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Las Calles del Virrey Roger L. Casalino Castro 1 ROGER L. CASALINO CASTRO

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Las Calles del Virrey

Roger L. Casalino Castro 1

ROGER L. CASALINO CASTRO

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Las Calles del Virrey

Roger L. Casalino Castro 2

Todo lo que se presenta en la presente Página Web

– www.rogercasalino.com – los textos, poemas y

canciones, son propiedad exclusiva del autor y

queda protegida bajo el amparo de la Ley de los

Derechos de Autor. La Biblioteca Nacional del

Perú tiene copia de todo cuanto en esta página web

se presenta.

El Autor

HECHO EL DEPOSITO LEGAL EN LA BIBLIOTECA

NACIONAL DEL PERU

INDECOPI

Partida Registral N° 0129 - 2001

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Las Calles del Virrey

Roger L. Casalino Castro 3

PRÓLOGO

Conocí a Roger Casalino Castro en las diversas actuaciones

que programaba la ANEA. Lo escuché recitar sus propios

poemas y me hacía reflexionar en el profundo contenido y

mensaje de los mismos. Siempre pensé y lo expresaba que los

poetas miran más profundo que los filósofos. Casalino

confirmó esta tesis.

De repente recibo una nota y un texto. Una creatividad original

de Casalino. Su título: “Las Calles del Virrey” y el subtítulo:

“El Mojón Filosofal”. En su nota me escribió Casalino: “Le

ruego tomar el tema, no como algo procaz, sino como una

forma común de expresar una idea”. Esta advertencia me hizo

pensar que podría tratarse de un émulo de Henry Miller, con

sus “Sexus”, “Nexus” o “Plexus”, lo que llevó a muchos

“críticos” exagerados de calificarlos como el “antilibro”, pero

luego de leer cuidadosamente todo el contenido, la conclusión

se refería en forma diferente.

En el fondo, de lo que se trata en esta obra es de aquel, tan

comentado, amorío del Virrey Aamat con la Perricholi. Un

romance que se parece a la de tantas parejas célebres, como la

de Romeo y Julieta, Abelardo y Eloisa, Sartré y Simone, Carlo

Ponti y Sofía Loren, etc, con diferentes escenarios.

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Las Calles del Virrey

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Doña Micaela Villegas era un encanto de mujer, de mujer

limeña, “sonrisa sensual y ojos pícaros... cuerpo gracioso...

insinuantes curvas...” así la describe Casalino. Hace recordar a

esas tentaciones, citadas en la historia, como Friné (griega),

Cleopatra (egipcia), o la chica Dinamita de Django.

Por cierto que Amat, como otros españoles, fue un “putañero”

y “palangana”. Pizarro se enamoró de una indiecita que, para

mala suerte, del conquistador, ella amaba a Manco Inca y, por

eso, el bruto español la mató a patadas, en la Plaza de Armas.

La aparente paradoja es que, en aquel muladar plagado de

excrementos humanos (mojones), donde el Virrey y Miquita se

veían románticamente, allí mandó construir y edificar el Paseo

de Aguas y muy cerca de esto, la Plaza de Toros, Acho. Esta

paradoja, la califica acertadamente Casalino como el “Mojón

Filosofal” Por cierto que la historia se centra en una época en

que Lima, no tenía servicios de agua y desagüe. La gente “se

ocupaba” en las pampas, en las huacas o al borde de la acequia.

Las amas de casa arrojaban, lo depositado en el bacín, por la

ventana a las calles. Si alguien transitaba en ese momento por

el lugar, resultaba “bautizado”.

Si Casalino hubiera titulado su obra como “Apología del

Mojón” no se habría equivocado; aunque en el fondo lo es. Lo

real es que Lima, en ciertas horas, apestaba horrorosamente y

había que barrer o limpiar las calles dos o tres veces al día.

Pero, para la época, esto no es novedad. París, en Europa,

también olía a orines y queso podrido. Esto lo han exaltado

algunos escritores, al mismo tiempo que agregaban, que ahora

París es una metáfora, una tarjeta postal, una tira de colores y

que sus mujeres aún son sucias y hermosas.

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Las Calles del Virrey

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Casalino profundiza cuando afirma que “sin un mojón se

pierde la capacidad de reflexión” y que el Paseo de Aguas se

formó “gracias a una patada que diera el Virrey a un mojón”.

Es más, el apelativo de “caballo de paso”, bien podría tener su

origen en la forma como estos equinos virreinales evitaban

pisar la “desasimilación humana”.

Cuando Roger Casalino se refiere a los futbolistas de los

últimos tiempos, a los que se adjetiva como “puma”,

“machito”, “chiquito”, etc. hace evocar a los de antes, a

quienes se les apelaba “mata con gusto”, “pata tiesa”, “pez

volador”, etc.

Casalino matiza sus lucubraciones sobre la porquería, con

singulares poemas. Es decir, combina la charca con el éxtasis,

la natural podredumbre, con la sublimidad intelectual. Poemas

profundos, como Apocalipsis de la Modernidad, Génesis,

Cholo Barato, etc. inducen a una meditación singular, como

cuando afirma: “¡Vamos vida! Que estás oculta en una rosa,

que estás latente debajo de una hoja, o en la química eterna de

una roca. ¡Vamos Despierta!

Casalino añade esta obra a otras, no menos valiosas, como “El

Retorno”, “Y Dios... Trajo al hombre”, “Rosa Negra”, etc. Una

producción que dice mucho del espíritu intelectual que anima

al autor.

No existe procacidad en esta obra, como no la hubo en Thomas

Mann (“Muerte en Venecia”), cuando elogia la

homosexualidad; cuando Luis Buñuel (“Mi último suspiro”)

elogia al trago y al alcohol; cuando William Burroughs

(“Junkie”) se siente un esclavo feliz de la droga y un sirviente

deliberado de su adicción.

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Las Calles del Virrey

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En circunstancia que se pretende, deliberadamente, afirmar que

los libros tienen sus días contados y pronto desaparecerán,

Casalino invita a ratificarnos en su importancia y necesidad, y

a recalcar que la elevación espiritual y cultural del hombre,

sólo se puede obtener y alcanzar por el libro.

JORGE LAZO ARRASCO

Rector Vitalicio de la Universidad

Inca Gracilazo de la Vega.

Lima - Perú

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Las Calles del Virrey

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COMENTARIOS

Roger Casalino Castro en su reciente obra “Las Calles del

Virrey” (El mojón filosofal) recurre al célebre romance entre

el Virrey Amat y Micaela Villegas, para darnos a conocer

verídicas estampas – poco difundidas – del deficiente sistema

de salubridad urbana de la gran Lima virreinal, situación que

permitió proyectar y edificar el hermoso Paseo de Aguas,

monumento ubicado en las inmediaciones de la Pampa de

Amancaes.

Percibimos que a través de su estilo poco sutil e irónico, que

recuerda a Ricardo Palma y Luis Felipe Angells, y a lo

reluctante del tema para muchos, el autor de la obra en

comentario plantea una singular tesis dialéctica según la cual

lo inmundo nos mueve a reflexión, nos conduce al progreso y

nos puede elevar hacia lo sublime.

Esta tesis probablemente tenga un antecedente remoto en la

sabiduría milenaria del poema védico hindú “Baghavad Gita”

que narra, entre otras enseñanzas, la historia de un poderoso y

joven príncipe que solía someter a su antojo las voluntades de

sus súbditos.

En cierta ocasión el joven príncipe encuentra en las

inmediaciones de su palacio a una bellísima mujer.

Deslumbrado por su belleza, quiso poseerla carnalmente en ese

mismo instante, ignorando que se trataba de una mujer santa.

Ante los ímpetus del príncipe, la mujer le manifestó que en el

plazo de una semana sería suya, en ese mismo lugar.

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Las Calles del Virrey

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Durante aquella semana, la heroína de esta historia ingirió por

todo alimento, plantas vomitivas y diarreicas, depositando sus

heces y vómitos en un frasco, y a consecuencia de este

procedimiento radical, su otrora blanca y hermosa piel se

ennegreció y arrugó, perdiendo toda su belleza.

Llegado el día del encuentro con el príncipe, éste halló tan sólo

a una miserable anciana, quien dijo ser la bella mujer que había

acudido a la cita para ser suya.

El príncipe creyendo que se trataba de un engaño preguntó

indignado ¿Dónde está toda tu belleza?” y la santa repuso “hela

aquí” ofreciéndole el frasco con las heces y los vómitos.

Este episodio causó tan profunda impresión en el príncipe

mundano que comprendiendo la lección, decidió convertirse en

un hombre santo.

En este episodio aleccionador, podríamos argüir a favor de la

tesis de Roger Casalino Castro, como el primer caso registrado

del mojón filosofal.

Los que deseen contrariar esta tesis, podrían citar v.gr. los

procedimientos de extorsión aplicados por Napoleón Bonaparte

en su campaña a Egipto.

A fin de obtener recursos para sustentar a su ejército invasor,

Bonaparte ordenó el secuestro de algunos poderosos egipcios,

exigiendo un fuerte rescate a cambio de su liberación.

Pese a ordenar el asesinato de la mayoría de ellos, Napoleón no

obtuvo la contraprestación esperada.

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Las Calles del Virrey

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Informado de los preceptos del Corán, el gran corso ordenó

arrojar los cadáveres de sus víctimas a las heces de los cerdos,

castigo que impedía a las almas de estos infelices alcanzar el

paraíso musulmán y gozar de sus bellas huríes.

Huelga decir que este procedimiento de extorsión a través de la

inmundicia dio excelentes resultados financieros.

Más allá de estas citas a favor o en contra de el mojón como

catalizador de la conducta humana, interpretamos una

constante en la obra literaria de Roger Casalino Castro: una

cordial invitación a efectuar una introspección histórica,

camino seguro para reencontrarnos con nuestras verdaderas

raíces de naturaleza pre-hispánicas, exentas de impurezas post-

hispánicas y plenas de valores.

Esperamos que su obra contribuya a ese noble propósito, que

es tarea de todos.

Dr. Enrique Bedoya Sánchez

Rector de la Universidad Tecnológica del Perú.

Dr. Jorge González Bolaños

Secretario General y Director del Instituto de Idiomas

de la Universidad Tecnológica del Perú.

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Las Calles del Virrey

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LAS CALLES

DEL VIRREY ( El Mojón Filosofal )

El Mojón Filosofal es aquel que nos permite percibir con claridad meridiana que este mundo es eso. (una mierda). Es aquel que nos ayuda a comprender que es parte de nuestra propia razón de ser, nos mueve a la reflexión, y por lo tanto, a la necesidad de progresar. Pues bien, cada vez que hacemos un análisis serio, sólido y sereno, y sobre todo sin engañifas, de nosotros mismos, lo primero que se nos ocurre decirnos es: “soy una mierda”, y de inmediato nos sumimos en profunda reflexión para obligamos a salir de tal estado. En otros casos, cuando con el ánimo de hacerle algún favor a un amigo, le decimos cariñosamente: “has hecho una cagada”, y de inmediato asumimos una actitud heroica y amical para decirle: ven, arreglemos juntos esta mierda”. Somos pues, bajo cualquier punto de vista, artífices de nuestros propios mojones, pero a la vez, dependientes de los mojones de los demás.

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Las Calles del Virrey

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I

Tiempo atrás, cuando la apariencia de progreso y elegancia que vivía la Lima del virrey, permitía a los limeños caminar por sus calles adoquinadas o empedradas, que por aquel entonces, eran motivo de orgullo, éstos se jamoneaban, y el virrey, jactancioso, podía pavonearse de satisfacción cuando los seudo intelectuales llenaban la ciudad de versos románticos y frases floridas. Presuntuosos, pretenciosos y advenedizos como eran, y lógicamente como buenos herederos de los derechos de la realeza española, los nobles limeños escapaban hacia la otra ribera del río Rímac a darse un flirt, o a rendir su estúpida retórica ante una hermosa, coqueta y sabrosa criolla. Muchos años hacía ya que había surgido la idea de frecuentar los recreos campestres, donde se cocinaba la sabrosa y picante comida popular. Esos mismos huertos, que comenzaron siendo el pretexto masculino para el gran escape social y sexual, o sea, “desestresador” -palabra que aun no se había inventado- ahora ya lucían llenos de tradición.

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Las Calles del Virrey

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- Decidme. ¿Qué otro platillo provoca a vuestra excelencia?

- ¡Aquel! Aquel cuyas piernas aparecen discretamente bajo el faldón, pero que con mucho disimulo, nos muestra el culo.

- ¡Que buena vista tenéis excelencia! No había notado el detalle, pero ahora que lo advertís, miraré con sumo cuidado los atributos de aquella otra que nos sirviera el sancochado.

- ¡Así es mi querido don Fernando! Que jamás se diga que don Juan de la Solera y de Castro no mira con buenos ojos aquello que destaca por su propio valer... Más aún cuando nos viene incitando al pecado.

- ¡Don Juan! La excelencia la tenéis por vuestras virtudes. Recordad que pecar es lo excelso de lo humano.

- ¡Vaya que sí don Fernando! Dejemos lo divino a Dios, y olvidémonos de Él por esta noche.

