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Salvadme Reina Número 146 Septiembre 2015 Teología y amor a Dios

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Revista Heraldos del EvangelioRHE146_ES - RAE165_201509

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Salvadme Reina

Número 146 Septiembre 2015

Teología y amor a Dios

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C onociendo después la inmaculada Niña que sus santos padres Joaquín y Ana

habían prometido hasta con voto, según re-fieren varios autores, que si Dios les con-

cedía sucesión la consagrarían a su servi-cio en el Templo, y teniendo los judíos la antigua costumbre de internar a sus hijas en algunas celdas que había a su alrededor,

para educarlas allí, como refieren Baronio, Nicéforo, Cedreno, Suá-rez y el historiador Josefo, con la autoridad de San Juan Damasce-no, de San Jorge de Nicomedia, de San Anselmo y de San Ambro-sio; [...]. María, digo, no ignoran-do esto [la promesa que habían hecho sus padres], apenas llegó a la edad de tres años, como atesti-guan San Germán y San Epifa-nio, fue ofrecida en el Templo; en una edad en que las niñas desean y necesitan más la asistencia de sus padres, Ella quiso ofrecerse so-lemnemente y consagrarse a Dios presentándose en el Templo, por lo que fue la primera en rogar con instancia a sus padres que la lle-vasen al Templo para cumplir su promesa. Y su santa madre, dice San Gregorio Niceno, se apresuró a llevarla al Templo y ofrecerla a Dios.

San Alfonso María de Ligorio

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María aprueba la promesa de sus padres

Santa Ana llevando a la Virgen al Templo, por Jacques Stella - Museo de Bellas Artes, Rouen (Francia)

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San Vicente de Paúl – Paladín de la verdadera caridad

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .22

La bienaventurada pobreza de espíritu

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .36

La palabra de los Pastores – ¿Cuál es la solución que da Jesús?

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .38

Sucedió en la Iglesia y en el mundo

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .40

Historia para niños... Solamente una página...

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .46

Los santos de cada día

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .48

Radiante aurora de la salvación

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .50

¿Sabía usted que...?

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .35

Heraldos en el mundo

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .26

La luz y la ciencia de las que María estaba llena

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .31

¿La sana teología dispensa el amor a Dios?

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .16

Comentario al Evangelio – Una sordera peor que la sordera

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .8

La voz del Papa – Hambre material y espiritual

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .6

Corazones ricos, corazones pobres (Editorial) 5

Escriben los lectores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4

Año XIII, número 146, Septiembre 2015

Periódico de la Asociación Cultural Salvadme Reina de Fátima

SumariO

Salvadme Reina

Director Responsable:D. Eduardo Caballero Baza, EP

Consejo de Redacción: Hno. Guy de Ridder, EP, Hna. Juliane

Campos, EP, Diác. Luis Alberto Blanco, EP, Hna. Mariana Morazzani, EP, Severiano

Antonio de Oliveira

Administración:C/ Cinca, 17

28002 – Madrid R.N.A., Nº 164.671

Dep. Legal: M-40.836- 1999Tel. sede operativa 902 199 044

Fax: 902 199 046

www.salvadmereina.org [email protected]

Con la Colaboración de la Asociación Internacional Privada de Fieles de Derecho Pontificio

Heraldos del evangelio

www.heraldos.org

Montaje: Equipo de artes gráficas

de los Heraldos del Evangelio

Imprime:Biblos Impresores, S.L. - Madrid

Los artículos de esta revista podrán ser reproducidos, indicando su fuente y

enviando una copia a la redacción. El contenido de los artículos es responsabilidad

de los respectivos autores.

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4      Heraldos del Evangelio · Septiembre 2015

EscribEn los lEctorEs

Para el boletín de nuestra diócesis

Les estaría muy agradecido si tu-vieran la amabilidad de enviarme la foto que acompaña el artículo ¿Qué imagen de Cristo libera a un preso to-dos los años?, de la edición del pa-sado mes de junio, para publicarla en el boletín de nuestra diócesis; e igualmente les agradecería si pudie-ran facilitarme el texto del mismo en cualquier formato.

Brian O’Neel Director de Comunicaciones de la

diócesis de Santa Rosa Santa Rosa – Estados Unidos

Vocación sacerdotal reVigorizada

Me gustaría agradecerles el envío de su revista. Estoy muy contento de recibirla. Además de presentar riquí-simos contenidos de formación y de evangelización, contribuye al forta-lecimiento del llamamiento que Dios nos hace a cada uno de nosotros.

Desearía destacar la edición del mes de junio, en la que se mostra-ban bonitas fotografías de la Santa Misa de ordenación de los 12 nuevos sacerdotes para la Iglesia de Jesús, nuestro Señor. Igualmente destaco la sección La palabra de los Pastores, que nos trajo la homilía del Nuncio Apostólico en Brasil, Mons. Giovan-ni d’Aniello, quien, observando los artísticos arcos que embellecen la basílica de Nuestra Señora del Ro-sario, decía que los sacerdotes de-ben ser como esos arcos, porque así como aquellos unen dos columnas,

el sacerdote es el arco que une a los hombres a Dios.

Las fotos de la ordenación y el mensaje del Nuncio Apostólico nos muestran cómo la Iglesia está viva y firme en la Palabra de Dios. He sen-tido como nunca mi vocación al sa-cerdocio revigorizada y les pido la oración de todos ustedes para que llegue ese día de gracia en mi vida: convertirme en un sacerdote de la Iglesia de Jesucristo.

Vanucio Hebert Lacerda de Moura Cocos – Brasil

Más sobre santa María eugenia de Jesús

Hace un tiempo atrás, estando en casa de una amiga, encontré en su revista un artículo sobre nuestra fun-dadora, Santa María Eugenia de Je-sús, escrito por la Hna. María Tere-sa Ribeiro Matos. Me gustó mucho y traté de darlo a conocer a varias co-munidades, y a todas les gustó. Está muy bien redactado, con datos fide-dignos y merece ser leído. El motivo de la presente es agradecerles la di-vulgación de la vida y de la obra de nuestra fundadora y, al mismo tiem-po, preguntarles cómo lograron co-nocer y tener acceso a tantos datos sobre su vida. Les deseo a todos us-tedes un buen trabajo de evangeli-zación.

Hna. Nadia Lucía Souza Cotta, RA Provincial de las Religiosas

de la Asunción Provincia del Atlántico Sur -

Brasil y Argentina Brasilia, DF – Brasil

“la creación y los ángeles”Les escribo a propósito de la ma-

teria de la portada de la revista He-raldos del Evangelio, de julio de 2015. En el artículo extraído del li-

bro A Criação e os Anjos, publicado en la página 16 de la mencionada re-vista, nos enseña que los ángeles se difieren de Dios por no ser infinitos ni eternos. Resulta que al final del artículo se afirma que son inmorta-les. Pregunto: ¿la inmortalidad no presupone la perennidad de la vi-da, por tanto, la eternidad y la infini-tud? Me gustaría recibir una posible aclaración. Enhorabuena por la re-vista, por sus temas y su estructura.

Edgar Teixeira de Lima João Pessoa – Brasil

Nota de la Redacción: Inmortalidad y eternidad no son sinónimas. Los ángeles, como el alma humana, son inmortales, pero no eternos, porque fueron creados en el tiempo. Sólo Dios existe desde toda la eternidad, sin haber conocido principio ni fin.

En cuanto a la cuestión de la in-finitud, comprendemos que se plan-tee. En el orden material es fácil percibir el límite de las criaturas; en el orden espiritual, no obstante, re-sulta más complicado de entender-lo. De hecho, anteriormente a San-to Tomás de Aquino se pensaba que todos los seres, a excepción de Dios, tenían una parte material. En el ca-so de los ángeles, ésta se reduciría a una mínima expresión y era, por esa razón, llamada “materia sutil”.

Oponiéndose a esa corriente, Santo Tomás defendió que los án-geles eran puro espíritu, aunque no infinitos, y por ello casi llegó a ser excomulgado por el obispo de Pa-rís. Sin embargo, una vez presenta-dos los argumentos, su doctrina fue aceptada por la Iglesia y se mantie-ne prácticamente inalterada desde entonces. Éste es uno de los motivos por los que es conocido como Doc-tor Angélico.

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Salvadme Reina

Número 146

Septiembre 2015

Teología y amor a Dios

N

Septiembre 2015 · Heraldos del Evangelio      5

Editorial

o hay nada más terrible que una enfermedad de corazón. Ningún otro órgano, cuando se para, causa muerte tan inmediata. El reflejo sobrenatural de esta realidad física es la muerte del corazón espiri-

tual, que consiste en el apagamiento de la llama de la caridad. Aunque en apa-riencia la persona no haya cambiado, todo en ella ha muerto: todas sus obras son infecundas, todos sus esfuerzos son inútiles. Porque murió el amor, aun si-guiendo viva, no es sino un cadáver pensante que, a menudo, ni siquiera se da cuenta de que ha muerto...

En las Escrituras existen dos acepciones del concepto de pobre: una, con el significado de la humildad desapegada (cf. Mt 5, 3) del que tiene to-do su tesoro en Dios; otra, con la significación de carencia (cf. Dt 15, 7), que debe ser suplida por los demás en virtud del precepto de la caridad. En este último sentido, el hombre que no ama es un pobre cuyo corazón se encuentra en la más horrible de las carencias, pues se halla vacío de su ele-mento principal, su propia esencia.

No hay nada más hermoso que un corazón pobre, en cuanto humilde. No hay nada más siniestro que un pobre corazón, puesto que en él está ausen-te el amor a Dios. De modo que el hombre vale por la intensidad de la fogo-sidad de su caridad y ése es el criterio final, según San Juan de la Cruz, del juicio del hombre, y de la consecuente definición de su destino eterno: “Al atardecer de la vida te examinarán del amor”. En efecto, dijo Dios “quiero misericordia y no sacrificio” (Os 6, 6); y si Dios quiso para sí el holocausto total hasta de su Hijo único, ¿cómo no va a querer todo nuestro amor?

Por eso, nada de lo que hacemos vale sin el amor. Como nos lo recuer-da el Apóstol, toda profecía, el conocimiento de todo el saber, limosnas en cantidad, una fe sin medida, “si no tengo caridad, de nada me serviría” (1 Co 13, 3). La misma teología, hecha sin amor, no hace más que manipu-lar un montón de palabras sin sentido, sin vida, sin rumbo. No sólo porque el conocimiento sin amor es estéril, sino, sobre todo, porque siendo Dios el objeto mismo de la teología, solamente el amor apasionado y sin lími-tes le da al hombre cierta proporción con su meta. Joseph de Maistre de-cía que “la razón sólo puede hablar, mientras que el amor es el que canta”. Más que “dar alas al pensamiento”, el amor es la fuerza que lanza al alma humana a través del firmamento, como una flecha, a la búsqueda de Dios.

Así pues, incluso una persona muy limitada intelectualmente puede al-canzar un elevado grado de santidad, mientras que el hombre más inteli-gente nunca podrá salvarse si no ama a Dios proporcionalmente. De he-cho, los principios le indican al ser humano el camino recto, pero el amor es el que le da el ánimo para perseverar a la hora de las dificultades.

Por consiguiente, se engaña también el que confunde amor con emoción y corazón con sentimiento. El verdadero amor, que consiste en la virtud de la caridad, está hecho de una voluntad firme, arrebatada por una pasión san-ta y abrasada que, rociada por la gracia, resulta en la santidad más excelsa. ²

Corazones riCos, Corazones pobres

Santo Domingo de Guzmán, por Fra Angélico - Museo de San Marcos, Florencia

Foto: Gustavo Kralj

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Hambre material y espiritual

6      Heraldos del Evangelio · Septiembre 2015

La voz deL PaPa

El pan de Dios es Jesús mismo. Al comulgar con Él, recibimos su vida en nosotros y nos convertimos en hijos del Padre celestial y hermanos entre nosotros.

l Evangelio de este domin-go (Jn 6, 1-15) presenta el gran signo de la multiplica-ción de los panes, en la na-

rración del evangelista Juan. Jesús se encuentra a orillas del lago de Gali-lea, y lo rodea “mucha gente”, atraí-da por los “signos que hacía con los enfermos” (v. 2). En él actúa el poder misericordioso de Dios, que cura to-do mal del cuerpo y del espíritu. Pe-ro Jesús no es sólo alguien que cura, es también maestro: en efecto, sube al monte y se sienta, con la típica actitud del maestro cuando enseña: sube a la “cátedra” natural creada por su Padre celestial. Jesús, que sabe bien lo que está por hacer, en este momento po-ne a prueba a sus discípulos. ¿Qué se puede hacer para dar de comer a to-da esa gente? Felipe, uno de los Do-ce, hace un cálculo veloz: organizan-do una colecta, se podrían recoger al máximo doscientos denarios para comprar el pan, que aún así no sería suficiente para dar de comer a cinco mil personas.

El pan de Dios es Jesús mismo

Los discípulos razonan con pará-metros de “mercado”, pero Jesús sus-tituye la lógica del comprar con otra lógica, la lógica del dar. Y he aquí que

Andrés, otro de los Apóstoles, her-mano de Simón Pedro, presenta a un joven que pone a disposición todo lo que tiene: cinco panes y dos peces; pero ciertamente —dice Andrés— no es nada para esa multitud (cf. v. 9). Pero Jesús esperaba justamente eso. Ordena a los discípulos que hagan sentar a la gente, luego toma los panes y los peces, da gracias al Padre y los distribuye (cf. v. 11). Estos gestos anti-cipan los de la Última Cena, que dan al pan de Jesús su significado más au-téntico. El pan de Dios es Jesús mis-mo. Al comulgar con Él, recibimos su vida en nosotros y nos convertimos en hijos del Padre celestial y hermanos entre nosotros. Recibiendo la comu-nión nos encontramos con Jesús real-mente vivo y resucitado. Participar en la Eucaristía significa entrar en la ló-gica de Jesús, la lógica de la gratui-dad, de la fraternidad. Y, por pobres que seamos, todos podemos dar algo. “Recibir la Comunión” significa re-cibir de Cristo la gracia que nos hace capaces de compartir con los demás lo que somos y tenemos.

Jesús sacia el hambre de Dios

La multitud quedó impresionada por el prodigio de la multiplicación de los panes; pero el don que Jesús

ofrece es plenitud de vida para el hom-bre hambriento. Jesús sacia no sólo el hambre material, sino la más profun-da, el hambre de sentido de la vida, el hambre de Dios. Ante el sufrimiento, la soledad, la pobreza y las dificulta-des de tanta gente, ¿qué podemos ha-cer nosotros? Lamentarse no resuelve nada, pero podemos ofrecer ese poco que tenemos, como el joven del Evan-gelio. Seguramente tenemos alguna hora de tiempo, algún talento, alguna competencia... ¿Quién de nosotros no tiene sus “cinco panes y dos peces”? ¡Todos los tenemos! Si estamos dis-puestos a ponerlos en las manos del Señor, bastarían para que en el mun-do haya un poco más de amor, de paz, de justicia y, sobre todo, de alegría. ¡Cuán necesaria es la alegría en el mundo! Dios es capaz de multiplicar nuestros pequeños gestos de solidari-dad y hacernos partícipes de su don.

Que nuestra oración sostenga el compromiso común para que a na-die falte el Pan del Cielo que do-

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Francisco en el Ángelus del 2 de agosto de 2015

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El don más grande que sacia alma y cuerpo

Septiembre 2015 · Heraldos del Evangelio      7

Todos los derechos sobre los documentos pontificios quedan reservados a la Librería Editrice Vaticana. La versión original de los documentos reproducidos en esta sección se puede consultar en www.vatican.va

Jesús no elimina la preocupación por el alimento cotidiano, pero nos recuerda que el verdadero significado de nuestra existencia terrena está al final.

n este domingo continuamos la lectura del capítulo sexto del Evangelio de Juan. Des-

pués de la multiplicación de los pa-nes, la gente se había puesto a buscar a Jesús y finalmente lo encuentra en Cafarnaúm.

Dios mismo es el don y también el donador

Él comprende muy bien el moti-vo de tanto entusiasmo en seguirlo y lo revela claramente: “me buscáis no porque habéis visto signos, sino por-que comisteis pan hasta saciaros” (Jn 6, 26). De hecho, aquellas per-sonas lo siguen por el pan material que el día anterior había aplacado su hambre, cuando Jesús había he-cho la multiplicación de los panes; no entendieron que ese pan, parti-do para tantos, para muchos, era la expresión del amor del propio Jesús. Le dieron más valor a aquel pan que a su donador. Ante esa ceguera espi-ritual, Jesús evidencia la necesidad de ir más allá del don, y descubrir, conocer al donador.

Dios mismo es el don y también el donador. Y así, de aquel pan, de aquel gesto, la gente puede encon-trar a Aquel que lo da, que es Dios. Invita a abrirse a una perspectiva que no es solamente la de las pre-ocupaciones cotidianas del comer,

del vestirse, del éxito, de la carrera. Jesús habla de otro alimento, habla de un alimento que no es corrupti-ble y que hay que buscar y acoger. Él exhorta: “Trabajad no por el alimen-to que perece, sino por el alimen-to que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre” (v. 27). Es decir, buscad la salvación, el encuentro con Dios.

Y con estas palabras quiere hacer-nos entender que más allá del hambre física el hombre lleva en sí otra ham-bre —todos nosotros llevamos esta hambre— un hambre más importan-te, que no puede ser saciada con un alimento corriente. Se trata del ham-bre de vida, el hambre de eternidad que sólo Él puede satisfacer, porque es “el pan de vida” (v. 35).

La Historia debe ser vista en un horizonte de eternidad

Jesús no elimina la preocupa-ción y la búsqueda del alimento co-tidiano, no. No elimina la preocu-pación de todo lo que puede hacer la vida más avanzada. Pero nos re-cuerda que el verdadero significado de nuestra existencia terrena está al final, en la eternidad, está en el en-cuentro con Él, que es don y dona-dor; y también nos recuerda que la historia humana con sus sufrimien-tos y sus alegrías debe ser vista en un

horizonte de eternidad, es decir, en aquel horizonte del encuentro defi-nitivo con Él. Y este encuentro ilu-mina todos los días de nuestra vida. Si pensamos en ese encuentro, en ese gran don, los pequeños dones de la vida, incluso los sufrimientos, las preocupaciones, serán iluminados por la esperanza de este encuentro.

“Yo soy el pan de vida. El que vie-ne a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás” (v. 35). Y ésta es la referencia a la Eu-caristía, el don más grande que sacia el alma y el cuerpo. Encontrar y re-cibir en nosotros a Jesús, “pan de vi-da”, da significado y esperanza al ca-mino a menudo tortuoso de la vida. Pero este “pan de vida” nos es da-do con una tarea, es decir, para que por nuestra parte podamos saciar el hambre espiritual y material de los hermanos, anunciando el Evangelio por todas partes. Con el testimonio de nuestra actitud fraterna y solida-ria hacia el prójimo, hagamos pre-sente a Cristo y su amor en medio de los hombres.

Que la Santísima Virgen nos sos-tenga en la búsqueda y en el segui-miento de su Hijo Jesús, el pan verda-dero, el pan vivo que es incorruptible y dura para la vida eterna. ²

Ángelus, 2/8/2015 (Traducción: Heraldos del Evangelio)

na la vida eterna y lo necesario pa-ra una vida digna, y se consolide la

lógica de la fraternidad y del amor. Que la Virgen María nos acom-

pañe con su intercesión maternal. Ángelus, 26/7/2015

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8      Heraldos del Evangelio · Septiembre 2015

En aquel tiempo, 31 dejando Jesús el territorio de Tiro, pasó por Sidón, camino del mar de Galilea, atravesando la Decápolis. 32 Y le pre-sentaron un sordo, que, además, apenas po-día hablar; y le piden que le imponga la mano. 33 Él, apartándolo de la gente, a solas, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua. 34 Y mirando al Cielo, suspiró y le dijo:

Effetá (esto es, “ábrete”). 35 Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la len-gua y hablaba correctamente. 36 Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero, cuanto más se lo mandaba, con más insistencia lo proclama-ban ellos. 37 Y en el colmo del asombro decían: “Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos” (Mc 7, 31-37).

