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REVISTA EUROPEA. NÚM. 239 2 2 DE SET1EMBEE DE 1 8 7 8 . AÑO T . EL FETIQÜISMO, LO8 MANES, LOS ANTEPASADOS Y IOS ESPÍRITUS. (*) El fetiquista, al mismo tiempo que cree des- cubrir en toda la naturaleza inanimada, en las plantas y oh los animales una voluntad cons- ciente de sí misma, un alma, no deja de atri buírsela igualmente al hombre. Esta creencia, inherente en algo á nuestra personalidad, que sobrevive á la existencia ó que la continúa en otro mundo, parece umversalmente generaliza cía en la humanidad } haber nacido con ella. Seguramente, el alma, tal como la concibieron los primeros hombres, tal como la conciben to- davía algunos pueblos salvajes, bárbaros ó aun de los que pasan por civilizados, no es nada menos que ese espíritu puro cuya noción tratan de inculcarnos las filosofías metafísicas. Donde quiera que la encontramos en las creencias de los hombres, se presenta á nuestra observación como muy material. La idea de la muerte tampoco existe en el fetiquismo: este fenómeno no tiene para los sal- vajes nada de natural, es á la vez para ellos un accidente que tiene una causa ordenada y una modificación de las condiciones de la vida. La serpiente, que en ciertas épocas se adormece y parece privada de sentimiento, se desprende luego de su piel y parece renacer más viva y más fuerte que antes, es para él el verdadero emblema de la vida y de la muerte; el cadáver no es más que la envoltura usada de una forma menos matorial, pero animada de las mismas pasiones y dotada con frecuencia de fuerzas más temibles que durante la existencia. De aquí, ese culto de los muertos, ese temor á los apare- cidos, esa fe en otra vida que hallamos en todas las fracciones de la humanidad. j,Cómo se representa el alma? Hé aquí la pri- (*) Este estudio es un capítulo del tomo primero de una obra que vá á publicar en breve M. Girard de Bia- lie» coa el título de Mitología comparada. TOMO XI! mera cuestión que se presenta á nuestro exa- men. No es ciertamente como un espíritu puro, sino más bien como algo menos tangible, menos palpable que el cuerpo; pero siempre perceptible y apreciable á los sentidos, sobre todo á los de a vista y el oido. El alma humana tiene una *orma humana; es pálida ynebulosa, como creen los esquimales de Groelandia, y tiene la sutileza del polen de las flores para los polinesios de Tonga, es delicada para los caribes, pero con- serva toda la apariencia del cuerpo que la ha contenido. El emperador Marco Aurelio, al di- rigirse á su alma llamándola anímula blandula vagula, se la representaba como un pequeño séi humano hecho de una materia tenue; en las imágenes de los primeros siglos del cristianismo se ven las almas bajo la forma de pequeñas figu- ras humanas, las «i Í»A* de los antiguos griegos. La sombra que proyecta nuestro cuerpo es también el alma para muchos pueblos, para los ignorantes tasmanianos, para los cafres, para los negros del Calebar, para los esquimales, para loa Pieles-rojas de la América del Norte, para los abipones y los arauaks de la América del Sur, para los aztecas y los quichés de la América central, para los indígenas de la Ocea- nía»»así como también para los romanos con sa umbra, y para los griegos con su <rx./<*. De aquí esa creencia general, universal, en los apareci- dos, que no deja de existir en ningún grupo de la humanidad. Otra manera de concebir el alma es la de con- siderarla un soplo, anima y ¿n/j.<u. Pero no es solamente entre los griegos y los latinos doifle se encuentra esta idea, sino en casi todas partes. El atman sánscrito y el duch eslavo, pertenecen á la misma manera de considerar el fenómeno de la vida, ni más ni menos que el nephesch y el ruáli de los semitas. Son otros tantos restos de un estado fetíquico primitivo del que hallamos idénticas manifestaciones en Australia, donde wang significa á la vez alma y soplo, respira- ción; en Java, donde el alma, nava, se escapa por la nariz como el aliento; en América, donde para una multitud de tribus" la palabra que quie- 23

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REVISTA EUROPEA.NÚM. 239 22 DE SET1EMBEE DE 1878. AÑO T .

EL FETIQÜISMO,

LO8 MANES, LOS ANTEPASADOS Y IOS ESPÍRITUS. (*)

El fetiquista, al mismo tiempo que cree des-cubrir en toda la naturaleza inanimada, en lasplantas y oh los animales una voluntad cons-ciente de sí misma, un alma, no deja de atribuírsela igualmente al hombre. Esta creencia,inherente en algo á nuestra personalidad, quesobrevive á la existencia ó que la continúa enotro mundo, parece umversalmente generalizacía en la humanidad } haber nacido con ella.Seguramente, el alma, tal como la concibieronlos primeros hombres, tal como la conciben to-davía algunos pueblos salvajes, bárbaros ó aunde los que pasan por civilizados, no es nadamenos que ese espíritu puro cuya noción tratande inculcarnos las filosofías metafísicas. Dondequiera que la encontramos en las creencias delos hombres, se presenta á nuestra observacióncomo muy material.

La idea de la muerte tampoco existe en elfetiquismo: este fenómeno no tiene para los sal-vajes nada de natural, es á la vez para ellos unaccidente que tiene una causa ordenada y unamodificación de las condiciones de la vida. Laserpiente, que en ciertas épocas se adormece yparece privada de sentimiento, se desprendeluego de su piel y parece renacer más viva ymás fuerte que antes, es para él el verdaderoemblema de la vida y de la muerte; el cadáverno es más que la envoltura usada de una formamenos matorial, pero animada de las mismaspasiones y dotada con frecuencia de fuerzas mástemibles que durante la existencia. De aquí,ese culto de los muertos, ese temor á los apare-cidos, esa fe en otra vida que hallamos en todaslas fracciones de la humanidad.

j,Cómo se representa el alma? Hé aquí la pri-

(*) Este estudio es un capítulo del tomo primero deuna obra que vá á publicar en breve M. Girard de Bia-lie» coa el título de Mitología comparada.

TOMO XI!

mera cuestión que se presenta á nuestro exa-men. No es ciertamente como un espíritu puro,sino más bien como algo menos tangible, menospalpable que el cuerpo; pero siempre perceptibley apreciable á los sentidos, sobre todo á los dea vista y el oido. El alma humana tiene una*orma humana; es pálida ynebulosa, como creenlos esquimales de Groelandia, y tiene la sutilezadel polen de las flores para los polinesios deTonga, es delicada para los caribes, pero con-serva toda la apariencia del cuerpo que la hacontenido. El emperador Marco Aurelio, al di-rigirse á su alma llamándola anímula blandulavagula, se la representaba como un pequeño séihumano hecho de una materia tenue; en lasimágenes de los primeros siglos del cristianismose ven las almas bajo la forma de pequeñas figu-ras humanas, las «i Í»A* de los antiguos griegos.

La sombra que proyecta nuestro cuerpo estambién el alma para muchos pueblos, para losignorantes tasmanianos, para los cafres, paralos negros del Calebar, para los esquimales,para loa Pieles-rojas de la América del Norte,para los abipones y los arauaks de la Américadel Sur, para los aztecas y los quichés de laAmérica central, para los indígenas de la Ocea-nía»»así como también para los romanos con saumbra, y para los griegos con su <rx./<*. De aquíesa creencia general, universal, en los apareci-dos, que no deja de existir en ningún grupo dela humanidad.

Otra manera de concebir el alma es la de con-siderarla un soplo, anima y ¿n/j.<u. Pero no essolamente entre los griegos y los latinos doiflese encuentra esta idea, sino en casi todas partes.El atman sánscrito y el duch eslavo, pertenecená la misma manera de considerar el fenómenode la vida, ni más ni menos que el nephesch y elruáli de los semitas. Son otros tantos restos deun estado fetíquico primitivo del que hallamosidénticas manifestaciones en Australia, dondewang significa á la vez alma y soplo, respira-ción; en Java, donde el alma, nava, se escapapor la nariz como el aliento; en América, dondepara una multitud de tribus" la palabra que quie-

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re decir respiración tiene al mismo tiempo elsignificado de alma.

Los sueños comunes á los hombres y á losanimales, han contribuido bastante, por suparte, á la formación de las teorías sobre elalma, conservando la forma del cuerpo ó toman-do otra envoltura. Es cosa probada para el sal-vaje que las figuras que ve durmiendo, son lasemanaciones psíquicas de los seres reales, y élmismo se imagina que las avonturas que le ocur-ren en sueño son sucesos en que su alma desem-peña algún papel. Esto e% al menos lo que dicenlos negros de Guinea; en Groelandia, los esqui-males creen igualmente que pescan, cazan ybailan, etc., durante su sueño. Para evitar unadesgracia, es decir, para dar tiempo á que elalma vuelva al cuerpo, los tagales de Filipinasexigen que no se despierte á nadie sobresalta -damente. Los maoris visitan en sueños á susantepasados y creen haber conversado real-mente con ellos. Él alma de Patroclo se apareceen sueño á Aquiles, en la Iliada. La de Lucianoel conde de Hermotimo, que estuvo muchotiempo errante, lejos de su cuerpo, no volvió áencontrar á éste, porque su mujer, creyéndolemuerto, lo habia hecho piadosamente quemar.Como se VG, lo mismo entre los bárbaros que enla Grecia civilizada, las visiones aparecidas ensueño pasaban por alma3.

Pero estas no tienen siempre una forma tanetérea. Se las representa también como peque-ños animales; y los cuentos populares de Europason los que nos suministran los más caracterís-ticos ejemplos de esta concepción. Una leyen-da, sin embargo, de la antigua Grecia, nos pre-senta el alma de cierto Aristeo de Prokoneso,escapándose por su boca en forma de un cuervo.En Alemania, el alma se escapa del cuerpo du-rante el sueño con el aspecto de una comadreja,de un ratón, de una araña ó de una mariposa;si se tiene la imprudencia de volver el cuerpo óhacer un signo de cruz sobre él, no vuelve másá la vida, porque el alma ya no puede entrar.Se conoce un cuento alemán en el cual el es-cudero de un. rey Gontran vé salir una serpien-te de la boca de su amo dormido en un bosqueá donde habia ido de caza; el reptil se dirigehacia una montaña, pero se vé detenido en sumarcha por un arroyo sobre el cual el fiel ser-vidor extiende su espada que sirve de puente á1» serpiente; esta flanquea la montaña y vuelve

después á entrar en el cuerpo del rey, que sedespierta diciendo haber soñado que penetrabaen una montaña llena de oro después de haberpásalo por un puente de hierro. Esta partidadel alma es para muchos pueblos la causa de lasenfermedades; es la causa de los desvanecimien-tos á los ojos de los fidjianos y de los australianos del Sur, que dicen que un hombre está nsinalmaii (Wilya marraba) cuando está sin cono-cimiento.

Los algonquinos atribuian una causa seme-jante al letargo y consideraban á los que habiansucumbido durante cierto tiempo como gentescuya alma habia partido para el país de los es-píritus sin haber podido penetrar. Para ellos,todas las enferme áades provenían de que elotahchuck (alma y sombra á la vez) se hallabaperdida ó trastornada; los hechiceros de los in-dios del Oregon se esfuerzan en hacer entrar elalma en la cabeza de los enfermos; los mágicoakarens en la Indo-china hacen otro tanto ycorren de un lado á otro para apoderarse dealma fugitiva de los enfermos que ellos se re-presentan como una mariposa, leip-pya.

En los pueblos de la Siberia, tales como lostonguses y los yakoutes, donde el budismo noha destruido las viejas creencias fetíquicas, secree firmemente en la ausencia del alma duran-te la enfermedad, sobre todo si el paciente tie-ne delirio y pierde sus fuerzas, es que un demonio la ha hecho salir del cuerpo, y en este casolos exorcismos de los lamas y de los chamanesson los que únicamente pueden hacerla volverá entrar; si esto no basta, el enfermo es ador-nado con sus mejores vestidos, rodeado de sustesoros: el lama interpela al alma errante y lerecuerda las penas quo la esperan en los infier-nos, si por consecuencia de su abandono llega elcuerpo á morir.

Durante este tiempo los parientes y los ami-gos dan vuelta á la choza, llamando al almatres veces por su nombre. Los negros de Guineacreen igualmente que la locura y la imbecilidadprovienen de la ausencia del alma.

Pero esto en ciertos pueblos no es imposiblede remediar. En Madagascar, por ejemplo, seprocura apoderarse del alma que se escapa deuna tumba y aprisionarla en un bonete parahacerla pasar á un paciente enfermo; en Groe-landia, hábiles Angakus, hechiceros esquima-.les, tienen el poder de reemplazar ua alma

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N. 239 GIRAEi) DE RUIXE.— EL FÜTIQTJISMO. 355

desaparecida con la de un niño, de una liebre óde un ciervo.

Hay muchas especies de almas, y las distin-ciones sutiles que encontramos en los cuerposde doctrinas teológicas y metafísicas pertenecientes á sociedades civilizadas, provienen evi-dentemente, por una filiación no interrumpida,de las antiguas concepciones fetíquicas. La di-visión en alma negativa, sensitiva, racional,tan querida á los doctores es escolástica en laEdad Media, la de en ni i, en <p»y«, en nuil na. delos filósofos griegos, la de los rabinos, no sontan recientes y pueden relacionarse con las dis-tinciones análogas que se encuentran entre lossalvajes. Los romanos, que distinguían en elalma una sombra que vagaba sobre la tumba,los manes descendiendo á los infiernos y un es-píritu elevándose al cielo (timbra, manes, spiri-iusj, no estaban tan lejos de las teorías psíqui-cas del fetiqnismo.

Numerosas razas separan, en su opinión, elalma racional y reflexiva del principio vital:esto es lo que hacen, por ejemplo, los indios delOregon y los algonquinos, para quienes el almaque se ve en sueños no es la que permanece enel cuerpo dormido, marchándose la primera almundo de los espíritus después de la muerte yquedándose la segunda cerca de la tumba. Loskarens tienen á la vez un la ó kelah, espíritu ófantasma, y nn thah, alma racional. Los esqui-males distinguen la sombra del soplo y los fid-gianos el espíritu sombrío, la sombra qne va alotro mundo, del espíritu ligero que queda en latierra; otros pueblo» hacen una división delalma en tres partes como los romanos; los mal-gachos, por ejemplo, creen que una, aína, mue-re eon el cuerpo, que otra, saina, se pierde en elaire, y que la tercera, matoatoa, aparece comofantasma cerca de la tumba. Los negros creenque el hombre, al nacerrecibe, de un Dios Mawéun alma, soghe, que le hace vivir; una sombra,luvoo, que es su espíritu protector, aklam,o, du-rante la vida, y que vuelve al Nodsia, país delas almas, después do la muerte, dejando, sinembargo, un espectro, noali, sobre la tierra.Otros negros ven en el alma (kla durante la viday sitó después de la muerte), un principio vital,bla, una sombra, susuma, y una voz interior,gbesi, que veneran con el nombre de won, espí-ritu-ídolo. Los caribes pensaban que á la muer-te de un hombre se escapaba de su corazón un

buen espíritu y de su cabeza un espíritu aéreo,y que espíritus malignos nacian de sus miem-bros.

También se encuentra la división do cuatro.Entre los dakotas de la América del Norte, unaparte del alma vuelve al lugar, otra se lanza alespacio, otra va á reunirse con los espíritus, yla cuarta permanece fielmente cerca del cuerpo.Entre los simeses, una parto del alma vuelve ála casa, otra se va á un convento, la tercera seinterna en los ¡ osques, y la última se convierteen un espíritu errante. Entre los khondos dolOrisa, una de las cuatro almas dol hombremuerto muere con él, la segunda se queda en latribu para dar vida á un niño, la tercera va áreunirse con el dios Bouro, y la última vaga so-bre la tierra encarnando algunas veces en tigre.Entre los karens reina una creencia rara: el la ókelah posee, dicen, siste existencias distintas ómás bien se halla formado de siete individuali-dades, cada una do las cuales tiende á hacer pe-recer ó á corromper el cuerpo á que el la perte-nece: una hace volverse loco ó idiota, otra pro-mueve la locura furiosa, la tercera inspira laspasiones vergonzosas, la cuarta excita ]a cólera,etc. Pero estos esfuerzos son inútiles mientrasla fuerza que dirige, tso, no abandona el puntomás culminante del cerebro. El kelah es el quese muestra en los sueños, mientras que el thahos el agente responsable de las acciones huma-nas. El karen vuelve á sentir, sin embargo, todolo que el kelah experimenta en sueño. Durantelos funerales se cuelga á los niños en la pared,en cierto lugar de la casa, atados con un lazo deíndole especial, por temor de que sus kelahs lesabandonen para pasarse al cadáver; esto duratanto tiempo como está presente el cuerpo; des-pués se abandona la casa por miedo de que elhdah no vuelva á ella. Por lo demás, las aliñas^de los muertos revisten diversos aspectos:mientras que los mukhahs ó antepasados sonconsiderados como espíritus divinos, los manesde los tiranos, de los adúlteros, de los crimina-les aparecen bajo la forma de caballos, de ele-fantes gigantescos, y tomando el nombre detahmus ó tahkas, las de los niños, de las personasque no han recibido sepultura, ó de los ancia-nos muertos de vejez, es decir, cuyo tso les haabandonado, son los sekhahs ó fantasmas; lasotras almas van á reunirse con los antepasadosen el otro mundo

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Esta distinción entre las almas que van á re-unirse con los manes de los antepasados y lasque pastan al estado de fantasmas por un motivoespecia], se hace en casi todo el mundo. En lospaíses de Europa, se cree generalmente que es-tas no son más que las almas en pena que apa-recen; los condenados pueden reaparecer en latierra, ya para atormentar á los vivos, ya paraexpiar más cruelmente sus pecados; las almasdel Purgatorio aparecen ó se manifiestan á susconvecinos para pedir oraciones; en la antigüe-dad, en Grecia y en Italia, los muertos que nohabían recibido los honores fúnebres, aparecíanpara reclamarlos. La misma creencia se en-cuentra entre los australianos, para quienes losaparecidos son los espíritus de los muertos queno fueron enterrados. En Siam, los que han pe-recido de muerte violenta aparecen como espec-tros. Los maorís de Nueva-Zelanda temen mu-cho á los espíritus de aquellos cuyos cadáveresyacen sin sepultura, ó do los que han sido muer-tos y comidos en la guerra. En el Brasil, y en-tre los iraqueses, se creía que las almas revolo-teaban perpetuamente donde los cuerpos habíansido abandonados sin que se les hiciera funera-les. Y lo mismo entre los siberios. En ciertaspartes de Alemania, en el Oldenburgo, porejemplo, se cree que si no so entierra á losmuertos bastante profundamente, sus espíritusaparecen con facilidad. En Rusia, en la EdadMedia, se verificaban ceremonias anuales espe-ciales por las almas de los que habían sucumbi-do de muerte súbita. Entre los battas, cuandoel datou ó hechicero reconoce que una enferme-dad es causada por la enemistad de un muerto,se ofrece á éste una fiesta para obtener su per-don; en otros pueblos se emplean medios vio-lentos: los Piele-rojas de la América del Norterechazan á golpes y gritoa el espíritu del pri-sionero á quien acaban de hacer morir en eltormento; cuando un australiano mata á unhombro, le arranca el pulgar de la mano dere-cha, convencido de que así deja á su alma inca-pacitada de vengarse.

