rouquié-extremo occidente

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América Latina a fin del siglo XX

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  • Am rica Latina no es Europa. Es Occidente pero al mismo tiempo es otra cosa. Hay una continuidad cultural y tambin una profunda diferencia. Podra decirse que es el Extremo Occidente. Quin hubiera credo diez aos atrs que los pases sudamericanos volveran formalmente a la democracia y se embarcaran en grandes reformas econmicas? Como dira Toynbee, en Amrica Latina "la historia est nuevamente en marcha".

    Alain Rouqui ha escrito esta interesante sntesis de la evolucin histrico-poltica de las naciones latinoamericanas, herencia comn de las conquistas espaola y portuguesa. Es un libro esencial para comprender a un continente en plena mutacin.

    ISBN 9 5 0 - 0 4 - 0 9 4 4 - 5

    9 7 8 9 5 0 0 4 0 9 4 4 5 23.3 39

  • Ahiii Rouqui, destacado politlogo, I km uili'.lci en temas latinoamericanos,

    nt ciutor do Poder militar y sociedad l>ollh((i en la A rg en tin a (en dos

    ilumonos), El estado militar en Amri- 11 Intua, Introduccin a la Argentina

    i (ompilcidor de Cm o renacen las i Ik i i h indas?, todos publicados porI un > Tno ombajador de Francia en El

    itilvodor y luego ante Mxico.

  • D EL MISMO AUTOR por nuestro sello editorial

    PODER MILITAR Y SOCIEDAD POLTICA EN LA ARGENTINA (I-hasta 1943)

    PODER MILITAR Y SOCIEDAD POLTICA EN LA ARGENTINA (11-1943-1973)

    EL ESTADO MILITAR EN AMRICA LATINACMO RENACEN LAS DEMOCRACIAS?

    (En colaboracin con Jorge SchvarzerINTRODUCCIN A LA ARGENTINA

    ALAIN ROUQUI

    1XTREMO OCCIDENTEINTRODUCCIN A

    AMRICA LATINA

    E M E C E D I T O R E S

  • Diseo de tapa: Eduardo Ruiz Ttulo original: Amrica Latine.

    Introduction / 'Extrme-Occident Copyright ditions D u Seuil 1987

    Emec Editores, S.A., 1990.Alsina 2062 - Buenos Aires, Argentina.Ediciones anteriores: 5.000 ejemplares.

    3* impresin: 2.000 ejemplares.Impreso en Industria Grfica del Libro,

    Warnes 2383, Buenos Aires, abril de 1994.

    Reservados todos los derechos. Queda rigurosamente prohibida, sin la autorizacin escrita de los titulares del Copyright", bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproduccin parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, incluidos la reprografa y el

    tratamiento informtico.

    IMPRESO EN LA ARGENTINA / PR IN TED IN ARGENTINA

    Queda hecho el depsito que previene la ley 11.723. I.S.B.N.: 950-04-0944-5

    23.389

    Agradecimiento

    Esta obra fue realizada en gran parte en la Fondation Nationale des Sciences Politiques, mi aima mater, si las hay, y debe mucho a mis ctedras en cl Institut dtudes politiques de Pars. Por consiguiente, ha reci- ido gran cantidad de aportes de los estudiantes de esa institucin.

    Jams habra visto la luz sin la estimulante confianza de Olivier Bctour-n.

    Por ltimo, Stphanie, adems de soportar mis vagabundeos latinoamericanos, comparti mi vida nmade y disciplin mi estilo, lo cual significa mucho.

    A. R.

  • Prefacio

    I K'sdc Coln en adelante, Amrica siempre ha sido el continente de los ma- Ic'iUendidos. Buscando la ruta a las Indias, el almirante descubri a los in-II k)s, es decir, el Nuevo Mundo. Un mundo que sigue siendo muy nuevo. As lo demuestra la catarata incesante de lugares comunes y de mitos a que da lugar, tanto tercermundistas como liberales. As como el buen revolu- t innario sucedi al buen salvaje, el capitn de la industria, hroe del desa- n olio sin trabas, reemplaza hoy al desbrozador del monte y al pionero. Ya en el siglo xvii los portugueses decan que al sur del ecuador no existe el pecado. Tal vez sea esa una de las razones para sentir inters por la otra Amrica. Pero no es la nica: ya no se puede desconocer el peso de esa r lase media de las naciones. Ms de cuatrocientos mil millones de dlares de deuda la distinguen de otros continentes en desarrollo que jams11 icrecieron semejante confianza. Cuatrocientos noventa millones de habi- lantes que en el ao 2000 sern probablemente seiscientos diez millones.I isto es algo ms que un dato extico. Para fin de siglo, Mxico y San Pablo sern las dos ciudades ms grandes del planeta: triste honor para estas megalpolis congestionadas, monstruosas. Pero el gigante brasileo con sus ciento treinta millones de habitantes; Mxico, potencia petrolera con ochenta millones de almas a las puertas de los Estados Unidos; la Argentina, con su territorio equivalente al de la India, dan la razn al ttulo proftico escrito en 1954 por Tibor Mende: L Amrique latine entre en scne Amrica Latina entra en escena. Cuba y Nicaragua parecen indicar que no va a salir de ella.

    Esta Amrica es mucho ms que eso. Tiene un sentido, aunque a nosotros, los occidentales, a veces se nos escapa. Es verdad que la afinidad cultural no goza de estima entre los estudiosos. El Extremo Occidente no puede ser extrao a nosotros, pero esa familiaridad es sospechosa. Las civilizaciones demasiado afines a la nuestra no suelen merecer ser objeto de curiosidad cientfica. Religiones, sistemas de parentesco, idiomas, culturas: nada de esto nos aleja de l vieja Europa. Por eso, el sinlogo y el islamista gozan de prestigio en nuestras Universidades, mientras que el

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  • americanista, para conservar el suyo, tiene que dedicarse a los misterios precolombinos o a los aborgenes presuntamente ahistricos. Cuando las voces acadmicas hablan de los pueblos americanos, no se refieren a los uruguayos ni a los costarricenses, sino a los apaches, onas o jbaros.

    En el principio era el indio: por eso, la sensacin de afinidad que despierta esta Amrica ms mestiza de lo que parece es a la vez significativa e insignificante. Es demasiado fcil confundirse con el decorado engaoso de estas civilizaciones herederas mimticas. La ausencia de exotismos extremos y de particularismos incomunicables no debe ocultar a los ojos del estudioso ese desfase sutil, esa disonancia esclarecedora, propia de lo que Lucien Febvre llamaba correctamente el laboratorio latinoamericano. Ms an, esta Amrica que slo se revela a quien reflexiona sobre s mismo propone una diferencia inteligible. El Brasil me dio inteligencia: esta frase feliz de Fernand Braudel, dicha al final de su vida, no es en modo alguno una humorada. La similitud de categoras y valores, lejos de restar inters a los procesos sociales o a las realidades poltico-culturales ajenas, obligan al estudioso a mantener una actitud de comparacin permanente en aras del rigor y el realismo. Levantar una misma institucin sobre suelos diferentes es lo propio del mtodo experimental.

    Es por eso que, en opinin del autor, este libro se presta a una doble lectura. na de ellas es informativa, inmediata, utilitaria. La otra es ms exigente, algunos la llamarn heurstica, porque si no aporta su granito de arena al saber acumulativo que constituye la ciencia de las sociedades, al menos puede dar lugar a una reflexin.

    Esta Amrica vale el viaje, y el autor decidi hace mucho tiempo tomarla en serio y respetarla, de ah que el lector no tiene ante s un libro catstrofe complaciente ni una hagiografa catrtica de la miseria. Tampoco encontrar la defensa de una tesis perturbadora y unvoca. Esta obra pretende ser ante todo una suerte de manual. Pero la modestia intelectual obl iga a reconocer que no es un tratado de sociologa de Amrica Latina ni menos an un intento de explicar el subcontinente. Simplemente, despus de haber recorrido casi todos los pases de Amrica Latina, de haber vivido durante varios aos en dos o tres y haber estudiado muchos de ellos, el autor sinti la necesidad de recapitular los resultados de sus investigaciones, muchos de ellos expuestos en publicaciones especializadas, de lo que se sabe y de lo que se ignora, es decir, de las discusiones sobre la Amrica Latina contempornea. Es de esperar que el lector no considere prematura esta sntesis provisional y precaria, fruto de un cuarto de siglo dedicado a descifrar la Amrica infortunada. Tal vez parezca presuntuoso querer abarcar tantos temas, de la geografa a la sociedad, de la economa a las ideologas, de la historia a la diplomacia. Con todo, el autor no

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    . i n 11 o c n ningn momento que se hallaba fuera de su terreno habitual, el de Itt pi >1 ilologa. Esta introduccin a la Amrica Latina que se aventura acru- /iii las fronteras de diversas disciplinas es esencialmente poltica, en el ululo de que se habla de geografa y economa polticas.

    I ste libro, como la mayora de los que lo precedieron, est escrito des- iIr una perspectiva comparativa, la nica que se adeca a las realidades la- i mu americanas. Pero el autor se ha negado a efectuar una recopilacin de mi ihigrafas nacionales. Ese mtodo de presentacin repetitivo y cmodo i i convena a sus fines. Adems, lo que gana en informacin, lo pierde en i omprensin. AndrSiegfried deca con razn: Estimo que se deben ex- |ilu .u los pases particulares en funcin del continente al que pertenecen; i

  • ISTMO CENTROAMERICANO

    t en la otra margen del Atlntico.

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  • Introduccin

    U u f: e s A m r ic a L a t in a ?

    I 'arcce tal vez paradjico iniciar el estudio de una regin cultural evo- t nudo la precariedad de su definicin. Por singular que parezca, el concepto m ismo de Amrica Latina es problemtico. Por consiguiente, convieneII nar de precisarlo, recordar su historia e incluso criticar su empleo. Aunque, es de uso corriente en la mayora de los pases del mundo y en la no- nii'iiclatura internacional, no es un trmino riguroso. Al igual que el ms reo iente y muy ambiguo Tercer Mundo, parece una fuente de confusin mas que un instrumento de delimitacin preciso.

    Qu significa Amrica Latina desde el punto de vista geogrfico? Es c I conjunto de los pases de S ud y Centroamrica? Sin duda, pero segn los polgrafos, Mxico pertenece a la Amrica del Norte. Es ms sencillo en- flobar bajo esta denominacin a todas las naciones al sur del ro Bravo?I oro en ese caso habra que reconocer que Guyana y Belice, angloparlan- los, as como Surinam, donde se hablad holands, forman parte de la Am- i n a Latina. A primera vista, se trata de un concepto cultural, lo que con- iluce a la conclusin de que abarca a las naciones americanas de cultura latina. Ahora bien, Canad, con Qubec, es tan latino como Puerto Rico,I s lado Libre Asociado de los Estados Unidos, e infinitamente ms que Be- liee; sin embargo, a nadie se le ha ocurrido incluirlo, o siquiera a su provincia francfona, en el conjunto latinoamericano.