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Jesús cura al sordomudo en la región de la Decápolis - Biblioteca del monasterio de Yuso, San Millán de la Cogolla (España)

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Una sordera peor que la sordera

Septiembre 2015 · Heraldos del Evangelio      9

Comentario al evangelio – XXiii Domingo Del tiempo orDinario

El milagro de la curación del sordomudo nos alerta contra la peligrosa perspectiva de una sordera mucho peor que la física: el cierre de nuestras almas a la voz de Dios.

I – La perspectIva crIstIana en eL antIguo testamento

Las maravillas aprendidas por un niño en las clases de catecismo de hoy en día ni siquie-ra fueron soñadas en el Antiguo Testamento por los más grandes patriarcas, reyes o profetas. En efecto, sin la revelación hecha por Nuestro Señor Jesucristo, jamás podrían concebir, por ejemplo, la existencia de la Santísima Trinidad —miste-rio inalcanzable por la inteligencia humana y só-lo cognoscible a partir del testimonio del pro-pio Dios. Lo mismo se puede decir del caudal de gracias en profusión que el Señor trajo, desde el momento de su Encarnación, y que se extende-ría por todo el género humano, hasta el punto de hacer posible llevar una vida similar a la del Pa-raíso terrenal, aunque, por supuesto, sin los be-neficios físicos ni otros tantos dones perdidos por el pecado de nuestros primeros padres.

No es descabellado, por consiguiente, afirmar que esos grandes hombres hayan sido ciegos pa-ra aquello que un niño de nuestros días ve, sor-dos para lo que éste entiende, e incluso paralí-

ticos, porque no lograron realizar las obras de las que somos capaces de practicar después de la Redención llevada a cabo por el divino Cordero. Ciegos, sordos y paralíticos de Dios...

Una salvación sobre todo espiritual

Ahora bien, tales carencias también les im-pedían penetrar en la más profunda realidad ex-presada en las profecías y otros textos sagrados, redactados bajo la inspiración del Espíritu San-to. De hecho, al leer las Escrituras, podemos considerar toda afirmación o descripción en su sentido literal, o analizarlas desde un punto de vista espiritual.

En el pasaje del Libro de Isaías, presentado este domingo como primera lectura (35, 4-7a), el profeta transmite la voz de Dios anunciando desquite y retribución, venganza y recompensa: “Decid a los inquietos: ‘Sed fuertes, no temáis. ¡He aquí vuestro Dios! Llega el desquite, la re-tribución de Dios. Viene en persona y os salva-rá’ ” (35, 4). Evidentemente, Isaías está hablan-do, principalmente en un sentido espiritual,

Mons. João Scognamiglio Clá Dias, EP

Isaías está hablando principalmen-te en un sentido espiritual

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10      Heraldos del Evangelio · Septiembre 2015

a propósito de los efectos de la venida del Me-sías: tal infusión de gracias, una Redención tan superabundante que se desquitaría del pecado y de toda saña de Satanás contra la humanidad, de manera que el ánimo para practicar el bien se volvería fortísimo y desaparecerían los temores. Dicha salvación no consiste en librarlos de un ataque militar, de una situación de pago de im-puestos o algo semejante, como muchos judíos esperaban, sino más bien en evitar el infierno o una eternidad en el limbo, a donde irían los que murieran en la justicia, si no hubiera Redención.

Jesús: médico de los cuerpos, pero especialmente de las almas

Usando figuras algo dramáticas, Isaías con-tinúa: “Entonces se despegarán los ojos de los ciegos, los oídos de los sordos se abrirán; en-tonces saltará el cojo como un ciervo y canta-rá la lengua del mudo” (35, 5-6). Igualmente, esta profecía no se limita a su significado con-creto, porque el Señor fue curando todas las en-fermedades que salían a su camino, haciendo todo un vínculo entre la enfermedad corporal y la moral. Decía Él: “Anda, tu fe te ha salvado” (Mc 10, 52); “Mira, has quedado sano; no pe-

ques más, no sea que te ocurra algo peor” (Jn 5, 14); o “Anda, y en ade-lante no peques más” (Jn 8, 11).

Todas esas curaciones también tienen un aspecto simbólico y en ellas el mayor milagro no es tan-to el físico sino el espiritual. Si to-da la humanidad, formando una hi-lera alrededor de la tierra, tuviera sus brazos cortados y un ángel fuese reponiéndoselos a cada uno, no se-ría un milagro tan grande como el que se opera cuando alguien recibe la absolución de un pecado mortal. Pues en el confesionario no se trata de restituirle un miembro al cuerpo, sino hacer que la vida divina, expul-sada por el pecado, reanime a aque-lla alma.

Basándose en estas consideracio-nes, el Evangelio del vigesimotercer domingo del Tiempo Ordinario nos coloca en una perspectiva lindísima y muy apropiada para nuestro pro-vecho espiritual.

II – La curacIón deL sordomudo

En aquel tiempo, 31 dejando Jesús el te-rritorio de Tiro, pasó por Sidón, camino del mar de Galilea, atravesando la Decá-polis. 32 Y le presentaron un sordo, que, además, apenas podía hablar; y le piden que le imponga la mano.

Cuando ocurrió este hecho, el Señor se en-contraba en tierras paganas, en las que, en prin-cipio, podría estar más tranquilo que en Israel, donde siempre iba acompañado por multitudes. Sin embargo, a estas alturas de su vida pública, ya se había difundido su fama de taumaturgo y, en cualquier sitio, sería buscado por muchos ne-cesitados. Por esa razón, algunos hombres lleva-ron hasta Jesús a un sordomudo.

El uso del verbo “le presentaron” deja claro que el enfermo no se acercó por sí mismo has-ta el divino Maestro para implorarle su ayuda. Fueron sus compañeros los que le pidieron al Señor que le impusiera la mano, un gesto que se empleaba ya desde al Antiguo Testamento pa-ra impetrar la curación de un enfermo. Aunque era poco frecuente, los sacerdotes también te-

Fue curando todas las enfermedades que salían a su camino, haciendo todo un vínculo entre la enfermedad corporal y la moral

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Jesús curando a los enfermos, por Juan de Borgoña Museo de Bellas Artes, Salamanca (España)

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Septiembre 2015 · Heraldos del Evangelio      11

nían el poder de curar en los tiempos de Jesús. Sin embargo, Él no va a seguir esa simple cos-tumbre de los judíos, sino que tomaría otras ac-titudes.

Un cuidadoso modo de infundir la fe33a Él, apartándolo de la gente, a solas, le metió los dedos en los oídos...

Como aquellos que pedían por el sordomudo oían y hablaban, es decir, tenían fe, el Señor iba a atenderlos. No obstante, deseaba remediar no sólo la sordera, sino también infundir la fe en el alma del enfermo.

Jesús podría haberlo curado a distancia, co-mo hizo con el siervo del centurión romano, cuando éste le dijo: “Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo. Basta que lo digas de pala-bra, y mi criado quedará sano” (Mt 8, 8). Y Él le respondió: “En verdad os digo que en Israel no he encontrado en nadie tanta fe. [...] Vete; que te suceda según has creído” (Mt 8, 10.13). En aquel mismo instante, el siervo se levantó de la

cama. Así, para con el sordomudo también bas-taría una palaba de Jesús; pero como no oía, Él quiso que el hombre sintiera físicamente que lo estaba curando. Por eso el Señor toca con sus dedos los oídos del enfermo, para que quedara evidente que la fuerza venía únicamente de Él. De hecho, si algunos santos fueron extraordina-rios taumaturgos, rebasando las leyes de la na-turaleza, esto se debía a una participación en el poder divino, el cual Nuestro Señor Jesucristo posee en plenitud, por ser Dios.1

33b... y con la saliva le tocó la lengua. 34 Y mirando al Cielo, suspiró y le dijo: Effe-tá (esto es, “ábrete”). 35 Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba correctamente.

El Señor le tocó con su propia saliva... Es un modo, a primera vista, prosaico entre criaturas concebidas en el pecado original. Sin embargo, con Jesús no sucede lo mismo, porque en Él to-do es santidad. Se trataba de la saliva de la boca

El Señor se encontraba en tierras paganas, en las que, en principio, podría estar más tranquilo que en Israel

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El Arco del Triunfo, en Tiro; el Castillo del Mar, en Sidonia; y el mar de Galilea visto desde el monte de las Bienaventuranzas

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de Dios... Con lo cual se puede calcular el tama-ño del privilegio que hay de que pase algo suyo a ese pobre infeliz, manifestándole con ello de quién provenía la curación.

Eso ya sería suficiente. Empero es interesan-te señalar que sólo después de que Jesús dije-ra “Effetá” fue cuando se abren los oídos y se le suelta la lengua al hombre. De esta forma, el Maestro le hacía entender al sordo que Él esta-ba pidiendo esa fuerza de lo alto. En este acto se ponen de manifiesto las dos naturalezas del Señor: la humana y la divina. Como hombre, pone los dedos en los oídos del sordo, suspira, gime y habla; pero como Dios, es Él quien cura.

El deber de no hablar nunca de sí mismo36 Él les mandó que no lo dijeran a na-die; pero, cuanto más se lo manda-ba, con más insistencia lo proclamaban ellos. 37 Y en el colmo del asombro de-cían: “Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos”.

Jesús sabía perfectamente, desde toda la eternidad, que no obedecerían esa recomenda-ción. ¿Entonces cuál fue la razón de haberlo he-cho? ¿El Hombre Dios estaría diciendo algo in-útil? Nada de lo que el Señor hizo fue en vano. Mandó que no lo comentaran para que sirvie-

ra de ejemplo ad perpetuum —principalmente para todos los orgullosos— que cuando alguien realiza una obra de Dios, con la ayuda de la gra-cia, no debe atraer la atención sobre sí mismo y ponerse en el centro de los acontecimientos, si-no resaltar al Señor. Además, nos enseña que no le pidamos a los otros que hagan propaganda a nuestro respecto.

La gente, por el contrario, a pesar de la reco-mendación del Salvador, divulgaba la acción de Dios porque estaba asumida de contentamien-to y de gran admiración por el fenómeno pre-senciado.

III – La sordera espIrItuaL, una terrIbLe enfermedad

Volviendo a nuestras consideraciones iniciales, ¿qué enfoque debemos tener presente con res-pecto al Evangelio de este domingo? ¿Debemos analizarlo en sentido literal? Es evidente, porque ese milagro nos ofrece un fundamento para nues-tra fe. Sí, el Señor concedió la audición a aquel hombre y la facilidad en el uso de su lengua, con la intención de demostrarnos que Él es Dios y de prepararnos para el Reino venidero. Sin embar-go, no es el único mirador desde donde interpre-tar lo sucedido. También nos corresponde ver en este episodio una significación espiritual que de-be orientar nuestro comportamiento.

El divino Maestro quiere dejar claro, para los siglos futuros, que vino trayendo el remedio pa-ra la sordera y la mudez espiritual característi-cas del Antiguo Testamento. No obstante, no podemos olvidar que estas enfermedades espiri-tuales se agravan en el mundo moderno.

Dios habla con nosotros en todo momento

Dios entra en contacto con nosotros a cada instante, porque jamás abandona a su criatura y tiene un verdadero empeño en dirigirse a ella de las formas más diversas. Por un lado, a tra-vés de la Creación: todo lo que existe nos habla de Dios. Incluso seres aparentemente insignifi-cantes, como una hormiga haciendo un esfuer-zo enorme para transportar una hoja, nos prue-ban la existencia de Dios, que sacó de la nada a las criaturas y las sustenta en todo momento.

Por otro lado, aunque el Señor subió a los Cielos, nos dejó una Iglesia visible mediante la cual nos transmite su Palabra. Ya sea por la doc-trina pontificia, por sermones magníficos, por

Incluso seres aparentemen-te insignifi-cantes, como una hormiga, nos prueban la existen-cia de Dios

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la consideración de la Providencia Divina re-corriendo las páginas de la Sagrada Escritura, o por el ambiente de ciertas iglesias bellísimas, donde es imposible no establecer un vínculo en-tre la persona y Dios... En fin, ¡cuántos santos, cuántos escritos, cuántas artes, cuántas maravi-llas no posee la Santa Iglesia para hacernos lle-gar la voz de Dios!

A veces son hechos y acontecimientos con-cretos que revelan la presencia del Todopodero-so. Por ejemplo, alguien va por mal camino y re-cibe un castigo. Es Dios mismo manifestando lo mucho que ama a esa criatura. ¿Por qué? Por-que está dicho en las Escrituras: “el Señor co-rrige a los que ama” (Pr 3, 12). Para uno pue-de ser una prueba que redunda en beneficio; otro es perseguido por su virtud, pero en cierto momento triunfa, porque el bien jamás deja de prevalecer. O entonces es la muerte repentina de un conocido que nos hace recordar que esta-mos, siempre, a un paso de la eternidad...

Pero no sólo por medios externos —¡en sí cuán valiosos!— se comunica Dios con noso-tros. Nos habla también en nuestro interior, en diversas circunstancias, con gracias actuales en cantidad, a través de discretos soplos y mocio-nes íntimas. Incluso, por muy endurecido que pueda ser un pecador, Dios nunca cesa de agui-jonearle la conciencia, a fin de que se dé cuen-ta de sus desvíos.

Se debe estar atento y responder con prontitud

Ahora bien, la vida espiritual consiste en la reciprocidad para con esa constante voz de Dios

La vida espiritual consiste en la reciprocidad para con esa constante voz de Dios llamándonos “ad maiora”

La muerte del justo y la muerte del pecador - Iglesia de Nuestro Señor del Buen Fin, Salvador de Bahía (Brasil)

llamándonos ad maiora: no sólo es necesario oírla, sino corresponder a ella. Porque si es una falta de educación no devolver el saludo a al-guien con quien nos cruzamos, esta actitud es sobre todo impensable ante Dios. Debemos te-ner la postura de Samuel al escuchar el llama-miento del Señor: se levantó de inmediato y di-jo: Præsto sum, estoy listo (cf. 1 S 3, 5).

Entonces, ¿por qué permanecemos sordos, si Dios nos habla con tanta elocuencia a tra-vés de tantos medios? La causa principal de ese mal es abrir el corazón a voces extrañas, ajenas a Dios y que no conducen a Él. La impureza, la avidez por el dinero, el gozo de la vida y las concesiones hechas al pecado dejan endurecido el oído espiritual, así como sucia y entorpecida el alma. Hecho un bárbaro por el ruido de sus sentidos, el hombre pierde la audición del Es-píritu Santo y se vuelve completamente refrac-tario a la voz de Dios. Ésta ya no significa na-da para él, no le impresiona ni le toca el fondo del alma. El sordo espiritual es tan incapaz de comprender los asuntos de la fe, como un pe-rro lo es con relación a los raciocinios de la in-teligencia humana. El Señor mismo se queja va-rias veces —lo comprobamos a lo largo de los Evangelios— del pueblo que oye, y no entien-de. Por eso intimaba a los que asistían a su pre-dicación: “El que tenga oídos para oír, que oi-ga” (Mc 4, 9).

El peligro de caer en la sordera parcial

Sin embargo, también existe la sordera par-cial. Al oír ciertos temas espirituales vibramos e

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incluso nos emocionamos..., pero en parte. He aquí que el lenguaje usado por el mundo, con todos sus atractivos, nos seduce y, a menudo, en lugar de combatir tales solicitaciones, las acep-tamos. Entonces, los oídos cargados de esos ru-mores ya no perciben esa voz divina austera, no obstante muy suave y deleitante, siempre que sepamos apreciarla. En efecto, ¿cómo se puede escuchar la voz de Dios mientras estamos con la atención puesta en el bullicio de la televisión, de la radio, del cine, de internet y tantas otras co-sas? ¿Cómo mantenerse en una perspectiva que haga crecer nuestra propia fe, si nuestros actos están desprovistos completamente de cualquier significado sobrenatural, pues vivimos como ateos prácticos? ¿Cómo tener el pensamiento asumido por la grandeza y belleza de Dios cuan-do tenemos nuestra mente presa a aquello que es inmoral? Dos objetivos opuestos no caben en la misma acción del hombre: o es Dios o es Sa-tanás, el Cielo o el infierno.

Esto nos lleva a concluir que el mundo, en general, es mucho más sordo de lo que imagina-mos. ¿Quién habla hoy en día de Dios? ¿Quién lo mantiene en el centro de sus preocupacio-

nes? ¿Cuántos rezan seriamente? Ahora bien, si no hay oración, no hay conversación con Dios; si no hay conversación con Dios, sólo hay sor-dera.

Superfluo es decir que tal enfermedad trae como consecuencia el mutismo, al cual bien le podemos dar el significado sobrenatural del ol-vido de glorificar a Dios. El sordo no tiene a Dios en los labios y no eleva su consideración al Creador; su conversación es vulgar, orientada hacia bagatelas y... con facilidad le gusta hablar de sí mismo. Es mudo porque, al entrar en diá-logo con el demonio, se volvió inhábil su lengua para discurrir sobre las verdades de la fe.

El remedio: acercarse a Él

A estas alturas nos preguntamos: “¿Qué re-medio hay para eso?”. Lo encontramos en el Evangelio de este domingo: el sordomudo es pre-sentado a Jesús, porque sólo el poder de Dios ha de sanar a quien llega al estado de sordera y mu-tismo espiritual. Por lo tanto, no se trata de huir de Él, sino de ir en su búsqueda. A aquel, el Se-ñor lo apartó de la gente. Detalle simbólico, pues en medio del tumulto del mundo, de las atraccio-

¿Quién habla hoy en día de Dios? ¿Quién lo mantiene en el centro de sus preo-cupaciones?

Colección

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Sólo el poder de Dios ha de sanar a quien llega al estado de sordera y mutismo espiritual

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Adoración Eucarística Perpetua en la basílica de Nuestra Señora del Rosario, Caieiras (Brasil)

nes de la sensibilidad y de las ilusiones del demo-nio, es imposible que un sordo se dé cuenta de su situación espiritual. Por ese motivo, cabe sacarlo de las ocupaciones moralmente peligrosas, sepa-rarlo de las malas relaciones, llevarlo a desape-garse de todo lo que lo aparta de Dios. Es decir, la primera condición para la curación es unirse a Dios y alejarse del mundo.

Para perseverar en medio de la decadencia moral de la sociedad de nuestros días es indis-pensable que nunca abandonemos la mano que Cristo nos extiende, y que pidamos que el dedo divino, símbolo de su poder, sea puesto en nues-tros oídos. Además, pidamos también una infu-sión de la sabiduría del Señor, representada por su saliva, porque sin ella de nada serviría recu-perar la audición y el habla.

Jesús nos toca, a través de los sacramentos. Si Él curó con su saliva, imaginemos cuál no será el efecto de la Eucaristía —que es Él en sustan-cia—, si la tomamos con fe y apertura de alma.

Recuperada la voz, ¡hablemos de Él a todos!

Finalmente, no nos olvidemos de que “mi-rando al Cielo, suspiró”. Es la manifestación

de su deseo de que tengamos los ojos puestos continuamente en lo alto. Sólo así —a su or-den, “Effetá”— los oídos se abren y la lengua se suelta para empezar a hablar sin dificultad. Al igual que aquellos que asistieron al portentoso milagro del Evangelio, nosotros debemos salir propagando sus maravillas para poner al mun-do entero al corriente de la misericordia usa-da para con nosotros, como el mejor modo de reparar las faltas cometidas y ser agradecidos a Aquel que nos ha curado. Principalmente, nun-ca guardemos en el fondo del alma lazos con la fuente de nuestras maldades y con las ocasiones que nos llevan a pecar.

