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Revista Diocesana Mensual Revista Diocesana Mensual San Juan de los Lagos, Jal. Mayo de 2011 Nº 347 sobre la Nueva Evangelización sobre la Nueva Evangelización El Sínodo de los Obispos El Sínodo de los Obispos

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Page 1: San Juan de los Lagos, Jal. Mayo de 2011 Nº 347 El Sínodo ...colaboración en el colegio episcopal (los obispos en unión con el Sucesor de San Pedro) en el discurso a la Curia romana

Revista Diocesana MensualRevista Diocesana Mensual

San Juan de los Lagos, Jal. Mayo de 2011 Nº 347

sobre la Nueva Evangelizaciónsobre la Nueva Evangelización

El Sínodo de los ObisposEl Sínodo de los Obispos

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Centro Diocesano de Pastoral

Morelos 34. A. P. 21Tel. (395) 785-0020 Fax. (395) 785-0171

Correo-E: [email protected]: [email protected]

47000 San Juan de los Lagos, Jal.

Responsable:

Vicaría de Pastoral diocesana

Diócesis de San Juan de los Lagos.

ÍNDICE:El Próximo Sínodo de los obispos

sobre la nueva evangelización ...............................1

Historia de los sínodos: .............................................. 2

Las asambleas sinodales ............................................. 4

Lineamenta .................................................................12

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NUEVA EVANGELIZACION

EL PRÓXIMO SINODO DE LOS OBISPOSSOBRE LA NUEVA EVANGELIZACIÓN

Nos preparamos ahora a la XIII asambleaordinaria del Sínodo de los Obispos, que se reali-zará en octubre de 2012, con el tema: «La NuevaEvangelización para una transmisiónde la fe cristiana».

El Sínodo de los Obispos fue insti-tuido por Pablo VI con el Motu proprio«Apostolica sollicitudo» el 15 de sep-tiembre de 1965.

LOS SINODOS EN LA IGLESIA

Etimológicamente hablando la pa-labra «sínodo», derivada de los térmi-nos griegos «syn» (que significa «jun-tos») y «hodós» (que significa «cami-no»), y por lo tanto expresa la idea de«caminar juntos». Así que Sínodo esuna palabra griega que literalmente sig-nifica: camino en común (syn-odós). Por extensión:un alto en el camino, y el sitio de la parada.

Es un encuentro religioso o asamblea en la queunos obispos representativos del resto, reunidos conel Santo Padre, tienen la oportunidad de intercambiarsemutuamente información y compartir experiencias,con el objetivo común de buscar soluciones pastoralesque tengan validez y aplicación universal.

Pablo VI dio la definición de Sínodo de losObispos en el Angelus del domingo 22 de septiem-bre de 1974: «Es una institución eclesiástica quenosotros, interrogando los signos de los tiempos y,aún más, acercándonos a la interpretación profun-da de los designios divinos y de la constitución de laIglesia Católica, hemos establecido después delConcilio Vaticano II, para favorecer la unión y lacolaboración de los Obispos de todo el mundo conla Santa Sede, a través de un estudio común de lascondiciones de la Iglesia y la búsqueda de solucio-nes correspondientes a las cuestiones relacionadasa su misión. No es un Concilio, no es un Parlamento,sino un Sínodo de naturaleza especial».

Esa asamblea de obispos que representa al episco-pado católico tiene como tarea ayudar al Papa en elgobierno de la Iglesia universal dándole su consejo.Juan Pablo II decía que es «una expresión particular-

mente fructuosa y un instrumento de la colegialidadepiscopal» (Discurso al Consejo de la Secretaríageneral del Sínodo de los Obispos, 30 abril 1983).

Es una reunión periódica consulti-va para información papal. Sus asam-bleas están formadas por patriarcasrepresentantes de las Iglesias orienta-les en comunión con Roma, obisposdelegados de las ConferenciasEpiscopales de rito latino, varios su-periores generales de congregacionesreligiosas, los cardenales prefectos dela Curia Romana, y un grupo denominados personalmente por el Papa.

El fin de sus asambleas es debatircolegialmente con el Papa, y bajo suautoridad, sobre los problemas más

importantes de cada momento histórico. Su índole esde ordinario sólo consultiva; pero por autorizacióndel papa podría tener carácter deliberativo.

Se han celebrado asambleas trienales ordinarias;se han realizado también algunas asambleas extraor-dinarias; y ha habido asambleas especiales para losdistintos continentes. En ellas se deliberan los temasmás específicos de cada bloque. Son como pausas orespiros en el camino de la Iglesia, donde tomafuerzas para seguir caminando.

Primero se hace una consulta a las ConferenciasEpiscopales, ateneos católicos, institucioneseclesiales, a través de los «Lineamenta», un docu-mento que suscita reflexión y aportaciones. Así se daoportunidad a todas las Iglesias particulares del mun-do de entrar en el proceso sinodal con la reflexión, laoración y las sugerencias oportunas.

Con las diferentes aportaciones se elabora el«Instrumentum laboris», con el cual trabajarán en lassesiones del Sínodo, a manera de orden del día.

Del Sínodo no sale un documento, pues tienecarácter consultivo. Entrega al Papa las conclusio-nes, y una relación-resumen llamada «Propositiones».El papa puede ofrecer posteriormente a la Iglesia undocumento pontificio del género de las «exhortacio-nes apostólicas», recogiendo sus frutos.

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Desde la segunda mitad del siglo II, los obispos quesupervisaban ciudades o jurisdicciones importantes, sereunían con otros cercanos para determinar las cuestio-nes que tocaban al gobierno de sus comunidades.

Al institucionalizarse se les llamó indistintamentesínodos o concilios. Eran asambleas eclesiales dondeobispos, presbíteros y laicos deliberaban sobre susempresas y aspiraciones comunes.

Por ejemplo, en 256 Cipriano de Cartago convocó87 obispos norteafricanos para tratar el problema delbautismo de los cismáticos.

Tras la persecución de Dioclesiano, en 306, sereunieron en Elvira (Granada) 19 obispos, 9 presbí-teros y laicos de Baética, Galicia, Lusitania yTarragona, presididos por el obispo Félix de Acci.

Constantino convocó en Arlés (314) un sínodo paralos obispos de las provincias occidentales del imperio.

En Nicea (325), iniciaron los Conciliosecuménicos. 318 obispos condenaron el arrianismo ydeterminaron reunir sínodos provinciales dos vecesal año para gobierno de las Iglesias locales.

En Oriente se potenció mucho el gobierno cole-gial, mientras que en Occidente se dio importancia ala autoridad del Papa y de los obispos.

En la edad media aparecieron muchas corrientesconciliaristas que otorgaban mayor autoridad al con-cilio general o ecuménico que al papa. En reacción, elpapa enviaba sus legados personales para vigilar ygarantizar la unidad católica.

Tras la reforma tridentina, los concilios tienden adesaparecer, pero resurgen los sínodos diocesanos,que deben celebrarse anualmente. El excesivo cen-tralismo episcopal los redujo a evento exclusivamen-te clerical.

La definición dogmática de la infalibilidad papalhecha en el Concilio Vaticano I puso fin a las discusio-nes sobre la autoridad mayor del papa o del concilio.

El Código de Derecho Canónico de 1917 distin-gue entre Sínodos y Concilios; los primeros tienenvoto consultivo; los segundos, deliberativo.

Un concilio puede ser ecuménico (universal);plenario (de varias provincias); regional (de unaregión sometida a la sede romana). Y un sínodo:diocesano (para una sola diócesis); interdiocesano(para varias diócesis presididas por un solo obispo).

TRAS EL CONCILIO VATICANO II:Ya en la fase preparatoria del Concilio maduró la

idea de una estructura, todavía por determinar, quepudiera proporcionar a los obispos los medios paraasistir al Papa en el gobierno de la Iglesia universal.

El cardenal Silvio Oddi, entonces arzobispo yPronuncio apostólico en Egipto, hizo una propuesta,el 5 de Noviembre de 1959, para establecer un órganode gobierno central de la Iglesia, además de lasCongregaciones: un órgano permanente de consulta,una especie de ‘concilio en miniatura’ formado porpersonas de toda la Iglesia, que pueda reunirse perió-dicamente, al menos una vez al año, para tratar losproblemas más importantes y sugerir nuevas posi-bles direcciones en la ‘política’ de la Iglesia.

Card. Alfrink, Arz. de Utrecht, escribía el 22 dic1959: «El Concilio proclame que el gobierno de laIglesia universal es, por derecho propio, ejercido por elColegio de los obispos con el Papa como cabeza. Deaquí se deduce que, por una parte, el cuidado de laIglesia universal es responsabilidad de cada obispotomado singularmente y también, por otra parte, quetodos los obispos participan en el gobierno de la Iglesiauniversal. Esto puede hacerse no sólo convocando unConcilio ecuménico, sino también creando nuevasinstituciones. Un Consejo permanente de obispos es-pecializados, elegidos en toda la Iglesia, podría encar-garse de una función legislativa en unión con el SumoPontífice y los Cardenales de la Curia romana».

En el sondeo previo al Concilio, abundaron laspeticiones de instituir un senado, colegio o consejointegrado por obispos de todo el mundo, que aseso-rase al papa en aquellas cuestiones de interés general,y expresara la colegialidad.

Al discutirse en el aula conciliar el esquema sobrelos obispos y el régimen diocesano, ese colectivismose consideró peligroso para la unidad eclesial. Que elpapa designe a esos obispos, no los episcopados.

Card. Montini, Arz. de Milán, en el discurso conocasión de la muerte de Juan XXIII, hacía referenciaa una «continua colaboración del Episcopado, toda-vía no efectiva, que permanecería personal y «unitiva»,pero que tendría la responsabilidad del gobierno de laIglesia universal».

HISTORIA DE LOS SINODOS:

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Elegido Papa, Pablo VI, volvió al concepto decolaboración en el colegio episcopal (los obispos enunión con el Sucesor de San Pedro) en el discurso ala Curia romana (21 sept 1963); en la apertura de laSegunda sesión del Concilio Vaticano II (29 sept1963) y en la clausura de la misma (4 dic 1963),aceptando la idea.

En la tercera etapa de sesiones, al discutirse elesquema sobre el gobierno episcopal, se votó laposibilidad de crear un grupo o consejo central,integrado por obispos de diversas regiones, que ayu-daran al papa en el gobierno ordinario de la Iglesia, el4 de noviembre de 1964, con 1,914 votos a favor, 81en contra, y 3 nulos.

Al concluir el discurso inaugural de la última sesióndel Concilio (14 sept 1965), Pablo VI hizo pública suintención de instituir el Sínodo de los Obispos, enrespuesta a los deseos de los padres del ConcilioVaticano II de mantener vivo el buen espíritu nacidode la experiencia conciliar: «Tenemos la alegría deanunciar la institución, tan deseada por este Concilio,de un Sínodo de los Obispos que, compuesto porObispos, nombrados la mayor parte por las Conferen-cias episcopales con nuestra aprobación, será convo-cado, según las necesidades de la Iglesia, por el Roma-no Pontífice, para su consulta y colaboración, cuando,para el bien general de la Iglesia, le parezca oportuno».

Al día siguiente (15 sept 1965), al inicio de laCongregación general conciliar número 1.280, elobispo Pericle Felici, Secretario general del Conci-lio, anunció el Motu proprio «Apostolica sollicitudo»con el cual venía oficialmente instituido el Sínodo delos obispos.

En síntesis dice:1. Es una institución central permanente de represen-

tantes de todo el episcopado, que se reúne ocasio-nalmente.

2. Su carácter es consultivo, pero puede serdeliberativo si el papa lo concede y luego ratificasus decisiones.

3. El papa convoca, fija sus temas, ratifica sus miem-bros, preside las reuniones (personalmente o pordelegado), nombra al secretario permanente yespecial.

4. Sus asambleas pueden ser ordinarias o especiales.5. Los delegados sinodales proceden: de las Iglesias

orientales; de las conferencias episcopales, pro-porcionalmente al número de obispos de cada una(un delegado por cada 25 en las ordinarias; en lasextraordinarias sólo presidentes de conferencia

episcopal; por oficio, los presidentes de losdicasterios romanos).

6. A asambleas ordinarias asisten 10 padres generalesde religiosos, elegidos por la Unión de SuperioresGenerales. A las extraordinarias sólo 3.

7. El papa puede añadir un número de designados, nomás del 15% del total de sinodales.

8. Los grupos sinodales cesan con cada asamblea.

El Código de Derecho Canónico de 1983 (cc 342-345) precisa algunas cosas: El concilio ecuménico esconvocado, presidido, clausurado o suspendido porel papa. El concilio plenario nacional está presididopor un obispo elegido por la conferencia episcopal yaprobado por la sede romana. El concilio provinciales presidido por el arzobispo; puede asistir represen-tación de presbíteros y laicos, sólo con voto consul-tivo. El Sínodo de los Obispos, cuando el papaconcede que sea deliberativo, sería análogo a unconcilio universal restringido. Sus decisiones debenser ratificadas por el Papa. Todos tienen su reglamen-to específico a seguir fielmente.

En Oriente, según su Código (1990), el Sínodo delos obispos de la Iglesia patriarcal es la autoridadsuprema del gobierno patriarcal. Está integrado porel patriarca, los metropolitas y obispos del patriarcado,y tiene potestad legislativa y capacidad deliberativa.El patriarca tiene además un sínodo permanentecomo órgano de su gobierno, integrado por otroscuatro obispos (3 nombrados por el sínodo y uno porél), que se reúne 2 veces al año. Existe también unaasamblea patriarcal consultiva, en la cual puedenparticipar laicos como expertos o consejeros.

PERSPECTIVAS:PERSPECTIVAS:PERSPECTIVAS:PERSPECTIVAS:PERSPECTIVAS:La Iglesia católica, desde sus comienzos, ha sido

tripolar: papa, obispo, sínodo. El Sínodo es eco deuna Iglesia viva en marcha por el mundo, comunidadperegrina del Reino de Dios.

Al final de un Sínodo, se hace una consulta de tiposondeo acerca del tema de la siguiente asamblea. Sehace también un consenso de opiniones entre lasConferencias episcopales, las Iglesias orientales, losdicasterios de la Curia Romana y la Unión de Supe-riores generales.

Falta un instrumento de verificación de la efecti-vidad sinodal. Esto dificulta una evaluación fiablesobre las asambleas de un ámbito histórico, culturaly religioso tan diverso y pluriforme.

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1. I Asamblea General Ordinaria: «Preserva-ción y fortalecimiento de la fe católica, su integridad,su fuerza, su desarrollo, su coherencia doctrinal ehistórica» (29 sept - 29 oct 1967) 197 Padres sinodales.

Pablo VI estableció sus objetivos: «...la preserva-ción y el fortalecimiento de la fe católica, su integri-dad, su fuerza, su desarrollo, su coherencia doctrinale histórica». Uno de los resultados del encuentro fuela recomendación hecha por los obispos, en vistas dela difusión del ateísmo, la crisis de la fe y las opinio-nes teológicas erróneas, de crear una ComisiónTeológica Internacional, que ayude a la Congrega-ción para la Doctrina de la Fe, y amplíe un debatesobre los enfoques de la investigación teológica. Mástarde, en 1969, el Papa Pablo VI estableció la Comi-sión Teológica Internacional.

El Sínodo pidió también una revisión del Códigode Derecho Canónico de 1917, con la intención dehacerlo más pastoral y actual en su tono y énfasis. Lalabor fue iniciada posteriormente por Pablo VI yterminada bajo el pontificado de Juan Pablo II, con lapromulgación en 1983 del Código de Derecho Canó-nico revisado.

Se ha discutido sobre la importante función de lasConferencias Episcopales en la renovación de losseminarios y en la formación sacerdotal. Determina-dos procedimientos relacionados a los matrimoniosmixtos, recomendados por la Asamblea, fueron apro-bados por el Papa en 1970, así mismo, se tratarondiferentes aspectos de la reforma litúrgica, muchosde las cuales fueron implementados cuando se apro-baron las nuevas disposiciones sobre la Misa, queentraron en vigor en 1969.

2. I Asamblea General Extraordinaria: «Lacooperación entre la Santa Sede y las ConferenciasEpiscopales» (11-28 oct 1969) 146 Padres sinodales.

Tuvo como objetivo buscar y examinar las moda-lidades y procedimientos para poner en práctica lacolegialidad de los Obispos con el Papa, tema abor-dado en el Concilio. Abrió la puerta a una mayorparticipación de los Obispos con el Papa y de cadauno de ellos en el cuidado pastoral de la Iglesiauniversal.

El énfasis principal de estas sesiones recayó sobredos puntos básicos: 1. la colegialidad de los Obisposcon el Papa; 2. la relación de las ConferenciasEpiscopales con el Papa y con cada uno de losObispos. De las diversas recomendaciones al Papa,tres recibieron una atención inmediata: 1. que elSínodo se celebre a intervalos regulares: cada dosaños (luego cambiaría a «cada tres años»); 2, que laSecretaría General ejerza una labor organizativa yfuncional entre las Asambleas Sinodales; 3. que losObispos puedan sugerir temas para las futuras Asam-bleas.

Entre la segunda y la tercera Asamblea Sinodal secreó un Consejo consultivo de la Secretaría General,compuesto por 12 Obispos elegidos y 3 designadospor el Papa. Se reunió por primera vez del 12 al 15 demayo de 1970, con la intención de facilitar la comu-nicación con las Conferencias Episcopales y formu-lar la agenda de la siguiente Asamblea. Después, seinició una consulta general y mundial de los Obispos,con objeto de que sugirieran temas para la asambleasiguiente. Esta consulta comienza ahora en los últi-mos días de una Asamblea Sinodal. Desde entoncesel Consejo de la Secretaría General, elegido en cadaSínodo para la preparación de la asamblea siguiente,ha llegado a ser una característica permanente de laSecretaría General.

3. II Asamblea General Ordinaria: «Elsacerdocio ministerial y la justicia en el mundo» (30sept - 6 nov 1971) 210 Padres sinodales.

Los Padres sinodales, en esta ocasión, elogiaron alos sacerdotes en todo el mundo por su dedicación enel ministerio de la Palabra y del Sacramento, como asítambién en la obra pastoral en el apostolado. Almismo tiempo, se prestó atención a las numerosasdificultades que los sacerdotes encontraban en suministerio.

Además, trataron el tema de la justicia subrayandola necesidad de relacionar el Evangelio con las cir-cunstancias mundiales y locales. En respuesta, traza-ron un programa de ocho puntos para la acción a nivelinternacional, y recomendaron que la Iglesia, a nivellocal, impulse la educación y la colaboraciónecuménica en el campo de la justicia.

LAS ASAMBLEAS SINODALES

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4. III Asamblea General Ordinaria: «La Evan-gelización en el mundo moderno» (27 sept - 26 oct1974) 209 Padres sinodales.

Los Padres sinodales enfatizaron nuevamente elcarácter esencialmente misionero de la Iglesia y eldeber de cada uno de sus miembros de ser testigos deCristo en el mundo. El temade la «liberación» fue rela-cionado con la obra de laevangelización, cuyo ob-jetivo es liberar a los pue-blos y a las personas delpecado. Las recomenda-ciones y propuestas de losPadres sinodales presen-tadas al Papa fueron utili-zadas en la formulación dela Exhortación ApostólicaEvangelii nuntiandi del 8de diciembre 1975.

5. IV Asamblea Ge-neral Ordinaria: «El catecismo de nuestro tiempo»(30 sept - 29 oct 1977) 204 Padres sinodales.

El debate prestó una especial atención a la cate-quesis de los niños y de los jóvenes, y dio comoresultado treinta y cuatro «proposiciones» y más denovecientas sugerencias relativas al tema en seisáreas generales: la importancia de la renovacióncatequística, la naturaleza de la verdadera catequesis,las personas involucradas en la catequesis, la necesi-dad continua de una catequesis para todos los cristia-nos, los medios o canales de la catequesis y losaspectos particulares relativos a la catequesis.

Por primera vez publicaron la declaraciónsinodal «Mensaje al Pueblo de Dios», puntualizan-do que Cristo es el centro de la salvación y, portanto, de la catequesis. Y evidenciaron que todoslos cristianos tienen la responsabilidad de llevar aCristo al mundo.

El Papa Juan Pablo II publicó la ExhortaciónApostólica Catechesi tradendae (17 octubre 1979),usando gran número de reflexiones y de propuestasde los Padres sinodales.

6. Asamblea Especial para los Países Bajos:«La situación pastoral en los Países Bajos» (14-31enero 1980) 19 Padres sinodales.

Llamado «Sínodo Holandés», primera AsambleaEspecial del Sínodo según el nuevo Código de Dere-

cho Canónico (cf. c. 345), celebrada en Roma. Tratóel concepto acuñado en el Concilio Vaticano II delmisterio de la comunión de la Iglesia y susimplicaciones prácticas, en ámbito local y universal,concentrándose en la figura del Obispo como Maes-tro de Fe y Pastor de las almas, en su diócesis y en la

Conferencia Episcopal.En su conclusión la

asamblea adoptó resolu-ciones relativas alsacerdocio ministerial, lavida religiosa, la partici-pación de los laicos en lamisión de la Iglesia y lasenseñanzas del ConcilioVaticano II. Un Consejosinodal especialmenteconstituido al final de esteSínodo extraordinarioevalúa periódicamente,con la Secretaría Gene-ral, la situación pastoral

y la aplicación de las resoluciones sinodales. Mas nose ha vuelto a reunir desde el 10-11 de noviembre de1995.

7. V Asamblea General Ordinaria: «La familiacristiana» (26 sept - 25 oct 1980) 216 Padres sinodales.

Reafirmar la enseñanza de la Iglesia sobre laindisolubilidad del matrimonio y los contenidos de laEncíclica Humanae vitae fue la tarea central de esteSínodo. Los Padres sinodales redactaron el Mensajea las familias cristianas en el mundo moderno ypropusieron una Carta de los derechos de la familiaque Juan Pablo II concretó el 22 de octubre de 1983.El Papa publicó la Exhortación Apostólica Familiarisconsortio (22 noviembre 1981), como fruto de ladiscusión y de las propuestas de la Asamblea.

8. VI Asamblea General Ordinaria: «La peni-tencia y el perdón en la misión de la Iglesia» (29 sept- 29 oct 1983) 221 Padres sinodales.

Coincidió con el Año Santo «extraordinario» pro-clamado por el Papa para conmemorar el 1950ºaniversario de la Redención del mundo mediante laMuerte de Cristo. Los Padres sinodales pusieron derelieve la necesidad de aplicar los frutos de la Reden-ción de Cristo a la vida de cada persona y, por lo tanto,a la sociedad. En un documento publicado por laAsamblea, los Padres sinodales invitaron al mundo ala «reconciliación» y proclamaron «la Iglesia comosacramento de reconciliación y signo de la misericor-

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dia de Dios hacia el pecador». Su trabajo sirvió comobase para la Exhortación Apostólica Reconciliatio etpaenitentia del 2 diciembre 1984, por primera vezllamada documento «post-sinodal».

9. II Asamblea General Extraordinaria: «20ºaniversario de las conclusiones del Concilio Vatica-no II» (24 nov - 8 dic 1985) 165 Padres sinodales.

Conmemoró el aniversario de la conclusión delConcilio Vaticano II y evaluó el estado de renovaciónde la Iglesia. Según su estatuto, reunió a los Presiden-tes de más de cien Conferencias Episcopales delmundo entero y a otras diversas personas.

Las discusiones se centraron en los documentosdel Concilio Vaticano II y su aplicación por parte dela Iglesia en todo el mundo. Los Padres sinodalesredactaron un Informe final (Relatio finalis), difundi-do en la sesión de clausura junto al Mensaje al Pueblode Dios. En respuesta a la propuesta de los Padressinodales, el Santo Padre autorizó la compilación ypublicación del Catecismo de la Iglesia Católica,difundido en 1992. En relación a las ConferenciasEpiscopales, la asamblea expresó la conveniencia derealizar «un estudio de su estatuto teológico y sobretodo de explicar más clara y profundamente su auto-ridad doctrinal, teniendo en cuenta lo que hay en elConcilio en el decreto Christus Dominus y en elCódigo de Derecho Canónico, can. 447 y 753 (Rela-ción Final, II, C, 8, b)». Se concretó con la CartaApostólica Motu proprio del Papa Juan Pablo II sobrela naturaleza teológica y jurídica de las ConferenciasEpiscopales (21 mayo 1998), n 7.

10. VII Asamblea General Ordinaria: «La vo-cación y la misión de los laicos en la Iglesia y en elmundo» (1-30 oct 1987) 232 Padres sinodales.

A través de la consideración de los conceptos devocación («ser») y de misión («actuar») en el contex-to de la comunión eclesial del Concilio Vaticano II,los obispos quisieron subrayar el carácter distintivodel laico en la vida de la Iglesia, a partir de suparticipación o comunión en la santidad, y en la obrade la Iglesia de evangelizar el mundo, en virtud delcarácter secular. Registró una significativa presenciade laicos en calidad de oyentes; algunos invitados ahablar ante la asamblea general y a expresar susopiniones en los círculos menores, y por primera vezuna mujer y un hombre laicos fueron designadoscomo Secretarios Especiales Adjuntos. Las informa-ciones resultantes del Sínodo, en particular las cin-cuenta y cuatro propuestas de la Asamblea General,fueron utilizadas para la Exhortación Apostólica

Christifideles laici del 30 de diciembre de 1988.11. VIII Asamblea General Ordinaria: «La

formación de los sacerdotes en las circunstanciasactuales» (30 sept - 28 oct 1990) 238 Padres sinodales.

