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Curia y vida monacal LOS PODEROSOS MONASTERIOS San Benito de Nursia (480-547) fundador en Montecassino del primer monasterio de la Orden Benedictina, escribió en el año 540 d.C la regla en la que se inspiraran los diferentes movimientos monacales de los siglos posteriores. La llamada “Regla Santa” o “Regula monasteriorum” incide en el trabajo y la oración (el consabido “ora et labora”) como ejes fundamentales de la vida monástica. La evolución de la hegemónica Orden del Cluny a la reforma cisterciense: La orden cluniacense surge en el S.X con la intención de reformar la orden monástica bajo los auspicios de la reforma gregoriana adoptando la regla de San Benito como instrumento unificador de las diferentes abadías a cuya cabeza se encontrara el abad del monasterio de Cluny, localidad donada por Guillermo I de Aquitanía al papado en el año 909. Tras haber llegado a la cumbre de su esplendor en el S.XII (2000 prioratos y 10.000 monjes), una serie de luchas de poder acabaran por debilitarla comenzando su declive a partir de la muerte de Pedro el Venerable (abad que se había opuesto al anterior abad, Pedro de Montboissier, relegado de su cargo por mala gestión) en el año 1157, dando paso, poco a poco, a los monasterios llamados cistercienses, reforma a su vez de la Orden Cluniacense instaurada por Roberto de Molestes ya en el año 1098 en la abadía francesa de Citeaux (antigua Cistercium). Aunque la mas obvia diferencia fuera la del habito (negro para los benedictinos cluniacenses, blanco para los cistercienses) se trataba de una reforma que contempla la estricta observancia de la regla de San Benito de la que se había ido apartando la fastuosa Cluny, que a la postre no hará mas que enterrar toda la sabiduría e ilustración acumulada por sus antecesores (el propio Pedro, indujo a los 53

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Pequeña introducción al mundo religioso presente en Navarra sobre los siglos XII y XIII

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Curia y vida monacal

LOS PODEROSOS MONASTERIOS

San Benito de Nursia (480-547) fundador en Montecassino del primer monasterio de la Orden Benedictina, escribió en el año 540 d.C la regla en la que se inspiraran los diferentes movimientos monacales de los siglos posteriores. La llamada “Regla Santa” o “Regula monasteriorum” incide en el trabajo y la oración (el consabido “ora et labora”) como ejes fundamentales de la vida monástica.

La evolución de la hegemónica Orden del Cluny a la reforma cisterciense: La orden cluniacense surge en el S.X con la intención de reformar la orden monástica bajo los auspicios de la reforma gregoriana adoptando la regla de San Benito como instrumento unificador de las diferentes abadías a cuya cabeza se encontrara el abad del monasterio de Cluny, localidad donada por Guillermo I de Aquitanía al papado en el año 909. Tras haber llegado a la cumbre de su esplendor en el S.XII (2000 prioratos y 10.000 monjes), una serie de luchas de poder acabaran por debilitarla comenzando su declive a partir de la muerte de Pedro el Venerable (abad que se había opuesto al anterior abad, Pedro de Montboissier, relegado de su cargo por mala gestión) en el año 1157, dando paso, poco a poco, a los monasterios llamados

cistercienses, reforma a su vez de la Orden Cluniacense instaurada por Roberto de Molestes ya en el año 1098 en la abadía francesa de Citeaux (antigua Cistercium).

Aunque la mas obvia diferencia fuera la del habito (negro para los benedictinos cluniacenses, blanco para los cistercienses) se trataba de una reforma que contempla la estricta observancia de la regla de San Benito de la que se había ido apartando la fastuosa Cluny, que a la postre no hará mas que enterrar toda la sabiduría e ilustración acumulada por sus antecesores (el propio Pedro, indujo a los cristianos a conocer el Corán y a recurrir a las traducciones al árabe). La regla establecida por el tercer abad Esteban Harding en el año 1119 establece en este sentido, la dejación de las ciencias profanas a favor del culto divino a Dios además de establecer la total pobreza y la obediencia a los obispos.