    Ms all de estas imprecisiones, se podra pensar en una fuerte identidad subcontinental, una trama de solidaridades diversas basada en una cul- i ura comn o en vnculos de otro tipo. Pero esta justificacin carece de valor ante la diversidad misma de las naciones latinoamericanas. La escasa densidad de las relaciones econmicas, e incluso culturales, entre naciones que durante ms de un siglo de vida independiente se han vuelto la espalda entre ellas para mirar a Europa o Norteamrica, las enormes dife- i encas entre pases en cuanto a su potencial econmico y el papel que

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  • desempeen en la regin no coadyuvan a una verdadera conciencia unitaria, a pesar de los ros de tinta retrica que no dejan de correr sobre el tema.

    Es por eso que muchos autores ponen en tela de juicio la existencia misma de America Latina. Desde Luis Alberto Snchez en el Per hasta el mexicano Leopoldo Zea, los intelectuales han abordado el problema sin hallar respuestas definitivas. No se trata solamente de la dimensin unitaria de la denominacin y de la identidad que ella expresa frente a la pluralidad de las sociedades de la Amrica llamada Latina. Porque si se quisiera destacar la diversidad y evitar cualquier tentacin generalizadora, bastara invertir la cuestin y hablar de las Amricas latinas, como lo han hecho varios autores.1 Esta frmula tiene la ventaja de que reconoce una de las dificultades, pero a costa de acentuar la dimensin cultural, aspecto que tambin resulta problemtico.

    Por qu latina?

    Qu abarca este rtulo, de uso tan difundido hoy? De dnde viene? Las respuestas dictadas por el sentido comn se desvanecen rpidamente a la vista de los hechos sociales y culturales. Son latinas las Amricas negras descritas por Roger Bastide? Son latinas la sociedad guatemalteca, donde el cincuenta por ciento de la poblacin desciende de los mayas y habla las lenguas indgenas, y la de las sierras ecuatorianas, donde predomina el quechua? Son latinos el Paraguay guaran, los agricultores galeses de la Patagonia, el estado brasileo de Santa Catarina y el Sur chileno, ambos poblados por alemanes? En realidad, esto significa utilizar la cultura de los conquistadores y colonizadores espaoles y portugueses para designar formaciones sociales de componentes mltiples. Es comprensible que los autores espaoles y de otros pases prefieran el trmino Hispanoamrica o incluso Iberoamrica para incluir el componente lusfono que predomina en el inmenso Brasil. Porqueel epteto latino tiene su historia, aunque Hait, cuya elite es francfona, le sirve de pretexto: apareci en Francia ba-

    ' Desde el famoso nmero de Annales de 1949 (4) subtitulado A travers les Amriques latines [A travs de las Amricas latinas), esta frmula ha sido utilizada por los autores que han hecho hincapi en las particularidades nacionales y descartado las generalidades huecas. Es el caso de Cahiers des Amriques latines, publicado por el Institut des Hauts tats de r Amrique latine de Pars y el clsico libro de Marcel Niedergang, Les Vingt Amriques latines (Pars, Seuil, 1962).

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    |i i Napolen III, como parte del gran plan de ayudar a las naciones la- mu . ' de Amrica a contener la expansin de los Estados Unidos. Esta idea iMiiiuliosa se materializ en la malhadada expedicin a Mxico. PasandoI m ii ,ilio los vnculos particulares de Espaa con una parte del Nuevo Mun- ili i, l.i "latinidad tena la ventaja de imponerle a Francia legtimos debe- ii". pai a con sus hermanas americanas catlicas romanas. Esta latinidad hit' rechazada en nombre de la hispanidad y los derechos de la madre pa- IMii poi Madrid, donde an hoy el trmino Amrica Latina est mal visto. 1*111 su parte los Estados Unidos opuso a la mquina de guerra europea elII mi t'pto vertical de panamericanismo, pero luego adopt esta denominacin vertical conforme a sus intereses y ayud a difundirla.

    I sla Amrica conquistada por espaoles y portugueses es muy latina pi .i la formacin de sus elites, entre las cuales predomina la cultura fran- Ooxn por lo menos hasta 1930. Significa que esta Amrica es latina en sus ||piis dominantes y oligrquicas, y que solamente los aborgenes y los de iihii lo, que apenas recogen migajas de latinidad y rechazan la cultura del11 mquistador, representan la autenticidad del subcontinente? As lo creye- fttu los intelectuales de la dcada de 1930, sobre todo los de los pases an- illnos, que descubrieron al indgena olvidado, desconocido. Haya de la h ii i r , pol tico peruano de vigorosa personalidad, acu una novedosa de-....ilinacin regional: Indoamrica. Esa designacin tuvo menos xitoi|nr i l indigenismo literario que la inspir o el partido poltico de vocacin 11H it mental creado por Haya. El indio no goza de gran aceptacin entre las i lic.i s dirigentes americanas. Marginado y excluido de lasociedad, haque- ilmlo relegado culturalmente en todos los grandes estados, incluso en los .I antiguas civilizaciones precolombinas con fuerte presencia aborigen. Asi, segn el censo de 1980, slo dos de los sesenta y seis millones de me- i k anos no eran hispanoparlantes, y apenas siete millones conocan una o mas lenguas indgenas. Se puede imaginar, con Jacques Soustelle, un M- Rli'o que, semejante al Japn moderno, hubiera conservado lo esencial de mi |lersonalidad autctona al insertarse en el mundo contemporneo, pero eso no sucedi. El continente ha seguido el camino del mestizaje y la sn- tosis cultural.

    Sin embargo, la trama indgena no est del todo ausente, ni siquiera en li is pases ms blancos, y participa claramente de la conformacin de la lisi momia nacional. Esta Amrica es, segn la expresin de Sandino, cla- i ament indolatina.

    Por consiguiente, aunque la definicin de latina no abarca integral ni .111. euadamente las realidades multiformes y en evolucin del subconti- ni-iilc, tampoco se puede descartar un rtulo descriptivo utilizado hoy por i * h los, en especial por los interesados (nosotros los latinos). Estas obser

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  • vaciones slo tienen el fin de subrayar que el concepto de Amrica Latina no es plenamente cultural ni tan slo geogrfico. Utilizaremos el trmino por comodidad, pero con conocimiento de causa, es decir, sin desconocer sus lmites y ambigedades. La Amrica Latina existe, pero solamente por oposicin y desde afuera. Lo cual significa que la categora de latinoamericano no representa ninguna realidad tangible, ms all de extrapolaciones vagas y generalizaciones carentes de rigor. Y significa tambin que el trmino posee una dimensin oculta que completa su acepcin.

    Una Amrica perifrica...

    A primera vista, el estudioso se encuentra frente a una Amrica marcada por las colonizaciones espaola y portuguesa (francesa en el caso de Hait) que se define por contraste con la Amrica anglosajona. Por consiguiente, predominan las lenguas espaola y portuguesa, a pesar de las florecientes culturas precolombinas y de las recientes oleadas inmigratorias, ms o menos asimiladas. Pero la exclusin de Canad (a pesar de Qubec) de ese conjunto y el hecho de que los organismos internacionales como el SELA y el B1D incluyan entre los Estados latinoamericanos a Trinidad- Tobago, las Bahamas y Guyana2 otorgan al perfil de la otra Amrica una innegable coloracin socioeconmica e incluso geopoltica.

    Todas estas naciones, cualesquiera que fueren sus riquezas y su prosperidad, ocupan el mismo lugar en la divisin Norte-Sur. Son pases en vas de desarrollo o de industrializacin, ninguno forma parte del centro desarrollado. Dicho de otra manera, se cuentan entre los Estados de la periferia del mundo industrializado. Pero esa no es su nica caracterstica comn.

    Histricamente, dependen del mercado mundial como productores de materias primas y bienes alimenticios (en ese sentido, el estao de Bolivia es igual a la nuez moscada de Grenada), pero tambin del centro, que determina la fluctuacin de los precios, les proporciona tecnologa civil y militar, as como capitales y modelos culturales. Una particularidad notable y un factor innegable de unidad de esos pases del hemisferio occidental es que todos se encuentran, en distintos grados, dentro de la esfera de in-

    2 Vase por ejemplo: Banco Interamericano de Desarrollo, Progreso econmico y social en Amrica Latina, Washington (informe anual).

    Iliii i" i,i inmediata de la primera potencia industrial del mundo, que a la 90# im !u|ii miera nacin capitalista. Es un privilegio peligroso que no com- littli'ii i ' "i ninguna otra regin del Tercer Mundo. En este sentido, la fron-

    , ....... ni de tres mil kilmetros entre Mxico y los Estados Unidos cons-IIIi h < un lenmcno nico. La clebre cortina de tortillas que fascina a Sllliiin s de mexicanos, aspirantes a penetrar clandestinamente en el pas Sil* ti, miel planeta,es una lnea de divisin cultural y a la vezsocioeco-

    .......... n, i .li gada de un fuerte valor simblico.I ni ve/, se podra clasificar entre las naciones latinoamericanas a todos

    |iH iMNes del continente en vas de desarrollo, independientemente de su y su cultura, puesto que a nadie se le ocurrira alinear a las Antillas

    mui I, iptirlanics o a Guyana con la opulenta Amrica anglosajona. Es igual- Httm i lerto que en esta regin la poltica predomina sobre la geografa: rtxl. I presidente Reagan incluy entre los eventuales beneficiarios de su "liih mllva de la cuenca del Caribe (Caribbean Basin Initiative) a El Sal-

    ,,, pesar de que slo tiene costa sobre el Ocano Pacfico. En ltima lltklnm i,i, tal vez se podra adoptar el criterio de aquellos que, dcsprecian- ilu l,i geografa, proponen llamar Sudamrica a la parte pobre , no dc- iNHullada del continente.

    que pertenece culturalmente a Occidente

    I I subcontinente latino tambin posee particularidades notables den- lii i del mundo en vas de desarrollo. Forma parte, segn la expresin de V a- li'i y, de un mundo deducido: una invencin de Europa, llevada por la i iim |ii isla a la esfera de la cultura occidental. Las civilizaciones precoiom- liiii.r , que segn algunos autores ya estaban en crisis antes del arribo de los (pallles, no resistieron a los invasores, que impusieron sus idiomas, sus v ttlorcs y su religin. Tanto los indgenas como los africanos llevados co- mo esclavos al Nuevo Mundo adoptaron con diversos sincretismos la n hgin cristiana. Brasil es hoy la primera nacin catlica del mundo. Por lodo esto, la regin ocupa un lugar propio en el mundo subdesarrollado. America Latina sera en este sentido el Tercer Mundo de Occidente o el ( H dente del Tercer Mundo. Lugar ambiguo si los hay, donde el colom- /ih lo se identifica con el colonizador.

    As, no es para asombrarse que en 1982 el conjunto de los pases latinoamericanos haya propuesto, contra los sentimientos de los pases afro- nsiticos recientemente descolonizados, que la ONU rindiera homenaje a

  • Cristbal Coln y el descubrimiento de Amrica. Este continente, adi-I erencia de Alrica y Asia, sigue siendo una provincia, un poco alejada, pero siempre reconocible, de nuestra civilizacin, que ha ahogado, tapado absorbido los elementos culturales y tnicos preexistentes.