Que María Santísima nos obtenga la gracia de nunca caer en el defecto terrible de callar-nos acerca de las cosas de la fe y, aun cuando tuviéramos que tratar asuntos secundarios con-cernientes a nuestras obligaciones, siempre lo hagamos con el deseo de volver enseguida a ho-rizontes más sublimes. ²

1 Cf. SANTO TOMÁS DE AQUINO. Suma Teológica. III, q. 7, a. 7, ad 1; q. 13, a. 2, ad 3.

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¿La sana teología dispensa el amor a Dios?

“HP. Juan Carlos Casté, EP

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¿El conocimiento y la virtud son independientes? Bernardo de Claraval nos recuerda que sin una profunda fe en Dios, alimentada por la oración y por la contemplación, los estudios teológicos corren el riesgo de ser un vano ejercicio intelectual.

ubo un tiempo en que la filosofía del Evan-gelio gobernaba los Estados. En aquella

época la eficacia propia de la sabi-duría cristiana y su virtud divina ha-bían penetrado en las leyes, en las instituciones, en la moral de los pueblos, infiltrándose en todas las clases y relaciones de la sociedad. La religión fundada por Jesucristo se veía colocada firmemente en el grado de honor que le correspon-

de y florecía en todas partes gra-cias a la adhesión benévola de los gobernantes y a la tutela legítima de los magistrados. El sacerdocio y el imperio vivían unidos en mu-tua concordia y amistoso consorcio de voluntades. Organizado de este modo, el Estado produjo bienes su-periores a toda esperanza. Todavía subsiste la memoria de estos bene-ficios y quedará vigente en innume-rables monumentos históricos que ninguna corruptora habilidad de

los adversarios podrá desvirtuar u oscurecer”.1

Con estas luminosas palabras, León XIII quiso rendir tributo a la Edad Media, época histórica de cu-yo auge podríamos decir que en ella la fe cristiana vivía una verdadera primavera reflejada tanto en la esfe-ra religiosa como en el ámbito civil de la sociedad. Y, por supuesto, uno de esos “bienes superiores a toda es-peranza”, de los que habla el célebre pontífice, es la teología.

Una feliz expresión de un Papa teólogo, Benedicto XVI, que indica una teología nacida del amor, de la contemplación de Dios

Benedicto XVI reza el Rosario en la Sala Pablo VI durante la Jornada Europea de Universitarios, el 10/3/2007

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Una “teología de rodillas”

“Teología de rodillas”,2 una feliz expresión de un Papa teólogo, Bene-dicto XVI, que indica una teología nacida del amor, de la piedad, de la contemplación de Dios y de sus mis-terios, pero al mismo tiempo en ínti-ma unión entre la fe y la razón.

Sería un error pensar que los teó-logos medievales vivían encerrados en una biblioteca, estrujándose los sesos, inmersos siempre en abstrac-ciones para elaborar sus raciocinios y especulaciones teológicas, ajenos a las realidades de la vida. Todo lo contrario. Su teología fluía, como un río caudaloso, de una vida interior hermanada a su pensamiento.

Esa teología denominada “teolo-gía monástica”, producida en la Alta Edad Media, nació a la sombra —o a la luz— de las abadías y monaste-rios, en los que no sólo los religio-sos sino también los laicos se aden-traban en el estudio de la Sagrada Escritura. En realidad, era una con-tinuidad de la lectio divina, que se desarrollaba entre el canto de las salmodias, la reflexión sobre la Pala-bra de Dios y las enseñanzas de los

Santos Padres. “El maestro procura-ba verter en el alma de los discípulos el fruto no de una ciencia en sentido estricto, según los usos de la dialéc-tica aristotélica, sino como una cien-cia del corazón”.3

Este auténtico progreso para la época tiene su raíz en el impulso da-do por varios factores concomitan-tes. El primero de ellos fue la ac-ción emprendida por el emperador Carlomagno y su consejero, Alcui-no de York; un monje de origen in-glés que dirigió la escuela palatina, ejerció una intensa actividad intelec-

tual y escribió varios opúsculos teo-lógicos. Otros elementos fueron los inmensos beneficios espirituales de la reforma gregoriana y la expansión de Cluny, cuyo abad, San Odón, no sólo difundió la regla de San Beni-to, sino también algo que podríamos llamar el “espíritu monástico”, dan-do frutos de santidad y esplendor li-túrgico, y despertando en toda Eu-ropa la apetencia de profundizar en la ciencia de Dios. No obstante, el alma de todos estos factores fue un “soplo” de gracias del Espíritu San-to que recorrió el continente entero.

Teología monástica y teología escolástica

Todavía no existían las univer-sidades y los estudios se llevaban a cabo en dos ambientes: los monas-terios y las scholæ, es decir, las es-cuelas de la ciudad. De aquí surge la diferenciación entre “teología mo-nástica” y “teología escolástica”, co-mo dos troncos de un mismo árbol.

La monástica, elaborada en los claustros por fervorosos religiosos, tenía como objetivo esencial ali-mentar en las almas el amor a Dios

La teología monástica tenía como objetivo esencial alimentar en las almas el amor a Dios y el deseo de las cosas celestiales

Monjes rezando en una gruta, por François Marius Granet - Museo del Hermitage, San Petersburgo (Rusia)

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“La claridad y el rigor lógico del pensamiento de San Anselmo tuvieron siempre como objetivo elevar la mente a la contemplación de Dios”

San Anselmo de Canterbury - Catedral de San Patricio, Nueva York

y el deseo de las cosas celestiales. En consecuencia, dicha teología “se convierte en meditación, oración y canto de alabanza, e incita a una sincera conversión. No pocos re-presentantes de la teología monás-tica alcanzaron, por este camino, las más altas metas de la experien-cia mística”.4

La teología escolástica, en cam-bio, “se practicaba en las scholæ, que surgieron junto a las grandes ca-tedrales de la época, para la prepa-ración del clero, o alrededor de un maestro de teología y de sus discí-pulos, para formar profesionales de la cultura, en una época en la que el saber era cada vez más apreciado”.5

El método de estudio de los es-colásticos era la quæstio, es decir, el problema que se le propone al lec-tor a la hora de analizar las palabras de las Escrituras y de la Tradición. El planteamiento de la cuestión sus-cita preguntas y crea el debate en-tre el maestro y sus alumnos, la dis-putatio. En la discusión nacen, por un lado, los temas de la autoridad y, por otro, los de la razón; entonces el debate se orienta a encontrar fi-nalmente una síntesis entre autori-dad y razón. La organización de las quæstiones lleva a la aparición de las summæ, que en realidad eran am-plios tratados teológico-dogmáticos surgidos de la confrontación entre la razón humana y la Palabra de Dios.

Diálogo entre fe y razón

Aquí se introduce la perenne lec-ción de la teología monástica. Fe y razón, en diálogo recíproco, vibran de alegría cuando ambas están ani-madas por la búsqueda de la íntima unión con Dios. “Cuando el amor vi-vifica la dimensión orante de la teo-logía, el conocimiento que adquiere la razón se ensancha. [...] El conoci-miento sólo crece si ama la verdad. El amor se convierte en inteligencia y la teología en auténtica sabiduría del corazón”.6

ximada de los grandes santos teólo-gos surgidos en los monasterios de la Alta Edad Media. Entonces, nos limitaremos en este artículo a dar una visión à vol d’oiseau de dos de sus mayores exponentes, que mar-caron para siempre la historia de la Iglesia y la teología: San Anselmo de Canterbury y San Bernardo de Claraval.

San Anselmo de Canterbury

Nacido de familia noble en Aos-ta, Italia, en 1033, Anselmo ingresó en la abadía cluniacense de Bec, en Normandía, donde llevó una vida de gran observancia monacal. “Monje de intensa vida espiritual, excelen-te educador de jóvenes, teólogo con una extraordinaria capacidad espe-culativa, sabio hombre de gobierno e intransigente defensor de la liber-tas Ecclesiæ, de la libertad de la Igle-sia, San Anselmo es una de las per-sonalidades eminentes de la Edad Media”.7 Después de Bec, lo encon-tramos en Inglaterra, como arzobis-po de Canterbury. Fue uno de los grandes pre-escolásticos e incluso hay quien lo considera el padre de la escolástica.

Suya es la famosa máxima “fides quærens intellectum” —la fe en busca del entendimiento—, de raíz agusti-niana. Es una fórmula en la que per-cibimos ese consorcio entre la fe y la razón, bellamente descrito en el pri-mer capítulo de su Proslogion.8

San Anselmo muestra una gran tendencia a la especulación, distin-guiéndose así de la espiritualidad benedictina. En sus obras no es fá-cil separar la teología especulativa de la mística. Benedicto XVI elogia en términos calurosos a este insig-ne teólogo medieval “al que la tra-dición cristiana ha dado el título de ‘doctor magnífico’, porque cultivó un intenso deseo de profundizar en los misterios divinos [...]. La claridad y el rigor lógico de su pensamien-to tuvieron siempre como objetivo

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Estas esclarecedoras palabras de Benedicto XVI fácilmente hacen comprensible cómo esa teología, que floreció en los siglos XI y XII, preparó el camino para el denomi-nado “siglo de oro de la escolásti-ca”: el siglo XIII, en el que brillaron con especial fulgor Santo Tomás de Aquino y San Buenaventura, entre muchos otros.

Habría que escribir numerosos volúmenes para dar una visión apro-

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Sin una profunda fe en Dios, nuestras reflexiones sobre los misterios divinos corren el riesgo de ser un vano ejercicio intelectual

San Bernardo - Monasterio de Santa María de San Salvador, Cañas (España)

‘elevar la mente a la contemplación de Dios’. Afirma claramente que quien quiere hacer teología no pue-de contar sólo con su inteligencia, si-no que debe cultivar al mismo tiem-po una profunda experiencia de fe”.9

Como no podía dejar de ser, este gran “teólogo de rodillas” rendía un ardoroso culto de amor a la Virgen Madre de Dios. No escribió ningún tratado sobre Ella, pero en sus escri-tos hay frases tan profundas y llenas de amor que influyeron fuertemen-te en los estudios mariológicos. No han faltado algunos autores que se-ñalan a San Anselmo como defensor de la Inmaculada Concepción, fun-damentados en las palabras de su li-bro De conceptu virginali et originali peccato: “Convenía que la Madre de Dios brillara con una pureza tal que no se puede concebir mayor después de Dios”.10

Es evidente que esta frase no sig-nifica que sea la Concepción Inma-culada de María, como la Iglesia la definiría siglos más tarde, pero indi-ca un privilegio que no fue concedi-do a otro mortal. Además, estas pa-labras incluyen precisamente una de las razones teológicas más fuer-tes que los autores suelen presen-tar para demostrar la existencia de la Inmaculada Concepción en Ma-ría, que consiste en sus relaciones con las tres Personas de la Santísi-ma Trinidad, porque el mismo Uni-génito del Padre, igual a Él, era Hi-jo de la Virgen, y al mismo tiempo la había escogido por Madre, y el Espí-ritu Santo como Esposa, de la cual engendraría a Aquel del cual Él mis-mo procedía.11 Por consiguiente, no explicitó claramente la Inmaculada Concepción, pero preparó el camino para que posteriores teólogos llega-ran a esa conclusión.

Este gran santo, que entregó su alma a Dios el 21 de abril de 1109, “marca el siglo XI por su ciencia, su piedad, por sus luchas y lleva a la causa católica a la victoria. [...] Con-

siderando su vida, se tiene la impre-sión de una fortaleza formidable, de un hombre que llenó su tiempo, ven-ció, y cuya gloria perdura por todos los siglos a causa de las victorias que obtuvo en favor de la fe”.12

San Bernardo de Claraval

Hay otros grandes santos e insig-nes teólogos, verdaderos pilares de la doctrina cristiana, sobre las cua-

les se asentó el edificio teológico en el período medieval. Uno de ellos brilló como un sol, tanto por la san-tidad de su vida, como por la clari-dad y profundidad de su doctrina: San Bernardo de Claraval, “llamado el ‘último de los Padres’ de la Igle-sia, porque en el siglo XII, una vez más, renovó e hizo presente la gran teología de los Padres”.13

Bernardo nació en Borgoña, Francia, el tercero de los siete hijos de una noble familia. Recibió una esmerada educación de los monjes de Châtillon-sur-Seine y demostró desde joven su enorme vocación.

En 1112, cuando aún no había cumplido los 23 años, se presentó en el monasterio de Císter, a la cabeza de un grupo de unos treinta nobles, todos en busca del mismo ideal.14

—¿Qué queréis? —les preguntó el abad, San Esteban Harding.

Cayendo de rodillas, Bernardo respondió en nombre de todos con la fórmula ritual:

—La misericordia de Dios y la vuestra.

Un monje que influye en la Iglesia y en la sociedad

Así iniciaba ese gran santo su vi-da monacal que, bajo el hábito cis-terciense, influiría profundamente en la Iglesia y en la cristiandad en su siglo y en los venideros.

Poco después de su entrada en Cister, San Esteban Harding le con-fió la misión de fundar la abadía de Claraval, que dirigió hasta el final de su vida. No tardó mucho para que reyes, príncipes, obispos e incluso el Papa le consultaran, admirados por su sabiduría.

Asistió al Concilio de Troyes en 1129, y en 1130 fue convocado al Concilio de Etampes, en donde, gracias a su intervención, el rey de Francia, Luis VI, reconoció como legítimo al Papa Inocencio II, cu-ya elección al solio pontificio venía siendo contestada por un antipapa.

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En 1145, su discípulo y amigo Bernardo Pignatelli, abad de un mo-nasterio cisterciense en Roma, fue elegido Papa con el nombre de Eu-genio III. Para este hijo espiritual suyo elevado al Sumo Pontifica-do, San Bernardo escribió el trata-do De Consideratione. En este libro, el santo doctor “no sólo indi-ca cómo ser un buen Papa, sino que también expresa una pro-funda visión del misterio de la Iglesia y del misterio de Cristo, que desemboca, al final, en la contemplación del misterio de Dios trino y uno”.15

Apasionado por Jesús y María

Analizándola desde una perspectiva teológica, Bene-dicto XVI destaca dos aspectos centrales de la obra doctrinaria de San Bernardo. “Se refieren a Jesucristo y a María Santísi-ma, su Madre. Su solicitud por la íntima y vital participación del cristiano en el amor de Dios en Jesucristo no trae orien-taciones nuevas en el estatu-to científico de la teología. Pe-ro, de forma más decidida que nunca, el abad de Claraval rela-ciona al teólogo con el contem-plativo y el místico. [...] El san-to abad describe en términos apasionados la íntima partici-pación de María en el sacrificio redentor de su Hijo. [...] ‘Hasta tal punto la violencia del dolor ha traspasado tu alma, que con ra-zón te podemos llamar más que már-tir, porque en ti la participación en la pasión del Hijo superó con mucho en intensidad los sufrimientos físicos del martirio’. San Bernardo no tiene dudas: ‘per Mariam ad Iesum’, a tra-vés de María somos llevados a Jesús. [...] Estas reflexiones, características de un enamorado de Jesús y de Ma-ría como San Bernardo, siguen ins-pirando hoy de forma saludable no

sólo a los teólogos, sino a todos los creyentes”.16

Un escritor prolífico

En medio de una vida llena de grandes empresas, supo el santo abad de Claraval encontrar tiempo para escribir sus admirables obras,

cuyas doctrinas y espíritu son el re-trato de su carácter y de su época.

El número de sus sermones sobre los temas más variados asciende a 340. Entre ellos son notables los que tratan de la Santísima Virgen María, algunos de los cuales están adorna-dos con las galas de la poesía y las

más brillantes imágenes.También ha pasado a la His-

toria por su importante contri-bución al desarrollo de algunas devociones cristianas. Concu-rrió decisivamente a difundir la adoración a la humanidad san-tísima de Cristo, especialmen-te los misterios de la infancia de Jesús. Aunque no trató la doc-trina de la Inmaculada Concep-ción, exaltó la eximia santidad de María y desarrolló el tema de su mediación universal. A él se atribuyen importantes ora-ciones que divulgaron la doc-trina de dicha mediación, como el Memorare (Acordaos) y la fa-mosa antífona Salve Regina. Fue un mérito innegable suyo orien-tar los corazones hacia San Jo-sé; hasta entonces, el fiel guar-dián de la virginidad de María no era objeto de culto especial. También contribuyó a divulgar la devoción a los ángeles custo-dios. Sin embargo, la obra cum-bre de la teología mística del in-signe abad es el Comentario al Cantar de los Cantares, com-puesto de ochenta y seis ser-mones, en los que expresa con

claridad sus ideas sobre los estados místicos y los grados de oración.17

Uno de los supremos guías de la cristiandad

San Bernardo durmió en el Señor el 20 de agosto de 1153, a los 63 años de edad. Narra la crónica que en el instante en que expiró se le apareció en la cabecera la Madre de Dios, que venía a buscar el alma del bienaventu-rado. Antes de enterrarlo, los monjes

Bernardo no tiene dudas: “per Mariam ad Iesum”, a través de María somos llevados a Jesús

La Virgen María y la Santísima Trinidad, por Xavier Santander - Museo de Arte

Religioso, Puebla (México)

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Debemos reconocer, con San Bernardo, que “el hombre busca mejor y encuentra más fácilmente a Dios ‘con la oración que con la discusión’ ”

La Última Cena (detalle) Catedral de Saint-Gatien, Tours

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de Claraval tuvieron la feliz iniciati-va de moldar su efigie mortuoria, ma-triz de todas las imágenes en las cua-les se muestra el santo abad “con las mejillas hundidas, llenas de profun-das arrugas, pero cuya amplia frente revela la inteligencia y cuya fisonomía irradia una pureza maravillosa”.18

Transcurridos nueve siglos, un his-toriador de nuestros días resumió con estas palabras el papel del funda-dor de Claraval: “Para la historia de la Iglesia de Cristo, continúa siendo la imagen más perfecta del hombre, tal como la Edad Media la pudo con-cebir, uno de los supremos guías de la cristiandad en su camino de luz, un testimonio de su tiempo ante Dios”.19

El Papa Pío VIII lo proclamó doctor de la Iglesia en 1830. Y el Pa-pa teólogo Benedicto XVI subra-ya la importancia de su vasta obra doctrinaria para los estudios teoló-gicos de todos los tiempos: “A ve-ces se pretende resolver las cues-tiones fundamentales sobre Dios, sobre el hombre y sobre el mundo únicamente con las fuerzas de la ra-zón. San Bernardo, en cambio, só-lidamente fundado en la Biblia y en los Padres de la Iglesia, nos re-cuerda que sin una profunda fe en Dios, alimentada por la oración y por la contemplación, por una re-lación íntima con el Señor, nuestras reflexiones sobre los misterios di-

vinos corren el riesgo de ser un va-no ejercicio intelectual, y pierden su credibilidad. La teología remite a la ‘ciencia de los santos’, a su intui-ción de los misterios del Dios vivo, a su sabiduría, don del Espíritu San-to, que son punto de referencia del pensamiento teológico. Junto con San Bernardo de Claraval, también nosotros debemos reconocer que el hombre busca mejor y encuentra más fácilmente a Dios ‘con la ora-ción que con la discusión’. Al final, la figura más verdadera del teólogo y de todo evangelizador sigue sien-do la del apóstol San Juan, que re-clinó su cabeza sobre el corazón del Maestro”.20 ²

1 LEÓN XIII. Immortale Dei, n.º 28.

2 BENEDICTO XVI. Discur-so en la Abadía de Heili-genkreuz, 9/9/2007.

3 ILLANES, José Luis; SA-RANYANA, Josep Ignasi. Historia de la teología. Ma-drid: BAC, 1995, p. 5.

4 BENEDICTO XVI. Teolo-gía monástica y teología es-colástica. Audiencia general, 28/10/2009.

5 Ídem, ibídem.6 Ídem, ibídem.7 BENEDICTO XVI. San An-

selmo. Audiencia general, 23/9/2009.