Uno de los mas destacados reformistas cistercienses lo constituirá Bernardo de Fontaine (padre de la regla templaría), abad del monasterio de Claraval que dio un severo impulso a la Orden que ya para el año 1153 contaba con 343 monasterios entre los que se incluirán mas adelante, los de Santa Maria la Real de Fitero, el monasterio de la Oliva de Carcastillo, Irantzu y Leyre entre otros.

A nivel arquitectónico*11 es de reseñar que si bien el Cluny se destaco por la suntuosidad de sus edificios, el Cister es sobrio y austero en todos sus aspectos incluidas las edificaciones abaciales. Falta ornamentación, no hay elementos superfluos (ni pinturas, ni escultura, ni vidrieras de colores) que entretengan a los monjes. Los edificios cistercienses buscaban la autosuficiencia y las dependencias de la congregación solían estar rodeadas de hospedería, molino,

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enfermería, fragua, palomar, granjas y talleres.

Monasterio de San Salvador de Leyre: Se ubica en una balconada natural de la falda sur de la sierra que se abre sobre el valle del río Aragón abarcando un gran espacio visible, desde los montes de Jaca hasta la basílica de Uxue. A la espalda la sierra homónima, con sus alturas entre la que destaca la cima del Arangoiti de 1.356 m de altitud, el monasterio de Leyre es el primer ejemplo del románico en tierras Navarras.

Las primera referencias al monasterio las hayamos en la obra “Vita vel passio Sancti Euloggi” de Álvaro de Córdoba que nos narra el viaje que realizo el Santo cordobés a la Germania y nos habla de su extensa biblioteca de la que le llama poderosamente la atención “un opúsculo sin nombre de autor, que contenía la siguiente historia acerca del nefando profeta: Nació el heresiarca Mahoma...”

La relevancia del monasterio en el Reyno de Navarra vendrá dado por la confluencia en el mismo a partir del año 860 de la sede episcopal, el palacio real y el panteón regio. Esta prominente posición será causa de las incursiones de las tropas moras en el Reino de Iruñea, cuando Abderraman III destruya Iruñea y su catedral en el año 920, y se mantendrá hasta el año 1023 fecha hasta la cual, el titulo de obispo recaía en el abad del monasterio. Esta intima relación con el poder religioso y político del Reino también le acarreara el favor real ya que muchos de los reyes de la monarquía pamplonesa serán enterrados en la propia iglesia de Santa Maria de Leyre, destruida por Almanzor y vuelta a levantar por Sancho el Mayor quien estuviera en su juventud bajo la tutoría de los monjes de Leyre.

La gloria del monasterio navarro finaliza con la inclusión del reino en el de Aragón y la dura competencia que le supuso el cercano monasterio de San Juan de la Peña donde tenían su panteón los reyes aragoneses. Esta situación se vio agravada durante el pleito que sostuvieron durante un siglo, los diferentes obispados por la posesión del histórico monasterio, que el año 1100 el Papa Pascual II sometió a Iruñea. A partir de este punto, el cenobio navarro incluso perderá la exención canónica en otro desastroso pleito de 30 años, comenzando a partir del S.XIII una progresiva decadencia como se deduce de las actuaciones del Abad Domingo de Mendavia, que denuncio ante la Santa Sede la situación de indisciplina que vivía el centro, pidiendo un inmediato cambio de comunidad (hay pruebas documentales de que incluso llego a ofrecer 1000 maravedíes de oro al rey Teobaldo I si los cistercienses entraban al monasterio). Será en el año 1239 cuando la Orden del Cister obtenga el permiso del Vaticano, pero los benedictinos se resistirán aun otros 70 años al paso de comunidad.

Será con los monjes blancos cuando llegue el gótico al monasterio, cuyo Capitulo General establezca a Leyre el año 1269 como filial del monasterio de la Oliva. El cenobio se localizaba en el término de Oliva, Castelmunio y la villa de Encisa que donara el rey navarro García Ramírez a los monjes franceses del Scala Dei en el año 1134 otorgándoles mas adelante numerosas posesiones como Figarol, Carcastillo, Melida y Murillo del Cuende. En los años de mayor esplendor (nada que ver con el que alcanzaron los frailes cluniacenses de Leyre y de Iratche) las heredades del monasterio se extendían por la Navarra media, la ribera del bajo Aragón y por las 5 villas aragonesas.

