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    Cartas desde la obstinacin

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    Cartas desde la obstinacin

    Arthur Schopenhauer

    Traduccin, prlogo y notas de

    Eduardo Charpenel Elorduy

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    Los libros de Homero S.A. de C.V.www.loslibrosdehomero.com

    de la traduccin y prlogo: Eduardo Charpenel Elorduy de esta edicin: 2008por Los libros de Homero S.A. de C.V. del diseo de cubierta: Lorena Gmez Mostajo

    Impreso en Mxico por Formacin Grfica S.A. de C.V.Matamoros 112, Col. Ral Romero, Nezahualcyotl,

    Estado de Mxico, Mxico.

    ISBN: 978-607-7513-00-1

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta publicacin puede serreproducida, almacenada o transmitida en manera alguna ni por ningn medio,

    ya sea electrnico, qumico, mecnico, ptico, de grabacin o de fotocopia, sinpermiso previo del editor.

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    ndice

    PrlogoIX

    Cartas desde la obstinacin1

    Personajes e interlocutores203

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    Prlogo

    Jean Paul seal en alguna ocasin que los libros eran cartas exten-sas que uno escriba a sus amigos. Pareciera ser que varios editoresmodernos se han empeado en mostrar la eficacia del procedimien-to inverso: hoy en da, un grupo de cartas se transforma, sin mayo-res inconvenientes, en un libro. El pblico parece estar satisfechocon esa resolucin, como lo deja ver la creciente correspondenciade autores clsicos que circula por los anaqueles.

    Por lo general, el inters que se tiene al revisar las cartas deun autor es conocer su vida ntima y personal, as como encontrarlos secretos que develen la inspiracin de sus obras. Esta preten-

    sin, naturalmente, resulta excesiva, pero no deja ser cierto queuna correspondencia nos brinda con frecuencia un acceso privile-giado al mundo de un poeta, de un novelista o, como en nuestrocaso, al de un filsofo. Las cartas de Schopenhauer son un claroejemplo de esto. Podramos leerlas tan slo por sus profundas dis-cusiones intelectuales y por el magnfico despliegue de irona queacompaa a cada una de sus palabras. Si estos motivos no fueransuficientes, nuestra indiscrecin tambin estara justificada por los

    planteamientos de la misma filosofa de Schopenhauer. En efecto,de acuerdo con sus escritos, la existencia ntima y la vida intelec-tual de un individuo son indisociables. En cualquier mbito de larealidad se expresa de modo indefectible la misma voluntad ori-ginaria. Distinguir entre el carcter del escritor y la calidad de suobra es, por tanto, improcedente: quien posea una razn aguda lamanifestar en sus obras. Quiralo o no, dicha persona escribir de

    forma inteligente; quiralo o no, tambin, quien no tenga talentosliterarios lo evidenciar en cada una de sus lneas. Muchas veces lepareci suficiente a nuestro filsofo apelar a esta evidencia para re-futar a sus contemporneos. La claridad especulativa, el punzantesentido del humor y el implacable temperamento que encontramos

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    X

    en sus misivas avalan, en carne propia, este controversial punto desu doctrina.

    La presente seleccin epistolar tiene el propsito de arrojar luz al

    recorrido de Schopenhauer en pos del reconocimiento intelectual:una tarea que asumi como la ms primordial de su existencia. Enese sentido, la palabra obstinacin de nuestro ttulo no pretendedesignar la actitud de alguien que no oy consejos, sino la perseve-rancia de alguien que tena la conviccin de alcanzar la meta fija-da. En alemn la palabra para obstinacin es Eigensinn, un trminoque si tradujramos literalmente significara sentido propio. Puesbien, este sentido propio es posiblemente la virtud que Schopen-hauer practic con ms ahnco. Con inigualable acierto Nietzschedestaca esta idea en su tercera intempestiva: Que Schopenhauerpueda ser un modelo es indudable, a pesar de todas sus cicatrices yde todos sus defectos. Y hasta podra decirse que eso que haba ensu ser de ms imperfecto y de demasiado humano es justo lo que anosotros nos hace, en sentido humano, mucho ms prximos a l,porque lo vemos como a un ser sufriente y compaero de infortu-

    nios, y no slo aureolado e inmerso en esa desdeosa majestad delgenio. Parece as que el tesn del filsofo con todos sus aciertos yfallas vence la distancia anmica que existe entre l y sus lectores.

    Su intencin de librar a la humanidad del sufrimiento univer-sal nos ayuda a apreciar su correspondencia de manera distinta ya comprender cabalmente la magnitud de sus esfuerzos. En las re-flexiones filosficas dirigidas a su madre, Johanna Schopenhauer,en las discusiones con Goethe acerca de la teora de los colores y en

    las estrictas peticiones a su editor encontramos el clamor de aquelque busca ser escuchado. El tono hostil que muestra en los asuntosjurdicos y en las diversas polmicas en las que se vio envuelto yque quedan aqu, en su mayor parte, recogidas confirma su in-quebrantable espritu ante la adversidad. Si bien todos los asuntoscotidianos le parecieron secundarios, su conducta en ese terreno nodeja de ser congruente con su proyecto.

    Estas cartas tambin dan testimonio de las acciones que tompara llamar la atencin sobre su obra, la cual fue enormementedesatendida en un principio. Su beligerante labor como catedrticoy sus mltiples propuestas editoriales fueron medidas encaminadasa difundir su pensamiento. Ninguno de estos intentos fue fructfe-

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    ro. Slo hacia el ocaso de su vida, pudo apreciar un cambio en laactitud del pblico. Schopenhauer se logr hacer de un grupo deadeptos que desempe un papel fundamental en la difusin de su

    filosofa. El que los llamara sus apstoles no es un dato menor:deja en claro que su filosofa era una especie de buena nueva quehaba que esparcir para mitigar el sufrimiento de todos aquellosque viven. El entusiasmo de este puado de lectores los condujo, enocasiones, a querer enmendar la teora del maestro en sus pequeasfallas. Como lo atestiguan las cartas dirigidas a stos, Schopenhauerles respondi enrgicamente para acallar cualquier asomo de here-ja. El camino que l haba trazado para mitigar la desgracia de vivirera, a su juicio, perfecto y no admita variantes. A final de cuentas,ese devoto inters de algunos cuantos se expandi a ms personas,lo cual se vio reflejado en las buenas ventas de la segunda edicinde El mundo como voluntad y representacinas como de sus Parergay parlipmena. Muy poco tiempo antes de fallecer, Schopenhauergoz al fin de la enorme admiracin generada por su filosofa. Supropsito qued as cumplido.

    A grandes rasgos, ste es el itinerario filosfico delineado porestas cartas. Toda seleccin siempre tiene algo de arbitrario perosta pretende serlo un poco menos al explicitar el criterio que larige. Sin embargo, quizs otras decisiones han resultado ms arbi-trarias. De los interlocutores de Schopenhauer, slo he traducidolas cartas de Goethe pues me parece que si uno tiene presente laindiferencia con la que el poeta contesta a las entusiastas misivasdel filsofo uno puede entender por qu este ltimo se empea

    cada vez ms en defender su postura. Asimismo, he traducido cua-tro cartas de la seleccin de forma parcial. Ya sea al comienzo o alfinal, segn sea el caso, sealo esto con la siguiente llamada: [].Con ello, no pretendo de ninguna forma censurar algo dicho porSchopenhauer cosa que, por cierto, siempre temi que ocurrie-ra sino sintetizar, en esas cartas, lo esencial de esa obstinacin tancaractersticamente suya.

    Para la traduccin, he seguido principalmente la edicin deAr-thur Schopenhauer. Mensch und Philosoph in seinen Briefen, Wiesbaden:Brockhaus, 1960. Tambin he podido cotejar el texto de esa edicincon otras dos versiones: Das Buch als Wille und Vorstellung. ArthurSchopenhauers Briefwechsel mit Friedrich Arnold Brockhaus, Mnich:

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    C.H. Beck, 1996 y Der Briefwechsel mit Goethe, Zrich: HaffmansVerlag, 1992.

    Eduardo Charpenel Elorduy

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    Cartas desde la obstinacin

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    A Johanna Schopenhauer

    Olvidar los momentos de desesperacin que hemos superado esuno de los rasgos ms extraordinarios de la naturaleza del ser huma-no: no lo creeramos de no verlo. Tieck lo ha expresado de maneramagistral con palabras parecidas a stas: Entre lamentos y sollozos,preguntamos a las estrellas si ha existido alguien ms desgraciadoque nosotros, y, entre tanto, a nuestras espaldas, se vislumbra ya elfuturo chocarrero que habr de burlarse del dolor efmero de loshombres. Pero as tiene que ser: nada permanece en esta efmeravida. Ningn dolor sin fin, nada de alegras eternas, ninguna im-presin permanente, ningn entusiasmo duradero, ninguna nobleresolucin que dure toda la vida. Todo se diluye en el torrente deltiempo. Los minutos, los incontables tomos de pequeeces en losque se descomponen todas las acciones son los gusanos que roen y

    destruyen toda grandeza y valenta. El terrible monstruo de lo coti-diano sofoca aquello que desea elevarse, lo hunde y lo destruye. Nohay nada serio en la vida, pues lo que es polvo carece de valor. Quson, entonces, las pasiones eternas ante esta miseria?

    Arthur Schopenhauer.

    8 de noviembre de 1806.

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    A Johanna Schopenhauer

    Cmo pudo la semilla celeste encontrar lugar en nuestro duro sue-lo, ah donde la necesidad y la indigencia contienden por cada par-cela? Hemos sido desterrados del espritu originario y no podemosascender nuevamente hasta l. El juicio de hierro de la necesidadse ha pronunciado sobre la msera especie humana. La indigenciay la penuria se extinguen en ella irremediablemente, exigen todaslas energas y limitan cualquier esfuerzo. Slo cuando stas hansido satisfechas, puede el espritu, cansado y embotado, cegado porla niebla terrenal, mirar hacia delante. No censures a los pobressi excavan el polvo buscando la felicidad. Oh Dios, debemos per-donar incluso a quienes cometen el mal! Pues tu cielo est selladoy slo muy pocos rayos de luz llegan hasta ellos. No obstante, unngel compasivo cort para nosotros la flor celestial y sta brilla

    ahora en las alturas con todo su esplendor, arraigada en este vallede lgrimas. Las pulsaciones de la msica divina no han cesado delatir a lo largo de todos estos siglos de barbarie y un eco inmediatode lo eterno permanece en nosotros, comprensible para todos lossentidos y ms sublime que el vicio y la virtud.

    Arthur Schopenhauer.

    Diciembre de 1806.