En la isla Salomón, los jefes que no han sidotiránicos y crueles durante su vida, que no hanmuerto ni comido hombres á diestro y sinies-tro, se convierten en temibles demonios despuésde la muerte; si no se mata, durante la vida, elalma no disfrutará de reposo más que matandodespués de la muerte. En este caso, ella es el

autor de las enfermedades que afligen á loa vi-vos, y el sacerdote tiene por misión expulsarese espíritu malhechor, ataro, diciéndole confuertes conjuraciones: »Ari, ari, mataouan (ve-te, vete á lo profundo del mar). En Taiti y enlas otras islas de la Polinesia, se temia mucho álos tupapan, aparecidos; los mismos puebloscreian también que las almas de los muertos, tii,salían por la noche de sus tumbas y se introdu-cían en las chozas para desgarrar el corazón ylas entrañas de los durmientes.

Entre los karens, los mágicos pueden enviarlejos de sí su estómago, para devorar el alma delos enfermos. Son verdaderos vampiros, cuyaexistencia se reconoce en casi todos los gruposhumanos. Los negros del África creen la mayorparte en el vampirismo, es decir, en seres quesalen del sepulcro para ir á engullirse por la no-che la carne y la sangre de los vivos dormidos.En América, bajo las chozas fmgwtimsj de losPiole-rojas, se cuentan espantosas historias defantasmas que devoran los cadáveres y chupanla sangre de los vivos; cuando se lleva al supli-cio un prisionero, se evoca los manes de losantepasados para invitarles á beber la sangre de•ja víctima.

La misma Europa nos ofrece una larga seriede leyendas relativas á los vampiros: en Roma,los lémures rio eran nada menos que terriblesmanes ávidos de sangre humana; la Grecia pa-recia haber participado de esta superstición queaún existe hoy allí, y en el continente donde elvampiro lleva el nombre, de origen eslavo, deBoipjf,¿A*>í.a.s, y en las islas de Creta, de Rodas,de Chipre y del Archipiélago donde ese temibleser no es designado mas que por nombre pura-mente helénico. Toda la Europa oriental se hallaentregada á la superstición del vampiro. Este esun hechicero ó hijo dé hechicero que, aunquemuerto y enterrado, goza sin embargo de unaespecie de existencia y tiene el poder de salirpor la noche de la tumba para ir 6, chupar lasangre de los niños y de las jóvenes: algunasveces se embosca en las encrucijadas y se arrojasobre los viajeros retrasados. Se cree tambiénque la primera víctima de una epidemia estácondenada á convertirse en un vampiro. Estosucedió en Lusacia á la primera aparición delcólera. So pretende reconocer un vampiro cuan-do al exhumar un cadáver se le encuentra toda-via fresco, con la piel flexible, las mejillas rosa-

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N.° 239 E. BONGHI.—-LA IGLESIA CATÓLICA Y EL SIGLO XIX. 3S7

das; pero ¿qué hacer para descubrir la tumba?Los serbos pasean un potro negro sin manchapor el cementerio, y la fosa sobre la cual seniegue á pasar es la del vampiro; para obligarleá permanecer en su ataúd, no hay más que unmedio, el de clavarle en el pecho un palo afiladode una madera especial, de álamo blanco, porejemplo, y de la herida brota la sangre rosadade que. el monstruo se ha saciado: otros pueblosrompen también las piernas de los vampiros, yqueman su cuerpo según un rito particular,dispersando al viento las cenizas; es preciso, sinembargo, tener mucho cuidado de no dar másque un golpe al clavar el palo, porque un segun-do golpe volvería inmediatamente á la vida alcadáver maldito.

GlRARD DE ElALLB.

{Continuará.)

LA IGLESIA CATÓLICA 7 EL SIGLO XIX.

CARTA PASTORAL PARA LA CUARESMA DEL AÑO 1816.

J O A Q U Í N , DE LA ADVOCACIÓN DE SAN GRISÓ-

GONO, CLÉRIGO DE LA SACRA ROMANA IGLR-

SIA, CARDENAL PECCI POR LA GRACIA DE

DIOS Y DE LA SANTA SEDE APOSTÓLICA,OBISPO

DE PERTJGIA. Á SU AMADÍSIMO PUEBLO.

Dulce es el deber que nos conduce anual-mente á dirigiros la palabra, caros hijos mios,al aproximarse los santos días de la Cuaresma.Es el Padi'e que va en busca de sus hijos, y solí-cito por su bien, procura incubar en su seno losgérmenes de aquella doctrina y de aquella mo-ral, que con la ayuda de Dios, producirán endebido tiempo frutos de bendición y de vida. Esel Pastor que conduce á saludable prado el re-baño confiado á su custodia, guardándolo lejosde pastos venenosos, hacia los cuales parecequererlo llevar los enemigos, ora con oculta in-sidia, ora con declarada violencia.

Y si este deber fue siempre sagrado, cuántomás lo es hoy, que surgen do todas parteshombres que llevan con su palabra la confusióná las inteligencias, la perversión á las ideas, parahacer prosélitos y vanagloriarse con muchos dis-

cípulos en las escuelas de perdición que iaauguraron. (1)

Pero el cumplimiento de este deber, queridoshijos mios, no ha aparecido ante Nos, aun tiempo

n solemne y plácido, como en el presente año,en el que os dirigimos la palabra desde la Ciu-dad Eterna, la alma liorna, donde se levanta laCátedra del Maestro infalible y Padre de todosloa creyentes, desde la nueva Jerusalem, dondebrota la palabra del Señor, para resonar en todoel mundo. ¡Y cómo no exaltarse, queridos mios,cuando nos encontramos cerca del manantialmismo, donde se conservan puras é inalterableslas enseñanzas cristianas, al lado de aquellamística Torre de cuyas paredes penden las bientempladas armas para combatir los errores, ylas armaduras de los valientes paia librar confortuna las batallas del Señor!

No sólo por esto se ensancha el ánimo, si quetambién por el lugar mismo en que nos encon-tramos, desde donde se pueden notar, así losargumentos para la defensa contra los erroresque se esparcen, como los peligros de este mun-do, en el cual nos toca vivir, y que debemos se-ñalar á la vez que los enemigos, poniéndoos enguardia contra sus ímpetus, ó sus fatales insi-dias. ¡ Ay de mí! ¡Qué de amarguras no es pre-ciso colocar ante vuestra vista! Mas, necio con-sejo y como de traidor sería el nuestro, si por nocontristaros pasásemos en silencio los errores ylas malas artes de los enemigos de Dios, de suIglesia y de vuestra salvación. Nosotros lo hareP-'mos c pn todo corazón, queridos hijos, eligiendo]a ocasión de combatirla impiedad, descubrien-do los sofismas, y enseñándoos los medios que,practicados, os facilitarán la manera de perma-necer incorruptibles ante las contaminacionespresentes.

TI

Desde que la gran heregía del siglo XVI pe-netró en la sociedad, cuantos sabian aprestar elojo indagador á los hechos, y descubrir las re-cónditas consecuencias, adivinaron á dónde se ibaá parar con la facultad dada á la razón del hom-bre individual para interpretarlas Escrituras, ycrearse por sí mismo un símbolo religioso. Si ennombre de esta razón se protestaba contra las

(1) Act. Ap,,C 2, V. 29.

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358 EEVISTA EUROPEA..—22 DÉ SETIEMBRE DE 1878. N.° 239

enseñanzas de la Iglesia católica, recibidas, porespacio de tantos siglos, admitidas por tantas ge-neraciones, confirmadas por tantas y tan es-pléndidas ventajas obtenidas, ¿qué obstáculo po-dia existir ya, para que en nombre de dicha ra-zón un dia saliese otro más lógico protestandocontra las Escrituras mismas, que contienenmisterios que humillan la razón con la oscuri-dad, que imponen deberes dañosos á las pasio-nes, contra Dios mismo, que se venga de losderechos y Jesucristo, su hijo, que promulgaaquellos derechos1? Una vez abandonada la razóná la fuerza del mar, era vano pretender clavarante la atrevida navegante las columnas de Hér-cules para que no las traspasase. El último re-sultado del Protestantismo era, inevitablemente,la rebelión contra todo orden sobrenatural; yla verdadera expresión del mismo, se debí a tam-bién contener en la respuesta dada por PedroBayle al cardenal Polignac: El verdadero pro-tedante e.s el hombre que protesta contra toda reli-gión.

Hé ahí, queridos mios, el término al cual sellegó más rápidamente en los pueblos que sin-tieron en seguida la sacudida de la heregía pro-testante, y á donde se llegó más tarde entrenosotros, que no bebimos de un sorbo el letalveneno, porque de varias maneras contábamoscon poderosos antídotos, paro que lo hemos idotragando gota á gota.

Ahora no se trata ya de esta ó de la otraverdad impugnándolas, sino que se ataca al fun-damento, fuera del cual no se puede edificarnada (1); no se trata ya de buscar el verdaderosentido de la palabra divina, sino de saber siDios ha hablado; no ya de conocerde qué maneraquiere Dios ser servido y adorado, sino de siexiste un Ser supremo que pueda ser objeto denuestras adoraciones y de nuestra servidumbre.La razón, como el hombre del pecado descritopor San Pablo [2), surge con las armas de la ne-gación, se levanta contra todo lo que Dios dijera,y entrando en el templo profanado, se desom-baraza de Dios echando fuera todo lo antiguo.Yo os lo pregunto: íquó puesto queda en estemundo para el Creador y Eeparador del hom-bre? ¡Ay de mí! Si todavía en el corazón de losfieles, disminuidos en número, encuentra un

(1) 1.* Eplat. Corln., c. 2, v. 11,(2) ..!.« Thes., c. 2, T, 4.

asilo, si existen almas á las puertas de las cua-les viene á llamar y le responden aún, social-mente, hoy por hoy, no tiene lugar en esta tier-ra. Ha sido lanzado en nombre de la ciencia porel giro de los acontecimientos, en nombre deuna orgullosa independencia, de la enseñanza, yen nombre de la libertad, de la moral. El gritojudío: no queremos que éste reine sobre nosotros (1)no resonó jamás ni tan fragoroso ni tan impu-dente .

Y hé aquí, queridos mios, que después de ha-beros hablado de estas cosas, que se refierenmás particularmente á la vida, nos toca ahoraconsolarnos mutua y recíprocamente, hablandoos de vuestra fé y de nuestra Fó (2); nos tocahablar de Dios mismo, mostrando que no esuna hipótesis anticuada, ni una resultante delas bellezas y armonías esparcidas por el uni-verso, ni algo confuso con el mundo, sino unSer libre, que tiene su propia personalidad, yque con inmenso amor hacia el hombre, no sólolo creó, sino que lo redimió caído, lo rehabilitódesheredado, y con sobrenatural auxilio lo i lu-minó siendo ignorante, lo dirigió con sus pre-ceptos en sus incertidumbres, y lo confortó conlos Sacramentos.

III

Es extraño, amados mios: este Dios, á quiense trata de lanzar del mundo, va al encuentrode sus perseguidores para decirles: heme aquí;vuestros necios propósito? no los conseguiréis.Desde el mínimo infusorio, que apenas puedeser visto por el microscopio que la ciencia hadescubierto para ensanchar ol ojo, hasta los ma-yores animales de los bosques, hasta el Rey dela creación, que es el hombre; desde la briznade hierba que agita el viento ó la florecilla quetiene la vida y la fragancia de pocas horas, has-ta el astro luminoso que resplandece en el cielo;'en todo, en una palabra, se halla impresa lahuella de la Divinidad, encontrándose esculpidoel testimonio de su poder, de su sabiduría, desu bondad.

La ciencia rebelde á Dios necesita recurrir áridiculas invenciones, á soñar en la materiaeterna, átrasformaciones deespecies que, en todo

(1) Luc , o. 19, v. 14.(2) Ad Bom., o. 1, v. 12.

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N.' 239 R. BONGHI.—LA IGLESIA CATÓLICA Y EL SIGLO XIX.

aquel que tenga un átomo de buen sentido, for-zosamente deben causar risa. La naturaleza delos efectos nos hace pensar en una causa supe-rior increada: los seres contingentes de que secompone el mundo, requieren un ser necesario,en el cual encuentra la razón de su propia exis-tencia, el orden que constante é inalterable seve reinar entre los elementos mas múltiples,más disconformes y contrarios, incluso la acti-vidad humana, nos obliga á reconocer un Orde-nador supremo, dotado de infinita inteligenciay de infinito poder, que con su mente haya sa-bido concebir este orden, al cual todo lo creadoobedece con absoluta dependencia. En suma;el mundo exige necesariamente un Ser absolu-to, necesario, infinito, que no puede ser otroque Dios. Conclusión es esta á que nos arrastrainexorablemente la lógica para no caer en lanegación, no sólo de la existencia, si que tam-bién en la de la posibilidad de lo contingente,relativo, mudable, finito. Es la antigua demos-tración constantemente arrojada á la faz de losenemigos de Dios, y á la eual intentaron envano estos oponerse, colocándose en abiertacontradicción con la conciencia de todo el géne-ro humano.

Pero si este Dios existe, si es imposible es-quivarlo, iqué deberá decirse, queridos mios, dela sacrilega pretensión de alejarlo de nosotros,para arrancar aquel dulcísimo vínculo de de-pendencia de que nace el temor y la esperanza,la confianza y el amor que alivia á la vez tantosafanes y conjura tantas ruinasí

El gentilismo, por boca de sus primeros sa-bios, confunde á los modernos presumidos, yno será inoportuno citar las sentencias máscelebradas de ' los apologistas. — r.l antiquí-simo Mercurio Trimegisto llamaba á Dios lagloria y el principio de todas las cosas;—Talesde Mileto reconocia á Dios como el primer•Ente y el artífice de este bellísimo Universo;—Anaxágoras admiraba en Dios la mente quetodo lo compone y descompone;—Sócrates atri-buia á Dios la causa del ser y bienestar de lascriaturas.

¡Cuan fuertemente vigorizan estas palabrasante la locura de quien osó gritar abolición deDios blasfemando y llamándolo el primer ene-migo de la Humanidad! Añadiremos que lasconvicciones profundas de aquellos oábios eranrelatadas como el eco del género humano. Los

griegos y los bárbaros, escribia el divino Pla-tón (1) se postran en la desgracia y en la pros-peridad para adorar á la Divinidad, y no existepueblo alguno que ponga en duda la Providen-cia;—Cicerón (2) dice que la Providencia go-bierna al mundo, las cosas humanas y las cria-turas;—los poetas griegos y latinos (3) can-tan á Dios y hablan de los castigos, que Élenvía contra las culpas de los hombres, y de laáreparaciones que lo aplacan;—Plutarco, (4) másexpresamente escribe:]si toda, la tierra quisieresrecorrer, quizá encontrarás ciudades sin muros,sin letras, sin casas, sin riquezas, sin moneda,sin palacios, pero no verás una sola sin temploy sin dioses, sin juramentos y sacrificios paraconseguir el bien y alejar el mal;—Julio desa-fiaba de igual manera á los ateos de todos lostiempos: si no me falta la razón, si los pueblos,las naciones, los griegos y los bárbaros, nuestrosmismos mayores; si finalmente siempre Be hajuzgado de igual modo por insignes filósofos, porlos poeta9, por los hombres sapientísimos quefundaron las repúblicas, edificaron las ciudades;si se atiende hasta al lenguaje de las bestias, yaque no baste la, autoridad unánime de todas los

hombres Y deriva esta persuacion de unimpulso natural, puesto que de otra forma noseria tan estable este sentimiento para sobre-vivir á todos los siglos y á todas las edades,mientras las fábulas desaparecen durando tansólo un dia.

Los enemigos de Dios, no pudiendo presen-tarnos el ejemplo de pueblos enteramente ateos,alegaron la excepción pasajera de algunas tri-bus tan horriblemente desnaturalizadas, comoaquellos vergonzosos filósofos que las presenta-ban en confirmación de sus dudas. Por esto di-remos, con Porfirio vex gentibus Mis tam effera-tis et inhumanis non oportet ab cequis judicibusconvicium fisri naturae humano?." [Qué mási Ter-tuliano (5), es testigo de qué á la Religión cris-tiana que afrentaba á los patrios Númenes, atri-buian los paganos todas las desgracias que losafligían: y jdiez y nueve siglos de revelacióncristiana, nos habrían conducido á renegar de

(1) Peatón, de Legibut.(2) Cicerón, de dlvinis Noin.(2) Píndaro, Olimp. Eschilo, Sófocles, Edipo. Ho»

racio, Odi.(4) Plutarco, contra Golot.(5) Tertul., Apnlog.

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360 REVISTA EUROPEA.—>22 DE. SETIEMBRE DE 4878, N.° 239

lo que fue tenido como fruto del buen sentido,como patrimonio común de la humanidad, comola fé, que una vez perdida haria caer la sociedaden lastimosa ruina?

IV

i Ay de mí! ¡Cuáles y cuan mezquinas almasse mueven contra esta fe, y contra este consen-timiento universal!

La conciencia ha descubierto leyes de conti-nuidad y de estabilidad, y ha querido deducirde las mismas que eran otras tantas mallasabiertas por donde se escapaba el poder de Dios,sin intervención de su mano. ¿Por qué conducirá loa pueblos suplicantes ante los altares de Diosy de sus Santos, BÍ todo lo que sucede e? frutode movimientos diversos, determinados, inevi-tables? Las epidemias asaltan á las más robustascomplexiones, y las postran segando la vida,pero no se debe pensar que esto sea un castigocontra horribles infidelidades. Hé aquí, en cam-bio, cómo se explica la cosa: los vientos tras-portan desde lejos en sus alas los miasmas, paracombatir los cuales se necesitan las armas de laciencia, no las oraciones; la tierra niega al co-lono el fruto dé sus sudores, los viñedos se este-rilizan por las criptógamas, los ganados sondiezmados por la peste, los rios innundan y ane-gan todo... pero, [por qué razón mezclar á Diosen todo esto? La explicación es fácil: las lluviasfaltan por causas físicas; millones de invisiblesanimalillos llevan consigo la muerte y desola-ción; los torrentes, mal enfrenados, salen de sucauce sin que les opongan diques las devastadasselvas, acumúlanse las aguas y se dispersan...¡Cómo entra Dios en todo esto? A la naturale-za, á sus inviolables leyes,. á la incuria, ó á laignorancia de los hombres, es preciso atribuir elmal.

Con estas miserables astucias se trata de ha-cer callar en el mundo el maravilloso conciertode la pública rogativa, en la cual nuestros pa-dres bascaron y encontraron -siempre el mediode alejar el luto ó al menos las asperezas de lascalamidades.