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Además de las tumbas de los primeros reyes de Navarra*9 (enterrados en el pórtico de la iglesia llamada “Porta Speciosa”, ya que estaba prohibido realizar enterramientos intramuros), el monasterio también guarda las reliquias de las Santas Nunilo y Alodia, martirizadas en la cercana Osca (Huesca) así como las de San Virila, abad del Leyre en el año 923, protagonista de una curiosa leyenda muy recurrida a lo largo del camino Santo*10.

La leyenda cuenta que Virila, abad del monasterio de Leyre, era un monje muy preocupado por entender el misterio de la eternidad. Por comprender como era posible vivir eternamente sin llegar a aburrirse y por lo tanto dejar de ser feliz. En aras de comprender dicho misterio Virila pedía a Dios en sus oraciones que le diera la clave de su comprensión, la ayuda necesaria para poder desvelar la preocupación.

Un día se encontraba el abad paseando por los alrededores del monasterio llegó a una fuente y se dispuso a descansar. En aquel mismo momento el canto de un ruiseñor lo ensimismó y allí quedo

Virila escuchándolo. Cuando reaccionó ya era tarde y se dirigió, rápidamente, al monasterio para llegar a las obligaciones del día. Cuando llegó a la puerta el monje portero le impidió el paso puesto que no conocía al que debía ser su abad. Virila tampoco reconoció al monje. Tanto insistió que le dejaron pasar y se fue integrando en la vida monasterial sin entender como era posible que todos los monjes de Leyre le fueran desconocidos, los mismos no le reconocieran a él. Pasado el tiempo un monje curioseando en los antiguos libros de historia de la congregación descubrió que hacia más de 300 años había existido un abad llamado Virila que desapareció en el bosque. Hecha la revelación cuando todos estaban reunidos en la sala capitular, se abrió la bóveda de la misma y una voz se dirigió a Virila diciéndole "si tan pronto te pasaron los trescientos años escuchado el canto de un ruiseñor imagina como pasará el tiempo en compañía del altísimo". De esta forma Virila comprendió el misterio de la eternidad.

Monasterio de Fitero: Comunidad originaria de Niencebas es traslada por Raimundo, primer abad de la congregación, al termino navarro de Fitero en el año 1155, culminando las obras del nuevo monasterio el año 1247 y siendo por lo tanto el primer edificio cisterciense construido al sur de los Pirineos donde podemos apreciar la transición del románico al primer gótico tan del gusto de los monjes blancos.

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1-Capilla mayor, 2-Sacristía, 3-Pila Bautismal, 4-Capilla, 5-Coro, 6-Claustro, 7-Sala Capitular 8-Refectorio, 9-Cocina.

La antigua ubicación estuvo protegida por tropas castellanas y promocionado por Alfonso VII, lo que provoco no pocos altercados entre ambos reinos sumándose a las habituales rencillas fronterizas, que los dos últimos jimenos trataron de acotar concediendo numerosas donaciones al monasterio que pasaría definitivamente a la corona Navarra en el S.XIV. Fue también asimismo objeto de disputas entre los obispos de Tarazona y Calahorra, cuando de una manera subrepticia y aprovechando la ausencia del abad, el de Tarazona bendijo a un Guillermo en su puesto, provocando la protesta formal del prelado calagurritano en el III Concilio de Letran (1179) aun 21 años después.

Otro de los hechos más notables del monasterio hace referencia a su abad, San Raimundo, que fue creador de

la Orden de Calatrava cuando el rey aragonés le concedió a petición propia, la plaza fronteriza de Calatrava desbordada por los ataques del Islam, donde se instalo junto a frailes de Fitero y hombres de armas.