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    A Johanna Schopenhauer

    Es inconcebible pensar cmo la sublime apatade la que antes gozabael alma eterna se vio desecha con su destierro a los cuerpos, y cmose redujo sta a la pequeez de lo terrenal al estar desparramada en-tre los cuerpos y el mundo corpreo, de modo que olvid su estadoanterior y pas a formar parte de un punto de vista material tan in-finitamente pequeo en comparacin con el que tena, que se ima-gin que toda su existencia se reduca a eso y que eso la satisfaca.Es inconcebible que el mundo exterior la destrozara de esa manera,que haya olvidado todo lo maravilloso, as como la distancia que lasepara del mundo exterior; hasta tal punto llega este olvido que haymiles que dejan este mundo sin haberse dado cuenta de esto y sinhaber pensado siquiera sobre este asunto: bastara uno solo, el msnfimo y sencillo de los fenmenos naturales, inexplicables para el

    espritu humano, uno de los ms elementales, para mantenerlosen una ocupacin constante durante toda su corta vida. Pero el serhumano camina rpido sobre un puente cuya base ignora, sin mirara la derecha ni a la izquierda, siguiendo su pequeo sendero sinpensar de dnde viene ni a dnde va, nicamente preocupado pordar el prximo paso.

    Arthur Schopenhauer.

    Enero de 1807.

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    A Johanna Schopenhauer

    La filosofa es un elevado camino alpino; a l conduce nicamenteun sendero fragoso por encima de piedras afiladas y espinas pun-zantes: es solitario, y entre ms suba uno, ms inhspito se volver.Quien lo recorre no conocer el miedo, dejar todo tras de s ytendr que abrirse paso con perseverancia a travs de la fra nieve.Con frecuencia se detendr de sbito ante el abismo y observar elvalle verde all en lo profundo: entonces, el vrtigo lo amenazarcon arrastrarlo hacia abajo, pero uno deber dominarlo y tendr queaferrarse a las rocas incluso con la propia sangre de sus pies. Acambio de esto, pronto ver el mundo debajo de s, desaparecernlos desiertos y los pantanos, las desigualdades parecern nivelarse,las notas disonantes no lo molestarn ms, y la forma esfrica delorbe se le revelar. l mismo permanecer por siempre en el puro

    y fro aire alpino y ver al sol aun cuando a sus pies se extienda lanoche oscura.Existe un consuelo, una esperanza segura, y sta la experimenta-

    mos mediante el sentimiento moral. Si nos habla con claridad, si unmotivo nos anima en nuestro interior a emprender acciones dirigi-das hacia lo ms grande y que a su vez son contrarias a nuestro bien-estar aparente; entonces comprendemos con facilidad que nuestrobien es de otra clase, un bien por el cual nos oponemos a todos los

    motivos terrenales; nos percatamos que nuestro rgido deber apun-ta a una felicidad ms elevada de la que l es mensajero: que la vozque omos en tinieblas proviene de un lugar iluminado. Pero nin-guna promesa refuerza el mandamiento de Dios; en todo caso, sumandamiento se da en lugar de la promesa Este mundo es el reinodel azar y del error; es por ello que slo debemos aspirar a lo queno nos es robado por el azar, y slo debemos afirmar cosas y actuar

    segn aquello en lo que no haya posibilidad de error alguno.

    Arthur Schopenhauer.

    Ellrich, 8 de septiembre de 1811.

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    A Carl Friedrich Ernst Frommann

    Hoy aadir por necesidad, mi estimado seor Frommann, un co-mentario al captulo de la vanidad de las decisiones y los deseoshumanos. Ayer tem que hubiera un mal tiempo, pero el da de hoyhe contemplado el buen clima desde la alcoba. Esto debido a quemis nuevos zapatos me han escoriado un poco los pies y me hubie-ran lastimado ms de haber seguido caminando. Por ese motivo loshe mandado aflojar y dejo que mis pies sanen mientras guardo unda de descanso, celebracin y penitencia en honor de san Crispn,patrono de los zapateros. nicamente lamento que de este acciden-te no pueda surgir algo positivo y no pueda visitarlo a usted y a suamable familia. El profesor Oken tuvo la bondad de enviarme unoslibros con los que he pasado un rato muy agradable: por lo dems,no me hace falta nada, pero le pido encarecidamente que mi pre-

    sencia no le importune en lo absoluto. Slo saco esto a cuento paraque al seor de Altenburg, que desea realizar una caminata, le ofrez-ca mi compaa si es que no tiene reparos en que nuestro paseo seamaana temprano.

    Suyo,

    Arthur Schopenhauer.

    8 de julio de 1813.

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    A Carl Friedrich Ernst Frommann

    Aprovechando, estimadsimo seor Frommann, que le envo el ops-culo con el que me he doctorado, le devuelvo con sincero agradeci-miento laLgicade Hegel: no la hubiera conservado durante tantotiempo si no supiera que la lee tan poco como yo. En relacin a lasobras de los dems filsofos que recib gracias a su bondad, le hagosaber que del Bacon de Verulam*no me gustara separarme toda-va, y que me gustara quedrmelo todava durante algn tiempo sies que usted no lo requiere. En todo caso, se lo devolver en un parde semanas.

    Deseo y espero que no haya sufrido demasiado a causa de losestragos de la guerra y que ninguna prdida privada haya enturbia-do la dicha que seguramente siente usted debido al curso que hatomado la causa de Alemania y de la humanidad entera.

    La prxima semana tengo pensado regresar a Weimar. Le pidoque le enve mis saludos ms afectuosos a su estimada familia.Queda de usted con el mayor de los respetos su fiel servidor,

    Arthur Schopenhauer.

    Rudolstadt, 4 de noviembre de 1813.

    *Forma comn anteriormente para referirse a Francis Bacon.

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    A Carl Leonard Reinhold

    Mi seor:

    Seguramente apenas se acordar que durante su ltima visita a Wei-mar tuve el honor de verlo a menudo en casa de mi madre. No ledigo esto para tomarme la libertad de enviarle la presente diserta-cin en virtud de nuestro trato previo, sino con el propsito derendirle mi debida admiracin al ser usted el primer hombre enreconocer y difundir la inmortal doctrina de Kant y con ello haberbeneficiado perpetuamente a todos, as como por haber mostradoel ms claro amor y empeo por alcanzar la verdad, dejando de ladocualquier otra clase de motivaciones.

    Esta disertacin la mand imprimir con ocasin de mi doctora-do. Pens presentarla en un principio en la Universidad de Berln

    donde complet en los dos ltimos aos mis estudios. Pero comolos estragos de la guerra me hicieron dejar la ciudad e hicieron quemi anhelado propsito se pospusiera, decid presentarla en octubreen la Universidad de Jena. Si mi seor me honrase con una estima-cin muy general sobre el pequeo escrito me hara extremadamen-te feliz. Mi madre le presenta sus respetos.

    Arthur Schopenhauer.

    Weimar, noviembre de 1813.

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    8A Friedrich August Wolf

    Honorabilsimo seor consejero privado!

    Tengo el honor de enviarle un opsculo que he mandado imprimircon ocasin de mi doctorado. Comenc a escribirlo en Berln, perolo complet y lo conclu en Rudolstadt, donde las montaas me se-pararon durante el verano de los estragos de la guerra. Yo tena la in-tencin de presentar este trabajo en la Universidad de Berln, perocomo mi regreso a esta ciudad se postergaba demasiado, lo envi ala Facultad de Jena. Ciertamente, uno de los motivos por los que mitratado est escrito en alemn es que en principio estaba destinadoa la Universidad de Berln, pues as lo recomiendan explcitamentelos estatutos de esa Universidad para todas las tesis que sean trata-dos propiamente filosficos. El alemn es la lengua que requierecasi de manera necesaria el contenido de mi tratado, puesto que el

    latn ejercera gran violencia sobre los conceptos y los despojara desu agudeza y precisin. Gracias a Kant, el alemn se ha convertidopor vez primera en el lenguaje propio de la filosofa. Por otro lado,es ms fcil que as llegue a un pblico ms amplio; esto, claro, en elsupuesto de que vuelva a existir un pblico para la filosofa.

    Como puede apreciar, incluso bajo el fragor de las armas me hemantenido fiel a las musas.*Quizs alguien podra echrmelo encara; sin embargo, soy consciente de haber obrado correctamente

    al no ingresar a un terreno de accin en el cual no hubiera podidomostrar otra cosa ms que buena voluntad y que me hubiera obli-gado a renunciar a un mbito en el que, de permitirlo los dioses,espero rendir mucho ms.

    *El conflicto blico al que Schopenhauer se refiere es la invasin francesa aPrusia de 1813. Los ejrcitos napolenicos invadieron ese pas despus de que stese integrara a la coalicin integrada por Rusia, Inglaterra, Espaa y Portugal. Enun principio, los ejrcitos napolenicos obtuvieron varias victorias, entre las cualesdestaca la Batalla de Dresden. A pesar de los resultados favorables en un inicio,Francia tuvo que retirar sus ejrcitos tras la sangrienta Batalla de las Nacionesllevada a cabo en Leipzig el 16 de octubre de ese mismo ao.

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    Me falta pedirle perdn, seor consejero privado, por haberabandonado Berln sin despedirme de usted; slo la premura y lainesperada decisin con la que dej la ciudad me pudieron hacer

    culpable de semejante desatencin: part tan rpido que no mepude dar de baja de la Universidad ni pude empaquetar mis librosni las cosas que dej, por lo cual he encomendando hacer ambascosas a un amigo.

    Su amigo, nuestro gran Goethe, goza de buena salud; es alguienalegre, sociable, benevolente, afable: Alabado sea su nombre portoda la eternidad! Weimar ha padecido mucho a causa del fuerteacuartelamiento y la regin ha sido horriblemente azotada por loscosacos. Sera intil de mi parte describirle mi alegra a causa de lafeliz liberacin de Alemania, as como de su consecuencia, que hasido que la alta cultura se libere del dominio de los brbaros.

    Espero or pronto que no ha sufrido usted percance alguno apesar del peligro al que Berln se ha visto sometido. Tal vez puedatener pronto la dicha de volver a verlo. Mientras tanto, quede ustedcompletamente seguro de mi ms profunda gratitud y veneracin.

    Su atento servidor,

    Arthur Schopenhauer.

    Weimar, 24 de noviembre de 1813.

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    A Johann Wolfgang von Goethe

    Su excelencia:

    Me tomo la libertad de preguntarle si esta tarde se me dar la opor-tunidad de devolverle en persona a su excelencia el magnfico ma-nuscrito solicitado, el cual no me atrevo a poner en manos del sir-viente, y, por otra parte, la oportunidad de contarle a usted cmome ha ido desde aquella maana tan educativa con la recin co-menzada teora de los colores.

    Le adjunto los grabados del hijo de catorce aos del pintorMenken de Bremen, los cuales se me rog mostrara a su excelencia.

