salomone, alicia - subjetividad, trauma y representación en amuleto, de roberto bolaño

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95 * Académica del Departamento de Literatura y del Centro de Estudios Culturales Latinoamericanos de la Universidad de Chile. Este trabajo se enmarca en el desarrollo del Proyecto DI (U. de Chile) Nº 07/16-2. 1 Respecto de la relación de Roberto Bolaño con su país natal, véase el estudio de Grínor Rojo: “Bolaño y Chile”, en Anales de Literatura Chilena Nº 5, 2004. Subjetividad, trauma y representación en Amuleto, de Roberto Bolaño Alicia Salomone * Roberto Bolaño (1953-2003) llega con su familia a México en 1968 y en 1973 retorna a Chile, su país natal, para participar del proceso político que encabezaba la Unidad Popular 1 . Tras ser testigo del rápido tránsito entre la revolución y la contrarrevolución, y luego de permanecer una temporada en las cárceles pinochetistas, vuelve a México donde iniciaría una vida de escritor. Estas dos fechas, que marcan hitos en los que se juega el destino de la izquierda latinoamericana de los setenta, no sólo dejan huellas profundas en la biografía de Bolaño, sino que se convierten en motivos que él elabora de modo recurrente en su literatura: por un lado, la masacre de estudiantes mexicanos en Tlateloco, por otro, el golpe militar chileno con su secuela dictatorial de dieciocho años. Los hechos de Chile, Bolaño los tematiza en varios cuentos y dos novelas: Estrella distante (1996) y Nocturno de Chile (2000). Los de México, aparecen referidos en Los detectives salvajes (1998) y en Amuleto (1999), un relato que amplifica un fragmento breve de Los detectives…, hasta convertirlo en un texto autónomo de gran complejidad formal y temática que resignifica el texto original entregándole un sentido nuevo. En Amuleto, por otra parte, ambos momentos históricos confluyen y se ligan estructuralmente, transformando el curso existencial de dos de sus protagonistas: septiembre de 1968 torcerá el rumbo de la narradora Auxilio Lacouture, al igual que el golpe de Estado de 1973 transformará al joven poeta Arturo Belano en un ser distinto: un hombre que, habiendo presenciado el horror y vivenciado el miedo a grado límite, queda sumido en el mutismo y la incapacidad de volver a comunicarse con quienes antes habían sido sus amigos. De él dice la narradora: “… en enero de 1974, llegó Arturito de Chile y ya era otro. Quiero decir: era el mismo de siempre pero algo había cambiado o había crecido

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    * Acadmica del Departamento de Literatura y del Centro de Estudios Culturales Latinoamericanos de la Universidad de Chile. Este trabajo se enmarca en el desarrollo del Proyecto DI (U. de Chile) N 07/16-2.

    1 Respecto de la relacin de Roberto Bolao con su pas natal, vase el estudio de Grnor Rojo: Bolao y Chile, en Anales de Literatura Chilena N 5, 2004.

    Subjetividad, trauma y representacin en Amuleto,

    de Roberto Bolao

    Alicia Salomone *

    Roberto Bolao (1953-2003) llega con su familia a Mxico en 1968 y en 1973 retorna a Chile, su pas natal, para participar del proceso poltico que encabezaba la Unidad Popular1 . Tras ser testigo del rpido trnsito entre la revolucin y la contrarrevolucin, y luego de permanecer una temporada en las crceles pinochetistas, vuelve a Mxico donde iniciara una vida de escritor. Estas dos fechas, que marcan hitos en los que se juega el destino de la izquierda latinoamericana de los setenta, no slo dejan huellas profundas en la biografa de Bolao, sino que se convierten en motivos que l elabora de modo recurrente en su literatura: por un lado, la masacre de estudiantes mexicanos en Tlateloco, por otro, el golpe militar chileno con su secuela dictatorial de dieciocho aos.