Monasterio de Santa Maria la Real de Iratche: Las primeras referencias que se tienen del monasterio corresponden al lejano año 958 y a su abad Theudano, lo que nos induce a pensar que tal vez el primer Garcés tuviera el derecho de arrogarse su construcción ya que su conquista del baluarte de Monjardin data de principios de siglo (lo que nos

ayudaría a dilucidar el porque de su importancia). Iratche será, junto a Leyre, el centro benedictino más poderoso de su época y entre ambas se repartirán prácticamente toda Navarra durante los años de esplendor que reiterativamente coinciden en el tiempo (S.XI-XII). Esto es debido en el caso de Iratche a su promoción durante el reinado de García “el de Nájera” ya que la congregación benedictina estaba en medio de los dos centros de poder que caracterizaron los dominios del primogénito de Sancho el Mayor (mientras la corte se situaba en la ciudad riojana, el obispado continuaba en Pamplona) y por el cenobio pasaba el camino de Santiago, lo que le valió ser el primer hospital de peregrinos del Reyno (1052-1054). A la prosperidad e importancia del monasterio le hemos de sumar el fuero otorgado a la ciudad de Estella que contribuyo notablemente al enriquecimiento mutuo de ambos centros de poder, tan cercanos como estaban.

La decadencia posterior al S.XII parece dictada al igual que en el caso legerense, por la relajación de los buenos hábitos monasteriales y la irrupción de intereses externos atraídos por las riquezas monacales que repercutía en que la elección del abad no recayese sobre los monjes sino que fuese dictada oficialmente por el Papa romano provocando el descontento de los internos que se veían menospreciados cuando el abad ni siquiera vivía en el monasterios o no pertenecía a la Orden. Al final parece probado que llegaran al monasterio los reformadores de Cister ya que la iglesia aun siendo de cabecera románica es de cuerpo cisterciense.

Mucho antes de esta situación, el cenobio de las faldas de Montejurra tenia en su haber 27 pequeños monasterios (el de Erdoiza en las

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Amescoas, el de San Juan de Zare en Sada de Sangüesa) y otras 4 iglesias además de poseer heredades en medio centenar de localidades navarras (Aiegi constituirá señorío eclesiástico, por ejemplo).

El ocaso del priorato benedictino coincidió en el tiempo, con la cesión que en el año 1176 hiciera el obispo de Pamplona, el entonces Pedro de Paris, a su hermano para la construcción de un monasterio cisterciense en el paraje de Irantzu, al norte de Montejurra, a las faldas de la sierra de Andia.

Dentro de los muros de Iratche se encuentra la talla de la Virgen de reluciente plata y las reliquias de uno de sus antiguos abades, San Veremundo, que se decía que solía esconder comida para dársela a los fatigados peregrinos y que cuando de camino al hospital era sorprendido por alguno de los monjes convertianse las viandas en flores.

Real Colegiata de Santa Maria de Roncesvalles: Fundado por Alfonso el Batallador y el obispo de Pamplona Sancho Larrosa, a raíz de la restauración de la monarquía Jimena en

el año 1135, el pequeño hospicio es impulsado por el hospital de Somport y el monasterio de Leyre.

Poco apoco las rentas y donaciones de nobles y peregrinos permitirán a los agustinos que regentan el lugar, edificar la pequeña capilla del Sancti Spiritus para oficiar las misas de enterramiento de los peregrinos que son encontrados muertos en las cercanías del collado de Ibañeta (desde donde la campana de la

capilla de San Salvador guiaba a los viajeros en los días de niebla) o perecen en el hospital. Sancho VII lo elegirá como lugar de enterramiento para lo que mandara construir la iglesia de Santa Maria (1215-1221) de un característico gótico francés y a la que se unirá en el mismo siglo la pequeña iglesia de Santiago o “de los peregrinos”.

A medida que el Capitulo de canónigos regulares de San Agustín vayan prosperando (tenían donaciones en lugares tan lejanos del reino como León, Portugal, Londres, Bolonia o Toulouse, además de incontables riquezas como el evangeliario de plata sobre el que juraban los reyes navarros) comenzarán las primeras distensiones con la catedral de Pamplona, cuyo obispo posee además el titulo honorífico de Gran Abad de Colonia en referencia a la colegiata. Al final el prior agustino hará valer su independencia y conseguirá tener privilegio pontificio de usar anillo, báculo y otras insignias de obispo, convirtiéndose en la primera figura del clero navarro después del obispo y uno de los consejeros reales.