    Con el ms profundo respeto, queda de usted el humildsimoservidor de su excelencia,

    Arthur Schopenhauer.

    13 de enero de 1814.

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    A Kart August Bttinger

    Seor mo:

    Hace algunos meses me dirigi usted un escrito tan halagador queme hizo sentirme muy honrado y que renov adems la intencinde corresponder con todas mis fuerzas a las esperanzas que tantousted como otras tantas personas que me aprecian han depositadoen m. La afable consideracin que me tiene y que me muestra enese escrito, respetable seor consejero, es la que me concede el va-lor necesario para molestarlo hoy con una pregunta. El consejo queusted me dio de impartir lecciones en Jena es, sin lugar a dudas,no slo bien intencionado, sino provechoso en muchos sentidos.Sin embargo, por el momento no entra en mis planes seguirlo. Esverdad que conozco la esencia de mi profesin y el deber particular

    que lleva consigo de ensear no slo por escrito sino tambin deviva voz, y estoy firmemente decidido a dedicar la mayor parte de mivida a cumplir con mi deber y, por consiguiente, a emprender unatrayectoria acadmica. Pero como el destino me ha favorecido enor-memente en comparacin con otros muchos servidores de Apoloy Atenea a quienes trata con desprecio poseo un capital cuyosrditos me permiten vivir en cualquier parte sin preocupacin algu-na, deseo aprovechar mi situacin a fin de prepararme de todas la

    formas posibles para cumplir con aquello que corresponde a mi vo-cacin y pueda as, ya que me encuentre ms preparado y maduro,comenzar mi propia y particular trayectoria docente. Por ello quierodedicarme todava algn tiempo y de manera personal a estudios se-rios de mi inters, y luego otro rato a recorrer los ms bellos pasesde Europa. Slo entonces habr terminado mis aos de estudio yempezar mi periodo de docencia.

    Por distintas razones no creo que sea Weimar el lugar ms id-neo para m, y mucho menos durante el verano. He de decirle queen este invierno no hubiera querido hallarme en ninguna otra partedel mundo, ya que el gran Goethe me honr con su compaa y conla enseanza infinita que para m signific la misma. Sin embargo,

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    uno no puede contar con l en sus planes, en parte porque en elverano viaja a tomar baos termales, en parte porque la gran dife-rencia de edades impide una relacin perdurable entre nosotros y

    en parte, finalmente, a la inconstancia con que atrae hacia s a unasy a otras personas. Mi verdadera y autntica vida est consagrada alestudio de la filosofa: todo lo dems es algo secundario y no es msque un ligero aadido para la misma. Puesto que estoy en las con-diciones de escoger, quisiera un lugar donde tenga acceso a la bellanaturaleza, a las obras de arte y a las fuentes cientficas necesariaspara mis estudios, adems de que me proporcione la tranquilidadque me resulta tan necesaria. Despus de los viajes que he realiza-do, puedo afirmar que en ningn lugar he visto todo esto tan bienamalgamado como en Dresden; adems, yo tena las ganas desdehace mucho tiempo de pasar all una larga temporada. He aqu,pues, por qu siento tan grandes deseos de partir hacia Dresden.

    Mi nada desdeable biblioteca, cuya mayor parte an permane-ce en Berln, podra enviarla all bajo un mdico precio. Un jovenamigo a quien tengo en gran estima, que me ha seguido hasta aqu

    desde Berln y que ha pasado conmigo todo el invierno, se encuen-tra dispuesto a acompaarme all o a donde yo quiera en cuantola resolucin de unos problemas, que hemos esperado estos dascon suma expectativa, nos lo permita. Mi decisin de trasladarmea Dresden sera definitiva si no tuviera yo algunas vacilaciones queme obligan a pedirle a usted cierta informacin. Aqu he escucha-do dos rumores completamente diferentes acerca de Dresden. Poruna parte, se afirma que la regin en torno a la ciudad ha perdido

    gran parte de su belleza a consecuencia de la enorme devastacinde la guerra; se dice que incluso en Dresden todo est destruido yrevuelto y que hay tambin una gran escasez. Por otra parte, se diceque las cosas no estn tan mal, que es cierto que antes estuvo as,pero que ahora ya ha pasado todo; en efecto, se dice que a causa dela ausencia de la corte el lujo disminuy bastante, pero que ahoratodo marcha adecuadamente, que el lugar se conserva en una pieza

    y que la escasez ya ha sido superada casi por completo. La opininms comn es que el rey ha de volver de nuevo a Dresden, y que,pase lo que pase, Dresden seguir siendo la corte de un rey. Por loanterior, le quedar extraordinariamente agradecido a mi seor sihiciera usted el favor de proporcionarme alguna informacin, aun-

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    que sea en pocas palabras, sobre la situacin en Dresden y sobre lasexpectativas que se tienen para el futuro, teniendo en cuenta lo queyo necesito saber de acuerdo con los propsitos y los deseos que le

    he expresado.Le pido sinceramente que me perdone por la libertad que me

    tomo de molestarle con semejante peticin y con una carta tanextensa acerca de mis propios asuntos. Slo a sabiendas de su famo-sa benevolencia, y de la simpata que usted me ha a mostrado, hepodido tomarme esta confianza. Puesto que deseo tomar lo antesposible una decisin y ponerla en prctica, una rpida respuesta desu parte lo hara a usted acreedor de mi ms inmensa gratitud.

    Su humilde servidor,

    Dr. Arthur Schopenhauer.

    Weimar, 24 de abril de 1814.

    P.D. Mi madre le presenta sus respetos.

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    A Carl Friedrich Ernst Frommann

    Estimadsimo Seor Frommann!

    Sus valiosas palabras me han alegrado mucho, ya que con ellas meconfirma su salud y la de los suyos. Por otra parte, me aflige mu-chsimo no poder cumplir con el deseo de un amigo tan querido.Sin mayores reparos, consentira en que usted conservase los cientleros un ao ms, y esto, no porque conozca sus capacidades mo-netarias, sino porque conozco su persona, su carcter y su entendi-miento. Le pido su paciencia para que escuche lo que con sinceri-dad tengo que exponerle con respecto a mi posicin econmica y ami comportamiento en relacin con la misma.

    En el rea de mi especialidad (misma que ha cado en descrdi-to), sigo nica y exclusivamente a mi juicio y a mi entendimiento;

    al punto que puedo decir con Abelardo: si omnes patres sic; at ego nonsic.*Por el contrario, en aquello que no es propiamente mi rea, enlo que no es el objeto de mis estudios, en todo aquello para lo cualno cuento con los conocimientos suficientes y las condiciones paraformarme un juicio pertinente, considero que juzgar por m mismono sera otra cosa que chapucera y vana presuncin. De ah que seami mxima buscar una autoridad eficaz en todos esos casos en lacual pueda confiar plenamente. Pienso que en mis circunstancias

    actuales ste es el caso, puesto que no cuento en lo absoluto con elconocimiento, la cautela y la experiencia en cuestiones de dinero.Por suerte, cuento con un amigo que me asesora enormemente consus recomendaciones y su sincera benevolencia. Es por ello que enestas cosas no doy el ms ligero paso sin pedirle su consejo, el cualsigo sin ms como si fuera una orden. A recientes fechas se hanefectuado bastantes operaciones con mi capital y todas ellas las he

    realizado bajo su consejo. Estos mil tleros tambin han sido objetode nuestros pensamientos y de nuestra correspondencia, y hemos

    *Aunque lo digan todos los padres (de la Iglesia), yo no lo dir.

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    llegado a una resolucin que, si bien todava no se concreta, sellevar a cabo tan pronto yo lo ordene. A la par de cuidar por misintereses, me alegrara sobremanera poder comunicarle algo agra-

    dable; por desgracia, ahora no puedo permitirme algo as, y tengoque pedirle que tenga el pago listo cuando sea el vencimiento. Sinembargo, para agotar todos los recursos posibles, le har saber a miamigo de su propuesta. Pero no creo que nuestra decisin vaya amodificarse, en parte porque ya hemos visto qu es lo mejor, y enparte tambin porque, entre las propuestas que analizamos, con-sideramos que usted devolviera despus el capital pero con mayo-res intereses. Si me llegara aconsejar que aceptara su ofrecimientocosa que no creo, le avisar a Jena antes de que termine este mes.No obstante, no cuente con ello: si no he dado mi consentimientoantes de que mayo concluya, le pedir que me avise quin realizarel pago. Dejo a su voluntad que decida si quiere sufragar el pagoaqu o en Leipzig.

    Le agradezco de todo corazn su inters por mi salud. Ojalhaya escogido con suerte el lugar de mi estancia. Pienso que en

    ningn otra parte habra podido hallar un lugar tan tranquilo y contantos medios para la existencia que a m me parece digna de servivida. En ninguna otra parte me he sentido tan alegre y contentocomo aqu. La mejora en su salud jug un papel importante entodo esto. Le desea que su recuperacin contine.

    Su fiel servidor,

    Dr. Arthur Schopenhauer.

    Dresden, 6 de mayo de 1815.

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    A Johann Wolfgang von Goethe

    Su excelencia:

    Habr recibido seguramente mi manuscrito sobre la visin y loscolores que hace ahora ocho semanas le envi junto a mi carta;aunque no ha cumplido usted mi peticin de notificarme que lorecibi, no tengo dudas de que le lleg, ya que el doctor Schlosserme hizo saber a su debido tiempo que lo haba recibido y que inme-diatamente se lo haba mandado a usted. Su excelencia todava nose ha dignado a concederme el honor de una respuesta, creo queesto se justifica slo de pensar en los maravillosos entornos de susconstantes y variados viajes y el trato con gobernantes y diplomti-cos y militares que lo tienen a usted demasiado ocupado y que aca-paran toda su atencin. Mi escrito, en cambio, no podr parecerle

    ms que algo muy insignificante, o bien, no contar con el tiempolibre necesario como para escribirme una carta sobre el mismo.Sera ridculo y exagerado, pues, que yo me permitiera hacer a suexcelencia el ms mnimo reproche al respecto. Por otra parte, noobstante, el propsito con el cual le envi el escrito a su excelenciade ninguna manera me obliga a someterme a todas las condicionesbajo las cuales usted est dispuesto a interesarse por l, a leerlo y aexaminarlo. S por usted mismo que la actividad literaria ha sido

    siempre para usted un asunto secundario, mientras que la vida mis-ma fue siempre lo ms importante. Para m, en cambio, sucede locontrario: lo que pienso, lo que escribo, es lo que posee valor param y me resulta importante; lo que experimento personalmente ylo que me pasa, lo considero como algo secundario e incluso mo-tivo de mi propio escarnio. Es por ello que me resulta penoso yme inquieta el hecho de no tener todava la certeza de saber si un

    manuscrito mo que sali de mis manos hace ocho semanas llega donde yo quera que llegara, y aunque esto sea sumamente pro-bable, no saber siquiera si ha sido ledo, cmo fue recibido, o enpocas palabras, cmo le ha ido. Esta incertidumbre acerca de algode gran importancia para m me resulta sumamente incmoda y

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    angustiosa; en efecto, en tan slo unos momentos mi hipocondrapuede encontrar en este asunto material suficiente para alimentarlas quimeras ms nefastas y extravagantes. A fin de terminar con

    todo esto, de acabar de una vez con el fastidio diario que provocanunas esperanzas truncas, y de apartar al menos este asunto de mimente y olvidarlo por el momento, le suplico a su excelencia queme devuelva mi escrito lo antes posible, con o sin respuestas, comoa usted mejor le parezca. De cualquier forma, creo que todava mepuedo tomar la confianza de hacerle otra peticin: que me comu-nique con dos frases lacnicas si alguien ms aparte de usted haledo el escrito, o si se ha hecho alguna copia de l. En caso de queusted quisiera quedrselo durante ms tiempo, tenga la bondad deindicarme los motivos para ello y, por supuesto, de tranquilizarmecon alguna respuesta.