    Los hechos de Chile, Bolao los tematiza en varios cuentos y dos novelas: Estrella distante (1996) y Nocturno de Chile (2000). Los de Mxico, aparecen referidos en Los detectives salvajes (1998) y en Amuleto (1999), un relato que amplifica un fragmento breve de Los detectives, hasta convertirlo en un texto autnomo de gran complejidad formal y temtica que resignifica el texto original entregndole un sentido nuevo. En Amuleto, por otra parte, ambos momentos histricos confluyen y se ligan estructuralmente, transformando el curso existencial de dos de sus protagonistas: septiembre de 1968 torcer el rumbo de la narradora Auxilio Lacouture, al igual que el golpe de Estado de 1973 transformar al joven poeta Arturo Belano en un ser distinto: un hombre que, habiendo presenciado el horror y vivenciado el miedo a grado lmite, queda sumido en el mutismo y la incapacidad de volver a comunicarse con quienes antes haban sido sus amigos. De l dice la narradora:

    en enero de 1974, lleg Arturito de Chile y ya era otro.Quiero decir: era el mismo de siempre pero algo haba cambiado o haba crecido

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    o haba cambiado y crecido al mismo tiempo [] Quiero decir: todos esperaban de alguna manera que l abriera la boca y contara las ltimas noticias del Horror, pero l se mantena en silencio como si lo que esperaban los dems se hubiera transmutado en un lenguaje incomprensible o le importara un carajo. (69)

    En el marco de este trabajo lo que me interesa es revisar dos problemticas relacionadas: por una parte, el modo en que se configura la subjetividad de la narradora-protagonista de la novela, Auxilio Lacouture, cuya vida queda trastornada por los hechos trgicos del 68 mexicano. Por otra parte, observando el plano de la enunciacin, busco indagar en cmo se aborda en el texto la representacin literaria de vivencias traumticas. Pues, si bien la novela de Bolao posee un neto carcter ficcional, al mismo tiempo instala un doble dilogo con la literatura que aborda las consecuencias de la violencia poltica en la tardo-modernidad latinoamericana. A nivel de los contenidos, ello se expresa en la relacin que tiene la trama con el hecho referencial que motiva el discurso de la hablante: la represin en la UNAM y la masacre de la Plaza de Tlatelolco. En trminos del lenguaje, por su parte, el vnculo con lo testimonial se evidencia en las estrategias enunciativas que adopta la voz de la hablante, donde se ponen en juego modalidades que son frecuentes en los testimonios y que tienen que ver, ms ampliamente, con los procesos complejos de recuperacin de una memoria traumtica.

    Nora Strejilevich, refirindose al testimonio, seala que en su intento por dar cuenta de una verdad propia, este tipo de textos suelen irrumpir en desorden, plagados de quiebres y silenciamientos, y presentar imgenes sensoriales, muchas veces vagas, que pueden aparecer y difuminarse como en los sueos, lo que pone de manifiesto la existencia de ciertas fallas o huecos en las conexiones con la vida cotidiana2 . Por su parte, Dominick La Capra (1998), quien trabaja con la nocin de trauma a partir de la experiencia del Holocausto, extendiendo a nivel colectivo el significado de este concepto en el psicoanlisis freudiano, sostiene que la violencia poltica suele producir efectos en la subjetividad de las vctimas que se exteriorizan en el lenguaje. Sometidos a experiencias que bordean no slo el lmite entre la vida y la muerte, sino la propia diferencia entre razn y sinrazn, los sobrevivientes de genocidios y represiones suelen mostrar rupturas en la memoria, que se expresan como quiebres en la continuidad entre el presente y esa zona del pasado en la que qued radicada la vivencia del dolor, a la cual no se quiere volver a acceder. Por eso mismo, el recuerdo suele ser reprimido, denegado, y as opera como una zona opaca a nivel de la conciencia, bloqueando la posibilidad de que los y las sujetos elaboren lo vivido mediante un trabajo de duelo que haga factible su reconstitucin identitaria.

    Como decamos ms arriba, un aspecto que es clave en la novela de Bolao, y que se manifiesta desde su primer enunciado, es la particularidad que asume la articulacin de la voz de la narradora. La que apela a mltiples recursos enunciativos,

    2 Strejilevich, Nora, El arte de no olvidar. Literatura testimonial en Chile, Argentina y Uruguay entre los 80 y los 90, Buenos Aires: Catlogos, 2006, p. 14.