Las potestades del cenobio incluiran durante el siglo XIII la iglesia de San Esteban de Bayguerr (Baigorri), el priorato de Bidarrai, el hospital de Eiheralarre, la iglesia de Izturitz, la iglesia de San Vicente de la comuna de Sant Michel, Laxe y el priorato de Olhonce en Zaro

LAS ÓRDENES MENDICANTES

La sociedad medieval moderna: Si bien los monasterios benedictinos habían experimentado su apogeo dentro de una sociedad rural de corte feudal, será cuando la ciudad medieval moderna comience a irrumpir en el marco Europeo, cuando hagan su aparición las primeras ordenes mendicantes (postrimerías de los siglos XII y XIII).

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Los comienzos del S.XIII son preocupantes para la iglesia romana. Por un lado la sociedad resultante del crecimiento comercial y económico que se esta dando en el continente eleva el nivel de vida y crea, a través de la riqueza, un materialismo practico que aleja al laico y al seglar, no tanto de dios, pero si de Roma. Por el otro, las ciudades insertan nuevos sistemas de conocimiento (el Aristotélico, las universidades) que tendrán como resultado un nuevo resurgir de las ramas científicas y filosóficas del conocimiento, dotando de nuevos argumentos a los que ya están hartos de tanta corrupción vaticana (referirnos al presente siglo, es referirnos a una de las épocas mas oscuras de la iglesia romana). La riqueza acabara asociada por lo tanto al demonio y en reacción, la pobreza se asociara a los mas puros valores evangélicos, siendo pieza fundamental de las características que definan a estos frailes mendicantes y a los causantes directos de su formación, los movimientos heréticos.

A pesar de que había movimientos de protesta dentro de la propia iglesia católica como la de los valdenses o los humillados, los mas conocidos fueron los cataros o albigenses (por ser la ciudad de Albi el centro del movimiento). Los planteamientos de total pobreza y castidad de los representantes de esta iglesia de base (es ilustrativo que a sus sacerdotes los nominasen “perfectos”), les granjearon el favor popular y su influencia se extendió por todo Occitania en apenas unos años. Este movimiento popular pedía unas contramedidas mas efectivas que las simples espadas y fue en este caldo de cultivo donde se cocinaron las nuevas ordenes predicadoras.

Las cruzadas albigenses: Divididas en dos fases (1209-1215 y 1226-1244) supondrán un movimiento político de la

corona francesa para anexionarse las tierras de Occitania. En la primera, la herejía catara supone una excusa para la rapiña de barones franceses al mando del sodomita conde de Monfort, mientras que detrás de la segunda si que se aprecia una clara intención eliminatoria, ya que la intervención francesa no hizo mas que aumentar el proselitismo del que gozaban los cataros de la Provenza. Tanto es así, que a pesar de que el tratado de Meaux (1229) incorpora el condado de Tolosa al reino de Francia, la cruzada no termina hasta la caída del último bastión Cátaro en las alturas del Montsegur. A partir de ahí será la inquisición la encargada de perseguir a los cataros hasta exterminarlos en el año 1321 cuando Gilhem Belibaste, el último perfecto cátaro, es quemado en la hoguera en Villerouge.

Características generales: La función principal de todas estas ordenes será inicialmente la derrota de las diferentes herejías pero mas adelante se darán cuenta de que hay que interceder en el mundo urbano. Para ello se dotaran de

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una serie de características novedosas para la institución de la iglesia. La primera será una concienzuda preparación, no solo espiritual, sino también (y muchas veces en mayor medida) intelectual. Innumerables de ellos fueron a estudiar a las universidades y en general, las ramas mendicantes tenían una buena formación filosófica y teológica que les permitía acometer con mayor éxito sus labores de predicación de la ortodoxia católica. Su función primordial era la de “vender” los dogmas evangélicos mediante la predicación (hasta el momento solo los obispos tenían esa función) por lo que se adhirieron a una vida itinerante renunciando a la estabilidad de la vida monacal.