El cerro San Cristóbal era mudo testigo de las escapadas del Virrey don Manuel de Amat y Juniet –lo diremos así para que suene bonito- y también de tantos otros nobles de alta alcurnia y “fundillo” sucio, que como él, quemaron tiempo y fortuna a los pies de lindas cholas, y mestizas, cuyo sabor era, indudable y definitivamente, distinto al de las españolas desabridas, recatadas y recubiertas de blondas, hipocresía, y corsé. Era común pues que en los tiempos de los virreyes, los susodichos nobles sostuvieran sus enjuagues nocturnos al otro lado del río, y que algunas veces tuvieran que “tumbar su chola” en la huerta, de manera que, y por lo tanto, también era común que resultaran pateando un

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mojón dejado al paso por la servidumbre, o por algún caballero apurado, quienes salían a “hacer del campo” en las inmediaciones. Hasta se podía llegar, en una ardorosa revolcadita, a ensuciar la levita, situación incómoda y poco digna, cuando al volver a palacio tuviera que derramar semejante lisura por los ambientes sociales. Los inodoros y W.C. no existían y los pozos ciegos eran un privilegio.

II El Virrey, don Manuel de Amat y Juniet, noble y militar, autoritario y prepotente, hombre recio, déspota y pagado de su suerte, tuvo un virreinato largo, tanto como el de otros que hicieron menos. Fue prolífico en obras esenciales como el Real Felipe y otro par de castillos más, y la Casa de Moneda de Potosí. Probablemente, debido a que dos de sus obras importantes fueron: El Paseo de Aguas y La Plaza de Toros de Acho, que también por aquellos nobles y remilgados tiempos, representaban despilfarro y juerga, gastos que eran gastos que le disgustaba pagar a la Corona, dieron como resultado la pérdida de la confianza del Rey. La actitud de Amat de realizar obras, simplemente realizándolas y reportándolas una vez concluidas, manifestaba una actitud independentista que España miraba con preocupación, más aún cuando llegaban los chismes sobre sus plebeyos amoríos. Esta técnica ha sido heredada y sofisticada por lo gobernantes de hoy.

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¡Sin licitación compadrito! Ah. Pero en cuanto a los amoríos, ya no tienen que ser románticos y exclusivos; ahora tienen lugar en diferentes ambientes y sin mayor compromiso. Cansado el poderoso virrey, cansado ya de sufrir las incomodidades y poco gratas sorpresas que le deparaban los huertos, y de que estas sorpresas le quitaran al encuentro ese toque gracioso y apasionado de romanticismo que era necesario conservar en los excitantes “mates” nocturnos, decidió, sin preámbulos, pero eso si, complaciente con su amada, convertir aquella calleja polvorienta en una hermosa Alameda bellamente adornada de flores y de un señorial Paseo de Aguas. Con estas obras, el arrogante Virrey Don Manuel de Amat y Juniet coronó con elegancia y distinción su bien ganada fama de “putañero” y “palangana”. Era muy estimulante para las viejas chismosas de uno y otro lado del río, contar con lujo de detalles las anécdotas que corrían sobre los amoríos de este controvertido personaje de nuestro enclave histórico. Revivamos algunos de los sucesos y candorosos diálogos, que a decir de algunas buenas y otras malas lenguas, sostuvo el virrey con su joven y hermosa pareja. La había descubierto en una noche de teatro. Se dice de ella que era poseedora de una excepcional belleza, ágil altiva y segura de si misma, atributos que produjeron en el orgulloso personaje una excitación emocional palpitante, al encontrar en ella lo que no tenía en casa: una sonrisa sensual y unos ojos pícaros instalados sobre un cuerpo gracioso de insinuantes curvas, y sobre todo,

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esa natural coquetería que hacía pensar que estaba dispuesta a dar amor y consuelo ardiente. - Pues mirad mi pequeña flor que a pesar de que sois

una “perra chola”, habéis cambiado mi vida al punto que no me importan ni los chismes ni lo que puedan decir las damas elegantes del otro lado del río.

- ¿Yo señor?... - ¡Si vos! Vos habéis dado calor y sabor a mi vida y

os habéis convertido en mi dueña, y por tan importante razón, estoy construyendo esta fabulosa alameda para que podamos pasear juntos luciendo nuestros encantos ante el mundo. ¡La pucha que si era pretencioso!

- ¿Y cree vuestra merced que pueda sentirme cómoda ante los ojos críticos de los demás?

- No debéis dudarlo. Acostumbraos a que soy el hombre más poderoso de esta parte del mundo y que mi voluntad no se discute, que mis amores son míos y que nadie osará criticaros, so pena de recibir el castigo de mi ira.

- Me llenáis de pasión mi señor y mi corazón se obliga con vos a ser fiel, cariñosa y elegante. Pero será necesario para coronar tanta dicha que vos me hagáis también un palacio en el que podamos dar rienda suelta a nuestra ardorosa intimidad.

- Ese deseo es ya una realidad y nada podrá impedir que nuestros corazones palpiten como uno. Mis noches en palacio son de insomnio, mientras que las que paso a vuestro lado son de ambrosía y lujuria, la pasión que me dais supera la emoción de mis sentidos y el regocijo de vuestro aliento complace con exceso mis anhelos.

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- Su señoría exagera, tan sólo soy una sierva dispuesta a complaceros.

- No digáis eso que me atormenta, pues deseo fervientemente teneros como reina, y ya que no puedo llevaros a palacio, por lo menos lo seréis en el que ya, por mi promesa, os estoy construyendo, adonde nadie será más reina que vos y de quien nadie será más suyo que yo.

- Mi señor. Consoláis mis oídos y satisfacéis mi dicha, me abrumáis de caricias y me dais amor. ¿Puedo acaso pediros más?

- Cuando desnuda os tengo entre mis brazos, quisiera conduciros así por las calles de Lima para que todos aprecien la belleza de la mujer que me llena la vida y complace mi vanidad.

- ¿Será que soy el amor insertado en la pasión gloriosa de un momento, quizá no bendito pero si adorable, al que me entrego con el alma plena?

- Sois el alto precio del pecado de amor que pago con placer. Sois la dulzura de la carne a la que no renuncio. Sois la ternura del placer que me da dolor y de la gloria vivida que me pone a vuestros pies.

- Vivo orgullosa de vos y de lo que sois, pero más aún lo estoy, por el amor y la pasión que me concedéis.

- A partir de esta memorable noche ya no me importará que al otro lado del río os llamen “ la perra chola” o para disimular su disgusto: “La Perricholi”, eso lo consideraré como un tributo de su mediocre talento a vuestra belleza y dignidad. Por ello, yo prefiero llamarte Miquita.

- Gracias mi señor, gracias por ese amor que siempre sabré corresponder.

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- Que descanséis. Debo retirarme, aunque no podré dormir pues no dejaré de recordaros ni por un instante.

III Y el progreso llegó a la ribera derecha del río Rímac, gracias a la fortuita patada que diera el virrey a un mojón, el que con su histórico poder, hizo que el amor del virrey y la plebeya se viera coronado entre flores por románticos aromas, cada vez que cruzaba del puente a la alameda. - ¡Cochero venid aquí! Me ha dicho su graciosa

majestad, la virreina, que al parecer vos andáis pateando mojones por los huertos pues expeléis olores poco dignos que la ofenden.

- Verá su excelencia, sucede que los hijos de la cocinera están con unas diarreas terribles, y como andan sueltos por el huerto, pues no hay forma de evitar que cuando voy con la Pancha, contagiado del romance que vos tenéis con la Micaela, siempre terminamos embarrados, tal como a vos mi señor, le sucedía antes.

- Id al capitán de gendarmes y decidle de parte mía que os proporcione diez soldados y que disponga lo necesario para que de inmediato se construya un silo para la servidumbre de palacio. ¡Ah! Y que vea como hace para que los chicos no se caigan por el hueco.

- ¡La pucha su excelencia... ahora si que vamo’a cagar fino oiga’uté!

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- ¡Dejad de lado los comentarios y tened el coche preparado, porque al caer la tarde, partiremos hacia el otro lado del río.

Esta fórmula de progreso, espontáneo y natural, ha perdurado a través del tiempo gracias a que tiene un sustento biológico, habiendo sido transportada con éxito de la época virreinal a la republicana y luego a la época moderna. Juntamente con los terremotos y otras catástrofes naturales, han sido los medios que han inducido o provocado esa humana actitud reflexiva, y la consecuente reacción positiva de los responsables, quienes no tuvieron más remedio que efectuar los cambios necesarios, fundamentales, para que a la larga, ellos mismos, se vieran involucrados en el progreso de la ciudad. Los caballos contribuían generosamente al estilo elegante de cruzar las calles al llenarlas de estiércol. Era obligado hacerlo con garbo y gracia levantando los pies con esa clase natural de caballero, es decir, levantándolos como caballo de paso. Esto dio lugar al nombre de nuestro caballo que aprendió a levantar los cascos –por eso de que los animales asimilan las costumbres de los amos y hasta llegan a parecerse a ellos- y por tal circunstancia, se le llamó con toda propiedad: “el caballo del paso peruano”. Sin embargo, esto no era justo para los limeños elegantes, y menos aún para el virrey, quien orondo y orgulloso enseñó el “paso” al caminar sorteando mojones, boleando los tacos, y balanceando la voluminosa panza con las manos asidas a las solapas de

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la levita. Con la cabeza levantada podía mostrar orgulloso la dignidad de su cargo. De esta manera, los mojones callejeros se pateaban con elegante y aparente desprecio. Por tal razón reclamaron la gloria de la imposición del estilo. El virrey cruzaba la calle seguido de su numeroso séquito a quienes apuraba en caballerosa arenga: - ¡Caminad! ¡Caminad con garbo! Observadme... con

elegancia. - Pero su excelencia, debemos mirar donde pisamos. - ¡No jodáis! ¿Qué con garbo os he dicho! Los

mojones no se miran... se pa-te-an, pero sin perder el estilo.

- Su excelencia tiene la razón. ¡Es un experto! - ¡Y muy satisfecho de serlo!

La pasión ciudadana que ha hecho del chismorreo un pasatiempo favorito, digno, necesario y hasta indispensable, ha superado al clásico chisme de pueblo, del que se ha dicho con razón que: cuanto más pequeño sea el pueblo, más grande será su infierno. El chisme ciudadano le sacó una considerable ventaja al llenarlo de tradición: - Comadrita, recuerde que en los tiempos de don

fulano sucedía algo parecido...y por eso dice la gente que... pero como a mi, felizmente no me gusta hablar... me callo... por diosito lindo...

Luego, de garbo y salero criollo: - Verá el señor, que andan diciendo por ahí que la

Raquelita está buscando novio. ¡Y de qué manera!

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Lo hace con unos andares que dan pues ganas de romperle el culo a patadas, pero descalzo y a nalga plena... Ah, y con estilo.

- Pues si que esa mujer debe hacer un mojón poderoso. Debería resultar fácil progresar a su lado mi querido Doctor.

- Nada más digno. Marcharé tras esa nalgas... - Hacedlo que yo os acompaño en ese andar. Y después, sofisticado... - Qué opina su excelencia de lo que se dice de la

Condesa y sus amoríos con el Escribano? - Pues diré, sin ánimo de echar leña al fuego, que la

Condesa anda buscando que se le muera el marido, y de paso se asegura de tenerle el escribano al pie de la cama para librarse del cura en eso del artículo mortis.

- Mujer inteligente y precavida. ¿Será tan fría en la cama como en sus cálculos?

- ¡No que va! ¡El inagotable poder que posee para ofrecer sus favores es la forma maravillosa que tiene de acabar con el marido!

- ¡Que exagera vuestra merced!... - ¡No, no! Señor Comendador que me han contado...

bz bz bz bz... y que morirá feliz. - Pues por ahí también se dice de vuestra excelencia

señor virrey... - ¡No!... ¡No me lo digáis!... ¡Que dejaría de ser

chiiisme!... ¡Ja-ja!

IV

Mientras la santidad llenaba las iglesias, las calles de la vieja Lima del virrey olían a diablos, pues ya los

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gallinazos resultaban insuficientes e incapaces para solucionar el servicio de baja policía. Cada vez era más natural y frecuente la costumbre de bolear las bacenicas por la ventana. Los limeños debían caminar con mucho cuidado por la vereda y hacer prudentemente un elegante y afeminado paso de novia antes de trasponer cada ventana residencial o puerta de vecindad. Lo hicieron con mucha gracia y propiedad, tanto, que a ese “pasito” se le llegó a llamar: “prudencia limeña”. ¡Qué linda es mi Lima carajo! - ¡Esperad! ¡Esperad! ¡Quien esté cerca de la

ventana! ¡Tened cuidado! ¡Esperad que sale calientíiiiitoooo!

El caballero, que con cautela se aproxima a la ventana, sofrena su andar, y con mucha gracia, se prepara para realizar el “pasito de novia” diciendo... - Gracias doña Ramona, gracias, que si vos sois tan

gentil... Y el mojón salía volando por la ventana al tiempo que la boleadora cortésmente saludaba:

- ¡Adiós don Antonio! Que ya vos sabéis lo precavida

que soy... - ¡Sí doña Ramona! Gracias a personas como vos da

gusto caminar por las calles de su excelencia el virrey. Saludad de parte mía a la dama de la casa.

- ¡Gracias don Antonio!... ¡Hasta la próxima! O sea, dicho con elegancia: hasta la próxima bacinica.

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Claro que era inevitable, que alguna vez, alguien resultara bañado en caca, pero en esos fortuitos casos, los afectados merecían la atención de la dueña de casa quien se encargaba de devolverlo a la circulación, limpio, sereno y listo para cruzar la siguiente ventana. No hay duda, eran cosas de esa Lima que se fue y cuyas anécdotas resultan dignas de evocarse.