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    entrecruzando palabra y silencio en la prosecucin de un relato oscilante y muchas veces enrevesado, que constantemente escamotea aquello que, desde su dimensin consciente, tiene urgencia de comunicar. El perfil ambiguo y contradictorio de esa voz queda explcito desde un comienzo, cuando la narradora nombra el tipo de relato que quiere acometer, definindolo como una historia de terror, una historia policaca, un relato de serie negra y de terror y, finalmente, como la historia de un crimen atroz3 . Si los dos primeros enunciados parecen remitirnos directamente a cierta tradicin de literatura masiva, la inclusin de la subjetividad de la hablante: Soy yo la que habla, y por eso no lo parecer (11), junto con el agregado del adjetivo atroz, desestabilizan esa impresin primera, dejndonos en la incertidumbre de un relato que se interrumpe y toma una va incierta a travs de una larga digresin:

    Esta ser una historia de terror. Ser una historia policaca, un relato de serie negra y de terror. Pero no lo parecer. No lo parecer porque soy yo la que lo cuenta. Soy yo la que habla y por eso no lo parecer. Pero en el fondo es la historia de un crimen atroz.

    Yo soy la amiga de todos los mexicanos. Podra decir: soy la madre de la poesa mexicana, pero mejor no lo digo. (11)

    De este modo, la palabra de la hablante genera una ruptura que suspende el desarrollo de la trama que haba iniciado, redirigindola desde el asunto anunciado (una historia de terror) hacia los avatares de la propia biografa: Yo soy la amiga de todos los mexicanos. Podra decir: soy la madre de la poesa mexicana, pero mejor no lo digo (11). Una vez abierto este nuevo carril narrativo, lo que comienza a desplegarse es un conjunto de relatos fragmentados, muchas veces inconexos o contradictorios, y frecuentemente tragicmicos, donde la protagonista se dibuja en distintas situaciones y tiempos: entre otras, a su llegada a Mxico en los aos sesenta tras un viaje aventurero por el continente; en su relacin con poetas y artistas espaoles exiliados en Mxico, particularmente Pedro Garfias y Len Felipe; en su vinculacin con la bohemia de los jvenes poetas de los aos setenta, a quienes acompaa, con afecto maternal, en su iniciacin vital y literaria, y con los que recorre incansablemente las calles y tugurios del DF mexicano. Toda una serie de situaciones que se irn anudando progresivamente a otras ms oscuras y tortuosas, acorde avance el relato y se profundice su sentido trgico, como ocurre con la acechanza de que es objeto una noche por parte de un asesino annimo; o la intimidad casi mortfera que le depara un encuentro con el desquiciado hijo de la pintora Lilian Serpas, Carlos Coffeen Serpas: una inminencia trgica que ella ve espejeada en ciertos signos funestos del escenario urbano, pero que desestima para seguir adelante hacia una aventura peligrosa, de la que, sin embargo, logra salir ilesa:

    3 Bolao, Roberto, Amuleto, Barcelona: Anagrama, 1999, p. 11. De aqu en adelante, los nmeros de pgina se agregan entre parntesis a continuacin de la cita en el cuerpo principal del texto.

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    Y hacia la casa de Lilian Serpas me vi caminando aquella noche, amiguitos, impelida por el misterio que a veces se parece al viento del DF, un viento negro lleno de agujeros con formas geomtricas, y otras veces se parece a la serenidad del DF, una serenidad genuflexa cuya nica propiedad es ser un espejismo. (110)

    La buena suerte que acompaa a Auxilio durante esa noche funesta, sin embargo, no es casual sino una necesidad bsica del relato pues, incluso a pocas pginas de concluirse la novela, todava no comprendemos cabalmente el sentido de una trama que ha dejado en suspenso una lnea que se prevea principal. Ello, en tanto no ha logrado evidenciarse el asunto que quiere referir esta mujer que satura el texto de palabras sin alcanzar a nombrar, tras su catarata verborrgica, aquello que parece acosarla pero que no logra transformarse en discurso. Ahora bien, es precisamente ese motivo el que termina por develarse en los ltimos fragmentos del texto, demostrando que la identidad de esa historia tan dramticamente anunciada (esta ser una historia de terror) no era falsa, ni tampoco constitua una mera estrategia para mantener en vilo la atencin del lector, sino que, por el contrario, era el punto nodal al que se encaminaba toda la tensin de la novela.