Teniendo en cuenta el trabajo de la SegundaAsamblea General Ordinaria (1971) que trató desdeel punto de vista teológico el sacerdocio y susimplicaciones en el ministerio sacerdotal, este Sí-nodo adquirió un tono más pastoral, centrado en laformación sacerdotal y en la «persona» del sacerdotemismo, diocesano y religioso, antes y después de laordenación. Fue notable el acuerdo general entre losPadres sinodales, tanto en la discusión como en eltratamiento del tema. Al término, los Padres sinodalespresentaron al Santo Padre cuarenta y un propuestasque, junto a otras informaciones resultantes del pro-ceso sinodal, sirvieron para la preparación de laExhortación Apostólica post-sinodal Pastores dabovobis del 25 de marzo de 1992.

El 25 de octubre de 1990, durante la Vigésimooctava Congregación, Mons. Emilio Eid, Obispoaux. de Sarepta de los Maronitas y Vicepresidente dela Comisión para la Revisión del Código de losCánones de las Iglesias Orientales, presentó el nuevoCódigo y distribuyó una copia a los participantes.

12. I Asamblea Especial para Europa: «Somostestigos de Cristo que nos liberó» (28 nov - 14 dic1991) 137 Padres sinodales.

El 22 de abril de 1990 durante su visita a Checos-lovaquia, en Velehrad, sede de la tumba de SanMetodio (co-patrono de Europa con Santos Cirilo yBenito), el Santo Padre anunció su deseo de convocaruna Asamblea Especial para Europa del Sínodo deObispos, a fin de discernir el kairós de la situacióncreada por los grandes cambios ocurridos en Europay evaluar la función de la Iglesia en los esfuerzos derenovación y reconstrucción en el continente. Lanaturaleza especial del Sínodo y su breve período depreparación requirieron varias modificaciones delprocedimiento sinodal, por ejemplo, en vez deLineamenta e Instrumentum laboris se preparó unabreve guía para la reflexión (Itinerarium) y unasíntesis (Summarium); hubo criterios especiales paralos delegados episcopales con el fin de permitir unamás amplia representación de los obispos de Europacentral y del Este, etc. Uno de los eventos másimportantes de la preparación fue un simposio pre-sinodal promovido por el Pontificio Consejo para laCultura, reuniendo a los intelectuales de Europaoccidental y del Este para una reflexión común sobre

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el tema del Sínodo. Representantes de la Iglesiaortodoxa y las principales comunidades cristianas enEuropa fueron invitados, en espíritu de ecumenismo,a participar por primera vez en una asamblea sinodalcomo «Delegados fraternos».

El trabajo de la Asamblea Especial culminó con lapublicación de una Declaración en la cual los Padressinodales delinearon un programa para la nuevaevangelización de Europa, lanzando un llamamientoa todos los ciudadanos europeos a favor de la solida-ridad universal. Un grupo fue encargado de indivi-dualizar el mejor modo de llevar a la práctica lasconclusiones de la Declaración mediante el refuerzodel Consejo de las Conferencias Episcopales de Eu-ropa (CCEE) ante las circunstancias del momento.

13. I Asamblea Especial para África: «La Igle-sia en África y su función evangelizadora de cara alaño 2000: ‘Seréis mis testigos’ (He 1, 8)» (10 abril -8 mayo 1994) 242 Padres sinodales.

El 6 enero 1989 el Papa anunció su intención deconvocar la Asamblea especial e instituyó una comi-sión pre-preparatoria formada principalmente pormiembros del Episcopado africano. En junio estegrupo se amplió para constituir el Consejo de laSecretaría General y contribuir en la preparación dela asamblea sinodal. En ocasión del encuentro de losrepresentantes del Episcopado africano en Lomé(Togo), en julio de 1990, se publicaron los Lineamentaque «delinean» el tema del Sínodo, iniciando unperíodo de oración y de reflexión a nivel local. Lasrespuestas de las Iglesias locales fueron utilizadaspara formular el «Documento de trabajo» de la Asam-blea especial, difundido durante la novena visitapastoral del Papa a África, en Kampala (Uganda), enfebrero de 1993.

Utilizando este documento como punto de refe-rencia, los Padres sinodales trataron el tema generalde la Evangelización desde las siguientes perspecti-vas: 1. Proclamación del Mensaje; 2. Inculturación;3. Diálogo; 4. Justicia y paz; 5. Medios de Comuni-cación Social. Además del animado y profundo deba-te sobre el tema durante las varias fases de la actividadsinodal, las ceremonias de apertura y de clausuraincorporaron muchos elementos de la tradiciónlitúrgica africana.

La documentación resultante incluye un extenso«Mensaje al Pueblo de Dios», distribuido al términode la Asamblea Especial y la Exhortación Apostólicapost-sinodal Ecclesia in África del 14 de septiembrede 1995, firmada y presentada en la Iglesia durante la

visita sinodal en África del Santo Padre, del 14 al 20septiembre 1995, para la fase celebrativa de la Asam-blea Especial.

14. IX Asamblea General Ordinaria: «La vidaconsagrada y su misión en la Iglesia y en el mundo»(2 - 29 oct 1994) 245 Padres sinodales.

El 30 dic 1991 el Santo Padre anunció la convoca-ción de una asamblea sinodal sobre el tema de la vidaconsagrada. Algunos lo interpretan como conclusiónlógica del tratamiento de los estados de vida en laIglesia, iniciada en las dos asambleas ordinariasprecedentes sobre el laicado y sobre el sacerdociorespectivamente. El período de oración y de reflexiónque precedió a la Asamblea sinodal fue particular-mente fecundo, dando lugar a intensos intercambiosno sólo en los institutos de vida consagrada y en lassociedades de vida apostólica, sino también en orga-nismos nacionales e internacionales, y diversas ini-ciativas individuales y de grupo con la jerarquía de laIglesia y los Dicasterios de la Curia Romana. LosPadres sinodales trataron un gran número de argu-mentos y escucharon atentamente las numerosas in-tervenciones de los oyentes. Participó un elevadonúmero de Padres sinodales pertenecientes a congre-gaciones religiosas, se nombró una religiosa y unreligioso como Secretarios Especiales Adjuntos y unelevado número de mujeres y hombres dedicados a lavida consagrada como teólogos y oyentes. El 25 demarzo de 1996 fue publicada la Exhortación Apostó-lica post-sinodal Vita consecrata.

15. Asamblea Especial para el Líbano: «Cristoes nuestra esperanza: renovados en su espíritu, soli-darios somos testigos de su amor» (26 nov - 14 dic1995) 69 Padres sinodales.

Considerando las particulares necesidades de laIglesia en el Líbano debidas al prolongado período deguerra, el Santo Padre anunció el 6 junio 1991 suintención de convocar una Asamblea Especial delSínodo de los Obispos para el Líbano. Después dealgunas reuniones preliminares con los patriarcas delas Iglesias Orientales del Líbano, en enero 1992 fueconstituido un Consejo de diez miembros, represen-tantes de las seis Iglesias católicas sui iuris en elLíbano, para participar en la necesaria tarea de prepa-ración. Al mismo tiempo, fue nombrado un obispolibanés como coordinador en el mismo lugar.

Los Lineamenta se publicaron el 13 marzo 1993,dando comienzo a la fase de oración y de reflexiónsobre el tema por parte de las diócesis locales y losdiversos organismos eclesiales en el Líbano, que se

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prolongó hasta el 1 nov 1994. Sus respuestas seincorporaron al Documento de trabajo, que sirviócomo punto de referencia durante la Asamblea sinodal.El 12 dic fue distribuida a los padres sinodales unaversión con notas del Código de los Cánones de lasIglesias Orientales, publicado con el auspicio delPontificio Consejo para la Interpretación de los Tex-tos Legislativos.

La Exhortación Apostólica post-sinodal Una es-peranza nueva para el Líbano fue publicada el 10mayo 1997, con ocasión de la visita del Santo Padreal Líbano para la fase de celebración de la AsambleaEspecial. Una traducción árabe del documento, pre-parada por la Asamblea de los Patriarcas y de losObispos del Líbano (A.P.E.C.L.), fue publicada en1998. El Consejo post-sinodal, fruto de esta asam-blea, se reúne para evaluar el impacto y aplicación dela Exhortación Apostólica post-sinodal en el Líbano.En 2003 se preparó un informe, enviado a toda lajerarquía eclesiástica del Líbano, a los Superiores delos Dicasterios de la Curia Romana, a los Patriarcas,a los Arzobispos y Metropolitanos de las IglesiasOrientales sui iuris, a los Presidentes de las Conferen-cias Episcopales en todo el mundo y a otros organis-mos interesados.

16. Asamblea Especial para América: «En-cuentro con Jesucristo vivo, camino para la conver-sión, la comunión y la solidaridad en América» (16nov - 12 dic 1997) 233 Padres sinodales.

En la Carta Apostólica Tertio millennioadveniente, el Papa expresa su deseo de continuar elmovimiento sinodal a nivel continental, empezandocon las Asambleas Especiales para Europa (1991) yÁfrica (1994) y de convocar asambleas sinodalesespeciales, incluyendo a América, como parte delprograma que conducirá a la celebración del GranJubileo del Año 2000. El 12 junio 1995 fue nombradoun Consejo pre-sinodal para colaborar en la prepara-ción de la Asamblea Especial. Con su asistencia, losLineamenta se publicaron el 3 sept 1996 y elInstrumentum laboris el 10 sept 1997.

Los Padres sinodales examinaron los diversos as-pectos de la vida eclesial y social en el continente ybuscaron los mejores caminos y medios para dar laposibilidad al pueblo de América de encontrarse conJesucristo. Debatieron acerca de la relación entre elEvangelio y la cultura y sobre los importantes conceptosde conversión, comunión y solidaridad para respondera los grandes desafíos de la sociedad contemporánea enel continente. Al término los Padres sinodales publica-ron el habitual Mensaje al Pueblo de Dios.

Un Consejo post-sinodal, elegido durante la asam-blea, se reunió en varias ocasiones para evaluar losresultados del Sínodo y asistir al Santo Padre en laredacción de la Exhortación Apostólica post-sinodalEcclesia in América del 22 enero 1999, promulgadapor el Santo Padre el 23 enero 1999, durante la fasede celebración de la Asamblea Especial en Ciudad deMéxico. Al día siguiente, muchos participantessinodales provenientes de todo el continente partici-paron en la liturgia eucarística celebrada en el San-tuario de Nuestra Señora de Guadalupe.

Luego, ese Consejo tuvo varios encuentros para lasupervisión de la aplicación del documento y paraestimular a los Obispos con sus iniciativas en elcontinente en respuesta al documento post-sinodal.En 2002 se preparó un Informe, enviado a los miem-bros de la jerarquía eclesiástica en América, a losSuperiores de los Dicasterios de la Curia Romana, alos Patriarcas, a los Arzobispos Mayores y Metropo-litanos de las Iglesias Orientales sui iuris, a losPresidentes de las Conferencias Episcopales de todoel mundo y a otros organismos interesados. El Con-sejo Especial se reúne periódicamente para continuarlas discusiones sobre cuestiones prioritarias del con-tinente ilustradas en el Informe.

17. Asamblea Especial para Asia: «Jesucristo elSalvador y su misión de amor y de servicio en Asia:‘Yo he venido para que tengan vida y la tengan enabundancia’ (Jn. 10, 10)» (19 abril - 14 mayo 1998)191 Padres sinodales.

En la Carta Apostólica Tertio millenio adveniente,el Papa anunció su intención de convocar asambleassinodales especiales a nivel continental como parte delprograma de preparación del Gran Jubileo del año 2000.El 10 septiembre 1995, constituyó un Consejo pre-sinodal, formado principalmente por cardenales, arzo-bispos y obispos de Asia. Una de sus tareas fue la deasistir a la Secretaría General en la redacción de losLineamenta, difundidos el 3 sept 1996, y delInstrumentum laboris, publicado el 13 feb 1998. Du-rante la Asamblea Especial los Padres sinodales, consi-derando que la Iglesia es una pequeña pero vivaz greyen el continente asiático, donde están presentes lasGrandes Religiones del Mundo, concentraron su aten-ción en la unicidad de la persona de Jesús el Salvador ysobre su don de vida abundante en el contexto del plande una nueva evangelización. Se dio atención especialal modo con el que la Iglesia, en un plan pastoralconcreto, puede continuar la misión del Señor de amory servicio en Asia. Al final, publicaron el Mensaje alPueblo de Dios con diversos puntos del tema sinodal.

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Como resultado de la asamblea sinodal fue cons-tituido un Consejo post-sinodal. Habiéndose reunidoen diversas ocasiones, ofreció su asistencia en elestudio de las recomendaciones propuestas y colabo-ró en la redacción de la Exhortación Apostólica post-sinodal Ecclesia in Asia, firmada por el Santo Padreel 6 nov 1999 en la Catedral del Sagrado Corazón,durante la fase celebrativa del 5 al 8 nov 1999 enNueva Delhi, en la India. Después, se ha reunidoperiódicamente para valorar la distribución y aplica-ción del documento en la Iglesia en Asia. En el año2002 su Informe fue enviado a la jerarquía eclesiás-tica en el Continente asiático, a los Superiores de losDicasterios de la Curia Romana, a los Patriarcas, a losArzobispos Mayores y Metropolitanos de las IglesiasOrientales sui iuris, a los Presidentes de las Conferen-cias Episcopales y a otros organismos interesados. Sesigue reuniendo periódicamente para proseguir conla discusión sobre las cuestiones prioritarias del Con-tinente propuestas en el Informe.

18. Asamblea Especial para Oceanía: «Jesu-cristo y los pueblos de Oceanía: siguiendo su camino,proclamando su verdad y viviendo su vida» (22 nov- 12 dic 1998) 117 Padres sinodales.

Anunciada por el Santo Padre en Tertio millennioadveniente como parte de la preparación al GranJubileo del Año 2000. El 7 junio 1996, nombró elConsejo pre-sinodal constituido principalmente porlos Obispos de Oceanía. En una serie de encuentrosen Roma y Wellington (Nueva Zelandia), el Consejoasistió en la redacción de los Lineamenta, estableciócriterios para la participación y colaboró en la redac-ción del Instrumentum laboris.

Todos los Obispos de la región participaban comomiembros por oficio. Para reducir las dificultades delviaje y limitar la ausencia de los Obispos de susIglesias locales, se hicieron coincidir las visitas adlimina con la Asamblea Especial. A pesar de lasgrandes diferencias entre las varias situacionespastorales de la región, durante los trabajos sinodalesse observaron muchas preocupaciones comunes comola inculturación del Evangelio, la nueva atenciónhacia la catequesis y la formación, la revitalizaciónde la fe de los creyentes, la atención pastoral de lajuventud, emigrantes y nativos, etc., todo ello con-vergente hacia la persona de Cristo, el camino, laverdad y la vida.

El 11 dic 1998 se estableció un Consejo post-sinodal, con tres miembros de nómina pontificia.Tuvo varios encuentros donde se discutieron losresultados de la Asamblea Especial y se ofreció

asistencia al Papa en la redacción de la ExhortaciónApostólica post-sinodal Ecclesia in Oceanía, pro-mulgada el 22 nov 2001, en una importante e histó-rica ceremonia en el Vaticano, durante la cual eldocumento fue simultáneamente transmitido a travésde internet a todas las diócesis de la región. Es elprimer documento papal promulgado a través deinternet en la era del computer.

En 2003 el Consejo se reunió para iniciar elproceso de examen del impacto y aplicación, y envióel informe a los Obispos de Oceanía y compartidocon la Iglesia universal en el 2006. En la reunión defebrero 2000, tomaron la decisión de realizar supróximo encuentro en Australia, en concomitanciacon la Asamblea Plenaria de la Federación de lasConferencias Episcopales de Oceanía en mayo del2010.

19. II Asamblea Especial para Europa: «Jesu-cristo viviente en su Iglesia, fuente de esperanza paraEuropa» (1-23 oct 1999) 117 Padres sinodales.

Última de la serie de Asambleas Sinodales conti-nentales convocadas en Tertio millenio advenienteen la preparación al Gran Jubileo. Nuevas situacionessociales y culturales, presentes en el continente traslos cambios políticos ocurridos en el Este, han creadodesafíos pastorales que hacen oportuna una SegundaAsamblea Especial para Europa.

El 9 febrero 1997 el Papa nombró el Consejo pre-sinodal para colaborar en la preparación de estaAsamblea Sinodal. Con la asistencia de teólogoseuropeos y personal de la Secretaría General, publicólos Lineamenta (primavera de 1998) y elInstrumentum laboris (21 junio 1999) de la Asam-blea Especial.

Los padres sinodales prestaron atención a lasdiversas realidades de la Iglesia en Europa y alparticular momento histórico en relación proyecto deunificación del continente. El tema de Jesucristo,viviente en su Iglesia, dominó la discusión sinodalsobre las raíces culturales del continente y, al mismotiempo, constituyó una fuente de esperanza en laconstrucción de una nueva Europa sobre el funda-mento de la fe.

El Consejo post-sinodal, elegido durante la asam-blea, se ha reunido en varias ocasiones para analizarlos resultados del Sínodo y para ofrecer su colabora-ción en la redacción del Santo Padre de la Exhorta-ción post-sinodal Ecclesia in Europa, promulgadaen el Vaticano el 28 junio 2003, durante las primerasVísperas de San Pedro y san Pablo.

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Posteriormente se reunió para evaluar su impactoy aplicación en el continente, habiendo elaborado uncuestionario que se envió a las ConferenciasEpiscopales y a las organizaciones continentales enEuropa. Las respuestas a dicho cuestionario han sidoutilizadas para evaluar algunos aspectos de la misiónde la Iglesia en Europa.

20. X Asamblea General Ordinaria: «El Obis-po: servidor del Evangelio de Jesucristo para laesperanza del mundo» (30 sept - 27 oct 2001) 247Padres sinodales.

El IX Consejo Ordinario de la Secretaría Generalse reunió periódicamente para participar en el proce-so de consulta que definió el tema sinodal y colaboraren la redacción de los Lineamenta, enviados el 16junio 1998 a los obispos del mundo y a quienesnormalmente se contactan para respuestas oficiales.Estas respuestas han sido analizadas e sucesivamentetomadas en consideración durante el trabajo del Con-sejo para redactar el Instrumentum laboris, que sehizo público el 1 junio 2001.

Los padres sinodales concentraron su reflexión enla persona y el papel del obispo en su diócesis en elinicio del Tercer Milenio.

El 26 octubre 2001, la asamblea sinodal eligiólos miembros del X Consejo Ordinario de la Secre-taría General, y el Santo Padre agregó otros tresdesignados por él. En las siguientes reuniones, esteConsejo analizó el material que resultó del procesosinodal, especialmente las Propuestas, para ofre-cer una adecuada colaboración al Santo Padre en suredacción de la Exhortación Apostólica post-sinodal Pastores gregis, promulgado el 16 oct2003, vigésimo quinto aniversario de la eleccióndel Sumo Pontífice.

21. XI Asamblea General Ordinaria: «La Eu-caristía: fuente y cumbre de la vida y de la misión dela Iglesia» (2-23 oct 2005) 258 Padres sinodales.

El 29 noviembre, considerando la opinión de losmiembros del X Consejo Ordinario de la SecretaríaGeneral del Sínodo de los Obispos, en la consulta alas Conferencias Episcopales de todo el mundo y aotros organismos interesados, Juan Pablo II decidióconvocar esta Asamblea para tratar el tema de laEucaristía. Su decisión tuvo lugar poco después de lapublicación de su encíclica sobre el mismo argumen-to. Esta asamblea sinodal se convocada para presen-tar al Papa la reflexión pastoral de los obispos de todoel mundo sobre un tema de vital importancia en lavida y misión de la Iglesia.

Los Lineamenta, elaborados con la asistencia deteólogos, fueron enviados el 31 marzo 2004 a lasConferencias Episcopales, a las Iglesias Orientales suiiuris, a los Superiores de los Dicasterios de la CuriaRomana, a la Unión de los Superiores Generales y aotros organismos competentes. Durante una asambleasucesiva, el Consejo ha analizado las respuestas a laspreguntas de los Lineamenta y, nuevamente con laayuda de los expertos, ha redactado el InstrumentumLaboris, que fue publicado el 7 julio 2005.

El Papa Benedicto XVI confirmó las fechas yaprobó las siguientes innovaciones: la reducción dela duración de la asamblea sinodal a tres semanas, unahora para discusión libre, la duración de las interven-ciones luego de la conclusión de las sesiones plena-rias de la tarde, el voto electrónico de los miembrosademás de la acostumbrada votación por escrito enlas Propuestas o recomendaciones sinodales, y supublicación en italiano.

Una sesión especial se llevó a cabo para conme-morar el 40 aniversario de la institución del Sínodo delos Obispos, durante la cual varios Padres sinodaleshablaron sobre los aspectos teológicos, jurídicos ehistóricos del Sínodo. Sus presentaciones, junto almaterial de referencia de las asambleas sinodales, fuepublicado en el libro El Sínodo de los Obispos: 40Años de Historia editado por la UniversidadLateranense.

La documentación oficial producido por la asam-blea sinodal incluyó el Mensaje al Pueblo de Dioselaborado durante la asamblea y aprobado por losPadres sinodales, así como la Exhortación Apostóli-ca post-sinodal Sacramentum Caritatis del SantoPadre del 22 de febrero 2007.

22. XII Asamblea General Ordinaria: «La pa-labra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia»(5-26 oct 2008) 253 Padres sinodales.

El 6 oct 2006, Benedicto XVI anunció su decisiónde convocarla para abordar el tema La palabra deDios en la vida y en la misión de la Iglesia. Quiso darcontinuidad al precedente Sínodo sobre la Eucaristíadel año 2005 y, de esta manera, resaltar la relaciónintrínseca entre la Eucaristía y la Palabra de Dios parala vida y la misión de la Iglesia.

En su fase preparatoria, los miembros del Conse-jo, con la asistencia de los expertos, redactaron losLineamenta, publicados el 27 abril 2007, con laslíneas directivas preliminares sobre el tema, quecontienen además un conjunto de argumentos para ladiscusión y oración a nivel local. En los encuentros

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posteriores del Consejo se analizaron las respuestas,junto a las observaciones de grupos e individuos y seredactó el Instrumentum laboris, que fue dado aconocer el 12 junio 2008.

Fue la primera después de la revisión del OrdoSynodi Episcoporum, aprobado por el Papa el 29 sept2006, acogiendo el consejo de la Secretaria Generaldel Sínodo de los Obispos sobre la oportunidad deactualizar los estatutos, para adecuarlos al Código dederecho canónico y al Código de cánones de lasIglesias Orientales.

Por el Año Paulino, la liturgia de apertura fue enla Basílica Papal de San Pablo Extramuros. Un Rabi-no fue invitado por primera vez para dialogar con losPadres sinodales y con los participantes. Asistió porprimera vez Su Eminencia, Bartolomé I, Patriarcaecuménico de Constantinopla, quien se dirigió a losparticipantes sinodales durante la celebración de laVísperas en la Capilla Sixtina.

Las 55 Proposiciones elaboradas colegialmentepor los Padres sinodales, fueron anunciadas al públi-co en una traducción italiana. Durante la sesiónconclusiva del Sínodo, los miembros anunciarontambién el Mensaje al Pueblo de Dios. La Exhorta-ción Apostólica Post Sinodal Verbum Domini delSanto Padre presenta la riqueza de la reflexión ydiscusión del Sínodo.

23. II Asamblea Especial para África: «LaIglesia en África al servicio de la reconciliación, lajusticia y la paz. ‘Vosotros sois la sal de la tierra …Vosotros sois la luz del mundo’ (Mt 5, 13-14)» (4-25oct 2009) 244 Padres sinodales.

El 13 nov 2004, durante el Simposio de los Obis-pos de África y Europa, realizado en Roma, JuanPablo II, «acogió la voluntad del Consejo especialpara África» y, respondiendo a «la esperanza de lospastores africanos», anunció la convocación de laSegunda Asamblea especial para África. En la Au-diencia semanal del 22 junio 2005, Benedicto XVIvolvió a confirmar esta decisión.

Después del anuncio inicial de una II AsambleaEspecial y en colaboración con el Consejo Especialpara África, el Papa formuló el tema: «La Iglesia enÁfrica al servicio de la reconciliación, la justicia y lapaz. ‘Vosotros sois la sal de la tierra … Vosotros soisla luz del mundo’ (Mt 5, 13-14)». Con la ayuda deespecialistas, el Consejo elaboró los Lineamenta,que presentan el tema y contienen un conjunto deargumentos para la discusión y la oración a nivellocal, dados a conocer el 27 junio 2006.

Las respuestas al cuestionario han sido utiliza-das en la elaboración del Instrumentum laboris,que contiene el programa de la Asamblea sinodal.El Papa lo entregó personalmente el 19 marzo2009 a los presidentes de las Conferenciasepiscopales de África, durante su Visita apostólicaen Camerún y Angola.

Dada la naturaleza continental de la Asamblea ypara asegurar la máxima participación de los miem-bros, el Consejo especial para África elaboró criteriosespeciales para dicha participación, que después dehaber recibido la aprobación papal, fueron utilizadospor las Conferencias episcopales en África para ele-gir a los miembros para la Asamblea especial, ademásde aquellos que participarían en función de su cargoy por nómina papal.

Los padres sinodales dirigieron su atención a lasdistintas realidades en la Iglesia en el continenteafricano, en especial a la reconciliación, la justicia yla paz para que la Iglesia pueda responder a sumisión de ser «la sal de la tierra y la luz del mundo»en los ámbitos social, cultural y religioso. A travésde su ministerio de reconciliación, la Iglesia estállamada a establecer la paz y fomentar la justicia ycontribuir de esta manera a la promoción y desarro-llo de todas las poblaciones en África. La primeraasamblea sinodal, haciendo un llamado a la Iglesiaen el continente para que renueve el dinamismo y laesperanza, llegó a ser conocida como el Sínodo de laResurrección y la Esperanza; por la centralidad queotorga a la misión de la Iglesia, la segunda esllamada cada vez más a menudo el Sínodo delNuevo Pentecostés.

