendía las palabras de la Reina. ¿Cómo que no le iba a hacer daño?

¿Entonces? —Te lo voy a hacer a ti— aseguró la bruja. Kevin tampoco pareció comprender el significado de aquellas palabras, claro que lo

averiguaría de seguida. La Reina dirigió una mirada divertida y maliciosa a su siervo, quien se la devolvió.

Daban miedo, parecían dos asesinos en serie a punto de cometer un crimen atroz largamente esperado.

La bruja se aproximó a Kevin hasta tenerlo nariz con nariz, le intimidó con el semblante y le susurró al oído:

—Ver a tu chico sufriendo al verte ir en su contra será una gran lección. ¡Con la Reina no se juega!—

La Reina del Mar besó a Kevin forzosamente, pues el chico se resistió, inútilmente. Y tal y como sucedió con su joven siervo, de la boca de la mujer emanaron una serie de bichos oscuros que accedieron a la zona bucal del rubio chico y se adueñaron de su garganta, cerebro y funciones musculares. Kevin se había convertido en otro zombie.

La Reina le soltó y empezó a reír como una loca poseída. —Ataca y mata al Hijo del Mar. Ha roto las sagradas normas— le dijo. Kevin, pálido como la cera y cuerpo rígido como un robot, asintió y fue directo hacia

Matt. El sireno se vio en un apuro, pues no tenía ni idea de cómo parar a Kevin y se negaba a

hacerle daño, no podría, le quería demasiado. Se había adueñado de su corazón y el simple pensamiento de dañarle era superior a sus fuerzas. No, no lo haría. Hablaría con él. Estaba seguro de que en su interior quedaban resquicios del chico y que podría despertarlos, que tomarían el control, por mucho que le costase hacerlo.

Con los nervios apoderándose de su cuerpo, mojado de pies a cabeza y asustado, intentó razonar con él al tiempo que retrocedía sobre sus pasos, asustado. No quería hacerle daño, pero tampoco se dejaría hacerse a él.

—Kevin, por favor. Sé que estás ahí dentro, muy en el fondo. Kevin avanzó los pasos con rostro inexpresivo y su mano se convirtió en un largo y fuerte

tentáculo viscoso, e intentó golpearle con él. —Necesito que luches contra esa fuerza maligna que ahora te invade, escucha mi

voz…•132•

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Matt esquivó el golpe y siguió marchando hacia atrás, mirando de reojo a su alrededor para evitar darse o tropezarse con algo.

La Reina avanzaba despacio para no perderse ni un segundo el espectáculo y riendo a ratos, pero no intervino en ningún momento, ni tampoco su siervo.

—Recuerda cuanto te conocí.lo inseguro que eras.nadie te escuchaba.tenías el autoestima por los suelos.creías que no le importabas a nadie.

Kevin lo ignoraba y lanzó una rápida estocada con su tentáculo que iba a su cara y que el sireno esquivó por los pelos.

—A mí sí me importaste desde el principio. Vi la bondad que en ti albergaba, tu generosidad, tu alma.Y me emocionó tu amor y pasión por el mar, por la natación.eras mi alma gemela y.

Matt tuvo que agacharse para poder evitar la vomitera de bichos que le lanzó Kevin para dejarlo adormilado. Tropezó en el camino y cayó al suelo.

Sus palabras no estaban logrando nada, Kevin era inmune a cualquier sentimiento o muestra alguna de emoción. Lo había perdido a manos de la magia negra. La odiosa y poderosa magia negra.

¿Magia negra? ¿La bruja del Mar? ¿Amor? De repente se dio cuenta de algo importante. Kevin lo atrapó en el suelo, le agarró envolviendo su cuello en los tentáculos y apretó

hasta asfixiarlo. —Kevin.por favor.soy yo.— le suplicó, balbuceando. Matt apenas podía respirar, realmente su chico poseído le estaba estrangulando con

fuerza y no aguantaría mucho tiempo así. Volvió a su pensamiento anterior y empezó a unir cabos de detalles en los que no había pensado. Si

la Reina podía embrujar maléficamente a la gente era porque poseía magia negra, algo totalmente prohibido en el mundo marino a no ser que fuera extremadamente importante, ocasiones excepcionales sin otro tipo de opción. Y aquella ocasión no la era. Él le había dicho de hablar y ella se había negado, se había burlado y reído en su cara. La Reina nunca había creído en el amor y menos aún después de que un sireno tan apuesto se enamorase de una mortal y por amor, todo se fuera al garete. Ella había usado magia negra para salvar la situación pero, ¿y si eso precisamente fuese lo que había generado la posible guerra y la imposición de esas absurdas reglas?

Poseidón, sus hermanos, el mundo marino y la Reina en cuestión habían dicho siempre que no había poder más grande y fuerte que el amor, capaz de derrumbar montañas y levantar océanos.

—¡Mátalo, siervo!— ordenó la Reina, tajante.•133•

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A Matt se le acababa el tiempo y el oxígeno. No había tiempo, tenía que actuar ya o sería demasiado tarde. Ni sus poderes de Príncipe del Mar ni sus hermanos podrían salvarle. Ni siquiera Poseidón.

Por cierto, ¿dónde estaban? Los Hijos del Mar tenían el don de comunicarse telepáticamente y no había ni rastro de ellos, y Matt les había conducido hasta allí. ¿Y su padre? No sentía su presencia. Algo no cuadraba.

Decidido a poner punto y final en aquel turbio capítulo de su vida amorosa, se arriesgó y echó la carne al asador. No tenía nada que perder.

Matt cerró los ojos a unos segundos de perder el conocimiento y sólo pensó en Kevin, en sus momentos con él y en lo feliz que le hacía.

Y haciendo fuerza, luchando contra el poder de Kevin, logró acercarse hasta que sus labios besaron los del chico.

El barco entero comenzó a parpadear, las luces parecían a punto de explotar, todo comenzó a vibrar alarmantemente, el agua burbujeó y el ambiente se volvió muy cálido, como expuestos a plena luz del sol.

Kevin estaba siendo devorado por el amor que le procesaba ese chico y su corazón despertó para retomar las pulsaciones normales. El hechizo fue perdiendo fuerza hasta terminar deshaciéndose.

El cerebro de Kevin recuperó el recuerdo de Matt; todos los momentos juntos, los besos, su piel en sus dedos, esa sensación de seguridad, bienestar y tranquilidad que sólo él sabía trasmitirle… Y entonces le besó con pasión.

Y aquello lo desencadenó todo. La Reina estaba furiosa, fuera de sí. Su siervo miraba sin saber qué hacer. El barco se tambaleaba como si sufriera un terremoto y Matt notó como los poderes de la Reina, de alguna manera, descendían. Ella también lo sintió y eso lo empeoró aún más. —¡Se acabó! ¡Moriréis los dos! ¡Espero que seáis muy felices juntos en el más allá!•134•

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De repente, del mar surgieron tres cuerpos con escamas que dieron un salto en el aire y aterrizaron de pie con cuerpo humano en el barco.

—¿Vosotros otra vez?— se enojó la Reina. Arcea, Aquarel y Solero, mojados y desnudos de cintura para arriba, unieron sus poderes

y lanzaron un chorro de agua a la Reina para derribarla momentáneamente y poder escapar con Kevin, pero ella lo rechazó con mucha facilidad.

Esta vez fue Matt quien se transformó. Estaba furioso, ido. Casi perdía al amor de su vida por culpa de una bruja egoísta y sedienta de poder, capaz de cualquier cosa con tal de gobernar e imponer sus normas.

Pero se había equivocado de persona. Y meterse con Kevin había sido el peor error de todos. El poder de Matt creció y se multiplicó, y todos lo notaron. La mirada de Matt a la Reina del Mar era asesina y claramente amenazante.

Todos vieron lo que sucedía, pero nadie pensó que era obra de Matt hasta que todo terminó. Matt cogió la mano de su chico para asegurarse que permanecía a su lado, no quería volver a estar a punto de perderlo jamás.

La ira y el sentimiento de culpabilidad y el fuerte amor que sentía por Kevin se mezclaron y la magia marina hizo el resto.

—¡Siervo! ¡Acaba con ellos de una vez por todas!— ordenó la Reina. El siervo no había dado ni dos pasos cuando un ruido ensordecedor y aterrador

proveniente del mar asustó a todos. Sin explicación alguna, sin avisos, sin verlo venir, sin dar crédito a lo que sucedía..un

tiburón enorme asomó bravamente a proa y alcanzó de lleno al siervo. De un solo mordisco engulló su cuerpo entero, lo masticó y tragó y volvió al agua. Se oyeron los gritos del chico y el susurro de la magia negra siendo evaporada hasta la nada. No hubo sangre ni llantos.

Apenas unos segundos después, otro tiburón o tal vez el mismo, asomó por el lado opuesto y se llevó a la Reina consigo al agua. Ella sí gritó histéricamente e intentó zafarse, pero el animal fue más rápido.

El agua salpicó el barco cuando ambos acabaron zambullidos en el mar. Matt recuperó la normalidad y se volvió directo a por Kevin. —¿Estás bien, mi amor? — preguntó Matt nervioso a más no poder. —Ahora que estás aquí sí. Lo siento mucho, no quería hacerte daño pero no podía

controlarme— sollozó el chico.•135•

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—Lo sé. Lo importante es que estás bien. Te amo, Kevin— —Y yo, Matt— Matt le puso ambas manos alrededor de la nuca, sujetándosela y mirándole

directamente a los ojos. El amor entre ambos era poderoso. Se fundieron en un apasionado y dulce beso que hizo estallar todas las luces del barco y

este se resquebrajó. Pues el amor era magia poderosa buena y el barco había sido construido sobre magia negra.

