revista valquirya n 8 la vida es un carnaval

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alquirya La vida es un Carnaval c Lecturas diferentes para personas similares V Año 2 Número 8 Publicado en la red con la tegnologia Issuu El universo azul de Doris Gibson Golpeame, hermano Ritos de altura El carnaval es esto: FE, EMOCIONES Y VIAJES

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el complicado acto de combinar

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alquirya

La vida es un Carnaval

cLecturas diferentes para personas similaresV

Año

2 N

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o 8

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El universo azul de Doris Gibson

Golpeame, hermano

Ritos de altura

El carnaval es esto: FE, EMOCIONES Y VIAJES

Page 2: Revista Valquirya n 8 la vida es un carnaval

Evitemos que los árboles comiencen a emigrarBasta a la tala de árboles

Page 3: Revista Valquirya n 8 la vida es un carnaval

¿Dejamos de aprender cuando dejamos la escuela?

Nuestro próximo número,no pretende enseñar nada

Page 4: Revista Valquirya n 8 la vida es un carnaval

Valq

uiry

aNOSOTROS

nº8

Editor

Colaboradores

Director Editorial

Diseño web

Diagramador

Ilustraciones

A.N.A.

Jimena Pinilla

Richard Luque

wordpress & Issu

RK

RK

Edward QuispeJulio Angulo

Portfolio

Sonia Ramos

Hans RivadeneiraNadia RainJulio Angulo

Campañas UndergrounDUTILITARIOS

Page 5: Revista Valquirya n 8 la vida es un carnaval
Page 6: Revista Valquirya n 8 la vida es un carnaval

Delgada

Linea

El complicado hecho de Combinar

Ferran Àdria el más innovador y hasta ahora el más osado de los cocineros no solo prepara platos únicos e imposibles de retener su sabor, Ferran Àdria combina tan bien los ingre-dientes palpables como los no tanto, que podemos decir que su comida es el exacto exceso de MAGIA y REALIDAD.

Con algo de estos ingredientes todas las situaciones diarias que nos tocan vivir también son el resultado de la combinación de nuestro chef interior, a veces nos excedemos con la sal o el azúcar, pero a diferencia de la gastronomía, la vida real no permite que botes todo al tacho y comiences de nuevo, dependerá de nuestra combinación y de los ingredientes que obtengamos; cual será el sabor de nuestra realidad, en el mundo existen aproximada-mente 100 mil carnavales que resultan justamente del hecho de combinar alegría, color, música y demás ingredientes no gastronómicos para hacer de estos algo como los platos de Àdria, únicos así se repitan todos los años e imposibles de retener su esencia pues siem-pre nos sorprenderán en sus próximas realizaciones. Por estas razones algo gastronómicas y filosóficas quisimos dedicar este número a esa gastada pero perdurable frase “la vida es un carnaval” porque donde sea, o donde quiera que estemos dependerá de los ingredien-tes con los que contemos si lo hacemos único e irrepetible, como. El hecho de pegarse con tus vecinos con tal descontrol que al final de este combate se den un abrazo quizá por la necesidad de apoyarse en alguien antes de desplomarse más que por espíritu deportivo, nosotros lo llamamos golpes que hermanan pero allá en cusco lo conoces como “taka-nakuy”, así también pudimos conocer gracias a Jimena Pinilla Q.E.P.D., Ese universo azul que era solo de la ironmaiden Doris Gibson la arequipeña que fundó Caretas y que revolu-ciono su época con un carnaval de combinaciones que ahora se recuerda a la revista que fundó después de la personalidad que vivió. Pero lo mas pintoresco de este número nos llego hace dos meses cuando nos enteramos que en la parte alta de la ciudad de Arequipa se realiza un ritual místico, para”pagar a la tierra” antes de iniciar el Chaku, ceremonia de acorralamiento de auquénidos, para luego cortarles su valiosa lana, un carnaval donde se combinan los factores económicos, sociales, tradicionales, y hasta divinos.

Con todo esto usted cree que la vida es una carnaval o rigurosamente el complicado hecho de combinar.

el dueño del circo

Page 7: Revista Valquirya n 8 la vida es un carnaval

No a la violenciacontra la mujer

Page 8: Revista Valquirya n 8 la vida es un carnaval

Si bebe, no maneje

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Si bebe, no maneje

Page 10: Revista Valquirya n 8 la vida es un carnaval

y su universo azul

Doris Gibson

Un Perfil de : Jimena Pinilla

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y su universo azul

Doris Gibson

Un Perfil de : Jimena Pinilla

Page 12: Revista Valquirya n 8 la vida es un carnaval

La mitad de su vida se la ha pasado en las alturas. En los años cincuenta Doris Gibson se hizo dueña del piso ocho del edificio La Nacional, en el jirón Camaná, cuando era el más alto de la zona, y tres décadas más tarde, cuando el Centro de Lima hacía mucho tiempo que había dejado de ser un lugar de cafés y caminatas, se mudó al piso 18 de un edificio en Pardo. “Ella siempre fue dueña de los aires”, dice Drusila, cuando recuerda el temperamento de su abuela. La metáfora es clara: Doris, en realidad, siempre fue dueña del mundo. Y su mundo era azul añil porque de ese color pintaba sus refugios. En ellos sus ob-jetos dispuestos con una especie de horror al vacío siem-pre hablan de ella mejor que nadie, sobre todo ahora que no recibe visitas y los años han hecho que se encierre en su cuarto. Por eso Luis Repetto apeló a sus objetos para representarla y montar “Doris, pasión por el Perú” en el Centro Cultural de la Universidad Católica. Sus objetos son como las piezas de un rompecabezas.