    Espero que su excelencia no tome a mal mis splicas y que nun-ca ponga en duda la inmutable y profunda veneracin hacia ustedque conservar durante toda mi vida como el ms humilde servidorde su excelencia.

    Dr. Arthur Schopenhauer.

    Dresden, 3 de septiembre de 1815.

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    Johann Wolfgang von Goethe a Arthur Schopenhauer

    Su amable envo, mi estimado amigo, me lleg en buena hora aWiesbaden, de modo que pude leerlo, analizarlo y deleitarme consu trabajo. Si hubiera tenido a un secretario a mi lado, le habrapodido decir a usted muchas cosas. Sin embargo, si ahora quisie-ra disculparme por mi silencio tendra que enumerar con desganouna larga serie de acontecimientos, cambios de lugar y ricas y agra-dables experiencias y distracciones. De manera que, de nuevo conun pie en el estribo, le pido que tenga un poco ms de paciencia yque me deje conservar su obra hasta mi regreso a Weimar. Enton-ces se la enviar acompaada de algunas observaciones en cuantose presente y me lo permita la ocasin. Quede usted seguro de miagradecimiento y mi recuerdo.

    Goethe.

    Francfort, 7 de septiembre de 1815.

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    Johann Wolfgang von Goethe a Arthur Schopenhauer

    Aprovech el primer instante de tranquilidad que tuve tras mi re-greso para revisar de nueva cuenta tanto su ensayo como sus cartasy no puedo ocultar que esto me provoc un gran placer. Me pongoen su lugar, y entonces no tengo otra cosa que hacer ms que alabary admirar cmo un individuo que piensa por s mismo se ocupa tansincera y honradamente de estas cuestiones y cmo mantiene conclaridad todo aquello que les atae mientras intenta resolverlas des-de su propio interior, o mejor dicho, desde el interior de la mismahumanidad.

    Si abstraigo ciertas notas de su personalidad e intento hacermo aquello que a usted le pertenece, encuentro muchas cosas queyo expresara con agrado desde algunos de mis puntos de vista y entrminos parecidos. Pero si llego a aquello en lo que diferimos, me

    siento ms bien completamente ajeno a su pensamiento, hasta elpunto que me parece difcil y me resulta imposible tener en cuentauna contradiccin, superarla, o acostumbrarme a ella. Es por elloque no me permitir tocar esos puntos de discordia; slo a propsi-to del violeta le enviar una nota posteriormente.

    Con el fin, sin embargo, de que su hermoso y memorable tra-bajo no se quede trunco y se d a conocer al pblico en general,le har la siguiente propuesta. Durante mi viaje tuve la fortuna de

    encontrarme con el doctor Seebeck. Este minucioso e inteligenteobservador no ha dejado nunca de estudiar estos fenmenos y hahecho de ellos su ocupacin principal. Si usted me lo permite, leenviar a l el ensayo y las cartas, o bien el ensayo solo, y segura-mente con eso se podr dar la colaboracin y enseanza mutuasque hemos anhelado. El doctor Seebeck piensa lo mismo que ustedcon respecto a mi teora de los colores, a saber, que mi teora es un

    fundamento y una instruccin, un armazn y un bosquejo que nodebe pretender ser nada ms. Tambin l ha sealado varias negli-gencias, revelado muchas desatenciones, corregido pasajes y verifi-cado otros, ha aadido cosas nuevas y, principalmente, ha juzgadode forma correcta las fortalezas y las debilidades de los adversarios.

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    A pesar de todo lo que el asunto podra ganar con esto y de lagran alegra que me provocara vivir lo que a otros slo se les reser-va hasta despus de su muerte, en mi situacin actual me exigira

    un gran esfuerzo y un mpetu poderoso volver a adentrarme enesa tan querida y transitada regin. Es ms, casi me fue imposiblecomplacer a mi amigo cuando me pidi informacin acerca de lospuntos principales de mi teora. Es por ello que mi mayor deseo esque ustedes dos se aproximen y trabajen juntos hasta que yo pue-da retornar felizmente de mis maravillosos viajes espirituales queactualmente me llevan de un lado a otro a las regiones de lasarmonas y de los colores. Dejo a usted la decisin. Quede segurode mi simpata.

    Con los mejores deseos,

    Goethe.

    Weimar, 23 de octubre de 1815.

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    A Johann Wolfgang von Goethe

    Su excelencia:

    Me ha dado una enorme alegra con su bondadosa carta, porquetodo lo que de usted proviene tiene para m un valor inestimable;ms an, es algo sagrado. Por otra parte, su carta elogia mi trabajo, yeste asentimiento suyo sobrepasa para m el de cualquier otra perso-na. Pero lo que ms me alegra de todo esto es que en su elogio, conesa manera de adivinar las cosas que le es tan propia, acierta ustedde nueva cuenta al alabar la sinceridad y la honradez con las quehe trabajado. Pero no slo lo que he realizado en este campo tanlimitado, sino todo lo que espero realizar en un futuro, tendr queagradecrselo a esa sinceridad y a esa honradez. Estas cualidadesque en principio slo conciernen al aspecto prctico de las cosas,

    en m se han desplazado al mbito de lo teortico y lo intelectual:yo no puedo ceder, no puedo darme por contento mientras existauna parte cualquiera de un objeto de mi estudio que no acabe pormostrarme limpia y claramente su forma.

    Toda obra tiene su origen en una sola y feliz ocurrencia, y esslo sta la que proporciona la voluptuosidad de la concepcin; sinembargo, su nacimiento, su realizacin, no sucede, al menos en micaso, sin sufrimiento. He aqu pues que me planto ante mi propio

    espritu como lo hara un juez inclemente de un prisionero que yaceen el potro del suplicio y a quien obligo a responder hasta que yoya no tenga ms preguntas. Creo que la mayor parte de los erroresy absurdos que tanto abundan en toda clase de teoras y filosofasse deben nicamente a la falta de esta honradez. No se encuentra laverdad no porque no se la haya buscado, sino simplemente porqueno se le busc adecuadamente; y es que, en vez de encontrarla, se

    trat de redescubrir una opinin ya establecida, o cuando menosde no perjudicar una idea que uno apreciaba; con tal propsito ha-ba que dar rodeos e idear toda clase de evasivas y utilizarlas contralos dems y tambin contra uno mismo. El valor de no guardarseninguna pregunta en el corazn es lo que hace al filsofo. ste tiene

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    que parecerse al Edipo de Sfocles, quien, en busca de esclarecersu terrible destino, no deja de indagar aun cuando presiente que loms terrible puede sobrevenirle de las respuestas que reciba. Pero

    la mayora de los filsofos llevan en su interior a una Yocasta, lacual le suplica a Edipo en nombre de todos los dioses que no sigapreguntando y, como ceden ante ella, a la filosofa le va como le va.Tal como Odn ante las puertas del infierno, quien no dejaba deinterrogar a la vieja adivina en su tumba, desatendiendo la obstina-cin, los requiebros y las suplicas de aquella que lo exhortaban a lacalma, as tiene que inquirir el filsofo, quien debe interrogarse as mismo sin concesiones. Pero este valor filosfico, que constituyeuna sola cosa junto con la sinceridad y la honradez en la investiga-cin, virtud que usted ha reconocido en m, no proviene de la re-flexin, no se deja provocar por mximas, sino que se trata de unatendencia congnita del espritu. Estrechamente entretejidas conlo ms ntimo de mi ser, esta sinceridad y esta honradez se revelantambin en lo prctico y lo personal, de modo que muy a menudoadvierto con satisfaccin cmo la gente casi nunca tiene escrpulos

    conmigo, sino que por el contrario, la mayora me otorga su con-fianza apenas al conocerme.Esta cualidad ma (de la que temera haber presumido en exceso

    de no ser porque la honestidad es lo nico que nos est permitido atodos elogiar de nosotros mismos) es tambin la que me proporcio-na la confianza para dirigirme a su excelencia de manera tan abiertay tan libre como es mi propsito hacerlo hoy.

    Su carta me ha privado de una esperanza que, a pesar de todo,

    haba comenzado a situarse poco a poco en mi interior, la esperanzade que usted satisficiera el deseo que le hice saber en mi prime-ra carta. A pesar de anhelar esta satisfaccin, no soy tan estpidocomo para exigirle que reconsidere su postura, aunque no le ocultoque dicho deseo es un motivo adicional para mi actividad en esteasunto. Es por ello, pues, que en su consideracin no debe tenerseen cuenta nada ms que el honor de la verdad, lo sagrado de la

    ciencia y la fama del inmortal nombre de usted, contra los cualesse han alzado con motivo de este asunto un ejrcito de miserableshroes de ctedra a quienes sin duda alguna condenar la posteri-dad, pero que mejor sera que recibieran ahora mismo el destinoque les corresponde.

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    Por qu, como dice la carta de aprendizaje, el juicio es dif-cil*? Porque tiene que ser al mismo tiempo objetivo e imparcial;rara vez se halla a un verdadero entendido que no se tenga a s

    mismo en tanta estima como para no mezclar irremediablementelas observaciones objetivas y subjetivas. No debemos esperar, porconsiguiente, abnegacin alguna, y los huspedes que prefieren oruna cancin ajena a la suya propia no son muchos.