Aquí, como veis, amados mi os, la audaz im-piedad está superada solamente por la frivolidadde las razones.

Quien arrojó los fundamentos de la tierra,quien la envolvió como á niño por las aguas,que trazó confines al mar, que asignó á los plane-

tas la órbita, que debian recorrer, ¡no será aptopara hacer sentir á las leyes su poderío, obli-gándolas á ser ministros de sus deseos?

¿Pues qué, el hombre, poniendo su manosobre las descubiertas fuerzas naturales sabe ob-tener de ellas maravillosos fenómenos, sirvién-dose de las mismas para vencer las distancias yhablar de un polo al otro polo con la celeridaddel rayo, para hacerlo caer á sus pies y hacerque salten chispas, sacudidas, detonaciones yotros efectos; y Dios no podrá,por. vía de ejem-plo, juntar las nubes para que se rompan en llu-vias, ora benéficas, ya desoladoras? ¿El, ante elcual como caballos en la guerra, cruzan las tem-pestades, no podrá mandar á los vientos que loslleven en sus alas? ¿El, que llamó á la vida lascosas que no existían, no será obedecido si llamaá enjambres de insectos para que caigan en estaó en otra parte, como los reyes de la tierra ar-rojan millones de armados sobro países destina-dos á sus venganzas y sus codicias? ¡Qué penatan grande la do tener que combatir á la luz denuestro siglo tamañas necedades!

¡Oh, no queráis, amados mios, ser ni las víc-timas de es^os maestros de impiedad ni susjuguetes! Han llegado en mal hora;'en la horaen que las culpas crecen y la ira de Dio3. semuestra por todas partes, necesitando desarmar-marla por medio de la oración que templa elcorazón de Dios. Más que culpa Uamaríase aldelito de aquellos, inhumana crueldad.

EUGGF.RO .BONGHI.(Traducción de H. Giner.)

EL DERECHO Y IA MORALIDAD. :*)

DETERMINACIÓN DEL CONCEPTO DEL DERECHO.

(Continuación.)

Hemos visto que, no toda condicionalidad esde derecho, sino que ha de ser de actividad, yen esta actividad para un fin, y un fin bueno;pero, aclarando más la relación del derecho,nos encontramos con que la condicionalidad ju-rídica es la de medio á fin, que implica la acti-vidad, que pertenece á la finalidad, y que ha de

(•) Véanselos números 236, 237 y 238 págs. 260,292 y 326.

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N;* 239 LEOPOLDO AliAS.^-EL. DESECHO Y LA. MOR.A.MDA.D.

ser para el bien: el bien, considerado en la re-lación de medio á fin, es lo que llamamos utili-dad .

Nunca pensam.03 el derecho sino como laprestación de algo que sirve para ol cumpli-miento de un fin, y así decimos derecho sola-mente de lo útil, sin que se nos ocurra pensarrelación jurídica que no sea de utilidad.

Tiónen en esto razón las escuelas que hanproclamado y proclaman que el derecho caedentro de la esfera de la utilidad, y de aquí lagran enseñanza que existe en las obras do Ben-tham, pero se equivocan en su exclusivismo; yasí como no todo lo que se dice del bien se dicedel derecho, no toda la esfera de la utilidad sereduce al derecho, ni éste consta de esta solapropiedad más las anteriores, pues el derecho eslo útil en combinación única con otros elemen-tos que seguiremos determinado.

Acabamos de hablar de prestación, y esta es,en efecto, otra nota necesaria para que el dere-cho aparezca. Toda relación de medio á fin esutilitaria, paro no es jurídica si el medio no estápuesto ó prestado por una actividad que lo apli-ca en vista del fin. Útil puede ser una cosa en símisma, sin que en esto pueda vislumbrarse elderecho; así, la salud es útil para la vida delcuerpo, pero nadie atribuye al derecho la salud;útiles son también hechos que van de un ser áotro, sirviendo el primero de medio para fin desegundo; así la lluvia es útil para el crecimientode los frutos, pero éste tampoco es fenómenoque pueda llamarse jurídico, á lo menos consi-derado meramente como fenómeno natural enque á ninguna fuerza consciente y responsable seatiende.

Sólo cuando aparece la prestación, cuando elmedio es aplicado al fin por una actividad capazde comprender lo que pide la naturaleza delobjeto y como es posible aplicarle el medioadecuado, se dice que la relación de utilidad esjurídica. Tenemos aquí ya, por una parte, unser de fines, necesario para que ol derechoexista, y un ser que pone el medio racional-mente, con conocimiento del fin y déla relacióndel medio al fin: en cuanto al medio puede serobjeto ó acto que en el mismo ser de la presta-ción se encierra, ó que estando fuera de él aehalla bajo su acción, ya en la naturaleza, ya enotra persona, ya en el mismo ser de los fine»,como cuando hablamos del derecho á la educa-

ción del hijo que el padre le debe y cuyo medioen lo principal radica en el hijo mismo, que esel aór del fin. Para la relación jurídica en esteprimer momento do su consideración, el mediopuede ser colocado como de parte del ser quepone la prestación, del condicionante, puesaunque la materia puede estar fuera de él y aunel acto directo, habrá siempre otro acto suyoque determine la adaptación del medio alfin. (1)

Aquí apareca la más radical diferencia quenos separa en este análisis del derecho en laconciencia, auxiliado y acrisolado por el senti-do común si se le consulta directamente delsentido predominante en las escuelas. Coloca-dos ya frente á frente el ser de las prestacio-nes, el condicionante y el ser de los fines, elcondicionado, (2) casi todas las escuelas; todaslas clásicas, sin duda, admiten que el ser quellamamos aquí de las prestaciones el obligado ócondicionante, tiene que ser racional, pues paracomprender la existencia del fin, la existenciadel medio pendiente de la propia actividad, larelación del medio al fin y al deber de la presta-ción, racional se necesita ser, y en esto no esposible discusión, pues repugna á la sana razóncomún la teoría de la jmputabilidad que sostie-nen Stuart Mili y Tyndall. (3)

Pero á más de racional nos dice la concienciaá todos que el sor de las prestaciones ha de serlibre, y no se piensa en exigir actoa" jurídicos,ni á los animales (4) ni á los que, esencialmenteracionales, no pueden usar libremente de susfacultades; y así al loco, al niño, al forzado, nose les exige responsabilidad.

La libertad, en cuyo concepto van implícitas

(1) La diferencia del medio podrá dar lugar á subdivisiones en el derecho, pero aquí no importa.

(2) Decimos "frente á freate.i por abstracción, porque en realidad el ser de los fines y el ser de la presta-ción puede ser uno mismo, sin qus exista la distinciónmás que en la relación j urídloa. Aaí yo estoy obligadopara conmigo mism >, y en mí reside el Un y yo soyquien he de poner la prestación.

(3} Ya hemos visto que estos pensadores no conaid<wranen el acto jurídico necesaria la responsabilidad d«lagente, y creen ¡usto el castigo, como hallan razonableevitar las catástrofes d» la naturaleza.

(4) Escepcion de esto fue en la Edad Media la res-ponsabilidad criminal que se atribttia á algunos anima-les p"r la superstición; pero la repugnancia que á la con-ciencia inspira esta aberración, es una prueba prácticade su absurdo.

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362 REVISTA EUROPEA.—22 DE SETIEMBRE DE 1878 . N.° 239

la razón y la personalidad, pues sólo eslibreel ser que por sí piensa y obra, es otra ele-mento necesario del derecho, pero—y aquí entrala radical división á que aludíamos,—esta liber-tad, ¿necesita existir en el ser de loa fines lomismo que en el de las prestaciones? Preciso esconfesar que la mayor parte de las escuelas asílo comprenden, y es que se encierran por elpredominio que en el estudio del derecho tienela rama que más nos interesa, la del derecho enla sociedad humana en una esfera determinada,sin abarcar todo lo que el mundo jurídico abar-ca, que es, como la conciencia y el sentidocomún religioso y jurídico de consuno aprueban,el Universo entero; y aun más, pues en el dere-cho entra lo absoluto en la relación á lo finito,en el derecho divino. La misma ley, obligadapor el gran poder del sentido general, no malea-do por influencias escolásticas, reconoce derechosen que la personalidad sólo se halla en el ser delas prestaciones; así el loco, ni goza do razón, nigoza de libertad, ni es personalidad que por sípropia se determina; y sin embargo, y á pesarde la decantada reciprocidad del derecho, la leyno le niega el suyo, y antes le hace delicada-mente objeto de preferente y escrupulosa atencion; y lo mismo sucede con el derecho de losinfantes, y aun con el de los postumos que niviven siquiera, y por lo que informe y miste-riosamente son en el claustro materno, la leylos atiende y hace sagrado su derecho.

Y no hay que hablar de personalidad supue3ta, porque en muchos casos es definitiva la pér-dida de tal personalidad ó no hay esperanza deque llegue á existir, y la reciprocidad que abs-tractamente se quiere suponer queda por lo tan-to anulada.

Todo esto lo decimos como en digresión quecreemos oportuna, por ser esta una de las preo-cupaciones más arraigadas respecto del derecho;por lo demás, en el examen directo que venimoshaciendo del concepto, objeto de nuestro estu-dio, semejantes objecciones no nos salen al paso.El derecho hemos visto que consiste en ln rela-ción y no radica, como también piensa el sub-jetivismo escolástico, en uno de los términos,el de los fines; por eso ©1 elemento racional quenecesita ha de existir en toda relación de dere-cho, hasta que se halle en aquel término que lopone en la relación, en el término activo, elaér de las prestaciones; pues al término, para el

cual es el derecho, le basta con ser, que no hayser que no tenga un fin; y con tenerlo nada máspuede exigirse para que en él exista el derecho.Cualquier derecho que en nosotros queramossuponer, ¿lo tendremos porque lo queramos, por-que lo sepamos, ó aunque no lo queramos ni losepamos? A la conciencia no se le ocurre dudaresto, el derecho en absoluto no se puede renun-ciar, y cuando se trata de derechos renunciablesse habla de modos de la relación jurídica que enel comercio humano pueden trasformarse con lavida misma, para lá cual se dá el derecho, comola fuerza física que jamás se agota, á pesar desus transformaciones infinitas; en tales casos nose renuncia al derecho, sino que se tiene dere-cho á cambiar el modo de la relación, y esto,como todo derecho, para fines racionales; íquiéndirá, por ejemplo, que puede renunciar el dere-cho de su dignidad, de su vida, de su propioderecho, pues también hay derecho para el de-eho? ¿En qué derecho podrá fundarse el que pre-tendiera renunciar al derecho mismo? Y si lavoluntad contraría al derecho—dado que exis-ta—no puede anularlo, jpodrá hacerlo desapa-recer su desconocimiento? En los ejemplos pues-tos se halla que la ley no lo vé así, pues que alincapaz de conocer y querer su derecho se lereconoce y se le garantiza, y además de esto, enlas continuas contiendas de carácter civil en quelas partes van á buscar la aclaración y declara-ción del derecho, al que lo tiene se le reconoce,por más que él lo ignore al presentarse ante eljuez; y en la historia de los pueblos las institu-ciones, las razas ó los individuos que han vividosupeditados, víctimas de la-injusticia, aunquequizá ignorasen el valor de su desgracia, ó quizáse conformaran con ella, el filósofo les reconocesu derecho á la emancipación; y así los esclavosde hoy que no quieren la esclavitud y protestanen nombre de su derecho, no son más hombresni más dignos de la libertad que sus padres, quesufrieron ignorantes y en silencio las cadenas.

Pero lo más fuerte de la preocupación está enno reconocer en los sores no humanos el dere-cho, y es siempre por considerar éste de partesólo de un término, del ser de los fines.

Si reconocemos que en todo lo creado existela dignidad de la creación, el valor real y real-mente sagrado de ser obra divina, para los cre-yentes en un Dios Creador, ó de ser realidadsustantiva para todos; si no hay nada que no

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N* 239 LEOPOLDO ALAS. EL DERECHO Y LA MORALIDAD. 363

tenga un fin propio, si todo puede ser bueno;si, lo que es más, consideramos al hombre obli-gado á extender el bien á todas las esferas de laactividad, y á obrar en justicia en toda acción,y á no maltratar inútilmente á los animales, niestropear destruyéndola ó afeándola, por puramalicia, la obra de la naturaleza, ¿por qué noreconocer el derecho en todo ser que tenga unfin, que son todos los seres? Si sólo se exige estafinalidad en el ser para ser de derecho, como yahemos visto, no la conciencia, ¿qué inconve-niente habrá en admitir que la obligación jurí-dica en los seres racionales se refiere al fin detodas las cosaa, no sólo al fin de aquellos serescapaces de reciprocidad y de volver el mismoservicio? {A. qué la reciprocidad? Parece que seexige como pago, posible por lo menos, de unservicio, parece que se exige en ley de la justi-cia el interés, el egoísmo. íQuedo yo libre decumplir mis deberes para con otro porque éstedeje de cumplir los suyos para conmigo? Si sedice que sí, se cae en la teoría del pacto, seafirma implícitamente que depende la obliga-ción jurídica de la contratación y que todo de-recho, como el pactado, queda nulo desde quedeja de cumplirse por una de las partes lo esti-pulado.

Tampoco es necesaria toda esta larga argu-mentación para la análisis del concepto del derecho, aunque sí para vencer la más honda yradical preocupación, que tiene á muchas es-cuelas alejadas del concepto real del dere-cho. (1)

Para nosotros, que, atendiendo directamenteal dictado de la conciencia, habíamos llegadoen la determinación del concepto del derecho ádistinguir de un lado el ser de los fines, y deotro el de las prestaciones, es claro el lugar queocupa la libertad en el derecho; es elementoesencial, pero como necesario para la actividadracional dol ser que ha de poner la prestaciónpara el cumplimiento del fin.

Lo que en necssidad de pensamiento halla-mos para todo derecho, es decir, para toda esfe-

(1) El ilustrado filiíofo, Sr. Ortí y Lara, en su obrasobre los "Elementos del derecho natural,n dedica al»gimas frases desdeñosas a 1 a teoría que gusten tamos,aludiendo i los Prolegómenos dsl Sr. Giner, que tam«bien admite el derecho en la naturaleza. Lo que nohace el Sr. Ortí y Lara es refutar la » rgumentacion delilustre profesor de la Institución libre de enseñanza.

ra de derecho, en nosotros mismos lo hallamossabido en la realidad de serlo. Y así, en el ejem-!pío que arriba poníamos de nuestra relación deespíritu á cuerpo, por lo que al derecho toca,yo me sé, como ser de conciencia, obligado á "poner todos los medios dependientes de mi li-bertad para la educación, conservación y desar-rollo de mi cuerpo, de cuyo derecho no dudo,por más que sepa yo que mi cuerpo no tieneconciencia de sí; pero yo mismo abogo por suderecho, como la razón aboga por el derecho detodas las cosas, de todos los cuerpos.

Hemos llegado al punto de nuestro análisis,en que la idea del derecho,* y en la conciencia surealidad, se muestran sin que ninguna otra notanueva pueda servirnos: de los elementos halla-dos consta el derecho, en su concepto, y todaotra cualidad podrá ser peculiar de algún dere-cho especial, no del derecho en sí, sino del de-recho determinado para tal ó cual esfera de lavida; á la idea general nada puede añadírsele.

Todo lo que reúna las notas halladas y almodo de que las hemos determinado, será, sinmás de derecho, sin que pueda denominarse tal,si una sola de ellas le falta.

Ahora, sin pretender definir con palabras in-sustituibles el derecho, su concepto racional, nijuzgar que el camino por nosotros seguido en lainvestigación, sea de todo punto, hasta en la for-ma el necesario, podemos, reuniendo las propie-dades aducidas, decir que el derecho es, paranuestro concepto, el que en conciencia forma-mos, no por idealidad, sino por realidad inme-diati en la conciencia misma, propiedad de re-lación que consiste en la condicionalidad de losfine.-} naturales de todo ser, en cuanto depen-den de la actividad racional y libre.

Terminada í^uí la indagación analítica delconcepto del derecho, debemos insistir en reco-nocer á todo lo indagado un valor real, pero derealidad en ia conciencia como resultado de laroflexion analítica, sin propasarnos á afirmarque el derecho sea lo que pensamos, tambiénfuera de nosotros. El límite de nuestro estudioen esta parte está señalado por el enunciadomismo del tema; se trata de determinar el con-cepto del derecho, no de afirmar cuál sea, bajoel fundamento seguro evidente de toda la reali-dad, inmanente, trascendente, la naturaleza delderecho en sí. Pero aunque á esto no llegamos,sí tenemos camino para ello; pues en lo que ae

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refiere á pensarlo, es evidente que así lo pensa- :moa; y en nosotros mismos nos sabemos siendo ;seres de derecho por esta manera, y necesitando |que algo en la realidad exterior responda á estarelación en que nosotros nos hallamos comotérminos.

Según lo visto en otra parte, para llegar alfundamento del derecho no hay otro caminoque comenzar por la análisis de su concepto, ycomo esto se haga en firme, sin dejar atrás nadaen cuanto á su valor real y científico es todo loque se puede pedir; pues el no cerrarse y con-cluir en este punto la ciencia, sólo puede pare-cer deficiencia de la investigación á quien pongaon olvido ó desestime el natural sistema en quela ciencia misma se construye. La definiciondelderecho en el fundamento de toda realidad esel objeto de la ciencia toda de la filosofía delderecho, y formar el concepto del derecho es elpunto de partida; la definición es la última ver-dad de la filosofía analítica del derecho que dáprincipio á la sintética. No es esto de nuestraincumbencia: se nos pide el concepto del dere-cho en todo el valor real que, como tal conceptopuede tener, sin que sea uno entre muchos, sinmás valor que el ser pensado, sino que es penrsado porque se impone á la conciencia, porqueésta le halla en sí, no por pensarlo, sino porquesabe de sí que en ella es el derecho tal como lopiensa.

Pero, el concepto del derecho que hemos ha-llado, ¿es admitido por todos? Cierto que no, siatendemos á las construcciones escolásticas dela filosofía del derecho. Pero, si prescindiendode las teorías formadas, subjetivamente, nos fi-jamos en lo que el sentido común juzga conode derecho, veremos que concuerda con lo queresulta de la investigación anterior. Así, mien-tras han existido y existen pensadores que sos-tienen que la característica del derecho está enla coacción, que no hay derecho que no seacoercible, el sano sentido común reconoce injus-ticias en las intenciones, y no dirá que cumplecon el derecho, que es justo el hombre que porser cohibido da lo que debe, ni el que por me-dio de engaño logra burlar la ley, el cual, á pe-sar de que la coacion se hace imposible para él,sigue siendo injusto, faltando al derecho á losojos de todos. Es más, según ya vimos, existeuna esfera de derecho en que nada trasciendeal exterior (directamente) que es la esfera del

derecho inmanente, en que cada cual es juez desi mismo, con su conciencia; así existe la frasevulgar hazle justicia, así los personages más vul-gares de Shakespeare dicen con frecuencia "bri-bón, manda que te ahorquenn, y así existe unsagrado respeto á las intenciones en que es na-turalmente imposible la coacción, y aun impo-sible el conocimiento de las determinaciones pa-ra todos menos para la propia concienci a.