V El virrey Amat, Manolón, como cariñosamente lo llamaba la Perricholi, llegaba de un viaje de descanso, procedente de una finca de Cañete, adonde fue de muy mala gana obligado por la necesidad de complacer a la familia, y de paso, amainar el temporal de la chismografía oficial. Durante la estadía apacible de la quietud del campo, y con el aburrimiento propio del no hacer nada que incentivara sus dones y dotes de virrey, la impaciencia y el mal humor habían alimentado su soberbia al punto de ponerle el hígado en salmuera. Esta insoportable calma lo obligaba a explotar contra todos los inocentes y sumisos que lo rodeaban, quienes lo sufrieron en todo su esplendoroso poder, encontrando que la voluntad del virrey estaba por encima del sentido común. En una mezcla de pesar y regocijo, Manolón se daba cuenta de que sin quererlo, inconscientemente sensible, había sucumbido al amor de la plebeya que desde lejos lo mantenía subyugado.

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Volvía a Lima desesperado por entregarse a los brazos de su loco amor, y por lo tanto, el viaje de Cerro Azul al Callao a bordo de un bergantín, navegando en aguas tranquilas, el viento favorable que soplaba no era suficiente para calmar su inquietud y nerviosismo. Se mordía la rabia que lo mantenía mirando el horizonte, pero se sostenía firme para no mostrar aquella desesperación que nadie podía notar, porque él, el virrey, debía estar por encima de sus emociones. Estaba loco por llegar a los brazos agradables y a los dulces besos de la Micaela. Quería entregarse enternecido a la pasión con toda la rabia y el dolor sentidos y reprimidos durante los días de ausencia. Al llegar al Callao, fue el primero en desembarcar y subiendo con inusitada agilidad a su coche, partió raudo directamente a la casa de la amada desdeñando el qué dirán. Una pasión juvenil lo tenía encandilado. Sentía que las responsabilidades de su cargo eran soportables con una sonrisa, sólo después de haber recibido “los favores” –así se le llamaba al sexo- de la Miquita. Manolón bajó del coche y a grandes trancos ingresó a la quinta casi gritando: - ¡Miquita! ¡Ya llegué! ¡Vengo sediento de tus besos y

ardiendo de pasión por vos! - ¡Manolón! ¡Habéis llegado! Os extrañé tanto que las

lágrimas han dejado una huella en mi. Dios sabe que es cierto.

- Dejad de mencionar a Dios que sólo quiero pensar en vos, y sin su presencia, porque mi pasión y mis deseos son pecaminosos.

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- Así será mi señor. Yo también ardo por vos. - Venid pues a mi. Desnudad ese cuerpo que tanto he

extrañado y seamos uno solo en nuestra dicha. - No deseo otra cosa que complaceros, que seáis feliz

y que olvidéis los momentos de mi ausencia. Sed pues mío como soy de vos, entregaos a mi como me entrego a vos.

Y se entregaron en un estrecho abrazo de tierna violencia y ardoroso regocijo. Cuando hubo aplacado las ansias de placer reprimido que traía, el virrey partió en su coche con destino a palacio, lentamente, sonriente, disfrutando de la visión y el aroma –así lo llamaba- de sus calles. Después de pegar un par de gritos y otro “par de carajos bien puestos” dejó las cosas en orden hasta el día siguiente. Confiaba en que un buen mojón, dejado por ahí casualmente, habría tenido durante su ausencia, la virtud tradicional de proteger el virreinato. La “cojudez”, no es ni ha sido nunca, atributo exclusivo de los pobres, pues se magnifica con el rango y la posición social. Al día siguiente, Manolón se levantó temprano, subió a la azotea y arrimado al barandal, disfrutaba mirando sus virreinales calles. Como quiera que ésta, era una forma de lavado cerebral, pensaba y hacía planes mientras sonreía cada vez que alguien pisaba un mojón pues le recordaba su primera experiencia con la Miquita.

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Entre los pregones del lechero y el panadero, el sanguito y los tamales, y las frutas y verduras, disfrutaba al ver como los perros buscaban un lugar aparente para levantar la pata y cómo los gallinazos volaban de las blanqueadas cúpulas de las Iglesias a las calles. Recordaba con una sarcástica sonrisa, cómo en algunas oportunidades estos útiles pájaros agradecían la muy abundante comida de que disfrutaban, adornando con gracia el sombrero de plumas de alguna dama elegante que se dirigía a la Iglesia a recibir la bendición de la tarde. Él, el poderoso virrey, se preparaba de esta manera para disfrutar de un suculento desayuno que fortaleciera su cuerpo, ya que el alma se encontraba plena de dicha, pues el día anterior la Perricholi se la había dejado limpia... blaaanquita... y sin la ayuda de Dios. El amante, sea hombre o mujer es una bestia desinhibida, y por lo tanto, todas sus intenciones están en función del placer que pueden dar y disfrutar, sea cual fuere la forma de complacencia que utilicen, mientras que la persona que ama se convierte en víctima activa cuyos sentimientos son engañados y traicionados por el amante, bajo la pobre ilusión de un remedo de amor, para después sufrir bajo las tenaces garras de un comercio desigual. Dará amor a cambio de placer, pasión por interés, entrega por desdén, ternura por dolor y al final, sufrimiento que le pagan con desprecio. Sin embargo, toda regla tiene excepciones y en nuestro caso, el amor hizo su juego. Entre el virrey y la Perricholi pasó sin hacer antesala. Ellos tuvieron un amor salvaje pero sublime, pecaminoso pero bendito, odiado por unos

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y admirado por otros. La envidia y la maledicencia no lo opacaron. En la distancia, al final, vivió en el corazón de cada uno. De la misma manera que Dios se sublima porque hay seres inteligentes que le dan esa calidad de Dios, el amor se sublima cuando a los ojos de los demás se presenta como tal, como un amor capaz de superar barreras, un amor que se manifiesta como un jardín hermoso cuyas flores pueden ser admiradas y cuyo perfume exalta la pasión. La alegría de ese amor, plebeyo en su concepción, era, sin que el virrey lo advirtiera, el comienzo de los cambios que necesariamente se producirían en el virreinato y que darían como resultado el proceso emancipatorio. Una vez más descubrimos el poder histórico del mojón filosofal. Una manifestación clara de este hecho la encontramos en la felicidad con que el virrey, al llegar a la casa de la Miquita, se despojaba de sus ropajes y arrojaba a la canasta los bobos, blondas y otras prendas almidonadas y atrincadas que lo mantenían tieso y escaldado, pero sobre todo, vivía intensamente al olvidar los afeminados modales de cortesía y otras cojudeces, típicas maneras de la nobleza desesperada por mostrar las bondades de su alcurnia. Como se puede notar, la “cojudez” se magnifica en la sociedad. Por supuesto, decorada por una sarta de viejas fatuas.

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VI

Los tiempos son como el barco que navega en altamar. Se balancea de uno a otro lado según como lo mezan las olas, pero siempre flota en el mismo mar, agitado o calmo, siempre de acuerdo a las circunstancias. Si por acaso alguno se hundiera, de inmediato será lanzado otro que flote con mayor seguridad, para que de esta manera los humanos insistan en aparentar valor y emoción para ocultar el temor y la tristeza que los agobia por estar lejos de sus sueños y esperanzas. Cuántas veces al llegar a la orilla del mar hemos aspirado profundamente una buena bocanada de aire, para expresar luego con satisfacción nuestro contento al decir: ¡Qué riiiico!... ¡Huele a mar! Pues sí. Igualmente, cuando el virrey por razones de sus funciones se alejaba de la ciudad, añoraba sus calles, y cuando al volver hacía su ingreso esperando aplausos, también él aspiraba profundamente los olores que le llegaban con la húmeda brisa y decía: ¡Aaahhh!... ¡Qué rico!... ¡Huele a Lima!... Entonces se bajaba del carruaje y era muy feliz nuevamente al caminar por sus calles, y con cariño y disimulo, le daba una agradable patadita al primer mojón que encontraba. La felicidad está en un recóndito y protegido lugar del cerebro humano, y desde ahí hace palpitar el corazón gracias a ciertas virtudes, tales como el recuerdo, la sonrisa o la pasión, virtudes que descubren el paraíso gracias a los sentidos.

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No faltaron ocasiones en las que la virreina le salía al frente al virrey para reclamarle por ciertas actitudes, o aquello que para llamarlo con clase, se calificaba como conducta un tanto licenciosa, en cuyos casos, adoptando una severa actitud de rechazo le decía con desprecio: - ¡Hueles a chola!... Y él sin inmutarse, pero eso sí, con satisfacción le respondía: - ¡Entonces huelo a gloria! ¡Y ordeno suprimir mi baño

hasta pasado mañana que será mi próxima visita al otro lado del río!

- ¡Pero ese olor a chola y a picantería me resulta insoportable!

- Pues veréis graciosa majestad, que yo no os replico cuando feliz volvéis oliendo a incienso y a otros aromas inconfesables.

- ¿Tratáis de ofender mi virtud y mi devoción a vos? - Eso nunca su graciosa majestad. Os soporto como

sois, pero eso si os digo, que unos clericales cuernos me obligarían a enviaros a la corte del rey con el encargo especial de ir a vestir santos.

- ¡Me ofendéis! ¡Me salpicáis de aquello que andáis pateando al otro lado del río!

- Y por estas calles de la virreinal ciudad también. Aún así, me inclino ante vos, pero os diré más. A quien quiero ofender es a la virtud del padre Jacinto, pues tengo la impresión de que es un gran aficionado a las beatas.

- ¡No os tolero semejante dicho! ¡No os acepto que ... - Será mejor que vuelva allá, al otro lado del río,

adonde paso los ratos de gozo, alegría y felicidad que vos me negáis, y sin tener que soportar gritos destemplados.

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- ¡Pues volved a la mierda de donde venís y que Belcebú os adorne con sus malditos cuernos!

La virreina sucumbía a la vulgaridad mientras él mantenía su nivel de dignidad, porque él, era “El Virrey” en todos los actos de su vida como tal. Jamás cambiaba de personalidad exigido por las circunstancias. Al asumir el virreinato se despojó de debilidades y actitudes personales para ser tan sólo El Virrey. En su casa, en el palacio, como soldado, como hombre y como amante, siempre el virrey. Qué diferencia con los gobernantes de hoy que usan la camiseta de la conveniencia para decir que esto o aquello fue dicho a título personal, o como profesional (probablemente del cuento y la mentira), o hasta como padre de familia, para ocultarse tras esa honrosa posición. ¡Qué poca hombría para asumir la responsabilidad plena de un cargo! ¡Qué vulgar churreta la que hacen con semejante actitud! ¡Mierda!

VII El virrey hacía su vida con el derroche y opulencia que el cargo exigía, y también porque además era necesario ostentar y exhibir aquel poder absoluto para ejercerlo dignamente. Nada detenía pues el desboque de apetitos que su corazón enamorado pedía a gritos. Podía darse el lujo de ser sereno o atrevido, cuerdo o loco.

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- ¿Usía me estima digno de merecele un favó de un consejo su excelencia?

- Decidme Pachinga ¿De qué se trata? - Pué verá pué usía que ando tras la Pancha y ella

quiere que sea a firme pué. - ¡Ah!... Pachinga, Pachinga... ¿Qué os gusta de

aquella morena para hacer un compromiso serio? - Usía comprende... Me guta pué su tratamiento de

manera, y cuando etoy con ella, ya no se qué decir pué...

- Lo que sucede Pachinga es que vos estáis enamorado, y que ella lo sabe.

- ¿Y usía cree que tamién yo me puedo enamorá? - ¡Ah mi negro Pachinga... mi fiel cochero! El amor es

un ser poderoso que no respeta color, sabor ni olor. Debilita al fuerte, fortalece al débil y sin importar su tamaño. ¿Por qué creéis vos que cruzo el río con preocupación y vuelvo con una sonrisa?

- ¡Ah caramba! Yo creí que su excelencia venía por negocio.

- Si, claro... por negocios, pero de los malos negocios. De esos que no producen dinero pero que si dan mucha felicidad.

- Usía es hombre sabio. Creo que voy a hacer un mal negocio con la Pancha. ¡Je-Je-Je-Je!

Qué felices somos viviendo en ésta ciudad admirando las viejas calles del virrey con sus balcones y ventanales decían las viejas limeñas. Si hasta en un momento de entusiasmo feliz y reconocimiento al rey de España, llegamos a creer que la santa inquisición es como las propias rosas, y que el olor a frito que expele, proviene del olor del chicharrón que preparan para dar de comer a los guardias e inquisidores.

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- ¡Perica, Perica! ¿Habéis sentido el delicioso olor a

chicharrón que se disfruta por Acá? - Si Emiliana. Creo que debemos hablar con el

reverendo inquisidor para que nos preste su cocinero cuando nos toque matar el chancho que estamos engordando en el huerto.

- ¡Qué buena idea Perica! De esa manera no desperdiciaremos nada. Haremos no sólo chicharrones, sino también tamales, queso de chancho, chorizos y relleno. Corresponderemos al señor inquisidor con una buena poción.

- Excelente Emiliana. Excelente. - No hay duda Perica. Por el olor se nota que el

cocinero debe ser muy bueno.

VIII

Los amores tormentosos, que por encima de las cabezas empolvadas y las lenguas chismosas de las maldicientes, profesaba el virrey a la Perricholi, removieron los conchos de la ciudad al hacerse público que habían dado fruto. - ¿Cuál es el secreto aquel que os preocupa y debéis

confesarme? - Un hijo vuestro se forma en mis entrañas para

llenarme de dicha y honrar vuestra memoria cuando ya no estéis a mi lado.

- La razón de mi culpa está dibujada en el hijo que vais a tener y no puedo dejar de pensar que soy el causante de tal situación.