En su departamento, las paredes están desnudas por aho-ra, solo se ven clavos desvalidos. Sus peroles de cobre, esos que para muchos eran cacharros viejos, están en la galería, igual que sus cuadros, esos óleos de colores pa-sionales hechos por Sérvulo Gutierrez, en los que ella es la protagonista. Tampoco están los espejos que compró en el remate del hotel Maury, solo queda uno ovalado y solitario. Charo Gibson, la hermana menor de esa tri-bu de nueve que eran los hijos del poeta Percy Gibson y Mercedes Parra del Riego, es mi guía esta tarde de recuerdos. Ella me hace ver ese altillo de persianas y techo de madera donde todavía queda el piano que Doris nunca supo tocar, pero puso allí para que jueguen con él manos amigas. Hoy está desafinado. Al fondo escucho el vozarrón de Doris que no se apaga y le dice a Chela, su inseparable enfermera: “Estoy enferma”. No me dejan verla y yo comprendo. Recuerdo esa frase rabiosa que le dijo un día a su nieta cuando ella trataba de hincarle la memoria, “como me voy a acordar, no vez que estoy vie-ja”. Me imagino que debe ser difícil para alguien como ella tener que someterse a la vejez. Porque Doris no está enferma, a ella le pesan los 95 años. Tiene un efisema pulmonar, pero ese mal lo carga desde hace más de dos décadas por tanto fumar y tomar café, y un problema a la cadera que es hereditario y que la obligó a sentarse en una silla de ruedas. Ella, siempre orgullosa, nunca llamó así a ese aparato que la ayudaba a movilizarse, prefiere decirle su carrito.

No hay en la casa ninguna de esas piezas de arte popular que descubrió el buen ojo de Doris cuando la mayoría de los limeños veía el trabajo de los artesanos con menos-precio. Algunas las ha donado, otras están ausentes mo-

mentáneamente. Pero están los sillones de flores que hoy extrañan los vario-pintos personajes que ahí se apoltrona-ban en almuerzos que duraban horas. Porque Doris Gibson fue una exitosa concertadora. Juntaba a los perros, pe-ricotes y gatos del mundo intelectual peruano y extranjero alrededor de un asunto que no admite discusiones po-líticas ni discrepancias ideológicas: la comida peruana bien sazonada, unos buenos pisco sour y varios vasos de whisky.

MaMá SuSTITuTaCharo se arregla su colita de pelo blan-co. Ella es diez años menor que Doris y la acompaña desde que se separó de su marido con el que vivía en Chile. Me cuenta entonces que Doris, esa mu-jer altiva, fuerte e independiente, fue casi una madre para sus hermanos. “Mi mamá se pasaba oyendo los versos de mi papá y Doris se ocupaba de noso-tros: cosía muy bien. Todavía recuerdo un vestido que me hizo. También hacía queques deliciosos, nos bañaba, nos llevaba al doctor. Mi mamá era amoro-sa, pero bohemia”.Doris nació en Lima por casualidad. Sus padres ya estaban en el barco que los llevaría a Arequipa, cuando doña Mercedes empezó a sentir los dolores del parto y tuvieron que trasladarla a una clínica limeña. Pero ella siempre se consideró arequipeña. Cuando tenía 13 años su padre cargó con toda la pro-le y se vino a vivir a Lima. No tenían ni un centavo, recuerda Doris en una entrevista que le hizo Mario Vargas Llosa para su programa “La Torre de Babel” en 1981, una de las pocas que ofreció, porque a pesar de su tempe-ramento, nunca le gustó exponerse en los medios ni hablar en público. Do-ris recuerda que su padre Percy era un hombre libre, pero muy celoso con sus hijas, y fue gracias a su vecina Carmen Pizarro, quien la llevó a la Escuela de Bellas Artes, que ella empezó a tener mayores contactos en la capital. Allí estaba José Sabogal, Julia Codesido,

Tiene 95 años y, aunque Doris Gibson nació para ser una

dama de sociedad, decidió ser lo contrario. Posó des-

nuda para un artista famoso, que además fue su amante;

trabajó siempre, cuando las mujeres no lo hacían; y

fundó una revista que hasta ahora sobrevive.

Tiene 95 años y, aunque Doris Gibson nació para ser una

dama de sociedad, decidió ser lo contrario. Posó des-

nuda para un artista famoso, que además fue su amante;

trabajó siempre, cuando las mujeres no lo hacían; y

fundó una revista que hasta ahora sobrevive.

Tiene 95 años y, aunque Doris Gibson nació para ser una

dama de sociedad, decidió ser lo contrario. Posó des-

nuda para un artista famoso, que además fue su amante;

trabajó siempre, cuando las mujeres no lo hacían; y

fundó una revista que hasta ahora sobrevive.

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La mitad de su vida se la ha pasado en las alturas. En los años cincuenta Doris Gibson se hizo dueña del piso ocho del edificio La Nacional, en el jirón Camaná, cuando era el más alto de la zona, y tres décadas más tarde, cuando el Centro de Lima hacía mucho tiempo que había dejado de ser un lugar de cafés y caminatas, se mudó al piso 18 de un edificio en Pardo. “Ella siempre fue dueña de los aires”, dice Drusila, cuando recuerda el temperamento de su abuela. La metáfora es clara: Doris, en realidad, siempre fue dueña del mundo. Y su mundo era azul añil porque de ese color pintaba sus refugios. En ellos sus ob-jetos dispuestos con una especie de horror al vacío siem-pre hablan de ella mejor que nadie, sobre todo ahora que no recibe visitas y los años han hecho que se encierre en su cuarto. Por eso Luis Repetto apeló a sus objetos para representarla y montar “Doris, pasión por el Perú” en el Centro Cultural de la Universidad Católica. Sus objetos son como las piezas de un rompecabezas.