8 Cf. SAN ANSELMO DE CANTERBURY. Proslogion, c. 1: ML 158, 225-227.

9 BENEDICTO XVI, San An-selmo, op. cit.

10 SAN ANSELMO DE CAN-TERBURY. De conceptu

virginali et originali peccato, c. 18: ML 158, 451.

11 Cf. Ídem, ibídem.12 CORRÊA DE OLIVEIRA,

Plinio. Santo Anselmo, varão de muitas lutas. In: Dr. Pli-nio. São Paulo. Año XVIII. N.º 205 (Abril, 2015); p. 29.

13 BENEDICTO XVI. San Ber-nardo de Claraval. Audiencia general, 21/10/2009.

14 Cf. DANIEL-ROPS, Henri. A Igreja das Catedrais e das

Cruzadas. São Paulo: Qua-drante, 1993, p. 98.

15 BENEDICTO XVI, San Ber-nardo de Claraval, op. cit.

16 Ídem, ibídem.17 Cf. ILLANES; SARANYA-

NA, op. cit., p. 35.18 DANIEL-ROPS, op. cit.,

p. 133.19 Ídem, p. 135.20 BENEDICTO XVI, San Ber-

nardo de Claraval, op. cit.

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Paladín de la verdadera caridad

SHna. Isabel Cristina Lins Brandão Veas, EP

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eñora, de no ser por esta con-fesión, ¡me habría condenado! —exclamó el moribundo, cau-sando un estremecimiento de

sorpresa en la condesa de Gondi.Mujer piadosa y de espíritu gene-

roso, aprovechaba la temporada que pasaba la familia en las tierras de Pi-cardía, al norte de Francia, para visi-tar a los habitantes de sus propieda-des en Folleville, llevándoles auxilio material y espiritual. La acompaña-ba el padre Vicente de Paúl, su ca-pellán particular. Aquel día —uno de los primeros del año de 1617—, la presencia del sacerdote había sido so-licitada en la aldea de Gannes, a fin de asistir a un pobre enfermo. Tras atenderlo durante un largo rato, el re-ligioso hizo entrar en la habitación a los que esperaban afuera, entre ellos la ilustre bienhechora. Entonces fue cuando el enfermo quiso revelarle, delante de todos, el triste estado de alma en el que había vivido ininte-rrumpidamente durante años, confe-sándose tibiamente y siendo atormen-tado por los remordimientos, hasta el punto de perder la esperanza de sal-varse. Sólo en esa ocasión, gracias a la exhortación firme y bondadosa del

confesor, había vuelto a encontrar la paz de conciencia y la confianza en la misericordia de Dios.

La noble dama enseguida com-prendió la realidad revelada por es-te testimonio, y le expuso al sacer-dote sus preocupaciones: si así era la situación de aquel honrado cam-pesino, ¿cuál no sería la de los de-más habitantes de la región? Al igual que en otros lugares del país, ahí se podía palpar la miseria espiri-tual de los hijos del campo, la mayo-ría de ellos abandonados a merced de pastores poco celosos y mal ins-truidos. Había, incluso, presbíteros que no sabían celebrar Misa, impro-visando cada cual su propio ceremo-nial litúrgico, y muchos ignoraban la fórmula de la absolución. Urgía tomar medidas para socorrer al re-baño y, sobre todo, formar a aque-llos que debían guiarlo y servirle de ejemplo. ¿Cómo remediar necesida-des tan profundas? El padre Vicente permaneció pensativo...

A instancias de la condesa, unos días después subió al púlpito de la iglesia de Folleville y predicó al pue-blo, mostrando la importancia y uti-lidad de la confesión general, incen-

tivando a los fieles a beneficiarse de ella. Obtuvo excelentes resultados, co-mo él mismo narró: “Y Dios miró con ojos tan benignos la confianza y la ar-diente fe de esta señora —ya que el número y enormidad de mis pecados hubieran estorbado el fruto de esta ac-ción— que dio su bendición a mi dis-curso, y quedaron estas buenas gentes tan tocadas de Dios, que todos acu-dían a hacer su confesión general”.1

Con el auxilio de los jesuitas de la diócesis de Amiens, se dedicó a con-fesar y a catequizar a la población local y, concluida esta labor, se diri-gió a las aldeas vecinas, procediendo de igual manera y logrando un éxi-to similar. De ese modo, mientras desbravaba aquellas zonas rurales en busca de las ovejas descarriadas, el humilde padre Vicente, por en-tonces con 36 años de edad, lanza-ba las primeras semillas de su obra maestra: la Congregación de la Mi-sión, cuyos miembros —conocidos generalmente como Lazaristas, por haberse reunido en su origen en la antigua leprosería de San Lázaro, en París— extenderían “el reino del divino Maestro hasta los lugares en que su gloria estaba como sepulta-

San viCente De paúl

Al conocer de cerca la mies a la cual dedicaría su vida, sin dilaciones en ella hizo rendir sus mejores talentos y dedicó toda su vida a los demás, en la más pura y auténtica caridad.

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da y su viña en barbecho y sin frutos por falta de obreros”.2

Al definir la finalidad de ese ins-tituto, su fundador, en su deseo de imitar a Jesucristo, dejó consigna-dos tres puntos que pueden sinteti-zar muy bien la gloriosa epopeya vi-cenciana: “primero, trabajar en la propia perfección, haciendo lo po-sible para practicar las virtudes que este soberano Maestro se dignó en-señarnos con su palabra y ejemplo; segundo, predicar el Evangelio a los pobres, particularmente a los cam-pesinos; tercero, ayudar a los ecle-siásticos a adquirir las ciencias y vir-tudes necesarias a su estado”.3

Un santo caritativo...

Al contemplar estos breves rasgos biográficos de San Vicente de Paúl, nos podemos preguntar dónde se en-caja en tal contexto la concepción de ciertas obras de arte que lo presen-tan sonriente y acogedor, llevando en brazos a un niño dormido y diri-giendo una mirada compasiva al pe-queño que cobija bajo su manto... No es difícil encontrar una explicación para eso si comparamos su vida a una piedra tallada. Quien la analiza

de cerca, constata que tales imáge-nes reflejan una faceta — sin duda de las más bellas— de su riquísima per-sonalidad; sin embargo, también per-cibe que hay en ella muchos lados, menos conocidos, y que son igual-mente dignos de ser admirados por los fieles.

Con relación al aspecto represen-tado en las imágenes piadosas, nunca se dirá lo suficiente para alabar a es-te varón, que bien merece el título de padre de todos los sufridores. Gra-cias a él, en pleno siglo XVII el per-fume de la caridad cristiana se irra-dió por toda Francia y después por el mundo entero, suscitando la gene-rosidad de ricos y poderosos a favor de las clases más modestas. Niños abandonados, enfermos, ancianos, dementes, jóvenes desencaminados, encarcelados, esclavos, víctimas de la guerra, entre otros, componen el multitudinario cortejo de desventu-rados sobre los cuales posó la mano protectora de San Vicente.

No fueron los dones naturales ni la preparación académica —de la que, por cierto, disponía en abun-dancia— el secreto de la eficacia de sus actividades apostólicas, sino el

amor a Dios, única fuente del verda-dero amor al prójimo. Sus obras na-cieron bajo el signo de esa virtud, a su calor se consolidaron y se expan-dieron por el orbe, mostrando que la solución de los problemas sociales empieza por poner a Dios en el cen-tro de los corazones. Las iniciativas vicencianas están selladas con ese noble ideal, como lo prueban en es-tas palabras: “Mi deber es amar a mi prójimo, como imagen de Dios y co-mo objeto de su amor, y hacer todo lo que pueda para que, a su vez, los hombres amen a su Creador, que re-conoce y tiene por hermanos a quie-nes ha salvado, y procurar que con mutua caridad se amen entre sí por amor de Dios, el cual los ha ama-do tanto, que por ellos entregó a la muerte a su propio Hijo”.4

Según ese mismo espíritu, San Vi-cente modeló el Instituto de las Hijas de la Caridad, fundado por él y por Santa Luisa de Marillac. En una de sus conferencias a las jóvenes religio-sas, expuso de manera incuestiona-ble cuál debería ser la prioridad en el trato con los enfermos: “El propósi-to de nuestro Señor al fundar vuestra Compañía no fue que cuidarais sola-mente del cuerpo, porque nunca fal-tarían personas que esto hicieran, si-no que su intención fue que cuidarais del alma de los pobres enfermos [...]. Un turco y un idólatra pueden asis-tirlos igualmente en cuanto al cuer-po, y no hubiera nuestro Señor insti-tuido una Compañía solamente para esto, puesto que la misma naturaleza obliga a ello, mas no puede decirse lo mismo [del cuidado] del alma; no to-dos pueden hacerlo, y por eso os es-cogió Dios principalmente, para que los adoctrinarais en las cosas nece-sarias para su salvación. Considerad esto bien y decid: ¿He cuidado de los pobres únicamente en cuanto a lo corporal? Si sólo he mirado a darles el alimento, medicinas y otras cosas que miran al cuerpo, no he cumplido con mi deber”.5

“¿He cuidado de los pobres únicamente en cuanto a lo corporal? Si sólo he mirado a darles el alimento, medicinas y otras cosas que miran

al cuerpo, no he cumplido con mi deber”

San Vicente de Paúl - Iglesia de San Severino, París

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Y ésa es la nota incluso para los trabajos de las Cofradías de la Cari-dad —asociaciones parroquiales fe-meninas, masculinas o mixtas, forma-das bajo su orientación e impulso—, como se lee en el reglamento de la Cofradía de Joigny: “La Asociación de la Caridad se instituye para honrar a Nuestro Señor Jesucristo, su patro-no, y a su Santísima Madre; para pro-veer a las necesidades de los pobres, así sanos como enfermos; procurar que se les catequice y que frecuenten los sacramentos; alimentarlos y pro-curar medicinas a los enfermos; ayu-dar a bien morir a los que se vean en ese trance, y a los que curen, procu-rar que tomen la resolución de nunca más ofender a Dios”.6

...y combativo

Además de la batalla librada con-tra la miseria, nuestro santo estu-vo al frente de una lucha de mayor trascendencia que tuvo por escena-rio la Francia de mediados del siglo XVIII, cuando las obras vicencianas se encontraban en un auge de fecun-didad y expansión. No se trataba de un enemigo ostensivo; al contrario, era tan sutil que ni siquiera se decla-raba como tal: el jansenismo. Y en-tonces fue cuando relució de modo especial la combatividad, otra faceta de su alma adamantina.

Ante los gélidos vientos de la ma-la doctrina, la fidelidad de San Vi-cente a la Iglesia se manifestó no só-lo en un vigoroso rechazo, cuando los jansenistas quisieron enredarlo con sus falacias, sino también en su há-bil actuación como defensor de la fe, a la manera de los Padres antiguos. Ocupando privilegiada posición en el Consejo de Conciencia de la reina regente, Ana de Austria, vigilaba las brechas por donde la herejía preten-día infiltrarse, impedía que se con-firiesen dignidades a sus sembrado-res y tomaba medidas para apartarlos de los púlpitos. Valiéndose de la gran influencia que ejercía sobre diversos

sectores eclesiásticos, reunió y ma-nejó las fuerzas católicas para hacer triunfar la verdad, y orientó perso-nalmente a los tres doctores católicos enviados por el clero francés a Ro-ma, para pedir al Papa Inocencio X la condenación de la nefasta herejía.

Cuando, finalmente, la senten-cia pontificia fue publicada en la bu-la Cum occasione, del 31 de mayo de 1653, el santo conmemoró la victo-ria con la modestia de los auténti-cos héroes, al confesar que “aunque Dios le hizo la gracia de discernir el error de la verdad aun antes de la definición de la Santa Sede Apostó-lica, sin embargo, no había experi-mentado por ello ningún sentimien-to de vana complacencia porque su juicio se hubiera hallado confor-me con el de la Iglesia, reconocien-do que ello era un puro efecto de la misericordia de Dios, al que estaba obligado a dar toda la gloria”.7

Por cierto, ese fue el fundamento sobre el cual el Todopoderoso edifi-có el monumental castillo de las vir-tudes de San Vicente: la humildad. Como veremos a continuación, en él se cumplió a la perfección el consejo dado a sus misioneros: “Dios no to-lera el vacío, por lo cual cuando nos despojemos de nosotros mismos, nos llenará de sí”.8

Una larga preparaciónUna misión tan grande no fue

fruto de ningún entusiasmo superfi-cial y pasajero, sino de un vasto ca-mino preparatorio, recorrido por el santo con toda fidelidad.

Vicente de Paúl nació el 24 de abril de 1581, en la pequeña población de Pouy, situada en Landas, al sudoes-te de Francia. No obstante, la sangre que le corría por las venas era espa-ñola. Tanto por parte de padre como de madre, su familia procedía de Ta-marite de Litera, ciudad de la provin-cia de Huesca, en Aragón. Si su naci-miento en tierras galas constituyó una credencial de peso para la realización de su vocación, permitiéndole actuar con entera libertad en todas las esfe-ras de la sociedad francesa, su origen aragonés fue un elemento no menos importante, porque de él heredó el ca-rácter decidido y pertinaz con el cual llevó adelante las osadas empresas que Dios le había destinado realizar.

Su infancia transcurrió sin gran-des sorpresas, en la tranquila rutina de llevar a los pastos el rebaño de la familia. Nunca perdía una oportuni-dad para ayudar a los pobres con los que se encontraba en su recorrido diario, dándoles todo lo que tenía. Su padre lo veía con buenos ojos, y no tardó mucho tiempo en dar-

Cuando nos despojemos de nosotros mismos, Dios nos llenará de sí

San Vicente de Paúl predicando y distribuyendo limosnas Casa Madre de los Lazaristas, París

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se cuenta de que el niño estaba lla-mado a un oficio más alto que el del pastoreo. Aunque mezclada con in-tereses mundanos, la decisión pater-na fue acertada al encaminar a su hi-jo hacia la carrera eclesiástica.

El joven Vicente fue ordenado sacerdote el 23 de septiembre de 1600, antes de cumplir los 20 años. Esto se explica por la falta de estruc-tura de aquella época —cosa que más tarde él mismo se empeñaría en corregir. A la manera de otros tan-tos clérigos contemporáneos suyos, anhelaba trabajar por la Iglesia y salvar almas; sin embargo, también aspiraba a cargos y beneficios parti-culares, ejerciendo su ministerio de este modo durante casi una década.

Pero el Señor lo quería para sí y, a fin de purificarlo, le mandó una do-lorosa prueba. Durante tres o cuatro años padeció una atroz noche oscu-ra del espíritu, pues se había ofreci-do a Dios para sufrir en lugar de un teólogo las tentaciones contra la fe que éste le había confiado.

Finalmente sonó la hora de la Pro-videncia: cuando movido por la gra-cia el padre Vicente tomó la resolu-ción de entregarse al servicio de los pobres, por amor a Jesucristo, las ti-nieblas interiores se disiparon y sintió su alma llena de luz. Éste fue el mar-co inaugural de su gloriosa trayecto-ria como apóstol de la caridad.

Obedeciendo las determinacio-nes de su director espiritual —el pa-dre Pierre de Bérulle, fundador del Oratorio, en Francia—, San Vicente renunció al honroso cargo de cape-llán de la reina Margarita de Valois y se hizo párroco del pueblo de Cli-chy, en las cercanías de París. Era el 12 de mayo de 1612. Poco después, Bérulle lo designó preceptor de los hijos de Felipe Manuel de Gondi, general de las galeras y lugartenien-te real, cuya esposa era Margarita de Silly, señora de Folleville. Y yen-do por los castillos y tierras de esta noble dama fue como el padre Vi-cente conoció de cerca la mies a la cual dedicaría su vida, y sin dilacio-

nes hizo rendir en ella sus mejores talentos, como hemos podido ver al principio de estas breves líneas.

Marcado por la pura y auténtica caridad

Tras una larga y fecunda existencia marcada por la más pura y auténtica caridad, San Vicente de Paúl entregó su bella alma a Dios el 27 de septiem-bre de 1660. Al darles la última ben-dición a sus hijos espirituales, les dijo: “Dios os bendiga; qui cœpit opus, ipse perficiet”, —quien comenzó la obra, Él mismo la llevará a la perfección”.9

Hasta el final de los tiempos, su ejemplo de santidad recordará al mundo cómo “la verdadera caridad no es el sentimiento que tiene su ori-gen en los afectos naturales, transi-torios y caprichosos de los hombres unos por los otros, sino el amor que, salido de lo más hondo del corazón humano, se eleva a Dios, y desde allí desciende, como riachuelo límpido y cristalino de lo alto de una montaña, hasta todas las criaturas”.10 ²

La verdadera caridad sale de lo más hondo del corazón humano, se eleva a Dios y desde allí desciende, como de lo alto de una montaña, hasta todas las criaturas

Los restos mortales de San Vicente de Paúl se veneran en la capilla de la Casa Madre de los Lazaristas en París

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1 SAN VICENTE DE PAÚL. Conferencia, apud HE-RRERA, CM, José; PAR-DO, CM, Veremundo (Org.). San Vicente de Paúl. Biografía y selección de escritos. 2.ª ed. Madrid: BAC, 1955, p. 99.

2 HERRERA; PARDO, op. cit., p. 202.

3 SAN VICENTE DE PAÚL. Reglas de la Congregación

de la Misión. § 1, apud HE-RRERA; PARDO, op. cit., p. 800.

4 SAN VICENTE DE PAÚL. Conferencia, apud HE-RRERA; PARDO, op. cit., pp. 654-655.

5 SAN VICENTE DE PAÚL, apud HERRERA; PARDO, op. cit., p. 884.

6 SAN VICENTE DE PAÚL. Reglamento de la Caridad mixta de Joigny. In: HE-RRERA; PARDO, op. cit., p. 687.

7 HERRERA; PARDO, op. cit., p. 572.

8 SAN VICENTE DE PAÚL. A los misioneros. In: HE-RRERA; PARDO, op. cit., p. 797.

9 SAN VICENTE DE PAÚL, apud HERRERA; PARDO, op. cit., p. 608.

10 CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. A verdadeira ca-ridade. In: O Legionário. São Paulo. Año V. N.º 76 (8/3/1931); p. 3.

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Miles acuden a la dedicación de la nueva iglesia

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ué alegría cuando me dijeron: ‘Vamos a la casa del Señor’!” (Sal 121, 1). Con este estado

de espíritu miles de personas afluyeron a la ce-remonia de dedicación de la iglesia de Nues-tra Señora de Fátima, de los Heraldos del Evangelio en Colombia.

Situada en Tocancipá, a 47 kilóme-tros de la capital, ya se había convertido en un centro de peregrinación durante su construcción a donde muchos fieles acudían para pedirle gracias a la Santí-sima Virgen o para agradecerle las re-cibidas.

Irradiar la belleza de Dios

En la mañana del 8 de agosto, el obispo de Zipaquirá, Mos. Héctor Cubillos Peña, presidió la solemne celebración, acompaña-do por numerosos sacerdotes de la diócesis y de los Heraldos del Evangelio.