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- Señor. Perdonad si esto os causa enojo. - Os amo con pasión y respeto lo sucedido. Si esa es

la voluntad de Dios, pues que así sea. - Gracias doy a Dios y a vos por darme esta felicidad.

Venid. Os daré un baño de pies para que en mi humildad obtengáis paz por un momento.

Y la Micaela, o Miquita, como él la llamaba con cariño, gozó del amor de ese hombre poderoso, virrey patán y orgulloso, prepotente, soberbio y engreído que en sus faldas, fue apenas, un gatito tierno y lambiscón entregado unas veces al placer y otras a adorarla con devoción. - ¿Podría su excelencia colocar su mano firme sobre

mi barriga para sentir como se mueve nuestro hijo? - Pues es una emoción que no puedo perderme. Es

hermoso saber que una vida engendrada por mí se agita en el vientre de mi amada.

- Rendida estoy a vos porque jamás rehuisteis mis problemas, muy por el contrario, los compensasteis llenándome de afecto.

- Qué consolador es escucharos. Lo decís de una manera tan franca que se hace adorable.

- Gracias mi señor, mi amigo, mi amante. - Venid, venid Miquita mía, consolaos sobre mi pecho,

tomad de mi calor y dadme de vuestro aroma. - Mi virrey hermoso. ¿Cómo amaros menos? - Sueño con el momento histórico en que nuestro hijo

haga su propio mojón siendo consciente de él, y recapacitando, escoja su camino.

Estas son las cosas de la Lima que ya se fue, con más pena que gloria, pero que vale la pena recordar.

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El virrey era consciente de que el amor loco y desesperado que sentía por “La Perricholi” lo perdía. Sabía que esa pasión, hoy gloriosa, lo conduciría a perder la dimensión de la realidad, y por lo tanto, los chismes traspasarían los océanos precipitando su caída. Las chismosas, bíblicas ignorantes que dentro y fuera de palacio, en su persistente y vulgar cucufatería adornada de hipocresía al persignarse y besar la señal de la cruz a cada instante, se regocijan contando, con falsa modestia por supuesto, un voluminoso cuento lleno de espanto y santo temor de Dios, asegurando que en el asunto en cuestión, se ve claramente la intervención del mismísimo diablo. Imaginar lo que se podía decir del romance de la Perricholi y el virrey resulta fácil. Que si el embrujo, que si la prima de su comadre que llegó de Cachiche en Ica, o que la hermana de la cuñada de su cuñada que llegó del norte, adonde también hay muchos brujos... y que “el daño” y que entonces “el brebaje” y que los compactados, y toda esa gama de jeringas que, comunes en la chismografía capitalina, llenaban de folklore la vida cotidiana, pero que sin embargo, al virrey le llegaban a la punta de la pluma del sombrero. Su otro yo, aquel yo que palpitaba en su corazón amante y en sus huevos de guerrero; aquel que le permitía distinguir con claridad entre un mojón filosofal y un vulgar mojón o despreciar sin tomarse mayores molestias, una asquerosa churreta, lo había convertido en un hombre digno y en un virrey excepcional.

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Ese otro yo le decía: Continúa, sigue Manolón en tu capricho, porque es lo más hermoso que has encontrado en tu camino, lo más salvaje gozado en tu destino; es lo que establece la diferencia entre un virrey que sólo fue eso, y un virrey que será recordado eternamente porque su nombre estuvo ligado íntimamente a la historia de un pueblo, íntimamente atado a su capacidad de amar y de creer en valores nuevos para rescatar bondades adonde sólo se miraban indignidades, amor adonde sólo se veía pasión, valor adonde sólo se veía coraje y compasión adonde sólo se administraba limosna. Ciertamente, tu nombre será recordado por ese amor entrañable a la Perricholi, que guardas para ti. Así como el mojón filosofal que representó la traición de Judas salvó a la humanidad del pecado, el mojón filosofal que significó el derroche y el despotismo de Luis XVI precipitó la Revolución Francesa, así como el mojón filosofal que representó la revolución de Velasco Alvarado propició el desarrollo de Chile, así, de la misma manera, el mojón filosofal que representó la maledicencia virreinal, salvó al Virreinato del Perú por el amor, al sembrar un campo florido sobre el estiércol de la inquisición y otras maldades avasallantes. - Sed vos la flor que yo seré la espada, sed vos el

candor que yo seré la mano firme, sed vos la pasión que yo seré la gloria. Venid a mi con amor que yo os daré consuelo, protegeré vuestra dicha, calmaré vuestra pena, adornaré vuestra miseria y os llevaré a disfrutar de mi gloria. Pero, por favor, no digáis jamás que sois menos que yo.

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- No mi señor, mi amigo, eso jamás, porque somos partes de un solo amor. Juntos somos dicha y esperanza, amor y pecado, cielo e infierno y cada uno la razón de ser del otro.

- Quizá este mundo cruel no nos permita crear nuestro propio cielo y en algún momento nos lleve a vivir un infierno, pero yo os prometo que en la otra vida, este gran amor, permitirá que Dios nos haga un cielo propio.

- Sueño con vos en ese cielo y vivo con vos en este infierno, pero en ambos soy igualmente feliz a vuestro lado.

- Permitid que os lleve al lecho donde el pecado de amor convertirá nuestra relación en un cielo glorioso.

- Voy con vos... mi amante. El poderoso Sol se refleja en la Luna para hacerla bella en la laguna. Así el virrey amante, la hizo brillar para ella en el Paseo de Aguas consagrándole su vida al sumergir su esplendor en las aguas claras, que como el amor, destacaron las virtudes sin importar los defectos.

IX

Por aquellos tiempos, ir a misa tenía una fascinación especial, e ir a la Iglesia formaba parte del limeñismo profesional. Mezcla de respeto y rebeldía, sumisión y romanticismo, lo que después, más adelante, tras sufrir una variante entre el afeminamiento y el machismo se llamará: criollismo.

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Las mujeres asisten vestidas con lo mejor de su ropero personal porque es el momento de lucirlo, y de paso lucirse ellas también en su modestia de clase media para abajo, pero con aspiraciones a princesas. Cada una cree que esa hermosa carita de mujer compungida que luce con las mejillas chaposas y los labios hinchados y rosaditos por los golpecitos que requieren constantemente para mantenerlos en tal estado, hacen juego con su juego de lucir el poco llamativo vestido que llevan puesto, pero eso sí, que lleno de limeñismo, está adornado con disimulo por un trinquete que les permite lucir una bien contorneada figura que va levantando las nalgas en una actitud “casi” natural pero desconcertante. De esta manera los asistentes a la misa, que llegan arrepentidos tratando de lograr el tan ansiado perdón, se ven turbados olvidando a que fueron a la iglesia, cuando a manera de “yapa”, les refriegan por los ojos el escote, que exótico e insinuante, muestra desafiante dos despercudidos senos que opacan la blancura de los lirios, el aroma de las flores y la virginidad de la virtud. Entonces... en vez de salir de ahí con el Espíritu Santo en el alma, se sale con el diablo metido en el cuerpo... pero cantando: ¡Qué hheeermosa es Limaaaa... y suuu tra-di-cióoooon! Recordamos, fieles a aquella tradición, que durante la divina época del virrey, era realmente difícil la maternal tarea de encontrar marido para las hijas. - ¡Chicas! ¡Vestíos que vamos a misa! ¡Que ya dieron

la segunda campanada y llegaremos con atraso! ¡Tened en cuenta que su Santidad ha enviado su Bendición!

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- ¡Mamáaaa! ¿No sería mejor que nos envíe un marido para cada una?

- Sí mamá, porque acá los jóvenes son muy escasos y toscos, ellos están acostumbrados a tratar con mulatas y cholas.

- ¡Pero qué dicen niñas que os tendréis que confesar! Vuestra virginidad exige un marido digno de vosotras.

- ¡Mammmáaaa! ¿Uno sólo para las dos? - ¡Qué diablo se os ha metido en la cabeza?

¡Arrepentíos de esos pensamientos! - Si mamá. ¡Pero queremos marido, y rápido! No sea

que terminemos entregándonos al primer doncel que pase pateando mojones por la calle.

- Serenaos chicas. Buscaré un par de vuestra alcurnia. Os lo prometo. Si fuera necesario los importaremos de España. Llegarán a lo sumo en seis u ocho meses.

- Mamá. Mientras tanto... ¿Podemos coquetear con José y Juan?

- ¡No! ¡Que son plebeyos! - Ah sí, pero están buenazos. - ¡Qué manera de hablar, disimulad vuestros modos!

¡Controlad vuestros impulsos y cerrad bien las piernas, porque una vez abiertas... no habrá santo que os salve!

X El mojón filosofal del abuso, el despotismo y el poder ejercido al amparo de la espada y los cañones amenazando siempre desde los fuertes, desde los

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barcos de guerra o desde lejanas orillas de continentes extraños, produce reacciones y consecuencias casi coincidentes y reflexivas, como la Revolución Francesa y la Revuelta de Tupac Amaru, y la independencia de los Estados Unidos de América. Por allá, por 1614, la población de Lima denota una brecha profunda entre una pequeña minoría dominante y la masa esclava bajo diversas formas de opresión, donde los naturales no son habitantes: Españoles 5,271 Españolas 4,359 Religiosos 894 Religiosas 826 Negros 4,429 Negras 5,857 Mulatos 326 Mulatas 418 Indios 1,116 Indias 862 Mestizos 97 Mestizas 95 Recogidas 92 Criadas en los Conventos 425

¿Y los naturales, dónde están? ¿Y los verdaderos dueños del país, dónde están? ¿Y su cultura? ¿Qué? ¿Ya desapareció? Los negros y mulatos son esclavos con título. Los naturales, o indios, como los llaman, no tienen título de propiedad, pero igualmente, conforman la mayoría esclava que representa el sesenta por ciento de la población. Los militares españoles siguen amenazando con el fuego de la pólvora, mientras que los religiosos continúan amenazando con el fuego del infierno, pero, como un

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adelanto, les van aplicando un cálido fuego, en la hoguera de la inquisición. Sin embargo, las armas menos poderosas usadas en la colonia, fueron la pólvora y la espada. Al margen de la viruela, que fue arma involuntaria, las más poderosas fueron el alcohol y la religión. Además para la explotación del indio como elemento productivo, se utilizó la coca, la cual pasó, de ser una hierba medicinal para los Incas, a ser un vicio subyugante. - Señorcito, señorcito. Dame trabajito pues. - Está bien. Vais a votar todo aquel desmonte a la

orilla del río. - Si señorcito. ¿Tendrás manta y soga para amarrar y

cargar a mi espalda? - Tomadla de ese rincón. Apuraos que con suerte

terminarás antes de que caiga el sol. - Señorcito. ¿Me vas a pagar? - ¡Sí que os pagaré! Un poco de pan y coca al medio

día y otro poco de pan y aguardiente por la tarde. Además, diez céntimos que daré por vos a la Iglesia a ver si salvamos tu alma.

- Si señorcito. ¿Me da un poco de coca para comenzar?

- ¡Ah! Indios, indios. ¡Juana! Dadle un puño de coca a este indio.

Para 1700 la población de Lima reventaba de religiosos, cuyo poder, bajo el manto catequista de la verdad sacrosanta, continuaba creciendo aún más constituyéndose en un mojón filosofal peligroso para la Corona que ya comienza a preocuparse.

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La población era para entonces: Real Palacio 95 Población 28,553 Pueblo cercado 333 Hospitales 1,209 Religiosos 2,155 Religiosas 3,865 Beaterios 206 Para 1790 la población no había crecido mucho, pero su conformación era propia de un medioevo que se había enclavado en los territorios del Perú, creando problemas económicos y de familia. Naturalmente estamos hablando de los españoles. Muchas de las mujeres blancas terminaban en los claustros como sirvientas, pues no tenían dinero para pagar la dote exigida en los conventos para ser aceptadas como religiosas. Blancos 17,215 (Incluye 4,831 Religiosos) Indios 3,219 Negros 8,960 Sub-razas 23,233 (Denigrante forma de calificarlos) (Mayormente mulatos) - Su excelencia, debo respetuosamente decirle que,

su gracia la virreina requiere dos naturales para los mandados.

- Pues veréis que no. A esos los requerimos en las minas y en los cerros andinos, cultivando y cargando a lomo, todo aquello que las mulas no pueden.

- ¿Qué debo decir a la virreina? - Decidle que se conforme con un par de negros, ya

que esos no nos sirven en las alturas.

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- Su excelencia tiene buenas razones. - Dejad las cosas como están. Los negros aguantan

látigo. Gritan pero no se revelan. - Sí su majestad, en cambio esos naturales, no gritan,

soportan y se lo guardan porque no pueden olvidar que una vez reinaron aquí.

- Mala cosa Comendador, mala cosa. Su Majestad el Rey está preocupado. Presiente un peligro inminente.

- Considera su excelencia que exterminar lo que quedaba de la Incata, ¿Fue acaso, hacer un mojón muy grande que arrastra demasiado poder histórico?

- Sí señor Comendador. No solamente grande, sino también explosivo. Explotará.