    El modo en que acontece esa revelacin, sin embargo, no tiene que ver con una exposicin de tipo lineal ni analtica sino que acontece a travs de la emergencia de una imagen: es decir, por medio de una figuracin alegrica que ilumina un proceso social ocluido; un hecho trgico que, por mediacin de la voz de la hablante, puede recuperar su forma y visibilidad histrica4. As es como la novela logra reponer un hecho siniestro pero negado (umheimlich): la historia de un crimen atroz y absurdo, inenarrable desde una lgica representacional que intentara establecer un vnculo estable, transparente, entre las palabras y los hechos. Un crimen que consisti en la eliminacin de cuajo, a manos de la maquinaria represiva de un Estado autoritario, de toda una generacin de jvenes rebeldes en aquel fatdico mayo mexicano de 1968. La narradora, que ha sobrevivido a esa experiencia de muerte por haber permanecido oculta en un bao del cuarto piso de la Facultad de Filosofa y Letras mientras se produca la irrupcin militar a la UNAM, se convierte, por la fuerza de los hechos, en la nica testigo habilitada para transmitirla, en una testigo secundaria que dar testimonio por quienes ya no pueden hacerlo por s mismos.

    La posibilidad de articular algn tipo de relato articulado sobre esos hechos supone, sin embargo, un proceso complejo y sin seguridad de xito, en tanto implica, por una parte, la incierta posibilidad de recuperacin de una memoria doliente

    4 Como sostiene Patrick Dove refirindose a la ficcin testimonial contempornea, la produccin de discurso no necesariamente garantiza la transmisin de la experiencia vivida; y, en muchos casos, el silencio puede ser ms fiel al pasado que el lenguaje descriptivo. De all, concluye que, en tanto el pasado traumtico es un resto indigesto para los procesos cognitivos y mnemnicos, la literatura debe enfrentar en s misma los lmites de la representacin y, por ende, su contribucin al rescate de la memoria debera pensarse no slo en trminos de lo que las palabras dicen, o sugieren veladamente, sino de lo que no dicen en cada afirmacin. Dove, Patrick, Narrativas de justicia y duelo: testimonio y literatura del terrorismo de Estado en el Cono Sur, en Jelin, Elizabeth y Ana Longoni (editoras), Escrituras, imgenes y escenarios ante la represin, Madrid: Siglo XXI, 2005, pp. 132-133.

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    que est al acecho, pero siempre en fuga; y, por otra parte, supone encontrar los modos en que esa experiencia pueda ser traducida a un lenguaje expresable y comprensible. En esto consiste el largo proceso de elaboracin del duelo al que asistimos en la novela: la ardua labor que despliega la hablante frente a las evocaciones que confusa, pero reiteradamente, se cuelan en su mente como indicios de la inevitabilidad de su presenciamiento: sentimientos y sensaciones quinsicas que ella experimenta de vez en vez, anticipando la emergencia de aquello que aun no puede ser nombrado conscientemente. Al cabo, sin embargo, terminarn por configurarse esas imgenes que pondrn palabras a su memoria traumtica: la que ella guarda por haber presenciado el sacrificio de aquellos cuerpos jvenes. Imgenes que ella logra construir mediante un trabajo de la memoria que la compele a asumir una postura tica y poltica no slo frente a los hechos de los que fue testigo sino respecto del papel o funcin que a ella misma se tiene reservada en esta historia.