En su departamento, las paredes están desnudas por aho-ra, solo se ven clavos desvalidos. Sus peroles de cobre, esos que para muchos eran cacharros viejos, están en la galería, igual que sus cuadros, esos óleos de colores pa-sionales hechos por Sérvulo Gutierrez, en los que ella es la protagonista. Tampoco están los espejos que compró en el remate del hotel Maury, solo queda uno ovalado y solitario. Charo Gibson, la hermana menor de esa tri-bu de nueve que eran los hijos del poeta Percy Gibson y Mercedes Parra del Riego, es mi guía esta tarde de recuerdos. Ella me hace ver ese altillo de persianas y techo de madera donde todavía queda el piano que Doris nunca supo tocar, pero puso allí para que jueguen con él manos amigas. Hoy está desafinado. Al fondo escucho el vozarrón de Doris que no se apaga y le dice a Chela, su inseparable enfermera: “Estoy enferma”. No me dejan verla y yo comprendo. Recuerdo esa frase rabiosa que le dijo un día a su nieta cuando ella trataba de hincarle la memoria, “como me voy a acordar, no vez que estoy vie-ja”. Me imagino que debe ser difícil para alguien como ella tener que someterse a la vejez. Porque Doris no está enferma, a ella le pesan los 95 años. Tiene un efisema pulmonar, pero ese mal lo carga desde hace más de dos décadas por tanto fumar y tomar café, y un problema a la cadera que es hereditario y que la obligó a sentarse en una silla de ruedas. Ella, siempre orgullosa, nunca llamó así a ese aparato que la ayudaba a movilizarse, prefiere decirle su carrito.

No hay en la casa ninguna de esas piezas de arte popular que descubrió el buen ojo de Doris cuando la mayoría de los limeños veía el trabajo de los artesanos con menos-precio. Algunas las ha donado, otras están ausentes mo-

mentáneamente. Pero están los sillones de flores que hoy extrañan los vario-pintos personajes que ahí se apoltrona-ban en almuerzos que duraban horas. Porque Doris Gibson fue una exitosa concertadora. Juntaba a los perros, pe-ricotes y gatos del mundo intelectual peruano y extranjero alrededor de un asunto que no admite discusiones po-líticas ni discrepancias ideológicas: la comida peruana bien sazonada, unos buenos pisco sour y varios vasos de whisky.

MaMá SuSTITuTaCharo se arregla su colita de pelo blan-co. Ella es diez años menor que Doris y la acompaña desde que se separó de su marido con el que vivía en Chile. Me cuenta entonces que Doris, esa mu-jer altiva, fuerte e independiente, fue casi una madre para sus hermanos. “Mi mamá se pasaba oyendo los versos de mi papá y Doris se ocupaba de noso-tros: cosía muy bien. Todavía recuerdo un vestido que me hizo. También hacía queques deliciosos, nos bañaba, nos llevaba al doctor. Mi mamá era amoro-sa, pero bohemia”.Doris nació en Lima por casualidad. Sus padres ya estaban en el barco que los llevaría a Arequipa, cuando doña Mercedes empezó a sentir los dolores del parto y tuvieron que trasladarla a una clínica limeña. Pero ella siempre se consideró arequipeña. Cuando tenía 13 años su padre cargó con toda la pro-le y se vino a vivir a Lima. No tenían ni un centavo, recuerda Doris en una entrevista que le hizo Mario Vargas Llosa para su programa “La Torre de Babel” en 1981, una de las pocas que ofreció, porque a pesar de su tempe-ramento, nunca le gustó exponerse en los medios ni hablar en público. Do-ris recuerda que su padre Percy era un hombre libre, pero muy celoso con sus hijas, y fue gracias a su vecina Carmen Pizarro, quien la llevó a la Escuela de Bellas Artes, que ella empezó a tener mayores contactos en la capital. Allí estaba José Sabogal, Julia Codesido,

Tiene 95 años y, aunque Doris Gibson nació para ser una

dama de sociedad, decidió ser lo contrario. Posó des-

nuda para un artista famoso, que además fue su amante;

trabajó siempre, cuando las mujeres no lo hacían; y

fundó una revista que hasta ahora sobrevive.

Tiene 95 años y, aunque Doris Gibson nació para ser una

dama de sociedad, decidió ser lo contrario. Posó des-

nuda para un artista famoso, que además fue su amante;

trabajó siempre, cuando las mujeres no lo hacían; y

fundó una revista que hasta ahora sobrevive.

Tiene 95 años y, aunque Doris Gibson nació para ser una

dama de sociedad, decidió ser lo contrario. Posó des-

nuda para un artista famoso, que además fue su amante;

trabajó siempre, cuando las mujeres no lo hacían; y

fundó una revista que hasta ahora sobrevive.

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Laura Zegarra y ella posaba para todos.

El hiJo únicoA los 19 años se casó con un argentino, Manilo Zileri, tercer secretario de la embajada de su país. Con él tuvo a su único hijo, Enrique, el actual director de la revista “Caretas”. Con el hijo pequeño la pareja se fue a Chosica por prescripción médica, el niño tenía principios de tuberculosis y debía res-pirar aire puro. Se instalaron en un departamento sobre un garaje, recuerda Enrique. En esa época Doris ya trabajaba, Charo recuerda que era profesora de gimnasia en un cole-gio particular. Jorge Vega ‘Veguita’, el vendedor de libros viejos, aumenta salsa a la historia. Sus clases las daba en mallas y en un parque público. Había muchos caballeros limeños que viajaban en tranvía para poder admirarla.“Yo me daba cuenta que era guapa. En la calle andaba pre-ocupado por la atención que llamaba”, confiesa Enrique. El periodista no tiene muchos recuerdos infantiles con su ma-dre porque pasó largos años estudiando afuera. Primero un internado en Chile y luego uno en Estados Unidos obligaron a que, en el último caso, dejaran de verse tres años comple-tos. Se fue a los 15 y regresó a los 18. “Mi madre no me reconoció”, recuerda Enrique. No le dice mamá y no sabe si alguna vez la llamó así. Para él, ella es Doris. “Es como su logo”, comenta. “No me digan abuela, llámenme Doris”, recuerda Drusila que les dijo siempre a los nietos. Solo con los bisnietos cedió, para ellos, Doris es la bisa.