—Desperté y estaba atado en este barco. Ella no dejaba de decir que era la trampa perfecta para verte sufrir y que acabaría contigo. Intenté contactar contigo pero dijo algo de un bloqueo mágico. Tenía mucho miedo y después pensé que quizás sería mejor que no vinieses, que ya te había causado demasiados problemas, que ibas a morir por mi culpa.

—¿Cómo dices eso, Kevin? En todo caso sería al revés. Yo he puesto patas arriba tu vida desde que llegué. Soy yo quién debería sufrir por ti, quién tendría que desaparecer del mapa en tu lugar. No tú. No soportaría que te hicieran daño por mi culpa. Y ese sentimiento fue el que me mantuvo buscándote por todos los mares. Por eso tardé tanto en llegar. No sentía tu presencia y recorrí todos los océanos hasta dar contigo—

—¿Me estás diciendo que te has recorrido medio mundo para venir a salvarme?— preguntó atónito Kevin, que se quedó sin habla.

—Kevin, yo por ti me recorrería el mundo entero aunque estuviéramos al borde de la extinción y me costara la vida si con ello te voy a ver una última vez— declaró Matt, y el silencio se hizo en el barco.

—¡Jo, qué bonito! Eso a mí nunca me lo ha dicho nadie.— dijo apenada con voz de niña pequeña Arcea.

Aquarel, Arcea y Solero sintieron verdadera envidia de los chicos. Aquel romántico y precioso momento de reencuentro se vio irrumpido por un sonido de

explosión, pues el barco se iba desintegrando por la fuerza de la magia que desprendían los dos enamorados.

—Chicos, será mejor que nos vayamos. Esto no tardará en hundirse. Y la Reina regresará— opinó Arcea.

—No podemos estar siempre huyendo, ni tampoco enfrentándonos a ella. Hemos de destruirla, porque hacerla entrar en razón lo veo imposible— dijo Matt.•136•

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—Ya hemos visto que la palabra no es su fuerte, y además diría que vuestro amor la saca de quicio. ¿Es que acaso odia el amor y su poder? ¿La habrán herido hasta dejar de creer en él?— inquirió Solero.

—De una forma u otra hay que dar con la forma de acabar con ella. Definitivamente. Y necesitaremos ayuda— añadió Aquarel.

—Sí, y ya no sólo del mundo mágico. También de los humanos. Necesitamos una tregua. Tal vez si nos apoyan podamos frenar todo esto—

Las palabras de Arcea resonaron como un eco en la cabeza de Kevin. Tal vez podría hablar con Sara, explicarle todo y pedirle ayuda. En su casa los fines de

semana había mucha gente y podría ser una ocasión perfecta. Si lograban transmitirles que convivían con el mundo marino sin problemas, conseguían su apoyo, y lo mostraban a las criaturas oceánicas, serían más que suficientes para parar los pies a la Reina sin necesidad de bajas innecesarias.

El barco se partió por la mitad, se fue volviendo líquido oscuro y empezó a desintegrarse, inundándose de agua por todas partes.

—Debemos salir de aquí inmediatamente y tomar tierra. Hablaremos con los humanos para pedirles ayuda— dijo Arcea.

—Yo sé dónde ir y con quién hablar. Seguidme— aseguró Kevin. Matt le miró y sonrió, orgulloso. Los ojos de ambos echaban chispas. Se leyeron la mente y

como si de una coreografía se tratase, Matt y Kevin se dieron un beso en el que el sireno le pasó aire a grandes bocanadas, se cogieron de la mano y los cinco juntos, a la carrera, se lanzaron al mar.

En pleno nado, un grito desgarrado y aterrador resquebrajó la noche. El tiburón estalló en mil pedazos y de su interior salió un calamar oscuro que tomó forma acuática y finalmente se convirtió en la Reina.

Los sirenos y Kevin nadaron lo más rápido que pudieron, ignorando los gritos y quejidos de odio, ira y rabia de la Reina, amortiguados por el agua.

Lograron llegar de nuevo a Nueva York, pero sabían que el tiempo estaba en su contra y que tarde o temprano la Reina atacaría. Y esa vez sería con el apoyo del mundo marino, lo que significaría el fin de sus vidas. •137• •138• •139•

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21. LA REBELACIÓN DEL MUNDO MARINO

Llegaron a casa de Sara conduciendo, Kevin los guió. Estaban muy nerviosos y eran conscientes del tiempo que tenían en contra.

Además, la Reina ya estaba reuniendo al mundo marino para un destierro o, como sospechaban ellos, para aniquilarlos totalmente.

Prueba de ello era que el cielo estaba oscuro, el mar se había revuelto por arte de magia y además se había levantado un viento amenazante y sospechoso de repente. Las noticias se habían hecho eco de que se aproximaba una tormenta terrible, quizás la peor en muchos años.

Matt y Kevin compartieron el mismo presentimiento, que la cosa no acabaría muy bien. La Reina les tenía muchas ganas y ya no podrían intentar que entrase en razón. Directamente ten-drían que luchar contra ella, y sin apoyo mágico o la aceptación del mundo humano estaban perdidos, muertos, literalmente.

Aparcaron el coche y llegaron a la puerta de la casa de Sara. Picaron a la puerta y alguien les abrió sin preguntarles quiénes eran. La puerta de la entrada, blanca, se abrió y ellos entraron a un rellano. La casa de Sara estaba compuesta de dos pisos y en el superior había una piscina

descubierta. La música ya sonaba alta y había universitarios por toda la casa. Había algo de desmadre, pero por suerte nada grave.

Sin embargo, eran tantos los estudiantes que acudían en masa a la fiesta (la casa era moderna, de dos pisos y bastante lujosa, como la de una actriz famosa) que se había formado cola. Unas escaleras ascendían y se dividían en dos direcciones que acababan desembocando en la planta superior, en cuya puerta de entrada también había aglomeración.

Vieron un ascensor delante de ellos, pero pequeño y sólo cabían dos personas. Los cuatro se miraron.

—Si queréis subid vosotros en esa caja. Nosotros iremos andando y echaremos un ojo— ofreció Arcea.•140•

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—De acuerdo. Sara es rubia, muy guapa y dulce, aunque si no os conoce puede ser algo seca. Pero si la veis intentad hablar con ella— dijo Matt.

—Descuida, hermano— asintió la hermana. —Nos vemos arriba, chicos— añadió Solero. Los tres subieron por las escaleras mientras Matt y Kevin se metían en el ascensor, algo

apretados. Kevin miró a Matt un poco nervioso y el sireno leyó su mente. —Sí— —¿Cómo?— preguntó Kevin, pulsando el botón para subir. —Te estás preguntando si todo saldrá bien y si podremos estar juntos. La respuesta es

sí. Nada me separará de ti, Kevin. Eso te lo aseguro— —Olvidaba que puedes leer mi mente— se ruborizó el chico. Las chispas saltaron, las luces tintinearon pero el ascensor continuó su marcha. Kevin se lanzó, puso las manos alrededor del cuello de Matt y le besó suavemente, con

dulzura, sintiendo cada milímetro de los labios del sireno en su boca y notando la calidez que éste le transmitía.

No se separaron hasta notar el temblor que les avisaba que ya estaban arriba. —Busquemos a Sara. A ver si logramos ayuda. Habrá que convencer a toda esta gente y

no será fácil— —Lo sé— reconoció Kevin. —Pero juntos lo conseguiremos— Salieron del ascensor y entraron por la puerta. La música los envolvió en el ambiente y

una invasión de chicos y chicas divirtiéndose, riendo por todas partes tomó posesión del lugar.

—Espera, tengo que ir al baño con urgencia— agarró de la mano Kevin a Matt. —¿No lo has hecho en el mar?— —Eso es de cochinos— —Ya, pero todo el mundo lo hace— aseguró Matt. —Yo no soy todo el mundo— —También es verdad— Rieron y Kevin se lo llevó con él al lavabo. Entraron juntos y se encerraron, pero no cayeron en echar el cerrojo. Kevin orinó mientras Matt se miraba al espejo, justo delante del orinal, pegado a la

pared y cerca de la puerta. El sireno se peinó con las manos tras mojarlas en agua del grifo.•141•

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Kevin tiró de la cadena y se lavó las manos. Le tiró agua a la cara a Matt para secarse, en broma y éste se picó, repitiendo su acción.

Kevin se fue acercando más a Matt y tenía dobles intenciones. —¿Me estás provocando? ¿Qué quieres?— le preguntó el Hijo del Mar, jugueteando y

coqueteando. Lo que empezó como una breve e inocente guerra de agua acabó con los dos besándose de

nuevo apasionadamente. Kevin se pegó al pecho del sireno y dejó que ambas bocas se fundieran en una mientras sentía acelerarse los latidos de su corazón.

En pleno beso de los chicos, la puerta se abrió. —¿Kevin? ¿Matt?— preguntó una voz femenina. Ambos se giraron y se encontraron de pleno con Sara. —¡Sara! ¡Hola, te estábamos buscando!— respondió Kevin. —Ya veo, ya. En la boca de Matt, ¿no?— añadió ella, algo celosa. —¿Te molesta que estemos juntos?— arremetió Kevin. —No me molesta, Kevin. Pero ponte en mi lugar. Me invitas a tu casa a cenar, luego te

sorprendes de verme y pareces molesto. Te veo en una discoteca y pareces enfadado porque bailo con Matt. Y después en la calle os liais delante de mí y me ignoráis. Al principio pensé en esperar un rato, pero como seguíais y seguíais pues pensé que sobraba y tampoco quise molestar—

Kevin se sintió mal, y Matt también. —Tienes razón, Sara. Me porté fatal contigo, lo siento. Supongo que no tenía claras mis

intenciones contigo y cuando te vi bailar con Matt los celos me invadieron y no supe cómo reaccionar. Lo siento mucho. Espero que podamos ser amigos—

—Yo también lo siento. No me di cuenta hasta que fue tarde. No quise herirte ni ignorarte en ningún momento— añadió Matt.