XI Mientras en las calles de la ciudad de los virreyes se sucedían lentamente los acontecimientos que marcaban la época con un matiz de intrascendencia palaciega y los chismes generaban la efervescencia popular, que se iba hartando de tanta cojudez, y “callao boca nomá”, en el viejo continente, en el ágil y fulgurante París, los intelectuales ponían una cuota de gloria y de valor sembrando ideas y doctrinas nuevas para cambiar la historia y surgir a un mundo nuevo, en un parto doloroso, pero real y necesario, que exaltaba los ánimos del pueblo para convertirlos en cadalsos. Los cadalsos fueron el fruto del ósmosis bendito que convertía el oxígeno producido por la acumulación de mojones filosofales en los nobles palacios y que con

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desagrado respiraba el pueblo, en sangre pura de revolución y dolor de parto, para parir la República. “ Parto en París “ Sueños de libertad, sueños de gloria, me llevan a un París bendito, en actitud de parturienta. Escucho el murmullo de mil voces, oigo chirrear la guillotina, que acaba en un chasquido, cortante, seco, tremebundo. Luego el ¡Ahhhh! del público que pide sangre, que ignorante se queja, para terminar en silencio. Ya no vociferan más, los gritos se revierten, odian con dolor su llanto, en los pechos la desazón se agita. La reina ha muerto. ya no está María Antonieta, a quien denigrar, a quien ofender, a quien echar la culpa de ser pobres.

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El amor se desvanece, las arengas ya no duelen, la discordia tiene sueño, la amistad tiembla de miedo. Un perro orina en el cadalso, una rata bebe la sangre derramada, las cabezas tiradas en el suelo, lucen burdas, han perdido la peluca. Convertidas en pálidas plebeyas, se desenfrenan las ideas, anunciando el doloroso parto, el nacimiento de la vida. Interminables noches de insomnio, largas noches de amargura. Puja la patria que sufre... Puja acuartelada en las Iglesias... Los enemigos son amigos... Todos pujan por un cargo... ¡Qué doloroso el parto!... ¡Se está pariendo la República!... Legalitè... egalitè... fraternitè

XII Los españoles habían dejado Lima. Los cerros, fríamente, pero con tristeza, divisaban las calles de la Lima cuadrada que, literalmente ocupada por los

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ejércitos libertadores, sufría ante la vista de los desteñidos y remendados uniformes y ponchos que lucían. - ¡Sargento de carabineros! ¿Ya limpió de mojones

las calles? ¡Debo realizar mi recorrido por las céntricas calles!

- ¡No mi General! ¡He tratado de hacerlo pero encontré mucha resistencia en la población!

- ¡No comprendo esa negativa! ¿Será que no desean una ciudad limpia?

- ¡Mi General! El principal opositor fue el cura de la Parroquia de La Merced.

- ¿Y qué razones puede tener ese cura para oponerse a mis órdenes?

- ¡No lo entiendo mi General! Él habló de un “mojón filosofal” que yo no sé lo que es.

- ¡Pues yo tampoco! ¡Buscad de inmediato a alguien que me lo explique!

- ... - ¡Ya mi General! ¡El sacristán de la misma Parroquia

se ha ofrecido! - ¡Traedlo ante mí! - ... - Decidme. ¿Qué sucede en esta ciudad que no se

puede retirar los mojones de las calles? - Verá General... Es una vieja tradición en Lima, que

sin un mojón se pierde la capacidad de reflexión, y como consecuencia de ello, no habrá progreso; por esta sencilla razón, hemos pensado que sin ellos en las calles, no tendríamos nada que inquiete a los humildes pobladores a deshacernos de vosotros, lo cual equivaldría a continuar siendo una colonia.

- ¡Huummm! ¡Con que el mojón filosofal!... ¿No? - Si mi General... Veo que comprendió.

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- Bien, bien... ¡Bien!... Gracias señor sacristán. No se hable más del asunto... ¡Sargento!

- ¡Sí mi General! - ¡Instruid a la tropa que debe tener sumo cuidado

con la vestimenta pues no hay uniformes de recambio, por lo tanto, deben ver bien por dónde caminan, adónde se arriman, y sobre todo, adónde se revuelcan!

- ¡Sí mi General! ¿Siempre dará usted su paseo matinal?

- Suspéndalo por el momento.

XIV Atrevidamente Lima invadía la margen derecha del río Rímac, adjudicándose su nombre para no sucumbir a la mano implacable de los residentes de la ribera opuesta. Por el contrario, desde ese lado del río, dirán que “hablador”, y no se sabe por qué, pues ni grandes piedras tiene como para suponer que las aguas al deslizarse entre ellas, en su variedad de tamaños, pudieran discurrir cantarinas sugiriendo algo; continuemos: desde ese lado del río ofrecía la posibilidad de escapar a la suerte de encierro social de que los limeños eran víctima permanente. Aquel encierro, no impuesto pero real, los tenía enfermos de frustración pues ellos querían vivir con las ventajas de la nobleza colonial, pero no se atrevían a manifestar tan temeraria opción sabiendo que no serían bien vistos, ni por la surgente clase intelectual, ni por el nuevo militarismo que era una mezcla de: los extranjeros que se sentían artífices de la independencia, y por ende, con

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todo el derecho a “cantar en corral ajeno”, y los de acá, más provincianos terratenientes que limeños, que también con todo derecho aspiraban a formar parte del núcleo de la nueva sociedad limeña, estirada y pretenciosa. Pero veamos qué pasó con los ejércitos libertadores, que como decíamos antes, estaban en Lima. ¡Ajá! Era una necesidad rescatar la belleza y prestancia de las calles del virrey como corolario de la libertad para recibir al Gran General, por lo que se asume el reto y se ejecuta la obra de inmediato. Emocionados los limeños no pueden sustraerse a la fascinación que les ofrecen las locas calles del virrey rescatadas de la humedad y salvadas del derrumbe natural por el Cabildo, que tal como era de esperar, ha respondido a la tarea del recate y al compromiso de dejarlas tal como fueron, tal como las caminaba el virrey durante sus paseos acompañado de las damiselas de finas manos y tan chiquito pie, con mojón y todo, en esto último es donde menos problemas tuvo el alcalde. Todo lo hecho dio a las viejas del quehacer social un motivo de orgullo y a los caballeros un aliento de sexualidad, pues se les pintaba la oportunidad de imitar al virrey, invitando alguna hembrita a dar un paseo que les permitiera evocar sus años mozos y sus sueños de gloria. Después de cincuenta años de aquellas memorables noches del virrey y la Perricholi, San Martín, el mismo que están pensando, Don José, el Gran General libertador, hacía su ingreso triunfal a Lima.

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Los notables, que ya habían estado en coqueteos con él, tratando afanosamente de conservar lo que tenían, y que de paso esperaban poder tirar sus piedritas, por si de rebote les tocaba alguito de lo que dejaban los realistas que se iban corriendo con lo que tenían en el bolsillo, lo esperaban con los brazos abiertos para ofrecerle su adulación sin límites. El idioma se hace menos retórico, pero sin embargo, se les escapa con suma facilidad y sin querer, aquello de: “su señoría”... “su excelencia”... y hasta “su majestad”. No se podía esperar que olvidaran tan fácilmente tantos años de venias, inclinaciones y afeminamientos sociales dignos de su alcurnia. Eso, al parecer, tendrían que dejarlo para las nuevas generaciones. Para los jóvenes que crecerían bajo los nuevos conceptos de libertad y otras formas nuevas de alcanzar el derecho a ser decentes, conceptos y derechos que después, ellos, los de siempre, los susodichos aduladores, se encargarían, con toda concha, de convertir en un mito maravillosamente discriminado. Las ideas políticas se entregan tal y cómo se hace con un hermoso paquete de bombones, primorosamente envuelto y adornado con un lazo para que no se sepa ni se pueda suponer cuántos bombones hay adentro; además, es necesario que se ignore mientras convenga, quienes estarán comprendidos en la repartija cuando al fin se abra el paquete, pero guardando el secreto de tal manera que de la seguridad de generar la expectativa necesaria, para que a la hora de la apertura, haya más

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receptores que bombones. Así, “el gran paquetín” se convierte en “el gran paquetón”. Forma de mojón filosofal subliminal que establece rangos y diferencias. ¡Viva la independencia!... Pero tengamos prudencia, y mucho cuidado, cuando vivemos “La Libertad”. ¡Que viva Liiiima, viiiiva mi paaaatria!... pero las revoluciones en “sucesión sucesiva” de gobiernos militares se suceden durante el siglo pasado produciendo escasez y nuevas fórmulas criollas de supervivencia y ayuda mutua. Entonces... - ¡Doña Ana! ¡Vecinita! ¿Podría prestarme su hueso

de manzana para alimentar mi caldo de verduras? - ¿Claro que si vecina! Pero por favor me lo cuida

bien, porque verá usted que se lo presté a la Pocha y me lo ha devuelto medio masticado. Parece que su perro lo arrancó del cordel.

- ¡Ah no doña Violetita! ¡Que yo soy muy cuidadosa! ¿No pensará usted que yo soy capaz de semejante despropósito?

- ¡Doña Ana! Un hueso es muy valioso y hay que cuidarlo mucho.

- Si doña Violetita, pero no se preocupe que podré devolverle el favor muy pronto, pues sabrá que mi compadre el torero me ha prometido uno para la próxima corrida.

- ¡Qué bueno dona Ana! Mientras tanto después de usarlo, lo cuelga en el cordel, pero bien alto para que no lo alcance su perro.

- Pierda cuidado doña Violetita, y muchas gracias.

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Las calles del virrey continúan inmutables y sin mayores cambios. Aún las acequias surcan diversas calles haciendo esfuerzos por arrastrar la basura durante la época de avenidas en que hay agua suficiente en el río, o en algunos casos, cuando es posible usarlas como canales de transito, en su discurrir discreto hacia los campos de cultivo de la parte baja de la ciudad.

XV Durante la época republicana del siglo pasado, llámense los gobiernos de Castilla, Balta, Piérola o Cáceres, qué importa cual de ellos, digamos que como cincuenta años de limeñismo, de ínfulas de gloria, de derrotismo barato o de revanchismo, la inculta soldadesca, de la manera más natural y tradicional, estaba obligada a ensuciar las calles de Lima. Ellos vivían como gatos monteses, en constante acecho de la servidumbre de las casonas y palacios para merecer sus cotidianos favores, por lo tanto, en esa expectativa, lo que menos les importaba era la frecuencia con que tenían que defecar en las calles, ya que hacerlo allí mismo o a la vuelta de la esquina, igualmente significaba hacerlo al pie de una casa. Estos hechos eran tan naturales, que jamás tuvo nadie que molestarse por ello, de ahí que no fue necesario llegar a una “guerra de los mojones”. Cosa que quizá hubiera podido resultar en un acontecimiento folklórico responsable que pudo habernos llevado a un despegue en armonía y progreso.

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XVI Pasaron los años, y después de muchos, pero muuuuchos años, llegamos a los tiempos modernos, y gracias a los adelantos con que se cuenta en materia de sistemas de desagüe, el clásico mojón callejero deja de ser el adorno común de las calles, para dar paso al surgimiento de nuevas y sofisticadas formas de mojón. Para muestra basta un mojón. El mojón filosofal político, que se hace regularmente en Palacio para ser luego trasladado al Congreso, donde juntamente con los que, también excelentes, hacen por su lado los congresistas, son pulidos y pintados, decorados y perfumados por los ayayeros especialistas. Hasta tienen uno que les pone música salsa para darles ese toque extranjero, ideal para satisfacer a aquellos que suponen que la salsa, es mejor que el huayno para darles la imagen de calidad deseada. Así pues, el patriótico recinto que los llena de orgullo (léase desvergüenza), permite que con el consiguiente aplauso y voto aprobatorio de ellos mismos, el mojón filosofal político diario, que de ser necesario pueden hacer muchos, sea presentado al pueblo como un logro del gobierno de turno. Después de todo, al pueblo le tomará mucho tiempo darse cuenta de qué le dieron mojón por Ley. La repulsa popular, que los sigue prefiriendo al natural, no será tomada en cuenta por lo que se destinará una partida importante para explicarles, por todos los medios

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y hasta el cansancio, que aquella hermosa realidad, (léase mentira) que les fuera presentada tan bellamente decorada y perfumada, es absolutamente necesaria e indispensable para el desarrollo del país, y que es el resultado de la buena fe (léase concha) del gobierno. ¡Viva el Perú carajo! Cuando ya no es posible disimular el mal olor porque la cantidad de mojones acumulados ha establecido una gran barrera entre el gobierno y su entorno socio-económico, y el pueblo –jodido como siempre- y gracias a que el proceso biológico inexorablemente continúa haciendo su trabajo y los gusanos ya escapan por encima del decorado, es cuando llega el momento feliz para los peatones limeños que siguen caminando por las calles del virrey recordando viejas glorias. Cuando los ven caer como plastas salpicantes, saben que por fin y sin lugar a dudas, se ha dado el acontecimiento que traerá nuevos mandatarios, nuevos entornos, nuevas cúpulas y con ellos la posibilidad de nuevos progresos y pueden cantar alegremente. Saben que escobita nueva barre bien, pero también saben que dura poco. Caminar por las calles del virrey , por la tres veces coronada ciudad jardín, ciudad de los virreyes, santos y procesiones fervientes y de otros apelativos más surgidos del vocabulario periodístico incipiente, pero que lleno de flor y locura nos ha jalado las orejas durante toda la vida obligándonos a escuchar y ver cada día cosas que nos inducen a creer y sentir que vivimos en el mejor de los mundos, entonces es cuando resulta que en ocasiones, tan sólo en ocasiones, “jodidos pero

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contentos”, henchidos de informalidad y aderezo criollo, nos fascina vivir en Lima. Resueltos y esperanzados, salimos por calles y plazas a vibrar pletóricos de alegría participando en todas las manifestaciones políticas y procesiones, que también se han vuelto políticas, para devolverle a Lima el perfume natural que exigen las calles del virrey. Todo es posible en ese momento, estamos tan hundidos, que realmente vivimos en el “Perú profundo”

XVII

El mojón, antiguo como el proceso biológico y eterno como la vida, llega al año dos mil, histórico, pujante, pero sobre todo, más reflexivo que nunca. Se le ve poco, pero el W.C. se ha convertido en el mejor lugar para pensar y reflexionar y por eso se le llama “el pensador”, ahí el olor se maximiza para recordarnos lo que somos por dentro. Lima, que salvo una pocas calles, ya no es más la ciudad de los virreyes, se ha convertido en una “Policiudad”: Políglota. Se hablan varios idiomas, cojudeces, falsedades y huevadas por doquier. Polifacética. Tiene más caras que la hipocresía política que superó ampliamente a la cucufatería. Poliétnica. Hay más mezclas de razas que un jugo surtido de frutas con leche, algarrobina y huevo frito.