En la parte inmediata de nuestro trabajo exa-minaremos, al tratar de las relaciones del de-recho y la moralidad, el punto del derechocoercitivo más detenidamente. Y respecto deotras muchas objecciones que las distintas es-cuelas pueden presentar al concepto expuesto,creemos que será lugar oportuno de abordarlasla parte histórica, con que á manera de apéndi-ce damos fin al estudio presente.

El capítulo que aquí terminamos no debe,conforme á nuestro plan, extenderse más allá delos límites de la indagación analítica, en que he-mos hallado el concepto del derecho.

LEOPOLDO ALAS.(Continuará.)

T F V MLmlio

\m LUu linUrUo UnuñHlüUuY I)K LOS INDIVÍDUOS.

FILOGENIA Y O N T O G E N I A .

Para que el hombre llegue á saber con certezacuál es el verdadero lugar que ocupa en la natu-raleza, y cuáles son sus relaciones con el mun-do de los fenómenos, le es absolutamente preci-so comparar objetivamente los hechos humanoscon los del mundo exterior, y en particular conlos del reino animal. Ya habéis visto que lasimportantes leyes fisiológicas de la herencia yadaptación son tan aplicables á los organismoshumanos como á los reinos animal y vegetal,y que, en unos y otros, combinan su acción delmismo modo. La selección natural, que hacela lucha por la existencia, trabaja, pues, enmetamorfosear la sociedad humana lo mismoque la vida de los animales y plantas, con locual surgen nuevas formas en estos y en aquella.Esta semejanza de los fenómenos de trasforma-cion en el hombre y el animal, conviene tenerlamuy en cuenta especialmente al estudiar la ley

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N.° 239 E. HAEGKÉL.—LEYES DEL DESARROLLO. 368

de divergencia y la de progreso, cuyas dos leyes,según he demostrado en la lección anterior, sonel resultado inmediato y necesario de la selec-ción natural en la ludia por la existencia.

El hecho más general que se observa al diri-gir la primera mirada comparativa á la historiade los pueblos, ó á la historia universal, es unavariedad siempre creciente de la actividad humana, así en la vida del individuo como en ladélas familias y estados. Esta diferenciación,esta creciente divergencia del carácter del hom-bre y de su modo de vivir, se deben á los ince-santes progresos de la división del trabajo indi-vidual. Lo que nos admira cuando consideramoslos más antiguos ó imperfectos bosquejos de lacivilización humana, es una tosquedad y unasencillez uniformes casi en todo: mientras que,en los períodos históricos siguientes, observa-mos, por el contrario, en las naciones, una granvariedad de costumbres, de usos y de institucio-nes. La división progresiva del trabajo engen-dra también una creciente variedad en las for-mas, lo cual so comprueba de una manera evi-dente en las fisonomías humanas, por el hechode que en las más inferiores razas la mayorparte de los individuos se parecen de tal modo,que muy frecuentemente sucede que los viajeroseuropeos no pueden distinguirlos; pero en lospueblos más civilizados, es tal la desigualdad delas fisonomías de los individuos pertenecientesáuna misma raza, que muy rara vez llegamos áconfundir á dos de aquellos individuos.

La segunda ley primordial que se nos pre-senta en el estudio de la historia de los pueblos,es la gran ley de progreso ó perfeccionamiento.La historia de la humanidad es, en general, lahistoria de su desarrollo progresivo. Es induda-ble que, siempre y en todas partes, se producenalgunos parciales movimientos de retroceso;como lo es también que los pueblos se internaná veces en torcidos senderos que no los condu-cen más que á un progreso unilateral y superfi-cial, con lo cual se separan más y más del nobley siempre esperado fin, del perfeccionamiento ín-timo y real; pero en su conjunto, el movimientoevolutivo de toda la humanidad es progresivo,y continúa siéndolo á medida que el hombre seva separando de sus antepasados pitecoides, yaproximándose al mismo tiempo al fin ideal áque constantemente aspira.

íCuáles son las condiciones especiales de estas

dos grandes leyes del desarrollo humano quehemos llamado ley de divergencia y ley de pro-greso?

Para conocerlas es preciso compararlas coalas de la evolución de los animales, y deeste modo adquiriremos la íntima convicciónde que, en ambos casos, hay identidad de causasy de fenómenos. En el mundo humano como enel animal, las dos leyes fundamentales de lamarcha del progreso, las leyes de perfecciona-miento y diferenciación dependen exclusiva-mente de causas mecánicas y son los necesariosresultados de la selección natural en la guerrapor la existencia.

Es posible que al oir las precedentes conside-raciones os hayáis preguntado si no son idénti-cas ambas leyes, y si el progreso no está indi-solublemente unido á la divergencia. Con fre-cuencia se ha contestado afirmativamente áestas cuestiones, y Cárl Ernst Baer, por ejem-plo, que es uno de los que mejor han explotadael dominio de la historia de la evolución, haformulado la siguiente proposición, como una delas leyes primordiales de la ontogenia de losanimales: "El grado do perfeccionamiento con-siste en el grado de diferenciación de las par-tes." PITO por más exacta que sea en general es-ta proposición, no tiene, sinejnbargo, un valorabsoluto, porque en muchos casos se ve que ladivergencia y el progreso no coinciden. El pro-greso no es siempre una diferenciación, ni toda di-ferenciación es un progreso.

Eji lo referente al perfeccionamiento ó al pro-greso, basta la anatomía para enseñarnos que, siel perfeccionamiento del organismo tiene comouna de sus más amplias bases la división deltrabajo en cada parte del cuerpo, hay tambiénotras metamorfosis orgánicas relacionadas conel progreso, como es, entre varias de las conoci-das, la reducción numérica de las partes semejantes.Para comprobar perfectamente esta ley, bastacomparar á los crustáceos inferiores, que tie-nen muchas patas, con las arañas, que invaria-blemente tienen cuatro pares, y con los insectosque sólo tienen tres. Fácil me será citar muchosejemplos de esta ley. En los articulados, la re-ducción numérica de los pares de patas es unprogreso, del mismo modo que en los vertebra-dos, la reducción numérica de las vértebras esotro progreso orgánico. Los peces y los anfibios,que tienen un número mucho mayor de verte-

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bras análogas, son, por esta razón, más imperfectos y más inferiores que las aves y los mamí-feros, en los cuales, no sólo están las vértebrasmás diferenciadas, sino que son mucho menosnumerosas. En virtud de la misma ley, las flo-res que tienen muchos estambres son más im-perfectas que las flores do plantas análogas, perocon menos estambres, etc. Por consiguiente, siun cuerpo está dotado en su origen do muchaspartes homogéneas, y si en el trascurso de lasgeneraciones va disminuyendo poco á pocoaquel número de partes semejantes, esta meta-morfosis constituye un progreso.

Otra ley de perfeccionamiento independientede la de diferenciación y que, en cierto modo,le es opuesta, es la ley de centralización. En logeneral todo organismo es tanto más perfecto,cuanta más unidad hay en sus partes, cuantomás subordinadas al todo están éstas, y cuantomás centralizados están los órganos y las fun-ciones. Así, por ejemplo, el sistema sanguíneollega á su mayor perfección cuando existe uncorazón central; y del mismo modo la sustancianerviosa centralizada que forma la médula es-pinal de los vertebrados y la médula abdominalde los articulados superiores, es más perfectaque la cadena ganglionar descentralizada de losarticulados inferiores, y que el sistema de gan-glios separados de los moluscos. Exponer en susdetalles las complicadas leyes del progroso seriatarea muy larga, por lo cual no insisto en esteasunto, recomendándoos, para más explicacio-nes, la lectura de los escelentes Estudios morfo-lógicos de Brooun, y de mi Morfología general(I, 370, 550, y II, 257-266).

Los fenómenos progresivos que os acabo deseñalar, son, desde luego, independientes de ladivergencia; así como hay numerosas diferen-ciaciones que, no sólo no constituyen un pro-greso, sino que á veces son hasta retrocesos.Muy fácil es demostrar que todas las metamor-fosis que sufren las especies animales y vegetalesno siempre son mejoras, y que muchos fenóme-nos de diferenciación, inmediatamente ventajo-sos para el organismo, le perjudican más tarde,disminuyendo su potencia. A menudo sucedeque por el hecho de la vuelta á más sencillascondiciones de vida, hay adaptación de estasnuevas condiciones, y diferenciación en un sen-tido retrógrado; asi, por ejemplo, si organismosacostumbrados á una vid» independiente, se

habitúan después á vivir como parásitos, estanueva vida acabará por producir un retrocesoen ellos. Dotados aquellos animales de un sis-tema nervioso muy desarrollado, de órganos delos sentidos muy aguzados y de la facultad demoverse libremente, pierden todos aquellas ven-tajas al acostumbrarse á la vida parásita, y porlo tanto, retroceden más ó menos. La diferen-ciación es, en estos casos, un movimiento re-trógrado, por más que constituya una ventajapara el organismo parásito. El animal que viveá espensas de otros, desperdicia materiales nu-tritivos para conservar los ojos y otros órganosque no le producen utilidad alguna; pero asíque llega á perder aquellos órganos, economizaentonces toda aquella sustancia nutritiva, que esutilizada por las demás partes, lo cual consti-tuye un privilegio para el concurso vital. Enesta lucha entablada entre los diferentes pará-sitos, los menos exigentes tienen sobre los de-más una ventaja que favorece su retroceso.

Lo que acabo de decir del organismo en ge-neral, es aplicable á las diversas partes de unmismo organismo, en el cual cualquier diferen-ciación de aquellas que, considerada en sí mis-ma, es un retroceso, puede, en la lucha por laexistencia, ser ven' ajosa á todo el organismo;porque se combate mejor y con más facilidad,desde el momento en que nos desembarazamosde un bagaje inútil. Vemos, pues, en todaspartes, en los animales como en las plantas,hechos de divergencia que producen esencial-mente el retroceso y, en último resultado, lapérdida de las partes aisladas; cuyos hechos nosponen en contacto inmediato con la importanteé instructiva serie de los fenómenos referentesá los órganos rudimentarios ó atrofiados.

En la primera lección ya me he ociípado detan notables hechos, sobre los cuales he llama-do vuestra atención, así como sobre su gran va-lor teórico; y recordareis que los he consideradocomo las más admirables pruebas de la verdadde la doctrina genealógica. Llamamos órganosrudimentarios aquellas partes del cuerpo que,organizadas para un fin dado, no ejercen, sinoinbargo, función alguna. Con este motivo o»he hablado de los ojos de algunos animales queviven en cavernas ó entre la tierra y que, porlo tanto, no tienen necesidad del órgano de lavista, pero en los cuales existen, ocultos bajo lapiel, ojos reales que con frecuencia están con-

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formados del mismo modo que los de los animales que ven, á pesar de carecer por completode esta función y de no poder funcionar, por lasen'cilla razón de que están cubiertos con unamembrana opaca, que no deja paso á ningúnrayo luminoso. Los antepasados de aquellosanimales quo vivian en la superficie de la tierra,tenian sus ojos muy desarrollados y provistos deuna córnea trasparente que les permitia fun-cionar; pero habiendo adquirido poco á pococostumbres subterráneas, ó habiéndose sustraí-do á la luz solar, quedaron su<) ojos sin uso, porlo cual sufrieron un movimiento de retroceso.

Como notables ejemplos de órganos rudimen-tarios, se pueden también citar las alas de losanimales que no pueden volar, como las de losavestruces y otras aves corredoras análogas(casoar, etc.y', cuyas'patas han adquirido un ex-traordinario desarrollo. Aquellos anímales sehan desacostumbrado de volar y han acabadopor perder sus alas, que, aunque todavía exis-ten, están en estado rudimentario. Las alasatrofiadas son también muy comunes en laclase ds los insectos, los cuales casi todos) pue-den volar. Fundándonos en los hechos de laanatomía comparada y en otros, podemos contoda seguridad afirmar que todos loa actualesinsectos (libélulas, saltamontes, escarabajos,abejas, chinches, moscas, mariposas etc.) des-cienden de una forma anterior común que teniados pares de alas muy desarrolladas y tres parosde patas; pero, en la actualidad, hay muchosinsectos que carecen de uno de aquellos dosparea de alas, y muchos también, en que losdos parei están completamente atrofiados. Enunos se ha atrofiado ó ha desaparecido el par doalas anterior, como sucede á los estrepsípteros;en otros "el post?rior, como se observa en losdípteros. Hay además, en todos los órdenes deinsectos, géneros ó especies aisladas, en los eua-las las alas afectan diferentes grados de retro-ceso ó de atrofia, lo que sucede con especialidaden los parásitos, en los estrepsíteros, y en lasluciérnagas (LampyrisJ, en los cuales con fre-cuencia se ven los machos con alas y las hem-bras sin ellas. Es evidente que este saltoatrás total ó parcial, de las alas de los insectos,es producido por la selección natural en la lu-cha por la existencia, porque las alas serianinútiles ó tal vez les perjudicarian á los insectosápteros. Supongamos, en efecto, que los insec-

tos que habitan en una isla tengan muy desar-rollada la facultad de volar; el viento, en estecaso, podrá llevarlos fácilmente hacia el mar.y, si como de ordinario sucede, hay diferenciasindividuales en el grado mayor ó menor de po-tencia del vuelo, los individuos que menosposean esta facultad, tendrán sobre los otros laventaja de ser arrastrados con menos facilidadque éstos hacia el mar, por cuya razón viriránmás tiempo que los individuos mejor organiza-dos bajo este aspecto. Esta circunstancia, pues,debe, en virtud de la aecion de la selección na-tural, conducirá una gradual atrofia de las alas.Una vez planteada teóricamente esta conclu-sión, veamos si los hechos la justifican y com-prueban.

Para esto no hay más que fijarse en la pro-porción que, respecto á las alas, guardan losinsectos ápteros con los alados, y se verá queesta proporción es, en las islas, más notable queen los continentes. Así, según Wollaston, dé550 especies de escarabajos que habitan la islade Madera, hay 200 sin alas ó con alas imper-fectas; y de 29 géneros exclusivos de aquellaisla, 23 se encuentran en el mismo caso. Esevidente que este notable hecho no podría ex-plicarle por la sabiduría del Oreador, y que hayque recurrir, para descifrarlo, á la selecciónnatural, la cual, en razón del peligro que existepara los insectos alados en la lucha que enta-blan contra el viento, ha dado una gran venta-ja á los insectos más sedentarios. La falta de*alas ^xa sido ventajosa, por otras muchas razo-nos, á otros insectos ápteros, que seria muy lar-go enumerar aquí,- de todo lo cual se deduceque, si, considerada en sí misma, la pérdida delas alas constituye un movimiento de retroceso,para un organismo que vive en determinadas yespeciales condiciones, es, en cambio un privi-legio que le sirve de mucho en la lucha por laexistencia.

Se pueden también citar como ejemplos deórganos rudimentarios, los pulmones de lasserpientes y los de los lagartos ofidianos. Todoslos vertebrados con pulmones, los anfibios, losreptiles, las aves y los mamíferos, tienen un parde pulmones, á saber, un pulmón derecho y otroizquierdo; pero cuando el cuerpo se comprim»y alarga extraordinariamente, como sucede álas serpientes y á los lagartos ofidianos, no pue-den entonces los do? pulmones existir el uno al

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lado del otro, en cuyo caso hay una evidenteventaja para el mecanismo de la respiración,en que se desarrolle un solo pulmón, el cual,como sea grande, funciona entonces mejor que dosmás pequeños y superpuestos, y por esta razón,los animales citados no tienen más que un pul-món desarrollado, bien sea el derecho ó bien elizquierdo, mientras que el otro está completa-mente atrofiado y existe nada más que como uninútil órgano rudimentario. Por la misma razónse observa en todas las aves, que el ovario de-recho está atrofiado y sin funciones, y que sóloel ovario izquierdo es el que está desarrollado yel que produce todos los huevos.

En la lecion primera he dicho que el hombreposee también estos órganos inútiles, habiendocitado, como ejemplo, los músculos de las ore-jas. A la misma categoría de órganos atrofiadospertenece el rudimento do cola representado enol hombre por la tercera, cuarta y quinta vér-tebras caudales, rudimento que se ve con facili-dad en los dos primeros meses de la vida intra-uterina, por más quo después se atrofia porcompleto. Esta cola humana atrofiada, ates-tigua de una manera incontestable que elhombro desciende de antepasados que estabanprovistos do cola; y tanto es así, que todavíaexisten, en el hombre actual, los músculos des-tinados, en otro tiempo, á moverla. En la mu-jer, por último, esta cola embrionaria, compren-de generalmente una vértebra más que la delhombre.

Hay otros órganos rudimentarios humanos,que pertenecen al género masculino y que lostienen todos los mamíferos machos, cuyos órga-nos son glándulas mamarias pectorales. Es-tas glándulas generalmente sólo funcionan en]as hembras; sin embargo se han observado en elhombre, en el carnero y en el macho cabrío, al-gunos casos de desarrollo completo de las glán-dulas mamarias en individuos del sexo masculi-no, las cuales en aquellos casos podían servir pa-ra amamantar á los hijos. Os he dicho tambiénque, en algunas personas, los músculos rudimen-tarios auriculares pueden, por efecto de un largoejercicio, servir para mover el pabellón de laoreja. Estos órganos están de ordinario desigual-mente desarrollados en los individuos de la mis-ma especie, siendo demasido grandes en los unos,y muy pequeños en los otros.