—Ya está olvidado. Bienvenidos a mi fiesta, aunque me sorprende veros por aquí, la verdad. Nunca habías venido—

—Lo sé. Hay muchas cosas que no había hecho hasta ahora y que van a cambiar. El caso, Sara, es que necesito tu ayuda. Matt y yo estamos en apuros y necesitamos el apoyo de los humanos—

—¿Qué clase de apuros? ¿Y por qué dices el apoyo de los humanos?— —Pues verás, Matt no es exactamente un chico.•142•

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—¿Cómo que no?— preguntó este de repente. —Bueno, sí. Que no tienes cuerpo bueno de humano quiero decir… El sireno le miró escéptico, alzando una ceja. —Quiero decir que claro que tienes buen cuerpo, eres hermoso, pero no cuerpo normal… —Chicos, no entiendo nada— interrumpió de repente Sara. —Lo que Kevin quiere decir es que la gente corriente tiene dos piernas, dos manos,

respira aire, camina.—prosiguió Matt sin mucho éxito. Kevin le miró de reojo y puso los ojos en blanco, parecía una riña de pareja para ponerse

de acuerdo en algo. Sara estaba estupefacta y se le empezaba a escapar la risa por la situación.

Finalmente Kevin decidió atajar camino. —Mira, será mejor que directamente se lo enseñes y lo vea, porque si no estaremos así

toda la noche y tampoco servirá de mucho decírselo. —¿Decirme qué, chicos?— —Matt es un sireno— Silencio en el baño, se escuchaba de fondo la música y el murmullo de la gente. —¿Es una broma?— preguntó ella. —Muéstraselo— le pidió Kevin. Matt alzó la palma de la mano y esta brilló. Un chorro de agua bailó sobre ella. Sara se

quedó boquiabierta, pero no pareció asustarse, más bien emocionarse. —¡Qué pasada! ¿Esto va en serio? ¿No hay truco?— —Te aseguro que cuando lo veas mojado verás que de truco nada— dijo Kevin. —Me encantaría verlo mojado.— aseguró ella, coqueta. Kevin carraspeó e intentó desviar el tema pareciendo cortés. —Está conmigo, ¿recuerdas?— —Lo siento, Kevin. Es que está muy bueno, y además tiene potencial.— —Eso ya lo sé— —Me refería a lo del agua— añadió ella. —Y yo, y yo— replicó él, provocando la risa a Matt. —¿Entonces no te doy miedo ni vas a gritar ni nada?— inquirió el Príncipe del Mar,

encantado y sorprendido de la reacción de la chica. —¿Yo para nada? Si a mí las cosas ocultas me encantan. Podré fardar de conocer en

persona un chico mágico. Bueno, probable•143•

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mente me tomen por loca..o a lo mejor lo estoy y esto es sólo un sueño.pero aún así me encanta—

Kevin y Matt intercambiaron una cómplice mirada y volvieron a ella. —¡Estás fatal!— dijeron al unísono. —Gracias— sonrió ella. Matt y Kevin les resumieron en unos minutos todo lo sucedido y lo que se cernía sobre

ellos. Sara estuvo atenta y dispuesta a prestarles ayuda. —Genial. Entonces puedes ayudarnos. ¿No te importará que hable con tus invitados e

intente explicarles, no?— le pidió Matt, haciendo malabarismos con el agua flotando sobre su mano.

Una chica tras ellos gritó histéricamente. Los tres se volvieron. La chica veía claramente al guapo sireno haciendo magia.

—A mí no. Pero está claro que a algunos sí— declaró sarcástica Sara. —¡Un gremlin!— exclamó la chica gritando hacia la piscina. —¿Un gremlin?— repitió Matt, extrañado y ofendido. —¿Qué tendrá que ver un sireno con un gremlin? Esos bichos no se podían mojar y Matt

crea agua con su cuerpo. No es lo mismo— replicó Kevin. —Será mejor que vayamos para allá— se ofreció Sara. Los tres salieron al exterior, a la piscina, y Sara pidió silencio. Kevin miró al cielo y vio que éste estaba cada vez más oscuro y había refrescado un poco, por

lo que no entendía cómo podían estar todos en la piscina, en bañador. Alrededor de unos cincuenta universitarios, entre chicos y chicas, bebiendo y bailando. Algunos en el agua, otros besándose en algún rincón y otros charlando por la zona.

Sara paró la música y en seguida se llenó el ambiente de quejas. —Chicos, un momento por favor. Esto es importante. Tenemos entre nosotros a un chico

muy especial. Es un chico humano en apariencia, pero también es un tritón.anunció Sara. —Sireno a secas, por favor. Gracias— le corrigió Matt. —.un sireno que necesita nuestra ayuda. Sé que parece una broma pero no lo es para nada y

esto es muy serio. Hay una bruja que es la dueña de los mares y quiere deshacerse de ellos porque piensa que los humanos no aceptaremos su existencia y que el contacto con nosotros supone un peligro para el mundo en general—

Toda la gente aplaudió, pues realmente parecía una broma. Muy seria, y realista por la actuación de Sara, pero una broma •144•

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al fin y al cabo. Risas, murmullos, miradas entre los asistentes. Nadie daba crédito. —Déjate de tonterías y pon la música. ¡Queremos fiesta!— gritó un chico por el fondo de

la piscina, que estaba acaramelado a una chica guapísima. La gente le vitoreó y el cielo se llenó del eco de los chicos emocionados. Aquellos jóvenes no estaban para tonterías ni bromas, sólo pensaban en divertirse y

ligar. Un chico le devoraba la boca a una chica preciosa en bañador que tenía los brazos alrededor de su cuello.

—¡Esto es serio! Pueden tener problemas. ¿Qué nos cuesta ayudarlos?— insistió Sara— —¡Los sirenos no existen! ¡Sólo son cuentos para las niñas pequeñas, para que sueñen

cosas románticas y bonitas, y no piensen en las desgracias, el hambre en el mundo ni el hombre del saco!— se burló uno de los chicos.

Tres compañeros suyos silbaron y levantaron los brazos en señal de apoyo. —¡Sí existen los sirenos! ¡Y ahora os lo demostraré!— bramó una voz muy molesta tras

una multitud de jóvenes bebiendo. Matt y Kevin miraron en dirección a la voz y descubrieron a Solero junto a Aquarel y

Arcea. —¿Qué va a hacer?— preguntó Kevin. —Lo que pensaba hacer yo ahora para convencerlos. No tenemos mucho tiempo—

aseguró Matt. Solero se quitó la camiseta mostrando un torso y brazos perfectos, con algunas escamas

doradas. Los asistentes fliparon bastante pero siguieron pensando que era todo un montaje, muy bien hecho, pero un montaje.

Todo cambió radicalmente cuando Solero se lanzó a la piscina, se hizo un hueco entre los bañistas y sus piernas se transformaron en cola de pez.

Gritos, murmullos y gente que se echó para atrás a pesar de estar fuera del agua. Algunos bañistas se apartaron del sireno, otros directamente se salieron del agua.

Durante un larguísimo minuto nadie dijo nada, sólo miraban. Algunos asustados, otros aterrados, otros curiosos y otros encantados de lo que veían.

Matt percibía algo de apoyo entre los corazones de los presentes. Pero otros sentían miedo a lo desconocido, y por lo tanto inseguridad, odio, y a raíz de ello, deseos de erradicar y aniquilar.•145•

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Arcea, Aquarel, Matt y Solero lo sintieron en lo más profundo de su alma, la mitad de la gente ya estaba dispuesta a ayudar, no lo veían un peligro. Pero la otra sentía arduos deseos de salir corriendo, avisar a la prensa y la policía y destruirlos de la manera más rápida posible.

La cosa empeoró cuando una risa desgarradora y malvada sonó como un eco que volase alrededor de todos los presentes.

El agua de la piscina burbujeó y un chaparrón de diez segundos cayó del cielo directo al bordillo de la piscina.

La Reina del Mar se materializó ante los ojos de todos los universitarios. Ahora sí estaban todos sin habla, incluida Sara, quien esta vez sintió miedo.•146• •147•

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22. LA GUERRA ENTRE EL MAR Y LA TIERRA

Todas las miradas se centraron en la Reina. Ella sí que daba verdadero miedo y respeto. Por si fuera poco, su rostro demacrado mostraba sin ningún tipo de discreción furia contenida, deseos de venganza y paciencia extremadamente agotada.

Deseaba de una vez por todas dar una lección a esos mocosos hijos de Poseidón que habían estado intentando jugársela una y otra vez y burlarse de ella como niños jugando al escondite con humanos.

Las cincuenta caras adolescente enfundadas en bañador reflejaban terror puro y duro. Matt y sus amigos daban extrañas vibraciones pero en el fondo se veía a leguas que eran de fiar, buenos chicos.

Pero la Reina del Mar desprendía un aire a mal rollo, malicia, espíritu maligno, celos, ira y maldad.