    Creo firmemente que su excelencia no habra dirigido sus elo-gios tal como ahora lo ha hecho, es decir, con un cierto reparoa mi obra mas no a mi persona, si mi escrito no contradijese ensus resultados y su significado algunas cuestiones secundarias desu teora de los colores. Necesariamente, el error yace en mi obra oen la de usted. De ser lo primero, por qu se privara su excelenciade la satisfaccin de corregirme, y de privarme a m la enseanzaque me ocasionara el que, en pocas palabras, trazara usted en miescrito la lnea que separa lo verdadero de lo falso? Aunque he deconfesarle honestamente que no creo que pudiera trazarse tal lnea.Mi teora es el desarrollo de un solo pensamiento indivisible, el

    cual es completamente falso o verdadero: se parece a una bveda dela que no puede extraerse una sola piedra sin que se venga abajo.Su obra, en cambio, es la compilacin sistemtica de numerosos ydiversos hechos (anteriormente, debido a la falsa teora de Newton,fueron en parte adulterados y en parte ocultos); por ello resultasumamente fcil que haya podido deslizarse en ella algn pequeoerror que puede enmendarse con facilidad sin que sufra dao algu-no el conjunto. Ahora bien, de ser este el caso, esos miserables ene-

    migos a quienes nosotros tendramos que exigir que se retractarande una horda de errores centenarios, antes de descubrir y reconocerel infinito nmero de cosas verdaderas y excelentes que contienela obra de su excelencia, tomaran precisamente ese nfimo errorcomo pretexto para desentenderse por completo de todo lo demsque su obra contiene, y jams (al menos no hasta que llegue unageneracin imparcial) llegara la validez del todo a ocultar la evi-

    dencia de ese minsculo error. Por consiguiente, si es que alguna

    *Alusin al libro VII, captulo 9, de Los aos de aprendizajede Wilhelm Meisterde Goethe.

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    equivocacin se ha infiltrado, tarde o temprano tiene que salir a laluz, et pueri qui nunc ludunt nostri judices erunt.*Sin embargo, cuntoms contribuira a realzar su honor ante el mundo y la posteridad

    y cunto ms reforzara el reconocimiento de su obra si esos pe-queos errores casuales se constataran en el escrito de uno de susprimeros partidarios con la consideracin y respeto debidos a sudestreza en un escrito que usted mismo editara, antes de que elenemigo sea quien los saque a la luz con inquina. Acaso no es amenudo preferible ceder un miembro del cuerpo al cuchillo delcirujano para poder salvar la vida? Y acaso no es terrible, cuando,en cambio, le decimos al cirujano: haz lo que te parezca, pero esaparte ni la toques!

    A esto hay que aadir que los puntos en los que mi tratado di-siente con su teora de los colores tienen una relevancia minscula;es ms, esto resulta casi trivial si uno toma en cuenta la forma enque mi teora secunda a la suya, y a su vez, si uno considera cmosta le proporciona a aqulla una confirmacin absoluta y un fun-damento inquebrantable.

    El asunto principal es la produccin del blanco. Aqu Newtonsolo se acerc a la verdad por casualidad y con meras palabras mien-tras que usted ha ilustrado lo esencial del asunto, es decir, la absor-cin de todo color por su contrario. Slo habra que corregir estodiciendo que el gris que pudiera producirse no se corresponde, ensentido estricto, al color como tal, sino slo al color qumico; conesto, queda ya suficientemente dicho todo lo que hay que justificar-le a usted. La produccin del blanco para m no es otra cosa ms

    que lo siguiente: cuando enunoy el mismo punto de la retina la ac-tividad de la percepcin del rojo se da simultneamente a la actividadcon la que se percibe el verde, surge la sensacin del blanco o de laluz, es decir, se da entonces la completa actividad del ojo cuyas dospartes iguales eran verde y roja respectivamente. Y lo mismo sucedecon las mitades desiguales. Recientemente, Malus y Arago han rea-lizado en Pars difciles experimentos y sabias investigaciones sobre

    la polarizacin y la despolarizacin de los rayos luminosos, con loque han puesto de manifiesto las luces homogneas; sin embargo,

    *Y los nios que hoy juegan maana sern nuestros jueces.

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    todo su trabajo es en vano: recorren un camino equivocado pues,siguiendo a Newton, buscan la causa esencial de los colores en unagenuina y originaria modificabilidad (divisibilidad) de la luz. Y en

    realidad es que la primera no reside en la segunda sino en unagenuina y originaria modificabilidad (divisibilidad) de la actividadde la retina; con el propsito de provocar la manifestacin por unacausa secundaria (estmulo externo), es necesario utilizar una luzatenuada de cierta manera (por el oscurecimiento o tambin porla reflexin sobre la superficie originaria de ciertos cuerpos) queaqu, sin embargo, para la manifestacin de los colores en el ojo,slo juega el mismo papel que el frotamiento en la produccin de lamnima electricidad (separacin del polo positivo y el polo negati-vo) perteneciente al cuerpo. Estos seores siguen una ruta comple-tamente equivocada al empearse en buscar, siguiendo a Newton,los colores en la luz y no en el ojo. Es precisamente as como seequivocaron todos los filsofos anteriores a Kant, pues pensaronque el tiempo, el espacio y la causalidad eran independientes delsujeto y, consecuentemente, buscaron el principio, el fin, el origen

    y el propsito del mundo, con el sujeto incluido.La segunda contradiccin es que slo la oposicin fisiolgica yno la fsica es polar. Recuerdo muy bien que ya le expliqu esto asu excelencia de viva voz en Weimar, y que, de una manera bastanteliberal, me contest: escriba usted una obra en dos gruesos tomosen la que no haya nada que enmendar.

    La tercera es la formacin del violeta, una cuestin secundariae insignificante. De todos modos, le har llegar con alegra las ano-

    taciones prometidas a este respecto.Por lo dems, estas pequeas correcciones no suponen para m

    mrito alguno: s lo tiene, por otro lado, el descubrimiento de la teo-ra que hace posible que surjan estas correcciones. Quien abre unnuevo campo en el camino emprico de la ciencia y da con una grancantidad de hechos, y a continuacin los expone segn sus relacio-nes inmediatas, puede ser comparado con aquel que descubre una

    nueva tierra y traza los primeros esbozos en un plano. El terico,no obstante, se asemeja a uno de muchos que, guiados por aqul,llegaron all, y que asciende por una enorme montaa desde cuyacima abarca con la mirada la totalidad de esa nueva tierra. Es mritode l haber llegado a la cima; pero que desde lo alto vea cmo todos

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    los que deambulan abajo yerran al elegir el camino ms prximo, yque determine con exactitud las confluencias de los montes, ros,bosques, eso no es otra cosa ms que un juego de nios.

    S con absoluta certeza que yo he realizado la primera y verda-dera teora de los colores, la primera hasta donde llega la historia delas ciencias; s tambin que un da dicha teora ser aceptada uni-versalmente y que se ensear a los nios en las escuelas asociandomi nombre al honor de su descubrimiento, o bien, el nombre dealgn otro que descubri la misma teora o que me la rob. Sin em-bargo, s tambin con idntica certeza que jams hubiera podidodescubrirla sin el grandsimo y precedente mrito de su excelencia.Creo, de igual manera, que tanto el motto*de mi escrito como, engeneral, el tono del conjunto, e inclusive casi cada lnea, expresaeste reconocimiento: al fin de cuentas no soy ms que el defensorde su excelencia (por eso espero tambin poder revestirme con susblasones); incluso he aumentado con toda intencin las pocas dife-rencias que me separan de usted para que nadie piense advertir enm una ciega dependencia y parcialidad. Mi teora es a la de su exce-

    lencia lo que el fruto es al rbol. Mi teora servir para proporcionarvalidez y aceptacin a su obra sobre los colores, lo cual no es pocacosa. Su misma excelencia me ense una vez que debemos proce-der siempre de manera positiva, construir persistentemente y nodemorarse demasiado con el hundimiento de lo extrao, a lo queyo repuse citando las palabras de su querido Spinoza: est enim verumindex sui et falsi: lux se ipsa et tenebras ilustrat.**La parte didctica dela teora de los colores de su excelencia es, por supuesto, positiva en

    la medida que expone los hechos y revela su correspondencia y sucoincidencia; la parte polmica, es decir, la parte negativa, era abso-lutamente necesaria porque aqu, antes de cualquier cosa, haba quedeshacer los viejos errores con el fin de abrir camino. Sin embargo,a cambio de la teora de Newton que en su obra derriba, usted noproporciona otra nueva. En esto ha consistido mi labor; con ella elpblico obtiene lo que siempre desea y a lo que tan difcilmente re-

    nuncia: conceptos generales que abarcan lo esencial de todo posible

    *Lema.**Lo verdadero, ciertamente, se muestra a s mismo y tambin muestra lo

    falso: la luz se muestra a s misma a la vez que muestra a las tinieblas.

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    fenmeno del color. Por consiguiente, mi teora sustituye muy biena la de Newton en tanto que la ma es realmente aquello que la otrapretenda ser. Si hiciera una comparacin de la teora de los colores

    de su excelencia con una pirmide, mi teora sera, por analoga, elvrtice, el punto matemtico indivisible desde el que se expande laenorme construccin y que es tan esencial que sin l la pirmidedejara de existir; por su base, en cambio, uno puede quitarle todolo que quiera sin que por eso deje de ser una pirmide. Como losegipcios, usted no comenz a construirla por la punta, sino quecomenz por los cimientos en toda su extensin y, posteriormente,al tomarlos como fundamento, continu construyendo hasta la cs-pide. En este edificio suyo ya se da y se determina perfectamente lacspide; sin embargo, a m me ha dejado usted la tarea de colocar-la verdaderamente donde le corresponde, con lo cual la pirmidequeda ya completada, para consuelo de los siglos que habrn devenir. Los fenmenos que prueban mi teora los ha expuesto ustedextraordinariamente bien antes que yo, y como son tan irrefutablesque nadie se atreve a discutirlos, los enemigos lo han ignorado a

    usted (al menos hasta donde yo s), guardando un silencio absolu-to. Sobre esta inamovible y absoluta evidencia basada en s misma,descansa firmemente mi teora; pero con ella no puede asociarse enmodo alguno la de Newton; la teora de los colores de usted, porel contrario, guarda con la ma una extraordinaria afinidad. En elcontexto de todas esas investigaciones adicionales de hechos aisla-dos en torno a los que se ha centrado la polmica hasta ahora, miteora ser, desde ahora en adelante (aun cuando entre tanto la de

    Newton siga teniendo alguna vigencia) la nica que habr de refu-tar con xito lo que jams pudo refutarse. Es por ello que sostengoque la popularidad de mi teora provocar el derrumbamiento de lade Newton. Esa vieja fortaleza la ha atacado usted por todas par-tes y la ha horadado con tal arrojo que el zapador experto ve cmoflaquea y sabe que sta acabar por caer. Sin embargo, los invlidosque se encuentran en su interior se niegan a claudicar, es ms, in-

    cluso berrean un absurdo Te Deuma los cuatro vientos. Pero graciasa las trincheras y a los tneles que usted realiz he logrado enterraruna mina bajo los cimientos de la fortaleza, que con su sola explo-sin derrumbar el edificio entero. Lo que ahora se espera de ustedes que prenda la mecha y la vigile a fin de que estalle la mina, para