la mUJEr aPasionada“Es la única mujer que nunca ha hablado mal de sus hom-bres”, Roberto Cores es fotógrafo y amigo de almuerzos y parrandas. Ella tuvo una vida amorosa agitada, aunque sus parejas fueron estables. Después de separarse de Zileri estuvo con Manuel Mujica Gallo, quien fuera fundador del diario “Expreso”. Pero definitivamente la relación más co-nocida es la que sostuvo con Sérvulo Gutiérrez. Son varios quienes afirman que el artista fue el amor de su vida. En la entrevista con Vargas Llosa ella habla de él con mucho cari-ño. “Era muy tierno, tenía esos arrebatos y angustias que le provocaban una gran violencia. Y bebía, eso le servía para pintar”. El sobrino del pintor, Max Gutiérrez, comenta en un documental que “las escenas de celos eran muy fuertes, pero las discusiones terminaban en tremendos encuentros sexuales”. Él la pintaba, no solo en desnudos y retratos, sino que se inspiraba en su rostro para hacer sus Santa Rosas o sus Cristos. Todos tenían la cara de Doris. Algunas las hacía raspando chapitas contra las paredes de algún bar.El tormentoso romance duró tres años, entre 1946 y 1949. “Servulito tan lindo, -le contó alguna vez Doris al escritor Fernando Ampuero- un día que peleamos se subió a un ro-pero y gritaba ‘me suicido’”. Así era la relación.Percy Gibson, sobrino de esta mujer legendaria recuerda un

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Laura Zegarra y ella posaba para todos.

El hiJo únicoA los 19 años se casó con un argentino, Manilo Zileri, tercer secretario de la embajada de su país. Con él tuvo a su único hijo, Enrique, el actual director de la revista “Caretas”. Con el hijo pequeño la pareja se fue a Chosica por prescripción médica, el niño tenía principios de tuberculosis y debía res-pirar aire puro. Se instalaron en un departamento sobre un garaje, recuerda Enrique. En esa época Doris ya trabajaba, Charo recuerda que era profesora de gimnasia en un cole-gio particular. Jorge Vega ‘Veguita’, el vendedor de libros viejos, aumenta salsa a la historia. Sus clases las daba en mallas y en un parque público. Había muchos caballeros limeños que viajaban en tranvía para poder admirarla.“Yo me daba cuenta que era guapa. En la calle andaba pre-ocupado por la atención que llamaba”, confiesa Enrique. El periodista no tiene muchos recuerdos infantiles con su ma-dre porque pasó largos años estudiando afuera. Primero un internado en Chile y luego uno en Estados Unidos obligaron a que, en el último caso, dejaran de verse tres años comple-tos. Se fue a los 15 y regresó a los 18. “Mi madre no me reconoció”, recuerda Enrique. No le dice mamá y no sabe si alguna vez la llamó así. Para él, ella es Doris. “Es como su logo”, comenta. “No me digan abuela, llámenme Doris”, recuerda Drusila que les dijo siempre a los nietos. Solo con los bisnietos cedió, para ellos, Doris es la bisa.

la mUJEr aPasionada“Es la única mujer que nunca ha hablado mal de sus hom-bres”, Roberto Cores es fotógrafo y amigo de almuerzos y parrandas. Ella tuvo una vida amorosa agitada, aunque sus parejas fueron estables. Después de separarse de Zileri estuvo con Manuel Mujica Gallo, quien fuera fundador del diario “Expreso”. Pero definitivamente la relación más co-nocida es la que sostuvo con Sérvulo Gutiérrez. Son varios quienes afirman que el artista fue el amor de su vida. En la entrevista con Vargas Llosa ella habla de él con mucho cari-ño. “Era muy tierno, tenía esos arrebatos y angustias que le provocaban una gran violencia. Y bebía, eso le servía para pintar”. El sobrino del pintor, Max Gutiérrez, comenta en un documental que “las escenas de celos eran muy fuertes, pero las discusiones terminaban en tremendos encuentros sexuales”. Él la pintaba, no solo en desnudos y retratos, sino que se inspiraba en su rostro para hacer sus Santa Rosas o sus Cristos. Todos tenían la cara de Doris. Algunas las hacía raspando chapitas contra las paredes de algún bar.El tormentoso romance duró tres años, entre 1946 y 1949. “Servulito tan lindo, -le contó alguna vez Doris al escritor Fernando Ampuero- un día que peleamos se subió a un ro-pero y gritaba ‘me suicido’”. Así era la relación.Percy Gibson, sobrino de esta mujer legendaria recuerda un

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encuentro posterior. Ella lo vio golpea-do y con la cirrosis avanzada, muy tris-te, lo tomó de las manos fuertemente y se miraron a los ojos. La amistad con-tinuó después de la relación. Incluso Sérvulo fue a algunos almuerzos cuan-do Doris ya era la pareja de Francisco Igartua. La de Paco fue una relación estable de más de una década. Él era 13 años menor que ella y esto, según las memorias del periodista, terminó por afectar la convivencia. En el libro “Siempre un extraño” que publicó en 1998, Doris es un personaje escondi-do bajo un pronombre, es simplemente “Ella”. Demasiado evidente para no ser reconocida. Es claro que para este hombre, que murió el año pasado, ella fue fundamental en su vida.

la EPoPEya dE carEtasDoris Gibson y Francisco Igartua eran pareja cuando en 1950 consiguieron que un tío de ella prestara 10 mil so-les para sacar el primer número de “Caretas”. La experiencia de la revista “Turismo” le servía para manejar este proyecto. “Podía hablar de tú con me-dio mundo -señala Zileri orgulloso- te-nía una personalidad y un optimismo a prueba de balas”. Era una revista apolí-tica, pero que a los dos o tres meses ya tocaba tema de actualidad en una época de gran represión como fue la dictadu-ra de Odría. “Doris nunca se lamentaba -continúa el hijo-. Su actitud era más bien ponerse furiosa y actuar. Esa era su fuerza, además de una suerte de ins-tinto periodístico”. Enrique Zileri no disimula su disgusto por el alejamien-to de Igartua cuando iba a empezar el primer gobierno de Belaunde, en 1963. Se fue para fundar una revista que competiría con “Caretas”. “Me parece que Paco la traicionó”. Este cambio de bando coincidió con el rompimiento de la relación.