La Reina, que por primera vez iba sin la compañía de su joven siervo, muerto en combate en aguas extranjeras, disfrutó cada segundo de ese momento y aún más, gozó con las caras y las emociones de angustia que sentía. Los tenía a todos en sus manos, asustados y desconfiados, y eso le encantaba.

—¿Has visto, Hijo de Poseidón?— preguntó irónica la bruja— ¿Sientes eso? Todos los aquí presentes sienten miedo, desconfianza, rechazo y por lo tanto os darán la espalda. Nadie os apoyará ni estará de vuestro lado. Habéis perdido. Y lo sabéis—

Era cierto. Kevin también lo sintió. De alguna manera lo conexión que tenía con Matt cada vez era más fuerte y se iba instalando en su cuerpo, de manera que podía usar o mejor dicho compartir parte de sus poderes.

Y el chico pudo sentir las emociones de la mitad de los universitarios. En aquel momento menos de diez personas estarían dispuestas a echarles un cable. La más fiable de todas y con resquicios de temor en su corazón era Sara, que a pesar de todo les apoyaba en su relación y sentía fascinación por Matt.

—Has gastado un tiempo precioso en hacer amistad con un mortal. Y te felicito, te ha salido bien. Noto en su corazón y en su alma bondad, y verdadera lealtad hacia ti. Pero es el único que lo •148•

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siente en su totalidad, como dicen los humanos, al cien por cien. ¿Te ha servido de algo?—

—En realidad sí. Tú siempre has dicho que no se podía confiar en los humanos, que eran agresivos y animales por naturaleza. Traicioneros y arrogantes, estúpidos que perdían el tiempo en destruirse unos a otros, con poco cerebro para valorar y disfrutar las maravillas del mundo y de la vida. Que era una gran pérdida de tiempo. Y no lo ha sido— aseguró Matt muy seguro de sí mismo y captando la atención de la mujer, quien cada vez estaba más y más furiosa— Porque he conocido a Kevin, la persona más maravillosa del mundo y alguien con quien compartir mi vida. Aunque todo esto haya servido sólo para conocerlo y tener paz con un único humano, yo ya me doy por satisfecho. Y tanto tú como mi padre estáis perdiendo la oportunidad única de conocer el mundo humano, pasar tiempo con ellos y apreciarlos. No son perfectos, de acuerdo. ¿Pero quién lo es? Incluso en el mundo marino hay discrepancias—

Las palabras del sireno se clavaron en lo más hondo de Kevin, quien se llenó de admiración y orgullo por el chico.

Aquarel, Arcea y Solero también compartían esa opinión y lo aceptaron en su corazón. Los humanos presentes no dijeron nada, pero escuchaban atentamente y alguno lloraba por sentimientos que no podían describir.

—¿Me estás diciendo realmente que aún los defiendes? ¿Qué aún convivirías con ellos y les confiarías tu existencia, Hijo del Mar?— interrogó atónita y enfurecida la mujer.

—Sí, Reina. Ciegamente— —¡Mocoso ignorante, caprichoso, rebelde y estúpido! No importa lo que tú pienses, estás

obligado a volver al Mar por mostrarte al mundo humano y romper las reglas. ¡Hazlo o serás desterrado!

La Reina temblaba por la rabia. Aún no podía creer que ese niñato siguiese rechazando las leyes de su propia raza y se negara a volver a su verdadero hogar. ¡Sentir compasión y aprecio por los humanos, que deshonra!

—No pienso hacerlo, Reina. Mi lugar está a su lado, y así seguiré. No puedes impedírmelo. Y si lo haces, lucharemos— aseguró Matt, desafiante.

Era el único en toda la ciudad, el país y puede que el universo capaz de desafiar a la Reina, desobedecerla y no sentir miedo alguno.

—¡Se acabó! ¡Mi paciencia tiene un límite! Lo he intentado por las buenas y me has escupido a la cara. Se lo advertí a Poseidón y tampoco intervino como es debido. Necesitas mano dura, bello •149•

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hijo del Mar, y yo te la daré. No voy a desterrarte, voy a eliminarte del mundo y así dar ejemplo. ¡Tú te lo has buscado!—

—Ni se te ocurra tocarle un pelo, bruja asquerosa— se interpuso Kevin delante de su chico, entre él y la Reina.

—¿Cómo te atreves, escoria humana?— bramó la bruja, corrompida por la ira, roja como un tomate y con tal furia que el cielo se oscureció aún más— Eres un simple humano y no me costaría nada borrarte del mapa.

—Inténtalo y te las verás conmigo— le defendió Matt poniéndose ahora delante de su chico.

—Y conmigo— se interpuso también Arcea delante de ellos. —Y conmigo— se añadieron Solero, Aquarel y seguidamente Sara, aunque ésta última

temblaba de pies a cabeza. La Reina dejó sonar una estridente, intensa y aterradora carcajada sacada de una

película de terror que se expandió por la ciudad como un gas lacrimógeno. Las luces de la casa parpadearon y el agua de la piscina empezó a bullir. —¡No tengo ni para empezar con vosotros! ¡Malditos críos, os daré una lección que no

olvidaréis jamás!— bramó ella. Solero gritó como un loco dentro de la piscina, pues un líquido oscuro y de aspecto alarmante

apareció de la nada en el agua y recorrió las doradas escamas de su cuerpo deshaciendo cada fibra de su piel, rasgando sus huesos humanos y destruyendo sus moléculas mágicas.

Varios de los bañistas que estaban cerca del sireno salieron rápidamente de la piscina, totalmente aterrados.

Ante la mirada impotente de sus hermanos, que no tuvieron tiempo de hacer nada, se evaporó en un charco oscuro dentro del recipiente.

Los restos del Hijo del Mar se elevaron en el aire, volaron hacia la Reina y entraron por la boca de la mujer, quien tragó y se relamió.

—¿Seguís diciendo que no volvéis al Mar? Porque repetiré este acto con todos tus hermanos, después con tu querido humano y si es necesario con todos los presentes hasta que entréis en razón.—

Matt miró con odio a la Reina y las lágrimas brotaron de sus ojos llenos de impotencia y rabia.

—¿Tu mataste a Meros, verdad?— comprendió de repente el sireno. —Por supuesto. Le di una buena lección a ese engendro— reconoció orgullosa y

satisfecha de sí misma— Y ahora os la daré a vosotros.•150•

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—No si nosotros te la damos antes— respondió Arcea hecha un mar de llanto ahora que sabía lo sucedido con su hermano.

Como si se hubiesen leído la mente, Matt, Arcea y Aquarel juntaron sus poderes acuáticos y lanzaron un chorro muy fuerte y potente de agua que alcanzó de lleno a la bruja en el pecho. Es-taba lleno de tanta rabia que para sorpresa de la propia Reina, le desgarró la piel y dejó al descubierto parte de su interior, un alma oscura y maligna cubierta de viscosos tentáculos de calamar.

Le habían hecho daño y herido seriamente. La ira de los chicos había triplicado su poder y juntos habían traspasado fronteras mágicas hasta llegar a un nivel superior. La mujer no contaba con ello y estaba estupefacta y dolida, pero no rendida. Todo lo contrario. Ahora realmente su furia se había desatado y ya no había miramientos ni compasión ni vuelta atrás. Que un par de mocosos la volvieran a ridiculizar por tercera vez y ahora en presencia de humanos era inadmisible e imperdonable.

Aquello era la guerra y les iba a dar su merecido, cayese quien cayese. —Muy bien, chicos. ¿Queréis guerra?— preguntó burlona e irónicamente con una voz y

tono que dieron verdadero miedo— Pues la tendréis. La Reina del Mar miró al cielo y sus ojos se volvieron del color de la noche. Con los párpados

negros como el carbón y amenazantes como un tornado en plena acción, la Reina fue poseída por el espíritu interno y perdió por completo cualquier humanidad que pudiera tener. Era el mal en persona.

El cielo se volvió más negro que el propio color, el aire ascendió y un fuerte viento sacudió toda la ciudad, ensañándose especialmente en la casa de Sara. Los invitados empezaron a helarse y se taparon con los brazos cruzados sobre el pecho intentando resguardarse mínimamente.

La Reina alzó los brazos a la noche estrellada como en un gesto para levantar algo y un rugido estalló en la noche acompañado de un temblor que sacudió toda la casa e hizo caer a la mitad de los presentes.

Kevin miró en dirección a la Reina, tras ella, escudriñando el origen del rugido y ahogó un grito. Se llevó las manos a la boca y su cara fue el reflejo del horror personificado.

Una ola del tamaño de un rascacielos se alzó sobre la base del mar y avanzó amenazante hacia la ciudad.

Matt también lo vio y sintió pánico. Arcea y Aquarel temieron lo peor. Los universitarios se iban dando cuenta y algunos se quedaron quietos como estatuas, sin poder moverse, otros echaron a •151•

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correr como locos fuera de la casa. Uno de los chicos se orinó en el bañador ante tremenda estampa.

La ola tomaba carrerilla y el estruendo era tal que resonó en toda Nueva York, haciendo que la gente encendiera las luces de sus casas y se asomara a las ventanas para ver qué era ese ruido.

Matt no podía creer lo que veía. Realmente era increíble que la Reina actuase así, había perdido totalmente la cabeza. Se suponía que ella estaba en contra de mostrar los sirenos al mundo y estaba siendo ella quien estaba haciendo acto de presencia de sus poderes delante de todos, lo que significaba que ella también estaba rompiendo el pacto.

Además, la ira y la envidia que claramente sentía de ellos, magnificaba sus poderes acuáticos y se estaba volviendo imparable.