El Mensaje final fue un llamamiento y una fuentede aliento para la misión de la Iglesia en África, y enlas 57 Propositiones presentadas al Santo Padretratan pastoralmente las distintas cuestiones discuti-das durante la asamblea. El Consejo Postsinodal,elegido durante la Asamblea, ha realizado variosencuentros para analizar el resultado del Sínodo ycontribuir a la redacción de la Exhortación Apostóli-ca Postsinodal del Santo Padre.

24. Asamblea Especial para Oriente Medio(10-24 oct 2010, Benedicto XVI) «La Iglesia cató-lica en Oriente Medio: comunión y testimonio. ‘Lamultitud de los creyentes no tenía sino un solocorazón y una sola alma’ (Hch 4, 32)»

25. XIII Asamblea General Ordinaria (7-28oct 2012, Benedicto XVI) «La nueva evangeliza-ción para la transmisión de la fe cristiana».

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PREFACIO«Vayan, pues, y hagan discípulos a todas las

gentes bautizándolas en el nombre del Padre y delHijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardartodo lo que yo les he mandado»(Mt 28, 19-20). Con estas pala-bras, Jesucristo, antes de subiral cielo y sentarse a la derechade Dios Padre (cf. Ef1, 20), en-vió a sus discípulos a proclamarla Buena Noticia al mundo ente-ro. Ellos representan un peque-ño grupo de testigos de Jesús deNazaret, de su vida terrena, desu enseñanza, de su muerte ysobre todo de su resurre-cción (cf Hch 1, 22). La tarea erainmensa, más allá de sus posibi-lidades. Para darles valor elSeñor Jesús promete la venidadel Paráclito, que el Padre en-viará en su nombre (cf Jn 14,26) y que los «guiará hasta laverdad completa» (Jn 16,13). Además, asegura su presen-cia constante: «Y he aquí que yo estoy con vosotrostodos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28, 20).

Después del acontecimiento de Pentecostés,cuando el fuego del amor de Dios se posó sobre losapóstoles (cf Hch 2, 3) unidos en oración «en com-pañía de algunas mujeres, y de María la madre deJesús» (Hch 1, 14), el mandato del Señor Jesúscomenzó a realizarse. El Espíritu Santo, que Jesu-cristo da en abundancia (cf. Jn 3, 34), está en elorigen de la Iglesia, que es por naturaleza misione-ra. En efecto, apenas recibida la unción del Espíri-tu, san Pedro Apóstol «presentándose... levantó suvoz» (Hch 2, 14) proclamando la salvación en nom-bre de Jesús, «que Dios ha constituido Señor yCristo» (Hch 2, 36). Transformados por el don delEspíritu, los discípulos se dispersaron por el mundoentonces conocido y difundieron el «Evangelio deJesucristo, Hijo de Dios» (Mc 1, 1). Su anuncio hallegado a las regiones de la cuenca Mediterránea,de Europa, de África y de Asia. Guiados por el

Espíritu, don del Padre y del Hijo, sus sucesoreshan continuado dicha misión, que conserva suactualidad hasta el fin de los siglos. Mientras laIglesia exista debe anunciar el Evangelio de la

venida del Reino de Dios, la enseñan-za de su Maestro y Señor y, sobretodo, la persona de Jesucristo.

La expresión «el Evangelio», ôò åý áããÝëéïí, era usada ya en laépoca del nacimiento de la Iglesia.La emplea a menudo san Pablo paraindicar la predicación del Evange-lio, que Dios le ha confiado (cf 1 Ts 2,4) «entre frecuentes luchas» (1 Ts 2,2), y toda la nueva economía de lasalvación (cf 1 Ts 1,5ss; Gal 1,6-9ss). Además de Marco (cf Mc 1,14.15; 8, 35; 10, 29; 13, 10; 14, 9; 16,15), el término Evangelio es usadotambién por el evangelista Mateo,asiduamente en la combinaciónespecífica «el Evangelio del Reino»(Mt 9, 35; 24, 14; cf. 26, 13). SanPablo utiliza también el términoevangelizar (åý áããåëßóáóèáé, cf 2Co 10, 16), que se encuentra en los

Hechos de los Apóstoles (cf. en particular Hch 8, 4.12. 25. 35. 40), y cuyo uso ha tenido un notabledesarrollo en la historia de la Iglesia.

En tiempos recientes con el término evangeliza-ción se indica la actividad eclesial en su totalidad.La Exhortación Apostólica Evangelii nun-tiandi, publicada el 8 diciembre 1975, comprendedentro de tal categoría la predicación, la cateque-sis, la liturgia, la vida sacramental, la piedad popu-lar, el testimonio de vida de los cristianos (cf EN 17,21, 48 ss). En dicha Exhortación el Siervo de Dios,el Papa Pablo VI, ha recogido los resultados de laTercera Asamblea General Ordinaria del Sínodode los Obispos, celebrada del 27 de septiembre al26 de octubre de 1974 sobre el tema La evangeliza-ción en el mundo moderno. El Documento ha datoun notable dinamismo a la acción evangelizadorade la Iglesia en las décadas sucesivas, que ha sidoacompañado por una auténtica promociónhumana (cf EN29, 38, 70).

LINEAMENTA

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En el amplio contexto de la evangelización, unaatención particular es reservada al anuncio de laBuena Noticia a las personas y a los pueblos quetodavía no conocen el Evangelio de Jesucristo. Aellos se dirige la missio ad gentes. Ésta ha caracte-rizado la actividad constante de la Iglesia, aunquehaya habido momentos privilegiados en algunosperíodos históricos. Basta pensar en la epopeyamisionera del continente americano, o luego, en lasmisiones en África, Asia y Oceanía. Con elDecreto Ad gentes, el Concilio Vaticano II ha su-brayado la naturaleza misionera de toda la Iglesia.Según el mandato de su fundador Jesucristo, loscristianos no solo deben sostener, con la oración yel apoyo material, a los misioneros, o sea a laspersonas dedicadas al anuncio a los no cristianos,sino también están llamados ellos mismos a contri-buir a la difusión del Reino de Dios en el mundo,según los modos y la vocación propios. Esta res-ponsabilidad se hace particularmente urgente en laactual fase de globalización en la cual, por diversasrazones, no pocas personas que no conocen aJesucristo emigran hacia los Países de antiguatradición cristiana y, por lo tanto, entran en contac-to con los cristianos, testigos del Señor resucitado,presente en su Iglesia, en modo especial en suPalabra y en los sacramentos.

En el curso de sus 45 años, el Sínodo de losObispos ha tratado el tema de la missio ad gentes envarias Asambleas. Por una parte, ha tenido presen-te la naturaleza misionera de toda la Iglesia y, porotra parte, las indicaciones del Concilio Ecuméni-co Vaticano II que, en el Decreto conciliar Adgentes, ha confirmado el interés misionero comoimportante finalidad de la misma actividad delSínodo de los Obispos: «Perteneciendo, ante todo, alcuerpo de los Obispos la preocupación de anunciar elEvangelio en todo el mundo, el sínodo de los Obis-pos, o sea «el Consejo estable de Obispos para laIglesia universal», entre los negocios de importanciageneral, considere especialmente la actividad misionaldeber supremo y santísimo de la Iglesia» (AG29).

En las últimas décadas se ha hablado también dela urgencia de la nueva evangelización. Teniendopresente que la evangelización constituye el horizon-te ordinario de la actividad de la Iglesia y del anunciodel Evangelio ad gentes –que exige la formación decomunidades locales, las Iglesias particulares, enlos Países misioneros de la primera evangelización–la nueva evangelización es más bien dirigida a

aquellos que se han alejado de la Iglesia en losPaíses de antigua cristiandad. Este fenómeno, la-mentablemente, existe con diversos matices tambiénen los Países donde la Buena Noticia ha sido anun-ciada en los últimos siglos, pero todavía no ha sidosuficientemente acogida hasta transformar la vidapersonal, familiar y social de los cristianos. Así lohan puesto de relieve las Asambleas Especiales delSínodo de los Obispos, de carácter continental,celebradas como preparación al Año Jubilar del2000. Se trata de un gran desafío para la Iglesiauniversal. Por esta razón, Su Santidad BenedictoXVI, después de haber sentido el parecer de sushermanos en el episcopado, ha decidido convocar laXIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de losObispos sobre el tema La nueva evangelización parala transmisión de la fe cristiana, que tendrá lugardesde el 7 hasta el 28 octubre 2012. Retomando lareflexión desarrollada hasta el presente sobre eltema, la Asamblea sinodal tendrá como finalidadexaminar la situación actual en las Iglesias parti-culares, para implementar, en comunión con el San-to Padre Benedicto XVI, Obispo de Roma y Pastoruniversal de la Iglesia, nuevos modos y expresionesde la Buena Noticia que ha de ser trasmitida alhombre contemporáneo con renovado entusiasmo,como lo hacen los santos, testigos gozosos del SeñorJesucristo, «Aquel que era, que es y que va a venir»(Ap 4, 8). Se trata de un desafío para extraer, comoel escriba que se ha hecho discípulo del Reino de loscielos, cosas nuevas y cosas viejas del preciosotesoro de la Tradición (cf. Mt 13, 52).

Los Lineamenta que ahora presentamos, redac-tados con la ayuda del Consejo Ordinario de laSecretaría General del Sínodo de los Obispos,representan una etapa importante en la prepara-ción de la Asamblea sinodal. Al final de cadacapítulo se encuentran algunas preguntas que tie-nen como finalidad facilitar la discusión a nivel dela Iglesia universal. En efecto, los Lineamenta seenvían a los Sínodos de los Obispos de las IglesiasOrientales Católicas sui iuris, a las ConferenciasEpiscopales, a los Dicasterios de la Curia Romanay a la Unión de los Superiores Generales, organis-mos con los cuales la Secretaría General del Sínodode los Obispos mantiene relaciones oficiales. Talesórganos eclesiales procuran favorecer la reflexióndel mencionado documento en las respectivas es-tructuras: diócesis, zonas pastorales, parroquias,congregaciones, asociaciones, movimientos, etc.

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Las respuestas de dichos organismos deberían serresumidas por los responsables de las Conferen-cias Episcopales, de los Sínodos de los Obispos, asícomo también de los otros organismos enumera-dos, y luego deberían ser enviadas a la SecretaríaGeneral del Sínodo de los Obispos antes del 1º denoviembre de 2011, solemnidad de Todos los San-tos. Con la ayuda del Consejo Ordinario, las res-puestas serán atentamente analizadas e integradasen el Instrumentum laboris, documento de trabajode la próxima Asamblea sinodal.

Mientras se agradece anticipadamente por laeficaz colaboración, que representa un valioso in-tercambio de dones, de preocupaciones y de aten-ciones pastorales, confiamos el proceso de la XIIIAsamblea General Ordinaria del Sínodo de losObispos a la maternal protección de la Beata Vir-gen María, Estrella de la Nueva Evangelización. Suintercesión obtenga para la Iglesia la gracia derenovarse en el Espíritu Santo de modo que ennuestro tiempo pueda poner en práctica, con reno-vado entusiasmo, el mandamiento del Señor resuci-tado: «Vayan por todo el mundo y proclamen laBuena Nueva...» (Mc 16, 15).

Vaticano, 2 de febrero de 2011,Fiesta de la Presentación del Señor.

Nikola Eteroviæ,Arzobispo titular de Cibale, Secretario General

INTRODUCCIÓNINTRODUCCIÓNINTRODUCCIÓNINTRODUCCIÓNINTRODUCCIÓN«Fui hallado de quienes no me buscaban; me

manifesté a quienes no preguntaban por mí» (Rm 10,20)

1. La urgencia de una nueva evangelizaciónAl concluir la celebración de la Asamblea Espe-

cial del Sínodo de los Obispos para Medio Oriente, elPapa Benedicto XVI ha puesto claramente el tema dela nueva evangelización en el primer puesto en laagenda de nuestra Iglesia. «Se ha evocado muchasveces la urgente necesidad de una nueva evangeliza-ción también para Oriente Medio. Se trata de un temamuy extendido, sobre todo en los países de antiguacristianización. También la reciente creación delConsejo pontificio para la promoción de la nuevaevangelización responde a esta profunda exigencia.Por eso, después de haber consultado al Episcopadode todo el mundo y después de haber escuchado alConsejo ordinario de la Secretaría General del Sí-

nodo de los obispos, he decidido dedicar la próximaAsamblea General Ordinaria, en 2012, al siguientetema: Una nueva evangelización para la transmi-sión de la fe cristiana, La nueva evangelización parala transmisión de la fe cristiana».[1]

Como él mismo lo recuerda, la decisión de dedicaresta Asamblea al tema de la nueva evangelización hade leerse en el contexto de un plan unitario, que tienecomo sus recientes etapas la creación de undicasterio constituido especialmente para estecaso[2] y la publicación de la Exhortación Apostóli-ca postsinodal Verbum Domini;[3] un plan que estáfundado en el empeño de una renovada acciónevangelizadora, que ha animado el magisterio y elministerio apostólico del Papa Pablo VI y del PapaJuan Pablo II. Desde el Concilio Vaticano II hasta elpresente, la nueva evangelización ha sido siemprepresentada, cada vez con más claridad, como elinstrumento gracias al cual es posible enfrentar a losdesafíos de un mundo en acelerada transformación, ycomo el camino para vivir el don de ser congregadospor el Espíritu Santo para realizar la experiencia delDios, que es para nosotros Padre, dando testimonio yproclamando a todos la Buena Noticia –el Evange-lio– de Jesucristo.

2. El deber de evangelizarLa Iglesia, que anuncia y transmite la fe, imita el

modo de actuar del mismo Dios, el cual se manifiestaa la humanidad ofreciendo el Hijo, vive en la comu-nión trinitaria, infunde el Espíritu Santo para comu-nicarse con la humanidad. Para que la evangelizaciónsea eco de esta comunicación divina, la Iglesia debedejarse plasmar por la acción del Espíritu y confor-marse a Cristo crucificado, el cual revela al mundo elrostro del amor y de la comunión de Dios. De estemodo descubre su vocación de Iglesia maternal queengendra hijos para el Señor, transmitiendo la fe,enseñando el amor que genera y nutre a los hijos.

En el corazón del anuncio está Jesucristo, en elcual se cree y del cual se da testimonio. Transmitir lafe significa esencialmente transmitir las Escrituras,principalmente el Evangelio, que permiten conocer aJesús, el Señor.

Precisamente el Papa Pablo VI, lanzando nueva-mente la prioridad de la evangelización, recordaba atodos los fieles: «No sería inútil que cada cristiano ycada evangelizador examinasen en profundidad, através de la oración, este pensamiento: los hombrespodrán salvarse por otros caminos, gracias a la mise-

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ricordia de Dios, si nosotros no les anunciamos elEvangelio; pero ¿podremos nosotros salvarnos si pornegligencia, por miedo, por vergüenza – lo que SanPablo llamaba avergonzarse del Evangelio –, o porideas falsas omitimos anunciarlo?».[4] La pregunta,con la cual concluye Evangelii nuntiandi, suena anuestros oídos como una exégesis original del textode san Pablo del cual partimos y nos ayuda a colocar-nos inmediatamente en el corazón del tema, que en elpresente texto deseamos afrontar: la absolutacentralidad de la tarea evangelizadora para la Iglesiade hoy. Verificar la experiencia vivida, nuestra acti-tud respecto a la evangelización, es útil a nivelfuncional, para mejorar aspectos prácticos de nues-tras actividades y nuestras estrategias de anuncio.Dicha verificación, más profundamente, es el caminopara interrogarnos hoy sobre la calidad de nuestra fe,sobre nuestro modo de sentirnos y ser cristianos,discípulos de Jesucristo invitados a anunciarlo almundo, a ser testigos que, imbuidos del EspírituSanto (cf. Lc 24, 49 s; Hch 1, 8), están llamados aconvertir a los hombres de todas las naciones endiscípulos (cf. Mt 28, 19 s).

La palabra de los discípulos de Emaús (cf. Lc 24,13-35) es emblemática sobre la posibilidad de unanuncio frustrado de Cristo, en cuanto incapaz detransmitir vida. Los dos de Emaús anuncian un muer-to (cf. Lc 24, 21-24), comentan la propia frustracióny la pérdida de esperanza. Ellos hablan de la posibi-lidad, para la Iglesia de todos los tiempos, de unanuncio que no da vida, pero que tiene encerrados enla muerte el Cristo anunciado, los anunciadores y losdestinatarios del anuncio. La pregunta acerca de latransmisión de la fe, que no es una empresa indivi-dualista y solitaria, sino más bien un evento comuni-tario, eclesial, no debe orientar las respuestas en elsentido de la búsqueda de estrategias comunicativaseficaces y ni siquiera debe centrar la atención analí-ticamente en los destinatarios, por ejemplo los jóve-nes, sino que debe ser formulada como una preguntaque se refiere al sujeto encargado de esta operaciónespiritual. Debe transformarse en una pregunta de laIglesia sobre sí misma. Esto permite encuadrar elproblema de manera no extrínseca, sino correcta-mente, porque cuestiona a toda la Iglesia en su ser yen su vivir. Tal vez así se pueda comprender tambiénque el problema de la infecundidad de la evangeliza-ción hoy, de la catequesis en los tiempos modernos,es un problema eclesiológico, que se refiere a lacapacidad o a la incapacidad de la Iglesia de configu-

rarse como real comunidad, como verdadera fraterni-dad, como un cuerpo y no como una máquina o unaempresa.

«La Iglesia peregrinante es misionera por sunaturaleza».[5] Esta afirmación del Concilio Vatica-no II reasume en modo simple y completo la Tradi-ción eclesial: La Iglesia es misionera porque se origi-na en la misión de Jesucristo y en la misión delEspíritu Santo, según el designio de DiosPadre.[6] Además, la Iglesia es misionera porqueasume como protagonista este origen, haciéndoseanunciadora y testigo de esta Revelación de Dios ycongregando el pueblo de Dios disperso, para que sepueda cumplir aquella profecía del profeta Isaías quelos Padres de la Iglesia han leído como dirigida a ella:«Ensancha el espacio de tu tienda, las cortinas extien-de, no te detengas; alarga tus sogas, tus clavijasasegura; porque a derecha e izquierda te expandirás,tu prole heredará naciones y ciudades desoladaspoblará» (Is 54, 2-3).[7]

Las afirmaciones del apóstol Pablo «predicar elEvangelio no es para mí ningún motivo de gloria; esmás bien un deber que me incumbe. ¡Ay de mí si nopredico el Evangelio!» (1 Co 9, 16) se pueden asíaplicar y entender en relación a la Iglesia en suconjunto. Como nos recuerda el Papa Pablo VI: «latarea de la evangelización de todos los hombresconstituye la misión esencial de la Iglesia... Evange-lizar constituye, en efecto, la dicha y vocación propiade la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existepara evangelizar».[8]

En esta doble dinámica, misionera yevangelizadora, la Iglesia no reviste solo el papel delactor, de sujeto de la proclamación, sino también elrol reflexivo de la escucha y del discipulado. Encuanto evangelizadora, la Iglesia comienza conevangelizarse a sí misma.[9] La Iglesia sabe que ellaes el fruto visible de esa ininterrumpida obra deevangelización que el Espíritu guía a través de lahistoria, para que el pueblo de los redimidos détestimonio de la memoria viviente del Dios de Jesu-cristo. Hoy podemos sostener con mayor conviccióntodavía esta certeza que es nuestra, porque venimosde una historia que nos ofrece páginas extraordina-rias de valor, entrega, audacia, intuición y razón;páginas que nos han dejado muchos ecos y huellas entextos, oraciones, modelos y métodos pedagógicos,itinerarios espirituales, caminos de iniciación a la fe,obras e instituciones educativas.

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3. Evangelización y discernimientoEs importante para la Iglesia reconocer esta di-

mensión de escucha y discipulado inscrita en la obrade evangelización por un segundo motivo, además deaquel apenas indicado del agradecimiento y de lacontemplación de las maravillas de Dios. La Iglesiase reconoce a sí misma como fruto de esa evangeliza-ción, y no sólo como agente, porque está convencidade que la dirección de todo este proceso no está en susmanos, sino en las de Dios, que la guía en la historiaa través del Espíritu. Como lo da a entender bien sanPablo en el texto que hace de puerta de ingreso a estaintroducción, la Iglesia es consciente que la direcciónde la acción evangelizadora corresponde al EspírituSanto: en Él confía para reconocer los instrumentos,los tiempos y los espacios de aquel anuncio que ellaes llamada a vivir. Lo sabía bien san Pablo, que en unmomento de fuertes cambios, como fue aquel de losorígenes de la Iglesia, reconoció, no solo «teórica-mente» sino también «prácticamente», a Dios elprimado en la organización y en el desarrollo de laevangelización; y logró dar las razones de ese prima-do tomando como punto de referencia las Escrituras,especialmente los Profetas.

El apóstol Pablo concede este primado a la accióndel Espíritu al interno de un momento muy intenso ysignificativo para la Iglesia naciente: a los creyentes,en efecto, les parece que los caminos a recorrer seanotros; los primeros cristianos se muestran inciertosfrente a algunas opciones de fondo que han deasumirse. El proceso de evangelización se transfor-ma en un proceso de discernimiento; el anuncio exigeque antes haya un momento de escucha, comprensióne interpretación.

Nuestro tiempo se muestra, en este sentido, muysimilar a la situación vivida por san Pablo: tambiénnosotros nos encontramos como cristianos inmersosen un período de fuertes cambios históricos y cultu-rales, como tendremos modo de ver mejor más ade-lante. También para nosotros la acción de evangeli-zar exige una acción de discernimiento análoga,simétrica y contemporánea. Ya hace más de cuarentaaños el Concilio Vaticano II afirmaba: «El génerohumano se halla en un período nuevo de su historia,caracterizado por cambios profundos y acelerados,que progresivamente se extienden al universo ente-ro».[10] Estos cambios de los cuales el Concilio noshabla, se multiplicaron en el período sucesivo a sucelebración y, a diferencia de aquellos años, no

inducen sólo a la esperanza, no suscitan solo esperan-zas utópicas, sino que además generan incluso miedoy siembran desconfianza. También la primera décadade este nuevo siglo / milenio ha sido el teatro detransformaciones que han signado en modo indele-ble, y en más de un caso en modo dramático, lahistoria de los hombres.

Nos encontramos en un momento histórico degrandes cambios y tensiones, de pérdida de equilibrioy de puntos de referencia. Esta época nos lleva a vivircada vez más sumergidos en el presente y en loprovisional, haciendo siempre más difícil la escuchay la transmisión de la memoria histórica, y el compar-tir valores sobre de los cuales construir el futuro de lasnuevas generaciones. En este cuadro la presencia delos cristianos, la acción de sus instituciones, es perci-bido en modo menos espontáneo y con mayoressospechas; en las últimas décadas se han multiplica-do los interrogantes críticos dirigidos a la Iglesia y alos cristianos, al rostro del Dios que anunciamos. Latarea de la evangelización se encuentra así frente anuevos desafíos, que cuestionan prácticas ya conso-lidadas, que debilitan caminos habituales yestandarizados; en una palabra, que obligan a laIglesia a interrogarse nuevamente sobre el sentido desus acciones de anuncio y de transmisión de la fe. LaIglesia no llega, sin embargo, sin preparación frentea tal desafío: con éste se ha ya confrontado en lasAsambleas que el Sínodo de los Obispos ha dedicadoen modo específico al tema del anuncio y de latransmisión de la fe, como las correspondientes ex-hortaciones apostólicas –Evangelii nuntian-di y Catechesi tradendae– lo atestiguan. La Iglesiaha vivido en estos dos eventos un momento signifi-cativo de revisión y de revitalización del propiomandato evangelizador.

4. Evangelizar en el mundo de hoy, a partir de susdesafíosEl texto de San Pablo, que nos guía en esta

introducción nos ayuda así a comprender el sentido ylas razones de la próxima Asamblea General Ordina-ria del Sínodo de los Obispos, para la cual nosestamos preparando. En un tiempo extenso y tambiéncaracterizado por cambios y transformaciones es útilpara la Iglesia dedicar momentos y ocasiones deescucha y de confrontación recíproca, para que semantenga en un nivel alto de calidad el ejercicio deldiscernimiento exigido por la acción evangelizadora,que, como Iglesia, estamos llamados a vivir. La

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próxima Asamblea General Ordinaria desea ser unmomento privilegiado, una etapa significativa deeste camino de discernimiento. A partir de las Asam-bleas sobre la evangelización y sobre la catequesis elcontexto socio-cultural se ha confrontado con cam-bios importantes y también imprevistos, cuyos efec-tos – como en el caso de la crisis económico-financie-ra – resultan todavía bien visibles y activos en nues-tras respectivas realidades locales. La misma Iglesiaha sido tocada en modo directo por estos cambios, hasido obligada a enfrentarse con interrogantes, confenómenos que han de ser comprendidos, con prácti-cas que deben ser corregidas, con caminos y realida-des en los cuales ha de infundirse en modo nuevo laesperanza evangélica. Un contexto como éste noslleva en modo natural hacia la próxima Asambleasinodal. De la escucha y la confrontación recíprocatodos resultaremos enriquecidos y preparados parareconocer aquellos caminos que Dios, a través de suEspíritu, está construyendo para manifestarse y de-jarse encontrar por los hombres, según la imagen delprofeta Isaías (cf. Is 40, 3; 57, 14; 62, 10).