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    que nada impida su explosin. Espero que no le detenga el temorde que algunas de sus propias fortificaciones y mquinas de guerraque a estas alturas resultan ya innecesarias pudieran sufrir algn

    dao en la empresa.En lo que atae a la propuesta que su excelencia ha tenido la

    bondad de hacerme, lamento comunicarle que no estoy muy dis-puesto a aceptarla. No veo a dnde podra llevarme, ya que el juiciode cualquier individuo tiene muy poco valor para m; el caso desu excelencia es bien distinto, pues usted no es un individuo cual-quiera: usted es nico. Por lo dems, alcanzo bien a apreciar qu eslo que el doctor Seebeckrecibirade m: pues como yo, l tambinpiensa que la teora de los colores de su excelencia es un trabajopreliminar y ha podido ocuparse de ella ms tiempo y con ms de-tenimiento que yo; asimismo, mi teora sera a los ojos de esta per-sona aquello que l debi haber descubierto y que no pudo, lo cualno le hara la menor gracia. Por otro lado, no veo qu es lo que lhabra de aportarmea m a cambio: no me sera de ninguna utilidadtener noticia de algunos experimentos aislados ni poseer prolija in-

    formacin sobre algunos contrincantes a quienes yo no doy mritoalguno. Y por ltimo, tendramos que dejar enteramente a la buenavoluntad del doctor Seebeck el que hiciera pasar mis conocimien-tos por los suyos o no. Lo que yo necesito y deseo es autoridad;usted tiene mucha, l no puede proporcionarme ninguna y staes la razn por la cual l no puede ayudarme. Confo firmementeen que su excelencia me comprender y que comprender tambinmis sentimientos hacia usted y que, por esta misma razn, no habr

    de tomarse como un reclamo sino solamente como una pequeabroma que le diga que ante su propuesta no puedo hacer otra cosams que pensar enseguida en la hija del prroco de Taubenhayn,quien, teniendo aspiraciones de casarse con el magnnimo seor,ste se la otorga a su cazador ms valiente. Tambin pienso en Jean-Jacques Rousseau, quien en su juventud fue invitado a comer poruna ilustre dama a quien visitaba y no se percat, sino hasta el

    ltimo momento, de que ella pretenda mandarlo a comer con laservidumbre.Su excelencia tiene ahora otras ocupaciones; quiz se encuentre

    en la elevada regin de la creacin potica, desde donde las investi-gaciones cientficas han de parecerle con merecida razn demasiado

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    insignificantes. A pesar de ello, no puedo creer que tales ocupacio-nes le impidan tomar parte de alguna forma u otra en estos asuntosrelacionados con la teora de los colores. En efecto, aqul trata de

    un terreno tan reducido, tan fcil de abarcar, y adems tiene queestar usted tan indeleblemente impregnado del contenido esencialde la obra, fruto de sus investigaciones de tantos aos, y mi escritoes tan corto y ya desde hace tiempo tan familiar para usted, quepens que la decisin no habra de representar para usted ningunaprdida de tiempo ni tampoco alguna distraccin extraordinaria.Tambin yo, con excepcin de un par de semanas, he consideradosiempre este trabajo como cosa secundaria; por lo dems, constan-temente rondan teoras muy distintas por mi cabeza que nada tie-nen que ver con la teora de los colores.

    Pero, en realidad, qu es lo que pretendo con esta carta tanextensa y tan aburrida, con esta locuaz oratio pro corona?*Quiz quesu excelencia se sienta motivado a mirar de nuevo a mi pequea cria-tura con benevolencia y, antes de que la rechace, acepte usted ser supadrino. En efecto, sin esa gracia su constelacin no ser adecuada;

    la concepcin y el doloroso alumbramiento habran sido intiles yno tendra otra cosa ms que hacer que regresar al seno de la madre.Las razones de esto ya se las expuse a su excelencia en mi primeracarta. Qu ser del nio en manos del enemigo si sus propios ami-gos le niegan ayuda! El mundo, que desde hace tantos milenios nadaentre los colores sin saber qu son, seguir existiendo mucho tiempoan sin que necesite servirse de tal conocimiento, y no se sentirpeor por ello; slo a m me dolera tener que leer y or las absurdas

    opiniones sobre los colores as como las alabanzas con las que sonveneradas, mientras que yo, que conozco algo mejor, debo guardarsilencio. Dice Herodoto: ejist de odune est ton enanthropoisi aute, polafroneonta, medens kratein,**y Hamlet grita dolorsamente: but break myheart, for I must hold my tongue!***No obstante, estoy habituado a estesufrimiento en mi propia profesin.

    *Alusin al famoso Discurso por la corona de Demstenes.**La ms dolorosa de las penas humanas es pensar mucho y no saber nada,

    Historia(IX, 16).***Mi corazn se rompe, ya que tengo que mantener la lengua quieta, Hamlet

    (I, 2, 59).

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    Si por ahora debo guardar la ejemutha*pitagrica, confo que suexcelencia atender mi siguiente peticin, sobre todo si le recuerdoque fue el pensamiento de hacer algo que le complaciese lo que

    despert mi inters para dedicarme a un trabajo que, de no habersido motivado por esta razn, no hubiera sido realizado. Le pidoque cuando su excelencia me devuelva el manuscrito, me informecon toda franqueza y exactitud si ha hecho partcipe a alguien demi trabajo y, en ese caso, a quin. Nada ms natural, al encontraseusted con el doctor Seebeck, cuya ocupacin principal es la teorade los colores, que le hubiese hablado sobre mi ensayo, o incluso

    que se lo hubiera prestado para que lo examinase. Me gustara mu-cho saber cul es la situacin al respecto. Su excelencia sabe cuntodebe temer uno a los plagios, usted mismo me ha confiado algu-nas experiencias propias de esa clase, por ejemplo, el caso de vonOken.**Por ello espero que su excelencia comprenda a la perfeccinque le pida encarecidamente que me aclare este asunto.

    Tengo la esperanza de que su excelencia habr de ser indulgentecon el desparpajo y franqueza de esta carta, ya que ciertamente esta-

    r convencido de que nadie tiene tanta admiracin por usted comoel ms humilde servidor de su excelencia,

    Arthur Schopenhauer.

    Dresden, 11 de noviembre de 1815.

    *Discrecin.**Lorenz von Oken (1779-1851) se adjudic varios descubrimientos fisiolgi-

    cos hechos por Goethe.

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    Johann Wolfgang von Goethe a Arthur Schopenhauer

    Me encuentro muy agradecido, mi estimado amigo, de que median-te su amable y detallada carta quiera usted suprimir tan felizmentela distancia que nos separa. Slo puedo responder parcialmente asu misiva y tranquilizarlo acerca de la pregunta de si alguien ms havisto su ensayo. A este respecto, le contestar con absoluta sinceri-dad: nadie lo ha visto! El doctor Seebeck me visit en el campo,donde yo no tena el trabajo de usted. Es cierto que me acord desu ensayo, pero no cre tener el conocimiento necesario para realizarde memoria una explicacin pertinente del mismo; adems, con-tbamos con poco tiempo y no quise interrumpir a Seebeck en suexposicin de los fenmenos y su demostracin, que en su conjuntopertenecen al mbito de los colores fsicos. Por otro lado, me frena-ba la incertidumbre de no saber si eso sera de su agrado.

    Si le expres mi deseo de ponerlo en contacto con Seebeck fueporque yo esperaba que mi amigo se interesase por la parte fisiolgi-ca y por el aspecto general y terico del asunto. Pero, como a ustedno le parece, no insistir ms.

    Y eso es todo por el momento, al menos para que mi opininsobre el violeta pueda acompaar a esta carta. En primer lugar,debo hacerle saber mi insuperable aversin a tomar parte abierta,por mnima que sta sea, en la actual disputa en torno a la teora

    de los colores; sin embargo, creo hallarme en deuda con usted ycon su trabajo, el cual examino nuevamente y con gran atencinpor haber ampliado mis opiniones. Quien se inclina a construir elmundo desde el sujeto no negar la consideracin de que dicho su-jeto, en tanto que fenmeno, no es ms que un individuo, y de ahque requiera una cierta porcin de verdad y de error para mantenersu carcter especfico. Sin embargo, nada separa ms a los hombres

    que el hecho de que las porciones de ambos ingredientes se encuen-tren mezcladas en proporciones muy distintas.

    G. Weimar, 16 de noviembre de 1815.

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    A Johann Wolfgang von Goethe

    Su excelencia:

    Me prometi hace ya diez semanas hacerme llegar a la brevedadsu opinin sobre mi teora de los colores. Por mi parte, el tres dediciembre le escrib una extensa carta que contena la defensa de miopinin acerca del color violeta, as como una nueva y muy buenademostracin de mi teora. Desde entonces su excelencia parecehaberse olvidado de nueva cuenta tanto de m como de mi teora.Mi primera y siempre incierta esperanza de que usted, debido alpropio inters por la misma, me ayudara en la publicacin de mitrabajo, ha ido desvanecindose poco a poco; la expectativa con laque aguardaba, en todo caso, obtener por lo menos el juicio de us-ted, se esfuma en vista de que han pasado ya siete meses y en vano

    sigo esperando. Es por ello que le hago una ltima peticin a su ex-celencia, a saber, que tenga la bondad de devolverme el manuscrito,a fin de concluir de una vez por todas con este asunto; y es que estainseguridad, esta indeterminacin, esta espera, me resultan ya su-mamente desagradables; se trata de un desagrado que, ciertamente,tiene mucho que ver con mi autntico amor a la verdad, la claridady la certeza; por lo dems, he esperado y aguantado ya casi ochomeses, un periodo mayor al que nunca me pude haber imaginado.

    Hablando con absoluta franqueza, me resultaba imposible ima-ginar que su excelencia no reconociera la correccin de mi teora;pues s que la verdad ha hablado a travs de m en esta cosa tan pe-quea como un da habr de hacerlo en cosas ms grandes. Comousted posee un espritu tan armnico y se halla tan bien templado,me resulta todava ms imposible de creer que no vaya a tener en us-ted efecto alguno esta nota. No obstante, bien se me ocurre que exis-

    te cierta aversin subjetiva de su parte a determinadas tesis que noconcuerdan enteramente con las suyas, y que esto le quita las ganasde ocuparse de mi teora: de ah que demore y postergue constan-temente esa tarea. Usted guarda un absoluto silencio dado que nopuede ni concederme su aprobacin ni tampoco negrmela. En el

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    fondo, me sorprende que esto tenga que ser as, sobre todo porquesoy mil veces ms su defensor (y uno muy convencido, cabe sealar)que su enemigo; sin embargo, esto es lo que alcanzo a apreciar a

    partir de sus observaciones, y es lo que me obliga a pensar.Finalmente, le reitero a su excelencia que quede convencido:

    ni esta circunstancia, ni cualquier otra, supondr algn cambio enla autntica y profunda admiracin que nadie profesa como el mshumilde servidor de su excelencia,

    Dr. Arthur Schopenhauer.