Matt pensó en juntar sus poderes con sus hermanos para detener la ola, pero en el fondo los tres sabían que sería imposible. Necesitarían ayuda externa para poder enfrentarse a ese poderoso adversario.

Kevin pensó en Sara y los asistentes, y tan sólo bastó una mirada para que su chico y él compartieran la misma preocupación: los universitarios que estaban expuestos al poder de la Reina. Corrían peligro y era crucial sacarlos de ahí, proteger la ciudad.

—¡Debemos sacarlos a todos de aquí! ¡Protejamos la ciudad e intentemos mantenerlos lejos de las garras de la Reina!— gritó Kevin, nervioso.

Matt asintió y Arcea y Aquarel estuvieron de acuerdo. Mientras la ola estaba a punto de alcanzar la arena de la playa y el viento amainaba

arrancando un par de árboles de cuajo, los tres Hijos del Mar junto a Kevin empezaron a despejar la piscina y la planta superior de la casa de Sara para ponerlos a salvo.

Aquello se volvió un caos, una locura, y el terror se apoderó de todos. El tiempo se les echaba encima amenazándoles con un apocalíptico final. La muy bruja de la Reina reía a carcajadas disfrutando del espectáculo que estaba

provocando, lejos de arrepentirse o querer parar su poder. Todos los asistentes a la fiesta se encontraban ya en la calle— algunos aún bajando las

escaleras hacia la puerta inferior, pero a sólo unos segundos— cuando al fin la ola alcanzó la playa, mordió la arena y arrasó todo lo que encontraba a su paso. Coches, farolas, chiringuitos y tiendas quedaron sepultados bajo la arrasadora agua.•152•

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Sonidos de cristales, explosiones y agua escurriéndose llenaron de repente la zona marítima. La ola alcanzó varios edificios y los redujo a la nada en cuestión de segundos.

Las calles se llenaron de repente de gente huyendo y gritando histérica en busca de una escapatoria de la fugaz ola.

El agua alcanzó la casa de Sara y esta fue inundada, arrollada y destruida en un momento.

La voraz bola de agua no cesaba ni aminoraba la marcha, más bien lo contrario, parecía adquirir mayor fuerza a su paso.

Varios rascacielos de la ciudad vibraron al sentir la presencia del monstruo acuático. En el interior de uno de ellos, los pocos presentes pertenecientes a limpieza y servicio de mantenimiento se quedaron estupefactos viendo a través del cristal de las ventanas el aproximarse de la explosión marina.

Los vidrios temblaron y se resquebrajaron sin llegar a romperse. Cuando al fin echaron a correr ya era demasiado tarde. La ola irrumpió destruyendo el cristal

y desperdigándolo por todas partes. El agua entró a raudales inundando las mesas, el pasillo, los sectores y cada una de las plantas, estropeando el ascensor y quemando todos los circuitos eléctricos.

El edificio se sumió en un derrumbe por la fuerte presión y acabó reducido a cenizas flotando en el fondo del mar.

Los medios de comunicación se hicieron eco de la noticia y los reporteros intentaron hallar el modo de poder retransmitir, en la medida de lo posible, la noticia. Aunque el peligro de ser devorado por las traicioneras aguas era evidente.

Y no fueron los únicos, el ejército tomó nota de lo que estaba sucediendo tomando también medidas.

Varios helicópteros salieron al vuelo en busca del foco del origen y de intentar encontrar una solución. No les costó mucho dar con la Reina, sólo que creyeron que sería fácil acabar con ella y cuando le dispararon y ella desvió con facilidad las balas usando el agua, se ensañó con ellos.

Había hecho pasar el agua a través de ella como hiciera Moisés al hacer trizas la casa de Sara, y ahora se disponía a usar una nueva táctica.

La Reina se concentró hasta lograr conectar el mar con el cielo y provocó que este se revolucionara. Creó una tormenta eléctrica y lanzó varios rayos sobre la ciudad, iluminándola amenazadoramente y proyectando caras aterradoras sobre ella, como si se tratase de la proyección oscura de su propio yo en el cielo.•153•

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Descargó un rayo con relámpago directo sobre el helicóptero y este brilló en la noche electrocutando a sus pasajeros y piloto y haciéndolo estallar.

Los restos fueron absorbidos por el agua flotante de la ola que había arrasado esa zona minutos antes.

No contenta con ello, provocó una fuerte tormenta eléctrica que descargó con furia sobre la ciudad electrocutando edificios y casas, destruyendo vehículos y sumiendo a la ciudad en una lluvia de relámpagos humeantes.

El pánico hizo acto de presencia en la ciudad. Kevin, Matt, Arcea y Aquarel también se sentían aterrados y se veían solos, pues no

podían hacer frente a la Reina ellos solos y era cuestión de tiempo que todo quedase reducido a la nada.

¿Cómo podía la Reina quedarse tan tranquila después de todos sus sermones? ¿Y el mundo mágico la apoyaba? ¿Y Poseidón no pensaba hacer nada?

Mientras llegaban las respuestas, la bruja, que se hallaba en estado de puro éxtasis y diversión, creó del cielo varios tornados y un huracán que lanzó sobre Manhattan para arrasarlo en tan sólo diez minutos.

Los cines, las pantallas gigantes de las calles, los teatros, las avenidas y los habitantes fueron rotos, destrozados, destruidos, aplastados o tragados por los remolinos de oscuro y maligno viento.

Un rayo aterrizó directo sobre un edificio de quinientos metros de altura, éste se derrumbó sobre sí mismo y cedió al suelo expandiendo tierra, humo y niebla como si de una explosión se tratase.

—¿Qué vamos a hacer? ¡Está fuera de control y pronto nos alcanzará!— exclamó aterrado Kevin a Matt.

Matt estaba igual de impactado y asustado que él, la cosa pintaba realmente mal. —No lo sé, pero sin ayuda no podremos hacer mucho, eso seguro— aseguró Matt. Como si le acabasen de escuchar, un rugido invadió el espacio y la ola gigante fue

derrotada en pleno vuelo por algo invisible y se fundió en el suelo, inundando todo lo que encontraba a su paso.

La Reina se volvió, enojada, para ver quién había sido. Se topó con Poseidón saliendo del agua y flotando de cintura para arriba sobre el mar, con su tridente y su corona de escamas doradas, con su torso desnudo y musculoso destacando elegantemente.

—¡Reina, te has pasado y lo sabes! ¡Esto terminó! ¡No voy a quedarme de brazos cruzados mientras sumes esta ciudad en la ruina— declaró embravecido Poseidón.•154•

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Con el tridente lanzó una fuerte onda expansiva de color dorado que paró toda acción mágica, la tormenta eléctrica, los tornados, el huracán y las explosiones eléctricas.

—¿Quieres jugar, Poseidón? Pues juguemos— le retó la Reina. Creó otra ola más pequeña de la que él había tumbado al suelo y la lanzó contra él, quien

la detuvo fácilmente con su tridente y la disolvió en un millón de gotas de agua. Entonces ella hizo brotar toda criatura marina y las embistió contra su rostro como si

fuera una plaga para atacarle. De nuevo él las evitó y devolvió a su lugar. La bruja creó fuego desde el cielo enviándolo directo a su pecho. Una vez más él lo deshizo y lo fundió en el agua, chamuscando la base antes de que le

tocase. La Reina levantó con chorros de agua, mágicamente, varios coches y se los lanzó uno tras

otro. Hasta diez coches fueron empotrados contra el cuerpo de Poseidón, pero él logró esquivarlos y derivarlos al suelo evitando provocarles más daños de los ya ocasionados.

La Reina estaba furiosa. —Ya es tarde, Poseidón. No me detendrás, y si he de enfrentarme a ti también hasta

destruirte, lo haré— La figura humana de la Reina quedó envuelta en una luz oscura, fantasmagórica e

inhumana. Lanzó rayos oscuros mágicos contra Poseidón que aniquilaron todo a su paso dejándolo reducido a cenizas hasta llegar al Rey del Mar. Chocaron contra él y esta vez le hirieron gravemente, aunque él acabó logrando tomar el control y devolvérselo, pero le costó varios rasguños en el tridente.

Dos helicópteros más aparecieron de repente de la nada y rodearon a la Reina. —¡Deténgase, en nombre de las fuerzas armadas de los Estados Unidos.! ¡Es una

orden!— le espetaron por megafonía trazando círculos a su alrededor. —¿Órdenes a mí?— repitió la Reina, burlonamente, riendo. Con dos gestos de su mano hizo que un tiburón saltase desde las profundidades del mar

y alcanzase uno de los helicópteros, lo mordiese hasta coger gran parte y lo arrastrase consigo haciéndole perder el control, provocando que se estrellase en el agua.

Otro que sobrevolaba la cabeza de la bruja fue atacado por una mano invisible de viento oscuro que lo agarró, lo embistió con furia contra el agua y se hundió, chafándose por la presión del mar.

La situación era insostenible, pero Poseidón intentaba lidiar con ella como podía.•155•

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Los humanos que no habían sido alcanzados por la ola miraban la escena horrorizados, asustados, temiendo lo peor por su especie y su ciudad.

Matt y Kevin se cogieron las manos esperando lo peor de lo peor. La Reina sintió el sentimiento de pequeña esperanza de los chicos y viró hacia ellos. —¿Aún tenéis esperanza? ¿De verdad?— preguntó sarcásticamente— Pues no os

preocupéis, que yo os la quitaré. Alzó de nuevo las manos al cielo y varios coches se alzaron al aire y empezaron a lanzarse contra

ellos. Los chicos corrieron por la carretera haciendo malabarismos para evitar el choque con ellos, quienes les perseguían deslizándose en el aire y les amenazaban por encima de sus cabezas. Matt, tras un par de minutos corriendo, esquivando coches, un camión que se estrelló en la carretera y explotó, y una moto que casi aplasta a Kevin, perdió los nervios y lanzó un chorro potente de agua mágica que desintegró los vehículos suspendidos en el aire y quedaron reducidos a moléculas, agua y piezas sueltas en el suelo.