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Poliséxica. Tenemos sexos de todos los tipos, naturales y combinados. Polilla. Las que no pululan bajo los postes de alumbrado público, pululan por los parques, calles y avenidas, o también por locales públicos, privados y matorrales en busca de trabajo. (léase marchantes) Poliasaltántica. Si no te asaltan los que parecen, te asaltan los que no parecen pero que sí son. O los que padecen hambre y sed de justicia que son todos los demás. Polichismosa. Hay chismes de todos los tipos, para todas las edades, para todas las profesiones, para todos los oficios y sexos. Se ha establecido así la forma de calificar a los individuos e individuas. Cuanto más estupideces, por inverosímiles que fueren, se digan de una persona , ésta será más importante. Polinteresada. El agio y la usura ya no es delito. El interés se pone, se impone y se compone; es simple, compuesto y descompuesto; a la vista, al margen y escondido; concertado, comprometido y ocultado. En fin. La gama es interminable. Por documento, por contrato y por joder. Cada individuo es tan grande como sus deudas. La población de Lima, -esto para poder hacer un parangón con los datos correspondientes a la época de los virreyes- ha llegado a niveles insospechados en otros tiempos no lejanos, habiéndose dividido en una gama heterogénea de mezclas de razas, de circunstancias y atributos; de cualidades, estados y niveles sociales,

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socio económicos y ocupacionales, tan horrorosa, que por supuesto nos horroriza. Para no proceder como tecnócrata estadístico teniendo que contar uno por uno y al pie de la letra, haremos un remedo de censo que implica una somera descripción ocupacional, a ojo de buen cubero, de los diversos estratos que adornan el folklore limeño que discurre meditabundo y cabizbajo por las atormentadas calles de la modernizada ciudad, con la esperanza de hallar un mojón que lo ayude a encontrar un mejor destino. Desgraciadamente ese mismo modernismo los estafa colocando en sus calles una serie de mojones falsos llamados casinos, hipódromos y bingos; coca, marihuana y crack (En este caso no son los del fútbol) Lima ciudad capital, plana, inmensa, polvorienta y asustada, ha sido invadida desde la planicie hasta la punta de los cerros. Sedienta, microbusera y engreída... ¡contiene en sus cerros y arenales tanta gente!... ¡Dios mío! Total de habitantes 9,000.000 Niños en edad pre-escolar 800.000 “ “ “ “ “ que trabajan 10.000 Niños en edad escolar 3’000.000 “ “ “ “ que trabajan 800.000 Universitarios 300.000 “ que trabajan 20.000 Habitantes con empleo casi fijo 1’400.000 Empleados públicos 500,000 Taxistas ocasionales 30.000

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“ de oficio 30.000 “ con profesión académica 40.000 Microbuseros 100.000 Ambulantes comunes 800.000 “ con profesión académica 100.000 Jubilados que deambulan 400.000 Ex estatales que deambulan 100.000 Ejecutivos que deambulan 100.000 Delincuentes de oficio 400.000 Mendigos de oficio 30.000 Locos de oficio 20.000 Políticos de oficio 20,000 Además de: Provincianos que buscan trabajo 700.000

XVIII Los limeños de hoy, al igual que los de ayer, embobados de triunfalismo en la víspera de cada acontecimiento deportivo, cada vez que la selección nacional de fútbol participa como local en algún campeonato o eliminatoria, o por último, y por qué no también, en cualquier partido sin aparente importancia, porque la idea se vende como que jugará el equipo de todos los peruanos, damos pie a que los comentaristas nos llenen la cabeza de su detergente cerebral para hacernos creer que somos buenos, porque nuestro fútbol está lleno de atributos, tales como “el toque peruano”, “la guachita”, “la pared” “el caracol” y otras virtudes innatas.

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Tamién tenemo pué, de lo negro la quimba, de lo cholo la pata dura, y de lo blanco pué esa huevada que sirve a vece pa’pensá. Ademá pué tenemo lo eterno crack “inamovible” y lo “titulare indiscutible” y tamién pué lo entrenadore que saben decirle con clase a lo muchacho: “vas a jugá bien pué primo, así como ya tú ya sabe primito”, entonce cuando te da una palmadita en la epalda pué, uno hace una quimba con el cuerpo así pa´lante y dice ¡je, je!, vamo a movela bonito pue profe. Salimo a la cancha pa’que nos aplaudan, pero yo no se po’qué siempre al final nos silban. Debe ser po’que se acabó el partido. Luego estamos obligados a sufrir las odiosas antesalas del fútbol en las que nos pasarán las jugadas y goles de otros tiempos, aunque fuéramos derrotados, eso no tiene importancia, el asunto es recordar a los inolvidables cracks: al gran goleador, al gran cabeceador, al gran capitán, y a otros grandes que pasaron en épocas de la “gran flauta” por nuestras canchas. Y así, como quien recuerda al virrey cagando en una esquina de la Plaza Mayor o a la Perricholi haciendo el amor en el Paseo de Aguas derramando lisura entre lirios y jazmines, se llega al partido pensando que sin la menor duda el triunfo será por goleada. Pero el triunfo, el soñado triunfo, se resiste tercamente y no llega; muy rara vez, rarísima vez llega jugando en casa, y nunca, bueno, para ser complaciente, casi nunca llega cuando jugamos en el extranjero. Así pues, y pero, la mentalidad criolla y la tan mentada inventiva popular han descubierto la manera de destacar la bondad y los atributos excepcionales de nuestros

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futbolistas. Somos el único país donde éstos especímenes del quehacer moderno, usan nombre, chapa y apellido. Para destacar la calidad que no tienen, los llaman: José “El Puma” Carranza, Juan “El Chiquito” Flores, Juan José “Jayo” Legario, y pa’su macho, no se habían percatado que Jayo era su apellido, Humberto “Cabecita” Ramírez (una vez hizo un gol de cabeza), etc. Y bueno, para no perder el paso, y para hacer juego con la razón de su culpa, y de su grandísima culpa como dice el rezo cuando se golpean el pecho en un acto de contrición, dudoso por cierto, hasta los comentaristas también se jamonéan poniéndose cada uno de ellos, su propia chapa, y entonces formamos otro equipo folklórico: Edilberto “Pichirro” Salinas, Emeterio “El Chancletero” Domínguez, Humberto “La Vedet” Martínez Morosini, etc. como si eso fuera indispensable para tener éxito, y para qué seguir... tendría que recordar a mi papá quien decía: si juegas a cojudo, acabarás siéndolo. Mientras tanto, en otros países, donde sí se juega al fútbol competitivo y con ánimo de ganador, simplifican el asunto y solamente usan el nombre o la simple chapa: Pelé, Didí, Vavá, y a la miéchica, con eso basta. O será simple y llanamente que allá los comentaristas tienen mayor imaginación y no necesitan distraer a los oyentes, o no juegan a quemar el tiempo con palabreo estúpido e irrelevante. “Somos libres, seámoslo siempre”: dice el Himno Nacional. Perú Campeón: dicen los valses y polcas, las marineras y festejos; cantamos vibrantes a grito pelado cada himno y cada canción antes de cada evento deportivo, claro, y por supuesto, bebiendo nuestro trago

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favorito, en eso si nos ayudan los jugadores; a ellos también les encanta festejar la derrota. Durante el partido van declinando nuestros ánimos. ¡Aahhhh!... casi la atrapa nuestro arquero... casi empatamos... y casi... la pucha... un tiro al travesaño... y luego... ¡Qué! Y Después de la derrota... ¡Qué! Nos apagamos, y al día siguiente iremos a trabajar cabizbajos y apenados, apesadumbrados y malhumorados... ¡A laborar como de costumbre!: a “media caña” y “amarrando el macho”. Sin embargo, nos pica el sabor de la venganza que aún no hemos perdido. El valor aún está enquistado en alguna parte del cuerpo que nos cuelga. Sabemos que el próximo partido llegará pronto y que nuevamente arrancaremos bajo la arenga sabia de los comentaristas y periodistas de todos los medios de la inmensa cocina blablablística nacional. La prensa chicha, colorada y blancuzca, sostenida por el menaje ambulante de polos y camisetas, vinchas y viseras, más huevada y media de la inventiva informal, exigirá que le demos las gracias por habernos proporcionado ese dolor medio masoquista de sufridos hinchas, que solamente nuestros maravillosos comentaristas deportivos son capaces de inocularnos nuevamente para salvarnos del virus de la desilusión. ¡Carajo! En el fondo, todos, algunos quizá sin saberlo, estamos esperando que por ahí se haga un gran mojón, bien torneado y digno de todo el ingenio criollo, y que de pronto, de improviso surja pujante, no el que hizo el

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mojón, sino la persona adecuada para darle, aunque sea de pura casualidad, un embarrante pisotón de esos que embarran hasta el pantalón, que tenga la virtud de darnos la fuerza y la inspiración necesaria para mejorar nuestro fútbol que, sin embargo, y a pesar de todo: es el Deporte Nacional. ¿Será la descalificación que enfrentamos una vez más, el mojón filosofal que nos obligue a dejarnos de cojudeces y a encarar la realidad? ¿Podrá esta vez hacer desaparecer las malditas argollas? ¿Obligará a cada uno de los dirigentes a defecar su respectivo y propio mojón? ¿Dejarán de pensar en hacer el equipo con los jugadores cuyos pases “son suyos de su propiedad propia de cada uno”?, ¿Olvidarán que los pases fueron comprados con mucho esfuerzo y sacrificio tan baratos y que fueron pagados con las propinas que les dejaron de dar a sus hijos? ¿Les remorderá la conciencia por que las propina de sus hijos sirvieron para que cada zambito se mande con ella un par de chapas con los patas del barrio? ¿Seguirán creyendo en su divina genialidad de la economía del amarre? ¿La vitrina del equipo de todos –léase: de ellos- será admirada por los empresarios del fútbol extranjero como ellos esperan? Por lo pronto, la afición ha despertado del sueño de participación en un mundial y espera ansiosa el sudamericano con la morbosa expectativa de que obtengamos mejores resultados. El problema no está en nuestro fútbol porque es lindo, el problema está en los jugadores que lo hacen lento y acangrejado. El problema no está en los jugadores que saben moverla, el problema está en los comentaristas que saben más que los

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entrenadores. El problema no está en los comentaristas que hacen su trabajo, está en los entrenadores que hacen caso a los dirigentes que piensan con la cabeza que tienen en el bolsillo. Las respuestas a los mojones filosofales arriba planteados serán resueltas, como en una miniserie de televisión, con olor y sabor, en el próximo capítulo de la cagada que harán los mismos dirigentes y responsables. - ¡Oe Oe primo! ¡Vamo pué p’a patea’pelota puéeee! - ¡Noooo pué primiiiito! Tengo que buscar chamba

puéee, ves que no tengo ni p’al téeee. - ¡Pero la pelota da pué primito lindo, mira como a

“Pitito” ya lo contrataron y ‘etá tizzza. Dicen por el barrio que ya se va’comprar su carro y qu’és bestial hablar con él po’que’al toque se baja unas “chapas”. ¡Si’tá con billete pué primo!

- ¡Noooo jooodas! Entonce vamo pué pa’pateá pelota nomá puéee. Ah po’que yo la muevo firme y cuando la agarro no la suelto, que me la quiten si pueden, y ademá, me sé todita’la quimba pué de “Pitín”, del “Calato” y del “Nene”.

- ¡ Y !... ¿Sabe pateá de afuera tamién? - ¡Noooo hermanito! ¡Eso’e’pa’los malos! Los buenos

entramos jugándola, no la soltamos, la trabajamos, la dominamos, y entonce la pelota se nos pega al pie puéeee.

- ¡La pucha primo! ¡Tú si que tienes futuro en el fulbo! ¡Te las sabes, de todas, todas!

- ¡Claro puéee! A mi’jito... ese pue que tengo con la Tota, quiero enseña’le de chiquito pue pa’que no lo malogren eso’que vienen del extranjero... y que no

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saben nada de nuesto fulbo lindo. ¡Son pura boquilla nomá puéee!

- Pero primo, eso’bienen bien papeaus pué y nos dan duro.

- ¡Ya va’saber! Lo bua’poné fuerte como mi‘apá. ¡Caaaaarajo! ¡A puro camote nomá pué! Po’que primo yo quiero ser famoso pué pa’que los patas del barrio me pongan las chapas pa’conversá conmigo. Lo malo e’que cuando eres famoso ya no vas a la cancha en el micro, entonce ya no sabes como jugar. ¡Ah! Po’que en el micro todo’lo’patas te dicen pue cómo hacé pa’movela firme.

- Dice Pitito que no todo es bonito. Tamién les dan clases de “tática” y eso es aburrido porque los ponen mirando una pizarra y les hacen flechita pa’rriba y flechita pa’bajo, flechita pa’quí y flechita pa’lla, como si uno a la hora que agarra la pelota va’star pensando en la flechita. Mira primo, mejor ten cuidado po’que si te lesionan... ¡La cagada!