Con elocuentes palabras, destacó en su homilía el significado de la ceremonia y de los ritos litúrgicos realizados. Y añadió: “Todos nosotros estamos experimen-tando en este momento una profunda alegría al encontrar-nos en este templo que vamos a dedicar. La Dedicación es un acto de entrega, de consagración, de ofrenda a Dios Nuestro Señor, a quien le pedimos que bendiga esta gran-diosa obra, en la que han intervenido tantas y tantas per-

sonas, que han contribuido con su oración, con su ofrenda para que fuera posible y llegáramos a este momento

maravilloso [...]. Cualquier persona que ingrese a este templo, tal vez sin fe, de todas maneras va

a quedar admirada con la belleza de esta igle-sia: por sus colores, por su arte, por su armo-

nía. También a eso estamos llamados no-sotros: como Iglesia del Señor, estamos llamados a irradiar la belleza de Dios”.

“¡Hoy bajó el Cielo hasta nosotros!”

Durante toda la ceremonia los fieles declararon sentir la presencia de Dios. Especialmente emocionante fue la co-lumna de incienso que subió a los cielos

desde el altar, símbolo de que la Iglesia expande la fragancia de Cristo.

Impactadas por la belleza y significado de los símbolos litúrgicos, muchos comen-

taban: “¡Hoy bajó el Cielo hasta nosotros!”. Una persona de la capital dijo conmovida:

“Nunca había estado en una ceremonia de dedica-ción de una iglesia, este día lo guardaré en mi mente por siempre”. Tras contemplar la bella naturaleza que rodea al nuevo templo, un hombre que estaba con su familia exclamó: “Este hermoso paisaje es el lugar más especial que la Santísima Virgen pudo haber escogido para cons-truir esta iglesia para estar con sus hijos”.

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Aspectos de la ceremonia – Incensación del altar (foto 1); cortejo de entrada con la imagen titular de la iglesia (foto 2); elevación de la Hostia durante la Consagración (foto 3); el obispo celebrante

unge con óleo el altar (foto 4).

Diez mil personas – Varios miles de fieles participaron en la dedicación de la iglesia. La mayoría de ellos tuvo que asistir a la ceremonia desde el patio exterior, donde fueron montados toldos y pantallas de vídeo.

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Oratorios en África – Paul Ede Ekpe, cooperador de los Heraldos del Evangelio en Yaoundé, hizo entrega de un oratorio más en Mamfe, Camerún. Y en Ruanda, el Apostolado del Oratorio conmemoró su 9º aniversario en el país

con una Santa Misa de acción de gracias presidida por el P. Léon Panhuysen, SDB, en la parroquia de Rango.

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Guatemala – El 20 de julio, cooperadores de los Heraldos del Evangelio llevaron a la imagen peregrina a la “Villa de las Niñas”, institución para adolescentes en situación de riesgo, regida por las Hermanas de María.

Las jóvenes recibieron a la Virgen con una procesión y rezaron en conjunto el Santo Rosario.

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Argentina – Misioneros heraldos llevaron a la imagen peregrina del Inmaculado Corazón de María al hogar de ancianos “Los Manantiales”, situado en José C. Paz, en la región metropolitana de Buenos Aires. Después de rezarle en

conjunto a la Madre de Dios, la imagen recorrió las dependencias de la casa para que todos pudiesen venerarla.

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México: “Un día con María”

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romovidos por coordinadores del Apostolado del Oratorio, están siendo llevado a cabo en diversas

ciudades de México los eventos conocidos como “Un día con María”. El 26 de junio se realizó en Tuxpan y el 28 en Hidalgo. Más de 200 personas participaron en Eze-

quiel Montes, donde tres nuevos Oratorios fueron entre-gados. En Morelia se hizo una misión en la parroquia de la Resurrección del Señor los días 18 y 19 de julio, y al fi-nal se entregó el primer Oratorio que peregrinará en esa comunidad.

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Ciudad de México – En mayo, misioneros heraldos visitaron diversas instituciones de enseñaza, entre ellas el Colegio Mercedes (foto de la izquierda). Y el 4 de julio fue inaugurada en la parroquia de Nuestra Señora de

Guadalupe la devoción de los Primeros Sábados en honor de María Santísima.

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30      Heraldos del Evangelio · Septiembre 2015

São João – Los Heraldos de Recife llevaron a cabo una “Misión para Cristo con María” en la parroquia de San Juan Bautista, en São João (estado de Pernambuco), del 29 de junio al 3 de julio. La noche del día 4 una bendecida procesión recorrió las calles de la ciudad marcando el solemne cierre de la misión. Los fieles abarrotaron la iglesia para participar en la coronación de la imagen peregrina realizada por el párroco, el P. Danilo Ferreira da Silva.

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Maceió – Un grupo de 23 fieles de la parroquia de Nuestra Señora de las Gracias (foto de la izquierda) se consagró a la Virgen el 26 de junio, en una ceremonia presidida por el P. Celio Luis Casale, EP, y concelebrada por el párroco, el P. Ernesto Amynthas Cavalcanti. Al día siguiente, 43 fieles de la parroquia del Niño Jesús de Praga (fotos del centro y derecha) también hicieron su consagración, siguiendo el ejemplo de su párroco, el P. José Aloísio de Oliveira.

Pereiras – El 18 de julio, la iglesia matriz de la ciudad de Pereiras esperaba con entusiasmo el comienzo de “Una tarde de alabanza con María”, realizada por heraldos y cooperadores procedentes de São Paulo. El templo se quedó pequeño para acoger a todas las personas que concurrieron a las actividades. Después de la Santa Misa, una procesión de antorchas y la bendición final a la entrada de la iglesia clausuraron el encuentro, marcado por un ambiente de muchas gracias.

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La luz y la ciencia de las que María

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Septiembre 2015 · Heraldos del Evangelio      31

eXCelenCia De la Santa infanCia De maría

¿Puede la ciencia humana y natural, desprovista de humildad, ser la raíz de todos los males y la causa de la perdición de una infinidad de almas?

uy peligrosa es la cien-cia humana —que se adquiere por la fuerza o el trabajo de la inteli-

gencia humana, o por la lectura de los libros, o por cualquier otro medio— cuando no va acompañada de una ver-dadera humildad. En lugar de ser una luz que esclarece el espíritu, es una no-che que lo envuelve en tinieblas.

Ciencia que hincha el corazón y lo conduce a la muerte

Es un veneno que hincha el co-razón, y lo hace reventar y morir de una muerte muy funesta: “Scientia inflat” (1 Co 8, 1). Es la hiel del dra-gón infernal con la cual envenenó al primer hombre y a toda su posteri-dad, cuando le dijo: Si coméis de es-te fruto prohibido, vendréis a ser sa-bios como Dios, lo conoceréis todo, tanto el bien como el mal: “Eritis si-cut Dii, scientes bonum et malum” (Gn 3, 5). Es un puñal en las manos

de un frenético, del cual se sirve pa-ra apuñalar a cuantos logra atrapar, y para matarse a sí mismo. Es una plaga que hace singulares estragos en la propia casa de Dios, que es su Iglesia; porque es la madre y fuente de los cismas, las herejías, las apos-tasías y un sinfín de desgracias que arrastra en pos de sí. Es una flecha envenenada con la que el monstruo de la herejía hace perecer a un nú-mero infinito de almas miserables.

Es lo que perdió a Arrio, a Nes-torio, Eutiques, Lutero, Calvino y a cantidad de otros semejantes here-siarcas que han hecho y hacen conti-nuamente una guerra tan sangrienta a la Iglesia, que se puede decir con toda seguridad que no ha soporta-do persecución tan cruel de parte de los Nerones, Domicianos, Diocle-cianos, Maximianos y otros tiranos, como la que ha sufrido y sufre todos los días de parte de los hombres eru-ditos y soberbios. De modo que pue-

de decirse con sobrada verdad que la ciencia humana y natural, desti-tuida de humildad, es la raíz de to-dos los males y la causa de la perdi-ción de una infinidad de almas.

Ciencia que disipa las tinieblas infernales y santifica las almas

Pero la ciencia divina y sobrena-tural que es infundida por el Espíritu Santo, y que es uno de sus dones, in-separable del don de piedad —“Spiri-tus scientiæ et pietatis” (Is 11, 2, Vul-gata)—, es la ciencia de la salvación y la ciencia de los santos, que disipa las tinieblas del infierno e ilumina la inteligencia del hombre con las lu-ces del Cielo, y la que llena el cora-zón de amor a Dios, de caridad para con el prójimo, de humildad con re-lación a sí mismo y de menosprecio de todas las cosas del mundo. Porque esta luz, descubriéndole al hombre la grandeza y la bondad de Dios, lo lle-va a honrarla y a amarla, haciéndole

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La Virgen Niña, por Zurbarán - Museo del Hermitage, San Petersburgo

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ver en el prójimo como una imagen y un hijo de Dios; lo impulsa también a amarle; dándole el conocimiento de su nada y de sus infinitas miserias; lo obliga a humillarse y, enseñándole a conocer la bajeza y la vanidad de to-das las cosas de este mundo, imprime en su corazón un gran desprecio por todo cuanto estima.

Y así esta ciencia, que es infun-dida por el Espíritu Santo, no lleva consigo el veneno del pecado, sino la unción de la gracia; no envenena a las almas, las santifica; no hincha los corazones, los humilla; no mata a los que la alojan, sino que les hace vivir la vida de los ángeles, de los santos y de Dios mismo. Por eso se llama, según la divina Palabra, la ciencia de la salvación, la ciencia de los santos, la ciencia de Dios: “Vani sunt omnes, in quibus non subest scientia Dei” (Sb 13, 1). No son más que vanidad, y pura nada, todos los hombres que ca-recen del conocimiento de Dios.

Ésa es la ciencia de la cual la San-tísima Virgen estuvo llena en su santa infancia. Es una ciencia infusa y una luz sobrenatural que la ha ilumina-do, desde el momento de su Inmacu-lada Concepción, de manera extraor-dinaria. Puesto que, aparte de todo lo que hemos dicho anteriormente sobre esto, varios insignes teólogos enseñan que, desde el primer momento de su vida, tuvo un conocimiento de la San-tísima Trinidad más claro que el que le fue dado a los ángeles y al primer hombre en su santidad original; y que, si el pequeño Juan Bautista, estando aún en el vientre de su madre, cono-ció al Verbo Encarnado en las sagra-das entrañas de la Virgen, no se puede dudar de que nuestra santa Niña haya tenido conocimiento del misterio de la Encarnación cuando aún estaba en el seno de su bendita madre Santa Ana.

Conocedora de los misterios encerrados en los Libros divinos

Pero San Bernardo dice mucho más,1 porque asegura que Ella fue divi-

na y plenamente instruida en todos los misterios desde el comienzo de su vida.

San Bernardino de Siena2 declara que, estando aún en el vientre de su madre, María tuvo siete clases de co-nocimientos, claros y distintos, a sa-ber: de Dios, de los puros espíritus, de los espíritus unidos a los cuerpos, de las cosas materiales, de las que hay que huir, de las que hay que abrazar y de las reglas y medios convenientes para hacer lo uno y lo otro. [...]

Si esta maravillosa Niña tuvo cono-cimientos tan extraordinarios desde

los primeros meses de su vida, ¿qué se puede decir de su progreso en la cien-cia de Dios, en los años siguientes a su infancia, creciendo su luz siempre día a día por varios medios?

Porque, antes de todo, tuvo uso de razón desde el primer instante de su vida [...]; y Dios la dotó de una inteli-gencia muy excelente, exenta de todo lo que podría turbar su paz y su tran-quilidad, y siempre muy dispuesta a recibir las luces del Cielo, no habien-do en sí nada que fuera capaz de po-ner el mínimo impedimento.

En segundo lugar, el ejercicio de la más alta contemplación, que le era tan familiar y corriente, la llena-ba de las más bellas luces del Cielo.

En tercer lugar, su frecuente con-versación con los ángeles, especial-mente con San Gabriel, le daba grandes conocimientos de las cosas celestiales y eternas.

En cuarto lugar, San Sofronio3 y San Gregorio de Nicea4 escriben que habiendo aprendido desde sus más tiernos años la sagrada lengua, es de-cir, la lengua hebrea, se dedicaba a me-nudo, especialmente mientras estuvo en el Templo, a la lectura y a la medi-tación de las divinas Escrituras, de las cuales el Espíritu Santo le daba enten-dimientos tan claros que San Andrés de Jerusalén5 dice que no ignoraba los misterios en ellas contenidos. También San Agustín habla de esta manera: “Acordaos, oh María, de lo que habéis leído en los profetas; porque el conoci-miento de los misterios encerrados en los Libros divinos no puede quedaros oculto, puesto que daríais a luz al que contiene en sí la plenitud de todas las luces proféticas”.6

En quinto lugar, el espíritu de pro-fecía, que fue dado incluso a las vír-genes paganas, como las Sibilas, no podía faltar a la Reina de las santas vírgenes. Testimonio de ello su ad-mirable Cántico [el Magnificat], ca-da una de cuyas palabras son otros tantos oráculos del espíritu profé-tico que la poseía. Por este motivo

Por medio de la ciencia humana, destituida de humildad, perecieron gran número de heresiarcas que han hecho y hacen sangrienta guerra a la Iglesia

Juan Calvino, por Mauricio Raymond Museo Internacional de la Reforma,

Ginebra (Suiza)

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San Basilio, San Jerónimo, San Cirilo y San Agustín le atribuyen el nombre y la condición de Profetisa.

En sexto lugar, la gracia de las di-vinas revelaciones, que es bastante común a muchos fieles servidores de Dios, no le fue negada a su Madre.

En séptimo lugar, ¿quién podría comprender las admirables luces con las que el Espíritu Santo, que la poseía y animaba perfectamente, llenaba continuamente su espíritu y su corazón?

Sol que ilumina a los ángeles y a los hombres

Además, os recuerdo lo que fue dicho antes, en el capítulo octavo de la primera parte de este libro: varios ilustres doctores mantienen que esta divina Niña fue tan repleta de luces desde el primer momento de su vi-da, que vio el rostro de Dios.

Después de todas estas cosas, pen-sad, si es posible, los progresos que hi-zo en las vías de la ciencia y sabiduría del Cielo durante el transcurso de su infancia. Y si su infancia fue ilumina-da de ese modo, ¿qué decir del resto de su vida? Para entender mucho en pocas palabras, hay que decir que Ella es la Madre del Sol eterno; que es una estrella que ha producido un sol; que es un segundo sol, electa ut sol (Ct 6, 9, Vulgata), que ilumina a los hombres y a los ángeles; que es aquella Mujer ad-mirable del Apocalipsis, que tiene la luna bajo sus pies, que lleva una coro-na de doce estrellas y que está reves-tida del sol, es decir, que es exaltada por encima de todas las luces y cien-cias de este mundo; que está corona-da con toda la claridad de los ángeles y de los santos, pero con tal eminencia que ante Ella quedan todas desvane-cidas, como las estrellas desaparecen ante el sol; que está rodeada y reves-tida del sol mismo de la Divinidad, y que concibió y dio a luz al que es la luz del mundo; que hizo nacer en su cora-zón, desde el primer instante de su vi-da, y siempre llevó en ese mismo co-

razón durante su infancia y durante el resto de su vida, y llevará eternamen-te al que contiene en sí todos los teso-ros de la ciencia y de la sabiduría de Dios: “In quo sunt omnes thesauri sa-pientiæ et scientiæ Dei” (Col 2, 3).

No hay por qué extrañarse, por tanto, de que esta Virgen incompara-ble sea llamada por San Juan Damas-ceno “la fuente eterna de la verdadera luz”;7 y por San Gregorio Magno, “la Maestra de todos los doctores”;8 y por el mismo San Juan Damasceno, “un tesoro de sabiduría”; 9 y [tampoco hay

que asombrarse] si San Bernardo nos asegura que Ella ha penetrado hasta lo más profundo de los abismos de la divina sabiduría: “Profundissimam Dei sapientiæ penetravit abyssum”;10 y que ha sido sumergida y absorbida en la luz inaccesible de la Divinidad: “Luce illi inaccessibili videtur immersa”.11

Volvednos sabios en el conocimiento de nosotros mismos

Oh divina María, no sin razón os ha dado Dios este glorioso nombre de María, que quiere decir iluminada, iluminadora y luminosa. Él se llama el Padre de las luces y el Señor de las ciencias: “Deus scientiarum Dominus” (1 S 2, 3), y quiere asociaros con Él en estas sus divinas cualidades, quiere que seáis la Madre de las luces celes-tiales y la Maestra de las santas cien-cias; por todo lo cual sea Él eterna-mente bendito, alabado y glorificado. Hacednos partícipes, pues, por favor, de vuestras sagradas luces y de vuestra divina ciencia. Guardadnos de la cien-cia perniciosa que hincha el corazón y envenena el alma; de esa ciencia con-denable que es hija del orgullo, her-mana de la presunción, nodriza de la curiosidad, alma de la arrogancia, ma-dre de la impiedad y de la apostasía, y la causa de la rebelión contra Dios y contra su Iglesia. Volvednos sabios con la ciencia de la salvación, con la ciencia de los santos, con esa hermosa y de-seable ciencia que es hija de la caridad, madre de la humildad, hermana de la sumisión, compañera inseparable de la piedad: “Spiritus scientiæ et pietatis” (Is 11, 2, Vulgata), corazón de la santi-dad y nodriza de todas las virtudes.

Oigo a uno de vuestros hijos más queridos, San Bernardo,12 que enu-mera cinco clases de personas que buscan el saber. Primero, el que quie-re saber solamente por saber, y esto es una peligrosa curiosidad. Segun-do, el que desea saber para hacer os-tentación de su ciencia, lo cual es una condenable vanidad. En tercer lugar, el que quiere saber para vender su

Para entender mucho en pocas palabras, hay que decir que Ella es una estrella que ha producido un sol; es un segundo sol que ilumina a los hombres y a los ángeles

San Bernardo, por Philippe Quantin Museo de Bellas Artes, Dijon (Francia)

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No permitáis, oh Virgen sagrada, que seamos del número de los tres primeros, que tan mal uso hacen de su ciencia

Las dos Trinidades, por Francisco Camilo - Museo de Navarra,

Pamplona (España)

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ciencia, lo que encierra vergonzosa avaricia. Pero hay otros que desean saber para ser capaz de instruir y edi-ficar a su prójimo, lo cual es caridad. Y hay otros que quieren saber para instruirse y edificarse a sí mismo, y esto es prudencia. [...]

No permitáis, oh Virgen sagrada, que seamos del número de los tres primeros, que tan mal uso hacen de su ciencia; sino haced que a imitación de los dos últimos, no hagamos uso al-guno de nuestros conocimientos si no es para dar saludables instrucciones a nuestro prójimo y para hacernos más agradables a su divina Majestad. So-bre todo volvednos sabios en el co-nocimiento de nosotros mismos, de nuestra nada, de nuestros defectos, de

nuestras debilidades, de nuestras mi-serias infinitas, para que este conoci-miento nos conduzca a la verdadera humildad, puesto que es muy cierto lo que dice el mismo San Bernardo, que entre las muchas ciencias que existen entre los hombres, ninguna es mejor que la de conocerse a sí mismo: “Mul-tæ sunt scientiæ hominum, sed nulla melior est illa, qua cognoscit homo seip-sum”.13 ²

Fragmentos de “L’Enfance admirable de la Très Sainte Mère de Dieu”.

Parte II, c. 9. In: “Œuvres complètes du vénérable Jean Eudes”.

Vannes: Lafolye Frères,1907, t. V, pp. 367-374 –Traducción, título y

subtítulos: Heraldos del Evangelio

1 Cf. Homil. 4 super Missus est. Por su parte, San Alberto Mag-no en su tratado Super Mis-sus est, c. 149, hace una lar-ga enumeración de los cono-cimientos infusos de la Santí-sima Virgen. Cf. Vega, Theol.

Mar., n.º 968. (Las notas a pie corresponden a la edición ori-ginal).