    Este carcter europeo de las sociedades latinoamericanas tiene consecuencias evidentes para el desarrollo socioeconmico de los pases La continuidad con Occidente facilita los intercambios culturales y tcnicos no estorbados por ningn obstculo lingstico o ideolgico. La fluidez de las corrientes migratorias del Viejo Mundo al Nuevo multiplic la transferencia de conocimientos y capitales. De manera que las naciones latinoamericanas aparecen en la estratificacin internacional como una suerte de clase media, es decir, en una situacin intermedia. Slo una de esas naciones en transicin, Hait, pertenece al grupo de Pases Menos Adelantados (PMA), en compaa de numerosos compaeros de infortunio asiticos y africanos (pero con un ingreso per cpita que duplica el de Chad o Etiopa). Las economas de la mayora de los grandes pases de Amrica Latina son semiindustriales (la industria contribuye en un veinte a treinta por ciento a la composicin del PBI) y los tres grandes, el Brasil Mxico y la Argentina, se encuentran entre los Nuevos Pases Industrializados (los NIC, segn la nomenclatura de la ONU). Los indicadores de modernizacin sitan al Brasil, Mxico, Chile, Colombia, Cuba y Venezuela por encima de los pases africanos y la mayora de los asicos (salvo las ciudades estados). La Argentina y el Uruguay se encuentran en este sentido entre los pases adelantados.

    Al buscar factores de homogeneidad, ms all de estos grandes rasgos de un conjunto que no es Occidente ni el Tercer Mundo sino que aparece con frecuencia como una sntesis o yuxtaposicin de los dos, se advierte quecasi todos provienen del exterior del subcontinente, sobre todo si se cae en una acepcin restrictiva es decir, esencialmente cultural y clsica del trmino Amrica Latina: las ex colonias portuguesas y espaolas del Nuevo Mundo.

    Paralelismo de las evoluciones histricas

    Si la existencia de una Amrica Latina es problemtica, si se impone la diversidad de sociedades y economas, si el aislamiento de las distintas naciones es un hecho fundamental que hace a su manera de funcionar no es menos cierto que una relativa unidad de sus destinos, ms sufrida que de-

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    MM< ln ai

  • do por la suya y se convertirn en la metrpoli exclusiva del conjunto regional. Comienza entonces el perodo caracterizado por las relaciones entre Norteamrica y los pases de la regin o, ms precisamente, marcado por las sucesivas polticas latinoamericanas ejecutadas por Washington! Pero paralelamente con esta periodizacin internacional, se suceden etapas econmicas claramente diferenciadas, sin que se advierta un claro vnculo causal.

    Esta periodizacin posee un valor puramente referencial y sirve para destacar que, ms all de las particularidades nacionales, ciertos fenmenos comunes trascienden las fronteras. Las similitudes no son solamente histricas, sino que se advierten estructuras anlogas y problemas idnticos.

    Relaciones con Modelolos Estados Unidos e desarrollo

    1933-1960 Poltica del buen vecino, escasamente intervencionista.

    Industrializacin autnoma, sustitutiva de importaciones. Produccin industrial para el mercado interno, empleando sobre todo capitales nacionales.

    1960 Crisis de las relaciones intera-mericanas en respuesta al desafo castrista; poltica de contencin del comunismo; la tctica de Estados Unidos adquiere distintas formas, desde la ayuda eco- nmica hasta la intervencin militar directa o indirecta.

    Crisis de la sustitucin de importaciones. Encuentra sus lmites en la capacidad tecnolgica y financiera de los pases de la regin para producir bienes duraderos o maquinarias. Se produce la intemacionali- zacin de los mercados nacionales mediante la instalacin de sucursales de las grandes empresas multinacionales industriales.

    Coacciones y estructuras similares

    No se debe sobrestimar las similitudes. No obstante, las historias paralelas han dado lugar a realidades que, sin ser similares, poseen muchos rasgos comunes que las distinguen, por otra parte, de otras regiones del mun-

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    Mu desarrollado o subdesarrollado. Aqu slo mencionaremos tres.

    I La concentracin de la propiedad de la tierra. La distribucin desi- imi .I de la propiedad agraria es una caracterstica comn a los pases de la

    mu. Es independiente de la conciencia que los actores puedan tener de i ll.i y no siempre da origen a tensiones sociales o al disenso poltico. Con lodo, el predominio de la gran propiedad agraria tiene consecuencias ne- (lil i vas para la modernizacin de la agricultura e incluso para la creacin lie un sector industrial eficiente. Afecta de manera directa la influencia so- i i.d y, por consiguiente, el sistema poltico. El lenmeno de la gran propiciad va de la mano con la proliferacin de minifundios exiguos y antie-11 momicos. Esta tendencia, que se remonta a la poca colonial, prosigue nuil hoy: la continuidad de la herencia de la tierra aparece como un hecho i m manente a escala continental, salvo en los lugares donde se produjeron (eloi mas agrarias profundas (Cuba). Algunos indicadores numricos permitirn comprender mejor estas ideas, a pesar de tas limitaciones propias ,1. las estadsticas que abarcan el subcontinente como una totalidad ndi- l, iniciada: hacia 1960, el 1,4 por ciento de las propiedades de ms de mil lu'i reas concentraban el 65 por ciento de la superficie total, mientras que , | 72 6 por ciento de las unidades ms pequeas menos de veinte hec-i,h ras abarcaban apenas el 3,7 por ciento de la superficie. 3 Desde la pu- i .Ik acin de estos datos, se han producido muy pocos cambios como pa-i,i modificar su significacin global.

    2. Lo temprano de la independencia como de los modelos de dcsarro-I li i determinaron la singularidad de los procesos de modernizacin. Dicho en pocas palabras, a u n a industrializacin tarda y de escasa autonoma co-II espondi una urbanizacin fuerte, anterior al nacimiento de la industria.I a terciarizacin excesiva de las economas es la consecuencia ms evidente de una urbanizacin precaria, vinculada a su vez con la emigracin i le, las poblaciones rurales provocada por la concentracin de la propiedad terrateniente.

    No es casual que, si persiste esta evolucin, Mxico y San Pablo sern i n el ao 2000 las dos ciudades ms grandes del mundo, con 31 y 26 millones de habitantes, respectivamente.

    3. La magnitud de los contrastes regionales es tambin resultado de la urbanizacin concentrada, de las particularidades de las estructuras agra-

    ' Scn Chonchol, J.: Land Tenure and Development in Latin America, en Vcliz.C. y , os.: Obstacles to Change in Latin America. Londres, Oxford University Press, 1965.

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  • rias y de la industrializacin. As se reproduce en el interior de cada pas: el esquema planetario que opone un centro opulento a las periferias miserables. Los contrastes internos son ms flagrantes aqu que en la mayora, de los pases en vas de desarrollo. A tal punto que, despus de haber descrito framente las disparidades con el rtulo de dualismo social, algunos autores hablan de colonialismo interno. Los socilogos, por su parte, evocan la simultaneidad de lo no contemporneo, que no se limita al hecho pintoresco de que indgenas de la edad de piedra vivan a un tiro de arco de laboratorios cientficos ultramodernos. En el Brasil, el estado de Cear ocupa el tercer lugar del mundo, despus de dos PMA, entre los de mayor mortalidad infantil, mientras que San Pablo es el lder continental en industria farmacutica y posee algunos de los hospitales ms modernos del mundo, y Ro goza de prestigio internacional por sus clnicas de ciruga plstica! Un economista ha dicho con razn que el Brasil, tierra de contrastes si las hay, sera parecido al imperio britnico en la poca de la reina Victoria si se juntaran frica, la India y Gran Bretaa en un mismo territorio.

    Se podra tratar de multiplicar las similitudes y concomitancias. Los rasgos comunes abundan y no se limitan, como se ver en los captulos siguientes, a estas caractersticas estructurales. Si se le da un amplio contenido extracultural, el trmino America Latina designa una realidad diferenciada y especfica. Pero esta especificidad clara, innegable, supera las contingencias socioeconmicas. Se inscribe en el espacio y el tiempo regionales. Antes de formar parte del Tercer Mundo, esta Amrica es el Nue- vo Mundo, descubierto en el siglo xv y conquistado en el xvi. Segn Pierre Chaunu, posee su tiempo propio, un tiempo americano (...) ms denso, ms cargado de modificaciones y por consiguiente ms veloz que el nuestro, producto de una historia acelerada provocada por un colmar la brecha que se abre con la prehistoria del continente, poblado tardamente a travs de migraciones. Tal vez se podra pensar tambin en la pluralidad, en la variedad de este tiempo americano y su prolongacin, es decir, en sus virtudes conservadoras. Es verdad que los indios neolticos se codean aqu y all con tecnologas de punta del ltimo cuarto del siglo xx pero no es menos cierto que las sociedades latinoamericanas conservan formas sociales superadas en el resto del mundo occidental; son verdaderos museos polticos donde la sustitucin de clases dominantes se efecta por yuxtaposicin antes que por eliminacin. Porque, como deca Alfred Mtraux, especies de animales hoy extinguidas sobrevivieron en America hasta una fecha mucho ms reciente que en el Viejo Mundo.

    Se ha hablado tambin de una naturaleza americana, no slo para des-

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    H i.i magnitud desmesurada de los elementos y el gigantismo del espado, que nada le deben al hombre, sino para indicar la impronta de ste so- iu > el paisaje. La naturaleza ha sido violada, agredida por la depredacin> 11 le roche de una agricultura minera (Ren Dumont) que la llev aun lltinli' "no salvaje, sino degradado (Claude Lvi-Strauss), deshumaniza- llii ii iniagen de un continente conquistado. Lo cual demuestra lo errneo yilt sei a desconocer los fenmenos transnacionales en el estudio de este WHi junto regional.

    |) |V I KSIDAD DE LAS SOCIEDADES, SINGULARIDAD DE LAS NACIONES

    Un destino colectivo forjado por evoluciones paralelas, una misma pertenencia cultural a Occidente y una dependencia multiforme en relacin mu un centro nico situado en el mismo continente: los factores de unidad ii|ieian y ala vez confirman la perturbadora continuidad lingstica de la

    Ami ica portuguesa y, afortiori, de la Amrica espaola; el que llega des- ilf l,i Europa exigua y fraccionada se sorprende al hallar la misma lengua y, en ocasiones, la misma atmsfera en dos capitales, separadas por ocho Mili kilmetros de distancia y nueve horas de vuelo. Pero frente a esta ho- Hitifeneidad se alza una no menos gran heterogeneidad de naciones conn iv a s . Las diferencias entre los pases saltan a la vista. Ante todo, las dimensiones. El Brasil, quinto estado del mundo por su superficie, gigante ili i tcho millones y medio de kilmetros cuadrados, es decir, quince veces flirts grande que Francia y 97 ms que Portugal, su madre patria, no tiene i omparacin con El Salvador, ese pulgarcito del istmo centroamericano, ms pequeo que Blgica con sus 21.000 kilmetros cuadrados.I >e latido de lado la variable lingstica que diferencia al Brasil de sus ve- i I i io s , se pueden aplicar algunos criterios sencillos para explicar la diver- .ii l.id de estados y sociedades. Para los primeros predomina la geopoltica, m >1 >re todo su situacin en relacin con el centro hegemnico norteameri- i lino; para las segundas conviene tener en cuenta los componentes etno- nliurales de la poblacin y los niveles de evolucin social a fin deponer un poco de orden en el mosaico continental.