Un discernimiento exige la identificación de obje-tos y de temas sobre los cuales hacer convergernuestra mirada y a partir de los cuales activar laescucha y la confrontación recíproca. Con la finali-dad de sostener la acción evangelizadora y los cam-bios con ella relacionados, nuestro ejercicio de dis-cernimiento debe colocar en el centro de la atenciónlos capítulos esenciales de esta práctica eclesial: elnacimiento, la difusión y el progresivo afirmarse deuna «nueva evangelización» en nuestras Iglesias; lasmodalidades con la cuales la Iglesia hace suya y vivehoy la tarea de transmitir la fe; el rostro y la aplicaciónconcreta que asumen en nuestro presente los instru-mentos a disposición de la Iglesia para engendrar enla fe (iniciación cristiana, educación), y los desafíoscon los cuales esos instrumentos están llamados aconfrontarse. Estos capítulos constituyen la clave delpresente texto. Su objetivo es incentivar la escucha yla confrontación, para ampliar los confines de aqueldiscernimiento ya en acto en nuestra Iglesia, y darlesasí una resonancia y un eco todavía más católicos yuniversales.

PreguntasPreguntasPreguntasPreguntasPreguntasEl discernimiento del cual hablamos es, por su

misma naturaleza, siempre histórico y determinado:parte de un hecho concreto y se estructura como

reacción a un evento determinado. Aún compartien-do en modo genérico el mismo espacio cultural,nuestras Iglesias locales han vivido, en estas décadas,períodos y episodios en este camino de discernimien-to que son únicos, típicos del propio contexto y de lapropia historia.

1. ¿Qué episodios es útil comunicar a las otras Iglesias locales?2. ¿Qué ejercicios de discernimiento histórico sería útil compartir en

el seno de la catolicidad de la Iglesia, para que, de la recíprocaescucha de estos eventos, la Iglesia universal pueda reconocerlos caminos que el Espíritu Santo le indica para la obra de laevangelización?

3. El tema de la «nueva evangelización» ha conocido ya una difusióncapilar en nuestras Iglesias locales. ¿Cómo ha sido asumido yaplicado? ¿A qué procesos interpretativos ha dado origen?

4. ¿Qué acciones pastorales han sido beneficiadas en modo parti-cular con la asunción del tema de la «nueva evangelización»?¿Qué acciones pastorales han experimentado un cambio y unrelance  significativo?  ¿Cuáles,  en  cambio,  han  desarrolladoformas de resistencia y tomas de distancia de tal temática?

PRIMER CAPÍTULO: TIEMPO DEPRIMER CAPÍTULO: TIEMPO DEPRIMER CAPÍTULO: TIEMPO DEPRIMER CAPÍTULO: TIEMPO DEPRIMER CAPÍTULO: TIEMPO DE«NUEVA EVANGELIZACIÓN»«NUEVA EVANGELIZACIÓN»«NUEVA EVANGELIZACIÓN»«NUEVA EVANGELIZACIÓN»«NUEVA EVANGELIZACIÓN»

«¿Cómo creerán en aquel a quién no han oído?¿Cómo oirán sin que se les predique?» (Rm10, 14)

5. »Nueva evangelización». El significado de una defi-niciónAunque la expresión «nueva evangelización» haya

sido ciertamente divulgada y suficientemente asimi-lada, sigue siendo una definición aparecida reciente-mente en el universo de la reflexión eclesial y pasto-ral, y por lo tanto, un significado no siempre claro yestable. Habiendo sido introducido por el Papa JuanPablo II, inicialmente –sin un particular énfasis, ycasi sin dejar presagiar el papel que habría asumidoulteriormente– durante su viaje apostólico en Polo-nia,[11] el término «nueva evangelización» ha sidoretomado y relanzado por el mismo Pontífice sobretodo en su Magisterio dirigido a las Iglesias deAmérica Latina. El Papa Juan Pablo II recurre a estaexpresión para hacer de ella un instrumento de intre-pidez; la introduce como un medio de comunicaciónde energías en vista de un nuevo fervor misionero yevangelizador. A los Obispos de América Latina sedirige así: «La conmemoración del medio milenio deevangelización tendrá su significación plena si es uncompromiso vuestro como obispos, junto con vues-

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tro presbiterio y fieles; compromiso, no de re-evan-gelización, pero sí de una evangelización nueva.Nueva en su ardor, en sus métodos, en su expre-sión».[12] No se trata de hacer nuevamente una cosaque ha sido mal hecha o que no ha funcionado, demodo que la nueva acción se convierta en un juicioimplícito sobre el desacierto de la primera. La nuevaevangelización no es una reduplicación de la prime-ra, no es una simple repetición, sino que consiste enel valor de atreverse a transitar por nuevos senderos,frente a las nuevas condiciones en las cuales la Iglesiaestá llamada a vivir hoy el anuncio del Evangelio. ElContinente latino-americano se encontraba llamado,en aquel período, a hacer frente a nuevos desafíos (ladifusión de la ideología comunista, la aparición de lassectas). La nueva evangelización es la acción quesigue al proceso de discernimiento con el cual laIglesia en América Latina está llamada a leer yevaluar la situación en la cual se encuentra.

En esta acepción, el término es retomado yrelanzado en el Magisterio del Papa Juan Pablo IIdirigido a la Iglesia universal. «Hoy la Iglesia debeafrontar otros desafíos, proyectándose hacia nuevasfronteras, tanto en la primera misión ad gentes, comoen la nueva evangelización de pueblos que han reci-bido ya el anuncio de Cristo. Hoy se pide a todos loscristianos, a las Iglesias particulares y a la Iglesiauniversal la misma valentía que movió a los misione-ros del pasado y la misma disponibilidad para escu-char la voz del Espíritu»:[13] la nueva evangeliza-ción es una acción sobre todo espiritual, es la capaci-dad de hacer nuestros, en el presente, el valor y lafuerza de los primeros cristianos, de los primerosmisioneros. Por lo tanto, es una acción que exige unproceso de discernimiento acerca del estado de saluddel cristianismo, la verificación de los pasos cumpli-dos y de las dificultades encontradas. Explicará másadelante el mismo Papa Juan Pablo II: «La Iglesiatiene que dar hoy un gran paso adelante en su evan-gelización; debe entrar en una nueva etapahistórica de su dinamismo misionero. En un mundoque, con la desaparición de las distancias, se hacecada vez más pequeño, las comunidades eclesialesdeben relacionarse entre sí, intercambiarse energías ymedios, comprometerse a una en la única y comúnmisión de anunciar y de vivir el Evangelio. «Lasllamadas Iglesias más jóvenes – han dicho los Padressinodales – necesitan la fuerza de las antiguas, mien-tras que éstas tienen necesidad del testimonio y delempuje de las más jóvenes, de tal modo que cada

Iglesia se beneficie de las riquezas de las otras Igle-sias»».[14]

Ya estamos en condiciones de comprender elfuncionamiento dinámico correspondiente al con-cepto de «nueva evangelización»: a tal concepto serecurre para indicar el esfuerzo de renovación que laIglesia está llamada a hacer para estar a la altura de losdesafíos que el contexto socio-cultural actual pone ala fe cristiana, a su anuncio y a su testimonio, encorrespondencia con los fuertes cambios en acto. Aestos desafíos la Iglesia responde no resignándose,no cerrándose en sí misma, sino promoviendo unaobra de revitalización de su propio cuerpo, habiendopuesto en el centro la figura de Jesucristo, el encuen-tro con Él, que da el Espíritu Santo y las energías paraun anuncio y una proclamación del Evangelio através de nuevos caminos, capaces de hablar a lasculturas contemporáneas.

Así configurado, el concepto de «nueva evangeli-zación» ha sido asumido y nuevamente impulsado enlas Asambleas Sinodales Continentales, celebradascomo preparación al Jubileo del 2000, manifestándo-se ya como un término adquirido dentro de las re-flexiones pastorales y eclesiales de las Iglesias loca-les. «Nueva evangelización» es sinónimo: de renova-ción espiritual de la vida de fe de las Iglesias locales,de puesta en marcha de caminos de discernimiento delos cambios que están afectando la vida cristiana envarios contextos culturales y sociales, de relectura dela memoria de la fe, de asunción de nuevas responsa-bilidades y energías en vista de una proclamacióngozosa y contagiosa del Evangelio de Jesucristo.[15]Suficientemente sintéticas y ejemplares son las pala-bras del Papa Juan Pablo II dirigidas a la Iglesia enEuropa, al hablar de «la urgencia y la necesidad de la«nueva evangelización»» mientras se toma cada vezmás consciencia «de que Europa, hoy, no debe apelarsimplemente a su herencia cristiana anterior; hay quealcanzar de nuevo la capacidad de decidir sobre elfuturo de Europa en un encuentro con la persona y elmensaje de Jesucristo».[16]

No obstante esta difusión y notoriedad, la expre-sión no logra, de todos modos, ser recibida en modopleno y total en el debate, dentro de la Iglesia y dentrode la cultura. Al respecto, permanecen algunas reser-vas, como si con esta expresión se quisiera elaborarun juicio de desaprobación y una remoción de algu-nas páginas del pasado reciente de la vida de lasIglesias locales. Existe quien duda que la «nueva

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evangelización» cubra o esconda la intención denuevas acciones de proselitismo de parte de la Igle-sia, principalmente en relación a las otras confesio-nes cristianas.[17] Se tiende a pensar que con estadefinición se realice un cambio en la actitud de laIglesia hacia aquellos que no creen, transformados enobjetos de persuasión y no ya vistos comointerlocutores en el contexto de un diálogo que nosdescubre a todos unidos por la misma humanidad yen la búsqueda de la verdad de nuestra existencia. Aesta última preocupación ha querido prestar atencióny también dar una respuesta el Papa Benedicto XVIen su viaje apostólico a la República Checa: «Mevienen aquí a la mente las palabras que Jesús cita delprofeta Isaías, es decir, que el templo debería ser unacasa de oración para todos los pueblos (cf. Is 56,7; Mc 11, 17). Él pensaba en el llamado «patio de losgentiles», que desalojó de negocios ajenos a fin deque el lugar quedara libre para los gentiles quequerían orar allí al único Dios, aunque no podíanparticipar en el misterio, a cuyo servicio estaba dedi-cado el interior del templo. Lugar de oración paratodos los pueblos: de este modo se pensaba en perso-nas que conocen a Dios, por decirlo así, sólo de lejos;que no están satisfechos de sus dioses, ritos y mitos;que anhelan el Puro y el Grande, aunque Dios sigasiendo para ellos el «Dios desconocido» (cf. Hch 17,23). Debían poder rezar al Dios desconocido y, sinembargo, estar así en relación con el Dios verdadero,aun en medio de oscuridades de diversas clases. Creoque la Iglesia debería abrir también hoy una especiede «patio de los gentiles» donde los hombres puedanentrar en contacto de alguna manera con Dios sinconocerlo y antes de que hayan encontrado el accesoa su misterio, a cuyo servicio está la vida interna dela Iglesia».[18]

Nosotros, en cuanto creyentes, debemos amartambién a las personas que se retienen agnósticas oateas. Ellas, tal vez, se asustan cuando se habla denueva evangelización, como si ellas debieran trans-formarse en objetos de misión. Sin embargo, la cues-tión sobre Dios permanece igualmente presente tam-bién para ellos. La búsqueda de Dios ha sido elmotivo fundamental a partir del cual ha nacido elmonacato occidental y, con él, la cultura occidental.El primer paso de la evangelización consiste en tratarde mantener alta la atención en dicha búsqueda. Esnecesario perseverar en el diálogo no sólo con lasreligiones, sino también con los que consideran lareligión como una cosa extraña.

La imagen del «patio de los gentiles» se nos ofrececomo un ulterior elemento en la reflexión sobre la«nueva evangelización», que pone de manifiesto laaudacia de los cristianos de no renunciar jamás abuscar positivamente todos los caminos para delinearformas de diálogo que correspondan a las esperanzasmás profundas y a la sed de Dios de los hombres. Talaudacia permite colocar dentro de este contexto lapregunta sobre Dios, compartiendo la propia expe-riencia en la búsqueda y comunicando como un donel encuentro con el Evangelio de Jesucristo. Unaanáloga capacidad, una actitud similar, exige unprimer momento de autoverificación y de purifica-ción, para reconocer los vestigios de temor, de can-sancio, de aturdimiento, de repliegue sobre sí mismo,que la cultura en la cual vivimos haya podido generaren nosotros. En un segundo momento, será urgente elimpulso, la puesta en marcha, gracias a la acción delEspíritu Santo, hacia aquella experiencia de Dioscomo Padre, que el encuentro vivido con Cristo nospermite anunciar a todos los hombres. Estos momen-tos no constituyen etapas temporales sucesivas, unadespués de la otra, sino más bien movimientos espi-rituales que se suceden sin solución de continuidaddentro de la vida cristiana. El apóstol San Pablotrasmite todo esto cuando describe la experiencia dela fe como una liberación «del poder de las tinieblas»y un ingreso en el «Reino de su Hijo querido, en quientenemos la redención: el perdón de los pecados»(Col 1, 13-14; cf. Rm 12, 1-2). Así también, estaaudacia no es algo absolutamente nuevo o totalmenteinédito para el cristianismo, dado que existen signosde esta actitud ya en la literatura patrística.[19]

6. Los escenarios de la nueva evangelizaciónPor lo tanto, la nueva evangelización es una acti-

tud, un estilo audaz. Es la capacidad de parte delcristianismo de saber leer y descifrar los nuevosescenarios, que en estas últimas décadas han surgidodentro de la historia humana, para habitarlos y trans-formarlos en lugares de testimonio y de anuncio delEvangelio. Estos escenarios han sido identificadosanalíticamente y descriptos varias veces;[20] se tratade escenarios sociales, culturales, económicos, polí-ticos y religiosos.

El primero de ellos es el escenario cultural defondo. Nos encontramos en una época de profundasecularización, que ha perdido la capacidad de escu-char y de comprender la palabra evangélica como unmensaje vivo y vivificador. La secularización, radi-

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cada en modo particular en el mundo occidental –fruto de episodios y de movimientos sociales y depensamiento, que han signado en profundidad suhistoria y su identidad – se presenta hoy en nuestrasculturas a través de la imagen positiva de la libera-ción, de la posibilidad de imaginar la vida del mundoy de la humanidad sin referencia a la trascendencia.En estos años no asume tanto la forma pública dediscursos directos y fuertes contra Dios, la religión yel cristianismo, aunque en algún caso esos tonosanticristianos, antirreligiosos y anticlericales se hanhecho sentir recientemente. La secularización haasumido un tono modesto, que ha permitido a estaforma cultural invadir la vida cotidiana de las perso-nas y desarrollar una mentalidad en la cual Dios está,de hecho, ausente, en todo o en parte, de la existenciay de la consciencia humana. Este modo de actuar haconsentido a la secularización entrar en la vida de loscristianos y de las comunidades eclesiales, transfor-mándose no sólo en una amenaza externa para loscreyentes, sino convirtiéndose en un terreno de con-frontación cotidiana.[21] Son expresiones de la lla-mada cultura del relativismo. Además, aquí existengraves implicancias antropológicas en acto, que po-nen en discusión la misma experiencia humana ele-mental, como la relación hombre-mujer, el sentido dela generación y de la muerte.

Las características de un modo secularizado deentender la vida dejan sus huellas en el comporta-miento cotidiano de muchos cristianos, que se mues-tran frecuentemente influenciados, si no condiciona-dos, por la cultura de la imagen con sus modelos eimpulsos contradictorios. La mentalidad hedonista yconsumista predominante conduce a los cristianoshacia una superficialidad y un egocentrismo, que noes fácil contrastar. La «muerte de Dios», anunciadaen las décadas pasadas por tantos intelectuales, cedeel lugar a un estéril culto al individuo. El riesgo deperder también los elementos fundamentales de lagramática de la fe es real, con la consecuencia de caeren una atrofia espiritual y en un vacío del corazón, opor el contrario, en formas subrogadas de pertenenciareligiosa y de vago espiritualismo. En un escenariode este tipo, la nueva evangelización se presentacomo un estímulo del cual tienen necesidad las co-munidades cansadas y débiles, para descubrir nueva-mente la alegría de la experiencia cristiana, paraencontrar de nuevo «el amor de antes» que se haperdido (Ap 2, 4), para reafirmar una vez más lanaturaleza de la libertad en la búsqueda de la Verdad.

Por otra parte, en otras regiones del mundo seasiste a un prometedor renacimiento religioso. Tan-tos aspectos positivos del redescubrimiento de Diosy de lo sagrado en varias religiones se encuentranoscurecidos por fenómenos de fundamentalismo, queno pocas veces manipula la religión para justificar laviolencia e incluso el terrorismo. Se trata de un graveabuso. «No se puede utilizar la violencia en nombrede Dios».[22] Además, la proliferación de sectasrepresenta un desafío permanente.

Junto a este primer escenario cultural, podemosindicar otro, más social: el gran fenómeno migrato-rio, que impulsa cada vez más a las personas a dejarsus países de origen y vivir en contextos urbanizados,modificando la geografía étnica de nuestras ciuda-des, de nuestras naciones y de nuestros continentes.Este fenómeno provoca un encuentro y una mezclade culturas que nuestras sociedades no conocíandesde hace siglos. Se están produciendo formas decontaminación y de desmoronamiento de los puntosde referencia fundamentales de la vida, de los valorespor los cuales comprometerse, de los mismos víncu-los a través de los cuales cada individuo estructura lapropia identidad y tiene acceso al sentido de la vida.El resultado cultural de estos procesos es un clima deextrema fluidez y «liquidez» dentro del cual haysiempre menos espacio para las grandes tradiciones,incluidas las religiosas, cuya función es estructuraren modo objetivo el sentido de la historia y la identi-dad de los sujetos. Con este escenario social serelaciona el fenómeno conocido el términoglobalización, realidad no fácilmente descifrable,que exige de parte de los cristianos un fuerte trabajode discernimiento. La globalización puede ser inter-pretada como un fenómeno negativo, si prevalece lahermenéutica determinista, vinculada solamente conla dimensión económica y productiva; sin embargopuede ser leída como un fenómeno de crecimiento, enel cual la humanidad aprende a desarrollar nuevasformas de solidaridad y nuevos caminos para com-partir el progreso de todos hacia el bien.[23] En unescenario como éste, la nueva evangelización nospermite aprender que la misión ya no es un movi-miento norte-sur o este-oeste, porque es necesariodesvincularse de los confines geográficos. Hoy lamisión se encuentra en todos los cinco continentes.Es necesario aprender a conocer, también nosotros,los sectores y los ambientes que son ajenos a la fe,porque no la han encontrado nunca la fe o porque sealejaron de ella. Desvincularse de los confines geo-

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gráficos, significa tener las energías para proponer lacuestión de Dios en todos aquellos procesos de en-cuentro, mixtura y reconstrucción de tejidos sociales,que están en acto en cada uno de nuestros contextoslocales.

Esta profunda mezcolanza de culturas es el fondosobre el cual actúa un tercer escenario, que estámarcando en modo cada vez más determinante lavida de las personas y la consciencia colectiva. Setrata del desafío de los medios de comunicaciónsocial, que hoy ofrecen enormes posibilidades yrepresentan uno de los grandes retos para la Iglesia.El escenario que aquí presentamos, al comienzocaracterístico sólo del mundo industrializado, es ca-paz de influir también amplios sectores de los paísesen vías de desarrollo. No existe lugar en el mundo quehoy no pueda ser alcanzado y, por lo tanto, no puedaestar sujeto al influjo de la cultura de los medios decomunicación y de la cultura digital, que se estructuracada vez más como el «lugar» de la vida pública y dela experiencia social. La difusión de esta cultura traeconsigo indudables beneficios: mayor acceso a lainformación, mayor posibilidad de conocimiento, deintercambio, de formas nuevas de solidaridad, decapacidad de construir una cultura cada vez más dedimensión mundial, haciendo que los valores y losmejores frutos del pensamiento y de la expresiónhumana se transformen en patrimonio de todos. Sinembargo, estas potencialidades no pueden esconderlos riesgos que la difusión excesiva de una cultura deeste tipo está ya generando. Se manifiesta una pro-funda concentración egocéntrica sobre sí mismo ysólo sobre las necesidades individuales. Se afirmauna exaltación de la dimensión emotiva en laestructuración de las relaciones y de los vínculossociales. Se asiste a una pérdida del valor objetivo dela experiencia de la reflexión y del pensamiento,reducida, en muchos casos, a un puro lugar de confir-mación del propio modo de sentir. Se difunde unaprogresiva alienación de la dimensión ética y políticade la vida, que reduce la alteridad al rol funcional deespejo y espectador de mis acciones. El punto final alcual pueden conducir estos riesgos consiste en lo quees llamado la cultura del efímero, de lo inmediato, dela apariencia, es decir, una sociedad incapaz de me-moria y de futuro. En tal contexto, la nueva evange-lización exige a los cristianos la audacia de estarpresentes en estos «nuevos areópagos», buscando losinstrumentos y los caminos para hacer comprensible,también en estos lugares ultramundanos, el patrimo-

nio de educación y de sabiduría custodiado por latradición cristiana.[24]

Un cuarto escenario que marca con sus cambios laacción evangelizadora de la Iglesia es el económico.Repetidas veces el Magisterio de los Sumos Pontífi-ces han denunciado los crecientes desequilibriosentre el Norte y el Sur del mundo, en el acceso y enla distribución de los recursos, así como también enel daño a la creación. La duradera crisis económica enla cual nos encontramos indica el problema del uso delas fuerzas materiales, que no encuentra fácilmentelas reglas de un mercado global capaz de tutelar unaconvivencia más justa.[25] No obstante la comunica-ción cotidiana de los medios reserve cada vez menosespacio para una lectura de estas problemáticas apartir de la voz de los pobres, de las Iglesias se esperaaún mucho en términos de sensibilización y de acciónconcreta.

Un quinto escenario es el de la investigacióncientífica y tecnológica. Vivimos en una época en lacual no cesamos de admirarnos por los maravillosospasos que la investigación ha sabido superar en estoscampos. Todos podemos experimentar en la vidacotidiana los beneficios que provienen de estos pro-gresos. Todos dependemos cada vez más de talesbeneficios. De este modo, la ciencia y la tecnologíacorren el riesgo de transformarse en los nuevos ídolosdel presente. Es fácil en un contexto digitalizado yglobalizado hacer de la ciencia nuestra nueva reli-gión, a la cual dirigir nuestras preguntas sobre laverdad y el sentido de la esperanza, sabiendo que solorecibiremos respuestas parciales e inadecuadas. Nosencontramos frente al surgir de nuevas formas degnosis, que asumen la técnica como una forma desabiduría, en la búsqueda de una organización mági-ca de la existencia que funcione como el saber y elsentido de la vida. Asistimos a una afirmación denuevos cultos. Éstos proponen en modo terapéuticoprácticas religiosas que los hombres están dispuestosa vivir, estructurándose como religiones de la prospe-ridad y de la gratificación instantánea.

Un sexto y último escenario es el de la política.Desde el Concilio Vaticano II hasta hoy los cambiosque han tenido lugar pueden ser definidos, con justarazón, sintomáticos de la época. Se ha terminado ladivisión del mundo occidental en dos bloques con lacrisis de la ideología comunista. Esto ha favorecidola libertad religiosa y la posibilidad de reorganiza-ción de las Iglesias históricas. La aparición en la

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escena mundial de nuevos actores económicos, polí-ticos y religiosos, como el mundo islámico y elmundo asiático, ha creado una situación inédita ytotalmente desconocida, rica de potencialidades, perotambién plena de nuevas tentaciones de dominio y depoder. En este escenario, existen temas y sectores quehan de ser iluminados con la luz del Evangelio: elempeño por la paz, el desarrollo y la liberación de lospueblos; el mejoramiento de las formas de gobiernomundial y nacional; la construcción de formas posi-bles de escucha, convivencia, diálogo y colaboraciónentre diversas culturas y religiones; la defensa de losderechos del hombre y de los pueblos, sobre todo delas minorías; la promoción de los más débiles; laprotección de la creación y el empeño por el futuro denuestro planeta.

7. Como cristianos frente a estos nuevos escenariosAnte semejantes cambios es natural que la prime-

ra reacción sea el turbamiento y el miedo, en cuantonos enfrentamos con transformaciones que interro-gan nuestra identidad y nuestra fe hasta las raíces.Resulta natural asumir esa actitud crítica de discerni-miento varias veces evocada por el Papa BenedictoXVI, cuando nos invita a una relectura del presente apartir de la perspectiva de esperanza que el cristianis-mo ofrece como don.[26] Si los cristianos compren-den nuevamente qué es la esperanza, podrán actuaren el contexto de sus conocimientos y de sus expe-riencias, dialogando con los otros hombres, intuyendoqué pueden ofrecer al mundo como don, qué puedencompartir, qué elementos pueden asumir para expre-sar aún mejor esa esperanza, y a qué elementos, encambio, es justo oponerse. Los nuevos escenarioscon los cuales estamos llamados a confrontarnosexigen desarrollar una actitud crítica de los estilos devida, de las estructuras de pensamiento y de losvalores, de los lenguajes construidos para comunicar.Esta actitud, al mismo tiempo, deberá funcionarcomo autocrítica del cristianismo moderno, el cualdebe siempre de nuevo aprender a comprenderse a símismo a partir de las propias raíces.

Aquí encuentra su específico carácter y su fuerza lanueva evangelización como instrumento: es necesarioobservar estos escenarios, estos fenómenos, sabiendosuperar el nivel emotivo de juicio defensivo y de miedo,para comprender objetivamente los signos de lo nuevo,junto a los desafíos y a las fragilidades. «Nueva evange-lización» quiere decir, por lo tanto, trabajar en nuestrasIglesias locales para construir caminos de lectura de los

fenómenos ya indicados, permitiendo traducir la espe-ranza del Evangelio en términos practicables. Estosignifica que la Iglesia se edifica aceptando confrontar-se con estos desafíos, siendo cada vez más la construc-tora de la civilización del amor.