2 Cf. Serm. 4 de Concept., a. 1, c. 2.3 Cf. Sermo de Assumpt.4 Cf. Sermo de Nat.

5 Cf. In Salut. Deiparæ. S. Epiphan., apud Pelbart. in Stellario, l. 5, p. 3, a. 2, c. 3.

6 Serm. 5 de Nativ.7 Orat. de Dorm. Virg.8 Homil. in Evang.

9 Orat. de Dorm. Virg.10 Sermo in Signum magnum.11 Ídem, ibídem.12 Cf. Serm. 36, Sup. Cant.13 Lib. de inter. domo, c. 29.

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¿Sabía usted que...?Cuatro jesuitas fueron preservados milagrosamente de la hecatombe de Hiroshima

Una imagen de Guadalupe estuvo presente en la batalla de Lepanto

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l superior provincial de la Compañía de Jesús en Japón,

el P. Hugo Lasalle, y otros tres je-suitas —Hubert Schiffer, Wilhelm Kleinsorge y Hubert Cieslik— se encontraban en Hiroshima aquel trágico 6 de agosto de 1945, cuan-do cayó sobre ella la Little Boy, la primera bomba atómica que esta-llaba en territorio habitado.

Vivían en la casa parroquial de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, cerca del lugar de la explosión de la bomba que arrasó miles de inmuebles en un radio de 3 kilómetros y mató alrededor de 80.000 personas. En el momento de la detonación, uno de ellos celebraba la Sagrada Eucaristía y los otros estaban ocupados en sus quehaceres cotidianos.

Sin embargo, de un modo humanamente inexplicable, esos hijos de San Ignacio salieron ilesos de la catástrofe: no sufrieron nada, aparte de leves heridas causadas por frag-mentos de vidrio. El hecho, registrado por historiadores y médicos, se hizo conocido como el “milagro de Hiroshima”.

Pocos días después de la explo-sión, los cuatro sacerdotes fueron sometidos a exámenes médicos e informados de que, por efectos de la radiación, sufrirían graves en-fermedades y tendrían una muer-te prematura.

Nada de esto ocurrió. En 1976 el P. Hubert Schiffer participó en un congreso en Estados Unidos y dio testimonio de que estaban vi-vos y con buena salud. A lo largo

de esos años, habían sido examinados cerca de doscien-tas veces por diferentes médicos, siempre con el mismo resultado: ninguna secuela de la temida radiación.

El P. Schiffer narró con detalles la historia en un li-bro titulado El Rosario de Hiroshima. Y declaró que los cuatro atribuyeron a la mediación de la Santísima Vir-gen María el hecho de haber escapado de forma tan mi-lagrosa: “Creemos que sobrevivimos porque vivíamos el mensaje de Fátima” y “rezábamos diariamente el Rosa-rio en aquella casa”.

uienes visitan la parroquia de San Esteban de Aveto, aldea italiana enclavada en la

región montañosa que rodea Géno-va, se sorprenden al ver una antigua pintura de Nuestra Señora de Gua-dalupe presidiendo el altar mayor, la cual tiene una curiosa historia.

En 1811 fue donada a ese templo por el cardenal Giuseppe María Do-ria Pamphilj, miembro de la cono-cida familia de navegantes genove-ses. Había pertenecido a uno de sus más ilustres antepasados: el almiran-te Juan Andrea Doria, comandante

de la flota genovesa que, a su vez, la había recibido de re-galo del rey Felipe II. Durante la fa-mosa batalla la entronizó en su gale-ra y ciertamente se encomendó con fervor a la Virgen de Guadalupe pi-diéndole la victoria.

Merece la pena señalar que só-lo habían transcurrido cuarenta años entre las apariciones de la Virgen a San Juan Diego (1531) y la menciona-da batalla de Lepanto (1571). En ese corto espacio de tiempo, la devoción a la Emperatriz de América había atra-vesado los mares. ²

La ciudad de Hiroshima en 1945, con la iglesia de los jesuitas en primer plano

Cuadro de Nuestra Señora de Guadalupe que se venera en

San Esteban de Aveto

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La bienaventurada pobreza de espíritu

SHna. María Cecilia Lins Brandão Veas, EP

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Si comprendemos el verdadero significado de lo que es ser pobre de espíritu, entenderemos mejor la bienaventuranza que de él deriva: la posesión del Reino de los Cielos.

e cuenta que el vizconde de Turenne, cuando tenía tan só-lo siete años, desapareció de casa. Su padre se puso a bus-

carlo y lo encontró recostado a los pies de un cañón. Con la intención de asustarlo, quizá por el sobresalto que había causado a la familia, le gritó:

—¡Cuidado, que viene el enemigo!Y para su sorpresa, el pequeño se

puso de pie con una prontitud úni-ca y replicó:

—¿Dónde está para que pueda combatir contra él?

Era un hombre de valor y, aun-que en potencia, ya revelaba lo que sería en el futuro: intrépido gene-ral de las tropas de Luis XIII y Luis XIV, nombrado mariscal de Francia.

“¿No es acaso milicia la vida del hombre sobre la tierra?”

Este hecho ilustra cuál debe ser el estado de ánimo del hombre en su paso por este mundo: siempre dis-puesto a la lucha, de la cual nadie se libra, como bien lo expresó Job, al sorber de la copa amarga del sufri-miento: “¿No es acaso milicia la vida del hombre sobre la tierra?” (Jb 7, 1).

Si hay lucha es porque hay ene-migos, y éstos existen en abundan-

cia... No necesitamos ir muy lejos para buscarlos, basta mirar en nues-tro interior y percibir enseguida las miserias heredadas del pecado origi-nal: un verdadero campo de guerra, en el cual trabamos nuestras más ar-duas batallas. Y nuestras malas in-clinaciones nos miran como dicién-donos:

—¡Al combate! ¡O luchas o te tragamos!

Y empieza el doloroso recorrido de la vida.

Perfección de los consejos evangélicos

La teología nos enseña que los principales enemigos del hombre son, además de las malas tendencias de la carne, el demonio y el mun-do. Tal sería que Dios no prodigase, contra tan poderosos enemigos, un poderoso amparo y protección: la gracia, que es dada a todos los que lo buscan rectamente, especialmen-te los bautizados, a fin de alcanzar la salvación.

Algunas almas, no obstante, son llamadas a un estado de vida aún más perfecto: la vida religiosa. Los consejos evangélicos, asumidos por los votos de castidad, pobreza y obe-

diencia, son preciosos auxilios por los cuales el hombre se sustrae ra-dicalmente de la herencia del peca-do, para hacerse digno heredero del Reino de los Cielos.

Pensemos, por ejemplo, en la pobreza religiosa como lenitivo de las pasiones que nos atan a los bie-nes terrenos, e intentemos aplicar los principios de sabiduría conteni-dos en ese consejo evangélico a to-dos los que han sido llamados a vivir en el siglo, pues las bienaventuran-zas, enseñadas por Jesús en el Ser-món de la Montaña, valen para to-dos: “Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el Rei-no de los Cielos” (Mt 5, 3).

La práctica de la pobreza: en la religión y en el siglo

El voto de pobreza obliga al re-ligioso a tres cosas fundamentales. Analicemos cada una de ellas y vea-mos si también se pueden aplicar al común de los fieles.

1.ª “No poseer absolutamente na-da como propio”.1

Para que se entienda mejor el sen-tido más profundo de esta norma, apliquémosla a los bienes espiritua-les a través de un breve examen de

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conciencia: ¿cuántas veces nos apropiamos de los do-nes que Dios nos ha dado? Inteligencia, aptitudes, ca-pacidades...

Sin embargo, estas cua-lidades no nos pertenecen. Nos han sido dadas para, en el desarrollo de ellas, crezcamos en la fe y ayude-mos a los demás a alcanzar el Cielo. La misma razón que existe para que un re-ligioso se desprenda de los bienes temporales y espiri-tuales vale para que cual-quier fiel se desapegue de los dones con que Dios lo adornó para servirlo mejor.

2.ª “No disponer absolu-tamente de nada sin permi-so”.2

A partir de esta norma para los que abrazan las vías de la perfección, ca-be otra aplicación general: si un religioso incurre en el pecado de robo cuando hace uso de un objeto sin autorización, todo hombre incurre en la misma falta al aplicar sus virtudes y habilidades con fines ilegítimos o incluso al usarlas para proyectarse ante los demás.

No debemos disponer de nues-tras cualidades con vistas a la gloria mundana. Hagámoslo todo sólo para Dios, “para que Él os ensalce en su momento” (1 P 5, 6), si la obra reali-zada, de hecho, merece la alabanza.

3.ª “Vivir pobremente, a imita-ción del divino pobre, Jesucristo”.3

Jesús —que “siendo rico, se hizo pobre por vosotros para enriquece-ros con su pobreza” (2 Co 8, 9)— nos invita a cada instante a no sumergir-nos en el aprecio desmesurado por las cosas terrenas, y de ello nos dio ejemplo con su vida: para nacer no eligió un rico palacio, sino una sen-cilla gruta; tampoco escogió una ciudad importante para venir a luz,

prefirió los alrededores de Belén; y únicamente manifestó su divinidad tras treinta años de vida oculta.

Cuando los fariseos lo desprecia-ban en el sanedrín o lo difamaban, no se molestaba por que le intentaran quitar la gloria ante al pueblo; pero al ser elogiado, se remitía al Padre. Y en el momento de su muerte no te-mió el ignominioso castigo de la cruz: derramó hasta la última gota de su preciosísima sangre y no se apegó a su mayor tesoro, María Santísima, le-gándola al discípulo amado.

Sublime aspecto de la pobreza

Llevándolo todo hasta sus últimas consecuencias, el Redentor cumplió su misión: habían sido vencidos el demonio, el mundo y la carne, y res-tablecido para el hombre el reino de la gracia.

Y nosotros, ¿qué le ofre-cemos al Señor? ¿Somos capaces de desprendernos enteramente de las cosas fú-tiles para abrazar ese cami-no de la gracia, de lo sobre-natural? Estemos atentos, por tanto, para no apegar-nos a las cosas de la tierra que nos desvían de las co-sas de Dios. Oigamos la voz del divino Maestro que susurra en nuestro interior: “Hijo, mi gracia es precio-sa, no admite mezcla de co-sas extrañas, ni de consola-ciones terrenas. [...] Porque no podrás ocuparte en mí, y juntamente deleitarte en lo transitorio”.4

¡No desanimemos! Si es verdad que los enemi-gos están cerca de noso-tros para derrotarnos en la lucha por la salvación, haciéndonos ser apega-dos a las cosas del tiem-po y robándonos la eter-nidad, también es verdad que los tesoros y las au-

ténticas riquezas residen en el inte-rior de nuestra alma, siempre que no la manchemos. Pues aunque lle-vemos “este tesoro en vasijas de ba-rro” (2 Co 4, 7), no nos olvidemos que “todo lo puedo en Aquel que me conforta” (Flp 4, 13).

Así entenderemos el sublime as-pecto de la pobreza que caracteriza la verdadera riqueza: abandonar lo que es nada, para poseerlo todo, es decir, la bienaventuranza del Reino de los Cielos, el mismo Dios. ²

1 ROYO MARÍN, OP, Antonio. Teología de la perfección cristiana. 12.ª ed. Madrid: BAC, 2008, p. 862.

2 Ídem, ibídem.3 Ídem, p. 863.4 KEMPIS, OSA, Tomás de. Imitación de Cris-

to. L. III, c. 53.

“Mi gracia es preciosa, no admite mezcla de consolaciones terrenas”

Dejad que los niños se acerquen a mí - Iglesia de San Patricio, Nueva Orleans (Estados Unidos)

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¿Cuál es la solución que da Jesús?

Mons. Edgar Peña ParraNuncio Apostólico en Mozambique

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La paLabra de Los pastores

ueridos hermanos y her-manas, antes de pasar a nuestra reflexión sobre la Palabra de hoy, quiero

agradeceros vuestra amable invita-ción para celebrar la Eucaristía con vosotros. Es una óptima ocasión pa-ra rogar a Dios que nos conceda a todos la gracia de ser fieles a su vo-luntad y, de modo especial, a vues-tro carisma dentro de esta Iglesia de Mozambique.

Solicitud de Dios ante el “hambre” de la multitud

La Palabra de este domingo nos ayuda a repensar nuestra adhesión a Dios y a nuestra experiencia de vida comunitaria, presentándonos un te-ma fundamental: el “hambre” de la multitud.

La muchedumbre que sigue a Jesús tiene hambre y no tiene qué comer (cf. Jn 6, 5-6). Este pasa-je de clara connotación veterotes-tamentaria —hace referencia al Éxodo y a la travesía en el desier-to— muestra la solicitud de Dios, que responde a las necesidades de su pueblo. De la misma manera Jesús se da cuenta de la situación del pueblo, de nuestra situación, y busca una solución.

Por consiguiente, debemos pre-guntarnos cuál es la solución que da Jesús. No obstante, antes de presen-tarla, cabe subrayar que Él implica desde el primer momento a la co-munidad de sus discípulos. La co-munidad de Jesús necesita sentirse responsable por el “hambre” de los hombres y tienen que sentir que es su responsabilidad y su misión saciar esa “hambre”.

Un problema imposible de resolver por nuestras propias fuerzas

En ese sentido, Juan nos dice que Jesús plantea el problema a sus discí-pulos, representados por Felipe, pa-ra ver cómo van a resolver el “ham-bre” del mundo. ¿Lo harán según el actual sistema económico, basado en el egoísmo y en el poder del dinero, en definitiva, en intercambios comer-ciales? ¿O hay otro camino? Consta-tamos que los discípulos, al principio, se encuentran dentro de esa lógica co-mercial. De hecho, Felipe reconoce que “doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo” (6, 7). Un denario equi-valía al salario base de un día de tra-bajo. Luego ni con más de medio año de trabajo se podría alimentar a tanta gente. Dicho de otra forma, es impo-

Jesús nos indica el camino para saciar no sólo nuestra hambre, sino también la del mundo. Y ése pasa necesariamente por hacer la voluntad del Padre, manifestada en el Verbo y realizada en el Espíritu Santo que da la verdadera vida.

Ni con más de medio año de trabajo se podría alimentar a tanta gente; es imposible resolver ese problema mediante nuestras propias fuerzas

El milagro de los panes y los peces Biblioteca del monasterio de Yuso, San Millán de la Cogolla (España)

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sible resolver ese problema mediante nuestras propias fuerzas.

Entonces Jesús nos está invitan-do a abandonar ese sistema y a en-contrar otro. Andrés, apóstol desde el primer momento y, por tanto, más íntimo del Maestro, presenta una so-lución diferente (cf. Jn 6, 8-9), aun-que no está muy convencido de los resultados, pues “¿qué es eso para tantos?” (6, 9). Es decir, Andrés sabe que debe haber otro sistema, sin em-bargo, no cree que dé resultado.

Para Dios, todo es posible

Ahora bien, Jesús va a demostrar que realmente existe otro sistema. “Lo que es imposible para los hom-bres es posible para Dios” (Lc 18, 27). Todo es posible para Dios y, además, no abandona a nadie. Ante la incer-tidumbre o la poca fe de sus discípu-los, Jesús dice “no va a faltar, e in-cluso sobrará”. El Señor, que confía totalmente en el Padre, sabe muy bien que nuestra resignación sólo pue-de ser vencida por la mano de Dios. El pasaje evangélico de hoy nos ha-bla de unos pocos panes de cebada (recordemos que el pan de cebada era el pan de los pobres, en contra-posición al de trigo, más rico y sabro-so); Jesús solamente necesita aquellos cinco panes de cebada. Y es con esos panes pobres con los que sacia a cin-

co mil personas. Es suficiente lo poco que tenemos —el poco amor, la po-ca compasión, los pocos bienes ma-teriales, la poca disponibilidad, el po-co tiempo— para matar el hambre, ya sea la del alma, ya sea la del cuerpo.

La tentación de aferrarnos a cosas estériles

El desafío consiste en entregar en las manos del Señor ese “poco” que tenemos, y no perder tiempo en las cosas que impiden que el Señor actúe. ¡Cuánta gente sola, enfer-ma, triste, abandonada, encontra-ría consuelo y bienestar si diéramos, al menos, un poco más de nuestro tiempo y de nuestro corazón! Es ne-cesario multiplicar la caridad, ex-tender la compasión, ir al encuen-tro de todo el que tenga urgencia de

ayuda, como insiste a menudo el Pa-pa Francisco: “Salid, para consolar a los excluidos”.

Queridos hermanos y hermanas, ¡cuántas veces vivimos en esa ten-tación de aferrarnos a tantas cosas estériles procurando ahí la vida! E incluso a cosas buenas, incluso a la propia acción pastoral. La cuestión es si en ellas nos buscamos a noso-tros mismos, en nuestra esterilidad, o buscamos la voluntad de Dios.

En efecto, Jesús nos indica el ca-mino para saciar no sólo nuestra hambre, sino también el hambre del mundo. Y ése pasa necesariamente por hacer la voluntad del Padre, ma-nifestada en el Verbo y realizada en el Espíritu Santo que da la verdade-ra vida.

Pidámosle al Señor que nos ayu-de cada día a no ceder a la tentación de apoyarnos en nuestras fuerzas, porque, de hecho, sin Él no pode-mos hacer nada; y que el Inmacula-do Corazón de María nos conduz-ca cada vez más a entregarnos en los brazos amorosos del Padre, a fin de vivir de su voluntad para poder sa-ciar nuestra hambre y el hambre del mundo. ²

Homilía en la Casa de los Heraldos del Evangelio

en Matola, 26/7/2015

El desafío consiste en entregar en las manos del Señor ese “poco” que tenemos, y no perder tiempo en las cosas que impiden que el Señor actúe

Mons. Edgar Peña fue recibido con el Himno Pontificio a su llegada a la Casa de los Heraldos de Matola. A continuación, el Nuncio presidió la Celebración Eucarística, que fue concelebrada por el P. Alessandro Schurig, EP, auxiliado por el Diác. Diego Faustino, EP

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40      Heraldos del Evangelio · Septiembre 2015

Cincuenta años de la beatificación de San Charbel Makhlouf

El cardenal Béchara Boutros Raï, OMM, Patriarca de Antioquía y me-tropolitano de la Iglesia católica ma-ronita, presidió la solemne Eucaris-tía que tuvo lugar el 19 de julio en la iglesia conventual del monasterio de San Marón, en Annaya (Líbano), para conmemorar el 50º aniversario de la beatificación de San Charbel Makhlouf, monje de la Orden Ma-ronita Libanesa, que vivió y murió en ese convento.

Fue el punto álgido de la nove-na de conmemoraciones que se rea-lizaron del 18 al 25 de julio en Bekaa Kafra, ciudad natal de San Charbel. Conferencias, procesiones y exposi-ción de reliquias del santo, conocido por su eximia obediencia a la regla y a los superiores de su Orden, forma-ron parte de los eventos previstos.

San Charbel Makhlouf fue beati-ficado por Pablo VI en 1965 y cano-nizado por el mismo Papa el 9 de oc-tubre de 1977.

reúne 33 cantos gregorianos, ejecu-tados por los monjes benedictinos de la abadía de Norcia, Italia. Jun-to con clásicos del gregoriano, como Regina Cæli, Salve Regina, Ave Ma-ria o Ave Regina Cælorum, el álbum contiene versiones de responsorios que no habían sido grabados para el gran público hasta el momento, in-cluyendo piezas compuestas por los monjes como Nos qui Christi iugum.

El álbum alcanzó el grupo de los 40 álbumes más vendidos en iTunes, el segundo lugar en la categoría de música clásica en los catálogos Bill-board, y el número uno en el equi-valente de la compañía Amazon, su-perando incluso a varios de los más grandes músicos contemporáneos.

“El canto es hermoso, y nues-tras almas necesitan de la belleza para crecer y prosperar”, explica el P. Cassiano Folsom, prior del mo-nasterio. “Estaríamos muy conten-tos si nuestro álbum fuera útil para que las parroquias redescubrieran el gregoriano en sus respectivas litur-gias”, añade.