    La dificultad que supone representar literariamente esta narracin que relaciona traumas, memorias e imperativos tico-polticos, pero que, al mismo tiempo, como seala Mara Martha Gigena5, se desplaza de la referencialidad evidente de una denuncia llana, queda plasmada en la materialidad misma de la novela. Esto es lo que explica ese rasgo estructural que Celina Manzoni descubre en ella: que no puede avanzar de modo directo, y que por eso se desplaza con un movimiento espiralado o mediante un curso vacilante en el que abundan las repeticiones y contradicciones de situaciones y personajes6. Por eso mismo, en la configuracin del mundo imaginario de la hablante las divisiones estrictas entre espacios y tiempos se desdibujan, y las dimensiones temporales (pasado, presente y futuro) necesariamente aparecen entremezcladas. As, el despliegue de ese mundo interno, que da forma al contenido diegtico mayor de la novela, se articula estructuralmente como un largo rodeo o disgresin que permite unir su inicio sorpresivo y su trgico final. Entre uno y otro punto tiene lugar la exposicin de la serie de aventuras que protagoniza Auxilio y que son presentadas por ella como una serie de microrrelatos que enlazan narraciones dispersas, situadas en tiempos y espacios mltiples, y donde aparecen personajes reales o ficticios. Todo un tejido narrativo que, en su ntima imbricacin, va permitiendo a la narradora acercarse progresivamente al ncleo doloroso de su recuerdo.

    En este proceso de rememoracin hay una escena que es clave, tanto por su reiteracin obsesiva, como por el hecho de que vuelve a emerger siempre que alguna sensacin, gesto o evento hace trastabillar la estabilidad emocional de la protagonista, provocndole el recuerdo. Esta es la escena de su permanencia en el bao de la cuarta planta de la Facultad de Filosofa y Letras; el lugar donde ella

    5 Gigena, Mara Martha, La boca negra de un florero: metfora y memoria en Amuleto, en Manzoni, Celina (editora), La fugitiva contemporaneidad. Narrativa latinoamericana, 1990-2000, Buenos Aires: Corregidor, 2003, p. 29.

    6 Manzoni, Celina, Reescritura como desplazamiento y anagnrisis en Amuleto, en Manzoni, Celina (editora), Roberto Bolao. La escritura como tauromaquia, Buenos Aires: Corregidor, 2002, p. 178.

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    se esconde de la represin y donde decide poner en acto su propio ejercicio de resistencia frente a la barbarie que all se estaba desplegando. As, sentada en el sanitario con las piernas levantadas para no ser descubierta, se dispone a participar de un parto y de un nacimiento: de un hecho de violencia inaugural que abrira una nueva poca en nuestra historia contempornea.

    Y yo, pobre de m [] levant (silenciosamente) los pies como una bailarina de Renoir, como si fuera a parir (y de alguna manera, en efecto, me dispona a alumbrar algo y a ser a alumbrada) [] y me dispona moral y fsicamente, llegado el caso, a no abrir, a defender el ltimo reducto de autonoma de la UNAM, yo, una pobre poetisa uruguaya, pero que amaba Mxico como la que ms, mientras esperaba, digo, se produjo un silencio especial, un silencio que ni los diccionarios musicales ni los diccionarios filosficos registran, como si el tiempo se fracturara y corriera en varias direcciones a la vez, un tiempo puro, ni verbal ni compuesto de gestos o acciones, y entonces me vi a m misma y vi al soldado que se miraba arrobado en el espejo, nuestras dos figuras empotradas en un rombo negro o sumergidas en un lago. (33)

    El momento y el lugar en donde Auxilio encuentra refugio en esos das de sangre, y donde logra resistir gracias al poder de la poesa, de su recuerdo y de su escritura7 , se dibuja como un mbito que, al decir de Celina Manzoni, es a la vez privilegiado y atroz: un espacio que, como el Aleph borgeano, es un lugar nimio pero que contiene en su interior todos las posibilidades del tiempo y el espacio. En este sentido, la imagen que nos ofrece la narradora permite reconfigurarlo como un cronotopos necesariamente fracturado, que es homlogo a la quiebra de su conciencia, y a travs del cual opera ese estallido de la memoria que constituye el objeto principal de la novela8 . Por eso mismo, dice Manzoni, los recorridos de la conciencia memoriosa de la hablante por entre medio de las distintas fragmentaciones temporales y espaciales, en pos de capturar simultaneidades y sucesiones desde todas las posibilidades que ofrecen el rombo del tiempo y el trizamiento del espejo, van delineando al propio texto como un aleph de la desesperanza: Espejos astillados, cuerpos fragmentados, tiempo y espacio condensados en torno a un punto que lo contiene todo: 1968, dice Manzoni9 . Una representacin que, por su misma condicin catastrfica, en el sentido benjaminiano del trmino, termina por abrirse a la posibilidad de la utopa.