Eata circunstancia es muy importante para

nuestra teoría explicativa; tan importante comolo es el hecho de que; en los embriones, y máscomunmente desde la primera edad de la vida,los órganos rudimentarios son relativamentemucho mayores y más vigorosos que en el adul-to. Esto se vé, sobre todo, en los órganos sexua-les rudimentarios de las plantas (estambres yestilo) do que ya me he ocupado, cuyos órgano»están proporcionalmente mucho más desarrolla-dos en el botón floral que en la flor desarrolla-da. También os he hecho notar que la existen-cia de los órganos rudimentarios y atrofiadosdepone con mucha fuerza en favor del concep-to unitario ó mecánico del mundo; y que si losadversarios de esta teoría, los dualistas y losteólogos, llegasen á comprender el inmenso va-lor de aquellos hechos, seguramente que se des-esperarían. Las ridiculas tentativas de explica-ción, hechas por aquellos adversarios; la supo-sición de que el Creador ha dotado á los orga-nismos de órganos rudimentarios "por amor á lasimetría,ii »á título de adorno, n ó "por respetoá su plan general de creación,n demuestran deun modo evidente la radical impotencia de lateoría que los adversarios de las causas finalescombatimos. Vuelvo á repetirlo: aun cuandodesconociésemos por completo todos los fenó-menos del desarrollo embriológico, deberíamos,sin más pruebas que los órganos rudimentarios,considerar como verdadera la .teoría de la des-cendencia. Ninguno de los adversarios de estadoctrina ha podido dar, ni aun una aparienciade esplicacion aceptable de tan curiosos é im-portantes hechos. Con dificultad se encontra-rá un tipo animal ó vegetal de orden superiorque no tenga algunos de estos órganos rudimen-tarios, y casi siempre se puede demostrar quedichos órganos son producidos por la selecciónnatural, y que se han, atrofiado por el desuso ópor la falta de ejercicio. Este es el fenómenoinverso de lo que sucede cuando por efecto dela adaptaciónáespeciales condiciones de la vida,y por efecto también del ejercicio, nacen nuevosórganos, de una parte todavía no desarrollada.Es cierto que nuestros adversarios, pretendenque la teoría de la descendencia no puede expli-car el origen de órganos completamente nuevos;pero por mi parte no vacilo en afirmar que talexplicación no ofrece la menor dificultad i tpdoaquel que esté versado en anatomía comparaday en fisiología. Para las personas competente»

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hay tanta facilidad en explicar el origen de losórgano» completamente nuevos, como en con-prender la completa desaparición de los órganosrudimentarios, porque la desaparición de losunos no consiste, en definitiva, más que en locontrario de la aparición de los otros. Estos dosprocedimientos modificadores son hechos de di-ferenciación que, como los demás, se explican,sencillay mecánicamente, por la acción de la se-lección natural en la lucha por la existencia.

La importante consideración de los órganosrudimentarios y de su origen, la comparaciónde su evolución paleontológica y embriológica,nos llevan naturalmente á abordar una de lasmá3 importantes y grandes series de hechosbiológicos, á saber, el paralelismo que nos pre-sentan, en una triple dirección, los fenómenosde progreso y divergencia. Al ocuparme delperfeccionamiento y de la división del trabajo,no he distinguido los fenómenos del progreso yde diferenciación, de las metamorfosis que lesson inherentes, y que, durante los inmensosciclos geológicos, han modificado constante-mente las floras y las faunas, han suscita do laaparición de nuevas especies animales y vegeta-les y provocado la desaparición de las especiesantiguas. Los mismos fenómenos de progreso yde diferenciación, colocados en un orden análo-go, encontraremos ahora al examinar el origen,el desarrollo y la evolución de la vida de cual-quier organismo individual. El desarrollo indivi-dual progresivo, ó la ontogenesia de cada orga-nismo individual, desde el huevo hasta la formaperfecta,consiste simplements en un movimien-to de crecimiento, de diferenciación y de pro-greso. Esto es tan cierto en lo referente á los ani-males, como en lo que concierne á los vegetales yiloaprotistas. Estudiad la ontogenia, ya sea la deun mamífero, como el hombre, el mono, el mar-supíal, ya la de un vertebrado cualquiera y en-contrareis entoda» ellas fenómenos esencialmenteiguales. Cada uno de aquellos animales tienepor punto de partida original una simple célula,un óvulo, cuya célula ovular se multiplica pordivisión, y forma un grupo de células, el cualaumenta ó crece, desarrollándose desigualmentelas células primitivamente semejantes, con loque se operan la división del trabajo y el perfec-cionamiento, y resulta de todo esto el perfectoorganismo cuya estructura admiramos.

Creo indispensable daros á conocer los im-

TOMC J l |

portantes é interesantes hechos que acompañaná la ontogenesia ó al desarrollo individual delos organismos y en especial de los vertebrados,incluyendo en ellos al hombre. Dos razonesexisten para - recomendaros el estudio de tancuriosos é instructivos fenómenos: la primeraes que interesan en sumo grado á la teoría dela descendencia; y la segunda, que hay muypocas personas que hasta ahora hayan conocidosu verdadero valor.

i,No estamos, en efecto, en el caso de admi-rarnos de la profunda ignorancia en que toda-vía se está en lo concerniente á todo lo que serefiere al desarrollo individual del hombre y delos demás organismos? Estos hechos, cuya im-portancia excede á toda ponderación, se habianestablecido, en sus bases principales, hace másde un siglo, en 1759, por el gran naturalistaalemán Gaspar Friedrich "Wolff, en su clásicaTheoría generationis. Pero, así como la teoríade la descendencia fundada por Lamarck en1807 estuvo durmiendo medio siglo hasta queen 1859 la hizo despertar Darwin, así la teoríade la epigénesis de Wolff estuvo oscurecidaotro medio siglo; y BÓIO después de haber pu-blicado Oken, en 1806, su Historia del desarro-llo del canal -intestinal, y de haber traducidoMecktílal alemán, en 1812, el trabajo de Wolffsobre el mismo asunto, fue cuando llegó á ge-neralizarse la teoría de la epigénesis de Wolff,y á servir de punto de partida á las investi-gaciones sucesivas do la historia del desarrolloindividual.

Keflibió entonces un poderoso impulso lateoría de la ontogenesia, que contribuyeron ádarle los clásicos trabajos de los dos amigosChristian Pander (1817) y Cari Ernst Baer(1819). La embriología de, los animales, de Baer,puso, sobre todo, en evidencia los principaleshechos do la ontogenia de lo» vertebrados por'medio de observaciones tan admirables, acla-rándolas con reflexiones tan filosóficas, queaquella obra capital se hizo indispensable átodo el que queria formarse una idea exac-ta del importante grupo de animales deque el hombre forma parte. Aquellos hechosbastan por sí solos para determinar cuál es ellugar que el hombre ocupa eu la naturaleza,resolviendo así el más grande de los problema».Examinad con toda atención, y comparad,después, entre sí los gérmenes ó embriones da

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cuatro vertebrados, por ejemplo, de tortuga, ga-llina, perro y hombre, en sus diversos períodosde desarrollo embrionario, y comprendereis lainmensa importancia filosófica de la embriología,que nos hace ver, en estos primitivos estados deloa vertebrados, el próximo parentesco que exis-te entre los reptiles y las aves y entre el ho m-bre y algunos mamíferos.

De tan importantes hechos biológicos, denociones tan indispensables para compren-der au propio organismo, ¿qué saben nuestrasclases, que á sí mismas se llaman "ilustradas," yque tantas ilusiones se hacen sobre el alto gra-do de civilización á que hemos llegado en el si-glo Xix? iQué saben de todo esto nuestros razo-nadores filósofos, y nuestros teólogos, que pormedio de puras especulaciones los unos, y por lainfluencia de inspiraciones divinas los otros,pretenden llegar á comprender el organismo hu-mano] íQué saben de estas cuestiones, hasta lamayor parte de los que se llaman zoólogos, com-prendiendo entre ellos á los entomólogos?

Las respuestas á tales cuestiones nos aver-gonzarían si con exactitud hubiésemos de formu-larlas, porque, de grado ó por fuerza, preciso esconvenir en que los hechos de la ontogenia hu-mana son, en el dia, casi completamente desco-nocidos, ó cuando menos distan mucho de serapreciados en lo que valen. Tal ignoranciademuestra, una vez más, la torcida é imperfectavía en que se ha internado la encomiada civili-zación del siglo XIX. Ignorancia y superstición:hé aquí las bases en las cuales la mayor parte delos hombres fundan el concepto de su propioorganismo y las relaciones de este organismo conol conjunto de las cosas, á la vez que descono-cen por completo los sorprendentes hechos de laembriología. Pero sea de ello lo que fuero estoshechos, no pueden agradar á los que pretendenabrir un abismo entre el hombre y el resto de lanaturaleza, ni sobre todo á los que no quierenoir hablar del origen animal del género huma-no. En aquellos pueblos en los cuales, en virtudde una errónea interpretación de las leyes de laherencia, todavía existe el régimen de las cas-tas, los miembros de aquellas dominantes y pri-vilegiadas castas de fijo que se han de encontrarmuy desagradablemente impresionados con lasconclusiones de la embriología.

En el dia, en muchos de loa Estados bárbarosó civilizados, la gerarquía hereditaria de las

clases se Uevahasta tan lejos, que cualquier no-ble se cree dé distinta naturaleza que un plebeyo;tanto que, cuando comete algún delito deshon-roso, se le destina, en castigo de su falta, áocupar un lugar en la casta de los pecheros, ver-daderos parias de aquel orden social. No esta-rían aquellos nobles tan orgullosos con la pre-ciosa sangre que por sus privilegiadas venascircula, si supiesen que, durante los dos prime-ros meses de su vida embriológica, todos losembriones humanos, nobles ó plebeyos, apenasse distinguen de los embriones del perro y deotros mamíferos.

Como estas lecciones tienen por único objetocontribuir á propagar las verdades naturales, yllevar al ánimo del público el concepto de lasverdaderas relaciones del hombre con toda lanaturaleza, seguramente habréis de aprobar queno acepte yo la preocupación tan estendida, queconcede al hombre un lugar privilegiado en lacreación, y que me limite á exponeros simple-mente los hechos embriológicos, que bastan porsí solos para demostrar lo mal fundada que estáaquella preocupación. Insisto en esto, á fin deque prestéis la mayor atención posible á lo quevoy á decir, porque el conocimiento general deestos hechos, tengo la firme convicción de quees el más á propósito para elevar la inteligenciay para favorecer el progreso intelectual de lahumanidad.

Interesantes y numerosos son los hechos ex-perimentales que constituyen el fondo de laontogenia ó embriología individual de los ver-tebrados; pero en esta ocasión me limitaré ácitar algunos de los que más particularmenteafectan á la teoría de la descendencia en gene-ral, y que al mismo tiempo, tienen una espe-cial aplicación al hombre. Al empezar su exis-tencia individual el hombre es, lo mismo quecualquier organismo animal, un óvulo, unasimple cclulilla producida por la generaciónsexual. El óvulo humano es esencialmente se-mejante á los de los demás mamíferos, y en na-da absolutamente puede diferenciarse del óvulode los mamíferos superiores. Examinado aisla-damente un huevo de mamífero, en este períodode su evolución, lo mismo se puede decir queprocede de un ser humano, que de un mono,de un perro, de un caballo ó de cualquier otromamífero superior. Y no sólo son iguales laforma y la estructura del óvulo, en el hombro

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y en la mayor parte de loa mamíferos, sino |su diámetro, el cual tiene aproximadamente

-jj- de milímetro, ó -y--de pulgada, de modoque, en condiciones favorables, so le puede dis-tinguir á simple vista, presentándose entoncescon la apariencia de un punto.

La diferencia que en realidad existe entre elóvulo humano y él de los mamíferos, no está enla conformación exterior, sino en la composi-ción química, en la constitución molecular delas sustancias carbonadas albuminoideas queconstituyen esencialmente el óvulo. Es induda-ble que estas delicadas diferencias individualesde los óvulos, que dependen de la adaptación in-directa ó potencial, y probablemente más quenada, de la adaptación individual, son particu-laridades que se escapan á nuestros groseros me-dios de investigación y que, por lo tanto, nopueden afectar directamente á nuestros senti-dos . Sin embargo, estamos en el casó de dedu-cir la conclnsLon aunque indirecta, de que aque-llas particularidades son las causas determinan-te de las diferencias individuales.

El óvulo humano es, como él de todos los ma-míferos, una vesícula esférica que tiene todaslas partes constituyentes y esenciales de unasimple célula orgánica. La porción más esen-cial de este óvulo es la sustancia celular albumi-nosa, ó el protoplasma,—llamado yema del hue-vo, .y también viiellus—y el núcleo, celular en-vuelto por esta sustancia, llamado vesícula ger-minativa ó nucleus. Este último es un globo al-buminoideo, delicado, trasparente, que tiene

próximamente — de milímetro, de diámetro, y

que á su vez envuelve á un núcleo más pequeño,redondeado, y perfectamente limitado, que sellama, el corpúsculo nucleolario, ó la mancha ger-minativa. La célula ovular esférica de los mamí-feros está revestida, al exterior, de una membra-na espesa y trasparente llamada membrana celu-lar ó zona trasparente. En muchos animales infe-riores, como las medusas, los óvulos son célulasdesnudas y completamente desprovistas de cu-bierta ó envoltura.

Cuando el huevo de los mamíferos (ovulum)ha llegado a) período de madurez, sale del ova-rio de la hembra, en donde so había formado, ypenetra en un conducto estrecho (el oviducto)

. por el cual llega á la matriz (ulerus), que es paraél una especie de receptáculo en donde encuen-

tra la semilla del macho (sperma) que lo fecun-da. Entonces es cuando se desarrolla, sale delestado embrionario, y no abandona la matrizhasta que no se ha convertido, por evolución,en un pequeño mamífero completo, que elmecanismo del parto hace entrar en el mundo.

Las metamorfosis que el huevo fecundado su-fre en la matriz antes de tomar la forma de unpequeño mamífero son may curiosas, y en suprincipio son iguales las del hombre y las delos demás mamíferos. El óvulo fecundado se pro-duce desde luego lo mismo que, un organismounicelular, reproduciéndose y multiplicándosesin cesar, de sí mismo, á la manera de unaamiba. La célula ovular empieza por dividirseen dos células por el procedimiento de segmen- •tacion, que en otra lección os he descrito; na •cen en seguida de la mancha germinativa ó nu-cléolo de la célula ovular primitiva dos nuevo»nucléolos, y entonces la célula germinativa sedesdobla también. Poco después, alrededor dela esfera protoplasmática, se diseña un surcoecuatorial, que la divide en dos mitades, cadauna de laa cuales contiene una de las dos célu-las germinativas con su nucléolo correspon-diente; conteniendo entonces la membrana en-volvente de la célula primitiva dos células sinenvoltura, provista cada una de un núcleo.

Este procedimiento de segmentación celularse repite sucesivamente muchas veces. De es-tas dos células nacen, de la misma manera queacabo de indicar, cuatro células; de éstas, na-cen ocho; de estas ocho, diez y seis; de estasdiez y seis, treinta y dos; y así sucesivamente.La división del nucléolo precede siempre á la delnúcleo, y la de éste á la de la sustancia celularó protoplasma. Como la división de oste proto-plasma ó viiellus empieza siempre por una depresión anular superficial, todo este fenómeno»se llama estrangulación del huevo, y el produc-to de esta operación, las pequeñas células en-gendradas por la persistente segmentación, 9*llaman esferas de segmentación. En resumen, todoel fenómeno no consiste mas que en una sim-ple segmentación celular prolongada; y loiproductos que de ella resultan son únicamen-te verdaderas células sin cubierta. El productofinal de esta escisión contínna, de esta división de[huevo de los mamíferos, es una esfera parecidaá una mora ó á una frambuesa, compuesta ámnumerosas esférulas; de células desnudas, y

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372 REVISTA EUROPEA..—22 DE SETIEMBRE DE 1 8 7 8 . N.e239

provistas todas de núcleos, cuyas células son los \materiales dé construcción que sirven para for-mar el cuerpo del nuevo animal. Cada uno denosotros ha sido en otro tiempo una de aquellasesferas sencillas, moriformes, compuestas depequeñas células trasparentes y semejantes en-tre sí.

El desarrollo ulterior de aquel aglomeradocelular esférico que actualmente representa elcuerpo del nuevo mamífero, consiste desde lúe -go en que sus elementos se agrupan en la peri-feria en una membrana que tiene la forma deuna esfera hueca y está encerrada en la mem-brana celular, en cuya cavidad se reúne ciertacantidad de líquido. Esta membrana, de nuevaformación, se llama membrana proligera (vesículablaslodérmica), y está compuesta de células tras-parentes semejantes entre sí; pero muy prontose forma en un punto de esta membrana, pormedio de una multiplicación más rápida de las"células, una parte más espesa en forma de disco,la cual será en lo sucesivo la base del cuerpodel embrión, y el resto de la membrana prolige-ra se empleará simplemente en nutrirlo. Muypronto él disco engrosado que constituye elrudimento embrionario, toma una forma elíp-tica, y como jsus bordes laterales seestiendená derecha é izquierda, adquiere la forma deun violin ó de un bizcocho. En este estadode la evolución, en este estado rudimentariodel germen, no sóld todos los mamíferos, com-prendiendo al hombre, sino todos los verte-brados, mamíferos, aves, reptiles, anfibios ypeces, se parecen tanto, que no pueden distin-guirse los unos de los otros, y sólo se diferen-cian en el volumen, en insignificantes particula-ridades de forma, ó en la estructura de la mem-brana envolvente. El cuerpo de todos ellos con-siste únicamente en un disco delgado y sencillo,elíptico ó de forma de violin, que está consti-tuido al principio por dos, y después por cuatrohojuelas superpuestas y estrechamente unidas.Cada hoja está compuesta de células semejan-tes entre sí desempeña un papel especial en laformación del cuerpo del futuro vertebrado. Dela hoja superficial ó externa nacerán solamen-te el tegumento, la epidermis y las masas cen-trales del sistema nervioso (médula espinal ycerebro): de la segunda, ó sea la hoja interna,provendrá todo el tegumento interno, el 'epi-telicum que tapizará el canal intestinal desde

boca al ano, y además todas las glándulaspróximas á aquel canal (pulmone3, hígado yglándulas salivares, etc.); y de la membrana in-terna, colocada entre las dos anteriores, naceránlos órganos restantes.

Los procedimientos en virtud de los cuales,de aquellas cuatro hojas compuestas de célu-las, pueden nacer los órganos tan diversas y¡omplejos del vertebrado adulto, son: primero,

las reiteradas segmentaciones que producen lasmultiplicaciones de las células; segundo, la di-visión del trabajo ó diferenciación de las cé-lulas; y tercero, la asociación de las células di-versamente constituidas ó diferenciadas, paraformar los órganos. De este modo se efectúanaquel progreso gradual y aquel perfecciona-miento'que se pueden seguir pasosa paso durantela volucion embrionaria.

La3 células primordiales, destinadas á cons-tituir el cuerpo del vertebrado, se producencomo los ciudadanos que quieren fundar unEstado; de los cuales, los unos se encargan douna labor ó tarea, los otros de otra, y desem-peñan así mucho mejor y con más facilidad aucometido en bien de la colectividad. Merced áesta división del trabajo, á esta diferenciacióny á las ventajas á ellas inherentes, puede elEstado llevar á cabo obras que cada individuoaislado seria incapaz de hacer. Pues el cuer-po de un vertebrado, yol de cualquier organismoparticular, son federaciones republicanas decélulas, y pueden, por consiguiente, desempe-ñar funciones que cada célula seria incapaz deproducir viviendo en un aislamiento monástico,(por ejemplo, una amiba ó una planta unicelu-lar).