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  • ...Tan cerca de los Estados Unidos: potencias emergentes y repblicas bananeras

    Es conocida la cnica reflexin del presidente Porfirio Daz (1876-1 1911) sobre Mxico: ...tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Uni-1 dos. Sin duda, hablaba con conocimiento de causa, ya que en 1848, des-l pus de la guerra en la cual los Estados Unidos se anexaron Texas, la I repblica imperial despoj a Mxico de la mitad de su territorio. Los ac- I tuales estados de California, Arizona, Nuevo Mxico y, aparte de Texas,I partes de Utah, Colorado, Oklahoma y Kansas (casi 2,2 millones de kil-l metros cuadrados) pertenecan a Mxico antes del tratado de Guadalupe! Hidalgo.

    La dominacin norteamericana es particularmente evidente en estel Mediterrneo americano formado por el istmo centroamericano, el ar-l chipilago de las Antillas, el golfo de Mxico y el mar Caribe. Washing-| ton considera a ese mare nostrum la frontera estratgica austral de losl Estados Unidos: todo lo que sucede en la zona afecta directamente la se-l guridad de la nacin lder del mundo libre. El control de los estrechos4 y del canal interocenico, as como el trazado de nuevos pasos del Atln-I tico al Pacfico es de importancia vital para los Estados Unidos: la comu-1 nicacin martima entre las costas del este y el oeste hacen del canal de Pa- nam una arteria navegable interior, mientras que una presencia hostil en I las Antillas Mayores pondra en peligro las lneas de comunicacin con los I aliados europeos. Sea como fuere, los estados costeos, sean insulares o continentales, estn sometidos a libertad vigilada. La soberana de las na-j ciones baadas por el lago americano se ve limitada por los intereses nacionales de la metrpoli septentrional. A partir de Theodore Roosevelt, quien no se limit a tomar Panam, donde los Estados Unidos impusieron en 1903 un enclave colonial en la zona del canal, stos se arrogaron el po-1 der de polica internacional en toda la regin, sea para controlar directa- 1 mente las finanzas de los estados en quiebra, sea para enviar los marines a poner fin al relajamiento general de los lazos de la sociedad civilizada entre sus vecinos meridionales. As, ocuparon militarmente Nicaragua de 1912 a 1925 y de 1926 a 1933, Hait de 1915 a 1934, la Repblica Dominicana de 1916 a 1924. Cuba sacudi el yugo espaol en 1898 slo para convertirse en un semiprotectorado: la enmienda Platt, impuesta en 1901 por los vencedores de la guerra entre Espaa y los Estados Unidos, otor-

    4 Los estrechos que separan a Cuba de Mxico, Hait de Cuba y Repblica Dominicana de Puerto Rico son, de oeste a este, el canal de Yucatn, el Paso de los Vientos, y el canal de la Mona. Esta preocupacin sera el motivo de que Puerto Rico sea una posesin norteamericana y que Estados Unidos siga ocupando la base de Guantnamo en Cuba.

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    (tulni ii stos el derecho de intervenir en la isla cada vez que el gobierno sei.... . i ''o incapaz de asegurar el respeto por la vida, los bienes y la liber-tml I sia clusula, incorporada a la constitucin cubana, rigi las relacio-

    entre los dos pases hasta 1959.I ta hegemona puntillosa no modific sus mtodos ni sus objetivos en

    ln na de los misiles intercontinentales. Las tropas norteamericanas invadieron la Repblica Dominicana en 1965 para evitar una nueva Cuba y >l i-Jote de Grenada en octubre de 1983 para derrocar un gobierno de tipo l'tiM i isla. La ayuda escasamente discreta de Washington a la guerrilla condal i evolucionara nicaragense, hostil al poder sandinista, obedece a las mininas preocupaciones, si no a los-mismos reflejos. En general, los flcjos neocoloniales llevan a los Estados Unidos a apoyar cualquier r- ||linen de la zona, siempre que sea claramente pronorteamericano, y a tli i rocar o al menos desestabilizar al gobierno que intente librarse de la tulpia del hermano mayor, afecte sus intereses privados y, en general, el modo tle produccin capitalista.

    Aparte de su situacin geoestratgica, los estados del glacis norteame- Hi uno son, con excepcin de Mxico, pequeos y escasamente poblados e Iigrosa Nicaragua tiene tres millones de habitantes, algo menos que Im poblacin hispana de Los Angeles!) o directamente minsculos, como ti motas de polvo de las Antillas Menores: qu resistencia militar podan oponer los 120.000 habitantes de Grenada la roja al cuerpo expedicio- iiiii io de la primera potencia mundial! El potencial econmico de esos esta- ili s, entre los que se cuentan los ms pobres y atrasados del subcontinente, tu i eompensa su exigidad ni su desgracia geopoltica. El peso histrico de lu monoexportacin les ha granjeado a estas repblicas tropicales el mole despectivo y cada vez menos exacto dc Banana Republics: las grandes empresas fruteras norteamericanas como la United Fruit, sus sucursales y ais competidoras ejercieron all un poder casi absoluto durante mucho lieinpo. No sucede lo mismo con los estados ms lejanos de Amrica del Sur.

    I .os estados de la Amrica meridional con excepcin de los que tienen costa sobre el Caribe y, siendo producto de la descolonizacin reciente11 luyana, Surinam), se asemejan a las naciones del Mediterrneo ameri- t ano se encuentran ms lejos de los Estados Unidos y son ms grandes* ms ricos que los caribeos. Los dos gigantes regionales, la Argentina y el Brasil, son tambin los ms industrializados del subcontinente. Su voz i escuchada y su autonoma poltica es de larga data. Por otra parte, las na- i iones sudamericanas no conocen la intervencin militar directa de los Es-i. idos Unidos, que prefiere utilizar estrategias ms sutiles o siquiera ms in- i lirectas. Adems, la fascinacin del American Way ofLife encuentra me

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  • nos partidarios all donde las vigorosas culturas nacionales y el peso de Europa se oponen a una coca-colonizacin que impera en casi todos los pases septentrionales de esa Amrica intermedia donde Washington dicta su ley.

    En esa clase media a la que tambin pertenece Mxico que a pesar de Porfirio Daz y la fatalidad geogrfica an cuenta con sus dos millones de kilmetros cuadrados, sus ochenta millones de habitantes y su personalidad cultural y poltica se encuentran estados capaces de distinguirse en la escena internacional y cuyo perfil se destaca claramente contra el trasfondo de un conjunto latinoamericano condenado hasta hace muy poco a la imitacin y aun hoy en gran medida al anonimato bajo una tute] la paternal y condescendiente. As se advierte el surgimiento de potencia! medianas que aspiran a un papel regional e incluso extracontinental. Pe ro este fortalecimiento no obedece de manera directa a determinismo af guno. La existencia de un recurso valorizado en el mercado mundial o uns coyuntura favorable pueden elevar un pas modesto a la categora de los grandes del subconlinenic: as sucedi con Venezuela gracias al boom petrolero. La ruptura con la metrpoli, la revocacin de una alianza o de una relacin de sumisin pueden colocar a un pas pequeo en una situacin sin relacin con su peso especfico: tal fue el caso de Cuba a partir de 1960, y la Nicaragua sandinista, en un plano menor, parece seguir el pe] ligroso camino abierto por su hermana mayor.

    Si la clasificacin de los estados est sujeta a los vaivenes de la historia, la de las sociedades es ms estable y quiz ms adecuada a los propsitos de esta obra.

    Clima, poblacin y sociedades

    La historia suele pasar por alto la geografa: as, no es fcil separar sub- conjuntos regionales con alguna coherencia dentro del continente. Por ejemplo, ni Panam, antes una provincia colombiana, ni Mxico pertenecen a Centroamrica, formada por los cinco estados federados que antes de] la independencia constituan la Capitana General deGuatemala.Noes por ello menos cierto que entre la Amrica del Sur y los Estados Unidos existe una Amrica media, zona de transicin, de antiguas poblaciones humanas, sede de extraordinarias civilizaciones precolombinas asentada sobre tierras donde los volcanes distan de estar extinguidos y que en lodo sentido posee una personalidad propia. En Sudamrica se distingue habitualmen-

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    un Amrica templada que ocupa el cono sur del continente y com- |u me .1 la Argentina, Chile y el Uruguay y por su clima, culturas y pobla- i liin es la ms cercana al Viejo Mundo, de una Amrica tropical que abar- 9i los p.iscs andinos, el Paraguay y el Brasil. Este ltimo es difcil decla- IIi< ai Iais-continente que linda con todas las naciones sudamericanas IHlui l mador y Chile, el Brasil comprende un sur templado, poblado por hipcos que trajeron consigo sus culturas mediterrneas. Chile, pas an- ||l(lt 11 Htrexcelencia, es ms templado que tropical; Bolivia, indudablemente fijMlliiu, comprende una parte tropical, pero la historia la ha vinculado a la un' i ii a templada, mientras que Colombia y Venezuela son andinas y ca-I lln as a la vez. Se comprende as la insuficiencia de tales clasificaciones.

    Se podra pensar que la poblacin es un indicador ms exacto y flexi- | |9 ii los fines de una tipologa rigurosa. Es verdad que existe cierta corres- |u mu leticia entre los climas y las poblaciones, vinculada sobre todo con las i (lunas histricamente privilegiadas. La distribucin regional de los tres Km 111 >i mentes de la poblacin americana el substrato amerindio, los des- mlientes de la mano de obra esclava africana y la inmigracin europea di I Hglo xix permite identificar las zonas segn el sector dominante. De- i un is bien sector dominante, porque las naciones mestizas son las ms nu- iin iosas, y con frecuencia, en sociedades de poblacin mixta, se yuxtaponen espacios tnicamente homogneos. As, en Colombia los resguardos imli genas de tierra fra o alta suelen mantener contacto con los valles "denros de tierra caliente. Con todo, se puede hacer una distincin gro- m'i a: una zona de poblacin indgena densa que abarca la Amrica media v el noroeste de Sudamrica, donde florecieron las grandes civilizaciones; Iiih Amricas negras del nordeste en el contorno caribeo, las Antillas y el liiasil, vinculadas principalmente a la especulacin azucarera de la poca i olonial; finalmente, un Sur, pero sobre todo un sudeste blanco, tierra limpiada que acogi la mano de obra libre europea a partirdel ltimocuar- in ilel siglo xix.

    A partir de las mismas variables, el antroplogo brasileo Darcy I' Ibciro propuso una tipologa que no carece de atractivos, aunque se pue- iIi reconocer en ella cierta inclinacin ideolgica: los pueblos testigos,II imsplantados y nuevos. Los pueblos testigos c.n sus variedades mesoame- i ii anas y andinas son descendientes de las grandes civilizaciones azteca, maya e inca. Habitan pases donde la proporcin de indgenas es relativamente elevada, lo que significa entre otras cosas que un sector significativo de la poblacin habla una lengua verncula y que las comunidades autctonas fueron escasamente asimiladas por la civilizacin europea. As sucede en la Amrica media, donde G uatemala tiene casi un cincuenta por i ionio de indgenas, Nicaragua y El Salvador tienen apenas un veinte por

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  • ciento muy aculturados y Honduras menos del diez por ciento (cifras que se deben manejar con toda la reserva que merece la definicin de indgena en este continente). Mxico tiene apenas un quince por ciento de habitantes que hablen una lengua indgena, pero estn muy concentrados en los i Estados del Sur (Oaxaca, Chiapas, Yucatn). Adems, su ideologa nacional reivindica a los vencidos del pasado. En la zona incaica, los indgenas de lenguas quechua y aimar constituyen hasta el cincuenta por ciento de la poblacin en el Per, Ecuador y Bolivia, con fuertes concentraciones en las zonas serranas rurales.