    Dresden, 23 de enero de 1816.

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    Johann Wolfgang von Goethe a Arthur Schopenhauer

    Muy a menudo, mi estimado amigo, he deseado en estas largas ve-ladas de invierno que usted estuviese aqu, pues en el caso que nosocupa no es posible esperar ninguna informacin por escrito. Sitola teora de los colores en medio de los dos, como tema principal denuestra conversacin, y sta no tiene por qu ser siempre unnime.Pero a fin de no dejarlo a usted, en vista de sus bellos y honestosesfuerzos, sin la prometida cooperacin, examin durante dos dasen Jena, en la medida en que me fue posible, qu es lo que se hadicho sobre los colores desde hace ocho aos tanto aqu como enel extranjero. Con esto quera yo tener bases slidas para mi futu-ra conversacin con usted. Sin embargo, mi encomiable propsitoprodujo el efecto contrario que yo anhelaba, pues he advertido cla-ramente que los hombres podemos estar de acuerdo en cuanto a

    los objetos y sus fenmenos pero que jams llegaremos a estarlo enlo que respecta a los puntos de vista, las deducciones o las expli-caciones, incluso ni siquiera aquellos que estn de acuerdo en losprincipios, pues la aplicacin prctica de los mismos enseguida losvuelve a situar en discordia. Y, de igual manera, advert claramen-te tambin lo intil que es nuestro esfuerzo de querer compren-dernos mutuamente. La idea y la experiencia no coinciden jamsen el punto medio; slo pueden ser conciliadas mediante el arte

    y la accin. Me he ocupado de su manuscrito y de sus cartas, has-ta el punto de haber encuadernado estas ltimas con mis propiasmanos, porque todo debe permanecer junto. Con gusto mandarahacer un resumen de su trabajo, pero como esto slo podra reali-zarlo una persona competente, me vera obligado as a traicionar suconfianza. Si usted mismo quisiera realizar el resumen me alegraraenormemente, pues en verdad quisiera contar con una exposicin

    breve de sus opiniones para que cuando se d la ocasin puedaintroducirlas en el tratado sobre los colores.Hgame saber de vez en cuando de sus ocupaciones. Siempre

    me encontrar interesado, pues aunque ya estoy demasiado viejocomo para querer hacer mas las opiniones de los otros, me agrada

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    mucho, dentro de la medida de mis posibilidades, informarme, des-de el punto de vista histrico, en qu y en cmo piensan.

    Hgame saber pronto si esta carta ha llegado a sus manos.

    Con mis mejores deseos,

    Goethe.

    Weimar, 28 de enero de 1816.

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    A Johann Wolfgang von Goethe

    Su excelencia:

    Ha dicho en su biografa: mas al final, el hombre se remite siemprea s mismo. Ahora mismo tambin yo he de exclamar suspirandoinconsolablemente: entr solo en el lagar! No puedo ocultarlelo mucho que me ha dolido no haber obtenido de usted ningunacooperacin seria, ni la menor muestra de inters y ni tan siquierauna respuesta. La satisfaccin de la primera peticin que le hice laesper con mucha ms confianza de la que dej divisar: yo estabaseguro de colaborar vivamente con usted. Estas esperanzas sangu-neas fueron extinguindose paulatinamente; pero despus de tantotiempo, tras tantas cartas, que no me haya podido decir su opinin,su juicio, nada, excepto un elogio vacilante y un callado rechazo al

    aplauso, sin atisbo alguno de razn o argumentos en contra, eso fuems de lo que yo hubiera podido temer y mucho menos de lo queesperaba. Por otro lado, no es en lo ms mnimo mi intencin, y,aunque slo sea en el pensamiento, el hacerle el ms mnimo repro-che. Pues usted le ha otorgado a la humanidad entera, a nuestroscontemporneos y a las generaciones futuras, tantas y tan grandescosas, que todos y cada uno de nosotros, en esa deuda colectivaque la humanidad tiene con usted, no somos otra cosa ms que

    deudores, y por tal motivo ningn individuo, sin importar la clasea la que pertenezca, puede adjudicarse el derecho de hacerle a us-ted ningn tipo de reproche. Dicho con toda sinceridad, no puedopretender ponerme en esa situacin o en ese estado de nimo, puespara hacerlo hay que ser un Goethe o un Kant: ningn otro de losque miran al sol desde mi misma altura.

    Me resulta sorprendente, sin embargo, que su falta de colabora-

    cin, en lugar de debilitar la buena estima que tengo de mi trabajoy de haber aniquilado mi valor, parece casi haber fortalecido estasdos cosas. Estoy convencido de que mi teora es absolutamente ver-dadera, nueva y, en la medida en que el tema lo permite, impor-tante. Estoy ms ansioso que nunca de vindicar el descubrimiento

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    con mi nombre, por eso, hace poco que decid publicar el escritopara la prxima feria editorial. Es casi como si tuviera que apelar asu aprobacin, no a la de la absurda masa, sino al juicio del nico

    pensador, al nico hombre capaz de juzgar rectamente entre tantosmillones de seres que se desperdigan aqu y all por los extensosintersticios del tiempo y el espacio y que son, adems, aquellos aquienes denominamos posteridad: as es, la totalidad de esa posteri-dad es tan absurda como la contemporaneidad. S que esa chusmaque ocupa ctedras y dirige revistas literarias no dejar de ladrarcontra m, pero desde que le envi a usted mi ensayo, he realizadotan nuevos y tan slidos avances en el desprecio humano que meencuentro dispuesto a no dar importancia alguna a la opinin de lamasa humana, ya sea en mis pensamientos o en mis actos.

    Por otra parte, desde el ao de la primera redaccin de miteora, no he dejado de ocuparme del tema, ni de leer, escribir, ypensar al respecto. Es por ello que volver a redactar el ensayo, leaadir algunas correcciones, e incluir y eliminar algunas cosas,con el fin de mejorar la exposicin. Por ello, tengo que pedirle un

    favor a su excelencia, que con seguridad no me negar. Usted meescribi que en Jena haba intentado ponerse al corriente de lo quedesde hace ocho aos se ha escrito sobre la teora de los colores;poco tiempo antes tambin elogi usted el que Seebeck tuviera co-nocimientos precisos de lo que piensan sus enemigos. Me gustara,pues, que usted me informara con detalle de todo eso. Con excep-cin de las dos reseas, no conozco nada lo que se ha publicadoa recientes fechas, salvo aquel necio producto de Klotz, la bonita

    obra de Runge y la obra de filosofa de la naturaleza de Steffens (ala que no puedo elogiar); tambin, el infame escrito de Pfaffs, ellamentable panfleto en latn de Mollweides y algunos artculos enla biblioteca oftalmolgica de Himlys, la cual es ms antigua queel Tratado de los coloresde su excelencia. La Nueva teora de los coloresluminosos de Bewers la recibir en las prximas fechas. Le ruegoencarecidamente a su excelencia que me informe de todo lo que

    conozca excluyendo las obras citadas y, que de ser posible, me pro-porcione una resea literaria de Seebeck. Todo esto me servir dealgo si sucede sin retrasos de ningn tipo; Hartknoch publicar miensayo y le he prometido tener el manuscrito listo para la imprentaen tres o cuatro semanas.

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    Este escrito aportar mucho a la gloria y la defensa de la obra desu excelencia, por eso creo firmemente que de manera bondadosacumplir con lo que le he pedido.

    Con la ms imperturbable admiracin, el humilde servidor desu excelencia,

    Dr. Arthur Schopenhauer.

    Dresden, 7 de febrero de 1816.

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    A Johann Wolfgang von Goethe

    Su excelencia:

    Tengo el honor de enviarle mi escrito ya impreso. Entro solo en ellagar! Pero me mantengo firmemente en pie. Y tanto aqu como entodo lo dems, ste ha de ser mi destino: Nam Caesar nullus nobishaec otia fecit: Jordan Brunus.*Si su excelencia se tomara la molestiade volver a leer el escrito, lo encontrar muy modificado y ampliadocon aadidos muy significativos. Le pedira que me diera su opi-nin si no hubiera renunciado ya a la esperanza de obtenerla algnda, despus de una extensa correspondencia en la que tan a menu-do y con gran hincapi le ped en vano que me la manifestara.

    Tal vez su excelencia quisiera hacer el favor de anunciarme sihay esperanza de poder verlo este verano en Topliz, algo que, a cau-

    sa de la teora de los colores y, por muchos ms motivos, deseo muyvivamente. Sin embargo, sospecho que visitar usted de nuevo lasriberas del Rin, y creo que slo una causa no deseada, como que susalud lo obligase a ello, podra favorecer mis deseos.

    En cualquier caso, queda para usted con profundo respeto yadmiracin el ms humilde servidor de su excelencia,

    Dr. Arthur Schopenhauer.

    Dresden, 4 de mayo de 1816.

    *Pues ningn Csar nos ha otorgado esa musa: Giordano Bruno.

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    A Arthur Schopenhauer

    El sello negro de mi carta tiene que servirme, mi estimadsimo se-or doctor, para excusarme nuevamente con usted, por no podercomunicarle en la presente nada ms que la recepcin de su ocu-rrente ensayo. La enfermedad de mi amada esposa y su consiguientefallecimiento me ha alejado de toda actividad cientfica y, en parti-cular, de la teora de los colores, por la cual haba vuelto a sentirmeatrado debido a su trabajo, a la publicacin del artculo de Schulzel cual le adjunto y al traslado de todos mis aparatos cromticosa Jena. Por desgracia, tambin tuve que interrumpir los experimen-tos con los colores entpticos, as como los qumicos, a los queme haba acercado el magnfico escrito de Voight: Los colores de loscuerpos orgnicos. Mientras tanto, es fcil deducir de todo esto que elpunto desde el que nosotros dos partimos prosigue vivamente su de-

    sarrollo, si bien en direcciones distintas. Ojal que usted tampocose canse de cultivar ese hermoso campo, ni de seguir alimentandosus opiniones para que as dentro de unos aos nos topemos go-zosos en el punto medio en el que ambos comenzamos; al final decuentas, nosotros nos inspiramos en la ms excelsa antigedad y esaventaja nadie puede quitrnosla. Deme noticias de usted de vez encuando.

    Con mis mejores deseos,

    Goethe.

    Weimar, 16 de junio de 1816.