¿Qué hombre inteligente trataría de suponerque la actividad personal de un creador sobre-natural interviene en las instituciones políticasque funcionan para el interés de todos y cadauno de los ciudadanos en particular? Todo elmundo sabe que cualquier institución pública,sea cual fuere el objeto con que se haya organi-zado, resulta del concurso de cada ciudadano,del Gobierno, y de la adaptación á las condicio-nes de existencia del mundo exterior. Del mis-mo modo hay que apreciar las funciones de unorganismo policelular, en el cual, cualquierdisposición, conforme con el fin propuesto, noes más que el resultado natural y neceaário delconcurso, de la diferenciación y del perféccio-

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N.« 239 E. HAECKEL.—LEYES DEL DESAEEOLLO. 373

namiento de cada ciudadano—es decir, de cadacélula—y de ningún modo la obra artificial ypremeditada de un creador. Para aquel que com-prendo perfectamente esta comparación y sabeeducir todas sus consecuencias, la falsedad delconcepto dualista de la naturaleza es eviden-ta, y por lo tanto, jamás podrá ver, en laconformidad de una organización con un fin de-terminado, el resultado de una creación proce-dente de un plan de antemano concebido.

Continuemos examinando el desarrollo indi-vidual de un vertebrado, y veamos cuáles sonlos primeros actos de los ciudadanos de nuestroorganismo embrionario. En el medio del discode forma de violin constituido por las cuatrohojas germinativas policelulares, se diseña unsurco estrecho, la linea primitiva, que divi-de el disco en dos mitades iguales, derecha launa é izquierda la otra. De cada lado de esta lí-nea ó hendidura, se separa la hoja extema,en un repliegue prolongado; y estos dos replie-gues se agrandan y se reúnen encima de la hen-didura, y forman de este modo, un canal cilin-drico, el canal medular, así llamado, porque esla base del sistema nervioso central ó médulaespinal (medulla spinalis). Este canal terminaen punta en sus dos extremidades, y permane-ce así toda la vida en los vertebrados más infe-riores, en aquellos animales lanciformes, des-provistos de cráneo y de cerebro como el Ám-phyoxus. Pero en los demás vertebrados, quepara distinguirlos de estos llamaremos crania-nos ó craniotas, se ve que la extremidad ante-rior del canal se distingue de la posterior,puesto que la primera se hincha formando unayexícula redondeada que es el origen del ce-rebro.

En todos los cramiotas, esto es, en todos losvertebrados que tienen un cerebro y un cráneo,el cerebro, que en su principio no era más queuna ampolla membranosa se divide después encinco vesículas juxtapuestas en serie por mediode cuatro depresiones transversales y superficia-les. Se pueden ver en el embrión las cinco vesi-cales cerebrales tales y como son en el princi-pio, las cuales formarán, más tarde, todas laspartes tan complicadas del cerebro del adultoImporta poco que, en este período del desarrollo,se examine un embrión de perro, de galli-na, de tortuga, ó de cualquier vertebrado suge-riorj porque es completamente imposible, en

aquel estado, diferenciar los embriones de lo»diversos vertebrados cranianos, al menos los delas tres clases superiores de los reptiles, avesy mamíferos. Todo el cuerpo presenta entonce»una extremada sencillez de forma: no es másque un disco delgado y comprimido, y no tieneni cara ni piornas, ni intestinos, etc., pero latcinco vesículas cerebrales se distinguen, sin em-bargo, perfectamente, las unas de las otras.

La primera vesícula, ó cerebro anterior, tieneuna especial importancia, porque es la que nade formar en primer lugar los grandes hemisfe-rios cerebrales, que son los órganos de las máselevadas facultades de la inteligencia. Cuantomás se desarrollan aquellas facultades en uuvertebrados, más aumentan los dos hemisferiosdel cerebro anterior, á espensas de las otrascuatro vesículas, elevándose y avanzando porencima de aquellas. En el hombre, en que di-chos hemisferios han llegado al mayor grado dedesarrollo, correspondiente á la potencia de lasfunciones intelectuales, recubren más tarde casicompletamente las otras masas nerviosas con-tenidas en el cráneo. La segunda vesícula ócerebro intermedio forma especialmente aquellaparte de los centros nerviosos llamada tálamosópticos, que tiene una estrecha relación con losojos, los cuales empiezan por destacarse del ce-rebro anterior bajo la forma de dos botoneshuecos, á derecha é izquierda, y más tardese colocan debajo del cerebro medio. La terceravesícula, ó cerebro medio, que contribuye engran parte á la formación de los tubérculos cua-drfyéminos es una parte del cerebro en formade prominencias encorbadas que sobre todo ad-quiere un gran desarrollo en los reptiles y enlas aves, disminuyendo mucho en los mamífe-ros. La cuarta vesícula, ó cerebro posterior,constituirá lo que se llama los hemisferios cere-belosos, parte del encéfalo, sobre cuyas funcionesse han forjado las más contradictorias conjetu-ras, pero que parece presidir con especialidadá la coordinación de los movimientos. Por úl-timo, la quinta vesícula ó infra-cerebro, se convertirá en aquella parte tan importante de loscentros nerviosos que se llama médula oblongadafmedulla oblongataj y que es el órgano centralde los movimientos respiratorios y de otras im-portantes funciones. Las heridas ocasionadas enella producen la muerte inmediata, mientras quese pueden cortar fragmentos de los hemisfeipos.

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374 REVISTA. EUROPEA.—12 DE SETIEttéáE I)E 1878 . 'Ñ.'13cerebrales, que son, rigorosamente hablando, loaórganos del ualmau, y hasta se les puede destruir,sin. que por esto se mato al animal vertebrado,que en este caso no hace más que perder porcompleto sus facultades intelectuales.

Estas cinco vesículas cerebrales están, en suprincipio, dispuestas de la misma manera entodos los vertebrados quo tienon cerebro; peropoco á poco van evolucionando de distinto modoen los diferentes grupos, hasta un punto tal,que una vez completamente desarrollado el ce-rebro, es muy difícil volver á encontrar suspartes homologas, £n el primer estado es com-pletamente imposible diferenciar los embrionesde los mamíferos, los de las avesylos de los rep-tiles; pero si comparáis embriones mucho másrollados de tortuga, gallina, perro y hombre,deaarfácilmente comprobareis las diferencias dedesarrollo y veréis, sobre todo, que el cerebro delos mamíferos difiere mucho del de las aves ydel de los reptiles, porque en los últimos do-mina el cerebro medio, mientras que en los pri-meios es el cerebro anterior el que más se des-arrolla. Pero aun en estos períodos de desarro-llo, el cerebro de un ave apenas se distingue delde ana tortuga, y él de un perro es casi idénti-co al de un hombre. Si, por el contrario, com-paráis los cerebros de aquellos cuatro animalesen BU edad adulta, los encontrareis tan diferen-tes en todas sus particularidades anatómicas,que ni un momento vacilareis en indicar dedónde proviene cada uno de ellos.

Para demostrar primero la paridad original,y después la diferenciación lenta y gradual delembrión de los diversos vertebrados, hé tomadopor ejemplo el cerebro, porque este órgano de laactividad intelectual ofrece un interés particu-lar; pero debo advertiros que lo mismo hubierapodido tomar el corazón, el hígado, los miem-bros, ó en una palabra, cualquier parte delcuerpo, porque cada órgano pasa por igualesfases de evolución. Al principio, pues, los dife-rentes vertebrados son semejantes en todo; perodespués van apareciendo poco á poco las distin-ta» particularidades, y de esto modo los diver-sos grupos, las clases, órdenes, familias y géno-ros, se van diferenciando y formando gruposdistintos. En mis "Lecciones de Antropogenianhe demostrado este hecho para cada órgano enparticular.

Ciertamente que pocas partes del cuerpo di-

fieren tanto entre Sí como las extremidades dttlos vertebrados; pues comparad las extremi-dades anteriores de los diversos embriones,y os hade costar mucho trabajo encontraruna diferencia, por insignificante que sea, entreel brazo del hombre, el ala del ave, la pata an-terior del perro y el deformé muñón de la tor-tuga. El mismo resultado obtendréis si, al com-parar las extremidades posteriores, tratáis deencontrar las diferencias que existen entre lapierna del hombre, la pata del ave, la pata pos-terior del perro, y la de la tortuga. En este estadoinicial, las extremidades anterioras y posterio-res son paletas anchas y cortas, sobre cuyoborde libre, los rudimentos de los cinco dedosestán simplemente ocultos bajo una membrananatatoria. En un estado todavía más precoz, niaun aparecen indicados los cinco dedos, y esabsolutamente imposible distinguir los miem-bros anteriores de las extremidades posteriores,porque los unos y los otros no son más queprolongaciones muy sencillas, redondeadas, quehan salido de cada lado del tronco. Por último,en el estado más anterior todavía, que es aquelen que el cuerpo toma, como os he dicho, laforma de un violin, los miembros faltan porcompleto, y el embrión no es más que un troncosin nada que indique la existencia de aquellosórganos.

En la conformación de los embriones decuatro semanas, en los cuales todavía no se encuontra ni el menor carácter del animal adulto,podéis ver órganos en extremo importantes,comunes á todos los vertebrados en aquel mo-mento de su evolución, pero que más tarde su-fren las más variadas trasformaciones. Todosconocéis los arcos branquiales de los peces,aquellos arcos óseos escalonados en número detres ó cuatro, á cada lado del cuello, que sopor-tan los órganos respiratorios de los peces, esdecir, aquella doble serie de láminas rojas, vul-garmente llamadas »las agallas, n Pues aquellosarcos bronquiales existen, en el principio, en elhombre, en el perro, en la gallina y en la tor-tuga, lo mismo que en todos los demás verte-brados; pero en los peces persisten y se convier-ten en órganos respiratorios, mientras que enlos demás vertebrados, entran en la constitu-ción de la cara y del aparato maxilar en par-ticular, ó bien en la de los órganos del oido.

Comparando, por última vez, los cuatro »m-

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N.'239 E. HAECKEL.-—LEYES DEL DESARROLLO, 37S

briones de que me vengo ocupando, voy á lla-mar vuestra atención sobre la cola, que en suprincipio posee el hombre lo mismo que los de-más vertebrados. Muchos partidarios del con-cepto unitario del mundo esperan con anaiedaddesde hace mucho tiempo que, como prueba de\intimo parentesco que existe entre el hombre ylos demás mamíferos, se han de llegar á descu-brir unos "hombres con cola; ti mientras que susadversarios, los dualistas, dicen á voces que lafalta de la cola es una de las principales dife-rencias físicas que existen entre el hombre y losanimales, sin acordarse de que, en realidad, haymuchos animales que no la tienen. Pues bien:en el primer mes de la evolución intra-uterina,tiene el hombre una cola, lo mismo que los mo-nos anuros, orang, chimpancé, gorila, que sonsus más análogos, y que todos los vertebradosen general; pero mientras que en la mayor par-te de estos, como sucede en el perro, aumentala cola en todo el período del desarrollo, en elhombre y en los mamíferos sin cola, disminuyeen un momento dado de la evolución, acabandopor atrofiarse completamente. Sin embargo, aunen el hombre adulto son visibles las huellasde la cola, las cualei, como sabeh, son lastresó cinco vértebras caudales (vertebra: coccygece)en que interiormente termina la columna verte-bral.

En el dia todavía se rechaza habitualmente lamás importante consecuencia d© la teoría de ladescendencia, cual es la evolución paleontológi-ca del hombre á partir de los mamíferos pite-coides, y más en general, de los mamíferos infe-riores; y casi todos consideran imposible tal me-tamorfosis de las formas orgánicas. Pero, jesmenos admirable la evolución individual delhombre, que á grandes rasgos acabo de trazar?jNo es en extremo notableque I03 vertebrados delas clases más diferentes,peces, anfibios, reptiles,aves, mamíferos, no se puodan diferenciar, jus-tamente al principio de su evolución embriona-ria, y que mucho más tarde, cuando los reptilesy las aves, ya se diferencian claramente de losmamíferos, el perro y el hombro continúen sien-do casi idénticos? En verdad que si compara-mos entre sí estas dos series evolutivas, y si nospreguntamos después cuál de las dos es más ma-ravillosa, nos es forzoso convenir en que haymás misterios en la ontogenia, ó sea en el cor-to y rápido desarrollo del individuo, que en la

filogenia, ó sea en la lenta y gradual, evolucióngenealógica. No se trata, pues, en resumen, masque de una metamorfosis idéntica, la cual,se opera, en el segundo caso, á través d$millones de años, y en el primero, en algunosmeses. Esta metamorfosis tan rápida y sorpren-dente del individuo en la ontogenia, que á cadainstante podemos comprobar por la observacióndirecta, os evidentemente mucho más incom-prensible y mucho más asombrosa que la meta-morfosis análoga, pero lenta y gradual, sufridaen la filogenesia por la larga serie anterior delindividuo.. Las dos series de desarrollo orgánico, la on-togenesia del individuo y la filogenesia del gru-po á que pertenece, están etiológicamente liga-das de la manera más íntima. He procuradoexponer en sus detalles esta teoría, para mí deuna gran importancia, en mi nMorfología ge-neral,» y en mi nAntropogenia;" habiendo he-cho, en esta última, aplicaciones al homhre.Como entonces he dicho, la ontogenesia ó evorlucion individual, es una corta y rápida recarpitulacion de la filogenesia ó del desarrolto delgrupo correspondiente, es decir, de la cadenade antepasados del individuo, cuya ontogenesiase efectúa de acuerdo con las leyes de la heren-cia y de la adaptación (Morf. gen. II, 110-147,371). Esta proposición fundamental es la máscapital de las leyes generales de la evoluciónorgánica; es la ley biogenética fundamental.

Esta íntima conexión de la ontogenia y lsL

filogenia, es una de las pruebas más grandes éirrecusables de la teoría de la descendencia,porque sólo por medio de las leyes de la heren-cia y de la adaptación se pueden explicar estoshechos, y en particular por medio de las leyesque he llamado leyes de la herencia abreviada,simultánea y con identidad de asiento. Cuando unorganismo elevado y complicado, como el orga-nismo humano ó el de cualquier mamífero, quaes en el principio una reunión de células, seeleva y progresa, diferenciándose y perfeccio-nándose cada vez más, recorre, de aquel modo,la misma serie de metamorfosis que, en un in-comensurable espacio de tiempo, han recorridoantes que él sus antepasados. Ya os he di-cho antes de ahora algunas frases referentes áeste paralelismo, tan importante, que existeentre las dos evoluciones individual y colectiva.Algunas fases primordiales del desarrollo hu

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mano, corresponden perfectamente á algunasconformaciones que persisten toda la vida enloa peces inferiores; y más tarde, aquella orga-nización pisciforme se hace anfibia. Todavía,macho más tarda, aparecerán los caracterespropios de los mamíferos, y se pueden reconoceren esta serie de sucesivas fases evolutivas losdiferentes grados de un desarrollo progresivo,que evidentemente corresponden á las distintasparticularidades de los diversos órdenes y fa-milias de mamíferos. En el mismo orden vemossucederse geológicamente á los antepasados delhorobre y de los mamíferos superiores: primeroaparecen los peces, siguen después los anfibios;más tarde los mamíferos inferiores, y, por últi-mo, los mamíferos superiores. En este casoexiste también el perfecto paralelismo entre laevolución embriológica del individuo y la evolu-ción paleontológica de todo el grupo á que aquelpertenece; y este hecho tan interesante y capi-tal, no puede explicarse sino por la acción com-binada de las leyes de la hereucia y de la adap-tación .

El paralelismo paleontológico y embriológicoque acabo de citar, nos lleva á una tercera serieevolutiva unida estrechamente á las dos prime-ras, á las cuales, en general, es paralela. Me re-fiero á aquella serie de formas evolutivas de quese ocupa la anatomía comparada, y que llamaréevolución sistemática ó especifica, comprendiendoen esta denominación el conjunto de aquellasformas diversas, y, sin embargo, análogas y li-gadas entre sí, que coexisten en un momentodado de la historia geológica; por ejemplo, ennuestra época. Cuando la anatomía comparadaaproxima, unasá otras, las diversasformas aca-badas de los organismos, se esfuerza en descar-tar el tipo común impreso en todas aquellasformas análogas, especies, géneros, clases, et-cétera, y trata de construir así la escala delprogreso realizado por los distintos grados deperfeccionamiento de las ramas divergentes delgrupo. Para no salir del ejemplo que he presen-tado, diré que la anatomía comparada nos ense-ña cómo los órganos aislados y los sistemas deórganos del grupo vertebrado se han diferencia-do y perfeccionado desigualmente en las diver-sas clases, especies y familias de este grupo; nosexplica también cómo la serie de las clases ver-tebradas se eleva de I03 peces á los mamíferospasando por los anfibios, y cómo, una vez lle-

gada á esta clase, forma una escala ascendentedesde los órdenes de mamíferos inferiores hastalos órdenes suporiores. Esta tendencia á deter-minar una serie no interrumpida de desarrolloanatómico, la encontramos expuesta en los tra-bajos de todos los profesores de anatomía com-parada de todas las épocas; en los trabajos deGoethe, Meckel, Cuvier, Jean Müller, Gegon-baury Huxley.

La serie evolutiva de las formas perfecciona-das, cuya existencia en los diversos grados dedivergencia y de progreso del sistema orgánicodemuestra la anatomía comparada; esta serie,que hemos llamado serie del desarrollo sistemá-tico, es paralela á la serie de la evolución paleon-tológica, puesto que comprende el resultadoanatómico de ella, y es también paralela á laserie de la evolución individual, puesto que estaes á su vez paralela á la serie paleontológica; yya sabéis que dos líneas paralelas á una tercerason paralelas entre sí.

La diferenciación multiforme y el grado des-igual de perfeccionamiento que la anatomíacomparada demuestra que existen en la serieevolutiva taxonómica, se deben esencialmente ála creciente diversidad délas condiciones de exis-tencia á las cuales han debido adaptarse los di-ferentes grupos en la lucha por la existencia, yademás á la desigual presteza, á la desigual per-fección con las cuales aquella adaptación se haefectuado. Los grupos conservadores, los quecon más tenacidad han guardado las particula-ridades adquiridas, permanecen por esta causa,estacionarios en el grado de evolución más bajoy rudimentario. Pero aquellos en que se ha efec-tuado un progreso multiforme lo mas rápida-mente posible, aquellos que con más prontitudse han adaptado á las más variadas condicionesde existencia, son los que llegan al más altogrado de perfección. Cuanto más se ha desarro-llado el mundo orgánico á través de los períodosgeológicos, más ha debido aumentar la diver-gencia entre los conservadores grupos inferio-res, y los progresivos grupos superiores; lo cualsucede igualmente, como nadie ignora, en lahistoria de los pueblos.