Además, «nueva evangelización» quiere decirtener la audacia de formular la pregunta acerca deDios al interno de estos problemas, realizando loespecífico de la misión de la Iglesia y mostrando deesta manera cómo la perspectiva cristiana ilumina enmodo inédito los grandes problemas de la historia. Lanueva evangelización exige que nos confrontemoscon estos escenarios, no permaneciendo cerrados enlos recintos de nuestras comunidades y de nuestrasinstituciones, sino aceptando el desafío de entrardentro de estos fenómenos, para tomar la palabra yofrecer nuestro testimonio desde adentro. Ésta es laforma que la testimonio radical de Cristo hasta dar lavida cristiana asume en el mundo de hoy, aceptandola confrontación también con aquellas formas recien-tes de ateísmo agresivo o de secularización extrema,cuya finalidad es eclipsar la cuestión de Dios en lavida del hombre.

En este contexto, «nueva evangelización» signifi-ca para la Iglesia sostener con convicción el esfuerzode ver a todos los cristianos unidos en la manifesta-ción al mundo de la fuerza profética y transformadoradel mensaje evangélico. La justicia, la paz, la convi-vencia entre los pueblos y la salvaguardia de lacreación son las palabras que han signado el caminoecuménico de estas décadas. Los cristianos, todosunidos, las ofrecen al mundo como lugares en loscuales es posible hacer emerger la cuestión de Dios enla vida de los hombres. Estas palabras, en efecto,adquieren su sentido más auténtico sólo a la luz y enel contexto de la palabra de amor que Dios nos hadirigido en su Hijo Jesucristo.

8. »Nueva evangelización» y deseo de espiritualidadEste esfuerzo de llevar la cuestión de Dios dentro

de los problemas del hombre de hoy sale al encuentrode la necesidad religiosa y del deseo de espirituali-dad, que a partir de las jóvenes generaciones emergecon renovado vigor. La misma Iglesia católica esalcanzada por este fenómeno, que ofrece recursos yocasiones de evangelización, inesperados en las pa-sadas décadas. Los grandes encuentros mundiales dela juventud, las peregrinaciones hacia los lugares dedevoción, antiguos y nuevos, la primavera de losmovimientos y de las asociaciones eclesiales, consti-

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tuyen el signo visible de un sentido religioso que nose ha apagado. La «nueva evangelización» en estecontexto pide a la Iglesia que sepa discernir los signosde la acción del Espíritu, orientando y educando susexpresiones, en vista de una fe adulta y conscientehasta alcanzar «la plena madurez de Cristo» (Ef 4,13).[27] Además de los grupos de reciente funda-ción, fruto prometedor del Espíritu Santo, una grandetarea en la nueva evangelización corresponde a lavida consagrada, en las antiguas y nuevas formas. Esnecesario recordar que todos los grandes movimien-tos de evangelización, surgidos en dos mil años decristianismo, están vinculados a formas de radicalis-mo evangélico.

En este contexto han de ser inseridos el encuentroy el diálogo con las grandes tradiciones religiosas, enparticular las orientales, que la Iglesia ha aprendido avivir en las últimas décadas, y continúa a intensificar.Este encuentro aparece como una ocasión prometedo-ra para aprender a conocer y a confrontar la forma y loslenguajes relativos a la pregunta religiosa, así como sepresenta en otras experiencias religiosas. Esto permiteal catolicismo comprender con mayor profundidad losmodos con los cuales la fe cristiana escucha y asumela interrogación religiosa de cada hombre.

9. Nuevos modos de ser IglesiaEstas nuevas condiciones de la misión nos ayudan

a intuir que el término «nueva evangelización» indi-ca finalmente la exigencia de encontrar nuevas ex-presiones para ser Iglesia dentro de los contextossociales y culturales actuales, en proceso de continuamutación. Las figuras tradicionales y ya establecidas– que por convención son indicadas con las expresio-nes «países de cristiandad» y «tierras de misión» –junto con su claridad conceptual muestran sus lími-tes. Son demasiado simples y hacen referencia a uncontexto en vía de superación, para poder funcionarcomo modelos de referencia para la construcción delas comunidades cristianas actuales. Es necesario quela práctica cristiana oriente la reflexión hacia un lentotrabajo de construcción de un nuevo modelo de serIglesia, que evite las asperezas del sectarismo y de la«religión civil», y permita, en un contexto post ideo-lógico como el actual, seguir manteniendo la formade una Iglesia misionera. En otras palabras, la Iglesiatiene necesidad, dentro de la variedad de sus figuras,de no perder el rostro de Iglesia «doméstica, popu-lar». Aún en contextos minoritarios o de discrimina-ción la Iglesia no puede perder su capacidad de

permanecer junto a la persona en su vida cotidiana,para anunciar desde esa realidad el mensaje vivificantedel Evangelio. Como afirmaba el Papa Juan Pablo II,«nueva evangelización» significa hacer de nuevo eltejido cristiano de la sociedad humana, haciendonuevamente el tejido de las mismas comunidadescristianas;[28] quiere decir ayudar a la Iglesia amantener su presencia «entre las casas de sus hijos yde sus hijas»,[29] para animar la vida y orientarlahacia el Reino que viene.

En esta tarea de discernimiento pueden ser de granayuda las Iglesias católicas orientales y todas aque-llas comunidades cristianas que en su reciente pasadohan vivido, o están todavía viviendo, la experienciadel ocultamiento, de la persecución, de la marginación,de ser víctimas de la intolerancia de carácter étnico,ideológico o religioso. Su testimonio de fe, su tena-cidad, su capacidad de resistir, la solidaridad de suesperanza, la intuición de algunas prácticas pastorales,son un don para compartir con las comunidades que,teniendo en la propia historia un pasado glorioso,viven un presente de fatiga y dispersión. Para Iglesiaspoco habituadas a vivir la fe en situación de minoríaes ciertamente un don poder escuchar experienciascapaces de infundir en ellas aquella confianza que esindispensable para adquirir el impulso exigido por lanueva evangelización.

Es tiempo de nueva evangelización también paraOccidente, donde muchos que han recibido el bautis-mo viven completamente fuera de la vida cristiana ysiempre más personas conservan ciertamente un vín-culo con la fe, pero conocen poco o mal sus funda-mentos. Frecuentemente la presentación de la fecristiana resulta distorsionada por la caricatura y porlos lugares comunes difundidos por la cultura, en unaactitud de indiferente alejamiento, si no de abiertacontestación. Es tiempo de nueva evangelizaciónpara ese occidente en el cual «enteros países y nacio-nes, en los que en un tiempo la religión y la vidacristiana fueron florecientes y capaces de dar origena comunidades de fe viva y operativa, están ahorasometidos a dura prueba e incluso alguna que otra vezson radicalmente transformados por el continuo di-fundirse del indiferentismo, del secularismo y delateísmo. Se trata, en concreto, de países y nacionesdel llamado Primer Mundo, en el que el bienestareconómico y el consumismo –si bien entremezcladocon espantosas situaciones de pobreza y miseria–inspiran y sostienen una existencia vivida «como sino hubiera Dios».[30]

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Las comunidades cristianas deben saber asumircon responsabilidad y valor esta demanda de renova-ción que la transformación del contexto cultural ysocial pide a la Iglesia. Dichas comunidades debenaprender a vivir y a gestionar esta larga transición defigura, manteniendo como punto de referencia elmandato de evangelizar.

10. Primera evangelización, atención pastoral, nuevaevangelizaciónLa mandato misionero con el cual se concluye el

Evangelio (cf. Mc 16, 15s; Mt 28, 19s; Lc 24, 48s)está lejos de haberse cumplido; ha entrado en unanueva fase. Ya el Papa Juan Pablo II recordaba que «noes fácil definir los confines entre atención pastoral a losfieles, nueva evangelización y actividad misioneraespecífica, y no es pensable crear entre ellos barreraso recintos estancados... Las Iglesias de antigua cris-tiandad, por ejemplo, ante la dramática tarea de lanueva evangelización, comprenden mejor que no pue-den ser misioneras respecto a los no cristianos de otrospaíses o continentes, si antes no se preocupan seria-mente de los no cristianos en su propia casa. Lamisión ad intra es signo creíble y estímulo para lamisión ad extra, y viceversa».[31] El cristiano y laIglesia o son misioneros o no son tales. Quien ama lapropia fe se preocupará también de testimoniarla, dellevarla a los otros y permitir a los otros de participaren ella. La falta de celo misionero es carencia de celopor la fe. Al contrario, la fe se robustece trasmitiéndola.El texto del Papa parece querer traducir el concepto denueva evangelización en una pregunta crítica y bastan-te directa: tenemos interés en transmitir la fe y enconquistar para la fe a los no cristianos? Estamosempeñados de corazón con la misión?

La nueva evangelización es el nombre dado a estanueva atención de la Iglesia a su misión fundamental,a su identidad y razón de ser. Por lo tanto, es unarealidad que no corresponde solamente a determina-das regiones bien definidas, sino que se trata delcamino que permite explicar y traducir en práctica laherencia apostólica en y para nuestro tiempo. Con elprograma de la nueva evangelización la Iglesia deseaintroducir en el mundo de hoy y en la actual discusiónsu temática más original y específica: el anuncio delReino de Dios, iniciado en Jesucristo. No hay situa-ción eclesial que pueda sentirse excluida de esteprograma: las antiguas Iglesias cristianas, con elproblema práctico del abandono de la fe de parte demuchos; las nuevas Iglesias, en la búsqueda de cami-

nos de inculturación, los cuales exigen continuasverificaciones para lograr no sólo introducir el Evan-gelio en las culturas, purificándolas y elevándolas,sino también para abrir las mismas culturas a lanovedad del Evangelio; más en general, todas lascomunidades cristianas, empeñadas en el ejercicio deuna atención pastoral, que cada vez parece más difícilllevar adelante y corre el riesgo de transformarse enuna repetición rutinaria y sin vida poco capaz decomunicar las razones por las cuales ha nacido.

Entonces, nueva evangelización es sinónimo demisión; exige la capacidad de partir nuevamente, deatravesar los confines, de ampliar los horizontes. Lanueva evangelización es lo contrario a la autosufi-ciencia y al repliegue sobre sí mismo, a la mentalidaddel la situación tal como está y a una concepciónpastoral que retiene suficiente continuar a hacer lascosas como siempre han sido hechas. Hoy el «nego-ciar como es costumbre» ya no es válido. Comoalgunas Iglesias locales se empeñaron en afirmar, estiempo que la Iglesia llame a las propias comunida-des cristianas a una conversión pastoral, en sentidomisionero, de sus acciones y de sus estructuras.[32]

PreguntasPreguntasPreguntasPreguntasPreguntasNuestras comunidades están viviendo períodos de

fuertes transformaciones de sus figuras eclesiales ysociales.1. ¿Cuáles son las características de esta transformación en nuestras

Iglesias locales?2. ¿Cómo son vividas estas características de Iglesia misionera, de una

Iglesia capaz de estar en lo cotidiano de la gente, de una Iglesia«entre las casas de sus hijos y de sus hijas»?

3. ¿En qué modo la nueva evangelización ha sabido dar nuevamentevida e impulso a la primera evangelización o a la atención pastoralya en acto? ¿Cómo ha ayudado a vencer el cansancio y las fatigasque surgen en la vida cotidiana de nuestras Iglesias locales?

4. ¿Qué discernimientos, qué lecturas de la situación presente de lasdiversas Iglesias locales, han sido realizados a la luz de la nuevaevangelización?El mundo está conociendo fuertes cambios, que

generan nuevos escenarios y nuevos desafíos para elcristianismo. Han sido presentados seis escenarios:un escenario cultural (la secularización), uno social(la mezcolanza de pueblos), uno de los medios decomunicación, uno económico, uno científico y unopolítico. Intencionalmente estos escenarios han sidodescriptos en modo genérico y uniforme.

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5. ¿Qué figura específica han asumido estos escenarios en el contextode las diversas Iglesias locales?

6.  ¿En  qué  modo  tales  escenarios  han  provocado  una  reacción  encontacto con la vida de las Iglesias locales? ¿Cómo han influenciadola vida de las mismas?

7. ¿Qué preguntas y cuáles desafíos ha puesto? ¿Qué respuestas hansido dadas?

8. ¿Cuáles fueron los principales obstáculos y las fatigas más importan-tes al plantear la cuestión de Dios dentro de las cuestiones tempo-rales? ¿Cuáles fueron las experiencias más logradas? Al escenarioreligioso ha sido dado un particular relieve.

9. ¿Qué transformaciones está conociendo el modo que la gente tienede vivir la propia experiencia religiosa?

10. ¿Qué nuevas preguntas sobre la espiritualidad, qué nuevas necesi-dades religiosas están emergiendo? ¿Hay nuevas tradiciones reli-giosas que se están afirmando?

11. ¿Cómo las comunidades cristianas son afectadas por la evolucióndel escenario religioso? ¿Cuáles son las principales fatigas? ¿Cuá-les las nuevas oportunidades?

La  nueva  evangelización  es  la  transformación  que  la  Iglesia  sabeimaginar para continuar viviendo la propia misión de anuncio dentrode estos nuevos escenarios.

12. ¿Qué forma ha adquirido la nueva evangelización en las Iglesiaslocales?

13. ¿Qué contenido, qué forma ha asumido la audacia que es caracte-rística de la nueva evangelización? ¿Qué energías ha sabido infun-dir en la vida eclesial y pastoral?

14. ¿Para designar qué acciones y qué dimensiones de la vida y de laacción de la Iglesia?

15. ¿Cómo las  Iglesias  locales han  logrado asumir y hacer propio elpedido del Papa Juan Pablo II, tantas veces reiterado, de apropiarsede «una nueva evangelización: nueva en su ardor, en sus métodos,en sus expresiones»?

16.  ¿Cómo  la  celebración  de  Asambleas  sinodales  continentales  oregionales ha ayudado a las comunidades cristianas a elaborar unprograma de nueva evangelización?

SEGUNDO CAPÍTULO: PROCLAMARSEGUNDO CAPÍTULO: PROCLAMARSEGUNDO CAPÍTULO: PROCLAMARSEGUNDO CAPÍTULO: PROCLAMARSEGUNDO CAPÍTULO: PROCLAMAREL EVANGELIO DE JESUCRISTOEL EVANGELIO DE JESUCRISTOEL EVANGELIO DE JESUCRISTOEL EVANGELIO DE JESUCRISTOEL EVANGELIO DE JESUCRISTO

«Vayan por todo el mundo y proclamen la BuenaNueva a toda la creación» (Mc 16, 15)

11. El encuentro y la comunión con Cristo, finalidad dela transmisión de la feEl mandato misionero que los discípulos han

recibido del Señor (cf. Mc 16, 15) contiene una ex-plícita referencia a la proclamación y a la enseñanzadel Evangelio («enseñándoles a guardar todo lo que

yo os he mandado» Mt 28, 20). El apóstol Pablo sepresenta como «apóstol [...] escogido para predicar elEvangelio de Dios» (Rm 1, 1). La misión de la Iglesiaconsiste, por lo tanto, en realizar la transmisión de laBuena Noticia de Jesucristo, el anuncio y la transmi-sión del Evangelio, que es «fuerza de Dios para lasalvación de todo el que cree» (Rm 1, 16) y que enúltima instancia, se identifica con Jesucristo (cf. 1Co 1, 24).[33] Al hablar de Evangelio, no debemospensar sólo en un libro o en una doctrina; el Evange-lio es mucho más: es una Palabra viva y eficaz, querealiza lo que dice. No es un sistema de artículos defe y de preceptos morales ni, menos aún, un programapolítico, sino que es una persona: Jesucristo comoPalabra definitiva de Dios, hecha hombre.[34] ElEvangelio es Evangelio de Jesucristo: no solamentetiene como contenido Jesucristo. Mucho más, ésteúltimo es, a través del Espíritu Santo, también elpromotor y el sujeto primario de su anuncio, de sutransmisión. El objetivo de la transmisión de la fe esla realización de este encuentro con Jesucristo, en elEspíritu, para llegar a vivir la experiencia del Padresuyo y nuestro.[35]

Transmitir la fe significa crear en cada lugar y encada tiempo las condiciones para que este encuentroentre los hombres y Jesucristo se realice. La fe comoencuentro con la persona de Cristo asume la forma dela relación con Él, de la memoria de Él (en la Euca-ristía) y de la formación en nosotros de la mentalidadde Cristo, en la gracia del Espíritu. Como ha afirmadoel Papa Benedicto XVI: «No se comienza a sercristiano por una decisión ética o una gran idea, sinopor el encuentro con un acontecimiento, con unaPersona, que da un nuevo horizonte a la vida y, conello, una orientación decisiva [...] Y, puesto que esDios quien nos ha amado primero (cf. 1 Jn 4, 10),ahora el amor ya no es sólo un «mandamiento», sinola respuesta al don del amor, con el cual viene anuestro encuentro».[36] La misma Iglesia se encuen-tra conformada precisamente a partir de la realizaciónde esa misión del anuncio del Evangelio y de latransmisión de la fe cristiana.

El resultado esperado de este encuentro consisteen inserir a los hombres en la relación del Hijo con suPadre para sentir la fuerza del Espíritu. La finalidadde la transmisión de la fe, el objetivo de la evangeli-zación, es llevar por Cristo «al Padre en un mismoEspíritu» (Ef 2, 18);[37] ésta es la experiencia de lanovedad del Dios cristiano. En esta perspectiva,transmitir la fe en Cristo significa crear las condicio-

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nes para una fe pensada, celebrada, vivida y rezada:esto implica inserir en la vida de la Iglesia.[38] Éstaes una estructura de transmisión muy radicada en latradición eclesial. A ella se refiere el Catecismo de laIglesia Católica, así como también el Compendio delmismo Catecismo, que la asume para sostenerla,explicitarla, promoverla.[39]

12. La Iglesia transmite la fe que ella misma vivePor lo tanto, la transmisión de la fe es una dinámica

muy compleja que implica en modo total la fe de loscristianos y la vida de la Iglesia. No se puede transmitiraquello en lo cual no se cree y no se vive. Un signo defe consolidada y madura es, precisamente, la naturali-dad con la cual comunicamos la fe a los otros. «Llamóa los que él quiso... para que estuvieran con él, y paraenviarlos a predicar...» (Mc 3, 13-14). No se puedetransmitir el Evangelio sin saber lo que significa «estar»con Jesús, vivir en el Espíritu de Jesús la experiencia delPadre; así también, paralelamente, la experiencia de«estar» con Jesús impulsa al anuncio, a la proclamación,al compartir lo que se ha vivido, habiéndolo experimen-tado como bueno, positivo y bello.

Dicho mandato del anuncio y de la proclamaciónno está reservado a algunos en particular, a pocoselegidos. Es un don ofrecido cada hombre que res-ponde confiadamente a la llamada de fe. La transmi-sión de la fe no es una acción especializada, quepueda ser adjudicada a algún grupo o a algún indivi-duo expresamente designado. Es la experiencia decada cristiano y de toda la Iglesia, que en esta accióndescubre continuamente la propia identidad de pue-blo convocado por el Espíritu, que nos reúne impi-diendo que caigamos en la dispersión de nuestracotidianidad, para vivir la presencia de Cristo entrenosotros, y para descubrir así el verdadero rostro deDios, que es nuestro Padre. «Los fieles laicos –debido a su participación en el oficio profético deCristo – están plenamente implicados en esta tarea dela Iglesia. En concreto, les corresponde testificarcómo la fe cristiana – más o menos conscientementepercibida e invocada por todos – constituye la únicarespuesta plenamente válida a los problemas y expec-tativas que la vida plantea a cada hombre y a cadasociedad. Esto será posible si los fieles laicos sabensuperar en ellos mismos la fractura entre el Evangelioy la vida, recomponiendo en su vida familiar cotidia-na, en el trabajo y en la sociedad, esa unidad de vidaque en el Evangelio encuentra inspiración y fuerzapara realizarse en plenitud».[40]

La transmisión de la fe, en cuanto es una acciónfundamental de la Iglesia, estructura el rostro y lasacciones de las comunidades cristianas.[41] Paraanunciar y difundir el Evangelio es necesario que laIglesia promueva imágenes de comunidades cristia-nas capaces de articular con fuerza las obras funda-mentales de la vida de fe: caridad, testimonio, anun-cio, celebración, escucha y coparticipación. Es nece-sario concebir la evangelización como el proceso através del cual la Iglesia, movida por el Espíritu,anuncia y difunde el Evangelio en todo el mundo,siguiendo la lógica, que la reflexión del Magisterio hasintetizado así: «impulsada por la caridad, impregnay transforma todo el orden temporal, asumiendo yrenovando las culturas; da testimonio entre los pue-blos de la nueva manera de ser y de vivir que carac-teriza a los cristianos; y proclama explícitamente elEvangelio, mediante el «primer anuncio», llamandoa la conversión; inicia en la fe y vida cristiana,mediante la «catequesis» y los «sacramentos deiniciación» a los que se convierten a Jesucristo, o alos que reemprenden el camino de su seguimiento,incorporando a unos y reconduciendo a otros a lacomunidad cristiana; alimenta constantemente el donde la comunión en los fieles mediante la educaciónpermanente de la fe (homilía, otras formas del minis-terio de la Palabra), los sacramentos y el ejercicio dela caridad; y suscita continuamente la misión, alenviar a todos los discípulos de Cristo a anunciar elEvangelio, con palabras y obras, por todo el mun-do».[42]

13. La Palabra de Dios y la transmisión de la feDesde la celebración del Concilio Vaticano II la

Iglesia católica ha descubierto nuevamente que estatransmisión de la fe, entendida como encuentro conCristo, se realiza mediante la Sagrada Escritura y laTradición viva de la Iglesia, bajo la guía del EspírituSanto.[43] Así, la Iglesia es continuamente regenera-da por el Espíritu. De este modo, las nuevas genera-ciones son sostenidas en el camino que lleva alencuentro con Cristo en su cuerpo, que encuentra suplena expresión en la celebración de la Eucaristía. Laposición central que ocupa esta función de transmi-sión de la fe ha sido releída y puesta en evidencia enlas últimas dos Asambleas sinodales, sobre la Euca-ristía y, en particular, en la dedicada a la Palabra deDios en la vida y en la misión de la Iglesia. En estasdos Asambleas la Iglesia ha sido invitada a reflexio-nar y a tomar plena consciencia de la dinámica

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profunda que sostiene su identidad: la Iglesia trans-mite la fe que ella misma vive, celebra, profesa ytestimonia.[44]

Dicha toma de consciencia ha dado a la Iglesiaempeños concretos y desafíos con los cuales poderevaluar su misión de trasmisión. Es necesario hacermadurar en el pueblo de Dios un mayor conocimientodel rol de la Palabra de Dios, de su fuerza reveladoray manifestadora de la intención de Dios hacia loshombres, de su designio de salvación.[45] Hay nece-sidad de una mayor atención en la proclamación de laPalabra de Dios durante las asambleas litúrgicas y deuna entrega más convencida a la tarea de la predica-ción.[46] Es conveniente una atención más conscien-te y una confianza más firme en el rol que la Palabrade Dios puede tener en la misión de la Iglesia, ya seaen el momento específico del anuncio del mensaje desalvación, ya sea en la posición más reflexiva de laescucha y del diálogo con las culturas.[47]

Los Padres sinodales han reservado una atenciónparticular al anuncio de la Palabra a las nuevasgeneraciones. «En ellos [los jóvenes] encontramos amenudo una apertura espontánea a la escucha de laPalabra de Dios y un deseo sincero de conocer aJesús. ... Esta atención al mundo juvenil implica lavalentía de un anuncio claro; hemos de ayudar a losjóvenes a que adquieran confianza y familiaridad conla Sagrada Escritura, para que sea como una brújulaque indica la vía a seguir. Para ello, necesitan testigosy maestros, que caminen con ellos y los lleven a amary a comunicar a su vez el Evangelio, especialmente asus coetáneos, convirtiéndose ellos mismos en autén-ticos y creíbles anunciadores».[48] Asimismo, losPadres sinodales piden a las comunidades cristianasque abran «caminos de iniciación cristiana, los cua-les, a través de la escucha de la Palabra, la celebraciónde la Eucaristía y el amor fraterno vivido en comuni-dad, puedan desarrollar una fe cada vez más adulta.Es oportuno considerar la nueva exigencia que pro-viene de los movimientos humanos y del fenómenomigratorio, que abre nuevas perspectivas de evange-lización, porque los inmigrantes no sólo tienen nece-sidad de ser evangelizados sino que ellos mismospueden ser agentes de evangelización».[49]

Con sus acentos, la reflexión de la Asambleasinodal ha invitado a las comunidades cristianas averificar en qué medida el anuncio de la Palabra es elfundamento de la tarea de transmisión de la fe: «Esnecesario, pues, redescubrir cada vez más la urgencia

y la belleza de anunciar la Palabra para que llegue elReino de Dios, predicado por Cristo mismo. [...]Todos nos damos cuenta de la necesidad de que la luzde Cristo ilumine todos los ámbitos de la humanidad:la familia, la escuela, la cultura, el trabajo, el tiempolibre y los otros sectores de la vida social. No se tratade anunciar una palabra sólo de consuelo, sino queinterpela, que llama a la conversión, que hace accesi-ble el encuentro con Él, por el cual florece unahumanidad nueva».[50]

14. La pedagogía de la feLa transmisión de la fe no se realiza sólo con las

palabras, sino que exige una relación con Dios através de la oración, que es la misma fe en acto. Enesta educación en la oración es decisiva la liturgia consu propia función pedagógica, en la cual el sujetoeducador es el mismo Dios y el verdadero maestro enla oración es el Espíritu Santo.