Se ha dicho mucho de los pleitos entre madre e hijo en las oficinas de “Care-tas”. Los gritos e insultos son parte de las leyendas del mundo periodístico,

pero Enrique prefiere con discreción no hablar del tema, dice que ya borró esos momentos y se escuda en que los edi-tores son unos lunáticos insoportables cuando llega el cierre. “Además -co-menta- hay que admitir que Doris no es fácil. Tiene un temperamento volcá-nico. Se peleaba con todo el mundo, no solo conmigo, y creo que el problema era que yo trataba de mediar”.Cuando “Caretas” se enfrentó al go-bierno militar de Velasco Alvarado y luego al de Morales Bermúdez ella siempre estuvo ahí, dando la cara. Dru-sila recuerda que era niña cuando su abuela le daba unos volantes que de-cían “mala hierba nunca muere” para poner en los parabrisas de los carros. Habían clausurado la revista y ella es-taba en pie de lucha. Igual que cuando sacó “Espejo”, una revista de modas, femenina y frivolona para mantener al personal de “Caretas” hasta que esta pudieran volver a salir. Nunca se aco-bardó. En tiempos de dictadura se la vio en marchas protestando por la li-bertad de prensa mientras su hijo hacía huelga de hambre o estaba deportado.

Hoy Doris ya no va a “Caretas”. Ni si-quiera en esa silla de ruedas que utiliza-ba para llegar hasta las nuevas oficinas de la Plaza de Armas en el año 2000. Salía a pasear y siempre terminaba res-pirando gases lacrimógenos, recuer-da Enrique con una sonrisa. Tampoco firma los cheques, labor que le entu-siasmaba porque la hacía sentirse al mando. Menos aun recorre los viejos restaurantes donde era asidua comen-sal. Está en su casa y tiene sus días. Esos en los que el tiempo pasa sobre ella sin resistencia y esos otros donde Doris vuelve a levantar la cabeza, hace gala de lucidez y pretende seguir go-bernando sus sentidos. “Cuando quiero entender las cosas entiendo y cuando me conviene veo”, le dijo con su voza-rrón intacto hace poco a su enfermera.

Con información de: Drusila Zileri, Enrique Zileri, Percy Gibson, Charo Gibson, Roberto Cores, Fernando Ampue-ro, Graciela Moreno, Jorge Vega.

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encuentro posterior. Ella lo vio golpea-do y con la cirrosis avanzada, muy tris-te, lo tomó de las manos fuertemente y se miraron a los ojos. La amistad con-tinuó después de la relación. Incluso Sérvulo fue a algunos almuerzos cuan-do Doris ya era la pareja de Francisco Igartua. La de Paco fue una relación estable de más de una década. Él era 13 años menor que ella y esto, según las memorias del periodista, terminó por afectar la convivencia. En el libro “Siempre un extraño” que publicó en 1998, Doris es un personaje escondi-do bajo un pronombre, es simplemente “Ella”. Demasiado evidente para no ser reconocida. Es claro que para este hombre, que murió el año pasado, ella fue fundamental en su vida.

la EPoPEya dE carEtasDoris Gibson y Francisco Igartua eran pareja cuando en 1950 consiguieron que un tío de ella prestara 10 mil so-les para sacar el primer número de “Caretas”. La experiencia de la revista “Turismo” le servía para manejar este proyecto. “Podía hablar de tú con me-dio mundo -señala Zileri orgulloso- te-nía una personalidad y un optimismo a prueba de balas”. Era una revista apolí-tica, pero que a los dos o tres meses ya tocaba tema de actualidad en una época de gran represión como fue la dictadu-ra de Odría. “Doris nunca se lamentaba -continúa el hijo-. Su actitud era más bien ponerse furiosa y actuar. Esa era su fuerza, además de una suerte de ins-tinto periodístico”. Enrique Zileri no disimula su disgusto por el alejamien-to de Igartua cuando iba a empezar el primer gobierno de Belaunde, en 1963. Se fue para fundar una revista que competiría con “Caretas”. “Me parece que Paco la traicionó”. Este cambio de bando coincidió con el rompimiento de la relación.

Se ha dicho mucho de los pleitos entre madre e hijo en las oficinas de “Care-tas”. Los gritos e insultos son parte de las leyendas del mundo periodístico,

pero Enrique prefiere con discreción no hablar del tema, dice que ya borró esos momentos y se escuda en que los edi-tores son unos lunáticos insoportables cuando llega el cierre. “Además -co-menta- hay que admitir que Doris no es fácil. Tiene un temperamento volcá-nico. Se peleaba con todo el mundo, no solo conmigo, y creo que el problema era que yo trataba de mediar”.Cuando “Caretas” se enfrentó al go-bierno militar de Velasco Alvarado y luego al de Morales Bermúdez ella siempre estuvo ahí, dando la cara. Dru-sila recuerda que era niña cuando su abuela le daba unos volantes que de-cían “mala hierba nunca muere” para poner en los parabrisas de los carros. Habían clausurado la revista y ella es-taba en pie de lucha. Igual que cuando sacó “Espejo”, una revista de modas, femenina y frivolona para mantener al personal de “Caretas” hasta que esta pudieran volver a salir. Nunca se aco-bardó. En tiempos de dictadura se la vio en marchas protestando por la li-bertad de prensa mientras su hijo hacía huelga de hambre o estaba deportado.

Hoy Doris ya no va a “Caretas”. Ni si-quiera en esa silla de ruedas que utiliza-ba para llegar hasta las nuevas oficinas de la Plaza de Armas en el año 2000. Salía a pasear y siempre terminaba res-pirando gases lacrimógenos, recuer-da Enrique con una sonrisa. Tampoco firma los cheques, labor que le entu-siasmaba porque la hacía sentirse al mando. Menos aun recorre los viejos restaurantes donde era asidua comen-sal. Está en su casa y tiene sus días. Esos en los que el tiempo pasa sobre ella sin resistencia y esos otros donde Doris vuelve a levantar la cabeza, hace gala de lucidez y pretende seguir go-bernando sus sentidos. “Cuando quiero entender las cosas entiendo y cuando me conviene veo”, le dijo con su voza-rrón intacto hace poco a su enfermera.