No contenta con ello, la Reina hizo otro gesto con la mano y el suelo comenzó a vibrar y a temblar. Un terremoto se adueñó de la ciudad y el suelo comenzó a abrirse bajo sus pies.

Kevin y Matt tuvieron que cogerse las manos para no ceder cuando Kevin cayó bajo el suelo abierto en plena carrera.

Aquello ya era el colmo. No tenía salvación ni perdón la bruja por lo que estaba realizando. Matt casi perdía a Kevin dos veces esa noche por culpa de la Reina y no le daría una tercera oportunidad.

—¡Ya sé por qué haces todo esto, Reina! Empiezo a pensar que no estabas asustada cuando el pasado Hijo del Mar se enamoró de una mortal y se sumió en varios problemas con los humanos. Estabas más bien celosa. Celosa de su amor. Porque él podía amar y tu no, ¿verdad?

Las palabras de Matt hicieron mella en la Reina y causaron el efecto que el chico esperaba, aunque no se imaginaba hasta qué punto le afectaría a ella. Su corazón empezó a darle pinchazos incómodos, de culpabilidad.

—No fue por eso, mocoso. —¿Estás segura? Porque yo creo que estabas celosa hasta las trancas. ¿Qué pasó?

¿Estabas enamorada de él y no te quiso corresponder? ¿Alguien te había traicionado y sentiste envidia?— tanteó Matt dando tiempo a Kevin a recomponerse.•156•

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Poseidón escuchaba atentamente a su hijo y se fijó en la reacción de la odiosa y vengativa mujer.

Matt le estaba dando en su punto débil, el amor. Ella lo odiaba y lo consideraba juego de niños y humanos, pero no porque lo pensara realmente sino porque nunca había sido correspondida. Y Matt se acababa de dar cuenta. Aquello hizo el efecto deseado en la mujer y durante el tiempo suficiente para que pudiesen actuar la debilitó.

Kevin leyó los pensamientos de Matt y asintió, totalmente de acuerdo. —¿Fue así, verdad? Estabas sola y humillada..y quisiste darle su merecido, ¿verdad?

¡Habla!— prosiguió el sireno, provocando a la Reina. —¡Sí! Yo lo provoqué todo. Estaba enamorada de él, de su cuerpo menudo y atractivo, de sus

ojos azul perla y su carácter, su personalidad.para que él me rechazara por esa maldita humana. ¡Qué humillación! ¡No podía permitirlo! Así que me aseguré de que el padre de la muchacha la siguiera hasta el mar y descubriera al príncipe— reconoció resentida la Reina y tanto Kevin, Arcea como el propio Poseidón se quedaron boquiabiertos con la confesión.

La Reina estaba a la defensiva, recordando lo sucedido y su amor por aquel sireno. Aquello la debilitaba, volviéndola vulnerable, hecho que supo aprovechar Matt para sacarle partido. Tan sólo debía seguir y esperar el momento adecuado.

—No puedo creerlo. No tienes derecho a presidir nuestra raza, Reina. ¡Tú eres la verdadera deshonra! Has traicionado a tu especie y abusado de tu poder— le echó en cara Poseidón.

—¡Qué fácil es hablar, Poseidón! A ti siempre te han querido tus hijos y tus criaturas marinas. Pero yo siempre estuve sola, ¡SOLA!—

Sus poderes descendieron notablemente y su corazón adquiría un tono humano. El cielo se aclaró lo suficiente para parecer de día.

Era el momento. —Siempre has estado sola, Reina, porque tú te lo has buscado. Y siempre lo estarás. No

puedes comprar el amor con chantaje y traición. Nadie te querrá nunca, no de esta manera. Has sobrepasado tus propios límites, tus propias reglas y debes ser castigada.

—¿Castigada? Ja,ja,ja. ¿Y qué piensas hacer, Príncipe? ¿Atacarme con otro de vuestros inútiles chorros de agua? — se jactó la mujer.

—No. Desterrarte para siempre—•157•

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—¿Y cómo lo vas a hacer? No tienes poder suficiente. No has podido detener la destrucción de esta ciudad y no podrás parame. Jamás tendrás el suficiente poder para siquiera intentarlo— se burló, divertida.

—En realidad, sí –intervino de repente Kevin sabiendo a qué se refería su chico y aprobándolo— Sí lo tenemos y lo vamos a usar. No hay nada más fuerte que el amor, el amor verdadero. Supera a cualquier fuerza, incluida la magia.

Kevin y Matt se miraron fijamente a los ojos y fundieron sus labios en un apasionado y dulce beso.

La Reina, Poseidón, Arcea, Aquarel y los humanos los observaron con interés, esperando ver cómo demonios detendría eso a la Reina.

—¿Realmente creéis que un beso de amor puede detenerme?— preguntó ella, amenazante.

Kevin separó sus labios de los de su chico, dirigió la mirada más segura de su vida a la Reina y con tono firme y afirmativo, añadió:

—Por supuesto— Dicho y hecho. Kevin y Matt se fundieron en el beso más apasionado y romántico que se

habían dado. Y entonces ocurrió. Sus corazones latieron al mismo tiempo, la química volvió a estallar, las pocas luces que

se distinguían a lo lejos parpadearon, el mar pareció revolverse, el cielo se aclaró cada vez más.

La Reina lo advirtió y no quiso darles la oportunidad, les lanzó un rayo oscuro de magia negra para desintegrar a Kevin.

Para su sorpresa el rayo se deshizo en el cuerpo de Kevin, perdiendo fuerza en seguida, sin hacerle un solo rasguño.

La bruja no comprendió y lo volvió a intentar, con el mismo resultado. El beso entre ellos comenzó a ganar fuerza y ambos quedaron envueltos en una luz

blanca, poderosa y brillante que les dio aspecto de ángeles. Todos presenciaban la escena con verdadera fascinación e incertidumbre. La Reina insistió una y otra vez en atacarles con sus poderes. Lo probó todo: bichos

oscuros, rayos de luz negra, magia negra.pero nada.•158•

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Todo quedaba disuelto en la nada al tocar el campo de luz blanca que los protegía, que no era más que puro amor.

Entonces, algo sucedió. La luz blanca y angelical que envolvía a los chicos en medio de ese tormento oscuro de

destrucción, de edificios derrumbándose y de viento huracanado los cubrió en un manto potente y grueso que perfectamente pasaría por un escudo mágico creado entre ellos.

Los presentes estaban alucinados; la gente miraba con miedo y se tapaban, los coches de policía observaban con asombro y tanto los hermanos de Matt como el mismo Poseidón se dieron cuenta de lo que estaba sucediendo.

El escudo mágico se amplió hasta explotar y crear una onda expansiva que arrasó en círculo ascendente con todo lo que se topaba.

Pero no destruía nada, todo lo contrario. Aquello era magia buena, bondad y amor en estado mágico. Por lo que hizo el efecto contrario.

De la nada, como si fuera un video a cámara lenta visto de atrás a adelante, las cenizas se elevaron sobre el suelo y se unieron a ladrillos, metal, madera, cristales, cemento y demás elementos hasta alzarse y reconstruirse en edificio.

Lo mismo pasó con los rascacielos y con los coches aplastados, que se arreglaron mágicamente y volvieron a su estado normal.

Los pequeños tornados aún existentes fueron consumidos por la onda mágica y desaparecieron. Todo estaba siendo curado, arreglado, reconstruido; volviendo a su cauce.

El agua se levantó del suelo y retrocedió hasta el mar, a su ritmo pero sin pausas. La imagen era digna de una película de Hollywood, pues ni los mejores efectos especiales

podrían recrear toda esa secuencia. La Reina estaba lívida de rabia, de celos y de impotencia. ¡La estaban humillando por

enésima vez delante de la humanidad! Y por más que usara sus poderes, estos morían a manos de la onda mágica que habían originado el sireno y el humano. Sentía envidia, rencor y mucha venganza.

Reunió todos los poderes que le quedaban e hizo uso de hasta la última fibra de energía corporal que le quedaba. Aunque le llevase la vida en el acto, debía al menos matar al humano, romper el corazón del sireno y deshacer la magia buena en el mundo para destrozar las emociones del corazón. Si ella no tenía amor, ni cariño ni aprecio, nadie lo tendría.

¿Cómo dos chicos adolescentes podían estar consiguiendo sacarla tanto de quicio y enfrentarla con tanto valor?•159•

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El agua había vuelto al mar, el suelo se había puesto en su lugar y cerrado, los coches y camiones se recompusieron y volvieron a su estado normal.

El cielo adquirió tono azul nublado, pero al menos ya no había truenos, relámpagos ni rayos. Y del mar surgieron los helicópteros, se reconstruyeron y los pilotos volvieron a la vida.

Todo aquello debilitaba cada vez más a la bruja del Mar, quien estaba haciendo verdaderos esfuerzos por mantener su magia, pero cada vez era más ardua la tarea.

La onda blanca absorbió la energía negativa que había empleado la Reina en el agua, en el cielo y en la tierra y se añadió dentro de la onda blanca, que ahora se tornó oscura.

La Reina lanzó todo su poder en un desesperado intento por acabar definitivamente contra el rubio y enamorado humano.