La Asamblea General Ordinaria del Sínodo de losObispos dedicada a la catequesis había reconocidocomo don del Espíritu – además del florecimiento, ennúmero y en dedicación de los catequistas – la madu-rez registrada en los métodos que la Iglesia ha sabidoelaborar para realizar la transmisión de la fe, parapermitir que los hombres logren vivir el encuentrocon Cristo.[51] Son métodos basados en la experien-cia que implican a la persona. Se trata de métodosplurales, que activan en modo diferenciado las facul-tades del individuo, su integración en un grupo so-cial, su actitudes, su inquietudes y búsquedas. Estosmétodos asumen la inculturación como instrumentopropio.[52] Para evitar el riesgo de dispersión y deconfusión ínsito en una situación caracterizada por lapluralidad y la continua evolución, el Papa JuanPablo II asumió en aquel contexto una instancia delos Padres sinodales y la convirtió en regla: la plura-lidad de los métodos en la catequesis puede ser signode vitalidad y de genialidad, si cada uno de estosmétodos logra interiorizar y hacer suya una ley fun-damental, que es la de la doble fidelidad, a Dios y alhombre, en una única actitud de amor.[53]

Al mismo tiempo, el Sínodo sobre la catequesis seinteresó por no desaprovechar los beneficios y losvalores recibidos de un pasado signado por la preocu-pación de garantizar una transmisión de la fe sistemá-tica, integral, orgánica y jerarquizada.[54] Por estemotivo el Sínodo ha propuesto dos instrumentosfundamentales para la transmisión de la fe: la cate-quesis y el catecumenado. Gracias a ellos, la Iglesia

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transmite la fe en modo activo, la siembra en loscorazones de los catecúmenos y de los que soncatequizados para fecundar sus experiencias másprofundas. La profesión de fe recibida por la Iglesia(traditio), germinando y creciendo durante el proce-so catequístico, es restituida (redditio), enriquecidacon los valores de las diferentes culturas. Elcatecumenado se transforma, de este modo, en uncentro fundamental de incremento de la catolicidad yfermento de renovación eclesial.[55]

La promoción de estos dos instrumentos – cate-quesis y catecumenado – debía servir para dar cuerpoa lo que ha sido designado con la expresión «pedago-gía de la fe».[56] El uso de este término permitedilatar el concepto de catequesis, extendiéndolo al detransmisión de la fe. Desde el Sínodo sobre la cate-quesis en adelante la catequesis es considerada comoun proceso de transmisión del Evangelio, así como lacomunidad cristiana lo ha recibido, lo comprende, locelebra, lo vive y lo comunica.[57] «La catequesis deiniciación, por ser orgánica y sistemática, no sereduce a lo meramente circunstancial u ocasional;por ser formación para la vida cristiana, desborda –incluyéndola – a la mera enseñanza; por ser esencial,se centra en lo «común» para el cristiano, sin entrar encuestiones disputadas ni convertirse en investigaciónteológica. En fin, por ser iniciación, incorpora a lacomunidad que vive, celebra y testimonia la fe.Ejerce, por tanto, al mismo tiempo, tareas de inicia-ción, de educación y de instrucción. Esta riqueza,inherente al catecumenado de adultos no bautizados,ha de inspirar a las demás formas de catequesis».[58]

El catecumenado se nos ha entregado como elmodelo que la Iglesia ha recientemente asumido paradar forma a sus procesos de transmisión de la fe. Elcatecumenado, que ha sido impulsado por el Conci-lio Vaticano II,[59] ha sido asumido en varios pro-yectos de reorganización y de promoción de la cate-quesis, como modelo paradigmático de estructuraciónde esta misión evangelizadora. El Directorio Generalpara la Catequesis sintetiza los elementos fundamen-tales de tal misión, dejando intuir los motivos por loscuales tantas Iglesias locales se han inspirado en esteparadigma para reorganizar las propias prácticas deanuncio y de generación en la fe, dando inclusoorigen a un nuevo modelo, el «catecumenado post-bautismal»:[60] recuerda constantemente a toda laIglesia la función de la iniciación en la fe. Despiertala responsabilidad de toda la comunidad cristiana.

Pone en el centro de todo el camino el misterio de laPascua de Cristo. Hace de la inculturación el princi-pio del propio funcionamiento pedagógico; es imagi-nado como un verdadero proceso formativo.[61]

15. Las Iglesias locales, sujetos de la transmisiónEl sujeto de la transmisión de la fe es toda la Iglesia,

que se manifiesta en la Iglesias locales. El anuncio, latransmisión y la experiencia vivida del Evangelio serealizan en ellas. Más aún, las mismas Iglesias locales,además de ser sujetos, son también el fruto de esa accióndel anuncio del Evangelio y de la transmisión de la fe,como resulta de la experiencia de las primeras comuni-dades cristianas (cf. Hch 2, 42-47): el Espíritu congregaa los creyentes entorno a las comunidades que vivenfervorosamente la propia fe, nutriéndose de la escuchade la palabra de los Apóstoles y de la Eucaristía, yconsumando la propia vida en el anuncio del Reino deDios. El Concilio Vaticano II confirma esta descripcióncomo fundamento de la identidad de cada comunidadcristiana, cuando afirma que la «Iglesia de Cristo estáverdaderamente presente en todas las legítimas reunio-nes locales de los fieles, que, unidas a sus pastores,reciben también en el Nuevo Testamento el nombre deiglesias. Ellas son, en su lugar, el Pueblo nuevo, llamadopor Dios en el Espíritu Santo y en gran plenitud (cf. 1Ts 1,5). En ellas se congregan los fieles por la predica-ción del Evangelio de Cristo y se celebra el misterio dela Cena del Señor «para que por medio del cuerpo y dela sangre del Señor quede unida toda la fraternidad».[62]

La vida concreta de nuestras Iglesias ha tenido lafortuna de ver en el campo de la transmisión de la fe,y mas genéricamente del anuncio, una realizaciónconcreta, frecuentemente ejemplar, de esta afirma-ción del Concilio. El número de los cristianos, que enlas últimas décadas se han empeñado en modo espon-táneo y gratuito en el anuncio y en la transmisión dela fe, ha sido verdaderamente notable y ha dejado suhuella en la vida de nuestras Iglesias locales, como unverdadero don del Espíritu ofrecido a nuestras comu-nidades cristianas. Las acciones pastorales relaciona-das con la transmisión de la fe constituyen un lugarque ha permitido a la Iglesia estructurarse dentro delos diversos contextos sociales locales, mostrando lariqueza y la variedad de los roles y de los ministeriosque la componen y que animan su vida cotidiana.Alrededor del Obispo se ha visto florecer el rol de lospresbíteros, de los padres, de los religiosos, de lascomunidades, cada uno con la propia misión y lapropia competencia.[63]

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Junto a los dones y a los aspectos positivos, sinembargo, hay que considerar también los desafíos,que la novedad de las situaciones y las evolucionesque la distinguen, pone a varias Iglesias locales: laescasez de la presencia numérica de los presbíteroshace que el resultado de su acción sea menos incisivode cuanto se desearía. El estado de cansancio y dedesgaste vivido en tantas familias debilita el papel delos padres. El nivel demasiado débil de la copartici-pación hace evanescente el influjo de la comunidadcristiana. El riesgo es que una acción tan importantey fundamental vea caer el peso de su ejecución solosobre la figura de los catequistas, oprimidos por latarea a ellos confiada y por la soledad en la cual seencuentran al realizarla.

Como ya se ha mencionado, el clima cultural y lasituación de cansancio en la cual se encuentran variascomunidades cristianas conducen al riesgo de hacerdébil la capacidad de nuestras Iglesias locales deanunciar, transmitir y educar en la fe. La pregunta delapóstol san Pablo «¿cómo creerán ... sin que se lespredique?» (Rm 10, 14) – suena en nuestros días muypertinente. En una situación como ésta, hay que reco-nocer como don del Espíritu la frescura y las energíasque la presencia de grupos y movimientos eclesialesha logrado infundir en esta misión de transmitir la fe.Al mismo tiempo, debemos trabajar para que estosfrutos puedan contagiar y comunicar su impulso aaquellas formas de catequesis y de transmisión de la feque han perdido su ardor originario.

16. Dar razón: el estilo de la proclamaciónPor lo tanto, el contexto en el cual nos encontra-

mos exige a las Iglesias locales un renovado impulso,un nuevo acto de confianza en el Espíritu que las guía,para que vuelvan a asumir con alegría y fervor lamisión fundamental para la cual Jesús envía a susdiscípulos: el anuncio del Evangelio (cf. Mc 16, 15),la predicación del Reino (cf. Mc 3,15). Es necesarioque cada cristiano se sienta interpelado por estemandato de Jesús y se deje guiar por el Espíritu alresponder a la llamada, según la propia vocación. Enun momento en el cual la opción de la fe y delseguimiento de Cristo resulta menos fácil y pococomprensible, o incluso contrariada y combatida,aumenta la tarea de la comunidad y de los cristianosindividualmente de ser testigos y heraldos del Evan-gelio, como lo hizo Jesucristo.

La lógica de un comportamiento como éste, nos lasugiere el apóstol san Pedro, cuando nos invita a la

apología, a dar razón, a «dar respuesta a todo el queos pida razón de vuestra esperanza» (1 P3, 15). Unanueva primavera para el testimonio de nuestra fe,nuevas formas de respuesta (apo-logía) a quien nospida el logos, la razón de nuestra fe, son los caminosque el Espíritu indica a nuestras comunidades cristia-nas: para renovarnos, para hacer presente la esperan-za y la salvación, que nos da Jesucristo, con mayorfuerza en el mundo en que vivimos. Se trata, comocristianos, de aprender un nuevo estilo, de responder«con dulzura y respeto [...] con buena consciencia»«dar respuesta a todo el que les pida razón de suesperanza» (1P 3, 16), con aquella fuerza humildeque proviene de la unión con Cristo en el Espíritu ycon aquella determinación de quien tiene como metael encuentro con Dios Padre en su Reino.[64]

Este estilo debe ser global, es decir, debe abrazarel pensamiento y la acción, los comportamientospersonales y el testimonio público, la vida interna denuestras comunidades y su impulso misionero, laatención educativa y la entrega cuidadosa hacia lospobres, la capacidad de cada cristiano de tomar lapalabra en los contextos en los cuales vive y trabajapara comunicar el don cristiano de la esperanza. Esteestilo debe apropiarse del fervor, de la confianza y dela libertad de palabra (la parresia) que se manifiestanen la predicación de los Apóstoles (cf. Hch 4, 31; 9,27-28) y que el rey Agripa experimentó escuchandoa san Pablo: «Por poco me convences para hacer demí un cristiano» (Hch 26, 28).

En un tiempo durante el cual tantas personas vivenla propia vida como una verdadera experiencia del«desierto de la oscuridad de Dios, del vacío de las almasque ya no tienen conciencia de la dignidad y del rumbodel hombre», el Papa Benedicato XVI nos recuerda que«la Iglesia en su conjunto, así como sus Pastores, han deponerse en camino como Cristo para rescatar a loshombres del desierto y conducirlos al lugar de la vida,hacia la amistad con el Hijo de Dios, hacia Aquel quenos da la vida, y la vida en plenitud».[65]

Este es el estilo que el mundo tiene derecho aencontrar en la Iglesia, en las comunidades cristianas,según la lógica de nuestra fe.[66] Un estilo comuni-tario y personal; un estilo que interpela a las comuni-dades en su conjunto e individualmente a cada bau-tizado, a la verificación, como nos recuerda el PapaPablo VI: «además de la proclamación que podría-mos llamar colectiva del Evangelio, conserva toda suvalidez e importancia esa otra transmisión de persona

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a persona. [...] La urgencia de comunicar la BuenaNueva a las masas de hombres no debería hacerolvidar esa forma de anunciar mediante la cual sellega a la conciencia personal del hombre y se deja enella el influjo de una palabra verdaderamente extraor-dinaria que recibe de otro hombre».[67]

17. Los frutos de la transmisión de la feLa finalidad de todo el proceso de transmisión de

la fe es la edificación de la Iglesia como comunidadde testigos del Evangelio. Afirma el Papa Pablo VI:«Comunidad de creyentes, comunidad de esperanzavivida y comunicada, comunidad de amor fraterno,tiene necesidad de escuchar sin cesar lo que debecreer, las razones para esperar, el mandamiento nue-vo del amor. Pueblo de Dios inmenso en el mundo y,con frecuencia, tentado por los ídolos, necesita saberproclamar «las grandezas de Dios», que la han con-vertido al Señor, y ser nuevamente convocada yreunida por El. En una palabra, esto quiere decir quela Iglesia siempre tiene necesidad de ser evangelizada,si quiere conservar su frescor, su impulso y su fuerzapara anunciar el Evangelio».[68]

Los frutos, que este ininterrumpido proceso deevangelización genera adentro de la Iglesia comosigno de la fuerza vivificadora del Evangelio, tomanforma en la confrontación con los desafíos de nuestrotiempo. Es necesario generar familias que sean sig-nos verdaderos y reales de amor y de coparticipación,capaces de dar esperanza porque están abiertas a lavida; se necesita la fuerza para construir comunida-des que posean un auténtico espíritu ecuménico y quesean capaces de un diálogo con las otras religiones;urge el valor para sostener iniciativas de justiciasocial y solidaridad, que coloquen el pobre en elcentro del interés de la Iglesia; se formulan losmejores auspicios de alegría en la donación de lapropia vida en un proyecto vocacional o de consagra-ción. Una Iglesia que transmite su fe, una Iglesia dela «nueva evangelización» es capaz en todos estosámbitos de mostrar el Espíritu que la guía y quetransfigura la historia: la historia de la Iglesia, de loscristianos, de los hombres y de sus culturas.

También el valor de denunciar las infidelidades ylos escándalos, que emergen en las comunidadescristianas como signo y como consecuencia de mo-mentos de fatiga y de cansancio en esta tarea deanuncio, es parte de esta lógica del reconocimiento delos frutos. El valor de reconocer las culpas; la capa-cidad de continuar dando testimonio de Jesucristo

mientras comunicamos nuestra continua necesidadde ser salvados, sabiendo que – come nos enseña elapóstol san Pablo – podemos ver en nuestras debili-dades la fuerza de Cristo que nos salva (cf. 2 Co 12,9; Rm 7, 14 s); el ejercicio de la penitencia, el empeñoen caminos de purificación y la voluntad de repararlas consecuencia de nuestros errores; una sólida con-fianza en que la esperanza que nos ha sido dada «nofalla, porque el amor de Dios ha sido derramado ennuestros corazones» (Rm 5, 5), son también éstosdiversos frutos de una transmisión de la fe, de unanuncio del Evangelio que, en primer lugar, no dejade renovar a los cristianos, mientras lleva al mundo elEvangelio de Jesucristo.

PreguntasPreguntasPreguntasPreguntasPreguntasHacer experiencia de Cristo es la finalidad de la

transmisión de la fe para compartirla con los cercanosy los lejanos. Ella nos impulsa a la misión.1. ¿En qué medida nuestras comunidades cristianas logran proponer

lugares eclesiales que sean instrumentos de experiencia espiritual?2. ¿Nuestros caminos de fe tienen como objetivo solamente la adhesión

intelectual a la verdad cristiana o se proponen verdaderamente vivirexperiencias reales de encuentro y de comunión, de «habitación» enel misterio de Cristo?

3. ¿En qué modo las Iglesias individualmente han encontrado solucionesy respuestas a la exigencia de experiencia espiritual, que provienetambién  de  las  jóvenes  generaciones  de  hoy?  La  Palabra  y  laEucaristía son los vehículos principales, los instrumentos privilegia-dos para vivir la fe cristiana como experiencia espiritual.

4. ¿En qué modo las dos precedentes Asambleas Generales Ordinariasdel Sínodo de los Obispos han ayudado a las comunidades cristia-nas a aumentar la calidad de la escucha de la Palabra en nuestrasIglesias? ¿En qué modo han contribuido a aumentar la calidad denuestras celebraciones eucarísticas?

5. ¿Cuáles son los elementos mejor recibidos? ¿Qué reflexiones y quésugerencias han de ser aún acogidas?

6. ¿En qué medida los grupos de escucha y de confrontación sobre labase de la Palabra de Dios están transformándose en instrumentoscomunes de vida cristiana para nuestras comunidades? ¿En quémodo nuestras comunidades expresan la centralidad de la Eucaris-tía (celebrada, adorada) y a partir de ellas estructuran sus accionesy sus vidas?Después de décadas de vigorosa efervescencia, el

campo de la catequesis muestra signos de fatiga y decansancio, principalmente a nivel de los sujetos lla-mados a sostener y a animar esta acción eclesial.7. ¿Cuál es la experiencia concreta de nuestras Iglesias?

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8. ¿Cómo se ha buscado ofrecer reconocimiento y solidaridad a la figuradel catequista dentro de las comunidades cristianas? ¿Cómo se hatratado de concretar y dar eficacia al reconocimiento de un rol activode otros sujetos en la tarea de transmisión de la fe (padres, padrinos,la comunidad cristiana)?

9. ¿Qué iniciativas han sido pensadas para sostener a los padres, paradarles  valor en una  tarea  (la  transmisión,  y en consecuencia,  latransmisión de la fe) que la cultura reconoce siempre menos cometarea a ellos confiada?En las últimas décadas, respondiendo también a

un pedido del Concilio Vaticano II, varias Conferen-cias Episcopales se han empeñado en nuevos progra-mas de itinerarios y textos catequísticos.10. ¿En qué situación se encuentran tales proyectos?11. ¿Qué efectos benéficos han producido en el proceso de transmisión

de  la  fe?  ¿Con  qué  esfuerzo  y  con  qué  obstáculos  han  debidoenfrentarse?

12. ¿Qué instrumentos ha ofrecido en este itinerario de reprogramaciónla publicación del Catecismo de la Iglesia Católica?

13.  ¿Cómo  trabajan  las  comunidades  cristianas  (parroquias)  y  losdiversos grupos y movimientos para garantizar en los hechos unacatequesis que sea lo más eclesial posible y que esté proyectada enmodo concordado y compartido con los otros sujetos eclesiales?

14. En relación a los fuertes cambios culturales en acto: ¿cuáles son lasinstancias pedagógicas ante  las cuales  la acción catequística denuestras Iglesias se siente más desamparada y descubierta?

15. ¿En qué medida el instrumento del catecumenado ha sido asumidoen las comunidades cristianas como modelo a partir del cual cons-truir el proyecto de catequesis y de educación en la fe?La situación actual pide a la Iglesia un renovado

estilo evangelizador, una nueva disponibilidad paradar razón de nuestra fe y de nuestra esperanza.16. ¿En qué medida las Iglesias locales han logrado difundir esta nueva

exigencia en  las comunidades cristianas? ¿Con qué  resultados?¿Con qué esfuerzos y con qué resistencias?

17. ¿Puede decirse que la urgencia de un nuevo anuncio misionero seha  transformado  en  una  componente  habitual  de  las  accionespastorales  de  las  comunidades?  ¿Existe  una  convicción  que  lamisión debe ser vivida también en nuestras comunidades cristianaslocales, en nuestros contextos normales de vida?

18.  ¿Existen  otros  sujetos,  además  de  nuestras  comunidades,  queaniman  el  tejido  social  anunciando  allí  el  Evangelio?  ¿Con  quéacciones y métodos? ¿Con qué resultados?

19. ¿En qué modo los bautizados han madurado la consciencia de serllamados en primera persona a este anuncio? ¿Qué experienciaspueden ser trasmitidas a este respecto?

El anuncio y la transmisión de la fe generan como fruto la comunidadcristiana.

20. ¿Cuáles son  los principales frutos que  la  transmisión de  la  fe hagenerado en vuestras Iglesias?

21. ¿En qué medida las comunidades cristianas están preparadas parareconocer estos frutos, para sostenerlos y para nutrirlos? ¿Cuálesson los frutos de los que se siente principalmente la falta?

22. ¿Qué resistencias, qué esfuerzos y también qué escándalos obsta-culizan  este  anuncio? ¿Cómo han  sabido  vivir  las  comunidadesestos momentos, considerándolos como un nuevo punto de partidapara un renovado impulso espiritual y misionero?

TERCER CAPÍTULO: INICIARTERCER CAPÍTULO: INICIARTERCER CAPÍTULO: INICIARTERCER CAPÍTULO: INICIARTERCER CAPÍTULO: INICIARA LA EXPERIENCIA CRISTIANAA LA EXPERIENCIA CRISTIANAA LA EXPERIENCIA CRISTIANAA LA EXPERIENCIA CRISTIANAA LA EXPERIENCIA CRISTIANA

«Vayan pues, y hagan discípulos a todas lasgentes bautizándolas en el nombre del Padre y delHijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardartodo lo que yo les he mandado» (Mt 28, 19-20)

18. La iniciación cristiana, proceso evangelizadorLa reflexión sobre la transmisión de la fe que

hemos presentado, junto a los cambios sociales yculturales – que se presentan frente al cristianismoactual como un desafío – han dado inicio en laIglesia a un difundido proceso de reflexión y derevisión de los itinerarios de introducción a la fe y deacceso a los sacramentos. Las afirmaciones delConcilio Vaticano II,[69] que originariamente fue-ron percibidas por muchas comunidades cristianascomo buenos auspicios, hoy en cambio, son unarealidad en varias Iglesias locales. Es posible expe-rimentar tantos elementos allí enumerados, comen-zando por la consciencia ya madura y universal-mente difundida del vínculo intrínseco que une a lossacramentos de la iniciación cristiana. Bautismo,Confirmación y Eucaristía son vistos no ya comotres sacramentos separados, sino como etapas de uncamino de engendramiento a la vida cristiana adul-ta, dentro de un proceso orgánico de iniciación a lafe. La iniciación cristiana es ya un concepto y uninstrumento pastoral reconocido y bien consolidadoen las Iglesias locales.

En este proceso, las Iglesias locales que tienen unatradición secular de iniciación a la fe deben mucho ala Iglesias más jóvenes. En comunión se ha aprendi-do a asumir, como modelo del camino de iniciacióna la fe, el adulto y no ya el niño.[70] Se ha llegado adar de nuevo importancia al sacramento del bautis-mo, asumiendo la estructura de catecumenado anti-guo, como un ejemplo para organizar acciones

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pastorales que, en nuestros contextos culturales, con-sientan una celebración más consciente, mayormentepreparada y más capaz de garantizar la participaciónfutura de los nuevos bautizados en la vida cristiana.Muchas comunidades cristianas han comenzado arevisar con atención las propias prácticas bautisma-les, reconsiderando los modos de participación yempeño de los padres, en el caso del bautismo de losniños, y explicitando el momento de evangelización,de anuncio claro de la fe. Han buscado de estructurarcelebraciones del sacramento del bautismo que denmayor espacio al compromiso de la comunidad y quemuestren más visiblemente el sostén dado a lospadres en la tarea de la educación cristiana, que cadavez se hace más ardua. Escuchando la experiencia delas Iglesias Católicas Orientales, se ha recurrido a lacatequesis mistagógica, para imaginar caminos deiniciación que no se detengan en el umbral de lacelebración sacramental, sino que continúen la ac-ción formadora también después, para recordar ex-plícitamente que el objetivo es educar para una fecristiana adulta.[71]

La confrontación ha encendido una reflexiónteológica y pastoral que, teniendo en cuenta laspeculiaridades de los diversos ritos, es capaz deayudar a la Iglesia a encontrar una reestructuracióncompartida de las propias prácticas de introducción yde educación en la fe. La cuestión del orden de losSacramentos de la iniciación es emblemática a esterespecto. En la Iglesia hay diferentes tradiciones.Esta diversidad se manifiesta en modo evidente en lascostumbres eclesiales orientales, y en la misma praxisoccidental, en lo que se refiere a la iniciación de losadultos, respecto de la iniciación de los niños. Dichadiversidad encuentra una ulterior acentuación en elmodo según el cual es vivido y celebrado el sacra-mento de la Confirmación.

Ciertamente, se puede afirmar que del modo en elcual la Iglesia en Occidente sabrá gestionar estarevisión de sus prácticas bautismales dependerá elrostro futuro del cristianismo en su mundo y lacapacidad de la fe cristiana de hablar a su cultura. Sinembargo, no todo en este proceso de revisión, hafuncionado siempre en términos positivos. No falta-ron los malos entendidos, es decir, la voluntad deinterpretar las transformaciones requeridas comoocasiones para introducir lógicas de ruptura: las nue-vas prácticas pastorales eran consideradas y com-prendidas a la luz de una hermenéutica de la fractura

creadora, que veía en lo que nacía como algo nuevola posibilidad de dar un juicio sobre el pasado recien-te de la Iglesia, y al mismo tiempo, la posibilidad deinstaurar formas sociales inéditas para presentar ypara vivir el cristianismo hoy. Según este criterio, elabandono de la práctica del bautismo de los niños hasido presentado alguna vez como una necesidadinderogable. Paralelamente, un serio obstáculo a larevisión en acto se verificó en los comportamientosinerciales mantenidos por algunas comunidades cris-tianas, convencidas que la simple repetición de ac-ciones estereotipadas fuera una garantía de bondad yde éxito de la acción eclesial.

El proceso de revisión propone a la Iglesia algu-nos lugares y algunos problemas como verdaderosdesafíos, que ponen a las comunidades cristianasfrente a la obligación de discernir, y después adoptar,nuevos estilos de acción pastoral. Ciertamente, es undesafío para la Iglesia encontrar en este momento unconsenso general con respecto a la colocación delsacramento de la Confirmación. El pedido fue reali-zado también durante la Asamblea General Ordinariadel Sínodo de los Obispos sobre la Eucaristía, ynuevamente considerado por el Papa Benedicto XVIen la sucesiva exhortación postsinodal.[72] Las Con-ferencias Episcopales han hecho en estos últimostiempos opciones diversas al respecto, basándose endiferentes perspectivas desde las cuales puede consi-derarse la problemática (pedagógica, sacramental,eclesial). Así, se presenta como un desafío para laIglesia la capacidad de ofrecer nuevamente conteni-do y energía a esa dimensión mistagógica de loscaminos de iniciación, sin la cual estos mismositinerarios resultarían privados de un ingredienteesencial del proceso de generación de la fe. Tambiénse presenta como un ulterior desafío, la necesidad deno delegar a eventuales caminos escolásticos deeducación religiosa la tarea, que es propia de laIglesia, de anunciar el Evangelio y de engendrar en lafe, incluso en relación a los niños y a los adolescentes.Las prácticas en este sector son muy diferentes denación a nación, y no consienten la elaboración derespuestas únicas o uniformes. Sin embargo, la ins-tancia permanece válida para cada Iglesia local.