    No se equivoca Mara Martha Gigena10 cuando en su anlisis de la novela pone en duda la cordura de la narradora, afirmando que Auxilio oscila entre la poesa y la locura, asumiendo al mismo tiempo el papel de profetisa. En efecto, desde el

    7 Cuntos versos me saba de memoria? Me puse a recitar, a murmurar los que recordaba y me hubiera gustado poder anotarlos, pero aunque llevaba un Bic no llevaba papel. Luego pens: boba, pero si tienes el mejor papel del mundo a tu disposicin. As que cort papel higinico y me puse a escribir (145).

    8 Manzoni, ob. cit., pp. 180-181.9 Ob. cit., p. 182.10 Gigena, ob. cit., pp. 18-19.

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    cruce carnavalizado entre estos papeles, y por haber estado, y seguir estando, como en una nave del tiempo desde la que puede observarlo todo11 , dentro del bao de la Facultad de Filosofa y Letras, Auxilio se convierte en esa figura que no slo logra observar los hechos que estn aconteciendo en la ciudad de Mxico, sino que tambin es capaz de avizorar los cataclismos sociales y polticos que, entre finales de los aos sesenta y comienzos de los setenta, daran inicio a la tardo-modernidad latinoamericana. Una poca post-catstrofe en la que los sujetos, como explica en su estudio Rodrigo Ramrez, se hallan arrojados a la intemperie de un tiempo sin destino, vagabundos en un territorio abierto, lleno de cicatrices y de muertos a la vuelta de la esquina12 .

    Volviendo a la proposicin de Gigena, me interesa especialmente la conexin que ella establece entre locura, poesa, profeca y feminidad: una coincidencia poco frecuente en nuestra literatura, y ms escasa an en la escritura de varones. En busca de antecedentes, no puedo menos que detenerme en los poemarios de Gabriela Mistral, un referente literario importante para Bolao. En este sentido, me interesa particularmente el libro Tala (1938) por tratarse de un texto donde aparece toda una galera de mujeres profticas, a la vez que desamparadas: mujeres latinoamericanas exiladas de su tierra y de su lengua, que slo en la locura logran obtener reinos verdaderos13 .

    A mi entender, la narradora de Amuleto guarda cierta afinidad con las figuras mistralianas, incluso si esas identificaciones son pensadas desde su torsin irnica. Por otra parte, en el relato tambin aparecen otras figuras femeninas que, al igual que ella, tambin se sitan a considerable distancia de los moldes tradicionales de gnero-sexual, sea por su condicin de artistas o por llevar una vida excntrica. Refirindose a la identidad de la voz narrativa, Mara Martha Gigena sostiene que, una vez fundada textualmente: Me llamo Auxilio Lacouture y soy uruguaya (11), la voz de la protagonista puede hablarse como otra, en tanto el yo como hueco puede ser llenado con otro nombre, expandindose al modelo del yo es otro. Desde esta perspectiva, la palabra de Auxilio se refracta en las de las otras mujeres con quienes ella entra en relacin, producindose una resonancia anafrica que Gigena detecta en la voz de la narradora y que la multiplica espejeadamente en las de otras diversas: yo Remedios Varo, yo Leonora Carrington, yo Eunice Odio, yo Lilian Serpas14 .

    11 No s por qu recuerdo esa tarde. Esa tarde de 1971 o 1972. Y lo ms curioso es que la recuerdo desde mi mirador de 1968. Desde mi atalaya, desde mi vagn de metro que sangra, desde mi inmenso da de lluvia. Desde el lavabo de mujeres de la cuarta planta de la Facultad de Filosofa y Letras, mi nave del tiempo desde la que puedo observar todos los tiempos (52).