Otra de las diferencias fundamentales entre frailes y monjes era la interpretación de la pobreza y el trabajo. Los frailes estarán obligados a mendigar, puesto que todos sus esfuerzos los dedican a la labor apostólica que se les a encomendado y porque el voto de pobreza no será solo individual como la de sus hermanos, sino también colectiva (los conventos, entendidos como una comunidad de pobres, solo dispondrán de los mas básico).

Fueron concebidas como arma de propaganda del poder Vaticano. Predicaban con el ejemplo y por ello vestían como mendigos, predicaban con la palabra y por ello eran individuos formados en los distintos campos del saber y del conocimiento, predicaban la palabra de dios por lo que su adhesión a la curia romana era incuestionable.

Así, tal y como había sucedido con los albigenses, los frailes predicadores se extendieron y multiplicaron por toda Europa como autenticas cucarachas que poblaban los más recónditos lugares, con especial incidencia en las ciudades

donde la razón y las nuevas clases burguesas, amenazaban la doctrina y poder católico.

A dominicos y franciscanos les seguirian otras ordenes que al principio provenian del mundo heremitico como los carmelitas y agustinos; además de otras que encargadas de trabajar on sectores marginales como los reos seguirian los dictados de las ordenes menores (como trinitarios y mercedarios). Todos ellos y ellas, fueron la base humana necesaria para el triunfo de la jerarquía pontificia dentro de los esquemas, que la nueva sociedad Europea comenzaba a desarrollar y que traerían como resultado el fin del feudalismo y el advenimiento de la modernidad.

La Orden de Predicadores u “Ordo Praedicatorum” (O.P): Conocidos popularmente como dominicos en nombre de su fundador Santo Domingo de Guzmán, adoptaron como distintivos

el hábito blanco sobre la que se colocaban una capa negra y la cruz de calatrava con los colores de la orden (al parecer dicha cruz es parte de las armas de la familia Rada a la que pertenecía el de Guzmán).

La Orden nace en el contexto de las lucha contra las herejías que comenzaban a poblar Europa a principios del S.XIII amenazando con dividir a la iglesia, cuya jerarquía se encontraba en uno de sus puntos mayor degeneración. Será durante estos inciertos años, cuando el futuro santo como prior de su capitulo, acompañe al obispo de Osma de viaje a tierras germanas, atravesando tierras Occitanas a la vuelta.

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Será en este punto cuando coincida con los enviados papales y conozca la herejía catara, para cuya conversión propondrá la creación de una nueva orden de predicadores. Su idea será atendida pero no madurada hasta que el propio Domingo de Guzmán se ponga manos a la obra. Comenzara a predicar por tierras provenzales y abrirá un convento mixto en Prouille (1207) con mujeres arrepentidas que se le habían unido en el camino, pero no seria hasta finales de 1215 cuando formará a los primeros “hermanos predicadores”. Un año después, los 16 hermanos serán reconocidos por el Papa tras elegir la regla de San Agustín, siendo poco después dispersados y enviados a puntos clave de Europa (como las universidades de Paris y Bolonia) con el lema de “contemplar y dar a otros el fruto de la contemplación”. El éxito de la estrategia fue rotundo y si a la muerte de su fundador ya eran 300 frailes, 50 años mas tarde la cifra se incrementaría hasta los 10.000 religiosos, entre los que destacaron numerosos eruditos de la época (traemos a estas líneas “Espejo mayor”, compendio de física y ciencias naturales obra de Vicente de Beauvais y “Sobre la naturaleza de las cosas” enciclopedia de 20 tomos del zoólogo Tomas de Cantimpre).

En el año 1231 se institucionaliza la inquisición bajo la supervisión de la mentada orden, a la que seguirán ligados hasta su desaparición. Bajo estos parámetros, no nos a de extrañar que la propia orden, con su total adhesión ha roma, constituyese una especie de policía social siempre en manos de la infernal curia romana, de ahí que también se les conociese con el apelativo de Domini canis o los perros del Señor. Su lema es “Laudare, benedicere, praedicare” (Alabar, bendecir, predicar).