Con información de: Drusila Zileri, Enrique Zileri, Percy Gibson, Charo Gibson, Roberto Cores, Fernando Ampue-ro, Graciela Moreno, Jorge Vega.

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El el Perú cada hora 4 mujeres son maltratadas y cada dos una es violada, denunciemos la violencia contra

la mUJEr

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El el Perú cada hora 4 mujeres son maltratadas y cada dos una es violada, denunciemos la violencia contra

la mUJEr

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al octavo diaCocachacraCocachacra

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al octavo diaCocachacraCocachacra

Una crónica de: Edward Quispe

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Al octavo día, en Cocachacra, había más tiendas abiertas, am-bulantes, señoras comprando en el mercado y restaurantes donde uno puede comer rico y barato. Y los únicos vehículos que transportaban pasajeros los llevaban a trabajar o servían para viajar, no para bloquear carreteras. En medio de todo su bullicio, se respiraba la tranqui-lidad de un pueblo sin conflic-tos aparentes, sin rencor y sin insultos.

Pareciese que la ciudad entera olvidó que hace siete días esta-ba prohibido hacer colectivos, venderles víveres a los extra-ños, peor aún a mineros y poli-cías, no todos lo hacían, pero se sentía la mirada vigilante, que ante la presencia de un extraño que habla y viste diferente, pre-cede a la pregunta ‘¿Y usted de dónde viene?’.Los palos se quedaron quizá en las chacras y las casas, las pie-dras en la carretera, pero no en medio, sino al costado. Los ce-rros de Ventillata hasta El Fis-cal ya no lucen con policías ni manifestantes, sólo piedras, tie-rra y una brisa refrescante ante el incesante calor.Al octavo día, los megáfonos están apagados y los choferes de los camiones sólo llevan a los peones a las chacras para trabajar, no tienen que preocu-parse de una incursión policial con la orden de desalojarlos de las vías.

Al octavo día, supe que regre-saría para contar lo que pasó en los otros siete días atrás, don-de todo un pueblo se levantó para rechazar la instalación del

La protesta por el respeto a su tierra y sus recursos

sólo tuvo dos heridos, en lo que fue el despliegue po-

licial más grande de este año. Tres mil efectivos poli-

ciales contra cerca de cinco mil agricultores con palos

y piedras.

La protesta por el respeto a su tierra y sus recursos

sólo tuvo dos heridos, en lo que fue el despliegue po-

licial más grande de este año. Tres mil efectivos poli-

ciales contra cerca de cinco mil agricultores con palos

y piedras.

La protesta por el respeto a su tierra y sus recursos

sólo tuvo dos heridos, en lo que fue el despliegue po-

licial más grande de este año. Tres mil efectivos poli-

ciales contra cerca de cinco mil agricultores con palos

y piedras.

La protesta por el respeto a su tierra y sus recursos

sólo tuvo dos heridos, en lo que fue el despliegue po-

licial más grande de este año. Tres mil efectivos poli-

ciales contra cerca de cinco mil agricultores con palos

y piedras.

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vías.No había aún orden de desalojo, la Policía sólo tenía el deber de resguardar la zona y evitar daño a la pro-piedad privada y pública. Mil 500 efectivos policia-les tenían esta misión.Durante los siete días de protesta, el jueves 15 fue uno de los más trágicos, en un intento por despejar la vía de un grupo de pobladores, que se disponían a tomar El Fiscal. Las fuerzas policiales usaron la fuerza para evitarlo.

En el viento se escucharon los disparos de fusiles AKM, bombas lacrimógenas y armas de reglamento. Varios de estos disparos se dieron al aire, sólo dos de ellos impactaron en el cuerpo de dos jóvenes, que

proyecto minero Tía María, de la empresa Southern Copper Corporation, que tenía como fin explotar los recursos minerales del suelo de Cocachaca y utili-zar el agua con el que irrigaba sus chacras, a cambio de promesas de progreso y mayor canon minero para obras.El miércoles 14 de abril, por la mañana, el kilómetro 1049 de la Panamericana Sur, en el sector de Venti-llata, amaneció con policías en la vía y en los cerros, que esperaban a una turba de manifestantes que te-nían como fin tomar las carreteras, hasta la zona de El Fiscal. Y lo lograron. Escoltados por un cordón policial, dejaron piedras y piquetes de personas a lo largo de toda la vía. En el lugar, había más de tres mil personas. Desde ese momento, ninguno dejó las

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junto a otro grupo persiguieron a los efectivos hasta los cerros.El proyectil del arma de fuego perforó a Rolando Tito Acrota de 17 años, en la pierna derecha a la altura de la ingle y a Pedro Taype Huarca de 19 en el abdomen. Mientras sus compañeros maldecían e insultaban a los policías, calificando su acción de cobarde, ambos fueron auxiliados y llevados al centro de salud de Cocachacra y luego a Arequipa. Según los pobladores, aquella tarde hicieron retroce-der a la Policía con palos y piedras. La Policía prefie-re referirse al hecho como un repliegue estratégico. Lo cierto es que aquella tarde, a las 14:30 horas, na-die tuvo que llorar a ningún muerto.La desconfianza creció en la zona los próximos días

y la orden de desalojo, con todos los efectivos poli-ciales presentes en el distrito, se veía más cerca.Instalar mesas de diálogo parecía más urgente que el primer día, para ello, congresistas e incluso la defen-sora del pueblo Beatriz Merino, acudieron al lugar sin obtener resultados más que gestos de buena in-tención.

Ya el fin de semana, la hostilidad de la gente era más evidente, con la prensa y la Policía. Para ellos, todos mentían, especialmente los medios de la capital. Ra-zonar con ellos era exponerse, los periodistas tenían que pasar en silencio o contestar lo necesario. Pero la hora cero estaba cerca, los pobladores ya sa-bían que la noche del lunes 19 iban a ser desalojados.