Como es posible intuir, el campo de la iniciaciónes verdaderamente un ingrediente esencial del man-dato evangelizador. La «nueva evangelización» tie-ne mucho qué decir a este respecto: es necesario, enefecto, que la Iglesia continúe en modo fuerte y

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determinado esos ejercicios de discernimiento ac-tualmente en acto, y al mismo tiempo encuentreenergías para entusiasmar nuevamente a aquellossujetos y aquellas comunidades que muestran signosde cansancio y de resignación. El futuro rostro denuestras comunidades depende mucho de las ener-gías investidas en esta acción pastoral, y de lasiniciativas concretas propuestas y realizadas en vistade una reconsideración y de un nuevo lanzamiento dedicha acción pastoral.

19. El primer anuncio como exigencia de formas nue-vas del discurso sobre DiosEl proceso de revisión de los caminos de inicia-

ción a la fe ha dato ulterior relieve a un desafíodecididamente presente en la situación actual: ladificultad cada vez mayor con la cual hombres ymujeres escuchan hoy hablar de Dios y encuentranlugares y experiencias que abran una reflexión sobreeste tema. Se trata de una dificultad con la cual laIglesia se confronta desde hace tiempo, y que, por lotanto, no sólo ha sido denunciada, sino que ha cono-cido algunos instrumentos de respuesta. Ya el PapaPablo VI, considerando este desafío, ha puesto a laIglesia frente a la urgencia de encontrar nuevoscaminos para proponer la fe cristiana.[73] Así hanacido el instrumento del «primer anuncio»,[74]entendido como instrumento de propuesta explícita,o mejor aún de proclamación, del contenido funda-mental de nuestra fe.

Una vez asumido a pleno título en la tarea deelaboración de un nuevo proyecto de los itinerariosde introducción a la fe, el primer anuncio debe estardirigido a los no creyentes, a aquellos que, de hecho,viven en la indiferencia religiosa. Este primer anun-cio tiene la finalidad de proclamar el Evangelio y laconversión, en general, a quienes todavía no conocena Jesucristo. La catequesis, distinta del primer anun-cio del Evangelio, promueve y hace madurar esaconversión inicial, educando en la fe al convertido eincorporándolo en la comunidad cristiana. La rela-ción entre estas dos formas del ministerio de laPalabra no es, sin embargo, siempre fácil de estable-cer, y no necesariamente debe ser afirmada en modoneto. Se trata de una doble atención que frecuente-mente se conjuga en la misma acción pastoral. Suce-de a menudo, en efecto, que las personas que accedena la catequesis necesitan vivir todavía una verdaderaconversión. Por ello, cuando se trata de los caminos

de catequesis y de educación en la fe, será útil ponermayor atención en el anuncio del Evangelio quellama a esa conversión, que la provoca y la sostiene.Éste es el modo según el cual la nueva evangelizaciónestimula los itinerarios habituales de educación en lafe, acentuando su carácter kerigmático, de anun-cio.[75]

Por lo tanto, una primera respuesta directa aldesafío propuesto ha sido dada. Pero, más allá de larespuesta directa, el discernimiento que estamos rea-lizando nos sugiere detenernos a comprender todavíamás en profundidad las razones de una tal extrañezadel discurso sobre Dio de parte de nuestra cultura. Setrata de verificar, sobre todo, en qué medida unasituación de este tipo ha ejercido una influencia en lasmismas comunidades cristianas.[76] Esto es necesa-rio, sobre todo para buscar las formas y los instru-mentos para elaborar reflexiones sobre Dios, quesepan responder a las esperanzas y las ansias de loshombres de hoy, mostrándoles cómo la novedad, quees Cristo, es, al mismo tiempo, el don que todosesperamos, al cual cada ser humano anhela comocumplimiento implícito de su búsqueda de sentido yde su sed de verdad. El olvido del tema de Dios setransformará así en una ocasión de anuncio misione-ro. La vida cotidiana nos mostrará dónde localizaresos «patios de los gentiles»,[77] dentro de los cualesnuestras palabras se hacen no solo audibles sinotambién significativas y curativas para la humanidad.La tarea de la «nueva evangelización» es conducirtanto a los cristianos practicantes como a los que sepreguntan acerca de Dios a percibir su llamada perso-nal en la propia consciencia. La nueva evangeliza-ción es una invitación a las comunidades cristianaspara que depositen mayormente la confianza en elEspíritu, que las guía en la historia. Así serán capacesde vencer los miedos que experimentan, y lograránver con mayor lucidez los lugares y los senderos através de los cuales colocar la cuestión de Dios en elcentro de la vida de los hombres de hoy.

20. Iniciar a la fe, educar en la verdadLa necesidad de hablar de Dios conlleva, como

consecuencia, la posibilidad y la necesidad de unanálogo discurso sobre el hombre. La evangeliza-ción, de suyo, lo exige directamente. Existe un víncu-lo fuerte entre la iniciación a la fe y la educación. Loafirmaba el Concilio Vaticano II.[78] El PapaBenedicto XVI ha expresado recientemente esta mis-

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ma convicción: «Algunos cuestionan hoy el compro-miso de la Iglesia en la educación, preguntándose siestos recursos no se podrían emplear mejor de otramanera. [...] La misión, primaria en la Iglesia, deevangelizar, en la que las instituciones educativasjuegan un papel crucial, está en consonancia con laaspiración fundamental de la nación de desarrollaruna sociedad verdaderamente digna de la dignidad dela persona humana. A veces, sin embargo, se cuestio-na el valor de la contribución de la Iglesia al forumpúblico. Por esto es importante recordar que la ver-dad de la fe y la de la razón nunca se contradi-cen».[79] La Iglesia con la verdad revelada purificala razón y la ayuda a reconocer las verdades últimascomo fundamento de la moralidad y de la éticahumana. La Iglesia, por su misma índole, sostiene lascategorías morales esenciales, manteniendo viva laesperanza en la humanidad.

Las palabras del Papa Benedicto XVI presentanlos motivos por los cuales resulta natural que laevangelización y la iniciación a la fe estén acompa-ñadas por una acción educativa desarrollada por laIglesia como servicio al mundo. Hoy estamos lla-mados a realizar esta tarea en un momento y en uncontexto cultural en el que cada forma de accióneducativa aparece más crítica y difícil, a tal puntoque el mismo Papa habla de «emergencia educati-va».[80]

Con el término «emergencia educativa» el Papadesea aludir a las dificultades cada vez mayores quehoy encuentra no solo la acción educativa cristiana,sino más en general toda acción educativa. Cada vezes más arduo transmitir a las nuevas generaciones losvalores fundamentales de la existencia y de un rectocomportamiento. Ésta es la difícil tarea no sólo de lospadres, que ven reducida cada vez más la capacidadde influir en el proceso educativo, sino también de losagentes de la educación, a quienes corresponde estaactividad, comenzando por la escuela.

Un tal desarrollo de los acontecimientos era enparte previsible: en una sociedad y en una cultura quemuy a menudo hacen del relativismo el propio credo,falta la luz de la verdad. Se considera demasiadocomprometedor hablar de la verdad, parece «autori-tario», y se termina por dudar de la bondad de la vida–¿es un bien ser un hombre? ¿es un bien vivir?– de lavalidez de las relaciones y de los empeños que sonparte de la vida. En este contexto ¿cómo sería posibleproponer a los más jóvenes y transmitir de genera-

ción en generación algo de válido y de cierto, reglasde vida, un auténtico significado y objetivos convin-centes para la existencia humana, como personas ycomo comunidad? Por este motivo, la educacióntiende en gran medida a reducirse a la transmisión dedeterminadas habilidades, o capacidades para hacer,mientras se busca apagar el deseo de felicidad de lasnuevas generaciones colmándolas con objetos deconsumo y con gratificaciones efímeras. De estemodo, tanto los padres como los docentes estánfácilmente tentados de abdicar a los propios debereseducativos y de no comprender ni siquiera cuál es elpropio rol, la misión a ellos confiada.

Aquí está la emergencia educativa: ya no somoscapaces de ofrecer a los jóvenes, a las nuevas genera-ciones, lo que es nuestro deber transmitirles. Noso-tros estamos en deuda en relación a ellos también enlo que respecta a aquellos verdaderos valores que danfundamento a la vida. Así termina descuidado yolvidado el objetivo esencial de la educación, que esla formación de la persona, para hacerla capaz devivir en plenitud y de dar su contribución al bien dela comunidad. Por ello crece, desde diversos secto-res, la demanda de una educación auténtica y elredescubrimiento de la necesidad de educadores quesean verdaderamente tales. Dicho pedido acomuna alos padres (preocupados, y con frecuencia angustia-dos, por el futuro de los propios hijos), a los docentes(que viven la triste experiencia de la decadencia de laescuela) y a la sociedad misma, que ve amenazada lasbases de la convivencia.

En estas circunstancias, el empeño de la Iglesiapara educar en la fe, siguiendo las huellas y eltestimonio del Señor, asume más que nunca el valorde una contribución para ayudar a la sociedad en quevivimos a superar la crisis educativa que la aflige,construyendo un muro de contención contra la des-confianza y contra aquel extraño «odio de sí», contraaquellas formas de auto-denigración, que parecenhaberse transformado en una característica de algu-nas de nuestras culturas. Este compromiso puede dara los cristianos la ocasión adecuada para habitar elespacio público de nuestras sociedades, proponiendonuevamente dentro de este espacio la cuestión deDios, y llevando como don la propia tradición educa-tiva, fruto que las comunidades cristianas, guiadaspor el Espíritu, han sabido producir en este campo.

La Iglesia posee en este sentido una tradición, esdecir, un tesoro histórico de recursos pedagógicos,

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reflexión e investigación, instituciones, personas –consagradas y no consagradas, reunidas en ordenesreligiosas y en congregaciones – capaces de ofreceruna presencia significativa en el mundo de la escuelay de la educación. Además, ese capital histórico, encuanto se encuentra relacionado con las transforma-ciones sociales y culturales actuales, está tambiénsujeto a cambios significativos. Por lo tanto, seráoportuno pensar en un discernimiento en este sector,para concentrar la atención en ciertos puntos críticosque los cambios están generando. Se deberán recono-cer las energías del futuro, los desafíos que requierenuna instrucción adecuada, sabiendo que la tarea fun-damental de la Iglesia es educar en la fe, en elseguimiento y en el testimonio, ayudando a entrar enuna relación viva con Cristo y con el Padre.

21. El objetivo de una «ecología de la persona huma-na»El objetivo de todo este empeño educativo de la

Iglesia es fácilmente reconocible. Se trata de trabajaren la construcción de lo que el Papa Benedicto XVIdefine como una «ecología de la persona humana».«Es necesario que exista una especie de ecología delhombre bien entendida. [...]el problema decisivo esla capacidad moral global de la sociedad. Si no serespeta el derecho a la vida y a la muerte natural, si sehace artificial la concepción, la gestación y el naci-miento del hombre, si se sacrifican embriones huma-nos a la investigación, la conciencia común acabaperdiendo el concepto de ecología humana y con ellode la ecología ambiental. Es una contradicción pedira las nuevas generaciones el respeto al ambientenatural, cuando la educación y las leyes no las ayudana respetarse a sí mismas. El libro de la naturaleza esuno e indivisible, tanto en lo que concierne a la vida,la sexualidad, el matrimonio, la familia, las relacio-nes sociales, en una palabra, el desarrollo humanointegral. Los deberes que tenemos con el ambienteestán relacionados con los que tenemos para con lapersona considerada en sí misma y en su relación conlos otros. No se pueden exigir unos y conculcar otros.Es una grave antinomia de la mentalidad y de lapraxis actual, que envilece a la persona, trastorna elambiente y daña a la sociedad».[81]

La fe cristiana sostiene la inteligencia en la com-prensión del equilibrio profundo que mantiene firmela estructura de la existencia y de la historia. La fedesarrolla esta operación no en modo genérico o

desde el externo, sino compartiendo con la razón lased de saber, la sed de investigar, orientándola haciael bien del hombre y del cosmos. La fe cristianacontribuye a la comprensión del contenido profundode las experiencias fundamentales del hombre, comoel texto del Papa apenas citado demuestra. Es unatarea – la de la confrontación crítica y de orientación– que el catolicismo desarrolla desde hace tiempo.Por ello, se encuentra cada vez mejor preparado,dando vida a instituciones, centros de investigación,universidades, fruto de la intuición y del carisma dealgunos o de la atención educativa de las Iglesiaslocales. Estas instituciones desarrollan su funciónhabitando el espacio común de la investigación y delprogreso del conocimiento en las diversas culturas ysociedades. Los cambios sociales y culturales quehemos presentado interpelan y generan desafíos aestas instituciones. El discernimiento, que constituyela base de la «nueva evangelización», está llamado aocuparse de este empeño cultural y educativo de laIglesia. Se podrán así identificar los puntos críticosde estos desafíos, las energías y las estrategias quehan de ser adoptadas para garantizar el futuro, no solode la Iglesia sino también del hombre y de la huma-nidad.

En vista de una «nueva evangelización» seráseguramente posible: imaginar todos estos espaciosculturales como otros tantos «patios de los gentiles»,ayudándoles a vivir la propia vocación originariadentro de los nuevos escenarios que avanzan, esdecir, aquella vocación de llevar positivamente lacuestión de Dios y de la experiencia de la fe cristianadentro de las realidades del tiempo; ayudar a estosespacios a ser lugares en los cuales se puedan formarlas personas libres y adultas, capaces a su vez dellevar la cuestión de Dios dentro de sus vidas, en eltrabajo, en la familia.

22. Evangelizadores y educadores en cuanto testigosEl contexto de emergencia educativa en el cual

nos encontramos confiere aún más fuerza a las pala-bras del Papa Pablo VI: «El hombre contemporáneoescucha más a gusto a los que dan testimonio que a losque enseñan – decíamos recientemente a un grupo deseglares –, o si escuchan a los que enseñan, es porquedan testimonio. [...] Será sobre todo mediante suconducta, mediante su vida, como la Iglesiaevangelizará al mundo, es decir, mediante un testi-monio vivido de fidelidad a Jesucristo, de pobreza y

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desapego de los bienes materiales, de libertad frentea los poderes del mundo, en una palabra de santi-dad».[82] Cualquier proyecto de «nueva evangeliza-ción», cualquier proyecto de anuncio y de transmi-sión de la fe no puede prescindir de esta necesidad:disponer de hombres y mujeres que con la propiaconducta de vida sostengan el empeño evangelizadorque viven. Precisamente esta ejemplaridad es el valoragregado que confirma la verdad de la donación, delcontenido de lo que enseñan y de lo que proponencomo estilo de vida. La actual emergencia educativaacrecienta la demanda de educadores que sepan sertestigos creíbles de aquellas realidades y de aquellosvalores sobre los cuales es posible fundar tanto laexistencia personal de cada ser humano, como losproyectos compartidos de la vida social. A este res-pecto, tenemos excelentes ejemplos. Basta recordar asan Pablo, san Patricio, san Bonifacio, san FranciscoJavier, los santos Cirilo y Metodio, santo Toribio deMogrovejo, san Damian de Veuster, la beata MadreTeresa di Calcuta.

Esta exigencia se transforma para la Iglesia de hoyen una tarea de sostén y de formación de muchaspersonas, que desde hace tiempo están empeñadas enestas actividades de evangelización y de educación(obispos, sacerdotes, catequistas, educadores, do-centes, padres) de las comunidades cristianas y estánllamadas a dar mayor reconocimiento y a invertirmayores recursos en esta tarea esencial para el futurode la Iglesia y de la humanidad. Es necesario afirmarclaramente la esencialidad de este ministerio de evan-gelización, de anuncio y de transmisión, dentro denuestras Iglesias. Es igualmente necesario que cadacomunidad considere nuevamente las prioridades enlas propias acciones, para concentrar energías y fuer-zas en este empeño común de la «nueva evangeliza-ción».

Para que la fe sea sostenida y nutrida, ella tienenecesidad, inicialmente, de ese ámbito originario quees la familia, primer lugar de educación en la ora-ción.[83] En el espacio familiar puede tener lugar laeducación en la fe esencialmente bajo la forma deeducación del niño en la oración. Es útil para lospadres rezar junto al niño para habituarlo a reconocerla presencia amante del Señor. Esto les permite sertestigos autorizados ante el mismo niño.

La formación y el cuidado con que se deberá nosolo sostener a los evangelizadores ya en acción, sinollamar a nuevas fuerzas, no se reducirá a una mera

preparación técnica, aunque ella sea necesaria. Serásobre todo una formación espiritual, una escuela de lafe a la luz del Evangelio de Jesucristo, bajo la guía delEspíritu, para vivir la experiencia de la paternidad deDios. Puede evangelizar sólo quien a su vez se hadejado y se deja evangelizar, quien es capaz dedejarse renovar espiritualmente por el encuentro ypor la comunión vivida con Jesucristo. Puede trans-mitir la fe, como lo demuestra el apóstol Pablo: «creí,por eso hablé» (2 Co 4, 13).

Por lo tanto, la nueva evangelización es principal-mente una tarea y un desafío espiritual. Es una tareade cristianos que desean alcanzar la santidad. En estecontexto y con este modo de entender la formación,será útil dedicar espacio y tiempo a una confronta-ción con respecto a las instituciones y a los instru-mentos a disposición de las Iglesias locales parahacer que los bautizados sean conscientes del propioempeño misionero y evangelizador. Frente a losescenarios de la nueva evangelización, los testigospara ser creíbles deben saber hablar en los lenguajesde su tiempo, anunciando así, desde adentro, lasrazones de la esperanza que los anima (cf. 1 P 3, 15).Esta tarea no puede ser imaginada en modo espontá-neo, exige atención, educación y cuidado.

PreguntasPreguntasPreguntasPreguntasPreguntasEl proyecto de la nueva evangelización se propo-

ne como un ejercicio de verificación de todos loslugares y las acciones con las cuales la Iglesia anunciaal mundo el Evangelio.1. ¿En qué medida el instrumento del «primer anuncio» es conocido y

difundido en las comunidades cristianas?2. ¿Las comunidades cristianas realizan acciones pastorales que tienen

como objetivo la propuesta específica de la adhesión al Evangelio,de la conversión al cristianismo?

3. Más en general, ¿cómo las comunidades cristianas individualmentese confrontan con la exigencia de elaborar formas nuevas para abrirun discurso sobre Dios dentro de la sociedad y también dentro denuestras mismas comunidades? ¿Qué experiencias significativaspuede ser útil compartir con las otras Iglesias?

4. ¿Cómo ha sido asumido y desarrollado el proyecto del «patio de losgentiles» en las diversas Iglesias locales?

5.  ¿A  qué  nivel  de  prioridad  ha  sido  asumido  por  las  comunidadescristianas el empeño de atreverse a  recorren caminos de nuevaevangelización? ¿Cuáles son las iniciativas que han dado mejoresresultados en cuanto a la apertura misionera de las comunidadescristianas?

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6. ¿Qué experiencias, qué instituciones, nuevas asociaciones o gruposhan nacido o se han difundido con el objetivo de anunciar con gozoy valor el Evangelio a los hombres?

7. ¿Qué colaboraciones entre  las comunidades parroquiales y estasnuevas experiencias?

La Iglesia ha empeñado muchas energías para reestructurar los propioscaminos de iniciación y de educación en la fe.

8. ¿En qué medida la experiencia de la iniciación cristiana de los adultosha  sido  asumida  como  modelo  para  repensar  los  caminos  deiniciación a la fe en nuestras comunidades?

9. ¿En qué medida y cómo ha sido asumido el instrumento de la iniciacióncristiana? ¿En qué modo ha ayudado a la reflexión sobre la pastoralbautismal  y  a  la  acentuación  del  vínculo  que  existe  entre  lossacramentos del Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía?

10.  Las  Iglesias  Católicas  Orientales  administran  unitariamente  lossacramentos  de  la  iniciación  cristiana  al  niño.  ¿Cuáles  son  lasriquezas  y  las  peculiaridades  de  esta  experiencia?  ¿Cómo  sesienten interpeladas por las reflexiones y por los cambios actualesen la Iglesia, en lo que se refiere a la iniciación cristiana?

11. ¿Cómo el «catecumenado bautismal» ha inspirado una revisión de loscaminos  de  preparación  a  los  sacramentos,  transformándolos  enitinerarios de iniciación cristiana, capaces de implicar en modo activoa los diversos miembros de la comunidad (en particular los adultos), yno sólo a los sujetos directamente interesados? ¿Cómo las comunida-des cristianas se acercan a los padres para ayudarlos a cumplir con eldeber de transmitir la fe, deber que se hace cada vez más arduo?

12. ¿Qué evoluciones ha conocido la ubicación del sacramento de laConfirmación, dentro de este itinerario? ¿A raíz de qué motivos?

13. ¿Cómo se ha logrado dar cuerpo a los itinerarios mistagógicos?14. ¿En qué medida las comunidades cristianas han logrado transformar

el camino de educación en la fe en una cuestión adulta y dirigidasobre todo a los adultos, evitando de este modo el riesgo de colocardicho camino exclusivamente en la edad de la infancia?

15. ¿Están elaborando las Iglesias locales reflexiones explícitas sobre elrol del anuncio y sobre la necesidad de dar mayor importancia a lageneración en la fe, a la pastoral bautismal?

16. ¿Ha sido superada la fase de la delegación del deber de la educaciónen  la  fe de parte de  la comunidad parroquial a otros agentes deeducación  religiosa  (por  ejemplo  las  instituciones  escolásticas,confundiendo  los caminos de educación en  la  fe con eventualesformas de educación cultural en relación al hecho religioso)?El desafío educativo interpela nuestras Iglesias

como una verdadera emergencia.17. ¿Con qué grado de sensibilidad y con qué energía ha sido asumida

tal emergencia?18. ¿Cómo ayuda a responder a este desafío la presencia de institucio-

nes católicas en el mundo de la escuela? ¿Qué cambios influyen enestas instituciones? ¿Con qué recursos son capaces de responderal desafío?

19. ¿Qué vínculo existe entre estas instituciones y otras institucioneseclesiales, entre estas instituciones y la vida parroquial?

20. ¿En qué modo estas instituciones logran hacerse escuchar en elámbito de la cultura y de la sociedad, enriqueciendo los debates y losmovimientos culturales de pensamiento con la voz de la experienciacristiana de la fe?

21. ¿Qué relación existe entre estas instituciones católicas y las otrasinstituciones educativas, entre ellas y la sociedad?

22. ¿Cómo las grandes instituciones culturales (universidades católicas,centros culturales, centros de investigación), que la historia nos hadejado en herencia, logran tomar la palabra en los debates que serefieren a los valores fundamentales del hombre (defensa de la vida,de  la  familia,  de  la  paz,  de  la  justicia,  de  la  solidaridad,  de  lacreación)?

23. ¿Cómo logran dichas instituciones ser instrumentos que ayudan alhombre a dilatar  los confines de su razón, a buscar  la verdad, areconocer las huellas del designio de Dios que da sentido a nuestrahistoria? ¿Y paralelamente, cómo ayudan las comunidades cristia-nas a descifrar y a favorecer la escucha de las inquietudes y de lasesperanzas expresadas por la cultura actual?

24. ¿En qué medida estas instituciones logran ubicarse dentro de aquellaexperiencia denominada «patio de los gentiles»? ¿Logran imaginareste lugar como un espacio en el que los cristianos viven la audacia deimplementar formas de diálogo que salgan al encuentro de las espe-ranzas más profundas de los hombres y de la sed que ellos tienen deDios; y de poner dentro de estos contextos la pregunta sobre Dios,compartiendo la propia experiencia de búsqueda y trasmitiendo comoun don el encuentro con el Evangelio de Jesucristo?El proyecto de la nueva evangelización requiere

formas y caminos de formación para el anuncio y eltestimonio.25.  ¿Cómo  viven  las  comunidades  cristianas  la  urgencia  de  llamar,

formar y sostener personas que sean capaces de ser evangelizadoresy educadores como testigos?

26. ¿Qué ministerios, instituidos, pero más frecuentemente «de hecho»,las Iglesias locales han visto surgir (o han favorecido) con esta clarafinalidad evangelizadora?

27.  ¿Cómo  las  parroquias  se  han  dejado  inspirar  al  respecto  por  lavitalidad de algunos movimientos y realidades carismáticas?

28. Varias Conferencias Episcopales en estas décadas han hecho de lamisión y de la evangelización los elementos centrales y las priorida-des de sus proyectos pastorales: ¿qué resultados han obtenido?¿cómo han logrado sensibilizar a las comunidades cristianas sobrela calidad «espiritual» de este desafío misionero?

29. ¿En qué modo esta acentuación sobre la «nueva evangelización» haayudado  a  la  revisión  y  a  la  reorganización  de  los  caminos  deformación de  los  candidatos al  sacerdocio? ¿Cómo  las diversasinstituciones destinadas a esta formación (seminarios diocesanos,regionales, dirigidos por órdenes religiosas) han sabido reinterpretary adecuar sus reglas de vida a esta prioridad?

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30. ¿Cómo el ministerio del diaconado, recientemente restablecido, haencontrado en este mandato evangelizador uno de los contenidosde su identidad?