    Los pueblos transplantados conforman la Amrica blanca: son los rio- platenses de la Argentina y el Uruguay, contraparte de los angloamerica-j nos del Norte. En esas tierras recientemente pobladas, donde los indios nJ mades, de bajo nivel cultural, fueron eliminados implacablemente ante la marea inmigratoria, naci una suerte de Europa austral. Pero estos espaJ cios aparentemente abiertos, como los de Nueva Zelanda, Australia o los Estados Unidos, presentaban caractersticas sociales diferentes, lo que explica su evolucin posterior. Su singularidad es evidente. A principios de siglo, los argentinos se enorgullecan de ser el nico pas blanco al sur de Canad. Y estos transplantados del Viejo Mundo que durante mucho tiempo dieron la espalda a su continente, no se sintieron sudamericanos hasta fechas muy recientes.

    Por ltimo, los pueblos nuevos, entre los cuales Darcy Ribciro sita al Brasil, Colombia y Venezuela, as como a Chile y las Antillas, son producto del mestizaje biolgico y cultural. Esta es, segn l, la verdadera Amrica, en cuyo crisol de razas de dimensin planetaria se forja la raza csmica del futuro que cant Jos Vasconcelos. Esta clasificacin, as jerarquizada, posee cierta lgica y permite comprender ms claramente la rosa de los vientos latinoamericana.

    Aunque no conviene multiplicar las clasificaciones, tampoco est de ms agregar una basada en la homogeneidad cultural y la importancia del sector tradicional de la sociedad. Estas tipologas son tan arbitrarias como los medios empleados para elaborarlas, pero sin duda son indispensables para introducir los matices necesarios en un estudio transversal de los fenmenos sociales continentales.

    Si se toma como indicador la mayor o menor homogeneidad cultural, calculada en funcin del grado de integracin social y de la existencia de una o varias culturas en el seno de la sociedad nacional, se distinguen tres grupos:5

    Segn Germani, G.: Amrica Latina y el Tercer Mundo, Aportes (Pars), nro. 10, octu- bre 1968.

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    Homogneos: la Argentina, Chile, el Uruguay; en menor grado, Hait, I I Salvador y Venezuela.

    Heterogneos: Guatemala, el Ecuador, Bolivia, el Per./ /i vas de homogeneizacin: el Brasil, Mxico, Colombia, puede decir que los criterios de esta clasificacin son eminentcmen-

    I' Mil olivos. El grado de tradicionalismo se mide con mayor facilidad por MlMn coincide, en general, con la magnitud del sector agrario y el anal- H|m n .mi). Segn esta perspectiva, seran tradicionales los pases como I l.iin I londuras, el Paraguay, El Salvador, Guatemala y Bolivia; moder- Nti .mi las sociedades argentina, chilena, uruguaya, colombiana y vene- #11 o 11 aparte de la cubana.

    I *i multiplicacin de las tipologas permite rodear algunos pases con Idos extremos de la cadena; da una idea aproximada, grosera pero til, ili' Ion dilerencias y la gama de realidades sociales dispares que se ocultan jo el rtulo global de Amrica Latina, sin ceder a los espejismos de la Mlilli ularidad nacional y la singularidad histrica. Estas dos dimensiones niiidamentales, que de todas maneras no permiten descubrir las claves bus- i mlis, slo pueden provenir de un vaivn incesante entre los mltiples ni- Vtl

  • Mtraux (Alfred), Les Indiens de l Amrique du Sud, Paris, A.-M. Mtaili 1982.

    Ribeiro (Darcy), Las Amricas y la Civilizacin, Buenos Aires, Centro Editor de America Latina, 1969, 3 vol.

    Romano (Ruggiero), Les Mcanismes de la conqute coloniale : les conqui tadores, Paris, Flammarion, 1972.

    Soustelle (Jacques), Les Quatre Soleils. Souvenirs et rflexions d un ethnologue au Mexique, Paris, Pion, 1967.

    Tapi (V.-L.), Histoire de l Amrique latine au XIXe sicle, Paris, Aubier 1945.

    PRIMERA PARTE

    Caractersticas generales de los Estados latinoamericanos

  • 1. Los marcos geogrficos y el asentamiento humano

    Imposible comprender AmricaLatina sino seempieza por los ambientan iimIiii ales a los que el hombre debi adaptarse antes de transformarlos y |u Hit'i les su impronta. El conocimiento de las bases fsicas de las econo- jlllih igualmente indispensable para la comprensin de sus configura- fllMH". sociales. Si la poltica de los estados, segn la frase napolenica, ^lil "inscrita en su geografa, ello es ms cierto an en el caso de las na- fltiiies dependientes, extravertidas y a la vez sometidas a la vecindad lni fu de una superpotencia vecina. Por eso es indispensable volcar Hialinas reflexiones sobre los rasgos fundamentales que caracterizan el yun luiito continental a fin de aprehender la lgica de las diferenciaciones Huioiuiles, mientras que la descripcin de las grandes unidades estructur e s permitir ubicar mejor los medios geogrficos que condicionaron la Uiipmin del espacio. Este enfoque geogrfico es puramente utilitario y llUI subordinado a la problemtica sociopoltica, que es lo que interesa a lo1 fines de esta obra.

    Algunos rasgos dominantes

    S fuera necesario caracterizar este conjunto subcontinental que se extendiese desde los 32 grados de latitud norte hasta los 55 grados de latitud mu , mediante la sola lectura del mapa, habra que decir que esta Amrica ui.in austral que boreal est situada bajo el signo del ecuador y los trpicos y estructurada a lo largo de un acentuado eje Norte-Sur.

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  • La meridianidad del Nuevo Mundo

    El conjunto del continente sigue el eje de los meridianos. Las lneas de fuerza tienen una evidente disposicin Norte-Sur en ese territorio que llamamos Amrica Latina, incluso en razn del aspecto triangular e stmico de su trazado, que contrasta con el carcter macizo y continental de Norteamrica ms all del ro Bravo. Los grandes accidentes y las cadenas montaosas estn orientados en esa direccin. Del Sur al Norte, la espina dorsal del continente es una gran muralla que bordea y domina el Pacfico, desde el estrecho de Magallanes hasta Mxico, donde se prolonga en la Sierra Madre para unirse a las Rocallosas en Amrica del Norte. Andr Siegfried se complaca en destacar la unidad territorial del continente americano, en el Norte y el Sur, desde el punto de vista geogrfico, que los avatares de la historia y las divisiones polticas tienden a ocultar: la correspondencia de los Andes y las Rocallosas era para l la mejor prueba de esa semejanza.1

    El eje Norte-Sur no es igualmente perceptible en todos los estados: la masa horizontal brasilea lo desconoce, pero aparece con notable claridad en la loca geografa2 de Chile, estrecha franja de tierra de ms de cuatro mil kilmetros de longitud encerrada entre la barrera andina y el ocano, cuyo ancho en algunos puntos es inferior a los cien kilmetros. Pero esta estructuracin meridiana afecta la distribucin de las regiones naturales, y sin duda tuvo un gran peso incluso en la evolucin poltica del continente.

    Debido a esta disposicin axial, las diferencias de ambiente, clima, paisaje y poblacin son menos acentuadas de Norte a S ur que de Este a Oeste. Los contrastes ms notables provienen de las influencias contrarias de las vertientes atlntica y pacfica. Con frecuencia las regiones naturales son muy similares a lo largo de miles de kilmetros de norte a sur, en tanto basta un pequeo paso al costado de este a oeste para cambiar de decorado, ya que la altura y el escalonamiento vertical favorecen especialmente la continuidad y la diversidad. Los pases andinos ofrecen ejemplos espectaculares de esta particularidad. Bogot, capital de Colombia, se encuentra a

    ' Siegfried, A.: Le Caada, puissance inlernationale. Pars, Colin, 1956, pg. 8.2 Segn el ttulo del libro Chile, una loca geografa, de Benjamn Subercasseaux (Santiago de Chile, Ercilla, 1940).

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    tutu i ien kilmetros al este del valle del Magdalena. El cambio es tan r- R|i|i 111 uno impresionante: de las altas mesetas hmedas y brumosas y los (finir . prados casi normandos de la Sabana se pasa a la luminosidad tro- |tli i'i de una tierra de caa de azcar, alegre y florida. En las tierras altas til i nuil i namarca, alrededor de Bogot (unos dos mil metros de altura), vi- Vi1 (mui poblacin taciturna y abrigada, de fuerte composicin indgena; en ||Biille (230 metros) se descubre la exuberancia y el hbitat africanos de lilil poblacin mayoritariamente negra. Lo mismo sucede en Ecuador. | ** m le la alta cuenca de Ibarra, en el norte, hasta la hoya de Loja, en el sur, |ty mieede una serie de elevadas depresiones coronadas por imponentes tyili mies nevados de ms de cinco mil metros donde se cultivad trigo y |i| mu/. Pero menos de cien kilmetros al oeste se extiende lacostacon sus (limitaciones de cacao y banano, bajo un clima tropical, r ( 'ortos historiadores sostienen que la extensin meridiana es una de lir, i misas del aislamiento, del encierro de las naciones americanas y del liet lio de que hayan acentuado sus vnculos con Europa. Durante muchos mil i\ los pases latinoamericanos se comunicaron entre s a travs del Vicio Mundo. Segn Pierre Chaunu, esta caracterstica fsica dio lugar a la "< i h acin atlntica de las naciones del continente y a su dificultad pa-ii lealizarse como una totalidad.

    \ mricas tropicales y ecuatoriales: t i "desafio geogrfico

    ( )bserve el lector un mapa. El ecuador pasa algunos kilmetros al nor- le de Quito, capital del pas que lleva su nombre, y sobre la dcsembocadu- i ii del Amazonas no lejos de Belem, en el estado brasileo de Par. El trpico de Capricornio atraviesa los suburbios del norte del gran San Pablo, ln concentracin industrial ms importante del subcontinente y sobrevuela luego Antofagasta, en el norte de Chile, quinta ciudad del pas y centro ilii la gran industria minera. El trpico de Cncer sobrevuela el golfo de Mxico a la altura de La Habana y luego Mxico mismo, a mitad de camino entre la gran metrpoli industrial de Monterrey y Tampico, uno de los I m mcipales puertos sobre el Atlntico. La mayor parte del territorio latinoamericano est, pues, encerrado entre los trpicos. Estre predom inio de las latitudes intertropicales tiene importantes consecuencias climticas y afecta los asentamientos humanos.