Y como si se tratase del efecto de un imán, toda la energía negra fue neutralizada a medio camino por la ola blanca que la tragó, se tornó negra como la noche y empezó a revolverse como si fuera a explotar.

Los chicos seguían besándose apasionadamente, cambiando las posturas de las cabezas para estar más cómodos, saboreando los labios del otro y sintiendo como fluía la magia de sus corazones, sintiendo bienestar y bondad en sus almas.

Kevin puso sus brazos alrededor del cuello de su chico, cosa que le encantaba hacer, y Matt le agarró de la cintura. Amándose se olvidaron del mundo.

En el último acto mágico de la noche y del enfrentamiento entre ambos mundos, la ola mágica ahora negra se lanzó contra la Reina tal como una serpiente pica a su presa, y se metió dentro de ella, poseyéndola.

El dolor era insoportable, insufrible. Sentía el mal que ella misma había causado, la destrucción a la que había sometido a la tierra y después el amor y la bondad que sentían los sirenos por los humanos.

Una parte de su alma se rompió y la cara humana se deshizo para dejar al descubierto una parte oscura, la del calamar marino que era. La Reina gritó ensordecedoramente por el dolor.

Se quedó envuelta en diversos colores, como electrocutándose en magia blanca y negra, luchando interiormente.

Su alma volvió a resquebrajarse y la parte del calamar se desintegró. Ahora quedaba el malvado espíritu negro y vengativo que había dentro, pura maldad y

odio. Éste sufrió el doble y los gritos inundaron la ciudad.•160•

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Finalmente los rayos recorrieron todo su oscuro cuerpo, se repartieron en él hasta adoptar su forma, y explotaron desde dentro haciendo añicos el espíritu, creando un fuerte viento.

El mal quedó reducido a la nada y el bien quedó suspendido en el aire, que se disolvió y brilló.

Poco a poco, el cielo dejó atrás las nubes dando paso al sol, alumbrando la ciudad. Cuando Matt y Kevin sintieron al fin que el mundo había dejado de sufrir y que el mal

ya no les atacaba, dejaron suavemente de besarse, se miraron a los ojos y sonrieron. Se fundieron en un abrazo.

Del lugar en humo donde había sido destruida la Reina apareció entre nieblas una silueta humana, masculina y alta.

Poseidón adoptó forma humana y acudió hasta él, al igual que Arcea, Aquarel, Matt y Kevin cuando dejaron de abrazarse y lo vieron.

El humano estaba desnudo de cintura arriba, era joven y muy fuerte, con el cabello azul. Medía metro noventa y tenía escamas doradas en su cuerpo.

—No me lo puedo creer— declaró Poseidón. —¿Quién es?— preguntó Kevin. —Fortes, el guerrero del Mar más fuerte de los Hijos de Poseidón, desterrado y destruido

por la Reina por enamorarse de una mortal— respondió Matt, emocionado. —Hijo mío, ¿estás vivo?— le abrazó un Poseidón contento y orgulloso de ver a su hijo

tras más de cien años. —¡Padre!— le abrazó Fortes, también con ganas. —No entiendo— aseguró Matt— ¿Cómo es posible que estés aquí?— —La Reina del Mar no me mató, sólo absorbió mi alma. —explicó Fortes, tras separarse

de su padre— Me torturaba desde el interior. Se había enamorado de mí y yo la rechacé incontables veces porque mi corazón pertenecía a Rachel, la humana que conocí.

Cuando me descubrió con ella, me tendió una emboscada para que su padre nos descubriera, se aseguró de mostrarnos al mundo y después fingió ayudarnos al mundo marino. Cuando me desterró, me buscó y a escondidas me torturó y devoró espiritualmente. Me quitó mi magia y no pude hacer nada. El rechazo que sufrió y la falta de cariño, de afecto, provocó que odiase el amor y se volvió mala, vengativa. Hizo un pacto con el mal y se convirtió en el diablo en persona. Lo único que realmente la superaba era el efecto incombatible e insuperable del amor. Ningún poder puede controlar, superar ni manipular al amor. Por eso lo odiaba tanto.•161•

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—Eso explica muchas cosas— aseguró Arcea. —Me alegro mucho de verte, hermano— le saludó con ojos llorosos Aquarel. Fortes asintió, agradecido y compartiendo el sentimiento. Los sirenos y Kevin miraron alrededor y se encontraron con los coches de policía,

anteriormente aplastados y destruidos, ahora observándoles atentamente. Y sus ocupantes humanos, mirándoles con precaución.

Era una situación algo confusa, pues la ciudad se sentía agradecida por la ayuda, alegres por haber recuperado la normalidad; pero asustada y desconfiada porque al fin y al cabo toda aquella guerra había empezado con ellos y no sabían si podían confiar.

Kevin, Matt y Arcea sintieron ese sentimiento y pensaron que era la hora de hablar con los humanos, exponerles lo sucedido y demostrar que no eran una amenaza. Debían hablar con ellos, hacerles ver que todo podía ir bien entre ambas especies, que no había peligro alguno.

—¿Me he perdido algo importante?— preguntó Fortes a Matt y Arcea tras ver a sus hermanos junto a un humano, Kevin, hablar con las autoridades de la ciudad durante más de una hora.

Hasta Poseidón se sorprendió de haber hablado con el alcalde y con el presidente para hacerles ver que eran pacíficos.

Salieron en los periódicos y en la televisión, pero aunque algunos los seguían viendo como una especie de la que alejarse, temerosos, la inmensa mayoría los acogió como a sus iguales.

En menos de una semana los sirenos eran famosos y queridos por la ciudad. La noticia se extendió por el mundo entero y varias especies marinas agradecieron a los Hijos del Mar todo lo sucedido, además de pedirles disculpas por darles la espalda.

Nació una nueva era de paz, de amistad, de apoyo y de trabajo conjunto. Y más importante aún, de amor. La relación entre Kevin y Matt se hizo muy famosa. De

hecho, histórica en el mundo marino. —Muchas cosas importantes. Hay que ponerte al día, Fortes— le había respondido

finalmente Matt, sonriente.•162• •163•

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23. LA RECOMPENSA DE MATT Y KEVIN

Era de día. Los rayos de sol se filtraban a través de las ventanas abiertas de la habitación de Kevin, quien despertó de un maravillosos y profundo sueño de mar, olas gigantes arrasando Nueva York y besos cálidos y apasionados que curaban la maldad bajo un cegador sol naciente.

Desnudo de cintura para arriba y cubierto con finas sábanas, se incorporó, las apartó, se desperezó y restregó los ojos con los dedos. Suspiró.

Había vivido la aventura de su vida, pero no recordaba cómo había llegado hasta su habitación. Tampoco sabía dónde estaba Matt y sentía unas ganas locas de ir a verlo.

Tuvo una extraña sensación, como si todo hubiese sido un magnífico y alentador sueño, algo fuera de lo común, digno de ser escrito y mostrado al mundo, pero al fin y al cabo eso, un sueño.

Intentó llamar telepáticamente a su sireno, pero no parecía responder. Kevin temió y rezó porque todo no hubiese sido un mero sueño. Demasiadas cosas habían sucedido en los últimos días y él había ganado mucho;

amistad, amor, seguridad en sí mismo y valor para decir lo que realmente pensaba. Y ahora no quería que eso quedase reducido a un simple sueño.

Con prisas se vistió, se lavó la cara y bajó rápidamente a desayunar sin esperar al habitual grito de aviso de su madre.

Llegó a la cocina y encontró a sus padres sentados a la mesa con café y huevos revueltos. Su madre, tan arreglada y maquillada como siempre, llevaba además un delantal de

cocina para servir los platos sin marcharse. —Buenos días, cielo— la saludó su madre. —Buenos días, hijo— le dijo su padre con una sonrisa. —Buenos días, papá y mamá— respondió Kevin algo cohibido. Le parecían muy tranquilos y le extrañó que ninguno sacase el tema de Matt, los sirenos,

la guerra entre ambos mundos, el humano y el marino. —¿Va todo bien, cariño?— le preguntó su madre al ver su cara. •164•

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—¿Qué pasó ayer? ¿Dónde está Matt?— preguntó Kevin con algo de miedo. —¿Quién es Matt, cielo?— respondió con otra pregunta su madre. Los peores temores de Kevin se confirmaron. Todo había sido un sueño. Matt no existía y

todo era fruto de su potente imaginación. No podía ser. La puerta de la entrada se abrió y alguien entró con pasos tranquilos. —Kevin, por fin te despertaste— Kevin se volvió y sus ojos se iluminaron. Matt, vestido con camisa y tejanos, más guapo

que nunca, con sus hipnóticos ojos de color azul marino, le miraba con su mejor sonrisa. —Matt es el sireno con el que está, Maggie— respondió de repente su padre. —Ah, cierto. Lo siento, cariño, no recordaba su nombre— Kevin suspiró, aliviado. No habría podido soportar aquello, amaba a Matt con todo su

corazón y la sola idea de que no fuera real habría sido superior a él. No pudo contenerse y se lanzó a sus brazos. Primero hubo un largo y apretado abrazo en

el que Matt lo apretó contra su pecho. Después Kevin alzó la cabeza y se besaron. De haber luces encendidas habrían

parpadeado de nuevo. —Ejem, ejem..— gargareó el señor Anderson. Kevin se volvió y miró a sus padres, que les devolvían la mirada atentamente. —Papá, mamá, creo que ya conocéis a Kevin. Es un sireno y estamos juntos. Si me

queréis, debéis aceptarlo. Sobre todo tú, mamá— les pidió Kevin. La señora Anderson le miró escéptica y alzó una ceja. —¿Aceptarlo?— repitió en un tono que Kevin no supo cómo entender. Maggie se acercó a ambos y los miró de uno a uno, como alguien que sigue la pelota en

un partido de tenis. —Cariño, alguien que es capaz de cruzarse medio mundo y jugarse su vida por salvarte,

y que después lucha sin cesar a tu lado por salvar la ciudad e intentar la paz con la humanidad..desde luego es digno de estar contigo.