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    A F. A. Brockhaus

    Seor editor F. A. Brockhaus, en Leipzig:

    Como el seor von Bidenfeld me coment que, en principio, ustedno tendra objecin alguna en publicar un manuscrito mo, me hetomado la libertad de hacerle saber de qu se trata el mismo.

    Con ocasin de la feria editorial Michaelis*de Leipzig, quisierapublicar una obra filosfica en la que he trabajado incesantemen-te durante aos. Por una parte, no sera adecuado que yo comoescritor me hiciera el modesto frente a un editor; tampoco seraapropiado andar de charlatn. Es por ello que deseo comentarlede manera sincera y escrupulosa a usted, quien me habr de juzgar,ciertos aspectos de mi obra que le ataen enormemente. Sin em-bargo, le tendr que pedir, como el hombre de honor que usted es,

    que no revele nada de lo que habr de decirle, ni siquiera el ttulode la obra, el cual nadie debe conocer antes de que se encuentre enel catlogo de la feria.

    Mi obra contiene un nuevo sistema filosfico, un nuevo sis-tema en todo el sentido de la palabra: no se trata de una nuevapresentacin de lo que otros han dicho antes, sino de una serie depensamientos hilvanados tan en sumo grado, que a ningn otrohombre le ha pasado jams por la cabeza. El libro en el que he

    realizado la difcil tarea de expresar a otros estas ideas ser, segnmi ms profunda conviccin, uno de esos libros que se vuelven laocasin y la fuente de muchos otros ms. En lo esencial, ya tenaestos pensamientos en mente desde hace cuatro aos, pero parapoder desarrollarlos y para que a m me parecieran perfectamen-te claros mediante numerosos ensayos y estudios necesit de otroscuatro aos, en los cuales me ocup exclusivamente de este tratado

    as como de estudiar las obras extranjeras cuyos temas eran afines.

    *En la feria de San Miguel Kant, Goethe y Schiller, entre muchos otros,presentaron varias de sus obras ms importantes.

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    Desde hace un ao comenc a completar todo este tratado parahacerles comprensibles a los dems mis pensamientos y justamenteahora he terminado. Este tratado no es nada semejante ni a la ver-

    borrea rimbombante, vaca y absurda de la nueva escuela filosficani al parloteo prolijo y trivial de la poca anterior a Kant. El moes un tratado claro, comprensible y a su vez enrgico, y tambindebo decir que no est exento de belleza: slo quien realmente tie-ne pensamientos propios tiene un verdadero estilo. El valor que leatribuyo a mi trabajo es muy grande, pues lo considero como unfruto de mi propia existencia. La impresin que le provoca el mun-do a un espritu singular, y el pensamiento con el cual el espritu,despus de haberse instruido, reacciona a dicha impresin, estnya formados cerca de los treinta aos, y todo lo que se producedespus son variaciones y repeticiones de lo mismo. Si este estu-dio, este pensamiento, uno de los miles que se dan da con da enmillones de individuos, es verdaderamente diferente y genuino, astambin lo ser la obra en la que ste se exprese y se manifieste, tanpronto el destino le sea a uno favorable y le d a uno el ocio y la paz

    interna y externa para completarla. Creo que ste ha sido mi caso,y es por ello que, de corresponderse mis exigencias al valor que leotorgo a mi obra, stas seran extraordinarias e incluso exorbitan-tes. Mis exigencias para darle mi manuscrito a un editor tambinseran muy elevadas si estuvieran fundadas bajo el mismo criterio.Sin embargo, ste no ser el caso, no puedo pedirle que por mispropias palabras crea todo lo que le he dicho, pues sera lgico quesospechara que se trata de pura vanidad. Por ello, parto del hecho

    de que soy un autor poco conocido, y de que una obra filosfica,en tanto que no haya logrado obtener la gloria, no es acogida enprincipio por un gran pblico, y que sta slo llega con el paso deltiempo. En estas razones se fundamentan, pues, las mnimas perojustas exigencias que ahora le har saber.

    Mi obra lleva por ttulo El mundo como voluntad y represen-tacin,de Arthur Schopenhauer, junto a un apndice que contiene

    la crtica de la filosofa kantiana. Segn mi estimacin, la obradeber ser impresa en octavo grande con no ms de 30 lneas porpgina, y en 40 pliegos, mismos que no deben ser divididos en dostomos. Si acepta imprimir mi obra, usted recibir dos tercios delmanuscrito a mediados de julio. No antes, pues, aunque ya est

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    terminado, lo debo pasar en limpio y hacerle de paso algunas en-miendas. El ltimo tercio del manuscrito lo recibir a ms tardara principios de septiembre. Usted ser responsable de transportar

    la obra ya impresa a la feria de libros en buen papel de impresin,en formato grande, y con letra fina. Se tendr que comprometeren un contrato a imprimir 800 ejemplares y renunciar a todos losderechos de una segunda edicin. Me tendr que dar su palabra dehonor de que cada pliego ser ledo tres veces y que cada uno sercuidadosamente corregido. La ltima de estas correcciones ser rea-lizada por alguien sumamente erudito designado por m que revi-sar, con el manuscrito en mano, las otras correcciones realizadas.Usted me pagar, por concepto de honorarios, la mnima cantidadde un ducado por cada pliego impreso, mismos que me tendr quedar justo despus de la entrega del manuscrito; ya que, tan prontose distribuya el mismo, partir rumbo a Italia en un viaje que hepostergado por dos aos debido a la elaboracin de esta obra. Final-mente, lo ltimo que le pedir es que me proporcione diez tomosde la obra impresos en buen papel.

    No le puedo mandar el manuscrito a Durchsicht en parte debi-do a que la obra, en su estado actual, slo me resulta legible a m,en parte tambin se debe a que no se lo puedo entregar a nadiemientras no tenga una copia del mismo, y, finalmente, debido aque todava me encuentro muy ocupado haciendo las correccionesque le mencion. Le solicito que me haga saber su complaciente ydecisiva respuesta sin demora, pues, en caso de que no acepte mipropuesta, le habr de encargar a alguien que vaya a Leipzig que me

    busque un editor.Me parece que el seor von Biedenfeld le ha escrito que yo

    pensaba escribir y publicar un artculo titulado Colores en la en-ciclopedia que usted dirige. Se trata de un maysculo error: yo nohago esa clase de trabajos. A lo nico a lo que consent fue a lo si-guiente: si el seor von Biedenfeld quisiera escribir dicho artculo,yo lo podra revisar y corregir, tal como lo hice con el artculo que el

    profesor Ficinus realiz para el diccionario de Pier. El otoo pasadousted tuvo la amabilidad de ofrecerme dos luises de oro por cadapliego que redactara para la revista Kunstblatt, pero no los acept yaque nunca pienso trabajar para ningn peridico.

    Slo quisiera aadir que de ningn modo consentir a enviarle

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    el manuscrito, ni siquiera de modo parcial, antes de las fechas acor-dadas. La conclusin que intento darle a la obra no lo permite enlo absoluto.

    Devotamente, queda de usted,

    Arthur Schopenhauer.

    Dresden, 28 de marzo de 1818.

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    22A F. A. Brockhaus

    Sr. F. A. Brockhaus, en Leipzig:

    Es para m una gran alegra que haya aceptado mi oferta y, en con-secuencia, el que me haya librado de ulteriores preocupaciones. Asi-mismo, espero que un da se felicite por haber concertado un buennegocio. nicamente le pido ahora tener muy presente que lo msimportante para m de nuestro convenio no son los honorarios, loscuales, por cierto, no se corresponden en lo ms mnimo con elvalor de la obra ni con el tiempo y el trabajo que le he dedicado,sino el cumplimiento cabal de las condiciones restantes en relacincon la impresin y las correcciones. Slo cuando pueda confiar ple-namente en que se observarn todas las indicaciones acordadas po-dr sentirme tranquilo mientras me encuentre del otro lado de losAlpes. Espero incluso que cuando usted mismo se d cuenta de qutan lejos se haya mi manuscrito de la media, har ms por la aparien-

    cia del libro de lo que yo mismo he podido exigirle.Como se lo hice saber, debo pedirle que realicemos un contrato:sobre todo, esto me resulta importante porque deseo que se compro-meta formalmente a renunciar a cualquier derecho sobre la segundaedicin, a no imprimir ms de 800 ejemplares y a editar la obra parala Michaelis cumpliendo las estipulaciones que hemos acordado.Deseo quedarme completamente tranquilo al respecto.

    Tenga usted la bondad de tener preparados dos tipgrafos para

    mediados de julio, pues de otra forma no estarn impresos los cua-renta pliegos para la Michaelis. De aqu a entonces le pido tambinque me informe a qu lugar debo enviar el manuscrito.

    Por otra parte, la obra pasar la censura: en ella no puede en-contrarse ni una slaba que atente contra el gobierno o contra algoque se relacione con l; de igual forma, tampoco contiene nadaque se oponga a las buenas costumbres; es ms, del ltimo libro se

    desprende una moral que se corresponde exactamente con la delautntico cristianismo. Sin embargo, aunque esto no se manifiestade forma expresa, sino de manera tcita pero no menos evidente, lafilosofa que expongo se halla en contradiccin con los dogmas delas doctrinas judeocristianas. En la actualidad, no obstante, se ha

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    llegado a ser muy tolerante con los filsofos a este respecto, e inclu-so se ha vuelto habitual or decir a los autores cosas bastante fuertespor las cuales hace cincuenta aos habran sido perjudicados de

    manera importante. Tampoco hay en mi libro ningn ataque direc-to en contra de la Iglesia. Tengo, por ende, plena confianza de quehabr de pasar la censura. Por lo dems, no conozco a ciencia ciertacules son los principios segn los cuales sta rige; no se puedesaber tampoco cmo habrn de interpretar esos seores las cosasque digo. Pero no estoy dispuesto a realizar correcciones en esteescrito que tiene para m una importancia mayscula. Creo que enel peor de los casos usted podra hacer imprimir el libro en Jena oen Merseburg: aunque espero no haya necesidad de llegar hasta esainstancia. Adems, como sabe, una prohibicin para un libro no esprecisamente una desgracia.

    En relacin a los artculos de diccionario que me envi, pocacosa he podido hacer con ellos. Pues el primero expone la teorade Newton que yo, junto con Goethe, he declarado falsa e inclusoabsurda y a la que en el diccionario de Piermi propia teora la ha

    desplazado del lugar que cmodamente ocupaba desde hace 100aos en todos los manuales. Poco a poco la desplazar de todoslos dems lugares, ya que la fuerza de la verdad es muy distinta a laque posee un nombre famoso o a la del bullicio de los profesoresordinarios. Por este motivo, no podra hacer otra cosa para corregireste artculo que apoya la teora de Newton ms que anotar al piede pgina que se trata de u