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Tres mil 500 policías de la Unidad de Servicios Especiales de la Po-licía y la Dirección Nacional de Operaciones Especiales (Dinoes) ya habían llegado a la base de la Fuerza Aérea de La Joya. Junto a ellos, vehículos de asalto y rom-pe manifestaciones estaban listos para partir a la zona de conflicto y terminarlo por la fuerza, habien-do dejado la razón cinco días atrás para la región.La intervención policial no se con-sumó. Un mensaje de esperanza vino de la mano del presidente re-gional de Arequipa, Juan Manuel Guillén, los alcaldes provinciales y autoridades distritales, que acu-dieron a Ventillata el lunes por la noche y en medio de un multitu-dinario escenario se escuchó: Tre-gua.Los pobladores despejarían las vías en vista del compromiso de la visita de los funcionarios del Esta-do a Cocachacra, para atender sus demandas, entre ellas, la más im-portante, que la empresa Southern se retire de Cocachacra.El martes 20 de abril, llegaron al distrito el primer ministro, Javier Velásquez Quesquén; el ministro de Energía y Minas, Pedro Sán-chez; el ministro de Agricultura, Adolfo de Córdova; y el ministro del Ambiente, Antonio Brack. To-dos para debatir el tema.Tras más de seis horas de diálogo en el auditorio municipal, se resol-vió la suspensión del proyecto por 90 días y el levantamiento de la huelga. Todos parecían haber ga-nado, al sétimo día.Aquella noche, volvió a Cocacha-cra la calma. Sus calles estaban vacías, como preparándose para recuperar el tiempo perdido y aprovecharlo, dejando de lado la violencia y la protesta.

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¿Viste de cerca la colilla del cigarillo?Hazlo.

¿Viste de cerca la colilla del cigarillo?Hazlo.

¿Viste de cerca la colilla del cigarillo?Hazlo.

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Protegido por su pasamontañas, Fernando Huamaní se siente el más bravo de todos los chumbivilcanos. Para este año ha retado a pelear a Ricardo Ugarte en la plaza de toros de Santo Tomás, corazón de la provincia de Chumbivilcas. Será en público y sin que nadie intervenga, a menos que sus vidas peligren. El reto se cumplió el 25 de diciembre a la una de la tarde. No fueron los únicos que defen-dieron su honor y el nombre de su familia a puño limpio, pues ese día al menos 40 per-sonas también lo hicieron en el tradicional Takanakuy, una festividad pagano-religiosa en la que los pobladores de esta provincia cusqueña ponen a prueba su valentía, estado físico y coraje. Y a veces también sus odios y enconos más ocultos. Fernando Huamaní dominó la pelea cuerpo a cuerpo. Su oponente terminó con la boca en-sangrentada y con mucha ira contenida, pero a la voz de alto de los jueces que mandan en el ruedo no hubo ni un puñete más, sino abra-zos entre los contendores que entendieron que luego de la ira viene la celebración.Víctor Corahua Cchaco, primer teniente go-bernador del Takanakuy, explica que este tipo de confrontación es una costumbre milenaria que viene “desde nuestros ancestros” y que se ha mantenido viva en la provincia gracias a su gente.dolorosa navidadDurante los días del Takanakuy –25 y 26 de diciembre– la plaza de toros de Santo Tomás se convierte en un pequeño territorio donde no imperan la ley ni la autoridad convencio-nal. Todo lo que allí ocurre está aceptado por todos y a nadie se le ocurre recurrir a la Poli-cía ni hacer una denuncia por las heridas que pueda sufrir.Víctor Layme, estudioso de esta festividad, señala que son varios los motivos por los cua-les un poblador puede retar a otro. Los jóve-nes lo hacen para demostrar quién es el mejor peleador, para honrar la palabra empeñada, para solucionar conflictos con los vecinos o problemas familiares. También lo hacen por F

iesta de los puños en las alturas de Chumbivilca. En

Cusco, cada 25 y 26 de diciembre, hombres, mujeres y

niños se lían a golpes de puño para zanjar rivalida-

des o simplemente ganar el respeto y admiración de sus

vecinos. Lo hacen de manera espontánea, siguiendo una

milenaria tradición.

Fiesta de los puños en las alturas de Chumbivilca. En

Cusco, cada 25 y 26 de diciembre, hombres, mujeres y

niños se lían a golpes de puño para zanjar rivalida-

des o simplemente ganar el respeto y admiración de sus

vecinos. Lo hacen de manera espontánea, siguiendo una

milenaria tradición.

Fiesta de los puños en las alturas de Chumbivilca. En

Cusco, cada 25 y 26 de diciembre, hombres, mujeres y

niños se lían a golpes de puño para zanjar rivalida-

des o simplemente ganar el respeto y admiración de sus

vecinos. Lo hacen de manera espontánea, siguiendo una

milenaria tradición.

Fiesta de los puños en las alturas de Chumbivilca. En

Cusco, cada 25 y 26 de diciembre, hombres, mujeres y

niños se lían a golpes de puño para zanjar rivalida-

des o simplemente ganar el respeto y admiración de sus

vecinos. Lo hacen de manera espontánea, siguiendo una

milenaria tradición.

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el amor de una muchacha o como revancha, para defender al amigo o familiar que ha sido derrotado en una pelea anterior.“Es importante para la familia que el hijo varón desde pe-queño se adiestre para hacer que el apellido sea respetado. Si gana en la pelea será motivo de halago, celebraciones y sobre todo significará un acto de honor, lo que elevará el nivel de autoestima familiar”, explica.

orgullo y estatusY en el ámbito de la comunidad, el triunfo de un retador también es valorado. Será estimado como el hijo preferi-do y motivo de imitación de los niños e incluso propuesto para ocupar cargos que mantengan en orden la localidad.Cada peleador no solo demuestra sus habilidades físicas en el ruedo. También importa mucho cómo se presenta. Todos llevan el rostro cubierto con un pasamontañas de colores

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para que no sean reconocidos al momento de señalar con el dedo a su oponente. Llevan además karawatanas (botas de cuero que les cubren hasta el muslo) y algunos anima-les disecados que cuelgan desde sus cabezas para infundir miedo.La batalla termina tal como empieza: con un abrazo en-tre oponentes. Y si bien el que pierde puede terminar en-sangrentado y golpeado, en su rostro no habrá señales de

odio. Es que lo más importante para él es poner fin a las rencillas. Además sabe que el siguiente año podrá volver a retarlo. y tal vez ganar.