Esto nos explica por qué, según se ha com-probado, los grupos animales y vegetales másperfectos llegan al mayor grado de desarrollo enun tiempo relativamente1 corto; mientras que losgrupos más inferiores, ó más conservadores,

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239 F . MOJA Y BOLÍVAR.^—NOTAS DE VIAJE. 377permanecen inmutables á través de la larga se-rie de los siglos, sin abandonar el inferior lugarque en el priacipio ocupaban; ó, si progresan, lohacen poco á poco y con una extremada lenti-tud. La misma ley se manifiesta en la serie delos antepasados del hombre. Los actuales tibu-rones todavía se parecen mucflb á los peces pri-mitivos que figuran entre los máa antiguos as-cendientes vertebrados del hombre; del mismomodo que los más inferiores anfibios actuales(proteos y salamandras) se parecen mucho á losanfibios que han salido de aquellos peces pri-mitivos. Lo mismo se verifica con los mas mo-dernos ascendientes del hombre, los monotre-mos y los marsupiales, que son los más antiguosde todos los mamíferos, y por esta razón losmás imperfectos de los mamíferos actuales. Co-nocidas perfectamente las leyes de la herencia yde la adaptación, podemos con ellas dar unaperfecta explicación de este hecho capital que sepuede llamar el paralelismo de las evoluciones in-dividual, paleontológica y taxonómica del progresoy de la diferenciación. ¿Cuál es el adversario dela teoría de la descendencia que puede explicartan notables hechos, de los cuales esta mismateoría nos dá una clara explicación nada másque con fundarse en las leyes de la herencia y dela adaptación.?

Después de haberse penetrado perfectamentede este paralelismo de las tres series de la evo-lución orgánica, se admitirá fácilmente el si-guiente corolario explicativo. La ontogenia óhistoria del desarrollo individual de cada orga-

. nismo (embriología ómetamorfología) forma unacadena no ramificada y sencilla, ó una escala;y lo mismo sucede con la parte de la filogeniaque comprende la evolución paleontológica delos antepasados directos de todo organismo indi-vidual. La filogenia, por el contrario, que senos manifiesta en la clasificación, sistemática detodo grupo orgánico ó phylum, y que compren-de el desarrollo paleontológico de todas las ra-mas de dicho grupo, forma una serie evolutivaramificada, un verdadero árbol genealógico.Comparad entre sí las diversas ramas de esteárbol genealógico, poned la una á continuaciónde la otra según su grado de diferenciación yde perfeccionamiento, y obtendréis de este mo-do la serié evolutiva taxonómica y ramificadade la anatomía comparada. Si con exactitud seestablece esta última serie, se verá que es tam-

bién paralela á toda la filogenia, pero que nolo es sino parcialmente á la ontogenia, lo queconsiste en que la ontogenia es, en efecto, para-lela, nada más que á una parte de la filoge-nia.

Todos los hechos de la evolución orgánica deque acabo de ocuparme: el triple paralelismogenealógico, las leyea de diferenciación, y deprogreso visibles en estas tres series, y todo elgrupo de los órganos rudimentarios, son eviden-temente pruebas de gran fuerza que justificanla verdad de la teoría de la descendencia, lacual es la única que puede dar la razón de tancomplicados fenómenos, mientras que sus ad-versarios son incapaces de presentar la mássencilla explicación de cualquiera de ellos. Sinel auxilio de la doctrina genealógica, los hechosde la evolución orgánica son incomprensible»;es forzoso, pues, agregar á la teoría de la des*cendencia fundada por Lamarck, la teoría délaselección establecida por Darwin, aún cuandola última no fuese el complemento de la pri-mera.

ERNESTO HAECKEI.(Traducción de Claudio Cuwiro.)

N O T A S D E V I A J E .

ÑAPÓLES.COSTUMBRES POPULARES.

La notoria permanencia de las costumbres enpueblos que durante largaa épocas ni se ven agi-tados por aconfcecimiautos políticos, ni alteradospor extranjeras invasiones, hace que el viajero,medianamente instruido, que por primera vez losvisita, sepa de antemano mucho de lo que no h»visto, privándose así del atractivo que toda la no-vedad ejerce sobre nuestra condición humana, in-clinada á lo mudable.

No obstante esta desventaja, que lo es, y muygrande, para los espíritus aventureros, las gentesrutinarias prefieren lo pautado á lo desconocido;aquello de que ya tienen su correspondienta idea,más ó menos conforme á la realidad, que no loque les e3 absolutamente nuevo. Así se explicacómo gran número de personas se aburren via-jando, sólo por que las ciudades que visitan ypaíses que recorren no son como ellas ae los habíanfigurado.

Son parte á informarnos del modo de vivir d«

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378 REVISTA 'EUROPEA.-—22 DE SETIEMBBE DE 1.878. N/239

los pueblos las relaciones de •viajes que contínua-ments salen á luz, logrando algunas de ellas talcrédito, por la fama de sua autores ó por propiatendencia peculiar, que, á más de muy leidas*consiguen también ser muy ereidas á veces, endetrimento de la verdad. Algo de esto ha pasado,que ya no pasa, con las narraciones de tendenciaromántica escritos para lisonjear el gusto de unpúblico apegado á la tradición. Y como Ñapóles esla, ciudad que, bien puede asegurarse, habrá sidovisitada por todos loa viajeros que hayan dirigidoel rumbo á Italia, es natural que por su cuenta serefirieran años atrás raros sucesos y se escribierannumerosas páginas, impregnadas de eso que losfrancés, consumados maestros en la materia, lla-man color local.

No es de extrañar, pues, que aún haya personasque, al ponerse en eamino para esta ciudad, se laimaginen con sus muelles adornados de lazzaroni,tendidos acá y allá, semejantes en el traje á loscoristas pintorescos de la Mnita di Portici; que encada encrucijada supongan el alegre bullicio de h,tarantela, bailada por hermosas y pulcras napoli-tanas; que á la vuelta de cada esquina, ó en lapuerta de cada casa, finja su magin un corrillocompuesto de gentes pobres de todas eiades, des-pachando un perol de macarrones, con la templan-za y aseo retratados en los antiguos cuadros decostumbres; ó bien que fantaseen en medio decada plaza el importante canlastorie que en tonosolemne recita á la multitud absorta las hazañasgrandiosas de los héroes. Menos mal si el créduloviajero no padece anticipadamente los terroresproducidos por la aparición de una cuadrilla defacinerosos, desalmados, sí, pero vestidos con to-das las galas de los bandidos indígenas.

Ea virtud de la permanencia de las costumbres,de que al comienzo se ha hecho mención, queda enÑapóles el fondo de lo enumerado, habiendo des-aparecido la forma, que 63 por donde las cosas sue-len smpezir á desaparecer; de modo que si el via-jero rutinario y poco perspicaz se encuentra conque Ñapóles no es una ciudad á lo Salvator Rosa,porque falta lo pintoresco de los trages, y veamenguarla la exageración de las costumbres, esde presumir que dará por mal empleados los dispendios y molestias del viaje, lamentándose deque no sea verdad cuanto escritores y artistas nosdicen y representan de la bella Partónope. Y, sinembargo, gran parte de lo que imaginara persis -te, sólo que no acierta á verlo, porque ello ha per-dido ya parcialmente la forma tradicional.

Para buscar la huella de costumbres que des-aparecen, y conocer antiguos usos qué aún estánen rigor, ea indispensable observar la vida de lagente del pueblo. En las ínfimas clases sociales es

donde se conservan las práctioas de los aatepasa-dos, en su. mayor fuérzalas buenas, y dulcificandosus asperezas las que ya se hacen incompatiblescon el refinamiento de las modernas. La razón esobvia. Las clases elevadas gozan de todas las ven-tajas de la civilización, disfrutan de todos los be-neficios de la industria, y en consecuencia refor-man incesantemente anejas costumbres para seguirla marcha que siguen altas clases en las nacionesmás cultas. La burguesía, tan vasta como indefi-nible, hace lo que puede por igualarse á la aristocraeia, de a que ha triunfado políticamente. Sólola gente del pueblo, lo que se ha dado en llamarlas masas, el elemento democrático, el cuarto es-tado, es la que conserva los antiguos hábitos, bienpor falta de luces, bien por falta de medios parareformar unos y abolir otros.

El napolitano es expresivo, tan expresivo, que,según la afirmación de un andaluz avecindado en-tre ellos, puede entenderse la conversación de dosnapolitanos, aunque uno esté en la calle y otro enun segundo piso, atendiendo á lo que gesticulan;no obstante, la afirmación debe ponerse en cua-rentena, si se hace mérito de lo aficionados queson los andaluces á la hipérbole.

Lo que más les distingue es su afición inmode-rada á vivir al aire libre. Si los tiempos y prag-máticas municipales no lo prohibieran, los arte-sanos de Ñapóles comerian en la calle, como caenta Herodoto de los egipcios, y en ella harían todolo que de una manera absoluta reclama el miste-rio del hogar. No les basta obstruir las aceras conlos tenderetes en que exponen sus mercancías;necesitan salir de casa, dejar el taller vacío, ytrabajar, los que pueden hacerlo así, á vista y conconsentimientOjdel público, que, en vez de tran-sitar, culebrea por entre infinitos armatostes ycorrillos.

Asistiendo un dia festivo á los oficios eclesiás-ticos en la catedral, vimos, para que se compren-da lo que hemos dicho, varias personas confesán-dose. El primer confesonario (partiendo desde unextremo á otro de una galería lateral) no teniapuertas: se notaba la acción desembarazada delcura, quien por cierto no soltaba la presa de ta-baco sujeta entre el pulgar y el índice, á pesardel entusiasmo con que amonestaba al penitente.Para mayor edificación y secreto, sendas mujeresestaban acurrucadas á los lados del confesonario,esperando turno

El segundo, tampoco tenia puertas, ni rejillas,ni tableros, ni remate: era una especie de silla curul. Sobre su brazo derecho apoyaba de cuando encuando las manos, un hombre que de pie confesa-

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N.4 239 J. MOJA Y BOtilVAB.—NOTAS DE VIAJE,

ba sus pecados, accionando. Conforme la obser-vación del andaluz, los circunstantes debían ente-rarse dé lo que aquel bendit i declaraba.

El tercero y último confesonario que vi, eupleno dia, en plena catedral, y en pleno público,ya no era una silla curnl, sino simplemente unasilla de paja, como otra cualquiera. Sentado enella el clérigo, á sus pies arrodillado el peniten-te, sin tenar más punto de apoyo que el suelo, yel grupo circuido de unas cuantas mujeres indis-cretas, la escena era indigna de un templo comoaquél, y de una capital como'aquélla. La confesiónentre los napolitanos es ocular á más de auricular.Siendo auricular, no porque la diga únicamenteel confesor, sino porque la oyen, ó pueden ente-rarse da ella, cuantos tengan deseos de hacerlo.Cerca de la puerta, y en una seberbia pila forma-da de un antiguo vaso de basalto de Egipto, bau-tizaban á un niño á eso de las doce del dia, ope-ración que en España suele hacerse á más avan-zada hora, y con mayor soledad. El gentío semezclaba con los de la comitiva, embarazando laceremonia para enterarse ds cuanto ocurría.

De semejante costumbre á hacerlo todo en pú-blico, se origina la aglomeración de gentes en losbarrio3 populares, la cual trae consigo la algara-bía y el estruendo. Este estruendo y esta algara-bía, unidos á una afición desmesurada al coloríny al relumbrón, completan el aspecto bajo que sepresenta el pueblo napolitano. Es indudable queasi como Moisés, cuya reputación de higienistaes sólida, sabiendo con quienes tenia que habér-selas, formó para uso de los judíos una religiónen que toda la importancia se daba á la hidrote-rapia, aal los grandes sacerdotes que en otrostiempos hayan estado encargados de dirigir elpueblo de Ñapóles, comprendiendo que éate ne-cesita muchas fumigaciones, por ser escasa lavirtud desinfectante de las brisas marinas, hu-bieron de aficionarle á las iluminaciones y fuegosde artificio, que entran como elementos principa-les en las fiestas religiosas.

Celébrase, por ejemplo, la festividad del santotitular de una iglesia, y ya se sabe que á más delrito ha de haber una función profana, consistenteen ruido y en color. La fachada del templo seilumina con vasos pintados que van siguiendotodas las líneas de arquitectura, para que éstasresalten vivamente apenas caiga sobre la ciudadel manto de la noche. Las calles adyacentes á laiglesia sé iluminan también con arcos de luces,tendidos de trecho en trecho, desde una acera áotra. Si la calle es ancha, los arcos se forman concuerdas atadas de balcón á balcón, para que sirvande sostén á vasos, faroles, y hasta lámparas de al-guna magnitud; si la calle es estrecha, los arcos

sonde listones da madera pintarrajeada. Comopremio á la solemne función de fuegos artificia-les preparada para la hora oportuna, se disparaná ratos cohetes, petardos y otros objetos explosi-vos, secundando las campanas con su estridor me-tálico los esfuerzos de la pólvora adecentadoscon gritos entusiastas.

Por dichas calles circula todo el barrio con par-tes de otros; viéndose la napolitana típica, de me-diana ó baja estatura, derecha, morena, de faceio •nes poco puras, pero interesantes, veladas por esaexpresión indefinible que resulta de la mezcla dela alegría y de la inopia, reflejadas en el rostro?con los ojos de forma de almendra, el peinado degran bulto, y la falda de faralares gitanescos,abombada desde la cintura para hacer del cuerpola imagen de una campana.

No son ya las fiestas religiosas en honor de lasvirtudes de los Santos y de su gloriosa residenciaen el cielo, las que aquí se celebran, pues naturalparece que en ellas se demuestre la alegría popu-lar; lo extraño y privativo de Ñapóles es quécuando conmemora por Semana Santa la Pasión yMuerte de Jesús, se deja arrastrar igualmente porel amor á las sensaciones, contrastando con el tra-dicional recogimiento de otros pueblos católicos.7

Es verdad que durante los dias de Jueves yViernes Santo queda prohibido el tránsito de co-ches por la calle Oficialmente llamada de Boma,aunque conocida por su antiguo nombre de callede Toledo, que es la vía principal de la ciudad;pero si el napolitano se vé precisado á renunciaral ruido, compensa la falta entregándose á los ex-cesos del sentido de la vista. Hasta las once de lanoche,ia multitud se tropieza en dicha calle, lu-ciendo las mujeres abigarrados trajes de más ómenos precio, según las condiciones de cada cual.Una gran concurrencia acude á los templos á go-zar de la vista de los monumentos (sepol.ri), cons-truidos con telones de pinturas teatrales, adorna-dos con ricas telas de seda de vivísimos matices, yprofusamente iluminados. Se abren elegantes al-macenes de modas ó ricas joyerías, que deslum-bran con el aparato y brillo de sus escaparates algentío que acude á visitarlos. Las tiendas de ul-tramarinos ostentan un sinnúmero de flores, poniendo en su fondo uua especie de camarín lucien-te en que se ven cuadros ó estatuas de Santos. Enlas carnseerias están las reses adornadas con guir-naldas y otros colgajos decorativos; se ostentancaprichosas figuras de manteca, teñidas de varioscolores; y hasta hamos visto un caballero sobre sucaballo, armado de todas armas, hecho el todo conhojas de tocino, y sartas de chorizos y longaniza».

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380 REVISTA EUROPEA.,—22 DE SETIEMBRE DE 1878.

El ruido que permaneciera Intente, acechandola ocasión para tornar al absoluto dominio, mo-mentáneamente perdido, se anuncia el SábadoSanto, por la mañana, con imponente estruendoen los barrios populares ó bajos. Mientras algu-nos curas, vestida la sobrepelliz y la estola, atra-viesan la muchedumbre acompañados cada cualde un monaguillo portador del caldero del aguabendita y del hisopo, con el objeto de ir bendi-ciendo casa por casa, merced á una exigua remu-neración, se arma en los arroyos de las calles,principalmente á las puertas de los templos, unade estallidos de cohetes, de escopetazos, de bomba-zos, y de vocerío imposible de resistir. Buscandorefugio en una iglesia, la primero que encontra-mos, contra la infernal algarabía, salimos comosuele decirse de Málaga para entrar en Malagon,librándonos de Scila para perdernos en Caribdis.El edificio era pequeño; su interior blanqueado,desaparecía á trechos bajo una ornamentaciónexuberante y llamativa. Habia tiestos de florespor todas partes; sobre las flores naturales las habia artificiales, viéndose sobre las artificialeslazos de seda cuajados de lentejuelas: se celebrabamisa de gloria; mas al oir su música extridente ysarcástica, junta con el canto llano desfiguradopor la garrulería de un estrafalario oficiante; alver las jetas endemoniadas de los acólitos espe-luznados, sucios, patibularios; al combinar conestas impresiones el estrépito que llegaba de fue-ra, se nos antojaba que una logion diabólica sehabia apoderado del sagrado templo, propinándo-se los espíritus malignos en forma de clérigos, elimpío placer de celebrar con burlas sacrilegas losmisterios del catolicismo.

No deba chicar á nadie que nuestras observa-ciones casi se reduzcan á las costumbres religio •sas, pues Ñapóles, como pueblo fanático, ofrece ámenudo á los ojos del viajero semejantes escenas.Es tal el fanatismo, que ni aún en Roma se venlos despachos de loterías presididos por una ima-gen de la Madona, bien alumbrada, como se venlaida Ñapólas, á ciencia del Gobierno que lossostiene. El pobre napolitano cree que la Virgen,condolida de su penuria, va á valerse de celestia-les artes para q ue le caiga un premio que le remedie. Y por si acaso falla la Virgen, se publicanuna porción de periódicos cabalísticos, cuyos nú-meros sueltos tienen gran válida. En un solo des-pacho leimos el título de los siguientes: El Re-curto, MI Astrónomo, La Verdad, La Ciencia, LaEstrella polar, La Esperanza, La Fortuna, El Cabalista, La Lut, El Aldeano y La Paloma.

Estos contrasentidos son muy comunes en lasgentes ignorantes; es más, á veces las personasdan en hacer lo que es del todo opuesto á su ca-

rácter, precisamente para corroborar con tales ex-tremos que son de condición contraria. Nosotroshemos visto, sin duda, por qué los napolitüaos dela ínfima escala social son acérrimos enemigos dela limpieza á una mujer que, sentada en la plazadel Municipio, tenia puestos á la venta, sobre unpañuelo, como docena y media de melocotones, loscuales cepillaba de cuando en cuando, y uno poruno, para quitarles el polvo. Rasgo de curiosidadque no ha vuelto á presentarse á nuestra vista enregión alguna del mundo que conocemos.

Ignoramos si el napolitano es ó no aficionado £lo ageno. Dejando á un lado cuanto se propala so-bre este punto, nos limitaremos á consignar undetalle. El cochero encargado de trasladar nuestroequipaje desde la estación á la fonda, nos reco-mendó que vigiláramos mucho los bultos porquenos podian robar alguno durante la travesía.

El equipaje llegó sano y salvo á su destino, sinque la turba de muchachos que nos asaltaba pi -diendo y gesticulando se propasara en lo más mí-nimo. A nosotros no nos han robado; sin embar-go, el que nos encargó la vigilancia era napolita-no. El sabria por qué lo hacia.

El canta historias ha venido á monos: es uno delos personages que va sucumbiendo á la accióndel tiempo, ó acaso más que á éste, á la parte deprosa que va escondida entre la magnificencia dela civilización actual. El antiguo canta historias,solemne en el aspecto, de rigurosa etiqueta en eltrage, semejante á un diplomático, poseido de laimportancia y dignidad de su profesión, es hoyun pobre diablo, miserablemente vestido, cuyadecadencia moral corre pareja con la material.