- No te precupe primo, po’que cuando a uno lo cagan, recién comienza a jugar mejor.

- Tienes razón primo po’que a mi me cagó un policía cuando e’taba asaltando a un fulano.

- ¡ Y ¡... ¿Qué pasó? - Me zamparon pa’entro pué primo. Por’eso ahora

sólo asalto viejas. Cuando se dan cuenta... ¡ya nu’estoy!

- ¡Puta qu’eres pendejo primo! Yo por ahora... mejor me juego al fulbo. Te imaginas cuando digan po’la radio: Agarra la bola Miguelón “El Churreta” Gonzales... le hace una finta... una guachita... lo quiebra!...

- ¡La mieeeerda! Primooo! ¡Eso sería lo máximo! ¡Más lindo que un mojón bien hecho pué primo!

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- Carajo primito. Si ya me dan ganas de tomame un par de chapas a cuenta. ¿Ahhhhh?...

- ¡Ha vito primo! ¡Cómo’e’que lo entrevitan ahora a lo jugadore en su caaarrázzzo. lo’periodita!

- ¡No siga no siga primito que se’miace agua la boca! ¡Huy curuju! ¡Eso es un’pajaaaso!...

XIX

Cada mojón que hacen los dirigentes del deporte o la política, como ya se ha dicho antes, debe ser pulido, pintado y decorado por los ayayeros de turno, para que al igual que los mariposones trajes virreinales, oculten discretamente la mierda que llevan adentro. Hoy igual que ayer se sigue tratando de esconder la verdad amarga y pestilente, olvidando que feliz y necesariamente cada cierto tiempo, que tarda pero que siempre llega, se debe renovar la envoltura de aquel negro caramelo. Esto sucede como una bendición, cuando ya no es posible ocultar los gusanos que se escapan por su cuenta. ¡A ese importante cambio, se le llama: de-mo-cra-cia! que sirve para traer una nueva fábrica de mojones, que siguen siendo tales pero que nos llenan de esperanza. Al menos por un tiempo. Sin embargo, y sin lugar a dudas, el mojón filosofal más peligroso en el ámbito de la armonía, es aquel que representa la terquedad de permanecer en un cargo político enquistándose en el poder por más tiempo del que recomienda la prudencia, porque incita a la violencia

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y a la repulsa, y por que nos harta de su presencia, a tal punto, que ya no se les quiere ni ver, ni oír, ni leer. Se vuelve desagradable y repulsivo. Resulta, a la luz de estas consideraciones, definitivamente curioso cómo se desarrollan los acontecimientos en esta ciudad, y este país, sin importar que se viva la época colonial, republicana o moderna. La misma mierda, siempre esperando tropezar con un hermoso mojón que nos obligue a pensar o a llegar rápidamente a casa.

XX En cierta ocasión, en uno de mis viajes, subí al Templo de Paramonga para divisar desde allí la hermosa planicie de la hacienda. No pude evitar quedarme un rato meditando. Sentado en la cumbre de aquel monumento histórico, pensativo, mirando la sierra quería escapar hacia el pasado, y luego, mirando hacia el valle quería escapar hacia el futuro. Eran dos opciones, cada una más tentadora que la otra; ambas representando ilusión y reto; en ambas también, se hallaba la angustia de la incertidumbre y la razón de la esperanza. Pero la realidad estaba en imaginar el pasado glorioso y en vislumbrar un futuro en el que a fuerza de tesón pudiera hacer realidad mis propias esperanzas, en base a mis propios mojones. No comprendía por qué, cada vez que se habla de una edificación importante construida por los incógnitos

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arquitectos de nuestro magnífico pasado milenario, inmediatamente se piensa que fue un fuerte para la guerra, y luego se atreven a llamarlo fortaleza. Me preguntaba entonces: ¿Qué clase de mojón histórico es este que nos colocan en el camino, con qué fin y por qué razón nos han contado por siglos una falsa historia sobre el Incanato? No lo comprendía, o era tan grande el cúmulo de supuestos y conclusiones que no cabían en mi humilde entendimiento, que no podía comprender el por qué durante la colonia estaba vedado tácitamente a los naturales, vivir en Lima. ¿Por qué ellos eran tan pocos comparados con la población de negros que los decuplicaba? Si la población del Incanato en toda su extensión, al llegar los españoles era de trece o catorce millones de habitantes, ¿Por qué en 1790 solamente habían un millón seiscientos mil? ¿Qué mojón nos oculta la historia? Además de las mitas y reclutamientos: ¿Habrá algo que sea confesable? La razón debe estar allí, en ese mojón. Debemos patearlo fuertemente para que salpique todos los mal escritos libros de historia del Incanato, para obligarnos a revisarlos y meditar seriamente, sobre el qué fue y el cómo fue realmente, para que las futuras generaciones tengan una razón de base para sentir con calor el orgullo de ser peruanos y la dignidad que debemos conservar por haber nacido en esta tierra maravillosa desde siempre.

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Sucede que simplemente no comulgo con la idea de que los Incas fueran un pueblo guerrero. No acepto esa manera de calificar el conocimiento, no soporto esa forma asiático-europea y primitiva de enfocar la historia. Pensando y pensando, allí sentado, observando al Sol avanzar hacia el crepúsculo, iba dudando que Huáscar y Atahualpa tuvieran una guerra generada por ellos mismos. Es más, me inclinaba a creer que los tales conquistadores, echaron a los unos contra los otros para debilitarlos y después sacar provecho de la situación. Cuando esto acabó, y como tradicionalmente en Europa siempre vivieron guerreando, y aún siguen haciendo lo mismo, se dedicaron a pelear entre ellos. Se llamaron: Almagristas, Pizarristas, etc. Y cada uno tomó un gran número de naturales para que lucharan por cada bando, mientras ellos se dedicaban a acumular riquezas y a practicar el deporte de la esgrima, el que por esos tiempos no era tan deportivo. Mi corazón es demasiado peruano como para creer en esos cuentos como realidad total, y con una furia interior que escapaba a mi control, en aquella ocasión me gritaba a mi mismo: ¡Me niego a creer en la Inquisición para dejar de creer en la organización social del Incanato! ¡Me niego a creer en los Pizarro y los Almagro para dejar de creer en los Incas! ¡Me niego a creer en la bondad del dinero para dejar de creer en la justicia del trueque ante el que todos eran iguales! ¡Me niego a creer en la imposición del diezmo para dejar de creer en la distribución del topo! ¡Me niego a creer en la bondad de la nobleza cortesana para dejar de creer en la verdad del

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Ayllu! Sin duda, encontraba mucha distancia entre una y otra cultura. Y continuaba diciéndome: No se puede cambiar la papa y el maíz, el camote y la achira y mil productos más conquistados a la tierra, por la espada, la pólvora y los cepos. No se puede cambiar la humildad del que se inclina a cultivar la tierra, por la pretensión y el orgullo de no ser de aquí, como tampoco podemos rendir nuestra nacionalidad y el derecho que nos asiste por ser los herederos naturales de los Incas, por la idea infiltrada y equívoca, de que aquellos que llegan con falsas artes, pueden imponernos sus costumbres y sus modos, sus leyes y sus sistemas, sin que podamos siquiera gritar y revelarnos. ¿Quién puede decir que es verdad lo que han contado como histórico los "predadores", que se hicieron llamar "conquistadores"? ¿Quién puede decir que es verdad absoluta lo que cuenta Garcilaso, quien fue llevado a España siendo niño y cuyo libro, “Los Comentarios Reales”, fue escrito como un cuento dedicado a la Infanta de Portugal, después de realizar muchos esfuerzos, sacrificios y penitencias para lograr todos los permisos y autorizaciones que exigía el Tribunal de la Inquisición, a la que me niego a llamar santa. Naturalmente, los escritos que él sometía a la “opinión calificada” de semejante Tribunal, le eran devueltos filtrados, extirpados y remendados con afeminados hilos dorados, con ese toque de real cucufatería, indispensable para mostrar la realidad convincente y conveniente de acuerdo a la verdad sacrosanta. No se me puede ocurrir, ni siquiera pensar que la Inquisición

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pudiera permitir a Garcilaso, destacar la superioridad social y moral de los Incas. Los robustos guarangos y algarrobos que daban sombra a los viajeros y bajo los cuales podían defecar sus respectivos mojones con comodidad durante la travesía de los desiertos costeros, aquellos árboles que detenían el avance de las arenas, ahora, convertidos en carbón para hacer parrilladas, tienen un solo fin... la extinción. Quizá el modernismo recapacite y comprenda después de ver que están haciendo un mojón indigno, y nos deje algunos ejemplares en un parque ecológico. La verdad de nuestro pasado se busca en las huacas y ruinas, lamentablemente con esfuerzo limitado. La huacas y ruinas han sido saqueadas y las instituciones se la pasan persiguiendo a pequeños comerciantes de artículos de primera necesidad, mientras los huaqueros andan por las calles vendiendo el producto de su sacrilegio a vista y paciencia de los que deberían colgarlos de donde más les duela. Puedo asegurar que este no es un mojón que pueda inducirnos a progresar en ningún sentido, esto es una churreta que nos salpica a todos los peruanos. ¡Puaggjjhhh ¡

XXI Pero los mártires ignorados, los paganos del rescate y de la extracción de metales preciosos en los socavones mineros, siguen caminando taciturnos y cabizbajos por las húmedas calles del virrey bajo la mirada atenta e inquisidora del clero y la pavo real nobleza que los

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agobia con mandatos y obligaciones, en una encrucijada de perdones y sanciones que los sume en pensamientos y sentimientos que los incitan a la rebeldía. No se atreven a levantar la voz y menos aún la cabeza. Los siglos de opresión son un peso que los asfixia y los mansilla, la bendita limosna los mal paga, pero no evita que su corazón siga latiendo con la fuerza de un pesado martillo que golpea contra el yunque ni que su pensamiento sea como una paloma mensajera que vuela en busca de un mensaje nuevo. El pasado milenario hurga en sus conciencias, sus raíces los llaman, les jala las patas y les recuerda que esta es su tierra. Les dice que hasta que el mundo sea civilizado y pueda ser un solo todo, sin egoísmos y sin venganzas, sin opresión y sin castigo, en un entendimiento y armonía plenos, no deberán permitir el avasallamiento, ni económico, ni social ni religioso. Rescatemos en el Inti el amor a la naturaleza. Rescatemos en Huiracocha los sentimientos nobles de hermandad, unión y equilibrio moral. “Cholo Barato” El Incanato flota aún en el espacio, la fuerza de su razón nos ilumina, cambiarán los inquilinos de Palacio, mas el Sol seguirá alumbrando al que camina.

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Surgirán las dudas en la conciencia fría al llegar los tiempos de locura y desazón, del abuso, de la crueldad sombría, del interés usurero, que rompe la razón. Pero un día surgirá la inspiración, que nacerá de la gloria del pasado, para darnos consuelo en la oración. Desearemos retomar el Incanato, cada uno de nosotros, ya cansado, del irrespeto... y de ser “Cholo Barato”. E P Í L O G O Pero como siempre, el tiempo avanza inexorable y los mojones siguen empujando hacia el progreso. Entonces los vemos hacerse políticos y tecnócratas, deportistas y militares, banqueros y comunicadores, empresarios y clérigos. Delincuentes y ladrones no, no los tomemos en cuenta, porque esos son churretas que embarran a todo el mundo de manera cruel y pestilente y que necesariamente tendrán que desaparecer con el progreso. Tendrán que involucrarse en otros campos. La historia exige que cada mojón tome el lugar que le corresponde como parte activa de la vida del país, y que,

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como generadores permanentes del desarrollo de los pueblos, continúen ejerciendo la presión de su presencia histórica en esta época de profesionalismo chicha y valores deprimidos. El mojón filosofal necesita recuperar la dignidad. Para ello es necesario que cada quien en esta Lima de las calles del virrey, recapacite con humildad pero con dignidad, con amor pero con energía, con fe pero con capacidad de hacer, sobre el papel que le toca desempeñar activamente. También es necesario considerar que, sabiéndolo o no, queriéndolo o no, estamos ya en un mundo globalizado que nos obliga a soportar cargas antes jamás soñadas, que nos induce a reconocer como buenas, situaciones que nos laceran y hacen daño, que nos sumerge en la incertidumbre del mañana incierto. La tal globalización, soportada por la fuerza tremenda del avance de las comunicaciones –que hoy tan sólo es el principio de lo que serán- y por la necesidad de las grandes empresas de fusionarse para agrupar capitales como único medio viable para alcanzar la super-existencia, acabará centralizando el poder económico a niveles que hoy parecen utópicos, pero que, sin embargo, son la tentación y por tanto el objetivo de los ambiciosos. El nuevo mandamiento reza que si la macro economía está bien, lo demás importa poco. Se está haciendo el gran mojón filosofal universal. Más grande que la traición de Judas. Más grande que la

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traición de Brutus. Más grande que el despilfarro y el despotismo de los Luises. Más grande que la ambición de Hitler. Más grande que la utilización de la energía nuclear con fines de guerra. El nuevo jinete apocalíptico tecnológico encierra el peligro de la maldad fría absoluta, porque no tendrá compasión de nada ante la necesidad de regular, a pedido, la población mundial y el tiempo de vida útil de cada persona. La actividad empresarial controlada por veinte empresas multinacionales, llegará a una economía en la que los estados serán entes sociales, las empresas menores totalmente dependientes mantendrán su actividad a solicitud de requerimientos específicos. Y las personas: ¡Qué!... Serán tan sólo números dedicados a la producción y consumo de los bienes que ellas, las veinte, indiquen a gusto y conveniencia. Por el momento, la competencia entre las pequeñas empresas, en todos los campos, equivale a una guerra cruenta entre colonias de hormigas que tratan de arrancarse los ojos, o lo que fuere necesario para subsistir, aunque terminen muriendo despedazadas en el cruel intento. Los grandes empresarios a su vez, absorbidos por los subjetivos intereses empresariales, que nadie sabe desde abajo de qué, u ordenado por quién, o a qué distancia, observan complacidos la desigual lucha esperando el mejor momento para intervenir, solícitos y conciliadores por supuesto, llevándose el botín sin arriesgar nada, pero dejando el campo regado de muerte social, moral y legal.