La Virgen de Itatí promueve la armonía entre los países

Según el diario Época, unas 300.000 personas abarrotaron las calles adyacentes a la basílica de Nuestra Señora de Itatí, en la pro-vincia argentina de Corrientes, pa-ra celebrar el 26 de julio el 115º ani-versario de la coronación pontificia de la llamada cariñosamente Virgen Morena.

En ese día hubo, entre otros even-tos, una procesión fluvial durante la cual las imágenes de la Virgen de Itatí y la de Caacupé, patrona de Paraguay, se encontraron en el cen-tro del río Paraná en señal de ar-monía y confraternización entre los dos países que practican la misma fe. Como es costumbre, las congre-gaciones y parroquias participaron llevando los santos de su particular devoción.

Apoyo on-line para rezar novenasRece más novenas, es el título con

el que se presenta el sitio web www.praymorenovenas.com, creado por un matrimonio estadounidense pa-ra estimular este género de devo-ción. Ofrece novenas para diversas ocasiones y permite recibir un recor-datorio para no olvidarse de rezar-las. En una noticia publicada el 24 de julio, el sitio anuncia que sobre-pasó el número de 200.000 visitantes de todo el mundo. “Gracias por ha-berse unido a nosotros en el rezo de estas novenas. Espero que le hayan servido para hacerle más próximo al Señor y le hayan sido útiles para conseguir las intenciones en las que fueron rezadas”, expresan los crea-dores de la página.

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Los monjes de la abadía de Norcia graban un CD de cantos gregorianos

Benedicta: Cantos marianos de Norcia es el nombre del álbum que

Peregrinación al santuario de Muxima

El domingo 19 de julio concluía la peregrinación de dos días de du-ración al santuario Mariano de Mu-xima, organizada por la Conferencia de los Superiores Mayores de los Ins-titutos Religiosos de Angola, bajo el lema La mística de vivir juntos con-vierte nuestra vida en una peregrina-ción sagrada. La Eucaristía de clau-sura fue celebrada por el arzobispo emérito de Lubango, Mons. Zaca-rias Kamwenho, y fue el punto auge de momentos de oración, reflexión, testimonio y convivencia.

El santuario está dedicado a Nues-tra Señora de la Concepción, o Mamá Muxima (muxima significa corazón en la lengua nacional quimbundo), y es el mayor santuario mariano de África subsahariana, recibiendo más de un millón de peregrinos al año.

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El cardenal Parolin alienta a anunciar el Evangelio en Singapur

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Mons. Tempesta inaugura una exposición del Congreso de Río de Janeiro

El cardenal Orani Tempesta in-auguró el pasado 18 de julio, en el Museo Archidiocesano de Río de Janeiro, la muestra 36º Congreso Eu-carístico Internacional: un gran acto de fe en tierras cariocas, que conmemora el 60º aniversario de ese magno even-to, presidido por Mons. Bento Aloi-si Masella como representante del Pa-pa Pío XII.

Mons. José Roberto Devellard, di-rector artístico del museo, explicó: “Los ítems de la exposición permiten una diversidad de perspectivas sobre el congreso, con fotografías, piezas conmemorativas, objetos litúrgicos, joyas y obras de arte sacro”. Sin em-bargo, la custodia que fue utilizada en

el congreso no forma parte del acer-vo de la exposición, por encontrarse en la iglesia de Santa Ana, que es el actual santuario de la Adoración Per-petua en el centro de Río de Janeiro.

Para recordar el ambiente en el que transcurrió el congreso, el único realizado en Brasil, y su importancia para el país, Mons. Orani reprodujo las palabras finales de Pío XII en su radiomensaje del 24 de julio de 1955, dirigido a los participantes del evento:

“Y vosotros en particular, los que en el cielo de la patria veis brillar el Crucero, encendido por el Creador, como recordándoos constantemente que sois ‘Tierra de Santa Cruz’, pue-blo a la sombra de la cruz nacido, or-ganizado en nación en torno al altar y al trono eucarístico, que en la Euca-ristía encontrasteis las mejores ener-

gías para ‘hacer cristiandad’ y pa-ra asegurar con hechos memorables la integridad de la patria y la unidad de la fe, que os encontráis ahí, en la ciudad de San Sebastián, fundada al pie del altar del Señor, y, casi antes de nacer, salvada para la fe católica más por el valor extraído de la Comunión, que por la fuerza de las armas, voso-tros singularmente debéis volver a vuestros hogares, decididos a ser pa-ladines del Rey eucarístico siempre y en todas partes, tanto en la vida indi-vidual como en la familiar, tanto en la social y civil como en la vida pública; para que el Redentor y Rey divino, no sólo de derecho, sino de hecho, reine en cuantos corazones palpitan des-de el Amazonas al Plata, establecien-do en todos su reinado de paz y amor, de justicia y santidad, que sólo así se-

l Secretario de Estado del Vaticano, el carde-nal Pietro Parolin, exhortó a los católicos de

Singapur a dar testimonio del Evangelio ante el “laicismo agresivo que intenta eliminar a Dios de la sociedad”. La invitación fue hecha en la homilía de la Misa de la Asunción de la Santísima Virgen María, durante la cual elogió a la Iglesia local y alentó a los fieles a considerar esa fecha como “un nuevo comienzo en la historia de la salvación”.

“La comunidad cristiana debe encontrar nue-vas formas creativas para avanzar en el anuncio del Evangelio de la salvación a una sociedad que cambia”, señaló Mons. Parolin. El hecho de que la Iglesia cuente ya con una prestigiosa presencia de dos siglos en esa ciudad ha sido, según el cardenal, fruto de la labor de las instituciones y organizaciones católicas, exhortándolas a ser imitadoras de Cristo.

Antes de concluir la homilía con las palabras “con la Virgen María como guía, la archidiócesis católica de Singapur puede hacer grandes cosas”, el purpura-do mostró la necesidad del testimonio que empuja “a

todos los hombres de buena voluntad a reconocer la fe religiosa, la virtud y la moral como fundamentos esenciales de una sociedad y una nación”.

La visita a Singapur forma parte del viaje del car-denal Secretario de Estado del Vaticano al sudeste asiático motivado por la firma de un concordato en-tre la Santa Sede y Timor Oriental.

El cardenal Parolin con el primer ministro, Lee Hsien Loong. Junto a ellos, el Nuncio, Mons. Lepoldo Girelli,

y el arzobispo de Singapur, Mons. William Goh

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52 dólares americanos] por mes y te-nemos que ver cómo aumentar esta cifra”. La campaña tuvo un antece-dente, pero se remonta al año 1919, cuando fue creada la Asociación de Contribución al Culto, pero desde entonces no había sido actualizada.

Congreso de Órdenes religiosas femeninas en Eslovaquia

La Conferencia de los Superio-res Mayores de las Órdenes Religio-sas Femeninas y la Conferencia de los Superiores Mayores de los Reli-giosos en Eslovaquia organizaron el 27 de junio una jornada de puertas abiertas para dar a conocer a los fie-les quiénes son, qué hacen y cómo viven las religiosas.

Cada Orden atendió a los visitan-tes según sus carismas peculiares, lo que incluía la apreciación de los ex-quisitos bocados elaborados por las monjas. Los más de 30.000 visitantes superaron de lejos cualquier expec-tativa de los organizadores, que de-seaban mostrar la importante misión espiritual y social de las vocaciones consagradas femeninas. En algunos conventos, los fieles tuvieron la opor-tunidad de participar en el día a día de la comunidad, ayudaron en la co-cina o en la atención ambulatoria de los enfermos recibidos en las depen-dencias de los conventos que ofrecen esta clase de labor caritativa. Tam-bién pudieron visitar las criptas, asis-tir a conferencias sobre la historia de las órdenes de clausura, ver filmes in-formativos; pero lo que más interés despertó fue la vida de oración. Ése ha sido el mayor evento realizado en Eslovaquia en el ámbito del Año de la Vida Consagrada.

Diócesis congoleña conmemora centenario y ordena a cuatro sacerdotes

El 19 de julio fue celebrada una Eucaristía conclusiva de las activida-des en torno al centenario del inicio de la evangelización de la provincia

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rá, incluso temporalmente, según las divinas promesas, reino de ‘Orden y Progreso’, de tranquilidad y concor-dia y prosperidad verdaderas”.

Colombia acuñará una moneda en homenaje a Santa Laura Montoya

El presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, anunció el pasado 11 de julio que en breve se pondrá en circulación una moneda en ho-menaje a Santa María Laura de Je-sús Montoya y Upegui. Por una cara tendrá el retrato de la santa y por la otra la fachada de la catedral de Je-ricó, ciudad donde nació.

Según el gerente del Banco de la República, José Darío Uribe, ten-drán el valor de 5.000 pesos [alrede-dor de unos 2 dólares americanos] y se podrán usar con normalidad en las transacciones comerciales. Más de 100.000 de esas monedas ya habrán sido acuñadas en la primera semana de noviembre. Uribe prevé, no obs-tante, que no serán puestas en circu-lación sino guardadas como recuerdo.

Santa Laura fue canonizada el 7 de mayo de 2013. Desde el año 2014 estuvo en proceso de ejecución la ley 1710, con la cual el Gobierno del país, entre otros homenajes, decretó la emisión de dicha moneda.

Descubierto un antiguo texto bíblico

“Es realmente un gran descubri-miento. Después de los rollos del mar Muerto, éste ha sido el más significa-tivo descubrimiento de textos anti-guos de la Biblia. Nos ha dejado ab-solutamente estupefactos”. Con estas palabras la profesora Pnina Shor, jefa de la Sección de Conservación de Ar-tefactos del Departamento de Anti-güedades de Israel, definió en la con-ferencia de prensa, el pasado 20 de junio, los resultados del análisis de un pergamino cilíndrico carbonizado, de tan sólo cinco centímetros de alto, que, según los especialistas, tiene cer-ca de 1.500 años de existencia.

Fue descubierto en 1970, en Ein Gedi, a unos 40 kilómetros al sur de Qumran, en la región del mar Muerto. En aquella época no se podía obtener ninguna información de documen-tos en ese estado, pero las técnicas arqueológicas modernas han hecho posible descifrar su contenido. Un so-fisticado scanner de la Universidad de Kentucky, Lexington, abrió “virtual-mente” el pergamino, revelando los primeros ocho versículos del Levítico.

El codirector de las excavaciones, Sefi Porat, aclaró que el documento fue descubierto entre los restos de una antigua sinagoga del año 600, aproximadamente, mientras exami-naban tejas de cerámica.

La archidiócesis de Montevideo lanza la campaña “Iglesia de todos”

El arzobispo de Montevideo, el cardenal Daniel Sturla, SDB, convo-có una conferencia de prensa a me-diados de junio para presentar la campaña de apoyo a la archidiócesis, bajo el lema Iglesia de todos. Tiene por cometido ayudar a las parroquias más desfavorecidas, a los sacerdotes ma-yores y enfermos y a sostener los gas-tos de formación de los nuevos semi-naristas. Entre los destinatarios de lo recaudado están incluidos: 83 parro-quias, 95 capillas, 78 colegios católi-cos, dos escuelas de oficios, seis resi-dencias universitarias, dos residencias para jóvenes trabajadores y 23 obras sociales, entre otros.

Monseñor Sturla explicó que po-cos son los barrios de la archidiócesis donde no se encuentre alguna obra dirigida por la Iglesia y afirmó que “la ayuda que se les da a los sacer-dotes es irrisoria, 1.500 pesos [unos

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Misa solemne en honor del Gran Carlos

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congoleña de Kwango, en la que se encuentra situada la diócesis de Po-pokabaka. Fue presidida por el obis-po diocesano, Mons. Louis Nzala Kianza, y concelebrada por el obis-po de Kikwit, Mons. Edouard Mu-nunu Kasiala, OCSO, junto con un centenar de presbíteros de las dióce-sis de Popokabaka, Kisantu y Kenge.

La solemnidad del acto fue enfa-tizada por la ordenación de cuatro nuevos presbíteros. En la homilía, Mons. Nzala insistió sobre la unidad de la Iglesia y la toma integral de las responsabilidades misioneras en la región, tema que había sido debatido previamente en un coloquio de tres días titulado: La Iglesia Católica en la diócesis Popokabaka, Kwango, cien años después, ¿cuáles son las perspec-tivas para una nueva evangelización?

Las celebraciones por el centenario rindieron homenaje a los numerosos sacerdotes, religiosos y religiosas, ca-tequistas y otros voluntarios que hicie-ron posible la expansión de la Iglesia Católica en tierras africanas. Incluían actividades culturales, conferencias, retiros y diversas celebraciones litúr-gicas. Fue publicado también un libro que, bajo el título Allez dans le mon-de entier, relata la historia de la dióce-sis. Tuvo sus comienzos cuando el sa-cerdote jesuita Juan Bautista Hanquet fundó el primer puesto misionero en Ngowa, actual parroquia del Santísi-mo Salvador de Popokabaka.

Nueva edición de la Biblia en español

El Consejo Episcopal Latinoameri-cano (CELAM) ha presentado en Bo-gotá, a principios de agosto, una nueva traducción actualizada del Nuevo Tes-tamento en español. Según informan los editores, la nueva versión trae citas, explicaciones y comentarios con el fin de hacer comprensibles las expresio-nes de la Sagrada Escritura que ya no son de uso común en la actualidad.

La minuciosa labor de revisión fue llevada a cabo por expertos de la Es-

cuela Bíblica del CELAM. El obispo castrense de Chile, Mons. Santiago Silva Retamales, director del equi-po, explicaba en la presentación: “El lenguaje es un ente vivo y las cosas se dicen de manera distinta con el paso del tiempo; así mismo, la cien-cia bíblica va creciendo con los estu-dios. Este cambio, tanto del lenguaje como de los conocimientos, se debe

traducir al ritmo de las nuevas nece-sidades de la Iglesia”.

El trabajo había sido pedido en el 2007 por la Conferencia de los Obis-pos Católicos de Estados Unidos para poder atender a los fieles hispanos en este país. En la conferencia de pren-sa, Mons. Retamales afirmó que “ésta es una Biblia que no quiere suplantar otra Biblia, ni dejar atrás a las otras”.

l domingo 26 de julio fue celebrada en la catedral de Aquisgrán una Misa solemne presidida por Mons. Johannes Bündgens, como

punto auge del jubileo por los 800 años del traslado de los restos mor-tales de Carlomagno, fundador del Sacro Imperio Romano Germáni-co, al valioso relicario en el que son conservados actualmente. Con esa finalidad, fueron trasladados del coro alto, donde hoy se encuentran, hasta el presbiterio, donde eran venerados tradicionalmente.

“Cuando veneramos el relicario de Carlos en Aquisgrán —explica-ba el celebrante—, asumimos también la responsabilidad por los valo-res que él representa. Porque para nosotros no sólo es un recuerdo his-tórico, sino un testimonio de fe. [...] El hecho de que hoy celebremos la Santa Misa con el relicario en el centro de la catedral reabre una vez más una nueva dimensión. Los cristianos así lo hacían desde el princi-pio: la celebración de la Eucaristía en las tumbas de sus santos. Éste es el origen y núcleo permanente de su veneración cristiana”.

Los restos mortales de “San Carlomagno” fueron oficialmente de-positados en el relicario el 27 de julio de 1215. Entre los actos de ho-menaje por el centenario figuran la emisión de una moneda conme-morativa de plata, así como una emisión limitada en oro.

Aunque el Gran Carlos no haya sido canonizado por la Igle-sia, es venerado como santo en algunas diócesis europeas, e inclu-

so cuenta con una Misa con dos secuencias propias (Urbs Aquensis, urbs regalis e In Ca-roli Magni lau-de) y un oficio propio (Rega-li natus), que son rezados el 28 de enero.

Relicario que contiene los restos de Carlomagno, en la catedral de Aquisgrán

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que en España reciben un oratorio una vez al mes en sus casas!Usted también puede ser coordinador(a) de un oratorio

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ApostolAdo del orAtorio MAríA reinA de los CorAzones

El lugar del Bautismo de Jesús es declarado Patrimonio Mundial por la UNESCO

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44      Heraldos del Evangelio · Septiembre 2015

n la sesión realizada en Bonn del 28 de junio al 8 de julio, la UNESCO declaró Patrimonio

Mundial a Betania más allá del Jordán, lugar don-de según una antigua tradición cristiana del siglo III, San Juan Bautista bautizó a Nuestro Señor Je-sucristo. La reunión fue presidida por María Böh-mer, titular del Ministerio de Estado de la Federa-ción Alemana para Asuntos Exteriores y miembro del Parlamento.

Situado en el margen occidental del río, a cer-ca de 10 kilómetros de su desembocadura en el mar Muerto, el lugar cuenta desde 1933 con una capilla regida por los franciscanos. Los indicios que confir-man la tradición fueron acumulándose con las ex-cavaciones hechas a partir de 1899, pero sobre to-do cuando en 1994 aparecieron vestigios de antiguas iglesias bizantinas de los siglos V y VI, pozos, cana-lizaciones y piscinas bautismales.

Entre los criterios usados por la UNESCO para la declaración cabe citar: “El sitio ‘Betania en la otra ori-lla del Jordán’ representa de una ma-nera excepcional la tradición del Bau-tismo, un importante sacramento de la fe cristiana, y con ello un lugar de peregrinación histórico y contempo-ráneo. Esta tradición está respalda-da con evidencias arqueológicas [...]. Desde milenios ha sido un popular destino de peregrinaciones. Su asocia-ción con el acontecimiento histórico [...] y los rituales contemporáneos que siguen sucediendo en el lugar del Bau-tismo ilustra la directa relación con la tradición cristiana del Bautismo”.

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“Betania en la otra orilla del Jordán” es el lugar donde, según una tradición que se remonta al siglo III, fue bautizado el Señor

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Seis mil metros cuadrados de mosaicos

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Septiembre 2015 · Heraldos del Evangelio      45

n aquella misma sesión de la UNESCO (del 28 de junio al 8 de julio) fue declarada también Pa-

trimonio de la Humanidad la bellísima y singular ca-tedral de Santa María Nuova, en Monreale, Sicilia.

Construido entre 1172 e 1267 en estilo árabe-normando, para servir de iglesia abacial benedic-tina, el edificio sufrió posteriormente diversas re-formas, haciendo con ello que poseyera también elementos barrocos, renacentistas y neogóticos. Su principal riqueza es el vasto interior revestido de mosaicos, entre los que se destaca el Cristo Panto-crátor que preside el ábside. El arzobispo de Mon-reale, Mons. Michele Pennisi, expresó su satisfac-

ción por dicha declaración poniendo de relieve que, con sus más de 6.000 metros cuadrados de mosaicos de fondo dorado, la catedral constituye una de las más bellas iglesias del mundo.

“Espero que en este ‘templo de oro’ se continúe conjugando la actividad cultural con la acogida a los peregrinos y a los turistas en un ambiente de respe-to por el lugar sagrado. [...] Confío en que pueda ser retomada la actividad de la Semana de la Música Sa-cra de Monreale, lo que requiere que se ponga en funcionamiento el órgano monumental, gravemente dañado en la última tormenta, con los rayos que sa-cudieron el pináculo de la catedral”.

Austera por fuera, la catedral de Monreale (foto 1) tiene su interior revestido de mosaicos que representan, entre otras escenas, la coronación del rey Guillermo (foto 2), Rebeca dando de beber a los camellos del siervo

de Abrán (foto 3) y el Cristo Pantocrátor (foto 4). Abajo, vista general del interior (fotos 5 a 7)

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acía varios años que el padre Sebastián se en-contraba como misione-ro en un pequeño pobla-

do de aquel país. Recién ordenado había llegado de Portugal junto con otros tres sacerdotes. Desde entonces muchos nativos habían abrazado la fe y se bautizaron, convirtiéndose en fer-vorosos católicos. A los niños les da-ba clases de catecismo los domingos y a continuación celebraba la Santa Misa. Muchas personas acudían tam-bién a la iglesia para pedirle consejos, y eran acogidos por él como un verda-dero padre.