No obstante su mengua, aún halla en el ingenioy en el gesto suficientas recursos para agradar óconmover al público ignorante que se agrupa á sualrededor. Los hay de dos clases, cómicos y serios.El lugar de su acción, el teatro en que se presentaá funcionar, le constituyen las aceras de la Darse -sena, ó los cobertizos anejos á las dependenciasmarítimas establecidas en el muelle. .'31 públicodélo alegre se compone de la marinería desocupa-da, con algún intruso de tierra y cuantos chiqui-llos callejeros se ven por aquellos sitios; observán-dose que el público aficionado á lo dramático esmás grave, y apenas si entre él se desliza algúngranujilla inquieto.

El canta-historias cómico maniobra dentro delespacio circunscrito por la .elipse algo irregularque el auditorio traza al acomodarse al aire librepara escuchar. Relata el argumento de una farsa

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Ñ.° 239 J . MOTA Y BOLÍVAR.—-NOTAS BE TIAJfi. 38Í

cualquiera coa comentarios divertidos y observa-ciones chuscas que hacen reir, teniendo cuidado,y en esto consiste su principal mérito artístico,de representar él sólo escenas enteras intercaladasen el relato. Entonces es cuando, imitando con lavoz los modales y el tono á los varios interlocuto-res, estallan las carcajadas y los aplausos del redu-cido público, que al fin de la relación remunera alartista, echándole cuartos en el hueco del sombrero.

El serio se dedica á más altas empresas. Por locomún ae cobija bajo techado para actuar sobreel terreno cuadrilongo qua marcan algunos ban-cos de madera, ocupados por gente formal, vieja,lobos de mar que tiran distraídos de la denegridapipa, mientras atienden inclinado el busto haciaadelante y adelantada la cabeza, la entonada reci-tación que el canta-historias hace de algún poema, casi siempre la Jerusalen libertada. El decla-mador tiene en la mano derecha el libro abierto,acciona con ambas, avanza y retrocede, ya narran-do la acción por su cuenta y riesgo, ya lsyendoinmortales versos, puestos en boca de los épicospersonajes.

i Cuántas veces la disposición del lugar permiteá los sencillos marineros, emocionados por los in-cidentes del relato, volver los 0J03 al extremo delgolfo, y vislumbrar aquel trozo de paraíso, decha-do de poesía, nido de amores sobre escarpadas ro-cas, llamado Sorrento, donde por primera vez viola luz el infortunado Tasso; loco sublime, enamo-rado de una realidad ideal, que es el mayor de losidealismos y el más cruel de los tormentos en latierra!

POLICHINELA.

Entre los espectáculos al aire libre que entre-tienen y alegran al napolitano, ninguno tan eficazpara excitar su frecuente risa como el teatro Gui-ñol con Polichinela. Este personage, condenadopor el dia á ser ruin muñeco de palo y trapo, ma-nejado por los hábiles dedos de un truhán que ha-bla por él dentro del mágico cajón, recreo de niñosy adultos, se convierte por la noche en ser de car-ne y hueso, actuando sobre las tablas de un ver-dadero tsatro para embobar A los mismos que em-bobó á la luz del sol, aunque no fuera más que enimagen y reducido á la mínima expresión.

Actor ó muñeco es el eterno tipo del hombre in-gánuo que obra en virtud de naturales inclinacio-nes, presididas por el sentido común popular; in-genioso en los recursos para librarse y librar á losiuyos de inminentes daños; hábil & veces, sencillosiempre, viviendo como en un mundo aparte ycomplicado, sin embargo, en todos los- trances yperipecias qne á su alrededor sa ocasionan y suce-

den. Es la personificación de la verdad oscureciday maltratada por las miserias humanas-, el amorperseguido, la blandura tachada de cobardía, lamala estrella influyendo en los actos de la vida;pero siempre dentro de lo cómico, como si nada enlos círculos en que vive pudiera tener UJI fin de-sastroso, ni ninguna de las cosas que le pasan me-reciera ser tomada á pechos. Unas veces loco, otrastonto, ya simple, ya discreto, tiene razón en elfondo, jamás se la dan, y sus consejos y ocurrencias, proposiciones ó patochadas, resultan á la pos-tre más racionales y prácticas que el presumidosaber y despreciativo discurso de sus amos, ami-gos ó parientes.

Actor ó muñeco, su lenguaje es natural, chisto-so, inclinado al juego de palabras, con estupendassalidas, que lo mismo se parecen á sentencias agu-das que A disparates rematados. Su traje no varía"jamás: todo es blanco, el ancho pantalón, la hol-gada y larga blusa atada á la cintura, y la monte-rilla; excepto la careta ó máseara, que es negrabrillante, y ha de cubrir nada más que la partesuperior de la cara, ó sea desde la nariz hasta lafrente. Solamente se diferencian el actor y el mu-ñeco en que éste, según la costumbre propia delteatro Guiñol, tiene que soportará cada represen-tación una de palos y testaradas, que únicamentesu dura naturaleza leñosa aguanta.

El origen de Polichinela se remonta á la anti-güedad. Parece que procede del celebérrimo etrus-co Maceo, figurado en una estatuilla de bronce,llegada hasta nosotros, con la nariz corva, la espi-na dorsal arqueada, las piernas largas y el abdómen prominente.

Sobre la etimología de su nombre corren dosversiones principales, que doy por lo que valgan.La primera dice que Maceo, cuando trabajaba enlas Atelanas romanas, tenia la habilidad de imitarperfectamente con la boca el canto de algunos pá-jaros y el de los gallos y gallinas, por lo cual lepusieron el mote de PMus gallináceas; de este hi-cieron los italianos pulcino, y los napolitanos, pormayor eufonía, Pulcinella.

La segunda, cuenta que un cómico ambulantedel siglo xvi, llamado Si ¡vio Frioriello, fue elprimero que introdujo el antiguo personaje deMaceo en las farsas napolitanas; y como éneontra-se en sus escursiones por la Campania un aldeanocuyacara era igual á la máscara usada por los lati-nos, se le llevó consigo, y le dedicó al teatro. Elaldeano se llamaba Puedo Ániello, que bien indi-ca el origen de la palabra Pulcinella.

Los actores que en Italia se han aventurado ávestir la máscara de Polichinela (así se dice en loacarteles de cada función teatral, al anunciar elnombre del artista encargado de aquel papel), han

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382 REVISTA EUROPEA.— 22 DE 'SETIEMBRE DE 1878. N\ 239

tenido, por lo general, un talento cómico de prime-ra calidad. Los discípulos y sucesores de PuccioAniello, Andrea Gállese, Argieri, Colesoney otros,supieron conservar en los tiempos pasados las tra-diciones de sus maestros y antecesores; así comoColesi Balli, Tommaso Fabioni, Lucio Bebió, Ca-naera.no, Petito, Altavilla, las conservaron en lospresentes.

Petito y Altavilla, sobre todo el primero, eranlos cómicos contemporáneos que vestian la más-cara con aplauso y admiración universales. Pocohá bajaron á la tumba, llenando de tristeza á laItalia, si cabe la hipérbole, y de amargura á unaparte capitalísima de ella, á la ciudad de Nápo-les.

El teatro donde Petito y sus dignos antecesoreslucieron su vis cómica, su profundo estudio de lostipos risibles, donde mostraron aquella gracia ori-ginal que resulta del modo de ser privativo dePolichinela, fue el San Carlino, destruido pocohá también; antes de la sentida muerte de aque-llos histriones ilustres. San Carlino fue al génerocómico-bufon, lo que el teatro de la Scala de Mi-lán, ha sido para la ópera, el capitolio de los ar-tistas: el aplauso logrado en ellos, era una consa-gración.

Después del San Carlino, existían y existen enÑapóles otros teatrillos de muy secundaria impor-tancia por su aspecto y magnitud, así como por elpúblico que los frecuenta, destinados exclusiva-mente á las obras en que Polichinela figura. Ten-deros con sus familias y personas de su clase, sue-len ocupar los palcos de tales teatros; las lunetaspertenecen á esos indefinibles entes de medio peloque lo mismo pueden ser honrados artesanos, cor-redores intrusos de mercancías, chalanes, ó criadosdesacomodados, que tomadores del dos, vagos ydemás gente sospechosa de su calaña. Una multi-tud desarrapada, compuesta de marineros delmuelle, pescadores, mozos de carga, cocheros, gra-nujería y pilletería inunda las galerías, ávidasde escuchar á su oráculo, de adorar á su ídolo.

Como andando los tiempos se modifican las cos-tumbres, bien se comprende que el Polichinela dehoy, conservando su esencia y naturaleza, ha cam-biado de forma. El de hoy ha de reunir dos con-diciones fundamentales al tomar parte en unaobra; primera, que en ella represente diversos pa-peles, aun los más encontrados y estrambóticos;segunda, que á pesar de ello conserve el mismotrage y la indispensable careta.

Habiéndose relajado un tanto la disciplina tea-tral, suele permitirse á Polichinela que sobre eltrage clásico, ó modificándole algo, se ponga algu-guno de los atributos ó prendas características delpapal verbi gracia: BÍ hace general, puede llevar

faja; si de fraile, cogulla, etc., etc., pero jamásquitarse la máscara.

Ahora bien, como no se escriben obras para Po-lichinela, se ve éste precisado á introducirse en elrepertorio cómico moderno, y hasta en el bufo,usurpando atribuciones. Lo ordinario es que hagada gracioso en las piezas francesas, traducidas alnapolitano y á la italiana.

Si algo se escriba para Io3 Polichinelas de últi-mo orden por eseritores de última fila, y para pú-blicos de última categoría, es preferible, si se hade dar gusto al auditorio, que el gracioso sea uncriado semi-tonto, semi-listo, que con sus enredos,amaños y trasf ormaciones consiga que su amo secase con la novia que el futuro suegro le niega á.todo trance. Este asunto de hoy, de ayer y desiempre, ha de prestarse al múltiple papel que Po-lichinela debe desempeñar. Sobre el tema de lasmetamorfosis y del trabajar en provecho de losdemás, cargando con los quebrantos del oficio, sebasan, con escasas variaciones, los argumentosmejor recibidos por el pueblo bajo.

El cartel colocado á las puertas de los teatrillosá que me refiero suele indicar los diversos perso-najes que caracterizará el protagonista, ó los variosdisfraces de que ha de valerse para su propósito.Sirva de muestra uno cuya copia conservo y diceasí, después de la fecha, horade la función, etc.:"Se representará la comedia de grande espectáculo,titulada Los tormentos de un avaro; con Polichi-nela

fingido astrólogo,peón caminero,estatua movible,niño de cinco años, ymomia alejandrina.

Este espécimen basta y sobra para dar una ideade los expedientes á que recurren los Polichinelasdel cuarto estado con objeto de divertir hasta lasociedad á un público favorablemente dispuesto ácelebrar las gracias y ocurrencias del tipo cómicocuya superioridad es umversalmente reconocida,á causa de su abolengo, de su chispa, de su origi-nalidad, y por lo profundamente humano que es.

J. MOJA Y BOLÍVAR.

(Continuará )

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239 BEYNALDO.—UN CONSEJO. 383

UN CONSEJO.

Á E. C...

Es amor tan rara flory de tan raro perfume,que, expuesta al sol, se consume,y al aire, pierde su olor.

No juzgues, pues, baladimi consejo, ni te asombre,cuando comprendas que un hombreamores siente por tí,

usando de ardid discreto;dá espacio á su confesión...mas no hables de esa pasión,porque... no es tuyo el secreto.

Y aunque de amores estalley calle afán que devora,puede callar que te adorael que mas ronde tu calle.

De quien, cual tú, se confia,tras un—"No hay duda, mamá;me ama;"—tal vez cerca estáun—"[Me engañé! ¡Quién diría!" —

Y no es que ese hombre amor mienta;es que quiere, porque te ama,que de ese amor que le inflamano des, ni á tu madre, cuenta.

Que es amor tan rara flory es tan puro su perfume,que, expuesta al sol, se consume,y al aire, pierde su olor.

EBTNAIDO.

MISCELÁNEA.

TEATKOS.

La compañía italiana, á cuyo frente se hallala eminente artista doña Adelaida Eistori, daráen el teatro de Apolo ocho representaciones du-rante la primera qaineena de Octubre, poniendoen escena las obras más notables de su repertorio,entre las cuales figuran María Antonietta, de Gla-cometti y El Gladiador de Jíavena del inspiradoautor dramático D. José Echegaray.

Terminada esta serie de funciones, dará prin-cipio á sus tareas la compañía organizada por elSr. Morales, cuya lista, por orden alfabético enigualdad de clases, es como sigue:

Primeros actores y directores de eac&na.—DonAntonio Vico y D. Kicardo Morales.

Primera actriz.—Doña Concepción Marin.Primeras actrices y damas jóvenes.-^Doña An-

tonia Contreras y doña Elisa Malli.Otro primer actor.—D. Emilio Corominas.Primer actor cómico.—D. Gabriel Sánchez Oaa-

tilla.Damas jóvenes.—Doña Amalia Chaman, doña

Francisca Pérez y doña Isabel Luna.Actrices cómicas.—Doña Eulalia García, doña

Emilia Domínguez y doña Teresa Delgado.Características.—Doña Carmen Fenoquio y do

ña María Artigues.Segundas damas jóvenes y actrices cómicas.-—

Doña Emilia Alisedo, doña Emilia García, doñaFrancisca Royo, doña Josefa Blanco, doña PilarDoctor, doña Pilar Moren te y doña Victorina Ati-sedo.

Galanes jóvenes.—D. Enrique Sánchez de León,D. José González y D. José Luna.

Actores de carácter y segundos galanes.—Do¿Fernando Altarriba y D. Francisco Mora.

Caraeterísticos.—D. José Alisedo y D. PedroMoreno.

Segundo actor cómico.—D. Federico Balada.Segundos galanes jóvenes.—D. Eduardo Fleu-

riot, D. Enrique Oliva y D. Enrique Serrano.Director de orquesta.—D. José Jiménez.La empresa cuenta con varias obras nuevas de

reputados autores, y tiene preparadas algunas delrepertorio, casi desconocidas en la actualidad, co-mo Morayma, de Martínez de la Eosa, Solaces diun prisionero, del duque de Eivas; El duque deViseo, de Quintana, y Don Fernando de Anteque-ra, de Ventura de la Vega.

EPíabono se hace por series de treinta repre-sentaciones, á diario y á turno de tres.

Precios por abonos.—Palcos proscenios plateasy entresuelos, sin entradas, 40 reales; palcos pla-teas y entresuelos, 30; butacas sin entrada, 4.

En el teatro de la Alhambra funcionará duran-te la próxima temporada de invierno tina compa-ñía dramática de la que formarán parte los apre-ciables actores D. Antonio Zamora y doña Cán-dida Dardalla.

De la compañía italiana que actualmente tra-baja en este coliseo, dice un colega, dando cuentade la ejecución de 11 picólo ducca, que es la obraúltimamente estrenada: nLa señora Frigerio re-presentó perfectamente la parte de protagonista,pero no logró dar al canto el valor que encierra,ni interpretar con el debido gusto y afinación las

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384 REVISTA EUROPEJU—22 DE SETIEMBBE DE 1878 . N.° 239sentidas melodías en que abunda su interesantepapel; la señorita Sandoni dijo regularmente elsuyo; el Sr. Ciceri estuvo algo descuidado y vaci-ló en muchas ocasiones, y finalmente, el Sr. Fi-carra caracterizó á conciencia el ridículo personajedel preceptor que le estaba encomendado."

Terminadas ya las obras de reparación y deco-rado que se estaban haciendo en el Teatro EspaSol, han dado principio los ensayos de la comediade Alarcon El semejante & si mismo, que es la ele-gida para inaugurar la temporada, como dijimosen nuestro número anterior.

Este teatro promete ser uno de los más favore-cidos por el público en la temporada próxima, ájuzgar por el considerable abono que BU empresaestá realizando.

De los qué ya han inaugurado sus funciones, elque lo ha hecho bajo mejores auspicios es induda-blemente el teatro Eslava, cuya excelente compa-ñía atrae cada noche mayor concurrencia, á pesardel calor que aún se deja sentir en e3ta corte.

Hace poco3 dias se estrenó en dicho teatro unsainete en dos actos, titulado La filoxera en el po-der, que consiguió su objeto, de entretener agra-dablemente al público, y en cuya ejecución se dis-tinguió el simpático actor Julián Bornea. La se-ñora Vedia y el Sr. Mariscal alcanzaron tambiénmuy buen éxito en el desempeño del conocido pro-verbio La barba del vecino.

En el teatro del Príncipe Alfonso continúasiendo objeto de grandes aplausos la magnificazarzuela de espectáculo El hijo de la bruja, y esde suponer que así suceda durante algún tiempo,vista la inmejorable acogida que el público le dis-pensa.

Del teatro Eeal no podemos añadir ninguna no-ticia á las que ya hemos dado á nuestros leetoresde que se abrirá en la primera semana de Octu-bre con la ópera de Verdi, Rigoletto, cantada porlas señoras Vitali y Jover, y los Sres. Gayarre,Pandolfini 7 Ponsard, ó con los Hugonoltes, dea-

empeñada por las señoras Durand y Ada Adini, ylos Sres. Sani, Verger, Nanetti y Visconti.

El jueves último se inauguró en el teatro de laComedia la temporada teatral con las aplaudidasobras de Bretón de los Herreros, La escuela delmatrimonio y A lo hecho pecho.

En el afortunado y popular Circo de Price con-tinúan siendo muy aplaudidos los célebres montañeses de los Apeninos, los velocipedistas, lasimpática familia Chiesi, el clown Tony y demáanotables artistas. El debut del capitán Swan ysus caimanes no pudo celebrarse el dia anuncia-do por haberse roto el-aquarium, como vio el pu-blico, aplazándose para el dia siguiente.

BIBLIOGRAFÍA.

Noticia sobre la composición química del aguadel manantial titulado «.Fuelles blancas ó de la saludí en los alrededores de Burgos, por D. JoséMartínez Añibarro Eives, presidente de la comision antropológica de la citada provincia.—Unfolletito de ocho páginas en 8.°—Burgos, 1878.Imp. de la viuda de Villanueva.

Instrucción sobre la filoxera, por D. Juan Maisonnave. Cuadro dedicado á los labradores, en elque se facilita el conocimiento de dicho insectodevorador, figurando las diferentes trasformacio-nes que tiene, con una breve explicación de suvida en los distintos períodos, y enumeración delos medios conocidos hasta ahora de combatirlo.—2.* edición, de 10.000 ejemplares. Madrid, 1878.Imp. de M. Minuesa.

Ayer y hoy.—Apuntes curiosos y entretenidos,dedicados al periódico El Imparcial, por un colec-cionador. Un folleto en 4.°, de 52 páginas. Ma-drid, 1878. Imp. de Manuel Q. Hernández, SanMiguel, 23, bajo. Precio: 2 reales.