    12 Para una lectura de la novela desde las coordenadas ideolgicas de la postmodernidad, ver: Ramrez Morales, Rodrigo, Memoria, intemperie y sobrevivencia en Amuleto, Tesis para optar al grado de Licenciado en Lengua y Literatura Hispnica, Facultad de Filosofa y Humanidades, Universidad de Chile, 2008, manuscrito.

    13 Al respecto, cfr.: Mistral, Gabriela, Todas bamos a ser reinas, Tala, Santiago de Chile: Andrs Bello, 1989.

    14 Gigena, ob. cit., p. 20.

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    Auxilio, por otra parte, no slo se relaciona con estas mujeres de manera real o imaginaria: es decir, en tanto personas o fantasmas de personas, sino que entabla dilogos explcitos con los objetos simblicos que ellas producen, con algunos de los cuales establece intensos vnculos simblicos. Esta caracterstica se subraya en el caso de Remedios Varo, una pintora catalana exiliada en Mxico a raz de la Guerra Civil Espaola, que tambin posea poderes profticos y que fallece antes del arribo de la narradora a Mxico, pero con quien ella puede hablar en sueos o viajando en su nave del tiempo. Y es, precisamente, mientras observa el ltimo cuadro de la artista cuando la hablante anticipa la anagnrisis que acontecer al final de su relato; una intuicin que, sin embargo, termina por ocluirse pues an no era tiempo para su recuperacin completa:

    Y entonces Remedios Varo levanta la falda de la giganta y yo puedo ver un valle enorme [] y la sola visin de ese paisaje me produce angustia, pues yo s [] que lo que la pintora me muestra es un prembulo, una escenografa en la que se va a desarrollar una escena que me marcar a fuego, o no [] lo que intuyo ms bien es un hombre de hielo, un hombre hecho cubos de hielo que se acercar y me dar un beso en la boca, en mi boca desdentada [] Yo s que ese paisaje, ese valle inmenso con un ligero aire de fondo renacentista, espera (94).

    Los cruces intertextuales entre el discurso literario y el discurso plstico no son infrecuentes en la escritura de Bolao. Como descubre Joaqun Manzi15 , este recurso suele operar en sus textos mediante la instalacin de una intertextualidad desplazada, que remite el discurso narrativo hacia otros campos de la expresin esttica, apelando a un gnero para trasponerlo luego hacia otro. Este procedimiento, que se pone en juego cuando la protagonista ingresa al cuadro de Remedios Varo, vuelve a aparecer al final del relato cuando, a travs de la recreacin onrica (e irnica) de una escena semejante a las que pintaba el Dr. Atl (1875-1964), ella puede dar forma a la escena temida y tan largamente anunciada; una imagen que, sin embargo, tampoco puede emerger con palabras o contornos muy precisos. Si la propia hablante, en la vigilia, se reconoce a s misma como incapaz de olvidar nada (144), enmarcando su papel en una ineludible misin testimonial: yo soy el recuerdo (146), no obstante, ella se ve imposibilitada de recuperar enteramente lo vivido y, por ende, tampoco puede articular un discurso lineal sobre lo que va a referir. Interferida por estas pulsiones encontradas, ser nuevamente en el discurso onrico, y por medio del desplazamiento que ofrece una representacin alegrica, como finalmente la imagen ocluida lograr expresarse:

    Supe entonces que el quetzal y el gorrin que estaban sobre la rama, metro y medio por encima de m, eran los nicos pjaros vivos de todo aquel valle. Y supe que la sombra que se deslizaba por el gran prado era una multitud de jvenes, una inacabable legin de jvenes que se diriga a alguna parte. [] Estaban cantando. Los nios, los jvenes cantaban y se dirigan hacia el abismo. Me llev una mano a

    15 Manzi, Joaqun, El secreto de la vida (No est en los libros), en Manzoni, Celina, Roberto Bolao. La escritura como tauromaquia, Buenos Aires: Corregidor, 2002, p. 161.