Kevin sonrió contento y se relajó. Su madre lo aceptaba y eso era mucho. —Te pido disculpas por haber sido siempre tan controladora contigo y decidir siempre

por ti. No me había fijado en lo hombre que te has convertido. De ahora en adelante, me limitaré a darte •165•

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sólo mi opinión y mis consejos, teniendo tú siempre la decisión— le dijo su madre. Le besó en la frente y sonrió, contenta. Después se dirigió a su futuro yerno. —Y en cuanto a ti, también te pido disculpas, Matt. Te juzgué mal desde el principio, sin

darte la oportunidad de conocerte. Está claro que estáis hechos el uno para el otro, y jamás nadie ha hecho lo que tú has hecho por nuestro hijo. Desde luego, eres de la familia. Eres bienvenido a esta familia— le dijo a Matt, y éste asintió. Los tres se fundieron en un abrazo.

—Lo secundo— añadió el padre, poniéndose junto a su esposa— Nunca he visto a mi hijo tan feliz al lado de alguien y a mí me pareces un chico estupendo. Espero verte mucho por aquí, Matt—

—Gracias, señor Anderson. Le dio la mano a Matt y éste se la estrechó. El ambiente en la casa se volvió cálido, tranquilo, lleno de afecto y amor. —Bueno, creo que será mejor que vayamos tirando. Nos esperan— declaró Matt. —¿Quién nos espera?— se preguntó Kevin en voz alta. —Ahora lo verás— añadió su padre en tono enigmático para sorpresa de Kevin, que veía

la cara de felicidad del sireno. Un momento. Matt tenía las llaves de casa y ahora también iba a hacer algo que sabían

sus padres y él no. ¿Qué estaba sucediendo? ¿Qué tramaban su chico y sus padres? —¿Me he perdido algo?— inquirió Kevin. —Ahora lo verás, Kevin— añadió su madre, guiñándole un ojo a Matt. Salieron de su casa y se montaron en un coche que Kevin jamás había visto y que

conducía Matt. El chico no entendía nada, y de camino a la playa le preguntó sentado de co—piloto.

—¿Desde cuándo tienes tu coche? ¿Y las llaves de casa? ¿Qué pasó ayer? ¿Alguien me puede explicar qué pasa?— le preguntó nervioso.

Matt se puso unas gafas de sol negras que le daban aspecto aún más atractivo y hacían que Kevin no le pudiese quitar los ojos de encima.

—Ayer caíste agotado de cansancio y te quedaste dormido en el coche. Yo te llevé a casa y te dejé en la cama. Hablé larga y tendidamente con tus padres y les pusimos al corriente de todo lo sucedido— explicó Matt.

—¿Les pusimos.?— repitió Kevin, sin entender.•166•

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—Sí, mis hermanos y mi padre también vinieron, en aspecto humano, claro. Pero le dijimos quién era— respondió el guapo Hijo del Mar— El caso es que tu madre me dio las gracias veinte veces por cuidarte y rescatarte, se disculpó conmigo y me dieron vía libre para venir a casa cuando quisiera, incluso para dormir juntos en tu habitación. Tu padre me hizo una copia de las llaves y adquirió otro coche que me ha dado a mí para usarlo por la Tierra. Y lo más importante viene ahora.

Llegaron a la playa y aparcaron. Caminaron hacia la orilla del mar y había gente que los iba saludando y les pedían hacerse fotos juntos.

Kevin no daba crédito a lo que estaba viviendo, pero disfrutó cada momento. Y más aún cuando su chico le cogió la mano y pasearon con calma hasta la orilla entre fotos y saludos a gente que antes ni le miraban.

Kevin no podía estar más feliz al lado de ese chico. Se cruzaron con Sara y esta les dio dos besos, además de recordarles que habían quedado

para tomar un helado aquella misma tarde. Kevin estaba contento de que los tres pudiesen ser buenos amigos. Llegaron al fin a la orilla y le costó mucho reconocer al hombre que los esperaba de pie

en la arena. Musculoso, grande, barbudo, vestido con pantalón corto, ocultando sus escamas y una camisa algo desabrochada.

Era Poseidón, que los esperaba con ganas. Saludó con un abrazo a Kevin. —Kevin, hijo, ya tenía ganas de verte— le dijo. Arcea y Aquarel también estaban ahí y le saludaron con un abrazo. —Me estáis poniendo nervioso, chicos. ¿Alguien me dice qué pasa?— —No te preocupes, todo va bien. Te gustará la sorpresa— aseguró Matt, quien le apretó

aún más la mano. —Kevin, eres el ejemplo personificado de lucha y valor. Has cambiado mucho, has

mostrado una cara que luchaba por ver la luz y has unido tus fuerzas codo con codo para librar una batalla imposible de vencer junto a mis hijos para defender ambos mundos. Algo que nadie se ha atrevido a hacer. Y tu amor incondicional por mi hijo ha sido un punto clave. Tras hacer amistades con los altos cargos de esta ciudad y la Tierra en general, ahora podemos mostrarnos tal cual somos al mundo sin temor. Aun hay •167•

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gente que nos teme, pero esperamos que con el tiempo eso cambie y nos vean como amigos.

Pero hasta que eso llegue estamos muy felices. Y en gran parte es gracias a ti. Por eso, y ya que sigues siendo humano, hemos decidido darte una recompensa— declaró Poseidón.

De su mano apareció un enorme y dorado Tridente. Kevin flipó al verlo aparecer delante de la gente sin miramientos ni precauciones.

Le apuntó con él y una luz blanca, cálida y cegadora le recorrió todo el cuerpo y se instaló en él.

Kevin no se sintió diferente. No entendía qué había pasado. Miró a Matt. —Sígueme y lo entenderás. Antes leí tus pensamientos pero estaba en camino y prefería

no responderte porque estaba a punto de llegar. Pero esa conexión siempre la hemos tenido y siempre la tendremos, Kevin— le dijo el sireno.

Kevin miró a su nueva familia, que le sonreía, sin entender. Todos le hicieron un gesto para que siguiera a Matt.

Kevin se quitó la camiseta y se quedó en pantalón corto. Siguió a Matt y se metieron en el agua.

Todo fue rápido. Sintió algo extraño en su cuerpo. Miró sus piernas a través del agua transparente del mar y vio cómo se tornaron verdes, con escamas doradas y acabadas en una larga, grande y pesada cola de pez.

Podía respirar bajo el agua y su vista se tornó perfecta. ¡Se había vuelto un sireno! —¿Te gusta la sorpresa? Ahora eres como yo. Podrás nadar en mar y estar en tierra sin

problema alguno. Podremos estar juntos en ambos mundos siempre que queramos. Y para siempre. Mi padre te concede este don indefinidamente— le dijo telepáticamente Matt.

—¡Me encanta! Muchísimas gracias, Poseidón. No sabes el regalo que me has hecho. Estar con tu hijo sin temor a represalias y con total libertad es lo mejor que podía sucederme. Y con lo que me gusta a mí nadar.— le dijo a Poseidón, quien le leyó la mente desde la orilla del mar, orgulloso.

—Para mí es un placer, hijo. Es vuestra recompensa. Os lo merecéis— Matt y Kevin se cogieron de la mano y comenzaron a nadar, adentrándose en las

profundidades y pasando cerca de criaturas marinas y algas preciosas, además de varios bancos de peces.

A Kevin le costaba un poco controlar la cola de pez, pero Matt le iba ayudando.•168•

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—No te preocupes, te enseñaré a moverte bajo el agua y a controlar tus poderes. Y sobre todo a controlar tus transformaciones de humano a sireno. ¡Novato! —rió Matt.

—Tú tampoco eres un experto, eh. En los lavabos de la universidad tuve que ayudarte a secarte —le recordó Kevin, en un pique sano.

—Aquello fue diferente. Era la primera vez que me ponía nervioso porque me viste tú, un humano. Las emociones interfieren mucho en los poderes. Pero después lo pudo controlar, conforme te fui conociendo. Y tú también sabrás transformarte sin peligro. Es algo que ya verás tú mismo. Y yo estaré a tu lado, por supuesto —le dijo telepáticamente su chico.

Subieron a la superficie y se miraron, ambas cabezas flotando sobre la base del agua, bajo los potentes y radiantes rayos del sol.

—Gracias por todo, Matt —le dijo Kevin. —No, gracias a ti, Kevin — e respondió Matt. Se miraron y se fundieron en otro cálido, dulce y apasionado beso en medio del mar.

Eran la envidia de todo el océano. —Te quiero —se dijeron a la vez. Volvieron a zambullirse en el agua y dieron un aletazo en el aire antes de profundizar en el

mar, varias docenas de metros abajo. Se cogieron las manos mientras nadaban y disfrutaban de las vistas marinas, siendo saludados por las criaturas marinas y admirados por las diferentes especies que los observaban nadar juntos. Arriba, en la superficie, el sol alumbraba feliz tiñendo de azul transparente el mar mientras los sirenos nadaban a sus anchas en él, enamorados y felices. Era el comienzo de una nueva etapa. Una etapa histórica.