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No hay duda que mi locura está en soñar en un mundo mejor, mi fe está en querer empujar una montaña con la fuerza de mi humildad, mi bondad está en creer que existe nobleza en los contratos, a pesar de que el contratante es un cazador que posee todas las armas, mientras que el contratado es un pajarillo herido haciendo grandes esfuerzos por volar. Pero mi esperanza está puesta en que la razón de los inteligentes llegue a tiempo, y que, emulando a la caballería, pero con cautela y en silencio, pueda evitar que esta conflagración trascienda a niveles incontrolables. Porque esto... definitivamente no es un sistema... es una conflagración. Sería preferible volver atrás, volver a caminar por la calles del virrey sorteando mojones con elegancia, o caminar al lado de una tapada o disfrutar de un coquetón paseo por La Alameda en la época en que el virrey floreaba orondo su amor por la Perricholi, cuando ella cariñosamente le decía: Manolón, mi sueño es que cada paseo que doy con vos dure para siempre, y entonces, se acurrucaba colgada de su brazo apoyando la cabeza a su costado para protegerse del húmedo clima limeño, estableciendo la diferencia de talla que había entre los dos, pero que al virrey, lejos de incomodarlo, lo llenaba de gozo al encontrar en ella la armonía emocional que siempre buscó. La ilusión es maravillosa cuando va acompañada de la esperanza, pero si la armonizamos con fe y trabajo, será sin duda una realidad floreciente. Volvamos a vivir. Pensar un poco en el pasado puede ayudarnos a mejorar el futuro.

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Apocalipsis de la Modernidad Despego... Ícaro vulgar vuelo sin plumas. Ícaro presumido de alas tecnológicas, modernidad sofisticada, sueño y realidad del hombre, razón de la inteligencia, vano intento de someter al tiempo. ¡Argucias! Que burlan la verdad del Dios leal, que abusan sin piedad, de los que ven a medias. La velocidad es vértigo, la locura valor, la guerra respeto, la adrenalina emoción, la homosexualidad se aplaude... Forma insensata de pecado para burlar la Ley Divina. La televisión la intimidad invade, domina el instinto, lo avasalla; víctimas del deseo, de la insatisfacción y el artificio, la familia olvida la tertulia, no se comunica... no conversa. Nuevos vicios dan calor al alma, las tarjetas de crédito de colores, llegan como solución con dependencia. Son una mano en el bolsillo ajeno.

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El anticristo bancario invierte la parábola, y cinco mil dan de comer a uno. El contrato obliga. La verdad amarga surge, de la encrucijada de la pequeña letra. Cómplice de la agonía permanente, el asesino se oculta en el inciso, donde la Ley disimula su tristeza, obligada a ver de un sólo lado. El zoológico predador de prestamistas, son vampiros, son pitones, son tarántulas, elegantes lobos vestidos de corderos. Buenos amigos que te salvan de ir al cielo. El vampiro disfruta de la presa adicta, el pitón la constriñe lentamente, con paciencia, la tarántula inocula su ponzoña, la adormece, tiene en ella comida para rato. Lo grotesco opaca lo sublime, el libertinaje deteriora la virtud, el deseo pertinaz rompe el recato en avalancha de pasión, descontrolada, ¡Cómo envejece mi gastada lira que ya no se atreve a deleitar mi canto! teme desteñir mi musa, ya no la engalana con sus trinos. Desentona en las manos de Nerón... viciosa y atrevida, corrompida y ambiciosa, por causa del sistema.

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Génesis Mas de pronto... La pesadilla agobiante quedó atrás, me despertó el cantar del cuculí, que sólo para mí siguió cantando, diciéndome así que soy humano, que puedo disfrutar de mi silencio, que se hace bello, en el piar de un pajarillo. ¡Vamos vida! Que estás oculta en una rosa, que estás latente debajo de una hoja, o en la química eterna de una roca. ¡Vamos despierta! Inyecta la alegría en mi cerebro, destierra esa angustia incomprendida, de ser tan poco... en un mundo tan hermoso, de no ser nada... en la inmensidad del tiempo. Déjame conservar la ilusión de que fui útil, déjame saber que mi paso por la tierra, sirvió al menos... para ser, con humildad, por un instante, una partícula muy pequeña de energía, que aportó una chispa al Universo.

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SEMBLANZA Y CURRICULUN LITERARIO

ROGER L. CASALINO CASTRO

Nacido en Acarí /Arequipa - Perú, el 07/07/1933 Asiste

a la Escuela Fiscal El Molino, Acarí y Lomas, sin duda

la etapa más feliz de su vida. Completa sus estudios

primarios y secundarios en el Colegio Salesiano de

Lima. Durante muchos años viaja como vendedor por

Costa, Sierra y Selva utilizando cualquier}medio

disponible en la época –desde balsas hasta aviones-

visitando toda clase de establecimientos comerciales

pequeños y grandes, actividad que le permitió acumular

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experiencias inolvidables sobre el Perú. Esta actividad

le ofreció también la oportunidad de viajar por todos los

países de Sudamérica y parte de Centro América en

diferentes niveles gerenciales, incluyendo dos años

como residente en Ecuador. Como turista ha recorrido

muchos países de Europa y New York en los Estados

Unidos.

Esta gama de contactos y vivencias durante tantos años

alternando con niños, jóvenes y adultos ha influido en

él de manera saludable, de tal manera que cuando ya en

la edad madura, -a los sesenta años de edad- se decide a

escribir, quizá de manera inconsciente, comienzan a

aflorar vivencias como recuerdos, sentimientos y

pensamientos que le dan a sus poemas, narraciones y

cuentos ese toque de peruanismo presente en todas sus

obras, y por su origen pueblerino, lo hace en un idioma

fácil, sencillo y de sabor nacional, tratando de que

cualquier peruano, de cualquier región o condición,

orgulloso de su pasado, los pueda comprender.

Por todo ello, sentimientos de ternura y emoción, apego

a la tierra y un respeto profundo por la naturaleza,

surgen .de manera espontánea y natural recreándola con

admiración para dar marco a sus ilusiones y esperanzas.

La realidad se confunde con la imaginación y su prosa,

insertada de poemas, es una característica especial en

él, por ello, una colección de los libros de Roger L.

Casalino Castro, le permite al lector, tener en sus manos

lectura agradable, tierna y emotiva.

SUS OBRAS

1.- * El Retorno.- 1993 - 60 poemas y un cuento

Presentado en El Takiwasi – La Casa del Canto

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2.- * Y Dios... Trajo al Hombre.- 1995. – Poesías,

Cuentos, Pensamientos. Presentado en el Colegio de

Abogados de Lima.

3.- * Terremoto en aquel viejo Acarí. 1996.

Presentado en el Instituto Nacional de Cultura del

Callao y en La Biblioteca Nacional del Perú..

4.- * Rosa Negra.- Un canto a la Vida- 1997. Una

creación muy especial con 34 poemas a La

Naturaleza, El Amor y El Pensamiento.

5.- * Lima: de la Conquista a la Reconquista.- 1998

Presentado en la Municipalidad de San Isidro.

6.- * Los Hijos del Ande – La Honda, La Tajlla y El

Varayoc - 2000 – 17 poemas evocando el pasado en

el inicio del Incanato.

Presentado por La Universidad Tecnológica del

Perú. 2001, ha recibido múltiples reconocimientos

y felicitaciones.

7.- * Las Calles del Virrey. El Mojón Filosofal.

Presentado en La Feria del Libro Ricardo Palma.

Evoca el romance del Virrey Amat y La Perricholi.

y la Lima de aquel tiempo.

8.- * La Tristeza, la Alegría y la Ilusión. 2001 –

Poemario (20 poemas) y Reflexiones.

Presentado en La Feria del Libro Ricardo Palma.

9.- * Soy Peruano - Poemas al Perú – 2003

Amplio comentario en la página Editorial del iario

El Peruano.

Presentado por La Universidad Tecnológica del

Perú.

23- * Viaje a la Belleza de lo Increíble - 2012 -

Presentado en la Municipalidad de Jesús María

por el Crítico Literario José Beltrán Peña.

CD * Canta Perú- Música Criolla (10 Temas) Valses,

Canciones, Polca, Festejo y Marinera Norteña.

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RECONOCIMIENTOS Y DISTINCIONES

Colegio de periodistas del Perú por El Retorno -1993

Moción de Saludo del Congreso de la República por “Rosa

Negra” 1998

Reconocimiento de la Casa del Poeta del Callao. - Invitación

del Instituto Nacional de Cultura de Ancash – Huaraz y

Yungay - 2000

Moción de Felicitación del Congreso de la República .por Los

Hijos del Ande – La Honda, La Tajlla y El Varayoc. 2001

Felicitación de la Embajada de USA por el libro Los Hijos del

Ande cuya narrativa captura la atención del lector. 2001

Reconocimiento de la Universidad Tecnológica del Perú por su

labor de creación y difusión cultural en el campo de la

literatura. 2002

Distinción de la Asociación Nacional de Escritores y Artistas–

ANEA – como El Mejor Escritor del Año 1998 -

Biblioteca Nacional del Perú con motivo de la presentación del

Libro Soy Peruano – Poemas al Perú. 2003

Organizador, con la Municipalidad de Lima y la Universidad

Tecnológica del Perú del Homenaje a César Vallejo en el

Teatro Segura el 15 de Abril del 2003.

Agencia de Publicidad “AÑOMJ” Diploma de Honor en Arte

Poético 2004.

Reconocimiento y presentación del CD – CANTA PERÚ -

por La Universidad Tecnológica del Perú - 2008.

Diploma del Recital Internacional – Voces de la Poesía – 2009

Diploma de Caras de La Cultura como Creador Literario y

Compositor Musical. – 2009

VI Festival Internacional de la Poesía Palabra en el Mundo

2012

VII Festival Internacional de la Poesía por La Paz 2013

Agradecimiento de la Embajada de Guatemala por su

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Colaboración Participación y Presentación del Libro Viaje a la

Belleza de lo Increíble en la Feria “San Isidro Abre sus Puertas

al Mundo”. 2013

Agradecimiento de la Embajada de Guatemala por su

Colaboración Participación y Presentación del Libro Viaje a la

Belleza de lo Increíble, destacando la Belleza de

Guatemala y su Maravilloso legado Cultural, en la Feria

Internacional del Libro 2013 en Jesús María.

2014 Diploma de La Casa de La Literatura Peruana por su

Narrativa Poética

2014 Distinción por su trayectoria Literaria e invalorable

participación en las actividades culturales del Club Social

Miraflores y Premio “La Palabra en Libertad” otorgado por

“La Sociedad Literaria Amantes del País”

Obras Inéditas aún:

10 * Haciendo Perú – Mis comienzos. 1999

11 * La Calle me Dijo Sí, 2002 – Hermosa

historia de un grupo de niños en las calles

de Lima.

12 * Las Gafas de don Ricardo - 2003- El mundo

visto a través de las gafas de don Ricardo

Palma.

13 * Reflexiones Impropias 2004 – Lima y sus

trámites institucionales.

14* La Promesa de la Esperanza 2005 – Escenas

de Lima

15 * La Razón de la Culpa 2006 Lima cotidiana.

16 * Vayamos a las Estrellas 2006 – Ciencia

Ficción

17 * La Esquina de la Inocencia 2007- Bondades

y aspiraciones de un guachimán.

18 * La Balanza, La Rueda y El Reloj 2007 –

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Filosofía de estos tres elementos.

19 * El Umbral del Infierno 2008 – Vicisitudes

de un desplazado

20 * Oda a España – La Dama del Tiempo. 2009 – Una

mirada crítica a España.

21 * Sueños y Realidades en 270 Poemas - 2010 –

Antología Personal.

22 * La Diosificación de los Miserables – 2012

La realidad de los engreídos

24* Bajo las Pirámides de Tikal – 2013 –

Ficción

25 * Soy Falladito – 2014 – Los primeros años de

mi vida en el campo.

26* Cuentos y Poemas para la Cuarta edad - 2015

El Editor

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Las Calles del Virrey

Roger L. Casalino Castro 82

ROGER L. CASALINO CASTRO

Himno a Callahuanca

Callahuanca, Callahuanca,

Somos un pueblo unido

Unidos en el esfuerzo

Unidos en la lucha

¡Somos un pueblo grande!

Cada día el sol brillante

asoma en la cordillera

trayendo el mensaje santo

de amor a nuestro suelo

Callahuanca lugar hermoso

soberano de la alta loma

adornado de chirimoyos

de paltos y manzanos

Callahuanca, tierra noble

de héroes y de patriotas

que supieron dar la vida

para orgullo de sus hijos

Callahuanca, Callahuanca,

Somos un pueblo unido

Unidos en el esfuerzo

Unidos en la lucha

¡Somos un pueblo grande!

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Las Calles del Virrey

Roger L. Casalino Castro 83

Autor: Roger L. Casalino Castro