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    la boca, como si quisiera ahogar un grito, y adelant la otra, los dedos temblorosos y extendidos como si pudiera tocarlos [] Y los o cantar, los oigo cantar todava, ahora que ya no estoy en el valle.

    Quisiera concluir este trabajo con una referencia a lo que entiendo podra definirse como el carcter feminocntrico de esta novela de Bolao; una caracterstica que, lejos de ser tomada como un elemento excepcional, debiera interpretarse como un rasgo recurrente en un escritor que suele dejar en claro su distancia frente a los patrones genrico-sexuales tradicionales. En el caso particular de esta novela, sin embargo, esta recurrencia debe ser explicada en trminos de las limitaciones que presenta el lenguaje para referir significados que exceden las posibilidades de lo decible dentro de la lgica falogocntrica que lo domina. As, el discurso de la novela parece optar por un tipo de enunciacin que permite acoger y legitimar una voz que obsesivamente se desplaza hacia los desbordes de una locura codificada como femenina. Observado desde esta perspectiva, el lenguaje delirante de la novela adquiere otra inteligibilidad, especialmente si lo observamos a la luz de las nociones que, sobre la escritura femenina, proponen autoras como Hlne Cixous, Julia Kristeva y Luce Irigaray. Es decir, como una textualidad que (independientemente del sexo biolgico de su productor/a) busca connotar lo derrotado, lo denegado, lo nocturnal, lo agnico, lo a-lgico, en definitiva, aquello que carece de representacin dentro del orden simblico occidental. Una textualidad que, al mismo tiempo, en su ausencia de codificacin, tambin emerge como un espacio in the wilderness desde donde connotar un mundo que an no ha sido construido ni representado; un mundo que, desde un deseo tico a la vez que esttico, bien podra prefigurarse en el lenguaje.

    Desde este lugar de enunciacin femenino, por tanto, como desde ciertas imgenes y construcciones simblicas que se articulan alegricamente en el plano del enunciado es como tiene lugar el despliegue de este relato, callado, de derrota y sacrificio. Una tragedia que ha marcado la subjetividad de la narradora, instalndose como un trauma que no puede nombrarse conscientemente, pero que, sin embargo, como retorno de lo reprimido, va colndose progresivamente entre los hilos de su voz quebrada, por entre medio de sus sueos y alucinaciones, hasta lograr una representacin posible que evita su clausura histrica. De este modo, la narradora, en un gesto afn al de la hablante del Nocturno del descendimiento mistraliano, que toma en sus brazos al Cristo derrotado y muerto en la cruz: bulto vencido en una cuesta / que cae y cae y cae sin parar16 , tambin se hace cargo, maternalmente, de aquellos fantasmales cuerpos jvenes para reponerlos simblicamente. Unos jvenes de los cuales slo logra recuperar, por un instante o refraccin, el momento previo a su muerte prematura e inconsciente, y una voz: su ltimo canto o su ltima poesa. nica reliquia o amuleto posible, pues, en tanto huella de una ausencia, de una tachadura o palimpsesto, ese canto ya no puede devolver sus cuerpos sino slo convocar nuevas palabras.

    16 Mistral, ob. cit., pp. 32-33.

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    Bibliografia

    Avelar, Idelber, Alegoras de la derrota. La ficcin postdictatorial y el trabajo del duelo, Santiago de Chile: Cuarto Propio, 2000.

    Bolao, Roberto, Amuleto, Barcelona: Anagrama, 1999.

    Dove, Patrick, Narrativas de justicia y duelo: testimonio y literatura del terrorismo de Estado en el Cono Sur, en Jelin, Elizabeth y Ana Longoni (editoras), Escrituras, imgenes y escenarios ante la represin, Madrid: Siglo XXI, 2005, pp. 131-165.

    Gigena, Mara Martha, La boca negra de un florero: metfora y memoria en Amuleto, en Manzoni, Celina (editora), La fugitiva contemporaneidad. Narrativa latinoamericana, 1990-2000, Buenos Aires: Corregidor, 2003.

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