La Orden de Hermanos Menores u Ordo Fatrum Minorum: Movimiento religioso impulsado por San Francisco de Asís, eremita que había abandonado la nobleza para dedicarse al apostolado, que buscaba la renovación de la iglesia entendiendo esta como todo aquel o aquella creyente y no tanto la estructura en si (por ello mismo no se enfrento a esta, sino que se puso a predicar su doctrina libremente halla a donde le llevasen sus pies descalzos). Esta hacia gran hincapié en la pobreza extrema (de ahí el hábito marrón), la limosna, la retribución del trabajo realizado pero en ningún caso con dinero y el amor hacia toda la creación de dios incluida la naturaleza (estos valores “ecologistas” les valieron a los hermanos menores el calificativo de “pajarillos de Asís”).

La pobreza y desarraigo de los hermanos hará que a veces se les confunda con heréticos, por lo que el año 1210 el Papa Inocencio III les otorga el Ordo Fatrum Minorum y autoriza su peculiar forma de

predicar que, contraponiéndose a sus hermanos dominicos, incidirá mas en valores morales que teológicos siendo objeto de desprecio por este hecho entre los ilustrados seguidores de Santo Domingo.

Poco a poco la ortodoxia apostólica se ira imponiendo tras la muerte de su fundador en el año1226 y los franciscanos van integrándose en la vida conventual y sus exigencias, incluidas las materiales a las que renunciaba el de Asís. Este hecho y las constantes manipulaciones que sobre la vida del “Poberello” impulsaran los diferentes papas romanos (se crearan dos

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biografías oficiales y se ordenara destruir las primigenias), traerán como resultado la división de la orden durante la segunda mitad del S.XIII entre conventuales y espirituales (cuya rama extrema representaran los Fraticeli al grito de “¡Penitenziaci!”). Los espirituales se basaran en la concepción propia de regreso a los orígenes del movimiento franciscano (la mas absoluta pobreza) y a la proyección que como corriente espiritual tenia el santo en una gran misión profética (estos creerán que San Francisco era el jefe evangélico anunciado por Juan de Fiore).

Las luchas internas fortalecerán a los conventuales bajo el auspicio de roma y sus “lebreles” (la labor “educadora” de los dominicos, fue sin duda, ejemplar), acabando con la excomunión de los espirituales en el 1317 por el Papa León XXII. El sueño de San Francisco se vera finalmente truncado por aquellos para los que predicaba hasta que el descubrimiento de “las Américas”, aportara una nueva esperanza de construir su sueño lejos de la aburguesada Europa.

LA SANTA INQUISICIÓN

La Inquisitio Haereticae Pravitatis Sanctus Officium fue instaurada por bula papal (Ad abolendam) dictada por Lucio III en el año 1184 que a su vez supondría el embrión de los tribunales de la Santa Inquisición y del Oficio Santo. Aunque previamente a la bula la herejía se castigase con la excomunión, la difícil situación de la zona del Langedoc obliga al papado a otorgar poderes especiales a los obispos para combatir las herejías dotándoles de la capacidad de juzgar y condenar dentro de su diócesis (el castigo físico era asignado a los laicos). Esta primera fase de “inquisición episcopal” durara hasta

el año 1230 con un notable fracaso por lo que un año mas tarde la bula del Papa Gregorio IX Ex communicamus crea la “inquisición pontificia” bajo dirección papal y supervisada por los dominicos. La autorización de la tortura (lo que supone la constatación de lo que se venia haciendo desde que los “hermanos predicadores” endurecieran la institución) vendrá otorgada por la bula de Inocencio IV Ad extirpanda precedida por las limitaciones de que no se podía mutilar ni matar al reo. Las penas aun así serán variables, siendo las de muerte ejecutadas por el brazo secular de la orden en caso de reincidencia (reos relapsos). Actuó básicamente en el Langedoc contra los cataros y en Italia contra los fraticeli entre otras sectas contrarias al Vaticano. En el año 1249 se implanta en Aragón, de donde pasaría a Castilla con la unión de los dos católicos soberanos, quedando constituida como la Inquisición Española bajo gobierno de la monarquía y no del Vaticano (año 1478). Su función preeliminar será completar la obra de Isabel y Fernando tras la expulsión de moros y judíos.

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NOTAS

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