CONCLUSIÓNCONCLUSIÓNCONCLUSIÓNCONCLUSIÓNCONCLUSIÓN«Recibirán una fuerza, cuando el Espíritu Santo

venga sobre ustedes» (Hch 1, 8)

23. El fundamento de la «nueva evangelización» enMaría y en PentecostésJesucristo, con su venida entre nosotros, nos ha

comunicado la vida divina que transfigura la faz de latierra, haciendo nuevas todas las cosas (cf. Ap 21, 5).Su revelación nos ha implicado no sólo como desti-natarios de la salvación, que nos ha sido dada, sinotambién como sus anunciadores y testigos. El Espíri-tu del Resucitado habilita, de este modo, nuestra vidapara el anuncio eficaz del Evangelio en todo elmundo. Esta es la experiencia de la primera comuni-dad cristiana, que veía difundirse la Palabra mediantela predicación y el testimonio (cf. Hch 6, 7).

Cronológicamente, la primera evangelizacióncomenzó el día de Pentecostés, cuando los Apósto-les, reunidos todos juntos en el mismo lugar enoración con la Madre de Cristo, recibieron el EspírituSanto. Aquella, que según las palabras del Arcángel,es la «llena de gracia», se encuentra así en la vía de lapredicación apostólica, y en todos los caminos en loscuales los sucesores de los Apóstoles se ha movidopara anunciar el Evangelio.

Nueva evangelización no significa un «nuevoEvangelio», porque «Jesucristo es el mismo, ayer,hoy y por los siglos» (Hb 13, 8). Nueva evangeliza-ción quiere decir: una respuesta adecuada a los signosde los tiempos, a las necesidades de los hombres y delos pueblos de hoy, a los nuevos escenarios quediseñan la cultura a través de la cual contamos nues-tras identidades y buscamos el sentido de nuestrasexistencias. Nueva evangelización significa, por lotanto, promover una cultura más profundamenteenraizada en el Evangelio; quiere decir descubrir alhombre nuevo que existe en nosotros gracias alEspíritu que nos ha dado Jesucristo y el Padre. Elcamino de preparación a la próxima Asamblea Gene-ral Ordinaria del Sínodo de los Obispos y su celebra-ción serán para la Iglesia como un nuevo Cenáculo,en el cual los sucesores de los Apóstoles, reunidos enoración junto a la Madre de Cristo –con Aquella queha sido invocada como Estrella de la Nueva Evange-

lización[84]– preparan los caminos de la nueva evan-gelización.

24. La «nueva evangelización», visión para la Iglesiade hoy y de mañanaEn estas páginas hemos varias veces hablado de

nueva evangelización. Vale la pena, al concluir,evocar el significado profundo de esta definición yel llamado contenido en ella. Dejemos esta tarea alPapa Juan Pablo II, que ha sostenido y difundidotanto esta terminología. «Nueva evangelización»significa «reavivar en nosotros el impulso de losorígenes, dejándonos impregnar por el ardor de lapredicación apostólica después de Pentecostés.Hemos de revivir en nosotros el sentimiento apre-miante de Pablo, que exclamaba: «¡ay de mí si nopredicara el Evangelio!» (1 Co 9,16). Esta pasiónsuscitará en la Iglesia una nueva acción misionera,que no podrá ser delegada a unos pocos «especialis-tas», sino que acabará por implicar la responsabili-dad de todos los miembros del Pueblo de Dios.Quien ha encontrado verdaderamente a Cristo nopuede tenerlo sólo para sí, debe anunciarlo. Esnecesario un nuevo impulso apostólico que seavivido, como compromiso cotidiano de las comu-nidades y de los grupos cristianos».[85]

En el presente texto hemos hablado muchas vecesde cambios y transformaciones. Nos hemos confron-tado con escenarios que describen cambios históri-cos, que suscitan con frecuencia en nosotros apren-sión y miedo. En esta situación, advertimos la nece-sidad de una visión que nos permita ver el futuro conesperanza, sin lágrimas de desesperación. Como Igle-sia, ya tenemos esta visión. Se trata del Reino queviene, que nos ha sido anunciado por Jesucristo ydescripto en sus parábolas. Es el Reino que ya hacomenzado con su predicación y, sobre todo, con sumuerte y resurrección por nosotros. Sin embargo, amenudo tenemos la impresión de no lograr a darforma concreta a esta visión, de no lograr a «hacerlanuestra», de no lograr a hacer de ella palabra viva paranosotros y para nuestros contemporáneos, de noasumirla como fundamento de nuestras accionespastorales y de nuestra vida eclesial.

En este sentido, desde el Concilio Vaticano II enadelante, los Papas nos han ofrecido una clara palabraclave de orientación para una pastoral presente yfutura: «nueva evangelización», es decir nueva pro-clamación del mensaje de Jesús, que infunde alegría

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y nos libera. Esta palabra clave puede ser el funda-mento de esta visión de la cual sentimos necesidad: lavisión de una Iglesia evangelizadora, punto de parti-da del presente texto, es también la tarea que nos esasignada al final. Todo el trabajo de discernimientoque estamos llamados a hacer tiene como objetivoque esta visión eche raíces profundas en nuestroscorazones. En el corazón de cada uno de nosotros, enlos corazones de nuestras Iglesias, para ofrecer unservicio al mundo.

25. La alegría de la evangelizaciónNueva evangelización quiere decir compartir con

el mundo sus ansias de salvación y dar razón denuestra fe, comunicando el Logos de la esperanza (cf. 1 P 3, 15). Los hombres tienen necesidad deesperanza para poder vivir el propio presente. Elcontenido de esta esperanza es «el Dios que tiene unrostro humano y que nos ha amado hasta el extre-mo».[86] Por esto la Iglesia es misionera en su íntimaesencia. No podemos tener solo para nosotros laspalabras de vida eterna, que se nos dan en el encuen-tro con Jesucristo. Esas palabras son para todos, paracada hombre. Cada persona de nuestro tiempo, losepa o no, tiene necesidad de este anuncio.

Precisamente la falta de esta consciencia generadesierto y desaliento. Uno los obstáculos para lanueva evangelización es la ausencia de alegría y de

esperanza que tales situaciones crean y difundenentre los hombres de nuestro tiempo. Con frecuenciaesta falta de alegría y de esperanza son tan fuertes queinfluyen en nuestras mismas comunidades cristianas.La nueva evangelización se presente en estos contex-tos no como un deber, o como un ulterior peso quehay que soportar, sino más bien como una medicinacapaz de dar nuevamente alegría y vida a realidadesprisioneras de sus propios miedos.

Por lo tanto, afrontemos la nueva evangelizacióncon entusiasmo. Aprendamos la dulce y reconfortan-te alegría de evangelizar, aunque parezca que elanuncio sea una siembra entre lágrimas (cf. Sal 126,6). «Hagámoslo – como Juan el Bautista, como Pedroy Pablo, como los otros Apóstoles, como esa multitudde admirables evangelizadores que se han sucedido alo largo de la historia de la Iglesia – con un ímpetuinterior que nadie ni nada sea capaz de extinguir. Seaésta la mayor alegría de nuestras vidas entregadas. Yojalá que el mundo actual – que busca a veces conangustia, a veces con esperanza – pueda así recibir laBuena Nueva, no a través de evangelizadores tristesy desalentados, impacientes o ansiosos, sino a travésde ministros del Evangelio, cuya vida irradia el fervorde quienes han recibido, ante todo en sí mismos, laalegría de Cristo, y aceptan consagrar su vida a latarea de anunciar el reino de Dios y de implantar laIglesia en el mundo».[87].

Notas:Notas:Notas:Notas:Notas:[1] Benedicto XVI, Homilía de la Misa conclusiva Sínodo para Medio

Oriente (24 oct 2010), 7.

[2] Benedicto XVI, Motu proprio Ubicumque et semper, 5.11-12.

[3] Benedicto XVI, Verbum Domini, 96 y 122.

[4] Pablo VI, Evangelii nuntiandi,80.

[5] Decreto Ad gentes, 2.

[6] Lumen gentium, 2.

[7] Cf. S. Hilario de Poitiers, In Ps. 14: PL 9, 301; S. Eusebio deCesarea, In Isaiam 54, 2-3: PG24, 462-463; S. Cirilo deAlejandría, In Isaiam V, cap. 54, 1-3: PG 70, 1193.

[8] Evangelii nuntiandi, 14.

[9] Cf. ibid., 15.

[10] Gaudium et spes, 4.

[11] Cf. Juan Pablo II, Homilía en el Santuario de la S. Cruz, Mogila(9 jun 1979), 1: «Donde surge la cruz, se ve la señal de que hallegado la Buena Noticia de la salvación del hombre mediante elamor... La nueva cruz de madera ha surgido no lejos de aquí,exactamente durante las celebraciones del milenario. Con ellahemos recibido una señal: que en el umbral del nuevo milenio –

en esta nueva época, en las nuevas condiciones de vida–, vuelvea ser anunciado el Evangelio. Se ha dado comienzo a una nuevaevangelización, como si se tratara de un segundo anuncio, aunqueen realidad es siempre el mismo».

[12] Juan Pablo II, Discurso a la XIX Asamblea del CELAM (9 mar1983), 3.

[13] Juan Pablo II, Redemptoris missio, 30; cf. 1-3.

[14] Juan Pablo II, Christifideles laici, 35.

[15] Cf. Juan Pablo II, Ecclesia in Africa, 57.63; Ecclesia in America,6.66; Ecclesia in Asia, 2; Ecclesia in Oceania, 18.

[16] Juan Pablo II, Ecclesia in Europa, 2, 45.

[17] Cf. ibid. 32: «Al mismo tiempo, quiero asegurar una vez mása los pastores y a los hermanos y hermanas de las Iglesiasortodoxas, que la nueva evangelización en modo alguno debeser confundida con el proselitismo, quedando firme el deber derespetar la verdad, la libertad y la dignidad de toda persona».La necesidad de la evangelización, la diferencia entre evange-lización y proselitismo, el modo de vivir la evangelizacióndentro de una clara actitud ecuménica: una aclaración sobreestos temas se ofrece en el documento de la Congregación parala Doctrina de la Fe, Nota doctrinal acerca de algunos aspec-tos de la evangelización (3 dic 2007), 10-12.

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[18] Benedicto XVI, Discurso a la Curia Romana con ocasión de laNavidad (21 dic 2009), 12. La misma imagen del «patio de losgentiles» es citada por el Papa Benedicto XVI en el Mensaje parala Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales 2010. En estetexto los nuevos «patios de las gentes» son los espacios desocialización que los nuevos medios de comunicación han creado,y que están acogiendo cada vez más personas: nueva evangeliza-ción quiere decir imaginar senderos para el anuncio del Evangeliotambién en estos espacios ultramodernos.

[19] Ej: S. Clemente de Alejandría, Protreptico IX, 87, 3-4; S.Agustín, Sermo 14, D [= 352 A], 3.

[20] Ej: Juan Pablo II, Redemptoris Missio, 37.

[21] Cf. Benedicto XVI, Discurso a Pontificio Consejo de la Cultu-ra (8 mar 2008), 5.

[22] Benedicto XVI, Verbum Domini, 102.

[23] Cf. Benedicto XVI, Caritas in veritate, 42.

[24] Cf. Juan Pablo II, Redemptoris missio, 37; Benedicto XVI, Mensajepara la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales (24 ene2010), 3.

[25] Cf. Benedicto XVI, Caritas in veritate, 42: «Durante mucho tiem-po se ha pensado que los pueblos pobres deberían permaneceranclados en un estadio de desarrollo preestablecido o contentarsecon la filantropía de los pueblos desarrollados. Pablo VI se pronun-ció contra esta mentalidad en la Populorum progressio. Los recur-sos materiales disponibles para sacar a estos pueblos de la miseriason hoy potencialmente mayores que antes, pero se han servido deellos principalmente los países desarrollados, que han podidoaprovechar mejor la liberalización de los movimientos de capitalesy de trabajo. Por tanto, la difusión de ámbitos de bienestar en elmundo no debería ser obstaculizada con proyectos egoístas, protec-cionistas o dictados por intereses particulares. En efecto, la partici-pación de países emergentes o en vías de desarrollo permite hoygestionar mejor la crisis. La transición que el proceso de globalizacióncomporta, conlleva grandes dificultades y peligros, que sólo sepodrán superar si se toma conciencia del espíritu antropológico yético que en el fondo impulsa la globalización hacia metas dehumanización solidaria. Desgraciadamente, este espíritu se ve confrecuencia marginado y entendido desde perspectivas ético-cultu-rales de carácter individualista y utilitarista».

[26] Cf. Benedicto XVI, Spe salvi, 22.

[27] Cf. Congregación para la Doctrina de la Fe, Carta sobre algunosaspectos de la meditación cristiana «Orationis formas».

[28] Cf. Juan Pablo II, Christifideles laici, 34.

[29] Ibid., 26.

[30] Ibid. 34, retomado en Ubicumque et semper.

[31] Juan Pablo II, Redemptoris missio, 34.

[32] Cf. Aparecida, 365-370.

[33] Cf. Orígenes, In Evangelium secundum Matthaeum 17, 7: PG 13,1197 B; S. Jerónimo,Translatio homiliarum Origenis in Lucam,36: PL 26, 324-325.

[34] Como nos recuerda la Dei Verbum, 4: «Jesucristo – ver al cual esver al Padre (cf. Jn 14, 9) – , con su total presencia y manifestaciónpersonal, con palabras y obras, señales y milagros, y, sobre todo,con su muerte y resurrección gloriosa de entre los muertos;finalmente, con el envío del Espíritu de verdad, completa larevelación y confirma con el testimonio divino que vive en Dioscon nosotros para librarnos de las tinieblas del pecado y de lamuerte y resucitarnos a la vida eterna».

[35] Cf. Congregación para la Doctrina de la Fe, Nota doctrinalacerca de algunos aspectos de la evangelización (3 dic 2007), 2.

[36] Benedicto XVI, Deus caritas est, 1.

[37] Cf. Directorio General para la Catequesis, 100.

[38] Cf. ibid., 141.

[39] Cf. Juan Pablo II, Fidei depositum, 122; retomado : DirectorioGeneral para la Catequesis, 122.

[40] Juan Pablo II, Christifideles laici, 34. Cf. Ecclesia in America ,66; Benedicto XVI, Verbum Domini, 94.

[41] Cf. Directorio General para la Catequesis, 47: «El decretoconciliar Ad gentes ha clarificado bien la dinámica del procesoevangelizador: testimonio cristiano, diálogo y presencia de lacaridad (nn. 11-12), anuncio del Evangelio y llamada a la conver-sión (n. 13), catecumenado e iniciación cristiana (n. 14), forma-ción de la comunidad cristiana, por medio de los sacramentos, consus ministerios (nn. 15-18). Este es el dinamismo de la implanta-ción y edificación de la Iglesia»

[42] Ibid. 48. El texto del Directorio construye una descripción lúciday precisa de estos elementos, componiendo en una síntesis origi-nal los textos de Ad gentes, Evangelii nuntiandi y Redemptorismissio.

[43] Cf. Dei Verbum 7 s.

[44] Cf. XII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos,Mensaje al Pueblo de Dios (24 oct 2008), tercera parte, 5-8.

[45] Cf. Benedicto XVI, Verbum Domini, 10.75.

[46] Cf. ibid., 58-60.

[47] Cf. ibid., 90-98.110.

[48] Ibid., 104.

[49] XII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de losObispos, Elenchus Finalis Propositionum, Prop. 38. Cf. BenedictoXVI, Verbum Domini, 74.105.

[50] Benedicto XVI, Verbum Domini, 93.

[51] Cf. Juan Pablo II, Catechesi tradendae, 3: «Este Sínodo hatrabajado en una atmósfera excepcional de acción de gracias y deesperanza. Ha visto en la renovación catequética un don preciosodel Espíritu Santo a la Iglesia de hoy, un don al que por doquier lascomunidades cristianas, a todos los niveles, responden con unagenerosidad y entrega creadora que suscitan admiración. El nece-sario discernimiento podía así realizarse partiendo de una baseviva y podía contar en el pueblo de Dios con una gran disponibi-lidad a la gracia del Señor y a las directrices del Magisterio». Unaevaluación de la situación de la catequesis, de sus progresos y desus puntos débiles, ha sido presentada por el Directorio Generalpara la Catequesis, 29-30.

[52] Para la presentación de estos métodos ver Directorio Generalpara la Catequesis, parte III, cap. 2º; parte IV, capítulos 4º y 5º.

[53] Cf. Juan Pablo II, Catechesi tradendae, 55.

[54] Cf. ibid., 30-31.

[55] Cf. Directorio General para la Catequesis, 78.

[56] Juan Pablo II, Catechesi tradendae, 58: «Pues bien, también hayuna pedagogía de la fe y nunca se ponderará bastante lo que éstapuede hacer en favor de la catequesis. En efecto, es cosa normaladaptar, en beneficio de la educación en la fe, las técnicas perfec-cionadas y comprobadas de la educación en general. Sin embargoes importante tener en cuenta en todo momento la originalidadfundamental de la fe. Cuando se habla de pedagogía de la fe, no setrata de transmitir un saber humano, aun el más elevado; se tratade comunicar en su integridad la Revelación de Dios. Ahora bien,Dios mismo, a lo largo de toda la historia sagrada y principalmenteen el Evangelio, se sirvió de una pedagogía que debe seguir siendo

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el modelo de la pedagogía de la fe. En catequesis, una técnica tienevalor en la medida en que se pone al servicio de la fe que se ha detransmitir y educar, en caso contrario, no vale»; Cf. reelaboraciónen Directorio General para la Catequesis, 143-144.

[57] Cf. Directorio General para la Catequesis, 105; Catecismo de laIglesia Católica, 4-10.

[58] Ibid., 68.

[59] Cf. Ad gentes,14: «Los que han recibido de Dios, por medio de laIglesia, la fe en Cristo, sean admitidos con ceremonias religiosas alcatecumenado; que no es una mera exposición de dogmas ypreceptos, sino una formación y noviciado convenientemente pro-longado de la vida cristiana, en que los discípulos se unen con Cristosu Maestro. Iníciense, pues, los catecúmenos convenientemente enel misterio de la salvación, en el ejercicio de las costumbresevangélicas y en los ritos sagrados que han de celebrarse en lostiempos sucesivos, introdúzcanse en la vida de fe, de la liturgia y dela caridad del Pueblo de Dios. Libres luego de los Sacramentos dela iniciación cristiana del poder de las tinieblas, muertos, sepultadosy resucitados con Cristo, reciben el Espíritu de hijos de adopción yasisten con todo el Pueblo de Dios [...] esta iniciación cristianadurante el catecumenado no deben procurarla solamente los cate-quistas y sacerdotes, sino toda la comunidad de los fieles, y en modoespecial los padrinos, de suerte que sientan los catecúmenos, yadesde el principio, que pertenecen al Pueblo de Dios. Y como la vidade la Iglesia es apostólica, los catecúmenos han de aprendertambién a cooperar activamente en la evangelización y edificaciónde la Iglesia con el testimonio de la vida y la profesión de la fe».

[60] Cf. Directorio General para la Catequesis, 91: «La catequesispostbautismal, sin tener que reproducir miméticamente la confi-guración del catecumenado bautismal, y reconociendo el carácterde bautizados que tienen los catequizandos, hará bien en inspirar-se en esta «escuela preparatoria de la vida cristiana», dejándosefecundar por sus principales elementos configuradores».

[61] Cf. ibid., 90-91.

[62] Lumen gentium, 26. Citado en Directorio General para la Cate-quesis, 217, en referencia al tema de los sujetos de la acción de lacatequesis en la Iglesia.

[63] Una presentación del rol y de los deberes de estos sujetos en ordenal anuncio de la fe: Directorio General para la Catequesis, 219-232.

[64] Cf. Benedicto XVI, Discurso a los Participantes en la IV Asam-blea Eclesial Nacional Italiana (Verona, 19 oct 2006).

[65] Benedicto XVI, Homilía de inicio del ministerio petrino (24 abril2005).

[66] Cf. Dignitatis humanae, 6.

[67] Pablo VI, Evangelii nuntiandi, 46.

[68] Ibid., 15.

[69] Cf. Ad gentes, 14.

[70] Un gran papel ha jugado en este proceso la publicación delOrdo Ritual de Iniciaciòn cristiana de adultos, fuente de inspira-ción para la reflexión catequística en su trabajo de revisión de lapráctica de la catequesis.

[71] Todos estos esfuerzos han sido desarrollados, bajo el término«catecumenado bautismal», en el Directorio General para laCatequesis, 88-91.

[72] Cf. Benedicto XVI, Sacramentum caritatis, 18: «A este respecto esnecesario prestar atención al tema del orden de los Sacramentos dela iniciación. En la Iglesia hay tradiciones diferentes. Esta diversi-dad se manifiesta claramente en las costumbres eclesiales deOriente, y en la misma praxis occidental por lo que se refiere a la

iniciación de los adultos, a diferencia de la de los niños. Sinembargo, no se trata propiamente de diferencias de orden dogmá-tico, sino de carácter pastoral. Concretamente, es necesario verifi-car qué praxis puede efectivamente ayudar mejor a los fieles a ponerde relieve el sacramento de la Eucaristía como aquello a lo quetiende toda la iniciación. En estrecha colaboración con los compe-tentes Dicasterios de la Curia Romana, las Conferencias Episcopaleshan de verificar la eficacia de los actuales procesos de iniciación,para ayudar cada vez más al cristiano a madurar con la accióneducadora de nuestras comunidades, y a asumir en su vida unaimpronta auténticamente eucarística, que le haga capaz de dar razónde su propia esperanza de modo adecuado en nuestra época».

[73] Cf. Pablo VI, Exhortación Evangelii nuntiandi (8 diciembre1975), 51:AAS 68 (1976), 40.

[74] Cf. Juan Pablo II, Encíclica Redemptoris missio (7 dic. 1990),44: AAS 83 (1991), 290-291.

[75] Cf. Congregación para el Clero, Directorio General para laCatequesis (15 agosto 1997), 61-62.

[76] Cf. Benedicto XVI, Discurso a los Obispos de Brasil en visita«ad limina apostolorum»(Vaticano, 7 sept. 2009): L’OsservatoreRomano (ed. española, 11 septiembre 2009), 4: «En los deceniossucesivos al Concilio Vaticano II, algunos han interpretado laapertura al mundo no como una exigencia del ardor misionero delCorazón de Cristo, sino como un paso a la secularización, vislum-brando en ella algunos valores de gran densidad cristiana, comola igualdad, la libertad y la solidaridad, y mostrándose disponiblesa hacer concesiones y a descubrir campos de cooperación. [...] Sindarse cuenta, se ha caído en la auto-secularización de muchascomunidades eclesiales; estas, esperando agradar a los que novenían, han visto cómo se marchaban, defraudados y desilusiona-dos, muchos de los que estaban: nuestros contemporáneos, cuan-do se encuentran con nosotros, quieren ver lo que no ven enninguna otra parte, o sea, la alegría y la esperanza que brotan delhecho de estar con el Señor resucitado».

[77] A esto se refiere la iniciativa promovida por el Pontificio Consejode la Cultura, siguiendo la sugerencia del Papa Benedicto XVI.Los «patios de los gentiles» son lugares en los cuales es posibleabrir una confrontación recíproca, enriquecedora y culturalmenteestimulante, entre los cristianos y los que sienten lejana la reli-gión, pero desean acercarse a Dios, al menos en cuanto les resultadesconocido.

[78] Cf. Vaticano II, Constitución pastoral sobre la Iglesia en elmundo actual Gaudium et spes, 22.

[79] Benedicto XVI, Discurso en la Universidad Católica deAmérica (Washington, 17 abril 2008): L’Osservatore Romano (ed.española 25 de abril de 2008), 7.

[80] Cf. Benedicto XVI, Discurso en la inauguración de los trabajos dela Asamblea Diocesana de Roma (Roma, 11 junio2007): L’Osservatore Romano (ed. española, 22 junio 2007), 11-12.

[81] Benedicto XVI, Carta Encíclica Caritas in veritate (29 junio2009), 51: AAS 101 (2009), 687-688.

[82] Pablo VI, Exhortación Apostólica Evangelii nuntiandi (8 di-ciembre 1975), 41: AAS68 (1976), 31-32; cf. Benedicto XVI,Exhortación Apostólica postsinodal Sacramentum caritatis (22febrero 2007), 85: AAS 99 (2007), 170-171.

[83] Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 2685.

[84] Cf. Juan Pablo II, Audiencia General (21 octubre 1992), 20.

[85] Juan Pablo II, Novo millennio ineunte, 40.

[86] Benedicto XVI, Spe salvi, 31.

[87] Pablo VI, Evangelii nuntiandi, 80.

Page 44: San Juan de los Lagos, Jal. Mayo de 2011 Nº 347 El Sínodo ...colaboración en el colegio episcopal (los obispos en unión con el Sucesor de San Pedro) en el discurso a la Curia romana

I Plan:Promover en comunión y participación una evangelizaciónnueva en nuestra diócesis, para crear comunidades capacesde colaborar en la liberación total de nuestro pueblo.

II Plan:Intensificar, en comunión y participación, la evangelizaciónnueva en nuestra diócesis, para fortalecer, en Cristo y conMaría, el proceso de liberación integral que nos lleve a vivircomo verdadero pueblo de Dios.

III Plan:Dinamizar, en Comunión y Participación, la Nueva Evange-lización en nuestra diócesis, teniendo a Jesucristo comoúnica opción; para formar comunidades vivas y dinámicas,que hagan presentes los valores del Reino de Dios

IV Plan:Intensificar, en comunión y participación, el proceso deevangelización nueva e integral, para transformar con losvalores del Reino, las personas, comunidades y estructuras,en diálogo con la cultura actual.

Objetivosde los 4 planes diocesanos

de pastoral

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