    Llevado un poco por el espritu de la paradoja, el gegrafo Pierre Mon-

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  • bcig escribi que el Brasil era un continente tropical de poblacin blan-| ca. Bajo esta semi boulade se oculta una verdad profunda: la di icultad de I adaptar la civilizacin europea a un medio poco propicio o, al menos, muy I diferente. En efecto, los climas tropicales se caracterizan por sus tempe-l raturas medias relativamente elevadas (20 a 28" segn la latitud y sobre todo la altitud) y escasa amplitud trmica anual (5 a 6o en el centro y sur del Brasil o en la meseta mexicana). Otra caracterstica de estos climas es la falta o atenuacin de las estaciones. Las diferencias estacionales son prin-j cipalmente pluvimtricas: en casi todo el subcontinente una estacin lluviosa ms o menos delimitada sucede a una estacin seca. Slo en el extremo Sur, Argentina y Chile conocen inviernos rigurosos que se hacen sentir en Buenos Aires y Santiago y cuyo efecto a veces llega hasta Ro de Janeiro. Los climas ecuatoriales son aun ms hostiles al asentamiento humano. La franja clida y hmeda que va del Pacfico a Belem, pasando po( Manaus, capital de la Amazonia brasilea, presenta temperaturas anuales elevadas (28), amplitud trmica irrisoria (1 a 2) y lluvias abundantes durante todo el ao.

    Tanto los primeros habitantes como los colonizadores europeos buscad ron tierras templadas, de clima ms acogedor para el hombre. Los asentamientos evitaron las tierras ba jas y malsanas de las llanuras y las costas en favor de las montaas tropicales y las mesetas altas, habitables debido a la ausencia de nieves perpetuas por debajo de los cinco mil metros. La exis-B tencia de grandes concentraciones humanas a esas alturas que resultaran inconcebibles en las latitudes europeas es uno de los rasgos caractersticos de esta America. Los dos grandes imperios, el inca y el azteca, tuvieron su I centro en el altiplano andino y en la alta meseta central mexicana, respeJ tivamente. La capital del Tahuantinsuyo, el imperio incaico que se extenda a lo largo del Pacfico desde el ro Maul, en el Chile actual, hasta la frontera colombiana, era Cuzco, ciudad peruana situada a 3650 metros de altura. Aun hoy es la ciudad ms importante de los Andes peruanos. La puna alrededor del lago Titicaca, en la frontera entre Bolivia y el Per, est densamente poblada a pesar de encontrarse a 3800 metros de altura y sufrir un clima riguroso. Siempre en el Per, alrededor de las minas de Cerro de Pasco, a 4300 metros sobre el nivel del mar, naci una ciudad de unos treinta mil habitantes, y en 1961 ms del cincuenta por ciento de la poblacin peruana viva en los valles andinos. Pero lo que realmente asombra al europeo es la existencia de grandes ciudades modernas, de cientos de miles o millones de habitantes, donde se realiza actividad industrial, a alturas superiores a la de la aldea ms elevada de Europa, una encantadora curiosidad de trescientos habitantes a dos mil metros en los Alpes franceses del sur. As sucede con varias capitales. Mxico se encuentra en un va-

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    lltnli ' '10 metros, superada por Bogot, a 2640, y Quito a 2900, al pie del y |i i, l.i domina. Esta singularidad afecta las comunicaciones comerciis , \ i h >liticas, por no hablar de los problemas de adaptacin de la altura .1.1 * i r.mismo humano y de la civilizacin industrial.

    I m* n< undes unidades estructurales

    I tas condicionan la fisonoma de los distintos medios naturales y el |H'i 111 geogrfico y territorial de los estados. Debido a su complejidad y sus Buiii ularidadcs, la Amrica media ser tema de un captulo aparte, desun s de estudiar las grandes articulaciones de la Amrica meridional, de ftwam a Tierra del Fuego.

    SlM'rica del Sur

    lies grandes series de elementos morfolgicos se distinguen claramente itl estudiar el mapa:

    I Al este, una estructura primaria, un zcalo de tierras antiguas y, so- Im lodo, de rocas cristalinas, que comprende la gran meseta brasilea, que >i linos gegrafos llaman el escudo debido a su forma, y al norte, sepa- iml.i de aqulla por el Amazonas, se encuentra el escudo de las Guaya- lUis, meseta ovalada de tierras erosionadas por el Amazonas y el Orinoco. Ic encuentra una formacin similar a sta al sur del ro Colorado, conformando la meseta patagnica.

    2. La cordillera de los Andes bordea el Pacfico a lo largo de siete mil kilmetros; entre los dos slo existen estrechas llanuras costeras. La cordillera se compone de numerosas cadenas entre las cuales se encuentran fttesetas y valles de altura. Muchos de sus picos superan los seis mil mellos.

    Entre las dos formaciones se extienden las grandes llanuras, tierras IMas aluviales regadas por los tres grandes sistemas lluviales: el Amazona1. , el Orinoco y la cuenca del Paran en el sur.

    Son, como seadvierte, tres conjuntos grandes y relativamente sencillos. A los efectos de esta obra, slo interesan en funcin de los medios natu- i ales y el hbitat que proporcionan al hombre.

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  • cordillera

    cuencas

    0-1 mesetas

    LOS RELIEVES DE AMRICA LAUNA LA OROGRAFIA DE AMRICA LATINA

    ) II zcalo de rocas antiguasI ii meseta brasilea es la ms grande de estas formaciones. Este gran

    imiiiono llano de rocas antiguas, de cuatro mil kilmetrosde nordestea su- est levemente alzado en el este y se inclina suavemente al oeste,

    lux i.i l is llanuras centrales del continente. La escasa variedad de paisajes, 1 uniformidad y la monotona son sus rasgos caractersticos. No obstante, cu este conjunto de baja altura (el cuarenta por ciento de los terrenos Miitn por debajo de los doscientos metros y menos del cinco por ciento se 1 van por encima de los novecientos), el extremo sudestede la meseta ter- mimi en pendientes muy marcadas, rematadas en el pico de Bandeira, de JKK l metros, situado en Espirito Santo, en el norte del estado de Ro. Es- im' i mlcnas de tierras altas, llamadas ser ras, pero que no tienen el perfil lu r ulo de las que en los pases hispanos se llaman sierras, siguen la di- K cln de la costa y cambian de orientacin a la altura del paralelo 20, van I- norte a sur hasta llegar al punto de inflexin, a partir del cual siguen el

  • 1. En el norte, los llanos del Orinoco, inundados en parte, regados pofj los numerosos afluentes de este ro que descienden de los Andes, se extienden sobre Colombia y Venezuela. Son sabanas salpicadas de arboledas yj de galeras boscosas a lo largo de las orillas de los ros.

    2. La Amazonia es una planicie enorme en forma de abanico o de embudo abierto hacia los Andes, drenada por el ro ms caudaloso del m undo, de 6420 kilmetros de largo, que recibe decenas de afluentes provenientes del arca de agua andina y que nacen en los estados andinos limtrofes con el Brasil, desde Venezuela hasta Bolivia. Con su gran fuerza aluvial, el Amazonas forj en su enorme delta la gran isla de Maraj. La Amazonia est constituida por una llanura aluvial inundable (vrzea) que alcanza hasta ochenta kilmetros de ancho y por terrazas de arena y guijarros. Estos dos tipos de terreno, cuyas particularidades parecen estar ocultas bajo el manto boscoso del infierno verde, dan lugar a dos variedades de selva ecuatorial: una, exuberante, de difcil acceso, y otra menos densa, de rboles pequeos, con algunas especies tiles (palmeras, caucho), accesible mediante la red de riachos (igapos) que prolonga el ro.

    3. El sistema Paran-Paraguay. Comprende dos formaciones muy di- lerentes, tanto por su paisaje como por su riqueza potencial. En el norte, el Chaco se extiende desde el Pilcomayo sobre Bolivia, el Paraguay y la Argentina septentrional formando una gran llanura arenosa, mal regada,! cortada por salinas y cubierta por una foresta rala en el oeste y rica en maderas duras como el quebracho y el algarrobo en el este.

    En el sur, la pampa, vasta pradera cenagosa, ms grande que Francia, increblemente llana, carece de ros y elevaciones, pero gracias a su clima fresco y lluvioso goza de una asombrosa fertilidad que permiti el enriquecimiento de la Argentina a principios de siglo.

    c) Las cordillerasLos Andes bordean el Pacfico desde el estrecho de Magallanes hasta

    Venezuela. Estn separados del ocano por llanuras costeras en parte estrechas, como en el Per, en otras relativamente anchas, como la costa ecuatoriana que concentra en sus cien a doscientos kilmetros la actividad econmica del pas. La lnea divisoria de estas montaas elevadas se encuentra casi siempre por encima de los tres mil metros. Abundan los picos de ms de cinco mil metros, siendo el Aconcagua el ms elevado, con 6959 metros. Un volcanismo reciente, la presencia de volcanes en actividad, as como una fuerte actividad ssmica, indican que se trata de un relieve joven, todava en proceso de formacin.

    Los Andes estn constituidos por cadenas paralelas separadas por altas mesetas interiores y extensos valles longitudinales. De sur a norte se dis-

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    ttt'it 11 un limaciones muy diferenciadas de estos elementos. En Chile, HH'hlli'i n oriental forma el lmite con la Argentina, mientras que la de Htkln tundea el Pacfico. Entre las dos, de Santiago a Puerto Montt, se liiHili el valle central, de clima mediterrneo, que conforma el corazn

    Al tu H ii' de Chile, los Andes atraviesan el Per y Bolivia donde inclu- | fin it las altas (el altiplano boliviano, en el lmite con el Per y la Ar- Hni i lime entre 3500 y 5000 metros de altura) o valles, como la grant o ......longitudinal abierta por el ro Maran, que separa lasdoscor-|i>i ii. ni el Per. Las dos cadenas se renen en el Ecuador; estn cons- llii 111 >i ir una serie de hoyas medianas, dominadas por volcanes imponan mino el Chimborazo (6267 metros), el Cotopaxi (5897) y el E n b c (5840). Las hoyas se extienden de Loja a Ibarra, con alturas de jlllii Kilmetros. Quito est situada en una de ellas. En Colombia, a par- lM nudo de Pasto en el sur, los Andes se dividen en tres cordilleras, se- ,.i i, |H>r el valle del Cauca en el oeste y el de Magdalena en el este. La Ftllllnii central, entre el Cauca y el Magdalena, es la ms elevada; com- Miili una serie de volcanes nevados de ms de cinco mil metros como el tf.ol Iluda y el Tolima. La cordillera oriental, cuyo pico es el Nevado11 i uy (5780 metros) est formado por una serie de mesetas elevadas Mil 11 mil metros) y llanuras como la sabana de Bogot. La occidental, I* I >.11.1. no supera los tres mil metros. En Venezuela, la cordillera cam- i ili direccin y pierde altura. Los Andes se tuercen hacia el nordesteeni iinlillera de Mrida, al sur del lago de Maracaibo, forman un conjun- ili mesetas altas coronado por el pico Bolvar de cinco mil metros, luego iiiin l.i direccin este-oeste, paralela a la costa del Caribe, y se dividen (Ion i ailenas hacia el golfo de Paria, a la vez que pierden altura: la canil i ostera no supera jams los mil metros de altura.

    ii Amrica media

    I )ospus del estrechamiento del golfo de Darin y el istmo de Panam, i*i relieves de la Amrica meridional se vuelven perpendiculares a una l- i ii < ;tagena-Quito, y el tringulo continental toma la forma de un cuer- m 11 I a abundancia, apenas deformado por la excrecencia calcrea de Yu- Mrin.