Celebración. El Takanakuy no solo se celebra el 25 de diciembre. Es una festividad que inicia el 26 de julio en honor a la Virgen de Santa Ana, en la comunidad de Ccoyo. También se festeja el 8 de diciembre en la comunidad de Mosco y Ccollpa, y en Año Nuevo en otras comunidades de Santo Tomás.Significado. Takanakuy es un vocablo que nace a partir de la unión de las palabras quechuas: takay (golpear) y nakuy: entre dos.

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Chaku:

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entre la fuerza del viento Chaku: y el pago a la tierra http://comunicandonaturaleza.blogspot.com/2008/10/chaku-entre-la-fuerza-del-viento-y-el.html

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Son las seis de la mañana y se registró durante la madrugada una temperatura de – 1.5 grados cen-tígrados. Los guardaparques empiezan a llegar a la base de la comunidad de Pampa Cañahuas. Los visitantes luego de una hora de viaje en bus o ca-mioneta desde la ciudad de Arequipa, también em-pezaron a llegar.Don Teófilo Solís Mestas es uno de los primeros

Una gélida noche es la antesala del encuentro. Compar-

tir la casita de los guardaparques bajo el calorcito

de cinco frazadas era imaginarse desde ya correr por

las pampas. Uno despierta de madrugada, la hora clave

no llega pero se sienten voces: “ya están las mallas”,

“¿cuántas esquiladoras tenemos?”, “todo está listo para

mañana”, se escucha.

Una gélida noche es la antesala del encuentro. Compar-

tir la casita de los guardaparques bajo el calorcito

de cinco frazadas era imaginarse desde ya correr por

las pampas. Uno despierta de madrugada, la hora clave

no llega pero se sienten voces: “ya están las mallas”,

“¿cuántas esquiladoras tenemos?”, “todo está listo para

mañana”, se escucha.

Una gélida noche es la antesala del encuentro. Compar-

tir la casita de los guardaparques bajo el calorcito

de cinco frazadas era imaginarse desde ya correr por

las pampas. Uno despierta de madrugada, la hora clave

no llega pero se sienten voces: “ya están las mallas”,

“¿cuántas esquiladoras tenemos?”, “todo está listo para

mañana”, se escucha.

comuneros en llegar. “Será una captura a campo abierto”, adelanta a la prensa local que llegó animosa junto al jefe de la Reserva Nacional de Salinas y Agua-da Blanca, Arturo Cornejo Farfán, para ser testigos de la costumbre ancestral. Las cámaras de fotos y video filmado-ras registraron las primeras imágenes

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de Pampa Blanca, donde la fuerza del viento y el frío se combinan como es-cenario.

“Estamos recordando tiempos ances-trales, el casamiento de las vicuñas y el pago a la tierra por los chamanes”, refi-rió el Presidente del Comité de Gestión,

Pepe Huahua Llanos, minutos antes de empezar el ckaku. Son las once de la mañana. Llegaron aproximadamente 500 personas quienes se preparan en el terreno de Pampa Blanca. Cogen las banderolas de colores y se echan al sue-lo, mientras un grupo de guardaparques en moto ya tienen el plan para cercar a

las vicuñas.Los jefes de grupo ordenan que la gen-te este en silencio rotundo. ¡Listo! La señal fue recibida y la gente se para velozmente con los banderines para ir arreando las vicuñas hasta el embudo (un espacio donde permanecerán las vi-cuñas para la esquila).

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Cerca de las 11 y 40 de la mañana del sábado 11 de octubre, el Festival del Chaku llegó a su punto central. Las vicuñas fueron arreadas, capturadas y antes de proceder a la esquila la cos-tumbre ancestral vuelve a revivirse.Genaro Jara, contó que desde 1995 se practica el chaku en esta comunidad. De capturar siete vicuñas en ese enton-ces, ahora capturaron 180 y llegaron a esquilar 96 ejemplares de precioso co-lor canela.Por cada vicuña se puede obtener 200 gramos de fibra y se les puede esqui-lar cada dos años. El tamaño de la fibra para la esquila debe ser no menos de 2 centímetros y medio.

Pago a la tierra“Bendita pachamama te pagamos para tener más abundancia”, “te ofrecemos nuestras ofrendas” exclama el chamán del ritual sagrado, Teófilo Solís Mesta, quien en un altar mayor ofreció a los gentiles puntas de lanzas y de cobre. Chicha, vino, anisado, fetos de llama, kumuja (yerba) y la infaltable coca e incienso. Aperitivos de honor antes de la boda de los novios de nombres Pedro y Margarita (dos vicuñas).Tambo Cañahuas revivió así la ances-tral tradición. Sellando el encuentro con danzas típicas que sorprendieron. Bailaron a la pachamama para que al próximo año entre los cerros y el cie-lo con nubes que parecen algodón, el reencuentro vuelva a cobrar vida.

investigaciónUno de los técnicos del Contrato de Ad-ministración implementado por desco, Fredy Quispe, explica que en los chakus es necesario obtener un muestreo para ver de donde descienden. Para ello se obtiene una muestra de saliva que será sometido a estudios biológicos.“Vemos la consanguinidad de cada es-pecie para ser el refrescamiento de san-gre”, agrega Fredy.

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El Carnaval

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El Carnaval

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Fe

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Julio Angulo Delgado

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EMOCIONESNadia Rain

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VIAJESHans Rivadeneira

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