sandías y monstruos

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Reflexiones Educativas SANDÍAS Y MONSTRUOS Una vez un viajero cabalgó hasta un poblado. Vio un gran grupo de lugareños agolpados frente a un prado, que gritaban y agitaban los brazos. Al acercarse el viajero, algunos corrieron hacia él, pidiendo ayuda a gritos. — ¡Socorro! ¡Socorro! ¡Hay un monstruo en el prado! El viajero miró hacia donde le indicaban. Lo único que desentonaba era una sandía muy grande. —No seáis necios —les dijo—. No es un monstruo, es una sandía. A los lugareños no les gustaron las palabras del viajero. — ¡Es un monstruo! —chillaron. — ¡No, no lo es! —exclamó el viajero. Los lugareños comenzaron a fastidiarse. — ¡Es un monstruo! —insistieron. — ¡No, no lo es! ¡Cualquiera puede ver que es una simple sandía! —bramó, furioso, el viajero. Los lugareños montaron en cólera. Acorralaron al forastero, lo arrancaron de su montura y lo arrojaron a una laguna cercana. Más tarde, ese mismo día, mucho después de que el primer viajero, que había salido arrastrándose de la laguna, se hubiese marchado, chorreando agua y barro, un caballero andante llegó al poblado. Los lugareños seguían agolpados frente al prado, gritando y agitando sus brazos. Al acercarse el jinete, de nuevo algunos lugareños corrieron a él, pidiendo ayuda a gritos. — ¡Socorro! ¡Socorro! ¡Hay un monstruo en el prado! El caballero miró hacia el prado. — ¡Así es! —gritó y desenvainó su espada. Acto seguido, espoleó a su caballo y galopó a través del prado, echando sablazos a troche y moche. Volaron trozos de sandía en todas direcciones, manchando con su jugo al jinete y a varios lugareños. El caballero detuvo su marcha y regresó hasta donde estaban los lugareños, quienes lo aclamaron, agradecidos. Estaban tan contentos que lo invitaron a pasar allí la noche, lo que aceptó. Durante su estancia, escuchó con atención las historias de los lugareños y aprendió acerca del modo de vida y las costumbres locales. Luego les contó historias propias. Una de las cosas que les enseñó, poco a poco, fue la diferencia que hay entre un monstruo y una sandía. Llegó el momento de marcharse. Los lugareños lo acompañaron hasta el linde del poblado. Al pasar por el prado, uno de ellos exclamó: — ¡Hay una sandía en ese prado! —Así es —respondió el caballero—. Y a veces puede haber monstruos.

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SANDÍAS Y MONSTRUOSUna vez un viajero cabalgó hasta un poblado. Vio un gran grupo de lugareños agolpados frente a un prado, que gritaban y agitaban los brazos. Al acercarse el viajero, algunos corrieron hacia él, pidiendo ayuda a gritos.— ¡Socorro! ¡Socorro! ¡Hay un monstruo en el prado!El viajero miró hacia donde le indicaban. Lo único que desentonaba

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Page 1: Sandías y Monstruos

Reflexiones Educativas

SANDÍAS Y MONSTRUOS

Una vez un viajero cabalgó hasta un poblado. Vio un gran grupo de lugareños agolpados frente a un prado, que gritaban y agitaban los brazos. Al acercarse el viajero, algunos corrieron hacia él, pidiendo ayuda a gritos.— ¡Socorro! ¡Socorro! ¡Hay un monstruo en el prado!El viajero miró hacia donde le indicaban. Lo único que desentonaba era una sandía muy grande.—No seáis necios —les dijo—. No es un monstruo, es una sandía.A los lugareños no les gustaron las palabras del viajero.— ¡Es un monstruo! —chillaron.— ¡No, no lo es! —exclamó el viajero.Los lugareños comenzaron a fastidiarse.— ¡Es un monstruo! —insistieron.— ¡No, no lo es! ¡Cualquiera puede ver que es una simple sandía! —bramó, furioso, el viajero.Los lugareños montaron en cólera. Acorralaron al forastero, lo arrancaron de su montura y lo arrojaron a una laguna cercana.Más tarde, ese mismo día, mucho después de que el primer viajero, que había salido arrastrándose de la laguna, se hubiese marchado, chorreando agua y barro, un caballero andante llegó al poblado. Los lugareños seguían agolpados frente al prado, gritando y agitando sus brazos. Al acercarse el jinete, de nuevo algunos lugareños corrieron a él, pidiendo ayuda a gritos.— ¡Socorro! ¡Socorro! ¡Hay un monstruo en el prado!El caballero miró hacia el prado.— ¡Así es! —gritó y desenvainó su espada.Acto seguido, espoleó a su caballo y galopó a través del prado, echando sablazos a troche y moche. Volaron trozos de sandía en todas direcciones, manchando con su jugo al jinete y a varios lugareños.El caballero detuvo su marcha y regresó hasta donde estaban los lugareños, quienes lo aclamaron, agradecidos. Estaban tan contentos que lo invitaron a pasar allí la noche, lo que aceptó.Durante su estancia, escuchó con atención las historias de los lugareños y aprendió acerca del modo de vida y las costumbres locales. Luego les contó historias propias. Una de las cosas que les enseñó, poco a poco, fue la diferencia que hay entre un monstruo y una sandía.Llegó el momento de marcharse. Los lugareños lo acompañaron hasta el linde del poblado. Al pasar por el prado, uno de ellos exclamó:— ¡Hay una sandía en ese prado!—Así es —respondió el caballero—. Y a veces puede haber monstruos.

Le he contado este cuento como una manera de introducir la idea de que es difícil convencer a los demás de ALGO SI UNO COMIENZA POR CONTRADECIRLOS.

Si nos hacen una pregunta cuya respuesta es “no”, siempre que sea posible es mejor dar una respuesta afirmativa a otra cosa. Por ejemplo, si nos preguntan si queremos cerveza, podemos responder: “De ser posible, prefiero vino, muchas gracias”. Si nos preguntan si es bueno llevar la contra, podemos responder: “Es mejor comenzar por estar de acuerdo, al menos en parte”.

Escaneado Por Pedro Lizárraga Nájera