    A mrica Central comprende dos cadenas de tierras altas caracterizadas ni l.i I uerte actividad volcnica. En el norte, sobre los llanos costeros de ni.ucmala y El Salvador se alza un eje montaoso de unos dos mil metros i .tliura y relieves variados, donde no faltan volcanes de casi cuatro mil

  • metros. El conjunto pierde altura hacia el nordeste y se prolonga en Nicaragua con un amontonamiento de colinas que no superan los mil quinientos metros y que estn dominadas por una serie de conos volcnicos a lo largo del Pacfico, entre ellos el Momotombo, caro a Victor Hugo, que alcanza los 1850 metros. Hacia el sur, una serie de cordilleras recorre Costa Rica del nordeste al sudeste. La cordillera central, coronada por el volcn Iraz, de 3400 metros, domina las tierras altas del valle donde se encuentra San Jos, la capital. En el sur, la cordillera deTalamanca, sin picos volcnicos, presenta relieves elevados, entre ellos el monte Chirripo, que con sus 3800 metros es el ms alto del pas. En Panam, la sierra centroamericana no es ms que una serie de colinas.

    El relieve mexicano prolonga el de los Estados Unidos y presenta una distribucin marcadamente similar al de la Amrica meridional, aunque con otros componentes. Dos cadenas de montaas, prolongaciones de las Rocallosas,enmarcan una alta meseta y dominan las llanuras del litoral. Eni el oeste, la Sierra Madre Occidental, de Chihuahua a Jalisco, constituye una muralla de dos mil a tres mil metros de altura por trescientos kilmetros de ancho sobre el golfo de California. Su origen es volcnico, como el de la cordillera de la Baja California que recorre la pennsula. La Sierra Madre Oriental, menos compacta que la anterior, de Coahuila y Nuevo Lc-j n hasta el estado sureo de Oaxaca, domina las llanuras costeras, ms ex-j tensas que las del Pacfico, y detiene los vientos hmedos del golfo de M-j xico. Cerca del centro del pas, entre los 19 y los 21 grados de latitud, al sur de Ciudad de Mx ico, un elevado eje volcnico transversal corta de es-1 te a oeste. Aqu se encuentran los picos ms altos del pas: Popocatpetl, Iztaccihuatl y el ms elevado de todos, Orizaba, de 5760 metros. El conjunto es producto de una actividad volcnica reciente, a juzgar por la brutal erupcin del Paricutn, en 1943, en el estado de Michoacn. Cadenas se-] cundarias surcan los valles formados por corrientes de lava y salpicados de lagunas. La ms celebre de stas es la Anhuac, donde los aztecas edifica- i ron su capital, Tenochtitln Mxico, sobre una laguna cerca del volcn Ajusco, entre los lagos Texcoco y Xochimilco. Ms all, la Sierra Madre del S ur atraviesa los accidentados estados de Guerrero y Oaxaca. Es un laberinto de crestas y valles, regiones de difcil acceso en cuyos rincones ms escarpados se refugiaban las etnias indgenas que huan de la dominacin azteca primero y la espaola despus. La Sierra Madre de Chiapas, que se prolonga en Guatemala, es el accidente montaoso ms austral del pas.

    Las llanuras costeras son anchas del lado del golfo. Alcanzan los doscientos cincuenta kilmetros en Tamaulipas. La cordillera se acerca al mar a la altura de Veracruz, se aleja nuevamente en Tabasco, donde la llanu-

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    im mui lia se contina en las tierras bajas y calcreas de la meseta de Yuca- i ti Si ibro la costa del Pacfico, las llanuras son anchas en el estado sep- i< mi i tonal de Sonora y prcticamente inexistentes de Michoacn a Guerre -

    I n alia meseta central entre las dos sierras es una superficie irregular de 111( k i .i 1500 metros de altura erizada de pequeas elevaciones que alter - Hiim ' oh hondonadas. Esta parte central, densamente poblada, completa la liiil'iiu niada topografa mexicana, caracterizada por la difilcultad de las nituiiikaciones y el aislamiento de muchos grupos humanos, sobre todo i ii el sur. Cabe destacar la ausencia de grandes ros que sirvan de vas na- Iimnl

  • tiempo fue explotada solamente por los cosechadores de piedras precio. J sas (garimpeiros) y caucho (seringueiros), pero hoy, gracias a las van transamaznicas y la poltica desarrollista oficial, es sometida a una tala extensiva que hace peligrar el frgil equilibrio ecolgico, sobre todo la delgada capa de humus. Histricamente, la conquista agrcola de las tierras atlnticas y de las cordilleras bien regadas tambin se realiz median- i le la tala de los bosques tropicales. Parecera que la agricultura en Amrica est estrechamente ligada a la desaparicin del bosque. Esta prctica ha dejado su marca en el vocabulario. As como Brasil debe su nombre a un rbol empleado en tintorera, la zona azucarera del litoral de Pemambuco lle va el nombre de zona da mata que recuerda su origen boscoso: mata sig- nilica bosque grande. Se reconoce en ello la marca de un continente | joven, aprovechado despus de su conquista por el europeo. La agricultura devastadora del bosque corresponde al modo de explotacin de un conti- 1 nente donde slo cuenta la rentabilidad inmediata, en tanto el futuro es de importancia menor: la ganancia rpida mediante la exportacin da lugar a la agricultura de rapia.

    La tercera observacin se refiere a las zonas ridas y semiridas. Si bien en Amrica no hay grandes desiertos en sentido estricto, como el Sa-1 hara o el Gobi, de todos modos no hay escasez de zonas ridas. Una gran franja semidesrtica atraviesa Sudamrica desde el Per hasta la costa oriental de laPatagonia. Una estrecha banda rida bordea el Pacfico de los 5 a los 27 grados de latitud, es decir, de Tumbes en Per hasta la ciudad chi- lena de Coquimbo y el valle de Copiap. Los 2200 kilmetros de desier-1 to peruano estn sem brados de oasis densamente poblados alrededor de las j aguas que descienden de los Andes. En Chile, la regin de las pampas y el desierto de Atacama poseen un subsuelo rico en nitratos y cobre, nica jus- tificacin de un asentamiento humano arduo y artificial. En el interior del continente, la transversal rida, que all no se debe al anticicln tropical del Pacfico sino a la barrera de los Andes y la lejana del Atlntico, vuelve es- j triles las regiones subandinas, caracterizadas por formaciones erosionadas y frecuentes salinas.

    En el Nordeste brasileo hay una zona de aridez cclica. La irregularidad de la pluviometra, causada por el choque de masas de aire ecuatoriales y atlnticas, tiene consecuencias dramticas para el polgono de sequa que abarca el interior de todos los estados desde Piau hasta Minas Gerais. En una zona donde el promedio es inferior a los quinientos milmetros anuales, los aos sin lluvias provocan verdaderas catstrofes, con sus cortejos c flagelados y hambrunas. El paisaje del Nordeste semiri- do se compone de una vegetacin salpicada de rboles espinosos y cactus, el bosque blanco o caatinga\ entre sta y la mata hmeda y exuberan-

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    i gil ||t.... i extiende el agreste, donde los ros no se secan, pero la ve-*1* 1.1 nt inliK e a bosques de plantas espinosas.

    I h miiiul ili-l territorio mexicano recibe menos de quinientos milme- H'i i|t lin' ia muales. El Norte sufre de aridez, no slo en las tierras bajas Eit.t.1,1. bolsones (Bolsn de Mapimi, Desierto del Altar), con menos de Ipil milmetros anuales, sino tambin en las mesetas altas de Coahuila y Ellltialiiiii lin el Norte central, hasta San Luis Potos, predominan las es- fegi lo i ai lus y rboles espinosos.

    I mu Inuve resea de algunos aspectos del medio natural muestra los MMi ii li is que debi superar el asentamiento humano para desarrollar una p}|/m in colectiva e industrial. Estas dificultades de adaptacin y los Kllm los precolombinos o modernos que derivaron de ellas forman par- ,, ,|, |,r, particularidades del subcontinente. Sera errneo subestimarlos.

    ORIENTACIN BIBLIOGRFICA

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  • 2. La ocupacin del espacio y el poblamiento

    I os medios naturales y los climas delimitan espacios que el hombreIm> I>la de manera selectiva. La dimensin histrica del poblamiento es iliulumcntal para comprender los asentamientos actuales. La solucin de

    i wnllnuidad que signific la conquista dej su marca en los paisajes y en Iti distribucin de los hombres, por no hablar de su conciencia y conduelo I .is etapas, los componentes y la localizacin de los asentamientos (KMiNtiluyen el teln de fondo de dos grandes fenmenos contemporneos: lit revolucin demogrfica y la hipertrofia urbana, incluso metropolitana. (Juloii habla de espacio se refiere a los medios para dominarlo: en este capitulo tambin se estudiar el problema de las comunicaciones y los transi ules.

    I iis etapas del poblamiento

    I )ara la impresin de que el espacio americano fuera el blanco privi- I' rudo de sucesivas migraciones. El poblamiento del continente fue tar- tlln Se inici probablemente unos treinta a cuarenta mil aos antes de l i islo y su origen fue algeno. El indio americano lleg de otras tierras, m juramente de Asia. Paul Rivet y otros antroplogos han destacado las in- hf!tibies caractersticas asiticas, tanto fsicas como lingsticas, de los |n meros habitantes. Segn algunas hiptesis, stos habran llegado al con- iinente americano a travs del estrecho de Bering, transformado por una i n glacial en un gran puente. Otras migraciones menores se habran efectuado a travs del Pacfico Sur. Par eso, paradjicamente, Coln no erra- lm del todo cuando, al descubrir esa prolongacin de Asia, crea haber H11 hado a las Indias. Llamar nuevo mundo al continente americano no

    dejaba de tener cierto sentido antropolgico.

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  • Antes del arribo de los espaoles y los portugueses, la densidad de poblacin era muy desigual a travs del continente. Las estimaciones retros pectivas de las distintas escuelas muestran diferencias importantes, pero los autores coinciden en suponer que los grandes imperios centralizados conocan densidades de poblacin relativamente elevadas, gracias al desarrollo tcnico de la agricultura y un alto nivel de organizacin social. El dominio del riego, la metalurgia del bronce, el hierro y el oro, un sistema de contabilidad y de inscripcin glptica muy prximo a la escritura dieron lugar a una fuerte estructura poltica entre los aztecas, los incas, los mayas, tal vez incluso entre los chibchas de Colombia. Segn una hiptesis, la meseta de Anhuac, en Mxico, tena una densidad de cincuenta habitantes por kilmetro cuadrado. J unto con estas concentraciones exista una gran dispersin de pueblos cazadores o recolectores y tambin agricultores de tcnicas rudimentarias, que practicaban el cultivo de monte quemado sin riego y llevaban una existencia seminmade.

    Las cifras globales de la poblacin precolombina son harto elocuentes, ya que permiten medir el impac lo demogrfico de la conquista. Sudimen- sin poltica ha dado lugar a polmicas hiptesis contradictorias. Tradicionalmente se calculaba que la poblacin de la meseta central mexicana llegaba a diez millones de habitantes. La escuela demogrfica de Berkcley (Cook y Borah) la estim en veinticinco millones, despus de efectuar una investigacin minuciosa. El Per habra tenido, en 1530, unos diez millones de habitantes. Se ha estimado la poblacin del continente antes de la conquista en cuarenta a sesenta millones. Europa tena entonces cien millones de habitantes. En 1650, segn algunos clculos, la suma de todas las razas del subcontincnte llegaba apenas a doce millones de habitantes, que un siglo ms tarde se haban reducido aonce millones. En 1810, segn Humboldt, no haba ms de ocho millones de indios. Esto demuestra la perturbacin demogrfica que signific la conquista. La irrupcin brutal de los conquistadores espaoles trastorn la ocupacin del espacio al provocar la desaparicin de una parte de los ocupantes primitivos (reemplazados por esclavos negros del frica), al desplazar las poblaciones hacia nuevos centros de produccin y al crear una serie de asentamientos portuarios para establecer comunicaciones entre las metrpolis y el Nuevo Mundo y facilitar as la explotacin de ste.