Aunque ése no era el caso de un hombre llamado Akil. Llegaba siem-pre temprano junto con los niños de la catequesis, pero nunca entraba en el templo. Se quedaba sentado en los escalones de la puerta fumando sin parar. Cuando el sacerdote salía de Misa, trataba de entablar una conver-sación informal con aquel infeliz, pa-ra hablar sobre las cosas de Dios. Sin embargo, sus esfuerzos eran en vano.

Akil y sus parientes habían sido instruidos en la fe por los misioneros portugueses. No obstante, poco des-pués de haber recibido el Bautismo, se propagó una epidemia por toda la región y los miembros de aque-

lla familia fueron muriendo uno a uno. Sólo se salvó la joven Sadhika, su sobrina, de la que tuvo que cui-dar. Perturbado por el dolor de tales pérdidas, Akil se rebeló contra Dios, dejó de rezar y de frecuentar los sa-cramentos.

La pequeña le pedía que la lle-vase a la iglesia, y le insistía que también asistiera a Misa, a lo que siempre se negaba. Concluida la ce-lebración, malhumorado, cogía a la niña de la mano y se marchaba, no

sin blasfemar antes y echar una fu-mada desafiante en dirección al sa-cerdote. Éste ya no sabía qué ha-cer... Había intentado de todo para llevar de vuelta a la Iglesia a ese hombre empedernido, pero éste le probaba su paciencia y no daba sig-nos de conversión.

Un día, cuando el religioso regre-saba de la casa de un enfermo, en el mismo barrio de Sadhika, al verlo, la niña salió corriendo a su encuentro llorando.

—Padre, ¡venga conmigo!—¿Qué ha ocurrido?Tirando de su sotana, lo condujo

hasta su humilde choza. Al llegar, la pequeña, levantando la cabeza y fi-jando sus oscuros ojos en los del sa-cerdote, le dijo entre sollozos:

—¡Tiene usted que hablar con mi tío! Ya no quiere llevarme a la igle-sia porque dice que está muy lejos, y tampoco quiere que vaya solita... ¡Por favor, ayúdeme!

Lleno de compasión, se dirigió ha-cia la cabaña y encontró a Akil sen-tado en un rincón, ocupado en hacer sus cigarrillos. En una mesita que te-nía a su lado había una Biblia abier-ta... ¿Se habría convertido? Mientras se acercaba, antes de que pudiera de-cir una palabra oye el sonido de una

Indignado, el sacerdote se abalanzó para quitar de las manos de aquel hombre empedernido el Libro Sagrado, pero de pronto se le ocurrió una idea...

HiStoria para niñoS... ¿o aDultoS llenoS De fe?

Un día, Sadhika salió llorando al encuentro del sacerdote

Hna. Adriana María Sánchez García, EP

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Septiembre 2015 · Heraldos del Evangelio      47

hoja de papel rasgándose... ¡Akil acababa de coger una página de la Biblia!

Asombrado, el padre Se-bastián exclamó:

—¿Pero que está hacien-do? ¡Deténgase!

Sin ni siquiera levantar la mirada, Akil le respondió:

—¿Es que no puedo envol-ver un cigarro ni en mi propia casa y que aparezca un curi-ta a entrometerse? ¡Váyase de aquí!

Y arrancó otra hoja gro-seramente, prosiguiendo su “trabajo”...

—¡No! La Biblia...—¿Qué quiere que le di-

ga? ¿Que me estaba deleitan-do con la lectura de este li-bro? Ja, ja, ja... La uso para hacer mis cigarrillos.

Indignado, el sacerdote se abalanzó para quitarle de las manos el Libro Sagrado, pero de pronto se le ocurrió una idea y le dijo:

—Escúcheme, ¿usted hace eso todos los días?

—¡Claro! Siempre que necesite un cigarro. Y yo sin fumar no vivo.

—Bien, entonces hagamos un tra-to: cada vez que vaya a arrancar una hoja de la Biblia, lea antes lo que esté escrito en ella.

Refunfuñando y sin dar muestras de aceptar la propuesta, Akil le re-plicó:

—¡Qué pérdida de tiempo! ¿Y qué gano yo con eso?

—¡Espere y verá! Lea solamente una página cada vez y acabará reci-biendo una enorme recompensa.

Aunque desconfiaba, le entró un poco de curiosidad y estuvo de acuer-do. El padre Sebastián se despidió de Sadhika, animándola a que le rezara a la Virgen con mucho empeño.

Habían pasado unas semanas y no aparecían por la iglesia. El sacer-dote, sin embargo, no había perdido

las esperanzas. Cierto día, mientras se estaba preparando para la Misa matutina, percibió que alguien es-taba golpeando desesperadamente la puerta de la sacristía. Asustado, imaginó que podía ser un caso de fa-llecimiento y salió corriendo a abrir.

Cuál no fue su sorpresa al encon-trar a Akil con los ojos llenos de lá-grimas y con una hoja en la mano...

—Padre, ¡tengo que hablar con usted! Empecé a leer cada hoja de la Biblia que iba a usar para mis ciga-rros, como habíamos convenido. Y, sin embargo...

Se detuvo un instante para ense-ñarle el papel que llevaba en la ma-no y le dijo:

—Mire: aquí están las palabras que, como un relámpago, ilumina-ron mi corazón esta mañana.

El padre Sebastián, estupefacto, cogió la hoja y su mirada enseguida se detuvo en el pasaje del Eclesiásti-co que estaba allí: “Acuérdate de la

ira de los últimos días, y del momento del castigo, cuando Dios aparte su rostro” (18, 24).

Y Akil continuó:—He estado todos estos

días meditando sobre el rum-bo que había tomado mi vida. Cada página que leía, sentía como si Dios mismo me ha-blara, recriminándome por haberme alejado de Él. Pero, hoy...

Mirando fijamente al sa-cerdote, añadió:

—Siempre he querido ser misionero, como usted. La in-solencia con la que respondía a sus amabilidades era, en rea-lidad, una barrera para no de-jarme llevar por ellas. ¡Cuánto tiempo he desperdiciado inú-tilmente! ¡Cuánto camino an-dado en dirección contraria! ¿No será que todavía es posi-ble realizar ese sueño?

El religioso, que no podía creerse lo que estaba escu-

chando, lleno de alegría le dijo:—¡Sin duda!Akil le pidió que lo confesara

y se mudó a vivir en la parroquia, donde desempeñaba con satisfac-ción los más humildes servicios. Al atardecer, el padre Sebastián le da-ba clases de teología y de liturgia. Y por la noche pasaba horas y ho-ras en adoración ante el sagrario, pidiéndole a Jesús perdón por ha-ber vivido apartado de Él durante tanto tiempo.

Sadhika fue acogida por las Her-manas de la Caridad y, al cumplir la edad mínima exigida, entró en el noviciado. Unos meses más tar-de, Akil embarcó hacia Portugal pa-ra ingresar en el seminario. Años después regresaría a la aldea como dedicado sacerdote. Aquel hombre blasfemo y gruñón, como todos lo conocieron, se había transformado casi en un ángel, y ahora anunciaba el Evangelio. ²

El padre Sebastián oyó el sonido de una hoja rasgándose... ¡Akil acababa de arrancar

una página de la Biblia!

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48      Heraldos del Evangelio · Septiembre 2015

Los santos de cada día ________________________ septiembreción del mundo rural, fundando la Congregación de las Hermanas de Nuestra Señora del Monte Calva-rio, en Gramat, Francia.

10. Beato Jacobo Gagnot, presbítero y mártir (†1794). Religioso car-melita que, durante la Revolu-ción Francesa, fue encerrado en una sórdida embarcación en Ro-chefort, donde murió consumido por las enfermedades.

11. Beato Buenaventura de Barce-lona, religioso (†1648). Herma-no franciscano que fundó en te-rritorio romano varios conven-tos y casas para retiros espiri-tuales.

12. El Santísimo Nombre de María.San Francisco Ch’oe Kyong-

hwan, mártir (†1839). Catequista preso en Seúl por no querer rene-gar de la fe, se dedicó en la cárcel a la catequesis, hasta morir exte-nuado por la atrocidad de los tor-mentos.

13. XXIV Domingo del Tiempo Or-dinario.

San Juan Crisóstomo, obispo y doctor de la Iglesia (†407 Coma-na - Turquía).

Beata María de Jesús López Rivas, virgen (†1640). Discípula de Santa Teresa de Jesús y priora del Carmelo de Toledo. Recibió en el cuerpo y en el alma la comunica-ción de los dolores de la Pasión del Señor.

14. La Exaltación de la Santa Cruz.Santa Notburga, virgen

(†1313). Ama de casa de la aldea de Eben, Austria, sirvió a Cristo en los pobres, siendo un ejemplo admirable de santidad para sus compatriotas.

15. Nuestra Señora, la Virgen de los Dolores.

5. San Bertino, abad (†c. 698). Fun-dó junto con San Mumolino en Saint Omer, Francia, el monaste-rio de Sithieu, del que fue abad durante cerca de cuarenta años.

6. XXIII Domingo del Tiempo Or-dinario.

Beato Bertrand de Garrigues, presbítero (†c. 1230). Discípulo de Santo Domingo, fue prior del convento de Toulouse y después fundó otros monasterios en París, Aviñón y Montpellier.

7. San Clodoaldo, presbítero (†560). Nacido de estirpe real, fue acogido por su abuela San-ta Clotilde tras la muerte de su padre y sus hermanos. Se hi-zo sacerdote y murió en Saint Cloud, Francia.

8. La Natividad de la Santísima Vir-gen María.

9. San Pedro Claver, presbítero (†1654 Cartagena - Colombia).

Beato Pedro Bonhomme, pres-bítero (†1861). Se dedicó a las mi-siones populares y a la evangeliza-

1. San Lupo, obispo (†c. 623). Obis-po de Sens, Francia, desterrado por haber afirmado que el pueblo debe obedecer más a Dios que a los gobernantes de esta tierra.

2. San Justo, obispo (†d. 381). Re-nunció a la sede episcopal de Lyon después del Concilio de Aquilea y abrazó la humilde vi-da de unos monjes de vida ascéti-ca en Egipto.

3. San Gregorio Magno, Papa y doc-tor de la Iglesia (†604 Roma).

Beata Brígida de Jesús More-llo, viuda (†1679). Fundó la Con-gregación de la Hermanas Ursu-linas de María Inmaculada, en Piacenza, Italia, tras haber en-viudado.

4. Beata María de Santa Cecilia Ro-mana ( Dina Bélanger), virgen (†1929). Miembro de la Congre-gación de Religiosas de Jesús y María, de Quebec, Canadá, so-portó con paciencia durante mu-chos años la grave enfermedad de la cual murió con 32 años.

Beata María de Santa Cecilia Romana (Dina Bélanger)

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Septiembre 2015 · Heraldos del Evangelio      49

Los santos de cada día ________________________ septiembrefundador de la Congregación de las Hijas de San Camilo, en Roma.

27. XXVI Domingo del Tiempo Or-dinario.

San Vicente de Paúl, presbíte-ro (†1660 París - Francia).

Beato Lorenzo de Ripa-fratta, presbítero (†1456). Religioso dominico del monas-terio de Pistoia, Italia, que observó durante sesenta años la disciplina religiosa y se dedicó a la asidua pas-toral sacramental de la Reconciliación.

28. San Wenceslao, mártir (†929-935 Stara Boleslav - República Checa).

San Lorenzo Ruiz y compañe-ros, mártires (†1633-1637 Naga-saki - Japón).

Beato Bernardino de Feltre, presbítero (†1494). Religioso franciscano que para combatir la usura, plaga de la época, promovió la fundación de los “Monte de Piedad”. Murió en Pavía, Italia, a los 55 años.

29. Santos arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael.

San Mauricio, abad (†1191). Primer abad del monasterio cis-terciense de Langonnet y luego del de Carnoet, Francia, funda-do por él.

30. San Jerónimo, presbítero y doc-tor de la Iglesia (†420 Belén - Pa-lestina).

San Simón, monje (†1082). Siendo conde de Crépy, renunció a la patria, al matrimonio y a las riquezas para llevar una vida eremítica en el macizo del Jura.

San Juan Carlos Cornay, pres-bítero y mártir (†1837). Sacer-dote de la Sociedad de Misiones Extranjeras de París que, por de-creto del emperador Minh Mang, fue degollado en la fortaleza de Son Tay, Vietnam, tras sufrir crueles torturas.

21. San Mateo, apóstol y evangelista.San Jonás, profeta. Hijo de

Amitai, enviado por Dios para pre-dicar en Nínive. Su expulsión del vientre de la ballena es presentada en el propio Evangelio como signo de la Resurrección del Señor.

22. San Ignacio de Santhiá, presbí-tero (†1770). Sacerdote capuchi-no de Turín, muy asiduo en aten-der confesiones y en la asistencia a los enfermos.

23. San Pío de Pietrelcina, presbíte-ro (†1968 San Giovanni Roton-do - Italia).

San Lino, Papa y mártir (†s. I). Primer sucesor de San Pe-dro, elegido por los propios após-toles Pedro y Pablo.

24. Beata Columba Gabriel, abade-sa (†1926). Injustamente calum-niada, se marcha del monasterio benedictino de Lviv, Ucrania, del que era superiora, a Roma. Aquí funda la Congregación de las Hermanas Benedictinas de la Ca-ridad y además organiza la obra de apostolado social llamada Ca-sa de la Familia.

25. San Principio, obispo (†s. VI). Obispo de Soissons, Francia, her-mano de San Remigio.

26. Santos Cosme y Damián, márti-res (†c. s. III Siria).

Beato Luis Tezza, presbítero (†1923). Religioso de la Orden de Clérigos Regulares Ministros de los Enfermos y

Beato Pablo Manna, presbíte-ro (†1952). Sacerdote del Pontifi-cio Instituto de Misiones Extran-jeras que, dejando la acción mi-sionera en Birmania a causa de su debilitada salud, se dedicó a la evangelización en Italia.

16. Santos Cornelio, Papa (†253 Ci-vitavecchia - Italia), y Cipriano, obispo (†258 Cartago - Túnez), mártires.

San Vital, abad (†1122). Re-nunció a las ocupaciones terrenas y fundó un monasterio en Savig-ny, Francia, donde reunió a nu-merosos discípulos.

17. San Roberto Belarmino, obispo y doctor de la Iglesia (†1621 Roma).

Beato Estanislao de Jesús y María, presbítero (†1701). Fun-dador de la congregación de los Clérigos Marianos de la Inmacu-lada Concepción de la Bienaven-turada Virgen María, en Gora Kalwaria, Polonia.

18. San José de Cupertino, presbíte-ro (†1663). Religioso franciscano del convento de Osimo, Italia. A pesar de las adversidades que tu-vo que enfrentar durante su vida, fue favorecido con gracias místi-cas extraordinarias.

19. San Jenaro, obispo y mártir (†s. IV Pozzuoli - Italia).

Santa María de Cervelló, vir-gen (†1290). Primera religiosa mercedaria. Por la labor que rea-lizaba a favor de los que acudían a ella se la conocía popularmente como “María del Socorro”.

20. XXV Domingo del Tiempo Or-dinario.

Santos Andrés Kim Taegon, presbítero, Pablo Chong Hasang y compañeros, mártires (†1839-1867 - Corea).

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Radiante aurora de la salvación

IHna. Patricia Victoria Jorge Villegas, EP

50      Heraldos del Evangelio · Septiembre 2015

Los primeros fulgores del Sol de Justicia centellearon sobre la humanidad cuando vino a luz María Santísima. La tierna niña nacida de la fe de San Joaquín y Santa Ana transformó la noche de la Historia en radiante aurora.

maginemos un paisaje marí-timo en las últimas horas de la madrugada. Aún de no-che. La claridad plateada de

la luna se refleja sobre las aguas y las estrellas resplandecen con un brillo especial, como si quisieran prolongar su presencia ante el ama-necer que está llegando. El océano se presenta misterioso y el silencio de la naturaleza que duerme sólo es interrumpido por el retumbar de las olas.

Inexorablemente, los astros noc-turnos empiezan a desvanecerse y

un rayo de luz rojiza surge en el ho-rizonte. Poco a poco el firmamen-to se va tiñendo de rosa y naranja, las tinieblas se diluyen y la auro-ra comienza a despuntar. Los pe-ces se ponen a saltar con vivacidad y los pájaros llenan los aires con sus gorjeos. Todas las criaturas se rego-cijan. Es un hermoso día más que manifiesta sus esplendores matuti-nos. Una estupenda exhibición de colores transforma el paisaje en un maravilloso espectáculo, que al-canza el ápice de su magnificencia cuando nace el astro rey.

Ahora bien, algo similar al albo-rear del día sucedió en la Historia. Durante milenios el mundo estu-vo inmerso en las tinieblas del pa-ganismo y del pecado. Únicamente algunas almas justas relucían como estrellas, recordando las promesas de la Alianza: el Sol de Justicia ven-dría para liberar a los hombres de los grilletes del mal y de la muerte. ¿Pero cuándo ocurriría esto?

Los primeros fulgores de ese Sol centellearon sobre la humani-dad cuando vino a luz María Santí-sima. La tierna niña nacida de la fe

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Septiembre 2015 · Heraldos del Evangelio      51

de San Joaquín y Santa Ana trans-formó la noche de la Historia en ra-diante aurora. Las sombras huían y la Creación exultaba con la venida de Aquel para quien todas las co-sas fueron hechas: “todo fue creado por Él y para Él” (Col 1, 16).

La Natividad de María marcó el inicio de la victoria del bien sobre el mal. Invisible para la gran mayo-ría de los hombres en la tierra, ese augusto acontecimiento, no obstan-te, debió ser “saludado por la alegría de todos los ángeles del Cielo, acom-pañada, quizá, de la felicidad expe-

El nacimiento de la Virgen, por Niccolò da Foligno Pinacoteca Nacional de Bolonia (Italia). Al fondo,

alborada de la luna en Plemmirio (Italia)

rimentada, aquí y allá, por las al-mas rectas. Adaptando las palabras de Job (3, 1-9), así podríamos expre-sar ese sentimiento de júbilo: ‘¡Ben-dito el día que vio nacer a la Virgen, benditas las estrellas que la vieron pequeñita, bendito el momento en el que sus padres constataron que ha-bía nacido la criatura virginal llama-da a ser la Madre del Salvador!’ ”.1

Por su intercesión, Jesús mani-festó públicamente su divinidad, por primera vez, en el milagro de las bodas de Caná. También María fue quien mantuvo a los Apóstoles

unidos y confiados en el Cenáculo, para que recibieran el Espíritu San-to y dieran comienzo a la expansión de la Iglesia. Y hoy, transcurridos dos mil años, es por medio de Ella que nuestro mundo, invadido otra vez por las sombras de la impiedad, podrá ser reconducido por el cami-no de la virtud y del bien. ²

1 CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Ben-dito dia. In: Dr. Plinio. São Paulo. Año X. N.º 114 (Septiembre, 2007); p. 36.

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Esta maravillosa niña tuvo uso de razón desde el primer instante de su vida; y Dios la dotó de una

inteligencia muy excelente, exenta de todo lo que podría turbar su paz y tranquilidad, y siempre muy dispuesta a recibir las luces del Cielo, no teniendo nada en sí que fuese capaz de oponer el menor obstáculo.

San Juan Eudes

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La Virgen Niña Casa San Rafael de los Heraldos del Evangelio, Mairiporã (Brasil)