    La catstrofe demogrfica de la conquista

    La cada colosal de la poblacin se revela claramente en las cifras presentadas por los historiadores, ratificadas por los documentos y las crni-

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    .i......... ... i, La destruccin de las Indias denunciada por el padre Lasluvo lugar, sin duda. Los arawakos y los caribes insulares fueron ex-

    Mim los | k >r completo. Segn los clculos de J uan Friede, los quim bayas lii i|iu' hoy es Colombia quedaron reducidos de 15.000 a 69 entre 1539 k i ii Mxico, segn Cook y Borah, de los veinticinco millones de piiH'!!.) que haba en 1519 qued apenas un milln en 1605. La poblaron |" mana se reduce a tres millones en cincuenta aos. En algunas glmu . andinas, la poblacin masculina se redujoen un ochenta por cien- i o 111 1111; i aos. Esta sangra demogrfica obedece a diversas causas. Es flttliil que no faltaron matanzas en el curso de la propia invasin, sobre |tlli 11 lu .inte los primeros decenios, a causa de la superioridad de los con- i|i ii. lu, sen materia de armamento: ejemplo de ello es la venganza que I i i i i i o ( orts de los aztecas despus de su derrota en la noche triste de '" I 'oro semejante fenmeno obedece a causas muy profundas, prolon- yn 11 i ii reversibles, relacionadas con el llamado trauma de la conquis-m

    Sun hoy es posible comprender su magnitud, gracias a la visin que i.ii ..i i los vencidos de esc proceso. Para las sociedades autctonas, sobre |ll.. 11. ms centralizadas y organizadas, el arribo de los europeos y el de- i m i i i i I de los imperios, con el sentido religioso que los indgenas atribu- Nlon ,i lales acontecimientos, significaron una verdadera desintegracin . iiliiu .iI Estallaron todos los sistemas de valores que hacen a la vida

    i. ii m.i polticos, morales o religiosos. La desaparicin de los marcos Ifti.ln unales de una sociedad vigilante y protectora trajo consigo ciertas IiU h.ules fatales: entre ellas, el consumo de alcohol. Las epidemias de

    |f||H*, viruela y sarampin hicieron estragos entre estos seres humanos que i iii.. lun del correspondiente factor inmunitario. Los traslados de pobla- llitin's. el ritmo de trabajo que la avidez de los nuevos amos impuso en los i Hipos y en las minas provocaron el exterminio de tribus o al menos una......ilutad elevada. Ante estas nuevas condiciones de existencia y lalli piesion provocada por ellas, la nica respuesta de los vencidos fue, en mui los casos, la desesperacin, que llegaba a veces a manifestarse en el . li.i/.oa la vida: las automutilaciones y los suicidios colectivos fueron los iiti)1 ii os medios de resistencia al trabajo forzado y la temible mita, el linluioen las minas de plata, para la cual se trasladaba a los indgenas pe- i minos a centenares de kilmetros de su hbitat natural.

    I sia evocacin histrica no es en absoluto gratuita. Es imposible exa- i i ii la magnitud y la permanencia de este cataclismo fundacional quesig- mlii o la irrupcin de la conquista en un mundo cerrado. El folklore ind- i . n i eontemporneo,con sus danzas de la conquista, es la prueba de su ui> i vivencia en la memoria colectiva de los vencidos. Ms an, el suce

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  • so plasm los mecanismos tnicos de estratificacin y distribucin del poder social, as como el llamado a otros componentes migratorios. Cmo comprender que el indio peruano o guatemalteco, hoy pauperizado, desposedo, reducido a veces a la mendicidad, es empero el descendiente de los constructores de Machu Picchu o de los astrnomos de Tikal y Co- pn, sin tener en cuenta el asesinato de esas civilizaciones prodigiosas que l sostena con su trabajo y su fervor?

    Un mundo conquistado

    Al contacto con los conquistadores, la poblacin indgena se derriti como la cera sobre las brasas, afirma Marcel Bataillon; pero la catstrofe demogrfica no fue la nica consecuencia que tuvo la conquista para el asentamiento y las modalidades de ocupacin del espacio. Tambin sus mviles contribuyeron a moldear los territorios y las sociedades.

    En efecto, no importa lo que digan los admiradores de la gesta ibrica, uno de los mviles ms poderosos de la conquista, y no slo la espaola, fue el enriquecimiento rpido mediante el hallazgo de metales preciosos, primero a travs del robo y despus a travs de la explotacin intensiva de las minas. La propagacin del cristianismo y la conversin de los indgenas paganos figuraban entre las primeras preocupaciones oficiales, pero en la prctica, a pesar de los esfuerzos de la Iglesia, el oro se adelantaba a los evangelios.

    As, a diferencia de la colonizacin sistemtica de la frontera por los pioneros norteamericanos, al sur del ro Bravo prevaleci la aventura arriesgada en busca de metales preciosos o de indgenas a los cuales reducir a la esclavitud. A las cabalgadas hispnicas corresponden las bandei- i ras paulislas del Brasil. El espejismo bandeirante de la fortuna fcil evocado por Vianna Moog no es exclusivo de la Amrica portuguesa; ms adelante, condicionar una apropiacin de tierras muy anterior a su explotacin en todo el subcontinente. La hacienda colonial era ms valiosa por su poblacin vasalla que por sus riquezas potenciales. Se advierte as que la conquista no interesa solamente al historiador.

    Por otra parte, a partir del siglo xvi la organizacin de la vida colectiva del Nuevo Mundo ya no se orienta hacia las necesidades de las poblaciones locales sino en funcin de los intereses de las elites europeas. Se instala una extraversin econmica y social de la que el continente todava no se ha librado. Las perspectivas de la produccin eran regidas desde Euro-

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    las clases dominantes ibricas, y luego las criollas, sacrifican todo a la n i ilacin y al producto bien cotizado en el mercado mundial. La ga- n ni inmediata, incluso sin maana, goza de todos los favores. Se anu- m vegetacin, se agotan los suelos y las vetas minerales y luego se emi- i ni husca de otras tierras. Semejante lgica productiva no favorece los ludimientos estables que humanizan el paisaje. Los ciclos de productos n l.ivorecidos en el Brasil, del azcar al caf pasando por el oro, obli- oii a desplazar el centro de gravedad del pas e incluso su capital. La h'i iea hispana lleva tambin los estigmas de la sucesin de booms y de 'Ims hacia nuevos productos dictados por la demanda externa. La po-* mu sigue esos cambios y se adapta a ellos.

    migraciones:linos negros y trabajadores europeos libres

    A fin de paliar la desaparicin de los trabajadores indgenas, los colo- < I* iies buscan nuevas fuentes de mano de obra: primero la inmigracin PMila de esclavos africanos y despus, abolidas la trata y la esclavitud,' lu amiento de trabajadores libres en Europa, as como en el Extremo

    nie Tanto que, hasta principios del siglo xx, la d i n m i c a demogrti- li I subcontinente se basa esencialmente en la inmigracin.I n i le los esclavos africanos negros es la ms antigua, hasta el punto que Unos autores olvidan que fue un fenmeno inmigratorio, aunque el via- i n sin retorno y se produca en circunstancias atroces. La deportacin non/ |X)co despus de la conquista. En 1650 haba en Amrica del S ur i'i IKO.000 negros, es decir, casi tantos como los habitantes blancos. En

    '.ej'n los clculos de Humboldt, haba 6.433.000 negros en las dos |rk ns, unos 4.483.000 en lo que hoy se llama Amrica Latina, de los ili I 960.000 correspondan al Brasil (sin contar los mulatos). Debido tli mi ibucin desigual de sexos y la consiguiente, reducida, tasa dere-

    tlm i ion en una poblacin mayoritariamente masculina, se deduce que 1111 a i orresponde al arribo al subcontinente de unos seis millones y me- il> il i n anos, entre ellos tres millones y medio al Brasil. Conocidas las mili i as condiciones en que ei bano era transportado en los barcos i" y la elevada tasado mortalidad en la travesa (casi un veinte por ni i tle prdidas), se calcula que el trfico infame sac entre nueve y< millones de negros de frica.I 11' I nern conducidos en su mayora a las zonas donde no haba in

  • dgenas o donde stos hubieran desaparecido a causa de las condiciones de trabajo. Se los encuentra en las tierras bajas, las costas o los valles tropicales, las plantaciones de azcar y las minas de tierra caliente. A juzgar por las cifras de principios del siglo xix, hay una cierta coincidencia entre el mapa de las zonas azucareras y el de las concentraciones de la poblacin negra. En el Brasil, al finalizar el ciclo del oro blanco, los negros superaban a los blancos por dos a uno. Segn un dicho de la poca, S in negro, i no hay ni azcar, ni hay Brasil. En 1817 y 1804 respectivamente, el cuarenta por ciento de la poblacin cubana y el noventa por ciento de la de Hait eran negras.

    Las nuevas naciones independientes abolieron la trata entre 1810 y 1815, aunque en el Brasil prosigui hasta 1850 y la esclavitud slo fue abo- j lida en 1888. Pero el trfico clandestino de esclavos prosigui despus de la abolicin, y las consecuencias sociales de la esclavitud de ninguna ' manera han desaparecido. El impacto de la inmigracin alricana ha dejado una marca indeleble en la cultura nacional de las Amricas negras . j

    La inmigracin masiva de origen europeo es un fenmeno de fines del siglo xix. Hasta entonces, el flujo de espaoles y portugueses hacia las Amricas haba sido constante pero relativamente escaso. En 1810, de acuerdo con las estimaciones de Humboldt, haba apenas 3.276.000 blancos en toda la Amrica espaola. La incorporacin de los nuevos territorios al mercado mundial, as como la expansin de nuevas culturas crearon una gran demanda de mano de obra que coincidi con la facilidad creciente de los viajes transatlnticos y el exceso de poblacin en Europa. Esta inmigracin se dirigi hacia las zonas templadas del sur del Brasil, donde el cultivo del caf avanzaba a medida que desapareca la esclavitud, y hacia la Argentina y el Uruguay, tierras despobladas donde la produccin agraria requera nuevos asentamientos. Los poderes pblicos aplicaban al pie de la letra la sentencia del autor argentino Alberdi de que gobernar es poblar.

    As, entre 1857 y 1930, la Argentina recibi 6.330.000 inmigrantes, de los cuales 3.385.000 resolvieron quedarse en el pas. De acuerdo con el primer censo, realizado en 1869, el desierto argentino contaba con 1.700.000 habitantes. Esto refleja el peso de estos extranjeros en la formacin de un pas, cuya poblacin sufri los cambios ms intensos de todo el Nuevo Mundo (incluidos los Estados Unidos). Gracias al ingreso masivo de inmigrantes, la poblacin argentina se duplic cada veinte aos hasta 1914, cuando los extranjeros constituan el treinta por ciento d